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Teoría de los Tipos Lógicos y vida cotidiana

“La verdad de las cosas no se encuentra refutando las contradicciones, sino interiorizándolas, o
sea, resolviendo los opuestos en un concepto superior que los conserva conciliados.”

Friedrich Hegel

En su Crítica del juicio, Kant declaró que: “…el juicio reflexivo, que está obligado a ascender de lo
particular en la naturaleza a lo universal, requiere en ese paso un principio que no puede extraer
de la experiencia, porque su función es establecer la unidad de todos los principios empíricos bajo
otros más altos, y por lo tanto establecer la posibilidad de su subordinación sistemática”, e insistió
en que, aunque no podemos probar que la naturaleza está intencionalmente organizada, debemos
sistematizar nuestro conocimiento de ella contemplándola como si estuviese organizada de ese
modo. Es decir que si queremos lograr un conocimiento debemos actuar con el supuesto de que
tal cosa se puede lograr. Kant formuló también una lista de presuposiciones que, según él, eran
sugeridas por este principio: 1) que la naturaleza toma el camino más corto, 2) que la naturaleza
“no da saltos en el curso de sus cambios”; 3) que en la naturaleza existe una subordinación de
especies y géneros que nos es comprensible; y 4) que es posible incorporar especies bajo géneros
progresivamente más amplios (Makinistian, 1997/98). De estos dos últimos presupuestos se hace
cargo la teoría de los Tipos Lógicos.

Teoría de los Tipos Lógicos

La teoría de los Tipos Lógicos es una herramienta conceptual derivada de los Principia
Matemathica de Whitehead y Russell. Esta teoría comienza con el concepto de colecciones de
‘cosas’, unidas por una característica específica común y a las que llama ‘clase’. Una clase es una
colección de entidades, pero a diferencia de las colecciones concretas de individuos, como serían
las piezas de una máquina o los árboles de un bosque, las clases son colecciones abstractas de
individuos. Son ejemplos de clase las personas del mismo sexo o aquellas que viven en una misma
ciudad, los gatos o las frutas.

De los individuos que forman una clase se dice que son miembros de, o elementos de dicha clase.
Así, por ejemplo, el Aconcagua pertenece a la clase de las montañas y la fiambrería de la esquina
de mi casa a la clase de los negocios expendedores de comida.

La tesis central de esta teoría sostiene que existe una discontinuidad entre una clase y sus
miembros por ejemplo, la distinción entre un libro y sus páginas nos está indicando dos niveles
lógicos, análogos a los de una clase y sus miembros, respectivamente (Watzlawick, 1989).
La clase no puede ser un miembro de sí misma, ni uno de sus miembros puede representar a la
clase, porque el término usado para la clase es de un nivel de abstracción distinto de los términos
empleados para los miembros (resulta evidente que la humanidad es la clase de todos los
individuos humanos, pero que ella misma no es un individuo).

Hay un profundo abismo entre los enunciados acerca de un individuo y los enunciados acerca de
una clase. Estos enunciados son de diferentes tipos lógicos. Decir “El líquido está en ebullición” es
de distinto tipo lógico que el enunciado “Esta molécula será la primera en entrar en ebullición”.

Bateson (1979) da una serie de ejemplos:

“1. El nombre no es la cosa nombrada sino que pertenece a un tipo lógico diferente, superior al de
la cosa nombrada.

2. La clase es de un tipo lógico superior que el de los miembros que la integran.

3. Las órdenes (o control) que emanan de la propensión del termostato de una vivienda son de
tipo lógico superior que el control emanado del termómetro. (La propensión es el aparato situado
en la pared que puede ser predispuesto de modo de determinar en torno de qué temperatura
variará la de la vivienda.)

4. La palabra “junco” es del mismo tipo lógico que “arbusto” o “árbol”. No es el nombre de una
especie o género de plantas sino el de una clase de plantas cuyos miembros comparten un
determinado estilo de crecimiento y diseminación.

5. “Aceleración” es de tipo lógico superior a “velocidad”.”

Russell en los Principia Mathematica describió que no todas las proposiciones son de la forma
sujeto-predicado (los enunciados acerca de las propiedades de las cosas son de distinto tipo lógico
que los que establecen relación entre objetos): “La lógica tradicional se equivocó completamente
al creer que existía una sola forma de proposición simple: la que atribuye un sujeto a un
predicado. Ésta es la forma adecuada para asignar una cualidad a una cosa determinada. Podemos
decir, esto es redondo, esto es rosa, y así sucesivamente. Pero si decimos, esto es más grande que
aquello, no sólo asignamos una cualidad sino que también hablamos de una relación entre esto y
aquello. Por eso las proposiciones que establecen una cierta relación entre dos objetos tienen una
forma diferente de las proposiciones del tipo sujeto-predicado. No haber podido comprender esta
diferencia o no haberla tenido en cuenta ha dado origen a numerosos errores en la metafísica
tradicional. Tener la convicción inconsciente de que todas las proposiciones son de la forma
sujeto-predicado, o, en otras palabras, que cada hecho consiste en algo que tiene alguna
propiedad ha sido el motivo de que gran parte de los filósofos no fueran capaces de dar una
explicación del mundo de la ciencia y de la vida cotidiana”.

Aplicación a la vida cotidiana

En la mayoría de nuestros quehaceres nos enfrentamos con las jerarquías de niveles lógicos y no
conocerlos suele llevarnos a confusiones en nuestra manera de pensar ciertos problemas.
Los siguientes son ejemplos en los que puede aplicarse la teoría de los Tipos Lógicos para analizar
distintas situaciones (y eventualmente resolver problemas vinculados a ellas):

a) con frecuencia decimos que vamos a comer fruta. Desde un punto de vista lógico, no podemos
‘comer fruta’, dado que ‘fruta’ es un concepto (es la clase que tiene como miembros a las
bananas, manzanas, naranjas, etc.). No es una cosa que podamos ingerir. Entonces podemos
comer banana o manzana, pero nunca ‘fruta’. Distinto sería si dijéramos “voy a comer una fruta”
(que es como decir un miembro de la clase de las frutas).

b) puede ocurrir que nos encontremos diciéndonos cosas del tipo de “Tengo que ser más
ordenado”, sin darnos cuenta que nos condenamos al fracaso con la misma enunciación, dado que
no es posible modificar la clase completa aunque sí lo sería modificar cada uno de sus miembros
(algunas de las acciones que la componen: ordenaré el escritorio, el armario del baño, mi cartera,
etc.). Cuando haya un cierto número de esas acciones modificadas probablemente podré decir
“me veo más ordenado”. Son muchas las ocasiones en que aspirar a cambiar una clase (“tengo que
cambiar mi matrimonio, mi vida, mi actitud hacia el estudio, etc.”) nos impiden ejecutar
justamente aquellas acciones concretas que nos llevarían a modificar lo que queremos.

c) en ocasión de responder a una pregunta, puede darse que ni el que responde ni el que enuncia
comprendan por qué no quedan conformes. Esto también puede analizarse en función de los tipos
lógicos. Para mencionar una situación, podemos poner aquella en la que alguno o algunos tratan
de convencer a otro para algo, y éste intenta responder. Por ejemplo, convencerlo de que tenga
más hijos. Le dicen “No se queden con uno”; “Un hermanito para que juegue”, “El segundo se cría
solo”, “No sé por qué no se animan”, y el interpelado respondiendo “Y, no, por ahora no”, “Si no
puedo con uno menos voy a poder con dos”, “Tal vez más adelante”, y cosas por el estilo. Véase
que las respuestas son del mismo tipo lógico, todas respondiendo al nivel de contenido, de
acuerdo al segundo axioma de la comunicación humana (“Toda comunicación tiene un aspecto de
contenido y un aspecto relacional tales que el segundo clasifica al primero y es, por ende, una
metacomunicación”): cuentan acerca del por qué no, habilitando con la respuesta la existencia
misma de la pregunta-sugerencia-exigencia de los otros.

Otro grupo de respuestas, de distinto tipo lógico, podrían caracterizarse por cuestionar la
existencia misma de la pregunta, centrándose así en el nivel de la relación (segundo axioma de la
comunicación humana). Así, por ejemplo, “¿Quiénes creen que son ustedes para decirme lo que
tengo que hacer?”, (irónicamente) “cuando no sepa qué hacer con mi vida, voy a preguntarte, ya
que tenés tantas ganas de organizármela”, o (contándole de cómo me siento) “Esto que me decís
me hace sentir incómodo, me parece que esas son decisiones íntimas”, etc.

d) otra situación que podría ser estudiada en función de los tipos lógicos es aquella en la alguien
habla sobre la adecuación o inadecuación de la conducta de un tercero. Veamos el siguiente
relato:
“Siete de la tarde. Toca el timbre una vendedora de ropa a la que a veces le compra ropa la madre
de quien atiende el timbre. La vendedora viene sin avisar. La hija le pregunta a la madre, que está
acostada, qué decirle a la vendedora, y recibe la siguiente respuesta: “Decile que estoy
descansando, que venga ocho y media, nueve, o que me llame.” La hija transmite la respuesta, y la
mujer le dice: “¡A esa hora no voy a poder! Yo después la llamo. ¿Qué hace durmiendo a las siete
de la tarde? No va a dormir de noche, como los bebés cuando duermen de día”.

A esta última afirmación, puede recibir respuestas que pertenecen al mismo tipo lógico, como las
que dicen “Trabajó todo el día hasta ahora, tiene derecho a descansar”, “Bueno, lo que pasó es
que no daba más”, “Y, lo cierto es que luego ella trabaja hasta tarde…” (todas ellas apuntan al
nivel de contenido).

Respuestas de distinto tipo lógico, que apuntan a la naturaleza de la relación, son: “Ella hace lo
que quiere, como usted, que se decidió a venir sin avisarle”, “No es mi tema cómo mi madre
organiza sus horarios, ni tampoco los juicios que usted haga sobre esa organización”, “Yo sólo le
transmito el mensaje de ella, adiós”.

Una situación similar está planteada en el siguiente ejemplo: Una mujer lleva a sus hijos a la playa
todos los días que puede, para aprovechar la carpa que ha alquilado. Otra mujer, a la que conoce
por el hecho de que tiene la carpa al lado de la suya, y se saludan como vecinas, un día le dice:
“Pero che, ¿tus hijos son huérfanos que el padre no viene nunca?”.

Respuestas del mismo tipo lógico que la pregunta, nuevamente respondiendo al contenido, son:
“Él está trabajando”, “No puede venir ni siquiera los fines de semana porque está haciendo un
postgrado en Buenos Aires”, “Hace un mes que está muy enfermo”, etc. Respuestas de otro tipo
lógico, que metacomunican acerca del nivel de la relación, pueden ser: “¿Cómo te atrevés a
preguntarme esto y de ese modo?”, “¿Sos así de desubicada con todos o solamente conmigo?”,
“La verdad es que me dan ganas de insultarte”, “Tu pregunta me molesta”, etc.

e) para ponerlo en penitencia, la madre encierra a su hijo de tres años en el baño. El niño, desde
dentro, cierra la puerta con llave. Cuando la madre escucha el ruido que hace la llave, va a pedirle
que por favor abra la puerta y salga. Él sale cuando quiere, un largo rato después. Con la acción
emprendida por el niño, éste excluye a esta situación como miembro de la clase de situaciones en
las que su madre puede ponerlo en penitencia, y la incluye en otra clase que es la de las
penitencias impuestas por él a su madre.

Similar es la actitud de otro niño de tres años que hace algo que sabe que no le es permitido.
Antes de que el padre abra la boca para retarlo, el niño alza la mano como para detenerlo,
diciendo: “Ya sé, al rincón”, y se va al rincón, donde permanece el tiempo que considera necesario.
Con esa acción de imponerse la penitencia (en calidad y cantidad), se ubica a sí mismo como
miembro de la clase de quienes pueden ponerle penitencias, y excluye al padre de ser miembro de
esa clase.

Otros ejemplos de utilización de los Tipos Lógicos


1- Solver, Re-solver, Di-solver

Para Giacomo, “existe una conceptualización de tendencias opuestas como dos entidades
discretas y mutuamente exclusivas:

A no-A

“En el paradigma hegeliano clásico la noción de dualidades está ligada a la idea de polaridad, un
choque de opuestos. La forma básica de este tipo de dualidades es la simetría, en la que ambos
polos pertenecen al mismo nivel. En esta concepción, la situación está formulada de manera que
una ganancia en uno de los polos está invariablemente asociada con una pérdida en el lado
opuesto, un juego de suma cero. Desde este lugar de observación, “Solver” un conflicto significa
elegir un curso de acción que brinde un mejor resultado para uno de los polos en detrimento del
otro.

“Existe también la concepción según

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la cual las tendencias opuestas pueden formularse en términos de un continuo. Esto llama a un
compromiso. Se produce una mezcla de ciertas proporciones de los dos polos de tensión.
Usualmente contiene elementos de ambos polos pero no proporciona un metamarco. (Se podría
expresar: blanco-tonos de gris-negro). “Re-solver” conflictos es seleccionar un curso de acción que
brinde resultados satisfactorios para ambos polos.

“Existe también una visión multidimensional, en la cual los dualismos son representados mediante
una imbricación de niveles, en donde un nivel emerge del otro y viceversa. Tendencias opuestas
no sólo interaccionan y co-existen, sino que también forman una relación complementaria. Está
caracterizada como un juego de suma no-cero, en el cual la pérdida de uno de los polos no
significa necesariamente la ganancia del otro. Por consiguiente Pérdida/Pérdida o
Ganancia/Ganancia son también posibilidades. “Di-solver” un conflicto sería cambiar la naturaleza
y/o el contexto de la unidad en la cual éste está inmerso, de manera que el conflicto desaparezca.
Así las tendencias previamente consideradas como dicotomas interaccionan y se integran en algo
diferente” (Giacomo, 1987).
Veamos cómo sobre todo en la tercer alternativa, con la aparición del metamarco (o también,
clase), cada uno de los polos del conflicto quedan a un mismo nivel (incluidos como miembros), lo
que posibilita dejar de verlos duales o opuestos, y conlleva la posibilidad de ver sus relaciones
mutuas.

2- Cambio1, cambio2

Watzlawick,

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Weakland y Fisch (1976), aplicando la teoría de los Tipos Lógicos, describen dos tipos de cambio:
uno que consiste en la modificación de las acciones dentro de un sistema (que en sí permanece
inmodificado) y otro, cuya aparición cambia al sistema mismo. Ejemplifican esto diciendo: “Una
persona que tenga una pesadilla puede hacer muchas cosas dentro de su sueño: correr,
esconderse, luchar, gritar, trepar por el acantilado, etc. Pero ningún cambio verificado de uno de
estos comportamientos a otro podrá finalizar con la pesadilla. En lo sucesivo designaremos a esta
clase de cambio como cambio1. El

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único modo de salir de un sueño supone un cambio del soñar al despertar. El despertar, desde
luego, no constituye ya parte del sueño, sino que es un cambio a un estado completamente
distinto. A esta clase de cambio la denominaremos cambio2”. La aparición de este último tipo de
cambio es considerada corrientemente como algo incontrolable e incluso incomprensible, como
un salto cuántico.
Existe sin embargo, dicen, el hecho innegable de que, muy lejos de ser imposible, el cambio2
constituye un fenómeno que se da cotidianamente: la gente encuentra nuevas soluciones, los
organismos sociales son capaces de autorectificación y la naturaleza encuentra siempre posibles
adaptaciones. Entonces el cambio2 resulta introducido en el sistema desde el exterior y por lo
tanto no es algo familiar o inteligible en términos de las vicisitudes del cambio1. De aquí su
naturaleza chocante y aparentemente caprichosa. Pero visto fuera del sistema, supone
meramente un cambio de las premisas que rigen al sistema en su totalidad.

Estos autores sostienen que se comete un error de tipificación lógica y se establece un juego sin
fin cuando se intenta un cambio1 en una situación que tan sólo puede cambiarse a partir del nivel
lógico inmediatamente superior: por ejemplo, en una pareja, una mujer puede tener la impresión
de que su marido no es lo suficientemente abierto e intentar obtener más información. Cuanto
más lo interroga, más se resiste él a darle información ya que considera su conducta como
entrometida, y así en lugar de conseguir que ella renuncie a su actitud, su conducta aumenta la
desconfianza de ella. Cuanto menos le informe él, más desconfiará ella y cuanto más insista ella,
menos cederá él, ya que ambos movimientos son ejemplos de cambio1 y la solución del problema
probablemente requiera que el observador (que puede ser uno de ellos mismos) vea a ambos
movimientos como miembros de una clase que los incluya a ambos. Otro error de tipificación
lógica puede darse al intentar un cambio2, cuando resultaría adecuado un cambio1: por ejemplo
cuando frente a la conducta de desprolijidad de su hijo adolescente la madre le dice que “debe
cambiar su vida” en lugar de pedirle que cuelgue la campera. Le pide un cambio de actitud y no un
cambio determinado de comportamiento: la acción es emprendida a un nivel equivocado.

3. Bien olvidado o mal y bien asumido o bien

Podemos concebir al bien como opuesto al mal, como distintos en su esencia, como miembros de
distintas clases, y, también podemos, según Palonsky propone, concebirlos con diferencias que los
hacen opuestos transitoriamente, y ambos miembros de la clase del Bien. Veamos: “Aceptando
que percepción o conciencia, desde cierta perspectiva moral, es la capacidad para reconocer la
diferencia entre el bien (: bien asumido) y el mal (: bien olvidado) en la conducta propia, la
percepción restringida supone un velamiento de este discernimiento, mientras que la percepción
eximida o conciencia alertada supone un acrecentamiento de dicho discernimiento. En otras
palabras, lo que distingue a una percepción o conciencia, de la otra, es un plus de visión, o de
comprensión, acerca de la calidad comportamental.

(…) si nos abocamos a alumbrar el bien olvidado, o mal, se esclarece el bien asumido, o bien, y
que, optando por abandonar el mal, se desvanece la transitoria oposición entre ambos y se
vislumbra

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lo único: el Bien.” (Palonsky, 1996).

A modo de conclusión

“Cada nueva mente es una nueva clasificación. Si esa nueva mente resulta una mente de actividad
y fuerza no comunes, un Locke, un Lavoisier, un Hutton, un Fourier, impone su clasificación a los
demás hombres, y ahí tenemos un nuevo sistema.” (Emerson, 1841).

Tenemos necesidad de estructurar nuestro conocimiento del mundo en función de niveles,


estratos, órdenes o marcos de referencia y para ello contamos con la herramienta conceptual de
los Tipos Lógicos. Al estar incluidos en el lenguaje, y, al parecer, como parte de nuestra capacidad
lingüística, se nos da la posibilidad de clasificar, es decir la capacidad de incluir significados en
totalidades significativas más grandes. La palabra clasificar proviene del lat. classificare y éste del
latín clasis, clase, y facere, hacer, es decir ordenar y disponer por clases.

Utilizando la teoría de la tipificación lógica, y con el objetivo de ordenar los conocimientos, se han
creado distintos sistemas de clasificación de los mismos. Cada ciencia en particular ha desarrollado
sus propios sistemas de clasificación, y cada uno de nosotros sustenta su propia clasificación de su
mundo. Ahora bien, “no hay clasificación del universo que no sea arbitraria y conjetural. La razón
es muy simple: no sabemos qué cosa es el universo” (Borges, 1952). Quedar sujetos a una única
clasificación o creer que la nuestra es la única clasificación válida, implica un riesgo porque nos
cierra la posibilidad de reemplazarla cuando nos sea necesario.

“Eventualmente usted construirá el universo en cada detalle y potencialidad, exactamente como


Ud. lo conoce; pero entonces, lo que usted construirá no será lo que es, pues cuando usted
construya lo que ahora es, el universo se habrá expandido en un nuevo orden que contendrá lo
que entonces será.

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En ese sentido, el universo debe expandirse para escapar a los telescopios a través de los cuales,
nosotros, que somos el universo, estamos tratando de capturarlo. La serpiente se come a sí
misma”. (Spencer-Brown, 1971).

Bibliografía

Bateson, G. (1972/1992). Pasos hacia una ecología de la mente. Buenos Aires: Ed. Planeta y Lohlé.

Bateson, G. (1979/1997). Espíritu y naturaleza. Buenos Aires: Ed. Amorrortu.

Borges, J. (1952/1985). Otras inquisiciones. Buenos Aires: Emecé Editores.

Emerson, R. W. (1841/1987). Confía en ti mismo. Barcelona: Ediciones 29.

Giacomo, D. (1987). Ni primero ni segundo. Terapia Familiar. Año X – Nº 16.

Keeney, B. (1983/1987). Estética del cambio. Buenos Aires: Paidós.

Makinistian, R. (1997/98). Lecciones Historia filosofía de la ciencia.

Palonsky, N. Prólogo del libro “Meditaciones”, de R. L. Makinistian, Ed. Priv., Rosario, 1996.

Spencer-Brown, G. (1971). Laws of form. New York: E.P. Dutton.

Watzlawick, P., Beavin Bavelas, J. y Jackson, D. (1967/1995). Teoría de la Comunicación Humana.


Barcelona: Herder.

Watzlawick, P., Weakland, J. y Fisch, R. (1976). Cambio. Barcelona: Herder.

Watzlawick, P. (1976/1989). ¿Es real la realidad? Barcelona: Herder.

Watzlawick, P. (1983/1989). El arte de amargarse la vida. Barcelona: Herder.

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