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CAPITULO 1

EL IMPACTO DE LA CONSTRUCCIÓN SOCIAL

En el mundo de las ideas se está produciendo una gran


transformación. En todas partes se cuestionan las tradiciones.
Los criterios absolutos y universales acerca de la verdad, la ob-
jetividad, la lógica, el progreso y la moral resultan cada vez
menos claros. La fe se pone a prueba por doquier. Las dudas
llaman a la puerta una y otra vez. Sin embargo, fruto de esta
agitada situación emerge un nuevo diálogo, surgen nuevas vo-
ces que hablan de esperanza y de futuro para los seres huma-
nos. Este diálogo traspasa continentes y culturas, y va acom-
pañado de novedosas prácticas profesionales de aplicación en
las organizaciones, la enseñanza, la terapia, la investigación
- vial, el asesoramiento psicológico, la resolución de conflic-
tos, el desarrollo comunitario y otros ámbitos.

A esta revolución teórica y práctica se la ha llamado de mu-


chas formas. Posfundacionalismo, posempirismo, posilustra-
ción y posmodernismo son algunos de los términos utilizados
para referirse a ella. No obstante, ligado a todos ellos encon-
tramos el concepto de construcción social, es decir, la creación
de significados mediante el trabajo colaborativo. La construc-
ción social no es atribuible a un único individuo ni a un gru-
po, y tampoco es singular ni unificada, sino que responde a
una creación compartida socialmente. En este contexto no se
teme a las tensiones ni a la falta de certeza, porque establecer
una verdad absoluta, una lógica fundamental, un código es-
10 REFLEXIONES SOBRE LA CONSTRUCCIÓN SOCIAL

tricto de valores o una serie cerrada de prácticas sería contrario


al pleno desarrollo de las ideas propuesto por los construccio-
nistas sociales.

El autor y la autora de este libro hemos dedicado la mayor


parte de nuestra carrera profesional al diálogo construccionis-
ta. Nuestro propósito aquí es ofrecer a estudiantes, profesores
y profesionales de todos los ámbitos —así como a cualquier
persona que sencillamente sienta curiosidad por el tema— una
exposición que facilite comprender y apreciar lo esencial de
estas emocionantes y poderosas ideas. En los dos primeros ca-
pítulos expondremos algunos de los desarrollos teóricos más
importantes. Abordaremos, después, el impacto de estos con-
ceptos en la forma de vivir y trabajar de todos nosotros. Conti-
nuaremos con una revisión de las ideas construccionistas apli-
cadas, en las organizaciones, la psicoterapia, la educación, la
resolución de conflictos, la investigación social y la vida coti-
diana. Y, finalmente, recogeremos las críticas más frecuentes al
construccionismo.l

La idea básica: nosotros construimos el mundo

El construccionismo social se basa en una idea principal,


sencilla y clara. Sin embargo, a medida que vamos deshacien-
do el ovillo de lo que ésta entraña y del alcance de sus conse-

1. Los términos constructivismo y construccionismo a menudo se utili-


zan indistintamente. El constructivismo sitúa el lugar donde se origina la
construcción del mundo en la mente o interior del individuo. Aunque hay
ciertos puntos en común entre este movimiento y el construccionismo so-
cial, en el presente trabajo nosotros usaremos exclusivamente este último
término para subrayar la importancia central que se da al papel no de los
individuos, sino de las relaciones en la construcción del mundo.
EL IMPACTO DE LA CONSTRUCCIÓN SOCIAL 11

cuencias, se esfuma rápidamente esta simplicidad. La idea bá-


sica representa reconsiderar prácticamente todo lo que pensa-
mos acerca del mundo y de nosotros mismos. Y con esta refle-
xión nos abrimos a nuevas e interesantes formas de actuar.

Para poder apreciar las posibilidades de esta idea, fijémo-


nos en el mundo de los conocimientos basados en el senti-
do común. ¿Qué podría ser más obvio que el hecho de que a
nuestro alrededor existe un mundo que podemos observar y
comprender? Hay árboles, edificios, automóviles, mujeres, hom-
bres, perros, gatos... Si nos esforzamos lo suficiente, podemos
aprender cómo salvar los bosques, construir edificios sólidos y
mejorar la salud de los niños. Consideremos ahora la veracidad
de estas suposiciones que asumimos como ciertas.

¿Qué pasaría si dijéramos que no hay árboles, ni edificios,


ni mujeres, ni hombres, etc., hasta que nos pusiéramos de
acuerdo en que sí los hay? Puede que respondiéramos: «Ab-
surdo. Basta con mirar alrededor; todo eso ya existía antes de
nosotros». La respuesta parece razonable, pero fijémonos aho-
ra en la pequeña Julie, una niña de 1 año, durante un paseo.
Su mirada recorre árboles, edificios y coches sin prestar aten-
ción a las diferencias; no parece que distinga entre hombres y
mujeres. William James dijo una vez que el mundo infantil es
«una confusa mezcla de sonidos y movimientos». Podemos es-
tar de acuerdo con él o no, pero probablemente coincidiremos
en que el mundo de Julie no parece ser igual que el de los adul-
tos. A diferencia de ella, nosotros notamos que las hojas verdes
de los árboles adquieren una tonalidad dorada en otoño, que
la casa que vemos a nuestra izquierda es de estilo Victoriano,
que el coche que circula por la calle es un BMW, y que la mu-
jer que está de pie en la puerta es en realidad un travestido. Lo
que ven nuestros ojos puede que sea lo mismo que ven los
de Julie, pero lo que significa para nosotros y para ella es bien
distinto. Los adultos construimos el mundo de una forma di-
EL IMPACTO DE LA CONSTRUCCIÓN SOCIAL 13

La idea fundamental de la construcción social parece


bastante sencilla, pero es a la vez profunda: todo lo que
consideramos real ha sido construido socialmente. O lo
que es más radical, nada es real hasta que la gente se
pone de acuerdo en que lo es.

férente. El origen de esta diferencia se halla en las relaciones


sociales. A partir de ellas, el mundo se ha convertido en lo
que es.

Quizás una voz escéptica en tu interior dirá: «Eso significa-


ría que la muerte no es real», ni «el cuerpo», ni «el sol», ni «esta
silla»...etc.; la lista sería interminable. Es necesario aclarar este
punto. Los construccionistas sociales no dicen: «No existe nada»
o «No hay realidad». No se trata de eso, sino de destacar la im-
portancia de que siempre que alguien define qué es la «reali-
dad», está invariablemente hablando desde la perspectiva de
una tradición cultural. Describir una experiencia requiere re-
presentarla desde un punto de vista concreto, en un idioma
determinado o utilizando algún tipo de lenguaje visual u oral
específico.

Si, por ejemplo, decimos: «Su padre ha muerto», normal-


mente estamos hablando desde un punto de vista biológico.
Construimos el suceso como la terminación del funcionamien-
to del cuerpo. (Aun así, distintos especialistas en medicina po-
drían no coincidir en la definición de muerte; es posible que
un cirujano que realiza trasplantes sostenga una opinión dife-
rente a la de un médico de familia.) Desde otras tradiciones
culturales también se podría expresar como: «Se ha ido al cie-
lo», «Vivirá para siempre en nuestros corazones», «Éste es el
principio de un nuevo ciclo de reencarnación», «Se ha liberado
de su carga», «Sobrevivirá en el legado de sus buenas obras»,
«Sigue vivo a través de sus tres hijos» o «La composición atómica
16 REFLEXIONES SOBRE LA CONSTRUCCIÓN SOCIAL

Envejecimiento positivo: estudio de un caso

Generalmente consideramos el envejecimiento como un


período de decadencia. Tal como se entiende la vida habi-
tualmente, la infancia es una etapa de desarrollo, en la edad
adulta alcanzamos la madurez y en la vejez vamos cuesta
abajo. Vivimos los años adultos atenazados por el miedo a
envejecer; buscamos frenéticamente formas de «permanecer
joven», o por lo menos de «parecerlo». Lo viejo es malo. Y
muchos piensan que con la vejez se produce también un de-
clive en las posibilidades de realización personal. «Estoy en-
vejeciendo, y por ello tengo que recortar las actividades, el
ejercicio físico y los intereses.» Como resultado, el cuerpo y
el entusiasmo por la vida declinan.

Pero si el envejecimiento es una construcción social, ¿por


qué seguimos considerándolo algo negativo? ¿Es que existen
formas de entenderlo como un proceso positivo, como un
período de crecimiento, enriquecimiento y evolución? A no-
sotros esta posibilidad nos pareció un reto, y por eso crea-
mos un boletín llamado Envejecimiento Positivo. En él in-
cluimos material diverso, obtenido a partir de investigaciones
científicas y otras fuentes, que enfatiza el potencial positivo
del envejecimiento. Parece que ha gustado a lectores de todo
el mundo. Uno de ellos dijo: «Este boletín mantiene alta mi
esperanza de que podré seguir teniendo una vida plena du-
rante mucho tiempo».

Hemos aprendido mucho en el curso de los talleres que


hemos llevado a cabo con personas interesadas en el enveje-
cimiento positivo. En ellos estimulamos a los grupos a que
desarrollen reconstrucciones positivas de eventos tan temi-
dos como la decadencia física, una enfermedad crónica, la
pérdida del atractivo físico y la pérdida de los seres amados.
En general, los grupos han sido maravillosamente creativos.
Por ejemplo, nos han demostrado que la enfermedad crónica
18 REFLEXIONES SOBRE LA CONSTRUCCIÓN SOCIAL

De los juegos lingüísticos a los mundos posibles

La idea básica de la construcción social es sencilla y a la


vez todo un reto. A medida que vayamos explorando el am-
plio alcance de las ideas construccionistas, se irán perfilando
sus múltiples facetas. Empezaremos por centrarnos en el len-
guaje, aunque, como veremos, nuestra exposición se ampliará
rápidamente hasta abarcar todas las formas vitales de cultura.

El lenguaje: de la imagen a la práctica

En términos de conocimiento, el lenguaje se ha venido tra-


tando desde hace mucho como una imagen. Cuando los cien-
tíficos nos hablan del mundo, lo que esperamos es que sus pa-
labras sean un retrato exacto de sus observaciones. De igual
modo, nuestra expectativa es que los relatos de las noticias
sean una fiel representación de los sucesos ocurridos. Aunque
esto pueda parecer obvio, vamos a reconsiderarlo. Fijémonos,
por ejemplo, en el simple proceso de poner nombre a una per-
sona. Imaginemos a Frank, Sally, Ben y Shawn. Ellos acaban
de llegar a este mundo con una etiqueta: su nombre. Se lo han
puesto sus padres. Excepto en los casos en que, por ejemplo,
responden a tradiciones familiares, esos nombres suelen ser ar-
bitrarios. Frank, podría haberse llamado Ben, Robert, Donald o
de cualquier otra forma. Pero ¿por qué se pone nombre a las
personas? En primer lugar, por razones prácticas. Por ejemplo,
si los padres de Sally quieren comentar cuestiones relativas al
bienestar de su hija: si está comiendo bien, si hay que cam-
biarle los pañales, si su hermano Frank tiene celos de ella, etc.,
necesitan ponerle un nombre para referirse a ella y poder así
ejercer adecuadamente su función de padres. Y más adelante
lo siguen necesitando para inscribirla en una escuela o para
preguntar por qué sale hasta tan tarde. En un sentido más am-
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r.:o. utilizamos las palabras —exactamente igual que los nom-


rres que ponemos o nos ponen— para relacionarnos. No se
trata de imágenes del mundo, sino de acciones prácticas en el
rr.undo.

En el caso de palabras y frases como «stop», «peligro» o «pá-


-:;e la pelota», resulta fácil de entender. Está claro que el uso
je palabras comunes es socialmente útil. Sin embargo, no re-
sulta tan obvio cuando se trata de noticiarios, artículos científi-
cos o, sencillamente, de explicar a otra persona qué tal te ha
ido el día. En estos casos parece que el mundo funcione como
un conjunto de imágenes, imágenes susceptibles de compro-
bación en cuanto a su fidelidad. No obstante, reflexionemos
sobre esta idea una vez más: que un relato parezca «exacto», o
no. depende de la tradición común desde la que éste se valora.
Recordemos el ejemplo de los muchos «tú» que se incluye un
poco antes en este mismo capítulo. Cada tradición tiene sus
propios criterios de valoración. De este modo, que el testigo
en un juicio nos parezca que dice la verdad o que miente de-
penderá de si esa persona utiliza el lenguaje de la misma for-
ma que lo hacemos nosotros. Opinar que con una iniciativa de
desarrollo inmobiliario se están creando nuevos barrios o se
están destruyendo espacios abiertos dependerá de lo que cada
uno entienda por «desarrollo». En este sentido, «decir la verdad»
es decir algo de forma que encaje con las tradiciones de una
comunidad en particular.

Los juegos lingüísticos y los límites de nuestro mundo

El famoso filósofo Ludwig Wittgenstein expuso por prime-


ra vez la metáfora de los juegos del lenguaje. Esta metáfora le
permitió mostrar cómo las palabras que utilizamos se encuen-
tran insertadas dentro de sistemas de reglas o convenciones
20 REFLEXIONES SOBRE LA CONSTRUCCIÓN SOCIAL

compartidas. Esto es fácilmente comprensible en el caso de la


gramática. Las reglas gramaticales comunes no nos permiten
decir cosas como: «Ella va en playa» o «La pelota pega él». No
obstante, en cualquier cultura existen muchos juegos lingüísti-
cos diferentes, es decir, convenciones locales para describir y
explicar las cosas. Y cuando una persona participa de estas
convenciones locales, la libertad de su discurso se halla radi-
calmente limitada. Por ejemplo, en el caso de los diferentes «tú»
que hemos comentado, cada uno de los grupos concuerda con
un juego de lenguaje distinto. Los biólogos están inmersos en un
juego lingüístico diferente del de los físicos, los banqueros o
los predicadores. Si cada uno de ellos intentara describirte a ti,
todos jugarían con reglas diferentes. Y dentro del juego de cada
uno, su relato tendría sentido en todos los casos. Pero entrar
en una cultura y jugar con reglas distintas de las que la rigen
podría resultar peligroso. Difícilmente se le podría preguntar a
un biólogo acerca del alma de una rana, o a un peluquero so-
bre la composición atómica de un rizo, sin que pensaran que
uno no está bien de la cabeza.

Con todo, aquí no se trata únicamente de las reglas del len-


guaje. Las palabras impregnan habitualmente nuestras activi-
dades, nuestra forma de hablar y de movernos, y también los
objetos que tenemos y cómo los usamos. En el juego del aje-
drez, por ejemplo, hablamos de «peones», «torres» y de «jaque
mate». Sin embargo, uno no puede ir por la calle gritando «ja-
que mate», sin que la gente a su alrededor lo mire con perple-
jidad. La frase sólo tiene sentido en un contexto donde las per-
sonas están llevando a cabo una actividad determinada y
utilizando para ello objetos determinados. Esto también repre-
senta que las palabras que usamos informan a las personas de
las acciones que pueden realizar. Si, por ejemplo, señalamos
un objeto y decimos que es una «silla», lo más probable es que
la gente no tenga problema en utilizarla para sentarse, pero si,
en cambio, decimos que es una «antigüedad», posiblemente la
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mayoría de las personas buscarían otro sitio para tomar asien-


to. A>í. para los construccionistas, existe una doble escucha: la
- _.r -c refiere al contenido y la que tiene que ver con las con-
secuencias.

En términos de Wittgenstein, nuestros juegos de lenguaje


e>tán incluidos en formas más amplias de actividad, a las que
!ama formas de vida. En efecto, los peluqueros, los biólo-
gos y los banqueros desarrollan formas de vida diferentes. Las
reabras los ayudan a cohesionar esas formas de vida y, a su
vez. tales formas de vida otorgan significado a las palabras. Al
mismo tiempo, estas formas de vida son las que conforman los
límites de nuestro mundo.

Lo real como lo bueno

A todos nos han enseñado que existe una diferencia entre


los hechos y los valores. Hemos aprendido que los hechos son
material duro», declaraciones de evidencia empírica: son obje-
tivos y no sesgados por los deseos, la política, la religión u
otros factores. En contraste con esto, aprendemos también que
los valores son «material blando»: son subjetivos, sin ninguna
base sólida y representan, sencillamente, la esfera privada de
una persona. Todos tenemos que aceptar los hechos, pero
cada uno está en su derecho de tener sus propios valores. El
construccionismo social desafía esta distinción tan antigua.

Para valorar este argumento, veamos el ejemplo de tres ti-


tulares de distintos periódicos, referidos todos ellos al derrum-
bamiento en 2003 del régimen de Saddam Hussein:

• Victoria de las tropas estadounidenses en Bagdad.


• El imperio estadounidense canta victoria en Irak.
22 REFLEXIONES SOBRE LA CONSTRUCCIÓN SOCIAL

• Las fuerzas iraquíes se esconden ante la ocupación esta-


dounidense de Bagdad.

En los tres titulares se intenta describir «lo que ha sucedido


en Irak», pero lo que está implícito en cada uno de ellos difiere
significativamente. En el primer caso, correspondiente a un pe-
riódico estadounidense, simplemente se trata a los estadouni-
denses de vencedores. Es una autofelicitación. En el segundo,
publicado en un periódico de Brasil, se utiliza el término «im-
perio» con cierta ironía, sugiriendo que se «canta» victoria, pero
que el futuro podría demostrar otra cosa. En el último caso, que
refleja la visión de algunos países árabes, se sugiere que la «vic-
toria» es tan sólo una «ocupación» temporal. Las fuerzas iraquíes
se esconden entre la población civil, como preparándose para
volver a la carga cuando los estadounidenses se vayan de allí.
Los sucesos a los que se refieren estos titulares pueden ser los
mismos, pero la descripción de «los hechos» depende de la cul-
tura desde la que se escribe. Y cada tradición cultural tiene sus
propios valores. Para bien o para mal, cualquier relato de los
hechos se sustenta en algún tipo de perspectiva cultural. En este
sentido, las descripciones exentas de valoración no existen.

Alguien podría objetar: «Pero, sin duda, los hechos de las


ciencias naturales son neutrales y no están sesgados por los
valores». No obstante, reflexionemos de nuevo sobre ello. ¿Por
qué aceptamos como un hecho objetivo que la medicina «cura»
las enfermedades? En gran parte, es porque le damos valor a
ciertos cambios en el cuerpo que sejaarrproducido con la in-
tervención del médico. Este valor se halla representado en la
palabra «cura», pero si alguien hablase de esas mismas acciones
médicas como de «interferir en el curso de la naturaleza», en-
tonces diríamos que está siendo parcial. De la misma forma, si
se reduce el mundo al lenguaje de la física, la química o la bio-
logía, entonces el lenguaje relativo a las «acciones morales»
deja de existir. Si continuásemos hablando únicamente en tér-
EL IMPACTO DE LA CONSTRUCCIÓN SOCIAL 23

minos científicos, el acto de dejar caer una bomba atómica so-


bre Nagasaki o de realizar experimentos biológicos con los pri-
Moneros de los campos de concentración no tendría que ver
con «crímenes» ni con «moralidad». Tales palabras son irrelevan-
tes para la ciencia como tal. Y de la misma manera, las fuerzas
miliares pueden atacar un país y referirse a la muerte de miles
de civiles en ese ataque simplemente como «daños colaterales».
Las ciencias naturales sí tienen valores; analizan los datos de
forma que permita la consecución de sus objetivos de predic-
ción y control; sus discursos están ligados a sus propósitos. Si
uno permanece exclusivamente en el seno de una tradición
determinada, entonces las otras tradiciones o valores son sim-
plemente irrelevantes o se suprimen.

Pluralismo radical

La mayoría de la gente está dispuesta a aceptar que muchas


de las categorías que utilizamos han sido construidas social-
mente. Todos sabemos lo difícil que es ponerse de acuerdo
acerca de lo que constituye la justicia, la moralidad o el amor.
Xo obstante, cuando se trata del mundo físico, del mundo pre-
lingüístico de lo directamente observable, muchas personas se
resisten a las ideas construccionistas. ¿Es verdadero o falso que
la Luna está hecha de queso azul? Sería una tontería contestar
«verdadero». ¿Y no es igualmente obvio que la Tierra es redon-
da y que las estaciones cambian en Nueva Inglaterra? Pero
considerémoslo de nuevo: si lo que tomamos como real se de-
riva de un acuerdo común para entenderlo así, entonces lo
que llamamos «verdad» sólo existe en el seno de esas relacio-
nes personales. O, como ya hemos dicho, la verdad única-
mente existe en el contexto de una comunidad. Más allá de
lo comunitario, no hay más que silencio. En este sentido, los
construccionistas sociales no abrazamos verdades universales,
24 REFLEXIONES SOBRE LA CONSTRUCCIÓN SOCIAL

ni tampoco la Verdad con uve en mayúscula, esa que a veces


llaman «Verdad trascendental».

No hay duda de que existe la verdad con uve en minúscu-


la, es decir, aquella verdad que es el resultado de formas de
vida compartidas en el seno de un grupo. A veces, ese grupo
puede ser enorme, como, por ejemplo, el de los que creen que
2 + 2 siempre suman 4. Si un niño dijera que esa suma da 3,
rápidamente lo corregirían. No obstante, un matemático podría
afirmar que la respuesta verdadera es 4, sí, pero únicamente
basándose en un sistema decimal, porque en otro sistema no
lo sería. La división de las personas en dos géneros, hombres
y mujeres, está comúnmente aceptada; sin embargo, algunas
culturas han construido un tercer sexo, a medio camino entre
hombre y mujer. El concepto de raza también es una creación
comunitaria, y existen culturas cuyos sistemas de clases o cas-
tas han dividido las posiciones de las personas en inferiores y
superiores. Así, y volviendo a la pregunta de si la Luna está he-
cha de queso azul o de cualquier otra cosa, la respuesta de-
penderá de la comunidad a la que uno pertenezca. Desde un
punto de vista poético, podríamos incluso decir que la Luna es
Diana, una antigua diosa.

- La idea de la verdad como algo que existe tan sólo en el seno


de una comunidad tiene enormes consecuencias. Como hemos
visto, toda construcción de lo real está insertada en un sistema
de vida, y todos los sistemas de vida están basados en valores.
Esto significa que cualquier declaración de lo que es verdad va
invariablemente unida a una tradición de valores. Así, para una
comunidad de científicos espaciales es importante saber si es
verdadero o falso que un cohete seguirá una trayectoria determi-
nada; esta verdad va unida al valor que ellos dan a llegar a salvo
a un destino. Los psiquiatras intentan saber la verdad acerca de
la enfermedad mental; esta investigación va ligada al valor que
ellos dan a lo que consideran una forma de vida normal.
EL IMPACTO DE LA CONSTRUCCIÓN SOCIAL 25

Los problemas aparecen cuando en un contexto determina-


do la pretensión de la verdad (con uve en minúscula) se trata
como si fuera la Verdad (con uve en mayúscula) trascendental;
cuando una comunidad afirma que el mundo se creó a partir
del Big Bang, y otra asegura que quien lo creo fue el Gran
Dios; cuando una opina que la homosexualidad es un trastor-
no y otra cree que es una actividad humana normal; cuando
una 'sostiene una visión determinista del comportamiento y
otra considera que la voluntad es libre. Al igual que sucede
con la mayoría de las afirmaciones absolutas sobre el conoci-
miento, la humildad de lo local se sustituye por la arrogancia
de lo universal.

El construccionismo social nos libera de la tarea de intentar


decidir qué tradición, conjunto de valores, religión, ideología
política o ética es, trascendental o definitivamente, la Verdad o
lo Correcto. Desde una perspectiva construccionista, todas las
opciones pueden ser válidas para un grupo de personas. Las
ideas construccionistas nos invitan a un pluralismo radical,
es decir, a abrirnos a muchas formas distintas de nombrar y
de valorar. No hay fundamento para declarar la superioridad de
la propia tradición, y, por ello, el construccionismo nos abre la
puerta a una postura de curiosidad y de respeto hacia los de-
más. ¿Qué ofrecen las otras tradiciones que no tenga la nues-
tra? ¿Qué tiene la nuestra que se pueda compartir y ser valora-
da por las demás?

Por supuesto, una visión pluralista como ésta es más fácil


de adoptar en abstracto que en la concreta agitación de la vida
cotidiana. Es difícil permanecer callado ante lo que vemos
como prejuicio, opresión, injusticia y brutalidad en el mundo
actual. No obstante, para el construccionista, la tendencia a eli-
minar aquello que desprecia representaría moverse en la di-
rección equivocada, porque entonces funcionaría basándose
en la Verdad. Más bien tiende a favorecer formas de diálogo de
26 REFLEXIONES SOBRE LA CONSTRUCCIÓN SOCIAL

las que puedan surgir nuevas realidades y valores. El reto no


está en hallar «una única mejor manera», sino en crear aquellos
tipos de relaciones humanas que nos permitan construir en co-
laboración el futuro de todos. Hablaremos más de estas rela-
ciones en el capítulo 3.

¿Ciencia versus religión?

La mayoría de los científicos están convencidos de que


existe un mundo material, real, independiente de las personas;
de que es posible descubrirlo utilizando instrumentos sistemá-
ticos de medición (telescopios, microscopios, etc.); y de que
también es posible representar ese mundo con exactitud me-
diante sistemas simbólicos, como el lenguaje y las fórmulas
matemáticas. Los científicos a menudo argumentan que con
sus métodos son capaces de aproximarse cada vez más al mun-
do tal y como realmente es. Los éxitos obtenidos en sus pro-
yectos, desde la erradicación de enfermedades mortales hasta
el aprovechamiento de la energía atómica, ha llevado a mu-
chas personas a aceptar el poder de la ciencia para desvelar la
Verdad acerca del mundo.

Las ideas construccionistas no devalúan en absoluto el tra-


bajo científico, pero sí desafían la idea de que sus resultados
arrojan la Verdad. Los frutos que ha dado la ciencia tampoco
justifican esa pretensión. Por ejemplo, una práctica efectiva de
la terapia no convierte en Verdad las palabras que se utilizan
para describir o explicar esa práctica. Este punto es importan-
te, porque, durante cientos de años, las declaraciones de Ver-
dad científicas se han utilizando para desacreditar las creencias
de las tradiciones religiosas o espirituales. La ciencia ha ser-
vido como cuña en una lucha de poder por la cual a las insti-
tuciones religiosas se les ha arrebatado el control de la socie-
EL IMPACTO DE LA CONSTRUCCIÓN SOCIAL 27

dad. La ciencia trata de la verdad, se dice, mientras que la reli-


gión y las tradiciones espirituales, dicen también, se basan en
fantasías o en mitos.

El construccionismo proporciona una forma nueva de con-


-iderar este antagonismo: las tradiciones científicas y las reli-
giosas o espirituales tienen cada una de ellas su propia forma
de construir el mundo; cada una acoge determinados valores y
está a favor de ciertas formas de vida. No se puede comparar
directamente la verdad de una tradición y otra contraponién-
dolas. Tal valoración tendría lugar necesariamente en el con-
texto de una tradición en concreto. No podemos medir la ver-
dad del espíritu mediante métodos científicos, ni tampoco
_:valuar la verdad de la ciencia mediante la sensibilidad espiri-
tual. Y, además, ambas tradiciones dan frutos en sus propios
términos: por ejemplo, cohetes a la Luna y poder atómico en
el primer caso, e instituciones humanitarias y visiones del bien
moral en el segundo. Ninguna, en sus propios términos, pue-
de dar lo que ofrece la otra. El construccionismo nos pide que
eliminemos esa oposición tradicional: ciencia frente a religión,
y que adoptemos más bien una posición que tenga en cuenta
v.has, y desde la que estemos abiertos a explorar desde todos
los puntos de vista posibles tanto las consecuencias positivas
;omo las negativas de cada una de ellas.

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