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VIRREY DEL PINO CONTRA EL DELITO

INTRODUCCIÓN
Es éste un ensayo histórico que trata sobre la lucha de un hombre en una época y en un
ámbito dado, contra el delito. El personaje en cuestión es Joaquín del Pino, virrey que
fue de las Provincias del Río de la Plata y su época el último tercio del siglo XVIII.
La palabra delito «proviene del latín “delictum”, propiamente participio de “delinquere”
que significa “faltar, cometer una falta”1.»
Para que no queden dudas, se lo define aquí como toda trasgresión a la ley penal vigente
en el momento que el hecho se cometió. Es así que para que consideremos delito a un
hecho cualquiera debemos contrastarlo con el orden jurídico de aplicación en su época y
es imperativo que a dicho hecho le corresponda una sanción penal.
Para el momento que estamos hablando, precisamente habla de ellos el Libro de las
Leyes, más conocido por el de las siete partidas, por ser éstas las partes en que estaba
dividido el mismo. Se trata del célebre código alfonsí del siglo XIII, que junto a la
Recopilación de las Leyes de España constituía el grueso del orden jurídico vigente
entonces. Justamente la partida séptima trata sobre “los malfechos que fazen los omnes,
e de las penas e escarmentos que han por ellos”2. Allí se llaman “yerros” a los delitos y
se los clasifica de cuatro tipos: 1) de hecho (robar, matar, etc.; 2) de palabra: infamar o
abogar falsamente; 3) de escritura (cartas falsas, por ejemplo); 4) por consejo: hechos en
cofradía o en banda. A su vez las penas se las ordena en siete categorías, cuatro
llamadas mayores y tres menores; siendo la más dura la pena de muerte y la menor
penar al reo a estar en la picota (era éste un pilón a la entrada de los pueblos dónde se lo
exhibía a la vergüenza pública).
De los delitos que veremos aquí los que más resaltan son los fraudes y el contrabando.
Carlos III en un Real Decreto los definió así: “Todo contrabando de tabaco, extracción
de moneda, oro, plata en barras o pasta, caballos, machos y ganado, y cualquier fraude
que se cometa en los derechos de Aduana, Rentas provinciales, y demás que se
administren de cuenta de mi Real Hacienda, se han de comprender y conocer bajo el

1
JUAN COROMINAS, “Breve diccionario etimológico de la lengua castellana”, Madrid, 1996; pág.
204.
2
LIC. GREGORIO LÓPEZ, “Las siete partidas del sabio Rey Don Alfonso el IX”, “Tabla de los títulos y
leyes de la setena partida”, Barcelona, 1843, pág. 951.
nombre de contrabando”3. Explicó el Rey que así se hacía porque “se falta a los Bandos
que prohíben la introducción o extracción de las cosas vedadas, y se usurpan los
derechos que están impuestos por Leyes y Reales disposiciones” 4. Las penas podían ser
de distinto calibre según la calidad del contrabando5. En cuanto a las mercaderías
involucradas se las sometía al llamado comiso, consistiendo en la confiscación de las
mismas y posteriores ventas en “pública almoneda”, o sea en subasta pública.
Conseguido el fruto de esa operación parte se lo llevaba el fisco, parte el denunciante si
lo hubiera y parte lo cobraba el “juez de arribadas” que atendiera el caso.
Preferimos ocuparnos del caso concreto y comprobable del delito y no de “corrupción”
como a menudo se ha venido haciendo, cuando del tema contrabando y cohecho se ha
escrito porque se nos ocurre éste último un término impreciso, teñido de colorido moral,
que si bien puede ser pertinente, lleva a un terreno resbaladizo del que preferimos
prescindir.6 Así se sostuvo que la corrupción no era tal sino era un “efecto de la
conducta no recíproca de la monarquía española”7. O que “la corrupción era un medio,
una válvula de escape para superar las contradicciones del sistema8. No se nos escapa
que la corrupción ayudó a consolidar una burguesía local y que esos grupos ligados por
fuertes relaciones concentraron el poder en manos de muy pocos9. Tampoco
desconocemos que fue muchas veces un limitante de la acción de los representantes de
la corona en las actividades locales10.
Como dijéramos, nuestro propósito es tratar el contrabando -como delito- en la ciudad
de Buenos Aires. Esa Buenos Aires que “originada como un puesto de frontera, al borde
siempre del colapso inminente, olvidada por todos a excepción de los contrabandistas
portugueses que prosperaban en la ciudad durante el siglo XVII” fuera transformándose

3
CARLOS IV, “Novísima Recopilación de las leyes de España”, Madrid, 1805; libro VI, título IX, ley II,
Nº 3.
4
Ibídem.
5
Cfr. en ibídem.
6
Para ver el tema “corrupción” desde el punto de vista teórico e histórico Cfr. EMMANUEL KREIKE,
WILLIAM C. JORDAN, “Corrupt Histories”, Boydell & Brewer, New York, 2004.
7
CRISTIAN CAMACHO, “La corrupción administrativa como efecto de la conducta no recíproca de la
monarquía española durante la colonia en Venezuela” y “Codicia, negligencia y corrupción. El
funcionamiento del sistema colonial español en Venezuela”, en: “Presente y pasado, revista de Historia;
Escuela de Historia de la Universidad de los Andes”, Año IV, 10., Mérida, Venezuela; julio-diciembre
2000, pág. 77 y ss.
8
JORGE GELMAN, “Historia de América Latina”, volumen IV, capítulo 10, pág. 6.
9
Cfr. E. SAGUIER, “La corrupción de la burocracia colonial borbónica y los orígenes del federalismo”,
Revista Jahrbuch für Geschichte von Straat, 29, Colonia, Alemania, 1992, págs. 149-177.
10
ZACARÍAS MOUTOUKIAS, “Contrabando y control coloniales el siglo XVII”, Centro Editor de
América Latina, Buenos Aires, 1998, y “Gobierno y Sociedad en el Tucumán y el Río de la Plata 1550-
1800” del mismo autor, Nueva Historia Argentina”, tomo II, Buenos Aires, 2000, Págs. 355-412.

2
gradualmente en el centro más importante del sur de la América Hispano parlante11. El
contrabando ha sido un tema a menudo referido por historiadores. Sin embargo nos
parece notable que autor tan respetable como Enrique de Gandía sostuviera que si bien
el “contrabando violaba las disposiciones reales; gracias a él la ciudad respiraba y
aumentaba grandemente. Sus pobladores se enriquecían y la comarca progresaba”12. Los
pobladores creían beneficiarse consiguiendo mercaderías que escaseaban a un precio
accesible, pero eran los que a la postre resultaban los más perjudicados. Los que sí se
enriquecían formaban parte de un grupo relativamente pequeño e inescrupuloso que
llegaron a ser muy poderosos y justamente evitaban que la población en su conjunto
progresara; además de menguar el crédito y la confianza sobre el orden político,
minando las bases de la riqueza potencial del Imperio. Su éxito inicial convocó a otros
que siguieron su ejemplo.
En el Río de la Plata el contrabando nació poco después de la segunda fundación de
Buenos Aires y no se detuvo nunca. A menos de un año de la Revolución de Mayo, en
el discurso anual que en el seno del Consulado se pronunciaba con un tema de comercio
trascendente para estas provincias, el secretario Manuel Belgrano decía: “Si es cierto,
como lo aseguran todos los economistas, que la repartición de las riquezas hace la
riqueza real y verdadera de un país…mal podrá haberla en nuestras provincias cuando,
existiendo el contrabando, y con él, el infernal monopolio, se reducirán las riquezas a
unas cuantas manos que arrancan el jugo de la patria y la reducen a la miseria”13.
Sabias palabras las del secretario del Consulado.
Frente al delito organizado se espera que el Estado se oponga más o menos
eficientemente, ya que cuenta con el aparato burocrático para combatirlo. Pero, como
veremos, no todos los gobernantes, y mucho menos todo el personal del Estado
combatió esos delitos. Es más, podemos adelantar que fueron pocos pero muy
destacados los funcionarios de la corona que lo hicieron. Entre estos últimos personajes
que sí lo hicieron, dedicando una buena parte de su gestión y de su esfuerzo estuvo muy
principalmente el virrey Del Pino que aquí venimos a evocar. No fue esta una tarea a la
cual se hubiera preparado desde temprano o surgiera de una vocación apetecida. Sus
gustos, su formación era otra. Sus conocimientos, sus prácticas; en definitiva lo que le

11
SUSAN MIDGET SOCOLOW, “La burguesía comerciante de Buenos Aires en el siglo XVIII”,
Revista Desarrollo Económico, Buenos Aires, 1978, vol. XVIII, 70.
12
ENRIQUE DE GANDÍA, “Los treinta y tres orientales y la independencia del Uruguay”, Buenos
Aires, 1939; pág. 2.
13
PEDRO NAVARRO FLORIA, “Belgrano sostuvo que el contrabando es corrupción”, REVISTA
TODO ES HISTORIA, Nº 290, Buenos Aires, agosto de 1991, págs. 36-43.

3
gustaba tenía que ver con lo práctico, lo tangible: levantar planos, idear y hacer puentes,
pueblos, caminos, fortificaciones. Construir, no destruir. La necesidad lo llevó por otro
sendero. Se tuvo que improvisar experto en leyes penales y en las formas de encarar una
clase de delito de raigambre social, difícil de erradicar y con ramificaciones poderosas.
La tarea le llevó buena parte de su vida y le apuró la muerte. Pero como su colega, el
virrey Loreto, como lo había hecho dos siglos antes aquél notable gobernador criollo
que fue Hernando Arias de Saavedra –Hernandarias14- no aflojó nunca en su lucha,
porque la sintió un deber ineludible.

ANTECEDENTES ANTIGUOS
Cuando se produce el Descubrimiento de América, las potencias europeas entonces en
gestación, ven en la empresa española un motivo de disputa debido a que no se
conforman con el monopolio que ésta última quiere hacer de su comercio. Para que los
Estados se hagan fuertes los soberanos tenderán al absolutismo y darán lugar a las
primeras manifestaciones de nacionalismo. Un nacionalismo que en el mundo moderno
se manifestó por la enconada oposición de unas naciones con respecto a otras. A la que
más sobresalía más se le oponían las demás. Como la que mas sobresalió desde el siglo
XVI fue España, sobre ella se cargaron las tintas. Así nació para España su leyenda
negra, donde se exageraron algunos hechos, se tergiversaron otros y se inventaron
varios15. Lo sorprendente y curioso es la persistencia de la crítica rencorosa a través de
los siglos16. Por disposición de los Reyes Católicos de 10 de abril de 1495 sólo los
súbditos de Castilla podían establecerse en las Indias y ejercer allí su comercio y el
puerto de Cádiz por el momento será el puerto único con el cuál comerciar además de
ser la sede aduanal, quedando reservado una décima parte del tonelaje de cada navío
para uso de la corona y un diez por ciento –luego será un quinto- de los ingresos
provenientes de ese tráfico serán para la corona17. En 1503 se crea la Casa de
Contratación de Sevilla para dirigir ese tráfico, desplazando a Cádiz, ciudad que
retomará ese privilegio recién dos siglos después, en 1717. Francia, Holanda, Portugal e
Inglaterra, sobretodo ésta última empezaron a jugar el rol de introductores de ilícitas

14
RAUL A. MOLINA, “Hernandarias, el hijo de la tierra”, Buenos Aires, 1948.
15
INMACULADA RODRÍGUEZ MOYA, VÍCTOR MÍNGUEZ, “Iconografía de los defensores de la
religión: Felipe II de España versus Isabel I de Inglaterra”, Fundamentalismo político y religioso: de la
antigüedad a la edad moderna, Universidad Jaume I, Valencia, España, 2003, pág. 197.
16
JOSÉ ANTONIO VACA DE OSMA, “El Imperio y la leyenda negra”, Ediciones Rialp, Madrid, 2004,
pág.12.
17
JOSÉ ANTONIO CABALLERO JUÁREZ, “El régimen jurídico de las Armadas de la Carrera de
Indias, siglos XVI y XVII”, Instituto de Investigaciones jurídicas, UNAM, México, 1997, pág.19.

4
mercaderías en la América española satisfaciendo necesidades, que dicho sea de paso,
España no alcanzaba a cubrir en todo su alcance. Los antecedentes son elocuentes.
Con el advenimiento al trono de Inglaterra de Isabel I, que coincide con el de Felipe II
en el de España, la disputa entre ambas coronas se hace más ríspida. El corsario John
Hawkings embarca centenares de negros en Cabo Verde y Sierra Leona y los lleva a las
Antillas para hacer comercio desde allí con las posesiones españolas, clandestinamente.
Sea que su actitud haya sido sutil o que la necesidad de esclavos fuera muy grande su
operación de abrir el comercio tiene éxito. Su carga la cambia por oro, plata perlas y
cueros. En una segunda operación consigue por socios financieros a un lord –el conde
de Pembroke y Leicester- y a nada menos que a la mismísima reina. Se hace a la vela en
Plymouth el 18 de octubre de 1564 con cuatro naves que vuelve a llenar de negros en
Sierra Leona. Se presenta a las autoridades de Venezuela y pide oficialmente permiso
para vender su penosa carga. Como se le es negada por ser ilícita usa la fuerza y obtiene
una fortuna. Curiosa forma de comercialización esa de vender por la fuerza la carga. 18
España se ve obligada a defenderse en lo que va a ser un verdadero flagelo: la
piratería.19 La tercera operación del pirata Hawkings no le da tan buen resultado: una
flota española al mando de Francisco de Luján le aniquila su flotilla el 23 de septiembre
de 1568 en el puerto de San Juan de Ulúa en Nueva España (México)20.
En territorio de lo que se llama Argentina como la bautizara su primer historiador
después de la conquista que se hace desde su orilla litoraleña por Solís, Gaboto, García;
el movimiento poblador se frena por éste lado luego de la efímera fundación del puerto
de Buenos Aires en 1536. Un año más tarde –el 17 de agosto de 1537- Juan de Salazar
funda un puerto junto al río Paraguay que llama Nuestra Señora de la Asunción. Cuando
el puerto de Buenos Aires se desmantela tanto por la hostilidad de los indios
comarcanos, como por la dificultad para alimentarse que de ello se derivaba, se funda la
ciudad de Asunción con la gente traída de Buenos Aires, (1541) que antes funcionaba
sólo como puerto; después de lo cual y por varios años las fundaciones de ciudades se
hacen desde adentro de la tierra -vía Chile y Perú- dejando yermo el territorio cercano al

18
RICHARD HAKLUYT, JACK BEECHING, “Voyages and Discoveries: The Principal Navigations,
Voyages, Traffiques and Discoveries of the English Nation”, Penguin Classics, 1972, pág. 165 y ss.
19
OSCAR CRUZ BARNEY, “El combate a la piratería en Indias 1555-1700”, Universidad
Iberoamericana, México, 1999.
20
La versión del pirata en: “The unfortunate voyage made with the Jesús, the Mininon and four other
ships, to the parts of Guinea and the West Indies, in the years 1567 and 1568, by Master John Hawkins”;
RICHARD HAKLUYT, “Voyager’s tales”, Kessinger Publishing, London, 2004. La version española
en: JOSÉ IGNACIO GÓNZALEZ-ALLER HIERRO, “La presencia de Drake y Cavendish en la costa
americana del Pacífico sur”; Derroteros de la Mar del Sur, vol. 2, Lima, Perú, 1994, pags. 25-42.

5
río que ya se llamaba de la Plata. Así se sucedieron -por nombrar sólo algunas de las
que sobrevivieron luego-: Santiago del Estero (1553); Londres de la Nueva Inglaterra
(1558), en lo que hoy es Catamarca; San Miguel (1565), hoy llamada a menudo
Tucumán a secas; Córdoba de la Nueva Andalucía (1573); todas ellas ubicadas en lo
que se llamaba genéricamente el Tucumán; con cabecera en la primera, la más poblada
por entonces.
Las primeras operaciones mercantiles de los portugueses de Brasil fue la de tomar
indios por la fuerza en territorio entonces de España llamado por los indígenas El
Guayrá para venderlos sobre la costa en su territorio. Para evitar esas incursiones
Domingo Martínez de Irala encargó al capitán Rodríguez de Vergara que fundara una
población. Éste se puso al frente de sesenta hombres y cumplió lo encomendado en abril
de 1556, llamándola Ontiveros21, de vida efímera.
Para ésta época el delito de contrabando había inficionado la península. Un grupo que el
historiador J.B. Owens bautizó “el cartel de Villena”, debido a que actuaba
principalmente dentro de las ciudades que abarcaba el marquesado castellano de Villena
había adquirido gran desarrollo.
En el invierno de 1565 llegó a la corte de Felipe II Juan Catalán, un guardia de la
frontera con el reino de Valencia denunciando que bandidos contrabandistas habían
matado a un compañero suyo y lo habían herido a él, amenazándole de muerte. El rey
nombró al Doctor Valencia “juez de sacas de cosas vedadas” para que hiciera la
pesquisa. Pronto descubrió una red delictiva que incluía a comerciantes españoles e
italianos que pasaban mercaderías desde el reino de Valencia al ducado de Milán,
entonces bajo dominio castellano. Introducían clandestinamente cueros de América, los
distribuían entre artesanos que los convertían en zapatos y otros objetos y los
introducían en Italia como productos terminados sin declarar. Uno de los cómplices
principales Juan Pedro Anón formaba parte de un consorcio de comerciantes genoveses
y milaneses que se encargaban de contrabandear desde Castilla lana lavada también.
Fueron descubiertos oficiales reales españoles involucrados en estas operaciones22.
En 1569 Isabel I de Inglaterra confiscó una flota de navíos que trasportaba la paga a los
soldados españoles que estaban en los Países Bajos para sofocar una rebelión. España
contestó con la confiscación de propiedades británicas en los Países Bajos. Isabel I
contrarreplicó con una medida similar de propiedades españolas en Inglaterra. La
21
VICENTE D. SIERRA, “Historia de la Argentina”, Buenos Aires, 1956, tomo I, págs. 267-269.
22
J.B.OWENS, “The Villena cartel: Organizad crime and international smuggling in Phillip II`s Spain”,
Society for Spanish and Portuguese historical studies (SSPHS), Bulletin Ner. 26, 2001

6
escalada se hacía sin declaración mutua de guerra. El corso y el contrabando fue la
manifestación de una guerra encubierta. Actividades que se fueron dando no solo en
Europa, sino en Centroamérica y a lo largo de la costa atlántica, lo que explica la
progresiva atención que le prestó a ésta última zona Felipe II, sobretodo desde la
anexión de Portugal23.
Después de casi cuarenta años, los españoles volvieron su vista otra vez sobre la salida
al Atlántico. El recio vizcaíno Juan de Garay recibe la misión de fundar dos ciudades
cerca de ese océano: Santa Fe sobre el Paraná (1573) y Trinidad en el antiguo puerto de
Buenos Aires sobre el Río de la Plata (1580). Los ingleses habían estado en el estuario
dos años antes, cuando pasó por aquí con su flota el pirata Francis Drake, en el segundo
viaje que dio la vuelta al mundo por el estrecho de Magallanes24.
Felipe II pidió el parecer del veterano general Diego Flores de Valdés a la sazón
comandante de la flota española en el Atlántico, preguntándole que podía hacer en el
Río de la Plata. Éste contestó que lo consideraba la principal puerta por dónde el Perú
podía requerir mucho cuidado por haberlo visto y revisado en toda su extensión hasta la
isla de San Gabriel que estaba situada en el fondo de ese río el capitán Francis Drake.
Que si se enseñoreaba del río un enemigo fuerte bastaba “a defenderse de cualquier
poder que le quisiese ofender” y desde allí “cargar cualquier novedad en el Perú, por la
vía de Tucumán y Chile que por aquéllas partes son las llaves de Perú”. A esta
inquietante novedad agregaba que en ese momento en el Perú había cantidad de
extranjeros ingresados por diferentes vías llevados por personas interesadas “que los
han llevado por ser muy diestros y ladinos en el habla española, entre los que han
pasado algunos ingleses a ver y marcar la disposición de la tierra y ver las partes por
donde pueden entrar con más facilidad” lo que se venía haciendo por orden de la reina
de Inglaterra. Lo había averiguado por confesión que en trance de muerte le había hecho
un piloto inglés vuelto de la expedición de Drake y capturado en Brasil por su flota.
Sugirió averiguar con el virrey del Perú y su Audiencia qué extranjeros había allí y
enviar “pobladores castellanos al Río de la Plata a más de los que allá están” y un
gobernador “de quién Vuestra Majestad tenga satisfacción” para que en la entrada de
San Gabriel o en otro lado que le pareciera conveniente construyera un fuerte con
artillería “para que ninguna Armada, ni navío particular pueda estar sin su orden, y con

23
JOSÉ IGNACIO FORTEA PÉREZ, “Perfiles de una guerra encubierta”, Instituto Gallach, Historia
Universal, Madrid, 1992, tomo X, pág. 1975.
24
FRANCIS DRAKE, FRANCIS FLETCHER, “The World Encompassed by Sir Francis Drake”:, Ayer
Publishing, London, 1963.

7
esto quedará cerrada aquella puerta a muy poco costo y la tierra irá en aumento por ser
buena y fértil de todo”25.
Tal vez Diego Flores de Valdés esperara que se mandara a él de gobernador al Río de la
Plata, pero los sucesos siguieron otro curso.
La preocupación expresada por la consulta del monarca explica la buena acogida que
tuvo la carabela “San Cristóbal de la Buena Ventura” que traía la noticia a España que
la ciudad de Trinidad se había fundado junto al puerto de Buenos Aires. Felipe II
escuchó del fraile Juan de Rivadeneira que venía en ella, la importancia de aquel
establecimiento, su necesidad de padres para la región de Tucumán, y le solicitó un
planito a mano alzada de aquéllos dominios,26 atendiendo el pedido de pobladores
castellanos que le hacía Juan de Garay a través de Alonso de Vera, el comandante de la
nave. Al mismo tiempo que esto acontecía arribaba de Perú Pedro Sarmiento de
Gamboa enviado por el virrey Francisco de Toledo. Después de la sorpresa y el temor
que produjo la presencia del pirata Drake en el Pacífico –entonces llamado Mar del Sur-
el virrey le había ordenado practicar un reconocimiento del estrecho de Magallanes con
el objetivo de elegir un lugar conveniente para construir una fortaleza que impidiera que
otros piratas lo pudieran pasar. Si en el camino encontrara a Drake debía enfrentarlo en
combate. Cumpliendo su cometido, en la última angostura del estrecho eligió el lugar
para la construcción aludida el 23 de febrero y desde ese punto puso proa directa a
España. El monarca lo recibió en Badajoz en septiembre de 1580. Felipe II después de
escuchar a sus asesores decidió construir dos fortalezas en el punto que eligiera
Sarmiento de Gamboa y le encomendó a Diego Flores de Valdés que alistara la flota
que llevaría al personal para construir ambas fortalezas como al que debía guarecerla. A
Sarmiento de Gamboa lo nombro Gobernador de los fuertes que se construyeran en el
estrecho. Ante una consulta de los miembros del Consejo de indias el monarca contesto:
Si el general Diego Flores Valdés “tuviera noticias de haber entrado Armada de
enemigos por el Estrecho convendría que entrase a buscarlos después de haber
fortificado; y que, si hubieran hecho algún fuerte lo combatiese y deshiciese”27.

25
Diego Flores de Valdés a Felipe II, sin lugar, día ni mes; 1580; Archivo General de Indias, desde ahora
AGI; Patronato,33,N,3,R.4
26
El informe de Fray Juan de Rivadeneira en AGI, Patronato,294,N.14
27
Respuesta de Felipe II a una consulta del Consejo de Indias, Madrid, 1º de marzo de 1581; AGI,
INDIFERENTE,739,N.306.

8
La organización fue un desastre; los barcos que se pertrecharon eran de muy mala
construcción; Sarmiento de Gamboa y Diego Flores se enemistaron. Resultado: la
operación fue un verdadero fracaso y el fuerte no se construyó nunca28.
Junto a la gente que venia a construir esos dos fuertes y poblar el estrecho se
despacharon los refuerzos de población para la reciente ciudad de Trinidad en el puerto
de Buenos Aires y también al padre Rivadeneira llevando una veintena de sacerdotes
para su diócesis.
Tras encallar en Río de Janeiro el barco que traía a los frailes, el padre compró allí una
fragatilla y trasbordó a los suyos para continuar el periplo. Habían abandonado Santa
Catalina e iban rumbo al Río de la Plata, cuando fueron interceptados por piratas
ingleses. Después de sonsacarle información, su capitán Edward Fenton los dejó ir no
sin antes robarles lo que llevaban y llevarse consigo al piloto y al práctico. Era el 7 de
diciembre de 158229.
En marzo de 1583 se produjo un combate en el Río de la Plata entre naves de la Armada
de Diego Flores de Valdés y las de Edward Fenton. Al primero se le hunde una nave y
le quedan muy averiadas las restantes; el segundo huye30.
Es curioso como los ingleses bajo capa de practicar el comercio con los españoles –que
lo tenían prohibido- hacían negocios clandestinos. Veamos un ejemplo: Edgard Cotton,
un noble inglés de Southampton, firmó un convenio con un comerciante y la tripulación
de un barco de su propiedad con el objeto de enviarlo a las costas del Brasil y Río de la
Plata para hacer ganancias. Además del mencionado contrato escribió una nota de
directiva para el viaje. Pedía vender la mercadería que llevaban desde Inglaterra en
Brasil y comprar otras; aprovisionarse y seguir al sur. Conseguir mercaderías (las llama
“commodities”) del “River of plate” y que trajeran joyas fueran ellas perlas, oro, plata o
cualquier metal valioso. Zarparon el 20 de mayo de 1583. El viaje en cuestión se frustró
porque la nave se hundió en las costas de Guinea en julio de ese año31.
Entre 1583 y 1591 Tomás Cavendish se paseó por el Río de la Plata e intentó atacar
Buenos Aires, pero un temporal se lo impidió. En 1586 una flota al mando de Cristóbal

28
MARTÍN FERNANDEZ NAVARRETE, “Pedro Sarmiento de Gamboa” en Colección de opúsculos
Publicado por Impr. de la Viuda de Calero, Madrid, 1848; págs 235-251.
29
Informe de fray Juan de Rivadeneira, sin lugar, día ni mes; 1583; AGI, PATRONATO,266,R.47 Otra
del mismo fechada en Santiago del Estero el 19 de marzo de 1583 en AGI, PATRONATO,192,N.1,R.73
30
JULIO MARIO LUQUI LAGLEIZE, “Breve Historia del puerto de Buenos Aires 1536-1827” Anuario
de la Universidad Internacional SEK, Nº 5, 1999, págs. 33-46. Cfr. ENRIQUE DE GANDÍA, “Historia
de los piratas en el Río de la Plata”, Buenos Aires, 1936.
31
RICHARD HAKLUYT; “The principal navigations, voyages, trafiques and discoveries of the English
Nation”; Project Gutenberg e-book; Edited by Edmund Goldsmith, vol. 11.

9
Listar y Roberto Withrington tomó varias presas en el río, entre ellas un rico
cargamento que el obispo de Tucumán fray Francisco de Vitoria enviaba a Brasil para
iniciar el comercio por allí, aprovechando que las coronas española y portuguesa se
habían unido32. Al año siguiente hizo otro intento y ese comercio que el obispo comenzó
por la vía de Brasil abrió una caja de Pandora, al dar cauce a la inauguración del
comercio ilícito en el Río de la Plata. El fiscal de la Audiencia de Charcas, el licenciado
Ruano Téllez advirtió al Rey que si el puerto de Buenos Aires no se cerraba para el
comercio con Brasil “se ha de henchir el Perú por allí de portugueses y otros
extranjeros” llenándolos de negros y mercaderías que vendrían de Flandes e Inglaterra
países con los que España estaba en guerra33. Lo que era cierto porque desde 1585 la
situación era de abierta beligerancia; Inglaterra en 1588 infringe una decisiva derrota a
la Armada supuestamente invencible de Felipe II.
Los primeros pobladores que vinieron con Garay eran pocas decenas; algunos se
volvieron a Asunción o se afincaron en Santa Fe. Con la flota maltrecha de Diego
Flores de Valdés vinieron refuerzos. Entre los que se fueron y los que llegaron, para
1595 no había más de 50 personas en la ciudad que se dedicaron a trabajar duramente la
tierra. Se llamaron a sí mismos “Beneméritos” por ello. El nombre subsistió.
Hernando de Vargas fue nombrado por Felipe II Contador Mayor de Buenos Aires;
posición de la que tomó cargo al llegar a éstas costas el 1º de enero de 159534.
Gobernaba el Río de la Plata (su jurisdicción abarcaba el interior y Paraguay) Fernando
de Zárate quién introducía contrabando negociándolo en el Alto Perú; operación que
continuaba en sus ausencias su substituto Alonso Díaz Ortiz. Enterado Vargas de éstos
ilícitos viaja a Charcas –sede de la Audiencia- para denunciarlos. Como parece que no
le prestan suficiente atención sigue a Perú para prevenir al virrey en persona. Fernando
de Zárate que por entonces estaba en Perú preventivamente renuncia a la Gobernación.
Para evitar que continuara el comercio ilegítimo desde Buenos Aires el monarca había
emitido una real Cédula prohibiendo todo comercio con Brasil que en esos días había
recibido el virrey. Para investigar los negocios turbios y hacer conocer la nueva
disposición del monarca, envía a Buenos Aires a Sancho de Figueroa. Éste juez
pesquisidor –tal el nombre de su cargo- no sólo no hizo pregonar la prohibición, sino

32
LUQUI LAGLEIZE, Ibídem.
33
Licenciado Ruano Téllez a Su Majestad Felipe II, 1º de mayo de 1588; Colección Gaspar García
Viñas.1047.tomo 74.
34
RAÚL A. MOLINA, “Hernando de Vargas Machuca. Primer Contador de Buenos Aires designado
por el Rey” Revista HISTORIA, Nº 34, Buenos Aires, enero-marzo de 1964.

10
que continuó por sí mismo el peculado en complicidad del gobernador sustituto Alonso
Díaz Ortiz.
La Audiencia de Charcas recibió sincrónicamente tanto denuncias de los propios
vecinos de la actitud de Figueroa como otras del propio juez contra Hernando de Vargas
acusándolo de entorpecer su gestión. La Audiencia resolvió enviar un nuevo juez –
Cristóbal de Mendoza- quien no bien llegó despachó a Hernando de Vargas a Charcas
para ser juzgado, quien al poco tiempo fue absuelto y emprendía el regreso. En tanto, en
Buenos Aires, Mendoza no pudo avanzar porque en vez de enjuiciar fue puesto preso,
tal el grado de impunidad que el delito había alcanzado en la ciudad. Llegó un tercer
juez –Gutiérrez de Ulloa- que absuelve de cuerpo y cargo a Sancho de Figueroa;
solicitándole sólo que pregone la Real Cédula de prohibición que había ocultado, cosa
que hace finalmente a fines de 1596 (la fecha original de la Cédula era de 28 de enero
de 1594). En su parte dispositiva, ésta decía: “de aquí en adelante no se consienta ni
permita que por allí entren ni se contraten hierro, esclavos ni ningún otro género de
mercaderías del Brasil, Angola, Guinea ni ninguna otra parte de la corona de Portugal ni
Indias Orientales, sino fuese de Sevilla, en navíos despachados por la Casa de
Contratación”35.
Los vecinos se quejaron con justa razón: lo que necesitaban no era que se prohibiese el
comercio con Brasil –sus mercaderías peligraban por los piratas en cruzar el océano y
no tenían por entonces mercado en la península- sino que las autoridades no se
dedicaran al cohecho y contrabando.
Se esmeró ésta vez el monarca al elegir gobernador del Río de la Plata a Diego
Rodríguez Valdés y de la Vanda quién asumía el cargo el 5 de enero de 159936.
Personalmente otorgó permisos a los vecinos para hacer trueque de productos de la
tierra por lo que necesitaran de Brasil –impidiendo al mismo tiempo el contrabando- y
solicitando a la corona que se abriera de nuevo el comercio. Tuvo poca suerte la ciudad
de Trinidad, porque poco duró el nuevo Gobernador: fallecía a fines del 1600.
Una real cédula de 20 de agosto de 1602 facilitó permiso a los vecinos por el término de
seis años para intercambiar con Brasil y Guinea frutos de la cosecha y traer en retorno
los artículos que tuvieran necesidad. Era ahora gobernador Hernando Arias de Saavedra
–al que todos llamaban Hernandarias-. Hizo el reparto considerado equitativo por los
mismos vecinos solo para su consumo. Los considerados legalmente “vecinos” no
35
SIERRA, ob.cit., pág. 495.
36
RAÚL A. MOLINA, “”Ensayo biográfico de don Rodrigo de Valdés y de la Banda”, Municipalidad de
la ciudad de Buenos Aires, Buenos Aires, 1947.

11
pasaban de 80. Sumando los estantes, transeúntes, niños, mujeres y esclavos se llegaba a
una cifra aproximada de 500 personas.
Pero, y siempre hay un pero; en ausencia de Hernandarias –la gobernación era extensa y
se requería su presencia en otras partes distantes, en Santa Fe, en Asunción, entre otras-
el teniente de gobernador que quedó en reemplazo, Pedro Luis de Cabrera permitió que
se organizara una maniobra con la mercadería del permiso. En vez de comprar
productos solo para consumo; consiguieron muchos excedentes que enviarían a Potosí.
Vuelto Hernandarias ordena que la mercadería se venda únicamente en la ciudad, cómo
había sido aclarado. Algunos colocan la mercadería en manos de testaferros y logran
violar la norma. Hernando de Vargas, tal vez despechado por no haber sido nombrado él
gobernador ayuda al grupo interesado en el comercio ilícito, todos comerciantes de
reciente llegada a la ciudad los que comienzan a confabular contra el Gobernador. Se les
llamará “Confederados” para diferenciarlos de los vecinos fundadores o “Beneméritos”.
Estando Hernandarias en Buenos Aires tiene dudas de la carga que pudieran tener unos
navíos que estaban en el puerto sin licencia y que había pedido perentoriamente que
partieran. Como desconfía de los oficiales reales, en persona va a hacer la visita para
verificar que carga llevaban. Encontró tres pasajeros del Perú “que pasaron escondidos
sin orden ni licencia” y “hasta 25.000 pesos en plata y cantidad de fanegas de harina
embarcadas sin licencia”. Avisó al monarca que “lo que perteneciese a vuestra Majestad
se meterá en la Real Caja, con que de aquí en adelante habrá más enmienda y se tomará
ejemplo”37.
El rey (ahora Felipe III) nombra como nuevo Tesorero de Buenos Aires a Simón de
Valdés quien se hace cargo a principios de 160638. Pronto Contador y Tesorero se
asocian para delinquir, completando el círculo un capitalista portugués llamado Diego
de Vega. Cuando entraba mercadería de contrabando, que ellos mismos contrataban en
Brasil, hacían la denuncia, provocaban el comiso, recompraban los efectos en el remate
a precios bajísimos porque no permitían a otros pujar en la subasta y obtenían así
permiso legal para venderlos en Perú y lograr grandes diferencias.
Hernandarias descubre que Hernando de Vargas hace trampas con las cuentas oficiales,
le remata los bienes para reintegrar el dinero que falta en la Caja Real y lo embarca para
España para que sea enjuiciado; a Simón de Valdés lo pone preso y lo procesa.

37
Hernando Arias de Saavedra al Rey, Buenos Aires, 5 de abril de 1604, AGI; CHARCAS,27,R.8,N.22.
38
RAÚL A. MOLINA, “El capitán Simón de Valdés, Tesorero de la Hacienda real de Buenos Aires
(1606-1615, 1619-1620)” Revista HISTORIA, Nº 37, Buenos Aires, 1964, pags. 3-47..

12
Al llegar a Brasil Hernando de Vargas se fuga. Se embarca de vuelta con el nuevo
Gobernador que viene a sustituir a Hernandarias, Diego Martín Negrón. Con él los
“Confederados” consiguen un aliado. Vargas y Valdés recuperan sus puestos de
Contador y Tesorero y la red delictiva se extiende. Los Confederados logran comprar
influencias a los Beneméritos prestándoles dinero –a quienes siempre andaban
necesitándolo-, comprándole propiedades cuando estaban en penurias, o directamente
casándose con sus hijas. Con el tiempo fueron logrando socavar la defensa de los
Beneméritos, hasta lograr que alguno de ellos se pasara de bando o presionando a otros
de diferentes maneras. No le ocultaba el gobernador al rey que llegaban naves
ilícitamente. Así por ejemplo, le escribía a principios del segundo semestre de 1611 que
“…este año han entrado dos navíos de arribada. El uno con 80 negros y el otro con 120”
Sin decir que él mismo estaba en el negocio que hacía con los oficiales reales,
recomendaba “venderlos en pública almoneda y entrar el tercio de lo procedido en las
Cajas de vuestra Majestad, dándole otros dos al juez y denunciador, como vuestra
Majestad lo tiene mandado”39. Era un verdadero caradura.
Con la muerte de Martín Negrón en 1613 la influencia de los Confederados es enorme.
El nuevo gobernador Mateo Leal de Ayala pronto fue cooptado. Los Confederados se
hacen dueños de la representación en el Cabildo. Hasta el obispo Pedro Carranza se
plegó a los Confederados40.
El permiso para comerciar con Brasil se renovó en 1608. En 1615 se volvía a hacer
cargo de la gobernación Hernandarias al mismo tiempo que recibía un tercer permiso de
la corona. Por lo pronto el 6 de agosto de 1615 embarcó a Simón de Valdés con destino
a España para que allá se lo juzgase. Este volvió a fugarse en el camino; audazmente se
presentó en Madrid pidiendo ser sobreseído y repuesto en su empleo por defectos de
forma en su proceso. Hernandarias inició el juicio en Buenos Aires al resto de los
implicados en los fraudes, más de quince vecinos. A punto de ser despachado a España
como lo había hecho con Valdés, uno de ellos Juan de Vergara se fuga a Charcas donde
logra que se radique separadamente su causa. Los que quedaron en Buenos Aires se
unen contra Hernandarias.
Fue nombrado nuevo Gobernador de Buenos Aires a Diego de Góngora; habiéndose
separado de su jurisdicción el año anterior a Asunción del Paraguay, que pasa a tener

39
Diego Martín Negrón al Rey, Buenos Aires, 25 de abril de 1611; AGI, CHARCAS,27,R.9,N.84.
40
MACARENA PERUSSET, “Contrabando y Sociedad en el Río de la Plata colonial”, Buenos Aires,
2006.

13
otro gobernador, al cual se nombra a Hernandarias41. En Lisboa, camino a tomar su
puesto en Buenos Aires, Góngora se encontró con Simón de Valdés que había sido
sobreseído por el Consejo de Indias y repuesto en su empleo estaba de paso para aquí.
Asociados con otros dos cómplices armaron tres carabelas repletas de mercaderías que
despacharon a Brasil. Enterado el Consejo de Indias de la operación inició una pesquisa.
Preventivamente el nuevo gobernador designado y sus cómplices desembarcaron las
mercaderías en Salvador de Bahía (Brasil) y resolvieron esperar para traerlas al Río de
la Plata a que Góngora se hiciera cargo de la gobernación.
El 16 de noviembre de 1618, ya en Buenos Aires, Góngora se hizo cargo y repuso a
Simón de Valdés en sus funciones de Tesorero y ordenó el secuestro del expediente del
juicio. Como Hernandarias se opuso, el gobernador le dictó prisión y le embargó y puso
en venta sus bienes. La Audiencia de Charcas sin embargo lo sobreseyó y repuso como
juez de la causa sobre fraudes. En el ínterin Góngora reunía testimonios de que
Hernandarias había conseguido pruebas utilizando la fuerza y testigos - falsos por
cierto- de que había usado el régimen de permisos en beneficio propio. Juan de
Vergara42 por entonces volvía a Buenos Aires para unirse al grupo; también llegaban las
mercaderías de Bahía que fueron negociadas en Potosí. Diego de Góngora se hizo de
una fortuna con el negocio ilícito. Los oficiales reales reabrieron a Hernandarias viejas
causas para evitar que pudiera seguir con la que tenía en curso, levantándole cargos para
su juicio de Residencia43. Ni la calumnia, ni la prisión ni la pérdida de sus bienes
doblegaron la fuerza moral del ilustre criollo. El 21 de mayo de 1623 moría en Buenos
aires Diego de Góngora. El Consejo de Indias designó a Matías Delgado Flores para
hacerle juicio a Diego de Góngora. Antes de llegar a Buenos Aires se detuvo en
Salvador de Bahía en Brasil para indagar sobre la estadía allí y las andanzas de Góngora
y sus asociados antes de pasar a Buenos Aires. Durante sus averiguaciones desde ese
lugar escribió al fiscal de la Audiencia de Charcas enviando la información que había
recabado donde constaba “cuan necesario es el remedio de los excesos de Buenos Aires

41
RAÚL A. MOLINA, “Don Diego de Góngora. El primer gobernador de la provincia de Buenos Aires.
Su vida y sus obras. Buenos Aires en el 1600”; libro inédito en el archivo de la Academia Nacional de la
Historia Argentina, Fondo Raúl A. Molina, 17, 1 -183.
42
Raúl A. Molina, “Juan de Vergara, Señor de vidas y haciendas en el Buenos Aires del siglo XVII”,
Boletín de la Academia nacional de la Historia, tomos XXIV y XXV, Buenos Aires, 1950/51.
43
Una buena selección de documentos de la causa iniciada a Hernandarias en: MANUEL RICARDO
TRELLES, “Hernandarias de Saavedra, Causa célebre: noticias y documentos para servir a la Historia
del Río de la Plata” La Revista de Buenos Aires, dirigida por Miguel Navarro Viola y Vicente Gil
Quesada, tomos X y XI, 1866.

14
y de que ésta vez haya castigo de tantos culpados en defraudar los derechos de Su
Majestad y quebrantar sus leyes”44.
Pero sus intenciones se vieron frustradas al llegar a Buenos Aires. Por lo pronto Simón
de Valdés estaba ausente: había llevado la mercadería pasada de contrabando a Potosí;
estaba en camino de regreso en Tucumán y seguiría para Córdoba, rumbo a Buenos
Aires. Tras él salió Delgado Flores. El gobernador relataba al Presidente de la
Audiencia de Charcas: “El juez está en Córdoba y el Tesorero, según relación cierta, a
muchas leguas de ella, en prosecución de su viaje. Con estas emulaciones… quedo
expuesto a todo género de calumnias, sin mas defensa que el celo que he tenido y
tengo45”. En tanto Valdés sabedor que Delgado Flores lo buscaba para prenderlo de
Tucumán pasó a la Rioja en donde su rastro se pierde y se presume que intentó cruzar a
Chile por la cordillera; lo cierto es que no se supo más de él46. Delgado Flores volvió a
Buenos Aires y enloqueció, literalmente. Aprovecharon sus enemigos un entuerto que
tuvo con el clero para desembarazarse de él: preso y engrillado, fue enviado a Orán
(África) desterrado por diez años.
La situación era complicada; los lamentos más fuertes llegaban de Perú dónde se
quejaban que estaban saturados de mercaderías ilícitas que se introducían por el Río de
la Plata; los porteños a su vez pedían se les dejara negociar con Brasil; en Córdoba se
pagaban caras las mercaderías traídas de Perú y querían comprar las que entraban por
Buenos Aires (además de despachar las propias); en la península se necesitaba
desarrollar la industria; las prohibiciones que la corona trató de imponer no daban
resultado y los jueces que enviaba la audiencia no obtenían resultados. ¿Cómo
compatibilizar todas esas necesidades juntas? Una Real Cédula de 8 de octubre de 1618
anunciaba que por tres años concedía licencia al puerto de Buenos Aires para extraer
frutos del país en dos navíos anuales con autorización para venderlos en Brasil y
adquirir con lo percibido productos para ser enviados a Sevilla y finalmente traer de
allá las cosas necesarias directamente, sin hacer escala de vuelta en Brasil. La mañosa
operación agregaba –para evitar el contrabando- que la mercadería se podía internar
tanto a Tucumán como al Perú; pero previamente debía pagar derechos en una Aduana a
establecerse en Córdoba. Se esperaba con esa medida solucionar todos los problemas.
El Cabildo de Buenos Aires declaró en 1621 que esta Cédula lesionaba los intereses de
44
Matías Delgado Flores al fiscal de la Audiencia de Charcas, Bahía, 22 de octubre de 1619; AGI,
CHARCAS,19,R.9,N.162.
45
Diego de Góngora al Presidente de la Audiencia de Charcas, Buenos Aires, 2 de marzo de 1620; AGI,
CHARCAS,27,R.11,N.132.
46
RAÚL A. MOLINA, “El capitán Simón de Valdés…” artículo en Revista cit., pág. 25.

15
la ciudad porque con dos navíos anuales no se llenaban las necesidades de los vecinos;
lo cuál si bien era cierto escondía sus preferencias por continuar en la carrera de las
negociaciones ilícitas.
A estas alturas, Góngora temeroso de las ulterioridades del extrañamiento de Delgado
Flores, comenzó a despegarse de los Confederados.
Justamente para reemplazar al juez, la Audiencia de Charcas envió otro llamado Pedro
Beltrán de Oyón con órdenes perentorias de poner en prisión a varios Confederados. A
pesar de todos los subterfugios que hicieron para zafar el nuevo juez puso presos a
Diego de Vega y a Mateo Leal de Ayala.
El nuevo monarca Felipe IV firmaba el 7 de febrero de 1622 una Real Cédula
ordenando a la Audiencia de Charcas que enviara a la aduana de Córdoba una lista de
precios de mercaderías de Potosí para que en Córdoba se estableciera un derecho de
entrada aduanal de 50% ad-valorem con el objeto de hacer antieconómica la entrada de
mercaderías al Perú por el Río de la Plata.
Buenos Aires había tenido licencias para adquirir aquello que necesitaban todos de
acuerdo a las necesidades de cada uno y sus capacidades de compra. Algunos porteños
habían malgastado esa posibilidad desarrollando un comercio ilícito que ponía la
riqueza en manos de unos pocos, mientras el erario no tenía fondos para desarrollar las
necesidades que el Estado debía afrontar en beneficio de todos y la mayoría seguía tan
pobre como antes.
El 21 de mayo de 1623 fallecía en Buenos Aires Diego de Góngora. Creyendo que las
cosas se pondrían más difíciles algunos implicados en el contrabando deciden salir de
Buenos Aires y establecerse en Brasil. Motivaba esto que se hizo cargo interinamente de
la Gobernación Alonso Pérez de Salazar, que había llegado a Buenos aires a hacer el
juicio de Residencia de Góngora y de Hernandarias; que en breve pero potente dosis
combatió el delito, siendo la aduana de Córdoba un nuevo escollo para los
contrabandistas. Los que quedan, concentrando más la riqueza esperan conseguir otro
aliado en el nuevo gobernador después del interinato. Alonso Pérez de Salazar hace las
dos cosas debidamente: reivindica a Hernandarias yprueba las andanzas de Góngora y lo
condena a una pena pecuniaria ejemplar que debieron pagar sus herederos.
El 17 de septiembre del año siguiente llegaba Francisco de Céspedes, nombrado
gobernador de Buenos Aires por el rey47. El nuevo gobernador adopta una conducta
doble. Por un lado tolera y hasta alienta, sino participa del negocio ilícito. Por otro lado
47
ENRIQUE PEÑA; “Francisco de Céspedes, noticias sobre su gobierno”;Buenos Aires, 1916.

16
simula combatirlo. Primero recomendó al Rey autorizar la introducción de negros para
mandar a Potosí. Opinaba que la Aduana de Córdoba era perjudicial. Después aconsejó
su traslado a Jujuy. Céspedes comenzó a firmar permisos para que pudieran pasar
esclavos por Córdoba sin pagar derechos. El obispo Carranza –inducido probablemente
por su primo, el contrabandista Juan de Vergara- denunció en 1627 que ese año habían
entrado en el río nueve navíos, desembarcando además de mucha mercadería mil
trescientos negros y que ni una ni otra había aportado a la Real Hacienda lo que le
correspondía por su ingreso. El 3 de agosto de 1627 Céspedes mandó a la cárcel a Juan
de Vergara. El 25 el obispo, seguido de un numeroso grupo libera sin más a Vergara de
la cárcel forzando su puerta y lo conduce a la catedral. Como el gobernador se presenta
con gente armada para volverlo a prender, el obispo lo excomulga; pena grave en la
sociedad de entonces que motivó que sus soldados lo abandonaran. El obispo llevó a
Vergara al convento de los dominicos y allí lo hospedó a salvo. Para revisar la situación
fue enviado por la Audiencia de Charcas Diego Martínez del Prado un entendido en
Contaduría y Tesorería; quién encontró culpable al Gobernador. El 6 de enero recibió
Martínez del Prado órdenes de Charcas para actuar contra Céspedes; quién le cuenta al
rey que Martínez del Prado “me mandó salir de ésta ciudad, a 25 leguas de ella como si
fuera un hombre ordinario y no Gobernador de una Provincia” 48. El gobernador, así
destituido pidió ayuda a Hernandarias; quién llego a Buenos Aires el 1º de marzo de
1628, el hombre de más prestigio del Río de la Plata. El viejo caudillo estaba
convencido que Céspedes no tenía nada que ver con los delitos que algunos le
imputaban. Cuenta el mismo Céspedes lo que hizo: “Al 7 del mismo (marzo) me
restituyó en mis funciones de Gobernador y capitán General…tomando pregón y a
toque de caja…llevando el escribano a notificar el auto a un Capitular”49. Juan de
Vergara fue enviado a Charcas para ser juzgado y el Gobernador recuperó su cargo. En
la última etapa de su gobierno Céspedes se cuidó de fomentar el contrabando.

48
Francisco de Céspedes al Rey, Buenos Aires, 20 de septiembre de 1628; AGI; CHARCAS,28,R.3,N.22.
49
Ibídem.

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