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SUMARIO

Abril 2017 | Tomo 105 / 4 (Nº 1.221)

ESTUDIOS
Teología de la parroquia.
Su estatuto eclesiológico
José Luis Cabria Ortega 295

Retos de una parroquia urbana


José ramón bustO saiz, sJ 313

Ser pastores y apóstoles en el mundo rural


en esta tierra y en este momento
Policarpo Díaz 325

La parroquia: de Belén a Betel.


Ideas creativas
para el futuro próximo y lejano
antonio ÁviLa 341

LA FAMILIA
Matrimonio entre creyente y no creyente.
Reflexiones jurídico-pastorales
Juan José etxeberria 357

LOS LIBROS
Recensiones 371
SalTerrae
Revista de Teología pastoral
de la Compañía de Jesús en España

Revista mensual de divulgación científica


sobre teología, Iglesia, sociedad, familia, psicología.

Fundada en 1912

ISSN: 1138 - 1094

Año 105
Número 1.221
ABRIL 2017
DIRECTOR:
José Ramón Busto Saiz, sj
Maldonado, 1 / E-28006 Madrid
Tfno.: + 34 915 759 848
E-mail: jrbusto@salterrae.es / revistasalterrae@salterrae.es

CONSEJO DE REDACCIÓN:
Antonio Allende (Editorial Sal Terrae)
Ana Berástegui Pedro-Viejo (Universidad Pontificia Comillas)
Junkal Guevara (Facultad de Teología de Granada)
Diego Molina (Facultad de Teología de Granada)
José Mª Rodríguez Olaizola (Editorial Sal Terrae)
Pedro Rodríguez Panizo (Universidad Pontificia Comillas)
Abel Toraño Fernández (Pastoral Universitaria - Salamanca)
Javier de la Torre (Universidad Pontificia Comillas)

COLABORADORES HABITUALES:
Dolores Aleixandre - Patxi Álvarez de los Mozos
Lola Arrieta - Adela Cortina - Cipriano Díaz Marcos
José Mª Fernández Martos - Jesús García Herrero
Joaquín García Roca - José Antonio García Rodríguez
Pedro José Gómez - José I. González Faus
Luis González-Carvajal - Juan Antonio Guerrero
Pablo Guerrero - Daniel Izuzquiza - Mariola López
Luis López-Yarto - Juan Manuel Martín Moreno
Xavier Melloni - Fernando Millán
Jon Sobrino - Gabino Uríbarri
Luis gOnzÁLez-CarvaJaL
Luces y sombras
de la cultura actual
Una guía moral
para moverse
por la modernidad tardía

232 págs.
P.v.P.: 14,95 €
una visión global, clara y amena de la realidad actual desde la perspecti-
va cristiana. el autor desgrana los rasgos característicos de la cultura ac-
tual y descubre sus luces y sombras: la mentalidad científico-técnica, la
secularización, las ansias de emancipación, del individualismo, la tole-
rancia, la mentalidad capitalista-burguesa, la fe en el progreso, la erótica
del cambio y la posmodernidad. Y si existen estudios específicos de cada
una de las temáticas abordadas por gonzález-Carvajal, el autor ofrece esta
visión de conjunto para orientarse en el mundo de hoy.

Apartado de Correos, 77 - 39080 Santander (ESPAÑA)


pedidos@grupocomunicacionloyola.com
293

PRESENTACIÓN

Las parroquias nacieron a finales del siglo iv ante la imposibilidad de


mantener el modelo de una iglesia con una sola eucaristía en cada ciu-
dad presidida por el obispo, al que ayudaban los presbíteros y los diáco-
nos. Con el aumento de los fieles cristianos, tras la libertad de la iglesia
alcanzada con el emperador Constantino, y con la extensión del cristia-
nismo a las zonas rurales, se hizo necesario que el obispo confiara a los
presbíteros presidir otras celebraciones eucarísticas, la administración de
algunos sacramentos, así como gestionar otros aspectos concretos de la
vida de las comunidades.
Con la reforma gregoriana del siglo xi, aparece el presbítero como el en-
cargado de la cura de almas y del servicio (diakonía). en los siglos xiv y
xv sufrirá una gran crisis que llevará, más tarde, a la reforma promovida
por el concilio de trento, junto con la reforma del clero y la creación de
los seminarios conciliares para su formación. el concilio vaticano ii pro-
pició una gran renovación de las parroquias en caso de que se viertan so-
bre ellas las líneas eclesiológicas y pastorales de sus grandes documentos.
el momento actual se caracteriza por un gran cambio cultural y religio-
so, especialmente en nuestro contexto social: indiferencia religiosa, secu-
larización, alejamiento de la iglesia, envejecimiento de los fieles y pres-
bíteros, vivencia rutinaria de la fe, falta de jóvenes; inercia pastoral... a
reflexionar sobre la situación actual de la parroquia y los desafíos socio-
culturales a los que ha de hacer frente está dedicado el presente número
de SAL TERRAE.
el primer trabajo, salido de la pluma de José Luis Cabria, aborda la iden-
tidad teológica y el estatuto eclesiológico de la parroquia teniendo como

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294 presentación

punto de referencia la eclesiología del Concilio vaticano ii y el magiste-


rio posconciliar.
José Ramón Busto parte de la definición de parroquia y de las funciones
del párroco contempladas en el Código de Derecho Canónico para pa-
sar revista al funcionamiento de las parroquias urbanas y los desafíos a
que se enfrentan en la actualidad.
Policarpo Díaz aborda los retos y las posibilidades que las parroquias ru-
rales ofrecen para la dimensión misionera de la iglesia a que nos impul-
sa y envía el papa Francisco. el mundo rural español, a pesar de estar des-
poblado y envejecido, ofrece oportunidades –y no solo como periferia
existencial– para abrir nuevos caminos de evangelización.
a Antonio Ávila, en un cuarto artículo dedicado a proponer ideas creativas
para el futuro, dos lugares bíblicos, belén y betel, le sirven para compren-
der el presente de la parroquia y para articular un proyecto de futuro en el
que conjugar dos elementos fundamentales: la parroquia como lugar de
presencia de Dios en un mundo secularizado, y la parroquia como el lugar
de la comunidad cristiana, en la que todos se sientan responsables del
anuncio del evangelio y de la marcha de la misma comunidad.
Finalmente, dentro de la serie dedicada a la familia, Juan José Etxeberria,
trata desde un punto de vista teológico, jurídico y pastoral el matrimonio
entre dos personas de las cuales solo una es creyente: cómo ha de ser la pre-
paración previa, qué requisitos mínimos han de pedirse para su admisión
al matrimonio canónico y, por último, cuál ha de ser el modo de acompa-
ñamiento que se les puede prestar para su vida conyugal y familiar.

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ESTUDIOS

TEOLOGÍA DE LA PARROQUIA.
SU ESTATUTO ECLESIOLÓGICO
José Luis Cabria Ortega*

Fecha de recepción: febrero de 2017


Fecha de aceptación y versión final: marzo de 2017

Resumen
La pregunta por la identidad teológica y el estatuto eclesiológico de la parroquia está
en la base de esta reflexión, que tiene como punto de partida la historia de esta en-
tidad eclesial, y como punto de referencia la eclesiología del Concilio Vaticano II y
el magisterio posconciliar. La perspectiva adoptada es teológico-sistemática, sin ol-
vidar las implicaciones jurídico-canónicas y pastorales que envuelven a la parroquia
hoy, llamada a una permanente renovación.
PaLabras CLave: Parroquia. eclesiología. Concilio vaticano ii. iglesia local.
Comunidad.
Theology of the parish.
Its ecclesiological essence
Abstract
The question of theological identity and ecclesiological essence of the parish is the
basis of this reflection, which begins with the history of this ecclesial entity and
takes the ecclesiology of the Second Vatican Council and the post-conciliar Magis-
terium as a point of reference. A theological-systematic perspective is adopted,

* Catedrático de teología sistemática. Facultad de teología del norte de españa.


sede de burgos. <jlcabria@gmail.com>.

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296 José luis cabria ortega

without sacrificing the juridical-canonical and pastoral implications that swathe


the parish of today that is summoned to perpetual renewal.

KeY WOrDs: Parish. ecclesiology. second vatican Council ii. Local Church.
Community

–––––––––––––––

«La parroquia es una determinada comunidad de fieles constituida de


modo estable en la iglesia particular, cuya cura pastoral (cura pastoralis),
bajo la autoridad del Obispo diocesano, se encomienda a un párroco,
como su pastor propio». así define el Código de Derecho Canónico de
1983 (can. 515, §1) la parroquia1. en su brevedad, quedan recogidos de
modo expreso, o simplemente aludidos, los principales elementos de la
identidad jurídico-teológica de la parroquia: 1) ante todo, la parroquia
es una comunidad de fieles estable; 2) se sitúa espacial y eclesialmente
dentro de la iglesia particular o local; 3) se halla bajo la autoridad del
obispo diocesano, que es quien la vincula de modo palpable con la igle-
sia universal, una y única; 4) el párroco, como fiel colaborador del obis-
po, al ser propuesto y nombrado por él, atestigua la presencia de un mi-
nisterio ordenado que garantiza la constitutiva estructura jerárquica de
toda la iglesia; 5) el párroco, que es el pastor de la comunidad, es el res-
ponsable de asegurar la asistencia (cura) pastoral en sus múltiples aspec-
tos (evangelización, sacramentos, orientación y guía espiritual, servicio
caritativo...), sin que ello signifique que él es el único agente de la pas-
toral y la vida parroquial.

1. Las siguientes siglas se utilizarán tanto en el cuerpo del texto como en las no-
tas a pie de página, seguidas del número correspondiente.
aa = COnCiLiO vatiCanO ii, Decreto Apostolicam actuositatem (1965).
CD = COnCiLiO vatiCanO ii, Decreto Christus dominus (1965).
ChL = Juan PabLO ii, exhortación apostólica postsinodal Christifideles laici (30
diciembre 1988).
CiC = Codex Iuris Canonici (1983)
Lg = COnCiLiO vatiCanO ii, Constitución dogmática Lumen gentium (1964)
sC = COnCiLiO vatiCanO ii, Constitución dogmática Sacrosanctum concilium
(1963).

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teología de la parroquia 297

al comparar esta descripción de parroquia con la que ofrecía el Código


de Derecho Canónico2 de 1917, se constata una evolución cuya explica-
ción hay que buscarla en la eclesiología subyacente, que no es otra que
la emanada del Concilio vaticano ii. Desde esta perspectiva conciliar es
desde donde abordaré el tema del estatuto eclesiológico de la parroquia,
como fundamento de una teología sobre ella3.

2. en el Código de Derecho canónico del año 1917 se precisaban los elementos por
los que se constituía una parroquia: «Divídase el territorio de cada diócesis en
partes territoriales, asignando a cada una de ellas su iglesia propia con su po-
blación determinada, y poniendo al frente de ellas a un rector especial como
pastor propio de la misma para la necesaria cura de almas».
3. en esta perspectiva, entre otros: a. bOrrÁs, La nueva parroquia, sal terrae,
santander 2009. F.g. brambiLLa, La parrocchia oggi e domani, Cittadella, assisi
2003. e. buenO De La Fuente, «teología de la parroquia»: Teología y cateque-
sis 28 (1988), 517-540. iD., Eclesiología, baC, madrid 1998, 111-115. e. bue-
nO De La Fuente – r. CaLvO Pérez, La Iglesia local, san Pablo, madrid 2000,
119-148. r. CaLvO Pérez, «Parroquia», en r. CaLvO (dir.), Diccionario del
animador pastoral, monte Carmelo, burgos 2005, 600-610. e. CasteLLuCi, La
famiglia di Dio nel mondo. Manuale di ecclesiologia, Citadella editrice, assisi
2008, 465-474. CeLam, La parroquia en el tercer milenio, Publicaciones Ce-
Lam, santa Fe de bogotá 1999. F. COCCOPaLmeriO, La parroquia, baC, ma-
drid 2015 (traducción de La parrocchia. Tra concilio Vaticano II e codice di di-
ritto canonico). Congreso «Parroquia evangelizadora», edice, madrid 1989,
91-126. s. DianiCh – s. nOCeti, Trattato sulla Chiesa, Queriniana, brescia
2002, 511–515. C. FLOristÁn, Para comprender la parroquia, editorial verbo
divino, estella (navarra) 1998. iD., Iglesia, comunidad de creyentes, sígueme,
salamanca 1999, 497-517. iD., «Parroquia», en C. FLOristÁn (dir.), Nuevo dic-
cionario de pastoral, san Pablo, madrid 2002, 1068-1079. W. KasPer, Iglesia
católica. Esencia, realidad, misión, sígueme, salamanca 2011, 408-414. a.
mastantuOnO, «Parroquia», en Diccionario de eclesiología, baC, madrid
2016, 1022-1033. J. Perea, Otra Iglesia es posible. Eclesiología práctica para cris-
tianos laicos, ediciones hoac, madrid 2010, 261-294. s. Pié-ninOt, Eclesiolo-
gía. La sacramentalidad de la comunidad cristiana, sígueme, salamanca 2007,
363-369. institutO suPeriOr De teOLOgía PastOraL, A vueltas con la parro-
quia, verbo Divino, estella (navarra) 2008.

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298 José luis cabria ortega

La parroquia, comunidad de fieles estable dentro de la Iglesia local

La vivencia inmediata de la fe se realiza en el espacio eclesial más cerca-


no, que suele ser, en la inmensa mayoría de los casos, la parroquia. Por
medio de la parroquia, el fiel cristiano que pertenece a ella se vincula ecle-
sialmente con la iglesia local y con la iglesia universal, una y única; de al-
gún modo, la parroquia se convierte en sacramento, signo y realización de
aquellas. Con ser una realidad eclesial muy concreta, la parroquia es, a un
tiempo, católica, en el doble sentido de universalidad e integridad: 1) la pa-
rroquia, abierta a la universalidad de la iglesia y del mundo, lleva a cabo la
tarea misionera y evangelizadora dentro de los límites y posibilidades de su
actuación; y 2) lo hace desde la custodia integral de la fe, la liturgia, los sa-
cramentos, el ministerio y demás medios de salvación.
Junto a la nota de catolicidad, también, en la parroquia se viven con in-
tensidad las otras propiedades (notas) esenciales de la iglesia. en la pa-
rroquia se fomenta y alienta la unidad (de fe, sacramentos, ministerio y
caridad). en la parroquia se vive la apostolicidad en sus diversas formas:
la apostolicidad ministerial (garantizada a través del párroco/presbítero,
que es colaborador directo del obispo, sucesor de los apóstoles); la apos-
tolicidad doctrinal y misionera (fidelidad a la enseñanza recibida de los
apóstoles y sus sucesores continuando la misión apostólica de ser testi-
monios vivos de la Pascua); y la apostolicidad existencial (vivir al estilo de
los apóstoles según el evangelio recibido de ellos). La santidad constitu-
ye la meta de toda acción parroquial y la motivación última del queha-
cer pastoral: familiaridad con el evangelio, apertura a Dios en la oración
comunitaria e individual, el compartir carismas que como dones del es-
píritu están al servicio de la iglesia y del mundo, la participación en la li-
turgia y los sacramentos, especialmente la eucaristía... son los medios
por los que la parroquia se santifica y, aun contando con pecadores,
muestra su santidad esencial y ontológica, de la que dan testimonio los
santos junto con la santísima virgen maría.
La parroquia es, pues, una verdadera cristalización de la iglesia que con-
fesamos en el Credo como una, santa católica y apostólica.
Parecería que la parroquia suplantara o se solapara con la iglesia local; sin
embargo, la realidad es que la parroquia es una concreción circunscrita y

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teología de la parroquia 299

realización estable de la iglesia local, dentro de la cual adquiere todo su


valor eclesiológico. Dicho de otro modo, la parroquia es una entidad
eclesiológicamente subordinada a la Iglesia local4, puesto que no posee la
totalidad de los elementos eclesiológicos que constituyen a una iglesia,
como el ser presidida por un obispo y, por ende, no poder administrar la
totalidad de los sacramentos (algunos de ellos tienen al obispo como mi-
nistro) ni participar de la plenitud del sacerdocio; no posee la totalidad
de ministerios y carismas, como tampoco integra (necesariamente) la to-
talidad de modos existenciales de vida cristiana (la vida consagrada está
ausente de muchas parroquias).
Dentro de la iglesia local se insertan, como parte esencial suya, las pa-
rroquias y otras comunidades de vida cristiana. más aún, la iglesia local
se realiza en las parroquias y a partir de ellas (in et ex paroeciis), aunque
ciertamente no de modo exclusivo, ya que en la iglesia local se dan otras
formas de comunidad cristiana que también la realizan. entre la iglesia
local y la parroquia existe una diferencia eclesiológica cualitativa, puesto
que solo de las iglesias locales se puede afirmar que están «formadas a
imagen de la iglesia universal», la «constituyen», y en ellas «está y obra la
iglesia de Cristo» (Lg 23). De la parroquia se podrá afirmar su plena
identidad eclesiológica – más allá de su mera consideración pastoral5– en
tanto en cuanto mediada por la iglesia local.
La parroquia es, pues, una realidad eclesial dependiente6 de otras estruc-
turas eclesiales, como son la iglesia local y la iglesia universal, de las cua-

4. Cf. s. Pié-ninOt, Eclesiología. La sacramentalidad de la comunidad cristiana,


sígueme, salamanca 2007, 368.
5. Cf. a. mastantuOnO, «Parroquia», en Diccionario de eclesiología, baC, ma-
drid 2016, 1027-1028. e. buenO De La Fuente – r. CaLvO Pérez, La Igle-
sia local, san Pablo, madrid 2000, 127-131.
6. «La parroquia es la realidad espiritual y social que Cristo opera por su presen-
cia sacramental y apostólica en una comunidad local observable, con sus miem-
bros, sus funciones, sus actividades, sus relaciones, que es mediación represen-
tativa de la obra salvadora de Cristo... Con una diferencia clave respecto de la
iglesia local: la parroquia realiza parcialmente y en dependencia lo que realiza la
iglesia local diocesana» (J. Perea, Otra Iglesia es posible. Eclesiología práctica
para cristianos laicos, ediciones hoac, madrid 2010, 279).

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300 José luis cabria ortega

les es manifestación legítima, aunque sea como una actualización con-


creta, básica, sucinta. así lo ponen de manifiesto tanto el origen históri-
co de la parroquia como su condición de «ser una parte»7 de la diócesis,
«dentro y después» de la cual se constituye. Y ello, entre otras razones, por-
que la parroquia, en sus orígenes, nació como descentralización de la dió-
cesis/Iglesia local y se fue estableciendo como entidad eclesial estable muy
lentamente, al ritmo de los tiempos, al ser adjudicada una porción de la
iglesia local a un presbítero/pastor/párroco por parte del obispo diocesa-
no; dicho de otro modo, las parroquias no hacen a la iglesia local, sino
al revés: la parroquia nace de la iglesia local. La iglesia local es histórica-
mente anterior a la parroquia y, por ende, también lo es teológicamente.

Siguiendo las enseñanzas del Concilio Vaticano II


¿Cómo es categorizada la parroquia por los textos conciliares?8 si nos ate-
nemos a la nomenclatura, encontramos que el Concilio vaticano ii uti-
liza diversos apelativos para referirse a la parroquia. todos son muy sig-
nificativos a nivel eclesiológico. así, la parroquia es «grupo de fieles»9,
«congregación de fieles»10, «familia eclesial»11, «porción de grey del se-
ñor»12, «iglesia universal visible en un lugar»13, «comunidad local»14, «cé-
lula de la diócesis»15.

7. «el vínculo intrínseco con la comunidad diocesana y con su Obispo, en co-


munión jerárquica con el sucesor de Pedro, asegura a la comunidad parroquial
la pertenencia a la iglesia universal. se trata, por tanto, de una pars dioecesis ani-
mada por un mismo espíritu de comunión, por una ordenada corresponsabili-
dad bautismal, por una misma vida litúrgica, centrada en la celebración de la
eucaristía, y por un mismo espíritu de misión, que caracteriza a toda la comu-
nidad parroquial» (COngregaCión Para eL CLerO, El presbítero, pastor y guía
de la comunidad parroquial, instrucción n. 18 (edice, madrid 2002, 36).
8. Cf. F. COCCOPaLmeriO, «il concetto di parrocchia nel vaticano ii»: Scuola cat-
tolica 106 (1978), 123-142.
9. sC 42: «Fidelium coetus». F. COCCOPaLmeriO, «il concetto di parrocchia nel
vaticano ii»: Scuola Cattolica 106 (1978), 127-128, 129-131.
10. Lg 26: «Congregatio fidelium».
11. aa 10: «Familia ecclesiastica».
12. Lg 28: «Portio gregis dominici».

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teología de la parroquia 301

vista en su conjunto, la terminología elegida por el Concilio para refe-


rirse a la parroquia apunta en una doble dirección. Por un lado, la pa-
rroquia es definida como grupo, congregación, grey, comunidad o fami-
lia de fieles cristianos. De este modo queda de manifiesto el aspecto
constitutivo esencial de la parroquia: está formada por personas que han
aceptado la vida cristiana y se constituyen como un grupo estable con la-
zos que van más allá de la simple (y sola) participación en una misma fe
dentro de un espacio (territorio) determinado. entre quienes pertenecen
a una parroquia existe un vínculo que se manifiesta en la fidelidad de per-
tenencia a «la grey del señor» y en la unión que ella propicia; unión que
podemos calificar como comunidad. La fe común y la vinculación al mis-
mo señor vivida de un modo grupal y comunitario, al modo de una fa-
milia, está en la base del concepto de parroquia propuesto por el vatica-
no ii. ahora bien, una comunidad de fieles cristianos establecida en un
lugar no es, sin más, una parroquia. De ahí el segundo aspecto que apa-
rece indicado en la terminología vaticana: la relación tanto con la iglesia
local como con la iglesia universal, de las que, por una parte, es «por-
ción» y, por otra, es su «visibilidad en un lugar»16. aparecen así dos ele-
mentos muy necesarios para clarificar la noción de parroquia.
Por lo que se refiere al primero, con el concepto de «porción» (expresión
que se recoge también en Christus dominus, 11) se quiere indicar que, aun
no siendo toda la iglesia (en su totalidad), sí está en ella el todo de la mis-
ma, pues, siendo una porción, no es algo distinto de ella; tampoco es una
mera parte (fragmentaria), es la misma iglesia en su esencia. en este senti-
do puede ser aclaratorio el texto de Lumen Gentium 26 cuando afirma:
«En estas comunidades, aunque sean frecuentemente pequeñas y po-
bres o vivan en la dispersión, está presente Cristo, por cuya virtud se
congrega la Iglesia una, santa, católica y apostólica».

13. Lg 28: «Ecclesiam universalem in suo loco vivibilem faciunt».


14. aa 30: «In locale communitate paroeciae»
15. aa 10: «Dioecesis, cuius paroecia velut cellula est».
16. s. Pié-ninOt (Eclesiología. La sacramentalidad de la comunidad cristiana, sí-
gueme, salamanca 2007, 368) señala muy acertadamente esta mutua y simul-
tánea vinculación entre parroquia, iglesia local e iglesia universal.

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302 José luis cabria ortega

esta idea de que se trata de la misma y única iglesia que se congrega y


actualiza en la parroquia queda ratificada en la comparación de la parro-
quia con una «célula» de la diócesis17. si se entiende por «célula» una par-
te viva de un organismo mayor, quedará resaltada la identidad esencial,
de la parroquia, en cuanto realidad eclesial (menor) con respecto a la
diócesis (mayor), al tiempo que se insinúa la dependencia vital de aque-
lla respecto de esta: la parroquia no es una realidad eclesial completa,
sino que está en referencia permanente a la iglesia local. si se prefiere la
definición de célula como una «unidad fundamental de los organismos
vivos» de tamaño mínimo (rae), entonces se pondría más de manifies-
to que la parroquia, en su pequeñez, es una expresión/acontecimiento
vivo de la iglesia: es iglesia misma realizada, actual, inmediata.
el segundo elemento implicado en la noción conciliar de parroquia es la
«visibilidad». así lo podemos encontrar, por ejemplo, en la Constitución
dogmática sobre la iglesia, Lumen Gentium, 28:
«Los presbíteros... en cada una de las congregaciones locales de fieles
representan al Obispo, con el que están confiada y animosamente
unidos, y toman sobre sí una parte de la carga y solicitud pastoral y
la ejercen en el diario trabajo. ellos, bajo la autoridad del Obispo,
santifican y rigen la porción de la grey del Señor a ellos encomenda-
da, hacen visible en cada lugar a la Iglesia universal y prestan eficaz
ayuda en la edificación de todo el Cuerpo de Cristo (cf. ef 4,12)».
La parroquia es, pues, la que hace «visible en cada lugar» a la iglesia uni-
versal a través de la «porción de pueblo de Dios» que ha sido confiada a un
obispo (iglesia local), quien, a su vez, encomienda pequeñas «congrega-
ciones locales» (parroquias) a sus presbíteros (párrocos). hay una triple es-
pecificidad de la misma realidad eclesial: 1) Iglesia universal (Cuerpo de
Cristo); 2) Iglesia local (porción de la grey del señor confiada a un obispo);
3) parroquia (pequeña congregación de fieles confiada a presbíteros/párro-
co). igualmente hay una doble mediación: el obispo y el presbítero (en re-
presentación y en unidad con el obispo) (cf. CiC 529,2).

17. «[Los laicos] cultiven sin cesar el sentido de diócesis, de la que la parroquia es
como una célula, siempre prontos a aplicar también sus esfuerzos en las obras
diocesanas a la invitación de su Pastor» (aa 10).

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teología de la parroquia 303

Con idéntico sentido podemos leer la Constitución sobre la sagrada li-


turgia, Sacrosanctum concilium, 42, cuando afirma que las parroquias
(comunidades locales de fieles bajo un pastor representante del obispo)
hacen «visible en un lugar» a la iglesia local (la iglesia del obispo) y, en
cierto modo (quodammodo), a la iglesia universal (extendida y constitui-
da por todo el mundo), a la que «representan»:
«Como no le es posible al Obispo, siempre y en todas partes, presi-
dir personalmente en su iglesia a toda su grey, debe por necesidad
erigir diversas comunidades de fieles. entre ellas sobresalen las pa-
rroquias, distribuidas localmente bajo un pastor que hace las veces
del Obispo, ya que de alguna manera representan a la Iglesia visible
establecida por todo el orbe (nam quodammodo repraesentant Eccle-
siam visibilem per orbem terrarum constitutam)»18.
el Decreto sobre el apostolado de los laicos, Apostolicam actuositatem, 10,
señala la vinculación de la parroquia con la iglesia universal o, mejor, con
«la universalidad de la iglesia»:
«La parroquia ofrece un ejemplo luminoso de apostolado comuni-
tario, fundiendo en la unidad todas las diferencias humanas que allí
se dan e insertándolas en la universalidad de la iglesia (Ecclesiae uni-
versalitati inserens)»19.
así mismo, el Decreto sobre la actividad misionera de la iglesia, Ad gen-
tes divinitus, 37, indica cómo la iglesia universal (Pueblo de Dios) se hace
visible en las diócesis y en las parroquias:
«viviendo el Pueblo de Dios en comunidades, sobre todo diocesanas y
parroquiales, en las que de algún modo se hace visible, a ellas corres-
ponde también dar testimonio de Cristo delante de las gentes».

18. Con más claridad afirmará posteriormente Christifideles laici: «La comunión
eclesial, aun conservando siempre su dimensión universal, encuentra su expre-
sión más visible e inmediata en la parroquia. ella es la última localización de la
Iglesia» (ChL 26).
19. en el número 30 de Apostolicam actuositatem se afirma: «es necesario, además,
educar a los niños para que, rebasando los límites de la familia, abran su alma
a las comunidades, tanto eclesiásticas como temporales. sean recibidos en la co-
munidad local de la parroquia, de suerte que adquieran en ella conciencia de que
son miembros activos del Pueblo de Dios».

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304 José luis cabria ortega

en los dos textos de las constituciones conciliares (Lg y sC) se pone de


manifiesto explícitamente el dato de la territorialidad o localización de la
parroquia como uno de sus elementos determinantes20. el aspecto terri-
torial de la parroquia está en sus mismos orígenes, puesto que fue la im-
posibilidad del obispo de estar «siempre y en todas partes» lo que llevó a
erigir comunidades de fieles circunscritos a un lugar, entendiendo que el
lugar es más un medio que se utiliza para individuar y singularizar a cada
parroquia que un componente esencial de la parroquia en sí, como si
fuera una conditio sine qua non. Conviene observar que, antes y por en-
cima del lugar, lo que define a una parroquia es su condición de ser «por-
ción del pueblo de Dios» y ser «comunidad de fieles». en cuanto es «por-
ción del pueblo de Dios», se garantiza la condición e identidad eclesial
de la parroquia; en cuanto es «comunidad de fieles», se subraya la di-
mensión dinámica de la parroquia, dado que la comunidad supone una
interacción de personas (no solo de estructuras) vinculadas por la misma
fe y fidelidad en ella. hay, pues, una subordinación del lugar a la comu-
nidad. Y será precisamente esta consideración la que permita entender
que puedan establecerse otras formas de parroquia que no se circunscri-
ban estrictamente a un territorio geográfico. existen, de hecho, parro-
quias personales (cf. CiC 518)21. Por otra parte, el concepto de «territo-
rio» se está ampliando para ser considerado no solo en el modo espacial,
sino en un sentido cultural y antropológico. tal ampliación viene deter-
minada en nuestro contexto más inmediato por el cambio de horizonte:
hoy estamos tendiendo a dejar de ser «sedentarios» para convertirnos en
una sociedad eminentemente nómada.

20. «La territorialidad de la parroquia, aunque con la flexibilidad oportuna, con-


serva su importancia. esta territorialidad favorece la visibilidad de la iglesia, su
carácter público, la continuidad de la misma, la apertura a todos y a todas las
situaciones humano-religiosas» (Congreso «Evangelización y hombre de hoy»,
edice, madrid 1986, 182; también en 115-117). el territorio también enten-
dido como lugar de misión-evangelización, cf. Congreso «Parroquia evangeliza-
dora», edice, madrid 1989, 115-117.
21. Cf. CeLam, La parroquia en el tercer milenio, Publicaciones CeLam, santa Fe
de bogotá 1999, 15.

Sal Terrae | 105 (2017) 295-311


teología de la parroquia 305

a la luz de los textos que venimos comentando ha aparecido un tercer ele-


mento esencial de la noción de parroquia: el presbítero, que es pastor de la
misma y «hace las veces» del obispo («vices gerente espiscopi»). a este pro-
pósito, dos son los puntos a señalar: en primer lugar, la necesidad del mi-
nisterio ordenado en la parroquia, quien, como colaborador directo del
obispo (cf. Lg 28), lo representa. De este modo, por medio del presbí-
tero/párroco se garantiza tanto la apostolicidad como la constitución je-
rárquica que acompaña a la iglesia (según el capítulo iii de Lumen gen-
tium) y, por extensión, a toda comunidad eclesial. también así, se sale al
paso de una consideración de la comunidad como mero conjunto de fie-
les, sin ninguna referencia al ministerio jerárquico. en segundo lugar, el
presbítero está llamado a realizar un servicio pastoral dentro de la parro-
quia, entendido como «cuidado de las almas de una parte determinada de
la diócesis, bajo la autoridad del Obispo» (CD 30). este ministerio pas-
toral ha de ser considerado, en un sentido amplio, en continuidad con
el modo en que el obispo ejerce su triple ministerio («tria munera»): «en-
señar, santificar y regir de tal forma que los fieles y las comunidades pa-
rroquiales se sientan, en realidad, miembros tanto de la diócesis como de
toda la iglesia universal» (CD 30). así es como se garantiza la vivencia
de la martyría, leiturgía y diakonía en la parroquia, como actuaciones bá-
sicas de toda la iglesia22 y que expresan su «naturaleza íntima»23. La ad-
ministración pastoral en una parroquia puede ser encomendada a un lai-
co o a un consagrado, si bien siempre ha de estar vinculada a un presbítero,
que realizará los oficios propios de su sacerdocio24, especialmente presi-

22. «Otro elemento básico de la noción de parroquia es la cura pastoral o cura de


almas, propia del oficio de párroco, que se manifiesta principalmente en la pre-
dicación de la Palabra de Dios, en la administración de los sacramentos y en la
guía pastoral de la comunidad (cf. Concilio de trento, Sesión XXIV, can. 18;
CD 30). en la parroquia, ámbito de la cura pastoral ordinaria» (COngrega-
Ción Para eL CLerO, El presbítero, pastor y guía de la comunidad parroquial, ins-
trucción n. 19 (edice, madrid 2002, 38). también se suele utilizar la termi-
nología conciliar de misión profética, sacerdotal y real: cf. J. bestarD,
Corresponsabilidad y participación en la parroquia, PPC, madrid 1995, 59.
23. beneDiCtO xvi, Carta encíclica Deus caritas est, 25 (25 de diciembre de 2005).
24. Cf. COngregaCión Para eL CLerO, El presbítero, pastor y guía de la comunidad
parroquial, instrucción, n. 20 (edice, madrid 2002, 40).

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306 José luis cabria ortega

dir la eucaristía, en torno a la cual se constituye el centro de la vida ecle-


sial, y, por ende, de la parroquia:
«Procuren los párrocos que la celebración del sacrificio eucarístico
sea el centro y la cumbre de toda la vida de la comunidad cristiana,
y procuren, además, que los fieles se nutran del alimento espiritual
por la recepción frecuente de los sacramentos y por la participación
consciente y activa en la liturgia» (CD 30).

en esta misma línea, el papa san Juan Pablo ii ha definido teológicamen-


te a la parroquia como «comunidad eucarística»: «La parroquia está funda-
da sobre una realidad teológica, porque ella es una comunidad eucarística.
esto significa que es una comunidad idónea para celebrar la eucaristía, en
la que se encuentran la raíz viva de su edificación y el vínculo sacramental
de su existir en plena comunión con toda la iglesia» (ChL 26).
en síntesis, la parroquia en el Concilio vaticano ii se presenta como una
realización eclesiológica, como una forma de vivir y expresar la pertenen-
cia a la iglesia (local y universal) desde la lógica de comunión. a saber, la
pertenencia a la parroquia solo es posible siendo comunidad, es decir, es-
tando en comunión unos con otros a partir y en virtud de la primigenia
comunión con Dios Padre, por medio de Jesucristo, en la fuerza del es-
píritu santo. La parroquia, a su vez, solo existe en comunión con otras
parroquias y formas de vida cristiana y en comunión con la iglesia local
de la que forma parte (territorialmente) y depende (eclesiológicamente).
La iglesia local tiene, igualmente, su razón de ser y de existir en la comu-
nión con las otras iglesias locales (communio ecclesiarum), junto con las
cuales, en y a partir de las cuales subsiste la iglesia universal (Lg 8). es-
tos tres niveles de comunión no son sucesivos, sino simultáneos; no son de
carácter diacrónico, sino sincrónico: son formas diversas de realización
eclesial de la única iglesia de Jesucristo. esta simultaneidad de comunión
es la que propicia que, perteneciendo a una parroquia, se pertenezca –y
visibilice a un tiempo– la iglesia local y la universal; más aún, la forma
más común y extendida de pertenecer a la iglesia es a través de la parro-
quia. he ahí su fundamento eclesiológico: es una realización local de la
Iglesia una, santa católica y apostólica. en este sentido, con palabras de
salvador Pié ninot, podemos concluir:

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teología de la parroquia 307

«La pertenencia a la parroquia es el grado más inmediato de perte-


nencia a la iglesia, pues la parroquia existe solo en relación de co-
munión con otras formas de realización de la misma iglesia. en ella
la misma Palabra viene anunciada y escuchada, la misma eucaristía
celebrada, y el mismo ministerio ejercido, elementos que hacen po-
sible que en este lugar se reúna el pueblo de Dios como signo e ins-
trumento de comunión (cf. Lg 26). De ahí que, siendo la diócesis
primariamente la realización local de la iglesia, la parroquia como
articulación territorial de la diócesis es también una realización lo-
cal de la iglesia (cf. Lg 28; aa 30); aunque de forma subordinada,
dado que la diócesis es la condición de posibilidad de la existencia
de la parroquia (cf. sC 42)»25.

A la escucha del magisterio posconciliar


La enseñanza conciliar ha marcado las pautas de la teología de la parro-
quia. es el referente fundamental. también el magisterio de los papas ha
incidido en la importancia teológico-pastoral de la parroquia, así como
las distintas conferencias episcopales nacionales o continentales.
De clara orientación pastoral cuando aluden a la parroquia son, por
ejemplo, las Conferencias generales del episcopado Latinoamericano
[CeLam]: río de Janeiro (1955), medellín (1968), Puebla (1979), san-
to Domingo (1992), aparecida (2007)26, así como las exhortaciones
postsinodales continentales de san Juan Pablo ii: Iglesia en África (1995),
América (1999), Asia (1999), Oceanía (2001), Europa (2003); las de be-
nedicto xvi: Africae munus (segundo sínodo sobre África, 2011) e Igle-
sia en Oriente Medio (2012); y la exhortación apostólica de Francisco,
Evangelii gaudium (2013)27.

25. s. Pié-ninOt, Eclesiología. La sacramentalidad de la comunidad cristiana, sí-


gueme, salamanca 2007, 368.
26. Cf. Río de Janeiro, 55, 59; Medellín, 15-16; Puebla, 631-633, 649-650; Santo
Domingo, 58; Aparecida, 304-306. Cf. CeLam, La parroquia en el tercer mile-
nio, Publicaciones CeLam, santa Fe de bogotá 1999, especialmente 28-41.
27. referencias a la parroquia se encuentran en los números que a continuación se

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308 José luis cabria ortega

una especial profundización en el sentido teológico de la parroquia la


encontramos en la exhortación postsinodal Christifideles laici del papa
Juan Pablo ii, fruto del sínodo de obispos del año 1988 sobre los laicos,
y en la exhortación Evangelii gaudium de Francisco.
a partir de la etimología griega de parroquia (paroikía), término deriva-
do de «pará-oikía» («junto a las casas»), el texto de Christifideles laici de-
fine a la parroquia como «la última localización de la iglesia; es, en cier-
to sentido, la misma Iglesia que vive entre las casas de sus hijos y de sus hijas
(cf. sC 42)» (ChL 26) y, por ello, la parroquia «vive y obra profunda-
mente injertada en la sociedad, humana e íntimamente solidaria con sus
aspiraciones y dramas» (ChL 27). La identificación entre «localización
(lugar) de la iglesia» y «casa donde viven los cristianos» contribuye a dar
un sentido más antropológico que espacial al territorio parroquial, en-
tendido como casa, hogar, lugar de convivencia, historia compartida, es-
tilo y cultura, comunión. Desde esta perspectiva entendemos el párrafo
siguiente:
«La parroquia [...tiene una] originaria vocación y misión: ser en el
mundo el “lugar” de la comunión de los creyentes y, a la vez, “signo e
instrumento” de la común vocación a la comunión; en una palabra,
ser la casa abierta a todos y al servicio de todos; o, como prefería lla-
marla el papa Juan xxiii, ser la fuente de la aldea, a la que todos
acuden para calmar su sed» (ChL 27).
La parroquia, sea en su pequeñez y pobreza (material y personal), sea en su
amplitud y dispersión, es descrita en «su verdadero rostro», que no es otro
que «el “misterio” mismo de la Iglesia presente y operante en ella» (ChL 26).
en este sentido, la parroquia no puede ser, sin más, «una estructura, un
territorio, un edificio»; hay otros elementos que la definen y que Christifi-
deles laici (26-27) señala concisamente:
– La parroquia es «la familia de Dios, como una fraternidad animada
por el espíritu de unidad».

indican: Ecclesia in Africa, 89, 100; Ecclesia in America, 41; Ecclesia in Asia, 25;
Ecclesia in Oceania, 13, 19; Ecclesia in Europa, 19, 24-25, 32; Africae munus, 133;
Ecclesia in Medio Oriente, 12, 49, 53; Evangelii gaudium, 28, 29, 63, 107, 175.

Sal Terrae | 105 (2017) 295-311


teología de la parroquia 309

– La parroquia es «una casa de familia, fraterna y acogedora»28.


– La parroquia es la «comunidad de los fieles»29.
– La parroquia es una «comunidad eucarística».
– La parroquia es una «comunidad de fe».
– La parroquia es una «comunidad orgánica» de ministros ordenados y
demás cristianos.
– La parroquia es una realidad eclesial con una «misión indispensable y
de gran actualidad» que, en palabras del papa Pablo vi, se concreta
en estos aspectos:
«Crear la primera comunidad del pueblo cristiano; iniciar y congre-
gar al pueblo en la normal expresión de la vida litúrgica; conservar
y reavivar la fe en la gente de hoy; suministrarle la doctrina salva-
dora de Cristo; practicar en el sentimiento y en las obras la caridad
sencilla de las obras buenas y fraternas»30.
el papa Francisco, en Evangelii gaudium 28, tras citar el número 26 de
Christifidelis laici, recuerda otros aspectos igualmente significativos sobre
la identidad teológica de la parroquia, que, además de ser «presencia ecle-
sial en un territorio», es «comunidad de comunidades», ámbito y santuario
de vida cristiana y comunidad misionera y evangelizadora:
«La parroquia es presencia eclesial en el territorio, ámbito de la escu-
cha de la Palabra, del crecimiento de la vida cristiana, del diálogo,
del anuncio, de la caridad generosa, de la adoración y la celebración.
a través de todas sus actividades, la parroquia alienta y forma a sus
miembros para que sean agentes de evangelización. es comunidad de
comunidades, santuario adonde los sedientos van a beber para seguir
caminando, y centro de constante envío misionero».
Dado el carácter eminentemente pastoral de su exhortación, el papa
Francisco advierte en ese mismo número del peligro de que la parroquia
«se convierta en una prolija estructura separada de la gente o en un gru-

28. Cf. Juan PabLO ii, exhortación apostólica Catechesi tradendae, 67.
29. Cf. CiC, can. 515,1.
30. PabLO vi, Discurso al Clero romano (24 Junio 1963): AAS 55 (1963) 674. Ci-
tado en ChL 26.

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310 José luis cabria ortega

po de selectos que se miran a sí mismos», al tiempo que anima a que sea


«capaz de reformarse y adaptarse continuamente», de permanecer abier-
ta a una «revisión y renovación» constante, desde su «gran plasticidad» y
«docilidad a la creatividad misionera». solo así, las parroquias estarán
«más cerca de la gente» y serán «ámbitos de viva comunión y participa-
ción» y orientadas «completamente a la misión». es decir, solo volvien-
do a su identidad teológica podrá la parroquia cumplir su cometido y su
razón de ser.

A modo de recapitulación y propuesta

a la luz de las enseñanzas conciliares y posconciliares, la teología de la


parroquia adquiere una fundamentación indiscutible. aunque es la pers-
pectiva pastoral (sin olvidar la canónica) la que prima en la reflexión so-
bre la parroquia, es su consideración eclesiológica la que aporta su razón
de ser. en otras palabras, una pastoral parroquial ha de basarse en una
teología de la parroquia. Desde este punto de vista, podemos señalar al-
gunas líneas transversales.
en primer lugar, la identidad eclesiológica de la parroquia: es una reali-
zación local de la Iglesia local y, en virtud del principio de comunión, es
una actualización concreta de la Iglesia universal; es, por tanto, encarna-
ción de la iglesia, es iglesia: la parroquia «encarna, en cada lugar concre-
to, el acontecimiento de gracia que es la iglesia»31.
en consecuencia, y en segundo lugar, la parroquia participa en su ser y
actuar de las implicaciones teológico-pastorales de una iglesia que es
Pueblo de Dios, Cuerpo de Cristo, templo del espíritu y sacramento de
comunión. no es necesario buscar otras tareas y cometidos específicos
para la parroquia; simplemente, habrá que concretar, según las circuns-
tancias de tiempo, lugar, cultura e historia, posibilidades y realidades,
cómo actualizar su condición de tales. De ahí nace la urgencia, por citar
solo unos ejemplos, de que en toda parroquia:

31. Congreso «Parroquia evangelizadora», edice, madrid 1989, 302.

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teología de la parroquia 311

1) se viva la convicción de igualdad de pertenencia al Pueblo de Dios,


aun con carismas y vocaciones diversas, y se tome conciencia de la
condición peregrina (ni asentada, ni desesperanzada) de la vida pa-
rroquial, que conlleva una implicación efectiva en la misión evange-
lizadora universal en el marco de su contexto (lugar) como partici-
pación responsable y corresponsable;
2) se constituya como Cuerpo de Cristo a través de la comunión euca-
rística, haciendo de la celebración de la eucaristía (y de los demás sa-
cramentos y oraciones) el centro de su vida litúrgica y el fundamen-
to de su acción caritativa en favor de los pobres y necesitados;
3) se abra a la acción del espíritu, para que este habite en ella como en su
casa, y se deje renovar constantemente en sus estructuras, instituciones
y funcionamiento, con el fin de revitalizarse, pues, sin ser de verdad lu-
gar (Templo) del Espíritu, la parroquia no podrá contagiar la alegría
pascual de creer, ni el don del amor que crea y expresa la comunión,
ni tampoco la frescura y novedad permanente del evangelio;
4) se viva la fraternidad creando comunidad cristiana (y siendo comu-
nidad de comunidades) desde la común conciencia de filiación, sin
caer en sociologismos, propiciando la relación interpersonal y no
meramente formal, siendo signo e instrumento (Sacramento) de la
Comunión con Dios y con todos los hombres en todas sus actuacio-
nes (ad intra y ad extra).
La concreción de cada una de estas propuestas, su explicitación en líne-
as de acción pastoral y de planificación efectiva constituye todo un reto
para nuestras parroquias, llamadas a un permanente proceso de renova-
ción necesaria. todo ello sin apagar el eco de la eclesiología de comunión
del Concilio vaticano ii, que fundamenta y sostiene a la parroquia en su
ser comunidad eclesial.

Sal Terrae | 105 (2017) 295-311


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este libro es el resultado de tejer juntos el hilo del lenguaje de ignacio de
Loyola en su Contemplación para alcanzar amor y el de la escritura. De-
trás de sus palabras resuena la Palabra, y por debajo de sus expresiones se
pueden reconocer las de aquellos que intentaron reflejar en sus escritos la
experiencia de su encuentro con Dios: desbordamiento por su amor inau-
dito, estremecimiento ante su presencia, asombro por su cercanía, grati-
tud por sus dones, deseo apremiante de responder a través de la propia
entrega. estamos ante un texto plantado como un árbol junto al manan-
tial de la escritura, recibiendo su savia y nutriendo ahí sus raíces para que
sus ramas nos inviten hoy a sentarnos a su sombra.

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313

RETOS DE UNA PARROQUIA URBANA


José Ramón Busto Saiz, SJ*

Fecha de recepción: febrero de 2017


Fecha de aceptación y versión final: marzo de 2017

Resumen
Partiendo de la definición de parroquia y de las funciones del párroco contem-
pladas en el Código de Derecho Canónico, el artículo pasa revista al funciona-
miento de las parroquias y los desafíos a que se enfrentan en la actualidad, lo
que supone una generalización, dada la pluralidad de parroquias urbanas exis-
tente. Los desafíos detectados son: formación de comunidad, formación en la fe,
vivencia profunda de las celebraciones sacramentales, escasez de oración comu-
nitaria, gestión de la solidaridad de modo organizado, transparencia en la ges-
tión y, finalmente, impulso misionero y vocacional.
PaLabras CLave: parroquia, sacramentos, oración, comunidad, catequesis,
caridad, transparencia.

Challenges of an urban parish

Abstract
On the basis of the definition of parish and the roles of the priest set forth in the
Code of Canon Law, the article reviews the inner workings of parishes and the
challenges they face in modern day, implying a generalization given the current
plurality of urban parishes. The challenges identified are: building of commu-
nity, nurturing faith, profound experience of sacramental celebrations, lack of

* Profesor Ordinario de sagrada escritura. universidad Pontificia Comillas.


Párroco de s. Francisco de borja (madrid). Director de la revista Sal Terrae.
<jrbusto@comillas.edu>.

Sal Terrae | 105 (2017) 313-324


314 josé ramón busto saiz, sj

community prayer, structured management of togetherness, transparency of


management and, lastly, missionary and vocational zeal.
KeY WOrDs: parish, sacraments, prayer, community, catechesis, charity,
transparency

escribir sobre las parroquias urbanas supone generalizar. Pues las parro-
quias urbanas son muy distintas. no es lo mismo la parroquia de una
gran ciudad que la de una ciudad pequeña o mediana, con medidas más
humanas que permiten relaciones más cercanas. no son lo mismo las pa-
rroquias en el centro de la ciudad que en los barrios jóvenes, y ambas son
distintas de las ubicadas en barrios marginales. Por otra parte, cualquier
análisis que se haga depende de una experiencia, y esa experiencia está
condicionada por muchas circunstancias particulares. esto supuesto, y
tratando de hacer referencia a rasgos comunes y compartidos por mu-
chas parroquias, ofrezco la siguiente reflexión.

1. La naturaleza de una parroquia


a partir del siglo iv, con el edicto de milán del emperador Constantino
–año 313–, que da libertad a la iglesia, y, sobre todo, con el edicto de te-
salónica del emperador teodosio –año 380– que establece el cristianismo
como la religión del imperio, comienzan a aparecer las parroquias. hasta
ese momento había en cada ciudad una sola comunidad cristiana que, pre-
sidida por el obispo, celebraba una única eucaristía. al aumentar masiva-
mente las conversiones a la fe cristiana, surge la imposibilidad de que to-
dos los cristianos de una ciudad se reúnan en una sola eucaristía. se optó
entonces porque los presbíteros dirigieran comunidades más pequeñas, de
vecinos –«parroquia», en griego, significa «vecindad»– y las congregaran
para celebrar la eucaristía, siempre bajo la autoridad del obispo local.
a raíz del concilio de trento quedó establecido que una diócesis debía
dividirse en parroquias. así lo mantiene el Código de Derecho Canóni-
co actualmente en vigor: «Toda diócesis o cualquier otra Iglesia particular
debe dividirse en partes distintas o parroquias» (CiC 374,1). La parroquia
es, pues, la parte de la iglesia local a través de la cual el fiel cristiano se
inserta y participa en la iglesia universal.

Sal Terrae | 105 (2017) 313-324


retos de una parroquia urbana 315

el mismo Código (canon 515) define la parroquia como «una determina-


da comunidad de fieles». a mi modo de ver, aquí radica uno de los princi-
pales desafíos a los que se enfrenta en la actualidad una parroquia urbana:
ser la comunidad que debe ser, de acuerdo con su propia definición.
La religión se vive muchas veces como una práctica piadosa personal e
incluso individual. Falta conciencia de que la fe cristiana, que, por su-
puesto, tiene una dimensión personal, ha de ser vivida comunitariamen-
te. a los cristianos les falta conciencia de ser iglesia, es decir, «congrega-
ción de los llamados». esto se percibe de modo patente en la celebración
de los sacramentos. La promesa del señor –«donde dos o más están reuni-
dos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos» (mt 18,20)– apenas ha
calado en la conciencia cristiana. Los cristianos no van a celebrar la euca-
ristía reuniéndose con otros cristianos, sino que van a asistir personal-
mente a una acción litúrgica que realiza el sacerdote.
Quizá la celebración sacramental en la que esta deficiencia se manifiesta
de modo más claro es la del bautismo. muchos cristianos conciben el
bautismo como una fiesta familiar, la del nacimiento de un nuevo miem-
bro de la familia. De ahí que traten de evitar los bautizos comunitarios.
no son conscientes de que el bautismo es la incorporación de un nuevo
miembro al Cuerpo de Cristo que es la iglesia. De modo que, en conse-
cuencia, el bautismo ha de ser una fiesta de la comunidad cristiana a la
que el niño queda incorporado por la celebración de ese sacramento.
tampoco la celebración de la penitencia ni la del matrimonio hacen trans-
parente la existencia de la comunidad cristiana en cuanto tal. La celebra-
ción de la penitencia es casi habitualmente individual, y la celebración del
matrimonio es familiar, en ambos casos sin referencia explícita a lo comu-
nitario. Desde hace años, en muchas parroquias se celebra comunitaria-
mente la unción de los enfermos. Creo que es una buena práctica que la
comunidad cristiana se reúna a pedir la gracia de Dios para llevar con gar-
bo cristiano la enfermedad y la vejez. sin embargo, creo que estas celebra-
ciones deben pasar todavía, de vivirse como un sacramento que reciben va-
rias o muchas personas a la vez, a ser una verdadera celebración de la
comunidad cristiana. Por el contrario, tanto la celebración del orden en
cada uno de sus grados como la celebración de la confirmación son cele-
braciones en las que la dimensión comunitaria se hace más presente.

Sal Terrae | 105 (2017) 313-324


316 josé ramón busto saiz, sj

Otro aspecto, relacionado con lo comunitario, sobre el que conviene re-


flexionar es la dimensión territorial de la parroquia. Poco más arriba he
escrito que «parroquia» en griego significa «vecindad». el Código de De-
recho Canónico establece que, en general, las parroquias han de ser te-
rritoriales. aunque pueden «existir parroquias en razón del rito, de la len-
gua o la nacionalidad de los fieles de un territorio, o incluso por otra
determinada razón», sin embargo, «como regla general, la parroquia ha de
ser territorial, es decir, ha de comprender a todos los fieles de un determina-
do territorio» (CiC 518). es fácil constatar que en la actualidad la confi-
guración territorial de las parroquias urbanas está muy desdibujada. Los
fieles asisten al culto y participan en las actividades de aquella parroquia
o lugar de culto con el que se sienten identificados por su sensibilidad
religiosa. esto viene a incidir también en la dificultad de que la parro-
quia sea de verdad una auténtica comunidad que interacciona para lle-
var a cabo los objetivos que le son propios.

2. Las funciones de una parroquia


Las funciones de una parroquia se dejan agrupar en tres ámbitos: pri-
mero, el anuncio de la Palabra de Dios, que comprende la catequesis pri-
maria de niños y jóvenes y la formación continua en la fe de todos los
fieles cristianos; segundo, dar culto a Dios mediante la oración y los sa-
cramentos, por medio de los cuales los cristianos crecen en gracia y san-
tidad; y, por último, el ejercicio de la caridad, atendiendo a las necesida-
des de los menos favorecidos, empezando por los más cercanos, los
necesitados de la propia parroquia, pero sin olvidar la dimensión uni-
versal de la caridad cristiana.

a) La formación en la fe
«el párroco está obligado a procurar que la palabra de Dios se anun-
cie en su integridad a quienes viven en la parroquia; cuide, por tan-
to, de que los fieles laicos sean adoctrinados en las verdades de fe,
sobre todo mediante la homilía, que ha de hacerse los domingos y
fiestas de precepto, y la formación catequética; [...] debe procurar
de manera particular la formación católica de los niños y de los jó-
venes» (CiC 528.1).

Sal Terrae | 105 (2017) 313-324


retos de una parroquia urbana 317

el primer apartado del canon 528 deja clara la primera función de las
parroquias, que es la formación cristiana, cuyo cuidado aparece aquí
como una obligación personal del párroco. se afirma la importancia de
la homilía1, pero es obvio que la formación en la fe de los cristianos no
puede pivotar exclusivamente sobre la homilía. a mi modo de ver, la ca-
tequesis es otro de los grandes retos a los que las parroquias urbanas de-
ben hacer frente. me refiero tanto a la catequesis primera de niños y jó-
venes como a la formación continua en la fe de los cristianos adultos.
Creo no exagerar si afirmo que la formación en la fe, es decir, la cate-
quesis, ha fallado en grandes ámbitos de nuestra iglesia española. Con
mucha frecuencia es posible constatar que los fieles cristianos descono-
cen los elementos esenciales de la fe en la que creen y su significado.
esta situación no tiende a mejorar, sino que probablemente va a ir a
peor. Porque se están perdiendo muchos de los ámbitos en que se apren-
día a conocer la fe. muchas de las familias ya no son evangelizadoras. La
mayoría de los niños y jóvenes bautizados estudian en colegios donde, o
bien no se enseña la religión, o bien se enseña de modo deficiente, a pe-
sar del interés mostrado por las autoridades de la iglesia y los esfuerzos
de los profesores. en la sociedad y en el momento en que vivimos no
puede dudarse de que la formación en la fe de los niños y los jóvenes se
ha convertido en un importante reto.
Pero también lo es la formación en la fe de los adultos: la formación bí-
blica es prácticamente inexistente, excepto en algunos grupos muy con-
cienciados y escasos. Lo mismo pasa con la formación moral. La doctrina
de la iglesia en temas morales es prácticamente desconocida en su profun-
didad. Para muchos cristianos, la única fuente de información para cono-
cer la enseñanza de la iglesia en temas morales son los medios de comuni-
cación, que, por decirlo suavemente, dejan mucho que desear al respecto.

b) La oración y los sacramentos


«esfuércese el párroco para que la santísima eucaristía sea el cen-
tro de la comunidad parroquial de fieles; trabaje para que los fie-

1. a la homilía dedicó Sal Terrae el número de abril de 2016.

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318 josé ramón busto saiz, sj

les se alimenten con la celebración piadosa de los sacramentos,


de modo peculiar con la recepción frecuente de la santísima euca-
ristía y de la penitencia; procure moverlos a la oración, también
en el seno de las familias, y a la participación consciente y activa
en la sagrada liturgia...» (528.2).
Junto a la formación, la celebración de los sacramentos ha de ser un me-
dio de vivir y alimentar la fe. De nuevo el Código de Derecho Canónico
personaliza esta necesidad eclesial entre los deberes del párroco. tengo la
impresión de que, en general, los sacerdotes cuidan las celebraciones sa-
cramentales y se esfuerzan para que sean participadas y vividas por los fie-
les. sin embargo, creo también que la participación de los fieles cristianos
deja bastante que desear. es frecuente que los fieles se quejen de las homi-
lías, pero los sacerdotes podríamos quejarnos tanto o más de la atención de
los fieles y del aprecio de estos por las celebraciones litúrgicas.
Como exponente de esa falta de interés, basta fijarse en cómo los fieles
llegan habitualmente tarde a la celebración de la eucaristía dominical. Ob-
viamente, mucha culpa de esto la tiene la predicación secular, que ha se-
ñalado como partes más importantes de la eucaristía la consagración y la
comunión. Los fieles cristianos no tienen conciencia de que se ha de «oír
misa entera» (Catecismo de la iglesia Católica, 2.042), sino que se cum-
ple con el precepto –y con Dios– con tal de llegar al ofertorio. si se co-
mulga, ya se ha hecho lo más importante que se puede hacer en la cele-
bración eucarística. Y, sin embargo, celebrar la eucaristía supone tanto
comer a Cristo como comer con él, lo que significa que celebrar la euca-
ristía supone tanto recibir sacramentalmente al señor como recibir su Pa-
labra y responder oracionalmente en la primera parte de la celebración. así
lo enseña el concilio vaticano ii (cf. sC, 7) cuando dice: «Las dos partes de
que consta la Misa, a saber, la liturgia de la palabra y la eucarística, están tan
íntimamente unidas que constituyen un solo acto de culto. Por eso el sagrado
Sínodo exhorta vehementemente a los pastores de almas para que en las cate-
quesis instruyan cuidadosamente a los fieles acerca de la participación en toda
la Misa, sobre todo los domingos y fiestas de precepto» (sC, 56).
algo análogo sucede con las celebraciones de los funerales: los fieles van
llegando a lo largo de la celebración, porque muy frecuentemente su in-

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retos de una parroquia urbana 319

terés no estriba en rezar por el difunto ni en celebrar la esperanza cris-


tiana ante la muerte, sino en expresar sus condolencias a la familia del
difunto, lo que suele hacerse al final.
Fuera de la celebración de los sacramentos, son muy pocas las parroquias
en las que se dan momentos de oración comunitaria. a raíz del vaticano
ii quedó muy clara en la conciencia cristiana la centralidad de la eucaris-
tía, pero con la consiguiente desvalorización de otras celebraciones parali-
túrgicas, y en concreto las oraciones comunitarias. Casi únicamente en tor-
no a los monasterios, los fieles cristianos se reúnen a rezar vísperas u otras
partes de la liturgia de las horas, y solo ocasionalmente se suelen celebrar
vigilias de oración en las parroquias. me parece importante que en las pa-
rroquias se recuperen espacios para la oración comunitaria, distintos de las
celebraciones sacramentales. La oración es el ejercicio unívoco de la fe y su
alimento principal, al tiempo que la oración celebrada comunitariamente
contribuiría a cohesionar la comunidad parroquial.

c) El ejercicio de la caridad
«[el párroco] ha de fomentar las iniciativas con las que se promue-
va el espíritu evangélico, también por lo que se refiere a la justicia
social» (CiC, 528.2).
«... [el párroco] ha de ayudar con pródiga caridad a los enfermos, es-
pecialmente a los moribundos...; debe dedicarse con particular dili-
gencia a los pobres, a los afligidos, a quienes se encuentren solos, a los
emigrantes o a los que sufren especiales dificultades» (CiC, 529.1).
Llegamos al tercer aspecto de la actividad de una parroquia: la concien-
ciación en la justicia social y el ejercicio de la caridad y la solidaridad. De
nuevo el Código de Derecho Canónico lo personaliza en las obligacio-
nes del párroco. sin embargo, sin disminuir para nada la responsabilidad
que tiene el párroco de promover el espíritu evangélico por lo que toca
a la justicia social y de ayudar caritativamente a los necesitados, es obvio
que ambos aspectos son obligación de todos los fieles cristianos.
Probablemente, lo primero que haya que decir es que el ejercicio de la
caridad cristiana no consiste solo (y quizá tampoco) principalmente en
el auxilio económico. el canon citado habla de los enfermos, de los mo-

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320 josé ramón busto saiz, sj

ribundos, de los afligidos y de quienes se encuentran solos. son muchas


las personas de nuestras parroquias que necesitan una ayuda caritativa de
los demás no consistente en ayuda económica. Y no es solo entre las per-
sonas mayores entre quienes puede darse con más frecuencia la enfer-
medad o la soledad. Otros muchos, también los jóvenes, pueden necesi-
tar ayuda en una sociedad aparentemente tan tecnológica y tan bien
organizada, pero tan inhumana y tan individualista en muchos casos.
Con respecto a la ayuda económica a los cercanos, los miembros de la
propia parroquia, así como a los lejanos que se nos hacen presentes con
ocasión de catástrofes como huracanes o terremotos, mi percepción es que
los cristianos de nuestro país están bastante bien concienciados y suelen ser
generosos. Desde luego, sienten la obligación cristiana de la solidaridad
mucho más vivamente de lo que perciben su obligación de colaborar eco-
nómicamente al sostenimiento de la iglesia. así lo demuestran habitual-
mente las colectas que, domingo a domingo, se realizan en las iglesias. Los
fieles cristianos son generosos en las grandes colectas extraordinarias, como
pueden ser las destinadas a las Obras misionales Pontificias (DOmunD)
o a manos unidas, pero dejan algo que desear si la colecta está destinada
al sostenimiento de la propia parroquia. no toca hoy hablar de la respon-
sabilidad de los cristianos en el sostenimiento económico de la iglesia, así
que este aspecto queda para más oportuna ocasión.
es verdad que una sociedad desarrollada, como se supone que es la nues-
tra, debería atender a las necesidades primarias de todos sus miembros,
y que los servicios sociales públicos no deberían permitir la existencia de
pobreza extrema entre sus miembros. sin embargo, los recursos son
siempre escasos, y en estos tiempos de crisis los servicios sociales no lle-
gan a cubrir todas las necesidades perentorias, de modo que se hace im-
prescindible la caridad en forma de una ayuda económica que ha de so-
brepasar los derechos y deberes establecidos en una sociedad.
así lo reconoció el papa benedicto xvi en su encíclica Deus caritas est
(n. 28): «El amor –caritas– siempre será necesario, incluso en la sociedad
más justa. No hay orden estatal, por justo que sea, que haga superfluo el ser-
vicio del amor. [...] Siempre habrá sufrimiento que necesite consuelo y ayu-
da. Siempre habrá soledad. Siempre se darán también situaciones de necesi-

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retos de una parroquia urbana 321

dad material en las que es indispensable una ayuda que muestre un amor
concreto al prójimo».
Pero el ejercicio de la caridad debe estar organizado. Probablemente, en
este punto el desafío de los cristianos está en acabar con el deprimente es-
pectáculo de que a las puertas de las iglesias haya habitualmente grupos de
mendigos pidiendo limosna, consecuencia, a mi modo de ver, de una ina-
decuada percepción también por parte de los cristianos de lo que ha de ser
la caridad. «Pobre» y «mendigo» no son lo mismo. Pobre es quien carece
de dinero o de los bienes necesarios para vivir. un mendigo es quien ha he-
cho del pedir limosna su oficio. La escritura tiene palabras positivas sobre
la pobreza, a la que alaba con frecuencia, pero no hace lo mismo con la
mendicidad. Para muestra basta un botón: «Dichosos los pobres porque vues-
tro es el Reino de Dios», dice el evangelio (Lc 6,20). sin embargo, en el li-
bro del eclesiástico podemos leer: «Hijo mío, no vivas de mendigar; más vale
morir que andar mendigando» (eclo 40,28). Y en la segunda Carta a los
tesalonicenses dice san Pablo: «Quien no trabaja, que no coma». el mismo
libro del eclesiástico, que critica la mendicidad, alaba la limosna cuando
dice: «El agua apaga el fuego ardiente, la limosna expía el pecado» (eclo 3,30).
en una palabra, la escritura alaba a los pobres y la limosna, pero rechaza
la mendicidad. Los cristianos hemos de ayudar a los pobres, pero no de-
bemos alimentar la mendicidad con nuestra limosna incontrolada.
recuerdo haber leído en hermann hesse una leyenda medieval según la
cual un viajero llegó a una ciudad alemana y, al entrar en su catedral, se
vio sorprendido porque había dos sedes presidenciales exactamente igua-
les. extrañado, preguntó si es que en aquella ciudad había dos obispos.
Le respondieron: «no; uno de los dos tronos es para el obispo; el otro es
para el pobre de la comunidad, a quien tanto alaba el evangelio». al do-
mingo siguiente, el viajero fue a la catedral para asistir a la misa domi-
nical. Y quedó todavía más sorprendido. el obispo celebraba la eucaris-
tía y ocupaba su sede, pero el otro trono estaba vacío. entonces
preguntó: «¿no me dijisteis que el otro trono era para el pobre de la co-
munidad?» Le respondieron: «efectivamente, así es; pero en esta comu-
nidad cristiana no hay ningún pobre. Cuando venga uno, ocupará el tro-
no unos pocos días, porque le ayudaremos a que salga inmediatamente
de la pobreza».

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322 josé ramón busto saiz, sj

el ejercicio de la caridad cristiana tiene como objetivo que los pobres sal-
gan de su pobreza. Los cristianos hemos de dar limosna, pero al darla nues-
tro objetivo ha de ser sacar a los pobres de su pobreza y conseguir que en
poco tiempo lleven una vida digna, es decir, una vida en la que no les fal-
te lo necesario para vivir, y eso lo consigan con su trabajo. una acción ca-
ritativa que tuviera como resultado mantener a los pobres en su pobreza
año tras año, es decir, a que los pobres se conviertan en mendigos porque
han hecho de la pobreza su oficio, es una acción inapropiada que no res-
peta la dignidad humana ni se corresponde con el mensaje del evangelio.
Únicamente los dementes o los tullidos han de vivir perpetuamente de la
caridad; pero en estos casos también es imprescindible que las Caritas pa-
rroquiales se ocupen organizada y razonablemente de ellos2.

3. La organización de una parroquia


Como venimos viendo, el Código de Derecho Canónico personaliza en
el párroco las funciones que ha de realizar la parroquia, pero añadiendo
que ha de contar «con la cooperación también de otros presbíteros o diáco-
nos y con la ayuda de los fieles laicos, conforme a la norma del derecho»
(CiC, 519). Las parroquias deben contar obligatoriamente con un Con-
sejo económico (CiC, 537) y si es oportuno, a juicio del Obispo, tam-
bién con un Consejo Pastoral (CiC, 536).
Para el correcto funcionamiento de una institución se necesita siempre
liderazgo y participación. son dos aspectos complementarios que se po-
tencian mutuamente. el liderazgo supone siempre concitar esfuerzos,
animar voluntades, infundir optimismo y esperanza, pero también co-
rregir desviaciones y señalar los caminos inadecuados. ahora bien, el li-
derazgo exige colaboración y participación del grupo. estos dos elemen-
tos son imprescindibles para que una parroquia funcione, como sucede
en cualquier institución. el liderazgo corresponde al párroco, pero los li-
derazgos más fecundos son los liderazgos compartidos. el párroco no tie-

2. al tema de la limosna dedicó la revista Sal Terrae el número de noviembre de


2015.

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retos de una parroquia urbana 323

ne por qué ser el más capaz, el más listo o el mejor dotado, y además, ha-
bitualmente no lo será. seguro que en su parroquia hay otras personas,
sacerdotes, religiosas o laicos más competentes que él en muchos de los
ámbitos que una parroquia ha de desarrollar. De nuevo, en este aspecto
también se presentan desafíos a las parroquias: la organización necesaria
para el correcto desempeño de sus funciones; la participación activa de
los feligreses, de modo que todos puedan aportar, según sus capacidades
y disponibilidades, al buen funcionamiento de la parroquia; y un ele-
mento muy importante, del que las autoridades de la iglesia van toman-
do cada vez más conciencia: la transparencia en la gestión económica de
los recursos de la parroquia, que siempre son, de una u otra manera,
aportaciones de los fieles.

4. La dimensión misionera de la parroquia


«el párroco... debe procurar... también con la colaboración de los
fieles, que el mensaje evangélico llegue igualmente a quienes hayan
dejado de practicar o no profesen la verdadera fe» (CiC, 528,1)
hasta ahora he escrito, sobre todo, de los desafíos que una parroquia tie-
ne para con los fieles cristianos: lo que podríamos llamar las «actividades
de mantenimiento». Pero, como ocurrió en las bodas de Caná, he deja-
do el vino bueno para el final. el reto principal de una parroquia es la
evangelización de los que han dejado de ser fieles cristianos o no lo han
sido nunca. una parroquia nunca podrá contentarse con atender a los
que van; tiene que salir a encontrarse con los que no van. voy a repro-
ducir el n. 28 de la exhortación apostólica Evangelii gaudium, del papa
Francisco, que, a mi modo de ver, lo dice excelentemente:
«La parroquia no es una estructura caduca; precisamente porque
tiene una gran plasticidad, puede tomar formas muy diversas que
requieren la docilidad y la creatividad misionera del Pastor y de la
comunidad. aunque ciertamente no es la única institución evange-
lizadora, si es capaz de reformarse y adaptarse continuamente, se-
guirá siendo “la misma iglesia que vive entre las casas de sus hijos y
de sus hijas”. esto supone que realmente esté en contacto con los
hogares y con la vida del pueblo y no se convierta en una prolija es-

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324 josé ramón busto saiz, sj

tructura separada de la gente o en un grupo de selectos que se mi-


ran a sí mismos. La parroquia es presencia eclesial en el territorio,
ámbito de la escucha de la Palabra, del crecimiento de la vida cris-
tiana, del diálogo, del anuncio, de la caridad generosa, de la adora-
ción y la celebración. a través de todas sus actividades, la parroquia
alienta y forma a sus miembros para que sean agentes de evangeli-
zación. es comunidad de comunidades, santuario donde los se-
dientos van a beber para seguir caminando, y centro de constante
envío misionero. Pero tenemos que reconocer que el llamado a la re-
visión y renovación de las parroquias todavía no ha dado suficien-
tes frutos en orden a que estén todavía más cerca de la gente, que
sean ámbitos de viva comunión y participación y se orienten com-
pletamente a la misión.
si la parroquia está viva, estará viva la iglesia. es característico de los seres
vivos reproducirse. Los seres vivos dan a luz otros seres semejantes a ellos.
La escasez de vocaciones3 es un exponente claro de la falta de vitalidad de
la iglesia en el mundo desarrollado, aunque también coadyuven otros fac-
tores. Con la mención de este último reto concluyo este artículo: la labor
evangelizadora de la parroquia tiene una dimensión que es la promoción
y el trabajo vocacional. no podemos dejar que nos ocurra como a la hi-
guera del evangelio de marcos, que no tenía fruto porque no era tiempo
de higos (cf. mc 11,13), lo que le valió recibir la recriminación de Jesús.
aunque no sea tiempo de vocaciones, la vitalidad evangelizadora de las pa-
rroquias tiene que triunfar sobre las circunstancias sociológicas y cultura-
les, pues tenemos la promesa del señor, de que con la oración podemos
conseguir todo lo bueno que necesitamos: «Todo cuanto pidáis en la ora-
ción, creed que os lo han concedido y lo obtendréis» (mc 11,24).

3. a las vocaciones ha dedicado la revista Sal Terrae el número de octubre de


2016.

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SER PASTORES Y APÓSTOLES


EN EL MUNDO RURAL
EN ESTA TIERRA Y EN ESTE MOMENTO
Policarpo Díaz Díaz*

Fecha de recepción: febrero de 2017


Fecha de aceptación y versión final: marzo de 2017

Resumen
A pesar de que vivimos tiempos muy difíciles, con especial dificultad para el
mundo rural español, enormemente despoblado, envejecido y abandonado por
muchos, sin embargo, la Iglesia debe seguir apostando fuertemente por el mun-
do rural. No solo porque es una «periferia existencial» a la que el papa Francis-
co nos impulsa y envía, sino porque la propia configuración de los pueblos, su
idiosincrasia humana y geográfica, otorga a sus parroquias nuevas posibilidades
de trabajo misionero que los pastores y apóstoles vivos, despiertos y con actitudes
propias de «conversión pastoral» –como lo es el trabajo más fraternal en unida-
des pastorales y arciprestazgos– no deben dejar de aprovechar para abrir nuevos
caminos en la Evangelización.
PaLabras CLave: sacerdotes, cultura, olvido, misioneros, unidades pastora-
les, posibilidades pastorales.

Being pastors and apostles in the rural world,


on this earth and at present

Abstract
Whilst we live in the midst of challenging times, particularly troublesome for the
Spanish rural world, tremendously depopulated, worn out and abandoned by

* sacerdote diocesano. Párroco en la unidad Pastoral del Centro histórico de la


ciudad de salamanca y subdelegado de la Pastoral Juvenil de la Diócesis.
<polidiazdiaz@yahoo.es>.

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326 policarpo díaz díaz

many; the Church must continue to make a bold commitment to the rural
world. Not only because it is an «existential periphery» towards which we are
guided and sent by Pope Francis, but also because the very profile of the peoples,
their human and geographical idiosyncrasy, offer their parishes new possibilities
of missionary work, which the pastors and apostles, alive, awakened and with
attitudes inherent to «pastoral conversion» –like the most fraternal endeavors by
pastoral units and archpriesthoods–, should not cease to harness with a view to
forging new ways of evangelization.

KeY WOrDs: priests, culture, neglect, missionaries, pastoral units, pastoral


possibilities.

–––––––––––––––

A Marcelino Legido López,


sacerdote en el mundo rural salmantino,
fallecido en el verano de 2016.
Su luminosa vida espiritual, teológica y apostólica
ha orientado a muchos.
Damos gracias a Dios por su ministerio.
También a los 51 sacerdotes diocesanos
que pastorean el mundo rural salmantino.
Agradecido por su entregado ministerio.

Introducción: un cura en una ciudad castellana,


¿hablando de los curas rurales de España?

nací, crecí y escribo desde la diócesis de salamanca, eminentemente ru-


ral por extensión, aunque no por su población, como ocurre en otras
diócesis castellanas, aragonesas, manchegas, gallegas... esto quiere decir
que mi visión del mundo rural es muy pequeña y muy peculiar, porque
los pueblos castellanos no son los pueblos de Levante, andalucía o el País
vasco, por poner tres ejemplos.

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ser pastores y apóstoles en el mundo rural... 327

además, lo hago desde la capital, cinco años después de haber sido des-
tinado como sacerdote diocesano a otras tareas lejos del mundo rural.
Durante los últimos cuatro años fui Delegado Diocesano de Pastoral
universitaria de la Diócesis de salamanca y capellán de la universidad
Pontificia, y este es el tercer curso que soy párroco de una nueva unidad
de Pastoral, formada por tres parroquias del centro histórico y artístico
de la ciudad: san martín-san Julián, san sebastián y la Purísima, com-
binándolo con el trabajo en el equipo diocesano de Pastoral Juvenil, en
el que sirvo como subdelegado. Por aquello del «Sitz im Leben» (el lugar
en la vida), es justo y honrado arrancar de este dato y declarar que mi
paso por el mundo rural ha sido «leve» y «fugaz», aunque intenso. en to-
tal diez años de un ministerio sacerdotal rural, dividido en dos etapas.
Primero, de cura «primerizo» recién ordenado, atendiendo durante dos
años a dos pequeños pueblos en la comarca de vitigudino: escuernava-
cas y moronta; entre los dos: unos 150 habitantes. Y después de mi paso
de ocho años por el seminario como responsable del seminario menor,
otros ocho años de cura en ocho pueblos de la sierra de Francia con una
población cercana a los 2.000 habitantes: La alberca, sotoserrano, her-
guijuela de la sierra-rebollosa, madroñal, monforte de la sierra, nava
de Francia y el Cabaco. Después de ese tiempo, y hasta completar los
veintitrés de ministerio, otros cinco en las tareas antedichas. un poco
menos de la mitad de mi vida sacerdotal la he pasado en el mundo rural.
Ciertamente, lo estadístico y el porcentaje de los años son algo franca-
mente relativo, porque la intensidad de las experiencias vividas ha confi-
gurado y tallado mi corazón de pastor de manera irreversible y definitiva.
Pero no, no me he despedido de los pueblos. soy un sacerdote diocesa-
no que, cuando recibí las sagradas órdenes, prometí obediencia y dis-
ponibilidad a mi Obispo y a sus sucesores y, por tanto, estoy a disposi-
ción de él, para que, si lo estima oportuno, me envíe de nuevo al mundo
rural, o a un barrio en la periferia, o a una delegación, o adonde lo con-
sidere necesario. estuve en los pueblos. antes había estado en el semi-
nario Diocesano. ahora estoy en la pastoral urbana, después de haber pa-
sado por una pastoral sectorial como es la universitaria. ¿Quién me dice
a mí que, en unos años, más tarde o más temprano, no pueda volver a
ser enviado al mundo rural?

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328 policarpo díaz díaz

1. En estos momentos, casi nadie mira al mundo al rural

«aunque la higuera no echa yemas y las viñas no tienen fruto,


aunque el olivo olvida su aceituna y los campos no dan cose-
chas, aunque se acaban las ovejas del redil y no quedan vacas
en el establo...»
– habacuc 3,17

es conocido por todos el desmantelamiento que está sufriendo el mun-


do rural en nuestro país desde hace varias décadas. sobre todo, en el ni-
vel demográfico, con dos factores que son como armas letales: el éxodo
masivo y reiterado en el tiempo de los jóvenes y el consiguiente enveje-
cimiento. «En solo veinte años, entre 1950 y 1970, el campo español se va-
ció. Las consecuencias de este éxodo marcan el carácter de la España de hoy
y no solo ha afectado y afecta a los pueblos. También afecta a la ciudad. Hay
que viajar muy al norte de Europa, hasta Escandinavia, para encontrar en
Europa unas densidades de población tan bajas como las de “la España va-
cía”» (expresión acuñada por sergio del molino en un reciente libro así
titulado). han tratado este fenómeno en la narrativa contemporánea al-
gunos autores como Paco Cerdá o emilio gancedo, con interesantes y
suculentas obras. Pero atrás han quedado los años en que el mundo ru-
ral era un tema de interés abordado por literatos como José maría ga-
briel y galán, miguel Delibes, Julio Llamazares o José Luis Cela; por ci-
neastas como víctor erice, Jaime de armiñán, José Luis Cuerda, Luis
buñuel, mario Camus, Carlos saura, Luis garcía berlanga o montxo
armendáriz; por cantantes como maría Ostiz, José Luis Perales, Paco
ibáñez, José antonio Labordeta, víctor manuel, Joan manuel serrat,
Luis Pastor... en una época en la que aún no estaban de moda las series
como hoy, hubo series cuyo tema central era la vida en el medio rural:
«La España de los Botejara» o «Crónicas de un pueblo».
incluso en este aspecto cultural, el mundo rural ha dejado de interesar.
Ya no se canta, no se escribe, no se rueda..., como se hacía hace unas dé-
cadas, sobre el mundo rural. Parece que el único interés que sigue vivo y
en crecimiento es el fenómeno conocido como «turismo rural», en el que
el medio rural se está convirtiendo en el idílico lugar de recreo y descanso,
el «pulmón anti-estrés» de las gentes de las ciudades, el lugar donde ejer-

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ser pastores y apóstoles en el mundo rural... 329

cer actividades como el senderismo, la caza, la pesca o los deportes de ries-


go. Y, de paso, encontrar una alternativa más barata para el ocio.
también hay una extensa producción artística (literaria y cinematográfi-
ca) sobre los sacerdotes rurales. son clásicos Diario de un cura rural, de
bernanos; y en el ámbito español, la obra de miguel de unamuno, pro-
tagonizada por un cura de un pueblo de zamora, «San Manuel Bueno,
mártir». encontramos un elenco y un estudio completo de estas y de
otras muchas obras más en el libro «Vasijas de barro. La figura del sacer-
dote en la literatura contemporánea», estudiando muchas obras en las que
aparecen todo tipo de sacerdotes, aunque para nuestro estudio nos fija-
mos especialmente en los sacerdotes rurales. en el cine, resaltamos tres
obras, ciñéndonos al ámbito puramente español. La primera, de Fran-
cisco Camacho, «El cura de aldea»; las otras dos, de rafael gil: «La gue-
rra de Dios» y «La fe» (aunque en esta cinta no se aborda directamente la
temática rural, sino la integridad ante el celibato). en cuanto a cancio-
nes, además de «El cura de aldea», de víctor manuel san José, no hay
muchas, o al menos yo no las conozco. nos conformamos con escuchar
tres canciones de las ya aludidas: De José Perales, «Cosas de Doña Asun-
ción»; de víctor manuel, «En la planta 14»; y de Joan manuel serrat,
«Fiesta» y «Pueblo blanco». Cuatro retazos «costumbristas», con cuatro di-
ferentes matices, que nos dan idea de la vida y la influencia de los sacer-
dotes rurales. Destaco el reportaje, tanto impreso como en vídeo, que
acaba de publicar el diario «el País», titulado «Vivir como un cura ya no
es lo que era».

2. El sustantivo y el adjetivo: esta es la cuestión


Después de este repasto que ha pretendido ofrecer pinceladas sueltas so-
bre el contexto social y cultural, habría que añadir otros análisis sobre la
secularización, el paganismo, la desertización de la fe... Pero nuestro in-
terés ahora se centra en afirmar con esperanza firme que es posible vivir
el ministerio sacerdotal con alegría, intensidad y relativa fecundidad en
el mundo rural. a la cita de habacuc 3,17 que hemos puesto para ilus-
trar el punto anterior, tendremos que añadir, con realce y énfasis, los ver-
sículos 18 y 19: «Yo exultaré con el Señor, me gloriaré en Dios mi salvador.

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330 policarpo díaz díaz

El Señor soberano es mi fuerza, Él me da piernas de gacela y me hace cami-


nar por las alturas».
Pero para ello quiero sugerir una reflexión inicial. todos sabemos lo que
significa en la gramática la función nuclear de un sustantivo y la función
especificadora de un adjetivo. Pues bien, este ejemplo nos puede servir
para lo que quiero explicar como clave de este asunto del sacerdocio. Los
sustantivos podrían ser, en este caso, la fe, el ministerio sacerdotal y la
iglesia formada por la comunidad cristiana en medio del mundo... Y los
adjetivos serían el lugar donde todo esto anterior se vive. es decir: no se
es «cura urbano», o «cura rural», o cura «especializado» en la pastoral con
enfermos o con jóvenes o con presos... «desde la cuna del ministerio» y
para toda la vida. no hay una vocación sacerdotal sectorial, diferente o
enfrentada en su «cualidad» a la de cualquier otro sector o lugar donde
vivir dicha vocación. esto me parece de vital importancia. todos los
presbíteros, por nuestra llamada, identidad y ordenación, somos iguales.
Y, en principio, cualquiera puede estar en cualquier lugar. nosotros, sa-
cerdotes diocesanos, nos ordenamos al servicio de una iglesia particular
concreta, con unas características y variedades específicas, las que sean.
en toda diócesis hay núcleos urbanos o semiurbanos con parroquias en
el centro o en las periferias de las ciudades; hay zonas en las que prolife-
ran nuevas configuraciones, como pueden ser las urbanizaciones (que ni
están en un área urbana ni son propiamente pueblos); hay zonas, más o
menos amplias de comarcas rurales, con mayor o menor densidad de po-
blación, siempre en torno a un núcleo conocido como «cabecera de co-
marca», que es un pueblo más grande, con más servicios y con algunas
características que pueden asimilarlo un poco más a la ciudad. también
hay centros universitarios, hospitales, residencias... además, hay curia
diocesana, secretariados, delegaciones... somos ordenados al servicio de
una iglesia rica en matices y destinos. Y cuando uno es ordenado, lo hace
para poder ser enviado a «cualquier» lugar. no hay nada más bello que
vivir libre de preferencias, para poder dejar que sea la iglesia la que edu-
que la propia vocación y vaya sacando lo mejor que hay dentro de cada
uno, en cada uno de los lugares a los que somos enviados a vivir el mi-
nisterio. Pero con todo, es legítimo e incluso hermoso que haya lugares
o matices, dentro del ministerio, en los que uno, por sensibilidad, edu-

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ser pastores y apóstoles en el mundo rural... 331

cación, formación o simple tendencia natural, prefiere estar y vivir. mu-


chos hermanos sacerdotes viven su entrega apasionada, llena de sentido,
en el mundo rural. bastantes de ellos con una edad muy avanzada y en
unas condiciones muy difíciles.

3 El cura rural ¿es «de segunda»?


Claro que esto de ser cura de pueblo, tiene su «cosa». Les cuento una
anécdota que me ocurrió con mi difunto padre, que es muy reveladora
de una mentalidad que no solo está en el subconsciente colectivo de las
gentes de los pueblos, sino que también puede estar latente dentro de los
mismos sacerdotes. el caso es que, estando mi padre en el hospital, in-
gresado por una enfermedad, quiso llamar al capellán para confesarse.
Celebraron el sacramento y, antes y después, charlaron amigablemente.
el cura había sido compañero mío tanto en la comarca de vitigudino
(donde él estuvo muchísimos años) como en la sierra (de donde tuvo
que salir por una difícil enfermedad, hasta que, medianamente recupe-
rado, el Obispo le asignó la tarea de capellán del hospital de salaman-
ca). el asunto es que lo hizo muy bien con mi padre. Le escuchó, le ha-
bló con mucha naturalidad y amistad, y fue tal la confianza que –una vez
que yo ya entré–, me dijo: «Este señor es un “sacerdotazo”. Lo que me ex-
traña a mí es que haya tardado tantos años en venir a la capital». revela-
dor de una mentalidad, ¿verdad? Que a nadie le extrañe que mi padre
pensase así y que entonces estuviera tan contento de que su hijo estuvie-
ra en la capital. es lo común en las personas que han crecido en los pue-
blos, donde veían cómo los curas se sucedían unos a otros hasta que, de
pueblo en pueblo, cada vez «con más almas», al final llegaban a una pa-
rroquia «de término», es decir, una parroquia en la capital. aún hoy,
cuando llegamos a los pueblos, en las primeras semanas, una vez que nos
han observado y nos han hecho el «escáner», nos dicen: «Usted nos dura
poco por aquí». «A usted le dan un puesto de más rango prontito»... ¡Qué
pena, esta mentalidad! Y es la que tenemos. Denota que ser cura de pue-
blo es como serlo «de segunda», y que el cura valioso está destinado a tra-
bajar en la ciudad. nada más lejos de la hondura de nuestra identidad.
no en vano, el Concilio vaticano ii, en el precioso decreto Presbytero-

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rum ordinis, ha dicho en el número 15: «...gastándose y agotándose de bue-


na gana en cualquier servicio que se les haya confiado, por humilde y pobre
que sea».

4. Las unidades pastorales y el arciprestazgo, fuentes de vitalidad


de la acción pastoral en el medio rural (y en el urbano)

en el mundo rural castellano y de otras bastantes regiones de españa,


son pocos los núcleos de población cuyas parroquias pueden ser desti-
natarias de un plan de pastoral completo y dinámico. Los caminos de la
vida pastoral no pasan por la parroquia «autónoma y autosuficiente», al
igual que cuando estos pueblos tenían entre cinco y seis veces más po-
blación, y en cada pueblo había uno o dos sacerdotes, y la comunidad
cristiana tenía más vitalidad, y el entramado social era lo suficientemen-
te «denso» como para poder ejercer una tarea misionera concreta. hoy,
esto no es posible, no solo porque no se puede sostener aquello de «un
cura bajo cada campanario», sino porque ya no se sostiene ni siquiera la
comunidad cristiana y el tejido sociológico. el problema no es solo la fal-
ta de sacerdotes; también nos enfrentamos a un tiempo en el que se echa
en falta la masa de laicos y de vida consagrada y las estructuras básicas:
personas e instituciones dentro de cada núcleo rural. hoy necesitamos
–también en el mundo urbano– vivir desde la clave de la unidad. Las
unidades pastorales y el trabajo conjunto desde el arciprestazgo son las
plataformas idóneas y necesarias para trabajar en las ciudades y, sobre
todo, en el mundo rural. Las unidades de pastoral pueden ser un cami-
no para expresar la llamada que hemos recibido en la iglesia de Francis-
co de «conversión pastoral».
hablar de vitalidad de la comunidad cristiana es algo ambiguo. Por un
lado, muchas de las personas del mundo rural tienen tal hondura y arrai-
go en su vivencia de la fe que son verdaderos «santos» y «santas» en la
sombra, que dan testimonio admirable de su vivencia de la fe. resisten
–por ejemplo– el paso de curas de todo tipo, y a todos acogen con el co-
razón abierto. Pero, a la vez, hay que constatar que en estas comunida-
des cristianas aún no se vive lo que el Concilio vaticano ii pide a los lai-
cos. (¡quizá tampoco lo viven los curas!). existe una vida laical muy

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limitada, por problemas de edad, de educación religiosa, de falta de cos-


tumbre para la corresponsabilidad, debido a muchos siglos de un traba-
jo centralizado en los sacerdotes.
son comunidades envejecidas y pequeñas, que principalmente acuden
con fidelidad a la eucaristía dominical y entre semana, pero a las que les
cuesta mucho dar pasos en las actividades comunitarias que se pueden
brindar semanal o quincenalmente en los pueblos más grandes o en las
cabeceras de unidad o de Comarca: lectio divina, escuela del evangelio,
formación iglesia-mundo, escuela de padres, equipos de liturgia, equi-
pos de pastoral social y atención a los enfermos... en estas actividades se-
manales o quincenales «para adultos», allí donde se realizan, el grupo que
participa suele ser pequeño. Pero, con todo, hay que decir, sin exagerar,
que el señor va abriendo caminos en los corazones de las personas; que
el evangelio es vivido, anunciado y celebrado con gozo, con palabras va-
lientes y gestos proféticos que no saldrán en la prensa, ni siquiera local,
pero que van haciendo crecer la «cultura evangélica» en estos pueblos, a
pesar de una religiosidad popular que sí sale en la prensa, pero que con
frecuencia se funde y se confunde con unos intereses turísticos y cultu-
rales que a veces son vecinos del paganismo.

5. Riquezas pastorales y oportunidades positivas en orden


a la evangelización que ofrecen las parroquias del mundo rural
a) La primera riqueza y oportunidad para vivir la evangelización en los
pueblos es la de poder realizar un ministerio pastoral serio, riguroso en lo
ordinario y sencillo de la vida pastoral: la liturgia, la preparación para los
sacramentos, la evangelización de niños, adolescentes, jóvenes y adultos; la
atención a los más pobres y sufrientes, a las personas mayores, a los enfer-
mos. La vida cotidiana y ordinaria puede dar mucho más de sí, y esto, so-
bre todo en el pueblo, se puede hacer con más calidad humana, con ma-
yor cercanía física y con un seguimiento de las personas más personalizado.
«Lo de siempre» y «lo de todos los sitios» se puede y se debe hacer mejor,
y ello exige energías, creatividad, tiempo, medios... en un grupo de seis,
siete, ocho o más parroquias, unidas, en una unidad pastoral, y esta den-
tro de un arciprestazgo, hay de todo, en mayor o menor medida:

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* hay niños, adolescentes, jóvenes, adultos, ancianos, enfermos, mar-


ginados, turistas, universitarios que vuelven a casa de sus padres los
fines de semana, obreros, parados, presos... hay personas, situacio-
nes, circunstancias... hoy día, en la era de la globalización o de la «al-
dea global», en el rincón más pequeño e insignificante del planeta,
en el pueblo más pequeño y distante de la capital, puedes encontrar
situaciones humanas y existenciales tan desafiantes y complejas
como las que puedan encontrarse en el corazón del barrio más po-
blado de cualquier urbe. esto exige a la comunidad cristiana y al sa-
cerdote que la preside estar con suficiente formación en todos los
campos, con «reflejos y cintura» humana y pastoral para poder apor-
tar una palabra que oriente, que ilumine, que ayude a formar un cri-
terio de juicio liberador. Y eso es igual en el barrio, en el centro de la
ciudad o en la aldea. Donde hay una sola persona, todo el misterio,
la grandeza y la pequeñez del ser humano puede manifestarse en su
plenitud.
* Y sigue habiendo mucho que ofrecer: Palabra de Dios, oración, li-
turgias y sacramentos, acción social y caritativa, fe y arte, fe y cultu-
ra, fe y justicia, organismos de corresponsabilidad, como consejos
pastorales y de economía... La vida pastoral, con toda su anchura y
amplitud, no tiene por qué ser patrimonio exclusivo de los lugares
poblados. La vida pastoral es para las personas, sean muchas o pocas;
vivan en un ambiente o en otro. Lo común, desde el evangelio y los
sacramentos, hasta cualquier experimento creativo y original, puede
ponerse en marcha también en el mundo rural.
* Y también hay gente con la que trabajar: desde los hermanos sacer-
dotes del mismo arciprestazgo en búsqueda de caminos de mayor
unidad y comunión, hasta los hermanos que trabajan en las delega-
ciones y secretariados diocesanos. en los pueblos también hay laicos
llamados a crecer en responsabilidad apostólica y compromiso ecle-
sial, alguno de ellos miembros de cofradías o de cualquier otra aso-
ciación laical o movimiento; incluso religiosos y religiosas con los
que compartir carismas y tareas... en pocas comarcas rurales de es-
paña no hay presencia de vida consagrada. Y donde eso ocurre, cier-
tamente es un hándicap no pequeño.

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* también hay muchos alejados de la fe, muchas personas que, después


de haber pasado por los procesos de iniciación de la iglesia, han aban-
donado la fe y a la iglesia, se han ido alejando progresiva o brusca-
mente y viven absolutamente ajenos a la fe. Desde reductos que salie-
ron heridos del nacionalcatolicismo hasta grupos de personas de
mediana edad, jóvenes y ¡niños! cuyo estado normal es el de aleja-
miento y no desear, ansiar y querer saber nada de Dios y de la iglesia.
b) en el mundo rural también existen muchas posibilidades de «reinven-
tar una pastoral en salida» en lo ordinario de la vida. Por ejemplo:
* visitar casa por casa, calle por calle, pueblo por pueblo. una visita
con deseos de conocer, contactar, servir, con-vivir. el oficio de «pa-
tear» las calles y plazas, los colegios e institutos; espacios de reunio-
nes vecinales... visitar, hacer presente, «olfatear posibilidades», co-
nocer gentes, contactar con instituciones, que las hay y de todo tipo:
instituciones municipales, autonómicas, partidos políticos, sindica-
tos, centros educativos, asociaciones solidarias, culturales... Quizá en
un pueblo no haya nada de esto, o muy poca cosa; pero en una co-
marca hay de todo.
* salir a buscar a los que vienen. Parece una «contradictio in terminis»,
pero es cierto. al día de hoy, todavía hay, en mayor o menor medida,
desde novios que se quieren casar y acuden a la parroquia de su pue-
blo en busca de respuestas y soluciones a sus dudas, hasta padres que
quieren bautizar a los hijos o que tomen la primera comunión o se
confirmen... Pero también personas que acuden a nuestras iglesias bus-
cando paz, calma, belleza, experiencias de silencio, de estética... Quizá
esto ocurra más en las ciudades, pero –por lo que antes dijimos de la
proliferación del turismo rural– también en el mundo rural podemos
encontrarnos con este tipo de situaciones, que piden de nosotros una
pastoral de «salida», de oferta y de propuesta. no olvidamos a la gen-
te que viene a buscar ayuda social por diversas circunstancias: pobreza
económica, ayuda por adiciones varias, cárcel, paro, etc. en un pueblo,
la gente que sufre este tipo de situaciones vive con mayor hondura su
«estigmatización» social, y su dolor tiene un eco «público» más paten-
te. en fin: gente que nos busca o la que nosotros encontramos por
mil causas diferentes y por inmensidad de caminos...

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336 policarpo díaz díaz

¡Qué bello que, cuando nos busquen con alguna causa de las anterior-
mente descritas u otras, nos encuentren dispuestos, despiertos, creativos,
audaces... con ofertas y propuestas que ellos no se esperan, pero que, en
el fondo del corazón, les hacen mucho bien! este planteamiento supone
una gran capacidad de adaptación, una buena «cintura pastoral», una
gran apertura de espíritu, para poder llegar a todos y estar disponible
para quienes nos buscan, sean los que sean. traigo aquí la cita de san Pa-
blo: «Siendo del todo libre, me hice esclavo de todos para ganar a los más po-
sibles. Con los judíos me hice judío para ganar a los judíos; con los someti-
dos a la ley, como si yo lo estuviera –aunque no lo estoy– para ganar a los
sometidos a la ley. Con los que no tienen ley, como si yo no la tuviera –aun-
que no rechazo la ley de Dios, pues estoy sometido a la del Mesías–, para ga-
nar a los que no tienen ley» (1 Cor 9,19-21).

6. Algunas claves para seguir ofreciendo


una presencia y un servicio apostólico al mundo rural

1. Creernos que Jesucristo, el señor, pasó y pisó la tierra humilde y sen-


cilla del país en el que nació, vivió y murió –un país eminentemente ru-
ral–, naciendo y viviendo en un abajamiento total, creciendo entre la
gente sencilla de su pueblo y «pateando» aquellas comarcas y regiones;
viviendo el misterio de la encarnación y haciendo de su vida el modelo
y paradigma de los pastores de todo tiempo y lugar.
2. acoger el ministerio de la vida apostólica en el medio rural como un
verdadero regalo en tiempos en los que toda la pastoral está llamada a ser
misionera y en salida y recibimos la invitación de hacernos presentes en
las «periferias existenciales». Las extensas comarcas rurales, con todo su
misterio, sus problemáticas y sus posibilidades, son un desafío para una
iglesia misionera. aunque haya poca gente, cada vez menos, las personas
que habitan en el mundo rural merecen la atención intensa de la iglesia.
no como un «mal menor», sino como el cumplimiento del mandato: «id
a todas las gentes». ser pastor en el mundo rural y apóstol en los pueblos
es un privilegio y regalo que el señor, a través de la iglesia, nos puede ha-
cer. no es un castigo, no es una condena, no es una factura que tarde o
temprano hay que pagar, no es un mal menor, no es una vocación espe-

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ser pastores y apóstoles en el mundo rural... 337

cial o especializada, no es un lugar donde se echan a perder las cualida-


des de presbíteros muy cualificados...
3. esto supone y exige sacerdotes muy afianzados en el señor y muy
unidos entre sí. Para vivir hoy en el mundo rural se necesita una espiri-
tualidad fuerte para «estar» en medio de los pueblos sin ver fruto apa-
rente; soportar la insignificancia social del sacerdote, pero para amar,
sonreír, estar muy cerca de la gente... acompañar a unos pueblos que van
a desaparecer. La espiritualidad de nazaret que tanto vivió Foucauld.
Llevar y vivir la eucaristía, que es fuente de eternidad.
4. es necesario forjar una mayor concienciación de que el mundo rural
no es el hermano pobre de la vida apostólica de la iglesia. invertir per-
sonas y medios en el aparente «desierto» del mundo rural, sin miedo a
que algunas voces puedan decir que es una apuesta infecunda. el canon
con el que hemos de calcular no son los criterios del mundo.
5. Claro que hay que seguir trabajando por cambiar la misma mentali-
dad de los propios sacerdotes, promoviendo ya en los años de formación
en los seminarios iniciativas que ayuden a descubrir que el valor del mi-
nisterio está en la vocación y en la respuesta generosa de entrega al se-
ñor, para servir a la iglesia y al mundo, donde en cada momento el Obis-
po crea conveniente. De este modo, hay que desterrar ya de una vez los
tópicos que laten en el subconsciente de muchos: la existencia de curas
de primera y de segunda, el asunto de los ascensos (que tanto daño ha
hecho al ministerio), la asimilación del envío a los pueblos como un
«destierro». Para ello, hay que hacer todo lo posible, por parte de los
obispos y responsables, para generar medidas a fin de que no exista des-
proporción entre vivir en el mundo rural y vivir en el mundo urbano, ni
en el estilo de vida, ni en la calidad de la vivienda, ni en los apoyos que
necesitan estos sacerdotes por tener unas condiciones de vida especiales:
la itinerancia de pueblo en pueblo por carreteras secundarias y con mu-
chos kilómetros, la dureza de las condiciones climatológicas, etc. Pero,
sobre todo, seguir apostando por fórmulas que ya se han ensayado am-
pliamente y durante décadas después del Concilio vaticano ii: envíos en
fraternidad apostólica, «de dos en dos», fortaleciendo los equipos apos-
tólicos como el arciprestazgo. no olvidar estos espacios: orar en común,

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338 policarpo díaz díaz

estudiar en común, tareas pastorales compartidas. una vida común de


los sacerdotes no funcionarial, sino fraterna, orante, apostólica. Y un ar-
cipreste que realmente anime y cuide a todos los sacerdotes, en especial
a los más mayores y a los más jóvenes.
6. acompañar y cuidar mucho a los sacerdotes rurales y acompañarles
de manera permanente y tenaz, para que en cada arciprestazgo (urbano
o rural) se puedan dar pasos que hagan avanzar la pastoral, junto con los
equipos apostólicos (de laicos y de vida consagrada). Fortalecer las cabe-
ceras de comarca como centros apostólicos de irradiación pastoral. For-
mar equipos interparroquiales para trabajar en los sectores, uniendo
fuerzas y energías. en todos los ámbitos de la pastoral de la iglesia. Cada
pueblo «no da de sí» para poner en marcha la totalidad, pero una co-
marca (o arciprestazgo) sí. un solo sacerdote no tiene ni capacidad ni
energías, quizá ni experiencia ni edad adecuada, para llevar a cabo todo
un programa pastoral completo; pero un equipo apostólico arciprestal,
con laicos, religiosos y sacerdotes, sí. en todas las dimensiones: pastoral
litúrgica y eucarística, estableciendo en cada arciprestazgo «iglesias cen-
trales» que sean centros eucarísticos y de irradiación pastoral; pastoral de
la iniciación cristiana y de los sacramentos; catequesis de niños y prea-
dolescentes comunes, en sintonía con los agentes de pastoral que traba-
jan en los colegios y con la delegación de catequesis y catecumenado;
cuidar mucho, arciprestalmente, la preparación a los sacramentos del
matrimonio y del bautismo, porque es una posibilidad real de trabajar
con gente joven que, al acercarse a la iglesia «para un trámite», puede ser
la rampa de salida para proponer y ofrecer caminos nuevos de renova-
ción espiritual y pastoral. aunque en menor número, también es posible
una pastoral juvenil, vocacional y universitaria, unificando en cada arci-
prestazgo, incluso varios arciprestazgos, los procesos de confirmación y
posconfirmación, de cara a crear comunidades cristianas de jóvenes. in-
troducir en esta etapa el acompañamiento espiritual como una herra-
mienta utilísima para la fecundidad pastoral en general, y en particular
para la pastoral vocacional, en la que tanto nos jugamos. no descuidar la
pastoral social y de enfermos, estudiando y teniendo muy en cuenta la si-
tuación social de cada comarca, con las peculiaridades y muchas cosas co-
munes que pueda haber entre unas zonas y otras. hacer que los servicios

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ser pastores y apóstoles en el mundo rural... 339

sociales que dignifican a la persona no sean olvidados por los organismos


políticos: sanidad, residencias, acompañamiento social, servicios sociales
básicos... también en los pueblos se puede y se debe trabajar una pastoral
de la cultura, del arte y del patrimonio para responder a una verdadera de-
manda de estos tiempos y de estos lugares. sin olvidar una rigurosa y seria
pastoral con adultos: formación bíblica y teológica, espiritualidad, accio-
nes comunes y especiales para los tiempos litúrgicos fuertes...
7. es importante tener siempre una mirada apostólica lúcida, no con-
formándonos con lo que modestamente se está haciendo, sino viviendo
con la tensión de lo que queda por hacer... el paganismo, la seculariza-
ción, la increencia..., de la que tanto se habla en los círculos intelectua-
les de la teología pastoral, está muy viva y detectable en el corazón de la
urbe y en el rincón más escondido del pueblo más pequeño. es un ateís-
mo infiltrado en la cultura, en el ambiente..., incluso en los círculos más
cercanos a la iglesia: catequistas, miembros de los grupos de niños, ado-
lescentes, jóvenes, padres, gentes que se acercan a pedir sacramentos,
miembros de cofradías, los sacerdotes mismos... esta es precisamente la
razón de la ilusión en el futuro. hay mucho que evangelizar, hay que po-
nerse el traje de apóstol y tratar de abrir nuevos caminos: a tiempo y a
destiempo, en público y en privado, para ganar gentes para el señor. Y
todo ello sin descuidar el rebaño que el señor, a través de la iglesia y de
la sucesión de pastores en esta tierra a lo largo de muchos años, ha ido
trabajando. es una tarea preciosa, para la que siguen siendo necesarios
apóstoles que estén dispuestos a seguir gastando y desgastando lo mejor
de sus vidas, energías, creatividad y tiempo. hay que seguir trabajando
con concentración, empeño y ahínco para «taladrar» con humildad, pero
con valentía, esta sociedad pagana con toda la frescura y potencia del
evangelio. Y esto es posible, necesario y urgente en el mundo rural.

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rObert P. imbeLLi
Reavivar
la imaginación crística
Meditaciones teológicas
para la nueva evangelización

188 págs.
P.v.P.: 15,90 €
el Concilio vaticano ii marcó el comienzo de la «nueva evangelización».
intentó comunicar al mundo contemporáneo la novedad perenne del
evangelio con espíritu de alegría y esperanza. sin embargo, determinados
factores, tanto eclesiales como culturales, desviaron las energías evangéli-
cas de la iglesia. La radiante visión cristocéntrica del concilio se desvane-
ció en una iglesia cada vez más polarizada. este libro se inspira en los es-
critos del papa benedicto y en el testimonio del papa Francisco para
promover una reavivación de la imaginación crística, con el fin de recu-
perar y explorar la amplia visión cristocéntrica del concilio y su impera-
tivo evangélico.

Apartado de Correos, 77 - 39080 Santander (ESPAÑA)


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LA PARROQUIA: DE BELÉN A BETEL.


IDEAS CREATIVAS
PARA EL FUTURO PRÓXIMO Y LEJANO
Antonio Ávila*

Fecha de recepción: diciembre de 2016


Fecha de aceptación y versión final: marzo de 2017

Resumen
Dos lugares bíblicos, Belén y Betel, sirven para comprender el presente de la pa-
rroquia y permiten articular un proyecto de futuro en el que conjugar dos ele-
mentos fundamentales: la parroquia como lugar de presencia de Dios en un
mundo secularizado, y la parroquia como el lugar de la comunidad cristiana,
donde todos se sientan responsables del anuncio del Evangelio y de la marcha de
la misma comunidad. Una parroquia abierta a todos desde la realidad de un
mundo plural, pero que no se deja contaminar de mundanidad.
PaLabras CLave: comunidad, hogar, pan, presencia.

The parish: from Bethlehem to Jerusalem.


Creative ideas for the future - Near and far

Abstract
Two biblical places, Jerusalem and Bethlehem, facilitate comprehension of the
modern-day parish, and help conceive a future project in which two fundamental
elements merge: the parish as a place where God transpires in a secularized world;
and the parish as a place of Christian community, where everyone strives to spread
the word of God and develop the community itself. A parish open to all, in the
reality of a plural world, yet purposefully evasive of worldliness.
KeY WOrDs: community, home, bread, presence.

* instituto superior de Pastoral (madrid). <avilave@telefonica.net>.

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342 antonio ávila

1. Introducción

en los años 60, cuando yo era un adolescente y la iglesia española em-


pezaba a recibir los primeros aires del Concilio, en madrid, cerca de mi
casa, abrieron una nueva parroquia. sobre la puerta de entrada estaba co-
locado un letrero: «esta es la casa de Dios y la puerta del cielo». enton-
ces yo no tenía conocimientos bíblicos suficientes para saber que aquel
cartel hacía referencia al sueño de Jacob (gn 28,10ss) ni, menos aún, que
«bet» es el término hebreo con el que se designa la casa. nombre, tam-
bién, de la segunda letra del alefato hebreo, que en su grafía representa
precisamente de forma esquemática una casa. años después, ya en el se-
minario de madrid, empezó a fascinarme la escritura, que se convirtió,
junto con la eucaristía, en la fuente de la que desde entonces bebe mi es-
piritualidad cristiana. Fue entonces cuando aquel cartel empezó a tener
significación para mí. aquel lugar donde Jacob se había quedado dor-
mido y había tenido un sueño resultó ser un lugar «tremendo», del que
Jacob dirá: «es «betel» (la casa de el) y la puerta del cielo». Y, a partir de
ese momento, aquel lugar dejó de llamarse «Luz» para denominarse «be-
tel» (el lugar donde Dios habita).
Pasaron los años, y a lo largo de mi vida pastoral he ido pasando por dife-
rentes parroquias del centro y de la periferia de madrid y de getafe. Pa-
rroquias muy diferentes entre sí, pero en las que he podido desarrollar mi
vida cristiana y ministerial intentando responder a los retos a que cada una
de ellas se enfrentaba, que en líneas generales siempre era el mismo: pasar
de una pastoral de mantenimiento a la articulación de una comunidad pa-
rroquial capaz de ser significativa en su contexto social. en una de estas pa-
rroquias coincidí con un compañero al que le gustaba recordar que belén
(bet-lehem) en hebreo significa «la casa del pan». ¡Otra vez «la casa»! Cier-
tamente, belén, la patria de David y el lugar donde nació el señor, tiene la
misma raíz que betel, el lugar del sueño de Jacob: «bet» (la casa).
hoy, cuando me siento a escribir este artículo sobre la parroquia, su pre-
sente y su futuro, me surgen del fondo del inconsciente, casi como si
emergieran de lo más profundo de mi memoria, estos dos toponímicos
bíblicos, que me traen recuerdos de las diferentes parroquias en las que
crecí y en las que he desarrollado la tarea pastoral. Y serán estas dos, la

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la parroquia: de belén a betel 343

Palabra y la acción pastoral, las fuentes principales de las que me sirva


para expresar mi reflexión sobre el presente y el futuro de las parroquias
que oteo en el horizonte. al desarrollar mi aportación, partiré de belén
para dirigirme hacia betel. Pero igualmente podría hacer el recorrido
contrario: partir de betel para dirigir mis pasos hacia belén. en el fon-
do, existe una circularidad entre una y otra casa. una retroalimentación.
un ir y venir en el que se va tejiendo la vida de la comunidad parroquial.

2. Belén, la casa del pan

me parece una obviedad, pero no por obvio debe ser silenciado, que toda
parroquia está llamada a ser la casa del pan. Creo firmemente, y me ser-
virá de punto de partida, que el objetivo prioritario de la acción pastoral
desarrollada en la parroquia es que esta llegue a ser en verdad la casa del
pan. Y si este objetivo no se propone y/o no se alcanza, todos nuestros
esfuerzos de renovación de la parroquia resultarán vanos. La parroquia
está llamada a ser una casa, un hogar. está llamada a ser el lugar en el que
la comunidad, como una familia más, venga todos los domingos a sen-
tarse como hijos, como hermanos, a la mesa paterna.
igual que ocurre en tantos hogares que existen en nuestros barrios, en los
que los padres esperan a sus hijos y a sus nietos a comer, nuestra familia,
la de los hijos de Dios, vuelve cada domingo a la casa paterna para encon-
trar el descanso de los trabajos de la semana, sentarse a la mesa para char-
lar y, en algunas ocasiones, hacer las paces, celebrar los cumpleaños y las
fiestas, dejar que la casa se llene de risas y de juegos... nosotros, un do-
mingo más, nos sentamos también en torno a la mesa familiar, presididos
por el hermano mayor. nuestra parroquia es, o debe llegar a ser, el lugar
del encuentro y del reencuentro. el lugar del encuentro de los hermanos,
al que llegamos a partir de los diferentes trabajos y avatares de la semana.
su mesa es la mesa en la que se comparten historias, anécdotas, esperanzas
y, también, preocupaciones y fracasos. La casa es el lugar en el que no hay
que guardar las formas, sino en el que todos, «en zapatillas», podemos ha-
blar «a calzón quitado». el espacio en el que no se dirimen las diferencias,
sino en el que, gracias a la mediación del Padre/madre, los hijos podemos
hacer las paces y pedir perdón por el dolor que le hemos causado.

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344 antonio ávila

La parroquia es la «casa del pan», porque en ella este, que en nuestra cul-
tura es el alimento básico, ha de ser amasado, horneado y repartido. este
es el mandato del señor: «Dadles vosotros de comer» (mt 14,16), a fin
de que los hijos de la casa puedan seguir desarrollando sus tareas en la
vida y recorrer su propio camino. no en vano las primeras comunidades
llamaron a este pan repartido el «viático», el alimento para el camino.
existe, pues, un presupuesto antropológico y sociológico de nuestras pa-
rroquias que no deberíamos nunca dar por supuesto y que siempre de-
beríamos trabajar y potenciar, que es la comprensión de la parroquia
como una casa, como un hogar, como una comunidad, como la familia
de Dios. sin esto será muy difícil entender la dimensión espiritual y tras-
cendente tanto de nuestras relaciones como de los gestos y ritos litúrgi-
cos, de los símbolos y sacramentos de que Dios se sirve para manifestar-
nos su amor.
una mesa familiar, de la que caen migajas (mc 7,28). ¡Ojalá no sean úni-
camente migajas, sino multitud de panes los que salgan de las mesas de
nuestras comunidades y lleguen a los hambrientos de pan y de evange-
lio! migajas y panes que, cuando son repartidos, vuelven a nosotros para
llenar multitud de cestos (mt 14,19-20). Cestos de alegría por la vida
compartida. Cestos de amor por la amistad alcanzada con los pobres y
los excluidos de la tierra. Cestos de esperanza de que algún día logremos
alcanzar un mundo, su reino, en el que todos nos sentemos a una mesa
en la que se servirán los vinos generosos de la salvación (is 25,6-9). De
una comunidad parroquial que vive así, que es una auténtica «casa del
pan», se puede decir con toda verdad que la eucaristía es su centro. en
ella, partir y repartir el pan no es un gesto litúrgico rutinario, sino que
es el sacramento memorial del cuerpo de Cristo entregado por amor.
tomar conciencia de que la parroquia es la casa del pan es tomar con-
ciencia de que un objetivo pastoral prioritario en la tarea parroquial es la
creación de la comunidad; una comunidad cuyo centro sea la eucaristía,
y su celebración no sea únicamente el cumplimiento del precepto domi-
nical, sino la expresión de lo que somos, la familia de Dios, y de lo que
vivimos, el amor fraterno y servicial.

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la parroquia: de belén a betel 345

a) El lugar donde los extranjeros encuentran patria


y las mujeres no son marginadas
Pero belén es también el pueblo al que vuelven las viudas, como noemí,
a ahogar sus soledades (rut 1,1-7). Donde una extranjera, rut, encuen-
tra una nueva patria y donde sus sueños pueden empezar a hacerse rea-
lidad (rut 4,13ss). Y todo esto como modelo arquetípico de lo que la pa-
rroquia, como casa y comunidad de acogida, está llamada a ser: el lugar
en el que muchos de nuestros ancianos se sientan como en su segunda
casa. el lugar en el que poder orar por los que ya no están y buscar con-
suelo en sus soledades. en el que poder expresar con sencillez sus senti-
mientos religiosos, muchas veces por medio de una religiosidad popular
que no tiene por qué estar reñida con actitudes evangélicas, sino que
debe ser acompañada para que sea expresión precisamente de estas con
el lenguaje de los sencillos. el lugar cada vez más frecuentado por hom-
bres y mujeres de otras latitudes, de otras culturas y de otras lenguas,
que, como la joven rut, la moabita, vienen a vivir entre nosotros con la
nostalgia de su patria de origen y con la esperanza de un futuro mejor
para ellos y los suyos. unas parroquias en las que no pueden sentirse a
gusto únicamente los nativos, sino que, precisamente por su catolicidad,
están llamadas a ser patria de acogida para los ciudadanos de cualquier
continente. unas comunidades en las que muchas mujeres trabajan, se
esfuerzan y desarrollan todo tipo de ministerios al servicio del bien co-
mún, que está reclamando a gritos una reflexión profunda y creativa so-
bre cuál es su papel en la iglesia. una reflexión que, como consecuencia,
debe llevar a la puesta en marcha de cauces reales para que, como rut,
no sean relegadas a la marginalidad, sino que sean reconocidas y digni-
ficadas en sus funciones.

b) El lugar de los jóvenes y de los idealistas,


donde el hijo menor puede llegar a ser rey
belén, ese pueblo pequeño de las cercanías de Jerusalén, es la casa de Jesé,
de la tribu de Judá, y de sus hijos (1 sam 16,1ss). una familia amplia,
numerosa, en la que hijos diferentes entre sí cubren un amplio arco de
edades y en la que el pequeño cuenta poco. en la que únicamente se le
tiene en cuenta para que eche una mano en los trabajos de la casa, pero

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346 antonio ávila

en la que su opinión y su presencia contaba poco. no así para Dios, que


conoce los corazones y que sabe reconocer en los niños y en los jóvenes po-
tencialidades y valores suficientes para que deban ser tenidos en cuenta.
en la parroquia, al igual que en la casa de Jesé, los niños no pueden ni
deben ser relegados a un papel secundario. no pueden ser únicamente
aquellos a quienes tenemos que «dar catequesis». Los que ocupan los sa-
lones parroquiales durante unos años, para abandonarlos definitivamen-
te cuando reciben los sacramentos de la iniciación cristiana, que muchas
veces les sirven también como fiesta de despedida de la iglesia. necesita-
mos parroquias que no se pasen el día lamentándose por la ausencia de
jóvenes, pero en las que son tratados como infantes, sin protagonismo al-
guno. Jóvenes que, cuando se atreven a acercarse, no encuentran lugar en
ellas. es necesario recuperar una mirada confiada sobre los niños y los jó-
venes, semejante a la de Dios sobre David, que tenga como consecuen-
cia un fiarnos de ellos. es necesario que se sientan protagonistas en la
marcha de la comunidad, incluso con voz y voto, cuando sea posible. es
necesario que en los agentes de pastoral que los acompañan encuentren
modelos de referencia, amigos cercanos, pero, sobre todo, mediadores
capaces de disminuir para que ellos puedan crecer.
es necesario, también, que las comunidades cristianas abran su mentali-
dad a la sociedad y a la cultura de hoy con ilusión, y no en un perma-
nente lamento de añoranzas de otros tiempos. es necesario, como dice
el Papa Francisco, superar la tentación del «siempre se hizo así». necesi-
tamos la creatividad –me atrevería a decir: la temeridad– de los jóvenes.
necesitamos que «la casa del pan» sufra una profunda conversión que le
permita presentar un rostro joven a los jóvenes. Que sea una casa donde
los niños y los jóvenes también cuenten.
Pero no necesitamos cualquier tipo de joven. no necesitamos jóvenes do-
mesticados, integrados, aburguesados, consumistas... necesitamos jóvenes
capaces de ideales, soñadores... Jóvenes como David, puede que un poco
ilusos, pero dispuestos a enfrentarse a los poderes de este mundo, aunque
sea solo con cinco piedras (1 sam 17,40). necesitamos jóvenes capaces de
enamorarse apasionadamente del proyecto de Jesús, del proyecto del evan-
gelio, y que, pertrechados con las armas de Dios (ef 6,14ss), sean capaces

Sal Terrae | 105 (2017) 341-355


la parroquia: de belén a betel 347

de afrontar los duros trabajos del evangelio. necesitamos jóvenes idea-


listas que, igual que David, sean capaces de enfrentarse al matonismo de
una sociedad injusta. Capaces de ser reyes de sus propias vidas, para po-
der ser así profetas de este tiempo con una propuesta de salvación y de
futuro para el mundo actual. Probablemente, esto será imposible si no es
toda la comunidad la que asume un talante profético de anuncio, de de-
nuncia, de construcción y realización de alternativas fraternas.
Pero, si hemos señalado la necesidad de que la comunidad cristiana sea
renovada por este tipo de jóvenes, estos no se improvisan, sino que es ne-
cesario crear las condiciones adecuadas para que puedan llegar a ser. Para
ello necesitamos repensar los procesos de iniciación cristiana y la forma-
ción de los adolescentes y de los jóvenes. Cada día somos más los conven-
cidos de que la catequesis infantil necesita superar una preocupación, me
atrevería a decir que casi enfermiza, por la transmisión de contenidos, para
abrirse a una formación más integral, en la que pueda fructificar la expe-
riencia de Dios. esto es lo que los catequetas han dado en denominar una
catequesis de engendramiento. Parece también que la catequesis debería
contextualizarse, porque, si no, corremos el riesgo de que, en cuanto los
adolescentes comiencen a desarrollar relaciones no gestionadas por noso-
tros, los adultos, se encontrarán inermes en una sociedad en la que predo-
mina no solo una cultura de la indiferencia, sino de la sospecha y la críti-
ca abierta de todo cuanto huela a cristianismo y a iglesia. necesitamos una
catequesis que eduque para la vida cristiana y el compromiso, donde la
apertura a Dios tenga como respuesta natural un estilo de vida, una esca-
la de valores y unas actitudes que impliquen amistosidad, servicialidad,
constancia, compromiso, alegría..., experiencia de Dios.

c) El lugar de la promesa
belén, la casa del pan, es también el lugar de la promesa. Lo saben los
sabios de israel, porque lo ha anunciado el profeta miqueas: «Y tú, Be-
lén Efratá, pequeña entre los clanes de Judá, de ti voy a sacar al que ha de
gobernar Israel» (miq 5,1), y lo conocen los enemigos (mt 2,3). es el lu-
gar de la promesa en el tiempo de esperanza, en el de desolación e, in-
cluso, en el de persecución (mt 2,3-6), porque la razón de ser de la pro-
mesa no está en los éxitos alcanzados, ni siquiera en nuestros esfuerzos

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348 antonio ávila

por conseguirlos, sino en la elección gratuita de Dios, que no elige lo


mejor de nuestro mundo, sino a gente normal, con sus luces y sus som-
bras (1 Cor 1,26-31); pero, sobre todo, a lo pequeño y lo débil. el lu-
gar elegido para su manifestación no es Jerusalén, ni el monte sion, ni
el templo que él habita, sino una pequeña villa de las periferias, y en ella
un establo donde se guardan los ganados.
Y es que las parroquias, las casas del pan, no están llamadas a ser el cen-
tro al que todos van a divertirse o a saciar su deseo de consumo, como
en los grandes centros comerciales, sino a estar insertas en la ciudad o pre-
sentes en los pueblos, como la levadura en la masa. no pueden ni deben
caracterizarse por su grandeza arquitectónica (aunque muchas posean un
patrimonio histórico-artístico heredado que debamos conservar), ni por
su prepotencia en las relaciones con la sociedad y la cultura en que se en-
cuentran insertas (como ocurrió en tiempos pretéritos), sino por ser lu-
gares donde, en un proceso de inserción, se manifieste la promesa de Dios
a la humanidad. en las que se haga verdad lo que Dios dice en el pacto
con su pueblo: «Yo soy un Dios fiel, un Dios cercano, un Dios de ternu-
ra y misericordia, que hace que cada día sea nuevo». Y en las que, por lo
tanto, pueda florecer la esperanza: «Yo soy un Dios con vosotros y no un
Dios contra vosotros». un Dios que se manifiesta en belén haciendo que
un pueblo, ubicado en las afueras, se convierta en lugar de salvación.
Las parroquias no están propiamente llamadas a salir a las periferias, sino
a tomar conciencia de que están ubicadas en ese espacio geográfico que
es la aldea, que es la ciudad, en el que existen multitud de situaciones
humanas, de periferias existenciales. han de ser el lugar de la presencia
de Dios en la ciudad, que dirá el papa Francisco repetidamente1. unas
ciudades y unos pueblos en los que se entrecruzan los caminos de la vida,
llenos de dolor y de esperanza, caminos que tenemos que acompañar y
a los que no hemos de poner aduanas.

1. muy interesante en este sentido es el congreso celebrado en barcelona sobre


«La pastoral en las grandes ciudades» en mayo de 2014. CarD. LLuís martí-
nez sistaCh (ed.), La pastoral de las grandes ciudades, PPC, madrid 2015.

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la parroquia: de belén a betel 349

d) No había sitio en el mesón


el hecho es que, si algo debe hacer la parroquia, como casa de la comu-
nidad, es parecerse más a un establo que a un mesón. Porque el mesón
es un lugar en el que todos van de paso y nadie permanece. es un sitio
donde el alimento y el hueco donde descansar son cedidos a cambio de
dinero. en él, las atenciones recibidas se pagan de una u otra forma. ¡no
así entre vosotros! necesitamos superar una concepción y una forma de
organizar la parroquia concebida como un lugar en el que se dispensan
servicios a cambio de dinero. necesitamos superar la concepción de la
parroquia como una fábrica de sacramentos que pueden ser dispensados
al margen de una estructura y una vida comunitaria. Y necesitamos su-
perar una forma de ejercicio del ministerio presbiteral como una «profe-
sión» sacral, que tiene en la parroquia su propia franquicia, de la que vive
y de la que se siente dueño y señor. Probablemente, no hay nada más es-
terilizante y más mortal para la vida de la parroquia que la presencia de
un clero «profesionalizado», que vive el ministerio no como una voca-
ción, sino como una profesión, y que ha perdido la tensión existencial
de sentirse llamado a dinamizar la vida de la comunidad y a tener una
actitud misionera y de acogida de los que llegan.
Probablemente, la parroquia debería estar más cerca del establo, ese lu-
gar donde, en las noches de frío, los peregrinos de la vida encuentran el
calor y la acogida que no encontraron en otras partes. Donde un calor
nada sofisticado ni artificial es capaz de caldear nuestros fríos, esos que
nos calan hasta los huesos, y ello precisamente por su autenticidad y su
sencillez. es el calor de los sencillos, el de los que en nuestra sociedad son
tratados como animales, el que muchas veces es capaz de dar un calor
humano gracias a su simplicidad y naturalidad, a su falta de afectación,
el que permite que la salvación que se nos acerca pueda ser acogida y
transparentada.
es fuera del mesón, el lugar de la exclusión, el que con su oscuridad de-
nuncia las falsas luces de una sociedad injusta y artificial, que precisa-
mente a causa de su artificialidad y superficialidad es incapaz de ilumi-
nar y dar sentido a las vidas de quienes lo habitan. no en vano, muchos
de los más conscientes de entre los cristianos han sentido a lo largo de la

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350 antonio ávila

historia la necesidad de partir hacia el establo, para encontrar lo que no


encontraban en el mesón. La tragedia sería que nuestras parroquias fue-
ran únicamente lugares de paso y no lugares donde anidar.

e) Vayamos, pues, a Belén


Cada vez resulta más urgente tomar conciencia de los cambios tan rápi-
dos y profundos que se han dado entre nosotros en todos los órdenes,
pero especialmente en el ámbito de la fe y del cristianismo en concreto.
esto es lo que ha llevado a algunos autores a hablar del «malestar reli-
gioso de nuestra cultura» y a certificar que «el hilo de la transmisión de
la fe se ha roto»2.
Caminemos, pues, con paso decidido en la dirección de la casa del pan.
Demos todos los pasos que sean necesarios para empujar nuestras parro-
quias en la dirección adecuada, que las permita pasar, de ser concebidas
a partir de criterios administrativos ya superados, a ser comunidades sig-
nificativas para la sociedad de hoy. esto es, superemos una concepción
de la parroquia propia de una iglesia en régimen de cristiandad. una pa-
rroquia concebida y comprendida desde su territorialidad, en la que to-
dos los que la habitan son los fieles, para asumir que vivimos en una so-
ciedad plural en la que muchas de las personas con las que compartimos
el espacio geográfico, la ciudad o el pueblo tienen otras creencias o no
tienen ninguna, y comprender que nuestro papel en esta sociedad es ser
como «mica salis», como levadura, testigos de la fe capaces de ser agen-
tes de transformación y de evangelización. es necesario que pasemos de
una parroquia centrada en el templo y en el culto que en él se celebra,
dispensadora de la gracia por medio de los sacramentos, a una comuni-
dad viva, toda ella sacramento de Cristo, capaz de iluminar el espacio so-
cial con su presencia, lo cual permitirá que cada uno de los sacramentos
recupere su dimensión salvadora y no se reduzca a un rito social de trán-

2. J. martín veLasCO, El malestar religioso en nuestra cultura, san Pablo, madrid


1993; Ser cristiano en una cultura posmoderna, PPC, madrid 1996; La transmi-
sión de la fe en la sociedad contemporánea, sal terrae 2002.

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la parroquia: de belén a betel 351

sito. necesitamos superar un modelo de parroquia esencialmente cleri-


cal, en el que los ministros ordenados desempeñan una función sacral,
administran y gobiernan la marcha de todo, como si fueran los señores
indiscutibles, para pasar a una parroquia entendida como una unidad
pastoral, en la que la pluralidad de ministerios y de carismas construyan
un cuerpo armónico en el que todos los miembros encuentren su lugar
y en el que el caminar de cada día, bajo la animación y la presidencia de
los ministros ordenados, suponga un ejercicio de corresponsabilidad.
el horizonte hacia el que caminamos está cada vez más perfilado. Cami-
namos hacia parroquias comprendidas como comunidades cristianas
sencillas, insertas, que sienten la alegría del evangelio e intentan hacerlo
presente de forma comprensible en su contexto social. La Evangelii gau-
dium, el programa del papa Francisco para este pontificado, nos invita a
ponernos en camino en esta dirección. ¡vayamos a belén!, dicen los sen-
cillos que cuidan sus rebaños en los campos (Lc 2,15). ¡vayamos a be-
lén! ¡Orientemos el caminar de nuestras parroquias hacia la articulación
de la vida comunitaria! es este un objetivo que necesitamos también
nosotros repetirnos y llevarlo a cabo.

3. Betel, la casa de Dios y la puerta del cielo

Pero si la parroquia está llamada a ser belén, no es menos verdad que está
llamada igualmente a ser betel, la casa de Dios y la puerta del cielo en
medio de la ciudad o de la aldea. una de las necesidades urgentes que
tienen nuestras ciudades y nuestros pueblos, en una sociedad globaliza-
da y secularizada como la nuestra, son espacios abiertos a la trascenden-
cia. tragaluces que transparenten la presencia de lo Otro, de la divini-
dad, en nuestro mundo3.

3. J. L. COrzO, «tragaluces de lo divino», en instituto superior de Pastoral, Invi-


tar hoy a la fe. XXIV Semana de Teología Pastoral, verbo Divino, estella 2013,
pp. 47-74.

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352 antonio ávila

a) La casa donde Él habita


«La casa donde él habita» es el nombre que dio Jacob al lugar donde, al
quedarse dormido, había tenido un sueño. Para Jacob es un lugar estre-
mecedor (gn 28,12-17). es el lugar en el que, como moisés ante la zar-
za ardiente, se experimenta la presencia del totalmente Otro, del miste-
rio, que lo convierte no solamente en un lugar sagrado, sino en el lugar
que no puede dejarnos indiferentes, que nos estremece íntimamente,
que nos invita a cambios profundos, a descalzarnos, a echar rostro a tie-
rra, aceptando nuestra nadería, y a adorar su grandeza (ex 3,4-6).
es la casa que él habita, y con su presencia se nos hacen patentes todas
las insuficiencias de nuestras personas, llamadas a ser superadas, porque
el encuentro con el santo de israel supone la llamada a nuestra misma
santidad (Lv 11,44). Y que, a la vez, con su presencia denuncia todas las
incoherencias del mundo que hemos construido los seres humanos. De-
nuncia todas las injusticias y esclavitudes, todas las exclusiones injustifi-
cadas, todas las pobrezas impuestas, todas las violencias provocadas... Y
es en este ir y venir entre lo que somos y lo que estamos llamados a ser,
donde nos debatimos y deambulamos los seres humanos, como en una
escala que asciende a los cielos y desciende a los abismos.
el hecho es que la parroquia no puede ser, pues, un simple club social,
como no puede ser tampoco una Ong. no puede ser simplemente un
lugar de encuentro de los feligreses, en el que se tienen actividades de todo
tipo para llenar el ocio, para mantenerse en forma o para el aprendizaje de
las cosas más variadas. Como tampoco es únicamente una escuela de vo-
luntariado social, un centro asistencial ni de integración social. sin duda.
en el seno de la comunidad y en sus locales parroquiales todo esto puede
y debe tener cabida cuando las necesidades así lo aconsejen; pero la parro-
quia, la comunidad cristiana, en toda ocasión, pero especialmente en nues-
tras circunstancias actuales, en que se encuentra ubicada en una cultura de
indiferencia religiosa, está llamada a ser la tienda del encuentro, el espacio
que él ha elegido para habitar entre nosotros.
La parroquia tampoco puede ser un lugar que, de tanto mirar al cielo,
sirva de evasión de la realidad. La trascendencia, que está llamada a ha-
cer presente en el mundo circundante, no supone la evasión de este

Sal Terrae | 105 (2017) 341-355


la parroquia: de belén a betel 353

mundo. La parroquia no es un monasterio ni un lugar exclusivo de ora-


ción, sino una plataforma de la presencia de Dios en medio de nuestro
mundo. el antiguo testamento diría que la parroquia es el escabel don-
de Dios reposa sus pies, donde se hace presente, donde toma carne. esto
supone que la gloria de Dios la habita, que los ángeles que suben y ba-
jan por la escala de Jacob (gn 28,12) son los mismos que canta la gloria
de Dios y la Paz a los hombres (Lc 2,13-14), que betel es belén, y belén
es betel. Que el Dios que ha elegido morar aquí es el Dios creador, el
Dios liberador, el Dios salvador, al que estamos llamados a adorar en ver-
dad y santidad (Jn 4,23).
es el lugar del único Dios. un Dios celoso, que no admite más dioses
en su presencia. no en vano, cuando decide volver a betel, Jacob pide
a toda su familia que retire todos los dioses extranjeros y se purifique
(gn 35,1-3). La parroquia está llamada a ser el lugar de acogida de los
que vuelven a la fe decepcionados de los ídolos que nos propone nuestra
sociedad y que al final no son capaces de dar sentido a nuestras vidas. La
parroquia es el lugar de todos los que buscan al Dios único y verdadero,
incluso sin saberlo. en los proyectos de pastoral de las diferentes dióce-
sis y parroquias de Francia, país que tiene una más larga experiencia que
nosotros de secularización y de respuestas pastorales a los que retornan a
la fe, existen espacios, que ellos denominan «foyers de accueil» (hogares de
acogida), en los que los caminantes de la vida pueden decir, al igual que
Jacob: «construiré un altar al Dios, que me escuchó en el peligro y me
acompañó en mi viaje» (gn 35,3), en el viaje de la búsqueda de sentido
para mi vida.
Para ello nuestras comunidades y nuestros templos parroquiales están
llamados a generar espacios de silencio, de oración y de encuentro per-
sonal con él. su Palabra necesita ser proclamada, estudiada, acogida,
orada, vivida... su presencia celebrada. su llamada escuchada y seguida.
su voluntad realizada. Lo que hace que la parroquia no sea únicamente
un grupo de amigos o un club social, ni un proyecto social o político, ni
un lugar de evasión en una falsa espiritualidad... es, precisamente, que él
esté ahí y que esta sea la casa que él habita. el lugar de la trascendencia
y de su presencia.

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354 antonio ávila

ahora bien, para que sea una parroquia cristiana y no un tribunal de jus-
ticia, es necesario que el Dios que la habita sea el Dios verdadero. esto
es, el Dios de la misericordia. el Dios que hace presente su justicia en el
amor y en el perdón. necesitamos evitar dos peligros. De una parte, ex-
pulsar a Dios de nuestras parroquias para hacerlas cómodamente habita-
bles, sin grandes exigencias, comunidades «light»; de otra, la presencia de
un Dios tan grande, tan lejano y justiciero, que tenga más que ver con
Júpiter tonante que con el Padre anunciado por Jesucristo. necesitamos
una purificación de los ídolos que habitan nuestras parroquias y una re-
cuperación de sus ausencias. si es importante que Dios habite nuestras
parroquias y que recuperemos en ellas una espiritualidad de trascenden-
cia, una espiritualidad de su presencia, no lo es menos la necesidad de
que sea una presencia en el aquí y ahora. su morada, cuando a la parro-
quia nos referimos, no está sobre los cielos ni en el alto firmamento, sino
aquí, en medio de la ciudad, en este barrio, entre estas calles, en aquella
plaza, en esta aldea. La parroquia y los que la forman son el lugar de la
presencia.
necesitamos convertir su casa, nuestra casa y nuestra vida, en un lugar
donde se canta, se danza y se hace fiesta. el lugar de la celebración. una
celebración alegre y gozosa, conectada con la vida. Celebraciones litúr-
gicas que no pierdan la dimensión sacramental, en las que los símbolos
sean expresión de la profundidad de la existencia y, por lo tanto, dado-
res de sentido último. necesitamos recuperar el uso común del lengua-
je, que no tiene por qué ser simplón ni chabacano, pero sí claramente
alejado de las fórmulas estereotipadas, muchas veces engoladas y casi
siempre faltas de expresividad para la asamblea que está celebrando.
(no sería una tarea inútil revisar a fondo el lenguaje y las fórmulas de
nuestros misales, con el fin de avanzar lo que propuso el concilio vati-
cano ii: que el pueblo de Dios pudiera celebrar los sacramentos en su
propia lengua).

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la parroquia: de belén a betel 355

4. Construir la casa de Dios en la ciudad

a modo de conclusión podríamos decir que, en el momento presente


–puede que en todo momento de la historia– nos encontramos liados
en este ir y venir entre belén y betel, entre betel y belén, entre la tras-
cendencia y la encarnación, entre la contemplación y el compromiso. Y
en lo que a la parroquia se refiere, necesitamos construir la casa, una
casa construida sobre roca (mt 7,24-27), una casa que es la comunidad
de Dios (1 tim 3,15; heb 3,1-6; 1Pe 2,5; 4,17), siendo conscientes de
que, si el señor no construye la casa, nuestros esfuerzos serán en vano
(sal 127,1), pero conscientes también de que Dios necesita operarios
que enviar a su viña (mt 20,1ss).

Sal Terrae | 105 (2017) 341-355


JOsé CarLOs bermeJO /
mari Patxi aYerra
Orar el duelo

152 págs.
P.v.P.: 10,00 €
Cuando perdemos a un ser querido, el corazón enmudece, el corazón
quiere gritar, el corazón no entiende. Puede ser un momento para orar.
Orar la pérdida, la desolación, el sinsentido; orar porque necesitamos que
alguien nos entienda y porque necesitamos decir que no entendemos:
para eso son estas páginas. Darle palabras al corazón, expresar la propia
pequeñez y necesidad, dar gracias, reconocer el misterio, contemplar la
belleza... hacerlo ante Dios es orar. en intimidad íntima, junto con un
grupo en sintonía de corazones o en medio de una gran asamblea son for-
mas distintas y hermosas de tratar de expresar la sed que tenemos de fuen-
tes vivas para el espíritu.

Apartado de Correos, 77 - 39080 Santander (ESPAÑA)


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357

LA FAMILIA

MATRIMONIO
ENTRE CREYENTE Y NO CREYENTE.
REFLEXIONES JURÍDICO-PASTORALES
Juan José Etxeberria, sj*

Fecha de recepción: febrero de 2017


Fecha de aceptación y versión final: marzo de 2017

Resumen
En el contexto social secularizado, intercultural y multirreligioso, el matrimonio
entre creyentes y no creyentes impulsados por diversas motivaciones (sociales, fa-
miliares, etc.) plantea una serie de cuestiones teológicas y jurídico-pastorales que
este artículo pretende abordar. En ese marco, será importante determinar el gra-
do de fe de los contrayentes, el grado de conocimiento de la esencia sacramental
del matrimonio católico, los requisitos para la preparación y admisión al matri-
monio canónico y el modo de acompañarlos. Todos ellos serán algunos de los te-
mas abordados y profundizados.
PaLabras CLave: sacramento del matrimonio, fe, propiedades esenciales del
matrimonio, pastoral prematrimonial, impedimentos.

* vicerrector de Comunidad universitaria e identidad y misión de la universi-


dad de Deusto. <jjetxebe@deusto.es>.

Sal Terrae | 105 (2017) 357-370


358 juan josé etxeberria, sj

Marriage between believers and non-believers.


Juridical-pastoral reflections

Abstract
In a secularized, intercultural and multi-religious context, marriage between be-
lievers and non-believers conditioned by various reasons (social, family-related,
etc.) raises a series of theological and juridical-pastoral issues that this article seeks
to explore. In this framework, several aspects to be discussed and examined include
the need to determine the level of faith of believers, their level of knowledge of the
sacramental essence of Catholic marriage, the requirements for preparing them for
engaging in canonical marriage, and the support they are given.

KeY WOrDs: sacrament of marriage, faith, essential properties of marriage,


pre-matrimonial ministry, impediments.

–––––––––––––––

1. Introducción

uno de los fenómenos que surgen en nuestra sociedad secularizada e in-


tercultural es la voluntad de personas que se declaran no practicantes o no
creyentes y desean contraer matrimonio en la iglesia, impulsados por mo-
tivaciones sociales o familiares. se trata de personas bautizadas, en su ma-
yoría en la niñez, y que en su madurez humana no han asumido lo que
implica ser creyente y seguidor de Jesucristo. Por otra parte, la diversidad
de religiones actualmente presentes en nuestra sociedad origina también
que creyentes católicos y de otras religiones, que tienen perspectivas muy
diferentes con respecto al matrimonio, deseen contraer matrimonio en la
iglesia. estas situaciones presentan una especial problemática que debe ser
analizada desde un punto de vista pastoral y canónico.
Pretendemos afrontar con un sentido pastoral la problemática que estos
hechos suscitan, teniendo en cuenta factores teológicos (la relación de la fe
y la intención de los contrayentes; la estructura del sacramento del matri-
monio; las relaciones ecuménicas...), pastorales (la comprobación de la fe,
la preparación del matrimonio...) y canónicos (relaciones iglesia-estado,
forma canónica, indisolubilidad del matrimonio...). algunos autores dicen

Sal Terrae | 105 (2017) 357-370


matrimonio entre creyente y no creyente 359

que se puede dudar de la validez sacramental de los matrimonios entre no


practicantes y no creyentes, porque no aparece claro que los contrayentes
tengan la intención de hacer lo que la iglesia hace en los sacramentos. sin
embargo, toda esta complejidad no puede ser un impedimento para bus-
car soluciones eclesialmente apropiadas al tema planteado.
surgen muchas cuestiones ante la petición del sacramento del matrimo-
nio por parte de bautizados católicos que se consideran no creyentes o
no practicantes, como también en el caso de un matrimonio entre cre-
yente y no creyente: ¿es la fe una condición necesaria para la validez del
sacramento?; ¿qué se debe exigir a los contrayentes para considerar que
se está celebrando un sacramento?; ¿qué actitud adoptar por parte de la
autoridad religiosa ante las motivaciones no religiosas para acercarse al
matrimonio?; ¿han de tener los contrayentes la intención sacramental o
basta con que acepten las propiedades esenciales del matrimonio?;
¿cómo acompañar a personas en diferentes situaciones de fe que plante-
an un matrimonio canónico?
estas cuestiones y otras semejantes brotan al acercarnos a esta realidad
tan compleja que vamos a abordar. no se trata de cuestiones meramen-
te teóricas, sino que afectan a la pastoral y a la práctica de los responsa-
bles de parroquias en contextos secularizados de nuestro entorno social.
Por tanto, es muy importante determinar la relación entre la fe y la vali-
dez del sacramento, es decir, entender el carácter sacramental del matri-
monio. así mismo, es necesario considerar la pastoral más adecuada para
acompañar el acceso al matrimonio de los contrayentes en las situacio-
nes planteadas anteriormente.

2. Carácter sacramental del matrimonio hoy


en el derecho canónico

en la exhortación apostólica Post-sinodal Amoris laetitia (aL), n. 43, se


nos recuerda la importancia de la fe en el ámbito matrimonial: «El debi-
litamiento de la fe y de la práctica religiosa en algunas sociedades afecta a las
familias y las deja más solas con sus dificultades».

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360 juan josé etxeberria, sj

2.2. Identidad contrato-sacramento


este tema de la fe necesaria para el sacramento ha sido un tema muy de-
batido en la historia, aunque al final el Código ha mantenido la insepa-
rabilidad contrato-sacramento entre bautizados. La Comisión teológica
internacional plantea la problemática con mucha claridad:
«allí donde no hay vestigio alguno de fe como tal, ni ningún deseo de
gracia y salvación, se plantea el problema de saber, al nivel de los hechos,
si la intención general y verdaderamente sacramental está o no presente,
y si el matrimonio se ha contraído válidamente o no. La fe personal de
los contrayentes no constituye... la sacramentalidad del matrimonio,
pero la ausencia de fe personal compromete la validez del sacramento»1.
el Concilio vaticano ii afirma la necesidad de la fe en la acción sacra-
mental: «[los sacramentos] no solo suponen la fe, sino que, a la vez, la
alimentan, la robustecen y la expresan» (sC, n. 59). Por eso, brota la pro-
blemática teológico-jurídica: ¿es necesaria la fe para la validez del sacra-
mento? La Comisión codificadora rechazó la propuesta, defendida por al-
gunos teólogos y canonistas, de cambiar la norma «entre bautizados» por
«entre creyentes», teniendo en cuenta la identidad contrato-sacramento.
en 1977 la Comisión teológica internacional afirmaba dicha identidad:
«entre dos bautizados, el matrimonio, como institución querida por Dios
Creador, no puede separarse del matrimonio-sacramento, porque la sacra-
mentalidad del matrimonio entre bautizados no le es accidental, de forma
que pueda ser o no ser, sino que de tal forma es inherente a la esencia del
matrimonio que no puede separarse de la sacramentalidad»2.
en consecuencia, todos los matrimonios entre bautizados son siempre sa-
cramentos. el ordenamiento canónico considera la sacramentalidad de los
matrimonios de los católicos, y también del de los ortodoxos, calvinistas,
luteranos, anglicanos... siempre que el matrimonio contraído sea válido.

1. Doctrina canónica sobre el matrimonio, n.2.3.: COmisión teOLógiCa inter-


naCiOnaL, Documentos 1969-1996. Veinticinco años de servicio a la teología de
la Iglesia, madrid 1998, 178.
2. Doctrina canónica sobre el matrimonio, n. 3.2-3, op. cit., 179.

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matrimonio entre creyente y no creyente 361

2.3. Fe e intención como condición para la validez del matrimonio


en la iglesia Católica se pide que los contrayentes tengan la «intención
general de realizar lo que hace la iglesia», es decir, aspirar a los fines del
matrimonio para la validez del sacramento. ahora bien, ¿qué significa di-
cha afirmación? sin duda, el rechazo explícito y formal de la fe y, en
modo particular, de la doctrina de la iglesia sobre el matrimonio, puede
hacer pensar que la persona no tiene la intención de entrar en el miste-
rio sacramental, que implica la indisolubilidad del matrimonio.
Juan Pablo ii, en su exhortación apostólica Familiaris consortio, afirma
que la fe puede tener diversos grados y que razones de tipo social pue-
den primar en los novios cuando piden casarse por la iglesia. al consi-
derar dicho documento se pueden extraer algunos criterios interesantes:
1) no se requiere una fe viva, absoluta y explícita para la validez del
matrimonio;
2) se exige, en cambio, la intención de darse y aceptarse recíprocamen-
te, aceptando las propiedades esenciales del matrimonio;
3) el rechazo total de la fe puede dar lugar a una presunción del error
pervicaz3 y de una voluntad de situar el matrimonio fuera de la igle-
sia, rechazando la sacramentalidad o la indisolubilidad4.
en definitiva, tal como afirma Carmen Peña, «la fe necesaria para poder ha-
blar de sacramento sería la fe teologal, la que viene otorgada por la misma re-
cepción válida del bautismo»; y añade posteriormente: «la falta de fe no afec-
tará tampoco directamente a la validez del matrimonio; la exclusión de la
sacramentalidad viene configurada como un supuesto de simulación total, de
modo que solo será relevante si supone la exclusión del matrimonio mismo»5.

3. el «error pervicaz» es el error tan arraigado en el sujeto que este no puede ac-
tuar si no es de acuerdo con lo que piensa, provocando tal vinculación de la vo-
luntad a la idea falsa que puede hablarse de un determinismo.
4. P. garín, Legislación de la Iglesia católica. Teología-Derecho y Derecho matrimo-
nial canónico, universidad de Deusto, bilbao 1998, 241-242.
5. C. Peña, «Dimensión sacramental y celebración canónica del matrimonio: re-
quisitos para el acceso a las nupcias»: Estudios Eclesiásticos 88 (2013) 394.

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362 juan josé etxeberria, sj

2.3. Aceptación de las propiedades esenciales del matrimonio


tras estas consideraciones, y viendo la complejidad teológica de los bau-
tizados sin fe, una de las soluciones planteadas es la exigencia a los con-
trayentes de aceptar las propiedades esenciales del matrimonio, funda-
mentalmente la indisolubilidad. en un contexto sociológico, con una
mentalidad bastante favorable al divorcio, el carácter indisoluble del ma-
trimonio no se acepta fácilmente, ya que no es algo evidente, si no es por
motivos de fe.
asimismo, la jurisprudencia rotal mantiene la norma del c. 1055 § 2 so-
bre la no relevancia jurídica de la fe para la constitución del sacramento,
salvo que ello implique la exclusión del matrimonio mismo6. esto con-
lleva que los párrocos, antes de admitir a una pareja al sacramento del
matrimonio, tendrán que examinar si los novios aceptan las propiedades
esenciales del matrimonio.

2.4. Matrimonios mixtos y dispares


en los matrimonios mixtos y dispares nos encontramos en la situación
de una persona católica (creyente o no creyente) y otra persona no bau-
tizada (matrimonio dispar) o perteneciente a otra confesión cristiana
(matrimonio mixto). actualmente existe una prohibición canónica de
contraer matrimonio entre católicos y no bautizados (can. 1086 § 1),
por lo que hay que pedir la dispensa del impedimento de disparidad de
cultos. además, hay que tener en cuenta que, tal como hemos afirmado
anteriormente, el matrimonio dispar no es sacramento, porque se cele-
bra con un no bautizado.
el fundamento último de este impedimento es preservar la fe del cón-
yuge católico, que puede tener sus riesgos al convivir con una persona no
bautizada. Por otra parte, nos encontramos ante personas que parten de
convicciones religiosas y morales diferentes, que pueden generar conflic-
tos en la convivencia de la pareja.

6. F. r. aznar giL, «el matrimonio de los bautizados “no creyentes” o “no prac-
ticantes”: Fe y sacramento del matrimonio»: Revista Española de Derecho Ca-
nónico 72 (2015), 47.

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matrimonio entre creyente y no creyente 363

en estos matrimonios la iglesia establece una serie de promesas y caute-


las para que el Ordinario del lugar conceda la dispensa (matrimonio dis-
par) o licencia oportuna (matrimonio mixto). el derecho canónico esta-
blece los siguientes requisitos en dichos matrimonios:
a) La parte católica debe declarar que está dispuesta a remover los peli-
gros de perder la fe y promete que hará todo lo posible para que to-
dos los hijos sean bautizados y educados en la iglesia Católica (can.
1.125, 1º). este tema puede entrar en conflicto con las legislaciones
del estado y de las costumbres. en el supuesto de que cada una de
las partes se sienta obligada en conciencia a educar a la prole en su
propia confesión, existe un caso de conciencia contra conciencia.
así, en las legislaciones de los estados islámicos es norma que los hi-
jos de padre musulmán no puedan educarse en una religión distinta.
b) La parte no bautizada debe conocer en tiempo oportuno las promesas
hechas por la parte católica, de manera que conste que es consciente
de los problemas y obligaciones de la parte católica (can 1.125, 2º). en
este supuesto, la iglesia, siendo coherente con la Declaración sobre
la libertad religiosa del Concilio vaticano ii, no exige nada que pue-
da ofender a su conciencia.
c) ambas partes son instruidas acerca de los fines y propiedades esencia-
les del matrimonio, que ninguno de los dos debe excluir. en el caso de
que un musulmán que no está dispuesto a renunciar a la poligamia de-
see casarse una segunda o tercera vez, o declare su deseo de ejercer el
derecho de repudio, la dispensa del impedimento debe serle negada7.
en estos casos es importante ser conscientes de todas las diferencias cul-
turales, antropológicas, sociales y religiosas sobre la concepción del ma-
trimonio y sus exigencias. Como hemos señalado, en el caso de un ma-
trimonio con un varón musulmán en un estado islámico, hay que
considerar la posibilidad de la poligamia, el derecho al repudio, el hecho

7. COnFerenCia ePisCOPaL esPañOLa, «Orientaciones para la celebración de los


matrimonios entre católicos y musulmanes en españa»: Boletín Oficial de la
Conferencia Episcopal Española, n. 18, 1988.

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364 juan josé etxeberria, sj

de que la mujer no hereda nada del marido en su viudez, ni siquiera el


hogar, y en caso de disolución del matrimonio los hijos pueden pasar a
la familia del padre, pero no a la madre.

3. Reflexiones pastorales

en estos matrimonios entre creyentes y no creyentes, o no practicantes y


no creyentes, aunque estén bautizados, la pastoral tiene que centrarse en
discernir con los contrayentes el significado y el compromiso adquirido
con el sacramento matrimonial. asimismo, todo este proceso implica el
acompañamiento de los contrayentes con acogida, misericordia e integra-
ción. en este sentido, las palabras del papa Francisco son provocadoras:
«Dos lógicas recorren toda la historia de la iglesia: marginar y rein-
tegrar [...]. el camino de la iglesia, desde el concilio de Jerusalén en
adelante, es siempre el camino de Jesús, el de la misericordia y la in-
tegración [...]. el camino de la iglesia es el de no condenar a nadie
para siempre y difundir la misericordia de Dios a todas las personas
que la piden con corazón sincero [...]. Porque la caridad verdadera
siempre es inmerecida, incondicional y gratuita»8.
este acompañamiento supone la preparación al matrimonio, el tiempo
de la preparación próxima y de la misma celebración y el acompaña-
miento después de la celebración.

3.1 Preparación del matrimonio


La preparación remota, próxima e inmediata es esencial para ayudar a los
novios a ser conscientes de la trascendencia del compromiso adquirido
con este sacramento9. en el derecho canónico10, tanto latino como orien-
tal, se establece que los pastores de almas están obligados a procurar que

8. PaPa FranCisCO, «homilía en la eucaristía celebrada con los nuevos cardena-


les» (15 de febrero de 2015): Acta Apostolicae Sedis 107 (215) 257.
9. b. esPOsitO, «La fede come requisito per la validità del matrimonio sacra-
mentale?»: Periodica 104 (2015) 645.
10. Can. 1.063-1.064 CiC; can 783 CCeO

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matrimonio entre creyente y no creyente 365

la comunidad eclesial ofrezca la asistencia antes y después de la celebra-


ción. el documento del magisterio eclesiástico que aborda expresamen-
te la cuestión de la preparación del matrimonio es la exhortación apos-
tólica Familiaris Consortio.
todo este tema queda recogido en el Directorio de Pastoral Familiar
(DPF), aprobado en la Lxxxi asamblea Plenaria de la Conferencia
episcopal española. en dicho DPF se afirma que la fe es un presupues-
to necesario del matrimonio, y se pide discernir sobre el estado de fe de
los contrayentes. tras esto se distingue entre la fe necesaria y la existen-
cia de un válido consentimiento matrimonial11, y se llama la atención so-
bre la necesidad de cuidar las precauciones en estos casos, puesto que el
rechazo de la fe y de la doctrina de la iglesia sobre el matrimonio puede
ser un impedimento para la celebración del sacramento:
«sin embargo, el grado de increencia en los que van a casarse puede ser
tal que impida la celebración del sacramento del matrimonio. eso ocu-
rre «cuando, a pesar de los esfuerzos hechos, los contrayentes dan mues-
tras de rechazar de manera explícita y formal lo que la iglesia realiza
cuando celebra el matrimonio de los bautizados». entre estas caracterís-
ticas hay que tener especial cuidado en lo que corresponde a la unidad,
la indisolubilidad y la apertura a la fecundidad. entonces «el pastor de
almas no puede admitirlos a la celebración. Y, aunque no sea de buena
gana, tiene obligación de tomar nota de la situación y de hacer com-
prender a los interesados que, en tales circunstancias, no es la iglesia,
sino ellos mismos, quienes impiden la celebración que a pesar de todo
piden» (DPF, n.146).
en este sentido, es conveniente recordar que el compromiso de los con-
trayentes de no excluir la unidad, la indisolubilidad y la apertura a la
prole se debe completar con el compromiso de buscar el bien común en-
tre los contrayentes: «la íntima comunión de vida y amor exclusiva con el
otro cónyuge... lo que supone y exige una capacidad de relación interperso-

11. COnFerenCia ePisCOPaL esPañOLa, Directorio de Pastoral Familiar, 21 de no-


viembre de 2003, en línea: http://www.conferenciaepiscopal.es/documentos/
Conferencia/PastoralFamiliar2.htm. (Consulta el 13 de febrero de 2017), n. 143.

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366 juan josé etxeberria, sj

nal, de abrirse y darse al otro con actitud oblativa, una voluntad decidida
de amar y proveer al bien del otro, de la que no siempre son conscientes los
contrayentes»12.
todas estas consideraciones nos llevan a cuidar especialmente los cursillos
prematrimoniales y el examen de los contrayentes. La pastoral prematri-
monial puede ayudar a afrontar muchos de los retos planteados, puesto
que es un momento privilegiado para reflexionar sobre el sentido del com-
promiso matrimonial por parte de los novios. somos conscientes de que el
secularismo presente en nuestra sociedad hace que un gran número de per-
sonas que se acercan a la iglesia para pedir el matrimonio no sean cons-
cientes de los compromisos inherentes a dicho sacramento. Por eso, es
muy importante organizar y programar adecuadamente los contenidos de
los cursos, así como el momento más oportuno para realizarlos.
el DPF afirma que la preparación inmediata «debe tener lugar en los úl-
timos meses y semanas que preceden a las nupcias». Y define cuatro ele-
mentos importantes en sus contenidos: «Y se dirige, sobre todo, a propor-
cionar a los contrayentes un conocimiento más profundo de las obligaciones
que se derivan del matrimonio, la madurez necesaria para afrontarlas, la dis-
posición para recibir fructuosamente el sacramento y, sobre todo, hacer presen-
te la solicitud de la Iglesia por que cada matrimonio se sienta acompañado y
atendido en estos momentos de tanta importancia» (DPF 112). sin duda,
todo este proceso implica más tiempo y quizás podría incluso plantearse
un tiempo más largo y sostenido para llevarlo a cabo. Por eso me parece
muy acertada la apreciación de C. Peña: «sería más oportuno adelantar algo
esta preparación, permitiendo a los contrayentes hacer, con mayor libertad y
mayor ponderación, su juicio deliberativo sobre la conveniencia de contraer
matrimonio y sobre las implicaciones que este paso conlleva»13. Por otra parte,
el DPF plantea que los cursos prematrimoniales se tienen que adecuar al
nivel de los novios y suplir carencias de formación14.

12. C. Peña, op. cit., 405.


13. Ibid., 406.
14. «aunque a veces no es fácil distinguir en una pareja de novios si necesitan un
primer anuncio de la fe, un proceso catequético o simplemente una prepara-

Sal Terrae | 105 (2017) 357-370


matrimonio entre creyente y no creyente 367

el examen de los esposos, realizado por medio de entrevistas de los novios


con el párroco o con los responsables de la pastoral familiar, es indispensa-
ble, pues va a permitirnos ver si los novios tienen la intención de celebrar
verdadero matrimonio, si carecen de impedimentos canónicos y civiles, si
son libres para casarse y capaces para ello. sin duda, una de las dificultades
consiste en determinar la capacidad y la libertad de los contrayentes: «Uno
de los puntos importantes de este examen es comprobar su capacidad de llevar
a cabo las obligaciones del matrimonio. No siempre se puede dar por supuesta
la madurez psicológica de los contrayentes. La percepción de un defecto en este
sentido debe conducir a un examen por parte de un experto»15.
sobre el examen de los contrayentes, benedicto xvi insiste en la opor-
tunidad pastoral de ese encuentro y en las condiciones necesarias para
desarrollar dicho diálogo:
«se trata... de una ocasión pastoral única... en la que, a través de un
diálogo lleno de respeto y de cordialidad, el pastor intenta ayudar a
la persona a ponerse seriamente ante la verdad sobre sí misma y so-
bre su propia vocación humana y cristiana al matrimonio. en este
sentido, el diálogo, siempre llevado de forma separada con cada uno
de los dos contrayentes –sin disminuir la conveniencia de otros co-
loquios con la pareja– requiere un clima de plena sinceridad, en el
que se debería subrayar el hecho de que los propios contrayentes
son los primeros interesados y los primeros obligados en conciencia
a celebrar un matrimonio válido»16.
en dicho examen, el párroco también tendrá que comprobar la ausencia
de impedimentos (can. 1.083-1.094) u otros motivos que hacen desacon-
sejable el matrimonio.

ción para el sacramento. habría que tener en cuenta esta triple distinción a la
hora de realizar ofertas de cursos prematrimoniales, para ajustarse mejor a la si-
tuación de los que se van a casar»: DPF, n. 113.
15. DPF, n. 126.
16. beneDiCtO xvi, Discurso ante el Tribunal de la Rota Romana, 22 de enero de
2011, http://w2.vatican.va/content/benedict-xvi/es/speeches/2011/january/do
cuments/hf_ben-xvi_spe_20110122_rota-romana.html)

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368 juan josé etxeberria, sj

3.2. Acompañamiento posterior del matrimonio17


en los matrimonios entre creyentes y no creyentes considero que el
acompañamiento tras el matrimonio puede ser de importancia vital para
afianzar la decisión libre de amarse totalmente en un proceso continuo
de crecimiento humano y espiritual.
ese compromiso, adquirido desde una diversidad y un respeto de viven-
cias humanas y espirituales, no es un proceso acabado, sino que está abier-
to al misterio de la vida desde la esperanza: «En el noviazgo y en los prime-
ros años del matrimonio la esperanza es la que lleva la fuerza de la levadura,
la que hace mirar más allá de las contradicciones, de los conflictos, de las co-
yunturas, la que siempre hace ver más allá. Es la que pone en marcha toda in-
quietud para mantenerse en un camino de crecimiento» (aL 219).
en el supuesto de que uno de los contrayentes no sea creyente o no quie-
ra vivir los compromisos de la fe, podría darse una situación de dolor o in-
comprensión a lo largo de la vivencia matrimonial. sin embargo, la ex-
hortación postsinodal es muy positiva a la hora de valorar dicha situación:
«no obstante, es posible encontrar algunos valores comunes que se
puedan compartir y cultivar con entusiasmo. De todos modos,
amar al cónyuge incrédulo, darle felicidad, aliviar sus sufrimientos
y compartir la vida con él es un verdadero camino de santificación.
Por otra parte, el amor es un don de Dios, y allí donde se derrama
hace sentir su fuerza transformadora, de maneras a veces misterio-
sas, hasta el punto de que “el marido no creyente queda santificado
por la mujer, y la mujer no creyente queda santificada por el mari-
do creyente” (1 Co 7,14)». (aL 228)
Por último, la exhortación nos invita a cuidar especialmente los matri-
monios mixtos y dispares por sus peculiaridades, buscando siempre que
la libertad religiosa sea respetada para todos (aL 247-248).

17. La exhortación apostólica postsinodal «Amoris Laetitia» establece una serie de


modos y ayudas muy interesantes para acompañar en los primeros años de la
vida matrimonial (nn. 217-230).

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matrimonio entre creyente y no creyente 369

3.3. Educación de los hijos


en una sociedad secularizada, con perspectivas diversas y experiencias di-
ferentes de fe por parte de los contrayentes, se plantea como reto la edu-
cación de los hijos. en los matrimonios mixtos y dispares existe un com-
promiso por parte del miembro católico de la pareja de educar a los hijos
en la fe, aunque ello conlleva una serie de dificultades.
esa educación en la fe es un compromiso familiar que se adquiere en el sa-
cramento del matrimonio para que los hijos crezcan, se desarrollen y ma-
duren en su vida de fe. sin embargo, es cierto que no es una tarea fácil en
un contexto secularizado y en matrimonios con aproximaciones diferentes
a la fe. es un reto que supone, sin duda, el acompañamiento y la cercanía
de los agentes pastorales, desde el respeto y la libertad, a la situación del
matrimonio. ¿Cómo acompañar dichos procesos? ¿Qué recursos utilizar
para aproximarse a dichos matrimonios entre creyentes y no creyentes?
es cierto, por otra parte, que la familia no es el único lugar de socializa-
ción de la fe. así, los colegios religiosos desempeñan un papel importante
en la educación de la fe de los hijos; pero sin el apoyo de las familias en ese
proceso de crecimiento en la fe, dicha tarea no resulta evidente. De ahí la
importancia de subrayar la acción pastoral de toda familia en el desarro-
llo espiritual de sus hijos:
«La familia se convierte en sujeto de la acción pastoral mediante el
anuncio explícito del evangelio y el legado de múltiples formas de
testimonio, entre las cuales: la solidaridad con los pobres, la apertu-
ra a la diversidad de las personas, la custodia de la creación, la soli-
daridad moral y material hacia las otras familias, sobre todo hacia
las más necesitadas, el compromiso con la promoción del bien co-
mún, incluso mediante la transformación de las estructuras sociales
injustas, a partir del territorio en el cual la familia vive, practicando
las obras de misericordia corporal y espiritual» (aL 290).

4. Conclusiones
el matrimonio entre creyente y no creyente plantea una serie de cues-
tiones jurídico-pastorales que implican la sacramentalidad del matrimo-
nio. La doctrina de la iglesia Católica en estos supuestos, tanto a nivel

Sal Terrae | 105 (2017) 357-370


370 juan josé etxeberria, sj

teológico como jurídico, parece clara. así, la normativa latina y oriental


afirma que el matrimonio entre bautizados es un contrato matrimonial
válido y un sacramento (can. 1.055 § 2 CiC; can. 776 § 2 CCeO). ade-
más, considerando la estrecha vinculación entre el bautismo y el matri-
monio, es necesario indicar también la importancia de la seriedad en la
pastoral del bautismo. el bautismo actual produce unos bautizados no
necesariamente creyentes y seguidores de Jesucristo. De ahí la oportuni-
dad de discernir sobre la pastoral bautismal y su acompañamiento en
todo el proceso de crecimiento en la fe de la persona bautizada.
un tema clave es determinar la fe necesaria para el sacramento del ma-
trimonio que nos ha llevado a reconocer la aceptación por parte de los
contrayentes de las propiedades esenciales del matrimonio, especialmen-
te la indisolubilidad, la unidad y la apertura a la fecundidad.
en la perspectiva pastoral, siendo conscientes de que la decisión de crear
una familia es fruto de un discernimiento vocacional, la preparación y el
acceso al matrimonio son fundamentales para acompañar adecuadamente
estos matrimonios entre creyentes y no creyentes. Y no menos importan-
te es el proceso posterior de acompañamiento de la familia, teniendo muy
presente todos los compromisos adquiridos con el sacramento.

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371

LOS LIBROS

RECENSIONES

KasPer, W., Martín Lutero. Una perspectiva ecuménica, sal terrae,


santander 2016, 95 pp.
en el amplio y variado conjunto de de la unidad de los Cristianos, re-
textos que acompañan la celebra- conoce que «para los católicos Lute-
ción de los 500 años de la reforma ro fue durante largo tiempo el here-
protestante, hay que destacar este je por antonomasia, el culpable de
pequeño volumen del cardenal Kas- la división de la iglesia occidental,
per, fruto de la reelaboración de una con todas sus terribles consecuen-
conferencia pronunciada en enero cias hasta hoy» (pp. 11-12). Pero
de 2016. Walter Kasper lleva a cabo aquellos tiempos han pasado, y la
en él un ejercicio de óptimo ecume- historiografía católica del siglo xx
nismo teológico, presentándonos ha llevado a cabo un importante
un retrato fresco y actualizado del giro en la comprensión del reforma-
reformador alemán que apunta al dor, permitiendo reconocer su aspi-
corazón de los temas teológicos ración genuinamente religiosa y ha-
planteados por la reforma, que to- ciendo posible un juicio más justo
davía son objeto del debate católico- sobre el reparto de culpas por la di-
luterano y ecuménico. una com- visión de la iglesia y, por influencia
prensión positiva de las intenciones del ecumenismo, sobre la recepción
del reformador sajón, fruto de la de algunos de sus planteamientos,
nueva historiografía católica y del así como de sus himnos.
mismo diálogo ecuménico, hace de Los últimos papas compartieron
trasfondo al texto, que de esta ma- esta visión. Juan Pablo ii y bene-
nera constituye también un instru- dicto xvi reconocieron la aspira-
mento útil para una lectura católica ción religiosa de Lutero, la centrali-
de la teología de la reforma. dad, en su vida, de la pregunta por
en el prólogo el autor, que des- Dios y por Jesucristo. Y si, para al-
de 2001 hasta 2010 presidió el Pon- gunos, Lutero se ha convertido ya
tificio Consejo para la Promoción casi en un «padre de la iglesia», Kas-

Sal Terrae | 105 (2017) 371-380


372 los libros

per afirma que «los numerosos posi- dor, hay que encuadrarlo en la trans-
cionamientos realizados en el marco formada situación de ambas iglesias
de los preparativos para la conmemo- y del ecumenismo y tomar concien-
ración del Quinto Centenario de la cia de la extemporaneidad tanto del
reforma no van tan lejos» (p. 12). mundo en que vivió Lutero como de
todos tienen en cuenta el cambio su mensaje. Precisamente esta ex-
que se ha producido en la percepción temporaneidad representa hoy, se-
ecuménica de Lutero, pero también gún Kasper, la actualidad ecuménica
afirman que entre las iglesias siguen de Lutero.
existiendo puntos controvertidos. Pero no solo la figura moral de
el cardenal señala, además, que Lutero es acogida positivamente,
el mismo Lutero no fue un campe- sino también su teología, que Kasper
ón del ecumenismo. hacia el final interpreta a la luz de la vía abierta
de su vida no consideraba ya posi- por el vaticano ii y de la recepción
ble una unión con roma. Difícil- que de él está proponiendo el papa
mente habría podido imaginar que Francisco. un tema como el de la
los cristianos católicos cantasen hoy teología del pueblo de Dios, por
en sus oficios religiosos himnos li- ejemplo, conoce interesantes conso-
túrgicos compuestos por él, ni el nancias transversales en este senti-
diálogo de los católicos con los ju- do. es cierto que Kasper no deja de
díos, con los musulmanes, con los cuestionar la teología de Lutero des-
anabaptistas. de el punto de vista de una teología
Para Kasper, la extemporanei- católica actualizada, planteando, por
dad de Lutero llega aún más hondo. ejemplo, la cuestión de la relación
Para muchas personas, incluido un entre iglesia, ministerio y eucaristía,
buen número de cristianos practi- un tema ampliamente debatido en
cantes, hoy no resultan ya com- la teología ecuménica. Kasper pone
prensibles las preguntas planteadas el acento en la llamada a hacer de la
por Lutero. es lo que les ocurre a misericordia de Dios el centro de la
numerosos católicos en el asunto de predicación evangélica, para orien-
las indulgencias, pero también a tar hacia el futuro no solo la recep-
muchos cristianos evangélicos en el ción de Lutero, sino el espíritu mis-
tema de la justificación del pecador. mo del movimiento ecuménico. no
en un mundo en el que Dios es vis- se olvida de señalar cómo el nexo
to con frecuencia como un extraño, entre la predicación de la misericor-
tanto lo uno como lo otro se han dia de Dios, leitmotiv del pontifica-
convertido para muchos de nues- do de Francisco, y la de la justifica-
tros contemporáneos en algo ajeno, ción por la fe del pecador, núcleo de
anacrónico. Por tanto, antes de ha- la teología de Lutero, constituye una
blar de la actualidad del reforma- inédita sintonía espiritual entre el

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recensiones 373

mundo católico y el evangélico y una ecuménica, 2017 podría representar


prometedora vía para el futuro del una oportunidad para los cristianos
dialogo ecuménico. tanto evangélicos como católicos.
acaba Kasper su texto diciendo: Deberíamos aprovecharla. eso haría
«La unidad está hoy más cerca que mucho bien a las dos iglesias, al
hace quinientos años... nos frotare- igual que a numerosas personas que
mos los ojos y contemplaremos lo esperan e incluso al mundo, que,
asombrados lo que el espíritu de especialmente hoy, necesita nuestro
Dios ha logrado, quizá de manera testimonio común» (pp. 75-76).
muy distinta de lo que nosotros Lázaro Sanz Velázquez
imaginábamos. en esta perspectiva

namiKaWa, m., Paciencia para madurar. “Acostumbrar” para la co-


munión en san Ireneo de Lyon, universidad Pontificia Comillas,
madrid 2014, 454 pp.
Desde el principio, el pueblo here- «capax Dei», capaz de acoger al Dios
dero de la promesa hecha a abra- trinidad.
hán ha cantado sobrecogido: «¿Qué La antropología de san ireneo,
es el hombre para que te acuerdes de apoyada en san Pablo, es toda una
él, el ser humano, para darle poder?» revolución consoladora, siempre ac-
(sal 8). san ireneo, considerado tra- tual y siempre nueva: el modelo de
dicionalmente, como dice benedic- Dios para crear al hombre fue Cristo
to xvi, «el primer gran teólogo de la mismo, el nuevo adán. no se pue-
Iglesia, el que creó la teología sistemá- de decir más. el Concilio vaticano ii
tica», trasciende su objetivo inicial potenció esta visión confiada y espe-
de combatir las herejías gnósticas y ranzadora, superando así los estre-
nos ayuda a responder, entre otras, chos límites de una antropología di-
a esta pregunta, formulada por el cotómica (cuerpo/espíritu) que tanta
pueblo de Dios. su teología, siem- confusión había generado.
pre globalizadora, estudia conjunta- namikawa analiza en este libro
mente la economía de la salvación una de las obras clásicas de san ire-
de Dios, desde la Creación hasta la neo: Adversus haereses, objeto, a lo
encarnación recapituladora. el re- largo de los siglos, de multitud de
sultado es también un canto desbor- estudios desde las más diversas pers-
dante de positividad, de confianza y pectivas. Los textos clásicos tienen
de optimismo: Dios creador, por esa virtud: interactúan con el lector
Cristo y en el espíritu, ha ungido y se recrean en cada lectura, poten-
nuestra carne mortal y la ha hecho ciados por la sensibilidad y creativi-

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374 los libros

dad de los lectores y de la cultura de Frente a toda dicotomía cuer-


cada tiempo. Como dice bécquer: po/espíritu, queda claro cómo, ya
«¡Cuánta nota dormía en sus cuerdas, desde la creación, en camino hacia
como el pájaro duerme en las ramas, la recapitulación por la maravillosa
esperando la mano de nieve que sepa gratuidad de la encarnación de Je-
arrancarlas!» (rima vii). sucristo, la salvación se nos ofrece,
La autora de este libro nos rega- no a pesar de la debilidad de nues-
la las resonancias que la obra de tra carne, sino precisamente a causa
san ireneo ha desplegado en su ex- de ella, porque el amor del Dios
quisita sensibilidad de mujer y de trinidad ha querido fijarse en ella y
religiosa del sagrado Corazón, habitarla (como a maría, la nueva
acostumbrada a conjugar en su eva). en este sentido, somos supe-
propia existencia el universo cultu- riores incluso a los ángeles, que no
ral del oriente japonés y el occi- tienen carne. Y para que no quede
dente hispano. duda, san ireneo alude a la presen-
«acostumbrar», como dice el cia real del Cuerpo y sangre de
subtítulo, es la palabra subrayada Cristo en la eucaristía por la tran-
para articular toda su exposición en sustanciación del pan y el vino. Y
torno a la clave de toda la obra: la desde su teología complexiva va aún
encarnación de Jesucristo, eje de la más allá y subraya cómo crear de la
recapitulación en él de toda la crea- nada es más prodigioso que conver-
ción, especialmente de la persona tir una sustancia en otra.
humana, plasmada por las manos Por eso la perfección a que se
de Dios (el hijo y el espíritu) y na- nos invita no significa ausencia de
turalmente llamada a la comunión pecado, pues se parte de nuestra de-
con él en suprema libertad. bilidad, sino humilde ofrecimiento
«acostumbrar» expresa la rela- de nuestra propia indigencia para
ción de Dios y la criatura. ambos se recibir el don de Dios. Creados y
acostumbran: Dios, a habitar en la llamados a ser receptáculos de Dios,
criatura; y esta, a dejarse inhabitar si lo acogemos en libertad, él nos
por él. Creación, Libertad y Comu- habita como la lluvia empapa la tie-
nión, claves de bóveda de esta obra, rra, haciéndose todo a todos. esta es
forman un conjunto armonioso, la paradoja: desde nuestra pobreza
unidas por el verbo «acostumbrar», libremente ofrecida a Dios, sin de-
expresión de la acción desarrollada jar de ser pobres, él nos introduce
en todo este proceso dinámico en en el dinamismo de su generosidad
continua evolución. se subraya así y nos permite enriquecer a muchos.
el carácter relacional de la antropo- esta obra está estructurada en
logía de san ireneo, derivada de su dos partes. en la primera, dividida
teología trinitaria. en tres capítulos (1: La creación;

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recensiones 375

2: La libertad; 3: La comunión), se nos permite participar ya de la eter-


analizan filológica y teológicamente nidad de Dios. La realidad se trans-
los textos donde aparece el verbo figura, y entramos en la alegre y es-
«acostumbrar». en la segunda par- peranzadora libertad de los hijos de
te, dividida en cinco capítulos, se Dios; la promesa hecha a abrahán
desarrollan teológicamente los te- se encarna maravillosamente en
mas más relevantes de la primera, nuestra cotidianidad, y desde la cer-
cuya clave última, como era de es- teza de esa intuición, recibida en el
perar en una teología trinitaria, es la silencio de nuestro corazón, salimos
comunión. alegres y confiados a los caminos a
Las páginas de este libro, fieles al comunicarlo a los demás.
texto de san ireneo, pedagógica- Las metáforas de los textos origi-
mente reiterativo, nos permiten ir nales se ven potenciadas por el
ahondando progresivamente en la acendrado sentido estético de la au-
cara más amable, compasiva y con- tora, tanto en la fuerza evocadora-
soladora de la fe: la ternura de Dios, mente sugestiva de su expresión
delicadamente respetuosa de nuestra como en su manejo de los símbolos.
libertad, atrae a sus criaturas con así se explica la presencia en las pá-
amor de Padre; estas, seducidas por ginas 34-35, e incluso en la porta-
tanta gratuidad, acaban balbuciendo da, de la maqueta funicular, reflejo
«Abba» desde el fondo de su corazón de la magnífica conjunción de na-
agradecido. el resultado, una vez turaleza y belleza en la arquitectura
más, es un canto al gratuito e inme- de a. gaudí y guía para la cons-
recido darse de Dios a nuestra carne trucción del templo de la sagrada
mortal, llamada, desde su creación a Familia. namikawa se sirve tam-
imagen de Dios, a revestirse de in- bién de esta maqueta para mostrar
mortalidad hasta la desbordante co- artísticamente cómo la teología glo-
munión con él; como dice san ire- balizante de san ireneo subraya la
neo: «Exultaréis de gozo inenarrable». bella impronta del Creador en la
La escatología, concebida desde obra de sus manos, y especialmente
esta dinámica evolutiva hacia la ple- en el hombre, creado a imagen y se-
na comunión con Dios, se distancia mejanza de Dios y tendente a la co-
así de la protología. es un proceso munión con él, principio y fin de
de maduración necesitado de pa- toda belleza.
ciencia. así lo expresa el título. san ireneo resalta la fuerza vivi-
Cada momento de nuestra existen- ficadora del aliento de Dios, de su
cia se une a la única historia de re- espíritu, en nuestra carne tantas ve-
lación de Dios con el hombre, se ces violentada y humillada. su teo-
convierte en revelación de amistad logía es mística hecha vida. Que la
en lo íntimo de nuestro corazón y revelación, la sabiduría de los san-

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376 los libros

tos Padres y la teología dogmática ya, «poesía necesaria como el pan de


alienten nuestra vida y renueven cada día».
nuestra pastoral es el reto de toda Y como a todo buen escribano
evangelización. en este mundo se le escapa un borrón, en sucesivas
nuestro tan herido, en este tiempo ediciones se podría corregir tam-
donde las técnicas para superar el bién alguna errata ortográfica que
estrés y la ansiedad están en alza, li- se ha colado en el texto.
bros como el que ahora presenta-
mos son, como diría gabriel Cela- María Dolores de Miguel Poyard

vaLaDO DOmínguez, O., La música como Porta fidei en la conver-


sión de Manuel García Morente (1886-1942). Una interpretación
Teológica a partir de la relectura teológico-musical del “Hecho extra-
ordinario”, aracne, ariccia 2015, 316 pp.
valado es sacerdote, doctor en teo- sitamente delicado para saber reti-
logía y maestro de educación musi- rarse y dejar hablar al misterio, ori-
cal. esta obra es su tesis doctoral, gen y sentido último del objeto de su
presentada en la Pontificia univer- estudio: el «hecho extraordinario» vi-
sidad Lateranense de roma y con la vido por morente el día de su con-
que obtuvo la máxima calificación. versión. Y todo ello expresado, cuan-
Ya en su tesis de Licenciatura había do conviene, con la fuerza sugestiva
estudiado la relación entre teología de las sinestesias y metáforas, que
y música, un tema tan apasionante evocan más que dicen, como es pro-
como inexplorado. pio del arte de lo inefable. esto ex-
en sus páginas, conjuga la meti- plica la autoridad académica del tex-
culosa pulcritud del científico in- to y su amenidad y atractivo formal,
vestigador con la delicadeza del mú- aun con toda su densidad.
sico que, como mero operario del De este modo, sin pretenderlo
arte, sabe mantenerse en un discre- directamente, da cumplida respues-
to segundo plano, dejar que la mú- ta a la exhortación del salmo 146:
sica resuene en todo su esplendor y «Alabad al Señor, que la música es
señalar al misterio, fuente última de buena; nuestro Dios merece una ala-
toda belleza. banza armoniosa». nos ofrece un
esta obra cautiva por ese equili- texto tan bien modulado y acompa-
brio armonioso entre rigor y belle- sado que invita a cantar «con salmos,
za, entre exactitud e inspiración. el himnos y cánticos inspirados» (Col
autor es impecable en su honesti- 3,16) a Dios, verdadero protagonis-
dad investigadora y, a la vez, exqui- ta de su libro (p. 200).

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recensiones 377

su objetivo último viene subra- tra con la belleza de Cristo; la gra-


yado en el título: demostrar cómo cia le inunda con la sonoridad de su
la inefable seducción de la música luz, y el señor le permite contem-
se convirtió para garcía morente en plar la santidad de Dios. verdad,
Porta Fidei, en mediación del siem- bondad y belleza se dan cita armó-
pre gratuito e inmerecido desborda- nicamente en su corazón; razón y fe
miento del amor de Dios sobre su se hermanan; y, como él mismo
criatura. dice, se queda como «petrificado» y
el texto forma un conjunto me- acaba reconociendo la huella de
lódico, dividido en tres partes de Dios en toda su vida: «tienes razón:
tres capítulos cada una. avanza en nunca he perdido la fe». a Dios lo
gradación climática ascendente, conocemos experiencialmente en
adentrándose en campos en su ma- nuestro acontecer diario.
yoría inexplorados, hasta la culmi- esta experiencia mística, propi-
nación final, donde adquiere la ple- ciada en el contexto de una audi-
nitud de sentido todo el conjunto. ción de tres fragmentos de música
Presenta la vida de morente clásica y en su noche existencial más
como itinerarium fidei. Dios, encar- oscura, la percibe con absoluta cer-
nado y vivo en la historia de cada teza, aun sin intervención de los
uno y en la del conjunto de la hu- sentidos corporales; como diría san
manidad, lo va acompañando en su ignacio, «sin dudar ni poder dudar».
recorrido existencial: en su infancia es el sello propio de todo encuentro
creyente, de la mano de su madre; y, desbordante con Dios, que se re-
desde la muerte de su madre en cuerda con detalle aun después de
adelante, como filósofo amante de los años: «Serían las cuatro de la tar-
la verdad y de la belleza musical. de» (Jn 1,39).
buscador infatigable de la ver- Queda claro así el carácter de la
dad a través de la filosofía, se en- música como lugar teológico, porta fi-
cuentra, en el abismo de su kénosis dei capaz de mover al hombre a trans-
existencial, con la verdad de Cristo formar su existencia en vita fidei.
crucificado: «Si Dios no hubiera ve- toda esta exposición viene
nido al mundo, [...] la distancia en- acompañada de una exhaustiva in-
tre mi pobre humanidad y ese Dios vestigación del contexto existencial,
teórico de la filosofía me habría resul- social y cultural de morente, así
tado infranqueable [...]. Pero a Cris- como del análisis teológico-musical
to sufriendo muchísimo más que yo, a de las tres piezas clásicas escuchadas
ese sí que lo entiendo». Y, melómano por él la noche de su conversión.
acostumbrado a escuchar durante Dado lo innovador de su enfo-
toda su vida el inefable silencio de que y lo inédito de su estudio, el au-
la belleza hecha música, se encuen- tor limita su ámbito de trabajo a

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378 los libros

garcía morente y, sobre todo, al desbordante de la gracia de Dios.


«hecho extraordinario». La via De la escucha atenta como placer
pulchritudinis es tan vasta e inexplo- estético se puede pasar al auditus fi-
rada en su relación con la teología dei y propiciar, como en morente,
Fundamental que el autor reitera la la experiencia de fe, el «evento mu-
inviabilidad de abarcar todos los sical fundante», convertido en «re-
ámbitos en una primera obra. La velación sonora». Y todo ello por
mayor parte de las cuestiones que- pura gracia de Dios, encarnado y
dan abiertas a futuros trabajos. el vivo en el aquí y el ahora.
valioso aparato crítico de la obra en el contexto, insiste en la im-
puede ayudar en este sentido. portancia de contextualizar históri-
Como buen profesor, al princi- ca y culturalmente al compositor y
pio de cada capítulo presenta los al oyente y de contextualizar analí-
puntos a desarrollar y el estado de la ticamente la obra musical, tal como
cuestión; y al final detalla las conclu- ha hecho en su tesis. armonizar fe y
siones, los logros alcanzados, y seña- razón es imprescindible para acoger
la el inmenso campo por analizar. libremente el don de Dios.
apoyado en su investigación so- Y, por último, en la prospectiva
bre garcía morente expuesta a lo sacramental, reitera el valor de la
largo de la obra, en el último capí- música como lenguaje de trascen-
tulo, a modo de colofón, presenta dencia: la belleza del arte nos trans-
sintéticamente los «elementos necesa- porta a la contemplación del bello,
rios para vertebrar una posible teolo- Dios trinidad. «Dios parece velarse
gía de la música» (p. 269). La nove- (esconderse) detrás del arte de lo ine-
dad es que invita a hacerlo desde la fable» (p. 275).
teología Fundamental, no solo des- así lo canta Fray Luis de León:
de la teología espiritual, como ha «El aire se serena y viste de hermosura
sido lo habitual hasta ahora. Para y luz no usada, Salinas, cuando sue-
ello, siguiendo el modelo epistemo- na la música extremada por vuestra
lógico de la escuela Lateranense, sabia mano gobernada. [...] Ve cómo
perfila con extraordinaria lucidez y el gran Maestro a aquesta inmensa cí-
espíritu reflexivo y analítico las cla- tara aplicado, con movimiento diestro
ves básicas para desarrollar los futu- produce el son sagrado con que este
ros estudios: el fundamento, el con- eterno templo es sustentado. [...] Aquí
texto y la prospectiva sacramental. el alma navega por un mar de dulzu-
en el fundamento, subraya el ra, y finalmente en él así se anega que
carácter de la música como lugar te- ningún accidente extraño o peregrino
ológico, como camino de encuen- oye o siente. ¡Oh desmayo dichoso!
tro con el misterio, vía para dispo- ¡Oh muerte que das vida! ¡Oh dulce
nerse a recibir el don gratuito y olvido! ¡Durase en tu reposo sin ser

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recensiones 379

restituido jamás a aqueste baxo y vil zación atractiva e inteligible para la


sentido!». sociedad actual.
el autor, como buen pastoralis- un libro, en definitiva, tan va-
ta, insiste en el inmenso potencial lioso como necesario.
de la música como vía de evangeli- María Dolores de Miguel Poyard

PraDO POstigO, a., De, Con infinito exceso. La fe cristiana a la luz


de un Amor sobreabundante (Pt 248), sal terrae, maliaño (Canta-
bria) 2016, 432 pp.
esta obra sale al paso de cualquier exceso como perspectiva desde la
prejuicio que acuse al quehacer teo- que mirar cada tratado, el autor co-
lógico de carecer de corazón o de ca- mienza a desgranar cada uno de
minar alejado de la espiritualidad. el ellos. el ser humano, capacitado por
autor, un joven y prometedor teólo- la gracia para acoger el derroche di-
go, se ocupa y preocupa de que la vino en su finita existencia (teología
reflexión más rigurosa no esté reñi- fundamental), es el destinatario de la
da con un lenguaje sugerente y una revelación progresiva de un «Dios ex-
invitación a la vida espiritual. cesivo» (trinidad). La existencia de
el libro realiza una mirada aten- Jesucristo se percibe como un des-
ta a los principales contenidos teo- bordarse a sí mismo en el espíritu
lógicos desde un prisma novedoso y hacia el Padre y hacia la humanidad
atrayente. el infinito exceso de Dios (Cristología). así el autor va reco-
para con nosotros se convierte en la rriendo una a una, desde esta pers-
clave musical desde la que adrián pectiva, la antropología teológica, la
de Prado compone su obra. Los co- soteriología, la eclesiología...
nocimientos literarios del autor se el enfoque resulta novedoso y
dejan entrever a lo largo de sus pá- atractivo, pero en su virtud se es-
ginas, pues en el desarrollo de la re- conde también su pecado. al subra-
flexión se van intercalando las refe- yar la desbordante iniciativa divina,
rencias a la literatura española y a la asume una visión «descendente» en
obra de san Juan de la Cruz. la que queda muy atenuado el coti-
el himno de efesios (ef 3,14- diano vivir del ser humano y sus
21) se convierte en el esquema sub- implicaciones éticas. Con todo, el
yacente a partir del cual se enhebra objetivo de aunar la reflexión teoló-
lo nuclear de las principales disci- gica desde una única mirada hace
plinas teológicas. tras fundamentar que este acento sea difícil de evitar.
bíblica, filosófica y teológicamente se trata de un libro a caballo en-
la pertinencia de elegir el infinito tre las complejas reflexiones teológi-

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380 los libros

cas y las obras divulgativas que per- de este lenguaje poético a lo largo
mitirá al lector adquirir una visión de tantas páginas requiere un es-
panorámica de lo nuclear de la teo- fuerzo notable que puede alejar al
logía. esto hace que resulte útil para público de su lectura. Por otra par-
quienes pretenden dar el salto de la te, el exceso de expresiones latinas,
divulgación a otro tipo de escritos. que podrían haberse obviado por
Con todo, la belleza del lenguaje y no tratarse de tecnicismos, coopera
su riqueza es, a la vez, la fortaleza y en hacer que la lectura resulte una
la debilidad del libro. si bien resul- tarea exigente y correosa para quie-
ta atractivo y sugerente, se convier- nes no tengan ciertos conocimien-
te también en una dificultad, ya tos teológicos.
que la poesía no está hecha para to- Ianire Angulo Ordorika
dos los paladares. La prolongación

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ÁngeL COrnagO sÁnChez

Salud y felicidad

296 págs.
P.v.P.: 15,50 €
es frecuente identificar salud y felicidad como vivencias, si no idénticas,
al menos complementarias, asumiendo que lo fundamental es la salud y
que, si nos encontramos físicamente bien, llevamos mucho ganado para
ser felices. si así fuera, no cabrían las personas con algún padecimiento,
lo cual es una falacia, pero que está en boga en la sociedad actual, que so-
brestima la belleza, la juventud, la fuerza; en definitiva, el culto al cuerpo
y a todo lo que ello conlleva. esta obra analiza los conceptos de salud y
felicidad, sus componentes físicos y psicológicos siempre presentes e in-
terrelacionados; y los grados de felicidad: unos espontáneos y comunes,
otros que requieren actitudes y trabajo personal.

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382

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David à travers la Bible, Cerf, Paris 1999, 75-112.
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J. P. FOKKeLman, Narrative Art and Poetry in the Books of Samuel I.
King David, van gorcum, assen 1981, en línea,
http://www.salterrae.es/catalogo/index.php
(consulta el 14 de febrero de 2010).
10. Formato de abreviaturas de referencia habituales: Ibid. / op. cit. / art. cit. / cf. /
cap. / ss. / n. (número) / nota / vol. /vols.
11. Otras indicaciones: Los textos sangrados van entre comillas. se acentúan las
mayúsculas. se usan comillas bajas y, solo dentro de éstas, las comillas altas
(ejemplo: «Juan dijo: “Lo sé”»). Las citas bíblicas, según estos ejemplos: mt 6,1-3
/ mt 6,1-3.12-14.
12. en acentos, puntos, signos de puntuación, etc., síganse las normas de la real
academia española (http://www.rae.es/rae.html).

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