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Juan Carmona Muela

Iconografía cristiana
Guía básica para estudiantes

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reproduzcan, plagien, distribuyan o comuniquen públicamente, en todo o en parte,
una obra literaria, artística o científica, fijada en cualquier tipo de soporte.

Primera edición publicada en Ediciones Istmo, S. A., 1998


2.' edición, 2001
3.' edición, 2003
Primera edición en Básica de bolsillo, 2008
l.' reimpresión, 2010
2.' reimpresión, 2012

© Juan Carmona Muela, 1998

© Ediciones Akal, S. A.

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Depósito legal: M-7.672-2010

Impreso en Fernández Ciudad, S. L.


Pinto (Madrid) akal
6. Órdenes religiosas: fundadores, reformadores, etc.
6.1. Medievales
6.2. Modernas
7. Jerarquía angélica
88
88
96
101
í
8. Virtudes y pecados 103

ÍNDICE DE TEMAS CRISTOLÓGICOS y MARIANOS 105

ÍNDICE DE NOMBRES 183

BIBLIOGRAFÍA. 187

1
LAS IMÁGENES SAGRADAS
EN EL CRISTIANISMO:
ORIGEN y SENTIDO

t
8
1
,
T

El cristianismo es la única de las tres grandes religiones mo- 1"


noteístas que admite el culto a las imágenes sagradas y la repre-
sentación antropomórfica de lo divino. Lo que resulta bastante
sorprendente teniendo en cuenta que las tres aceptan el mismo
punto de partida, el patriarca Abraham, con quien un Dios úni-
co estableció su alianza; y que cristianos y judíos comparten
además, a grandes rasgos, los libros del Antiguo Testamento
como texto doctrinal, base de la autoridad de todas sus creen-
cias. En el Antiguo Testamento la condena al culto a las imáge-
nes, a los ídolos, es, como veremos, muy extensa y contunden-
te; se burla por ejemplo de la religión egipcia: «adoran además
a los bichos más repugnantes, que en estupidez superan a todos
los demás» (Sb 15, 18), Y atribuye al culto idolátrico la causa de
la ira del Dios verdadero y el origen de las desgracias para los
pueblos que se entregan a él (Sb 12, 26-27; Dn 5, 23-30). Para
mantenerse fiel a Dios, Israel rechaza el culto a los ídolos (Ex
32, 7-10; Sb 15, 1-6). Por otro lado, el mandato divino no podía
ser más claro: «No te harás escultura ni imagen alguna ni de lo
que hay arriba en los cielos, ni de lo que hay abajo en la tierra,
ni de lo que hay en las aguas debajo de la tierra. No te postrarás
ante ella ni le darás culto» (Ex 20, 4-5=Dt 5, 8-9). El mismo Je-
sús dice: «No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profe-
tas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento» (Mt 5, 17).
¿Por qué entonces el cristianismo adoptó el culto a las imágenes,
contraviniendo la tradición expresada en las Escrituras que la
misma Iglesia acepta? Hoy resulta paradójico pensar que, a pe-

l
sar de todas las condenas y cautelas expresadas en la Biblia con-
tra las imágenes, se haya convertido, ella misma, en la principal
11
fuente de inspiración para la expresión artística de los últimos (Ba 6, 10). Isaías lamenta la ignorancia del hombre que se hace
dos mil años. un ídolo de madera, materia que tiene efectivamente usos más
nobles pues sirve para calentarse uno mismo o cocinar: «no sa-
ben ni entienden, sus ojos están pegados y no ven; su corazón no
La condena del culto a las imágenes en la Biblia comprende. No reflexionan, no tienen ciencia ni entendimiento
para decirse: "he quemado la mitad, he cocido pan sobre las bra-
La prohibición contenida en el Decálogo que recibe Moisés sas; he asado carne y la he comido; y ¡voy a hacer con lo res-
en el Sinaí, y el monoteísmo al que va ligada (<<Nohabrá para ti tante algo abominable!, ¡voy a inclinarme ante un trozo de ma-
otros dioses delante de mí», Ex 20, 3), serán las señas de identi- dera!"» (Is 44, 18-19). Parecido comentario encontramos en el
dad del pueblo judío frente a los de su entorno, caracterizados Libro de la Sabiduría (Sb 13, 11-17; 15, 7-8). Baruc dedica va-
precisamente por la creencia politeísta y el culto idolátrico. rios capítulos a ridiculizar estos ídolos a los que, de indefensos
Cuando el pueblo de Israel se cansa de esperar a Moisés, se hace que son, hay que quitarles el polvo o defenderlos de los ladro-
fabricar un becerro de oro, es decir, un toro, un animal que, por nes; además, no pueden espantar los numerosos pájaros que re-
su bravura y su fuerza, fue considerado en el antiguo Oriente volotean sobre sus cabezas y, en fin, hay que llevarlos a hombros
como un dios; recuérdese el buey Apis egipcio, o los lamassu, porque no saben andar, y si se caen hay que levantarlos, mos-
toros androcéfalos de la cultura asiria y persa. «Bien pronto se trando así su propia vergüenza (Ba 6,16-26). Es mejor, por tan-( 1;>
han apartado del camino que yo les había prescrito. Se han he- to, que la madera o la piedra se empleen en algo verdaderamen-
cho un becerro fundido y se ~an postrado ante él; le han ofreci- te útil para el hombre (Ba 6, 58).
do sacrificios y han dicho: "Este es tu Dios [...]. Déjame ahora Encontramos también argumentos de mayor calado para opo-
que se encienda mi ira contra ellos y los devore"» (Ex 32, 8-10). nerse y condenar el culto a las imágenes, argumentos que podría-
Encontramos aquí una de las principales razones para condenar mos calificar de teológicos y que seguirán manejando los icono-
el culto a los ídolos: el Dios Unico no cede su poder ni su gloria clastas en la Alta Edad Media: Dios no es representable; el Dios \ .--
- \ a imágenes hechas por el hombre: «Yo, Yahveh, ése es mi nom- Todopoderoso, creador del cielo .Yde-Tatierra y de todo cuanto
bre, mi gloria a-otro no cedo; nimi prez a los ídolos» (Is 42, 8). hay en ella, no puede asemejarse a nada. «¿Con quién me aseme-
Son por ello materia muerta, vacía y sin espíritu: «se avergüen- jaréis y seré igualado?, dice el Santo. Alzad los ojos a lo alto y
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"t za del ídolo todo platero, porque sus estatuas son una mentira y ved: ¿quién ha hecho esto?» (ls 40,25-26, también 18 y 46, 3-5;
no hay espíritu en ellas. Vanidad son, cosa ridícula; al tiempo de Ir 10, 6-7). Por otra parte, el hombre, creado por Dios, comete pe-
su vista perecerán» (Ir 10, 14-15). Nada pueden hacer por tanto cado al pretender «hacer», crear a Dios (ls 44, 9-10; Os 8, 6; 13,2;
para calmar la angustia o el hambre, no pueden remediar las en- Ir 10,8; Sb 13,1; 15,16-17; Ba 6, 45-46). En el Libro de la Sa-
fermedades ni hacer justicia (Sal 115, 1-7; Sb 13, 16-18; Ba 6, biduría (Sb 15, 8-13) se expresa con claridad: «de la misma arci-
33-37,63; Is 46, 7-10). Por esto mismo el culto a los ídolos es lla modela una divinidad. Y la modela él, que poco ha nació de la
e~ o~gen del mal y del caos entre los hombres, pues la imagen tierra y que pronto habrá de volver a la tierra de donde fue saca-
Slll vida nada puede hacer contra la mentira, el crimen o el pe- do, cuando le. reclamen la devolución de su alma. [...] Escoria es
cado (Sb 14, 29). su corazón, más vil que la tierra su esperanza, más abyecta que la
El ídolo está hecho de material cotidiano, corruptible, y nada arcilla su vida, porque desconoció al que le modeló a él [...]. Pien-
--.¡ per~cedero puede .representar a Dios: «el ídolo fabricado, maldi- sa que la existencia es un juego de niños y la vida un lucrativo
(
to el y el que lo hIZO,uno por hacerle, el otro, porque, corrupti- mercado. Este hombre más que nadie sabe que peca». Por tanto,
ble, es llamado Dios» (Sb 14, 8). «Los adornan también con ves- Dios desprecia por igual a los fabricantes de ídolos y a quienes les
tidos como si fuesen hombres, a esos dioses de plata, oro y rinden culto. Todos ellos encontrarán al final el merecido castigo
I
divino (Is 42,17; Ba 6, 4-5; Sb 14, 30-31).

l
madera; pero éstos no se libran ni de la roña ni de los gusanos»
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. El camino para, llegar a Dios no es, por tanto, hacer una chazo a la idolatría cuando, preguntado si debía pagar el tributo
1/ «Imagen falsa» de El, sino encontrarlo en la contemplación de o no, preguntó: «"¿de quién es la imagen y la inscripción?".
su propia obra; la naturaleza: «de la grandeza y hermosura de las Ellos dijeron: "del César". Él les dijo: "Pues bien, lo del César
criaturas se llega por analogía a contemplar a su Autor» (Sb 13, devolvédselo al César; y lo de Dios a Dios"» (Le 20, 24-25 y pa-
5). ~l mismo se.manifestará a aquel que le busca en la justicia y ralelos). Con esta observación, Jesús desprecia el poder del em-
rectitud de su vida y de su pensamiento (Sb 1, 1-2; Si 1, 25-30; perador (Mt 6, 24), y aboga por la veneración verdadera para
17,8-10). quien la reclama y la merece mediante la oración y la piedad (Mt
En el Nuevo Testamento no son tan abundantes los testimo- 6,6; In 4, 23-24).
nios en contra de las imágenes, pero sí se formulan con clari-
dad. Pablo retoma algunos de los argumentos anteriores en su
Epístola a los romanos: a saber, que Dios «se deja ver a la in- La cuestión de las imágenes en el cristianismo primitivo
teligencia a través de sus obras», que su gloria y santidad inco-
_,! ~ptible no pueden rep~esent~~se «en forma de hombre corrup- En el año 48 se celebró en Jerusalén una asamblea para de-
cidir sobre el problema de los prosélitos, es decir, los no judíos
tible», y que esta equrvocacion es causa de extravío y caos
social entre los gentiles (Rm 1, 18-32). Durante una visita a que habían abrazado la fe cristiana. La decisión adoptada final-
Atenas se siente además «indignado al ver la ciudad llena de mente de dispensarlos del cumplimiento de la Ley de Moisés
ídolos» (Heh 17, 16) y, al encontrar un altar vacfo con un letre- significó, de hecho, la apertura del cristianismo al mundo paga-
ro en el que se lee «Al Dios desconocido» en lugar de una es- no e inició el camino de la definitiva separación del judaísmo. I -
tatua, les dice a los atenienses: «lo que adoráis sin conocer, eso Sin embargo, soltar lastre para iniciar un nuevo camino no sig-
os vengo yo a anunciar» (Heh 17, 23). nificó la aceptación de realizar imágenes ni ofrecerles culto. Pre-
. La repulsa ante la representación figurativa estaba, por tanto, cisamente, entre las escasas obligaciones que se les exige está el
bien consolidada en el pensamiento y en el comportamiento del abstenerse «de lo que ha sido contaminado por los ídolos»
pueblo judío. En una ocasión, Herodes el Grande, partidario de (Heh 15,20, 29; 1 Cor 8). Aunque no existe en los escritos cris- \ -
la autoridad romana, hizo colocar un águila sobre la puerta ma- tianos un corpus teórico tan elaborado contra las imágenes, ya
yor del.templo de Jerusalén. Dos individuos, Judas y Matías, hemos visto que Pablo era abiertamente contrario a ellas, y otros
promovieron un tumulto y lograron derribar el águila y destruir- testimonios corroboran que dicha prohibición fue efectiva, al
la. Herodes ordenó quemar vivos a los cabecillas (Flavio Josefo, menos, hasta el siglo lI. Plinio el Joven, gobernador de la pro-
Anti~üedade~ju.días, XVII, 6; 2-3). El mismo Poncio Pilato pro- vincia oriental de Bitinia en el año 114, escribe a Trajano una
voco una autentica revuelta en Jerusalén al introducir a escondi- carta exponiéndole sus dudas sobre las numerosas acusaciones
das insignias militares con la imagen del emperador Tiberio, que tiene que resolver contra los cristianos. La forma que tenía
cuando otros procuradores antes que él nunca habían hecho tal de averiguar si un acusado era o no cristiano no era otra que
cosa por respeto a las costumbres judías. El pueblo insistió du- obligarle a elevar súplicas a las estatuas de los dioses y a la del
rante días para que Pilato las retirara. Éste, apostando soldados emperador (Epístolas, X, 96). La negativa suponía automática-
camuflados entre la muchedumbre, les amenazaba con la muer- mente la pena de muerte pues se incurría en un delito de lesa ma-
t~, ~<peroellos se echaron al suelo y descubrieron sus gargantas, jestad. Tertuliano (105-222) argumenta en contra de esta acusa-
dIcIend.o que antes preferían morir que admitir algo en contra de ción afirmando que, aun no considerando al emperador como un
sus sabias leyes. Pilatos, admirado de su firmeza y constancia en ¡
dios, los cristianos tienen a bien rezar por su salud, puesto que
la ?bservancia de la ley, ordenó que las imágenes fueran trans- así lo ordenan las Sagradas Escrituras (1 Tm 2, 1-2), pero que
fe,ndas de Jerusalén a Ce~area» (Flavio Josefo, Antigüedades ju- ellos además saben pedirla, y pueden lograrla porque saben tam-
dias, XVIII, 3, 1). El mismo Jesús, como judío, mostró su re- bién dónde pedirla, pues su salud «no se encuentra en unas ma-
15
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1
nos de plomo» (Tertuliano, Apologético, 29, 1-4). Otros autores entre las clases mejor acomodadas de las ciudades. En conse-"
como Celso, Lactancia o Minucia Félix señalan la aversión a las cuencia, y en este contexto de crisis y, por qué no, de compe-
imágenes y a los templos como uno de los signos distintivos de tencia, el cristianismo aceptó prácticas y costumbres, antes aje-
los cristianos 1, causa también del odio popular que se atrajeron. nas pero ahora necesarias para facilitar el proselitismo entre la
El mismo Minucia Félix, en su fingido diálogo Octavio (32, población. Entre ellas, la de imaginarse una representación ma- !~
1-3. s. 1Il), da la réplica a esta objeción: «¿Con qué fin vamos a terial de aquello que se venera, costumbre tan arraigada en el pa-
construir imágenes de Dios si, pensándolo bien, el propio hom- ganismo que resultaba prácticamente imposible oponerse a ella' j

bre es imagen de Dios?fi,Con qué fin vaya construir un templo Cuenta Eusebio de Cesarea (265-340) que el mismo emperador
'1 JSi todo este mundo, construido por él mismo, no sería suficiente Alejandro Severo (222-235) tenía en su capilla privada estatuas
para contenerle? [...] ¿Vamos a meter todo el poder de su ma- de Abraham, Orfeo y Cristo (Historia eclesiástica 6, 21, 3). El
jestad en el recinto propio de una capilla de dimensiones redu- Edicto de Milán promulgado por Constantino en el año 313 con-
cidas? ¿No es mucho mejor que le dediquemos como templo virtiendo al cristianismo en un culto permitido, y el promulgado
nuestra propia mente y que consagremos su presencia en nues- por Teodosio I en el 380 en Tesalónica aceptándolo como reli-
rtro corazón?». Argumentos evidentes de un culto prohibido, gión oficial, acabaron por empujarlo también a la influencia no
obligado a la clandestinidad de su fe y de sus manifestaciones siempre propicia del Estado romano. Evidentemente, el cristia-
materiales, en un mundo que le es declaradamente hostil, como nismo se benefició de esta protección y pudo apropiarse sin di-
1) lo fue el Estado romano de los siglos II y 1Il. Es así como la Igle-
ficultades de las festividades instauradas en honor del Sol, el as- I -\'
sia cristiana se identifica, no con un ente físico, el templo, sino tro rey divinizado por todas las civilizaciones anteriores. Así, el
con un sentimiento compartido, una reunión, o asamblea de cre- 25 de diciembre del 274 Aureliano inauguró un templo al Sol In-
yentes, que es lo que, en realidad, significaba el término griego victus, estableciendo el culto al Sol en Roma. Esa fecha, que
t!kklesía que le dio nombre. también celebraba el Dies Natalis Solis, el nacimiento del Sol,
La crisis que el mundo romano sufrió en el siglo III dio al se convierte en la fecha del nacimiento de Cristo. El domingo,
cristianismo su impulso definitivo. Efectivamente, la crisis eco- día del Sol, se convierte en el Dominica dies, en el Día del Se-
nómica y política provoca también una crisis en el sistema de ñor, fiesta oficial desde el 320. Incluso la identificación entre el
valores imperante. En un mundo que se derrumbaba, el panteón Sol y el emperador (nótese la etimología de sus nombres: Aure-
clásico no ofrecía ninguna esperanza de salvación, ni satisfacía liana, Heliogábalo) dará origen a la identificación entre Cristo y
las demandas de consuelo personal. Es la época de mayor acep- el So!'. Pero tuvo que admitir también la utilización de imáge-
1 I tación y difusión de cultos orientales: Osiris, Cibeles y Attis, nes sagradas en su culto. Como era lógico suponer, las primeras
Mitra y Jesucristo. Todos ellos ofrecían una salvación; asegura- representaciones oficiales son anicónicas, meros símbolos res-
ban que existía una vida después de la muerte más atractiva que catados de las catacumbas: la cruz y el crismón.ique aparecen en
la penosa existencia presente. El carácter protector del cristia- las monedas por primera vez hacia e1315. La religiosidad popu-
nismo le hacía, además, muy atractivo para la gran masa de la lar era, en la práctica, proclive a una representación figurativa
población, la más afectada por la quiebra del sistema esclavista más explícita. De hecho, al margen de la opinión oficial, ya en
romano. La filosofía neoplatónica y la búsqueda de un mono- la segunda mitad del siglo II comenzaron a aparecer pinturas en
teísmo que armonizara la multiplicidad de creencias en el seno las catacumbas con temas del Antiguo y del Nuevo Testamento,
del Imperio contribuyeron también a extender el cristianismo como el Sacrificio de Isaac, Daniel entre los leones, Jonás y la

I Celso, Discurso verdadero contra los cristianos, IV, 97. s. 11; Lactancio, 2 Basada además en textos neotestamentarios, dicha identificación tendrá
Sobre la muerte de los perseguidores, 2, 5 Y sigs.; Instituciones divinas, V, 8, 4. representaciones iconográficas, por ejemplo, en Quintanilla de las Viñas, del si-
s. I1I; Minucio Félix, Octavio, 8,4 Y 10, 1-2. s. IlI.
glo VI, y en el tapiz de la Creación de Gerona del siglo XI.
16 17
ballena, la Adoración de los Magos o el Bautismo. Estos temas petirán hasta la saciedad hasta el Concilio de Trento: «Te alaba-'
narrativos coexistieron con otros cuyo contenido era más sim- mos por haber prohibido adorar las imágenes, aunque reproba-
bólico, como el crismón antes aludido, formado por la superpo- mos que las hayas destruido. Adorar una imagen es diferente de
sición de las dos primeras letras de Cristo en griego, X y P; el aprender lo que se debe adorar por medio de la pintura. [...] La
pez, como símbolo eucarístico o como anagrama de Cristo; el obra de arte tiene pleno derecho de existir, pues su fin no es ser
ancla, simbolizando la cruz o la esperanza, etc. Clemente de adorada por los fieles, sino enseñar a los ignorantes. Lo que los
Alejandría admitía este tipo de referencias indirectas a Cristo y doctos pueden leer con su inteligencia en los libros, lo ven los , ~
a la fe cristiana, pero seguía condenando la imagen antropomór- ignorantes con sus ojos en los cuadros. Lo que todos tienen que
fica de Jesús: «Si se representa un pescador, es para recordar a imitar y realizar, unos lo ven pintado en las paredes y otros lo
los apóstoles, y a las criaturas que ellos pescaron en el agua. leen escrito en los libros». La imagen tiene, pues, una función
Pero evitad la tentación de representar ídolos: está prohibido in- primordialmente didáctica que justifica su existencia. De hecho=.¡
cluso mirarlos» (Pedagogo, 3, 11, finales del siglo II). si el cristianismo triunfó y se convirtió en una religión de masas,
y Eusebio, obispo de Cesarea en el siglo IV y biógrafo de Cons- fue precisamente por aceptar la imagen como medio de difusión
tantino, escribe una carta a Constanza, hermana del emperador, de sus creencias entre la mayoría deTa población, pagana y anal-
negándose a proporcionarle una imagen de Jesús que le había fabeta, que abrazó la nueva fe. La imagen no sólo enseña e in-
~)pedido. Pero en las catacumbas aparecía también el Buen Pastor, forma, sino que puede, mejor que la palabra escrita, c~!a
figura alegórica de Jesús basada en numerosos textos neotesta- los fieles y orientar su comportamiento hacia los valores cristia-
mentarios (In 10, 1-16; 21, 15-18; Le 15,4-7; Mt 18, 12-14, nos. San Gregorio de Nisa escribe en el año 383 que no puede
etc.). El mismo Eusebio de Cesarea cuenta que Constantino hizo contemplar la escena del sacrificio de Isaac sin contener sus lá-
levantar en su nueva capital, Constantinopla, iglesias por do- grimas; Asterius, obispo de Amaseia en el siglo V, al describir el
quier, e hizo colocar en plazas, foros y fuentes la imagen del martirio de Santa Eufemia en Calcedonia, se interrumpe, pues
Cristo Buen Pastor. Así pues, de Iglesia espiritual, prohibida y «las lágrimas vienen a mis ojos y la tristeza interrumpe mi dis-
perseguida, pasó en el siglo IV a ser Iglesia material, privilegia- curso. El pintor ha pintado con tal claridad las gotas de sangre
~,I
da y oficial. Adoptó la vieja basílica romana como modelo de que parecen resbalar de verdad de sus labios, y podrías alejarte
templo, y aceptó como necesaria la creación de una iconografía sollozando». Y San Juan Damasceno, principal defensor de las
propia. Quedaba la labor de justificar este cambio con respecto imágenes en pleno período iconoclasta en el siglo VIII, escribe
a las imágenes, y buscar en las Sagradas Escrituras textos que que «cuando no tengo libros, o mis pensamientos me torturan
revistieran de autoridad esta nueva actitud. No por todos bien por gustar de la lectura, me voy a la iglesia [...]. La frescura de
aceptada, el debate sobre la licitud o no de la imagen sagrada se las pinturas atrae mi mirada, cautiva mi vista [...], insensible-
desarrollaría entre los intelectuales, y seguramente también en la mente lleva mi alma a alabar a Dios [... J. Consideré el valor del
calle, unas veces de forma pacífica, y otras veces abiertamente mártir, la corona con la cual es recompensado, su ardor inflama
hostil, prácticamente hasta el siglo XVII. mi emulación,. caigo a tierra y rezo a Dios»jEn este sentido, se
recurría frecuentemente a comparar la figura del pintor con la ( c¡
del orador. En ambos casos se distingue el oficio y el fin. El ofi-
La imagen sagrada, una cuestión a debate cio es en uno la palabra y en otro la pintura, la imagen; el fin en
ambos será persuadir, emocionar, convencer. El Concilio de
San Gregorio Magno (540-604), en una carta remitida al Trento justificaba el uso de las imágenes «porque los milagros
obispo de Marsella, Sereno, condenó la destrucción de imágenes realizados por Dios a través de los santos y sus saludables ejem-
que éste había perpetrado en su diócesis. En esta carta se en- plos son puestos bajo los ojos de los fieles, a fin de que por ellos
cuentran los argumentos en defensa de las imágenes que se re- den gracias a Dios y conformen su vida y costumbres a imita-
18 19
ción de los santos, y sean estimulados a adorar y amar a Dios y forma de idolatría, pues el pueblo, llevado por su ignorancia,
a practicar la piedad». El cardenal Paleotti concretaba en su Dis- daba al objeto lo que debía al verdadero Dios. Además señalaba
curso en torno a la imagen sagrada y profana (1582) que el fin cómo la defensa de la representación del Logos encamado incu-
de la imagen sagrada es mover a los hombres a la obediencia ha- rría en la misma herejía que Arrio o Nestorio, que también se-
cia Dios, así como inducirlos a la penitencia, a la piedad, a la ca- pararon y diferenciaron dos personas en Cristo, y que fueron
ridad, al desprecio del mundo y a otras virtudes, instrumentos condenados en los Concilios de Nicea (325) y de Éfeso (431)
todos para unir a los hombres con Dios. respectivamente: «Dado por supuesto, por tanto, que en la Pa-
La representación de Dios ha sido, sin embargo, el tema más sión la Divinidad permanece inseparable de éste (el cuerpo y el
controvertido y donde no servían los argumentos prácticos o di- alma de Cristo), ¿cómo es que estos absurdos hombres dividen
dácticos que podían justificar la pintura de santos, mártires o de la carne que ha estado unida con la Divinidad y ella misma di-
escenas bíblicas. Razones doctrinales debían amparar ahora la vinizada, e intentan representar una pintura como si fuera un
representación de la divinidad. Eusebio de Cesarea daba la cla- simple hombre? De esta manera caen en otro abismo de ilegali-
ve en su carta a Constanza cuando distinguía entre la naturaleza dad, es decir, por separar la carne de la divinidad, y por atribuir
divina de Cristo, que no se puede representar, y la humana, cuya a la carne una esencia separada y una persona distinta que ellos
belleza era tal, al participar todavía de la Persona Divina, que afirman representar, en consecuencia, añaden una cuarta perso-
ningún pincel podría expresarla. Sin embargo, la Encarnación de na a la Trinidad». Aprovechando la minoría de edad de Cons-
Dios, al tomar carne y forma humana, era susceptible de ser re- tantino VI, nieto del Coprónimo, la madre regente, Irene, pro-
presentada. Aunque la representación de Cristo en forma huma- movió la vuelta al culto a las imágenes en el 11Concilio de Nicea
na data de los primeros tiempos del cristianismo, no se recono- (787). En él se hacía la distinción entre ídolos e iconos, estable-
ció oficialmente hasta el año 692 en el Concilio Quinisexto de la ciendo la excomunión para quien llamase ídolos a los iconos. Si-
Iglesia Oriental, el cual, en el canon 82, renunciaba a represen- guiendo a San Juan Damasceno, que a su vez se basaba en el
tarle en forma de cordero, símbolo tradicional del redentor: «de- Pseudo Dioniso Areopagita (s. VI), justificaba las imágenes sa-
cretamos que el Cordero, Cristo nuestro Dios, que quita los pe- gradas como algo instituido por Dios mismo, dándonos copias,
cados del mundo, sea de ahora en adelante representado también a modo de prototipos corpóreos de los seres divinos, inmateria-
en forma humana [...] puesto que de este modo comprendemos les y espirituales, para que nuestra humana condición fuera ca-
la sublime humillación de la Palabra de Dios, y somos guiados paz de su contemplación y veneración. La verdadera adoración
así al recuerdo de Su vida en la carne, Su pasión y Su Muerte estaba reservada a Dios, y nunca el culto a las imágenes había
Salvadora, y de ello, la redención que ha venido al mundo». Y caído en idolatría, pues «quien venera una imagen, venera a la
fue en la Iglesia Oriental, en Bizancio, donde las reacciones fue- persona que ella representa». Los defensores de las imágenes in-
ron más virulentas. En el año 717 subía al trono León I1I, el sistirán en este tipo de argumentos, aun después de que León V
Isáurico; para contrarrestar el creciente poder y prestigio del el Armenio inaugurara en el año 815, en el Concilio de Santa So-
monaquismo oriental basado en el comercio de iconos y reli- fía, un nuevo período iconoclasta. Se prohibía la fabricación de
quias, prohibió en el 726 el culto a las imágenes y ordenó que- iconos, considerados inadecuados para el culto a Dios, pero se
mar y destruir todas las imágenes que había en Constantinopla. evitó expresamente el calificarlos de ídolos. El más importante
Según Paulo Diácono en su Historia Longobardum (s. VIII), a to- de esos defensores fue Teodoro Studita, que justificaba la repre-
dos los que se oponían los hacía mutilar o decapitar. En el año sentación de Cristo diferenciando entre imagen natural e imagen
730 estableció la pena capital para los adoradores de imágenes. imitativa. En la primera hay una diferencia de persona, pero no
Le sucedió en el trono su hijo, Constantino V, llamado el Co- natural, pues el Hijo procede del Padre. Por la segunda no hay
prónimo, el sucio, que organizó en el año 754 el Concilio de diferencia de persona, pero sí natural, pues ésta, la naturaleza de
Hiera. Allí se condenó la adoración de las imágenes como una Cristo, no procede del material o del soporte de la pintura. Así,
20 21
«en el caso de la pintura imitativa y su modelo, esto es, de Cris- el Antiguo Testamento en numerosas ocasiones (Gn 1,26-27; 5,
to y su imagen, dado que la persona de Cristo es una y la mis- 1; 9, 6; Si 17, 3); además, Dios se mostró también a los profetas,
ma, la reverencia es aquí, además, la misma debido a la identi- especialmente a Daniel (Dn 7, 9-14) y a Ezequiel (Ez 1,4-28), y
dad de persona [...] entre Cristo y la imagen». Por ello no se también a San Juan Evangelista (Ap 1, 12-19; 4, 5), de tal ma-
incurre en idolatría, pues se venera no a la naturaleza de la ima- nera que si ellos pudieron describirlo, los artistas pueden repre-
gen, al material, sino a la persona representada, a Cristo. Quizá sentarlo. También Cristo, que es la impronta de Dios, e imagen
un poco enrevesado, pero es una buena muestra de las sutilezas del Padre, puede ser representado en forma humana (Hb 1, 3;
del pensamiento oriental, origen de las disputas cristológicas Rm 8, 29; Col 1, 15). Además de la Encamación del Verbo, esto
más complicadas de la Alta Edad Media. es, Jesús, aparecen también símbolos visibles de Dios, la palo-
También se recurría, en la defensa de las imágenes, al peso de ma y el cordero, que fueron utilizados en los primeros tiempos.
la tradición, a la antigüedad de su invención y uso en el seno del El noble oficio del arte está justificado también por cuanto
cristianismo. Argumentos de menor peso que los anteriores, pues que fue Dios mismo quien lo inventó; es el gran artífice. Fue el
se basaban en creencias legendarias no probadas. Por ejemplo, la primer escultor al modelar de una masa informe de barro al pri-
atribución al evangelista Lucas de iconos de la Virgen y de Cris- mer hombre y a los seres vivos (Gn 2, 7,19), y el primer pintor,
to, la invención del paño de la Verónica en el que Jesús dejó su pues la naturaleza, retrato de sí mismo, está dotada de luz y co-
imagen cuando se dirigía al Calvario, o ciertos relatos apócrifos, lor. «Así la arte del pintar parece haber también imitado a la na-
en especial los Hechos del Apóstol Juan (s. II), en el que un dis- turaleza universal que es Dios, ordenando que se hiciesen imá-
cípulo suyo, Licomedes, le hace un retrato; y la Vida de San Pan- genes, para mostrar la noticia y m~moria de sus originales»
cracio (s. VII), que ponía en boca del apóstol Pedro la orden (Pacheco, Arte de la pintura, 1649). El mismo consintió u orde-
expresa de hacer un retrato de Cristo. Focio, patriarca de Cons- nó la construcción de imágenes y altares que simbolizaran su
tantinopla en el siglo IX, aludía incluso al poder de la imaginación presencia y su gracia: el arca de Noé (Gn 6, 13-22; 7, 1-5), fi-
que recrea en imágenes lo que se lee o se oye para vincular los gura de la Iglesia cristiana que salva a todos los que se acogen a
Evangelios a las pinturas y preguntarse después: «¿alguien odia ella; el altar construido por Abraham en Canaán (Gn 12, 7); la
la enseñanza de las pinturas? Entonces, ¿por qué no ha rechaza- estela erigida por Jacob después de su sueño (Gn 28, 18-22); o
do previamente y odiado el mensaje de los evangelios?», la serpiente de bronce que colocó Moisés sobre un mástil para
Además de los argumentos ya expuestos, sólo quedaba una salvar al pueblo de la ira de Dios (Nm 21, 4-9; Sb 16, 5-7). Esa
cosa por hacer. Remitirse a la Biblia para encontrar pasajes que imagen existía todavía en tiempos del rey Ezequías (s. VII a. C.),
autorizaran la realización y el culto a las imágenes, y zanjar así que la hizo destruir, pues seguía siendo venerada como un ídolo
definitivamente la cuestión. El 11Concilio de Nicea las dio a co- (2 R 18, 3-4). San Juan Damasceno, en su De imaginibus ora-
nocer en su cuarta sesión. Esas referencias serán utilizadas y ci- tiones (s. VIII), veía en ella una prefiguración de Jesús que, por
tadas hasta el siglo XVII en los tratados de arte, cuando hubo que medio de la cruz, contrarresta el mordisco de la serpiente del Pa-
defenderlas de nuevo del ataque de la Reforma protestante. En raíso. Así mismo, Dios ordenó construir el santuario para el Arca
cuanto a la representación de Dios mismo, ya Celso, en su Dis- de la Alianza con toda su decoración y mobiliario (Ex 25-28) y
curso verdadero contra los cristianos (s. II), advertía una con- el templo de Salomón (1 R 5-6), revistiendo especial importan-
tradicción que podía justificarla: «Si los cristianos piensan que cia las imágenes de los querubines, no sólo como trono y sím-
no se pueden admitir imágenes divinas, porque Dios, como tam- bolo de Dios (Ex 25,18-22; 1 S 4,3-4; Sal 18, 11; 80, 2; 99, 1),
bién opinan los persas, no tiene forma humana, se contradicen sino porque contravenía claramente las leyes del Decálogo y jus-
de forma estrepitosa, ellos que declaran, por otra parte, que Dios tificaba, así, la materialización artística de lo divino.
hizo al hombre a su propia imagen y que le dio una forma pare- En Occidente, más permisivo y tolerante, la cuestión de la li-
cida a la suya» (IV, 98). Efectivamente esa expresión aparece en citud de la imagen sagrada no fue tan virulenta como en Bizan-
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, cio. San Agustín (s. v) las consideraba superfluas, pero no se
oponía a ellas; San Gregorio Magno (s. vi), en su carta al obispo
Sereno, las defendía por su valor didáctico; Gregorio 11(s. vnr)
El control de la imagen sagrada

Teodoro Lector, en su Historia eclesiástica (s. VI), cuenta


rechazó y condenó el decreto contra las imágenes de León III que «se le secó la mano a un pintor que se atrevió a pintar al
Isáurico; y el imperio carolingio hizo suyos los postulados de Salvador de forma parecida a Zeus». Este tipo de tradiciones
Nicea II en el Liber Corolini publicado en el año 794. San Ber- no hacen más que confirmar un hecho: al pintor se le exigía ve-
nardo de Claraval (s. XII), fundador del Císter, se oponía a las racidad para que la imagen pudiera cumplir su función docen-
imágenes, al gasto y exhibición que conllevaban, por conside- te, y esa veracidad no era posible si no venía acompañada de
rarlas inadecuadas para lo que debía ser la vida de los monjes, conocimiento y de fe. Quizá por eso, en Bizancio la realización
guiada por la oración, la austeridad y la caridad: «La iglesia re- de iconos siempre fue una actividad primordial de los monas-
fulge en sus muros y está necesitada en sus pobres. Viste sus pie- terios, y éstos, sus principales valedores durante las disputas
dras con oro y deja desnudos a sus hijos. Con los gastos de los iconoclastas. Precisamente la lucha emprendida por León III
indigentes se sirve a los ojos de los ricos. Vienen los curiosos Isáurico y su hijo Constantino V contra las imágenes no podía
para deleitarse, y no vienen los miserables para ser sustentados». hacerse ni tener éxito si no venía acompañada de otra contra
Repudiaba además en un tono irónico el gasto inútil que signifi- los monasterios. Constantino V llegó a expropiar los conventos
caba pintar y decorar algo que sería inmediatamente mancillado: y obligó a los monjes a exiliarse, aunque la emperatriz Irene
«¿Cómo no respetamos al menos las imágenes de los santos, de restableció la vida monástica, y León V no derogó después la
las que generalmente está lleno el mismo pavimento que pisotea- medida. El triunfo definitivo del culto a las imágenes obligaba
mos con los pies? A menudo se escupe en la boca de un ángel, también a regular la creación artística para ponerla al servicio
a menudo se golpea con los zapatos de los transeúntes las caras de Dios y evitar en lo posible la idolatría. Así, las figuras se
de algunos santos». En consecuencia, el capítulo 20 de la regla alargan, se espiritualizan, no son retratos «naturales» que el
prohibía la realización de imágenes en sus monasterios. Tam- pueblo sencillo pueda confundir con un ser real, son seres di-
bién los protestantes, aunque por razones distintas, se oponían a vinos que, en su inmovilidad, disfrutan de la paz celestial que
la realización de estatuas e imágenes. La creencia de la salva- transmiten con su mirada fija y serena al espectador. En 1551
ción por la fe en Cristo eliminaba los méritos de la Virgen y los el Concilio de Stoglav considera la pintura religiosa como un
santos para lograr nuestra salvación. Por tanto no sólo era inútil, sacerdocio que tiene su formación en la transmisión reiterada
sino idolatría, rezar a las imágenes que los representan. También de los modelos iconográficos antiguos. Dionisio de Fuma, au-
se oponían a las imágenes de Cristo y reclamaban de nuevo el tor de un tratado de pintura (s. XVIII), escribía: «No comencéis
culto espiritual y verdadero, en contraposición a lo que conside- vuestra obra al azar y sin reflexión, antes al contrario, con la
raban un culto carnal y papista, por no saber encontrar en el in- fe puesta en Dios y con piedad en este arte, que es una cosa di-
terior del alma la verdadera adoración. El Concilio de Trento re- vina». Estos manuales de pintura se promovieron desde el si-
afirmó la legitimidad de las imágenes en las iglesias por su glo XVI para evitar errores, es decir, que un mismo tema pu-
eficacia didáctica, pero insistió también en la necesidad de un diera ser pintado de distintas maneras. Dictaban cómo debían
mayor control. El control sobre la imagen sagrada existió desde retratarse a los santos, qué colores utilizar y qué detalles in-
sus inicios, pero precisamente la mayor tolerancia occidental ha- cluir en una escena: «José vendido a los ismaelitas: Un pozo.
bía permitido ciertos «errores» y «contaminaciones» que era pre- José, lampiño, la mitad del cuerpo dentro y levantando las ma-
ciso depurar. Sin embargo, también había posibilitado el desarro- nos. Hermanos y ovejas. Ismaelitas que cuentan los dineros so-
llo de lo que hoy llamamos «Arte», en lo que tiene de desarrollo bre una piedra. Camellos». Salvo para los ojos de los expertos,
formal, invención y originalidad. En la Iglesia de Oriente, el con- difícil nos resulta hoy distinguir un icono del siglo XII de otro
trol fue tan férreo que ahogó al artista para proteger el dogma. del siglo XVII.
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En Occidente lo normal era que los artistas fueran laicos, y en la montaña, muy desfigurado, que vuelve la espalda al ángel
sólo excepcionalmente pertenecían al clero, como Fra Angélico y que arroja ciertas almas al infierno».
o Filippo Lippi, de manera que el control sobre la creación de En el Renacimiento la consideración social del artista sufrió
imágenes sagradas debía hacerse de forma más estrecha. Duran- un cambio muy importante. El descubrimiento, intelectual y ma-
te toda la Edad Media, el artista era considerado sólo como un terial, de la antigüedad clásica, así como otros factores econó-
mero artesano que debía materializar lo programado por la men- micos, políticos, culturales o religiosos, despertaron de nuevo el
te de un teólogo. Los contratos que se conservan establecidos interés por el hombre, de manera que el humanismo, incluso
entre cliente y artista, en la Baja Edad Media, ya en período gó- como concepción antropocéntrica del mundo, desplazó, en una
tico, demuestran lo estrecho de este control, y el escaso margen suerte de secularización de la vida pública, al teocentrismo im-
a la invención que le quedaba al artista. Ferrer Bassa, por ejem- perante. Ahora no es sólo la Iglesia la principal promotora del
plo, se comprometió, según contrato firmado en 1346 con el arte, también los príncipes y reyes, que pugnan por tener en sus
Monasterio de Pedralbes de Barcelona, a pintar «con buenos co- cortes a los artistas más prestigiosos del momento. Apoyándose
lores al óleo la capilla de San Miguel [...]. Y que represente sie- en estos mecenas, los artistas del Renacimiento intentaron rom-
te historias de la Pasión de Jesucristo: la primera cómo Jesús fue per los estrechos vínculos gremiales que limitaban el ejercicio
prendido; la segunda cómo fue juzgado ante Pilato [...]. También de su oficio. Para ello tuvieron que demostrar que la pintura es
debe representar a san Miguel, san Juan Bautista, san Jaime, san una ciencia, un arte liberal e intelectual, como la música o la poe-
Francisco, santa Clara, santa Eulalia [...]. Todas las imágenes de- sía, y que el antes artesano era en realidad un artista, un crea-
ben tener las diademas y los pasamanos de oro de buena calidad. dor libre capaz de pensar, renovar e innovar su propia obra. Sur-
Bajo las historias e imágenes citadas debe haber cortinas simu- gieron nuevos temas, como la mitología, la historia o el retrato
lando tapices». En este tipo de contratos se dejaba a pagar una cortesano. La propia técnica, el aspecto formal, terminó también
parte siempre al término de la obra, la mejor manera de garanti- por romper la influencia aplastante ejercida por la estética bi-
zar que el resultado final sería el demandado y apetecido por el zantina. León Bautista Alberti, Piero della Francesca y Leonar-
comitente. Además, era frecuente que el cliente pagase por do escriben tratados de pintura donde lo primordial es el espa-
separado el trabajo del artista, lo que hoy llamaríamos «mano cio, la perspectiva, la luz, el cuerpo humano o las proporciones.
de obra», y los materiales que debía utilizar, de esta manera, En este ambiente clasicista, era inevitable que la pintura religio-
el artista se veía obligado a rogar al cliente y pedir dinero sa resultara también, en cierto sentido, «contaminada»: temas
cada vez que los necesitaba, por lo que el control sobre su trabajo sagrados tratados como profanos, y el ideal clásico de belleza y
era constante. El pobre Benozzo Gozzoli, que a la sazón pintaba el desnudo de la mitología trasladado a la figuración religiosa.
el Cortejo de los Reyes Magos en el palacio mediceo, escribía: «y Pietro da Cortona señalaba en su Tratado de la pintura y la es-
me parecen mil años los que Vuestra Magnificencia [Piero cultura (1652) que Baccio della Porta, «para demostrar que sa-
de Medici] no ha estado aquí, para comprobar si el trabajo os bía pintar desnudos, realizó en Florencia en un cuadro de una
satisface». No sólo se imponían las historias, sino que incluso iglesia un san -Sebastián desnudo con un colorido que parecía
se estipulaban ciertos detalles de tipo iconográfico, simbólico carne y con un aire tan dulce en el rostro y tan correctamente
o compositivo. Así, en el contrato que firmó el maestro francés adecuado a la belleza de toda su persona que los ojos y el cora-
Enguerrand Quarton en 1453 para pintar el retablo de la Coro- zón de algunas mujeres se llenaron de pensamientos y deseos
nación de Val de Bénédictione, se decía por ejemplo que «en pri- impuros, por lo que fue necesario retirarlo de la iglesia». Situa-
mer lugar debe estar la representación del paraíso y en este pa- ciones como éstas son las que hacían exclamar a Federico Bo-
raíso debe encontrarse la Santísima Trinidad, y entre el Padre y rromeo, primo de San Carlos: «¡Ya ha pasado la edad en que se
el Hijo no debe existir ninguna diferencia, y el Espíritu Santo en tenían como divinidades a Marte, a Júpiter y a Venus! Si hoy vi-
forma de paloma», o que «del lado del infierno estará un diablo, viese Apeles [famoso pintor griego] [...] tendría cuidado del de-
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coro, de la dignidad y de las condiciones de los tiempos muda- y fe, requisitos necesarios para que a su vez pueda transmitirlos
dos». El Concilio de Trento quiso poner fin a estos excesos, ba- a su obra. Hombres contaminados, llega a decir F. Borromeo, son
sándose precisamente en el «decoro», concepto clave para en- indignos de tratar cosas divinas, e incapaces de infundir piedad a
tender la pintura barroca postridentina. El texto aprobado no las imágenes porque ellos mismos están llenos de vicios. La fal-
podía ser más claro: «este santo Sínodo quiere que sean erradi- ta de cultura religiosa y la falta de fe son, por tanto, las causas de
cados de inmediato, de modo que quienes los cometen no pue- todos los abusos que se producen en las imágenes sagradas. La
dan constituir ninguna imagen de falsa doctrina ni una ocasión clave para evitarlos está en el concepto central del «decoro»: a
de peligroso error para los sencillos. [...] En adelante sea evita- cada personaje se le atribuyen una serie de características, tanto
da toda lascivia, de modo que no se adornen ni pinten imágenes externas como internas, que el pintor debe respetar y representar:
de belleza provocativa. [...] Por lo demás, ocúpense los obispos edad, condición social, ropas y complementos adecuados a su
con tanta diligencia y cuidado de estas cosas que no se advierta profesión, y el gesto y la actitud serán también los adecuados a
nada desordenado o dispuesto de cualquier modo y confusa- su santidad y dignidad. No deben ser retratados «ni en actitudes
mente, nada que sea profano y deshonesto, puesto que a la casa jocosas, ni en otras maneras poco dignas de personas maduras y
de Dios conviene la santidad». Esta normativa general fue poste- ejemplares» (Paleotti). Desde este punto de vista se condenan los
riormente sistematizada por el clero, que elaboró en los años su- desnudos «que no sean estrictamente exigidos por la verdad del
cesivos numerosos tratados moralizadores que intentaban poner misterio, o que puedan ofender la delicadeza de ánimo» (F. Bo-
fin a los abusos en materia de pintura sagrada, al tiempo que rromeo). Se condenan también los retratos de herejes y de otros
aconsejaban la mejor manera de pintar talo cual tema. No esta- seres de vida licenciosa (borrachos, cortesanas, jugadores, etc.),
ría de más citar los más importantes, pues su influencia en la por ser contrarios a las normas y preceptos cristianos. En ningún
práctica fue enorme. Italia, la cuna del Renacimiento y del Ba- caso, personas conocidas y particulares deben servir como mo-
rroco, se convirtió en el principal foco difusor de este tipo de tra- delo para los santos y otras historias sagradas, «porque, además
tados. A tan sólo un año del dictamen de Trento, Andrea Gilio de algo frívolo y muy indigno, sería como figurar a un rey senta-
publica su Dialogo degli errori e degli abusi de'Piuori circa l'Is- do en el trono de su majestad con la máscara en el rostro de un
toria (1564), al que siguen De imaginibus et miraculis sancto- limpiabotas u otra persona innoble y conocida por el vulgo como
rum, de Castellani (1569), Instructiones fabricae et supellectilis privadísima, de modo que quien lo mirara en seguida se pondría
ecclesiasticae, de san Carlos Borromeo (1577), Discorso intomo a bromear» (Paleotti). Por último, las historias deben represen-
alle imagini sacre e profane, del obispo de Bolonia Gabrielle Pa- tarse con fidelidad a lo establecido por las Escrituras y la tradi-
leotti (1582), y, ya en el siglo XVII, el De Pittura sacra, del car- ción sin añadir o introducir nada más.
denal Federico Borromeo (1625). Muy importante es, también, el Este rigorismo teórico en la figuración del arte sagrado tuvo
libro del flamenco Juan Molano De picturis et imaginibus sacris efectos inmediatos en la práctica, pues acentuó el control y la
(1570). A Paleotti y a Molano seguía el español Francisco Pa- censura, no sólo sobre el arte sagrado, sino sobre el arte en ge-
checo, suegro de Velázquez, en su Arte de la pintura, su antigüe- neral, ya que el «buen cristiano», cliente o artista, debía recha-
dad y grandezas (1649). También tuvieron importancia en Espa- zar, condenar y evitar todo aquello que se consideraba contrario
ña los libros del jesuita Jerónimo Nadal Evangelicae Historiae a la moral católica. Son muchos los pintores y las obras que, por
Imagines (1593), que utilizó también Pacheco para fijar la icono- motivos distintos, se vieron afectados por esta «contrarreforma
grafía de la vida de Jesús, y el del mercedario Juan Interián de artística» impulsada desde Trento. Señalaremos, por temas, sólo
Ayala El pintor cristiano y erudito, escrito inicialmente en latín los ejemplos más significativos.
(1730) y destinado al clero, para que éste supiese demandar, es- En cuanto al desnudo, el debate más acalorado del momento
coger o rechazar obras de arte sacro. En estos tratados se vuelve se centró en el Juicio Final pintado por Miguel Ángel en la Ca-
a exigir del pintor no sólo conocimiento, sino sentimiento, piedad pilla Sixtina. En cuanto se destapó el 31 de octubre de 1541,
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después de cuatro años de trabajo, empezaron a arreciar las crí- miraba: «Micael Angel, no pecó contra la perfección de l' arte
ticas. Un fresco de enormes dimensiones, exhibiendo cientos de [...] antes si se perdiera l'arte se había de restaurar en esta obra»
desnudos, no se creía en absoluto que fuera lo más apropiado (Pacheco, El arte de la pintura, 1649).
para un lugar santo, más propio era, decían algunos, de una sala Por incluir elementos de falsa doctrina, como decía el con-
de baños o de un prostíbulo. Algunos testimonios de la época cilio tridentino, tuvo problemas El Greco con El Expolio, pinta-
son demoledores: «¿qué sentido místico se puede sacar [...] de do en 1577 para la sacristía de la Catedral de Toledo. El cabildo
ver un demonio que tira fuertemente hacia abajo de los testícu- de la Catedral le pedía eliminar las cabezas que había sobre la de
los de una gran figura que con dolor y rabia se muerde su mis- Cristo, y «asimismo las Marías y Nuestra Señora que están con-
ma mano?» (Ludovico Dolce, Dialogo della Pittura, 1557); tra el Evangelio porque no se hallaron en el dicho paso». Las
«¿cómo tolerar esa Santa Catalina de Miguel Ángel, a la que ha Marías aparecen en el cuadro abajo a la izquierda, como contra-
hecho reclinarse en gesto poco honesto ante un San BIas que, punto compositivo a la presencia del sayón que prepara la cruz
sobre ella, con los pectorales la amenaza para que se quede quieta, en el lado contrario. El requerimiento muestra una vez más que
mientras ella le mira como si dijera "¿qué piensas hacer?" o algo la creación artística debía subordinarse por entero a las verdades
parecido?» (Andrea Gilio, Due Dialogi, 1564). El papa Pablo III de la fe para que aquélla pudiera cumplir su función docente sin
(1534-1549) llegó a pensar incluso en la posibilidad de elimi- confundir a los sencillos de espíritu. Prácticamente por el mis-
narlo, por lo que empezaron a hacerse copias en previsión de mo motivo, por no haber observado la consigna tridentina antes
que alguna vez se hiciera realidad tamaña amenaza. Pablo IV citada de no incluir nada desordenado o dispuesto de cualquier
(1555-1559) ordenó a Miguel Ángel retocar y «adecentar» el modo y confusamente, nada que sea profano, fue llevado ante el
Juicio. Ante la airada negativa del artista, el pontífice adjudicó Tribunal de la Santa Inquisición el pintor veneciano Pablo Vero-
el encargo a Daniele Volterra. Cuando se celebró el Concilio de nés por su Última Cena, pintada para el refectorio de los domi-
Trento, se incluyó el tema del Juicio Final de Miguel Ángel en- nicos de San Juan y San Pablo (1573, hoy Cena en casa de Leví,
tre los 33 decretos urgentes, ordenando, el 21 de enero de 1564, en la Galería de la Academia). Había dispuesto tantos persona-
que se cubriera toda parte obscena de la pintura. Parece que Vol- jes y elementos secundarios y anecdóticos, que distraía la aten-
terra comenzó su trabajo muerto ya Miguel Ángel, en febrero de ción y ocultaba el tema principal. En la lectura de las actas del
1564. Cubrió las partes pudendas de los personajes con discre- proceso se advierte la lucha entre la censura eclesiástica, movi-
tos paños, o «taparrabos», que le ganó el apodo de Il Braghetto- da como siempre por la fidelidad a las Escrituras, y la libertad
neo Lo realizado seguía sin satisfacer ni a los pontífices ni a la del artista que reclama el Veronés en sus respuestas a los inqui-
crítica rigorista del momento. De nuevo Gregorio XIII (1572- sidores. Se le pregunta por ejemplo qué tienen que ver con la
1585) Y Clemente VIII (1592-1605) volvieron a pensar en su eli- Cena unos soldados alemanes con alabardas que ha colocado, a
minación definitiva. Aunque los defensores de la obra pudieron 10 que él responde: «Nosotros, pintores, nos tomamos las licen-
evitar que la pérdida finalmente se produjese, no pudieron evitar cias que se toman los poetas y los locos y yo he puesto aquellos
sin embargo que fuera sucesivamente censurada, purificada y alabarderos para dar a entender que el patrón de la casa era hom-
adecentada por pintores posteriores. Así, la tan criticada Santa bre rico y grande y podía tener tales servidores». En otro mo-
Catalina que aparecía desnuda, fue vestida totalmente, y el San mento, el tribunal le pregunta quiénes cree que estaban en la
BIas que está sobre ella giró su cabeza hacia Jesús. Criticada y Cena: «Creo que se encontraban Cristo y los apóstoles; pero si
denostada por aquellos que debían cuidarla, la pintura quedó queda espacio en el cuadro, yo lo adorno con figuras de mi in-
abandonada a su suerte y entregada al polvo, al humo y a la de- vención». También se deja ver en las preguntas de los inquisi-
gradación, hasta que la restauración actual ha podido devolverle dores el temor de que la excesiva libertad del artista, en sus abu-
parte del esplendor que debió tener. Francisco Pacheco, como sos, pueda dar argumentos a aquellos que condenaban las
creyente, criticaba la iconografía del Juicio, como artista lo ad- imágenes sagradas: «¿Pero no sabéis que en Alemania y otros
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lugares infectados de herejía acostumbran a vituperar y mofarse te expuestos a la vista no tenía decoro ni aspecto de santo». Pin-
de las cosas de la Santa Iglesia Católica a causa de estas pintu- tó en el mismo año otra versión que aún sigue en la iglesia. Aho-
ras llenas de frivolidad y sensualidad?». El artista fue condena- ra San Mateo escribe sobre una mesa, atento a las instrucciones
do a corregir y enmendar la obra en un plazo de tres meses. Lo del ángel que desciende desde arriba. Así, apareció el santo, ins-
que queda da una idea de cuál podía ser el aspecto inicial. Tam- pirado y culto, y desapareció el campesino analfabeto de la pri-
bién cambió el título por el de Cena en casa de Leví, el publica- mera versión. Parecida suerte corrió La muerte de la Virgen, obra
no Mateo que invitó a Jesús a una cena con pecadores. El albe- realizada en 1606 para la iglesia carmelita de Santa María della
drío del resultado final quedaba así justificado, y el mensaje Scala (hoy en el Louvre). De nuevo motivos de decoro causaron
evangélico restaurado. su rechazo: rumores de que había utilizado como modelo una
Por último, Miguel Ángel Merisi de Caravaggio fue quizá el mujer realmente muerta ahogada en el Tíber que, además, era
pintor que más tuvo que soportar las acusaciones de faltas al de- prostituta. Tampoco la estancia era la apropiada para un tema
bido decoro en sus cuadros religiosos. Parecía violar todos y que hubiera debido tratarse con más «piedad religiosa». La Vir-
cada uno de sus preceptos. Si Paleotti condenaba que personas gen no está sobre ninguna cama, parece más bien suspendida en
reales sirvieran de modelo para la representación de santos, era el aire, está «hinchada y con las piernas descubiertas» (Giovan-
éste precisamente el proceder de Caravaggio: la copia del natu- ni Baglione, Vidas de pintores, escultores y arquitectos, 1642).
ral, la gente de la calle que decía aceptar como maestros. «Pin- Tras ser retirado lo compró inmediatamente el duque de Mantua
tó una muchacha sentada en una silla, con las manos en el rega- a instancias de Rubens. Lo mismo ocurrió con la Virgen de los
zo, en actitud de secarse el cabello, dentro de una estancia y, palafrene ros, obra destinada a la capilla que la hermandad tenía
añadiendo en el suelo un frasco de ungüentos, joyas y piedras en la Basílica de San Pedro. A los pocos días de ser entregado el
preciosas, la hizo pasar por la Magdalena» (Bellori, Vidas de cuadro (1606), fue retirado «porque la Virgen y el niño desnudo
pintores, escultores y arquitectos modernos, 1672). El naturalis- estaban retratados de manera indecente» (Bellori). Llevado a la
mo y el realismo de Caravaggio no eran bien acogidos por una iglesia de Santa Ana, al cabo de unas semanas fue vendido al
parte de la crítica, imbuida de la estética clasicista que impartía cardenal Scipione Borghese. La Virgen de Loreto o de los pere-
la escuela boloñesa de los Carracci. Giovanni Pietro Bellori, ad- grinos, sin embargo, no fue retirada del altar de la iglesia de San
mirador de Aníbal Carracci y de Nicolás Poussin, dedica a Ca- Agustín de Roma, a pesar de los ataques al decoro o a la inusual
ravaggio sus comentarios más hirientes, llegando a decir que no iconografía de la obra. Según la leyenda, la casa de Nazareth
tenía ni invención, ni decoro, ni diseño, ni ciencia alguna en el donde vivían San José y la Virgen, y que había sido de sus pa-
arte de pintar, y que su pintura se correspondía con su aspecto fí- dres, fue milagrosamente trasladada por unos ángeles a la loca-
sico y manera de ser, oscura y tétrica. Algunos de sus cuadros lidad italiana de Loreto. Caravaggio no representó el traslado de
fueron rechazados y retirados de los altares por faltar al decoro. la Santa Casa, sino a la Virgen saliendo a la puerta de una casa
El primer tropiezo lo tuvo San Mateo y el ángel, pintado en 1602 con los muros desconchados, mostrando al niño a unos peregri-
para la capilla Contarelli de San Luis de los Franceses en Roma. nos, como si fuera una mujer más, sorprendida en sus quehace-
El cuadro hoy sólo es accesible a través de fotografías, pues fue res por alguien que, inoportunamente (el niño aún está desnudo),
destruido en Berlín, donde al final fue a parar, en el bombardeo ha llamado a su puerta. Los críticos advirtieron falta de dignidad
de la capital alemana en 1945. En él aparece un torpe Mateo, re- en los peregrinos, «uno con los pies fangosos y la otra con un
mangado hasta los codos, con las piernas cruzadas y proyecta- gorro caído y sucio» (Baglione), e incluso se difundió la creen-
das hacia el espectador; el rudo apóstol no sabe escribir, y el pro- cia de que una tal Lena, prostituta y amante del pintor, había
pio ángel guía su mano sobre el libro que apoya en sus rodillas. servido de modelo para la Virgen. Nada de todo ello surtió efec-
Según Bellori, los sacerdotes lo rechazaron «diciendo que aque- to. El cuadro fue apreciado desde el primer momento por la gen-
lla figura sentada con las piernas cruzadas y los pies torpemen- te sencilla, que era al fin y al cabo a quien pintaba Caravaggio,
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aunque el significado religioso de sus obras, influidas por las se rechaza. Todo ello puede acarrear problemas al artista, que ve
ideas de San Carlos Borromeo y de San Felipe Neri en el sen- así mermadas sus posibilidades de mantener al cliente o de cap-
tido de que, en realidad, Dios prefiere a los desheredados y tar otros nuevos.
se manifiesta a los pobres y pecadores, no estuviera del todo a A pesar de todo, siempre hubo personas, eclesiásticas tam-
su alcance. bién, que valoraban la inventiva, la originalidad o simplemente
la belleza de las obras realizadas al margen del «gusto» o de la
«normativa» oficial. La Catedral de Toledo pleiteó con El Greco
Conclusión por el pago del Expolio, pero se quedó con el cuadro ante su
amenaza de llevárselo. No le volverá a encargar nada más, pero
La creación de imágenes en el cristianismo surgió por tanto nunca le faltó al Greco clientela en Toledo. También los cuadros
como un fenómeno de adaptación y asimilación de formas aje- de Caravaggio que eran rechazados encontraban en seguida
nas en un momento en que fue necesario no sólo defender la comprador, a veces incluso por cantidades más altas a las perci-
nueva religión, sino convencer, convertir y triunfar. La multipli- bidas por el propio artista, como la Virgen de los palafreneros,
cación del número de nuevos creyentes era precisamente su me- comprada por el cardenal Borghese. De manera que la creación
jor garantía. Así como aceptaron, según Orígenes (Contra Cel- artística, tanto sagrada como profana, pudo desarrollarse con
so, s. m), la pistis, la fe, como beneficiosa para la multitud, en cierta libertad, favorecida también por una sociedad cada vez
parte a causa de las necesidades de la vida y en parte a la debi- más secularizada que diferencia y establece límites entre las dis-
lidad humana, desdeñando el pensamiento racional, ellogismos, tintas parcelas de la vida, científica, intelectual o religiosa. La
acabaron también por aceptar la creación artística como el me- Iglesia se opuso sin éxito a esta delimitación, y tuvo que admi-
jor medio para fomentar entre la multitud nuevas adhesiones. tir la separación entre ciencia y religión, razón y fe; entre reli-
Esta eficacia didáctica atribuida al arte sagrado será esgrimida gión y política, y la Soberanía Divina dará paso a la Soberanía
durante toda su historia como su única razón de ser y su mejor Nacional. Sin embargo, la pérdida de la cultura religiosa es una
argumento. El control y la censura llegaron también en seguida consecuencia negativa de esta secularización. Si antes se acusa-
como algo necesario, puesto que «las verdades de la fe» no po- ba a los artistas de falta de fe y de cultura religiosa como causa
dían ser difundidas por «falsas imágenes». El control se ejercía de sus abusos, hoy podríamos volver a esgrimir casi la misma
antes y después de la ejecución de la obra, partiendo también de acusación contra el hombre actual, el hombre de la calle, el es-
varios niveles. El primero, las reuniones conciliares, que dicta- tudiante que se acerca a una obra de arte sacro. Su estudio se
ban lo que era ortodoxo o era herejía, lo que era dogma de fe o puede y se debe hacer sin fe, pero no sin conocimiento. La his-
superstición rechazable y condenable. Todas estas decisiones tu- toria del arte no es sólo el estudio de unas reglas técnicas con-
vieron su inmediato reflejo en la obra de arte, la encargada pre- cretas, de un desarrollo formal determinado, ni la secuencia cro-
cisamente de su difusión y enseñanza. El segundo, el tratado de nológica de obras o artistas. Es también y sobre todo el estudio
arte y la guía iconográfica, primero transmitida de forma oral y de su Historia; -historia, cultura, pensamiento, creencias religio-
práctica en el taller, después escrita, tanto más importante y pro- sas ... Olvidar las circunstancias en que se gestó una obra de arte
lija cuanto que su desarrollo coincide con la imprenta y con el es olvidar su sentido y su significado, y arrebatarle la función
inicio de una sociedad más culta que reclama mayores cotas de principal que tenía: comunicar y enseñar.
libertad, libertad política, religiosa, económica y también artís-
tica. El último y más eficaz medio de control es el que se ejerce
directamente sobre el artista y su obra. El contrato establece los
deseos del cliente a los que se somete el artífice. Si el resultado
no es el esperado y la obra no satisface, no se termina de pagar,
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