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APORTES DE LA PSICOLOGÍA A LA
SEGURIDAD INDUSTRIAL Y LA SALUD
OCUPACIONAL
Walter Lizandro Arias Gallegos
Universidad Católica San Pablo
RESUMEN
ABSTRACT
Correspondencia: walterlizandro@hotmail.com
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Introducción
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seguridad es desigual en los países industrializados y en aquellos que se
encuentran en vías de desarrollo. Murray y López calcularon que en América
Latina y el Caribe el 3.2 por ciento de las muertes de 1990 se relacionan con el
trabajo cuyo porcentaje es el más alto en todo el mundo. Por otro lado, la
Organización Panamericana de la Salud indica que el envenenamiento por
plaguicidas y el dolor lumbar son los problemas más importantes en América
Latina, además de las enfermedades infecciosas, el ruido, la intoxicación por
metales pesados y la exposición a agentes cancerogénicos (Kales, 2004).
En ese sentido, el problema de la seguridad y la salud ocupacional de
América Latina no parece tener una base legal, ya que desde principios del
siglo XX los países de América Latina han promulgado las primeras leyes en
materia de seguridad. Según Jorge Letayf y Carlos González (1994) la primera
ley de seguridad en Perú y Salvador se aprobó en 1911, en Uruguay en 1914;
en Chile, Colombia y Panamá en 1916; en Brasil en 1919, en Ecuador en 1921,
en Venezuela en 1923, en Costa Rica y Bolivia en 1924, en Paraguay en 1927,
en Nicaragua en 1930, en México en 1931, en República Dominicana en 1932,
en Guatemala en 1946 y en Honduras en 1952.
Sin embargo, a pesar de la temprana institucionalización de la seguridad
en torno a un aparto jurídico que le valida y le regula, los índices de
accidentabilidad en América Latina son preocupantes. Según Jácome (2004),
los países andinos tienen los índices más elevados de inseguridad en diversos
aspectos, incluyendo la seguridad industrial. En México, el año 2002, en
804,389 empresas con un total de 12’112,405 trabajadores ocurrieron 302,970
accidentes de trabajo y se registraron 4,511 enfermedades laborales, murieron
1,053 obreros y 19,304 quedaron incapacitados (Anaya, 2006). En un estudio
realizado en Cuba, se encontró que del año 1993 al año 1997 se registraron
12,522 accidentes laborales sólo en la provincia de Villa Clara (Gómez y
Orihuela, 1999).
En ese sentido, aunque existen leyes que velan por la seguridad en todos
los países, muchas veces estas no se cumplen. Esto supone un reto social muy
grande ya que la seguridad debe de ser parte de nuestra cultura de vida y no
sólo la expresión de normas para el trabajo (Díaz et al., 2008). Por ejemplo,
basándose en las leyes colombianas, Leonardo Briceño (2003) realizó un
estudio en 120 empresas de Bogotá y Valle del Cauca, y encontró que sólo el
42.5 por ciento contaba con un programa de salud ocupacional y sólo la mitad
tenía reglamento de higiene y seguridad. Estas deficiencias se relacionan con el
hecho de que muchas empresas implementan normas de seguridad sólo con la
finalidad de cumplir con las leyes, mas no con la convicción de contribuir
responsablemente con la sociedad desde sus actividades productivas. Se
persigue el ahorro de gastos como consecuencia de los accidentes, pero no se
pretende la realización del trabajador como persona. Por tanto las medidas de
seguridad que se implementan tienen un alcance limitado que generan una falsa
seguridad en los trabajadores; hecho que trae más perjuicios que beneficios
(Asfahl, 2000).
Un reto de vital importancia se relaciona con el tamaño de las empresas,
ya que por lo general, la ley no obliga a que empresas con menos de 20, 25 o 50
trabajadores, según sea el país; cuenten con un programa de seguridad y salud
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ocupacional. Cuando es en estas empresas donde debido a la poca organización
y la escasa tecnología, se presenta mayor índice de accidentes (Briceño, 2003).
Situación similar se observa en empresas de trabajo temporal, ya que por dicha
condición están más expuestas a riesgos laborales (Arbués, 2001). Otro reto
tiene que ver con la extensión del marco legal de la seguridad que abarque más
sectores de producción como la agricultura y no sólo la industria, la
construcción y la minería como ocurre en Perú. Legislar y normar la seguridad
y la salud ocupacional de los agricultores es de suma importancia en países
poco industrializados, donde la agricultura es una actividad predominante,
como ocurre en América Latina. De hecho, la agricultura emplea a más de la
mitad de trabajadores del mundo y registra más del 50 por ciento de los
accidentes mortales, lesiones y enfermedades profesionales (Anaya, 2006).
Por otro lado, podemos decir que la salud ocupacional es un campo más
estudiado que la seguridad industrial y que éste se encuentra en manos de
médicos, psicólogos y otros profesionales de la salud, en lugar de los ingenieros
de seguridad. Precisamente, de las profesiones de la salud, la psicología es una
de las ciencias que más puede colaborar tanto con la salud ocupacional como
con la seguridad industrial, más aún hoy en día en que la salud mental
ocupacional supone un nuevo reto para la seguridad industrial, ya que forma
parte de los factores de riesgo psicosocial en el trabajo. Esta nueva perspectiva
de la salud ocupacional se debe en parte a los trabajos pioneros de Elton Mayo
(1880-1949). Mayo inicia sus estudios sobre los efectos de la iluminación en la
producción en la Western Electric Company en 1924 y encontró que la gente
produce con eficiencia sólo con una intensidad luminosa de 3 bujías-pie y que
el factor que más incidía en la productividad eran las relaciones humanas
(Dunnette y Kirchner, 1973). Con estos hallazgos que daban importancia al
factor humano y con el énfasis que puso Heinrich en los actos inseguros, los
estudios de seguridad empezaron a mudar desde enfoques de ingeniería
centrados en los factores físicos a enfoques más psicológicos centrados en los
trabajadores.
Comentario final
Desde los enfoques centrados en la tecnología y el error humano, la
seguridad industrial y la salud ocupacional se han integrado para desembocar
en ambos casos, en enfoques psicológicos, que privilegian una variedad de
aspectos actitudinales, motivacionales y conductuales de los trabajadores (Díaz
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et al., 2008). Es en este contexto que la psicología ha encontrado un nuevo
espacio para extender sus planteamientos teóricos a nuevos campos del
conocimiento y aplicar sus técnicas y métodos para reducir la incidencia de
accidentes en la industria a través de la promoción de la salud mental, la
responsabilidad y el autocuidado. Así, en los últimos veinte años las
contribuciones de la psicología en la prevención de accidentes de trabajo en
América Latina, ha aumentado en aspectos como el comportamiento, los
grupos y la dirección de recursos humanos, etc. (Acquardo et al., 2007). Y es
que la seguridad industrial y la salud ocupacional son ahora campos
indisolubles (Rodellar, 1999), que requieren de la atención de diversos sectores
y del aporte de diversas profesiones, siendo la psicología una ciencia que puede
contribuir con los trabajadores a través de la aplicación de sus conocimientos,
métodos y técnicas; para reducir el riesgo psicosocial y prevenir la ocurrencia
de accidentes laborales.
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