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LA FE COMO DON DE DIOS

OBETIVO: Contemplar el don de la fe, descubriéndola como un regalo que


Dios nos da para que respondamos, haciéndola crecer en nuestra familia,
CIC: 1327 La
vida cristiana y relación con él. Eucaristía es
el compendio
LEMA: Creo señor, pero aumenta mi fe (Mc 9, 24). y la suma de
nuestra fe.
UNA PEQUEÑA HISTORIA

El día en que Juanito cumplía sus 4 años de edad su padre entro en la casa, después de un largo
viaje de trabajo, había regresado a tiempo para el cumpleaños de su hijo, cuando el niño lo vio,
salió corriendo abrazarlo, su padre dejo a un lado su regalo y lo abrazo también, luego le entrego
una gran caja de regalo.
El niño al ver el enorme regalo se llenó de emoción; solo faltaba abrir el regalo de papa. Pero,
que podría contener la caja o mejor aún, que otro regalo podría recibir Juanito, un niño que lo
tenía todo; le habían regalo un carrito de control remoto, un juego de video, muñecos de acción,
balones para jugar, que mejor regalo podría recibir.
Su papa le había prometido traer de su viaje un regalo único y excepcional, algo que podría
compartir con él y que le traería muchos momentos felices. Así le había anunciado su padre, por
eso después de detenerse un momento para contemplar emocionado su regalo, lo abrió de
prisa, en el fondo de la caja, encontró un pequeño paquete que contenía una piedrita. Bueno
así le pareció al pequeño, su padre le dijo al instante: es una semilla para que la plantemos
juntos; un árbol en el jardín de la casa, es un árbol grande y frondoso originario de un país
remoto, pero me aseguraron que con los cuidados convenientes la semilla podría llegar a
convertirse en ese árbol de follaje perene con hojas medicinales y dulces frutos, juntos, la
sembraremos y la cuidaremos para que crezca.
40 años después juan estaba sentado a la sombra de aquel árbol que había plantado con su
padre, sentado a su sombra, comía uno de sus frutos, era el mismo que tantas veces había
regado y cuidado junto con su padre, el árbol que habían visto crecer juntos y que ahora además
le traían tantos buenos recuerdos y pensaba: ¿qué le regalare a mi hijo pequeño de cuatro años?
entonces cayo en la cuenta, y se dijo así mismo ¿le regalare lo mismo que me dio mi padre, una
semilla.

Para comentar en grupo:

¿Porque crees que el padre de juan le regalo una semilla de ese árbol?

¿Recuerdas cuál es el mejor regalo que te han hecho y cuál es el que tú has dado?

¿Cuál crees que es el regalo que Dios nos dio en el bautismo?

La fe es un don un regalo que debemos acrecentar para que de abundante fruto, así como una
semilla necesita ser sembrada en la tierra, tener los cuidados adecuados y constantes, así
también sucede con la semilla de la fe que Dios nos regaló el día de nuestro bautismo, la cual
debemos hacer germinar y crecer, para que de mucho fruto, haciendo que el don de la fe,
sembrado en nosotros se convierta en un árbol frondoso y manifieste la presencia del reino de
Dios, a lo largo de nuestra vida.
¿QUE ES LA FE?
- La fe es un don sobrenatural de Dios. Para creer, el hombre necesita los auxilios interiores del
Espíritu Santo. CIC 179

-La fe es necesaria para la salvación. El Señor mismo lo afirma: "El que crea y sea bautizado, se
salvará; el que no crea, se condenará" (Mc 16,16). CIC 183.

- La fe es aferrarse a lo que se espera, es la certeza (verdad) de cosas que no se pueden ver. (Hb
11, 1).BLA95.

- "La fe es un don precioso de Dios, el cual abre nuestra mente para que lo podamos conocer y
amar, Él quiere relacionarse con nosotros para hacernos partícipes de su misma vida y hacer que
la nuestra esté más llena de significado, que sea más buena, más bella. Es un don que no se
reserva sólo a unos pocos, sino que se ofrece a todos generosamente. Y es un don que no se
puede conservar para uno mismo, sino que debe ser compartido. Si queremos guardarlo sólo
para nosotros mismos, nos convertiremos en cristianos aislados, estériles y enfermos. El anuncio
del Evangelio es parte del ser discípulos de Cristo y es un compromiso constante que anima toda
la vida de la Iglesia". (Mensaje del Papa Francisco para la Jornada Misionera Mundial, año
2013)

A.- LA FE EN EL SERVICIO
-La palabra servicio tiene su origen en el término latino: servitĭum.

- En palabras recientes del Papa Francisco servir significa: dar cabida a la otra persona, tratarla
con cuidado; significa agacharse hasta quien tiene necesidad y tenderle la mano, sin cálculos,
sin miedo, con ternura y comprensión, así como Jesús se inclinó para lavar los pies de los
apóstoles.

- La virgen María, la esclava del Señor, la ‘sierva’ por excelencia, la Mujer que se pone al servicio
de la Iglesia naciente… En Caná de Galilea, en el contexto de una boda, María es claro ejemplo
de las actitudes que debe tener el siervo, estando pendiente de las necesidades de los demás, y
sin perder el horizonte de la obediencia a Quien está por encima de Ella, nos invita
continuamente a seguir sus indicaciones: “Haced lo que Él os diga”. ‘Haced lo que él os diga’ es
la palabra que Ella dirige a la Iglesia y nos dirige hoy a cada una de nosotras: Haced lo que él os
diga, dejaos orientar por el en el desempeño de vuestra misión, seguid sus indicaciones a través
de la mediación del Espíritu, acoged el proyecto que tiene para cada una de nosotros; llenad las
tinajas de agua para que El la convierta en vino.

1.- LOS 2 SANTOS PERUANOS QUE CONQUISTARON CON SU FE Y SERVICIO

A.- Santa Rosa de Lima:

Y pasaba, de los rezos a la práctica vivencial de demostrar la fe en Cristo, hacía servicios en la


iglesia de los dominicos, y entre otras cosas, se dedicaba a cuidar enfermos y a atender a los
menesterosos (pobres).
B.- San Martín de Porres:

Era tan firme la fe de fray Martín, que suspiraba pidiendo a Dios la gracia de morir por
defenderla. por su parte empleaba el tiempo que le quedaba libre, en enseñar la doctrina
cristiana a los indios y negros en lima; visitaba lugares cercanos donde enseñaba a los humildes
trabajadores y esclavos, consolándolos en sus trabajos y enfermedades, e inspirándolos amor a
la cruz.

C.- Melchora Saravia Tasayco

Que dedicó su vida entera al cuidado de los pobres y enfermos del pueblo.

Esa fe en la presencia real de Jesucristo en la hostia consagrada y esa fe en el santo sacrificio de


la misa la lleva a entregarse con toda su alma a la contemplación de esos misterios y a
sacrificarse por amor a Jesús; de ahí su acendrado afecto a la Santa misa, su ardiente amor a la
Sagrada comunión, su desvelo por la limpieza y ornato del templo, su respeto y veneración al
sacerdote.

2.- LA FE SIN LA CARIDAD ESTÁ MUERTA

Tenemos una buena oportunidad para intensificar el testimonio del amor al prójimo. El apóstol
Santiago dice: Hermanos míos, ¿de qué le sirve a uno decir que tiene fe si no tiene obras? ¿Podrá
salvarlo la fe? Supongan que un hermano o hermana andan medio desnudos, o sin el alimento
necesario, y uno de ustedes le dice: vayan en paz, abríguense y coman todo lo que quieran; pero
no les da lo que sus cuerpos necesitan, ¿de qué sirve? Lo mismo pasa con la fe que no va
acompañada de obras, está muerta del todo. Uno dirá: tú tienes fe, yo tengo obras: muéstrame
tu fe sin obras, y yo te mostraré por las obras mi fe. (Santiago 2,14-18).

La caridad necesita de la fe para reconocer a Cristo, que «se hace ver», en el rostro de los
excluidos, los marginados y las víctimas de la injusticia, y a quien socorremos cada vez que en
ellos se hace nuestro prójimo.

Muchos cristianos dedican sus vidas con amor a quien está solo, marginado o excluido, como el
primero a quien hay que atender y el más importante que socorrer, porque precisamente en él
se refleja el rostro mismo de Cristo. Gracias a la fe podemos reconocer en quienes piden nuestro
amor el rostro del Señor resucitado. "Cada vez que lo hicieron con uno de estos, mis hermanos
más pequeños, lo hiciste conmigo" (Mt 25,40): estas palabras suyas son una advertencia que no
se debe olvidar, y una invitación permanente a devolver ese amor con el que él cuida de
nosotros. Es la fe la que nos permite reconocer a Cristo, y es su mismo amor el que impulsa a
socorrerlo cada vez que se hace nuestro prójimo en el camino de la vida.
B.- LA FE EN LA FAMILIA
Cada familia cristiana es una “comunidad de vida y de amor” que recibe la misión “de custodiar,
revelar y comunicar el amor, como reflejo vivo y participación real del amor de Dios por la
humanidad y del amor de Cristo Señor por la Iglesia su esposa” (Juan Pablo II, Exhort. apostólica
“Familiaris Consortio” n. 17). Es una comunidad que busca vivir según el Evangelio, que vibra
con la Iglesia, que reza, que ama.

En virtud de su dignidad y misión, los padres cristianos tienen el deber específico de educar a
sus hijos en la plegaria (acto de orar), de introducirlos progresivamente al descubrimiento del
misterio de Dios y del coloquio personal con Él: «Sobre todo en la familia cristiana, enriquecida
con la gracia y los deberes del sacramento del matrimonio, importa que los hijos aprendan desde
los primeros años a conocer y a adorar a Dios y a amar al prójimo según la fe recibida en el
bautismo» (Juan Pablo II, Exhort. apostólica “Familiaris Consortio” N.60).

1. LA ORACIÓN EN FAMILIA

La hora de comer permite un momento de gratitud y de unión en la familia. ¡Qué hermoso es


ver que todos, junto a la mesa, rezan! Algunos hogares recitan el Padrenuestro; en otros, los
padres y los hijos se turnan para dirigir una oración espontánea antes de tomar los alimentos.

Si el sacramento de la Eucaristía es el centro de la vida cristiana, también debe serlo en el hogar.


La familia necesita descubrir la belleza del domingo, la maravilla de la Misa, la importancia de la
escucha de la Palabra, la participación consciente y activa en los ritos.

En algunos hogares existe un cuartito en el que se encuentra una especie de “altar de la familia”,
donde todos se reúnen algún momento del día para rezar juntos, o donde cada uno puede
dedicar un rato durante el día para meditar el Evangelio y dialogar de modo personal con Cristo.
La tradición es hermosa, pues así es posible tener un lugar concreto donde todo ayuda a pensar
en el Dios que tanto nos ama.

Todas las familias, tienen necesidad de Dios: todas, ¡todas! Necesidad de su ayuda, de su fuerza,
de su bendición, de su misericordia, de su perdón. Y se requiere sencillez. ¡Para rezar en familia
se requiere sencillez! Rezar juntos el “Padre nuestro”, alrededor de la mesa, no es una cosa
extraordinaria: es fácil. Y rezar juntos el Rosario, en familia, es muy bello, da mucha fuerza. Y
también rezar el uno por el otro: el marido por la mujer, la mujer por el marido, ambos por los
hijos, los hijos por los padres, por los abuelos… Rezar el uno por el otro. Esto es orar en familia,
y esto hace fuerte a la familia: la oración.

2. APRENDER LA FE EN FAMILIA

La lectura y el estudio de la Biblia, especialmente de los Evangelios, resultan un momento


esencial para conocer la propia fe. Para ello, hace falta recibir una buena introducción, sea a
través de cursos en la parroquia, sea a través de la lectura de libros de autores católicos fieles al
Papa y a los obispos.

Sabemos que la fe cristiana no se limita a oraciones, a catecismo, a ir a misa, a cumplir. Creer en


Cristo es todo un modo de pensar y de vivir. O, para ser más precisos, es un modo de amar.
3. VIVIR EL EVANGELIO EN FAMILIA

Vivir el Evangelio implica crear un clima en el hogar en el que se lleva a la práctica el principal
mandamiento: la caridad. El amor debe ser el criterio para todo y para todos.

Un cristiano necesita ver a todos “con los ojos de Cristo” (cf. Benedicto XVI, encíclica “Deus
caritas est” n. 18). Porque lo que se hace al hermano más pequeño es hecho al mismo Cristo
(cf. Mt 25,40). Porque todos estamos invitados a ofrecer y a recibir cariño. Porque no hay amor
más grande que el de dar la vida los unos por los otros (cf. 1Jn 3,16).

 En el V Encuentro Mundial de las Familias que tuvo lugar en Valencia (España), el Papa
Benedicto XVI recordaba que “transmitir la fe a los hijos, con la ayuda de otras personas
e instituciones como la parroquia, la escuela o las asociaciones católicas, es una
responsabilidad que los padres no pueden olvidar, descuidar o delegar totalmente”
(Benedicto XVI, 8 de julio de 2006).

C.- LA FE EN EL GRUPO DE ORACIÓN


1.- FE EXPECTANTE (atenta, vigilante)

El grupo de oración en la Renovación Carismática se caracteriza por la fe expectante, es decir,


una fe que espera firmemente que Dios realizará lo que ha prometido. Con frecuencia muchos
"creyentes" no esperan ver realizadas las cosas que dicen creer. Su esencia, experiencia y
características ha sido definida por la Iglesia como un don del Espíritu para nuestro momento
histórico, considerando un carisma de actualización de la gracia de Pentecostés.

Todo Grupo de Oración es una comunidad de hermanos en la fe, con un número variable de
integrantes, y que está dirigida por un Equipo de Servidores, quienes, con la guía del Espíritu
Santo, tienen la responsabilidad de escuchar al Señor y conducir la asamblea de acuerdo a Su
voluntad.

2.- ORAR CON FE

Mt. 21,22: “Todo lo que pidan con fe en la oración lo obtendrán”

La pregunta es si oramos con un corazón lleno de confianza, o puramente oramos por cumplir o
incluso por costumbre. La falta de fe es un gran escollo (Roca poco visible en la superficie del
agua y que constituye un grave peligro para la navegación).

Jesús no hizo milagros en Nazaret, su ciudad natal, por su falta de fe» (Mt 13,58). La fe debe ser
la virtud dominante en el actuar de la persona. Debemos orar con una fe rebosante. (Del libro
oren alzando unas manos libres de Cyril John.)

3.- TENER FE DEL TAMAÑO DE UN GRANO DE MOSTAZA

Debemos tener una fe intensa apasionada y libre de ataduras. Aún no se ha obtenido aquello
por lo que se ora, pero hay que orar creyendo que ya se ha recibido. Todo cuanto pidan en la
oración crean que ya se lo han recibido y lo obtendrán Mc 11, 24. (Del libro oren alzando unas
manos libres de Cyril John.)
ORACIÓN DE ABANDONO

Padre, en tus manos me pongo,

haz de mi lo que quieras.

Por todo lo que hagas de mí, te doy gracias.

Estoy dispuesto a todo,

lo acepto todo,

con tal de que Tu voluntad se haga en mí

y en todas tus criaturas.

No deseo nada más, Dios mío.

Pongo mi alma entre Tus manos, te la doy, Dios mío,

con todo el ardor de mi corazón porque te amo,

y es para mí necesidad de amor el darme,

el entregarme entre tus manos sin medida,

con infinita confianza,

porque Tu eres mi Padre.

AMÉN.

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