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Educación de artesanos
y obreros calificados en el siglo XIX. Alonso Vela-Ruiz Pérez *
Abocarse a la tarea de investigar la instrucción del bajo pueblo en el siglo XIX, tema
que responde al desarrollo reciente de la historia de la enseñanza en Chile,1 tiene la
* Doctor (c) en Historia, Magíster en Historia, Licenciado en Historia, Profesor de Historia y Geografía, Pontificia Universidad
Católica de Valparaíso. Profesor Titular de Historia de Chile, Pedagogía en Historia y Ciencias Sociales, Universidad del Pacífico.
1. La historiografía tradicional de la institucionalidad política, que destaca en este ámbito las ideas de los principales educadores
nacionales y el esfuerzo hegemónico que realizaron los gobiernos republicanos para expandir la educación, ha sido desarrollada
por Amanda Labarca en Nuevas Orientaciones de la Enseñanza, Santiago, Imprenta Universitaria, 1927, y, posteriormente, en su ya
clásica Historia de la Enseñanza en Chile, Ed. Universitaria, Publicaciones de la Universidad de Chile, Santiago, 1939. También por
Fernando Campos, en Desarrollo Educacional 1810-1960, Ed. Andrés Bello, Santiago, 1960, y, hace solo un par de décadas, por
Freddy Soto, en Historia de la Educación Chilena. Centro de Perfeccionamiento, Experimentación e Investigaciones Pedagógicas,
Santiago de Chile, 2000. Para el período anterior, véanse los antecedentes hispanoamericanos del espíritu de centralización en un
proyecto nacional, en el artículo de Carlos Newland, “La educación elemental en Hispanoamérica: desde la independencia hasta la
centralización de los sistemas educativos coloniales”, Hispanic American Historical Review, 1991, vol. 71.
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complejidad de estudiar una esfera esquiva como la de la cultura y, simultáneamente, a un
sujeto más escurridizo aún, como lo es el bajo pueblo o los sectores populares, de lo que “en
realidad se dice muy poco, casi nada, y en este sentido las críticas 3 al empleo de esta
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denominación son justas”. De ahí que, considerando la naturaleza polisémica del término,
hemos acotado nuestra investigación al segmento de los artesanos, el que conforme se
especializa a nivel productivo, adquiere conciencia de clase y se diferencia paulatinamente
de la masa proletaria, quienes en conjunto con los otros marginales del sistema, se volvieron
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invisibles, lastre para el progreso y la civilización.
2. Romero, Luis Alberto, “Chile, historia y bajo pueblo”, Proposiciones N°19, Ediciones Sur, Santiago, 1990, p. 276.
3.Véase Sarmiento, Domingo Faustino, Facundo. Barbarie o Civilización (1845), Jackson de Ediciones Selectas, Buenos Aires,
1947. Interesante testimonio de la época, que aunque trata sobre el caudillo riojano Facundo Quiroga y las diferencias entre los
federales y unitarios, es una descripción de la vida social y política del país que tiene alcances sociológicos, pues ofrece una
explicación histórica del conflicto entre la “civilización” y la “barbarie”, personificadas respectivamente en los medios urbano y rural.
Mas acotado al tema de estudio, véase del mismo autor Educación Popular, Ed. Librería de Facultad, Buenos Aires, 1915.
4. Según Foucault, desde el siglo XVIII se asiste a una compleja transformación que produce una “nueva economía del poder de
castigar”, expresada en una relativa humanización de los castigos que procuraba evitar la irregularidad y el exceso de poder
encarnado en una sola persona, el soberano en el Antiguo Régimen, con lo que desaparece “el cuerpo suplicado, descuartizado,
amputado, marcado simbólicamente en el rostro o en el hombro, expuesto vivo o muerto, ofrecido en espectáculo”, y la pena deja de
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La moralización de los sectores populares en Chile. Educación de artesanos
y obreros calificados en el siglo XIX. Alonso Vela-Ruiz Pérez
estar centrada en el suplicio como técnica de sufrimiento, y la pérdida de un bien o de un derecho se convierte en el mecanismo para
corregir. Foucault, Michel, Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión, Ed. Siglo Veintiuno, Madrid, 2005, pp. 16-18.
5. Foucault desarrolló una teoría del discurso para problematizar instituciones como hospitales, manicomios, prisiones, así como
también, de interés para nuestro estudio, escuelas. Su análisis se centra en los lenguajes del poder, que siendo de la burocracia, de
la administración, de la medicina o del psicoanálisis, no son descriptivos sino normativos, pues los discursos tienen el poder de
excluir al individuo del cielo de la sociedad y de determinar las condiciones de su admisión en ella. Michel Foucault, El Orden del
Discurso, Tusquets Editores, Barcelona, 1980, passim.
6. Stuven, Ana María, La seducción de un orden. Las elites y la construcción de Chile en las polémicas culturales y políticas del siglo
XIX, Ediciones de la Universidad Católica de Chile, Santiago, 2000, p. 42.
7. Véase Salazar, Gabriel, La historia desde abajo y desde dentro, Departamento de Teoría de las Artes, Facultad de Artes, Universidad de
Chile, Santiago, 2003.
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II. Campaña de Alfabetización de La Masonería
Pero su pertenencia no obsta para que parte del artesanado aspire a la promoción
social y la adquisición de un status ante la sociedad ilustrada,11 como se expresa en términos
crematísticos en la ceremonia de inauguración de una escuela nocturna en el Barrio Estación:
“Junto con la instrucción se desarrolla el hábito del ahorro. Si tomamos, por ejemplo, a un
8. C. E. Bladh, La República de Chile. 1821-1828, Editorial Universitaria, Santiago, 1952. Citado por Godoy, Milton, “Mutualismo y
educación: Las escuelas nocturnas de artesanos, 1860-1880”, en Última Década Nº 2, 1994, p. 6.
9. “Estatutos de la Sociedad de Socorros de Curicó”, Imprenta El Curicano, Curicó, 1856. Citado por Godoy, op. cit., p. 7.
10. De León, César, “Las capas medias en la sociedad chilena del siglo XIX”, Anales de la Universidad de Chile Nº 132, 1964, p. 73.
11. Para un estudio de caso sobre la integración social de los artesanos en la sociedad porteña decimonónica, véase Eduardo
Cavieres, “Grupos intermedios e integración social: la sociedad de artesanos de Valparaíso a comienzos del siglo XIX”. Cuadernos
de Historia N° 6, Departamento de Ciencias Históricas, Universidad de Chile, Santiago, 1986.
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La moralización de los sectores populares en Chile. Educación de artesanos
y obreros calificados en el siglo XIX. Alonso Vela-Ruiz Pérez
obrero instruido, que sepa distribuir bien su jornal, pero que trata de economizar para el día de
mañana... que no derroche... veréis, con sorpresa que ese obrero modelo y previsor llega a
independizarse económicamente”.12 Debido a que el mutualismo para el caso específico de la
educación, careciera de planteamientos teóricos propios, el movimiento asumió una marcada
presencia liberal con influencia masónica y positivista. De esta manera, el acercamiento de
los sectores liberales a las sociedades de artesanales, estuvo orientado a consolidar una
base de apoyo social que permitiese el desarrollo de sus ideas, mediante un discurso
educacional que buscó reformar una conducta para hiciera mejores ciudadanos. La
seducción de esta imagen de respetabilidad también se ve expresada en el discurso aludido:
“La instrucción popular tiene todavía otras funciones, suaviza las asperezas o roces sociales;
cimienta la democracia y da prestigio y estabilidad a las instituciones republicanas”.13
12. El Heraldo, 31 de octubre de 1915. Citado por Pablo Toro, “Sociedades para el desarrollo de la instrucción primaria 1856-1920”,
en revista Mapocho Nº 34, p. 16.
13. Idem.
14. Grez, Sergio, “Los primeros tiempos del partido democrático chileno”, en Dimensión Histórica de Chile Nº 8, 1991, p. 63.
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cada hombre labra su propia felicidad, “recomienda el buen uso del dinero, señalando que de
ello depende nuestra felicidad o desgracia'. También pondera el ahorro, condena los vicios y
recomienda los placeres del espíritu, como leer un libro en los momentos de ocio, por estimar
que constituyen distracciones más delicadas, más nobles, cuyas consecuencias agradables
serán más duraderas, en lugar de ser penosas'. Concluye, citando a Franklin, que las
cualidades a tener como meta en la vida son: temperancia, silencio, orden, resolución,
frugalidad, industria, sinceridad, justicia, moderación, limpieza, tranquilidad, castidad y
humildad. Finalmente, señala que el secreto para ser feliz existe en el individuo mismo, en su
responsabilidad, en su energía, previsión, orden, bondad, perseverancia y, en resumen, en su
voluntad inteligente'.” 16 Como se aprecia en el discurso moral de la logia, la educación
popular está orientada principalmente a reorientar las formas sociales más vulgares de
artesanos y obreros calificados, por ser consideradas intrínsecamente negativas.
16. Lorenzo, Santiago, “Iniciativas para moralizar a los porteños. Sus efectos sobre la sociabilidad popular en Valparaíso. 1840-
1930”, en Boletín de la Academia Chilena de la Historia N° 112, Santiago, 2003, p. 135.
17. Escobar, Dina, “Educación Popular en Chile. Un esfuerzo de los particulares: 1850-1930” en Revista de la Universidad
Metropolitana de Ciencias de la Educación, Vol. I, Nº 1, 1995.
18. Ibíd., p. 8
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y obreros calificados en el siglo XIX. Alonso Vela-Ruiz Pérez
20. Oviedo, B, “Ramón Bañados. Director Escuela A. Lincoln”, Escuela Nocturna B. Franklin. Monografía histórica, Impresora
Letras, Santiago, 1937. Citado por Godoy, op. cit., p. 3.
21. La Democracia, Santiago, 5 de febrero de 1899. Citado por Toro, op. cit., p. 13.
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de protagonismo estatal, como plantea la historiografía tradicional, sino que respondió
también a la demanda por instrucción de sectores sociales vulnerables que de esa forma
fueron construyendo su identidad. A pesar de su efímera existencia, la primera experiencia
educativa del artesanado nace en la Sociedad de la Igualdad, cuya vocación se expuso en
sus conferencias sobre escuelas gratuitas populares y la creación de la Escuela de Artesanos
de 1850. Impulsados por ésta y otras colectividades, su empeño por instruirse se observa en
la comunicación dirigida, en mayo de 1859 al Ministro de Instrucción Pública, por un grupo de
artesanos que solicitan se mantenga en funcionamiento la escuela popular de Toribio
Santander Morán, cerrada por la reducción de los recursos que sostenía aquella benéfica
sociedad, arguyendo que “contó por alumnos hasta ciento veinte artesanos, todos ellos
felices con la esperanza de mejorar su condición”.23 De esta forma, aunque en muchas
ocasiones motivos económicos actuaron como impedimento para concretar la creación de las
escuelas nocturnas, el entusiasmo por educarse se acrecienta en la segunda mitad del siglo
XIX, como se observa en 1867, cuando El Artesano de Talca expone en los estatutos de la
sociedad de artesanos El Progreso de Constitución que el objetivo de sus miembros es
“instruirse mutuamente e instruir al pueblo”.24
23. Archivo Nacional. Fondo Ministerio de Educación, volumen 87, f.74 y ss., Citado por Toro, op. cit., p. 11.
24. “Estatutos de la Sociedad de Artesanos El Progreso de Constitución”, El Artesano de Talca, 26 de enero de 1867. Citado por
Godoy, op. cit., p. 4.
25. “Memoria de la Sociedad de Artesanos de Valparaíso”, El Artesano de Talca, 11 de julio de 1869. Citado por Toro, op. cit., p. 13.
26. La Escuela Federico Varela. Publicación en su 25 Aniversario. Imprenta Victoria, Valparaíso, 1923, p. 6. Citado por Loreto Egaña,
“Pedagogía y modernidad. Configuración del sistema de educación primaria popular en el siglo XIX en Chile”, en Proposiciones Nº
24, 1994, pp. 328-334.
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La moralización de los sectores populares en Chile. Educación de artesanos
y obreros calificados en el siglo XIX. Alonso Vela-Ruiz Pérez
Artesanos de Talca, sostiene en esa ciudad una Escuela Nocturna en 1871 y otra en Linares
en 1868; la Sociedad de Artesanos de Coquimbo, sostiene una escuela en 1876; y, tal como
en el caso de Valparaíso, no siempre la instrucción se centró en sus miembros, la Sociedad de
Artesanos de Copiapó funda en 1871 una escuela primaria para menores de 18 años.
28. La Democracia, Santiago, 23 de abril de 1899. Citado por Toro, op. cit., p. 11.
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periódico popular cuando lamenta que son los agentes del Estado quienes persiguen y
destruyen este tipo de iniciativas: “Desde hace algunos años, los obreros, viéndose
desposeídos de la instrucción y necesitándola para sí y para los suyos, sintiendo los anhelos
de poseer una civilización y cultura puras, buscan y reúnen los esfuerzos entre los de su
clase, forman núcleos, sociedades, grupos, círculos, centros, escuelas y todas colectividades
que proporcionan en pequeña escala una dosis regular de ilustración”.29
* * *
Finalmente, podemos concluir que el mutualismo fue una práctica popular, que para
el caso de la educación “desde arriba” careció de planteamientos teóricos propios, lo que
inevitablemente imprimió en el movimiento una marcada presencia liberal con influencias
masónicas y positivistas. Esto dio como resultado un discurso educacional “integrador”, el
que buscó reformar una conducta con el fin de hacer mejores Hombres y Ciudadanos
“dentro” del sistema. Esto constituye en si mismo el disciplinamiento como operacionalización
de la moralización de estos sectores por la vía de educación, que obra como su mecanismo.
Este elemento se presentó como un impedimento para una mayor autonomía y coherencia en
la estructuración de una alternativa popular sólida, al menos hasta el cambio de siglo, cuando
las escuelas de artesanos fueron paulatinamente integradas al sistema educacional estatal y
con financiamiento proveniente de las municipalidades o el aporte de dineros desde el
Congreso, para terminar en la primera mitad del siglo XX, en que las escuelas de artesanos se
convertirán en la base de las nuevas Escuelas Industriales.
29. La Reforma, Santiago, 1 de agosto de 1906. Citado por Godoy, op. cit., p. 15.
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