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crimen de calculo
KAVILANDO
Por: Manuel Humberto Restrepo Domínguez
La corrupción es un sistema articulado para apropiarse de lo público, del bien
común, del patrimonio, en sus dimensiones de lo simbólico, lo material, los
derechos y los relatos sobre la verdad. La corrupción es un sistema
organizado para funcionar de manera armónica, es instalado en instituciones
públicas y entidades privadas, está presente en bancos y ministerios, iglesias,
clubes deportivos o militares, partidos y movimientos.
Crece donde las condiciones son propicias y favorables. No es una suma de partes, de
individuos que coinciden en prácticas aisladas que se juntan, no es sumatoria, es estrategia,
es un instrumento de saqueo, trampa, persecución, robo, extorsión, conjugación de dinámicas
formales e informales. Esta provista de incentivos que multiplican con mediana o alta
impunidad las oportunidades para corromper, sobornar, deteriorar, aniquilar o abusar del
poder en beneficio propio. La corrupción mantiene interconectadas diversas prácticas
sociales, económicas, políticas, culturales propias de su contenido.
La corrupción aunque no configura una teoría se basa en principios, tiene método y
metodologías y produce combinaciones y mezclas que generan resultados universales. El
principio general es la sacralización de lo privado y la apropiación egoísta de lo público, su
método la combinación de factores que posibilitan el saqueo y la negación y vulneración de
lo colectivo, sus metodologías mezclan el uso del terror, la administración del miedo, la
astucia, la trampa. Los corruptos tienen una vida social activa y evaden de todo tipo de control
a través de las mecanismos de corrupción, diseminadas en pequeñas, medias y grandes
prácticas.
La corrupción pasa por el clientelismo, el favoritismo, el tráfico de influencias y favores, el
robo, la defraudación al erario, la truculencia, la estigmatización al adversario, la
judicialización o eliminación física o moral de sus críticos. La corrupción se agazapa en las
zonas grises de la delgada línea divisoria entre legalidad e ilegalidad. La corrupción es
histórica, es un fenómeno social construido y mantenido en el tiempo. Su estructura es la de
un dispositivo de poder pervertido que echó raíces con el beso del judas traidor que por
monedas entregó a su líder a los criminales para ser crucificado; pasó por el reino de la
extorsión y la mordida (coima) en la Roma antigua en la que el emperador repartía sobras de
corrupción a simples funcionarios.
Los corruptos, son el motor del sistema, son astutos, codiciosos y despiadados, se encargan
de sostener las condiciones y los contextos favorables al saqueo y las falsedades garantizando
su existencia y reproducción con mínimos contratiempos y elevada eficiencia. Los corruptos
están incrustados en partidos políticos, oficinas públicas, cargos de dirección y decisión,
instituciones, bufetes de asesores y contratistas. Hacen parte de una realidad que se extiende
con el ritmo de la economía sin freno y del sometimiento de la política a las reglas del
mercado. El sistema de corrupción favorece la movilidad del capital, dinamiza los flujos de
mercancías, fortalece la conservación del poder y las prácticas autoritarias.
Los corruptos se ponen al margen de la defensa del bien común y la ética, fracturan la
confianza, la solidaridad y la convivencia. Configuran un sector social que reproduce sus
propios sujetos de corrupción y mantiene la dinámica del sistema. En Colombia un ejemplo
reciente es el de los hermanos Nule modelados por el poder para ejercer su papel, pero
también tiene funcionarios y particulares que entran al sistema por cooptación o afinidad.
Los corruptos comparten la perdida de responsabilidad ética y el sentido de ser y hacer parte
del colectivo, del entorno, de la comunidad.
Los corruptos tienen talento para engañar, organizan trampas para evadir la ley, interpretan
normas que acomodan para su beneficio, modifican el sentido común con argucias retoricas,
dispersan y obstruyen la justicia con telarañas de trámites, conocen el funcionamiento de la
economía, del interés compuesto, de las debilidades del ser humano, de las necesidades
humanas y sus urgencias, difaman, difunden temores, le tienen precio a la gente, compran
sus actuaciones, pagan por decisiones, compensan favores, controlan cargos y contratos, si
necesitan matar matan, se declaran honestos entre sí y se hacen pasito como llaman al libre
y doble juego del todo vale y del dejar hacer dejar pasar lo que los encubra y beneficie sus
intereses y los de sus aliados.
El sistema de corrupción y los corruptos configuran un crimen de calculo que algunos
analistas identifican con la fórmula de C=M+D-C, cuyo equivalente es: Corrupción (C) =
Monopolio (M) + poder discrecional (D) con menos (-) rendición de cuentas (C). La
corrupción hace parte del núcleo duro de las democracias tomadas por poderes particulares
que enviaron al margen la capacidad de los pueblos en la construcción de colectivo social.
Anida y florece donde el grado de desinstitucionalización es mayor, las estructuras políticas
no funcionan en democracia y la sociedad civil es suplantada por organizaciones al servicio
del estado.
Igual al modo de la política del terror del estado que usa la barbarie para provocar el destierro,
el sistema de corrupción es organizado para provocar el despojo y mantener el poder. La
corrupción convierte a las instituciones que soportan a la democracia en débiles instancias a
su servicio que sobreponen el interés individual a los deberes con la comunidad. La
corrupción es un sistema al que hay que derrotar totalmente si se quiere una paz estable y
duradera con garantías y derechos pero también con nuevos modos de ejercer el poder y
construir lo colectivo
Llegar a ser parte implicó superar pruebas de difícil demostración, ya que la OCDE esta
organizada en torno a valores fundamentales de: compromiso con la democracia
pluralista basada en el estado de derecho (cuestionable en Colombia por la precaria
independencia de poderes, la desigual aplicación de la ley y la exclusión de terceros con
garantías para disputar el poder); respeto de los derechos humanos (impensable con la
escabrosa realidad de lideres asesinados, políticos metidos con grupos criminales,
paramilitarismo en boga y revictimizaciòn de victimas); y el objetivo de alcanzar un
desarrollo económicamente sostenible (del que la corrupción es el principal freno, entre
otros con 156 políticos vinculados penalmente a corrupción, a oct 2017: eltiempo.com).
El gobierno del CD, sin embargo, está obligado constitucionalmente a desarticular las
tramas de corrupción por ser desencadenantes de la violación de múltiples derechos,
pero también porque “la justificación misma del Estado Social de Derecho pasa, entre
otros aspectos, por la sujeción de la actuación de sus autoridades a los principios de
legalidad, objetividad y debida utilización de los recursos públicos” ( Sentencia C-
172/06). En paralelo le corresponde enjuiciar y castigar a los responsables, para cumplir
siquiera el mínimo exigido por la OCDE, que es líder global en la lucha contra la
corrupción, por la legitimidad de países con tolerancia cero como Islandia, Nueva
Zelanda, Dinamarca, Noruega o Canadá, donde tampoco se cometen homicidios y que
podrán apoyar e intervenir con mecanismos de vigilancia in situ. La gobernabilidad del
CD, tendrá que ver con la manera como asuma la tarea urgente de investigar, detener
y encauzar de inmediato a funcionarios públicos de alto nivel, que han robado,
depredado o desviado recursos públicos hacia estrategias de terror y muerte y con mayor
premura los grandes fraudes cometidos durante el régimen Uribe. El gobierno no tendrá
excusa (salvo con ilegalidad), para impedir o negarse a recibir el apoyo de la sociedad
civil, la ONU, la CIDH y la CPI, para actuar y crear comisiones de alto nivel con
acompañamiento de la OCDE, que será la perfecta aliada de la sociedad, entre otras
acciones para tomar lo mejor de experiencias internacionales de lucha contra la
corrupción, empezando por sacar la definición de corrupción de los limites del delito
económico y extenderla a formas de abuso de poder en los cargos, conflictos de
intereses, saqueo de recursos, clientelismo y chantaje y entender que “la corrupción en
Colombia comparte medios y fines con el crimen organizado y las economías ilegales”
(Dir. Transparencia por Colombia).
Igual la OCDE podrá ser un buen aliado para avanzar en el propósito de convertir los
códigos de conducta en herramientas jurídicamente ejecutables, que prohíban
deshonestidad, clientelismo, conflicto de intereses y nepotismo y exigir a todos los
funcionarios –del vigilante al presidente-, actuar con rectitud, ser honestos, decir la
verdad y declarar el patrimonio como parte de unas estrategias de construcción de una
cultura de paz y de derechos sin mediación de los corruptus. El compromiso ético es
rechazar totalmente cualquier forma de corrupción y promover pedagogías útiles a la
formación de valores vitales de honestidad y respeto por la vida, la verdad y la justicia
y para comprender que la corrupción es un complejo problema moral, social, político y
económico que impide el buen vivir, el bienestar y el respeto por la vida y las diferencias.
Es tiempo para salir de este síntoma de la enfermedad mayor representada en la toma
del estado por verdaderas mafias con participación directa, anuencia u omisión de las
elites en el poder. Salir de la la corrupción implica compromiso y decisión personal y
colectiva para rechazar actitudes culturales o personales que tienden a creer que la
corrupción es invencible y hasta necesaria por tradición. La corrupción se manifiesta
mediante prácticas y estructuras y es imprescindible que la sociedad actúe para
derrotarlas de raíz a ambas.
La corrupción aparece como algo cercano, el fraude es común y vive cerca. Se sabe de
pagos por: un turno para obtener una cita medica, suplantar una identidad, evitar un
comparendo de transito, apadrinar a otro para un empleo, favorecer en un concurso,
imponer una reina de belleza, ocultar otro fraude, modificar actas, usar en beneficio
propio información privilegiada, decidir en un juicio, tapar una falta, modificar
resultados, falsificar recibos, dar un voto, desvirtuar una noticia, cambiar una hipótesis
de investigación judicial, entregar un diploma falso, falsear datos en una hoja de vida,
testificar en falso, fabricar miedos y mentiras. También se sabe de: entregar contratos
sin requisitos, nepotismo, contratos a familiares, cobro sexual de favores políticos,
maquillar informes de gestión, alterar la verdad, hacer publicidad engañosa, abusar del
poder para humillar y silenciar, mandar matar. Y se reconoce mas fácilmente por grandes
fraudes, desfalcos, robos continuados al erario, desvió de capitales públicos al sector
privado, manejo de cargos y contratos, compra de votos para elecciones, pago de
“bonificaciones” de empresas por facilitar el despojo libre de obstáculos (derechos).