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2018/04/17
POR RICARDO ABDAHLLAH* PARÍS
Según las autoridades rusas, Petr Pavlenski está más o menos loco. Lo suficiente
como para retenerlo, pero no tanto como para que no responda por sus acciones.
Por ejemplo: haberse clavado en 2013 los testículos frente al mausoleo de Lenin en
plena Plaza Roja para protestar contra el autoritarismo de Vladimir Putin, que
entonces llevaba un año de ser reelegido para un tercer periodo como presidente
de Rusia (y que ahora comienza el cuarto, hasta 2024); envolverse en alambre de
púas –su firma es esa: un hombre envuelto en un alambre de púas–; coserse los
labios en apoyo a las militantes de Pussy Riot; incendiar neumáticos en un puente
de San Petersburgo, o prenderles fuego a las puertas del edificio de la FSB, la
agencia central de inteligencia que sucedió a la KGB, de la cual Putin, casualidades
de la vida, fue funcionario y espía.
Para dejar claro que no estaba de acuerdo con el uso de la psiquiatría como un
instrumento al servicio de la represión del Estado, el 19 de octubre de 2014
Pavlenski se quitó la ropa, subió al muro del Hospital Serbski y se cortó el lóbulo de
la oreja con un cuchillo de carnicero. Pero no es en su oreja, o en el pedazo que
falta, que uno se fija. Pavlenski siempre aparece con una gabardina negra que le
llega hasta las rodillas, los zapatos gastados y el rostro demacrado de quien ha
recibido palizas. Dice que no tiene posesiones materiales y que evita, hasta donde
puede, utilizar el dinero. Tampoco quiere darle nombre a la relación abierta que
tiene con Oksana Shalygina, la madre de sus dos hijos, más allá de que “todo está
permitido, pero cualquier falta contra la transparencia es muy grave”. A principios
de 2017, la familia se exilió en París y en mayo de ese mismo año obtuvo el estatus
de refugiada política. A pesar de que tenían derecho a un auxilio del Estado y a una
vivienda, Pavlenski consideró que recibirlos sería traicionar sus principios.
Poco después de esta entrevista, Pavlenski intentó incendiar la sede Bastilla del
banco emisor francés. “Prender fuego al Banco de Francia es iluminar la verdad que
las autoridades nos obligaron a olvidar. El Banco de Francia ha tomado el lugar de
la Bastilla, los banqueros han tomado el lugar de los monarcas”, dijo. Luego lo
detuvieron.
Su primer acto público fue coserse la boca para protestar contra la detención
de las activistas de Pussy Riot. ¿La “oración punk” que ellas realizaron en la
Catedral de Moscú había sido una especie de inspiración?
Pussy Riot, usted, las Femen... Los tres nombres de referencia de las acciones
radicales en el espacio público vienen del espacio exsoviético. ¿Cómo lo
explica?
Los labios cosidos, la piel lacerada, la oreja cortada, el escroto atravesado por
un clavo, los brazos para mover los neumáticos e incendiarlos... ¿Utiliza el
cuerpo porque cree que la pintura y la escultura están agotadas?
“Régimen” es una palabra que usted usa con frecuencia. La primera lectura
sería que habla de la Rusia actual, pero en sus escritos parece que es algo
más amplio. ¿El sistema capitalista? ¿Cualquier tipo de sistema?
Es como leer el futuro en una taza de café. Hablo como artista que pertenece a una
clase social que no puede permitirse ese tipo de pronósticos, porque en realidad no
sabemos lo que está pasando. Tiendo a hablar de aquello que es post-factum: de
todas las cosas importantes en el mundo nos enteramos cuando es demasiado
tarde. Eso vale para las elecciones o, por ejemplo, para la anexión de Crimea, una
operación que llevaba diez años cocinándose.
Hay una temporalidad muy particular en lo que llamo “el efecto del arte”. La
temporalidad para la publicidad, por ejemplo, es muy corta: empieza por un punto y
se termina por otro. Ves el anuncio y compras rápido o no compras nunca. Si la
publicidad no tiene un efecto inmediato, nunca tendrá un efecto. El arte trabaja
pensando a largo plazo. Aunque uno no vea efectos inmediatos, confío en que esos
cambios llegarán. No ahora, puede que en 30 años. Y si además de esos 30 se
necesitan otros 30, seguirá valiendo la pena. A diferencia de la propaganda de los
regímenes, o de la publicidad de los capitalistas, el arte tiene en el tiempo a su mejor
aliado.
* Escritor y periodista bumangués radicado en París.