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iradas de género sobre las

ujeres mexiquenses
Leer para pensar en grande
iradas de género sobre las
ujeres mexiquenses

Graciela Vélez Bautista


Coordinadora

Alma Rosa Sánchez Olvera, Norma Baca Tavira, ­


Ivonne ­Vizcarra Bordi, Jorge Arzate Salgado,
Nelson Arteaga Botello,Jimena Valdés Figueroa
y Patricia Valladares Cruz
Eruviel Ávila Villegas
Gobernador Constitucional

Elizabeth Vilchis Pérez


Secretaria de Desarrollo Social

Consejo Editorial: Ernesto Javier Nemer Álvarez, Raymundo Édgar Martínez Carbajal,
Raúl Murrieta Cummings, Édgar Alfonso Hernández Muñoz,
Raúl Vargas Herrera

Comité Técnico: Alfonso Sánchez Arteche, Félix Suárez

Secretario Técnico: Agustín Gasca Pliego

Miradas de género sobre las mujeres mexiquenses


© Primera edición. Secretaría de Educación del Gobierno del Estado de México

DR © Gobierno del Estado de México


Palacio del Poder Ejecutivo
Lerdo poniente no. 300,
colonia Centro, C.P. 50000,
Toluca de Lerdo, Estado de México.

ISBN: 978-607-495-183-7

© Consejo Editorial de la Administración Pública Estatal. 2012


www.edomex.gob.mx/consejoeditorial
consejoeditorial@edomex.gob.mx

Número de autorización del Consejo Editorial de la Administración


Pública Estatal CE: 205/01/21/12

© Consejo Estatal de la Mujer y Bienestar Social, 2012


Paseo Tollocan no. 304, colonia Altamirano,
C.P. 50130, Toluca de Lerdo, Estado de México.
Teléfonos: (01 722) 2 13 89 15 y 2 13 89 16.

© Secretaría de Desarrollo Social

© Graciela Vélez Bautista, Alma Rosa Sánchez Olvera, Norma Baca Tavira, Ivonne
Vizcarra Bordi, Jorge Arzate Salgado, Nelson Arteaga Botello, Jimena Valdés
Figueroa y Patricia Valladares Cruz, por textos.

Impreso en México

Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta obra, por cualquier medio o
procedimiento, sin la autorización previa del Gobierno del Estado de México, a través del
Consejo Editorial de la Administración Pública Estatal.
Índice
Presentación 13
Prólogo 15
Introducción 17

Ciudadanía

Ciudadanía plena de las mujeres: asunto de justicia,


derechos y dignidad

Alma Rosa Sánchez Olvera

Introducción 25
Críticas feministas a los enfoques dominantes en el
estudio de la ciudadanía: tradición liberal y
perspectiva sociohistórica 29
a) Tradición liberal 29
b) Perspectiva sociohistórica 32
Autonomía, ciudadanía y feminismo 35
a) Creación de la autonomía para la ciudadanía 37
b) Ciudadanía y feminismo 39
Ciudadanía plena en las mujeres y retos políticos 42
Retos para la construcción de la ciudadanía plena:
las mujeres mexiquenses 45
Conclusiones 46
Fuentes consultadas 49
Ocupación y género en Toluca

Norma Baca Tavira

Tendencias del mercado de trabajo urbano 53


Precarización y feminización del trabajo 55
Trabajo femenino extradoméstico 59
Mercado de trabajo urbano y relaciones de género 61
Mercado de trabajo en la zmct 65
Empleo urbano y participación por sexo en Toluca 69
Conclusiones 81
Fuentes consultadas 83

Mujeres rurales mexiquenses con y sin agricultura

Ivonne Vizcarra Bordi y Jorge Arzate Salgado

Introducción 89
Contextos rurales mexiquenses 91
Escenarios y mujeres rurales 96
a) Migración 101
b) Poblaciones objetivo de las políticas sociales 107
Conclusiones 109
Fuentes consultadas 113

Mujeres y política en el estado de México

Graciela Vélez Bautista

Introducción 117
Mujeres y política 118
Importancia de la participación de las mujeres en
política 120
Presidentas municipales mexiquenses 121
Municipios que nunca han tenido una mujer como
presidenta municipal 129
Mujeres legisladoras en el Estado de México 130
Mujeres en la administración pública 133
Mujeres en el ieem 137
Mujeres en el notariado mexiquense 138
El notariado, todavía un espacio masculino 141
Conclusiones 143
Fuentes consultadas 145

VIOLENCIA

Feminicidios en el estado de México, aproximación


desde la sociología

Nelson Arteaga Botello y Jimena Valdés Figueroa

Introducción 151
Breve nota metodológica 155
Conceptos básicos para el análisis 156
Violencia y feminicidio 160
Condiciones sociales del feminicidio 164
Tipos y formas de homicidio doloso a mujeres
(feminicidio) 171
a) Violencia posesiva 172
b) Violencia pasional 174
c) Violencia intrafamiliar 178
d)Violencia derivada de la explotación sexual 181
Mirada general sobre violencia feminicida 183
Conclusiones 185
Fuentes consultadas 187

Iniciativas para el combate a la violencia


de género en el Estado de México

Patricia Valladares Cruz

Introducción 191
Antecedentes teóricos de la violencia de género 193
Violencia de género 194
Tipos de violencia de género 196
Cifras de la violencia de género 196
Violencia de género en el Estado de México 199
a) Características sociodemográficas de las mujeres
mexiquenses 199
b) Mujeres mexiquenses y violencia de género 201
c) Feminicidio 203
d) Feminicidio en el Estado de México 206
Atención a la violencia de género en el Estado de México 208
Programas para la atención a la violencia de género en el
Estado de México 210
a) Programas gubernamentales 210
b) Programas de asociaciones civiles 211
c ) Programas universitarios 212
d) Refugios y albergues para mujeres víctimas de violencia
y sus hijos e hijas 212
Políticas gubernamentales vinculadas con la prevención
y atención a la violencia de género 213
Conclusiones 214
a) Políticas públicas que valoren en su justa dimensión
la importancia de la eliminación de la violencia de
género en el Estado de México 215
b) Modificaciones en la construcción de las
subjetividades masculinas y femeninas 216
c) Promoción de la agencia de las mujeres 217
Fuentes consultadas 219
Presentación

Esta obra constituye una reflexión necesaria en el seno de las ins-


tituciones públicas.
Es auspiciada desde el gobierno como un espacio de en-
cuentro entre la práctica gubernamental y la academia en torno
de las condiciones económicas, sociales y políticas actuales de las
mujeres mexiquenses, con énfasis en la inequidad de género y la
manera en que la sociedad avanza para superarla.
La acuciosidad y solidez metodológica con que los ensa-
yos de este libro responden a los temas cruciales de la equidad
de género, muestra que la preocupación y la acción en torno de
la justicia social corresponden a la sociedad entera; es una causa
central de su progreso sostenido e integral.
Así se demuestra que la política social que el gobier-
no estatal ha instrumentado se orienta al desarrollo de las
capacidades de las mujeres mexiquenses y a combatir la ine­
quidad de género, incluyendo la discriminación, la violencia
y el feminicidio, a través de acciones y programas que no sólo
reivindican sus derechos, sino que además brindan protec-
ción, especialmente a las mujeres que viven en condiciones
de vulnerabilidad.
Este libro examina algunos de estos aspectos y propo-
ne nuevas soluciones. El Gobierno del Estado de México ofre-
ce esta publicación con la expectativa de que contribuya a la
generación del cambio profundo que requiere la sociedad para

[13]
14 Elizabeth Vilchis Pérez

avanzar con celeridad hacia un estado de igualdad entre hombres


y mujeres. De ello depende también un mejor futuro para todos
los mexiquenses.

Elizabeth Vilchis Pérez,


Secretaria de Desarrollo Social.
Prólogo

Miradas de género sobre las mujeres mexiquenses es una obra que


devela la participación social, económica y política de las mexi-
quenses contemporáneas a través de estadísticas, entrevistas,
análisis y estudios de investigación social realizados por ocho aca-
démicas y académicos de reconocida trayectoria en nuestra en-
tidad, coordinadas y coordinados por la doctora Graciela Vélez
Bautista, responsable del Centro de Investigación en Estudios de
Género y Equidad (ciegye), de la Universidad Autónoma del
Estado de México.
Esta obra se encuentra integrada por seis artículos di-
vididos en dos grupos temáticos, hoy en boga: ciudadanía y vio-
lencia. Con el primer tema se vincula la posesión de derechos y
obligaciones, a partir de lo cual surgen la pertenencia a la co-
munidad y la participación social; por el contrario, a la violencia
corres­ponde la pérdida de derechos humanos y, en consecuencia,
se vuelve un acto de exclusión que altera el desarrollo de la socie-
dad en general.
Hablar de la situación de la mujer, hoy en día, implica ana-
lizar, cuestionar y, de ser necesario, replantear esquemas sociales­
que nos provean de mejores condiciones para el entorno femenino
y, ante todo, para lograr una sociedad igualitaria donde se reco-
nozca la trascendencia de la labor femínea no sólo en el ámbito
familiar, sino también en el social y, por ende, en el político, pues
la voz y el quehacer de la mujer son indispensables en la toma de
decisiones y para el ejercicio de la ciudadanía.

[15]
16 María Mercedes Colín Guadarrama

Para fortalecer la dignidad humana y forjar una sociedad


equitativa y justa es necesaria la ciudadanización de los géneros y
la erradicación de la violencia en todas sus formas. De ahí la im-
portancia de este libro, cuyo contenido analiza, expone, cuestiona
y propone, en función de logros y tareas que aún están pendien-
tes, para alcanzar la igualdad social y política de los géneros en la
­población mexiquense.

María Mercedes Colín Guadarrama,


Vocal Ejecutiva del cemybs.
INTRODUCCIÓN

El objetivo de la obra Miradas de género sobre las mujeres mexi-


quenses consiste en destacar la participación social, económica
y política de las mexiquenses en los distintos ámbitos. Por ello,
en cada uno de los artículos que la conforman se señala la im-
portancia de la investigación social como fuente para conocer
la trayectoria de estas mujeres, así como la de quienes día a día
contribuyen con su esfuerzo a mejorar las condiciones de su
entorno y participan como ciudadanas para lograr una socie-
dad igualitaria.
A través del trabajo meticuloso de investigadoras e inves-
tigadores, desde sus diferentes especialidades, se presentan estu-
dios teórico-empíricos que, al reunirse, ofrecen conocimientos
confiables, porque han sido elaborados con base en información
de fuentes fidedignas y metodologías que permiten una visión
clara de los obstáculos y limitaciones que la mujer ha enfrentado
para su desarrollo y, a su vez, distinguen el papel crucial de la
labor femenina en la vida cotidiana, en la toma de decisiones y en
el ejercicio de la ciudadanía.
La obra también pretende ofrecer un panorama amplio
sobre logros, desigualdades y tareas pendientes en función del
establecimiento de la igualdad social y política de los géneros
en la población mexiquense; propósito fundamental del gober-
nador Eruviel Ávila Villegas, quien, con gran sensibilidad y vo-
luntad política, ha instituido acciones y propuesto los cambios
legislativos pertinentes para impulsar el bienestar, la seguridad

[17]
18 Graciela Vélez Bautista

y el desarrollo de las mujeres mexiquenses. A esta noble tarea,


mediante el Centro de Investigación en Estudios de Género y
Equidad (ciegye), se suma la Universidad Autónoma del Esta-
do de México (uaem), generadora de conocimientos acordes a
las necesidades del contexto actual en el que la democracia exige
construir la igualdad, tanto desde las ideas para transformar las
mentalidades como desde las políticas públicas para modificar el
comportamiento y dar lugar al cambio social.
En el primer artículo, “Ciudadanía plena de las mujeres:
asunto de justicia, derechos y dignidad”, se puntualizan las críticas
a los enfoques liberal y sociohistórico con respecto a la categoría­de
ciudadanía; asimismo, se desarrolla la perspectiva política y ­ética
del feminismo en torno a la construcción de la ciudadanía plena
de las mujeres en México; en este sentido, la autora explica que:

El concepto de ciudadanía no es neutro ni históricamente uní-


voco. La ciudadanía moderna inicia desde el siglo xviii, pero
su desarrollo no corresponde a un proceso lineal ni apunta a
una sola dirección, es más bien heterogéneo, de avances y re-
trocesos, cuyos contenidos se han vuelto complejos, ya sea por
la ampliación de los derechos o por el surgimiento de nuevas
exclusiones sociales.¹

En el segundo, titulado “Ocupación y género en Tolu-


ca”, se analiza la participación económica de la mujer en la Zona
Metropolitana de la Ciudad de Toluca (zmct), estableciendo
diferencias entre la actividad masculina y la femenina. La autora­
esclarece algunas de las causas y consecuencias de la concentra-

¹ Supra, p. 26.
Introducción 19

ción y segregación de las mujeres en diversas ocupaciones que


desempeñan en el mercado de trabajo de esta región, lo cual ha
redefinido su papel en el ámbito laboral. De igual manera, a par-
tir de una encuesta a hogares sobre ocupación y desocupación,
se presenta el estudio de algunas variables socioeconómicas que
contribuyen a la explicación de la dinámica del mercado de traba-
jo en la zmct.
En el tercero, “Mujeres rurales mexiquenses con y
sin agricultura”, se hace referencia a las formas en que la migra-
ción masculina repercute en la vida de las mujeres campesinas
e indígenas, quienes sufren violencia por parte de la familia del
cónyuge y, además, se ven obligadas a trabajar en condiciones
pre­carias y, en su caso, de sobreexplotación. Mediante la recopi-
lación de ­historias de vida de mujeres, los autores pretenden dar
cuenta de la vida cotidiana de las mujeres que subsisten en el me-
dio rural con o sin agricultura. También analizan las acciones del
go­bierno ante la creación de políticas y programas en beneficio de
estas mujeres, al tratar de mejorar sus oportunidades de trabajo
y, con ello, de calidad de vida; por esta razón, se cuestiona el desa-
rrollo de programas como Procampo y Progresa-Oportunidades.
El cuarto artículo, “Mujeres y política en el Estado de
México”, nos ofrece:

un panorama de las mujeres que en esta entidad han ocupado


cargos políticos de decisión, especialmente de elección popular,
aunque también refiere datos de algunas que se han desempe­
ñado en la administración pública por considerar que ésta
representa un ejercicio tanto de toma de decisiones como de
vínculo con la ciudadanía. Asimismo, pretende explicar ciertas
causas que obstaculizan la carrera política de las mujeres, te-
niendo en cuenta la subrepresentación femenina en puestos de
20 Graciela Vélez Bautista

dirigencia a pesar de los procesos democráticos implementados


en favor de la igualdad.²

En el quinto, “Feminicidios en el Estado de México, aproxi-


mación desde la sociología”, se realiza un acercamiento al estudio de:

los feminicidios ocurridos durante los últimos años en el


Estado­ de México, que, ciertamente, no es la única entidad
de la república mexicana donde este tipo de incidentes va
en aumen­to; en el país, incluso a escala mundial, también es
posible­observar un crecimiento de este fenómeno.³

Los autores hacen un análisis exhaustivo y advierten que:

las condiciones de dominación en las relaciones de género


han servido como telón de fondo para perpetrar homicidios
en contra de mujeres –al igual que de niños y ancianos– a lo
largo de la historia. En la actualidad resulta paradójico que
eventos de esta naturaleza sucedan en un ambiente de crecien-
tes condiciones de igualdad entre hombres y mujeres.⁴

El sexto, “Iniciativas para el combate a la violencia de gé-


nero en el Estado de México”, expone que la violencia de géne-
ro es un fenómeno complejo, multideterminado y basado en las
políticas de exclusión que se ejercen contra las mujeres. Por las
secuelas negativas que produce, representa un serio problema de
salud pública que afecta el desarrollo democrático de la sociedad.

² Supra, p. 117.
³ Supra, p. 151.
⁴ Supra, p. 151.
Introducción 21

La autora de este artículo afirma que, no obstante que de


manera reciente se han implementado diversas políticas públicas
para atender y prevenir la violencia, son necesarios cambios es-
tructurales y modificaciones en los vínculos intersubjetivos entre
hombres y mujeres para crear un nuevo orden equitativo en las
relaciones privadas y públicas; explica, además, que dicho proceso
ha iniciado, pero es necesario fortalecerlo y darle continuidad.

Graciela Vélez Bautista,


Coordinadora del ciegye.
CIUDADANÍA
Ciudadanía plena de las mujeres:
Asunto De Justicia, Derechos Y Dignidad
Alma Rosa Sánchez Olvera¹

Introducción

Hoy en día, en los asuntos internacionales, la ampliación de los


derechos ciudadanos a áreas y problemas que afectan a toda la
humanidad ha dado expresión a múltiples voces y movimientos;
ecologistas, pacifistas, feministas, educadores tejen sus esfuerzos
para dar impulso a los derechos, patrimonio de la humanidad, ta-
les como sustentabilidad de la vida humana, problemas ambien-
tales, control frente a la proliferación del armamento, pobreza y
violencia de género. Tales movimientos expresan lo que se conoce
como el carácter global de la ciudadanía.
Si la ciudadanía conlleva la pertenencia a una comunidad,
su análisis implica examinar la manera en que las mujeres han
luchado frente a las diversas formas de jerarquía y opresión polí-
tica para ganar grados de autonomía y control sobre sus vidas. La
batalla va desde el derecho a la propiedad, pasando por la liber-
tad en la relación conyugal, hasta el derecho a gozar de una vida
sin violencia.
Ciudadano y ciudadanía son palabras llenas de signifi-
cado, dicen Fraser y Gordon, pues hablan de respeto, derechos
y dignidad:

Piénsese en el sentido y la emoción que contenía el citoyen


francés de 1789, una palabra que condenaba la tiranía y jerar-

¹ Doctora en sociología por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la unam, e investigadora de tiempo
completo de la Facultad de Estudios Superiores de la misma Universidad, en Acatlán. Su correo electrónico es
almarosan59@hotmail.com

[25]
26 Alma Rosa Sánchez Olvera

quía social, a la vez que afirmaba la autonomía y la igualdad; en


aquel momento, incluso las mujeres consiguieron el nombre de
citoyenne, en vez de madame o mademoiselle. Desde entonces, la
palabra aparece a menudo delante de otro término, añadiendo
siempre dignidad a éste como en ciudadano soldado, ciuda-
dana madre. Tiene tanta dignidad que rara vez aparece en el
lenguaje coloquial. Es una palabra humanista importante, mo-
numental (Fraser y Gordon, 1997: 2).

Sin embargo ese carácter humanista ha perdido sus usos


y posibilidad de ejercerla. Ambas pérdidas constituyen hoy, en
América Latina, el foco de atención en los movimientos sociales;
son expresión de la crisis de legitimidad de los sistemas políticos
al manifestarse cotidianamente la violación a los derechos huma-
nos, al tiempo que se han constituido en el tema de discusión que
ha de llevarnos a la dignidad humana.
El concepto de ciudadanía no es neutro ni históricamen-
te unívoco. La ciudadanía moderna inicia desde el siglo xviii,
pero su desarrollo no corresponde a un proceso lineal ni apunta
a una sola dirección, es más bien heterogéneo, de avances y re-
trocesos, cuyos contenidos se han vuelto complejos, ya sea por
la ampliación de los derechos o por el surgimiento de nuevas
exclusiones sociales.
En un primer acercamiento, la ciudadanía es la posesión
de derechos y la responsabilidad de deberes; es la pertenencia a
una comunidad política determinada –el Estado–, y la posibili-
dad de contribuir a la vida pública de esa comunidad a través de
la participación. La ciudadanía, entonces, se compone de tres ele-
mentos: posesión de derechos y responsabilidades, pertenencia
a una nación y participación social; aunque, tal apreciación sólo
considera su dimensión formal.
Ciudadanía plena de las mujeres 27

En la presente exposición se destaca el carácter sustan-


tivo, éste expresa el significado de ciudadanía en la práctica, al
estudiarla como el resultado de conflictos sociales y pugnas por el
poder que se producen en coyunturas históricas concretas, aqué-
llas que plantean el derecho a que se reconozca públicamente la
particularidad de cada sujeto.
La concepción y práctica de la ciudadanía ha sido objeto­
de estudio de diversas disciplinas como Filosofía, Sociología,
­Derecho e Historia, las cuales han contribuido en su construcción.
Este quehacer multidisciplinario analiza los campos que inclu-
yen su reflexión, entre los que destacan: la democracia, la justicia
social,­los derechos y su reconocimiento, la identidad, la cultura,
la redistribución de la riqueza, la igualdad social como principio
de la democracia y los derechos individuales y colectivos.­
De acuerdo con la filósofa Hannah Arendt ser ciudadano
del mundo no significa ser parte de una comunidad nacional, sino
reflexionar la inscripción y pertenencia a una o a varias comuni-
dades finitas, pero en la perspectiva del mundo común es ubicar
los derechos cívicos y políticos, siempre ligados al reconocimiento
político de la sociedad particular, al principio del derecho a tener
derechos. Al respecto, Arendt escribe:

es el derecho de vivir en una estructura donde se es juzgado


por sus datos y por sus opiniones y se sostiene el derecho de
pertenecer a una cierta categoría de comunidad organizada.
El ciudadano del mundo no es el individuo privado, identifi-
cado e identificándose por la asunción de valores, la elección
de símbolos, la integración a comunidades particulares, sino
sujeto político descubriendo y revelando quién es singular-
mente en el seno de las relaciones políticas, desplegando sus
acciones y sus palabras en el seno de espacios públicos de
28 Alma Rosa Sánchez Olvera

confrontación, de conflictos; en síntesis, este ciudadano que


prefiere la exposición de sí a los otros, la exhibición de sí a los
otros, los principios a los valores, la acción concertada al ser
en común, el bien público al bien común y, para decirlo de
tajo, la institución republicana de sociedades democráticas a
la preservación despótica de comunidades culturales (Arendt,
1994: 437).

En este ensayo se puntualizan algunos elementos de los


enfoques dominantes sobre la categoría de ciudadanía: la tradi-
ción liberal y el enfoque sociohistórico; asimismo, se desarrollan
los supuestos principales de la construcción de ciudadanía en las
mujeres bajo la perspectiva feminista, misma que proporciona los
elementos teórico-conceptuales y metodológicos para discernir
los procesos necesarios de deconstrucción identitaria que permi-
ta a las mujeres su devenir en sujetos políticos y, por tanto, en
ciudadanas plenas que exigen condiciones, recursos y poder para
ejercer sus derechos.
La construcción ciudadana plena de las mujeres en Méxi-
co se entiende a partir del paradigma feminista que explica:

‒ Que la relación que las mujeres establecen con su ciuda-


danía se sustenta en un reconocimiento parcial de dere-
chos merecidos y en una débil conciencia del derecho a
tener derechos.
‒ Que la práctica de la igualdad como el lema central de
los derechos humanos y del ejercicio de la ciudadanía es,
todavía, un saldo pendiente para las mujeres.
‒ Que, históricamente, el ejercicio de la ciudadanía feme-
nina ha estado asociado a las restricciones impuestas a
su sexualidad, a su cuerpo, a su ser femenino.
Ciudadanía plena de las mujeres 29

‒ Que la posibilidad de construir la ciudadanía plena para las


mujeres en el Estado de México pasa por el reconocimien-
to y ejercicio del Estado de Derecho, de la impartición de
justicia y de la reparación del daño a los cuerpos violen-
tados de las mujeres.

Si se elabora una visión histórica para comprender el


proceso de formación de la ciudadanía de las mexicanas, se verá
que el derecho al voto, el acceso a la educación superior, a los
mercados de trabajo y al uso de métodos anticonceptivos, junto
con la paulatina secularización y modernización de la sociedad
y cultura, propiciaron con más fuerza la conciencia ciudada-
na en muchas mujeres, sobre todo en las que habitan en gran-
des urbes; sin embargo, el reto en el umbral del nuevo milenio
es crear condiciones y recursos para que cada vez más mujeres­
se conviertan en sujetas de derechos, en ciudadanas plenas
que ejerzan el derecho a la autodeterminación en los distintos
planos de su vida.

Críticas feministas a los enfoques dominantes


en el estudio de la ciudadanía:
tradición liberal y perspectiva sociohistórica

a) Tradición liberal

El pensamiento feminista en los dos últimos siglos ha elaborado


una crítica al enfoque liberal en tanto las raíces de la exclusión de
las mujeres como ciudadanas adquieren fundamento en los auto-
res clásicos que le dieron origen.
En el pensamiento aristotélico se tejen los primeros hilos:
30 Alma Rosa Sánchez Olvera

el ciudadano es el varón por excelencia, algnos lo traducen


como el hombre cabal, otros como el hombre perfecto. El
ciudadano, entonces, según la definición de Aristóteles, es el
verdadero hombre, el que realiza por antonomasia los atri-
butos del tipo: es varón –frente a la mujer–, es griego y no
bárbaro, es libre y no esclavo, es adulto y no niño. Son los dis-
tintos ciudadanos los que constituyen el ámbito de los iguales
y, por lo tanto, el espacio de igualdad ante la ley (Amorós,
1994: 32).

Aristóteles llama a las mujeres ciudadanas y las considera


seres libres a diferencia de los esclavos; no obstante, considera que
carecen de autoridad en las decisiones de la comunidad política, por
tanto, su ejercicio ciudadano es limitado.
Bajo tal apreciación, Carole Pateman y Anne Phillips
(cf. Castells, 1996: 206) destacan la naturaleza androcéntrica del
concepto de ciudadanía ilustrada como matriz de la ciudadanía
moderna; con el surgimiento de la democracia moderna aparece
una razón universal para todos los individuos y una ética basada
en principios y derechos universales: todos los individuos, por ser
humanos, tienen los mismos derechos.
Para destacar las nociones de democracia y de ciudada-
nía, Marion Young distingue las precisiones a considerar en ese
complejo principio de universalidad:

El moderno pensamiento político por lo general asumió


que la universalidad de la ciudadanía implica también una
universalidad de la ciudadanía en el sentido de que estatus
de ciudadano/a trasciende la particularidad y la diferencia.
Cualquiera que sean las diferencias sociales o de grupo entre
los ciudadanos, independientemente de sus desigualdades en
Ciudadanía plena de las mujeres 31

términos de riqueza, estatus y poder, en las actividades coti-


dianas de la sociedad civil el ser ciudadano/a concede a todas
las personas idéntica categoría de pares en la esfera de la po-
lítica pública, la universalidad se entiende como principios, le
yes, reglas ciegas a las diferencias individuales o grupales
(Young, 1996: 99).

El valor central en el enfoque liberal es el de la igualdad,


principio de la democracia y condición necesaria para todos los
individuos, sin distinción; a pesar de que, en realidad, el carác-
ter universal de la ciudadanía concebida como generalidad exclu-
yó a las mujeres, por ello el pensamiento feminista ha criticado
esta perspectiva.
Locke, autor representativo de la tradición liberal, sen-
tó el fundamento teórico de la separación entre lo público y lo
privado, dejando claramente definida una división sexual entre
ambos espacios: la familia, como espacio de lo privado, se basa en
vínculos naturales de sentimientos y de consanguinidad, y en el
estatus sexualmente adscrito de la esposa y del marido; la partici-
pación en la esfera pública se rige por criterios de éxito, intereses,
derechos, igualdad y propiedad, es decir, criterios aplicables úni-
camente a los hombres.
Jean Jacques Rousseau –otro importante teórico del libera­
lismo, ideólogo de la revolución francesa, defensor del sufragio
universal, las libertades individuales y la racionalidad– fue el más
patriarcal entre los demócratas liberales en sus concepciones acer­
ca de la familia y la mujer. Las reglas que propone para la sociedad
civil no se aplican a la familia, en ésta prevalece la ley del más fuer­
te y la voluntad no existe, ya que la mujer y los hijos están sujetos
al hombre naturalmente con la función de trabajar para él y por él a
cambio del mantenimiento.
32 Alma Rosa Sánchez Olvera

Cristina Molina Petit, por su parte, devela cómo la ex-


clusión de las mujeres de la esfera pública se encuentra ligada a
la dicotomía entre los espacios público-privado: “A la mujer se le
confina en lo privado doméstico como una condición de posibi-
lidad para que el hombre acceda al reino de lo público político”
(1994: 23).
Maxime Molyneux destaca los aportes del trabajo de las
feministas en el campo de la política, cuya misión principal ha
sido exponer “la reconstrucción de los supuestos subyacentes a
la teoría liberal al exponer el sesgo masculinista inherente a las
concepciones de ciudadanía y política, y la construcción de un
in­dividuo que se aleje de la postulación de un ideal masculino
­asociado con la vida pública” (1997: 18).
El capitalismo redefinió la subordinación de las mujeres­
como un hecho que se explica en la diferencia sexual. Nueva-
mente la desigualdad entre los géneros se incardinó en el dis-
curso de la igualdad, saldo pendiente de la revolución francesa,
que excluyó a la mujer por no ser considerada sujeta del contrato
social. La distinción del capitalismo sobre el espacio público y
el privado ha reforzado una lógica binaria y estática de los dere
chos ciudadanos.²

b) Perspectiva sociohistórica

Por su parte, la tradición sociohistórica desarrolló un enfoque di­


ferente en torno a la ciudadanía. La contribución más influyente
fue de T.H. Marshall (1950), quien analizó la importancia de los

² La comprensión estática de la ciudadanía ofrece el contexto perfecto para explicaciones funcionalistas como
la de Lipset, quien encuentra que “los problemas políticos fundamentales de la revolución industrial han sido
resueltos: los trabajadores han conseguido la ciudadanía industrial y política; los conservadores han aceptado el
Estado benefactor; la revolución social en Occidente termina con la política nacional para aquellos intelectuales
que necesitan de ideologías o utopías para motivarse” (citado por Antje, 1997: 18).
Ciudadanía plena de las mujeres 33

derechos ciudadanos a lo largo de la historia en las sociedades ca­


pitalistas modernas. En su obra Ciudadanía y clase social puso de
relieve la igualdad de estatus de ciudadano asociada a la provisión
universal de derechos sociales y económicos en Inglaterra, esto no
debe confundirse con la equiparación económica; proporcionó, en
principio, derechos iguales para todos los ciudadanos, indepen­
dientemente de sexo, color, edad o creencias; sin embargo, en años
recientes varios autores (Lukes y García, 1999) han puesto en en­
tredicho esta descripción idealizada.
Marshall fue el primero en conceptualizar y defender la
ciudadanía social como el punto culminante del desarrollo his-
tórico; en sus estudios sobre ciudadanía, planteó que era preciso
considerar tres dimensiones básicas de la ciudadanía: la civil, la
política y la social, las cuales corresponden a las tres generaciones
de derechos humanos.
Entre los siglos xvii y xviii aparece la primera gene­
ración de derechos, éstos surgen como rebelión contra el absolu­
tismo del monarca; expresan los derechos del individuo y tienen
que ver con el conjunto de libertades, facultades y prerrogativas de
cada persona; se refieren a los derechos civiles y políticos también
denominados libertades clásicas.
Los derechos de la segunda generación –económicos, so-
ciales y culturales– aparecen en el siglo xix; son producto de las
luchas sociales que se gestan a lo largo de la revolución industrial;
están basados en la idea de la igualdad y amplían la esfera de res-
ponsabilidad del Estado; su centro es el individuo que se asocia en
colectivos, como sindicatos, para su defensa.
La tercera generación de derechos aparece en el siglo xx
y constituye la respuesta a la necesidad de colaboración entre las
naciones; así, se conforman los llamados derechos de solidaridad
o de los pueblos, emanados de conflictos supranacionales, guerras
34 Alma Rosa Sánchez Olvera

mundiales, reclamo a la autodeterminación de los pueblos, de-


sarrollo digno en comunidades indígenas y naciones del tercer
mundo; por lo tanto, estos derechos están basados en la idea de
fraternidad al incluir la protección de individuos y agrupaciones
no estatales.
Igualmente, ante el enfoque de Marshall se tejen algunas
críticas feministas:

Cuando colocamos en el centro de nuestro interés cuestiones


sobre género y raza, los elementos clave del análisis de Mar-
shall se tornan problemáticos. Su periodización de las tres
fases de la ciudadanía, por ejemplo, se adecua a la experie­n-
cia de los hombres trabajadores y blancos, una minoría de
la población. Sus distinciones conceptuales entre ciudada-
nía civil, política y social presuponen la jerarquía de géne-
ro y de raza en lugar de problematizarla. Finalmente, “…su
asunción mantenida en la teoría y la práctica socialdemócrata
posterior,­de que el principal objetivo de ciudadanía social es
la eliminación de la desigualdad de clase y la protección de las
fuerzas del mercado, desatiende otros ejes clave de desigual-
dad y otros mecanismos y ámbitos de dominación” (Fraser y
Gordon, 1997: 4).

No obstante, la postura sociohistórica del concepto de


ciudadanía distingue que se trata de una categoría histórica en
permanente transformación y construcción de los ciudadanos.
Además, contrariamente a la tradición liberal, la ciudadanía no
se reduce sólo a una interpretación de los derechos de acuer-
do con ciertos principios, sino que es, fundamentalmente, una
práctica social que se expresa mediante la participación social de
los ciudadanos.
Ciudadanía plena de las mujeres 35

En la actualidad los escenarios han cambiado, como tam-


bién el concepto y la práctica de ciudadanía; al mismo tiempo se
ha transformado la relación entre Estado y sociedad. Diana Maffía
(2004: 28), por ejemplo, plantea que es preciso modificar la con-
cepción de ciudadanía sexualizando a los sujetos y considerando
estas diferencias como aspectos que exigen variar las respuestas del
gobierno para satisfacer los mismos derechos universales. Pasar
como inadvertido el carácter sexuado implica borrar de la defini-
ción de ciudadanía un rasgo que permite al Estado vulnerar dere-
chos básicos de los individuos más débiles.

Autonomía, ciudadanía y feminismo

Las mujeres aspiran a la igualdad, pero sólo la construyen a par-


tir de la idea de que es un pacto político que incluye a mujeres y
hombres. Las primeras reconocen que son semejantes, es decir,
reivindican la diversidad y aspiran a que la especificidad de cada
una encuentre espacio de vida y desarrollo, por tanto, como afir-
ma Marcela Lagarde, ratifican el “derecho que tienen las mujeres
a tener derechos”:

La creación de los derechos de las humanas es la verdadera


armazón de la ciudadanía de las mujeres, aunque todavía no
forman parte de la cultura política social, todavía no son con-
ciencia colectiva suficiente. La ciudadanía, como forma de es-
tar en la democracia, es la construcción de la humanidad de las
mujeres (Lagarde, 2000: 24).

La ciudadanía es, entonces, el conocimiento y ejercicio de


derechos de la humanidad que exige condiciones y recursos al Es-
tado para vivir con justicia, igualdad y libertad. Esta ciudadanía,
36 Alma Rosa Sánchez Olvera

que por derecho universal e inalienable corresponde a todas y a


todos, en muchos países de este continente presenta un carácter
excluyente, en el que muchas/os de las/os excluidas/os están lu-
chando por ser escuchadas/os.
En el caso de las mujeres, la perspectiva para explicar su
formación como ciudadanas será a través de la visión de género­ fe-
minista:

El feminismo es una cultura, un movimiento; es un conjun-


to de procesos históricos enmarcados en la modernidad; se
ha desplegado en diversos ámbitos y geografías; ha sido vivi-
do, difundido, defendido y desarrollado por mujeres diver-
sas en cuanto a sus circunstancias y culturas propias. El fe-
minismo implica cambios culturales, normativos, simbólicos
y lógico-políticos. Uno de sus presupuestos indispensables
es la superación por cada mujer del orden lógico binario que
antagoniza y opone polos del orden dual. Como percepción
crítica de la cultura tradicional, el feminismo confronta a
las mujeres con sus valores, creencias y anhelos, con sus for-
mas de sentir, descifrar e interpretar la vida y el mundo (La-
garde, 1998: 28).

El feminismo es una de las prácticas subversivas y trans-


formadoras más importantes del siglo xx; aunque inició hace
más de dos siglos, su expresión es múltiple: corriente de opinión,
institucionalidad feminista, grupos de presión, expresión artísti-
ca, propuesta político-cultural, movimiento que construye dere-
chos para las mujeres, teoría que explica los diferentes modos de
opresión presentes en la situación de las mujeres. La cultura fe-
minista aparece con varios grados de intensidad en universidades,
medios de comunicación, cine, arte, literatura, política, incluso
Ciudadanía plena de las mujeres 37

en el Estado, y se ha desplegado en espacios locales, nacionales,


regionales y globales; esto se debe a que son distintas las formas
de cuestionamiento a las desigualdades y discriminaciones entre
los géneros; son diversas las maneras en que se están evidenciado
y tratando de cambiar las estructuras de poder en las relaciones
personales, sexuales y sociales.
Muchas mujeres manifiestan una práctica feminista sin
reconocerse necesariamente feministas ni necesariamente articu-
ladas a una propuesta organizada; eso indica que el feminismo
ya no es sinónimo de movimiento organizado visible desde una
fuerte identidad; en suma, ha habido una ampliación difusa, pero
creciente y consistente, del campo de influencia de las ideas de
este movimiento, lo cual es una gran ganancia de lo que se impul-
só hace 30 años (Vargas, 1996).

a) Creación de autonomía para la ciudadanía

La deconstrucción de la identidad femenina impuesta en la cultu-


ra patriarcal es un proceso que han desatado múltiples mujeres.
Hoy, para muchas, su ser ya no se constituye en un ser para otros,
la autonomía e independencia les brinda la posibilidad de decidir
el rumbo de su vida.
La autonomía es una categoría clave para entender la ciu-
dadanía femenina; alude a la facultad de apropiarse y dar direc-
ción a la vida propia y a las circunstancias en que se desenvuelven
las personas. Acercar las prácticas de ciudadanía y autonomía im-
plica reconocer que:

La lucha por acceder a la ciudadanía es una lucha por la auto-


nomía de restricciones y barreras impuestas o asumidas […]
cuando las personas no se pensaron más como meros sujetos
38 Alma Rosa Sánchez Olvera

obedientes a Dios, emperador o monarca, la noción de ellos


como individuos, personas o pueblos capaces de ser ciudada-
nos activos de un nuevo orden apolítico se pudo comenzar a
desarrollar (Vargas, 1996: 7).

La autonomía tiene múltiples dimensiones y todas ellas


son fundamentales para lograr ese control sobre sus vidas y sus
cuerpos: autonomía física, relativa a la autodefinición de la re-
producción y la sexualidad; autonomía política, referente al dere­
cho de opinión, de organización, de participación; autonomía
económica, orientada al control de los medios de producción y,
en consecuencia, a las condiciones económicas que aseguren el
bienestar; autonomía sociocultural, concerniente a aspectos de
identidad­y autoestima. La autonomía, así, hace alusión e impulsa
una serie de procedimientos como el de individualización, identi-
dad y empoderamiento (Vargas, 1996: 9).
Si las mujeres lograran apropiarse del valor que adquiere
la autonomía en su existencia, en su ser subjetivo, la posibilidad
de asumirse como ciudadanas con derechos sería un proceso que
las acercaría a esa facultad como algo que les pertenece, no por
caridad, sino por derecho. En tal sentido, el desafío en este nuevo
milenio para la cultura feminista es la elaboración de una alter-
nativa de ciudadanía política y social que involucre cada día a más
mujeres para que se convier­tan en sujetas con el derecho a tener
derechos, con capacidad de decidir sobre su cuerpo y sexualidad;
el fin es lograr su empoderamiento, que hace referencia a los pro-
cesos mediante los cuales las mujeres obtienen el poder interno
y externo para expresar y defender sus de rechos, así como para
proponer alternativas en políticas públicas que las beneficien.
Asimismo, la autonomía genera una mayor confianza en
ellas mismas, control sobre sus vidas y relaciones sociales-perso-
Ciudadanía plena de las mujeres 39

nales, y la posibilidad de constituirse en sujetos políticos. Cabe


destacar que muchas organizaciones de la sociedad civil de mu-
jeres enfrentan este reto a través de varias estrategias, algunas de
las cuales son:

‒ Sensibilización y capacitación en derechos civiles y polí-


ticos, así como el trabajo de conciencia para la construc-
ción en la sociedad de relaciones equitativas y justas.
‒ Elaboración de discursos alternativos que generen el de-
bate público y abran las diversas opciones que existen,­con
la finalidad de generar una fuerza política que incida en la
agenda, decisiones, presupuestos y políticas públicas.
‒ En las organizaciones del movimiento de mujeres, se
intenta constituir una alternativa política que interme-
die a la ciudadanía con el sistema político, en donde la
población sea representada en las decisiones públicas
(Tarrés, 1997: 249).

b) Ciudadanía y feminismo

La ciudadanía es un concepto y una práctica heterogénea cuyo


contenido está estrechamente vinculado con las condiciones his-
tóricas de las naciones, su desarrollo sociocultural y el ejercicio
político de los derechos ciudadanos, por ello, siempre está en per-
manente construcción.
En la actualidad, por su carácter excluyente, la ciudada-
nía aparece como un terreno de debate que concentra muchas
de las tensiones del pensamiento político y de las reflexiones
feministas, como la universalidad de los derechos y las desi­
gualdades entre los géneros para acceder a ella. Además de su-
perar la tensión entre el principio de igualdad y el derecho a la
40 Alma Rosa Sánchez Olvera

diferencia, que ha estado presente en las reflexiones sobre ciu-


dadanía y diversidad, se debe combatir también la ciudadanía
restringida o pasiva para lograr una activa y plena; aunque se
corre el riesgo de caer de nueva cuenta en el modelo masculino
de ciudadanía o de defender una propuesta más flexible y sub-
versiva, capaz de incorporar las múltiples dimensiones y dere-
chos de las mujeres y otros sectores excluidos (Vargas, 1996).
La ciudadanía activa está presente en los escenarios políticos y
se expresa en el nivel individual como participación; en el ni-
vel social, como responsabilidad, solidaridad y cooperación; en
el nivel político, como exigencia de transparencia y rendición
de cuentas.
El ejercicio de la ciudadanía en sus dos dimensiones bá-
sicas, derechos y responsabilidades, se centra formalmente en el
espacio público-estatal,³ en tanto es allí, fundamentalmente, don-
de se ejerce, pero es preciso tener en cuenta que dicha práctica se
relaciona con la dinámica de democratización (Marques-Pereira,
1995) y no se limita sólo a votar en elecciones, gozar de libertad
de expresión, recibir beneficios sociales o tener acceso a servicios.
Si bien estos aspectos constituyen el eje de la ampliación de dere­
chos en situaciones históricas concretas, es necesario, además,
destacar la trascendencia de la acción política de los distintos ac-
tores en la construcción de la ciudadanía.
Justamente, el sujeto político femenino, tras un proce-
so de autoconciencia, ampliará la visión de la ciudadanía y sus
distintos planos de expresión, los cuales van más allá del espacio
público-estatal al exponer el principio de lo personal es político:

³ Público y privado son las esferas en que se divide la sociedad civil: la primera fue objeto de reflexión de los con­
tractualistas y en ella acontecen las actividades propias de la ciudadanía; la segunda, en cambio, no es política por
definición (Barbieri, 1991).
Ciudadanía plena de las mujeres 41

los pequeños grupos ofrecieron un contexto en el que los pro-


blemas privados cobraron significados políticos al compartir
sus experiencias; las cuestiones que las mujeres habían vivido
como fallas personales, neurosis y demás llegaron a ser inter-
pretadas como el producto de presiones contradictorias sobre
ellas y de los mitos dominantes sobre la feminidad, lo que habi-
litó a las mujeres para reescribir sus propias historias, insistir en
que lo personal es político y desarrollar una identidad feminista
a través de la cual cuestionar la subordinación (Bondi, 1996).

El feminismo es un pensamiento radical que se concreta


a través de su método crítico: la autoconciencia; de acuerdo con
MacKinnon (1995), es el procedimiento que hace posible llevar a
la praxis la filosofía feminista. Su propuesta sobre el conocimien-
to como aprehensión política de una realidad es esencial, en tanto
se constituye en la crítica política de la sociedad.
La práctica de la autoconciencia, dice Teresa de Lauretis
(1991: 175), consiste en el ejercicio de la lectura, del habla y del
diálogo entre las mismas mujeres; ésta es la mejor manera que
ellas tienen para resistir la violencia horizontal (lucha interna en-
tre los miembros de un grupo oprimido).
Tras el ejercicio de la autoconciencia, exigir la ciudadanía
que por derecho corresponde a las mujeres ha propiciado que su
intervención en la política institucional se dirija a tomar parte e
influir en las decisiones públicas y del Estado, al tiempo que ha
generado la necesidad de construir una capacidad autónoma en
la sociedad civil de mujeres para proponer, controlar y evaluar las
acciones que se elaboran desde la política institucional. La partici-
pación de las mujeres en la vida pública implica, necesariamente,
situar la lucha feminista en el espacio público. En este sentido, la
propuesta de Nancy Fraser es pertinente:
42 Alma Rosa Sánchez Olvera

el espacio público hay que entenderlo como lo definiera Ha-


bermas, como un espacio de interacción discursiva, diferente
del Estado y del mercado, en el que los ciudadanos debaten
sus asuntos de interés común. Este posicionamiento es cla-
ve para la ampliación de la ciudadanía, para la modelación
de la agenda política y para la fortaleza y autonomía de las
mujeres como sociedad civil. Es construir una democracia
plural que dé cabida a la diversidad y a la equidad (Fraser,
1990: 132).

De esta forma, la contribución del feminismo ha sido


poner en debate la posibilidad de construcciones democráticas,
efectivamente plurales, que recojan la diversidad de necesidades y
deseos de los ciudadanos. En esta aspiración es evidente la crítica
al modelo político-neoliberal, en el que la racionalidad dominan-
te no incorpora en su discurso político la desigualdad que existe
entre los sujetos. La irrupción de las diferencias, como un proce-
so que recoge la voz de los excluidos, alude a la ocupación, por
parte de estas voces, del espacio público, en el que toman forma
y expresión los reclamos de inclusión, reconocimiento y afirma-
ción de derechos, en síntesis, de creación de un espacio donde el
pluralismo tenga lugar.

Ciudadanía plena en las mujeres y retos políticos

La práctica de la ciudadanía plena de las mujeres es entendida


como la capacidad de autodeterminación, expresión y representa­
ción de intereses y demandas, así como el pleno ejercicio de los
derechos políticos individuales y colectivos. No obstante, dicha
praxis continúa restringida en razón del género, de la persisten-
te brecha entre la igualdad de derechos y la escasa presencia de
Ciudadanía plena de las mujeres 43

mujeres­en instancias de decisión política,⁴ y de la limitada o au-


sente noción de ciudadanía que aún prevalece en algunas mujeres,
sobre todo en las que viven en condición de pobreza sin asumirse
como sujetas de derecho.
Para alcanzar la ciudadanía plena, ésta exige a las muje-
res superar la relación tutelar que el Estado establece con ellas y
el tratamiento como beneficiarias de servicios y prestadoras de
todos los que éste no asume, es decir, se necesita la revisión del
concepto de hombre proveedor y la valorización del trabajo feme-
nino remunerado y no remunerado; impone también un recono-
cimiento social de la maternidad y de la paternidad y, en general,
una revalorización de las actividades en el ámbito doméstico y de
las dificultades para armonizar la esfera pública y la privada. Las
respuestas a estas condiciones llevan al Estado a promover ma-
yores niveles de equidad y a favorecer una construcción jurídica,
institucional y cultural que rompa con el conjunto de valores y
prácticas que privilegian lo masculino sobre lo femenino.
Al parecer, la formación de la ciudadanía de mujeres y
de muchos sectores excluidos es hoy la columna vertebral de la
política por las siguientes razones:

‒ Ha marcado los saldos pendientes de nuestro sistema


político: exclusión y desconocimiento de mujeres, jóve-
nes, ancianos, homosexuales, indígenas, cancelando su

⁴ De acuerdo con la asociación civil Comunicación e Información de la Mujer (cimac, 2009), para septiembre
de 2009 el rango más alto en la política formal es secretario de estado u homólogo; el porcentaje en 2006 fue
de una mujer por cada nueve hombres. En los cargos de representación popular la situación no es muy distinta:
sólo cuatro mujeres han sido gobernadoras. En el Senado, sólo uno de cada cinco legisladores es mujer, 26 de 128.
En la Cámara de Diputados, en la legislatura que recientemente concluyó, 28.2% eran mujeres, menos de una
por cada tres diputados. En la actualidad, para el periodo 2009-2012 hay 140 diputadas federales de un total de
500. La situación en los Congresos locales es aún peor; hasta enero de 2009, según Laura Ilarraza (2010), sólo
20.8% del total de representantes eran mujeres, una de cada cinco. En las regidurías y sindicaturas municipales, el
porcentaje de mujeres llegó en enero de 2009 a 30.2%. El peor registro se ubica en las alcaldías, donde, de las más
de dos mil 400 presidencias municipales del país, sólo 4.8% estaba a cargo de mujeres.
44 Alma Rosa Sánchez Olvera

estatus de ciudadanos con derechos y su calidad de per-


sonas con intereses propios y legítimos.
‒ Tendencialmente se ha convertido en marco para orien-
tar proyectos y luchas que reivindiquen y pongan en el
centro del debate el predominio de la democracia y el
ejercicio de los derechos humanos.
‒ Se ha constituido en la oportunidad para cuestionar las
formas de impartición de la justicia, así como la concep-
ción y ejercicio de la política.
‒ Ha abierto la posibilidad de crear y propiciar nuevas
formas de organización para el ejercicio de la ciudada-
nía: pequeño grupo autónomo de mujeres sin vínculo
con partidos políticos que, a partir del análisis de su
situación, necesidades y proyectos, otorga el carácter
público a los problemas privados.
‒ Organizaciones no gubernamentales feministas en
México, tales como Grupo Institucional de Repro-
ducción Elegida (GIRE), Diversa, Equidad de Género,
Cató­licas por el Derecho a Decidir, Grupo de Edu-
cación Popular con Mujeres, propiciaron en los años
noventa y en el umbral del nuevo milenio el desarrollo
e impulso educativo, político y de capacitación para
las mujeres, con el objeto de que su formación e in-
formación les permita poseer una educación cívica que
enriquezca, amplíe y difunda la cultura democrática
de los derechos humanos: sus valores, instituciones,
mecanismos e historia. Se espera que esto incida en
los niveles de participación ciudadana de las mujeres,
promoviendo el voto libre y secreto, así como la defen-
sa y el conocimiento de sus derechos (civiles, sociales,
políticos, sexuales y reproductivos), a través de progra-
Ciudadanía plena de las mujeres 45

mas que atiendan las peculiaridades de cada región


del país.

Actualmente, se puede decir que para muchas mujeres


una de las manifestaciones del ejercicio ciudadano se expresa en
el cuestionamiento y exigencia de condiciones, recursos y poder
para el ejercicio de sus derechos, particularmente los reproduc-
tivos. Sin embargo, es preciso reconocer que, para la mayoría, la
ciudadanía como exigencia política es un proceso en construcción
y existen algunos retos que hay que enfrentar en las instituciones
de gobierno, las organizaciones, los movimientos de mujeres e,
incluso, entre las propias mujeres.

Retos para la construcción de la ciudadanía plena:


las mujeres mexiquenses

Por medio de la ciudadanía plena se aspira a que en el Estado de


México las mujeres adultas no representen 7.1% de analfabetas
ni 9% sin instrucción escolar, que 79% de la población económi-
camente activa femenina no se concentre sólo en servicios bajo la
denominación de empleada, trabajadora de la educación, obre-
ra, comerciante, trabajadora doméstica (INEGI, 2006), sino que,
además, se ubiquen en puestos de decisión, como empresarias,
gerentes, directoras, científicas, y que dicha posibilidad sea propi-
ciada por acciones afirmativas⁵ del gobierno estatal, instituciones
públicas, partidos, sindicatos y centros de educación superior; se
espera que las mujeres campesinas e indígenas no mueran más
por enfermedades que se pueden prevenir (cáncer cervicouterino

⁵ Las acciones afirmativas corresponden a la igualdad de oportunidades mediante disposiciones que permitan con­
trastar aquellas discriminaciones que son resultado de prácticas o sistemas sociales que obstruyen la posibilidad
de vivir una igualdad real de oportunidades para las mujeres.
46 Alma Rosa Sánchez Olvera

y mamario, diabetes mellitus),⁶ que la desnutrición materna deje


de ser un rasgo común entre las mujeres pobres de la entidad,
que la violencia contra las mujeres sea sustituida por una nueva
ética de respeto a la dignidad humana y que la educación sexista,
reproducida en el sistema escolar y nutrimento de la misoginia y
el androcentrismo, sea sustituida por una cultura de igualdad y
respeto entre varones y mujeres.
En síntesis, se pretende destacar cómo la pobreza mate-
rial, cultural y simbólica limita la construcción de la ciudadanía
plena en las mujeres, llevándolas, en ocasiones, a autoexcluirse del
mundo de la política, o bien, a adolecer de la experiencia, infor-
mación y formación que propicien el ejercicio de sus derechos e
intervención en los espacios de decisión.
Hoy en día, la lucha contra la violencia de género es parte
de la agenda internacional y nacional del milenio, eje articulador
del movimiento feminista y de mujeres; motivo de justicia social,
rebelión contra la impunidad y la violación a los derechos hu-
manos. La denuncia y el castigo encuentran fundamento en los
derechos, leyes que la sociedad ha logrado construir. El reto es
erradicarla de las vidas y los cuerpos de las mujeres, pues impide
y limita su construcción ciudadana, al tiempo que resta dignidad
humana y bienestar.

Conclusiones

Es preciso reconocer que la ciudadanía como exigencia política


en la mayoría de las mujeres mexicanas es un proceso en cons-
trucción, y heterogéneo, en el que existen algunos retos que es
⁶ El Estado de México se ubica por debajo de la media nacional para la prueba de detección de cáncer cervicoute­
rino y por arriba para la prueba de detección de cáncer de mama, hipertensión arterial y diabetes mellitus, ocu­
pando en esta última el segundo lugar a nivel nacional; también es la entidad con mayor sobrepeso en hombres
(47.7%) y en mujeres (42.6%) (Rojas, Palma y Quintanilla, 2006).
Ciudadanía plena de las mujeres 47

preciso atender en las organizaciones defensoras de los derechos


humanos y en instituciones de gobierno.
Las propias mujeres deben emprender el trabajo de auto-
conciencia, práctica que posibilita su transformación en ciudada-
nas plenas con derecho a tener derechos.
Desde el feminismo, tal proceso es nombrado como po-
lítica de la experiencia que se traduce en el lema: lo personal es
político. La autoconciencia coloca a la mujer en el mundo con
una perspectiva de sí misma activa, propositiva, autónoma, ca-
paz de transformar aquello que milenariamente le han impuesto
como natural. Asimismo, se debe impulsar la formación política
de la civilidad para que sean conocidos y ejercidos los derechos
que los/as ciudadanos/as poseen, por lo que resulta fundamen-
tal promover una cultura político-social capaz de valorar y re-
conocer no sólo la individualidad de la persona como sujeto de
derechos, sino también, política y moralmente, la autonomía y
dignidad de ésta.
Si el gobierno mexiquense tiene en efecto un carácter
democrático, tendrá que atender con premura el problema de la
violencia contra las mujeres. Las propuestas han sido ya elabora­
das por los legisladores mexiquenses: crear una comisión especial
para establecer canales que garanticen la seguridad de los denun-
ciantes, la cual será integrada por la Procuraduría General de
Justicia del Estado de México, los diputados de la Comisión de
Procuración y Administración de Justicia, la Comisión Estatal de
Derechos Humanos, el Consejo Estatal de la Mujer y Bienestar
Social, y la Universidad Autónoma del Estado de México, entre
otras instancias, a fin de construir redes de ayuda y protección.
Por último, es indispensable asignar un presupuesto y otros re-
cursos, así como la creación de políticas públicas en materia de
salud general, salud sexual y reproductiva, educación y empleo, a
48 Alma Rosa Sánchez Olvera

fin de que las mujeres puedan gozar de una vida digna; sólo así se
construirán algunos cimientos para que las mujeres del Estado de
México lleguen a la ciudadanía plena.
Ciudadanía plena de las mujeres 49

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Ocupación Y Género En Toluca
Norma Baca Tavira¹

Tendencias del mercado de trabajo urbano

La globalización de la economía ha traído consigo diversos efec-


tos sobre las estructuras productivas y los mercados de trabajo,
dentro de los cuales sobresalen los cambios en las estructuras
ocupacionales. En este proceso, la reestructuración productiva
coincidió con la redefinición del papel del Estado en cuanto a
su participación en la economía, y con el retiro de las tareas de
bienes­tar social aunado a una disminución de la presencia y ac-
ción de los sindicatos.
Asociado a lo anterior sobresale el proceso de flexibili-
zación² como uno de los ejes fundamentales de la nueva confi-
guración de las relaciones entre capital y trabajo, pues, sin duda,
los procesos productivos se han modificado: se pasó del trabajo
especializado y fijo en una sola tarea a multitareas, hecho que ade-
más concurre con la movilidad de puestos y el desplazamiento de
trabajadores de los procesos de producción directa hacia actividades
ubicadas en la esfera de circulación del capital. Estos cambios en
el mercado laboral han sido trascendentales y muestran el im-
pacto de la reestructuración productiva puesta en práctica con
el neoliberalismo.

¹ Maestra en estudios urbanos y regionales por la uaem e investigadora del Centro de Investigación en Ciencias
Sociales y Humanidades de la misma Universidad. Su correo electrónico es bacatavira@yahoo.es
² La flexibilización puede definirse como la desregulación de las condiciones en las que operan las relaciones labora­
les en el mercado de trabajo, reduciendo o suprimiendo las leyes e instituciones protectoras del trabajo, ya que se
les califica como distorsiones. La reestructuración de las relaciones de empleo en las empresas supone “la contra­
tación de un núcleo de trabajadores altamente adiestrados y global y polivalentemente capacitados (normalmente
hombres), y una periferia creciente de trabajadores temporales y eventuales (normalmente mujeres), trabajadores
a domicilio y subcontratistas, que juntos funcionan como una reserva laboral para supuestamente permitir el
ajuste rápido y menos costoso en los picos y caídas del ciclo productivo” (oit, 1995: 4).

[53]
54 Norma Baca Tavira

En el caso de México, desde la década de 1980, se experi-


mentaron profundas transformaciones en el modelo económico y
en el sistema político; en consecuencia, han ocurrido importantes
ajustes en las instituciones y organizaciones que intervienen en los
mercados de trabajo. Los programas de ajuste y la reorientación
de la actividad económica hacia el exterior ocasionaron una rees-
tructuración de las plantas productivas –tanto en la organización
como en la incorporación de tecnologías y nuevos criterios de se-
lección en la demanda de trabajadores–, además de una marcada
diferencia entre grandes y pequeñas empresas, lo cual redunda en
su competitividad en el mercado nacional e internacional.
En este contexto, el empleo asalariado se ha visto afec-
tado de manera negativa. Con datos de la Encuesta Nacional de
Empleo (ene), Rendón y Salas (2000: 39 y ss.) identificaron que
en México, durante la década de 1990, la proporción de perso-
nas ocupadas sujetas a relaciones salariales disminuyó de 74 a
71%, esto, principalmente, entre la población masculina, ya que
la cantidad de mujeres asalariadas se mantuvo constante. Para el
periodo 1991-1997, se observó que el trabajo no asalariado co-
rrespondía a 43% del incremento de la ocupación, destacando las
unidades unipersonales o familiares de producción o distribución
con 38%. Lo anterior muestra el creciente número de trabaja­dores
no asalariados respecto de la población económicamente activa
(pea); sin embargo, el trabajo por cuenta propia o subempleo
por lo común está asociado a condiciones de precariedad laboral.
Para los primeros años de la década de 2000, la situación
no mejoró. Para evidenciar esto, Estela Gutiérrez estima que en
1980 54% de la PEA ganaba un salario mínimo, mientras que para
1990 aumentó a 80% y en 2000 el porcentaje fue de 86%, lo cual
quiere decir que en este último año sólo 14% de la pea tenía un
puesto de trabajo con un sueldo mayor a un salario mínimo (Gu-
Ocupación y género en Toluca 55

tiérrez, 2005: 27). En la década de 2000, la economía mexicana


inició una etapa de estancamiento, como se puede observar en la
situación del empleo y desempleo; en términos generales, el ba-
lance a nivel nacional es la desaparición de empleos formales e
informales.
Las transformaciones en los mercados de trabajo corres-
ponden al descenso de la participación del sector manufacturero
en la generación de empleos y, en contraparte, al aumento del sec-
tor terciario, donde si bien una parte es atribuible a servicios es-
pecializados (profesionales, financieros), la mayor proporción de
trabajadores se ubica en los servicios personales y otros genera­
dos bajo mecanismos de autoempleo. En este sentido, sobresale
el trabajo no asalariado como el que más ha crecido; se advierte
también que la fuerza de trabajo se rejuvenece y feminiza, tal si-
tuación se presenta de manera clara en los mercados de traba-
jo metropolitanos.

Precarización y feminización del trabajo

La reforma de la política macroeconómica afecta un amplio ran-


go de actividades, sectores e instituciones económicas, y presenta
variables de precios y producción; esto, a su vez, perjudica a los
individuos, sus vínculos con el mercado laboral, su remuneración
y, en última instancia, los ingresos del hogar (Psacharopoulos et
al., 1994; Morley, 1994). Por consiguiente, las tendencias actua-
les del mercado de trabajo afectan a mujeres y hombres, pero de
manera diferente.
En el caso de México, se ha podido constatar que las mu-
jeres participan con frecuencia en trabajos de tiempo parcial o a
domicilio, ya que ello les permite conciliar de mejor forma sus
actividades económicas con sus responsabilidades en la esfera
56 Norma Baca Tavira

doméstica y reproductiva. El incremento de mujeres con doble


jornada se explica por su mayor incorporación en las activida-
des económicas, ya que su participación en el trabajo doméstico
y extradoméstico aumentó de 29.3% en 1995 a 31.7% en 1999
(inegi, 2001: 87); para 2009, más de 42% de las mujeres de 14
años y más realizaban alguna actividad económica (inegi, 2009).
Diversos y amplios estudios para Latinoamérica y para
México respaldan la afirmación de que casi siempre la mujer tiene
menos oportunidades económicas y enfrenta un acceso más res-
tringido a recursos productivos, tales como tierra, trabajo, capital
físico y financiero (Arriagada, 1987 y 1997; García y de Oliveira,
1998 y 2000; García, 2001; Gammage, 2000; Baca, 2006). De
hecho, los mercados están ausentes o sujetos al fracaso de manera
diferente para hombres y mujeres. Existe evidencia para sugerir
que hay dimensiones cualitativas y cuantitativas de la amplitud de
la pobreza en mujeres y hombres que dependen de sus diferencias
de oportunidades de trabajo, movilidad laboral, remuneración y
asignación de tareas y responsabilidades reproductivas. En ese
sentido, uno de los rasgos principales de la reestructuración eco-
nómica ha sido la búsqueda de mano de obra barata y flexible que
permita lograr de manera rápida la competitividad internacional,
por esta razón ha aumentado la participación femenina en la fuer-
za laboral (García, 2001; Castillo, 2009).
En el contexto de la economía mexicana se advierte que
en el conjunto de actividades que realizan las mujeres destacan las
relacionadas con el trabajo precario, tal situación las ha llevado
a constituirse en una fuerza de trabajo que se adapta a las nece-
sidades actuales del capital. Las empresas ocupan a mujeres que
trabajan de tiempo parcial en su casa o bien ellas venden sus mer-
cancías, pero ni siquiera son consideradas empleadas formales
por la empresa, tal es el caso de las cientos de miles de vendedoras
Ocupación y género en Toluca 57

por catálogo. También da cuenta de los cambios en el mercado


laboral el crecimiento del trabajo no asalariado, de las mujeres
que perciben menos de un salario mínimo o que simplemente no
reciben pago, de las trabajadoras a domicilio, de las que se ocupan
en las microempresas, de las microcomerciantes y de las que care-
cen de prestaciones sociales.
Brígida García (2001: 23), a partir de la información cen-
sual de 2000, expone que en México 32% de los trabajadores asa-
lariados no tiene prestaciones sociales de ningún tipo (vacaciones,
aguinaldos, reparto de utilidades, servicio médico o ahorro para
el retiro). Además, 52% de toda la fuerza de trabajo no recibe
ingresos o recibe menos de dos salarios mínimos.
En definitiva, el crecimiento de puestos de trabajo en
actividades económicas no reguladas bajo los sistemas normativos
y formales, y que se prestan bajo la modalidad de subcontratación,
empleo a tiempo parcial o microempresas basadas en la mano de
obra familiar, reflejan la situación actual del trabajo. Debido a la
precariedad laboral, al desempleo y ante la necesidad de resolver
el problema de la subsistencia, los trabajadores deben desplegar
estrategias generadoras de ingresos para garantizar el sustento de
sus hogares; la salida más común es el autoempleo, donde los tra-
bajadores informales son fundamentalmente trabajadores por su
cuenta o, en una importante proporción, en negocios familiares.
A partir de este marco, por un lado, se considera que el
sector informal es producto de la manera en que el sector formal³

³ Se reconoce que el concepto de informalidad es uno de los más polémicos en los estudios sobre el mercado de
trabajo. De manera tradicional, el concepto se refiere a formas diferenciadas de trabajo urbano precario en las
economías subdesarrolladas; por lo cual, la precariedad estaría determinada por factores diversos: bajo reque­
rimiento de capacitación y capital, escaso uso de tecnología o formas de organización modernas, operación a
pequeña escala, carácter familiar de las unidades de producción, uso intensivo de mano de obra, inexistencia
de prestaciones y seguridad social para los trabajadores, falta de estabilidad y de regulación de las actividades,
además de bajos ingresos (Baca, 2005).
58 Norma Baca Tavira

ha venido transformándose en una organización de procesos pro-


ductivos y de trabajo bajo el influjo de las innovaciones tecnoló-
gicas, dando lugar al desplazamiento de fuerza de trabajo de los
procesos directos de valorización hacia la esfera de circulación de
capital; por otro lado, no deben perderse de vista las reflexiones
en el sentido de que no es posible entender a una gran parte de los
llamados trabajadores informales y por cuenta propia, e incluso a
los trabajadores ambulantes, sin tener en cuenta el proceso de re-
estructuración económica que conduce a implantar mecanismos
de subcontratación y descentralización de las grandes empresas,
así como la imposibilidad de explicar la ampliación del trabajo fe-
menino auspiciado por estrategias del propio capital para abara­
tar la fuerza de trabajo.
En resumen, como consecuencia de las crisis económi-
cas de las últimas décadas y de los procesos de reestructuración
productiva, aunados a los viejos problemas de empleos mal re-
tribuidos, se tiene a un número cada vez mayor de individuos y
colectivos­ sociales instalándose de forma casi permanente en tra-
yectorias inestables y erráticas que degeneran en contextos y si-
tuaciones de exclusión social, con todos los costos y disfunciones
que ello puede ocasionar en los sistemas sociales y económicos.
Además, se han incrementado las actividades económicas con ba-
jos niveles de productividad y que autoemplean a miembros de la
familia, los empleos ocasionales y/o con bajas remuneraciones,
así como el trabajo a domicilio, los vendedores ambulantes y,
en general, las formas no típicamente capitalistas de producción o
informales; asimismo, se ha agudizado la pobreza urbana y con
ello han aumentado las condiciones precarias de las viviendas.
También, hombres y mujeres de distintos sectores sociales y con
diferen­te capacitación y experiencia laboral se han visto perjudi-
cados por los efectos de tales procesos.
Ocupación y género en Toluca 59

Asociado a lo anterior, resulta pertinente contar con al-


gún referente de los términos en que las instituciones están con-
siderando las formas de trabajo no tradicionales. La Organización
Internacional del Trabajo (OIT) incluye dentro de los empleos
atípicos varias modalidades: contrato por honorarios, trabajo a
domicilio, trabajo a tiempo parcial y empleos que tienen jornadas
distintas al esquema tradicional. Empleo precario, según la defi-
nición de la OIT (1998), es una relación laboral donde falta la se-
guridad de empleo, uno de los elementos principales del contrato
de trabajo; éste comprende el contrato temporal y a tiempo fijo,
el trabajo a domicilio y la subcontratación. En esta definición, la
noción de precariedad alude principalmente a la seguridad.
Así, con base en lo expuesto, la emergente precarización
del trabajo está, sin duda, asociada a las nuevas tendencias econó-
micas de globalización; en este sentido, expresan el nivel de con-
tradicción de las recientes transformaciones productivas a nivel
internacional. La globalización económica, al marcar la ruptura
de la alianza trabajo-mercado-estado de bienestar, ha relegado y
declarado exento al Estado de las responsabilidades sociales de
ocupación y seguridad en el empleo. Tal situación, en el ámbito
de las relaciones laborales, ha configurado nuevas formas de or-
ganización y gestión; la tendencia es hacia la modificación de las
estructuras de empleo y el deterioro de las condiciones de contra-
tación y uso de la fuerza de trabajo.

Trabajo femenino extradoméstico

A través de la crítica a las concepciones dominantes en relación


con el trabajo, la perspectiva de género instituyó el concepto de
trabajo extradoméstico (Baca, 2006) para representar la realidad
y características del trabajo femenino remunerado, incluyendo,
60 Norma Baca Tavira

además, al trabajo doméstico, en apariencia invisible y, en general,


no valorado ni considerado como lo que es: fundamental para la
permanencia y mantenimiento de la institución de la familia, y
soporte principal del desarrollo social.
La idea de trabajo extradoméstico enfatiza que las líneas
divisorias que separan las actividades económicas de las que no
lo son han cambiado de manera irreversible. Desde la teoría eco-
nómica sólo se considera económico a lo que es negociable en
el mercado, ya sea realizando un pago monetario o en especie.
Desde una perspectiva de género, mantener el hogar, educar a
los niños, preparar y servir la comida, atender a los enfermos y
ancianos, se consideran evidentemente actividades productivas
en estricto sentido económico, inclusive, hay familias que pagan a
otras personas para que les proporcionen estos servicios; sin em-
bargo, la labor doméstica no ha quedado formalmente reconocida
por lo que sigue pendiente la solución de este problema.
En todo caso, lo importante del planteamiento anterior
radica en que se develó la trascendencia del trabajo doméstico,
por consiguiente, la verdadera contribución femenina a la activi-
dad económica y al desarrollo social. Entonces, los conceptos de
división sexual del trabajo, doble jornada y compatibilidad entre
producción y reproducción se incorporaron a una noción del tra-
bajo acorde con la situación de la mujer.
Con base en el primero de estos conceptos, existe un eje
articulador entre el mundo del trabajo y la familia, con lo cual
queda en claro que la organización de estas dos dimensiones con-
diciona la participación femenina en las actividades extradomés-
ticas y, al mismo tiempo, contribuye a la reproducción social.
Ahora, en cuanto a los conceptos de doble jornada y
compatibilidad, éstos muestran la peculiaridad del trabajo feme-
nino en relación con el conjunto de actividades que abarca; de
Ocupación y género en Toluca 61

esta ­manera, también queda fundamentado que la adjudicación


del mundo familiar a la esfera de lo privado, en oposición a lo
público, no es más que una ideologización de estas relaciones, así
como del lugar que ocupa la mujer en ellas, lo cual obstaculizaba
comprender la vinculación que ella guarda con la reproducción
social y una serie de ámbitos afines.
Los conceptos de producción y reproducción social, divi-
sión sexual del trabajo y unidad doméstica han desempeñado un
papel crucial en la medida que permiten destacar la trascendencia
socioeconómica de la organización familiar y su centralidad en el
conjunto de la productividad social. Esto último ha coadyuvado
a precisar la función estratégica del sistema de parentesco como
eje de distribución y asignación de valores y posiciones. Por ello,
actualmente el estudio de la familia y el trabajo se encuentran vin-
culados de manera estrecha en los análisis de la mujer.
Entonces, desde la perspectiva de género, la importancia
del concepto de trabajo extradoméstico radica en que se refiere
a un trabajo realizado por mujeres, lo que amplía el abanico de
posibilidades y permite revalorar la misma definición del trabajo
que toma en cuenta a las labores domésticas, actividades vistas
como propias del género femenino.

Mercado de trabajo urbano


y relaciones de género

Ha sido considerablemente estudiado y difundido el papel de las


mujeres en la obtención de ingresos adicionales mediante el incre-
mento de su participación en diferentes formas de trabajo.
La concentración de mujeres en ciertos sectores y activi-
dades representa un aspecto contradictorio e interesante. En la
presencia masiva de mujeres en estos trabajos –sobre todo en los
62 Norma Baca Tavira

que tienen que ver con la educación, o que son socioasistenciales


y de servicios en general– intervienen factores de diversa índole,
porque no es sólo un efecto directo de la selección de la deman-
da en el interior del mercado laboral, sino que, además, contiene­
elementos de elección individual y en ésta, a su vez, influyen
condicionamientos sociodemográficos y de género que llevan
a las ­mujeres a aceptar determinados trabajos que, si bien algu-
nas veces los prefieren, la mayoría de las ocasiones esa preferencia
resulta ser la única opción debido a ciertas razones: ser mujer,
estado civil, número de hijos, nivel de instrucción, tiempo dispo-
nible limitado y necesidad de un ingreso para cubrir las múltiples
exigencias del hogar. Sin embargo, estos trabajos, incluso los de
posiciones e ingresos modestos, han significado en la vida de las
mujeres una experiencia de confrontación con su situación de
mujeres trabajadoras, confrontación que alcanza no sólo el plano
del trabajo ­remunerado, sino que también ha tocado el aspecto de
su posición en el hogar.
No obstante, en los estudios sobre la participación de las
mujeres en el mercado de trabajo es común sólo dar cuenta de la
ocupación de las mujeres, sin considerar otros aspectos como la
discriminación, la segregación y los condicionamientos laborales;
aun cuando es posible advertir su presencia a partir del análisis de
las distribuciones porcentuales de hombres y mujeres en distintas
ocupaciones y los diferentes niveles de remuneración para cada
uno; aunque también se conoce que las mujeres tienden a con-
centrarse en algunas ocupaciones, como secretarias, trabajadoras
domésticas, enfermeras o costureras, sin que se haya profundiza-
do lo suficiente en la evolución de este fenómeno.
La discriminación laboral se entiende como “el hecho de
que las mujeres reciban menores salarios y estén sujetas a condi-
ciones de trabajo menos favorables por el sólo hecho de su condi-
Ocupación y género en Toluca 63

ción femenina” (García et al., 1999: 302). La segregación laboral


basada en el género es una característica constante de los merca-
dos de trabajo, es decir, cualesquiera que sean los niveles de desa-
rrollo económico, político, social y cultural de los países, regiones,
estados o ciudades, siempre se ha mantenido, en mayor o menor
grado, la distinción de trabajo de mujeres y hombres, perjudican-
do en mayor medida a las mujeres, porque tiene efectos negativos
sobre cómo las ven los hombres y cómo se ven a sí mismas, de
allí que muchas le asignen a su trabajo una valoración de ayuda
al esposo o a la familia, como un trabajo secundario. Además, se
asume que una de las causas de las diferencias en las retribuciones
monetarias entre hombres y mujeres se debe a la segregación.
La persistencia de estos estereotipos sociosexuales entra-
ña las mismas consecuencias nocivas en el ámbito de la instrucción­
y la formación profesional, ya que perpetúan las desigualdades
entre hombres y mujeres de una generación a otra. Por un lado,
bajo los estereotipos sexuales y discriminatorios es muy común
escuchar que las mujeres prefieren ciertos trabajos con un horario
flexible que les permita atender a los hijos; por otro, se dice que
los empleadores suelen inclinarse por la contratación de mujeres­
u hombres para determinadas ocupaciones. En las situaciones
reales, los unos y las otras tienen diferentes oportunidades de as-
censo, no sólo por la posición que ocupan dentro de la estructura
de los empleos, sino, en el caso de las mujeres, por el tiempo que
disponen cada día, el cual debe ser repartido entre su actividad
económica y su trabajo doméstico, condición que de entrada sig-
nifica ya una discriminación y segregación para el trabajo de la
mujer.
Al hacer el análisis de esa preferencia desde una perspec-
tiva de género, se advierte que en las decisiones laborales inter-
vienen valores sociales y culturales adquiridos, los cuales, con
64 Norma Baca Tavira

frecuencia, implican una discriminación en contra de las mujeres


y algunas veces contra los hombres; es decir, se considera que la
predilección obedece en gran medida a las ideas y valores que tie-
ne la sociedad sobre funciones y atributos del género masculino
y del femenino.
Es verdad que algunas mujeres no aspiran a trabajar
o no tienen oportunidad de hacerlo al carecer de instrucción o
experien­cia adecuadas; sin embargo, también es cierto que los
padres y madres de muchas jóvenes deciden dar a sus hijas me-
nos estudios, incluso se les obliga a que se capaciten para ciertas
profesio­nes u oficios, comúnmente con menos ventajas para el
mercado de trabajo, lo que afecta las oportunidades que tendrán
en éste posteriormente.
En lo que respecta a la experiencia –considerada por la
teoría neoclásica como uno de los factores que determinan la dife-
rencia de ingreso entre hombres y mujeres– es ampliamente reco-
nocido que cada vez más mujeres se mantienen en el mercado de
trabajo, lo que significa que adquieren mayor experiencia; según
la teoría del capital humano, ello debería acarrear cambios sus-
tanciales en los tipos de empleo que desean y que se les ofrecen;
no obstante, se mantiene una preocupante segregación por géne-
ro. Por ejemplo, si se comparan dos ocupaciones: la de conductor
de vehículos, claramente identificada como trabajo de hombres,
y la de secretaria, como trabajo de mujeres, se encuentra que para
realizar esta última se requiere mayor conocimiento, calificación
y, aunque sea atrevido y sin ánimo de menospreciar, mayor es-
fuerzo mental; no obstante, las secretarias, en promedio, perciben
ingresos menores.
La realidad es que la distribución de la población laboral
femenina en el marco de algunas áreas del sector de servicios y del
trabajo industrial ha llevado a considerar ciertas actividades como
Ocupación y género en Toluca 65

femeninas porque tienen una relación directa con el papel y las la-
bores que tradicionalmente han desempeñado las mujeres, lo cual
prueba que en ciertas profesiones y diversos oficios es innegable
la fuerte carga de género.

Mercado de trabajo en la zmct

En el caso del Estado de México, la fuerza de trabajo de la pobla-


ción urbana guarda relación directa con su estructura producti-
va, en la cual –como en el resto del país– los mercados laborales
ofrecen, en su mayoría, puestos con condiciones precarias. En
términos operativos, la precariedad depende de factores de nor-
matividad, calidad e ingreso, por lo que incluye diversas formas
de trabajo en todos los sectores; se consideran entre ellas a las
actividades sin contratos, al trabajo eventual y de tiempo parcial
involuntario, al trabajo doméstico, al familiar no remunerado
y a todos los empleos con salarios por debajo del mínimo legal
­establecido, así como a un segmento de trabajadores indepen-
dientes, a patrones y asalariados de micro y pequeñas unidades de
producción; en sentido amplio corresponde a diversas formas
de ocupaciones asalariadas y no asalariadas, caracterizadas por la
baja calidad, inestabilidad y escasa seguridad en los ingresos.
En este apartado se analiza de manera general la estruc­
tura y dinámica del mercado de trabajo en la Zona Metropolita
de la Ciudad de Toluca (zmct)⁴ a fin de detectar dónde y con
qué características se inserta la fuerza de trabajo; para esto se con-
sideró pertinente usar como referencia estadística la información

⁴ Se adopta el criterio del inegi (2000 y 1992) para definir la zmct, integrada por los municipios de Toluca,
Metepec, Lerma, Zinacantepec y San Mateo Atenco, dado que los registros estadísticos utilizados para el análisis
del mercado de trabajo urbano de Toluca (eneu) tienen como base esta conformación de zona metropolitana.
Cabe señalar que dicha relación de municipios puede diferir de la utilizada en otros estudios debido al criterio
de definición.
66 Norma Baca Tavira

de dos encuestas que el inegi diseñó para el estudio del merca-


do de trabajo urbano: la Encuesta Nacional de Empleo Urbano
(eneu), de la cual se tomaron los referentes de ocupación de los
terceros trimestres de 1994, 1995 y 1997; y la Encuesta Nacional
de Ocupación y Empleo (enoe), de la que se utilizaron los datos
de los terceros trimestres del periodo 2005-2009.
Los municipios del Estado de México catalogados como
metropolitanos se ubican en dos grandes zonas. En 2005, 56% de
los 125 municipios que conforman esta entidad fueron clasifica-
dos de la siguiente manera: 58 forman parte de la Zona Metro-
politana de la Ciudad de México (zncm) y otros 12 conforman
la zmct (inegi, 2005a). Con datos del II Conteo de población y
vivienda (inegi, 2005a) se sabe que 87 de cada 100 mexiquenses
reside en localidades de más de 2,500 habitantes; bajo este crite-
rio, el Estado de México es demográficamente más urbano que el
promedio nacional (76.4%).
Además, la economía de esta entidad es la segunda de
mayor importancia en el contexto nacional; en 2004 su contribu-
ción al Producto Interno Bruto (pib) del país fue de 9.5%, con
esta cifra se colocó por encima de Nuevo León (7.3%) y Jalisco
(6.3%), pero por debajo del Distrito Federal (22.8%) (inegi,
2006); para 2008 su aportación disminuyó a 8.8% (inegi, 2009),
aunque siguió manteniendo el segundo lugar en la contribu-
ción al pib.
Al igual que su contribución nacional, el desempeño del
Estado de México se encuentra estrechamente relacionado con
la capacidad del sector productivo de crear riqueza a través de la
generación de bienes y servicios que se consuman en los mercados
internos, nacionales e internacionales. De manera más específica,
el potencial competitivo de la economía mexiquense está deter-
minado por las características de su aparato productivo, las cuales
Ocupación y género en Toluca 67

se advierten en la posibilidad de generar empleos y en la calidad y


tipos de puestos de trabajo ofertados en el mercado laboral.

Gráfica 1
Proporción de la población mexiquense ocupada
por sector de actividad, 2005 y 2009

Fuente: Elaboración propia a partir de inegi, 2005b y 2009.

La población ocupada en esta entidad se encuentra clara-


mente concentrada en el sector terciario como lo demuestran las
estadísticas del último quinquenio: en el tercer trimestre se pasó
de 63.4% en 2005 a 68% en 2009 (cf. gráfica 1); por lo tanto, el
comercio absorbe más de una quinta parte de la población ocupa-
da (21.6%).
La participación de la población ocupada en el sector
industrial disminuyó en el último quinquenio, pues en 2005 re-
68 Norma Baca Tavira

presentó 30.8% de la ocupación total y para 2009 esta participa-


ción fue de 26.4% (cf. gráfica 1). En la industria manufacturera
también hubo una reducción, ya que en 2005 se ubicaron 19.5%
trabajadores y en 2009, 16.6%; de igual forma, la rama de la
construcción registró una baja al pasar de 10.9% en 2005 a 8.9%
en 2009.
En los espacios metropolitanos uno de los problemas es
la escasez de suelo adecuado para usos urbanos; mientras que en
los espacios rurales la baja cobertura de servicios y equipamiento
para la producción y desarrollo social explican la situación de de-
terioro en el sector agropecuario y de pobreza de la población en
miles de localidades mexiquenses.
La polarización economía-espacio es histórica y represen-
ta la concentración del potencial económico del Estado de Méxi-
co. Municipios metropolitanos como Tlalnepantla, Naucalpan,
Ecatepec, Nezahualcóyotl y Toluca reúnen más de la mitad de las
unidades económicas de la entidad. Tal centralización económica
genera grandes desigualdades en la distribución de oportunida-
des en los diferentes grupos sociales.
En general, desde la década de 1980 se han experimen-
tado profundas transformaciones en la economía de la entidad
y, por ende, en el nivel y estructura de su fuerza de trabajo; di-
chos cambios se manifiestan en los siguientes sectores y proce-
sos: el sector manufacturero ha visto reducida su capacidad para
generar­empleos, el proceso de asalariamiento se ha visto frenado,
la terciarización del empleo se ha profundizado, las actividades
de pequeña escala proliferan, hay una concentración regional de
la actividad económica y la fuerza de trabajo se feminiza y vuelve
más joven.
Estos hechos se observan como tendencias al considerar
el estado –incluso el país– en su conjunto, pero se sabe que da-

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