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Un ingreso básico universal sería la fórmula para evitar la ira de desempleados por la
robotización.
Por: Yuval Noah Harari - ©Project Syndicate - 11 de junio 2017, 01:00 a.m.
No todo el mundo está de acuerdo en que hará falta el IBU. El temor a que la
automatización genere un desempleo masivo se remonta al siglo XIX, y hasta ahora
nunca se ha materializado. En el siglo XX, por cada trabajo perdido a manos de un tractor
o de una computadora se creó por lo menos un nuevo empleo, y en el siglo XXI la
automatización viene causando hasta ahora pérdidas moderadas de puestos de trabajo.
Sin embargo, hay buenas razones para pensar que esta vez es diferente: el aprendizaje
de las máquinas realmente marca un antes y un después.
Los seres humanos tienen básicamente dos tipos de habilidades: físicas y cognitivas. En
el pasado, aunque las máquinas competían con los humanos principalmente en las
capacidades físicas, estos conservaban una enorme ventaja cognitiva. Pero ahora, la IA
está empezando a superar a los humanos en cada vez más habilidades.
El antes y el ahora
Durante las anteriores oleadas de automatización, la gente normalmente podía
cambiar de un trabajo de baja calificación a otro. En 1920, un trabajador rural
despedido por la mecanización de la agricultura podía encontrar un nuevo empleo en
una fábrica de tractores. En 1980, un trabajador fabril desempleado podía comenzar a
trabajar como cajero de un banco o un supermercado. Cambios que fueron factibles
porque el paso de la granja a la fábrica y de la fábrica al supermercado requirió sí una
nueva capacitación, pero limitada.
Sin embargo, en el 2040, un cajero o un obrero textil que pierdan su empleo a manos
de una máquina difícilmente podrán trabajar como ingeniero en ‘software’ o profesor
de yoga. No tendrán las habilidades necesarias.
Los partidarios del IBU esperan resolver ese problema liberando de las preocupaciones
económicas a los desocupados, que podrían simplemente olvidarse del trabajo, y
dedicarse a sus familias, aficiones y actividades comunitarias y encontrar sentido en los
deportes, las artes, etc.
Pero la fórmula del ingreso básico universal tiene sus problemas. Para comenzar, ¿qué
es universal? Si bien Elon Musk (cofundador de PayPal y Tesla) dijo que “hay una
buena posibilidad de que terminemos con un ingreso básico universal (...) debido a la
automatización”, y el expresidente Barack Obama señaló que “si un ingreso universal
es el modelo adecuado (...) es un debate que tendremos en los próximos 10 o 20
años”, no está claro de quién se está hablando. ¿Del pueblo estadounidense? ¿De la
raza humana?
Hasta ahora, todas las iniciativas de IBU han sido estrictamente nacionales o
municipales. En enero, Finlandia inició un experimento de dos años, proporcionando a
2.000 finlandeses desempleados 630 dólares al mes, independientemente de si
encuentran trabajo o no. Proyectos similares están en curso en Ontario, en Holanda y
en Livorno (Italia). El año pasado, Suiza celebró un referéndum sobre la institución de
un plan nacional de ingreso básico, pero los votantes lo rechazaron.
Sin embargo, con el aumento de la IA, los robots y las impresoras 3D, la mano de obra
barata será mucho menos importante, y la demanda de materias primas también
podría caer. En lugar de fabricar una camisa en Dhaka y enviarla a Nueva York, se
podría comprar ‘online’ el código de la camisa a Amazon e imprimirlo en
Manhattan. Las tiendas Zara y Prada podrían ser reemplazadas por centros de
impresión tridimensionales, y algunas personas hasta podrían tener estas impresoras
en su casa.
Al mismo tiempo, en vez de llamar a los servicios de atención al cliente en Bangalore
para quejarse de su impresora, uno podría hablar con una forma de IA en Google
Cloud.
En ese escenario, los ingresos que antes fluían hacia el sur ahora llenarán las arcas de
unos cuantos gigantes tecnológicos en California, lo que provocará una enorme
presión sobre las economías en desarrollo.
De modo que, si en 2050 el Gobierno Unido del Mundo acepta imponer impuestos a
Google, Amazon, Baidu Inc. y Tencent con el fin de proporcionar un ingreso básico
para cada ser humano en la Tierra, desde Dhaka a Detroit, ¿cómo definirá “básico”?
Por ejemplo, ¿el ingreso básico universal cubrirá la educación? Y si es así, ¿qué
comprenderían esos servicios: solo leer y escribir o también componer códigos
informáticos? ¿Sólo la escuela o todo, hasta el doctorado?
¿Y qué pasa con el cuidado de la salud? Si para el año 2050 los avances médicos hacen
posible desacelerar los procesos de envejecimiento y ampliar significativamente la vida
humana, ¿habrá acceso a los nuevos tratamientos para los 10.000 millones de seres
humanos del planeta o solo para unos pocos multimillonarios? Si la biotecnología
permite a los padres ‘mejorar’ a sus hijos, ¿se consideraría eso una necesidad humana
básica, o veríamos a la humanidad dividirse en diferentes castas biológicas, con ricos
superhumanos con capacidades que superan con mucho las del ‘Homo sapiens’ pobre?
Pero como las masas desempleadas no tendrán activos económicos, es difícil ver cómo
podrían esperar obtener tales lujos. En consecuencia, la brecha entre los ricos (los
gerentes de Tencent y accionistas de Google) y los pobres (los dependientes del
ingreso básico universal) podría volverse más grande que nunca.
Por lo tanto, aun cuando el ingreso básico universal signifique que las personas pobres
del 2050 gozarán de una mejor atención médica y educación, puede que sientan que el
sistema solo sirve a los superricos y que el futuro será aun peor para ellos.
La gente suele compararse con sus contemporáneos más afortunados, no con sus
antepasados. Si en 2017 se le dice a un estadounidense pobre de un barrio
pauperizado de Detroit que tiene acceso a un mejor cuidado de la salud que sus
bisabuelos en la era previa a los antibióticos, es poco probable que eso lo anime. “¿Por
qué debo compararme con los campesinos del siglo XIX?”, podría replicar esa persona.
“Quiero vivir como la gente rica que aparece en la televisión, o por lo menos como la
gente de los suburbios pudientes”.
Del mismo modo, si en el 2050 se le dice a la clase inútil que goza de una mejor
atención de la salud que en 2017, le serviría de poco consuelo, porque se estaría
comparando con los superhumanos mejorados que dominarían el mundo.
Si el ingreso básico universal tiene como propósito mejorar las condiciones objetivas
de la persona promedio en 2050, tiene una razonable posibilidad de lograrlo. Pero si
apunta a que la gente esté subjetivamente más satisfecha con su suerte con el fin de
prevenir el descontento social, probablemente no la tenga.
Daniel C. Dennett
ganado la carrera por la supervivencia entre los vertebrados del planeta, y actualmente
nosotros y nuestros animales domésticos somos más del 98 por ciento. Pero esta es sólo
una pequeña fracción de la vida terrestre. La mayoría de los seres vivos que han vivido,
entender que existen ni por qué. Lo que Daniel Dennett (Boston, 1942) llama
“competencia sin comprensión” y Borges expresó poéticamente: “No habrá una cosa que
Dennett es quizás el más conocido filósofo materialista de las últimas décadas. Los
críticos lo han calificado como “fanático intelectual” por su empeño en eliminar cualquier
vestigio de explicación espiritual, aunque es probable que esta última obra, De las
bacterias a Bach, también irrite a sectores intelectuales modernos como los defensores
humana.
En una época donde florece el escepticismo sobre los poderes analíticos, si por algo
destaca esta obra de madurez es por su genuino empeño de convencer. Dennett tiene en
sólo a explicar su idea, sino a exponer los obstáculos comunes que se le oponen.
Quizás el más potente de estos sesgos y prejuicios es lo que el autor llama “gravedad
cartesiana”, la tentación arraigada de creer que lo que existe es o bien físico o bien
conclusión de la teoría evolutiva moderna, “la extraña inversión de Darwin” que pone del
revés a dos milenios de pensamiento, cuyo dogma central fue el diseño inteligente de la
vida. Otra potente fuerza gravitatoria “cartesiana” tiene que ver con la resistencia a
aceptar que la evolución de la conciencia sea explicada “por meros procesos materiales”.
tienen en absoluto conciencia. Para Dennett existe aquí un conflicto entre la “imagen
rasgos el sentido común sobre cómo funcionan las cosas, y la “imagen científica” del
razones.
conciencia no como una maravilla creada “de arriba abajo” por un diseñador inteligente,
sino como “un sistema de máquinas virtuales” evolucionados “de abajo arriba” adaptados
milenios. La comprensión global que consiguen los cerebros humanos, es pues un costoso
en sí mismas no comprenden.
pesar de consensos más generalizados, que el ser humano sigue siendo único.