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El aumento de la demanda en las últimas décadas de productos animales, entre ellos los
productos avícola, junto con el desarrollo de la tecnología han provocado un profundo
cambio en los sistemas de producción avícolas empleados. El aumento de la producción
ha permitido satisfacer las crecientes necesidades de alimentos de origen animal a un
precio asequible, pero a su vez esto se ha traducido en una creciente presión sobre el
medio natural. La contaminación potencial derivada de la actividad ganadera pone en
entredicho la imagen de este sector frente a una sociedad cada vez más preocupada en
los temas medioambientales. Por ello, este sector debe enfrentar el desafío de adaptación
progresiva a la reducción de contaminantes. Una explotación avícola realiza ciertas
acciones que pueden afectar a los distintos medios (suelo, agua, atmósfera, medio biótico
y medio social). No obstante, el impacto potencial de dichos riesgos sobre el medio
ambiente puede ser muy diferente, pudiéndolos clasificar de acuerdo a su
importancia.(CTL 2014)
La contaminación de las aguas superficiales (ríos, canales u otros cursos de agua) por
vertido directo de aguas residuales desde una granja, o por la escorrentía del agua de
lluvia que circule por el exterior de las explotaciones, arrastren parte del pienso o heces
que puedan quedar en los patios. El control de estas emisiones dependerá de su
relevancia y el tipo de explotación. Aunque el riesgo principal de contaminación se
produce como consecuencia de la aplicación inadecuada de los purines o estiércoles al
campo, pudiendo emitirse potenciales contaminantes del suelo y de las aguas
superficiales y subterráneas como son el nitrógeno, fósforo o metales pesados (cobre y
zinc, especialmente en purines porcinos), microorganismos patógenos y restos de
medicamentos veterinarios que pueden terminar en los purines y cuyos efectos negativos
pueden producirse a largo plazo.(MAPAMA 2017)