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1. Introducción.
La sentencia que convoca estas reflexiones ahonda en una temática poco tratada de manera
específica en la jurisprudencia y, a la vez, muy actual por cuanto la emisión de las
denominadas tarjetas de crédito corporativas es, por cierto, habitual en el ámbito
empresario.
De allí el interés de la cuestión acrecentado por un fallo dictado por mayoría –que rechazó
la demanda de cobro contra los usuarios no firmantes del contrato-, en el cual la propuesta
minoritaria sostuvo la posición contraria, propiciando hacer lugar al reclamo.
Adelantemos que, como suele suceder, las particulares circunstancias del caso –que no
necesariamente se repetirán en otros análogos- resultaron determinantes para la solución
finalmente adoptada, lo que equivale a decir que el valor del precedente deberá
considerarse con estricto apego a tales hechos.
3. Nuestra opinión.
Advertimos al comienzo sobre las particularidades de la causa y los límites que de ello
resultaban en cuanto al valor futuro del precedente.
En efecto, un hecho determinante para la decisión adoptada fue la ausencia total de
participación de los usuarios de las tarjetas corporativas en el contrato, celebrado
exclusivamente entre la entidad emisora y la sociedad comercial que requiriera las
emisiones.
Los demandados no firmaron aquel acuerdo –por lo que es correcto considerarlos terceros
con relación al mismo- y tampoco suscribieron, en paralelo, documento alguno que pudiera
invocarse como asidero de una asunción de obligaciones a título propio. La aplicación del
artículo 1195 CC es, a nuestro criterio, fundada y procedente.
No encontramos base jurídica que justifique oponer a los accionados –repitámoslo, terceros
en lo que hace al acuerdo firmado entre la entidad emisora de las tarjetas de crédito y la
sociedad comercial solicitante de las mismas- ninguna de las cláusulas contractuales.
Mal puede considerarse reconocido –en el caso, como consecuencia de la rebeldía
decretada- un documento acerca del cual no tenían obligación de pronunciarse. Es claro en
tal dirección el artículo 356 CPCCN ya mencionado, al imponer la carga procesal de
expedirse sobre la autenticidad de los documentos acompañados que se le atribuyeren y la
recepción de las cartas y telegramas a él dirigidos cuyas copias se acompañen. La actora
no pudo –legítimamente al menos- atribuir a los reclamados un contrato que no habían
suscripto por lo cual la presunción –que, recordemos, admite además prueba en contrario-
no tuvo efectos en punto al supuesto reconocimiento contractual.
Dado que el voto minoritario se sustenta únicamente en los efectos de la rebeldía, su
disenso pierde sustancia y, por el contrario, queda clara la razonabilidad del fallo.
Desde otro ángulo, el voto mayoritario adiciona un análisis complementario que también
compartimos. Si la actora hubiese alegado y probado un uso en beneficio propio de las
tarjetas por parte de los usuarios corporativos, la solución pudo haber sido distinta. En tal
supuesto –y sin perjuicio de un eventual encuadre en el abuso de derecho por parte de los
demandados- la existencia de un enriquecimiento sin causa habría sido un fuerte argumento
a favor del reclamo de cobro por parte de la emisora.
1
Recordemos que la jurisprudencia ha desestimado la responsabilidad solidaria de un
usuario de tarjeta adicional por gastos del titular cuando la misma no está expresada en
términos inequívocos en el acuerdo suscripto.2 3
Esta conclusión se sustenta en el texto expreso del artículo 7º de la LTC, en la naturaleza de
contrato de adhesión de este tipo de convenciones y, claro está, en las normas de defensa
del consumidor de rango constitucional, en línea con el principio rector de la buena fe y la
prohibición de abuso.
Con igual criterio es concordante la jurisprudencia en cuanto a que la emisión de una tarjeta
adicional puede definirse como una estipulación a favor de un tercero quien, inclusive
cuando suscribe el contrato, no es responsable por los consumos ni solidario con la deuda
del titular si no existiera un pacto concreto y válido.
Se ha considerado –también de modo uniforme- que la firma del adicional sólo implica una
exteriorización de su voluntad para aprovechar las ventajas que le han concedido el emisor
y el solicitante.
6. Colofón.
Los conflictos que se susciten en torno a la responsabilidad de los usuarios de tarjetas
corporativas deben resolverse con arreglo a las normas de la LTC, las de defensa del
consumidor y los principios generales del derecho, en particular la buena fe y la prohibición
de abuso.
La intervención de los referidos usuarios en la contratación habida entre la sociedad
solicitante de las tarjetas y la emisora de las mismas es una cuestión determinante a los
fines de establecer sus obligaciones. Del mismo modo será relevante si los consumos
realizados fueron efectuados en beneficio de la empresa requirente o del usuario.
Las circunstancias invocadas y comprobadas en cada litigio son pues esenciales para definir
el encuadre jurídico y la solución correspondiente, más allá del debate sobre la naturaleza y
fines de la contratación.
Entre muchos otros: CNCom Sala D, 8/3/2011, Cervetto de Suarez Cristina c/ Telefónica Data
Argentina SA s/ ordinario.
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CNCom Sala A, 2006/06/08, Banco Río de la Plata c. Najmanovich, Rubén y otro.
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Analizamos el fallo precedentemente citado en “La responsabilidad del usuario de tarjeta de crédito
adicional”, DJ 22/11/2006, 844 - LA LEY 19/02/2007, 6