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Iconografía cristiana
Guía básica para estudiantes
© Ediciones Akal, S. A.
Sector Foresta, 1
28760 Tres Cantos
Madrid - España
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ISBN: 978-84-460-2938-0
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Depósito legal: M-7.672-2010
BIBLIOGRAFÍA. 187
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LAS IMÁGENES SAGRADAS
EN EL CRISTIANISMO:
ORIGEN y SENTIDO
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sar de todas las condenas y cautelas expresadas en la Biblia con-
tra las imágenes, se haya convertido, ella misma, en la principal
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fuente de inspiración para la expresión artística de los últimos (Ba 6, 10). Isaías lamenta la ignorancia del hombre que se hace
dos mil años. un ídolo de madera, materia que tiene efectivamente usos más
nobles pues sirve para calentarse uno mismo o cocinar: «no sa-
ben ni entienden, sus ojos están pegados y no ven; su corazón no
La condena del culto a las imágenes en la Biblia comprende. No reflexionan, no tienen ciencia ni entendimiento
para decirse: "he quemado la mitad, he cocido pan sobre las bra-
La prohibición contenida en el Decálogo que recibe Moisés sas; he asado carne y la he comido; y ¡voy a hacer con lo res-
en el Sinaí, y el monoteísmo al que va ligada (<<Nohabrá para ti tante algo abominable!, ¡voy a inclinarme ante un trozo de ma-
otros dioses delante de mí», Ex 20, 3), serán las señas de identi- dera!"» (Is 44, 18-19). Parecido comentario encontramos en el
dad del pueblo judío frente a los de su entorno, caracterizados Libro de la Sabiduría (Sb 13, 11-17; 15, 7-8). Baruc dedica va-
precisamente por la creencia politeísta y el culto idolátrico. rios capítulos a ridiculizar estos ídolos a los que, de indefensos
Cuando el pueblo de Israel se cansa de esperar a Moisés, se hace que son, hay que quitarles el polvo o defenderlos de los ladro-
fabricar un becerro de oro, es decir, un toro, un animal que, por nes; además, no pueden espantar los numerosos pájaros que re-
su bravura y su fuerza, fue considerado en el antiguo Oriente volotean sobre sus cabezas y, en fin, hay que llevarlos a hombros
como un dios; recuérdese el buey Apis egipcio, o los lamassu, porque no saben andar, y si se caen hay que levantarlos, mos-
toros androcéfalos de la cultura asiria y persa. «Bien pronto se trando así su propia vergüenza (Ba 6,16-26). Es mejor, por tan-( 1;>
han apartado del camino que yo les había prescrito. Se han he- to, que la madera o la piedra se empleen en algo verdaderamen-
cho un becerro fundido y se ~an postrado ante él; le han ofreci- te útil para el hombre (Ba 6, 58).
do sacrificios y han dicho: "Este es tu Dios [...]. Déjame ahora Encontramos también argumentos de mayor calado para opo-
que se encienda mi ira contra ellos y los devore"» (Ex 32, 8-10). nerse y condenar el culto a las imágenes, argumentos que podría-
Encontramos aquí una de las principales razones para condenar mos calificar de teológicos y que seguirán manejando los icono-
el culto a los ídolos: el Dios Unico no cede su poder ni su gloria clastas en la Alta Edad Media: Dios no es representable; el Dios \ .--
- \ a imágenes hechas por el hombre: «Yo, Yahveh, ése es mi nom- Todopoderoso, creador del cielo .Yde-Tatierra y de todo cuanto
bre, mi gloria a-otro no cedo; nimi prez a los ídolos» (Is 42, 8). hay en ella, no puede asemejarse a nada. «¿Con quién me aseme-
Son por ello materia muerta, vacía y sin espíritu: «se avergüen- jaréis y seré igualado?, dice el Santo. Alzad los ojos a lo alto y
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"t za del ídolo todo platero, porque sus estatuas son una mentira y ved: ¿quién ha hecho esto?» (ls 40,25-26, también 18 y 46, 3-5;
no hay espíritu en ellas. Vanidad son, cosa ridícula; al tiempo de Ir 10, 6-7). Por otra parte, el hombre, creado por Dios, comete pe-
su vista perecerán» (Ir 10, 14-15). Nada pueden hacer por tanto cado al pretender «hacer», crear a Dios (ls 44, 9-10; Os 8, 6; 13,2;
para calmar la angustia o el hambre, no pueden remediar las en- Ir 10,8; Sb 13,1; 15,16-17; Ba 6, 45-46). En el Libro de la Sa-
fermedades ni hacer justicia (Sal 115, 1-7; Sb 13, 16-18; Ba 6, biduría (Sb 15, 8-13) se expresa con claridad: «de la misma arci-
33-37,63; Is 46, 7-10). Por esto mismo el culto a los ídolos es lla modela una divinidad. Y la modela él, que poco ha nació de la
e~ o~gen del mal y del caos entre los hombres, pues la imagen tierra y que pronto habrá de volver a la tierra de donde fue saca-
Slll vida nada puede hacer contra la mentira, el crimen o el pe- do, cuando le. reclamen la devolución de su alma. [...] Escoria es
cado (Sb 14, 29). su corazón, más vil que la tierra su esperanza, más abyecta que la
El ídolo está hecho de material cotidiano, corruptible, y nada arcilla su vida, porque desconoció al que le modeló a él [...]. Pien-
--.¡ per~cedero puede .representar a Dios: «el ídolo fabricado, maldi- sa que la existencia es un juego de niños y la vida un lucrativo
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to el y el que lo hIZO,uno por hacerle, el otro, porque, corrupti- mercado. Este hombre más que nadie sabe que peca». Por tanto,
ble, es llamado Dios» (Sb 14, 8). «Los adornan también con ves- Dios desprecia por igual a los fabricantes de ídolos y a quienes les
tidos como si fuesen hombres, a esos dioses de plata, oro y rinden culto. Todos ellos encontrarán al final el merecido castigo
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divino (Is 42,17; Ba 6, 4-5; Sb 14, 30-31).
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madera; pero éstos no se libran ni de la roña ni de los gusanos»
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. El camino para, llegar a Dios no es, por tanto, hacer una chazo a la idolatría cuando, preguntado si debía pagar el tributo
1/ «Imagen falsa» de El, sino encontrarlo en la contemplación de o no, preguntó: «"¿de quién es la imagen y la inscripción?".
su propia obra; la naturaleza: «de la grandeza y hermosura de las Ellos dijeron: "del César". Él les dijo: "Pues bien, lo del César
criaturas se llega por analogía a contemplar a su Autor» (Sb 13, devolvédselo al César; y lo de Dios a Dios"» (Le 20, 24-25 y pa-
5). ~l mismo se.manifestará a aquel que le busca en la justicia y ralelos). Con esta observación, Jesús desprecia el poder del em-
rectitud de su vida y de su pensamiento (Sb 1, 1-2; Si 1, 25-30; perador (Mt 6, 24), y aboga por la veneración verdadera para
17,8-10). quien la reclama y la merece mediante la oración y la piedad (Mt
En el Nuevo Testamento no son tan abundantes los testimo- 6,6; In 4, 23-24).
nios en contra de las imágenes, pero sí se formulan con clari-
dad. Pablo retoma algunos de los argumentos anteriores en su
Epístola a los romanos: a saber, que Dios «se deja ver a la in- La cuestión de las imágenes en el cristianismo primitivo
teligencia a través de sus obras», que su gloria y santidad inco-
_,! ~ptible no pueden rep~esent~~se «en forma de hombre corrup- En el año 48 se celebró en Jerusalén una asamblea para de-
cidir sobre el problema de los prosélitos, es decir, los no judíos
tible», y que esta equrvocacion es causa de extravío y caos
social entre los gentiles (Rm 1, 18-32). Durante una visita a que habían abrazado la fe cristiana. La decisión adoptada final-
Atenas se siente además «indignado al ver la ciudad llena de mente de dispensarlos del cumplimiento de la Ley de Moisés
ídolos» (Heh 17, 16) y, al encontrar un altar vacfo con un letre- significó, de hecho, la apertura del cristianismo al mundo paga-
ro en el que se lee «Al Dios desconocido» en lugar de una es- no e inició el camino de la definitiva separación del judaísmo. I -
tatua, les dice a los atenienses: «lo que adoráis sin conocer, eso Sin embargo, soltar lastre para iniciar un nuevo camino no sig-
os vengo yo a anunciar» (Heh 17, 23). nificó la aceptación de realizar imágenes ni ofrecerles culto. Pre-
. La repulsa ante la representación figurativa estaba, por tanto, cisamente, entre las escasas obligaciones que se les exige está el
bien consolidada en el pensamiento y en el comportamiento del abstenerse «de lo que ha sido contaminado por los ídolos»
pueblo judío. En una ocasión, Herodes el Grande, partidario de (Heh 15,20, 29; 1 Cor 8). Aunque no existe en los escritos cris- \ -
la autoridad romana, hizo colocar un águila sobre la puerta ma- tianos un corpus teórico tan elaborado contra las imágenes, ya
yor del.templo de Jerusalén. Dos individuos, Judas y Matías, hemos visto que Pablo era abiertamente contrario a ellas, y otros
promovieron un tumulto y lograron derribar el águila y destruir- testimonios corroboran que dicha prohibición fue efectiva, al
la. Herodes ordenó quemar vivos a los cabecillas (Flavio Josefo, menos, hasta el siglo lI. Plinio el Joven, gobernador de la pro-
Anti~üedade~ju.días, XVII, 6; 2-3). El mismo Poncio Pilato pro- vincia oriental de Bitinia en el año 114, escribe a Trajano una
voco una autentica revuelta en Jerusalén al introducir a escondi- carta exponiéndole sus dudas sobre las numerosas acusaciones
das insignias militares con la imagen del emperador Tiberio, que tiene que resolver contra los cristianos. La forma que tenía
cuando otros procuradores antes que él nunca habían hecho tal de averiguar si un acusado era o no cristiano no era otra que
cosa por respeto a las costumbres judías. El pueblo insistió du- obligarle a elevar súplicas a las estatuas de los dioses y a la del
rante días para que Pilato las retirara. Éste, apostando soldados emperador (Epístolas, X, 96). La negativa suponía automática-
camuflados entre la muchedumbre, les amenazaba con la muer- mente la pena de muerte pues se incurría en un delito de lesa ma-
t~, ~<peroellos se echaron al suelo y descubrieron sus gargantas, jestad. Tertuliano (105-222) argumenta en contra de esta acusa-
dIcIend.o que antes preferían morir que admitir algo en contra de ción afirmando que, aun no considerando al emperador como un
sus sabias leyes. Pilatos, admirado de su firmeza y constancia en ¡
dios, los cristianos tienen a bien rezar por su salud, puesto que
la ?bservancia de la ley, ordenó que las imágenes fueran trans- así lo ordenan las Sagradas Escrituras (1 Tm 2, 1-2), pero que
fe,ndas de Jerusalén a Ce~area» (Flavio Josefo, Antigüedades ju- ellos además saben pedirla, y pueden lograrla porque saben tam-
dias, XVIII, 3, 1). El mismo Jesús, como judío, mostró su re- bién dónde pedirla, pues su salud «no se encuentra en unas ma-
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nos de plomo» (Tertuliano, Apologético, 29, 1-4). Otros autores entre las clases mejor acomodadas de las ciudades. En conse-"
como Celso, Lactancia o Minucia Félix señalan la aversión a las cuencia, y en este contexto de crisis y, por qué no, de compe-
imágenes y a los templos como uno de los signos distintivos de tencia, el cristianismo aceptó prácticas y costumbres, antes aje-
los cristianos 1, causa también del odio popular que se atrajeron. nas pero ahora necesarias para facilitar el proselitismo entre la
El mismo Minucia Félix, en su fingido diálogo Octavio (32, población. Entre ellas, la de imaginarse una representación ma- !~
1-3. s. 1Il), da la réplica a esta objeción: «¿Con qué fin vamos a terial de aquello que se venera, costumbre tan arraigada en el pa-
construir imágenes de Dios si, pensándolo bien, el propio hom- ganismo que resultaba prácticamente imposible oponerse a ella' j
bre es imagen de Dios?fi,Con qué fin vaya construir un templo Cuenta Eusebio de Cesarea (265-340) que el mismo emperador
'1 JSi todo este mundo, construido por él mismo, no sería suficiente Alejandro Severo (222-235) tenía en su capilla privada estatuas
para contenerle? [...] ¿Vamos a meter todo el poder de su ma- de Abraham, Orfeo y Cristo (Historia eclesiástica 6, 21, 3). El
jestad en el recinto propio de una capilla de dimensiones redu- Edicto de Milán promulgado por Constantino en el año 313 con-
cidas? ¿No es mucho mejor que le dediquemos como templo virtiendo al cristianismo en un culto permitido, y el promulgado
nuestra propia mente y que consagremos su presencia en nues- por Teodosio I en el 380 en Tesalónica aceptándolo como reli-
rtro corazón?». Argumentos evidentes de un culto prohibido, gión oficial, acabaron por empujarlo también a la influencia no
obligado a la clandestinidad de su fe y de sus manifestaciones siempre propicia del Estado romano. Evidentemente, el cristia-
materiales, en un mundo que le es declaradamente hostil, como nismo se benefició de esta protección y pudo apropiarse sin di-
1) lo fue el Estado romano de los siglos II y 1Il. Es así como la Igle-
ficultades de las festividades instauradas en honor del Sol, el as- I -\'
sia cristiana se identifica, no con un ente físico, el templo, sino tro rey divinizado por todas las civilizaciones anteriores. Así, el
con un sentimiento compartido, una reunión, o asamblea de cre- 25 de diciembre del 274 Aureliano inauguró un templo al Sol In-
yentes, que es lo que, en realidad, significaba el término griego victus, estableciendo el culto al Sol en Roma. Esa fecha, que
t!kklesía que le dio nombre. también celebraba el Dies Natalis Solis, el nacimiento del Sol,
La crisis que el mundo romano sufrió en el siglo III dio al se convierte en la fecha del nacimiento de Cristo. El domingo,
cristianismo su impulso definitivo. Efectivamente, la crisis eco- día del Sol, se convierte en el Dominica dies, en el Día del Se-
nómica y política provoca también una crisis en el sistema de ñor, fiesta oficial desde el 320. Incluso la identificación entre el
valores imperante. En un mundo que se derrumbaba, el panteón Sol y el emperador (nótese la etimología de sus nombres: Aure-
clásico no ofrecía ninguna esperanza de salvación, ni satisfacía liana, Heliogábalo) dará origen a la identificación entre Cristo y
las demandas de consuelo personal. Es la época de mayor acep- el So!'. Pero tuvo que admitir también la utilización de imáge-
1 I tación y difusión de cultos orientales: Osiris, Cibeles y Attis, nes sagradas en su culto. Como era lógico suponer, las primeras
Mitra y Jesucristo. Todos ellos ofrecían una salvación; asegura- representaciones oficiales son anicónicas, meros símbolos res-
ban que existía una vida después de la muerte más atractiva que catados de las catacumbas: la cruz y el crismón.ique aparecen en
la penosa existencia presente. El carácter protector del cristia- las monedas por primera vez hacia e1315. La religiosidad popu-
nismo le hacía, además, muy atractivo para la gran masa de la lar era, en la práctica, proclive a una representación figurativa
población, la más afectada por la quiebra del sistema esclavista más explícita. De hecho, al margen de la opinión oficial, ya en
romano. La filosofía neoplatónica y la búsqueda de un mono- la segunda mitad del siglo II comenzaron a aparecer pinturas en
teísmo que armonizara la multiplicidad de creencias en el seno las catacumbas con temas del Antiguo y del Nuevo Testamento,
del Imperio contribuyeron también a extender el cristianismo como el Sacrificio de Isaac, Daniel entre los leones, Jonás y la
I Celso, Discurso verdadero contra los cristianos, IV, 97. s. 11; Lactancio, 2 Basada además en textos neotestamentarios, dicha identificación tendrá
Sobre la muerte de los perseguidores, 2, 5 Y sigs.; Instituciones divinas, V, 8, 4. representaciones iconográficas, por ejemplo, en Quintanilla de las Viñas, del si-
s. I1I; Minucio Félix, Octavio, 8,4 Y 10, 1-2. s. IlI.
glo VI, y en el tapiz de la Creación de Gerona del siglo XI.
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ballena, la Adoración de los Magos o el Bautismo. Estos temas petirán hasta la saciedad hasta el Concilio de Trento: «Te alaba-'
narrativos coexistieron con otros cuyo contenido era más sim- mos por haber prohibido adorar las imágenes, aunque reproba-
bólico, como el crismón antes aludido, formado por la superpo- mos que las hayas destruido. Adorar una imagen es diferente de
sición de las dos primeras letras de Cristo en griego, X y P; el aprender lo que se debe adorar por medio de la pintura. [...] La
pez, como símbolo eucarístico o como anagrama de Cristo; el obra de arte tiene pleno derecho de existir, pues su fin no es ser
ancla, simbolizando la cruz o la esperanza, etc. Clemente de adorada por los fieles, sino enseñar a los ignorantes. Lo que los
Alejandría admitía este tipo de referencias indirectas a Cristo y doctos pueden leer con su inteligencia en los libros, lo ven los , ~
a la fe cristiana, pero seguía condenando la imagen antropomór- ignorantes con sus ojos en los cuadros. Lo que todos tienen que
fica de Jesús: «Si se representa un pescador, es para recordar a imitar y realizar, unos lo ven pintado en las paredes y otros lo
los apóstoles, y a las criaturas que ellos pescaron en el agua. leen escrito en los libros». La imagen tiene, pues, una función
Pero evitad la tentación de representar ídolos: está prohibido in- primordialmente didáctica que justifica su existencia. De hecho=.¡
cluso mirarlos» (Pedagogo, 3, 11, finales del siglo II). si el cristianismo triunfó y se convirtió en una religión de masas,
y Eusebio, obispo de Cesarea en el siglo IV y biógrafo de Cons- fue precisamente por aceptar la imagen como medio de difusión
tantino, escribe una carta a Constanza, hermana del emperador, de sus creencias entre la mayoría deTa población, pagana y anal-
negándose a proporcionarle una imagen de Jesús que le había fabeta, que abrazó la nueva fe. La imagen no sólo enseña e in-
~)pedido. Pero en las catacumbas aparecía también el Buen Pastor, forma, sino que puede, mejor que la palabra escrita, c~!a
figura alegórica de Jesús basada en numerosos textos neotesta- los fieles y orientar su comportamiento hacia los valores cristia-
mentarios (In 10, 1-16; 21, 15-18; Le 15,4-7; Mt 18, 12-14, nos. San Gregorio de Nisa escribe en el año 383 que no puede
etc.). El mismo Eusebio de Cesarea cuenta que Constantino hizo contemplar la escena del sacrificio de Isaac sin contener sus lá-
levantar en su nueva capital, Constantinopla, iglesias por do- grimas; Asterius, obispo de Amaseia en el siglo V, al describir el
quier, e hizo colocar en plazas, foros y fuentes la imagen del martirio de Santa Eufemia en Calcedonia, se interrumpe, pues
Cristo Buen Pastor. Así pues, de Iglesia espiritual, prohibida y «las lágrimas vienen a mis ojos y la tristeza interrumpe mi dis-
perseguida, pasó en el siglo IV a ser Iglesia material, privilegia- curso. El pintor ha pintado con tal claridad las gotas de sangre
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da y oficial. Adoptó la vieja basílica romana como modelo de que parecen resbalar de verdad de sus labios, y podrías alejarte
templo, y aceptó como necesaria la creación de una iconografía sollozando». Y San Juan Damasceno, principal defensor de las
propia. Quedaba la labor de justificar este cambio con respecto imágenes en pleno período iconoclasta en el siglo VIII, escribe
a las imágenes, y buscar en las Sagradas Escrituras textos que que «cuando no tengo libros, o mis pensamientos me torturan
revistieran de autoridad esta nueva actitud. No por todos bien por gustar de la lectura, me voy a la iglesia [...]. La frescura de
aceptada, el debate sobre la licitud o no de la imagen sagrada se las pinturas atrae mi mirada, cautiva mi vista [...], insensible-
desarrollaría entre los intelectuales, y seguramente también en la mente lleva mi alma a alabar a Dios [... J. Consideré el valor del
calle, unas veces de forma pacífica, y otras veces abiertamente mártir, la corona con la cual es recompensado, su ardor inflama
hostil, prácticamente hasta el siglo XVII. mi emulación,. caigo a tierra y rezo a Dios»jEn este sentido, se
recurría frecuentemente a comparar la figura del pintor con la ( c¡
del orador. En ambos casos se distingue el oficio y el fin. El ofi-
La imagen sagrada, una cuestión a debate cio es en uno la palabra y en otro la pintura, la imagen; el fin en
ambos será persuadir, emocionar, convencer. El Concilio de
San Gregorio Magno (540-604), en una carta remitida al Trento justificaba el uso de las imágenes «porque los milagros
obispo de Marsella, Sereno, condenó la destrucción de imágenes realizados por Dios a través de los santos y sus saludables ejem-
que éste había perpetrado en su diócesis. En esta carta se en- plos son puestos bajo los ojos de los fieles, a fin de que por ellos
cuentran los argumentos en defensa de las imágenes que se re- den gracias a Dios y conformen su vida y costumbres a imita-
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ción de los santos, y sean estimulados a adorar y amar a Dios y forma de idolatría, pues el pueblo, llevado por su ignorancia,
a practicar la piedad». El cardenal Paleotti concretaba en su Dis- daba al objeto lo que debía al verdadero Dios. Además señalaba
curso en torno a la imagen sagrada y profana (1582) que el fin cómo la defensa de la representación del Logos encamado incu-
de la imagen sagrada es mover a los hombres a la obediencia ha- rría en la misma herejía que Arrio o Nestorio, que también se-
cia Dios, así como inducirlos a la penitencia, a la piedad, a la ca- pararon y diferenciaron dos personas en Cristo, y que fueron
ridad, al desprecio del mundo y a otras virtudes, instrumentos condenados en los Concilios de Nicea (325) y de Éfeso (431)
todos para unir a los hombres con Dios. respectivamente: «Dado por supuesto, por tanto, que en la Pa-
La representación de Dios ha sido, sin embargo, el tema más sión la Divinidad permanece inseparable de éste (el cuerpo y el
controvertido y donde no servían los argumentos prácticos o di- alma de Cristo), ¿cómo es que estos absurdos hombres dividen
dácticos que podían justificar la pintura de santos, mártires o de la carne que ha estado unida con la Divinidad y ella misma di-
escenas bíblicas. Razones doctrinales debían amparar ahora la vinizada, e intentan representar una pintura como si fuera un
representación de la divinidad. Eusebio de Cesarea daba la cla- simple hombre? De esta manera caen en otro abismo de ilegali-
ve en su carta a Constanza cuando distinguía entre la naturaleza dad, es decir, por separar la carne de la divinidad, y por atribuir
divina de Cristo, que no se puede representar, y la humana, cuya a la carne una esencia separada y una persona distinta que ellos
belleza era tal, al participar todavía de la Persona Divina, que afirman representar, en consecuencia, añaden una cuarta perso-
ningún pincel podría expresarla. Sin embargo, la Encarnación de na a la Trinidad». Aprovechando la minoría de edad de Cons-
Dios, al tomar carne y forma humana, era susceptible de ser re- tantino VI, nieto del Coprónimo, la madre regente, Irene, pro-
presentada. Aunque la representación de Cristo en forma huma- movió la vuelta al culto a las imágenes en el 11Concilio de Nicea
na data de los primeros tiempos del cristianismo, no se recono- (787). En él se hacía la distinción entre ídolos e iconos, estable-
ció oficialmente hasta el año 692 en el Concilio Quinisexto de la ciendo la excomunión para quien llamase ídolos a los iconos. Si-
Iglesia Oriental, el cual, en el canon 82, renunciaba a represen- guiendo a San Juan Damasceno, que a su vez se basaba en el
tarle en forma de cordero, símbolo tradicional del redentor: «de- Pseudo Dioniso Areopagita (s. VI), justificaba las imágenes sa-
cretamos que el Cordero, Cristo nuestro Dios, que quita los pe- gradas como algo instituido por Dios mismo, dándonos copias,
cados del mundo, sea de ahora en adelante representado también a modo de prototipos corpóreos de los seres divinos, inmateria-
en forma humana [...] puesto que de este modo comprendemos les y espirituales, para que nuestra humana condición fuera ca-
la sublime humillación de la Palabra de Dios, y somos guiados paz de su contemplación y veneración. La verdadera adoración
así al recuerdo de Su vida en la carne, Su pasión y Su Muerte estaba reservada a Dios, y nunca el culto a las imágenes había
Salvadora, y de ello, la redención que ha venido al mundo». Y caído en idolatría, pues «quien venera una imagen, venera a la
fue en la Iglesia Oriental, en Bizancio, donde las reacciones fue- persona que ella representa». Los defensores de las imágenes in-
ron más virulentas. En el año 717 subía al trono León I1I, el sistirán en este tipo de argumentos, aun después de que León V
Isáurico; para contrarrestar el creciente poder y prestigio del el Armenio inaugurara en el año 815, en el Concilio de Santa So-
monaquismo oriental basado en el comercio de iconos y reli- fía, un nuevo período iconoclasta. Se prohibía la fabricación de
quias, prohibió en el 726 el culto a las imágenes y ordenó que- iconos, considerados inadecuados para el culto a Dios, pero se
mar y destruir todas las imágenes que había en Constantinopla. evitó expresamente el calificarlos de ídolos. El más importante
Según Paulo Diácono en su Historia Longobardum (s. VIII), a to- de esos defensores fue Teodoro Studita, que justificaba la repre-
dos los que se oponían los hacía mutilar o decapitar. En el año sentación de Cristo diferenciando entre imagen natural e imagen
730 estableció la pena capital para los adoradores de imágenes. imitativa. En la primera hay una diferencia de persona, pero no
Le sucedió en el trono su hijo, Constantino V, llamado el Co- natural, pues el Hijo procede del Padre. Por la segunda no hay
prónimo, el sucio, que organizó en el año 754 el Concilio de diferencia de persona, pero sí natural, pues ésta, la naturaleza de
Hiera. Allí se condenó la adoración de las imágenes como una Cristo, no procede del material o del soporte de la pintura. Así,
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«en el caso de la pintura imitativa y su modelo, esto es, de Cris- el Antiguo Testamento en numerosas ocasiones (Gn 1,26-27; 5,
to y su imagen, dado que la persona de Cristo es una y la mis- 1; 9, 6; Si 17, 3); además, Dios se mostró también a los profetas,
ma, la reverencia es aquí, además, la misma debido a la identi- especialmente a Daniel (Dn 7, 9-14) y a Ezequiel (Ez 1,4-28), y
dad de persona [...] entre Cristo y la imagen». Por ello no se también a San Juan Evangelista (Ap 1, 12-19; 4, 5), de tal ma-
incurre en idolatría, pues se venera no a la naturaleza de la ima- nera que si ellos pudieron describirlo, los artistas pueden repre-
gen, al material, sino a la persona representada, a Cristo. Quizá sentarlo. También Cristo, que es la impronta de Dios, e imagen
un poco enrevesado, pero es una buena muestra de las sutilezas del Padre, puede ser representado en forma humana (Hb 1, 3;
del pensamiento oriental, origen de las disputas cristológicas Rm 8, 29; Col 1, 15). Además de la Encamación del Verbo, esto
más complicadas de la Alta Edad Media. es, Jesús, aparecen también símbolos visibles de Dios, la palo-
También se recurría, en la defensa de las imágenes, al peso de ma y el cordero, que fueron utilizados en los primeros tiempos.
la tradición, a la antigüedad de su invención y uso en el seno del El noble oficio del arte está justificado también por cuanto
cristianismo. Argumentos de menor peso que los anteriores, pues que fue Dios mismo quien lo inventó; es el gran artífice. Fue el
se basaban en creencias legendarias no probadas. Por ejemplo, la primer escultor al modelar de una masa informe de barro al pri-
atribución al evangelista Lucas de iconos de la Virgen y de Cris- mer hombre y a los seres vivos (Gn 2, 7,19), y el primer pintor,
to, la invención del paño de la Verónica en el que Jesús dejó su pues la naturaleza, retrato de sí mismo, está dotada de luz y co-
imagen cuando se dirigía al Calvario, o ciertos relatos apócrifos, lor. «Así la arte del pintar parece haber también imitado a la na-
en especial los Hechos del Apóstol Juan (s. II), en el que un dis- turaleza universal que es Dios, ordenando que se hiciesen imá-
cípulo suyo, Licomedes, le hace un retrato; y la Vida de San Pan- genes, para mostrar la noticia y m~moria de sus originales»
cracio (s. VII), que ponía en boca del apóstol Pedro la orden (Pacheco, Arte de la pintura, 1649). El mismo consintió u orde-
expresa de hacer un retrato de Cristo. Focio, patriarca de Cons- nó la construcción de imágenes y altares que simbolizaran su
tantinopla en el siglo IX, aludía incluso al poder de la imaginación presencia y su gracia: el arca de Noé (Gn 6, 13-22; 7, 1-5), fi-
que recrea en imágenes lo que se lee o se oye para vincular los gura de la Iglesia cristiana que salva a todos los que se acogen a
Evangelios a las pinturas y preguntarse después: «¿alguien odia ella; el altar construido por Abraham en Canaán (Gn 12, 7); la
la enseñanza de las pinturas? Entonces, ¿por qué no ha rechaza- estela erigida por Jacob después de su sueño (Gn 28, 18-22); o
do previamente y odiado el mensaje de los evangelios?», la serpiente de bronce que colocó Moisés sobre un mástil para
Además de los argumentos ya expuestos, sólo quedaba una salvar al pueblo de la ira de Dios (Nm 21, 4-9; Sb 16, 5-7). Esa
cosa por hacer. Remitirse a la Biblia para encontrar pasajes que imagen existía todavía en tiempos del rey Ezequías (s. VII a. C.),
autorizaran la realización y el culto a las imágenes, y zanjar así que la hizo destruir, pues seguía siendo venerada como un ídolo
definitivamente la cuestión. El 11Concilio de Nicea las dio a co- (2 R 18, 3-4). San Juan Damasceno, en su De imaginibus ora-
nocer en su cuarta sesión. Esas referencias serán utilizadas y ci- tiones (s. VIII), veía en ella una prefiguración de Jesús que, por
tadas hasta el siglo XVII en los tratados de arte, cuando hubo que medio de la cruz, contrarresta el mordisco de la serpiente del Pa-
defenderlas de nuevo del ataque de la Reforma protestante. En raíso. Así mismo, Dios ordenó construir el santuario para el Arca
cuanto a la representación de Dios mismo, ya Celso, en su Dis- de la Alianza con toda su decoración y mobiliario (Ex 25-28) y
curso verdadero contra los cristianos (s. II), advertía una con- el templo de Salomón (1 R 5-6), revistiendo especial importan-
tradicción que podía justificarla: «Si los cristianos piensan que cia las imágenes de los querubines, no sólo como trono y sím-
no se pueden admitir imágenes divinas, porque Dios, como tam- bolo de Dios (Ex 25,18-22; 1 S 4,3-4; Sal 18, 11; 80, 2; 99, 1),
bién opinan los persas, no tiene forma humana, se contradicen sino porque contravenía claramente las leyes del Decálogo y jus-
de forma estrepitosa, ellos que declaran, por otra parte, que Dios tificaba, así, la materialización artística de lo divino.
hizo al hombre a su propia imagen y que le dio una forma pare- En Occidente, más permisivo y tolerante, la cuestión de la li-
cida a la suya» (IV, 98). Efectivamente esa expresión aparece en citud de la imagen sagrada no fue tan virulenta como en Bizan-
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, cio. San Agustín (s. v) las consideraba superfluas, pero no se
oponía a ellas; San Gregorio Magno (s. vi), en su carta al obispo
Sereno, las defendía por su valor didáctico; Gregorio 11(s. vnr)
El control de la imagen sagrada