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Se definen como “ciencias que estudian al sistema nervioso central y al cerebro desde
aspectos estructurales y funcionales” (Campos, 2010: 4) Este conocimiento ha permitido
comprender con mayor profundidad el proceso de aprendizaje que ocurre en el cerebro
de los estudiantes, además permite tener conciencia de cómo influye en ellos los
estímulos del ambiente, la emoción, la empatía y de esta forma considerar los aspectos
relevantes para que se produzca el aprendizaje.
Por ello el foco se dirige a conocer las características del cerebro que son esenciales a la
hora de vincular el aprendizaje con esta nueva línea de conocimiento. Campos (2010)
destaca que;
- La capacidad plástica del cerebro, permite que este órgano pueda reorganizarse y
reaprender de manera continua. Las neuronas arman una red de conexiones
denominado sinapsis, lo que le da la posibilidad al cerebro de que aprenda en todo
momento, sistema en el cual las experiencias son muy relevantes.
- El cerebro es único en cada persona y está hecho para aprender, por naturaleza,
pudiendo captar el aprendizaje a través de diferentes formas. De ahí la importancia
de que el profesor conozca cómo el cerebro aprende y cómo el entorno influye en
ello, de tal forma que las propuestas que otorgue a los estudiantes configuren una
serie de estrategias diseñadas para potenciar el cerebro de los niños y puedan
aprender de manera natural.
- Los patrones son muy útiles para el cerebro, ya que este órgano aprende a través
de ellos. Luego de detectarlos y aprenderlos, les da un sentido para utilizarlos
cuando sea necesario.
- Las emociones tienen impacto en el cerebro, en su capacidad para razonar, tomar
decisiones, en la memoria e incluso en el aprendizaje. Un docente inteligente
emocionalmente, junto a un clima de aula apropiado, son elementos
indispensables para el aprendizaje de los estudiantes.
Tal como indica Pizarro (2003: 153); “En definitiva, nuestro cerebro está estructuralmente
determinado por el genoma, pero modelado por la experiencia. Las influencias del
entorno modelan el cerebro alterando la intensidad de las conexiones sinápticas de
distintas formas; se puede reforzar, debilitar o eliminar (podar) las sinapsis formadas por
una información codificada genéticamente en un principio; se pueden formar nuevas
sinapsis como respuesta a la experiencia; se pueden producir aumentos temporales de
conexiones entre las neuronas, en caso de memoria a corto plazo o de trabajo; las
sustancias tóxicas, y las experiencias que han causado estrés o distracción mental, puede
llevar a la eliminación de la sinapsis.”
Entender el funcionamiento del cerebro así como también los factores que permiten su
desarrollo, permite al educador proponer actividades didácticas efectivas para estimular
su curiosidad, motivación y lograr la atención necesaria para que el estudiante genere
aprendizajes significativos.
Hart (1986) señala que todo el aprendizaje, de cualquier tipo en la escuela, está “basado
en el cerebro”; de modo que en su teoría plantea que un aprendizaje compatible con el
cerebro es aquel que resulta de la enseñanza en un ambiente sin amenazas, que permite
el uso desinhibido de la espléndida neocorteza o nuevo cerebro, promoviendo un clima y
una conducta mucho mejores (citado en Salas, 2003). Hart dice que “para que la
educación fuera realmente compatible con el cerebro debía ocurrir un cambio en el
paradigma de enseñanza-aprendizaje” (Hart 1986, citado en Salas, 2003, p. 159) ya que, la
estructura del enfoque tradicional de enseñanza y aprendizaje en el fondo es opuesto al
cerebro.
Por una parte, el hemisferio izquierdo también llamado hemisferio lógico, se caracteriza
por procesar la información de manera secuencial y lineal, tiene la capacidad de formar la
imagen del todo a partir de las partes y se ocupa de analizar detalles (Pizarro, 2003).
Además, “es el mejor equipado para lidiar con tareas relacionadas con el lenguaje (escrito
y hablado), el álgebra, la resolución de problemas matemáticos, las operaciones lógicas”
(OCDE, 2009: 180).
La teoría del cerebro emocional se basa en que “las necesidades emocionales influencian
profundamente el pensamiento y el comportamiento” (Pizarro, 2003, p. 121). Esto se
debe a que el cerebro humano está estructurado de modo tal que ninguna información
alcanza la neocorteza sin pasar primero a través del Sistema Límbico, una estructura del
telencéfalo, que dentro de sus variadas funciones está encargada de originar las
emociones, las cuales colorean la información y determinan cuánta atención le será
proporcionada (Pizarro, 2003).
Esto se debe a que el Sistema Límbico está compuesto por el Tálamo, hipotálamo,
amígdala, pituitaria, hipocampo; donde la amígdala cumple las funciones de recibir
primero los estímulos emocionales y luego producir una respuesta automática casi
instantánea (de supervivencia), pero un cuarto de segundo más tarde la información llega
a la corteza frontal dónde se adapta al contexto y se crea un plan de acción más racional.
Si al llegar al lóbulo frontal la estrategia de supervivencia es apropiada se continúa tal
cual, pero si el plan de acción racional es responder con otra estrategia, la corteza frontal
envía un mensaje al hipotálamo el cual le indica a la amígdala que se calme y a su vez le da
al cuerpo la señal de parar los cambios que estaba haciendo (Pizarro, 2003).
Pese a lo anterior, el concepto del sistema límbico es hasta ahora la principal teoría del
cerebro emocional, por lo que los docentes tienen la tarea de crear ambientes propicios
para el aprendizaje, es decir, instancias que generen estímulos gratos para los estudiantes,
de modo que su reacción más esperada sea quedarse en ese contexto.
Otra teoría que es necesario conocer es la de las neuronas espejo, ya que como indica
(OCDE, 2009, p. 262) Somos capaces de comprender las acciones de otras personas (y
quizá sus sentimientos) porque cuando los vemos ejecutando estas acciones y (teniendo
sentimientos especiales) nuestras neuronas espejo podrían ser activadas, haciéndonos
sentir como si, en efecto, nosotros estuviéramos haciendo eso (o teniendo esos
sentimientos)…
Esto sugiere que las neuronas espejo permitirían la posibilidad de inculcar la empatía por
medio de experiencias que se estructuren cuidadosamente, lo que a su vez proyectaría
una sociedad y comunidad moralmente superior (OCDE, 2009). Y esto es una potente
herramienta para ser estimulada en los estudiantes, y que sirva para fortalecer las sus
competencias, aportando a través del ejemplo actitudes que ayuden a construir una
sociedad más justa.
Todos estas investigaciones de las ciencias que estudian como aprende el cerebro del
niño pertenecen “nueva línea de pensamiento y acción que tiene como principal objetivo
acercar a los agentes educativos a los conocimientos relacionados con el cerebro y el
aprendizaje” (Campos, 2010, p. 10), por lo tanto el principal desafío para los docentes es
que integren las neurociencias a su campo pedagógico, ya que un profesor bien
informado, que entienda las particularidades del sistema nervioso y del cerebro y, a la vez,
relacione este conocimiento con el comportamiento de sus alumnos, podrá juzgar si es
que la investigación se adecúa a su propuesta de aprendizaje, su actitud, el ambiente del
aula, entre otros factores, puede ser el paso inicial en la formación y capacitación docente
que marcará la diferencia en la calidad de la educación (Campos, 2010).
Blakemore, S., & Frith, U. (2005). Cómo aprende el cerebro, las claves para la
educación. Barcelona: Planeta.
Moya-Albiol, L., Herrero, N., & Bernal , M. (2010). Bases neuronales de la empatía.
Neurol , 89-100.
Linkografia