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MARCO NORMATIVO
Introducción
Una disociación absoluta entre teoría y práctica no es bajo ningún punto de vista una
situación capaz de retratar de manera fidedigna la dinámica de un ordenamiento
jurídico. En efecto, si bien, por un lado, los distintos problemas prácticos jurídicamente
relevantes deben ser resueltos a través de una adecuada interpretación y aplicación
del material normativo vigente, no es menos cierto que los abordajes dogmáticos de
las categorías legales deben ser permeables a los problemas jurídicos que emanen de
la praxis.
Precisamente una de las formas en que la situación apenas referida puede tomar lugar
pasa por el entendimiento de que tanto las operaciones contractuales cotidianamente
puestas en marcha por los agentes económicos, como los problemas jurídicos que
suelen presentarse frente a los tribunales judiciales, arbitrales y administrativos, deben
constituirse como los focos de atención del desarrollo conceptual por parte de los
estudiosos.
En ese sentido, el presente trabajo tiene como propósito decir algo más sobre la
cláusula ad corpus, indagar sus antecedentes normativos en legislación nacional y
comparada, su lógica subyacente, así como la distribución de riesgos contractuales
que acarrea. Todo ello con la finalidad de coadyuvar a iniciar un debate destinado a
construir una noción precisa de aquella categoría que además resulte compatible con
nuestro ordenamiento jurídico.
El subtipo ha sido definido por cierta opinión como aquel concepto caracterizado “por
la presencia de connotaciones ulteriores respecto a las [connotaciones] de la
hipótesis típica, las cuales, sin embargo, no son capaces de introducir elementos
incompatibles con esta, sino que sirven para especificarla, estableciendo un ámbito
más restringido, y que determinan la aplicación de una regulación dedicada
únicamente a aquella [hipótesis subtípica]”4 (El añadido entre corchetes es nuestro).
Dicho de otra manera, el subtipo se erige como una operación contractual gobernada
regulación legal específica que se desenvuelve al interior de un tipo contractual, sin
sobrepasar el límite de la elasticidad de este último. Como consecuencia de ello, a la
referida operación subtípica le será de aplicación, además de la disciplina específica
aludida, la regulación correspondiente al tipo.
Según dicha concepción, la eventual declaración, por parte de los contrayentes, de las
dimensiones globales del inmueble objeto de venta no determinará la producción de
reajustes en caso el área real resulte menor o mayor a la indicada en el contrato. De
ello se deriva que la extensión verdadera del inmueble será siempre irrelevante para
efectos de la cuantificación del precio, aun cuando dicha extensión no coincida con la
representación de las partes basada en el contenido contractual.
Sea que se adopte uno u otro modelo, creemos que para configurar una venta ad
corpus en la máxima expresión de su relevancia jurídica, resulta necesario que los
contratantes hagan referencia a la extensión del bien objeto de la compraventa en el
reglamento contractual, aunque dicha mención no constituya como regla un requisito
de validez de la compraventa11. En efecto, en caso de ausencia de la declaración de
las dimensiones de la unidad inmobiliaria no podrá ser aplicado el tratamiento
normativo específico12 del subtipo contractual objeto del presente trabajo, esto es, la
regulación del artículo 1577 del Código Civil, ni los remedios contenidos en dicha
disposición13.
Queda por señalar en este punto que la investigación que nos convoca está dedicada
exclusivamente a aquella compraventa ad corpus que versa sobre bienes inmuebles
corporales, ya sean terrenos o edificaciones14. No obstante ello, el ámbito de
aplicación del artículo 1577 del Código Civil –que contiene la regulación de la figura
analizada– cuenta con una elasticidad subtípica más amplia, dado que engloba
compraventas bajo la modalidad materia de estudio que recaen sobre bienes muebles
corporales.
De entrada, el artículo 1619 del Código Civil francés de 1804, denomina a la figura
como “venta de un cuerpo cierto” y la aborda en los siguientes términos:
Artículo 1619.- “En los demás casos, bien que la venta fuera hecha de un cuerpo
cierto y limitado, bien que tuviera por objeto fincas distintas o separadas, bien que
comenzara por la medida, o por la designación del objeto vendido seguido de la
medida, la expresión de esta medida no dará lugar a ningún suplemento de precio, en
favor del vendedor, por el exceso de medida, ni en favor del comprador, a ninguna
disminución de precio por la menor medida, en tanto que la diferencia entre la medida
real y la expresada en el contrato fuera de una vigésima parte en más o en menos,
teniendo en cuenta el valor de la totalidad de objetos vendidos, si no existiera
estipulación en contrario”.
Artículo 1620.- “En el caso en que, según el artículo precedente, hubiera lugar a un
aumento de precio por exceso de medida, el comprador podrá elegir entre desistir del
contrato o pagar el suplemento de precio, y ello añadiendo los intereses si hubiera
guardado en su poder el inmueble”.
Comentando los citados dispositivos, se ha señalado que las ventas hechas en bloque,
por un precio global, se caracterizan porque en ellas la diferencia entre la cabida
declarada y la cabida real no puede dar lugar a modificación en el precio, en más o en
menos, sino en el caso de que llegue por lo menos a la vigésima parte de la superficie
declarada. En ese sentido, los errores mínimos no serían tomados en consideración15.
A juicio de la referida opinión, en caso de ruptura del equilibrio del contrato por error en
la cabida real, el comprador podrá mantener la venta pagando el suplemento o desistir
de ella exigiendo la restitución del precio y de los gastos del contrato, siempre y
cuando la referida cabida sea por lo menos en una vigésima parte superior a aquella
declarada. En cambio, si la cabida real es inferior a la declarada, el comprador tendrá
solamente el recurso de exigir la disminución del precio; y, únicamente si el inmueble
es impropio para el uso al que estaba destinado, tendrá el derecho a demandar la
anulación de la venta por causa de error en la sustancia16.
Artículo 1471.- “En la venta de un inmueble, hecha por precio alzado y no a razón de
un tanto por unidad de medida o número, no tendrá lugar el aumento o disminución del
mismo, aunque resulte mayor o menor cabida o número de los expresados en el
contrato”.
Esto mismo tendrá lugar cuando sean dos o más fincas las vendidas por un solo
precio, pero si, además de expresarse los linderos, indispensables en toda
enajenación de inmuebles, se designaren en el contrato su cabida o número, el
vendedor estará obligado a entregar todo lo que se comprenda dentro de los mismos
linderos; y si no pudiere, sufrirá una disminución en el precio, proporcional a lo que
falte de cabida o número, a no ser que el contrato quede anulado por no conformarse
el comprador con que se deje de entregar lo que se estipuló.
A decir de cierto autor, los artículos que se refieren a la venta a precio alzado18
contemplan la compraventa de un inmueble que, con anterioridad a su transferencia,
posee existencia jurídica y económica y que en virtud del contrato no experimenta
ninguna modificación. En ese sentido, el problema subyacente a dicha regulación
estaría constituido por la divergencia entre la contemplación ideal de la cabida y el
resultado de la operación de medida llevada a cabo posteriormente19.
De otro lado, el Código Civil italiano de 1942 denomina al fenómeno que nos ocupa
“venta a corpo”, a la cual le dedica el siguiente tratamiento:
Artículo 1538.- “En los casos en los cuales el precio se encuentra determinado en
relación a la entidad del inmueble y no en relación a su medida, aunque esta última
haya sido indicada, no habrá lugar a disminución o a suplemento del precio, salvo que
la medida real sea inferior o superior de la veintésima parte respecto a aquella indicada
en el contrato.
La misma opinión ha añadido que, según el artículo 1538 del Código Civil italiano, “se
tiene venta a corpo cuando las partes venden un inmueble teniendo en cuenta su
extensión global y asignándole un precio prescindiendo de una relación estrictamente
proporcional con su dimensión”26. Así, dentro de ciertos límites, la extensión del bien
resulta irrelevante a efectos de la cuantificación del precio27.
Según una reconocida opinión, el ejercicio del derecho aludido en último lugar no da
lugar al resarcimiento de daños y perjuicios ni a favor del comprador (al estar previsto
por ley) ni a favor del vendedor (puesto que este remedio no estaría configurado
legalmente como una resolución por incumplimiento de este último, sino como una
revocación acordada excepcionalmente a título equitativo)29.
Otros comentaristas de la regulación del Código Civil italiano han aseverado que
cuando las partes especifican la dimensión global del inmueble en la venta a corpo, la
ley presume que tal declaración no tuvo para ellas valor esencial y que constituye una
sobreabundancia. Es decir, dicha mención no lleva a considerar que las partes han
pactado el precio solo si el inmueble tuviese efectivamente las dimensiones globales
mencionadas. De este modo, ni el comprador ni el vendedor pueden, respectivamente,
pretender una disminución o un suplemento en el precio en caso las dimensiones
globales efectivas del inmueble resultan menores o mayores a las indicadas en el
contrato30.
Artículo 888.-
§ 2° Si en lugar de falta hubiese exceso y el vendedor probase que tenía motivos para
ignorar la medida exacta del área vendida, corresponderá al comprador, a su elección,
completar el valor correspondiente al precio o devolver el exceso.
Artículo 1423.- “Si el inmueble fue vendido como cosa cierta y determinada, ni el
comprador, ni el vendedor podrán pedir la rebaja o el aumento del precio estipulado, o
la rescisión del contrato, aunque se descubra ser mayor o menor la extensión”32.
Los comentaristas nacionales del artículo 1423 del Código Civil de 1936, han afirmado
que el contrato siempre se considerará ad corpus si no se fija el precio con arreglo a
determinada unidad de medida: metros, varas, hectáreas, fanegadas, yugadas,
cuadras, etc.33. En su opinión –sustentada en la jurisprudencia de la época–, la
determinación de la modalidad de la compraventa inmobiliaria configura un problema
de interpretación del contrato34.
Artículo 51.- “Si el bien se vende fijando un solo precio por el todo y no con arreglo a
su extensión o cabida, aun cuando esta se indique en el contrato, el comprador debe
pagar la totalidad del precio a pesar que se compruebe que la extensión o cabida real
es diferente.
Otro cambio importante del artículo 1607 del Proyecto de la Comisión Reformadora
respecto al régimen hasta entonces en vigor, fue la extensión del ámbito de aplicación
del tratamiento de la cláusula ad corpus, tradicionalmente reservado a los bienes
inmuebles.
Artículo 1540.- “Si el bien se vende fijando precio por el todo y no con arreglo a su
extensión o cabida, aun cuando esta se indique en el contrato, el comprador debe
pagar la totalidad del precio a pesar de que se compruebe que la extensión o cabida
real es diferente”.
Dicha redacción fue defendida por juristas como Arias-Schreiber Pezet, quien expresó
la inconveniencia que en la venta ad corpus procediera la acción de reajuste del
precio, pues en su opinión cuando se pacta dicha modalidad las partes desean evitar
toda discusión relativa a la cabida del bien. Asimismo, según el referido autor el
acogimiento de la regla relativa para la cláusula que nos ocupa habría resultado
problemática pues desnaturalizaría la modalidad de la venta ad corpus, otorgaría una
tutela especial en favor del contratante negligente y atentaría contra la fuerza
obligatoria del contrato38.
Las razones que llevaron a la Comisión Revisora a tomar dicha decisión se basaron en
la consideración de que la compraventa ad corpus es una figura en la que las partes
ponen su atención, antes que la cabida o extensión del bien, en la identidad del mismo,
como unidad, como cuerpo cierto y determinado, tal cual es. La mención a las medidas
no pasaría de ser ilustrativa o referencial, siempre y cuando la diferencia no exceda del
10 % a que alude la segunda parte del precepto citado en el párrafo anterior.
Asimismo, con el propósito de respetar la vigencia del contrato, la Comisión Revisora
optó por no regular la facultad del comprador de separarse del mismo, sino solo
permitir el reajuste39.
En síntesis, el texto del artículo 1577 del Código Civil vigente no acogió ni el modelo
absoluto imperante bajo el Código Civil de 1936, ni en el artículo 1540 original
proyectado por la Comisión Revisora de 1984, ni tampoco el proyecto de artículo 1607
elaborado la Comisión Reformadora del Código Civil de 1936, que acogía un modelo
relativo con margen de divergencias toleradas ascendiente al veinte por ciento. El
Código Civil peruano de 1984 acogió el modelo relativo de compraventa ad corpus
fijando en 10 % el rango de tolerancia mencionado y sin concederle derecho de
desistimiento alguno al comprador.
En efecto, Bigio Chrem ha explicado que a través del margen de tolerancia concebido
por la norma, esta “se dirige, principalmente, a proteger al comprador y no al vendedor,
quien se encuentra en mejores condiciones para conocer la extensión y características
del bien vendido”44. Ello en la medida que la regla contenida en el artículo 1423 del
Código Civil de 1936 “se puede prestar al abuso del vendedor, que conociendo la
diferencia de área entre la que aparece los títulos del bien y la verdadera, mediante la
cláusula ad corpus, puede obtener un provecho económico injusto, en perjuicio del
comprador, al recibir un precio fijado atendiendo a un área que el bien realmente no
tiene”45.
De otro lado, el citado autor relaciona la potencialidad de reajuste del precio expresada
en el segundo párrafo del artículo 1577 con el carácter normalmente conmutativo de la
compraventa, definido –en su opinión– por el hecho que las partes al celebrar el
contrato conocen las ventajas que les va a reportar su celebración46.
Finalmente, se ha señalado que el artículo 1577 exige que “se fije el precio por el todo,
lo sea lo que se conoce como precio alzado, de tal manera que fuere cual fuere la
cabida del bien, el precio, en principio (…) permanece invariable a pesar que se
compruebe que la extensión o cabida real es diferente”47. Agrega que “la compraventa
sigue siendo ad corpus aun cuando la extensión o cabida se indique en el contrato. En
este caso, la expresión de la cabida es solo un dato para la identificación del bien, que
legalmente no se tiene en cuenta para el pago del precio, el cual sigue siendo uno
global, cualquiera que fuere la cabida del bien”48.
Por otro lado, es posible afirmar que la geometría irregular de los polígonos que
conforman el perímetro de algunos inmuebles dificulta, desde el punto de vista técnico,
la realización de mediciones precisas. Ello ocurre al margen de la mayor o menor
inversión que pueda efectuar el titular de la unidad inmobiliaria para obtener una
medición que se valga de técnicas sofisticadas.
En tercer lugar, debe advertirse que los cálculos precisos del área de los inmuebles no
suelen ser frecuentes en vista de que los métodos de medición no son exactos, esto
es, se asume que resultado de la medición contará con márgenes de error, aunque
resulten leves. Si bien no se puede dejar de mencionar que dicha situación se ha
relativizado en los últimos años por el progreso tecnológico de los métodos de
medición, tampoco se puede ignorar que los márgenes de error resultantes de las
mediciones inmobiliarias se encuentran aún lejos de desaparecer. Prueba de ello es
que la existencia de semejante márgenes es aceptada implícitamente por la normativa
sectorial51.
Como razón adicional a las anteriormente expuestas, debe tenerse presente que la
extensión de una unidad inmobiliaria podría no permanecer estática e inmutable en el
tiempo. En efecto, la superficie inmobiliaria es una característica susceptible de
variaciones, sean imputables o no al ser humano. Para ejemplificar el primero de los
factores mencionados, piénsese en el incremento de predios producto de operaciones
de transferencia o prescripción adquisitiva de dominio. Ejemplos de factores ajenos al
ser humano que pueden determinar el cambio de las dimensiones de una unidad
inmobiliaria serían las hipótesis de aluvión y de la avulsión52. En ese sentido, por más
preciso que sea el mecanismo de medición de un inmueble, ello no asegurará la
vigencia perpetua de una medición determinada.
Finalmente, existen otros factores que contribuyen a obstaculizar que los titulares de
inmuebles (potenciales vendedores), aun sin mediar culpa o dolo, carezcan de
conocimiento de las dimensiones milimétricamente exactas de sus inmuebles, tales
como los elevados costos que acarrea una medición técnica (más aún cuando se trata
de una sofisticada, que tenga mayores probabilidades de ser precisa) o la eventual
inaccesibilidad y lejanía de los bienes sobre los que esta se efectúa.
Lo que queremos decir es que, sobre base de dicha indagación, podemos afirmar que
el aludido subtipo no tiene como propósito exonerar de responsabilidad a aquellos
vendedores que por causas exclusivamente imputables (como el dolo) transfieran
inmuebles que no cuentan con las medidas prometidas. Así, por ejemplo, no se
encontrará dentro del ámbito de aplicación de la cláusulas que nos ocupa si “A”
promete transferir a “B” un predio cuya extensión constaría de 100 m2 bajo la
modalidad ad corpus, siendo que en realidad “A” hubiese tenido conocimiento efectivo
de que el área de la unidad ascendía únicamente a 95 m2.
De otro lado, puede desprenderse de lo expuesto que las necesidades empíricas que
forjaron la regulación de la compraventa ad corpus cuentan con indudable vigencia en
el tráfico jurídico y económico contemporáneo. Desde ese punto de vista, nos parecen
erróneas las afirmaciones provenientes de una corriente jurisprudencial del Tribunal de
Indecopi en el sentido de negar la operatividad de dichas cláusulas en la contratación
contemporánea. El razonamiento del mencionado órgano administrativo, referido al
artículo 1577 del Código Civil, puede ser explicitado de la siguiente manera:
“Sobre este dispositivo legal, es pertinente precisar que el mismo data del año 1984, y
obedece a una realidad distinta a la regulada en el Código de Protección y Defensa del
Consumidor. En efecto, dicha figura legal (compraventa ad corpus) resultaba mucho
más compatible con los bienes comercializados en aquella época (fundos,
fincas, terrenos), siendo perfectamente comprensible que un bien fuera vendido
fijando el precio por un todo y no por su extensión.
En ese sentido, atendiendo las características físicas que se presentan en este tipo de
bienes, en los cuales resulta común que la superficie o las medidas y colindancias no
sean exactas o sea difícil calcularlas debido a su forma geométrica irregular (un
terreno accidentado, por ejemplo), pactar una venta ad corpus encuentra su razón de
ser, mas no en la actualidad y sobre un área urbana en el que la tecnología
permite entregar exactitud en la información al consumidor” (El resaltado es
nuestro)53.
Pasando a otro punto, el desarrollo hasta aquí elaborado nos permite afirmar que el
sustento fáctico del tratamiento normativo de la cláusula ad corpus únicamente se
encuentra presente en las operaciones sobre bienes existentes al momento de
celebración del contrato, en las cuales las partes del contrato (o los titulares anteriores
o interesados en el bien) hubiesen tenido la oportunidad de llevar a cabo una medición
previa a la celebración de la compraventa. En efecto, únicamente en dicha hipótesis
podría surgir el problema jurídico constituido por la discrepancia entre la medición de la
superficie del inmueble declarada en el contrato y la superficie real de aquel54.
A similar conclusión arriba aquella opinión que, tras analizar la jurisprudencia española
contemporánea sobre la compraventa de edificaciones para fines de vivienda, afirma
que la regulación sobre los defectos de cabida “solamente puede ser aplicable cuando
estemos en presencia de compraventas de vivienda usada o incluso de segunda
mano, en la exista la posibilidad de comprobación efectiva de la superficie real de la
vivienda; dada la posibilidad de comprobación que tiene el comprador antes de
perfeccionarse el contrato se trataría siempre de un error inexcusable y solo a él
imputable”55.
A efectos del presente trabajo, y sin pretender agotar este controvertido aspecto,
entendemos que el concepto de riesgo contractual se encuentra constituido por la
probabilidad de que las partes de un contrato asuman el peso económico o costo
derivado de un acontecimiento que se manifiesta en la etapa de ejecución del contrato.
Ello sin importar si el mencionado evento es exógeno o inherente a la actividad de los
intervinientes o, en este último caso, si fuese o no imputable a alguno de aquellos.
Luego, tal como se ha afirmado, el manejo y administración del riesgo contractual
comprende predecir y anticipar eventos que pueden causar a las partes resultados
poco deseados56.
Las normas jurídicas supletorias e imperativas distribuyen riesgos entre las partes del
contrato a través de la asignación de situaciones jurídicas subjetivas pasivas o
activas57. No obstante, en virtud de su autonomía privada, los contrayentes bien
podrían asignar de una manera distinta a la distribución legal primigenia de los riesgos
presentes en la etapa de ejecución contractual. En particular, dicha reasignación
podría estar orientada hacia la mitigación, la transferencia, la asunción compartida o la
retención de los riesgos58.
Retornando al tema que nos convoca, debemos señalar que la cláusula ad corpus, al
ser un fragmento de reglamentación contractual, cumple desde luego el rol de
asignación de riesgos expuesto anteriormente. Es preciso señalar al respecto que –en
observancia estricta del principio de relatividad contractual– semejante cláusula
únicamente es apta para distribuir riesgos entre las partes contratantes (comprador y
vendedor) y jamás puede ser empleada para oponer derechos preferentes frente a
terceros, como podría ocurrir, a manera de ejemplo, en el marco de conflictos de
colindancia.
Imaginemos que el comprador “A” adquiere del vendedor “B” una unidad inmobiliaria
que, en el contrato de compraventa, este último declaró medía 100 m2, habida cuenta
de que esta era el área inscrita en Registros Públicos de manera previa a su
adquisición. Si dicha unidad en realidad midiese 95 m2, “A” tendría, en virtud de figuras
como la responsabilidad precontractual o el error, la posibilidad de obtener un
resarcimiento que recomponga su esfera patrimonial o la posibilidad de invalidar la
operación, respectivamente.
Como podrá apreciarse, en este caso el riesgo contractual se encuentra constituido por
la probabilidad de asunción del costo de la divergencia entre área declarada mayor al
área real del bien transferido. Dicha contingencia se encontrará parcialmente en
cabeza del vendedor “B”, dado que este último tendrá que soportar el peso económico
derivado de un resarcimiento por un daño precontractual ocasionado a “A” o la pérdida
de la rentabilidad de la operación como producto de la anulación del negocio jurídico,
según sea el caso.
De otro lado, el comprador “A” deberá asumir parte del costo de la diferencia de las
dimensiones exactas del inmueble respecto a aquellas mencionadas en la
compraventa, puesto que, como regla al tratarse de una reparación del denominado
interés negativo59, la cuantía resarcitoria a la que tenga derecho será menor al 5% de
área de la unidad inmobiliaria que dejó de percibir60.
Supongamos ahora que el inmueble estimado en 100 m2 contase en realidad 105 m2.
En tal escenario, si bien “B” podría alegar la existencia de un error61, ello difícilmente
satisfará su interés en obtener un reajuste del precio, dado que además de la carga
probatoria sobre la esencialidad y reconocibilidad del mismo, la acción de anulación
únicamente le permitiría invalidar la estructura negocial y con ello recuperar la
disponibilidad de la unidad transferida debiendo restituir el precio por ella percibido.
Por lo tanto, en caso de exceso en el área real transferida respecto a aquella
declarada, el riesgo de la divergencia también se encontrará en cabeza del vendedor
“B”, pues este último se vería en la imposibilidad de obtener un suplemento de precio a
causa de dicha situación.
CUADRO 1:
CUADRO 2:
Como consecuencia de ello, en el marco de dicho sistema jurídico, “si bien, por un
lado, se considera prevalente la consideración otorgada a la individualidad del bien
cuando el error en la medida es leve (no admitiéndose ninguna modificación del
precio); por el otro lado, se considera prevalente la extensión y se considera ajustada
la correlación del precio a la medida real cuando la divergencia entre esta última y la
medida contractualmente indicada alcance el porcentaje de 5 %”65.
CUADRO 3:
CUADRO 4:
Remedio jurídico
aplicable
Divergencia elevada(mayor a
Reajuste del precio.
10 %)
Según el citado parecer, el error en la cantidad (esto es, la extensión) del inmueble
desencadena el error de cálculo del precio. Ello en la medida en que el comprador
consigue la atribución que le corresponde en virtud del contrato, pero esta última
diverge de la representación cuantitativa que este tenía del bien al momento de la
celebración del mismo.
Por otra parte, en cuanto al ámbito objeto de aplicación de la institución analizada, es
fundamental entender que, tal como se ha mencionado anteriormente, la regulación de
la cláusula ad corpus presupone la transferencia a título de compraventa de un
inmueble que, con anterioridad a la celebración de dicho contrato, posee existencia
jurídica y económica y que en virtud del contrato no experimenta ninguna
modificación73. En efecto, es únicamente respecto a esos bienes que se podría
presentar el problema de fondo subyacente a la regulación supletoria del subtipo
materia de este trabajo: la divergencia entre la contemplación ideal de la cabida y el
resultado de la operación de medición llevada a cabo posteriormente sobre el
inmueble74.
Así lo entiende también aquella doctrina según la cual la regulación de los artículos
1469 y siguientes del Código Civil español contempla el supuesto de venta de
inmueble que ya en el momento de la perfección del contrato tiene una determinada
cabida, no disminuida posteriormente por el vendedor, que hace entrega del bien tal y
como se encontraba, habiéndose sufrido error en la extensión real. En tal caso
quedarán excluidas las reglas sobre la anulabilidad, lo cual sería totalmente distinto en
las compraventas de viviendas “sobre plano” o en construcción, en las que el vendedor
determina la superficie. Por lo tanto, tales subtipos de ventas no pueden ser calificadas
como venta de “cuerpo cierto”, pues para que así fuera la cosa tendría que existir, esto
es, tener existencia corpórea75.
Tras haber definido y aislado el fundamento del subtipo de compraventa que nos
convoca, pasaremos a referirnos a algunos aspectos controvertidos de su disciplina
normativa. De entrada, haremos mención a la individualización del criterio aplicativo
para el cálculo de los reajustes producto del exceso de los umbrales de tolerancia
establecidos por el artículo 1577 del Código Civil.
Si la extensión del inmueble fuese heterogénea, tal como ocurre en las edificaciones
urbanas, el reajuste del precio debería efectuarse en proporción a la “incidencia que el
porcentaje faltante o excedente tenga sobre el valor del inmueble”78.
En ese sentido, entendemos que el autor propone calcular, a efectos del reajuste, la
diferencia entre lo que valdría el inmueble con o sin el área (prometida) sobre la cual
operó el error de cálculo y el valor de la extensión real de la unidad inmobiliaria tal
como fue transferida (con el porcentaje faltante o excedente). De esta manera, podría
cobrar importancia el valor diferenciado de las fracciones de las que se compone la
unidad inmobiliaria materia de la compraventa.
Si las partes no han establecido criterios para valorar las diversas fracciones del bien
unitario en una compraventa ad corpus, el juez no puede atribuirse dicha competencia.
Sin embargo, nada impediría que las partes introduzcan un cuadro de valores para el
reajuste contemplando criterios diferenciados según la ubicación del fragmento
específico faltante o excedente. En este último caso el juez no estaría interviniendo en
el equilibrio contractual, sino que las partes lo estarían conformando a través de su
autonomía privada.
Pasando a otro punto, resulta crucial tener en cuenta que la divergencia entre área
contractual y área real del inmueble –independientemente del porcentaje que
represente– no dará lugar a reajuste alguno por aplicación del artículo 1577 del Código
Civil si tuviese su origen en una circunstancia imputable al vendedor a criterio del
legislador. Como se ha explicado anteriormente, entre estas últimas situaciones no se
encontrará la omisión, por parte del vendedor, de haber efectuado una medición
milimétricamente exacta del bien de manera previa a la celebración de la compraventa.
En ese orden de ideas, el lector podría preguntarse cuáles son los escenarios de
genuina imputabilidad del vendedor por la divergencia entre las áreas prometida y real
de la unidad materia de la compraventa. Se trata, a nuestro parecer, de hipótesis tales
como el incumplimiento contractual, los hechos generadores de responsabilidad
precontractual y los vicios de la voluntad80.
De otra parte, resulta necesario analizar si a las compraventas ad corpus les son
aplicables las reglas de los vicios de la voluntad o si dicha disciplina es excluida por la
estipulación de semejante cláusula. Nos referimos a las hipótesis de error, dolo y
violencia moral, incluyendo aquellos casos en que la cuestión patológica de tales vicios
versa sobre la extensión del inmueble. Al respecto, somos de la opinión que la
estipulación de la cláusula ad corpus no impide que la víctima de algún vicio de la
voluntad recurra a alguno de los remedios jurídicos previstos por el Código Civil.
Así, por ejemplo, si el vendedor “B” hubiese incluido dolosamente una declaración en
el contrato por la cual determine que la extensión de un bien asciende a 100 m2 a
sabiendas de que esta llegaba solo a 95 m2, el comprador “A” podrá emplear los
remedios previstos para las hipótesis de dolo, en caso se presentasen sus requisitos
configuradores. Ello aun cuando el contrato de compraventa hubiese incluido una
cláusula ad corpus.
Del mismo modo, si el comprador “B” hubiese adquirido a través de una compraventa
ad corpus un inmueble que, a causa de la diferencia de metraje sea inidóneo para la
realización de un proyecto inmobiliario, nada impide que “B” se valga de los remedios
jurídicos establecidos para el caso de anulabilidad por error en el motivo, en caso se
configuren los requisitos para ello.
Pasando a otro punto importante de la disciplina establecida por el Código Civil para la
institución que nos ocupa, es preciso pronunciarnos acerca de la competencia de la
autonomía privada para modificar los márgenes de divergencias toleradas establecidas
en el artículo 1577 los cuales, como se sabe, ascienden al 10 % del área prometida
contractualmente.
Los contrayentes podrían incluso llegar a excluir de modo absoluto la rectificación del
precio cuando “resulte manera unívoca una voluntad de las partes dirigida a privar de
cualquier relevancia la eventual discordancia entre medida declarada y medida
efectiva”86. En este caso, en uso de la libertad contractual, se estaría derogando el
modelo relativo y trayendo a la vida el modelo absoluto de la compraventa ad
corpus imperante bajo el Código Civil peruano de 1936.
Como último punto respecto al análisis emprendido en este apartado, queda por
señalar que no nos es posible comprender la exclusión, perpetrada por el artículo
1577, del derecho de desistimiento frente a divergencias tan pronunciadas que
justifiquen un suplemento del precio a ser asumido por el comprador.
En tal caso, el comprador cuenta con un interés que debería ser objeto de tutela
jurídica: no encontrarse compelido a asumir el pago de un precio reajustado en alza,
pues podría carecer de los medios económicos necesarios para tal efecto. En efecto,
dicha situación es valorada por importantes modelos jurídicos comparados y debería
ser tenida en cuenta de cara a una futura reforma legislativa.
Conclusiones
• La compraventa ad corpus representa uno de los subtipos englobados en el esquema
típico general de la compraventa. El subtipo se erige como una operación contractual
gobernada regulación legal específica que se desenvuelve al interior de un tipo
contractual, sin sobrepasar el límite de la elasticidad de este último. Como
consecuencia de ello, a la referida operación subtípica le será de aplicación, además
de la disciplina específica aludida, la regulación correspondiente al tipo.
• Existen dos modelos que han buscado definir y regular a la cláusula ad corpus: (i) el
modelo absoluto y (ii) el modelo relativo. En virtud del primer modelo, la dimensión
declarada del inmueble objeto de venta no determinará la producción de reajustes en
caso el área real sea menor o mayor a la indicada en el contrato. Como contrapartida,
el modelo opuesto sostiene que la declaración contractual de la dimensión global del
inmueble objeto de venta hace presumir que de una forma u otra el contenido de dicha
declaración no fue del todo indiferente para las partes al momento de estipular el
precio. En ese sentido, esta corriente admite la relevancia jurídica variada de la
problemática constituida por las potenciales divergencias entre el área contractual –es
decir, área declarada por las partes en el contrato– y área real –es decir, el área
producto de una medición exacta de la extensión– de la unidad inmobiliaria.
NOTAS:
* Abogado por la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP). Profesor de Derecho
Civil en la PUCP. Asociado del área de Derecho Corporativo en Delmar Ugarte
Abogados.
6 MUSIO, Antonio. “Della vendida di cose immobili”. En: Il Codice Civile Commentario.
Fundado por Piero Schlesinger y continuado por Francesco Donato Busnelli, Giuffrè,
Milán, 2015, pp. 128 y 129.
8 Este criterio ya había sido esbozado en un trabajo anterior, al cual nos remitimos:
VÁSQUEZ REBAZA, Walter. “¿Determinación del objeto de la compraventa
inmobiliaria o relevancia de la cláusula ad corpus? Comentario a una reciente
resolución de la Corte Suprema”. [en línea] [consultado el 8 de abril de 2016].
Disponible en: <http://enfoquederecho.com/civil/determinacion-del-objeto-de-la-
compraventa-inmobiliaria-o-relevancia-de-la-clausula-ad-corpus-comentario-a-una-
reciente-resolucion-de-la-corte-suprema/>.
En similar sentido, MUSIO, Antonio. Ob. cit., p. 138, según el cual la regulación de la
cláusula ad corpus se dirige no tanto a definir e identificar el bien objeto de la
transferencia, sino a establecer una correlación entre medida efectiva del inmueble y
determinación del precio.
10 Ibídem, p. 89.
11 LUMINOSO, Angelo. Ob. cit., p. 93, entiende que la mención del área es
indispensable, de manera excepcional para las operaciones de venta de bienes
genéricos y para ventas específicas en las que concurra a identificare una nueva
unidad inmobiliaria a ser desprendida de una más amplia.
14 Ídem.
16 Ídem.
17 MAZEAUD, Henri, León y Jean. Lecciones de Derecho Civil. Traducción de Luis
Alcalá-Zamora y Castillo. Parte Tercera, Vol. III, Los Principales Contratos, Jurídicas
Europa-América, Buenos Aires, 1962, p. 195.
19 DÍEZ-PICAZO, Luis. Fundamentos del Derecho Civil Patrimonial. Tomo IV, Las
Particulares Relaciones Obligatorias. Civitas, 2010, Pamplona, p. 100.
20 Ibídem, p. 101, aunque para el autor en ese caso quedará abierto el problema de la
prueba cuando el asunto adquiera una dimensión judicial. Siguiendo esta lógica, Díez-
Picazo sostiene que los artículos 1469 - 1471 del Código Civil español no se aplican
cuando ha existido una operación de medida llevada a cabo concordemente por las
partes y aceptada por ambas, en tanto que en tal escenario ya no se podría hablar de
un área que “resulte una mayor o menor extensión”.
21 Código Civil español. Artículo 1266.- “Para que el error invalide el consentimiento,
deberá recaer sobre la sustancia de la cosa que fuere objeto del contrato, o sobre
aquellas condiciones de la misma que principalmente hubiesen dado motivo a
celebrarlo.
25 Ibídem, p 114.
26 Ibídem, p. 118.
27 Ídem. Según el autor (Ibídem, p. 119), de ello deriva que “mientras en la venta
sobre medida las partes tengan como propósito fijar un precio que sea estrictamente
proporcional a las dimensiones del bien, en la venda a corpo ello no suceda, queriendo
más bien los contratantes determinar el precio en relación al inmueble globalmente
considerado en su entidad y consistencia”.
28 Ídem.
32 Como podrá apreciarse, la regla del Código Civil peruano de 1936 es similar a la
existente en el Código Civil español de 1889.
34 Ibídem, p. 108.
36 Ídem.
38 Ibídem, p. 625.
43 ARIAS SCHREIBER. Exégesis del Código Civil peruano de 1984. Tomo II,
Contratos Nominados, Normas Legales, Lima, 2011, p. 96.
44 BIGIO CHREM, Jack citado por CASTILLO FREYRE, Mario. Ob. cit., p. 635.
45 Ibídem, pp. 625-626. Sin embargo, aun dentro de la aplicación del artículo 1577 del
Código Civil, consideramos que el último escenario planteado por el autor configuraría
una situación imputable al vendedor, tal como se expondrá más adelante.
46 BIGIO CHREM, Jack citado por CASTILLO FREYRE, Mario. Ob. cit., p. 636, DE LA
PUENTE Y LAVALLE, Manuel. Ob. cit., p. 182.
48 Ibídem, p. 181.
49 Artículo 1579.- “El derecho del vendedor al aumento del precio y el del comprador
a su disminución, así como el derecho de este último de pedir la rescisión del contrato,
caducan a los seis meses de la recepción del bien por el comprador”.
b) En áreas
En caso que las medidas lineales y áreas estén fuera de las tolerancias, el perito
dejará constancia de la diferencia y ejecutará la valuación de acuerdo a las medidas y
áreas que figuran en los títulos de propiedad o certificados que correspondan”.
52 Código Civil peruano. Artículo 939.- “Las uniones de tierra y los incrementos que se
forman sucesiva e imperceptiblemente en los fundos situados a lo largo de los ríos o
torrentes, pertenecen al propietario del fundo”.
Código Civil peruano. Artículo 940.- “Cuando la fuerza del río arranca una porción
considerable y reconocible en un campo ribereño y lo lleva al de otro propietario
ribereño, el primer propietario puede reclamar su propiedad, debiendo hacerlo dentro
de dos años del acaecimiento. Vencido este plazo perderá su derecho de propiedad,
salvo que el propietario del campo al que se unió la porción arrancada no haya tomado
aún posesión de ella”.
En los ejemplos dados anteriormente, dichos riesgos son asumidos como regla por el
contratista, quien deberá reflejarlos adecuadamente en el precio contractual con la
finalidad de obtener eficiencia en el desarrollo de los trabajos.
59 El interés negativo puede ser definido como aquel que recae en la no asunción de
gastos inútiles por mantener tratativas precontractuales inútiles o encaminadas hacia
contratos inválidos, ineficaces o inútiles. De tal manera, el resarcimiento por la
violación de semejante interés tendrá como propósito reparar a la víctima de una forma
tal que se la coloque en la posición en la que se hubiese encontrado de no haber
mantenido semejantes tratativas.
64 LUMINOSO, Angelo. Ob. cit., p. 93, BIANCA, Massimo. “La vendita y la permuta”.
En: Trattato di Diritto Civile Italiano, bajo la dirección de Filippo Vassallo. Tomo I, Vol.
VII, Unione Tipografica-Editrice Torinese, Turín, 1972, p. 239.
65 MUSIO, Antonio. Ob. cit., p. 120, para quien “la norma por un lado, deja íntegro el
contrato porque presume que aquél habría sido celebrado de todas maneras por las
partes si las mismas hubiesen sabido que la diferencia de extensión habría sido inferior
al límite de la veintésima parte, pero, de otro lado, reconoce que una parte del precio
no resulta debida y por lo tanto debe ser devuelta o debe ser pagada bajo la forma de
suplemento del precio si el error de medida hubiese sido de por lo menos la veintésima
parte, presumiendo en tal caso que las partes habrían estipulado un precio distinto si
hubiesen conocido la real extensión del bien objeto del contrato”.
67 Para tal efecto, la relación entre precio y extensión declarada no debe ser una
circunstancia accidental en la economía contractual, sino que la extensión del
inmueble tal como ha sido enunciada en el contrato debe haber concurrido a
determinar el reglamento de intereses relativo al monto del precio, mientras si los
contratantes han indicado la medida como ulterior elemento concurrente a fines de la
descripción y de la identificación del inmueble, ninguna consecuencia se puede derivar
del error en dicha indicación (MUSIO, Antonio. Ob. cit., p. 122).
72 Ídem.
73 En ese sentido, para PINTO ANDRADE, Cristóbal. Ob. cit., p. 160, quedarían
descartadas de dicho ámbito las compraventas de bienes genéricos y futuros. Según
un parecer distinto (RUBINO, Domenico. Ob. cit., p. 102), la venta ad corpus de bienes
inmuebles genéricos es posible, pero la disciplina relacionada a dicha cláusula no es
aplicable sobre la divergencia entre área real y área prometida, sino como una suerte
de ius variandi relacionado a la determinación de la cantidad de terreno vendida.
74 DÍEZ-PICAZO, Luis. Ob. cit.. p. 100.
83 DÍEZ-PICAZO, Luis. Ob. cit., p. 101, según el cual en este caso deben existir
pretensiones derivadas de un incumplimiento contractual porque en tal hipótesis lo
único que pasa es que el vendedor deja de entregar una parte de la cosa. En el mismo
sentido, BIANCA, Massimo. Ob. cit., p. 245, para quien la acción que le compete al
comprador es la reivindicación con el propósito de recuperar la porción de terreno que
forma parte del inmueble adquirido.
87 Ello en la medida que una de las funciones del tipo contractual es precisamente la
integración del contenido del contrato con normas supletorias, lo cual reduce costos de
transacción (en particular, costos de negociación, redacción y formalización de
términos y condiciones contractuales) pues evita que las partes incorporen a su
reglamento contractual dichas cláusulas. No obstante ello, si las partes deben
frecuentemente estipular en contra de la norma supletoria, a pesar de su disposición
normativa, aquella no habrá cumplido con sus objetivos en tanto los referidos costos
de transacción habrán de ser soportados por las partes.