Вы находитесь на странице: 1из 1

SALIR Y ANUNCIAR A CRISTO

En los últimos años hemos escuchado de forma frecuente en los discursos del Papa
Francisco la idea de salir al encuentro del otro, ir a las periferias de nuestras ciudades y
presentar al Salvador. Lo que el Papa denomina “la cultura del encuentro” no es otra cosa
que la misión de la Iglesia, el cual debe hacerse actual en nuestras comunidades
(parroquias, movimientos laicales, asociaciones juveniles, etc.) Este reto resuena en la
juventud, que tiene ardor por llevar el Evangelio y “encontrarse con el otro” que vive
lejos.
Nuestra parroquia “Santa Beatriz” del distrito emblemático de Lince ha experimentado
en el mes de julio la experiencia impulsada por el Papa, esto es, salir de nuestras casas
para encontrarse con el “hermano de la periferia”. Le hemos llamado “misiones
parroquiales 2018”. Salimos a uno de los poblados de Chincha Alta: Larán, el cual
pertenece a la parroquia “Nuestra Señora de Fátima”. Un grupo de 10 jóvenes decidieron
cortar sus vacaciones limeñas para colaborar con la evangelización en una zona donde la
fe católica apenas tiene presencia.
Nuestros jóvenes tuvieron la experiencia inolvidable de tocar puertas para realizar un
censo sobre la fe de los que viven en Larán, regalaron decenas de estampas del Corazón
de Jesús a los hogares, hicieron la lectura de la Palabra de Dios con breves explicaciones.
Todo con el entusiasmo de aquel que ha conocido a Cristo. En esta experiencia misionera
no se podían olvidar del encuentro con el Señor a través de la oración diaria, el rezo del
santo Rosario y la Santa Misa. Los misioneros, al visitar casa tras casa, vivenciaron la
necesidad de Dios en los niños, jóvenes como ellos y adultos. En muchas de las casas le
abrían personas de confesión evangélica y no deseaban el censo ni compartir la Palabra.
Ello no restaba en el ánimo de nuestros jóvenes parroquianos.
En el recuerdo común de los misioneros esta una de las capillas de Larán: San Antonio
de Padua. El primer día que acudimos fue para la limpieza general y para ambientarla. La
sorpresa tuvo lugar apenas se abrió la puerta. Un fuerte revoloteo de palomas nos indicaba
que había hecho su “hábitat” en el interior de la capilla, llevaban varios meses ahí, se
debía a que no había celebraciones litúrgicas desde hacía un año y medio. Los jóvenes
limpiaron todo lugar para la celebración de todo esos días. Ellos eran conscientes que
parte de la misión era reactivar esa capilla con el rezo del Rosario y la Santa Misa. Así se
dio durante ocho días. Al final de estas jornadas de misión, la gente quedo agradecida por
el gesto de entrega. Nuestros misioneros regresaron cargados con un sinfín de
experiencias que no caben en este artículo.
A modo de conclusión, señalamos que nuestras comunidades parroquiales deben
experimentar estas “salidas misioneras” a lugares distintas de nuestra ciudad capital. El
encuentro con el otro enriquece a todos, crea puentes, permite el crecimiento de la Iglesia
y se da gloria a Dios.

Вам также может понравиться