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y la mercancía
Compilación de
Cuadernos de Negación
(nros. 2 al 5)
Cuadernos de Negación
Contra el Estado y la mercancía
1ra ed., Rosario, Lazo Negro, 2017
250 p., 206×145 mm
ISBN 978–987–29441–7–9
Compilación de
Cuadernos de Negación
(nros. 2 al 5)
Presentación
sin embargo, que hubieramos querido abarcar más temas, pero no nos
resulta simple. A su vez, el margen de tiempo entre uno y otro número
nos permite difundir los ejemplares lo máximo posible, siempre gracias
a compañeras y compañeros cercanos y a otros más lejanos que no
conocemos, de ciudades que quizá nunca conoceremos. Ese margen de
tiempo nos permite también reflexionar un poco más a fondo sobre lo
que queremos publicar, debatir entre nosotros y con quienes aportan
desde diferentes latitudes para mejorar los Cuadernos.
No es fácil escribir entre las presiones y obligaciones que impone
este modo de vida, no somos escritores ni investigadores profesionales,
aunque escribamos e investiguemos, de la misma forma que iluestramos,
diseñamos o plegamos esta publicación. Y allí radica nuestra pequeña
virtud, escribimos desde la necesidad, desde el deseo, desde las tripas.
Realizar Cuadernos de Negación nos llena como seres humanos,
nos hace reconocibles, no a este mundo espectacular, sino a nosotros
mismos. Nos encontramos en la lucha, en la proyectualidad del co-
munismo y la anarquía. No porque podamos realizarlas ahora mismo
sino porque hacer la revolución es ser la revolución. Como se dijo hace
más de un siglo: nuestro concepto de comunismo no es ningún ideal
a aplicar, sino el movimiento real de destrucción de la sociedad del
Capital y la comunidad que resulta de esa negación práctica.
Aquí no presentamos la negación como una primera etapa que debe
llevarse a cabo para poder pasar a una segunda etapa e carácter, ahora
sí, positivo. Porque no hay etapas, no hay escalones para ascender
hacia una sociedad ideal. Hay una sociedad material —que es esta y
es el centro de nuestra crítica— que debe ser negada y superada. En
este sentido, muchos lectores y lectoras buscarán entre estas páginas
algunas “propuestas”, nosotros les recordamos que la comprensión de
esta sociedad se encuentra en su más profunda y despiadada crítica,
en la lucha contra ella. Y de paso, para la “propuesta”, ya estamos
enumerando todo lo que no queremos, que no es poco.
La opinión poco reflexiva, y hasta burlona, exige a la actividad teó-
rica inmediatez práctica, como si ambas cuestiones pudieran existir
independientes una de la otra. Como si toda práctica —nos guste o
no— no conllevara necesariamente una expresión teórica, como si la
teoría no fuera también la práctica de nuestra lucha diaria.
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¡Adelante compañeros!
Advertencia
sobre las citas
Presentación
existencia de (cyber) grupos que llevan adelante una (cyber) militancia con muy
poco esfuerzo, siendo en su mayoría personas que solo se dedican a reproducir
textos que ya están colgados en Internet. No es mucho más que lo que sucede en
ciertos ámbitos con la publicación de libros y revistas.
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8 «Las teorías no están hechas más que para morir en la guerra del tiempo: son
unidades más o menos fuertes que hay que emplear en el combate en el momento
justo; y sean cuales sean sus méritos o sus insuficiencias, ciertamente no se puede
emplear más que aquellas que están ahí a su debido tiempo. Así como las teorías
se deben reemplazar porque se desgastan con las victorias decisivas, más aún que
con las derrotas parciales, así ninguna época viva ha salido de una teoría (…) [La
revolución] de ningún modo es una ciencia positiva y dogmática, sino un arte
sujeto a algunos principios generales y, más aún que eso, un drama apasionado.»
(Guy Debord, In girum imus nocte et consumimur igni)
24 | Cuadernos de Negación
¿Comunismo? ¿Anarquía?
propone que sea más racional o moderno, esas son las bases del viejo
mundo y justamente se las quiere destruir. Mejorarlas es la tarea del
reformismo y no de los revolucionarios. Esperando las respuestas a
los interrogantes de este mundo, una y otra vez nos preguntan «¿pero
cómo es la sociedad que ustedes proponen?»… no están fallando las
respuestas, está fallando la pregunta.
Comprendemos que décadas y décadas de contrarevolución y pa-
sividad a cargo de “comunistas” y “anarquistas” provocan desagrado
por esos conceptos: los países llamados “comunistas”, grupúsculos
nacionalistas, populistas, stalinistas, troskistas, leninistas, maoístas,
por un lado; y liberales, artistas, oportunistas, pacifistas, intelectuales,
punks narcotizados, hippies adictos al consumo de miseria y demases
vómitos de la subcultura, por el otro… solo han servido para obstacu-
lizar el desarrollo de las herramientas para la autosupresión de nuestra
clase. Pero, así y todo, nos negamos a despreciar todo el arsenal del
movimiento revolucionario, ya que es parte de nuestra historia y no
permitiremos que quede en manos de los imbéciles de siempre.
Entendemos la actividad revolucionaria como una tensión,11 ya que
excede lo que podría ser una filosofía, una teoría política o hasta una
práctica: es un modo de concebir la vida, de involucrarse en lo que se
intenta transformar. Por ello cambiamos en lo personal, aunque ese no
sea el objetivo final, simplemente sucede, aunque pueda descalificarse
como una “contradicción” con la cual se convive. Este concepto es muy
discutible porque esta contradicción no aparece desde el momento
en que se asumen un conjunto de posiciones. Asumimos posiciones
revolucionarias porque las mismas contradicciones nos llevan a ellas.
Quienes piensan que es al revés, están siendo presos de la ideología,
creyendo que uno debería hacer las cosas de determinada manera al
12 Aquí vuelve a aparecer la visión moderna del mundo, donde todo es instantáneo…
en el imaginario revolucionario muchas veces se comete el error de querer usar
como sinónimos espontáneo e inmediato. En realidad, espontáneo hace referencia
a que esto se lleva adelante sin agentes externos que lo provoquen, y no por la
rapidez inmediata (o no) con la que se realiza el acto revolucionario.
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dría a una revolución.» (Dauvé, op. cit.) Esto último se asemeja a las
ya no tan nuevas corrientes new age, que nos dicen que podemos ser
felices y realizados si tenemos “paz interior”, solo que algunos piensan
lo mismo si tenemos “revolución interior”. Revolución interior, que
creemos necesaria e inevitable, como paso fundamental, pero que nos
excede en el mismo instante porque no es un invento personal que
fluye desde cada uno. Es quizás un aspecto de la lucha revolucionaria,
que puede comenzar modificando algunos aspectos de nuestras vidas
y luego empujándonos a tomar protagonismo en la extensión de esos
cambios en la totalidad del mundo. Ya que solo podemos realizarnos
como personas particulares en la medida en que nos relacionemos
con las demás personas.
«Los que hablan de revolución y de lucha de clases sin referirse
explícitamente a la vida cotidiana, sin comprender lo que hay de
subversivo en el amor y de positivo en el rechazo de las obligaciones,
tienen un cadáver en la boca» afirmaba Raoul Vaneigem y en ello se
han escudado tanto él como otros “reformadores de la vida cotidiana”.
Nosotros proponemos entender esa afirmación comprendiendo su otra
cara: que quienes hablan de transformar la vida cotidiana sin referirse
explícitamente a la revolución y a la lucha de clases, sin comprender
lo que hay de subversivo en la acción individual pero a la vez social
y de positivo en el rechazo de las ideologías individualistas, también
tienen un cadáver en la boca… Ambas afirmaciones son verdades, pero
separadas son solo verdades parciales. Nuestra mayor fuerza reside
en la globalidad de nuestra implicación, en nuestra adhesión no a
un grupo, subcultura, ideología o jefe… sino al movimiento real de
abolición de todo lo que nos hace ajenos a nosotros mismos. «Lo que
convierte a una lucha en global y universal no es su generalización y su
generalidad, sino su radicalidad; es decir si es transgresiva, subversiva,
si atenta contra la totalidad del sistema, contra su legitimidad. Aunque
parcial, local, puntual, esta lucha contra cada aspecto de la violencia
capitalista adquiere, si es radical, un carácter total. No apunta a una
distribución distinta del poder, sino a su destrucción. No pretende la
estatización de los medios de producción, sino la destrucción del valor
de cambio y la gratuidad del don.» (Revista Etcétera, Glosa marginal a
las “Glosas críticas marginales”)
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Post data
Definiciones…
¿Transformarse o asumirse?
17 Es en ese sentido que consideramos más correcto entender que las luchas deben
asumirse como acción revolucionaria, y no que deban transformase en…
18 Para ampliar sobre este tema se puede leer el texto Desvío y parcialización aparecido
en el nro. 13 de la publicación Disarmo.
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Apariencia de inexistencia
El obrerismo es obsoleto
Estudiantes
Clase media
Ciudadanismo
Si existe una mayor negación del proletariado como clase, mayor a los
conceptos raciales, religiosos, o que antes hemos nombrado (estudiantes,
campesinos, etc.) es la categoría de ciudadano, pseudo clase social que
nos desintegra en la apariencia de su integración. Esta categoría
completamente aclasista es un vómito de la ideología dominante, con
sus métodos para idealizar la realidad y su finalidad que pareciera ser
humanizar el capitalismo, como si fuera posible maniatar algunos de
sus tentáculos para volverlo “más justo”.
«Las raíces del ciudadanismo deben buscarse en la disolución del
viejo movimiento obrero, cuando ya ninguna fuerza se sentía capaz
de emprender la transformación radical del mundo y en vista de que
la explotación seguía su curso, era necesario que se expresara alguna
forma de contestación, ésta fue el ciudadanismo.» (Alain C., El impasse
ciudadanista. Contribución a la crítica del ciudadanismo)
La lucha proletaria trata de ser canalizada hacia la participación
política de los ciudadanos, que eligen a sus representantes. Aquellos
componentes que se sientan más “héroes” actuarán constantemente
para hacer presión sobre ellos, con el fin de que apliquen aquello para
lo que fueron elegidos. Naturalmente, los ciudadanos no deben en nin-
gún caso sustituir a los poderes públicos. Se les deja de vez en cuando,
en el extremo de su “radicalidad”, practicar la “desobediencia cívica”
(ya no “civil”, término que recuerda con excesiva incomodidad a la
“guerra civil”), para obligar a los poderes públicos a cambiar de política.
Para encubrir las diferencias entre pobres y ricos, las leyes y cons-
tituciones elaboradas por los legisladores de la clase dominante
pretenden que en realidad todos somos “iguales ante la ley”. Buscan
así que olvidemos nuestras diferencias de clase, por la posibilidad de
tener el derecho de votar o mayoría de edad. La ciudadanía es la
consagración del proletario convertido en individuo ideológica-
mente aburguesado (pues su condición económica sigue siendo
la misma). El ciudadanismo se desarrolla, además, como ideología
propia de una sociedad que no concibe la superación de este sistema.
Al ciudadano jamás lo dejan ver más allá de sus propias narices, pero
no contento con eso opinará sobre todo, intentando hacerse entender
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por medio del miserable lenguaje que le han dado, diciendo que los
problemas son aislados y que sus razones son inmediatas (si es que
alguna vez concibe que pueda llegar a tenerlas). Cuando no opina sobre
la farándula, el clima o el fútbol, ama hacerlo sobre lo que comprende
como “problemas sociales”: es exactamente eso lo que lo hace sentir
un verdadero ciudadano.
Así, se quejará del tópico de moda, “la inseguridad”, y dirá, por
ejemplo, que le roban en todas partes, sin encontrar ni por asomo las
causas de ello en las relaciones capitalistas. Por esto mismo, jamás
se sentirá robado por el Estado al pagar impuestos, en su trabajo
por su patrón, o en el supermercado por las empresas; y cuando
le metan cámaras en su casa y vigilen todos su pasos o —gracias a sus
pedidos de políticas de “mano dura”— comiencen a meter personas
indiscrimidamente en las cárceles o directamente las asesinen por
“gatillo fácil” (en ambos casos, la mayor cantidad de víctimas siempre
son los proletarios), no sentirá que sus reclamos son una causa de ello
o que venía avalando esas políticas.
Cuando quiere ser bueno con la humanidad es aún peor y expone
propuestas como la tasa Tobin, un impuesto del 0,1% sobre el flujo
de capitales internacionales para paliar el hambre en todo el mundo.
Pero… ¿por qué los capitalistas querrían acabar con el hambre y la
pobreza en el mundo? Su inocencia e ignorancia no son dañinas por
irrealizables, son dañinas porque confunden y distraen con estupideces
a los proletarios que quieren transformar la realidad. «En todas las
revoluciones anteriores, —escribía Rosa Luxemburgo en 1918— los
combatientes se enfrentaban a cara descubierta: clase contra clase,
programa contra programa. En la revolución presente las tropas de
protección del antiguo régimen no intervienen bajo el estandarte de las
clases dirigentes. Si la cuestión central de la revolución fuera planteada
abierta y honradamente: capitalismo o socialismo, ninguna duda, nin-
guna vacilación serían hoy posibles en la gran masa del proletariado.»
El ciudadano comprende que la explotación existe, pero la en-
tiende «casi siempre como un trabajo precario y mal pagado, lo que
efectivamente es el caso de la inmensa mayoría de los asalariados del
planeta. Pero esta definición restrictiva implica que crear durante
seis horas diarias softwares educativos a cambio de un buen salario y
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para tener siempre cosas que reciclar. El reciclaje, que no es más que
otra forma de producir materia prima, crea siempre más desechos
“reciclables”. Además, contamina tanto como cualquier otra actividad
industrial.»
Por su mismo idealismo, el ciudadano no se sentirá ofendido por
lo que podamos decirle, en su totalitarismo democrático hay lugar
para todas las ideas. Pero eso sí, bajará su bandera de la tolerancia en
cuanto las palabras sean superadas por los hechos. Puede obligar, por
ejemplo, al explotado a dialogar con su patrón, pero si el explotado
responde, el ciudadano corre a llamar a la policía con alegría y sin
remordimientos.
«No hemos criticado a los ciudadanistas porque no tengamos los
mismos gustos, los mismos valores o la misma subjetividad. Y tam-
poco hemos criticado a los ciudadanistas en cuanto personas, sino al
ciudadanismo en cuanto falsa conciencia y en cuanto movimiento
reaccionario.» (Alain C., El impasse ciudadanista. Contribución a la
crítica del ciudadanismo)
54 | Cuadernos de Negación
Y hablando de violencia…
Nos muestran este sistema como inalterable, como algo ajeno a nosotros
mismos. Nos quieren hacer sentir desdichados pero impotentes, llenos
de rabia pero resignados… Estas relaciones sociales nos deprimen,
nos enferman, nos roban el tiempo y la capacidad de desarrollarnos
como seres integrales.
Pero poco a poco, nos vamos dando cuenta de que esta manera de
vivir y comprender el mundo no es algo natural, es algo histórico
y por lo tanto modificable. La única manera de llevar a cabo una
transformación real es por medio de la revolución total, y es en el
mismo desarrollo de la abolición del Capital, el trabajo asalariado,
la mercancía, el Estado y toda forma de dominación que nos vamos
a autosuprimir como clase, para que éstas ya no existan como tales.
Repetimos entonces: si hablamos de revolución como transfor-
mación radical de la sociedad, como supresión del capitalismo,
hablamos indefectiblemente de la autosupresión del proletariado
como clase.
Y no se trata de lo que imagine tal o cual proletario, o incluso el
proletariado entero. Se trata de lo que es y de lo que históricamente está
forzado a hacer el proletariado para comenzar verdaderamente a vivir.
23 Radical (del lat. radix, –icis, raíz). 1. adj. Perteneciente o relativo a la raíz. 2. adj.
Fundamental, de raíz.
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27 Algunos se preguntarán para qué hacemos este tipo de precisiones, pensarán que
son “delirios teóricos” que no pueden tener una implicación directa en la realidad.
Aquí, al comprender a esta sociedad como “de consumo” se puede creer entonces
que el acto más subversivo es negarse a consumir, cuando la subversión no pasa
por ello. Abstenerse de tal o cual producto no implica ni colabora con que este
desaparezca. Comprender a esta sociedad como “consumista” es omitir el momento
de producción y distribución que cada mercancía esconde de sí, es confundir los
aspectos con la totalidad, y eso a la hora de luchar se paga caro.
74 | Cuadernos de Negación
este tema, analizable a simple vista y del que además abunda material.
Es una realidad innegable que podemos vivir sin aquellas toneladas
de porquerías ¡y que hasta viviríamos mejor sin ellas!
Sin embargo, las críticas al incesante consumismo no suelen tener
en cuenta la importancia de comprender sobre qué modo de produc-
ción se erige esta enfermedad moderna: sobre el modo de producción
capitalista que necesita la incesante producción de mercancías.
Somos obligados a trabajar asalariadamente para satisfacer necesida-
des e imposiciones, nos convertimos en mercancías que otras personas
compran para sus fines, al vender nuestra mercancía más preciada,
la fuerza de trabajo, estamos vendiendo necesaria e inevitablemente
nuestro cuerpo. ¡O hasta nos obligamos a trabajar horas extras para
satisfacer autoimposiciones!
Que tenemos precio puede parecer un comentario a la ligera que se
escucha cantidad de veces, pero no por eso deja de ser terrorífico. No
es que, por ejemplo, a dos personas en un mismo trabajo nos pagan
lo mismo, ¡es que durante una hora de trabajo valemos tanto una
como la otra! Para el Capital no importamos en tanto que humanos
sino en tanto productores. Todo ello solo si el trabajador consigue
quien compre su fuerza de trabajo, esa mercancía que ningún prole-
tario puede acumular, sino que, por el contrario, se deteriora con el
tiempo y cada vez vale menos, mientras que lo único que crece es la
acumulación de los capitalistas.
Tener precio se experimenta como una obviedad: cuando el propie-
tario de un automóvil siente que la vida del ladrón, a quien mata de
un disparo en el pecho, es menos importante que el coche que estaba
robando. Cuando un proletario mata a otro solo para robarle algunas
mercancías: una bicicleta, un teléfono, un par de zapatillas. Cuando
un policía reprime para que unos manifestantes no destrocen unos
vidrios. Cuando en un establecimiento de trabajo se rompe una má-
quina, una herramienta o se enferma un trabajador y solo se calcula
en pérdidas de dinero…
Tener precio es trabajar descargando camiones y poder llevar las
cajas en carretilla solo hasta la entrada del negocio en cuestión, porque
«el piso nuevo se arruina». Entonces, lo que antes iba sobre ruedas
se carga al hombro y se caminan metros y metros hasta un depósito
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(que suele estar escondido a la vista del cliente). Allí se verifica que
ese piso brillante tiene mucho más valor que nuestra cintura, nuestra
columna y nuestra salud en general, por el solo hecho de que podemos
ser reemplazados fácilmente, y es también allí donde entra en juego la
presión que ejerce el enorme ejército de reserva, presión que el patrón
aprovecha para su beneficio.
Esa es nuestra realidad, donde los objetos gozan de igualdad con
los seres humanos gracias al valor, en tanto que sustancia común, que
permite comparar e intercambiar elementos que de otra manera no
tendrían esa característica. En nuestra supervivencia hasta nos preocupa
que un objeto valga más que nosotros mismos, y no nos sorprende el
problema anterior: que personas y objetos son medidos de la misma
manera. Cuando la pierna de un importante jugador de fútbol vale
más que una pequeña empresa, esa pierna es solo un objeto productor
de ganancias, no importa su condición en tanto que “pierna humana”.
Somos fragmentados. Ya no somos hombres o mujeres, sino mozas,
albañiles, barrenderos, telefonistas, operarios… es decir, empleados
(o nos autoempleamos, sin patrón pero aún sometidos por la ley del
valor y el mercado). Generamos productos y/o servicios que nos son
ajenos, mientras y luego de ser realizados, que escapan al control del
productor, adquiriendo independencia del mismo, dominándolo a
través del precio y demás leyes económicas
Hemos llegado a “amar” a las mercancías, y cuando nos amamos
entre personas también lo hacemos como entre mercancías. Esta rela-
ción de personas como meras cosas puede observarse simplemente en
la calle, las miradas se dirigen reduciendo el deseo sexual a algo tan
banal como la simple atracción por un cuerpo, creado por un sistema
en el que los cuerpos son reducidos a mercancías. Somos objetos para
ser contemplados, somos objetos en la calle, en la cama. Pero este no
es un problema extraordinario, somos objetos desde mucho antes:
cuando somos obligados a trabajar asalariadamente para satisfacer
necesidades e imposiciones, nos convertimos en mercancía que otras
personas compran para sus fines.
«Cuando no estamos trabajando, estamos viajando hacia o desde el
trabajo, preparándonos para trabajar, descansando porque estamos
cansados de trabajar o emborrachándonos para olvidarnos del trabajo.
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¿Con qué fin medimos el tiempo? El tiempo es medido para ser utili-
zado en esta sociedad mercantil generalizada, por eso podemos hablar
de “ahorrar tiempo”, “ganar tiempo” o hasta “perder tiempo”. Pero
Capital ficticio
33 Este apartado fue ampliado en esta reedición haciendo hincapié en el Capital como
sujeto. Para profundizar sobre estos temas volvemos a recomendar el Cuadernos
nro. 9 Contra la economización de la vida y el bloque sobre crítica de la economía
comenzado con este.
34 Crisis que no será el fin del sistema de explotación, como ninguna lo fue. Si bien
es cierto que la sociedad de clases posibilita su propia muerte, ésta no se encuentra
en ninguna de sus constantes crisis económicas, sino en esas masas oprimidas y
desposeídas de sus medios que la han engendrado, la han mantenido y la mantienen
con vida, y que son en definitiva los únicos posibles enterradores del viejo mundo.
Contra el Estado y la mercancía | 87
35 Un claro ejemplo son las corridas bancarias. Cuando por rumores, que luego serán
desmentidos o confirmados, la gente se apresura a sacar su dinero de los bancos, lo
que se genera es una crisis de liquidez porque, claro está, los bancos nunca tienen
el dinero físico para devolvérselo a todos a la vez. Allí es cuando el Estado se ve
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sustituye un signo por cientos o miles de los otros y con una buena
represión y campaña ideológica la cosa funciona unas cuantas décadas.
Ello pasa demasiado a menudo en toda América Latina, ha pasado
muchas veces en Europa del Este en las dos últimas décadas, también
sucedió en Asia, África y en Europa occidental en el entreguerras y al
salir de la Segunda Guerra.
Todo el desarrollo económico productivo dependió cada vez más de
la inyección de capitales ficticios. Todo el sistema mundial capitalista
“vivía” gracias a esa droga.
En un primer momento, los ideólogos economistas de este sistema
pretendieron que se entraba en una fase de desarrollo ilimitado del
capitalismo, en un momento histórico en que las crisis quedaban atrás.
Lo inevitable, se fue posponiendo. Luego surgieron toda una serie
de balones de oxigeno (entre los cuales el tema inmobiliario ocupó un
papel importante) que posponían ese reventar de la economía capita-
lista. Sin embargo, en la década pasada, una serie de crisis, también
llamadas financieras, explotaron en diferentes lugares del mundo (la
llamada crisis asiática y el corralito en Argentina, fueron unas de las
tantas expresiones que anunciaban la generalización de la crisis que
hoy estamos viendo emerger).
En unísono, todos los Estados nacionales se apresuran en afirmar
que ellos no son responsables, que es una crisis made in USA, que nos
cae del exterior. Ocultando así la imbricación directa, la imposibilidad
real de separar los espacios económicos de todas esas determinantes
que hoy surgen como inevitables, como la crisis generalizada del
capitalismo mundial. Con ello quieren cerrar al proletariado en la
defensa de la economía nacional.
Hoy, a nivel mundial, la burguesía pretende “salvar” su sistema podri-
do, invitándonos a hacer nuestras las deudas de los que nos explotan.»
90 | Cuadernos de Negación
Abajo el trabajo
36 La situación de alienación del trabajo, que viene apareciendo a lo largo de los textos
es una noción histórica transitoria, a diferencia del planteamiento que sostiene que
toda actividad humana realizada para satisfacer sus necesidades es “alienación”. Es
en estas relaciones capitalistas de producción que nos negamos en vez de afirmarnos
como seres humanos. Nos vendemos a otro, quien se apropia no solo del producto
realizado (material o inmaterial) sino también de nuestra actividad.
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…Y abajo el ocio
La sociedad del Capital nos hace libres: libres de elegir entre morir
de necesidades insatisfechas o trabajar. Esa es la libertad burguesa.
Somos libres de poder vender nuestra fuerza de trabajo y el burgués
es libre de comprarla. Podemos ilustrar esto con un fragmento del
film Queimada (Gillo Pontecorvo, 1969) donde un agente comercial
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39 Que se diga la cantidad de veces que sea necesario: “trabajo”, proviene etimológi-
camente del latín tripalium (tres palos). El tripalium era un instrumento de tortura
construido con tres (tri) palos (palium) con los que se amarraba a los esclavos para
azotarlos.
Contra el Estado y la mercancía | 97
40 Frase que adornaba los campos de concentración del régimen nazi y significa nada
más y nada menos que “El trabajo hace libre”.
98 | Cuadernos de Negación
que son peligrosas. Pero con eso no se dice nada contra la mercancía
en cuanto tal. Se puede desaprobar ciertamente el “consumismo” o
la “comercialización”, eso es, pedirle a la mercancía que se quede en
su sitio y que no invada otros terrenos como, por ejemplo, el cuerpo
humano. Pero tales observaciones tienen un sabor moralista…
La mercancía es un producto destinado desde el principio a la venta
y al mercado (y no cambia gran cosa cuando sea un mercado regulado
por el Estado). En una economía de mercancías no cuenta la utilidad
del producto sino únicamente su capacidad de venderse y de transfor-
marse, por mediación del dinero, en otra mercancía. Por consiguiente,
solo se accede a un valor de uso por medio de la transformación del
propio producto en valor de cambio, en dinero. Una mercancía en
cuanto mercancía no se halla definida, por tanto, por el trabajo con-
creto que la ha producido, sino que es una mera cantidad de trabajo
indistinto, abstracto; es decir, la cantidad de tiempo de trabajo que se
ha gastado en producirla. De eso deriva un grave inconveniente: no
son los hombres mismos quienes regulan la producción en función
de sus necesidades, sino que hay una instancia anónima, el mercado,
que regula la producción postfestum. El sujeto no es el hombre sino
la mercancía en cuanto sujeto automático. Los procesos vitales de los
hombres quedan abandonados a la gestión totalitaria e inapelable
de un mecanismo ciego que ellos alimentan pero no controlan. La
mercancía separa la producción del consumo.
Este proceso en que la vida social de los hombres se ha transferido
a sus mercancías, es lo que Marx llamó el fetichismo de la mercancía:
en lugar de controlar su producción material, los hombres son con-
trolados por ella; son gobernados por sus productos que se han hecho
independientes, lo mismo que sucede en la religión.
El amor excesivo a ciertas mercancías es solo un epifenómeno del
proceso por el cual la mercancía ha embrujado la entera vida social,
porque todo lo que la sociedad hace o puede hacer se ha proyectado
en las mercancías.
El desdoblamiento de todo producto humano en dos aspectos, el
valor de cambio y el valor de uso, determina casi todos los aspectos de
nuestra vida y, sin embargo, desafía nuestra comprensión y el sentido
común, quizá un poco como la teoría de la relatividad. Era difícil hacer
Contra el Estado y la mercancía | 103
Gestión y autogestión
Gestionismo en acción
43 Claro ejemplo de esto fue lo que sucedió en la década de los 70, cuando EEUU
tuvo un déficit comercial por primera vez en el siglo XX, dados sus abrumadores
gastos para financiar la Guerra de Vietnam. Esta circunstancia no impidió de todas
formas que la superpotencia siga haciendo valer su poderío económico–militar,
interviniendo directamente o apoyando a una de las partes (financiando la oposi-
ción a gobiernos de “tendencia antiimperialista” o “alineados con la esfera soviética”,
ahogando a esos países con sanciones en los organismos multilaterales de crédito,
secuestrando y asesinando líderes opositores por medio de tareas encubiertas de
Inteligencia, apoyando dictadores en los países donde se habían formado fuertes
movimientos de resistencia) en los asuntos y conflictos de diversas regiones, prin-
cipalmente del “Tercer Mundo”, durante todo el decenio, aún luego de la derrota
en Vietnam (Operación Cóndor en América del Sur, el Conflicto Centroamericano,
Guerra de Yom Kipur en Medio Oriente, etc.)
120 | Cuadernos de Negación
«En todas partes del mundo donde los pobres sin cualidades se rebe-
lan contra su condición y la toman concretamente con la miseria, el
reformismo debe hacer de ésta una fatalidad y de la agravación de
la opresión social un problema político. Su finalidad es imponer el
Estado como la respuesta a esta fatalidad; dicho de otro modo, que las
aspiraciones sociales de los pobres vayan a buscar su realización en el
Estado. ¡Fuera del Estado, no hay salvación!» (Os Cangaceiros, ¿Cómo
se puede pensar libremente a la sombra de una universidad?)
44 Es importante notar que estas dos ideologías aparentemente opuestas son en realidad
dos aspectos del mismo proyecto, y llegarán siempre a conclusiones similares.
122 | Cuadernos de Negación
45 Más allá de que esta afirmación encarna también planos más complejos, sin dudas
el ejemplo más grosero de esto se esconde tras el lema que tanto gusta utilizar el
ciudadano en su más pura expresión: «no debe responderse a la violencia con más
violencia». Este tipo de preceptos generan situaciones como que, tras el asesinato
brutal por “gatillo fácil” de un joven proletario por parte de un policía, este ciudada-
no se indigne porque los vecinos, hartos de los abusos policiales reiterados, expresan
su furia incendiando la comisaría del barrio. Es decir, la violencia monopolizada
por el Estado no es un problema, ésta es un problema solo si escapa a su dominio.
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¿Qué es el Estado?
¿Antiimperialismo? ¡Internacionalismo!
56 «Un mundo en el que toda la electricidad que nos llega procede de gigantescas
centrales eléctricas (sean de carbón, fuel oil o nucleares), siempre quedará fuera
de nuestro alcance. Solo la mente política considera que la revolución es ante
todo una cuestión de toma de poder o redistribución, o ambas cosas.» (Jean Barrot,
Capitalismo y Comunismo)
Contra el Estado y la mercancía | 141
Una revolución que acabe con las clases sociales precisa de la impo-
sición temporal de la clase proletaria sobre la burguesía. ¿Y por qué
hacer hincapié en que se trata de algo “temporal”? Simple. Para realizar
su fin la burguesía debe dominar para siempre al proletariado. Este
último, en cambio, debe simplemente imponerse de manera temporal
a la burguesía para concretar su programa histórico, ya que no necesita
oprimir a una clase para subsistir, sino que precisa abolir las clases,
autosuprimirse como clase y para ello debe no solo defenderse sino
atacar toda tentativa de reconstrucción de esta sociedad, esa es su im-
144 | Cuadernos de Negación
Sin duda estas pocas páginas respecto del Estado no solucionan nada,
pero sí deseamos sean un aporte para comenzar a reflexionar sobre el
tema y acabar así con los mitos y la fraseología revolucionaria vacía
que se continúa rebuznando, ya sea por tradición o búsqueda de una
identidad.
La destrucción del Estado, significa la destrucción de una socie-
dad que “necesita” de la existencia del Estado. Suponer cómo sería el
mundo actual si no existiese su Estado, supone pensar a la revolución
como el asalto de una minoría al parlamento o como un partido po-
lítico que gana las elecciones y debe hacerse cargo de la situación que
le tocó en suerte. Es decir: es negar la posibilidad de una revolución
en tanto que acción masiva de destrucción y construcción total…
El hecho revolucionario está determinado por la actividad radical del
proletariado, porque parte de la necesidad social de los explotados y
no de la necesidad abstracta y militante de los grupos.
Por ello, más allá del consignismo vacío, de la miseria de la poesía
con cáscara política, de la contrainformación, en definitiva, de las
cantidades de tinta o kilobytes gastados, preferimos hacer un texto
donde se arriesga algo en lugar de seguir repitiendo una y otra vez las
mismas palabras que se suponen acreditadas como válidas en ciertos
círculos revolucionarios.
Volvemos a afirmar que el desafío es nuestro, que es de todos quienes
realmente tengan necesidad y ánimos de cambiar este mundo.
Cuadernos de negación nro. 5:
Contra la democracia, sus
derechos y deberes
Democracia y dictadura
Democracia obrera
Democracia directa
Sistema penitenciario
El delito y la pena
El delito
Hablar de delito implica hablar antes de ley. No hay delito sin ley
previa que haya sido quebrantada, ley emanada de un Estado que se
define por el monopolio de la coerción que le permite imponer un
orden jurídico determinado. En esta línea, una de las cuestiones que
más ha interesado a la literatura jurídica, especialmente a sus vertientes
sociológicas, ha sido la cuestión de los motivos que llevan al hombre
a delinquir. Muchas —y de las más variadas implicancias— han sido
las respuestas.
Desde el anarquismo, y en consonancia con los postulados generales
básicos de su concepción sobre la propiedad y el Estado, se ha dado
una respuesta muy contundente sobre el origen de la delincuencia.
Las causas del delito no las debemos buscar en el individuo que
comete un delito sino en la sociedad. Es la sociedad y su sistema
capitalista y excluyente el que genera el quiebre social necesario para
que alguien delinca. La mayoría de los delitos está constituida por de-
litos contra la propiedad. (…) Esta última afirmación pretende acabar
con las posturas conservadoras que prefieren encontrar las causas del
delito en cualquier otro lado. Una de las más conocidas es la teoría
La pena
y hacer presión sobre otros, de excluir a una parte y hacer útil a otra;
de neutralizar a éstos, de sacar provecho de aquéllos. (…) Y si se pue-
de hablar de una justicia de clase no es solo porque la ley misma o la
manera de aplicarla sirvan intereses de una clase, es porque toda la
gestión diferencial de los ilegalismos por la mediación de la penalidad
forma parte de esos mecanismos de dominación.»
176 | Cuadernos de Negación
La ley y el orden
Acerca de la libertad…
¿Entonces?
la cual las masas no solo carecerían, sino que les es inaccesible. Plan-
teado como un problema estrictamente de conciencia que determina
de antemano el camino a seguir, no hay salida más allá de aportar
la conciencia leninistamente72 o bien de invertir la óptica leninista
esperando a que los obreros adquieran la conciencia, tildando de
“sustitucionismo” todo intento por contribuir como minoría a superar
las debilidades de nuestra clase.
Ya es hora de dejar de rechazar y temer las capacidades de los
explotados, como de señalarnos a nosotros mismos como una masa
necesariamente reformista que solo puede luchar por conquistas
económicas. Es esta excusa la que permite que cuando realizamos nues-
tras demandas, los “profesionales de la revolución” corran a traducirlas
en reformas. No se comprende el desarrollo y se lo anula con la excusa
de que «la masa no posee teoría». A esta formulación particular que
presentan como problema general, lo resuelven entonces aportando
la teoría, es decir, la conciencia exteriormente: no comprenden a la
clase en sus diversas expresiones y posibilidades, a nivel reivindicativo,
teórico, práctico, con los difusos límites que estas categorías presentan.
Pero la revolución no es simplemente un asunto de conciencia
entendida de esta manera. Si cabe el término “conciencia”, ésta va de-
sarrollándose en la dinámica de la lucha como algo práctico más que
como una teoría, o —mejor aún— como una actividad que supera esa
falsa dualidad. Las divisiones entre teoría y práctica, o entre la actividad
manual e intelectual, pueden ser superadas mediante el desarrollo de
la actividad revolucionaria. Y serán superadas efectivamente, cuando
podamos señalarlas sin temor como los límites de nuestra época y no
como una condición inmodificable, es decir: cuando sean relacionadas
como expresión formal del contenido capitalista.
72 Con esto hacemos referencia a lo que escribió Lenin en su libro Qué Hacer: «Hemos
dicho que los obreros no podían tener conciencia socialdemócrata. Esta solo podía
ser traída desde fuera. La historia de todos los países demuestra que la clase obrera
está en condiciones de elaborar exclusivamente con sus propias fuerzas solo una
conciencia tradeunionista, es decir, la convicción de que es necesario agruparse
en sindicatos, luchar contra los patronos, reclamar al gobierno la promulgación
de tales o cuales leyes necesarias para los obreros, etc. En cambio, la doctrina del
socialismo ha surgido de teorías filosóficas, históricas y económicas elaboradas por
intelectuales, por hombres instruidos de las clases poseedoras.»
Contra el Estado y la mercancía | 187
a priori querrá entender que la teoría debe ser una abstracción aplicable
a la realidad. Quien lea con buenas intenciones y abierto a la reflexión,
quizás, pueda intuir —si logramos explicarnos lo suficientemente
bien— que las complejidades de la práctica no permiten respuestas
mágicas y recetas aplicables en cualquier momento.
Podemos pararnos desde el oportunismo y la reforma, podemos
pensar políticamente en función de obtener supuestas mejoras o un
mayor número de simpatizantes. O podemos situarnos en concordan-
cia con nuestras necesidades históricas e inmediatas, incluso cuando
consideremos que la correlación de fuerzas nos es desfavorable. La
unidad entre teoría y práctica no puede comprenderse desde una
perspectiva inmediatista, es necesario romper con las barreras espa-
cio–temporales impuestas.
Así, nuestra actividad teórica —en tanto que momento práctico de la
crítica al Capital— es indispensable para reapropiarnos de los aportes
históricos de nuestra clase, escritos en libros y panfletos, tomando
lecciones del balance de las experiencias de las luchas del proletariado.
Es indispensable para mantener encendida la llama de la revolución,
para que las minorías revolucionarias no desaparezcan, para que se
comuniquen y avancen. Para no olvidar jamás que no debemos de-
jar que piensen por nosotros. De lo contrario, cada momento nos
encontrará desarmados frente al Capital y al Estado, comenzando
de cero cada vez que haya que avanzar. De hecho, hoy, en todas
partes, sufrimos la falta de reflexión y de reapropiación de la historia
de nuestra clase, mientras la burguesía pone en práctica las mismas
canalizaciones de siempre y muchos proletarios se arrastran y son
arrastrados por el reformismo, las falsas alternativas, los populismos
y nacionalismos de todos los colores.
Retomamos entonces, aquella cita de Kropotkin que ya publicamos
en la Presentación del nro. 2 de esta publicación: «En el fondo, las
palabras “No discutamos cuestiones teóricas” se reducen a: “No cues-
tionen nuestra teoría, mejor ayúdennos a ejecutarla”. No ganamos
nada evitando las “cuestiones de teoría”: por el contrario, si queremos
ser “prácticos”, necesariamente, tenemos que empezar hoy mismo a
exponer y discutir, bajo todos los aspectos, nuestro ideal de comunis-
mo anarquista. Si queremos ser prácticos, expongamos aquello que
los reaccionarios de todo tipo han llamado siempre “utopías, teorías”.
Teoría y práctica deben ser una, si queremos vencer.»
Y aunque advertimos los riesgos de practicar la teoría, el estar en
lucha, en pelea, en confrontación frente a las ideologías, y el no erigir-
nos en guardianes de ninguna de ellas, es nuestra única certeza. Lo es
también no conformar ningún grupúsculo en busca de prestigio, cuyo
persistente ensimismamiento en las ideas surge a falta de algo mejor.
Menos aún vamos a acabar enredándonos entre las palabras, buscando
un halo de extremismo para agradar a un grupo selecto, o diciendo
lo que no pensamos, ni sentimos, para agradar a las “grandes masas”.
Quizás nuestro estilo no sea el más grato, pero más ingrato sería el
silencio. No hay una frontera entre la crítica y la agitación. La distancia
académica se horroriza del insulto, la ironía y los deseos expresados;
como el activista rechaza todo análisis que tienda a radicalizar y “crear
diferencias” porque según él «debemos estar todos juntos». Nosotros
no nos hallamos en un punto medio, sino fuera y contra el activismo
y el academicismo.
Son los intelectuales, y no nosotros, quienes por un sueldo (o por
prestigio cuando son novatos, fracasados o ególatras) escriben a pe-
dido de un jefe o de las tendencias de la moda académica, siguiendo
las leyes generales de la producción capitalista para el gran público:
fabricación rápida y de mala calidad, satisfacción de las necesidades
económicas y no humanas.
Se trate de las últimas novedades intelectuales, la comida que nos
venden, las casas que habitamos, la música que nos ofrecen para
bailar o el partido de izquierda donde participar, todo mantiene una
coherencia capitalista: es una mierda.
La lucha contra el Capital no puede cercarse a una actividad pura-
mente teórica, pero sin ese momento teórico sería imposible de realizar.
Para acabar con esta realidad que todo lo economiza es necesario acabar
con el capitalismo, no con la crítica del capitalismo.
Entrevista a
Cuadernos de Negación
Esta entrevista fue realizada por dos miembros del Colectivo Asymetrie,
que en el momento de entrevistarnos publicaban el blog Reestructuración
sin fin. De viaje por Sudamérica los compañeros vieron la oportunidad
de contactarnos, visitarnos y realizar esta entrevista.
que hizo que para 1989 se dieran los primeros estallidos generalizados
de bronca. Hubo saqueos a supermercados en las principales ciudades
del país y enfrentamientos con la policía. Pero lo más notorio fue la
inexperiencia y la falta de capacidad que los proletarios demostraron
en esas luchas. La década del ‘90 sería una nueva demostración del
mismo fenómeno, una clase dividida, luchando cada sector por cues-
tiones particulares sin un proyecto general ni capacidad de acción.
Ese vacío de experiencias y de organización al interior de nuestra
clase se haría sentir junto a la falta de aquellos luchadores asesinados
por la dictadura militar. El terrorismo de Estado, profundizado en la
dictadura, dejó un sello difícil de borrar: miedo, desconfianza, falta
de lazos proletarios y la ideología burguesa del “no te metas” que hace
referencia tanto a no meterse “en política” como a no interesarse por
lo que le pasa al de al lado.
Los años previos a 2001 fueron de una creciente agitación social, sin
embargo, por lo antes expresado, no parecen mantener un hilo directo
con la lucha de los ‘70. Desgraciadamente, tanto en ese resurgir de las
luchas como hoy, es muy difícil encontrarse con el relato histórico de
compañeros que hayan participado en la agitación de aquellos años y
que mantengan posiciones revolucionarias o hayan hecho un balance
de lo ocurrido en este sentido. El relato dominante, construido en gran
parte a través de los sobrevivientes (que hoy son parte del gobierno o
han sido seducidos por este), reduce en la memoria las luchas de aquel
entonces a meras luchas de liberación nacional y por la democracia.
Muchos llegan a decir que el país que tenemos hoy era el sueño de
esa generación. No es nuestra pretensión mitificar esas luchas, cuando
sabemos que estaban plagadas de debilidades que se ponen claramente
de manifiesto en las principales organizaciones de ese entonces. Pero
también es un sinsentido reducir esas experiencias al plano formal
analizando la historia solo a través de ciertas organizaciones y no de
la clase en su conjunto.
En la segunda mitad de la década del 90 hubo crecientes luchas
de trabajadores, principalmente docentes, ferroviarios y petroleros.
Además se masivizaron las huelgas, el absentismo y los cortes de ruta
protagonizados principalmente por proletarios sin trabajo. Hacia
fines de la década esta situación de creciente conflicto se topó con la
210 | Cuadernos de Negación
sino para cualquiera que tuviera ahorros en bancos. Fue en 2001 ante
la caída masiva de depósitos que esa garantía se esfumó.
Todas estas condiciones explotaron a mediados de diciembre de 2001,
con el corralito, la perspectiva de no recuperar los ahorros en dólares,
los despidos masivos y el enorme empeoramiento de las condiciones
de vida que golpeó muy duro en los barrios de las principales ciudades.
El día 19, ante la generalización de saqueos a supermercados, el
gobierno terminó por decretar el Estado de sitio (que no había sido
implementado desde la última dictadura militar), militarizando todo
el país y prohibiendo la congregación de personas en las calles. Es
muy importante remarcar que todas las protestas se desenvolvieron
en total desafío a este decreto del gobierno. La policía pudo atrapar a
unos pocos pero no a miles.
Hacia el final del día 20 el presidente renunció y, a pesar de la
represión y el asesinato de 39 personas en todo el país, la gente no
abandonó las calles.
La respuesta de la sociedad fue masiva, se hicieron cacerolazos a toda
hora, se organizaron asambleas de vecinos en las principales ciudades
del país, se realizaron escraches76 a bancos e instituciones estatales, y
los movimientos de desocupados vieron crecer increíblemente sus
organizaciones y su fuerza cortando rutas y calles en todo el país. Es
en este momento, cuando se comienza a generalizar la consigna «que
se vayan todos» en total repudio a los políticos de todos los colores.
Aunque con menor intensidad llegó también a escucharse «piquete y
cacerola, la lucha es una sola» pero lamentablemente no fue amplia-
mente asumida ya que, en la mayoría de los casos, la cacerola que
vez más en las calles y en las diversas protestas que había en el país. En
1973, y luego de muchos años de presión para que vuelva un gobierno
democrático, fue electo Hector Cámpora, fiel peronista y ligado a los
grupos más a la izquierda dentro del movimiento peronista. El lema
rezaba «Cámpora al gobierno, Perón al poder».
Luego de 18 años de exilio, Perón vuelve al país en junio y el acto para
celebrar su regreso se transforma en la llamada «Masacre de Ezeiza». La
AAA y los grupos de la derecha peronista disparan contra las organiza-
ciones de izquierda, como FAR (Fuerzas Armadas Revolucionarias) y
Montoneros y contra otros grupos no–armados, matando a 13 personas
e hiriendo a más de 200. Parecía que la amplitud del peronismo se iba
a romper, pero los izquierdistas del peronismo todavía no terminaban
de comprender tamaño gesto, culpaban a los que estaban alrededor
de Perón, a su segunda esposa y al Ministro del Interior, López Rega,
de todos los males que afectaban al movimiento.
Un año después, con Perón ya como presidente, en un acto multi-
tudinario por el 1° de Mayo, luego de cantos entonados por algunos
grupos contra la derecha y exclamaciones ruidosas por sobre la voz
del general, Perón critica a “esos imberbes”, acusando a esos grupos
de estúpidos jóvenes de izquierda que no respetan a los sindicalistas
que tantos años lucharon desde las bases por su retorno. Ante esa si-
tuación, los jóvenes abandonan la plaza y fortalecen sus organizaciones
armadas y clandestinas.
Parecería que toda esta situación iba a terminar de ordenar el panora-
ma político de las principales organizaciones, pero no, los izquierdistas
seguían empecinados con su peronismo, llegando a hablar ya no solo
de peronismo de izquierda sino incluso de “peronismo sin Perón”, en
este sentido es fundamental comprender la figura y la mitología en
torno a Evita que mencionábamos más arriba. Estos grupos, muchos
de origen católico, no abandonaron nunca su perspectiva populista y
más aún en momentos de represión, recrudecieron su luchaarmadis-
mo, lo cual, para el proletariado, significó una canalización hacia el
reformismo a la vez que facilitó la represión.
El 1° de julio de 1974 moría Perón y en el gobierno sucesor, con
su esposa Isabel a la cabeza, no quedaban ni rastros de la militancia
izquierdista que años antes había ocupado posiciones de poder. El
Contra el Estado y la mercancía | 221
algún lugar. Sin duda los deportes más atractivos para los amantes de
mercancías son lo que tienen por centro algún tipo de objeto, ya sea
esférico o con motor.
Privado de gozar su sexualidad y acostumbrado a relacionarse a tra-
vés de los objetos, el esclavo moderno supone que el acto sexual es un
intercambio. Y si los objetos son intercambiables no es porque posean
un mismo valor, sino al contrario, poseen un mismo valor porque son,
justamente, intercambiables. Los penes y vaginas de plástico compra-
dos en el sexshop desentonan muy poco en el acto de fricción entre
esos cuerpos reducidos a mercancías, donde otras mercancías tienen
su rol estelar, sea la silicona en las tetas o el viagra. Sin embargo, la
organización de la impotencia orgásmica generalizada priva a muchos
de sus miembros de esa sexualidad alienada y redobla la alienación
invitándolos a vivirla a través de la pantalla. Los objetos pueden verse
pero es imposible tocarlos, olerlos o saborearlos.
Del mismo modo intentan hacerlo con la comida: mientras se engulle
veneno en forma de alimento se pueden ver decenas de programas de
televisión con chefs cocinando alimentos medianamente saludables
o exóticos, a los cuales tampoco se puede tocar, oler o saborear. Así
también, se puede viajar por el mundo con el culo aplastado y los
dedos en el teclado o el control remoto.
En estas épocas de crisis de valorización del Capital la industria
televisiva también se ve afectada. La explosión de reality–shows en
todos los canales no es una cuestión de gustos o de necesidad, son
programas con muy bajo presupuesto en comparación con los progra-
mas de ficción con escritores y actores famosos, costosas grabaciones
en exteriores, escenografía, etc. La promesa de estos programas tele-
visivos es mostrar lo que le ocurre a personas reales, a diferencia de
los personajes ficticios de series y películas. Este género se inauguró
en 1948 en Estados Unidos con el programa “Candid camera” y se
trataba ni más ni menos que de la primer cámara oculta. Luego estas
se generalizarían en bancos y comercios, pero también en las calles. A
esto muchos proletarios lo denunciamos como el Gran Hermano, como
le llamó Orwell al omnipresente líder de su novela 1984 (casualmente
también escrita en 1948). Décadas después, la industria televisiva, sin
ninguna vergüenza y a modo de desafío, lanzó un reality–show con
Contra el Estado y la mercancía | 225
Hermanos y hermanas,
Durante fines del año 2001 y principios del año 2002, aquellos que
vivimos bajo el control del Estado Argentino experimentamos una
situación muy similar a la que viven hoy en día millones en Grecia.
Para nosotros es difícil conversar con otros proletarios en nuestra región,
ya que pese a que solo ha pasado una decena de años, la memoria de
la lucha vivida y las perspectivas que se abrieron parecen haberse ex-
tinguido… y eso nos desespera. Es indispensable evitar que se olviden
las experiencias, que siempre estemos comenzando desde cero. Es por
eso que queremos compartir algunas precisiones con ustedes, nuestros
hermanos. Porque la crisis no tiene nada de griega ni de argentina, no
hay soluciones nacionales frente a un problema global.
Presentación r7
¿Teoricismo? r 191
Entrevista a
r 197
Cuadernos de Negación
Carta a los
r 229
proletarios en Grecia
También disponible
Barricadas en Barcelona
La CNT de la victoria de julio de 1936 a la necesaria derrota de mayo de 1937
Agustín Guillamón
Este libro trata de las barricadas levantadas por los obreros barceloneses en
julio de 1936 y mayo de 1937, erigidas con sólo diez meses de diferencia.
Estudia las causas de su aparición, así como sus similitudes y diferencias.
Intenta explicar el carácter “ofensivo” de la insurrección obrera de julio, y
el “defensivo” de mayo. ¿Por qué los obreros, prácticamente desarmados,
consiguieron en julio vencer al ejército sublevado y a los fascistas? ¿Por
qué, al contrario, en mayo, un proletariado armado hasta los dientes fue
derrotado políticamente, tras demostrar en la calle su superioridad militar?
¿Por qué las barricadas de julio seguían aún en pie, y activas, en octubre
de 1936; mientras en mayo se retiraron inmediatamente?
La llama del suburbio
Proletarios Internacionalistas
Prole Info
Abajo los restaurantes es una crítica del capitalismo en un lugar específico: los
restaurantes. Si bien podría hacerse una crítica similar de la mayoría de los lugares
de trabajo, el autor escogió este por haber trabajado en el sector gastronomico y
conocer de cerca el estrés de servir rápido la comida o limpiar los platos, los roces
con los compañeros de trabajo, las estupideces del jefe y las pretenciones de los
clientes. Pero el capitalismo está en todas partes y esta experiencia de ser bachero,
moza o cajero no es una desgracia individual. Se trata de una parte funcional y
necesaria de un sistema más grande que crea condiciones similares en todas partes.
Abajo los restaurantes es una guía ilustrada que trata sobre la miseria, el estrés,
el aburrimiento, y la alienación cotidianas del trabajo en un restaurante, pero
tambien de las maneras en que sus trabajadores luchan contra ella y de como
podrían ser una fuerza subversiva más grande. La sociedad capitalista se basa en
la lucha de clases y estas páginas se posicionan de un lado de este antagonismo,
para acabar no sólo con los restaurantes sino con los patrones y el trabajo, con el
dinero y el Capital.
El monstruo de la vivienda
Prole Info
«¿Buscás un nuevo lugar para vivir? ¿O tal vez un nuevo mundo en el que vivir?
¿Tenés miedo, quizás, de que la crítica radical sea aburrida? Entonces El monstruo
de la vivienda es el libro indicado para vos. El autor del ya clásico Abajos los res-
taurantes abarca otro aspecto vital:la vivienda. Análisis de clase + una crítica de la
vida cotidiana + dibujos innovadores y sin censura + mucho más… ¡A disfrutar!»
(Gilles Dauvé, Troploin)
Grupo Oblomoff
«El ideal de la ciencia sigue conservando una gran fuerza, imagen de uni-
versalidad y de poder en un contexto de trastornos climáticos y de deterioro
social globalizado. En medio de todos estos progresos en el absurdo de la
vida y de la brutalidad creciente de las sociedades, la investigación es el
único ámbito que ofrece una imagen tranquilizadora de continuidad con
las épocas pasadas. Un ámbito que parece estar más o menos al resguardo
de la mezquindad de las relaciones capitalistas. Un ámbito en que, mientras
todo lo demás se derrumba, las cosas siguen su curso. Funesta ilusión».
Proletarios internacionalistas