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ACTIVIDAD FÍSICA SEGÚN SEXO EN LA CULTURA ARGÁRICA 141

TRABAJOS DE PREHISTORIA
61, n.o 2, 2004, pp. 141 a 153

ACTIVIDAD FÍSICA SEGÚN SEXO EN LA CULTURA ARGÁRICA.


UNA APROXIMACIÓN DESDE LOS RESTOS HUMANOS

PHYSICIAL ACTIVITY ACCORDING TO SAX IN THE ARGAR CULTURE. AN APPROACH


BASED IN THE HUMAN REMAINS

SILVIA A. JIMÉNEZ-BROBEIL (*)


IHAB AL OUMAOUI (*)
JOSÉ A. ESQUIVEL (**)

RESUMEN med that the men would perform activities that required
muscular strength, walking through rugged and steeped
Se estudian restos humanos procedentes de yacimientos terrain in which they risked suffering further trauma. The
de la Cultura de El Argar con el objetivo de ampliar el co- women, however, carried out activities centred around the
nocimiento sobre la actividad física llevada a cabo por los domestic environment.
individuos. Se analizan tres tipos de marcadores: la artrosis,
los marcadores de estrés músculo-esquelético y los trauma- Palabras clave: Patrones de actividad. Diferencias de sexo.
tismos. Los resultados obtenidos son coincidentes con el Cultura de El Argar.
entorno y los terrenos en los que se ubicaron los asentamien-
tos argáricos y señalan una clara diferencia entre sexos. Key words: Activity patterns. Sexual differences. Argar
Aunque es imposible determinar la “profesión” de los indi- culture.
viduos, sí se puede afirmar que los varones realizarían ac-
tividades que requerían fuerza muscular, caminar por terre-
nos duros y escarpados y en las que había riesgo de sufrir En los últimos años y con la realización de nue-
traumatismos. Las mujeres, sin embargo, llevarían a cabo vas excavaciones arqueológicas, se han venido
actividades centradas en el entorno doméstico. ampliando las colecciones osteológicas de pobla-
ciones adscritas a la denominada Cultura de El
Argar. El Laboratorio de Antropología Física de la
ABSTRACT Universidad de Granada inició, hace ya tiempo, un
proyecto de investigación centrado en estas pobla-
A collection of human remains, from the Argaric Culture ciones, del que se han ido publicando algunos re-
sites, was studied to broaden knowledge about the physical sultados parciales, sobre todo de aspectos relacio-
activity carried out by those populations. Three types of nados con la salud-enfermedad, adaptaciones al
activity markers were analyzed: osteoarthritis, musculos- medio y patrones de actividad. Este último campo
keletal stress markers and traumatisms. The obtained resul- adquirió una cierta relevancia en las investigacio-
ts coincide with the environment and terrain in which the ar- nes antropológicas internacionales de la década de
chaeological sites were found, demonstrating a remarkable los noventa. El número de publicaciones generadas
difference between sexes. Although it is impossible to deter- ha sido especialmente alto pero cada vez se han he-
mine the profession of the studied individuals, it can be affir- cho más frecuentes las críticas a este tipo de traba-
jos (Jurmain 2003; Kennedy 1998; Stirland 1991)
*(*) Laboratorio de Antropología. Facultad de Medicina.
sobre todo porque en muchas ocasiones se habían
Universidad de Granada. Correo electrónico: jbrobeil@ugr.es aventurado interpretaciones que no se sustentaban
(**) Departamento de Prehistoria y Arqueología. Universi- en bases sólidas y debidamente contrastadas. Real-
dad de Granada. Facultad de Filosofía y Letras. Correo electróni-
co: esquivel@ugr.es mente es imposible conocer “la profesión” de un
Recibido: 7-VI-04; aceptado: 16-IX-04. individuo a partir de su esqueleto y por tanto infe-

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rir la práctica de determinadas actividades por parte podrán aportar alguna información sobre si existie-
de una población. Sin embargo, sí se pueden com- ron o no diferencias de género entre los individuos
parar entre sí poblaciones de las que se conozcan de las poblaciones argáricas en cuanto a la división
sus patrones económicos y culturales y su entorno del trabajo.
medioambiental y comprobar si sus caracteres es-
queléticos coinciden o no con dichos patrones
(Hawkey y Merbs 1995). De igual modo, dentro de EL MATERIAL ESTUDIADO
una población determinada, se pueden comparar los
esqueletos de varones y mujeres para observar si Para este trabajo se han empleado restos esque-
presentan diferencias atribuibles a la práctica de léticos hallados en contextos arqueológicos clara-
actividades físicas distintas. Lo que no se podrá en mente datados en la Edad del Bronce y adscritos a
ningún caso es afirmar, por ejemplo, que los hom- la Cultura de El Argar, que se hallan depositados en
bres fueron mineros, carpinteros o guerreros, y las el Laboratorio de Antropología Física de la Univer-
mujeres tejedoras o molineras. Sólo se podrá valo- sidad de Granada. Los materiales proceden de los
rar si sus patrones de actividad son similares o no. siguientes yacimientos: Castellón Alto (Galera)
Los asentamientos argáricos en la provincia de –campañas de 1983 y 1989–, Fuente Amarga (Ga-
Granada ocupan lugares escarpados, desde los que lera), Cerro de la Encina (Monachil), Cerro de la
se controla un amplio territorio, con defensas natu- Virgen (Orce), Cuesta del Negro (Purullena), Puer-
rales completadas con murallas. Los poblados se to Lope (Moclín) y Terrera del Reloj (Dehesas de
extienden por las laderas de los cerros mediante Guadix), todos ubicados en la provincia de Granada
terrazas comunicadas entre sí por rampas o pelda- (Aguayo y Contreras 1981; Arribas et al. 1974;
ños. Las bases económicas radican en la agricultura Molina y Pareja 1975; Molina et al. 1986; Rodrí-
y la ganadería, completadas, en algunas ocasiones, guez et al. 2000; Schule 1980) (Fig. 1).
con la explotación minera. Ya desde las excavacio-
nes de los hermanos Siret se apreció la variedad de
riqueza de los ajuares funerarios, que se atribuye a
diferencias de estatus social, y la estrecha relación
de determinados objetos con los enterramientos
masculinos y femeninos. Con estas premisas, se
debería esperar que los esqueletos estudiados mues-
tren caracteres coincidentes con lo agreste del terre-
no y la base económica rural agropecuaria. Los dis-
tintos ajuares indicarían diferencias de género en
cuanto al papel desempeñado por cada sexo dentro
de la sociedad y, en tal caso, podrían reflejarse en
los esqueletos.
Hay distintos marcadores cuyo estudio puede
aportar información sobre la actividad física des-
empeñada, tales como la forma de la sección trans-
versal de los huesos, el desarrollo de entesofitos, la
presencia de determinados caracteres no métricos,
tales como algunas carillas articulares, la presencia
de artrosis o las lesiones traumáticas, pero siempre
teniendo presente que la actividad física es sólo una
causa contribuyente más y en ningún caso la exclu-
siva de su aparición y desarrollo. En este trabajo se
analizarán la presencia de artrosis, el desarrollo de
marcadores musculoesqueléticos y la aparición de
lesiones traumáticas con el objetivo de comprobar
si los varones y mujeres argáricos llevaron a cabo
actividades físicas diferentes o no. Se estudian si- Fig. 1. Ubicación de los yacimientos donde se hallaron los
militudes y/o diferencias entre sexos biológicos que restos estudiados.

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Los restos seleccionados para el estudio co- la aparición de osteofitos, osteoesclerosis subcon-
rresponden a esqueletos más o menos completos, dral, osteoporosis y cavidades pseudoquísticas. La
perfectamente individualizados, pertenecientes a edad es el factor más importante, pues suele apare-
sujetos adultos (mayores de 20 años) con sexo de- cer a partir de los 40 años y, en las mujeres, espe-
terminado por la morfología de la pelvis y del crá- cialmente tras la menopausia. En su desarrollo in-
neo y funciones discriminantes del esqueleto pos- ciden la sobrecarga articular (la obesidad y la
tcraneal (Alemán et al. 1997; Ferembach et al. 1979 práctica de determinadas actividades), factores
y Krogman e Iscan 1986). En total son 53 varones genéticos y metabólicos (Aufderheide y Rodríguez
y 57 mujeres que se han distribuido por su edad 1998; Campillo 2001; Jurmain 2003). Cuando no se
(Ferembach et al. 1979 y Krogman e Iscan 1986) en puede determinar el origen de la afección, se deno-
las categorías de adultos (21-40 años), maduros mina “artrosis primaria” y se considera como “se-
(41-60 años) y seniles (61-X) (Tab. 1). cundaria” cuando su presencia puede relacionarse
claramente con una causa previa, por ejemplo una
lesión traumática. Generalmente, no se le puede
atribuir un origen, pues si bien es típica de edades
avanzadas, y como tal un “marcador de buena sa-
lud”, hay sujetos seniles que no la padecen. De igual
modo, tampoco se puede asociar en exclusiva a la
práctica de actividades físicas y, en la clínica habi-
tual, sólo se reconoce que determinados sujetos,
deportistas de élite por ejemplo, tienen riesgo de
sufrirla (Jurmain 2003). Este riesgo se acentúa
Tab. 1. Procedencia por yacimientos de los individuos es- cuando existen lesiones previas y cuando el estrés
tudiados. sobre las articulaciones se inicia durante el perio-
do de crecimiento de un individuo, pues el cartíla-
Como algunos de los caracteres estudiados (con- go es menos resistente a los microtraumas repetiti-
cretamente la artrosis y los marcadores de estrés vos que el de los sujetos adultos.
musculoesquelético) presentan una clara vincula- Durante las dos pasadas décadas, la artrosis se
ción con el incremento de la edad, se ha comproba- convirtió en el marcador de actividad por excelen-
do previamente mediante el test χ2 si las muestras cia y se atribuyó su presencia en una articulación
en cuanto al número de individuos por sexo y edad dada a la práctica de determinadas profesiones. Sin
eran comparables o no. Se han establecido 4 mues- embargo, no se tuvo muy en cuenta que la actividad
tras: varones adultos, varones maduros y seniles, es sólo un factor coadyuvante y, que en la práctica
mujeres adultas y mujeres maduras y seniles y se ha clínica actual, no se puede asociar la existencia de
obtenido un valor χ2 global = 0,16 con una proba- artrosis en una determinada articulación con el des-
bilidad de 0,68. Esta diferencia no es significativa empeño de una actividad específica.
porque es mayor de 0,05. Estas cifras indican cla- En este trabajo se registra la artrosis con el cri-
ramente que las muestras son comparables. Por esta terio de presencia o ausencia por articulaciones o
misma vinculación con la edad, no se ha llevado a conjuntos articulares anatómicos y sólo con rela-
cabo una correlación entre las variables estudiadas. ción al sexo. Las articulaciones son hombro, codo,
muñeca, cadera, rodilla y tobillo, de manera que se
marca como positiva la presencia de señales de ar-
MARCADORES Y MÉTODOS DE ESTUDIO trosis en cualquiera de los huesos que componen la
articulación. Los conjuntos articulares son los sec-
Artrosis tores cervical, dorsal y lumbar de la columna ver-
tebral y el total de articulaciones de la mano y del
La artrosis es la patología más abundante y más pie. Se han calculado las frecuencias para varones
fácil de diagnosticar en esqueletos antiguos y por y mujeres de cada articulación y conjunto y se com-
ello es la más conocida por los arqueólogos (Rogers paran mediante el test χ2. Para realizar una compa-
y Waldron 1995). Es una enfermedad crónica dege- ración mediante un análisis multivariante con todas
nerativa que se origina con la destrucción del car- las articulaciones y conjuntos, se ha recurrido al
tílago articular y continúa afectando al hueso con empleo de la MMD (Mean Measure Distance),

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según la fórmula de C.A.B. Smith (Finnegan y na el desarrollo del marcador (Kennedy 1989;
Cooprider 1978). Para obtener más detalles sobre Mann y Murphy 1990). Para cada sexo se han ob-
la edad o la distribución por yacimientos, se puede tenido las frecuencias de presencia de cada uno de
consultar Jiménez Brobeil et al. 1995. los marcadores y se comparan los porcentajes en-
tre varones y mujeres mediante el test χ2. El conjun-
to de todos los marcadores se compara entre ambos
“Marcadores de estrés musculoesquelético” sexos mediante la MMD.

Con la expresión “Marcadores de estrés muscu-


loesquelético” se hace referencia a los cambios que Traumatismos
se observan en las inserciones de ligamentos y ten-
dones (entesas) como consecuencia de un incre- Los traumatismos en general son lesiones provo-
mento en el desarrollo de los músculos. Estos mar- cadas por una fuerza externa. Sobre el esqueleto son
cadores pueden caracterizarse por calcificación de relativamente fáciles de observar e identificar y,
las entesas y aparecen como crestas o espículas, tras la artrosis, constituyen la patología que se ha-
denominadas entesofitos, o como surcos o zonas lla con más frecuencia. Generalmente, se estudian
deprimidas (Knüsel 2000). fracturas o roturas en la continuidad del hueso, y
La presencia y desarrollo de estos marcadores luxaciones, que son dislocaciones de las superficies
depende en buena parte de la actividad física de articulares. Las causas de las fracturas son variadas.
cada individuo, pero no debe olvidarse que también Pueden ser espontáneas por sobrecarga o a conse-
están influidos por el sexo, edad, niveles hormona- cuencia de una enfermedad propia del hueso, inten-
les y diferencias genéticas (Jurmain 2003; Wilczak cionales y fortuitas. En las fortuitas el individuo
1998). En principio, no podrían compararse pobla- puede estar en reposo sin realizar actividad física
ciones cuyo tamaño esquelético sea muy distinto o (por ejemplo, por la caída imprevista de un objeto)
que presenten un acusado dimorfismo sexual (Wil- o realizando una actividad (Campillo 2001).
czak 1998) porque sus patrones de desarrollo de Los traumatismos craneales pueden ser fisuras,
marcadores pueden ser muy distintos según la ro- fracturas con o sin hundimiento de la bóveda, lesio-
bustez o gracilidad de sus huesos. El desarrollo de nes incisas y punzantes o erosiones (Campillo
los entesofitos aumenta con la edad y por ello se les 2001). Estas últimas son lesiones superficiales oca-
considera una característica que denota la madurez sionadas por contusiones fortuitas o intencionales.
del esqueleto (Mann y Murphy 1990). Por esta ra- La mayoría de fracturas y luxaciones del esquele-
zón, debe excluirse de los análisis a los individuos to postcraneal suelen producirse de manera fortuita
de edades avanzadas, ya que en una población con por caídas o accidentes asociados a actividades de
un número elevado de sujetos ancianos puede crear- riesgo. En general, el carácter fortuito o intencional
se la falsa apariencia de un fuerte desarrollo mus- de un traumatismo es difícil de valorar en un esque-
cular. El desarrollo de entesofitos es característico leto, salvo que se aprecien claras señales de huellas
de una enfermedad degenerativa, la hiperostosis de un objeto punzante o cortante.
esquelética idiopática difusa (DISH) (Jankauskas En este estudio se han observado 53 varones y 53
2003) y por ello también deben excluirse de los mujeres. En el cráneo se han contabilizado sólo las
estudios de actividad los individuos afectados por lesiones de claro origen traumático y se han descar-
esta patología. tado las de diagnóstico diferencial confuso. En el
Se han seleccionado 14 marcadores diferentes esqueleto postcraneal se han señalado fracturas y
(Al Oumaoui et al. 2004) que reflejan las principa- luxaciones. No se han incluido en este trabajo las
les articulaciones del cuerpo, tal como recomiendan lesiones traumáticas de la columna vertebral, que
Peterson y Hawkey (1998) y que se valoran con serán objeto de un estudio independiente. En todos
carácter de presencia o ausencia. Para evitar los los casos señalados se confirmó el diagnóstico
problemas ocasionados por el incremento de su mediante radiografías. En las tablas se consigna el
desarrollo con la edad, se han eliminado del estu- número de individuos que presentan lesiones y se
dio los individuos de más de 60 años y los sospe- comparan las frecuencias masculinas y femeninas
chosos de haber padecido DISH. En la tabla 2 se mediante el test χ2. En la figura 2 se representan los
expone el listado de marcadores y los tendones, li- traumatismos de la bóveda craneal y se señala so-
gamentos y músculos con cuya actividad se relacio- bre un modelo el centro de las diferentes lesiones.

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lumna vertebral, las diferencias entre ambos sexos


no son muy grandes y sólo en el sector dorsal se al-
canza la significación estadística. En el miembro
superior los varones muestran una afectación del
hombro acusadamente superior, mientras que en las
restantes articulaciones, sobre todo en el codo, las
diferencias entre sexos no son muy destacadas. En
el miembro inferior, los valores de los varones tam-
poco exceden de forma considerable a los de las
mujeres, con la excepción del conjunto del pie,
donde de nuevo, la diferencia resulta estadística-
mente significativa.
Fig. 2. Distribución de los traumatismos craneales en varo-
nes y mujeres. Los puntos representan el centro de cada una Coincidiendo con otras poblaciones antiguas y
de las lesiones señaladas. modernas, el sector lumbar de la columna vertebral
es la región más afectada, y figuran valores altos en
la rodilla y bajos en los codos y tobillos (Bennike 85;
RESULTADOS Jurmain 1977; Ortner y Putschar 1981). Sin embar-
go, destacan la frecuencia bastante baja de la articu-
Artrosis lación de la cadera y las de la columna dorsal y hom-
bro de los varones, que son relativamente altas.
Como puede apreciarse en la tabla 3, en todas las Aunque sólo figuran diferencias significativas
articulaciones los varones presentan frecuencias de en tres caracteres, el valor de MMD = 0,067085
artrosis más altas que las que muestran las mujeres (desviación Standard = 0,016319; P <0,05), indica
(ver Fig. 3), pero en el conjunto de los individuos, que la hipótesis de identidad entre los dos sexos es
esta superioridad no resulta significativa. En la co- rechazada.

Tab. 2. Marcadores de estrés músculo-esquelético.

“Marcadores de estrés musculoesquelético” cifras altas en el miembro superior y en el inferior,


lo que señala que tuvieron un mayor desarrollo
En la tabla 4 se exponen las frecuencias halladas muscular. Los marcadores con valores más altos
para cada marcador según el sexo de los individuos del miembro superior son los correspondientes a
analizados. En la figura 4 se representan gráfica- los músculos pectoral mayor, supinador corto y re-
mente dichas frecuencias. Los varones presentan dondo mayor. El primero rota el húmero hacia den-

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Tab. 3. Frecuencia de artrosis por individuos y sexo.


* Significación estadística. La probabilidad corresponde a la significación bilateral del test
χ2 de Pearson.

tro y eleva el tronco aproximándolo al brazo. El se- más bajas aparecen en el marcador del deltoides,
gundo permite la supinación del antebrazo, es de- músculo abductor o elevador del brazo, y en el
cir, su rotación de adentro hacia fuera. El tercero es olécranon, donde inserta el tríceps braquial, exten-
elevador del hombro y aductor del brazo. sor del antebrazo sobre el brazo.
Las mujeres presentan valores medianos de los De todos modos, hay que recordar que los mo-
marcadores del miembro superior, claramente in- vimientos del hombro y del miembro superior res-
feriores a los de la serie masculina. Las cifras más ponden a complejas interacciones musculares y que
altas son las proporcionadas por la cresta del supi- no puede afirmarse que, por ejemplo, los varones
nador y la tuberosidad bicipital del radio, donde argáricos se dedicaran a segar el trigo por el hecho
inserta el bíceps, el músculo que dobla el antebra- de que la acción del redondo mayor intervenga en
zo sobre el brazo. En ambos sexos las frecuencias los movimientos realizados al manejar una hoz.
Lo que sí hay que destacar son las diferencias
entre las frecuencias de ambos sexos, que denota-
rían que los varones llevaron a cabo actividades
físicas mucho más intensas que las realizadas por
las mujeres. Las diferencias alcanzan significación
estadística en el marcador del redondo mayor y re-
sultan altamente significativas en el del pectoral
mayor y cresta del supinador.
Los marcadores del miembro inferior en los va-
rones exhiben frecuencias medianas o altas. Los
valores más elevados son los correspondientes a la
inserción del tendón de Aquiles y cuádriceps. El
primero corresponde a la inserción del tríceps su-
ral, que extiende el tobillo y la rodilla y rinde su
potencia máxima al dar impulso motriz en el últi-
mo tiempo del paso (Kapandji 1984). El segundo es
un conjunto de fascículos musculosos que extien-
de la pierna sobre el muslo e interviene activamente
Fig. 3. Artrosis. Representación gráfica de las frecuencias durante la marcha cuando se adelanta un miembro
masculina y femenina. 1: columna cervical; 2: columna para tomar contacto con el suelo (Kapandji 1984).
dorsal; 3: columna lumbar; 4; hombro; 5: codo; 6: muñeca; Dentro de las frecuencias halladas destaca la cifra
7: mano; 8: cadera; 9: rodilla; 10: tobillo; 11: pie. relativamente alta del marcador del espolón. Los

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sexos, pero realizada con intensidades muy diferen-


tes. Las diferencias entre frecuencias, mayores que
las señaladas a nivel del miembro superior, son
estadísticamente significativas en la línea poplítea
de la tibia, el trocánter mayor del fémur y la rótula
y altamente significativas en el trocánter menor y
el tendón de Aquiles. No alcanzan la significación,
aunque se aproximan, los marcadores de las líneas
poplítea y áspera.
Las diferencias señaladas a nivel de cada marca-
dor se aprecian de igual modo tras la aplicación de
la MMD, cuyo valor de 0,340428 y desviación
Standard de 0,024055 (Probabilidad < 0,05) indi-
ca la disimilitud de ambas muestras.

Fig. 4. Marcadores de estrés músculo-esquelético. Repre- Traumatismos


sentación gráfica de las frecuencias masculina y femenina.
1: escápula; 2: pectoral mayor; 3: redondo mayor; 4: deltoi- En el cráneo se han señalado 19 lesiones que,
des; 5: olécranon; 6: supinador; 7: radio; 8: trocánter mayor;
con la excepción de una fractura de malar, otra de
9: trocánter menor; 10: línea áspera; 11: rótula; 12: línea
poplítea; 13: tuberosidad tibial; 14: tendón de Aquiles; 15: huesos propios de la nariz y una tercera de peñas-
espolón. co de temporal, corresponden al tipo de erosiones
craneales. Para tener más detalles sobre edad, for-
ma y distribución de estos traumas, se puede con-
músculos que insertan en la base del calcáneo per- sultar Botella et al.(1995). Todas las lesiones mues-
miten la adaptación de la bóveda plantar al terreno. tran señales de supervivencia y se produjeron por
El crecimiento de un espolón se considera una en- impactos directos. Once varones (20,75 %) mues-
tesopatía consecutiva a un sobreesfuerzo al cami- tran traumas en el cráneo frente a sólo dos mujeres
nar por terrenos pedregosos (Kapandji 1984). (3,8%) y esta diferencia resulta estadísticamente
A diferencia de los varones, las mujeres presen- significativa (P = 0,02). La distribución de los trau-
tan frecuencias bajas o muy bajas de los marcado- matismos de la bóveda (Fig. 2) denota un claro pre-
res del miembro inferior. Los valores más altos dominio del frontal como lugar de ubicación de las
también se hallan en la inserción del tendón de lesiones y, sobre todo en los varones, en el lado
Aquiles y en el cuadriceps. De igual modo, desta- derecho del mismo. En este sexo, la muestra más
ca el valor de la frecuencia del espolón. En princi- amplia, la ubicación sobre el frontal es significati-
pio, ello sugiere una actividad similar en ambos vamente superior (P = 0,05) a la equivalente sobre
el parietal y la del lado derecho sobre el izquierdo
(P < 0,001).
Las lesiones señaladas en el esqueleto postcra-
neal son 24 fracturas y dos luxaciones. Las descrip-
ciones más o menos detalladas se pueden consultar
en Al Oumaoui y Jiménez 2004; Alemán et al.
1996; Botella et al. 1995 o Jiménez y García 1989-
90, entre otros. Los individuos afectados son 19
(17,92% del total), once varones y ocho mujeres, de
los cuales algunos presentan dos o incluso tres le-
siones. La clase de fractura más frecuente es la de
tercio distal de radio (5,56% de las piezas), lo que
coincide con la práctica clínica habitual (McRae
Tab. 4. Frecuencia de marcadores por individuos y sexo. 1988), seguida de la de costillas y clavícula (2,78 %
* Significación estadística. La probabilidad corresponde a de los ejemplares). La mayoría de las lesiones res-
la significación bilateral del test χ2 de Pearson. ponden a mecanismos que se producen en caídas

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Tab. 5. Frecuencia de traumatismos por individuos y sexo. No se incluyen los traumatismos vertebrales.
* Significación estadística.

accidentales. Otras, producidas por impactos direc- poblaciones en ambos sexos son semejantes y tan
tos, pueden corresponder a agresiones o a acciden- sólo difieren claramente en la artrosis de cadera.
tes, pero no es posible afirmar una causa u otra. Los medievales tienen un 22,6 % en varones y un
Ninguna lesión puede relacionarse con la osteopo- 18,2 % en mujeres, cifras que difieren significati-
rosis senil. A nivel de individuos, los varones pre- vamente de las de los argáricos (P= 0,05 y 0,03, res-
sentan más traumatismos postcraneales que las pectivamente). La artrosis de cadera es casi la única
mujeres, pero no se alcanza la significación estadís- que ha podido asociarse a una profesión, concreta-
tica entre las frecuencias respectivas. Sin embargo, mente a la agricultura, pero más con un estilo de
si se analizan las fracturas por número de piezas, las vida llevado a cabo desde la infancia, que con la
mujeres, con 8 traumatismos de un total de 363 práctica de actividades específicas (Jurmain 2003).
huesos estudiados (2,20%), presentan mayor núme- Resultaría muy cómodo decir que el patrón de Vi-
ro de lesiones que los varones (446 / 6 / 1,34%), llanueva coincide con el de la práctica de la agricul-
pero, de nuevo, la diferencia no es significativa (P= tura, mientras que el de los argáricos reflejaría sus
0,51). En total se han observado 14 huesos lesiona- medios de subsistencia, en los que la ganadería ejer-
dos entre un conjunto de 809 (clavículas, húmeros, ce un papel más importante, pero, seriamente, es
radios, cúbitos, fémures, tibias y peronés), que su- imposible de afirmar. Por otra parte, los argáricos
ponen un 1.73 % de la muestra. tienen menos artrosis en el miembro superior y más
Las dos variables referentes a traumatismos se en la rodilla y el tobillo, pero sin diferencias signi-
han unido a las once sobre la artrosis y a los quin- ficativas. Esto, unido a la ausencia de datos sobre
ce marcadores de estrés musculoesquelético. De el pie de Villanueva, no permite afirmar que el pa-
esta forma, se han comparado ambos sexos median- trón de los granadinos refleje su hábitat en zonas
te los 28 caracteres analizados. El valor MMD es abruptas frente al llano de los burgaleses, aunque
0,216732 (desviación standard = 0,014639), lo que tampoco negarlo. Al comparar los sexos entre sí, no
denota que ambos sexos son diferentes en cuanto a hay diferencias entre los varones y mujeres de Vi-
las variables analizadas. llanueva para ninguna de las articulaciones estudia-
das, mientras que entre los argáricos sí las hay. Esta
distribución coincide con el patrón de los entesofi-
DISCUSIÓN tos, pues las mujeres de Villanueva, que llevaron a
cabo actividades intensas, tampoco difieren de los
Artrosis varones excepto en dos marcadores del húmero (Al
Oumaoui et al. 2004). Las frecuencias argáricas
Los resultados obtenidos del análisis de la artro- masculinas de artrosis en el sector dorsal de la co-
sis son muy difíciles de interpretar, dado el carác- lumna y en el hombro, vienen a coincidir con el
ter multifactorial de esta enfermedad. Sólo se han elevado desarrollo de los entesofitos del pectoral y
podido comparar con los de la población medieval redondo mayor y, lo mismo puede decirse de la ar-
castellana de Villanueva de Soportillo (Burgos), trosis en el pie, que coincide con la presuntamente
que está estudiada con los mismos criterios (Souich mayor deambulación de los varones por terrenos
et al. 1996). De esta población no hay datos sobre abruptos. Aunque a nivel individual sólo en tres
la mano y el pie porque su deficiente conservación articulaciones la diferencia entre varones y muje-
no permitía obtener una muestra con un mínimo de res es significativa, el resultado de la MMD, que
representatividad. La población de Villanueva vi- recoge la acumulación de las diferencias existentes
vió de la agricultura en una zona llana y las muje- entre todas las variables, refleja una diferencia de
res participaron activamente en las labores del cam- actividad entre los hombres y mujeres argáricos.
po (Al Oumaoui et al. 2004). Los valores de las dos Sin embargo, en ningún caso, se podría aventurar

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en qué consistieron dichas actividades, tal como ya los argáricos. Todo ello nos permitiría plantear en
se afirmaba en un trabajo anterior (Jiménez Brobeil primer lugar que los argáricos, hombres y mujeres,
et al. 1995). presentan un desarrollo del miembro inferior coin-
cidente con su hábitat en poblados en cerros escar-
pados. En segundo lugar, que no caminaron de
“Marcadores de estrés musculoesquelético” igual forma, lo que sugiere que las mujeres lleva-
ron a cabo sus actividades principalmente en el
Los resultados obtenidos del estudio de los mar- entorno doméstico.
cadores, aunque muy claros, deben interpretarse
con mucho cuidado, ya que como recuerda R. Jur-
main (2003), la etiología de los entesofitos es múl- Traumatismos
tiple y compleja. Las posibles interpretaciones de-
ben llevarse a cabo con análisis estadísticos y Las lesiones en el cráneo se han atribuido tradi-
comparando con otras poblaciones. En un estudio cionalmente a la violencia interpersonal y/o a acci-
realizado por algunos de nosotros (Al Oumaoui et dentes. Desde el trabajo sistemático de Ph. Walker
al. 2004) se han analizado algunas poblaciones pre- (1989) sobre indios del Canal de California, se han
históricas y medievales de la Península Ibérica, llevado a cabo varios proyectos sobre la presencia
entre ellas los argáricos. En todas éstas, los varones de lesiones craneales, principalmente orientados al
tienen frecuencias más altas de entesofitos que las estudio de la violencia (Martin y Frayer 1997). En
mujeres y ello podría atribuirse a que la testosterona todas las poblaciones estudiadas, e incluso entre los
influye en el desarrollo de estas calcificaciones grandes simios africanos, los varones superan cla-
(Jurmain 2003), pero las diferencias entre sexos son ramente a las mujeres en la incidencia de lesiones
estadísticamente significativas en la mayoría de craneofaciales y, por ello, incluso autores tan críti-
marcadores e incluso una serie femenina es similar cos como R. Jurmain (2003), reconocen que ello
a otras masculinas, con lo que realmente buena puede reflejar un patrón de comportamiento rela-
parte de las diferencias puede responder a las acti- cionado con agresiones interpersonales.
vidades desempeñadas. La frecuencia del 12,26% del total de los argá-
Los valores del miembro superior masculinos y ricos es, por ejemplo, sensiblemente superior al
femeninos no difieren en exceso de los de las otras 7,6% de la Edad del Hierro en Italia, 4,6 % de me-
poblaciones peninsulares estudiadas, pero las dis- dievales daneses, 2-5% de indios Pueblo; parecida
tintas frecuencias nos permiten plantear que los al 9,3% de la Edad del Bronce en Italia e inferior al
varones argáricos llevaron a cabo actividades en las 18,56% de los indios del Canal de California (Ben-
que emplearon mayor fuerza física que las mujeres. nike 1985; Jurmain 2003; Robb 1997; Walker
En el miembro inferior sí se aprecian diferencias 1989). La mayoría de lesiones en el lado derecho
entre las poblaciones, pues se separan los que vivie- del frontal de los varones argáricos, coincide con el
ron en zonas llanas de los que lo hicieron en áreas patrón de los indios del Canal de California (Walker
montañosas. Los varones argáricos presentan un 1989 y 1997) que se ha puesto en relación con la
desarrollo elevado de marcadores del miembro in- violencia interpersonal y, concretamente, con la
ferior, especialmente del tendón de Aquiles, cuadri- utilización de mazas como armas.
ceps y espolón, que pueden explicarse por la deam- El tipo de lesiones más frecuente en los cráneos
bulación sobre terrenos en pendiente y pedregosos. argáricos, las erosiones, puede responder a lesiones
Las mujeres argáricas presentan en general fre- tanto intencionales como accidentales y por ello,
cuencias más bajas del miembro inferior que las de pese a la similitud con el patrón publicado por Ph.
las series femeninas de las restantes poblaciones, lo Walker, no se puede considerar a la violencia inter-
que indicaría una práctica de caminar menos inten- personal como la única causa de producción. La
sa que la de las mujeres de otros grupos culturales. preponderancia sobre el frontal de este tipo de le-
Sin embargo, las argáricas exhiben la frecuencia siones está justificada porque es una zona que no
más alta de espolón, que junto con los valores de los está recubierta por músculo, y por lo tanto un trau-
marcadores del tendón de Aquiles y cuadriceps, ma sobre ella facilita la lesión del periostio y la ta-
coincidirían con un hábitat montañoso. Las diferen- bla externa (Campillo 2001). Robb (1997), en su
cias más acusadas del miembro inferior entre varo- estudio sobre poblaciones prehistóricas italianas,
nes y mujeres son precisamente las señaladas entre considera que en las sociedades con estatus jerár-

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150 Sylvia A. Jiménez-Brobeil, Ihab al Oumaoui y José A. Esquivel

quico masculino y en las que se valoran cultural- claramente superior al 4,7% y 5,5% de los cemen-
mente las armas y la violencia, esta última sufre una terios medievales urbanos británicos de St. Helen
segregación de género. En ese sentido, la presencia y Blackfriars (Judd y Roberts 1999). Para estas
de lesiones, más que indicar la existencia de gue- autoras, las diferencias de actividad entre el medio
rras, lo que denotaría es una clara diferenciación rural y el urbano en la Inglaterra medieval justifi-
ocupacional de géneros. Es decir, los varones lle- carían las distintas frecuencias y patrones de frac-
varían a cabo actividades peligrosas o que requie- turas observados. Por otra parte, la frecuencia de
ran fuerza, tales como la cantería, minería, cons- los argáricos resulta inferior al 32,88 % de la po-
trucción o transporte y, por supuesto, las de carácter blación sudanesa de Kulubnarti. Esta última cifra
bélico. La sociedad argárica ha sido considerada se ha atribuido (Kilgore et al. 1997) al terreno es-
como “militarista” por los sistemas de defensa de pecialmente duro, en el que se desenvolvieron es-
sus poblados y la clara asociación de armas metá- tos individuos que sufrieron numerosas caídas ac-
licas con los enterramientos masculinos. Este pa- cidentales y que presentan cifras altas de fracturas
trón viene a coincidir con las tesis de Robb (1997), de antebrazo y tan sólo un 0,76% de lesiones en
pero no se debe olvidar que las jerarquías argáricas cráneo atribuibles a agresiones intencionales. Si se
parecen regirse más por el nivel de riqueza de los comparan los resultados a nivel de piezas analiza-
ajuares que por un dominio de un género sobre otro. das, la frecuencia de 1,73 % de los argáricos es si-
Mientras no se descubran más lesiones que, sin lu- milar al 1,8% de una población indígena de Cali-
gar a dudas, puedan atribuirse a violencia interper- fornia (Jurmain 2001) y superior a la de daneses
sonal, se puede afirmar que los varones argáricos prehistóricos y medievales del 0,8% (Bennike
practicaron actividades en las que tuvieron más 1985) y a las medievales británicas urbanas de St.
riesgos de sufrir traumatismos que las que realiza- Helen (0,8%) y Blackfriars (0,9%) (Judd y Roberts
ron las mujeres. Ahora bien, la frecuencia de trau- 1999). Sin embargo, resulta inferior al 2,2% de
matismos masculina (20,75%), que es muy alta y Raunds (Judd y Roberts 1999), 2,4% de Kerma
tan sólo comparable con el 24% de los varones del (Judd 2004) y 3,7% de Kulubnarti (Kilgore et al.
Canal de California (Walker 1989), indicaría que la 1997). En todas estas poblaciones los varones pre-
violencia interpersonal no puede descartarse como sentan frecuencias de traumatismos mayores que
una de esas actividades llevadas a cabo por los va- las de las mujeres, pero en ningún caso se alcanza
rones. la significación estadística. En un estudio sobre la
Sin embargo, ningún traumatismo del esquele- población guanche de Tenerife, C. Rodríguez
to postcraneal puede atribuirse con seguridad a (1995) comenta que las frecuencias de traumatis-
episodios de violencia y, como ya se ha comenta- mos postcraneales son mayores en el Sur que en el
do más arriba, en su mayoría se explican por me- Norte y lo atribuye a accidentes por la deambula-
canismos de caídas. La ausencia de diferencias sig- ción en los terrenos especialmente duros y escar-
nificativas entre sexos apoya el carácter accidental pados de la región meridional de la isla.
de estas lesiones y denotaría que ambos sexos es- Aunque es muy difícil analizar los patrones de
tuvieron expuestos por igual al riesgo de sufrir una traumatismos de una población y valorar las inte-
caída. No se debe olvidar que el tipo de fractura racciones entre el medio y su actividad, los resul-
más frecuente, sobre todo en las mujeres, es el de tados obtenidos no están en contra del hecho de
tercio distal de radio, que suele producirse en una poder atribuir las lesiones de los argáricos al entor-
caída hacia delante con la mano extendida (Mc Rae no en el que se desenvolvieron. Es decir, las fre-
1988; Proubasta e Itarte 1985). Resulta difícil com- cuencias de traumatismos del esqueleto postcraneal
parar las frecuencias halladas en los argáricos con halladas en hombres y mujeres, podrían explicarse
las de otras poblaciones por la diversidad de crite- perfectamente por la deambulación en el entorno
rios utilizados en el estudio. A nivel de individuos, montañoso en el que se ubicaron los poblados argá-
la cifra del 17,92 % de los argáricos es igual a la de ricos. La hipótesis de Judd y Roberts (1999) de su-
la población prehistórica de Kerma en el Sudán, frir más caídas y accidentes en entornos rurales
cuyo patrón de fracturas se ha relacionado con la basados en la agricultura, frente al hábitat en ciuda-
violencia y las agresiones intencionales (Judd des, tampoco se contradice con los patrones econó-
2004); asimismo, resulta muy similar a la del micos de la cultura de El Argar. La ausencia de di-
19,4% del cementerio medieval rural británico de ferencias de afectación entre sexos corroboraría el
Raunds (Judd y Roberts 1999). Sin embargo, es carácter fortuito de la mayoría de las lesiones.

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ACTIVIDAD FÍSICA SEGÚN SEXO EN LA CULTURA ARGÁRICA 151

CONCLUSIONES menos. Es imposible, se vuelve a recordar, determi-


nar la “profesión” de ningún individuo, pero los
Con los resultados obtenidos con este trabajo se resultados obtenidos de los varones no están en
puede responder, en primer lugar, a la pregunta de contra de la práctica de la minería, construcción,
si los esqueletos de los argáricos reflejan o no el transporte, pastoreo, trabajos agrícolas pesados e
entorno medioambiental en el que se desenvolvie- incluso de la “guerra”, que se supone pudieron rea-
ron. La artrosis no es un buen marcador de activi- lizar los argáricos. Los resultados de las mujeres
dad y aunque las frecuencias señaladas no apoyan señalan que sus actividades fueron claramente di-
plenamente la hipótesis del hábitat en zonas mon- ferentes y no se puede rechazar que consistieran en
tañosas, tampoco permiten rechazarla. Los marca- las labores domésticas de preparación de los ali-
dores de estrés musculoesquelético del miembro mentos, trabajos textiles o agrícolas ligeros.
inferior, sin embargo, sí son propios de un hábitat Las posibles diferencias de género que sugieren
en un entorno duro y escarpado. Este tipo de terre- los ajuares funerarios hallados en los enterramien-
nos puede también justificar la frecuencia relativa- tos argáricos se ven apoyadas por el hecho de que
mente alta de traumatismos postcraneales, pues el varones y mujeres realizaron actividades físicas
riesgo de sufrir caídas es mayor en ellos que en los distintas. Con los marcadores analizados no se pue-
llanos. En resumen, los rasgos señalados coinciden de discutir sobre el papel que uno y otro sexo ejer-
perfectamente con lo que se podría esperar a partir cieron ni sobre la posición que ocuparon en la so-
del entorno en el que se ubican los poblados argá- ciedad argárica. Los esqueletos pueden prestar
ricos. De igual modo, los resultados son más pro- información al respecto, pero ello constituiría el
pios de una población rural, con base económica tema de otros trabajos.
agropecuaria, que de una urbana, con modos y
medios de vida distintos.
Asimismo, se puede ofrecer una respuesta a si se BIBLIOGRAFÍA
aprecian o no diferencias de actividad entre los
sexos que puedan atribuirse a diferencias de géne- AGUAYO, P. y CONTRERAS, F.1981: “El poblado argá-
ro. Los patrones hallados en hombres y mujeres son rico de la Terrera del Reloj (Dehesas de Guadix, Gra-
distintos y ello se ha demostrado a nivel estadísti- nada)”. Cuadernos de Prehistoria de la Universidad de
co. Según la artrosis, los varones probablemente Granada 6: 257-286.
llevaron a cabo actividades más intensas que las AL OUMAOUI, I. y JIMÉNEZ-BROBEIL, S.A. 2004:
mujeres, centradas sobre todo en los hombros, sec- “Lesiones traumáticas en un individuo de la Edad del
Bronce”. XIII S.E.A.B.
tor dorsal de la columna y los pies. La actividad
AL OUMAOUI, I.; JIMÉNEZ-BROBEIL, S.A. y SOUI-
muscular de los miembros superiores fue mucho CH, Ph. du. 2004 : “Markers of activity patterns in
más intensa entre los hombres, lo que coincide con some populations of the Iberian Peninsula”. Internatio-
los resultados del análisis de la artrosis. De igual nal Journal of Osteoarchaeology 14: 1-17.
forma, el desarrollo del miembro inferior es mucho ALEMÁN, I.; BOTELLA, M. y RUIZ, L. 1997: “Determi-
más acusado entre el sexo masculino. Ello indica- nación del sexo en el esqueleto postcraneal. Estudio de
ría que los varones llevaron a cabo actividades en una población mediterránea actual”. Archivo Español
las que caminaron con más intensidad y por terre- de Morfología 2: 69-79.
nos más duros que las mujeres. Esto coincide con ALEMÁN, I.; JIMÉNEZ-BROBEIL, S.A. y YOLDI, A.
la mayor frecuencia de artrosis en los pies de los 1996: “Patología en un yacimiento argárico” En A.
sujetos de sexo masculino. Los traumatismos cra- Pérez-Pérez (ed.): Salud, Enfermedad y Muerte en el
neales apoyan, a su vez, que los varones realizaron Pasado. Uriach. Barcelona: 17-21.
actividades más peligrosas y que requieren más ARRIBAS, A.; PAREJA, E.; ARTEAGA, O. y MOLINA,
fuerza que las practicadas por las mujeres. Todo F. 1974: “Excavaciones en el Cerro de la Encina (Mo-
nachil, Granada). El corte estratigráfico nº 3”. Excava-
ello permitiría deducir que los varones argáricos
ciones Arqueológicas en España 81.
realizaron actividades que requerían fuerza muscu- AUFDERHEIDE, A. y RODRÍGUEZ MARTÍN, C.1998:
lar, caminar por terrenos duros y escarpados y que The Cambridge Encyclopedia of Human Paleopatho-
en ellas figuraba un cierto riesgo de sufrir trauma- logy. Cambridge University Press. Cambridge.
tismos. Las mujeres, por su parte, parecen haber BENNIKE, P. 1985: Paleopathology of Danish Skeletons.
realizado actividades centradas en el entorno do- Akademisk Forlag. Copenhagen.
méstico, que requerían menor fuerza y caminar BOTELLA, M.C.; JIMÉNEZ-BROBEIL, S.A. y ORTE-

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152 Sylvia A. Jiménez-Brobeil, Ihab al Oumaoui y José A. Esquivel

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