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El uranio que duerme en las alturas

En la meseta de Macusani, Puno, existen enormes reservas de uranio y ya se anuncia la posibilidad de que
contemos con la primera compañía que explote ese mineral. Domingo llegó hasta el lugar para conocer de
cerca cómo avanza esta exploración.
6 Abr 2013 | 23:30 h

Redacción: 
Redacción LR

Texto: Raúl Mendoza.


Fotografia: Miguel Mejía.

El ingeniero Yony Enríquez pasa un espectómetro por encima de una formación rocosa de tono amarillo
mostaza. El instrumento suena de inmediato. Por momentos emite un sonido como el de un silbato y por
otros como el de una radio cuando alguien trata de sintonizar una emisora. El terreno tiene presencia de
uranio a nivel superficial y el aparato marca un alto nivel de radiación. En el lugar incluso se puede ver
una línea de color marrón rojizo que avanza entre las piedras y se hunde en el subsuelo. “Eso puede ser
una veta”, dice Enríquez, casco blanco, lentes oscuros y bloqueador en el rostro para evitar otro tipo de
radiación: la solar.

El Sol brilla fuerte, pero sopla un viento helado y el frío se cuela a través de las manos y los pies. Estamos
a 4.300 metros de altura, en el área de Chilcuno Chico, meseta de Macusani, provincia de Carabaya,
Puno. En esta zona, rodeada por montañas que lucen caprichosas formaciones rocosas, la empresa Global
Gold –subsidiaria de la canadiense Macusani Yellowcake– realiza labores de exploración para verificar
cuánto uranio existe y a qué nivel se encuentra. Una cosa es segura: esta meseta puneña guarda las más
grandes reservas de uranio de todo el país.

Eso explica la presencia de uno de los campamentos de perforación de la empresa –tiene dos más– en la
inmensidad de la pampa altiplánica. Con taladros que funcionan con tubos de 3 metros de largo y que se
van acoplando, los obreros hacen pequeños hoyos en distintos lugares y extraen muestras del terreno a
distintas profundidades. La punta perforante llega a 200, 250 metros y trae pequeños ‘testigos’ del
terreno. Esas muestras son enviadas a un laboratorio para su análisis químico y con esos datos se verifica
la riqueza o no de la zona explorada. En el área de Chilcuno Chico, el uranio puede estar a 100 o 200
metros bajo el suelo.

-¿Estas muestras que acaban de extraer tienen alto nivel de radiación?– preguntamos, mientras
observamos varios ‘testigos’ en unos contenedores azules.

–No. Tienen niveles normales. Aquí indica niveles de 200, 300, que no son peligrosos– contesta el
ingeniero Enriquez con el espectómetro en la mano.

A pesar de ello todos los trabajadores que participan de la exploración tienen que llevar adheridos a sus
trajes unos aparatitos llamados ‘dosímetros’, que miden el nivel de radiación al que puede estar expuesto
cada trabajador. Cada fin de mes, los dosímetros se llevan a Lima para hacer la medición y les envían
nuevos. Por ahora los niveles encontrados no han sido altos.

El trabajo en estas zonas alejadas de Puno no es fácil: a esa altura hay poco oxígeno y en las noches las
temperaturas pueden descender a varios grados bajo cero. A lo lejos, incluso se pueden ver algunos
nevados.

Lo llamativo es que aquí el uranio está por todos lados: en las tierras de cultivo de las comunidades
cercanas, en los pastos que crecen en los cerros y hasta en el material arcilloso con que los pobladores
construyen sus casas. Se puede identificar por el tono amarillento que presenta. Se dice que hasta las
papas que cosechan los comuneros “salen con uranio” en toda la zona de Macusani. Desde siempre los
comuneros han convivido con él mineral. En su forma natural este material no es peligroso para la salud y
los niveles de radiación “son bajos”, según los especialistas del Instituto Peruanode Energía Nuclear.

La empresa canadiense Macusani Yellowcake, a través de Global Gold en el Perú, ha realizado


exploraciones en esta zona lejana desde el año 2007. No es la única empresa que hace estudios en el lugar
pero podría ser la primera minera que explote uranio en el Perú y la segunda en América Latina. Parecen
decididos a hacerlo: concluirán un estudio de factibilidad en junio próximo y presentarían su Estudio de
Impacto Ambiental (EIA) a mediados de 2014. Sus estudios señalan que en los terrenos dentro de su
concesión podría haber un volumen superior a las 30 mil toneladas, lo suficiente como para pasar a la
etapa de explotación.

Vivir con el uranio

Los pobladores de las comunidades pertenecientes al distrito de Macusani saben desde hace varias
décadas que donde viven hay uranio. En los años 80, expertos del IPEN llegaron hasta aquí para realizar
investigaciones y calcularon la existencia de unas 30 mil toneladas, con un horizonte a futuro de hasta
200 mil toneladas. En los años siguientes, algunos mineros informales se aventuraron a extraer el uranio,
pero la actividad no prosperó porque el mineral no tenía un destino preciso. Ahora, con las concesiones
dadas por el Estado y la presencia de las compañías que hacen exploración, esa situación ya no ocurre.

Son varias las comunidades que están dentro de la zona de influencia de las operaciones actuales. Martín
Yacsa, 43 años, vicepresidente de la comunidad de Isivilla, cuenta que ellos aprobaron firmar un acuerdo
con Global Gold con la condición de que las exploraciones no afecten los pastos y terrenos, y que se
remedie la superficie que haya sido removida. También han conseguido que la empresa se comprometa a
financiar parte de la construcción de un recinto ferial donde planean hacer festivales de camélidos,
artesanía, productos agrícolas y platos típicos. En el local municipal del pueblo puede verse la maqueta de
la futura construcción.

Corani, otra comunidad cercana, logró mediante un convenio con la misma empresa que se les construya
una carretera que los comunica con otros pueblos. En Tantamaco la población ha pedido ayuda
económica para hacer mejoras urbanas, y apoyo con médicos y medicinas. Les han cumplido el pedido.
Aquí encontramos hace unos días a Filomena Pacco con un saco de papas nativas, al lado de su chacra. Se
ríe cuando le preguntamos si los tubérculos tienen uranio. Produce para su consumo, como todos en el
pueblo. En general, todas las comunidades de esta zona se dedican al cultivo de papas, ocas, cebada, y a
la crianza de alpacas, llamas, ovejas y vacas.

La empresa Global Gold tiene convenios firmados con las tres comunidades mencionadas y está en
conversaciones con otras más, como la comunidad de Pacaje. “Queremos tener una relación sana con la
población, mantenerlos informados y realizar todas nuestras actividades con su anuencia”, explica José
Corzo, responsable de relaciones comunitarias. Las empresas que operan aquí buscan superar la
desconfianza que algunos poblados tienen con respecto a la actividad minera. Hay antecedentes: en 2008,
por ejemplo, las rondas campesinas de Carabaya se declararon en contra de la explotación de uranio por
considerarla peligrosa. Actualmente las concesiones abarcarían alrededor de 1.000 kilómetros cuadrados.

Las empresas apuntan a producir en unos años el óxido de uranio o “torta amarilla”, un producto inicial
que todavía no contiene altos niveles de radiación. “Es un concentrado de uranio con valor comercial que
en el caso del Perú se podrá exportar como se hace con otros concentrados minerales que producimos.
Ese material debe pasar todavía por procesos finos, de alta metalurgia, para convertirse en uranio 235, de
alto poder. Eso sólo lo hacen algunos países desarrollados”, explica el geólogo Jacinto Valencia, del
IPEN, quien ha realizado estudios en Macusani. Como dice el científico peruano Modesto
Montoya “existe un largo trecho tecnológico entre el uranio natural y el combustible propiamente
dicho”.

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