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INTRODUCCIÓN

La noción del derecho constitucional puede variar conforme al énfasis puesto


por el autor en determinados aspectos de su contenido u objeto. Así para
algunos autores, el Derecho Constitucional será la técnica de la libertad, de la
autoridad o una conciliación entre ambas.
Pero a pesar de las diferencias existentes respecto a esta área del derecho, la
coincidencia doctrinaria es evidente al señalar que el derecho constitucional es
una rama del derecho público interno, compuesto por un conjunto de principios
y normas fundamentales que rigen el Estado en su relación con la comunidad,
definiendo los derechos y garantías otorgadas a las personas dentro de la
comunidad estatal y la organización del poder público, estableciendo su
estructura, su competencia, el acceso al poder, y sus limitaciones.
De esta forma, los elementos comprensivos de la noción del derecho
constitucional son: 1) Su ubicación dentro del orden jurídico como una rama del
derecho público interno, en razón de que regula la relación entre el Estado y las
personas dentro de la comunidad, y establece las reglas de su organización. 2)
Es un conjunto de principios y normas fundamentales que irradian por todo el
orden jurídico interno, sirviendo como fuente de validez a las mismas. 3) Su
objeto consiste en situar al hombre dentro de la estructura social, consagrando
los derechos y garantías para su desarrollo en la sociedad y establecer la
estructura, la competencia y las limitaciones al poder estatal.
El objeto del derecho constitucional, configura el contenido de la misma, y
conforme a ella, es posible señalar que el derecho constitucional tiene como
objeto la consideración del conjunto de principios, normas jurídicas y
consuetudinarias que:
Delimitan la relación de las personas dentro de una sociedad estatal, por medio
de los derechos y garantías consagradas en las normativa jurídica;
Determinan la estructura organizada del Poder Público, estableciendo las
modalidades de acceso al ejercicio del poder público, y las competencias de los
órganos públicos. El objeto de nuestro trabajo se basa específicamente en la
"Justicia Constitucional", de donde podremos profundizar en este amplio y
debatido tema, que es de suma importancia, pue como dicen, "la base de todo
tipo de justicia en una nación, es la Justicia Constitucional".
LA JUSTICIA CONSTITUCIONAL

Habitualmente la expresión “justicia constitucional” se usa como sinónimo de


jurisdicción constitucional. En este sentido, se puede definir como el desarrollo
de una actividad de carácter jurisdiccional por parte de un órgano que posee un
estatus diferente al de la justicia ordinaria y cuya competencia recae sobre los
procesos constitucionales. Este concepto incluye tanto un elemento formal
como uno material. El formal viene constitución por los rasgos propios de la
jurisdicción y por el estatuto constitucional que tienen este tipo de órganos. En
virtud de dichos rasgos, estamos ante un órgano independiente, que actúa
sometido a Derecho y basado en razonamientos jurídicos y en el principio de
contradicción. El estatuto constitucional debe aportarle autonomía
administrativa y financiera. El elemento material, a su vez, se basa en el ejercicio
de una serie de competencias relativas a los que podemos denominar procesos
constitucionales. Estos son procesos que recaen sobre cuestiones básicas del
poder público, lo que les da esa relevancia constitucional y su conexión con la
Carta Magna. Históricamente se han decantado tres tipos de semejantes
procesos, que serían los procesos constitucionales típicos: el control de
constitucionalidad de las leyes, la defensa extraordinaria de los derechos
fundamentales y el control de la distribución vertical y horizontal del poder. Al
margen de ello, suelen existir unas competencias añadidas que también cabe
considerar procesos constitucionales al afectar al concepto material de
Constitución y, por ende, a la delimitación del poder público.
Este concepto de justicia constitucional habría que matizarlo para los sistemas
difusos (infra), en los que el órgano que ejerce la justicia constitucional no es
diferente a los de la justicia ordinaria, sino que está integrado en la misma.
En ocasiones, la categoría de justicia constitucional se emplea en otro sentido,
diferente al de jurisdicción constitucional, para aludir a la actividad de cualquier
órgano judicial cuando aplica de manera concreta la Constitución. Sin embargo,
la primera acepción es la más extendida, por lo que a ella nos limitaremos.
Ese órgano que ejerce la justicia constitucional suele llevar la denominación en
castellano de Tribunal Constitucional. No obstante, las cuestiones de nomen iuris
no deben ocultar los temas de fondo. Así las cosas, podemos esquematizar
cuatro tipos de magistratura constitucional: tribunales o cortes constitucionales
fuera del Poder Judicial ; tribunales constitucionales dentro de la estructura
orgánica del Poder Judicial ; salas constitucionales; y cortes supremas que
paulatinamente se han convertido en tribunales constitucionales, aunque
conservan competencias de legalidad al encontrarse en la cúspide del Poder
Judicial (Argentina, Brasil, México, Panamá, y Uruguay son un ejemplo de esto).
Al margen de lo dicho, téngase en cuenta que en diversos países de
Iberoamérica (México, Perú), se prefiere hablar de Derecho Procesal
Constitucional y no de justicia constitucional. Aquél sería el sector del
ordenamiento jurídico que regula los procesos constitucionales. Abarcaría, por
tanto, las cuestiones adjetivas de la justicia constitucional. En este sentido, Fix-
Zamudio afirma que el Derecho Procesal Constitucional tiene como objeto el
análisis de las garantías constitucionales, entendidas como “instrumentos
predominantemente procesales que están dirigidos a la reintegración del orden
constitucional cuando el mismo ha sido desconocido o violado por los órganos
del poder”.
ORIGEN, MODELOS Y EVOLUCIÓN. Los antecedentes de la justicia constitucional
se pueden encontrar en la tradición del Derecho Natural de inspiración laica
(Grocio, Pufendorf, Locke), que, como todo iusnaturalismo, contiene la idea de
un Derecho superior. Esto lleva, en el mundo jurídico inglés, a que se sitúe al
Derecho Común (common law) en una posición preeminente respecto a las leyes
(statutes), de manera que la interpretación de éstas se produce en los límites
del Derecho Común. No obstante, el juez inglés Coke da un paso más en este
esquema y supera dicho principio interpretativo para hacer, en el Bonham’s case
de 1610, un análisis de la validez de las leyes que lleva a la anulación de éstas
cuando son contrarias al Derecho Común, equivalente, en cierto sentido, al
Derecho Natural. Tal doctrina, al otro lado del Atlántico, sirve a los tribunales de
Boston, en 1657, para rechazar una ley local, de la misma forma que, en el siglo
siguiente, va a estar en la base del ataque contra la validez de la Ley de
Estampillas de 1765. En cambio, en Inglaterra la doctrina del juez Coke se
abandonó rápidamente ganando terreno el dogma de la soberanía del
Parlamento.
Los juristas norteamericanos de finales del siglo XVIII, encabezados por
Hamilton, Madison y Jay, conocen estas ideas de Coke y reflexionan sobre ellas
generando la noción de Constitución como norma jurídica superior. Sin
embargo, el concreto origen histórico del control de constitucionalidad, y la
realización práctica de las ideas que se debatían, se suele situar en el año 1803,
cuando el juez norteamericano Marshall, a la sazón Chief Justice del Tribunal
Supremo de los Estados Unidos, dicta la sentencia Marbury vs. Madison, en la
que inaplica una ley del Congreso de ese país por entenderla contraria a la
Constitución. Y ello a pesar de que esta Norma Básica no contemplaba tal
posibilidad, aunque, a decir verdad, la propia Constitución de los Estados
Unidos, sin prever expresamente el control de constitucionalidad, sí contenía las
bases del mismo en la llamada supremacy clause (art. VI.2), que establecía una
jerarquía de fuentes en la que la Constitución era la “suprema ley del país”.
A partir de ahí, se va configurando en Estados Unidos un modelo o sistema
difuso de justicia constitucional. Las notas características de esta judicial review
se pueden esquematizar de la siguiente manera: todos los jueces pueden llevar
a cabo el control (de ahí que se califique de difuso); este control es concreto en
la medida en que se ejerce con ocasión de un litigio determinado, un litigio que
presenta un carácter actual (mootness); se trata de un control ejercido por vía
de excepción (aunque existen otras vías, si bien mucho menos frecuentes); y las
decisiones tienen una autoridad de cosa juzgada relativa, lo que significa que la
inconstitucionalidad sólo valdrá para el asunto y las partes del litigio que se está
sustanciado. El sistema del precedente y el principio del stare decisis hace que
los tribunales inferiores estén vinculados por las decisiones de los superiores.
Esto da lugar a que el efecto final de una declaración de inconstitucionalidad sea
equivalente a una anulación por la generalidad que en la práctica adquiere. La
colocación del Tribunal Supremo en la cima de la jerarquía judicial da unidad al
sistema. Este Tribunal, desde 1925, ostenta un poder discrecional de selección
de asuntos (el privilegio del certiorari) que le permite escoger los casos sobre los
que va a llevar a cabo un control de constitucionalidad.
En América Latina la problemática sobre la justicia constitucional se conoció
pronto, lo que permitió que dicha área geográfica fuera una referencia a tener
en cuenta por las alternativas experimentadas y por la hibridación de sus
soluciones. Su justicia constitucional se construyó a partir de determinados
procesos de defensa de la libertad. Así las cosas, durante el siglo XIX en todo el
continente americano se extendió el principio del control judicial de
constitucionalidad, control que abarcaba tanto actos de autoridad como
disposiciones legales, y que se vinculaba con la protección de los derechos del
hombre. El inicio para América Latina de esta tradición hay que situarlo en la
Constitución de Yucatán de 1841 (con cierto antecedente en la Constitución
federal mexicana de 1824), donde ya existe una revisión judicial de la
constitucionalidad de las leyes, bajo la inspiración de las ideas de Crescencio
Rejón, que perfila los rasgos fundamentales del juicio de amparo. El AMPARO
instrumentalizará la revisión judicial.
En Europa, a pesar de que el concepto revolucionario de CONSTITUCION es
similar al norteamericano (separación de poderes, garantía de derechos), las
primeras tentativas de instaurar un control de constitucionalidad serán
rechazadas. La justicia constitucional tardará en encontrar correlato práctico en
el Viejo Continente por diversas razones, entra las que se hallan, en el plano
jurídico, el principio de supremacía del Parlamento (y, por lo tanto, de su
producto más genuino, la ley, que se predica infalible como muestra el dogma
rousseauniano), y, en el campo político, tanto la reacción de las potencias
absolutistas tras la caída de Napoleón en defensa del principio monárquico
como las posturas de los integrantes de la izquierda hegeliana con Lasalle a la
cabeza. El carácter normativo y supremo de la Constitución pierde consistencia
y con él la argumentación teórica de la necesidad de fiscalizar la acomodación
del resto de las normas a ella. La teoría de la soberanía compartida y la praxis de
constituciones pactadas y otorgadas inciden en idéntica línea.
Será el esfuerzo teórico que lleva a cabo Hans Kelsen, en el primer tercio del
siglo XX, el que posibilite la aparición de la figura del tribunal constitucional,
órgano especializado de la justicia constitucional. Así nace el modelo
concentrado de justicia constitucional. Esquematizando esta posición, podemos
hablar de un control concentrado llevado a cabo por una jurisdicción específica,
control que es abstracto, ejercido por vía de acción, con efectos generales de la
declaración de inconstitucionalidad y que, en cuanto a la autoridad de cosa
juzgada de las decisiones, presenta carácter absoluto. Para el citado autor este
Tribunal Constitucional, que monopoliza el control de constitucionalidad de las
leyes, no es realmente un tribunal al no aplicar normas a hechos concretos, sino
un legislador negativo que analiza la compatibilidad lógica entre dos normas
abstractas (Constitución y ley). La eliminación de la ley inconstitucional tiene, en
Kelsen, efectos ex nunc (irretroactivos) y erga omnes (frente a todos), que son
los propios de la actuación del legislador y de la abrogación.
La evolución de la justicia constitucional irá modulando estos modelos iniciales,
cuya aproximación ha dado lugar a sistemas mixtos o híbridos, que combinan
control difuso con el concentrado. La judicial reviewnorteamericana incorporó
vías de control abstracto. De igual modo, la inicial configuración kelseniana de
Tribunal Constitucional fue adquiriendo perfiles diferentes, sobre todo tras la
adopción, finalizada la Segunda Guerra Mundial, del carácter propiamente
jurisdiccional del órgano de justicia constitucional y de la imposición de la idea
de supremacía normativa de la Carta Magna, con lo que la naturaleza del órgano
cambió. Ambos elementos reflejan una clara influencia norteamericana. La
sedimentación de la idea de supremacía de la Constitución, en un sentido no
sólo formal sino también material, como base para eliminar la ley contraria a
ella, determinó que la sanción debía ser la de la nulidad de pleno derecho, esto
es, la de entender que la norma inconstitucional no ha existido nunca. Por ello,
se dota a esta sanción de una eficacia retroactiva. Esta evolución también
provocó que al lado del control abstracto apareciese un control concreto de
normas reenviadas por los tribunales ordinarios, lo que supone un cierto grado
de difusión a través de la incidentalidad del acceso.
Respecto a Europa, sistemas inspirados en la modalidad difusa y concreta son
los casos de Dinamarca, Finlandia (desde 1999), Grecia, Irlanda, Noruega, Suecia
(tras la reforma de su Constitución de 1975) y Suiza (aunque en Irlanda sólo las
jurisdicciones superiores llevan a cabo tal control). Mixtos serían Portugal,
Chipre y Malta (y en cierto sentido también Grecia porque allí existe, para ciertos
supuestos, control concentrado). En cambio, el desarrollo de los sistemas
concentrados, en torno a la figura de los tribunales constitucionales, ha sido
mucho más importante ya que el modelo de órgano jurisdiccional único está
dotado de una mayor operatividad y soslaya de raíz el problema de las
interpretaciones divergentes de los tribunales. Dicha expansión en Europa se ha
localizado en diversas etapas. Una primera etapa tiene lugar en el período de
entreguerras, con la aparición de los tribunales checoslovaco (1920), austríaco
(1920) y el español de la Segunda República (1931). En 1921 aparece el Tribunal
de Liechtenstein, que ha funcionado de manera ininterrumpida hasta hoy, lo
que constituye, en este sentido, un hito histórico. La segunda se localiza tras la
Segunda Guerra Mundial y afecta a Austria (otra vez, 1945), Italia (1948),
República Federal de Alemania (1949), Turquía (1961), Yugoslavia (1963) y, en
cierto modo, Francia (1959). La tercera etapa discurre en los años setenta y
principios de los ochenta del siglo XX con la creación de los tribunales
constitucionales portugués (1976), español (1978) y belga (1983), y, en cierto
sentido, el Tribunal Especial Superior griego (1975). Y en la cuarta se instaura la
justicia constitucional en los países de Europa Central y Oriental que habían
pertenecido al bloque del Este: con el precedente de Polonia (1985), esta última
etapa tiene su inicio tras la caída del Muro de Berlín en 1989 y llega a mitad de
los noventa. Los tribunales de Europa del Este se han construido siguiendo el
ejemplo ofrecido por sus homólogos occidentales.
A su vez, el conjunto de países de América Latina conforma un heterogéneo
mapa de sistemas, que, en un esfuerzo de síntesis, podemos condensar así:
modelos mixtos (Brasil, Colombia, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras,
México, Nicaragua, República Dominicana, Venezuela), concentrados (Bolivia,
Chile, Costa Rica, Panamá, Paraguay, Uruguay), dual (Perú, en el que coexisten
el modelo europeo y el norteamericano sin mezclarse) y difusos (Argentina,
Puerto Rico). Como se ve, no exagera Brewer-Carías cuando dice que el sistema
de justicia constitucional desarrollado en América Latina desde el siglo XIX “es
un sistema de control de la constitucionalidad de las leyes de los más completos
y a la vez variados del mundo contemporáneo”.
COMPETENCIAS. Las competencias procesales de los órganos de justicia
constitucional se pueden clasificar en dos grandes grupos: por un lado, los
procesos constitucionales; por otro, los no constitucionales. Los primeros, como
ya hemos dicho, aluden a cuestiones básicas del poder público, que como tales
tienen relevancia constitucional y están previstas en la Norma Básica. Estos
procesos constitucionales, a su vez, podrían subdividirse en típicos y atípicos.
Los procesos constitucionales típicos, ya citados, configuran la naturaleza de
este tipo de órganos: el control de constitucionalidad de la ley, la defensa
extraordinaria de los DERECHOS FUNDAMENTALES y la garantía de la
distribución del poder.
El control de constitucionalidad de la ley es una competencia muy extendida,
como por otra parte es lógico, al tratarse de la atribución primigenia de la justicia
constitucional, al menos desde un punto de vista teórico. El carácter normativo
y supremo de la Constitución exige la presencia de un mecanismo de
fiscalización de este tipo. Este control puede ser abstracto (a priori o a posteriori)
o concreto. El control abstracto es el que efectúa un tribunal constitucional al
analizar la compatibilidad entre dos normas: por un lado, la Constitución, y, por
otro, la ley impugnada a través de dicho proceso de control. La comparación,
que se efectúa al margen de un caso judicial determinado y de la aplicación
concreta de la ley fiscalizada, busca determinar si la disposición inferior se
adecua a la superior. El control concreto es el que realiza un tribunal
constitucional sobre una ley que un juez ordinario va a aplicar a un litigio, por lo
que se debe tener en cuenta dicho caso y las circunstancias del mismo.
En la defensa extraordinaria de los derechos fundamentales la intervención de
la justicia constitucional suele presentar un carácter extraordinario,
correspondiéndoles el papel central a los jueces ordinarios. Así, en varios
supuestos la entrada en escena del órgano de jurisdicción constitucional se
produce en revisión. De todos modos, hay que diferenciar entre un proceso
específico y extraordinario de garantía de derechos, competencia en Europa del
tribunal constitucional, de otros procesos de garantía de derechos, que por sus
características deben ser competencia de la justicia ordinaria (habeas corpus o
habeas data, o el AMPARO americano en primera instancia). La importante
labor de la justicia constitucional en la protección de los derechos llevó a
Cappelletti a hablar de jurisdicción constitucional de la libertad. En efecto, la
historia de la protección de los DERECHOS FUNDAMENTALES, sobre todo en
Europa, se halla ligada a la de la justicia constitucional.
Al margen de estos tres procesos constitucionales típicos tenemos otros que
pueden calificarse como atípicos, al no conectarse con la naturaleza misma de
la justicia constitucional, pero que también son constitucionales al afectar a la
delimitación del poder político y, por ende, al concepto material de
Constitución. En este sentido tenemos el control de constitucionalidad de
tratados internacionales, el control de las omisiones inconstitucionales
(OMISION LEGISLATIVA), contenciosos electorales o control de partidos
políticos.
En cuando a los procesos no constitucionales, existen ciertos casos de control
normativo infralegal, control no normativo, control de legalidad o control con
parámetro infralegal. Ello es un riesgo para la propia justicia constitucional pues
difumina sus rasgos característicos y evidencia la importancia de diferenciar
entre lo que es la materia constitucionaly lo que son las cuestiones meramente
legales, que no deberían entrar en el ámbito competencial de la justicia
constitucional, aunque bien es cierto que la extensión de sistemas mixtos
dificulta esta separación.
Como vemos, el desarrollo de la justicia constitucional ha implicado una
progresiva expansión de las funciones a ella encomendadas. Esta ampliación de
competencias lleva con claridad a una superación de los modelos primigenios.
Sin embargo, este proceso, en algunos ordenamientos, sobre todo en Europa
del Este, ha adquirido unos perfiles demasiado amplios que convierten a dicha
ampliación en excesiva y perturbadora hasta el punto de asumir competencias
más propias de la justicia ordinaria.
DERECHOS HUMANOS. La justicia constitucional juega un rol de primer orden
con relación a los DERECHOS FUNDAMENTALES y DERECHOS HUMANOS. De ahí,
como ya hemos dicho, que se conozca como jurisdicción constitucional de la
libertad. Y ello desde dos puntos de vista. Por un lado, resuelve el proceso
constitucional extraordinario de protección de los derechos fundamentales, o
sea, que en función del ordenamiento en que nos encontremos, el Tribunal
Constitucional u órgano equivalente garantizará por ese medio procesal los
derechos fundamentales que constituyan su objeto. Téngase en cuenta que
serán las concretas previsiones de Derecho positivo las que determinen qué
derechos constitucionales se protegerán por esa vía. Este proceso de protección
de derechos suele recibir la denominación en castellano de AMPARO, aunque
en la mayor parte de las ocasiones el amparo en primera instancia es
competencia de los tribunales ordinarios. Los tribunales constitucionales suelen
entran en el mismo de forma extraordinaria y en una ulterior instancia.
Desde otro punto de vista, la justicia constitucional desempeña un papel
preeminente en el campo de los derechos gracias a las líneas jurisprudenciales
que han servido para precisar su contenido y alcance. Los tribunales
constitucionales realizan una labor de creación doctrinal y difusión pedagógica
en torno a los derechos que sirve para afianzarlos y promoverlos. Ello se puede
realizar a través de cualquier proceso sobre los que ostenta competencia,
aunque el proceso anterior, el extraordinario de protección de derechos, es el
que mejor se perfila para efectuar esta labor. Como apunta Rolla, una tutela
orgánica de los derechos reconocidos y garantizados necesita de la justicia
constitucional, que se confirma como el principal tribunal de los derechos y de
las libertades. Esta doctrina marcada por las cortes constitucionales está en
permanente cambio pues sólo así se asegura una adecuación de la
hermenéutica a la realidad social. De esta forma, se podrá conseguir una
verdadera living Constitution en un terreno clave como es el de los derechos
fundamentales. Lógicamente, el peso de la jurisprudencia constitucional
cambiará de un país a otro en función de diversas variables, como pueden ser el
arraigo de la propia jurisdicción constitucional en ese lugar, el asentamiento de
la democracia, la cultura política de referencia o la capacidad del tribunal
constitucional de escapar del permanente riesgo de politización.
Ante una situación insatisfactoria en la regulación del ordenamiento respectivo,
algunos tribunales constitucionales acuden a diversas técnicas para afirmar la
aplicación del derecho fundamental de que se trate. Se llega, incluso, a crear un
derecho fundamental nuevo, no reconocido a nivel constitucional, o reconocido
con un contenido mucho menor. En este sentido, por ejemplo, nos encontramos
con la doctrina de la aplicación inmediata de los derechos fundamentales: en los
derechos de configuración legal, la dilación del legislador en su desarrollo no
pueda privarlos de todo contenido; de esta forma, aplicando directamente el
derecho previsto en la Constitución, se salva un contenido mínimo.
En otras ocasiones se llega a la creación de nuevos derechos o nuevas
manifestaciones de derechos ya reconocidos. Sirve como ejemplo el derecho a
la PROTECCION DE DATOS en España (Sentencia del Tribunal Constitucional
español 292/2000), el derecho de acceso a la información pública en Chile
(Sentencia del Tribunal Constitucional chileno Rol nº 634, de 9 de agosto de
2007), o el derecho a la verdad en Perú (Sentencia del Tribunal Constitucional
peruano, EXP. N.° 2488-2002-HC/TC).
Asimismo, debe tenerse en cuenta que ciertas técnicas de decisión de la justicia
constitucional se emplean para resolver los problemas de derechos
fundamentales. En este sentido, el ejemplo más claro lo representan principios
como el de PROPORCIONALIDAD, favor libertatis y razonabilidad. No obstante,
los estándares de tutela de derechos y su eficacia variarán de un lugar a otro por
la propia realidad jurídico-política del país de que se trate. La protección de los
derechos será más densa y profunda donde el sistema de valores sociales sea
más acorde con los postulados de la libertad y dignidad. En otro contexto, la
jurisprudencia constitucional tendrá menos capacidad de incidencia. Pero en
líneas generales, se puede afirmar que el juez constitucional ha suministrado a
los jueces ordinarios todo un cúmulo de referencias interpretativas para abordar
el tema de los derechos y para intentar asegurar el imperio de los mismos,
fomentando de este modo la aparición de una cultura de derechos
fundamentales. Como señaló Cappelletti, el tribunal constitucional ha realizado
una “concretización creativa” de las normas sobre los derechos del hombre. De
este modo, la labor de la justicia constitucional ha creado un verdadero fondo
compartido por las democracias, fondo que se une por una suerte de vasos
comunicantes, de influencias recíprocas.
CONCLUSIÓN
A manera de conclusión sería excelente, poder ver la justicia constitucional no
ya desde su generalidad, sino en nuestro contexto.
La justicia constitucional surgió con la Constitución de 1844, instaurándose
como facultad a los tribunales de la República declarar la inconstitucionalidad
de las leyes contrarias a la Constitución, mediante el sistema del control difuso
de constitucionalidad. Este sistema permitió la inaplicación de una ley contraria
a la norma suprema respecto del caso en concreto.
En el año 1924, en ocasión de la reforma constitucional se introdujo al sistema
judicial el mecanismo de control concentrado de la constitucionalidad, cuya
competencia fue atribuida de manera exclusiva a la Suprema Corte de Justicia
para conocer en primera y última instancia las acciones en inconstitucionalidad
de las leyes, decretos, resoluciones y reglamentos.
Más adelante, con la reforma del año 1927 el constituyente eliminó el control
preventivo y el control concentrado de la constitucionalidad, permaneciendo
sólo el control difuso hasta el año 1994 cuando mediante la reforma
constitucional fue instaurado nueva vez el control concentrado.
El pleno de la Suprema Corte de Justicia era competente para conocer de todas
las acciones en inconstitucionalidad de conformidad con la Ley No. 156-97, esta
competencia se extendió hasta el año 2011, ya que la reforma constitucional del
2010 creó el Tribunal Constitucional, y en consecuencia asumió competencias
que otrora poseía la Suprema Corte de Justicia.
De acuerdo con el artículo 184 de la Constitución de la República habrá un
Tribunal Constitucional para garantizar la supremacía de la Constitución, la
defensa del orden constitucional y la protección de los derechos fundamentales.
Su creación respondió a la necesidad y el consenso de que la Defensa del estado
de derecho debe reposar en una jurisdicción especializada, tal como ha ocurrido
en otros países en los que se relaciona el establecimiento de dichas
jurisdicciones con la consolidación de las democracias, en virtud del rol activo
que juegan en el control del poder.
En el año 2011 se promulgó la Ley Orgánica del Tribunal Constitucional que
regula el mandato constitucional del artículo 185 e introduce el control
preventivo de los tratados internacionales con la finalidad de mantener el orden
constitucional.
La ley contempla un mecanismo mediante el cual el tribunal puede conocer o
tener un control sobre las omisiones del legislador, respecto de alguna norma
que pueda ir en detrimento de derechos fundamentales, en virtud de lo que
dispone el artículo 47 párrafo II, “…comoausencia de previsión legal expresa de
lo que constitucionalmente debía haberse previsto o cuando se limitan a realizar
una interpretación extensiva o analógica del precepto impugnado”.
La Ley 137-11, Ley Orgánica del Tribunal Constitucional fija de manera concreta
la competencia de la jurisdicción especializada en materia constitucional,
configurándose como tribunal de revisión cuando se han agotado las vías
judiciales y no se haya protegido el derecho fundamental cuya protección haya
sido reclamada, mediante las acciones de habeas data, hábeas corpus y amparo.
Organización de la justicia constitucional dominicana
De conformidad con lo dispuesto en la constitución la justicia constitucional se
encuentra organizada de la siguiente manera:
Tribunal constitucional. Es el órgano supremo de interpretación y control de la
constitucionalidad. Es autónomo de los poderes públicos y de los demás órganos
del Estado. Tiene por objeto garantizar la supremacía de la Constitución, la
defensa del orden constitucional, el respeto a la dignidad humana y la
protección efectiva de los derechos fundamentales, para consolidar el Estado
social y democrático de derecho.
Tribunales de la República. Conforme dispone el artículo 188 de la Constitución
los tribunales de la República componen la jurisdicción constitucional, por
cuanto son competentes para ejercer el control difuso, teniendo la atribución
de conocer de la excepción de constitucionalidad de los asuntos sometidos a su
conocimiento.
BIBLIOGRAFIA. Roberto L. Blanco Valdés, El valor de la Constitución; Allan
R. Brewer-Carías, La justicia constitucional; Francisco Fernández Segado,
La justicia constitucional ante el siglo XXI.

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