Вы находитесь на странице: 1из 26

Literatura

Fragmentos para una poética


de la extranjería1
Fernando Aínsa

Es muy difícil clasificar a Fernando Aínsa. Trotamun-


dos incansable, a caballo entre dos continentes, occidental y
mestizo, flexible (montevideano) y tesonero (aragonés), orto-
doxo (Unesco) y heterodoxo de infinitas correrías, amplio de
horizontes, siempre dispuesto a la amistad y a la conversación
sabrosa, elegante y culto, popular y castizo, abierto al mejor hu-
mor, a la buena cocina y a todas las aventuras de la fantasía.

¿Cuál será el género literario que no ha cultivado FA?


No podemos contestar a esta pregunta en unos párrafos, sino
más bien remitir al denso volumen de 900 páginas que es un
homenaje a su persona y a su obra. Al pie de esta selección en-
contrará el lector la referencia. Y un discreto aviso previo para
navegantes: solamente disfrutar de esta prosa es ya un privi-
legio que intentamos compartir con quienes saben exprimir las
esencias de la auténtica literatura.

Hará unos años –para ser precisos en mayo del 2005– volvía-
mos en tren de Caen a París con Norab Giraldi y otros colegas
después de un coloquio sobre la ciudad contemporánea en la li-
teratura latinoamericana. Mientras atravesábamos la grisura casi
eterna de Normandía, hablamos de una de las características más

1. Tomado de El escritor y el intelectual entre dos mundos. Lugares y figuras del desplazamiento.
Homenaje Internacional a Fernando Aínsa, Iberoamericana Vervuert, Madrid/Frankfurt, 2010.

literatura 29

Int_Sofia1.indd 29 1/3/12 10:20:09


Sofía 01
selecciones de pensamiento
moderno y contemporáneo

originales de la narrativa latinoamericana actual: la pérdida del


«mapa» de los referentes identitarios tradicionales (territorio, na-
ción, costumbres), la abolición de fronteras, el surgimiento de una
«geografía alternativa de la pertenencia», las «pulsiones de otro
lugar» que asaetan al escritor, la importancia del viaje en la nueva
ficción, la transgresión, la mezcla de códigos y la exaltación del
descentramiento y la marginalidad, así como las lealtades múlti-
ples que se generan a través de la pluralidad y la interculturalidad
en que vivimos; en resumen, el carácter transterritorial de la litera-
tura de este nuevo milenio, lo que supone la ruptura de un modelo
de escritor y la recomposición de su papel en la sociedad.

Sin embargo, se recordó en el animado vagón del tren –donde


nosotros mismos éramos un reflejo del mosaico cultural de lo que
discutíamos– que todo esto era muy reciente. Hasta hace unas
décadas los escritores parecían estar obligados a «representar» a
su país y si no lo hacían, por vivir «fuera» o estar tentados por
el cosmopolitismo, se le pedían cuentas –como se las pidieron a
Borges– y debían dar explicaciones como hizo Julio Cortázar en
su famosa polémica con José María Arguedas. Un Cortázar que
había parodiado en Los premios y, sobre todo, en 62 Modelo para
armar a los engominados argentinos que asumen un «destino por-
teño» en Europa. Representar un país, como lo hacían sus ridícu-
los personajes paseando por Londres y París con «trajes a rayas
y entallados» y peinados de un modo penoso, llegó a conformar
una caricatura existencial de la auténtica dificultad de tener una
identidad fija más allá del estereotipo.

Esos trajes solemnes eran un auténtico disfraz con el cual se


quería transmitir una seriedad y aplomo que íntimamente no se
poseía, «esa especie de padre argentino de sienes plateadas y trajes
bien cortados que inspiran confianza» de que hablaba Cortázar.
Por algo había abierto Rayuela con el significativo epígrafe de

30 literatura

Int_Sofia1.indd 30 1/3/12 10:20:10


literatura
fragmentos para una poética de la extranjería

Jacques Vaché: «Rien ne vous tue un homme comme d’être obligé


de représenter un pays». En el animado trayecto Caen-París se
recordaron otras polémicas derivadas del esencialismo naciona-
lista y político imperante años antes, de los interminables debates
sobre la identidad latinoamericana, del compromiso raigal enten-
dido como una obligación y no como el resultado de una opción
personal y de cómo, a partir de la experiencia del exilio forzoso o
voluntario, se habían ido imponiendo otros temas en la literatura y
en nuestras propias vidas: el de vivir entre dos mundos, el de estar
divididos entre «aquí» y «allá», el de la identidad fragmentada y
reconfigurada con otros parámetros que desbordan patrias, fron-
teras y territorios.

Norah pensó entonces que estos cambios podrían ser objeto


de un Coloquio y me hizo ver que buena parte de mi obra, con
sus títulos inequívocos, iba en ese sentido: Con acento extranjero
(1984); De aquí y de allá (1986); Travesías. Juegos a la distancia
(2000); Pasarelas. Letras entre dos mundos (2001), Espacio literario
y fronteras de la identidad (2005), pero también Identidad cultural
de Iberoamérica en su narrativa (1986), donde se apostaba a una
identidad dialéctica y en permanente cuestionamiento y en los
diversos libros sobre la utopía que había escrito, concebidos to-
dos ellos como dualidad y confrontación de espacios y antinomias,
tensión utópica que marca la historia de América Latina. Poco
después, Norah me escribió con el proyecto del homenaje, centra-
do alrededor de esa condición de «entre-deux» que había surgido
en un intercambio de ideas ferroviario, es decir –y haciendo honor
al tema–, en el transcurso de un viaje.

En el otoño del año siguiente, en la Bienal Mariano Picón


Salas de Mérida, en Venezuela, me pidieron definir mi poética
personal y presentarla en forma de comunicación ante una au-
diencia internacional de escritores. La propuesta me pareció tan

literatura 31

Int_Sofia1.indd 31 1/3/12 10:20:10


Sofía 01
selecciones de pensamiento
moderno y contemporáneo

pretenciosa como desproporcionada pero me obligó a poner en


orden algunas ideas dispersas y a descubrir, no sin cierto azoro,
que solo podía intentarlo a partir del conjunto de una obra que
respondía, sin haberlo pretendido inicialmente, a una biografía
hecha de exilio, errancia, forzado cosmopolitismo, pertenencias
múltiples y a una inevitable condición de eterno extranjero don-
dequiera he vivido.

Recordé entonces el proyecto de Norah y aunque en Mérida


me limité a glosar el libro Travesías, donde en cierto modo re-
sumía la ambivalente dualidad del vivir entre «aquí» y «allá», ese
planteo me obligó a sentar las bases de lo que quisiera desarrollar
hoy. Una propuesta fragmentaria de una «poética dela extranjería»
a partir del presupuesto que da título al Coloquio: vivir entre dos
mundos, entre dos continentes, América Latina y Europa, algo
que la convocatoria llama un «privilegio» y que me esforzaré por
considerarlo así y probarlo en consecuencia. En todo caso, si hay
que hablar inicialmente de «pertenencias nacionales», integro, por
lo menos, dos patrias, «terruños» como diría Carlos Reyles y pre-
fiero repetir, tanto rechazo me provocan los «ismos» derivados de
nación o patria. Estos terruños son el Uruguay, donde viví años
fundamentales de mi vida (Max Aub decía que uno es del país
donde ha estudiado el bachillerato y yo lo estudié en Montevideo)
y el Aragón de mis orígenes paternos en cuyo paisaje me he inser-
tado en la recta final de mi vida.

Por ello, la condición de «extranjero» a la que me referiré está


lejos de esa suerte de boutade que propone Enrique Vila–Matas
cuando afirma: «De un tiempo a esta parte, yo quiero ser extran-
jero siempre»; un escritor que decidió aplicarse a sí mismo la ley
de extranjería para dejar de ser un escritor español y habitar un
«territorio sin aduanas». Se trata –para el autor de El mal de Mon-
tano– de «viajar, perder países» y sentirse en su ciudad natal, Bar-

32 literatura

Int_Sofia1.indd 32 1/3/12 10:20:11


literatura
fragmentos para una poética de la extranjería

celona, como «un pasajero en tránsito hacia ciudades lejanas»; se


trata de buscar un lugar donde nadie lo conozca y «llevar a cabo
la experiencia de volver a empezar, pero con el equipaje de toda la
experiencia adquirida durante estos años». Más lejos todavía está
mi propuesta de «poética de la extranjería» de la radical afirma-
ción de Cioran: «lo extranjero se había vuelto mi Dios», gracias a
la cual convirtió su exilio en una apasionante aventura fundacional
del desarraigo y practicó esa capacidad de sentirse en «casa» en
cualquier cultura, lo que reivindicaba con orgullo.

Palma de Mallorca o cómo nacer extranjero

Por lo pronto, porque la condición de extranjero de la que


quisiera hablar hoy no es una opción personal, sino el resultado
de un destino no elegido voluntariamente. Algo de aquello que
Albert Camus llamaba «el destino de los que padecen la historia»,
personajes que consideraba más interesantes que los presuntos
héroes que la hacen y creen protagonizarla. Padecido, aunque no
haya sido el mío un destino particularmente excepcional, pese a
que desde el día en que nací fui un extranjero en mi propia tie-
rra. Hijo de padre aragonés y madre francesa, al nacer en plena
Guerra Civil española en Palma de Mallorca, fui siempre un «fo-
rastero» entre mis compatriotas, calificativo –forastero– que solo
oiría luego en las películas del Oeste y sus héroes mitificados,
imponiéndose con aplomo y pistola en mano en pueblos donde
no impera la ley. Forastero sometido a una cerrada insularidad, al
franquismo opresor y al catolicismo ultramontano aliados en esa
hidra que asfixiaba toda diferencia, crecí en un hogar heterodoxo
construido sobre lecturas de libros prohibidos por el régimen y
mirillas abiertas al pasado reciente que oficialmente se ocultaba
y a las tierras que existían más allá de los Pirineos.
No fue fácil, lo repito, al recordar con mal sabor cómo en
la escuela era el «forasté da merda» a quien mandaban «hacer

literatura 33

Int_Sofia1.indd 33 1/3/12 10:20:11


Sofía 01
selecciones de pensamiento
moderno y contemporáneo

puñetas», condición que me valió encerronas y agresiones. Mis


únicos amigos en aquel universo hostil fueron «peninsulares» de
origen como yo: un vasco, bilbaíno por más señas, un castella-
no y, como no podía ser menos, un chueta, judío mallorquín,
también extranjero en su propia tierra. Extranjero en la ciudad
en que había nacido, aprendí desde pequeño a mirar el mundo
desde los márgenes, esa «mirada oblicua» y «descolocada» que
me apasionaría luego en literatura: de Kafka a Onetti, de Dos-
toyevski a Cortázar, el ángulo del absurdo y la parodia de tantos
«raros» uruguayos, ese «extranjero» paradigmático de la obra ho-
mónima de Camus.

Montevideo o el feliz empatriamiento

En plena represión franquista la emigración se impuso y el


apacible Uruguay de un diciembre de 1951, esa «Suiza de Amé-
rica» como se lo había engañosamente bautizado, nos acogió en
forma tan generosa que me olvidé de inmediato de mi infancia
insular mallorquina a la que desterré a los sótanos de la memoria.
En Malvín, el que sería mi barrio para siempre, me integré a una
«barra» e hice rápidamente amigos de esos que son para toda la
vida. Un par de años después, viviría con intensa felicidad el mo-
mento en que me entregaron mi credencial de flamante ciudadano
uruguayo: ya no era un extranjero y hasta podía votar. ¡Qué más
se podía pedir!

Sin embargo, aunque no me sintiera extranjero en Uruguay, la


palabra exilio, término que había sido erudito hasta que lo popula-
rizó la Guerra Civil española, fue familiar, por no decir ineludible
en el mundo que me rodeaba. Pese a que sentía que no me co-
rrespondían las generales de la ley por haberme transformado en
uruguayo, los exiliados –y no los exilados, como se diría después–,
fueron los amigos de mi padre, aquellos que dividían claramen-

34 literatura

Int_Sofia1.indd 34 1/3/12 10:20:12


literatura
fragmentos para una poética de la extranjería

te el mundo entre el Bien y el Mal, principios categóricos que


habían dado respectivamente republicanos y franquistas, rojos y
azules. Vivía en Montevideo en un mundo de refugiados, como
se los llamaba también, donde la devoción a la España republica-
na derrotada era tan grande como el odio a la España franquista
imperante. La única España válida y legítima era la «España Pe-
regrina», la del exilio, la de los transterrados –ese feliz neologismo
acuñado por José Gaos–, la de los empatriados en ese país genero-
so que nos había acogido sin ambivalencias.

Nadie podía sentirse verdaderamente desterrado o expatriado


en el Uruguay de entonces, tantas facilidades tenían los españoles,
desde la ciudadanía legal adquirida sin dificultad hasta los dere-
chos cívicos y políticos que permitían ser electores y elegidos en
un sistema democrático hasta ese momento indiscutido y único
en el continente. De un modo u otro, ese transtierro fue más bien
un empatriamiento. De eso se trató: de insertarse, de vivir y actuar
en la nueva tierra. «Yo no me siento extranjero, aunque a veces
blasfemo contra México y otras lo adoro hasta un extremo para el
cual no hay palabras adecuadas», afirmaba en el otro extremo del
continente Ramón Sender, un autor que leíamos en Montevideo
en las ediciones «Proyección» del exilio anarquista español en la
Argentina.

María Teresa León, la esposa de Rafael Alberti, que andaba


buscando «una patria para reemplazar a la que nos arrancaron del
alma de un solo tirón», como escribió en Memoria, diría más o
menos lo mismo de Buenos Aires: «Veinte años en una ciudad
marcan», para reconocer que: «Seguramente los que llegamos a
América fuimos los más felices».

«América es la patria de mi sangre» –llegó a decir León Feli-


pe–, patria donde había de poner «la primera piedra de mi patria

literatura 35

Int_Sofia1.indd 35 1/3/12 10:20:13


Sofía 01
selecciones de pensamiento
moderno y contemporáneo

perdida», una piedra auténtica y no la de los «símbolos oblitera-


dos, los ritos sinsentido» y «el verso vano», por lo que reclamaba
«carta de mestizo para cantar en coro [...] como todos los poetas
de la América española».

Otro exiliado, Manuel Andújar, aconsejaba el «descubrimien-


to propio de América». Se trataba de «comprender más y mejor
a Hispanoamérica, donde estamos y donde somos», afirmaba en
Crisis de la nostalgia, esfuerzo que realizó a través de la revista
Presencia, editada para quienes –como decía textualmente «viven
entre dos mundos» y deseaban practicar un «mestizaje ambien-
tal» y un «criollaje selecto». Como ven, ya estaba el tema que nos
reúne ahora –vivir entre dos mundos– en el aire del tiempo de
entonces.

De este mundo de verdades desgarradas y rotundas, nostál-


gicas y apasionadas del exilio español, dimanaba el aura ética y
moral en la que crecí y me formé en Uruguay. Para quienes perdi-
mos siendo adolescentes la fe religiosa que nos habían inculcado
a «machamartillo» siendo niños en la oscura España de la pos-
guerra, la Guerra Civil nos daba la medida de dos concepciones
irreconciliables de la historia que se prolongaban en la moral de
la vida cotidiana y en las definiciones de los conflictos posteriores,
como fuera la Segunda Guerra Mundial oponiendo el nazi-fascis-
mo a los valores de la cultura occidental que decían representar los
Aliados y en el propio devenir social y político de América Latina,
confrontada a golpes de Estado, dictaduras y revoluciones de las
que la boliviana de 1952 y la cubana de 1959 serían referentes.

Mi integración en Uruguay fue total y apasionada, y me vol-


qué al periodismo, al aprendizaje, práctica y crítica de la literatura
uruguaya, vocación inicial de inserción que se ha mantenido en
el tiempo, más allá de avatares personales. Resultado de ello han

36 literatura

Int_Sofia1.indd 36 1/3/12 10:20:14


literatura
fragmentos para una poética de la extranjería

sido cinco libros que se han ido escalonando a lo largo de casi


cuarenta años: Las trampas de Onetti (1970);Tiempo reconquista-
do. Siete ensayos sobre literatura uruguaya (1977); Nuevas fronteras
de la narrativa uruguaya (1994); Del canon a la periferia (2002); y
el reciente Espacios de la memoria. Lugares y paisajes de la cultura
uruguaya (2008), escritos entre Uruguay y Europa, en todo caso
en contacto permanente con escritores y amigos «orientales»,
algunos de los cuales están hoy aquí, para mi alegría y contento,
otros se han adherido desde Montevideo a estas jornadas. Gracias
a esta red fundamental de nervio vivo que da la amistad he reci-
bido novedades y he podido seguir una producción literaria que,
felizmente, está más activa que nunca.

Sin embargo, aunque circunscriptos a la literatura uruguaya,


estos ensayos no han sido «nacionalistas», ni han puesto el acento
en nuestras «raíces». Los marcos nacionales de un Estado me han
parecido siempre un modo arbitrario de aproximar una literatu-
ra. Por ello no he querido caer en la tentación del nacionalismo
crítico, analizando obras y autores en la perspectiva exclusiva de
los límites geográficos del país, insistiendo en las diferencias y
olvidando cuáles deben ser las verdaderas categorías que presiden
la aproximación crítica a un texto. Por el contrario, se han abierto
a una suerte de literatura comparada, donde la «savia local» se «in-
jerta» con naturalidad en la creación literaria del mundo.

Por esta razón, si métodos de crítica pudieron ser diferentes


para cada uno de los títulos, preocupaciones comunes han guiado
la redacción del conjunto, aunque estuvieran sometidas a «dudas
cartesianas», que ningún «discurso del método» me ha resuelto,
desde los lejanos días en que trabajaba en la redacción de Las tram-
pas de Onetti. Entre otras «dudas», las más acuciantes: ¿a partir de
qué momento se pasa de una escritura individual a una expresión
colectiva y representativa de una nación?; ¿dónde terminan las in-

literatura 37

Int_Sofia1.indd 37 1/3/12 10:20:14


Sofía 01
selecciones de pensamiento
moderno y contemporáneo

fluencias y dónde empieza la autenticidad? O la duda más obvia,


pero no por ello más fácil de responder: ¿se necesita de un número
mínimo de escritores para hablar de literatura nacional?; mejor
aún, ¿hablar de literatura nacional es un problema de número o
de la conciencia difusa o claramente expresada de formar parte de
una colectividad?

Consciente de estas interrogantes, he preferido siempre enca-


rar el marco de la literatura uruguaya al que me he ceñido, como
un concepto operativo imbricado en la historia y la voluntad cris-
talizadora de un pueblo, reconocido por rasgos y signos que tam-
bién siento como propios. Hablar de literatura uruguaya –como
puede ser hablar de literatura paraguaya, nicaragüense o ecuato-
riana para otros– es un modo de establecer un campo de estudio
particularizado, referido a una «producción cultural» que, más allá
de las corrientes estéticas e influencias en que se reconoce y gra-
cias a las cuales se diferencia, está marcada por los jalones de su
historia. Una historia que es también americana y con la cual el
Uruguay comparte muchas de las expresiones que han hecho del
continente uno de los polos más activos de la creación literaria del
siglo xx.

Desde esta perspectiva, la diferencia literaria uruguaya es más


contextual que textual, ya que el nivel de la lengua –y al margen
de algunas modalidades en que la comunidad oriental se expresa–
no basta para identificar una obra como nacional. El corpus que
define y organiza «lo uruguayo» como un todo, del que la narrativa
es una de sus expresiones, pero no la única, es el destino común en
que está inmerso y con el cual se relacionan, en forma interdepen-
diente y transdisciplinaria, ensayos culturales, políticos, antropo-
lógicos, sociológicos, históricos y hasta periodísticos, en una tensa
urdimbre intertextual de ramificaciones abiertas a todo tipo de
afinidades, influencias y correspondencias. En la doble perspectiva

38 literatura

Int_Sofia1.indd 38 1/3/12 10:20:14


literatura
fragmentos para una poética de la extranjería

del texto y su inevitable contexto, del individuo y de la comunidad


a la que pertenecemos, concebí mis libros sobre literatura urugua-
ya, un modo de recordar que la buena literatura rebasa siempre las
fronteras de una patria determinada para participar de la aventura
colectiva de la humanidad.

La peculiaridad de nuestra identidad no se diluye ni se aliena


en su participación en el mundo, en ese saber compartir con otros
una misma «condición humana». Por el contrario, nuestro «dere-
cho a lo peculiar» se enriquece con esa «apertura de fronteras».
Debemos –me he dicho siempre– insertar la especificidad uru-
guaya en la universalidad, pero en una «universalidad enraizada»,
porque –como ya lo precisara Mariano Picón Salas– «no se puede
ser universal en lo abstracto».

En una nota al pie de página de su completa antología Dos-


cientos años de poesía cubana (1999), Virgilio López Lemus recuerda
que en un viaje por Francia el ensayista Juan Marinello encontró
inscrita en el fondo de un viejo plato la sentencia: «el arte no tiene
patria, pero el artista sí», aforismo que hace suyo para reivindi-
car una tradición literaria cubana «comprendida como multipli-
cidad, como abierto campo de diferentes tendencias, corrientes y
líneas».

Este distingo me ha parecido esencial para abordar la na-


rrativa uruguaya, donde lo que pudiera tildarse de «autoctonía»
rebasa lo nacional, es universalista, sin ser siempre cosmopolita,
principio y reto de apertura, sentido de amplitud que deberían
permitir abolir las categorías de literatura de «dentro» y «fuera»,
nacional y de «emigración» y/o exilio en un mundo cada vez más
intercomunicado e interdependiente. Ello supondría aceptar que
hay otras formas posibles de universalidad; que la cultura nacio-
nal ha dejado de ser un hecho exclusivo constreñido a los límites

literatura 39

Int_Sofia1.indd 39 1/3/12 10:20:15


Sofía 01
selecciones de pensamiento
moderno y contemporáneo

territoriales y no pertenece exclusivamente al gentilicio con que


pueda calificarse: cubana, argentina, colombiana o uruguaya. En
definitiva, que estamos frente a fronteras esfuminadas sin estar
abolidas, límites sobre el que se tienden puentes para «esencializar
lo nacional hasta lograr su universalidad plena» en un difícil equi-
librio entre patria del escritor y arte sin fronteras. Pero ¿qué suce-
de cuando ese escritor intenta recuperar –desde el «afuera» en que
está sumergido– el lejano «adentro» en que viviera? ¿Qué sucede
cuando el escritor que vive «sin fronteras» convierte su obra en el
esforzado rescate de un territorio o un pasado «patrimonializado»
por el tiempo y la distancia?

Aunque no lo haga siempre con nostalgia, busca salvar re-


cuerdos que se desfibran en una memoria que lo traiciona, en la
engañosa idealización de un tiempo y un espacio cuyos límites
están acotados por el antes y el después de su partida. Entonces, el
aforismo inscrito en el viejo plato que leyera Marinello parece in-
vertirse: ahora «el artista no tiene patria, pero el arte sí». La litera-
tura nacional escrita fuera de fronteras tiene, pues, otros contextos
y referentes. Testigo de un «mundo paralelo» que conserva en su
memoria, pero que recuerda con temor y no siempre con nostal-
gia, el escritor es capaz de recrear su realidad de origen desde la
nueva que le procura su condición de intruso y de «bárbaro».

Basta pensar en la obra de Juan José Saer y la irradiación


mítica de «la Zona» que funda como espacio novelesco desde la
brumosa Bretaña en que vivió y en el que se reconoce el litoral
argentino entre Rosario y Santa Fe de su infancia y juventud. En
realidad, se trata de «injertar el mundo en el tronco propio» –al
decir metafórico de José Martí– rompiendo así el círculo de la
dialéctica del conflicto entre lo «universal» y lo «particular». Cada
tronco cultural debe funcionar, por lo tanto, como una platafor-
ma desde la cual se organiza un modo de ver el mundo, tanto

40 literatura

Int_Sofia1.indd 40 1/3/12 10:20:16


literatura
fragmentos para una poética de la extranjería

para expresar lo propio, como para aprender a «contrastarlo» con


otros modos y percepciones. Para ello, debe prescindirse de toda
«definición monocultural» y estar dispuesto a un «reaprendizaje a
pensar» críticamente y, desde la polifonía, la diversidad. Abolir los
muros, traspasar las fronteras –la frontera, otro tema apasionante
que recorre en forma transversal parte de mi obra–, mirar el mun-
do desde un punto determinado, otear el horizonte sin prejuicios,
de eso se trataba.

Si nuestra «comarca» está en el mundo, es porque creemos


en la boutade del poeta portugués Miguel Torga: «Lo universal
es lo local, menos los muros». En el contexto de estas reflexiones
quisiera recordar al exiliado español que marcó más mi vida en
esos años: Benito Milla, «Don Benito» como lo llamábamos con
afectuoso respeto quienes lo tratamos de cerca. De origen anar-
quista –secretario de la Juventud Libertaria en Cataluña–, Milla
llegó al Uruguay después de varios años de exilio en Francia y,
partiendo de un puesto de libros de venta callejera en la Plaza Li-
bertad, en pleno centro de Montevideo, fundó una de las librerías
y editoriales de mayor incidencia en los «efervescentes» años se-
senta uruguayos, Alfa, donde trabajé y aprendí las bases del oficio
de la edición en que he trabajado desde entonces. En la editorial
Alfa se editaron obras de Juan Carlos Onetti, Mario Benedetti,
Carlos Martínez Moreno, y las de los jóvenes narradores de la
generación del 60 como Eduardo Galeano, Cristina Peri Rossi y
Saúl Ibargoyen Islas; y también novelas de españoles exiliados en
Montevideo como Ernesto Contreras y José Carmona Blanco, o
ensayos fundamentales como la historia del anarquismo español
de José Peirats.

La militancia libertaria de Milla fue cediendo con los años ha-


cia un humanismo que se reconocía en Albert Camus, Roger Mu-
nier, Nathaniel Tarn, Jean Bloch-Michel y en la poesía de Kostas

literatura 41

Int_Sofia1.indd 41 1/3/12 10:20:16


Sofía 01
selecciones de pensamiento
moderno y contemporáneo

Axeloss y Hans Magnus Enzerberger, autores –todos ellos– a los


que publicó en las revistas Deslinde y Temas que editó sucesiva-
mente en Montevideo. En sus páginas, los jóvenes intelectuales
uruguayos nos familiarizamos con autores españoles como José
Ángel Valente, Carlos Barral, Juan Goytisolo, y poetas latinoa-
mericanos como Octavio Paz, José Germán Belli y Juan Liscano.
«Don Benito» hablaba de «diálogo» y de tender «puentes» entre
América y Europa, lo que parecían utopías en una sociedad liberal
que se agriaba y cuyos muros se resquebrajaban a ojos vistas. Es-
cribía, por ejemplo: «Propiciamos la comunicación, el diálogo y la
confrontación en una hora del mundo en la que el desgaste de los
esquemas ideológicos se hace cada vez más evidente, y también
un movimiento de apertura cultural al margen de la cuadrícula ce-
rrada de los partidos, los grupos y las camarillas». En 1964 soste-
nía que había que «reconocer a los otros, no como enemigos, sino
como interlocutores», usando una terminología nueva –alteridad y
otredad– puesta al servicio de un imposible idealismo.

Pero Milla adivinaba, además, lo que después resultó evidente:


la mutación ideológica de nuestro tiempo, el fin del maniqueísmo
impuesto por la Guerra Fría. Milla hablaba de «los «diferentes
marxismos», lo que parecía una herejía para los marxistas orto-
doxos uruguayos, del pluralismo cultural, del nacionalismo emer-
gente en el seno de los grandes bloques y, sobre todo, de cómo
evitar, en un país de rica tradición democrática como el Uruguay,
los errores que habían conducido a la Guerra Civil española. Por
ello, sus palabras sonaban extrañas en su país de adopción, embar-
cado como estaba en un proceso de polarización ideológica y en
una confrontación política y social sin precedentes en su historia.

En esos años, la antinomia española iba cediendo a su inevi-


table prolongación americana. Democracia contra dictadura, libe-
ración contra dependencia, progreso contra reacción, revolución

42 literatura

Int_Sofia1.indd 42 1/3/12 10:20:17


literatura
fragmentos para una poética de la extranjería

versus contrarrevolución, pasaron a ser las palabras mágicas con


que en la euforia de los «sesenta» se pretendía conjurar la historia
del continente. Nuevos «vientos del pueblo» llevaban y arrastra-
ban, esparcían el corazón y aventaban la garganta, al decir del poe-
ta Miguel Hernández. Las ilusiones poco durarían.
A partir de los años setenta, los «niños de la guerra» española
empezamos a vivir en carne propia el destino de nuestros padres.
Una historia cíclica parecía repetirse ineluctablemente. El fascis-
mo derrotado en Europa resurgía en América, a veces disfrazado
de falsas notas populistas. Descubriría, no sin cierta resignación,
que un destino no se cambia tan fácilmente como podemos creer
a veces. Si había nacido extranjero y creía haber dejado de serlo,
al volverse el aire irrespirable en el inefable «como el Uruguay no
hay», otra emigración, la segunda, se impuso.

«Partir, “repartir”. Parto mi corazón en pedazos y lo reparto»,


escribiría años después en Travesías y así me fui de Montevideo:
con el corazón partido, pero repartido. Un escritor amigo me des-
pidió cariñosamente en un periódico montevideano que tituló
«Adiós al gallego de Malvín». En ese adiós con el apelativo de
«gallego», gentilicio que se usa para todo español emigrado al Río
de la Plata, se recordaba mi nacimiento y con Malvín, mi entraña-
ble enraizamiento. Entre dos mundos estaba, tenaz y nuevamente
situado. Sin tener aún plena conciencia, iba a empezar una etapa
vital de mi vida que duraría hasta fines de 1999.

París, donde todos somos extranjeros

Un nuevo trasterramiento me llevó a Francia, donde recuperé la


lengua de mi madre, aunque condenado a hablarla «con acento ex-
tranjero», el que sería título de una novela que publiqué pocos años
después en la editorial Nordan que un grupo de exiliados urugua-
yos –Comunidad del Sur– había fundado en Estocolmo, uno de los

literatura 43

Int_Sofia1.indd 43 1/3/12 10:20:18


Sofía 01
selecciones de pensamiento
moderno y contemporáneo

polos de la «diáspora» oriental en el mundo y que ahora, reescrita,


se acaba de editar con el título Los que han vuelto. Extranjero –et
comment!– en la tierra de mi madre, aunque con el agravante que
me dio trabajar en la Unesco, esa torre de Babel donde todos son
«forasteros», aunque a veces parezcan simples «turistas».

Y, por sobre todas las cosas, el azar, tal vez encontrado por-
que lo andaba buscando, propició que el 14 de junio de 1974, Ju-
lio Moncada, un poeta chileno exilado, me presentara a Mónica,
también chilena de pura cepa que reivindicaba con orgullo una
bisabuela mapuche. Mi destino quedaría sellado. Gracias a la que
sería desde entonces mi compañera, Chile pasó a ser un tercer «te-
rruño» a unir al mapa fragmentario de mi identidad. En todo caso,
sus paisajes, sus gentes, su literatura, su sabrosa cocina y ese acento
y ocurrentes expresiones con las que me identifico apenas piso su
tierra. Pero además, porque Mónica sería la primera y rigurosa
lectora de todo lo que he escrito desde entonces, incluidas estas
palabras. Escrito desde entonces; de esto se trata, justamente.

Con todo, el exilio volvió a ser el tema cotidiano en la diás-


pora no solo uruguaya, sino chilena y de la Argentina a partir
de 1976. Los cantos y poemas, los cuentos, novelas y testimonios
sintetizaban en mesas redondas, festivales, coloquios y publica-
ciones el drama que una generación después de la de mi padre
se repetía, esta vez del otro lado del Atlántico. En muchos casos,
eran los hijos de los exiliados españoles los que emprendían la
ruta del retorno a los orígenes; la difícil recuperación de las «raíces
rotas» de que había hablado Arturo Barea al intentar su imposible
reinserción en España. El círculo se cerraba, absurdamente, en el
punto de partida.

No obstante, fue en París donde, paradójicamente, descubrí


una hasta entonces desconocida vocación latinoamericana. Yo,

44 literatura

Int_Sofia1.indd 44 1/3/12 10:20:18


literatura
fragmentos para una poética de la extranjería

como muchos otros y como buena parte de los latinoamericanos


que llegamos a Francia, nacidos o criados (como fuera mi caso)
del otro lado del Atlántico, antes de llegar a París, somos de un
país determinado: argentino, venezolano, colombiano, peruano,
mexicano, chileno o uruguayo. Pero, una vez allí, ese ciudadano
de un país determinado pasa a ser, antes que nada, latinoameri-
cano, condición y conciencia que se adquiere de inmediato y que
se superpone con naturalidad a la ciudadanía de origen. Se pasa
a compartir una cultura y problemas comunes; se descubre una
hermandad que aproxima naciones en la distancia; y se ingresa
en ese vasto, diverso, pero bien delimitado conglomerado de «lo
latinoamericano».

La matriz de la lengua compartida, por sobre acentos y mo-


dalidades lexicales, hace el resto. París propicia el encuentro entre
vecinos que se desconocían, abate fronteras, prejuicios y estereotipos
nacionales, para refundirlos en un troquel donde, pese a los nuevos
tópicos forjados, se aprende y se conoce mucho más sobre el resto de
América Latina de lo que se sabía viviendo en el propio continente.
Este es el privilegio –tal vez el mayor– de quienes, dejando atrás
patrias de origen o de adopción (como fuera mi caso), empujados
por vientos (o huracanes) de la historia, han vivido muchos años en
París. En la distancia, América Latina se vertebra, integra y se pro-
yecta como una unidad que solo en los sueños bolivarianos parecía
posible. Como unidad se la descubre y estudia; en su nombre se crea
y escribe. Conferencias, exposiciones, encuentros, congresos, publi-
caciones y conciertos lo recuerdan periódicamente. Asociaciones,
instituciones, universidades u organizaciones internacionales, asegu-
ran la frecuencia de un interés o canalizan entusiasmos y vocaciones.
En los círculos concéntricos o tangenciales a este espacio parisino, se
articulan otros en el resto de Francia, donde cristaliza con la misma
o mayor fuerza esa identidad común latinoamericana en la que se
reconocen las lealtades múltiples que va generando.

literatura 45

Int_Sofia1.indd 45 1/3/12 10:20:19


Sofía 01
selecciones de pensamiento
moderno y contemporáneo

Polos en Toulouse, Poitiers, Nantes, Aix-en-Provence, Caen,


Amiens o Lille –por solo citar aquellos que mejor he conocido– com-
pletan esta red sutil donde surgen afinidades electivas y complicida-
des culturales. Por sobre todas ellas –actividades o instituciones– se
gestan las amistades, los afectos y los amores que eliminan barreras y
redimensionan la nacionalidad de origen en la vasta spes de América
Latina. Tal fue mi experiencia entre 1973 y fines de 1999.

En casi 27 años de vida y trabajo en París formalicé una vo-


cación por el pensamiento y la cultura latinoamericana que han
marcado mi vida profesional y creativa. De ella han resultado no
solo los libros que he publicado en esos años, sino un cúmulo de
actividades tan diversas como desperdigadas: artículos, entrevistas,
reseñas, presentaciones, prólogos y epílogos, páginas heterogéneas
girando siempre alrededor de América Latina. A causa de esta tarea
–mejor, gracias a ella– se fue urdiendo el entramado de conocidos y
amigos que la estimulaba y la hacía posible. Hubo quienes inicial-
mente abrieron puertas, a partir de aquel mes de junio de 1973 en
que aterricé en París, a cuya memoria no puedo dejar de referirme:
Paul Verdevoye, César Fernández Moreno y JulioRamón Ribeyro.
Hubo otros, muchos otros, que fueron conformando esa libreta de
direcciones que lleva uno consigo vaya adonde vaya: colegas de la
Unesco, del CELCIRP y el CRICCAL, entre los cuales debo des-
tacar a Teresa Orecchia Hayas, Amadeo López, Osvaldo Obregón
y François Delprat, a escritores, periodistas y editores con los cuales
se ha compartido una parte importante de la vida.

Dos ejes fundamentales de preocupación marcaron mi fla-


mante quehacer latinoamericano: el estudio de la identidad a tra-
vés de su narrativa y el de la función de la utopía en la historia de
su pensamiento. No me voy a referir al primero aunque en Iden-
tidad cultural de Iberoamérica en su narrativa (1986) se desarrolla
la noción de «las dos orillas de la identidad», una idea que bien

46 literatura

Int_Sofia1.indd 46 1/3/12 10:20:19


literatura
fragmentos para una poética de la extranjería

podría aplicarse a la temática de este encuentro, ni tampoco al se-


gundo –la utopía– pese a que durante veinte años fuera objeto de
mis desvelos, lo que se ha reflejado en los ensayos Los buscadores de
la utopía (1977), Necesidad de la utopía (1990), De la Edad de Oro a
El Dorado. Génesis del discurso utópico (1992), La reconstrucción de
la utopía (1998) y en numerosos trabajos publicados en libros co-
lectivos donde se insiste en la función utópica como expresión del
pensamiento crítico, subrayando la importancia de su dimensión
histórica en América Latina.

Nuestra apuesta no se resignaba a un complaciente «pensa-


miento único» al que tendía el conformismo del post-1989, sino
a reivindicar la dimensión imaginativa de «querer lo imposible»
e intentar recuperar la función utópica inherente al ser humano,
ese horno utopicus que no abdica ante el homo econornicus. Una «re-
construcción» que se proyectaba al margen del fracaso de los mo-
delos actuales o, justamente, a causa de esa derrota, consciente de
que la historia, aunque lo hayan pretendido algunos, felizmente
no ha terminado.

Donde se agudiza la mirada periférica

En la perspectiva de estos fragmentos para una poética de la


extranjería que he elegido como tema para este trabajo no puedo
dejar de referirme al hecho de que vivir en Francia con la posibili-
dad de viajar con frecuencia a países donde, lógicamente, siempre fui
un extranjero, me permitió ir aguzando una mirada que se instaló
en forma progresiva en la periferia. Este recentramiento supuso una
modificación del punto de vista con que habitualmente había anali-
zado la literatura, auténtica reordenación de las prioridades estéticas
aceptadas hasta ese momento e incorporación de la alienación, des-
colocación y desarraigo a una nueva lectura de la problemática de
la identidad. Por lo pronto, porque en América Latina, gracias a la

literatura 47

Int_Sofia1.indd 47 1/3/12 10:20:20


Sofía 01
selecciones de pensamiento
moderno y contemporáneo

indiscutible capacidad heurística del término, las dicotomías centro/


periferia, arraigo/evasión e identidad/alienación tienen una acepción
más amplia y forman parte del debate sobre el «ser americano» y su
idiosincracia, la «excentricidad» de su cultura y su posicionamiento
en el marco de la civilización occidental; un debate que se refleja en
amplios sectores de la producción literaria y ensayística.

Erradicada a la periferia, América Latina se ha visto a sí misma


–tal como recordaba Carlos Fuentes– viviendo en «los Balcanes de
la cultura», es decir, al margen de los centros culturales asociados
inevitablemente con las grandes capitales europeas o como decía iró-
nicamente Pablo Neruda: «Nosotros los chilenos, somos los sobrinos
de Occidente». En tanto que lejanía referida a un hipotético centro,
el uruguayo Alberto Zum Felde se permitió la boutade, no exenta de
nostalgia: «Nosotros los habitantes del Río de la Plata, vivimos en el
confin del mundo». En el «extremo occidente» en que está situada,
América Latina ha sido sinónimo de expulsión y destierro, expresión
metafísica del «drama de la extranjería del hombre en el mundo»,
como lo proponía, no sin cierta angustia, H. A. Murena en El pecado
original de América (1954): «América está integrada por desterrados
y es destierro y todo desterrado sabe profundamente que para poder
vivir debe acabar con el pasado, debe borrar los recuerdos de ese
mundo al que le está vedado el retorno, porque de lo contrario queda
suspendido de ellos y no acierta a vivir».

Otro escritor argentino, Julio Cortázar, construyó en Rayuela,


a partir del sentimiento de «no estar del todo» en ningún lado, un
auténtico viaje desde la periferia (Buenos Aires) al centro (París),
para descubrir que solo en la vuelta –el regreso a la periferia– está
el secreto. «Se dio cuenta de que la vuelta era realmente la ida en
más de un sentido», se dice Horacio Oliveira, su protagonista, al
regresar a Buenos Aires después de haberse inútilmente buscado
en París, la ciudad que se consideraba paradigma y centro de la

48 literatura

Int_Sofia1.indd 48 1/3/12 10:20:21


literatura
fragmentos para una poética de la extranjería

cultura. Sin embargo, no tarda en comprobar que es «terrible tarea


la de chapotear en un círculo cuyo centro está en todas partes y su
circunferencia en ninguna, por decirlo escolásticamente» y descu-
brir que no tiene centro y que no podrá tenerlo nunca.

Son numerosos ahora los escritores que constatan el derrum-


be de los pilares del mundo clásico y la modernidad forjada a su
socaire y hacen de ese descubrimiento el leitmotiv de su obra. En
ese espacio generado por la desorientación y la pérdida de referen-
tes, se gesta el impulso de creación y el nuevo equilibrio de la lite-
ratura excéntrica, es decir, esa literatura que surge fuera del centro,
oblicua y marginal, desajustada en relación a lo que son las atribu-
ciones que se le asignan como misión. Instalados en la fragilidad
de las zonas intermedias, los creadores buscan un espacio donde
integrar una sensibilidad aguzada en un mundo que maneja otros
valores y que por ello los empuja fuera del sistema.

En esta dirección puede leerse la obra de los uruguayos Juan


Carlos Onetti y Mario Levrero, los mexicanos Guillermo Fada-
nelli, Daniel Sada y Ana Clavel, la chilena Guadalupe Santa Cruz
y la de sus antecedentes el ecuatoriano Pablo Palacio, el chileno
Juan Emar y el panameño Eliseo Colón Zayas. El mundo con-
temporáneo agrava la condición apátrida del ser humano –condi-
ción de la que ya hablaba Hegel al referirse al que vive fuera de la
«tribu» o nación que lo protege– marcado por ese afán relativista y
cosmopolita del laicismo humanista que se inaugura con el Siglo
de las Luces. Varios ejemplos actuales lo evidencian. Entre otros,
el del «artista migratorio», convertido en uno de los múltiples
enlaces transculturales de un mundo colocado bajo el signo del
nomadismo planetario. Encuentros, perspectivas mutuas e inter-
cambiadas, cuando no intercambiables, intersecciones y separa-
ciones motivadas que procuran sentimientos tan dispares como la
fuga de sí mismo y la necesidad del contacto y el encuentro en el

literatura 49

Int_Sofia1.indd 49 1/3/12 10:20:22


Sofía 01
selecciones de pensamiento
moderno y contemporáneo

otro, son temas ensalzados por escritores que, muchas veces, llevan
en sí mismo esa ambivalente condición.

Ser fugitivo en una lengua extranjera, dicen unos, perderse de


nuestra propia lengua en tierras extrañas, proponen otros. Se trata
–para algunos– de huir hacia los márgenes, a una remota periferia,
vivir la liminaridad, instalarse en los confines donde llevar a cabo
una experiencia de aprendizaje y subjetividad. Decía Marguerite
Yourcenar que el emperador Adriano amaba los confines –los li-
mes o límites del Imperio romano– porque le conferían libertad.
Le brindaban también extrañeza y le propiciaban una quiméri-
ca fertilidad intercultural que aprovechó a su pesar el desterrado
Ovidio. Una fertilidad de la que ahora parecen descubrirse sus
potencialidades –como hace Luis Sepúlveda siguiendo las huellas
de Coloane en Tierra del Fuego o Bruce Chatwin en la Patagonia,
aunque la connotación metafórica del confín como periferia ex-
trema le otorga una imprecisa y movediza delimitación.

En la mejor tradición narrativa y cinematográfica de las road


movies Oswaldo Soriano en Una sombra ya pronto serás (1990) y
Hugo Burel Crónica del gato que huye (1996) se lanzan al vagabun-
daje itinerante sin sentido aparente para proponer una especie de
paródica novela de viaje e iniciación, aunque el recorrido absurdo
por el mapa de una monótona geografía pampeana devuelva al
protagonista a su punto de partida o a otro idéntico. La auténtica
patria literaria está, tal vez, ahí: en el confín, en una periferia a la
que se le ha descubierto un centro o que se lo busca a través de
una errancia en apariencia sin rumbo. «Los confines mueren y
resurgen, se detienen, se cancelan y reaparecen inesperadamente»–
recuerda Claudio Magris, cuya sinuosa y sugerente lejanía elabora
los mapas de la geografía alternativa de las pertenencias.
En todo caso, vivir siendo siempre un extranjero, porque se está
perdido en la propia tierra, en un mundo que tiene una creciente

50 literatura

Int_Sofia1.indd 50 1/3/12 10:20:22


literatura
fragmentos para una poética de la extranjería

oferta para vivir fuera del «lugar en que se ha nacido» y para inte-
grarse a redes que desconocen las exclusivas fronteras nacionales
y culturales. La geografía alternativa de la pertenencia se impone,
pues, en gran parte del mundo. El trazado de esta nueva cartografía
se basa en los flujos segmentados y combinados que atraviesan y
desdibujan las fronteras existentes y nos indica que los procesos de
mundialización en que estamos inmersos, las facilidades para viajar
y comunicarse, las herramientas de Internet, gracias a las cuales
forjamos afinidades electivas en desmedro de las territoriales o ét-
nicas, agudizan esta condición errante del escritor.

Numerosos intelectuales y artistas exploran ahora la diversi-


dad material y cultural de un mundo del que han eliminado esas
fronteras, aunque políticamente sigan existiendo, al incorporarse
a otras colectividades para intercambiar ideas y experiencias esté-
ticas. Son las «palabras nómadas» con que se expresa la nueva na-
rrativa latinoamericana, tema que es justamente el objeto del libro
de crítica en el que estoy trabajando en este momento y del que
adelanté el pasado mes de abril en la Universidad de Salamanca
el primer capítulo en el marco de un congreso sobre la «última
narrativa latinoamericana».

En estas «palabras nómadas» se proyecta el espacio de alteri-


dad por antonomasia y donde lo «otro», lo ignoto, lo extranjero,
se confronta con el espacio cerrado en cuyo interior se habita, el
lugar familiar de las certezas. La marginalidad desde la que se ha
elaborado un discurso hecho de alienación, descolocación y des-
arraigo en el que abunda ahora la narrativa y el ensayo, permite
elaborar una mirada propia y auténtica desde la periferia. A partir
de la toma de conciencia de su propia excentricidad, la creación y
el pensamiento reivindican la periferia como focos de culturas al-
ternativas, disidencia y creatividad poética y artística. Se exalta así
la «condición nomádica» y la figura del «fugitivo cultural» como

literatura 51

Int_Sofia1.indd 51 1/3/12 10:20:23


Sofía 01
selecciones de pensamiento
moderno y contemporáneo

componentes de una identidad que ya no es unívoca –territorio y


lengua y menos aún étnica– sino múltiple, capaz de esgrimir, se-
gún qué circunstancia o conveniencia, uno u otro pasaporte.

Ello permite superar «los sacrosantos emblemas de identidad,


verdaderos distintivos estereotipados de nosotros como víctimas
exóticas» y forjar una mirada «múltiple, politeísta y módica», gra-
cias a la cual se puede abrir el proceso de una interacción crítica
con la tradición entendida como memoria de un pasado histórico
que debe ser revisitado en permanencia. Se trata de romper los
muros que se levantan frente a la alteridad en un entorno cada
vez más ambivalente y «mestizo» que reclama superar el distingo
entre dentro y fuera, nacional e internacional, nosotros y los otros,
con una visión capaz de expresar la plasticidad cultural y el carác-
ter dialógico del mundo contemporáneo.

Para ello hay que partir de la idea de «no pertenencia a un lu-


gar», de una realidad hecha de fronteras esfuminadas, viajes de ida
y vuelta, «vagabundeos iniciáticos», «cultura del camino», «callejeo»
impenitente, impulsos de vida errante, nomadismo asumido como
destino, aspiraciones a «estar en otro lugar» y de «salir de sí mismo»
que favorecen también los mundos virtuales del espacio cibernético,
aprendizajes en la otredad y –¿por qué no?– secreta nostalgia por el
mundo perdido de los orígenes, en que se reconoce buena parte de
la narrativa contemporánea. Lejos de reivindicaciones patrióticas o
identitarias, el escritor, homo viator por excelencia, puede preguntarse
–como hace el colombiano Eduardo García Aguilar– «dónde queda
el extranjero» tras tantas fusiones y mestizajes, viajes, ausencias y re-
tornos: «¿En la patria abandonada o en las patrias adquiridas a fuerza
del éxodo? ¿Quién es más extranjero: el nativo que retorna a deambu-
lar por sus parajes nativos o el forastero que agota el asfalto de nuevas
y luminosas metrópolis del Viejo y del Nuevo Mundo?».

52 literatura

Int_Sofia1.indd 52 1/3/12 10:20:23


literatura
fragmentos para una poética de la extranjería

De raíces y desarraigados

Si incluyo al final un poema de mi libro Aprendizajes tardíos


(2007) en el que me pregunto sobre si debemos seguir hablando
de raíces, tan poco vegetal me parece el destino humano, dueño
de esta fantástica condición de la movilidad, ese caminar que hace
caminos al andar.

¿Qué es esto de las raíces?


Las tienen ellas, plantas y árboles,
fijados al paisaje desde el primer brote
hasta el rayo que los parte o la hoz que las siega.
¿Por qué debo tenerlas yo,
personaje provisorio de tan diversos escenarios?

¿Fueron raíces las que unían a la barra de muchachos


que bajábamos a la playa las noches de verano
y freíamos pescado sobre la arena
de aquel Montevideo ahora evocado?
¿Fueron raíces las que se arrancaron
cuando el aire se hizo irrespirable?
¿Qué fueron de ellas los años en que cambiaste de lengua,
cielo y compañera?

Errabundo trabajador,
cosmopolita, por entonces sin saberlo,
voluble viajero
¿arraigado dónde?
Imaginabas otras vidas posibles
como un juego de piezas intercambiables
–cuentos, destinos alternativos–
cuando te asomaste
a la orilla del Pacífico

literatura 53

Int_Sofia1.indd 53 1/3/12 10:20:23


Sofía 01
selecciones de pensamiento
moderno y contemporáneo

en Papudo
y mirabas seducido las vetustas casas de madera
hogares de otras existencias que podrías haber vivido
o novelabas los caserones en Normandía
con sus persianas bajadas en el invierno interminable,
desde una bicicleta alquilada en la estación.

¿Raíces?
Las tienen ellas,
cuya silenciosa vocación botánica
José cuida con esmero.
Arraigados vegetales
árboles plantados en sus trece
orientados hacia el sur,
callados,
creciendo a su ritmo,
palmo a palmo,
como indican sus secretas leyes.

Aunque fuera del viento pasajero encaramado


por tantos años
ahora me digo
–algo más sosegado–
al modo de la autora de «el silencio de las plantas»
(esa poeta de nombre impronunciable)
que la relación unilateral entre ellas
–las enraizadas–
y yo
no va mal del todo,
aunque la conversación entre nosotros
sea tan necesaria como imposible. 

54 literatura

Int_Sofia1.indd 54 1/3/12 10:20:24

Вам также может понравиться