Академический Документы
Профессиональный Документы
Культура Документы
LA SITUACIóN HISTóRICA
9
Más allá del pensamiento estrictamente filosófico la Feno-
menología ha 'c ontribuído de la manera más decidida a la re-
novación de los métodos y de las orientaciones de las ciencias.
La Psicología, la Biología, la Psiquiatría, la Medicina interna,
la Jurisprudencia, las Ciencias del Espíritu, la Teología . ..
han hallado en el espíritu de la nueva escuela una fuente in-
agotable de problemas y sugestiones y un ensanchamiento
insospechado de los horizontes de su investigación.
Fuera de Alemania la investigación fenomenológica halló
una amplia repercusión en el drculo filosófico de Praga. En
España ejerció muy pronto una influencia fecunda en las Uni-
versidades de Madrid y de Barcelona e irradió, a partir de ellas,
de una manera difusa, a todos los ámbitos de la cultura. Lo
mismo ocurrió en Hispano-América y muy especialmente en
la Universidad de Buenos Aires. En el momento actual, los
temas puestos a discusión por las diversas escuelas fenomeno-
lógicas y sus derivaciones constituyen, en el mundo entero, el
núcleo de las más vivas discusiones.
10
pulos más destacados de la escuela vienesa. A ello es preciso
añadir la sugestión de la psicología de Stumpf, orientada en
la descripción introspectiva Y vinculada a las clásicas investiga-
ciones de Helmholtz sobre el sonido.
A pesar de todo, Husserl perte~ece en esenda a la corriente
del idealismo moderno que, a partir de Descartes, pasa por la
filosofía trascendental de Kant. Frente a ella, con un gesto
ampliamente integrador", intenta ser al mismo tiempo, conti-
nuación y superación.
Téngase en cuenta, en fin. que su pensamiento ha evolu-
cionado con independencia a partir de la Matemática y que sus
coincidencias con los grandes sistemas de la Historia del pen-
samiento obedecen casi siempre más que a un influjo directo
al hallazgo de soluciones análogas en el trato directo con las
cosas.
11
cultura que la oriente y le sirva de guía en sus pasos sobre la
tierra.
Esta creencia articula su pensamiento a una tradición más
amplia . . Desde su nacimiento en Grecia, la Filosofía europea
ha cifrado su pretensión más alta en el dominio de la Razón
y en la renuncia expresa a todo intento despótico, a toda cons-
tricción "sobrenatural", a toda imposición de la fuerza o de la
sugestión irracional. Sólo es posible llegar a la convivencia
y a la armonía por la libre convicción vinculada a la eviden-
cia. Para llegar a la sabiduría es preciso impregnar la vida de
Logos, limitar el ímpetu dionisíaco mediante la serenidad lu-
minosa de Apolo.
12
la Historia considerada como una doctrina de los progresos
del Espíritu humano.
El escepticismo, en todas sus formas, roe las raíces de esta
concepción optimista del Espíritu y de la Cultura, destruye
las bases de todo conocimiento cierto, destituye a la cultura
occidental de su situación privilegiada y única y reduce la idea
de un Progreso indefinido y de una misión excepcional a la
de una evolución natural que realiza como ti de las plantas y
al par de las demás culturas, sin ulterior trascendencia "en
una sublime carencia de fin". (Spengler).
Frente a los ataques del escepticismo la Razón no tiene
ulterior instancia. No puede busdar un fundamento fuera de sí
misma. Si quiere salvarse y restituir un sentido a su ilusión no
tiene más remedio que buscar su justificación en su propio seno,
Tal es la tarea de la Filosofía. Desde Sócrates y sobre todo, a
partir del Renacimiento, el ejercicio del pensamiento filOsófico
es, para el Hombre que se hunde, una empresa de salvación.
En ella buscan su cimiento las ciencias y el intelecto que las
funda. La Filosofía es un esfuerzo vigoroso y nunca abando-
nado de fundamentación radical.
13
El RACIONALISMO
14
ambiciones. O€scartes se maravilla de que una Ciencia tan per-
fecta como fa matemática no haya tenido una aplicación más
amplia y concibe el proyecto de un método universal que, sin
renunciar a la precisión de aquélla, se aplique a la totalidad de
las (;osas y a su último fundamento.
Este método universal, cimiento de todas las ciencias, no es
otra cosa que el desarrollo de la Razón humana, la exigencia
de total racionalidad. Es preciso evitar la " precipitación y la
prevención", llevar el análisis hasta el fin, no contentarse nun-
ca con probabilidades, exigir a todos y a cada uno de los pasos
del intelecto, la misma "claridad" y la misma "distinción"
que exigen las matemáticas en sus demostraciones. Sólo así
llegaremos a la constatación de " evidencias" inmediatas. La
evidencia es la base de toda Ciencia. Si falta la evidencia falta
la Ciencia . . La exigencia racional no nos permite admitir nada
que no nos sea inmediatamente "dado".
15
ciona!. La doCtrina de la subjetividad de las "cualidades se-
cundarias". formulada por Galileo, extirpa del mundo todo 10
que en él, en una u otra forma, nos aparece e hipostasia tras la
apariencia una realidad profunda -el mundo de la Física o
de la Metafísica- que no aparece a la mirada ingenua pero
que se revela a la mirada intelectual.
Y) Al lado de la intuición sensible hay una "intuición
intelectual" apta para captar la estructura ontológica del Cos-
mos, para perforar las capas superficiales y aparentes del Uni-
verso y precisar, tras las apariencias, los elementos estructu-
rales de la realidad. Tal es, en substancia, la célebre teoría de
las "ideas innatas".
Estas hipótesis descansan en una presuposición más pro-
funda que se destaca, a partir del Cogito cartesiano, en todas
las formas del argumento ontológico. para demostrar la exis-
tencia de Dios.
En efecto : una vez demostrada la subjetividad de las
" cualidades secundarias". el mundo, tal como nos es inmedia-
tamente .dado en la percepción sensorial, queda íntegramente
incluído en el campo de la conciencia. Las sensaciones sólo
son concebibles en relación con un sensorio. Pero las .ideas
-las "ideas innatas"- y sus concatenaciones racionales sólo
tienen realidad en relación con un intelecto. Fuera de la con-
ciencia, el mundo -en su aspecto sensorial y en su estructu-
ra racional- se reduce a ' la nada. "Todo es extensión y
movimiento en la extensión". dirá Descartes, menos el pen-
samiento que se piensa a sí mismo y piensa la extensión. Nada
nos garantiza que a la realidad "objetiva" de las ideas -puro
correlato del acto de pensamiento-- corresponda una realidad
"formal" y substancial El rigor del método -el imperativo
de evidencia- nos encierra en el Cogito. El Cosmos entero
queda incluí do en la conciencia.
Para que el edificio de la Ciencia y de la Lógica universal
que le sirve de base tengan una garantía de validez más allá
de la conciencia que los piensa es preciso "demostrar" que a
la intuición intelectual corresponde una realidad racional. No
16
es preciso demostrar la correlación del intelecto a la cosa --el
intelecto descansa en sí mismo y halla en sí mismo títulos in-
apelables- sino la correspondencia de la cosa con el intelecto.
Si hallamos esta garantía, las tres suposiciones antes mencio-
nadas hallan su plena justificación y se abre a la Ciencia una
perspectiva luminosa, que le asegura, en principio, el do minie
intelectual del Universo.
y, puesto que no es posible presuponer nada, es preciso
hallar esta garantía en el interior del intelecto mismo, que la
racionalidad del mundo surja de una manera inmediata de la
contextura de la conciencia. El argumento ontológico nos la
ofrece, mediante la demostración, a priori, de la existencia de
Dios. Yo tengo en mí la idea de un Ser perfecto. Por serlo,
excluye toda imperfección e incluye toda perfección. La "exÍs-
tencia" es una perfección. La "inexistencia" una imperfecc:ón.
La idea de un Ser perfecto incluye, por tanto, la primera y
excluye la segunda. La "existencia" es un predicado necesario
de Dios. La idea de Dios que hallo con evidencia en mí, lleva
en sí misma la garantía de su existencia. Mediante ella la tras-
cendencia se halla implícita en la inmanencia. Yo me trascien-
do a mí mismo. ' Mi imperfección y mi infinitud se hallan in-
cluídas en el ámbito infinito de mi idea. La realidad de ésta
depende sólo de su posibilidad. Demostrada ésta se hace patcntl!
aquélla. (Leibniz). Dios existe por definición (Spinoza). El
hombre se halla en presencia inmediata de Dios.
Esta demostración a priori es la base de todo el Rac:onalis··
mo. Todos sus supuestos hallan en ella una justiiicación su-
ficiente. El hombre en presencia de Dios queda constituído en
un "pequeño Dios" capaz de llegar, mediante un progreso in-
definido, a la determinación de la realidad. Dios es la garantía
suprema de la correspondencia de la realidad con las fórmulas
matemáticas de la Razón. La Razón suprema sustenta la racio-
nalidad del mundo. No es posible que el ateo sea hombre de
ciencia -Descartes-. Si no cree en la razón no es legítimo que
la ejerza. La ciencia halla una consagración divina. El hom-
bre en presencia de Dios, medillnte la intuición intelectual.
17
La fllo8ofla de HUlSerl-2.
qu~cia situado en el plano que la Teología cristiana acostumbra
reservar a la naturaleza angélica. .
EL POSITIVISMO
18
Es el mito dd pecado original siempre perviviente. En
el momento en que el hombre toca al cielo, cae a la tierra.
Una nueva etapa se anuncia llena de fervores y de suicidios.
El Romanticismo. Un movimiento dialéctico implacable re-
duce el Ser al no-Ser e inunda el mundo de sarcasmos y tra-
gedias. El "to be or not to be" de Hamlet halla su formu-
lación especulativa en la crítica penetrante del empirismo inglés.
Tras largo análisis, David Hume, en pleno siglo XVIII,
descubre el punto vulnerable de la arquitectura racionalista.
La crítica de Hume, implícita en la benevolencia escéptica de
Montaigne y en el N oVum Organum de Francis Bacon, resulta
de la exigencia misma del método cartesiano llevado a sus
últimas consecuencias. La destrucción de la ilusión racionalista
surge de su pr.opia fuente.
El imperativo de "evidencia" para todos y cada uno de
los pasos de ' la Ciencia, la necesidad ineludible de no aceptar
nada que no nos sea inmediatamente "dado" puede finalmente
interpretarse como una apelación a la experiencia personal.
Aceptada la necesidad de la "duda metódica''', el escepticis-
mo "hiperbólico" de Descartes nos lleva gradualmente, por
una evolución natural del concepto de "experiencia", a la
desubstancialización del Cosmos y ,a la destrucción de sus bases
naturales.
En substancia: la experiencia inmediata no nos ofrece otra
evidencia que la que nos es dada en los "hechos" y los "he-
chos" no son otra cosa que percepciones, es decir, agregados
de sensaciones. Lo único que nos queda, como residuo de la
" duda metódica" , es el hecho de la percepción sensorial. La
experiencia, así concebida, está constituída por las "cualidades
secundarias", consideradas desde Galileo como subjetivas. Su-
primida la arquitectura ontológica que le servía de soporte,
la realidad queda reducida a "contenido de conciencia" y el
ser de las cosas agota su realidad en el hecho de ser percibidas.
Por consiguiente el "ser es 'la percepción" (Ber ke1ey) y la
existencia se agota en un mundo sin substancia que diluye su
realidad en una conciencia sin dimensión de profundidad. "La
19
percepclOn es una a1ucinación normal" (Taine). La reaiidad
es una apariencia alucinatoria. '
Las consecuencias de la crítica "positivista" -iniciad,;: por
Hume y llevada a sus últimas derivaciones en la segunda mitad
del siglo XIX- son todavía más graves. Si las cosas son
"contenidos de conciencia" ¿la conciencia misma, qué es? Si
llevamos a cabo un análisis minucioso nos daremos cuenta de
que la conciencia, no se nos revela de una manera específica
e irreductible. Como las cosas que se dan "en ella", su con-
textura inmediata es también un agregado de "hechos", es
decir, un flujo inconexo de sensaciones asociadas en formas
diversas. No es posible ya oponer a la cosa pensante, la cosa
extensa, como 10 hacía Descartes. Pensamiento y extensión
quedan disueltos. Reducidas las cosas a sensaciones, las sen-
saciones a contenidos de conciencia y la conciencia a un agre-
gado de sensaciones, el Universo queda literalmente pulveri-
zado en una multiplicidad caleidoscópica de reverberaciones
sensoriales. Es la "experiencia pura" de William James, el
"sensacionismo" de Ernst Mach.
El "río de la conciencia" de que nos habla James, some-
tido a la prueba de la "experiencia pura" por un positivismo
llevado a su rigor extremo, se reduce, a través de la crítica
de Mach, a un plasma informe de sensaciones. El mundo en
el cual vivimos y sobre el cual la Ciencia -la "Ciencia posi-
tiva" de Augusto Comte- .proyecta sus leyes e hipótesis, no
es en realidad "un" mundo. No tiene en sí mismo ni fu~ra
de sí fundamento ni principio ni fin ni orientación ni estruc-
tura. Suprimida la realidad del mundo y mi propia realidad,
no queda otra cosa que un torrente cromático, sonoro y plu-
riforme movido sobre el abismo de la nada por una "energía",
por definición ciega, problemática e incógnita.
20
'-.que resulta de la eliminación de aquél. Para uno y otro la
. realidad se halla más allá de la "apariencia" y resulta de la
~laboración científica de ésta. La "Naturaleza" es el susten-
táculo homogéneo en el cual la "materia" o la "energía" evo-
lucionan. sujetas a un estricto determinismo causal que se desa-
rrolla en un tiempo y un espacio infinitos. Toda "aparien-
cia" es apariencia de su "realidad" . La Naturaleza es el gran
receptáculo del cual todo procede y al cual todo retorna. Tiem-
po, espacio y -causalidad, definen la realidad del mundo. Su
eStructura impasible 10 encuadra. En el naturalismo positivista
va implícita una Ontología. La realidad fundamental se halla
determinada por las categorías de la Naturaleza. Todo 10
que viola su vigencia es declarado mera apariencia o epifenó-
meno. Las sensaciones Fanescentes proliferan en la superficie
de una realidad subyacente. -materia. energía, masa- indi-
ferente a los tiempos' y a los lugares. idéntica e impasible.
En una realidad de esta índole -única que nos es permi-
tido constatar- ¿cómo llegar a dar un sentido a las "cosas",
a orientar la vida y a restituir a la Ciencia la -certeza? El
mundo de las sensaciones se desmprona. No es posible dar un
paso en él.
Las fórmulas pragmatistas, mediante las cuales se intenta
restituir un sentido a la vida y al mundo, tienen antecedentes
remotos en los orígenes mismos de la mentalidad específica-
mente moderna. El mundo moderno. a partir del Renacimien-
to, está impregnado de un activismo reformista o revolucio-
nario. El Universo es concebido, en una u otra medida, como
un instrumento que es preciso poner al servicio del Hombre.
Incluso en los momentos álgidos del intelectualismo ra-
cionalista. -Descartes, Leibniz . . . - se halla un gesto des-
pectivo hacia las especulaciones inútiles. Reducido el mundo
a mecanismo es preciso hallar los resortes que lo pongan a
nuestra disposición.
Sin tratar de buscar los orígenes primarios de esta concep-
ción activista de la vida -los hallaríamos a-caso en ciertos
aspectos del Cristianismo-- es evidente que se formula de una
2l
manera decidida a partir de Francis Bacon -que compara la
mente a la mano-- y que resuena en todos los ámbitos de la
conciencia moderna. "En el principio era la acción", afirma
Goethe, y Fichte fundamenta en la voluntad toda su deduc-
ción transcendental.
Destituída ahora, de todo fundamento ontológico y de
toda orientación metafísica o religiosa por obra de la crítica
positivista, la acción queda reducida a sí misma y es preciso
que halle en sí misma su fundamento. "Science, d'ou prévision;
prévision, d'ou action" proclama Comte. En el momento cul.
minante del cientifismo positivista la Ciencia queda despo:eída
de toda dignidad teorética y reducida a un simple instrumento
de la actividad vital.
Para moverse en el mundo, para. vivir en él y seguir un
camino, es preciso organizar las "cosas". El plasma caótico de
las sensaciones no es habitable. Para poderse instalar en él.
la vida traza caminos, lanza sobre l~ realidad mallas que la
retengan. Las "cosas" no son sino el resultado de esta pro-
yección de la energía vital sobre el torrente de la experiencia
ji
22
fcte acuerdo con
~. .
su diversidad. P;¡ra evitar el ' agotamiento de
~u energía limitada, la vida organiza el mundo, ordenándolo
~ recortándolo mediante un sistema de "conceptos". Esta orde-
,nación conceptual nos permite considerar .como igual 10 que
'~n realidad es diferente y organizar un repertorio de respuestas
automáticas J habituales a los incitantes del mundo, que re'-
quieran un esfuerzo mínimo. La Ciencia corona la obra efel
sentido común y llega, mediante una unificación progresiva de
la realidad, a un ahorro correlativo de la energía vital. En el
límite, la formulación de una ley unitaria nos permitir:a mo-
vernos en la realidad circundante mediante un esfuerzo insig-
nificante.
23
tros movidos por los hilos inconexos de asociaciones senso-
riales e impulsos. . . De imagen en imagen. de sueño en sueño.
los fervores se suceden a los fervores y se pierden en el vacío
de un infinito sin salida.
Las coordenadas cartesianas han permitido una elabora-
ción científica -toda la Mecánica- que pone- gradualmente
las cosas al servicio del hombre. El poder humano se acre-
cienta en proporciones nunca sospechadas. Podemos hacer casi
cuanto queremos . .. Pero ¿qué hacer? Destruídos el mundo
y la conciencia. ¿al servicio de qué poner nuestro poder? Per-
dido el centro de gravedad. aislado del mundo "natural" 1)
que daba sentido a la existencia. perdido en un horizonte de
asfalto. de libros y de máquinas. el hombre moderno huye
de sí mismo y reduce la vida a un sistema de "distracciones".
Un sistema de tópicos intenta restituir la alegría a la vida.
una preceptiva "deportiva" y "sana" trata de recobrar la inge-
nuidad y la sencillez preadámÍ:Cas. Una literatura "estimulan-
te" prodiga recetas de optimismo. .. En vano.
El memento de Pascal resuena profundamente en el espí-
ritu de hombres que no se avienen a "huir". Kierkegaard opone
al optimismo racionalista de Hegel una dialéctica vinculada a
la angustia. Nietzsche afirma con voz patética la existencia
dionisÍaca y solitaria del Hombre-Dios; para Dostoiewski la
Belleza que "salva al mundo". es algo "terrible y temible". El
hombre de "carne y hueso" recobra por boca de Unamuno, "el
sentimiento trágico de la vida" . ..
24
¿y la Filosofía? ¿Cuál será la tarea de la Filosofía en un
tttundo de esa índole? La Ciencia, la verd adera Ciencia -la
Giencia positiva- se limita a constata-r con rigor los "hechos",
es decir, las sensaciones y a formular las leyes de su curso, de
sus apariciones y desapariciones. Fuera de ella nada puede
aspirar a la categoría de un saber auténtico. No es posible que
aspire al conocimiento de las " cosas en sí". La "cosa en sí
es un cuchillo sin mango ni hoja" . La investigación
t
de la
Ciencia natural, en cada una de sus esferas, agota la esfera
del conocimiento. La Filosofía rznuncia a todo conocimiento
sobre la realidad. Esta renuncia expresa se daba por supuesta
en el momento en que Husserl formula sus ideas. El espíritu
"positivista" llega a ser tan poderoso que quedan incluídas
en él, como en un ámbito natural, todas las doctrinas de la
época. Tratar de evadirlo hubiera sido puro anacronismo pre-
viamente condenado. Todo S'Z plantea desde el punto de vista
positivo. Incluso los adversarios más decididos del positivismo
en sentido estricto -por ejemplo, los idealistas neokantianos-
aceptan la discusión a partir de sus supuestos.
Una tarea le quedaba, sin embargo, al conocimiento filo-
sófico que no quería renunciar a la categoría científica. El
mundo de las sensa,ciones es caótico. Sus apariciones y desapa-
riciones son momentáneas, _huideras, particulares y contin-
gentes. La Ciencia positiva trata de reducir el Caos a Cosmos,
mediante la reducción de los "hechos" a leyes que exigen la
formulación de ecuaciones permanentes, estables, universales
y necesarias .·.. ¿Cómo es esto posible?
El problema de la posibilidad y del fundamento de la
Ciencia permanece intacto. La Filosofía adopta frente a la
Ciencia la misma posición que la Ciencia frente a las cosas
del mundo. La Ciencia reduce los hechos a leyes. La Filosofía
acepta la Ciencia como un hecho y trata de formular las leyes
que se hallan en su base y la hacen posible. Las leyes que
hac.en posible la Ciencia son sus principios metódicos. La Fi-
losofía se reduce, por tanto, a Metodología y Teoría del cono-
cimiento. En otros términos: la ciencia supone una Lógica. La
25
función de la Filosofía se reduce a formular con rtgor los
principios lógicos que sirven de base al sistema de las Ciencias.
Sobre esta base común se destaca una escisión esencial.
Todo el mundo coincide en la imposibilidad de formular una
Ontología científica. Pero al positivismo estricto que busca
en las sensaciones mismas y en la consideración inmanente de
sus conexiones el fundamento lógico de la verdad y -de la
Ciencia, se opone una Epistemología trascendental que, bajo
la invocación de Kant, trata -de formular las condiciones a
priori de su posibilidad.
Todas las formas del neo-kantismo y especialmente el de
la escuela de Marbílrgo, predominante en Alemania en el mó-
mento en que Husserl formula su Teoría, coinciden en el re·
conocimiento de la insuficiencia de las sensaciones -particu-
lares y contingentes- para la fundamentación de la Ciencia
que, por definición, aspira a una valideZ universal y necesaria.
La Ciencia necesita estructuras previas a las sensaciones, ante-
riores y·posteriores a su curso evanescente. En la imposibilidad
de hallarlas en una arquitectura constitutiva del Ser, es pre-
ciso buscarlas en la actividad constituyente y sintética de la
conciencia. La Ciencia sólo es posible porque el material amorfo
de las sensaciones es apto para ser elaborado por la activida-d
organizadora del intelecto. Las viejas categorías del Ser pasan
a ser formas de la actividad sintética del juicio que construye
objetos con el material de las sensaciones.
Esta nueva forma del idealismo -en alguños respectos
radical- coincide en su presuposición "naturalista" con el
positivismo de la época. Para Cohen, por ejemplo, la Cien-
cia -la Ciencia natural- es el único supuesto -de la medi-
tación filosófica y ésta es una meditación "de segundo grado" .
Las innovaciones más radicales -Windelband, Rickert,
Dilthey . . . - no consisten, en definitiva, en 'o tra cosa que
en la afirmación de la necesidad de formular al lado de las
categorías de la Ciencia natural, un sistema irreductible de
categorías para la Ciencia histórica.
26