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La palabra norma, utilizada en lingüística, tiene una doble denotación. Hay un sentido prescriptivo
y académico y más tradicional del vocablo “norma” como una regla que ajusta a las actuaciones
humanas distintas. Entonces nos referimos a la gramática normativa que es aquella que nos
instruye acerca de las reglas para el bien hablar y para el hablar preservador de la unidad
idiomática.
En un segundo sentido denota aquello que en los usos de la lengua resulta acostumbrado,
consuetudinario, habitual, corriente, y por eso común y general; “norma” quiere decir entonces lo
vigente parcialmente, lo que es costumbre idiomática de una comunidad más o menos extensa.
Nos encontramos frente a la norma en su sentido descriptivo.
La primera de estas acepciones es aquella en que puede ser tomado el vocablo cuando nos
referimos, por ejemplo, a “la norma de la lengua española”, esto es a los rasgos globales que
caracterizan y distinguen al código idiomático castellano. Indica lo que es correcto dentro de una
lengua.
Las otras dos acepciones son respectivamente la prescriptiva y la descriptiva, la que denota
corrección lingüística y la que hace referencia a lo usual y correcto, es decir, a la posibilidad de
elegir entre los usos cultos y populares; frente a lo acostumbrado habitual en una comunidad de
hablantes, coincida o no con el sentido etimológico o analógico del sistema.
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S.FERNANDEZ, Lengua literaria y norma lingüística, Madrid, 1960, pp. 13-14
III. CONCEPTOS LINGÜÍSTICOS
Al separar la lengua del habla se separa a la vez, lo que es social de lo que es individual, lo
esencial de lo que es accesorio y más o menos accidental.
Para el lingüista, la lengua, en el sentido amplio del término, no sólo es sistema funcional, sino
también realización normal y el habla es la realización individual. Ahora bien, si no se atribuye la
totalidad de la realización al habla, y si la lengua se concibe en sentido estricto, como un sistema
funcional, es necesario introducir el concepto intermedio de norma como conjunto de hechos
extrafuncionales constantes.
La norma, pues, se sitúa entre el habla y la lengua. Impone desvíos de la lengua que todos los
hablantes aceptamos. No siempre empleamos lo sistemático y regular, a veces nos vemos forzados
a emplear formas asistemáticas que se han introducido en el uso por motivos históricos, por
costumbre, por una tradición persistente en la comunidad y que constituyen la norma. Un ejemplo
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SAUSSURE, Ferdinand de (1993) Curso de Lingüística General, Madrid, Alianza Editorial. 3a
reimpresión, 84
sería la formación del plural que sabemos se construye con los morfemas gramaticales -s, -es y así
de ají será ajíes, pero en el caso de lunes y mates no puedo formar luneses o marteses, lo correcto
es los lunes, los martes.
Podemos decir que el sistema constituye una realidad abstracta, una red de funciones, que se
realiza en formas sociales más o menos constantes. Es el conjunto de posibilidades. Aquí
concurren la norma y el hablar concreto. La norma es la realización colectiva del sistema, de
actos normales de las cuales el hablante libremente hace uso. Da origen a los niveles de lengua
familiar, popular, literario, elevado, vulgar, etc.
El habla es un hecho concreto, es la realidad inmediata del lenguaje. Los hechos de habla si bien
son creaciones inéditas que corresponden, a su vez, a las intuiciones inéditas del individuo, no solo
invenciones arbitrarias del hablante, sino estructuraciones sobre modelos pre-existentes en la
lengua. El individuo saca sus expresiones del código de la legua, y así habla su lengua, que es a la
vez la de los demás
4.4 Variedades Individuales: se denominan a veces idiolectos y son las hablas de individuos
determinados con todas sus peculiaridades idiosincráticas. Cada acto de habla individual es único
e irrepetible, y forma parte de la personalidad de cada individuo.
Alonso Cortés afirma que este tipo de variedad se origina en el hablante particular y concreto
provocado por ciertos factores, entre los que destacan el estilo y el tempo al hablar. El estilo se
refiere al conjunto de formas expresivas que se adaptan a la situación comunicativa del hablante,
depende de situaciones externas tales como: la edad, el grado de confianza, procedencia
geográfica, estrato social, etc. De ahí que se distinguen al menos tres estilos: formal, coloquial e
informal. El tempo del habla se refiere a la velocidad relativa a la pronunciación.
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MORENO CABRERA, Juan Carlos (1991) Curso Universitario de Lingüística General. Tomo I.
Teoría de la gramática y sintaxis en general, síntesis, Madrid. 46 -47