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Sin remedio
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Sin remedio
Hoy es un día especial. Sí, un día realmente importante para mí. Puede que muchos lo
vean como una nimiedad, algo por lo que millones de personas pasan en sus vidas y
por consiguiente, irrelevante. Pero no, para mí es algo realmente fascinante.
Hoy, casi rozando los 30, por fin dejo la casa de mi madre, paso a vivir en MI casa, por
Mi cuenta, y en MI espacio. Mi burbuja, mi zulo, mi cueva, mi hogar, mi morada, mi
madriguera… mi refugio. Es algo que explicar seria por un lado realmente fácil, y por
otro complicado. Porque más que explicar lo que me ocurre, tendría que intentar
explicar lo que siento, la sensación de libertad que unas llaves crean en mí.
No han pasado ni diez minutos desde que estoy sentada en mi sofá. He acabado de
amueblar, ordenar, colocar, y limpiar todo para que oficialmente hoy, me traslade
definitivamente. La verdad es que prefería hacerlo cuando todo estuviese listo y no
tener que estar yendo y viniendo de casa de mi madre. Aunque ahora que lo recuerdo,
aún quedan un par de cajas allí y que mañana mismo tendré que traer, más que nada
porque son mis libros y mis cd’s. También tengo que ir a casa de mi hermana, así que
será mejor que lo haga cuanto antes.
Bien, las llaves… ¿Dónde están las llaves? Las dejé aquí. Míralas, menos mal que estoy
sola, o ya tendría que escuchar a mi madre.
Esta puerta necesita una capa de pintura. O directamente cambiarla y poner una
nueva. La de mis vecinos es distinta. Y más bonita, definitivamente tengo que
cambiarla y poner otra. La cosa es que este ascensor está nuevo, debieron cambiarlo
hace poco. ¿No habría otro más moderno? Parece una habitación de la nasa. Mejor no
toques nada por si acaso.
Tengo que acordarme de poner el cartelito en el buzón, a ver si lo hago luego. También
tengo que lavar el coche. Que encima que está nuevo da más penita verlo así de sucio.
Seguro que cuando lo lave se pone llover, como siempre.
Odio el tráfico de esta ciudad. Menos mal que tengo paciencia, sino anda que iba yo a
sacar el coche. Que para algo está el metro, que vale que a veces es mas agobiante,
tanta gente, tantos olores… uf, y menudos olores. Y más ahora que se acerca el verano
y el calorcito se nota. Mejor el coche, con mi musiquita, mi olor a limpio y a nuevo. A
mí, que por qué no decirlo, huelo divinamente.
Mira que se lo tengo dicho, ¿no podría haberse ido a una calle menos complicada para
aparcar? No, tiene que venirse aquí a vivir, que no montan los coches unos encima de
otros porque no pueden qué sino. Ahí parece que hay un sitio. Venga, que lo de
aparcar a mí se me da de lujo… una… dos…. La tercera está más complicada. Y tres,
¡Violà! Si es que valgo más que las pesetas.
Espero que no se haya ido, porque como me haya plantado aquí y no esté, se la carga.
-¿Si?
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-¡Siempre me lías!
-Ya me tienes aquí. ¿Qué es lo que querías? –le doy los dos habituales besos de rigor.
-Pero si ya tengo de todo, no necesitaba nada, Rocío. –pero claro, como es una
compradora compulsiva, la excusa de mi mudanza le venia que ni pintada.
Mi ceño se frunce al escucharla casi gritar y caminar como si le pesase la espalda una
tonelada. ¿Por qué mira hacia el suelo? No… ¡Un perro!
Bueno, mi historia con la raza canina es de varios años atrás. Cuando tenía siete años
mi padre me regaló uno, realmente porque ya estaba cansado de oírmelo pedir, no por
otra cosa. Pero la cuestión es que yo estaba más feliz que un tonto con un lápiz. Tenía
mi perro, lo llevaba en brazos a todos sitios y fardaba con él todo lo que quería y más.
Dejé de llevarlo en brazos cuando habían cambiado los papeles y era él quien ya podía
llevarme a mí, por lo que no me dejaban sacarlo sola, tenía mucha más fuerza que yo, y
tras la primera vez que me llevó él a mí de paseo por todo el parque, decidimos que
fuese siempre acompañada.
La cosa fue que, un día se me soltó y echó a correr libre y poderoso. Lo hizo hasta que
el camión que le dejaba la carne a la señora Jacinta, la dueña de la tienda del barrio, se
lo llevó por delante dejándome sin perro. Realmente fue un trauma y un verdadero
drama, cada vez que veía un perro me hinchaba a llorar, patalear y me ponía de lo más
insoportable. Por eso la norma de “No más perros” llegó firme y dura a mi casa.
-¡Me encanta! –qué poquito pesa, si parece un peluchín- Ais… hola, cosita.
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-Miedo me das… -la miro fijamente mientras no dejo de acariciar al perro que ya me
chuperretea la oreja y tengo que sonreír.
R: Se llama Orlando.
Creo que mi cara refleja el estado de perplejidad que he alcanzado al escuchar aquel
nombre de sus labios. Para quien no lo sepa, Orlando Bloom, es el amor platónico de
mi hermana. Su marido lo tiene tan aborrecido, que está terminantemente prohibido
pronunciar ese nombre en su presencia, lo que me hace pensar que haber decidido ese
para mi perro, es un ataque en toda regla, ¡la revolución en casa!
-¿Quieres… que… llame… a… mi… perro… Orlando? –espero que haber hablado tan
despacio haga que capte lo poco que me gusta.
-Así que te llamas Orlando, uhm. –me ladra a modo de saludo y le acaricio de nuevo
viendo que realmente le gusta que lo haga- Pues nada Orlando, vayamos a casa.
R: Espera, que te doy sus cosas… no te vas a ir así con el pobre. Tiene ya de todo. –a ver
qué coño a comprado esta, me veo con la tienda a cuestas- Toma… collar, correa,
juguetes, comederos, su camita, y varios saquitos de comida.
Una caja que raramente podría sostener aun abrazándola con ambos brazos,
permanece llena de todo y cuanto mi señora hermana ha decidido comprarle a
Orlando. Bien. Será el perro mas malcriado de todo Madrid. No me queda otra que
resignarme y coger la dichosa caja, lanzándole una mirada que sirve a modo de
amenaza y despedida cuando ya salgo por la puerta con aquel bulto entre los brazos y
la correa de mi nuevo perro en la mano derecha. Veremos si por accidente no lo
asfixio.
Finalmente llegamos sanos y salvos hasta el coche. Bien. Mi nuevo coche va a sufrir los
restos corporales de mi nuevo perro. Ya podía haberme dado una toalla o algo. Como
se mee lo capo.
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Salir de un coche intentando que un cachorro no vaya tras de ti, y a la vez no aplastarle
la cabeza con la puerta, es bastante complicado. Pero más aun cuando he abierto el
maletero para coger la caja descubriendo que es un gran saltador y ha conseguido
subirse por el asiento trasero para salir del coche.
-¡Chico malo! –intento alzar la voz cuando lo tengo de nuevo en brazos pero es
realmente imposible con esa cara- Creo que vas a hacer conmigo lo que te dé la gana…
tengo un pequeño presentimiento, sí. –como respuesta, pasa su lengua caliente y
babosa por mi mejilla en un movimiento tan rápido que le es imposible volver a
guardarla cuando de nuevo me mira haciendo que ría con ganas- Menudo trasto.
Finalmente consigo sujetar la correa y coger la caja todo en una. Lo difícil ha sido abrir
la puerta, he tenido que hacer malabarismos para no matar a mi perro de una
contusión craneoencefálica.
-Esto que brilla tanto es nuestro ascensor… ¿Está chulo, eh? Pues intenta no mearte
nunca dentro o el portero pedirá tu cabeza y la mía.
Genial, el puñetero ascensor no baja. ¿Si le doy una patada a la puerta lo dejarán libre?
Puede ser que también me gane la mala simpatía de algún vecino, y eso no está bien.
Pues nada, subamos por esta escalerita tan mona, sin soltar la caja y sin que Orlando se
me canse mucho. Pobre, con lo pequeño que es.
-Venga, campeón… que queda poco. –en los últimos escalones se anima y sube en una
carrera haciendo que vuelva a reír y vaya tras él para alcanzarle- ¡Bien! Me has ganado.
Sin saber por qué, me veo eufórica, arrodillada frente a mi perro y acariciándolo de
forma cariñosa mientras él mismo se espanzurra dejando que le acaricie la barriga de
forma más directa.
Mientras me encuentro en ese momento tan ridículo, escucho como alguien carraspea
llamando mi atención. Una mujer me mira a tan solo un metro de distancia y una
sonrisa en sus labios. Cojonudo, he hecho el ridículo públicamente.
-Hola.
-Esther. –la estrecho con cuidado, cruzándome de brazos después mientras miro a
Orlando que vuelve sobre sus pasos para llegar hasta mí.
M: Ayer vi que traíais varias cajas, pero tenía prisa y no pude pararme.
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E: Eh… sí, ya estoy instalada oficialmente. –decido coger a mi perro en brazos mientras
sigo mirando a mi nueva vecina- Espero que no te molestasen mucho.
Genial, ahora tengo que decirle a una desconocida que mi perro, el que de primeras es
adorable, se llama Orlando. Podrá deducir que, uno, me gusta tanto el tomate frito que
he decidido bautizar a mi perro con dicho nombre, o dos… que soy una friki y le llamo
como ese súper actor que tanto odio.
E: Orlando. –lo suelto como si fuese una cruz que cargo a la espalda y ella vuelve a
sonreír- Ridículo, lo sé… es cosa de mi hermana.
E: Eso seguro. –suspiro mirando de nuevo a mi perro que vuelve a lamerme la cara
como si realmente hubiese cogido aquello como deporte.
E: Igualmente. –vuelve a ofrecerme su mano- Te daría dos besos, pero los fluidos de mi
perro son algo demasiado personal todavía. –ríe por lo bajo antes de abrir la puerta del
ascensor.
M: Hasta luego.
E: Hasta luego.
Tras unos segundos en los que salgo de aquel extraño encuentro con mi vecina, abro la
puerta y Orlando corre despavorido hacia el interior. Me basta silbar con fuerza para
tenerlo de nuevo de vuelta.
Lo de dormir en ese sitio parece que no lo lleva bien. Ha corrido por la casa arrastrando
ese pequeño colchón canino con dibujitos de huesos y perros amarillos. Dejándolo en
medio del pasillo para regresar después y quererse subir sobre mi regazo. Tras un rato
queriendo que me hiciese caso, se ha resignado a ir a su colchón, que después de
dejarlo en su lugar correspondiente, parece no verlo tan mal.
Creo que la razón por la que se resigna es que está cansado. Mejor que aproveche esta
suerte y me dé una ducha que la voy necesitando. Toda la tarde bregando con un perro
que además de hiperactivo, es adorable, cansa tanto o más que un día entero de
trabajo.
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Hice bien en comprar esta ducha, que vale que me costara una barbaridad, pero para
algo he estado ahorrando hasta la última peseta desde hace ya un porrón de años.
Además, una ducha con hidromasaje, es una ducha en condiciones, que si un chorrito
por aquí, otro por acá. Estaría mucho mejor en compañía, no voy a ser yo aquí ahora la
tonta de turno, pero bueno, para unas primeras veces y para pillarle el truco, pues sí,
sola no está nada, nada, mal.
Una respiración agitada me hace mirar hacia la puerta, Orlando me mira con algo azul
entre los dientes, ¡Mi tanga!
E: ¡Ven aquí ahora mismo! –cogiendo con fuerza la toalla corro tras él cuando ya sé que
va a ser imposible alcanzarle- ¡Orlando, por tu padre!
No es muy normal que yo esté corriendo detrás de un perro, intentando que la toalla
no se me caiga y encima descalza, para que por una mala suerte me abra la cabeza en
una caída tonta.
Cuando llego a la puerta del salón le tengo acorralado. Sonrió en mi fuero interno
cuando voy a dar un paso hacia él y suena el timbre. ¡Joder! Chasqueo la lengua y
agarro con más fuerza la toalla, ¿Cómo coño voy a abrir así la puerta? Me voy primero
hacia la mirilla. ¿Esa es mi vecina? Mi ceño se frunce por si solo antes de abrir apenas
la puerta, ocultándome tras ella y dejando que solo se vea mi cabeza.
E: Hola.
E: Oh. -¿por qué no me he enterado de que han llamado a la puerta? La ducha- Vale,
gracias. –asiento mirándola y sin moverme.
M: Abre un poco mas y te la cuelo. –la coge dejándola en el mismo quicio de la puerta.
Vale, puedo abrir un poco mas y que con el pie mismo le dé un golpecito y me la cuele.
Chica lista.
E: Gracias. –abro un poco mas sin perder mi escudo de madera cuando veo un cuerpo
marrón saltar la caja con destino al rellano, cierro los ojos. ¡Lleva mi tanga en la boca!-
¡Orlando!
No puedo evitar morderme el labio por la frustración al ver como mi vecina se agacha
frete a mi perro, comienza a acariciarlo y finalmente haya esa prenda tan íntima y
personal entre los dientes de Orlando. Bueno, podría ser peor, podría haber salido tal
estoy, que se me cayese la toalla, que me viese desnuda, que mi mismo perro tirase de
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mi toalla y me viese también desnuda. Bueno, pero igualmente, ver a esa no tan
desconocida vecina con… ¡mi tanga en la mano es apabullante!
M: Toma.
E: Eh… gracias. –aprieto los labios mientras agacho la cabeza y finalmente me resigno a
dejar de hacer el ridículo saliendo de mi escondite.
Vale, ¿Esto qué es? ¿Alguna cámara oculta? ¿Una broma? ¿Realmente estoy tan solo
con una toalla en la puerta de mi casa, con Orlando fuera, y con el tanga en la mano?
Esto es una pesadilla, alguna cuenta pendiente que tengo con algún santo a los que mi
madre pide favores y me lo hace pagar de esta forma.
M: Bueno, voy para dentro que vengo con prisa y… -sí, sí, libérame de este bochornoso
momento por favor.
Orlando vuelve a correr hacia casa y yo asiento a modo de despedida. Cuando por fin
reacciono cojo en brazos a mi perro y lo miro con seriedad.
La primera noche de convivencia entre Orlando y yo, ha sido… peculiar, esa sería la
palabra. Cada hora y media o dos horas, lo escuchaba correr por la casa, revolver algo
en el salón, y masticar un muñeco que la lista de mi hermana le había comprado… ¿de
esos que cuando lo aprietas silba? Pues ese, ¡maldito perro!
Así que mis ojeras de hoy son normales, acorde con mi estado de sueño.
Tengo que ir a casa de mi madre. Presentarle a Orlando, y traer el resto de cosas que
me quedan allí. Más tarde… no. No puede ser mas tarde, tiene que ser esta mañana sí
o sí. Qué dirá cuando vea a esta bola de pelo. Igual se lo quiere quedar. Justo cuando
pienso esto último sonrío para mí, buscando sus ojos.
Bajamos la escalera en una carrera, que siendo sincera, me divierte. Es como volver a
ser una niña y tener un amigo de juegos. Pero con un detalle que rápidamente me hace
erguirme y disimular; el ser humano reacciona al instante en que ve a otro ser humano
haciendo el ridículo.
Conducir con él en el coche es algo que no me convence. Voy a tener que ver la
manera de tenerlo quieto y que no tengamos un accidente. En el maletero no lo voy a
meter, pobrecito… Hablaré con el veterinario cuando lo tenga que llevar.
E: ¿Cuándo tienes cita? –lo miro a través del retrovisor y tuerce la cabeza haciendo que
vuelva a reír- ¡Si es que te voy a comer!
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Tardamos poco en llegar a casa de mi madre. Tiene sus ventajas tenerla cerca, aunque
muchos más inconvenientes, ya me estoy preparando para cuando decida que ha
pasado un tiempo prudencial para poder ir a entrometerse en cómo tengo las sabanas
o las cortinas de limpias, si riego poco o mucho las plantas, o si tener un vaso sin secar
en la encimera de la cocina es poco higiénico.
E: ¿Hola?
Orlando, como si aquel también fuese su territorio, tira de la correa queriendo llegar lo
antes posible al salón, ¡como si supiese que es el lugar de peregrinaje de mi madre y la
vecina del quinto!
Y como he dicho, ahí está. En su rincón del sofá, justo al lado del que tenía mi padre,
cotorreando con Elvira, una mujer de casi ochenta años que ya quisiera yo llegar en su
estado a esa misma edad. La tía se recorre todos los puestos del mercao en un abrir y
cerrar de ojos, y encima sin despeinarse. Al principio le decía a mi madre que era una
mala influencia, pero realmente la única mala influencia que tiene esa mujer para mi
madre, es que aun quiere que me eche un novio.
El: ¡Esther!
E: Hola, señora Elvira. –siempre que le doy dos besos recuerdo lo poco que me gusta
esa colonia empalagosa que se echa.
El: Hay que ver, Encarna… tu hija cada día más guapa.
En: Es que siempre ha sido guapa. –de repente cae en la cuenta de que un cuerpo
peludo y baboso revolotea alrededor de sus pies olisqueando- ¡Ah!
E: Mamá… es un perro. –siento como el cuerpo de Orlando tiembla entre mis piernas-
Tranquilo, chico… no grita más alto que eso. –lo cojo queriendo darle confianza-
Orlando, esta es mi madre… mamá, este es Orlando.
E: Bien, mamá… luego te digo cuál es tu premio. –me siento a su lado sin dejar de
acariciar al pobre Orlando- Me lo regaló Rocío, así que las broncas a ella.
Vale, me revienta que sigan echándome la culpa de la muerte del pobre Juancho. ¡Yo
no le maté!
E: Voy a coger las cajas que quedan y voy a casa, que tengo que ponerme a imprimir
curriculums a lo loco.
En: ¿No te dijo tu hermana que había hablado con una amiga suya que trabaja en el
Central?
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E: Pues no, mi hermana me cuenta pocas cosas de los planes que tiene para mí o para
hacerse con el poder del mundo.
La historia se repite, y Orlando ladra dentro del coche mientras intento calcular en
cuantos segundos puedo tardar en abrir el maletero, sacar dos cajas, ponerlas en el
suelo, y coger su cuerpo cuando se precipite hacia mí sin que eso ocurra en el
transcurso de mover las cajas.
Finalmente decido hacer otra cosa. Le dejo salir antes y ato con fuerza la correa en mi
muñeca, lo peor que puede pasar es que lo pise cuando se cruce en mi camino.
Sobrevivirá.
Como puedo me giro para ver a la dueña de aquella voz. ¿He pensado antes de ahora
que es realmente guapa? Puede ser. Lo que creo es que es un poco pijina. Bueno,
puede que le guste vestir bien y ya está. No es algo malo.
M: Mujer, voy al mismo sitio que tú. No puedo ir a tu lado viéndote tan cargada y no
ayudarte. –en un movimiento rápido se hace con la caja más alta y la abraza
comenzando a caminar hasta la puerta.
Extrañada por mis propios pensamientos llegó hasta el ascensor, está ya en la planta
baja cuando ella se pone justo en el medio para que no se cierre y pueda pasar yo. Se
lo agradezco con otra sonrisa y paso al fondo. ¿No es esto muy pequeño para dos
mujeres con cajas y un perro?
E: Eso parece.
E: Nada. –niego esperando que no insista y escucho tranquila como llegamos a nuestra
planta y como hiciese antes, me cede el paso para ir tras de mí- Pasa.
Después de abrir la puerta consigo dejar la caja en el suelo sin hacer mucho ruido.
Ahora me doy cuenta de lo mucho que pesaba y que mañana seguramente tenga los
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M: ¿Me lo dejas?
Cuando me giro la veo agachada frente a él. Orlando le cede gustosamente su juguete
preferido a mi vecina y esta lo coge sin ningún tipo de reparo, lanzándoselo hacia el
pasillo y consiguiendo que salga despavorido tras él.
¿Solo mi perro?
M: No te preocupes.
E: Mi habitación.
M: Me encanta.
E: Gracias.
M: Es muy distinta al resto… es como otra casa. –sonríe girándose hacia mí apenas un
segundo y seguir recorriendo la habitación con la vista.
Eh… mierda… mierda, mierda. No estaba preparada para que viese esa foto. ¡Coño!
Ahora o sale corriendo o le entra el morbo y pregunta. Aunque bueno, es una foto
artística, bastante bonita además. Qué más da que sean dos tías en cueros y
besándose. Pues eso… no pasa nada… no pasa nada.
M: Bonita foto.
E: Sí.
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No sé si he hablado lo suficientemente alto para que me escuche. Pero creo que sí. Sigo
apoyada en la puerta y ha pasado de mirar la foto a mirar mi cama. Va a juego con el
resto de la habitación, entre color ceniza y blanco. La cama es más baja de lo habitual,
siempre me gustaron esas camas. ¿Por qué mira tanto mi cama?
E: ¿Quieres un café? Iba a prepararlo ahora mismo. –eso, entablando amistades con los
vecinos.
E: Vamos a la cocina. –empiezo a caminar dejándola tras de mí- ¿Vives mucho tiempo
aquí?
M: Y hazlo, porque las de aquí se caen a pedazos y cualquiera podría abrirla y robarte
cualquier día.
E: ¿Cómo te gusta?
M: ¿El qué?
Cuando de nuevo me mira me bloqueo. ¡Tonta, tonta y tonta! ¡Reacciona! Es que esta
mujer te mira y parece que te traspases con esos ojazos marrones que tiene. No lo
había pensado, pero… menudos ojos que tiene la puñetera.
E: Dime.
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Entre mi hermana y yo nunca ha habido una comunicación real. Tiene diez años más
que yo. Cuando llegué a este mundo ella ya tenía su lugar en él. Su personalidad de
pesada y metomentodo ya bastante definida y una autentica autoestima que a veces
envidio. Por eso, nunca hemos sido esas hermanas que todo lo comparten y todo lo
hablan. Sinceramente paso de contarle las cosas a mi hermana, porque
automáticamente, esa información le hace coger el cargo de informadora oficial y,
aunque no con mala intención, sea lo que sea, pasa a ser dominio público.
R: He hablado con Raquel, mi amiga en el Central… me dijo que te pasases para hablar
con el director, un tal Fondomayor o algo así.
E: ¿O algo así? ¿Quieres que llegue y suelte lo primero que se te ha ocurrido a ti?
Genial. –miro a mi vecina, que aunque con la mirada fija en la mesa, sé que se está
coscando de todo- Mejor me llamas cuando lo tengas claro y vemos ¿Vale?
R: ¡Pero es que aquí estarías genial! Se pegan por coger un plaza… además tienes muy
buenas referencias de la clínica.
Sin soportarlo por más tiempo termino por colgarle. Suspirando y dejando el teléfono
sobre la mesa antes de beberme casi media taza de café de un trago.
M: ¿Algún problema?
E: Mi hermana… -o sus genes, que son mis genes, pero los suyos mas cojoneros- Que
es una pesadita de las narices. –le sonrío sin cambiar el tono ácido de mi voz y sonríe
también- Terminé el contrato que tenía en la clínica y estoy buscando trabajo… se ve
que conoce a alguien que ha hablado con su jefe… -mejor paro o me perderé yo antes
que ella- Que me ha buscado un trabajo.
M: ¿Clínica?
E: Soy enfermera.
E: Bueno, no es que lleve un cartel en la frente que diga, soy enfermera. –anda esta,
me ha salido listilla, qué faena.
M: Está muy rico este café, eh. –vuelve a beber como queriendo que la crea- Muy, muy
rico.
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E: Lo compro en una tienda naturista que hay a dos calles de aquí… se lo mandan de
algún sitio raro, no sé, pero sí. Está muy rico.
E: Las que quieras, mujer. –vuelvo a sonreír ¿pareceré tan patética como yo me veo?
M: Bueno… será mejor que me vaya, que tengo que dormir todo lo que pueda y ya me
queda poco tiempo para poder hacerlo.
He tenido una tarde extraña. No he querido hacer nada de lo que dije que haría.
Conforme me dejé caer en el sofá he permanecido y permanezco ahora. El único que
se ha movido ha sido mi brazo derecho, el que he tenido que estirar para coger el
teléfono cuando Bárbara, mi amiga y compañera de la infancia, me ha llamado para
tenerme más de una hora en la misma conversación; ¿debía o no debía acostarse ya
con Damián? Damián es su novio. Llevan casi, un mes juntos, y Bárbara es la chica que
no se ata así como así, y mucho menos se acuesta con alguien por un calentón. La
admiro por eso. No porque sepa aguantar los calentones, no, sino porque ha sido
siempre así, y nunca cambia.
Total, que son las nueve de la noche, y aquí estoy. Tirada en el sofá, teniendo
pensamientos fugaces con mi vecina, una de la que solo sé el nombre y que es
realmente guapa. Guapa… ¡Está muy buena! Pero queda más bonito decir que es
guapa. Definitivamente, sí.
Un sonido extraño hace que me incorpore. Uy… mucho tiempo sin moverme, despacito
mejor.
E: ¿Orlando?
El sonido persiste y me levanto para ver qué narices hace este perro. Genial, ¿Qué
problema tienes tú con mi puerta, maldito chucho?
E: Quieto.
No para de rascar la entrada como si quisiese encontrar oro al otro lado. ¿Lo he sacado
hoy? En realidad para qué, si se caga y se mea donde pilla. Quizás debería enseñarlo ya
a que esas cosas se hacen en la calle.
La puerta de mi vecina parece cerrase. No me gusta ser cotilla, pero esto más que
cotillear es recabar información. Tengo que ponerme un poco de puntillas para ver con
claridad por la mirilla. ¿Está será de las que te ven al otro lado? Porque si es así
menudo ridículo.
Qué guapa va… Qué pésima que soy, coño. ¿A dónde irá? Es martes, salir entre semana
no es que sea algo raro, pero ¿esta mujer trabaja?
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Mi cuerpo se paraliza al ver que se dirige hacia mi casa. ¡No! ¡Por qué! Mi oído recibe
de nuevo el sonido de las zarpas de Orlando contra la puerta. ¡Maldito chucho! Lo cojo
en brazos queriendo que aquella idea de llamar a mi timbre se evapore de su mente
tan rápido como ha podido llegarle. Pero no, el timbre suena. ¡Maldita sea!
No queriendo hacer ruido recorro el camino hasta el salón, tan despacio, que creo que
antes de poder volver se habrá aburrido. Cuando llego al centro del salón suelto a
Orlando para girarme, no sin antes alzarle el dedo de forma amenazadora.
E: ¡Voy!
A diferencia de antes, marco con más decisión mis pasos para que pueda escuchar el
recorrido de mi cuerpo del salón hasta la puerta. Cojo aire de forma tranquilizadora
antes de abrir.
M: ¿Estás bien?
E: Eh…. Sí, claro. –tú estás mejor, todo sea dicho- ¿Por… por qué?
M: Sí… he dormido toda la tarde. –suspira dejando caer la mano que sujeta las llaves-
Me espera una noche bien larga. –me mira otra vez y vuelvo a sonreír con rapidez- Que
pases buena noche.
E: Igualmente.
E: Una larga noche… -¿Qué pude significar eso?- Trabaja de noche.... ¡A ver si va a ser
una pilingui!
Encima mi hermana, que me llamó justo cuando mi intención era dormir y empezó a
darme el coñazo con unas estanterías que había visto y que quedarían divinas en mi
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salón. Diciéndome también que el director del Central no era Fondomayor, que ya me
extrañaba a mí, sino Sotomayor. Al parecer ya estaba al tanto de mi próxima llegada
para hablar con él.
Tendré que tomarme algo para tranquilizarme, no soporto las entrevistas. Me ponen
histérica.
E: Hoy vamos a aprender a hacer las cosas chungas en la calle, Orlando. –él me mira
como si lo que digo no le sonase realmente a chino, es tan mono- Venga, vamos… si lo
haces bien te doy chuches.
Justo cuando abro la puerta de mi casa, la del ascensor hace lo mismo. Viendo casi a
cámara lenta la salida de aquella mujer que raramente, se había instalado en mi
cabeza. A la misma velocidad observo que se gira hacia mí, haciendo que su pelo se
balancee en el movimiento, y que su sonrisa se estire poco a poco hasta que
finalmente se detiene. Tiene cara de cansada… ¡Maldita sea!
M: Buenos días.
M: Muerta. –suspiraba buscando las llaves- Me duele todo el cuerpo y solo quiero
meterme en mi cama.
¡Por qué! ¡Por qué tienes que ser una pilingui! ¡Hubiésemos sido felices, maldita sea!
Espera, espera, rebobina hasta el momento en que aun no te has casado con ella ni has
tenido cinco hijos.
E: Yo voy a sacar a Orlando, a ver si aprendemos a hacer sus cositas fuera de casa.
M: Pues suerte. –sonríe de nuevo cuando ya abre la puerta- Por cierto. –vuelve a
girarse hacia mí y me apoyo como puedo sobre el marco del ascensor sin
descoyuntarme y sin dejar de sonreír- ¿Te apetece luego un café?
E: ¡Claro! –Más tranquila, cariño- Quiero decir, claro… -parpadeo de una forma que
creo le ha resultado lo suficientemente payasa para pasar por algo mi anterior énfasis-
Que descanses.
M: Gracias.
Ya en la calle, mi perro anda olisqueando todos los fluidos de los demás chuchos del
barrio. ¡Qué asco! Supongo que todo va por costumbres. Igual que se huelen el culo…
anda que vaya manera de presentarse, olisqueando el culo de otro.
Que mi perro haya meado en la calle me pone contenta. Tanto como para haber
gritado sin tan siquiera pensarlo. Es un pequeño paso para él, pero un gran paso para la
convivencia y mis nervios.
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Sin remedio
E: Sí, mamá… claro, mamá… -¡qué pesada!- que sí, tranquila… cuando veas a los
bomberos venir hacia aquí puedes preocuparte. Te llamo mañana ¿Vale? Venga… hasta
luego.
Aprovechando el tiempo he pasado a decidir cuál será mi atuendo mañana. Tengo que
ver al Fondomayor ese. Anda que como me salga soltarle eso voy lista de papeles.
Parece un apellido pijo, parece no, es un apellido pijo. ¿Será muy mayor? Bueno… la
cuestión es: ¿Tengo que ir formalmente vestida? ¿O voy como normalmente voy yo?
Visto muy normal, tampoco voy a aparecer allí siendo quien no soy para que si me
cogen, a los dos días vean que visto con vaqueros y camisetas. Aunque algunas veces, y
sobre todo en verano, me da por los vestiditos frescos y las sandalias pijitas de
señorita.
Un silbido del juguete de Orlando me hace salir para hacerle un poco de caso. Llevo
rato pasando olímpicamente de él.
E: ¿Chico?
Qué mono es, ya sale corriendo moviendo esas orejas colganderas. La verdad es que
me va a hacer compañía este trasto con pelo. Es simpático, cariñoso, aunque no para
quieto, y me dolerá mucho cuando me rompa algo. Espero que no sea el sillón al que le
ha echado el ojo. ¡Que es muy caro!
E: ¡Cógelo!
Si es que me dan ganas de achucharlo todo el tiempo. ¿Me lo tengo que llevar a casa
de la vecina? Me quitará todo el protagonismo, pero dejarlo aquí solito. ¿Y si le mea la
casa?
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E: Oye… -lo vuelvo a tomar en brazos y ya veo que le encanta, se vuelve a espanzurrar
sobre si regazo- ¿Si te llevo conmigo vas a ser bueno? No puedes mearte por allí.
Gimotea mientras se retuerce queriendo que juegue con él, pasa de mí de la forma
más descarada. Mientras lo miro y no puedo dejar de sonreír, el timbre suena. Mi
cuerpo se precipita hacia delante haciendo que mi pobre Orlando tenga que responder
con rapidez y mantener sus cuatro patas firmes en el suelo.
E: Hola. –sonrió otra vez, esta se debe pensar que soy una feliz de la vida o algo.
M: Que me he dado cuenta que no te dije cuando venir a tomar ese café. –esa misma
duda tenía yo hace ya un rato.
E: Ya, hacía tiempo para no molestarte el sueño… suponía que estarías aprovechando.
E: ¡Claro! –me giro para coger las llaves y me paro a pensar en mi duda anterior. ¿Qué
algo con Orlando?
M: Puedes traerte a Orlando, eh… no pasa nada. –bien, muy bien... nos sincronizamos,
baby.
Nada más entrar en su casa se ofrece a enseñármela. Realmente, es que nada más
entrar me he quedado impresionada. Si esto lo hizo hace un par de años, qué haría
ahora. ¡Guau! Pedazo de casa. ¿A qué huele? Es genial, quiero de eso para mi casa.
Pasamos al salón, es mucho más grande que el mío, ¿cómo lo hace si tendríamos que
tener el mismo espacio? Tiene dos sofás de piel en color negro, el mobiliario es
también muy actual y tiene un pantallón que ríete tú de mi tele de plasma de 26’’, la
suya tiene que ser mínimo de 60, ¿pero verá algo o tendrá que pegarse a la pared? En
fin, me ha bajado el ánimo solo con la tele.
La cocina, la cual ya tiene el olor a café, es también bastante apañadita ¿Esta tía es
perfecta en todo o qué? pasamos por el pasillo y me ha parecido ver… ¿una escalera?
¿De dónde coño se ha sacado una escalera? ¡Yo no tengo escalera!
M: Este es el despacho.
Jum… tiene hasta despacho y todo. ¿Dónde está Orlando? Me giro buscándolo y lo veo
sentado al principio del pasillo. ¡Qué bueno es mi chico!
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Sin remedio
La miro y está sonriéndole a mi Orlando. Qué mona es. Ais… seguimos la ruta turística,
me enseña el baño, al que ha llamado principal. ¿Tienes uno privado, hija mía? ¡Bien!
Llegamos a la dichosa escalera, explícame por qué tienes tú una escalera y yo no.
M: Te ha sorprendido.
M: Compré también el piso de arriba… -me comenta como si tal cosa… ¡tiene dos pisos
la tía!- No me gustan los dúplex, pero me metí aquí con la idea de no cambiar ya, y me
gusta tener espacio.
E: Ahm…
No si… espacio no te falta, no. La escalera está bien chula, todo hay que decirlo. No
tiene barandilla, por lo que le da un aire más moderno. Todo el suelo es de parqué, me
encanta el parqué. En el piso de arriba es todo mucho más blanco. Es como un espacio
abierto sin pasillos, bueno, solo uno, pero bastante corto. Solo se ven puertas y ¡una
pedazo de terraza qué agárrate!
E: Muy bonito… -asiento sin pensarlo, debería parar- Muy limpio todo. –sonríe y la pillo
de reojo antes de que se gire- Lo digo en serio.
M: Ya. –camina hacia una de las puertas para abrirla- Este es otro dormitorio.
M: Anda, vamos.
Me enseña un segundo baño, ¿tiene más? Josú… todo sigue limpio e impoluto. Seguro
que le limpian la casa. Abre otra de las puertas y aparece un rincón que no me
esperaba. Tiene un sillón cubierto por una manta. Una mesita baja y otra tele mucho
más pequeña que la de abajo. Hay muchas más fotos, un equipo de música y
muchísimos libros.
M: Mi rincón.
M: Y por último…
Menos mal, ya iba a pedirte un mapa para volver. Oh. No sabía que había camas tan
grandes.
Es extraño, pero me he quedado sin saber qué decir. Podría hacer gala de mi simpático
humor y soltar algún chiste con las dimensiones de esa cama. Pero no puedo. Podría
también limitarme a asentir y soltar otro “muy bonita” como llevo haciendo ya rato,
pero no me sale. He conseguido mirar lo demás durante un par de segundos, pero es
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Sin remedio
que esa cama me ha hipnotizado. ¡Que alguien haga algo! De forma muy enfermiza,
me estoy viendo en esa cama besándome con mi vecina. ¡No!
E: S… sí. –la miro por fin- Sí, sí… ¿me puedes dar un poco de agua, por favor?
M: Claro.
Por fin en su cocina y mientras me bebo de un trago aquel vaso de agua que me ha
ofrecido al instante, parece que consigo reponerme del susto. Que más que un susto
ha sido un calentón raro. ¿Desde cuándo tengo yo estas fantasías en vivo y en directo?
Que las sueñe, bueno… ¡Pero ahí no, por el amor de dios!
M: ¿Estás mejor?
E: Sí, gracias. –intento sonreír, parece que está realmente preocupada- Ya se me pasa.
Ha sido un sofoco.
¿Cuánto tiempo me habré tirado mirando su cama? Para mí ha sido una eternidad, no
podía dejar de mirar aquella cama. Bueno, ella hizo lo mismo cuando vino a mi casa.
Espera.
¿Ella hizo lo mismo? ¡Es verdad! Primero fue la foto, que también la estuvo mirando un
rato, luego fue la cama, otro rato casi igual de largo. Quizás ver la foto y luego la cama,
le hizo pensar en… ¡déjate de chorradas! ¿Cómo va a pensar ella en esas cosas?
M: Igual que te tomes el café te sienta bien, ha podido ser un bajón de tensión.
Después de servir el café y algo para comer, ha empezado a hablar queriendo que me
relajase. Pero la verdad es que no lo consigo. No puedo borrar ese falso recuerdo de las
dos ahí, desnudas, en su cama, retozando… ¡para por favor!
E: Pues yo… -suspiro haciéndole caso, sino lo va a notar y mal vamos- He estado
ahorrando casi diez años para poder comprarme la casa.
M: ¿Diez años?
E: No creas que es tanto tiempo… si no fuera porque he trabajado incluso en tres sitios
a la vez, no hubiera podido tener el dinero hasta dentro de otros diez. Y destetarme de
mi madre con casi cuarenta hubiese sido deprimente. –sonríe y vuelvo a quedarme
embobada. Mal- Pero no quería estar atada a una hipoteca, quería que fuese mi casa
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Sin remedio
desde el primer momento en que pusiese un pie en ella. Disfruté mucho mas el
momento.
E: Discúlpame un segundo.
Asiente con rapidez y casi al instante busca a Orlando. Maldito chucho. Genial, es mi
hermana. ¿Qué querrá la pesada esta?
E: Dime, Rocío.
R: Repítelo para que vea que lo tienes claro o te llamo cada cinco minutos. Sabes que lo
haré.
E: Javier Fondomayor, a las diez en punto. –rio para mis adentros cuando puedo
imaginarme su cara.
R: ¡Esther!
E: Sí, vale… Javier Sotomayor, a las diez en punto. -conforme termino de decirlo cuelgo
y me giro hacia mi vecina, ha cogido a Orlando en brazos. ¡Traidor!
E: Sí, mañana a las diez. –repito como segundos antes y sonríe soltando a mi perro.
E: Gracias.
El cartelito, ¿dónde metí el cartelito? Aquí está. Ahora… ¿Qué hago con mi Orlando?
Tengo algunas de las chucherías que Rocío le compró. Igual si le doy una bien grande
está entretenido con ella hasta que vuelva. Porque supongo que no tardaré mucho…
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Sin remedio
Me mira fijamente antes de salir. ¿Entenderá algo de lo que le digo? Da igual. Vámonos
antes de que se me eche el tiempo encima.
El cartelito ha caído que ni hecho a medida. Qué buen ojo tienes, Esther. Son las nueve
y media. Voy con tiempo de sobra. ¿Dónde aparco? ¿Le echo morro y lo hago dentro o
me busco algo por aquí? Mira, aquí puedo aparcar fácilmente y no me busco que
alguien me regañe.
Vamos allá.
E: Buenos días.
-Hola.
E: Soy Esther García, tengo una cita con Javier Sotomayor. –bien, primer encuentro
bien.
-Un segundo.
¿No le pesarán las orejas con esos pedazos de pendientes? Madre mía, pero y el
collar… Que mujer tan rara. No empecemos, seguramente será simpática ¿qué más da
que le gusten los pendientes con forma de león y lleve un collar con el que
seguramente la puedan asfixiar? Nada en absoluto.
-¡Claudia! ¡Claudia! –eso, grita un poco más que la pobre Claudia no te ha escuchado.
Cl: Claro. –me mira por primera vez y sonríe asintiendo- Sígueme.
E: Gracias.
E: Pues aun no lo sé. –sonrío algo cortada, aunque parezca que no, soy tímida en los
primeros contactos con gente nueva- Luego si quieres te lo digo.
Cl: Pues suerte, entonces. –me sonríe también deteniéndose- O mucha mierda. –alza el
puño.
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Sin remedio
E: Gracias.
Curiosa la chica esta. Guapa y simpática… me va a gustar trabajar aquí, sí señor. Ahora
falta que el Fondomayor este, me dé el trabajo.
E: ¿Se puede?
J: Pasa, Esther. –lo veo levantarse y alzar la mano derecha al otro lado de la mesa-
Buenos días.
E: Buenos días. -¿por qué tiene el brazo izquierdo tan pegado al cuerpo?
J: Bueno… -suspira mirando lo que reconozco como mi curriculum, ¿Por qué lo tiene?-
Por lo que tengo entendido, tu hermana es amiga de Raquel.
No tengo ni idea de los minutos que han pasado cuando por fin me pongo en marcha.
De la misma forma en la que permanecido, tranquila, sin prisa.
Cuando llego a casa, Orlando corre hacia mí. No he soltado el bolso cuando ya lo cojo
en brazos y empieza a lamerme, haciéndome ver que me ha echado de menos. No
puedo evitar sonreír cuando le miro y se queda mirándome a mí fijamente.
E: ¿Sabes qué, Orlando? –le rasco detrás de la oreja con cariño- ¡Que tengo trabajo!
La tranquilidad que tenía hace tan solo unos minutos ha desaparecido. Me encuentro
eufórica. El chip ha saltado dentro de mi cabeza e incluso he puesto algo de música en
el salón mientras tengo a Orlando en brazos y bailamos.
Tendría que llamar a Rocío, a mi madre… a mi madre, Rocío que se aguante y sufra un
poco. ¡Tengo trabajo! Genial, es genial porque aunque aún me queda dinero para estar
varios meses sin problema, esto es volver a tomar las riendas de mi vida. Un trabajo,
una casa, mi Orlando, ¡Una vecina pilingui en la que pienso mucho! Qué guapa.
E: Vamos a llamar a mamá. –sin soltarle voy hasta el teléfono, marcando rápidamente
hasta que escucho la señal al otro lado.
En: ¿Si?
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Sin remedio
En: ¿Mami? Tú solo me llamas mami cuando te has pasado bebiendo o cuanto estás
tremendamente contenta.
En: ¡Ay qué alegría! –me la imagino saltando del sofá, corriendo hasta las velas que
tiene puestas a los pies del santo en el mueble y santiguándose tres veces.
E: No, por dios. –no puedo más que reír- Lo que faltaba, llego a un hospital y me cargo
a todo el personal.
El timbre suena. Ups… la música, no debería haberla puesto tan alta. La bajo hasta que
queda en volumen mucho más normal y hago una señal a Orlando de que se eche en
silencio. Cuando abro la puerta sonrió al ver a mi vecina.
E: No. –casi rio al ver su cara- Es que estaba celebrándolo con Orlando. –miro hacia
atrás y veo como viene hacia nosotras, lo cojo en brazos y vuelvo a mirarla- Me han
dado el trabajo.
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Sin remedio
M: ¿No me digas? –sonríe ampliamente- ¡Me alegro mucho! –tras asentir se precipita
hacia mí y me da dos fuertes besos en las mejillas, dejándome casi congelada de pies a
cabeza.
E: Gra… gracias.
Hoy ha sido un día de lo más extraño. Por un lado, Orlando ha conseguido subirse a la
cama después de mil y un intentos. Le he dejado una manta vieja que tengo en los pies
de la cama. Supongo que ya no habrá quien le quite de ahí.
Por suerte o por desgracia, en mis veintinueve años, he tenido tres relaciones digamos,
serias. La primera fue en el instituto. Tenía un grupo de amigos bastante grande,
siempre he sido extrovertida entre mis amistades, la graciosa del grupo. La que
siempre está ahí para escuchar, para dar un consejo, para salir de cañas cuando se
necesita dejar de llorar. No suelo implicarme cuando veo que alguien quiere ir más allá
de todo eso. Sinceramente, tengo miedo de las relaciones. Me da miedo conseguir algo
que no conozco, me guste, y luego perderlo.
De ahí que con el primer y único novio que he tenido, todo fuese tan bien. Éramos
amigos, novios, pero más amigos. Pocas veces estábamos a solas, solo cuando
acabábamos en su casa para terminar el día de la mejor manera posible. Poco tiempo
después me di cuenta de que lo mío con el sexo masculino era un drama. No
encajamos, eso es… no me gusta que encajemos. No me gustan los hombres. No me
gustan sus espaldas grandes, sus torsos llenos de pelo, las manos enormes, la barba de
tres días que pincha cuando les besas. No. Me gustan las mujeres. Un cuerpo bonito,
suave, con unas manos como las mías, femeninas, un pecho bonito, pasar un rato
sobre él, una cintura que solo de verla te apetece acariciar. Una espalda que incite a ser
besada durante horas. Sin duda alguna, una mujer es lo que yo quiero.
Y eso lo descubrí cuando miré a Anabel. Éramos amigas de toda la vida. Ella tenía su
condición sexual muy clara desde hacia tiempo. No era raro verla llegar con alguna
chica. Por suerte, esas cosas se veían normales en mi grupo. Realmente de anormal no
tenían nada, pero ya se sabe que con estas cosas… Total, que un día, como el que no
quiere la cosa, me incitó a que la besase, más bien me provocó, para probar si eran
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Sin remedio
dudas lo que tenia, o realmente había cambiado mi bando. Antes de hacerlo la miré
fijamente a los ojos, como buscando una señal que llegase antes que ese beso y diese
credibilidad a lo que iba a hacer. Fue entonces cuando me di cuenta de que veía mucho
más allá de lo que había visto en la vida a nadie. Vi que realmente deseaba besarme,
escuchaba a la perfección como su respiración se había vuelto rápida, podía ver sin
ningún problema como se resecaban sus labios y fue todo lo que hizo falta.
Fue un primer beso increíble. Nunca había disfrutado tanto besando a nadie. Era un
beso cien por cien compartido, equilibrado, me encantaba tanto besarla a ella, como le
encantaba a ella besarme a mí. Tras eso todo vino sin pensar. Comenzábamos a vernos
a solas, sin el resto del grupo. Normalmente en su casa, que por norma siempre estaba
vacía. Nos tirábamos horas besándonos, acariciándonos, hablando, riendo. Descubrí
tanto en aquellos meses que fue como una liberación.
Poco tiempo después decidimos que éramos mejores amigas que amantes. Por lo que
los tiempos de besos y caricias en su casa cesaron hasta que se quedaron en bonitos
recuerdos. Después vino mi segunda relación. Iria… aun la conservo como amiga.
Estuvimos saliendo ocho meses. Un tiempo en que aun prefería guardar ese detalle de
mi sexualidad con mi familia. A los ojos de mi madre y mi hermana, Iria era mi mejor
amiga. Con la que iba y venía a todos sitios. Le cogí mucho cariño, tanto que estuve
unas semanas bastante triste cuando me dijo que se iba a otro país para seguir
estudiando. La tristeza se me pasó y seguí siendo como siempre he sido. En todo el
tiempo que siguió solo tonteaba con algunas. Un besito por aquí, un besito por allá, te
doy mi teléfono, apunto el tuyo. Pasaron como tres años hasta que de nuevo salía con
alguien. Mercedes. Cordobesa morena, guapa donde las haya. Simpática, inteligente,
limpia, ordenada… solo tenía un defecto, demasiado liberal. Vale que no le había
pedido matrimonio, tampoco una vida eterna, pero no me gusta pensar que mi novia
puede estar de forma cariñosa con otra chica. No me gusta comerme las babas de
nadie, hablando mal y pronto.
¿Y por qué coño estoy yo pensando esto a las tres de la mañana? Ah, sí… mi vecina.
¿Por qué suspiro tanto?
Me he pasado toda la santa noche con los ojos abiertos. Por qué me ha tenido que dar
por recordar todas y cada una de las relaciones que he tenido. Pero un peor ¿por qué
me da por pensar tanto en mi vecina? Si realmente no sé nada de ella. Solo que la tía
tiene dinero, se llama Macarena, se apellida Wilson, y su casa hace que me guste
menos la mía. ¡Con lo que me gusta mi casa!
Hoy tengo que ir otra vez al hospital para llevar todo lo que me han pedido y pueda
empezar mañana mismo. ¿Debería ir temprano? Supongo que así doy buena
impresión. Total ya estoy despierta y no me cuesta ponerme un pantalón y acercarme.
Así de paso puedo pasear a Orlando y que estire las piernas un rato. Sí. Eso voy a hacer.
E: Te voy a poner guapo ¿Vale? Que vamos a ir dando un paseo y si vemos a alguna
perrita igual te echas novia antes que yo…
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Sin remedio
Nada más salir me doy cuenta del solazo que hace. Menos mal que llevo las gafas en el
bolso. Si Orlando fuese más grande igual me pedían un cupón para mañana. Ais… ¿por
dónde tardaré menos? Por allí. Que hay sombrita.
A veces me pregunto qué cosas cambian en el transcurso de los días para que
acabemos unos paseando, otros sin querer levantarnos de la cama y otros queriendo
comernos el mundo. Ayer estaba más contenta. Hoy no sé qué me pasa. Tendría que
estar realmente eufórica. Tengo mi casa, mi perro, mi coche, que lo estrené la semana
pasada… me encanta mi coche. Mañana mismo empiezo en un sitio nuevo. Vamos, que
con los tiempos de crisis que tenemos, ¡yo ni lo noto!
Debería haber venido en coche, estoy sudando pollos… bueno, tampoco es tanto pero
que sí, hace calor como para volver andando. Orlando va arrastrando la lengua, ahora
tendré que darle un poquito de agua al pobre.
E: Hola. –sonrió a la misma mujer de ayer, ha cambiado los pendientes. Ahora son
cosas raras de “oro” pero igual de grandes. ¿No le pesará la cabeza?
T: ¿Esther, verdad?
E: Teresa. –la señalo con gracia y ella sonríe agradecida. Me la estoy ganando
descaradamente- Es imposible olvidar a alguien como usted.
E: Sí. Javier me dijo que las trajese durante el día de hoy, pero me he dicho… -mientras
hablo busco el sobrecito que he metido en mi bolso y que ahora se resiste a dejarse
ver- Mejor vengo temprano, que mi futura compañera Teresa le gustarán las cosas bien
hechas.
E: ¡Aquí está! –le deslizo el sobre por el mostrador y lo coge con una gran sonrisa, esta
mujer será muy fácil de llevar ji ji ji.
E: Es que no tenía con quien dejarlo y es muy pequeñito todavía. –aprieto los labios y
funciona. Sonríe y se acerca para acariciarlo.
T: ¿Cómo se llama?
E: Orlando.
De nuevo, mi perro empieza a ladrar, pero de forma mucho más enérgica y haciendo
que me vea obligada a dejarlo en el suelo. Cuál es mi sorpresa cuando al erguirme, veo
que corre hacia alguien haciendo que tenga que ir tras él sin soltar su correa.
27
Sin remedio
La misma chica de ayer, Claudia creo que se llama, está junto a mi vecina. Orlando se
está llevando una ración de caricias válida por un mes. Ale, el tío ahí todo feliz mientras
Maca y mi otra futura compañera le están haciendo gracias y yo aquí como un
pasmarote. Pero, espera… Si Claudia va a ser mi compañera, ¡Maca también!
M: Pues porque es mi vecino ¿a qué sí, Orlando? –reacciono en ese momento y justo
ella se pone en pie para mirarme- Hola, Esther.
¿Hola, Esther? ¡Hola, Esther! ¡He estado tres días sufriendo porque pensaba que eras
una fulana! y ahora te me plantas aquí con tu pijamita de médico, tu batita, tu… ¡eres
medico coño! Empiezo a sentir que me suben los colores. Pero no por vergüenza, no…
¡Me voy a cagar en la leche!
E: Hola.
No puedo evitar que mi tono de voz salga bastante tosco y hostil. Sé que lo ha notado
porque su ceño se ha fruncido mientras sigue mirándome y decido girarme otra vez
hacia el mostrador.
E: Teresa, ¿me llama cuando esté todo listo y sepan cuando tengo que venir?
Me giro para marcharme. Me giro para no hacer el ridículo y comenzar a gritarle a una
persona que realmente no conozco. Para gritarle a la persona que en vez de decirme
que trabajaba aquí, se ha resignado a preguntar y contarme tonterías que no me
servían ¡para nada! ¿Qué se cree? ¿Qué ahora voy a sonreír por la sorpresa de verla
aquí? ¡Ja!
M: ¡Esther, espera!
Mis pies se clavan al suelo como si hubiese encontrando una losa con pegamento,
frenando tan bruscamente que Orlando ni lo ha visto venir y ha seguido hasta que la
28
Sin remedio
M: ¿Qué pasa?
E: ¿Qué pasa? –¿encima me va a tomar por tonta ahora? ¡Cómo que qué pasa!- Sabes
desde hace dos días que voy a trabajar aquí, o que por lo menos era mi intención y…
¿Qué te costaba decírmelo?
¡No! ¡Que no eras una fulana, no te jode! Tranquilízate, Esther… aspira, espira, aspira,
espira… así… tranquila. Como personas adultas.
M: No me lo preguntaste.
M: ¡Esther!
E: ¿Qué?
Menudo berrinche que tengo. ¡Menudo berrinche que tengo! ¿Por qué no me lo había
dicho? ¿Qué le costaba decirme que trabaja en ese hospital? Vale que no tiene nada
que ver, ni iba a cambiar nada. Pero coño, yo le he contado cosas, he respondido a sus
preguntas, ¿qué le costaba? ¡Pues mira qué casualidad, yo trabajo en el Central! ¿Tanto
le costaba? ¡Joder!
Pero es que encima habré quedado como una subnormal profunda. Enfadándome por
una tontería y dejando con la palabra en la boca a mi vecina, la cual apenas conozco, la
cual me… ¡Ya no me gusta! Ale, es guapa, ¡pero no me gusta!
¿Eso que ha sonado ha sido el timbre? Como sea la vecinita se va a enterar… que
todavía ando caliente. Mierda. Mi hermana. Respira…
29
Sin remedio
Y como si llevase una bomba en las manos, ella entra despavorida hacia el salón.
Saluda antes a Orlando que a mí. Genial. Mi perro acaba siempre gustándole a todo el
mundo. Bueno, es lógico, mi perro es la leche.
E: ¿Qué haces aquí? –pregunto con desgana mientras literalmente me dejo caer en el
sofá y viene hacia mí para darme un beso en la frente.
E: ¿Por qué no me pones un espía directamente, Rocío? Si es que vivirías más tranquila,
de verdad… dentro de unos años vas a tener por lo menos tres úlceras. –afianzo mis
palabras mostrándole tres de mis bonitos dedos antes de que rece por lo bajo.
R: Me tomaré eso como un sí. Raquel dice que le diste muy buena impresión a Javier.
E: Es simpaticón el Fondomayor.
R: ¿No le habrás dicho eso, Esther? –su voz se alza una octava por encima de la mía y
hace que me ría con ganas. Es tan predecible esta mujer, tan sumamente ingenua que
parece que te ponga constantemente estas cosas en bandeja.
R: ¡Sotomayor! –vuelve a gritar y mi risa llama la atención de Orlando, que sube al sofá
para buscar mi rostro tras los cojines- ¡Esther!
E: Que sí, Rocío… que sí… es que me gusta ver como se te hincha la vena esta de la
frente. –me señalo yo misma porque sé que si me acerco mucho puede que me
arranque un trozo de dedo.
R: Conocer, conocer… pues no. Pero he ido varias veces, y hablado con algunos así de
pasada.
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Sin remedio
Sí, más concretamente detrás de esa pared. Pues qué bien, tengo a mi vecina, que
además de ser compañera de trabajo en un futuro inmediato, a mi hermana le parece
graciosísima y simpática, no sé cómo tomarme esta información.
No tenía ganas de preparar ninguna cena, así que he encargado una pizza. Una que ya
tengo en la mesa de mi salón esperando a que la devore, porque huele que solo de
respirar parece que me la este comiendo y quiera mas.
Una servilletita por aquí, el plato, la cerveza, el mando de la tele y Orlando olisqueando
sin ver qué se cuece a medio metro por encima de su cabeza. Perfecto.
Cojo una porción bien grande, está caliente como a mí me gusta, tanto que sé que
tendré que soplar cuando muerda para no quedarme sin lengua. Pero justo cuando
cierro los ojos para disfrutar… el timbre. ¡Joder!
E: Me caguen…
E: Sobre qué. –le doy pie, pero eso sí, ni dios me mueve de esta puerta, quiere hablar,
hablamos. Pero aquí.
Creo que me he visto en una situación parecida a esta, pero hace años. Conocí a
alguien que tenía el poder sobrenatural de hablar y convencer al mismo diablo de que
debía dejarse el rollo del fuego para ponerse unas alas y pasar al cielo. ¿Será ella igual?
Porque de repente me siento imbécil, me siento tan estúpida que si pudiese retrocedía
en el tiempo para no haber hecho el ridículo y no tener que pasar por este momento
tan bochornoso de no saber qué decir. Si disculparme, si agachar la cabeza o hacer un
boquete en el suelo para dejarme caer dentro y dejar al mundo correr mientras yo me
flagelo en mi ganada oscuridad.
Bien, ahora una de dos. Uno, me arrodillo y suplico por un olvido rápido de su cerebro
para no vivir con esta sensación de ridículo, o dos, me comporto como una mujer
adulta, acarreo con la vergüenza, le hago pasar y…
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Sin remedio
M: De verdad que lo siento, Esther. Nunca pensé que te lo tomarías así. –como siga
disculpándose lloraré yo.
E: ¿Has cenado?
La miro durante un instante que parece que no se ver más allá del arrepentimiento que
sigue taladrándome. ¡Cambia esa cara, por favor! Ais… si es que mira que carita tiene.
E: ¿Quieres cenar conmigo? Tengo una pizza entera esperando ser derrotada.
M: Gracias.
E: Aun está caliente, te he traído una cerveza… si prefieres refresco o agua te lo puedo
traer, no hay problema.
E: Siento de verdad haberme comportado así esta mañana, habré parecido una
estúpida sin cabeza diciéndote todo lo que te dije.
Vale, no le parezco estúpida pero le sorprendió. ¿Eso qué quiere decir? ¿Qué soy
raramente sorprendente? ¿Qué esperaba otra cosa? ¿Qué cosa esperaba? ¿Qué saltase
de alegría por verla allí cuando realmente me sentía profundamente tonta? No logro
pillar a esta mujer. No consigo seguirla y me desconcierta.
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Sin remedio
es que ella se ha reído, qué bien, ahora soy graciosa- Supongo que también te haría
gracia cuando me lo escuchaste decir la primera vez.
M: La verdad es que sí. –sonríe asintiendo y sin mirarme- Estuve toda la noche
acordándome, y encima tenía que cruzarme con él y te puedes imaginar la situación.
E: Bueno, por lo menos te alegré la guardia. –qué bien- Pues bien, me dijo que
andabais escasos de personal y que quería solucionar poco a poco eso.
E: Sí.
M: Qué fuerte. –niega en un leve movimiento mientras baja la vista al suelo y sonríe de
lado- No, es que… según él y de cara a la galería, no es así, más bien sobra gente y
trabajamos poco.
E: Vaya.
M: Antes no era así, pero desde que le pasó lo que le pasó se ha vuelto un capullo
integral. No paró hasta ser director del hospital, y cada día tiene a más gente en su
contra.
E: ¿Qué le pasó?
E: Sí, me extrañó que no lo moviese. Pero los dedos si los movía, incluso me pareció
verle coger una pelota cuando salía.
M: Sufrió un accidente de avión, salió en todas las noticias. El de hace un año… tuvo
una amputación limpia unos centímetros por debajo del codo, conseguimos
recolocárselo pero no tiene la misma sensibilidad y está amargado, no quiere operarse.
E: Qué putada.
Tras eso y mientras devorábamos la pizza que casi olvidamos, ha empezado a ponerme
al corriente de varias cosas del hospital. Al parecer hay varios personajes variopintos.
La primera a colación ha sido Teresa, a la que ya conozco. La de los pendientes sutiles.
Según Maca, es una bellísima mujer, siempre está ayudando en todo lo que puede,
pero su lado oscuro es la excéntrica curiosidad por todos y cada uno de los miembros
del hospital. Es como un oráculo, todo cuanto te pueda interesar saber, ella tiene la
información. Genial. Tendré que hablar con Teresa y ganarme su confianza. Luego ha
pasado a Claudia, la guapa de Claudia. Es su mejor amiga, las guapas con las guapas,
siempre se ha dicho eso ¿no? es la neuróloga de urgencias. Podría mandarle a mi
hermana para ver si tiene solución. No está casada pero se trae un principio de algo
con Gimeno. Gimeno parece ser que es el alma del hospital. Algo particular, pero el
mejor médico del Central. Bien. Raquel, a la que conozco de vista, es la última
adquisición en la plantilla. Lleva poco más de un mes, es amiga de Javier, y por lo que
Maca ha escuchado, se trae algo con el director. Vale, ya sabemos porque decidió
33
Sin remedio
verme tan pronto. Guille, es el hijo adoptivo de Vilches, que por lo que parece está en
algún sitio por un problema que tuvo y nadie sabe de él. Guille es celador y mano
izquierda de Teresa, también tendré que ganármelo. Alicia es la derecha, enfermera y
novia de Héctor, argentino y uno de los veteranos. Fernando, antiguo adjunto de Maca,
por cómo ha hablado de él parece tenerle un gran respeto. Dani es cirujano, de los
buenos por lo que parece, y por lo que también parece, se lleva muy bien con Maca. Y
por último está el matrimonio oficial, Leyre y Jacobo. Jacobo no es santo de devoción
de mi vecina, le ha llamado trepa. Nota personal: Alejarme de Jacobo.
M: Y yo pues… soy la pediatra. –me sonríe y me quedo sin saber qué hacer por un
momento.
M: Nos llevamos bien… hemos tenido nuestros malo y buenos momentos, como todo
el mundo que trabaja de una forma tan directa, pero somos buena gente. Te gustará
trabajara en el Central.
Nada más llegar al Central, Teresa me ha ido presentando a los compañeros. Por lo que
había podido hablar con Maca la noche anterior iba reconociendo sus nombres. Guille
ha usado una caballerosidad que parece no le va mucho, pero me ha hecho gracia.
Alicia se ha ofrecido a ayudarme a todo en cuanto pueda y necesite, parece simpática,
además de parlanchina. También he conocido a Héctor y a Fernando. Claudia que
entraba a la misma hora me ha dado la bienvenida y me ha acompañado hasta los
vestuarios.
Según Alicia, me ha dicho que cuando salga vaya a rotonda a buscar a Arancha, mi jefa.
Maca no me habló de ella. ¿Será simpática? Ay dios mío, ahora para que le entre de
una forma y la cague. Genial.
¿Rotonda era por aquí, verdad? Ais.. sí, esto era. Bien… ¿Cómo puede ser la tal
Arancha? Allí está Alicia, pero parece ocupada. ¿Dónde estará Maca? No me dijo qué
turno tenia hoy. Bueno, tampoco tenía que decírmelo. Me sentiría mucho más
tranquila si supiese que está aquí. ¡Dónde estás, vecina!
Al: ¿Esther?
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Sin remedio
Al: Ven, Arancha está allí… verás que buena jefa es. Además de simpática. Tú no te
preocupes que todo lo que pueda, yo te ayudo. Aun recuerdo cuando llegué… que
malos ratos pasaba. Pero tú tranquila. –si dejas de hablar tanto y tan rápido igual lo
consigo, cariño- ¡Aquí la tienes!
Frente a mí, una mujer menudita. Sonríe nada más vernos y niega cuando Alicia
empieza a hablar de nuevo con esa rapidez. Qué lengua tan prodigiosa niña. Suspiro y
capto la atención de mi jefa. Me mira y luego baja la vista hacia una carpeta que
sostiene.
Ar: Vale… pues para que empieces por algo suavecito hasta que cojas confianza, vas a ir
al box tres. –se giraba para señalarlo- Son unas curas y vas rompiendo el hielo. ¿Qué te
parece?
Tras poner la mano en mi hombro vuelve a sonreír y Alicia corre tras ella pidiéndole
algo que no he alcanzado a escuchar. Cierro los ojos y suspiro de nuevo. Los abro para
comenzar a caminar e ir hasta las puertas del box.
¡Genial!
Casi me abalanzo sobre ella cuando ya está riendo sin dejar de mirarme. Yo cierro los
ojos de nuevo. Otra vez haciendo el ridículo con mi vecina. A este ritmo la pierdo.
M: Tranquila, mujer…
E: Es que no sé por qué, ¡pero me he agobiado! –bajo la voz de repente al ver a una
niña sobre la camilla- Perdón.
M: No pasa nada. –sonríe de nuevo mientras se coloca los guantes- ¿Me ayudas?
E: Por supuesto.
Trabajar con Maca es tremendamente fácil. Tanto que me pasaría el turno a su lado.
Además de que verla con los niños es hipnotizador. Les habla con un cariño y una
dulzura que yo misma me quedo en Babia. He tenido que despertarme en varias
ocasiones por no dejar de mirarla. Menos mal que ella no se ha dado cuenta.
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Sin remedio
obsesionada con ella. Además de que ahora la veo aun mucho más guapa de lo que la
veía antes. Más que nada porque la estoy conociendo, y me cae genial. Me cae tan tan
genial que… ais… muy mal Esther. Si no sabes casi nada de ella. Igual tiene novio. O
está casa y su marido está de viaje con la Cruz roja. Sí, claro, o es agente del FBI y está
de misión secreta.
Anillo no lleva. La verdad es que por no llevar no lleva nada. A mí tampoco me gusta
llevar nada de bisutería. Tenía una pulserita de cuero que se me rompió en la mudanza.
Esa sí que me gustaba. Me la trajo Bárbara de uno de sus viajes. Tengo que llamar a
Bárbara.
E: Sí, la verdad es que sí. –sin más comienzo a seguirla, si es por mí nos perdemos fijo.
E: Que remedio… le he dejado todos sus cachivaches para que no se me aburra. Solo
espero que no se decida por mordisquearme algo de la casa.
Llegamos a la cafetería con el monotema Orlando. Por lo visto va a ser verdad que se
ha enamorado de mi perro. Genial. Ahora tengo un competidor directo y encima en mi
propia casa.
Claudia está en una de las mesas y parece que nos encaminamos directas hacia ella.
Maca se ofrece en traer mi café y yo me siento con algo de vergüenza a la espera de
que regrese. La neuróloga lo nota y de forma amable empieza a preguntarme por mi
primer día. ¿Cómo le explico que mi salvadora y vecina me ha solucionado mi
agobiamiento? Todo sin que se note que empiezo a perder el culo por ella.
E: Bien, he tenido suerte y he estado con Maca… es muy fácil trabajar con ella.
M: Sabe lo que hace, ¿Cuándo tiempo trabajas de enfermera? –me pregunta entonces
directamente.
E: Diez años.
E: Digamos que desde niña me gustaba eso de curar a los muñecos, aunque era más
fácil. Ellos no se quejaban.
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Sin remedio
Muy bien, Esther. Magnifico comentario para que piensen que eres tonta de remate.
Cl: Bueno, pero por ahora bien ¿no? Si tienes algún problema, tú no dudes… nos lo
dices a nosotras que somos las matonas del cotarro.
Frente a ese comentario no sé si reírle la gracia, esperar a que ellas lo hagan o callarme
directamente. Mi cara se gira buscando una reacción de Maca y esta sonríe tras su taza
antes de que la neuróloga sea la primera y empiece a claramente, descojonarse.
Tras ocho horas de turno y habiéndome puesto la ropa, no soy capaz de levantarme del
sillón que hay en el vestuario de enfermeras. Es como si mi cabeza estuviese repasando
cada minuto de hoy. Buscando fallos o al contrario algo bueno. La mayoría ha estado
bastante bien. Creo que no la he cagado en ningún momento. Incluso me han dejado
entrar en una operación. Cosa que no se me da nada mal, y por lo que Raquel me ha
felicitado.
Debería volver a casa, Orlando está mucho tiempo solo y no quiero tentar mucho mi
suerte. ¿Me dijeron que tenía que firmar al salir? Espero que siga Teresa en su sitio,
sino menuda vergüenza.
E: Hola, Teresa. –sonrió mirándola y viendo como desliza una carpeta hacia mí. Qué
bien me cae esta mujer.
E: Muy bien.
G: ¡Teresa!
Las dos nos colocamos rectas como una escoba al escuchar tremendo grito. La mujer
se echa la mano al pecho y yo aguanto la respiración sin saber ni por qué.
-¿Has visto a un hombre así como yo, guapete y que cojeaba? Bueno, cojea, porque no
le he arreglado el pie todavía. –Este debe ser Gimeno.
G: ¡Se me ha escapado! –me mira y yo me quedo petrificada sin saber por dónde me
puede salir, además de que guarda silencio mucho tiempo hasta que sonríe y rodea el
mostrador para quedarse frente a mí- ¿Tú… debes ser Esther, a que sí?
E: Para servirle. –le ofrezco la mano y él se empieza a reír antes de tomarme por los
hombros y darme dos besos.
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Sin remedio
E: Y tú debes de ser Gimeno. Ya me habían dicho que eres bien guapo y encima un
portentoso médico.
G: Entonces esto de que pierda pacientes no me hace ganar puntos. –suspira y mira a
Teresa- Javier me va a dar con razón.
G: ¡Muy buena idea! –me señala con tanto afán que mi instinto de supervivencia me
hace retroceder un paso antes de que se gire y salga en una carrera.
Y otro grito más, ¡venga, venga! ¿Alguien más que quiera ponerse a dar voces?
Podemos poner un puesto de lechugas, las venderíamos bien.
M: ¡Que le dejé la moto a Enrique! Y aun está ahí muerta de risa y no la ha tocado…
menudo mecánico de mierda.
M: ¡Pero es que me toca las narices! No tengo que estar dependiendo de un taxi para
irme ahora y volver mañana, coño.
La veo marchar mientras aprovecho para apoyarme en el mostrador. Teresa reza algo
que no soy capaz de escuchar mientras se pone a ordenar varias carpetas. Este hospital
es un tanto peculiar. Hay gente tan diferente que es incapaz de aburrirse una aun que
fuese solo mirando desde aquí. Iba a hablar cuando el teléfono suena y Teresa
responde veloz.
Ais… esta mujer y sus voces. Tiene que tener las cuerdas vocales de lo más fuertes.
Creo que debe quedarse afónica cada cierto tiempo.
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Sin remedio
T: ¿Y qué tal? ¡Qué bien! Si es que nadie como tú para hacer estas cosas… me alegro
mucho, claro. –qué feliz es ella recabando información, si es que se la ve… se la ve-
Pues por aquí muy bien, ¡tenemos enfermera nueva! –me guiña un ojo y yo sonrío, no
sé de qué forma, pero sonrío- Ya la conocerás… por lo demás todo igual, sí…
M: Ya estoy.
M: Hola… ¿cómo van las cosas? –sonríe mientras se queda de lado frente a Teresa-
¡Genial! Si ya te dije yo que saldría bien… claro que sí, ¿y con los de allí qué tal? Claro…
si tú enseguida te metes a todo el mundo en el bolsillo… Pues bien, aquí bien… tengo
vecina nueva. –me mira sonriendo- Sí, ya te contaré… Gimeno y Claudia van a hacer
una cena por el cumpleaños, supongo que te lo dirá ella… venga, vale… un besito.
Ha resultado extraño. Durante los minutos que estas dos han hablado con este tal Dani,
he sentido como si fuese un eje realmente importante aquí. Desprendían una extraña
sensación de admiración, felicidad… ¿felicidad?
E: Sí, claro… vamos. –me coloco para comenzar a caminar justo antes de girarse un
segundo hacia Teresa- Hasta mañana.
De camino al coche sigo pensando en esa extraña sensación que me ha invadido. Quizá
sea inseguridad, no me gusta eso de que alguien a quien no conozco ya sepa de mi
existencia. ¿Tardará mucho en llegar? ¿Y por qué Teresa y Maca se han puesto tan
contentas de esa llamada? Bueno, puede que le tenga mucho cariño por aquí.
Ya en marcha pillamos el típico atasco desesperante que nos hace suspirar a las dos.
Seguro que en este mismo instante echa tanto de menos su moto como yo tener una.
Podría comprármela… Bueno, tampoco es cuestión de ir comprándome de todo ahora.
E: ¿Te puedo hacer una pregunta? –aunque esto ya es una pregunta en sí.
M: Claro.
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Sin remedio
E: ¿Dónde está Dani? –en realidad esta no era la pregunta oficial. Creo que mi cerebro
ha reaccionado por instinto y ha cambiado en el último momento sin contar conmigo.
M: ¿Viste en las noticias el caso de las dos niñas francesas que habían nacido unidas
por el esternón y compartían un mismo corazón?
M: Pues hicieron un equipo para hacer la operación, Dani la ha dirigido y ha salido todo
perfectamente. –sonríe… ¿orgullosa?
E: ¡Guau!
M: Sí… era bastante complicado, estuvieron estudiando cuál sería la mejor manera de
mantenerlas a las dos con vida. Creo que al final decidieron poner un corazón
mecánico a una de las niñas hasta estabilizarla y poder hacer el trasplante.
M: La verdad es que sí, no es raro que se tenga que ir a cualquier parte del mundo para
hacer cosas de estas. Le llaman bastante y en el Central hace siempre un trabajo
excepcional.
¡Yupi! Esta tía adora al tal Dani. Pues qué bien… Así que hay dos posibilidades en el
aire. Dos posibilidades muy serias y que harían que mi inconsciente alegría, o… mínima
esperanza, se convirtiese en ceniza en cuestión de segundos.
M: ¿Estás bien?
E: ¿Eh? –oh, vaya… el semáforo está en verde… verde pasar, rojo parar- Sí, estaba
pensando.
M: ¿En qué? Te has quedado muy callada de repente. –de repente y no tan de repente.
Nada más llegar, cada una nos hemos ido a nuestros respectivos hogares. Confirmando
ya, que a las ocho menos cuarto la estaré esperando con el coche en marcha para ir
hacia el hospital.
Justo cuando entraba, Orlando ha salido disparado hacia mí. La verdad es gratificante
tener a alguien en casa que me haya echado de menos. Y más aun cuando vengo con el
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Sin remedio
Son las tres y veintitrés de la madrugada. Orlando parece casi roncar a los pies de la
cama. Definitivamente no hay quien lo eche de ahí. Lo ha tomado como su sitio, y sé
que no podré hacer nada al respecto.
Es horrible estar así, de verdad que lo es. Estoy aquí en una situación de lo mas
contradictoria. Porque por una parte debería darme igual haberme hecho con la
información de que Dani realmente existe, que no solo era un nombre más en la
plantilla del Central. Existe y parece que tiene un sitio bastante importante entre todos.
¿Realmente me gusta Maca? No he compartido nada con ella que me haga creer, o le
haga creer a mi cabeza, que lejos de esa tontería de fantasear, existía algo real y serio.
La atracción física juega malas pasadas muchas veces. Este podría ser el caso
perfectamente. ¿Pero entonces por qué me sienta tan mal?
Menudo dilema.
Voy a levantarme para beberme un vaso de leche o algo. Siempre me ayuda. ¿Qué
estará haciendo ella? Pues dormir, qué coño iba a hacer a las tres de la mañana. Eres tú
la subnormal que anda desvelada por una tontería. Porque eso es todo esto, una
reverenda tontería que me quita el sueño. ¡Maldita sea!
Finalmente, y después de ese vaso de leche. Conseguí dormir hasta ahora. Son
exactamente las siete. Tiempo suficiente para darme una ducha. Sacar a Orlando
aunque sean diez minutos y estar a tiempo en el coche para cuando baje Maca.
Qué fácil es la vida del perro. Lo adoptan, le dan de comer, un sitio donde dormir, le
dan cariño, juegan con él, y es feliz con poco. Ahora… también hay que tener la suerte
de que alguien te adopte. Sino mira esos pobres perros callejeros que no tienen nada,
comen de lo que encuentran y siempre tienen esa carilla de tristeza. Vale… me estoy
deprimiendo. Y Orlando está muy serio… mejor no le miro no sea que se desconcentre
y le corte el rollo.
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Sin remedio
E: ¿Ya?
Esta es la parte que más me gusta, recoger sus caquitas. ¡Qué divertido!
Tengo la radio puesta, no me apetece escuchar música. Mejor prestar atención a uno
de esos programas de humor que consiguen hacer reír a medio país de camino a sus
trabajos. También es verdad que los pobres locutores madrugan una barbaridad y ya
tienen el buen humor puesto.
E: Estaba distraída. –sonrío un segundo y pongo el coche en marcha- ¿Qué tal? –mejor
hablar ahora que no dejarme tiempo para pensar.
E: Genial. –vuelvo a sonreír. ¡Mentirosa!- He dormido tan bien que he bajado temprano
para pasear a Orlando.
M: Por cierto, hablando con Raquel ayer, caí en la cuenta que un día cené con tu
hermana… -me mira como si hubiese hecho el descubrimiento del año- Pero si la
memoria no me falla, no os parecéis en nada.
E: Seh.
M: Hablé poco con ella la verdad, porque había mucha gente y era un poco en plan,
acóplate donde puedas… pero me pareció simpática.
E: Si simpática es, pero también le faltan grados. Estuvimos a punto de conseguir una
paga por ella, pero no salió bien.
Vuelve a reír y aprovecho un semáforo en rojo para girarme y mirarla. Qué bonita se
pone. Si es que… ¿Por qué tenía que vivir ahí? ¿Por qué tenía yo que mudarme allí?
¡Por qué tenía que ir a parar al Central! Maldita mi suerte, ¡Maldita mi suerte!
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Sin remedio
Me ha contado que después de varios meses se decidió a salir con Héctor. Antes de él
estuvo con Waldo, un residente casado que finalmente dejó el Central. Un triángulo
amoroso. Los triángulos amorosos nunca salen bien. Son tres puntos distintos y uno en
común. Este normalmente es el peor parado. ¿Cómo puede decidir alguien un camino
cuando tiene dos que pueden ser igualmente buenos? Realmente es una putada.
Alicia decidió darle una oportunidad al argentino. Según ella sufriría mucho menos y
Héctor es un buen tío. Ha llegado a quererle. Me alegro por ella, la verdad.
Al: Bueno, pues ya has visto como se hace esto. ¿Fácil, no?
-Alicia… -ambas nos giramos al escuchar su nombre. Otra de las enfermeras está en la
puerta- Hay aviso en urgencias. Un incendio, necesitan que todo el mundo disponible
esté abajo.
Al: Vamos.
Esto sí me gusta. Nada más llegar al muelle he visto un caos de camillas, miembros del
Samur, enfermeros y médicos, que bien podía parecer una manifestación.
Arancha me ha puesto con Raquel. Una mujer de cincuenta años ha llegado con el
ochenta por ciento del cuerpo quemado. Ha sido bastante desagradable. Pero me ha
podido mas la pena al ver los ojos claros de la mujer pedirme que por favor averiguase
cómo estaba su nieto. Un niño de dos años que estaba con ella cuando se ha producido
el incendio.
Tras prometerle que preguntaría en cuando acabásemos con ella, hemos empezado el
trabajo. Ha sido un alivio cuando Raquel ha decidido anestesiarla y llevarla a quirófano.
Demasiada ropa pegada y tejidos de piel perdidos. Pobre mujer.
Después de más de una hora hemos conseguido salvarla, habiendo entrado en parada
respiratoria y haciendo que todos no creyésemos lo peor en tan solo un segundo.
Bastante desanimada he ido en busca de Maca. Supongo que ella habrá atendido al
niño. Tras mirar en varios lugares he dado con ella en el nido.
E: Perdona.
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Sin remedio
E: Me han dicho que pregunte por Jorge… -me inclino apenas para mirar la cara del
niño.
M: Pues este es Jorge. –me sonríe de nuevo y vuelvo a quedarme paralizada, ¿qué
demonios me está pasando?
M: ¿Está bien?
¿A qué ha venido esto? ¿Por qué no pienso antes de decir estas tonterías? ¡Ahora
cómo salgo yo de esta!
E: Se ve que te gustan los niños… quiero decir, es normal, eres pediatra. –suspiro
girándome y queriendo desaparecer de allí aunque fuese devorada por el fuego del
mismo infierno.
E: Claro… me gustaría tener por lo menos diez. –sonrío nerviosa mientras me cruzo de
brazos y ella me sonríe de igual forma sin dejar de mecer al pequeño.
Nada más llegar veo como apenas hay gente. Genial. Me sirvo una buena taza de café y
me voy a la mesa más lejana y más arrinconada que encuentro. Hay un periódico
arrugado, pero es de hoy. A ver qué hay por aquí…
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Sin remedio
Pues sí que… aunque con dieciocho años se hacen cosas sin pensar. Que a veces es lo
mejor. No pensar, actuar. Dejarse llevar y lamentarse después si sale mal. ¿Qué
tonterías digo? Si cuando yo tenía dieciocho años era tonta de remate… Aunque ahora
podría tenerlos, tenerlos y no calentarme la cabeza con esta tontería de Maca.
Maca… si es que… ¡Por qué me tiene que pasar esto a mí! Tengo ganas de llorar. Hacía
siglos que no me entraban ganas de llorar. ¡Si debería estar feliz! Tengo mi casa, como
siempre he querido, me dio incluso para comprarme un coche nuevo y tirar mi panda.
Pero no, ¡tengo que estar aquí casi lloriqueando por una pediatra que se ha
enamorado de mi Perro!
M: Hola.
E: ¡Hola! –sonrío todo cuanto puedo y parece que también casi me he recostado sobre
la mesa por querer disimular la sorpresa- ¿Qué tal?
E: A mí me pagarían por los que doy. -mierda, no debería haber dicho eso. ¡No y no!
Mal, Esther, ¡Mal!
M: El gabinete está vacío ahora mismo… podemos ir allí con el café. –pone una mueca
de dolor- Es que me duele una cosa mala.
E: Vamos. -¡Detente!
¡No vamos! ¡No vamos! ¡Pero sí que estamos yendo! ¡Detente! ¡No la sigas!
A veces me pregunto cómo narices me meto yo en líos como este. ¿Por qué me tengo
que ofrecer a algo que sé me va a resultar una tortura? ¿Por qué coño tengo que ser
tan lanzada y no pensar las cosas? ¡Me voy a cagar en la hora en que nací!
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Sin remedio
E: Sí que lo tienes cargado, sí… parece que hayas estado echando viajes al Himalaya
llevándome a mí a coscaletas. –se ríe terminando por pegarse a mí pecho. ¡Mal!
M: Tendría que ir a darme masajes… pero soy demasiado vaga para esas cosas. Cuando
salgo solo tengo ganas de llegar a casa.
E: Me imagino.
Tiene la piel tan tan suave, que no paro de pensar en lo que tiene que ser besarla. Y
eso está mal, porque estoy empezando a ponerme nerviosa, creo que apretó más de la
cuenta y al final va a ser peor el remedio que la enfermedad. Menudo cuello… uf, esta
noche sé de una que va a dormirse después de una ducha fría, si es que puede
dormirse.
E: ¿Mejor?
M: Sí, gracias. –se separa lo justo para girarse y quedar de lado hacia mí sin levantarse
del sofá- Es verdad, eh.
E: ¿El qué?
M: Que yo misma te pagaría por uno de estos cada dos días o algo así. –sonríe y solo de
pensar en que eso fuese cierto, noto un nudo en mi garganta que me hace intentar
sonreírle sin oxigeno, sonreírle cuando realmente me estoy asfixiando- Pero te doy un
consejo, no lo digas por ahí… -termina susurrándome, pero susurrándome a cinco
centímetros de la cara. ¿Debería intentar respirar ya?- Que estos son muy frescos y te
vas a convertir en la masajista oficial.
De tan cerca es aun más guapa. Tiene un color de ojos como para tirarse un día entero
mirándolos. Son marrones, pero tiene como ráfagas de color pardo, un verde distinto.
Como destellos ocultos, pequeños hilos escondidos que solo se aprecian en esta
cercanía.
M: ¿Dónde aprendiste?
E: ¿Eh?
E: Pues… -creo que me estoy mareando, debería haber respirado antes- Verás, es que
desde niña me gustaba apuntarme a todo, siempre estaba en algún campamento de
verano… incluso estuve varios años en los scouts.
E: ¡Es divertido cuando eres niño! –me defiendo al ver como finalmente se ha echado a
reír- Se aprenden muchas cosas, ¿a que tú no sabes el código Morse?
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Sin remedio
Sonriendo de nuevo ha dejado el codo sobre el respaldo del sofá, sujetando su rostro y
mirándome aun más fijamente si eso podía ser. Ais… ¿Cuánto tiempo podría pasar
mirándola? ¿Una vida entera?
E: No es tan fácil… tendría que explicarte como va, y aun así no lo entenderías.
M: Inténtalo.
Suspiro, qué puedo yo decirle a esta en Morse. ¿Me estará tomando el pelo? Pero
bueno, si no sabe lo que le digo, no corro tampoco ninguna clase de riesgo. Ja.
E: Vale… -me coloco mas erguida, esto me suena a reto, y yo los retos los tomo en
serio- Para hacerlo así seria… un golpe corto. –le doy con el dedo en el brazo- Y golpe
largo… -deslizo entonces el mismo dedo. Esto ha sido una mala idea.
E: Vale. –tomo aire y me paro a pensar- Recuerda que los espacios son cambios de
letra… -asiente sin dejar de mirarme- Corto… -le doy con el dedo- Corto largo corto…
corto… corto corto corto… corto largo largo corto… corto largo corto… corto… largo
corto largo corto…corto corto… largo largo largo… corto corto corto… corto largo…
E: Si te lo digo tendría que matarte. –sonrío con vergüenza y bajo de nuevo la vista. Si
no lo hago puede que se me crucen los cables, y eso, no estaría bien
M: ¿En serio?
E: Realmente la gente no sabe lo que eso puede ayudar sin tener que recurrir a la
medicina tradicional.
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Sin remedio
Raquel ha vuelto a llamarme para una segunda operación. La mujer del incendio ha
tenido problemas. También me cae bien, no sé cómo puede ser amiga de mi hermana,
parece una mujer normal, normal sin ninguna anomalía cerebral como Rocío.
Ra: ¿Qué tal te adaptas? No te he preguntado… como te veo tan suelta y tan bien. –me
sonríe a través de la mascarilla.
Ra: Bueno, eso es normal. Es cuestión de tiempo… -se calla unos segundos cuando
decide concentrarse al cien por cien en lo que lleva entre manos- Con quien pareces
llevarte muy bien es con Maca. –comenta sin mirarme.
E: ¿Maca?
Ra: Sí, ya te he visto varias veces con ella… parece que tenéis bastante confianza.
E: Eh… -bien, ahora solo de pensar en ella también me pongo nerviosa ¿qué será lo
próximo? ¿Tartamudear?- Es mi vecina.
De igual forma salgo hasta el mostrador. Uy… esa mujer no es Teresa. Pues firma rápido
y te vas. No me apetece presentarme y volver a pasar por toda la explicación. Pim
pam… ya estoy fuera. ¿Ha llovido? Menos mal que no lavé el coche. Igual lo hago
mañana, que tengo turno de tarde y puedo aprovechar la mañana.
Cuando llegue tengo que sacar a Orlando. Y pasar un poco de tiempo con él, que a este
paso se me enfada y me pide el divorcio. Cosa que no me gustaría, le he cogido cariño.
Quiero a mi perro, me gusta que salga corriendo cuando me ve para que lo coja, que
me rechupetee la cara y me haga reír.
De repente me quedo en blanco y solo miro hacia delante. Pero como viene siendo
habitual…
¿Llevará una moto como esa? Bueno, la veo más con una grande. Le pega una moto
grande, con su cazadorita de cuero… su cazadora de cuero, ¡Dios, como tiene que estar
subida en una moto!
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Sin remedio
Llego a casa y Orlando hace que me relaje. Me dan ganas de dejarme caer en el suelo.
Como en las películas, que se me suba encima y yo empiece a reír como una loca. Pero
no.
E: ¿Salimos a la calle un ratito? Así me ayudas a que me olvide de la tía esta… ¿podrías
ayudarme a que me caiga mal? –me tuerce la cabeza mirándome fijamente y sonrío
antes de tomarlo en brazos- ¿No podemos verdad?
Cojo su correa, mi bolso, miro que no haya dejado nada encendido y abro la puerta. No
la he cruzado todavía cuando la de enfrente se abre y suspiro para mis adentros ¡Qué
malo he hecho yo en el mundo!
E: Sí… vamos a dar un paseo. Que este pequeñín necesita estirar las piernas y perseguir
a las palomas como todo buen perro.
M: ¿Os puedo acompañar? Es que iba a salir a comprar… pero realmente era una
excusa para no quedarme en casa.
Mientras salimos a la calle, Maca se dedica a mirar a Orlando. Empiezo a tener celos de
mi perro… cosa bastante ridícula, pero no por ello menos cierto. Poco después
llegamos al parque que hay frente al edificio. Decido soltarlo, a ver qué tal se
desenvuelve. Aunque sería mala suerte tenerme que poner a correr detrás de él para
que ningún camión me deje sin perro. Bueno, es pequeño, yo corro más que él.
M: Genial. –me mira sonriendo- Me lo has dejado como nuevo… debería devolverte el
favor en algún momento.
E: No digas tonterías.
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Sin remedio
Sin tan siquiera preguntarle me dirijo hasta uno de los bancos del paseo. Me siento y
veo como Orlando viene tras de mí. Se ha dado alguna que otra carrera por la emoción,
pero parece que prefiere echarse junto a mis pies y contemplar el paisaje.
E: Pronto tendréis vacaciones, así que deberías estar contenta. –le sonrío apenas y
vuelvo a mirar a Orlando.
-¿Esther?
E: Es mi vecina. –me giro entonces y veo como nos mira- Maca, Iria… una vieja amiga.
M: Encantada. –se levanta para darle dos besos y volverse a sentar cuando Orlando
pide atención.
I: Igualmente. –me mira otra vez y niego sabiendo por qué- Es guapa.
I: A ver a Menchu, que he quedado con ella para tomar algo y contarle. –vuelve a mirar
a Maca y sonríe- Llámame mañana y vemos cuando quedamos, que hace tiempo que
no tenemos una charlita de esas chulas. –comienza a caminar de espaldas sin quitarme
ojo.
Aun sonrío cuando me siento y no dejo de mirarla mientras sale del parque. La echaba
de menos, y me acabo de dar cuenta. No he dejado de sonreír cuando me cruzo de
brazos y busco con los ojos a Orlando, que sorprendentemente, está en brazos de
Maca.
M: Es simpática.
50
Sin remedio
Mi voz se ha quebrado cuando me he dado cuenta de lo que estaba diciendo. ¿Por qué
no pienso antes de hablar? ¿Por qué estando con esta maldita mujer parece que meto
la pata continuamente? ¿Por qué? ¿Por qué? ¡Por qué! Bueno, entre la foto de mi
dormitorio y esto, ya no hay más remedio que decirlo. Realmente qué más da. Es mi
vida, si no le gusta pues ya sabe lo que tiene que hacer.
M: Es genial que te lleves tan bien con una ex… -la miro sorprendida, pero ella mira a
Orlando- Es triste acabar mal con alguien con quien compartes buenos momentos en la
vida.
E: Sí…
M: Es bonito mantener una amistad. –asiente dándole fuerza a sus palabras y me mira
con una sonrisa.
M: No tengo una lista muy larga, la verdad… -vuelve a mirar a Orlando, que ahora corre
arrastrando un palo más grande que él- Realmente solo he tenido dos relaciones.
M: Solo tengo un ex. –me mira de nuevo sonriendo- Y las circunstancias fueron… un
tanto forzadas. –no quiero preguntar, no quiero preguntar, no quiero preguntar-
Íbamos a casarnos y suspendí la boda un mes antes…
E: Bueno, más vale tarde que nunca… aunque si te soy sincera, yo tampoco tengo muy
claro eso del matrimonio.
M: ¿Por qué?
51
Sin remedio
mujer será mi mujer todo el tiempo en que la quiera, desde el primer momento en que
mi corazón me diga que ella es para mí, será mi mujer, y dejará de serlo cuando eso
cambie, y si no cambia, lo será aunque me muera.
Cuando termino de hablar siento la necesidad de coger tanto aire como para que mi
cuerpo se mueva. Casi he soltado todo eso sin respirar, sin echar aliento y sin
pestañear. Ahora me da miedo mirarla, demasiada sincerad a veces no es buena. Giro
mi rostro tan despacio que casi veo como una abeja aparece zumbando y veloz por
delante de mí y pasando de largo.
Encuentro sus ojos tan quietos y tan puestos en mí, que parece que se haya vuelto una
estatua.
Después de ese rato con Maca, ahora no puedo de dejar de pensar en nuestra
conversación. No suelo hablar de esas cosas. Y tampoco de mis pensamientos respecto
al matrimonio, creo que es la primera vez que lo digo en voz alta. ¿Por qué he tenido
que contárselos a ella? ¿Por qué me palpita tan rápido el corazón? ¿Por qué me pone
tan nerviosa?
Solo ha tenido dos relaciones serias, eso es raro, y mas con lo guapa qué es. Yo le
hubiese hecho una lista de mínimo diez. Pero un momento… ¿solo tengo un ex? Si ha
tenido dos relaciones, y solo tiene un ex, quiere decir que… ¡No! ¡Dani de los huevos!
¡Ya me caes gordo!
Será mejor que me distraiga, va a ser una mañana muy lenta como no deje de pensar
en todo esto. Y lo último que necesito es llegar mentalmente agotada al hospital.
Finalmente decido ir a lavar el coche. Orlando y yo salimos sin más problema para
montar y salir hasta la gasolinera que hay no muy lejos de aquí. Genial, ¿podía haber
una cola más larga? ¿Tenía que ponerse medio Madrid de acuerdo para limpiar el
coche? Bueno, hace buen día… es el mejor momento para hacerlo. Saco a Orlando del
coche y empiezo a jugar con él sin soltarle de la correa. Una niña lo mira desde el
asiento trasero de su coche. Con las manos pegadas al cristal… detalle que hace que su
madre sonría y salga del vehículo con ella en brazos.
E: Se llama Orlando.
52
Sin remedio
-Ando. –repite haciendo que su madre y yo nos miremos, finalmente la deja en el suelo
y yo me agacho, parece que no tiene mucho valor a tocarle.
E: No hace nada, mira. –le acaricio y aunque con reparo, la niña estira la mano hasta
tocarle la cabeza. Orlando se acerca a ella.
-Jejeje.
Me giro para mirar a Orlando, está con la lengua colgando. Sonrío y le apunto con el
agua, no directamente sino más arriba, haciendo que le caía y empiece a ladrar y a
saltar. Rio sin poderlo evitar y repito la acción. Se lo pasa pipa.
Limpio por fuera, lo miro satisfecha. Abro las puertas y saco las alfombras de los
asientos delanteros, sacudiéndolas y pasando después la aspiradora. Qué de pelo,
¡Orlando! Bueno, no puede evitarlo. Paso un cepillo por el asiento del copiloto y
apenas diez minutos después mi coche está tan reluciente que solo puedo mirarlo.
Saliendo y dejando paso a otro de los coches pongo rumbo a casa. Aparco y antes de
llegar al portal decido cambiar de dirección. Terminamos en el parque, yo con un
helado y Orlando con una sombra bien hermosa para echarse.
Vuelvo a mirar al frente, pero sin mirarle veo que sigue con los ojos puestos en mí. ¿Le
habrá sorprendido? Seguramente. La primera regla para que algo no sea definitivo es
no decirlo en voz alta. Porque una vez lo dices, el mundo ya lo sabe. Que la mayoría no
lo escuche no importa, que solo él lo haya oído, no importa. El mundo ya lo sabe. Y yo
me acabo de pasar por el forro esa importante regla.
E: Es que me gusta.
Hoy no estoy de humor. No es que lo tenga malo, es que el mío habitual está escondido
en alguna parte de mi cabeza y se niega a hacer acto de presencia. ¡Mamón!
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Sin remedio
T: Hola, hija… -me contesta casi de espaldas mientras busca entre varios papales- ¿Qué
tal venimos?
Tras sonreírle mínimamente pongo rumbo al vestuario. Nunca coincido con alguien
aquí. Es extraño. Me pongo mi pijamita, mi identificación, el fonendo… me lo dieron
lila. Está chulo. Sobre la mesa veo una nota, parece la letra de Alicia.
Mira qué bien, ya me piden hasta para las operaciones. Pues nada, busquemos a
Héctor. Y como este hospital es pequeño, igual lo encuentro antes de que el que sea
que se vaya a operar, se pille el alta. ¿Estará por aquí? El gabinete este parece la sala de
recreo, siempre hay alguno metido aquí.
E: Sí, por eso he venido. –mis hombros se dejan caer cuando descubro a Maca
sonriendo junto al argentino y mirándome. ¿Por qué no estás en otra parte, bonita?
M: Eres importante, ya se pelean por tenerte en quirófano. –mi ceño se frunce y ella
ríe- Raquel quería que lo hicieses con ella, lo echaron a suertes y ganó Héctor.
E: Claro.
M: ¿Un café después? –se ladea para conseguir que la vea y me encojo de hombros-
Luego me buscas.
Durante la operación me doy cuenta de que en este hospital todo el mundo habla por
los codos, incluso operando. Este argentino tiene más cuerda que la Esteban en Ana
Rosa. Todos tienen mil historias que contar y no se cortan en hacerlo. Qué bien.
E: Pues no. –contesto sin dejar de mirar mi mano que aspira la sangre mientras él hace
su trabajo- No tengo ningún noviesito.
H: Porque no querés… eres bien linda. –este tío es de lo que no hay. Típico argentino.
E: Es que no me gustan los hombres… -lo miro sonriente- No te ofendas, eh… pero
seguro que estás conmigo en que las mujeres están mucho mejor. –le guiño un ojo y el
deja de moverse- Héctor… -lo miro- O cierras el vaso o cierras el vaso.
E: Bien.
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Sin remedio
No sé por qué he contestado así. ¡Qué pasota estoy hoy! Y eso no es bueno, porque
como me ponga a soltar por mi boca todo lo que se me pase por la cabeza mal vamos,
mal vamos…
Bien, el gabinete está vacío. Pues una tacita de café y al sofá, diez minutos pueden
hacer que mis pies me perdonen y quieran poner de su parte.
Cerrar un poquito los ojos también me ayudará… mi humor sigue aun escondido. Hoy
es uno de esos días en los que no me hubiese levantado de la cama. Estoy agotada, y
yo sé quien tiene la culpa de este dichoso agotamiento. Deberíamos tener un
botoncito de off para poder pasar las noches durmiendo como los seres humanos
necesitan.
M: Estás aquí…
¡Mierda!
M: Jum… ¿no te ibas a tomar ese café conmigo? Te has adelantado. –va hacia la
cafetera y se sirve uno mientras yo maldigo el haber venido aquí.
E: No te encontré, aun no me conozco muy bien esto. -¡Buena embustera estás hecha,
Esther! ¿Y qué? Todavía cuela.
M: ¿Qué tal la operación? –me pregunta desde allí mismo. Bien… mejor allí que aquí.
E: Al final bien… tuvimos un pequeño problema, pero todo salió bien. –asiento bajando
la vista hasta mi taza para dar después un trago.
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Sin remedio
Casi de forma fantasmal, la puerta se abre y una mujer vestida de traje de chaqueta
cruza el umbral. Haciéndome una señal rápida para que no diga nada mientras camina
con cuidado, si no fuera porque la estoy viendo sería imposible saber que está aquí. Se
coloca detrás de Maca y le tapa los ojos casi a la velocidad de la luz.
M: Genial. –se queja- ¿Quién es el gracioso? –el silencio sigue y yo sigo sin entender a
qué viene aquello- Esther…
E: No tengo ni idea.
En ese momento se deshace de las manos que le cortaban la visión y se gira. La mujer
sonríe ampliamente antes de que Maca suelte un “¡Serás tonta!” y se abracen… esto
no me gusta. Tras unos segundos se separan.
-¿No te he sorprendido? Porque mira que era mi principal motivación para hacer el
tonto delante de una desconocida.
-¡Sorpresa! –abre los brazos sin dejar de sonreír en ningún momento y Maca vuelve a
abrazarla. ¡Suéltala!- Te he echado de menos, cariño.
¿Cariño? Oh, oh… cuando vuelven a mirarse mi cuerpo se hace trozos, pero trozos bien
pequeños, y tan tan rápido, que el ojo humano aun no es capaz de percibirlo y parece
que siga en mi estado natural. ¿Por qué se besan? ¡No! ¡Es mía! ¡Usurpadora!
Creo que este es uno de esos momentos en los que una persona se da cuenta de cómo
reamente puede aparentar compostura. Una vez leí la biografía de no sé qué músico. El
libro era de mi hermana. El tío vivía que daba gusto verle. Un bohemio de las narices
que todo lo hacía según le entraba la gana. Pero se enamoró, y en uno de esos
momentos en los que él mismo no sabía qué hacer para sobrellevarlo o lanzarse, se
topó con la información de que su Julieta estaba casada. En ese momento decidió
darse a las drogas, realmente se había enamorado más de lo que él creía y fue un palo
tan grande que su mente no supo reaccionar a tiempo. Le hicieron falta años para salir
de aquello.
¿Me tengo yo que dar a las drogas? Es como si el oxigeno no llegase a mis pulmones. El
tiempo se ha congelado y esa maldita mujer con aires de grandeza no deja de besar a
mi Maca. ¡Es mía!
¿Dani? ¿Cómo que Dani? Ella no puede ser Dani… ¡Dani es un hombre!
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Sin remedio
D: Un placer… -extiende su mano- He oído hablar tanto de ti que parece que quiera
darte un abrazado en vez de la mano. –sonríe. ¡Gilipollas!
E: Hola.
¡Pero por qué! ¡Eras un hombre, maldita sea! Dani es un hombre… Esto es una broma.
Eso es, una estúpida broma que alguien me está gastando. ¿He respirado? Necesito
respirar. Me estoy asfixiando. Me mareo.
E: No.
Como puedo me voy hasta el sofá. ¿Una bolsa? ¡Que alguien me dé una bolsa! ¡Me
asfixio! Yo no contaba con esto. Mi cabeza había hecho todo el trabajo… Dani debía ser
rubio, alto, guapo, incluso musculoso… en plan príncipe de beckelar… ¡Pero nunca una
mujer!
M: Esther…
¡Tú qué coño sabes! ¡Tú tienes la culpa, maldita zorra! Tranquila, tranquila… respira por
la nariz, así… despacio. Yo puedo asimilar y superar que le gusten los hombres… pero
que le gusten las mujeres ¡definitivamente es mucho más difícil!
M: ¿Estás mejor?
Por primera vez reacciono a lo que tengo delante. Las dos están de rodillas frente a mí.
Parece que realmente preocupadas. Miro a una y a otra, necesito hacerlo varias veces…
D: Esther, tienes que estar tranquila… sino no pasará. -¡Por qué cojones eres tan
amable!
E: Ya se me pasa. -¡Mentira!
M: ¿Seguro?
Al: ¿Esther? –giro aun mas para mirar hacia la puerta- Te necesitan en urgencias.
M: No va.
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Sin remedio
E: Sí voy. –me intento levantar después y la serpiente esta de traje me vuelve a sentar.
¿Si la miro así mucho tiempo acabaré con ella?
Finalmente, y por no ponerme aquí a lo Kill Bill a cortar cabezas, he decidido quedarme
sentada. Maca me ha tomado la tensión y la tenía por los suelos. Genial. Ahora
también me afecta a la salud. Dentro de unos años escribiré una biografía, relatando
por qué me di a las drogas, por qué eché a perder una vida estupenda que yo misma
había conseguido, por una pediatra asquerosa que todo lo hace bien y que encima es
preciosa. Lo titularé “Los ojos marrones y verdes que me mutilaron” Sí, así la llamaré.
M: ¿Cómo estás?
E: Cansada… -no la puedo mirar, y creo que lo ha notado porque antes, mientras ella
miraba hacia otra parte, la he visto nerviosa. ¿Se habrá dado cuenta de lo que pasa
realmente?
E: No… prefiero trabajar. –vuelvo a levantarme y ella vuelve a sentarme- ¿Me puedes
dejar levantarme, por favor?
M: Prefiero que no andes, evitamos que te caigas. No me gustaría coserte una ceja
porque te la partas.
E: Qué bien. –me cruzo de brazos enfadada, porque realmente lo estoy y ella no se
hace una idea de hasta qué punto puedo llegar a estar enfadada- Estoy bien… si me
dejases seguir con mi trabajo te lo agradecería.
D: Ya estoy aquí.
Justo cuando esa detestable voz aparece, nos estábamos mirando. Ella también es un
rato cabezota, creo que incluso más que yo. He apretado los labios y fruncido el ceño
para que vean que sigo enfadada. La tipa esta vuelve a colocarse delante de mí y me da
una pastilla.
D: Para que te suba la tensión… es de efecto rápido y podrás seguir con tu trabajo.
Genial, ¿ahora tú también te preocupas por mí? Preocúpate mejor de que tu novia no
ande enamorando al mundo entero y no tengamos dentro de unos años un suicidio
colectivo.
Decido tragarme la pastilla lo más rápido que puedo y vuelvo a cruzarme de brazos. El
silencio se hace aun mas grande, yo miro al frente en todo momento y siento como
Maca me mira a mí, y como la tipa mira a Maca. ¡Perfecto! ¿Esto no será un puto
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Sin remedio
M: ¿Mejor?
E: ¿Puedo irme ya? –la miro con la misma mala leche y ella hace una mueca de
resignación- Bien, muchas gracias.
Sin más me levanto y las dejo allí. Maldita la hora en que yo vine a parar a aquí. ¡Con lo
feliz que yo era, joder!
Cl: Ey… -genial, la otra- Me han dicho que te has puesto mala.
G: ¿Seguro? Mira que un bajón de tensión puede ser síntoma de mil cosas y pocas
buenas. Deberías hacerte un chequeo.
Yo no quería estar en ningún triangulo, maldita sea. Los triángulos no deberían existir.
Son un apocalipsis, un jodido problema mundial que debería erradicarse lo antes
posible para no poner en riesgo vidas inocentes. ¡Yo soy la inocente! ¡Yo soy la que va
morir!
Bueno… ¿qué tipo de triangulo es este? ¡Uno que me toca las narices! Ese es, uno que
no debería existir… Primero, tenemos mi lado... ¡el lado afectado! El que sufre, el que
no tiene culpa y el que debería ser libre y no ser ningún dichoso lado. Segundo lado, el
que afecta… la vecina perfecta, la pediatra perfecta, la chica con ojos marrones y
verdes, ¡el que no debería afectarme!... y tercero y último, el que sobra, eso es… ¡el
que sobra!
No debería hacerlo, pero es que necesito, cariño. Le hago una señal sobre la cama y
decide subir, aunque con algo de reparo. Lo cojo y lo abrazo tanto que creo que lo que
hace es quejarse. Lo siento, chucho… eres el único capaz de hacer este trabajo.
E: Tenemos que odiar a Maca ¿me oyes? Así que cuando la veas, nada de hacerle
cariñitos, ni buscarla, ni querer que juegue contigo… tienes que apoyarme a mí y pasar
de ella.
Tenía un miedo inconsciente desde que llegué a casa. Y es que el timbre sonase, cosa
que acaba de ocurrir. El efecto de ese sonido es que me he tapado la cabeza con la
almohada por no gritar para que sea quien sea, se marche. ¿Y si es mi madre? Mierda.
Me levanto sin querer hacer ruido y camino descalza hasta la puerta. Bendita mirilla.
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Sin remedio
M: ¿Esther?
¡No! ¡No, no y no! ¿Dónde está Orlando? Por tu padre no hagas ruido, por favor.
¿Chico? ¿Dónde coño estás? ¡Au!
M: Esther te he escuchado.
¿Por qué no podías ser sorda, joder? ¿Cuándo puse esta silla aquí? ¡Silla asesina! Casi
me rompo un dedo.
Cojones con Esther, ¿Tú no tienes a tu lado del triangulo? ¡Por qué no me dejas
tranquila! Olvídate de mí, de que vivo aquí. Y vuelve a llamar ¿no te ha quedado claro
que no quiero abrir? ¡Por qué insistes!
Soltando todo el aire que había creado para gritar, cierro los ojos y decido contar hasta
diez. Creo que no surge el efecto que esperaba. ¿Tengo que abrir sin más narices? ¿No
puedo decidir no abrir la dichosa puerta de mi casa?
M: ¿Puedo pasar?
Quitándome de la puerta le he dado paso para que entre. No he abierto la boca para
decir nada y he ido a parar al sofá. Apretando a Orlando contra mi pecho. Eres mi
escudo y te aguantas.
M: ¿Estás bien?
M: No sé… desde que te pusiste así estás rara. Te has ido del hospital como un
fantasma. Y encima ahora no has querido abrirme la puerta. Vale que no seamos
amigas de toda la vida, pero me gustaría saber si te pasa algo o si puedo ayudarte.
E: No me pasa nada, Maca. –niego mirando a Orlando, que intenta por todos los
medios ir con ella. ¿Tendrá algún poder mágico que nos atrae a los dos?
M: Vale… no insistiré.
Apretando los labios me siento tranquila por primera vez. Suspiro y la miro
sintiéndome extraña, creo que mal por haberla tratado así. Realmente ella no tiene
culpa de nada… ¡Claro que tiene culpa! No, no la tiene. Soy yo la que la mira así, la que
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Sin remedio
ha dejado que esto ocurra, la que no debió ver ese destello verde en sus ojos
marrones.
¿Ein? ¿Cómo sola? ¿No tienes a tu novia perfecta en casa? ¡Vuelvo a perderme! ¡Me
estás volviendo loca! Mi ceño se frunce irremediablemente, creo que de forma
exagerada. Por lo que sonríe y se encoge de hombros esperando una respuesta por mi
parte.
M: Dani siempre está muy ocupada. –baja la vista hacia Orlando- Tenia que preparar
algo con Javier y se iban de cena.
M: ¿Yo? –ríe- No ceno con Javier ni loca, vamos… Si ella quiere cenar o tiene que
hacerlo que lo haga, pero a mí no me arrastra a esas cosas. Hace mucho tiempo
además.
¿Cuánto tiempo llevan juntas? Qué relación tan extraña. Estiro los labios, es una manía
tonta que tengo desde niña cuando no comprendo algo y me devano los sesos en
busca de las respuestas que sé, no puedo conseguir sin preguntar.
M: ¿Vienes o no?
Apenas tres minutos después entramos en su casa. Orlando ya lo hace como si fuese
suya, una residencia de verano pija y aun más grande que la del resto del año. Qué
chulo es mi perro. Me paro antes se seguir a ninguna parte y ella se gira en la puerta de
la cocina.
E: Claro.
Entre las dos, y con Orlando echado a nuestro lado, empezamos a preparar la cena. La
veo sacar cosas de la nevera, me las tiende con una sonrisa y me siento realmente
confusa. Mientras corto la lechuga no dejo de preguntarme por qué se comporta así
conmigo. Quizás no tenga mayor trascendencia y es que simplemente es así de
simpática, amable y mil cosas más que no estoy por la labor de pensar porque no es
muy buena idea en estos momentos.
61
Sin remedio
E: No sé… -me encojo de hombros antes de seguir con mi parte del trabajo- Si alguien
me quiere contar algo lo respeto, pero a veces preguntar incomoda a las personas.
M: Sí, pero también es bonito ver que muestran interés por algo. –pues sí, puede ser.
M: Si quieres, tienes total libertad para hacerlo… -contesta dándole la vuelta a los
filetes de pollo que tiene en la plancha.
No le hice ninguna pregunta al final. Decidí guardar silencio y seguir con la preparación
de esta súper cena improvisada.
Cuando teníamos todo listo hemos ido a su rincón. Ha dicho que prefiere cenar allí, así
que allí que cenamos. No me voy a poner ahora a decidir donde cenar o no. Ha puesto
la tele y nos hemos sentado en el sofá. La verdad es que la hacía más pija para esto. En
su súper mesa, delante de su súper tele, con su súper novia contándole su súper planes
de trabajo y… ya no sé ni lo que digo.
E: ¿Cuánto tiempo lleváis juntas? –hasta yo me sorprendo al preguntar esto. Las dos
seguimos mirando la tele.
M: No… la verdad es que nunca hemos hablado de ello. Yo estoy a gusto en mi casa y
supongo que ella está a gusto en la suya. –se encoge de hombros y nos miramos por
primera vez.
E: Es raro.
De nuevo se hace el silencio. Luego dice que si no pregunto… ¡si apenas respondes,
coño! Igual he metido el dedo en la llaga sin darme cuenta. Puede ser… al fin y al cabo
¿Qué pareja no acaba viviendo en la misma casa después de tres años? Es
extrañamente raro eso… Vale que yo no diga de casarme, en más… es que no me veo
casada. Pero tres años con mi novia y sin plantearme si quiera vivir con ella…
definitivamente no.
E: ¿Y de verdad no te gustaría?
M: Pensándolo fríamente seria igual que como estamos ahora mismo… ella siempre
tiene algo que hacer fuera, algún viaje, alguna operación en el otro lado del mundo, y
yo siempre estoy aquí… seria verla lo mismo. No cambiaría nada.
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Sin remedio
E: Ya… pero si yo llevase tres años con mi novia me gustaría tener un espacio común
con ella. –la miro otra vez y ya no sé si me estoy pasando o realmente no le importa
hablar de esto.
M: Supongo…
E: ¿Supones? –la miro y tras unos segundos me mira- Si ya lo supones es que no estás
tan segura de lo que has dicho antes.
E: ¿No te haría ilusión estar en casa y que un día llegue como hoy? Sorprendiéndote…
simplemente llegando a casa, donde tú estás.
E: Vale.
Sin más, seguimos cenando y vuelvo a pensar que esto es muy, muy, muy raro… Bueno,
tampoco es cuestión de que yo lo entienda. Que se entiendan ellas.
No conseguí dormir más que una hora. Creo que debería resignarme a que esto deberá
pasar por si solo en algún momento. No puedo hacer nada al respecto. Trabajo con
ella, vivo al otro lado de la pared de su salón. Solo faltaría que encima una plaga de
cucarachas invadiese su casa y tuviera que ofrecerme a que se viniera a la mía. ¡Y una
mierda! Que para eso tiene su súper novia.
T: Buenos días… -deja lo que tiene entre manos y se apoya para quedar más cerca de
mí- ¿Cómo estás? Ayer no pude preguntarte.
E: No fue nada, una bajada de tensión sin importancia. –después de firmar le sonrió
como puedo y me pongo en marcha. Cuanto antes empiece a trabajar antes pasará la
mañana.
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Sin remedio
-Es un fugado de la cárcel y lo han traído sin saber qué había pasado. El juez está
hablando con Javier.
E: ¿Qué le ha pasado?
-Heridas de bala.
Yupi. Me encanta sacarles las balas a un fugitivo… espero que no se nos muera. Aun no
se me ha muerto nadie. Preferiría que no fuese hoy la verdad.
D: Ya estoy aquí.
¡La madre de….! ¿Contigo? ¡Pero es que quieres tocarme mucho las narices para que
acabe loca y esquizofrénica o qué!
D: ¿Cómo estás, Esther? –me sonríe con las manos alzadas y al otro lado de la camilla.
E: No hace mucho leí que hay una solución adhesiva para estos casos, podría utilizarse
para cerrar las dos partes de la arteria, sacar la bala y luego hacerlo con menos riesgo…
te daría tiempo de sobra para coser e impedir que se encharquen los pulmones.
-Claro.
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Sin remedio
no para de sugerir mas ideas para futuros casos y yo me veo aquí como caída de un
guindo.
D: Eso mismo hicieron no hace mucho… pero no sé si resultaría en un caso como ese.
E: Prefiero no tener la vida de nadie en mis manos… suelo comerme mucho la cabeza,
no sé si podría vivir con la conciencia limpia tanto tiempo.
G: Cuando se corra la voz de esto vamos a tener una nueva planilla… Quien se pide a
Esther primero. –todos ríen y yo me quedo con cara de idiota- La próxima conmigo
¿Eh? –sonríe y mira a Dani- Por cierto… he escuchado por ahí tu cambio de planes.
D: ¿Cambio de planes?
D: Sí, he decidido tomarme un descanso… voy a dedicarme a estar aquí, además Javier
me ha pedido el favor. Últimamente te cargan a ti mucho con las operaciones.
G: ¡Pero si a mí me encantan!
D: Ya, pero sabes cómo es y no quiere que sus médicos anden saturados y no rindan lo
que él quiere.
Genial. ¿Eso quiere decir que no te vas a ir? ¿Te voy a tener que soportar siempre aquí?
Esto cada vez pinta mejor. Definitivamente tengo que llamar a Iria, necesito su ayuda.
Necesito que me suba el ánimo y no me deje caer en este declive personal que veo
cada vez más serio.
G: Por cierto… Esther, estás invitada a mi cumpleaños. –me señala con seriedad.
E: ¿Yo?
G: ¿Hay otra Esther por aquí? –mira a su lado y luego bajo la mesa- Pues no, solo estás
tú… así que sí.
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Sin remedio
E: Voy a ir a ver qué puedo hacer por ahí… -me levanto y la conversación no se
interrumpe más tiempo que un segundo.
E: ¿Te puedo preguntar algo, Maca? –me giro de repente y haciendo camino para una
pregunta que ni pensaba hacer.
M: Claro.
M: ¿Cómo?
E: Sí, es que no logro entender por qué te tomas tantas molestias, por qué siempre
intentas ser tremendamente agradable conmigo, cordial, simpática… ¿por qué?
¿Tan difícil es mi pregunta? Igual sí y soy yo la rara. Porque es que por mucho que lo
intente no encuentro un sentido lógico a todo esto. Por norma los humanos necesitan
un proceso, un proceso de comunicación, adaptación, ver los intereses comunes de sus
semejantes para percibir si tienen o no cosas en común, para más tarde entablar una
posible amistad. Pero esta mujer se pasa todo el proceso por donde yo le diga. Desde
el primer momento pasó a la fase de amiguismo.
M: Pues no sé, Esther… me caes bien. –se encoge de hombros y yo sigo perdida- ¿No
quieres que seamos amigas?
E: No se trata de eso.
M: Quizás no haya nada que entender. Me caes bien, eres mi compañera, además de
vecina… No sé, supongo que…
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Sin remedio
D: Ponle otra vía… -sin perder tiempo comienza a palpar el costado de la chica- ¿Te
duele aquí?
-Un poco…
D: Parece que tenga una costilla rota… ponle cincuenta de fentanilo y pide placas.
E: Ahora mismo.
D: Vamos a ver ahora mismo lo que te pasa, tranquila. –me mira otra vez y asiente- Las
placas.
Diez minutos después la chica ya está en rayos y yo esperando los resultados. Camino
de un lado para otro en el pasillo y miro de vez en cuando hacia ninguna parte. Ya
podía haberme quedado con Gimeno, que ese sí que hace las cosas rápido.
Sin dudarlo abro el sobre y miro la radiografía. Genial… le está dañando el pulmón.
Después de otra operación más, he caído rendida en el sofá del vestuario. Hoy estoy
agotada, creo que me dejaré caer en la cama en cuanto llegue. Orlando se tendrá que
conformar hoy con verme en la cama y durmiendo a pata suelta.
Y yo sigo con mi dilema. He llegado a la conclusión, de que por mucho que lo intente,
Dani es simpática, además de amable, y muy buena en su trabajo. Todo el mundo la
respeta, y encima ella, lejos de subírsele a la cabeza, es una más. Así que… Maca,
simpática, amable y encima guapísima, pega mucho con Dani, también simpática,
también amable, pero no tan guapa… no hay nada tan guapa como Maca. Dios, sueno
a adolescente enchochada… qué horror.
T: ¿A casita?
E: Sí… -suspiro sin poderlo evitar y la miro- Hoy voy a dormir mucho… es el día oficial
de la marmota. –ríe por lo bajo y me giro para marcharme mientras alzo la mano a
modo de despedida. Ups… ¿desde cuándo estás tú ahí?
M: ¿Me llevas?
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Sin remedio
E: ¿Y tu moto?
M: Se la ha llevado Dani. –se encoge de hombros- Había venido en taxi y tenía que ir a
no sé dónde. –pone los ojos en blanco.
M: ¿De verdad?
E: Es que yo… no sé, si tuviese novia no andaría todo el día por ahí, no si puedo
evitarlo. Y parece que vosotras tengáis que pediros audiencia.
En el camino en coche estoy teniendo una reflexión personal de lo más extraña. Esta
mujer hace que diga cosas que aunque hubiese pensado fugazmente en algún
momento de mi vida, jamás había dicho. Y ciertamente no entiendo esa relación que
tienen. No entiendo que una esté por un sitio mientras la otra va por el otro. ¿Tendrán
sexo? Como no sea en los lavabos del hospital no sé donde… porque en otro sitio
parece que no se ven.
Una vez más, conforme salimos del rellano cada una fue a su casa. Pero esta vez, Maca
se esperó apenas un minuto para saludar a Orlando, que saliendo despavorido, ha
hecho que ese detalle no pudiese pasase por alto.
Después de ducharme he salido con un señor bocadillo de jamón con queso al salón.
Tengo que llamar a Iria, y tiene que ser hoy.
I: ¿Sí?
E: Buenas tardes, le llamo porque estamos haciendo una encuesta ¿Está usted a favor
de la purga de rubias tontas? –Menos mal que ella no es de bote y sé que tiene dos
licenciaturas.
Iria me ha dicho que vendría ahora un rato. ¿Cómo le explico yo a esta lo que me pasa?
Si ni siquiera sé qué coño me pasa. Seguro que ella logra descubrirlo, siempre he
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Sin remedio
E: Ven, bicho… que vas a conocer a la segunda mujer más maravillosa del mundo. –lo
cojo en brazos y me mira- La primera ya sabes quién es, no me hagas decirlo.
Nada más abrir la puerta ya tengo la sonrisa plantada en los labios. ¿Podría querer a
esta mujer más de lo que la quiero? En el sentido amistoso, claro está. Podría quererla
de mil formas. Pero sé que la quiero todo cuanto puedo. Porque siempre está ahí
cuando la necesito, y sé que siempre estará.
I: ¡Ay qué cosa más guapa! –coge a mi Orlando y este empieza a olisquearla.
Sin dejar de sonreír me quedo clavada sin poder dejar de mirarla. Apoyada en el marco
de la puerta y viendo como mi mejor amiga y mi Orlando, se presentan. Es cuando ella
se gira de nuevo hacia el rellano cuando me doy cuenta de que Maca está en su puerta
mirando hacia mi casa, la del ascensor se abre y Dani sale hablando por el móvil. Me
sonríe y me saluda con la mano antes de ir hacia la casa de Maca, darle un beso en los
labios y pasar. Mi vecina mueve también la mano en el aire y yo sonrió antes de darle
con el pie a la puerta para cerrarla.
Arrastrando los pies vuelvo al salón, me dejo caer en el sofá bocabajo y siento unas
terribles ganas de llorar. ¡Si yo no lloro! ¿Por qué esta pija de mierda me tiene que
amargar a mí la existencia? ¿Por qué, Dios mío?
I: ¿Esther?
E: Esther no existe… -murmuro contra el asiento del sofá cuando me doy cuenta ¡de
que estoy llorando!- Una subnormal profunda se ha apoderado de este cuerpo.
I: Jesús… -suspira y escucho como se sienta en el suelo frente a mí- ¿Pero qué te ha
dado?
E: Ya quisiera yo que me hubiese dado algo… así tendría una excusa. –giro el rostro
haciendo que mi moflete enfurruñado quede aplastado sobre el sofá- ¿Qué se hace
cuando se pierde el culo por alguien que tiene novia?
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Sin remedio
a mi lado- Me temo que no puedes hacer mucho… -acaricia a Orlando- ¿Era la del
móvil o la guapa de la puerta?
I: Sí… mucho.
E: ¿Tienes algún ungüento rápido que acabe con esta posesión antes de que me
humille y le llore de rodillas?
I: Mírame.
E: No me hagas esto. -¿Me arrepentiré de haberla llamado? ¿Va a ser tan jodidamente
cabrona que me va a hacer pasar por algo que hará que me dé un patatús?
E: ¿Qué?
E: ¡No! –cerrando los ojos con fuerza me levanto, no soporto esto. ¡No lo soporto! Sin
pensarlo he empezado a andar de un lado para otro, como si necesitase un espacio que
no tengo. ¡Necesito una casa más grande!
I: Esther… que no pasa nada, además… te diría que me alegro. Haces que por fin crea
que hay esperanza.
E: No me vaciles.
E: ¿Cómo quieres que me lo tome? –me giro hacia ella, y creo que si tuviese poderes la
hubiese frito ahora mismo- ¡Esto es una mierda! ¡Las personas se vuelven estúpidas!
I: Enamorarse es volverse estúpido en muchas cosas, sí… pero eso es lo bonito. Ver que
somos tan imperfectos y que otra persona tiene la culpa de eso.
E: ¡La odio!
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Sin remedio
La escucho reírse por lo bajo y la vuelvo a mirar. Está acariciando a Orlando, vuelvo a
bufar de mala leche y me giro aun más rápido. Casi me como el mueble. He dicho casi.
E: Sí. –me detengo justo en mi respuesta para volverla a mirar- ¿Qué hago?
I: Jum… eso es más complicado. –se levanta para sentarse en el sofá y comienza a darle
golpecitos para que yo me siente a su lado. Tardo un pestañeo en hacerlo. Eso sí, sin
dejar de mirarla- ¿Recuerdas cuando dejaste de fumar?
I: Si ves que puedes coger uno sin que te muerda, y sin que ese cigarro sea asesino…
fúmatelo.
I: ¿Nunca te has dejado el tabaco en algún sitio? –Claro, hasta con el mechero dentro…
¡Me está liando!- El que se fue a Sevilla… pierde su paquete.
¿Cuántas noches soporta un cuerpo humano sin dormir? Creo que pronto lo
comprobaré. Otra noche más en que solo escucho la respiración y la inquietud de
Orlando en sus sueños. ¿Qué soñará? ¿Que persigue palomas? ¿Que su dueña es más
inteligente y no se enamora de su vecina?
¡Dios! ¿Por qué juegas así con mi vida? ¡Yo solo quería ser tú vecina! Y no solo voy a ser
tu vecina, sino que también tu compañera, y un alma errante que llevarás tras de ti
hasta que se me pase. ¿Esto se pasa?
No sé qué voy a hacer con mi vida, no sé qué voy a hacer con esto que me pasa. ¿Se
me notará? Espero que no. Porque entonces menuda mierda… Como Dani sea agresiva
y se me note, me va a dar de hostias hasta que se me junten los ojos y las ideas en un
mismo centímetro de la cara.
Estoy por tomarme alguna pastilla… necesito dormir como sea. Creo que tenía valium
por algún sitio. Voy a buscarlo.
Debo parecer un zombie a dieta. Porque mi cara de hoy no es normal. Creo que ni el
maquillaje ha escondido las ojeras que me han hecho tener el primer disgusto de hoy.
71
Sin remedio
Incluso creo que Orlando se ha enfadado conmigo. Sin quererlo ni pensarlo, me parece
que le he ignorado. Después tendré que compensarle.
E: La que venía con el cuerpo, Teresa. –intento sonreír y firmo mientras sigue
mirándome- ¿Por aquí qué tal?
T: Tranquilo.
Al mismo ritmo que mi cuerpo a adoptado hoy, voy hacia el vestuario. Saludo con un
leve gesto a aquellos que ya me suenan y que me saludan. Tendría que hacer un
chequeo rápido y mental para ver si me sé los nombres básicos, no sea que un día
meta la pata.
Nada más salir me he visto ayudando a Gimeno con un paciente. Menos mal que este
tiene cuerda propia y no hace falta que hable mucho. ¿Estaré deprimida? Tengo que
buscar los síntomas. Porque puede que sí y entonces esto sea mucho más serio de lo
que parece. ¿Cómo me puedo yo deprimir por alguien que ha aparecido en mi vida de
la noche a la mañana? ¿Cómo he podido…? No me atrevo ni a decirlo.
G: A que vienes a la cena de mi cumpleaños. –me mira apenas unos segundos y vuelve
a lo suyo- Que un cumpleaños es importante, es un año más en mi vida y eso es para
celebrarlo… tienes que estar allí.
E: No sé, Gimeno… ya te diré. –contesto casi a media voz, ni me he dado cuenta de que
la voz apenas me sale de la garganta. No quiero ver la reacción a mi contestación y sigo
con la vista fija en la herida.
G: ¿Estás bien?
E: Sí.
E: Vale. –bajo la vista sin importante todo el rollo este que me suelta.
G: Otra cosa es que no me quieras decir lo que te pasa, cosa que lo entiendo y lo
respeto…
E: Bien.
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Sin remedio
Cuarenta minutos después terminamos y sin más me voy a la cafetería. Necesito una
dosis de café. Pero de café café, cargado, sin leche, sin azúcar, que sea como beberse
un veneno que vaya a consumirme y destrozarme poco a poco. Eso es, que me duela,
que sufra…
Acabo de recordar lo que anoche juré no pensar. Dani ha pasado la noche con ella…
M: Hola.
E: Hola. –la miro apenas un par de segundos y vuelvo a darle un trago a mi café ¡Puag!
E: Un mal día… -contesto de igual forma y sin mirarla. Nunca se me ha dado bien
disimular, no voy a cambiar ahora también por ti. No te creas tan diva.
Después de esa frase, que a cualquiera podría haberle parecido normal, incluso
graciosa, yo me he quedado extrañada. La verdad es que mientras preguntaba no he
pensado en que lo haría, ni siquiera me lo había propuesto. Ha sido una preocupación
natural.
E: ¿Eh?
M: ¿Eso qué es? –coge el vaso y lo mira, frunciendo el ceño antes de mirarme- ¿Está
malo?
M: ¿Y por qué lo tomas así? –casi ríe- ¿Te estás castigando o algo por el estilo?
73
Sin remedio
E: Sí, no he encontrado ningún látigo por aquí y esto era lo más rápido y a mano. –
sonríe y niega sin dejar de mirarme- ¿Me dices entonces qué te pasa?
E: Sí.
M: Pues anoche Dani me dijo que qué me parecía la idea de irnos a vivir juntas. –frunce
los labios justo al terminar, y yo entro en una estado de cataclismo.
No puedes hacerme esto, Maca. Definitivamente no. ¿No ves que esto es como una
tortura china? Te tengo que ver, tengo que trabajar contigo, vivimos pared con pared,
para más inri tu novia trabaja en este mismo hospital. ¿Y ahora quieres desahogarte
conmigo porque te pide que vivas con ella? ¿Quieres que te anime a que lo hagas?
¿Quieres matarme?
E: ¿Y?
M: Sí. –asiente apoyándose en la palma de la mano y sin dejar de mirarme- Con Claudia
no puedo hablar de esto porque si fuese por ella me casaría mañana mismo, y sé que
tú eres imparcial… lo ves desde fuera y me darás tu sincera opinión.
M: Sí… -suspira y baja la vista hacia la mesa, yo suspiro pero más para mí que para el
mundo y me apoyo también en la mano. Tendría que hablar con un psicólogo… sí, eso
debería hacer- Pero es que no es como antes… es como si me hubiese conformado con
lo que tenemos, acostumbrado…
M: Es que no lo sé.
M: Por un lado lo haría, pero por el lado más pequeño… el más grande me dice que no,
que es un error y que si lo hacemos, será como… poner la última carta de la torre antes
de que se derrumbe.
Un momento… ¿Esto qué quiere decir? ¿Qué sabe que no van a seguir mucho tiempo?
¿Qué sabe que no van a terminar juntas? ¡Esto es un millón de granos más para mi
montaña de arena!
74
Sin remedio
R: Ya… -ella sigue con lo suyo, yo miro al anestesista que también sigue a lo suyo… y yo
pues sigo con lo mío- ¿Por qué? Pensé que te llevabas bien con Maca.
R: ¿Entonces?
D: Hola, chicas.
Mi mandíbula casi se aplasta a ella misma cuando ese saludo medio cantado llega a mis
oídos. Cuando no es la una, es la otra, y cuando no la otra es la una. Estas dos son
miembros de alguna secta que tiene como principal trabajo acabar conmigo. Tiene que
ser eso.
R: Muy bien, Esther y yo hacemos un gran equipo… -me guiña un ojo y le sonrió
mínimamente- Nos van a dar el premio este año, no tienes nada que hacer.
D: Eso seguro. –me mira y puedo notar como sonríe- ¿Qué tal, Esther?
¿Lo cualo? ¿Qué? ¿Eing? ¿Qué parte me he perdido? He mirado a Raquel un solo
segundo y he alcanzado a ver cómo está mirándome y creo que, expectante. ¿Por qué?
D: Os dejo… que venía solo en plan cotilla para ver cómo os va. –nos guiña un ojo y se
va. ¿Y ahora yo que hago? ¿Me bailo aquí una sardana porque la súper cirujana del
Central me ha invitado a comer?
R: Bueno, Dani es así… se lleva bien con todo el mundo. Yo cuando llegué me quedé
también un poco a cuadros, aquí parece que todo el mundo se lleva a las mil
maravillas.
E: Supongo.
75
Sin remedio
R: Además… si te llevas tan bien con Maca y encima eres su vecina, deja de ser raro.
Querrá llevarse bien contigo.
R: Dani hace todo lo posible por llevarse bien con los amigos de Maca, es como si lo
acelerase para tenerla feliz… es como su prioridad. Siempre quiere tenerla feliz.
Bien, ese comentario no debería haberlo hecho en voz alta… debía ser uno más de mis
pensamientos estúpidos para que ahora Raquel no me mire así.
Yo siempre he podido controlar mi vida, las situaciones difíciles, todo. Y esto es nuevo
para mí. Tanto que me estoy empezando a agobiar, hasta tal punto que me arrepiento
de haber entrado a trabajar aquí. Y otra consecuencia va a ser que puede que le cogía
manía a Maca. Sí, porque realmente ella es la culpable de que yo me encuentre así.
Y encima me está liando más que una peonza. Primero con aquella conversación de
supongos, supongo esto, supongo lo otro, pero no tengo nada claro. Hoy con lo de vivir
juntas. ¿Qué persona enamorada y estando tres años con su pareja cree que vivir en
una misma casa será la destrucción de esta? No es lógico. Nada lógico.
Luego está Dani, que es la más simpática, la más trabajadora, la mejor en su trabajo, la
que parece ser que se desvive por tener contenta a su novia. Pues no se desvive tanto
cuando se pasa más de medio año fuera y la deja sola. Quizás por eso es así, para
compensar… ¿no? Yo qué sé. ¿Por qué tengo yo que estar aquí calentándome la cabeza
con algo que no es asunto mío?
D: ¿Estás ya? –me giro sorprendida y la veo parada en la puerta- ¿Te he asustado?
Perdona. –sonríe de lado pero sigue sin moverse.
E: Tranquila… -suspiro antes de coger el bolso de la taquilla- Sí, estoy ya. –resignada a
comer con quien menos me gustaría comer, voy hacia ella- ¿Dónde vamos?
D: Ha tenido que ir a un colegio para ponerles las vacunas a los chicos… me dijo que
comía allí y luego vendría sin prisas.
E: Ahm… -no me lo dijo… bueno, tampoco tenía que decírmelo- Así que soy una opción
salvavidas para no comer sola.
76
Sin remedio
D: ¡Qué va! Os hubiese invitado a las dos, pero como ella no está… ¿No quieres venir a
comer? –se detiene sorprendiéndome. ¿Qué le digo yo ahora?- No tienes que sentirte
obligada.
D: Maca ya me dijo que seguramente dirías eso. –se encoge de hombros- Pero me caes
bien, y a Maca le caes aun mejor, así que…
E: Entonces me invitas a comer porque le caigo bien a tu novia. –me cruzo de brazos y
dibujo una pequeña sonrisa para disimular, pero esto no me hace ninguna gracia- ¿Es
eso?
D: Eres rebuscada, eh. –ríe y empieza de nuevo a caminar- Me caes bien, Esther… ¿por
qué no iba a querer comer contigo?
Es que soy yo la que no quiere comer contigo. Pero claro, eso no te lo puedo decir, si te
lo digo te sentará mal a ti, le irás con el cuento a Maca, ella se molestará conmigo, y yo
me tiraré por el puente más cercano que encuentre. Aun no quiero suicidarme, todavía
no.
E: Mucho.
D: ¡Genial!
Tengo un problema, y es que esta comida con Dani ha terminado con mi posibilidad de
odiarla por razones reales. No tiene nada por lo que la pueda odiar, bueno sí… una sola
cosa, y es a la que tengo que aferrarme. Está con Maca.
Pero quitando ese punto, es una buena tía. Me parece simpática, buena persona e
incluso divertida. Conforme pasaban los minutos me veía más y más pequeña, incapaz
de encontrar algo por la que arremeter contra ella aunque fuese de pensamiento. Ha
estado pendiente de todo cada minuto, que no faltase de nada, que estuviese a gusto,
y no me ha dejado pagar mi parte. Más tarde ha empezado a preguntarme por el
hospital, lo extraño es que su interés me ha parecido tan sincero que me he visto
metida en una conversación para nada desagradable. En definitiva, solo puedo odiarla
porque me cae bastante bien y sale con Maca. Menuda putada.
77
Sin remedio
E: Sí… -contesto sin dejar de rellenar una cosa que me ha mandado Arancha- Comimos
aquí al lado, estaba todo muy rico.
T: Lo que no sé es si con Maca están bien las cosas, últimamente las veo más separadas
de la cuenta. No es que sean unas empalagosas, porque nunca lo han sido… pero esto
ya no lo veo yo tan normal.
E: Malas rachas las tiene cualquiera. -¿y por qué le sigo yo la conservación?
T: Ya, pero tú hazme caso a mí que entiendo de estas cosas y las conozco… y Maca…
-me palmea con fuerza el brazo- está rara, te lo digo yo.
E: ¿Cómo rara? –esto sí que no puedo evitarlo. Me giro sin dudar y apoyándome de
lado para mirar al oráculo que todo lo sabe.
T: Pues rara, anda todo el día pensativa… ella tiene un humor muy particular y como
que últimamente la veo más espesa.
E: ¿Tú crees?
T: Te lo digo yo. –se golpea el pecho y tengo que sonreír. Esta mujer es lo más…
E: Pues no sé, yo no la conozco tanto como para decírtelo. –vuelvo a tomar mi postura
inicial en un intento de dejar de pensar en eso. No me hace ningún bien.
Pero es que ahora no puedo, ha activado el chip. ¿Estarán mal realmente? Puede que
lo que dice Teresa sea por eso de la proposición de Dani. Supongo que sería lo más
lógico. Y lo más normal. Pero por otra parte eso no es normal, por mucho que lo
piense… ais… ¡Quién me mandará a mí!
M: Hola, chicas.
Lo dicho, estas dos quieren volverme loca y firmar mi parte de ingreso en psiquiatría.
Mis ojos se cierran automáticamente y por si solos antes de tan siquiera erguirme para
saludar. Podría agacharme e irme a cuatro patas a cualquier rincón oscuro para evitar
verla. Pero ella me ha visto a mí, por lo que hacer eso sería un bochorno más en mi
gran lista.
E: Hola.
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Sin remedio
T: Pues aquí… hablando con Esther, que se ha ido con Dani a comer.
M: Ven.
Pero esto es muy fuerte. Me está arrastrando como si fuese un saco de cebollas,
¡venga! ¡Vamos todos a vacilar a Esther que ella lo vale! ¿Pero esta que se ha creído?
E: Maca, yo…
M: Bueno, vale… -se sienta de forma que queda frente a mí- ¿Dani no te ha dicho nada,
verdad?
E: Pues no.
M: Bien… es que he estado con la preocupación todo el día, porque no sé… me daba la
sensación de que lo haría. Y no me hubiese gustado, la verdad.
E: Ya… No quiero que suene mal, porque realmente me caes muy bien, Maca… pero no
me gusta estar en medio de nadie, mucho menos en una relación.
M: ¡Lo sé! Si lo último que quiero es que lo estés, por eso estaba agobiada. –se levanta
quedando a apenas tres pasos de mí- Perdona si te he molestado contándote todo
esto.
79
Sin remedio
Baja la vista al mismo tiempo que se mete las manos en los bolsillos de su pantalón y
yo me siento estúpida. ¿La habré hecho sentir mal? Lo que me faltaba… ¡culpabilidad!
He pasado una semana de lo más extraña. Desde aquella primera vez en que comí con
Dani, ha sido como si mi destino hubiese estado esperando a conocer a este par de
pavas. Porque es lo que son, un par de pavas con diploma.
Una porque sí, porque necesito creer que tiene ese defecto y no me tiene ganada…
porque no sé ni mentirme a mí misma. Me refiero a Dani, y me hace sentirme
completamente culpable cada segundo del día. ¿Por qué? Porque se porta genial
conmigo y yo estoy perdiendo los papeles por su novia. Sí, perdiendo los papeles. No
hay solución posible a esto, por primera y única vez en mi vida, me he enamorado de
alguien y no puedo decírselo porque no está bien. Con que me costó decírmelo a mí
misma. Me tuve que poner delante de un espejo y repetírmelo después de otras tres
noches sin poder dormir. Esa noche lo conseguí, pero claro… no paré de soñar con ella.
Cosa que me frustra, porque aun me ocurre.
Así que así estoy, enamorada de mi vecina, amiga de su novia, cenando con ellas,
trabajando con ellas, y sin la capacidad de odiar a quien me gustaría odiar.
E: Voy.
Nada más llegar veo como Maca y un celador forcejean con un chaval en una de las
camillas. Qué bien, ahora seguro que me llevo una leche.
E: ¿Pero qué pasa? –intento como ellos a retener al chaval quieto pero parece
endemoniado.
M: ¡Tranquilo!
E: ¡A ver, chaval! –saco fuerzas de donde no las tengo y consigo casi reducirlo con una
mano bloqueando su pecho y el otro brazo en su cuello- ¡Te calmas o te calmas!
¿Estamos?
Parece que mi grado de mala leche a veces funciona, y este ha sido el caso. El chaval
me ha mirado durante dos escasos segundos y se ha relajado. Haciendo que yo
también deje la fuerza a un lado y Maca se separe.
M: ¿Te vas a estar quieto? –ambas le miramos mientras el celador sigue sin soltarle por
si acaso. Finalmente asiente- Vale, ahora vengo.
80
Sin remedio
Poco a poco termino por separarme de él pero no dejo de mirarle hasta que tengo que
girarme siguiendo a Maca. Suspiramos a la vez, ella se detiene a varios metros para
mirarme.
M: No para de sacarse las vías. –se frota la frente mientras baja la mirada- Gracias.
E: A veces es mejor dejar la paciencia y dar dos gritos. –le palmeo el hombro con cariño
antes de girarme- Por cierto… ¿sabes quién me buscaba?
M: Yo.
E: Ahm… dime. –la miro entonces esperando que me mande cualquier cosa.
E: ¿Para eso me mandas llamar? –esta tía está peor que yo, donde va a parar…
M: Bueno y… -¿se está poniendo nerviosa? ¡Se está poniendo nerviosa!- Bueno, que
Dani no puede ir, y por si decías de venir pues… salir las dos a la vez y eso.
¿Me está pidiendo que vaya con ella porque Dani no puede? Genial, ahora soy un
segundo plato sin derecho a comer. Estas cosas solo me pasan a mí. ¿Y por qué no
puede venir la otra? Si lleva dos semanas que no se va a ningún sitio, es mas… a mí
misma me dijo hace dos días que no pensaba hacerlo en bastante tiempo.
M: Bien. –sonríe, parece que más relajada y sin más se va dejándome allí plantada.
A veces me dan ganas de irme de aquí. Por momentos puedo controlar esto, incluso
me estoy acostumbrando, cosa que no me gusta. Pero por otros me deprimo
enormemente.
R: ¿Y esa cara?
E: ¿Eh?
R: Iba a tomarme un café… ¿vienes y me dices por qué parece que te acaben de decir el
día de tu muerte?
Pues esa pregunta está más cerca de la verdad de lo que ella misma se cree.
E: Vamos.
81
Sin remedio
Estos últimos días he conocido mas a Raquel, es buena tía. No sé cómo puede estar con
Javier, ese está más amargado que yo y cada día parece que se supera. Aunque todos
tienen derecho a que les quieran ¿no? ¡Yo también! Ais…
E: Nada. –niego sin dejar de mirar mi café. No creo que contarle a ella todo ese
culebrón sea bueno. Puede escapársele algo, aunque no sea su intención, y entonces sí
que la liamos.
R: Puedes contármelo, eh… no se lo diré a nadie. Por eso puedes estar tranquila.
Siempre tan oportunas. Vaya dos… parece que tengan un medidor de ánimo y cuando
peor estoy, ahí que aparecen las dos.
E: ¿Y eso?
D: Acabo de salir de quirófano. –coge una galleta de mi plato- Después de casi cinco
horas.
E: Uf.
R: ¿La amputación del de la fábrica? –la vemos asentir- Algo escuché decir a Javi, no le
has dejado entrar. –sonríe y yo me sorprendo.
D: Me hubiese puesto de los nervios, no es el mejor tema para él. –suspira y me mira-
¿Has hablado con Maca?
E: ¿Sobre qué?
D: ¿No habéis visto mi móvil, verdad? Creo que lo he perdido… -se busca entre los
bolsillos del pijama- No lo encuentro.
R: Pues no, y como lo hayas dejado por ahí dudo que lo encuentres.
82
Sin remedio
Enfadada conmigo misma me levanto dando un golpe sobre la mesa. Esto es un claro
ejemplo de descontrol por mí parte. ¡Pero me da igual el puto control! ¡Estoy
cansándome de todo esto! Estoy muy harta de fingir, de tener que ser la compañera
perfecta, de poner buenas caras, de poner las cosas fáciles. ¡Harta!
R: ¿Esther?
Genial, ni me acordaba de ella. Resoplo bastante cansada cuando llego hasta el sofá del
vestuario. ¿Ahora qué? ¿Le tengo que contar mi drama? ¿Y si no me sale de las narices
qué?
R: Ahora no me digas que no te pasa nada porque no me lo voy a creer por mucho que
quieras.
R: Puedo deducirlo como me dejes mucho tiempo, así que tú verás. –giro el rostro
sorprendida por aquello y la veo cruzarse de brazos. La verdad es que no es tan
complicado, lo sacaría seguro.
R: Pues… -descruza los brazos y se apoya sobre sus rodillas dejando el rostro a mi
altura- Que Maca para ti pasó a ser mucho más que una compañera o una vecina ¿me
equivoco? –aprieto los dientes mientras decido dejar de mirarla, me da que me voy a
poner a llorar de un momento a otro ¡Menuda mierda!- Y no quieres hacerle daño a
Dani, ni a Maca, por supuesto…
Esto es de lo más frustrante, con lo que yo he sido y como estoy ahora… Si me lo llegan
a contar hace años me rio en la cara del valiente. No solo hago el gilipollas sino que me
enamoro de quien menos debo, para rematarlo haciéndome amiga de su novia. La
hostia, vamos.
M: ¿Se puede?
M: Dani me dijo que te diese el móvil. –termina por pasar mientras nos mira a una y a
otra- ¿Pasa algo?
R: Que va, es que me estaba contando una cosa de su hermana. –sonríe frotándome la
espalda- Me voy, que tengo cosas que hacer.
E: Podías habérmelo dado luego, tampoco corría prisa. –lo cojo sin mirarla y me voy
directa a la taquilla para guardarlo. Y por qué no, para darme unos segundos de tregua.
83
Sin remedio
E: Claro.
Tan bien que si antes tenía ganas de irme de aquí, ahora tengo más. De perderte de
vista a ti, a la otra, y a todo el mundo que me recuerda a ti. Eso es lo bien que estoy.
M: Mírame.
Suspiro apenas cuando me giro para mirarla, está bastante seria, casi igual que yo. ¿Se
habrá enfadado? Tampoco he hecho nada para que se enfade, así que me da igual. Sigo
mirándola cuando ya creo que ha pasado demasiado tiempo y ninguna decimos nada.
Y justo cuando pienso en hacerlo me llama con la mano para que me acerque. ¿Para
qué me acerque?
M: Ven.
Mi ceño se frunce aun más cuando veo que suspirando aun más fuerte que yo, viene
sin dudar. Un pestañeo y la tengo pegada a mí.
No me había preparado para esto y sigo sin poder reaccionar. Su cuerpo es tan apacible
como el mejor de los apoyos. Ningún lugar es mejor que este. Sin duda alguna, nada es
mejor que esto.
Es como si su pecho, la parte del hombro en la que tengo el rostro, todo, se hubiese
convertido en el lugar donde pasaría el resto de la vida. Sin importarme nada más, sin
importarme nada del mundo, solo este cuerpo, este abrazo, solo ella.
Mi cerebro sigue bloqueado, estoy segura que mi tiempo corre más lento que el suyo.
O por lo menos el mío se ha ralentizado exageradamente, dejándome disfrutar de esto
sin dejar señales de ello. Incluso puedo decir que escucho una leve música en mi
cabeza. Quizás para hacer más perfecto este momento. Y solo me está abrazando.
Siento que necesito llorar, que quiero llorar y abrazarla, pero los brazos no me
responden. Igual que las lágrimas que intentaría detener, pero que no hace falta,
porque se resisten a salir. Es la primera vez en mi vida, que soy incapaz de controlar
nada, absolutamente nada. Ni mis propios pensamientos. Ni mi cuerpo. Ni mis ganas
de abrazarla y no soltarla jamás, porque también se han esfumado. Tan cobardes como
yo.
84
Sin remedio
Sé que sigue aquí porque noto como coge mis brazos y me obliga a rodear su cuerpo. Y
es el momento justo en que yo dejo de ser yo, mi mente se va detrás de la cobardía y
me abandonan, dejándome sola y sin nada que me diga lo que está bien o está mal.
M: ¿Mejor?
Y como si después de la gran explosión, esa misma fuerza absorbiese todo cuando
existe a su alrededor, esa voz, su voz, trae de nuevo todo lo que había dejado salir.
Haciéndome ver la realidad, quien es ella, quien soy yo, y donde está verdaderamente
mi lugar. Muy lejos de este momento.
Mi mundo vuelve a ser el de antes. Con los tres lados de un triangulo imperfecto.
Donde mi lado es el que no termina de encontrar los centímetros de unión. Donde ella
pertenece a otra persona, donde yo no tengo espacio. Vuelvo a sentir esas terribles
ganas de llorar, consiguiendo no hacerlo aunque me duela tanto la garganta que me la
arrancaría si pudiese. Vuelvo a ser yo, vuelvo a sentir como mi corazón duele como si
no fuese mío y quisiese escapar.
Vuelvo a poder mirarla a los ojos. Esos ojos que un día me dejaron ver ese destello
oculto. Veo de nuevo el rostro de la mujer que me ha cambiado sin saberlo, la mujer
que ha hecho que pierda la seguridad que siempre he manejado a la perfección. La que
me ha enamorado sin remedio alguno.
E: Tengo que ir a quirófano ahora con Jacobo. –me separo sin ser capaz de mirarla- Será
mejor que me vaya antes de que tenga una excusa para quejarse.
Después de la operación he podido irme sin cruzarme con nadie. No tengo fuerzas para
dar explicaciones, por no tener, no tengo ni fuerza para abrir los labios y quejarme
como me gustaría y necesito. Creo que ni Orlando va a recibir una sola palabra hoy.
Lo único bueno por ahora es el tráfico… no hay. Creo que en cinco minutos habré
llegado a casa. Solo me apetece darme una ducha y descansar hasta que tenga que a
esa dichosa fiesta de cumpleaños. Si tengo ganas de ir, que alguien me mate.
Ni una maldita ducha me ayuda. En la vida me he visto así, cualquiera que me viese
pensaría que estoy a un paso de la locura. Chorreando agua y sentada en el baño sin
querer levantarme. Orlando está en la puerta mirándome. ¿Pensará que estoy loca?
Poco me falta, la verdad.
85
Sin remedio
Y no voy a ir en chándal a la cena porque serian más preguntas, sino… Unos vaqueros y
una camiseta cualquiera. Al que no le guste que no mire, si no tengo el ánimo para
hablar no lo tengo tampoco para calentarme la cabeza en pensar qué me pongo.
¿Dijo que vendría a las nueve? No me acuerdo. Son las ocho y cuarto… igual si me echo
un rato en el sofá se me pasa esta tontería.
Nada más dejarme caer, Orlando se pone a dos patas sobre el sofá para mirarme.
E: Bueno, chico… te dejo otra vez solo. Espero que un día de estos no decidas odiarme.
–le sonrío mientras él sigue en el sofá. La casa es suya, es inevitable- No montes ningún
guateque perruno, eh…
D: Cambio de planes. –mis ojos van veloces hasta Maca, que mirando las llaves en su
mano parece más distraída que en aquel momento.
En el coche me dedico a mirar por la ventanilla. Me he cruzado dos veces con la mirada
de Maca en el retrovisor, y no quiero llegar con dolor de estomago a la cena.
E: Supongo.
M: Tampoco tiene culpa la mujer, si a ella tampoco la avisaron no te podía avisar a ti.
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Sin remedio
Aquí estamos, el lado que sobra, el lado que afecta, y el lado afectado. Como tres
buenas amigas, los tres mosqueteros… ¡Las tres subnormales!
D: ¿Esther?
E: Dime.
D: Luego recuérdame que te comente una cosa… es importante y con la cabeza que
tengo seguro que se me olvida.
Si supiese lo que odio que me hagan esto… como tengo pocas cosas que ya me tienen
frita y sin poder dejar de pensar ¡pues otra más! ¡Qué importa! Si Esther puede con
todo. Es una campeona.
Nada más llegar, Dani decide dejarnos en el portal mientras busca aparcamiento. La
verdad es que la zona es mala de narices. Se va a tirar lo menos veinte minutos dando
vueltas hasta que alguien se pire y le deje la plaza.
M: ¿Estás bien?
M: Ya…
Me giro para mirarla por primera vez y la veo dejándose caer apenas sobre el portal.
Apoyándose con el hombro y mordiéndose el labio mientras también mira hacia la
calle. Si supieras lo guapa que te pones…
E: En fin.
Me sorprende escuchar un atisbo de enfado y me giro sin pensarlo, viendo casi al final
como se cruza de brazos después de haber llamado al timbre. ¡Encima se enfada!
87
Sin remedio
Raquel y Javier son los únicos que han llegado antes que nosotras. Esto de tener a mi
jefe en una cena no sé cómo se lleva. Tenía que haberlo pensado antes… aunque con
Raquel me llevo bien, y no estamos en el hospital. No tengo por qué llevar cuidado, o
por lo menos no más del mínimo y necesario.
Maca se ha ido a pelar la pava con Claudia, a parlotear, vaya. No sé de qué, pero han
desaparecido enseguida. Gimeno me ha llevado hasta el salón y he empezado a
picotear de la mesa de aperitivos que han preparado. ¿Qué narices estarán haciendo?
R: ¿Qué tal?
E: Bien. –asiento con una pequeña sonrisa y doy un trago de la cerveza que me ha
traído Gimeno para que bajé el trozo de jamón que estaba a medio masticar.
R: ¿Y Dani?
E: Aparcando… estaba difícil la cosa. Supongo que tardará un poco… pero bueno, aun
es pronto. ¿Vosotros hace mucho que habéis llegado?
R: ¿Te corta? –la miro y me está sonriendo. Qué lista es esta tía.
E: Un poquito. –le sonrió también y decido ir hasta la ventana y ella viene tras de mí-
No se lo digas, eh.
R: Tranquila.
Temo el momento en que decida hablar otra vez. Sé de qué será y no estoy preparada
para hablar de ello, y mucho menos aquí. Me dará el bajón y necesito disimular todo lo
que pueda. Las preguntas no me hacen ningún bien.
E: Raquel, yo… -me da cosa decirle que deje el tema, no se me da bien evitar las
conversaciones y antes de que diga nada siento como me frota el brazo- Gracias.
R: No pasa nada.
Quince minutos después llega Dani, acompañada por Alicia y Héctor que por lo que
parece, son los que faltaban. Pensaba que vendría más gente, la verdad. Pero mejor,
menos gente a quien evitar, menos posibles preguntas.
88
Sin remedio
No sé si a propósito, mi vecina se sienta todo lo lejos que puede de mí. Genial, como
siga así me dará por llorar de verdad. Una cosa es que yo la evite, ¡pero otra muy
distinta que ella me evite a mí! ¿Se habrá enfadado de verdad? Como sea así me corto
las venas. Pero es que no lo entiendo, ¿por qué tiene que enfadarse? Este triángulo es
un triángulo de mierda.
Poco a poco y sin que se note, he acabado en la terraza. Hemos acabo de cenar
después de casi dos horas. Hay que ver lo lento que se hace cuando es un grupo de
gente y en cambio, sola en casa tardo cosa de quince minutos. Se me hacen pesadas las
cenas, bueno no… se me hace pesado todo últimamente. Pobre Gimeno, encima que
me invita.
E: Tomar al aire. –le sonrío mientras tomo aire y vuelvo a mirar al frente. Ella no tiene
culpa de nada, llegó antes que yo, y no puedo reprochárselo. Es imposible.
D: La verdad es que hace bueno para estar aquí. –se coloca junto a mí y por un
segundo me siento extraña- Por cierto… No me lo has recordado. –me da con el
hombro y la miro extrañada- Te dije que me recordases que quería decirte una cosa.
D: No pasa nada. –suspira y vuelve a mirarme- Te cuento… ayer Javier me contó que
dentro de dos días llegará al hospital una niña, tiene un problema cardiaco bastante
grave… El Central se va a hacer cargo del caso, y Javi me ha pedido un equipo.
¿Eing?
D: ¿Por qué?
E: Tienes una docena de enfermeras que están mucho más tiempo allí y en las que
puedes confiar.
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Sin remedio
E: Déjate de tonterías, esa operación es muy seria. -¿A qué viene ese ataque de
confianza en mí? ¡Está loca! Debería odiarme, quererme todo lo lejos que se pueda,
mandarme de una patada en el culo a la Antártida por querer a su novia… ¡No puede
hacerme esto!
E: ¡No!
Mi ceño se frunce tanto que apenas puedo ver frente a mí. Me giro frustrada,
enfadada, ¡impotente! No puede hacerme esto. No puede decirme esto ¡ahora no!
Aun mas enfadada salgo de esa terraza, golpeándome en la rodilla con un sillón, pero
dándome igual incluso el dolor que me ha hecho chasquear la lengua.
D: ¡Esther!
Llegamos al salón y todos nos miran. ¡Genial! A la mierda todo, a la mierda que nadie
me pregunte, a la mierda que haya pasado desapercibida, ¡todo a la mierda!
J: ¿Qué pasa?
D: Le he dicho lo de la operación, no está muy por la labor. –me giro sorprendida hacia
ella, ¡la mataría! Si antes me miraban, ahora esto ya es un escaneo profundo. Incluso
Maca, que ha pasado de mí toda la santa noche no me quita ojo.
R: Creo que la estáis acosando un poco… dejadle que se lo piense y que decida ella
¿no?
R: ¡Esther!
Cerrando los ojos me detengo sin girarme, escuchando las zancadas de la carrera que
se está dando para alcanzarme.
R: ¿Te puedo acompañar? –me giro para mirarla y ver cómo está un poco fatigada- Por
favor.
E: Voy a irme a casa andado, Raquel… está lejos y sería mejor que te fueses con Javier.
No te preocupes.
90
Sin remedio
R: Claro que me preocupo, no voy a dejarte ir sola a estas horas. –suspiro resignada y
comenzamos a caminar.
R: Vale.
Sin más nos dedicamos a caminar. La verdad es que estamos aun rato largo de casa,
veremos si cuando llegue no está Maca esperándome enfadada. ¿Esperándome? Si no
me ha querido ni mirar… estará enfadada de verdad. Pues que se enfade, estoy yo peor
y no me quejo. Que también sufra ella un poco, aunque sea por eso.
No te haces una simple idea. De los nervios es poco… pero es que si empiezo a hablar
me pondré a llorar, y lo último que me apetece es que nadie me vea llorando.
E: Ojalá.
E: ¿Te parece que estoy a la que salta? –la miro extrañada. Nunca hubiese pensado que
se me notase, y mucho menos que estuviese así.
R: Estás muy irritada, Esther… no te darás cuenta, pero tienes unas miraditas que tela.
–sonríe de lado y yo no puedo evitar bajar la vista al suelo- ¿No has pensado que igual
lo mejor sea hablar con ella?
R: ¿Y vas a seguir así? ¿Siendo el pivote del centro y la amiga perfecta de las dos?
Porque perdona que sea tan sincera, pero yo es que las mando a la mierda.
R: Sí puedes.
E: No sería capaz de hacerle eso, le haría daño… Además, no tengo porque decírselo ni
a Maca. Ella está bien con Dani y no tengo por qué meterme.
91
Sin remedio
R: ¿Te puedo ser sincera? –la miro y asiento apenas- Yo veo a Maca bastante rarita
últimamente. –otra con la misma historia- No sé por qué será, pero sea lo que sea,
también te digo que estas dos si no han dado un paso más es por algo.
R: Y Maca aun no le ha dicho nada. –la vuelvo a mirar- Me lo contó hace varios días…
¿sabes lo que yo haría? –sintiéndome otra vez un poco agobiada, recojo las piernas y
las abrazo con fuerza mientras pierdo la mirada- Hablaría con Maca, dejaría las cosas
claras… y cuando estén todas las cartas encima de la mesa, tomaría una decisión… pero
la mejor para mí.
Nunca hubiese pensado que acabaría en casa a las tres de la mañana. Pero después de
llegar y teniendo que haber llevado a Raquel a la suya, es la hora que se me ha hecho.
El pobre Orlando está desubicado, creo que no sabe si es todavía de noche, si es un día
oscuro, o si tiene que comer ya. Anda casi deambulando detrás de mis pies.
Nada mas echarme en la cama siento como él lo intenta y le cuesta un poco bastante,
pero finalmente lo consigue y tarda poco y menos en llegar hasta pegarse a mí. Menos
mal que lo tengo aquí, sino sí que iba a coger una depresión de caballo.
Ojalá tuviera la respuesta, pero me parece a mí que me la diría mañana. Ya está medio
roncando… ¿desde cuándo roncan los cachorros?
Si hablo con ella sufriré un ataque de nervios, es que lo sé. Puede que me tome por
loca, que no me mire mas a la cara, que me retire la palabra, que se lo diga a Dani, que
esta me pegue una paliza o a las malas contrate un matón para que le haga el trabajo
sucio. Lo peor es que no sé si podría vivir viéndola y sabiendo que no quiere ni tan
siquiera mirarme. No creo estar en mis cabales para decidir algo así.
Podría seguir callada, dejando que pase lo que tenga que pasar, llevándolo como mejor
pueda y aprender a vivir con esto. Porque es lo que me va a tocar, aprender a vivir
queriéndola.
¿Eso se podrá hacer? Tendré que buscar el Google historias de amores imposibles,
tener algún patrón, unas instrucciones. No puedo ser la única que pase por esto.
Mañana lo hago, me informo, me documento sobre el tema y ya veo qué hago. Google
lo sabe todo y seguro que puede ayudarme. A las malas, me meto en algún foro de
suicidas cobardes y a ver qué dicen.
Tengo que ir a ver a mi madre, pero esa es peor que cualquier detective. Enseguida me
lo va a notar, enseguida preguntará y querrá sacarme lo que sea que me pase. Si por
norma no sé mentir, mentirle a mi madre es aun peor. Es algo imposible de hacer, y
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Sin remedio
nunca lo he conseguido. En cuanto abro la boca ya sabe si voy a mentir o no. Menuda
mierda.
Será mejor que me tome alguna valeriana o algo, porque así seguro que no duermo.
¿Dónde metí la caja con las pastillas? Estaba por aquí… que dios me guarde esta cabeza
que tengo, que voy a llegar muy lejos por pijos.
Uy… El corazón se me ha disparado. ¿Qué pasa que grita a estas horas? Si son casi las
cuatro. Si salgo a la terraza de la cocina escucho mejor.
M: A mí me has puesto nerviosa tú. ¿No hay más momentos que este para discutir
esto? Si he salido a tomarme una pastilla es porque necesito dormir, no escuchar tus
estúpidos enfados.
Hicieron falta dos valerianas para dejarme rendida, pero finalmente lo conseguí. Lo que
me agobia ahora es saber que cuando llegue al hospital el ambiente va a estar un
poquito tenso. Entre mi gran escapada de la cena, y la bronca que tuvieron estas dos
anoche, que día tan genial vamos a tener hoy.
Aunque igual hicieron las paces, retozaron un poco y adiós al enfado. ¿Por qué tengo
que llegar a estas estúpidas conclusiones cuando nadie me lo pide? Me estoy
empezando a cansar de mi misma.
E: Vamos a la calle, chico… -en cuanto reconoce la palabra calle se pone loco, qué
mono es mi Orlando- A ver si hoy le ganas a alguna de esas palomas tontas.
Abro la puerta y veo la de Maca ya abierta pero sin nadie cerca. Qué extraño… Orlando
olisquea, debe notarme tensa.
E: ¿Maca?
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Sin remedio
E: ¡Maca!
M: ¡Qué!
M: Perdona, eh… eres tú la que ha entrado en mi casa. –¡y le hará gracia que me
sonríe!- ¿Estás mejor?
E: Tenias la puerta abierta. –contesto sin dejar mi enfado por el susto- Pensé que te
había pasado algo. –miro alrededor en busca de alguna pista.
M: Dani la habrá dejado abierta… se acaba de ir. ¿Te has preocupado? –la miro de
nuevo y sigue sonriendo. Genial. Para gracias te compras un mono.
E: Vamos, Orlando.
E: ¿Y tú? Porque yo no fui la que se enfadó por una gilipollez. –arquea una ceja y muy
lejos de preocuparme me parece que enfadada está realmente guapa. Mierda.
M: Vete.
M: No. –se gira para entrar de nuevo en la cocina- Tú has dicho que te ibas, pues vete.
E: Adiós.
Pues sí hombre, va a venir ésta ahora a tocarme a mí las narices. No tengo yo suficiente
como para aguantar sus tonterías. Mira como sí se había enfadado anoche. Pues que se
enfade, no es asunto ni problema mío. Que se pille los rebotes que quiera.
M: ¡Y cierra la puerta!
E: Hola, Teresa.
E: Vale.
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Sin remedio
Tengo una mala leche encima que tela. Como a alguien se le ocurra tocarme hoy las
narices me parece a mí que se va a ir caliente a su casa. Por qué tiene que cambiarme
siempre el humor. Si llego yo a saber esto…
R: ¡Ey!
E: Hecha una mierda… ¡Se ha vuelto a enfadar! –llegadas al vestuario abro la taquilla y
lanzo el bolso. ¡Me irrita!
R: ¿Qué le has hecho? –me giro igual de enfadada y la veo sonreír- Porque por nada no
se enfada alguien.
E: Que haga lo que le dé la gana. Me tienen hartas las dos… -me saco la camiseta en un
pensamiento de mala leche- Perdona que me cambie delante de ti.
R: Nada, mujer…
E: ¡Es que me tienen frita! -¡Frita es poco!- Siempre intentando estar bien, no joder
nada, controlando lo que digo y lo que hago… ¡y aun así se enfada!
E: ¡Nada! –me vuelvo a girar ya con el uniforme puesto- Esta mañana iba a sacar a
Orlando, y veo su puerta abierta, pues me he asustado… lógico ¿no?
R: Supongo.
E: Pues entro para ver qué pasa y me asusta en plan ¡te pille! ¡Y luego me echa!
R: ¿Te echa?
E: No tiene gracia.
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Sin remedio
E: ¿Sabes qué? –me giro para coger mis cosas- Que me da igual, que se casen, se
maten, que hagan lo que les dé la gana, yo paso de ellas.
No lo había pensado hasta ahora, pero Jacobo me cae muy gordo. Apenas he trabajado
con él, no pide a ninguna enfermera en particular, así que por norma si puedo me
escaqueo. Me sabe muy mal como trata a Leyre, parece que ella no se da cuenta, pero
es que la reduce a nada con solo abrir la boca. Odio a los hombres que inutilizan a sus
mujeres. Además ella me cae muy bien, y por eso seguramente me caiga tan gordo su
marido. Mamón.
Ja: Ya está.
Se pensará este que me sube el ánimo con ese tono falso que tiene. ¿No se dará
cuenta? Menudo idiota. Espero no tener que operar con él hasta dentro de mínimo un
mes. Cansino.
G: Esther…
G: ¿Ayer pasó algo que te molestase? Porque me… me siento realmente mal. Estoy
confundido y tampoco quiero decir algo que…
E: No, tranquilo. –le froto el hombro con una sonrisa y parece relajarse- Cosas mías.
G: Bien, me dejas mucho más animado. –se detiene y tengo que girarme para mirarle y
consigue hacerme sonreír. Este hombre es un caso.
Nada más llegar a la cafetería voy directa a la nevera para coger el zumo y más tarde
alcanzo a pillar el último donut de chocolate. Me hubiese enfadado más de no ser así,
todo sea dicho. Voy a hacia una de las mesas vacías.
Hace tiempo que no voy al cine, podría ver qué hay por ahí y llamar a Iria… ¡No he
llamado a Bárbara! Mierda. Me voy a hacer un pintarrajo en la mano para acordarme,
porque sino el día que me acuerde de forma natural tiene hasta nietos.
M: Hola.
96
Sin remedio
Mierda.
E: Hola.
Saludo sin mirarla y sin dejar de hacerme una pequeña x en la mano. Esto me
funcionaba antes, vamos a ver si sigue surgiendo efecto.
E: Es para acordarme de llamar a una amiga. –contesto de igual forma y viendo por el
rabillo del ojo como se sienta en una de las sillas libres- Puedes sentarte, tranquila.
E: Genial, creo que esta noche dormiré mejor por saberlo. –se creerá que no, pero sí.
M: ¿Qué miras? –muevo solo los ojos para ver como apoya la cara en la mano y se
inclina para ver la página por donde tengo abierto el periódico. ¿Si le pido por favor
que no se acerque tanto preguntará por qué?
E: Los cines.
M: ¿Vas a ir al cine? –la miro entonces más claramente y sigue sin separarse.
E: No lo sé.
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Sin remedio
Sin separarse gira el periódico hacia ella y comienza a leer. Yo sin pensármelo mucho
aprovecho la situación para mirarla desde mi posición. Tiene ojerillas, pobre… ¿Por qué
discutiría anoche con la otra? Igual le ha insistido en eso de vivir juntas. Y yo a ella no la
veo mucho por la labor, la verdad.
Ais… Maca, Maca… ¿qué has hecho conmigo, uhm? ¿Eres una locura transitoria?
M: ¿Has visto esta? –gira la cara y me veo a apenas cinco centímetros de ella, cosa que
hace que me separe casi al instante para mirar lo que señala.
E: No. –sigo mirando el título, más que nada porque ella sigue mirándome y puede que
mucho rato y una dosis muy alta de ojos a esta distancia, me produzca un infarto.
M: ¿Quieres ir a verla?
M: ¿Estás ya?
M: Sí.
E: Tengo que pasar antes a echarle un vistazo a Orlando, que el pobre me va a negar la
palabra como siga dejándole tanto tiempo solo.
D: ¡Maca!
Nos giramos a la vez para ver como Dani casi corre hacia nosotras. Aun lleva el pijama
puesto, e incluso la bata. Suspiro mínimamente y escucho algo parecido por parte de
Maca. Cuando la miro ya está esperando que termine de acercarse.
M: Llevamos prisa. –me mira y luego vuelve hacia ella- Nos vamos al cine.
D: Ah... genial. –me sonríe antes de mirarla de nuevo- No te voy a entretener mucho, te
lo prometo.
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Sin remedio
Realmente yo no pinto nada ahí. Supongo que ahora me dirá que no vamos, total…
mejor. Así me echo un rato e intento dormir. Que buena falta me hace y por su culpa
llevo días sin hacerlo. Esto solo me lo busco yo, si es que no aprendo.
T: ¿A casita?
E: Pues aun no lo sé… -bajo la vista para firmar y tardo mas en hacerlo que de
costumbre, ahora me tocará un tercer grado. Qué poca gana.
E: Creo que me voy al cine con Maca, pero puede que cambien los planes.
Instintivamente mis ojos van a parar a la figura de las dos a unos metros de nosotras.
Dani se ha acercado más a ella de lo que en un principio lo había hecho. Sería
imposible querer escuchar algo porque está susurrando más que hablando. Maca no la
mira, está con la mirada clavada en el suelo. ¿Qué pasará por esa cabeza? Ais…
Mi cuerpo se tensa al ver que me mira antes de mirarla entonces a ella y asiente
apenas antes de que Dani se incline para darle un beso. Qué bien.
Bueno, pues ahora le hago caso a mi Orlando, que buena falta le hace, juego un poco
con él y lo mismo me doy hasta un bañito. Que seguro que me relajo, con una copita
de vino además. Porque yo lo valgo.
M: ¡Esther!
Sorprendida me giro y la veo venir corriendo hacia mí. Vale, parece que he sacado las
conclusiones muy rápido.
M: ¿Dónde vas?
E: Pensé que… -miro hacia el pasillo, justo donde mi mano señala casi por si sola- No
sé.
E: Eso parece. –cojo aire de una forma disimulada y me encojo de hombros antes de
girarme- ¿Vamos?
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Sin remedio
M: ¿Yo no había quedado contigo? –vuelve a mirarme cuando ya vamos hacia mi coche
y me limito a asentir- Entonces…
De camino a casa guardamos silencio, y lo agradezco tanto como el que no haya apenas
tráfico. Cuanto antes lleguemos antes nos vamos y antes estamos en el cine. Nunca
había tenido tantas ganas de salir de un sitio cuando ni siquiera he entrado aun.
M: Voy contigo.
Me limito a salir del coche y entrar en el portal. Abrimos a la vez el buzón y sonríe,
haciéndome sonreír a mí. Qué ridículo es esto, madre mía. Llegamos a la puerta de mi
casa y nada más abrir veo a Orlando moviéndose nervioso.
M: Está más grande. –le acaricia también, por lo que se acerca aun mas a mí- Hola,
guapo.
Lo dejo en el suelo y a él le importa poco, enseguida está correteando con Maca detrás
de él. Qué mona es.
Esto de forma dosificada no está mal, puedo soportarlo. Aunque sea de forma egoísta y
sin que sepa realmente por qué, me gusta mucho estar con ella. Además de ella, es
raro sentir como su sola compañía a veces me hace sentir mejor.
Como come este perro, la virgen santa. No me extraña que crezca tanto. Si estos sacos
de comida tienen tantas cosas como dicen, voy a tener un dinosaurio en vez de un
perro dentro de un par de meses.
E: Pues ya está.
Cuando por fin doy con ella, la veo en el sofá mientras mi Orlando se reboza encima de
sus piernas haciéndola reír. ¡Será capullo!
Una media hora más tarde estamos ya en el centro comercial. Lo bueno de venir entre
semana es que apenas hay gente en los cines. Solo aburridas como nosotras que no
tienen nada mejor que hacer y la idea del cine siempre parece la más acertada.
100
Sin remedio
Quedamos en que ella paga las entradas y yo los refrescos y las palomitas, total ya
valen lo mismo. Te dejas un ojo de la cara para entrar y también para comer algo.
Ladrones.
E: ¿Qué fila te han dado? –las gira hacia mí y me inclino un poco para verlas- Guay.
M: ¿Están calientes? –la veo meter la mano en el cuenco de las palomitas y empezar
entonces a caminar con un puñado en la mano mientras se las come- Por lo que me ha
dicho la chica solo hay una pareja más en la sala. Estaremos casi solas.
¡Cojonudo!
Efectivamente, solo consigo ver el cogote de dos personas en toda la sala. Gracias a lo
que sea, aun están las luces encendidas. Esta tarde va a ser una tarde muy larga, sip.
M: Aquí.
E: Ya ves tú, tienes el cine entero para elegir… qué mas das.
M: Bueno, pues si quieres nos sentamos en otro sitio, eh… -se gira sonriendo antes de
entrar en la fila de asientos.
E: No, no.
E: Qué no, ahí. –alzo el brazo y comienza de nuevo a caminar, lo hace riendo casi y yo
niego con una pequeña sonrisa que no voy a consentir que vea.
M: A Dani no le gustan estas películas, siempre tengo que arrastrar a Claudia para que
me acompañe.
E: Bueno, puedes respirar tranquila, ya me tienes a mí. –me echo un par de palomitas a
la boca y le sonrío apenas antes de mirar como la pareja de unas filas más abajo se está
dando el lote. ¡Cochinos!
E: Era broma.
M: ¿Entonces si sale bien querrás volver conmigo al cine? –sonríe y se echa otro par de
palomitas en la boca.
E: Ya veremos.
M: ¿Por qué hablas tan poco conmigo? –pregunta de repente y consiguiendo toda mi
atención- Te he visto con Raquel, con Alicia, incluso con Claudia… lo de Gimeno no lo
cuento porque con ese hablan hasta las piedras… con todos hablas e incluso te ríes,
como conmigo al principio… pero ahora ya no.
E: ¿Eso crees?
101
Sin remedio
M: Es.
La verdad es que con todos los que ha dicho hablo bastante a menudo, aunque mas
con Raquel, por eso de que sabe mi más oscuro secreto. Así que no cuenta. Con Alicia…
Alicia habla por los codos, es como Gimeno, tampoco cuenta. Con Claudia he hablado
poco, pero como es tan simpática es imposible no sonreír y reír cuando dice algo
gracioso.
E: Me caes mejor tú. –la miro entonces y sonríe antes de bajar la vista y coger mas
palomitas- Pero que también hablo contigo, eh.
M: Ya, pero no tanto. Siempre tengo que estar dándote conversación yo…
preguntándote y haciéndote hablar. Me siento hasta mal.
M: Pero es que me siento mal, parece que no quieras hablar y que te obligue.
E: No me obligas.
M: ¿Ves?
M: Tampoco tienes que esforzarte si tienes que hacerlo para conseguirlo, solo es que a
veces me pregunto por qué conmigo apenas hablas.
E: Sí que hablo.
E: Te juro que no lo haré mas, hablaré. –asiento de nuevo y le ofrezco la mano- Espera.
–con rapidez me la paso por la pierna- La sal. –sonrío de nuevo y apenas un segundo
después coge mi mano y cerramos el trato- ¿Te puedo preguntar algo?
M: Lo que quieras.
E: ¿Por qué discutíais anoche? –la miro casi de refilón antes de comenzar a mover mis
palomitas- No podía dormir y os escuché.
102
Sin remedio
Cuando vuelvo a mirarla tiene la vista fija en sus manos, está haciendo un rollito con la
entrada. No debería haber empezado a hablar con esta pregunta.
E: Lo siento, no debí.
E: Ya, pero con un poco de idea se entiende que no es una buena pregunta. Lo siento.
M: No estamos pasando por un buen momento. –la miro otra vez y ella sonríe de lado
mientras entiendo entonces que es mas apretar los labios que una sonrisa- No pasa
nada.
M: Gracias.
Pues resulta que no es tan malo como creía. Aquí estamos las dos, en una sala con
cuatro personas, de esas cuatro nosotras somos la mitad. Estoy a gusto, tranquila… de
vez en cuando comentamos algo, total no hay nadie a quien molestar. Me gusta estar
con ella. ¿Por qué tengo que evitarla?
Definitivamente es mucho más agradable disfrutar de ella que evitarla o llorar por las
esquinas. No hay por qué desaprovechar la oportunidad de ser una amiga más, puedo
ser una amiga más.
M: No está mal, pero esperaba mucho más, la verdad… con todo el bombo que le han
dado.
E: Me gustó más la primera. –asiento- Esto ha sido todo lo mismo, y todo el rato bla bla
bla… ¡mas acción hombre! –la escucho reír y sonrío mirando al suelo- Es verdad.
E: Bueno, pero hemos pasado un rato bueno y fresquitas… lo que más me gusta del
cine en estas fechas y verano es que ponen el aire a todo lo que da.
E: Qué exagerada, se estaba muy bien. –llegamos al coche y abro desde el mando,
viendo como entra primero.
E: Huele a muy limpio. –sonrío antes de que ella lo diga y arranco- Tiene dos
mesecitos… -acaricio el salpicadero con cariño- Antes tenía un panda, que el pobre ya
se merecía un descanso después de la vida que ha llevado.
M: ¿Mucho trote?
103
Sin remedio
E: Jum… ese panda podría escribir un libro. –sonrío de nuevo pero mirándola- Si
pudiese hablar.
M: Mejor que no. –niega con una sonrisa y pongo el coche en marcha- Entonces
estrenaste de todo, trabajo, casa, perro, coche…
E: Amigos. –sonrío girando en la curva de la salida, sabiendo que seguro le gusta que le
diga eso- La verdad es que sí, ha sido todo muy intenso.
E: A mí me encantan los cambios… -la veo girarse para mirarme aunque yo siga con la
vista al frente- Los cambios son buenos, se valoran las cosas que no cambian y se
disfrutan las nuevas.
El resto del camino volvemos a abordar el tema de la película. Cierto es que con pocas
personas me gusta hablar de cine, y con ella no está nada mal. Entiende bastante, ha
visto un montón de pelis y no es la típica que se empecina con su propia opinión.
M: Pues hasta mañana entonces. –asiente con otra sonrisa y abre la puerta
desapareciendo apenas cuatro segundos después.
Cuando abro la puerta Orlando viene a recibirme, sonrío otra vez y lo cojo en brazos
para ir hasta el sofá, dejarme caer y dejarlo sobre mi pecho mientras le acaricio y el
olisquea mi mano.
Las cosas van bien. Bastante bien, la verdad. Mañana hago dos meses en el Central.
Orlando cada día está más grande, Iria se ha echado novia y anda como una mariquita
en primavera. Revoloteando feliz por la ciudad. Mi madre ya me ha dicho que el mes
que viene se va de crucero con sus amigas del hogar del jubilado. Eso no me gusta
tanto, en agosto mi madre de crucero y yo currando…
Mi hermana está que quiere quedarse embarazada, me ha hecho ilusión eso de pensar
en tener un sobrinito… solo por molestarla lo malcriaré todo lo que ella no quiera. Me
rio solo de pensarlo.
La que está embarazada es Claudia ¡y de gemelos! Gimeno tiene una puntería del
copón. Donde pone el ojo pone la bala. Todavía recuerdo cuando Maca les hizo la eco y
fue gritando por el hospital que iba a tener gemelos para Lucy. Fue la monda.
Maca y Dani siguen en su extraña relación. Con Dani tengo ya casi la misma relación
que con Maca, más que nada porque podría decir que soy su enfermera personal en el
104
Sin remedio
hospital. Desde aquella operación de la niña casi no ha querido que nadie más le asista
en quirófano. Solo las veces que no hemos coincidido en el turno, y todo porque Maca
le prohibió que le dijese a Javier que me pusiese los mismos que a ella.
Maca sigue siendo mi Julieta sin título de Julieta. Pero he aprendido a llevarlo bien. Me
encanta verla, hacerla sonreír, incluso hacerla rabiar para que luego se ría.
Ciertamente, es lo mejor que me ha pasado en la vida. Y si tengo que tenerla de amiga,
pues mi amiga será.
T: ¿Dónde andas metida? Hace horas que no te veo, ya pensaba que te habías ido.
E: Dani me tenía secuestrada otra vez. Le voy a pedir a Javier un plus de horas en
quirófano, creo que ya ostento el record.
E: Ya podía ser yo también la enfermera mejor pagada. –le sonrío como a ella le gusta y
me giro para marcharme de nuevo. Pero no pudiéndolo hacer cuando me topo de
buena gana con otro cuerpo.
M: ¿Te voy a tener que comprar unas gafas? –sonríe antes de llegar al mostrador.
E: Mejor te pongo yo a ti unos intermitentes… que siempre estás en medio, hija mía…
¡siempre en medio!
Escucho a Teresa reír cuando ya entro en urgencias y miro buscando al niño que tenía
yo muy bien sentado en su silla de ruedas.
E: ¡Ya pensé que te me habías escapado, bandido! –camino sonriendo hacia él.
E: Pues vamos a tu habitación y te aparco mejor en la cama, que tienes que repostar.
Hoy tengo doble turno, he dejado a Orlando con mi madre. Porque aparte de que ya
son amigos, no me gusta dejarle solo tanto tiempo. No suele hacer trastadas, es más
que nada porque se me pone triste, y eso sí que no puede ser.
105
Sin remedio
M: Por fin te encuentro… -giro el rostro sorprendida y justo cuando daba un mordisco a
mi preciada empanadilla- ¿Qué haces?
E: Comer. –le enseño mejor lo que ya puede ver al mismo tiempo que se sienta a mi
lado- ¿Y tú?
E: Los polos opuestos se atraen. –respondo con naturalidad y vuelvo a mirar mi revista-
¿Sabes que han condenado a un chaval de diecisiete años a aprender a leer y a
escribir?
M: ¿Cómo que condenado? –sorprendida se yergue para quedar con la barbilla sobre
mi hombro y mirar la revista.
E: Sí… robó un perro, le citaron en un tribunal por haberlo robado y el juez vio que no
sabía leer ni escribir, así que le ha condenado a aprender.
M: ¡Oye!
E: Es broma, tonta. –rio al ver cómo ha comenzado a casi pegarme sin dejar de sonreír-
No te enfades. –decido dejar la empanadilla y sacudir las manos para terminar de
beberme el refresco- ¿Te vas en una hora, no?
M: Sí… que por cierto, si quieres recojo a Orlando y me lo llevo a casa. Luego puedes ir
a por él.
E: Como quieras… todo depende de las ganas que tengas de soportar a mi madre. –
vuelvo a mirar la revista, realmente tiene que tener ganas de ver a mi chico.
E: Vale, pero no le des cosas de esas como la otra vez que luego caga raro y la que lo
saca soy yo. –la miro frunciendo el ceño y tarda menos de un segundo en echarse a
reír- ¡Hablo en serio!
E: ¡Maca!
M: Vale, vale… pero que sepas que la de la tienda me dijo que eran buenísimas y que
les controla un montón el estomago.
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Sin remedio
M: No es ninguna mierda, son galletas para perro, a él le gustan y se las doy cuando
hace los trucos que le estoy enseñando.
M: Era una sorpresa. –la veo encogerse de hombros y no puedo más que sonreír sin
dejar de mirarla- Un día de estos te los enseño.
Son las cinco de la tarde, aun me quedan otras cinco horas para marcharme, y gracias a
Gimeno, he olvidado el dolor de pies, el de riñones y el breve sueño que me ha
entrado. Este tío tendría que tener un programa propio.
E: Lo mismo que tú, Gimeno… o peor aun. Porque yo gasto mala leche, tú no.
G: Si mi Claudia se entera, me manda al sofá hasta que Brad y Angelina nazcan… estoy
completamente seguro.
Como segundos antes, he comenzado a reír sin poder remediarlo. No sé si por la cara
de chiste que ha puesto o por la reacción de mi cerebro al escuchar esos dos nombres
tan actuales y tan chics. ¡Y yo sufriendo por ponerle a mi perro Orlando!
G: ¿De qué te ríes? –me pregunta sonriendo y yo necesito reír otra vez.
E: ¡Brad y Angelina!
G: ¿Sabes qué pasa? –ríe también mientras se inclina para hablarme más de cerca- Que
quiero que se llamen Nicolás y Julia… si son niño y niña, pero ella no quiere… así que…
si los llamo Brad y Angelina… como le parece una locura, lo otro quedará mejor.
Cl: ¿De qué os reis tanto? –cuando me giro al escucharla aun no he dejado de hacerlo,
y me es aun mas imposible conseguirlo cuando Gimeno me mira y vuelvo a recodar los
nombres.
Cl: Deseando irme… -lo mira y luego vuelve hacia mí- ¿De qué te reías?
Cl: ¡Acabáramos!
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Sin remedio
E: ¡Brad y Angelina! –vuelvo a reír consiguiendo que Claudia también lo haga y Gimeno
nos mire a las dos sonriendo- ¡Es que es buenísimo!
E: Ais… qué momento. –niego cuando suspiro para poder respirar- ¿Maca lo sabe?
Cl: Espero que no. –mira a Gimeno con malas pulgas y este niega con énfasis y me sale
otra carcajada.
Cl: ¡No!
G: A ver si ahora… me vas a buscar un problema, eh. Dejémonos de tonterías que aquí
la señorita tiene saltos de mal humor y… no veas cómo se las gasta.
Cl: Por cierto… -me mira de nuevo- ¿Entendí yo mal o iba a recoger a tu perro?
E: No entendiste mal. –niego bebiendo de mi café, que por cierto está ya para echarlo
por el fregador- Esta última semana se lo he dejado varias veces y hoy se lo llevé a mi
madre, así que si quiere estar con él tenía que recogerlo.
A las diez menos cinco ya estaba firmando para irme, después de todas las horas que
llevo aquí es que me paso esos cinco minutos por donde yo diga. Así que solo me
queda llegar, recoger al guapo de mi Orlando, entrar en casa y dormir todo lo que
pueda… aunque igual se lo podía dejar a Maca esta noche, no sea que me entre un
coma profundo y no despierte hasta dentro de dos días.
Cuando consigo aparcar me doy cuenta de que Dani es la chica que hay hablando por
teléfono frente al portal. Para su cumpleaños le regalo un pinganillo, que le respire la
oreja. ¡Como habla!
E: ¿Subes? –le pregunto apenas en un susurro y asiente yendo finalmente tras de mí.
D: Me imagino. ¿Maca está con Orlando? Me pareció escucharlo ladrar por la terraza
antes.
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Sin remedio
E: Ha ido a recogerlo donde mi madre. –salimos del ascensor y no hace falta llamar al
timbre cuando la veo sacar las llaves y abrir.
Lo siguiente que se escucha son las pisadas de mi chucho por el parqué. Se está dando
la carrera desde el piso de arriba y baja las escaleras poseído y haciéndome reír cuando
ya estoy de rodillas para recibirle.
E: ¡Hola! –cuando por fin llega se deja caer y queda bocarriba mientras lo acaricio de
forma fuerte y como le gusta- ¡Qué pasa, eh! ¿Llevas muchas horas jugando?
M: Pues casi. –alzo la vista al escucharla, viendo como Dani le da su beso de siempre y
sigue hasta el despacho- No le he dado galletas de esas.
M: Estaba esperando por si querías sacarlo tú, pero si estás cansada me doy una vuelta
con él antes de que se haga más tarde.
E: Nah, lo saco yo. –me pongo otra vez en pie y sin cerrar su puerta voy hacia mi casa
para coger el cachivache de las bolsitas y su correa- Venga vamos.
M: ¿Puedo ir contigo?
D: ¡Vale, cariño!
M: Vale, cariño… -le imita haciéndome sonreír y pasar cuando ella ya lo hace- El día que
diga algo distinto me dará un infarto del susto.
E: Vas a tener que enseñarle también algún truco y no hacerlo solo con Orlando. –la
miro casi riendo y me da con el brazo cuando también le mira. La manía de mirar la
puerta hasta que se abre no se le ha quitado y es todo un show.
Otra de las cosas buenas del mes de Julio, es que la gente sale hasta más tarde a la
calle. Así que el parque está repleto. Chavales riendo, parejas paseando, mujeres
cincuentonas andando para bajar esos kilos de más mientras repasan todas las
novedades de la prensa rosa durante el camino. Los amigos de mi Orlando…
-Hola, Esther.
109
Sin remedio
E: Hola, Sara.
Sonrío y escucho como sigue saludando a Maca. Sara es una chica que conocí hará
como tres semanas. Saca a Lola, su bóxer. Tiene casi dos años, pero es aun más trasto
que mi Orlando y se llevan a las mil maravillas. Siempre acaban rebozándose por el
césped y haciéndonos reír.
S: Tanto trabajar… -niega y mira a Maca- Cuídala, mujer… que a este paso te quedas sin
ella. –sonríe y las dos nos quedamos clavadas en la tierra. La miro de reojo y veo como
me mira de la misma forma, por lo que solo puedo comenzar a reír- ¿Qué he dicho?
S: ¿Ah, no? –veo que pregunta sorprendida. Parece que lo tenía realmente asumido-
Vaya, pues menuda mala pata, lo siento.
E: No pasa nada.
M: ¡Toma, chico!
Antes de sentarme veo como Maca ha ido hacia los perros, lanzándoles uno de los
juguetes de Orlando y riendo cuando llegan cogiéndolo a le vez.
S: Pues hacéis buena pareja. Aunque asumí sin pensar mucho que estabais saliendo…
como os veo tanto juntas.
S: Ah… -asiente mirando a Orlando- Entonces… ¿no sales con nadie? –mi rostro se gira
lentamente, pero apenas lo suficiente para poderla mirar sin tener cara de loca. Sonríe
de medio lado hacia otra parte y yo sonrío porque a mí estas cosas aunque parezca que
no, me dan vergüenza.
E: No.
S: Bien. –asiente mirando a Orlando que corre por delante de Maca y por detrás de su
Lola.
E: ¿Te parece bien que esté soltera? –pregunto sabiendo que la voy a poner en un
aprieto, pero ya me estoy riendo por dentro y no he podido evitarlo. Me mira con
rapidez- ¿No?
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Sin remedio
E: ¿Entonces? –sonrío apenas por no reírme, puede que no le siente nada bien y
entonces tendré un problema del que no sabré salir.
S: Olvídalo.
E: Oye… que si me ibas a invitar a ir a cenar, comer o tomar un café lo puedes hacer, eh.
–me inclino dejando los codos sobre mis rodillas, haciendo que se relaje y sonría de
nuevo.
S: ¡Lola!
Levantándose alza la voz y la perra se gira al instante. Yendo al trote hasta su dueña y
quedándose a su lado mientras Sara le coloca la correa.
S: Nos vemos.
E: Pues ya somos dos… antes salía a correr. Tengo que volver a coger el ritmo y salir
aunque sea por las noches.
E: Pero si Orlando te gana, yo te voy a machacar. –le sonrío mirándola apenas un par de
segundos.
E: ¿Quién?
M: La chica esta. –la miro y veo como señala con la cabeza el lugar por donde Sara se
fue minutos antes.
M: Ah.
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Sin remedio
Cuando vuelvo a cerrar la botella me siento de nuevo como antes y miro a mi vecina.
Que sigue respirando algo inquieta y tarda varios segundos en percatarse de que tengo
los ojos puestos en ella.
M: ¿Qué?
M: No sé… apenas he hablado con ella tres o cuatro veces, eres tú la que más lo hace. –
suspira cogiendo aire- Pero bueno, parece simpática, sí… -vuelve a mirarme.
E: Aunque no con total claridad… me parece que dentro de poco me va a pedir salir a
tomar algo. –me cruzo de brazos sonriendo mientras recuerdo ese momento tan
extraño.
E: Seguramente.
M: ¿Vas a salir con ella? –me giro para mirarla y tengo uno de esos momentos
nervioso-internos donde me da por morderme el labio y sonríe.
E: No lo sé.
M: ¿Te gusta? –se acomoda de lado mirándome y haciendo que me ponga aun más
nerviosa. Aunque lo controlo más que antes, me sigue poniendo muy nerviosa.
E: No sé… no está mal. Pero la verdad es que no me apetece nada tener una cita.
M: Deberíamos subir, se hace tarde y tienes que dormir de una vez. –sorprendiéndome
se levanta y va en otra carrera hacia Orlando, que empieza a saltar y a ladrar contento
por verse en otra tanda de juego.
E: ¡Orlando!
Despertarme porque mi perro esté recorriendo toda mi cara con su caliente y húmeda
lengua no es nada agradable. ¡Estaba soñando con ella!
E: ¿No tenias otro momento para despertarme, maldito? –me giro dándole la espalda y
salta en un movimiento bastante ágil para quedar de nuevo frente a mí- ¿Qué quieres?
Aun tengo sueño. –ladra antes de echarse y dejar la cabeza sobre sus patas delanteras,
si es que es como la otra… enseguida me gana- Está bien… ¡vale!
Resignada no me queda otra que darme una ducha… con esta cara no puedo ir muy
lejos. Me detendría por algo fijo. Ais… ¡con el sueño que tengo! ¡Y el sueño que tenía!
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Sin remedio
Estaba con Maca en la playa, con su bikini pequeñito… morenita, con el pelo mojado…
Mejor que me dé una ducha fría.
Estoy por darle un paseo hasta la otra punta de la ciudad y que se canse tanto que no
quiera salir en dos días. Pobre, si encima que es bueno… también tiene que hacer sus
cosas. Mala dueña soy, leche.
E: Vamos, campeón. –en cuanto me ve con la correa se pone loco- ¡Si es que te voy a
comer de lo guapo que eres!
Siempre que bajamos en el ascensor el mismo show, ¿qué fijación tendrá con la
puerta? Cualquiera que lo vea pensará que mi Orlando es tonto… ¡Pues no!
Justo cuando salimos mi paso se ralentiza al ver un cuerpo de espaldas, uno que sé cual
es en el primer segundo.
E: ¿Dani? –se gira y ya directamente me asusto- ¿Por qué lloras? –sin pensarlo suelto a
Orlando y voy a sentarme junto a ella en el escalón- ¿Maca está bien?
D: Sí. –asiente apenas mientras corta el paso de las lágrimas que caen. No puedo evitar
fruncir el ceño mientras me pregunto qué le pasa.
E: ¿Qué te pasa?
D: Nada.
E: Ey… -me inclino un poco más para que no me esquive y me da un pequeño pinchazo
de lástima en el estomago- Dime qué te pasa, venga.
E: ¿Y por eso estás aquí llorando? Si te puedo ayudar… solo tienes que decírmelo, ya lo
sabes.
E: No. –iba a dudar, pero más que nada por hacer memoria, pero es que ella no me
suele contar nada respecto a su relación con Dani. No es algo normal, creo que lo ha
hecho en dos veces contadas y por nada malo- ¿Habéis discutido?
D: Hace un mes hablé con un amigo que está en Estados Unidos, es cardiólogo… están
buscando un cirujano para la plantilla y me había ofrecido su casa para pasar las
vacaciones, todo el mes de agosto… -guau, esto es serio… me estoy poniendo nerviosa
hasta a yo- Pasar el mes y ver cómo es aquello, y… quizás plantearme coger la plaza.
E: No le ha hecho gracia.
D: Ninguna.
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Sin remedio
Menudo jaleo, ¡menuda mierda! Si se van… ¿qué hago yo? No quiero ser egoísta, pero
es que esto también me afecta. Aunque solo lo sepa yo, pero me afecta. Lo que no sé
es si Maca se ha molestado porque no quiere irse o por qué. Tampoco es cuestión de
preguntarle. No quiero que se enfade conmigo.
Una hora después y tan asfixiada como el pobre Orlando, me parece que ya está bien y
que podemos volver a casa. Aun necesito descansar, y ahora más todavía. Necesito
dormirme y que pase el día todo lo rápido que pueda.
M: Hola.
Verla nada más salir del ascensor ya me ha impresionado, pero aun más, me ha
asustado. Esto quiere decir que me espera una conversación. Y ya me temo lo peor.
E: Hola. –intento mantenerme serena, realmente ella no sabe lo que yo sé- ¿Qué haces
ahí?
E: Claro.
Tras asentir, creo que tres veces, por los nervios más que nada, se ha girado para ir
directa hasta su casa. Genial, encima en su terreno, eso no me va a ayudar nada. Suelto
a Orlando de su correa y ya pasa tan campante como si él si estuviese realmente a
gusto. La verdad es que pasa aquí más tiempo que yo, por lo que no me extraña.
M: No, guay no. –suspira colocando entonces los brazos en jarra, me está dando un
poco de miedo- Vamos para ver si le gusta y se queda con la plaza en cirugía de un
hospital de allí.
E: Ah. –escucharlo de ella duele aun mas. Parece que sea más real, que no puede ser
una simple pesadilla. Porque ella está ahí, la huelo, huelo ese perfume que se me ha
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Sin remedio
metido en la cabeza noche y día. La estoy viendo, miro sus ojos y escucho su voz- ¿Y
qué quieres que te diga yo?
M: No sé… -eso no ha sido una buena respuesta, pero me da cosa insistir porque la veo
realmente agobiada- ¿Tú qué harías?
E: Yo no puedo contestarte eso, Maca. –esto no está bien, no, no. ¿Dónde está
Orlando?- Yo no puedo decirte qué hacer.
M: No te estoy pidiendo eso. Pero eres mi amiga ¿no? Puedes darme tu opinión. –oh,
oh… enfado a la vista- ¿O tampoco?
E: Sí, Maca… ¡pero no puedo! –me levanto porque ya ha empezado a picarme hasta el
cuerpo. ¡Me estoy poniendo muy nerviosa!- Yo… -¿Orlando dónde estás?- No puedo,
lo siento.
E: No es que no quiera, Maca… es que no puedo. -¡Si hablo te pido que te quedes, y no
puedo!
E: No puedo, Maca… -cojo aire para poder girarme y mirarla, ¿no se da cuenta de lo
que me está haciendo?- Lo siento.
Ah no… por ahí no porque nos perdemos. Me pierdo yo más, pero nos perdemos.
Esto no es justo, ¡no es justo! Necesito sentarme porque otra vez me está dando este
maldito mareo. Respira, Esther, tú respira… tranquila, coges aire por la nariz despacio, y
lo echas por la boca del mismo modo. Eso es… despacio.
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Sin remedio
E: No tienes ni idea, Maca. –la miro entonces y me doy cuenta de que realmente estoy
mareada porque casi se me cruzan los ojos para poder hacerlo- ¿Tú te crees que yo soy
masoca? Estoy prácticamente desde que te conozco mordiéndome la lengua…
Callándome y soportando una situación porque no quiero meter la pata, no quiero
hacer algo de lo que pueda arrepentirme después… No quiero estropear nada y
perderte del todo.
La veo fruncir el ceño, pero no deja de mirarme. No tenía que haber empezado a
hablar porque ahora no puedo simplemente callarme. No puedo porque tampoco
quiero callarme. Eso es, se acabó, ¿quiere hablar? Pues vamos a hablar, si no le gusta
que no hubiese empezado.
E: Estoy callada porque Dani me merece un respeto, y tú me mereces otro aun mucho
más grande ¿Sabes? Os habéis portado genial conmigo y sé que esto lo va a echar todo
a perder, ella se va a sentir engañada, sé que confía en mí y no es justo… ¿pero sabes
qué? Que no. –se me aprieta tanto la mandíbula que hasta me duele, pero me da igual-
No quiero que te vayas, ¡no soportaría que te marchases! ¿Sabes por qué?
Ahora o nunca, me callo o ya la cago del todo y voy con esto hasta el final. Dani me
odiará, y ella no quiero ni pensarlo. Estos dos meses se van a ir a la mierda y yo haré lo
que dije, escribir una biografía y darme a las drogas cuando no quiera ni verme. ¿Pero
qué otra solución hay? Esto se me ha ido de las manos y ella tampoco pone de su
parte.
E: Nunca te he tenido como una amiga, Maca. –se me corta el aire cuando veo que le
tiemblan los ojos- No como una simple amiga… Creo que tienes el record en hacer que
una persona se enamore de ti, y yo lo llevo sufriendo prácticamente desde que te vi. Y
no te culpo, eh… Porque ni yo he podido evitarlo. –no quería llorar pero es que es
imposible- Ahora contestaré a tu pregunta… -trago saliva sin dejar de mirarla- Mi parte
egoísta te dice que no, que te quedes aquí conmigo. –asiento apenas cuando necesito
suspirar pero me es imposible- La racional, que te vayas con Dani y seas feliz si ella es la
que consigue eso… el mundo da igual si tú vas a ser feliz. Sea donde sea.
Cuando dejo de mirarla por primera vez, es cuando necesito respirar y me doy cuenta
de que apenas lo he hecho. Consigo ver a Orlando en el mismo sitio en el que estaba y
es cuando decide caminar hasta mí, quedándose a mi lado y lamiendo los dedos de la
mano que tiene más cerca.
E: Volvamos a casa.
No sé las horas que han pasado. Ni si ya es de noche o sigue siendo este mismo puto
día en el que me levanté. El teléfono tampoco ha sonado y Orlando sigue echado a mi
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Sin remedio
lado sin dejar de mirarme. Y yo no soy capaz de respirar más alto de lo que lo hago por
miedo a terminar de romperme.
Creo que estoy bloqueada por completo, nunca había pensado unas posibles
consecuencias si algún día esto ocurría. No sé si esperaba algo por parte de ella, si
hubiese preferido un grito, que me odiase. Lo que creo que no esperaba era ese
silencio. Ni siquiera ha venido a recriminarme nada, tampoco he escuchado la puerta y
por eso creo que sigue en su casa.
Puede ser que el triángulo se haya roto definitivamente. Los tres lados se han quedado
en el aire después la explosión. Vagabundeando en el antiguo espacio que antes lo
mantenía unido. Ahora no sé qué lado soy. O si alguna vez lo fui. Quizás fuese un
espacio vacío sin nada que ocupar. La nada.
He necesitado correr hasta el baño para no vomitar en mitad del camino. Orlando ha
venido corriendo detrás de mí y se ha quedado a mi lado cuando he necesitado
abrazarme a la taza del wáter casi literalmente.
E: Lo que me faltaba…
Creo que voy a tener que llamar a Teresa, esto no se me pasa y faltan dos horas para
que tenga que ir al hospital. Me he pasado un día entero en la cama.
T: Hospital Central.
E: Teresa, soy yo… -antes mi voz salía mas fuerte- ¿Javier ha llegado?
E: No, llevo vomitando toda la noche y ya empiezo a deshidratarme… ¿le puedes decir
que no me encuentro bien y que mañana intentaré ir? Díselo también a Arancha, si
quiere hablar conmigo que me llame.
E: Gracias, Teresa.
Nunca he sentido tantas ganas de estar con los ojos cerrados. Me da que esto solo ha
conseguido ponerme mala. ¿Dónde está Orlando?
E: ¿Chico?
Pobre, lo tendría que sacar pero es que no puedo ni con mi cuerpo. Voy a ponerle los
periódicos en la terraza a ver si con eso se apaña.
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Sin remedio
haberle dejado medio apañado el asunto y vuelvo a la cama. Lo noto subir otra vez
conmigo- No te preocupes… en un rato estaré bien. Solo necesito dormir…
Tengo la boca amarga… ¿Cuánto habré dormido? ¿Eso es el timbre? Será mejor que
vaya o me lo van a fundir.
Orlando sigue mis pasos, creo que está algo nervioso. Debo tener una pinta horrible
¿Verdad, chico? Creo que no he oído el teléfono sonar… aunque tampoco me he
enterado mucho de que sonaba el timbre y eso que suena fuerte.
Llego al pomo y con una mano en la pared consigo hacer fuerza para abrir,
encontrándome lo que menos esperaba.
M: ¿Qué te pasa? –pregunta casi histérica mientras se acerca demasiado y aun más
rápido de lo que yo consigo ver.
E: ¿Qué?
M: Raquel me llamó, que llamaste al hospital para decir que estabas mal. –necesito
parpadear, pero cuando lo hago lo que no consigo es abrir los ojos- ¿Esther, qué te
pasa?
E: Me estoy mareando.
Mmm ¿me he dormido otra vez? Dios que sueño tengo. Tengo sed… ¿qué hora será?
No me apetece ni mirarlo. Solo quiero seguir durmiendo. ¿Ese ruido qué ha sido?
Despacio intento abrir los ojos y veo a alguien moviendo cosas encima de la mesita
¿pero qué coño…?
M: Hola.
M: Estás enferma. –mi ceño se frunce todo cuando mis fuerzas me permiten- Dani te
ha sacado sangre y se ha ido al hospital para llevar la muestra.
¿Dani ha estado aquí? ¿Han estado las dos aquí? Pues sí que… viendo que sigue
mirándome me giro como puedo dándole la espalda. Orlando vuelve a subir a la cama
y escucho como Maca lo manda de nuevo al suelo.
E: Déjale.
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Sin remedio
E: Esta es su casa y subirá cuando quiera. –no sé por qué estoy enfadada. Debería estar
contenta de que siga hablándome, y más aun… de que se tome la molestia de estar
aquí.
E: Lo suficiente para deshidratarme. –y otra vez… a este ritmo sí que voy a conseguir
que me mande a la mierda.
M: Te he traído una botella de agua y estoy preparando caldo, deberías beber todo lo
que puedas para no volver a marearte.
Sigo dándole la espalda a la puerta, y aunque más o menos por la lejanía de la voz,
puedo calcular que no está muy lejos de mí, capto mejor su olor. Uno que me hace
cerrar los ojos y querer respirar otra vez mientras me abrazo a la almohada.
Tendría que llamar a mi madre. Giro la cabeza buscando el teléfono sobre la mesilla y
consigo alcanzarlo con solo estirar el brazo.
En: ¿Si?
E: Sí, estoy pachucha en la cama, pero no te preocupes porque Maca y Dani están
pendientes de mí.
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Sin remedio
E: No te molestes mamá, que ya sabes que el autobús no es amigo tuyo y prefiero que
no te caigas. Estoy bien, esta noche ya no tendré nada.
E: De verdad, no te preocupes… algo me habrá sentado mal. –pues claro que algo me
ha sentado mal.
Cuando termina de despedirse no tengo ni fuerza para volver a estirar el brazo y lo dejo
caer sin soltar el teléfono. Qué cansada estoy, me empieza a doler la cabeza y tengo
angustia otra vez. ¿Llegaré hasta el baño?
D: ¿Adónde vas?
Suspirando noto como pasa los brazos por mi cuerpo sosteniéndome, cierto es que si
no hubiese llegado probablemente me hubiese caído de bruces.
E: Gracias.
D: No tenias que levantarte… -sin preguntar me lleva hasta el baño- ¿Dónde está
Maca?
Tan baja que si por mi fuese estaba en el mismo infierno. Tengo que estar lidiando con
la culpa y encima con ella aquí ayudándome. Definitivamente mi suerte se acabó el día
que firme el contrato de esta casa, esa fue la firma de mi infierno.
D: Te voy a llevar algo al dormitorio para que no tengas que levantarte, así lo único que
conseguirás es caerte y hacerte algo peor.
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Sin remedio
Cuando me mira no hace falta que diga que lo sabe. Cosa que solo consigue hacerme
sentir peor, bajar la cabeza y abrir el grifo como si necesitase más agua que oxigeno.
D: Vamos a la cama.
E: Lo siento.
D: Te he traído un suero, así irá la cosa más rápida. –la veo abrir su maletín y sentarse
en el borde de la cama- Espero no hacerte daño, esto lo hacéis mejor las enfermeras. –
frustrada giro la cara hacia la ventana y siento como me clava la aguja, lo que hace que
cierre los ojos… con lo poco quejica que yo soy- Esta noche te lo cambio y supongo que
mañana ya estarás mejor.
E: Gracias.
En ese momento el ruido de la puerta y la voz de Maca hace que casi de un brinco de la
cama y apriete los labios mirando de nuevo hacia la ventana.
D: Sobre las nueve vendré a cambiártelo. Intenta de todos modos beber agua y comer
algo, te sentará bien.
Sigo mirando hacia la ventana cuando escucho la puerta y solo tengo ganas de llorar y
enfadarme.
E: Se lo has dicho.
Era lo único que me faltaba para coger esa depresión que esquivé al principio. Y
aunque quisiera no tengo fuerzas. Me quedaría en un estado de resignación completo
en el que poco a poco podría ver cómo me consume y definitivamente dejo de ser para
convertirme en cualquier cosa que vive y no siente.
M: El caldo ya está.
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Sin remedio
E: Déjalo ahí y vete a casa. –abrazo a Orlando porque esas mismas palabras parecen
que vayan como un puñal hacia mí misma.
Un peso en el colchón lo hace ceder y saber que se ha sentado tras de mí. Orlando se
revuelve para bajar y lo apretó más contra mí, consiguiendo que se queje y ya me
parezca una situación ridícula.
E: ¿Que no me comporte como una niña? –me giro tan rápido que no puedo hacerlo
del todo antes de marearme y sentir como me coge evitando que me mueva-
Suéltame.
M: Bébete el caldo.
E: Vete a tu casa.
E: Ni hablar.
M: Fuerzas para echarme no tienes, así que o llamas a alguien con mejor salud o no te
queda otra.
E: ¿Por qué haces todo esto? Porque voy a empezar a pensar que eres una maldita
rencorosa y sólo quieres joderme más aun.
Dándome cuenta de que la he estado mirando a los ojos todo el tiempo que ha durado
mi verborrea, siento como se me seca la garganta en un visto y no visto. Haciendo que
me entren ganas de toser y me aguante casi de manera sobrehumana para no terminar
de asfixiarme.
M: ¿Eso crees que soy? Una maldita rencorosa que quiere joderte.
E: Si no es así, dime por qué estás aquí. –la miro de nuevo y parece que yo misma me
envenene con este falso enfado.
Mientras espero una respuesta sigo mirándola y es como si estuviese cogiendo una
cuerda ardiendo, que a la vez me sostiene de seguir cayendo en una oscuridad que ya
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Sin remedio
puedo ver sin mucho esfuerzo. Me destroza pero a la vez es lo único que me queda por
aferrarme para no caer.
Finalmente es ella quien aparta sus ojos de mí y se sienta hacia la puerta, mirando sus
manos y apretando los labios con fuerza.
¿Cómo que ya sabía algo? ¿Cómo que ya sabía algo? No puede ser, si yo no se lo he
dicho a nadie… si se lo he dicho hoy ¡Cómo iba a saber Dani algo! No puede ser… a
menos que… No, Raquel no me haría eso, es imposible.
¿Qué me está queriendo decir? ¿Me va a culpar ahora de que sus cosas no vayan bien
con Dani? ¡Lo que me faltaba, hombre! Claro que sí, si yo como ya estoy jodida no me
cuesta coger más peso ¿no? Esto es una pesadilla.
E: No te entiendo.
M: Eres como la tentación que no puedo ni mirar para no perder… -me mira entonces y
no creo que note que mi cuerpo ha pasado a una rigidez tan extrema que me duelen
hasta los ojos- Has conseguido confundirme hasta tal punto que creía que de verdad te
alegraría saber que me voy al otro lado del mundo…
Esto no puede ser real… esto es una pesadilla morbosa por la fiebre o algo. Eso es… el
virus este me ha invadido por completo y estoy sudando y retorciéndome mientras en
mi mente Maca esta diciéndome todo esto, pero realmente está en su casa… con
Dani…
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Sin remedio
E: ¿Me estás queriendo decir que hace tiempo que Dani sabe… -¿cómo coño repito yo
eso?- eso?
M: Sí.
¡Dios! Esto no puede ser cierto ¡Por Dios! Mi cuerpo se gira buscando un refugio que
encuentro entre la almohada y el colchón. Tapándome la cabeza por completo y
queriendo imaginar, pero sobre todo creer, que todo esto es una broma ¡No puede ser
cierto!
M: Esther.
E: ¡Déjame! -¿por qué a mí? ¿Qué malo he hecho yo? Si me porto bien, no hago daño a
nadie, solo voy a mi bola ¡por qué!
E: ¡Y eso qué importa! Tiene que pensar que soy una maldita embustera que se ha
enamorado de su novia.
Mal, no tenía que haber dicho ¡Joder! Por qué no me mataría en alguno de los paseos
al baño… ¡Por qué! ¡Encima estoy horrible! Con estas pintas de mujer poseída y
vomitona. Esto es alguna condena mística por mis pecados… no puede ser otra cosa.
M: Me puedo hacer una ligera idea… y no eres tú quien ha tenido que mirar a su novia
sabiendo que le haces más daño que bien.
Si quieres también me flagelo por eso, guapa. ¡Tú cargas con lo tuyo y yo con lo mío!
¡Estaría bueno, encima!
Eso, vete… ¡pero bien lejos! Pero es que la otra tiene que venir a cambiarme el
puñetero suero, ¡me voy a morir! ¿Si le digo que me clave algo y fingimos un
accidente? Esto no puede ser bueno en mi estado. ¡Orlando te necesito! Ese maldito
chucho, seguro que está con ella. ¡Traidor!
Mamá… tenías que haber venido, hubieses evitado todo esto. Si es que tenía que
hacerle caso y no separarla tanto. Mami… la podría llamar, así Maca no tendría excusa
para quedarse y se iría a su casa. Eso estaría bien. Sí.
E: ¿El qué?
124
Sin remedio
Buena pregunta de Trivial para una persona enferma. ¡Así es como me cuidas! Buena
enfermera estás tú hecha, hija mía.
E: Eres la última persona en el mundo a quién querría hacer daño… antes me lo hago a
mí misma.
Aun no he recapacitado sobre todo esto. Ahora resulta que soy una tentación ¡Ja! A
buenas horas te tiento. Cuando ya lo llevaba tan bien que ni me molestaba estar
contigo. ¡Lo hacía bien, maldita sea! Las tentaciones están para evitarlas, no para caer
en ellas, joder. Y Dani… uf, ¿cómo la miro yo a la cara? La tía lo sabe todo, y encima
mira… se porta genial.
E: Cansada.
M: Tienes que comer algo, Esther… no puedes estar así todo el día. -¿Cómo coño lo
hace? Se sienta aquí como si nada, ¡ale!
E: No tengo hambre.
M: Eso no quiere decir que no tengas que comer. –la miro por primera vez cuando
apoya los brazos sobre sus rodillas y me mira, qué guapa es…
E: Pensé que cuando salí ayer de tu casa, volvería a verte cuando estuvieses tan
enfadada como para querer gritarme hasta quedarte afónica.
Sonríe de lado antes de bajar la vista, moviendo los labios de forma nerviosa e incluso
mordiéndose la comisura varias veces.
E: Pues ya ves… -necesito suspirar… volvemos a necesitar suspirar, qué bien, algunas
cosas no cambian al fin y al cabo- Yo nunca me había propuesto ser una tentación y
mira.
125
Sin remedio
La miro de nuevo cuando arquea una ceja y yo casi sonrío. Digo casi porque la puerta
se abre y el corazón se me para. El cuerpo reacciona por sí solo y se aleja de ese otro
que permanece sentado en el borde, pero aun mas de esos ojos que sé que no han
estado nada de acuerdo en mi reacción.
D: Hola.
M: Hola. –se levanta nada mas saludar, pero no…. ¡para qué se va a ir! ¡Si le gusta la
marcha!
E: Bien.
D: Pues muy mal… si no comes estarás a base de sueros mas días, si pones de tu parte
acabamos antes. –siento el tirón de la vía y miro de reojo descubriendo como ya ha
hecho el cambio- ¿Hacemos otro intento con el caldo? –la miro a ella entonces y hace
un gesto con el rostro para animarme- Te digo que le salen muy bien, es buena
cocinera. -¡Pero no me la vendas!
M: Voy a traerlo.
Sin poderlo evitar la miro marcharse y después solo puedo cerrar los ojos, girar la cara
y volver a maldecirme por todo.
D: Si eso es lo que pretendes con todo esto, te digo ya que no lo vas a conseguir. Así
que hazme caso y pon de tu parte para curarte.
Vuelvo a mirarla y la veo tranquila, tanto que me asusta, tanto que me hace sentir aun
peor, se calmaría si me grita, si me reprocha todo, me calmaría si me pegase incluso.
E: Tienes sangre en las venas, no puedes decirme que estás ahí tan tranquila. –
sorprendiéndome levanta la mano y la extiende de forma que veo como mantiene el
pulso.
D: Una de las cosas por las que soy buena cirujana es que no dejo que los problemas
me tomen.
D: No digas tonterías. –sonríe y niega mirando hacia la puerta durante apenas dos
segundos para luego volver a mí- No puedo odiarte, Esther… y tampoco quiero hacerlo.
126
Sin remedio
E: Eso es imposible.
D: ¿Arreglará algo el que lo haga? Que me duelan algunas cosas no quiere decir que tú
tengas la culpa.
E: No que va, yo no tengo la culpa de nada. –me vuelvo a echar dándole la espalda, es
un poco más fácil que la culpa no me coma por dentro si no la veo.
D: Le voy a decir a Maca que te quite el suero esta noche cuando se acabe. –qué bien…
si ya sabe que se queda aquí todo. Cuanto se quieren- Mañana a primera hora me paso
y veo cómo estás.
D: Qué descanses.
Cuando sale escucho perfectamente como sus pasos la llevan a la cocina. No logro
escuchar nada, solo murmullos y susurros. Parecen las voces de la muerte que vienen a
por mí o en su defecto, a por mi locura. ¡Orlando! Bajo la mano de la cama y consigo
llegar al suelo para comenzar a dar pequeños golpes que solo él podrá escuchar.
E: Ven, chico. –golpeando la cama se decide a subir y lo abrazo otra vez- No te vayas
¿Vale? Quédate aquí conmigo o serás un perro huérfano dentro de poco.
Sigo acariciándole para que no quiera irse cuando escucho la puerta. Ya estamos solas
otra vez, esta noche me da a mí que duermes o duermes, Esther.
M: Orlando, abajo.
Con la frente arrugada para que sepa que sigo enfadada, he decidido tomarme el
caldo. Pero que quede claro que lo he decidido yo, no porque ella me lo mande.
Me siento como si hubiese vuelto a los diez años y mi madre estuviese aquí sentada
mirándome para que me termine la cena. No deja de mirarme, y en algún momento se
me irá el caldo para otro sitio y entonces sí que vamos a tener un disgusto y gordo.
127
Sin remedio
E: No sabía que eras tan sumamente mandona. –murmuro contra la taza y me parece
que ha sonreído. ¡No quería hacerte gracia!
M: Hay muchas cosas que no sabes de mí. –qué bien… eres una caja de sorpresas- Lo
que no sabía es que tú eras tan mala enferma.
M: No es un defecto… -la miro bajando la taza y entonces se gira para mirar a Orlando,
que echado en el suelo parece pasar de todo y dormir. Qué suerte tienes- Dime algún
defecto tuyo… -vuelve a mirarme y ya no sé si me está vacilando o qué.
E: No me bailes el agua, Maca… es lo último que necesito. –con mal humor dejo la taza
sobre la mesita y me cruzo de brazos sin mirarla.
E: En eso estoy de acuerdo contigo, parece que realmente no te conozco como yo creía.
Por la cara que acaba de poner creo que me he pasado. Estupendo… ¡pero es que no lo
puedo evitar! Me tiene tensa, no consigo relajarme y el tenerla ahí ayuda muchísimo
menos porque veo la razón por la que estoy así.
M: Da igual. –deja de mirarme, bajando la vista hasta sus manos y haciendo girar un
anillo en su dedo corazón. Se le ha arrugado el entrecejo… está cabreada.
E: Entiéndeme ¿vale? Había logrado manejarlo, sabia estar así… y de un día para otro
todo se ha puesto del revés.
E: Sí, claro… qué fácil. –casi me rio y todo- Oye Maca… ¿sabes qué? Que podrías pensar
en dejar a Dani ¿por qué no?
E: No me tomes por tonta. –vuelve a mirarme y por primera vez siento que yo tengo el
control- No se puede llegar y besar el santo… me enseñaron unos valores en los que no
puedo dejar de creer. No puedo meterme en una relación así como así por el simple
hecho de que yo sienta algo diferente de lo que debería.
M: Entonces… por esa regla de tres ¿hubieses estado callada siempre? –se gira aun
mas mirando mas de frente- Nunca me hubieses dicho nada.
128
Sin remedio
M: Empiezo a pensar que te importa más lo que ella diga a lo que yo tenga que decir.
Dejándome con un palmo de narices se levanta y se va… ¡pero bueno! Será cabezota.
Ahora resulta que yo soy la mala. ¡Será posible!
Esto de quedarme dormida sin darme cuenta es nuevo… debe ser el agotamiento.
Estoy realmente muerta, aunque llevo horas sin vomitar. ¿Qué hora es? Mmh… las
cuatro. ¿Dónde está?
Girándome apenas descubro que está echada tras de mí, y completamente dormida. A
los pies de la cama está también Orlando con su habitual medio ronquido. Menuda
estampa. Debe estar también cansada.
Sin querer despertarla termino por girarme del todo quedándome de frente a ella.
Nunca la había visto dormir así de tranquila. Me resulta realmente abrumador estar
mirándola así. Si estuviese febril pensaría que es otro sueño. Pero no, está a pocos
centímetros de mí respirando y durmiendo plácidamente. Esto es mejor que cualquier
sueño.
M: Tienes que desayunar, Dani vendrá enseguida para ver cómo estás y tendrías que
espabilarte. –tú… maldita- Venga.
E: ¿Qué hora es? –intento incorporarme y lo tengo que hacer realmente despacio
porque parece que me vaya a romper. Yo creo, que más que un virus… esto es una
maldición de alguna bruja.
E: Agotada. –suspiro y cierro los ojos, qué bien que estoy así… viendo solo oscuridad…
pero no puedo disfrutarla cuando sé que la tengo al lado. Mejor que abra los ojos-
¿Qué miras?
129
Sin remedio
M: Estaba agotada… llevaba muchos días sin dormir apenas. –ya somos dos. Suspiro y
bajo la vista hasta la cama- Supongo que el estar aquí ayudó. –vuelvo a mirarla,
realmente sorprendida por escuchar esas palabras y viendo como evita mis ojos en el
primer segundo- Voy a traerte el desayuno.
Hoy todo me parece extraño, no sé si por lo que he dormido o por que este virus
maldito aun está trajinando dentro de mi cuerpo. ¿Ha dormido bien porque lo ha
hecho aquí? ¿Y yo cómo me tomo eso? Primero me suelta el rollo ese de la tentación,
que por una parte… pues está bien saberlo, oye… si es verdad pues ya no solo sufro yo,
coño. Después con este aire de madre protectora, que por una parte no veo que le
pegue nada pero… no sé, puede que fuese así ya antes. Y ahora le cuesta hasta
mirarme cuando se despista como ahora mismo y me suelta que conmigo duerme
como un bebé agotado. Yo no sé si tengo tanto poder de autocontrol para ignorar estas
cosas… realmente no lo sé. Pero tampoco ha dicho nada de lo que pasará con Dani, o si
en verdad tiene que pasar algo.
M: Toma. –reaparece con una bandeja cargada de cosas- No sé qué te gusta desayunar
así que te he traído un poco de todo y comes algo más.
E: Gracias. –me limito a contestar cuando ya coloca la bandeja sobre mis piernas y
después de unos segundos mirándome levanto otra vez la cabeza- ¿Tú no desayunas?
M: No tengo apetito.
E: Pues te aguantas porque yo tampoco. Así que vuelves a la cocina a por tu desayuno
y te espero aquí.
Mientras desaparece miro mi desayuno, zumo de naranja, leche, una tostada, galletas,
un yogur… la virgen, si yo a veces con un trago de agua desayuno la mar de bien. Pues
sí que ha puesto ésta cosas para que yo coma algo.
E: Te he dicho que te esperaba. -dejo la bandeja a un lado y dejo más espacio en el lado
cercano a la puerta- Siéntate.
Mirándola de nuevo la veo dudar, lleva una taza en la mano y un pequeño plato con
una tostada. Palmeo sobre el colchón para que se siente y entonces suspira antes de
quedarse a mi lado mientras yo cojo la bandeja.
Después de empezar a desayunar en silencio, creo que a las dos nos ha dado miedo
romperlo. Por una cosa o por otra, creo que ninguna está en una buena posición para
decir algo sin hacer que la otra se sienta mal o culpable. Pero realmente tengo una
duda demasiado grande con algo que sé, no me dejará dormir otra vez.
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Sin remedio
M: Claro.
E: Pero quiero que seas sincera, sea lo que sea… prefiero que seas sincera. –asiente
mirándome y siento como la pregunta se me atraviesa en la garganta haciéndome
hasta daño- ¿Vas a seguir con Dani, verdad?
Cuando mi voz termina de salir y siento que puedo volver a coger aire suena el timbre.
Las dos miramos inconscientemente hacia la puerta del dormitorio y ella se levanta.
Genial. Ya me quedo sin respuesta.
D: Hola.
D: Buenos días. –sonríe dejando su maletín en el suelo. Esta tiene peor cara que ayer-
¿Cómo estás?
E: Mejor.
D: ¿Te ha dado fiebre? –dejo de mirarla cuando se sienta a mi lado y mira el desayuno
en la bandeja.
D: Si vas a llevar cuidado sí. –mira a Maca y luego vuelve de nuevo hacia mí.
Esto sí que es un señor triángulo. Pero uno bien grande y bien complicado. Aunque
Dani diga que lo que dice, en realidad tiene que estar bien jodida. ¿Cómo no iba a
estarlo? Puede que tenga su forma de querer, que porque sea su manera no es menos
respetable. Y eso de saber que tu novia piensa en otra persona, sea de la forma que
sea, tiene que ser una mierda de la leche. Y encima aquí está, ocupándose de mí y
preocupándose. Sabiendo que ha dormido conmigo, sabiendo que hemos podido
hablar de mil cosas, sabiendo que puede haber pasado algo, que hemos podido decidir
algo sin contar con ella… Pero por otra parte espero que no sea así, sería incapaz de
hacerlo, de hacer algo que pudiese hacerle daño…
131
Sin remedio
D: Bueno, pues como veo que estás bien me voy que tengo mucho trabajo en el
hospital. –se levanta y reacciono por el movimiento de la cama, descubriendo que
Maca ha salido.
E: Gracias.
D: ¿Por qué?
Es apenas un susurro, pero lo suficientemente claro para que vea la sinceridad con la
que le hablo, pero de igual forma baja la vista y sé que aun así, le hago daño.
E: Si pudiese cambiar algo, te aseguro que lo haría… -trago saliva porque aunque hable
con esta serenidad, estoy tan muerta de miedo que me cuesta hasta pensar.
Definitivamente, debe odiarme. Debe pensar que soy lo peor de este mundo. Me
sentiría tan bien si se mostrase de otra forma… si me gritase, si me culpase de todo…
Vamos a tener que hablar seriamente. Porque esto hay que solucionarlo ya o ya. No me
ha contestado a mi pregunta y tampoco veo señales de que algo vaya a cambiar
radicalmente. Vale que estén pasando por un mal momento, vale que Maca esté hecha
un lio o lo que sea que le pase, pero esto hay que arreglarlo, porque somos tres
personas en medio de una historia y una sobra. Ahora hay que ver quién es y
solucionarlo.
He tardado como quince minutos en ponerme un pijama limpio… pero que gusto dar
ducharse y olerse así de bien. Uf…
E: ¿Maca?
M: ¡Voy!
Me asomo desde la puerta y la veo salir del salón a paso ligero. Con Orlando tras ella y
casi jadeando, debían estar jugando o algo. Creo que Orlando lo va a pasar peor que yo
cuando acabe el día.
132
Sin remedio
M: Por si acaso.
Suspirando dejo que paso un brazo para rodear el mío antes de caminar. Y es
literalmente una tortura, porque la tengo pegada a mí, demasiado cerca para que esta
sensación extraña no me turbe y me abrume de nuevo. Esto está llegando demasiado
lejos.
Cuando me siento la miro fijamente y solo asiente bastante despacio. Parece que me
lea la mente, coño.
M: Ahora vengo.
E: Respóndeme a la pregunta que te hice antes de la interrupción, por favor. –la miro
fijamente y la sigo cuando decide tomar asiento en el borde de la cama.
M: No es tan sencillo.
Sin ser capaz de mirarla clavo la vista en el punto más alejado de la habitación,
sabiendo que aun me mira esperando que continúe mientras yo busco la fuerza para
hacerlo. Hay que hablar claro, y por ello será mucho más fácil hacer daño sin quererlo.
M: Sí.
E: Sé que Dani te quiere de esa forma de la que te hablé… porque desde ayer, cuando
me mira, veo que está sufriendo y solo hace lo mejor para ti, o directamente lo que
cree que tú quieres que haga.
E: ¿Qué es entonces?
133
Sin remedio
M: Yo quiero a Dani, llevo tres años compartiendo mi vida con ella aunque no vivamos
bajo el mismo techo. Ha sido la persona que ha estado ahí cuando la he necesitado,
aunque estuviese fuera, siempre ha estado ahí si yo la he llamado. –mientras la mira
deja de hablar y vuelve a ese anillo en su dedo corazón- No quiero hacerle daño por
nada del mundo, no le he dicho que te hable como lo hace, o que se porte bien
contigo… lo hace porque te aprecia.
Con un nudo en la garganta soy incapaz de seguir, sintiendo que necesito aferrarme a
lo que sea y haciendo un esfuerzo para recoger las piernas y abrazarme a ellas al
tiempo que escondo la cara entre ellas.
E: Pues me temo que es la única solución a todo esto… -murmuro contra mi misma y
siento como su cuerpo se mueve quedando más cerca del mío.
M: ¿Y entonces qué, eh? –me pregunta más alterada que hace tan solo un segundo y
aprieto los dientes dejando de mirarla- ¿Me vas a esquivar? ¿Vas a hacer como que no
existo?
E: Si es lo mejor, sí.
M: ¡Y una mierda!
Vuelvo a mirarla aun mas sorprendida que antes. Creo que ni ella misma se ha dado
cuenta del volumen que ha tomado su voz cuando sigue mirándome en lo que se ha
convertido un mínimo espacio para que corra el aire entre nosotras.
E: No voy a hacer nada que pueda complicar las cosas, y por eso no voy a poder estar
cerca de ti tanto tiempo sin tropezar en algún momento, Maca… lo siento.
E: No. –niego sin dejar de mirarla y sintiendo como inconscientemente estoy abrazando
todavía mis piernas para no flaquear- Tú eres la que tiene la última palabra, pero aun
no estás preparada para usarla.
134
Sin remedio
Se ha ido dando un portazo, tan fuerte que ha temblado la casa y yo con ella. ¿Pero
qué se puede hacer? ¿Nos montamos un trío? ¿Nos pedimos custodia compartida y yo
me la quedo quince días y ella otros quince? ¡Por dios! Es que es ilógico. Tiene que
comprenderlo. No quiero que esté contra la espada y la pared, no quiero hacer que
decida nada, solo que haga lo que quiera hacer sin que nadie le diga dónde está el
camino.
Me voy a tener que sacar el permiso de armas para comprarme una pistola. Sí, pero
igual hacen un test psicológico y cuando empiece a poner que es para un suicidio, y lo
demás todo sea Maca, Maca, Maca, Maca, Maca, Maca, Maca, Maca, Maca… igual no
me lo dan. ¡Esto es una mierda! Los americanos tienen pistolas como si fuese un
utensilio más de cocina, joder.
Necesito ayuda.
I: ¿Si?
I: Oh, oh… por la voz que tienes me da que necesitas alguien para que tapie todas tus
ventanas y te retenga en la cama para no saltar.
A este paso no va querer verme. O su novia no le dejará ni hablar conmigo… ¿Pero qué
culpa tengo yo si es la única que consigue que encuentre el razonamiento necesario
para seguir con lo que sea? Es mi única salvación.
El timbre suena y me levanto, teniendo que hacerlo despacio porque parece que aun
me mareo. Suena otra vez…
Cuando llego a la puerta estoy realmente cansada y necesito tomar aire agarrada a la
puerta.
E: Menuda mierda. –cuando por fin abro me encuentro a Iria y a Maca justo al lado. Mi
ceño se frunce irremediablemente.
E: Mi velocidad no es la de un fórmula uno, pero hago lo que puedo. –casi sonríe y baja
la mirada mientras Iria nos mira a ambas.
135
Sin remedio
M: Vale.
Hemos llegado a la cama en silencio. ¿Por qué hace una hora tenía tan claro una cosa y
ahora es todo lo contrario? Me parece que esto va a ser más difícil de lo que creía.
E: Orlando… -alzo apenas la voz y tarda cosa de diez segundos en aparecer con uno de
sus juguetes en la boca, saltando y recostándose a mi lado.
E: Diría que ha sido Maca quien lo ha educado, por lo menos mas que yo. –comienzo a
acariciarlo sin mirar a mi querida amiga sabiendo que de un momento a otro abordará
el tema importante que le ha hecho venir aquí.
E: No. –sigo mirando a Orlando, que ahora ha pasado a chuparme la mano- Según
Maca soy una tentación para ella, Dani lo sabe y desde ayer están las dos cuidándome.
I: Coño. –la miro y veo como su rostro refleja la misma sorpresa que su expresión- ¿La
novia lo sabe y se preocupa por ti?
E: Sí.
I: Pues qué bien… -suspira y mira hacia abajo durante un rato antes de volver a mí- ¿Te
dijo que eres una tentación?
E: Sí.
E: Hace tres días me dijo que Dani quiere ir en Agosto a Estados Unidos, un amigo le ha
ofrecido una plaza de cirujano allí y quiere ver cómo es aquello… me pidió opinión y
exploté, se lo dije y luego me puse mala.
136
Sin remedio
E: Ya lo sé, pero no me queda otra… No puedo dejar de sentirme una mierda aunque
solo la mire, no quiero hacerle daño a Dani y creo que con todos estos cambios puedo
meter la pata en cualquier momento sin darme cuenta.
E: Sí. –asiento volviéndola a mirar- Anoche durmió aquí… ¿tú sabes la de horas que
estuve mirándola sabiendo que si dejaba de pensar haría algo que no debo? No voy a
hacer nada ni decir nada con Dani de por medio, nunca me lo perdonaría a mí misma.
Cuando la miro sé que mi cara refleja la desesperación que tanto tiempo he sabido
guardar en un rinconcito de mi cabeza. Que la angustia sale por mis ojos como si fuese
la única manera de libertad posible para ella. Sé que tiemblo y que cualquiera lo puede
ver, lo único que me queda para mí, o por lo menos de una forma más privada, es la
certeza de que sé y reconozco, que me voy a ir muriendo poco a poco con esta decisión
de no acercarme a ella.
Después de una conversación que me hacia mas falta de lo que yo creía, decidí llamar a
mi madre. Era la única que no sacaría el tema en cuestión, bueno, mi hermana
tampoco, pero no me apetece tenerla fluctuando por aquí dando por saco, para qué
mentir.
T: ¡Esther!
E: Hola, Teresa. –creo que es la primera vez que sonrío desde ayer, esta mujer es
grande- ¿Qué tal?
T: No, no… ¿Cómo estás tú? Que ya me dijeron que te pusiste muy malita… -me coge la
mano por encima del mostrador.
T: Sí, ya me dijo Dani que Maca te estaba cuidando… qué mejor que una medico, eh. –
sonríe guiñándome un ojo y yo me quedo más bien congelada.
T: Tú con paciencia.
137
Sin remedio
Al: ¡Esther! –me giro al escuchar a Alicia y veo como viene casi corriendo hacia mí-
¿Cómo estás?
E: Mejor. –asiento con una pequeña sonrisa y entro en el vestuario- ¿Qué tal por aquí?
Al: Nos hemos apañado… ¿estás para entrar en quirófano? Gimeno se ha enterado de
que volvías y te ha pedido.
Al: Genial.
Sentada en el banco frente a mi taquilla he descubierto esa segunda foto que pegué
hace un par de semanas y que por aquel entonces, me encantaba. En una de esas
cenas en casa de Maca, Dani nos sorprendió con la cámara mientras mi vecina y yo
jugábamos con Orlando en el sofá.
No hace tanto tiempo de cuando todo era distinto. Hace apenas cuatro días era capaz
de sonreír y reír con total tranquilidad estando a su lado. No me sentía mal por
buscarla y querer pasar un rato con ella. Ahora eso me parece tan impensable como
imposible.
E: Hola, Gimeno.
G: ¡Si tenemos aquí a la enfermera barra médico del Central! –alza las manos y vuelvo a
sonreír.
E: ¿Nervios?
G: Es que la gente no se lo cree, pero… los nervios son lo peor para el cuerpo… te
descompone por completo y mira como te pones… Ya le dije a Dani que era mejor
tenerte a base de valium.
En cuanto Gimeno ha soltado el bisturí he salido por pies del quirófano. Esta se va a
enterar de lo que es una García de mala leche.
E: ¿Me mentiste con lo del virus? –ni he llamado a la puerta y ahora puede que me
arrepienta. Ha levantando la cabeza tan lentamente que me he esperado cualquier
reacción por su parte.
D: ¿Cómo estás?
138
Sin remedio
E: Contéstame, Dani.
D: Los vómitos eran por los nervios, pero tenias una pequeña insuficiencia estomacal
por un virus. Decirte que la mayoría de culpa era por tu estado anímico, no iba a
ayudar en nada, más bien iba a empeorar las cosas. Lo creí más oportuno.
Cuando suelto la última parte de mi maravillosa frase, ella suspira y evita mirarme
cuando baja la vista y gira su silla quedando parcialmente hacia la ventana. Me dan
ganas de gritarle, de intentar pegarle para que se defienda y me dé más fuerte. Tanto
como necesite y así al mismo tiempo mi sensación de culpa disminuya hasta el límite
para poder seguir viviendo.
D: Sigues empeñada en algo que no va a ocurrir, Esther… muy por el contrario creo que
le ibas a hacer un favor a Maca si consigues que se quede contigo.
¿Cómo? ¿Esto a que viene ahora? ¡Me van a volver loca! Ahora querrá que se la quite
así porque sí. Con su beneplácito y su bendición. Esto es surrealista, no tiene ni pies ni
cabeza, estas dos se dedican a fumar de la cachimba por las noches y al día siguiente
ven duendes verdes que le ordenan hacer cosas como esta.
E: ¿Qué intentas? ¿Volverme loca? ¿Es eso? Porque te aseguro que lo estáis
consiguiendo a una velocidad pasmosa.
D: Desde que llegué estando tú aquí, me he dado cuenta de lo que pasa, Esther… he
intentado hacer porque lo que parece que he perdido regrese, pero dudo mucho que
eso ocurra haga lo que haga, y pase lo que pase.
D: No puedo obligar a Maca a que me mire como antes, ni a que decida quedarse
conmigo cuando sé que lo único que quiere es… -suspira y cierra los ojos un par de
segundos mientras mira hacia otro lado antes de comenzar de nuevo a hablar- No me
va a dejar por el mismo motivo por el cual tú no haces nada al respecto.
D: Estoy intentando que se dé cuenta de lo que quiere o no en su vida… pero por ella
misma.
E: ¿Te das cuenta de que no es nada lógico esto que estás haciendo? Tú la quieres.
D: Claro que la quiero… más que a nada en esta vida. Pero por eso mismo no puedo
forzar algo por el simple hecho de que es lo que yo quiero. No podría soportar que
estuviese conmigo si realmente te quiere a ti.
139
Sin remedio
A ver, a ver… esto ya son palabras mayores, señora. Yo era una tentación, no me
cambies el rango ahora porque la liamos y hay que volver a empezar y yo no estoy
como para eso ahora mismo.
E: Esto es una pesadilla. –sin poder mirarla por más tiempo me levanto, sin marcharme
pero dándole la espalda cuando escucho que se levanta quedando tras de mí.
D: Es justo que te diga que prefiero perder de esta forma. Sé que tú no has hecho nada
para que esto ocurra, muy por el contrario te agradezco el respeto que me has tenido
todo este tiempo aun pasándolo mal tú misma.
E: No va a cambiar nada.
R: ¿Puedo? –casi asustada alzo la vista encontrando a Raquel frente a mí con una taza
en la mano.
E: Claro.
R: ¿Cómo estás? Supongo que todo el mundo estará preguntándote lo mismo. –sonríe
mientras se sienta y yo vuelvo a bajar la vista al descubrir como Maca vuelve a poner
los ojos aquí.
R: ¿Y por lo demás?
E: ¿Qué demás?
140
Sin remedio
R: Maca no quita ojo de la mesa, además no disimula en absoluto y tú solo haces mirar
hacia otro sitio de la misma forma.
E: Es algo largo de contar. –suspiro y paso la página del periódico - Y este tampoco es
sitio.
R: Ya…
E: Luego hablamos, que tengo que pasarme por planta a echar una mano. –cierro el
periódico para levantarme cuando la veo asentir y lo tomo como la única respuesta
antes de ponerme a caminar hacia la puerta.
E: ¿Qué?
M: ¿Podemos hablar?
E: No, Maca… tengo cosas que hacer y ya he perdido bastante tiempo aquí, me
llamaran la atención. Lo siento.
Tocando apenas la mano que aun tiene sobre mi antebrazo, consigo liberarme y poder
poner rumbo de nuevo hasta el ascensor. Necesito coger aire nada más darle la espalda
porque otra vez volvemos a toda esa catarsis que me hace perder oxigeno, razón y
cordura en tan solo un segundo y sin darme la menor cuenta de que todo ocurre a mi
alrededor.
Tengo que encontrar la manera de conseguirlo, la manera de poder estar cerca sin
pensar en todo lo que me impide razonar. Tengo que poder respirar, mirarla y decidir
sin dudar un solo segundo, tengo que hacerlo porque será lo único con lo que podré
evitar el volverme loca.
Cuatro días, han pasado solo cuatro días y parece que esté cada segundo en un
continuo estado de tortura física y psicológica. Como siga así se me va a caer el pelo del
estrés, pero aun más, la cabeza de tanto pensar y pensar.
Orlando rasca la puerta cada vez que escucha la suya abrirse o cerrarse, algo con lo que
no contaba y lo que hace que tenga que salirme a la terraza no queriendo escucharle.
Es una mierda eso de que por quien ni dormir puedes, viva al otro lado de tu puerta,
pero aun más que tu propio perro no se ponga de acuerdo contigo y en vez de
ayudarte, te lo ponga más difícil. Sé que la echa de menos, lo sé porque yo misma lo
sufro, y él que no entiende por qué de repente no le dejo verla, pues será otro tanto de
lo mismo.
141
Sin remedio
El segundo día tuve que cruzar en una carrera hasta el parque porque nos la
encontrábamos de frente, hice un ridículo espantoso, se me quedó mirando, sé que le
haría daño ver que ni en la calle quiero estar cerca. ¿Pero qué otra cosa me queda?
Incluso mi madre se ha dado cuenta de que algo pasa, ¡mi hermana! Que no pilla
nunca nada, me ha preguntado. Yo creo que si me clavo un tenedor en vez de salir
sangre, saldría mayonesa. Tanto nerviosismo no puede ser sano. De ninguna de las
maneras. ¿Lo peor de todo? Que son las cuatro y media y Dani me ha dejado una nota
en la taquilla, que se va a pasar por aquí dentro de quince minutos. Tengo el corazón
que se me va a salir por la boca como diga de respirar más rápido de lo que ya lo hago.
Debería tomarme algo para tranquilizarme, igual una tila me ayuda. Eso es… una tila
doble.
E: Me estás decepcionando, que lo sepas. –se deja caer hasta quedar echado con la
cabeza sobre el suelo- No retoces que no me compras.
Cogiendo aire agarro el pomo de la puerta y abro sin pensarlo. Si lo hago seguro que no
abro y entonces empeoro las cosas.
D: Hola.
E: Hola. –me hago a un lado y pasa sin decir nada más. Saludando a Orlando antes de
seguir hasta el salón, momento en que cierro la puerta y decido ir tras ella sin mucha
prisa- ¿quieres café?
D: No te preocupes.
Asiento y me voy hasta un rincón del sofá, sentándome y abrazando mis piernas
después de descalzarme para poder aferrarme aunque sea a mí misma cuando diga de
ponerse a hablar.
E: ¿Qué pasa?
D: Vale… mejor que me ande sin rodeos. –se recuesta apoyando la espalda por
completo y cruzándose de piernas para mirarme- ¿Tú sabes lo que estás consiguiendo
ignorándola? –me pregunta haciendo que note como la garganta se me espesa en
cuestión de medio segundo- Se está volviendo loca, Esther.
E: De verdad que nunca voy a conseguir entenderte. –bajo las piernas del sofá y cierro
los ojos en lo que dura mi suspiro- Nunca.
D: He hablado con Javier esta mañana y voy a adelantar mi viaje, me voy la semana que
viene.
142
Sin remedio
E: ¿Por qué?
E: Estás loca. –justo cuando termino la frase el timbre vuelve a sonar y los ladridos de
Orlando suenan mucho más fuerte que antes cuando ya rasca la puerta. ¡Genial!
D: Hablando con Esther. –es lo único que escucho antes de que los pasos para nada
tranquilos de Maca lleguen hasta el salón parándose frente a mí y tenga que mirarla.
Hacía días que no la miraba tan de cerca y creo que me estoy mareando.
E: Lo que me faltaba a mí. –cerrando los ojos clavo los codos en mis rodillas y opto por
la mejor opción, taparme la cara antes de que se me salga los ojos de la tensión.
D: Haz el favor de sentarte si te vas a quedar y no te pongas ahora así. –si la dejas igual
que muerde la cabeza y acabamos con todo de una manera más rápida- Siéntate,
Maca.
¿Tanto daño hice en mi otra vida? Tuve que ser como poco la mano derecha de Adolf
Hitler, sino esto no tiene otra explicación que a mí me valga lo más mínimo. En un
programa de la tele vi como un puñado de chinos pagaban una terapia que consistía en
cargarse una casa hecha expresamente para eso. Tendré que buscar en internet.
D: Sí, aquí solo estorbo y lo último que quiero es hacer eso. –sin mirarla, veo de reojo
como Maca se levanta para quedar delante de ella a tan solo un par de pasos.
143
Sin remedio
D: ¿Para qué?
M: ¿Cómo que para qué? Yo tengo algo que decir respecto a todo esto ¿o no? –
empieza a alzar la voz y yo me estoy poniendo cada vez más nerviosa. Lo último que
me apetece es escuchar una discusión de estas dos en mi casa.
Un llanto bajo nos hace mirar a las tres hacia el suelo. Orlando intenta llamar la
atención de Maca que termina suspirando y volviendo al sofá para coger a mi perro en
brazos. Al final le cogeré manía a mi querido perro, y entonces sí empezaré a odiarla.
D: Bueno, lo que tenía que decir ya lo he dicho. Así que aprovechando que estáis aquí
las dos me voy a ir y vais solucionando eso de ignorar. Que la verdad, me parece de lo
mas infantil.
D: Sed adultas.
M: ¿Vas a seguir con esa estúpida idea de hacer como que no existo?
M: ¿Has conseguido algo haciéndolo todos estos días? –la miro por primera vez y ella
está tan tranquila con mi perro, que ese es otro que esta noche se quedará sin ración
de comida.
E: No.
Voy a coger una pose muy infantil, pero no por ello menos eficiente en casos de una
clara ofuscación por una de las partes en conversaciones como esta. Me cruzo de
brazos con fuerza y miro hacia otro lado dejando claro que no me gusta el rumbo que
está tomando todo esto.
144
Sin remedio
M: ¿De verdad prefieres actuar así conmigo? –sigo sin mirarla y casi literalmente me
muerdo la lengua para no contestar lo primero que me ha venido a la cabeza.
Necesito algo más estable que este puñetero sofá, mejor en el suelo, que está
fresquito. Parece que la idea le ha gustado a Orlando, que enseguida se baja para venir
junto a mí.
M: Te he echado de menos…
Sin mirarla, porque soy absolutamente incapaz, pongo los brazos sobre mis rodillas
para después poner encima la barbilla y mirar a mi perro. El corazón me mete cada
meneo contra el pecho que como siga así me van a tener que llevar a urgencias por un
yuyu de lo mas chungo.
Esto de tenerla tan cerca no me ayuda nada, ¿qué fue lo que hice para conseguir estar
con ella como si nada? O por lo menos como dos personas normales. Ya ni me acuerdo.
Solo atino a pensar lo mucho que me gustaría estar mirándola ahora mismo sin miedo
de que ella me viese a mí. Como aquella noche en que dormía y me tomaba los
minutos como un regalo que nadie tendría por qué saber nunca.
Es lo único que se me ha ocurrido, sí. Habrá sonado estúpido, pero era eso o pedirle
amablemente que se fuese. Y eso, seguro que no me trae nada bueno al fin y al cabo.
Con la mala leche que gasta cuando le sale la vena mafiosa es capaz de cerrar la puerta
y quedarse aquí.
145
Sin remedio
E: Me has asustado.
M: Ya veo.
Tomando aire de nuevo echo agua en una segunda taza y las meto las dos en el
microondas, escuchando como arrastra una silla para sentarse detrás de mí. Se ha
propuesto ponerme histérica, no tiene otra. Le gusta verme nerviosa.
E: El qué. –suspirando sin que ella me escuche abro la puerta del microondas para
sacar las tazas- Joder.
M: Lleva cuidado.
M: Vale.
M: La chica esa que estaba aquí el otro día… la que vino a verte. –me giro para mirarla
porque realmente me está dejando que no sé por dónde va a salirme ahora- Es tu… tu
ex ¿no?
M: No, por nada. –bajado la vista coge una nota que tenia por encima de la mesa y
empieza a doblarla, diría que nerviosa.
Sigo mirándola en un intento por adivinar por donde conduce su cabeza. Pocas veces
me produce ansiedad el no saber lo que alguien piensa, tengo demasiado trabajo en lo
146
Sin remedio
que tengo yo misma en la cabeza, pero esta es una de las veces que daría un brazo por
poder escuchar lo que piensa.
Sin tan siquiera pensarlo me ha salido una pequeña sonrisa que sigue estando ahí
cuando se gira incluso demasiado despacio. ¿De verdad me está preguntando si he
vuelto con ella?
E: ¿Por qué preguntas eso? –sin abrir la boca se encoge de hombros y vuelve a bajar la
vista.
Bueno, esto ya es la monda. No me voy a poner aquí a reírme porque me daría por
llorar un segundo después de la mala leche que me iba a entrar. ¡Celosa dice! ¡Manda
huevos! Y ahora se quedará tan a gusto después de soltarme esto.
E: Un gilipollez tan enorme que me apetece hasta olvidarla… -será mejor que no siga
porque la voy a liar aun mas.
Tengo que volver a meter las tazas porque se han enfriado. ¡Mierda! Ahora tardará más
en irse, yo tardaré mas en estar tranquila, y por lo tanto tardaré más en estar sola.
¡Mierda!
M: Esther… -sigo sin girarme cuando me parece escucharla ponerse en pie- Siento si
parezco egoísta, pero intento ser lo más sincera posible contigo.
E: Me parece muy hipócrita que me digas eso cuando yo llevo soportando más de dos
meses que me tengas en medio de una relación porque te parezco una tentación en la
que quieres caer y la que prefieres tener cerca.
E: ¿Y cómo coño quieres que lo vea, Maca? –me giro de nuevo pero tal y como no
quería- Llevas en danza a dos personas porque ni tú misma sabes lo que quieres… ¿y
pretendes que te entienda cuando me dices que te pones celosa porque una amiga
venga a verme?
147
Sin remedio
Sigue a apenas un paso de mí cuando creo que me caigo o me lanzo. Una balanza
demasiado peligrosa, porque si tengo que elegir yo, está claro qué haría. Y no sé si es
que el tiempo pasa muy lento para mí o es que realmente no se mueve y por lo tanto
tampoco se marcha como le he pedido. Por lo que tampoco puedo enfadarme, porque
ha sido mi parte racional la que le ha pedido que se vaya. Realmente no quiero que lo
haga.
Es ahí, aquí… cuando simplemente no puedo evitar ni olvidar lo que realmente pasa.
Teniendo que cerrar los ojos cuando puedo sentir el calor de su rostro, que puede
hasta quemarme y que se posa en mi frente con el mismo miedo a quemarse. Pero no
evitando hacerlo cuando necesito cerrar los ojos con más fuerza al sentir mis manos
elevarse y agarrarse a sus brazos. Quizás en un intento desesperado y suicida por seguir
sintiendo el ardor de su piel contra la mía en este instante, y otras manos van a parar a
mi cuello. Por donde no pasa el aire, por donde realmente, solo el dolor es capaz de
seguir su camino y bajar hasta el centro de mi pecho. Donde escucho un latido débil,
cansado y agotado. Recibiendo señal de mi cerebro para que lo siga intentando,
animándole a continuar y rogando que me mantenga en pie y despierta. Mientras mi
rostro arde por sentirla, mientras mis manos siguen sin soltarla, y realmente me daría
igual morir en este mismo momento.
Sin saber explicar cómo, hemos llegado a la mesa. Cada una sentada a un lado y yo soy
incapaz de mirar otra cosa que no sea la media taza de tila que me queda. Aun me
tiemblan las manos y me da miedo ver si ella está igual o por el contrario de otra
manera. No consigo normalizar mi respiración y me temo que esto llevará más de
veinte minutos conseguirlo. Quizás mañana sea peor y realmente quiera volver a hacer
algo parecido.
Si no soy capaz de llevar algo así, cómo espero poder hacerlo cuando Dani se marche.
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Sin remedio
M: ¿Te puedo preguntar una cosa? –sin poder mirarla asiento, varias veces y muy
despacio cuando puedo ver indirectamente, como se apoya sobre la mesa para quedar
algo más cerca de mí posición- Mas bien es pedirte algo… -por primera vez alzo el
rostro, encontrándome de nuevo con algo que me hace tanto daño, que la sensación
de tranquilidad que sé, podría experimentar, no puede aparecer. Haciéndome creer
que realmente esto es un imposible con el que viviré eternamente- No te alejes de mí,
por favor.
Suspirando, quizás demasiado fuerte, bajo de nuevo la cara al mismo tiempo que mis
ojos se vuelven a cerrar. Buscando una oscuridad que me calme, que me de
tranquilidad y no me haga seguir en esta frustrante situación de absoluto descontrol.
E: ¿Y qué hay de lo que yo no puedo soportar? –la miro de nuevo teniendo que
pararme a pensar para poder continuar si es que es realmente lo que quiero hacer-
Llevo soportando esto demasiado tiempo y no sé si voy a poder seguir. Me mata
tenerte ahí sentada.
Cuando sé que es inútil explicarle lo que verdaderamente me pasa dejo caer el peso de
mis hombros sin pensarlo. Mirando hacia la mesa para poder calmarme y no hacer de
este, un momento que querría olvidar.
M: ¿Podemos intentar… -la miro sorprendida- …no sé, estar bien, pasar tiempo juntas?
E: ¿Para qué?
M: De otra manera me voy a volver loca. –susurra frunciendo el ceño y bajando la vista
hasta la mesa- Tengo dos caminos justo delante de mí sin que ninguno de ellos me
impida poder tomarlo, sin nada que me empuje a dejarlo… solo llamándome para
seguir y…
M: Siento todo esto, te juro que lo último que quiero es que lo pases mal… pero no sé
qué manera es la mejor para evitarlo, o si la hay. Lo único que tengo claro es que… no
sé estar lejos de ti.
Cuando hice mi última pregunta no fui consciente de lo cierto en ella. De las dudas que
siempre he tenido desde que esto se convirtió en la peor época de mi vida. ¿Qué
pasará si al final nada de esto sirve? ¿Si lo que ella quiere es seguir su vida con Dani?
¿Qué pasará conmigo y lo que siento?
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Sin remedio
Seguir esquivándola y poder intentar sobrellevarlo, o dejar de hacerlo y ver que duele,
que duele mucho y que posiblemente dentro de un tiempo, duela mas cuando tenga
que dejarla ir sin haberla siquiera tenido de alguna forma. Ver como sucede algo que
nunca he dejado de esperar, tanto que a veces me es imposible creer que me
encuentro en esta situación.
Lo que nunca voy a poder olvidar ha sido ese extraño quiero y no puedo en la cocina.
Esa sensación de querer seguir sufriendo si ese era el precio. La sensación de que no he
sido la única en querer sufrir si ese era el precio. Y me temo que eso ha sido lo que me
ha hecho acceder a su petición. Acceder aun sabiendo que será la droga que me hará
volver a caer a todo lo que he estado queriendo evitar. ¿Pero y qué hago? Si de por si
me cuesta lo mío, que ella me lo pida de esa forma es ya algo imposible conseguirlo, o
tan siquiera intentarlo.
Sin esperármelo siento esa misma sensación caliente que me produce los besos de mi
Orlando, haciendo que mire hacia el suelo y lo encuentre sentado sobre sus patas
traseras y mirándome.
E: ¿Qué vamos a hacer, chico? –no lo dudo a la hora de cogerlo y subirlo conmigo al
sofá- Sé que a ti también te pasa y no te gusta no verla… -lo miro de nuevo y sonrío
apenas cuando veo que tiene la intención de chuperretearme la cara- ¿Vamos a poder?
Porque yo no lo tengo muy claro, eh…
Un ladrido me hace casi reír cuando termino por echarme y él lo ve como su juego
favorito, quedarse sobre mí intentado esquivar mis manos para llegar a chuparme. No
sé qué haría sin él, la verdad. Tengo que llamar a mi hermana, la tengo absolutamente
abandonada.
R: ¿Si?
E: ¿Rocío García? Le llamo de morosos a domicilio por un recibo que tenemos aquí.
E: Recibe usted la banda a la empanada del año. –me tengo que reír porque lo de esta
mujer no tiene nombre- Siempre igual.
R: ¡Idiota!
E: Idiota pero te has pasmado, que ya te veía ahí con la gotita de sudor… ¿qué ocultas
hermana? ¿Bonos es las Islas caimán?
R: Cuando te pones así no hay quien te soporte, te lo juro. –se vuelve a quejar y yo
sonrío mirando a mi Orlando mientras le intento meter el dedo en la boca al mismo
tiempo que él se resiste- ¿Qué pasa?
E: Nada, que como hace tiempo que no te llamo he decidido hacerlo y ver cómo va el
experimento de la progenie Vázquez-García.
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Sin remedio
Vuelve a gritarme, no lleva nada bien que sea tan descarada en ciertas cosas. Pero
necesito esto, reírme como siempre he hecho cuando mi hermana se espanta, cuando
la vida parece seguir su curso normal, y solo tras la puerta está el que me atormenta
sin hacer ruido alguno.
E: Toma, Teresa… Javier me ha dicho que te de esto para que lo archives, que lo ha
visto por ahí y no le ha dado mucho gusto.
T: Siempre igual, oye. –se queja cuando la pila de historiales pasa a sus manos y yo cojo
lo que llevaba bajo el brazo para terminar de rellenar- Por cierto… -sigo escribiendo
cuando puedo ver de reojo como casi se recuesta sobre el mostrador para acercarse-
¿Tú sabes algo de lo de Dani?
T: ¿Por qué se va antes y por qué Maca se queda aquí? Porque a mí esto me huele a
chamusquina de la buena.
Lo último que necesito es escuchar cotilleos y rumores por algo en lo que yo intento no
pensar de ninguna manera. Bastante tengo con vivirlo directamente y de esta forma.
D: Puedes pasar igual… es que están pintando el despacho y me han mandado aquí. –
sonríe el tiempo en que me mira y vuelve a bajar la vista.
D: Tranquila, estoy terminando de hacer unas cosas que Javier necesita antes de que
me vaya, y tengo una operación luego.
D: Estupendo.
Suspiro apenas antes de sentarme en la otra punta de la mesa para seguir con lo que
he dejado a medio. Me cuesta un mundo aparentar que no ocurre nada cuando ocurre
tanto. Me cuenta muchísimo no pedirle disculpas cada segundo que pasa.
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Sin remedio
D: ¿Y tú qué tal?
D: ¿Algún problema?
E: No he dormido y nada más entrar he tenido que hacer inventario y reponer mil
cosas. Me queda un buen rato y ya estoy agotada.
E: Qué fácil. –como que escupo sin pensar y me arrepiento al medio segundo de
haberlo hecho. Suspirado levantando la cabeza mientras aprieto los labios antes de
mirarla- Lo siento.
Y es cuando el mundo tiembla y yo con él. Se me seca la boca a una velocidad pasmosa
y no soy capaz de abrir los labios para contestar. Ni de pestañear, y mucho menos de
moverme para intentar aunque sea asentir. Tengo que hacer un esfuerzo casi
sobrehumano para producir saliva y humedecerme los labios para hablar.
E: Claro.
D: Creo que estás flagelándote de una forma innecesaria. –se acoda sobre la mesa sin
dejar de mirarme y yo cada vez me quedo mas flipada con estas dos- Somos adultas
¿no? No entiendo entonces por qué has dejado que llegue a esto sabiendo que lo
puedes solucionar en tan solo un momento.
D: Las dos sabemos que Maca ahora mismo está en un no puedo, pero quiero dar el
paso. No lo hace por mí, tú tampoco lo haces por mí, y yo no soy capaz de dejarla, ya te
lo dije. Aunque dudo que ya haya algo que dejar.
D: Con que dieses un pequeño paso ella no dudaría ni un segundo, estoy segura.
E: No lo pienso hacer. –mi cabeza se mueve y tardo como tres segundos en darme
cuenta de que estoy negando.
D: ¿La quieres?
¿Pero por qué me hace esto? Aunque tarde, noto como comienza a temblarme la
barbilla, clara señal de que lo que me impide ver bien son las lágrimas que noto caer
sin tan siquiera haberme pedido un mínimo permiso para hacerlo.
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Sin remedio
E: No puedo.
D: Esther… -suspira bajando la cabeza apenas dos segundos para después volver a
mirarme- Sé que cuidarás de ella mejor que nadie. Y sé que ella merece algo mejor que
lo que tiene… yo no he sabido hacerlo, y era cuestión de tiempo. Prefiero que si pasa,
pase porque tiene a alguien como tú. –girando el rostro busco algo que me haga ver
que realmente la habitación no se mueve y que soy yo que otra vez me estoy
mareando- Me voy el sábado, espero poder irme tranquila y darte un abrazo si tu
quieres.
No me doy cuenta que se va hasta que vuelvo a mirar hacia la silla que ocupaba
encontrándola vacía y viéndome sola. Si algún día todo esto pasa, habré usado
demasiado la cabeza y me quedaré como una anciana de ochenta años con un cerebro
gastado.
M: Ho… hola. –vuelvo a moverme para mirar hacia la puerta y descubrirla parada sin
soltar el pomo- Pensé que estaba Dani aquí. –y justo ahora frunce el ceño y cierra la
puerta para venir demasiado deprisa- ¿Qué te pasa? ¿Por qué lloras?
E: ¿Eh?
M: Estás llorando. –mientras ella se sienta frente a mí, llevo la mano a mi mejilla y
recuerdo entonces que sí, estaba llorando- ¿Por qué lloras?
Sin darme cuenta coge la mano con la que he parado las lágrimas y se inclina aun mas
para mirarme haciendo que yo me quede en blanco sin dejar de mirarla a ella.
M: Esther.
E: He pensado salir esta tarde a correr… ¿te quieres venir? –no sé ni por qué pregunto
esto, creo que ella lo entiende menos.
Aun me queda una hora para marcharme a casa y no sé si quiero hacerlo. La gilipollez
de decirle a Maca de salir a correr ha sido de lo menos oportuna. ¡A quien se lo ocurre,
coño! Menuda manera de hacer el imbécil yo sola, ya es que no necesito la ayuda de
nadie, joder.
M: Hola.
M: ¿Cómo estás? –se apoya en el mostrador, quedando su brazo casi pegado al mío y
haciendo que tenga que dejar de escribir para poder coger aire.
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Sin remedio
E: Estoy bien.
E: Se me metió algo en el ojo. –me voy a tener que comprar el libro del buen
mentiroso, a este ritmo hago más el ridículo.
M: Esther…
E: Vale, no fue algo… fue algo y la familia entera. ¿Te vale? –me giro para mirarla y tras
un rato termina sonriendo y relajando los hombros- Perdona.
E: ¿Excusa?
M: Ya noto si te sales por la tangente cuando no quieres hablar o estás nerviosa. Sé que
lo dijiste para cambiar el tema. –vuelve a dejar el bolígrafo y sigo el recorrido de su
mano hasta que de nuevo acaba sobre el mostrador.
E: ¿Ya notas?
M: Sí. –asiente con el rostro totalmente tranquilo- Otra cosa es que no quiera agobiarte
en ese momento.
E: Ya…
M: ¿Entonces?
E: ¿Qué?
M: ¿De verdad quieres que vayamos a correr o solo era por darme esquinazo? –vuelve
a mirarme y preguntarme con absoluta relajación y yo creo que empiezo a perderme.
E: ¿Qué te pasa?
M: ¿Por qué?
E: Parece que te hayas fumado algo. –arquea una ceja y medio sonríe- Quiero decir…
estás muy tranquila.
M: He decido que no quiero perder el tiempo en… algo que no pueda disfrutar. –se
encoge de hombros- Prefiero pasar un buen rato contigo y aprovecharlo antes que
pasarlo mal, o que tú lo pases mal.
E: Bien. –asiento, más que nada porque no sé qué otra cosa decir.
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Sin remedio
E: Vale.
M: Genial.
Llevo diez minutos moviendo las llaves. Orlando me mira y me estoy planteando
llevármelo, salir al parque aunque sea a correr y no llevármelo, es como ir al parque de
atracciones y dejar al niño en casa, menuda cabrona seria.
E: ¿Qué hacemos? ¿Te llevo o te quedas aquí mordisqueando algo? –gira la cabeza
dejándola de lado y yo solo puedo sonreír- ¿Alguna vez entiendes algo de lo que te
digo? –sigue con la cabeza tal y como la ha dejado y finalmente ladra- ¿Eso qué es?
M: ¿Eh?
M: ¿Qué pasa?
E: Nada, nos vamos a llevar a Orlando ¿vale? –cierro la puerta- Ya no hace falta que lo
lleve con correa y así corre él también.
M: Vale.
E: De eso se trata.
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Sin remedio
Conforme salimos a la calle y con solo una señal, Orlando ya sabe que no tiene que
separarse de nosotras y caminamos hasta el paso de cebra para cruzar. Lo que hacemos
aun con la tranquilidad el paseo hasta llegar a la entrada del parque.
E: Sí, mejor. –miro a mi perro y ya veo como corre por delante de nosotras parándose
de vez en cuando- ¿Qué tal el día?
E: Sí, la cosa está tranquila. –sin darme cuenta en un principio empiezo a andar más
rápido que segundos antes y por un instante la dejo atrás, viendo como acelera
también para seguirme el ritmo.
E: Sí, fue a darme una cosa y ya estuvo por ahí con Raquel.
M: Sigo pensando que no os parecéis en nada… sois el día y la noche en todos los
aspectos. –me mira un segundo y me encojo de hombros.
E: Supongo que por ser hermanas no nos tenemos que parecer… cada una somos de
una forma y en el fondo nos llevamos bien. Aunque a veces me apetezca ser hija única.
–sonrío apenas y ella lo hace de forma más natural… ¿No podías ser bizca, fea y coja?
¡No!
Hace diez minutos que hemos empezado a correr y me arrepiento de haber sugerido
esta porquería de plan. He perdido toda la forma que tenia y estoy medio asfixiándome
porque la tía no frena ni matándola y no quiero llevarla por delante.
M: Es que más lenta me canso mas y pierdo el ritmo. –frena apenas y se queda de
nuevo a mi lado.
E: Intenta no ir por delante de mí, anda… -cojo aire como puedo y miro a Orlando, el
más feliz que el pompas en una bañera.
E: Lo sé, pero tú intenta sea como sea ir a mi lado porque entonces mal vamos. -¡que
ya te he mirado el culo diez veces, coño!
E: ¿Tú quieres que yo mañana no pueda ni poner un termómetro? Porque tiene toda la
pinta, guapa de cara.
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Sin remedio
E: Joder.
La miro con rapidez y me están dando ganas de ahogarla aquí mismo. Maldita la hora
en que dije de venir a correr contigo. ¡Asesina!
M: Una… dos…
E: ¡Y tres!
He tenido que hacerlo porque sé que me va a adelantar y eso sí que no. Una cosa es
que me muera cuando llegue y otra que me pise el orgullo con lo que yo he sido. Ya
noto como me arde el pecho y me va a dar flato de un momento a otro, pero ahí que
voy yo y la escucho llegar por detrás. Apenas miro un segundo y me sonríe antes de
meter el turbo para verla después pasar por mi lado en plan correcaminos.
M: ¡Gané!
E: Esta no ha valido… -conforme llego al césped me dejo caer quedando bocarriba con
una mano en el estomago. Estoy empapada. Mañana verás, no me voy a poder ni
mover, me van a doler hasta las pestañas y ella seguro que está tan bien.
M: No te eches ahora que entonces no vale de nada. –sin verla venir me coge de las
manos y yo me dejo caer para que no pueda moverme, pero la tía tiene fuerza y lo
consigue haciendo que me levante y quede frente a ella. Quizás demasiado cerca,
tanto que la sensación de ver cómo le suda el cuerpo me hace poner los ojos en blanco
y quitarme.
E: Vamos a andar otro poco… que se me va a salir el pulmón por una oreja y la vamos a
tener. –me agacho para acariciar a Orlando, que está casi igual que yo y comenzamos a
caminar.
M: Me preguntaba si… -la miro cuando empieza a hablar y es ella entonces quien deja
de mirarme- Si cuando… esté con las vacaciones te gustaría venir a la sierra, tengo una
casa allí y podemos darnos un baño.
M: Sí, Orlando, tú y yo… Nos lo pasaremos bien y así desconectas, que trabajar en
agosto es lo peor.
Mi cuerpo se detiene y ella lo hace dos pasos por delante de mí al mismo tiempo que
se gira para seguir mirándome. Me parece que extrañada hasta que finalmente aprieta
los labios y baja el rostro mientras yo sigo mirándola y asimilando lo que acabo de
escuchar.
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Sin remedio
M: Perdona…
E: Esto no puede ir así, Maca… -negando durante unos segundos termino por suspirar y
colocar las manos en mi cintura, dejando que el oxigeno entre por donde necesito- No
me lo hagas mas difícil.
M: Lo siento.
Cuando la miro sigue con los ojos clavados en el suelo y me sabe tremendamente mal.
Lo que menos me gusta de todo esto es que crea que espero que se disculpe, verla así
me desmorona más que cualquier cosa.
E: ¿Te apetece un helado? –vuelvo a caminar llamando a Orlando para que me siga y
ella lo hace un poco más lenta.
M: Comerse un helado después de correr no creo que esté en ningún libro de ejercicio
físico o mantenimiento personal, eh.
E: Pero está en el libro de Esther. –le sonrío cuando llego al cruce y se detiene junto a
mí.
E: Siempre que libro de Esther te dé información sobre qué es lo mejor, hazle caso
porque nunca falla. Te lo digo yo.
El semáforo se pone en verde echamos una carrera hasta el otro lado, casi riendo por el
énfasis de Orlando en llegar antes que nosotras. Por suerte hay una heladería en la
calle paralela a la nuestra y no tendremos que ir muy lejos.
-Hola.
M: Cucurucho de turrón.
E: ¿Turrón?
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Sin remedio
Cinco minutos después, y habiendo conseguido que me dejase pagar, salimos cada una
con nuestro cucurucho. No quiero mirarla porque no había sopesado el hecho de verla
ahí con… bueno, con su bolita de helado. Así que será mejor que yo lleve la vista al
frente todo lo que pueda.
Sigo pensando la respuesta cuando llegamos al portal, es ella quien abre y la que
sostiene la puerta dejándonos paso a Orlando y a mí. Solo me detengo cuando llego al
ascensor y llamo para que baje, girándome entonces para mirarla.
E: En mi casa y yo la preparo.
Hay momentos en la vida que crees haber encontrado algo con lo que nunca podrías
lidiar, vivir, soñar, quererlo hasta poder controlarlo o simplemente mantenerlo. Son
momentos tristes, porque es en esos cuando te das cuenta de que no todo se tiene en
esta vida y se acabó ese sueño. Teniendo que aferrarte a otro con urgencia. Porque si
algo está claro, es que los seres humanos disfrutamos de lo que tenemos, y vivimos
soñando con disfrutar de mucho mas. Nunca o pocas veces, nos parece suficiente lo
que tenemos de alguna u otra manera.
Pero ese no es mi caso. Es más bien todo lo contrario a lo anterior. Hay momentos en la
vida que te das cuenta de que algo que tienes justo delante, es lo que crees haber
encontrado para vivir, soñar, lidiar, querer y mantenerlo durante el resto de la vida. Y
eso, es la mujer que está en este mismo sofá jugando con mi perro como si eso le
hiciese la persona más feliz del mundo. Y yo soy realmente la persona más feliz del
mundo en este mismo momento. Y es por ella, es ella la que consigue que yo lo sea, la
que complementa cualquier aspecto en mí. Y sé que me dolerá muchísimo si pierdo
esto, por mucho que haya pasado, por mucho que haya dolido, lo hará aun mas porque
no hay nada que yo quiera más que esto.
E: ¿Quieres reírte? –cuando pregunto sigue moviendo las manos por encima de
Orlando pero gira su rostro con una sonrisa.
M: Claro.
E: Cuando llegué aquí… esos primeros días que coincidíamos tanto en el rellano. –
asiente esperando que continúe- ¿Sabes en lo que pensé que trabajabas?
M: ¿En qué? –pregunta con la misma sonrisa y yo ya me estoy riendo porque cuando
se lo diga me mata- ¡Esther!
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Sin remedio
M: ¿Qué?
E: Es que a ver… -me siento más de lado hacia ella y sigue mirándome- No me decías
nada, yo solo te veía salir por la noche y llegar por la mañana, que si estoy muy
cansada, que si me duele todo el cuerpo… ¡tengo mucha imaginación!
M: ¿Te pensabas que era puta? –asiento con timidez y volviendo a sujetar mi labio por
no sonreír- ¡Ataca, Orlando!
Veo como me señala y mi propio perro cae sobre mí haciendo que tenga que
recostarme y ría sin poder evitarlo mientras ella me ha cogido las piernas para que no
patalee y le dé sin quererlo.
E: ¡Perdón!
M: ¿Ves por qué a veces es bueno interesarse? –Orlando acaba echándose a mi lado y
yo me vuelvo a sentar para mirarla- Vaya idea tendrías de mí…
M: ¿Te daba morbo o qué? –cuando la miro otra vez, se ha cruzado de brazos y me
sonríe sabiendo que esto me está poniendo nerviosa.
E: Bueno, si hubiese sido así ¿Qué iba a hacer yo? Hubiese sido lo que tú querías y no
por ello te iba a quitar la palabra. Es más, ya me había fijado en ti pensando que lo
eras.
M: ¿Si?
E: Sí. –asiento de nuevo y me dejo caer de lado en el respaldo del sofá al ver como mi
perro se coloca entre las dos.
M: ¿Te puedo pedir algo? –la miro sin moverse en absoluto y me limito a guardar
silencio, asintiendo una sola vez- ¿Me puedes abrazar?
Definitivamente, no hay nada que quiera más que esto. Lleva como diez minutos
sentada entre mis piernas y recostada sobre mi pecho mientras la abrazo. Sujeta mis
brazos con una mano mientras la otra se dedica a mantener a Orlando distraído. Mi
perro hoy no consiente que no le hagamos caso y en realidad se lo agradezco, es lo
único que me mantiene en la realidad.
160
Sin remedio
E: De tarde… como tú. –gira el rostro para mirarme y sonríe antes de volver a Orlando.
Cuando miro la hora en el reloj del mueble me sorprendo a ver que son casi las dos de
la madrugada, y que por lo que parece ninguna nos queremos mover de cómo
estamos. Mi perro se ha dormido y estamos ya no sé ni el tiempo sin decir una palabra.
Ella pasando los dedos por el brazo que rodea su pecho y yo moviéndolos apenas sobre
su hombro. Yo es que me quedaría así toda la noche. Para qué voy a mentir. Lo que me
da miedo es decir algo y que ella quiera irse. Al final resultará que soy masoca y todo.
Entonces muchas cosas tendrían sentido.
M: ¿Estás cómoda? –suelto apenas el aire con el que respiraba y vuelvo a dejar la
mejilla sobre su cabeza descubriéndome aun más tranquila que un segundo antes.
Vuelvo a suspirar y me doy cuenta entonces de que poco a poco nos hemos ido
recostando, aunque no del todo, pero ni mucho menos estamos sentadas como al
principio. Menos mal que me dio por comprar un sofá tan grande como este, sino nos
íbamos las dos al suelo directas en cualquier momento.
E: Dudo mucho que esta noche me escuches decir que quiero eso.
Cerrando los ojos me pego algo mas, sinceramente, me pego lo que me quedaba por
pegarme, porque ya eso sería imposible. Y el estar a un centímetro de su cuello no me
vuelve loca, por lo menos no en el sentido literal de la palabra. Por el contrario me
gusta, y sin pensarlo, o sin quererlo pensar acerco el rostro hasta quedar escondido en
él mientras Maca se dedica a cogerme la mano, entrelazando sus dedos a los míos.
M: ¿Por qué?
E: Porque estoy casi obsesionada con tu olor y si la cosa acaba mal, me compro un
frasquito.
Ahora la que suspira es ella, y yo me arrepiento de haber dicho tal cosa como esta
tontería, ni siquiera lo he pensado, la verdad. En vez de contestar se gira apenas
quedando parcialmente bocarriba y coge mi mano, manteniéndola extendida mientras
pasa su dedo índice por ella de una forma bastante tranquila.
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Sin remedio
M: Te dije no hace mucho que sería incapaz de estar lejos de ti. Simplemente no
puedo.
E: ¿Y de ella?
He tenido un sueño de lo más extraño. Tanto que no me apetece ni abrir los ojos, me
ha dejado agotada. Solo recuerdo que yo corría, Maca corría, y creo que era para evitar
que Dani cogiese un avión. Qué bien.
Me duele cuello.
Cuando abro los ojos, casi asustada todo sea dicho, me la encuentro directamente a
ella. Echada frente a mí en el sofá. ¿Hemos dormido aquí?
M: Las nueve.
E: Pues será cuestión de desayunar… -suspiro y vuelvo a cerrar los ojos- ¿Has dormido
bien?
M: Poco pero bien, sí. –giro la cabeza para mirarla y darme cuenta otra vez de lo cerca
que está- ¿Y tú? Porque te has movido mucho.
M: Parecías bastante inquieta. Solo has parado el rato que te he tenido abrazada. –qué
bien, me abraza y yo me lo pierdo. ¡Joder!
E: Sí, yo al principio me asusté… pero es una cosa mas de todas las que solo hace mi
perro. Es más chulo que un ocho.
M: ¿Preparo el desayuno?
162
Sin remedio
E: ¿Tú? –vuelvo a mirarla y asiente acodándose contra el brazo del sofá para sostener
su rostro y seguir mirándome- ¿Te he dicho que me pones nerviosa cuando me miras
tanto?
M: ¿Por qué?
E: Esa no era la pregunta. –suspiro y sé que está sonriendo otra vez aunque no la mire.
M: Bueno, voy a preparar café y unas tostadas. Que yo sí que tengo hambre.
M: He pensado otra cosa. –llega casi en una carrera y yo la miro extrañada- Voy a bajar
a la pastelería.
E: ¿Tanta hambre tienes? –dejo los codos por detrás de mí para incorporarme y mirarla
en la puerta y ya con las llaves en la mano.
E: Ais…
Me he quedado mirando como el café ya se deja caer en la cafetera. Como si ese color
oscuro y caliente me hubiese hipnotizado y trasportado al momento en que hace ya
bastantes horas, Maca se quedaba dormida cuando yo creía no poder hacerlo jamás.
M: Ya estoy aquí.
E: Y ya se huele todo lo que llevas ahí. –sonríe colocando la bandeja sobre la encimera
y retirar entonces el papel, dejándome ver que lleva un par de cada cosa. Se me hace la
boca agua nada más verlo, para qué mentir.
Mientras ella va hacia la mesa para sentarse y dejar el desayuno en el centro, yo saco la
cafetera y me voy con ella también hacia la mesa. Sirviéndole un poco dejando que ella
se eche la leche y el azúcar. Cuando yo ando servida, cojo uno de los bollos que me
llevan llamando desde que entraron y empiezo a comérmelo sin decir una sola palabra.
163
Sin remedio
M: Me alegro. –la veo colocar uno en su plato y hacerlo tres partes con el cuchillo,
cogiendo entonces una y hundiéndola en el café.
M: No sé, a las dos he quedado con Dani para comer, me tiene que dar unas cosas que
tengo del trabajo en su casa antes de que se vaya, y luego con el turno de tarde y
todo… además, que tú estarás muerta.
M: ¿Qué pasa?
E: Nada. –niego sin mirarla y recogiendo un par de migas que han caído sobre la mesa.
M: ¿Qué he dicho?
E: Nada, Maca. –la miro entonces mientras niego de nuevo y doy un trago de mi café-
Entonces dejamos lo de correr para otro día… -vuelvo a comer de mi desayuno e
intento no mirarla aunque supongo que ya ha caído sin que le conteste- Me alquilaré
una peli y haré sofing, me apetece.
M: No es mal plan.
M: Bueno, pues me voy a ir que tengo que poner una lavadora y limpiar un poco.
E: Vale. –dejado los platos sobre la mesa me encamino hasta el pasillo y descubro que
Orlando sigue durmiendo- Yo bajaré al señorito ahora, cuando diga de volver al mundo
de los vivos.
M: Pues… nos vemos luego. –asiento intentando sonreír y ella suspira apenas antes de
inclinarse y dejar un beso en mi frente- Hasta luego.
E: Hasta luego.
¡Es que no sé por qué me molesto en sentirme así! Si en ningún momento me han
dicho que lo hayan dejado. ¡Es lo más normal del mundo, joder! Me creo que como
siga apretando el estropajo me cargo la vitroceramica. Mal, Esther.
164
Sin remedio
Los ladridos de Orlando llegan después del sonido del timbre. ¿Quién coño es ahora?
Con el trapo entre las manos camino hasta la puerta, abriendo sin ninguna amabilidad
y sorprendiéndome al ver a Iria al otro lado.
I: ¿Qué me pasa? –pasa de largo junto a mí y casi clavando los pies en el suelo, no me
queda otra que cerrar y seguirla- ¡Qué me pasa!
E: Ey… -llegando hasta su lado la tomo por el brazo y vuelve a mirarme- ¿Has discutido
con Paloma?
I: No ha pasado nada, Esther… ayer estaba tan bien, y esta mañana me llama y me dice
que tenemos que hablar. Le digo que vale, me presento en su casa y me suelta que no
lo tiene claro, que no sabe si quiere seguir saliendo con mujeres.
E: Ahm… pues lo siento, cariño. –vuelvo a caminar hacia ella y la abrazo, tiene que estar
realmente jodida- ¿Quieres comer aquí conmigo?
Mientras yo preparo la comida, Iria sigue con su historia. Pobre… parece que estaba
realmente colada por esa chica. La verdad es que las veces que habíamos hablado de
ella me la dejaba como la mejor mujer del mundo. Aunque de eso se trata ¿no?
cuando encuentras a alguien, para ti no hay nadie mejor. Menos mal que no me la
presentó, si hubiese sido así el día que me la cruzase le hubiese dicho cuatro cosas a la
tonta esa.
¿Qué estarán haciendo? Supongo que ya habrán empezado a comer… Ojalá tuviese un
agujerito por donde mirar y ver qué hacen. Aunque no creo que me gustase mucho
hacerlo. Me pondría de los nervios. Nunca me había puesto tan celosa por nada ni por
nadie. Esta mujer está sacando todo de mí sin tener ni idea.
I: ¿Y tú qué tal?
165
Sin remedio
E: Dani se va pasado mañana… -empiezo a hablar sin tan siquiera pensarlo mientras
doblo la esquina del mantel que ya había puesto- Maca cenó y durmió anoche aquí.
E: Dur-mió. –repito mucho más despacio para que se relaje- Además dormimos las dos
en el sofá.
T: Hola, guapa… ¿qué tal el día? Porque menudo calor que hace. –se abanica con lo
primero que pilla y yo sonrío colocándome a su lado para firmar y ordenar el correo
que me acaba de dar.
E: Pues como mejor se puede, ya tengo que poner el aire para estar bien.
Sin pensar me concentro en leer los sobres que tengo en las manos y de igual forma,
me bloqueo al escuchar dos voces que se acercan de repente y que hacen que mire al
frente sin saber qué esperar o dónde mirar.
T: ¿De comida? –mis ojos van a parar a Maca y un segundo después bajo la vista
concentrándome de nuevo en el correo.
D: Sí, nos hemos dado un buen banquete. –veo de reojo como coge la carpeta para
firmar- Hola, Esther.
E: Hola.
D: ¿Acabas de llegar?
166
Sin remedio
E: Sí. –cojo aire cuando la miro y sonrío apenas antes de volver a coger mi bolso- Y me
voy que tengo mucho que hacer.
Sin más me giro queriendo salir de ahí todo lo rápido que pueda. Definitivamente
ahora es mucho peor, muchísimo peor. No soporto imaginármelas juntas, y verlas es
como clavarme un alfiler ardiendo en los ojos.
E: Nada, tengo que cambiarme. –paso hasta el vestuario y escucho como viene detrás-
Maca, tengo que cambiarme. –me giro suspirando y es cuando veo que cierra la
puerta.
M: ¿Estás enfadada?
E: ¿Y por qué iba a estar enfadada? –la miro esperando una respuesta que sé no me va
a dar- Tengo que ponerme a trabajar, de verdad. –vuelvo a girarme y ya es que me da
igual que esté o no cuando me quito la camiseta.
M: Tranquila, ya me voy.
E: Gracias.
-Vale.
-Doce… -apenas susurra y dejo de limpiarle la herida para mirarle- Cumplo los trece
mañana.
E: ¡Mañana! Qué guay. –sonrío volviendo a pasar la gasa y la veo entonces sonreír de
lado y con algo de vergüenza- A mí me llevaron a la playa cuando cumplí los trece.
-¿Si?
E: Sí, los cumplo terminando agosto y como me gusta mucho la playa… -sonrío de
nuevo y escucho la puerta del box.
M: Hola.
167
Sin remedio
M: Está bien. –la veo sentarse junto a la camilla y dejo de limpiar para que la mire- ¿De
dónde te caíste?
-Un poco. –asiente y frunce el ceño al nota que le vuelve a doler- Caí de espaldas y no
vi donde lo hacía, por eso di con la frente.
M: Bueno, Esther te va a dar dos puntitos y te voy a hacer una placa para ver que no te
hayas hecho anda mas ¿Vale?
-Vale.
-Sí.
E: Bien.
Yo sigo a lo mío que no quiero coser a la cría donde no debo. Pero bueno, tengo la
suerte que trabajando como ahora, llevo mejor tenerla cerca. Aunque tarde o
temprano tendré que hablar con ella. Y mañana no trabajo, no sé si Dani querrá que
nos veamos mañana o ya se despedirá hoy. La voy a echar de menos… La verdad es que
sí, la parte no enamorada de esta pediatra pesada, la echará de menos.
E: Esto ya está.
E: Ahora nos vemos. –sonrío y ella lo hace otra vez con algo de vergüenza,
consiguiendo que siga sonriendo cuando salgo del box- ¿Qué pasa?
M: Nada, solo quería saber si estabas bien. –un poquito cansada, suelto el aire cuando
me giro para mirar hacia otra parte.
168
Sin remedio
Si alguien me llega a decir que yo me tiro medio turno esquivándola me rio en su cara.
Pero así ha sido, me he tirado más de tres horas escondiéndome y saliendo de donde
ella entraba. Se va a enfadar, lo sé y me da igual. Pero hoy no estoy para tonterías y
paso de tener una conversación estúpida.
Y lo único que quiero es llegar a casa, Dani me ha visto irme y no me ha dicho nada, así
que supongo que mañana me llamará o algo. Aunque tampoco tendría por qué
hacerlo. Ella verá. Yo hoy paso de calentarme la cabeza.
Después de dar un paseo por el parque y pasarnos a por la peli, volvemos y el pobre va
directo a beberse por lo menos un litro de agua. Está asfixiado.
Pongo el dvd y me voy directa a la cocina para meter la cena en el horno mientras me
pongo a prepararme también una ensalada y algo fresco para beber. Apenas veinte
minutos después ya estoy lista para cenar delante de la tele, con mi airecito puesto y
todo el sofá para mí.
E: ¡Me cago en la leche! –dejo el helado en la mesa y me voy sin ocultar mi enfado
hasta que llego a la puerta, abriendo en un movimiento rápido y viendo como mi
querida vecina casi da un paso atrás asustada- ¡Oportuna, coño!
E: Nada, hija… nada. –sin decir nada más me doy la vuelta y me vuelvo al salón para
seguir viendo mi película. Aunque ahora de poco me voy a enterar, la mitad de mi
cerebro ya está pendiente de verla entrar y llegar hasta el sofá.
M: ¿Qué ves?
E: Una película.
M: Eso ya lo veo.
M: Ah… esta ya la he visto. –mi cabeza gira con rapidez y veo entonces como está
cruzada de brazos mirando hacia la televisión.
169
Sin remedio
E: Como digas algo te vas. –vuelvo a mirar a la televisión, pero habiéndome dado
tiempo a ver como sonríe- Que te quede claro.
Haciendo un esfuerzo sigo pendiente de la trama y casi lo consigo, pero es una mínima
parte la que sigue concentrada en cada movimiento que pueda hacer. Bueno, algo es
algo.
M: Si te lo digo me echas. –la miro frunciendo el ceño y ella vuelve a sonreír- Prefiero
no arriesgarme.
E: De verdad, eh… -suspiro cuando decido recoger las piernas sobre el sofá y sigo
comiéndome mi helado- Si quieres tráete una cuchara de la cocina.
Se levanta en un segundo y yo sigo flipando, ¡En qué mundo vivo! Otros tres segundos
y ya vuelve para sentarse aun más cerca de mí y meter la cuchara.
E: Tú ni te lo pienses.
Cuando la película por fin termina me levanto para recoger la mesa. Ella me ayuda sin
tan siquiera pedírselo y vuelvo al sofá sin haber dicho nada tampoco.
M: ¿Te ha gustado?
E: Sí, no está mal… -con el mando en la mano empiezo a cambiar de canal- ¿Tenemos
algún turno que yo desconozca?
M: ¿Turno de qué?
E: No sé… -tiro el mando encima de la mesa y me cruzo de brazos para mirarla- Con ella
comes y luego duermes conmigo ¿o como va?
La veo apretar la mandíbula con fuerza, tanta que sé que me he pasado. Pero es que
como no reacciona, pues vamos a ser todos igual para ver como sale esto. Aquí todos
moros o todos cristianos, por no decir otra burrada.
M: ¿De verdad prefieres que no te vea? ¿Ni que te busque o que esté contigo? –bajo la
vista porque no esperaba que fuese a salir por ahí- Si es así, y de verdad no quieres
verme, no te molestaré.
E: Sabes que no te voy a pedir eso. –me vuelvo a levantar, más que nada porque tengo
que ir al baño, espero que no me persiga porque entonces mal vamos.
170
Sin remedio
Mientras no salgo lo único que puedo hacer es seguir dándole vueltas. Dani se va
mañana, es lógico que quisiera comer con ella, lo que no es lógico es que pase la noche
conmigo. ¡Menuda mierda! Cuando vuelvo a salir está sentada en el suelo con Orlando.
E: Perdona, no debí decirte eso. –me dejo caer en el sofá de una forma un tanto
brusca, pero me da igual, estamos en mi casa.
E: No sé qué haría en tu lugar, así que no puedo decir ni una cosa ni la otra.
M: Hemos hablado de ti. –mi ceja sube palmo y medio pero prefiero no decir nada no
sea que meta la pata.
E: ¿De qué?
E: ¿Qué le dijiste?
E: Y eso… -no puedo evitar sonreír. No puedo mentir y decir que no está para
comérsela ahora mismo con esa espontanea timidez.
M: Sí.
E: Ya. –carraspeo, más que nada por seguir haciendo un poco de ruido aunque sea por
unos segundos más y decido apagar la televisión.
M: ¿Uhm?
E: Que te has dormido y te va a doler el cuello como vuelvas a dormir aquí. –susurro
apenas porque sigue sin abrir los ojos.
M: No pasa nada, estoy bien. –tengo que sonreír cuando se acurruca. Me da cosa
mandarla a su casa, está claro que no es lo que quiere.
171
Sin remedio
E: ¿Y no crees que será mejor dormir en una cama? –dejo pasar unos segundos hasta
comienza a abrir los ojos y ladeo el rostro- Te dejo algo para dormir.
M: Vale.
Asiento una sola vez antes de levantarme y empiezo apagando luces para salir al
recibidor. La escucho seguirme hasta que me voy a la puerta para pasar la llave y
caminar hasta el dormitorio, donde ella aun no ha entrado manteniéndose en la
puerta.
Paso por su lado para ir al armario y busco entre mi ropa, una camiseta y un pantalón
corto creo que será suficiente.
E: Toma, te servirá.
M: Gracias.
Se gira para ir al baño y yo aprovecho para cambiarme en la habitación. Como esto siga
así no sé si llegará el día en que no meta la pata. Porque en menudos líos me mete la
tía. Me quiero quedar y me quedo, así va el mundo.
Ya en la cama me vuelvo a levantar para abrir la ventana. Esta noche hace calor y mejor
que entre fresquito.
M: Me encanta como huele el jabón que tienes en el baño. –entra oliéndose las manos
y tengo que sonreír antes de echarme de nuevo.
E: A mí también.
Cuando termina por colocarse en la cama apago la luz, quedándome bocarriba. Esto
me pone más nerviosa de lo que creía. Más que nada porque ella está de lado y
aunque no haya luz, al cabo de un rato hasta yo veo cualquier cosa que me proponga.
Por lo que mi subconsciente me hace girarme y quedar de cara a la ventana, y al mismo
tiempo le doy la espalda a ella. No me gusta, pero de otra manera no pego ojo, que me
conozco.
Pasados unos minutos empiezo a relajarme, pero todo acaba cuando noto que se
mueve, más concretamente, que se acerca.
M: ¿Te importa? –se pega a mi espalda y yo trago saliva cuando siento que pasa un
brazo por mi cintura.
E: No.
M: Bien.
Suelto el aire de la forma más tranquila que puedo cuando ya no puede pegarse más a
mí, pero aun peor, cuando la noto respirarme en la nuca. Aunque no lo entiendo ni yo,
busco su mano para aferrarme a ella, lo que sé que le invita a abrazarme aun más. Creo
que era lo que realmente quería que hiciese.
172
Sin remedio
Las pisadas de Orlando por la cama me han despertado. Con lo a gusto que estaba yo…
tendré que decirle a Maca que le enseñe a no subirse otra vez. ¡Maca!
Me giro todo lo rápido que puedo, descubriéndome sola en la cama. Cosa que me hace
suspirar y hundir el rostro en su parte de la almohada, aspirando con fuerza y
abrazándome a ella cuando de nuevo miro hacia mi saco de pulgas.
E: ¿De ti se ha despedido? –lo veo echarse a mi lado, momento en que arrugo la frente
porque tiene algo liado en el collar- Sí, hombre. –sin creérmelo del todo desato lo que
hace que un papel no se caiga del cuello de Orlando y lo desenrollo sentándome y sin
poder dejar de sonreír- Me hubiese gustado despedirme de ti, pero dormías muy a
gusto. Espero verte luego si quieres. Un beso. Maca.
Me dejo caer con toda la parsimonia del mundo sin soltar el papel y sin dejar de
mirarlo tampoco, sonriendo y sin querer dejar de hacerlo. Notando como Orlando me
olisquea entre el pelo queriendo llamar mi atención.
E: ¿Qué vamos a hacer, chico? –sonrío aun mas cuando noto que me chupa la cara y
entonces me pongo de pie sobre la cama, escuchando como comienza a ladrar y yo a
reír- ¡Qué hacemos, eh! –empieza a saltar como un loco y yo lo hago para llegar al
suelo y correr- ¡A ver quién gana!
Una ducha rápida, un desayuno aun mas rápido, y con ropa fresca para dar un paseo
con mi chucho, es lo que me tiene entretenida por poco más de media hora antes de
abrir la puerta.
E: ¡Verás qué buen día hace! –abro con una sonrisa y siento como se esfuma en
cuestión de un segundo cuando la figura de Dani se me revela sin darle tiempo a que
llame al timbre- Ho… hola.
D: Hola.
E: Ya me tomé un café, tranquila. –paso hasta el habitáculo y ella pulsa la planta baja.
D: Bueno, yo decía algo más que un café. Conozco la mejor cafetería de todo Madrid, y
encima tiene terraza. –sonríe acariciando a Orlando, que como es costumbre, está
mirando la puerta preparándose para salir.
173
Sin remedio
¿Esta mujer sabe que Maca lleva dos días durmiendo en mi casa? Si no es así y llega a
venir antes encontrándola conmigo ¿qué? ¡Dios! Otra vez con esta tortura no, por
favor.
Salimos a la calle y abre el coche desde el mando a distancia. Genial, encima vamos
lejos y no podré escaparme si fuese necesario.
D: Aquí es.
Cuando aparca soy la primera en salir para bajar a Orlando y ver como el pobre se va
en una carrera hasta el árbol más cercano.
E: Es muy listo. –sonrío sin poder evitarlo mientras espero a que vuelva- Parece que
naciese ya sabiendo ruso.
D: Pues casi.
Cuando vuelve con nosotras vamos sin esperar nada mas hasta una de las mesas que
forman la terraza de la famosa cafetería. Orlando olisquea a nuestro alrededor pero sin
alejarse mucho mientras pedimos y de nuevo nos quedamos en silencio.
D: ¿Qué tal la noche? –mi cara se trasforma en cuestión de una milésima de segundo y
ella sonríe apenas antes de comenzar a negar- No tienes remedio… sé que Maca
durmió contigo.
E: ¿Si?
D: Sí, no tienes que poner esa cara… -mira a Orlando que de nuevo se acerca- Aun no lo
sabe, pero ya he aceptado la plaza en el hospital.
E: ¿No vas a volver? –no sé si cara refleja el repentino pánico que he sentido y que mi
cerebro no ha sabido asimilar- No puedes hacer eso.
D: ¿Por qué?
174
Sin remedio
E: ¡Pues porque no! ¿No te das cuenta que todo lo que haces no tiene ni pies ni
cabeza? ¿Dónde tienes el sentido común, Dani?
D: La que parece no encontrarlo eres tú, Esther… está claro quién sobra aquí. Lo asumo
y me alejo, no voy a tomar una actitud amargada y enfurecida con el mundo porque mi
pareja se haya dado cuenta de que quiere a otra persona. Eso solo pasa en las malas
películas.
E: ¿Y en las buenas?
D: En las buenas… quien sabe que sobra se marcha sin montar un espectáculo, dejando
que una buena amiga cuide de quien más quiere, y quedándose tranquila sabiendo
que todo estará bien y sabrán lo que tienen que hacer.
E: Y una mierda. –me cruzo de brazos bastante enfadada justo cuando el camarero
llega con nuestras cosas. Lejos de incomodarle, la veo empezar a echar el azúcar en su
café y prepararse sus tostadas.
D: ¿Por qué te cuesta tanto entender que me marche? –da un mordisco a la rebanada y
luego vuelve a mirarme- Lo absurdo seria oponerme, saber que aun así acabaré
perdiendo, y encima hacer el ridículo ¿no?
D: Ahí te equivocas, Esther… he hablado mucho con Maca, incluso antes de que
hablase contigo. La he visto no poder dormir, cambiar de humor en cuestión de un
minuto, ponerse nerviosa por cualquier cosa… y lo he intentado, claro que lo he
intentado… ¿pero qué se hace cuando ves que nada es suficiente porque no tienes
nada que hacer?
¿Y cómo le hago yo ver lo que no entiendo? Si cada vez que lo intento encuentra un
recurso por donde tirar y dejarme callada. ¡Pero es que no lo entiendo! Una persona
no deja que la persona a la que quiere se vaya con otra así como así.
D: ¿Por qué? También la quieres ¿no? –vuelvo a mirarla y está sonriendo de lado y con
los brazos cruzados bajo el pecho- Cuando hay amor de por medio no vale quien
estaba y quien llegó después. Esa excusa no me vale. –suspiro bajando la vista y me
doy cuenta de que no tengo mucho más que decir- Te he visto la cara nada más abrir la
puerta. Si eres tan feliz por solo dormir con ella, ¿cómo esperas que me quede
sabiendo que ella está igual que tú?
Después de ver que no podía decir nada más, hemos regresado al coche para poner
rumbo a casa y sin decírselo, sabe que se lo agradezco.
175
Sin remedio
No contaba con ese nuevo cambio de planes de no volver. Nunca hubiese contado con
eso por muy loca que esté. Yo esperaba un tiempo, que se fuese, volviese, y entonces
ya mi mente se perdía en un sinfín de probabilidades que no he querido cuestionar
hasta ahora. Pero si ella no va a volver, o por lo menos no de forma permanente, lo
cambia todo. ¿Cómo reaccionará Maca?
D: Bueno… -me giro para mirarla justo cuando suspira y me doy cuenta de que ya
hemos llegado. Me dedico a bajar y a dejar salir a Orlando cuando ella también lo hace
y se queda frente a mí.
D: Supongo que vendré a haceros una visita… pero ya será por navidad. –se encoge de
hombros- Espero poder venir para estar con mi familia.
D: ¿Te puedo pedir un favor? –sonríe- Tómatelo como el último que te pido y que
tienes que concederme como regalo de despedida. –sigo mirándola sin decir una
palabra y dándole pie a continuar- No pierdas mucho el tiempo, luego te darás cuenta
de que ya no vas a poder recuperarlo.
No puedo hacer otra cosa que no sea suspirar y ella aprovecha para acercarse y
abrazarme. Mis brazos tardan cosa de cinco segundos en reaccionar y contesto al gesto
con más fuerza de la que creía poder expresar dado el estado en el que estoy.
D: Seguro que alguien consigue que no pienses en eso. –se separa con otra sonrisa y yo
apenas la suelto- Cuida de ella.
E: Cuídate tú.
También temo la reacción de Maca. Por mucho que esté pasando, es lógico y natural
que Dani le importe muchísimo, tanto o más que yo, si es que es cierto que yo le
importo tanto como quiere que crea. Y si a mí me cuesta entender lo que va a hacer, y
sé que la echaré de menos, me da que ella lo pasará peor y puede que se replantee
tantas cosas que me da hasta pánico solo de pensarlo.
176
Sin remedio
Llego a ver de reojo como Orlando se coloca a mi lado, sentándose pegado a mi pierna
como si se dejase llevar por lo mismo que yo y no deja de mirar hacia el coche.
Terminando por sentarse en sus patas traseras y permanecer así erguido sin moverse.
No he sabido nada de Maca hoy. Creo que el plan de vernos, tal y como decía en su
nota, pasó a mejor vida hace un rato. Y por una parte, mucho más grande que otra,
estoy asustada. ¿Y si todo cambia sin que yo me entere? ¿Y si mañana llego al hospital y
me entero de que ha decidido irse con ella? ¿Cómo se va a tomar el saber que Dani no
va a volver? Porque como ella dijo, no es capaz de dejarla. Y comprendo que fuese su
último cartucho. “Me voy, te quedas o puedes venirte conmigo” Seria lo más sensato
dada su postura en esto. Es un juego limpio y que podría salirle bien.
El timbre suena y mi cuerpo reacciona antes que mi cabeza, haciendo que casi me
precipite del sofá para correr hasta la puerta y abrir en cuestión de un segundo.
E: Eres tú… -mi cuerpo se deshincha al ver a Iria parada frente a mí.
E: Perdona… esperaba que fuese Maca. –me hago a un lado dejándole paso para entrar
y voy tras ella hasta el salón- ¿Cómo estás?
I: Hecha una mierda. –suspira y ambas nos miramos. Es curioso, pero me parece estar
mirando un espejo.
E: Lo siento.
I: ¿Y por qué esperabas que fuese Maca? ¿Has quedado con ella o era intuición
desesperada?
E: Me dejó una nota esta mañana, por si quería que nos viésemos esta tarde, pero no
ha aparecido… -suspiro y me cruzo de brazos- Después me enteré de que Dani iba a
despedirse de ella, así que supongo que no tendrá ganas de nada.
E: ¿Que te vas a donde? –la miro extrañada y creo que casi asustada, esta mujer
siempre sale por donde menos te lo esperas.
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Sin remedio
E: Pero ¿qué dices? –me inclino sin poderlo evitar y sin dejar de mirarla- ¿Estás loca?
E: Mira… hoy os habéis propuesto joderme el día. No tiene otra. –enfadada me levanto
para ir rumbo a la cocina ¿para qué? Ni yo misma lo sé.
I: Esther.
E: Déjame. –abro la nevera para sacar una lata, la más fría que tenga y la abro para dar
un buen trago cuando me giro.
I: Sabes que no tardaré mucho en volver, pero necesito irme. –dejo de nuevo la lata en
la encimera y sigo mirándola cuando se encoge de hombros- No te enfades.
E: Me dejáis sola.
Nada mas aparcar el coche mis ojos se clavan en la moto. Está aparcada donde siempre
y no la he escuchado salir de casa esta mañana. Cosa que me hace estar más nerviosa
de lo que estaba. ¿Dónde habrá dormido?
Suspirando decido bajarme y cruzo el bolso en mis hombros, caminando sin prisa. La
verdad es que llego media hora antes. A ver qué hago ahora.
Sin poderlo evitar mis pies se paran junto a la moto, dándome cuenta entonces que no
he dejado de mirarla desde que empecé a andar. Y de nuevo, sin ser consciente de los
impulsos que me manda el cerebro, mi mano se alza hasta tocarla.
E: Está fría.
Presa de los nervios empiezo a morderme el labio y miro hacia la entrada, Teresa ya
está en su mostrador. Seguro que sabe algo.
Sin más empiezo a caminar, frenando al ver como varios compañeros salen de su turno
y sonrío levemente a modo de despedida. Es lo bueno de no tener confianza con
mucha gente, no me tengo que parar, con una sonrisa sobra.
E: Buenos días.
T: Hola, guapa. –me desliza la carpeta para firma y no deja de mirarme- ¿Qué tal?
E: Bien. –asiento todo lo rápido que puedo y tras firmar le ofrezco otra pequeña sonrisa
para marcharme.
178
Sin remedio
Parece ridículo, lo sé. Cualquiera que me vea pensará que me he fumado algo y que
creo que las hormigas me quieren comer. Pero no. Es peor que todo eso. Creo que
Maca va a estar mal, tan mal que me dolerá más a mí que a ella y es lo que me hace no
querer verla, pero desearlo a la vez.
¿Pero realmente de qué vale que haga esto? Si la voy a ver igual. En algún momento
me la tengo que cruzar y ver la realidad, sea cual sea, y duela lo que duela.
Con toda la iniciativa que puedo mantener, me cambio rápido y abro de nuevo la
puerta, saliendo algo más lenta para sin bajar la vista en ningún momento, ir hasta
cortinas y ver cómo empieza el día. No hay mucho movimiento hoy.
G: ¡Esther! –me giro casi asustada y le veo venir hacia mí con rapidez- Tengo un plan.
E: ¿Plan?
G: Ya sé que… que bueno, que tú… ¡que te gustan las mujeres! –asiento lentamente
porque seguro que cuando termine de hablar me deja mas ojiplatica de lo que ya
estoy- Pero tengo en el box a Pierre Dubois.
G: ¡Cómo que no! Es un súper modelo… estuvo saliendo con la… Catista o Calista floja,
esa. –aquí ya no puedo no sonreír y niego sin dejar de mirarle- Lo que pasa es… si entra
alguna otra enfermera, puede sufrir un… un shock, hay que operar cerca de su aparato
reproductor y tú eres la enfermera… perfecta para este trabajo. –sonríe ampliamente y
se agarra del fonendo que rodea su cuello esperando una respuesta.
E: Vale.
179
Sin remedio
G: Tenia una carita la pobre… y encima menos Javier y yo, porque me lo contó… nadie
sabe que no vuelve en septiembre. –chasquea la lengua sin levantar la cabeza mientras
sigue con la intervención- Anoche mi Claudia y yo hablábamos de que ha tenido que
pasar algo… pero como Maca tampoco dice nada.
E: ¿Por qué crees que tiene que pasar algo? –lo miro medio asustada.
G: Dani no se iría así como así… y solo hay que ver cómo está Maca. Que le van a dar el
premio hoy como siga así. ¿Pero sabes qué? –me mira por primera vez y yo trago saliva
sin poder remediarlo- Creo que tú tienes algo que ver.
Entro en la cafetería sin darme cuenta hasta ese momento que no miro a nadie y
tampoco sé si por el camino he dejado a alguien con la palabra en la boca.
Con el vaso me voy hasta una de las mesas, la más apartada y arrinconada. Sintiendo
como me ha entrado un calor horrible por el sofoco y los nervios. Encima me voy a
tomar esto caliente y me dará un paparapijo seguro.
M: Hola.
Casi se me cae el vaso cuando esa simple palabra llega a mi cerebro. He tenido que
agarrar el vaso en proceso de vuelvo y después dejar las palmas sobre la mesa para
coger aire.
E: Hola.
Sin ser capaz de mirarla escucho como separa la silla para tomar asiento. Momento en
que la miro apenas y veo como tiene el gesto bastante serio.
E: ¿Cómo… cómo estás? –sigo mirándola cuando ella está con los ojos fijos en la mesa y
sorprendiéndome, acaba por cogerme la mano, girándola para que quede la palma
arriba, y de ese modo pasar el dedo por las líneas de la piel.
M: Un poco cansada. –yo aprieto los labios no queriendo decir algo inoportuno,
porque visto lo visto, pocas cosas puedo decir para no meter la pata- Apenas he
dormido, he llegado antes y ya no tengo nada que hacer.
180
Sin remedio
Sin dejar de tocarme la mano me mira entonces, sin cambiar el gesto y sin dejar que
vea nada distinto a cuando llegó. No sabría explicarlo, pero mi cuerpo reacciona con
una sensación incómoda. Sí, incómoda es la palabra. Todos los nervios que tenia se han
acumulado entre el pecho y el estomago. No puedo dejar de mirarla y conforme lo sigo
haciendo, estos nervios van cogiendo más espacio y siento que hasta las venas se me
cierran no dejando circular la sangre.
Sé que este es uno de esos momentos que la gente describe y que les ocurre al menos
una vez en la vida. El mundo deja de existir. Los ojos no ven más allá de los que a medio
metro los miran a ellos. Como si no hiciese falta nada mas, como si a esto se redujese
todo, como si hubiésemos nacido para estar ahora, aquí, haciendo esto. Sin más. Sin
hablar. Sin esperar nada más que nunca se termine y que el resto de la vida se llene así.
Meses y años de silencio por seguir mirándola.
Arancha me ha pedido que revise el pedido de farmacia. Lo malo es que llevo más de
veinte minutos sin haber leído una línea porque Maca está justo al otro lado del
mostrador. Está leyendo algo desde antes de que yo llegase y aunque sabe que estoy
aquí, no me ha vuelto a decir nada.
M: Llevas un rato sin mirar el papel. –me tengo que erguir por la sorpresa, porque ni
mucho menos esperaba que dijese nada.
E: Ya.
M: ¿Necesitas que te eche una mano? –se gira entonces moviendo la silla con ella.
M: Vale.
Cuando la vuelvo a mirar ella está de nuevo dándome la espalda. Leyendo lo que sea
que leía, y yo necesito suspirar antes de marcharme. Esto no me gusta nada. Que ella
esté así no me gusta nada y no sé qué tengo que hacer, o si puedo hacer algo.
R: ¿A dónde vas con esa cara? –siento el tirón y es cuando me doy cuenta de que me
habla a mí.
E: Da igual.
Me suelto de su mano y sigo el camino que me lleva directamente a los aseos. Soltando
la carpeta en el primer sitio que pillo y abriendo el grifo del agua fría.
181
Sin remedio
R: Esther. –vuelvo a escucharla cuando entra sin dudarlo y yo sigo en mi intento porque
el agua arrastre toda esta mierda que no se controlar- ¿Qué te pasa?
E: No me pasa nada. –sacudo las manos, casi de manera brusca para después
esquivarla e ir hacia la toalla- ¿Qué quieres que te diga?
R: Dale tiempo ¿vale? –la miro sorprendida y asiente- Dale un par de días para que lo
asimile, para que sepa que es ahora cuando tiene que hacer lo que quiere, y entonces
habláis otra vez.
La veo suspirar y relajarse para quedar contra la pared. Mirándome después al mismo
tiempo que se cruza de brazos mientras yo espero no de muy buen humor que
empiece a contarme lo que sea que sabe sobre todo esto.
R: No podía decirte nada, porque lo mismo que tú me contabas cosas, Dani también lo
hacía.
E: ¿Dani?
R: No es una súper woman, eh… también tiene sus momentos bajos y necesita
desahogarse con alguien, y ella y yo siempre hemos podido hablar sin problema.
E: ¿De qué?
R: De qué va a ser, Esther… pues de vosotras, de Maca… de ti… y créeme, sabe lo que
hace y lo que ha hecho. Sabía que hoy Maca estaría así y por lo que has visto no se ha
equivocado. Por eso te digo que le des un par de días para que asimile.
E: Pero es que no entiendo que… -no termino la frase porque ni yo sé cómo hacerlo- Si
tan mal lo va a pasar hubiese sido mejor que se fuese con ella.
R: Dani me dijo hace dos días que sabía que Maca no era capaz de decirle que no
quería seguir con ella, pero que se lo preguntó y no le hizo falta una respuesta cuando
la miró. –suspiro y siento como por primera vez en muchos días, se me queda la mente
en blanco- Dale un par de días.
Y ese par de días han pasado sin cambio alguno. Apenas me habla, apenas me mira, y
no digamos de algo de eso fuera del hospital. Cuando entra a su casa es que ni la oigo,
debe hacerlo con el mayor de los cuidados para no cruzarse conmigo y no darme la
posibilidad de buscarla.
Han pasado dos días con sus dos noches, en las cuales no he podido hacer otra cosa
que no sea llorar y llorar. El motivo ni yo misma lo sé. Pero esto es insufrible.
E: Una que se va… -abro el bolso sobre el mostrador mientras Maca permanece en
silencio y sin cambiar nada junto a Teresa.
182
Sin remedio
E: La verdad es que no, he quedado con una amiga y nos vamos a tomar algo. Que para
eso es viernes y hace tiempo que no me relajo.
T: ¡Muy bien que haces! –me da en la mano y yo miro de reojo a Maca que ha dejado
de escribir pero no de mirar lo que escribía- Pásatelo bien.
E: Gracias, Teresa. –el sonido del claxon hace que me gire y vea a Bárbara dentro de su
coche esperando y con la música esa suya a todo lo que da- Hasta el lunes.
Sin más empiezo a caminar, pero algo más lenta por haberme cruzado con sus ojos en
tan solo medio segundo antes de despedirme. Es cierto cuando se dice que se siente
cuando alguien te mira, pero solo si ese alguien tiene el poder de hacer que cualquier
cosa a tu alrededor pase a un segundo plano con solo poner sus ojos en ti.
E: Hola.
B: ¿Y esa cara? –niego con rapidez mientras me pongo el cinturón y ella acelera
dejando libre la salida de ambulancias.
B: He quedado con Nicolás y Trini en la placeta, nos tomamos algo al fresquito que
luego te metes en cualquier parte y entre el humo y el calor sales peor.
E: Bien.
B: La que no nos ha quitado los ojos de encima es ella ¿Verdad? –sin pensarlo me
agarro al asiento y suspiro sin dejar de mirar al frente- Es guapa.
B: Captado.
Cuando llego a casa Orlando está tan dormido que solo atina a seguirme hasta la cama,
y yo tan casada que solo atino a dejarme caer sin quitarme siquiera la ropa. No he
dejado de pensar un solo segundo en ella, preguntándome como estaría o qué estaría
haciendo.
183
Sin remedio
suelo sin dudar es que son las siete de la mañana y que alguien toque mi timbre a esta
hora no es nada normal.
E: ¿No habrás venido conduciendo, verdad? –tiro de su brazo y la hago pasar para
cerrar la puerta.
B: No, Nico está en mi coche esperándome. ¿Me das el teléfono? Lo metí en tu bolso y
me hace falta… ¿estabas durmiendo?
E: Va a ser que sí. –girándome voy hacia el bolso para buscar ese maldito móvil,
¿Cuándo coño lo metió aquí sin que yo me diese cuenta- ¿Por qué lo metiste en el
bolso?
B: Es que estando en el pub llegó Bruno, empezó a contarnos no sé qué rollo con David,
luego apareció David, empezaron a discutir y… -se detiene entonces y alza la mano en
un aspaviento que me hace sonreír- Me voy que tengo sueño.
B: La que deberías llevar tú si no fuese por la pija esa por la que te has colado. –se gira
de nuevo y me ha dado hasta miedo- ¿Has hablado con ella?
B: ¿Sabes qué Esther? –la miro cuando aún no ha terminado de salir y espero a que
continúe- ¡Eres una tía cojonuda! ¡Cojonuda!
B: Perdón. –se lleva la mano a la boca y vuelvo a sonreír- Que eres una tía cojonuda…
-susurra y casi me tengo que reír esta vez- Y que si la tipa esta no lo ve, que le den por
saco… tienes mil tías en la calle para elegir.
E: Vale. –asiento y entonces, y casi por arte de magia, la puerta de enfrente se abre y
las dos miramos hacia ella, descubriendo como Maca aparece bastante despierta tras
ella.
184
Sin remedio
E: Hola.
M: Hola. –suspira cerrando la puerta y llama al ascensor- ¿Te has divertido, no? –
pregunta sin mirarme.
Mi ceja ha ascendido dado el grado de mala leche que ha salida despedida de su boca.
Tanta que de todas las posibles contestaciones que habitualmente podría usar, no me
sale ninguna.
E: ¿Perdona?
M: Por lo menos tu amiga se ha ido bien contenta. –sigue cruzada de brazos y sin
mirarme, cosa que me molesta aun mas.
M: En absoluto. Que se vaya de tu casa a las siete de la mañana es lo más normal del
mundo… es la hora perfecta además.
E: ¿Eso lo sabes tú muy bien, verdad? –no sé ni por qué le contesto esto pero me está
poniendo de una mala uva que no lo sabe ni ella.
M: Pues no, yo eso no lo sé. –me mira por primera vez y permanece con ese gesto de
disgusto.
M: Ni yo te la he pedido. –el ascensor llega y aunque las puertas se abren ella sigue sin
moverse y sin dejar de mirarme.
Sin poder soportarlo más giro sobre mis talones y cierro la puerta. ¡Pero qué se ha
creído para hablarme así! ¡Ni mi madre se atreve! Será posible… ¡Pues sí hombre! Con
lo a gusto que yo estaba en la cama durmiendo. ¡A la mierda el día! Y bien temprano,
para qué esperar. Menuda mierda
E: Chico.
De rodillas frente a él le toco y apenas abre los ojos. Y es aquí cuando ya me entra el
ataque de nervios y lo cojo en brazos, escuchando como apenas le sale un leve quejido.
185
Sin remedio
No pasa un minuto cuando me estoy vistiendo a toda prisa. Es que como le pase algo a
él me muero. ¡Lo que me faltaba para coger más disgustos! Apenas cinco minutos
después estoy cogiendo las llaves del coche y yendo hasta las páginas amarillas. Tiene
que haber algún veterinario de guardia cerca de aquí.
Después de dos llamadas lo cojo en brazos y me monto en el ascensor, sigue con los
ojos cerrados y ya me está entrando hasta angustia del ataque de nervios.
E: No me hagas esto, eh. –casi en una carrera llego al coche y abro con el mando,
apañándomelas para abrir la puerta trasera y dejarle tumbado.
M: ¡Esther!
Sin soltar del todo a Orlando me giro viendo como está cruzando desde la otra calle en
una carrera. Me vuelvo a girar hasta dejarle cómodo y cierro la puerta.
M: ¿Qué pasa?
E: Orlando se ha puesto malo. –corro hacia mi puerta y abro para montarme sin perder
más tiempo, viendo justo cuando meto la llave como la puerta trasera se abre y ella
sube montándose junto él.
M: ¿Qué le pasa?
E: ¡No lo sé!
El veterinario se ha metido con Orlando en una habitación y llevan ahí más de cuarenta
minutos, de aquí voy a salir calva. Tengo un estado de nervios demasiado grande para
no sentirme hasta mal.
E: Da igual. –empiezo a frotar las manos por encima de mis vaqueros, la verdad es que
no tengo la cabeza para remover ese estúpido momento de esta mañana. Lo único que
quiero es ver a mi perro salir en una carrera y poder cogerlo.
186
Sin remedio
E: Maca… -suspiro en una mínima negación y antes de escuchar la puerta abrirse. Algo
que hace que me incorporé con tanta rapidez que me parece que incluso la dejo con la
palabra en el aire.
-Esther.
E: Sí. –voy en dos pasos hasta el veterinario que se quita los guantes y yo lo miro
desesperada- ¿Cómo está?
-Tiene una pequeña inflamación intestinal, algo que ha comido le ha producido una
infección y lo que tenia era una molestia muy grande, pero no es tan grave como
parece.
E: ¿Entonces?
-Le estamos poniendo una solución salina para que le limpie el intestino y creo que ya
mañana podremos darle algo para comer.
-Te doy mi palabra. Mañana vienes por la tarde y ya te digo como sigue su dieta y te lo
llevas a casa.
E: Gracias.
187
Sin remedio
M: Esther…
El ascensor llega y las puertas se abren haciendo que dé un paso adelante para entrar.
Ella me sigue y pulsa la planta mientras yo sigo en mi tintineo particular, en otras
circunstancias me pondría histérica, pero ahora mismo es lo único que puedo hacer.
E: Y soy yo quien lo paga, ya lo he visto. –la corto sin poderlo evitar pero tampoco la
miro- Lo he pillado, no te preocupes.
M: No digas eso, por favor. –la miro entonces y es que la mala leche ya me sale hasta
de los parpados- De verdad que lo siento.
E: Lo sientes ahora, pero hace un rato no era así y bien que te has despacho conmigo
por una gilipollez tremenda.
M: Lo siento.
M: Tienes razón.
Las puertas vuelven a abrirse y salgo después de un par de segundos, caminando con
decisión hasta llegar a mi puerta y meter la llave sin pensármelo mucho.
M: ¿Podemos hablar?
M: Por favor.
E: Mejor otro día… -abro la puerta y la mantengo abierta antes de girarme- Te duchas y
te quedas tranquila para pensar en lo que quieras.
La veo bajar el rostro despacio, tanto que se me amarga la boca por no disculparme yo
y decirle que no pasa nada. Termino desviando la mirada y pasando, cerrando y
quedándome pegada a la puerta para seguir conteniéndome. Qué mal lo hago.
He necesitado suspirar cuando clavo la vista en el suelo y siento una terribles ganas de
llorar, viendo como esa sensación se ve interrumpida por unos pasos al otro lado de la
puerta.
188
Sin remedio
M: Esther… -cierro los ojos apretando las manos con fuerza sobre la madera,
mordiéndome incluso el labio para que el dolor físico me mantenga distraída.
No se escucha nada, pero algo me dice que sigue al otro lado, demasiado cerca de mí
como para que lo ignore, demasiado cerca para que pueda alejarme de aquí, y cuando
de nuevo las lágrimas quieren y se empeñan en salir, mi gesto se pierde en alguna
parte de mi cabeza, pierde cualquier expresión y todo porque apenas unos golpes en la
puerta han captado de manera absoluta mi atención, apenas un sonido que no podría
llegar más lejos de mí. Consiguiendo que mi razonamiento tome velocidad y me haga
entender de qué se trata. Mi corazón se para tan rápido que el resto de mi cuerpo se
deja deslizar hasta quedar sentado en el suelo.
- --.-
Las manos me tiemblan, el sudor recorre mi frente, perlándola en una luz inexistente.
Mis dedos se engarrotan contra el suelo y sigo sin ser capaz de reaccionar. No lo
consigo y veo como el tiempo se me ha parado en este instante. Soy casi capaz de ver
el microscópico polvo deslizándose por el aire que entra en mis pulmones. Es una
reacción que jamás había sentido y me da pavor moverme. Romper el silencio, el
estado que mi cuerpo ha tomado. La defensa que me he obligado a tener.
Y es ahora cuando la mente me juega otra mala pasada. ¿Lo habré imaginado? ¿Habrá
sido mi desesperación la causante de esto? ¿Tanto quería recibir esa información que
he saltado todas las leyes de la cordura dejándome vivir este momento aunque fuese
producto de una imaginación portentosa?
Algo me dice que no. El incesante repiqueo bajo el pecho me dice que no. Pero han
sido cinco golpes contra la madera, cinco golpes marcando esas dos letras que he visto
en cuestión de un parpadeo. Una t y una q… te quiero. ¿Me quiere?
Mis ojos se abren y me doy cuenta de que sigo en el suelo. Ya no veo ese polvo
deslizándose, siento el calor en mi cuerpo. El dolor de los dedos al haber dejado de
hacer presión. Pero el incómodo ritmo de mi corazón persiste.
189
Sin remedio
Con las manos en el suelo ejerzo la fuerza necesaria para ponerme en pie. Casi de una
manera torpe, inútil, que me hace hacerlo más lento de lo que querría. Siento la fría
temperatura del metal en el pomo y abro con miedo. La imagen de mi mente se repite.
Un espacio vacío que no he podido evitar. Mi rostro se gira, mi cuerpo se deja caer de
nuevo aun con la puerta abierta y necesito coger tanto aire como mis pulmones puede
detener.
¿Cuándo me convertí en alguien tan cobarde? Yo nunca he sido así. Nunca he querido
ser así.
¿Y ahora qué? Sabe de sobra lo que siento por ella, y ahora mi cabeza intenta asimilar
sin conseguirlo que ella pueda sentir algo mínimamente parecido.
El corazón se me vuelve a disparar y necesito cerrar los ojos sabiendo que se avecina la
ya conocida sensación de mareo. Noto como el aire se vuelve más denso, más difícil de
atrapar y lo consigo hacer en dosis demasiado pequeñas para lo que realmente
necesito.
No sé ni las horas que llevo aquí sentada, moviéndome apenas cuando el cuerpo me
pide un cambio de posición por todo el tiempo inmóvil. El sol se escondió dejándome
en una oscuridad tranquila y apacible, donde podía tener los ojos abiertos sin
encontrar nada que mirar.
Me muevo casi por primera vez en horas cuando escucho un ruido fuera del salón.
Mecánicamente me levanto y me doy cuenta entonces que ha sido el timbre. Algo que
me hace detenerme frente a la puerta sin saber qué hacer. Una segunda vez y mis pies
se mueven por si solos hasta poder llegar y abrir, encontrando lo que ayer mismo no
encontré.
M: Hola.
E: Hola.
190
Sin remedio
E: Claro.
Sin pensarlo mucho me giro para coger las llaves y volver a cerrar. Me quedo mirando
al ascensor mientras este no llega y aprecio ese olor que podría reconocer sin tan
siquiera proponérmelo. El que puedo imaginar sin esfuerzo.
Las puertas se abren y paso primero haciendo que quede por detrás.
E: Ya.
Asiento sin mirarla y sigo guardando silencio hasta que salimos a la calle. El sol me da
de lleno y es como si despertase por completo. La oscuridad no me ayudaba, por el
contrario me hacia seguir en ese extraño estado de confusión. Y mientras entro en el
coche lo veo todo más claro. No fue mi imaginación, fue real, esos golpes fueron reales
y yo abrí la puerta viendo que no estaba, se había marchado.
M: Esther.
M: ¿Estás bien?
E: Sí… -carraspeo antes de girar las llaves y encender el motor, tardando menos en
incorporarme a la carretera y poner rumbo a la clínica.
Y es ahora cuando caigo en la cuenta que si fue real, que no me lo estoy imaginando…
¿Por qué no dice nada al respecto? Este pensamiento me hace mirarla tan solo un
segundo para ver como sigue con su vista al frente.
Diez minutos después de llegar, el veterinario sale con Orlando a su lado. Que aunque
despacio, ya puede hacerlo por sí solo. No tardo ni dos segundos en cogerle en brazos y
besarlo de forma tan efusiva que incluso Maca sonríe sin dejar de acariciarle.
Después de explicarme su dieta y las gotas que tengo que estar dándole una semana
con la comida, salimos para volver al coche. Maca como ayer, lo hace en la parte
trasera para estar con él, recostándolo en su regazo y acariciándolo todo lo que
tardamos en regresar a casa. De nuevo en brazos llegamos hasta mi puerta y es ella
quien abre con mis llaves dejándome paso.
191
Sin remedio
M: Ya te ha dicho que hoy estará atontadillo… seguro que mañana vuelve a ser el
mismo bicho.
M: Vale.
Y es ahora, cuando mi preocupación por Orlando se disipa dejando más espacio para el
resto, que empiezo a mosquearme. ¡Por qué no habla de lo que dijo! ¿Espera que sea
yo quien se lance? Pues va lista si espera y quiere eso.
Quizás no se dejó llevar por… y una mierda. Si se hubiese dejado llevar la forma de
decirlo sería distinta, eso fue premeditado, tuvo que buscar como decirlo.
¡Premeditación y alevosía!
Me tiene harta, me tiene muy harta y cansada. Siempre que da un paso se estanca,
parece que retroceda otros dos y el que da no sirva para nada. Siempre tengo que ser
yo quien consiga que lo que ella hace o se supone que hace, valga la pena. ¡Joder!
M: Se ha dormido.
Mi cuerpo se gira de manera brusca, al igual que la mirada que le echo debe serlo aun
mas. Solo dura unos segundos, pero he visto que he conseguido el efecto que quería.
Me giro otra vez y sirvo dos vasos con el agua más fría de la nevera. Cogiendo uno y
dando un golpe con él en la mesa tras de mí y volver después a darle la espalda para
beberme el mío.
M: ¿Qué pasa?
E: Jum… -termino de tragar cuando aprieto los labios y clavo la vista al frente- La
pregunta del millón… ¿Qué pasa? –me vuelvo a girar y ella parece congelada en el
tiempo mientras solo sus ojos se mueven levemente- ¿Qué pasa contigo, Maca? ¿A qué
vino que me dijeses eso ayer? ¿Te burlabas de mí?
E: Entonces explícame por qué hoy haces como si eso no hubiese ocurrido, porque a mí
ya me estás cansando con todo esto.
192
Sin remedio
E: Tardaste bien poco en irte… así que dudo que esperases lo mínimo para ver si lo
hacía.
Ella se limita a guardar silencio, haciendo que me desespere aun más, pero no tanto
como cuando la veo bajar la cabeza. Solo puedo suspirar y apoyarme de lado contra el
frigorífico. Es frustrante, demasiado para que pueda pensar con claridad y de forma
tranquila.
E: Yo no sé qué mas hacer, Maca. –niego dejando de hablar por un momento para
decidir si hago bien con todo esto- He hecho todo lo que había en mi mano, todo lo
humano posible…
E: No lo sé. –la miro negando de nuevo- No sé qué esperas de mí, no tengo ni idea si
quieres que haga algo mas para que tú lo veas claro. Pero de verdad que no puedo
hacer más. Y no entiendo a qué vino lo de ayer si después te ibas a ir… si hoy vas a
hacer como que no ha pasado nada. Porque a mí me haces daño con todo esto. Me he
pasado la noche en vela, pensando que todo habían sido imaginaciones mías, aun
sabiendo que no… y todo por protegerme de ti. –veo como los ojos empiezan a
temblarle y dudo un instante en seguir- Si hemos llegado al punto en que me tengo
que proteger de ti, creo que será mejor dejarlo ahora y no esperar a que sea peor.
M: No.
E: ¡Y entonces qué! –alzo la voz sin darme cuenta y ella sigue sin cambiar su gesto-
¿Vamos a estar así hasta que la señorita se decida?
E: ¡Estoy muy harta de ser siempre la que espera! Siempre callándome y haciendo lo
mejor para los demás mientras yo me estoy jodiendo todo el tiempo.
M: ¿Puedes calmarte, por favor? –cuando siento que me coge las muñecas es cuando
me doy cuenta de que la tengo casi pegada a mí.
E: ¡Suéltame!
Mi capacidad de razonar se ve turbada cuando sin poder haber cerrado los ojos, ni
reaccionar, siento algo realmente cálido y desconocido sobre mis labios. Tardo apenas
dos segundos en entender de qué se trata y el corazón se me para al mismo tiempo
que el resto de cuerpo se tensa de forma repentina.
193
Sin remedio
Sin ordenar nada, mis parpados caen envolviéndome en este beso que continua
nublándome hasta el juicio. Mis labios se abren mínimamente cuando sus manos
llegan hasta mi rostro tomándolo con decisión y haciendo ver que no termina aun. Que
la presión que siento se hace más firme y ni un mínimo pensamiento de alejarme hace
que me cuestione lo que ocurre.
No pienso cuando me pego mas a ella, abriendo otro poco los labios cuando ya
empiezan a deformarse por la fuerza y mis repentinas ganas de estar así el resto de mi
vida.
Pero lo que consigue que todo lo anterior desaparezca, lo que hace que olvide porque
casi gritaba hace escasamente dos minutos, es la intromisión que me hace suspirar y
hacer de este beso uno mucho más intenso. Uno que me hace moverme de forma
inquieta aunque solo de cuello para arriba. Mis manos se han anclado a su cintura
mientras las suyas siguen fijas en mi rostro. Ha pasado a ser casi una prolongación de
su cuerpo, y yo no me quejo.
Mis labios sueltan un quejido cuando notan que empieza a separarse, reamente
despacio, pero haciéndome saber que se acaba, que esta paz y tranquilidad que solo
he encontrado en un beso suyo se termina. Mi cuerpo la vuelve a buscar encontrando
un leve atisbo de lo que fue aquel beso, mucho más simple, más pequeño, menos
intenso, pero que hace que me resigne cuando me lleva hasta su cuello para que sus
brazos rodeen mi cuerpo durante mi permanencia en ese lugar.
Y me doy cuenta de que estoy llorando, me doy cuenta de que no son mis lágrimas las
que humedecen mi mejilla. Consiguiendo que me separe para mirar la cara de quien ya
puedo ver sin tener delante, viendo esos ojos marrones descubriéndome un mínimo
color verde, oculto y que solo esta distancia me permite. No me entristece verla llorar,
yo no lo hago por sentirme triste. Contrariamente consigo sonreír cuando arrastro sus
lágrimas, besando una que ha conseguido llegar al borde de su barbilla. Y refugiarme
de nuevo contra su cuerpo.
194
Sin remedio
Una parte de mi subconsciente me pide que siga recordando el beso de minutos antes.
Pero físicamente es algo inquietante. ¿Por qué nunca me había imaginado besándola?
Quizás por eso no se ha parecido a nada, porque no tenía un pensamiento con el que
compararlo. Ha ido más allá de lo perfecto o imperfecto. Más allá de cualquier palabra
que intentase describirlo. Sé que sería imposible, que nada puede conseguirlo.
Y necesito mirarla cuando sigue acariciando mi mano, descubriendo ese rostro con
gesto tranquilo, con una pequeña arruga en la frente. Señal de que está pensando, y a
mí me encantaría saber qué piensa y qué la tiene tan concentrada.
Y por primera vez, hago uso del movimiento de mis dedos para ser yo quien acaricie
esa piel que reconocería por encima de cualquier otra. Es como acariciar una mezcla de
algodón, seda y nube. Tan suave y tan apetecible que es algo irresistible para el tacto.
No me doy cuenta de mis palabras hasta que yo misma las escucho. Sorprendiéndome
incluso a mí. Sin dejar de mirarme vuelve a girar mi mano, bajando la vista entonces y
dejando que la yema de su dedo recorra las líneas despacio y sin prisa. Produciendo un
escalofrío en el centro de mi nuca y que termina por bajar por mi columna hasta
acabar en la cintura. Obligándome a suspirar, llamando de nuevo su atención, viendo
que de nada sirve soltar aire cuando lo que necesito es retenerlo para seguir
respirando por lo mucho que me cuesta.
Me absorbe. Cualquier cosa que haga o diga, me absorbe de tal manera que soy
incapaz de responder a nada del exterior. Porque ella se convierte en el centro
exclusivo del momento.
195
Sin remedio
Tras su pregunta la miro con curiosidad. Me extraña que me pregunte algo así. Hasta
ahora me ha dado la sensación de que evitaba cualquier pregunta con respecto a lo
que pienso o lo que quiero. Siempre evitando una posible respuesta.
M: Sí. ¿Qué pensabas ahora mismo? –me mira otra vez y yo mantengo esta extraña
tranquilidad.
M: ¿Cómo te sientes? –baja la vista haciendo que yo la imite y vea de nuevo esa caricia,
una que ahora dibuja con su pulgar.
E: Lo tranquila que me haces sentir… -empiezo a hablar sin dejar de mirar sus dedos-
Nunca me había sentido así. Es una sensación extraña, porque en cierto modo siempre
me has hecho sentirme así, aunque hubiese una parte negativa en todo esto… -aunque
sin mirar, puedo ver como alza el rostro para mirarme- Es como si tuvieses algo a tu
alrededor que no puedo esquivar… Y me gustaría ser la persona más egoísta del mundo
y tenerte así el resto de la vida. –la miro entonces- Solo para mí. –tras unos segundos
vuelve a bajar la vista.
196
Sin remedio
el cuerpo- Pero a ti te echo de menos incluso cuando dejo de pensar en ti. Estaba tan
muerta de miedo de no ser capaz de conseguir… de conseguir que confiases en mí, de
haberlo hecho tan sumamente mal y de que no quisieras ni verme… de que al
quedarme sola no fuese capaz de hacer nada bien, que pensé… que iba a doler
muchísimo más perderte a ti.
Otra vez el silencio llena cada rincón de la casa. Pero no sé si a ella le pasará, a mí me
parece escuchar música por algún sitio. Como cuando me dio aquel primer abrazo en el
hospital. Como si mi cabeza recrease el sonido que podría acompañar a esta escena.
M: Todos estos días que Dani aun estaba aquí, me veía enjaulada, pero como si ese
espacio que me retenía fuese uno conocido y que tiempo atrás era mi hogar… No me
sentía bien queriendo estar contigo, queriendo estar contigo a toda costa cuando sabia
que la figura de Dani estaba todavía tan presente, era como si le fallase de la forma
más ruin… y al mismo tiempo no podía evitar buscarte, mirarte y querer estar contigo.
M: Tranquila… va despacio pero seguro, mira. –las dos pavas de nosotras, a un ritmo
muy lento, hemos decidido seguirle cuando parece que va hasta la cocina. Esto parece
una procesión- Tendrá sed… ¿le pusiste las gotas en el agua?
E: Sí.
M: ¿Ves? Tiene sed. –nos quedamos en la puerta al ver que se queda frente a su
cuenco y empieza a beber- Es bueno que quiera beber agua.
197
Sin remedio
Sonrío mínimamente y casi queriendo que no vea cuando dice eso. Saquemos.
M: Lo que sí… es que a lo mejor vas a pasar a tener una rana, porque mira que bebe. –
casi rio para mí misma cuando la escucho.
E: Pero no me gusta verlo así. –aprieto los labios sin dejar de mirarle y lo único que
quiero es correr hacia él para cogerlo en brazos- Me pongo muy nerviosa.
Y haciendo un esfuerzo tengo que recordar que habla de Orlando. ¿Por qué? no me
esperaba esta espontanea reacción de su cerebro para abrazarme. Tendré que decirle
que me avise. O que me lo diga un par de minutos antes para que yo me adapte y no
me quede como ahora, en un estado de subnormalismo que me acabo de inventar.
E: Maca.
E: Nada.
Por uno de los lados veo como inclina su rostro queriendo buscar mis ojos. Y yo giro el
mío encontrándomela de lleno y olvidándome otra vez de respirar. Esto no puede ser
nada sano. Sus ojos se mueven y descifro entonces que mira mis labios antes de volver
de nuevo a su lugar inicial. Me está tentando, y sabe que lo sé.
Cerrando los ojos termino por acercarme y besarla, quedándome en esa posición hasta
que necesito girar mi cuerpo y quedar frente a ella queriendo pasar más tiempo así. Y
mi respiración vuelve, y yo sonrío, porque noto como ella lo hace sin romper este
segundo beso, que espero, sea el segundo de una lista tan larga como imposible de
contar.
198
Sin remedio
vea ahora mismo pensaría que no estoy muy bien de la azotea. Aunque tampoco me
preocupa.
En la puerta, antes de irse y como si en vez de a la casa de al lado fuese a otro país, me
ha preguntado con toda la timidez posible si podía pasar la tarde conmigo. Casi me
deshago, aunque igual es por eso que estoy así. Quién sabe.
Tengo que llamar a Iria. ¿Qué hora es? La una y veinte… que se joda y madrugue.
Cojo el teléfono y me pongo a marcar sin dejar de mirar a mi chucho. Con lo mono que
es y lo malito que está… ais. No podía salir todo perfecto.
I: ¿Si?
E: ¿Todavía estás durmiendo? Te tenia por una persona mucho más madrugadora, eh.
I: ¡Esther! Que aquí son las siete de la mañana, coño. –me tengo que reir porque se lo
mucho que le molesta que la despierten- Joder. ¿Qué pasa que me llamas a estas
horas?
E: Aquí es casi la hora de comer, así que tampoco ha sido mucho esfuerzo… -sonrío y
después suspiro cuando el silencio ya llega para que empiece a hablar- Nos hemos
besado.
I: ¿Quiénes?
I: ¿Te has besado con Maca? –alza la voz y yo me tengo que morder el labio, escucharlo
de otra persona es aun menos creíble.
E: Dos veces. –aun más ridícula que antes, me inclino hacia delante para ocultar la
cabeza entre mis piernas porque me da hasta vergüenza.
I: ¿De qué?
E: Dice que me quiere. –cierro los ojos con mucha más fuerza y siento como los colores
me suben con tanta rapidez que hasta la sangre que pinga mi cara me da calor.
I: ¡Joder!
Me entran ganas de reírme, pero enseguida ese aire se queda parado en el pecho de
forma brusca y lo que necesito es toser. El timbre ha sonado sin esperármelo.
E: Te dejo, que ya vuelve. –escucho el principio de un futuro grito pero cuelgo antes de
que pueda ni empezarlo. Dejando el móvil sobre la mesa y corriendo hacia la puerta, sé
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Sin remedio
que es ella, pero no puedo evitar echar un vistazo por la mirilla y sin que ella lo sepa,
sonriendo al verla con el pelo mojado. Sigo así cuando de improvisto, coloca la mano
justo encima y todo se vuelve oscuro, mis talones caen y me quedo blanca no, lo
siguiente.
M: Abre, anda.
No puedo evitar mirarla de reojo, es como si me hubiesen dicho que no puedo hacerlo
y entonces ya lo hago por cabezonería. Tiene pinta de estar seria, pero algo me dice
que no y yo me fio. Simplemente está silenciosa, al igual que yo. Me muevo después de
unos quince minutos para enjuagar las patatas e ir con ellas a la sartén. No lo suelo
decir, pero este momento es el que me da miedo. Por lo que cojo la raserita, alejo mi
cuerpo todo lo que puedo, y empujo las patatas hasta su muerte al fondo de la sartén,
donde el aceite ya salta y yo entonces lo hago más rápido para quitarme de en medio.
E: Evitar quemarme… duele mucho y me da miedo. –termino por fin y dejo el plato en
el fregador, contando hasta diez para volver a acercarme y mover las patatas.
Colocando una mano en mi cintura, lleva la otra hasta la rasera, quitándomela a mí sin
percatarse de que me he quedado sin querer moverme al carme cuenta de que la
tengo pegada a la espalda.
M: Esther.
E: ¿Si?
M: No seré yo quien se queje por estar así, pero si quiero que no te quemes lo mejor
no es que estés entre la sartén y yo.
Apretando los labios doy un paso a la derecha, dejándole a ella el camino libre para
que lidie con el aceite y las patatas. Me sonríe de lado y yo sigo mirándola cuando
presta toda su atención en la tarea culinaria que tan poco me gusta.
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Sin remedio
E: Es que duele.
M: Ya… -sonríe apenas y yo sigo mirándola tan embobada, o más que siempre. Como
empecemos así me manda rápido a la mierda- ¿La ensalada se termina sola?
E: ¿Eh? –me giro para ver como ciertamente, tenía que haber seguido con eso- Ais… es
que me distraes.
M: A mí no me eches la culpa.
Sin elevar la vista sigo cortando el tomate que se ha dejado a medio, sabiendo que me
mira a mí y entonces me doy cuenta de que han cambiado las tornas y que
seguramente era lo que quería. Ponerme nerviosa.
Un sonido que apenas alcanzamos a escuchar, hace que nos giremos a la vez y veamos
a mi Orlando en la puerta mirándonos. Ella tarda apenas un segundo en ir hacia él para
cogerlo en brazos y volver a mi lado.
E: ¿Cómo está mi cosa? –me limpio las manos con el trapo y le acaricio detrás de la
oreja- Que está malito él.
La miro cuando termina de hablar y la veo sonreír, con esa cara de cariño y comodidad
con la que siempre ha estado cuando Orlando estaba cerca. Realmente le quiere tanto
como yo.
Aun estamos tensas, no me quito culpa porque tampoco sé por dónde salir o qué decir
que no deje ver lo mucho que lo pienso o lo nerviosa que estoy. De vez en cuando sale
algún comentario respecto a la comida, otras veces solo nos miramos para comprobar
que seguimos aquí, algo que por lo menos a mí, me hace sonreír.
M: Tienes cara de cansada. –me dice justo cuando yo termino y estoy en pleno uso de
la servilleta, consiguiendo que la mire- Tienes ojeras.
Y sin esperármelo también, alza la mano y acaricia una de esas ojeras que nombra,
despacio y haciendo que me dé cuenta por primera vez de que sí, estoy realmente
agotada.
M: Eso es discutible. –aprieta los labios y me mira de nuevo- Si quieres ahora nos
echamos un rato y duermes.
E: No me apetece dormirme.
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Sin remedio
M: Pero lo harías sin costarte mucho, y tienes que descansar algo… sino seguiré
sintiéndome tremendamente culpable.
M: A la cama.
Ya suelto los platos con mala leche. ¡Por qué no me deja disfrutar de esto! No quiero
dormir, ¡no quiero perder un tiempo demasiado valioso para sumirme en la
inconsciencia! Quiero mirarla, quiero abrazarla, ¡quiero besarla! ¡No quiero dormir!
Sin cerrar la puerta empiezo a cambiarme, quedándome con un pantalón corto y una
camiseta de tirantes. Maldito calor, ya ni me acordaba de él.
E: No.
Pensaba ponerme a gritar, pero el peso de algo sobre la cama ha llamado a mi total y
absoluta atención, queriendo sentir con más claridad cada movimiento. ¿Se está
acercando? ¡Se está acercando! Sonrío cuando ya me toca, abrazándome y pegándose
a mi espalda. He descubierto que me encanta, pero más me gusta hacerlo de otra
forma.
E: Déjame a mí.
M: Duérmete…
202
Sin remedio
Noto algo que me hace por una parte querer abandonar mi sueño, y por otra
mantenerme así por si dejo de sentirlo tal y como ahora. Me contengo incluso con
todas mis fuerzas por no sonreír. Tras tres o cuatro segundos he reducido las
posibilidades a que es ella. Pasando el dedo desde mi frente hasta la punta de la nariz.
Si me ve sonreír seguro que para.
E: Muy bien. –pues si ya no te apretó ahora te vas a enterar. Muy chula yo, paso una
pierna por las suyas y me abrazo completamente a ella.
E: No. –niego sin separarme y escuchando como suspira- Pero me gusta estar aquí, así
que no te muevas y aguantamos un ratito mas.
E: Duermo poco. –¡JA! Me tengo que reír, porque soy una tremenda embustera cuando
me lo propongo. Lo malo es que no sirvo y pasa lo que ahora.
E: Nada. –vuelvo a negar y abro por primera vez los ojos, encontrándome con su piel
tan cerca que hasta ni veo bien- ¿Tú que has hecho?
M: Poca cosa, no podía ni moverme. –sonrío de nuevo. Soy buena hasta durmiendo.
E: ¿Y has estado todo el rato ahí quieta sin hacer ni pensar en nada?
M: En algo he estado pensando, sí… -asiente y se separa para poder mirarme. Y yo que
creía que no podría verla más guapa de lo que lo hacía. Y ni punto de comparación a
ayer, parece que cada día lo sea más- En que quiero dejar de pensar que un día no
podré estar así contigo. –mi ceño se frunce… me estoy poniendo nerviosa ¡de qué
narices está hablando!- Mañana hablaré con Dani y… se merece que se lo diga. -suspira
y yo empiezo a relajarme- Quiero estar contigo Esther. Me da igual lo que pase, no me
importa… solo quiero estar contigo.
203
Sin remedio
Y mi mundo se hace grande. Y yo con él. Parece, bueno… siento que he crecido como
un metro sin moverme de la cama. Que el pecho se me ensancha, y que siento unas
terribles ganas de llorar pese a que nunca en la vida me he sentido más feliz que ahora.
M: ¿Por qué lloras? -¿ya estoy llorando? Qué mal- No me gusta verte llorar.
E: Nunca he creído en que los sueños se cumplan… y acabas de tirarme la creencia por
los suelos para pisotearla después. –sonrío apenas y ella conmigo.
M: ¿Te puedo dar un beso? –¿cómo que si puede…? ¡cómo que si puede!
Apenas asiento cuando coloca la mano en mi mejilla y se inclina para alcanzar mis
labios. Y yo vuelvo a ensancharme.
Parece que vaya a ir a una cita o algo, y no. Voy a trabajar… ¡a trabajar con mi Maca!
Solo voy a llamar así en mi cabeza. Que como lo suelte alguna lio, seguro. Vamos a
llevar a Orlando con mi madre para que esté pendiente de él y luego lo recogemos… A
todo esto se ha apuntado ella solita, no he tenido ni que preguntárselo.
Dios, si es que… ¡no quepo en mi misma! Me falta espacio para poder reducir en un
pensamiento todo lo feliz que soy. ¡El timbre! Me meto una carrera desde el baño y
abro la puerta encontrándola con una sonrisa y ya arreglada para irnos.
M: ¿Estás ya?
E: Sí. –asiento con tanta seguridad que yo misma me asusto y ella sonríe pasando y
dejándome un beso en la frente. Me tengo que girar para ver como coge a Orlando en
brazos y la bolsa con sus cosas- ¿Qué vas a hacer durante esa hora que te sobra antes
de que empiece tu turno? –entramos en el ascensor y pulso la planta baja teniendo
que dejar de mirarla por un segundo.
Una vez más, termino sonriendo. Pero por primera vez, no pienso ni dudo a la hora de
acercarme y besarla. Un beso corto, sin buscar nada más que eso, besarla y ella sonríe.
Suficiente para saber que tengo que volver a repetirlo.
En el coche ella va detrás, mi Orlando está mejor, pero aun un poco debilucho. No
tiene mucho apetito y está a base de beber y lo que consiente que yo le meta en la
boca.
Nada más llegar salgo en una carrera, lo cojo en brazos y ella pasa delante para
conducir. Anda que si no es ella voy a dejar que otro lo conduzca. Aunque no se lo voy
a decir. Me gusta que tome esas decisiones, parece que cada vez le cuesta menos y
aunque tampoco se lo voy a decir, me tranquiliza bastante.
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Sin remedio
tiempo la excusa será completamente cierta. Y quiero tomarme aunque sea un café
con mi Maca.
E: Ya sabes cómo habla mi madre, quiero poder tomarme un café contigo antes de
ponerme a trabajar.
E: Luego te espero yo, que sales una hora más tarde y nos venimos en el coche.
M: No hace falta.
E: Claro que hace falta, si vienes en mi coche, vuelves en mi coche… ¿vas a coger un
taxi? –la miro y sonríe sin quitar la vista de la carretera- Recogemos a Orlando y
llegamos juntas.
M: Vale.
E: Bien… me gusta que no me reniegues. –asiento con decisión justo cuando se para en
un semáforo y la miro, viendo entonces como se acerca hasta a mí y yo me tengo que
agarrar al asiento para no lanzarme como un oso pardo muerto de hambre. Cerrando
los ojos y acercándome yo cuando ella ya se aleja, haciendo que este beso dure unas
décimas de segundo más. Suspirando cuando sin más narices me tengo que separar y
verla sonreír de nuevo.
Salimos del coche y me da las llaves justo cuando empezamos a caminar. Yo miro al
frente no queriendo que se me coloque la cara de lerda y que todo el mundo la
descubra. Aun no hemos hablado de esto, será cuestión de esperar a que acabe el día.
T: Hola, pareja.
El móvil se me escapa de las manos de una forma un tanto brusca, haciendo que de
unos cuantos giros en el aire cuando intento atraparlo, pero con la mala suerte de que
cae sobre el mostrador y el golpe me duele hasta a mí.
E: Se me ha escapado. –lo cojo y me dispongo a firmar cuando sé que las dos me miran
y yo intento por todos los medios no ponerme aquí como un tomate.
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Sin remedio
T: Pues hay ratos… ahora mismo tranquilo. Pero aquí a la señorita ya se la rifan para
quirófano. –alzo la cabeza y se mira el reloj- Así que aprovecha estos diez minutos que
en cuanto te vean adiós muy buenas.
T: Oye… -entonces cae en la cuenta y yo me daría un beso por disimular tan bien- Tú
todavía no entras.
M: No, es que prefería venirme con ella en su coche. –desliza la carpeta después de
firma y me hace un gesto con la cabeza para que la siga.
La cafetería está casi vacía, mejor. Me coloca la mano en la espalda para que siga hasta
la mesa mientras ella sirve los cafés. Ais… ¿por qué tenemos que trabajar? Con lo bien
que estábamos en mi casa… Esto de disimular lo voy a llevar mal, ya verás.
M: Toma.
E: Gracias. –sonrío y lo cojo para dar un primer trago y mirarla después- ¿Has pensado
lo que vas a hacer?
E: ¿Sí?
Asiente con una seriedad demasiado clara para que sea verdad. Termina sonriendo y
yo creo que necesito una sesión de palas a trescientos sesenta.
Cuando abro la puerta y me cercioro de que no hay nadie ella pasa tras de mí, cerrando
la puerta y quedándose pegada a ella. Mirándome otra vez con esa cara toda seria,
pero de un serio que impone. Y yo no sé qué hacer. Termino dejándome llevar cuando
tira de mi mano y me deja contra su cuerpo, teniendo que bajar la cabeza para
mirarme y a mí ya se me está secando la boca.
M: Antes te has puesto muy nerviosa… -susurra apenas y creo que empiezo a
derretirme por los pies.
No me deja terminar cuando coge mi cara con las dos manos y me acerca ella misma al
tiempo en que también se inclina. Y otra vez mi cuerpo reacciona. Ya no espera,
directamente me obliga a abrir los labios y profundizar como realmente quiero.
Escuchando como suspira, tomándolo como algo bueno que no me impide pegarme
más a ella hasta que me doy cuenta de que no he respirado durante todo este
206
Sin remedio
momento. Por lo que parece ella tampoco y nuestros labios se separan aunque
nosotras no.
M: Besas realmente bien… -mi ceja se sube medio palmo y sonríe- Es verdad.
Me muerdo el labio para no lanzarme y besarla otra vez, ella me da que lo intuye y
termina por rodear mi cuello con ambos brazos para abrazarme. ¿Y si pido el finiquito y
me la llevo?
M: Voy a ver qué hago por ahí. –se separa otra vez y me da un beso muchísimo más
corto que antes, pero me conformo- Luego te veo.
E: Vale.
Llevo más de dos horas en quirófano, me duelen los pies de moverme solo entre dos
losas, pero lo que más me duele es que tengo muchas ganas de ver a Maca. Estoy
como un niño cuando sabe que va a tocar el timbre del recreo y tiene claro que va a
salir despedido. Solo de pensarlo casi me rio.
E: ¿Eh? –lo miro casi asustada, ¿desde cuándo me estaba mirando y no a la pobre
mujer que está operando?- ¿Qué chiste?
E: Nada… estaba pensando en una cosa que me ha hecho gracia, nada más. –niego
sonriendo mínimamente y sabiendo que la mascarilla me protege.
E: ¿El qué?
G: Ver como Maca entraba contigo al vestuario y luego salía con una sonrisa de oreja a
oreja.
Mis ojos se abren un par de centímetros más. Sostengo la gasa que llevo en las manos
de milagro y miro de reojo al anestesista que sigue a lo suyo sin enterarse de nada, o
eso creo yo. Me dan ganas de darle con algo en la cabeza.
207
Sin remedio
E: ¿Has visto a Maca? –le pregunto a una de las enfermeras que se cruza conmigo.
E: Gracias.
Frente a la puerta toco con decisión pero solo un par de veces hasta que la escucho
darme paso. Abro al mismo tiempo que tomo una pequeña bocanada de aire y la veo
que se levanta de forma nerviosa hasta que descubro el color de sus ojos.
E: ¿Qué te pasa?
M: Hola. –sonríe pero solo es un intento y lo sé. Cierro la puerta sin dejar de mirarla
pero tengo miedo de acercarme, más bien, de hacer cualquier cosa.
M: Sí, sí. –asiente varias veces, quizás demasiadas y me preocupo aun mas- Hablé con…
-baja la vista y la veo tragar con lentitud, acariciando a la vez la mesa con la punta de
los dedos- …con Dani hace un momento. –oh.
E: ¿Y?
En un suspiro vuelve a sentarse, dejando un codo sobre la mesa para poder así dejar
que la mano tome el peso de su rostro. Sin dejar de mirarme y consiguiendo que yo
termine por caminar hasta ella sin saber ni por qué.
M: Ven.
M: No. –niega contra mi pecho y yo pienso en hacer otra pregunta, pero claramente no
voy a llegar a ninguna parte si no es ella quien quiere contármelo- Solo me ha dado un
momento de bajón…
208
Sin remedio
E: Vale.
M: ¿El qué?
M: ¿Gimeno qué? –insiste al ver que tardo más de la cuenta y vuelvo a mirarla
pinzándome el labio- ¿Qué pasa con él?
E: Que te vio salir del vestuario esta mañana y… -no puedo hacerlo, es que no puedo.
Aprieto los labios girando de nuevo la cara y ella se pega al respaldo de la silla sin
soltarme.
M: Lo sabe. –tardo medio segundo en asentir sin mirarla- ¿Por eso estás así?
E: ¿Te da igual? –asiente con una cara ciertamente de pasotismo- ¿No te importa nada
en absoluto?
M: Mi vida es mía y de nadie más… a la única que tendría que darle alguna explicación
es a ti, a mí el resto me da igual. –vuelve a negar sin alterarse en absoluto- ¿De verdad
te preocupa cómo me lo tome?
E: Cuando llegué… todo el mundo os tenía en… -la miro dudando en si seguir o
callarme, como se me enfade me pego- No había una sin la otra.
M: ¿Te mire mal? –la tengo que mirar yo a ella porque su voz ha cambiado en esta
última pregunta, por dios que no se enfade- ¿Cómo te van a mirar mal?
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Sin remedio
E: No es por mí, a mí esas cosas me importan poco… pero pueden no aceptar el cambio
y que a ti te hagan daño.
M: Mírame.
Ya había empezado a morderme el labio nada más terminar de hablar, pero ahora
parece que me lo quiera quitar. Y la verdad es que no. tampoco lo suelto cuando giro la
cara para mirarla. Está bastante seria, si no fuera porque sigo sentada encima de ella
pensaría que está realmente enfadada.
E: Vale.
Asiento otra vez y la miro cuando he terminado, viendo como sigue con la misma cara y
ya no sé qué pensar, seguramente he conseguido lo que no quería, molestarla.
M: No.
Bajo otra vez la vista y sin esperármelo, se vuelve a abrazar a mí. Haciendo que abra los
brazos para dejarle más espacio y poder hacerlo yo también. ¿Será buen momento
para darle un beso? Porque a mí me apetece, me apetece mucho. Pero igual no. Que
andaba chafadilla y encima con esto que vengo yo a soltarle… En cuando coja las
vacaciones yo me pillo una baja. He dicho.
E: ¿Qué?
210
Sin remedio
Sin decir una palabra manda la mano hasta mi nuca y me obliga a inclinarme más de lo
que estoy, a mí ya se me hace la boca agua, para qué mentir. Nos quedamos así en un
tiempo en que yo estaría ya besándola, pero esto tampoco me molesta. Mirarla desde
aquí, aun más cerca de lo humanamente respetuoso para otra persona, es casi como
poder leer sus pensamientos. Encontrar ese verde que hace tres meses ya, me terminó
por volver loca.
Ni contesto cuando ya termino por hacer que esta mínima separación deje de existir.
Ella no pone impedimento alguno y yo termino por pasar una pierna a cada lado de su
cuerpo. Más que nada por la comodidad. Y parece que tampoco le importa, porque
tarda un pensamiento y menos en pegarme más a ella cuando yo ya no sé ni donde
tengo el brazo derecho, solo me importa besarla como lo estoy haciendo, pero con un…
algo distinto y que hace que me separe para mirarla.
M: ¿Qué pasa?
E: Será… -carraspeo al tiempo en que me intento separar pero no me deja- Tengo que
operar. –señalo la puerta.
M: ¿Y?
E: ¿Y? –alzo la mano, dejándola plana en el aire para que la mire- Esto no es que vaya a
tener Parkinson. –por fin siento que me libera y me levanto- Te veo a la salida ¿Vale?
M: Vale.
Salgo sin mirar atrás, si lo hago igual me quedo y… no puede ser. Abro en un segundo y
cuando pasa otro ya estoy pegada en la puerta. ¡Menudo calentón!
Lo llevo mal, lo llevo realmente mal. Ha activado otro chip… el chip del calentamiento
global centrado principal y únicamente en mi bajo vientre. ¡Esto no puede ser bueno!
T: No, estará a punto… ¿tú que has hecho? Salías hace una hora. –dejo el boli tras
firmar y me apoyo en el mostrador para hacer tiempo.
E: Pues he aprovechado y me he duchado aquí. –lo que no te voy a decir es por qué.
T: Has hecho bien, una cosa que te ahorras para poder hacer algo cuando llegues a
casa. ¿Cómo está Orlando?
E: Mejor, lo dejamos con mi madre esta mañana y ahora vamos a por él.
211
Sin remedio
M: Ya estoy aquí.
Si pensaba que de alguna forma me iba a librar, estaba realmente equivocada. Los ojos
de Teresa siguen fijos en mí, los míos fijos en ella. ¿Por qué? A mi Maca no se le ha
ocurrido otra cosa que pegarse a mi espalda, apoyar la barbilla en mi hombro, y firmar
en esta postura tan poco habitual. Haciendo que la cabeza de esta mujer tan poco dada
a querer saber cosas, trabaje a tanta velocidad que ni se molesta en mirar a otro sitio.
E: Claro.
E: Me ha quedado claro, sí. –asiento mirándola entonces y viendo como sonríe- ¿Te lo
pasas bien?
M: Es que me pilló por sorpresa que te preocupases por esto. –se encoge de hombros y
si ya creía que no podía hacer nada mas, lo hace y me besa antes de que Teresa nos
pierda de vista- Mañana ya lo sabe todo el mundo y no tienes que preocuparte.
E: Claro.
M: Nunca me reiría de ti. –le doy las llaves sin pensármelo y las coge caminando hacia
la puerta del conductor- Si crees eso estás equivocada.
M: Ven.
No hace falta que vaya porque ya la veo acercarse, se lo pongo un poco más fácil
moviéndome y al ver su intención de decirme algo al oído. Pero me cuesta
concentrarme cuando su mano está en mi cuello impidiendo que me aleje.
212
Sin remedio
Mientras ella se cambia yo estoy aquí viendo a mi Orli dormir. Está mejor, le hemos
dado un poco de comida al llegar. Así que si se duerme no me preocupa tanto.
E: ¿Sabes qué, chico? –dejo la cara en el sofá y a su altura- Que nos quiere… sí. Nos
quiere a los dos.
M: Esther… -la veo sonreír y yo no puedo evitar hacerlo- ¿Puedes abrir, por favor?
M: Me voy sin ti. –la veo girarse y abro todo lo rápido que puedo- ¿Se puede saber qué
haces? –sonríe y yo cojo las llaves para cerrar.
E: Nada.
E: Bien, se ha quedado dormidito y seguro que será para largo. Imagino que con mi
madre le habrá sido imposible. –el ascensor llega a su planta, pero toda chulla yo, miro
hacia el portal viendo que está vacío, señal que me permite volver a mirarla, impedirle
que salga pegándola contra la pared y sin cuestionármelo ni un segundo, plantarle un
beso que ya llevaba rato queriendo- Ais…
Cuando salgo, llego a la puerta la primera, girándome al no escucharla y ver como sale
entonces para comenzar a caminar.
M: ¿Y eso?
E: Me llevaba apeteciendo ya un rato. –me encojo de hombros con una sonrisa y ella
sacude la cabeza antes de salir.
Caminamos en silencio hasta llegar al parque. Sin decirnos nada empezamos a caminar
tomando la primera curva para bordearlo. Mejor, primero andamos un poquito y luego
que me machaque como seguramente hará.
E: Ya.
E: Vale. –asiento y ella sonríe tanto que parece realmente feliz por mi respuesta.
213
Sin remedio
E: Eso ya lo doy por seguro. –casi rio, ella me da en el hombro y seguimos caminando.
Mi paso se ralentiza al ver que Maca lo hace sin dejar de mirar al frente.
E: Eh… sí. –asiento rápidamente y miro a Maca, que sigue mirándola a ella con no
mucha alegría- ¿Sacando a Lola?
S: Sí. –sonríe y nos mira a las dos, deteniéndose en mí- ¿Y Orlando como está?
E: Pues está malito, lo hemos dejado en casa… tuvo unas molestias en el estomago,
pero ya está mejor…
S: Pobrecito. –vuelve a mirarnos a las y dos acabando otra vez en mí- La cosa es que
estos días estaba aquí pendiente de si te veía y… -carraspea y yo me temo lo peor. Si
echo a correr para que Maca me siga, ¿lo hará?- Igual te apetecía que…
Estás cosas solo me pasan a mí. Debo tener alguna maldición antigua y de algún rito
raro, que hace que en mi vida nunca todo pueda estar bien. Siempre tiene que haber
algo jodido por muy pequeño que sea, y ahora le toca a ella. Si ya me siento mal y no
he abierto la boca.
E: Verás, Sara… es que… -miro a Maca y ella me mira a mí, ella no va a decir nada, lo sé-
Pues que… que estamos juntas. –nos señalo en cuestión de medio segundo y ella abre
los ojos aun mas volviéndonos a mirar. Qué mal se me da esto.
S: Vaya. ¡Me alegro mucho! –yo necesito morderme el labio… ¡es tan violento!- Bueno,
pues os dejo que sigáis con vuestra carrera. –sonríe y asiento- Ya nos veremos por aquí.
E: Sí.
M: Hasta luego.
Nada mas marcharse, Maca comienza a caminar y yo tengo que correr durante cuatro
pasos para alcanzarla. La miro pero ella sigue a su paso acelerado y sin decir nada. ¿Se
habrá enfadado? No creo, sería absurdo.
M: Te he visto dudar para decírselo. –la miro y ella sigue empecinada en mirar al frente.
E: Porque no sabía si era cierto lo que iba a decir. –se para en seco y yo después casi un
metro por delante.
E: En ningún momento hemos hablado de eso y esto puede ser algún tipo de tiempo de
prueba ¡yo qué sé!
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M: ¿Tiempo de prueba? Claro… -empieza a andar otra vez y otra vez me veo obligada a
seguirla- No tengo yo otra cosa que hacer que pasar un tiempo de prueba contigo.
E: Yo eso no lo sé.
M: A ver si te crees que yo voy por ahí besando a cualquiera... o diciendo algo como te
quiero. –vuelve a responderme con seriedad y yo ya empiezo a asustarme- Deberías
tenerlo más que claro a estas alturas.
M: Pues la próxima vez que no te traicionen tanto… -gira la cara apenas y puedo ver
entonces que sonríe. ¡Se está quedando conmigo!
E: ¡No te rías de mí! –le doy una patada en el culo y empieza a reírse antes de echar a
correr- ¡Eso es trampa!
Tardo unos segundos en reaccionar y empiezo a correr, viendo como ella lo hace aun
más deprisa y yo no puedo hacer otra cosa que sonreír. Soy feliz, tremendamente feliz.
E: ¡Espérame!
Esto de correr está bien en cierto modo. Tiene varias cosas a discutir y por lo que me
cuesta bastante seguirle el ritmo.
M: ¿Qué pasa?
E: Nada, nada. –niego y seguimos al ritmo este donde ella ordena y dispone.
La segunda cosa es… ais, disimulo mejor cuando le puedo mirar el culo. Pero es que
lleva ese pantaloncillo tan pequeño. Y se le mueve con esa gracia… pim pam pim pam
¡Qué culo!
Me mira de reojo como si estuviese regañándome. ¡Pero qué quiere que le haga! Si es
que se pone ahí a enseñar carnes para salir a correr. Debería tener un poco de
consideración para conmigo. ¡Qué menos! Es que encima es ella la que tiene la culpa.
La próxima vez se lo digo. A correr con chándal de pantalón largo y sudadera. Nada de
215
Sin remedio
ir ahí a lo viva la vida enseñando cosas para distraerme y que tengamos un accidente.
Vamos hombre…
Pero es que entre el lunarcito, las piernas esas que me tiene, y el culo este ahí
moviéndose con toda la idea… pim pam pim pam.
M: ¡Esther!
M: ¿De qué te ríes? –se para entonces y mis ojos van irremediablemente otra vez a su
trasero. ¡Mierda! ¡Me ha pillado!- ¿Me estabas mirando el culo?
E: ¿Yo? –pregunto fingiendo tanta sorpresa que me dan ganas de reírme otra vez-
¡Cómo te iba a estar mirando el culo si me llevas aquí asfixiada!
E: Pues… -¡y ahora qué le digo yo!- ¡No paro que me enfrío! –empiezo a correr pero
con un detalle, riéndome incluso antes de ver ir mi mano veloz hasta su trasero para
darle con gana y entonces sí, correr como si mi vida dependiese de ello.
M: ¡Pero bueno!
Cuando miro hacia atrás me da por reírme de una forma nerviosa, esta viene a por mí y
seguro que me pilla. ¡Tengo que impedirlo!
E: ¡Vale, vale! –alzo las manos deteniéndome pero alejándome- ¡Perdón! –que
cagalitrosa soy.
M: Ahora no vale que pidas perdón. –viene otra vez a por mí y yo sin pensar sigo
caminando hacia atrás.
M: ¿Te has hecho daño? –se agacha con rapidez junto a mí.
E: ¿Daño? ¡No! Si es que me gusta llorar mientras me toco el tobillo… -¡joder!- ¡Quién
coño ha hecho un agujero en la tierra!
E: ¡Ay!
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Sin remedio
E: ¡Mierda! –la suelto para empezar a botar con el pie bueno, no vale de nada pero me
sirve de consuelo. Ella tarda poco en volver a cogerme, pero a cogerme en brazos, que
no es lo mismo- ¿Se puede saber qué haces?
M: Llevarte a la cama. –dice como si tal cosa cuando esto ya me parece hasta
bochornoso- Está visto que como sigas andando va a ser peor.
E: Estás fortota, eh. –mientras la miro sonríe y sigue su camino hasta llegar al
dormitorio, dejándome sentada en el borde de la cama.
Y aquí me deja, con mi tobillo moribundo y esta cara ya tan mía. Si es que me voy a
tener que comprar un babero de verdad.
Ais… lo que me duele. Agachándome intento quitarme la zapatilla, pero va a ser que
no. Me duele más, será mejor que lo haga ella. ¡Cómo duele! Pero espera… si me sigue
doliendo me pillo la baja ¡yuhu! Al final me voy a alegrar de haberme tragado el
agujero ese.
M: A ver.
Entra otra vez y va directa a mi pie, arrodillándose y dejando el trapo con el hielo a un
lado para quitarme primero la zapatilla. Cierro los ojos cuando noto el movimiento y
me agarro con fuerza a la cama. Esto duele más de lo que parece.
M: Siento si te hago daño. –niego por si acaso me mira y sigo esperando, porque ahora
viene el calcetín y lo mismo me muero o algo- Ya está.
Abro lo ojos y sí, mi pie está libre de cualquier cosa cuando lo coge con cuidado y lo
deja sobre su rodilla, es entonces cuando vuelve a coger el hielo y lo coloca muy
despacio sobre mi tobillo. Yo he olvidado por qué estoy aquí. Creo que me dolía algo, y
apenas noto el frío del hielo sobre la piel. Lo único que alcanzo a saber es que acaricia
mi tobillo con demasiada lentitud. Y yo la miro a ella. Conteniéndome por quitarle esa
parte de flequillo que me impide ver su rostro del todo.
Es poco el tiempo el que me contengo, mi mano termina por ir segura y sin dudarlo
hasta su pelo, recogiendo ese mechón detrás de su oreja y haciendo que por el mismo
gesto se quede mirándome.
E: No te veía bien.
Sin pensarlo tampoco, muevo la pierna, sin prisa pero terminando por dejar el pie en el
suelo, y ella sigue de rodillas frente a mí, demasiado cerca para que yo lo ignore.
217
Sin remedio
Las manos me sudan, e intento por todos los medios mantenerlas sobre mis rodillas,
donde mismo creo que ya estoy dejándome los dedos marcados por la fuerza. Otra vez
vuelvo a perder el norte, y es que cualquier sentido de la orientación es inútil si me
mira de esa forma. Es como si me retuviese dejando mi voluntad fuera de mi cuerpo.
Noto un movimiento en su garganta que me despista tan solo un segundo, el que tarda
en moverse y hacer que vuelva a mirarla con detenimiento, pero por poco tiempo
cuando su cuerpo queda entre mis piernas y me abraza por la cintura pegando el rostro
sobre mi estomago. Y yo empiezo a temblar, tanto que la única solución es lo que más
quiero hacer. La abrazo también y con más fuerza que otras veces, escuchando entones
como suspira imitándome con la fuerza de sus brazos.
Mis labios han pasado a decidir por ellos mismos, besando su pelo en varias ocasiones
sin que sea capaz de pensar si son muchos o pocos, simplemente que es lo que quiero
y necesito.
Y surge de nuevo la duda, me estoy inquietando más de la cuenta, tanto que casi me
sale un sonido más fuerte de lo normal al sentirla demasiado pegada. Tengo que
apretar los dedos en su espalda, aferrarme a su camiseta, arrugándola sin poder
evitarlo.
E: Maca…
Se separa apenas, tan poco que casi puedo seguir rozando sus labios, pero lo suficiente
para mirarme y que yo pueda mirarla. Respira tan mal o peor que yo.
Lo siguiente que siento es que sus manos tocan mi cintura sin la protección de la ropa,
elevando mi camiseta en cuestión de otro segundo más y desprendiéndome de ella
antes de volver a besarme y hacer que mi espalda toque la cama. Con esto sí que no
contaba yo. Y mucho menos que se sentase sobre mí, esto empieza a ser mas
torturante que placentero. Pero todo puede ser peor, y lo es cuando ella se quita la
camiseta y tampoco lleva sujetador.
Uf.
218
Sin remedio
En el pie estaba yo pensando, sí. Me veo obligada a mover la cabeza cuando decide
seguir incrementando el calentamiento global centrado en mi estomago. Besando mi
cuello y llevando la mano hasta mi pecho. Por el amor de dios. ¿No tenía otro
momento para lanzarse más que ahora? ¡Que estoy impedida!
De nuevo la veo frente a mí y vuelvo a querer besarla, por lo que parece ella también.
Me podría pasar la vida así, pero a lo mejor me evaporo por combustión espontánea.
Otra vez me deja desamparada y vuelve al cuello. Como tenga fijación con el cuello a
mi me da algo, porque mira que me pone de aquella manera. Uf. Necesito tragar saliva
cuando ya sigue más abajo, me tenía que haber mentalizado para esto. ¡Pero yo no
contaba con esto! Ni mi cuerpo tampoco, una mano va hacia su pelo cuando ya noto
que está entreteniéndose con mi pecho, y entreteniéndome a mí mientras sigo con un
poco de cordura. Pero no tanta cuando necesito llevarme las manos a la cara para ver
que sigo de una pieza.
M: ¿Estás bien?
E: ¿Eh?
Cuando abro los ojos me la encuentro otra vez delante de mí y como una posesa,
porque no tiene otro nombre, vuelvo a besarla, pero ella decide hacer dos cosas a la
vez y empieza a bajarme el pantalón. ¡Esto es serio! Me deja a medio cuando vuelve a
separarse y se gira sin levantarse de donde está. ¿Qué hace? Mierda, la otra zapatilla.
¡Si no me doliese el tobillo!
Tarda poco en despejar el otro pie y terminar de sacarme el pantalón, algo que no me
importa y casi ni me entero cuando veo que es ella misma quien se lo quita justo
delante de mí. ¡Madre!
Y creo que ya estoy poseída por algo, porque no la he dejado llegar otra vez a su sitio
cuando la estaba casi obligando a que se echase para quedarme yo encima. De
primeras parece que quería quejarse, pero como que no ha podido.
La escucho suspirar varias veces mientras soy yo ahora la que me recreo en su cuello. Si
antes me gustaba, no le digo como me gusta ahora. Parece que sea una droga de la que
no quiero curarme, el descubrimiento que nada podrá superar jamás.
Jum… y aquí el lunarcito. Te dije que pronto nos íbamos a conocer, pero no esperabas
que fuese tan pronto ¿verdad? Yo soy Esther, y nos vamos a llevar muy bien, ya lo
verás. Y aunque llegarás a ser mi mimado, por ahora, otra parte tiene más poder de
convicción que tú.
219
Sin remedio
Cuando nos enzarzamos otra vez, saca fuerza y hace que quedemos sentadas de
nuevo. Pero yo no pienso parar, es como que mientras la beso, desprendiese algo que
me llega a la sangre y me acelera, todo, la sangre circula más deprisa, mi cuerpo quiere
más y más, siempre más. Y no creo que sepa las consecuencias naturales de esto. No es
capaz de saber las consecuencias de esto.
Sigo besándola cuando noto que prácticamente me coge en peso para que giremos a la
vez, quedando de nuevo ella encima. ¡Está fuerte!
M: ¿De qué te ríes? –me pregunta sonriendo y yo aprovecho para despejarme la cara
de flequillo sin dejar de mirarla.
Haciendo un esfuerzo sobre humano abro los ojos otra vez y mi cuerpo se curva, casi
que se decide a reptar en dirección opuesta a las caricias que su mano está dejándome.
Y tengo que morderme el labio por no gritar. Pero consigo mirarla. Consigo mantenerle
la mirada mientras yo estoy retorciéndome por dentro, cogiéndome a ella casi como si
temiese caerme en algún sitio. ¡Pero es que me está volviendo loca!
Otra vez necesito cerrar los ojos y casi le grito cuando quita su mano de donde la tenía.
Pero no me ha dado tiempo, se ha pegado a mí. Cuerpo con cuerpo, sin dejar un
centímetro en la fría soledad, solo una.
La rodeo con los brazos cuando empieza a moverse, necesito hacerlo, necesito estar
pegada a ella todo lo posible, todo lo humanamente posible. Y sigue moviéndose sobre
mí como si nos fuésemos a morir dentro de un instante. Como si nunca más fuésemos
a vernos después de esto. Voy hacia su cuello cuando al mismo tiempo ella va hacia el
mío. En unos últimos segundos en que no puedo hacer más que dejarla a ella.
Abrazándola todo cuanto puedo y sintiendo como mi cuerpo se relaja, como su cuerpo
se relaja.
M: Te quiero, Esther.
Haciendo que solo mueva la cabeza para poder mirarla, tomo su cara con ambas
manos y la miro. Es tan perfecto. Tan humano. Verla temblar cuando su cuerpo no ha
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Sin remedio
Termina por inclinarse para besarme, solo una unión de nuestros labios durante unos
segundos en que el mundo deja de ser mundo, y solo somos ella y yo.
Ha cogido mi mano sin ton sin son y está jugando con ella por encima de nuestras
cabezas. Haciendo que no pueda ni quiera mirar a otro sitio. Mientras recorre mis
dedos, mientras pasa el suyo. Mientras consigue que todo el bello de mi cuerpo se
transforme en energía. Es como un baile de magia que nos tiene hipnotizadas.
M: Es la primera vez en mi vida que se me queda la mente tan en blanco que parece
que haga las cosas por inercia.
Me giro para mirarla y ella sigue embobada con nuestras manos. Y me da pena, pero
quiero abrazarla y me hace falta mi mano. Así que solo puedo romper ese momento y
hacerlo. Abrazarla otra vez y sentir como lo hace también.
M: No quiero librarme de ti. –cierra más los brazos y yo beso su cuello- Quiero que
pasen tantos años como mi cuerpo pueda aguantar y tenerte así todavía.
E: Que sepas que eso no se me va a olvidar y te lo voy a recordar cada vez que pueda. –
sonrío y mi mano empieza a moverse, pero no de cualquier manera.
E: ¿Por qué?
Me separo para mirarla y sonríe. Poniendo su mano sobre la mía y dejándola justo
encima de su pecho.
E: Pues no sé yo si lo mejor es que estés aquí cuando yo llegue… -arquea una ceja y yo
sonrío otra vez, he perdido la cuenta de cuantas veces puedo hacerlo- Es que si sé que
estás aquí, igual me escaqueo y vengo antes… por lo que cogeré el vicio seguramente,
al final me pillarán… y más tarde me despedirán.
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Sin remedio
M: Nunca he sido muy familiar. –se encoge de hombros y sigo guardando silencio con
la esperanza de que siga hablando. Vuelve a coger mi mano y como ya hiciese en veces
anteriores, empieza a recorrerla con su dedo índice- Soy hija única, mis padres siempre
han sido de ir mucho a sus cosas, dejándome con mi abuela… aprendí a no necesitarles
y… no tengo esa unión con ellos de padres e hija.
E: ¿No les echas de menos? –me mira entonces y siento entonces que aunque no
quiera decírmelo, no le gusta hablar de esto.
E: Eso lo dices para que no siga con esta parte de la conversación. –la voy a dejar,
aunque sé que es así.
M: Me has pillado.
E: No me has dicho todavía cuanto me quieres. –separo la cara para mirarla y sonríe.
No sé decir cuándo ni cuánto tiempo he dormido. Pero me acabo de dar cuenta de que
lo estaba, y suspiro al recordar el motivo por el que estoy en la cama. Estoy bocabajo
sobre el colchón, y algo me recorre la espalda. No hace falta pensar para saber qué es.
Conocería esa caricia en cualquier parte de mi cuerpo.
E: Un poco… -abro los ojos entonces y me la veo echada de lado junto a mí- ¿Qué hora
es?
M: Las nueve y media. –coloca el codo sobre el colchón para sujetar su cabeza y seguir
mirándome- Orlando está en los pies de la cama durmiendo.
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Sin remedio
M: Está malito, parece que duerme más a gusto aquí. –sigue mirándome y yo pagaría
por retenerla así siempre- Luego no vas a tener sueño.
E: ¿No te arrepentirás de haberte quedado, verdad? –apenas susurro con los ojos fijos
en la puerta, sintiendo entonces como sus labios se separan de mi piel.
M: No.
Hemos pasado a la cocina, yo me he puesto lo primero que he pillado y ella va con una
de mis camisetas xxl que con ella no es tan xxl. Cosa que me distrae, porque vale que le
tape de cintura para arriba, pero no de cintura para abajo.
E: ¿Para qué? –pregunto sin moverme mientras mis ojos siguen fijos en esas piernas a
apenas un metro de mí.
M: Para ver dónde estaba, se ve que llamó a casa hace un rato. Teresa ha debido soltar
la bomba.
E: Yo hablé algo con Raquel… -apoyo la barbilla sobre la palma de mi mano y mirando
hacia donde Orlando bebe agua. No sé ni por qué he sacado este tema de
conversación.
M: Claro. –se gira entonces quedando frente a mí y la miro con bastante calma.
223
Sin remedio
M: Yo llegué un verano para cubrir las vacaciones en urgencias. Por lo que apenas
estaban los fijos que tú conoces. Por aquel entonces Dávila era el director del hospital,
Elisa la jefa de enfermeras, y Vilches el toca narices de urgencias. –sonríe.
E: Vilches es el que…
M: Así se quedó la cosa, al día siguiente tuve que entrar a operar… cosa que no me
gusta nada, pero bueno.
E: Y estaba ella.
M: Y estaba ella. –asiente con una pequeña sonrisa y baja la vista para coger mi mano
por encima de la mesa.
E: Que sepas que cuando quiera que hagas eso te lo voy a pedir directamente. –sonríe
sin levantar la vista cuando ya empieza a pasarme el dedo.
M: ¿Te gusta?
E: Mucho.
Sigue con esa caricia tan suya, y yo bajo la vista para seguirla. Empieza a pasar el
tiempo y no vuelve a hablar. Supongo que está recordando lo que yo he propiciado.
M: Que va. –casi ríe y niega para mirarme después- Estuvo como un mes, intentando
adivinar si me podía invitar a cenar. Un día le dije que sí pero por agotamiento, y
pensando que no volvería la semana siguiente. Se me acababa el contrato.
E: Y volviste.
M: Me gustó cenar con ella, es muy divertida y le sale natural… pasamos toda la noche
riéndonos y yo me fui. A las dos semanas me llamaron para cubrir la plaza de pediatría,
me puse de los nervios, pero necesitaba el trabajo.
M: Nada… -me mira y tiene un gesto tan tranquilo que consigue relajarme a mí más de
lo que estaba- Hizo como si hubiésemos cenado el día anterior.
224
Sin remedio
a ser oficial. –baja la vista otra vez y yo con ella- Las últimas dos navidades hemos ido
con mis padres, pero apenas dos días… se lleva bien con ellos.
Hasta yo las veía la pareja perfecta. Podían haber superado seguramente esa mala
racha y hubiesen seguido mil años juntas. Terminando por formar una familia, la pareja
perfecta, la familia perfecta donde las haya.
M: ¿Quieres oír otra historia? –levanto la cabeza y sigue mirándome- Un día me levanté
como si fuese cualquier otro… pero estaba desganada, más bien triste… y decidí ir a
darme una vuelta por ahí. Me vestí, y cuando salía de casa vi a una desconocida que
me hizo quedarme mirándola y escuchar con que cariño le hablaba a su perro. Y en
cuestión de días dejó de ser una desconocida para conseguir que solo por tener una
conversación con ella, ya no pudiese evitar imaginármela a mi lado.
Mis labios se estiran por si solos para dibujar una pequeña sonrisa, y que por lo que
parece, es lo que buscaba.
M: Ven aquí.
Agarrando mi barbilla hace que me incline hacia ella. Pegando sus labios a los míos en
cuestión de un pensamiento, y por ende borra el mío cuando solo atino a dejar que lo
haga cuando una vez más, mi cerebro se queda flotando fuera de mi cuerpo.
M: Cariño. –la escucho susurrar pero sigo sin poder abrir los ojos.
E: ¿Uhm?
Como bien dijo antes. Ninguna de las dos tenemos sueño. Son pasadas las doce y
estamos viendo la segunda película de la lista. Esta vez he decidido que soy yo la que
quiere estar cómoda, y por lo tanto estoy echada sobre ella y me dedico a juguetear
con sus dedos mientras no aparto la vista de la televisión.
Parecerá absurdo, pero estar así, que no tiene nada de excepcional, me encanta.
E: Uy… -mi ceño se frunce y miro hacia su mano- ¿Tú no llevabas un anillo aquí? –me
centro en su dedo corazón y gira su rostro hacia mí.
225
Sin remedio
E: Pues te tendré que comprar yo uno, se te ha quedado el dedo raro. –ríe y me abraza
haciendo que sonría.
M: Eres un encanto.
E: Eso lo dices porque te voy a regalar un anillo. –intento refunfuñar porque realmente
no me sale y vuelvo a separarme para mirarla- Pero te lo pienso regalar igualmente, me
gustaba vértelo puesto y ahora parece como que te falta algo.
E: Lo haré si yo quiero. –me recuesto entonces otra vez y miro la tele sintiendo como
empieza a pasar la mano por mi hombro- Tú me puedes regalar otro si quieres. –le da
la risa otra vez y me tengo que incorporar porque ya me estaba centrifugando tanto
meneo- Lo digo en serio.
E: Bien.
E: A mí me da igual que seas una pija adinerada ¿Te lo he dicho alguna vez? –
sorprendida, se incorpora quedando igual que yo, con un codo soportando su peso y
mirándome a apenas unos centímetros.
E: Hay quienes se creen pijas y lo intentan ser sin poder, tú eres pija pudiendo, una pija
adinerada.
M: ¿Eso piensa de mí? –guiña la mirada y yo tengo que sonreír aunque mi intención era
conseguir no hacerlo- ¿Que soy una pija?
226
Sin remedio
M: Pues si ya pensabas eso, bien poco que te ha importado antes. –frunce el ceño y yo
tengo que dejarme llevar, porque sino reviento y eso no puede ser. Termino por
echarme encima de ella y me la quedo mirando.
M: No me he enfadado.
Sigo mirándola cuando mi cabeza se inclina por sí sola, bueno, con un poco de ayuda
mía también. Con la clara intención de empezar una de esas tandas de beso que tanto
me gustan. Pero antes de poder llegar un ladrido inunda la casa y nuestros rostros, casi
pegados, se giran hacia el borde del sofá, donde Orlando nos mira incorporado
mientras se apoya con las dos patas para poder vernos.
Nos hemos dormido, sí, plural. Las dos. Y es lo malo de pasar media noche en vela por
no tener sueño y si ganas para… otras cosas. Mientras ella se ducha yo corro por la casa
para poner un poco de orden. Orlando ya está como nuevo y me persigue como si
fuese una carrera, intentado morder las cordoneras de mis zapatillas. En uno de mis
cambios de dirección me lo llevo haciendo esquí, seguro.
E: ¡Maca, que no llegamos! –le toco la puerta cuando paso de largo hasta la cocina y le
dejo el comedero lleno y agua suficiente hasta que vuelva- ¡Orlando!
E: Maca. –voy tras ella y la pillo sirviéndose una taza de café- ¿Cómo te pones a ahora a
beber café?
Sin soltar la taza pasa por mi lado, dándome un beso en la frente y luego seguir dando
un trago a su café, ¡esta mujer acaba conmigo!
E: ¿No tenemos tanta prisa? –la sigo y está en el salón haciendo zapping ¡genial! –
¡Maca!
M: Ais, Esther… es muy temprano para que ya estés tan nerviosa, relájate.
227
Sin remedio
M: Es tardísimo para ir en coche. -¡la mato! ¡Es que me dan ganas de matarla!
M: Oye…
Suelto un pequeño bufido y me incorporo para ir a por la colcha, pero la siento pegarse
a mí por la espalda y encerrarme entre sus brazos no dejándome usar ni los míos.
E: Es que me estás escuchando correr de allá para acá y ahora me sales con que vamos
en tu moto y te pones a beberte el café.
M: Pero que no te enfades. –me estruja aun mas y mis brazos se cruzan sobre mi pecho
por la fuerza- No quería que te molestase.
E: Vale, no me enfado.
M: ¿Seguro?
E: Sí. –pero no sé yo si decir que si para que no me sueltes… se creerá que me tiene por
la fuerza.
M: ¿Ahora te ríes? –me pregunta sorprendida y consigo girarme para pasar los brazos
por su cuello y besarla, le ha llegado tan de sorpresa que por no caernos hemos
acabado contra el armario.
Esto de la moto no está nada mal. Nop. Vas más rápido que con el coche, no te chupas
los atascos y encima ahora que hace calor hasta se agradece. Lo mejor, que voy aquí
abrazadita a ella sin tener que poner excusa. Aunque lo hago más fuerte de lo que
supongo es normal, pero me da igual.
228
Sin remedio
Ahora entiendo por qué está tan fortota, para sujetar esto tiene que tener buenos
brazos. Ais, si es que tiene que hacer que la miren por todos sitios. Guapa y con una
cacho moto como esta. Me la van a querer quitar como la vean mucho.
Cuando veo que ya llegamos me da rabia. ¡Con lo a gusto que voy yo aquí! despacio se
queda contra la fachada, bajando los pies al suelo y apagando el motor. Pues nada, nos
bajamos.
E: Uy, fatal… ¡pero mal, eh! –me termino de sacar el casco y ella ya lo ha hecho sin
despeinarse si quiera ¿Cómo lo hará?
E: Lo peor ha sido bajarme. –suspiro con desgana y tira de mi pantalón hasta pegarme
a ella, esto sí que me gusta.
M: Te ha gustado, admítelo.
E: No. –niego sonriendo y termina por besarme. ¡Te voy a contradecir siempre!
G: Ejem.
Y como era de esperar, el beso se acaba. Yo no abro los ojos en lo que aun tardo en
suspirar y me separo cuando ella aprovecha para dejar el apoyo que tenia con su moto
y se pone en pie a mi lado.
G: ¿Qué? ¿Inspección bucal de buena mañana? –sonríe cuando pasa durante apenas
dos segundos su peso a los talones y Claudia le da un codazo.
G: ¡Si yo lo veo bien! –me mira a mí entonces y yo intento no contestar, porque sé que
puedo hacerlo de cualquier manera, y tengo que portarme bien delante de ella- A mí
porque ella no me deja por lo menos hasta el segundo café.
Cl: ¡Gimeno!
Sonrío cuando la veo sonreír y cogerme la mano para comenzar a caminar. Parecerá
una chorrada, pero no me esperaba que me cogiese la mano y me ha hecho mucha
229
Sin remedio
ilusión. Tanto que cuando entro al hospital me creo más alta y más todo. Teresa ya nos
mira detrás de su mostrador y yo sigo toda orgullosa ¿por qué no?
Llevo un rato de allá para acá. Cuando no entra una urgencia, tengo que asistir en
cortinas, cuando no es ahí es en algún box. Que no he parado vamos. Pero me gusta,
no me voy a quejar ahora de mi trabajo. Al principio escuchaba más de un cuchicheo,
me he dado cuenta porque por suerte o por desgracia tengo un oído de lo más fino.
Pero si Maca dice que no le importa, a mí tampoco.
A quien tengo ganas de ver es a Raquel, merece que le diga algo después de todo lo
que ha hecho y lo bien que se ha portado.
Ar: Esther. –me giro al escuchar a Arancha y la veo venir con algo en las manos-
¿Puedes llevar esto al quirófano dos? Lo están esperando.
E: Claro.
Cogiendo la carpeta pongo camino hasta el ascensor. Espero que no me cacen para
quedarme, eso es mínimo otro rato sin cruzarme con mi pediatra.
M: Hola.
E: Me han dicho que te traiga esto… -me acerco hasta ella y abro el informe, mirándola
a ella en todo momento y viendo su cara de concentración mientras lee lo que yo
sostengo justo delante- ¿Y eso que operas tú?
E: Oye… hace mucho calor aquí ¿o soy yo? –Jesús, María y José… esto es un horno.
E: Espera. –girándome busco una gasa y me vuelvo a acercar a ella para secarle la
frente- Estás empapadita.
M: Gracias.
M: ¿Tienes frio y quieres estar calentita? –pregunta sin mirarme, pero me apuesto un
brazo a que está pasándoselo bien.
230
Sin remedio
E: Llevaba rato sin verte, no voy a desperdiciar una ocasión tan buena… aunque
estemos en una sauna.
E: ¿Un sitio de pijos? –no se mueve pero guía sus ojos hacia mí, y puede que suene
enfermizo, pero ¡madre mía!
M: Como sigas con el rollo de la pija, te vas a enterar de lo que es capaz una pija de
verdad.
M: Una advertencia.
¡Wooou! ¡Esto se pone interesante! Mi Maca se pone guapa de todas formas. Seria,
contenta, enfadada, feliz… pero es que de mafiosa mas.
Queda poco menos de dos horas para que acabemos el turno. Maca está por ahí
dejando todo listo para su mes de vacaciones y yo esperando a que Raquel vuelva con
nuestros cafés. Al final ha sido ella quien me ha abordado para hablar. En el fondo es
normal, después de todo esto es como el final aun oculto del director.
R: Venga, empieza.
E: Ais… Pues nada, bueno, ya viste como se puso después de que Dani se fuese…
-asiente dando un trago y yo tomo aire para continuar- La mañana del sábado una
amiga con la que me fui a tomar algo la noche anterior, vino temprano a casa… me
había metido el móvil en el bolso y estaba con varias copas de más. Total, que Maca
salía cuando ella también y tenias que ver como se puso.
R: ¿Celos?
E: Dice que me quiere. –solo puedo encogerme de hombros y sentir como otra vez, me
suben los colores hasta los parpados. ¡Con lo echá pa’lante que soy yo!
R: Ya lo suponía. –y esto lo dice toda sobrada, lo que hace que mi ceja suba y empiece
a reírse- Bueno, no tanto, pero se notaba que… babeaba un poquito.
231
Sin remedio
R: Eso tú, que vete a saber cuantas vueltas le das a las cosas que no enteras de nada de
lo que pasa a tu alrededor. Tendrías que intentar desconectar ese cerebro que tienes.
R: Que va. –sonríe tras la taza y sus ojos se mueven entonces hacia algo tras de mí,
frunzo el ceño pero es tarde, algo me tapa los ojos y casi me asusto.
E: ¡Qué divertido! –mi ironía se ha notado y Raquel empieza a reírse- Solo hay una
persona que tenga el valor de hacer esto sabiendo que no tendrá consecuencias.
M: Claro.
Sonrío cuando me deja ver de nuevo y puedo comprar entonces que se sienta a mi lado
y me quita el café para terminar de bebérselo. Si es que es más guapa que todas las
cosas.
R: Ejem.
Mi codo se desliza por encima de la mesa estrepitosamente, tanto que casi doy con la
cara encima del plato porque la graciosa de Raquel me ha quitado el apoyo para evitar
un aun más largo embelesamiento.
R: Uy… -la miro y ya se está levantando- De lo muy tarde que se me hace. ¡Hasta luego
chicas!
¡Será posible!
Media horita y nos vamos. Qué suerte tiene… un mes entero de vacaciones, anda que
se los dan a todo el mundo. Eso es porque tiene enchufe la tía. Bueno, podré
sobrevivir… como dice que va a estar esperándome en casa con mi Orli.
Mientras me seco las manos la puerta se abre, por lo que dejándome llevar por la
curiosidad, miro hacia el espejo, viendo como el cuerpo de Maca traspasa la puerta con
una sonrisa y la vuelve a cerrar, pero con un pequeño detalle que he repetido
mentalmente tres veces. Ha pasado el pestillo.
M: Hola.
E: Hola. –sigo mirándola a través del espejo, viendo cómo llega hasta pegarse a mi
espalda y colocar las manos en el lavabo haciéndome sonreír- ¿Qué?
M: Nada.
232
Sin remedio
Inclinándose, pero apartando antes el pelo para que me caiga por el hombro izquierdo,
empieza a besar mi nuca. Lo que hace que yo cierre los ojos y ponga también las
manos en el lavabo. ¡Con el poco equilibrio que tengo yo para estas cosas!
E: ¿Qué haces?
M: Otra cosa de la que has hecho que me dé cuenta, es de que soy mucho más
pasional de lo que creía. –sigue besándome y ya no es que ponga las manos para no
caerme, es que me tengo que agarrar por no desmayarme. ¡Lo voy a arrancar de la
pared!- Siempre que te miro acabo deseando estar en otra parte solo contigo.
M: Cuando tengas dos días vamos a ir a la sierra ¿Vale? –sus manos van a mi cintura,
pero con mucha maña pasa de largo cuando se topa con la ropa del uniforme y
consigue llegar a mi estomago, dejando las manos ahí durante el tiempo que tarda en
pegarse a mi espalda, y besar con más decisión mi cuello.
Mi cuerpo se gira sin pensar, si racionalizar, si tantear. Nada vale cuando me está
haciendo esto que me vuelva loca de forma deliberada. Y ella sonríe cuando
literalmente me lanzo a su cuello. Dejándolo entre mis brazos cuando solo quiero
besarla. Y sé que es peor, porque esto no ayudará a mi enfriamiento corporal. ¿Pero
qué otra cosa puedo hacer?
M: Para lo que no nos da tiempo aquí. –se separa entonces y mientras la miro
completamente perpleja, me da un beso en la nariz y me deja nunca mejor dicho, con
un palmo de narices- Te espero fuera, eh. –sonríe y abre la puerta para salir- Guapa.
Y he aquí, lo que nunca hay que hacer si quieres tener contenta a tu novia.
Cuando salgo, lo hago buscando las llaves de casa en el bolso. Por alguna extraña razón
pensé que las había dejado más a mano. Y sí, saber que las llevo antes de llegar es una
manía ya muy antigua que no puedo evitar.
233
Sin remedio
E: No encuentro las llaves de casa. –dejando lo de las llaves a un lado, decido firmar
bajo la atenta mirada de mi compañera y de la que no me tiene nada contenta- ¿Qué?
E: ¿Y?
Teresa carraspea y la vuelvo a mirar. Noto como el sudor me baja por el centro de la
garganta. Sí, lo paso mal en momentos como este.
E: Pues sí.
Bajo la vista y termino de firmar. No puedo ver qué hacen, si se miran o no, si Teresa ha
encontrado la respuesta que quería o por el contrario prefería una palabra negativa.
Cuando dejo el bolígrafo a un lado dejo que mis ojos encuentren los de Maca y respiro
al ver como sonríe.
T: Bien.
M: Bueno, pues que tengas un buen mes de agosto… -rodea el mostrador para ir hacia
ella y darle dos besos- Y en mi ausencia, te dejo encargada de cuidarme a la niña ¿Vale?
–casi me rio, digo casi porque la cara de Teresa viene siendo la de un pasmo profundo y
me mira sin saber qué decir.
E: Ni caso.
M: Ya vendré a haceros una visitilla. –vuelve a salir y otra vez muestra su gran
desparpajo de hoy, que por otro lado me tiene es ascuas, y me coge la mano antes de
ponerse a caminar- Vamos.
T: Hasta mañana.
E: Oye, Maca. –llegamos a la moto y por ende nuestros cuerpos se detienen mientras
ella me tiende el casco y mete la llave en el contacto- ¿Te pasa algo?
M: ¿Algo de qué?
234
Sin remedio
E: Es que… lo del baño, la forma en la que estás hoy. Te veo como… -la miro entonces y
ella ha dejado lo que estaba haciendo para centrarse en mí y mis palabras- Relajada…
pero no es relajada. –sacudo la cabeza buscando la palabra que no termina de salir de
mi cerebro.
M: ¿Liberada? –la miro y está sonriendo. Ciertamente esa palabra me valdría si es que
realmente se siente así- Antes he hablado con Claudia, y me he dado cuenta de que
realmente me siento de otra manera.
M: Has hecho que vuelva a verme ilusionada, soy la Maca que perdí hace muchos años
sin saberlo.
Hoy nos toca en su casa. Lógicamente ella también querrá pasar tiempo aquí, yo me
adapto, y Orlando ya lo está. Así que no pasa nada…
Y sé que no debería, que siguen ahí por la simple razón de que no puede borrarse una
parte de su vida, y mucho menos a alguien que ha estado de forma fuerte y capaz
durante tres años en ella.
Reaccionando por la sorpresa giro la cara y la veo entrar con ropa cómoda y el pelo
mojado. No he sabido reaccionar y mi ceño se ha fruncido mínimamente, pero ha sido
capaz de verlo.
E: Nada, me quedé un poco traspuesta. Se ve que estoy más cansada de lo que creía.
M: Entonces me vas a tener que contar por qué te has puesto tan seriota de repente. –
deja caer los brazos para dejarlos sobre su regazo y seguir mirándome.
M: ¿Qué pasa?
E: Nada.
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Sin remedio
Arrastro otra negación con un suspiro, dejándome caer entonces hacia ella y quedar
con la cabeza sobre su hombro, lo que propicia que mis brazos quieran también un
poco de ración y se lancen a querer abrazarla.
E: Si me lo quieres contar…
M: Me preguntó cómo era que me veía tan bien después de todo lo que ha pasado…
con Dani fuera y sabiendo que había dejado tres años atrás para estar con otra
persona. –mi subconsciente me traiciona y tiemblo, la verdad es que ahora que miro
hacia atrás, no sé cómo no me dio una embolia o algo parecido del estrés- Y me fue
más fácil contestarle de lo que creía.
E: ¿Qué contestaste?
M: Que había encontrado lo mejor de mi vida sin tan siquiera buscarlo, y que no
pensaba dejarlo escapar.
Mi cuerpo se separa de ella por sí solo. Es mi cerebro que pide mirarla, que pide y
ordena a mis ojos encontrarla. Y ahí está cuando encuentro el espacio en común que
nos separa por apenas unos centímetros.
Siete días, con sus siete noches. Una semana que jamás pensé vivir. Exceptuando una
de ellas, cada noche desde aquel primer día en que empezaba sus vacaciones, hemos
dormido juntas. Y la excepción fue porque me quedé frita en el sofá y no escuché como
aporreaba el timbre y me desperté de madrugada, maldiciendo mi cansancio y mi poco
oído cuando duermo tan profundamente.
He conseguido abrir un ojo para ver que son las once y media. Hace un rato me
despertó para avisarme de que iba a dar un paseo con Orlando. Tengo una mujer que
no me la merezco.
Hoy voy a darle una sorpresa. Anteayer le dije que Pilar se había puesto enferma y
tenía que hacer su turno y el mío. Es verdad que tenía que hacer su turno y el mío.
Pero no porque estuviese enferma. He cogido el día de hoy y los dos que vienen. El
plan perfecto. Lo he bautizado como “operación Sierra” Porque la que ahora tiene
ganas de sierra soy yo. Ganas de sierra y ganas de estar pegada a ella veinticuatro
horas y no solo las que mi turno en el hospital me deje libres. Que aquí el único que
disfruta de las vacaciones de mi pediatra es el listo de Orlando. Que se pasa todo el
santo día con ella. Maldito chucho.
Como una niña pequeña, cierro los ojos cuando escucho la puerta abrirse y a Maca
hacerle una gracia a Orlando, que también lo escucho correr hacia la cocina y darle a
236
Sin remedio
M: Marmotilla.
E: ¿Qué tal el paseo? –pregunto sin abrir los ojos y notando como no deja esa caricia
que tanto me gusta.
M: Muy bien, nos hemos echado un par de carreritas y estoy por darme una ducha.
Hace un calor horrible.
Es ahora cuando abro los ojos y la veo sonriendo, con una coleta recogiéndole el pelo y
una de esas camisetas que no dejan casi nada a la imaginación.
E: ¿Sabes que así vas provocando? -¡dios que voz de Manolo ronco!
M: ¿Por qué?
E: Porque te lo digo yo. –suspirando me giro quedando bocarriba para poder frotarme
la cara como necesito. Cómo puedo tener tanto sueño Dios mío. Ah… ya lo sé.
Extrañada separo las manos de mi cara y me la quedo mirando. Pero ella no me mira a
mí, me mira las… ups.
E: Jajaja. –el primer instinto, y por no haberme dado cuenta, es girarme cubriéndome
con los brazos, lo que hace que ella, lejos de dejarme, se pegue a mí para comenzar a
besarme- No me acordaba.
M: Pues… -vuelve a bajar la vista y yo sonrió sin más narices- Creo que me apetece
sudar otro poco.
E: Jajaja.
Siempre me he considerado una persona… sexualmente activa. Porque sí, el que diga
que no le gusta el sexo, miente. Y aun más el que diga que no le gusta el buen sexo en
pareja. De siempre es sabido que aunque no se diga, a todo el mundo le gusta. Pues
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Sin remedio
bien, he dejado eso de sexualmente activa muy por debajo de lo que yo creía. Porque
que prefiera no comer a estar sentada como lo estoy ahora mismo tiene delito. Si mi
madre se enterase me daba a escobazo limpio durante dos semanas. ¿Pero quién se
puede resistir a esta mujer desnuda en una cama y después de haber hecho el amor
dos veces? Parece que se adictiva, siempre mas, siempre mas.
Lo que falta por ver es si será siempre así o es algo circunstancial por los
acontecimientos pasados. Qué seria y responsable parezco a veces, coño.
E: Nada. –niego sonriendo aun y ella hace lo mismo justo cuando noto que flexiona las
piernas, por lo que yo me escurro más hacia ella. Me está provocando- ¿Mas?
M: Es que se me dormían.
E: Se te dormían… -me tengo que morder el labio por no mordérselo a ella. Si lo hago
lo mismo se queda sin él y a mí me hace falta. Me gusta tirarle de vez en cuando.
E: Pues la verdad es que debería, y más aun si quiero llevar acabo mi plan. –se
sorprende y yo vuelvo a sonreír.
M: ¿Qué plan?
E: Aahh… -inclinándome rodeo su cuello con ambos brazos y hago lo que parece que
más me gusta, besarla.
Si es que me pierdo, empiezo y me pierdo. Pero la culpa la tiene ella, que en vez de
pararme o no seguirme el rollo, parece que me incita aun más a seguir. Y me da que
otra vez nos vamos al asunto. Pero no seré yo quien me queje.
M: Jajaja.
E: ¡Tú no te rías!
M: ¡Pero es que mírale! –le señala muerta de la risa y ya lo tengo claro. Se jodió el
asunto- ¿Adónde vas?
238
Sin remedio
E: Pues tú me dirás, a mí me habéis cortado todo el rollo. –me quejo yendo hacia el
armario y cogiendo una camiseta para cubrir mi frustrada desnudez.
M: Esther.
E: ¡La próxima vez no le rías la gracia! –solo me sale alzar la voz de camino al baño,
donde me paro con una sonrisa y casi de refilón, la escucho antes de entrar.
M: Estarás contento… y que sepas que aquí todos moros o todos cristianos, si yo no
juego a lo mío, tú tampoco jugas a lo tuyo, machote.
Después de mi ducha toca la suya. Momento en que yo aprovecho y hago algo que
tengo que hacer para que mi plan siga su curso. Orlando va detrás y delante de mí
como si intuyese algo.
Lo tengo todo medio listo en el salón cuando escucho la puerta del baño y los pasos
descalzos de mi Maca ir hasta el dormitorio. Yo decido sentarme como quien no quiere
la cosa y leer una revista que no sabía ni que estaba donde estaba.
E: Ya. –cuando la miro se ha quedado parada en medio del salón mirando mi macuto.
E: Pues es parte de mi plan. –sonrío todo lo que puedo, por lo que queda bastante
descarado y decide seguir mirándome- Tengo libre hoy, mañana y pasado… así que si
tienes ganas de sierra… -aprieto los labios y ella abre mas los ojos- Yo tengo muchas.
M: ¿En serio?
E: Ajá.
Cuando quiero reaccionar es tarde, porque ya se… precipita, sobre mí. Orlando se pone
a ladrar como un loco y yo solo atino a responder a este beso que vuelve a sacar esta
cosa descontrolada y hambrienta que solo pienso en ¡Sexo! ¡Sexo!
Y ahora es cuando viene una de esas frases que tanto dice mi madre… “mamá que me
llama y yo que me quiero ir” ¡Es que tampoco pone de su parte!
M: Ahora.
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Sin remedio
Mis ojos se abren tanto, que me da que se me van a salir de las cuencas. Mi madre y la
hermana urraca sonríen antes de pasar libremente después de besar mi mejilla.
R: ¡Maca!
M: Hola, Rocío. –cuando llego a la puerta veo como Maca saluda tanto a mi hermana
como a mi madre mirándome después. Creo que estamos planeando un asesinato
rápido entre las dos.
En: Pues que mañana me voy en el barco y quería venir a verte antes de irme, además
que Rocío quería venir también y hemos aprovechado.
E: Qué bien.
Sentadas en el sofá escuchamos como mi madre nos relata con total y absoluta ilusión
TODO lo que se ha comprado para lucir en su crucero. Maca asiente, sonríe y le
contesta como buena pija que es, además de que aunque mi madre no lo sepa, es la
suegra, y con la suegra siempre hay que ser bien dispuesta a sufrimientos como este.
E: Me alegro mucho, mamá. –en el tiempo que yo contesto Orlando sube al sofá, más
concretamente sube al lado de Maca, que empieza a hacerle carantoñas sin dejar de
mirar a mi madre por si empieza otra vez a hablar.
R: Por cierto, que mamá te tenía que decir algo. –le da con el codo y yo ya me temo lo
peor.
E: ¿El qué?
En: Pues verás. –coge aire y ya pone su cara, la cara de “hija, me he metido en tu vida
sin que lo sepas”- ¿Recuerdas a Virtudes? La mujer con la que iba a jugar a la brisca el
verano pasado.
E: Sí. –me limito a contestar mientras espero la bomba- ¿Qué pasa con ella?
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Sin remedio
En: Pues que ha venido su hija, no es de aquí… y se ve que anda aburrida la pobre, y
además ahora en verano que… -yo suspiro y comprende que le meto prisa. ¿Cuándo
cambiará?- Además… es como tú, y habíamos pensado que…
¡Stop!
E: ¿Cómo yo?
En: Sí bueno, como vosotras… -nos señala a las dos y ya sí que noto como se hace un
agujero bajo mis pies, la casa tiembla y algo así como Lucifer está rugiendo para salir.
R: Lesbianas, mamá.
En: Eso, pues que le he dicho a Virtudes que llamarías a su hija y que saldrías con ella
por ahí. Que la pobre está sola aquí.
La mano de Maca llega hasta mí, no me había dado cuenta que además de gritar me
iba a levantar, pero con tan mala leche que mi madre se ha quedado blanca.
En: Tampoco es para que te pongas así, hija… una amiga, y si surge pues… surge. –mira
a mi hermana como si estuviesen frente a una pirada en medio de un ataque de locura.
M: Tranquila. –el susurro apenas me llega para que pueda sentarme y cerrar los ojos.
E: ¿Cuántas veces te tengo que decir que no planees cosas a mis espaldas, mamá?
¿Cuántas? –vuelvo a abrirlos y siguen igual- ¿No entiendes que las cosas no se hacen
así?
E: No, mamá… exagerada no. Porque yo ni puedo, ni quiero, ni tengo tiempo para hacer
nada de eso. Y tú ya has hecho y dispuesto sin contar conmigo.
E: No tengo ningún ratito. Y no quiero hacer nada de eso… -suspiro, y otra vez la mano
de Maca llega dándome esa calma que yo no encuentro- Estoy saliendo con alguien,
mamá.
Tras soltar la bomba he mirado esa mano que tengo sujetando mi antebrazo, que de
forma tranquila solo pretende darme ese pequeño ánimo para continuar.
241
Sin remedio
En: ¿Saliendo con alguien? –se sorprende y mi hermana, que no suele tomar partido en
estas conversaciones, me mira como si tuviese un cuadro de Klimt delante y no
entendiese ni papa- ¿Desde cuándo?
E: ¿Os he visto en dos semanas? Porque además de un hola, mamá, ¿Cómo estás? –
suspiro- Poco hemos hablado.
El subconsciente me falla y mi rostro se gira lo justo para mirar a Maca, que no es más
que apenas un par de centímetros para conseguirlo. Después él mismo baja por si solo
para ver como ha pasado de tomar mi antebrazo, a buscar mi mano. Cosa que
agradezco.
R: Pero…
En: ¿Y Dani donde está? –vuelve a preguntar, como un grillo cojonero y con sombrero,
como si fuese la conciencia del mundo aunque este no se lo pida.
E: ¡Sí, mamá!
¿Por qué me seguirá afectando tanto este tema? Es que es como si una parte de mí
siguiese culpándome, restregándome que Dani está allí y que Maca no deja de estar a
mi lado. Con lo bien que había empezado yo el día y ahora viene esta a fastidiármelo.
En: Pues me alegro. –cuando la miro está cruzándose de brazos, mirando a Maca mas
fijamente que a mí y haciendo entonces que tenga que mirarla a ella, que sonríe.
M: Gracias.
R: ¡Tengo que dar otra noticia! –las tres nos giramos para ver como se pone el pie y yo
vuelvo a tener la frase de años atrás en la cabeza. Vaya parto tuvo mi madre.
R: ¡Sí!
242
Sin remedio
Y es ahora cuando pierdo la vergüenza, y esa tirria que le tengo a mi propia hermana,
para lanzarme hacia ella y abrazarla. Empezando un baile de saltos de lo mas ridículos
que no hacen que paremos en nuestro empeño por llegar más alto.
E: ¡Voy a ser tía! –empezamos a reír y miramos a mi madre que está riendo junto a
Maca.
En el coche, no puedo dejar de sonreír. ¡Voy a ser tía! Voy a tener a un enano al que
malcriaré tanto o más de lo que pueda llegar a imaginar. He sentido sin esperármelo
una atracción infantil jamás reconocida en mí. Solo de pensar en tener a ese bebé en
brazos mi baba cae por litros.
E: Ni falta que te hace, es un cavernícola sin pelo que solo bebe cerveza y mira la
televisión. –la escucho reír y sonrío sin apartar la vista de la carretera.
E: Dejamos de llevarnos hace muchos años. Tenemos una paz firmada por mi hermana
pero siempre es mejor si no nos vemos. En la última cena familiar acabé yéndome a
casa antes del postre.
M: ¿Por qué?
E: Es que sin carácter en este mundo te comen. Y no ha nacido aun quien consiga
comerse a Esther García.
M: ¿Seguro? –me giro aun más rápido que antes y se empieza a reír, haciendo que
entonces mis ojos se abran aun mas.
E: ¡Mal pensada!
E: No sabía yo que tú tenias esa vena tan graciosita y tan juguetona con esos temas,
eh… -le doy con el dedo en el costado y sonríe quitándose por la impresión- ¿Qué
imagen es esa para una pediatra?
243
Sin remedio
E: Ya…
Cuando vuelvo a mirar al frente sigo con esta cara de empalagosa felicidad que
cualquiera querría aporrear de manera agresiva. Sobre todo si me pongo en la cola del
paro. Pero es que no puedo evitarlo. Soy y estoy, absoluta y completamente feliz en
este momento de mi vida.
M: ¿Sabes qué? –giro la cara sin proponérmelo y me cruzo con sus ojos apenas medio
segundo cuando vuelve a mirar a la carretera- Me encanta verte así.
Tras sus palabras veo que alza la mano para encontrarse con la mía sobre mi muslo.
¿Cómo puede esta mujer aumentar de forma tan exagerada mi felicidad con solo
mirarme?
M: Me encanta verte sonreír. –vuelve a hablar sin soltar mi mano- Te juro que mataría
por verte siempre así.
¿Y qué puede hacer Esther en casos como este? Deshacerse y lo único capaz de lograr
sin romperse, acercarse a ella para buscar ese cuello que tanto le gusta y besarlo para
tardar en separarse.
E: Te quiero.
Vale, a Orlando no le sientan bien los viajes de más de veinte minutos en coche. El
pobre ha bajado que ni recorrer dos metros ha podido. Se ha caído de culo mientras
miraba todo ese espacio abierto que hacía que su imaginación perruna se excitase.
E: Me encanta.
E: ¡Oye!
M: Es broma, tonta. –tras sonreír otra vez me ha dejado un beso en los labios y ha
empezado a caminar hacia la puerta.
La casa es pequeñita, toda de madera y con un porche que ha sido lo primero que me
ha enamorado. Qué pija es mi chica. Suelta las cosas en la entrada y saca las llaves para
abrir. La verdad es que hace un día de bikini. ¡Maca en bikini!
E: ¿Maca?
M: Dime. –se gira justo cuando abre y yo sigo a apenas un metro mirándola.
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Sin remedio
M: Claro.
E: Bien. –una de mis fantasías hechas realidad- ¿Y cómo es? –termino de subir los
escasos dos escalones cuando ella sigue mirándome.
M: ¿El qué?
E: El bikini. –sonríe apenas antes de dar una pequeña risotada y girarse con los dos
macutos. ¡Contéstame, maldita!
E: Mejor.
Salimos y sin soltarme la mano me lleva hasta un pasillo que enseguida gira
acabándose y dejando ver una escalera. Empezamos a subir y son apenas seis peldaños
hasta llegar al piso de arriba y ver tres puertas. Va hacia una de ellas.
M: El baño.
E: Muy bonito. –asiento mirando esa ducha que me recuerda tanto a la mía- Sobre
todo la ducha.
M: A mí también me gusta la ducha. –se gira y vuelve a tirar de mí. ¡Y no te digo lo que
me gustaría hacer en esa ducha!- Un segundo dormitorio.
M: ¿Esta te gusta?
E: Esta me encanta. –la miro y ríe por lo bajo- ¿Será la nuestra? –asiente sin dejar de
mirarme y paso dejándola atrás- Es bonita.
M: ¿Quieres ver la piscina ya? –cuando me giro está apoyada en el marco de la puerta,
con las manos en los bolsillos de su pantalón y mirándome como ya suelo captar.
¡Provocación!
245
Sin remedio
Orlando, que ya ha olisqueado por cada rincón, me sigue los pasos. Le hago poco caso
la verdad, el mismo que él a mí. Cuando bajo al salón no se escucha tampoco nada, y
camino hasta la cocina. Me pareció ver una puerta que daba a la parte trasera.
Al abrir me encuentro con un jardín que creía más pequeño, la verdad. No es enorme,
pero bastante más grande que la parte de delante. Cojo la toalla que llevaba colgada
del hombro y la dejo en una de las dos hamacas que hay cerca de la piscina. Mi Orli ha
corrido hasta la orilla, mirando sorprendido tanta cantidad de agua. Haciéndome
sonreír y que camine hasta él para quedarme de rodillas a su lado.
M: Lo terminará haciendo.
Irguiéndome me giro para mirar hacia la puerta. Si no fuese porque ya soporto estas
cosas como una campeona, caería en el agua para intentar despertarme.
Sonríe sin avanzar cuando puedo ver ese bikini que permanecía en top secret o lo que
fuese. Es verde oscuro con dibujitos amarillos. ¿Estaba tan morena cuando llegamos?
¡Y yo que parezco copito de nieve! ¡Maldita sea!
M: Hay un hombre que se encarga de limpiar las piscinas y llenarlas cuando llega el
calorcito. La verdad es que nos hace un favor a todos. –se queda junto a mí para mirar
el agua- Lo que pasa que estará aun un poco fría.
Contesto mirándola y viendo como se gira con una sonrisa antes de dar un paso hacia
mí, pegándose para besarme y hacerme suspirar. Mucha carne puedo yo tocar así sin
mucho esfuerzo.
E: Sí.
Lo siguiente que noto son mil agujas clavarse por mi cuerpo a una velocidad demasiado
rápida, no puedo ni gritar porque me he bloqueado por el dolor y siento que tampoco
puedo coger aire, solo sería agua inundando mis pulmones.
Cuando noto el aire tocarme el rostro, mi primer instinto es quitarme el pelo de la cara
para mirar a la asesina de la película.
E: ¡Está helada!
246
Sin remedio
M: Enseguida se pasa. –ha llegado en un segundo hasta pegarse a mi cuerpo otra vez,
besando mi cuello y llevándome por el impulso hasta uno de los muros de la orilla.
Y sabe que me gana, me compra y me tiene cuando hace esto. Ais… ¡si es que apenas
lleva ropa! Y yo tengo sangre en las venas. Hace lo que quiere conmigo y lo sabe de
sobra. Puñetera.
De repente escuchamos un lloro ya conocido por todas y nos giramos para ver a escaso
medio metro la cabeza de Orlando. Que después de mirarnos empieza a recorrer la
orilla de un lado a otro mirando el agua. Pobrecito, le da miedo.
Lo siguiente es un salto olímpico del cuerpecito de mi perro hacia el agua. Las dos
tenemos que girar la cara por el agua que salpica y cuando volvemos a mirar, el tío está
nadando como si lo hiciese de toda la vida hacia ella.
Hacía años que no pasaba un rato tan divertido como ahora. Es extraño, pero cuando
empezó todo esto, y a veces, en mínimas ocasiones que ya ni recuerdo, intentaba
imaginar cómo podría haber sido llegar en un momento que Dani no estuviese, e
intentar crear una mínima idea de lo que hubiese sido, jamás me había visto reír tanto.
Y es que jamás había pensado tampoco en tener un perro. Y aquí estoy, viendo como
mi Orlando disfruta como nunca. Nadando hasta la escalera, ladrando feliz, volviendo a
saltar y nadando para ir hasta la pelota que Maca ha deshinchado para que pueda con
ella. Es tan abrumador que podría pensar perfectamente que estoy en uno de mis
sueños.
E: Y ahora, la señorita amiga de los animales le va a hacer caso a la señorita García. –la
veo sonreír cuando me acerco hasta ella y no dudo en parar cuando ya estoy rodeando
su cintura con mis piernas.
M: ¿Sí?
E: Hombre… creo que es lo justo. Que Orlando te ve más que yo. –la beso para después
sonreír- Y no me lo puedes negar.
M: Es que tienes un perro muy acaparador. –nadando de espaldas me hace ir tras ella.
247
Sin remedio
E: Bueno, creo que es justo decir que aunque no salgas en los papeles del veterinario…
también es perro tuyo.
M: ¿Sí? –sonríe sin dejar de ir hacia la escalera, y yo con una babilla que no se ve por el
agua, detrás de ella.
E: Claro, igual que no sales en el libro de familia de los García por todo ese rollo
burocrático, y no quiere decir que no sea nada tuyo también. –sonríe llegando hasta los
primeros escalones, lo que hace que su cuerpo se detenga encontrando con las manos
un punto de apoyo para mantenerse en la superficie.
Sonriendo, termino por colocarme casi sobre ella cuando la dirección que toma mi
cabeza es clara, esos labios que también sonríen y que me esperan porque son muy
listos.
Un ladrido hace que abramos los ojos mirando hacia el mismo escalón donde hemos
ido a parar.
E: Voy a empezar a pensar que eres un perro morboso, Orlando. –ladra de nuevo y se
lanza al agua en otro salto- ¡Venga, salpica más!
Lo siguiente que ocurre es que Maca se pone en pie consiguiendo que yo siga
rodeando su cintura con mis piernas. Mis reflejos me hacen agarrarme a su cuello y ver
entonces, como se lanza precipitándonos en el agua.
Por lo mismo, hemos decidido echarnos. Mientras yo permanezco bocarriba ella está
pegada a mí de lado, pasando su dedo de arriba abajo por mi estomago.
E: Cuéntame algo.
248
Sin remedio
M: ¿Algo de qué? –dejo de mirar su mano para buscar sus ojos y los descubro fijos en
mí- ¿Quieres que te cuente un cuento? –sonríe- ¿Un chiste?
E: Qué tonta.
M: ¿Qué quieres que te cuente, a ver? –moviéndose deja el codo sobre el brazo del
sofá para sujetar su rostro.
M: Sí, pero usé el dinero de la herencia de mi abuela. Creí que lo mejor era invertirlo en
algo así.
E: Hice un cambio con mi madre, me dio una medalla de plata que siempre me había
gustado y ella se quedó con los tapetitos… los tiene puestos. –suspiro antes de
preguntar otra curiosidad- ¿Y por qué decidiste comprarte una casa aquí?
M: Siempre he vivido en una parte alejada del centro de la ciudad, me gusta saber que
tengo un sitio donde ir si necesito respirar y dejar de escuchar el tráfico de Madrid. –
sonríe mirándome otra vez.
E: Entonces… si te da por querer saber que tienes un sitio para poder respirar lejos de
cualquier lado ¿te comprarás un cohete? –empieza a reír y yo me la quedo mirando
con mi cara oficial de lerda.
E: Qué bonito. –todo sea por disimular que se me va a caer la baba si la dejo- Pero no
hace falta que me busques, si con mirar al lado me vas a encontrar.
E: Seguro.
Viendo que vuelve a sacar esa vena de hacerme esperar, mi instinto se anticipa y no
puede hacer nada cuando la agarro de la camiseta para atraerla hacia mí. Puedo verla
sonreír antes de cerrar los ojos, al mismo tiempo que paso los brazos por su cuello y las
piernas por su cintura mientras ya la beso.
249
Sin remedio
Por inercia y acordándome de donde estoy, me incorporo para comprobar que estoy
sola en la cama. Cosa que me hace suspirar y dejar las manos en el colchón para poder
soportar mi peso. Tengo que decirle que no me gusta que se levante sin avisarme.
Después de una ducha sin prisa alguna me he colocado el pantalón más corto que
encontré por casa y una camiseta de tirantes, me viene grande, pero mejor que ir
embutida. No me he molestado ni en calzarme. ¡Hace un día estupendo! Llego dando
saltos hasta la cocina, la que está vacía. Genial. En el salón tampoco parece haber
nadie, y si estuviese mi Orlando cerca ya habría venido, así que han tenido que salir por
ahí a hacer el ganso. Desayunemos pues.
http://img19.imageshack.us/img19/1665/postitcopia.jpg
Qué mona es, madre… si es que es para comérsela. No se le escapa una, el día que le
encuentre un defecto me dará un pasmo. Aunque igual me parece más perfecta solo
por eso.
Sonriendo salgo hasta el porche. La mesa está lista con todo detalle para mi desayuno.
Me siento sin dejar de mirarla y encontrando todo lo que ha dejado. Leche, zumo, un
cuenco con cereales, tostadas, fruta…
Tras veinte minutos he devorado los cereales, un par de tostadas y me queda rematar
el zumo.
Sin soltar el vaso estiro las piernas para colocarlas sobre la silla junto a mí y suspiro
mirando el jardín de la casa. La verdad es que yo me quedaría aquí a vivir. Con ella,
claro. Pero no estaría nada mal, en invierno esto tiene que estar precioso. Orlando
sería feliz y yo más.
Mi mente me juega una mala pasada y hace que recuerde la noche anterior. Ais… no
tenemos hartura… ¿será siempre así? Porque como lo sea, voy a adelgazar cinco kilos
por lo menos entre el calor y tanto darle al pim pam.
250
Sin remedio
E: Qué pasa tío, menudo chollo que tienes aquí con le jefa, eh. –estoy aun
acariciándolo cuando ella sale con un botellín de agua en la mano y sonríe acercándose
y sentándose conmigo en el sillón de dos plazas que había acaparado para mí- Hola.
M: Hola. –sin esperar a que lo haga ella, me acerco para besarla y separarme otra vez
para mirarla- ¿Cómo has dormido?
E: Genial. –asiento cuando los ojos se me van a su cuello y la veo sudando como un
pollito, lo que hace que le pase la mano por la frente para quitarle ese brillo tan
gracioso- ¿Por qué corres tanto?
E: Eso te iba a decir, porque espero que no sea que la estás buscando. –miro a mi Orli
que está corriendo detrás de un escarabajo por el jardín- Voy a traerte algo para que
comas.
Mientras le preparo un sándwich y un buen zumo la escucho jugar otra vez por ahí con
Orlando, hay que ver el amor que le tiene, leche. Me voy a tener que mosquear.
M: Ais… -se deja caer otra vez- A este perro no se le gasta la pila nunca.
E: Ni a ti, guapa. –me siento a su lado, flexionando las piernas sobre el sillón y mirando
como empieza a comerse el sándwich.
E: No sé, qué se puede hacer por aquí además de perseguir a un perro hiperactivo.
M: Ya sé qué vamos a hacer. –sonríe y da otro mordisco para después seguir con esa
maldita sonrisa mientras mira al perro.
M: Es una sorpresa. –coge el vaso y da un largo trago- Seguro que te gusta, tranquila. –
me mira entones y me cruzo de brazos quitándole la cara- Si te pones así no vamos.
251
Sin remedio
El agua está aun más fría que ayer. No había pensado que hace pocas horas que ha
salido el sol, pero me da igual. Pego dos gritos debajo del agua, solo los escucho yo y
quedo como toda una señora campeona de las temperaturas.
M: ¿No está fría? –cuando abro los ojos la veo en la orilla con las manos en los bolsillos
de su pantalón.
E: Está buenísima. –respondo sonriendo y con una doble intención que termina
pillando sin duda alguna- ¿Te das un bañito conmigo?
M: Voy a cambiarme.
Se gira y sin dejar de sonreír empiezo a nadar de espaldas, cerrando los ojos y
sintiéndome completamente a gusto. Ais… si es que esto podría ser perfectamente un
paraíso, porque poco le puede envidiar a cualquier sitio.
Casi asustándome siento como un montón de agua me llega a la cara y tengo que
poner los pies en el fondo para buscar el motivo de dicho ataque.
E: ¡Orlando!
Y pasándose por el forro mi grito empieza a nadar hacia mí. ¿Pero cómo me enfado yo
con este trasto? Si es que es imposible hacerlo. Cuando está ya delante lo cojo en
brazos y se deja todo feliz, pero aun mas cuando me da por lanzarlo haciendo que
vuelva a caer al agua.
M: Tú perviértele más, que como le hace falta más ánimo del que tiene. –sonríe de pie
en la orilla y me acerco apenas sin dejar de mirarla.
M: No te lo debo, pero igualmente te lo voy a dar. –con una mano en el suelo se deja
caer de pie en el agua y la cara le cambia en cuestión de un segundo.
E: Jajaja.
Sigo sin saber dónde vamos. Ha cogido una bolsa con varios bocadillos y toallas. Así
que vamos a un sitio con agua. Lo que no sé es donde coño está ese sitio con agua.
¿Una piscina más grande? Pues lo mismo. Orlando va con las dos patas sobre la
ventanilla, le gusta que le dé el aire. Y es lógico y normal, es lo que más apetece hacer.
Aunque no sería necesario que se asome tanto, están las cuatro ventanillas bajadas,
pero a él le gusta y ya está.
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Sin remedio
E: ¿Por qué?
M: Pues porque amenos que me meta el coche en el bolsillo, no podemos seguir con
él. –sonríe mirándome apenas y aunque se ha ganado una colleja no se la daré, porque
me cae bien- Iremos a pie.
E: Bueno. –me cruzo de brazos cuando veo como se mete por un camino de tierra y el
coche empieza a moverse mucho más que antes. Orlando se sienta temiendo
seguramente salir despedido por la ventanilla y apenas dos minutos después llegamos
a una pequeña explanada donde hay un par de coches- Ah, pero es que lo conoce más
gente.
M: Conocen una parte. –sonríe bajando- Yo conozco otra que ellos no.
Salgo del coche con rapidez y la ayudo a coger las cosas. Orlando sale, olisquea y nos
sigue cuando comenzamos a caminar. Era cierto, se ha puesto a llevarme por una parte
donde solo hay matujas, además me pinchan. ¡Como me pique algún bicho le doy!
E: ¿No hay una ruta alternativa donde haya solo tierra y no tanta planta?
M: ¿Qué culebra, Esther? –se me queda mirando con una pequeña sonrisa pero yo no
estoy en broma. No soporto las serpientes, y las culebras son primas hermanas-
¿Hablas en serio?
E: ¿Qué?
M: Que subas, venga. –no me lo pienso mucho tiempo, la verdad- Esto es la leche,
vamos. –medio se queja pero yo voy sana y salva agarrada a su cuello- Culebras.
M: Me dan miedo… -me imita en una clara burla y solo puedo refunfuñar y recostarme
a la espera de que pueda llegar al final del camino llevándome encima- Vaya scout
estás hecha.
253
Sin remedio
Cuando la pobre ya va sudando la gota gorda decido saltar. Me sabe fatal llevarla así, y
si camino deprisa no pasará nada y a ninguna culebra le dará tiempo a morderme.
Durante apenas diez metros seguimos el mismo camino hasta que gira y llegamos a
una parte que desciende y que hace que me quede parada sin poder reaccionar. Mis
ojos se mueven lo justo para poder admirar todo lo que tengo frente a mí y solo puedo
llegar a escuchar los ladridos de Orlando, haciendo que le busque instintivamente y lo
encuentre corriendo hacia la orilla.
M: Esta parte del lago nadie la conoce, solo los forestales y no vienen a bañarse. –sin
soltarme empieza a descender y yo lo hago sin haber dicho nada aun- El agua está más
limpia que en el otro lado.
E: Me encanta. –sus sonrisa se hace aun mucho más grande y se inclina para darme un
beso y volverse a separar para tirar de mí y caminar hacia la orilla- ¿Vamos a pasar el
día aquí?
Sin darme opción a replica, extendiendo una toalla y yo me dedico a hacer lo mismo
con la otra. Incluso me arrodillo para dejarlas bien parejas y me vuelvo a colocar en pie,
encontrándome lo que menos me esperaba.
254
Sin remedio
M: Pues no me voy a bañar con la ropa. –mi sorpresa sigue cuando además de haberse
quedado desnuda de cintura para arriba, ¡se quita el pantalón!- ¿Tú no te metes?
E: ¿Desnuda?
E: Qué remedio.
Justo cuando empiezo a sacarme la camiseta veo como Orlando ya corre hacia el agua,
nadando y acercándose hasta Maca que ya le está salpicando y riendo. Esta quiere
pervertirme a mí, y lo que no sabe es que llega tarde.
M: Oye… -sin esperármelo tira de mi mano y me arrastra por el agua hasta quedar
pegada a su pecho, lo que me hace sonreír sin dejar de mirarla.
E: ¿Qué?
M: Que me prestes un poquito de atención ¿no? –me da un beso que me sabe a poco
pero que termina sabiéndome mucho mejor cuando noto como pasa los brazos por mi
cintura.
E: Pues eso.
M: ¿No quieres hacer nada más? –sonrío sin apartarme, porque si lo hago y la miro me
descojono seguro- ¿Eso es que no? –vale, es cuestión de mirarla y no de estar aquí
aguantándome la risa.
255
Sin remedio
M: Claro.
E: ¿Sabes que no te pega nada ser así? –sonrío sin poderlo evitar y ella deja de hacerlo
en cuestión de un segundo.
M: ¿Por qué?
E: Porque tú eres muy seria, Maca. –me tengo que morder el labio porque le está
sentando mal, lo sé, aunque no es en absoluto mi intención- Aquí la visceral tengo que
ser yo.
E: A ver… no lo tomes en lado extremo y literal… -viendo que me lo voy a tener que
currar le doy un beso y mirarla después otra vez- Tú eres más de… de besitos por aquí,
te cojo la mano… esas cosas. Pero desde luego que no te imaginaba trayéndome aquí,
perdidas de la mano de dios para hacer el amor en el agua.
M: Tú no te terminas de dar cuenta de lo que has hecho conmigo ¿Verdad? –mi ceño se
frunce porque no la he pillado y tengo una duda existencial- No lo sabes.
Mirándola aun, veo como sigue con esa expresión seria, pero no como al principio, sino
que ahora parece tranquilidad. Y es el mismo que mantiene cuando se inclina y pierdo
el contacto con sus ojos. Justo cuando noto lleva sus labios a mi cuello, dejando apenas
un roce, uno que va seguido de otro y de varios más tarde cuando ya me besa la nuez y
mantiene las manos en mi espalda para que no me aleje.
Después de un rato de baño hemos vuelto a salir, ocupando las dos una misma toalla
porque yo he querido sentarme con ella y entre sus piernas. Me gusta.
M: ¿El qué? –tras preguntar deja frente a mis labios un trozo de manzana que me
limito a coger y después masticar.
E: Cuando… -sigo masticando no sabiendo muy bien cómo preguntar esto. Por lo que
mi cuerpo se gira sin perder el apoyo en el suyo y la miro con media sonrisa- ¿Sabes
Morse?
256
Sin remedio
M: Jajaja. –me la quedo mirando y sin cambiar la postura porque sigo estando cómoda.
Me encanta mirarla cuando se ríe, para qué lo voy a negar- ¿Y eso?
M: No. –sonríe y corta otro trozo de manzana para dármela, repitiendo después y
llevándoselo ella a la boca.
E: Maca.
M: No sé de qué hablas o por qué preguntas eso, así que si quieres que te conteste me
lo dices o te quedas con la curiosidad. –se encoge de hombros y se dedica a masticar.
M: No sé Morse. –me da otro trozo de la poca manzana que queda y yo sigo mirándola-
Lo miré en internet.
M: Sí.
E: ¿Cuándo?
M: Días antes. –sin levantar el rostro deja la manzana en la bolsa que hemos utilizado
de basura y se pasa una servilleta por las manos para mirarme después- Creí que…
decírtelo así… -baja otra vez la vista y yo sonrío cuando no me mira- seria espacial, no
sé. Después de todo lo que había pasado y…
E: Eh… ¿Qué vez? –parpadeo fingiendo que no sé de lo que habla y se ríe apenas
durante un par de segundos- No sé de qué me hablas.
M: Dímelo.
E: Es que no lo sé… -sonriendo miro hacia otro lado y aprovecha para abrazarme y
volverme a tener pegada a ella.
M: Dímelo.
E: No.
M: Dímelo. –me pinzo el labio mientras miro hacia el agua y ella empieza a dejarme
besos en la mejilla, me está haciendo la pelota descaradamente- Va…
257
Sin remedio
E: Que eres preciosa. –la miro por el rabillo del ojo y está sonriendo, todavía pegada a
mi rostro y sin soltarme- ¿Contenta?
Apenas entra un mínimo de luz por la ventana. Lo justo para que pueda verla mientras
está de costado junto a mí. A veces pasándome los dedos por el estomago, otras
besándolo o haciendo ambas cosas a la vez. Yo me dedico a acariciar su espalda. A
rozar esa suma de lo que parecen sueños y felicidad en una misma piel.
Y es mientras lo hago, que ella me mira, sin alejarse de mí y haciendo que esa mínima
luz que traspasa la ventana, ilumine su cara y yo no pueda más que sonreír.
M: Esther.
Sin dejar de mirarme se mueve para colocarse sobre mí, haciéndome suspirar tan
débilmente que ni ella podría escucharme. Ha sido como un respirar de mi cuerpo por
sentirla de nuevo. De cada poro de piel por saber que sigue aquí.
Y sus labios encuentran los míos entre la oscuridad, saludándolos, pero como si fuese
la primera y última vez. Haciendo que me estremezca y tenga que retener el temblor
que podría perfectamente apoderarse de mí. Todo vuelve a reducirse a esto. A ella. A
las dos y nada ni nadie más. Porque todo vuelve a pararse, la existencia queda reducida
a algo que no me importa más que la sensación de tenerla así.
Cuando sus manos recorren mi cuerpo es como el momento en que por primera vez te
desnudas delante de alguien. Cuando dejas cualquier miedo posible o conocido para
entregarte sin más. Sin nada que oculte tu vida. Es como ese pequeño temblor cuando
encuentras la mirada de quien tienes frente a ti, que solo mira tus ojos, que los
traspasa y la desnudez no importa.
Y ella la acaricia, la trasforma en tiempo, en un tiempo que se desliza por sus dedos
mientras se apodera de él.
Sigo besándola cuando mi cuerpo nos hace girar sin yo proponérmelo. Y dejo sus labios
para encontrar quizás, lo más similar a la suavidad que abandono. Y es el resto de su
piel. La de su cuello, que se estira dejándome espacio mientras lo recorro de forma
lenta hasta llegar a su clavícula. Algo que no consigue detenerme para seguir
descendiendo y llegar a su pecho. Que es un lugar que me retiene por sí mismo sin
saberlo. Puedo escuchar perfectamente su corazón, y es algo realmente hipnotizador.
El sonido que podría seguir en medio de cualquier guerra.
Es poco tiempo el que puedo estar sin regresar al punto de partida. Creo que jamás
podré hacerlo más de lo estrictamente necesario. Y es en este momento de
258
Sin remedio
reencuentro cuando noto que mi cuerpo empieza a moverse, a buscarla sin contar
conmigo. Por un instinto natural que ella también encuentra dejándose llevar por el
mío.
Necesito aire y es lo único que consigue que tenga que alejarme mínimamente para
tomarlo. Pero por ello mismo puedo mirarla a los ojos cuando también mi voz necesita
salir. Porque no todo coge en mi pecho, porque se ve obligada a salir y dejarse escuchar
mientras siento los músculos tensarse por la fuerza acumulada, por la tensión que
expulsarán de un momento a otro.
Aun estoy mirándola cuando lleva su mano a mi rostro, haciéndome sentir el calor que
desprende, traspasando mi piel cuando un inevitable escalofrió me recorre naciendo
desde los pies y acabando en mis ojos que tiemblan sin apartarse de ella.
E: Te quiero.
Llevo despierta un buen rato, y me alegro. Porque he podido decidir dejar el sueño que
aun tenia para mirarla. Y no puedo dejar de sonreír. Creo que apenas se apreciaría
desde fuera, porque es una mínima sonrisa que nunca puedo borrar.
Ais… si es que me voy a tener que comprar otro corazón porque este ya lo ha llenado.
Qué cursi ha sonado esto.
¿Sabrá realmente cuanto puedo llegar a quererla? Creo que no, y lo mismo se acojona
si se entera. Creo que si lo pienso mucho, hasta yo misma me asustaría. Querer tanto
significa dependencia. Algo que nunca he sabido manejar, porque no me gusta y
siempre he conseguido evitarla. Pero por mucho que quiera, ahora es imposible.
Dependo mucho de ella. Muchísimo.
Creo que hoy está bien para que le dé su regalo. Ahora cuando se despierte se lo doy.
Aunque podría sacarlo ya.
M: Buenos días. –habla sin abrir los ojos y aprovecho su momentánea vuelta al mundo
de los vivos para acercarme a ella.
E: Hola.
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Sin remedio
E: Nada, aquí contigo. –empieza a mover los parpados y termina por abrirlos, aunque
lo hace apenas y creo que debe verme más bien poco- Puedes seguir durmiendo.
E: Pasadas las nueve. –susurro viendo que vuelve a dormirse y le aparto el flequillo de
la cara- ¿Quieres saber algo?
M: Qué.
Vuelve a abrirlos y sonrío antes de acercarme y darle un beso. Apenas responde, solo
un pequeño movimiento sale de sus labios y aprovecho para sacar lo que llevo dentro
de la pequeña caja que he llevado conmigo.
E: Toma.
Extendiendo su mano sobre la cama le coloco el anillo que le dije le iba a regalar y veo
como lo mira sorprendida. Abriendo un poco más los ojos para hacerlo con más
claridad y después mirarme a mí.
Sin dejar de mirarla, y acodada sobre el brazo derecho, la observo erguirse hasta
quedar sentada. En absoluto se lo esperaba, y yo más que me alegro. Porque no
cambiaría la cara que tiene por nada. No puedo evitar sonreír mientras lo mira y
después gira la cara hacia a mí.
M: Me encanta. –sonríe con esa carilla de sueño todavía y sigo mirándola- No tenias
que haberlo hecho.
Hoy tengo el día tonto, porque esta tarde nos iremos y este paraíso pasará a estar solo
en mi cabeza como recuerdo. Por lo menos hasta que podamos volver. Y espero que no
pase mucho tiempo la verdad. Aunque el lugar, ciertamente, me da igual. Lo que me
gusta es estar así con ella.
260
Sin remedio
Cuando la miro viene con dos platos que me huelen más bien a comida comida. Frunzo
el ceño y cuando por fin veo lo que lleva, mis ojos se abren como platos. De repente
me ha dado un hambre enfermiza.
E: Esto tiene que ser para recuperar calorías. –apenas susurro para mí cuando de
nuevo sale- ¿No me dará una indigestión?
M: Qué va. Si lo que hay que hacer es desayunar fuerte, almorzar algo flojito y comer
después.
E: Ya. –se sienta cuando ya no tiene que traer nada más y empieza a coger sus
cubiertos- Pero después de esto no me puedo bañar.
M: Todavía está muy fría, podemos dar un paseo si quieres y luego antes de comer nos
bañamos.
E: Ais… como acabe con dolor de estomago verás. –no me lo pienso mucho cuando ya
estoy con el cuchillo cortando un trozo de esto, un trozo de lo otro, y llevándomelo a la
boca. Qué rico… Si yo desayunase esto todos los días, así como cosa normal, fijo que no
puede cogerme como me coge.
M: A media tarde está bien, así nos da tiempo de llegar todavía con luz y descansas un
poco. Sino mañana estarás muerta.
E: Sí, que tanto picar piedra agota a cualquiera. –me recuesto en mi silla mientras
mastico y ella empieza a reírse por mi comentario- ¿Vas a dormir conmigo?
M: A menos que me eches o que me dejes en la puerta. –se pone a dar un trago de su
zumo mientras la miro- Y creo que aun así te costaría.
Después de desayunar nos hemos vestido con ropa fresca para no sufrir demasiado el
calor este mañanero de la sierra. Orlando va por delante de nosotras mientras
recorremos un pequeño camino de paseo que bordea esta zona.
Pasado un rato me suelta la mano y pasa más cómodamente el brazo por mis hombros,
lo que me lleva a mí a hacerlo por su cintura.
261
Sin remedio
E: Entonces… ¿qué me vas a regalar tú? –sonrío sin mirarla y con la vista fija en el
suelo.
E: Jajaja.
Menudo dolor de cabeza. Me pone de muy mal humor y ya por mucho que lo intente
se me tuerce el día. Es simple y sencillo. Y lo peor es que aun me queda un rato para
poder irme a casa.
G: Aquí tiene la señorita… un buen vaso de agua fría. –me deja el vaso justo delante y
lo miro- Es lo más sano que hay, y seguro que el cuerpo te lo agradece.
E: Gracias, Gimeno. –dejando pasar este momento cojo el vaso y empiezo a beber,
dejándolo a medio cuando de nuevo respiro.
E: Qué va, tengo que recoger una lavadora, poner otra… tengo ropa que planchar y
debería darle un repaso al baño.
G: Y digo yo una cosa… -ambas nos giramos para mirarle, es que cuando habla…
tiemblan hasta los circos romanos que quedan en pie- No puede echarte Maca una…
-se apoya sobre la mesa con ambos brazos- una mano… que ella está de vacaciones.
E: Claro, con esa idea me he levantado yo esta mañana… ponerla a limpiarme la casa.
E: Pero no es lo mismo.
T: Vosotros vivís juntos. –Teresa remata mi frase y asiento dejando ver lo lógico de mi
pensamiento ya que ella ha ido por el mismo sitio.
G: Pues también que limpiaba cuando ella estaba en la suya… y yo en la mía. –deja caer
el peso de sus hombros y ya tengo que sonreír- Va a resultar que soy un… calzonazos. –
sonríe entonces y niego antes de terminarme el agua.
262
Sin remedio
M: ¿A quién? –los tres nos giramos con rapidez descubriendo el cuerpo de Maca de pie
junto a mí.
E: ¿Qué haces aquí? –pregunto poseída aun por mi sorpresa y coge una silla para
sentarse a mi lado mientras seguimos mirándola.
M: Pues venir a verte. –me da un beso y se vuelve a mirar a los demás- Hola, chicos…
¿qué tal todo, Maca? Yo muy bien, gracias.
T: ¿Sabes lo que tenias que hacer? –alza la voz consiguiendo que la miremos, mientras
ella se dirige a mí- Ya que la tienes aquí, que te de un masaje o algo y te relajas, que
mira que cara tienes.
M: Calla.
E: Nuria se ha puesto mala, Pilar y Carmen están de vacaciones, además de que han
subido dos enfermeras de urgencias a planta para cubrir también por allí.
E: Pues casi… pero es que aunque no quiera, si no hay gente alguien tiene que cargar
con las cosas, no me puedo cruzar de brazos por un cabreo y escaquearme para
descansar.
263
Sin remedio
M: Pobrecita mía.
M: Eso… creo que no tienes que hacerlo. –susurra y mi ceño se frunce- Lo que tienes
que hacer es descansar.
E: ¿Y por qué no tengo que hacerlo? –la miro aun con el entrecejo casi unido y
arrugado.
M: Porque no hay que hacerlo. A menos que quieras lavar ropa limpia, planchar ropa
planchada, y limpiar lo que está limpio.
E: Maca. –termino por girarme y sentarme de lado para tenerla más claramente frente
a mí- ¿Por qué has hecho eso?
M: ¿No te lo puedes tomar como un detalle mío hacia ti y a lo mucho que me gusta
verte descansar cuando llegas de trabajar?
Me hacia mas falta de lo que yo misma creía. Nada más llegar me ha llenado la bañera
y ha echado un puñado de sales de baño de un bote que tenía más bien de adorno, y la
espuma dibuja toda la superficie reencontrándome con mi niñez. En esos largos baños
en los que jugaba con ella y lo dibujaba entre mis dedos.
E: ¡Maca!
264
Sin remedio
Mi voz sale una octava más alta de lo habitual, haciéndome casi reír a mí misma por
este afán repentino de un baño conjunto. Pero ¿y qué? Estoy en casa y tengo todo el
derecho a querer que mi novia se me meta aquí en la bañera.
M: ¿Qué? –asoma la cabeza sin llegar a pasar y me incorporo apenas para apoyarme
sobre el borde para mirarla.
E: ¿Te bañas conmigo? –aprieta los labios, lo justo para que vea el gesto, y yo por
inercia los aprieto mas mientras los saco de forma cómica y termine sonriendo.
M: No.
M: Eh… -carraspea y bajo la vista hasta lo que ella mira, bien, esto quizás me ayude- El
baño es para que descanses.
E: ¿Y?
E: Pues menudo asco. –golpeo el agua frustrada y dejándome otra vez escurrir hasta
que mi cabeza se ve sumergida por completo. ¡Tenias que decir que sí! Con la boca
llena de aire, o que eso me creo yo, sigo aguantando hasta que noto como la presión se
acumula en mi cerebro por la falta de oxigeno y decido entonces salir. Limpiando mi
cara de esta espuma flotante, pero espera… ¿yo estoy usando dos manos o tres?
M: Pareces un muñequito de nieve. –cuando abro los ojos, no del todo porque aun
tengo jabón por la cara, la veo sonriendo y limpiándome con una toalla el resto
mientras me doy cuenta entonces de que está sentada en el suelo al otro lado.
M: Estar contigo. –deja la toalla sobre el lavabo y cruza los brazos sobre el borde para
después apoyar la barbilla y seguir mirándome.
E: También podías meterte. –sonríe negando con la cabeza- Anda. –vuelve a negar y me
vuelvo a frustrar pegando la espalda en la bañera- Pues no lo hagas.
265
Sin remedio
M: Me alegro. –se levanta cogiendo mi plato y el suyo y yo detrás de ella con los vasos
y la fuente vacía de la ensalada- ¿Quieres postre?
M: ¿Ni una pieza de fruta? –lo deja todo sobre la encimera y abre el lavavajillas- O un
yogur.
E: No, mami. –sonrío saliendo de nuevo y volviendo al salón. Orlando me sigue pegado
a mí y le acaricio cuando me detengo frente a la mesa, cogiendo después los restos de
la comida y el mantel- ¿Ponemos una peli?
M: Claro.
Después de dejar lo que llevaba en las manos regreso hasta el salón, dejándome caer
en el sofá todo lo larga que soy y viendo como Orlando se asoma por el borde.
Sonriendo lo cojo en brazos y me lo coloco sobre el estomago viendo como se recuesta
para acercarse un poco más e intentar chuparme la cara.
E: ¿Cómo está el machote de la casa? –sonrío al ver como sigue acercándose queriendo
chuparme la cara- Ais…
Algo llama mi atención. Una ráfaga de luz que me hace girar el rostro y descubrir a
Maca en la puerta con una cámara de fotos.
M: Pintar un cuadro. –deja caer el peso de sus hombros y empieza a caminar hacia
nosotros, colándose en el poco espacio que hay entre el sofá y yo.
M: A mí sí.
Sin importarle lo más mínimo lo que acabo de decir, estira el brazo al mismo tiempo
que pega su cara a la mía y me mira, dejando la cámara lo más alejada que su
extremidad le permite y es entonces cuando la miro y el flash vuelve a saltar.
M: Mentira. –se acerca pegando sus labios a los míos y yo cierro los ojos, que haga lo
que quiera si yo me entretengo así.
266
Sin remedio
E: Y yo te estoy besando. –bajo hasta su cuello y la noto rebuscar por el sofá- Deja eso.
M: Es que lo tenía planeado. –la vuelvo a mirar y otra vez el maldito flash- Una
sonrisita, anda… -suspirando, dejo la frente pegada a su pecho y termino por volver a
mi sitio- Venga, si no cuesta tanto.
Estoy mirándola cuando me acerco y le muerdo la nariz en lo que ella dispara de nuevo
y saca otra foto, está tiene que ser graciosa. Sonrío separándome y paso una pierna por
su cuerpo antes de abrazarla y mirar entonces a la cámara.
M: Vale.
E: ¿Dónde está el saco de pulgas más guapo del mundo? –alzo apenas la voz y vuelve a
ladrar por encima de la voz de Maca que ya avisa de su llegada.
M: Hola, cariño. –dejándome pasar primero, se queda junto al umbral para darme un
beso y dejar que Orlando me acapare entonces revoloteando por mis piernas.
Empieza a ponerse más nervioso y termino por cogerlo, sintiendo como tengo que
hacerlo de una forma firme porque se remueve tanto que apenas puedo hacerlo.
Cuando la miro está sentada en la mesa más grande del salón, con la cabeza gacha y
moviendo algo sobre la superficie. Después de darle varios besos a mi gordo lo dejo en
el suelo y camino hasta ella, quedándome a su lado y aceptando su ofrecimiento de
sentarme en su regazo.
E: ¿Qué haces?
267
Sin remedio
E: Está chula.
M: Voy a poner algunas por aquí, pero voy a hacer un mural para mi salón. –me mira,
como buscando una aprobación que le doy con un pequeño beso del que ella hace un
eco volviéndome a besar- Y otra en mi habitación.
E: ¿Cuál?
M: Bueno, dos… -vuelve a mirar hacia las fotos y las mueve buscando las dos en
cuestión- Estas dos.
La primera que veo es una bastante de marquito pijo. Había puesto el temporizador y
en una carrera llegó hasta el sofá para que me sentase entre sus piernas mientras me
abrazaba. Muy de reportaje de revista. La otra es la que me hace arrugar el morro, solo
salgo yo.
E: Ya.
E: ¿Y qué se cuenta?
M: Que se lo está pasando de muerte y que ha aprendido a bailar la bachata. –me mira
conteniéndose la risa y mi cara debe ser de espanto porque ha empezado a reírse de lo
lindo.
M: Jajaja. –aun riendo me abraza y termina por besarme cuando yo sigo con esta
imagen traumatizante- Luego nos bailamos tú y yo una bachatita.
E: Déjate de gilipolleces.
M: Jajaja.
Hacía años que no me veía en esta situación. Más que nada porque mi madre lo sabe,
dudo que olvide el día en que una servidora nació, y mi hermana se acuerda.
No soy nada dada a las felicitaciones por mi cumpleaños. Y mucho menos a las fiestas o
aglomeraciones en mi honor. ¿Por qué? Porque no me van los cumpleaños. Lo veo
268
Sin remedio
absurdo. Únicamente me hacía ilusión cuando era una niña. Cuando eres pequeño
todo te hace ilusión hasta que caes en la cuenta de los absurdos motivos que llevan a
los adultos a celebrar algo. Soy una rancia de narices, sí.
E: Pues no te queda otra… como se entere alguien del hospital ya sé que has sido tú y
no me va a hacer ninguna gracia.
M: Cariño… -dada la posición, esta que tanto nos gusta, o por lo menos a mí me
encanta, apoya la barbilla sobre mi hombro- Hazlo por mí, anda.
E: No. No quiero que nadie se entere… lo siento. Pero he sido así muchos años y no voy
a cambiar ahora, no quiero fiestas, ni gente felicitándome.
E: No, exactamente eso. –asiento con fuerza y me abraza aun mas haciendo que
suspire- De verdad, Maca… no es por menospreciarte la intención, pero es que prefiero
que nadie lo sepa. Bastante que te has enterado tú.
E: Perdón… no quise decir eso. Se me escapó. –los abro entonces y casi me atraganto
por la cara de mala uva que tiene- Perdón.
E: No.
M: Vale, solo era para estar segura. –pega la espalda de nuevo al sofá, dejándome a mí
en esa postura más separada y empieza a cambiar canales con el mando a distancia.
E: ¿Tú quieres que te prepare una fiesta en tu cumpleaños? –no hace ningún gesto,
pero gira el rostro lo suficiente para mirarme.
E: Pero tú no eres yo. –sin pensármelo mucho me echo sobre ella abrazándola- Yo soy
una malísima persona y no quiero fiesta. Y como me quieres te aguantas.
269
Sin remedio
E: Exacto.
Hoy sí que tengo ganas de llegar y echarme donde primero pille. Parece que se hayan
puesto de acuerdo para venir a urgencias. Maldito calor.
E: ¿No hay nadie más esperando, no? –dejo los historiales firmados sobre la bandeja al
tiempo que rezo con una mínima parte de mi cerebro.
T: Nop.
Igual ha sonado un poco borde. Pero me jode estar aquí todavía cuando mi turno ha
terminado hace ya quince minutos. ¡Que esto luego no me lo pagan, coño! Es que no
me voy a quitar ni el pantalón, a tomar por saco.
E: ¿Tú no te vas?
Asiento repetidas veces mientras camino ya hasta la calle. Si hace más calor puede que
me desmaye de aquí al coche. ¡Madre de dios y el espíritu santo! Joder.
Cuando levanto la cabeza con las llaves ya en la mano, mis pies se paran. Pero de golpe
además. Maca está de brazos cruzados contra la puerta y mirándome con una sonrisa.
¿Qué coño hace ahí plantada con la solanera que hace?
No me dice nada cuando ya camina hacia mí y termina por cogerme la cara y besarme.
Pero no un besito tonto de Hola, cariño. No. un señor beso de tengo hambre y no
tengo otra cosa a mano. ¡Esto no ayuda contra el calor!
M: Feliz cumpleaños.
E: ¿Para eso vienes en plena chicharrera cuando me ibas a ver en diez minutos?
270
Sin remedio
M: Es que usted, señorita… -me quita las llaves de la mano sin dejar de sonreír y ya
empiezo a temerme lo peor- No va a mover un solo dedo a menos que sea
absolutamente necesario.
E: Maca.
M: Ah, ah. –niega y abre la puerta del lado del copiloto- Si entra, la llevaré a casa. –solo
me queda suspirar y entrar al coche. Viendo como cierra la puerta y va en una carrera
hasta la otra para entrar, arrancar y encender el aire acondicionado- ¿Tienes hambre?
M: En metro.
E: ¡Has cogido el metro con el calor que hace! –la miro y sonríe como si realmente yo
no asustase ni a los caracoles- No estás bien de la cabeza.
El resto del camino lo hago en silencio mientras ella tararea cualquier canción que
suena en la radio, parece que le haya tocado algo en el bingo. Empiezo a pensar que no
está muy bien de un tornillo. Aunque me da igual, sigo siendo capaz de morderle a
cualquiera que se le acerque más de lo normal. Es mi loca.
E: Horrible.
M: Pues mal. Eso lo cambiamos enseguida. –sale del coche y va en una carrera hasta mi
puerta, haciendo que cierre los ojos cuando otra vez me la abre sin darme tiempo a
hacerlo yo- Señorita…
E: ¿Vas a estar el resto del día así? –pregunto aun sin salir del coche y asiente- ¿Todo?
M: Hasta que te duermas. –salgo resignada y cierra para ir después hasta mi lado para
abrir la del portal- Ahora te das una ducha y después comemos.
M: Tonta.
Cuando pasamos al ascensor es un segundo el que tarda en darle al botón para subir y
abrazarme después. Soltando un ruido de lo más extraño mientras me aprieta y
recuerdo entonces esos abrazos que me daba mi padre para hacerme reír.
271
Sin remedio
M: Que es el cumple de mi niña. –se separa apenas para mirarme y tengo que sonreír,
cómo no hacerlo- ¡Y va a estar como una reina!
E: Eres imposible.
E: Ais…
Me quedo contra la pared, esperando que abra la puerta. Porque ni mucho menos me
va a dejar a mí hacerlo. No sea que me canse el dedo al girar la llave y la liemos.
Lo siguiente que veo hace que casi me caiga de culo. Es de esas situaciones
extrañísimas donde te preguntas mil cosas a la vez pero tan inconscientemente que no
puedes ni responderte a ti misma por el estado de perplejidad.
Orlando está sentado en medio del recibidor con una pajarita rodeando su cuello.
E: Pero ¡qué guapo! –ladra justo cuando me acerco para que lo coja- ¡Le has echado
colonia!
M: Tenía que estar elegante. –sonríe aun con las llaves en la mano- ¿Lo puedes volver a
dejar en el suelo, por favor? –la miro frunciendo el ceño pero le hago caso- Orlando. –
este la mira y ella sucesivamente mueve la cabeza y hace que desaparezca entrando al
salón.
E: ¿Qué pasa?
M: Un segundo.
Sigo sin entender de qué va todo esto, cuando inexplicablemente vuelvo a verle
aparecer con algo entre los dientes.
Una rosa.
Mis ojos terminan por abrirse más de lo humanamente posible cuando se sienta otra
vez delante de mí sin soltarla. Por lo que me inclino para cogerla y seguir en mi
perplejidad, justo antes de que ladre.
Mi cabeza se mueve de uno a otro. Viendo primero a ese perro que me robó el corazón
nada más verle, con una pajarita roja que parece que hayan hecho solo para él. Y luego
a esa mujer que no me robó el corazón, sino que directamente me lo sacó para
quedárselo y creo que ni en un sueño después de años de intentos, podría ser mejor.
Lo que consigue que no sea capaz de hacer otra cosa que no sea ir hasta ella. Hasta esa
mujer de ojos marrones y verdes. Esa que con lo que sea consigue que un día,
cualquiera, sea más especial que el anterior. Esa mujer, mi mujer.
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Sin remedio
E: Te quiero.
Aun no he salido del baño y ya sonrío por saber que cuando lo haga encontraré a esa
bola de pelo con lo que lleva en el cuello. Está visto que Maca hace con él lo que
quiere, y que él claramente se deja. Vaya par.
Cuando la escucho empiezo a secarme a mayor velocidad para terminar por ponerme
ropa cómoda y pasarme la toalla por el pelo aunque sean unos segundos. Impidiendo
que las gotas sigan cayendo y se quede solo en la humedad que voy a dejar
aprovechando que hace calor y no me molestará.
Dos minutos después ya estoy llevando la ropa hasta el cesto y volviendo hacia el
salón. Qué hambre, y encima sea lo que sea huele genial.
E: Ya estoy aquí.
M: Pues a comer. –me da un palmada en el trasero justo cuando paso por su lado y
tomo asiento en mi ya acostumbrado lado de la mesa.
M: Lo sé, se lo pregunté a tu madre y me dijo que era tu plato preferido… las he hecho
tal y como ella me ha dicho. Así que espero que te gusten.
E: Eso te lo digo yo sin probarlas. –me tiende el plato y termina por servirse ella.
Mientras espero miro a mi alrededor, viendo tal y como pensaba, que Orlando sigue
con la pajarita mientras mordisquea su juguete en el suelo- ¿Y no intenta quitarse eso
que le has puesto?
M: Llevo cinco días poniéndosela para que se acostumbre. –sonríe y se sienta entonces
junto a mí- Iba a ponerle también un globo, pero eso si que no lo consiente… no para
hasta explotarlo. –me tengo que reír por imaginarme solo el show que habrá montado
sin yo saberlo- Con la pajarita llegamos a un acuerdo.
M: Lo que más me costó fue que entendiese que tenía que coger la rosa con solo
mover la cabeza, ha sido desesperante. Pero es listo.
273
Sin remedio
Mientras empezamos a comer me cuenta parte de la hazaña para conseguir que mi Orli
no se mordiese la pajarita continuamente. Lo que me ha hecho enterarme de que es la
cuarta compra de pajarita la que ha sobrevivido.
Durante el rato que habla sonriente y mira de vez en cuando al mordisqueador, soy yo
la que se queda embelesada mirándola a ella. Y sorprendentemente, me hace mucha
ilusión que se haya molestado en conseguir todo esto. En que aun sabiendo que no me
gusta hacer nada especial en el día de mi cumpleaños, ha intentando que lo sea. Con el
éxito de finalmente conseguirlo.
M: Bien por mí. –sonrío cuando se levanta y coge ambos platos al tiempo que me da un
beso- No te muevas que vengo con el postre.
Tras el postre, que no era otra cosa que también mi favorito, profiteroles con
chocolate, ha encendido el aire acondicionado del dormitorio, cerrado puertas, bajado
persianas, y después de obligarme casi literalmente a que me acostase, ha puesto mi
película favorita. No me ha dejado ni ir a por un botellín de agua cuando ha salido casi
despedida a por él y ha vuelto para colocarse tras de mí y abrazarme para no volver a
hablar y dejar que solo se escuche la película.
Mierda, me he quedado frita. Pero que si de normal no aguanto mucho viendo la tele
en la cama, verla estando agotada, con el fresquito del aire, y con Maca abrazándome,
menos todavía. Por cierto ¿Dónde está?
Me siento a una velocidad bastante lenta, ¿Cuántas horas habré dormido? En fin… a
ver dónde está la señorita acaparadora de trabajo.
E: ¿Maca? –cuando salgo la veo salir de la cocina y cerrar la puerta- ¿Qué haces?
M: Eh… nada. –sonríe y camina hasta mí- ¿Ha dormido bien mi reina? –cogiéndome
por la cintura primero, termina por besarme y yo sigo con esta cara- ¿Qué?
E: Eso digo yo, qué. –repito sin tampoco separarme- ¿Qué hacías ahí y por qué cierras
la puerta?
M: ¿Me haces un favor, cariño? –se aleja de mí entonces para entrar en el dormitorio,
yo la sigo y veo que ha ido hasta su bolso para sacar la cartera- ¿Bajas a la tienda y me
subes un paquete de galletas?
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Sin remedio
M: Luego lo verás. –sigue con el billete en la mano- Anda, así me ayudas ¿Vale? Te dejo
hacerlo.
E: ¿Me estás vacilando? –riendo vuelve a abrazarme y casi me levanta en peso para
después darme no sé cuantos besos en el cuello. Y eso no se vale.
E: ¿Cenar?
M: Son las nueve mi amor. –me da un beso en los labios y desaparece otra vez hacia la
cocina.
Cuando termino de vestirme salgo al pasillo viendo como sigue con la puerta cerrada,
por lo que me da que Orlando está con ella.
Sigo mirando hacia la puerta cuando esta se abre y Orlando sale en cuestión de
segundo aun con su pajarita. La puerta se vuelve a cerrar y me dan ganas de ir abrirla y
decirle cuatro cosas. Pero no lo haré, me quedo con las ganas.
E: Ahora me va a explicar usted qué es lo que su amiguita se trae entre manos. –cojo
las llaves y salimos al rellano para esperar el ascensor, él se queda a mi lado mirando
como siempre la puerta del ascensor- Y me lo vas a contar todo…
Aprovechando la salida, he cruzado hasta el parque. Sin soltar la bolsa con las galletas y
dejando que Orlando se distraiga y haga sus cosas. Tengo que sonreír cuando más de
uno y de una, se han parado a echarle una foto a mi querido perro con esa tan
maravillosa pajarita. Si es que si ya de normal dan ganas de comérselo, hoy es algo que
no se puede explicar.
Después de otros diez minutos será mejor que volvamos. No sea que las galletas sean
un ingrediente importantísimo y encima me la cargue.
Nada más entrar es difícil no apreciar que casi todo está a oscuras. Menos una
pequeña luz en el salón. Vuelvo a fruncir el ceño y mis labios se aprietan solos cuando
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Sin remedio
camino hasta la cocina, no pudiendo hacerlo cuando casi asustándome, Maca sale del
dormitorio y me coge por la cintura para evitarlo.
M: Hola.
E: Tanto secretismo me puede, ¿lo sabes, no? –giro la cabeza para poder mirarla y me
quita entonces la bolsa para dejarla en el suelo y girarme a mí después haciendo fuerza
directamente por los hombros.
M: Vamos a cenar.
De la misma forma me hace caminar por delante de ella. Y me empiezo a ver ridícula, la
verdad. Aunque sé que si se lo digo se molestará. ¿Qué le cuesta hacerlo de una forma
natural sin tener que pasar por todo esto?
Lo que ilumina el salón es un número bastante alto de velas. Repartidas por lugares
estratégicos que hace que la luz se reparta perfectamente sin ningún lugar oscuro ni
mas iluminado que otro. Dejándolo tan natural que parece que estemos en medio de
un atardecer de primavera. La mesa está lista sin faltarle nada y en el centro lo que
supongo vamos a cenar cubierto sin dejar verse aun. Sobre uno de los platos una rosa
blanca y una pequeña caja que llama irremediablemente mi atención.
M: ¿Te gusta?
M: Te mentiría si dijese que sí, aunque podría intentarlo y quedar mejor… -me deja un
momentáneo beso en el cuello y vuelvo a colocarse sobre mi hombro- Lo tenía todo
esperando en la cocina, solo he tenido que darme un poco de prisa para dejarlo como
lo ves ahora.
E: Ya. –mis ojos van de nuevo y de forma irremediable hasta la cajita sobre el plato.
E: Pues…
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Sin remedio
para que tome asiento para hacerlo ella después en la otra y quedar junto a mí
mientras coge la cajita.
Sus manos abren la cajita mirando hacia mí. Momento en que mis ojos se abren unos
milímetros más y casi puedo ver cómo le tiemblan las manos mientras lo sostiene.
E: ¿Es de…?
M: Oro blanco. –me corta contestando antes de que pueda terminar- Aparte de ser un
regalo de cumpleaños tenía que ser aun mas especial… y me gustó tanto que ni lo
pensé. –lo saca entonces y cogiendo mi mano izquierda lo coloca sin prisa en el dedo
corazón- Estoy segura al cien por cien, de que jamás podré dejar de quererte. –me mira
entonces lo mas fijamente que un humano puede mirar a otro- No hace falta nada más
que eso para saber que eres y serás mi mujer mientras viva… y en la práctica mientras
quieras serlo. –sonríe mínimamente, creo que mas por nervios que por otra cosa-
Esther…
E: ¿Eh?
M: Di algo.
Sigo mirándola cuando intento hacerlo pero no soy capaz. Mi ceño se frunce cuando su
gesto cambia a uno menos tranquilo que el anterior y lleva las manos hasta mis
mejillas, besándome después y arrastrando las lágrimas antes de abrazarme y pegarme
contra ella. ¿Estoy llorando?
E: Es que… -me vuelvo a parar cuando siento que me abraza con más fuerza- Todo esto
tenía que decírtelo yo a ti.
La escucho soltar una pequeña risotada y entonces mis brazos reaccionan y la rodean
con la misma fuerza. Mi cuerpo decide levantarse de la silla para sentarse sobre su
regazo.
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Sin remedio
M: ¿Y qué cosas te pasan a ti si puede saberse? –suspiro y decido seguir sin separarme
de ella. Puede que al hacerlo me haga tan pequeña que ni ella me encuentre.
E: Otras, pero no esto. –maldita sea. Me tengo que alejar porque ella me obliga,
queriendo que la mire aun sabiendo que en momentos como este el pecho se me
cierra y me siento la persona más patosa del universo.
Pero aun peor, vuelve a acercarme hasta su rostro, dejando existir una mínima
distancia para poder seguir mirándome. Su mano se alza mientras la otra aun descansa
en mi cintura, acariciando mi nariz primero, mis labios después de una forma mucho
más lenta.
Son pasadas las tres de la madrugada y aquí sigo. Con los ojos como platos mientras la
observo de nuevo dormir. Creo que es mi pasatiempo favorito. La gente mira cuadros,
escucha música, va al cine, a patinar, a mil cosas mientras yo preferiría siempre hacer
esto. Mirarla en su estado más calmado y tranquilo.
Y ha sido el primer día en muchos años, en el que me he sentido incapaz de decir algo,
de debatir algo, de continuar una conversación, de hacerme creer a mí misma que no
era posible lo que escucha o lo que veía. Porque era tan claro, tan real, tan de verdad,
que no era capaz de engañarme ni hacerme creer que era un sueño o una fantasía
demasiado bien creada por mi mente.
M: ¿Qué haces despierta? –se mueve entonces para poder mirarme y me encojo de
hombros- ¿No tienes sueño?
E: En que hace unos meses llegué aquí sin tener ni la más puñetera idea o
pensamiento, de que tiempo después podría estar así. Y menos contigo.
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Sin remedio
Haciendo girar mi mano guarda silencio, dejando de nuevo el principio de una caricia
que consigue siempre que acabe demasiado relajada, y por la hora que es,
seguramente me duerma.
E: No vas a conseguirlo. –sonrío y ella lo hace conmigo mientras sigue mirando su dedo
recorrer cada centímetro de mi mano.
Imitándola, bajo mi vista hasta esa caricia. Creo que igual que no podría estar sin ella,
no podría pasar más de un día sin esto. Es como si recargase mi cuerpo de ella. Una
conexión limpia y simple que durante el rato en que existe, mi cuerpo la reconoce y se
deja llenar hasta el último centímetro.
M: Pues por lo mismo que ahora me tiro horas y horas con un perro, por lo mismo que
me gusta ir a recogerte, o esperarte, ver que te duermes sin darte cuenta en el sofá
mientras te hablo… -vuelve a mirarme- Por lo mismo que ahora no te doy con la
almohada por despertarme en mitad de la noche. –sonrío y quito la mano para
acercarme y pegarme a ella.
E: ¿Quieres saber lo que hizo principalmente que perdiese el culo por ti? –empieza a
reírse y yo tengo que sonreír, esperando a que termine, algo que hace segundos
después para besarme la frente y seguir abrazándome- Tienes un color verde
escondido en los ojos.
M: ¿Verde?
E: Sí… parece que es marrón, pero vivís todos engañados, porque yo he descubierto
que es verde.
M: He pensado que la semana que viene podemos ir a comer al retiro… buscar una
sombrita y pasar un rato. ¿Qué te parece?
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Sin remedio
Como tarde mucho en bajar se va a encontrar mi ropa con una capa viscosa de carne
derretida por el sol este que pega. Orlando sigue corriendo y con la lengua colgando. A
él le da igual el calor o su santa madre, con correr es feliz. Con que poco se conforma,
madre.
M: Ya estoy aquí.
E: Ya era hora… -suspiro y me giro para empezar a andar- Hace mucho calor.
M: Es que no encontraba las llaves. –me coge la mano y Orlando nos sigue ya a un
ritmo normal- ¿Has hablado con tu hermana?
M: Pobre, con el calor que hace… ¿y tu madre? Llegaba hoy ¿no? –asiento mirando al
frente pensando que seguramente querrá venir a darnos todo eso que dice que ha
comprado en sus visitas.
E: ¿Te has dado cuenta de que llevamos un mes sin separarnos para nada? –la miro y
decide pasar el brazo por mis hombros.
E: ¿Eh?
M: Tu móvil. –repite y busco entonces entre mi bolso dando con él apenas unos
segundos después. Iria.
E: Dime, guapa.
E: En el parque con Maca, hemos venido a comer y Orlando está corriendo por aquí.
¿Tú qué tal?
I: Ais Esther… -suspira y frunzo el ceño, Maca me mira encogiéndose de hombros por
curiosidad y niego mientras espero que continúe- He conocido a alguien.
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Sin remedio
E: Que tiene un pálpito. –sonríe y escucho a Iria hablar con alguien- ¿Pero habéis salido
o algo?
I: Que va, está jodida… hemos quedado dos veces para tomar café. Soy su paño de
lágrimas, pero mira… si así confía y en mí y con el tiempo…
E: Vale, pero con cuidado ¿Vale? No te pilles mucho no sea que luego no salga bien y la
que sufra seas tú.
E: Vale, y cuídate. –la llamada se corta y vuelvo a dejar el móvil, Maca pasa a
abrazarme y vuelvo a encontrarme en ese punto de tranquilidad que me adormece.
M: ¿Qué se cuenta?
E: Le gusta una chica, pero se ve que anda algo deprimida y se desahoga con ella…
-apenas me sale la voz- ¿Por qué no te quedas de vacaciones todo el año? –sonrío
abrazándola más fuerte y siento como me besa la frente- Menudo rollo que ya trabajes
mañana, no podremos hacer tantas veces esto.
M: Pero te voy a ver en el hospital y en casa. –me mira sonriendo y es verdad, entonces
no me quejo.
Menuda mierda de semana. Esto es insoportable… como alguien me diga que haga
algo mas es que le mando a la mierda y me voy.
M: Ey. –suspiro al sentir como me coge del brazo parando mis pasos y me giro para
mirarla- ¿Adónde vas con esa cara?
E: Estoy muy enfadada, no quiero pagarlo contigo, Maca. –aprieto los labios y me giro
para seguir el camino hasta el vestuario. Cuando por fin llego me alegro enormemente
de que no haya nadie y dejo los papeles sobre la mesa para ir después hasta el sofá-
Quiero irme…
Echada y dando la espalda a la puerta decido cerrar los ojos. Necesito cinco minutos de
silencio y tranquilidad. De otro modo seguro que alguien se la carga sin tener culpa de
nada.
281
Sin remedio
E: Es que estoy de mal humor, todo el mundo parece que solo sabe mi nombre y no he
terminado una cosa cuando ya me piden que haga otra. Javier está en plan
insoportable y todo le parece mal, mi madre está venga llamarme por teléfono y solo
quiero irme a casa.
E: No me apetece.
M: Luego la llamas y le dices que sí, y yo preparo la cena, tú solo te la comes y dejas
que ella pase un rato a gusto ¿vale?
M: A Javier ni caso, ha discutido con Raquel y aprovecha que hoy no está para darnos a
todos el coñazo. Es cuestión de ignorarle. –sigue acariciándome el pelo y no le voy a
decir que da resultado- Y al trabajo… puedes decírmelo y te echo una mano.
E: Tú ya tienes el tuyo.
M: Sí, pero tengo una guardia tranquila… no hay niños y puedo ayudarte un poquito.
¿Qué tienes que hacer ahora?
M: Pues voy contigo y te ayudo, lo hacemos en un segundo y luego vemos qué más
cosas hay que hacer. –se inclina para mirarme más de cerca y termina por besarme-
¿Uhm?
M: Tú mucho mas. –giro la cabeza sin perder el apoyo y me da el beso que no quería
pedirle pero sí que me lo diese- Donde va a parar.
La verdad es que es un proceso más rápido y cómodo. Ella me da, yo coloco, ella me
da, yo coloco… acabamos enseguida así. Y encima la tengo aquí contándome cosas,
que me distrae más todavía.
A veces, como ahora, me es imposible no recordar esos primeros meses aquí. Cuando
andaba vagabundeando como el que dice. Enfadada, jodida, sin querer verla,
282
Sin remedio
esquivándola, pasándolo mal… y ahora parece que no pueda estar sin verla más que
unas horas. Y me parece aun más imposible pensar en vivir sin todo lo que hace por mí.
Sin todo ese tiempo que solo me dedica a mí.
M: Cuando nos hemos tenido que poner a quitarle pendientes y cosas que tenia por el
cuerpo me ha dado hasta cosa mirarla. Estaba llena de agujeros por todas partes…
además de llevar un montón de tatuajes.
M: Pues prefiero que no te hicieses nada. –me mira de reojo y mi ceja sube dos
palmos- Me gusta más sin dibujitos raros. –sonríe encogiéndose de hombros y saliendo
delante de mí- Es mucho más natural. –se detiene entonces y empezamos a caminar a
una velocidad más bien lenta.
M: ¿Te tatuarás mi nombre? –la miro entre flipada y sorprendida y empieza a reírse- Es
broma, tonta. Pero cuando lo vayas a hacer, si es que lo haces… dímelo con tiempo
para que me haga a la idea. –sonríe.
E: Vale. –suspiro justo cuando entramos en el ascensor- Luego me recuerdas que llame
a mi madre, porque seguro que se me olvida de forma natural e inconsciente.
M: Vale. –asiente con otra pequeña sonrisa y termina por acercarse aprovechando que
en este bendito ascensor no hay nadie más- ¿Te he contado que anoche soñé contigo?
E: Eh… -tengo que pestañear para poder mirarla a los ojos y saber de qué me está
hablando- Pues no.
E: ¿Y qué soñaste?
283
Sin remedio
Mi cuerpo no reacciona y tiene que tirar de mi brazo para que salga antes de que los
que entran me oculten y me vuelva a ir con él.
E: Eh… -me paro, mordiéndome el labio y mirando a mi alrededor, aun me tiene cogida
del brazo, pero es por apenas unos segundos antes de que la imagen cambie y sea yo
quien tira de ella hasta el baño más próximo.
M: Esther.
Mirando que no haya nadie, abro una puerta tras otra hasta llegar al último habitáculo
y entrar con ella detrás, cerrando la puerta y viendo después como sonríe.
Ya me he perdido. Pero además que totalmente. Una cosa es que yo me ponga burra,
otra cosa es que ella también lo haga y entonces yo pase a ser algo más serio por su
culpa.
Me falta espacio, me falta boca y me faltan manos. Pero parece que a ella mas cuando
noto como casi me clava de un golpe contra la pared y me levanta en peso como si
fuese yo un peluche o algo. ¡Que fortota la tengo! Esto es peor, uf. Creo que cuando
salga de aquí tendré los labios en la nuca, pero me da igual. Joder si me da igual.
Me tengo que agarrar mejor porque noto que me dejo escurrir y me parece que esos
no son sus planes, definitivamente no. Porque a menos que lo que entra por mi
pantalón sea mi lengua que cae ya por metros, creo que es su mano. Uf.
Como me dé por respirar más fuerte de lo normal la vamos a tener. ¡La vamos a tener!
Ay, ay… y otra vez me tengo que agarrar porque me iba para otro sitio.
E: Maca.
284
Sin remedio
M: ¿Sabes que te quiero, verdad? –me separo como puedo y aun así soy incapaz de
abrir los ojos, porque simplemente mi cuerpo no me responde mientras ella sigue
centrada en mí- Mas que a mi vida, Esther.
Sus palabras me llegan como lejanas cuando mi espalda se vuelve casi tan rígida como
la pared que me sostiene, mis brazos tiemblan alrededor de un cuello que no me
dejará caer, y el resto de mi cuerpo se estremece mientras se deja abrazar durante un
tiempo que aun no puedo controlarlo.
Por fin termina este maldito turno. Aunque bueno, ha tenido su parte positiva. Una
gran pequeña parte positiva… Y yo que en la vida me habría imaginado a mí misma
haciendo estas cosas en el trabajo. Otra cosa más de las que sé, no tengo autocontrol.
Tampoco me pilla tan de sorpresa, la verdad.
T: Por fin.
E: Eso mismo he pensado yo. –sin mirarla firmo como si fuese la llave de mi liberación y
me termino acostando sobre el mostrador haciendo reír a Teresa- Llama a la grúa, que
me lleven a casa.
E: Pues sí. –fijo el codo sobre el mismo espacio donde podría perfectamente haberme
dormido, y me dedico a esperar a la ya nombrada pediatra- ¿Qué tal tú?
T: Liada con unos historiales del año uno y que Javier me ha traído hace un rato. Lo que
este hombre no encuentre…
E: Está insoportable hoy, me dan ganas de meterlo debajo de una manguera para que
se le refresque el humor y deje de darnos el coñazo a los demás.
M: ¿A quién vas a meter tú debajo de la manguera? –nada más llegar sonrió, y ella se
queda junto a mi pasando un brazo por mi cuerpo mientras firma.
M: Qué miedo. –sonríe y me mira sin moverse- ¿Te apetece ir un rato a casa de Claudia
y Gimeno? Me acaba de decir que nos invitan a comer. Le he dicho que te tenía que
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Sin remedio
preguntar a ti. –pasa a peinarme con los dedos y miro a Teresa apretando los labios de
forma exagerada, esta sonríe, mira a Maca, yo miro a Maca, y veo que también sonrío.
E: ¿Sabes que me apetecía mucho echarme contigo? –me apoyo otra vez sobre la
mano y veo como su rostro cambia de manera casi imperceptible.
M: Eh… -mira a Teresa y yo sonrío, aguantando la sonrisa hasta que de nuevo me mira a
mí.
E: Mucho.
M: Teresa, le dices a Claudia cuando salga que luego la llamo. –me incorporo sin dejar
de sonreír y miro a Teresa, para despedirme, pero no puedo evitar soltar una carcajada
cuando la cara de la mujer parece un poema inacabado.
T: Estas cosas delante de mí, no. –vuelvo a reír pero Maca me abraza por un costado y
empieza a llevarme hacia la salida.
E: Ajá. –sonrío ya de camino al coche sin soltar sus brazos- Pero que si querías que
fuésemos a casa de Claudia…
E: No más que a mí. –me da tiempo de darle un pequeño mordisco en el labio antes de
correr hacia el coche y entrar.
Mientras ya me siento y meto la llave la veo ir también rápida hasta el asiento del
copiloto, sonriendo y acomodándose con la misma prisa para ponerse el cinturón.
Mientras cierro los ojos y necesito reclinar la cabeza para facilitar la entrada de aire, mi
cuerpo solo atiende a sentir esa mano que baja extendida desde el cuello hasta mi
estomago. Erizando cada centímetro de piel que acaricia mientras el resto se
estremece al creer que le llegará su momento.
Y es que por muchas horas que pasen, siempre encontramos el segundo donde el
cansancio se olvida y solo queda la necesidad de querer más.
En momentos como este mi personalidad se oculta, soy algo parecido a una sensación
de especial placer en mas de alguien que lejos de tocar, de simplemente tocar,
tampoco acaricia, sino que renueva todo lo que toca. Con ese don de vida que las
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Sin remedio
yemas de sus dedos utilizan para mí. Haciéndome suspirar, temblar y querer salirme de
mi propio cuerpo.
Mis ojos se abren al sentir una presión en el bajo vientre que no esperaba.
Descubriéndola entonces sentada sobre mí mientras aprieta mi cintura con ambas
manos, consiguiendo que me incorpore sin utilizar el pensamiento, suspirando de
nuevo cuando mis labios no aceptan ir a otra parte de su anatomía que no sea su
pecho. Aunque pasados unos segundos me obliga a separarme de ahí, tomando mi
cara e inclinándose hacia ella, lo que hace que no me oponga en este mismo momento.
Permanecemos así durante otro instante, hasta que ella se mueve ladeando el suyo y
yo cierro los ojos al sentir su lengua recorrer mi cuello. Algo que me hace suspirar otra
vez, mientras mi frente se pega a su hombro y mis manos se aferran a su espalda.
De mis labios sale una queja no muy firme, por querer besarla de nuevo. Parece que
por mucho tiempo que pase eso se quedará como algo imposible de poder evitar en
mí. Consigo separarme apenas buscando su boca, justo al mismo tiempo que mi mano
atrapa su nuca no dándole opción a negarme lo que quiero. Y en cuestión de segundos
mi lengua vuelve a batallar con la suya, sabiendo que las dos queremos ganar, pero a la
vez ninguna perderá. Sin poderlo evitar tampoco, un gemido ha tomado la forma de su
nombre y ha hecho que las dos perdamos un poco más el control. Si es que eso podía
ser.
Otra vez en mi cuello siento su lengua haciendo que me estremezca, aun más cuando
son sus dientes los que me marcan levemente consiguiendo que vuelva a gemir
hundiendo los dedos en su pelo. Rodeando al mismo tiempo su cintura con mis
piernas, lo que consigue que su cuerpo se pegue mas al mío, este responde
buscándola. Mis caderas ejercen una fricción que ni mi mente ordena y sus labios
vuelven a buscar los míos con rabia. Una que igualo en un primer momento,
superándola después haciendo que me siga el ritmo de nuevo cuando mis manos bajan
hasta sus nalgas, apretándola y sintiendo como es ella quien suelta un aliento espeso
sobre mi cuando necesita respirar.
E: Maca…
De nuevo no me deja seguir hablando cuando otra vez siento sus labios. No tan fuerte
como antes pero con una misma intensidad que me hace olvidar qué iba a decir. Una
de sus manos acapara mi pecho, despacio y como solo ella sabe hacer. Vuelvo a
estremecerme y libero su cintura de mis piernas, clavando los talones el colchón y
soltando la tensión que había acumulado en el esfuerzo.
Esa liberación le ha dado carta blanca para abandonar ese beso, descendiendo de
nuevo por mi cuello y haciéndome tener que buscar algo donde soltar la fuerza de mis
manos.
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Sin remedio
en mi sexo. Retengo un gemido que no habría podido medir y atrapo mi labio inferior
cuando siento que sigue friccionándolo despacio y volviéndome literalmente loca.
Y esa locura se incrementa solo bajo mi pecho cuando se coloca entre mis piernas,
haciendo que estas le dejen un espacio aun mayor y yo la espero. La espero tragando
saliva y no siendo capaz de preparar mi cuerpo para lo que viene. Y ocurre. Mi espalda
se ondula y mi voz sale áspero y dolorosa por mi garganta. Lo que antes agarraba para
sostenerme se queda desamparado cuando mis manos, reaccionando por si solas,
buscan su pelo, encontrándolo y manteniéndose en él mientras mi cuello se vuelve a
estirar hasta un punto doloroso, pero oculto a mi consciencia que se centra en lo que
bastantes centímetros más abajo aun enloquece mi cuerpo.
Sus dientes hacen que abra los ojos y sin razonamiento alguno, me incorpore
buscándola, viendo que apenas tarda en esperar mi encuentro y casi succionando sus
labios consigo girarnos quedando ella bajo mi cuerpo.
Dejo el beso durante unos segundos y me dedico a mirarla desde esta corta distancia,
casi inexistente entre las dos. Escuchando como respira de igual forma que yo, y una
pequeña sonrisa dibuja sus labios, provocándome y sabiendo que lo conseguirá sin
mucho esfuerzo. Y vuelvo a abalanzarme sobre ella cuando mi cintura ya se mueve,
dejando movimientos circulares sobre ella. Sus brazos rodean mi cuello, con fuerza
mientras sigue besándome, mientras yo sigo besándola. Cada vez con más fuerza, la
misma que por lo menos a mí me empieza a faltar cuando creo que caeré extasiada de
un momento a otro.
M: Claro que no. –vuelve a abrazarme cuando apenas ha podido susurrar y yo suspiro
cerrando los ojos.
Aun no he abierto los ojos cuando he sentido un escalofrió que me ha hecho guardar
los brazos. Apenas un susurro me ha hecho suspirar a mí y girarme para abrazarla de
frente y esconderme en su cuello.
M: Estás helada.
E: Tenia los brazos fuera. –cierro mas el abrazo cuando me frota la espalda- ¿Qué hora
es?
288
Sin remedio
encima de mi pierna y creo que la sangre no me llega a los dedos. –me rio contra su
cuerpo y escucho una leve imitación antes de incorporarme abriendo solo un ojo para
ver al ya nombrado saco de pulgas.
E: Esa frase puede tener una mala interpretación… Pero bueno. –suspiro abrazándola
otra vez y subiendo el nórdico hasta taparme media cara.
E: Pero a mí no, y tengo frio. Así que te aguantas. –sonrío mirando a Orlando y sin
separarme de ella- Yo anoche estaba mi a gusto con mi pijama puesto.
E: Qué. –cuando la lista de mi mano llega a su destino, consigue atrapar eso que
andaba buscando y que ya se deja notar, por lo que lo atrapo entre mis dedos y me giro
con rapidez, dejándola debajo y escuchando una queja formal de Orlando que se ha
visto interrumpido en su sueño.
M: ¿Ya?
E: Es que estás ahí que te rozo que te rozo y claro. –empieza a reír y me quedo con mi
ya cara de lerda conocida por todos.
M: A mí no me eches la culpa.
E: Anda, pero si la tienes tú. –me pinzo el labio cuando esa mano, aun mas revoltosa,
empieza a ir en dirección descendente y su ceja sube sin dejar de sonreír. Pero mi
suerte no me acompaña y el teléfono decide hacer acto de presencia.
M: Pero… -su cuello se estira cuando mis dedos se animan aun mas en esa parte de su
cuerpo- Tú céntrate en mí.
Toma mi cara entre sus manos y borra esa idea del teléfono en tan solo un segundo de
este primer beso del día. Yo misma me estoy inquietando demasiado solo de acariciar
su sexo, cada vez más suave entre las yemas de mis dedos.
289
Sin remedio
M: No pares. –gime rompiendo el beso y dejando que mis labios pasen por su
mandíbula hasta llegar a su cuello de nuevo- No pares.
Sonrío contra su piel cuando ya me ruega y me pregunto cómo es que hay días que me
levanto sin darle siquiera un beso por mi mal despertar, y en cambio otros como hoy…
Apenas unos segundos después su cuerpo se tensa para relajarse poco a poco bajo el
mío. Momento en que paso a dejar besos sobre su pecho mientras ella aun necesita su
tiempo para volver conmigo. Sigo de esa misma forma cuando su mano acaricia mi
pelo y levanto la cabeza para mirarla.
E: Jajaja.
Mientras se ducha voy a la cocina para preparar el desayuno. Tostadas y café será
suficiente. Mientras limpio mi pulgar de los restos dulces de la mermelada, recuerdo la
llamada telefónica que ignoré minutos antes. Recorriendo entonces el camino hasta el
dormitorio y cogiendo el móvil descubro quien esa persona ha sido mi queridísima Iria.
I: ¿Si?
E: Eh… sí. –sonrío para mis adentros y termino sentándome mientras sirvo los cafés-
¿Cómo estás?
I: ¡Molto bene! –me da por reírme y negar al tiempo que flexiono una rodilla dejando
el pie en la misma silla- Voy para allá en navidad.
I: ¡Por supuesto! Además tengo que hablar contigo… y tú me debes una comida con tu
maravillosa pediatra. Que ya tengo ganas de veros empalagosas.
E: Ja, ja.
I: ¡Sonríe! ¡Ríete, mujer! Que estás en la flor de la vida, ¡y encima enamorada! –vuelvo
a reír cuando Maca entra en la cocina y se queda extrañada mientras se sienta frente a
mí.
E: ¿Puedes decirme qué te has fumado para que yo pregunte por ahí a cuanto está?
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Sin remedio
I: Mierda, pues cuando llegue te llamo, me dices el turno que tienes y vemos cómo lo
hacemos vale. Tenemos que hablar.
E: Vale.
I: Dale un beso a tu acaparadora y cuidaros hasta que yo llegue, que entonces nos
vamos a torcer todas en una buena cena.
E: Venga, cariño…
I: Hasta luego. –al colgar lo hago con una sonrisa y cojo la tostada para dar un primer
mordisco, mientras mastico miro a Maca que me mira esperando que le cuente algo.
M: Me alegro. –sonríe dando un trago del café- Podemos ir a cenar o algo entonces.
E: Eso me ha dicho, y que te diera un beso, acaparadora. –sonrío yo entonces y sigo con
el desayuno- ¿Dónde está Orlando?
M: Durmiendo.
E: Joder, duerme más que yo. –sonríe y me levanto a por un par de servilletas- Parece
que necesite invernar o algo.
M: Ven aquí. –tira de mi mano, sentándome sobre su regazo y pasando los brazos por
mi cintura- ¿Sabes lo que se me acaba de ocurrir?
E: Qué.
E: ¡Maca, no!
Cuando termino de gritar veo como una gran bola blanca de nieve se precipita hacia mi
cara y tengo que usar mis reflejos para poder evitar y agacharme. Lo que hace que
empiece a reírse justo cuando salgo tras ella haciendo un esfuerzo sobre humano para
no quedarme clavada en la espesa nieve.
E: ¡Asesina!
M: ¡Ni se te ocurra!
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Sin remedio
E: Demasiado tarde, cariño. –cuando consigo separar lo suficiente el abrigo como para
echarle lo que llevo en la mano, lo hago sin dudar y su cara se torna tan fría y
congelada como lo que mis dedos sueltan sobre su vientre.
M: ¡Mierda!
Mis pies me llevan hasta la casa y escucho como la puerta se abre cuando consigo
esconderme tras el muro que separa el salón. Sus pasos se escuchan perfectamente y
tengo que aguantarme una carcajada que me cuesta tanto que me empiezo a fatigar.
M: Esto va a tener consecuencias y lo sabes. –mis manos van veloces hasta los labios
que intento no abrir- ¡Me la vas a pagar!
E: ¡Ah!
Riendo otra vez corro escaleras arriba mientras otra vez me persigue. ¡No me gusta que
me persigan!
E: ¡Maca!
M: Ven aquí. –consigue rodear mi cuerpo con sus brazos y sigo riendo cuando caemos
en el suelo y escucho de nuevo a Orlando- ¿Sabes que esa nieve está jodidamente fría,
eh?
M: ¡Pero no te di!
E: ¡Porque yo me quité! –me coge las manos e intento patalear, pero sin ningún efecto
posible- ¡Suéltame!
M: Pídeme perdón.
E: ¡Nunca!
Tras mi respuesta mete la mano en el bolsillo de su abrigo y mis ojos se abren por
completo al ver la cantidad de nieve que saca.
E: ¡Rencorosa!
Dada la fuerza que tiene, más que yo, consigue levantarme el suéter y empieza a colar
la nieve como si estuviese rellenando un pavo para la cena de navidad. Mis piernas
siguen queriendo dar golpes donde sea pero no puedo mientras solo me queda gritar y
Orlando sigue ladrando.
M: En paz.
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Sin remedio
E: Eres una maldita rencorosa. –grito otra vez cuando me levanto y dejo caer la nieve
de mi cuerpo- ¡Está helada!
M: ¿No me digas?
E: ¿Sí? Pues ya no quiero nada contigo. –quitándome el suéter, que está ya mas mojado
que mi babero después de mirarla un rato, salgo de allí para ir hasta el baño- ¡No se te
ocurra acercarte!
Después de secarme y colocarme otra cosa más seca, salgo hasta el salón.
Encontrándola sentada en el sofá con Orlando. Sobre la mesa hay dos tazas, de las que
puedo oler una gran cantidad de chocolate caliente que hace que solo de pensarlo se
me haga la boca agua.
M: ¿Tú sabes lo que me afecta que me ignores? –aprieto la mandíbula y los labios
mientras sigo cambiando, consciente de que me mira- Vale, creo que no.
E: Me da igual.
Esto no me lo creo ni yo. ¡Pero que se aguante! Ahora voy a ser yo quien se enfada y la
que se permite tener un cabreo infantil. Pero es mi cabreo y es el que quiero.
Sigo cambiando de canal cuando veo de refilón que deja a Orlando y se mueve para
estar más cerca de mí. Y esto no ayuda. Pero yo sigo a lo mío, aunque sería muchísimo
mejor si dejase de mirarme como lo hace, porque así ya me sé yo lo que pasa.
Creo que me ha salido un estiramiento por la comisura, pero he logrado no sonreír. Ella
vuelve a acercarse y se queda casi contra mi hombro. Yo carraspeo y me muevo
separándome otra vez. Esto está chungo, Esther.
E: Déjate de tonterías.
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Sin remedio
E: Sigo enfadada.
M: Te lo compro. –entonces tengo que reírme. ¡Está loca!- ¿Qué quieres por él?
Mi sonrisa se ve reflejada en sus labios y comienzan a pasar unos segundos para nada
incómodos o sobrantes. No molestan y tampoco crean un vacio. Se adaptan y dejan el
tiempo correr mientras ese siempre parece dibujarse frente a mí.
M: ¿En esta postura? –sonrío aun mas y termina dejándome apenas un roce en los
labios que me hace cerrar los ojos- Tu enfado es mío.
Claudia lleva un rato contándome las pifias que Gimeno tuvo durante el día de ayer.
Pero las cuenta con una risa tan contagiosa que ya no sé si me rio porque fue a meter
el aceite en la nevera, o porque estuvo a punto de programar la lavadora para limpiar
la vajilla.
Cl: Es que no te aburres, Esther. El mismo se da cuenta, pero es que encima te da una
explicación totalmente lógica y ya solo queda reírte.
E: Menuda pieza tienes. –sonriendo doy un trago de mi café y justo siento una mano a
mi espalda, que me hace girar la cabeza y descubrir a mi sonrisa favorita- Hola.
E: ¿Qué te ha pasado?
E: Pobrecita.
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Sin remedio
E: ¿Qué pasa con tu madre? –mi cerebro ha parado en el momento en que ha recibido
esa información y aunque no sintiéndome del todo bien, las palabras de Claudia se ven
interrumpidas por mis ganas de querer enterarme de eso.
M: Vayamos… -me señala y luego a ella misma- Tú y yo. –mi ceja sube palmo y medio
de su punto natural y Claudia carraspea sacándome de mi estado de shock- ¿No
quieres?
E: Es que… -miro a Claudia que baja la vista, ¿Cómo le digo yo esto?- No sé si…
Cl: Voy a ir a ver cómo está el chico del accidente, ya le habrán hecho las pruebas.
M: A mí no me hace mucha gracia ir, pero… -la miro de nuevo- No sé, serán solo un par
de días.
E: ¿Y si no les gusto? –su ceño se frunce a la vez que es el rostro al completo el que se
ladea sorprendido- Tú misma me dijiste que se llevaban muy bien con Dani.
M: ¿Qué tiene que ver Dani en todo esto? –su expresión se marca aun mas cuando de
nuevo bajo la cabeza mientras necesito apretar los restos de mi servilleta- Esther, a
estas alturas me molesta mucho que me salgas con eso.
E: No lo puedo evitar. Parece que nunca pueda dejar de luchar contra algo que siempre
está.
Cuando la miro sé que no ha estado nada bien lo que he dicho. Pero callándomelo
tampoco iba a solucionar nada. Suspiro dejando los brazos sobre la mesa y sin
moverme, veo como saca el móvil de su bata y se levanta sin decir nada más.
E: Genial.
Caminando por los pasillos intento dar con ella después de casi dos horas en las que ni
la he visto. Me siento una completa mierda ahora mismo. Creo que mi cara lo deja ver
sin mayor esfuerzo.
G: Ey.
E: Dime. –me paro aunque mis ojos siguen buscando su figura sin ninguna suerte.
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Sin remedio
G: Necesito que me eches un cable. –cogiéndome del brazo me lleva hasta uno de los
laterales del pasillo- ¿Sabes que la semana que viene es el cumpleaños de mi Claudia?
G: Bien, pues estoy en un gran problema… -asiento de nuevo deseando que arranque
de una vez- No sé qué regalarle.
E: Pues algún detalle, Gimeno… algo que sepas que le vaya a gustar.
G: Pero es que ahí está el problema. Que yo soy muy malo para eso… y por lo tanto
tengo menos detalles que el salpicadero de un panda.
Sin más narices me tengo que reír. Porque yo eso no lo había escuchado en la vida y la
cara de chiste que tiene, aumenta la capacidad de risas a su alrededor.
G: ¿Entonces qué? Me tienes que ayudar, sacarle algo… pedirle a Maca que le saque
algo. No puedo arriesgarme a mi propia imaginación.
E: Eso creo que sería lo mejor. Te pones a pensar, y verás como sale algo que le
encanta.
G: Bueno, yo hago eso, pero tú por si acaso ayúdame. –asiento aun sonriendo y mira a
su alrededor- Me voy antes de que me vea hablando contigo. –susurra y yo casi rio otra
vez.
Viéndole marchar vuelvo a mirar todo lo lejos que puedo. Pero ni rastro de ella. Mis
pies empiezan de nuevo a caminar por si solos. Esquivando a los pocos que se cruzan
en mi camino y con la sensación de que tengo que encontrarla sea donde sea.
Cuando abro el sol me da de lleno y tengo que cerrar los ojos, sintiendo la baja
temperatura que el calor que siento sobre el rostro no consigue ocultar. Termino por
salir y cerrar cuando miro ante el espacio abierto y girando por las escasas cuatro
paredes que bordean la salida, doy con ella en uno de los muros mirando, mirando al
frente mientras se cierra la bata sobre el pecho.
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Sin remedio
Mis pies vuelven a tomar la iniciativa cuando me llevan por los metros que nos separan
hasta quedarme a su lado. Notando como el aire remueve mi pelo al mirarla y poder
ver entonces como también me mira.
Volvemos a mirar al frente y otra fuerza de aire pasa entre nosotras. Mi rostro apenas
se mueve y busca el apoyo en su hombro. Segundos después se mueve y mi cuerpo
queda parcialmente por delante de ella mientras pasa un brazo por mi cuerpo.
M: Llamar a mi madre y decirle que no podemos ir. Además de que es verdad. –sin
dejar de mirarme su mandíbula se tensa apenas para que la piel no pueda ocultarlo.
E: Te has enfadado.
M: Pues sí. –asiente sin dudar y yo tengo que tragar saliva antes de suspirar y volver a
bajar la vista- Me molesta muchísimo tener que escuchar cosas como la que me dijiste
en la cafetería. –se separa metiendo las manos en los bolsillos de su bata.
E: Lo siento.
M: No me vale con un lo siento. Porque de verdad piensas todo eso que dices, así que
no significa nada que lo sientas.
M: El problema no es que me lo digas, es que te sientas así. ¿No te das cuenta de que
diciéndome eso me dejas ver que nada de lo que ha pasado hasta ahora te ha dado la
seguridad para dejarte de sentir así? ¿De qué vale que yo haga, diga o deje de decir?
Todo lo reduces a un tiempo que para mí no es ni la mitad del que tengo ahora.
M: Yo no lo veo así.
E: Pues ese ya es tu problema. –nos miramos durante lo que parece un momento más
tenso de lo que yo quería conseguir con esto, y termino suspirando de nuevo- No eres
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Sin remedio
tú ni lo que me haces sentir, soy yo y el recuerdo de una persona que siempre fue lo
mejor para los demás.
E: ¿Cómo crees que me puedo sentir si me planto delante de tu madre y ve que has
cambiado a una cirujana de renombre a la que adoraba por una enfermera que nadie
conoce?
M: Ese es el problema, Esther. –asiente aun frente a mí- Que te importa más lo que
digan los demás a lo que diga yo.
M: ¡Es que a mí solo me afectas tú! ¿No lo entiendes? ¡A mí me da igual el resto del
mundo, Esther!
Frente a eso solo puedo bajar la cabeza. Yo misma me siento estúpida, ¿pero qué
puedo hacer? Si es escuchar que voy a pasar la prueba invisible para los demás y
demasiado grande para mí, y enseguida me entra el pánico. Mi cerebro cae en la
cuenta de que voy a estar en un lugar donde antes estuvo ella, y puede que sea
demasiado grande para mí.
M: Esther… -sigo sin mirarla cuando entonces ese volumen en su voz desaparece hasta
casi ser olvidado y solo queda un susurro que ya me es conocido- ¿Comprendes que te
quiero? ¿Lo tienes claro? –mis dientes se aprietan frente al malestar de esa pregunta-
Porque si es así no comprendo cómo puedes sentirte de esta manera.
E: Una cosa es estar contigo… y otra saber que estoy contigo en un mundo lleno de
gente, donde siempre está el recuerdo de otro momento de tu vida con una persona
mejor que yo.
M: Mírame. –de primeras me aterra hacerlo y sigo con la vista clavada en un trozo de
suelo astillado, sintiendo como su mano va hacia mi barbilla y no permite un no por
respuesta- Contesta mi pregunta. –traga saliva sin dejar de mirarme- ¿Lo tienes claro?
E: Sí.
M: ¿Y podrías, por favor, centrarte en eso y dejar de preocuparte por lo que los demás
crean o piensen?
Mi pecho se hincha de aire mientras giro el rostro mirando hacia el centro de la ciudad.
Su cuerpo se adelanta un paso y se queda pegado a mí, mis ojos se cierra y termino
buscando su figura para abrazarla y pegarme a su pecho.
E: Perdona.
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Sin remedio
M: No pasa nada. –la escucho suspirar antes de sentir un beso en la cabeza, lo que
hace que la abrace aun mas fuerte- Bueno, vamos a bajar que nos vamos enseguida.
E: Qué.
M: Darme un besito. –cuando termina de decirlo me separo para mirarla y ver que está
sonriendo. Aunque sigo con esta sensación de culpa mis labios no pueden evitarlo y
también se estiran apenas imitándola.
E: ¿Solo uno?
El aire vuelve a aparecer y hace que su pelo se mueva sin orden haciendo que la
imagen me deje en un completo embelesamiento mientras ella sigue sonriendo,
mientras sus ojos no se abren por completo por el sol que le da en el rostro.
E: Te quiero mucho.
Mi hermana ha venido a hacernos una visita. Por lo que parece mi madre también
vendrá en un rato. Cosa que aunque me alegre porque me gusta verlas, me ha hecho
pillarme un rebote considerable ya que han echado a perder nuestra “siesta”. Maca se
resigna, ¿qué otra cosa puede hacer? Pero yo puedo enfadarme y lo hago. Aunque sea
de cuerpo para adentro.
R: Pues sí, ahora que he pasado todo eso de los vómitos y las tonterías del calor.
Mucho mejor. –asiento dejándome caer hacia atrás y dejando que Orlando suba a mi
regazo- Ahora estoy en la fase de antojos.
R: Fatal.
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Sin remedio
E: Que se joda, que para eso es su hijo. –el rostro de Maca se gira para recriminarme el
comentario y yo me encojo de hombros sonriendo- Ella está acostumbrada.
R: Sí, ya lo he discutido con ella… José María dice que no quiere bautizarle, a mí
realmente es que… no sé, lo de la religión lo veo tan personal, que casi prefiero no
hacerlo y que cuando crezca decida.
E: Una de las pocas cosas en las que estoy de acuerdo contigo. –mi guapa hermana me
echa una mirada un poco asesina y sonrío todo cuanto puedo antes de que niegue con
la cabeza y prosiga.
R: A lo que iba… que aunque no le vamos a bautizar ni nada de eso, pues hemos
decidido que si queréis, pues seáis las madrinas.
Yo me tengo que inclinar hacia delante porque Maca me tapa casi por completo a mi
hermana. Y justo cuando clavo los codos en mis rodillas, las dos estamos mirándola
como si nos hubiesen dicho que la tierra es plana.
E: ¿Qué?
R: Vosotras dos, ser las madrinas. En realidad pensábamos que solo lo fueses tú, al fin y
al cabo vas a ser su única tía… pero como ahora Maca es de la familia, pues madrinas
las dos.
E: A ver… -suspirando me levanto y apenas doy dos pasos hasta detenerme- ¿Y este
arrebato?
E: ¿Os? ¿Plural?
R: Que no os podáis ni ver no quiere decir que sepa y entienda que eres mi única
hermana y que en el fondo te quiera.
E: Eso es discutible.
M: Esther. –la miro y vuelvo a suspirar- ¿No crees que deberías aceptarlo sin tanto
rollo? Además, si estoy segura de que te encantaría serlo.
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Sin remedio
M: ¿El qué?
E: Eres el negociador del mismo diablo y compraste mi alma antes de yo llegar aquí. –
empieza a reírse cuando ya camina hacia nosotros, y ni corta ni perezosa quita a
Orlando de donde está para sentarse ella y terminar a horcajadas frente a mí. Lo dicho,
ésta negociando es la pera.
E: Me temo que sí. –asiento sin dejar de mirarla y acaba sonriendo mientras pasa la
lengua por sus labios y yo me tengo que controlar. Pero aun mas cuando se inclina y
con un dedo sobre mi camiseta, aparta el escote para asomarse.
E: ¿Si? –asiente con seriedad justo y cuando sus manos van a mi cinturón- Pues… será
cuestión de echarse una ¿no?
Vuelve a sonreír cuando empiezo a no notar la fijación de dicha prenda y aun más
peligrosa, sigue por aflojar los botones del pantalón. Justo cuando el teléfono empieza
a sonar. Cosa que me hace suspirar y cerrar los ojos.
E: Pierdes el culo, admítelo… ¡admítelo, vamos! –sonrío por lo ridículo del momento y
suspiro antes de girarme.
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Sin remedio
Alza su mano llamándome, al mismo tiempo que vocaliza sin ruido alguno un “Es Dani”
y mi cuerpo se tensa sin dar un paso. Pero ella sigue llamando y niego rotunda antes de
sentarme en otro sillón y poner la tele.
E: Nada. –susurro y le hago una seña para que siga- No hagas eso, Maca.
E: Es que no me apetece hablar ahora por teléfono. –vuelvo a susurrar molesta porque
esté con el teléfono en la mano y pueda escucharnos- ¡Maca! –mascullo justo antes de
que vuelva a colocarse el teléfono y miro de nuevo al frente.
M: Oye, que Esther sigue en el baño… otro día hablas con ella. –aprieto los labios sin
mirarla- Eso es genial… Venga, vale…. ¿me llamas tú? –mi pulgar empieza a hacer
demasiada fuerza sobre los botones, si se lo rompo que se compre otro, que para eso
le sobra el dinero- Venga, un besito.
Sigo mirando la televisión cuando la escucho colgar, pero no veo que haga ningún
movimiento fuera de ese sofá. Me resisto a mirar, tanto que la curiosidad me puede
hasta tal punto que mi cara gira para poder encontrarla sentada de piernas cruzadas sin
haberse movido de donde estaba.
E: ¿Qué dice?
M: Nada en especial.
M: Haber hablado con ella. –me mira entonces y sube las cejas. Cosa que me jode, para
qué lo voy a negar- ¿A qué narices ha venido eso?
E: Nada. –repito aun más convincente- Es que no me apetece hablar por teléfono, nada
más.
M: Ya. –suspirando se levanta y me deja con un palmo de narices en el sofá, por lo que
me levanto yo también y la sigo.
E: Maca, de verdad.
M: Que sí, que sí. –alza las manos cuando aun voy detrás de ella y llegamos a la cocina-
Voy a ir a comprar unas cosas al súper. ¿Te vienes o te quedas?
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Sin remedio
E: Voy.
El camino es en absoluto silencio, uno que decido romper con la música de la radio. Y
un suspiro que se me escapa cuando tengo que parar en un semáforo. Sin dejar de
agarrar el volante y mirando hacia mi izquierda. Decenas y decenas de personas
cargadas de bolsas. Tendría que comprar ya los regalos de navidad.
Cuando de nuevo miro al frente, realmente no puedo hacerlo, porque he podido ver
como Maca estaba con su rostro pegado al mío y en cuestión de un segundo, ha
agarrado mi barbilla para hacerme girar hacia ella y besarme. Lo que hace que me
bloquee sin poder soltar el volante y olvidando donde estoy, mis labios se abren por si
solos, dejando que su lengua encuentre la mía y me salga un suspiro que casi no puede
usar ese nombre por lo alto que ha salido.
Varios coches por detrás empiezan a llamar mi atención y es ella quien se separa.
M: Venga, no sea que se mosquee alguno de verdad. –cojo aire todo lo profundamente
que puedo y vuelvo a pisar el acelerador.
Yo camino con el carro mientras la señorita nutrientes, sin grasas y bajo en calorías,
elige lo que llenará su despensa. ¿Dónde mete todo esto cuando me hace la cena en su
casa? Porque mira que se mete buenos chuletones delante de mí.
Justo cuando tengo que pararme otra vez tras ella, pasan dos tíos por detrás cargados
de botellas de agua. Uno se para, haciendo que el otro también para finalmente, mirar
a mi mujer en la práctica y fuera de ella, mientras se cuchichean algo.
E: Imbéciles. –me sale algo más fuerte de lo que pretendía y Maca se gira extrañada
hacia mí, yo aprovecho y doy los dos pasos que nos separan para cortar el acoso visual
al que se ve sometida.
M: ¿Qué pasa?
E: Que voy a salir de aquí con dos cabezas bajo el brazo. –se extraña aun mas y mis ojos
van a parar hasta los dos orangutanes que siguen mirándola, por lo que ella descubre
el motivo de mi mala leche.
M: Ignórales.
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Sin remedio
E: Qué fácil. –bufo por la nariz cuando los vuelvo a mirar- ¿Queréis una foto firmada?
Porque me estáis cansando ya.
M: Esther…
M: No sabía yo que te ponías así, eh. –sigue dándome la espalda mientras mira una de
las estanterías y termino por suspirar cuando de nuevo cojo el carro.
E: Que te repasen de arriba abajo delante de mis narices me toca los… -me muerdo la
lengua para no terminar la frase y empiezo a caminar yo sola.
M: ¿Y qué más da? –deja lo que ha cogido en el carro y yo me paro para mirarla- Si es
que consiguiesen algo así, bueno… no digo yo que no. Pero es que no lo hacen.
E: Pues nada, ¡que te mire todo el mundo! –sonríe, casi se ríe, y yo termino por arrugar
la frente y apretar los labios para comenzar de nuevo a caminar, pero viendo eso
imposible cuando tiene el carro cogido y no puedo empujarlo.
Conforme sigue caminando, no aparto los ojos de ella, sin perder un solo movimiento
de sus manos, de su rostro o de su cuerpo mientras se gira de nuevo mostrándome
algo entre las manos. Mis labios se estiran en una pequeña sonrisa y asiento antes de
que siga por delante, y yo me quede en silencio, escuchándola y dejándome arrastrar
de nuevo por la tranquilidad de simplemente estar a su lado.
M: No, pero seguro que hoy mismo lo pruebo, ¿A que si? –dice entonces cuando de
nuevo mira a la estantería.
Echadas en el sofá, soy yo la que una vez mas esta recostada contra su pecho mientras
pasamos el rato mirando la tele. La cosa es que si ahora lo pienso, ninguna dice nada
para acabar así. Parece que damos por hecho que si no tenemos nada que hacer, el
sofá y estar juntas, es el mejor plan posible para las dos.
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Sin remedio
Esas caricias que ya son parte de “atrezzo” en la imagen, para mí son más que una
simple caricia o roce, he aprendido a comprenderlas. A escuchar una voz inexistente en
ellas que continuamente me dice “estoy aquí contigo”. Es algo con lo que ya no podría
vivir.
M: Qué.
E: Que intente y que a la vez te pida a ti también, adivinar algo que le pueda hacer
ilusión a Claudia por su cumpleaños.
M: Pero si eso es fácil. –me giro sin despegarme de ella lo suficiente para poder
mirarla- Si le compra una lámpara de esas Tiffany con los cristalitos de colores, acierta
fijo.
M: Pues porque varias veces ha dicho que le gustan, incluso ha estado mirando revistas
delante de nosotros. Solo hay que prestar un poquito de atención. –me da en la nariz
con el dedo y mi ceño se frunce.
E: Nada.
M: Y también sé algo que tú quieres y que nunca vas a consentir comprarte. –mis ojos
se abren aunque sigo sin separarme.
E: El qué.
M: Solo hay que prestar un poquito de atención cuando ves alguna. Se te ilumina la
cara.
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Sin remedio
M: Porque nadie te presta tanta atención como yo… -sonríe y se deja caer en una
posición similar a la mía mientras no deja de mirarme- Hay muchas cosas que no me
has contado pero que he ido descubriendo por mí misma.
E: ¿Cómo qué?
M: Por ejemplo que tienes vértigo. –sonríe- Y todavía me sorprende muchísimo el que
subieses a la azotea aquel día conmigo.
Mis labios se aprietan y creo que mi cara está tomando un color rojizo que le hace
sonreír más. Por lo que vuelvo a mi pensamiento de que no me mire y la abrazo
sintiendo como responde al gesto esta vez sin dudarlo.
M: Jajaja.
Hoy tenemos el síndrome del amor al lugar de trabajo. Cuando salíamos para ir a casa,
hemos decidido entrar en la cafetería. Donde Claudia andaba tomando algo caliente
para seguir su turno. Han pasado más de veinticinco minutos, y aquí estamos.
M: Pues lo veo bien, que ya no estás para ponerte a cocinar y pasar mil horas de pie
para hacer nada.
E: Si quieres te ayudamos. –la miro entonces mientras paso la página del periódico-
Aunque ese día solo libra ella, puedo pasarme después del turno.
M: ¿Eso quiere decir que a mí sí? –giro la cabeza y la veo sonriendo mientras me mira,
niego en un suspiro y sigo leyendo, pero su mano se pone justo encima de mi campo
de visión- Di.
E: Hoy estás de un raro. –vuelvo a mirarla y escucho a Claudia reírse por lo bajo- ¿Qué
te pasa? Porque voy a empezar a pensar seriamente en pedirle a Claudia que te mire.
–sonriendo le doy con el dedo en la frente.
Cl: Eh… chicas, que yo…. –mi dedo se alza haciendo que no continúe mientras la
pediatra y yo nos miramos sin habernos separado un centímetro.
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Sin remedio
M: ¿Qué?
E: Si quieres que te mire. –recalco la palabra para imitarla- Díselo, igual te sorprendes y
quiere. –sonríe de lado mientras se pinza el labio- Igual le pido yo a alguien que
también me mire.
M: ¿Ah, sí?
Cl: Chicas… -la escucho cantar de nuevo, pero esta vez es Maca la que levanta la mano
para que no continúe, no sin antes soltar un pequeño suspiro.
E: Pues… como querer, querer… -asiento mirando a mi alrededor, tenía que haber
pensado esto con más rapidez- Puedo hablarlo con Lidia. –asiento con más fuerza
mientras la miro, a arqueado su ceja derecha y yo contengo mis ganas de sonreír-
Definitivamente, Lidia.
Ninguna la miramos cuando puedo apenas ver por un costado, como se levanta para
irse. Me ha salido al final una pequeña sonrisa. Justo antes de acomodarme en la silla
de la forma más natural y segura que he podido.
E: No está nada mal. Además es súper simpática, agradable y trabajamos bien juntas. –
bajo de nuevo la vista para pasar la página que tenia a medio- Igual un día le digo que
me mire algo.
G: Hola, chicas. –ninguna le miramos mientras yo sigo con la vista en la revista y Maca
sin quitarla de mí- ¿No salíais hace un rato?
M: Esther…
E: Dime, cariño. –sin borrar mi sonrisa sigo caminando dejándola tras de mí.
E: Jajaja.
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Sin remedio
A ver si ya con esto último me puedo ir. Y menos mal que Maca se ha llevado a
Orlando, sino me dan las tantas y ya es que llego para cenar.
E: Uy… hola. –me quedo parada al ver a Raquel ya dentro del gabinete y no con muy
buena cara- ¿Qué te pasa?
R: Nada. –sin insistir en un primer momento, llego hasta el sofá y me dejo caer a su
lado. ¿Estaba llorando? Mi ceño se frunce irremediablemente.
R: No es nada, solo una tarde absurda que tengo… -se pasa de nuevo el pañuelo, este
anda ya mas desecho que mis galletas del desayuno.
E: Anda, toma. –sacando mi paquete de clínex del bolsillo se lo tiendo entero, por si
acaso- ¿Has vuelto a discutir con Javier? Porque hoy también anda de un humor de
perros. –después de mi interés, no se ha apresurado en contestarme. Más bien a
secarse las lágrimas.
R: Está insoportable, Esther. No soporta verse con la mano así, pero tampoco quiere
operarse… se lo dices, le intentas ayudar, y lo único que hace es alejarte todo lo
humanamente posible.
E: Lo siento.
R: Yo ya no sé qué mas hacer. Me está haciendo actuar de una forma que no soy, no me
atrevo ni a respirarle más fuerte por si le molesta. Y me jode mucho, muchísimo.
E: Bien. –apenas murmuro mientras me encojo de hombros y mantengo este gesto tan
neutral, no es plan de ir restregándole nada por la cara.
R: Se os ve mucho más que bien. –sonríe de lado y yo con ella- Le dais envidia a todo el
mundo. Parece que llevéis toda la vida juntas. –vuelve a mirarme y creo que un color
rojizo empieza a tomar gran parte de mi cara.
R: Pues os sale bastante bien, siempre vais por ahí con una sonrisa y la babilla…
-bromea y sonrío aun mas- Es bonito.
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Sin remedio
E: Pues ahora te vistes, que sé que terminas tu turno… coge tus cosas y te vienes
conmigo. Así alegras esa cara. –me levanto para dejar lo que iba a dejar- Y no voy
consentir que me digas que no. –voy con seguridad hasta la puerta, pero girándome
antes de salir- Te espero en diez minutos. Así que date prisa.
Cuando salgo lo hago con una sonrisa. Qué mandona puedo llegar a ser, madre… si ya
me lo dice mi señora pediatra.
Iba a mirar el reloj cuando la figura de Raquel ha cruzado la puerta de urgencias con no
mucha alegría, quizás ahora mismo no esté del todo contenta conmigo. Pero yo soy así.
No puedo irme a un sitio sabiendo que ella se irá a su casa a llorar, o algo peor.
E: Eso no ocurrirá. –llegamos al coche y abro para entrar y guarecerme del frio- Nos lo
pasaremos bien. Además está mi Orlando, que es el alma de cualquier fiesta.
E: ¿Si?
E: Hola, cariño… ¿Qué tal la tarde? La mía una mierda. –sonrío mirando a Raquel que
también lo hace sin dejar de mirar al frente.
M: ¿Estás graciosilla?
E: No sé, pero por lo menos mucho más educada que tú. –mi acompañante suelta una
pequeña risotada y yo vuelvo a sonreír mientras piso apenas el acelerador.
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Sin remedio
E: Es que le he dicho a Lidia que se viniese con nosotros, andaba aburrida y… -miro a
Raquel y me pregunta en silencio mientras su ceño se frunce- Dile hola.
M: Esther.
R: Soy yo, Maca. –empiezo a reír al escuchar un pequeño suspiro al otro lado de la
línea- Que al final me ha convencido.
R: ¿Se ha enfadado?
E: Que va… no le hagas caso, es una broma que le gasto. Aunque le toque las narices.
Después de veinte minutos conseguimos llegar a nuestro punto de destino. Ya está más
que oscuro por estas horas invernales, y salimos sin esperar nada en cuanto consigo
aparcar. Maldito barrio, siempre está hasta el culo de coches.
E: ¡Buenas! –soy yo la que cierra para ir después y asomarme al salón- Hola, Gimeno.
G: ¡Dos chicas guapas mas para la lista! –sonrío antes de darle dos besos y mirar a la
pequeña Lucy que sonríe al lado de su padre.
E: Hola, cariño. –me inclino para dejar que me dé un beso- ¿Cómo estás?
E: ¡Entonces genial! –le miro de nuevo cuando me hace darle mi bolso y el abrigo-
¿Dónde está la tuya y la mía?
E: Seguro que le gusta. –susurro de nuevo y me giro para ir hasta la cocina. A la cual
llego sin hacer ruido para ver como mi señora está preparando una bandeja a lo que le
voy a echar mano en cuanto entre, mientras Claudia come de un tarro de pepinillos.
Sonrío cuando termino de pasar y le hago una señal para que no avise de mi llegada-
Hola. –la saludo cuando ya paso los brazos por su cintura.
M: Hola.
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Sin remedio
E: ¿Cómo que quién es? –me tengo que aguantar la risa pero paso a algo mejor, besar
su espalda para evitarlo completamente- Pues tú, si yo no tengo otra chica, y mucho
menos más guapa. –pego la mejilla cuando la abrazo con fuerza y entonces hace el
amago de girarse, por lo que yo la dejo pero sin soltarla- ¿Uhm?
M: ¿Y qué pasa con la Lidia esa, eh? –mueve el cuchillo en el aire, por lo que me retiro
suavemente mientras escucho a Claudia soltar una risotada entre dientes.
E: Lo primero, cariño mío… deja esto. –tras cogerlo lo dejo caer en el fregador- Sabes
que eso era una coña, déjate ya la tontería.
Cl: ¿Lleváis mucho sin acostaros? –el cuerpo de Maca gira con el mío pegado a ella y
me da la risa- Lo digo por la tensión que hay… -mueve las manos de forma cómica
haciéndome reír otra vez.
M: ¿Y tú? Porque igual tus hormonas se arreglan así, y no con tanto pepinillo.
Cl: Yo estoy servida, gracias. –el timbre suena y se separa de la pared donde estaba
apoyada- Voy, os dejo aquí con vuestras cosas.
Cuando se ha ido, me giro para mirar a Maca, que con los ojos ya clavados en mí, sigue
guardando silencio con una expresión entre tranquila y seria.
M: Ni tú a mí… que después de la bromita por teléfono bien que me lo debes. –sonrío,
pero aun mas cuando veo que ella no.
E: Sabes que bromeaba, además… no sé por qué te pones así, si sabes de sobra que
nunca, en la vida, ni en esta ni en otra… me puedo yo fijar en alguien que no seas tú. –
aunque poco a poco, la veo que empieza a sonreír- Porque lo sabes ¿verdad?
Sin contestar, termina por acercarse a mí para besarme. Mis ojos se cierran
automáticamente como el noventa y nueve por cierto de las veces. Porque no hace
falta nada más que notar sus labios para que mi cerebro deje fuera todo lo demás, para
centrare en esto y querer no perderme un solo segundo de la maravilla de sentir como
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Sin remedio
sigue buscándome como la primera vez, y que como la primera vez, se me olvide
respirar hasta sentir que me tiembla hasta el alma.
R: Hola. –sonríe al mismo tiempo que Orlando entra en una carrera y casi darse contra
mí.
M: Hola, Raquel. –volviendo a moverse se acerca para saludarla con dos besos y yo
aprovecho para coger un trocito de pan tostado con salmón de los que está arreglando
en los platos- ¡Eh!
E: Dudo que hagas eso. –me llevo la mano a la boca para reírme, ya que la mirada
asesina que me ha lanzado en vez de intimidarme, me ha gustado.
R: Pues porque aquí a tu novia no se le puede decir que no sin sufrir un peligro de
muerte. –mis colores suben mientras intento no mirarla, y me centro en mi Orlando
que está queriendo subirse sobre mí.
M: Sí. –por el rabillo del ojo la veo girarse para mirarme- Tiene mucho carácter la niña.
T: Hola.
G: Dos horas que han estado ahí… con el pobre Orlando. Que lo tenían frito.
L: ¡Pues no! –la vemos girarse enfurecida y la cara de Gimeno cambia en menos de un
minuto y se pasa la cremallera por los labios haciéndome sonreír- A ver… Orlando,
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Sin remedio
sienta. –la veo colocar la mano con la palma hacia arriba en el aire, y a Orlando
sentarse- Echa. –gira la mano y automáticamente mi perro se acuesta.
G: ¡A ver! ¡La de la babilla! Un poquito de atención. –cuando las risas cesan, mi rostro
se mueve buscando el motivo de tal usurpación. Viendo como de nuevo vuelven las
carcajadas y sin yo poder apreciarlo, sé que mi cara se poner tan roja que me arde.
G: ¡Pues que no me babee el parqué! –igual de roja, dejo que Maca pase un brazo por
mis hombros para pegarme a ella, por lo que yo aprovecho escondiéndome en su
cuello- Cuidado, Maca… que igual le crecen los dientes.
E: ¡Gimeno!
Cl: Déjala ya, anda… que como diga de meterse ella contigo te vas a enterar y luego no
quiero lloros.
Sin más contratiempos, hemos seguido con la cena. Además de divertida, por los
arrebatos de padre e hija, estaba riquísima. Por lo que los platos que ocupaban nuestra
parte de la mesa, están más limpios que antes de llenarlos.
G: Di buenas noches a las chicas, Lucy. –cogiéndola en brazos nos mira moviendo la
mano cuando ya se recuesta en el hombro de su padre.
Cl: Buenas noches, cariño. –los cinco nos quedamos con caras de “ooohh” mientras la
vemos irse medio dormida- Me encanta esta niña.
Cl: Voy a preparar café… -se levanta y Raquel y su hermano con ella- No quitéis nada
que ahora lo hace Gimeno. –sonríe y la imito cuando se marchan rumbo a la cocina.
M: ¿No te has quedado con hambre, no? –sonríe demasiado como para tomarme esa
pregunta por el lado serio, y refunfuño antes de dejarme caer sobre su hombro- No has
dejado nada.
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Sin remedio
M: ¿Puedo preguntar por qué narices siempre que comes sola comes poco? –se separa
para que la mire- ¿Esperas a que yo no esté para comer mal o qué?
M: Se te olvida… -repite y vuelvo a apoyarme en ella- Voy a tener que hacerte como a
los críos chicos, ponerte en una bolsa algo para que comas y luego hacer inspección.
E: Idiota.
M: Dame un beso, anda. –muevo la cabeza para mirarla sin alejarme del mullido
hombro que me soporta, y ella misma termina por inclinarse hacia mí. Dejando apenas
un primer beso, para después volver a acercarse, y encontrarse con la fuerza de mi
mano sobre su nuca para que no se separe cuando ya abro los labios.
G: Porque no está la Lucy, sino os la ganáis. –nos separamos riendo, viendo como
empieza a cargar con los platos- ¡No! No os mováis, que yo puedo solo. –exagera tanto
que terminamos sonriendo- Verás cómo cambio yo la norma esta de la mesa para
Gimeno.
E: Sí… cualquiera diría que es mágica o algo. –sonrío recordándolo- Le ha hecho mucha
ilusión, al final tenias razón.
E: Yo siempre tengo razón, cariño… -la imito sin tan siquiera haberlo pensado y empieza
a reírse- No te lo creas tanto que igual un día te caes de la nube, anda.
M: Estás tú muy contestona hoy, eh. –sonriendo veo como ya se dispone a aparcar y
me quito el cinturón al mismo tiempo que Orlado se sienta frente a la puerta
esperando a que le abramos- ¿Entonces tienes sueño?
E: Ni te lo imaginas.
Cuando el coche se para definitivamente abro la puerta para salir y dejar salir a
Orlando. Empiezo a ir hasta el porta mientras saco las llaves y Maca se queda tras de
mí esperando también.
M: ¿Mucho, mucho?
E: Sí… -suspiro entrando en el ascensor y dejándome caer en uno de los laterales, ella
me acaricia el pelo y cierro los ojos con una pequeña sonrisa.
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Sin remedio
E: ¿Y qué querías hacer, uhm? –abrazándola terminamos por salir para ir directas a su
puerta, la cual abre en apenas unos segundos y Orlando pasa primero como siempre.
M: Ni yo, hubiese sido cuestión de improvisar. –de camino al dormitorio siento que me
abraza por detrás, dejando una serie de besos que empiezan en el cuello- Yo a lo que
no sé jugar me lo invento.
E: ¿Si?
M: Claro… -sigue con los besos estos que me están poniendo tonta cuando ya
entramos en el dormitorio, y sus manos pasan a desabotonar mi camisa algo más
despacio de lo habitual.
E: Maca.
M: Te voy ayudar, nada más. –apenas susurra y yo suspiro- Que estás cansada.
Sin decir nada, me dejo hacer mientras aun la tengo pegada a la espalda, y sus manos
van botón por botón, dejando mi pecho al descubierto cuando la camisa finalmente se
abre y noto el cambio de temperatura. Pero es apenas un instante, porque de nuevo
empieza a besar mi cuello, para bajar por mis hombros, y siento entonces la liberación
del sujetador, que más que por el frio, me hace temblar por sentir un desamparo que
comprendo únicamente cuando se coloca frente a mí.
E: El día que diga que tengo sueño y no me hagas cambiar de opinión… -sonríe
entonces y se pega a mí.
M: El día que digas que tienes sueño y sea verdad… -sin borrar esta sonrisa la espero
cuando ya cierro los ojos para más tarde apretar sus labios. Realmente nunca tengo
tanto sueño.
Estoy nerviosa, quizás más impaciente que nerviosa. Y tengo diez minutos para
terminar de vestirme antes de saber que llegaré tarde y que me habré ganado una
bronca sin dejarme ninguna papeleta para ello. Maca aun está durmiendo.
E: Cariño. –me quedo de rodillas sobre la cama cuando ya se queja- Que me voy.
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Sin remedio
M: Pues quédate aquí. –me separo como puedo para mirarla y verla aun con los ojos
cerrados- Aun es pronto.
E: Ja… son pasadas las once, marmota. –los abre entonces y mantiene el ceño fruncido-
Sí, pasadas las once, y tienes que sacar a Orlando antes de que empiece a quejarse y se
tenga que mear por aquí.
M: Te estás quedando conmigo. –tras darle un beso me levanto y ella se gira para mirar
el reloj- ¡Las once y cuarto!
E: Te lo estoy diciendo. –cojo el bolso y ya sí que voy hasta la puerta- ¡Si me dejases
dormir! –sonrío cuando se acoda para mirarme desde la cama- Y haz el favor de
taparte.
La veo coger aire para contestarme cuando ya salgo corriendo. Si me dejo me acaba
liando y entonces sí que no llego a ninguna parte. Esto es lo que pasa cuando una vez
más, eso de ver la televisión en la cama nos aburre.
Después de poco más de quince minutos en coche llego a casa de sus padres. Me
cuesta casi tanto aparcar, pero lo consigo cuando ya oficialmente, llego tarde.
E: ¡Perdón! ¡Perdón! –alzo las manos cuando ya me espera en la puerta con una cara
de mala leche que impone a distancia- El tráfico.
I: ¿El tráfico o una pediatra? –sonrío por la pillada y termino por acercarme y abrazarla,
sintiendo como me levanta en peso y empiezo a reír- ¡Petarda!
E: Yo también te quiero.
I: Cuantas ganas tenía de verte. –de nuevo con los pies en el suelo nos mirarnos antes
de que me coja la cara y empiece a darme besos de esos sordos en la mejilla.
E: ¡Iria!
E: ¿Estás sola? –me quito el abrigo cuando por mí misma compruebo que sí y paso al
salón- ¿Dónde está tus padres?
E: Mejor otra cosa, que ya no es hora para café. –sonrío y voy tras ella a la cocina- Me
tienes que contar muchas cosas, así que yo que tú empezaba ya para tener tiempo
para todo y no dejarnos nada. Que me tienes en ascuas.
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Sin remedio
I: Supongo que recuerdas aquella vez que te llamé y te conté que… -asiento sin dudar-
No te dije nada más porque quería dejar un tiempo, para ver por donde salía la cosa y
no hablar por hablar, que sabes que luego me mosqueo yo más que nadie.
E: Sí.
I: Pues… poco a poco, con muchas conversaciones, salidas a tomar algo, paseos…
-asiento ya impaciente- Pues hace un mes que empezamos a salir. –sonrío sin decir
nada para que siga contándome- Hemos venido juntas en el avión.
E: ¿En serio?
E: ¿Vais en serio? –asiente y me muerdo el labio por los nervios- ¿Muy en serio? –
vuelve a asentir.
I: Me ha dicho que cuando volvamos quiere que me vaya a vivir con ella. –mis ojos se
abren por completo cuando le da la risa- ¡Vivir con ella!
I: Pues que sí, ¿qué le voy a decir? –suspira y yo sigo mirándola con esta cara de
felicidad repentina- Es la mujer de mi vida, Esther… sé que es la mujer de mi vida. No
puede haber otra. Es atenta, cariñosa, me siento protegida, muchísimo… me cuida.
I: Y lo es… es preciosa, maravillosa… -baja la vista hasta sus manos y vuelvo a sonreír-
Sé que… que es ella, lo sé. –vuelve a mirarme y no puedo hacer otra cosa que
levantarme, ir hacia ella y colocarme sobre sus piernas para abrazarla- ¿La quieres ver?
E: Venga. –me vuelvo a levantar para volver a mi asiento cuando ella corre para salir de
la cocina- ¡Pues ya puedes ir diciéndole que nos vamos de cena las cuatro!
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Sin remedio
I: Eso por supuesto. –alza también la voz en la distancia y empiezo a comer del plato
que ha puesto de aperitivo- Te enseño del móvil ¿vale?
E: Me vale.
E: Trae, coño. –prácticamente se lo quito de las manos mientras empieza a reírse, que
es apenas unos segundos en los que la miro y bajo la vista hasta la pantalla de su móvil.
I: ¿A qué es guapa?
Sigo sin poder reaccionar cuando sé que me habla, pero no alcanzo a saber qué dice.
¿Puede ser posible tanta casualidad?
I: Esther.
E: ¿Eh? –apenas levanto la cabeza parar mirarla y ver como se mantiene curiosa por mi
estado- Perdona. –sacudo la cabeza y miro de nuevo la foto.
I: ¿Estás bien?
I: ¿Cómo que su ex? –la miro y asiento apenas- ¿La ex por la que estaba así es Maca? –
vuelvo a asentir y suelta el aire imitándome en la postura.
I: ¿Crees que si lo hubiese hecho no sabría esto? –asiento viendo que también es obvio
y volvemos a mirarnos.
E: Oye, pero que me alegro igual, eh… que sabes de sobra que a Dani la admiro mucho,
además de que la respeto.
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Sin remedio
E: ¿Qué haces?
I: Llamarla.
E: ¿Ahora?
I: No, me voy a esperar a noche buena. –apretando los labios se coloca el teléfono en la
oreja y yo aprieto los labios mientras miro a mi alrededor- Lo tiene apagado.
E: Eso va a ser el jet lag… -asiento cuando me cruzo de brazos y vuelvo a necesitar
suspirar- Pero bueno, que si no habéis hablado mucho de eso pues… es normal.
Nos quedamos mirando durante un rato hasta que a la vez giramos la cara, guardando
silencio y creo que notando la misma sensación de tiempo muerto en este momento
tan extraño. Y entonces es cuando mi cabeza se pone a trabajar a toda velocidad.
Dani… Iria… Dani… Maca… ¿vivir juntas? ¿Después de un mes? ¿Dani?
Mi móvil suena rompiendo el silencio que ha pasado a ser casi incómodo y cuando
miro la pantalla parece que se haga aun más espeso. Maca.
E: Dime.
En el coche recorro el camino de vuelta, pero con alguien más en él. Porque después
de escuchar el nombre de Dani de labios de Maca, creo que lo más justo es aclarar esta
situación lo antes posible y no dejar margen a errores.
E: ¿Estás bien?
I: Es que aun no me lo creo… -suspira- ¡La ex de Maca! –asiento incluso para mí- Qué
fuerte…
E: Pues sí que es fuerte, sí. Pero esto no es otra cosa que algo más que confirma que el
mundo es un pañuelo.
I: Lleno de mocos. Eso es lo que es. –sin esperarme su respuesta me da la risa y ella me
mira sonriendo, hasta pocos segundos después que también empieza a reír y ya es un
coro a dos voces que sobrepasa el mínimo volumen de la radio.
I: ¡Verás cuando me la eche a la cara! –me da otra vez la risa y justo llegamos a la zona
para aparcar- Pero es que la cara de Maca va a ser guapa.
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Sin remedio
E: Mi mujer ya es guapa.
Terminamos por salir del coche y caminar hasta el portal. Mis ojos encuentran ese
coche que ya conocía y al mismo tiempo Iria se para. Nos miramos y nos vuelve a dar la
risa cuando entramos haciendo que nuestras risas retumben demasiado fuertes.
E: Sshh.
E: Claro, claro. –al pasar al ascensor nos vuelve a dar la risa. Y es que va a ser un
momento memorable. Maca y Dani esperándome a mí, y yo apareciendo con Iria, mi
ex, novia de Dani, que es ex de mi novia. ¡Qué jaleo!- Jajaja.
Cuando llegamos y el ascensor se detiene, ambas nos miramos y salimos sin prisa.
Parándonos frente a la puerta de la casa de Maca y escuchando ese par de risas en el
interior. Yo suspiro cuando empiezo a buscar las llaves y por el sonido de estas, los
ladridos de Orlando nos descubren haciendo que me tenga que dar más prisa para que
no abra ella por mí.
I: Corre.
Consigo girar la llave y por fin mi perro se calla. Saliendo en un visto y no visto cuando
ya estamos entrando y las voces se vuelven más normales en el salón. Yo me quedo por
delante y camino hasta donde Maca y Dani se encuentran. Viendo la sonrisa de la
segunda en cuanto cruzo el umbral, y viendo en el mismo segundo como desaparece
cuando Iria se coloca a mi lado.
D: Iria…
I: Porque aquí hay un gran pozo de falta de información. –yo aprieto los labios por no
comenzar a reír otra vez y siento como Maca llega a mi lado.
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Sin remedio
M: ¿Qué pasa?
E: A ver… -carraspeo algo más fuerte de lo normal y las tres me miran- Para que no nos
liemos, voy a hacer un esquema rápido. –miro a Dani- Estás saliendo con Iria, que
además de amiga mía fuimos pareja… -miro a Maca- Dani está saliendo con Iria, pero ni
Dani sabía que yo la conocía, ni Iria sabía que ella salía contigo.
D: A ver, a ver… -me giro para mirarla y está con los ojos cerrados, hasta después de
unos segundos que vuelve a mirarme- ¿Qué has dicho?
Miro a Maca que está con esa cara de quémeestáscontando, tal y como yo esperaba.
Miro a Dani, que a su vez mira a Iria, que la mira a ella. Esto empezó siendo un
triángulo, y se ha convertido en un señor cuadrado de cuatro esquinas que da la risa
pensarlo.
M: ¿Iria es la chica con la que sales? –escucho que le pregunta entonces y al cara de
Dani va hacia mí.
E: Lo que ella decía, hay un gran pozo de falta de información para echarse las manos a
la cabeza.
Ella tira de la mano de Dani mientras Maca y yo camínanos hasta el sofá de dos plazas
junto a la ventana. Nada más hacerlo, y en cuestión de un par de segundos sin
tampoco pensarlo mucho, termino acercándome para besarla y cogerle la mano.
I: Nos hemos ido a topar tú y yo. –se miran y yo paso a apoyarme en el hombro de
Maca, no sé por qué.
M: Yo es que no termino de entenderlo. –las tres nos movemos para mirarla- Es que es
muy raro, en todo el tiempo que os conocéis ¿nunca habéis sacado el tema? Ni visto…
yo qué sé ¡algo!
D: En realidad no es tan raro. –apenas sube la voz, mientras frunce el ceño y mira al
suelo- Yo no tenía ninguna foto tuya en casa, ni hablaba de ti… bueno, si de ti, pero sin
decir que eras tú.
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Sin remedio
E: Vaya, gracias.
I: Ya me entiendes, idiota. –sonrío y miro a Maca otra vez- Ha sido una suma de de
cosas que ha hecho que esto ocurriese y ya está.
Después de apenas quince minutos más, en los que ninguna podía intentar encontrar
un razonamiento lógico a todo esto, Iria y Dani han terminado por marcharse, no sin
antes de que acordásemos cenar mañana mismo.
E: ¿Por qué? –la miro justo cuando llego para sentarme a su lado- Vale que ha sido una
graaan casualidad que se encontrasen allí. Pero bueno, supongo que al estar allí,
joder… ver a otra persona de tu país como que llama ¿no?
M: Ya…
E: Quitando eso, pues oye… yo me alegro. Porque Iria está enchochada perdida con
Dani… ¿a ti qué te ha contado?
M: Que están muy bien. Quiere presentársela a sus padres y que está muy a gusto con
ella.
E: ¿No te ha dicho que le ha pedido que vivan juntas? –su rostro se gira sorprendido y
yo sonrío. Me gusta tener información que ella no- Pues sí, cuando vuelvan.
M: ¿En serio?
E: Ajá. –después de unos segundos me inclino para besarla y volver a mirarla después-
La cosa es que me ha sorprendido, pero es una buena noticia.
M: Sí. –sonríe pasando las manos por debajo de mi camiseta y termino por pegarme a
ella al mismo tiempo que se deja recostar- Entonces… Iria está enchochada.
E: Mas o menos. –otra vez la beso, pero tardando algo más que antes en separarme-
Por cierto… -paso el pulgar dibujando sus labios cuando espera obediente a que hable-
¿Con tus padres al final qué?
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Sin remedio
E: Pero yo me siento mal por eso. –mi ceño se frunce sin poderlo evitar- Aunque me
sintiese como me sintiese, son tus padres. Y ya van a empezar a cogerme manía.
E: Pues por no ir. –refunfuño y me acuesto sobre su pecho, percibiendo ese olor que
tanto me gusta y que me hace cerrar los ojos.
M: No vamos porque no podemos, con el hospital y los turnos sería una locura. Y no
vamos a estar los solo tres días que tú libras yendo y viniendo. Mejor nos quedamos
aquí, cenamos con tu madre, y con…
M: Claro.
E: Ver… -me va a costar más de lo que creía. Vuelvo a incorporarme para mirarla- ¿No
te ha molestado ver a Dani con Iria? –su ceño se frunce automáticamente- No te lo
tomes mal.
E: Te he dicho que no te tomases mal. –suspira al mismo tiempo que gira la cara
mientras sigo mirándola- Estuviste tres años con ella, perfectamente podía sentarme
mal, incomodarte o dios sabe qué. –vuelve a mirarme.
M: A ver cuando te entra en la cabeza que esa historia ya es agua pasada para mí. –
moviéndose hace que libere su cuerpo del mío para levantarse- Voy a hacer de comer.
Mientras pongo la mesa, entro y salgo de la cocina en varias ocasiones, pero ni una
palabra hace que deje esta cara de mala leche que se me ha puesto, lo mismo a mí que
a ella, todo sea dicho. Se dedica a terminar lo que sea que está haciendo, sin tan
siquiera mirarme. Y mi mal humor va in crescendo.
Cuando ya no tengo nada más que coger en realidad, me planto en medio de la cocina
y se gira sin saber que estoy ahí, mirándome y esquivándome en cuestión de un
segundo.
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Sin remedio
E: Maca, ¿Por qué siempre vas a lo más negativo de cualquier cosa que digo? Es que no
lo entiendo.
M: Pues yo no entiendo cómo todavía eres capaz de decir cualquier cosa de esas que
dices. Y por mucho que lo intente no lo consigo. –se suelta de mi mano aunque sigue
mirándome- ¿Qué tiene que pasar para que no te preguntes nada parecido a eso?
E: Aunque te parezca extraño no lo hago con el interés que tú crees. No puedo evitar
preguntarme algunas cosas. Y que en ese momento fuera que si te molestaba ver a
Dani con otra persona, no lo creo tan descabellado.
M: ¿Ah, no? Entonces, por esa regla tuya, yo debo también cuestionarme el que tú
puedas sentirte incómoda al ver a Iria con otra ¿no?
E: No es lo mismo.
M: Ja. –apenas he podido bajar la vista dos segundos, hasta que ese último monosílabo
ha captado mi completa atención- Esa respuesta nunca sirve, Esther.
M: Esther…
Esto me pasa por bocazas. ¡Para qué coño hago esas preguntas! Va a ser cuestión de
quedarme con las ganas de saber según qué cosas. Está visto que así solo meto la pata.
Por un lado es normal que se enfade, pero es que lo hace porque se cree que cuestiono
algo, ¡y no es así! No sería una locura que no se sintiese cómoda viéndola con otra.
Que han estado juntas tres años, coño.
M: Toma.
E: Gracias. –sin tan siquiera parar, desliza el plato sobre la mesa hasta dejármelo
delante e ir a la silla junto a la mía con el suyo.
Cuando miro el plato, y lo que ha estado preparando, me sale un pequeño suspiro que
ella seguramente no alcanza a escuchar. Salteado de verduras con champiñones. Y los
champiñones los hace porque sabe que me encantan, aunque ella ahora se tenga que
pasar más de cinco minutos quitándolos del plato porque los odia.
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Sin remedio
Hasta este momento, y quizás por el silencio, no me había parado a pensar en todo lo
que ha cambiado por mí. A lo que se ha habituado simplemente por mí. Sin preguntar,
sin esforzarse, únicamente ha hecho las cosas por ella misma sin cuestionarse si
debería o no hacerlas.
M: ¿No comes?
M: Hay muy pocas maneras de ver una pregunta como esa, Esther.
E: Lo sé, lo siento.
M: Comete eso, anda… que ahora te toca comerte estos champiñones rancios a ti. –la
miro otra vez y sonríe de lado con la vista en el plato.
Después de unos minutos parece que ese momento para nada querido por ninguna, se
queda lejos del salón, y poco a poco va alejándose completamente de la casa para
perderse por algún lugar lejano a este. Dondequiera que van las discusiones absurdas
del mundo.
M: ¿Nos echamos una siesta ahora? Creo que puedo dormir un rato y así esta noche no
ando medio muerta por el hospital.
Sonrío acercándome hasta ella sin esperar ni a que se acomode, y acto seguido subo el
nórdico hasta cubrirme yo la cabeza cuando me echo sobre su pecho.
M: Esther… -la luz se cuela cuando ella lo eleva sobre mi cuerpo- ¿Quieres no
esconderte?
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Sin remedio
M: Pero me gusta tenerte al lado y no escondida ahí debajo como un oso. –suspirando
salgo de mi cueva y me quedo pegada a ella cuando sigo abrazándola- ¿Y no respiras
mejor?
Sonriendo se acerca aun mas y empieza a pasar los dedos por mis labios. Yo me dejo,
sin apartar mis ojos de ella y viendo cómo consigue borrar cualquier pensamiento que
me haga perder el hilo de esta caricia improvisada.
E: ¿El resto de mi vida? –sonrío y ella me imita después de guiar la mano hasta mi
cintura y sin dejar de mirarme en ningún momento- No sé, no sé…
M: ¿No lo sabes?
E: Es que el resto de mi vida puede ser mucho tiempo, cariño. –aun con su sonrisa,
termina por pegarse para besarme, dejándome parcialmente debajo de su cuerpo
cuando el beso se vuelve ansioso e impaciente.
Después de llegar al hospital he tenido que unirme a Javier cuando el Samur ha llegado
con un hombre en camilla. No ha parado de quejarse hasta que le he puesto un
calmante y casi se duerme, pero eso sí, sin soltar una libreta que lleva bajo el brazo y
que no consiente que cojamos.
-Es un rancio tu jefe ¿eh? –sonrío mirándole y aun sigue con ese medio
adormilamiento- ¿Qué le pasó en la mano?
E: Un accidente.
-¿Me podrías hacer un favor? –me giro quedándome entonces junto a él y le veo
separar esa libreta del costado sin dejar de mirarme- ¿Me la podrías guardar? Hasta
que terminen de hacerme las pruebas.
-No, me lo tienes que guardar tú. No me fio de nadie más… -hace un movimiento con
el dedo indicie para que me acerque- …nadie puede encontrarlo, es el último capítulo
del libro que aun no he publicado y me lo quieren quitar.
326
Sin remedio
Escéptica, me separo para mirarle. ¿En esa libreta cochambrosa tiene el último capítulo
de un libro que le quieren robar? La gente está realmente mal del perolo. Y lo peor es
que parece que todos estos locos me tocan a mí.
-Por favor.
E: Es que no puedo.
-Gracias.
Avisando al celador para que se lo lleve, termino por salir del box y mirar a mi
alrededor. Parece que la cosa está tranquila.
E: Me apetece un café.
E: Que bien que estáis aquí. –me dejo caer en la silla mientras miro a Maca.
Después de que Claudia se tuviese que marchar, Maca se ha levantado para ir a por mi
café. Momento en que he sacado la libreta para dejarla sobre la mesa y sin pensarlo,
abrirla por cualquier página viendo después como está escrita de principio a fin.
E: Si es el último capítulo de un libro tan importante, tiene que estar bien ¿no?
M: Ya, Esther… pero no por eso tienes que leerlo. –la miro y realmente tiene razón- Eso
es cotillear.
327
Sin remedio
M: Tú sabrás.
Sin pensarlo mis ojos van hasta ese primer párrafo, parándose y es cuando me
cuestiono si debo hacerlo o no. Pero ya de tanto hacerlo parece que no pueda evitarlo.
E: Cuando por fin llegaba a casa, la magulladura de su hombro parecía calmarse. Aun
así solo podía pensar en ir hasta la nevera para sacar una gran cantidad de hielo e
intentar calmar ese dolor punzante que la navaja de Enric había causado en su piel…
-Mierda.
El timbre sonaba haciendo que dejase a un lado ese de nuevo, incesante dolor,
y se levantase buscando el atizador junto a la chimenea. Ya empuñándolo
llegaba hasta la puerta para mirar desde aquel lado, como la figura de Carlota
se encontraba casi tan quieta como una estatua helada.
-Yo…
Sus ojos comenzaron a recorrer aquel torso desnudo. Aquel hombro herido, la
sangre pintando su piel. Y no pudo evitar que sus dedos, temblorosos,
alcanzasen el contorno de aquella abertura.
-Déjame curarte.
328
Sin remedio
Llegados al sofá, decidió quitarse el abrigo dejando ver como tan solo una
pequeña prenda de seda cubría su cuerpo. Algo que llamó la atención de quien
la miraba sin poder ni querer evitarlo. ¿Cuántas veces la había tenido tan cerca
como entonces? ¿Cuántas veces se había contenido por proteger su vida por
encima de cualquier cosa?
M: Eh… cariño, esto sube de tono ¿no? –necesito parpadear para comprender que me
está hablando y levanto la cabeza- Estamos trabajando.
E: Tienes razón. –cerrando la libreta suspiro para beberme de un trago el café que ya va
de camino a helarse- No está mal.
M: ¿Y si vamos al gabinete?
E: Vamos.
Levantándonos a la vez volvemos a guardar silencio. Mi paso es más rápido que el suyo
y termino por llevarla tras de mí incluso antes de salir para llegar a urgencias.
Esquivamos a la gente sin querer llamar la atención y llegamos al gabinete en cuestión
de segundos. Yo por lo menos, alegrándome de que no haya nadie y mi cuerpo pueda
ir sin detenerse hasta al sofá.
M: Sí.
¿Cuántas veces la había tenido tan cerca como entonces? ¿Cuántas veces se
había contenido por proteger su vida por encima de cualquier cosa?
Después de coger un trapo limpio y algo para desinfectar su herida, las manos
de Carlota pasaban a centrarse en esa herida que por momentos era casi
olvidada. Pues esa cercanía, ese olor suave a lavanda que siempre encontraba
en ella, conseguía que Estefan se viese sumergido ese cruel estado de
alejamiento auto infligido.
-Les escuché llegar… y que habías herido a Enric, supuse que tú no estarías
mucho mejor.
329
Sin remedio
Sin dejar pasar más tiempo. Hacía que soltase lo que sus manos aun
sostenían. Teniendo como objetivo único, aquellos labios sonrojados y dulces
que encontraba dispuestos a unirse con él. Dejando salir un calor mas allá de
lo humano. Más allá de la cordura, de lo justo o correcto. Porque aquel, era lo
único por lo que había pasado meses arriesgando su propia vida.
Sin pensarlo mucho cierro la libreta y la dejo sobre la mesa. Teniendo después que
airearme moviendo el cuello de la camisa de mi uniforme.
E: Puf… no sé. –me levanto cogiéndola de nuevo- Voy a ver por dónde anda y si han
terminado para devolvérsela.
M: Vale.
Antes de salir la miro, sigue de brazos cruzados en el sofá y con la mirada fija en la
mesa. Mejor que me vaya, sí.
E: ¿Cómo está?
-Pues me han dejado peor de lo que ya estaba… -me mira las manos y bajo la vista
hasta la libreta.
E: Tome.
330
Sin remedio
-Gracias por hacerme el favor. –la toma con fuerza y la guarda bajo la sabana. Mis ojos
siguen clavados en ella aun sin poder verla.
-Porque es como un hijo que quieren quitarme, y no les voy a dejar. –suspira y deja la
vista fija en el techo- No les dejaré.
-¿Alguna vez te has enamorado? –gira la cabeza para mirarme y yo asiento levemente-
¿Y has sentido que es lo peor que podías haber hecho, porque es justo la única persona
de la que no podías hacerlo? –vuelve a suspirar y saca la libreta, mirándola mientras
acaricia la tapa con los dedos- Mi vida termina en estas páginas… y ella podrá irse paz.
Mis ojos se clavan en su hombro izquierdo. El camisón le ha caído dejando visible gran
parte de piel y me parece estar soñando cuando veo una cicatriz horizontal que me
hace recordar parte de ese texto leído.
Girándome todo lo rápido que puedo, me alejo de allí tan sorprendida que no soy
capaz de pensar nada con lógica.
E: Hola.
M: Ah, vale… -asiente y yo la imito. Menuda tontería- ¿Nos tomamos luego café?
E: Claro.
M: Bien.
E: Te busco cuando salga. –asiente otra vez y yo empiezo a caminar de nuevo. Soltando
un suspiro mucho más grande que el anterior y dándome cuenta de una cosa. Aquí hay
una tensión sexual por culpa de la dichosa paginita.
331
Sin remedio
Después de más de dos horas de operación, termino por salir más cansada de lo que
creía. Y solo son las cuatro y cuarto. Me quedan tres horas… Qué bien. Será mejor que
me eche un rato si no hay nada que urja por ahí.
Ge: Nada, ahora está todo tranquilo… -me mira tras el mostrador y asiento con una
pequeña sonrisa- Puedes descansar, tranquila… te aviso con lo que sea.
E: Gracias.
Libre por fin, es cuestión de descansar, o por lo menos intentarlo. Lo primero que se
me ocurre es ir a la sala de enfermas. No creo que haya nadie y puedo echarme en el
sofá por lo menos media horita. Luego seguro que alguien necesita algo.
Cuando mis ojos esquivan la puerta que ya estoy abriendo, encuentran lo que yo
menos esperaba.
M: Hola.
E: Hola… -mi ceño se frunce mínimamente mientras cierro la puerta- ¿Qué haces aquí?
Está sentada en el sofá, pero con la cabeza reclinada en el respaldo. Por lo que ha
tenido que girarla para mirarme sin cambiar su postura, lo que hace que
inevitablemente mire su cuello cuando mi gesto cambia por si solo mientras sigo sin
moverme.
E: Ya… -asiento un par de veces y cogiendo aire miro alrededor- ¿Sabes qué pasa? –me
pellizco el labio, no comprendiendo como voy a ser capaz de decirle esto- Que llevo un
rato... alteradilla. –la vuelvo a mirar y ha cambiado su posición, sentada entonces
correctamente pero sin dejar de mirarme- Y yo venía a… a ver si podía dormir un poco.
M: ¿Te molesto?
Al tomar aire de nuevo para hablar, me veo interrumpida por ver que se levanta aun
con los ojos fijos en mí, y empieza a recorrer los escasos metros que nos separan. A
una velocidad tan sumamente lenta, que comienza a impacientar mi curiosidad.
Ya frente a mí, alza la mano hasta quedar sobre mi mejilla, ocultándola por completo y
haciéndome soltar entonces el aire que he tomado segundos antes. Siento su
respiración tan cerca de mí que no consigue otra cosa más que aumentar esta
332
Sin remedio
sensación de falta que tengo desde hace horas. Me arden las manos por tocarla
cuando al mismo tiempo, siento que me late el corazón más deprisa.
E: Maca…
Sin poder hacer nada, la veo precipitarse sobre mí en cuestión de medio segundo.
Tirando por la borda todo el autocontrol que había conseguido guardarme en el bolsillo
para un posible encuentro. No puedo hacer uso de él cuando ya me besa de esta
forma. Tan incontrolada y casi primitiva. Lo que ya consigue que deje todo mi decoro y
buenas formas detrás de la puerta. Buscando su lengua con todo mi empeño y
empujando su cuerpo hasta la puerta del baño.
Suspira y voy hacia su cuello cuando conseguimos entrar y cerrar la puerta. Casi me
arde a mí la garganta de escucharla, aunque no consigo entender lo que dice cuando
cae sentada y yo sobre ella. Soy incapaz de retener un gemido cuando otra vez me
centro en su boca, rabiosa y sin oponerse a todo este énfasis de querer tanto de ella
como se me sea posible.
Un segundo sonido sale de mis labios cuando siento que va liberándome de los
botones del pijama, dejando mis labios desamparados cuando termina, para ir sin
dudar hasta mi pecho, el cual es liberado también del sujetador en un movimiento
rápido hasta dejarlo casi en mi estomago.
E: Nos puede caer una buena por esto… -mis ojos se cierran y trago esa saliva que me
arde bajando por la garganta cuando su mano asciende por mi pecho hasta colocarse
en el centro de mi cuello, y sus dientes pasan a apretar una piel ya casi dolorida por la
excitación.
Mirándola de nuevo, percibo que mi vista se turba pero no lo suficiente para no poder
seguir haciéndolo. Sus manos hace caer mi uniforme y yo, envidiosa de esa ropa que
cubre su cuerpo, la deshago de su bata y tiro del pijama que oculta su torso,
terminando por desprenderme de mi propio sujetador y besarla de nuevo cuando su
pecho y el mío entran en contacto, consiguiendo una reacción encadenada donde
ambas gemimos en la boca de la otra.
Otra vez sus manos entran en juego y recorren mi espalda sin dejarse un solo
centímetro a la espera de recibir su parte. Deja mis labios para ir de nuevo hasta mi
pecho, momento en que me aleja lo suficiente para hacerlo sin problemas, e incluso
hasta poder alcanzar mi estomago de la misma manera.
En algún momento mi mente pierde contacto con la parte nerviosa del cerebro que me
hace percibir lo que ocurre. Y paso a verme pegada a su rostro. Mirándola,
encontrando esos ojos que hacen que pierda la cordura en milésimas de segundos,
mientras mi mano esta dentro de su pantalón, y la suya dentro del mío. Locura,
desenfreno, excitación, placer, solo un sentimiento de no querer parar jamás. La
333
Sin remedio
garganta me arde pero consigo respirar, consigo que el poco aire que tenemos para las
dos llegue hasta mis pulmones. Pero estos se cierran irremediablemente cuando mi
cuerpo se tensa y sin querer ayudarme, los labios que apenas rozaba, se unen a los
míos dejando paso un beso de todo menos paciente. Mis dedos siguen en su trabajo
aunque de forma autómata mientras yo creo que me voy a desmayar por la falta de
oxigeno. Mis caderas no cesan en su movimiento, no dejando que la fricción pare y
termine por volverme loca. Siento como su sexo se tensa, y los latidos de su corazón se
concentran en ese punto de su cuerpo inflamado cuando ha pasado a mi yugular,
clavando los dientes por necesidad. Acallando un grito que se ha colado en mi cuerpo
tras traspasarme la piel.
Orlando corre delante de mí con lo primero que ha podido alcanzar cuando he abierto
la lavadora. Esta vez es un sujetador de Maca. Y como vea que es su favorito, este perro
acabará por no ver la luz del sol en días.
E: ¡Orlando!
Acabamos frente a la puerta cuando esta se abre, y mi señora se detiene al ver dicha
imagen. Orlando se detiene y suelta un pequeño sonido, supongo que por el miedo
repentino que su cuerpo sufre al ver a la dueña de lo que su boca aun retiene.
E: Dile algo. –su rostro baja los centímetros necesario para mirar al cuerpo peludo, y
este automáticamente suelta el dichoso sujetador- Genial.
Cogiéndolo por fin me doy media vuelta y lo coloco de nuevo en el cesto de la ropa
para lavar antes de seguir sacando la que antes tenía entre manos.
E: Yo tengo que salir corriendo detrás de él, y ella con solo mirarle ya lo suelta.
M: ¿Me has echado de menos? –pasa a besarme el cuello, haciendo que ladee la
cabeza sin tan siquiera pensarlo y suelte un pequeño suspiro que llena la cocina, y sé,
que haciéndola sonreír a ella.
E: Vale.
334
Sin remedio
M: Voy a darme una ducha y dormimos un rato, que por lo menos yo tengo sueño. –
asiento y me besa otra vez antes de girarse- Podemos poner una peli en el dormitorio y
seguro que caemos en cuestión de segundos.
E: O no.
Son las doce cuando ya en el dormitorio, Maca pone la ya nombrada película, mientras
yo me acomodo de lado para verla sin dificultad. Ella tarda cosa de medio minuto en
meterse conmigo bajo la manta y pegarse a mi espalda, llevar la mano a mi estomago,
y acoplarse para no volver a moverse.
E: Recuérdame luego que llame a mi madre, no sé a qué hora tenemos que estar en su
casa para cenar.
M: Vale.
E: Supongo que accederé a ponerme vestido, sino mi madre me dirá cualquier cosa y
ya empezaremos mal la noche.
M: ¿Vestido? –murmura contra mi nuca haciendo más fuerza con el brazo que rodea.
¿No vamos a llegar a ver el título de la película?
Suspirando intento mover ese brazo que ha producido este maldito malestar, pero me
es imposible, por lo que ya abro los ojos y giro la cabeza para ver como Maca está justo
encima dormida todavía. Genial… ¿no tenias otra parte de la cama que aplastar?
E: Maca… -susurro cuando intento tirar de mi extremidad, sin conseguir hacerme con
ella de nuevo- Cariño. –suelta un quejido pero apenas se mueve- ¿Me devuelves el
brazo, por favor? –sacando un poco mas de fuerza consigo sacarlo de debajo de sus
335
Sin remedio
costilla, pero apenas puedo respirar libre cuando se gira para abrazarme mientras yo
miro al techo- ¿Estás despierta?
M: ¿Por qué?
E: Por saber si te voy a dar con la almohada mientras aun estás durmiendo. –empieza a
reírse y se esconde en mi cuello- ¿Estás tontorrona?
M: ¿Y qué si lo estoy?
E: Pues te diré que son las siete y media y nos tenemos que duchar todavía. –la veo
separarse a una velocidad realmente sobrehumana.
Sonrío cuando sale de la cama tan rápido que ni se para a ponerse nada encima. Así
que la visión de verla correr desnuda hasta el baño hace que no pueda borrar esta cara
de tonta ni cuando cierra la puerta. Momento en que Orlando salta sobre la cama.
E: Tú cuando haga esas cosas, cierra los ojos, eh… que no me quiero enfadar contigo.
Mientras se ducha me ha dado el venazo de abrir el armario y sacar algo para que si no
lo ve mal, se vista sin tener que ponerse a elegir. Vaqueros, botas, ese suéter que le
gusta tanto, que también nos gusta a mí y al resto de los mortales, el cinto y el abrigo
negro. Porque seguro que quiere ponerse el abrigo negro.
E: ¡Maca que yo tengo que entrar también! –no termino la frase cuando la puerta se
abre y sale envuelta con la toalla- Te he dejado ropa sobre la cama, por si te convence y
no quieres buscar.
M: Gracias, cariño.
Veinte minutos después, y ya lista para vestirme, llego al dormitorio escuchando como
ha puesto música en el saloncito. Y me gusta, porque solo pone música cuando está de
muy buen humor. Seguro que anda también jugando con Orlando.
Voy a hacer algo que seguramente traerá consecuencias, pero mira… me apetece.
Vestido negro al canto.
E: ¿Estás ya?
336
Sin remedio
Dejando lo que ocupaba sus manos sobre una de las estanterías, termina por girarse
hacia mí y a paso lento, se coloca justo delante sin dejar de mirarme.
M: Estás preciosa. –vuelve a mirarme, mas descaradamente que antes, todo sea dicho-
Y te has rizado el pelo. –me encojo de hombros algo cortada y termino por bajar
apenas la vista.
Mientras sigo con la vista en el suelo, necesito atrapar mi propio labio entre los
dientes. Es una de las pocas veces, desde hace bastante tiempo, que me gana la
timidez. Y es en su mayor apogeo que siento sus dedos bajo mi barbilla ejerciendo la
fuerza necesaria para erguir mi postura y la mire.
M: Siempre estás preciosa, pero has demostrado que eres capaz de superarte ti misma.
–sonríe y yo lo hago de lado antes de ver como se acerca irremediablemente para
besarme. Me da que vamos a llegar un poquito tarde.
Después de bajar del coche, hemos tenido que cruzar en una carrera porque se han
sumado las prisas y el hombrecito en verde que ya empezaba a parpadear. Por lo que
dos personas al otro lado, han visto a bien comenzar a alzar la voz y aplaudir en un
intento nada discreto de avergonzarnos.
E: Idiota. –después de dar los dos besos de rigor, hemos pasado al interior del
restaurante. Donde la temperatura es mucho mejor y por lo que ya nos quitamos los
abrigos cuando seguimos al señor camarero hasta nuestra mesa.
E: Pues está en su casa, habrá empezado ya a comerse el sofá. –sonrío cuando Maca
me mira nada contenta por mi comentario.
M: ¿Cruzando un rellano? –me tengo que reír porque la cara que ha puesto ha sido
mejor que la pregunta- Lo que es, es que ve la puerta abrirse y corre hacia la otra como
si le fuesen a dar un premio.
D: Estás que las tiras, eh. –mi chica sonríe y suspira antes de mirarme.
M: ¿Vas a tirar la casa por la ventana y beber vino esta noche? –mi sonrisa se borra y la
suya se ensancha por ver mi reacción- Lo digo por pedir tinto.
337
Sin remedio
E: Pues sí, voy a beber vino. –con toda mi chulería cojo la carta que hay sobre mi plato
y me dispongo a mirar lo que va a llenar mi estomago- Y todo el que yo quiera.
M: Entonces yo agua. –le doy con el codo sin medir la fuerza y se empieza a reír otra
vez. Cuando miro al frente, Iria y Dani nos miran sonriendo. Genial, somos la atracción
principal del restaurante.
M: ¿A que está preciosa? –mis colores vuelven a subir cuando las tres se me quedan
mirando. Por lo que termino resoplando y subiendo la carta para taparme la cara. Lo
que crea nuevas risas- Lo que no sé es si mi mano se va a poder estar quieta toda la
noche…
La voz del camarero me salva, porque la mano desaparece y yo vuelvo a poder respirar.
Las escucho pedir el vino y algo mas light para las conductoras mientras yo sigo
mirando la carta, que no leyéndola, porque leer leo poco. Me he quedado en…
Solomillo a la…
E: ¿Y eso?
M: Es que mi suegra hizo un pacto con el demonio. –sonríe y yo la miro negando- A ella
también se lo digo, ya lo sabes.
D: ¿Buen rollo con la suegra? –ambas la miramos, pero yo soy más rápida en contestar.
E: Di mejor que cuando se juntan son peor que solas. La una por la otra, siempre salgo
yo mal parada. –mi respuesta hace que una vez más, las risas inunden el momento.
Yo me dedico a mirar la suma de estos cuatro mundos distintos, tanto entre sí como
por separado.
338
Sin remedio
Mi mejor amiga, con la que llevo años de historia a mis espaldas. Una de las grandes
personas y pilares que sostiene mi pasado. A la que quiero con locura, y por la que me
siento feliz hasta un punto más allá de lo humano.
A quien aprendí a respetar. Una mujer de pies a cabeza que además de buena persona,
es mejor amiga. La hermana mayor que me gustaría tener para sentirme protegida en
cualquier momento. Y a la que quiero sin habérmelo propuesto. Porque Dani es así.
Una de las mejores personas que conozco, y estoy segura, conoceré.
Y Maca… solo pensar en ella me hace suspirar. Es lo que siempre había querido
encontrar sin tan siquiera pensarlo. Porque mentiría si dijese que tenía ese sueño de la
pareja perfecta, encontrar a alguien con quien formar una familia de ensueño, alcanzar
la felicidad absoluta. Pero todo eso cambió en alguno momento que no podría señalar.
Porque nació de la nada, de observarla, de verla sonreír… Sería imposible ahora
concebir tan solo un minuto sin ella en mi vida. Un solo segundo sin ella en mi cabeza.
Porque cualquier cosa, todo momento de felicidad, pasa por su sola presencia, y es
algo que no puedo ni quiero ignorar.
Es curioso como una sola persona trastoca los deseos de otra. Porque yo ahora
desearía cualquiera sin es a su lado y con ella. Incluso me casaría con ella. Tendría hijos,
y me gustaría ser una abuela arrugada y lenta, si fuese a conseguirlo a su lado.
M: Oye…
M: ¿Dónde estás?
M: Una en el baño, y la otra con el teléfono ahí al lado. –sin falta de mas información,
deduzco que Dani es la del teléfono, y la del baño Iria. Sonrío de nuevo y me dejo caer
sobre su hombro, sintiendo como besa mi pelo varias veces- ¿Estás bien?
E: Sí. –asiento y me separo para besar su hombro y mirarla- ¿Te he dicho hoy ya que te
quiero?
E: Pues te quiero. –inclinándome atrapo sus labios, sin prisa y sintiendo como se
amoldan a la presión de los míos hasta que se abren mínimamente y siento una
pequeña caricia de su lengua, que me hace suspirar y abrir más los míos para
intensificarla.
I: Ejem.
339
Sin remedio
Despacio, bastante despacio, termino por separarme relamiendo mis labios por la
sensación de desamparo forzoso.
M: Cariño.
E: Ni cariño ni leches. –finjo un mosqueo de estos míos, y las dos me acaban mirando
sin saber qué decir- ¡Vete! –pero es tarde, me ha salido media sonrisa y mientras Maca
ha pasado a abrazarme y hacerme reír, puedo ver la mirada asesina de mi mejor amiga.
Después de los platos fuertes, hemos pasados a los cafés y/o postres. Yo me he pedido
café y un trocito de tarta de chocolate. Además necesito comer un poco más, se me ha
subido el vino a la cabeza, y no quiero que se me note.
I: ¿Con José María? –asiento cuando intento abrir el azucarillo, pero se me resiste y
Maca termina por cogerlo para hacerme el trabajo- ¿Pero os vais a poner casco? –
niego y empiezo a darle vueltas al dichoso café- Maca, llévate un botiquín por si acaso.
E: No exageres. –cojo el vaso con el café y doy un primer trago. Qué rico- ¿Queréis
tarta?
D: No gracias.
I: Yo tengo la mía. –sonrío mirándola y vuelvo a bajar la vista hasta mi trozo- Aunque la
tuya tiene mejor pinta.
De nuevo empiezan una conversación cuando ya, mi persona y esa cuchara pequeña,
nos centramos en el trozo de tarta que tengo delante. Espero que se me baje pronto
esto del vino, sino se reirá de mí… como siempre.
340
Sin remedio
Bajo rápidamente de nuevo el mantel y la miro, esta con la mano izquierda sujetando
su mentón mientras habla como si nada con Dani. ¡La mato!
Mis dientes se aprietan contra ellos mismos, mi mano va directa y asesina hasta esa
usurpadora de carne que sigue su camino, dándole y haciendo que retroceda lo justo
para poder respirar tranquila de nuevo. Pero no sirve de nada, porque otra vez se
acerca y vuelvo a mirarla.
Con más decisión, cierro las piernas con parte de su mano entre mis muslos. Siento la
fuerza que hace para liberarse y continuar, pero le es imposible. Por lo que sigo con mi
tarta, aunque medio de mi cerebro esté con la guardia de tener esos dedos presos.
I: Estoy por pedirme otro trozo… -la miro y ya se lo ha terminado ¡Es que a mí me
entretienen, coño!- ¿Todavía estás así?
E: Es que me lo como sin prisa. –miro a Maca que ha sonreído de lado mientras sigue
en su conversación. Puñetera.
Cuando me dispongo a seguir, mi mano se detiene de nuevo, mis ojos se abren sin
opción a parpadear, y la boca se me seca. No solo ha logrado liberarse, sino que ha
llegado hasta mi entrepierna.
E: ¿Me deja alguien el móvil? –me levanto en un salto y veo que Iria y Dani me miran
extrañadas- Me dejé el mío en casa.
M: Toma, cariño…
E: No, no… ellas. –Dani es la que se ofrece entonces y lo cojo para ir hasta la entrada,
pero no salgo que tiene que hacer un frio del cojón- Esta se va a enterar.
Cuando entramos en casa sigue riéndose, bueno no… riéndose no, partiéndose el culo.
Tampoco, lo siguiente a eso. Parece que la del vino sea ella.
E: Pues grábate en video no sea que te des un golpe en la cabeza y te entre amnesia,
porque yo no te lo pienso recordar. –sin esperármelo me abraza por detrás con tanta
fuerza que no puedo evitarlo- Ahora no vengas con cariñitos.
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Sin remedio
M: Mira que mandárselo a Iria… -me besa el cuello cuando vamos hacia la escalera, yo
refunfuño queriendo librarme de ella, sin quererlo realmente claro, mientras ella sigue
sin dejarme- Has tirado por los suelos nuestro momento morboso.
M: Si me hubieses dejado seguir… -susurra entonces y sus manos llegan hasta el borde
del vestido, que ya no llega a las rodillas, sino que lo tengo más bien de camiseta- Pero
claro, como se te ha subido el vino…
E: ¡Idiota!
M: Jajaja. –esto de subir las escaleras en un pack sin respiración por una cara, es difícil
de narices- ¿Me vas a dejar que te lo quite ahora?
E: Y también te gusta reírte de mí, por lo que no tienes que estar haciéndolo cada vez
que puedes. –ríe entre dientes cuando vuelve a besarme el cuello y llegamos al
dormitorio, Orlando está durmiendo ya sobre la cama.
E: Vaya dueña, cuando te viene bien lo dejas… cuando te estorba lo echas… -hablo
cuando aun estoy sola y empiezo a bajarme la cremallera del vestido.
M: ¡Eh, eh! –la escucho casi gritar y me paro medio asustada- No le quites el trabajo a
tu mujer.
Mi ceja sube varios centímetros cuando noto que me quita las manos de la cremallera
y se pega de nuevo a mi espalda.
M: Le he dejado en el sofá de salón pequeño con una manta. Aquí esta noche no se
permiten menores. –sonrío cuando otra vez pega los labios en mi nuca.
E: Maca…
M: Maca está ocupada. –suelto un pequeño suspiro cuando noto sus dedos en mi
costado, recorriendo la piel mientras baja la cremallera y me siento mínimamente
liberada por la tela del vestido- Y Esther se tiene que relajar…
342
Sin remedio
Los turnos sin Maca pululando por el hospital se me hacen eternos. La cosa es que
cuando coincidimos tampoco es que ande detrás y delante de ella. Pero saber que está
si quiero buscarla, parece que me calma el instinto de hacerlo. La cosa cambia cuando
sé que por mucho que busque, no podré dar con ella.
T: ¡Tú, alma en pena! –esa voz hace que me detenga y me gire como si hubiese
escuchado la mayor provocación de la tierra- Te llaman. –alza el teléfono y sin dejar de
mirarme camino hasta el mostrador.
T: Oh, qué miedo. –sonriendo me siento junto a ella cuando me hago con el auricular y
ya escucho a mi Orli de fondo.
E: ¿Si?
E: Porque le gusta mucho tomarme el pelo, lo que no sabe es que cuando quiera que
vaya a comprarle su revista le diré que no. –escucho reír a Maca cuando Teresa se gira
sorprendida y más bien enrabietada- ¿Qué pasa?
E: Puf… un rollazo.
M: ¿Qué pasa? ¿Que no puedes vivir sin vi aunque sean unas horas y ya te desesperas?
–su tono guasón hace que esa pregunta pierda su encanto, por lo que suspiro y vuelve
a reírse, por lo que yo termino sonriendo y girando mi cuerpo con la silla al mismo
tiempo que Teresa coge el cable para que no me ahogue con él.
E: Algo así.
E: ¿La siesta va solo por mí? –miro de reojo a Teresa, que ya ha puesto la parabólica y
sonrío automáticamente.
E: Sabes que a mí me gusta la siesta… -alzo la voz apenas cuando llego a la última
palabra- …contigo.
E: ¿Y quién te ha dicho a ti que yo necesito descansar? Más que otra cosa me apetece
cansarme…
343
Sin remedio
T: ¡Se acabó! –me da la risa cuando se gira casi asustándome y queriendo quitarme el
teléfono- ¡Dame eso!
E: ¡Cariño, que me pega! –la risa de Maca no ayuda a que la mía desaparezca, y tengo
que estirar el brazo hacia el lado contrario por donde soy literalmente atacada.
T: ¡Que me lo des!
E: ¡Maca! –la puedo escuchar sin tan siquiera acercarme al teléfono y esto se pone
cada vez más feo- Que me lo quita ¡Te quiero!
No termino de decirlo cuando ya me lo ha arrebatado y dejo caer los brazos sobre los
extremos de la silla, mirándola y haciendo girar de nuevo mi cuerpo de un lado a otro.
Después de casi diez horas de turno, por fin consigo salir con mi querida ropa de calle.
Abrigo, guantes, bufanda… hace frio ¿qué pasa? Mientras me ajusto los guantes unos
ladridos llaman mi atención sin poderlo evitar. Haciendo que alce la vista y vea como
Orlando intenta echar a correr desde la entrada de urgencias mientras Maca no suelta
la correa.
E: ¡Mi niño!
Cuando ya estoy a apenas un metro lo suelta y corre hacia mí medio loco medio
poseído, haciéndome reír y cogerlo en brazos mientras se retuerce de la alegría y poco
después termino dejándolo otra vez en tierra firme.
E: Si corrieses como hace él. –sonrío quedándome frente a ella y pegándome sin
dudarlo, atrapando sus labios con tanta fuerza que tiene que dar un par de pasos hacia
atrás por no caer.
E: Eso de que hace bueno es discutible. –me abrazo mas fuerte a ella y se ríe- Porque
frío hace un rato.
344
Sin remedio
M: Eso tú, que te estás quedando en los huesos y sin carnes... –mete los brazos por mi
abrigo, queriendo hacerme cosquillas y consiguiendo que salga corriendo con Orlando
tras de mí hasta llegar al coche.
E: ¿Me estás queriendo llamar algo? –tirando el bolso en la parte de atrás me coloco
finalmente frente al volante cuando ella también toma asiento y se pone el cinturón.
M: No, cariño… a mí me encantas como estés, con carnes, sin carnes, con huesos…
-sonrío cuando arranco el coche y la miro antes de pisar el acelerador- Si de mí ya no te
libras, te lo tengo dicho… hagas lo que hagas y te quedes como te quedes.
M: ¿Sin dientes? –rio por la forma en que ha preguntado y sigo mirando a la carretera,
pero puedo imaginarme su cara de “ya está otra vez con esas cosas raras que solo se le
ocurren a ella”- Vale, sin dientes también.
E: Jajaja ¡Serás idiota! –rio sin poder apartar la vista de la carretera y se ríe conmigo-
¡Eso es lo que me quieres, eh!
M: No te pongas así porque sabes que era broma. –sonrío cuando la noto que se ha
pegado a mí y me besa el cuello, sigo sonriendo cuando llega a mi oreja y cuela de
nuevo la mano por el abrigo, y sigo sonriendo cuando me muerde apenas en la yugular
antes de volver a separarse- Y cuanto lleguemos te pienso comer.
E: ¿Me piensas comer? –intento preguntar con seriedad, pero ahora mismo tengo la
misma que Chiquito en pleno show.
M: Sip… voy a empezar por los pies y voy a terminar por tu… la cabeza.
E: Jajaja.
Solo de pensar que voy a estar en la misma mesa con un cenutrio del pleistoceno se
me quita la poca hambre que puedo llegar a tener. Todo sea por ver a mi señora madre
y a la gorda de mi hermana. Ais… tengo ganas de verla y también de ver esa panza.
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Sin remedio
E: ¿Por qué te dije que sí a lo de plancharme el pelo, Maca? –la miro a través del espejo
y sonríe con los ojos fijos en mí- Porque a mí esto me desespera.
M: Pues me dijiste que sí porque sabes que no me puedes negar nada, y me apetece
verte con el pelo lisito. –pegándose a mí espalda suelto las planchas estas y suspiro
volviéndola a mirar por el espejo- ¿Tú sabes que esta noche vas a estar preciosa?
M: Tú eres tonta. –mi ceño se frunce cuando nuestro cruce de miradas sigue intacto-
No vuelvas a decir eso porque me mosqueo, eh… -aprieto los labios sin desfruncir el
ceño y cierra más el abrazo cuando empieza a dejarme una serie de besos en la mejilla-
Eres preciosa siempre, y esta noche lo serás aun mas si es que eso es posible.
M: No, porque ya te he dicho que eres una tonta y por mucho que yo diga seguirás
pensando justo lo contrario.
Dejando un último beso mi hombro termina por salir. Ya sabe que estas conversaciones
acaban así. Hay personas con un ego considerable respecto a su pensamiento de la
belleza personal. Nunca me he creído preciosa, ni guapa, ni nada de lo que se deba
decir que es especial al resto, o tan siquiera diferente. Siempre me he visto una chica
del montón. Con sus momentos resultones, pero nada más allá de un día en que por
ocasiones especiales, me arregle más o menos.
No como ella, porque ella sí es preciosa. Cualquiera que la vea, en más o menos grado,
piensa automáticamente “qué guapa”, como mínimo. O su propio cerebro, y sin hacerle
partícipe, centra su visión en ella más de un par de segundos. Pero las personas así son
un número reducido, y sí, mi mujer está en ese grupo reducido. Porque ella es lo
siguiente de lo siguiente de lo siguiente, a ser preciosa.
Después de otros veinte minutos frente al espejo y pasándome por el pelo la cosa esta
con la que me he quemado un par de veces, termino para ir al dormitorio. Sobre la
cama está ese vestido que me compré hará un par de días por el motivo especial de
Nochebuena. Hoy también me apetece.
Enfundada en él, me planto frente al espejo, dejo fijos un par de mechones de pelo
rebeldes y el flequillo con unas cuantas horquillas, y empiezo a darme la base del
maquillaje. Tampoco soy de pintarme, y no lo voy a hacer demasiado, pero ya que me
arreglo, pues hago la gracia entera.
Casi lista, me dejo caer un poco de perfume en el cuello, muñecas y escote, el escote es
un buen lugar, luego seguramente me alegre de haberlo hecho, y termino por
colocarme los pendientes. Lo que hace que me mire al espejo cuando aun permanezco
sola en el dormitorio. No estoy nada mal. El vestido es en colores gris perla y negro, de
tirantes y un pronunciado escote de pico que me invita a no llevar sujetador, tampoco
346
Sin remedio
es que me haga mucha falta. Por lo que solo me compré un diminuto tanga, que sé,
hará las delicias de cierta pediatra cuando regresemos.
M: Cariño…
Me giro cuando la escucho hablar y sonrío apenas cuando la veo que iba a seguir con
algo más, pero que se ha decidido por callar mientras me mira desde el umbral de la
puerta.
E: ¿Valoración?
Y es ahora cuando veo eso que me remueve como si un tsunami recorriese el mundo
entero para centrarse en mi estomago y mi corazón. Puedo ver desde aquí como sus
pupilas prácticamente se dilatan mientras me recorre con la mirada y el blanco
impoluto casi empieza a discutir con el rojo de una excitación que más que hacer mella
en ella, termina por removerme a mí.
Ella sigue parada y sin decir una sola palabra cuando puedo notar la tensión en su
mandíbula, que aprieta contra ella misma creando esa pequeña inflamación de los
músculos de su cara. Termina suspirando cuando me mira fijamente a los ojos.
M: Si alguna vez pudiese mostrarte una mínima parte de cómo te ven mis ojos, creerías
lo que te digo.
E: Maca…
Da un primer paso cortando mis palabras y se detiene finalmente junto a mí. Cogiendo
mi mano y haciéndome girar frente a ella haciendo que sonría.
M: Esther, no empecemos que ni hemos llegado… no le hagas caso y ya está. –me besa
la sien cuando esperamos frente al ascensor- Tú como si él no estuviese.
E: ¿Puedes hacerle desaparecer? –ríe por lo bajo y termina por pasar un brazo por mi
cintura para acercarse a mi rostro, pegando únicamente la nariz en mi perfil cuando
empieza a hablarme directamente hacia el oído.
M: En algún momento puedo hacer porque olvides que hay alguien más en el mundo.
347
Sin remedio
M: Gracias.
M: Era broma, eh… yo en casa de tu madre no pienso tocarte. –mi ceja sube medio
palmo cuando encuentro sus ojos- Es que ni se te ocurra, en casa de tu madre ni agua.
–termina por cruzarse de brazos mientras sigo mirándola, y Orlando está centrado en
ver la puerta abrirse- Y deja de mirarme.
Cuando mi madre abre la puerta da un grito de alegría al mismo tiempo que vitorea
nuestro aspecto, Maca se dedica a agradecer el gesto y coger mi abrigo cuando mi
hermana sale también y nos saluda casi de la misma forma.
R: ¡Estás guapísima!
M: A ver si a ti te hace mas caso, porque lo que yo diga parece que no vale.
E: No hagáis comuna contra mí. –respondo al beso de mi hermana y entonces veo por
encima de su hombro la figura de ese engendro que por igual, posa su vista en mí.
M: Un placer. –los observo mientras se dan dos besos y maldigo que contamine la piel
que tanto me gusta.
E: No me des ideas.
M: Esther.
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Sin remedio
Lo que me sorprende es que Maca hace lo mismo. Siempre que alguno de los dos
hablamos ella continua, no dejando que ninguno contestemos al otro. Y realmente me
hace sentir mal. Esta noche debería ser una donde estemos tranquilos, no tensos
porque él o yo podamos saltar en algún momento.
M: ¿Cómo estás? –la escucho susurrar junto a mí, haciendo que me gire para poder
mirarla- No te veo muy contenta.
E: Estoy bien.
E: Sí, tranquila.
Sigo de espaldas mientras preparo lo demás cuando siento a Orlando que pasa por mi
lado y va hasta su cuenco de agua, lo que hace que me gire para mirarle sonriendo.
M: Hola… -mi sonrisa se amplía cuando la siento colocarse contra mi espalda al mismo
tiempo que me susurra junto al oído.
E: Hola.
M: ¿Cómo está mi niña guapa? –pregunta casi contra mi cuello y termino por suspirar
recostándome en su cuerpo.
E: Bien, la verdad es que pensaba que iba a ser mucho peor. Pero bien.
M: ¿Sabes que esta noche viene Papá Noel? –sonrío sin poderlo evitar, terminando por
girarme y abrazarla de frente y sentir como en milésimas de segundo me vuelve a
rodear con sus brazos antes de empezar a balancearnos mínimamente- ¿Tú te has
portado bien?
349
Sin remedio
E: No sé… Supongo que sí. –me separo para mirarla y verla sonreír- ¿Tú qué crees?
M: Puede ser. –inclinándose de nuevo atrapa mis labios, y busca mi lengua sin vacilar
haciendo que suelte un pequeño suspiro que parece más grande desde mi pecho- Pero
tendremos que verlo mañana.
E: ¿Mañana?
M: El pobre no tiene un Ferrari, tenemos que darle un poco de tiempo hasta que llegue
a casa.
E: O sea que se va a pasar. –ríe haciendo que vuelva a sonreír sin poder dejar de
mirarla- Te delatas tú sola, cariño.
Rocío y Maca han empezado una conversación sobre el embarazo. Y como es normal,
por ambas partes hay un interés demasiado grande para que alguien pueda ahora
mismo ni tan siquiera plantearse cambiarla. José María está pendiente de la televisión
y yo remuevo mi café.
En: Hija… -levanto la cabeza al escucharla y está apoyada sobre la mesa mirándome
antes de cogerme la mano- ¿Cómo estás?
En: Quería decirte que… -se detiene para mirar hacia mi lado, donde justo Maca se
sienta y a donde van a parar mis ojos durante apenas unos segundos- …me alegro de
que esté aquí con nosotros. Que me siento muy feliz por ti.
E: Gracias, mamá.
Inclinándome hacia ella empiezo a darle un beso tras otro de la forma más fuerte que
puedo. Ella termina riéndose y pasando un brazo por mi cuello para abrazarme y
soltarme finalmente cuando se levanta para ir hasta la cocina.
E: Todo genial. –sin necesitar moverme tanto como antes, me acerco hasta ella para
llegar a sus labios, los cual me reciben sin problema y gustosos, terminando por
contestar este beso que me ha salido casi del alma- Te quiero.
R: ¡Por cierto! –alza la voz de repente y recibiendo nuestra absoluta atención- ¡Mamá!
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Sin remedio
Vuelve a gritar y Maca me mira con media sonrisa, yo termino negando… Mi hermana
es así, no hay más y es cuestión de acostumbrarse.
E: ¿Regalos? –la fulmino con la mirada sin tan siquiera pensarlo- ¿Desde cuándo en
esta casa se regala por navidad?
R: Desde hoy. –mi madre aparece con dos paquetes, idénticos en tamaño y únicamente
diferenciables por el papel que los envuelve. Nos los tiende a la vez y es Maca quien los
coge- El que sea, podéis coger cualquiera.
E: Es preciosa.
R: Son iguales, por eso de que no teníais que elegir. –la miro y Maca se levanta,
dándole dos besos a ambas y volviendo a agradecer el gesto, yo lo hago seguidamente
y tras terminar se la coloco a Maca, haciendo ella después lo mismo conmigo- Las… las
ha elegido él.
Ambas nos giramos, mirando a mi cuñado que sigue con la vista fija en la televisión,
pero solo hasta segundos más tarde que sin girarse ni moverse, lleva los ojos hasta
nosotras. Esto sí que no me lo esperaba en absoluto.
J: Si no os gustan ahora no pasa nada, eh. –un suspiro sale de entre mis dientes sin
darme ni cuenta justo cuando me giro.
Cuando entramos por la puerta Orlando va directo hacia la escalera, mientras mis pies
van hacia la cocina y los de Maca tras de mí. Abro la nevera para sacar la botella de
agua y servirme un vaso que me bebo en apenas unos segundos ante la mirada fija de
quien guarda silencio junto a la puerta.
M: Voy al baño.
351
Sin remedio
E: Vale, ahora entro yo. –dejándome un último trago sigo mirando al frente cuando la
escucho salir e ir escaleras arriba.
Subiendo después, me quito los zapatos, pasando por el salón pequeño y viendo a
Orlando en el sofá de la esquina durmiendo ya. Parece que se está acostumbrando a
dormir ahí. Descalza entro en el dormitorio y me siento al borde de la cama, pero
apenas un instante cuando Maca ya sale y me pongo en pie para entrar.
M: Te he dejado las cosas fuera para que te desmaquilles. –cuando está junto a mí de
camino a la cama, coloca la mano sobre mi estomago antes de darme un beso.
E: Gracias.
Ya en el baño dejo la puerta abierta cuando me lavo las manos y tras secarlas, me
recojo el pelo en una coleta. Esto es lo que menos me gusta de maquillarme… tener
que quitarlo después.
Tras una dosis de desmaquillante, agua y jabón, mi cara luce limpia y sin rastro de lo
que minutos antes. Dejándome salir más relajada y encontrándome el dormitorio
vacio. Mi ceño se frunce mirando hasta ver que sí, estoy sola.
Mi mano va hasta el bajo del vestido pero descubren algo que les impide continuar.
M: Déjame a mí.
Trago saliva cuando la siento respirar justo detrás. Haciendo que vuelva a erguirme
cuando rodea mi cuerpo y se coloca delante. Tomando asiento en el borde de la cama,
tomando mi pierna para dejarla sobre la suya. Momento en que percibo que se ha
despojado de su vestido quedando en ropa interior.
Dejando mi pierna a su sitio original, repite la acción con la otra, dejando ambas manos
casi al principio del muslo izquierdo, tardaron varios segundos en tomar el borde y tirar
de él despacio, aun más que antes y necesito suspira cuando me estremezco sin poder
evitarlo. La eleva algo más desde el tobillo para sacar la media por completo y termina
por acariciar entonces el pie.
Volviendo a dejar la pierna en su posición inicial, sigue sin levantar la cabeza y lleva las
manos hasta mi cintura, acercándome aun más a ella y sin romper el silencio que ha
invadido la casa por completo. Siento el temblor apoderarse de mi columna cuando
aprieta la piel entre sus dedos y suspira, cogiendo finalmente la tela del vestido y
elevándola por mi torso para hacerme libre de él.
352
Sin remedio
Trago saliva de nuevo, quedando otra vez frente a ella cuando solo me queda esa única
parte de ropa interior que me puse horas atrás. Lo que permite que acaricie entonces
mi abdomen, extendiendo la mano por completo, tomando una dirección ascendente
cuando pasa por el centro de mi pecho y vuelve a bajar despacio.
Mi piel se eriza al contacto con sus manos. Es algo inevitable, desde el primer
momento, la primera vez, fue como si las yemas de sus dedos entrasen en conexión
con mi cuerpo. Llenándose de él y a la vez llenándolo de ella. Una atracción invisible
que llega a colarse hasta el hueso más diminuto y escondido de mi anatomía.
Volviendo a mi cintura, me deja entre sus piernas cuando cierra los ojos y hunde el
rostro en mi estomago, rodeándome con sus brazos entonces y dejando un casi
imperceptible beso junto a mi ombligo. Mis manos van hacia su pelo, acariciándolo y al
igual que lo suyos, mis ojos se cierran dejándome apreciar por completo esos labios
recorriéndome. Impidiendo que deje a un lado este mínimo temblor que nunca podré
no vivir cuando la siento de esta manera.
Soy incapaz de abrir los ojos cuando sé que se inclina para hacerme elevar un pie tras
otro para terminar de desprenderme de él, y un nuevo suspiro llena la habitación, justo
cuando puedo sentir que comienza a levantarse, dejando un pequeño beso en mi pubis
y terminando por quedar de pie frente a mí. Momento en que mis ojos se abren y la
descubren quitándose también las dos únicas prendas que ocultaban su más completa
desnudez.
Nuestras miradas se vuelven una sin principio ni final. Solo la unión del sentido de
poder contemplarla de forma absoluta frente a mí. Sus manos llegan hasta mis
hombros, dejando una pequeña caricia antes de comenzar a descender, sin pausa, pero
dejando que cada centímetro la encuentre a su paso. Aun no ha llegado a las manos
cuando se pega aun mas, haciendo que su pecho y el mío queden pegados cuando su
rostro se queda de perfil contra el mío. Respirando contra mi pelo y volviendo a elevar
la mano derecha hasta rozar mi cuello.
E: Maca…
Su frente queda contra la mía cuando coge mi mano y la alza junto a la suya.
Entrelazándolas cuando quedan a la altura del pecho, moviendo entonces el rostro
para quedar sus labios casi contra los míos.
M: Eres mi locura.
353
Sin remedio
Sonriendo la miro dormir y dejo la bandeja para ir hasta el armario, sacando el sobre
que días atrás guardé entre mi ropa esperando que no diese con él sin tan siquiera
proponérselo. De nuevo a su lado me acerco dejando un beso su nariz, viendo como se
remueve aun en sueños y vuelvo a sonreír antes de repetir la acción. Viendo como
entonces empieza a abrir los ojos.
M: Buenos días. –sonríe acurrucándose y es aun mas difícil dejar de mirarla- ¿Qué hora
es?
E: Feliz Navidad. –estirando el brazo cojo el sobre, movimiento que ella sigue con sus
ojos terminando por fruncir el ceño cuando se lo tiendo- Papá Noel dejó esto para ti. –
aun mas extrañada se medio incorpora para quedar casi sentada y yo con un brazo al
otro lado de sus piernas para mantenerme erguida.
E: Bueno, es más bien para las dos. –nerviosa empieza a abrirlo, sacando esos dos
billetes que le hacen sonreír queriendo mirarme después- Te escuché decir que la
primera vez que fuiste a Roma no viste prácticamente nada.
M: Me encanta.
E: Pensé que… podíamos ir las dos en cuanto tuviésemos unos días libres. –sin dejar de
mirarme se pinza el labio y termina por agárrame de ambos lados de la barbilla para
atraerme hacia ella y besarme. Lo que consigue que cierre los ojos para dejarme llevar
sin mucho esfuerzo y separarme despacio más tarde, mientras saboreo aun esa
sensación de mis labios.
M: Gracias.
M: Espero que te guste más que un diamante. –sonríe y saca una caja del armario
inferior de la mesita- ¿Recuerdas la noche que estábamos en la sierra, sentadas en el
porche y dijiste que ojalá pudiésemos ver ese cielo siempre que quisiésemos?
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Sin remedio
E: Claro.
M: Bien, échate y cierra los ojos. –se levanta y va hacia la ventana, parándose para
mirarme- Hasta que no lo hagas no te daré tu regalo.
E: Ais… vale. –suspirando me echo bocarriba y cierro los ojos, sonriendo y sintiéndome
nerviosa.
¿Por qué tiene que hacer siempre que todo cobre un misterio aun mayor? Cualquier
cosa que haga es mucho mas especial de lo que cualquier otra persona en el mundo.
Sonrío aun mas sin darme cuenta y siento como se echa junto a mí.
Cuando abro los ojos tengo que parpadear varias veces, porque el dormitorio esta en
completa oscuridad y mi cerebro no esperaba esto de ninguna de las maneras. Mi ceño
se frunce e intento encontrar algo, lo más mínimo, para saber qué ocurre. Pero solo
siento la mano de Maca sobre mi estomago.
E: Sí, señora.
Apenas susurra cuando noto la piel de su rostro contra el mío, pero sigo sin poder
reaccionar porque todo esto es tan abrumador que me parece un sueño.
Giro la cara y gracias a la luz que se refleja, puedo ver su cara. No sonríe, solo me mira
y me traspasa completamente con sus ojos. Vuelvo a temblar cuando su mano se alza y
llega a mi rostro acariciándome con tanta lentitud que me parece que me vaya a
romper de un momento a otro si respiro mas fuete de lo que lo hago.
355
Sin remedio
M: ¿Te gusta?
E: Es el mejor regalo que nadie me ha hecho jamás. –cuando hablo me doy cuenta de
lo mucho que me ha costado encontrarme la voz para conseguirlo.
M: Siempre que quieras pondré las estrellas para ti. –vuelve a susurrar y cierro los ojos
en un mínimo suspiro, al tiempo que se acerca y siento sus labios contra los míos- Te
quiero.
Necesito abrazarla, tan fuerte como soy capaz por no derrumbarme ahora mismo y
llorar como solo me apetece hacer. Y siento como nuevamente su cuerpo me protege,
envolviéndome por completo mientras sé que nada podría pasarme aquí, entre sus
brazos y sobre su pecho. Porque es el único lugar en el mundo donde el espacio es
solamente para mí.
M: Haz algo por mí. –me separo para mirarla y mira hacia el techo, consiguiendo que la
imite y guardemos silencio de nuevo, mirando ese universo solo nuestro, y el corazón
me da un brinco cuando una estrella pasa frente a nosotras dejando una estela de luz-
Pide un deseo.
Sonrío cuando me pego de nuevo a ella sin dejar de mirar las estrellas.
Sigo mirando como esa luz se hace cada vez más pequeña, alejándose de nosotras.
Pensando en la única cosa que podría pensar ahora o en otro momento. Y la estrecho
con más fuerza antes de buscar sus ojos entre la oscuridad y pienso mi deseo. Quédate
siempre conmigo.
Acaricio sus labios con la yema de los dedos y ella pasa su mano por mi mejilla.
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E: Me encanta. Está el primero en mi lista de regalos favoritos. –la miro de reojo viendo
como sonríe.
356
Sin remedio
E: ¡Vale!
Pero lo que de verdad nos hace querer salir, es que Orlando ya se entretiene solo con
sus huesos, le dejamos uno y tiene para un buen rato, luego se duerme, y no tenemos
que preocuparnos de que se aburra o le dé por llorar. Se está haciendo todo un
hombrecito.
Bajo las escaleras en ese trote que tanta gracia me hace y levanto la cabeza cuando mis
pies ya están en el primer piso. Quedándome casi congelada en la misma baldosa
donde he caído mientras intento pensar sin conseguirlo.
Y la vida me pasa frente a los ojos. Toda mi vida, bueno… el tiempo de esta que he
compartido con Maca. Se ha apoderado de mí un ataque de pánico. Uno que me hace
quedarme tan quieta que empiezo a preguntarme si se notará que estoy aquí y si no es
así, si podría desaparecer sin que se notase.
M: Esther…
Salgo de mi estado de shock y apenas doy un primer paso, aunque sin respirar todavía.
Esos tres pares de ojos están puestos fijamente en mí y creo que ya me sudan hasta los
pensamientos.
357
Sin remedio
E: Hola. –sacando la única pizca de control que puedo usar, extiendo la mano hacia
Rosario, que sonríe mirándome.
R: Un placer, hija. –la estrecha con energía hasta que termina por pegarse para
rodearme con el brazo libre y terminando por darme dos besos.
M: Y Pedro, mi padre.
E: Encantada. –repito de nuevo el gesto con mi mano, pero este, aunque sonriendo
también se limita a contestar.
M: La verdad es que salíamos a comer. –me mira, la miro, y miramos de nuevo hacia
sus padres- Justo ahora.
M: Íbamos a dar un paseo, hace bueno y… luego íbamos al restaurante. ¿Os queréis
venir? –pregunta casi atropelladamente, haciendo que de nuevo vuelva a mirarla.
M: Eh… -me mira y me encojo de hombros levemente- Claro. –asiente y yo termino por
suspirar silenciosamente- Por cierto, ¿Dónde os quedáis?
Mis ojos se abren apenas un milímetro mas, trago saliva y Maca mira a su padre, este
asiente como resignado para después mirarme a mí con lo que parece… ¿una disculpa?
E: Maca… ¿puedo hablar contigo un segundo? –le hago una seña y Pedro decide ir al
salón mientras nosotras nos acercamos a la cocina.
E: No pasa nada… -niego- que digo que ya que han llegado, os dejo a solas y aprovecho
para ir a mi casa… limpio un poco, como cualquier cosa y ya me voy al hospital.
M: ¿Por qué?
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Sin remedio
M: No. –me corta haciendo que suspire mínimamente- ¿Te quieres ir?
E: No es que me quiera ir, pero tus padres han venido, querrán estar con su hija y
hablar sin que una desconocida esté presente.
E: No te enfades y lo mires por el lado negativo, porque no es por ahí por donde voy.
Solo digo que acaban de llegar, quieren estar contigo y yo aprovecho para limpiar un
poco en la mía. –aprieta la mandíbula y gira la cara- ¿Te quedas con Orlando?
Cuando salgo del coche sigo con esta sensación que tan poco me gusta. Esto es un
cambio que no esperaba para nada. Además se quedarán unos días, porque no van a
venir hoy para irse mañana y mucho menos con ese maletón que han traído.
E: En su casa. –paso hacia el otro lado del mostrador- Sus padres han llegado en una
súper sorpresa navideña.
T: ¡Sus padres!
T: ¿No estás contenta por conocer a los suegros? –la miro de reojo, descubriendo una
sonrisa que empeora mi mal humor- ¿No te caen bien?
E: ¿El qué? –la miro sorprendida por esa pregunta y dándome cuenta de que no había
pensado en ella en ningún momento.
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Sin remedio
E: ¿Y por qué tiene que saberlo o no Dani? –la pregunta ha salido un poco agresiva, me
parece.
T: No sé, se llevaban bastante bien… bueno, supongo que se seguirán llevando bien,
igual la han llamado o algo.
E: Tú lo has dicho, como no sabes nada, no digas nada, Teresa. –cogiendo otra vez mi
bolso me giro para marcharme de allí.
¡Maruja!
J: Esther.
E: Claro.
Bueno, una operación está bien, serán un par de horas como mínimo en los que podré
dejar mis comeduras de coco a un lado. Es lo bueno de que me encante mi trabajo, y
por lo que en momentos como ahora, puedo dar gracias de tener.
M: Hola.
E: Hola, cariño… -sin haber acabado de hablar llego a la puerta del coche- ¿Qué tal la
tarde?
E: Te quería decir una cosa… -aprieto los labios un segundo cuando ya ella ha dejado
paso al silencio- Voy a dormir en mi casa, que me duelen mucho los pies, estoy muy
cansada y solo quiero acostarme.
360
Sin remedio
E: No hago nada, solo te estoy diciendo que estoy cansadísima, en cuanto me siente en
algún sitio me voy a dormir. –además que es verdad.
E: ¿Cómo te vas a venir a mi casa y dejar solos a tus padres en la tuya? No digas
tonterías.
E: No quiero que tus padres piensen que les das de lado por dormir conmigo, Maca…
M: Pues no digas lo que estás diciendo porque no tiene ni pies ni cabeza, Esther… Yo no
les he llamado, pero son mis padres, al igual que también puedo decidir que quiero
estar contigo. No los voy a dejar para irme a la otra punta de la ciudad, solo voy a estar
en la casa de al lado.
E: Maca…
M: Mira, hacemos una cosa… ¿Te vienes a cenar? –suspiro yo esta vez- Vente a cenar y
lo hablamos ¿Vale? No pretenderás irte a dormir ahora y no verme hasta mañana, que
encima entras temprano.
E: Está bien.
Un segundo después escucho como se corta la línea al otro lado. Ha colgado primero
seguramente para evitar que pudiese cambiar de opinión. Ya me conoce bien, si
seguimos hablando seguramente hubiese conseguido cambiar el plan y hubiese ido
directa a casa, aunque la idea de no verla hasta mañana por la tarde tampoco me
gusta.
Odio la navidad, la odio por la de gente compulsiva que abarrota las calles para
comprar cosas innecesarias propiciando un colapso que frena peatones y coches. ¡Yo
no tengo culpa y no quiero tardar cuarenta minutos en llegar a mi casa, joder!
361
Sin remedio
Cansada, enfadada y muchos sinónimos mas, llego al portal, abro el buzón y facturas,
facturas, facturas y mas facturas… esto no ayuda a mi humor, nada en absoluto. En el
ascensor suspiro mirando al techo, necesito tranquilizarme.
¿Se enfadará si llamo al timbre? Pues lo veremos ahora mismo, porque mi mano ha
sido más rápida que mi cerebro.
Cuando abre la puerta tarda dos segundos en fruncir el ceño cuando ya me mira.
M: ¿Y tus llaves?
E: En el bolso. –antes de que pueda volver a hablar doy un paso para besarla y quedar
a su lado- ¿Qué tal?
Cuando estoy a punto de dejar el bolso y el abrigo en la percha, escucho una voz que
me bloquea con los brazos alzados. Maca no lo ve porque ya se encuentra de espaldas
a mí y entrando en el salón. Por lo que me permito agudizar mi oído.
R: Ya le dije yo que no era para tanto, pero hija… mi hermana es lo que no hay.
D: Me mandaron el informe por fax y no tiene por qué preocuparse, ya se lo dije… con
la medicación estará perfectamente.
Sin haberme dado cuenta, estoy ya en la puerta y viendo como Dani está sentada junto
a Rosario, de forma bastante relajada mientras Pedro mira la televisión. ¿Por qué está
aquí? ¿Por qué tengo que estar siempre en esta misma situación?
D: Hola, Esther.
Mirándola ya la veo levantarse con una sonrisa. Yo miro a Maca y es como si de nuevo
no encontrase un aire que necesito para respirar. De lo cual no me doy cuenta hasta
que la tengo delante de mí para darme dos besos.
M: La llamó mi madre.
362
Sin remedio
E: Ya lo ha dicho ella. –contesto sin pensar y dejando el vaso en el fregador- ¿Te ayudo
con algo?
M: ¿Te ha molestado? –me giro por su pregunta y veo que está más cerca de lo que yo
creía, por lo que me quedo mirándola sin ni siquiera darme cuenta- ¿eh?
E: No veo por qué. –niego apretando los labios y me giro para mirar lo que ya tiene
listo para empezar a cocinar- Venga, que te ayudo.
Mientras esta cena continua, yo me dedico a mirar mi plato. Dani y Rosario no dejan de
hablar, de vez en cuando Pedro dice algo y Maca responde. Pero como ya he dicho,
siempre se las escucha a las dos, contando anécdotas, recordando viajes… y a mí esto
no me gusta nada.
Yo no voy a casa de mi ex para hablar con la que fuese mi suegra delante de la actual
pareja de mi ex. Es que ni se me ocurriría. Que sé que no lo hace con maldad, pero es
que joder.
M: Cariño.
M: Estás muy callada… -apenas susurra y yo suspiro- Y casi no has tocado ni el plato de
la cena.
E: No tengo hambre. –dejo el cubierto sobre la mesa para coger la copa de vino y case
bebérmela de una vez, por lo que trago despacio y la vuelvo a dejar.
R: Esther.
R: Me dijo Maca que solo tienes tres días de vacaciones estas navidades ¿Cómo es eso?
–aunque apenas es apreciable para nadie, mi ceja sube unos milímetros y alcanzo a
escuchar el suspiro de Maca, lo que me hace dar otro trago antes de responder.
D: Por cierto, Iria me ha dicho que cuando pudieses, la llames… -esta vez asiento yo y
decido volver a guardar silencio.
Lo que queda de cena me dedico a jugar con Orlando sin que nadie se entere. Se ha
sentado en el lateral izquierdo de mi silla y con la mano caída, me dedico a pellizcarle la
oreja haciendo que busque morderme los dedos.
363
Sin remedio
Cuando por fin todos terminan, me levanto sin dudarlo para ayudar a Maca a recoger la
mesa. Sus padres y Dani siguen sentados a la espera del postre.
E: Me voy a ir.
M: Esther.
E: Estoy cansada, aquí no hago nada y así vosotros podéis seguir con la cena. –cuando
dejo todo y mi intención es girarme siento que me coge por el brazo reteniéndome.
Esquiva mi cuerpo y solo puedo bajar la vista durante unos segundos antes de ir hacia
el salón y ver como Maca coge sus llaves.
E: Bueno, pues una que se va a descansar. –sin esperar una reacción me acerco hasta
Pedro para darle dos besos.
P: A ver si mañana podemos hablar un rato. –sonrío agradecida y sigo hasta Rosario.
R: Que descanses.
E: Gracias. –por igual me despido de Dani sin decirle nada más que un hasta luego y me
giro para que Orlando me siga hasta el recibidor, donde Maca ya me espera después de
informar de su breve ausencia para acompañarme- Mañana cuando te levantes vienes
a por él.
M: Tranquila.
Guardo silencio mientras salimos y saco las llaves para abrir, ella tampoco habla y solo
se escucha la respiración de Orlando que pasa de largo en cuanto la puerta se abre y
pasamos de igual forma. Tampoco dejo de caminar hasta que llego al dormitorio y dejo
las cosas sobre una de las sillas para después girarme y encontrar a Maca a un paso de
mí.
M: Lo siento. –mi ceño se frunce cuando dice esas dos palabras que no me esperaba, y
mucho menos cuando alza ambas manos hasta llegar a mi rostro.
Sin poder reaccionar siquiera la veo inclinarse completamente hasta pegar sus labios a
mí, a lo que yo no puedo hacer más que cerrar los ojos y dejarme llevar una vez más
por esta sensación de bienestar que solo ella consigue aun cuando mi momento no es
el mejor. Sigo sintiendo como nuestros labios resbalan entre si hasta que se abren algo
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Sin remedio
mas dejando pasar su lengua, lo que me hace suspirar y rodear su cintura para pegar
mas mi cuerpo a ella, justo en el momento en que camina llevándome casi en volandas
hacia la cama, donde más tarde me deja caer sin despegarse y quedando finalmente
sobre mí antes de empezar entonces a besarme el cuello.
E: Maca…
M: Déjame solo un momento. –acariciando su pelo me veo sin ser capaz de evitar esto,
y tengo que volver a cerrar los ojos, pero tan solo un segundo cuando creo tener su
rostro pegado al mío y necesito comprobarlo, encontrándola entonces a un par de
centímetros de mí- Te quiero.
Después de que se fuera, no podía hacer otra cosa más que ducharme. Un minuto más
aquí y creo que no hubiese llegado al postre en su casa.
Busco el móvil sin apenas moverme y marco para después cerrar los ojos y quedarme
de lado abrazando a la almohada.
I: Ya… ¿ha terminado ya la cena? –el todo medio de su voz hace que por un segundo
me pregunte si es que tiene en la cabeza lo mismo que yo.
E: No sé, pero creo que no… yo me vine hace un rato y ellos seguían ahí.
No sé si nos une una misma razón para que ambas dejemos de hablar, o cada una está
en su frecuencia que nada tiene que ver con la de la otra, pero me empieza a resultar
incómodo. Tanto que carraspeo girándome y quedando bocarriba.
E: Te ha molestado ¿Verdad?
365
Sin remedio
E: Iria…
I: Ni Iria ni leches, ¡a mí esto me mosquea! ¿Qué pasa? ¿Que esa mujer es más
importante que yo? ¿Tampoco piensa que tú estás allí y puede no gustarte?
E: No he dicho eso.
E: No lo sé.
E: De mañana… salgo a las tres. –suspirando otra vez termino sentándome y viendo
como Orlando llega medio dormido para subirse a la cama- ¿Por qué?
E: No sé como tendré el día, ni si comeré con Maca, te llamo un rato antes y te digo
algo.
Después de un turno que me ha hecho plantearme que mi día siempre puede ir a peor,
salgo sin tan siquiera despedirme verbalmente de Teresa, a la que dedico un leve
movimiento de cabeza antes de girarme e ir hacia la salida.
E: Dime.
M: Hola… -relajo mi gesto cuando la escucho al otro lado y mi ritmo pasa a ser algo
más lento- ¿Estás enfadada?
E: Pues no sé por qué dices eso. –llego hasta la puerta del coche para abrir, momento
en que me detengo- Un momento… -me giro mirando a mi alrededor- ¿Parezco?
M: Además de que estás muy guapa, sí… pareces de muy mal humor. –mi cuerpo
vuelve a girar buscándola- ¿Has tenido mala mañana? –vuelve a preguntar mientras no
doy con ella y termino deteniéndome.
E: ¿Dónde estás?
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Sin remedio
M: Aquí. –mis pies se mueven como si fuese la mejor bailarina del mundo haciendo
que mi cuerpo se gire en menos de un segundo, encontrándola con el móvil aun en la
mano y una sonrisa en los labios- Desde aquí estás aun más guapa.
Negando bajo la vista, al mismo tiempo que me separo del teléfono para colgar y
guardarlo después en el bolso.
E: No digas tonterías. –con las manos ya libres, rodeo su cintura para pegarme a ella y
abrazarla, cerrando los ojos cuando me encuentro contra su pecho y tranquila por
primera vez hoy.
E: ¿Qué plan?
E: Pues que me encanta tu plan, me encanta que hayas venido y me encantas tú. –me
muevo entonces para poder mirarla, y con la primera sonrisa que puedo ofrecer de
forma sincera desde ayer, algo que me hace querer besarla cuando ya me cuelgo de su
cuello.
M: ¿Vamos?
E: Vamos. –dándole las llaves rodeo el coche para ir hasta el asiento del copiloto y
entrar al mismo tiempo que ella- ¿Tus padres qué?
E: ¿Qué planes?
M: Otros planes. –después de arrancar toma camino para salir del hospital y mi
bombilla se enciende mientras sigo mirándola.
M: Esther.
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Sin remedio
E: Yo no quiero que hagas nada. –de la misma forma que antes me limito a responder
cuando termino por dejar el tenedor.
M: Pues a mí no me da la gana estar así. –medio golpea la mesa y tengo que mirarla-
¿Tengo que enfadarme con Dani? Pues me enfado.
E: ¿Se puede saber que estás diciendo? No te voy a consentir que hagas eso, ¿desde
cuándo se te ocurren tonterías como esa? –creo que me estoy ofuscando demasiado-
No tienes que hacer nada ¿Vale? Nada en absoluto.
M: ¿Entonces qué, tengo que consentir que tengas esa cara hasta que se vayan? O cada
vez que salga el tema o la nombre alguien.
E: Es problema mío.
M: Pero tus problemas también son mis problemas, Esther… de eso se trata ¿Sabes?
M: Entonces contéstame, ¿Vas a estar así todo el tiempo? –suspiro girando la cara,
intentando no contestar lo que se me pasa por la cabeza y manteniéndome
mínimamente distraída mirando cualquier cosa que se cruce en mi camino- Dime.
E: ¿Sabes qué pasa? –vuelvo a mirarla- Me molesta muchísimo que Dani esté haciendo
uso de ese lugar que tenia y que ya no, está consiguiendo que me moleste tanto que
no puedo ni verla. Y eso no me gusta, porque como se me atragante no va a tener
vuelta atrás. Puedo comprender que se lleve bien con tu madre, lo puedo comprender
perfectamente, pero lo que no me entra en la cabeza, es que se presente en una
comida en tu casa, estando yo, y haciéndome sentir una mierda tan grande que ni yo
misma entendía que hacia ahí sentada.
Tras soltar toda la retahíla que tenia atrapada en la punta de la lengua, cierro los ojos
con otro pequeño suspiro y termino por apoya el mentón en la mano. Mirando
fijamente la mesa y arrepintiéndome de haber dicho nada.
M: Te he dicho en serio lo de hablar con ella, no voy a consentir que nadie te haga
sentir así, Esther.
M: Por supuesto que importa, a mí me importa muchísimo. Y ni Dani, ni Dios que baje
del cielo, lo va a conseguir si yo puedo evitarlo.
M: Mírame. –no lo hago después de unos segundos, por lo que termina cogiéndome la
mano que me sostiene el rostro y lo hago entonces- A mí no me importa nada más que
tú ¿eso lo tienes claro? –me mira tan fijamente que por un instante me quedo en
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Sin remedio
blanco- Dime, ¿lo tienes claro? –apenas asiento para que lo pueda ver y termina
inclinándose aun mas- Pues ten claro también que por nada voy a dejar que te sientas
así, sea quien sea el culpable de eso.
Después de dejarla frente a casa, y habiéndole contando mi plan de tomar café con
Iria, pongo rumbo con un humor parecido al que tenía cuando me desperté.
E: Hola.
I: Hola. –se coloca el cinturón y vuelvo a pisar el acelerador- ¿qué tal la comida?
I: Qué suerte… -lo dice entre dientes, y sé por qué lo hace, así que prefiero guardar
silencio- ¿Tú lo ves lógico? –medio alza la voz y la miro apenas un segundo- ¡Por qué
tiene que estar con esa tía!
I: ¿De qué?
Ambas nos callamos, como sabiendo que mejor dejar pasar un rato para que no
digamos nada en caliente, o por lo menos así lo veo yo.
Cuando llegamos lo hacemos de igual forma, cada una a su paso, mirando al frente y
sin decir nada hasta entrar en la cafetería. No tardamos ni diez segundos en encontrar
una mesa vacía y ocuparla más tarde.
Después de pedir la miro esperando una señal para saber si habla ella o yo.
E: ¿Qué?
I: Que sigue sintiendo algo por Maca. –mi ceño se frunce y miro hacia otro lado-
Porque no tiene otra explicación. ¿Qué sentido tiene que coma en su casa para ver a su
madre? ¿o que hoy se vaya con ellos a comer por ahí? No son nada suyo.
E: Ya.
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Sin remedio
I: Y no quiero decirle nada, porque como empiece igual no puedo acabar antes de
haberla liado.
E: Pues yo espero que esto no vaya a más, porque puede que la lie yo, y ni mucho
menos quiero hacer eso. –vuelvo a mirarla, justo cuando el camarero llega con
nuestros cafés para volver a irse después- Pero yo tampoco lo entiendo.
I: Y solo consigo llegar a lo que ya te he dicho… -lo dice justo cuando rompo la bolsita
del azúcar, con más fuerza de la necesaria.
Creo que mi voz ha salido con el grado de angustia que siento y que me destroza la
garganta, tanto que la mirada de mi amiga ha hecho que baje la cabeza.
La tarde la pasamos en mi casa. Sus padres también han aprovechado el viaje para
quedar con no sé quien de trabajo. Por lo que puedo aprovechar el rato para estar con
Maca todo el tiempo sin interrupciones. Y sabiendo eso, lo único que he querido ha
sido abrazarme a ella y no dejar que se mueva del sofá.
Aun tengo en la cabeza la conversación con Iria, con lo que tanta claridad ha
expresado. ¿Y si es cierto? ¿Y si sigue queriéndola? Solo pensarlo hace que cierre más
el abrazo que no deja que se aleje de mi lado. Y sin saberlo, me besa la frente haciendo
que suspire.
Esto confirma lo muy insegura que puedo llegar a ser. Porque sí, a ojos de cualquier
persona esta inseguridad seria ridícula. Sé que me quiere, porque me lo demuestra
cada minuto del día, no hay nada que me haga dudarlo, pero aun así, el hecho de que
Dani esté aquí, haciendo lo que hace, me produce muchísima inseguridad. Una que
casi no puedo controlar. Y no sé si podré hacerlo si dura mucho más tiempo esta
situación.
Mi vista se pierde, aunque sigo con los ojos abiertos. Haciendo que esa voz pase por
cada uno de mis sentidos de la forma más precisa posible. Hace reaccionar mi cuerpo
al completo, y es otra cosa más que me hace saber lo estúpida que es mi inseguridad.
M: Prueba. –cogiendo aire me muevo lo suficiente para poder mirarla- ¿Qué pasa?
El cambio en su cara me hace saber que no le ha sentado nada bien escuchar esto.
Haciendo que baje la vista y pase a morder el labio mientras ella sigue guardando
silencio.
370
Sin remedio
M: ¿Qué? –no contesto, porque de sobra se nota que no está preguntando lo que
parece- ¿Se puede saber de dónde has sacado esa idea tan estúpida?
E: No es una idea estúpida, es algo para nada imposible y que me haría entender
muchas cosas.
Se mueve tan rápido que casi me asusta, terminando por quedar sentada y yo
incorporada sin más narices por haberme quitado el apoyo. Sigue mirándome y a mí
empieza a parecerme también una idea estúpida.
M: ¿Entender qué?
E: Entender por qué hace algo tan… humillante para mí. –bajo la vista mientras los
músculos de mi mandíbula se marcan con fuerza.
He escuchado como tomaba aire para hablar, pero su móvil ha empezado a sonar y me
he sentado para que pueda levantarse, cosa que ha tardado en hacer.
M: Si… ¿Hasta cuándo? ¿Os llevasteis las llaves, no? –la miro- Vale, yo voy a dormir en
casa de Esther… porque sí. Hasta luego.
Cuando vuelve a mirarme yo agacho la cabeza como el culpable que sabe que no hay
nada que pueda decir para arreglarlo. Y aguanto así hasta que su mano se detiene
frente a mí, esperando a que la estreche y consiguiendo que vuelva a mirarla.
E: ¿Estás enfadada?
M: ¿Sabes lo que hace que me duerma tranquila cada noche, y me levante igual cada
mañana? –apenas susurra sin dejar de mirarme- Saber que te tengo a ti.
Los días pasan como esos en los que ves venir las nubes, unas oscuras, que amenazan
en descargar en cualquier momento pero no terminan de hacerlo. El ambiente se hace
pesado, casi tan espeso como el dolor de cabeza que es irremediable tener.
Por lo que, esta noche se me hará más larga que ninguna otra por desgracia.
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Sin remedio
M: Pues no. –mientras termino de colocarme los tacones la observo ir hasta la mesita
junto a la cama- ¿Pero yo los metí aquí?
E: Es posible. –sonrío cuando los sacan y con resignación suspira mirándome- De nada,
cariño… ha sido una información completamente altruista.
M: ¿Me vas a pedir algo por esto? –sonríe también poniéndose los pendientes y
caminando hacia mí- Porque si va a ser una nueva norma pedir cosas a cambio de
encontrar algo, contigo voy a tener un pozo sin fondo.
E: Ja, ja.
Cuando ya está frente a mí, deja caer las manos sin dejar de mirarme y que ya
habiendo terminado con mis zapatos, me quede también mirándola, casi extrañada por
la repentina seriedad que parece tener.
M: Por la cena y todo eso, ¿Vas a estar bien? –pasa a acariciarme la barbilla cuando aun
no me ha quitado la vista.
E: ¿Bien? Claro, divinamente… -asiento con una pequeña sonrisa que deja ver mi lado
irónico- Lo llevaré como pueda ¿te vale eso? –ladeo el rostro apenas, haciéndola
suspirar y paso a cogerle la mano- Tranquila ¿Vale? Vamos a cenar, y a intentar tener
una buena noche.
M: Tenía que haberte raptado y habernos ido a alguna isla a kilómetros de aquí para
estar solas.
E: ¿Y perderme una Nochevieja con mi cuñado? ¡Ni loca! –le doy una palmada antes de
comenzar a caminar, pero apenas durante dos segundos cuando me atrapa por la
cintura para pegarse a mi espalda en un visto y no visto.
E: ¿Y qué le ibas a decir a tus padres cuando te deshereden por eso? –sonrío al sentir
como empieza a besarme el cuello.
E: Pues me lo pensaría, me gusta más la novia con herencia que sin ella… te da muchos
puntos, cariño. –pego la mejilla a la suya antes de suspirar- Será mejor que
terminemos, mi madre estará al llegar.
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Sin remedio
A las nueve y media en punto han llegado mi madre, Rocío y José María, con las
consiguientes presentaciones, de las que se ha encargado Maca sin tan siquiera
proponérselo. Sorprendentemente, Pedro se ha enzarzado en una conversación con mi
madre, mientras Rosario lo hace de una forma bastante natural con mi hermana, el
neandertal de mi cuñado está frente a la televisión dejándole alguna que otra alabanza
por sus dimensiones, a lo que Maca contesta todo lo agradecida que puede.
E: Claro.
Sin esperar ni dudar, voy tras ella como me ha pedido. Aunque más que pedir, me ha
salvado de un momento de esos en los que me hubiese puesto a pensar y sin darme
cuenta, habría dejado el salón astralmente.
Justo cuando termino de hablar suena el timbre, lo que hace que ambas suspiremos,
cada una por un motivo distinto. Es ella la que sale para ir hacia la puerta mientras yo
sigo preparando lo que habíamos dejado aun a medio.
No me hace falta agudizar el oído para escuchar cómo se saludan en el salón, y sin
darme cuenta, creo que estoy untando demasiado tapé en la rebanada.
E: Qué guapa.
I: Tú sí que estás guapa, jodia. –es ella quien se acerca para darme un beso y no
separarse después- ¿Te ayudo? Aunque si sacáis más comida tendremos que poner un
buffet libre en la puerta para no tirar nada después.
Sin más remedio he tenido que salir, saludar a Dani, y ver como ya está hablando con
mi hermana y Rosario.
Veinte minutos después ya hemos decidido que mejor comenzar a cenar. Nueve
personas en una misma mesa, Iria, Dani, Rocío y José María a un lado, mi madre, Maca
y yo en el otro, Pedro presidiendo a un lado, mientras su mujer lo hace en el lado
contrario.
Y sabia que pasaría esto, todos hablando, y yo sin poder no fijarme en lo que tanto me
molesta. Pero no sé si porque se nota, o porque realmente es lo que quiere, Pedro ha
pasado a preguntarme tantas cosas que parece que tiene una curiosidad difícil de
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Sin remedio
E: ¿Cómo?
P: Mi hija te quiere a ti, a mí me gustas más tú… así que ya ganamos por mayoría. –me
termina por guiñar un ojo y aunque esto debería animarme, solo hace que esa
pequeña mancha en mi cerebro empiece a hacer cada vez mas grande.
E: Si me disculpa un segundo.
Al llegar a la cocina necesito coger aire y quedarme frente a la ventana, notando como
Orlando me ha seguido hasta allí.
Su cara ha reflejado quizás lo mismo que reflejó la mía hace tan solo un minuto.
Necesito apretar los dientes cuando me giro otra vez y la escucho suspirar.
M: Esther.
E: Ahora dime con toda esa tranquilidad que sueles tener, que tú eres la única que no
lo ves claro, Maca… dímelo. Porque si lo haces te juro que saldré a ese salón como si
todo esto hubiese sido una mal sueño por mi parte y lo olvidaré.
Le aguanto la mirada como buenamente puedo y termina por relajar la línea recta que
dibujaban sus hombros.
E: Y ahora dime qué hago yo, eh… ¿salgo otra vez ahí disimulando? ¿le rio las gracias?
¿o simplemente pienso que entre tu madre y ella están haciendo porque estás, que
deberían ser las mejores navidades en mucho tiempo, se conviertan en unas que
seguramente querré olvidar?
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Sin remedio
M: Hablaré con ella, mañana mismo si hace falta. –da apenas un paso hacia mí cuando
ya había empezado a bajar la vista- ¿Vale?
E: ¿Y de qué sirve eso ahora? –vuelvo a mirarla- Está claro la preferencia de tu madre, y
está claro que la tenía en un grado muy alto de respeto para el que realmente se
merece.
M: Cariño. –pasa a tomarme la cara con ambas manos y obligándome a que la mire a
una distancia más corta- A mí solo me importas tú… aquí solo somos tú y yo, nadie
más.
De vuelta al salón he podido ver como todos, menos Pedro, apenas se percataban de
nuestra ausencia y posterior regreso. Cada uno a lo suyo, hablando, riendo… incluso
Iria, que ha encontrando en mi hermana la mejor compañera de cena.
Sin tan siquiera proponérmelo mis ojos van a ella, a la mujer de un metro setenta,
morena y sonriente que habla de una manera tan natural y alegre con la que es mi
suegra, y no la suya. ¿Pero eso qué más da? Está visto que las dos se entienden sin tan
siquiera proponérselo.
P: ¿Te cuento algo que seguramente te encantará saber? –esa voz vuelve a sacarme de
mi estado particular haciendo que le mire- Hace unos veintimuchos años… -habla casi
para nosotros, dándole ahora un leve tono de cuento infantil que me hace sonreír- …
había una niña que además de preciosa, era lo más revoltoso y cabezota que había
visto la humilde casa de los Wilson. –sin borrar la sonrisa giro la cara viendo a Maca,
que sonriendo también, parece que le suben los colores- Vino un viejo amigo de la
familia y la vio arreglándose su muñeca favorita, le preguntó si quería ayuda y dijo…
E: ¿Eso dijiste? –le pregunto entonces a ella que sonreí todavía, y sus mejillas han
cogido un tierno color rojizo que me hace apretar los labios.
M: Papá. –su voz suena tosca y sin mucha alegría, por lo que me parece que no quiere
que escuche lo que sea que va a contar.
P: Se cayó del caballo y tuvimos que ir a urgencias, no sé si sabes que lo suyo con las
enfermeras es de toda la vida, se enamoraban de ella desde bien pequeña, siempre
atendiéndola mejor que nadie… se las metía en el bolsillo.
E: ¿Ah, sí? –cuando la vuelvo a mirar está dando un trago de vino de la forma más
resignada posible.
P: Pues hubo una… que por aquel entonces yo ya sabía que ella… -guiña la mirada con
simpatía y me tengo que casi reír cuando a mi derecha, Maca bufa de mala gana- Que
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Sin remedio
la dejó escandiladita, cuando nos teníamos que ir a casa decía que no, que le dolía
mucho el tobillo, que no podía irse que se le caería el pie por el camino.
E: Jajaja.
R: Qué ganas de volver, odio los hospitales… Esto es peor que ir al ambulatorio en pleno
invierno. Encima las enfermeras, menudas inútiles. –justo ahí pasa la chica esta, y mi
señora salía dejándonos a la niña y a mí detrás.
M: Pues a mí me encanta.
E: Claro que sí. –sonrío levantándome, y viendo sorprendida como alguien más lo hace.
Mi vista ha bajado por si sola, aunque he podido apreciar como Maca ha tardado un
segundo en mirarme antes de que me diese la vuelta para ir entonces hasta la cocina.
Soy la primera en llegar y mantener el silencio que ninguna rompe hasta unos
segundos después mientras cojo las tazas y los platos para el café.
D: Estaba todo riquísimo, Maca. –mis labios se aprietan sin siquiera darme cuenta-
Sobre todo el asado.
D: Claro.
Miro por encima de mi hombro para comprobar que se marcha y vuelvo la vista al
frente mientras coloco todo encima de la bandeja, escuchando como ella sigue
preparando lo demás.
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M: De mi madre seguro que no. –sonrío sin mirarla y escuchando sus tacones cuando
se acerca a mí- A él también le caes bien.
E: ¿Te lo ha dicho?
M: No hace falta que me lo diga, no te creas que habla por hablar, suele estar más
tiempo callado que hablando… y encima te ha estado contando cosas que ni yo
recordaba.
M: Esther…
E: Estoy bien. –alzo ambas manos, seguramente queriendo darle algo de credibilidad a
lo que digo- No pasa nada.
E: Pues sí, hombre. Eso no lo haces. –mi intención de girarme se ve truncada cuando
me coge la mano- No vas a hacer eso.
M: Vale, pero dame un beso para convencerme. –quitándome lo que llevaba en las
manos antes, termina por pegarme a ella pasando los brazos por mi cintura- O dos… o
los que sea que me tengas que dar para convencerme, que ahora no lo tengo muy
claro.
E: Esto… -relajo la expresión casi sin darme cuenta y ella suspira- Mañana vamos a
hacer algo… ¿quieres saber qué?
Ya frente a la puerta del salón hemos empezado a despedirnos, son casi las cuatro de la
mañana, Orlando hace rato que perdió cualquier indicio de querer seguir despierto y
está durmiendo en el sofá, qué envidia me da.
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Sin remedio
M: Me alegro de que hayas estado cómoda. –sonríe al tiempo que le da dos besos y
entonces mi mami se gira hacia mí.
En: Y tú descansa, que mira que cara tienes. –termino abrazándome a ella y escucho
como ríe por lo bajo- Llámame mañana para ver como vais.
D: Gracias por la cena. –la veo que extiende la mano y sin plateármelo siquiera me la
quedo mirando sorprendida.
E: Buenas noches. –asiento apenas antes de mirar a Iria- Llámame antes de irte ¿Vale?
Diez minutos más son los necesarios para que finalmente se marchen y el silencio en la
casa se haga más extenso y perceptible. Los padres de Maca regresan al salón mientras
nosotras nos quedamos mirando un momento más.
Mis labios se han separado para detenerla, pero ha sido más rápida y hubiese tenido
que gritar para conseguir algo, porque ya entra en el salón y puedo escuchar
perfectamente como traspasa su plan en voz alta ya frente a sus padres. ¡Cabezota!
Y otra vez, después de despedirme de ellos hasta el día siguiente, Maca lleva en brazos
a Orlando hasta mi casa. Haciéndome abrirla para dejarle paso.
M: ¿Va a quedarse usted en la puerta toda la noche? –se planta de nuevo frente a mí y
es cuando consigo volver a la tierra y cerrar la puerta- ¿Estás cansada?
M: Es muy tarde. –quedándose por detrás, y haciéndome caminar con ella empezamos
a recorrer el pasillo hasta el dormitorio. Acabo darme cuenta de lo mucho que me
apetece abrazarla y quedarme un rato tranquila sin tener que escuchar a nadie hablar-
¿Sigue en marcha el plan de mañana?
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Sin remedio
E: ¡Oh sí! –empieza a reír justo cuando llegamos, girándome y dejándome frente a ella-
Solo podrás levantarte para ir al baño.
M: Me gusta la idea. –pinzándose el labio empieza a bajarme uno de los tirantes del
vestido.
E: Puedo desnudarme sola ¿sabes? No hace falta que siempre acabes haciéndolo tú.
M: Pero es que me gusta hacerlo a mí. –sonríe bajando el otro y haciendo un mínimo
gesto de fuerza para que termine por caer- Es mucho más entretenido.
Esto de estar todo el día en la cama es algo que debería hacerse mínimo una vez por
semana. Despertarse tarde, retozar sabiendo que no tienes por qué levantarte. Tener a
tu mujer al lado con la misma necesidad que tú de abrazarla o besarla, de acariciar esa
piel que solo de verla ya produce suspiros.
Y es mientras la miro, que me viene a la cabeza esa parte de las navidades que han
teñido en cierta parte, estos días. Haciéndome apretar los labios sin darme cuenta
hasta que he pasado a usar también los dientes y la presión ha llegado
inevitablemente.
Frustrada, mi cuerpo se mueve sin pedirme permiso para quedar bocarriba y dejarme
así mirar hacia el techo. Clavando la vista como si realmente hubiese algo que llama
tanto mi atención que soy incapaz de apartarla.
¿A qué se reduce el miedo realmente? ¿Ese miedo que ni el más inteligente puede
evitar sentir en situaciones como esta?
Qué se puede hacer con un miedo ilógico, estúpido, sin sentido, frustrante, sordo a
todo lo que yo diga, ciego a todo lo que no quiere ver, mudo a lo que no sean
preguntas como esta. Quizás sea solo eso, un miedo estúpido que vive de recuerdos
que ya no son ni eso. Que son imágenes borrosas que mi cerebro desecha a la primera
oportunidad.
La escucho susurrar y giro la cabeza para poder mirarla. Está en la misma posición que
antes, lo único que ha cambiado son sus ojos, ahora abiertos y fijos en mí.
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Sin remedio
M: Hazlo.
E: No puedo. –bajo la vista un mínimo para encontrar otro punto que me mantenga así-
Me serias más fácil dejar de respirar que de pensar.
E: Creo que he llegado a una media conclusión. –vuelvo a mirarla con lo que podría ser
un atisbo de sonrisa, pero que no lo es.
E: Sí. –asiento sin apenas moverme, esperando un par de segundos hasta que otra vez
mi cuerpo queda de lado para quedar frente a ella- El que tiene miedo es porque
también tiene algo muy grande e importante en su vida.
M: ¿Tienes miedo?
E: El que no tiene nada, tampoco tiene nada que a lo que temer. Creo que es muy triste
no sentir miedo alguna vez en la vida.
Aunque se esté en la cama todo el día también entra hambre. Así que cumpliendo mi
palabra, le he traído una bandeja llena de cosas para picar algo. Solo la dejo ir al baño,
y lo hago porque es una necesidad física, sino tampoco.
E: Mira lo que he traído. –sonriendo saco el bote de nata que he cogido por último de
la nevera- Está fresquita.
M: ¿Nata? –mirándola durante un segundo más puedo ver como su ceja sube unos
milímetros y termina por sentarse mientras yo le saco el tapón- Voy a empezar a
pensar que te pasa algo, eh.
E: Claro, que quiero usarte de plato. –atrapo con los dientes mi labio inferior justo
cuando el móvil comienza a sonar. ¡Joder!- Pues no. –ignorándolo me acerco a ella sin
dejar de estar sentada y le dejo un buen rastro de nata de cuello para abajo.
M: ¡Ale! –me da la risa justo cuando tengo que relamer mi pulgar y a la vez descuelgo
dejando el manos libres de mi móvil.
E: ¿Si?
380
Sin remedio
E: Nop. –sonriendo me acerco hasta mi chica y atrapo parte de esa nata que pinta su
cuerpo. Notando inmediatamente el contraste del frio con el calor de su piel, al que se
une mi lengua haciéndola suspirar y consiguiendo que la mire.
I: Tenía que contarte una cosa, os iba a llamar ella, pero mejor lo hago yo y de paso ya
te digo que necesito hablar contigo. –mientras habla debo admitir que apenas me
entero de lo que dice. Maca ha pasado a colar los dedos entre mi pelo mientras yo
repaso toda la nata que unta su pecho. Pudiendo sentir directamente como su corazón
empieza a latir cada vez más rápido- Dani ha decidido que nos quedemos unos días
más.
I: Lo que has oído, yo ya he tenido una bronca monumental con ella, y necesito hablar
contigo.
Girándome con rapidez bajo los pies al suelo y cojo el móvil para quitar el altavoz y salir
del dormitorio con él en la mano.
I: Esta mañana, así de golpe y sopetón me dice que iba a cambiar los billetes esta
tarde… Hemos tenido una discusión de campeonato y me he ido de su casa.
I: Pues… -suspira y yo me detengo en mitad del pasillo esperándome lo peor- Creo que
ha hablado con Rosario en quedarse para cenar la noche de Reyes.
E: ¡Qué!
Los pasos de Maca hacen que me gire buscándola y encontrarla en el otro lado del
pasillo mirándome, el peso de mis hombros cae al mismo tiempo que alejo el teléfono
de mi rostro dejando la mano en el aire sujetándolo todavía.
Después de entrar en el dormitorio otra vez, solo he atinado a buscar algo de ropa que
ponerme para salir. Maca me mira sin decir una palabra, y sinceramente, temo que lo
haga. Estoy muy, muy nerviosa, tanto como para no poder pensar con claridad.
381
Sin remedio
M: Esther… -aprieto los labios evitando contestar sin dejar pasar mucho tiempo,
aprovechando el silencio para colocarme el suéter- ¿Qué vas a hacer?
M: ¿No crees que antes deberíamos hablar nosotras y solucionar esto? Me parece que
es más importante que ir a escuchar el enfado de nadie.
E: ¡Estoy harta! –sin poder aguantarlo más me giro viendo como no se esperaba esta
reacción- Harta de que se le hayan cruzado los cables y esté haciendo lo que está
haciendo… ¿por qué no le dices a tu madre que directamente os arregle una cena o
algo? Porque me da que ya se le habrá pasado por la cabeza.
E: ¿Equivocando? –necesito coger aire por unos segundos- Si mi madre estuviera como
la tuya, haciéndote a ti un vacio e incomodándote con cosas como esa, da por hecho
que por mucha madre mía que sea, no lo hubiera terminado de hacer ni la primera vez.
Cogiendo la chaqueta vuelvo a caminar para salir de allí. Pero nada más que tres o
cuatro metros cuando siento que me agarra del brazo.
M: ¿Sabes lo peor? Que otra vez vuelves a molestarte y preocuparte más por el resto
del mundo, que por mí… -apenas susurra cuando aprecio el temblor de mis ojos-
Siempre te importa más el resto que yo, y en cambio… a mí el resto me da igual desde
que estás tú.
E: No desconfío de ti, Maca… nunca lo haría. Pero párate un segundo a pensar en que
fuese al revés, que alguien que fue mejor que tú, tiene la gran facilidad de recordártelo
con su sola presencia, y encima sabiendo que lo hace sin importarle lo que tú sientas.
M: ¿Qué más da lo que nadie haga? Yo estoy aquí, y voy a seguir aquí.
M: Esther… si te vas lo único que vas a conseguir es que cuando vuelvas yo no esté
aquí. –mis pies se paran justo antes de coger el pomo.
382
Sin remedio
Solo tengo que alzar la mano lo justo para girar el pomo y dejar que esta ceda.
Encontrando tras ella lo que hace que todo se vuelva doloroso. Mis dientes hacen
fuerza contra ellos mismos y me giro mirando a quien al igual que yo, no se esperaba
aquello.
D: ¿Interrumpo?
E: Seguro que te da igual si es así. –cogiendo las llaves y dejando ver que mi enfado no
se queda allí, esquivo su cuerpo para salir- Si querías hacérmelo pagar lo estás
consiguiendo.
Nada más salir me doy cuenta de que no me apetece en absoluto escuchar lo que Iria
me tenga que contar. No quiero escuchar nada de nadie. Por lo que inconscientemente
empiezo a caminar hasta mi coche, tardando varios segundos en entrar y encender el
motor para poner rumbo a un lugar que tampoco sé cuál es. Solo ir hacia delante, sin
pararme ni preguntarme nada que me haga pensar.
Antes de meterme por pleno centro de la ciudad mi móvil vuelve a sonar, lo dejo sin
pararme a mirarlo o cogerlo. Pero tras varios minutos suena otra vez y lo cojo mirando
que se trata de Iria.
E: ¿Qué?
I: ¿Dónde estás?
E: ¿Y qué importa eso? –le contesto de una forma tan estúpida que hasta yo me
colgaría de escucharme- Dani ha ido a casa.
I: Lo sé, me acaba de llamar. Mira Esther, Dani estará confundida, no lo sé… Bueno, sí lo
sé, pero Maca no tiene culpa de eso ¿Vale?
E: Hasta luego.
383
Sin remedio
E: ¡Joder!
Mirando a ambos lados termino por hacer algo que no se debe, cambiando de
dirección en plena calzada y ganándome los gritos de varios conductores que se ven
obstaculizados por mi coche mientras gira para ir en sentido contrario.
Cuando llego a los tres últimos escalones veo el cuerpo de Maca de espaldas justo
cuando abre la puerta de su casa, pero deteniéndose sin darse la vuelta.
E: Maca… -aun sintiendo como me arde el pecho por la carrera sigo mirándola sin
apenas parpadear- Siento ser así de estúpida.
El tiempo se me para justo cuando esa frase termina de salir por sus labios. Mi barbilla
empieza a temblar y soy incapaz de mover ni un dedo cuando no puedo encontrar la
forma de hallar mi voz en algún rincón de mi cuerpo.
M: Te han dejado algo sobre la mesa, creo que deberías leerlo… -sin poder dejar de
mirarla todavía, observo como gira su rostro para mirarme apenas por encima de su
hombro- Aunque también puedes tirarla y seguir tal y como hasta ahora.
Aguardando unos segundos más, mientras el tiempo sigue parado, vuelve a girarse y
termina por entrar haciendo que un terrible y frio sudor empape mi frente cuando
escucho a Orlando rascar la puerta al otro lado. Pero sigo sin poder reaccionar, y es mi
cuerpo por él mismo que empieza a girarse para ir hasta casa, abriendo, llevándome
hasta el interior, y todo como si fuese en realidad que alguien me lleva en volandas sin
contar conmigo.
Sin tan siquiera buscar, mis ojos encuentran un papel plegado sobre la mesa, como un
imán que me llama para ir hasta él, cogerlo, e intentar dejar el temblor a un lado para
poder leer lo que sea que es esto.
Creo que lo primero que tengo que decirte es que lo siento. Lo siento
mucho, Esther… me he portado fatal contigo, y ahora mismo me
siento la peor persona del mundo.
384
Sin remedio
Un pequeño ladrido sale de sus pulmones haciendo que le mire, él lo hace apenas unos
segundos cuando de nuevo baja al suelo y lo puedo ver ir hasta su manta, cogiendo
entre los dientes esa pelota que me hace volver a sentirme de la peor forma posible.
¿Cuánto tiempo será mi límite? Seis horas y creo que ya empiezo a deshidratarme de
tanto llorar, se me ha cerrado el estomago y no soy capaz de moverme de este sofá.
Con un miedo que jamás había sentido, he intentado llamarla, pero no ha servido de
nada, tiene el móvil apagado.
Lo peor de todo es que son las dos de la mañana y no ha vuelto, así que además de la
angustia que tengo y que me amarga hasta la boca, empiezo a estar preocupada. Y la
cosa es que no sé con qué o por qué estoy más enfadada. Bueno, sí lo sé, por lo idiota
que soy, ¡por esta estúpida inseguridad!
Otra vez miro la hora, las tres. ¿Se habrá ido a la sierra? Automáticamente me levanto a
mirar por la ventana. La calle está tan vacía que a cualquiera le daría miedo estar en
cualquier parte ahora mismo.
E: ¿Dónde estás?
E: Las nueve… -suspirando miro hacia la puerta, al suelo después, y otra vez a la puerta
antes de encaminarme hasta ella, dejarla abierta y recorrer los metros que me separan
de su timbre.
Un segundo, dos, tres, cuatro… La puerta se abre y es Pedro quien aparece tras ella.
P: Hola, Esther.
385
Sin remedio
E: ¿No ha vuelto? –niega apretando los labios y me limito a asentir- Gracias. –después
de un pequeño gesto de cariño por su parte cierra la puerta para volver dentro- Joder.
Giro sobre mis talones para volver a entrar y cerrar con un portazo. Orlando se ha
asustado y sin pensarlo voy hasta el teléfono, marcando su número para disponerme a
esperar mientras me siento en el brazo del sofá.
Lo tiro sobre los cojines y mis ojos van hasta la ventana, siento como la barbilla me
comienza a temblar y la vista se me nubla por las lágrimas que han aparecido sin ser
llamadas. ¿Qué he hecho?
R: Podías disimular.
R: Son las diez y media, Esther. –mi ceño se frunce y miro de nuevo la hora, genial… se
me ha parado el reloj.
R: ¿Qué te pasa? –sin mirarla siento el peso de su cuerpo al otro lado del sofá,
consiguiendo que la mire durante unos segundos antes de bajar de nuevo la vista- ¿Has
discutido con Maca?
R: ¿Qué ha pasado? –sigo sin mirarla cuando se acerca y pasa un brazo por mis
hombros, consiguiendo únicamente que necesite taparme la cara al notar que otra vez
se me llenan los ojos de lágrimas- Ey…
E: Tengo que arreglar esto… -respiro fuerte por la nariz antes de limpiarme la cara y
mirar al frente.
Creo que mis pies van a hacer un camino desgastado de una punta a la otra del pasillo.
He perdido la cuenta de las veces que lo he recorrido, las horas que llevo aquí y creo
que Orlando ya cree que su dueña se ha vuelto loca oficialmente.
386
Sin remedio
Cuando encienda el móvil va a encontrar más de treinta llamadas perdidas. Puede que
le siente mal, o que se dé cuenta de la situación en la que me encuentro. Incluso he
llamado al hospital, mi preocupación ha empezado a ser demasiado. Lo más extraño es
que sus padres tampoco saben dónde está, y se van dentro de un rato. Lo lógico es que
estuviese aquí para entonces ¿no?
El teléfono suena y voy en una carrera, pero descolgando con más lentitud al ver que
se trata de mi hermana.
E: Dime.
R: ¿Alguna noticia?
E: No, sigue con el teléfono apagado y sus padres se van en un rato, tendrá que venir…
digo yo.
E: Lo único que sé es que me estoy volviendo loca, y estoy a punto de salir a buscarla.
R: Tampoco es para eso, dale tiempo. Seguro que llega en cualquier momento antes de
que se vayan sus padres y podéis hablar. No te preocupes. –suspiro frotándome la
frente- ¿Has pensado algo de eso que me has dicho?
E: No hay nada que pensar, está decidido… esta tarde si puedo iré.
R: Bueno, pues ya me dirás. Si llegase dímelo, que deje de estar preocupada, o acabaré
vaciando la despensa.
Cuando vuelvo a colgar dejo el codo sobre la rodilla, y el teléfono haciendo presión en
mi barbilla. Dejando la vista clavada en el suelo. Buscando después esa tarjeta que hay
sobre la mesa y que me hace volver a mirar el móvil para marcar.
J: ¿Si?
387
Sin remedio
E: Con todo el dinero que ganas y tienes esa música de comecocos para hacer esperar a
la gente.
J: Jajaja ¡Esther! Pero qué sorpresa, ¿y eso que me llamas? –casi sonrío.
Las cinco y media y Maca todavía no ha dado señales de vida. Pedro ha venido para
preguntarme esta vez, cosa que ha hecho que se diese cuenta finalmente de que algo
pasaba. No es que sea secreto de estado, ni que haya que ser un cerebrito para
deducirlo, pero se ve que a mi suegra eso no le importa mucho. Y a mí me importa
menos que no le importe.
E: Hola.
E: ¿Cómo estás? –la escucho suspirar cuando da con lo que buscaba y se gira teniendo
que hacerle caso incluso a Orlando, que lleva todo este tiempo incorporándose
poniendo las patas en su pierna.
M: No he dormido apenas, así que me echaré cuando se vayan mis padres… -me mira
casi por primera vez- ¿Y tú? No tienes muy buena cara
E: Nada. –niego bajando la vista y mirando mis dedos que se han entrelazado de forma
nerviosa- Cuando… cuando descanses, me gustaría hablar contigo.
M: Bien. –con otro pequeño suspiro y sonriéndole a Orlando termina por abrir la
puerta- Hasta luego.
E: Hasta luego.
388
Sin remedio
Sigo clavada en el suelo mientras la veo entrar y cerrar la puerta. Bastante más
despacio de lo normalmente habitual, también hay que decirlo.
E: Vamos, Orlando.
E: Lo arreglaremos, ya lo verás.
Ya frente al coche abro la puerta trasera para que suba y termine sentándose mientras
yo voy hacia mi asiento. Arrancando sin esperar a nada más y acelerando para
incorporarme al escaso tráfico que hay por la zona.
Empiezo a morderme el labio de forma nerviosa, una cosa es pensar, planear, y otra
hacer lo que voy a hacer. Creo que me está entrando hasta taquicardia.
Teresa me ha dicho hoy que parece que tenga cara de alguien condenado a morir en la
soga. No la he contradicho porque mi cara no es de las mejores. Ese “mañana” de los
labios de Maca ha resultado ser “quizás pasado”. No contesta al teléfono y mucho
menos a al timbre.
Los pantalones se me caen, apenas he probado bocado en dos días y parece que mi
cuerpo quema grasas demasiado rápido. Mi madre ya me ha amenazado con venir a
prepararme la comida. No ha preguntado nada mas, supongo que Rocío la ha puesto al
día. Lo bueno de ella es que a menos que me vea en un límite de desesperación grave,
me deja a mi aire. Siempre le he agradecido que sea así, me agobiaría tener que
explicarle lo sucedido.
Son las ocho y me queda una hora para volver a irme al hospital, por lo que hoy,
tampoco será el día. Lo que hace que solo me entren ganas de llorar. También de ir a su
puerta y no parar hasta que me abra o la tire abajo. Pero por otra parte no quiero
agobiarla ni presionarla. Quizás, y muy probablemente, el tiempo que dijo que
necesitaba yo, debía necesitarlo más ella.
389
Sin remedio
Los papeles que he mirado ya tantas veces siguen sobre la mesa. Y tengo decidido
dejárselos mañana aunque no quiera hablar conmigo. No estoy dispuesta a dejar que
pase el tiempo de esta forma.
E: ¿Si?
D: Hola. –miro al techo cuando sin tan siquiera pensarlo me muerdo el labio antes de
regresar al sofá.
E: Hola.
E: Me voy en un rato, tranquila. –recogiendo mis piernas sobre el sofá termino por
clavar la vista en el suelo- ¿Querías algo?
E: No es necesario.
D: Sí lo es. Dejé la nota porque tenía que irme para no perder el avión, pero hubiese
preferido hablar contigo de otra forma. –me limito a suspirar mínimamente- Lo hice
fatal, lo sé y te pido perdón, no sé qué se me pasó por la cabeza para actuar de esa
manera, hacerte daño a ti, ocasionaros problemas y encima que Iria pagase también,
no me merezco más que el que no quieras mirarme a la cara nunca más. Lo pasé mal
estando aquí, pensé que sería más fácil pero me equivoqué, después llegué allí y verla
otra vez fue como volver a abrir la herida. Pero… no siento nada por ella, Esther… no
más que un cariño de amiga, te lo juro.
E: Te creo.
D: Quiero a Iria, y es cierto eso de que no sabes lo que tienes hasta que ves que lo
puedes perder, o mucho peor… lo pierdes. –ahora es ella la que suspira- Quise
muchísimo a Maca, es una persona excepcional, una mujer increíble… y de corazón te
digo que me siento tremendamente feliz porque te haya encontrado, y que tú la hayas
encontrado a ella. ¿Podrás perdonarme?
E: No tengo nada que perdonarte, si alguien ha fallado aquí he sido yo. –cierro los ojos
apenas un par de segundos antes de volver a tomar aire- Espero que estéis bien, te
tengo que dejar.
D: De acuerdo.
E: Hasta luego.
390
Sin remedio
El tercer día, casi dos que ni siquiera la veo y ya siento que me falta espacio en el
mundo para poder coger aire. He tenido que ponerme un cinturón para los vaqueros, y
me temo que esto ya es oficial, otro día más y perderé la cabeza.
E: Se lo dejaré en la puerta antes de irme y que sea lo que tenga que ser. Y si tengo que
encadenarme para que quiera hablar conmigo, me encadenaré.
R: No exageres, anda.
E: No exagero, no sabes lo que es llegar a casa y saber que no podrás ser capaz de
dormir, que la tienes a solo unos metros y no puedes hacer nada más que esperar. No
puedo ni comer, la ropa ya se me cae, tengo un aspecto asqueroso…
E: Lo dudo.
R: Bueno, yo tengo que irme. –se levanta y yo con ella para ir hasta la puerta- Ya me
dirás cómo sale la cosa.
E: Sí.
De nuevo sola regreso al salón, donde esos papeles llenan la mesa. Me siento frente a
ella y acodándome los miro como si estos pudiesen decirme lo que pasará con ellos, si
realmente es lo que tengo que hacer, aunque sé de sobra que es lo que quiero.
Soltando el aire cojo el folio que tenía preparado y también el bolígrafo, mirando todo
ese espacio en blanco que de primeras me parece escaso para todo lo que podría
decirle.
391
Sin remedio
Te estaré esperando.
Te quiero.
Doblando el folio lo dejo a un lado para coger todo lo demás y meterlo en el sobre,
mirando durante unos segundos y levantarme finalmente al ver la hora que se me ha
hecho.
Mirando que todo esté bien, Orlando tenga su comida y todo para pasar la noche solo,
me coloco el bolso y salgo cerrando sin prisa, pasando la llave y quedándome después
frente a su puerta, aferrando ese sobre que casi estoy deformando, pero solo unos
segundos más hasta que acercándome del todo consigo dejarlo entre el marco y la
puerta, asegurándome de que no va a caer por sí solo. Justo para marcharme después.
Mis ojos ya permanecen en su sitio por la mera consistencia física. Camino por inercia,
y creo que respiro por el mismo motivo.
Cuando más necesitaba estar ocupada, tenemos un turno de lo más tranquilo. Aunque
no me extraña, la noche de Reyes es raro que alguien diga de estropearse la fiesta o
que un niño se queje de que le duele algo. Y a mí me da pavor llegar a casa. He mirado
el móvil como doscientas veces esta noche y no tener señales de ella hace que solo
quiera echar a correr y no parar nunca.
Lo malo del invierno es que amanece demasiado tarde, y el sol aun está escondido
cuando más lo necesito.
Me pregunto por qué normalmente subo por las escaleras cuando voy sola. Además
ahora estoy más cansada que cualquier otro día que recuerde, por lo que tardaré el
triple en llegar a donde tengo que llegar. Parece que tenga que hacerlo todo al revés.
Las llaves me pesan más que otras veces, empiezo a parecerme ridícula. La luz del
rellano me hace ver lo justo para pasar sin tener que encender ninguna luz hasta que
llego al salón.
E: Pero…
Mis ojos se abren de par en par al ver lo que en ningún momento me hubiese
esperado.
http://img44.imageshack.us/img44/4678/jukei.jpg
392
Sin remedio
Sin pensar nada más que el querer llegar a ella mis pies empiezan a moverse por si
solos hasta dejarme justo delante, y cuando me tiemblan hasta las manos. Alzando una
de ellas para acariciarla con cuidado y sentir como las lágrimas empiezan a agolparse
en mis ojos, pero dejándome ver el tiempo justo para ver el botón que tengo que
presionar para que la música empiece a sonar.
Unchained melody
Y de repente todo se vuelve oscuro, solo las luces de la máquina llegan a verse, pero un
segundo después otras aun mas familiares empiezan a inundar el techo del salón
haciendo que me gire y descubra los ojos de Maca detrás de mí.
Termina de dar el último paso que la acerca a mi cuerpo y yo sigo sin poder dejar de
mirar sus ojos, los que siguen clavados en los míos incluso cuando su mano se alza
llegando a mi mejilla consiguiendo que me estremezca sin dejar el temblor que ya se
había apoderado de mí.
Un cielo lleno de estrellas nos acompaña cuando no aguanto más y me abrazo a ella,
hundiendo la cara en su pecho y sintiendo como sus brazos me rodean como siempre
lo han hecho. Sentirla así, escuchar eso que mas que hacerla vivir a ella me hace vivir a
mí, sentir su respiración, su cuerpo pegado al mío, el casi imperceptible beso que llega
a mi pelo, hace que el aire se me atraviese en el centro del pecho y no consiga ni llorar
como realmente necesito.
E: Lo siento.
Cogiendo mi cara con ambas manos consigue que me separe para volver a mirarla,
haciendo que el aire vuelva a tomar camino y me permita respirar cuando la veo
inclinarse hacia mí, cerrando los ojos al mismo tiempo que yo y terminando por
encontrar mis labios en esta noche creada solo para las dos.
¿Y si esto fuese lo más perfecto que me ha pasado en la vida? ¿Y si quisiese morir así?
¿O vivir eternamente si todo permanece de esta forma?
Sin cambiar posiciones sus manos pasan a acariciar mi cuello, lo que hace que un
suspiro salga por mi garganta casi abrasándomela. Nuestros cuerpos siguen
393
Sin remedio
moviéndose de una forma tan lenta que sería casi imposible apreciarlo, podría decir
que ni me muevo si no supiese que mis pies lo hacen realmente.
No he sabido de qué forma o cuándo, pero he llegado a su cuello para poder besarlo,
justo cuando esas manos que antes se apoderaban de mi cuello, ahora han traspasado
la barrera de la ropa y han conseguido llegar a mi espalda, quedando completamente
extendidas y erizando cada centímetro de mi piel. Envidiosas las mías van también
hacia su espalda, lo que me hace suspirar de nuevo cuando dejo de besar esa parte de
su cuerpo que me tenia hipnotizada, dejándome simplemente cobijar mientras la
música sigue sonando, y mi cuerpo temblando por ella.
Terminamos por queda de lado, una frente a la otra y a una distancia realmente escasa
que nos hace, o por lo menos a mí en este momento, no poder evitar querer tocar la
piel que mis ojos repasan.
M: ¿Sabes qué pasa? Estoy acostumbrada a mi madre y a sus feos, tan acostumbrada
que lo veo natural en ella, y ni me preocupan. Pero no pensé que podía afectarte tanto,
o no lo entendí… no lo sé. –baja la vista al mismo tiempo que sus dedos llegan al hueco
entre la garganta y mi pecho.
E: Y yo no sé manejar mi inseguridad.
E: Porque nunca antes había querido tanto a nadie, y a veces me creo que… -necesito
tragar cuando de nuevo mira mis ojos- …que podría no ser para siempre el tenerte así,
me da pavor.
M: Una vez hablamos del grado de importancia de las cosas, de sentir a alguien de una
manera o de otra… -cogiendo mi mano, deja la palma hacia arriba cuando su dedo
índice comienza a recorrerla- ..he estado enamorada otras veces, pero te puedo
asegurar que no he querido a nadie como te quiero a ti, Esther. –acercándose lo que
394
Sin remedio
apenas nos separa puedo sentir su respiración sobre mí- Y también te puedo asegurar
que nunca querré a nadie más que a ti.
Sin dudarlo un segundo llego a sus labios, con los míos ya abiertos y dejándome caer
sobre su pecho cuando sus brazos rodean mi cuerpo respondiendo al beso. Apenas
consigo recoger el aire desde la nariz, pero me importa más bien poco.
M: Espera un segundo.
Extrañada me separo, mas aun cuando la veo levantarse e ir hacia la mesa, regresando
con ese sobre que me hace abrir más los ojos.
Sentándome la veo hacer lo mismo mientras saca todo aquello que recuerdo
perfectamente. Siguiendo sus manos mientras los despliega y sus ojos parecen también
repasarlos, terminando por mirarme a mí de nuevo.
E: Tengo un amigo arquitecto y que tiene su propio estudio… -apenas susurro- Fui a
verle hace dos días, entre los dos hicimos el plano y… él mismo redactó el contrato de
obra, mi firma ya está como habrás podido ver.
M: Míralo ahora.
Mirándola la veo con el gesto tranquilo y casi sin parpadear, vuelvo a bajar la vista,
buscando ese en concreto y encontrándolo apenas tres segundos después. Por la falta
de luz no se podrá ver, pero el temblor de mi mano ha pasado a ser exagerado.
Habiéndolo cogido me doy cuenta de que apenas veo, por lo que tengo que moverlo
hasta que algo de la luz que se refleja en el techo me ayuda y consigo algo.
E: Lo has firmando…
Al final se nos ha quedado una súper casa. Gracias a Julián que se ha encargado de
todo no ha sido mucho el tiempo que hemos tenido que vivir entre albañiles, plásticos,
escaleras, pintura, y demás útiles de obra para que nos dejasen la casa tal y como está
ahora.
Tenemos un salón tan enorme que se ha quedado para las cenas con amigos y
familiares, al que apenas le damos uso pero que quedó tan bien, que da gusto verlo. En
la misma parte, lo que era mi casa, hemos dejado un baño, la habitación de la plancha,
la terraza para tender y un dormitorio para mi madre, que usarlo no lo usa, pero que le
hace estar tremendamente ilusionada por saber que tiene una, y a Maca le encanta
tenerla todo lo contenta que puede siempre.
En la que era la suya tenemos el salón de uso, donde hacemos vida, donde Maca tiene
digamos su despachito con el ordenador y sus cosas. Un rincón de juguetelandia para
Orlando, todos sus cachivaches y una manta enorme donde le gusta retozar,
395
Sin remedio
La cocina es mucho más grande que antes, ni Arguiñano la tiene mejor. A mí por lo
menos me encanta, y las comidas que me hace la señora cocinera en ellas saben
mucho mejor.
E: Como le preguntes a él, por narices que lo tienes que poner ahí. –acodándome sobre
mis rodillas sigo mirando como la manita de Jorge intenta por todos los medios meter
la piedra cuadrada en el hueco redondo mientras se deja sostener entre las piernas de
Maca- Y lo acabará metiendo.
M: ¿Y solo hacemos aquí? –la miro cuando otra vez habla de esa forma, haciendo que
me quede embelesada otro rato mas- Eso. –la lengua nerviosa del rubio de coloretes
empieza a dejarnos una serie de balbuceos que no consigue otra cosa que hacernos
reír- ¡Muy bien! –comienza a aplaudir y el peque a reír con ganas, por lo que se me
contagia a mí y acaba mirándome.
E: ¡Qué listo eres! –me arrodillo frente a él y alza la mano para tocarme la cara-
¡Guapo!
E: Sí, que ya va siendo hora y tendrá hambre y lo mismo no tarda en ponerse a llorar. –
poniéndome en pie lo hace ella igual mientras lo coge en brazos y Orlando decide
seguirnos.
E: Orlando está ya que no sabe dónde meterse, anda con el rabo escondido.
M: Claro, porque aquí el señorito de la casa le gusta mucho tirar de él ¿a que sí, eh? –
sonrío llegando y viendo como pasa a sentarse junto a la mesa mientras yo voy hacia el
armario, uno que está repleto de comida para bebé.
396
Sin remedio
M: ¡Anda! ¿Qué otra vez le tengo yo que dar de comer? –rio de nuevo y Jorge conmigo
al escucharme, lo que consigue que me gire- Eso, eso… reíros los dos, que tenéis
mucho morro.
Ya lista la papilla se la dejo sobre la mesa para ver cómo le da de comer, que es todo un
divertimento, los dos se lo pasan pipa y a mí me encanta verla así, deshacerse en
cariños con el enano.
Más de media hora después y habiendo conseguido que no se deje nada, vamos hacia
el dormitorio, donde mientras yo lo acuesto Maca baja las persianas para que no le
moleste la luz y se despierte antes de la cuenta.
M: ¿Y que se cuenta?
E: El mes que viene van sus padres a hacerles una visita, que aun no han visto la casa
por lo que parece.
E: ¿Y qué quieres? Una cirujana, y la otra profesora ahí ganando dinero sin más gastos
que ellas dos, pues que vivan.
M: Si yo no digo nada.
M: Así… sin comer ni nada. –en un visto y no visto se lanza a mi cuello para morderlo
mientras rio y me lleva casi en volandas a la habitación.
Otra vez en el salón, Maca lo entretiene mientras yo preparo su bolsa, no sea que se
me eche el tiempo encima y cuando suene el timbre esté a medio y la otra me
reniegue.
M: ¡Ay que me lo como! –sonrío mirándola y escuchando la risa del pequeño mientras
hace que le muerde la tripa- ¡Me lo como entero!
397
Sin remedio
M: Pues también es verdad. –sigue con lo suyo y yo termino por sentarme para
mirarles, pero apenas unos segundo cuando el timbre suena y tengo que ir a abrir.
E: Hola. –entra tras darme dos besos y dirigirse veloz al salón- ¡Que sigue de una pieza,
eh!
R: Ya lo sé, tonta… es que tengo ganas de ver a mi gordo. –cogiéndolo de los brazos de
Maca tras saludarla, empieza a besarle la cara con y ganas y haciendo que sonría por
ver a su madre.
M: Tienes un hijo que es un encanto. –habla con cariño mientras le acaricia el tobillo.
R: Gracias por quedaros otra vez con él, chicas… no sé qué haría sin vosotras.
E: Jajaja.
R: Bueno, pues nos vamos a ir yendo, que lo bañe y lo deje guapetón para cuando su
papi llegue. –se cuelga la bolsa al hombro antes de caminar hacia la puerta con
nosotras detrás- Di adiós, Jorge.
R: Hasta luego. –me quedo mirándoles hasta que entran al ascensor y me giro viendo
entonces como Maca va hacia la cocina.
E: Vale.
M: ¿Sabes lo que vi en una tienda del centro el otro día? –me pregunta desde la cocina.
E: ¿Qué?
E: ¿Quieres cambiar otra vez el dormitorio? –pregunto aun sorprendida- ¡Estás loca!
M: No es para nosotras.
398
Sin remedio
Aun mas extrañada por esa contestación, mis ojos van a parar a la puerta. Intentando
descifrar el significado de esa respuesta pero sin ninguna suerte. Y es en ese mismo
proceso que veo el cuerpo de Orlando aparecer con algo colgado del cuello. Lo que
hace que además de fruncir el ceño mis labios la imiten al mismo tiempo que me
incorporo cuando está ya sentado frente a mí esperando.
Tirando de un extremo de lazo que ata esa cuerdecita a su cuello dejo caer una cajita
que me hace abrir los ojos de parar en par, consiguiendo ver de refilón como el cuerpo
de Maca aparece caminando despacio y deteniéndose cuando la miro.
Mis ojos se abren como platos ante esa pregunta y tengo que hacer un esfuerzo por no
dejar caer la caja que aun sostengo, y todo por un temblor que me ha salido por la
punta de los dedos como un calambrazo.
Sigo mirándola cuando por primera vez percibo ese nerviosismo que parecía solo
haberme alcanzado a mí. Incluso traga algo que parece no pasarle a la primera por la
garganta, lo que me hace sonreír y soltar un pequeño suspiro.
Sigo el recorrido del anillo hasta que llega al final y vuelvo a levantar la cabeza.
Mordiéndome el labio cuando la sonrisa sigue dibujándolos.
Sonrío aun más si cabe, y ella conmigo cuando sin pensarlo siquiera me lanzo sobre ella
casi obligándola a recostarse en el sofá, llegando para poderla besar y escuchar como
Orlando empieza a ladrar, haciéndola reír y a mí ir hasta su cuello, el que puedo incluso
morder sin interrupción alguna.
Epílogo
399
Sin remedio
Ocho meses después de ese día me encuentro en otro que me está haciendo saber que
siempre puedo estar más histérica de lo que creo ser capaz ¿Por qué tengo que tener
este ataque de nervios? ¡Por qué tuvo nadie que decir que en un día como este hay
que estar nerviosa, joder! ¡Mierda!
En: ¡Esther!
E: ¿Qué? –grito aun mas al escucharla, no sé si por el susto, o por los mismo nervios.
En: Que pares, ¡que no te puedo poner la cosa esta en el pelo! –se vuelve a quejar y yo
aun mas que ella, porque me da la gana y puedo hacerlo- Como sigas así vas a llegar
hecha un Cristo al juzgado.
E: Estaré hecha un Cristo al lado de Maca igualmente, no hace falta mucho esfuerzo.
En: ¡Cállate!
I: ¿Se puede?
Me giro tan rápido como puedo al escuchar esa voz, descubriendo a mi amiga
sonriente y asomando la cabeza por la puerta sin llegar a pasar.
I: Estás increíble. –sonríe aun mas si eso es posible antes de pasar, cerrando la puerta y
caminando hacia mí cuando suelto un gran suspiro- Estás preciosa.
E: Estoy histérica.
I: Pues no lo estés porque todo va a salir genial. Vais a ser las novias más guapas de las
bodas gay y no gay… las novias más guapas de la historia de las bodas en este país. –
sonrío agradecida cuando me coge las manos- Tranquila.
I: Está con sus padres, Claudia y Dani en el bar de al lado del juzgado tomándose algo.
E: ¡Será posible!
El coche recorre el camino hasta el juzgado demasiado despacio. ¡Estoy sudando como
un animal de campo! Mi madre preocupada por el maquillaje, Iria partiéndose de risa
delante con Gimeno, ¡y yo queriéndome cagar en la leche!
Frente a la puerta percibo el silencio que hay tras ella, algo que me pone aun más
nerviosa si es que eso es posible. No puedo ni abrir los ojos mientras acaricio con el
400
Sin remedio
pulgar el anillo que consigue captar de nuevo mi atención. Pero es solo hasta que el
sonido de unos tacones me hace reaccionar y abrir los ojos encontrándola a ella. Su
simple presencia, y mi cuerpo respira soltando parte de toda esa sensación tan
incómoda que tenia.
El silencio pasa a ser algo agradable, mientras sigo mirándola y una pequeña sonrisa
sale de sus labios.
M: Hola.
Y sé que lo que necesitaba era esto, a ella, tenerla aquí para saber que cualquier cosa
que haga, si es a su lado, será lo más maravilloso del mundo.
401