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1. Introducción
La pena capital, mal llamada de muerte, es en realidad una condena a muerte y la
pena más rigurosa de todas. Consiste en la eliminación física del delincuente en atención a
la gravedad y atrocidad del delito cometido y a la peligrosidad del mismo. Es una
institución que ha existido desde épocas inmemoriales.
El siglo XVIII fue una época violenta, tanto Europa como en Hispanoamérica; los
rasgos de este fenómeno eran similares. La población y las autoridades se quejaban que se
vivía en constante amenaza de sufrir alguna forma de violencia; que eran muy comunes los
robos, hurtos, asaltos; en las ciudades había demasiados vagos, mendigos, limosneros,
juegos, embriaguez, prostitución, etc. El crimen parecía estar en todas partes, de noche y
de día. Los vagos y los desocupados eran un peligro para la propiedad. Pocos vecinos eran
inmunes a la agresiva violencia de los pobres y abandonados. Las autoridades reportaban
que el asesinato era muy común.
Eran escasos los sistemas policiales y de justicia y no estaban organizados para
prevenir la delincuencia, eran cuerpos de reacción organizados para reprimirlo. Los
métodos que se empleaban para perseguir a los delincuentes eran los tradicionales, tales
como las rondas de calles y plazas, los Alcaldes de la Hermandad, etc. El método de
perseguir y disuadir la delincuencia era por medio del castigo ejemplar.
Para España e Hispanoamérica el siglo XVIII fue un periodo de grandes
transformaciones. Se intento controlar la delincuencia reformando, reorganizando y
creando nuevas instituciones y leyes. De acuerdo al pensamiento ilustrado y las reformas
borbónicas, se debían de eliminar la tortura judicial, reducir las duras penas de castigo
corporal y denigrante y disminuir la aplicación de la pena de muerte.
Buen ejemplo de de ello es la situación que se dio en el Reino de Guatemala en esa
época. La mayor parte de la población vivía en la miseria, había pobreza, vagancia,
discriminación racial por el color de la piel, sistemas de privilegios, alcoholismo, una
1
Rene Johnston, “Santiago de Guatemala: un estudio de la criminalidad entre las castas, 1769-1776”. En
Anales de la Academia de Geografía e Historia, vol. 78, Guatemala, 2003, pp. 163-217
2
En Guatemala se ha escrito poco sobre el tema de la pena de muerte en la época colonial. En dos tesis
para obtener el título de Abogado y Notario de la USAC se aborda el tema del proceso histórico de la pena
capital, con menos énfasis en la época colonial. Ver a Gladis Delgado Minera en Análisis y crítica del
procedimiento para le ejecución de la pena de muerte en Guatemala. La inyección letal. Tesis (Abogado y
Notario), Universidad de San Carlos de Guatemala, Guatemala, 1999; y a Ivonne Deana Crista Ruiz Castillo
de Juárez, Análisis histórico crítico de la aplicación de la pena de muerte en Guatemala, Tesis (Abogado y
Notario), Universidad de San Carlos de Guatemala, Guatemala, 1981.
René Johnston Aguilar
La pena de muerte en la época colonial (2006)
Señala que no había una noción abstracta, clara y estática de lo que era el delito, que eran
insuficientes los textos legales y doctrinales para definirlos.3
Los delitos que tipificaban la pena capital aparecen tanto en el Derecho castellano como
en el indiano pero es más común en el primero ya que fue la inspiración del de Indias.
Estas podían estar acompañadas de penas pecuniarias o de confiscación de bienes. Las
leyes disponían que las penas pecuniarias se tuvieran en cuenta la calidad del reo en orden a
su riqueza, obedeciendo al principio romano de sustituir la pena en dinero por alguna pena
corporal para el reo que careciera de caudal. La pena de confiscación se imponía en los
delitos de máxima gravedad acompañada generalmente a la pena capital; así sucedía en los
delitos de traición, falsificación de moneda, formas agravadas de homicidio y herejía.4
Eran los homicidios que tenían las sanciones mayores ya que el condenado debía de
pagar una suma mayor a la Real Cámara, indemnizar a los herederos de la victima y otra
cantidad semejante para gastos de justicia. Para asignarles el valor de la penas se tenía en
cuenta la calidad de la victima, del delincuente y las circunstancias de los hechos. A los
homicidas, además de la pena pecuniaria, se les podía imponer la pena capital, galeras o
destierro.
Tanto para Michel Foucault como para Tomás y Valiente la ejecución pública durante el
absolutismo fue el instrumento sobresaliente de disciplina social y representó la
manifestación más elaborada y efectiva de su poder ante la sociedad. El Estado se
mostraba en la ejecución de la pena de muerte como el poder supremo y absoluto y la
solemnidad de la pena capital eran elementos reforzadores de la imagen del triunfo de la
justicia sobre el mal. Para cumplir con su fin de escarmiento, la pena de muerte se cumplía
con gran espectacularidad y teatralidad. La única exención a la pena capital era la
demencia.5
Existían varias formas de aplicar la pena de muerte: horca, degollación, hoguera,
asaetamiento, garrote y rueda. La degollación era privilegio de los hidalgos y el más
común era la horca, que por considerarse difamante, se le aplicaba únicamente a los
plebeyos. El Derecho español prescribía varias leyes con la pena capital, por:6
3
Tomás y Valiente: El Derecho Penal en la Monarquía Absoluta (siglos XI, XVII y XVIII). Madrid: 1969,
pp. 211 y 212.
4
Tomás y Valiente, 1969, p. 462.
5
Tomás y Valiente, 1969, pp. 445 y 462; Foucault, M., Vigilar y castigar: el nacimiento de la prisión,
Madrid, Siglo XXI, 1992.
y en Méndez M., Autos Acordados de la Real audiencia de Guatemala, 1561-1807, 1976.
6
Libro XII, Títulos IV al XXX en la Novísima Recopilación de las leyes de España, Madrid: (sin editor)
1805.
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La pena de muerte en la época colonial (2006)
Traición, aleve o muerte segura;
Hechicería;
Falsear moneda;
Levantamiento o sedición;
Homicidio;
Matar o herir a diferentes oficiales de la Corona;
Retar o participar en duelos;
Alcahuetes o proxenetas;
Delitos nefandos7 como sodomía, homosexualismo y bestialidad;
Causar escándalos y replicar campana;
A los bandidos y contrabandistas;
Otros con la pena capital eran para el proxeneta reincidente ; lesa majestad,
parricidio y delitos contra a fe o la propiedad.
10
Tomás y Valiente, F., “El derecho penal en la Monarquía Absoluta (siglos XVI, XVII y XVIII)”. En:
Obras Completas, Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 1997(a), t. I, p. 319.
11
Tomás y Valiente, F., “La Tortura en España”. En: Obras Completas, Madrid, Centro de Estudios
Políticos y Constitucionales, 1997(c), t. I, p. 757-911.
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débiles, vagos, degenerados y proclives al crimen y la embriagues, por lo que había que
perseguirles con mayor vigor.
En los juicios a los acusados y testigos se le preguntaba su «calidad», a la cual
debían responder si se consideraban españoles pobres, indios, negros, mulatos o pardos o lo
que fueran. Esta información era muy importante porque de acuerdo a su situación socio
económica y por separación estamental, el sistema de privilegio discriminaba a los
individuos en virtud de muy diversas circunstancias: color de la piel; estamento o linaje;
lugar de nacimiento y residencia; gremio o institución de estudio, junto con otros
elementos, diferenciaban de modo esencial a las personas. Era aquella sociedad
constitucionalmente desigual que era socialmente discriminatorio desde sus propios
fundamentos. De acuerdo a estos principios no todos eran iguales ante la ley penal.12
4. El proceso judicial
A los acusados de cometer un delito se les arrestaba y encerraba inmediatamente
después de su captura. El propósito del encierro era el de evitar su fuga. A diferencia de lo
que es hoy en día, en la Edad Moderna al acusado se le consideraba culpable y debía probar
su inocencia. Eso hacía que los juicios fueran largos y costosos. Muchas veces el acusado
pasaba años en la cárcel esperando que comenzara el juicio. Se daban casos en que el reo
era encontrado inocente de los cargos después de haber pasado largos años recluido,
sufriendo las consecuencias económicas y sociales que conllevaba el encierro.
Una vez quedaba formalmente acusado el reo, el juez procedía a formalizar la causa
procediendo a recopilar las declaraciones del acusado, del ofendido o ofendidos y de sus
familiares, los testigos, quienes lo habían capturado y si hubiere herido, del cirujano, y de
todos aquellos que considerara necesarios que comparecieran.
Para obtener información del reo cualquier estratagema era valida, incluyendo al
tormento, que fue una práctica común y admitida. El tormento era una prueba de proceso
penal destinada (por medios violentos) a la confesión de la culpabilidad de aquel contra
quien hubiere ciertos indicios. La tortura era una práctica muy común en la Edad Moderna,
tenía la finalidad de buscar las pruebas necesarias y una confesión en la que el reo admitiera
su culpa y delatara a sus cómplices o también a forzar la declaración de los testigos. 13 La
12
Johnston Aguilar, 2003, pp. 163-217.
13
Tomás y Valiente, 1997(c), p. 810.
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La pena de muerte en la época colonial (2006)
Real Audiencia de Guatemala decidió en 1791 transformar el salón de tormentos en
calabozo debido que ya “se usaba poco”.14
Se debía de establecer la clase de cada uno de ellos y si alguno o algunos eran
considerados como miembros de las castas (estado llano) ya que de acuerdo a ello se le
juzgaría. Dependiendo de la diligencia de los jueces, fiscales y abogados, un juicio podía
tomar días, semanas, meses, años o incluso nunca llegar a concluirse. Las formalidades
legales eran muy complicadas y los ministros podían hacer que se agilizara o que se
estancara. Una vez comprobada la culpabilidad del reo se declaraba la sentencia. Se le
aplicaba la pena de muerte a quienes se les comprobaba que había cometido uno de los
crímenes atroces tipificados en la ley.
Para comprobar si realmente hubo mucha violencia a mediados del siglo XVIII en la
ciudad de Santiago de Guatemala se analizaron procesos de los Alcaldes Ordinarios (jueces
del Ayuntamiento) y de la Real Sala del Crimen (jueces Oidores de la Audiencia).
Funcionaba un doble sistema de justicia (el que representaba los intereses de los criollos en
el Ayuntamiento y los de la Corona) que muchas veces resulta confuso por la dificultad en
la delimitación de las responsabilidades y autoridad asignadas a cada uno.15
A. Los Alcaldes Ordinarios del Ayuntamiento conformaban la justicia ordinaria y
conocían en primera instancia las causas civiles y criminales. En los archivos del AGCA se
revisaron 111 procesos que llevaron dichos jueces y en ellos fueron enjuiciados 124 reos. 16
En ellos se estableció lo siguiente:
Se les acusó por haber cometido los siguientes tipos de crímenes: homicidios (23%
del total), agresión (31%), robo (30%), ofensas sexuales (11%) y por venta y
producción de aguardientes ilegales (5%). La suma de las acusaciones por
trasgresiones de violencia (homicidios y agresiones) arroja un total de 51% de
todos los procesos;
En esos juicios participaron un total de 191 personas entre acusados, acusadores y
testigos. Estos se declararon a si mismos, o les asigno el juez, la calidad o casta:
5% de españoles, 5% españoles pobres, 26% mulatos, 19% pardos, 20% mestizos y
26% de indios. La mayoría de las trasgresiones fueron cometidos por mulatos y
pardos (44%) y en segundo plano por indígenas (26%). El caso de los mestizos, que
14
Méndez 1976 p.115
15
Esta y la información estadística siguiente proviene de Rene Johnston, 2003, pp. 163-217
16
Clasificados bajo Causas Civiles y Criminales en el archivo General de Centro América (AGCA)
comprendidos entre los años de 1769 y 1776.
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La pena de muerte en la época colonial (2006)
ocupa la tercera posición, es difícil de catalogar, ya que no es clara su vinculación
racial, aunque generalmente se reconocen como una mezcla de descendientes de
españoles e indígenas. Es posible que algunos de los mestizos (acusados y testigos)
que aparecen en las denuncias y juicios tuvieran alguna vinculación o descendencia
africana (ver Cuadro 1).
El género de los delincuentes era de: 84% sexo masculino y el 16% femenino (ver
el Cuadro 2).
La mayoría de los crímenes (de ambos sexos) fueron cometidos después de haber
ingerido bebidas alcohólicas o bajo distintos niveles de embriaguez. De acuerdo a
la información que proporcionaron los acusados y los testigos, el consumo de
bebidas embriagantes estuvo presente en la mayoría de los casos. Lo anterior
podría indicar que una gran parte de la población tenía una gran afición a libar. 17
17
Posiblemente este fenómeno también influyó en la criminalidad en otras ciudades hispanoamericanas,
para el caso de México ver a W.B. Taylor, embriaguez, homicidio y rebelión en las poblaciones coloniales
mexicanas, México, Fondo de Cultura Económica, 1987.
18
AGCA A.1.2 legajo 5351, expediente 45152 para la década de 1740 y 1750 y AGCA A1.2 legajo 2261
para los años de 1760 hasta 1775.
19
Información que proviene de Gabriel Haslip-Viera en Crime and Punishment in Late Colonial Mexico
City, 1692-1810, Albuquerque, University of New Mexico Press, pp. 54-76.
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Las entradas a la cárcel fueron acusaciones de: crímenes violentos el 11%; robo y
hurtos el 19%; ebriedad y vagancia el 9% y por otros crímenes no especificados un
promedio del 25% (Cuadro 4). Notase que el promedio de violencia intra personal
es sustancialmente más bajo que los de la ciudad de Santiago de Guatemala.
En esa ciudad también los hombres eran quienes representaban el mayor número de
transgresores. De 1,100 personas que fueron procesados 81% fueron hombres y
19% mujeres. Las mujeres también estaban implicadas en todo tipo de crimen,
como embriaguez y escándalo público, sexuales, homicidios, robos, etc. El autor
indica que las autoridades calculaban que una tercera parte de los arrestos debían ser
de mujeres y eso se veía reflejado en la distribución arquitectónica de la cárcel en la
que en esas proporciones estaban repartidas las instalaciones de la cárcel municipal.
20
AGCA A1.19.3 legajos 4539 al 4543.
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La pena de muerte en la época colonial (2006)
sentenciado; su clase social; el delito cometido; la pena; la apelación (sí la hubo); y
describe la ejecución de las penas. Para esta investigación se revisaron libros entre los
años de 1701 a 1765 y específicamente en los casos sobre violencia se estableció lo
siguiente:
Se localizaron 38 procesos, con 62 acusados, con sentencias por crímenes violentos.
De esas personas el 24% eran españoles (no especifica la calidad); mestizos 3%; el
19% y mulatos 53% del total. Esa proporción de los mulatos es similar a las
estadísticas en los juicios ante los jueces ordinarios. (ver Cuadro 5).
En el tipo de delito también se nota un elevado porcentaje de sentencias que tienen
que ver con la violencia intra personal (33%). Si bien es un poco más baja que la de
los juicios de los Alcaldes Ordinarios del Ayuntamiento, se debe a que en la Sala del
Crimen generalmente se juzgaban los delitos más graves y atroces y a otros se les
conmutó la sentencia por apelación (Cuadro 6). El resto son por: robo (40%), robo
sacrílego (2%), contra la moral sexual (13%), contra el honor (8%), autoridades
corruptas (2%) y sin especificar (2%).
En los sentencias se nota que sí existían bandas de delincuentes organizados, una de
ellas se dedicaba a al robo sacrílego de objetos de culto e imágenes; por
considerarse un crimen atroz, todos sus miembros fueron ahorcados. La otra es una
banda de ladrones.
Sobre el género (Cuadro 6) de los acusados se encontró que 57 pertenecían al sexo
masculino (92%) y 5 del femenino (8%).
Estadísticas de los ejecutados. Si, como se vio antes, en los juicios de los Alcaldes
Ordinarios no se encontraron procesos por sentencias de muerte, 21 en la Sala del Crimen si
se localizaron, fueron 16 juicios en los cuáles fueron ejecutadas 24 personas. De esos fallos
se deduce lo siguiente:
De los 16 juicios (Cuadro 7) con la pena capital 13 (81%) fueron por homicidio,
uno cada uno por agresión (6% cada uno), robo sacrílego y pecado nefando. De
estos 22 fueron ahorcados y dos, por pecado nefando, murieron ahorcados y
quemados.
21
Lo más probable es que si los hubo, si se toma en cuenta que en los “Libros de sentencias” hay fallos
sobre apelaciones en penas de muerte impuestas por los Alcaldes Ordinarios.
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La pena de muerte en la época colonial (2006)
De esas 24 personas (Cuadro 8), 21 de ellas del sexo masculino (87%) y 3 del
femenino (13%).
La calidad de los sentenciados fue así (cuadro 8): 4 (19%) españoles, 11 (52%)
indios, 3 mestizos (15%) y 3 mulatos (15%).
De estos realmente fueron ejecutadas 22 personas, dos de ellas mujeres (una india y
otra mulata). En dos casos se conmutó (a tres personas) la pena. En uno llegó a
suplicación y se rebajó la pena a 10 años de destierro. En otro, un español que
asesinó a un indio a palos fue sentenciado a muerte en primera instancia, al apelar el
caso, en consideración a su calidad de español, se le rebajó la pena a dos años de
presidio.22 Otro español que cometió homicidio con disparo con arma de fuego (sin
especificar el tipo) se le sentenció a 100 azotes y 10 años de presidio.23
Hay que hacer notar que en las estadísticas anteriores las clases socio culturales de
los ejecutados en el patíbulo fue variada. Si bien de acuerdo a la legislación el indígena
debía de recibir un trato especial en realidad fue el grupo étnico con mayor número de
ejecutados (54%), seguidos de mestizos y de negros y mulatos. Sólo se localizó la
ejecución de cuatro españoles (aunque no lo dice) es probable que hayan sido españoles
pobres y por lo tanto, miembros de las castas.
22
En ambos casos fueron enviados a cumplir su pena al presidio de Flores, Petén.
23
Lo particular de este caso es el hecho que aún siendo español, se le haya sentenciado a ser azotado.
24
Méndez, 1976, p. 186.
25
No se ha podido establecer exactamente cuáles eran estas, pero se supone que era un recorrido en el que
se exponía al reo en las calles, esquinas, plazas y plazoletas aledañas a la Plaza Mayor y posiblemente
también por las del barrio en el que vivía y era conocido el reo.
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sentencia, un clarín y un tambor que lo anunciaba y una guardia compuesta generalmente
de un cabo y cuatro o cinco soldados que pertenecían a la guardia del palacio. A finalizar el
recorrido era regresado a la Plaza Mayor en la que estaba localizado el patíbulo. Los
ministros “debían de vestir traje de gala, la garnacha, montar en caballos ataviados con
estribos de fierro, con mantillas de damasco negro con flecos, sin cañoneras ni
tapafundas…”, atavío y ceremonia que también usaban para los azotes y vergüenza
pública.26
A la población en general le causaba particular expectación la ejecución de la pena
de muerte y participaba activamente asistiendo a ese acto en un lugar que era propicio a la
singularidad y teatralidad del evento ya que era el mismo centro de la ciudad y todos tenían
fácil acceso a ese sitio. A las autoridades les interesaba una amplia divulgación ya que así
se cumplía la función principal del acto: el escarmiento de la población. En los casos de
particular atrocidad o escándalo la población seguía con interés el desarrollo de los juicios
asistiendo al desarrollo de estos y participaba activamente gritando improperios.
Había dos tipos de sentencias por pena de muerte que iban de acuerdo a la atrocidad
y gravedad del caso: la ordinaria y la calificada. Para la pena ordinaria la ejecución era por
medio del ahorcamiento. Después del recorrido por las calles y plazas más importantes se
regresaba al reo la Plaza Mayor en donde se colgaba al reo hasta que moría, se descolgaba y
generalmente se mutilaba el cadáver, cortándole alguno o todas las manos, extremidades o
cabeza; normalmente se cortaban las manos, se clavaban en una estaca y se colocaban en el
sitio en que se había cometido el delito. Ejemplo de este tipo de sentencia es el de una
mujer indígena que mató a su marido. Como no hablaba español durante el juicio se utilizó
a un intérprete quien no explicó que la mujer estaba en cinta. El día de la ejecución su
abogado defensor solicitó que se suspendiera la ejecución ya que estaba a punto de dar a
luz. De todos modos la sacaron de la cárcel y cuando era llevada por las “calles
acostumbradas” al pasar frente a la plaza de San Pedro un grupo de médicos la examinó y
comprobó que ya casi comenzaba el trabajo de parto. Se envió un mensajero a la Sala del
Crimen para evitar la ejecución, pero debido a lo atroz del crimen, la solicitud no fue
atendida y de todas maneras fue ahorcada ese mismo día, se le mutiló una mano y se colocó
en el lugar que había cometido el crimen.27
26
Méndez, 1976, p. 187.
27
AGCA A.1.19.3 leg. 4539 exp. 38545
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En dos casos se juzgó a bandas de mestizos y mulatos que se dedicaban al robo y
comercialización de objetos sagrados. Una banda robó varias iglesias de la ciudad y de los
pueblos periféricos. Robaron en dos iglesias (una capilla del convento de San Francisco y
en Los Remedios) vasos que contenían santos óleos y derramaron su contenido en un
charco; en otra fecha robaron la túnica del Jesús Nazareno de El Calvario y otros objetos de
culto de ese templo.28
Otra banda estaba tan organizada que robaba todo tipo de objetos de culto,
incluyendo imágenes. Operaba en la ciudad, los barrios y pueblos vecinos (tan lejos como
Santa Lucía Cotzumalguapa) y tenían alquilada una casa en Ciudad Vieja en la que vendían
lo robado.29 En ambos casos los integrantes de las bandas, incluyendo a tres mujeres,
fueron condenados a muerte por ahorcamiento.
La sentencia de muerte calificada se aplicaba en los casos que se consideraban de
mayor gravedad y atroces por lo que se les ajusticiaba de la manera más infame. Con la
soga al cuello se le ataba de pies y manos y una comitiva lo llevaba amarrado de la cola de
un caballo arrastrándolos por “calles acostumbradas”. En la Plaza mayor estaba localizado
el patíbulo y allí se le ahorcaba. Se descolgaba el cadáver y se introducía en un saco de
piel de vaca acompañado de un perro, un gallo, una víbora y un mono muertos, se cosía el
saco y eran arrojados a un río, negándoles así un cristiano enterramiento. 30 Se localizaron
dos sentencias de este tipo. Uno fue a una esclava mulata y su hijo de nueve años que le
pertenecían al párroco de la catedral que por robarle lo asesinaron, y tanto a ella como al
niño se les condenó a muerte. 31 En otro se le aplicó a una india que parió a su hijo, lo
asesinó y lo enterró bajo la puerta de entrada a su casa.32
Hubo casos en que se detectó especial interés y disgusto entre la población por lo
horrible de los crímenes. Por ejemplo: el pecado de nefando era considerado
particularmente atroz y ofensivo y recibía pena calificada. Dos mulatos esclavos violaron a
dos de los hijos menores de edad de su amo (español). Los dos acusados fueron
28
AGCA A1.19.3 leg. 4540 exp. 38547. Sobre un buen ejemplo de las bandas organizadas ver a Baeza
Martín “Disturbios en la Audiencia de Guatemala, 1725-1734. La intervención del Virrey Casafuerte”, en
Temas Americanistas, 16, 2003, pp. 21-26.
29
AGCA A1.19.3 leg. 4540 exp. 38547.
30
Método de particular infamia para crímenes de particular gravedad. Muy antiguo, usado desde la época
de la República Romana, en el que se cubría la cabeza del ajusticiado con un gorro de piel de lobo y con
calzado de madera era metido a un saco de cuero, acompañado de un perro, un gallo, una víbora y se le
arrojaba a un río o al mar, privándole de sepultura, Delgado Minera, pág. 25.
31
AGCA A1.19.3 leg. 4539 exp. 38545.
32
Costumbre prehispánica mesoamericana. AGCA A1.19.3 leg. 4540 exp. 38547.
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La pena de muerte en la época colonial (2006)
deshonrados públicamente con 200 azotes y ser arrastrados de la cola de un caballo por las
calles de la ciudad, luego fueron ejecutados a garrotazos y quemados. Por descuidar a sus
hijos, el padre también fue castigado con una pena pecuniaria de 300 pesos.33
6. Conclusiones
En la Edad Moderna, tanto en Europa como en las colonias españolas en
Hispanoamérica se sufría de un alto índice de criminalidad, que el aparato oficial era
incapaz de contener. El castigo era la única forma de contener las conductas rechazadas y
debía de ser aplicada con vergüenza pública por medio de castigos corporales difamantes
(azotes, rollo, ahorcamiento, etc.). Si la mayor parte de la población estaba compuesta de
grupos socio económicos bajos y muy pobres, sin ninguna clase de educación formal, el
visualizar castigos corporales infamantes servía para atemorizarla y disuadirla.
El castigo y su amenaza es uno de lo instrumentos con los que cuenta la sociedad
para restablecer el equilibrio y el orden. El castigo no tenía una única función, era un
hecho judicial de gran poder simbólico y real que satisfacía las necesidades de los múltiples
protagonistas. El Estado, al monopolizarlo, conseguía afianzar su modelo político y social.
La iglesia, gracias al concepto de delito-pecado, veía reforzados sus dogmas y proyecto de
hombre cristiano. La sociedad lograba la ansiada seguridad. El condenado recibía su
merecido por el delito cometido permitiéndole expiar su pecado. Y se proporcionaba el
ejemplo necesario para que nadie quisiera seguir los pasos del delincuente-pecador. La
espectacularidad teatral que rodeo a la administración de los castigos fue el medio a través
del cual se lograron los objetivos. La justicia a través del castigo, fue un medio de control
social.
Las penas iban dirigidas a dañar tres elementos: la sanidad del cuerpo; la hacienda y
el honor. El dolor de los azotes, la ruina ocasionada tras el pago de las costas de un proceso
y la infamia de verse castigado públicamente en un mundo donde el honor era
importantísimo, eran las bases que contaba el Estado para infundir ejemplo y expiar las los
delitos. La representación pública de un castigo convertía a la persona en un delincuente
ante la sociedad. La espectacularidad, la teatralidad, la ejemplaridad de muchos delitos
sólo se puede entender cuando se analiza el significado de la pena en esa concepción del
gobierno y justicia, que sólo se puede entender en el marco social y religioso del siglo
33
AGCA A1.19.3 leg 4540 exp. 38547
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La pena de muerte en la época colonial (2006)
XVIII. Los castigos eran la penitencia que permitía al condenado expiar esta ofensa civil y
religiosa. Con la pena todas las partes quedaban satisfechas del agravio perpetrado: para la
victima eran vengados los daños que había recibido y para la sociedad, el rey y la iglesia
castigadas las conductas que habían roto el orden social. El castigo era una medida de
poder disuasorio.
Por la falta de control sobre la sociedad civil ante la criminalidad las penas que se
impartían no iban dirigidas a la reforma del reo, sino que eran «ejemplarizantes», es decir,
un ejemplo para que el resto de la sociedad se cuidara de no cometer un crimen. El objeto
de las penas era el de castigar a los delincuentes para absolver su culpa e intimidar a la
población para que no delinquieran, les sacaba dinero, y indemnizaba en la medida posible
a los perjudicados. Se trataba de vincular las penas y castigos con el lugar de la acción
delictiva para grabar en la mente de los espectadores la imagen de una justicia triunfadora
de la justicia. En los delitos atroces se buscaba un trámite rápido y la pronta ejecución de la
pena capital en el lugar, o cerca de, el lugar en que se cometió el crimen. 34
En esa época la pena se concibió como «el mal que uno padece contra su voluntad y
por superior concepto por el mal que voluntariamente se hizo con malicia o por culpa». En
ello no se pone énfasis en la legalidad de la pena, que debía de ser impuesta por ley
positiva, anterior vigente en relación con cada delito en concreto. Ahí está el anuncio de un
importante defecto de las penas entonces, su frecuente y provocada indeterminación legal.
La pena tenía un fin correccional, «…que equilibraba nuevamente el orden y reponía la paz
en la sociedad como en el alma del delincuente, ya que éste con el castigo expía su culpa».
Las clases de penas eran: de muerte, destierro, mutilación, galeras, pecuniaria, trabajos
forzados en obras públicas, cárcel o vergonzosas.35
Las penas corporales y los destierros servían para causar aflicción al reo, así como
la penitencia sirve para el arrepentimiento. La ejecución pública de las penas y el rigor de
las mismas garantizaba el respeto de los súbditos a la justicia y la aversión al delito. Las
penas pecuniarias le rendían a la corona una buen ingreso que servían para pagar el costo de
la justicia que además perjudicaban el peculio del delincuente.36
La sociedad era estamental y cada quien caía dentro de una clase que iba de acuerdo
a su nivel socio económico y las penas se sentenciaban de acuerdo al grupo racial, o color
34
Los que incluían delitos impensables, como la sodomía, la bestialidad y el nefando.
35
Foucault, 1973; Tomás y Valiente, F. 1969, pp. 445 y 465.
36
De las Heras, 1991, 212.
René Johnston Aguilar
La pena de muerte en la época colonial (2006)
de la piel, del reo. El sistema de privilegios discriminaba al individuo de acuerdo a
distintas circunstancias, pero principalmente por el estamento al que pertenecía y en el que
gozaban más o menos o ningún privilegio. Para la asignación de penas se tomaba muy en
cuenta la calidad social, la edad y sexo del reo, generalmente el de más bajo nivel social
recibía una pena más dura que un hidalgo. La nobleza no podía ser denigrada, ya que esto
subvertía el orden social, las mujeres eran tratadas como menores de edad al cargo de sus
padres o maridos, del que recibían un trato similar al de los niños o jóvenes.
En cualquiera de los casos, en esa época no hubo pena capaz de disuadir al
delincuente ni controlar la violencia, incluyendo al de la pena capital. Su verdadera función
fue ideológica y política.
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Año Homicidios Agresión Robo Sexuales Portar Arma Ebrios Indios Total
# % # % # %
1747 20 40% 12 24% 18 26% 11 50
1769 10 37% 4 15% 10 37% 2 1 27
1770 20 36% 8 15% 22 42% 1 1 52
1775 15