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Artículo 133.- Esta Constitución, las leyes del Congreso de la Unión que emanen
de ella y todos los tratados que estén de acuerdo con la misma, celebrados y
que se celebren por el Presidente de la República, con aprobación del Senado,
serán la Ley Suprema de toda la Unión. Los jueces de cada Estado se arreglarán
a dicha Constitución, leyes y tratados, a pesar de las disposiciones en contrario
que pueda haber en las Constituciones o leyes de los Estados.
1
Este aspecto relativo a que los tratados estuvieran de acuerdo con la Constitución no figu-
ró inicialmente en el artículo 126 de la Constitución de 1857, ni en el artículo 133 de la
Constitución de 1917, sino que fue hasta 1934 en que el Constituyente Permanente tomó
la decisión de reformar este precepto para mejorar su redacción y así dejar muy claro que la
Constitución está por encima de cualquier otra norma ya sea nacional o internacional. Sobre
el particular, se puede consultar lo relativo a la exposición sobre el artículo 133 en Derechos
del Pueblo Mexicano, Ed. Cámara de Diputados del H. Congreso de la Unión, México,
1994, Tomo XII, Artículos 123 a 136 y Transitorios, pp. 1175 a 1211. No obstante ello, ya
desde hace tiempo, la doctrina había considerado que los tratados debían estar conformes
a la ley fundamental, tal como lo exponía Mariano Coronado al comentar el artículo 126
de la Constitución de 1857 en los siguientes términos: “Respecto de los tratados, conviene
advertir que no pueden alterar las garantías que la Constitución otorga, ni contener cláusulas
permitiendo la extradición de reos políticos ó de esclavos (art. 15); un tratado así hecho, aun
cuando tuviese la aprobación del Senado, no podría prevalecer sobre la ley fundamental. Por
todo lo cual podemos afirmar que, en definitiva, sólo la Constitución es la ley suprema, la
lex legum.” MARIANO CORONADO, Elementos de Derecho Constitucional Mexicano, Ed.
Librería de Ch. Bouret, México, 1906, p. 234. En el mismo sentido se puede consultar a
RAMÓN RODRÍGUEZ, Derecho Constitucional, Ed. Imprenta del Hospicio de San Nicolás,
México, 1875, pp. 702-703.
2
Sobre este punto es necesario precisar que la teoría de la pirámide jurídica de Kelsen debe
emplearse con precaución, puesto que no resulta del todo aplicable al caso mexicano. La
utilización que se hace de ella a continuación es con respecto únicamente a un esquema
que implica al derecho en el ámbito federal; sin embargo, si quisiéramos incluir al ámbito
local de competencia, el postulado de Kelsen probaría ser ineficaz para definir la situación
imperante en México. Esto es así en razón de que si interpretamos conjuntamente el artículo
133 de la Constitución, junto con los artículos 40, 41 y 124 del mismo texto, llagaríamos
al establecimiento de una pirámide bicéfala, muy distinta a la que el maestro vienés pudo
haber concebido. Lo anterior en virtud de que mientras Kelsen idea su sistema de la pirámide
jurídica en una concepción jurídica vertical que parte de un orden normativo constitucional,
seguido por un orden federal inferior al primero y posteriormente un orden jurídico local
subordinado en grado a la Constitución y al derecho federal, como sucede en los casos
austriaco y alemán que fue los que analizó; en el caso mexicano no sucede lo mismo. El
sistema mexicano es distinto, y por tanto se aleja del modelo kelseniano puesto que no
parte de un sistema vertical sino de uno horizontal en donde el orden constitucional es tanto
federal como local, partiendo de órdenes coextensos. La Constitución Política de los Estados
Unidos Mexicanos no es, contrario a lo que pudiera creerse en la práctica, una constitución
federal, sino que es ambas, tanto local como federal, puesto que es una Constitución que
crea y regula al Estado mexicano declarando por un lado los derechos fundamentales del
hombre en las garantías individuales y organizando al gobierno en una esfera federal y
otra local, puesto que una vez garantizados los derechos del hombre, como base de las
instituciones sociales, se establece que el pueblo ejercerá su soberanía por medio de los
poderes de la Unión por cuanto se refiere al ámbito de competencia federal, y por medio
de los Estados, en el ámbito local, pudiendo estos últimos actuar de manera autónoma en
lo que concierne a su régimen interior, tal como se desprende del texto de los artículos 40
y 41 del texto máximo. Así pues, debe entenderse que la Constitución mexicana es tanto
federal como local, aún cuando en ella no se regule expresamente lo concerniente a los
regímenes locales de los estados, sino que se den únicamente los lineamientos generales y
prohibiciones (artículos 115 a 122), y se remita a lo demás a las constituciones estatales,
que vienen a ser reglamentarias de la Constitución y sujetas jerárquicamente a ésta, en lo que
se refiere únicamente al ámbito local de competencia, mediante la reserva de ley contenida
implícitamente en el artículo 124 constitucional, desde el momento en que establece que
todo aquello que no está expresamente conferido a la Federación, se entiende reservado a
los Estados. Por ello, no podemos hablar de jerarquía entre derecho federal y estatal, sino
de ámbitos de competencia distintos, regulados bajo las reglas de una misma Constitución,
en donde ambas esferas estarían sujetas a los derechos fundamentales contenidos en las ga-
rantías individuales, y a lo relativo a sus ámbitos de competencia, no pudiendo considerarse
una constitución estatal o una ley local contraria a una disposición constitucional relativa
netamente al ámbito federal, al menos que exista una invasión de esferas competenciales.
Por ello, no podemos hablar de una pirámide en términos kelsenianos ortodoxos, sino que
de la Constitución se desprenden dos pirámides independientes una de la otra, que par-
ten de una misma fuente; razón por la cual mencionamos más arriba la existencia de una
pirámide bicéfala, que poco tiene que ver con la teoría pura del derecho de Kelsen y con
su concepción de un orden constitucional autónomo como fuente suprema del derecho, por
encima del derecho federal y del estatal.
por el propio pueblo, una ley superior (la Constitución), que obligue por igual a gober-
nantes y gobernados. En contraposición a los poderes constituidos, ordenados y limitados
en la Constitución, aparece de este modo, como poder previo, ilimitado y total el poder
constituyente.” PEDRO DE VEGA GARCÍA, La Reforma Constitucional y la problemática
del Poder Constituyente, Ed. Tecnos, Madrid, 1999, p. 25.
5
Cfr. ROLANDO TAMAYO Y SALMORÁN, Introducción al Estudio de la Constitución, Ed.
Ediciones Fontamara, México, 1998, p. 222.
6
Pleno de la Suprema Corte, Quinta Epoca, precedente publicado en la página 1495 del tomo
XXXI del Semanario Judicial de la Federación.
7
El precedente citado corresponde al Pleno de nuestro máximo tribunal y aparece publicado
en la página 410 del tomo VIII del Semanario Judicial de la Federación, Quinta Epoca.
“(…) Es aplicada una norma de rango superior y creada una norma de rango
inferior. Así, por ejemplo, el primer acto constituyente (…) es ejecución de la
norma fundamental; la legislación (…) aplicación de la Constitución; la sentencia
judicial y el acto administrativo (…) ejecución de la ley (…)”9
“Artículo VI (…) 2. Esta Constitución, y las leyes de los Estados Unidos que se
hagan con arreglo a ella, y todos los tratados celebrados o que se celebren bajo
la autoridad de los Estados Unidos, serán la ley suprema del país y los jueces de
cada Estado estarán obligados a observarlos, a pesar de cualquier cosa en contra
que se encuentre en la Constitución o en las leyes de cualquier Estado.”10
8
JORGE CARPIZO, Estudios Constitucionales, Ed. Porrúa, México, 1996, pp. 1-2.
9
HANS KELSEN, La Teoría Pura del Derecho, Ed. Gernika, México 1993, p. 61. En este
sentido, la famosa pirámide de Kelsen parte de la idea de una relación de supra a subordina-
ción entre los diferentes estratos jurídicos. Paralelamente, la doctrina francesa, partiendo de la
base que el respeto de los derechos del hombre es fundamental para la manutención del orden
constitucional, ha considerado el principio de supremacía constitucional como una garantía
de los derechos fundamentales, lo cual provocaría la instauración del Consejo Constitucional
Francés para juzgar a priori sobre la constitucionalidad de todo acto de naturaleza legislati-
va. Sobre este punto, cfr. ADHÉMAR ESMEIN, Élémens de Droit Constitutionnel Français
et comparé, Tome Premier, La liberté moderne: Principes et Institutions, Ed. Librairie de
Recueil Sirey, París 1921, p. 586.
10
Citado en JOSE LUIS CASCAJO CASTRO Y MANUEL GARCÍA ALVAREZ, Constituciones
Extranjeras Contemporáneas, Ed. Tecnos, Madrid, 1994, p. 73.
Ramón Fernández, quienes establecieron que: “La idea de la Constitución como supreme
law of the land, como se proclama en el artículo VI, Sección 2.a, de la Constitución de
1787, viene, a su vez, de dos fuentes: el pactismo social, y sobre todo de LOCKE, que ve
en un pacto básico el fundamento de todo orden político y jurídico, y la idea de un higher
law, la idea de un Derecho Natural concebido como fundamental law y lex legum, idea que
aportan los puritanos al suelo americano y en nombre de la cual los colonos concluirían
por romper el lazo de obediencia con el Rey inglés, al ignorar esos derechos superiores
(concretamente, el derecho de votar los impuestos, el de ser juzgado por los pares y el de
libertad religiosa).” EDUARDO GARCÍA DE ENTERRÍA y TOMÁS-RAMÓN FERNÁNDEZ,
Curso de Derecho Administrativo, Ed. Civitas, Madrid, 2000, tomo I, p. 101.
* The Federalist, No. 33. Ver también el No. 15.
12
JOSEPH STORY, Commentaries on the Constitution of the United States, Ed. Hilliard, Gray
and Company y Brown, Shattuck, and Co., Boston y Cambridge, 1833, vol. I, pp. 308-309.
En el mismo sentido puede referirse a las páginas 693 y 694 del volumen III de la misma
obra. Es sin embargo importante resaltar también que a este concepto de supremacía consti-
tucional también sobrevinieron algunas corrientes que se oponían a ella, influenciadas en una
idea confederada de los Estados Unidos y en la recurrente obsesión del constitucionalismo
americano de ver en la federación una amenaza constante a la libertad de los Estados, razón
por la cual el propio Story, en las páginas subsecuentes de la obra que se menciona, se
preocupa por hacer un razonamiento en el que demuestra que la Constitución de los Estados
Unidos es una norma fundamental y no un tratado internacional entre entes co-soberanos
que habrían celebrado una especie de pacto de alianza.
13
Debe reconocerse que Marbury vs. Madison no es el primer caso en donde la Corte Supre-
ma de los Estados Unidos haya hecho prevalecer el principio de supremacía constitucional
declarando una ley nula, y que también habían habido precedentes de tribunales de ciruito
en el mismo sentido, pero es sin duda alguna, el más representativo de ellos.
14
La sentencia 5 U.S. 137 USSC, mejor conocida como Marbury vs. Madison, al efecto es-
tablece:
También debe hacerse notar que al declararse qué debe considerarse como
la ley suprema del país, la propia Constitución está mencionada en primer
término, y no las leyes de los Estados Unidos en general, sino únicamen-
te aquellas que se realicen de conformidad con la Constitución tienen tal
rango. Por tanto, la particular fraseología de la Constitución de los Estados
Unidos confirma y robustece el principio, estimado esencial para todas las
constituciones escritas, que una ley contraria a la Constitución es inválida,
y que los tribunales, al igual que las otras ramas del poder, están obligados
por tal instrumento.
La cita de la sentencia puede ser consultada en WILLIAM B. LOCKHART, YALE KAMI-
SAR, JESSE H. CHOPER, STEVEN H. SHIFFRIN y RICHARD H. FALLON JR., Cons-
titutional Law, Cases, Comments, Questions, Ed. West Publishing Co., St. Paul, Minnesota,
1996, p. 9. Dicho argumento está sustentado por las siguientes consideraciones: “Esta ley,
que incluye la formación de una Constitución, es “un gran esfuerzo” y no puede repetirse
con frecuencia; por tanto, sus principios “son considerados fundamentales… y están desti-
nados a ser permanentes”. El pueblo norteamericano ha elegido una Constitución limitada y
escrita, y por tanto la Constitución controla cualquier acto legislativo que le sea hostil. Si
los actos de una legislatura permitidos y prohibidos por la Constitución obligan igualmente,
no hay distinción real entre gobierno limitado e ilimitado, y la legislatura puede cambiar la
Constitución mediante una ley ordinaria. Las Constituciones escritas son consideradas por sus
autores como leyes fundamentales, de modo que los actos legislativos que sean contrarios
a la misma son nulos. “Esta teoría está íntimamente vinculada a una Constitución escrita”.
CHRISTOPHER WOLFE, La Transformación de la Interpretación Constitucional, Ed. Civitas,
Madrid, 1991, p. 119.
15
Sobre este precedente podemos decir incluso que ha sido calificado por algunos constitucio-
nalistas como Jorge Carpizo, como uno de los precedentes más trascendentes desde 1995.
Al respecto vid. JORGE CARPIZO, Nuevos Estudios Constitucionales, Ed. Porrúa, México,
2000, pp. 493-498.
Del texto transcrito debemos concluir que según la postura asumida por
la Suprema Corte, la Constitución es la Ley Suprema de toda la Unión, y
que aunque la propia Constitución les otorgue ese mismo calificativo, jerár-
quicamente le siguen los tratados (de conformidad con los nuevos criterios
16
Tesis número LXXVII/99 del Pleno de la Suprema Corte, publicada a página 46, tomo X,
correspondiente a noviembre de 1999, Novena Epoca, del Semanario Judicial de la Federación
y su Gaceta. El sentido de este precedente ha sido corroborado recientemente por el propio
tribunal en Pleno, aun cuando la mayoría fuera de nada más seis votos, en las tesis números
P. VIII/2007 y P. IX/2007, publicadas en la página 6, tomo XXV, Abril de 2007, Novena
Epoca, Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, de rubro: SUPREMACÍA CONS-
TITUCIONAL Y LEY SUPREMA DE LA UNIÓN. INTERPRETACIÓN DEL ARTÍCULO
133 CONSTITUCIONAL y TRATADOS INTERNACIONALES. SON PARTE INTEGRAN-
TE DE LA LEY SUPREMA DE LA UNIÓN Y SE UBICAN JERÁRQUICAMENTE POR
ENCIMA DE LAS LEYES GENERALES, FEDERALES Y LOCALES. INTERPRETACIÓN
DEL ARTÍCULO 133 CONSTITUCIONAL, respectivamente.
19
Sobre este punto se puede consultar a LOUIS FAVOREU y FRANCISCO RUBIO LLOREN-
TE, El Bloque de Constitucionalidad, Ed. Civitas, Madrid, 1991, así como a FRANCISCO
RUBIO LLORENTE, La Forma del Poder, Ed. Centro de Estudios Constitucionales, Madrid,
1997, pp. 63-90. Asimismo, resulta destacable la opinión al respecto del catedrático de la
Universidad de Salamanca, Rafael Bustos Gisbert, quien en las aulas de clase ha sostenido
también, que el esquema constitucional que prevé la Constitución española con respecto de
los tratados, y el derecho europeo, podrían llevarnos al grado de hablar también, en cierta
medida, de otro bloque de constitucionalidad, parecido, al que en estos momentos nos ocupa.
20
Situación que iría en concordancia con lo establecido por Boris Mirkine-Guetzévitch al
escribir:
Resulta que en un país en donde la Constitución admita el carácter obligatorio
del derecho internacional, un conflicto entre una ley ordinaria y un tratado viene
a ser como un conflicto entre una ley ordinaria y una ley constitucional: el juez
debe dar preferencia al tratado, como norma constitucional.*
* Cf. Politis, Le problème des limitations de la souveraineté et la théorie de l’abus
des droits dans les rapports internationaux (Recueil des cours de l’Académie de
Droit International, t. VI, 1926, p. 38).
BORIS MIRKINE-GUETZÉVITCH, Les Nouvelles Tendances du Droit Constitutionnel, Ed.
Marcel Giard, París, 1931, pp. 76-77.
(…) la tutela se ideó para el beneficio del pupilo, y sin embargo la tutela es
un derecho y un poder sobre la persona del pupilo. No se debe insistir diciendo
que, si el tutor administra mal la fortuna del pupilo, puede ser separado, y que
consecuentemente el mismo derecho debe existir sobre un rey. Esto puede ocurrir
con respecto a un tutor, que tiene un superior; pero en materia de gobierno,
puesto que no pueden extenderse las cosas al infinito, hay que parar absoluta-
mente ya sea en una persona, ya sea en una asamblea, que no tengan a ningún
juzgador por encima de ellas, y cuyas faltas queden reservadas al conocimiento
de Dios (…).27
Así pues, los actos del Constituyente Permanente, al ser éste la represen-
tación de la soberanía, y siendo sus actos reformas a la Constitución que gozan
del privilegio de la supremacía legal total, no son susceptibles de ser atacadas
por ningún medio legal existente en nuestro país. Esto queda aún más refor-
zado por el simple hecho que aplicar una estructura supraconstitucional sería
violatorio de la Constitución misma, la cual es inviolable por mandato expreso
del artículo 136 de nuestra ley fundamental, que a la letra prescribe:
la soberanía misma. Ella debe designar un poder ilimitado e ilimitable que habría de ser
absoluto, ya que nadie podría limitarlo, ni aun siquiera ella misma. La autolimitación es,
según la teoría del derecho natural (teoría que para muchos es la dominante en este punto),
inseparable del carácter de la soberanía. Si hay, pues, limitaciones para el Estado, estas
limitaciones serán siempre reales o morales, pero jamás de naturaleza jurídica.” GEORG
JELLINEK, Teoría General del Estado, Ed. Oxford, México, 1999, p. 283. Igualmente de
importancia resulta transcribir la afimación de Carl Schmitt en el sentid que: “La volonté
générale se eleva a la dignidad divina y anula todas las voluntades particulares y todos
los intereses particulares, los cuales aparecen ante ella solo como un latrocinio. Por ello
no puede ser ya planteada la cuestión de los derechos inalienables del individuo y de una
esfera de libertad apartada de la injerencia de la volonté générale soberana. Tal esfera es
ilimitada por la simple alternativa de que lo individual o bien coincide con lo general, en
cuyo caso tiene un valor por causa de esta coincidencia, o bien no coincide, en cuyo caso
es nulo, sin valor y malo, corrompido y, en general, no constituye una voluntad digna de
consideración en sentido moral ni jurídico.” CARL SCHMITT, La Dictadura, Ed. Alianza,
Madrid, 1999, pp. 159-160.
27
HUGO GROTIUS, Le Droit de la Guerre et de la Paix, Ed. Presses Universitaires de France,
París, 1999, p. 105. En un sentido similar, pueden incluirse las palabras de Jean Louis de
Lolme, por cuanto
28
Precedente correspondiente al Pleno de la Suprema Corte, publicado en el tomo III, página
664 del Semanario Judicial de la Federación, Quinta Epoca.
29
Tesis número XXXIX/90 del Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, publicado
en la página 17 del tomo V, Octava Epoca, del Semanario Judicial de la Federación.
30
Séptima Epoca; Instancia: Pleno; Fuente: Semanario Judicial de la Federación; tomo: 39;
página 22.
31
Tesis del Segundo Tribunal Colegiado del Décimo Sexto Circuito, publicada en el Semanario
Judicial de la Federación, tomo XI-junio, Octava Epoca, página 244.
32
La jurisprudencia transcrita, número XII.1o.J/5, fue emitida por el Primer Tribunal Colegiado
del Duodécimo Circuito y aparece publicada en la página 63, tomo 58, correspondiente a
octubre de 1992, del Semanario Judicial de la Federación, Octava Epoca.