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SEMINARIO DIOCESANO DE SANTA MARIA DE GUADALUPE

FACULTAD DE TEOLOGÍA

LA MISIÓN DEL LAICO EN EL MUNDO

Andrés Gerardo Gutiérrez García

Teología del Laicado

Segundo de Teología

Pbro. Lic. José González Muñoz

Aguascalientes, Ags., a 01 de diciembre de 2015.


INTRODUCCIÓN

El presente trabajo tiene por objeto reflexionar en una de las dimensiones de la


misión de los laicos: estar en el mundo… sin ser del mundo, transformar el mundo según
la voluntad de Dios Creador y ordenarlo a Cristo, Señor y Rey del universo, quien
recapitula todo por su exaltación en la cruz y quien venciendo la muerte libero al hombre y
a toda la creación de la situación de pecado.

El documento de Puebla lo expresa de una manera muy bella cuando dice que el
laico está llamado a ser hombre de Iglesia en el mundo y hombre de mundo en el corazón
de la Iglesia. Esa es la misión primara del laico, vivir, estar en el mundo, y ello significa
mucho más de lo que parece.
LA MISIÓN DEL LAICO EN EL MUNDO
1. Definición de laico.

Puesto que la vocación y misión brota del ser mismo, para percibir con mayor
claridad la misión del laico y porque es en el mundo y de qué manera, conviene empezar
por dilucidar la naturaleza del laicado.

La Constitución dogmática Lumen Gentium sobre la Iglesia en el número 31 afirma


que:

Por el nombre de laicos se entiende aquí todos los fieles cristianos, a excepción de los
miembros que han recibido un orden sagrado y los que están en estado religioso
reconocido por la Iglesia, es decir, los fieles cristianos que, por estar incorporados a
Cristo mediante el bautismo, constituidos en Pueblo de Dios y hechos partícipes a su
manera de la función sacerdotal, profética, y real de Jesucristo, ejercen, por su parte, la
misión de todo el pueblo cristiano en la Iglesia y en el mundo.

2. La misión del laico en el mundo según los documentos de la Iglesia.

De lo anterior se ve que si el laico es todo fiel cristiano que por haber recibido la
gran dignidad del bautismo, siendo constituido hijo de Dios, miembro de la Iglesia,
liberado del pecado y convertido hombre nuevo está llamado a la santidad. Pero esto no lo
saca del mundo, ni del orden temporal de esta vida, sino que lo lanza a ella con una misión,
es decir, el lugar y la misión del laico es el mundo y el orden temporal.

El mismo Concilio en la citada constitución nos dice que lo propio y peculiar de los
laicos es el carácter secular. La vocación del laico está en buscar construir el reino de Dios
y ordenarlo todo a él. El adjetivo “secular”, proveniente de la palabra latina seculum (siglo)
muestra que la tarea del laico es estar en el siglo, en lo del tiempo, las actividades y
profesiones de la vida familiar y social en las que se desenvuelve. Allí debe ser levadura y
luz del Evangelio para la santificación del mundo.

El oficio sacerdotal del que Cristo hace partícipe a todo bautizado, para el laico en
orden a ejercitar el culto espiritual significa ofrecer toda su vida, sus dolores, sus preces, su
trabajo, su vida conyugal y familiar, el descanso, sus obras, los proyectos apostólicos…
todo cuanto es y tiene en oblación viva. Los laicos consagran a Dios el mundo y lo
santifican.

El oficio profético del que también son partícipes también los laicos, los constituye
en testigos para que el Evangelio brille en la vida cotidiana. La fe, la esperanza y la caridad
que han recibido del Señor como don, no es para que se esconda en lo íntimo del alma, sino
para que se manifieste ante los hombres en el diálogo continuo, y sirva de testimonio vivo
que interpela y denuncia.
El oficio real es claro, porque para Cristo servir es reinar, los laicos están llamados a
servir a sus hermanos, y las actividades temporales son grandes escenarios de servicio.
Además puesto que Cristo ha sido exaltado, es Rey del Universo, por lo cual el laico está
llamado a orientar toda la creación al Señor, utilizándola para lograr una vida más santa.
Procuren que todos los bienes se desarrollen para el servicio de todos y cada uno de los
hombres mediante el trabajo, la técnica, la cultura civil y la ciencia, saneando las
estructuras y ambientes permeados por el pecado.

El decreto conciliar sobre el apostolado de los laicos Apostolicam actuositatem


habla de la tarea de los fieles laicos de la instauración cristiana del orden temporal. Por
orden temporal se entiende: los bienes de la vida y de la familia, la cultura, la economía, las
artes y las profesiones, las instituciones de la comunidad política, las relaciones
internacionales, etc. Este orden temporal no es sólo ayuda al hombre a llegar a Dios, sino
que tiene su autonomía, pues Dios los hizo encontrándolo muy bueno. El laico, en medio
del mundo, tiene la gran misión de restablecer el orden de los bienes temporales y
conducirlos a Cristo.

Los campos que Vaticano II resalta para la actividad del laico en el mundo son:

1. La familia. Los cónyuges que contribuyen a la santificación entre ellos, de los hijos
y de los familiares. En ella se da la primera predicación de la fe y la primera
educación humana y cristiana. Tal educación es tanto de palabra como de ejemplo
elocuente. En la familia se da el descubriendo y la elección de la vocación
específica y el cultivo de la vocación al sacerdocio cuando da signos de ella. Los
cónyuges pueden mostrar la indisolubilidad y santidad del matrimonio con su
testimonio de vida. También pueden dar testimonio del amor a los hijos, de su
educación y cuidado. Es la familia misma la que puede defender sus derechos ante
la autoridad.

2. Los jóvenes. Tienen un gran influjo en la sociedad y en la política. Poseen una


energía y vitalidad propias de su edad que les facilita el anuncio del mensaje
evangélico. Además que puede ser fermento en medio de sus coetáneos, sobre todo
de aquellos alejados de Dios.

3. El medio social. Este campo es muy amplio para el laico. Puede llenar del espíritu
cristiano el pensamiento, las costumbres, las leyes y las estructuras. Puede
contribuir mucho por la coherencia de vida, la honradez en los negocios,
anunciando incluso explícitamente a Cristo a los vecinos y a todos con quienes entra
en contacto. El trabajo, del índole que sea se convierte también en una oportunidad
para santificarse a sí mismo, y para propagar el Evangelio, mediante las palabras y
el testimonio elocuente.
4. El orden nacional e internacional. En este campo tiene la oportunidad de mostrar
el amor a la patria y del fiel cumplimiento de los deberes civiles. Puede hacer
mucho bien n los cargos públicos bien desempeñados, buscando el bien común; y
mejorando instituciones sociales y públicas.

Si bien los laicos por ser miembros del Pueblo de Dios tienen una misión dentro de la
Iglesia, esto significa que “no han sido llamados a abandonar el lugar que ocupan en el
mundo”1, sino que “el «el mundo» se convierte en el ámbito y el medio de la vocación
cristiana de los fieles laicos”2. La exhortación Christefideles laici explica que el ser y actuar
de los laicos en el mundo no son una realidad antropológica y sociológica, sino también y
de manera específica, una realidad teológica y eclesial. De hecho las imágenes evangélicas
de la sal, la luz y la levadura –que se refieren a todos los discípulos del Señor- son
imágenes muy elocuentes de la misión de los laicos en el mundo.

La vocación común de todos los cristianos es a la santidad. Los laicos se santifican


en el mundo: en la vida profesional y social ordinaria. Están llamados a santificarse cuando
estudian, trabajan, entablan relaciones de amistad, sociales, profesionales, culturales, etc.
Cualquiera de las actividades de la vida diaria es una ocasión para unirse con Dios y
cumplir su voluntad, para servir a los hombres y llevarlos a Dios.

El laico tiene una doble misión: en la Iglesia, porque es miembro de ella; y en el


mundo porque está inserto en él. Afirma el documento de Puebla en el número 786 que
cuando el fiel laico vive en fidelidad y coherencia con el evangelio, con las riqueza y
exigencia de su ser, adquiere una “identidad de hombre de Iglesia en el corazón del mundo
y de hombre del mundo en el corazón de la Iglesia”.

Uno de los campos privilegiados y muy necesitados de la presencia de laicos


convencidos de su fe y que sean levadura es el de la actividad política. Un campo para
buscar el bien común, defender la dignidad humana, defender los derechos de los más
débiles y necesitados, contribuyendo en la paz, la libertad, la justicia, en la construcción de
estructuras más justas y fraternas. Además es un campo desde el que se puede sanear la
corrupción, la deshonestidad, la mentira.

También el ambiente científico necesita de hombres que buscando la verdad, y con


miras a servir al hombre, sean capaces de encontrar a Dios en la creación, orientarla a él y
proclame las maravillas que el Creador ha hecho, y vio muy buenas.

El ambiente artístico también está muy necesitado de la presencia de Dios, fuente y


autor de todos los dones, habilidades y Señor de la belleza. Por medio del arte, de

1
JUAN PABLO II, Exhort. ap. postsinodal Christifideles laici, no. 15.
2
Ibídem.
cualquiera que ésta sea, se puede valer para evangelizar y santificarse. Siendo testimonio
vivo y, si es posible, de palabra explicitada.

El campo de la educación es un vasto mundo para la evangelización. El ejercicio de


la docencia es una oportunidad para transmitir conocimientos de índole temporal, de los
bienes creados por Dios, de las leyes físicas, naturales, matemáticas, la historia. Pero
también es un lugar en el que la formación humana es transversal, que incluye la ética, los
valores, la moral, la fe y la razón bien cultivada, la sexualidad, la dimensión afectiva y la
espiritual.
CONCLUSIÓN

Entrar a formar parte del Pueblo de Dios por el bautismo, el privilegio de ser Hijo
de Dios, y de ser restaurado a la gracia, de participar de los tres oficios sacerdotales de
Cristo: profético, sacerdotal y real; son aquello que caracteriza al laico. Y su ser y su actuar
como cristiano no está limitado sólo ad intra de la Iglesia. Al contrario, su campo más
peculiar es ad extra, en el mundo, en las actividades de la vida diario en las que está
envuelto.

Se podría decir que el laico tiene la misión en el mundo de hacer que todas las
realidades temporales se impregnen del evangelio. Si es la creación, ordenarla a Dios. Si es
con relación al hombre, ponerse a su servicio en el amor al prójimo y ser instrumento de
Dios, siendo levadura, luz y sal. Levadura que va transformando este mundo, poco a poco,
en el Reino de Dios aquí. Luz, porque su presencia es anuncio de la verdad y denuncia del
error y del pecado. Sal, porque el hombre laico está llamado a ser el “alma” del mundo,
quien transmite la esperanza, la fe y la alegría a la sociedad y el sentido más profundo de la
existencia del hombre.

Y con relación a sí mismo, su tarea en el mundo es la santificación, en la oración y


oblación constante. Ofreciéndose todo unido a Cristo en la cruz, los dolores, sufrimientos,
alegrías, empresas, obras, trabajo, estudio. Convirtiendo el mundo en un altar espiritual que
a su vez se va trasformando día con día, en el orden tal como lo pensó Dios y que halló
muy bueno.

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