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“Aún con más de 90 años mamá nos visita en Europa y va a nadar y se conmueve
con los bisnietos y aún escribe y nos manda mensajes electrónicos e imprime las
fotos digitales que le enviamos. Ahora más que nunca siente que puede ayudar a
incorporar a la sociedad a los niños de los barrios más pobres a través de la lectura
de lindos libros y de textos complejos. Ella no puede con su genio, está
comprometida por sus preciosos genes a vivir mucho y a producir lo más posible.
La vida de mamá es un ejemplo de lucha y logros no buscados como éxitos
personales”, dijo su hija Silvia Braslavsky, una química que vive en Alemania, en
2004, cuando le otorgaron a Berta el premio Golda Meir.
La vida y obra de la maestra Berta Braslavsky nos sirve para confirmar que no nos
hemos equivocado de camino, asumido por principio y convicción, de: Servir al
pueblo de todo corazón; porque hasta la muerte es dulce cuando uno lucha por los
demás. ¡Hasta pronto!