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UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DEL CARMEN

Antología Comentada

Historia de México

Presentado por:

L.P. Rocío del Carmen Anguiano Camacho


ranguiano@pampano.unacar.mx

L.E. Elman Rolando Canul Tun


elmancanul@yahoo.com.mx

L.P. María Alejandra Mancera Ochoa


amancera@pampano.unacar.mx
Escuela Preparatoria Diurna
Academia Historia

Agosto-diciembre 2018.

Propósito de la secuencia:
Comprende la disciplina de la historia como una ciencia social, a partir del análisis de su
desarrollo teórico y metodológico, para interpretar los procesos de formación de la
identidad nacional en México y reconoce las causas internas y externas por las cuales los
virreinatos americanos iniciaron su proceso de independencia, así como las consecuencias
de dicho movimiento.

ÍNDICE
INTRODUCCIÓN

3. BLOQUE. ANTECEDENTES E INDEPENDENCIA DE IBEROAMERICA.

0.1. Concepto de historia 07

1.1. 1.2. Objeto de estudio de la historia 08


1.2. 1.3. Utilidad e importancia de la historia 09

1.3. Comentario 11

1.4. Causas externas.

1.4. 1.4.1 La Ilustración. 14

1.5. 1.4.2 Independencia de las treces colonias. 15

1.4.3 La Revolución francesa. 16

1.6. 1.4.4 Crisis política y económica de España. 31

1.7. Comentario 50

1.5 Causas internas.

1.5.1 La conjura del Ayuntamiento 51

1.5.2 La conspiración de Valladolid 52

1.5.3 La conspiración de Querétaro 54

Comentario 56

1.8. 2. BLOQUE. CONSOLIDACIÓN DE LA NACIÓN MEXICANA.

2.1 Del imperio a la república. 58

1.9. 2.2 La formación del Estado nacional. 76

2.2.1 Fundamentos jurídicos – políticos. 81

2.2.2 Reorganización económica territorial. 84

Comentario 88

1.10. 2.3 Las intervenciones extranjeras. 89

2.3.1 La Guerra de Texas. 96


2.3.2 Guerra de los pasteles. 100

2.3.3 Expansionismo norteamericano. 105

1.11. Comentario 110

1.12. 2.4 La guerra de reforma 111

1.13. 2.4.1 La Constitución de 1857 116

1.14. 2.4.2 Intervención francesa. 118

1.15. 2.4.3 República Restaurada. 119

Comentario 127

1.16. 3. BLOQUE CONSOLIDACIÓN DE LOS PROYECTOS DE NACIÓN: PORFIRIATO


Y REVOLUCIÓN (1876-1917).

1.17. 3.1 Proyecto de nación en el Porfiriato. 129

1.18. 3.1.1 Contexto mundial. 129

1.19. 3.1.2 Vida económica. 132

1.20. 3.1.3 Vida social. 134

1.21. 3.1.4 Crisis del Porfiriato y revolución social. 134

1.22. Comentario 137

1.23. 3.2 Proyectos revolucionarios de nación. 1.24. 139

1.25. 3.2.1 Convención de Aguascalientes. 141

1.26. 3.2.2 Constitución de 1917 142

1.27. Comentario 155


1.28. Bibliografía 156

Competencias genéricas y atributos que se promueven:

4. Escucha, interpreta y emite mensajes pertinentes en distintos contextos


mediante la utilización de medios, códigos y herramientas apropiados.
Identifica las ideas clave en un texto o discurso oral e infiere conclusiones a partir de
ellas.
Maneja las tecnologías de la información y la comunicación para obtener información
y expresar ideas.

6. Sustenta una postura personal sobre temas de interés y relevancia general,


considerando otros puntos de vista de manera crítica y reflexiva.
Elige las fuentes de información más relevantes para un propósito específico y
discrimina entre ellas de acuerdo a su relevancia y confiabilidad.
Evalúa argumentos y opiniones e identifica prejuicios y falacias.
Reconoce los propios prejuicios, modifica sus puntos de vista al conocer nuevas
evidencias, e integra nuevos conocimientos y perspectivas al acervo con el que
cuenta.
Estructura ideas y argumentos de manera clara, coherente y sintética.

8. Participa y colabora de manera efectiva en equipos diversos.


Aporta puntos de vista con apertura y considera los de otras personas de manera
reflexiva.
9. Participa con una conciencia cívica y ética en la vida de su comunidad,
región, México y el mundo.
Advierte que los fenómenos que se desarrollan en los ámbitos local, nacional e
internacional ocurren dentro de un contexto global interdependiente.

Competencias disciplinares:

1. Establece la relación entre las dimensiones políticas, económicas, culturales y


geográficas de un acontecimiento.

2. Sitúa hechos históricos fundamentales que han tenido lugar en distintas épocas
en México y el mundo con relación al presente.

3. Interpreta su realidad social a partir de los procesos históricos locales, nacionales


e internacionales que la han configurado.

4. Valora las diferencias sociales, políticas, económicas, étnicas, culturales y de


género y las desigualdades que inducen.
8. Compara las características democráticas y autoritarias de diversos sistemas
sociopolíticos.

INTRODUCCIÓN

El propósito fundamental de la asignatura de Historia de México es

proporcionar elementos a los estudiantes que les permitan asumirse como sujetos

históricos que se encuentran insertos en un devenir que no les es ajeno y en el

cual son partícipes ya sea como actores o espectadores, es decir, se pretende

formarlos como agentes activos en este proceso y no sólo como entes pasivos. El

estudiante estará consciente que el pasado, presente y futuro impacta en todos los

aspectos de su vida, por lo que entre mayor conocimiento y comprensión de los


procesos históricos adquiera, se formará una conciencia histórica que se

evidenciará en una actitud responsable y comprometida ante sí mismo, ante su

comunidad y ante su entorno social.

Los contenidos que se abordan en esta antología comentada se encuentran

divididos en tres grandes bloques que contribuirán a que el estudiante entienda a

la Historia como realidad y como ciencia.

En el primer bloque “Antecedentes e Independencia de Iberoamérica” se

desarrollarán de una forma esencial, panorámica e integradora los diferentes

procesos y las características principales que se gestaron durante la Revolución

Francesa y que influyeron en la consumación de la Independencia de nuestro país

dando origen a una nueva nación.

En el segundo bloque “Consolidación de la Nación Mexicana” se analizarán las

transformaciones sociales para poder definir la identidad nacional, explicar el

proyecto liberal y comprender los procesos de formación de la nación mexicana.

En el tercer bloque “Consolidación de los proyectos de nación: Porfiriato y

revolución (1876-1917)”, se aborda la continuidad del proyecto liberal en el

porfirismo a través de las transformaciones económicas, sociales y culturales, así

como la crisis del orden porfirista, para explicar la Revolución y la Formación del

estado mexicano.

Con esta antología se pretende que el estudiante conozca el pasado para

explicarse el presente y de aquí partir para influir de manera crítica y propositiva

en la construcción del futuro de nuestra nación.


I. ANTECEDENTES E INDEPENDENCIA DE
IBEROAMERICA.

1.1 Concepto de historia.

La historia es la ciencia que tiene como objeto de estudio el pasado de la


humanidad y como método el propio de las ciencias sociales. Se denomina
también historia al periodo histórico que transcurre desde la aparición de la
escritura hasta la actualidad. Más allá de las acepciones propias de la ciencia
histórica, historia en el lenguaje usual es la narración de cualquier suceso, incluso
de sucesos imaginarios y de mentiras; sea su propósito el engaño, el placer
estético o cualquier otro (ficción histórica). Por el contrario, el propósito de la
ciencia histórica es la fijación fiel de los hechos e interpretarlos ateniéndose a
criterios de objetividad; aunque la posibilidad de cumplimiento de tales propósitos
y el grado en que sea posible son en sí mismos objetos de debate.

A su vez, llamamos historia al pasado mismo e incluso, puede hablarse de una


historia natural en que la humanidad no estaba presente (término clásico ya en
desuso, que se utilizaba para referirse no sólo a la geología y la paleontología sino
también a muchas otras ciencias naturales; las fronteras entre el campo al que se
refiere este término y el de la prehistoria y la arqueología son imprecisas, a través
de la paleo antropología).

El estudio de la historia implica tres conceptos diferentes, pero que suelen


confundirse entre sí: la historiografía (el conjunto de técnicas y métodos utilizados
para describir los hechos históricos acontecidos), la historiología (las

explicaciones, métodos y teorías sobre cómo, por qué y en qué medida


acontecen los hechos históricos) y la historia en sí misma (o sea, los hechos
realmente acontecidos). Al simplificar esta cuestión, puede decirse que la historia
son los hechos del pasado, la historiografía es la ciencia de la historia y la
historiología, su epistemología.

Cabe destacar que la Filosofía de la Historia es una rama de la filosofía que


reflexiona sobre el significado de la historia humana. Esta disciplina analiza la
posible existencia de un diseño, propósito o finalidad en el proceso histórico.

I.2. Objeto de estudio de la historia

Objeto de Estudio: Diferentes hechos que han alterado la vida del hombre desde
su aparición hasta nuestros días.

Campo de Estudio: Acontecimientos que, por su trascendencia, han alterado la


vida social ya sean en los aspectos sociales, económicos, políticos o religiosos.
Estos nos ayudan a entender el contexto social actual y las diferentes culturas en
el Mundo.

Fuentes:

 Fuentes de Información Directas: Orales y escritas (crónica, novelas,


documentos).

 Fuentes de Información Indirectas: Iconográficas (pintura y escultura).

 Restos materiales (herramientas, monedas, armas).

Los hechos importantes en los que interviene el género humano y es articulado


socialmente, son materia de rigurosos estudios e investigaciones que son
comprobados, primero a partir de sus causas y luego por sus consecuencias.
Estas son las razones por la que, con pleno derecho, se otorga a la Historia el
carácter de ciencia.

La Historia se divide en tres momentos universalmente:

 1° Prehistoria: Paleolítico, Mesolítico y Neolítico.


 2° Protohistoria: Edad de Cobre, Bronce y Hierro.

 3°Historia: Historia Antigua, Edad Media, Edad Moderna y Época


Contemporánea.

La ciencia de la Historia está vinculada con todas las ciencias sociales; por lo
tanto, debe servirse de ellas invariablemente, ya que son su punto de apoyo. Las
ciencias auxiliares de la Historia que proporcionan informes o datos valiosos para
el mejor desarrollo de la misma, son:
Otras ciencias relacionadas son: Paleografía, Epigrafía, Numismática, Heráldica,
Genealogía, Lingüística, Ciencia Política, Demografía, Paleontología, Etnografía y
Etnología.

1.3 Utilidad e importancia de la historia.

La utilidad e importancia de la historia, es poder analizar el pasado, para


comprender el presente. Para los historiadores, mirando el pasado, podemos
comprender el por qué, de nuestra actualidad. Cómo hemos llegado a ser, lo que
somos en la actualidad. E ahí, lo importante de la historia. Ya que al saber lo que
ocurrió en el pasado, podemos aprender cómo mejorar el futuro. Sobre todo, sacar
lecciones sobre los errores cometidos por nuestras sociedades.
Ahora, se dice que la historia nace, por medio de la escritura (enfoque clásico). Ya
que es a través de la escritura, que podemos dejar de manera fidedigna,
encapsulado un momento de vida. Los primeros historiadores, fueron aquellos que
iban relatando los devenires de su época. Sobre todo en las guerras, en las
cuales, muchas veces, actuaban como biógrafos de alguno de los contendores.
Por lo mismo, es que no son pocos, los pueblos, que han visto acortada su historia
o se sabe muy poco de su existencia, ya que no poseían el conocimiento de la
escritura. Por lo tanto, lo que se puede llegar a saber de ellos, es por medio de la
arqueología y otras disciplinan, que indagan en aquellas sociedades perdidas, en
la historia. Incluso, el uso de estas otras disciplinas, ha dado pie a nuevos
enfoques de mirar la historia. La cual puede ser analizada o buscada, por medio
de un enfoque multidisciplinario. Todo lo contrario del enfoque clásico.
La importancia de la historia, es que por medio de ella, podemos no sólo
comprender el presente, sino que mejorar nuestro futuro. El hombre es el único
animal que tropieza dos veces con la misma piedra. La historia muchas veces,
busca evitar aquello.
COMENTARIO

Nuestro mundo actual no ha aparecido súbitamente. Así, el castellano que


hablamos es una evolución del latín: el avión no sería concebible sin el
conocimiento de la rueda; la democracia representativa tiene antecedentes en los
comicios del populus romanus y en las asambleas de las comunidades primitivas.
Toda nuestra vida actual muestra las huellas de su procedencia.

El estudio de este desarrollo es la historia. Su campo es el pasado,


concretamente el pasado humano, desde el remoto hasta el más reciente. Hay
muchas definiciones de ella, más o menos satisfactorias, como: “la historia es la
ciencia de los hombres en el tiempo; examina el hecho humano en las condiciones
de su época, y la sucesión de éstas”; “la historia es la ciencia que estudia el origen
y el desarrollo de la sociedad humana”; “la historia bien entendida es la memoria
social, merced a la cual se hace inteligible la vida presente”; y otras.

La historia no es la simple enumeración de datos reunidos al azar; relata los


hechos en su sucesión, mostrando las leyes a que se sujetan. Precisamente por
ello adquiere su carácter de ciencia, al superar el terreno de lo aislado y casual, y
penetrar al campo de lo sujeto a ley. Desde luego, no hay que considerar que la
ley histórica pueda ser equivalente a la regla matemática; su carácter es distinto,
lo que no significa que deje de ser científica. Además, la investigación modifica
frecuentemente conceptos que ya se consideraban establecidos con firmeza,
como sucede también en las llamadas “ciencias exactas”.

La sociedad humana es un conjunto de individuos, y la historia, por lo tanto,


relata lo realizado por éstos. Sin embargo, su campo no es la descripción o el
estudio de la vida individual de algunas personalidades, sino que fija su atención
en los movimientos sociales. No excluye el examen de las personas, pero éstas
deben ser encuadradas en la comunidad de la que forman parte.

La historia es la experiencia acumulada de la humanidad. El sabio, el


investigador, el técnico, el obrero, el campesino basan sus actividades en el
conocimiento elaborado por muchas generaciones anteriores. Si cada hombre
quisiera iniciar sus experiencias “desde el principio”, como de hecho tiene que
hacerlo el animal, sería imposible todo progreso. La historia es, así, un auxiliar
indispensable para todo el que quiera entender la situación actual de la humanidad
en general y de algún pueblo en particular. Su conocimiento no sólo permite ver
las actividades humanas, sino también nos hace posible examinar las causas de
éstas. La historia es una base indispensable para la sociología, que tiene por
misión investigar las formas de mejorar el funcionamiento de la sociedad humana.

Muchos elementos nos proporcionan datos sobre el pasado de la


humanidad. Llamamos fuente directa a todo lo hecho con el fin de darnos un
informe sobre la época en cuestión, como son las crónicas, los documentos, las
inscripciones, los códices. Las fuentes indirectas son aquellas que, sin tener esta
intención, nos proporcionan un conocimiento acerca de su tiempo. Entran en este
concepto los edificios o sus restos, los utensilios, los huesos, las armas. La
división de las fuentes en directas e indirectas no indica nada acerca de su mayor
o menor utilidad. Si bien las primeras suelen ser más claras, en ellas es también
mayor el peligro de ser víctima de un engaño. Todo dato histórico debe ser
rigurosamente examinado para su aceptación. Los conocimientos obtenidos nos
permiten, al interpretar correctamente su mensaje, darnos cuenta de la vida y de la
organización humana en determinada época.

El estudio de la historia exige simultáneamente, el concurso de otras


ciencias: la geografía, para localizar el hecho humano; la economía, que investiga
la producción y la distribución de la riqueza social: la lingüística, que se refiere a
los idiomas; la cronología, que trata de la sucesión de los hechos en el tiempo; la
sociología, cuyo objeto es la sociedad misma; la antropología, dirigida al estudio
del hombre: la arqueología, que se ocupa de los restos de edificios, de utensilios y
de otros objetos antiguos. De hecho, no hay ciencia social que no se relacione en
alguna forma con el estudio de la historia.

Generalmente, se divide la historia de la humanidad en dos grandes


épocas: prehistoria e historia. La prehistoria abarca desde la aparición de la
humanidad hasta el invento de la escritura, y la historia propiamente dicha se
refiere al periodo que cuenta con documentos escritos. La época de transición, en
la que se desarrolla la escritura y se usan los primeros metales, recibe el nombre
de protohistoria. La historia a su vez se subdivide en cuatro edades: Antigua
(aproximadamente 4000 a. de c. hasta 476 d. de c.), Media (476 d. de c. hasta
1453 d. de c.), Moderna (1453 - 1789 d. de c.) y Contemporánea (1789 hasta
nuestros días).

Las fechas que limitan las edades entre sí, corresponden a hechos
históricos relevantes. Sin embargo, la división entre las épocas históricas no
puede establecerse en forma tajante; generalmente, en una etapa existen ya
elementos que habrán de caracterizar a la siguiente; y sobreviven también otros
procedentes de las anteriores. Además, los distintos grupos humanos no se
desarrollan de manera uniforme; hay simultáneamente pueblos de muy diferentes
grados de progreso. Por ejemplo, cuando Egipto y Mesopotamia ya tienen
escritura, trabajan metales y están organizados en sociedades estatales, los
pueblos europeos todavía utilizan instrumentos de piedra y viven en tribus. En la
actualidad también existen, junto a sociedades industriales con sistemas
gubernamentales y culturales altamente desarrollados, otras de una estructura
feudal o de tipo primitivo. En la ordenación señalada, se toma en cuenta sobre
todo el desarrollo del mundo europeo, y se subestiman los pueblos asiáticos y
africanos. Esto se debe al papel predominante jugado por Europa en el mundo en
los últimos siglos. En general, se señalan las divisiones entre los periodos de la
historia por el desarrollo de los pueblos más avanzados o mejor conocidos, pero
esto no debe hacer olvidar la existencia y el papel que desempeñan, al mismo
tiempo, los demás núcleos humanos.
1.4 Causas externas.

1.4.1. La Ilustración.

El gran movimiento cultural, de liberación del espíritu humano, que se inicia en el


Renacimiento, llega a su culminación en el siglo XVIII con los enciclopedistas. Hay
un movimiento muy fuerte en este sentido en Inglaterra, entre cuyos
representantes destaca John Locke. Éste escribe un Tratado sobre el gobierno
civil que plantea los derechos del hombre, la soberanía del pueblo, y la limitación
del poder real, ideas que ya se estaban aplicando en Inglaterra a raíz de la
revolución de este país. Estos pensamientos, que representan las aspiraciones de
la burguesía, tuvieron una gran repercusión en Francia.

Allí se edita una obra, la Enciclopedia que quiere reunir todo el saber de la época.
Se publicó en 28 tomos, trabajándose en ella de 1751 a 1772. Se expresan en
esta obra muchas ideas revolucionarias, que atacan el poder absoluto del rey y
exigen la participación de la burguesía en el gobierno. La publicación de la
enciclopedia fue interrumpida varias veces por el estado.

Entre los principales colaboradores figuran Diderot, D’Alembert, Holbach,


Helvecio, Voltaire, Montesquieu y Rousseau. Los tres últimos fueron los que
obtuvieron más resonancia por sus escritos. Tuvieron gran influencia en las masas
populares y muchas de sus ideas encontraron aplicación en las declaraciones de
independencia de las colonias inglesas de Norteamérica, y en la Revolución
Francesa.

El barón de Montesquieu escribió, entre otras obras, el Espíritu de las Leyes. Allí
expresa la teoría de que el gobierno debe dividirse en tres ramas, la legislativa,
encomendada a un parlamento electo, la ejecutiva, en manos del rey, y la judicial
que tienen por misión castigar a los trasgresores de las leyes.

Voltaire es el gran enemigo de toda verdad establecida. En sus múltiples obras, se


dedica sobre todo a atacar la autoridad de la Iglesia y al absolutismo. Es partidario
vehemente de la tolerancia religiosa. Fue enormemente popular y dio muchas
aportaciones ideológicas para la Revolución Francesa.

Juan Jacobo Rousseau no provenía, como los anteriores, de burgueses ricos o


ligados a la nobleza, sino que era hijo de artesanos, fue el más radical de los
enciclopedistas. Entre sus obras destaca el Contrato Social, allí establece que el
Estado se forma debido a un contrato libremente establecido por todos sus
miembros, de lo cual deriva la soberanía del pueblo que puede encomendar su
gobierno a alguien, pero que puede recuperarlo cuando así lo desee. Expresa la
idea de que el hombre es bueno por naturaleza y que la sociedad humana es
dañina. En esta misma idea basa sus conceptos pedagógicos de educación
natural.

A pesar de sus grandes diferencias, los enciclopedistas coinciden en apoyarse en


la razón y en la experiencia, basándose para ello en los avances de la ciencia,
sobre todo de la física. Quieren la participación de los ciudadanos en el gobierno,
pero no llegan a pedir la abolición de la monarquía. Proclaman que todo ser
humano tienen ciertos derechos naturales, como el de intervenir en el gobierno, el
de propiedad y el de gozar de libertad.

1.4.2. Independencia de las trece colonias. (1776-1781)

La colonización inglesa de Norteamérica empieza en los primeros años del siglo


XVII. Pronto se desarrollan tres grupos de colonias: el Norte (Nueva Inglaterra),
habitado fundamentalmente por campesinos en pequeño; el Centro
(Massachussets, Nueva York, etc), de carácter agrícola y comercial, y el Sur,
aristócrata, con grandes plantaciones de algodón, de tabaco y de caña de azúcar,
trabajadas por esclavos.

La población provenía fundamentalmente de Inglaterra; en el Norte eran personas


que huían de las persecuciones religiosas y campesinos que habían perdido sus
tierras; el Sur estuvo dominado por nobles por concesiones otorgadas por los
reyes, y lo habitaban también blancos pobres y esclavos negros. Había, sobre
todo en el Centro, colonos de otras nacionalidades, como holandeses (que
fundaron Nueva York con el nombre de Nueva Ámsterdam), franceses, escoceses
y alemanes. Es importante el colono de la “frontera” que luchaba contra los indios
y les arrebataba sus tierras. Este tipo era, por necesidad, audaz, decidido e
individualista. La facilidad de ir al Oeste, que siguió existiendo hasta la segunda
mitad del siglo pasado, fue un factor importante en el desarrollo de un alto nivel de
vida, y del carácter del norteamericano en general.

1.4.3. La Revolución francesa.

Los franceses han elegido el 14 de Julio de 1789 como la fecha conmemorativa de


la Revolución Francesa. Ese día, una multitud tomó por asalto la Bastilla,
tradicional fortaleza parisina que había sido convertida en prisión y bodega de
pólvora. Se organizó entonces una Guardia Nacional que enarboló como insignia
los colores rojo y azul, de la ciudad de Paris, junto con el blanco, correspondiente
al rey, y que, como milicia popular defendía la Asamblea Nacional, constituida el
17 de junio de ese mismo año y encargada, el 9 de julio, de dotar a Francia de una
Constitución.
La existencia de una Asamblea Nacional Constituyente era un hecho novedoso en
la organización política francesa. Como se dijo antes, Francia había sido el modelo
de absolutismo monárquico en Europa desde el siglo anterior, cuando Luis XIV se
había convertido en el centro del poder político. En solo dos meses, durante junio
y julio de 1789, ese modelo absolutista quedó derrotado y nuevas fuerzas políticas
imponían al rey un cuerpo de representantes que redactaría una constitución. Se
intentaba la transición de una monarquía absoluta a una monarquía constitucional
que asegurara mayor participación de los gobernados en la toma de decisiones.

El cambio político parecía posible en esos momentos, entre otras cosas,


porque la monarquía absoluta enfrentaba una fuerte crisis financiera y necesitaba
mayores impuestos. En busca de consenso para sus reformas, el monarca en
turno, Luis XVI, había convocado a los Estados Generales, una antigua institución
política que no se reunía desde hacía 175 años. La sociedad francesa había
cambiado mucho durante esos años, por lo que la representación tradicional
resulto inoperante. Frente al Primer Estado (la nobleza) y el Segundo Estado (el
clero), el Tercer Estado, que agrupaba a los burgueses en ascenso, pugnaba por
mayor representación. Fueron ellos los que obligaron a los Estados Generales a
constituirse en Asamblea Nacional y a emprender una reforma política profunda
que limitara el poder real por medio de una constitución.

El pensamiento político.

Los debates sobre la política y las formas de gobierno habían sido parte
importante del pensamiento europeo moderno. En el siglo XVII, los ingleses
Thomas Hobbes (1588-1679) y John Locke (1632-1704) habían formulado teorías
contrarias sobre el origen de la sociedad y sobre la legitimidad del gobierno.
Hobbes concebía la sociedad como el resultado de un contrato inicial entre sus
miembros con el propósito de poner fin a la violencia
reinante entre ellos; al hacerlo habían decidido, según
Hobbes, ceder a un solo individuo el derecho irrevocable para gobernar. Era una
teoría política que justificaba el absolutismo monárquico. En contraposición, Locke
pensaba que los seres humanos eran sociables por naturaleza, pero creía que no
cualquier asociación era una sociedad política, pues esta requería, por lo menos,
tres elementos: un Estado, concebido como la unión de todos en un solo cuerpo,
un derecho común y una autoridad superior o gobierno. La diferencia entre
sociedad y el gobierno resulta fundamental para el desarrollo posterior del
pensamiento político occidental. La sociedad, según Locke, es la colectividad en
conjunto y tiene fines propios, independientes de los del gobierno; el gobierno por
su parte, tiene la finalidad de servir a la sociedad, procurando conservar los
derechos naturales a la vida, la libertad y la propiedad; si el gobernante falta a esta
obligación, pierde su legitimidad y, en tal caso, la sociedad en cuestión puede
buscar un nuevo gobernante. Locke justificaba así las revoluciones políticas;
pensaba, en particular, en la revolución inglesa de a mediados del siglo XVII, cuyo
resultado había sido la promulgación de una monarquía parlamentaria.

Los cambios y las ideas políticas inglesas del siglo XVII influyeron en los
pensadores franceses de principios del siglo XVIII. En 1784, el barón de
Montesquieu (1689-1755) publicó su libro El espíritu de las leyes, en el que
elogiaba la forma de gobierno de los ingleses. Le preocupaba el abuso del poder
que solía darse por parte de los gobernantes y proponía, como única manera de
evitarlo, la división del gobierno en tres poderes: legislativo, ejecutivo y judicial.
Para Montesquieu, como para Locke, se trataba de limitar el poder absoluto de las
monarquías.

El otro gran pensador político de la época fue Jean-Jacques Rousseau (1712-


1778), el teórico de la democracia y defensor del gobierno republicano. En su
discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres, escrito en 1754 y
dedicado a la república de Ginebra, Rousseau decía:

Yo habría querido nacer en un país en donde el soberano y el pueblo tuviesen un


mismo y solo interés, a fin de que todos los movimientos de la máquina social no
tendiesen jamás sino hacia el bien común, lo cual no puede hacerse a menos que el
pueblo y el soberano sean una misma persona, de esto se deduce que yo habría
querido nacer bajo el régimen de un gobierno democrático, sabiamente moderado.

La idea de que la soberanía recae en el pueblo y es inalienable, fue la base de las


formas de gobierno que se consolidarían durante los siglos XIX y XX. Además,
Rousseau hizo coincidir la idea de sociedad con la del pueblo y de nación.

Las reformas de la Asamblea Nacional.

Algunas de las ideas de estos pensadores ilustrados estaban siendo puestas en


práctica en las antiguas colonias inglesas en América, que habían comenzado su
proceso de independencia en 1776. Así, La constitución de 1787 dotaba a los
Estados Unidos de América de un régimen republicano y federal, con una división
tripartita del poder.
La reflexión teórica y la experiencia política

descritas formaban parte de los ideales de

quienes defendían la Asamblea Nacional

Constituyente y proclamaban el fin del

absolutismo en Francia. La búsqueda de una

reforma política parecía viable. De hecho,

después de la toma de la Bastilla el rey aceptó

la Asamblea, y sus miembros comenzaron a

trabajar en la reforma. Influidos por la

experiencia norteamericana, los legisladores

redactaron La Declaración de los Derechos

del Hombre y del Ciudadano, como

introducción a la futura constitución.

Declaración de los derechos del hombre y el ciudadano (1789).

En la Declaración... aparecen la mayoría de los conceptos de la ciencia política


posterior: derechos individuales, igualdad, libertad, soberanía de la nación, pueblo,
división tripartita del poder, la ley como expresión de la voluntad general.

La definición precisa de muchos de estos conceptos llevaría a nuevos debates


durante los siglos XIX y XX. La primera Constitución francesa, proclamada el 14
de septiembre de 1791, dotaba a Francia de un régimen político similar al de
Inglaterra: la monarquía constitucional; además reconocía los derechos
individuales, abolía los restantes privilegios del Antiguo Régimen y limitaba los
privilegios del clero.

Hacia 1791 parecía que el proceso de reforma propuesto por el Tercer Estado
estaba llegando a su fin; sin embargo, otros grupos no estaban satisfechos. La
nobleza, el clero y la corte buscaron ayuda en las otras monarquías europeas, al
tiempo que los artesanos de París y los campesinos presionaban por reformas
más profundas, pues no se sentían satisfechos con una reforma política. Más allá
de los debates jurídicos, el movimiento popular se extendió muy pronto a otras
ciudades y al campo, con una demanda más simple y directa que las postuladas
por los legisladores del Tercer Estado: “queremos pan”.

La republica jacobina

Los sucesos posteriores a 1792 han sido considerados como una segunda
revolución: el rey fue detenido en su huida, depuesto y decapitado en enero de
1793. Se instauró una Convención Nacional, la cual proclamó un nuevo régimen
político: la República Francesa (1792-1795). Desde muy pronto la república fue
dominada por los jacobinos, el ala más radical de los revolucionarios franceses. El
nuevo gobierno recurrió a la guillotina para defender su programa político, por lo
que ha sido llamado “el régimen del Terror”. Sin embargo, es importante reconocer
que el legado de la primera república francesa fue tomado por la mayoría de los
estados nacionales posteriores.

En 1795 se proclamó una nueva constitución que dividía el gobierno en tres


poderes, otorgando el ejecutivo a un Directorio compuesto por cinco miembros. El
nuevo código promulgó el “sufragio universal” (entendido por universo, a los
hombres mayores de edad, que sabían leer y escribir y pagaban impuestos al
Estado); reconoció los derechos de insurrección, trabajo y alimento, y declaró
oficialmente que el bien común era la única finalidad del gobierno. El concepto de
sociedad o pueblo definido por Locke y, sobre todo, por Rousseau, era asumido
por primera vez por un gobierno, lo que implicaba el reconocimiento de ciertos
intereses públicos, a cuyo servicio debía someterse. Para el historiador E.
Hobsbawn “... aquella fue la primera genuina Constitución democrática
promulgada por un Estado moderno”.

La republica afrontó grandes presiones. La guerra entre Francia y los ejércitos


austro-prusianos había comenzado desde abril de 1792 y, pese a las derrotas
iniciales de los franceses, gobernados aún por la monarquía, la Convención logró
invertir la situación, al grado de que, en 1794, no solo habían derrotado a los
austriacos, sino que habían ocupado Bélgica. El triunfo fue posible por la
conformación de un nuevo ejército que incorporaba a la leva revolucionaria y a
una política orientada al sostenimiento de la guerra. En lo que respecta al gobierno
interior, la Convención emprendió una serie de reformas destinadas al
fortalecimiento del Estado: decretó obligatoria y gratuita la enseñanza primaria,
organizó los archivos y bibliotecas y fundó o reformó gran parte de las
instituciones que han sido características de los estados nacionales, como
tribunales, escuelas o universidades. Pero la conjunción de un régimen de
represión contra los opositores, junto con el fortalecimiento del ejército y la
promulgación de profundas reformas, no pudo mantenerse estable por mucho
tiempo. Los triunfos definitivos del ejército debilitaron a los jacobinos.

No es casual que el nuevo protagonista de la historia francesa, Napoleón


Bonaparte, haya sido un general del ejército revolucionario. Originario de Córcega,
donde nació en 1769, había adquirido prestigio y poder gracias a su carrera militar.
En 1799 una reforma política lo colocó a la cabeza del gobierno de la república,
como primer Cónsul y, como tal, comenzó un proceso de centralización del poder.
Finalmente, en 1804, se coronó emperador de los franceses y emprendió una
campaña militar que doblegó a buena parte de la Europa continental hasta 1814,
extendiendo así los principios de la Revolución.
El general Bonaparte en el puente de Arcola, Antoine – Jean Gros (1796)

Después de la derrota napoleónica, en 1814, se reestableció en Francia la


monarquía borbónica (1815-1830) La república no se adoptó definitivamente hasta
1870, después de la sucesión de varios regímenes: la monarquía Constitucional
de Luis Felipe de Orleáns (1830-1848), la segunda república (1848-1851) y el
segundo imperio de Napoleón III (1852-1870).

Un balance de la Revolución Francesa parece mostrar muy pocos logros. La


promulgación de una Monarquía constitucional, la Declaración de los derechos del
hombre y el ciudadano e incluso, la proclamación de la República, tenían
antecedentes en la historia de Inglaterra y de Estados Unidos, y finalmente, la
monarquía fue restaurada en Francia. Por otro lado, la abolición oficial del régimen
feudal fue en buena medida un acto formal, pues el feudalismo estaba en
desintegración desde el siglo XVI. Más aún, algunos historiadores, como
Immanuel Wallerstein, consideran negativo el legado de la Revolución, porque
coadyuvó a la derrota definitiva de Francia en la lucha por la hegemonía mundial
frente a Inglaterra.

¿Qué es entonces lo que hace de la Revolución Francesa un hito que cambio el


curso de la historia?
La transformación de los estados.

Durante la Revolución Francesa se formularon los ideales que serían enarbolados


por futuras rebeliones populares en todo el mundo: Libertad, igualdad y
fraternidad. Además, se promulgaron oficialmente diversos conceptos políticos
que hoy caracterizan a los estados nacionales, como son la democracia a través
del sufragio universal, la división de poderes y el constitucionalismo. Tales
conceptos forman parte de una profunda transformación política (teórica y
práctica) que acontecía en Europa. La caída de la monarquía planteó la necesidad
de construir la legitimidad para el gobierno, ajena a los designios sobrenaturales o
a la herencia, y basada en un nuevo concepto: la voluntad popular. En adelante,
los problemas inherentes a la sociedad incluían a todos sus miembros, al pueblo.
El pueblo se convirtió en una unidad con intereses propios. Existía un ámbito
“publico” independiente de los grupos sociales.

El problema era delimitar el concepto “pueblo”, saber exactamente quienes y por


qué debían estar incluidos. El asunto no del todo resuelto, plantea la necesidad de
definir dos tipos de límites: uno al interior de la sociedad y otro hacia el exterior.
Dedicaremos un apartado a cada uno de esos aspectos.

Soberanía y representación.

La monarquía francesa anterior al absolutismo contemplaba una asamblea, Los


Estados Generales, donde estaban representados los tres grupos que se
consideraban súbditos del rey: la nobleza (Primer Estado) el clero (Segundo
Estado) y el resto (Tercer Estado). Cuando en 1789 esa asamblea se volvió a
reunir después de 150 años de inactividad, la discusión inicial fue si debían
sesionar juntos y tomar decisiones colectivas, o reunirse por separado y formular
acuerdos por grupo. Resultó evidente que ese tipo de representatividad
correspondía a una sociedad obsoleta. Los más interesados en que las reuniones
fueran conjuntas eran los representantes del Tercer Estado, quienes de hecho
abandonaron la reunión tradicional y se asumieron como Asamblea Nacional. Con
ello habían roto la vieja idea de una representación por grupos aislados, para
decretar que los asuntos de política recaían, a partir de entonces, en individuos.

Al interior de la Asamblea Nacional era claro que la voluntad popular debía ser la
suma de voluntades más allá de los nobles, quienes tradicionalmente habían
participado en la toma de decisiones políticas; sin embargo, no estaba claro a
quienes más se debía tomar en cuenta. Los representantes del Tercer Estado
eran comerciantes e industriales de las ciudades y luchaban por su inclusión en
los ámbitos de toma de decisiones, pero no veían con igual derecho a los
campesinos o a los artesanos.

Los revolucionarios posteriores a 1792 fueron los primeros en ampliar la base de


la voluntad popular a todos los franceses, hombres libres y mayores de edad. Pero
incluso ellos, sólo concebían la posibilidad de una democracia representativa,
donde la voluntad popular se expresará a través de las votaciones. Las diversas
posturas sobre quiénes componían el pueblo y, por tanto, quiénes tenían derecho
a elegir representantes siguieron en conflicto durante buena parte de los siglos
XIX y XX. La historia de la ampliación del voto muestra lo complicado que fue
definir el asunto. En principio, el sufragio se concedió en atención a la propiedad,
luego, a la renta (y se otorgó el voto a los tributarios) y sólo tardíamente se retomó
el principio jacobino de “sufragio universal”. En los Estados Unidos el “sufragio
universal para los hombres blancos mayores de edad” se reconoció en 1829 y en
los diversos países de Europa se aceptó a finales del siglo XIX. El voto a la mujer
se otorgó por primera vez en 1920 en Estados Unidos, y en México, por ejemplo,
no se concedió hasta 1953. Por otro lado, el concepto de “mayoría de edad” para
votar también ha variado en el curso de estos siglos. La construcción de la
democracia fue, pues, un proceso lento, del cual los revolucionarios franceses
habían mostrado el camino. La expansión de los criterios para ampliar la base de
la soberanía popular se asoció, en el transcurso de los siglos XIX y XX, con
muchas otras exigencias de reforma y se incluyó dentro de los programas
radicales de cambio social.

Con el tiempo, todos los involucrados en la polémica se percataron de una


evidencia: además de luchar por ampliar los criterios que definían a los votantes,
debían captar el voto de los nuevos poseedores de la soberanía popular. La
novedad fue evidente en Francia cuando una abrumadora mayoría de votantes
llevó al poder a Napoleón III en 1848, pese a que éste no tenía programa político,
ni estaba apoyado por los grupos tradicionales. Aunque la “política de masas” y el
populismo son fenómenos del siglo XX, ya hacia mediados del XIX resultaba
evidente que las mayorías contaban en política. Hoy en día no concebiríamos la
democracia sin las campañas previas a las votaciones, donde la publicidad tiene
un lugar importante.

Naciones y nacionalismos.

El nuevo concepto de pueblo o nación postulado por los revolucionarios franceses


implicaba, además de delimitar el alcance interior de la soberanía, definir sus
límites externos. Era necesario fijar los criterios para incluir a unas regiones y
excluir a otras. Para los franceses de 1789, no resultó tan problemático definir este
aspecto del problema, ni saber quiénes estaban incluidos y quiénes quedaban
fuera de la nueva nación.

Rousseau suponía que el criterio de pertenencia a una sociedad era,


fundamentalmente, haber nacido en ella; más allá del amor a la tierra, a la patria
chica, (el pays para los franceses), Rousseau pensaba que el nacer en un lugar
determinado generaba el amor hacia los otros ciudadanos del lugar, lo que era el
principio de la sociedad. Sin embargo, el pensador ginebrino no reflexionó sobre
las dimensiones de ese “lugar de nacimiento”, tal vez porque él mismo no se
identificaba plenamente con Ginebra, de donde había salido a los 17 años de
edad.

Para los revolucionarios que elaboraban el nuevo orden, el territorio de su nación


parecía requerir una dimensión suficiente para competir en el ámbito internacional.
Los límites de la anterior monarquía absoluta se asumieron entonces como los
nuevos límites de la nación; una historia común y los conflictos externos
contribuyeron al tránsito sin mayores dificultades. Desde entonces, el pueblo de
Francia serían los franceses y sus intereses serian idénticos a los de la nación
francesa. Los principios del nacionalismo habían surgido con la nueva nación. Sin
embargo, la discusión sobre los límites entre naciones ha sido uno de los
problemas clásicos de los siglos XIX y XX. A la solución inicial de asumir las
fronteras históricas, se presentaron desde muy pronto otras alternativas. En la
propia Francia de finales del siglo XVIII surgió la idea de recuperar fronteras
“naturales”, aduciendo criterios limítrofes, como los accidentes naturales, la lengua
o la cultura. En otros lugares, como en los principados alemanes, se reforzó la
idea de una identidad cultural, un espíritu que diferenciaba a los diversos pueblos.
A finales del siglo XIX y principios del XX, cobró fuerza la idea de que existían
principios inmutables que servían para definir a las naciones, como eran la “raza” y
la lengua.

Tales ideas fundamentalistas llevarían, en el siglo XX, a la pretensión de


“reagrupar” pueblos dispersos y “borrar” de un determinado territorio a todos
aquellos grupos que resultaran ajenos al dominante. El propósito de Adolfo Hitler
de eliminar a los judíos tiene sus raíces en estas ideas racistas, al igual que los
más recientes proyectos serbios de limpieza étnica en la antigua Yugoslavia. A
mediados del siglo XX, ciertos grupos, como los judíos, reclamaron para sí la
categoría de nación, fundamentada básicamente en la religión, pese a que
carecían de un territorio; esta manera de entender la nación hubiera sido
impensable para los revolucionarios de finales del siglo XVIII.

En México se han aceptado las fronteras históricas, producto de las guerras y


reestructuraciones del siglo XIX, sin pretender negar la pluriculturalidad del país.
Aunque la Francia revolucionaria de 1789 se asumió como una nueva entidad
nacional, el proceso de reacción posterior desconoció lo que consideraba
“excesos” de los radicales y la cristalización definitiva del estado nacional francés
no se dio hasta finales del siglo XIX. Sin embargo, no todas las ideas se habían
perdido: así, por ejemplo, cuando en 1830 Luis Felipe de Orleáns fue coronado
como monarca parlamentario, después de derrocar a los reinstaurados Borbones,
se llamó rey de los franceses, y no de Francia. Al igual que su antecesor Borbón,
que pretendía ser absoluto, tuvo que aceptar una “Carta”, que, pese al nombre,
era una constitución.

La importancia de la Revolución radica pues en que permitió por primera vez que
los elementos que conformarían los Estados nacionales contemporáneos fueran
adoptados por el gobierno de una de las principales potencias mundiales. En un
nivel simbólico, el hecho resulta evidente: durante la Revolución surgieron los
nuevos emblemas del estado nacional francés: la bandera tricolor y el himno
nacional, la Marsellesa, que se cantó por primera vez en agosto de 1792, contra el
rey y las monarquías intervencionistas, en la actualidad, no concebiríamos un país
sin su bandera y su himno nacional. A partir de entonces los símbolos nacionales
y los conceptos de los revolucionarios franceses, como “pueblo” y “libertad”, han
estado presentes en movimientos sociales surgidos en muy diversos lugares del
mundo.
Las nuevas ideologías políticas.

El proceso de conformación de Francia como nación se hizo evidente con


impresionante rapidez durante los diez años comprendidos entre 1789 y 1799.
Además, se dio con una enorme nitidez, no sólo porque se oponía al arquetipo de
monarquía absoluta, sino porque fue un intento muy consciente de transformar la
sociedad, de acuerdo con determinadas ideas políticas. Pese al caos de los
acontecimientos, los diferentes grupos surgidos al calor de las discusiones, en la
Asamblea primero y luego en la Convención, fueron delimitando un plan de acción
que intentaron llevar a cabo una vez que obtuvieron el control del gobierno. Tales
programas fueron otro de los grandes legados de la Revolución Francesa.

El curso de los acontecimientos había demostrado lo fácil y radical que podía ser
el cambio. Frente a esa evidencia, se definieron tres posturas políticas que
cristalizaron en el transcurso del siglo XIX. La primera reacción fue de quienes se
definieron como conservadores; para ellos, cualquier cambio resultaba, en
principio, peligroso y desestabilizante. Frente a ellos, los liberales defendieron un
cambio pacífico y moderado; la Revolución había demostrado la viabilidad de un
proyecto de reformas que contara con el consenso de aquella nueva colectividad
que era la nación; pero también resultaba evidente el peligro que para los
burgueses traían consigo las demandas de los sectores más radicales de la nueva
sociedad. Los liberales se agruparon en torno a un plan de acción política que
pugnaba por el cambio controlado.

La tercera opción frente al cambio retomaba las ideas de los jacobinos y de


aquellos grupos más radicales que se sentaban a la izquierda en las asambleas
revolucionarias (desde entonces se denomina izquierda a los grupos radicales).
Para ellos, la igualdad era un ideal que no quedaba resuelto dentro de los nuevos
estados nacionales; alcanzarla implicaba cambios muy profundos que sólo se
podían conseguir a través de una revolución social. El plan de acción de los
grupos de izquierda se definió lentamente, durante el transcurso del siglo XIX, y
fue conocido, de manera genérica, como “socialismo”. El debate político de los
siglos XIX y XX se definió dentro de estas tres líneas de acción, bien en su estado
original, bien como conjugación de algunos aspectos de ellas.

El fortalecimiento de los estados nacionales.

Más allá de las diferencias, los diversos programas políticos aceptaron y


fomentaron la consolidación de los estados nacionales como unidades territoriales
que agrupaban a una población con iguales derechos y un gobierno común. Las
constituciones se aceptaron como la manifestación de esos derechos comunes y
el gobierno emprendió la fundación o tutela de las instituciones que consideraba
fundamentales para el desarrollo de los intereses comunes de la sociedad.

En la mayoría de los países se adoptó un ejército nacional formado, en principio,


por los ciudadanos masculinos de cierta edad, a quienes se reclutaba a través del
servicio militar obligatorio. El ejército se concebía como un cuerpo de ciudadanos
encargado de la defensa de la nación. En la actualidad, el proceso de
profesionalización del ejército ha llevado, en muchos países, entre ellos México, a
la práctica desaparición del servicio militar para la población civil. También, se
creó una estructura burocrática, cuya función sería organizar y administrar las
actividades públicas de los individuos, muchas de ellas controladas anteriormente
por la Iglesia; así, por ejemplo, los registros civiles dieron inicio al asentamiento de
todos los nacimientos, los matrimonios y las defunciones de los ciudadanos. Esa
nueva burocracia sería también la encargada de delinear y cobrar nuevos
impuestos, que servirían de base para el financiamiento del gobierno, con el fin de
que éste pudiera cumplir sus obligaciones para con los ciudadanos.

Los gobiernos comenzaron a diseñar el desarrollo económico a largo plazo, a


través de diversos planes y programas nacionales, que pronto tuvieron que ser
validados por los representantes de la nación. En la actualidad, el diseño de la
política económica queda a cargo del poder ejecutivo, quien, en la mayoría de los
países, debe presentar un presupuesto de egresos e ingresos que tiene que ser
aprobado por las cámaras de representantes; en el caso de México, el Congreso
de la Unión es el encargado de tal aprobación.

También la diplomacia, ya presente entre los estados desde el siglo XVI, se


convirtió, en el curso del siglo XIX, en un asunto entre naciones. Cada país
nombró una delegación para representarlo ante los otros Estados. En la
actualidad, México tiene relaciones diplomáticas con muchos países, para lo cual
se sirve de más de 69 embajadas, un número mayor de consulados y una misión
permanente ante la ONU.

Durante el siglo XX aparecieron ciertas, organizaciones que han tratado de


coordinar los intereses entre las naciones, como la Organización de Naciones
Unidas (ONU), la Organización de Estados Americanos (OEA) o la Organización
del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Más recientemente, se han formado
bloques de naciones con acuerdos económicos conjuntos, como son la
Comunidad Económica Europea (CEE) y El Tratado de Libre Comercio de
América del Norte entre Canadá, Estados Unidos y México (TLC).

Más allá de los acuerdos entre las naciones existen, hoy en día, organizaciones
ciudadanas que trascienden las fronteras con finalidades diversas. Por ejemplo,
Médicos de Mundo (Premio Nobel 1999), Green Peace y muchas otras más. A
este tipo de organizaciones se les conoce como ONG’s (Organizaciones No
Gubernamentales).
En principio, estas organizaciones no cuestionan la permanencia de los estados
nacionales, sino que pretenden ser agrupaciones de estados soberanos, en torno
a intereses comunes. Sin embargo, los estados han tenido que ceder algunos de
sus principios que parecían inamovibles para la construcción de esas nuevas
entidades; entre otras cosas, y por poner un ejemplo, los diversos estados
europeos han tenido que dejar sus monedas nacionales (entre ellas el franco,
creado por los franceses durante la Revolución, en 1793) para emitir una común,
el euro, que entró en circulación a partir del 2002.

Es posible que los cambios a los que asistimos desde la caída del muro de Berlín
en 1989 sean expresión de transformaciones profundas, pero hasta el momento
podemos decir que la organización de las sociedades como estados nacionales
soberanos ha sido una de las características básicas del mundo contemporáneo.

Cronología de la Revolución Francesa y el Imperio.

1789  Reunión de los Estados Generales


 Asalto a la Bastilla
 Declaración de los Derechos del Época de la Asamblea Nacional
Hombre y del Ciudadano (1789 – 1792)
1790  Constitución civil del clero
1791  Constitución monárquico
1792  Intervención austriaca en Francia
 Caída de Luis XVI
 Instauración de la República
 Año I del nuevo calendario Época de la Convención Nacional
(1792 – 1795)
1793  Ejecución de Luis XVI
 Creación del Tribunal Revolucionario
y del Comité de Salud Pública,
encargados de la represión.
1795  Constitución de la República
1798  Campaña triunfante de Napoleón en
Egipto Época del Directorio
 Alianza anglo rusa contra Francia (1795-1799)

1799  Golpe de estado de Napoleón


Bonaparte ( El 18 de brumario)
1804  Napoleón se corona Emperador
1808  José Bonaparte, rey de España
 Guerra de Independencia en España
1812  Campaña y derrota de Napoleón en
Rusia
Imperio napoleónico
1814  Entrada de los aliados en París (1804 –1814)
 Abdicación y destierro de Napoleón
 Restauración de los borbones en
Francia: Luis XVIII
1815  Regreso y derrota definitiva de
Napoleón en Waterloo.

1.4.4. Crisis política y económica de España.

Hablar de la colonia, es hablar del surgimiento de México. México no existía


antes de que el español llegara a estas tierras. La raíz indígena es sólo uno de los
tres eslabones que forman la cadena que somos los mexicanos. Los otros dos son
las raíces española y negra.

Somos un pueblo mestizo formado en una gran olla genética e ideológica


que fue la colonia y donde se mezclaron tres culturas que dieron origen a México.

La colonia está presente en todo lo que nos rodea: en la religión, en las


principales fechas de descanso, en las formas de gobierno, en nuestro idioma, en
nuestras ideas, en nuestra forma de ver la vida.
Debemos entender que el proceso por el cual México se gestó, dejó una
huella profunda y violenta. Costó casi la aniquilación cultural y física del indígena,
sin embargo, gracias a los mismos españoles, parte de su cultura prevaleció en
magníficos documentos llamados códices, mismos que con pictogramas y
palabras en español conservaron para nosotros gran parte de esa cultura, además
nos permitieron conocer los antiguos documentos hechos antes de la conquista,
con lo cual nos hemos acercado más a esa raíz prehispánica.

Las tres raíces, hispánica, negra e indígena, se fundieron y originaron un


árbol robusto y frondoso. La cultura mexicana es una de las más ricas y
profundas; tan profunda, que pese a todo, ahí está y permanece viva.

Marcar el fin de una era y el principio de otra no es tan fácil. Esto es cierto
para el inicio de la época colonial. 1521 es la fecha que se identifica
tradicionalmente como el inicio de la época colonial, porque es el año en que se
tomó militarmente la ciudad de México-Tenochtitlán. Sin embargo, el proceso de
colonización y formación de la nueva cultura no se dio de un día para otro, fue un
proceso largo y lento.

El contexto histórico y geográfico al momento de producirse la conquista de


México era que España solo existía de facto, es decir, de hecho.

Ciertamente, el matrimonio de los príncipes Isabel y Fernando, en 1469,


marcó la unión de los principales reinos, Castilla y Aragón y los agregados a ellos.
Posteriormente al convertirse en reyes, cada monarca gobernaría sus propios
reinos y la unión resultaría estratégica pues uno de los principales objetivos era
unir fuerzas para expulsar a los árabes, lo cual se logró en 1492.

El que cada monarca gobernara su reino y la expulsión de los árabes de


España, explican en gran parte el proceso que se da en la conquista y
colonización de América. Después de lograr la conquista de Granada, último
reducto árabe en la península, se presentó una coyuntura, es decir, la interacción
de factores permitió que se pudiera apoyar la empresa que Colón proponía. Este
apoyo fue dado por la reina Isabel y por eso, inicialmente, solo los castellanos
eran los únicos que tenían derecho de venir a las Indias. También fue la razón de
que las leyes castellanas fueran las que se aplicaran en las colonias y el idioma
castellano el que prevaleciera.

El descubrimiento y posterior conquista de América resultó ser una de las


mayores empresas privadas en la historia del mundo. Después de los primeros
viajes financiados por la corona castellana se celebraron las capitulaciones,
contratos entre particulares y la Corona, por los cuales el particular se
comprometía a financiar el viaje a las Indias a cambio de cierto porcentaje de
beneficios; este mismo particular, a su vez, podía compartir con otros la concesión
y de acuerdo con lo que aportaran era lo que recibirían. Éste fue el caso de Diego
de Velázquez con Hernán Cortés; la capitulación la tenía el primero y como socio
estaba el segundo.

La religión jugó un papel importante durante la época colonial y un papel


central en lo que sería la herencia colonial. Los Reyes Católicos y el Papa
Alejandro VI celebraron lo que para muchos historiadores es el último gran acto de
soberanía universal del papado. Éste concedió a los monarcas españoles el
principal título de legitimidad de su dominio sobre las tierras que incorporaban a su
señorío. En 1493, el Papa concedió a los monarcas españoles, a través de tres
documentos expedidos por él, conocidos como bulas, lo que sería la base jurídica
del señorío castellano sobre América.

El principio era sencillo, Dios es el creador del cielo y de la tierra, por lo


tanto, es único dueño de todo lo que hay por ende es dueño de las tierras
conocidas y desconocidas. Él es el único que puede permitir que se llegue y
conquisten, en su caso esos lugares. Como a Dios no se le puede hablar
directamente se tiene que dirigir con el representante de Dios en la tierra: el Papa.
La misión de evangelizar la dejó Cristo a la Iglesia, sin embargo, como ésta se
encuentra muy limitada por no tener elementos (barcos, dinero y suficiente
personal), el Papa cede dicha misión a los reyes y además de ser el objeto
fundamental de la conquista y colonización, es la justificación legal de la conquista
de América.
La misión de evangelizar concedió a la Corona española derechos y
obligaciones, entre ellos la de encargarse de la administración de los diezmos,
construcción de templos, nombramientos de autoridades eclesiásticas,
evangelización de los indígenas y formación de los obispados en las Indias, que
se conoció con el nombre del regio Patronato Indiano, ya que el patrono de la
Iglesia americana era el rey y, por supuesto, cuando apareció la figura del virrey
se convirtió en el vice patrono de la Iglesia. Ésta es la causa de que muchos de
los edificios eclesiásticos del periodo colonial, antes de 1700, tengan el águila
bicéfala –escudo de armas de la Casa de Habsburgo— y significa que durante su
reinado fue erigida esa Iglesia.

El rey es la autoridad máxima, de él depende el Estado, pero también la


Iglesia y todas las instituciones, lo que representó un problema, especialmente en
el inicio de la época colonial, ya que estando en un nivel similar y dependiendo de
la misma cabeza, se daban constantes roces e intromisiones en los ámbitos de
cada esfera. Esta es la razón por lo que en algunos casos el rey haya optado por
nombrar como obispos a miembros del Estado –licenciados— que no tenían
órdenes eclesiásticas, pero que podían resolver problemas inmediatos; el caso de
Vasco de Quiroga en Michoacán y el de Gómez de Mendiola en Guadalajara, son
ejemplos de esta actitud.

La casa de los Habsburgo gobierna hasta fines del siglo XVII y la sustituye,
no sin mediar una guerra de sucesión, la dinastía de los Borbones, casa de origen
francés. Es la segunda casa imperial que gobierna España. La primera, la de los
Austria o Habsburgo, termina su dinastía con Carlos II “el hechizado” el cual no
dejó descendencia, lo que permite el arribo de Felipe V, primer rey borbón al
iniciar el siglo XVIII.

Nieto del rey francés Carlos IV, Felipe V llega con las ideas de la ilustración
francesa, rodeado por una serie de consejeros de origen francés. Las ideas
económico liberales van a llegar a una España que se debatía en una economía
más medieval que acorde a los momentos que se vivían en ese inicio del siglo
XVIII. Las viejas instituciones, tan queridas e importantes para los Austria, ya
presentaban signos de deterioro. La corrupción y la pésima administración las
habían deteriorado a tal grado que se convirtieron en un lastre para la defectuosa
economía española.

Esto obligaba a la nueva casa reinante a implantar nuevas medidas


tendientes a mejorar la situación general de España. Así, a mediados del siglo
XVIII se realizaron una serie de reformas políticas, administrativas, económicas y
comerciales, que, en las colonias españolas, como satélites de la metrópoli,
también tendrían sus repercusiones.

Repercusiones de las reformas borbónicas en la Nueva España.

Se reconocen tres fases en lo que se ha llamado el reformismo borbónico:

 Una primera fase se caracterizó por la política metropolitana dirigida a


robustecer el control real y aumentar la centralización administrativa.

 La segunda fase, entre los años 1776-1786, fue una fase radical durante la
cual se restaron facultades a los virreyes, se estableció la comandancia de
Provincias Internas, se introdujo el comercio libre, se establecieron las
intendencias y se comenzó la política a favor de las clases bajas de la
sociedad y la lucha contra privilegios eclesiásticos y gremiales.
Predominaron las tendencias de descentralización y de liberación política y
económica.

 La tercera fase comenzó hacia 1787. Se caracterizó por la incertidumbre


política, se echaron abajo ciertas reformas y hubo un movimiento de los
diferentes virreyes en contra de las medidas de descentralización que les
habían restado poderes.
Este panorama, expuesto brevemente nos muestra un intento de reforma, pero
a la vez la reacción de la burocracia colonial que tenía que poner en marcha
las reformas. No era un movimiento ajeno en contra sino interno, que fue la
respuesta de los grupos oligárquicos que estaban viendo mermados sus
intereses. La respuesta dada por los virreyes sólo demuestra que éstos
también tenían cierta influencia de las oligarquías locales y quizá las redes que
tanto tiempo funcionaron en la Nueva España también había llegado a la
máxima esfera del poder colonial: el virrey y por supuesto la Audiencia.

Las provincias coloniales en América estaban más asociadas con la


explotación, el progreso material y la subordinación política que con el
iluminismo religioso se traducía en el objetivo de evangelización. España vivió
con los Habsburgo, un sueño imperial, encerrada en sí misma, protegida por
una religiosidad fanática, combatida y saqueada por todos, pero convencida de
su misión: defender y expandir su vasto imperio de fe, aunque este le arrojara
costos imposibles de sostener. Podríamos decir que ésta es la dolorosa
paradoja anterior a los Borbones: la religión es el centro y la razón jurídica de
la conquista y permanencia de España en América, pero también un lastre
duro de cargar y sostener.

Comparándola con Francia e Inglaterra, España vivía un atraso sustancial.


Con el descubrimiento de América limitó su comercio de larga distancia sólo
con las Indias en condiciones de monopolio. Con esto se perdió en cierta
medida el cosmopolitismo, el flujo de las ideas. El espíritu de empresa se
transformó en espíritu de conquista. España perdió el contacto con otros
países y limitó totalmente su evolución y arribo a la modernidad que ya vivían
otros países europeos.

Este atraso debía ser superado, urgían reformas. Los Borbones y una élite
ilustrada que llega con ellos echan a cuestas la tarea de romper la inercia y
hacer de España una monarquía que sobreviva y alcance a los otros países.
La élite de reformadores partió de este reconocimiento, buscando fórmulas
para reactivar la relación industria-comercio, romper los monopolios así fueran
estatales o particulares, y quitar obstáculos al comercio marítimo como el cierre
de los puertos o el impedimento al comercio internacional. Las reformas
comenzarían a operar a partir de mediados del siglo XVIII.

Con los Borbones, la élite que pretendía los cambios estaba influida por la
ilustración francesa, que fue una corriente con principios económico-liberales,
mismos que impregnaron las reformas. Sin embargo, y en forma contradictoria,
los reyes y el gobierno central gobernaban con un despotismo y absolutismo
que se puede resumir en la siguiente frase: Un gobierno del pueblo, para el
pueblo, pero sin el pueblo o en el enunciado de que: En asuntos de
gobierno, al pueblo sólo le queda escuchar y obedecer.

En la Nueva España la situación social y económica era un reflejo de la


metrópoli, sin embargo, debido a la lejanía y las políticas flexibles, pero
monopólicas de los Habsburgo, se había venido creando un clima de tensión
entre los criollos y españoles peninsulares. Los impactos que tendrían las
reformas serían tan fuertes que pueden considerarse una de las principales
causas de la Independencia de las colonias americanas.

Así, el impacto de las reformas surgió desde su concepción.


Supuestamente serían un eje del cual se partiría para recobrar la grandeza
española.

Aunque todas estas medidas fueron muy discutidas y su aplicación muy


deficiente; es innegable que afectaron la composición de los grupos de poder
tradicionales y al reacomodarse se produjo una división en la élite
novohispana.

El despotismo ilustrado en la Nueva España.

El despotismo ilustrado era el predominio de los intereses del monarca y del


estado sobre los individuos y corporaciones; impulsó la agricultura, industria y
comercio; desarrollo el conocimiento técnico-científico y la difusión de las artes.
Cultura con predominio del poder real central.
En la Nueva España se traduciría en un control político más estricto. José
de Gálvez, visitador de la Nueva España entre 1765 y 1771, fue el artífice de
muchas de estas reformas en el territorio Novo hispano. Bajo el pensamiento
del despotismo ilustrado se buscó una mayor sujeción de la colonia a la
metrópoli.

Un primer paso fue poner a funcionarios incondicionales a la metrópoli en


los puestos claves coloniales, al imponérselos se logró lo que hasta ese
momento no había ocurrido, el ser una verdadera colonia. Nunca antes su
sometimiento y dependencia habían sido mayores.

Estos funcionarios reprodujeron también el esquema regalista de los


Habsburgo, que no era otra cosa que defender las regalías de la corona en las
relaciones del Estado con la Iglesia. Aunque eran cultivados en las artes, las
letras y doctrinas económicas, se dedicaron a sofocar cualquier intento de
crítica y de rebelión por pequeña que fuese. Par ello, en 1764 habían llegado
dos regimientos de tropas españolas destinados a residir permanentemente en
el país. Este ejército jugaría un papel importante en el posterior movimiento de
Independencia y sería la base del ejército del Siglo XIX.

Apertura comercial entre virreinatos

En 1796 la Nueva España se había convertido en la colonia más opulenta


del imperio español y era la que mayores ingresos aportaba a la Corona, gran
parte de ese logro se debió a los cambios implementados en el comercio.

Durante la etapa de los Austria el comercio era triangular; es decir, si una


mercancía tenía como destino Cartagena de Indias, en el actual territorio de
Colombia, y esta mercancía tenía su origen en la ciudad de México, ésta tenía
que seguir una ruta a Veracruz, luego Cádiz-Sevilla y después de cargársele
algunos impuestos volvía nuevamente a América a su destino final. Las
colonias no podían comerciar entre ellas.
Como salta a la vista éste es un esquema rígido y completamente
entorpecedor del comercio colonial. Además, el que sólo algunos puertos
estuvieran habilitados para desembarco y embarque propiciaba un gran
fenómeno de contrabando que no era controlado por la Corona. El caso por
ejemplo del Pacífico: la Nao de China sólo atracaba en Acapulco, pero dejaba
en San Blas mucha mercancía de contrabando; esto era debido, en parte, a los
grupos monopólicos que detentaban ese poder e impedían a toda costa la
habilitación de nuevos puertos o que las mercancías circularan libremente
entre las colonias.

Con los Borbones la situación cambió, pues se permitió el comercio


intervirreinal, sin tener que hacer el tipo triangular de comercio. Por otro lado,
se rompieron los monopolios y fuera de la ciudad de México se establecieron
consulados, una especie de cámaras de comercio, como los de Guadalajara,
Veracruz y Puebla, lo que favoreció el comercio regional. La apertura de
nuevos puertos, como el de San Blas en la Nueva Galicia, favoreció el
comercio de las provincias y permitió la consolidación de nuevos grupos de
comerciantes. En suma, podemos afirmar que surgieron nuevos comerciantes
con un gran poder económico.

Cambios en las instituciones políticas de la Nueva España

En 1786, se crearon doce intendencias en la Nueva España: la de Durango,


Guadalajara, Guanajuato, México, Oaxaca, Puebla, San Luis Potosí, Sonora,
Michoacán, Veracruz, Yucatán, Zacatecas. Pese a la oposición que duró
diecinueve años, especialmente de los virreyes, se promulgaron las
ordenanzas de 1786. Los nuevos funcionarios reclutados entre el ejército o la
administración, eran jóvenes con nuevas ideas que venían impregnados en el
espíritu de renovación borbónica y dispuestos a obedecer y servir de manera
incondicional al rey.

El sistema de intendencias fue tomado de los franceses y se había


adoptado en España desde varios años atrás. No sólo era la división territorial lo
que cambiaba sino también restaba poder al virrey ya la Audiencia. La máxima
autoridad de la Intendencia era el intendente o gobernador general, quien ejercía
autoridad en justicia, guerra, hacienda, fomento de actividades económicas y
obras públicas.

Otro cambio fue en la Real Audiencia que era la institución civil más
poderosa después del virrey. Era un organismo colegiado que fungía como
tribunal de justicia. Durante años se integró con una mayoría de criollos, pese a no
estar permitido, sin embargo, en 1779 la composición de la Real Audiencia era la
siguiente: cinco oidores españoles y cuatro criollos. Cinco alcaldes del crimen
españoles y uno criollo. Más tarde se decretó que sólo un tercio de los puestos de
las audiencias y salas capitulares de las catedrales americanas fueran accesibles
a los criollos. La Real Audiencia perdió poder y fue objeto de una política de
marginación que afectó singularmente a los criollos.

Los alcaldes mayores y sus tenientes letrados, que tenían funciones de


protección a los indios y que constantemente los explotaban, desaparecieron por
la Real ordenanza de Intendentes de 1786 y en su lugar se creó la figura de los
subdelegados, que serían pagados del ingreso proveniente de la recolección del
tributo indígena.

En cuanto a la Hacienda, por medio de José de Gálvez, se intentó


centralizarla constituyéndola independiente del virrey, cosa que no se logró y sólo
se generaron conflictos de jurisdicción entre las autoridades coloniales.

Donde sí existió una gran restructuración fue en el llamado tribunal de


cuentas que era una especie de fiscalizador de las cuentas del gobierno y
tesorería colonial. Este tribunal de cuentas tenía un serio atraso en cuanto a los
envíos de las cuentas a la metrópoli. Funcionarios de alto nivel, y no pocos
mayores de edad, eran la causa de esto. A instancias del visitador Gálvez se tuvo
personal nuevo y más joven. Nuevos funcionarios se encargaron de la
recaudación de impuestos y paulatinamente se les fue quitando a los particulares
esta función. Se implementó un impuesto del 6 por ciento sobre las ventas y un
impuesto especial al pulque.
Por otro lado se extendió el impuesto de las alcabalas, gravamen que se
aplicaba a las mercancías, y sobre todo se controló el monopolio del tabaco por
parte del Estado.

Las reformas borbónicas y sus efectos en las corporaciones eclesiásticas.

Con la política borbónica se pretendió que sólo un poder podía prevalecer y


ese poder era el del rey, por lo tanto, la Iglesia que era la institución más poderosa
en la Nueva España, por su poder económico, fuerza moral y funciones políticas,
fue el rival a vencer, especialmente en lo que se refiere al clero regular (religiosos,
religiosas). Entre otras medidas que se tomaron destacan: la prohibición de
nuevos conventos en América (1717), la de no aceptar novicios durante 10 años
(1734) y la prohibición de que las órdenes religiosas intervinieran en la redacción
de los testamentos.

El 25 de febrero de 1767 se decretó la expulsión de la compañía de Jesús,


tanto de la península como de sus colonias. Casi 400 miembros, muchos de ellos
criollos, fueron expulsados de la Nueva España. La disposición llegó a ésta y con
gran sigilo se cumplió la orden. De todo el territorio se concentró a los jesuitas en
la ciudad de México, posteriormente se les llevó a Veracruz y de ahí partieron a
Italia, donde se establecieron la mayoría de ellos. Muchos miembros de la orden,
especialmente los mayores de edad, murieron como consecuencia del precipitado
viaje a través del territorio y por barco. Las penalidades que sufrió este grupo
fueron mayúsculas como lo relataron ellos mismos en su exilio. Esta medida causó
una serie de protestas en toda la Nueva España. Sin los jesuitas se dejaba un
gran hueco en la educación de los criollos. La expulsión de esta Orden no afectó a
los niveles de gobierno, pero significó la eliminación de un poder muy unido al
criollismo, su aliado y maestro y el opositor, posiblemente el mayor, del
absolutismo monárquico o regalismo.

Para la monarquía española la orden jesuita era la más conflictiva de las


asentadas en las colonias españolas por su posición de obediencia al Papa y no al
monarca, así como por su postura de que la Iglesia mantuviera su independencia
frente al Estado. Esta orden era especialmente importante por el papel educativo
que jugaba en la Nueva España; su influencia en los criollos fue notable, además
crearon una conciencia nacionalista en los jóvenes educados en sus escuelas.
Este pensamiento sería importante en la formación de la mentalidad criolla que
tanta influencia tendría posteriormente, en el siglo XIX en la etapa del nacimiento
mexicano.

Todos estos ataques contra la Iglesia eran parte de las ideas que los
monarcas y su corte tenían acerca de ella. No sólo representaba un problema sino
también un objetivo económico, A causa de esto el clero novohispano sufrió una
serie de ataques en su inmunidad y jurisdicción. El clero, pese a tener fueros
especiales, fue violentado constantemente por las autoridades civiles con lo que
se provocó una serie de conflictos entre la institución y el Estado. Sin embargo,
pese a esto, la Iglesia siguió siendo un soporte del Estado, a tal grado era este
apoyo que la Iglesia novohispana en tiempos de guerra y en necesidades
económicas era la que más aportaba a la corona. Es difícil entender esto, sin
embargo, la Iglesia pese a los ataques de la corona hacia ella, comprendía que
podría causarle más daño y perder su propio papel si dejaba de cooperar con el
Estado y se ponía en una actitud hostil; además, y es importante señalarlo, los
obispos y autoridades principales religiosas eran nombrados por el rey y por tanto
había fidelidad que se traducía a agradecimiento incondicional.

La medida que más trastocó a la Iglesia novohispana fue la Real Cédula


sobre enajenación de bienes raíces y cobro de capitales de capellanías y obras
pías para la consolidación de vales reales, expedida el 26 de diciembre de 1804.
Por esta cédula se ordenaba sacar como préstamo el capital que se obtuviera de
la venta de los bienes raíces de la Iglesia y el capital circulante que tenía y
administraba en las colonias. El problema de esta medida era que el capital líquido
que tenía la Iglesia en la Nueva España estaba prestado a miles de agricultores,
mineros y empresarios, bajo prenda hipotecaria y pago de réditos. Esta situación
creaba un problema de fondo ya que mucho del capital prestado no se disponía
para pago inmediato. Todos los mineros y comerciantes que tenían contratados
préstamos con la Iglesia, sólo contemplaban el pago de intereses a ésta y el
capital lo tenían invertido. Así, al exigirles el pago de esas deudas se provocó
problemas mayúsculos en muchos sectores sociales como la minería, agricultura,
obrajes y pequeño comercio.

Panorama sociodemográfico de los grupos sociales y su relación con los


aspectos económico, político y cultural: clero, comerciantes, hacendados,
mineros y funcionarios

La época de las reformas borbónicas estuvo señalada por un impresionante

crecimiento económico, por ejemplo, los impuestos provenientes de la minería


subieron de un millón de pesos, a principios del siglo XVllI, a casi tres millones a
mediados de ese mismo siglo, y para fines del mismo eran más de cuatro
millones. En otro rubro, el tributo que pagaban los indios, mulatos y mestizos a
principios del siglo XVlII sumaba sólo 332 513 pesos y a fines del siglo se duplicó,
llegando a un millón y medio de pesos. Aunque esto, en una lectura más profunda,
no es posible que sea producto de las propias reformas sino parte de una inercia
que desde el siglo XVII había iniciado; parece ser que muchas de las cifras que se
habían tomado siempre como modelo para hablar de esta etapa estaban "infladas"
y no revelaban la realidad.

En cambio, durante el siglo XVIll la población novohispana se recuperó en


todas las regiones, por ejemplo, en Guadalajara tenían una población de 485 000
Y subió a 517 674 en 1810.Para este mismo año las

intendencias más pobladas eran las de México, Puebla, Yucatán, Guadalajara y


Michoacán que sumaban poco más de cinco millones.

La sociedad estaba dividida en estamentos o apartados sociales,


perfectamente delimitados. Cada grupo social tenía definida su función y su papel.
Los españoles peninsulares tenían el predominio en lo político y social. Así, los
virreyes y obispos eran españoles, aunque algunas veces, estos últimos, fueron
nombrados de entre los criollos.

Por debajo de los españoles estaban los criollos; hijos de españoles


nacidos en este territorio. Tenían importantes prerrogativas, por ejemplo, al frente
de los conventos se daba un periodo de prior cubierto por criollos y otro por
españoles. En cuanto a los puestos de gobierno, si bien no tenían los más
importantes, su presencia se hacía sentir en las audiencias y en lo cabildos y en
puestos eclesiásticos importantes, como los cabildos de las catedrales y
eventualmente, como se había ya señalado, obispos. Los criollos se educaban en
la Universidad de México y en los colegios jesuitas, antes de su expulsión, allí
comenzaron a formarse una conciencia nacionalista que podríamos llamar
mexicana.

Esa conciencia no sólo se observó en los criollos, también en los propios


peninsulares que al llegar a esta tierra, casarse y tener hijos criollos tuvieron
también una forma de pensar diferente; ya su tierra era ésta, habían adquirido una
conciencia criolla y la veían más propia que la de la península de donde
procedían. Aunque inicialmente podría pensarse en una gran pugna entre criollos
y españoles, durante la etapa que estamos refiriéndonos debemos ser muy
cuidadosos. Ciertamente la llegada del visitador Gálvez, de gran influencia en el
Consejo de Indias, que tensó mucho el panorama para los criollos no sólo afecto a
éstos, sino también al grupo peninsular, que lo dividió y debilitó, prueba de esto es
la enérgica protesta que contra las medidas adoptadas por el gobierno
metropolitano hizo el Consulado de México en 1765. Podemos asegurar que la
élite novohispana era de americanos y españoles. Teniendo presente lo anterior
nos podemos explicar el hecho de las alianzas entre peninsulares y criollos
ilustrados para defenderse de las medidas gubernamentales borbónicas, esto no
habría sido posible si la pugna entre dichos grupos fuera irreconciliable.

Los españoles y los criollos eran un estamento dominante en la sociedad


de la Nueva España. El siguiente estamento, el de los mestizos, era con mucho
una casta con privilegios mucho menores que los criollos. Fueron un factor de
inestabilidad desde el inicio de la conquista. Eran hijos de padre español y de
madre india y no tenían un lugar definido en la sociedad de su tiempo. Eran
rechazados por la sociedad indígena y la española. Pese a esto muchos de ellos
participaron en el proceso político y cultural novohispano y adquirieron también
una conciencia de clase muy fuerte que les permitió ser actores principales en el
drama del siglo XIX, dándoles a muchos de ellos papeles protagónicos. Los
indígenas estaban inmediatamente después realizando trabajos de construcción y
en los campos. Sin embargo, poseían una serie de privilegios, por ejemplo, no
eran sujetos de inquisición, es decir, no se les podía juzgar por parte del tribunal
del Santo Oficio, contaban con su propio juzgado, además tenían privilegios por
parte de la corona.

Había otros estamentos debajo de ellos, los negros, que eran generalmente
esclavos y hacían trabajos en las minas y en las plantaciones.

De esta casta hacia bajo encontramos a los mulatos y un sinnúmero de


castas que tenían nombres como chamizo, salta-atrás, cholo, etc. Su función
social estaba en la base de la pirámide, sosteniéndola.

Aunque no es exacto el cálculo hecho por Humboldt acerca de la población


novohispana, nos da una idea del número de habitantes por casta.

Indígenas o indios 2500000


Blancos o españoles criollos 1 025000
Europeos 70000
Negros africanos
6100
Castas de sangre mezclada
1 231 000

El
El clero era uno de los factores más importantes en la sociedad novohispana.
Estaba dividido en clero secular, que eran los curas de las parroquias, no tenían
votos de pobreza y no vivían en comunidades, y el clero regular, que vivía con la
Regla, estaban organizados en comunidades, tenían voto de pobreza y estaban
dedicados a zonas de misión generalmente alejadas de los centros de población,
por ejemplo, en la lejana California.

El clero cumplía funciones diversas además de encargarse de la


evangelización y los aspectos religiosos, tenía funciones de banca, ya que
prestaba dinero a mineros, comerciantes y hacendados. Esta función fue muy
importante y posibilitó el crecimiento económico en la colonia. Sin embargo, el
clero también provocó el estancamiento en la economía, ya que muchas de las
tierras que se donaban o pasaban a ser parte de la Iglesia dejaban de ser
productivas y esto, poco a poco, retrasó parte de la economía; ante esta situación
la Corona tomó algunas medidas, sin embargo, a principios del siglo XIX, la
situación seguía siendo problemática en la Nueva España.
La Nueva España era ante todo una colonia que tenía una especial
predilección por el comercio, tanto interno como externo, por ello, los comerciantes
tenían un papel significativo dentro de la sociedad colonial; por un lado, eran los
encargados de surtir de productos a una sociedad creciente y por otro su papel de
intermediarios los hacía buscar mejores precios, lo que se prestaba a situaciones
de corrupción, pero también de creación de redes que después formaron las
oligarquías regionales. Es importante pensar en los mercados de la Nueva España
como una red, tejida por los comerciantes que servían de instrumentos de
integración, tanto para el mercado interior como exterior, ya que sus redes
llegaban hasta la propia Sevilla.

Estas redes se formaban generalmente al casar a la hija, o las hijas, con


funcionarios reales, y alguno de sus hijos enviarlo al seminario donde hacía una
carrera eclesiástica, que culminaba en un puesto importante, con el apoyo del
padre. De esta manera se iban creando dichas redes que a veces llegaron a ser
tan complejas, pero tan efectivas que formaron oligarquías regionales poderosas.
Este sistema se fortaleció más a fines de la colonia, cuando se crearon los
Consulados, una especie de cámara de comercio, que favorecieron mucho al
comercio y a todo lo relacionado con éste.

Durante el curso del siglo XVIII se fueron creando en el mapa social, por
necesidades de crecimiento de las ciudades y centros mineros, polos productores
de carne y de granos. Muchas de las haciendas, especialmente en el norte,
llegaron a tener miles de hectáreas y ser centros productivos de alimentos
extraordinarios, y los hacendados llegaron a tener un poder que rivalizaba con el
de las autoridades. Algunos de estos hacendados eran comerciantes, que poco a
poco sintieron la necesidad de cerrar el ciclo productivo y en vez de comprar
productos, los producían. Generalmente el hacendado vivía en las ciudades y los
administradores de las haciendas los mantenían informados sobre sus
propiedades. Las haciendas eran fuentes de empleo, pero también de explotación,
donde la voz del administrador o el hacendado eran la ley.
Los mineros fueron muy favorecidos durante el periodo borbónico. Siendo
uno de los ramos más importantes de la economía colonial, se buscó hacerla más
eficiente. Uno de los mayores impactos de las reformas borbónicas fue
precisamente en este rubro. Se rebajó a la mitad el precio del mercurio, se dio una
exención de impuestos para la compra de maquinaria y materias primas y se les
permitió formar un consulado similar al de los comerciantes, un tribunal que
conociera de los asuntos en esta rama, un banco de avío para mineros que les
permitiera acceder a créditos para la explotación y un colegio de minería que
profesionalizó esta importante actividad.

Los funcionarios como representantes del poder real tuvieron un papel


fundamental en la sociedad colonial. La mayoría de ellos procedentes de la propia
España eran, en el caso del virrey, individuos con cierta influencia en la corte y
que se vieron favorecidos por un puesto en donde además de sueldo obtenían
dinero por el tráfico de influencias. Los funcionarios que llegaban solteros eran
pronto asediados por los comerciantes, mineros o hacendados, que les
presentaban a sus hijas con el fin de establecer nexos importantes para sus
negocios. Aunque prohibida esta práctica, fue muy común encontrar a funcionarios

casados con criollas novohispanas. Al fin del periodo algunos de ellos regresaban
a España cargados de honores y de dinero, otros optaban por quedarse y hacían
de la Nueva España su casa, llegando a tener un gran afecto por su nueva tierra y
sus habitantes; a este proceso se le conoce con el nombre de criollización.

Crisis colonial y proceso de Independencia

En general las reformas borbónicas fueron una verdadera revolución en el


gobierno español, conteniendo los principios del Estado liberal burgués del siglo
XVIII, fueron el modelo que sirvió a los políticos federal progresistas durante las
primeras décadas de la República; así debemos comprender que es posible que la
Independencia de los estados americanos españoles y especialmente la Nueva
España, haya sido un proceso generado por el choque entre la madurez
ideológica alcanzada por el criollismo novohispano y americano con el intento de
modernización del Estado español y el quebrantamiento de su monarquía.

En lo que podríamos llamar la macroeconomía, las reformas borbónicas


crearon un mejor estadio económico, pero tuvieron un aspecto negativo pues
propiciaron un ambiente social muy explosivo. Las contradicciones sociales que
produjeron, como fue un mayor ensanchamiento de la brecha españoles-criollos
(que más bien deberíamos llamarle el choque de las mentalidades criollas y
"gachupinas"); las afrentas de los criollos y de los españoles criollizados por la
expulsión de los jesuitas, sus maestros intelectuales; el desplazamiento en los
puestos públicos, pero también la afectación de los intereses comerciales de la
oligarquía, hacían de esta situación un polvorín social pronto a estallar.

Por otro lado crecieron las ciudades y la migración a las mismas, lo cual
provocó brotes de inseguridad; se empezaron a ver grupos de ladrones que
buscaban a toda costa la supervivencia. Muchos de ellos eran desplazados y
resentidos sociales a los que se les habían arrebatado sus tierras y que buscaban
la manera de vengarse socialmente.

Aunado a lo anterior, se fortalecía la creencia, entre los criollos y algunos


españoles, de que su dependencia a la metrópoli les impedía llegar a mejores
estadios económicos, ya que esta tierra rica, al liberarse de España, haría que sus
habitantes fueran más ricos e importantes. Es decir, se veía a España como la
gran saqueadora de la riqueza que justamente le pertenecía a ellos, los que ya
podríamos llamar americanos.

Lo anterior sólo necesitaba una chispa para arder; esta chispa la provocaría

la invasión a España por parte de Napoleón en 1808 y el apresamiento de la


familia real. El motivo fue la abdicación de Carlos IV a favor de su hijo Fernando
VII y de éste a favor de Napoleón, quien a su vez cedió el trono a su hermano
José Bonaparte, apodado "Pepe botellas ".

Con la familia real desterrada en Bayona, en las colonias se comenzaron a


discutir los aspectos de la soberanía; sin rey, ¿dónde residía ésta? La respuesta
que los criollos dieron, en su baluarte del Cabildo del Ayuntamiento de la ciudad
de México, es que el derecho de Fernando a la Corona era incuestionable y por
ello no se le negaba obediencia, pero la soberanía había sido otorgada al rey por
la nación de modo revocable.

Y fueron más allá; las abdicaciones de Carlos y Fernando eran nulas pues
el rey no podía disponer de sus reinos a su arbitrio, ya que eran contrarias a los
derechos de la nación a quien nadie podía darle rey, sino era ella misma, por el
consentimiento universal de sus pueblos y esto era sólo en el caso de que el rey
muriera sin dejar sucesor legítimo. Esto no era otra cosa que la doctrina del "Pacto
Social", postulada no por Rousseau sino por Vitoria y Suárez y en las doctrinas del
jusnaturalismo racionalista de: Grocio, Pufendorf y Heinecio. Por ello, y como
parte de esta postura, cuando el rey estaba imposibilitado para gobernar, la nación

volvía a asumir el ejercicio de la soberanía, pero al regresar el monarca a sus


funciones cesaba automáticamente el ejercicio directo de la autoridad por la
nación. Entre los criollos más destacados de este movimiento podemos citar a
Francisco Primo de Verdad y Ramos y Juan Francisco Azcárate.

E15 de agosto de 1808, este grupo propuso al virrey José de Iturrigaray


convocar a una junta de ciudadanos que gobernara en el interregno y guardara la
soberanía a Fernando VII. Aunque visto con simpatía este movimiento comenzó a
provocar temores y así el 15 de septiembre de 1808un rico español, Gabriel de
Yermo, secundado por dependientes de las grandes casas de comercio de la
ciudad de México, dio un golpe de Estado de facto, al detener al virrey Iturrigaray,
y convocar a la Real Audiencia para nombrar nuevo virrey a Pedro Garibay, viejo
soldado español. Posteriormente se nombraría nuevo virrey, por parte de la junta
central de España, al obispo de México Francisco Javier de Lizana. En una nueva
conspiración fue destituido por la Real Audiencia este obispo-virrey y finalmente
en agosto de ese año llegó a la Nueva España el nuevo virrey Francisco Javier
Venegas. Estos movimientos indican claramente que pese a existir un
quebrantamiento en la disposición de la oligarquía, no existían todavía factores
que atentaran contra los intereses de la oligarquía Novohispana.
Estos movimientos provocaron una gran agitación entre los grupos del
criollismo, gestándose varios movimientos, más o menos parecidos, casi todos
fallidos, salvo la conspiración de Querétaro en 1810.

COMENTARIO

El siglo XVIII fue un periodo de grandes cambios en la forma en la que la


burguesía y el pueblo en general entendieron su relación con la clase gobernante;
a este periodo se le conoce como Ilustración o el Siglo de las Luces, en referencia
a los cambios, en el pensamiento científico y social que modificaron y ampliaron el
entendimiento del ser humano sobre sus sociedades, gobiernos y su entorno en
general. Los planteamientos de libertad e igualdad que se gestaron durante este
periodo desembocaron finalmente en la aparición de los movimientos reformistas y
separatistas como el de la Revolución Francesa, el de las 13 colonias y
eventualmente el de las colonias españolas en América Latina.

Otro de los detonantes de la Independencia de México y del resto de las


colonias en América fue la explotación económica. Las reformas borbónicas, y en
particular el Reglamento de Intendencias de 1786 modificaron los reglamentos
fiscales del momento y aumentaron los impuestos, lo que generó el descontento
de los productores y comerciantes de la época. La situación se agudizó en 1804, a
raíz de la Real Cédula de Consolidación de Vales reales que quitó liquidez a las
obras pías, que eran las que daban crédito a los agricultores, y por tanto los dejó
sin funcionamiento.

Los cambios de concepción de la sociedad (incluyendo una forma distinta


de entender la responsabilidad económica de las personas en el Estado) fueron
tierra fértil para generar los conflictos entre quienes buscaban cambios en las
estructuras políticas, económicas y sociales, y aquellos que querían mantener el
estado de las cosas.

1.5 Causas internas.

1.5.1 La conjura del Ayuntamiento.

Al conocerse lo ocurrido en la Metrópoli y el triste papel que habían desempeñado


sus soberanos, se apoderó el desconcierto de las autoridades novohispanas, pero
no les quedó otro camino más que el de jurar lealtad al monarca José I. A pesar
de ello, el Ayuntamiento de la Ciudad de México y el Campeche, entre otros,
manifestaron su rechazo a esa postura, pues consideraban que era ilegítima tal
resolución, ya que se había violentado el orden de España, y el nuevo rey no era
conocido por el pueblo español.

El virrey José de Iturrigaray se propuso desobedecer las órdenes enviadas desde


España, mantener el virreinato en estado de defensa y esperar el curso de los
acontecimientos, sin embargo, el regidor Juan Francisco de Azcarate y el síndico
Francisco Primo de Verdad, ambos de Ayuntamiento de la Ciudad de México,
solicitaron a Iturrigaray la formación de un gobierno provisional, independiente del
de España, al menos hasta que fuera restablecido en el trono Fernando VII.
Acordaron lanzar una convocatoria para una Junta de Gobierno, a la que acudirían
representantes de toda la Nueva España; mientras se organizaba dicho cuerpo
político, el virrey se encargaría del gobierno de la colonia.

Sin embargo, la propuesta no fue aceptada por los miembros de la Real


Audiencia, y temerosos de que el movimiento llegara a consolidarse, el 15 de
septiembre de 1808, apoyaron a un grupo de trescientos españoles encabezados
por el hacendado Gabriel de Yermo, que destituyeron a José de Iturrigaray y
nombraron nuevo virrey a Pedro de Garibay; los responsables del primer intento
fallido de independencia, Iturrigaray, primo de verdad, Azcarate y el fraile Melchor
de Talamantes, fueron aprendidos, pero como no se les aplicó el castigo que
esperaban los españoles, se molestaron con Garibay y lo despojaron del gobierno,
poniendo a Francisco Javier de Lizana y Beamount.

1.5.2 Las conspiraciones de Valladolid y Querétaro.

Conspiración de Valladolid

Las ideas y los anhelos de los miembros del ayuntamiento de México no fueron
privativos de ellos, sino que estaban difundidos por todo el virreinato y anidaban
tanto en grupos numerosos de letrados como de eclesiásticos criollos y mestizos.
Universidades, colegios y seminarios eran semilleros de renovación, de
transmisión de las tendencias jurídicas y políticas más en bogas, de los principios
de que todos los hombres tienen una serie de derechos que deben ser respetados
y también una participación en la definición y organización del Estado. Se había
cobrado conciencia de la discriminación de criollos y mestizos en los puestos
directivos, de la inmovilidad social de grandes núcleos y del aumento de poder de
la oligarquía metropolitana, buena parte de ella incapaz de realizar un buen
gobierno y amante de privilegios y prebendas. El pueblo sufría con la mala
distribución de la riqueza, la escasez y el hambre, el maltrato, las duras jornadas
de trabajo y el mísero jornal, el despotismo de mayordomos y capataces y la
indiferencia de las autoridades antes sus males.

Los miembros de la clase media, por su formación cultural, observación de la


realidad y los medios de información con que contaban, pudieron darse cuenta de
la crisis económica a la que no encontraban solución y también de muchos
acontecimientos más: las guerras europeas que originaban abundantes y fuertes
sangrías económicas a las colonias, sin que obtuvieran beneficio alguno; las
exigencias fiscales que gravaban su economía y principalmente la de los grupos
inferiores; la revuelta de las colonias inglesas contra su metrópoli, su constitución
en modernos Estados en los cuales se garantizaban libertades y derechos de
todos los hombres y se posibilitaba su acción en la política; la Revolución
Francesa, que arrasó con las formas políticas y gubernamentales del antiguo
régimen, con el poder absoluto de los reyes e instauró nuevas formas de gobierno
y difundió con claridad excepcional el catálogo de los derechos del hombre
llevados a sus consecuencias extremas; cómo un pueblo aherrojado y humillado
durante varios siglos, un pueblo de negros, descendientes de esclavos como era
el de Santo Domingo, se rebelaba y alzaba contra sus opresores provocando
sangrientas represalias, hecho que debería servir de ejemplo para que aquí no
ocurriera algo semejante; los desheredados día tras día sufrían injustas
desigualdades y miseria y esperaban con ansia el momento de cambiar esa
situación, de poner fin a su ancestral y angustiosa miseria, aun a costa de su
propia vida.

El ámbito novohispano en 1809 estaba preparado para una transformación radical.


Altos funcionarios civiles y eclesiásticos eran partidarios de un cambio en las
estructuras, el cual deseaban que se hiciera desde arriba; pero las clases media y
baja no creyeron en esa posibilidad; máxime cuando ante la primera oportunidad
de mostrar su voluntad y participación se les cerraba en forma violenta todo
camino. El cambio tenía que lograrse por la vía de las armas, mediante una
revolución que desalojara del poder a los españoles para darlo a los hijos del país
y así mejorar la situación social y económica del pueblo.

Para 1809 se conspiraba abiertamente en varias ciudades. Se sabe que militares


como Allende y otros realizaban viajes por diversas regiones y que se
concentraban fuerzas, se elaboraban planes y se esperaba el momento oportuno
para actuar. En Valladolid, cabecera de la provincia de Michoacán, y en Querétaro
residían los principales grupos de conjurados, ligados por muy diversos vínculos
con otros de Celaya, San Miguel, Dolores, Tlalpujahua, etc. En Valladolid, varios
militares que habían estado en Jalapa, y que por tanto se relacionaban con
muchos otros de diversas regiones –el capitán José Mariano Michelena, Mariano
Quevedo, Ruperto Mier y Manuel Muñiz; los licenciados José Soto Saldaña y José
Nicolás Michelena; el párroco de Huango, Manuel Ruiz de Chávez; el franciscano
fray Vicente de Santamaría y don Luis Correa-, constituyeron uno de los focos
conspiradores más importantes. Por sus declaraciones se sabe que, con el
pretexto de defender el reino frente a Napoleón, integrarían en Valladolid una junta
para que gobernase en nombre de Fernando VII, alejar a los españoles de sus
empleos y confiscar sus bienes. Un medio de atraerse partidarios fue su promesa
de eximir a los indios del tributo y aligerarles algunas obligaciones fiscales y
laborales.

Que la conspiración era importante y extensa se deduce por las personas


implicadas, la falta de sigilo y la denuncia reiterada que se hizo de ella el 14 y 21
de diciembre de 1809; este último día se aprehendió a los conjurados. Inició el
proceso, los militares fueron enviados a corporaciones de San Luis y jalapa. De
Santamaría fue recluido en el convento del Carmen y a los demás se dio la ciudad
por cárcel debido a la benignidad del arzobispo-virrey, quien con su conducta
disgustó a los peninsulares, que pidieron su remoción; por ello quedó la audiencia
como gobernadora desde mayo hasta el 13 de septiembre de 1810.
La denuncia de esta conspiración motivó a los conjurados que se reunían en
Querétaro a apresurar sus preparativos y adelantar sus planes.

1.5.3 Conspiración de Querétaro

La caída de la conspiración de Valladolid forzó a los integrantes de la de


Querétaro a apresurar sus preparativos.

Con el pretexto de tratar temas culturales y artísticos en la Academia Literaria del


presbítero José María Sánchez, en Querétaro, se reunían el maduro corregidor de
esa ciudad, licenciado Miguel Domínguez y su entusiasta y patriota esposa Josefa
Ortiz, así como los hombres de leyes Lorenzo Parra, Mariano Lazo de la Vega y
Juan N. Mier Altamirano, varios militares como Joaquín Arias, Francisco
Lanzagorta, Ignacio Allende, Juan e Ignacio Aldama, y también comerciantes
como los hermanos Epigmenio y Emeterio González, además de otras personas
como fray José Lozano, Ignacio Gutiérrez, Mariano Galván, Ignacio Pérez,
Francisco Araujo y Antonio Téllez. Su objetivo era formar una junta que asumiera
el gobierno en nombre de Fernando VII y, sobre todo, que desplazara a los
peninsulares de los cargos públicos de importancia.

El 15 de septiembre de 1810 –dos días después de que asumiera el cargo de


virrey Francisco Javier Venegas- la conjura queretana fue descubierta: el propio
corregidor y su esposa, además de otras personas, fueron arrestados. Sin
embargo, doña Josefa logró enviar un emisario para prevenir a los conjurados de
la ciudad de San Miguel el Grande; de inmediato, los capitanes Juan Aldama e
Ignacio Allende se desplazaron a Dolores, para reunirse con Miguel Hidalgo y
Costilla, párroco del pueblo y uno de los que más animaba la conspiración. Sin
tiempo para convocar al resto de las milicias de la zona, decidieron iniciar allí
mismo la rebelión. Tras unas horas de espera, al amanecer del domingo 16 de
septiembre, Hidalgo convocó a la población con la campana de su iglesia –el
medio habitual- y explicó a la población que era indispensable rebelarse para
defender el gobierno de Fernando VII y la religión católica. Varios cientos de
campesinos respondieron a su llamado y se unieron a los cuerpos de milicias
dirigidos por Ignacio Allende y Mariano Abasolo. Este contingente, que no llegaba
ni a 1000 personas, tomó la guarnición del poblado, liberó a quienes estaban
detenidos en la cárcel, y encerró en ella al alcalde. Se apropió de los bienes de los
peninsulares ricos y luego salió rumbo a San Miguel: la revolución social de la
Nueva España comenzaba.

Muchos criollos creían en la conveniencia de convocar al pueblo a través de la


religión. Por eso, lo primero que hizo el grupo dirigido por Hidalgo, Allende y
Aldama al salir de Dolores la mañana del 16 de septiembre, fue tomar de la casa
de ejercicios de Atotonilco un estandarte de la Virgen de Guadalupe y convertirlo
en su insignia. A partir de ese momento, la marcha del ejército rebelde adquirió
también las características de una gran procesión religiosa.
COMENTARIO

En los trescientos años de vida colonial, se desarrollaron nuevas


condiciones en los países de la América Latina. En todos ellos existía un sistema
semifeudal. Las haciendas comprendían la mayor la mayor parte de la tierra de
labor; compraban y vendían poco, con excepción de las que abastecían de víveres
y demás artículos a las poblaciones mineras. La masa de la población vivía de
hecho como siervos. Las prohibiciones implantadas por España impedían el
desenvolvimiento del comercio y de la industria. El comercio entre las colonias
estaba muy restringido, y en algunos casos totalmente prohibido. La Corona
española cobraba fuertes impuestos, como el tributo personal y el quinto real
sobre la extracción de metales preciosos.

La estructura social estaba relacionada con las diferencias raciales. El


grupo más privilegiado era el de los españoles peninsulares, quienes disponían de
los altos puestos del gobierno civil, religioso y militar. Los criollos, descendientes
puros de españoles, nacidos en las colonias, eran los dueños principales de las
haciendas y de las minas. Habían desarrollado una conciencia propia, que los
hacía considerarse americanos y no españoles. Estaban profundamente
disgustados porque los impuestos que pagaban eran elevados y no se empleaban
en su beneficio. Por su situación económicamente fuerte y su alto nivel cultural,
esta clase aspiraba al dominio político de sus países, tratando de desplazar a los
peninsulares.

Se contaba un gran número de “castas”, resultado de las mezclas de razas.


Sin ningún derecho al principio, poco a poco habían ido ascendiendo y eran los
artesanos de las ciudades (sin poder llegar a maestros), los trabajadores de las
minas y, en parte, del campo. El grupo más oprimido de la población estaba
constituido por los indios, desposeídos de la mayor parte de sus tierras y sujetos al
dominio político y económico de los conquistadores. En algunos países había
fuertes núcleos de esclavos negros, o de sus descendientes, que también vivían
en una situación miserable.
Existe así una doble contradicción en las colonias: por una parte, los criollos,
quienes quieren la independencia política de sus países conservando sus
privilegios económicos, se oponen a los peninsulares. Por otra, las castas y los
indios, que desean no solamente la independencia, sino también una profunda
reforma social, que les entregue tierras y mejore su situación económica, tienen
intereses opuestos a los de ambos grupos privilegiados: españoles peninsulares y
criollos. Estos dos elementos de lucha se mezclan en las guerras de
independencia, de 1808 a 1825, y siguen manifestándose en estas naciones
cuando ya son independientes.

Los países latinoamericanos tenían, a principios del siglo XIX,


aproximadamente 14 millones de habitantes. Una minoría de éstos eran
peninsulares; los criollos sumaban algunos millones; la mayoría estaba formada
por indios y castas, y había una escasa población negra (sobre todo en el Caribe).

Las contradicciones existentes sólo necesitaban un pretexto para estallar


en una lucha violenta. Este pretexto resultó ser la situación en España. Bajo el rey
Carlos IV, la administración carecía ya totalmente de fuerza y de organización bien
definida. Con el fin de hacer efectivo el bloqueo continental, Napoleón atraviesa
España para atacar Portugal. Estalla una rebelión, que obliga a Carlos IV a
abdicar a favor de su hijo Fernando VII. Después, Napoleón impone a ambos la
renuncia a favor suyo y pasa la corona real de España a su hermano José
Bonaparte.

La situación fue aprovechada por los criollos para lograr la independencia. El


municipio de la ciudad de México, el cabildo de Buenos Aires y otras instituciones
dominadas por los criollos, intentaron tomar el poder a nombre del cautivo rey
Fernando VII. En México, este intento fracasó debido a un golpe de Estado
organizado por los españoles peninsulares. En otros países, a raíz de los actos
realizados por los municipios o ayuntamientos, continúa la lucha hasta la
consumación de la independencia.
II. CONSOLIDACIÓN DE LA NACIÓN MEXICANA.

2.1. Del imperio a la república.

El Imperio Mexicano fue el nombre de la actual república de México en dos


breves ocasiones en el siglo XIX, cuando era gobernado por un emperador. Con la
Declaración de Independencia del Imperio Mexicano de España en el año 1821,
México se convirtió en una monarquía independiente, pero fue pronto
reemplazado por la Primera República Mexicana. Pero, luego de guerras civiles se
volvió al gobierno monárquico durante el Segundo Imperio Mexicano en los años
1864-1867.

En una mañana del 28 de septiembre de 1821 se instaló una Junta


Provisional de Gobierno, encargada de redactar el Acta de Independencia y de
organizar un congreso que decidiera la forma de gobierno para el país.

La situación era difícil. Habían muerto seiscientos mil hombres: casi la


décima parte de la población y la mitad de los que trabajaban. Minas, campos y
fábricas estaban abandonados; casi nadie pagaba impuestos y los gastos del
gobierno aumentaban día con día, sobre todo para mantener al ejército.

Hasta entonces las tierras de los indígenas pertenecían a los pueblos y no a


las personas. Las trabajaban entre todos los habitantes del pueblo y nadie podía
venderlas. Como los indígenas no estaban acostumbrados a que la tierra fuera
propiedad privada, la igualdad de todos los mexicanos ante la ley los dejó en
desventaja frente a los criollos.

España no reconoció los Tratados de Córdoba que O'Donojú había firmado.


No aceptó que México era independiente, y hasta 1825 siguió ocupando el fuerte
de San Juan de Ulúa, en Veracruz. Además de España, otros países europeos
querían apoderarse de México, para explotar sus riquezas.
A los mexicanos les faltaban armas y dinero, y así tendrían que defenderse.
Lo peor era que se encontraban divididos, porque no estaban de acuerdo en la
forma de gobierno que debían adoptar: unos querían una república y otros una
monarquía. De estos últimos, unos querían que reinara algún príncipe español, y
otros que fuera coronado Iturbide.

España no aceptó enviar un príncipe al trono de México y eso reforzó las


ambiciones de Iturbide, que quería ser emperador. Sus seguidores ejercieron
mucha presión para que éste fuera coronado. Así, el Congreso lo declaró
Emperador, con el nombre de Agustín I. La coronación fue muy elegante, pero el
imperio duró apenas once meses, hasta marzo de 1823.

Muchos mexicanos se oponían a Iturbide, y algunos diputados conspiraron en su


contra. El emperador disolvió el Congreso y realizó otros cambios políticos.
Antonio López de Santa Anna, que era comandante general de la provincia
de Veracruz, fue destituido y se rebeló contra Iturbide. Se puso de acuerdo con
Guadalupe Victoria, y en febrero de 1823 Santa Anna proclamó el Plan de Casa
Mata, que proponía establecer el sistema republicano.

En marzo de 1823 Iturbide renunció al trono y se fue a Europa. Las


provincias de Centroamérica (lo que actualmente son Guatemala, Honduras, El
Salvador, Nicaragua y Costa Rica), que se habían unido al imperio, se separaron
de México. Al año siguiente Iturbide regresó; como en su ausencia el Congreso
había decretado que no podía volver a México, bajo pena de muerte, fue fusilado.

Cuando Iturbide dejó el trono, el gobierno quedó en manos de un Supremo Poder


Ejecutivo formado por Nicolás Bravo, Guadalupe Victoria y Vicente Guerrero, ente
otros, que convocó a un segundo Congreso.

Los diputados del nuevo Congreso decidieron que México sería una
república. Unos querían que la república fuera federal, formada por la unión de
varios estados, libres y soberanos para resolver sus problemas internos. Otros
querían que fuera centralista, con provincias o departamentos en lugar de estados,
y un poder central que resolviera todos los asuntos. La Constitución de 1824,
preparada por este Congreso, se promulgó el 4 de octubre. Se decidió que México
fuera una república federal, y que se llamara Estados Unidos Mexicanos.

Además, dicha Constitución declaraba que todos los mexicanos eran


iguales, que la única religión sería la católica, y concedía la libertad de imprenta.
El Congreso convocó a elecciones, las primeras que hubo en el México
independiente; resultaron electos, como presidente Guadalupe Victoria y como
vicepresidente Nicolás Bravo.

Los primeros países que reconocieron la independencia de México fueron:


Chile, Colombia, Perú, Estados Unidos de América e Inglaterra.

El gobierno de Guadalupe Victoria consiguió que los españoles que todavía


estaban en San Juan de Ulúa se rindieran, hizo efectiva la abolición de la
esclavitud que había decretado Hidalgo e impulsó la educación. Dos préstamos
ingleses le permitieron pagar.

A tiempo los sueldos del ejército y de los empleados de gobierno. Otros


préstamos extranjeros hicieron posible reparar los daños que habían sufrido las
minas y ponerlas a funcionar. Comerciantes europeos y estadounidenses se
instalaron en México.

Para defender sus intereses, los criollos ricos formaron agrupaciones


políticas que se llamaron logias masónicas de rito escocés. Estos grupos
formados por partidarios del centralismo se oponían a la república federal. El
embajador Poinsett intervino nuevamente en los asuntos internos de México y
organizó a la gente de clase media en otras logias, llamadas de rito yorkino, que
preferían el sistema federal.

Al terminar el gobierno de Guadalupe Victoria, después de un


levantamiento, asumió la presidencia Vicente Guerrero.

Mientras tanto, los españoles se preparaban en Cuba para reconquistar México.


Corrió el rumor de que recibirían ayuda de los españoles que estaban en el país, y
Guerrero expulsó a estos últimos. La medida tuvo efectos desastrosos, pues los
desterrados se llevaron sus riquezas.
Sin recursos suficientes, era difícil resistir las presiones del ejército y del
clero que querían conservar las ventajas que habían tenido en los últimos años del
virreinato. Era difícil hacer producir los campos, las minas y las fábricas; mejorar y
vigilar los caminos. Sin dinero suficiente no había manera de aumentar la riqueza
de la nación, de afrontar la amenaza de agresiones extranjeras, ni de mantener la
paz.

Con la intención de reconquistar México, el gobierno español envió una


expedición, comandada por Isidro Barradas. Los invasores se adueñaron de
Tampico en 1829, pero fueron derrotados de inmediato por Santa Anna. Guerrero
mandó a su vicepresidente, Anastasio Bustamante, al frente de otro ejército a
Jalapa, para contraatacar rápidamente en caso de otra invasión, pero Bustamante
aprovechó esas tropas para rebelarse contra Guerrero y apoderarse de la
presidencia.

Guerrero se refugió en las montañas del sur. Bustamante pagó, según se


dice, cincuenta mil pesos de oro a un marino genovés, Francisco Picaluga, para
que le entregara a Guerrero. Picaluga invitó al insurgente a comer a su barco, en
Acapulco, y cuando lo tuvo a bordo levó anclas. Guerrero fue acusado de traición
y fusilado en Cuilapan, Oaxaca, el 14 de febrero de 1831. Tras la muerte de
Guerrero hubo levantamientos que obligaron a Bustamante a dejar la presidencia.

La primera reforma liberal.

Los primeros años de México Independiente.

Las nuevas elecciones hicieron presidente a Antonio López de Santa Anna,


y vicepresidente a Valentín Gómez Farías. Santa Anna se retiró porque se sintió
enfermo, y dejó en su lugar a Gómez Farías.

Durante la primera reforma liberal, Valentín Gómez Farías y el escritor José


María Luis Mora estaban convencidos de que era importante liberar al país de los
gastos que significaba mantener al clero y al ejército, así como de los privilegios
que uno y otro tenían. Crearon el partido reformista, que deseaba la igualdad de
todos los mexicanos ante la ley. Fue el partido de los liberales, de los federalistas.

El clero y el ejército deseaban conservar los privilegios (fueros se decía


entonces) que habían tenido en el virreinato, como no pagar impuestos o contar
con tribunales especiales para juzgar sus faltas. Junto con los grandes
propietarios y los comerciantes más ricos, el clero y el ejército formaron el partido
de los conservadores, de los centralistas, que encabezaba Lucas Alamán. Querían
un gobierno central fuerte, que les parecía una solución para evitar el desorden.
Pensaban que el país había perdido la mitad de su territorio y vivía en
desorden porque no tenía un gobierno fuerte.

Durante su gobierno, Gómez Farías dictó leyes contra los privilegios del
clero y del ejército. Esto provocó una serie de revueltas militares de los
conservadores. Se ocasionó un caos tal, que en los siguientes veinticinco años, en
los que debió haber habido seis o siete periodos presidenciales (entonces de
cuatro años y no de seis como ahora) ocuparon veintiún personajes la presidencia
en cuarenta y tres ocasiones. En este tiempo, Santa Anna fue presidente 11
veces.

Los conservadores pensaron que hacía falta cambiar la Constitución, y en


1837 promulgaron otra, llamada de las Siete Leyes. Esa Constitución establecía el
gobierno republicano central. Los estados dejaban de tener su propio gobierno y
pasaban a ser departamentos, con un gobernador nombrado por el gobierno
nacional. Este cambio provocó malestar en algunas regiones del país.

El establecimiento del México independiente (1821-1848)

Una vez lograda la Independencia, se anexó Guatemala (que comprendía


hasta Costa Rica) a la nueva nación mexicana. El territorio llegó a tener cuatro
millones y medio de kilómetros cuadrados; contaba con grandes riquezas, pero
con una población escasa de aproximadamente seis y medio millones, distribuida
de manera desigual. Ésta era heterogénea y con grandes contrastes raciales y
sociales, y su composición comprendía un millón de criollos, 30 000 españoles,
tres y medio millones de indígenas y un millón y medio de castas.

Con las leyes de expulsión de finales de la década de 1820, los criollos


monopolizaron los niveles superiores de la sociedad, compartidos con algunos
mestizos e indígenas. En su mayoría eran una población rural y muy diseminada,
con 30 ciudades y un centenar de villas. La capital contaba con 150 000
habitantes -llegarían a 200 000 para mediados del siglo-, y le seguían Puebla con
68 000 y Guanajuato con 41 000, cifras contrastantes con los 9 000 de Taos, la
más poblada del lejano norte. Diferentes eventos políticos y guerras extranjeras
redujeron el territorio: en 1823 Guatemala se separó; en 1836 Texas se
independizó; en la guerra con Estados Unidos, en 1848, el norte fue conquistado y
se perdieron Nuevo México y Alta California, y en 1853 se vendió La Mesilla.
Cambiaron también los estados, pues Sinaloa se separó de Sonora en 1823,
Aguascalientes de Zacatecas en 1835 y Guerrero de México en 1848.

Síntesis de México Independiente

Acontecimientos relevantes desde 1821 hasta 1854

Documentos de la Gobierno de Agustín de Después de la caída de


Independencia Iturbide Iturbide.
Los Sentimientos de laEl 28 /sep/1821 una juntaGobierno provisional. El
Nación / José Ma. Morelosprovisional declaraCongreso constituido y
y Pavón. constituido el gobiernodisuelto bajo Iturbide, es
mexicano con base en elrehabilitado. Nombra un
Constitución de Apatzingan
Plan de Iguala y el Tratadotriunvirato para gobernar:
(1814) Decretada por
de Córdoba.
Morelos desde la Celestino Negrete,
insurgencia. Nunca entró Nicolás Bravo y Guadalupe
en vigencia. Victoria. Este último se
Iturbide es designado
convierte en el primer
primer jefe del Ejército
presidente de México. Su
Imperial de las Tres
Plan de Iguala (1821) verdadero nombre era
Garantías y presidente de
Iturbide y Vicente José Miguel Fernández y
la regencia, con el título de
Guerrero. majestad. Félix.
Objetivos:religión,
independencia y
El 5 de enero de 1822 lasEn julio / 1823 ante el caos
unión
provincias gubernamental en México,
centroamericanas decidenlas provincias de
unirse a México. Centroamérica piden su
De los tres objetivos se
separación.
derivan los tres colores de
la bandera mexicana y se
El 24 /feb/1822 se reúne
le da el nombre al Ejército
en México un CongresoEn nov / 1823 se instala el
Trigarante o de las Tres
constituyente para redactarCongreso constituyente
Garantías.
una constitución. para darle un sustento
jurídico al nuevo gobierno
mediante una constitución.
Tratado de Córdoba (25 de
Entre el 19 y 21 de mayo el
agosto 1821)
congreso nombra y ratifica
Acuerdo entre Iturbide y ela Iturbide como emperadorSe forman dos grupos
Virrey Juan O’ Donojú. Elconstitucional del Imperiopolíticos: los centralistas,
virrey reconoce laMexicano. Tanto realistaspartidarios de un gobierno
Independencia de México. como insurgentescentral, parecido al de la
apoyaron ese acto. Colonia, y los federalistas,
que proponían un gobierno
España hasta 1836. federal como el de EE.UU.
El 19/marzo/1823 Iturbide
abdica a su cargo de
emperador y se exilia. SuEl 4 / octubre / 1824 se
caída es provocada enpromulga la Constitución
gran parte por elque adopta un sistema
embajador norteamericanorepublicano y federal.
Joel R. Poinsett, debido a
que Iturbide se opuso a
entregar a EE.UU. lasEn 1828, casi al término
provincias del norte. del gobierno de Guadalupe
Victoria, Vicente Guerrero
es impuesto por un golpe
El 19 /julio/1824 Iturbidede Estado contra el
regresa a México. Espresidente electo, Manuel
aprehendido y fusilado. Gómez Pedraza.
La situación políticaLa situación económicaLucha entre liberales y
post-independencia post- independencia conservadores
La masonería se convierteBajaron los ingresos yEn 1829, ante el caos y
en el grupo político másaumentaron los gastos delbancarrota del gobierno de
activo. gobierno. El déficitVicente Guerrero, lo
presupuestal lo cubrió eldestituyen mediante el
nuevo gobiernoPlan de Jalapa. Ocupa la
Las logias escocesas,independiente conpresidencia el
provenientes de España, empréstitos de Inglaterra. vicepresidente, general
eran partidarias del Anastasio Bustamante,
Centralismo. Buscaban un conservador.
gobierno parecido al de la90% del presupuesto se
Colonia, de ideasdestinó a pagar gastos de
conservadoras. la milicia. En 1833 Santa Anna, se
subleva y derrota a
Bustamante, quien cede la
Las logias Yorkinas,Los robos, saqueos epresidencia a Gómez
fundadas por el embajadorinseguridad frenaron laPedraza, el que, a su vez,
norteamericano Joel R.inversión. a los tres meses, entrega
Poinsett, eran partidarias el gobierno a Santa Anna
del federalismo. De ideas como presidente y a
liberales y antihispanistas. La burocracia aumentó.Valentín Gómez Farías
Los puestos públicos secomo vicepresidente
convirtieron en botín de los (liberales)
El embajadorpartidos.
norteamericano buscaba
que no se estableciera la Santa Anna se retira,
misma línea fronteriza deLa expulsión de muchospretextando enfermedad.
la Colonia. Y que EU. seespañoles implicó unaDeja el mando a Gómez
anexionara los estados delfuerte salida de capitales yFarías, liberal radical. Éste
norte. reducción en la producción. inicia una reforma
educativa, anticlerical y
contra los fueros militares.
La lucha política se entablaEl fuerte de San Juan deEsos cambios provocan
entre liberales(federalistas)Ulúa en Veracruz/ gobiernodescontento y
y conservadoresespañol en México se levantamientos de los
(centralistas) rindió hasta 1824. conservadores.

De 1821 a 1850, 29 años,Hasta 1830, bajo el primerEn 1835, ante el creciente


hubo en México50Gobierno centralista dedescontento y exceso en
gobiernos, lo que refleja laBustamante, el ministrolas reformas, el mismo
inestabilidad políticaLucas Alamán reorganizóSanta Anna destituye a
reinante. las finanzas públicas y creaGómez Farías, suspende
las condiciones para unala aplicación de las leyes y
mejora económica eejerce por cinco meses la
intento de industrialización. presidencia. Se retira a su
hacienda y entrega el
poder a un grupo de
conservadores.

A finales de 1835 el nuevo


Congreso elabora una
nueva Constitución
conservadora, conocida
como Las Siete Leyes que
deroga el régimen federal y
establece una república
centralista.

Diversos acontecimientos
1836-1855

 Política expansionista de EU.


 Texas busca independizarse con el pretexto de que apoyaban el
federalismo, abolido por la nueva Constitución, Las Siete Leyes, se
sublevaron.
 En Texas más del 85% de sus habitantes eran colonos provenientes de
Estados Unidos.
 En 1836, después de la derrota de San Jacinto, Santa Anna, hecho
prisionero, reconoce la independencia de Texas. (Tratados de Velasco)
 En 1838 Francia le declara la guerra a México este conflicto es conocido
como la “Guerra de los Pasteles”.
 En 1838 Santa Anna se enfrentó a los franceses, que se habían apoderado
del castillo de San Juan de Ulúa (Veracruz) y perdió una pierna en
combate.
 En 1845 el Congreso norteamericano acepta la incorporación de Texas a la
Unión Americana.
 En 1843 entran en vigencia las llamadas Bases Orgánicas, nuevo sistema
jurídico de la segunda república centralista.
 En 1844 es depuesto y desterrado Santa Anna.
 En 1847 se restablece la Constitución Federal, termina el régimen
centralista. Santa Anna es nombrado presidente y vicepresidente Gómez
Farías. Esa misma pareja ya había gobernado en 1833.
 En 1846, con el pretexto de un ataque, EU: declara la guerra a México.
 El 14 de sep/ 1847, tras varias derrotas de los ejércitos mexicanos, la
bandera de EU: es izada en el Palacio Nacional.
 Santa Anna huye del país (Colombia) y en su lugar queda Manuel de la
Peña y Peña.
 El 2 de febrero de 1848, el gobierno mexicano derrotado, es obligado a
firmar un tratado de paz mediante el cual se compromete a ceder Nuevo
México, Alta California, la parte norte de Tamaulipas, Coahuila y Sonora.
Así, el río bravo fue reconocido como frontera entre los dos países.
 El tratado llamado de Paz, Amistad y Convivencia o de Guadalupe-Hidalgo,
dio fin a esa guerra.
 En 1853 los partidos políticos redactan el Plan del Hospicio, cuyo objetivo
es invitar a Santa Anna, quien se encontraba en Colombia, a gobernar. Y
también reformar la Constitución mediante un Congreso constituyente.
 Santa Anna suspende la vigencia de la Constitución y se da el título de
Alteza Serenísima y de Dictador Perpetuo y Vitalicio. Se rodea de lujos a
imitación de las cortes europeas. Agranda el ejército y cobra impuestos
hasta por las ventanas y a los dueños de perros.
 Los altos impuestos y la venta de La Mesilla territorio entre Nuevo México,
Arizona y Sonora, en 1853 a EU, crean un malestar general.
 En 1854 un grupo de militares lanza el Plan de Ayutla, cuya finalidad
principal es desconocer a Santa Anna y redactar una nueva constitución.
El 27 de septiembre de 1821 se realizó el milagro: los enemigos de 11 años
entraron unidos a la Ciudad de México engalanada y jubilosa. Los festejos
disimulaban las contradicciones de la unión, pues los anhelos de realistas e
insurgentes eran diferentes; a los primeros les bastaba la independencia para
recuperar el brillo novohispano, pero a los insurgentes lo importante era la
igualdad, que sería obstaculizada por la unión ofrecida por Agustín de Iturbide.
Todos confiaron en que la prosperidad se recuperaría a pesar del terrible legado
de la guerra: el país estaba destrozado, la administración y el cobro de impuestos
desarticulados; existía una deuda de 45 millones de pesos; las minas y las
haciendas estaban abandonadas y los caminos infestados de bandidos; además,
la guerra había dejado un saldo de 600 000 muertos. Es decir, la realidad
contrastaba con el optimismo general con que se fundaba un imperio.
Al día siguiente se firmó el Acta de Declaración de Independencia y se
nombró una Junta Provisional Gubernativa, que a su vez eligió una Regencia de
cinco miembros presidida por Iturbide. En medio de apuros financieros, la
Regencia convocó a elecciones para el Congreso que redactaría la Constitución
del Imperio. Los problemas no opacaron las esperanzas, y la noticia de la anexión
de la Capitanía de Guatemala al imperio se recibió con alegría. No obstante, poco
antes de que se inaugurara el Congreso Constituyente, en febrero llego la noticia
de que las Cortes y Fernando VII no reconocían el tratado firmado por O'Donojú.
Esto se tradujo en una amenaza de reconquista y dio lugar a la formación
de facciones en el Congreso, lo que, aunado a la falta de experiencia política, lo
hizo distraerse en cuestiones menores, sin ocuparse del urgente arreglo de la
hacienda pública y la redacción de la Constitución.
La falta de recursos y los desacuerdos provocaron fricciones entre el Congreso e
Iturbide, quien llegó a amenazar con la renuncia. El rumor de que el Congreso
reduciría el ejército llevó al regimiento que comandaba el sargento Pío Marcha a
iniciar un motín el 18 de mayo de 1822 al grito de "¡Viva Agustín I, emperador de
México!". El populacho y los soldados exigieron al Congreso que se reuniera y, en
medio de una gritería, Valentín Gómez Farías, a nombre de un grupo de
diputados, leyó la propuesta de coronar a Iturbide como emperador, que fue
aprobada finalmente por una
votación de 67 contra 15.
La coronación se
llevó a cabo el 21 de
julio siguiente, pero la
pompa se vio limitada por la
escasez de recursos. Y
mientras tanto, loe
enfrentamientos entre
Iturbide y el Congreso se
agravaron con la llegada de
Servando Teresa de Mier,
republicano que, apoyado
por las logias masónicas,
empezó a conspirar contra
el emperador.
En realidad, Iturbide contó con mayores facultades como regente que como
emperador. La ineficiencia del Congreso para resolver los problemas hizo que
muchos diputados le aconsejaran disolverlo, lo que Iturbide hizo el 21 de octubre.
El Congreso fue sustituido por una Junta Nacional Instituyente, formada con
algunos de los diputados.
Pero el descontento estalló en las provincias, resentidas por los intentos
centralistas del emperador y por la imposición de préstamos forzosos a fin de
obtener recursos para pago de
salarios. Éste malestar lo
aprovecho Antonio López de
Santa Anna para pronunciarse
el 22 de diciembre de 1822 en
contra de Iturbide. El
emperador envió tropas para
someterlo, pero éstas,
instigadas por las logias
masónicas, se pronunciaron
con el Plan de Casa Mata y
exigieron la elección de un
nuevo Congreso, lo que llevó a
que todas las diputaciones
provinciales y ayuntamientos
aprobaran el plan y se
adhirieran. En consecuencia, a
principios de marzo de 1823
Iturbide reinstaló el Congreso que había disuelto, abdicó a la corona el 22, y se
exilió.
2.2 La formación del Estado nacional
Es un período de la historia de México que corresponde a la primera
ocasión en que se instauró el régimen federal como forma de gobierno del Estado
mexicano. La República fue proclamada el 1 de noviembre de 1823 por el
Congreso Constituyente, meses después de la disolución del Imperio Mexicano de
Agustín de Iturbide. La República fue establecida formalmente el 4 de octubre de
1824 con la promulgación de la Constitución Federal de los Estados Unidos
Mexicanos.
La República Federal duró casi de doce años, hasta el establecimiento de
la República Centralista el 23 de octubre de 1835.

El primer intento de federación en la Historia de México fue una experiencia


corta, caracterizada por inestabilidad política, social y violencia. La República fue
gobernada por dos triunviratos y nueve presidentes. José Miguel Ramón Adaucto
Fernández y Félix, mejor conocido como Guadalupe Victoria, fue el único
presidente que completó su mandato constitucional durante este periodo.

El período estuvo marcado también por varios intentos de reconquista


española y el intento de México de conquistar Cuba.

El problema principal para la consolidación de la federación fue la división y


constantes pugnas entre federalistas y centralistas.

El Congreso se negó a convocar a uno nuevo, y después de desconocer el


imperio que lo había aprobado, nombró un Supremo Poder Ejecutivo formado por
tres generales Guadalupe Victoria, Nicolás Bravo y Pedro Celestino Negrete, al
que las provincias le negaron obediencia. El territorio pareció fragmentarse al
declararse cuatro estados libres y soberanos. Por fortuna, el movimiento
federalista salvó la unidad, con excepción de Guatemala, que decidió separarse.
El Congreso se vio forzado a convocar la elección de uno nuevo, más
representativo, que se reunió en noviembre de 1823 y permitió la redacción del
Acta Constitutiva, en enero del siguiente año, y la Constitución de 1824, que
establecieron una república representativa, popular y federal formada por 19
estados, cuatro territorios y un Distrito Federal.

Jurada en octubre, la Constitución garantizaba la católica como religión de


Estado, un gobierno dividido en tres poderes, con el Legislativo como poder
dominante, y un presidente y un vicepresidente que se harían cargo del Ejecutivo,
elegidos por las legislaturas estatales, mientras que el Judicial lo desempeñarían
los tribunales y una Suprema Corte de Justicia. El sistema electoral durante todo
el siglo XIX sería indirecto, aunque en el primer nivel votaban casi todos los
hombres mayores de edad por electores. El federalismo mexicano fue más radical
que el de Estados Unidos, pues el gobierno federal no tuvo facultades fiscales
sobre la población, y quedó dependiente del pago de los estados más el producto
de las aduanas, condenando al país a una gran debilidad. Antes de inaugurarse el
primer gobierno, México se había enlutado con el fusilamiento de Iturbide, pues el
Congreso había decretado considerarlo fuera de la ley si tocaba territorio
mexicano. Sin conocer dicho decreto, Iturbide desembarcó en Soto La Marina y la
legislatura de Tamaulipas lo declaró traidor sin tomar en cuenta sus inapreciables
servicios a la Independencia. Fue fusilado el 19 de julio de 1824.

Así la nueva república se enfrentó a la falta total de recursos, la necesidad


de reconocimiento de las potencias y del Vaticano, y las ambiciones del ejército,
que se sintió con derecho a expresar la voluntad nacional mediante
pronunciamientos. Por lo pronto, resultaba indispensable conseguir el
reconocimiento de Gran Bretaña que, como principal potencia económica y
política, podía mediar con España y otorgar un muy requerido préstamo.

En 1822 sólo Perú, Colombia, Chile y Estados Unidos reconocieron la


independencia del país. El primer ministro plenipotenciario, Joel R. Poinsett, llegó
a México en 1825. La especulación de los banqueros ingleses hizo que los
préstamos se adelantaran al reconocimiento inglés y se concedieron en 1824. Al
año siguiente, el ministro George Canning extendió el reconocimiento y en 1827
se firmó el Tratado de Amistad y Comercio con Gran Bretaña, país que dominó el
comercio exterior y fue considerado como principal aliado.

Los préstamos ingleses permitieron que el gobierno de Guadalupe Victoria


funcionara durante dos años en paz, pues la economía del país y el cobro de
impuestos continuaban sin regularizarse y el contrabando se había generalizado.
Esto impidió al gobierno pagar los intereses de los préstamos, de manera
que volvieron a escasear los recursos; además, la libertad de comercio terminó
con la incipiente industria mexicana, pues los textiles ingleses eran más baratos.
La falta de comunicaciones, la inseguridad, el costo de la arriería y la falta de un
banco y de moneda flexible obstaculizaron el comercio. Iturbide había introducido
el papel moneda, pero, tras su caída, el Congreso lo suprimió.
En 1825 se fundó una nueva logia masónica, la yorkina, que no tardó en
chocar con la escocesa, que había sido introducida por las tropas españolas en
1814. Los problemas comenzaron en 1827 con la conspiración del padre Arenas,
que pretendía restablecer el dominio español en México. Denunciado, se le juzgó
y fusiló junto con los otros implicados. Este hecho forzó el movimiento, impulsado
por los yorkinos, que pedía la expulsión de españoles y que generó
enfrentamientos con los escoceses, que paralizaron el funcionamiento del
Congreso. Al agravarse la situación, el vicepresidente Nicolás Bravo se pronunció
con un plan que pedía la abolición de las logias, la expulsión del ministro Poinsett
por su intervención en la política mexicana y la aplicación de las leyes. Derrotado
por Guerrero, Bravo fue exiliado, pero la crisis de la república afectó la sucesión
presidencial.

Para 1828, al realizarse las elecciones para el Ejecutivo, no se respetaron


los votos de las legislaturas. Manuel Gómez Pedraza obtuvo el mayor número de
votos de las legislaturas, más los yorkinos radicales se pronunciaron contra ese
resultado y exigieron el reconocimiento del perdedor, Vicente Guerrero. Tras una
serie de disturbios y del saqueo del Parián, edificio que amparaba las tiendas de
lujo, Pedraza renunció y el Congreso, sin autoridad, reconoció a Guerrero y a
Anastasio Bustamante como presidente y vicepresidente, respectivamente. La jura
del cargo se hizo en abril de 1829.

El gobierno enfrentaba una situación delicada, pues el país, carente por


completo de recursos, se encontraba bajo la amenaza de ser reconquistado,
situación agravada por la expulsión de españoles ricos que se llevaban sus fondos
y de españoles pobres que tenían familias mexicanas. Se intentó solucionar el
problema financiero decretando impuestos sobre las propiedades y préstamos
forzosos a los estados, cuyos gobiernos opusieron resistencia. Las fiebres
tropicales y las fuerzas de los generales Mier y Terán y Santa Anna lograron
derrotar a las tropas encabezadas por Isidro Barradas, erróneamente convencido
de que los mexicanos ansiaban volver a la dependencia de España. De todas
maneras se había extendido un gran descontento, que el ejército aprovechó para
desconocer a Guerrero y apoyar al vicepresidente Bustamante para ocupar el
Ejecutivo.

El nuevo gobierno deseaba establecer el orden para favorecer la economía.


El ministro Lucas Alamán logró poner en orden la hacienda pública, normalizar el
pago de la deuda con Gran Bretaña y tomar medidas para favorecer la
industrialización, la agricultura y la ganadería.

Para terminar con los movimientos rebeldes se gobernó con mano dura, y
aquellos que se levantaron en armas fueron fusilados sin consideración. El propio
Vicente Guerrero, apresado mediante traición, fue juzgado y condenado por un
tribunal de guerra. Fue fusilado en Cuilapa (en el estado que hoy lleva su nombre)
el 14 de febrero de 1831. Temerosos de un posible centralismo, el malestar en los
estados volvió a manifestarse. Confiaban en que las elecciones de 1832
recuperarían la legalidad, y favorecieron la candidatura de Mier y Terán frente a
los otros candidatos, Nicolás Bravo y Lucas Alamán.

Santa Anna, que no había sido mencionado como candidato, aprovechó en


su favor el descontento y se pronunció en enero de 1832. La lucha se extendió por
todo el país, arruinando tanto la hacienda pública que el gobierno, para poder
funcionar, quedó definitivamente a merced de los préstamos de los usureros.
Desilusionado y temeroso de la pérdida de Texas, Mier y Terán se suicidó en julio.

Los estados que desconfiaban de Santa Anna exigieron que Gómez


Pedraza regresara y terminara el periodo para el cual había sido electo, lo que
hizo de diciembre de 1832 a abril de 1833. En las elecciones de 1833 resultaron
electos Santa Anna como presidente y Valentín Gómez Farías como
vicepresidente. Santa Anna dejó el Ejecutivo en manos de Gómez Farías durante
casi todo un año, pues fue a combatir el movimiento de religión y fueros que
estalló a raíz de la violación de los votos y la venta de bienes del clero en algunos
estados. Esto generó temor en los diputados radicales del Congreso que habían
aprobado un decreto mediante el cual se desterraba a ciudadanos que se temía
pudieran oponerse a las reformas y, según decía, "a todo aquel que estuviera en
el mismo caso", sin especificar a qué caso se refería.
Santa Anna tardó en vencer a los rebeldes, pues en todo el país se había
generalizado una epidemia de cólera que causó grandes estragos en la población.
En noviembre el Congreso empezó a promulgar las reformas: supresión de
coacción civil para el pago del diezmo y el cumplimiento de los votos monásticos,
marginación del clero en la educación superior, clausura de la universidad y
provisión de curatos vacantes; es decir, ejercicio del Real Patronato. La provisión
de los curatos provocó la resistencia de los obispos y su destierro, lo que a su vez
generó la alarma popular.

El Congreso sólo discutió la desamortización. Santa Anna había aprobado


las reformas con la esperanza de que resolvieran los problemas de la hacienda
pública, pero como el Congreso intentó discutir reformas al ejército, Santa Anna
aprovechó el malestar para reasumir el poder y, en julio de 1834, suspender las
reformas -con excepción de la supresión del diezmo, que tanto favorecía a los
hacendados-. Dadas estas circunstancias, era evidente para todos que el sistema
federal no funcionaba y la mayoría pedía su reforma. El Congreso nacional elegido
en 1834 se dispuso a hacerlo, pero publicó un decreto que reducía las milicias
cívicas, tropas que los estados consideraban la garantía de su soberanía, por lo
que Zacatecas, Coahuila y Texas se negaron a obedecer. El gobierno tuvo que
someter a Zacatecas con un ejército, sin que éste tuviera que enfrentar a las
milicias, pues huyeron. Otro ejército fue movilizado para someter a Coahuila y
Texas. El desafío zacatecano y las amenazas texanas de independencia de la
provincia alarmaron a muchos federalistas moderados que, temiendo que el
federalismo estuviera favoreciendo la desintegración del territorio, se resignaron a
establecer un sistema centralista.

2.2.1 Fundamentos jurídicos – políticos.


A la caída del imperio de Iturbide, los mexicanos independientes se
enfrascaron durante casi treinta años en una serie de luchas y conflictos al tratar
de establecer un sistema de gobierno para la joven nación.

Las fuerzas que se enfrentaron de 1824 a 1854 se ubicaron en dos


tendencias: una la federalista, centralista, monárquica, defensora de los privilegios
eclesiásticos y por lo mismo conservadora.

Para 1824, la corriente política que asumió el poder nacional fue federalista,
por lo cual en la constitución de ese año asentó que México era una república que
sería gobernada por tres poderes: el ejecutivo, dirigido por un presidente y un
vicepresidente; el legislativo, integrado por la cámara de diputados; y el judicial,
representado por la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

Esta forma de gobierno se sustentaría sobre un sistema de Estados libres y


Soberanos que, a su vez, tendrían sus propias leyes y las harían regir sobre sus
territorios geográficos, pero conviniendo en ser, globalmente conformadores de los
Estados Unidos Mexicanos y sostener el gobierno federal.

Este acuerdo provocó la desincorporación de los territorios sureños


anexados al Imperio, conservándose solo Chiapas fiel al nuevo orden.

Esta Constitución, además, mantenía a la religión católica como oficial,


conservaba los fueros eclesiásticos y militares y no definía claramente las
garantías individuales de los mexicanos.

Ante esta forma de gobierno se oponía una concepción que convertía a los
estados en Departamentos, con juntas electivas responsables ante el supremo
poder ejecutivo. El gobierno central se constituyó por loes tres poderes
tradicionales más uno nuevo, el supremo poder conservador, el cual debía evitar
los abusos ejercidos en la práctica de los poderes Ejecutivo y Legislativo. Su
propuesta de periodo presidencial era de ocho años.

Sin embargo, ambos criterios coincidían en cerrar cualquier posibilidad de


acceso hacia las esferas de decisión política de las masas populares; éstas,
dominadas por cualquiera de las fuerzas en pugna, revestían el sustento real que
producía la riqueza que aquellos querían administrar.

Las dos tendencias políticas que se interesaban dirigir a la Nación comenzaron


organizarse como sociedades secretas en torno a logias masónicas: los criollos
pudientes bajo el rito escoces (núcleo de un partido político de tendencias
federalistas), bajo el rito yorkino se unieron algunos federalistas radicales –
Lorenzo Zavala, Guerrero, Ramos arizpe y un grupo importante de los
desplazados de toda clase de puestos civiles o militares; está vertiente fue
fuertemente impulsada por el primer ministro plenipotenciario de los Estados
Unidos de América, Joel R. Poinsett, quien permearía sus principios liberales en la
organización.

La pugna entre escoceses y yorkinos se vivió durante los cuatro años que
duró el periodo gubernamental del primer presidente de México, Guadalupe
victoria, pero no se verifico ninguna asonada que interrumpiera tal administración.
El 1°. de septiembre 1828 se realizaron elecciones para la presidencia de la
Republica y Vicente Guerrero fue derrotado en la contienda por Manuel Gómez
Pedraza. Sin embargo, con el Plan de Perote, Antonio López de Santa Anna
desconoció el triunfo de Gómez Pedraza y fue apoyado por la guarnición de La
Acodada de la ciudad de México. Pedraza huyó de la capital del país; el 12 de
enero de 1829 el Congreso le confirió a Guerrero la Presidencia de México,
nombrando vicepresidente a Anastacio Bustamente. El régimen de guerrero duró
poco menos de un año debido a que él, como representante de los yorkinos, fue
derrocado por órdenes de Bustamante, escocés.

Bustamante incorporó a su régimen a un joven aristócrata-Lucas Alamán-,


quien propuso como metas inmediatas disciplinar al Ejército, reajustar la Hacienda
Pública y reconciliarse con España y con el Vaticano para obtener el
reconocimiento de la Independencia nacional. El expresidente Guerrero buscó
retornar a la silla presidencial, mas es traicionado y muere fusilado. Este suceso
permitió el levantamiento del general Santa Anna en Veracruz, quién después de
derribar a Bustamante, asumió por primera vez la presidencia, teniendo como
vicepresidente a Valentín Gómez Farías, y este a José María Luis Mora como
consejero, quienes intentaron una triple reforma dirigida hacia la Iglesia, el Ejército
y la educación. Gómez Farías y Santa Anna se alternaron la presidencia del 1° de
abril de1833 hasta el 28 de enero de1835 en que Santa Anna renunció.

Estos primeros intentos de atacar los puntos más fuertes de la vida


económica, política y cultural provocaron una intensa reacción por parte de Santa
Anna, quien si bien al haberse pronunciado en Veracruz a favor de los
federalistas, regresaba a asumir la Presidencia en 1839, avalando a los
centralistas; estos en 1836 cambiaron la Constitución de 1824 por las siete Leyes
que, en términos genéricos, suprimían a los estados, reforzaban el poder
presidencial y restringían las libertades ciudadanas.

La situación política de México durante los años comprendidos entre 1821 y


1850 fue tan variable que en ese lapso hubo cincuenta gobiernos, casi todos
productos de cuartelazos; once de ellos presididos por Santa Anna.

Esa guerra civil tan prolongada tuvo consecuencias desastrosas para la economía
y las demarcaciones territoriales del país.

2.2.2 Reorganización económica territorial.

Se refiere a la organización territorial que ha conllevado México a lo largo


de su historia como país independiente. El trastorno territorial limítrofe de México
estuvo afectada por diversos decretos presidenciales e imperiales, desde la Ley
de Bases para la Convocatoria al Congreso Constituyente hasta el Acta
Constitutiva de la Federación que determinaron la extensión territorial nacional
como a la resultante de la integración de las jurisdicciones que correspondieron en
su momento a la Nueva España, la Capitanía General de Yucatán, Capitanía
General de Guatemala y los Reinos autónomos de Oriente y Occidente, que a su
vez establece la independencia de España.
Si el orden político evidenciaba constantes cambios en tiempos muy
breves, el aspecto económico parecía no poder lograr una mejoría que permitiera
la necesaria estabilidad para sustentar cualquier gobierno. Por el contrario, como
efecto de la guerra de Independencia, los principales centros agrícolas y mineros
entraron en un proceso de declive difícil de variar sin la presencia de capitales. Al
mismo tiempo se vivió un periodo que profundizó la desarticulación de un
incipiente mercado interno –teniendo como contrapartida un leve crecimiento de
ciudades y puertos vinculados a las actividades comerciales-, lo cual brindó la
posibilidad de acumulación de capital y el ejército de un poder económico regional.

No obstante , se dieron ciertos cambios derivados de la ruptura de la


dependencia colonial, pues se pudo comerciar con otros países (ya no
exclusivamente con España); así como lograr una relativa disminución del poder
concentrado en la ciudad de México; la parcial eliminación del grupo de españoles
peninsulares que detentaban gran poder político y económico, sobre todo con las
leyes de expulsión de 1827 y1829,o por haberse retirado ellos mismos y, lo más
importante, la constitución progresiva de un grupo de comerciantes –prestamistas
que a partir de 1850,multiplicaron sus inversiones productivas.

Como causas significativas en ese periodo de relativo estancamiento incidió la


limitadísima expansión demográfica (pues al no aumentar la población
considerablemente no se estimulaba el crecimiento de un mercado interno, lo que
a su vez propiciaría la oportunidad de empleo); igualmente, las formas de hacer
producir la tierra no se habían innovado, por lo que los rendimientos eran muy
bajos; además, existía un sistema financiero caracterizado por la usura y el
agiotismo, lo cual limitada las posibilidades a la inversión.

De hecho, la nación mexicana, el mercado interno y el poder nacional


estaban en un proceso de formación. La realidad básica dela economía y de la
política – por más que se estuvieran generando fuerzas interesadas en la ruptura
del patrón vigente-residía en las regiones, en los estados, en donde si había
posibilidades de acumulación.
Esta situación explicaba los constantes conflictos de la época, pues como ni
los federalistas ni los centralistas podían imponer un proyecto viable de nación, las
diferencias se resolvían momentáneamente vía las armas, y mantener un ejército
leal a cualquier causa implicaba la erogación de importantísimas sumas de dinero.

7Finalmente, la debilidad económica de México lo orillo a buscar capitales a


través de préstamos solicitados a diversos países que estuvieran en posibilidad de
otorgarlos, aun cuando las condiciones fueran muy desfavorables; quienes
ofrecieron estos empréstitos se permitieron, posteriormente, invadir el territorio
mexicano exigiendo los pagos correspondientes, así como reclamar supuestas –o
reales- agresiones en contra de sus ciudadanos.

Organización territorial por intendencias

Durante la consumación de la Independencia de México, parte de la


organización territorial de la Nueva España pasaría integra a la nueva nación del
Imperio Mexicano por el Congreso Constitucional, mediante la división en
intendencias y provincias, además del anexo íntegro y total de la Capitanía
General de Yucatán y la Capitanía General de Guatemala con el fin de unirse
políticamente, como una estrategia para contrarrestar a la corona española,
logrando así la mayor extensión territorial de México como nación independiente.

Organización territorial por estados y/o territorios

Durante la estructuración de la República, se realizan cambios territoriales,


así como cambios jurídicos, confirmando la pertenencia perpetua del Estado a la
religión católica, apostólica y romana como única para los mexicanos y prohíbe las
demás, adoptando un régimen de gobierno en la forma de república representativa
popular y federal que reconoce la soberanía de los Estados que conforman la
unión federal.
Organización territorial por departamentos

El gobierno conservador de Antonio López de Santa Anna ratifica las Siete


Leyes por decreto presidencial, dando así una nueva organización territorial
judicial, sustituyendo a los estados federados, por departamentos cuyos
gobernadores y legisladores serían seleccionados por el Presidente del país.

Organización territorial por departamentos imperiales

Durante el Segundo Imperio Mexicano, el emperador Maximiliano I de


México realizó una nueva división del territorio nacional. Las divisiones territoriales
a través de la historia de México, generalmente han estado ligadas a cambios
políticos y no a una distribución espacial tendiente a mejorar el desarrollo
administrativo, económico y social del territorio nacional. El 3 de marzo de 1865
apareció uno de los decretos más importantes del gobierno de Maximiliano para la
primera división del territorio del nuevo Imperio y que fue publicado en el Diario del
Imperio el 13 de marzo del mismo año. Dicha misión le fue encomendada a don
Manuel Orozco y Berra (1816-1881) y esta división fue realizada según las bases
siguientes;

1.- La extensión total del territorio del país quedará dividida por lo menos en
cincuenta departamentos.

2.- Se elegirá en cuanto sea posibles límites naturales para la subdivisión.


COMENTARIO

El México de Santa Anna.

Tras el derrocamiento de Iturbide y la redacción de una Constitución en


1824, México entró en una etapa de crisis que ningún gobernante ni grupo
pudo resolver. Hasta 1854, dos bandos lucharon por el poder usando
distintos nombres: yorkinos y escoceses, federalistas y centralistas, o
liberales y conservadores. Las luchas entre ellos provocaron un caos
político permanente en el país. Las elecciones no se respetaban y las
rebeliones eran una forma más de acceder al poder.

En sus tres primeras décadas de vida independiente México tuvo más de


treinta cambios de presidente y tres constituciones, la de 1824, la de 1836 y
la de 1843; los gobiernos gastaban casi todo su dinero en mantener al
ejército, y sus energías en defenderse de sus enemigos. Con las continuas
guerras muchas minas cerraron, la agricultura y el comercio se deterioraron
y la industria no pudo crecer. La figura del general Antonio López de Santa
Anna representa muy bien esta época. Debido a la falta de otro tipo de
organizaciones, entre 1824 y 1829 las logias masónicas tomaron el papel
de partidos políticos.

Los yorkinos adoptaron las ideas liberales introducidas por el embajador de


Estados Unidos, Joel R. Poinsett, mientras que los escoceses se inclinaban
por mantener el orden heredado de la Colonia española. En 1833 Valentín
Gómez Farías intentó poner en marcha reformas liberales. Entre 1835 y
1844 Santa Anna y Anastasio Bustamante ocuparon la presidencia de
México en forma inminente, sin abandonar su política centralista y
conservadora. En 1844 un golpe miliar de los liberales no pudo consolidarse
ante una amenaza mayor para la nación mexicana: la invasión
norteamericana de 1846 – 1848.
2.3 Las intervenciones extranjeras.
La ocupación de la capital por el gobierno constitucional no significó el fin
de la guerra civil. Ésta continuaría, como veremos, complicada con los intereses
de acreedores y gobiernos extranjeros, y en la lucha se enfrentarían dos proyectos
políticos de nación: el republicano y el monárquico, que harían del país un campo
de batalla.
En 1861, cuando el presidente Juárez ocupó la Ciudad de México, expulsó
a los representantes de España, Guatemala y Ecuador, al nuncio papal, al
arzobispo de México y al obispo de Michoacán, por participar abiertamente en
favor del gobierno de Zuloaga y Miramón. Después, el 17 de julio, decretó la
suspensión de pagos de la deuda extranjera hasta que se superara la escasez de
recursos que había obligado a dar este paso. Esto provocó la protesta de los
representantes de Francia e Inglaterra, quienes salieron del país dando por
terminadas las relaciones con México. Así, la difícil y contradictoria vida
diplomática se convirtió en un frente que el gobierno tuvo que atender al tiempo
que luchaba con el que le imponía la guerrilla de la reacción, cuya actividad era
terrible (en junio de ese año, grupos que obedecían a Leonardo Márquez dieron
muerte a Melchor Ocampo, a Santos Degollado y a Leandro Valle); lidiaba,
además, con los desacuerdos del Partido Liberal, pues algunos reclamaron desde
el Congreso que Juárez entregara la presidencia por haber cesado la situación
extraordinaria que lo había llevado a hacerse cargo del Poder Ejecutivo. Hubo
elecciones y Juárez fue electo para el periodo que debía concluir a fines de 1864,
pero las complicaciones y desacuerdos hacían ver la debilidad del orden
republicano y alentaban a los monarquitas. El ambiente internacional parecía
favorable a su proyecto.
En Londres, los gobiernos de España, Francia y Gran Bretaña acordaron
ocupar el territorio mexicano para intervenir las aduanas -única fuente de recursos
líquidos-, presionar al gobierno para asegurar el pago de la deuda y garantizar la
seguridad e indemnización de sus nacionales perjudicados por la guerra y la
insolvencia. Proclamaron que no había intención de adquirir parte alguna del
territorio ni de influir en el régimen político del país.
Las consecuencias de la convención de Londres, realizada en octubre de
1861, se materializaron en diciembre, cuando las tropas extranjeras ocuparon
Veracruz. El gobierno mexicano decretó una ley el 25 de enero de 1862 para
declarar enemigos a los invasores y traidores a quienes secundaran sus acciones,
que serían sujetos al fuero militar y reos de la máxima pena. También procuró la
negociación, que llevaron a cabo Manuel Doblado, secretario de Relaciones, y la
comisión tripartita, encabezada por el representante español, el general Juan
Prim, conde de Reus, hombre de ideas liberales y casado con mexicana, quien
firmó los Acuerdos de la Soledad, en virtud de los cuales se permitió a las tropas
de ocupación subir a Orizaba para que no sufrieran los daños del "vómito prieto"
(fiebre amarilla, endémica en las costas), con el compromiso de que se retirarían
al puerto de no llegar a un acuerdo. Éste se dio cuando Doblado convenció a los
representantes extranjeros de que el gobierno mexicano reiniciaría el pago de la
deuda en cuanto la situación del país lo permitiera.
Las tropas españolas e inglesas honraron el compromiso y se retiraron para
embarcar, no así las francesas -más numerosas que las otras-, que
permanecieron en Orizaba y se dispusieron a ocupar el interior del país. Su
propósito era otro: apoyar la instauración de una monarquía con príncipe católico y
extranjero. El proyecto se había expuesto tiempo atrás en México y en Europa y
su realización se había fraguado con la activa participación de los exiliados de la
guerra civil y, lo que resultó determinante, con el apoyo de Napoleón III,
emperador de los franceses, en cuyas miras estaba la salvación de la raza latina
frente al expansionismo anglosajón en América, palpable desde hacía muchos
años, pero detenido ahora debido a la Guerra de Secesión que enfrentaba
Estados Unidos por la separación de 13 estados esclavistas del sur, confederados
contra la Unión, que abolió la esclavitud en 1863. La guerra había comenzado en
1861 y, dados los recursos de uno y otro bando, parecía que daría tiempo
suficiente para la afirmación de la monarquía en México, sin peligro de obstáculos
para la intervención de las potencias europeas.
Por su parte, los monarquistas mexicanos aseguraban que las tropas
extranjeras serían recibidas y aclamadas como libertadoras y pacificadoras. No
ocurrió así, como sabemos. Las fuerzas francesas que avanzaban hacia la
Ciudad de México fueron derrotadas el 5 de mayo de 1862 en Puebla por las
tropas que mandaba el general Ignacio Zaragoza, auxiliadas por los zacapoaxtlas,
y aunque la derrota no fue grave en cuanto al número de bajas, sí fue un serio
revés para "el mejor ejército del mundo", que se vio obligado a retirarse y aguardar
refuerzos de Francia y confirmar el apoyo de los aliados mexicanos, pues el ánimo
en la sociedad, dividida, conflictiva o como fuera, no correspondía a lo anunciado
por los monarquitas.
Al año siguiente, el 17 de mayo de 1863, tras dos meses de resistencia, la
ciudad de Puebla cayó en poder de las fuerzas de ocupación, que iban
asegurando puertos de mar y tierra, caminos y poblados para llegar a salvo a la
Ciudad de México. Juárez salió hacia el norte acompañado de los secretarios y los
miembros de los otros poderes para establecer el gobierno en las ciudades que
quedaban libres y organizar la defensa de la República. Dependía de la voluntad y
alianza de los gobiernos de los estados y de la organización de un ejército carente
de recursos y de pericia, de guerrillas conocedoras de sus lugares, pero
desprovistas de armamento, para enfrentar al ejército de ocupación, que contaba
con 30000 franceses y 20000 mexicanos bajo el mando francés y auxiliado por
cuerpos especializados en el combate contra la guerrilla. Francia era entonces una
potencia colonial y México un país dividido, en el que el espíritu nacional, ausente,
según se decía, en los años de la guerra contra Estados Unidos, se afirmaba pese
al conflicto entre dos proyectos de nación: el monárquico, que contaba con apoyo
en fuerzas extranjeras, y el republicano, carente de ese apoyo, pues el aliado
posible, Estados Unidos, se debatía en su propia guerra civil.
El conflicto que ahora dividía a México era la continuación de la guerra civil
que había dividido a la sociedad desde 1858, complicada con la intervención de
una potencia extranjera; como aquélla, esta guerra calaba en las entrañas de la
sociedad, pues tan mexicanos eran los republicanos como los monarquitas
partidarios de un imperio con príncipe extranjero, entre los cuales había, como en
el bando republicano, diferencias importantes. Hubo entre los imperialistas
personajes de diversa posición, desde conservadores-reaccionarios, derrotados
en la guerra civil, hasta liberales más o menos moderados, partidarios de las
reformas que se habían venido imponiendo y que veían en la monarquía la
posibilidad de un gobierno estable, a salvo de las disputas político-electorales,
capaz de conducir el país conforme a los dictados de la época.
La corona del Imperio mexicano se ofreció a Maximiliano de Austria,
hermano del emperador, nacido en 1832 y quien, como muchos de su generación,
era de ideas liberales. Aceptó tras exigir muestras de voluntad del pueblo
mexicano, lo que no fue difícil conseguir, y llegó a México en abril de 1864, cuando
era evidente la división entre los partidarios del Imperio, pues si por una parte se
encontraba un amplio sector del clero, del ejército y de conservadores
recalcitrantes que exigía la abrogación de las Leyes de Reforma y la restitución de
los bienes de la Iglesia, por otra parte había quienes profesaban ideas liberales,
partidarios de la desamortización en general y de la nacionalización de los bienes
del clero, que procuraban el establecimiento de un gobierno firme, capaz de llevar
a cabo esos principios con el menor costo social. Las diferencias empezaron a
verse antes de la llegada de Maximiliano, cuando los jefes de las fuerzas
francesas de ocupación hicieron saber que se respetarían los derechos de
quienes habían adquirido bienes de la Iglesia en virtud de la desamortización y de
la nacionalización, y se hicieron más evidentes cuando Maximiliano, habiendo
ratificado esa postura, rechazó las exigencias del Papa Pío IX en el sentido de
restablecer derechos y privilegios de la Iglesia y de declarar al catolicismo como
religión de Estado, lo cual ocasionó la salida del nuncio papal, portador de tales
exigencias.
Esto ocurría en 1865, año en que Maximiliano dictó disposiciones
conciliadoras para equilibrar intereses en aquella desigual e injusta sociedad,
como era la mexicana de entonces (y no sabemos hasta qué grado ha dejado de
serlo). Se creó así la Junta Protectora de las Clases Menesterosas, encargada de
oír a los necesitados y proponer soluciones a las correspondientes instancias del
gobierno. A través de la junta se conocieron, entre otras, pero mayoritariamente,
las quejas de pueblos afectados por las leyes de desamortización, y si bien en
éstas no se dio marcha atrás, se procuró que se llevaran a cabo de manera que
los pueblos aseguraran la posesión de su fundo legal y el reparto de las tierras
entre las familias que los componían. Estas y otras disposiciones relativas a los
pueblos de indígenas se publicaron en náhuatl y en español.
Por otra parte, el Imperio continuó las tareas de codificación civil
emprendidas por el gobierno republicano, y puso en vigor la parte relativa a las
personas y la familia, con novedosos preceptos en lo tocante al reconocimiento de
los hijos habidos fuera de matrimonio y a los derechos de la madre en la patria
potestad. También puso en vigor la parte de la legislación modernizante del
régimen de Santa Anna, como la relativa a la materia contencioso-administrativa,
el Código de Comercio de 1854 y otras; retomó el proyecto de una nueva división
territorial, esbozado por Alamán en 1852, que organizaba el país en 50
departamentos, en los cuales habría autoridades nombradas desde el centro, pero
-y esto era una innovación contra las indicaciones del desaparecido líder
conservador- en su interior habría municipios regidos por ayuntamientos de
elección popular directa. Dio impulso a la construcción del ferrocarril México-
Veracruz, a las líneas de telégrafo y a la introducción del sistema métrico decimal,
iniciadas en regímenes anteriores, y en materia educativa y cultural se impuso el
proyecto liberal, llegando a la supresión de la universidad en 1866. En pocas
palabras, ese Imperio, cuyo lema era "Equidad en la Justicia", tuvo como meta los
avances de la civilización y los hizo objeto de una dictadura liberal -término y
proyecto muy en boga y aconsejado aquí y allá en esos tiempos-, a la que
aspiraban también los gobiernos republicanos. Sólo que su apoyo principal era un
ejército extranjero, al que se habían unido las fuerzas de la reacción, y de esa
suerte, al desaparecer el sustento militar francés, el Segundo Imperio mexicano
estaba condenado a desaparecer para dar lugar a la República, cuyo gobierno se
había refugiado en la frontera norte del país.
La relación de las fuerzas internacionales cambió cuando en abril de 1865
terminó la guerra civil de Estados Unidos, con la rendición de la Confederación del
Sur, y cuando en Europa, en julio de ese año, triunfaron las fuerzas prusianas
sobre las austriacas en Sadowa. Con el surgimiento de un imperio alemán
poderoso cambiaba desfavorablemente para Francia la geopolítica europea, y por
lo que toca a América, el gobierno de Estados Unidos hizo saber al de Napoleón
III que llevaría a la práctica la doctrina Monroe; es decir, que no toleraría fuerzas
de ocupación ni influencia directa de potencias extrañas en el continente
americano. Las tropas francesas se retiraron en el otoño de 1866 y a principios de
1867; el Imperio mexicano se redujo a las ciudades de México, Puebla y
Querétaro, donde cayó después de tres meses de sitio, el 15 de mayo, y sucumbió
con el fusilamiento de Maximiliano y sus generales Miguel Miramón y Tomás
Mejía, ejecutados en el Cerro de las Campanas el 19 de junio, tras haber sido
juzgados conforme a la ley del 25 de enero de 1862.
El presidente Juárez entró triunfante a la Ciudad de México el 15 de julio de
1867. El Partido Liberal, plenamente identificado corno republicano y nacional, se
unía en el momento del triunfo, pero tenía que enfrentar los problemas suscitados
por los desacuerdos y desavenencias surgidos durante la guerra, y por las
exigencias del sistema constitucional republicano, sumamente incómodas en
momentos en que la disputa sobre la culpa de la guerra dividía a la sociedad.
Los desacuerdos entre los republicanos se manifestaron en diversos
momentos de la lucha contra la intervención. Los más graves fueron los que
enfrentó el presidente Juárez con Santiago Vidaurri y Jesús González Ortega.
Vidaurri, gobernador de Coahuila y Nuevo León, se negó a entregar la plaza y los
recursos cuando Juárez, acosado por las fuerzas de intervención, entró en
Monterrey en 1864. Luego de sancionar a Vidaurri -quien acabaría sus días en la
Ciudad de México combatiendo por el Imperio, en 1867-, separando Coahuila de
Nuevo León y ordenando que los derechos aduanales, que el gobernador
controlaba, ingresaran a la tesorería de la República, Juárez pasó a Chihuahua,
donde fue bien recibido por el gobernador Luis Terrazas, y tuvo después que
refugiarse en Villa del Paso del Norte (hoy Ciudad Juárez), pues las tropas
republicanas, al mando de Jesús González Ortega, presidente de la Suprema
Corte de Justicia y general en jefe del ejército, habían sido derrotadas en una
desastrosa batalla. Esto creó un ambiente de desconfianza. El periodo para el que
Juárez había sido elegido terminaba en diciembre de 1864 y González Ortega
señaló que, como vicepresidente, estaba en posibilidades de asumir el Poder
Ejecutivo; se le hizo saber que, dadas las circunstancias, el mandato del
presidente se prolongaría un año más. González Ortega salió del país y Juárez,
consciente de que el general volvería a reclamar el cargo, decretó el 8 de
noviembre de 1865 que continuaría en la presidencia hasta que cesaran las
causas que habían llevado a la prórroga de su mandato. Además, González
Ortega fue puesto fuera de la ley, acusado de haber abandonado el país sin
licencia estando al mando del ejército. Este acto de Juárez dividió al Partido
Liberal; hombres que lo habían seguido en los difíciles momentos de la guerra civil
y en las peores circunstancias de la Intervención lo abandonaron, considerando el
acto corno un golpe de Estado; mientras que otros -corno los militares Porfirio
Díaz y Mariano Escobedo, y los juristas Sebastián Lerdo de Tejada e Ignacio
Vallarta-, advirtiendo la gravedad de la situación que enfrentaban en la lucha, le
dieron su apoyo. Con esas cargas y desavenencias, además de las impuestas por
la destrucción del país durante la guerra, entraba Juárez a la capital.
Como haya sido, el triunfo de la República frente al Imperio significó la
victoria del Partido Liberal identificado plenamente como nacional, pues había
derrotado a la reacción, que con el apoyo de fuerzas extranjeras había tratado de
imponer el régimen monárquico. Se comprendió entonces la razón que asistió a
Juárez al sobreponerse a la legalidad constitucional cuando decretó la prórroga de
su mandato.
Ahora, después de la entrada triunfal en la capital de la República, tocaba el
tumo a la legalidad, algo sumamente difícil para el gobierno dados los rígidos
principios de la Constitución de 1857 y de la legislación penal dictada en tiempos
de guerra para sancionar a los enemigos de la República, enemigos en muy
diverso grado de intención y culpabilidad, surgidos en una prolongada y cruel
guerra civil.

2.3.1 La Guerra de Texas.


Los antecedentes tanto de la separación de Texas como la pérdida de
territorio nacional se encuentran, los graves problemas nacionales, en la
denominada Doctrina Monroe y el destino Manifiesto. El 22 de diciembre de 1823
James Monroe, presidente de los Estados Unidos, dirigió un mensaje anual al
congreso. En una parte de sus discursos planteó una serie de principios que
guiaron la política exterior norteamericana durante el siglo XIX.

Ante la posibilidad de que España, con la ayuda de otras naciones


organizadas en la denominada Santa Alianza, tratara de recuperar las colonias
iberoamericanas, limitando la expansión territorial norteamericana, Monroe
expresó un conjunto de ideas que, conocidas como Doctrina Monroe, tendría
repercusión en el mundo a partir de la cuarta década de siglo XIX.

Para Elliot, Steele y Leuchtenburg (1997, P. 239), ls palabras del presidente


estadounidense que sintetizas la Doctrina son las siguientes:

Los continentes americanos (…) no podrán considerarse ya como campo


de futura colonización por ninguna potencia europea.

El sistema político de las potencias aliadas es esencialmente distinto… del


de los Estados Unidos de América. Considerando todo intento de su parte por
extender su sistema a cualquier porción de este hemisferio como peligroso para
nuestra paz y seguridad.

No nos hemos entrometido en las guerras de las potencias europeas sobre


cuestiones concernientes a ellas, ni se aviene a nuestra política hacerlo.

Sin embargo, fue hasta el mensaje de diciembre de 1845, del presidente


James Knox Polk, en la cual alude la anexión de Texas y a la posibilidad de la
guerra contra México y sus posibles aliados europeos, cuando se apelaría la
Doctrina Monroe, a fin de fijarla en la conciencia nacional:
La ocasión es propicia para retirar y reafirmar el principio formulado por Mr.
Monroe y declarar mi cordial conformidad cuanto a su sabiduría y sana política
(…) nuestra seguridad y nuestros intereses reclaman asimismo, que la eficaz
protección de nuestras leyes se hagan efectivas en toda nuestra extensión
territorial, y que se anuncie claramente al mundo como nuestra política
permanente la de no consentir que se funde en parte alguna del continente
norteamericano ningún futuro dominio o colonia europea.

Ya desde principios del siglo XIX, Texas perteneciente a las provincias


internas de Oriente, era considerado territorio en disputa entre la Nueva España y
los Estados Unidos de América. Esta situación comenzó a ser constante a partir
de 1804, año en el que el gobierno norteamericano adquirió el territorio de
Luisiana, moviendo la frontera hasta el territorio texano. La recién vecindad entre
los dos países permitió colonos norteamericanos ingresaran a México,
asentándose en Texas, lo que motivó que el gobernador Antonio Martínez se
empeñara infructuosamente en atraer población novohispana que contrarrestase
la inmigración estadounidense.

La Guerra de independencia de la Nueva España convirtió a Texas en un


lugar importante debido a que era el paso obligado para el refugio y la compra de
armas por partes de los insurgentes; esta situación propició que aventureros y
fugitivos norteamericanos se internaran en Texas bajo el pretexto de luchar por la
libertad.

En 1819, el Tratado Continental suscrito entre los representantes de


Estados Unidos y España permitió que se reconociera la frontera novohispana y
que cerca de 350 familias católicas provenientes de Estados Unidos y gobernadas
por Moses Austin se asentaran en Texas. Más tarde, el Acta de Colonización
expedida por el Imperio Mexicano (julio 1822 – Marzo 1823) cedió terrenos y
otorgó exención de impuestos a los colonos norteamericanos bajo condición de
que no poseyeran esclavos, fueran católicos y no se asentaran en costas y
fronteras, condiciones que nunca fueran respetadas debido a la inexistencia de
una autoridad mexicana permanente.
En 1824 a instancia de los colonos, Texas se incorporó al estado de
Coahuila, a fin de que no fuera gobernada por la administración Federal y se
permitiera abiertamente la inmigración. En consecuencia, desde Saltillo se aprobó
la entrada de más de 1250 familias estadounidense.

El ánimo de los colonos norteamericanos por separar Texas de México se


presentó tempranamente, en 1826. Haden Edwards proclamó la República de
Fredonia de Nacogdoches con apoyo indirecto de los Estados Unidos. Esta vez, el
hijo de Moses Austin, Stephen, combatió la insurrección a fin de ganar la simpatía
del gobierno mexicano. Después de Frustrar los planes de Edwards, el gobierno le
otorgó mayores concesiones de tierras, el control sobre los colonos de Texas y la
autorización para que los inmigrantes se asentaran tanto en las costas como en la
frontera con Estados Unidos.

Hacia 1830, el general Manuel Mier y Terán, enviado por el gobierno para
vigilar Texas, advirtió que la población era mayoritariamente extranjera, no
respetaba las leyes mexicanas, sobre todo las referentes a la prohibición de la
esclavitud; ni guardaba fidelidad a las instituciones mexicanas, lo que en el futuro
facilitaría una invasión norteamericana. Ante lo alarmante del informe, Lucas
Alamán, ministro de relaciones en el gabinete de Anastasio Bustamante, promulgó
una nueva ley de colonización el 6 de Abril de 1830, mediante la cual se prohibió
la entrada a nuevos inmigrantes, se sometió la colonización a la autoridad federal
y se planteó la existencia de una fuerza armada permanente de origen
exclusivamente mexicano.

Ante estas disposiciones los colonos se inconformaron y se incorporaron a


la rebelión que, encabezada por Antonio López de Santa Anna, derrocó a
Bustamante. Tiempo después en una convención en la que se prohibió la
asistencia de mexicanos, s solicito la separación de Texas del estado de Coahuila
y la derogación de las leyes antiesclavistas.
En enero de 1833 se organizó en el poblado de San Felipe la segunda
convención. Esta vez Austin y sus allegados redactaron la Constitución del Estado
de Texas, en abierto desafío a las leyes mexicanas. EL objetivo de elevar la
provincia al rango d estado libre y soberano era que la Federación concediera
mayor autonomía a los colonos estadounidenses.

En tal acción, el gobierno de Valentín Gómez Farías ordenó el arresto de


Austin a su postura claramente separatista y envió al hijo de José María Morelos y
Pavón, Juan Nepomuceno Almonte a tranquilizar a los colonos. Una vez en Texas,
Almonte permitió que los colonos estadounidenses aumentaran su representación
política en el congreso de Coahuila y nombró a un inmigrante norteamericano
como juez principal en la provincia y concedió que el inglés se utilizará para
trámites legales.

A pesar de las medidas conciliatorias y pacificadoras, los colonos


organizados por William Travis y el ex gobernador de Tennessee, Samuel
Houston, formaron clubes que lucharon abiertamente por la independencia, Por
otro lado, el gobierno norteamericano o de Andrew Jackson apoyó los planes
independentistas al igual que los mexicanos exiliados en New Orleans.

Con el fin de defender la integridad territorial, el gobierno mexicano


promulgó un decreto mediante el cual consideró piratas a los extranjeros que
promovieran y apoyaran la independencia Texana. Los enemigos del sistema
Federal acusaron a este de la causa de la inminente separación, por esta razón, el
Congreso mexicano abolió el federalismo y proclamó la República centralista.

Con ese pretexto, los colonos texanos se rebelaron abiertamente y


declararon la guerra a México, confiando el mando de la guerra a Samuel
Houston. Bajo la protección estadounidense declararon la independencia en
Washington el 2 de marzo de 1836. Pocos meses antes, el ejército mexicano, mal
armado y peor alimentado, al mando de Antonio López de Santa Anna, había
ocupado San Antonio Béjar. EN el fuerte de El Álamo, haciendo uso de decreto
antes mencionado, Santa Anna ordenó la ejecución de los rebeldes que allí se
habían atrincherado.
Después de la promulgación de la independencia, David Burnet y Lorenzo
de Zavala fueron elegidos presidente y Vicepresidente de la República de Texas,
respectivamente. El 22 de abril de 1836, los rebeldes texanos sorprendieron al
ejército de Santa Anna en las riberas del Río San Jacinto, cerca de la actual
ciudad de Houston. En poder de los rebeldes, Santa Ann firmó los Tratados de
Velasco, con los que acepto retirar las tropas mexicanas de las posiciones
texanas. En otro texto secreto, se comprometió a gestionar el reconocimiento del
gobierno mexicano a la independencia de Texas.

La separación de Texas demostró el expansionismo norteamericano,


materializado con el apoyo del presidente Andrew Jackson brindó a los
insurrectos, al proveerles de armas y efectivos, y el reconocer a la independencia
en marzo de 1837 a pesar de la protesta mexicana. Esta acción dio pie a la
ruptura de relaciones Diplomáticas entre México y Estados Unidos.

Las intenciones mexicanas de reconquistar Texas se plegaron a la realidad:


gobiernos débiles, carencia de un ejército profesional, inexistencia del
nacionalismo, crisis hacendaria, amenaza de intervenciones de los gobiernos de
España, Francia, Inglaterra y Estados Unidos a causa de falta de pago de las
indemnizaciones reclamadas y por último, los frecuentes motines y rebeliones que
marcaron el caótico México decimonónico.

2.3.2 Guerra de los pasteles.

Antecedentes
La guerra de los pasteles surgió de la inestabilidad política y económica
generalizada que asolo los primeros años de la república mexicana. En 1828, el
electo presidente mexicano Manuel Gómez Pedraza fue exiliado por Lorenzo de
Zavala con el apoyo del general. El golpe dio como consecuencia cuatro días de
combates en la ciudad de México y la instalación de un nuevo presidente, Vicente
Guerrero. Los combates en las calles destruidas dieron como saldo una gran
cantidad de daños a la propiedad personal. El ciudadano medio tenía pocos
recursos por los daños sufridos. Los extranjeros cuya propiedad fue dañada o
destruida por los manifestantes o los bandidos no tenían cónsules o
representantes que hablasen en su nombre y por lo general no pudieron obtener
una compensación del gobierno, y comenzaron a apelar a sus propios gobiernos
en busca de ayuda. A pesar de las reiteradas reclamaciones francesas, el
Gobierno francés deja la cuestión enfriarse. Económicamente, la deuda externa
era grande, debido principalmente a un mayor endeudamiento ante varios países
europeos, después de haber llegado al punto de que México ya no podía cumplir
sus compromisos.

Inicio de la Guerra México - francesa

Por lo tanto, esta guerra fue el primer conflicto bélico entre México y
Francia, y formalmente tuvo lugar entre el 16 de abril de 1838 y el 9 de marzo de
1839.
Durante las primeras décadas de la historia Independiente de México,
fueron de anarquía y desorden en los aspectos económico, político y demográfico.
La inestabilidad del país se reflejaba en todos los órdenes de la sociedad, y en
particular en las fronteras la migración ilegal y el contrabando eran comunes por la
falta de vigilancia.
Debido a esto y muchos problemas, México estaba en la mira de los países
extranjeros, dispuestos a intervenir cuando lo consideraran oportuno.
A partir de la consumación de la Independiente en 1821, los franceses, que
profesaban la misma religión, y además pertenecían a una cultura que influía
grandemente en la mexicana, pudieron radicarse en el país, consagrándose al
comercio, la pequeña industria, el artesanado e ingresando en el ejército nacional.
En 1827, se había celebrado un convenio con Francia bajo el nombre de
"Declaraciones Provisionales", que sentaban las bases para el futuro arreglo de
las relaciones entre ambos países.
La colonia francesa era próspera y bien vista cuando Francia reconoció en 1830 la
Independencia y en el momento en que se firmaron los acuerdos comerciales de
1831 y 1832, que otorgaron a la nación francesa y sus ciudadanos el tratamiento
de nación más favorecida.
Las rebeliones y asonadas ocurridas en las primeras décadas afectaron tanto a los
mexicanos y extranjeros, al igual que los préstamos forzosos que el gobierno
impuso a la población para salir de sus apuros económicos.

De esos hechos, y a través del barón Deffaudis, embajador de francés, los


comerciantes franceses avecinados en México enviaron una serie de
reclamaciones, que fueron recibidas en Paris con alarma.
Entre estas reclamaciones, se encontraba la de un cocinero francés llamado señor
Monsieur Remontel, dueño de una pastelería en el distrito de Tacubaya de la
ciudad de México, donde afirmó que en su tienda había sido arruinada por
saqueos de algunos oficiales del presidente Santa Anna en 1832, se habían
comido unos pasteles sin pagar la cuenta, por lo cual exigía ser indemnizado. Ese
fue el motivo a que el pueblo mexicano identificara a esta guerra con Francia con
el nombre de "Guerra de los Pasteles".
Deffaudis, en un comunicado a su gobierno le indicaba que había que actuar con
energía.
Al responder el Ministro de Relaciones a las reclamaciones francesas y no
estar de acuerdo. En consecuencia, Deffaudis, pidió sus pasaportes y abandonó
México y regresó a Francia, para volver en marzo acompañado de diez barcos de
guerra que apoyaban las reclamaciones de su gobierno.
Deffaudis redactó el 21 de ese mes un ultimátum al gobierno exigiéndole el pago
de 600.000 pesos para cubrir daños ocasionados a los franceses. Esta cantidad
era muy alta en comparación con el salario diario promedio de un obrero, que
estaba sobre un peso. Además de esta cantidad, México había incumplido
también millones de dólares en préstamos de Francia. Por lo tanto, exigía también,
que fueran retirados varios oficiales del ejército y se exceptuara a los franceses de
los préstamos forzosos expidiendo una ley especial.
Fondearon frente a la Isla Sacrificios, Veracruz, amenazando con invadir el
territorio mexicano si México no cumplía las condiciones de Deffaudis.
Como el gobierno de Anastasio Bustamante se negaba a tratar con Deffaudis
mientras hubiera fuerzas navales francesas frente a Veracruz, el comandante de
éstas, almirante Bazoche, declaró bloqueados todos los puertos del Golfo, incautó
a las naves mercantes mexicanas, comenzando un bloqueo que duraría ocho
meses, desde el 16 de abril de 1838 que se rompieron las relaciones.
Al ver que México no cedía ante la presión, Francia envió en octubre veinte
barcos más bajo el mando del contraalmirante Charles Baudin y se reunió en
Jalapa con el ministro de relaciones interiores y exteriores de México don Luis G.
Cuevas, quien se negó a exceptuar a los franceses de préstamos forzosos y de
ventajas comerciales. Aceptó pagar la indemnización de seiscientos mil pesos en
un plazo de seis meses. Inconforme, Baudin amenazó con iniciar las hostilidades
el 27 de noviembre, lo cual realizaron 26 navíos con cuatro mil hombres, que
atacaron San Juan de Ulúa causando graves daños y gran número de muertos.
Retirado desde su regreso de Estados Unidos, Santa Anna observó los
movimientos de la escuadra enemiga y decide actuar.
Se entrevistó con Rincón y ante la grave situación aceptó el consejo de los
oficiales de rendir fortaleza. Los franceses obligaron a Rincón a reducir la
guarnición de Veracruz a mil hombres, a recibir a los expedicionarios e
indemnizarlos.
El Congreso desautorizó a Rincón y nombró a Santa Anna defensor de Veracruz.
Éste llamó a Mariano Arista, quien fue hecho prisionero al ser sorprendidos
por los franceses, mientras Santa Anna lográ escapar.
Las tropas francesas atacaron varios puntos fuertes y cuando se retiraban,
Santa Anna, que había recibido refuerzos, intentó atacar en muelle al contra-
almirante Baudin, las cuales contraatacaron utilizando un cañón que mató al
caballo de Santa Anna destrozándole a éste la pierna izquierda, forzado el ejército
nacional a abandonar Veracruz, este hecho provocó en la capital descontento,
culpándose al presidente Bustamante de esos hechos.
La intervención de Santa Anna en la defensa de Veracruz le sirvió para
recuperar su prestigio, lo que capitalizó muy bien, habiendo logrado que lo
propusieran para ocupar la presidencia en tanto Bustamante salía a combatir un
alzamiento federalista en Tampico.
Como presidente interino, Santa Anna se dio cuenta de que resultaba
conveniente llegar a un arreglo con Francia, ya que Baudin había levantado el
bloqueo de los puertos controlados por los federalistas.
Por otra parte, el ministro inglés Richard Pakenham intervino con el fin de
evitar daños al comercio británico, quien consiguió reunir a los representantes
mexicanos con el contraalmirante Baudin.
El 9 de marzo de 1839 se firmó un tratado de paz, en el cual México se
comprometió a pagar las indemnizaciones exigidas (seiscientos mil pesos en
total), en plazos cómodos y del modo que menos podía perjudicar el erario
nacional.
Francia retiró, a cambio, la flota invasora, desistió de la indemnización a los
gastos de guerra y el desconocimiento de las Declaraciones Provisionales de 1827
devolviendo además las naves incautadas.
Esta guerra no impidió que Francia siguiera ejerciendo gran influencia en el
desarrollo cultural de México.
La batalla que aconteció el Cinco de Mayo, en ocasiones se confunde con
la que tuvo lugar en una posterior invasión (1862) de México orquestada por
Napoleón III.

2.3.3 Expansionismo norteamericano.

La expansión territorial es una de las características más importantes del


desarrollo histórico de los Estados Unidos. En sus primeros cien años de vida la
nación norteamericana experimentó un impresionante crecimiento territorial. Las
trece colonias originales se expandieron hasta convertirse en un país atrapado por
dos océanos. Como veremos, este fue un proceso complejo que se dio a través de
la anexión, compra y conquista de nuevos territorios

Es necesario aclarar que la expansión territorial norteamericana fue algo


más que un simple proceso de crecimiento territorial, pues estuvo asociada a
elementos de tipo cultural, político, ideológico, racial y estratégico. El
expansionismo es un elemento vital en la historia de los Estados Unidos, presente
desde el mismo momento de la fundación de las primeras colonias británicas en
Norte América. Éste fue considerado un elemento esencial en los primeros cien
años de historia de los Estados Unidos como nación independiente, ya que se
veía no sólo como algo económica y geopolíticamente necesario, sino también
como una expresión de la esencia nacional norteamericana.

No debemos olvidar que la fundación de las trece colonias que dieron vida
a los Estados Unidos formó parte de un proceso histórico más amplio: la
expansión europea de los siglos XVI y XVII. Durante ese periodo las principales
naciones de Europa occidental se lanzaron a explorar y conquistar dando forma a
vastos imperios en Asia y América. Una de esas naciones fue Inglaterra, metrópoli
de las trece colonias norteamericanas. Es por ello que el expansionismo
norteamericano puede ser considerado, hasta cierta forma, una extensión del
imperialismo inglés.

Los Estados Unidos experimentaron dos tipos de expansión en su historia:


la continental y la extra-continental. La primera es la expansión territorial contigua,
es decir, en territorios adyacentes a los Estados Unidos. Ésta fue vista como algo
natural y justificado pues se ocupaba terreno que se consideraba “vacío” o
habitado por pueblos “inferiores”. La llamada expansión extra-continental se dio a
finales del siglo XIX y llevó a los norteamericanos a trascender los límites del
continente americano para adquirir territorios alejados de los Estados Unidos
(Hawai, Guam y Filipinas). Ésta provocó una fuerte oposición y un intenso debate
en torno a la naturaleza misma de la nación norteamericana, pues muchos le
consideraron contraria a la tradición y las instituciones políticas de los Estados
Unidos.

La Doctrina Monroe

Es sin duda uno de los grandes temas de la historia de las Relaciones


Internacionales del continente americano. Originalmente fue parte del mensaje
anual del presidente norteamericano James Monroe al Congreso de los Estados
Unidos del 2 de diciembre de 1823; con el tiempo se convirtió en parte
fundamental de la política exterior norteamericana. Mucho de su significado
descansa en el hecho de que su esencia fue por más de cien años una parte
integral del pensamiento norteamericano. El mensaje articuló ideas ya bien
establecidas en la política exterior de los Estados Unidos. La idea de la separación
geográfica, política, económica y social del Nuevo Mundo con respecto al Viejo,
destacando los diferentes intereses americanos, datan de antes de la
independencia norteamericana; los principios de Monroe complementaron el
arraigado aislacionismo.

Sin embargo, la declaración de Monroe fue ignorada en gran medida como una
guía política durante gran parte del siglo XIX, período de debilidad militar y
preocupaciones internas en los Estados Unidos. No sería hasta finales de dicho
siglo, con el posicionamiento de Norteamérica con el status de gran potencia,
cuando la Doctrina Monroe se convierte en la piedra angular de la política exterior
norteamericana.

El día 2 de diciembre de 1823, James Monroe, presidente de los Estados


Unidos, presenta en su discurso anual algunos pasajes sobre relaciones exteriores
que dejarán clara la posición de los Estados Unidos en política exterior.
Resumiendo, la Doctrina en las palabras del presidente:

“Los continentes americanos… no podrán considerarse ya como campo de futura


colonización por ninguna potencia europea.”

“El sistema político de las potencias aliadas es esencialmente distinto… del de los
Estados Unidos de América. Considerando todo intento de su parte por extender
su sistema a cualquier porción de este hemisferio como peligroso para nuestra paz
y seguridad.”

“No nos hemos entrometido ni hemos de entrometernos con las actuales colonias
o dependencias de ninguna potencia europea.”

Primeras usurpaciones externas


El 24 de marzo de 1846, una fuerza militar estadounidense al mando del general
Taylor cruzó el río Nueces y avanzó por territorio mexicano. Era el comienzo de
uno de los mayores latrocinios de la historia, que culminaría dos años después
con la anexión de Texas, Nuevo México y California. 1.350.000 kilómetros
cuadrados de tierra feraz, prácticamente sin explotar, donde “poco antes” los
estadounidenses habían descubierto “por casualidad” los mayores yacimientos de
oro de todo el Norte de América.

La voluntad expansionista de los Estados Unidos de Norteamérica se manifestaba


claramente ya desde las primeras décadas del siglo XIX, poco después de
obtenida su independencia de Inglaterra. Así, en 1803 compran a Napoleón I, por
15 millones de dólares, el territorio de la Luisiana. Ya entonces el presidente
Jefferson manifiesta las intenciones de su país por apropiarse de la Florida y
Texas. En 1819 cumplen su propósito con la primera, logrando que España la
venda y en el mismo contrato exprese su renuncia a Texas. En 1920, Estados
Unidos continúa con su política expansionista en la región obteniendo de México
permiso “para radicar colonos” en territorio tejano. (2) Sobre este carácter de sus
vecinos del norte, el intelectual mexicano Carlos María Bustamante escribiría,
dieciséis años antes de la invasión armada: “El Departamento de Texas está ya en
contacto con la nación más ávida y codiciosa de la Tierra. Los norteamericanos,
sin que el mundo lo haya sentido, se han apoderado sucesivamente de cuanto
estaba en roce con ellos. En menos de medio siglo se han hecho dueños de
colonias extensas que estaban bajo el cetro español y francés, y de comarcas aún
más dilatadas que poseían infinidad de tribus de indios que han desaparecido de
la superficie de la Tierra”.

No pasaría mucho tiempo para que estas lúgubres advertencias de Bustamante


fueran tomando carácter concreto, en magnitudes aún mayores a las imaginadas
por el escritor. En 1867, bajo intensa presión de los Estados Unidos, Rusia cede
Alaska. El hegemonismo económico y militar de los ambiciosos anglosajones se
perfilaba de un modo evidente. Sólo faltaba el último embate de audacia para
consolidarlo, apropiándose del Caribe y Centroamérica. Muy pronto lo iban a dar.
COMENTARIO

Desde que México logró su independencia, Estados Unidos intentó comprarle la


provincia de Texas. El gobierno mexicano se negó siempre a vender parte de su
territorio. Sin embargo, desde 1820 se habían asentado en Texas miles de
colonos estadounidenses, a quienes encabezaba Stephen Austin. So pretexto de
ser federalistas, se rebelaron y declararon su independencia en 1836. Debido a
errores de estrategia cometidos por Santa Anna, no pudieron ser sometidos, pero
México nunca reconoció a Texas como un país independiente. En 1845 Texas se
unió a Estados Unidos. Las diferencias con México en torno a los nuevos límites
fronterizos dieron al gobierno estadounidense la oportunidad de provocar una
guerra para conseguir por las armas los territorios que no había podido comprar.

En 1846 los norteamericanos entraron en territorio mexicano por Matamoros y


Monterrey; las tropas de Santa Ana les hicieron frente en la batalla de La
Angostura. Otras fuerzas de Estados Unidos tomaron Nuevo México, Chihuahua,
California y parte de Coahuila, y sitiaron los puertos más importantes del país,
pese a la oposición mexicana. Para lograr la rendición de México, tomaron
Veracruz y, tras vencer a Santa Anna en Cerro Gordo, llegaron a las afueras de la
capital en agosto de 1847. Los mexicanos ofrecieron resistencia en las batallas de
Churubusco, Padierna, Molino del Rey y Chapultepec, pero su falta de
organización abrió las puertas a los invasores, así el gobierno de México aceptó
firman el Tratado de Guadalupe – Hidalgo en febrero de 1848, por el cual perdió la
mitad norte de su territorio.
2.4 La guerra de reforma.

Es uno de los episodios más prolongados de lucha entre los liberales y las
fuerzas conservadoras que dominaban la historia de México en el siglo XIX. Los
liberales querían un gobierno federal, que limitara el poder tradicional de la Iglesia
católica y su influencia militar en el país. Los conservadores querían un gobierno
centralista, incluso una monarquía que junto a la Iglesia y a los militares
mantuvieran los roles y poderes tradicionales como en el Virreinato de Nueva
España.

Antecedentes

Después del fin de la Guerra de Independencia de México, el país estaba


fuertemente dividido mientras intentaba recuperarse de más de una década de
enfrentamientos. Desde 1821 hasta 1857, cincuenta gobiernos diferentes
gobernaron el país. Estos gobiernos incluían las dictaduras, gobiernos
republicanos constitucionales y una monarquía. La política mexicana estaba
dividida en dos grupos, los liberales y los conservadores. Tanto los liberales y los
conservadores eran movimientos políticos que tenían sus orígenes en las
reuniones secretas de la masonería. La naturaleza secreta de la sociedad permitió
la discusión política discreta. Los conservadores alineados con la facción del rito
escocés y liberales alineados con los del rito York (estos eran los ritos más
importantes de la masonería). Los conservadores estaban a favor de un gobierno
central fuerte, con muchas ganas de tener un monarca al estilo europeo. Los
conservadores favorecieron la protección de muchas de las instituciones
heredadas del período colonial, incluyendo exenciones fiscales y legales para la
Iglesia Católica y los militares. Los liberales estaban a favor del establecimiento de
la república federal basada en las ideas de la Ilustración europea, y la limitación de
los poderes y privilegios de la Iglesia y de los militares. Hasta el final del período
de reforma, la historia de México fue dominada por estas dos facciones que
luchaban por el control y también contra incursiones extranjeras al mismo tiempo.
La Era de la reforma de la historia mexicana se define generalmente desde 1855
en 1876.

Ascenso político de los liberales en la década de 1850

En la década de 1850, las facciones liberales ganaron el control político con


líderes como Benito Juárez, Miguel Lerdo de Tejada, Juan Álvarez y otros. Este
ascenso se produjo después de la pérdida de casi la mitad del territorio colonial de
México a manos de los Estados Unidos en la guerra mexicano-americana. Los
liberales creían que la Iglesia y los militares eran la fuente de la mayoría de los
problemas de México.

Los liberales tenían dos facciones internas, los "puros" o radicales y los
moderados. Estas dos facciones se unieron cuando Benito Juárez y Melchor
Ocampo, los líderes de estas dos facciones, y ambos en el exilio en Nueva
Orleans en el año 1854, apoyan el levantamiento de Juan Álvarez contra Antonio
López de Santa Anna, quien fue ampliamente culpado por la pérdida de Texas y lo
que ahora es el suroeste de los EE.UU. Los dos establecen principios en un
documento llamado el Plan de Ayutla. El Plan reunió a una coalición de fuerzas
que logró expulsar a Santa Anna de la Presidencia mexicana.

Siendo presidente sustituto, Comonfort promulgó la Constitución aprobada


por el Congreso el 5 de febrero de 1857, en virtud de la cual fue electo presidente
constitucional para el periodo que iniciaba en diciembre. Consciente de las
limitaciones que el régimen imponía al Ejecutivo y de la manifiesta oposición a la
libertad religiosa -implícitamente establecida en esa carta, que, a diferencia de
todas las anteriores, no declaraba al catolicismo como culto nacional-, a la libertad
de educación -declarada en el artículo 30- y a otros principios que entonces se
debatían, el presidente propuso algunas reformas para fortalecer el gobierno y
atenuar las medidas radicales, pero no fue atendido. La oposición se hizo más
clara cuando se publicaron la Ley del Registro Civil, que obligaba al clero a dar
cuenta a las autoridades estatales de nacimientos, matrimonios y defunciones
registrados en los libros parroquiales; la Ley sobre los Derechos y Obvenciones
parroquiales, que moderaba su cobro y declaraba su gratuidad para los pobres, y
la gota que derramó el vaso la disposición que ordenaba el juramento obligatorio
de la Constitución a los empleados públicos de cualquier jerarquía.
Comonfort juró la Constitución, pero no dejó de mostrar su desacuerdo ante
el sesgo radical de la situación, y fue convencido por el general Félix Zuloaga y
otros amigos para que la desconociera y convocara a otro Congreso que
organizara a la nación conforme a sus usos y costumbres. Esto ocurrió el 17 de
diciembre, cuando Comonfort cambió su investidura constitucional por la de
revolucionario. Días después, viendo los extremos a que estaban dispuestos a
llegar los militares, liberó a Benito Juárez, presidente de la Suprema Corte de
Justicia y, de acuerdo con la Constitución, vicepresidente de la República. Así,
cuando Comonfort, desconocido por los militares golpistas, salía al exilio, Juárez
asumió la presidencia y abandonó la capital para establecer su gobierno en
Guanajuato, donde llamó a defender el régimen constitucional, mientras en la
Ciudad de México Zuloaga se proclamaba presidente del gobierno reaccionario.
La suerte de uno y otro partido, ahora claramente definidos como reaccionario y
constitucionalista, dependería del control del territorio durante la guerra civil que se
prolongó de enero de 1858 a diciembre de 1860, conocida como Guerra de
Reforma, pues en ella se continuaron y radicalizaron las medidas liberales
propuestas durante la revolución de Ayutla.
Al principio de la lucha los conservadores tuvieron la ventaja, pues estaban
en la Ciudad de México, lo que les aseguraba el trato con los representantes de
las potencias extranjeras, y además contaban con el ejército y con el apoyo del
clero, deseoso éste de recuperar sus bienes y prerrogativas. A la reacción se
habían adherido los gobiernos de los estados de México, Puebla, San Luis Potosí,
Chihuahua, Durango, Tabasco, Tlaxcala, Chiapas, Sonora, Oaxaca, Veracruz y
Yucatán. El gobierno constitucional de Juárez logró el apoyo de los gobernadores
de Guerrero, Jalisco, Guanajuato, Querétaro, Michoacán, Nuevo León y Coahuila
(bajo el mando de Santiago Vidaurri), Tamaulipas, Colima y Veracruz -que
originalmente se había pronunciado por Zuloaga-. Este cambio fue importante,
pues el gobierno juarista contaría con el principal puerto del país, lo que en
momentos de guerra era tanto o más importante que la posesión de la capital.
Sin embargo, Juárez carecía de un ejército profesional y tenía que valerse
de las milicias nacionales reclutadas en los estados para luchar contra fuerzas de
militares expertos, muy superiores en el campo de batalla. Tuvo que salir de
Guanajuato a Guadalajara, donde estuvo a punto de ser ejecutado por la
guarnición de la plaza, y de ahí a Colima para llegar, cruzando por Panamá, a
Veracruz, donde estableció su gobierno hasta el final de la guerra y donde logró el
reconocimiento de Estados Unidos, lo que vino a darle una ventaja en el terreno
internacional.
Esa guerra de tres años fue de carácter civil, pues dividió a la sociedad en
el seno mismo de las familias, en las cuales el arraigo religioso y el respeto a las
autoridades eclesiásticas pesaba frente a quienes, como muchos sinceros
creyentes, advertían que la Iglesia en cuanto organización social debía someterse
al "orden temporal" de la autoridad política, dejando fuera los principios de fe
propios del "gobierno espiritual". El problema se venía discutiendo desde tiempos
de la dominación española, durante la cual "católicos monarcas" tomaron
enérgicas medidas contra la jerarquía eclesiástica cuando consideraron que ésta
interfería en asuntos del gobierno político del reino. Pero el deslinde de los
órdenes "espiritual y temporal", propio de una discusión conceptual, tendría que
esclarecerse en los campos de batalla. Así, la guerra movilizó a amplios sectores
de la población, de grado o por la fuerza de la leva, dando pie a la destrucción de
la propiedad y a la inseguridad en los caminos y en los lugares más apartados del
territorio.
Todo llevó a la radicalización de las medidas que dictaron los gobiernos.
Como la jerarquía eclesiástica declaró su apoyo al gobierno de la reacción, a cuyo
frente estuvieron primero Zuloaga y luego Miguel Miramón -su más joven y activo
general-, Juárez decretó en Veracruz, el 12 de julio de 1859, la nacionalización de
los bienes del clero, con los que pudo ofrecer una garantía a prestamistas
ansiosos de sacar ventajas mayores que las que podían ganar con menor riesgo
en tiempos de paz.
La Iglesia, por su parte, advirtió que el costo de la guerra era mayor y
menos prometedor de lo que parecía al principio, pues no consistía en triunfos,
sino en el dominio de un territorio que se había convertido en escenario de una
guerra civil. Así, las ventajas logradas en un inicio por el ejército profesional se
diluyeron en una larga confrontación, en la que no faltaron las intrigas
diplomáticas. Habiendo logrado el reconocimiento de los Estados Unidos, el
gobierno de Juárez aseguró el frente que se le abría desde el mar. Dos veces
Miramón asedió Veracruz, una en 1859 y otra en 1860, y las dos tuvo que levantar
el sitio para replegarse al interior del país, donde las derrotadas fuerzas
constitucionalistas se rehacían y llegaban a amenazar a la capital, mientras que en
Veracruz el gobierno de Juárez continuó dictando medidas reformistas que iban
más allá de lo económico, desde las leyes de matrimonio civil y de secularización
de camposantos hasta las de libertad de cultos y separación de Iglesia y Estado
del 4 de diciembre de 1860.
Esto ocurría mientras las tropas de la reacción eran derrotadas y
abandonaban los lugares que aún conservaban. Miramón fue derrotado en Silao y,
finalmente, en Calpulalpan, el 22 de diciembre de ese año, por Jesús González
Ortega, gobernador de Zacatecas y general en jefe -militar improvisado como
muchos otros- del ejército constitucionalista.
La lucha militar fue costosa y dejó saldos negativos en los campos,
caminos, ciudades y pueblos del país. Ocurrió lo mismo en el terreno diplomático.
El 26 de septiembre de 1859, Juan Nepomuceno Almonte, representante del
gobierno de Miramón en París, firmó con el de España, Alejandro Mon, un tratado
por el que, a cambio de reconocimiento y ayuda, México se comprometía a cumplir
la negociación de la deuda española firmada por Santa Anna en 1853, en virtud de
la cual se reservaría 8% de los ingresos aduanales para su pago, y además, a
castigar a los culpables de los asesinatos de súbditos españoles en diversas
partes del país e indemnizar a las víctimas sobrevivientes y a los perjudicados. Por
su parte, el gobierno de Juárez en Veracruz suscribió, en diciembre de ese año, el
tratado MacLean-Ocampo por el que concedía derecho de paso a las tropas
norteamericanas por los estados fronterizos del norte y por el Istmo de
Tehuantepec. Este tratado no fue ratificado por el Senado de Estados Unidos y no
se llevó a efecto, pero dejó el talante entreguista que tanto se ha reprochado al
gobierno constitucionalista.
Por otra parte, durante la guerra civil unos y otros contendientes cometieron
arbitrariedades afectando intereses particulares de mexicanos y extranjeros.
Préstamos forzosos y confiscaciones que dieron lugar a reclamaciones e incluso
desconocimientos; además, se contrajeron deudas a todas luces
desproporcionadas, que comprometieron el erario nacional. La más sonada fue la
de Miramón, quien firmó con el banquero suizo Juan Bautista Jecker un préstamo
por 15 millones de pesos, de los cuales sólo recibió 750,000. El trato sería objeto
de reclamaciones mucho después, como parte de la deuda contraída con
Inglaterra. Pues bien, todo ello estaba en la agenda de los gobiernos extranjeros
cuando el presidente Juárez se trasladó de Veracruz a la Ciudad de México, en
enero de 1861.

2.4.1 La Constitución de 1857

La Constitución de 1857 significó un parte aguas en el siglo XIX. Sostenía el


principio básico del liberalismo político: igualdad ante la ley, con lo cual acabó de
con los fueros y los privilegios del ejército y la iglesia. Reivindicaba las garantías
individuales y los derechos políticos. Los constituyentes no pudieron establecer el
principio de libertad de cultos, por la presión de los conservadores. Aún así, la
iglesia con una errónea lectura de los tiempos- se opuso terminantemente a ella y
amenazó con excomulgar a todos aquellos funcionarios públicos que la juraran.

La Constitución llevó al país a 10 años de guerra. De 1857 a 1861, liberales


y conservadores se enfrascaron en la guerra de Reforma para establecer sus
proyectos de Nación. Derrotados, los conservadores buscaron el apoyo de Francia
para establecer un imperio (1862-1867), al final triunfó la República liberal
encabezada por Benito Juárez.
Aunque la Constitución de 1857 se convirtió en la bandera de los liberales y
luego de la República, dadas las circunstancias del país, el presidente Juárez se
vio obligado a gobernar sin la Constitución; el Congreso lo dotó con facultades
extraordinarias para enfrentar la situación del país. Juárez convirtió la carta magna
en bandera política, en la razón moral para encabezar la resistencia, lo cual le
permitió justificar actos como su permanencia en el poder en 1865 –año en que
concluía su periodo presidencial-, lo cual fue considerado una flagrante violación a
la ley suprema, en la forma de un golpe de estado.

Paradójicamente, con la Constitución de nuevo en vigor luego del triunfo de


la República, el presidente Juárez fue el primero que intentó violarla al tratar de
reformarla por medio de un plebiscito que no estaba contemplado en la ley
suprema. Fue el escándalo político del año 1869 y quedó demostrado que la
suerte de la Constitución dependía de la voluntad del gobernante. En los albores
del porfiriato (1877), Justo Sierra señaló “la Constitución es un bello poema…
tiene veinte años de vida y nadie la ha puesto en práctica”.

El presidente Díaz gobernó por encima de la ley suprema del país, no


obstante que en todo momento se argumentó que se actuaba dentro de la
Constitución. La necesitaba para otorgarle legitimidad a su régimen, aunque
encontró la forma de darle la vuelta. El intelectual Andrés Molina Enríquez
escribió: “El señor general Díaz comprendió demasiado bien que no era posible
gobernar bajo el imperio riguroso de esas leyes, porque él llevaba a la anarquía,
pero también comprendió que su carácter sagrado las hacia punto menos que
inviolables, y supo apurar la facultad”.

Las garantías individuales y los derechos políticos contenidos fueron


ignorados o subordinados al progreso material y las contradicciones sociales no
tardaron en aparecer hasta que tomaron forma a través de la revolución mexicana.
Luego de 30 años de dictadura, hacia 1910, la Constitución era letra muerta.
2.4.2 Intervención francesa.

Una de las causas de la intervención francesa en México fue la suspensión


del pago de la deuda externa de México. Las potencias acreedoras, España e
Inglaterra además de Francia, apoyadas por los acreedores internos del gobierno
mexicano, decidieron ocupar el territorio nacional, aunque las dos primeras
finalmente desistieron del propósito.

Los conservadores mexicanos apostaron a que con un monarca extranjero


recuperarían su influencia y el clero sus bienes confiscados, pronóstico que resultó
equivocado, pues el emperador Maximiliano conservó vigentes las Leyes de
Reforma.

Las escisiones entre los liberales imposibilitaron una adecuada defensa de


la nación. Particularmente enconada fue la disputa entre González Ortega,
entonces presidente de la Suprema Corte, y Juárez, quien había decidido
prolongar su mandato presidencial, violando la Constitución. El general
zacatecano quiso evitar una división más profunda del partido liberal y marchó a
los Estados Unidos, desde donde convocó a un gobierno en el exilio; el hecho
provocó que Juárez lo sometiera a proceso.

Los liberales organizaron la resistencia contra los franceses y conservaron


el control del estado hasta febrero de 1864, cuando éstos ocuparon la capital.
Franceses y conservadores se aliaron contra los liberales dirigidos por González
Ortega quienes fueron obligados a huir a Fresnillo y luego del estado.

Entre las medidas de gobierno impuestas por Maximiliano estuvieron la


creación de un Estado centralizado y la transformación de los estados en
departamentos, ambas contrarias a los añejos anhelos de los liberales mexicanos.
Zacatecas se partió en dos departamentos: el del mismo nombre y el de Fresnillo,
y se suprimieron ayuntamientos. La medida afectó la economía y avivó el repudio
a los franceses; mientras, los ayuntamientos reaparecían, una vez más, como
voceros de los intereses locales.
La contraofensiva liberal inició en 1866, bajo la dirección de Miguel Auza en
el norte, y Trinidad García de la Cadena junto con los hermanos Sánchez Román
en el sur. Después del triunfo de Mariano Escobedo en Coahuila sobre los
franceses, Juárez ordenó a Auza recuperar Zacatecas, establecer un gobierno
provisional, reorganizar el ejército y fabricar armamento. Funcionarios y ejército
imperiales huyeron a Aguascalientes.

El triunfo del ejército liberal sobre los franceses significó la derrota del
proyecto de nación enarbolado por los conservadores, quienes aliados con
Maximiliano realizaron el último intento por alcanzar el poder. El significado de
esta derrota fue aún más profundo: representó el auto reconocimiento de los
mexicanos frente al enemigo y como integrantes de una nación única y distinta a
otras; parecía que por fin México había nacido luego de un alumbramiento difícil,
lleno de obstáculos.

2.4.3 República Restaurada.


En tales circunstancias, urgía restablecer el gobierno sobre la plena
vigencia de la Constitución y hacer en ésta reformas para lograr el equilibrio de los
poderes públicos, a fin de que el Ejecutivo contara con los medios indispensables
para asumir su responsabilidad sin tener que depender del Congreso en la marcha
ordinaria del gobierno.
En agosto de 1867 el Ejecutivo convocó a la elección de los poderes de la
Unión, según lo establecido, pero agregando a la convocatoria una consulta sobre
la reforma de la Constitución para organizar al Congreso en dos cámaras,
estableciendo el Senado (órgano indispensable en un sistema federal); dar al
Ejecutivo el derecho de veto y definir las relaciones entre él y el Legislativo, de
acuerdo con el carácter presidencial del régimen (pues los legisladores se
atribuían facultades propias de un gobierno parlamentario, siguiendo la
reglamentación interna de la Primera República federal); limitar la facultad que
tenía la Comisión Permanente del Congreso para convocar a periodos
extraordinarios, y darle forma a un sistema adecuado para sustituir al presidente
de la República en caso de que faltara el presidente de la Suprema Corte de
Justicia. La consulta se limitaba a preguntar si el Congreso ordinario que se iba a
elegir podría o no ocuparse de esos puntos sin pasar por las formalidades que
exigía la Constitución, pues ello entorpecería la posibilidad de tan necesarias
reformas. Además, iba acompañada de una circular en la que se explicaba la
pertinencia de las reformas y del procedimiento, y se ponía de manifiesto el ánimo
conciliador del gobierno, a fin de incorporar a la vida política de la República a
quienes se habían visto obligados a permanecer y a ocupar cargos ordinarios en
el Imperio, a diferencia de quienes habían ejercido puestos de mayor
responsabilidad, y de otorgar el derecho de voto a los miembros del clero secular.
Las rivalidades políticas, exacerbadas por el proceso electoral, hicieron ver
en la propuesta una falta a la Constitución por la que se había luchado desde
1858. La prensa, que en esos años gozó de libertad sin precedentes, avivó el
debate y los ánimos se exaltaron, ante lo cual el gobierno retiró la propuesta de
reforma.
Juárez fue electo presidente constitucional para el periodo 1868-1871, en el
que la normalidad constitucional tuvo que postergarse debido a la inseguridad en
los caminos, infestados de asaltantes y plagiarios cuyas bandas se nutrían de ex
combatientes, y por la amenaza de otra guerra a causa de brotes imperialistas,
como el que surgió en Yucatán, y a descontentos en diversas partes del país. Así,
diversas leyes de excepción y suspensión de garantías tuvieron que ser
negociadas en el Congreso, desgastando la energía y el buen concepto del
Ejecutivo. No obstante, los gobiernos federales y estatales se asentaron y
fomentaron la educación, restableciendo y creando escuelas e institutos y dando
atribuciones a los ayuntamientos municipales para hacerse cargo de obras de
asistencia social que en tiempos anteriores cumplían las corporaciones afectadas
por la desamortización y nacionalización de sus bienes. En estos campos hubo
problemas, pero el gobierno federal, habiendo logrado el control del proceso
desamortizador, echó mano en muchos casos de medios conciliadores que había
puesto en juego "el llamado gobierno imperial" -como se le denominaba para no
darle espacio de legitimidad en la historia patria, que entonces se escribía-, y
siguió adelante en el empeño desamortizador y secularizador de la sociedad.
Algunos beneficios eran directos y visibles en las ciudades, en las clases
altas y medias, pero no en el campo ni en los lugares más o menos apartados
(algunos en los suburbios de las ciudades), donde los pueblos y barrios de
indígenas luchaban legalmente y también por las vías de hecho para recuperar
sus tierras y mantener costumbres y devociones propias de la organización
corporativa que el liberalismo, hijo legítimo del racionalismo individualista, se había
empeñado en destruir desde tiempo atrás.
Había ahora una legalidad propicia, derivada de un régimen constitucional
que poco o nada atendía situaciones creadas por el lucro y la competencia. Tanto
en haciendas agrícolas, trapiches e ingenios y otras empresas del campo como en
panaderías, tocinerías, talleres y fábricas de las ciudades seguían vigentes los
sistemas ancestrales de endeudamiento de peones y trabajadores, así como de
sujeción de aprendices. No deja de llamar la atención que fueron hombres de
ideas liberales, actuando como autoridades estatales y municipales, quienes
fortalecieron esos mecanismos, pues se consideraba que ellos serían los medios
para vigorizar la economía y el sentido de responsabilidad en cada uno de los
habitantes de la República. Lo más visible era la necesidad de reconciliación
política, mientras que la conciliación social se postergaba argumentando la
necesidad de disolver las diferencias raciales y de formas de vida, lo que para los
pesimistas era imposible, en tanto que para los optimistas más o menos sinceros
sólo podría ocurrir por obra del mestizaje y de la educación e identidad cultural en
manifestaciones compartidas.
Lo cierto es que no faltaron empeños en este camino; la educación, hemos
advertido, fue uno de los objetivos de los gobiernos desde tiempo atrás, y tuvo en
los años que ahora nos ocupan nuevo impulso.
En 1867 se creó la Escuela Nacional Preparatoria, inspirada en el
positivismo comteano, que predicaba la armonía social fincada en el conocimiento
científico; se impulsó la expresión de una literatura nacional, dejando atrás las
posiciones que separaron a los mexicanos en épocas de guerra, y prueba de ello
es la obra de Ignacio Manuel Altamirano, particularmente la revista El
Renacimiento, que animó y recogió la obra de autores viejos, maduros y jóvenes.
En 1871 terminaría el periodo constitucional de Juárez. A las elecciones
concurrieron tres candidatos: el propio Juárez, oaxaqueño, nacido en 1806;
Sebastián Lerdo de Tejada, veracruzano, nacido en 1823, y Porfirio Díaz,
oaxaqueño, héroe triunfador en la guerra reciente, nacido en 1830. La diferencia
generacional era relativa, los tres habían participado en el proceso de la Reforma
y en la lucha contra el Imperio.
Juárez triunfó en la contienda. Lerdo ocuparía la presidencia de la Suprema
Corte de Justicia, lo cual lo situaba en la vicepresidencia. Díaz, despechado, se
levantó con el Plan de la Noria, pero fue derrotado y abandonó el país. Juárez
había atraído disgustos y oposiciones en el periodo anterior, y la oposición arreció
en éste, que fue el último para él, pues murió el 18 de julio de 1872, en una época
en que el país estaba al borde de otra guerra civil. Nos dejó por ello proyectos
propuestos y pospuestos debido a la falta de recursos y oportunidad, como la
construcción del ferrocarril México-Veracruz y la reforma de la Constitución, objeto
de un acuerdo pactado la mañana del día en que murió. Lerdo se hizo cargo de la
presidencia y, en su momento, fue elegido para el periodo que debía concluir en
1875. Logró importantes avances en la reforma de la Constitución en 1873, elevó
a rango constitucional las Leyes de Reforma y promulgó las leyes reglamentarias
para afirmar el carácter laico del régimen con la separación de la Iglesia y el
Estado. Al año siguiente se aprobó la creación del Senado, por lo que el Congreso
pasó a ser un órgano bicameral, con la representación de la población en la
Cámara de Diputados y de los estados de la federación en la de Senadores. Logró
también el restablecimiento de relaciones con Gran Bretaña y atrajo capital inglés
para concluir el ferrocarril México-Veracruz. Éstos fueron logros incuestionables
que reflejan la experiencia y buenas relaciones de aquel avezado político,
compañero y consejero de Juárez en los días difíciles de la guerra contra la
Intervención. Sin embargo, al igual que Juárez, tuvo que valerse de facultades
extraordinarias y de la suspensión de garantías para poder mantener el orden y la
seguridad en distintas partes del país.
Confiado en su prestigio y afanoso de llevar a cabo los proyectos que se
había propuesto, Lerdo de Tejada concurrió a las elecciones en 1875 y logró que
el Congreso lo declarara presidente para el periodo 1876-1879, pero tuvo que
enfrentar dos impugnaciones; por una parte, la de José María Iglesias, reconocido
jurista y presidente de la Suprema Corte de Justicia, quien reclamó el mando
considerando que las elecciones que dieron el triunfo a Lerdo eran nulas, pues se
realizaron en lugares en los que había suspensión de garantías; por otra, la de
Porfirio Díaz, quien se levantó en Tuxtepec proclamando la "No Reelección". Tras
la derrota de las fuerzas del gobierno en Tecoac, Lerdo abandonó el país y dejó el
campo abierto al triunfador militar, pues el legalista Iglesias hizo lo mismo al no
llegar a un acuerdo con Porfirio Díaz para que lo reconociera como presidente de
la República.
El orden constitucional invocado por los contendientes estaba sujeto a los
vaivenes de la política, cuya última instancia -muy socorrida en aquellos días de
malograda estabilidad institucional- era la fuerza. Así, la vigencia de la
Constitución se postergaba haciendo ver la necesidad de un acomodo de fuerzas
verdaderamente político, pues el diálogo entre la fuerza militar y la razón de la
carta liberal era imposible.
Para los legalistas fue difícil superar la derrota, pero con el tiempo se
hicieron a la idea de que urgía establecer el orden que diera al país la tranquilidad
necesaria para aprovechar el crecimiento económico y la estabilidad del momento,
y poder atraer capitales e industrias que prosperaban en Europa y en Estados
Unidos. El campo empezó a modernizarse; con la expansión del ferrocarril era
posible atender la demanda de granos y de otros productos en lugares lejanos.
Las compañías mineras y de ferrocarriles retomaron y aumentaron sus
actividades.
En 1868 había poco más de 500 kilómetros de vía; en 1888 llegaron a los 5
500, que unieron a las ciudades y lugares del interior y a la capital de la República
con Estados Unidos a través de Paso del Norte; se tendieron ramales que
comunicaban puntos lejanos, que abrieron otras vías de comercio con aquel país y
facilitaron la comunicación interoceánica a través del Istmo de Tehuantepec, en la
que sólo hubo avances parciales en el tendido de vías (la vía completa tendría que
esperar al siglo xx). Los avances materiales exigían una política estable, y ésta los
requería y fomentaba.
A fines de 1878, penúltimo año del primer periodo presidencial de Porfirio
Díaz, apareció La Libertad, periódico "liberal-conservador" cuyos editorialistas no
ocultaban el apoyo oficial, que, según ellos, no obraba en detrimento de la libertad
de prensa, sino que, por el contrario, favorecía la discusión abierta y responsable
con diarios de posición doctrinaria liberal, como El Monitor Republicano y El Siglo
XIX, partidarios de mantener intocados los principios de la Reforma y los
mecanismos de la Constitución de 1857, pese a que las evidencias hacían ver la
necesidad de reforzar y actualizar la administración pública.
Notable fue la polémica entre José María Vigil, distinguido hombre de letras
y editorialista de El Monitor Republicano, nacido en Guadalajara en 1829, y Justo
Sierra Méndez, nacido en Campeche en 1848, editorialista responsable de La
Libertad. Ferviente republicano como Vigil, sólo que, como hombre de generación
posterior, atento a las condiciones que marcaban la modernidad científica y
cultural, Sierra propuso desde las páginas de su periódico un programa de
reformas a la Constitución para lograr que el Partido Liberal dejara de ser una
organización de combate y se asumiera como partido de gobierno, y para hacer
que los derechos consagrados como garantías individuales se ejercieran con
responsabilidad, cumpliendo con los deberes que implicaban_ También propuso
que el Ejecutivo, responsable del orden público, tuviera los instrumentos
adecuados al sistema presidencial, y que, llegado el caso, para fines determinados
y específicos, fuera autorizado por el Congreso a legislar en materias concretas
mediante comisiones, sometiendo el proyecto al Congreso para su aprobación; la
autorización cesaría una vez cumplido el objetivo. Se trataba, decía Sierra, de
"trasmutar la libertad en orden", a fin de hacer efectivos los principios
constitucionales. Cuestiones como éstas, según hemos visto, se habían planteado
a lo largo de la vida del México independiente durante los diversos regímenes
constitucionales, en los que se advirtió la rivalidad del Legislativo y el Ejecutivo y la
imposibilidad de lograr el acuerdo entre ambos poderes.
Quedaba, además, el problema de la brevedad del periodo presidencial y la
exigencia de la no reelección, proclamada por Díaz cuando se alzó con el poder.
Pero las cosas iban cambiando. A Díaz lo sucedió el general Manuel González,
héroe de la batalla de Tecoac y compadre suyo, quien gobernó hasta 1884 y
resolvió problemas difíciles, como la renegociación de la deuda inglesa, en la que
había reclamos dudosos pero imposibles de eludir si se quería mantener e
incrementar la credibilidad financiera que se iba logrando. La pérdida de
popularidad de González no obró en perjuicio de Díaz, quien fue elegido
presidente para el periodo que concluiría en 1888, considerando que esta elección
no era reprobable, pues no era inmediata.
Sin embargo, en este segundo cuatrienio se reformó la Constitución para permitir
la reelección inmediata, y luego, a partir de 1892, la reelección inmediata se
permitiría indefinidamente.
Al tiempo que se lograban estas reformas se actualizaron las leyes ordinarias: en
1884 el país contaba con nuevos códigos civil y de comercio; se actualizó la
legislación minera, se aseguró la jurisdicción de la autoridad federal en ese campo
así como en materia de propiedad territorial y en otras, pues por vía de
interpretación constitucional, a través del juicio de amparo, podían y debían llegar
a la Suprema Corte los asuntos más diversos. El Congreso, por su parte, dio
preferencia a las iniciativas del Ejecutivo federal, y Díaz, por la suya, proclamando
respeto al régimen federal y a las autoridades locales, supo establecer y mantener
el contacto directo con las cabezas de los diversos ámbitos de autoridad.
Paralelamente a la instrumentación institucional y a la actividad política, se fue
elaborando una justificación ideológica sustentada en los avances de la ciencia y
en la explicación de la historia patria. En efecto, en los años ochenta del siglo XIX
México contaba con historias monumentales en las que se daba cuenta de cómo
se había formado la nación republicana. Una de tipo conservador y conciliador,
debida a Niceto de Zamacois, Historia de Méjico desde sus tiempos más remotos
hasta nuestros días, publicada en 20 volúmenes entre 1876 y 1882, y otra de corte
liberal y republicano, México a través de los siglos, en cinco grandes tomos que
fueron apareciendo en fascículos entre 1882 y 1889. El último tomo,
correspondiente a la Reforma y al triunfo de la República, fue escrito por José
María Vigil en un tono beligerante.
Hubo muchas otras publicaciones menores, que en conjunto confirmaron el hecho
de que México contaba ya con un recuento de su historia política en el que se
asumían el triunfo y la consolidación de la República como destino de la patria
mexicana.
Sin desmentir el aserto, pero moderando exaltaciones, Justo Sierra hizo su
interpretación de la historia y advirtió la necesidad de una ''política científica"
sustentada en el conocimiento de la realidad social; gracias a ello se hacía
evidente el proceso de evolución, en el que las revoluciones presentaban
situaciones patológicas del "organismo social"; el conocimiento de este complejo
organismo permitiría prever y evitar esos momentos de exaltación destructiva.
Hablaba de la necesidad de un partido "liberal-conservador" capaz de aprovechar
la experiencia histórica en la construcción del porvenir. El texto al que aludimos es
un ensayo que apareció en 1889, México social y político, que marca el paso del
Porfirismo al Porfiriato, en el que, si bien hubo un relevo generacional, no se logró
crear el partido "liberal-conservador" responsable de la política científica, pues
quienes andando el tiempo habrían de reconocerse como "los científicos" no
pudieron prescindir del caudillo, ni éste de ellos. Vivieron una suerte de simbiosis,
en la que el viejo caudillo se hizo anciano y los maduros científicos se hicieron
viejos.
COMENTARIO
La derrota frente a Estados Unidos y los excesos de la dictadura santannista
habían agostado al país. La economía y el gobierno se encontraban en
bancarrota. Para todos los mexicanos era evidente la necesidad de un cambio que
fortaleciera a la nación. Unos proponían regresar a una época de orden y gobierno
firme. A éstos se les conocía como los conservadores. Sus rivales, los liberales,
proponían un gobierno civil fuerte que limitara el poder de la Iglesia y evitará los
abusos del ejército, que pusiera mayor énfasis en la educación del pueblo y en la
modernización del país según el modelo norteamericano. En 1855 el cacique
liberal Juan Álvarez se levantó en armas y destituyó a Santa Anna. De acuerdo
con el Plan de Ayutla promulgado por él, se convocó a un congreso constituyente,
el que consagró como ley las garantías individuales, la propiedad privada, la
libertad de expresión y la autonomía municipal.
En esa época se aprobaron varias leyes en contra del poder del clero; se
suprimieron los privilegios a sacerdotes y militares y se decretó la desamortización
de los bienes de la Iglesia. La aplicación de estas medidas provocó el
levantamiento de grupos conservadores en varias regiones de la República. En la
ciudad de México Félix Zuloaga proclamó el Plan de Tacubaya, en el cual se
desconocía la nueva Constitución, y convenció al entonces presidente Ignacio
Comonfort de apoyarlo en sus demandas. Los liberales, encabezados por Juárez y
Santos Degollado, se opusieron defendiendo la Constitución. Como resultado,
estalló una sangrienta guerra de tres años durante la cual se redactaron las Leyes
de Reforma. Derrotados al principio, los liberales lograron cambiar el curso de la
contienda en la batalla de Silao. Los conservadores se dispersaron en guerrillas
mientras abogaban por la intervención de una potencia europea.
Después de los excesos de la dictadura santannista y las batallas de la guerra de
Reforma, México se encontraba en bancarrota sin poder saldar sus deudas con
los países acreedores. En 1862 las armadas de España, Inglaterra y Francia
desembarcaron en Veracruz dispuestas a cobrar sus préstamos. Después de
negociar con el representante de México, España e Inglaterra se retiraron. Las
fuerzas francesas al mando del general Lorencez avanzaron hacia la capital.
Derrotadas en la batalla de Puebla, se refugiaron en Orizaba mientras esperaban
refuerzos para proseguir la ofensiva. Mientras tanto, Luis Bonaparte, el ambicioso
sobrino de Napoleón I, se alió con grupos conservadores mexicanos para imponer
un rey europeo en el país. La llegada de más tropas expedicionarias francesas y
del archiduque Fernando Maximiliano de Habsburgo inclinó la balanza a favor de
los franceses y sus aliados conservadores.
El ejército monárquico ocupó las principales ciudades del país, mientras el
gobierno liberal se batía en retirada hasta la frontera con Estados Unidos, Juárez y
los republicarnos nunca se rindieron, y el curso de los acontecimientos comenzó a
favorecerlos. Maximiliano se enemistó con sus colaboradores mexicanos al aplicar
algunas delas ideas propuestas por los liberales. La permanencia de las tropas
francesas resultaba muy costosa para el bolsillo francés y, además de todo,
Prusia, la otra potencia europea de la época, mantenía una posición amenazante.
Estados Unidos, al término de la guerra civil, presionó a Francia para que se
retirará. El retiro de las fuerzas francesas en 1867 fue obligado. Maximiliano,
indefenso, tuvo que recurrir a sus antiguos aliados conservadores, los generales
Miramón y Mejía, pero ya era demasiado tarde. Derrotados en Querétaro, fueron
fusilados en el Cerro de las Campanas.
CONSOLIDACIÓN DE LOS PROYECTOS DE NACIÓN: PORFIRIATO Y REVOLUCIÓN
(1876-1917)

3.1. Proyecto de nación en el Porfiriato.

En los 31 años del Porfiriato se construyeron en México más de 19 mil kilómetros de vías
férreas; el país quedó comunicado por la red telegráfica; se realizaron inversiones de
capital extranjero y se impulsó la industria nacional. A partir de 1893 se sanearon las
finanzas, se mejoró el crédito nacional y se alcanzó gran confianza en el exterior; el
presupuesto de ingresos y egresos registró superávit y se organizó el sistema bancario.

En este periodo se continuó el esfuerzo iniciado con Manuel González por superar la
educación en todos sus niveles. Hombres de la talla de Joaquín Baranda, Ezequiel
Chávez, Enrique Rébsamen, Ignacio Manuel Altamirano y Justo Sierra Méndez le dieron
lustre a este proceso que incluyó desde los jardines de niños hasta la educación superior
pasando por la formación de maestros. Al término de esta etapa, sin embargo, más del 70
por ciento de la población seguía siendo analfabeta.

3.1.1. Contexto mundial.

Expansionismo capitalista.

El Porfiriato coincide con un momento particular del desarrollo capitalista, que ha sido
llamado imperialismo. Este período, en el ámbito mundial, se caracterizó por un nuevo
tipo de colonialismo, en el cual los grandes países capitalistas de Europa y Estados
Unidos ya nos e preocuparon por controlar de manera directa el mundo, sino mediante la
apropiación de sus recursos y fuerzas productivas, como la tierra, los minerales, los
metales preciosos y la fuerza de trabajo, entre otros.

Aspectos políticos.

Liberalismo conservador.

Las ideas y la experiencia de Emilio Castelar ejercieron su influencia más profunda en la


vida política de México en los años 1878-1880, con la aparición del periódico La Libertad
por una denominada "nueva generación" de liberales mexicanos. A los diez días de su
fundación, se publicó en el diario un comentario editorial clave titulado "El Sr. Castelar y el
programa de La Libertad". El periódico reunió a un conjunto de intelectuales de 25 a
treinta años que distinguió en el régimen inexperto de Díaz la oportunidad de que México
trascendiera los conflictos sectarios recientes al interior del partido liberal con objeto de
buscar una nueva estabilidad política y nuevas bases para el progreso nacional. Los
postreros líderes del grupo de La Libertad, Justo Sierra, Francisco Cosmes y Telésforo
García, habían prestado su apoyo a las aspiraciones presidenciales del presidente de la
Suprema Corte José María Iglesias frente a la reelección "ilegal" de Sebastián Lerdo en
1876. La disputa entre los inconformes condujo a un conflicto armado que muy pronto fue
oscurecido por la rebelión de un tercer aspirante, Porfirio Díaz, cuyas fuerzas "populares",

arrasaron el terreno.

Durante 1877, el futuro grupo de La Libertad consintió finalmente la victoria de Díaz y en


enero de 1878 lanzó un programa "regenerador". Este programa se articuló en torno a "la
política científica" o su corolario, "el liberalismo conservador".

La política científica era en esencia la aplicación del entonces generalizado positivismo de


Henri de St. Simon y August Comte a la vida política mexicana. Con el régimen de Díaz,
sostenía La Libertad, México se trasladaba del estadio "metafísico" al estadio "positivo" (o
científico) de la historia. Las abstracciones de los "antiguos" liberales de la generación de
la Reforma, manifiestas en la Constitución de 1857 —los derechos del hombre, el sufragio
universal, una legislatura de cámara única y un ejecutivo débil—, estaban cediendo su
lugar a los "hechos", a una "libertad práctica" dentro de un gobierno sólido dedicado al
desarrollo económico en el contexto de una constitución reformada.

La violencia revolucionaria era cosa del pasado. Si bien el término "política científica"
provenía (aunque indirectamente) del positivismo francés clásico, su corolario, "el
liberalismo conservador", provenía directamente de las experiencias de Emilio Castelar y
por ende de la Tercera República francesa "conservadora". Castelar no fue un positivista,
de hecho, el positivismo apenas había penetrado España en la década de 1870; sin
embargo, Justo Sierra y sus colegas de La Libertad advirtieron en las ideas eclécticas de
Castelar cierta compatibilidad con la política científica de inspiración positivista. "Castelar",
escribió Sierra, "ha condensado en unas cuantas palabras la nueva faz de la evolución
democrática. Entramos en el periodo científico y experimental; pasó la época de los
sueños primaverales."

Durante los primeros dos años La Libertad estuvo saturado de escritos de Castelar. Sus
"correspondencias" se publicaban con regularidad (al igual que en El Monitor), se
reproducían sus discursos y se seguían de cerca sus idas y venidas dentro y fuera de
España. En un extenso artículo, La Libertad proclamaba que "Castelar es para el
liberalismo de la América Latina algo más que un amigo y un hermano: es un apóstol".
Sus opiniones sobre la "evolución constante, enérgica pero pacífica hacia el triunfo de la
democracia" no son "en manera alguna extraña a nuestro programa". Como él, buscaban
la formación de "un gran partido conservador" más cercano a "la libertad práctica" que a
"la libertad declamada", y estamos "convencidos profundamente de que el progreso
positivo estriba en el desarrollo normal de una sociedad, es decir, el orden". Los métodos
de Castelar, en sus propias palabras, consistían en "obtener fines radicales con
procedimientos conservadores... un gobierno fuerte, dentro de las leyes, puesto al servicio
del espíritu moderno". A partir de la retórica de Castelar de 1873, La Libertad insistió en
repetidas ocasiones en que el partido liberal debía transformarse de un partido
revolucionario a un partido de gobierno. Al optar por "la conciliación", La Libertad se refirió
en julio de 1879 al nuevo (y efímero) Partido Posibilista de Castelar, comparable al Partido
Oportunista de Francia, esfuerzos ambos para aplicar la doctrina del liberalismo
conservador.

Si bien el término liberalismo conservador puede parecer un mero ejercicio retórico, una
manipulación confusa de la terminología tradicional, implicaba en México una
reconciliación, al igual que en España y Francia, de los puntos de vista políticos
tradicionales, lo cual se encontraba en el centro del discurso, no sólo en 1878 sino
durante todo el Porfiriato. La denominación "conservador" se relacionaba en México con
clericalismo, intervención extranjera y traición, y puesto que Justo Sierra y sus colegas se
consideraban a sí mismos herederos de la heroica Reforma liberal, todos eran en primer
lugar "liberales".
De hecho, cualquiera que tuviera ambiciones políticas después de 1867 tenía que ser
"liberal", a pesar de las diferentes interpretaciones que le convinieran al término. En suma,
la fundación de La Libertad y de su programa liberal-conservador (o político-científico)
transformó el liberalismo en México, no lo abandonó. Se podía ser "liberal-conservador",
pero no "conservador". Al examinar la experiencia y las ideas de Emilio Castelar y por
ende las de la Tercera República francesa, el grupo de La Libertad se percató de la
singularidad de la situación mexicana. Como Justo Sierra advirtiera, los liberales
conservadores en México son más afortunados que los republicanos españoles, pues
podían perseguir objetivos semejantes sin necesidad de cambiar su forma de gobierno.
Después de 1867 la república liberal en México estaba a salvo.

Centralismo Político.

Cuando Porfirio Díaz ocupó por primera vez la Presidencia de la República, el país estaba
sumergido en una gran crisis económica y la gente anhelaba, ante todo, paz social. Con la
finalidad de pacificar al país. Porfirio Díaz lo mismo aplicó mano dura que promovió una
política conciliatoria entre los grupos enfrentados. Con Bandoleros y aquellos que
alteraran la paz social fue inflexible: cárcel o pena de muerte. Fue tan firme su política en
contra de la delincuencia o los disidentes que, ante la noticia de un complot revolucionario
en Veracruz, se le atribuye la orden de ―Mátalos en caliente‖. De esta mano dura surgió
lo que después se conocería como la ―leyenda negra del Porfiriato. Pero Porfirio Díaz
también fue un gran conciliador, pues lo mismo integró en su gobierno a liberales que a
conservadores, y fue capaz de convertirse en punto de equilibrio entre posturas y grupos
anteriormente confrontados.

3.1.2 Aspecto económico.

Inversión extranjera, exportación y desequilibrios regionales.

Para conseguir el crecimiento económico de México, durante el periodo se promovieron


políticas liberalizadoras de la economía nacional y se abrieron las puertas de México al
capital extranjero. En la medida que se pacificó el territorio nacional, se hizo hincapié en el
crecimiento económico. Los capitales, poco a poco, empezaron a arribar al país
procedentes de las principales potencias económicas: Inglaterra (concesiones mineras y
la administración del Istmo de Tehuantepec), España (industria de hilados y tejidos) y, por
supuesto, Estados Unidos (concesiones para construir ferrocarriles). Gracias al capital
extranjero el país experimentó un extraordinario crecimiento económico.

El capital extranjero dominaba, casi de manera absoluta, la minería, la explotación


petrolera, la banca y los ferrocarriles. En el sector minero, por ejemplo, de las 1030
compañías que operaban en 1910 en el país, 840 eran estadounidenses, 148 mexicanas
y el resto inglesas o francesas. Cálculos aproximados estiman que, para 1910, del total de
las inversiones extranjeras, 38% eran estadounidense, 29% inglesas y 27% francesas,
mientras que el resto se distribuía entre otros de menor importancia. En un lapso de 30
años, las inversiones inglesas pararon de 9.2 a 90.7 millones de libras esterlinas; las
francesas, de 15 a 1675 millones de francos; en tanto que las estadounidenses pasaron
de 30 a 1008 millones de dólares.

Como resultado de lo anterior, diversos rubros económicos registraron une extraordinario


crecimiento: en veinte años se triplicó la producción de plata; el valor de la producción de
cobre pasó de 260 mil a 32 millones de pesos, en tanto que la producción de henequén se
disparó de 3 mil pacas anuales al iniciar el Porfiriato, a un millón de pacas al finalizar
dicho régimen. Pero mientras que los productos destinados a satisfacer el mercado
mundial se elevaron de manera acelerada, los productos de consumo básico entre la
población nacional, particularmente campesina, registró estancamiento e, incluso,
retroceso: mientras que en 1877 se producían en México 2.73 millones de toneladas de
maíz, para 1907 su producción había bajado a 2.13 millones de toneladas. Debido al
incremento poblacional, la producción per cápita de maíz bajó de 282 kilos por persona a
144. La población creció, en promedio, 1.4%. El crecimiento económico fue en promedio
de 2.7% anual, llegando al 3.3% entre 1900-1910. Hubo sectores particularmente
dinámicos como el minero, que creció, de 1877 a 1901, 7.3%; las exportaciones agrícolas
crecieron 6.1%, en tanto que la agricultura en general tuvo un incremento global de 0.5%.
Por ello, se ha señalado que básicamente los sectores orientados a la exportación fueron
los que experimentaron un crecimiento sumamente dinámico.
Modernización de la infraestructura: Bancos, ferrocarriles, luz, teléfono y
latifundismo.

Durante el Porfiriato se fortaleció el sistema financiero nacional y se consolidaron los


primeros bancos de emisión de billetes. El Banco de Londres y México y el Nacional de
México, fueron las instituciones bancarias más importantes del periodo, con sucursales en
las principales capitales de la provincia; el Nacional de México, por ejemplo, llegó a emitir
billetes a lo largo de todo el territorio nacional y fue el agente financiero del gobierno. En
1899 se aprobó la Ley de Instituciones de Crédito y ese mismo año se creó el Banco
Central Mexicano. El primero y más importante sector social del Porfiriato era el formado
por los latifundistas, pues el sector empresarial mexicano era escaso y débil. Para los
hacendados, se promovieron diversas leyes que tendieron a eliminar el límite a la
propiedad privada y la obligación de sus propietarios de cultivar toda la tierra poseída;
además de una política de colonización favorable para extranjeros, mediante la formación
de compañías deslindadoras, lo que a su vez provocó la concentración de la propiedad de
la tierra en unas cuantas familias.

3.1.3 Aspecto Social.

Servidumbre agraria.

Al finalizar el régimen, hacia 1910, México tenía aproximadamente 15 millones de


habitantes, de los cuales alrededor de 11 millones eran campesinos que sobrevivían con
salarios que iban entre los 25 y 30 centavos diarios. El pago a los trabajadores del campo
se hacía, por lo general, en dinero y en especie esto último mediante las llamadas tiendas
de raya propiedad del hacendado. El endeudamiento al que con frecuencia recurrían los
campesinos los obligaba a permanecer en las haciendas.

Educación y cultura.

La población del periodo era, en su gran mayoría, analfabeta. Más de diez millones de
habitantes no sabían leer ni escribir, aunque también hay que señalar que, a nivel de los
estados de la República, había grandes disparidades.
Positivismo.

La filosofía positivista tuvo un fuerte impacto en México durante el Porfiriato,


particularmente en el ámbito educativo, y dio sustento a las aspiraciones de la incipiente
burguesía nacional. Inspirados en el lema ―Libertad, orden y progreso‖, los llamados
―científicos‖ mexicanos se inspiraron en las obras de Comte, Spencer, Stuart Mill y
Darwin, con el fin de impulsar todo un proyecto modernizador. El lema del gobierno
porfirista fue ―Orden y progreso‖; una de las célebres frases atribuidas a Porfirio Díaz fue
la de ―Menos política y más administración‖; ambas reflejan con toda claridad el
profundo impacto del positivismo, cuyos seguidores optaron por sacrificar la libertad en
aras del progreso.

3.1.4 Crisis del Porfiriato y revolución social.

Durante la primera década del siglo XX se agudizaron los conflictos sociales, económicos
y políticos, mismos que fueron exacerbados por la crisis económica internacional. Los
campesinos y trabajadores desempleados enfrentaron privaciones, mientras que la
pequeña burguesía nacionalista y las élites de provincia advertían que sus oportunidades
económicas se iban reduciendo, y que los principios federalistas y democráticos eran
cada vez más letra muerta en la Constitución de 1857.
Crisis política y económica: clubes liberales y Partido Liberal Mexicano.

Ante el auge de los clubes liberales, el régimen respondió con represión. Cárcel,
persecución, destrucción de imprentas, clausura de periódicos y espionaje fue parte de la
política aplicada hacia los opositores. Debido a la persecución de que eran objeto, los
principales promotores y organizadores de los clubes liberales, entre ellos los hermanos
Ricardo y Enrique Flores Magón, en 1906, formaron el Partido Liberal Mexicano con el
lema ―Reforma, Libertad y Justicia‖ y ejercieron una fuerte influencia en las huelgas de
Río Blanco y Cananea. El programa de este partido plasmó demandas fundamentalmente
obreras, constituyéndose en el antecedente más importante del artículo 123 de la
Constitución de 1917.

Huelgas obreras.

Los abusos que con frecuencia se cometían en contra de los obreros, los bajos salarios y
la discriminación fueron algunas de las causas que originaron protestas y movilizaciones
obreras. Las más importantes de ellas tuvieron lugar en el ocaso del régimen, entre 1906
y 1907, son conocidas como las huelgas de Cananea y de Río Blanco, aunque más que
huelgas fueron una especie de tumultos comunitarios. Ambos momentos son
considerados fundamentales del sindicalismo mexicano y uno de los antecedentes más
importantes de la Revolución de 1910. En ellos se reflejó la influencia del pensamiento
liberal magonista, de tendencia anarcosindicalista.

Crisis mundial de 1907.

En 1907 se registró en Estados Unidos una de las crisis financieras más severas en la
historia de dicho país, provocando que cerca de 15,000 bancos estuvieran a punto de
quebrar o quebraron. Las consecuencias económicas que dicha crisis representó para
México, fueron de trascendentales consecuencias, pues México incrementó
significativamente su dependencia económica hacia Estados Unidos en las últimas
décadas del siglo XIX. Esta crisis económica y la crisis política que se presentó en 1909 y
1910, se convirtieron en una bomba de tiempo: juntas conformarían parte de la
problemática que dio lugar a la revolución de 1910.
Entrevista Díaz-Creelman.

En 1908 Porfirio Díaz concedió una entrevista al periodista estadounidense James


Creelman, misma que fue publicada en la prensa de Estados Unidos y luego, traducida al
español, se dio a conocer en la prensa mexicana. Las declaraciones de Porfirio Díaz,
causaron grandes revuelos en los círculos políticos más allegados al presidente y en los
sectores que, por diversas vías, buscaban una transformación del sistema político. En esa
entrevista el presidente dijo, entre otras cosas, que en 1910 abandonaría la Presidencia
de la República, es decir, que no pensaba reelegirse, pues veía que el pueblo mexicano
ya estaba preparado para la democracia y, en ese sentido, anunció que vería con agrado
la formación de partidos políticos opositores: ―Me retiraré al concluir este periodo
constitucional y no aceptaré otro‖, declaró tajante.

Sucesión de 1910 y el movimiento antirreeleccionista.

En el contexto de la sucesión presidencial de 1910 se formaron dos frentes: el


reeleccionista y el antirreeleccionista. El primero tuvo como abanderado a Porfirio Díaz;
en el segundo, Francisco I. Madero emergió como un gran líder nacional. Al consumarse
una nueva reelección del presidente de la República, Madero convocó al pueblo mexicano
a levantarse en armas en contra de la dictadura; la fecha, el 20 de noviembre de 1910. A
partir de entonces, inició una nueva etapa de la historia nacional conocida como la
Revolución Mexicana.
COMENTARIO
El régimen de Porfirio Díaz no fue derrocado únicamente por las
contradicciones que provocó dentro del país, sino también por las poderosas
fuerzas económicas que tenían intereses en nuestro país.
Díaz estaba convencido de que el desarrollo de la economía dependía de la
ayuda del extranjero por lo que alentó las inversiones norteamericanas en un
principio, pero al ver que los grandes “trust” norteamericanos empezaban a tomar
las riendas de la economía, comenzó a volverse hacia las economías europeas,
invitándolas a invertir en México para equilibrar así la supremacía norteamericana.
Las inversiones de capital francés en México se destinaron principalmente a
la deuda pública (préstamos al gobierno), al sistema bancario y a la industria. Los
alemanes invirtieron en la deuda pública mexicana y en el comercio, sin embargo,
ninguna de estas inversiones representó competencia para Estados Unidos. La
única potencia que desafiaba el predominio norteamericano en México era
Inglaterra.
El interés de Inglaterra en México databa de los primeros años de nuestra
independencia, cuando la gran inversión inglesa en la minería. Su influencia había sido
opacada por el capital norteamericano, pero hacia 1900, con el descubrimiento de
grandes depósitos de petróleo su interés revivió. La compañía inglesa El Águila Oíl
Company controlaba 58% de la producción del país para 1910.

Tratando de arrebatarle el control sobre las vías de comunicación en México a los


Estados Unidos, en 1907, Díaz formó la Compañía Ferrocarriles Nacionales de México, y
mediante una serie de manipulaciones le otorgó el control de la mayoría de las vías
férreas a Inglaterra. Además, canceló el contrato de abastecimiento de petróleo para los
ferrocarriles a la Mexican Petroleum Company (Compañía norteamericana) otorgándosela
a El Águila Oíl Company. en 1908, se fundó la Compañía mexicana de Petróleos El
Águila, entre cuyos socios estaban los ingleses y algunos de los científicos.

Además, el gobierno mexicano otorgó a los ingleses grandes concesiones de


tierras propiedad del gobierno en los estados de Veracruz, San Luis Potosí, Chiapas,
Tamaulipas y Tabasco.
Esto produjo un gran resentimiento de Estados Unidos, que se acrecentó cuando
en 1905 México empezó a convertirse en uno de los primeros productores de petróleo del
mundo.

Díaz esperaba liberarse de las ataduras del capital norteamericano, pero sólo
consiguió que Estados Unidos le retirara su apoyo y buscará proteger sus interese
mediante un cambio de gobierno en México.
3.2 Proyectos Revolucionarios de la Nación.

Naturaleza y causas de la Revolución.

Por Revolución Mexicana se entiende el periodo de la historia nacional que va de 1910 a


1917, caracterizado por la guerra civil que se vivió a raíz del levantamiento armado
convocado por Francisco I. Madero en contra de la reelección del general Porfirio Díaz.
Aunque es común que se hable de la revolución, en singular, en realidad no fue uno el
movimiento revolucionario, sino que dentro del periodo general se presentaron diversos
grupos, tendencias y proyectos de nación que en sentido estricto nos remiten a varias
revoluciones. Sólo por citar las más relevantes podemos mencionar la política, cuya figura
central e inicial fue Francisco I. Madero; la obrero-sindicalista, cuyos exponentes más
representativos fueron los hermanos Flores Magón; o la revolución indígena-campesina,
con Emiliano Zapata y Francisco Villa como sus abanderados más importantes.

Otros factores relevantes que ayudan a explicar el estallido revolucionario fueron las
fisuras registradas al interior del mismo grupo gobernante, pues la edad avanzada del
presidente hacía inminente un cambio en el personal del gobierno, lo que desató
ambiciones y disputas.

Las causas generales del movimiento revolucionario de 1910 fueron diversas, pues
prácticamente todos los sectores sociales tenían un reclamo hacia el régimen.

Proyectos anarco-sindicalistas (Flores Magón).

Dentro de lo que genéricamente se conoce como Revolución Mexicana estuvieron


presentes, por lo menos, tres grandes proyectos de nación: el agrarista, el político y el
obrero-sindical:

Proyecto agrarista (Villa y Zapata). La vertiente se caracterizó por ser el movimiento de


los pequeños pueblos encabezados por jefes como Pancho Villa y Emiliano Zapata; la
conformaron movimientos armados locales, que intentaron la restauración de las
comunidades sobre sus tierras, bosques y aguas; este proyecto favorecía una democracia
comunitaria, descentralizada y autónoma, y está inspirada en las tradiciones compartidas.

Proyecto liberal (Madero, Carranza, Obregón y Calles). La revolución política, nacional,


centralizadora y modernizante, en cambio, originalmente estuvo encabezada por
Francisco I. Madero, después por Venustiano Carranza y, a partir de 1920, por Álvaro
Obregón y Plutarco Elías Calles. Ellos buscaron crear un Estado nacional moderno, capaz
de fijarse metas de beneficio colectivo mientras se promovía la prosperidad privada; este
movimiento se apoyó básicamente en las clases medias urbanas y en la burguesía
nacionalista.

Proyecto anarco-sindicalista. Por último, debemos señalar la revolución obrera, que fue
muy importante en el resquebrajamiento del Porfiriato, cuyos momentos más
representativos son las huelgas de Cananea y de Río Blanco, está vertiente fue
radicalizada por dirigentes y teorías anarco-sindicalistas, siendo alguno de sus
exponentes más importantes Ricardo Flores Magón como movimiento participaron
activamente en la Casa del Obrero Mundial y en los Batallones Rojos.

Etapas.

Tres grandes momentos caracterizaron la crisis política provocada ante las sucesivas
reelecciones presidenciales y la movilización de las masas ante el llamado de Francisco I.
Madero: El gran momento de la Revolución que va de 1914 a 1917 y se caracterizó por la
confrontación abierta entre las diversas clases, la guerra de todos contra todos, la
intervención estadounidense, así como la alianza entre un sector del movimiento obrero
con el de la burguesía; se analizará que el periodo de 1917 a 1924 se caracterizó por el
reacomodo de los grupos políticos, la conformación de nuevas alianzas y la
reorganización social y política de México (la pacificación nacional y la construcción de
nuevas instituciones).

Maderismo.
Francisco I. Madero se le presenta como apóstol de la democracia en un cambio de un
sector crítico de la historia, también es ubicado como un político débil, incapaz de estar a
la altura del momento histórico que vivió el Porfiriato en su caída en México. Como político
local, Madero participó de manera indirecta en los procesos electorales, apoyando
candidaturas independientes, contrarias a los intereses del régimen; en ese mismo
sentido participo en las elecciones estatales de 1905.
Decena trágica.

La Decena trágica, tuvo desde sus inicios un protagonista central: el embajador


estadounidense Henry Lane Wilson, quien presionó para obligar a Madero a presentar su
renuncia y fue el enlace entre felicistas y Victoriano Huerta, este último designando por
Madero para reprimir a los sublevados. Después de varios días de combates, el general
Victoriano Huerta traicionó a Madero y ordeno la toma de Palacio Nacional.

El Constitucionalismo.

Huerta prometió acabar con la anarquía e imponer la paz en el país, pero sólo consiguió
el estallido de una nueva fase de la revolución, más violenta, costosa y radical que la
anterior. El desconocimiento del nuevo régimen pronto se dio. Fue el gobernador de
Coahuila, Venustiano Carranza, quien inició la rebelión en contra del gobierno emanado
del cuartelazo e invitó al país entero a secundarlo. La defensa de la democracia y el
restablecimiento del orden constitucional fueron sus banderas centrales; el plan
proclamado fue el de Guadalupe y en él se repudió a Huerta, sin hacer mención alguna a
asuntos sociales, económicos o políticos. El movimiento encabezado por Carranza
también es conocido como constitucionalista, pues uno de sus objetivos fue luchar por el
cumplimiento y la observancia de la Constitución de 1857. Carranza fue nombrado primer
jefe del Ejército Constitucionalista.

3.2.1 La Soberana Convención de Aguascalientes.

La llegada de una comisión zapatista, a finales de octubre de 1914, radicalizó más a los
miembros de la Convención. Los hombres del sur, aunque en posición numérica
minoritaria, hicieron valer su autoridad moral y lograron que la asamblea aceptara dos
condiciones para que el Ejército Libertador se incorporara plenamente a la Convención:
que se aceptara el Plan de Ayala y que se quitara al ―hombre-estorbo‖, como fue
calificado Venustiano Carranza.

La importancia histórica de la Soberana Convención Revolucionaria estriba en que fue la


primera asamblea revolucionaria del siglo XX, con una genuina participación popular, y el
esfuerzo que representó para encauzar, por la vía pacífica de la negociación, la
institucionalización de la vida política nacional. Por otro lado, los debates y las propuestas
que ahí se presentaron influyeron en los acuerdos firmados en Querétaro, los cuales
dieron lugar a la Constitución de 1917.

3.2.2 El triunfo del Constitucionalismo y la Constitución de 1917.

El triunfo de los carrancistas, o del movimiento constitucionalista encabezado por


Venustiano Carranza, se debió a varios factores. Por un lado, habría que señalar la mejor
dirección militar, por otro la división del movimiento campesino ante las dificultades de
pactar una sólida alianza entre sus principales dirigentes, influyo también como una razón
principal, el que los constitucionalistas lograron representar al mayor número de grupos
sociales, ubicados a casi todo lo largo del territorio nacional. Finalmente, lo que corono su
triunfo fue la proclamación de una nueva Constitución Política, el 5 de febrero de 1917, en
la ciudad de Querétaro. Dicho documento, si bien fue elaborado exclusivamente por los
dirigentes del movimiento Constitucionalista, recogió las propuestas sociales surgidas del
movimiento revolucionario en su conjunto. La nueva constitución consignó, por primera
vez en el mundo, un conjunto de garantías sociales, como fueron los artículos 3, 5, 27 y
123, mismos que reflejaron la participación de los diversos sectores de la sociedad en la
lucha armada y sus principales demandas, el Partido Liberal Mexicano, el Plan de Ayala y
las propuestas de la Convención de Aguascalientes.

Balance histórico de la Revolución

Como consecuencia de la guerra hubo fuga de capitales y cierre de empresas, lo que a su


vez agudizo el problema del desempleo, la falta de producción y el marcado negro. La
destrucción de las cosechas trajo consigo la escasez de productos básicos, como el maíz,
fríjol y arroz. Ante el caos imperante, muchos propietarios dejaron de sembrar las tierras
para evitar requisas, los comerciantes escondieron sus productos. Durante los años
álgidos del conflicto, cada facción emitió su propio papel moneda de circulación forzosa,
provocando caos financiero e inflación, la pérdida del poder adquisitivo y el aumento de
los precios de los productos básicos afectaron sensiblemente el bienestar de la población
en su conjunto.
No obstante, los grandes males provocados por la guerra, también dotó al país de nuevas
instituciones. La Revolución dio a México una de las constituciones más avanzadas del
mundo, propició, durante los años que le siguieron, un reparto más equitativo de la
riqueza pública, abrió nuevos canales de participación política, combatió de manera
intensa los elevados índices de analfabetismo, distribuyó tierra a los campesinos y
promovió la organización de los trabajadores.

CONSTITUCIÓN POLÍTICA DE 1917

La elaboración de los estatutos que regirían jurídicamente la vida política, económica y


social de los mexicanos reunió varias tendencias en el Congreso Constituyente a lo largo
de noviembre de 1916 y enero 1917.

Un grupo importante de diputados constituyentes cercano a Carranza (hombre ya maduro


y creyente de la ideología liberal), conformaba el bloque llamado renovador, y
representaba un proyecto que modificaba –renovaba- la Constitución de 1857. El otro
grupo significativo –radical- no aceptaba leves modificaciones a la Constitución, sino que
proclamaba la necesidad de transformaciones más profundas; la revolución –pensaban
éstos- requería una unidad de principios nuevos capaces de producir una verdadera
nación; se necesitaba no sólo igualdad política, sino también igualdad económica y,
social, sino un promotor fundamental del mejoramiento común. Cuatro artículos
propuestos para componer el cuerpo jurídico de la Constitución que se estaba elaborando
enfrentaron abiertamente a los renovadores y a los radicales: 3°, 27, 123 y 130.

El artículo 27, en lo fundamental, fue obra de un grupo de diputados y especialistas en


materia agraria, reunidos en torno del entonces ministro de Fomento, Pastor Rouaix,
quien además era diputado constituyente. La modificación verdaderamente trascendental
consistió en restablecer el principio de que los derechos de la nación son antes y están
por encima de todos los derechos privados.
Este artículo, además, señalaba: la nación se reservaba el dominio de todos los minerales
o sustancias del subsuelo incluyendo el petróleo; sólo los mexicanos por nacimiento o por
naturalización de minas, aguas o combustibles minerales en la República Mexicana.

Otro artículo de suma importancia fue el 123, dado que el punto referente al trabajo
asalariado volvió a enfrentar dos puntos de vista diferentes, mas otra vez predominó la
posición revolucionaria, pues quedó firme la impresión de que los obreros no habían
hecho otra cosa que ganarse lo que buenamente les correspondía, y si no se les daba,
seguirían siendo, o llegarían a ser, un factor explosivo en el interior mismo de la sociedad
que se estaba reorganizando. El artículo 123 consagraba la jornada máxima de trabajo
diurno, nocturno y de las mujeres y los menores; el descanso semanal; el salario mínimo
para los trabajadores. Tal consagración no era solamente jurídica, sino sobre todo
política, constitucional: la cuestión obrera, de hecho, aunque en teoría fuera muy
ambigua, se convirtió en un aspecto que pasaba de lleno al campo del interés público,
dejando de ser espacio exclusivo de relaciones entre particulares.

En el artículo 3º.se estableció primordialmente; la educación tendería a la comprensión de


los problemas, aprovechamiento de los recursos, defensa de la independencia política y
económica y acrecentamiento de la cultura; se establecía la necesidad de integrar al
individuo a la familia, a la noción de aprecio de la igualdad y fraternidad para evitar
privilegios y sectarismos; se señaló que la capacidad.

En el artículo 130, en términos sucintos, se llegó a determinar:

Se desconoce toda personalidad a la Iglesia.

Se niega a los sacerdotes derechos comunes y políticos y los sujeta a registro
público.

Se prescribe la enseñanza laica. Las escuelas primarias particulares quedaban


sujetas a la vigilancia oficial, no pudiendo ser dirigidas por corporaciones religiosas o por
sacerdotes.

Se prohíbe el culto público fuera de los templos.

Todos los templos pasan al dominio de la nación.


Así, a finales de la década de los diez del siglo XX, se empezó a consolidar el nuevo
Estado mexicano.

EL CAUDILLISMO

Durante los años 1920 a 1928, al estar al frente del gobierno federal Álvaro Obregón y
Plutarco Elías Calles –una vez eliminado su enemigo Francisco Villa, así como su paisano
y antiguo compañero de armas y grupo Adolfo de la Huerta (exiliado)- los sonorenses
dirigieron la vida política, cultura y económica de México y fincaron las bases del nuevo
Estado. Ya Plutarco Elías Calles había enunciado pocos días después de haber tomado
posesión de la Presidencia:

A mi juicio, y lo digo de buena fe, el movimiento revolucionario ha entrado en su etapa


constructiva.

No obstante, su “buena fe” de fortalecer al país en todos los órdenes, existía uno que era
muy complejo, pues los generales revolucionarios seguían manteniendo expectativas de
llegar a la Presidencia de la República. Pocos pudieron imaginar que Álvaro Obregón
manifestara pretensiones para reelegirse en 1928, pero cuando se percataron de su
regreso a la vida política y cómo los legisladores y militares se le subordinaban, no
dudaron que su iniciativa de enmendar la Constitución, a través del Congreso, iba a
triunfar. Así se modificaron los artículos 82 y 83 –que prohibían la reelección- para
especificar que se aludía a la posibilidad de volver a ocupar el poder Ejecutivo
inmediatamente después de haber cubierto su período establecido en cuatro años, pero
que era viable volver al cargo mediando la gestión de otra persona.

El gran caudillo regresó y no lo enfrentaron directamente los militares. Las elecciones


presidenciales se efectuaron y Álvaro Obregón venció en los comicios a José
Vasconcelos, su anterior ministro de Educación, en el periodo 1920-1924. Vasconcelos
sólo contaba con el apoyo de grupos clase medieros con el Ejército, que todavía era el
grupo más importante dentro de la vida política nacional.
Una vez electo Obregón, el grupo revolucionario volvía a tener un guía, pero al ser
asesinado antes de tomar posesión del gobierno federal se presentó una crisis, pues las
pretensiones de los generales que se sentían “presidenciables” volvían a aflorar. La figura
del nuevo gran caudillo no tardó en hacerse presente. Plutarco Elías Calles, quien
además todavía era presidente en funciones, asumió la responsabilidad que reclamaba
ese momento político: nombró a Emilio Portes Gil –un abogado que apoyaba a
importantes grupos obreros de Tamaulipas cuando fue gobernador y fiel obregonista-
como presidente interino y, al mismo tiempo, encargado de esclarecer las causas políticas
de la muerte de Obregón.

Pero Calles no perdió su poder político una vez que dejó la presidencia, pues si bien para
1929 no era el primer mandatario de la nación, sí tenía la suficiente fuerza para llamar a la
“gran familia revolucionaria” a constituir un partido político en el cual se resolverían sus
diferencias –vía pacífica-, tanto para la postulación de candidatos a la presidencia, como a
las gubernaturas y demás puestos de representación pública.

Después del asesinato del gran caudillo, Calles, su sucesor, señaló “la necesidad de
transitar de una forma de gobierno basada en la figura del caudillo a otra de tipo
institucional”, pero él mismo era, y pretendía no dejar de ser, el único caudillo del país.

Los partidos Políticos

La vida política de México, durante los años del ejercicio de poder de los sonorenses, no
pasaba por los partidos políticos. Desde el ascenso al poder de Madero habían sido las
armas el medio por el cual se llegaba a la presidencia, así pasó con Victoriano Huerta,
luego Carranza –tras la dirección del ejército Constitucionalista- posteriormente Obregón y
él nombró a Calles como su sucesor. Después del asesinato de Obregón, Calles eligió a
Emilio Portes Gil. La realidad era dura, pero así era.

Aunado a esto, Calles sabía muy bien de la imposibilidad de reelegirse, por lo que adentró
en las pudientes capas sociales la idea –que fue bien recibida- de crear un partido político
para dirimir pacíficamente las sucesiones de los diferentes poderes. La necesidad de no
desgastarse en más enfrentamientos llevó a la “gran familia revolucionaría” a intentar una
modificación en sus prácticas. En marzo de 1929 fue creado el Partido Nacional
Revolucionario y, casi de manera automática, los partidos regionales empezaron a
desaparecer. El acuerdo se sellaba, aunque la forma en que iba a desarrollarse no está
bien definida, u el verdadero artífice ocupaba sus contactos para que “el partido” quedara
bajo su control.

Dentro del programa del PNR se contemplaban las demandas de los sectores sociales
más necesitados: educación de empleos, apoyo a los campesinos para que recibieran
tierras ejidales, pero también señalaba la necesidad de mantener una balanza de pagos
equilibrada y de industrializar al país. Sin embargo, ésos no eran los principales objetivos
de la política callista, sino centralizar el poder y sujetarlo a su persona, aun sobre la figura
del presidente de la República.

Desde la fundación del PNR quedó claro que dentro de esa organización se podía llegar a
negociar algún puesto público, pero fuera de él no se lograba nada. La primera muestra
de esa nueva modalidad la sufrió un antiguo obregonista –Aron Sáenz- cuando la mayoría
de los delegados que podían elegir candidato para la presidencia del país, por
indicaciones de Calles, presentaron a Pascual Ortiz Rubio como el favorito y le retiraron el
apoyo. Ortiz Rubio fue el primer presidente surgido de las filas del PNR.

Las relaciones Iglesia-Estado

Tal vez la complicación más fuerte que se le presentó al presidente Calles la resolvió en
1929 y fue la lucha contra el único poder que tenía capacidad para enfrentarlo: la Iglesia
católica.

Desde la promulgación de la Constitución de 1917, la Iglesia católica había sufrido la


pérdida de la hegemonía, al menos legalmente, de la instrucción pública. Vasconcelos,
como secretario de Educación bajo el gobierno de Obregón, promovió campañas de
alfabetización para que las mujeres y los hombres tuvieran más posibilidades de alcanzar
una mejor Vida. Cuando Calles asumió la Presidencia de México no olvidó que él había
sido maestro de primaria y que tenía cuentas pendientes con algunos elementos del clero.

Las contradicciones hicieron crisis en 1926, cuando el arzobispo Mora y del Río se atrevió
a ratificar su postura de incumplir los preceptos constitucionales. Calles, entonces, ordenó
que se aplicara la ley y clausuró conventos, iglesias y desterró a religiosos extranjeros. Se
llegó a otras medidas como limitar el número obispo de Huejutla por hacer declaraciones
contrarias al gobierno y expulsar a un delegado apostólico por la misma causa.

Este conflicto se conoce como “la cristiana” en la historia de México, pues los ejércitos
católicos luchaban bajo la consigna de “¡Viva Cristo Rey!”, y conmocionó a una buena
parte de la población pero, aun con toda su fuerza, no logró eliminar la presencia del
verdadero responsable del ejercicio del poder en México: Plutarco Elías Calles.

EL Maximato

Los años de la vida política mexicana que transcurrieron de 1929 a 1936 se les conoce en
nuestra historia nacional como “Maximato”, por la trascendental importancia que tuvo la
figura de Plutarco Elías Calles –el jefe máximo- para la vida de este país.

Si México había sido un país en donde el representante del Ejecutivo siempre actuaba
como el gran detentador del poder, para los años de 1929 y 1930, la presencia del
presidente del PNR, Plutarco Elías Calles, evidenció que tal regla no escrita tenía una
variación, dado que el poder real estaba en sus manos a través de ese partido para ser
presidente de México, nombramiento que se ofreció al entonces representante de México
en Brasil, Pascual Ortiz Rubio, y que había estado retirado de la efervescente vida política
mexicana registrada en los años veinte.

Una vez que Pascual Ortiz Rubio rindió protesta como presidente de México para ocupar
el cargo de 1930 a 1934, pocos fueron los que creyeron en la posibilidad de un gobierno
que estuviera lejos de la influencia callista, sobre todo al comprobar que –ante al atentado
que sufrió Ortiz Rubio el mismo día que inició su mandato- mayor fue el número de
políticos que fueron a consultar con Calles (para preguntarle qué era lo se iba a hacer)
que los que se preocuparon por la salud del presidente. No obstante, el nuevo presidente
de México intentó crearse un equipo de trabajo que respondiera a sus propios proyectos,
situación que encontró fuertes obstáculos entre la administración de filiación callista.
Además, esos primeros años de los treinta – a nivel mundial- fueron de grandes
problemas económicos, lo que impedía la obtención de buenos resultados en tal área, y
sobro todo, sin la ayuda callista.

No obstante, el control que el jefe máximo detentaba (por esos años el general Calles
vivía frente al Castillo de Chapultepec, sede de la residencia presidencia por lo que un
dicho popular rezaba: “Allí vive el presidente, -señalando el castillo- y el que manda vive
en frente”), el país comenzó a institucionalizarse (muy a pesar de la paradoja de hacerlo
por la presencia de un caudillo), mediante un muy complejo proceso de reorganización
estatal que, paulatinamente, le confería mayor autonomía política frente a las clases
sociales permitiéndole reordenar las relaciones de poder en el interior de la burocracia
política.

En 1932, Ortiz Rubio renunció a la presidencia de la República, por lo que el jefe máximo
nombró como su sucesor al general Abelardo L. Rodríguez, quien quedó como presidente
interino por dos años, con el apoyo de Calles.

El año de 1933 nuevamente generó aspiraciones presidenciales entre en buen número de


integrantes del Ejército, aunque paulatinamente fueron aceptando los principios de
institucionalización promovidos por el PNR, así como muchos caciques regionales. Sin
embargo, esta situación no se registró en el estado de Veracruz, donde surgió otra
candidatura a la Presidencia de la República en la figura del general Adalberto Tejeda.
Como en tres ocasiones anteriores, Plutarco Elías Calles determinó el nombre del futuro
presidente de México, siendo el de Lázaro Cárdenas del Río.
En una compaña presidencial no vista con anterioridad –que se distinguió por un
acercamiento real con las comunidades rurales principalmente, sin descuidar las
ciudades- el general Lázaro Cárdenas fue sentando las bases de una relación estrecha
con los campesinos, obreros y burócratas del país. Además, ya desde sus años de
gobierno en Michoacán, se había distinguido por haber dicho efectivo en este estado la
reforma agraria, haber impulsado la creación de escuelas y conocer directamente las
demandas obreras.

Recurrieron a buscar apoyo del jefe máximo, quien hacía públicas algunas sugerencias al
presidente para que rectificara el camino que estaba tomando. La respuesta de Cárdenas
fue solicitar la renuncia de los adeptos al callismo y sustituirlos por personas que tenían
compromisos con él y sus colaboradores. La situación se volvió muy difícil dentro de la
política mexicana dado el enfrentamiento de dos fuerzas (esto mostró el rompimiento al
interior de la familia revolucionaria) y que tuvo solución final cuando el presidente
Cárdenas dio la orden de expulsión del general Calles del país y éste no encontró la
forma de evadir tal sentencia y salió desterrado de México. La crisis política se resolvió a
favor del presidente y terminó la era del “Maximato” en 1936.

El gobierno de Lázaro Cárdenas

La política de masas

Por parte de los grupos de obreros se impulsó la creación de la Confederación de


Trabajadores de México, CTM, con Vicente Lombardo Toledano a la cabeza de una
política laboral que tenía como propósito generar una fuerza organizada lo
suficientemente poderosa como para enfrentar con éxito a las grandes compañías que
contrataban trabajadores, para que se les respetaran sus derechos contando con el
respaldo del gobierno y, en caso de ser posible, también negociar con él.

En el caso de los campesinos, también se creó una confederación especial para


aglutinarlos, la Confederación Nacional Campesina.

Los sectores populares también fueron incorporados a la política cardenista a través de la


Confederación Nacional de Organizaciones Populares –CNOP- más es preciso señalar
que los tres conglomerados recibieron una política social que les brindó beneficios
específicos: aumento de salarios, dotación de tierras, educación, créditos, infraestructura,
etc. Gobierno y gobernados encontraron respaldo mutuamente.

La política económica

La conciliación con los grupos populares dio seguridad a Cárdenas para implementar una
política económica cuyas bases fueran nacionalistas, donde la participación del Estado
fuera decisiva –en el sentido de impulsar la producción interna desde los diferentes
sectores, comenzando por el campo y la industria- y también garantizar su óptima
incorporación al mercado nacional con la finalidad de no depender tanto del exterior.

La sociedad mexicana transitaba lentamente hacia una urbanización que requería de


satisfactores para poder ser, por lo que la visión gubernamental auspició el desarrollo de
una importante clase media, condujo a una política de beneficio social que redundó en la
transformación de las ciudades mediante la pavimentación, la introducción de drenajes, la
electrificación, la construcción de hospitales, escuelas, parques, centros deportivos,
etcétera.

La reforma agraria.

El campo mexicano, durante el sexenio cardenista, se mantenía como el sector


económico más importante en la producción nacional. Desde el inicio de su mandato, el
presidente Cárdenas consideró que la modalidad de propiedad ejidal de la tierra sería la
mejor forma en que el campesinado podría trabajar la tierra para generar una fuerte
producción agrícola que abasteciera el crecimiento de las ciudades que empezaban a
demandar suficientes satisfactores –Distrito Federal, Puebla, Guadalajara, Monterrey,
Torreón, etc.-, al mismo tiempo que se fuera dejando la práctica de la siembra exclusiva
para el autoconsumo.

La política de la industrialización nacionalista


Para el caso de México la penetración de los intereses estadounidenses era altamente
significativa y en sectores estratégicos. En el norte del país las minas seguían
produciendo metales industrializables y, además, se ubicaban grandes haciendas
ganaderas de su propiedad. Hacia el Golfo de México, más específicamente en el estado
de Veracruz, una industria extraordinariamente redituable era la petrolera y las compañías
que se encargaban de su extracción, refinación y distribución eran tanto estadounidenses
como angloholandesas.

Durante el sexenio cardenista varios factores influyeron para que los conflictos con
Estados Unidos volvieran a presentarse y evidenciaron el carácter antiimperialista de la
política presidencial, entre otros, el ascenso del movimiento sindicalista de los petroleros
mexicanos (que contaban con el apoyo del gobierno); otro respondía a que las compañías
petroleras estadounidenses estaban trasladándose a explotar el petróleo venezolano, en
cuyo país no existía una legislación que protegiera tanto, como la mexicana, este tipo de
recurso ni tenía un sindicalismo combativo; otro más radicó en que el principal campo
petrolero de la época pertenecía a la compañía. El Águila (de propiedad angloholandesa)
y no podía ser tan cuidado por sus propietarios, pues tenían el estadillo de otra gran
guerra, ante lo cual debían cuidar sus posesiones en el Medio Oriente.

Sumada a estas situaciones se originó un problema salarial entre las diferentes


compañías y los trabajadores mexicanos que desemboco en una renuncia, de parte de las
empresas, a acatar la justicia mexicana por lo que, haciendo uso de una ley reglamentada
en 1936, Lázaro Cárdenas- apoyado en la ley y con el respaldo de los enormes
contingentes del campo y de la ciudad- decreto expropiar - por causa de utilidad pública- a
esas compañías el manejo de la industria, en todas sus fases, nacionalizando tan
importante energético para el desarrollo industrial del país.

A partir del 18 de marzo de 1938, México se hizo el dominio de la industria petrolera y sus
trabajadores mantuvieron la producción gracias a su experiencia en el trabajo. Este acto
de soberanía impacto poderosamente a otros países dependientes que observaron con
beneplácito la decisión tomada. No debemos olvidar que las expropiaciones y
nacionalizaciones de habían hecho efectivas en el campo mexicano y que respondían a la
reordenación de las relaciones que el Estado decidió establecer con los grupos populares
y dominantes, sobre todo en esos años tan especiales del inicio de la Segunda Guerra
Mundial.

EDUCACION

Cárdenas confiaba en la educación como un instrumento para superar muchos de los


problemas que agobiaban al pueblo de México, especialmente a los trabajadores del
campo y de la ciudad. Pensaba que vía la educación estos podían elevar a su nivel
intelectual y moral, incrementar su capacidad técnica para la producción y alcanzar
avances profesionales que los dirigiera a su redención económica, misma que a su vez
conduciría al país a una verdadera reestructuración económica y social

Según Espadas y Vallado, para Cárdenas la educación serviría para hacerles entender a
las nuevas generaciones dos cosas: la prioridad de las necesidades de la colectividad
frente a los intereses egoístas de las clases privilegiadas y la posibilidad de construir un
capitalismo reformado, es decir, un sistema que pusiera fin a la explotación de los
hombres a través de una serie de limitaciones a la economía de mercado y a la propiedad
privada. Por tanto, la educación sería el instrumento que permitiría el mejor disfrute de los
derechos sociales y políticos ciudadanos, la tarea cardenista se enfocaba a extender la
educación a la mayor cantidad de poblaciones para que dejara de ser patrimonio de unos
cuantos.

La educación socialista

Cuando Cárdenas recibió la presidencia, el magisterio nacional todavía se debatía en


torno a la educación socialista y su contenido pedagógico. Cárdenas retomó los aspectos
que consideró positivo de ella y fue eliminando la lucha anticlerical (una herencia que
recibió de Calles), pues ello conducía a la división nacional. Es decir, recalcó la
importancia de dedicar la educación a fomentar el espíritu de justicia social que debía
conducir a la gran causa de la reforma social y no a la propaganda antirreligiosa.
Por ello, la propuesta promovió una educación obligatoria, gratuita, coeducativo (donde ya
no se separará a los niños de las niñas en las aulas), progresiva (en una tendencia
gradual y ascendente), vitalista (porque relacionaba la teoría con la aplicación de
conocimientos prácticos surgidos de la vida cotidiana) y des fanatizadora e integral.
Ciertamente hubo diferentes interpretaciones de esa orientación presentada por la
Secretaria de Educación, por lo que en algunos casos los profesores rurales se
mantuvieron distantes respecto a los problemas agrarios de las comunidades donde
enseñaban. En otros casos, los maestros fueron activos impulsores del reparto agrario. La
población también presento diferentes respuestas, pues algunas comunidades aceptaron
prontamente a los maestros y otras los hostilizaron ferozmente, esto principalmente en las
zonas donde la guerra cristera había tenido sus principales bases.

Coherente con su deseo difusión. Cárdenas incremento significativamente el presupuesto


federal dedicado a la educación. Apoyo la fundación de nuevas escuelas regionales y
rurales y fomento el mejoramiento de las ya existentes. Fundo el Departamento de
Educación Obrera, que coordinaba centros de enseñanza nocturna, tanto primaria como
técnica para obreros. El número de estudiantes, por consiguiente, se incrementó.

También, en consecuencia, con su política antiimperialista en 1937 creo el Instituto


Politécnico Nacional, un lugar en el que se prepararían las nuevas generaciones de
técnicos mexicanos, mismos que, se pretendían, debían de reemplazar a los técnicos
industriales extranjeros que ocupaban los puestos clave de las grandes empresas.
COMENTARIO

A la Revolución la han interpretado de formas incluso antagónicas,


bautizándola y etiquetándola como democrática, agrarista, burguesa, interrumpida,
populista, anticapitalista, etc.

Para nosotros hubo dos revoluciones claramente diferenciadas en tanto


tenían marcadas diferencias en los objetivos a seguir, los métodos de lucha, la
ideología que enarbolaron y aún por extracción de clases de las figuras más
representativas.

Con vicisitudes propias de un movimiento de tales características, existieron


entre ambos muchos puntos de contacto, conciliación y acercamientos, pero
prevalecieron en última instancia las graves diferencias que las separaban. Estas
dos Revoluciones fueron:

Revolución con dirección burguesa

Pretendía resolver la crisis de acumulación capitalista en los marcos del


sistema. Contó con un proyecto burgués a escala nacional. Persiguió la
reconstrucción del Estado Burgués sobre nuevas bases. Tuvo en su dirección
gente con experiencia política y logró captar a sectores urbanos medios, a una
amplia base campesina, a terratenientes capitalizados, a burgueses y rancheros.
También supo integrara a algunos núcleos obreros. El Maderismo y el
Carrancismo forman parte de esta Revolución. La tendencia de Obregón también,
aunque manifieste discrepancias con aquellas; sin embargo, es indudable que
esta última va a engendrar el moderno México capitalista.

Revolución popular agraria

Encuentra sus antecedentes en el caso temprano del magonismo donde es


palpable un radicalismo pequeño burgués apoyado en cierta base obrera y, en
menor medida, campesina. La máxima expresión de la tendencia popular es el
agrarismo zapatista, que representa los interese de una gran masa de campesinos
desposeídos. Con menos claridad programática, pero con mayor contundencia
militar participó en este campo la División del Norte y su líder Pancho Villa, sobre
todo a partir del rompimiento definitivo con Carranza en Aguascalientes. Ninguna
de las tres tendencias populares mencionadas se planteó con claridad la cuestión
básica del Estado, la destrucción de éste y su sustitución por uno que
representará los intereses populares, menos se propusieron una vía diferente y
realizable para el desarrollo del País.

Haciendo a un lado el hecho de que las condiciones históricas hacían muy


difícil en México la formación de una vanguardia proletaria consciente, capaz de
unirse al enorme brazo campesino y plantear verdaderas alternativas socialistas;
las tendencias populares tuvieron las siguientes limitaciones fundamentales:

Magonismo. - Aparte de las carencias derivadas del anarquismo, su


desvinculación real con las masas en los años posteriores a 1910.

Zapatismo. - Localismo y falta de un proyecto nacional.

Villismo. – Falta de claridad política.

De estas dos revoluciones, es indudable que una quedó triunfante: la


burguesa, y el resultado fue la creación de un Estado Capitalista de nuevo cuño
que establecía relaciones sobre nuevas bases con el imperialismo. Se abría así el
camino para un sistema político que manipula las reivindicaciones sociales del
pueblo y organismo de control para convertirse (a nombre de toda la sociedad), en
el árbitro supremo de la lucha de clases.

“En lugar de que en el poder se instalará, una burguesía industrial, quien se


instala (…) es una burguesía agraria, ligada a los sistemas de opresión en el campo,
incapaz de concebir el desarrollo industrial del país como una unidad y una totalidad
(…) Además, esta burguesía subió al poder como una burguesía dependiente del
imperialismo y que en ningún momento se ha planteado la posibilidad de aprovechar
los momentos de dificultad del imperialismo para el desarrollo completamente
independiente”.*

Texto de Enrique Semo, citado en Interpretaciones de la Revolución Mexicana. Editorial


Nueva Imagen. México 1979.

BIBLIOGRAFÍA

BASICA:

MANCERA A; Canul, E; y Anguiano, R. (2018). Antología Comentada: Historia de México


UNACAR Campus II

COMPLEMENTARIA

DE LA TORRE, E. (1995) Historia de México II. D.F., México: Editorial McGraw-Hill.

CRONIN, V. (2003) Revista Contenido. México: Editorial Contenido

GARCIA A. (2012) Historia de México. D. F., México: Ed. GRAFRA.


DE LA TORRE E. (1995) Historia de México II. México: McGraw-Hill.

LÓPEZ, A y Lozano J. (2001) Historia General de México. D.F., México: Ed. McGraw -Hill.

RAMÍREZ, C. (1999) México en la Historia: integración económica Fascículo II. Economía


Contemporánea. México: SEP.

SITIOS WEB:

http://www.simon-bolivar.org/Principal/bolivar/sb_y_nb.html

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