Академический Документы
Профессиональный Документы
Культура Документы
-------------------------
≈≈≈≈≈≈≈≈≈≈≈≈
Preliminares
Esta figurada concepción universal del origen del derecho tuvo desarrollo práctico
a raíz de las enseñanzas del cristianismo; básicamente sobre lo que hoy se predica
como derechos humanos, consistentes en los valores éticos referidos a humildad,
caridad y amor, compendiados en aquella hermosa recomendación: "amaos los
unos a los otros".
Ciertamente, las doctrinas que se dice proceden del "iusnaturalismo" y del, dizque,
"positivismo jurídico", no son más que meras inventivas, sin fundamentos reales;
por tanto, nada enseñan quienes tales opiniones predican.
1
http://www.ejrlb.net/sites/default/files/452_modulo_filosofia_genero_0.pdf. BONORINO, Pablo Raúl/PEÑA AYAZO, Jairo Iván, Filosofía del
Derecho, 2ª ed. Aumentada.-14-10-12
El derecho es aquello que viene graciosamente de la Creación del mundo; sabido a
través de raciocinios elaborados sobre el conocimiento de principios morales; por
lo mismo, eternos e inmutables; negados a toda manipulación; en momentos que el
llamado "derecho positivo (o positivismo jurídico)" no es nada distinto a un sistema
particularmente creado por el hombre con el nombre genérico de ley,
fundamentalmente orientado, no propiamente a proveer sobre normas de derecho,
sino a servir en la dirección y desarrollo del Estado los fines de un determinado
régimen político; porque en relación con el derecho todo está dispuesto; entonces,
la ley solamente hace las veces de elemento auxiliar; de manera que a la ley,
asociándola con el derecho, corresponde el mantenimiento de un sistema
correccional que asegurando la supervivencia del conglomerado social, impida
"caer en el relativismo moral".
Capítulo I
Cuestión de fondo
Su origen.- Sin ir muy lejos, es posible decir que el derecho nació en el momento
mismo de la Creación; por la necesidad de su ordenada permanencia; derecho y
Creación se integran; imposible concebir el universo en desorden; esto es, en
permanente confusión. En la Creación ninguna intervención tuvo la mano del
hombre; el hombre es parte de ella; esto es claro.
2
Qué es.- El derecho es –llanamente entendido, todo lo que es bueno-; rectitud;
igualdad; equidad; resumido en una palabra, es justicia; en esencia, su fundamento
se anima con referencia al concepto de lo moral2, como norma eterna; universal;
inmutable. Quizá la más acertada definición la encontramos en esta declaración:
"Conjunto de principios y normas, expresivos de una idea de justicia y de orden,
que regula las relaciones humanas en toda sociedad"3; como tal, para su
conocimiento y entendimiento, el derecho no necesita hacerse representar de
manera física, a través de cartillas; se requiere solamente la conciencia; propia de
la humanidad –como que es su punto de partida-; en cuanto por ella se tiene pleno
conocimiento del bien y del mal, aprendiéndose a distinguir la bondad como
principio universal; mas, sin que tal idea, para su observancia, requiera constar por
escrito.
2
Moral: "4. f. Ciencia que trata del bien en general, y de las acciones humanas en orden a su bondad o malicia." DRAE, 22ª ed.
3
Derecho: Acepción 14¸ DRAE, 22ª ed.
4
Publicación: eltiempo.com. Sección: Editorial–opinión - Fecha de publicación: 26 de febrero de 2012 –Autor: Alfonso Llano Escobar, S. J.
http://www.eltiempo.com/archivo/documento/CMS-11219108.
3
A través del tiempo.- Realmente –con estrictez jurídica-, el derecho no precisa
regla para su aplicación, como que, simplemente, es la regla; vigente, y aplicada
naturalmente -en contraposición a lo artificioso-, desde el momento mismo de la
Creación del mundo; rigiendo el destino de la humanidad; en orden; consultando la
disimilitud temperamental que naturalmente se presenta en una sociedad; dentro del
ejercicio de su normal interrelación; evitándole excesos perniciosos a la vida en
comunidad.
Capítulo II
Prédica
Entre nosotros, finalmente, y por iniciativa del gobierno de turno, que por la época
de 1886 dispuso la conformación de un Consejo Nacional de Delegatarios
representantes de varios Estados de Colombia, se llevó a cabo la redacción del
reglamento gubernamental de la República de Colombia, con el nombre oficial de
"Constitución Política de Colombia", con referencia a la Nación Colombiana, y
reconociendo su soberanía como residente "esencial y exclusivamente en la
Nación". .
5
Art. 1.
6
http://definicion.de/estado-de-derecho/ - 14-10-12
4
sus integrantes entendieron su encomienda; dando lugar a que finalmente esos tres
poderes en la práctica resultaran refundidos en uno solo: el ejecutivo.
Capítulo III
El imperio del derecho
Importante función judicial, entonces, que no se olvide -por cuenta y razón de esa
prevalencia ad referendum-, es la de escrutar la ley, preexistente y subsiguiente al
momento de la constitución del Estado de Derecho, con el fin de establecer su
aptitud frente al derecho para darle su beneplácito como norma jurídica viable en la
administración de justicia; puesto que su razón de ser como institución fundamental
del Estado es mantener la plena vigencia de los principios del derecho; por ello no
está obligada a seguir las directrices que en esa materia le indique el legislativo a
través de sus ordenamientos, cuando tales no se ajusten al derecho; en estricto
derecho, la ley que le es contraria no es norma aplicable en la función de
administrar justicia, ni forma parte de la normativa constitucional, por grave lesión
infligida a los derechos de la humanidad. Entonces, dada la natural autonomía de la
rama judicial con relación al derecho, su función de administrar justicia la desliga
de toda dependencia de cualquiera de las otras dos ramas, por lo que a ninguna de
éstas corresponde impartirle instrucciones sobre la manera de cumplirla.
Queda de esta manera definitivamente visto que todo el poder público tiene
desarrollo con remisión al derecho –no a la ley-, entendiendo también en esto que
los procedimientos establecidos deben conformarse con el derecho.
Por ello mismo, siendo el juez –entendida esta denominación en cualquiera de sus
jerarquías- el encargado de administrar justicia, la Constitución lo inviste de poder
suficiente para desechar, dándola por inexistente, la ley que estime ser "claramente
contraria a su letra o espíritu", esto es, cuando la ley no se conforme con el
derecho; de esta manera se entiende claramente que la ley apenas resulta ser un
instrumento coercitivo del Estado para hacerse obedecer; mas, dentro de una
concepción de integral respeto de los derechos de la humanidad, noción ésta que
marca la diferencia entre lo sustancial del derecho y la formalidad de la ley.
Y no es que el positivismo ignore la real existencia del derecho; como quiera que
por regla general esa institución permanentemente aconseja su preferencia, siendo
varios los casos en que la ley se inclina a imponerlo; haciendo remisión a la
observancia de "reglas generales de derecho", ante eventuales vacíos; y esto, por la
necesidad de aplicar una "conciencia bien formada" en la concepción del derecho;
que consulte la moral, el orden y las buenas costumbres, que le son inherentes; de
modo que cuando el mismo legislador recomienda la aplicación de "reglas
generales de derecho", no se remite a nada que provenga del tal positivismo.
Con esto se da por bien aceptado que es contra derecho –y constitutivo de grave
atentado contra el libre albedrío de la humanidad- limitarle al particular el ejercicio
de su propia iniciativa en materia de la realización de sus negocios privados, siendo
bastante la lección ya conocida: del "árbol del bien y del mal no comáis porque
7
DRAE, 22ª ed., "Derecho", acepción 9ª
8
BETTI, Emilio; Teoría General del Negocio Jurídico; 2ª ed. Madrid, Edit. Revista de Derecho Privado, 1968, pags. 45 y ss.
9
OSPINA FERNÁNDEZ, Guillermo; OSPINA ACOSTA, Eduardo; Teoría General de los Actos Jurídicos; 3ª ed.; Edit. Temis – Bogotá; 1987,
pág. 6.
8
moriréis", dado su sentido natural y obvio: si decide comer, quedará sujeto a
condigna reprimenda; la regla natural exige que "El hombre debe seguir el juicio
de su conciencia bien formada".
Siendo así -que es contra derecho-, que al ejercicio de la voluntad privada la ley
imponga prohibiciones, impidiendo su libre expresión, es por lo que, para evitar el
desafuero, se estableció en la misma ley (a. 9 L.153/1887) la manera como podía
ignorarse, dándosele por inexistente, la ley que atenta contra la magnificencia del
derecho, a través del poder dado a la judicatura para escrutar la conformidad de la
norma legal frente al derecho; y esto por cuanto el concepto de libertad se define
integralmente como la "Facultad natural que tiene el hombre de obrar de una
manera u otra, y de no obrar, por lo que es responsable de sus actos"10; respecto de
ese principio de derecho, "El carácter general de la ley -no es, como se nos
intimida- mandar, prohibir, permitir o castigar"11, sino, simple y llanamente, el de
instruir sobre el ejercicio del derecho, para fines rectores de las relaciones
humanas; en suma, no pecar.
Capítulo IV
Intromisión de la Ley
Para comenzar nuestro propósito didáctico en la crítica que nos hemos impuesto,
resulta indispensable hacer ver cómo la Rama Judicial, específicamente encargada
del manejo de la administración de justicia, con sujeción a la concepción del
derecho, nunca entendió que el ejercicio de sus funciones debía realizarse con
autonomía e dependencia, sin intromisión de las otras dos ramas, mediante la
aplicación de "el Derecho (como conjunto de las normas que rigen el
funcionamiento de una sociedad)"; por esto creemos importante examinar, en lo
posible, aquellas normas positivas que contenidas en el Código Civil y demás
disposiciones que le complementan se afectan de su intervencionismo en la gestión
de administrar justicia; y se comienza por criticar la disposición contenida en el
10
"1. f. libertad" DRAE, 22ª ed.
11
a. 4 C.C.
9
artículo 4° de la ley 169 de 1896 por cuanto la administración de justicia no
requiere ninguna "doctrina probable" para la solución de los conflictos puestos a su
conocimiento; por lo demás, los jueces no precisan que el legislador les imponga
estrategias en sus labores de administradores de justicia, dada su amplia autonomía
decisoria.
No se concibe que nuestro sistema legal establezca que el Código Civil "forma la
regla establecida por el legislador colombiano, a la cual es un deber de los
particulares ajustarse en sus asuntos civiles, que es lo que constituye la ley o el
derecho civil nacional"12 por cuanto ese concepto corresponde es al régimen real a
que está universalmente sometido el particular, esto es, al derecho, como "conjunto
de las normas que rigen el funcionamiento de una sociedad", que para el particular
es norma superior, sin que el legislador colombiano haya recibido facultad del
soberano para variar ese ordenamiento jurídico; se insiste, las cuestiones de
derecho en nuestro medio social, solo pueden ser tratadas y decididas por la
judicatura; teniendo en cuenta esta máxima, ni el Código Civil ni ninguna otra regla
legal es posible aplicarle a la judicatura para de acuerdo con ello ejercer su
ministerio; no debe pasarse por alto que la rama judicial debe tener en cuenta que
por cuestión del artículo 9° de la mencionada ley 153 actualmente no existe norma
legal que siéndole contraria al derecho pueda ser aplicada por la judicatura para
decidir los conflictos a su cargo.
Así mismo, la idea anunciada en el artículo 4° del Código Civil, en cuanto a ser la
ley "una declaración de la voluntad soberana manifestada en la forma prevenida
en la Constitución Nacional" no corresponde a ninguna necesidad; porque
ciertamente el pueblo no requiere anunciar su voluntad soberana; menos
aprisionándola en un determinado ordenamiento; como tampoco ha dado
instrucciones al delegatario para justificar de esa manera las normas que se le
ocurra expedir; y con menos razón si en ello compromete los propios derechos
naturales del pueblo. Tal definición debe ser eliminada.
La regla general impuesta por el artículo 9°ib., respecto a que "La ignorancia de
las leyes no sirve de excusa", impone a los particulares la obligación inexcusable de
conocer las leyes; sin embargo, tal como aquí se viene predicando, como Colombia
se rige por el derecho, la ley tiene que ajustarse a esa norma superior; así, toda vez
que el derecho es connatural a la humanidad, la que, además, está dotada de
conciencia; es cuestión que no se pone en duda, que su conocimiento –de la
humanidad, respecto del derecho- es de su propia naturaleza –característica
intrínseca-; de modo que si peca, esto es, si quebranta el derecho –norma
sustancial-, es con entero conocimiento de causa, por lo que debe responder ante la
sociedad, sin que para ello requiera conocer cuál la especie de reparación que le
tenga reservada la ley, en consideración a que para su aplicación basta su
preexistencia al acto; puesto que no está en el obrar de la conciencia consultar
previamente la ley para cometer su quebranto, en el sentido de saber cómo y qué
conviene más a sus procederes y propósitos; la humanidad sabe, ab aeterno, que
debe obrar siempre mediante el ejercicio de una "conciencia bien formada"; que es
lo que el derecho enseña; y sabe, por sobre todo, que si opta por manipular su
conciencia, teniendo por "bueno lo que es malo", se convierte en sujeto de
12
a. 3 C.C.
10
responsabilidades frente a la ley que regula la magnitud de su pecado mediante la
imposición de condigna pena.
Dentro del concepto de Estado de derecho -se viene predicando-, está la idea del
orden y las buenas costumbres; como norma superior de conducta universal; no
por cuestión de la ley; sino por su naturaleza pura; esencia de la vida.
13
"Código Civil", Edición Especial del Centenario 1887 – 1987 – Superintendencia de Notariado y Registro - Bogotá., pág. 288
14
a. 52 CRPM: "(…) consiste en insertar la ley en el periódico oficial, (…)".
15
Art. 9 L.153/1887
16
Pueblo
11
son susceptibles de enajenación-; es de tener en cuenta, entonces, por vía de
principio, que le está vedado al legislador expedir leyes que limiten el libre
ejercicio de la autonomía volitiva de su elector; y esto, porque la "conciencia bien
formada" dirige al hombre por el camino correcto; esta inspiración natural
constituye regla general de derecho; por cuanto si "el hombre "come del árbol del
bien y del mal", vale decir, si altera el juicio de su conciencia, llamando
moralmente bueno lo que es malo, peca y se desorienta."; de ahí que los "cuerpos
colegiados" que el pueblo elige deben obrar como hombres sabios; plenamente
conocedores del bien y del mal; siempre "consultando la justicia y el bien común".
Sobre los arts. 110 a 112 del C.C. – Ciertamente resulta bien extraño lo ahí
dispuesto; porque si la idea es relievar la privacidad de conciencia del acto
promisorio matrimonial, es preciso advertir que esa característica deviene, no
porque la ley así lo reconozca sino porque simplemente es cuestión de derecho;
por esto, la apreciación jurídica de ese acto no es materia de discernimiento por
parte del legislador, dado su carácter privado, perteneciente al fuero interno de la
persona, constituyendo un acto volitivo que se sustrae por entero del control del
legislador; nos parece carente de todo sentido la opinión expresada en el primer
inciso del citado artículo 110 referida a que "la promesa de matrimonio
mutuamente aceptada –por ser- un hecho privado que las leyes someten
enteramente al honor y conciencia del individuo, (…) no produce obligación
alguna ante la ley civil", porque, precisamente, deviniendo del ejercicio autónomo
de la voluntad de los esposos cuenta con el natural valor jurídico que le imprime el
acto compromisorio, respecto del cual el legislador no cuenta con ninguna razón,
menos potestad, para su desaprobación; y no resulta congruente con lo anterior,
advertir que la tal promesa carece de idoneidad "para pedir que se lleve a cabo el
matrimonio, ni para demandar indemnización de perjuicios" (inc. 2), además,
porque no corresponde a función ninguna del legislador imponerle conceptos al
juez sobre la validez o eficacia de las pruebas y condiciones jurídicas con que los
particulares sustenten sus derechos mediante el ejercicio de pertinentes acciones.
En términos generales, las disposiciones del libro 1°, título 3° del Código Civil,
carecen en absoluto de toda pertinencia; y esto, porque no existe razón para sacar
los llamados "esponsales o desposorios" del régimen natural que emana del
postulado de la libre autonomía volitiva privada.
Sobre el art. 89 L.153/1887 – Con aplicación del mismo criterio anterior, respecto
a la determinación del legislador en cuanto a impedirle al particular el libre
ejercicio del postulado de la autonomía volitiva privada, a través de dicha norma,
por sí y ante sí se decide que "La promesa de celebrar un contrato no produce
obligación", desconociéndole al particular su natural potestad de hacer o no hacer,
contrariándose de esta manera el derecho; porque si uno de sus principios básicos
12
lo constituye el concepto libertad, connatural al ser humano, nada es posible
negársele al hombre; y menos la expresión de sus actos volitivos; por qué la
promesa de celebrar un contrato no produce obligación, si este medio pertenece al
derecho intrínseco del hombre; cómo puede el sistema positivista lograr que la
promesa de hacer o no hacer, no produzca obligación, si en quien se obliga está el
poder de cumplir, sin requerir autorización; y, lo que es más expresivo, si en efecto
cumple; esto es, si habiéndose comprometido a hacer o no hacer -sin sujeción a las
"circunstancias" que el legislador le exige para su eficacia obligacional-, resulta
cumpliendo; ante esta eventualidad es obvio que no puede ser sancionado como
infractor; carece de toda seriedad -y sobre todo de razón- que se expidan leyes
como ésta, sin sentido; y por sobre manera, contrarias al derecho.
Sobre el art. 180 del C.C. – La idea de la conformación de una sociedad de bienes
entre los integrantes de una pareja marital –llámesele matrimonio o simpe unión
marital de hecho- es simplemente plausible; sin embargo, la reglamentación a que
se le somete por el legislador no es la más adecuada, por cuanto a los socios no se
les rodea de las garantías necesarias para sus efectos prácticos, en razón a que a
cada uno de ellos se les faculta para manejar a voluntad los bienes que adquieren
durante ese régimen de vida y que por ley la integran; quizá la única garantía
conocida es aquella obligación que les impone el artículo 1° de la ley 28 de 1932,
en el sentido de sujetarlos a rendir cuentas de sus respectivas administraciones, en
orden a determinar exactamente activos y pasivos, para su equitativa liquidación;
con todo, para sus efectos prácticos, esta oportunidad puede llegar a constituir un
remedio tardío; sin embargo, no hay razón para que siendo en beneficio común el
fondo social, las adquisiciones durante su vigencia no integren un patrimonio
autónomo, manejado por ambos socios, actuando de consuno; porque no es posible
pasar por alto que la finalidad de esos patrimonios se orienta al beneficio exclusivo
de la familia, concepto éste que involucra a los hijos, cuya patria potestad
corresponde por igual a los padres.
Sobre los arts. 738 y 739 del C.C. – En realidad de verdad estas disposiciones
carecen de pertinencia, puesto que comprenden temas propios del derecho,
respecto de lo cual es el juez el encargado de definir el derecho que corresponde a
quienes en situaciones semejantes se involucren.
Sobre el art. 76217 del C.C. – Esta ocurrencia del legislador en verdad que
constituye el más grande desatino y perjudicial elemento para la seguridad del
principio fundamental que constituye la propiedad privada para la humanidad. Sin
complicaciones hermenéuticas creemos que con referencia al derecho, posesión es
equivalente a propiedad, y que ninguna de esas nociones necesariamente traducen
17
"La posesión es la tenencia de una cosa con ánimo de señor o dueño (…) El poseedor es reputado dueño, mientras otra persona no justifique
serlo".
13
tenencia, entendido esto como la demostración objetiva de algo corporal; es decir,
por sí misma, la expresión posesión indica en abstracto la idea de hacienda o
patrimonio de alguien; mas, sin remisión a una cosa determinada que se encuentre
en su poder, como quiera que con relación a esto, por no tener importancia su
origen, simplemente traduce el sentido objetivo de tenérsele consigo; ante esto, por
cuestión de simple lógica, resulta por demás inapropiada la definición que en la
comentada norma positiva se le da al acto aislado de tener una determinada cosa el
significado de posesión, cuando a la simple tenencia se le imprime el sentido de ser
dueño, toda vez que este atributo, según nuestro positivismo, deviene de un real
proceso fáctico y no de una mera determinación volitiva; nadie es dueño de nada, ni
se hace a la propiedad de nada, por cuestión de un simple antojo o determinación
síquica.
La expresión posesión se adapta más a la idea del dominio que ejerce una nación
sobre territorios que se encuentran por fuera de sus fronteras, solo comparable con
el que ejerce una persona sobre su propia hacienda, conformada, desde luego, con
la acumulación de bienes adquiridos de buena fe, libre de fraudes.
Así las cosas, por sí mismo, el aspecto sicológico que según la definición legal
entra a formar parte de la noción posesión no pertenece a ninguna realidad, puesto
que, se puede afirmar, sin temor a equívocos, que nadie en uso de razón puede
siquiera imaginar que alguna cosa le pertenece, si no ha sido adquirida para sí por
medios legítimos; el dueño de las cosas, por lo general, ejerce dominio sobre ellas
por simple impulso natural, por instinto, sin necesidad de exteriorizar sentimiento
alguno; en cambio, quien no tiene conciencia de dueño, nunca podrá adquirir real
ánimo de tal; creemos que la definición que el legislador le acomoda al artículo 762
en cita no corresponde a ninguna realidad; por lo mismo no traduce el sentido que
le endilga; entonces, con la creación de tal significado solo se entroniza por el
legislador en nuestro sistema legal un medio fácil de adquirir las cosas ajenas:
logrando su tenencia –por cualquier medio- y a renglón seguido, con forzamiento
de la conciencia hacia la comisión de un acto indecoroso, adquirir, por sí y ante sí,
ánimo de dueño.
Pero el juez constitucional que por natural designio y de ordinario está a cargo del
control legislativo frente al mandato constitucional para los fines de administrar
justicia nada hace por retirar del ordenamiento legal esa definición, pues en vez de
ello hace gala de su altruismo, sin percatarse que de esa manera imparte implícita
aprobación a un sistema que, alejado del derecho, como "conjunto de las normas
que rigen el funcionamiento de una sociedad", en cuanto a la moral, buena fe y
costumbres sanas, se orienta a establecer una curiosa permisión que facilita la
adquisición de bienes mediante el empleo, además, de métodos prohibidos por
nuestro sistema legal; v.gr.: el apoderamiento, violento o no, de cosas ajenas para
darles sentido de propiedad; a manera de simple botón de muestra se transcribe esta
complaciente doctrina, por las alabanzas y méritos atribuidos a esa definición como
medio benéfico, propicio en la lucha contra la pobreza y el subdesarrollo que
padece Colombia, sin miramiento alguno respecto de la amenaza que constituye
frente a la garantía de respeto debida a la propiedad privada, y a nuestro sistema
legal que rige para los delitos:
«"[§3355] JURISPRUDENCIA.- La posesión es un derecho
fundamental de carácter económico y social. "Ciertamente en un país
con los problemas estructurales de pobreza y subdesarrollo, como
14
Colombia, la justicia a nivel de utilización racional de sus recursos
económicos y la función social de los mismos hacen imperativo su
ingreso o incorporación efectiva en la economía nacional. Por su
naturaleza y alcance, una de las vías más eficaces para lograrlo es,
precisamente, el estímulo y la protección a formas concretas de posesión
material económica, como instrumento privilegiado de acceso a la
propiedad.
De consiguiente, la posesión resulta ser un poder de hecho
jurídicamente relevante que por su naturaleza puede ser instrumento
efectivo de acceso a la propiedad y como tal guarda con este último
derecho una conexidad de efectos sociales muy saludables que no
pueden ignorarse, especialmente en el ámbito del Estado social de
derecho, cuyas consecuencias y características esta Corte ha tenido ya
ocasión de señalar en algunos de sus recientes pronunciamientos.
Por todo lo anterior no es infundado afirmar que en la actual
coyuntura colombiana la posesión es un derecho fundamental. En
efecto, tiene como ya se señaló, conexión íntima con el derecho de
propiedad, lo cual constituye en opinión de esta Corte uno de los
criterios específicos para la determinación de esa categoría jurídica
abierta que es el derecho constitucional fundamental.
Además, la ontología y especificidad de la relación posesoria y de sus
consecuencias económicas y sociales son de tal relevancia en el seno de
la comunidad y para el logro de sus fines, que esta Corte reconoce que
la posesión tiene, igualmente, entidad autónoma de tales características
y relevancias que ella es hoy, por si sola, con todas sus consecuencias,
un derecho constitucional fundamental de carácter económico y social".
(C. Const., Sent. ago. 12/92).»18
Y qué puede decirse de las referencias que nuestro máximo tribunal de justicia
ordinaria ha tenido oportunidad de dar a conocer; según ellas dicha Corporación se
ocupa de hacerle comentarios a la posesión nacida de la definición que se critica,
partiendo de la base del supuesto cierto de indiscutible bondad, pasando por alto
que definiéndosele con tales elementos se está autorizando un medio eficaz para
acceder impunemente a la propiedad privada; estas siguientes transcripciones dan
idea de la ingenuidad con que se trata el tema:
"Según la teoría subjetiva o clásica, que fue la acogida en el punto
por nuestros redactores de nuestro estatuto civil, de los dos elementos
que la integran es el animus el característico y relevante de la posesión
y por tanto el que tiene la virtud de trocar en posesión la mera tenencia.
Para que ésta exista es bastante la detentación -19- material; aquélla, en
cambio, exige no sólo la tenencia sino el ánimo de tener para sí la cosa,
o sea el tenerla como dueño o señor (animus domini). Infiérese entonces
de lo dicho que la tenencia material de una cosa no basta por sí sóla
para diferenciar al poseedor del tenedor, y de ahí que a primera vista,
tomando en consideración exclusivamente el comportamiento externo de
quien tiene la cosa, puedan confundirse fenómenos de suyo diferentes
como son la posesión y la mera tenencia. Es realmente factor sicológico
apuntado el que permite determinar en un caso dado si se está en frente
a un poseedor o a un mero tenedor: si detenta la cosa con ánimo de
18
"Código Civil y Legislación Complementaria", Legis Editores S.A., N° 96R, marzo 2012, pág. 330
19
Nota del autor: Ver "Detentar" 1 y 2 DRAE, 23ª ed.
15
señor o dueño, sin reconocer dominio ajeno, se tratará de un posee-
dor; si la tiene pero reconociendo sobre ella el dominio de otra
persona, será entonces un simple tenedor. (…)" (CSJ, Cas. Civil, Sent.
jun. 24/80)."20 (Ni la cursiva en negrilla ni la "nota al pie" -19- son del texto
copiado).
Así, como la citada norma, desde ninguna óptica le reporta utilidad a nuestro
sistema positivo -mas, sí, peligroso perjuicio que a la seguridad económica atinente
a la propiedad privada le genera- es importante proscribirla de nuestro
ordenamiento, por contraria al derecho, desde luego que le crea una situación de
incertidumbre al permitir la posibilidad de que mediante un acto de mala fe, a
través de una conciencia mal orientada, cualquiera pueda, con respaldo en la
legalidad, apoderarse de las cosas ajenas, con intención de apropiárselas,
20
"Código Civil y Legislación Complementaria", Legis Editores S.A., § 3381, N° 97, junio 2012, pág. 331
21
"Código Civil", Edición Especial del Centenario 1887 – 1987 – Superintendencia de Notariado y Registro - Bogotá., pág. 274
16
adquiriendo así presunto título de dominio22, con capacidad jurídica de
disputárselas a su verdadero dueño, aprovechando esa idea que en mala hora se le
ocurriera al legislador.
Toda vez que la ley no es fuente de derecho, tal como hasta aquí se tiene
demostrado, carece el legislador de todo fundamento para pretender que la rama
judicial admita como norma de derecho la definición que de posesión trae el
artículo 762 en cita.
Sobre los arts. 789 y 790 del C.C. – El pensamiento plasmado por el legislador
respecto de estos preceptos en verdad resulta innecesario frente al derecho, habida
consideración de la inutilidad que representan, considerando que por cuestión del
derecho, y por regla general, verificado el traspaso del dominio de una determinada
cosa nadie podrá acceder a ella si no es por la misma vía, mediante el sistema legal
previsto al efecto; por ello se estima peligroso para la efectiva guarda y respeto
debido a la propiedad privada la definición de posesión, por constituir un medio
legal, eficaz, para hacerse dueño de las cosas mediante el apoderamiento de ellas,
con violación del orden jurídico.
Así las cosas, como quiera que es, entre otros modos, por medio de la tradición que
se adquiere el dominio de las cosas corporales, raíces y muebles, resulta fácil
establecer que la posesión no está instituida como medio adecuado para ello.
22
a. 762, inc. 2, C.C.
17
Y como específicamente es la inscripción del título en la respectiva oficina estatal
de registro inmobiliario lo que respecto de bienes raíces da lugar a la tradición,
constitutiva del "modo de adquirir el dominio de las cosas", no ha de pasarse por
alto que tal acto, no comprendiendo la entrega material de las cosas adquiridas,
produce, sí, una conciencia de pertenencia sobre ellas, como quiera que de esa
manera entran a formar parte del haber patrimonial o hacienda del adquirente, a
partir de lo cual, por cuestión del sistema legal imperante "nadie podrá adquirir la
posesión de ellas sino por este medio." (a. 785 ib.), esto es, nadie podrá aspirar a
hacerse dueño de esas cosas, de tal manera selladas, si no es por medio de título
adquisitivo registrado; ni siquiera podrá válidamente, a través de su tenencia,
adquirir sentimiento de dueño; por esto mismo, "Mientras subsista la inscripción,
el que se apodera de la cosa a que se refiere el título inscrito, no adquiere posesión
de ella, ni pone fin a la posesión existente." (a. 789, inc. 2, C.C.); así entendida la
cuestión resulta innegable que la definición de posesión dada en el artículo 762
antes citado no sirve para aspirar lograr el dominio de las cosas que se encuentren
comprendidas en un título adquisitivo registrado; en principio, entonces, solamente
podrá aplicársele el sentido de aquella definición a los bienes que provengan de un
título que no haya sido objeto de registro, a juzgar por lo que se prevé en el artículo
790 ib.
Sobre el art. 946 del C.C. – Tal como se dejara dicho en antecedencia, que los
derechos del particular vienen acompañados de las respectivas acciones para lograr
ante la jurisdicción su efectiva realización no cabe duda que se inmiscuye el
legislador en asuntos de conocimiento privativo de la rama judicial, tratando sobre
materias tales como estas que pasan a considerarse:
Por vía de principio es plausible que el legislador, en esta norma de turno -946-,
reconozca en el dueño de una cosa singular –corporal, raíz o mueble-, que por
derecho propio se habilita para lograr que quien se ha apoderado de ella se la
restituya; pero este derecho no corresponde a creación ninguna de la ley; no
constituye una graciosa concesión del legislador; es simplemente una cuestión de
18
puro derecho; de esta manera, cuando se habla del dueño, se hace referencia a la
persona que legítimamente ha adquirido esa calidad frente a otra, que "tenía la
facultad de enajenarla" (a. 768 C.C.) esto es, el positivismo solamente da tal
distinción a quien realmente se respalda en un "justo título"23; por esto creemos que
la norma en referencia carece de pertinencia dentro de la legislación ordinaria,
pues, sin su existencia, en la práctica, le basta al dueño con la demostración de su
legítimo título de dominio para que la jurisdicción, por medio de la vía procesal
adecuada, imparta justicia, reconociendo en él su derecho a su goce y disposición,
ordenando condigna restitución, proceder que en derecho ciertamente no requiere
sino enfilar la acción reivindicatoria contra la persona que la usurpa.
Según esta sencilla idea, la acción de dominio en cita solamente tiene como sujetos
de derechos y obligaciones, en su orden, al dueño y al usurpador respecto de una
cosa singular –corporal, raíz o mueble- de propiedad de aquel, que está
precariamente bajo la tenencia de éste. Lo que sucede es que la doctrina judicial,
enredada en la definición de posesión que trae el criticado artículo 762, y porque la
norma que encabeza este comentario menciona como "poseedor" a la persona
obligada a la restitución, le da sentido de propiedad a los efectos de la tal posesión,
atendiendo la reputación que de dueño le asigna a este mero tenedor el inciso 2 de
dicha definición, formando un caos en torno al real sentido de la propiedad,
convirtiendo la reputación en una verdad inconcusa, capaz de enervar los efectos
jurídicos del justo título, tal como aparece dicho en estas notas doctrinales, que
ciertamente causan perplejidad:
«"a) Cuando (…) se da la necesidad de enfrentar títulos contra la mera
posesión, se debe partir de la base de que esta última exista realmente en forma
ininterrumpida por un periodo mayor al que cubre el título de dominio que aduzca
el demandante respecto de la cosa que reivindica. (…). Pero, (…) debe probar en
forma contundente que esa posesión ha sido ininterrumpida por un periodo
suficiente que le asegure que el actor, con los títulos que aduce, no pueda
desvirtuar la presunción de dominio que ampara la situación posesoria así
establecida, postulado éste acerca de cuyo significado dijo esta Corporación en la
Sentencia del 25 de mayo de 1990, "La anterioridad del título del reivindicante
apunta no sólo a que la adquisición de su derecho sea anterior a la posesión del
demandado, sino al hecho de que ese derecho esté a su turno respaldado por la
cadena ininterrumpida de los títulos de sus antecesores, que si datan de una época
anterior a la del inicio de la posesión del demandado, permiten el triunfo del
reivindicante. Entonces, no sólo cuando el título de adquisición del dominio del
reivindicante es anterior al inicio de la posesión del demandado, sino inclusive
cuando es posterior, aquél puede sacar avante su pretensión si demuestra que el
derecho que adquirió lo obtuvo su tradente a través de un título registrado, y que
éste a su turno lo hubo de un causante que adquirió en idénticas condiciones;
derecho que así concebido es anterior al inicio de la posesión del demandado,
quien no ha adquirido la facultad legal de usucapir" (...)". (CSJ, Cas. Civil, Sent.
oct. 23192. M.P. Carlos Esteban Jaramillo Schloss).»24
"La Corte ha establecido la doctrina de que en caso de pugna entre una
posesión material y un título registrado, este debe ceder a aquella siempre que se
reúnan los requisitos siguientes: 1° que el título sea de fecha posterior a la inicial
de la posesión, y 2° que no esté respaldado por otro título igualmente anterior a
aquella. Así lo ha establecido la Corte acatando los derechos que la mera posesión
23
a.765 C.C.
24
"Código Civil y Legislación Complementaria", Legis Editores S.A., § 4152,, Envío N° 101, julio 2013, pág. 378 a 380
19
da al poseedor, aunque sea irregular, puesto que ella puede llevarlo a la
adquisición del dominio por medio de la prescripción extraordinaria y con el fin de
evitar que esa posesión sea injustamente arrebatada por medio de contratos
ficticios". (C. S. J., sent. 27 mayo 1920. G. J., t. XXVIII, pág, 70).25 …………….
20
perfeccionamiento se condiciona al otorgamiento de escritura pública, exigencia
ésta que, en principio, carece de fundamento, pues los efectos prácticos de esta
índole de negocios tienen la misma finalidad: adquirir algo; si bienes raíces, su
dominio; si herencias, la propiedad de las cosas que se involucran en ese concepto;
si servidumbres, la utilidad que de ello se deriva, sin diferenciarse respecto de otras
cosas, como los bienes muebles; hasta aquí no se justifica la razón por la que los
contratos de compraventa de inmuebles, herencias y servidumbres solo alcancen
perfección mediante otorgamiento de escritura pública; se está, entonces, frente a
un proceder caprichoso del legislador, frente a los derechos intrínsecos e
inalienables del particular; por lo mismo, ante una disposición que impone un
diligenciamiento innecesario, además de gravoso, que, por demás, limita el libre
ejercicio de la autonomía privada del particular; porque la noción de compraventa –
de muebles e inmuebles y herencias o imposición de servidumbres-
correspondiendo, por vía de principio, a un acto simplemente consensual, atado al
principio de libre contratación, perteneciente al derecho, para su eficacia no puede
ser sometido a una solemnidad inventada, como si el otorgamiento de escritura
pública –intromisión de la ley- tuviera más poder que la voluntad del particular,
para hacer valer, con solo su consentimiento, los actos nacidos de su natural
derecho de disposición que le proporciona poder suficiente para hacer todo lo que
tenga a bien, con la sola limitación atinente al respeto del orden público; no porque
así lo disponga la ley, sino porque así lo manda el derecho mediante la observancia
de una conciencia bien orientada.
Desde luego que la razón de ser del otorgamiento de escritura pública para las
indicadas especies de contratos se debe a la creación de las instituciones de
notariado y registro a través de los artículos 2546 a 2636 y 2636 a 2682 del Código
Civil, respectivamente reemplazados luego por los decretos 960 y 1250 de 1970,
conocidos en su orden como "Estatuto del Notariado" y "Estatuto del Registro de
Instrumentos Públicos", justificando de esa manera la solemnidad del otorgamiento
de escritura pública, mas, sin necesidad, como quiera que solemne o no, ese acto
no le imprime a los negocios de venta de bienes raíces, herencias o servidumbres
más valor ni eficacia, ni más autenticidad, que los que naturalmente emanan de
ellos, como quiera que, v.gr., respecto de la comparecencia ante el notario de las
personas que celebran el respectivo contrato (a. 24), y de la firma puesta en un
determinado documento (a. 73), la fidelidad de tales actos hace referencia al
testimonio que el notario emite sobre el hecho de la identificación lograda a través
de sus respectivos documentos de identidad, de una parte; y, de otra, mediante la
ocurrencia de haberse puesto la firma por el compareciente de tal manera
identificado, pero sin que tales atestaciones den la certeza de que los
comparecientes sean realmente aquellas personas que se obligan en condiciones
tales.
21
Estado organiza respecto de inmuebles y de otros bienes sometidos a inspección
semejante.
Sobre el art. 1914 del C.C. – Este precepto contiene la creación de la acción
redhibitoria consistente en habilitar al comprador para pedir la rescisión de la
compraventa o, en su defecto, la rebaja proporcional del precio pagado respecto de
ella, por cuenta de "los vicios ocultos de la cosa vendida, raíz o mueble"; la crítica
que se le formula a esa norma se respalda en el mismo criterio expresado, respecto
a la ociosa intromisión en que incurre el legislador en las funciones de la
administración de justicia, habida consideración de que correspondiendo las
acciones a la necesidad que tiene el particular de reclamar los derechos que le son
connaturales, tales medios tienen correlativa existencia, por lo que no se requiere
que el legislador provea sobre esos particulares, aparte de que constituye un
derecho per se, del particular, acudir ante la jurisdicción en procura de la debida
solución de los conflictos a que se vea enfrentado; de manera que si se trata de
reclamar compensación por los daños ocasionados a través de una compraventa
donde la cosa comprendida en ella deviene viciosa, no se requiere que el daño
causado sea solamente por "vicios redhibtorios", sino por cualquiera que se derive
de contrato semejante, como tampoco puede señalarse limitación en cuanto a pedir
condigna reparación, puesto que acciones de esta naturaleza se rigen dentro de una
concepción general relativa a la idea de la responsabilidad; por esto creemos que la
norma en cuestión ningún interés tiene dentro del concepto general de derecho; por
el contrario, entendemos que crea confusión, puesto que los derechos del particular
son integrales, sin que tenga el legislador poder ninguno para limitarlos, menos
para diferenciarlos; por ello, el reclamo del daño que eventualmente pueda
ocasionar la existencia de un vicio -imperfección o daño- oculto o no, debe ser
libremente sustentado por el damnificado, mediante el ejercicio de la acción
genérica de responsabilidad. Ciertamente no se alcanza a comprender la
persistencia del legislador en cuanto a la creación de acciones para el
aniquilamiento de los actos de voluntad realizados por el particular, si ello
naturalmente se comprende dentro de su derecho de disposición.
22
por la cosa"26, debe corresponder al concepto de "justo"; es decir, en un todo, que
"El dinero que el comprador da por la cosa" constituya un "justo precio"; esto es,
en palabras de la doctrina judicial, a falta de definición legal, "el punto de
equilibrio a que aspira la contratación conmutativa. Pero no son pocos los
factores que de hecho inciden en la formación de los precios, por lo que se
encuentra allí una de las materias más investigadas y discutidas en economía
política, seguramente a consecuencia del plano de relatividad en que se mueve, y
por el peligro previsible de que la actividad de las transacciones languidezca por
causa de inadecuada tutela de la ley, en menoscabo del espíritu de empresa como
propulsor del crecimiento de la riqueza pública". (CSJ, Cas. Civil, Sent. oct.
10163).27, cuya enseñanza más precisa consiste en entender que, por lo común, los
celebrantes de una compraventa no son idóneos para alcanzar la meta de lo justo
respecto del precio, debido a la complejidad de "los factores que de hecho inciden
en la formación de los precios", por lo que se llega a establecer, en estas otras
transcripciones, lo siguiente:
"que, como la lesión ultra dimidium exige confrontar el precio
convenido en el contrato con el justo valor de la cosa transferida al
tiempo de celebrar ese contrato, es de todo punto necesario demostrar
dicho precio justo, y que, según doctrina invariable de la Corte, la
prueba adecuada para ello es el dictamen de peritos. Así lo ha
expresado la Corte en repetidas oportunidades, como puede verse, por
ejemplo, en casaciones de julio 30 de 1943 (LV, 1998, 616), de julio
10 de 1953 (LXXV, 2131, 556), de marzo 17 de 1954 (LXXVII, 2138,
99) y de ¡unió 17 de 1960 (XCII, 2225, 952)". (CSJ, Cas. Civil, Sent.
feb. 22167)."28
26
A 1849 C.C..
27
"Código Civil y Legislación Complementaria", Legis Editores S.A., § 9309, Envío 96R, Marzo 2012, pág. 844.
28
"Código Civil y Legislación Complementaria", Legis Editores S.A., § 9310, Envío 96R, Marzo 2012, pág. 844.
29
"Código Civil y Legislación Complementaria", Legis Editores S.A., § 9314, Envío 96R, Marzo 2012, pág. 844.
23
autoriza a la jurisdicción a desechar, para finalmente justificar, que es el juez
quien debe determinar, "apreciando todas las circunstancias del contrato que
frente al caso resulten relevantes, ese "justo valor" de la prestación prometida",
violándose de esta manera la autonomía volitiva de los celebrantes,
reemplazándola por la experiencia pericial o, en su caso, por la autoridad de la
justicia.
Sobre el Título XLI del C.C. – Digno de mención es, en general, el instituto "de
la prescripción", en cuanto su finalidad constituye "un modo de adquirir las cosas
ajenas, o de extinguir las acciones o derechos ajenos, por haberse poseído las
cosas y no haberse ejercido dichas acciones y derechos durante cierto lapso de
tiempo, y concurriendo los demás requisitos legales", cuya consecuencia hace que
"Se prescribe una acción o derecho cuando se extingue por la prescripción 34;
ciertamente, el establecimiento de este medio como propio para hacer que los
derechos se extingan respecto de unos, para, a su vez, dar paso a su adquisición
por parte de otros, debe considerarse, por vía de principio, como un acto ocioso y
contra natura, habida consideración de que todo -desde la Creación- cuenta con
su propio destino; de manera que, de tal modo establecidas las cosas, cualquier
cambio que se le haga a su naturaleza debe estar precedido de una necesidad vital;
dado que la idea general es la de mantener las cosas como vienen establecidas.
No existe explicación ninguna para cambiar la costumbre creada por cuenta de las
necesidades dadas en torno a la permanente vigencia de las cosas; siendo, pues,
que la Creación le fue dada a la humanidad para su propio beneficio, esa tradición
debe conservarse intacta, como que corresponde a un mandato del derecho, cuya
vigencia es eterna; inmutable.
Y es que por cuenta del suceso natural de la Creación –perfecto, desde todo punto
de vista-, y el régimen con que el legislador trata la forma tradicional como se
transfieren los bienes de las personas, en vida y luego de su fallecimiento, la
modalidad de la prescripción que se comenta carece de sentido, pues si el
particular es el absoluto beneficiario de la creación, sin sujeción a condición ni
plazo, ciertamente no se ve de dónde acá el legislador se arroga inimaginables
33
Legis Editores S.A., "Código Civil y legislación Complementaria". §11659, Envío 96R – Marzo 2012, pág. 1030.
34
aa. 2518, inc. 1 y 2,, y 2538, C.C
26
facultades para limitar el tiempo de beneficio que respecto de ella ha recibido la
humanidad.
Siguiendo, pues, el suceso natural de las cosas y ante la existencia de las reglas
dadas por el positivismo, mediante las modalidades de ocupación, accesión,
tradición y sucesión, respecto de una sana transferencia de los derechos inherentes
al dominio o beneficio de la Creación por parte de la humanidad, en verdad
resulta inexplicable que a ello se agregue el modo de la prescripción; y más
asombroso, aún, que esta modalidad tenga sustentación en la concurrencia de un
elemento subjetivo logrado a la fuerza por toda aquella persona que pretenda
adquirir las cosas por vía de simple aspiración, sin contraprestación de su parte.
Creemos que por azar las cosas puedan llegar a poder de alguna persona; y que
por ella sean utilizadas para su uso y goce como lo haría con cualquiera otra cosa,
esa si de su propiedad; pero rechazamos la idea de la adquisición del dominio de
las cosas ajenas por solo el transcurso del tiempo; y con más énfasis si esa
persona se apodera de ella con intensión de ser dueño o hacerse a su propiedad;
precisamente por la modalidad arbitraria y contra todo derecho de adquirir ánimo
de dominio sin el antecedente de la ocupación; o de la accesión; o de la tradición,
o de la sucesión, en los términos previstos por la ley; por esto nos asombra que el
elemento fundamental para la usucapión –prescripción adquisitiva de dominio- lo
constituya simple y llanamente la tenencia de una cosa con ánimo de señor o
dueño; esto es "la vinculación de la voluntad de una persona a un “corpusˮ,
como si esa relación emanara del derecho de propiedad"35; toda vez que la
tenencia de una cosa resulta ser un elemento que no se identifica con el dominio,
como tampoco se constituye el dominio por el solo hecho de vincular la voluntad
de alguien a la cosa que se tiene en su poder; si bien en el artículo 673 del Código
Civil se establece la prescripción como uno de los modos de adquirir el dominio,
también es cierto que ese texto no se remite a "las cosas ajenas"; ni opera por
solo el transcurso de un determinado lapso de tiempo durante el cual las cosas
sean objeto de un sentimiento de dueño según exigencia legal36, por cuanto el
derecho -que es norma de normas en un Estado de Derecho- no permite esa
vinculación subjetiva, dada la falta de fundamento para ello; esto es, la carencia
del modo que usualmente se requiere para adquirir el dominio, a saber: ocupación,
accesión, tradición o sucesión.
35
Legis Editores S.A., "Código Civil y legislación Complementaria". §3354, Envío 96R – Marzo 2012, pág... 330.
36
a. 762 C.C.
37
aa. 4 C.N. y 9, L.153/1887
27
Creemos que con la antecedente exposición se ha cumplido con el propósito de dar
a conocer la existencia del derecho dentro de una concepción universal de algo
intangible que a través de una conciencia bien formada conduce a la humanidad a
mantener vigente su esencia; y de paso, ha sido descubierto que el Código Civil
vigente, por razón de su origen, resulta ser funesto para nuestra idiosincrasia, social
y política.
28