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Un desesperado cierre de fronteras –


elsiglo2018

14-18 minutos

Las autoridades determinarán cuántos y bajo qué


calificaciones o requisitos se podrá inmigrar a Chile. Se
subordina el derecho a migrar.

Manuel Hidalgo Valdivia. Economista. Integrante de la Red


MIREDES. Las medidas administrativas inmediatas y el
proyecto de ley de Migración y Extranjería anunciadas por el
presidente Sebastián Piñera el pasado 9 de abril, no sólo
guardan coherencia entre sí, sino que configuran un cambio
radical de la normativa que regula el ingreso de personas
extranjeras y las condiciones bajo las cuales las y los
inmigrantes podrán convertirse en residentes, con deberes y
derechos propios de la ciudadanía de aquí en adelante.

En concreto, estas medidas administrativas -refrendadas a


posteriori por el proyecto de ley- cancelan definitivamente y
desde ahora la posibilidad de que un inmigrante ingrese como
turista y estando en Chile pueda postular y acceder a una
residencia temporal y luego de ella, a una residencia
definitiva. De ahora en más, quien desee inmigrar a Chile, ya
sea para trabajar, emprender o por otros motivos, deberá
postular a una residencia temporal con tales propósitos, en
un consulado de Chile en su país de origen.

No hay más visas sujetas a contrato ni visas temporales por


motivos laborales, a partir del 23 de abril de este año. Sólo se
otorgará residencia temporal estando en Chile, a los
extranjeros que obtengan postgrados en universidades
chilenas acreditadas y deseen emprender o trabajar en Chile.
Se le da el curioso nombre de “Visa Temporaria de
Orientación Nacional”, a esta creación normativa.

Con estas medidas se impone plena y unilateralmente lo que


estas autoridades llaman el “legítimo derecho del Estado y
sus ciudadanos (¿?) de normar la forma en que los
extranjeros ingresan y permanecen en nuestro país”[1].
Serán las autoridades las que determinen cuántos y bajo qué
calificaciones o requisitos, podrán inmigrar a Chile en el
futuro. Se subordina el derecho a migrar de las personas a
esta potestad.

Llama la atención que se aluda a los ciudadanos como parte


de quienes intervienen en establecer esta normativa, cuando
no sólo se pasó por alto las propuestas previamente
emanadas del Consejo Consultivo Nacional de Migraciones[2]
-CCNM- al respecto, sino que no se le informó -ni por el
Gobierno anterior ni por éste- de las propuestas legislativas
que sobre Migración y Extranjería se han tomado, en
septiembre de 2017 por el Gobierno precedente y este 9 de
abril por el gobierno actual[3].

Pero ahora se va más allá. En un acto de atropello a la


participación y representación ciudadana, mediante
Resolución Exenta de la Subsecretaría del Interior se ha
dejado sin efecto la Resolución que creó el CCNM so pretexto
de una futura convocatoria a un Consejo Consultivo de la
Subsecretaría del Interior, que abordará un abanico mayor de
materias, incluyendo sólo como una más la temática
migratoria. Se deja además de lado los compromisos que el
Estado de Chile ha asumido internacionalmente al respecto.

Párrafo aparte merece la creación de visas específicas para


frenar resueltamente los flujos migratorios provenientes de
Haití y Venezuela y que entraron en vigencia este 16 de abril.
La visa consular para turistas haitianos, no sólo los obliga a
solicitarla en Puerto Príncipe, sino que los discrimina
concediéndoles un máximo de tan solo 30 días de
permanencia en Chile. Mientras, en las fronteras se seguirán
otorgando hasta 90 días a los turistas provenientes de otras
nacionalidades de la misma América Latina y el Caribe. Sólo
existe el precedente de la visa consular para los nacionales
procedentes de República Dominicana. Que, como se sabe, ha
derivado en un notable incremento del tráfico de personas de
ese país hacia Chile por pasos no habilitados.

La visa de “Responsabilidad Democrática”, establecida en


favor de las personas procedentes de Venezuela, más allá de
que otorgará una residencia temporal por un año, prorrogable
por otro y con potencialidad de transformarse después en una
residencia definitiva, al tener que solicitarse y obtenerse en
los consulados de Chile en Venezuela le permitirá a las
autoridades del país receptor seleccionar cuantitativa y
cualitativamente la inmigración venezolana a la que se le
otorgará esta regularidad migratoria. Es decir, un filtro
revestido de solidaridad política con quienes huyen de la
crisis  de ese país hermano.

La contrapartida: un Proceso de Regularización


Extraordinaria de dudosos contornos

Simultáneamente a las medidas que “cierran las puertas” a la


inmigración, el Gobierno accedió a decretar un Proceso de
Regularización Extraordinaria que venía siendo demandado
por las organizaciones de migrantes desde hace 5 años, por
lo menos, y que había dado lugar a movilizaciones callejeras
en las ciudades de Chile y a iniciativas promovidas por ellas a
nivel parlamentario en los últimos cuatro años.

Desoyendo la advertencia de que la población migrante en


situación irregular superaba las 100 mil personas, el
Gobierno anterior contrapuso esa demanda con la promesa
de un proyecto de ley marco de Migraciones con enfoque de
derechos. Que jamás envió. Por lo que Rodrigo Sandoval, Jefe
del Departamento de Extranjería y Migraciones -DEM-
renunció tardíamente y en las vísperas de que se enviaría a
tramitación a fines de agosto 2017 un proyecto que no
cumplía con los parámetros consensuados por el DEM con las
organizaciones de migrantes y pro-migrantes.

El Proceso de Regularización Extraordinaria anunciado por el


Gobierno se decreta a partir de cifras y criterios que llaman la
atención. A través de una publicación[4] se da a conocer la
estimación actual del DEM de población extranjera al 31 de
diciembre de 2017: nada menos que 1.114.237 personas.
Sorprendente estimación si se tiene en cuenta que el 4 de
septiembre de 2017, el entonces ministro del Interior, Mario
Fernández, al presentar el proyecto de ley de migraciones del
gobierno anterior[5] mencionó una cifra con casi 600 mil
personas menos. Si la ahora presentada no es una estimación
basada en el censo de abril de 2017, ¿cuál es la base de la
estimación que ahora se difunde?

Y si esta estimación fuese certera, entonces mal puede


afirmarse como lo hacen las actuales autoridades de que la
población inmigrante en situación irregular sería de 300 mil
personas. Y sería más consistente reconocer que estamos
frente a una cifra de irregularidad migratoria que supera las
500 mil personas. Y si eso es así, ¿es realista dar un mes de
plazo para atender la presentación de solicitudes de las
personas en situación irregular que ingresaron por pasos no
habilitados y sólo tres meses para las demás personas en
situación de migración irregular? Debe recordarse que la
experiencia precedente de Proceso de Regularización
Extraordinaria en Chile[6] se extendió por 5 meses y atendió
solicitudes de tan sólo 50 mil migrantes en situación irregular.

¿Cómo es que se llegó a esta migración irregular de


magnitudes similares o mayores a los de la población
migrante regular? No es solamente por el dinamismo
inusitado e inesperado de la migración procedente de Haití y
Venezuela a partir de fines de 2015[7], que puede haber
sumado del orden de 300 mil migrantes de esas procedencias
entre 2016 y 2017. Es también porque a lo largo de la última
década se acumularon al menos otros 200 mil migrantes de
otros países latinoamericanos y caribeños sobre todo, que
enfrentados a una normativa que hacía costoso, precario y
hasta arbitrario el proceso para ingresar al país y /o acceder
a una visa de residencia regular, fueron quedando en la
irregularidad que limitaba gravosamente el ejercicio de sus
derechos humanos.

Otra alternativa para facilitar el proceso de una migración


regular fue demandada y desoída: aplicar sin discriminación
alguna el Acuerdo de Residencia de Mercosur a todos los
nacionales de los países que lo han suscrito y que lo respetan
para los chilenos que migran hacia ellos[8]. Esta normativa,
que sólo requiere del migrante para obtener su residencia
temporal el presentar su documento nacional de identidad, un
par de fotografías y un certificado de antecedentes del país
de origen, era pertinente y necesario que se extendiese a
todos los nacionales procedentes de países de América Latina
y el Caribe[9], para avanzar hacia cumplir el compromiso
adquirido por Chile en el Tratado Constitutivo de UNASUR, de
establecer la ciudadanía sudamericana. Y hacer caso de las
recomendaciones en el mismo sentido de la Conferencia
Suramericana de Migraciones de la que el estado de Chile
hace parte desde hace 17 años[10].

Sólo medidas paliativas fueron amagando en estos últimos 4


años la inmigración irregular. Una de ellas fue la creación
administrativa en 2015 de la visa temporal por motivos
laborales, que con una duración de un año, puso en carácter
de obsoleta la ominosa visa sujeta a contrato. Otra, el Plan
Nacional Migrante que habilitó a 15 gobernaciones del país
para la tramitación más ágil y descentralizada del proceso de
otorgación de visas y la Visa Temporaria para Niños, Niñas y
Adolescentes, que pretendía regularizar a 31.762 infantes y
jóvenes, abordados desde sus espacios educativos. Con la
limitante de que sus padres no pudieron regularizarse a partir
de sus menores hijos. Medidas éstas últimas que se aplicaron
en el segundo semestre de 2017.

Por último, en relación a este Proceso de Regularización


Extraordinaria, se ha hecho presente por las autoridades que
las visas que se otorgarán serán entregadas en el plazo de
hasta un año después de que sean entregados las solicitudes
y documentación de los postulantes. Queda implícito que en
numerosos casos, las autoridades exigirán documentación
suplementaria y que igualmente, bajo criterios no del todo
explicitados, se denegará la solicitud a quienes no cumplan
con estos criterios de la autoridad. Y en tales casos, serán
deportados o reconducidos a la frontera.

¿Y ahora hay plata para un Servicio Nacional de


Migraciones?

Finalmente, cabe destacar el anuncio de una nueva


institucionalidad para hacerse cargo de administrar la nueva
legalidad sobre Migraciones, como parte de la cual se creará
un Servicio Nacional de Migraciones. El mismo organismo que
se consensuó -con las organizaciones de migrantes y pro-
migrantes- establecer en el pre-proyecto de ley sobre esta
materia que impulsaría el Gobierno de Michelle Bachelet. Pero
que no fue parte del mismo ya que el ministro de Hacienda de
la época, Rodrigo Valdés, lo objetó porque implicaba
adicionar un ítem de gasto público permanente –locales,
dotación de personal, equipos- en un contexto de esfuerzo
por alcanzar menores niveles de déficit fiscal, como herencia
de esa administración.

En buenas cuentas, no había plata para gastar en atender


migrantes, cuando las demandas sociales tenían sobrepasado
al gobierno y el empresariado cuestionaba todo aumento del
gasto fiscal, alertando que la deuda pública ya llega al 25%
del PIB. Y no ha pasado ni un año de eso, se instala un
Gobierno del gusto de los empresarios e inversionistas y la
mentada objeción a crear este Servicio Nacional de
Migraciones desaparece. Sospechosa la situación, ¿no?

Quizás la explicación venga por el lado de que la labor


principal de esa institución por crearse, en este nuevo marco
normativo, será llevar el Registro de la población extranjera
residente, mantener el control del cumplimiento de las nuevas
normativas y hacer más expedito y ágil el proceso de
deportaciones y reconducción a las fronteras de los flujos de
migrantes que –como indica la experiencia internacional y
también chilena- se empecinarán en atravesar los muros
legales y administrativos que se están estableciendo para su
establecimiento en este rincón de América.

Por lo que puede claramente afirmarse que la Ley Piñera II de


Migraciones es una renovada y más profunda opción
gubernativa por una migración no precisamente segura,
ordenada y regular, sino todo lo contrario: insegura,
descontrolada e irregular.

Como lo recuerda la carta de la Conferencia de


organizaciones de la sociedad civil a la XVII Conferencia
Suramericana de Migraciones[11]:

“Cuando una puerta se cierra, las personas abrirán una


ventana. Si la ventana se cierra, las personas excavarán un
túnel. Sí hay una necesidad básica de sobrevivir, una
necesidad básica de protección, las personas se moverán, sin
importar los obstáculos que encuentren en su camino y estos
obstáculos solo harán sus viajes más dramáticos”.

[1] Discurso de presentación de la Reforma Migratoria,


Sebastián Piñera, 9 de abril

[2] Instancia legalmente constituida en mayo de 2016, con


10 representantes de organizaciones de migrantes y
refugiados, 4 representantes de ONGs vinculadas al tema
migratorio y 4 representantes de instituciones académicas
que trabajan en temas de movilidad humana.

[3] Véanse las actas de reunión del Consejo Consultivo en


http://www.extranjeria.gob.cl/destacados/2018/01
/24/consejo-consultivo-nacional-de-migraciones/ sobre todo
las de julio 2017 en adelante.

[4] “El Mercurio”, 10 de abril de 2018, páginas C4 y C5.


“Gobierno propone nueva política migratoria….”
[5] “Actualmente, en Chile vive poco más de medio millón de
inmigrantes, 518.941 personas para ser exactos, según la
estimación que el Ministerio de Hacienda ha tenido a la vista
para formular el informe financiero del presente proyecto de
ley, basado en datos de la última encuesta CASEN 2015 y el
Departamento de Extranjería y Migración del Ministerio del
Interior y Seguridad Pública. Es muy posible que esta cifra
sea mayor, cuando en abril del próximo año, según se me ha
informado en el Instituto Nacional de Estadísticas, estén
disponibles y desagregados, los datos sobre migrantes en
Chile obtenidos en el último Censo”.
http://www.interior.gob.cl/discursos-del-ministro/2017/09
/06/presentacion-proyecto-de-ley-sobre-migraciones-ante-
el-congreso-nacional/

[6]  Entre octubre de 2007 y febrero de 2008 se llevó a cabo


un Proceso de Regularización Extraordinaria, durante el
primer gobierno de Michelle Bachelet, que permitió acceder a
una visa de residencia temporal de 1 año a casi 50 mil
personas.

[7] “El Mercurio”, 23 de enero de 2018, página C9.  “Ingreso


de venezolanos y haitianos se duplicó en un año, con bajas
cifras de salida del país”.

[8] Que incluye además de Argentina, Brasil, Uruguay,


Paraguay y Bolivia, a Perú, Colombia y Ecuador, al menos.
Chile respeta actualmente este Acuerdo sólo a los nacionales
de los 5 primeros países citados. La Cámara de Diputados
acordó en 2015 una Resolución pidiendo esta medida al
gobierno precedente.

[9] De donde proceden casi el 80% de la inmigración actual a


Chile y sobre el 90% de la inmigración en condiciones de
mayor vulnerabilidad.

[10] Véase: http://csm-osumi.org/sites/default/files


/2_st_estudio_acuerdo_de_residencia.pdf;
[11]  http://csm-osumi.org/sites/default/files
/5_sociedad_civil_presentacion.pdf

Foto: Carlos Contreras

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