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Yo estaba dispuesto a cualquier cosa; pero no a que me dieran cloroformo.

Mi familia me había heredado enfermedades cardiacas, algunos de mis familiares


se escaparon. Sin embargo, yo no era la excepción, lo que tiempo después me llevo
a manos del bisturí.
Un día de otoño decidí entrar al quirófano, consumiendo cloroformo como si no
hubiera un mañana.
Perdí la consciencia y escasas tonalidades percibía.
Pensaba que estaba en el cielo y por ende muerto.
¡Esto es! -me dije- He muerto después de la operación, mi cuerpo está en una
remota sala en la tierra lejos del examen de los médicos, ahora mi cuerpo solo
reposara y mi alama viva quedara.
No estaba muy seguro de donde estaba, aún tenía figura humana. La bruma espesa
no dejaba entrever los edificios próximos.
¿Dónde estaba yo? A mi lado caminaban personas que se dirigían al primer edificio
pero no se miraban, ni se conocían parecían sonámbulos, caminaban directo al
edificio y retornaban.
Cuando miraba perdidamente el lugar alguien me dijo:
-¿Qué hace usted aquí?
Era un hombre uniformado.
No sé -le respondí, perplejo yo mismo-. Me encuentro aquí, sin saber cómo…
Y me pregunto si había sido operado. Recordé que estaba en un quirófano, y le
respondí. -En efecto –murmuré- fui operado… Y he muerto.
El guardián molesto me dijo.- Nos dan ustedes más trabajo del que se imaginan…
¿Ha leído la inscripción?
-¿Cuál?
Me señalo al templo griego y leí.
SINCOPE AZUL
-Este será su hogar, todos caen en sincope durante una operación, además ya
debería tener su número de orden.
Mientras caminaba. Le pregunte al guardia cuanto llegaríamos al edificio.
- y ¿Que sucede en el otro edificio?
Me respondió que casi era la misma cosa pero le sorprendía que un cloroformizado
leyera en ese estado, proseguí a leer:
SINCOPE BLANCO
El hombre me explico:
Los cloroformizados se exponen a dos riesgos, el primero el sincope blanco que es
perder el sentido y toda vitalidad en el cuerpo, listo para el entierro.
Y el sincope azul el cloroformizado se congestiona de pronto, la gente en este
estado tiene más suerte aunque su vida penda de un hilo.
-Usted está en este estado -concluyó el guardián-. Tiene suerte, los cirujanos
pueden revivirlo y salir del sincope, debe esperar aquí ya que en el otro edificio, no
salen más, pero es muy raro que entren en ese sincope. Sin embargo le dije que
veía gente deambular.
-¿Cuántas personas operadas cree usted que hay en un momento dado? Usted no
lo sabe, ni yo tampoco. Pero vea en cambio los que entran aquí.
Así observé, una multitud de gente que divagaba. Mientras ojeaba el libro de los
visitantes. Me percate que las personas seguían con sus pensamientos de la vida
cotidiana
Mi guardián me abandonó en el edificio donde estaba otro que me dio y dijo mi
numero ¡824! Mientras me animaba a entrar.
El interior, se hallaba un salón largo el cual estaba amueblado. Había personas
sentadas esperando a la burocracia, algunos dormían.
Mientras oía y observaba a los guardias decir el número de las personas. En la parte
trasera se hacía lo mismo con números distintos.
En ocasiones si la gente se equivocaba de número se le indicaba su destino y a
otras, el guardián les decía personalmente su destino.
Tenía curiosidad por la otra puerta, me acerque al guardia y le dije – Perdón.- ¿Qué
hay en esa puerta?
El guardián fastidiado por la ignorancia de mis palabras me dijo
¿Qué desea saber?
Lo que significa esta puerta.

-En seguida; por aquí salen los que han muerto.

-¿Los que mueren…?

-No; los que han muerto en el Síncope.


-¿En el Síncope Azul?

-Así parece.

En seguida, me senté a esperar y me encontré con una joven de traje oscuro, ella
dormía, mientras la miraba y esperaba mi llamada.

Yo ya sabía cuál era mi destino, yo seguía mirando a la jovencita, pues al caer en


sincope me llamaba la atención y nunca había visto tanta belleza en un lugar tan
lúgubre y a escasos pasos a la muerte.

Ella despertó y miraba a su alrededor, yo no quería que la llamaran pronto, decidió


volver a sus sueños. Le dije: -¿Impaciente?

Me miró a los ojos y sonrió: -Un poco.

Quiso dormirse otra vez pero decidí hablar un poco más con ella, una conversación
de 3 o 4 horas teníamos, hipnotizados, sin saber el uno del otro.

¿La volvería a ver?, estaba seguro de que ella regresaba a la vida, pero el guardián
entró, enseguida dijo su número y se despidió sonriendo.

¿Pero qué pasa? ¿Por qué la detienen?, veo los encargados del lugar discutir Y
oigo algo así como: -Otro error… Habrá que vigilar a los guardianes de abajo…

Exaltado por esto, un guardia entra y canta el número 124 , el cual era mi vecino,
actuando como si no pasara nada , esta vez sentí mi llamada cerca.

¿Es posible? Pero ella acaba de levantarse, la recuerdo aun sonriéndome, puedo
quedar separado de ella para siempre, no habrá retroceso si entra en esa
habitación, me empecé a cuestionar sobre mi destino dentro del edificio.

Todo era confuso, no salía del adormecimiento, hasta que vi a los cirujanos,
acostado en la cama uno de ellos tratando de reanimarme, desperté pues no hace
mucho que estaba con una joven en un salón de espera, me preguntaba dónde
estaba aquella joven, ¿Cómo buscarla entre tanta cirugía plagada de sincope?

Solo la hora era mi referencia, en seguida le dije a mi médico:

Óigame, Fitzsimmons -murmuré-. Tengo un interés muy grande en saber si, al


mismo tiempo que a mí, se ha operado a otras personas en este sanatorio.

-¿Aquí? ¿Le interesa mucho saber esto?

-Muchísimo. A la misma hora… O un momento antes, si acaso.


-Pero sí, me parece que sí… ¿Quiere saberlo con seguridad?

-Hágame el favor…

Cerré los ojos y me dijo que se habían operado a tres personas simultáneamente
conmigo, eran dos hombres y una mujer, le insistí que me dijera como era la mujer.

Fitzsimmons la había visto bien, y no tuve la menor duda. Era ella. ¡Ella! Imaginaba
que estaba viva, pero él me dijo lo yo que temía, estaba muerta.

También comentó que no habían tenido suerte esa tarde incluso casi yo moría. Y
que esa chica, con un síncope…

-Azul… -murmuré.

-No, blanco.

-¿Blanco? -me volví aterrado-. ¡No, azul! ¡Estoy seguro…!

Regresé, otra vez solo pero me acerque a oír la conversación del error de los
encargados. El error consistía en que la jovencita había muerto en la mesa de
operaciones, del síncope blanco; que había entrado muerta en la sala de espera,
por el error de algún guardián; y que yo había estado haciendo el amor, cuarenta
minutos, a una joven ya muerta, que por error me sonreía y cruzaba aún los pies.

Tal vez en el trascurso de mi vida había vivido cerca de ella pero jamás interactuado,
por un error he volcado todo mi amor hacia un cadáver.

Sé que ella entro en sincope blanco, nunca saldrá de allí pero estoy seguro de que
ahí me espera. Más me cuestiono si estoy con vida o este será un nuevo estado del
sincope, ¿No estoy ya muerto?

A ella jamás se le volverá a ver ¿pero yo? ¿Es real esta cama?, o sueño con ella
definitivamente instalado en la Gran Sombra, donde por fin los jefes me abren paso
irritados ante el nuevo error, señalándome el Síncope Blanco, donde yo debía estar
desde hace largo rato.

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