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NOMBRE

Pablo Reyes Hernández

MATRICULA
98218
GRUPO
N051

MATERIA
Ética Profesional

DOCENTE
Dra. María Amparo Fernández López

NUMERO Y TEMA DE LA ACTIVIDAD


Actividad #2 Resumen: La convivencia Ética

CIUDAD Y FECHA
Villahermosa, Tabasco a 16 de abril del 2018.
¿Por qué la persona humana es considerada un ser relacional y qué
implicaciones tiene esto?

La persona humana es un ser relacional. La relación entre el individuo y la sociedad es


muy estrecha. El ser humano no existe sin la relación que mantiene con los demás que
le rodean. Es un ser social que, por más que a veces insista en no desear ni necesitar
la compañía de sus congéneres, la requiere como algo fundamental. Se han visto
innumerables casos de gente que, estando aislada, disminuye gran cantidad de
capacidades mentales y neurológicas, e incluso su capacidad de reconocerse y
distinguirse a sí mismo se ve socavada.

Establecemos relaciones “uno a uno” con los demás y formamos vínculos con los grupos
sociales a los que pertenecemos, y para lograr comprender cómo ocurren estas
relaciones podemos explorar la forma en que se establecen mediante ritos, tradiciones
o fórmulas de cortesía. A través del estudio y conocimiento de estas tradiciones,
costumbres, términos lingüísticos y muchos otros elementos, podemos comprender qué
cosas son las que tienen valor para un grupo determinado. Aquí la Antropología juega
un papel importante para la comprensión y el establecimiento de las normas éticas.

Por otro lado, la sociedad existe para servir a las personas, y no al revés. Es importante
entender esto porque a veces parece que las personas se vieran obligadas a mantener
funcionando, de manera obligatoria, ciertos sistemas sociales, como si el ser humano
fuera su sirviente y no al revés.

La sociedad se ha convertido en una condición esencial para que la vida humana surja
y continúe. La razón es que somos el otro: cada ser humano está en estrecha relación
con sus semejantes. Martin Buber así lo expresa cuando habla de que el ser humano,
si bien ha creído estar solo, sin dios, en varias etapas de su vida, se tiene a sí mismo.
Solamente en el reconocimiento del yo en el otro es que me llamo persona. Así,
atribuimos dignidad personal o valor a las personas debido a que en la relación que
cada uno de nosotros mantiene con los demás existe la presencia de otra persona. No
podemos simplemente abstraer lo que se llama “la persona”. Estamos hablando de una
realidad en la que las personas entran en la experiencia, la aspiración, el sentido del yo,
de los demás.
¿Qué es el bien común y cómo puede ayudar a construir relaciones
interpersonales armoniosas?

Muchas de nuestras decisiones se basan en lo que está bien para nosotros, pero no
tomamos en cuenta si esa decisión que nos conviene es también algo conveniente para
los demás. Aquí debemos hablar del concepto del bien común, aquello que beneficia a
la sociedad como un todo, en contraste con el bien privado de individuos y de sectores
reducidos de la sociedad. Si bien no se ha trabajado siempre bajo el mismo concepto,
la idea del bien común existe desde la era de las antiguas ciudades-estado griegas, y
su uso se extiende hasta la filosofía más reciente. Platón lo abordaba en sus trabajos, y
Cicerón hizo de este tema uno de sus estandartes favoritos en sus famosos Discursos.

A grandes, rasgos podríamos decir que el bien común se define como ciertas
condiciones generales que son igualmente ventajosas para todos. La noción del bien
común ha sido un tema constante en la filosofía y la ética de occidente a lo largo del
tiempo, sobre todo en la obra de personalidades como Aristóteles, Santo Tomás,
Maquiavelo y Jean-Jacques Rousseau.

En la Edad Media el concepto de bien común estuvo en gran medida supeditado a las
enseñanzas teologales, y en realidad bajo los sistemas económicos feudales era difícil
que el concepto floreciera de otra manera.

El bien común, entonces, consiste principalmente en hacer que los sistemas sociales,
las instituciones y los entornos de los que todos dependemos funcionen de una manera
que 9 beneficie a todas las personas. En los entornos donde esto no sucede surge la
corrupción, pues se ha movido un componente social importante para que funcione
solamente en beneficio de unos cuantos.

Como podemos ver, el bien común a veces requiere de acciones muy importantes, como
interesarse en la política y tratar de participar activamente en ella, en lugar de
simplemente mirar hacia otro lado cuando no nos gusta lo que vemos, en lugar de
cambiarlo. La búsqueda del bien común debería impactar todas las decisiones que
tomamos en nuestra vida personal, familiar, vocacional, financiera, congregacional,
comunitaria y pública. Son esas elecciones individuales y comunitarias, desde cómo
criamos a nuestros propios hijos hasta cómo nos relacionamos con nuestras
comunidades locales, o el aceptar nuestra responsabilidad para elegir a nuestros
gobernantes.
¿Cuáles son las principales actitudes éticas que se ponen en juego
al practicar nuestras relaciones interpersonales?

Como hemos visto, la convivencia entre las personas puede llegar a ser difícil, y como
decía Maquiavelo, hacen falta hombres virtuosos para que esto suceda. Los hombres a
los que se puede llamar de esta manera son los que poseen las siguientes cualidades
morales.

Lealtad:

La lealtad es una actitud ética muy valiosa porque significa que, sin importar lo difícil
que 12 sea, prevaleceremos en apoyar una causa que creemos justa, que nos
quedamos de pie junto a la gente y las cosas que amamos y consideramos valiosas
para nosotros, incluso en los momentos más oscuros.

Solidaridad:

La solidaridad es la idea de que todos juntos podemos lograr algo importante. Recupera
la noción de que es mejor trabajar por un bien común que por uno individual, y para que
esto ocurra la solidaridad incluye la idea de que debemos valorar a nuestros semejantes
y respetar quiénes son como individuos, para así trabajar codo a codo con ellos.

Tolerancia:

Para que en verdad la tolerancia exista, debemos, en verdad, aceptarnos unos a otros.
Esto significa, en primera instancia, conocernos a nosotros mismos, aceptarnos con
todo y nuestros defectos, y desde esta base podremos aceptar y respetar a todos los
demás. Pero, además, la tolerancia implica que, aunque no estemos de acuerdo con las
ideas de los demás, no debemos ofenderlos o discriminarlos. Simplemente, se trata de
ideas con las que no concordamos, así que no discriminaremos o haremos menos a
alguien solamente porque en algo no piensa igual a nosotros. Le trataremos con respeto
y cordialidad, aunque sus ideas no sean como las nuestras.

Honestidad:

Una persona honesta procura siempre anteponer la verdad en sus pensamientos,


expresiones y acciones. Ser honesto es decir la verdad, sin fingimientos ni mentiras.
Hacer esto requiere de la condición de valorarse a sí mismo y de tener conciencia de lo
que realmente es significativo. Ser honesto significa elegir no mentir, robar, engañar o
engañar de ninguna manera, por lo tanto, hay que estar muy convencido de que la
acción elegida es la correcta, y se deben tener argumentos válidos para ella. Hace falta
tener congruencia entre lo que se hace y lo que se piensa, y tanto el pensar como el
actuar deben encaminarse a valores positivos.

Respeto:

Pero ¿qué es el respeto? Es tener “la debida consideración” por las creencias de la otra
persona, y tener consideración es poder voltear a mirar lo que otros hacen, dicen o
piensan, sin desacreditarlos. A veces, cuando personas de otras religiones llegan a
nuestra puerta a predicar sus creencias, mucha gente no los trata con respeto y eso
está mal. Que no compartamos sus ideas no significa que debamos insultarlos. El
respeto significa escuchar con amabilidad y discreción, y si no estamos de acuerdo,
podemos debatir con calma o simplemente agradecer y retirarnos. El respeto es la llave
de oro de la convivencia, pues se refiere a tratar a otros como quisiéramos ser tratados.
Si no queremos que nos insulten o descrediten, no debemos hacerlo con los demás, sin
importar qué tan lejos estemos de sus ideas

¿Qué es la responsabilidad social, porqué es importante y qué es la


responsabilidad social empresarial?

En la actualidad, muchas empresas han tenido que luchar contra el escrutinio público
que inquiere acerca de la calidad de sus productos o del bien que estos hacen a la
sociedad.

Podríamos definirla como “Actuar con preocupación y sensibilidad, consciente del


impacto de sus acciones en los demás, especialmente en los desfavorecidos”
(Entrepeneur).

la responsabilidad social se desempeña en dos ámbitos:

uno está al interior de la empresa, donde un buen puntaje lo obtienen aquellas que
otorgan beneficios y un muy buen trato a sus empleados, dándoles lugares seguros y
cómodos de trabajo, buenas prestaciones, promocionar la salud y la buena alimentación
entre ellos y asegurándose de que el empleo sea parte de su construcción de sentido
de vida, y no solamente un empleo pesado.

El otro ámbito donde la empresa puede y debe hacerse socialmente responsable es con
el exterior, el contexto en el que opera y donde presenta sus productos o servicios.
Mediante la contribución activa y voluntaria al mejoramiento social, económico y
ambiental por parte de las empresas, se puede elevar la buena opinión de las personas
respecto a ella y atraer más clientes. Por ejemplo, muchas empresas, como las que
tienen políticas “verdes”, han convertido la responsabilidad social en una parte integral
de sus modelos comerciales.

La responsabilidad social individual también podría expresarse al hacer donaciones


significativas para las causas de la sociedad, culturales o ecológicas, y no sólo donar
dinero, sino también nuestro tiempo.

Entonces, la responsabilidad social significa que las personas y las empresas tienen el
deber de actuar en el mejor interés de sus entornos y la sociedad en general.

¿Qué son la otredad y la alteridad? ¿Por qué debemos ser


conscientes de la otredad, pero también desarrollar la alteridad? ¿De
qué manera este último concepto enaltece la dignidad de la persona?

Existe un concepto que se llama la “otredad”. Para abordar este concepto, pensemos
que los individuos y grupos se apropian las categorías sociales establecidas dentro de
sus grupos de convivencia, como sus identidades culturales, étnicas, de género, de
clase, etc.

Estas categorías sociales moldean nuestras ideas sobre quiénes pensamos que somos,
cómo queremos ser vistos por los demás y los grupos a los que pertenecemos. Pero el
establecer la identidad mediante estos dispositivos hacemos una distinción sobre
aquellos que no pertenecen al conjunto establecido.

Esta distinción es la otredad, es decir, es la conciencia de que existen otros grupos y


personas fuera de los nuestros, que se diferencian de nosotros porque tienen
características distintas.

La otredad genera la idea de individualización y de identidad, que a veces son muy


necesarias para mantener cierta cohesión y cooperatividad entre los miembros de un
grupo. Sin embargo, esta cohesión también genera un sentimiento de exclusividad. Es
decir, del mismo modo que cuando nos unimos formalmente a un club o una
organización, la membresía depende de cumplir un conjunto de criterios.

La otredad es la cualidad de pensamiento que se atribuye a alguien o algo que es


diferente de nosotros o de nuestro grupo de identidad.

En contraste con el concepto de otredad, está el de la alteridad. Esta idea implica no


solamente la distinción entre “yo” y “el otro”, sino que también significa alterar entre mi
visión del mundo para intentar acomodarla a la suya. Es decir, es claro que los otros son
diferentes, pero la alteridad implica tratar de ver desde sus perspectivas, y con esto se
reconoce la dignidad y fuerza de las otras personas, su riqueza y sobre todo una
voluntad de entendimiento que fomenta el diálogo.

Es decir, es claro que los otros son diferentes, pero la alteridad implica tratar de ver
desde sus perspectivas, y con esto se reconoce la dignidad y fuerza de las otras
personas, su riqueza y sobre todo una voluntad de entendimiento que fomenta el
diálogo.

¿Por qué y cómo es que el amor y la ética están relacionados?

En cuanto al amor, si se le ve sólo como un fenómeno físico-químico que ocurre entre


dos o más personas, sin conexión con una filosofía universal u ontológica, corre el riesgo
de ser un concepto problemático para ser puesto dentro de los límites de estudio de la
ética.

Comencemos a hablar del amor a uno mismo, el cual es fundamental para poder
entregar amor a los demás. Cuando la gente se ama a sí misma, cuando tiene un buen
auto concepto y una buena autoestima, entonces la calma entra en su vida y es capaz
de ver en los demás las mismas cualidades buenas que ve para sí mismo.

Es entonces cuando asume que el otro, aunque es diferente y está más allá de sus
límites, con sus propios intereses y su libertad, de todas formas, está en estrecha
relación con la primera persona.

El amor es la base fundamental de la ética. Al mismo tiempo, el amor es uno de los


valores éticos fundamentales. No por nada es la base de muchas religiones en el
mundo. A través de un comportamiento ético, lo que vemos es la expresión de los
propios valores.

Pero precisamente la distinción entre lo placentero y el amor es la clave. El placer es


tan pasajero, es sólo la sensación de un instante. Es embriagador, pero no trasciende.
En cambio, el amor sí lo hace, enriquece a largo plazo y en gran medida.
Referencias Bibliográficas.

Gergen, K. (2016). El ser relacional. Más allá del yo y de la comunidad. NY: Desclée De
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Aquino, T. (1967). Summa contra los gentiles. Buenos Aires: Club de lectores.
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Navarro García, F. (2012). Responsabilidad social corporativa. Madrid: ESIC.


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Lovo, C. M. (1999). “La ética como filosofía primera”, en E. Levinas, Theorethikos.


Revista Web de la Universidad Francisco Gavidia, enero-febrero 1999. Recuperado de:
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