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La oración

Nadie ha alentado más la oración que Jesús. Los seguidores de Cristo recibieron
tanto el aliento como la enseñanza para orar. Veían constantemente el ejemplo
que Él daba en la oración, y notaron la relación directa entre el ministerio
excepcional de Jesús y su devota vida de oración.

Jesús consideraba que la oración era más importante que la comida, porque la
Biblia dice que horas antes del desayuno, “muy de madrugada, cuando todavía
estaba oscuro, Jesús se levantó, salió de la casa y se fue a un lugar solitario,
donde se puso a orar” (Marcos 1:35).

Para el Hijo de Dios, la oración era más importante que reunir grandes multitudes.
La Biblia dice: “Sin embargo, la fama de Jesús se extendía cada vez más, de
modo que acudían a él multitudes para oírlo y para que los sanara de sus
enfermedades. Él, por su parte, solía retirarse a lugares solitarios para orar”
(Lucas 5:15-16).

Las preciosas horas de comunión con su Padre celestial significaban mucho más
para nuestro Salvador que el sueño, porque la Biblia dice: “Por aquel tiempo se
fue Jesús a la montaña a orar, y pasó toda la noche en oración a
Dios” (Lucas 6:12).

Oró en funerales, y los muertos resucitaron. Oró por cinco panes y dos peces, y
una multitud fue alimentada con el almuerzo de un niño. Oró: “No se cumpla mi
voluntad, sino la tuya”, y se abrió un camino para que los hombres y mujeres
pecadores pudieran acceder a un Dios santo.

Dios le entregó un plano


Dios quiso relacionar su obra en el mundo con las oraciones de su pueblo. Noé
oró y Dios le dio un plano del arca de la liberación. Moisés oró y Dios libró a los
israelitas de la esclavitud egipcia. Gedeón oró y las huestes de un enemigo
formidable huyeron atemorizados ante sus trescientos valientes hombres de
oración. Daniel oró y las bocas de los leones se cerraron. Elías oró y el fuego de
Dios consumió el sacrificio y el agua que rodeaba el altar. David oró y derrotó a
Goliat en el campo de batalla filisteo.

Los discípulos oraron y fueron llenos del Espíritu Santo, de modo que se
agregaron 3000 personas a la iglesia en un día. Pablo oró y cientos de iglesias
nacieron en Asia Menor y Europa. Dios ciertamente contesta las oraciones.

Algunas oraciones son contestadas con un “sí”, y algunas con un “no”. Pero, ¿qué
pasa con las oraciones no contestadas?
Tal vez sus oraciones han estado mezcladas con dudas. Tal vez ha orado en
forma egoísta. Tal vez ha pedido a Dios cosas que no son las que más le
convienen.

“Oré fervientemente, pero no ocurrió nada”, dirán muchos con un dejo de


desánimo. “Pedí sanidad y estoy afligido”… “Pedí dinero y estoy quebrado”…
“Pedí orientación y estoy en serios problemas”… “Pedí a Dios una persona para
formar una familia y no he encontrado ninguna”… “Pedí a Dios un buen hogar y
miren la desdicha y confusión que hay en nuestro hogar”.

La Biblia dice que hay razones específicas por las que hay oraciones no
contestadas.

Podría ocurrir que nuestras oraciones no son contestadas por causa de la


desobediencia. Un hijo desobediente no puede esperar “tener el oro y el moro”,
como decimos. La Biblia dice: “Pero debes saber que, si no obedeces al Señor tu
Dios ni cumples fielmente todos sus mandamientos y preceptos que hoy te
ordeno, vendrán sobre ti y te alcanzarán todas estas maldiciones”
(Deuteronomio 28:15).

¿Un cortocircuito en la comunicación?


Tal vez sus oraciones no han sido contestadas por un pecado secreto. David dijo
(y él debería saberlo): “Si en mi corazón hubiera yo abrigado maldad, el Señor no
me habría escuchado” (Salmos 66:18). El pecado produce un cortocircuito en el
sistema de comunicación entre la tierra y el cielo, así que su oración con un
corazón malvado ni siquiera llegará a Dios.

Otra razón por la que las oraciones no son contestadas es el egoísmo o la


terquedad. La Biblia dice: “Cuando piden, no reciben porque piden con malas
intenciones, para satisfacer sus propias pasiones” (Santiago 4:3). El propósito de
la oración es doble: la bendición del hombre y la gloria de Dios. Si una oración es
hecha tercamente para nuestro propio beneficio y no para la gloria de Dios, no
merece ser contestada. “No sea lo que yo quiero, sino lo que quieres tú” (ver
Marcos 14:36) es el espíritu de una oración eficaz.

La verdadera oración no es una vana repetición de palabras pronunciadas en


público como una exhibición religiosa. Jesús dijo: “Cuando oren, no sean como los
hipócritas, porque a ellos les encanta orar de pie en las sinagogas y en las
esquinas de las plazas para que la gente los vea. Les aseguro que ya han
obtenido toda su recompensa” (Mateo 6:5).

“No hay ateos en las trincheras”


La oración, en el verdadero sentido, no es un vano grito de desesperación que
nace del temor o la frustración. Miles de personas oran solo cuando están bajo
mucha presión, o en peligro, abrumados por la incertidumbre. He estado en
aviones cuando un motor se detuvo; entonces la gente comenzó a orar. Hemos
atravesado tormentas terribles en las que personas que jamás pensaron en orar
antes estaban orando alrededor de nosotros. He hablado con soldados que me
dijeron que nunca habían orado hasta que se encontraron en el medio de una
batalla. Parece haber un instinto en las personas que las lleva a orar en tiempos
de dificultad.

Sabemos que “no hay ateos en las trincheras”, pero el tipo de cristianismo que no
logra introducirse en nuestras vidas cotidianas jamás cambiará el mundo.

La oración no está limitada a posturas religiosas convencionales; tampoco está


restringida a casas de adoración o a ceremonias religiosas. La Biblia dice: “Quiero,
pues, que los hombres oren en todo lugar” (1 Timoteo 2:8, RV60).

Al orar, su postura física no es tan importante como la actitud de su corazón.


Muchas personas ponen mucho énfasis en la posición del cuerpo durante la
oración. Algunos grupos o sectas insisten en que uno debe arrodillarse cada vez
que ora, o que debe colocar las manos de cierta forma. Todo relativamente carece
de importancia, si bien el arrodillarse es un acto de humildad cuando se hace
sinceramente.

Orar es simplemente una conversación de doble vía entre usted y Dios. La razón
por la que los grandes santos han cerrado sus ojos al orar es para dejar afuera los
asuntos del mundo, para que sus mentes puedan estar completamente
concentradas en sus conversaciones con Dios. Sin embargo, en ninguna parte de
la Biblia dice siquiera que cerrar los ojos es importante, si bien ciertamente se
presta a la actitud de oración.

Liberar el poder
La siguiente pregunta que hacen muchos es: “¿A quiénes se les dice que oren?”.
La Biblia tiene la respuesta: a “todos”.

De nuevo, muchos preguntan: “¿Dónde se nos manda orar?”. Pablo nos da la


respuesta cuando dice: “en todo lugar”.

Algunos podrán preguntar, también: “¿Cuándo se nos manda orar?”. La Biblia


dice: “siempre” (Lucas 18:1). Es un mandamiento, un deber y un privilegio.

En esta era moderna en la que vivimos, hemos aprendido a controlar la potencia


del poderoso Niágara para nuestro uso y nuestro bien. Hemos aprendido a
mantener cautivo el vapor en las calderas, y a liberar su tremendo poder para
hacer girar nuestras máquinas. Hemos aprendido a contener vapores de gasolina
en un cilindro para que exploten en el segundo designado y muevan nuestros
automóviles y camiones velozmente por nuestras autopistas. Hasta hemos
descubierto el secreto de liberar la energía del átomo, lo cual es capaz de destruir
ciudades y civilizaciones enteras.

Pero muy pocos de nosotros hemos aprendido a desarrollar plenamente el poder


de la oración. Aún no hemos aprendido que los hombres y las mujeres son más
poderosos cuando están en oración que cuando están detrás de las armas de
fuego más poderosas que se hayan desarrollado. No hemos aprendido que una
nación es más poderosa cuando se une en oración ferviente a Dios que cuando
sus recursos son derivados hacia armas defensivas. No hemos descubierto que
las respuestas a todos nuestros problemas pueden venir a través del contacto con
el Dios Todopoderoso.

Oren por nosotros


Decenas de misioneros, en todas partes del mundo, me han dicho: “Por favor,
haga que las personas en nuestro país oren por nosotros. Preferimos sus
oraciones a cualquier otra cosa”. Si los cristianos en nuestro país se dieran cuenta
de cuánto significan sus oraciones para estos valientes héroes de la fe, no
dejarían de orar día y noche por sus representantes en los campos misioneros en
el extranjero.

Los obreros cristianos aquí en el país también necesitan sus oraciones. Lo sé de


mi experiencia personal. Solo podemos avanzar en nuestro trabajo evangelístico –
las Cruzadas, el ministerio fílmico, la televisión y la radio– gracias a sus oraciones.
Si no fuera por las oraciones de miles de creyentes en todo el mundo, nuestro
ministerio fracasaría por completo.

¡Pidan libremente!
Ahora consideremos la oración objetivamente. ¿Qué dice la Biblia acerca de la
oración eficaz?

Primero: La oración es para los hijos de Dios. Jesús dijo: “Ustedes deben orar así:
Padre nuestro…” (ver Mateo 6:9).

Dios tiene una responsabilidad específica para sus hijos; y a menos que hayamos
ingresado a la familia de Dios a través del nuevo nacimiento, no tenemos ningún
derecho de pedir favores a Dios. La Biblia dice: “Mas a cuantos lo recibieron, a los
que creen en su nombre, les dio el derecho de ser hijos de Dios” (Juan 1:12).
Hay cristianos nuevos que me han dicho: “No sé cómo orar. No tengo las palabras
correctas”.

Cuando nuestros hijos recién comenzaban a hablar y les costaba encontrar las
palabras correctas, igual lograban hacerse entender con mi esposa y conmigo, y
los errores que cometían solo nos hacían quererlos más. De hecho, estoy seguro
que atesoro esos primeros intentos de conversación más que las palabras de
muchos adultos que hablan sin titubeos y sin errores.

Oh, mi amigo ansioso cuyas oraciones no han sido contestadas, Dios te invita a la
intimidad de ser su hijo espiritual. “Para que sean intachables y puros, hijos de
Dios sin culpa en medio de una generación torcida y depravada. En ella ustedes
brillan como estrellas en el firmamento” (Filipenses 2:15).

Segundo: La oración eficaz es ofrecida con fe.

La Biblia dice: “Por eso les digo: Crean que ya han recibido todo lo que estén
pidiendo en oración, y lo obtendrán” (Marcos 11:24).

No hay bicicleta para él


Maltbie Babcock dijo: “Nuestras oraciones deben significar algo para nosotros si
han de significar algo para Dios”. No hace falta decir que si nuestras oraciones son
ambiguas, sin sentido y entremezcladas con la duda, quedarán sin respuesta. La
oración es más que un deseo dirigido hacia el cielo… es la voz de la fe dirigida
hacia Dios.

Tercero: La oración dinámica emana de un corazón obediente.

La Biblia dice: “Y recibimos todo lo que le pedimos porque obedecemos sus


mandamientos y hacemos lo que le agrada” (1 Juan 3:22).

Conozco a un padre rico que no quería dar a su hijo una bicicleta porque su
boletín escolar tenía notas muy bajas, no había barrido las hojas del jardín y no
había cumplido con otras tareas. Estoy seguro de que el padre no habría sido
sabio si daba regalos valiosos a un hijo tan desobediente y desagradecido.

La Biblia dice: “En cambio, si lo desobedecen y no acatan sus mandatos, él


descargará su mano sobre ustedes” (1 Samuel 12:15).

Si desea que sus oraciones lleguen a Dios, entréguele su voluntad rebelde, y Él


escuchará su clamor. La obediencia es la llave maestra de la oración eficaz.

Cuarto: Debemos orar en el nombre de Cristo.


Jesús dijo: “Cualquier cosa que ustedes pidan en mi nombre, yo la haré; así será
glorificado el Padre en el Hijo” (Juan 14:13).

No somos dignos de acercarnos al santo trono de Dios excepto a través de


nuestro Abogado, Jesucristo.

La Biblia dice: “Por lo tanto, ya que en Jesús, el Hijo de Dios, tenemos un gran
sumo sacerdote que ha atravesado los cielos, […] acerquémonos confiadamente
al trono de la gracia para recibir misericordia y hallar la gracia que nos ayude en el
momento que más la necesitemos” (Hebreos 4:14, 16).

Dios, por amor a Cristo, perdona nuestros pecados. Dios, por amor a Cristo, suple
nuestras necesidades. Dios, por amor a Cristo, recibe nuestras oraciones. La
persona que acude con confianza al trono de gracia ha visto que su acercamiento
a Dios ha sido hecho posible por Jesucristo.

Estar en concordancia con Dios


Muchos preguntarán: “¿No hay otra forma de orar excepto a través de
Jesucristo?”. Uno puede orar, pero, según la Biblia, “hay un solo Dios y un solo
mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre” (1 Timoteo 2:5).

Quinto: Debemos desear la voluntad de Dios. Aun nuestro Señor, en contra de lo


que sentía en el momento, dijo: “Padre mío, si no es posible evitar que yo beba
este trago amargo, hágase tu voluntad” (Mateo 26:42).

La oración lo vincula con los verdaderos propósitos de Dios para usted y para el
mundo. No solo trae las bendiciones de la voluntad de Dios a su propia vida
personal, sino que le da la bendición adicional de estar en concordancia con el
plan de Dios.

Y por último: Nuestra oración debe ser para la gloria de Dios.

La oración modelo que Dios nos ha dado finaliza diciendo: “Tuyos son el reino y el
poder y la gloria” (Mateo 6:13). Si queremos que nuestras oraciones sean
contestadas, debemos dar la gloria a Dios. Nuestro Señor dijo a sus discípulos:
“Cualquier cosa que ustedes pidan en mi nombre, yo la haré; así será glorificado el
Padre en el Hijo” (Juan 14:13).

¡Qué privilegio el nuestro: el privilegio de la oración! Cristiano, examine su


corazón, vuelva a consagrar su vida, entréguese a Dios sin reservas, porque solo
los que oran con un corazón limpio serán escuchados por Él. La Biblia dice: “La
oración del justo es poderosa y eficaz” (Santiago 5:16).
Debemos orar en tiempos de adversidad, para no volvernos personas sin fe e
incrédulas. Debemos orar en tiempos de prosperidad, para no volvernos
jactanciosos y orgullosos. Debemos orar en tiempos de peligro, para no volvernos
temerosos y dubitativos. Necesitamos orar en tiempos de seguridad, para no
volvernos autosuficientes. Pecadores, ¡oren a un Dios misericordioso pidiendo
perdón! Cristianos, oren pidiendo un derramamiento del Espíritu de Dios sobre un
mundo testarudo, malvado e impenitente. Padres, ¡oren pidiendo que Dios corone
su hogar con gracia y misericordia! Hijos, ¡oren por la salvación de sus padres!

Cristianos, santos de Dios, oren para que el rocío del cielo pueda caer sobre la
tierra seca y sedienta, y para que la justicia pueda cubrir la tierra como las aguas
cubren el mar. Oren, creyendo, con esta promesa de nuestro Salvador en mente:
“Crean que ya han recibido todo lo que estén pidiendo en oración, y lo obtendrán”
(Marcos 11:24).

“Satanás tiembla cuando ve al santo más débil de rodillas”, así que ¡ore, cristiano,
ore!

De no indicarse algo diferente, las citas bíblicas incluidas en este artículo son
tomadas de la Santa Biblia, Nueva Versión Internacional (NVI) Copyright ©
1999 Biblica. Las citas bíblicas marcadas como RV60 fueron tomadas de la Santa
Biblia, Versión Reina-Valera 1960, Copyright © 1960 American Bible Society

Tema 39. La oración


La oración es necesaria para la vida espiritual: es la respiración que
permite que la vida del espíritu se desarrolle, y actualiza la fe en la
presencia de Dios y de su amor

1. Qué es la oración [1]


En castellano se cuenta con dos vocablos para designar la relación consciente
y coloquial del hombre con Dios: plegaria y oración. La palabra “plegaria”
proviene del verbo latino precor , que significa rogar, acudir a alguien
solicitando un beneficio. El término “oración” proviene del substantivo
latino oratio , que significa habla, discurso, lenguaje.
Las definiciones que se dan de la oración, suelen reflejar estas diferencias de
matiz que acabamos de encontrar al aludir a la terminología. Por ejemplo,
San Juan Damasceno, la considera como «la elevación del alma a Dios y la
petición de bienes convenientes» [2]; mientras que para San Juan Clímaco
se trata más bien de una «conversación familiar y unión del hombre con
Dios» [3].
La oración es absolutamente necesaria para la vida espiritual. Es como la
respiración que permite que la vida del espíritu se desarrolle. En la oración
se actualiza la fe en la presencia de Dios y de su amor. Se fomenta la
esperanza que lleva a orientar la vida hacia Él y a confiar en su providencia.
Y se agranda el corazón al responder con el propio amor al Amor divino.

En la oración, el alma, conducida por el Espíritu Santo desde lo más hondo


de sí misma (cfr. Catecismo, 2562), se une a Cristo, maestro, modelo y
camino de toda oración cristiana (cfr. Catecismo, 2599 ss.), y con Cristo, por
Cristo y en Cristo, se dirige a Dios Padre, participando de la riqueza del vivir
trinitario (cfr. Catecismo, 2559-2564). De ahí la importancia que en la vida
de oración tiene la Liturgia y, en su centro, la Eucaristía.

2. Contenidos de la oración
Los contenidos de la oración, como los de todo diálogo de amor, pueden ser
múltiples y variados. Cabe, sin embargo, destacar algunos especialmente
significativos:

Petición
Es frecuente la referencia a la oración impetratoria a lo largo de toda la
Sagrada Escritura; también en labios de Jesús, que no sólo acude a ella, sino
que invita a pedir, encareciendo el valor y la importancia de una plegaria
sencilla y confiada. La tradición cristiana ha reiterado esa invitación,
poniéndola en práctica de muchas maneras: petición de perdón, petición por
la propia salvación y por la de los demás, petición por la Iglesia y por el
apostolado, petición por las más variadas necesidades, etc.

De hecho, la oración de petición forma parte de la experiencia religiosa


universal. El reconocimiento, aunque en ocasiones difuso, de la realidad de
Dios (o más genéricamente de un ser superior), provoca la tendencia a
dirigirse a Él, solicitando su protección y su ayuda. Ciertamente la oración no
se agota en la plegaria, pero la petición es manifestación decisiva de la
oración en cuanto reconocimiento y expresión de la condición creada del ser
humano y de su dependencia absoluta de un Dios cuyo amor la fe nos da
conocer de manera plena (cfr. Catecismo, 2629.2635).

Acción de gracias
El reconocimiento de los bienes recibidos y, a través de ellos, de la
magnificencia y misericordia divinas, impulsa a dirigir el espíritu hacia Dios
para proclamar y agradecerle sus beneficios. La actitud de acción de gracias
llena desde el principio hasta el fin la Sagrada Escritura y la historia de la
espiritualidad. Una y otra ponen de manifiesto que, cuando esa actitud
arraiga en el alma, da lugar a un proceso que lleva a reconocer como don
divino la totalidad de lo que acontece, no sólo aquellas realidades que la
experiencia inmediata acredita como gratificantes, sino también de aquellas
otras que pueden parecer negativas o adversas.

Consciente de que el acontecer está situado bajo el designio amoroso de


Dios, el creyente sabe que todo redunda en bien de quienes –cada hombre–
son objeto del amor divino (cfr. Rm 8, 28). «Acostúmbrate a elevar tu
corazón a Dios, en acción de gracias, muchas veces al día. —Porque te da esto
y lo otro. —Porque te han despreciado. —Porque no tienes lo que necesitas o
porque lo tienes. Porque hizo tan hermosa a su Madre, que es también
Madre tuya. —Porque creó el Sol y la Luna y aquel animal y aquella otra
planta. —Porque hizo a aquel hombre elocuente y a ti te hizo premioso...
Dale gracias por todo, porque todo es bueno» [4].
Adoración y alabanza
Es parte esencial de la oración reconocer y proclamar la grandeza de Dios, la
plenitud de su ser, la infinitud de su bondad y de su amor. A la alabanza se
puede desembocar a partir de la consideración de la belleza y magnitud del
universo, como acontece en múltiples textos bíblicos (cfr., por ejemplo, Sal
19; Si 42, 15-25; Dn 3, 32-90) y en numerosas oraciones de la tradición
cristiana [5]; o a partir de las obras grandes y maravillosas que Dios opera en
la historia de la salvación, como ocurre en elMagnificat (Lc 1, 46-55) o en los
grandes himnos paulinos (ver, por ejemplo, Ef 1, 3-14); o de hechos
pequeños e incluso menudos en los que se manifiesta el amor de Dios.
En todo caso, lo que caracteriza a la alabanza es que en ella la mirada va
derechamente a Dios mismo, tal y como es en sí, en su perfección ilimitada e
infinita. «La alabanza es la forma de orar que reconoce de la manera más
directa que Dios es Dios. Le canta por Él mismo, le da gloria no por lo que
hace sino por lo que Él es» (Catecismo, 2639). Está por eso íntimamente
unida a la adoración, al reconocimiento, no sólo intelectual sino existencial,
de la pequeñez de todo lo creado en comparación con el Creador y, en
consecuencia, a la humildad, a la aceptación de la personal indignidad ante
quien nos trasciende hasta el infinito; a la maravilla que causa el hecho de
que ese Dios, al que los ángeles y el universo entero rinde pleitesía, se haya
dignado no sólo a fijar su mirada en el hombre, sino habitar en el hombre;
más aún, a encarnarse.

Adoración, alabanza, petición, acción de gracias resumen las disposiciones


de fondo que informan la totalidad del diálogo entre el hombre y Dios. Sea
cual sea el contenido concreto de la oración, quien reza lo hace siempre, de
una forma u otra, explícita o implícitamente, adorando, alabando,
suplicando, implorando o dando gracias a ese Dios al que reverencia, al que
ama y en el que confía. Importa reiterar, a la vez, que los contenidos
concretos de la oración podrán ser muy variados. En ocasiones se acudirá a
la oración para considerar pasajes de la Escritura, para profundizar en
alguna verdad cristiana, para revivir la vida Cristo, para sentir la cercanía de
Santa María... En otras, iniciará a partir de la propia vida para hacer
partícipe a Dios de las alegrías y los afanes, de las ilusiones y los problemas
que el existir comporta; o para encontrar apoyo o consuelo; o para examinar
ante Dios el propio comportamiento y llegar a propósitos y decisiones; o más
sencillamente para comentar con quien sabemos que nos ama las incidencias
de la jornada.

Encuentro entre el creyente y Dios en quien se apoya y por el que se sabe


amado, la oración puede versar sobre la totalidad de las incidencias que
conforman el existir, y sobre la totalidad de los sentimientos que puede
experimentar el corazón. «Me has escrito: “orar es hablar con Dios. Pero, ¿de
qué?” —¿De qué? De Él, de ti: alegrías, tristezas, éxitos y fracasos,
ambiciones nobles, preocupaciones diarias..., ¡flaquezas!: y hacimientos de
gracias y peticiones: y Amor y desagravio. En dos palabras: conocerle y
conocerte: “¡tratarse!”» [6]. Siguiendo una y otra vía, la oración será siempre
un encuentro íntimo y filial entre el hombre y Dios, que fomentará el sentido
de la cercanía divina y conducirá a vivir cada día de la existencia de cara a
Dios.
3. Expresiones o formas de la oración
Atendiendo a los modos o formas de manifestarse la oración, los autores
suelen ofrecer diversas distinciones: oración vocal y oración mental; oración
pública y oración privada; oración predominantemente intelectual o
reflexiva y oración afectiva; oración reglada y oración espontánea, etc. En
otras ocasiones los autores intentan esbozar una gradación en la intensidad
de la oración distinguiendo entre oración mental, oración afectiva, oración
de quietud, contemplación, oración unitiva...

El Catecismo estructura su exposición distinguiendo entre: oración vocal,


meditación y oración de contemplación. Las tres «tienen en común un rasgo
fundamental: el recogimiento del corazón. Esta actitud vigilante para
conservar la Palabra y permanecer en presencia de Dios hace de todas ellas
tiempos fuertes de la vida de oración» (Catecismo, 2699). Un análisis del
texto evidencia, por lo demás, que el Catecismo al emplear esa terminología
no hace referencia a tres grados de la vida de oración, sino más bien a dos
vías, la oración vocal y la meditación, presentándo ambas como aptas para
conducir a esa cumbre en la vida de oración que es la contemplación. En
nuestra exposición nos atendremos a este esquema.
Oración vocal
La expresión “oración vocal” apunta a una oración que se expresa
vocalmente, es decir, mediante palabras articuladas o pronunciadas. Esta
primera aproximación, aun siendo exacta, no va al fondo del asunto. Pues, de
una parte, todo dialogar interior, aunque pueda ser calificado como exclusiva
o predominantemente mental, hace referencia, en el ser humano, al
lenguaje; y, en ocasiones, al lenguaje articulado en voz alta, también en la
intimidad de la propia estancia. De otra, hay que afirmar que la oración vocal
no es asunto sólo de palabras sino sobre todo de pensamiento y de corazón.
De ahí que sea más exacto sostener que la oración vocal es la que se hace
utilizando fórmulas preestablecidas tanto largas como breves (jaculatorias),
bien tomadas de la Sagrada Escritura (el Padrenuestro, el Avemaria ...), bien
recibidas de la tradición espiritual (el Señor mío Jesucristo, el Veni Sancte
Spiritus , la Salve, el Acordaos ...).
Todo ello, como resulta obvio, con la condición de que las expresiones o
formulas recitadas vocalmente sean verdadera oración, es decir, que
cumplan con el requisito de que quien las recita lo haga no sólo con la boca
sino con la mente y el corazón. Si esa devoción faltara, si no hubiera
conciencia de quién es Aquél al que la oración se dirige, de qué es lo que en la
oración se dice y de quién es aquél la dice, entonces, como afirma con
expresión gráfica Santa Teresa de Jesús, no se puede hablar propiamente de
oración «aunque mucho se meneen los labios» [7].
La oración vocal juega un papel decisivo en la pedagogía de la plegaría, sobre
todo en el inicio del trato con Dios. De hecho, mediante el aprendizaje de la
señal de la Cruz y de oraciones vocales el niño, y con frecuencia también el
adulto, se introduce en la vivencia concreta de la fe y, por tanto, de la vida de
oración. No obstante, el papel y la importancia de la oración vocal no está
limitada a los comienzos del diálogo con Dios, sino que está llamada a
acompañar la vida espiritual durante todo su desarrollo.

La meditación
Meditar significa aplicar el pensamiento a la consideración de una realidad o
de una idea con el deseo de conocerla y comprenderla con mayor hondura y
perfección. En un cristiano la meditación –a la que con frecuencia se designa
también oración mental– implica orientar el pensamiento hacia Dios tal y
como se ha revelado a lo largo de la historia de Israel y definitiva y
plenamente en Cristo. Y, desde Dios, dirigir la mirada a la propia existencia
para valorarla y acomodarla al misterio de vida, comunión y amor que Dios
ha dado a conocer.

La meditación puede desarrollarse de forma espontánea, con ocasión de los


momentos de silencio que acompañan o siguen a las celebraciones litúrgicas
o a raíz de la lectura de algún texto bíblico o de un pasaje autor espiritual. En
otros momentos puede concretarse mediante la dedicación de tiempos
específicamente destinados a ello. En todo caso, es obvio que –especialmente
en los principios, pero no sólo entonces– implica esfuerzo, deseo de
profundizar en el conocimiento de Dios y de su voluntad, y en el empeño
personal efectivo con vistas a la mejora de la vida cristiana. En ese sentido,
puede afirmarse que «la meditación es, sobre todo, una búsqueda»
(Catecismo, 2705); si bien conviene añadir que se trata no de la búsqueda
de algo , sino de Alguien . A lo que tiende la meditación cristiana no es sólo,
ni primariamente, a comprender algo (en última instancia, a entender el
modo de proceder y de manifestarse de Dios), sino a encontrarse con Él y,
encontrándolo, identificarse con su voluntad y unirse a Él.
La oración contemplativa
El desarrollo de la experiencia cristiana, y, en ella y con ella, el de la oración,
conducen a una comunicación entre el creyente y Dios cada vez más
continuada, más personal y más íntima. En ese horizonte se sitúa la oración
a la que el Catecismo califica de contemplativa, que es fruto de un
crecimiento en la vivencia teologal del que fluye un vivo sentido de la
cercanía amorosa de Dios; en consecuencia, el trato con Él se hace cada vez
más directo, familiar y confiado, e incluso, más allá de las palabras y del
pensamiento reflejo, se llega a vivir de hecho en íntima comunión con Él.
«¿Qué es esta oración?», se interroga el Catecismo al comienzo del apartado
dedicado a la oración contemplativa, para contestar enseguida afirmando,
con palabras tomadas de Santa Teresa de Jesús, que no es otra cosa «sino
tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos
nos ama» [8]. La expresión oración contemplativa, tal y como la emplean
el Catecismo y otros muchos escritos anteriores y posteriores, remite pues a
lo que cabe calificar como el ápice de la contemplación; es decir, el momento
en el que, por acción de la gracia, el espíritu es conducido hasta el umbral de
lo divino trascendiendo toda otra realidad. Pero también, y más
ampliamente, a un crecimiento vivo y sentido de la presencia de Dios y del
deseo de una profunda comunión con Él. Y ello sea en los tiempos dedicados
especialmente a la oración, sea en el conjunto del existir. La oración está, en
suma, llamada a envolver a la entera persona humana –inteligencia,
voluntad y sentimientos–, llegando al centro del corazón para cambiar sus
disposiciones, a informar toda la vida del cristiano, haciendo de él otro Cristo
(cfr. Ga 2,20).
4. Condiciones y características de la oración
La oración, como todo acto plenamente personal, requiere atención e
intención, conciencia de la presencia de Dios y diálogo efectivo y sincero con
Él. Condición para que todo eso sea posible es el recogimiento. La voz
recogimiento significa la acción por la que la voluntad, en virtud de la
capacidad de dominio sobre el conjunto de las fuerzas que integran la
naturaleza humana, procura moderar la tendencia a la dispersión,
promoviendo de esa forma el sosiego y la serenidad interiores. Esta actitud
es esencial en los momentos dedicados especialmente a la oración, cortando
con otras tareas y procurando evitar las distracciones. Pero no ha de quedar
limitada a esos tiempos: sino que debe extenderse, hasta llegar al
recogimiento habitual, que se identifica con una fe y un amor que, llenando
el corazón, llevan a procurar vivir la totalidad de las acciones en referencia a
Dios, ya sea expresa o implícitamente.
Otra de las condiciones de la oración es la confianza . Sin una confianza
plena en Dios y en su amor, no habrá oración, al menos oración sincera y
capaz de superar las pruebas y dificultades. No se trata sólo de la confianza
en que una determinada petición sea atendida, sino de la seguridad que se
tiene en quien sabemos que nos ama y nos comprende, y ante quien se puede
por tanto abrir sin reservas el propio corazón (cfr.Catecismo , 2734-2741).
En ocasiones la oración es diálogo que brota fácilmente, incluso acompañado
de gozo y consuelo, desde lo hondo del alma; pero en otros momentos –tal
vez con más frecuencia– puede reclamar decisión y empeño. Puede entonces
insinuarse el desaliento que lleva a pensar que el tiempo dedicado al trato
con Dios carece sentido (cfr. Catecismo , n. 2728). En estos momentos, se
pone de manifiesto la importancia de otra de las cualidades de la oración:
la perseverancia . La razón de ser de la oración no es la obtención de
beneficios, ni la busca de satisfacciones, complacencias o consuelos, sino la
comunión con Dios; de ahí la necesidad y el valor de la perseverancia en la
oración, que es siempre, con aliento y gozo o sin ellos, un encuentro vivo con
Dios (cfr. Catecismo , 2742-2745, 2746-2751).
Rasgo específico, y fundamental, de la oración cristiana es su carácter
trinitario. Fruto de la acción del Espíritu Santo que, infundiendo y
estimulando la fe, la esperanza y el amor, lleva a crecer en la presencia de
Dios, hasta saberse a la vez en la tierra, en la que se vive y trabaja, y en el
cielo, presente por la gracia en el propio corazón [9]. El cristiano que vive de
fe se sabe invitado a tratar a los ángeles y a los santos, a Santa María y, de
modo especial, a Cristo, Hijo de Dios encarnado, en cuya humanidad percibe
la divinidad de su persona. Y, siguiendo ese camino, a reconocer la realidad
de Dios Padre y de su infinito amor, y a entrar cada vez con más hondura en
un trato confiado con Él.
La oración cristiana es por eso y de modo eminente una oración filial. La
oración de un hijo que, en todo momento –en la alegría y en el dolor, en el
trabajo y en el descanso– se dirige con sencillez y sinceridad a su Padre para
colocar en sus manos los afanes y sentimientos que experimenta en el propio
corazón, con la seguridad de encontrar en Él comprensión y acogida. Más
aún, un amor en el que todo encuentra sentido.
José Luis Illanes
Publicado originalmente el 21 de noviembre de 2012

Bibliografía básica
Catecismo de la Iglesia Católica, 2558-2758.
Lecturas recomendadas
San Josemaría, Homilías El triunfo de Cristo en la humildad; La Eucaristía,
misterio de fe y amor; La Ascensión del Señor a los cielos; El Gran
Desconocido y Por María, hacia Jesús, en Es Cristo que pasa, 12-21, 83-94,
117-126, 127-138 y 139-149; Homilías El trato con Dios; Vida de
oración yHacia la santidad, en Amigos de Dios , 142-153, 238-257, 294-316.
J. Echevarría, Itinerarios de vida espiritual , Planeta, Barcelona 2001, pp.
99-114.
J.L. Illanes, Tratado de teología espiritual, Eunsa, Pamplona 2007, pp. 427-
483.
M. Belda, Guiados por el Espíritu de Dios. Curso de Teología
Espiritual,Palabra , Madrid 2006, pp. 301-338.

[1] La Iglesia profesa su Fe en el Símbolo de los Apostóles (Primera partede


estos guiones). Celebra el Misterio, es decir, la realidad de Dios y de su amor
a la que nos abre la fe, en la Liturgia sacramental (Segunda parte). Como
fruto de esa celebración del Misterio los fieles reciben una vida nueva que les
lleva a vivir de acuerdo con la condición de hijos de Dios (Tercera parta).
Esa comunicación al hombre de la vida divina reclama ser recibida y vivida
en actitud de relación personal con Dios: esta relación se expresa, desarrolla
y potencia en la oración (Cuarta parte ).
[2] San Juan Damasceno, De fide orthodoxa, III, 24; PG 94,1090.
[3] San Juan Clímaco, Scala paradisi, grado28; PG 88, 1129.
[4] San Josemaría, Camino, 268.
[5] Remitamos a dos de las más claras y conocidas: las “Alabanzas al Dios
Altísimo” y el “Cántico del hermano sol” de San Francisco de Asís.
[6] San Josemaría, Camino, 91.
[7] Santa Teresa de Jesús, Moradas primeras, c. 1, 7, en Obras
completas,ed. de Efrén de la Madre de Dios y O. Steggink, Madrid 1967, p.
366.
[8] Santa Teresa de Jesús, Libro de la vida, c. 8, n. 5, en Obras completas, p.
50; cfr. Catecismo, 2709.
[9] Cfr. San Josemaría, Conversaciones, 116.

© Fundación Studium, 2016 y © Oficina de Información del Opus Dei,


2016.
 R
Obra de títeres sobre la oración y
Padrenuestro
Para utilizar como introducción al tema de la oración. Padrenuestro
Personajes: Juan – Abuela – Hermana mayor.

Juan: Se encuentra en escena. Mirando a cada rato hacia el cielo, en algún


momento silva y sigue mirando al cielo y a lo lejos, otro momento puede
cantar un pedacito de una canción y sigue mirando al cielo y a lo lejos.

Juan: Pero, ¿qué pasa? Debe ser que hoy no me lo va a mandar. Oh. Habrá
caído más lejos, tengo que ir a mirar. ¡No, mejor espero acá, por ahí viene
y me lo deja y yo no estoy!

Abuela: ¿Qué estas murmurando Juan? ¿Con quién hablas?

Juan: Hola abuela, es que estoy esperando algo que pedí.

Abuela: Ah, ¿te lo van a traer acá?

Juan: Sí, me dijeron que lo pedís y te lo manda.

Abuela: Bueno Juan me voy a cocinar algo rico.


Juan: Me parece que lo que pedí le está costando fabricarlo, o capaz que no
tienen esa marca? Continúa silbando y mirando hacia arriba y a lo lejos.

Hermana mayor: Hola Juan, ¿qué haces?

Juan: Acá estoy esperando…

Hermana mayor: ¿Qué estás esperando?

Juan: Lo que pedí el sábado pasado.

Hermana mayor: ¿y qué pediste el sábado pasado? ¿Quedaron en traértelo


hasta acá?

Juan: Pedí un autito nuevo, pero con control remoto. El otro que tengo ya
me cansé de usarlo. También pedí otro conjunto de ropa deportiva, porque
ese que tengo se le fue un poco el color. Y también pedí por los vecinos
para que consigan la ropa que necesitan porque, me parece, tienen frío.
Ahhhhhh también pedí una rica torta de chocolate!!!!!!.

Hermana mayor: ¿Pero a quién le pediste todo eso? ¿Y te parece que te


van a traer todo a casa?…
Juan: Le pedí todo a Dios. El sábado aprendimos en el Culto Infantil a orar,
y las seños nos enseñaron la oración que Jesús les dejó a sus discípulos, se
llama Padrenuestro.

Hermana mayor: Pero Juan, me parece que algo no entendiste bien.

Juan: Las seños dijeron que todo lo que pedimos en oración, Dios nos lo va
a dar.

Hermana mayor: Pero Juan ¿a vos te parece que Dios te va a hacer una
torta de chocolate y te la tira del cielo?

Juan: Sí ¿por qué no? Dios todo lo puede, dijo la seño.

Hermana mayor: Sí, Dios todo lo puede hacer, pero no te lo va a tirar del
cielo. A parte me parece que no me estas contando todo lo que te
enseñaron en el Culto Infantil.

Juan: SI, las seños dijeron que tenemos que orar y todo se va a resolver.

Hermana mayor: Sí, Dios es bueno con todos nosotros, pero me parece que
el miércoles pasado te mandaste una macana grande con los vidrios, y el
viernes en la escuela me parece que a tus amigos no les gusto mucho
que….

Juan: Bueno ya está, no hace falta que enumeren todas las macanas que
hago. Las seños dijeron algo sobre perdonar y pedir perdón, y que
teníamos que portarnos bien, y que el Reino de Dios es bueno y justo, pero
también dice que teníamos que pedir por el pan de cada día, por eso pedí la
torta de chocolate. Pero… bueno todo eso fue muy largo y entonces yo
resumí un poco, y me aprendí la oración del Padrenuestro y listo la digo
todas las noches. Ahora espero que me lo mande.

Hermana mayor: que mezcolanza tenés en el marote, hermano mío.


Primero las cosas no llueven del cielo porque vos las pidas en oración. Dios
nos da lo que necesitamos para vivir y siempre, de alguna manera,
responde a nuestras oraciones pero nosotros tenemos que estar atentos a
las respuestas de Dios, porque no siempre viene de la manera que las
pedimos, Dios tiene muchas formas de contestar las oraciones. Además
tenemos que ser buenos hijos de Dios, saber pedir perdón cuando
lastimamos a alguien y también perdonar a los otros cuando nos hacen mal
¿te acordás de la vecina y sus lindas flores?

Juan: Shhhhh callate te va a escuchar.

Hermana mayor: Lo que hiciste bien en la oración fue pedir por los
vecinos….
Juan: Sí, la seño dijo que el pan es todo. Comida, ropa, un lugar donde
vivir…. Y cuando pedimos no debemos pensar sólo en nosotros sino
también en los demás.

Hermana mayor: Eso lo entendiste bien.

Juan: ¿Y cómo va a mandarme la ropa para los vecinos si no caen del cielo?

Hermana mayor: Dios se acerca a nosotros de muchas maneras, ya te lo va


a mostrar si El considera que los vecinos necesitan la ropa, seguro algo se
va a ingeniar.

Juan: Que bueno sería vivir en el Reino que Dios quiere para nosotros. Si
todo lo hiciéramos con amor tal vez algo de ese Reino podríamos ver.

Abuela: Hola, todavía están acá.

Juan: Si Abue, estamos hablando sobre a Dios.

Abuela: ¡¡¡¡Qué bueno!!!!

Hermana mayor: Abue, ¿qué es lo que tenés en esas 5 bolsas negras?

Abuela: ¡Menos mal que me hiciste acordar! Estuvo Josefa mi amiga de la


infancia y me trajo un montón de ropa para niños. ¿Dónde podré llevarla?

Juan: Yo abuela, ¡¡¡¡yo sé!!! Hay unos chicos en el barrio que necesitan la
ropa.

Abuela: Ah ¡qué bien!, llévaselas Juan. ¡Mirá qué casualidad!

Juan: Ese fue Dios, escuchó lo que le pedí. Es un genio.

Abuela: Juan, mi amiga Josefa dice que si querés cortarle el césped hoy a
la tarde. Te dejó unos pesos sobre la mesa para que te compres algo.

Juan: Doña Josefa en muy generosa, voy a cortarle el césped, con lo que
me dejó puedo comprarme yo un equipo de gimnasia.

Hermana mayor: Que buena idea Juan y podes darle el otro a Felipe que no
tiene.

Juan: No hermana ya lo pensé mejor voy a comprar un equipo de gimnasia


nuevo y se lo voy a dar a Felipe, el mío está bien, me gusta así.

Abuela: Mis nietos queridos hay algo más para ustedes, acabo de terminar
una rica torta de chocolate, vamos a compartirla.

Juan: Gracias Abue, ¡qué rico! Dios es genial.


Juan: Chicos no se olviden de hablar con Dios, El sabe lo que cada uno
necesita, pero le gusta que oremos pidiendo por nuestras necesidades y las
de los demás.
FIN

EL PRINCIPO DE LA ORACIÓN

por Ray C. Stedman

En esta mañana quiero comenzar con ustedes una serie que trata de el
tema de la oración, tomando el desarrollo de esta serie mayormente del
Antiguo Testamento la verdad y enseñanza en relación a la oración.
Nuestro método seguirá siendo en forma expositoria- -entendiendo lo que
quiere decir cada pasaje�pero será centralizado en el tema de la
oración.

Hago esto porque siento la gran necesidad en mi propia vida en esta


área. Yo quiero entender más de el ministerio, el poder, y la necesidad
de la oración. Yo siento que esta carencia es un problema común en la
mayoría de los Cristianos. De hecho, yo quiero preguntarle a ústedes que
indiquen levantando su mano si usted siente que carece en algo en su
vida de oración. Bueno, con ese voto unánime, procederemos entonces a
el tema de la oración.

Quiero comenzar con lo que yo creo es la primera oración en la biblia, se


encuentra en Genesis 3 en la conversación entre Adán y Eva cuando se
estaban escondiendo del Señor Dios, y le escuharon caminando en el
jardín en el fresco del día. Ahora, hay palabras de parte de Dios al
hombre antes de este acontecimiento en Génesis, pero este es el primer
diálogo entre Dios y el hombre registrado en las Escrituras. Es esencial,
por lo tanto, el ver al diálogo como una parte necesaria en la oración.

Oración, basicamente, es simplemente una conversación con Dios.


Siempre hay dos personas representadas en la verdadera oración, usted
y Dios y nadie más. Otros pueden estar presente, como en este relato
donde habían dos personas y Dios. Pueden haber doscientas personas,
o, como aquí en esta mañana, muchos cientos de personas presentes,
pero la oración verdadera es siempre una conversación directa entre un
ser humano y Dios mismo. Hay muchos tipos de oración que podríamos
hablar y vamos a hablar acerca de ellas en el transcurso de estos
estudios. Vamos a ver intercesión, acción de gracias, súplica, y varias
formas de petición, etc., pero es fundamental en todas es que es
simplemente una conversación, un diálogo entre un individuo y Dios.

Esto es lo que Jesús tenía en mente en su gran enseñanza de la oración


en el Sermón del Monte. El dijo, :Cuando ustedes oren�" (Fijensen que
el no dijo si ustedes oran. El lo toma por sentado que, en la vida
Cristiana va a ver oración. Oración, como dice en un himno, es "él respiro
natural del Cristiano." No podemos vivir sin ella. Entonces que vamos a
orar en ocasiones; no hay duda al respecto.) Jesús dijo, " Cuando ores,
ve a tu ropero y cierra la puerta, y ora a tu Padre que está en secreto."
En la frase "cierra la puerta," el no quiere decir literalmente que tenemos
que orar en roperos. Yo estoy seguro que si tratamos de hacer eso nos
sentiríamos tan sofocados que no podríamos respirar, y la oración no
podría durar por mucho tiempo. Además, no siempre hay roperos
disponibles. Jesús está hablando en una forma metafórica, diciendo, "
Cierra todo lo demás. Cuando ores no dejes que otras cosas interfieran.
No estés envuelto en otros pensamientos o personas, sino que hables
solamente con Dios mismo."

Yo encuentro interesante el escuchar a otras personas orar. A veces


puedes oir cosas asombrosas. Cuando oyes puedes detectar a menudo
que la gente no piensa acerca de Dios tanto como están pensando
acerca de la gente que están escuchando a su oración. Conozco a un
gran hombre, siempre que ora, casi sin variación empieza dirigiendo la
oración a Dios, pero está tan consciente de otras personas que le
escuchan que comienza a predicarle a ellos en la oración. ¿Han
escuhado alguna vez algo como esto? Este hombre comenzó, "Nuestro
Padre Celestial, te damos gracias que podemos ver delante de tí.
Sabemos que Dios es un Dios que escucha la oración y que aquellos que
vienen a Dios en oración serán bendecidos por Él." Ante que se dé
cuenta él ha comenzado no a hablarle a Dios pero hablándole a aquellos
que están presente acerca de Dios. Eso no es oración. Oración es
conversación, simple y directa, entre usted y Dios mismo.

Eso es lo que pueden ver en el comienzo de este recuento en la Biblia.


Genesis 3:8-9a:
Y oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en el huerto al aire del día: y
escondióse el hombre y su mujer de la presencia de Jehová Dios entre los
árboles del huerto. Y llamó Jehová Dios al hombre, y le dijo {Gen 3:8-9a RVA)
Eso es el comienzo de la oración. Es sugerido aquí, y yo creo que es en
una forma deliberada, que esto era algo común en las vidas de Adán y
Eva. Es de notar que la primera oración registrada fué después de la
caída. Aún el relato sugiere claramente que la oración había sido una
delicia continua y bendición para Adán Y Eva, y fué parte de su vida
diaria. Esto deja ver que es una acción común de parte de Dios. El viene
al jardín en el fresco del día a conversar con los dos que son creación de
sus manos, y juntos hablaron en el jardín.

No estamos seguro como Dios se le apareció a ellos. No se nos dice en


las Escrituras, pero aparentemente el se apareció como otro ser humano.
Es notable, que de hecho, es que en una manera sutíl al menos, esto
proyecta la encarnación, cuando Dios mismo vendría hacerse hombre--
no meramente como hombre sino actualmente como uno de nosotros�y
todo el enfasís que ha significado en términos de la oración desde la
encarnación de nuestro Señor Jesús. Pero aquí, aparentemente, Dios
aparece como hombre porque ellos le oyeron caminado en el jardín. El
sónido de sus pasos le recordó a Adán y Eva que el tiempo había llegado
para tener su conversación diaria e intercambio con Dios.

Ahora, la cosa más notable en este incidente, es que la inciativa para


empezar la oración comienza con Dios. Es el Señor quién viene al jardín.
Es el Señor que llama al hombre. Oración, entonces, comienza con Dios.
En muchas maneras, esa es la verdad mayor acerca de la oración que
podamos aprender de este incidente, porque a tráves de toda las
Escrituras esa verdad es fundamental en toda oración que es expresada
de aquí en adelante. Así que siempre debemos leer las Escrituras desde
ese punto de vista.

Muchas enseñanzas falsas han sálido donde proyectan como algo que el
hombre hace a Dios. En los mensajes que he escuchado con relación a
la oración, a veces, se vé como si fuera el hombre quién rescata a Dios
de una dificultad orando al tiempo adecuado. Mas adelante en el rélato
en Génesis, donde Abrahám está suplicando a Dios por las ciudades de
Sodoma y Gomorra después de Dios haber anunciado que el iba a
destruirlas por su maldad, suena como si Abrahám se levantara y dijese,
"Señor, de seguro que tu no vas a hacer eso! Ese no es tu manera de
ser. ¿Tu no destruyes el justo con el pecador, o si?" {Gen 18:23-25}.
Entonces Abraham procede a cuestionar a Dios en cuanto a cuantas
personas justas se requería que hubieran en una ciudad para poder
salvarla. El comienza con 50, después 45, y vá reduciendo en cincos
hasta que vá sintiéndose mas atrevido y comienza con diez. Finalmente
el termina con diez personas, y consigue que Dios acepte que si hubiera
diez personas justas en las ciudades el Señor les librará. Yo he
escuchado mensajes en ese pasaje que suena como si Abrahám fuera
más compasivo que Dios, como si Dios tiene ira y es vengativo y ha
pérdido su temperamento y está dispuesto a destruir estas ciudades pero
Abrahám interviene y pone un alto en él y dice, "Ahora cójelo con calma.
No vayas muy de prisa aquí. En esta ciudad hay personas justas."

Pero leemos incorrectamente este recuento si lo vemos de esa forma. El


hombre nunca es más compasivo que Dios. La compasión nace de Dios
y se deja ver en los seres humanos solamente cuando es implantado por
el Espíritu de Dios. "Aquel que ama," dice Juan, "es nacido de Dios," {1
Jn 4:7}. Usted no puede sentir compasión y misericordia y piedad sin ser
primero móvido por el Éspiritu de Dios. Es siempre un error, pensar que
somos llamados en el acto de oración para hacer algo por Dios, o que
estamos siendo llamados a perseverar en la oración a tal grado que,
como dice el dicho, "ora por medio de" y persuade a un Dios renuente a
hacer o no hacer algo que el ha puesto su corazón. Eso no es oración.
Oración, es como en el primer instante en el Jardín del Edén, comienza
con Dios. Es Dios quién llama. Es Dios quién ayuda.

De seguro que eso es lo que ese gran verso en Romanos 8 nos enseña:
" Nosotros no sabemos que orar como se debe," { Rom 8:26}. ¿ Se ha
sentido de esa manera � abrumado por una situación, sin poder casi
analizar la razón, no sabiendo todos los factores envueltos, sintiendo su
corazón dólido, y sin saber que cosa pedir? No sabemos como orar como
se supone, pero el Espíritu nos ayuda en nuestras debilidades, el Apóstol
Pablo dice, y comienza el Espíritu a orar a tráves de nosotros para que
nuestro corazón se convierta en el lugar de oración de Dios mismo. El
Espíritu de Dios ora al Padre, y el quién conoce la mente del Espíritu
atiende y actúa de acuerdo a lo que el Espíritu ora, usándonos como
instrumentos.

Esa es la proyección correcta de la oración�comienza con Dios. Eso es


porque, cuando sentimos la necesidad o el deseo de orar, o de
establecer un hábito disciplinado de orar, es Dios quien ha comenzado
eso. El ha plantado ese deseo en nosotros y como resultado
respondemos. Yo espero que recordemos esto ya que es la primer gran
verdad que aprendemos en las Escrituras.
Noten también que la oración habitual de Adán y Eva tenían con Dios, en
contraste con está escena, fué aparentemente una conversación
relajada, informal y sin restricción. Ahora, el pecado ha entrado. La
pareja culpable se esconde en los arbustos, reconociendo su desnudez,
sintiendo la culpa de lo que habían hecho. Pero el mismo rélato implica
que esto es algo diferente y nuevo, que lo opuesto a esta conducta fué
verdadero antes de la introducción de la maldad, que ellos vendrían
saltando y riendo ante la presencia de Dios de saludar a su Amigo
amado al momento que el venía al jardín a platicar con ellos acerca de
todo lo que tuvieran en sus corazones. Esto es una indicación de lo que
usted puede encontrar en la oración en el resto de las Escrituras,
especialmente lo que Jesús nos enseñó acerca de la oración. No
venimos a un solemene, juez severo; venimos a un Padre amante.

Han hábido ocasiones en mi ministerio aquí como pastor, durante estos


30 años, cuando he sido tratado ocasionalmente con mucho respeto,
especialmente cuando viajo fuera de aquí�ustedes saben que no hay
honor para un profeta en su propia tierra! Eso no es verdad en mí, pero
algunas veces yo recibo mas honra cuando viajo al extranjero. La gente
me llama "Doctor" Stedman. Ellos hablan con una gran reverencia y
respeto que es obvio, y eso está bien, en cierta forma. Pero saben
ustedes que cuando mis hijos eran pequeños nunca me trataron de esa
forma. Cuando yo venía a la casa de un día aquí en la iglesia, ellos no
venían al garage y decían, "Oh su gran majestad pastor de la Iglesia de
Península, bienvenido a almorzar a la casa!" Ellos me conocían mejor
que eso. Ellos estaban mas relacionado intímamente conmigo que eso.
Ellos corrían y brincaban a mis brazos y me decían lo que habían hecho
en el día.

Ese es el retrato que Jesús proyecta de la verdadera oración; y eso es lo


que ustedes ven, por implicación en el Jardín del Edén. El hecho de que
esto ocurrió en el fresco del día es indicación de que fué un tiempo
relajado y sin presión. Su trabajo, o cualquier cosa que estuviesen
haciendo, fué terminado y ellos podían sentirse relajados y refrescados.
Con una soda 7-Up en la mano, yo estoy seguro que ellos caminaron por
el jardín, hablando con su querido Amigo en una conversación íntima y
sin restricción acerca de cualquier cosa que estuviese en sus corazones.
Eso es la oración, esa manifestación ingenua de estar en una forma
relajada en la presencia de un Amigo fiel.

Pero ahora noten algo más es este recuento. El pecado ha entrado ya, y
Adán y Eva se estaban escondiendo de Dios. Toda la informalidad se
había acabado, reemplazado con miedo, sentido de culpa, y reacidos a
venir a su presencia. Pero Dios mismo otra vez toma la iniciativa de
corregir esa condición. El comienza a hacerle preguntas a Adán y Eva.

Ahora, es muy, muy importante entender esto, porque es evidente en


este recuento hay un golfo de separación entre el hombre y Dios, y es
Dios quién emprende conectar el puente de ese golfo. Hay ocasiones en
nuestra vida de oración cuando también sentimos ese sentir de que un
golfo nos separa de Dios. Tenemos miedo o estamos muy cansados, o
desinteresados para venir a él. Lo que me ánima en este recuento es que
Dios mismo asume la responsabilidad de cambiar eso. Él lo hace en la
oración al hacer las preguntas. Prosigue con las siguentes preguntas que
salen de sus labios divinos:

 "¿Donde estás, Adán?" {Gen 3:9b}


 "¿Quién te dijo que estabas desnudo?" {Gen 3:11a}
 "¿Que es lo que has hecho? {Gen 3:13a}

Es muy importante, de hecho, entender que Dios no hace estas


preguntas porque el no sabe las respuestas. El conoce todas las
respuestas a las preguntas antes de hacerlas. Él nunca hace una
pregunta para su beneficio propio; no hay recuento en las Escrituras de
preguntas hechas para satisfacer la curiosidad de Dios. Jesús estaba
siempre haciendo preguntas a sus discípulos, no porque el no sabía la
respuesta, sino porque las preguntas requerían una investigación, una
búsqueda de parte del individuo, y él mismo aprendería algo en la
búsqueda.

Recuerdan ese gran pasaje en el libro de Job, cuando en el capítulo 38,


Dios llama a Job y le dice, "Levantate ahora y ciñe tus hombros como un
hombre y contestáme," {Job 38:3}. El le recuerda a Job que él ha estado
preguntando por ese privilegio por mucho tiempo, diciendo, "Si solamente
tuviera la oportunidad de hablar con Dios. Tengo una preguntas que me
gustaría hacerle acerca de lo que él me está haciendo a mí." Ahora Dios
le dice, "Esta bien Job, está es tu oportunidad. Aqui estoy. Pero dejáme
hacerte algunas preguntas para saber tus credenciales, para ver si
puedes jugar en mi liga." Entonces comienza la serie de preguntas
científicas más notables que se hayan preguntado a un ser humano en la
fáz de la tierra. Pero Job no pudo contestar ninguna de ellas. Finalmente,
el es encontrado de cara en el polvo, clamando, "Yo me aborrezco, me
arrepiento en el polvo y la ceniza," {Job 42:6}. Dios entonces comienza a
trabajar.
Algo parecido está pasando en el Jardín del Edén. Aquí están Adán y
Eva escondiéndose. No quieren conocer a Dios, hablar con él, o verle,
pero Dios mismo les llama, y gentilmente, sin rudeza, comienza a
hacerles algunas preguntas. Su primer pregunta es bien importante:

"¿Donde estás?" {Gen 3:9a}. No sé de ninguna pregunta más importante


en la vida que esa. Dios está enseñándonos por medio de esto que, en
esta tierra maldecida por el pecado en que los seres humanos tienen que
morar, es importante que frequentemente nos preguntemos, "¿Adonde
estoy yo?" y evaluemos que está pasando en nuestras vidas.

Si alguien que nucan hubiese estado aquí anteriormente y se dirigiera a


nuestro servicio hoy pero se perdió buscando el lugar y llama a alguien
por teléfono aquí, y dice, "No sé como llegar allá. ¿Me podrían ayudar?"
¿cual sería la primer pregunta que se le haría? Seguro que sería,
"¿Donde estás tu?" La primer cosa que el hombre o mujer, niño o niña
deben hacerse asi mismo es, "¿Donde estoy?" ¿Donde estoy en esta
jornada en está vida? ¿Que me ha pasado? ¿Estoy cerca del
cumplimiento de mis sueños que tenía hace un año atrás, o estoy más
lejos y estoy encontrando que están desapareciendo en la distancia
rapidamente? ¿Estoy cerca del objetivo, el ideal, o lo que quiero ser
como hombre o mujer ahora comparado con algunos años en el pasado?
¿Donde estoy yo?" Esa es la primer pregunta importante que debemos
hacernos frequentemente. Qué maravilloso es que Dios enseña al
hombre esto acerca de si mismo.

Adán tuvo problemas con la respuesta. "¿Donde estoy?" Bueno, aquí


estoy Señor, aquí en los arbustos, sintiendo verguenza y desnudo y
alejado de tí." Él tuvo que haber realizado en su corazón que no estaba
donde estuvo el día anterior. El comiemza, quizás por primera vez, a
entender la enormidad de lo que le ha pasado a él.

Yo he visto hombres y mujeres muchas veces pasar a través de esto; y


ustedes también. Todas las dificultades de nuestra vida tienden a hacer
la voz de Dios gritándonos, "¿Donde estás? ¿Ha estado usted hace poco
acostado en ún hospital, por accidente o enfermedad, y allí en el silencio
del cuarto del hospital cuando nadie está presente y usted tiene algún
tiempo para pensar, y la pregunta surge en su corazón, "¿Donde estoy?"

Adán tartamudea la contestación a la pregunta (Verso 10),


� "Escuché que andabas por el jardín, y tuve miedo porque estoy desnudo. Por eso me
escondí. {Gen 3:10}
La segunda pregunta es de igual significado: "¿Quién te dijo que estabas
desnudo?" {Gen 3:11a}.

Esa es una pregunta muy perceptiva. Dios implica, "Yo no te lo dije, pero
en algún sitio tu has aprendido esto. Tu nunca lo supistes antes." Es
interesante imaginarse esta escena. Aquí están Adán y Eva jugueteando
alrededor del jardín, disfrutandose, y haciendo su trabajo, totalmente
desnudos, completamente ignorantes de las implicaciones de lo que
pasa, ignorantes de que son candidatos de un señalamiento en algún
lugar! Ahora, de momento, sin niguna señal visible de cambio, están
llenos de verguenza por este suceso. La pregunta de Dios implica,
"Alguien te dijo eso. Tu no lo encontrastes tu mismo poque ha sido
verdad por mucho tiempo y tu no lo sabías. Alguien ha estado
hablándote." De hecho, él único otro presente que apareció aquí en esta
escena es la serpiente. El debió haberle dicho que estaban desnudos.
Así que Dios el Señor en su misericordia y compasión guió a esta pareja
a un entendimiento que hay una necesida tremenda en la vida de
discernir de las voces que escuchamos.

Debemos nosotros también prestar atención a esta alerta. Hay muchas


voces gritándonos todo el tiempo. Prendan la televisión y escuchen los
anuncios comerciales. Las voces supuestamente silenciosas están
gritándonos constantemente, "Tu necesitas esto. Tu no lo tienes. Tu
estás necesitado. Tu necesitas este enjuagador de boca para que
puedas resolver situaciones sociales. Tu necesitas este crucero lujoso
por el Caribe por que te lo mereces. Alguien te está previniendo de
hacerlo. Si puedes sobrepasar los obstáculos que se han presentado en
tu camino quizás por personas que no tienen la intención tu puedes
ganar lo que estás necesitando ahora y puedes tener la felicidad que
estás buscando." Eso viene todo el tiempo, ¿no es así? Ese grupo de
voces que nos dice, "Tu estás desnudo. Tu no tienes nada. Tu has sido
engañado. Si solo tuvieras esto encontrarías lo que estás buscando."
Aquí, en la oración, El Señor es capáz de disipar esta ilusión, de
removerla de los ojos y enseñarles que otra voz y no la de él está
hablándole a ellos. No sé de nada que sea más importante hoy día que
entender que hay voces en este mundo que debemos rechazar. Hay
ruegos que se nos hacen continuamente que debemos hechar a un lado.
No debemos oirles. Debemos cerrar nuestros oídos a ellas porque son
las voces de otro y no del Señor nuestro Dios.
Entonces Dios le hace la tercera pregunta. "¿Que estó que han hecho?"
{Gen 3:13a}. En respuesta Adán y Eva comienzan el juego antiguo de
pasar la responsabilidad. Adán lo tomó como un hombre�el le hechó la
culpa a su esposa! Eva lo tomó como una mujer�le hechó la culpa a los
vecinos! Escondido en cada una de sus respuestas, está la implicación,
"Es tu culpa, Dios." La mujer que me diste. Ella me dió la fruta y yo la
comí. "La serpiente que dejastes en el jardín me sedujo y la comí. Los
comentaristas hacen de esto un asunto grande y lo hacen justamente.
Este es el comienzo de la tendencia natural de cada uno de nosotros de
minimizar el sentido de nuestra culpa, de culpar a otros por lo que hemos
hecho. Pero, de alguna manera yo creo que eso pierde el sentido de lo
que este pasaje está diciendo, poque, en cada caso, ambos Adán y Eva
son reducidos a tres palabras pequeñas que son de gran significado
aquí. Ambas, terminan su efecto débil de justificarse con estas palabras
de reconocimiento, "y yo comí," {Gen 3:12b, 3:13b}. Ahí está la
responsabilidad que ellos reconocen que es de ellos. Ellos hicieron la
decisión final. Ellos están tratando de encontrar excusas por la presión
que estaban, pero ultimamente han llegado al lugar donde lo reconocen,
"Si lo hicimos. Comimos de la fruta que nos era prohíbida."

Entonces todo cambia al instante. Dios ahora no los está probando; no


hay más preguntas. Él asume el papel de abogado defensor. Él cambia
ahora y enfoca en la serpiente y comienza a maldecirle, anunciándole
ciertas consequencias inevitables que seguirían al hombre y la mujer por
su selección errónea. Sin embargo, Dios anuncia que el estaría con ellos
en el asunto; el irá a través de la herida y tristeza con ellos. La escena
termina con el Señor Dios mismo diseñando tiernamente de la piel de
animales para vestir a Adán y Eva en su desnudés.

Esto es un recuento precioso del perdón de Dios. La gran lección para


nosotros es que fué el acto de oración, el comienzo de un diálogo,
doloroso como haya sido, que permitió al Señor Dios romper con la falta
de entendimiento y confusión de su situación y ayudarles a ver adonde
estaban en realidad y a aceptar su gracia perdonadora y amor
restaurador. Eso es lo que es la oración. Es una forma de traernos otra
vez a una relación con el Señor nuestro Dios.

Ahora, una palabra más acerca de esto. Este recuento indica la razón de
nuestra poca disposición para orar. Somos como Adán Y Eva, a veces
con miedo a Dios, o pensamos que el no nos cuenta o no nos ayuda,
entonces ¿cuál es el uso de venir a él en oración? En nuestra confusión
y aturdimiento, muchas veces, nos encontramos renuantes a orar. Esa
fué la situación de Adán y Eva aquí. Su negativismo se puede ver en la
entrada del enemigo en sus vidas. Estoy seguro que esto explica porque
a veces encontramos difícil orar; no nos sentimos inclinados a orar. Pero
la cosa maravillosa es que si traemos ese problema al Señor el nos
ayudará , como este recuento indica, es su deleite de desenlazar los
enredos que nuestros pecados han hecho, a ayudarnos a ver la realidad
detrás de la confusión en que vivimos, y traernos de nuevo al lugar de
reconocimiento y restauración.

Vamos a dejar el recuento aquí por ahora y confiar que hayamos


aprendido como El Señor y Dios es en su gracia y que glorioso es la
relación de intimidad y amistad que podamos obtener en él, sin importar
los obstáculos a la oración que cada uno de nosotros confronta y vive a
diario.

Oración

Padre nuestro, gracias por este recuento precioso, por la


gloria del hecho que tú tienes en control para ayudarnos en
nuestras limitaciones, sabiendo que fallamos en orar; y
somos débiles en eso. Hay ocaciones cuando nos
escondemos como lo hicieron Adán y Eva. Gracias por esa
voz que rehusa dejarnos, pero que gentilmente nos llama
para enfrentar con nuestras limitaciones y prepararnos para
encontrar el lugar de lavamiento y perdón y restauración.
Oramos para que podamos aprender más acerca de la
oración en el transcurso que seguimos este recuento en las
escrituras. Enseñanos Señor, a poner en práctica este gran
privilegio y gozarlo como fué la intención de ser gozado. Te
damos gracias en el nombre de Jesús. Amén.

Título: El Principio de la Oración


Serie: Estudios de la Oración del Antiguo Testamento
Pasaje: Génesis 3:8-13
Mensaje No: 1
Número de Catálogo: 3735
Fecha: 5 de Octubre de 1980

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