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Semiótica y antropología
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no surge de la naturaleza de las cosas, es un habla “elegida por la historia” y su
fundamento es histórico.
Entonces, debemos entender que el significante mito, vale para dos acepciones:
La primera: es ese término final del sistema lingüístico, que Barthes llama sentido
La segunda: en el plano del mito, es, como término inicial, reconocido solamente
como forma
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Conforme esta interpretación lo que sería el signo para la lengua, en el sistema del
mito, es la significación. Esto deriva en que el mito termina por designar y notificar,
hacer comprenderse e imponerse como tal. La función que cumple la forma, en el
significante del mito, es vaciarlo de sentido. Al empobrecerlo, lo aleja de toda
historia y si bien no le suprime sentido, lo (re) define. En el significado es,
entonces, donde se implanta una nueva historia, un nuevo saber. El fundamento
del concepto mítico es que se apropia de una determnada situación,
fundamentada en una nueva historia, de acuerdo con Ramírez.
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mitificada. En tanto, el grupo contrario utilizará todos sus errores para que nadie
se olvide de sus graves deficiencias: políticas, humanas, administrativas... Será
una lucha simbólica en el plano político, interesante de observar.
Normalmente, resulta mucho más fácil convertir en mito a una persona cuya
muerte ha sido por causa de la violencia. La muerte violenta transporta al fallecido
casi directamente al mundo de la mitología. Sin embargo, en el caso de Álvaro
Arzú, por varias razones, este hecho no resulta fácil hacerlo realidad. En primer
lugar, porque la muerte lo sorprendió jugando placenteramente golf y en horas
hábiles. En segundo lugar, porque el golf, a criterio de las mayorías, es un deporte
exclusivo de millonarios, quienes se pasean con holgazanería casi flotando sobre
alfombras naturales de pasto verde, bien cuidado, lo que les permite disfrutar de
amplios espacios al aire libre. Por último, porque el lugar en que jugaba este
personaje está rodeado de colonias donde reside muchísima gente pobre. Desde
cualquier perspectiva, esta imagen bucólica que selló su último hálito es algo de lo
cual no se podrá despojar jamás. Por eso se buscará impulsar una figura
idealizada, para proyectarlo como un mito “ennoblecido” de la derecha,
trastocando esos que fueron los últimos signos demasiados simbólicos, de una
vida privada muy cercana a lujos, homenajes y viajes honoríficos. Por eso, volver
la mirada a la ceremonia de su enterramiento es también para dejar la impresión
del estilo barroco que gustaba Arzú, enterrado en una urbe donde no residía,
aunque poseía una casa en la que solía pasar sus fines de semana (curiosamente
llamada Ciudad Colonial) y que quedado congelada en tiempo, como la ideología
del “ilustre” finado, quien fuera el heredero español que regresó a ser sepultado a
un enclave representativo de sus orígenes. Esta, por ejemplo, podría ser una
lectura semiótica.
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Un simbólico relato
Para confirmar esta hipótesis, evoco una idea de Joan Carles Mélich quien en su
libro Antropología simbólica y acción educativa, señala que un mito (como el de
Álvaro Arzú) puede ser convertido en un sistema dinámico de símbolos que es
posible transformarlo en relato, coincidente con Barthes quien dice que el mito es
un habla. De tal suerte que la historia del alcalde fallecido será contada con ese
sentido e interés por sus familiares y correligionarios.
Un relevante aspecto que puede convenir a sus más cercanos es aquel que
convierte en acto de heroicidad la forma como vivió sus últimos meses, pues
(según su punto de vista) Arzú se enfrentó a una agresión internacional, una
invasión extranjera, por lo que debió luchar denodadamente para sacar a la Cicig
del país. Dicho elemento tiene como referente histórico una parte de la letra del
himno nacional. Ese es un punto esencial del mito que intentarán levantar, como
habla que circulará profusamente entre los guatemaltecos. Arzú, el personaje
heroico que combatió a los comunistas hasta sus últimos días, por liberar al país
de cualquier intento de mancillar el orden establecido y los derechos de toda una
nación.
Otro de los elementos por los que Arzú será recordado es el hecho de ser
considerado como el político que terminó con una época de la guerra interna del
siglo XX, con un conflicto que desangró a la sociedad guatemalteca por casi
cuatro décadas. Ese elemento histórico, un poco edulcorado, puede ser capaz de
aglutinar, dar cohesión e ilusionar a sus seguidores, pero de seguro será un punto
fundante para generar un movimiento alrededor de su imagen; la imagen del
guerrero que firmó la paz, un batallador que nunca se dejó derrotar y que murió en
su ley… como las más importantes figuras mitológicas de siempre.
Por otro lado, el mismo Álvaro Arzú (en vida) buscó impulsar esa imagen heroica:
pues era atlético y muy cuidadoso de su cuerpo; sin la barriga de los viejos
políticos o generales avejentados, portador de tez muy blanca, pelo rubio y
bastante más alto que el promedio normal de los guatemaltecos. Relacionado con
lo anterior, vale recordar que hace no más de un año, circuló a nivel mundial una
fotografía de Vlaldimir Puttin, medio sumergido en un río o lago, caminándolo con
el torso desnudo, sosteniendo una ametralladora arriba de su cabeza,
Curiosamente, pocos meses después, Arzú hizo propagar en internet una
fotografía de similar factura, haciendo ejercicio en una escaladora mecánica,
vistiendo sólo con una pantaloneta y también con el torso desnudo. No portaba un
arma, pero con su descubierta y fortalecida anatomía estaba enviando un
mensaje. ¿Se comparaba o hacia un paralelismo con el lejano y poderoso líder
ruso? En semiología, a este tipo de signos se les confiere un sentido intertextual;
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una imagen evoca otra, un símbolo nos hace recordar otro más fuerte. Puede
darse verbal o, como en este caso, icónicamente a través de una foto de muy
parecida “pose” y de connotaciones simbólicas muy fuertes.
Vivir una existencia para la cual una persona está predestinada, es parte de una
concepción mítica de la vida. Por eso, Arzú bien puede ser convertido en ficción
mitificada a conveniencia de los grupos de poder conservadores, porque existe un
patrón narrativo que puede dar sentido a los discursos de este tipo; discursos que
ahora que se pueden constituir debido a la tensión antagonista de una ideología
política de corte socialista, la de las izquierdas con poca influencia en los medios
de información. A Arzú se le reconocerá como el personaje que logró fundar una
época (su propia época) y puede ser utilizado para enfrentar al “otro”, a los
distintos a él, a quienes tienen (o tenemos) un sentido opuesto a su peculiar forma
de vida. Arzú será representado como el político audaz, poseedor de esa ansiedad
de quienes desean denodadamente alcanzar el éxito personal, sin importar a
costa de qué sacrificios, negociaciones o pactos. El éxito como fin de vida.
Precisamente por eso, Arzú puede ser representado como un político célebre,
hasta ser reconocido como el más exitoso del siglo XX, aunque como funcionario
no salga del todo bien librado. Por ejemplo, el mérito que se le atribuye para lograr
la firma de los acuerdos de paz puede ser documentadamente cuestionado si se
toma en cuenta que este hecho no constituye más que el fin de un proceso que
tenía por lo menos diez años y en el que intervinieron preponderantes figuras del
tinglado político, antes de su época y gestiones. A este respecto, cabe resaltar, un
poco en su favor, lo que él mismo mencionaba muchas veces: que solo le
correspondía “timbrar la última tecla de la marimba” y era apenas un “rasguño de
la melodía de la paz”. Imagen churrigueresca que le encantaba compartir en
público, con aíres de humildad… pero que desmentía con sus constantes
actitudes prepotentes, con aires de superioridad étnica y de clase.
“En esa última batalla que Arzú asumió en forma personalísima, se unió a un
desprestigiado, débil y dubitativo representante de lo más granado de la
incapacidad: el presidente Jimmy Morales. En esa lucha, sus correligionarios
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encontrarán, ahora, la promesa de que es necesario luchar, hasta el fin, para
“liberar a Guatemala” de los intrusos extranjeros, que están manejados por la
izquierda internacional. Esa es otra “puesta en escena” que se promoverá para
convalidar el recuerdo de Álvaro Arzú y con plena seguridad será mantenida viva
por sus más cercanos colaboradores, durante las generaciones venideras hasta
que se extinga o se pierda con el paso de los tiempos y dicho grupo político
necesite de otro personaje, acorde a los momentos históricos que se vivan en
Guatemala.
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indudablemente, en ese eje o esquema sobre el cual su corriente ideológica puede
crear un discurso consistente, serio, formal. Es mucho más fácil ahora que ha
muerto,
Recordemos que sus máximos referentes hasta hace poco eran el Mico Sandoval
Alarcón, un despiadado y cruel asesino, promotor de escuadrones de la muerte o,
si se quiere -alguien más lejano- pero igualmente recalcitrante: el general Jorge
Ubico, constructor del Palacio Nacional, pero quien cercenó las libertades cívicas
durante su largo y férreo mandato gobernando el país como un dictador, propio de
la novela latinoamericana. Personaje nefasto que todavía inspira a ciertos sectores
políticos, a tal grado que Otto Pérez Molina convirtió ese edificio público, como su
emblema gubernamental… y Jimmy Morales lo usa, orgullosamente (y vive en la
Casa Presidencial).
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Los cristianos precisan de esos liderazgos religiosos, para seguir creyendo en algo
o en alguien. No importa si solo son endiosados porque saben hablar ante la radio
o actuar por la televisión. Y todavía mejor si ha muerto (como Arzú), cuanto más si
es representante del machismo. Además de que sea rubio, alto, atlético (hasta
bien parecido), porque así puede ser comparado como el nuevo Toanatiuh,
representante de la estirpe española que vino a Guatemala a “civilizar” a los
pueblos originarios.
Esta faceta del mito facilita una mejor comprensión de lo expuesto por Mélich,
cuando dice que es entonces cuando “los signos adquieren un valor simbólico”,
por cuanto estamos viviendo en una sociedad crédula, en una cultura en la que no
hay diferencia entre lo sagrado y lo profano, pues esto último se sacraliza. Lo
imaginario, a criterio de este autor, crea realidades. El mundo que habitamos es
ese que imaginamos, y hay que aceptarlo: vivimos hoy un mundo lleno de mitos
contemporáneos. Un mundo en el que queremos y necesitamos creer en algo, ya
que lo tecnológico permite descubrir un universo dominado por elementos
utilitarios, pero no ha logrado destruir los mitos.
Mélich señala que los mitos resurgen de esos lugares y momentos insospechados,
como este fallecimiento inesperado por causas naturales, de este descendiente
directo de aquellos ibéricos que vinieron a sojuzgar a la mayor parte del
exuberante continente y que lo (re) bautizaron imponiendo su lengua, su cultura;
con la fuerza hegemónica de la cruz (lo ideológico), la superioridad tecnológica de
la espada y los cañones (en lo militar) y la sangre indiana derramada (considerado
el mayor genocidio de la historia de la humanidad).
Corolario
Como reflexión final, se plantea que existe esa posibilidad: crear un nuevo mito
entre quienes viven un mundo que necesita una figura, una imagen fabricada
como la de Álvaro Arzú que fue cinco veces alcalde y en una ocasión presidente,
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quien en el final de sus días luchó para sacar a la Cicig de Guatemala… y de paso
puede servir muy bien para ideologizar una desesperada confrontación con las
izquierdas que se abren paso demarcando el mundo materializado que
padecemos, producto de este capitalismo salvaje y deshumanizante.
(*) Ramiro Mac Donald, semiólogo guatematleco, Académico Docente del Depto de
Ciencias de la Comunicación de la Faciltad de Humanidades de la Universidad Rafael
Landìvar de Guatemala. Se desempeña como atedrático de teórias de comunicación y
Semiótica de varias universidades en pre y posgrado. Autor del libro Las funciones de
Roman Jakobson en la Era Digital. Mac Donald fue periodista, ahora es analísta y
ensayista que publica en revistas electrónicas como Plaza Pública (donde vió la luz este
extendido ensayo semiótico en agosto de 2018) y en gAZeta. Durante más de 10 años
mantuvo una columna semanal en el Diario La Hora. Es fundador y presidente del
Círculo Guatemalteco de Estudios Semiótico –CGES- y es consultado constantemente
por noticiros radiofónicos, televisados y diarios impresos para escuchar su opinión sobre
la coyuntura polìtica de Guatemala, desde su conocimiento de los simbolos y los temas
relacionados con la semiótica social.
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