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Artículo de Fabricio Origlio, publicado por Novedades Educativas:

Entre las tradiciones, los contenidos y la realidad de la sala

Mientras otras disciplinas se fueron haciendo presentes en el jardín, la música quedó ajena a los
cambios y nuevas teorías. A la luz de los nuevos aportes, es posible afirmar que se puede hacer
música, escuchar distintas músicas y pensar sobre la música con los niños pequeños.

Revisando la Historia de la música en el Jardín: las tradiciones

Haciendo una revisión histórica de la inclusión de la música en el jardín de infantes, es posible


rastrear menciones sobre la presencia de esta disciplina desde el momento fundacional del nivel
(desde los tiempos de F. Froebel), que se continúan en menciones en la obra de aquellos pedagogos
que continuaron construyendo el nivel inicial, como Decroly o Montesori. Pero se trata
precisamente de menciones, porque no se encuentra, en primera instancia, un planteo profundo
sobre el abordaje disciplinar.

En este sentido, hay una serie de aportes de pedagogos musicales claramente procedentes del marco
de la formación académica (de los conservatorios), que intentan “disfrazar” de juego aquellas
ejercitaciones que los músicos ligados a este marco realizaban en su formación.

Fue de la mano de esta metodología que los primeros músicos se acercaron a la escuela, intentando
adaptar dicho planteo a las posibilidades de los niños. Planteo que tiene largos y complicados
antecedentes históricos, y cuyo fin no nos proponemos abordar en esta ocasión.

Resulta importante rescatar el momento histórico y el marco que da origen a este momento, ya que -
llamativamente-, hasta aquí no solo han pasado muchos años, sino mucha teoría que influyó en la
educación musical en el jardín.

Mientras otras disciplinas (algunas de ellas, inclusive, imposibles de ser pensadas, en otras épocas,
dentro del campo de la educación de los más pequeños) se fueron haciendo presentes en el nivel
inicial, o modificando su quehacer en la cotidianidad áulica; la música quedó en un divorcio casi
irreconciliable con estos cambios y teorías.

¿A qué cambios y teorías nos referimos específicamente? A la concepción de sujeto y de infancia que
surgen a partir de los aportes de S. Freud y la sexualidad infantil. A la concepción de “sujeto del
aprendizaje”, introducida por las investigaciones J. Piaget y la Escuela de Ginebra. A la
importancia e implicancia de los factores sociales en el aprendizaje, que plantea L. Vigotsky.
Los citados aportes influyen de manera determinante en las teorías educativas dando un marco a
una nueva concepción en la didáctica.

Mientras la educación y, específicamente, la educación inicial fueron viéndose afectadas por todos
estos cambios, la intervención de la música en este ámbito ha quedado resguardada en ciertas
tradiciones:

En el jardín todo se enseña cantando.

 Las canciones deben ser “cortitas”.


 Se deben trabajar ecos para que el niño “aprenda” (¿copie?) el ritmo.
 “Con esta música caminamos, con esta música saltamos…y con esta corremos.”

Desde estas tradiciones, en las clases de música en jardines de infantes, los niños, “prolijamente
acomodados” en ronda, cantan canciones y palmean algunos acompañamientos rítmicos, o realizan
movimientos ya consignados por el docente según distintos estímulos musicales.

Varias preguntas surgen al evocar este tipo de clases:

 ¿Qué se aprendió?
 ¿Hubo contenidos en juego o simplemente se pasó un rato agradable?
 ¿Pueden los niños aprender algunos aspectos musicales a edades tempranas, además de
cantar?
 ¿Podrá la escuela fomentar inquietudes musicales más allá de aquellos que los medios
de comunicación imponen a nuestros niños?
 ¿Están los docentes bien formados para encarar la enseñanza musical?
 ¿Son distintas las clases de música en los jardines de hoy de las clases de hace veinte
años?

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