Академический Документы
Профессиональный Документы
Культура Документы
[-]
En forma crítica, la autora del presente trabajo expone las peripecias legislativas que el
ordenamiento jurídico peruano ha presentado con relación a la adopción. A tal efecto,
critica la labor del Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables de cara a las
disposiciones normativas que orientaban el proceso de adopción de los menores
declarados judicialmente en estado de abandono, así como los actuales lineamientos
contenidos en la Directiva General Nº 002-2016-MIMP, los que, bajo la óptica de la
autora, son presentados como imprecisos o confusos frente al interés a proteger y a la
viabilidad del instituto de la adopción.
MARCO NORMATIVO
I. Algo de historia
Para Cornejo Chávez (1999: 395), la voz castellana “adopción”, tendría su origen en el
latín adoptio onem, que se derivaría del verbo adoptare; este además se compone del
prefijo ad y del verbo optare que se traduce por desear (la cursiva es nuestra). A través
del tiempo, se diría que subsiste como fundamental ese deseo profundamente humano
por establecer un vínculo afectivo y jurídico con un niño, niña, adolescente o persona
adulta, que queremos incorporar como si fuera familia biológica.
Tanto Cornejo Chávez (1999: 401) como Varsi (2013: 490) precisan que la adopción
existió en numerosos pueblos de la antigüedad como en Asiria, China, Egipto e India;
desde esta última, habría sido transmitida a los hebreos, a los babilonios (reflejándose
en el Código de Hammurabi), Grecia y luego a Roma.
Películas como Ben Hur, muestran a un hebreo llamado Judá Ben Hur, quien en Judea
sufriría el terrible ataque de quien fuera su amigo romano, Messala (hacia inicios de la
época cristiana), siendo sometido a la esclavitud; sobrevivió en las galeras y salvó a un
ilustre patricio y primer cónsul romano Quinto Arrius quien lo adoptó como su hijo. Esto
cambió la vida de Judá Ben Hur, quien no solo volvió a ser libre, sino que accedió a un
patrimonio que facilitaría su retorno a Judea y su venganza contra el cruel Messala.
Aunque la formalidad en Roma hizo que la adopción fuera difícil en determinadas
épocas, estuvo presente ese afán por convertir en hijo al adoptado, por incorporarlo a
la familia del adoptante para que cumpla encargos de tipo religioso, afectivo y
patrimonial.
Herrera Paulsen (1988: 43) subrayó que en Roma la adopción tuvo una importante
función social, buscando crear y mantener artificialmente la patria potestad. En el
ámbito nacional, tanto en el Código Civil peruano de 1852 como en la doctrina, la
institución fue conocida como prohijamiento (término que sigue siendo utilizado en el
artículo 128, inciso c) del vigente Código de los Niños y Adolescentes aprobado por
Ley Nº 27337, pero como sinónimo de convivencia y para permitir la adopción judicial
de menores sin que medie declaración de abandono).
Cornejo Chávez, citado por Varsi (2013: 495), precisó que la regulación en este tema,
del Código Civil de 1852, fue similar a la del Código Civil francés. Por otro lado, el
Código Civil peruano de 1936, con su tendencia a no incluir definiciones, contenía
algunas reglas que en la actualidad, nos pueden sorprender. En el artículo 326, se
dispuso que el adoptante debía ser mayor de 50 años (sin relacionar este requisito con
la edad del adoptado o adoptada); gozar de buena reputación (esta última regla no se
discute por el fondo aunque sí por la técnica jurídica utilizada, la cual reveló pocas
precisiones). Al igual como ocurre en la actualidad, el adoptante debía ser mayor que
el adoptado cuando menos en 18 años. Asimismo, el adoptante no debía tener
descendientes con derecho a heredar (lo que afortunadamente, al igual que muchas
otras reglas, fue variando posteriormente). Cuando el adoptante fuera casado debía
concurrir el consentimiento de su cónyuge; el adoptante debía prestar su
consentimiento si era mayor de 14 años; debían consentir los padres del adoptado si
se hallaban bajo su patria potestad; se debía oír al tutor o al curador del adoptado y al
consejo de familia si el adoptado es menor de 18 años o incapaz y no tenía padres
respectivamente; debía consentir en la adopción, el cónyuge del adoptado (para
adoptados mayores de edad); debía ser declarada por el juez si se creía conveniente
para el adoptado. Esta última regla, se refería solo al adoptado menor de edad.
Cabe preguntar las razones por las que no se procedió a cumplir con el requisito
constitucional de la publicación, lo que otorga plena vigencia a la normativa de carácter
general aprobada por el Estado, ni se respetaron otras reglas en diversa normativa
sobre adopción de niños y adolescentes declarados judicialmente en abandono.
Colocar una disposición en el portal web de un ministerio, no suple en forma alguna el
requisito impuesto nada menos que por la propia Constitución Política. Es garantía de
vigencia, la publicación de la normativa de carácter general en el diario oficial pues ello
impide la manipulación de la misma, teniendo fecha cierta sobre el inicio de vigencia
del mandato respectivo. El portal web de cada ministerio es administrado por la entidad
respectiva que puede colocar y retirar la normativa, lo que genera un cambio en la
aplicación. Ello es inadmisible. Por esa razón, se estipula una regla para la publicidad y
vigencia de normativa de carácter general. Esperamos que en este o con un nuevo
Gobierno, se procedan a las investigaciones y sanciones mediante los respectivos
procesos administrativos de responsabilidades funcionales sea que en ello se arrastre
al despacho ministerial, viceministerial y, obviamente, a directores generales y/o contra
quienes, en caso de haber estado informados de tal omisión, la admitieron y ratificaron.
Precisamente, esos son los requerimientos de un Estado constitucional en donde la
vigencia y el respeto a los derechos y a la Constitución, constituye un imperativo para
toda persona, más aún si tiene la calidad de funcionario público.
Los solicitantes que tengan entre 25 a 40 años, solo pueden adoptar niños o niñas de
hasta tres años cumplidos; los que tuvieran entre 41 y 45 años, pueden adoptar entre 3
y 6 años; entre 46 a 49 años, solo adoptarían niños y niñas entre 6 y 9 años; de 50 a
52 años, solo se adoptaba niños o niñas mayores de 9 años. Por añadidura, no queda
claro si un solicitante mayor de 52 años puede acceder a la adopción llamada
“prioritaria” o de niños, niñas entre 9 y 12 años, adolescentes entre los 13 y 17 años,
grupo de hermanos, niños y niñas con necesidades especiales o con problemas de
salud. Como es obvio, esto debe haber significado y significa la restricción de derechos
de muchas familias pudiendo constituir incluso, un supuesto de delito por abuso de
autoridad tipificado en el Código Penal. Aunque los lineamientos son presuntamente
referenciales, suponen un efectivo criterio que afecta la libertad de las personas
solicitantes y contraviene el artículo 378 del Código Civil.
Nuestro país cuenta a la fecha con tres esquemas de adopción: el de mayores que
puede tramitarse incluso en sede notarial; la adopción realizada en sede
administrativa, de niños, niñas y adolescentes en situación de abandono declarado
judicialmente (regulado por la Ley Nº 26981) y la llamada adopción judicial por
excepción regulada en el artículo 128 del Código de los Niños y Adolescentes. En
general, la de niños, niñas y adolescentes como la de mayores de edad, sigue estando
regulada por el Código Civil de 1984.
Para el Código Civil, de conformidad con el artículo 377, se define a la adopción por
sus efectos. Así se precisa que “Por la adopción el adoptado adquiere la calidad de hijo
del adoptante y deja de pertenecer a su familia consanguínea”.
Cornejo Chávez (1999: 395 citando a Tronchet), recogía la discusión sobre el concepto
de adopción. Destacaba que para algunos era “un acto de voluntad que coloca en una
familia a un individuo a quien ni la naturaleza ni la ley habían hecho miembro de ella”;
se destaca en estas y otras definiciones, el acto de voluntad e incluso, “un contrato que
consagra una ficción jurídica cuyo objeto es imitar a la naturaleza” (Cornejo Chávez,
1999: 395). Otro sector de la doctrina puso el acento en las formalidades como acto
solemne revestido según el caso, en la sanción judicial (o administrativa). Cambaceres
(también citado por Cornejo Chávez, 1999) apuntaba a los efectos que la adopción
producía definiéndola como la facultad que alguien tenía, de escoger un hijo para darle
su nombre con la capacidad de suceder. Pero esto ya no es exacto en el régimen de
adopción administrativa en donde hay una designación y los solicitantes pueden
aceptarla o rechazarla por motivos fundados. Opera mayor injerencia del Estado el que
debe actuar respetando la Constitución y las leyes.
El Código Civil subraya que son requisitos para toda adopción, los siguientes:
2. Que la edad del adoptante sea por lo menos igual a la suma de la mayoridad y la del
hijo por adoptar.
6. Que asientan los padres del adoptado si estuviese bajo su patria potestad o bajo su
curatela.
8. Que sea aprobada por el juez, con excepción de lo dispuesto en las leyes
especiales.
9. Que si el adoptante es extranjero y el adoptado menor de edad, aquel ratifique
personalmente ante el juez su voluntad de adoptar. Se exceptúa de este requisito, si el
menor se encuentra en el extranjero por motivo de salud.
Por su parte, el Código de los Niños y Adolescentes aprobado mediante Ley Nº 27337,
y aplicable a estos sujetos de derecho (o personas desde su nacimiento hasta la
mayoría de edad) define en su artículo 115 que “La adopción es una medida de
protección al niño y al adolescente por la cual, bajo la vigilancia del Estado, se
establece de manera irrevocable la relación paterno-filial entre personas que no la
tienen por naturaleza. En consecuencia, el adoptado adquiere la calidad de hijo del
adoptante y deja de pertenecer a su familia consanguínea”.
Si bien la adopción en general se inicia con un acto jurídico del o de los solicitantes de
una adopción, hay requerimientos por cumplir en el marco de la Constitución y las
leyes. Ni el Estado ni los solicitantes pueden incurrir en excesos respecto de sus
obligaciones ni de sus derechos. Las reglas para la adopción de menores declarados
en abandono, se rigen por la Ley Nº 26981, su reglamento, pero también por el Código
Civil como por el Código de los Niños y Adolescentes. Esta normativa como la
reglamentaria, procura la minuciosa evaluación psicológica, social y legal de los
adoptantes buscando que la familia se adapte al adoptado y no a la inversa; el
principio de interés superior del niño previsto en el Tratado sobre Derechos del Niño y
en el artículo IX del Título Preliminar del Código de los Niños y Adolescentes, es la
“piedra angular” de esta medida de protección.
De acuerdo con el artículo III del Título, la actuación de la Administración Pública debe
servir a la protección del interés general, garantizando los derechos e intereses de los
administrados y con sujeción al ordenamiento constitucional y jurídico en general. Son,
además, principios del procedimiento administrativo aplicables a la adopción de niños y
adolescentes declarados judicialmente en abandono, los que aparecen en el artículo IV
del Título Preliminar de la Ley del Procedimiento Administrativo General, Ley N° 27444.
El primero, y uno de los más importantes, es el principio de legalidad, por el cual las
autoridades administrativas deben actuar con respeto a la Constitución, la ley y al
Derecho, dentro de las facultades que les estén atribuidas y de acuerdo con los fines
para los que les fueron conferidas.
Pero si en violencia familiar a la mujer, el Ministerio de la Mujer y Poblaciones
Vulnerables llega al extremo de exhibir en su portal web manuales y normativa no
actualizados –pues son anteriores a la Ley Nº 30364–, en lo relativo a la violencia
contra la mujer y contra los miembros de la familia, es de esperar, pues, una lentitud en
la toma de decisiones en otras áreas. Hay, entonces, mucho por hacer desde la acción
del Estado.
Pasamos a destacar los aspectos más saltantes de dicha directiva, sin perjuicio de
seguir con el análisis en cualquier otro artículo futuro.
(...)
2.4. En torno a la indicación que recoge el artículo o numeral 5.2.2. de la Directiva que
comentamos, parece “dar vida” al expediente el que pasa a tener el atributo de
“adoptabilidad jurídica”. No es el expediente el que tiene tal condición, sino el niño,
niña o adolescente cuyo estatus ha sido resuelto mediante sentencia consentida o
ejecutoriada, que declara el abandono y extingue la patria potestad de los padres
biológicos. Errores como estos, aparecen en otros apartados de la Directiva. Los
documentos parecen tener vida y no ser simplemente, el medio de articulación del
procedimiento.
2.5. Otras disposiciones que marcan un notorio retroceso, son las contenidas en los
numerales 6.2. Si el proceso de adopción solo se realiza en base a una declaración
previa de abandono a través de una sentencia judicial y hay además una valoración de
adoptabilidad psicosocial, no se entiende que de pronto, se proceda a regular los
casos de Acogimiento Familiar Administrativo o Judicial. Esto por último, tendría que
tratarse en la normativa sobre acogimiento o en el apartado sobre adoptabilidad
psicosocial. Un niño, niña o adolescente que no quiere ser adoptado y espera regresar
a su familia biológica extensa o quedarse en un Centro de Atención Residencial,
simplemente no está en condición de adoptabilidad psicosocial. De hecho, el juez
tendría que haber analizado en el proceso respectivo, cuando se trata de romper el
vínculo con la familia biológica. Estos casos son por lo general excepcionales. En todo
caso, un análisis como el indicado no supone bajo ningún supuesto, la decisión de un
funcionario, sino una clara e ineludible decisión del niño o adolescente cuando está
además, en una etapa de madurez que le permite conocer la trascendencia de su
decisión. Lamentablemente, algunos funcionarios piensan que no hay mejor lugar que
el de la familia biológica extensa o nuclear y promueven la reinserción del menor. Hay
que tener cuidado con tales decisiones. Nuevamente, regresamos a la necesidad de
exigir que se satisfaga el interés superior del niño o adolescente con madurez
suficiente para tomar la decisión de mantenerse institucionalizado o conectado a una
familia que no está en condiciones de protegerlo. Sabemos que la institucionalización
no es un estado deseable para nadie pues no hay como un padre, madre o una pareja
para brindar el afecto y cubrir los requerimientos de niños y adolescentes.
2.7. Asimismo, los procesos de evaluación psicológica y social como legal no tienen
que ser sucesivos propiciándose la presentación de la solicitud “por partes”. Se
requiere la rápida atención de los procedimientos y el cumplimiento de los plazos. Lo
que se fomenta con el procedimiento especificado en los numerales 6.3 y siguientes,
es la lentitud burocrática y sobre todo, la contravención del plazo para revisión de
documentos contenido en la Ley Nº 26981. Cabe señalar además, que muchas
familias peruanas se quejan que pese a establecerse la obligatoriedad de las charlas
previas para el proceso de adopción, hay quienes no asisten a alguna de ellas y luego
figuran como hábiles para pasar a las siguientes etapas. De la misma manera, las
personas tildan de terrible el procedimiento de ingreso de solicitudes al sistema
SIRNA. Dicen que el mismo se cuelga y cierra impidiendo la calificación de solicitantes.
2.8. La Directiva señala que para la evaluación de las familias extranjeras se tomará en
cuenta además, los criterios de la autoridad central del país de origen de la niña, niño o
adolecente por adoptar. No hemos visto que familias peruanas pasen por este proceso.
Una situación como la indicada no podría estar en una Directiva de rango ministerial,
sino que tendría que ser trabajada mediante acuerdos entre los Estados.
Referencias bibliográficas
• CORNEJO CHÁVEZ, Héctor. Derecho familiar peruano. 10ª edición, Gaceta Jurídica,
Lima, 1999.
• GACETA JURÍDICA. Código Civil comentado por los 100 mejores especialistas.
Tomos I, II y III, Gaceta Jurídica, Lima, 2003.
• JOSSERAND, Louis. Derecho Civil. Tomo I, Volumen II, Bosch y Cía, Editores,
Buenos Aires, 1952.
• WATSON, Alan. Roman Law &Comparative Law. The University of Georgia Press,
Athens, 1991.
NOTAS: