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Responsabilidad de beneficiarios de tarjetas de crédito corporativas

por Alejandro Drucaroff Aguiar


LL diario del 1/12/2014, 7

1. Introducción.
La sentencia que convoca estas reflexiones ahonda en una temática poco tratada de manera
específica en la jurisprudencia y, a la vez, muy actual por cuanto la emisión de las
denominadas tarjetas de crédito corporativas es, por cierto, habitual en el ámbito
empresario.
De allí el interés de la cuestión acrecentado por un fallo dictado por mayoría –que rechazó
la demanda de cobro contra los usuarios no firmantes del contrato-, en el cual la propuesta
minoritaria sostuvo la posición contraria, propiciando hacer lugar al reclamo.
Adelantemos que, como suele suceder, las particulares circunstancias del caso –que no
necesariamente se repetirán en otros análogos- resultaron determinantes para la solución
finalmente adoptada, lo que equivale a decir que el valor del precedente deberá
considerarse con estricto apego a tales hechos.

2. El caso y el fallo de Alzada.


Una entidad emisora de tarjetas de crédito demandó a dos usuarios de tarjetas extendidas a
su nombre por pedido de una sociedad comercial de la cual eran empleados. El contrato
respectivo se celebró entre la entidad actora y la sociedad en cuestión sin intervención de
los demandados que no lo suscribieron.
Corrido que les fue el traslado de la demanda, los accionados no lo respondieron por lo que
se los declaró en rebeldía, con los efectos procesales respectivos (artículos 60, 356 inciso 1º
y normas concordantes del Código Procesal Civil y Comercial de la Nación –CPCCN-).
La sentencia de primer grado hizo lugar a la pretensión con fundamento en la presunción
iuris tantum de la norma citada, en orden al reconocimiento de los hechos referidos en la
demanda y de los documentos con ella agregados en calidad de prueba instrumental.
Apelada tal decisión por los accionados, el voto en primer término de la Dra. Villanueva,
que con la adhesión del Dr. Machin conformó la mayoría, propuso revocar la decisión
recurrida y rechazar la pretensión en base a los argumentos que resumimos a continuación:
* Destacó que la rebeldía, conforme a las normas supra citadas, constituye presunción de
verdad de los hechos lícitos afirmados por quien obtuvo la declaración. Ello no releva al
juez de aplicar el derecho pertinente aun cuando el mismo no hubiera sido invocado por
ninguna de las partes.
* Parte de los hechos admitidos, en lo esencial, la firma del contrato para la emisión de
tarjetas de crédito entre la entidad actora y la sociedad empleadora de los accionados y el
uso por estos últimos de las tarjetas emitidas a su nombre a pedido de dicha sociedad.
* Resalta que la demanda atribuyó responsabilidad a los reclamados en mérito a los
términos del contrato y sostiene que las condiciones de ese acuerdo son inoponibles a los
demandados dado que éstos no lo firmaron (con cita del artículo 1195 del Código Civil –
CC-).
* Ahonda en las características y fines del acuerdo en mérito al cual se emiten tarjetas de
crédito de empresas o corporativas, afirmando que dicho vínculo contractual escapa al
esquema de la tarjeta de crédito común. Ello por cuanto –afirma la votante- se trata de un
producto financiero mediante el cual una sociedad gestiona y controla los gastos realizados
por sus empleados o administradores en el desempeño de sus funciones, con lo cual se evita
el uso de dinero en efectivo y se mejoran los procesos contables. Agrega que esa finalidad
explica que quien contrata el servicio para sus empleados sea la sociedad, persona diversa
de la habilitada para el uso de la tarjeta. A la vez, por la misma causa quien se obliga al
pago de los consumos es también la sociedad pues, mediante las tarjetas emitidas, financia
gastos propios –de la sociedad y no de los usuarios-.
* Refiere que, en el contrato en cuestión, la sociedad se constituyó como obligada
principal ante la actora por los cargos de las tarjetas corporativas y que no se aportó
instrumento alguno que acreditase que los accionados hubieran asumido obligaciones al
respecto, repitiendo que éstos no suscribieron el contrato. Añade que si la entidad emisora
hubiera querido incluirlos como obligados debió haberlos incorporado en su texto donde,
incluso, existían casilleros en blanco que así lo permitían, fuere en calidad de otros socios
básicos o de solicitantes adicionales.
* Si bien el contrato mencionaba que quienes utilizaran las tarjetas asumirían la calidad de
socios del programa de la emisora, el voto hace notar que ello no fue suficiente para
imponer obligaciones a terceros que no suscribieron el acuerdo, pues lo contrario violaría la
inoponibilidad resultante del artículo 1195 CC citado.
* Concluye que no puede derivarse la asunción de obligaciones por los accionados del uso
de las tarjetas emitidas a su nombre pues, por la finalidad del contrato –antes expuesta- no
cabe presumir que se hubiesen obligado a título personal.
* Adicionalmente destaca que la accionante no alegó que los demandados hubieran
utilizado las tarjetas para fines propios.
A su turno, el Dr. Garibotto votó en disidencia, proponiendo confirmar el fallo inicial.
Sostuvo a tal fin:
* Que en mérito a la rebeldía de los reclamados debía presumirse la veracidad de los hechos
narrados por la actora y del contrato agregado por la misma.
* Que estaba demostrado el uso por los demandados de las tarjetas corporativas y que las
mismas –según el contrato- se facturaban individualmente, es decir, a nombre de cada
usuario por separado.
* Que el citado contrato estableció la responsabilidad solidaria de la sociedad y
mancomunada del socio frente a la emisora, entendiéndose por tal al usuario de la tarjeta
como participante del sistema corporativo.
* Aunque admite que los estados de cuenta fueron enviados al domicilio de la sociedad,
considera que ello se compadeció con una cláusula contractual que así lo preveía.

3. Nuestra opinión.
Advertimos al comienzo sobre las particularidades de la causa y los límites que de ello
resultaban en cuanto al valor futuro del precedente.
En efecto, un hecho determinante para la decisión adoptada fue la ausencia total de
participación de los usuarios de las tarjetas corporativas en el contrato, celebrado
exclusivamente entre la entidad emisora y la sociedad comercial que requiriera las
emisiones.
Los demandados no firmaron aquel acuerdo –por lo que es correcto considerarlos terceros
con relación al mismo- y tampoco suscribieron, en paralelo, documento alguno que pudiera
invocarse como asidero de una asunción de obligaciones a título propio. La aplicación del
artículo 1195 CC es, a nuestro criterio, fundada y procedente.
No encontramos base jurídica que justifique oponer a los accionados –repitámoslo, terceros
en lo que hace al acuerdo firmado entre la entidad emisora de las tarjetas de crédito y la
sociedad comercial solicitante de las mismas- ninguna de las cláusulas contractuales.
Mal puede considerarse reconocido –en el caso, como consecuencia de la rebeldía
decretada- un documento acerca del cual no tenían obligación de pronunciarse. Es claro en
tal dirección el artículo 356 CPCCN ya mencionado, al imponer la carga procesal de
expedirse sobre la autenticidad de los documentos acompañados que se le atribuyeren y la
recepción de las cartas y telegramas a él dirigidos cuyas copias se acompañen. La actora
no pudo –legítimamente al menos- atribuir a los reclamados un contrato que no habían
suscripto por lo cual la presunción –que, recordemos, admite además prueba en contrario-
no tuvo efectos en punto al supuesto reconocimiento contractual.
Dado que el voto minoritario se sustenta únicamente en los efectos de la rebeldía, su
disenso pierde sustancia y, por el contrario, queda clara la razonabilidad del fallo.
Desde otro ángulo, el voto mayoritario adiciona un análisis complementario que también
compartimos. Si la actora hubiese alegado y probado un uso en beneficio propio de las
tarjetas por parte de los usuarios corporativos, la solución pudo haber sido distinta. En tal
supuesto –y sin perjuicio de un eventual encuadre en el abuso de derecho por parte de los
demandados- la existencia de un enriquecimiento sin causa habría sido un fuerte argumento
a favor del reclamo de cobro por parte de la emisora.

4. Caracteres propios del contrato de tarjeta de crédito corporativa.


El título debiera plantearse, en rigor, como pregunta: existen tales caracteres propios?
El interrogante es pertinente no sólo porque la sentencia anotada se pronuncia por la
afirmativa (con interesante cita de Paolantonio) sino por la trascendencia que esos
caracteres podrían tener a los efectos de la dilucidación de conflictos similares al caso
analizado.
Ahora bien, en términos de realidad negocial, la finalidad contractual descripta en el voto
mayoritario puede o no plantearse. Es cierto que hay empresas que piden la emisión de
tarjetas corporativas para que sus usuarios realicen gastos empresarios como también lo es
que, en otros casos, el uso de dichas tarjetas atiende tanto a esos fines como a consumos
propios de los beneficiarios que los mismos pueden o no –según las condiciones acordadas
con su empleador- estar obligados a restituir a la sociedad.
En suma, los fines perseguidos por la empresa que requiere las tarjetas para su personal
deberán ser objeto de prueba como cualquier otro hecho y no parece razonable presumirlos
a priori.
Disentimos con la mayoría del fallo en cuanto a que la emisión de tarjetas corporativas
escape al marco normativo que rige a las tarjetas de crédito. Ello porque la Ley 25.065
(LTC) regula de modo expreso a los usuarios de tarjetas diferentes al titular, esto es, a
quienes las reciben por pedido del primero, lo que encuadra en el supuesto analizado.
Citamos:
* El artículo 2º define como titular adicional o beneficiario de extensiones a quien está
autorizado por el titular para realizar operaciones con Tarjeta de Crédito, a quien el
emisor le entrega un instrumento de idénticas características que al titular.
* El artículo 7º menciona al adherente o usuario autorizado que tenga responsabilidades
frente al emisor, lo cual sucedería en caso de haber suscripto el mismo un contrato que así
lo establezca, eso siempre que se cumpla con el requisito del inciso c), con arreglo al cual
las cláusulas que generen responsabilidad para el titular adherente estén redactadas
mediante el empleo de caracteres destacados o subrayados.
* El artículo 12 menciona la posibilidad de cancelación de extensiones a adherentes u otros
usuarios autorizados. En cuyo caso, la conclusión del contrato puede ser parcial respecto
de los mismos.
Hemos sostenido –y lo ratificamos- que aun cuando el legislador no mantuvo una
terminología única, las referencias a "titular adicional o beneficiario de extensiones",
"adicional", "usuario autorizado" y "adherente", remiten en todos los casos a la figura de
quien posée una tarjeta emitida a pedido del titular. Es claro que entre ellos debe contarse al
usuario de una tarjeta corporativa.

5. Supuestos de responsabilidad del usuario de tarjeta corporativa.


En el contexto descripto y procurando una visión práctica que atienda al modo de
resolución de estos litigios, creemos que la primera y determinante cuestión será definir, en
cada caso, si el usuario contrajo un vínculo convencional con la entidad emisora.
Concretamente, si no suscribió un contrato –u otro documento complementario- donde se
haya pactado expresamente determinado tipo de responsabilidad personal por su parte, el
acuerdo –cualquiera sea su texto- le será inoponible.
Si, por el contrario, hubiera sido parte de la convención asumiendo algún grado de
responsabilidad, de modo claro y acorde a las normas que rigen la cuestión, esa asunción
será en principio válida y deberá responder con tales alcances.
En caso de que el usuario de tarjeta corporativa no hubiera suscripto el contrato –ni
asumido responsabilidad mediante otro documento- pero se invocase y demostrase que
empleó la tarjeta –con o sin acuerdo de la sociedad que la requirió- para fines personales,
entendemos que le corresponderá asumir responsabilidad por dicho uso dado que el
beneficio obtenido sería a título propio y no encontramos razones para que se enriquezca,
de manera incausada, a expensas del emisor.
La situación, como lo subrayamos al mencionar la normativa de la LTC, presenta
importantes analogías con el caso del usuario de tarjeta de crédito adicional y, al igual que
aquél, remite antes que nada a los términos del contrato pues, el mero uso de la tarjeta no
convierte a su beneficiario en codeudor solidario del usuario titular, salvo pacto expreso.
Sin embargo resulta responsable respecto de los gastos efectuados a título personal, previa
constitución en mora.1

1
Recordemos que la jurisprudencia ha desestimado la responsabilidad solidaria de un
usuario de tarjeta adicional por gastos del titular cuando la misma no está expresada en
términos inequívocos en el acuerdo suscripto.2 3
Esta conclusión se sustenta en el texto expreso del artículo 7º de la LTC, en la naturaleza de
contrato de adhesión de este tipo de convenciones y, claro está, en las normas de defensa
del consumidor de rango constitucional, en línea con el principio rector de la buena fe y la
prohibición de abuso.
Con igual criterio es concordante la jurisprudencia en cuanto a que la emisión de una tarjeta
adicional puede definirse como una estipulación a favor de un tercero quien, inclusive
cuando suscribe el contrato, no es responsable por los consumos ni solidario con la deuda
del titular si no existiera un pacto concreto y válido.
Se ha considerado –también de modo uniforme- que la firma del adicional sólo implica una
exteriorización de su voluntad para aprovechar las ventajas que le han concedido el emisor
y el solicitante.

6. Colofón.
Los conflictos que se susciten en torno a la responsabilidad de los usuarios de tarjetas
corporativas deben resolverse con arreglo a las normas de la LTC, las de defensa del
consumidor y los principios generales del derecho, en particular la buena fe y la prohibición
de abuso.
La intervención de los referidos usuarios en la contratación habida entre la sociedad
solicitante de las tarjetas y la emisora de las mismas es una cuestión determinante a los
fines de establecer sus obligaciones. Del mismo modo será relevante si los consumos
realizados fueron efectuados en beneficio de la empresa requirente o del usuario.
Las circunstancias invocadas y comprobadas en cada litigio son pues esenciales para definir
el encuadre jurídico y la solución correspondiente, más allá del debate sobre la naturaleza y
fines de la contratación.

Entre muchos otros: CNCom Sala D, 8/3/2011, Cervetto de Suarez Cristina c/ Telefónica Data
Argentina SA s/ ordinario.
2
CNCom Sala A, 2006/06/08, Banco Río de la Plata c. Najmanovich, Rubén y otro.
3
Analizamos el fallo precedentemente citado en “La responsabilidad del usuario de tarjeta de crédito
adicional”, DJ 22/11/2006, 844 - LA LEY 19/02/2007, 6

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