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1 conclusión

Con El derecho a la educación y con la Declaración Universal de los Derechos Humanos, y


podemos observar la referencia a la misma, como un instrumento fundamental para conseguir la
igualdad y luchar contra todo tipo de discriminación y violencia contra las mujeres y las niñas,
como se refleja en los informes internacionales y en las aportaciones de las investigaciones.
Sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer se destaca la
importancia de la educación para superar esta discriminación,
insiste en que los Estados adoptarán las medidas necesarias para eliminar la discriminación
contra la mujer, para asegurarle la igualdad de derechos con el hombre en la esfera de la
educación en: el acceso a la misma, la obtención de becas y otras subvenciones para cursar
estudios. Estas se centran en la igualdad en la enseñanza preescolar, general, técnica y
profesional, incluida la educación técnica superior, así como en todos los tipos de capacitación
profesional; así como la eliminación de todo concepto estereotipado de los papeles masculino y
femenino en todos los niveles y en todas las formas de enseñanza, en particular, mediante la
modifi ca

Una vez más, nos tendríamos que preguntar por las políticas universitarias que mantienen en el
olvido una realidad tan alarmante como la relacionada con la formación en educación para la
igualdad, violencia de género y violencia familiar, que afecta a tantas personas. También, por la
importancia de vincular la teoría y la práctica como “ideas en acción” (Kemmis, 1998). Las
situaciones de discriminación y de violencia requieren un abordaje integral, por lo que es
imprescindible superar la fragmentación del conocimiento y llegar a la “inter-pluri
transdiciplinariedad” para mantener la vitalidad de las concepciones científi cas y evitar el encierro
disciplinario (Morin, 1999). A través de la práctica profesional, se ponen en juego toda una serie de
dimensiones que propician un nuevo replanteamiento de los procesos de profesionalización: qué
tipo de formación se les está dado a estos profesionales en derechos humanos, educación para la
igualdad, prevención de la violencia de género y familiar, qué aprenden en relación con sus
prácticas educativas posteriores en diferentes contextos y grupos, cómo recrearan estos
conocimientos en su desarrollo profesional, qué percepciones mantienen de sí como profesionales
en un mercado tendente a la competitividad y a la exclusión… La formación va muy unida a la
preparación de profesionales y, por tanto, forma parte relevante de los procesos de
profesionalización. Nuestro desafío es plantearnos y posicionarnos como profesionales de la
Educación Social ante las cuestiones que afectan a la vida de las personas, como la violencia
contra las mujeres y las niñas de todo el mundo; así como sobre nuestra responsabilidad en la
investigación y formación de profesionales competentes para que puedan incidir en los diferentes
campos del conocimiento, y contribuir a la consecución de una sociedad más equitativa y justa.
BIBLIOGRAFÍA BAS-PEÑA, Encarna, PÉREZ-DE-GUZMÁN, Victoria y VARGAS VERGARA,

2 conclusiones

del conocimiento y responsabilidad social supone un avance para la mundialización de la


educación y de sus aportaciones científi cas y sociales para hacer frente a problemas no resueltos
como la violencia sobre las mujeres en todo el mundo. La Estrategia Universidad 2015 constituye
un conjunto de ejes de mejora y modernización de las universidades y, de forma especial, la
concreción transversal de tres objetivos generales: la dimensión social de la educación superior, la
excelencia y la internacionalización. Entre los desafíos a los que la educación superior se enfrenta
cabe mencionar, a título orientativo algunas cuestiones como: superar el credencialismo imperante
desde las propias estructuras económicas de la institución universitaria y sus agencias de
evaluación; diseñar la formación en base a las necesidades reales de la sociedad y no de los
intereses particulares de quienes ostentan parcelas de poder; llevar a cabo la actual reforma sin
recursos económicos, y sin cambios en la mentalidad de quienes, en sus aulas, tienen que hacerla
realidad; superar la tradicional separación entre profesionales de la universidad y los del mundo
profesional, eliminando recelos y desconfi anzas; promover innovaciones educativas y el
desarrollo de competencias en universidades tradicionalmente orientadas a la transmisión de
conocimientos, es decir, cómo generar el cambio de modelo pedagógico que requiere pasar de
una educación centrada en la enseñanza a una educación centrada en el aprendizaje en
diferentes contextos laborales; la coordinación entre docentes, asumiendo que el desarrollo de
competencias no puede lograrse con el trabajo aislado de académicos, sino que tiene que
enfocarse de forma transversal a través de los distintos escenarios de aprendizaje y enseñanza;
superar el individualismo para articular acciones coordinadas intradepartamentales e
interdepartamentales, y, a su vez, con profesionales del mundo laboral; compaginar y articular las
exigencias de una sólida formación general con las crecientes demandas de especialización que
se plantean en la sociedad y en el mercado laboral… Estas cuestiones y otras que pudiéramos
plantearnos, sugieren que no se trata solamente de generar nuevos planes de estudio basados en
competencias, sino de cambios profundos y generales, relacionados con las concepciones de
entender la educación, la igualdad y la función docente, que lleven a cambios en las formas de
saber, saber hacer, convivir y de ser, porque “en ninguna parte del mundo el aprendizaje es
inmune a la interacción con su entorno, pero la forma que la interacción tome refl ejará claramente
la naturaleza del dominio del conocimiento en cuestión” (Becher, 2001, p.196). La respuesta a los
desafíos planteados también implica avanzar en un verdadero proceso de cambio de la cultura
organizativa universitaria, y, de las políticas y prácticas académicas que en ella se sustentan;
pasar del modelo de formación disciplinar al modelo profesional,… reformas que deberán
acompañarse de una fi nanciación adecuada si se quieren hacer realidad, superando el famoso
“coste cero”. En España, la citada Ley Orgánica 1/2004, establece en el artículo 7 que: “Las
Universidades incluirán y fomentarán en todos los ámbitos académicos la formación, docencia e
investigación en igualdad de género y no discriminación…”. Sin embargo, la universidad, a pesar
de su prestigio social, mantiene la reproducción de formas de discriminación, seGénero,
educación y convivencia, edited by Olivencia, Juan José Leiva, et al., Dykinson, 2015. ProQuest
Ebook Central, http://ebookcentral.proquest.com/lib/unadsp/detail.action?docID=4536434. Created
from unadsp on 2018-05-19 10:49:19. Copyright © 2015. Dykinson. All rights reserved.
EDUCACIÓN SOCIAL Y GÉNERO 145

BIBLIOGRAFÍA
BAS-PEÑA, Encarna, PÉREZ-DE-GUZMÁN, Victoria y VARGAS VERGARA,

Montserrat. (2014). “Educación y género. Formación de los educadores y educadoras

sociales”. Pedagogía Social. Revista Interuniversitaria, 23. En imprenta

DOI:10.7179/PSRI_2014.23.X

BAS-PEÑA, Encarna, PÉREZ-DE-GUZMÁN, Victoria y MAURANDI-LÓPEZ,

Antonio. (2015). Formación en violencia de género en el grado de Educación Social

de las universidades españolas. (en imprenta).

BECHER, T. (2001). Tribus y territorios académicos. La indagación de intelectuales

y las culturas de las disciplinas. Barcelona: Gedisa.

BOTT, Sarah; GUEDES, Alessandra; GOODWIN, Mary y MENDOZA, Jennifer

Adams (2013).Violencia contra la mujer en América Latina y el Caribe: Análisis

comparativo de datos poblacionales de 12 países. Organización Panamericana

de la Salud y los Centros para el Control y la Prevención d

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