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Ética y Filosofía Política

UNIVERSIDAD NACIONAL DE INGENIERÍA ÉTICA Y FILOSOFÍA POLÍTICA

DEFINICIONES DE ÉTICA
Semana 1 – 2018 2

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El Pensador por Auguste Rodin, (1881 y 1882). Encargado en 1880 por el Ministerio de
Instrucción Pública y Bellas Artes de Francia. Museo Rodin en París.

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Facultad de Ingeniería Industrial y de Sistemas

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ÉTICA

Frecuentemente observamos que cuando pretendemos nombrar la ética, decimos “ética y


moral”. Lo cierto es que con sólo hablar de ética, ya estaríamos abarcando, implícitamente, el
concepto de moral. Esto es porque se entiende por ética la derivación de la filosofía dedicada al
estudio de la moral. Es decir, que será la rama de dicha ciencia que se encargará de estudiar el
bien o el mal, lo correcto o lo incorrecto, lo debido o lo indebido de las conductas humanas y/o
las decisiones que los individuos tomen.

Puesto que proviene de la filosofía, su método se basa en la reflexión y la posterior


argumentación. Es por esto que cuando uno realiza un juicio ético sobre la conducta de otro ser,
y elabora una sentencia; esta también llevando a cabo un juicio moral. Por otra parte, es también
competencia de la ética el estudio y la reflexión sobre las virtudes, la bondad y la maldad, el
deber, y la felicidad. Es decir, que por ejemplo, cuando conocemos a alguien y decimos “es una
buena persona”, estamos elaborando una sentencia ética (o juicio moral). De la misma forma
que lo estaríamos haciendo al decir, “robar no es correcto, es indebido, está prohibido”.

El hombre para poder vivir en sociedad, ha tenido que crear diversas normas que regulen
su conducta y comportamiento, es así como surge la ética, la cual tiene su origen en la antigua
Grecia, uno de los aspectos importantes de esta disciplina es que aparte de ser teórica, es
normativa, porque su objetivo es estudiar la conducta humana y orientar a las personas hacia el
bien.

Es la ciencia que estudia la conducta del hombre, en cuanto a su comportamiento sobre


el bien y el mal, desde el punto de vista moral y se ubica en el área de la Axiología. Viene del
griego: ethos: y significa conducta, costumbre.

La ética, desde el punto de vista formal estudia las decisiones y acciones libres del
hombre, el hacer u omitir en función de su capacidad cognoscitiva. Es aquí, donde se encuentra
su analogía con la filosofía, porque ambas tienen concordancia con el actuar, el hacer y decidir
del individuo.

La cultura y su influencia en la ética

Por supuesto que ante reflexiones vinculadas a la conducta y a la moral, no puede dejarse a un
lado la cultura, fundamentalmente los usos y costumbres, y la forma de manejarse por la que
cada sociedad se rija. El juicio moral que puedan establecer dos personas nacidas y criadas en
culturas diferentes sobre la muerte será sin duda distinto.

Sin ir más lejos, si alguien es criado en un país donde por ejemplo este vigente la pena de
muerte para delincuentes; seguramente el juicio moral de ese sujeto dictaminara que si alguien
comete un delito está bien matarlo. Mientras que alguien que haya vivido en un país donde la
pena de muerte es ilegal lo más probable es que elabore una sentencia ética por la cual establezca
que cometer un homicidio siempre está mal.

Dos ramas de la ética

Dentro de la ética pueden distinguirse dos grandes ramas como las más importantes, la ética
normativa y la ética aplicada:

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 Normativa:
Se trata de aquella que determina todo aquello que los hombres de la sociedad deberían
considerar como bueno o malo, correcto o incorrecto. A diferencia de la consiguiente,
esta no toma ningún campo conductual especifico del hombre. Se dedicada al estudio de
conductas vinculadas a la medicina y a la biología.

 Aplicada:
Por otro lado, la segunda hace referencia a aquella que estudia hechos específicos dentro
de un campo determinado, por ejemplo la ética de la medicina en torno a la eutanasia.
Dentro de esta, se encuentran tres tipos de ética muy estudiadas hoy en día, la bioética,
la ética profesional y la ética ambiental. Determina que está bien o mal dentro del
ejercicio de una profesión, es decir, que establece normas morales por las que los
profesionales deberían regirse. Por último, la ética ambiental se ocupa del estudio y los
juicios morales dados en la relación del hombre con el medioambiente.

LA ÉTICA EN LA HISTORIA DEL HOMBRE

La mayoría de las concepciones históricas de la ética sitúan su origen en la época de los griegos,
pues los problemas teóricos eran resueltos hasta entonces a través de reflexiones míticas. Como
los seres extraordinarios eran considerados los únicos artífices del orden que existía en la tierra,
no había razón para cuestionarlos. Además, como aún no existía la escritura, no quedan registros
de los posibles cuestionamientos que se hicieran sobre la conducta de las personas.

En las primeras civilizaciones de la Antigüedad, la moral religiosa se destacó, y vale


colocar en este cuadro al profundamente moral conjunto de mandamientos de Moisés. Cuando
se habla de la explosión de la ética a cargo de los griegos, se afirma que la causa fundamental de
ese paso fue la aparición de la reflexión racional.

Intentaron racionalizar los conflictos que existían, se atrevieron a cuestionar


explicaciones míticas, y fundamentalmente, se sintieron con suficiente fuerza y orgullo para
fundamentar esas normas en el hombre y no en poderes ajenos a él. Sócrates y Platón fueron
quienes sentaron las bases de ese pensamiento ético, pero Aristóteles fue el primero en
desarrollar un sistemático conjunto de pautas por el que, consideraba, se regía la ética. Kant
apareció tiempo después como el sostenedor de la posición más importante dentro de las
alternativas, con su ética de la voluntad.

Carácter histórico de la ética

En la época de esplendor, de la filosofía antigua en Grecia, surgieron tres importantes


personajes: Sócrates, Platón y Aristóteles, que entre otras cosas realizaron la búsqueda del
conocimiento y estudiaron la conducta del hombre.

Sócrates
Orientó sus enseñanzas principalmente hacia la juventud, con la finalidad de que sus decisiones
estuvieran basadas en una reflexión, manifestó que el hombre para poder solucionar sus
problemas primero tiene que realizar un viaje de introspección personal, es decir, “conocerse a
sí mismo” y practicar los valores, porque sólo así, se puede llegar a la verdadera felicidad; se le
denomina. Sócrates es conocido como “padre de la ética”.

Platón
Consideraba que lo primero y lo más importante son las ideas, porque de ahí surgen las acciones.
Los valores son los que realmente valen la pena, porque son espirituales y perfectos, su

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importancia reside en el grado de participación de cada ser, aunque cuando alguien intenta
describirlos ante los demás, sufre la incomprensión y el rechazo de la mayoría, el aspecto
material solo es sombra de la verdadera realidad.

Aristóteles
Lo primordial es la felicidad y solo se logra practicando la virtud dentro de una sociedad, en la
doctrina aristotélica, la materia es el cuerpo del hombre y la forma es su alma, la esencia del ser
no sólo es espiritual ni material, sino una síntesis de ambas, en donde la espiritualidad, la
inteligencia e inmortalidad residen en el alma.

Kant
Sostuvo la idea de que el sujeto es el que rige al objeto, así, explica el hecho de que el hombre a
lo largo de su vida va adquiriendo categorías que le dan la capacidad de observar, juzgar y valorar
las cosas, las personas y las situaciones. Si el individuo desea alcanzar la verdadera felicidad,
debe empezar por una buena voluntad, haciendo lo que debe ser.

Schopenhauer
Propone que para aliviar el sufrimiento humano es necesario contemplar la belleza, practicar la
misericordia y llevar una vida austera, renunciando a las cosas terrenales, a los placeres de los
sentidos y a la resistencia del dolor físico, su doctrina se le conoce como ascetismo.

En el cuadro siguiente se citan algunos puntos de vista filosóficos, relacionados con la búsqueda
de la felicidad, el comportamiento y la conducta:

FILÓSOFOS POSTURA ENFOQUES


Percibe dos mundos:
PLATÓN Idealista Ideas – espiritual y perfecto
Material – ilusorio y caduco
Unifica los dos mundos:
La esencia del hombre para
ARISTÓTELES Realista alcanzar la felicidad, reside
en dos aspectos espiritual y
material (cuerpo y alma)
El ser es creado por Dios y va
hacia él.
SANTO TOMÁS DE
Teocéntrica El amor como máxima
AQUINO virtud, es el que orienta la
conducta humana.
La esencia del individuo es la
voluntad y ésta es la
SCHOPENHAUER Pesimista tendencia a desear algo que
nunca será satisfecho.
El hombre es energía,
vitalidad, poder, voluntad,
FEDERICO claridad, serenidad y
Crítica a la razón racionalidad, pero su mayor
NIETZSCHE
tragedia es ir en contra de
todo lo que es.
El mortal es su libertad y su
JEAN - PAUL autonomía, él crea sus
Existencialista valores y orienta su propia
SARTRE
conducta.

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CLASES DE ÉTICA

La ética que estudia el accionar de las personas y el análisis de la moral. Examina el bien, el mal,
lo que es permitido u obligatorio. La ética puede clasificarse en:

Ética de Epicuro:
Según este personaje y sus seguidores, aquello que produce placer es bueno, ya que el placer es
el propósito de la vida. El placer fue definido como la paz del alma y el bienestar del cuerpo. Si
al alma se encuentra en un estado de paz, las necesidades físicas serán menores.

Sin embargo el placer no debe ser algo descontrolado, si no que todo lo contrario, debe
ser totalmente racional y moderado. Lo malo es definido por esta corriente como lo que causa
malestar a las personas, ya sea a nivel corporal, mental o espiritual.

Ética cristiana:
Casi todas las religiones poseen un elemento moral y tratan la problemática de la ética. Se
considera que el principio de las religiones por excelencia es tratar a los demás como nos gustaría
ser tratados. En cuento a la corriente cristiana propiamente dicha, la ética es considerada como
el obrar, de buena o mala manera. Jesús mismo lo encomendó cuando dijo que hay que querer
al prójimo como a uno mismo.

Ética utilitarista:
La base de esta ética consiste en aumentar los buenos resultados para la mayor parte de la
población. El bien o el mal de las normas o el accionar quedan supeditados al uso que le puede
dar la humanidad. Las respuestas que se producen deben llevar a la satisfacción y la felicidad.
En pocas palabras esta ética podría ser definida como “la mayor felicidad para la mayor cantidad
de individuos”

Ética del deber:


Esta ética surge a partir de la filosofía de Kant. La base es la experiencia. El propósito de esta
corriente es liberar a la humanidad de los dogmas, para crear una ética totalmente racional. Esta
debe depender de los juicios personales de los individuos. La subjetividad está totalmente
permitida ya que la moralidad puede variar dependiendo de los individuos.

Ética estoica:
La moral según esta corriente depende de vivir de acuerdo a la naturaleza, ya que los hombres
son parte de la misma. Es decir que es necesario vivir en armonía con el cosmos y debe ser hecho
lo que la razón determina. Esta es la base de la ética kantiana.

Ética marxista:
Esta ética tiene influencias de la economía, la filosofía, la teología y los escritos marxistas. La
base es la lucha de las clases y el materialismo histórico. Según el marxismo la sociedad se
cambia regularmente, los cambios sociales permitirán acceder a un estado superador, el
socialismo. Como bien lo indica la dialéctica nos encontramos sometidos al cambio, no solo
social e ideal, sino que también la moral se encuentra sometido al cambio. Su objetivo final es
alcanzar una sociedad que no posea divisiones de clases. Según esta teoría, el estado socialista
resulta inevitable.

EL CONCEPTO DE ETHOS

Un ethos es el espíritu que permea a un grupo social, un conjunto de actitudes y valores, de


hábitos arraigados en el grupo. Podemos así, hablar de un ethos militar, religioso, de la sociedad
de mercado, del de la familia Pérez, de los gamines bogotanos, etc. En las sociedades siempre
hay ethos dominantes y ethos dominados. En tiempos de guerra el ethos militar se hace

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dominante y tiende a pernear a todos los otros ethos que componen la organización social. Lo
que nos interesa tratar aquí es la posibilidad del desarrollo de un ethos filosófico.

La tradición filosófica occidental se presenta a sí misma como la irrupción de la razón en


la vida del ser humano, como una verdadera mutación en la mentalidad humana, que emerge de
una mentalidad básicamente supersticiosa. Pero esto no es así. Esta filosofía se constituye en un
mito de la razón y no en la irrupción de la razón misma. El ideal de un ethos filosófico no puede
ser otro que el de una filiación en la verdad: una comunidad de seres humanos integrada en
torno a la verdad, al rechazo a permitir que en sus relaciones se cuele el engaño.

Figuras como la del hechicero, han sido escogidas como paradigmas de quien detenta un
conocimiento profano y técnico que no necesita del respaldo de ninguna metafísica ya que en
todo momento sus procedimientos y resultados resultan evidentes. El hechicero hacedor de
lluvia que con sus danzas y sus tambores hace creer que actúa sobre la atmósfera como el
zapatero sobre su cuero, realmente no hace llover sino que hace creer que hace llover; el
hechicero no actúa sobre la atmósfera sino sobre su auditorio. Como el artista farandulero el
hechicero se debe a su público. Lo que realmente produce es creencia. Pensar mágicamente es
pensar con el deseo. El éxito del hechicero radica en que hace creer lo que su público quiere
creer. El hechicero mismo es hechizado por el hechizo; la convicción producida en su auditorio
sugestiona al propio hechicero que se ve confirmado por su público. El pensamiento mágico se
constituye como un sistema cerrado sobre sí mismo; condena a sus participantes a permanecer
fijados en su creencia; como el hechicero disfruta de privilegios sociales derivados de su función
social especial, tiene motivos particulares para querer eludir toda percepción de que su hechizo
es un fraude. El hechicero ni siquiera necesita ser cínico, él no engaña deliberadamente, evita la
deliberación: comienza engañándose a sí mismo para mejor poder engañar a los otros. El engaño
es socialmente excluyente, divide a la sociedad entre engañadores y engañados. En el engaño
colectivo de la sociedad mágica toda la sociedad queda excluida de la verdad, de la posibilidad
de actuar adecuadamente, es decir de acuerdo a la manera como de hecho son las cosas. La
sociedad mágica se encuentra en una especie de bloqueo cognitivo y necesariamente sufre las
consecuencias de éste.

El acto sincero es el que se puede tomar por lo que es pues es lo que es: se entiende como
tal en contraposición con el acto engañoso o fingido que busca ser entendido como cumpliendo
propósitos distintos a los que realmente cumple. En el engaño siempre se da una relación de
dominio en la que el engañador utiliza a su víctima para sus propósitos. Las relaciones humanas
se establecen en forma de cooperación y de dominio, generalmente en combinación y de manera
más frecuente como cooperación en el dominio. El individuo sólo podrá acceder a la verdad
objetiva en la medida en que su sociedad no lo obligue a engañarse a sí mismo, a participar del
engaño social. El espíritu crítico del individuo sólo puede surgir en consonancia con una espíritu
crítico social, en un ethos propicio en el que todos sus participantes se encuentren permeados y
estimulados por este espíritu. La filosofía aquí no correspondería a una de las formas de la
división social del trabajo con su cuerpo de profesionales sino que se constituiría en el ethos
dominante. Sería este el surgimiento de una verdadera sociedad civil inmune a la colonización
por parte de cualquier tipo de dominación y de la dignificación del individuo como ser pensante
que puede fundar su autoestima en esta capacidad.

La filosofía académica pretende ser crítica cuando en realidad se encuentra condicionada


por un orden social que la hace completamente innocua. Es precisamente el hecho de que no
tenga ninguna incidencia social distinta a la de mantener la ilusión de que en sus claustros
universitarios la sociedad tiene sus pensadores, lo que la hace socialmente viable, llevando una
existencia marginal. El sistema académico a través del discurso del escrito canónico, de los
rituales de salón de clase, de conferencia, etc. proporciona a su palabra el aislamiento social, el
ethos necesario para que esta pueda prosperar fuera de sus contextos en los que estas engranan
con sus situaciones originales y, por tanto, con sus significaciones genuinas. En este contexto
artificial se puede decir no exactamente cualquier cosa ni de cualquier manera pero sí cualquier
cosa que refuerce la verosimilitud de la empresa. Se trata de un comportamiento típico de la
sociedad mágica.

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Las invocaciones a personajes como Sócrates, Platón, Aristóteles, Kant, o más


cercanamente, Wittgentein, Heidegger, o a filósofos vivientes en torno a cuya palabra gira todo
el discurso canónico son típicamente míticas. Estas invocaciones proporcionan una visión
estereoscópica que hace percibir a las figuras míticas como seres ante los que los mortales
comunes resultan insignificantes y deben reconocer una debida distancia. Las figuras míticas
son objeto de una admiración supersticiosa hábilmente explotada por los sacerdotes del culto.
El verdadero pensamiento no puede ser más que pensamiento y sus resultados no pueden ser
más que la claridad o el entendimiento sobre las situaciones que le ocupan. La verdadera
racionalidad termina siendo aniquilada por el mito de la racionalidad, por la obligación de filtrar
el discurso racional por entre el mito de la racionalidad que lo absorbe y de esta manera lo
liquida, lo ahoga en su maraña erudita.

EL ORIGEN DE LA ÉTICA: LAS RAÍCES EVOLUTIVAS DEL FENÓMENO MORAL


EN F. J. AYALA

Por Antonio Marlasca


Es doctor en Filosofía y profesor de la Universidad de Costa Rica. Es autor de varios libros con
temas de filosofía y reconocido conferencista.

La ética ha sido a lo largo de la historia un simbolismo, un valor, una virtud. Tal virtud debe
entenderse como aquella fuerza del ser humano para obrar de manera correcta, justa; esto nos
conduce a la llamada virtud moral, siendo aquel hábito del ser humano por obrar, actuar,
comportarse bien, independientemente de preceptos legales que prescriban u ordenen su
comportamiento, por su simple y sencilla bondad, orientado por su razón natural.

Ética llamo a la disciplina filosófica que tiene por objeto de estudio la naturaleza y el
origen de la moralidad. Algunos han dado a la Ética el título de “arte de vivir bien”: lo cual no
parece exacto, pues que, si se reuniesen todas las reglas de buena conducta, sin acompañarlas
de examen, formarían un “arte” más no una “disciplina”.

La Ética es la disciplina filosófica que versa sobre la reflexión crítica de los valores y
principios que guían nuestras decisiones y comportamientos. Es un área de reflexión y
conocimiento desde el nacimiento de la filosofía.

Cuando nos planteamos el problema del origen de la ética, es frecuente hacer una
distinción elemental:

1) La ética como disciplina teórica, reflexiva y crítica (Ethica docens), que tendría una fecha
de aparición muy reciente (hacia el siglo VI antes de Cristo en lo que K. Jaspers ha
llamado “tiempo eje de la historia” y que coincidiría, en lo fundamental, con el paso del
mito al logos en el mundo griego).
2) La ética como moral vivida y practicada (Ethica utens), cuya fecha de nacimiento
coincidiría con la aparición del homo sapiens sobre la faz de la tierra.

Sobre el origen de ésta última, el biólogo de origen español, F. J. Ayala1, da una


explicación sencilla e interesante en su conocida obra Origen y evolución del hombre. En efecto,
según él, la ética (en cuanta moral vivida) es un atributo humano universal, lo cual parece sugerir
que está determinada por la constitución genética de los seres humanos (o, lo que viene a ser lo
mismo, que es un producto de la evolución biológica). Ahora bien, muchos autores (biólogos,
científicos y filósofos en general) sostienen, por el contrario, que la moral tiene un origen social
y cultural (y que no se deriva sin más de la naturaleza humana).

1
F. J. Ayala, Origen y evolución del hombre, Madrid, Alianza Editorial, 1991, pp. 169–190.

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Según F. J. Ayala esta diversidad de pareceres se debe a una confusión de cuestiones


relacionadas entre sí, pero claramente diferentes. En efecto, “cuando se plantea la cuestión de si
la ética está determinada por la naturaleza biológica humana”, el problema que se discute puede
ser uno de los dos siguientes:

1. ¿Está la capacidad ética de los seres humanos determinada por la naturaleza biológica?
2. ¿Están los sistemas o códigos de normas éticas determinados por la naturaleza biológica
humana?

El análisis de estas cuestiones puede llevar a conclusiones diferentes. Por ejemplo, si se


llega a la conclusión de que la capacidad ética está determinada por la constitución biológica de
los seres humanos, de ahí no se sigue necesariamente que las normas éticas o los códigos morales
estén también determinados por la naturaleza humana. Los códigos o normas morales concretas
pueden originarse en una convención social, en un acuerdo, en la elección libre de los individuos,
etc. Es decir, tienen –pueden tener– un origen histórico cultural, no natural ni biológico. En
otras palabras, “la necesidad de aceptar valores éticos no determina necesariamente cuáles sean
los valores éticos a seguir” (énfasis nuestros)2.

LA CAPACIDAD ÉTICA

La idea o la noción de que los seres humanos son seres éticos por naturaleza, no es en absoluto
novedosa. Aristóteles, los estoicos, Tomás de Aquino, etc., defendían la idea de que la capacidad
ética, o la ética sin más, está enraizada en la naturaleza humana. (Precisamente el criterio básico
de una ética natural o, lo que viene a ser lo mismo, del naturalismo ético, sería obrar conforme
a la naturaleza humana…).

El ser humano no es solo un “zoon logicón” por naturaleza, sino también un “zoon
ethicon”, un animal ético… Ahora bien, admitido el origen del hombre por evolución (según la
conocida teoría evolucionista de Charles Darwin, sin entrar en las interpretaciones polémicas y
especializadas de esta teoría) la pregunta o las preguntas obligadas son las siguientes:

- ¿Cuándo apareció la capacidad ética en los seres humanos?


- ¿Se da esta capacidad ética solamente en los seres humanos? ¿No se da tal capacidad en
otros animales muy evolucionados como los simios?

Según F. J. Ayala, el carácter universal de la capacidad ética en todos los seres humanos
sugiere que su fundamento está en la naturaleza humana, es decir, está enraizada en la
constitución biológica de la especie humana; sin embargo, según el mismo autor, su “carácter
específico, es decir, el que se trate de un atributo exclusivo de la humanidad, ausente en las
demás especies animales, sugiere que la capacidad ética ha aparecido muy recientemente en la
evolución, con posterioridad en cualquier caso a la separación de los linajes evolutivos que
llevan, uno al hombre, y, los otros a los monos antropoides”3.

Concretamente según F. J. Ayala, una serie de factores o condiciones que han aparecido
en los seres humanos por evolución biológica –en concreto: la capacidad de prever las
consecuencias de las propias acciones, la capacidad de formular juicios de valor sobre las
acciones o las cosas, y la capacidad de elegir entre modos alternativos de acción– determinan
necesariamente la aparición de la capacidad ética o del comportamiento ético en los seres
humanos.

Veamos separadamente cada uno de estos tres factores:

2
Ídem, p. 170.
3
Ídem, p. 169.

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Capacidad de prever las consecuencias de las propias acciones

Según F. J. Ayala, esta capacidad es la más importante de las tres condiciones mencionadas. Tal
capacidad está estrechamente vinculada con la posibilidad de establecer conexiones entre
medios y fines, es decir, de ver un medio como tal, a saber, como algo que sirve para alcanzar un
fin determinado. Esta capacidad requiere a su vez la posibilidad de imaginar el futuro y de crear
imágenes mentales de realidades o cosas no existentes en un momento dado.

Esta capacidad viene explicada, desde la teoría evolucionista, por la aparición de la


posición bípeda, “que transformó a las extremidades anteriores de órganos de locomoción en
órganos de manipulación”. Las manos, una vez libres, pudieron dedicarse a construir objetos o
instrumentos para la caza, la pesca, u otros menesteres, que aseguraban más fácilmente la
alimentación y la supervivencia de la especie humana. La selección natural favoreció el aumento
de esta capacidad intelectual ya que era ventajosa para sus poseedores.

Esta evolución y aumento progresivo de la capacidad intelectual de los seres humanos,


ocurrió lentamente durante tres o cuatro millones de años. Tal capacidad implicaba la
posibilidad de construir instrumentos cada vez más complejos para alcanzar fines cada vez
menos inmediatos. Así la capacidad de anticipar el futuro, condición necesaria para el
comportamiento ético, está ligada, desde la perspectiva evolucionista, a la habilidad para
construir utensilios cuyo resultado final sería la compleja tecnología moderna, y tal habilidad
sería finalmente la que explicaría el éxito de la especie humana en relación con otras especies
biológicas4.

Capacidad de hacer juicios de valor

La segunda condición necesaria para que se dé el comportamiento ético está también


fundamentada en la enorme capacidad intelectual de los seres humanos. En efecto, la capacidad
de formular juicios de valor –por ejemplo, robar es malo, ayudar a los amigos es bueno–
depende de la capacidad de abstracción, de percibir objetos o acciones como miembros de clases
más generales, lo cual hace posible la comparación entre objetos y acciones diversas y percibir
algunos de ellos como preferibles a otros.

Capacidad de elegir entre modos alternativos de acción

Esta facultad está basada a su vez en una inteligencia desarrollada que hace posible la
exploración de diversas alternativas de acción y la elección de determinadas opciones en función
de las consecuencias esperadas de antemano. Como es de experiencia inmediata, cuando el ser
humano está confrontado con una situación dada que requiere algún tipo de respuesta, es
posible explorar mentalmente diversas alternativas u opciones, lo que viene a mostrar que la
especie humana no está determinada genéticamente a responder ante posibles desafíos de una
única forma predeterminada y necesaria5.

En conclusión, “la capacidad de comportamiento ético es un atributo de la constitución


biológica humana… resultante de la evolución, no porque tal capacidad fuera directamente
promovida por la selección natural… sino porque se deriva de una capacidad intelectual
avanzada”6.

En otras palabras, es el desarrollo de la capacidad intelectual lo que fue directamente


impulsado por la selección natural, puesto que la fabricación y utilización de utensilios o
instrumentos contribuyen al éxito biológico de la humanidad. Otra cuestión, ligada a la anterior,

4
Ídem, pp. 172 – 173.
5
Ídem, p. 173.
6
Ibídem.

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que nos planteábamos era si la capacidad ética, asociada, como acabamos de ver, con el
desarrollo de la inteligencia, no está también presente, aunque de manera incipiente, en otros
animales superiores, ya que éstos, al parecer, poseen también inteligencia, aunque esté mucho
menos desarrollada que la humana.

La respuesta, según Ayala, ha de ser negativa. En efecto, según nuestro autor, aun cuando
en ciertos animales se dan comportamientos análogos a los que resultan de la conducta ética
humana (como lealtad en los perros y su aparente arrepentimiento cuando son castigados), en
realidad tales comportamientos están determinados por su constitución genética y su
adiestramiento previo (es decir, se trata de respuestas condicionadas). Según Ayala, ninguna de
las tres condiciones necesarias para el comportamiento ético se da en los animales no humanos.
“La capacidad ética es el resultado de un proceso evolutivo gradual, pero se trata en este caso de
un atributo que solo existe cuando las características subyacentes (las capacidades intelectuales)
han alcanzado un cierto grado avanzado de desarrollo.

Las condiciones necesarias para que se dé comportamiento ético solo aparecen cuando
se atraviesa un “umbral” evolutivo; la aproximación al umbral es gradual, pero tales condiciones
aparecen solo y de manera relativamente repentina cuando se ha alcanzado el nivel intelectual
que hace posible la anticipación del futuro y la abstracción. Transiciones de umbral se dan
también en la evolución, por ejemplo, en el origen de la vida, de la condición multicelular, de la
reproducción sexual y de la capacidad de autorreflexión. Transiciones de umbral ocurren
también en el mundo inorgánico; por ejemplo el agua se calienta gradualmente pero cuando
llega a los 100º, se da una transición de estado y comienza a hervir, pasando de líquido a gas”7.

LOS SISTEMAS ÉTICOS O CÓDIGOS DE ÉTICA

A la segunda cuestión, sobre si los sistemas o códigos de normas éticas concretas están
determinados por la naturaleza biológica humana, el autor, F. J. Ayala, responde en forma
rotundamente negativa, puesto que, según él, los códigos éticos, las normas éticas concretas
tienen un origen histórico, social, cultural, convencional si se prefiere, como se prueba
fácilmente por la simple y reiterada constatación de que tales códigos éticos varían, en los
diversos grupos humanos, de una época a otra, de una sociedad a otra, etc.8.

Digámoslo de otra manera. Las normas morales concretas están basadas en


consideraciones, costumbres y principios culturales, incluyendo aquí las diversas creencias y
preceptos religiosos, no en principios biológicos. Si bien las consideraciones o elaboraciones
conceptuales de la ética deben tener en cuenta las realidades biológicas, para decidir en concreto
y en cada caso cuáles deben ser las normas morales de los seres humanos, la biología por sí sola
es absolutamente insuficiente e ineficaz9.

Frente a los intentos de “biologizar la ética” –a los que se aludirá a continuación– hay
que recalcar que es la cultura –entendido este concepto en toda su amplitud– la que genera
directamente las normas y los imperativos morales. Los códigos éticos se originan y se
fundamentan radicalmente en la realidad biológica, pero la emergencia y permanencia de los
mismos están ligadas a algo absolutamente distinto, que es precisamente la cultura humana. “La
cultura es algo absolutamente original. Nada semejante había existido antes del advenimiento
del hombre. Aunque sea verdad que la evolución biológica produjo al hombre, al hacerlo, ella se
superó a sí misma especialmente por la cultura.

Es ahí donde deben situarse los códigos éticos y el funcionamiento de la moral: en la


cultura, sabiendo que ésta va a traspasar continuamente los mecanismos biológicos”10. Para

7
Ídem, pp.174 – 175.
8 Ídem, pp.170, 177 y 187 – 186.
9
Ídem, p. 188.
10
Rafael Larrañeta, La preocupación ética, Salamanca: Ed. San Esteban, 1986, p. 168.

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completar parcialmente esta exposición cabría añadir algunas acotaciones. En concreto, que la
posición de Ayala difiere profundamente de la de otros autores que también han abordado esta
temática –el origen de la ética– desde la biología. Quiero referirme particularmente a E. O.
Wilson11. Este autor define a la sociobiología como “el estudio sistemático de las bases biológicas
de todo comportamiento social”, incluido el humano. Según Wilson, no solamente la ética, sino
también normas éticas concretas, como el tabú del incesto, la conducta altruista, el respeto por
los derechos humanos, etc. tienen un origen biológico, genético. En concreto E. O. Wilson
justifica “biológicamente” las tres normas citadas de la siguiente manera:

En primer lugar, al imponer el tabú del incesto, “los seres humanos se guían por un
instinto basado en los genes”, puesto que el apareamiento entre consanguíneos produce una
notable pérdida de capacidad genética. Ahora bien, dado que solo muy recientemente se han
poseído conocimientos genéticos serios, debe deducirse la índole instintiva de este antiquísimo
tabú12.

En segundo lugar, con respecto a la conducta altruista, ésta se ha venido entendiendo


como una “cualidad trascendental” (no biológica) por la que el hombre se distinguiría de los
animales. Ahora bien, según Wilson, también aquí cabe una explicación puramente genética:
paradójicamente la explicación real de este fenómeno sería que, en el fondo, el llamado
altruismo no sería sino una forma sofisticada de egoísmo genético.

El hombre que defiende con su vida el bienestar, el honor, el territorio de su etnia, de su


familia o de su nación, “es un hombre que se defiende a sí mismo”, esto es, a sus genes para los
que se afana por lograr, con su sacrificio, condiciones óptimas de supervivencia y expansión. En
tercer lugar, el hombre respeta los derechos humanos porque es un mamífero. Dentro del plan
de los mamíferos, el individuo, tras luchar por su éxito reproductivo y el de sus parientes o
semejantes próximos, ha de pactar compromisos que aseguren la estabilidad social. Ahora bien,
en sociedades tecnológicas avanzadas, al ser el poder siempre inestable, las consecuencias de las
desigualdades económicas o políticas serán siempre peligrosas para sus beneficiarios
coyunturales. A la larga es, pues, más rentable biológicamente convenir en una normativa
niveladora del status social, que es precisamente lo que se consigue con la invención y el respeto
a los derechos humanos13.

En conclusión, según el autor citado, los organismos individuales solo sirven para
garantizar la reproducción máxima de los genes. Dicho en otros términos, los genes son siempre
egoístas, ya se manifiesten en los animales inferiores, en los superiores o en el hombre. Su
objetivo supremo es siempre reproducirse, propagarse, y perpetuarse a como haya lugar14.

De ahí que Wilson sostenga enfáticamente que “la conducta humana es la técnica
tortuosa por medio de la cual el material genético humano ha sido y será conservado intacto. No
es posible demostrar otra función definitiva de la moral”15. De ahí también que concluya su
primera obra en forma un tanto provocativa y triunfalista: los biólogos tienen que pasar a ser los
nuevos maestros de la educación ética. “Científicos y humanistas deberían considerar
conjuntamente la posibilidad de que ha llegado el momento de retirar temporalmente la ética
de manos de los filósofos, y biologizarla”16.

En clara polémica con las tesis centrales de O. Wilson, F. J. Ayala sostiene que hay ciertos
preceptos o normas éticas que no parecen tener ninguna base biológica, y que tampoco sirven
para la propagación o transmisión de los genes, como por ejemplo ayudar a las personas
incapacitadas, a las personas infértiles, a los ancianos incapaces ya de procrear, etc.

11
E. O. Wilson, Sociobiología. La nueva síntesis, Barcelona: Ed. Omega, 1980.
12
E. O. Wilson, Sobre la naturaleza humana, pp. 59 ss.
13
Juan Luis Ruiz de la Peña, Las nuevas antropologías. Un reto a la teología. Santander: Ed. Sal Terrae, 1983, pp. 103–104.
14
E. O. Wilson, La sociobiología, pp. 3-4; R. Larrañeta, La preocupación ética, pp. 140-141.
15
E. O. Wilson, Sobre la naturaleza humana, p. 237.

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Si bien Ayala admite que ciertas normas morales son coherentes o consistentes con los
comportamientos propugnados por la selección natural, otras normas no lo son en absoluto. Por
ejemplo, el principio general de la caridad “amarás a tu prójimo como a ti mismo” (o su versión
operativa en inglés conocida como la regla de oro: “trata a los demás como quisieras que te traten
a ti”), en general, y como término medio, no lleva, en principio, a una mayor propagación o
difusión de los genes, aun cuando promueva el bienestar social y la satisfacción de la propia
conciencia. Lo mismo podría decirse del sacrificio de la vida de un individuo por el bien de la
comunidad, etc.16.

Finalmente, según F. J. Ayala, “si la guía suprema de la moralidad fuera la multiplicación


de los genes, el precepto moral fundamental e inviolable sería el tener el mayor número de hijos
posibles y (dedicando a ello menos esfuerzo) promover a nuestros hermanos y parientes
cercanos a que tengan gran número de hijos. Pero –concluye Ayala– el dedicar la vida del
hombre a inseminar el mayor número posible de mujeres y la de las mujeres a estar
continuamente embarazadas no es la norma suprema de la moralidad”17. Cabe añadir, además,
que si las tesis de E. O. Wilson fueran ciertas, a partir de ellas “se podrían justificar el racismo,
y aún el genocidio, como medio de conservar los genes que se consideren mejores o deseables y
de eliminar los que parecen, a ciertos individuos o grupos, indeseables o deletéreos”18. O para
decirlo de una forma más simple y más rotunda, la sociobiología, tal como la concibe E. O.
Wilson, no solo es falsa sino además nociva.

En conclusión: Indicábamos al principio que a la pregunta por el origen de la ética –en


cuanto moral vivida y practicada– las respuestas se bifurcan. Para unos, su origen está en la
misma naturaleza humana, o si se prefiere, en la evolución biológica que ha desembocado en el
“homo sapiens”. Para otros, su origen hay que ubicarlo exclusivamente, no en la biología, sino
en la cultura y precisamente como uno de los productos culturales más nobles y sublimes.
Llegados a este punto –y teniendo en cuenta la distinción hecha entre capacidad ética y códigos
éticos– podemos ya afirmar que una vez acontecida la aparición de la cultura, en la que se
enmarcan los códigos morales, se da una especie de dialéctica entre lo biológico y lo cultural. La
cultura –y la capacidad ética– es ella misma producto de la evolución biológica, pero al mismo
tiempo parece en ocasiones oponerse a ella, como sucede, por ejemplo, cuando, por razones
morales, se defiende la supervivencia de los enfermos incurables, de los infértiles, de los
ancianos, en suma, de los especímenes más débiles de la especie humana20. No cabe duda, de
que la cultura, en muchas ocasiones, contradice frontalmente lo que se ha llamado el darwinismo
social.

REFERENCIAS

Referencias bibliográficas según APA


Ayala, F (1991). Origen y evolución del hombre. Alianza Editorial. Madrid, España.
Larrañeta, R. (1986). La preocupación ética. Ed. San Esteban. Salamanca, España.
Paz, E. (2012). La actitud filosófica. Universidad Antenor Orrego. Ediciones Pueblo. Trujillo - Perú:
Ruiz, L. (1983). Las nuevas antropologías: Un reto a la teología. Ed. Sal Terrae Santander, España.
Hernández, J. (1980). Nueva filosofía de la interpretación del Derecho, 3ª ed., Editorial Porrúa. México.
Kropotk1n, P. (1998). Origen y Evolución de la Moral. Traducción directa del ruso por Nicolás Tasín.
Editorial Americalee. Buenos Aires, Argentina.
Fernández, S. (2005). Curso de Filosofía Elemental. Salamanca, España: Ediciones Arvo.
Reale, G. y Antíseri, D. (1995). Historia del pensamiento filosófico y científico. Barcelona: Editorial
Herder.

16
E. O. Wilson, Sociobiología, p. 580.
17
F. J. Ayala, Origen y evolución del hombre, Madrid, Alianza Editorial, 1991, pp. 187–188.
18
Ídem, p. 184.

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ACTIVIDADES SESIÓN 1

1. Realiza una síntesis del contenido de “La cultura y su influencia en la ética” y, explica los
aspectos que estudian las “Dos ramas de la ética”.
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2. Redacta tu posición sobre la Ética en la historia del hombre”. Tu postura debe ser analítica y
sustentarla con argumentos razonados.
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3. Sintetice el concepto de ethos luego de leer sus fundamentos.


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4. En el cuadro que se presenta (matriz informativa), destaca los principales aspectos que
abarcan cada uno de los autores que se mencionan y que pertenecen al tema: “La ética en la
historia del hombre”.

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FILÓSOFOS POSTURA LA ÉTICA EN LA HISTORIA DEL HOMBRE

SÓCRATES

PLATÓN

ARISTÓTELES

KANT

SCHOPENHAUER

FEDERICO
NIETZSCHE

JEAN PAUL
SARTRE

5. Lee la lectura “El origen de la ética: las raíces evolutivas del fenómeno moral en F. J. Ayala
y, lego, redacta una síntesis de las ideas más importantes para la elaboración de un esquema
de llaves o numérico.
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