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SAVATER, Fernando. Ética para Amador, Editorial Ariel, Barcelona, 1993.

Aviso antipedagógico

Aclara el autor que este libro no es un manual de ética y no ofrece información sobre autores o
sobre teoría moral. En realidad el libro es personal y subjetivo y al mismo tiempo universal. Porque
esas tres características son propias de las relaciones de los padres con sus hijos. Es la relación más
universal pero al mismo tiempo cada relación es única e irrepetible.

Aclara el autor también que no intentará ofrecer recetas morales ante problemas cotidianos.
Porque en realidad él cree que la ética no sirve para resolver problemas morales sino más bien
para abrirlos.

Prólogo

Aquí el autor explica los beneficios de escribir un libro de ética para su propio hijo en vez de
decirle “cara a cara” los asuntos éticos. Aquí surge entonces la diferencia entre lo escrito y lo oral.
En el primer caso, dado que el hijo es adolescente, puede en el caso de aburrirse dar vuelta la
página, saltearse párrafos, bostezar, no terminar de leer, dejarlo para después, etc. En cambio, en
una conversación cara a cara el hijo se vería obligado a “aguantar” los sermones del padre, cuando
quizás no quisiera hacerlo.

Savater reconoce aquí que todos tenemos alguna vez deseos de matar a alguien, deseos de
ahogarle, y él no quisiera que su propio hijo cometiera parricidio. Con lo cual prefiere escribir y
ahorrar la situación de tener que pasar un momento difícil frente a su hijo.

Reconoce, aquí Savater que la ética es un “asunto raro”, “una cosa rara”. A lo cual le dice, que
tenga confianza en sí mismo y solo así podrá vivir mejor y procurarse una vida buena.

Capítulo 1

El autor hace el siguiente cuestionamiento:

¿se puede vivir sin saber astro-física? Sí

¿Se puede vivir sin saber jugar al fútbol? Sí

¿Se puede vivir sin saber leer ni escribir? Sí

¿Se puede vivir sin saber “vivir bien”? NO. Porque vivir es un arte y un arte no se aprende
mecánicamente.

El autor comienza haciendo un estudio de tipo antropológico, diciendo qué es lo que nos hace
especiales en tanto seres humanos, es decir, en qué radica la diferencia con los animales. Dirá que
los animales no tienen más remedio que ser cómo son y hacer lo que están programados
naturalmente para hacer. No se les puede reprochar que lo hagan ni aplaudirles por ello porque
no saben comportarse de otra manera. Savater da muchos ejemplos, ustedes pueden elegir el que
prefieran y explicarlo con sus palabras.

Los seres humanos también estamos programados culturalmente para ser como somos, ya que
nuestro pensamiento viene condicionado por el lenguaje que le da forma. Somos educados en
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ciertas tradiciones, hábitos, formas de comportamiento, leyendas, etc. Sin embardo, el seres
humanos podemos decir “sí” o “no” a las estructuras de esa programación cultural. Podemos
elegir, los animales no pueden hacerlo. No pueden elegir comportarse de manera diferente a
cómo de hecho lo hacen, con lo cual no pueden equivocarse ni sentir culpas o arrepentimientos ni
tampoco valentías. Aquí también Savater proporciona numerosos ejemplos, ustedes podrán elegir
el que gusten.

Savater hace aquí dos consideraciones respecto de la libertad:

1. No somos libres de elegir lo que nos pasa.


2. Ser libres de intentar algo no tiene nada que ver con lograrlo indefectiblemente. Aquí
alude implícitamente a Erick Fromm en Ética y Psicoanálisis. De hecho éste capítulo
termina con una cita de Fromm, autor que ya leímos en la primera unidad de la presente
materia.

Capítulo 2

Cuando vamos a hacer algo, lo hacemos porque preferimos hacer eso a otra cosa, o porque
preferimos hacerlo a no hacerlo. ¿Resulta entonces que hacemos siempre lo que queremos? No,
hay ocasiones en que elegimos aunque preferiríamos no tener que elegir.

La mayoría de nuestros actos los hacemos casi automáticamente, sin darle demasiadas vueltas al
asunto. Es como cuando echas a andar, si te pones a mirarte los pies y a decir “ahora el derecho,
luego el izquierdo” lo más seguro es que pegues un tropezón o que acabes parándote.

Las órdenes y las costumbres vienen de afuera, se te imponen sin pedirte permiso. Los caprichos
en cambio, tienen un origen interno al sujeto, brotan espontáneamente desde dentro.
Evidentemente te sentirás más libre al seguir tu capricho que al cumplir una orden o seguir una
costumbre, pero muchas veces el capricho surge de ganas de tomar represalias en contra de la
orden, es decir surge como respuesta a la orden.

Capítulo 3

Libertad es decidir, pero también darte cuenta de que estás decidiendo. Lo más opuesto a dejarse
llevar, para lo cual no tienes más remedio que intentar pensar al menos dos veces lo que vas a
hacer. La primera vez que piensas el motivo de tu acción puedes preguntarte ¿por qué hago esto?
¿lo hago porque me lo han ordenado¿ ¿o porque me es costumbre hacerlo así? ¿o simplemente
por puro capricho? La segunda vez que pienso puedo preguntarme en el caso de una orden ¿por
qué tengo que obedecer lo que me mandan? ¿por miedo al castigo? ¿por esperanza de un
premio? ¿por conveniencia de lo que me mandan? De la misma manera puedo interrogarme
respecto de las costumbres y caprichos.

Puede ser aceptable que en algunas ocasiones órdenes, costumbres y caprichos funcionen como
motivos para obrar. Pero en otros casos no tiene por qué ser así, es decir nunca una acción es
buena solo por ser una orden, una costumbre o un capricho. Para obrar bien cada uno deberá
pensar más de una vez la acción que llevará a cabo (pensar dos veces lo que hacemos, o tres, o
cuatro, o más).
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Savater aclara que aun cuando es consciente de que normalmente hay una diferencia teórica
entre “ética” y “moral”, él utilizará estos términos indistintamente porque no se considera a sí
mismo un “filósofo académico.

Usamos la palabra “bueno” y “malo” no solo en el ámbito moral sino también en otros ámbitos.
Podemos decir que una moto es “buena”, tan persona es “buen futbolista”, “tal caballo es bueno”.
Ahora bien, nadie exige que para ser buen futbolista haya que ser “buena persona, o buen ser
humano”, de la misma manera no podemos pedirle a una moto que sirva para clavar clavos.

Decir que alguien es “buena persona” es relativo, depende de quién lo dice y con qué propósito.
Seguramente que para sus superiores el oficial nazi que gaseaba judíos era bueno, pero los judíos
debían tener sobre él una opinión diferente.

Capítulo 4

¿Qué te parecería si ahora te digo que a la puerta de la ética bien entendida no está escrita más
que esta consigna: “haz lo que quieras”? No le preguntes a nadie qué es lo que debes hacer con tu
vida, pregúntalelo a ti mismo. Al parecer la fórmula “haz lo que quieras” encierra una aparente
paradoja. La fórmula implica una orden, que está implícita en el término “haz”. Si la cumples la
desobedeces y si la desobedeces la cumples.

Ésta aparente contradicción no refleja sino el problema esencial de la libertad y es que no somos
libres de no ser libres, no tenemos más remedio que serlo. Tal como diría Sartre “estamos
condenados a la libertad”.

Si te digo que hagas lo que quieras, lo primero que parece oportuno hacer es que pienses con
detenimiento y con profundidad qué es lo que quieres. La ética no es más que el intento racional
de averiguar cómo vivir mejor. Si merece la pena interesarse por la ética es porque nos gusta la
buena vida.

La buena vida humana es buena vida entre seres humanos o de lo contrario puede que ser vida
pero no será ni buena ni humana. Si pudieras tener muchísimo dinero, una casa más suntuosa que
un palacio, las mejores ropas, los más exquisitos alimentos, los más sofisticados aparatos, etc.,
pero todo ello a costa de no volver a ver ni ser visto por ningún ser humano jamás, ¿estarías
contento? ¿Cuánto tiempo podrías vivir así sin volverte loco? ¿No es la mayor de las locuras
querer las cosas a costa de la relación con las personas?

Capítulo Cinco

Vivir entre seres humanos implica tratar a las personas como personas y no como cosas. Al no
convertir a los otros en cosas defendemos nuestro derecho a no ser cosas para los otros (Alusión
“implícita a Kant”).

La primera e indispensable condición ética es la de estar decididos a no vivir de cualquier modo: es


decir, estar convencidos de que no todo da igual aunque antes o después vayamos a morirnos.
Comprender que ciertos comportamientos nos convienen y otros no, comprender de qué va la
vida qué es lo que puede hacerla buena para nosotros los humanos. Nada de contentarse con “ser
tenido por bueno”, con “quedar bien ante los demás”. Es importante hablar con los demás, dar
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razones y escucharlas. Pero el esfuerzo es personal, es decir de cada uno, nadie puede ser libre por
ti.

Capítulo Sexto

¿Sabes cuál es la única obligación que tenemos en esta vida? Pues no ser imbéciles. Todos en
algún momento de nuestra vida caemos en alguna que otra actitud de imbecilidad que consiste en
fastidiarnos a nosotros mismos. Hay imbéciles de varios modelos a elegir:

1. El que cree que no quiere nada, el que dice que todo le da igual y vive en un bostezo o
siesta permanente.
2. El que cree que lo quiere todo, lo primero que se le presenta y lo contrario de lo que se le
presenta: marcharse y quedarse, bailar y estar sentado, masticar ajo y dar besos, todo al
mismo tiempo.
3. El que no sabe lo que quiere ni se molesta en averiguarlo. Imita los quereres de sus
vecinos, o les lleva la contraria porque sí, es conformista sin reflexión o rebelde sin causa.
4. El que sabe que quiere y sabe lo que quiere y en alguna medida por qué lo quiere pero lo
quiere con poca fuerza y con miedo. De tal manera que siempre termina dejando lo que
quiere para mañana a ver si mañana tiene más ánimos de realizarlo.
5. El que quiere con fuerza y ferocidad, pero se ha engañado a sí mismo sobre lo que es la
realidad, se despista enormemente y termina confundiendo la buena vida con aquello que
lo va a perjudicar.

Lo contrario a ser moralmente imbécil es tener conciencia. Tener conciencia consiste en:

1. Saber que no todo da igual porque queremos realmente vivir y además vivir bien,
humanamente bien.
2. Estar dispuestos a fijarnos en si lo que hacemos corresponde a lo que de veras queremos o
no.
3. A base de práctica, ir desarrollando el buen gusto moral, de tal modo que haya ciertas
cosas que nos repugne espontáneamente hacer (por ejemplo que le dé a uno asco
mentir).
4. Renunciar a buscar coartadas que disimulen que somos libres y por tanto razonablemente
responsables de las consecuencias de nuestros actos.

Entonces, ¿por qué decimos que “está mal” lo que en general llamamos “malo”? Porque no nos
deja vivir una vida buena. ¿Resulta que hay que evitar el mal por una suerte de “egoísmo”? Sí.
Ahora bien, ¿Se puede ser egoísta sin ser imbécil? Si, en el caso de que la persona quiera lo mejor
para sí misma. Entonces deberíamos llamar egoísta consecuente al que sabe de verdad lo que le
conviene y actúa en consecuencia puesto que se ama a sí mismo.

Hay que tener cuidado de no caer en remordimientos o culpas que surgen cuando la persona se
boicotea a sí misma. El remordimiento es el descontento que siente la persona cuando siente que
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ha empleado mal su libertad, es decir, cuando la hemos utilizado en contradicción con lo que de
verdad queremos como seres humanos.

En la vereda opuesta de la culpa se encuentra la responsabilidad. Tomarse en serio la libertad es la


responsabilidad. El responsable es la persona que está dispuesta a responder por sus actos,
porque sabe que cada uno de sus actos va construyendo su ser y definiendo su personalidad.

Si obro bien cada vez me será más difícil obrar mal, por eso lo ideal es ir adquiriendo el hábito de
vivir bien.

Capítulo séptimo

¿En qué consiste tratar a las personas como personas, es decir humanamente? Consiste en que
intentes ponerte en su lugar. Reconocer a alguien como semejante implica sobre todo la
posibilidad de comprenderle desde dentro, de adoptar por un momento su propio punto de vista.
Si no admitiésemos que existe algo fundamentalmente igual entre nosotros (la posibilidad de ser
para otro lo que otro es para mí) no podríamos ni siquiera hablar los unos con los otros.

Todo hombre tiene derecho a que alguien intente ponerse en su lugar, aun cuando fuera el peor
de todos los hombres. Quien roba, miente, traiciona, viola, mata no deja por ello de ser un ser
humano.

Tomar al otro en serio es ser capaz de ponerte en su lugar para aceptar prácticamente que es tan
real como tu mismo, no significa que siempre debas darle la razón en lo que reclama o en lo que
hace. Ni tampoco que, como le tienes por tan real como tu mismo, debas comportante como si
fueses idénticos. No tenemos por qué empeñarnos en ser idénticos. Ponerte en el lugar del otro es
hacer un esfuerzo de objetividad por ver las cosas como él las ve. O sea que él debe seguir siendo
él y tú tienes que seguir siendo tú (Alusión implícita a Martín Buber).

Para entender del todo lo que el otro puede esperar de ti no hay más remedio que amarle un
poco, aunque no sea más que amarles solo porque también es humano…y ese pequeño pero
importantísimo amor ninguna ley instituida puede imponerlo. Quien vive bien debe ser capaz de
una justicia simpática o de una compasión justa.

Capítulo Octavo

Cuando la gente habla de “moral” e “inmoralidad” el ochenta por ciento creen que la moral se
dedica a juzgar lo que la gente hace con sus genitales. Savater condena aquí “el puritarismo”. El
dice que no debemos avergonzarnos de desear sentir placer o sentirlo de hecho porque somos un
cuerpo, y si no lo satisfacemos no hay vida buena que valga.

Reconoce que la experiencia sexual no se limita a una función simplemente procreadora sino que
está fundada en el erotismo. Y esto es lo que, estrictamente nos diferencia de los animales. Cita:
“Lo placentero no es el huevo, ni la hamburguesa ni el kétchup sino que tú sepas disfrutarla”.

La ética consiste en apostar a favor de que la vida vale la pena, incluso el sufrimiento de la vida
vale la pena. Se pregunta ¿cuál es la mayor gratificación que puede darnos algo en la vida? El
responde que es la alegría. La define como un “sí” espontáneo a la vida que brota desde dentro de
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nuestro ser. El límite negativo del placer no es el dolor, ni siquiera la muerte, sino la alegría. El arte
de poner el placer al servicio de la alegría es lo que él llama “templanza”.

La templanza es amistad inteligente con lo que nos hace disfrutar. A quien te diga que los placeres
son “egoístas” porque siempre hay alguien sufriendo mientras tú gozas, le respondes que es
bueno ayudar al otro en lo posible a dejar de sufrir, pero que es malsano sentir remordimientos
por no estar en ese momento sufriendo también o por estar disfrutando como el otro quisiera
poder disfrutar. Comprender el sufrimiento de quien padece e intentar remediarlo no supone más
que interés por que el otro pueda gozar también, no vergüenza porque tú estés gozando. Sólo
alguien con muchas ganas de amargarse la vida puede sentirse culpable cada vez que goza.

Capítulo nueve

La ética y la política tienen mucho que ver. La ética es el arte de elegir lo que más nos conviene y
vivir lo mejor posible; el objetivo de la política es el de organizar lo mejor posible la convivencia
social, de modo que cada cual pueda elegir lo que le conviene. Como nadie vive aislado (ya dijimos
que tratar a nuestros semejantes humanamente es la base de la buena vida) cualquiera que tenga
la preocupación ética de vivir bien no puede desentenderse olímpicamente de la política.

Sin embargo, tampoco faltan las diferencias. La ética se ocupa de lo que uno mismo hace con su
libertad, mientras que la política intenta coordinar de la manera más provechosa para el conjunto
lo que muchos hacen con sus libertades. En la ética lo que importa es querer bien. Para la política,
en cambio, lo que importa son los resultados de las acciones. Por ejemplo, respecto a las
indicaciones de los semáforos. Desde el punto de vista moral, lo importante es querer respetar la
luz roja (poniéndonos en el lugar de otras personas que pueden resultar dañadas si yo infrinjo la
norma). Pero si el asunto se considera políticamente lo importante es que nadie se saltee los
semáforos (ya sea que lo hagan por miedo a la multa o a la cárcel o también pueden hacerlo por
convencimiento racional de que debe ser respetada la ética).

Desde un punto de vista ético, es decir desde la perspectiva de lo que conviene para la vida buena
¿cómo tiene que ser una organización política que respete a la ética?

1. Dado que el punto de partida de la ética es la libertad, sin la cual no hay vida humana que
valga; entonces el sistema político deseable tendrá que respetar las libertades humanas:
de expresar opiniones diferentes, de trabajar de acuerdo a la vocación o interés que cada
cual tenga, de trasladarse de un lugar a otro, de elegir la manera particular de uno para
gozar con su propio cuerpo. Savater estaría entonces en contra de las dictaduras. Ahora
bien, un régimen político que conceda la debida importancia a la libertad debe insistir
también en las responsabilidades sociales de las acciones y omisiones de cada uno (digo
omisiones porque a veces también se hace no haciendo).
2. Un principio básico de la vida buena es aprender a considerar los intereses del otro como
si fuesen tuyos y los tuyos como si fuesen del otro. A esta virtud se la llama justicia y no
puede haber régimen político decente al cual le sea indiferente esta virtud. La única razón
para limitar la libertad de los individuos es impedir que traten a sus semejantes como si no
lo fueran. A la condición que puede exigir cada humano de ser tratado como semejante a
los demás, sea cual fuere su sexo, color de piel, ideas, etc., se le llama dignidad.
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3. Quién desee la vida buena para sí mismo, de acuerdo al proyecto político, tiene también
que desear que la comunidad política de los hombres se base en la libertad, la justicia y la
asistencia. La democracia moderna ha intentado a lo largo de los dos últimos siglos
establecer esas exigencias mínimas que debe cumplir la sociedad política: son los llamados
derechos humanos.

Epílogo

Savater considera que es más razonable preguntarnos “¿cómo vivir del mejor modo posible?”, que
es la pregunta fundamental de la ética, a preguntarnos “¿tiene sentido la vida?”, “¿merece la pena
vivir?”, “´¿hay vida después de la muerte?”

Le dice a su hijo que a lo largo de los capítulos ha intentado no responder a la pregunta


fundamental de la ética por varias razones:

1. Porque se siente incompetente para hacerlo, dice: “¿cómo voy yo a enseñar a vivir bien a
nadie si sólo acierto a vivir regular y gracias?”
2. Porque vivir no es una ciencia exacta como las matemáticas, sino un arte como la música.
De la música se pueden aprender ciertas reglas y se puede escuchar lo que han creado
grandes compositores, pero si no tienen oído, ni ritmo, ni voz, de poco va a servirte ello.
3. La buena vida no es algo general, fabricado en serie, sino que solo existe a la medida. Cada
cual debe ir inventándosela de acuerdo a su individualidad, única, irrepetible y frágil. En lo
de vivir bien, la sabiduría de los demás pueden ayudarnos pero no sustituirnos.

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