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SOLEDAD Y ETERNIDAD

No me perturba el ánimo el estar solo, conmigo


mismo, sin ser molestado ni inquirido por nadie, en
completa paz y en concentrada comunión con el
Cosmos, con el universo que habita en mí, y en todos,
cuando me encuentro con mi idolatrada, amante y
amada soledad, la cual, bien entendida, practicada y
asimilada, no es motivo de congoja, ansiedad o
preocupación, sino, más bien, para quien sabe
aprovecharla, así como beber y embriagarse de su
amable, agridulce y generoso néctar, la concibe como
la mejor compañera de viaje, la tierna musa
inspiradora de muchos sueños, anhelos,
ensoñaciones, delirios y arte.
El silencio que la acompaña y la acentúa, es fruto y
derrotero de la sabia reflexión, del ordenar y emerger
de ideas y pensamientos, su divina génesis, voluntario
sacrificio (que no lo es tal) que prescinde de la
presencia de los más íntimos y del resto del género
humano, mas de ninguna manera en virtud de un
soberbio solipsismo, sino, todo lo contrario, inspirado
en la firme intención de volcar hacia todos ellos los
frutos sagrados de aquellas acendradas
meditaciones.
Cuando el camino se vuelve sinuoso y los avatares de
la vida golpean en lo más profundo de nuestra
existencia, tu voz suave y portentosa susurra a mi
oído las respuestas que vienen desde lo Alto, desde
el cielo mismo de mi ser y mi consciencia, y me brinda
la serenidad, perspectiva y sosiego en el tumulto de
la vorágine humana y el trajinar sin sentido cotidiano,
como un bálsamo que resucita y redime.
Desde pequeño te añoro y te aguardo, y confío en
que vendrás en mi ayuda, sin mediar distancia ni
tiempo, pues cuando apareces, estos se tornan
ilusorios, aunque en su esencia de impermanencia y
mutabilidad, lo sean desde un comienzo.
¡Oh, soledad! ¡Grandiosa deidad precursora y
generadora de sabios, genios y locos! ¡Mágica
presencia de la ausencia humana! ¡Generosa
aliciente de terribles victorias e interiores conquistas!
Deliro y me pierdo en tu incómodo regazo, y te
abrazo desde lo más hondo de mi ser. Mi espíritu se
llena de gozo al tenerte a mi lado, y en compañía de
otros, me invade de nostalgia el vacío de tu ausencia.
Me veo abocado a soportar este mundo tan sólo para
encontrarte y hallarme a mí mismo en la solitariedad
de mi ánimo, alma y espíritu.
Conservo y llevaré como trofeo los más bellos
recuerdos de nuestro intenso y apasionado amor en
esta Tierra, forjado al calor de las luchas diarias, del
cruel vacío mundano, de la charla y la duda fútiles y
los deseos vanos.
Todo es vano, menos tú. Te espero al final del camino
para volar juntos hacia la eternidad…

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