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REVISTA CONTEMPORÁNEA

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REVISTA
CONTEMPORÁNEA
D 1 RECTOR

RAFAEL ALVAREZ SEREIX

ANO XXVII-TOMO CXXII


A B R I L — M A Y O - J U N I O 1901

ÍDKEECHOS EESERVADOS)
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^ . ! ' • '
y

DIRECCIÓN ADMINISTRACIÓN
Travesía de San Mateo, 1« pral. Pizarro, núm. 17, principaL
MADRID
MADRID, 1901
TirOGRAFÍA DE LOS HIJOS DE MANUEL GINÉS HERNÁNDEZ
Libertad^ 16 duplicado, bajo
U Liet MlRillMl, EL PlíS V Ll Minim MERCINTE

Coincide la creación de la Liga Marítima Española con la


apertura del siglo; pero ¿informarán sus determinaciones el
espíritu práctico necesario para que surtan los efectos que
se desea?
Hay que convenir en que el ambiente que aspira la socie-
dad española no es el más adecuado para que germine ypros-N
pere idea tan patriótica y levantada, ni e! camino ó derrote- \
ro trazado por los iniciadores de nuestra reconstitución na-
val es el más á propósito para que aquélla fructifique, Exa.
minados los estatutos que sirvieron de base á la constitución
de la Liga, adviértese un gran fondo de sentido teórico que
nada resolverá en lo porvenir, como nada han resuelto des-
pués de un siglo las mil Constituciones políticas promulga,
das, hermosas todas ellas en espíritu, pero de poco efecto
en el terreno práctico, por ser muy difícil asimilarlas á nues-
tro organismo.
Como razones poderosas para que desconfiemos del éxito
consideramos en primer lugar la carencia de intereses marí-
timos en la villa y corte, lo cual hace que sea el sitio desig-
nado como cabeza ó portaestandarte de la Liga el más
inadecuado y menos á propósito para el desarrollo de afec-
tos y simpatías, completamente divorciados con la índole ó
manera de ser especial del centro de la Nación. Una ins-
titución cual es la que la que se desenvuelve ahora, que debe
estar inspirada y compuesta en su inmensamayoría con ele-
mentos del litoral, elementos trabajadores y no políticos, y
por tanto desconocidos y hasta si se quiere repulsivos al lla-
mado cerebro del país, va á moverse dentro de una atmósfera
hostil, dada la índole especial encarnada en la capital de la
monarquía, y cuyas miras cuadran perfectamente á solu
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ciones que ésta no sabe apreciar, ni conoce, ni le importa,


no dándoles por lo tanto valor alguno.
Axiomática es para nosotros la evidencia de los beneficios
que reportaría la expresada Liga Marítima Española alejada
de esa atmósfera que no es la suya y evitando por este aleja-
miento que se inocule con el virus de la política, tal como se
entiende ésta en nuestra patria, é inclinándose como lógica
deducción á derroteros nada conformes con las mirás de
los asociados, cuya casi totalidad representan cuantiosos
intereses, indiferentes cuando no antitéticos á los que se
ventilan en Madrid. Y al juzgar como nocivo la constitución
de la Liga en un punto cualquiera del interior, no nos mue-
ve prevención alguna, pues pensando con idéntica lógica,
combatiríamos de la misma manera una Junta central de
ganaderos establecida en los «Columbretes», ó una Sociedad
agrícola que tratara de establecerse en los terrenos del
Sahara adquiridos recientemente. El temor real y no apa-
rente de que el olor á algas y mariscos, que debe informar
como principal nervio en su formación y que tanto reco-
mendó el ilustre Maura, se desvirtué por el oxígeno político
que por precisión tiene que aspirar, será un hecho, sustitu-
yendo miras interesadas y egoístas á las patrióticas que
como axioma inconcuso guían á sus patrocinadores y al
contingente de sus adeptos de buena fe.
E n guardia y sobre aviso debieran haberse puesto los ele-
mentos del litoral al ser llamados para formar parte de la
constituyente con objeto de discutir el proyecto de estatutos,
estableciendo en Madrid el centro de nuestra reconstitu-
ción marítima; y como ejemplo, que á la vista está por
lo reciente, citaremos lo sucedido con las Cámaras de
Comercio de Zaragoza, esperanzas un día de la Patria,
transformadas en Cámaras políticas al año de su reunión,
dejando, por lo tanto, de responder á los fines para que se
habían congregado, de donde vino su desprestigio y muerte;
respecto á la opinión aducida y sustentada por algunas per-
sonalidades que ofician de conspicuas, de que fuera de la
política no hay posibilidad de constituir obra duradera y
provechosa, queda desmentida ante la creación y funciona-
LA LIGA MARÍTIMA 7

miento de otras corporaciones que con brío sin igual, y sin


que radiquen en Madrid sus Juntas directivas, llenan por
completo su misión, habiendo logrado sustraerse á la per-
niciosa influencia de la política, que como nueva ley de
gravitación atrae é impone su dominio á todas cuantas so-
ciedades se ponen á su alcance. Como ejemplo de prove-
chosa independencia se destaca el Fomento de la Producción
Nacional, de Barcelona, que ejerce en la industria española
parecido papel al llamado á representar en las industrias na-
vales la Liga Marítima, y, en otro orden, las Ligas y Socie-
dades agrarias y pecuarias de Valladolid, Valencia, Sevilla,
Barcelona y otras, como aií propio la de los navieros y Aso-
ciación de la marina mercante establecidas en Bilbao, que
tanto han hecho en su conjunto para librar la riqueza de la
patria de un total aniquilamiento.
Ningún motivo racional abona el que haya sido elegido
Madrid como centro de la Liga; no es la capital de España
industrial como París, Bruselas ó Berlín, agrícola como las
capitales de los Estados balkánicos, comercial como Lon-
dres, y, aun desde otro punto de vista, ni monumental como
Roma, artística como Viena, ni histórica como Atenas. Dé-
bese su capitalidad al capricho de un Rey, que si bien demos-
tró perfecto conocimiento de los hombres y cualidades de
gran político y profundo pensador, erró por completo al fijar
el centro y capital de un imperio en el cual jamás se oculta-
ba el astro del día, existiendo, como existían, Valladolid y
Toledo que las abonaba la tradición; y mirando la convenien-
cia política interior en aquella época. Granada, con lo que
España se habría ahorrado mares de sangre que las desas-
trosas guerras de los moriscos le produjeron; Sevilla, en
aquel tiempo emporio de riqueza, con un gran río navegable
y situada en el centro de una región productora, no sólo por
lo que á la parte agrícola se refería, sino también por las in-
dustrias que sustentaba, que se encontraban en su período
culminante de desarrollo; y sobre todas las citadas , para
atender á la conservación de una patria grande, poderosa,
rica y respetada, se encontraba Lisboa, cabeza del Portugal
anexionado en aquel reinado, y parte integral de la gran Pe-
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nínsula Ibérica, sin que fronteras naturales, costumbres an-


tagónicas y pasado histórico justificaran su posterior separa-
ción del conjunto. De haberse cubierto ésta con la corona
del imperio, otro hubiera sido el porvenir de nuestra raza. La
Nación, más en contacto con sus intereses de íuera, les ha-
bría prestado preferente atención, fomentando los lazos que
los unían á sus colonias al través de los mares; y el siglo XX,
cuyos albores, después de las mil humillaciones recibidas,
tan enlutado se presenta para nuestra patria, tendría risue-
ñas perspectivas que en la actualidad no se vislumbran.
_ El ambiente que se aspira, los resortes que imperan, la
V!da, en una palabra, de la capital de la Nación, la debe en
primer lugar á residir en ella el Jefe del Estado, que arrastra
tras de sí multitud de elementos que no son productores,
como la alta aristocracia, y la cuarta parte del contingente
armado que el país sostiene; y en segundo término, al in-
menso arsenal burocrático que encierra, que hace seme-
jante la capital de la que un tiempo fué señora de dos
mundos á un vastísimo almacén de papel escrito, que va
aumentándose por días con la afluencia. Lo propio está su-
cediendo ahora con la Liga Marítima, con todas las direc-
tivas, con casi todas las sociedades españolas, bien sean fe-
rroviarias, mineras ó de cualquiera otra clase, pero que algo
tengan que ver con el Estado, lo cual amenaza ahogar á Es-
paña en un mar de tinta ó sepultarla bajo un mundo de ex-
pedientes. Inútil es hacer constar que nunca falta al frente de
cada una de ellas el consabido personaje influyente de la po-
lítica, cuya principal misión, dentro de las mismas, no es otra
que la de suavizar exigencias y allanar los caminos que con-
ducen á aquéllas á la deseada tierra de promisión, quedando
exentas, merced á tan útiles auxiliares, del grillete que de
fuera viene en forma de comisión oficial, y tales sociedades
se ven obligadas á adoptar en la mayoría de los casos pro-
cedimientos, si no idénticos, análogos á los puestos en boga
en otro tiempo por los RR. PP. Teatinos (i), y sin los cuales

( I ) Refiere el iluítre escritor Ricardo Palma que las ramificaciones de esta


beatihca orden en el Perú eran muy extensas en la época de los Virreyes, y
LA LIGA MARÍTIMA 9

el estancamiento de los asuntos toma caracteres de crónico.


Aducen los aniateurs y partidarios del establecimiento y
permanencia en Madrid de la Junta directiva de la Liga las
dificultades sin cuento que se originarían para elegir punto
en el litoral donde establecerse aquélla, por las protestas, ce-
los y rivalidades de otras localidades que se considerarían
con iguales derechos é idénticas condiciones; pero partiendo
nosotros del principio de considerar altamente perjudicial á
los intereses de la Liga el carácter íljo é inamovible de sus
representantes, podría eludirse aquel inconveniente eligiendo
por sufragio, á la par que el nuevo presidente y nueva Junta
cada tres ó más años, el puerto del litoral donde ésta debe-
ría congregarse, impidiéndose en el reglamento la reelección
inmediata de la localidad donde aquélla funcionara con ante-
rioridad y estableciendo reglas para que la mayoría en los
grandes puertos comerciales no acaparara la representación
de la Liga.
Omisión de gran cuantía es el haber pasado por alto en el
proyecto de estatutos la necesidad de procurar cuanto an-
tes, si no remedio radical, algún alivio á los males que origi-
na al comercio de importación y exportación la escasez de
material de transporte ferroviario, causa á la cual se debe
el eternizarse en muelles y almacenes mercancías que, apar-
te las malas condiciones en que esperan turno para po-
der ser remitidas á su destino, se hallan imposibilitadas de
efectuarlo por las deficiencias expresadas, sufriendo por con-
secuencia una merma en su valor intrínseco, perjuicio por
falta de cumplimiento en el contrato respecto al tiempo de
su entrega, y mayores gastos por los derechos de almace-

a ñ a d e que, c u a n d o letnitian á Madrid algún asunto d e interés capital para sa


p r o n t o despacho, nunca dejaban de a c o m p a ñ a r la petición d e sendos paquetes
d e chocolate, que c o m o obsequio á los personajes más iufliiyeutes <.e la corte
m a n d a b a n , para que el referido asunto se ventilara á su er.tcro gusto y .satis-
face ón, y según aseveran no sólo el eximio esirit ^r peruano, s i n o reputados
cronistas de aquella época, j a m á s se dio eí caso de que les saliera torcido un
negocio á los referidos p a d r e ; bien es verdad qae dentro de cada onza del p r e -
c i a d o soconusco se encerraba u n a pelucoua d e oro, que nos inclinamos á
c r e t r , salvo opiniones de mayor aceptación, que fueran las que hacían el
milagro.
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naje que tienen que sufragar, y que no en pocos casos se ha-


cen intolerables por lo excesivos.
Resumimos afirmando de nuevo lo improcedente de la
inamovilidad de la Junta directiva en Madrid, población á la
cual no llegan los húmedos y salitrosos aires de la costa que
fortalezcan sus pulmones, siendo su ambiente contrario á to-
das luces al noble fin que como norte de sus aspiraciones y
las de la Patria se propone la Liga Marítima Española.
Aunque ajeno á los asuntos de la Liga, ya que han sido
simultáneas con la constitución de ésta las declaraciones que
en la prensa publicó el presidente de la Cámara de Comercio
de Bilbao, refiriéndose á reformas necesarias en la manera de
administrar la marina mercante, creemos pertinente tratar
de dicho asunto, refiriéndonos á las conclusiones emitidas
por tan saliente personalidad, que en concreto y en sustan-
cia son como sigue: i." Separación completa de los lazos
gubernativos y administrativos que hasta el presente han
unido á las dos ramas del poder marítimo de España, ó sean
las marinas mercante y de guerra. 2." El pase de la marina
mercante al Ministerio de Comercio ó á otro departamento
que se creara, con objeto de que desaparecieran de una vez
las tradicionales trabas y gabelas que hasta el presente ha
impuesto la administración de la marina de guerra. 3.° La
creación de tribunales de carácter exclusivamente civil, no
sólo para dirimir los mil sucesos y reclamaciones derivadas
de la navegación, sino para atender á la rapidez necesaria
que exigen los asuntos comerciales, que no pueden perma-
necer bajo la presión de largos y complicados expedientes
4." La desaparición del carácter de Consejo de guerra que
se sigue con el régimen actual por las autoridades que en-
tienden en estos asvmtos. Y 5.° Intervención de los puertos.
Ahora bien; así como los diez artículos de que constan los
santos mandamientos de la Ley de Dios se resumen en dos,
así propio estos cinco apartados inspirados por el Sr. Presi-
dente de la Cámara de Comercio de Bilbao pueden concre-
tarse en uno que es cponer de manifiesto los intereses de la
marina mercante, para á su sombra ó zocaire hacerse algu-
nas opulentas personalidades dueñas y señoras de horca y
LA LIGA M A R Í T I M A II

cuchillo en los puertos, y así como ahora sólo son partes en


cualquier litigio, por el carácter nuevamente investidos, con-
vertirse en jueces además de partes, con lo que es seguro no
arrimarían al ascua su sardina*.
Desglosadas y analizadas aquellas conclusiones, que re-
presentan sin duda las aspiraciones de algunos, aunque no
todos, los navieros, pero en modo alguno los de la marina
mercante, como equivocadamente asegura en la citada entre-
vista el presidente de referencia, sácanse de ellas peregrinas
deducciones que vamos á exponer.
Es la resultante de la vida nacional de España en el siglo
que empieza un conjunta de cacicatos que, á manera de fuer-
zas concurrentes, convergen y actúan sobre un punto dado,
que no es otro que el centro político de la Nación. Libres se
han visto hasta la fecha de parecida lepra los puertos y lito-
ral marítimo de nuestra patria, merced á depender en parte
de delegados sujetos á la jurisdicción de marina, organismos
que no son políticos y cuya misión se limita á hacer cum-
plir las leyes y superiores disposiciones que á los puertos
afectan, sean buenas ó malas, por no ser su misión la de le-
gislar. Estas dependencias, poco dúctiles á las exigencias de
los poderosos, mucho más cuando de una complacencia pu-
dieran resultar perjuicios á intereses de tercero, tan respeta-
bles como los otros.aun cuando fueren de menor importan-
cia, resultan verdaderas anomalías y hasta de costumbres
arcaicas, aplicadas en un país donde los favorecidos de la
fortuna créense con el privilegio de ser atendidos con prefe-
rencia sobre los demás mortales que no gozan de su posi-
ción. Lo que dependiendo del Ministerio de Marina, Ministe-
rio no político, se les hace imposible realizar, sería más fácil
y hacedero dependiendo de otro centro que estuviera más en
concordancia con el espíritu de la época. ¡Lástima es para
algunas personalidades que, dada la actual organización de
los puertos, sea fuerza desaprovechada para elecciones los
inmensos elementos que de aquéllos dependen, cuando po-
drían surgir, de los nombrados cacicatos de tanto arraigo y
provecho como los existentes en mil otros puntos del interior
de la Península! Los puertos de Bilbao, Santander, Coruña,
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Málaga, Barcelona, etc., etc., en manos de un cacique polí-


tico que resumiera además la propiedad de naviero, serían
una bendición de Dios para los barcos de su pertenencia ó
por él representados, pues tendrían la exclusiva preferencia
para la carga y descarga en los puertos de mucho tráfico y
poco espacio relativo, como le sucede á Bilbao. Lo propio
ocurriría con todas las demás faenas relacionadas con el
puerto, en perjuicio de otras empresas y personalidades no
tan conspicuas ni tan salientes, que no podrían sostenerla
competencia; en una palabra, los puertos asimilados á los
montes y dehesas que como bienes de propios tienen los
pueblos, y que, como es sabido, están á disposición del ca-
cique principal muñidor de elecciones, al cual está sujeto el
pueblo entero porque de lo contrario no pastan sus ganados,
como en la Edad Media estaba la gleba sujeta al terruño.
La creación de tribunales de carácter exclusivamente ci-
vil, no sólo para dirimir cuestiones, sino para atender á la
rapidez necesaria de los asuntos comerciales, que no pueden
estar bajo la presión y amenaza de largos y complicados
expedientes, y el que desaparezca de aquéllos el carácter
militar, más en la forma que en el fondo, para fallar en asun-
tos de pérdida ó aven'as, implica una variación completa en
la manera de ser de á bordo, en donde, por el actual régimen,
el capitán de un barco tiene atribuciones que le conceden las
Ordenanzas de la Armada para hacerse obedecer en casos
extraordinarios y de necesidad, freno éste que en cuanto des-
apareciera convertiría á las naves en una especie de merien-
da de negros, que haría imposible el mando, acarreando pe-
ligros sobre peligros á los muchos que por sí solos constitu-
yen ya la vida especial de la gente de mar. Convencidos
estamos de que la desaparición de estos procedimientos sería
beneficiosa á algunos de los grandes armadores, puesto que
no tendrían que luchar con el carácter intransigente y so-
bradamente recto que representan los tribunales constituidos
' como hoy en día, mientras que verificándose la transforma
ción que se desea, no significarían para las Compañías otra
cosa que un asunto más al abogado consultor de la casa,
que por lo regular está á sueldo fijo, para que lo solventara
LA LIGA MARÍTIMA I 3

juntamente con el tribunal de la Cámara de Comercio de la


localidad, pongo por ejemplo, en el cual tribunal podría darse
el caso de ejercer, si no una influencia directa, influencia mo-
ral el naviero ó armador interesado en el litigio. Creemos no
equivocarnos, por constarnos la opinión de muchos marinos
mercantes, partes verdaderamente interesadas en el asunto,
al afirmar que la casi totalidad de éstos no participan del
parecer radical sustentado por el Sr. Presidente de la Cáma-
ra de Comercio de Bilbao. Hoy un naufragio se juzga por el
Código de la marina de guerra, como así propio los actos
que caen dentro de la misma jurisdicción, como crímenes y
faltas cometidas á bordo de los buques; y una averia la juz-
ga una comisión de capitanes mercantes que, con la autori-
dad de marina de la localidad, dan veredicto después de exa-
minada respecto á si haj- ó no motivo suficiente para elevar
á proceso el asunto que se ventila. Somos de los que opina-
mos, no sólo en favor de la marina mercante, sino también
de la de guerra, que algo y aun algos se puede reformar
para obviar trámites y e'udir inconvenientes que existen en
la administración de justicia, mal de que es preciso reconocer
que se adolece lo mismo en tierra que á bordo, y que en este
último caso referente á intereses que deben ser mirados con
más solicitud. No sensible, sino deplorable es que hoy en día
un capitán, piloto, maquinista ó marinero estén sujetos á mil
remoras durante el curso de un expediente; pero ¿desapare-
cerían éstas dependiendo los expresados de distinto centro?
¿Es que la gangrena del expedienteo que corroe á España
existe sólo en Marina? Asuntos hay, y no pocos, relaciona-
dos con la construcción de puertos, carreteras, lineas ferro-
viarias, minas, desviaciones de aguas en los ríos, etc., etc.,
que han tardado veinte y más años en solucionarse, sin de-
pender los ta'es del Ministerio del que hoy tanto se abomina;
y asuntos personajes que, después de fallados y en algunos
casos favorablemente, han representado para el pobre intere-
sado un calvario, no de dias, sino de años, de prisiones y
amarguras. Aho.-a bien; si fijamos nuestra atención en lo que
sucede en H.icienda ó Gobernación, con sus nutridas falan-
ges de empleados, no puestos ciertamente para abreviar el
14 REVISTA CUNTEMPORANEA

curso de los asuntos, involuntariamente exclamamos como


el célebre poeta florentino: Non ragionar di lor, etc.
El funcionario de la marina mercante á quien su desgracia
lleva á comparecer ante un tribunal para justificarse de ha-
ber perdido un barco, ó haber sufrido averías por causas
adherentes á la profesión, tiene la convicción de que sus jue-
ces, como individuos de la misma, se hacen cargo de los
mil incidentes que pueden surgir en la mar, encuentran entre
ellos sus defensores y, al ñnal de un proceso que podrá ser
más ó menos largo, pero independiente de la voluntad de los
que tanto como ellos abominan de los trámites curialescos
introducidos en marina, digna rama del tronco principal de
que se nutre, halla que aparte las naturales molestias que el
asunto en sí le proporciona, ningún sacrificio pecuniario le
cuesta la tramitación á que está sujeto, quedando solventa-
dos sus honorarios con un apretón de manos dado á su de-
fensor y que éste recibe con la satisfacción de conciencia
propia del deber cumplido. ¿Serán idénticos los resultados
el día que dependiendo de lo civil tuvieran que entenderse
con letrados y procuradores para el trámite de un asunto
cualquiera? Los ahorros que con tanto trabajo se adquieren
en la vida azarosa de la mar; el sudor y desvelos que repre-
sentan estas economías, que nunca dejan que sean muchas
los armadores y navieros que se benefician de un trabajo re-
tribuido, por lo general, escasamente, desaparecerían conver-
tidos en papel sellado y honorarios á personalidades que,
como es sabido, no trabajan desinteresadamente.
No desconocemos, por otra parte, que necesitan trascen-
dentales modificaciones algunos de los procedimientos que
rigen en la actualidad, siendo uno de ellos el de los pasavan-
tes provisionales antes del definitivo abanderamiento, en los
cuales no va incluido el arqueo del buque, y obligando á
éste á que por este solo motivo vaya á un puerto español
para efectuarlo ; la cuestión de hipotecas navales y otros
puntos; pero suponer, como creen algunos navieros, que
esto tiene su arreglo únicamente cambiando de Ministerio,
sería pensar muy en candido, si candidos hubiera entre los
patrocinadores de la idea.
LA LIGA MARÍTIMA 1$

Pese la marina de comercio, pesen las casas navieras y


armadoras dedicadas exclusivamente al ensanche de sus ne-
gocios, unidos éstos al engrandecimiento de la patria por la
riqueza que crean, las contras y ventajas de una transfor-
mación tan trascendental, pregonada y ensalzada por algu-
nos espiritas ambiciosos y coreada por masas inconscientes,
y no echen en saco roto las lecciones de la historia. Á este
propósito sólo recoidaremos á los primeros la supresión de
las matrículas de mar, pedida á voz en grito por los intere-
sados, que cual arrepentidas Magdalenas protestaron al poco
tiempo, y cuando humanamente era imposible volver atrás,
de una innovación que sólo les acarreó, andando el tiempo,
miseria y privaciones, y á España la desaparición de un
plantel de hombres de mar, que cada día transcurrido toca
más de cerca las consecuencias. Como deber profesional,
como deber para con la patria, nos dirigimos á una corpo-
ración, la principal quizás para que sea un hecho la rege-
neración de nuestra España, preguntándole: ^Qtio vadis?

ARTURO LLOPIS,

Capitán de fragata.

San Sebastián 25 de Febrero de 1901,


APUNTES PARA LA BIOGRAFÍA

DE

JUAN M. VILLERGAS

Nació el día 8 de Marzo de 1816 en el pueblo de Gómez-


narro, provincia de Valladolid, partido judicial de Medina del
Campo, siendo hijo de D. Manuel Martínez y de D.' Vicenta
Villergas, y llamado por su tío carnal, D. Jerónimo ViHergas,
pasó de joven á Madrid, donde hizo su educación literaria.
Dicho D . Jerónimo, que era oficial de la Contaduría de
Rentas de la provincia, log-ró algún tiempo después hacerle
entrar de escribiente en la propia oficina, y como tal escri-
biente, con el pobre sueldo de 1.500 reafes anuales, vivió du-
rante algunos años, sin conseguir un solo ascenso, por más
que hiciese á satisfacción de sus jefes los trabajos que se le
encomendaban, y á esta injusticia se debe quizá el que Vi-
llcrgas se hiciera escritor público; pues si hubiera visto mejor
recompensados sus servicios, probablemente habría seguido
su carrera de empleado sin pensar en otra.
Pero, separado de su tío, ¿cómo había de vivir con los
1.500 reales de sueldo, de los cuales se le descontaba el 25
por loo como á los demás empicados de la época?
Varios fueron los caminos por donde procuró salir de la si-
tuación en que se hallaba, entre los cuales merece referirse el
siguiente:
Ardía la guerra civil en casi toda España, siendo la provin-
cia de Madrid una de las más fuertemente castigadas por
aquel azote, merced á las correrías de los cabecillas manche-
gos Orejita, Palillos y otros, á cual más sanguinarios, y con
tal motivo se le ocurrió al Gobierno formar cuerpos francos.
APUNTES PARA LA BIOGRAFÍA DE VILLERGAS I7

compuestos de la juventud que figuraba en la Milicia Nacio-


nal, ofreciéndose seis reales diarios á cada individuo de los
que quisieran servir en dichos cuerpos. Villergas, que perte-
necía entonces á la 4.* compañía del 5." batallón, mandada
por el Sr. D. Mariano Torres Solanot, que más tarde fué Mi-
nistro, se alistó de los primeros en el cuerpo destinado á la
persecución de los facciosos, de quienes diariamente se con-
taban odiosas fechorías, y salió á campaña bajo las órdenes
de un capitán que tenía el apellido de Corominas. Andjvo,
pues, una temporada con el fusil al hombro, llegando hasta
Torrelaguna; pero sin duda el Gobierno renunció á la i lea de
ios mencionados cuerpos francos, puesto que la compañía de
que hemos hablado fué disuelta, sin que se pensase en reorga-
nizarla, y con este motivo Villergas volvió á quedar sin saber
cómo había de ganar el pan de cada día.
Entonces se acordó de que, casi desde niño, había llamado
la atención de sus paisanos por la facilidad con que improvi-
saba versos sobre cualquiera de los pies que para ello se le da-
ban, Y resolvió consagrarse al cultivo de las bellas letras; pero
muy part'cularmente á la sátira y al epigrama, que eran los
géneros á que más se había inclinado, después de leer y es-
tudiar cuanto de bueno han producido las Musas castellaiías,
y efectivamente, comenzó á escribir, sin poder persuadirse de
que sus producciones tuvieran el valor que les daban aquellos
amigos á quienes se las leía.
Uno de dichos amigos, sin embargo, sacó la copia de un
soneto, y sin consultarlo con el autor, la llevó á El Entreacto,
periódico de litenatura que á la sazón publicaba el famoso li-
brero D. Ignacio Boix, y que estaba dirigido por los conoci-
dos escritores D. Patricio de la Escosura y D . Miguel Agus-
tín Príncipe. La primera noticia que del hecho tuvo Villergas
fué ver su obra en letras de molde, y como aquella pequeña
obra fuese celebrada, no ya sólo por los amigos, sino por al-
gunas personas imparciales, esto le animó para dar á luz
otras poesías festivas, que merecieron tan favorable acogida
como el soneto.
Hé aquí el soneto, cuya publicación alentó á nuestro bio-
grafiado para seguir escribiendo:
18 REVISTA CONTEMPORÁNEA

Mandó el tío Antonio, el ciego, al lazarillo


que, si su tabernera conocida
no llenaba fielmente la medida,
le diera un golpecito en el tobillo.
Fueron A la taberna, y el chiquillo
hizo luego la seña convenida,
y el ciego dijo, en voz descomedida:
«¿Por qué no llena usted ese cuartillo?»
Viendo la tabernera que no era
el dicho ningún falso testimonio,
contestó: «Crea el diablo en tu ceguerat.
<Bastante ciego soy (dijo el tío Antonio);
pero es usted capaz, tía tabernera,
de hacer abrir los ojos al demonio.»

Con sus composiciones jocosas, ya impresas, ya leídas en


las Sociedades artísticas y literarias, que tanto abundaban en-
tonces, hízose Villergas un nombre, no sólo conocido, smo
hasta popular en muy poco tiempo; para lo cual, prescindien-
do de la mayor ó menor importancia de sus escritos, hubo
una razón de circunstancias que no podía menos de favore-
cerle. Dominaba en aquella época el romanticismo en todas
sus exageraciones. Nadie hablaba en la lengua de los dioses
más que de lúgubres asuntos, de cadalsos y de venenos, etc.,
y el contraste que con tales obras formaban las de Mesonero
Romanos, Bretón de los Herreros y Martínez Villergas nece-
sariamente había de ser celebrado y agradecido por los dados
á la risa, que siempre forman el mayor número. Por esta cau-
sa podemos asegurar que, á no invadir nuestro biografiado el
terreno candente de la política, hubiera hecho fortuna con sus
trabajos festivos; pero eso no estaba en su mano. Sus padres
habían sufrido por la libertad, á la cual él mismo rindió culto
en sus primeros años, haciéndose republicano desde que tuvo
alguna idea de las distintas formas de gobierno. Era y siguió
siendo admirador de los jacobinos franceses, por la íe y pro-
bidad de que dieron altísimos ejemplos, aunque lamentaba
aquel extravío de la razón que les hizo ensangrentar la historia
de la más justa de las grandes revoluciones, y con tales ideas
entró en la política, costándole ir á la cárcel de Corte la pri-
APUNTES PABA LA BIOGRAFÍA DE VILLERGAS ig
.1

mera de las cotnposicioaes poKticas que dio á la imprenta.


Hé aquí cómo el mismo autor dio cuenta de este detalle
•de su vidaí en el periódico republicano de Zamora que se
llamó El Brazo de Viriato. Hablando del pronunciamiento de
Septiembre de 1840 contra la ley de Ayuntamientos, elabO'
rada por el partido moderado, pronunciamiento que dio por
único resultado el destierro de la Reina Cristina de Borbón y
la subida del General Espartero á la Regencia, decía: «Cada
hcra que transcurría, desde aquella en que el pueblo de Ma-
drid se alzó contra el despotismo de la gobernadora napolitat'
na, traía, cuando menos, un desengaño para los verdaderos
amantes de la libertad, pues todo llevaba trazas de concluí];
por una tregua, favorable sólo á la Corte, siempre enemiga
de los mismo? que habían derramado su sangre por ella.
»En su consecuencia, varios escritores, entre ellos D. En-
sebio Asqueri'no, D. José Gutiérrez Solana (sobrino del céje-
bre Pasiega de Santander), D . Manuel García Uzal, D . José
Ordax Avecilla, D. Miguel Ortiz y mi humilde individualidad
decidimos publicar hojas volantes, destinadas á combatir las
transacciones con que el apocado espíritu del Gobierno pro-
visional intentaba hacer eso que vulgarmente se llama dar
gato por liebre. Al expresado fin nos avistamos con el impre-
sor de la calle de Jardines, D. Narciso Sanchiz, que era ua
antiguo republicano, y le dijimos: «Se trata de la publicación
de unas hojas volantes de tendencia republicana, que usted
imprimirá y hará vender por las calles, valiéndose de los cie-
gos que á ese oficio se dedican. Si, como es de presumir, la
venta produce alguna utilidad pecuniaria, renunciamos á ella
y deseamos que sea para usted, pues nosotros no aspiramos
á más ganancia qué la puramente política, y en cuanto ¿ la
responsabihdad legal, con ella cargaremos si ocurre alguna
denuncia.»
En efecto, parece que una de las hojas fué denunciada, y
por ella se vieron encausados / presos los autores de los tres
artículos que contenía, que eran García Uzal, Gutiérrez Solana
y Martínez Villergas, quienes, defendidos respectivamente por
D . Joaquín María López, el Conde de las Navas y D. Eugenio
Moreno López, obtuvieron al fin la unánime absolución del Jo-
!?0 REVISTA CONTEMPORÁNEA

rado. Cuando Villergas recobró la libertad tomó parte en los


dos periódicos republicanos que entonces se publicaban en Ma-
xirid, El Huracán (dirigido por D. Patricio Olavarría y escrito
por el abogado montañés D. Alfonso Acosta y por el asom-
broso versificador D. Vicente Alvarez Miranda) y El Regene-
rador (fundado y dirigido por el elocuente orador D. José
Ordax Avecilla), y ya, en su calidad de escritor popular, en-
tró á formar parte de la Junta directiva del partido, en que
figuraban hombres tan conocidos como el respetable D. L o -
renzo Calvo de Rozas, el acaudalado D . Lorenzo Calvo y Ma-
teo, el ilustre poeta D . José Espronceda, el Mariscal de Cam
po D. Pedro Méndez Vigo, el crítico insuperable D. Bartolo-
mé José Gallardo, los ya citados Olavarría y Ordax, y otros
insignes ciudadanos.
Pero volvamos á las bellas letras. Al entrar nuestro biogra-
fiado en el cultivo de éstas, fuese por las opiniones políticas
que pronto manifestó, fuese por otras causas, creyó verse
contrariado por algunos de los más reputados escritores de
aquel tiempo, y contra ellos se decidió á obrar, promoviendo
una de esas guerras literarias y personales de que ya en los
pasados siglos hubo lamentables ejemplos.
• Para ello entró en la redacción de La Nube, semanario ro-
mántico, de truenos, relámpagos y piedras, en que ya se ha-
bían dado á conocer ventajosamente otros jóvenes, y en el
cual dio Villergas á luz muchos epigramas personalísimos,
con que, desgraciadamente, hacía reir al público á costa de
sus víctimas. No hubo rareza, hemos dicho poco, no hubo
extravagancia de que los redactores de La Nube no echasen
mano para manifestar el buen humor con que escribían. Para
dar una idea de ello diremos que, habiendo otro periódico
tomado en serio el supuesto romanticismo de La Nube, dedicó
á los redactores de ésta un artículo muy cariñoso y concien-
zudo diciendo que, por lo mismo que revelaban buenas dotes
¡btelectuales, esperaba que se pasasen al bando de los clásicos.
• «¿Cómof — contestaron con aparente indignación los re-
dactores de La Nube.—¿Nosotros pasarnos á los clásicos?
Podemos asegurar al apreciable colega que á ello nos invita
qtié antes nos pasaríamos á Cabrera.»
APUNTES PARA LA BIOGRAFÍA DE VILLERGAS 21

En fin, el afán de tomarlo todo á broma llegó en aquellos


jóvenes á tal extremo, que una vez, en lugar de un grabado
que mensualmente publicaban, quisieron obsequiar á cada
uno de sus suscritores con un 6o¿¿o para que tomaran el che-»
colate, diciendo que no publicaban el grabado de costumbre-
por falta de madera, y si no lo realizaron fué por haberse
opuesto á ello la respetable familia de uno de los redactores.
Otra vez, habiendo escrito Villergas una comedia en un acta
y en verso, que se titulaba El Comité, en la cual figurabaa
como interlocutores, con sus nombres y apellidos, varios de
los autores y actores más renombrados de aquel tiempo, in-
tentaron representarla en alguno de los teatros caseros que
había en Madrid, á riesgo de provocar un espantoso conflic-
to; pero hubieron de renunciar á su propósito también, por
la misma causa que había impedido el reparto del bollo.
En tales circunstancias, vino un suceso inesperado á enar-
decer los ánimos, y fué la publicación de una sátira que, por
encargo, según se dijo, de la Academia Española, escribió uno
de sus miembros contra D. Juan Peñalver, eminente literato,
que había empezado á dar á luz un Diccionario de la Lengua,
titulado El Panléxico, en la cual se aludió con acritud á los
redactores de La Nube. ¡Tú que tal dijiste! Al instante Viller
gas contestó con otra sátira en que ponía como nuevos al au-
tor de la primera y á alguno de sus camaradas.
Cesó, por fin, la fatal contienda. El escritor valenciano don
Wenceslao Ayguals de Izco tuvo la feliz ocurrencia de esta-
blecerse en Madrid y publicar el semanario inofensivamente
jocoso quo se tituló La Risa, y en aquel periódico alternó ya
el nombre de Villergas con los de Bretón, Gil y Zarate y
otros de los que pocos meses antes nadie hubiera creído ver
asociados. Diremos de paso que en aquel periódico escribie-
íon también D. Manuel Diana, D. José María Bonilla, don
Antonio Ribot y Fontseré y otros, entre los cuales merece
especialísima mención el chistosísimo vate valenciano d o a
José Bernat y Baldovl, que vino á ser uno de los más íntimos
y constantes amigos de Villergas.
Poco después se formó la coalición de diversos partidos
contra el Regente D, Baldomero Espartero, y la entonces
22 REVISTA CONTEMPORÁNEA

pequeña agrupación republicana se vio profundamente divi»


dida, pues en tanto que los periódicos demócratas de Madrid
El Peninstilar, que dirigía D. Manuel García Uzal, y Guindilla^
que redactaba D. Wenceslao Ayguals de Izco, entraban en
dicha coalición, El Huracán, á cuya redacción pertenecía
Villergas, sin ser amigo del poder existente, juzgaba muy
peligroso el unirse con los moderados y con los carlistas para
derribarlo, y los acontecimientos posteriores vinieron á justi-
ficar la conducta del último de los periódicos mencionados,
pues habiendo triunfado el pronunciamiento de 1843, ^'^^
moderados, que contaban con el decidido apoyo de Palacio,
subieron al poder por los medios que nadie ignora, y lo con-
servaron durante once años, usando de las arbitrariedades que
sabe todo el mundo.
Indignado Villergas al ver el giro que tomaba la política,
sobre todo después de la célebre zancadilla de Palacio con
que se lanzó del Ministerio al insigne Olózaga, se acordó de
que había escrito en 1840 un poema burlesco titulado El Bai-
le de las Brujas, en que trató con poca piedad á los vencedo-
res de aquel tiempo, y dio á luz otro poema del propio gé-
nero en que salieron mucho peor librados los coalicionistas
de 1843. Llamóse este poema El Baile de Piñata, que fué
inmediatamente recogido y denunciado, dándose luego la or-
den de prender al autor, quien, para huir de las venganzas del
Gobierno y de muchos particulares, tuvo que ausentarse d e
Madrid durante algunos meses.
Regresando después á dicha capital, escribió en los perió-
dicos titulados El Fandango y El Dómine Lucas, que había
fundado Ayguals de Izco, y tomó parte á la vez en El Eco del
Comercio y en El Espectador, únicos órganos con que la opo-
sición liberal contaba ya en Madrid, y como dichos periódi-
cos eran monárquicos, Villergas tuvo que abstenerse de nom-
brar la república en ellos, sin cejar por eso en la difusión de
sus principios. También por aquel tiempo colaboró con Ay-
guals en la obrita en dos tomos que se tituló El Cancionero
del Pueblo, en la cual dio á luz varias poesías y novelas, es-
cribiendo además una de estas últimas en tres tomos, que s e
denominó Los Misterios de Madrid, y en unión de su ilustra-
APUNTES PARA LA BIOGRAFÍA DE VILLERGAS 23

do amigo D. Antonio Ribot y Fontseré, llevó á cabo la obra


en cuatro tomos que se nombró Los Políticos en camisa, en
que se dieron las biografías de los hombres más conocidos de
la situación, siendo digno de notarse que, á pesar de la seve-
ridad con que dichos hombres eran juzgados, no hubo una
sola denuncia ni una sola demanda que interrumpiesen la pu-
blicación.
No por éso Villergas vivió tranquilo. Era, cabalmente, aqué-
lla la época en que los tristemente famosos barones de Boulaw
y de Pelichy auxiliaban al poder, falsificando firmas para de-
nunciar supuestas conspiraciones, y nuestro autor tuvo que
andar constantemente escondido para librarse de un atropello,
pues la policía secreta que capitanearon los referidos barones
fué muchas veces á prenderle. Pero nada de eso le impidió
seguir trabajando, pues por entonces dio también al teatro
algunas producciones, entre las cuales alcanzaron buen éxito
la comedia en dos actos titulada Ir por lana y volver trasqui-
lado y las piezas en un acto Pedro Fernández, El padrino á
mojicones y El Asistente; pero no era el teatro campo á pro-
pósito para que en él pudi«:a brillar la musa epigramática de
Villergas, como no lo ha sido para la mayor parte de nuestros
poetas festivos.
At>í continuó hasta que en 1847 se decidió á publicar el se-
manario republicano que se llamó El Tío Camorra, redactado
por él solo, y con que hubiera podido labrarse una fortuna,
sin los contratiempos que tuvo que experimentar por conse-
cuencia de los sucesos de 1848. Pero proclamada en Francia
la república, se suspendieron en España las garantías indivi-
duales, y sabido es el uso que el Gobierno hizo de las facul-
tades que le dieron las Cortes.
Andando de escondite en escondite, no dejó Villergas de
ridiculizar á los hombres del poder, aun después de las barri-
cadas del 26 de Marzo y del fracaso del regimiento de Espa-
ña, que se pronunció en la Plaza Mayor de Madrid en la ma-
drugada del 7 de Mayo, dando el hecho ocasión á los terri-
bles fusilamientos de las afueras de lá puerta de Alcalá, y de
los cuales logró escapar nuestro biografiado casi milagrosa-
mente. Por fin, viendo el Gobierno que para acabar coa el
24 REVISTA CONTEMPORÁNEA

periódico El Tío Camorra no le quedaba más camino que


suprimirlo de Real orden, acudió á ese medio ilegal sin el me-
nor escrúpulo de conciencia. Esto hizo que, abandonando
Villergas su escondite, se trasladase ala Granja, donde se ha-
llaba la Corte, para reclamar contra la medida del Gobierno,
diciendo que solamente los tribunales podían castigar al pe-
riódico, que llenaba las garantías legales, y el Gobierno le
mandó á la cárcel del Real Sitio, entregándole a! juez de Se-
govia para que lé"formase causa como á conspirador impeni-
tente. De lo que sobre este particular ha escrito el propio Vi-
llergas en El Brazo de Viriato resulta que la susodicha pri-
sión vino á salvarle, pues la fortuna le hizo caer en manos de
un juez incorruptible, que, no hallando motivo justo para per-
seguirle, procuró retenerle procesado para ahorrarle la pena
de figurar en las cuerdas de ciudadanos que salían diarianien-
te para las Filipinas y las Marianas.
En 1850 contrajo Villergas matrimonio con D.' Inocencia
Fernández, natuíal de Zamora, de quien tuvo ocho hijos,
cinco hembras y tres varones, no habiendo logrado conser-
var más que cuatro de las primeras. En 1851 escribió el
Paralelo Militar de Espartero y Narváez, obra que le ha aca-
rreado los más tremendos disgustos que experimentó en su
vida. Hubo contra ella siete ú ocho demandas de injuria y
calumnia, y como si esto fuese poco, se intentó por el Go-
bierno formar al autor nada menos que una causa de lesa ma-
jestad, tomando por base para ello ciertas palabras referentes
á D . ' María Cristina de Borbón; pero, al fin, por la mediación
del Sr. D. Salustiano de Olózaga, se consiguió del Ministro
de Gracia y Justicia que el poder se contentase con una de-
nuncia, en la cual será excusado decir que hubo fallo conde-
natorio, y decimos esto, porque, desgraciadamente, no había
entonces en todos los magistrados la independencia necesaria
para desairar al Gobierno.
Siete meses duró la prisión de Villergas, al cabo de los cua-
les, mediante ciertas explicaciones, recobró la libertad y pudo
llegar á Francia en el momento en que por el telégrafo se co-
municaba la orden de volver á prenderle, como complicado
en la causa de conspiración que se estaba formando á sus ami-
APUNTES PARA LA BIOGRAFÍA DE VILLERGAS 2$

gosRivero (D.Nicolás María), Díaz Quintero y González, quie-


nes ya se hallaban incomunicados en la cárcel de Villa. Según
buenos informes, cuando dicha orden llegó á Irún, acababa
Villergas de pasar el Bidasoa.
Pudo, pues, llegar felizmente á París á principios de F e -
brero de 1852, y allí, durante aquel año, tomó parte en lare^
dacción de Bl Eco de Ambos Mundos, que publicaba el famo-
so librero D. Ignacio Boix; pero al empezar el año de 1853
pasó á trabajar en El Correo de Ultramar (parte ilustrada), que
fué fundado bajo su dirección, y que, si no estamos mal in-
formados, todavía existe. Allí dio á luz gran numero de artícu
los, unos originales y otros traducidos del francés, figurando
entre los primeros la serie que consagró al yuicio critico de los
autoras contemporáneos, de la cual los propietarios de la pu-
bhcación hicieron un tomo aparte de cerca de 400 páginas
en 8.°, y además, habiendo caído en sus manos la obra del
literato argentino D. F. Sarmiento titulada Viajes por Europa,
África y América, en la cual se insultaba groseramente á la
nación española, escribió nuestro biografiado el folleto que se
denominó Sarmenticidio, ó á mal Sarmiento buena podadera,
en que ridiculizó grandemente al escritor argentino. D e este
folleto se han hecho numerosísimas ediciones en Francia, en
Bélgica, en Montevideo, en la misma República Argentina y
en otros países.
Triunfante la revolución de 1854, que había comenzado en
el Campo de Guardias, regresó Villergas á Madrid, donde
tomó á su cargo la dirección de El Látigo, hasta que en las
Cortes se hizo la votación de la forma de gobierno, y enton-
ces decidió abandonar la política para siempre, como lo ha-
bría realizado si más tarde los odios implacables de la reac-
ción no le hubieran impelido á entrar de nuevo en ella.
Diremos cómo sucedió eáto. Nombrado Villergas Cónsul
de España en la ciudad inglesa de Newcastle on Tyne, fué á
principios de i 8 s s ^ tomar posesión de su iestino, que des-
empeñó hasta el verano de 1856 con la honradez y celo de
que en todo dio muestras durante su vida; tanto que, á la
caída del General Espartero, el Gobierno de O'Donnell, le-
jos de pensar en destituirle, tuvo á bien darle un ascenso,
26 KEVISTA CONTEMPORÁNEA

nombrándole Cónsul general de EspaSa en Haití. Embarcóse,


pues, Villergas para ir á ocupar su puesto; pero al llegar á
Port-au-Prince se encontró con la novedad de que su nom-
bramiento había sido anulado por el Gobierno de Narváez, que
acababa de reemplazar al de O'Donnell, y esto le creó una si-
tuación verdaderamente angustiosa. Vióse, en efecto, sin em-
pleo, sin recursos de ninguna especie, en un país totalmente
poblado de gente de color, y por lo tanto, sin saber cómo ha-
bía de salir de una tierra en que tampoco podía permanecer.
Al fin logró su deseo, decidido á tornar á la vida política, ya
que así lo querían sus tenaces adversarios, y por de pronto se
dirigió á la Habana, donde su esposa y él estuvieron á punto
de morir, habiendo sido inmediatamente atacados por el vó-
mito negro.
Restablecidos ambos, emprendió Villergas la publicación de
un semanario literario titulado La Charanga, en que brilló el
genio del artista bilbaíno D. Víctor Patricio de Landaluce, que
hace pocos años falleció en Cuba, y que fué una especialidad
parala caricatura. Pero el calor permanente de aquel país y
los rigores de la censura previa, desempeñada entonces por
hombres de atrasadísimas ideas, le hicieron concebir el deseo
de abandonar aquel país, trasladándose al nuevo continente.
Partió, pues, para Méjico, donde no tenía que luchar con
tales inconvenientes, y allí fundó un periódico bisemanal titu-
lado Don Junípero, que fué grandemente acogido por el pú-
blico; pero no así por el Gobierno conservador que, apenas
vio el primer número, adoptó tres disposiciones para impedir
la continuación del periódico: I.*, denunciarlo; 2.*, imponer
á la empresa una fuerte multa, y 3.*, ordenar al director que
saliera de la república en el término de veinticuatro horas.
Con esto hubiera bastado. Villergas resolvió desobedecer di-
cha orden, y, protegido por importantes personas del país,
estuvo cerca de un año recorriendo diferentes puntos del pre-
cioso valle de Méjico, liasta que, sustituyendo el General Mi-
ramón al General Zuloaga en la presidencia de la república, y
siendo dueño de irse ó de quedarse, partió voluntariamente
para la Habana.
En sn viaje tuvo el contratiempo de ser robado, como los
APUNTES PASA LA BIOGRAFÍA DE VILLEKGAS 2/

demás viajeros, por unos ladrones enmascarados, que detu-


vieron la diligencia poco después de haber salido de San An-
drés del Palmar, quedándose así sin dinero, sin alhajas y aun
sin gran parte de la ropa que llevaba en los baúles. Llegado
á Veracruz, fué muy bien tratado por el insigne Juárez y por
sus Ministros, quieaes le instaban á no salir de aquel país; pero
él resolvió tornar á la Habana, donde, por de pronto, para
reponerse de sus pérdidas, publicó la novela titulada La Vida
en el chaleco; después fundó cl periódico que se tituló Rl Moro
Muza, del cual dio á luz dos grandes volúmenes, y en 1861
se embarcó para Europa.
Entonces vivió algunos meses en Madrid y en París, no
tardando en regresar á la Habana para continuar la publica-
ción del citado Moro Muza, que siempre alcanzó gran número
de suscriptores y que por esta vez duró tres años, siendo
casi siempre redactado exclusivamente por el mismo Vi-
llergas ( i ) .
Una cosa le ha sucedido á éste que explicará los muchos
viajes que hizo á Cuba, y es que sólo una vez pudo vivir en
aquel país arriba de dos años sin que su salud se resintiese; y
esto basta para decir por qué, habiendo contado siempre con
el favor público en la isla, se le veía con frecuencia suspender
las publicaciones que le eran tan productivas y volver á pasar
en Francia ó en España temporadas de uno, dos ó más años.
Y también nos explicará esto cómo, habiendo ganado más di-
nero quizá que ningún otro escritor español de nuestro siglo,
no logró hacer gran fortuna. La razón es muy sencilla. Calcú-
lense los gastos que le ocasionaron los ocho viajes redon-
dos que hizo á la Habana, que suponen diez y seis travesías
del Atlántico, siempre en cámara de primera y con numerosa
familia; únanse á esto las pérdidas que debió sufrir quitando y
poniendo casa otras tantas veces, y se comprenderá que sólo
en eso ha invertido un caudal considerable.

( I ) La primera serie 4e El Moro Muta comeazd ea la Habaoaen 1859 y


terminó en 1860, formaodo dos tomos; la seganda 'principi<j en 1862 y con-
cluyd en 1864, formaodo treí tomos; la tercera, qae sólo form<5 uo tomo, dará
desde 1867 hasta 1S68; la cuarta, qae loiva.6 tres tomos, comprendid los aüos
de 1869, 1870 y 1871, y finalmente, la quinta, formando dos tomo^', se pu-
blica en los afios 1874 y 1875. Total: 11 tomos rolaniaosos.
28 REVISTA CONTEMPORÁNEA

Cuando por segunda vez regresó del Nuevo Mundo, esta-


ban los moderados en el poder, lo cual le hizo detenerse una
tenaporada en el extranjero, decidiéndose por fin en 1865 á
vivir en Salamanca, donde puso casa, pensando permanecer
allí algún tiempo; pero, habiendo vuelto al poder la llamada
Unión liberal, tornó á Madrid, y desde principios de 1866 pu-
blicó el periódico bisemanal titulado Jeremías, redactado por
él solo, no pudiendo hacer más que concluir el primer tomo,
porque con la terminación de éste coincidieron los terribles
sucesos del 2a de Junio de aquel año, que dieron al traste
con toda la prensa independiente. Pasó entonces algún tiem-
po descansando en la ciudad de Zamora, y en el verano de
1867 se encaminó á París, donde, durante la célebre Exposi-
ción universal, vivió tomando parte en los trabajos de los li-
berales españoles, que dieron por resultado único la fracasada
intentona de los bravos Pierrard, Contreras, Morlones y Prim,
en vista de lo cual pasó á Inglaterra, se embarcó en Liverpool
para Nueva York, donde residió una temporada, y desde allí
se dirigió nuevamente á la capital de la isla de Cuba, donde
publicó la tercera serie de El Moro Muza, que suspendió al
tener noticia de la revolución de Septiembre de 1868.
Entonces tornó á Madrid y publicó la segunda serie del Jere-
mías, periódico que por esta vez fué diario y estuvo ilustrado
con las inspiradas caricaturas de Ortego, dando de paso á luz
los dos tomos de sa novela titulada Los Espadachines. Pero
contrariando los acontecimientos su esperanza de ver por en-
tonces la república establecida, vendió la imprenta que había
puesto en la calle Ancha de San Bernardo, regresó á la Ha-
bana para publicar la cuarta serie de El Moro Muza, y allí
permaneció hasta los últimos días de 1871, en que volvió á
España, fijando su residencia en la ciudad de Zamora.
En esta ciudad vivía cuando, en 1872, los republicanos de
la misma le proclamaron candidato para la diputación á Cor-
tes en las primeras elecciones de aquel año, teniendo él que
retirar su candidatura, después de haberla aceptado, á conse-
cuencia de un artículo que contra ella se publicó en el perió-
dico madrileño titulado El Combate, y con tal motivo escribió
Villergas la rpás terrible al par que la más inspirada y corree-
APUNTES PARA LA BIOGRAFÍA DE VILLERGAS 29

ta de sus sátiras personales. Esto le valió ir poco después al


Congreso, pues convencidos los republicanos de la provincia
de la pureza de su política historia, sin lo cual no hubiera osa-
do contestar tan enérgicamente como lo hizo á la agresión de
que había sido objeto, le eligieron diputado por Alcañices en
las elecciones que después se hicieron bajo el Ministerio Ruiz
Zorrilla.
De prueba fué para él aquella época, por las razones que
sumariamente apuntaremos. Había cundido, no sólo entre los
republicanos, sino también entre muchos de nuestros monár-
quicos liberales, la infundada creencia de que el elemento in-
tegrista de Cuba era eminentemente reaccionario y aun escla-
vista, y como á dicho elemento pertenecía Villergas, éste,
doloroso es decirlo, se había hecho impopular á causa de
lo mismo que mayor aplauso merecía, que era la defensa
de la patria, sin abandonar por eso los buenos principios.
Viendo, pues, que un día y otro día se zahería en la Repre-
sentación nacional á los Voluntarios de Cuba, en cuyas Glas
tenía la honra de figurar, tomó la palabra en la sesión del 12
de Diciembre de 1872, y demostró que los referidos Vo-
luntarios, lejos de merecer las censuras de que eran cons
tante blanco, se habían hecho grandemente acreedores á la
gratitud de la patria, por el interés y la valentía con que es-
taban defendiendo la integridad del territorio. Probó, ade
más, que los poseedores de esclavos habían sido los insu-
rrectos de Cuba de todos los tiempos, tanto que, según los
datos que él presentó, las expediciones filibusteras de Narcisa
López, realizadas veinte años antes, habían tenido por principal
objeto la perpetuación y propagación de la esclavitud en el
Nuevo Mundo, siendo t>ien sabido, por otra parte, que los
revolucionarios cubanos de 1868 habían vendido sus esclavos
antes de dar el famoso grito da Yara. Sostuvo que los Vo-
luntarios, sistemáticamente acusados de retrógrados, eran
amantes del progreso en su inmensa mayoría y, por consi-
guiente, no rechazaban ninguna reforma de las compatibles
con la integridad nacional, y dijo, por último, que si habían
adoptado una severa medida contra el General D. Domingo
Dulce, hombre de buena fe, sin duda, pero que estaba pési-
30 REVISTA CONTKMPORANEA
mámente aconsejado por los enemigos de España, más había
hecho la Milicia Nacional contra varios Capitanes generales
de esta península, sin que por eso se hubiera fulminado con-
tra ellos los anatemas que todos los días se lanzaban sobre los
Voluntarios de Cuba.
Nadie replicó á estas afirmaciones ni volvió á ofender en el
Congreso á los Voluntarios de Cuba mientras Villergas fué
diputado; y hemos insistido en este punto, porque es necesa-
rio probar que jamás nuestro biografiado ha sido inconsecuen-
te como político, aunque los hombres mal informados hayan
creído otra cosa.
Poco tiempo después ocurrió la abdicación de D. Amadeo
de Saboya, y puesta á votación la forma de gobierno, el re-
presentante de Alcañices votó por la república, como debía
esperarse de sus antecedentes, aunque persuadido de que por
entonces no se sostendría dicha forma de gobierno, pues las
exageraciones, las utopias y el espíritu estrechamente regio-
nalista de algunos de sus correligionarios contribuirían á su
caída.
En 9 de Mayo de 1873 fué nombrado Ministro plenipoten-
ciario de EspaSa en Río Janeiro; pero, habiendo vuelto á ser
elegido diputado por el propio distrito de Alcañices que había
ya representado, prefirió continuar en el Parlamento, y como
tal diputado fué de los despedidos por el General Pavía en la
madrugada del 3 de Enero de 1874.
También había sido nombrado Ministro plenipotenciario de
España en Méjico en Diciembre de 1873, y algunos individuos
del nuevo poder estaban por confirmar aquel nombramiento,
como él se hallaba dispuesto á ocupar su destino en tanto que
subsistiese la república, y así se mantuvo hasta que en Mayo
el nuevo Ministerio hizo declaraciones contrarias á sus ideas.
Entonces mandó la renuncia de su empleo, fundándola con
franqueza en no estar conforme con las manifestaciones mo-
aárquicas del Gobierno, y excusado será decir que una re-
nuncia en tales términos presentada fué innaedíatamente ad-
mitida.
Por cuarta vez volvió Villergas á la Habana para vivir de su
trabajo, y allí publicó la cuarta serie de £¿ Moro Musa, con
APUNTES PARA LA BIOGRAFÍA DE VILLERGAS 3I

mediano éxito entonces, tanto que, á principios de 1875 de-


cidió irse á Buenos Aires, y asi lo verificó, publicando en la
capital de República Argentina el periódico bisemanal titulado
Antón Perulero, que fué muy bien acogido; pero cuyo éxito
había de durar poco, no por cansancio del público, sino por
la situación monetaria que creó un decreto del Gobierno que
hacía forzosa la circulación de los billetes del Banco de la
Provincia. Este contratiempo hizo perder á Villergas no sólo
la clientela pública, sino más de la mitad de lo que legítima-
mente había ganado, pues se le volvió papel de escaso precio
por lo que había depositado en oro, y viendo que no podía
subsistir en aquella tierra, tornó á Montevideo con su familia,
se embarcó en el vapor inglés Aconcagua, cruzó el estrecho
de Magallanes, visitó las poblaciones de Valparaíso y San-
tiago de Chile y continuó su viaje hasta Lima.
Resintióse su salud entonces y decidió ir á descansar al
pueblo de Hucho, lo que pudo realizar merced á la bondadosa
protección de los comerciantes montañeses Sres. Serdix Her -
manos, quienes pusieron á su disposición uno de sus buques,
y en dicho pueblo se hallaba cuando un periódico publicó la
noticia infundada de que se había vuelto loco.
Apresuróse Villergas á protestar contra semejante inven-
ción, diciendo que estaba pobre y enfermo, pero no loco, y
aunque no pidió favores, los españoles residentes en Buenos
Aires, Montevideo, Chile y Perú, así como muchos naturales
de aquellas repúblicas, fueron bastante generosos para hacer
espontáneamente una suscripción que produjo algunos miles
de duros, con los cuales pudo el escritor castellano regresar á
Europa. Villergas vivió siempre profundamente agradecido á
todas las personas que en la América del Sur, en la isla de
Cuba, en Madrid y en Zamora tomaron parte en la suscripción
con que en 1878 pudo salir de la situación apurada en que
llegó á verse.
Antes de pasar adelante, debemos manifestar que, precisa-
mente por la publicación de una de las más sensatas poesías
que escribió Villergas, tuvo el aludido periódico de Buenos
Aires la lara ocurrencia de suponerle loco, y á continuación
insertamos esa poesía, que fué contestación á otra en que los
32 REVISTA CONTEMPORÁNEA

Sres. D . Manuel A. Fuentes, D . Julio Jaimes, D . Eloy Pe-


rillán Buxó, D . Ricardo Palma, D . Benito Neto, D . Miguel
Adela Lama y D. Acisclo Villarán le ofrecían la dirección de
un periódico que acababan de fundar, bajo el título de La
Broma. Enfermo, aburrido y hastiado de las letras nuestro
biografiado, pensó entonces no volver á tomar la pluma, y
dio la siguiente respuesta:

A MIS AMIGOS

LOS SBÑORES MANUEL A. F U E N T E S , ETC.

¿Conque Broma tenedes? Bien lo veo


en el nombre de vuestro semanario,
y en ese que mostráis raro deseo
de llevarme al palenque literario,
que largo tiempo frecuenté con brío,
ya que no con homérica pujanza,
y del cual para siempre m e desvío,
muerto el ardor, el ánimo sombrío,
destrozado el broquel, rota la lanza.
Porque, amigos, no es chanza,
para querer que olvide mis azares
y que, entonando plácidos cantares,
provoque en otros, juguetón, travieso,
la risa que en mis labios no se asoma,
casi es preciso haber perdido el seso;
es preciso más que eso,
es preciso tener... ganas de broma.
Pero no; yo bien sé, caros amigos,
que vuestra invitación no es patarata,
que habláis de veras, que el concepto doble,
cuando de un pobre inválido se trata,
caber no puede en vuestra mente noble.
Lo que hay es que el estado
ignoráis de mi espíritu cansado,
y mi resolución inquebrantable
de decir á las vírgenes del Pindó
aquello que á David, en un momento
APUNTES PARA LA BIOGRAFÍA DE VILLERGAS 33

fatal, le dijo el otro, y va de cuento;


dadle vuestra atención, porque es muy lindo.
Es el caso que un hombre, entre otros varios
muebles estrafalarios
(restos humildes de heredada hacienda,
que adornaban su mísera vivienda),
metida en un rincón, que ni él sabía
si era rincón, ó foso, ó contraescarpa,
una estatua tenía,
imagen de David tocando el arpa.
Yo no sé si la estatua era un portento
digno de Fidias, ni indagarlo intento.
Sólo sé que nuestro hombre la encontraba
tan inspirada y bella,
que cual á ser viviente la trataba,
no vacilando en conversar con ella.
Añádese, por fin, que en el cariño
con que llegó á mirarla desde niño,
muchas veces pensaba
que ella le contestaba,
y que momentos hubo en que creía,
cuando sus excelencias admiraba,
del arpa oir la célica harmonía.
Mas ¡oh dolor! los picaros ingleses
(que siempre estos señores
han de ser los autores
de esos y otros análogos reveses)
vender hicieron el David precioso,
para pago de añejos intereses.
Y es fama que nuestro hombre,
con el semblante ingrato
del tierno padre á quien se roba un hijo,
contemplando gran rato
aquel prodigio de arte,
«Señor David (para acabar, le dijo),
vayase con la música á otra parte».
Y bien, amigos, yo, que en otros días,
cuya mermada, duración deploro,
con las muy dulces del castalio coro
mezclar osé bien rudas melodías,
por curado me tengo de aquel vicio;
3
34 REVISTA C O N T E M P O R Í N E A

que si en otros virtud, vicio funesto


fué largo tiempo para mí el canticio.
Y abandonando el lírico estandarte,
cansado de corcheas y de fusas,
digo también á las señoras musas:
«Vayanse con la música á otra parte».
¿Lo extrañaréis? ¿Por qué? Si un tiempo pudo,
plácido alguna vez, muchas siniestro,
un numen inspirar las pobres obras
que bondadosos celebráis, si el estro
brillar visteis eñ ellas, fué sin duda
porque algo permanente
quedar debiera en mi agotada mente
para engendrar las tales producciones,
de eso que vive incólume en vosotros
y ojalá conservéis: las ilusiones.
Decid, si no, lo que en las letras bellas
vienen á ser los versos ó la prosa
más que ilusiones ó reflejo de ellas.
Algo que á nuestro ser roba la calma,
algo que bulle y que la luz del alma
proyecta en el papel. Mientras que el hombre,
por eso que de muerte lleva el nombre,
á polvo material no se reduce,
hay la luz que el fenómeno produce
de dicha proyección; mas, por desdicha,
muy rara vez las ilusiones logran,
de este mundo en la efímera jornada,
existencia alcanzar tan dilatada
como el humano espíritu; ellas huyen
y entonces nada queda
que forma tome y reflejarse pueda.
Cuando este caso llega (y ha llegado
para quien esto escribe), cuando el germen
de toda creación se ha evaporado
en el ser pensador, ¿de qué la llama
sirve de la razón? ¿De qué el estudio?
¿De qué el amor á la soberbia fama?
Quizá la mano, al hábito obediente,
y en mi tenéis la prueba todavía,
trace líneas y aun frases, diligente.
APUNTES PARA LA BIOGRAFÍA DE VILLERGAS 35
con SUS puntos y comas,
que de la verdadera poesía
ficción lleguen á ser... ¡Trabajo inútil!
En tronco estéril convertido el árbol,
ya brindar no le es lícito á las aves
sus verdes hojas ó sus gayas flores,
ni á los aires sus óptimos aromas,
ni á los ojos sus nítidos colores.
Esto, por si queréis las cosas claras,
deciros es... que no está, francamente,
ya la madera para hacer cucharas;
proverbio natural de aquella era
de inmensa dicha, en que los mismos Cresos
sólo usaban cucharas de madera,
sin que el hecho amenguase su decoro,
reservándose entonces plata y oro
para acuñar los soles ( i ) y los pesos,
que hoy se hacen de papel. Esto es deciros
que estoy dispuesto á todo en adelante:
á cavar* en la tierra,
á limpiar las cazuelas y los platos,
á remendar zapatos,
á luchar con los rusos en la guerra,
donde lo hacen tan mal los mentecatos,
á poner banderillas á los toros,
si éstos no son más bravos que los rusos,
Á pescar con la caña y sin anzuelo,
á vender peje-sapo y pintarroja,
á bailar la chilena en cuerda floja,
siempre que dicha cuerda esté en el suelo.
En fin, caros amigos,
haré cuanto á los otros hacer vea,
si la feroz necesidad me apura,
con tal que eso no sea
lo que suelen llamar literatura.
He dicho, pues, quedando agradecido
al honroso diploma
que me habéis, generosos, ofrecido
para llenar un puesto en vuestra Broma,

(ij Sol es una mo.ieda pcruaní equivalente al>í.'AV.


36 REVISTA CONTEMPORÁNEA

en que puede cualquiera de vosotros


suplirme con ventaja, y á Dios pido
que el público ilustrado,
de quien con honda pena me despido,
premie vuestros afanes y favores
con mucho lauro y muchos suscriptores.

A pesar de la indicada suscripción, tuvo Villergas necesidad


de seguir trabajando para el sustento de su familia, y tornó
por quinta vez á la Habana, donde, por efecto de la paz del
Zanjón, había cambiado el régimen gubernativo, pudiéndose
ya hacer política, como dicen los franceses. Las nuevas insti-
tuciones hablan llevado naturalmente á Cuba la creación de
los partidos políticos, formándose desde luego dos que habían
de ser perpetuamente adversarios: uuo, el que tendió ala con-
secución de una autonomía semejante á la del Canadá, y otro,
el de la Unión constitucional, que admitía todas las reformas
compatibles con la integridad del territorio, bajo el principio
de la asimilación de las provincias americanas á las de la pe-
nínsula ibérica. Como era consiguiente, Villergas se afilio en
este último, de cuya Junta directiva siempre formó parte, y
para defender el programa de su comunión, fundó un sema-
nario festivo que se tituló Don Circuhstancias.
¿Habla algo de inconsecuencia política en esto, como afir-
maban los autonomistas cubanos? Villergas no lo entendía
así, dando por prueba de ello la razón de que no podía ser
retrógrado \un partido como el de la Unión constitucional,
que proclamaba el principio de la asimilación, toda vez que el
día que la república existiese en España, esa forma de gobier-
no sería la defendida por el expresado partido. Agregúese á
esto que eran muchos los republicatios que figuraban en el tal
partido, habiéndolos hasta en su Junta directiva, y conven-
dremos en que tenía natural explicación la conducta de nues-
tro biografiado, quien de buena fe abrigaba la creencia de que
la autonomía reclamada por algunos señores daría, en breve
término, por natural resultado, la pérdida de Cuba para Es-
paña.
Nada de particular ofrecen los demás viajes que después
de 1878 hizo Villergas á la Habana, fuera del último, en que
APUNTES PARA LA BIOGRAFÍA DE VILLERGAS 37

encontró al partido de la Unión constitucional profundamente


dividido, siendo muchos los miembros del mismo que des-
conocían la autoridad de la Junta directiva, solamente ele-
gida por la Junta Magna en 18 de Abril de 1888. Apoyada
la disidencia por personas de alguna importancia y teniendo
por órgano un periódico del ctédito y circulación del Dimo
de la Marina, gran peligro corrió el partido nacional de verse
completamente destrozado. Para evitar esto, decidió la Junta
directiva crear un pcriódicode grandes dimensiones que defen-
diese ladisciplina y pulverizase las inexactitudes propaladas por
los disidentes, y dio la dirección de ese periódico á Villergas.
El remedio fué tan eficaz como podía desearse. Villergas,
•que esta vez tuvo que suspender su semanario, para tom.ar la
dirección de La Unión Constitucional^ escribió, á pesar de su
avanzada edad, artículo diario, empleando todos los tonos de
la polémica belicosa, el serio, el sentimental, el epigramático,
el de la rechifla, el del ridículo, bien persuadido de que la
causa española quedaba muy comprometida en Cuba si la in-
subordinación se apoderaba del principal de los elementos
que allí la sostenían. Sus trabajos y los de sus compañeros de
redacción pudieron dar motivo á fuertes resentimientos; pero
no fueron perdidos para la patria, pues al llegar los días de
prueba, que fueron los de la renovación de los ayuntamientos,
aquella disidencia, que abrigaba un año antes la pretensión de
constituir la mayoría del partido, sufrió una tan completa de-
rrota, que en la misma Habana, donde, de los 16 concejales
que había que elegir, pensaba sacar triunfantes 14 de sus can-
didatos, no concediendo más que dos á la Junta directiva, su-
cedió todo lo contrario, pues tuvo que contentarse con dos,
dejando á la directiva los 14, y, sobre poco más ó menos, la
misma proporción hubo en las elecciones de toda la isla.
Tan espléndida victoria de la legalidad no podía menos de
acabar con la disidencia, cuyos órganos sostenían el disolven-
te principio de que i a disciplina puede ser necesaria en el
ejército, pero no en los bandos políticos, en los cuales, según
dichos órganos, cada individuo era dueño de obrar como se
le antojase, sin que por eso aquellos á quienes combatía de-
jasen de ver en él un consecuente correligionario, y, en efecto,
38 REVISTA CONTEMPORÁNEA

se hizo lo que el patriotismo y el sentido común aconsejaban;


es decir, se hizo la unión del partido, después de lo cual, re-
nunció Viliergas la dirección de La Unión Constitucional (pe-
riódico), y se volvió á Zamora, donde vivió sus últimos aBos.
Murió el día 8 de Mayo de 1896.
De todo lo dicho se infiere que Villergas fué uno de los
más laboriosos escritores de esta centuria, pues escribió en
numerosos periódicos políticos y literarios de ambos mundos;
dio al teatro varias obras; publicó algunas novelas, de las
cuales las principales fueron La Vida en el chaleco, en que
condena la avaricia, y Los Espadachines, en que ridiculiza
el duelo; muchas poesías jocosas; la más numerosa colección
de epigramas que hasta hoy ha dado autor alguno en len-
gua castellana; los semanarios El Tío Camorra y Jeremías,
que componen tres tomos; El Juicio crítico de los autores con-
temporáneos, en un tomo; Los Políticos en camisa (colaboran-
do con Ribot), C'jatro tomos; la historia de la fundación del
partido republicano en España, en una serie de artículos que
podrían componer otro tomo; diferentes folletos y como una
docena de volúmenes en folio en los semanarios La Charan-
ga, El Moro Muza, Don Circunstancias, publicados en diver-
sos países de Europa y América.
De sus poesías festivas se han hecho muchas ediciones;
pero la más completa es la que no ha muchos años publicó
el Gasino Español de la Habana, en la cual, sin embargo, por
respeto á dicho instituto, no quiso incluir varias de sus más
inspiradas composiciones, tales como la sátira titulada El
hambre, musa X en que atacó á varios académicos; la que se
nombró El Parnaso español, en que pasó revista á los pro-
hombres retratados por D. Antonio Esquivel en uno de sus
cuadros; la que en 1860 escribió contra las condecoraciones;
la que en 1872 publicó atacando al Sr. Rispa y Perpiñá, di-
rector de El Combate; la composición en versos alejandrinos
denominada El Patifiesto, en la cual parodió el Manifiesto que
en 1854 hizo imprimir en Lisboa la Reina D.^ María Cristina
de Borbón, y otras cuya enumeración sería prolija.
Por la copia,
JUAN ORTEGA RUBIO.
PRECEDENTES DE UN GLORIOSO RElNiDO (O

l'^e5-14'75

NARRACIÓN HISTÓRrCA ILUSTRADA CON SIETE DOCUMENTOS ORIGI-


NALES É INÉDITOS EXISTENTES EN EL ARCHIVO MUNICIPAL DE
A V I L A , POR D. MANUEL DE FORONDA Y AGUILERA, CRONISTA DE
LA C I U D A D .

Ya hemos dicho y repetido cuan grande era el anhelo de


D.* Isabel de corresponder á los favores por ella recibidos de
Ávila y cuan vehemente era el deseo de la ciudad de que
ninguna de las poblaciones y vasallos de su tierra pasara á
ser de dominio señorial; ya hemos señalado como una de las
más relevantes cualidades de la Princesa lo firme de su carác-
ter y la seriedad de sus ofrecimientos; pues bien, y sentadas
estas premisas, ¿no era cosa natural, y hasta si se quiere inelu-
dible, el que su primer acto de gobierno (permítasenos la
frase) fuera para manifestar su gratitud á su ciudad—así la
llamaba siempre—concediéndola lo que ésta más deseaba y
apetecía, tque ninguna población ni vasallos de Avila y su
tierra se apartasen jamás de la corona de Castilla?» Y como
esto mismo lo había mandado ya su padre y ratificado sus
hermanos, y como D. Enrique, á pesar de todo, había dis-
puesto de lugares y vasallos que de la tierra de Avila eran, y
como en el acta del 2 de Septiembre, como hemos visto,
prometió la Princesa que los lugares y vasallos tomados y
ocupados por el de Alva volverían á su primitivo señorío, y

(I) Véase la p á g . 561 del t o m o anterior.


40 REVISTA CONTEMPORÁNEA

por último: como era fiel guardadora de sus promesas y es-


clava de su palabra, ¿no era natural y justo que su primera
carta fuera para dar pública satisfacción y cumplimiento de
su fe Real empeñada?
Aparte de que no es del todo infundada sospecha la de
que D. Enrique tuviera conocimiento y hasta autorizara la
expedición de esta carta que, después de todo, no hacía más
que ratificar lo que en 1458 él mismo sancionara; y que si,
diez años más tarde, implicaba la revocación de anteriores
donaciones, no revestía el acto caracteres de gravedad tanta
como la anulación del juramento á la Beltraneja y la declara-
ción de su ilegitimidad que, como si de la cosa más natural
del mundo se tratara, había suscrito el piopio D. Enrique
siete días antes.-
Hé aquí el documento en cuestión:

«D.^ Isabel princesa de Asturias e legitima heredera y su-


cesora de los Reynos de Castilla e de León: A los Duques
Perlados Marqueses condes Ricos - omes maestres de las
ordenes priores e al justicia mayor e a los del consejo e oido-
res de la abdiencia e alcaldes e notarios de la casa e corte e
chancilleria del Rey Don Enrique mi señor hermano e a los
comendadores e subcomendadores e alcaides de los castillos
e casas fuertes e llanas e a todos los concejos corregidores
alcaldes alguaciles regidores caballeros escuderos oficia-
les e omes buenos de todas las cibdades e villas e lugares de
los reinos c señoríos de Castilla a de León e a qualesquier
vasallos e subditos e naturales dellos de qualquier estado
condición preheminencia e dignidad que sean e qualquier o
qualesquier de vos a quien esta mi carta fuere mostrada o el
treslado della signado de escribano público salud e gracia
Sepades que vi una carta del Rey Don Juan mi señor e pa-
dre que santa gloria aya confirmada del Rey mi señor her-
mano su tenor de la cual es este que se sigue.
Don Enrique por la gracia de Dios Rey de Castilla de
León de Toledo de Galicia de Sevilla de Cordova de Mur-
cia de Jahen de Algarve de Algecira Señor de Vizcaya e
de Molina a los enfantes mi muy caros e muy amados her-
PRECEDENTES DE UN GLORIOSO REINADO 41

manos e otrosi a los duques condes marqueses ricos-


omes maestres de las ordenes priores e al mi justicia mayor e
a los de mi consejo oidores de mi abdiencia alcaldes e no-
tarios de la mi cámara e corte e chancilleria e a los comenda-
dores e subcomendadores alcaydes de los castillos e casas
fuertes e llanas e a todos los concejos corregidores alcal
des e alguaciles regidores cavalleros escuderos e orne? bue-
nos de todas las cibdades e villas e lugares de los mis reynos
e señoríos e a qualetquier mis vasallos subditos e naturales
de qualquier estado condición preheminencia o dignidad
que sean e a qualquier o qualesquiera de vos a quien esta mi
carta fuere mostrada o el treslado dclla signado de escribano
publico salud e gracia Sepades que el Rey Don Juan de
Gloriosa memoria mi señor e padre cuya anima Dios aya
mando dar e dio una su carta firmada de su nombre y sellada
con su sello su tenor de la cual es este que se sigue
Don Juan por la gracia de Dios Rey de Castilla de León
de Toledo de Galicia de Sevilla de Córdova de Murcia de
Jahen de Algarve de Algecira Señor de Vizcaya e de Mo-
lina Por cuanto asi cumple a mi servicio e guarda e honor de
la corona real de mis reynos e al bien publico e pacifico es-
tado de la corora real de mis reyíios e al bien publico e paci-
fico estado e tranquilidad dellos e asimismo por facer bien e
merced a la mi cibdad de Avila e su tierra e al concejo alcal-
des alguaciles regidores cavalleros escuderos e ornes buenos
della per los muchos e buenos e leales servicios que aquellos
donde ellos vienen ficieron a los Reyes mis progenitores de
gloriosa memoria e ellos me han fecho e facen de cada dia de
mi propio motu e ciencia cierta e poderlo real absoluto de
qne quiero usar e uso en esta parte por la presente e con ella
tomo e recibo a la dicha cibdad e su tierra e la justicia e ju-
risdicion alta e baja civil e criminal e mero e misto imperio '^
della con todas sus rentas e derechos e pertenencias e pechos e
otras cosas qualesquiera pertenecientes al servicio della para mi
e para la corona real de mis reynos e para los Reyes que de
mi subcedieren en ellos e quiero e mando que de agora e de
aqui adelante para siempre jamas no haya podido ni pueda
ser la dicha cibdad e su tierra ni parte ni cosa alguna della
42 REVISTA CONTEMPORÁNEA

apartada de mi ni de la corona real de mis reynos por si ni


sobre si ni pueda ser cambiada ni dada ni vendida ni em-
peñada ni obligada ni en otra qualquier manera enagenada
por cualquier titulo oneroso o lucrativo o misto ni por qual-
quier causa aunque sea pia urgente e necesaria quanto quier
que sea e ser puede en persona o personas algunas de cualquier
estado condición preheminencia y dignidad que sean aunque
sean reales o de estirpe real o en otra qualquier manera e si
por ventura por mi o por los Reyes que después de mi suce-
diesen en los dichos mis reynos fuese procedido a qualquier
manera de apartamiento o alienación de lo susodicho o de
qualquier cosa o parte dello que por el mismo fecho aya
sido e sea ninguna e de ningún valor e efecto el tal aparta-
miento e alienación e todo lo que della procediese o depen-
diese e se siguiere aya sido e sea por no fecho e que no
haya podido ni pueda pasar la propiedad ni la tenencia e po-
sesión e detentación delio ni de cosa alguna ni parte dello a
la tal persona o personas ni lo ayan podido ni puedan ganar
ni prescribir por tiempo alguno no embargante que el tal
apartamiento o alienación contenga cualesquier causas legiti-
mas o necesarias complideras e provechosas e aunque se diga
que cumple asi a mi servicio e al bien publico de mis reynos
e contenga qualesquier firmezas e no obstancias abrogaciones
e derogaciones e otras qualesquier clausulas derogatorias aun-
que sea valida e firmada,con juramento e pleyto omenage e
voto o en otra qualquier manera que sea o ser pueda ca yo
por la presente la qual quiero e mando e me place e orde-
no que aya fuerza e vigor de ley bien asi como si fuera fecha
e establecida en cortes e a ella procediesen e se subsiguiesen
e interviniesen todas las cosas qu6 de sustancia e solemnidad
en tal caso se requieren que el tal apartamiento e alienación
e todo lo que de ella se siguiere e cada cosa e parte de ella
aya sido e sea de ningún efecto o valor por ese mismo hecho
e por ese mismo derecho e que sin embargo de ello ni de
cosa alguna delio la dicha cibdad e su tierra e todo lo suyo e
cada cosa e parte dello siempre sea de la corona real de mis
reynos é para ella e en ella inseparablemente por siempre ja-
mas e no haya podido ni pueda ser apartada dividida ni se-
PRECEDENTES DE UN GLORIOSO REINADO 43

parada de ella ni en algún tiempo ni por causa ni razón que


sea mayor o mas mayor que la de suso expresada e que la
dicha cíbdad e los vecinos moradores della e de su tierra el
qualesquicra de ellos si pena alguna pueden resistir e resistan
qualesquiera mi carta o sobrecarta aunque sea de segunda
jusion e dende en adelante que yo de aqui adelante diere que
en contrario sea o ser pueda aunque contenga pena de ma-
caso e perdición de cuerpos e bienes e otras qualesquier pe-
nas e asimismo pueda resistir e resista sin pena alguna a qual-
quier o qualesquier persona de qualquier estado condición o
preheminencia o dignidad que sean que por qualquier titulo o
color o causa quieran ir y pasar e vayan e pasen contra lo en
esta mi carta contenido o contra qualquier cosa o parte de ella
que para ello no ayan incurrido ni ayan ni incurran ni puedan
ahir ni incurrir en otros ni en casos mayores ni menores ni en
otra pena ni infamia alguna ellos ni sus linajes e yo Íes absuel-
vo e do palabras e quitos de todo ello e de cada cosa e par-
te dello a ellos e a su linaje lo cual todo susodicho en esta
mi carta contenido en cada cosa e parte de ello quiero e
mando e ordeno e establezco que vala e sea firme e valedero
para siempre jamas no embargante qualesquiera maravedises
de merced exención o apartamiento que el Rey Don Enrique
mi señor e mi padre cuya anima Dios aya dio e yo doi e de
aqui adelante diere o ficiere de qualesquier logares e vasallos
e términos e jurisdicion de la dicha cibdad e su tierra e de
otros qualesquier que hasta aqui ayan dado las quales no ayan
sido notificadas e presentadas en el dicho concejo de la dicha
cibdad. E los tales quiero e es mi merced que sean ávidos
por no fechos ni dadas e que sea asi de ningún efecto e va-
lor aviendolas aqui de mi cierta ciencia e sabiduría por jus-
tas e incorporadas e .otro si no embargante las leyes que di-
cen que los Reyes e Principes no reconoscientes superior no
son ascriptos ni obligados a las leyes ni a venir según ellos
ni otros embargantes que las leyes fueros derechos e ordena-
mientos costumbres fazañas estilos ni otras qualesquier co-
sas de qualquier manera efecto e vigor e calidad e misterio
que pueda embargar e contrariar o impedir lo en esta mi car-
ta contenido qualquier cosa o parte de ella. E yo de dicho
44 REVISTA CONTKMPORÁNEi

mi propio motu e poderío real absoluto de que quiero usar e


uso en esta parte dispongo con ello e lo abrogo e derogo
alzo e quito e muevo en cuanto a esto ataña o atañer pueda e
ansi mismo a las leyes que dicen que las cartas dadas contra
ley o fuero o derecho deben ser obedecidas e no cumplidas
aunque contengan cualesquier clausulas derogatorias e otras
firmezas e que las leyes e fueros e derechos valederos no pue-
dan ser derogados salvo por cortes e al con e quanto toda
obrreccion o subrreccion e todo otro obstáculo o impedimc"'
to ansi de fecho como de derecho de qualesquier natura vi-
gor e calidad e misterio que sea o ser pueda que pueda em-
bargar ó perjudicar á lo en esta mi carta contenido e qual-
quier cosa o parte delio e supla cualesquier defectos asi de
esta carta como de solemnidad o en otra qualquier manera
que necesarios cumplideros e provechosos sean de suplir para
corroboración e validación desta mi carta e de lo en ella con-
tenido por cuanto mi firme intención e dehberada voluntad es
que esta dicha mi carta e lo en ella contenido e cada cosa e
parte de ello sea firme e valedero e fasta e grata e guardada
enviolablemente para siempre jamas lo qual seguro de guar-
dar e complir e mantener e lo mandar complir e facer e man
tener todo según e en la manera que de fe es e cada cosa e
paite de ello—E mando al principe mi muy caro e muy ama-
do fijo presunto heredero e a los Duques Condes Ricos ornes
maestres de las Ordenes priores comendadores e subcomen-
dadores alcaydes de los castillos e casas fuertes e llanas e a
todos los concejos alcaldes e alguaciles regidores caballeros
escuderos e ornes buenos de todas las cibdades e villas e lo-
gares de los mis reinos e señoríos e otros qualesquier personas
mis subditos e naturales de qualquier estado o condición que
sean e a cualquier o qualesquiera de ellos que estén e cumplan
e executen e fagan estar e complir e executar todo lo en esta mi
carta contenido e cada cosa e paite della e que de aqui ade-
lante para siempre jamas no vayan ni pasen ni consientan ir
ni pasar contra ello ni contra cosa alguna ni parte de ello ago-
ra ni en algún tiempo ni por alguna manera ni causa ni razón ni
color que sea o ser pueda e los unos ni los otros non fagades
ende al por alguna manera so pena de la mi merced e de pri-
PRECEDENTES DE UN GLORIOSO BEINADO 45

vacien de los oficios e de confiscación de los bienes de los


que lo contrario ficieren para la mi cámara sobre lo cual man-
do al mi chanciller e notarios e a los otros que están en la mi
tabla de les mis sellos que den e libren e pasen e sellen a la
dicha cibdad de avila e su tierra mi carta o cartas,o provisio-
nes o previlegios los mas firmes e bástanles que cumplieren e
menester fueren para que sea firme estable e valedero lo suso-
dicho en esta mi carta contenido por siempre jamas e los unos
ni los otros non íagades ni fagan ende al so pena de la mi
merced e de diez mil maravedís a cada uno para la mi cáma-
ra. Dada en el lugar de Villacastin a quince dias de mayo año
del nascimiento de nuestro Salvador Jesuchristo de mil e
quatrocientos e cincuenta e tres a ñ o s = Y o el R e y = Y o el
dotor Ferrando Dias de Toledo oidor e refrendario del Rey e
su secretario la fice escribir por su mandado. E en las espal-
das de la carta de dicho Señor Rey estaban escritos estos
nombres que se sigue=Reg¡strado Martin Ruiz.
£ agora el concejo justicia Regidores Caballeros escuderos
oficiales e ornes buenos de la dicha cibdad me enviaron facer
relación diciendo que recelan que por el dicho Rey mi seSor
e padre fue pasado de esta presente vida no les han guardado
la dicha su carta suso incorporada lo cual si asi pasase ello»
recibirían grande agravio e daño e a mi se recresceria deser-
vicio e me enviaron suplicar e pedir por merced que los man-
dase proveer sobre ello con remedio de justicia como la mi
merced fuese e por que mi merced e voluntad es que la dicha
carta del dicho Rey mi señor e padre suso incorporada sea
trasladada e complida según que en ella se contiene tuvelo
por bien por que vos mando a todos e a cada uno de vos que
guardades e cumplades e fagades guardar e complir la dicha
carta del dicho Rey ipi señor e padre suso incorporada en
todo e por todo según que en ella se contiene e contra el t e -
nor de ella no vayades ni pasedes ni consintades ir ni pasar en
algún tiempo ni por alguna manera e los unos ni los otros
non fagades ende al por alguna manera so pena de la mi mer •
ced e de las penas e emplazamiento contenidos en la dicha
carta del dicho señor Rey mi señor e padre suso incorporada.
Dada en la villa de Madrid a veinte e tres dias de marzo año
46 REVISTA CONTEMPORÁNEA

del nascimiento de auestro señor Jesuchristo de mil e qua-


trocieatos e cincuenta e ocho a 5 o s = Y o el R e y = Y o Ro-
drigo de ¿ ? secretario de nuestro señor el Rey la fice
escribir por su mandado.
E agora por parte del concejo justicia regidores caballeros
escuderos oficiales e ornes buenos de la dicha cibdad me fue
suplicado e pedido por merced que los yo confirmase e apro-
base la dicha carta suso incorporada e porque mi merced e
voluntad es que la dicha carta del dicho Rey don Juan tai
señor e padre e la confirmación del dicho Rey Don Enrique
mi señor hermano sea guardada e cumplida según en ella se
contiene tovelo por bien porque vos mando a todos e a cada
uno de vos que guardedes cumplades e fagades guardar e
complir la dicha carta del dicho Rey mi señor e padre e con-
fírnaada del dicho Rey Don Enrique mi señor hermano suso
incorporada en todo e por todo según en ella se contiene e
contra el tenor de la dicha carta e confirmación no vayades
ni pasedes ni consintedes ir ni pasar en algún tiempo ni por
alguna manera. E los unos ni los otros no fagades ende al por
aigunu manera so pena de la mi merced e de las penas e
emplazamiento contenidos en la dicha carta del dicho Rey
mi señor e padre e confirmación del dicho Rey don Enrique
mi señor hermano suso incorporada. Dada en la villa de Casa
Rubios del Monte a dos días del mes de Octubre año del nas-
cimiento de nuestro Salvador Jesu Christo de mil e quatro
cientos e sesenta e ocho a ñ o s = Y o la princesa=Yo Juan
Fernandez Hermosilla secretario de la princesa lo fice escri-
bir por su mandado.=»

Como se ve, D.* Isabel, titulándose ya Princesa de Asturias


y legítima heredera y sucesora de los reinos de Castilla y de
León, actuó de soberana suscribiendo y ratificando la misma
sobrecarta que su hermano, el verdadero y legítimo Monarca,
diez años antes había suscrito y ratificado.
No cabf. en lo» límites de esta narración el minucioso deta-
lle de tantos y tantos hechos como vinieron á corroborar el
aserto que mas arriba hicimos, referente á lo poco ó nada que
D.* Isabel podía confiar en los que, del lado de D. Enrique y
PRECEDENTES DE tXN GLORIOSO REINADO 47

aún del suyo propio, habían tomado parte en estos aconteci-


mientos; pues de presumir era que todo aquel que por cual-
quier motivo ó circunstancia no se viera satisfecho en sus am -
biciones ó deseos, habría de recurrir á los entonces socorrí
dos medios de la conspiración, de la intriga.
Y en verdad que no les faltó pretexto para acudir á ellos.
La elevación de D / Isabel al rango de Princesa heredera
había despertado la codicia de los unos y los apetitos de los
otros. Los pretendientes á su mano se multiplicaban y los
partidarios en Castiíla de cada uno de los aspirantes se agita-
ban vivamente en favor de sus respectivos candidatos, que
eran nada menos que un hermano de Eduardo IV de Inglate-
rra—tal vez el Duque de Glocester,—el Duque de Guiena, her-
mano de Luis XI de Francia, D. Alfonso, Rey de Portugal, y
D. Fernando, hijo del anciano Rey D . Juan II y Príncipe de
Aragón y más tarde Rey de Sicilia, que fué el que siempre
ocupó lugar preeminente en el corazón de D . ' Isabel.
£1 Marqués de Villena, entendiendo que no podía haber
nada más perjudicial á sus intereses particulares que la unión
de la familia Real aragonesa con la castellana, declaró su abier-
ta oposición al hijo de D. Juan 11, y resucitando las antiguas
pretensiones del Monarca portugués y uniendo a ellas el pro-
yecto de enlace de un hijo de éste con la Beltraneja, llegó
hasta formar un bando que, á no ser por la entereza de doña
Isabel, habría tal vez conseguido la realización de sus intere-
sados propósitos. La embajada, á cuyo fíente venía el Arzo-
bispo de Lisboa, recibió en Ocaña una cortés negativa que,
unida á la que meses antes había recibido el Duque de Guie-
na, á quien protegía D. Enrique, exasperaron al Monarca y
más aún al favorito Villena, que resolvieron apelar á la intimi-
dación para el logro de sus fines; pero el Arzobispo de Tole-
do, avisado oportunamente del riesgo que su señora corría,
—puesto que hasta de reducirla á una prisión se trataba,—acu •
dio tan oportunamente, que gracias á su poderosa interven-
ción y á la actitud, resuelta de los leales habitantes de Ocaña,
no pudieron aquéllos conseguir sus propósitos.
Con tan irregular comportamiento consideró ya D*. Isabel
roto el pacto de Guisando en lo relativo á su enlace, viéndose
4$ REVISTA CONTEMPORÁNEA

ya libre de sus compromisos, y previa consufta ^e los nobles


de Castilla y oído el parecer y conseje del Arzobispo de To'»
ledo y del Almirante D. Fadriqne, aceptó las proposiciones
de D. Fernando de Aragón, firmándose las capitulaciones
matrimoniales en Cervera á 7 de Enero de 1469, acto que co-
ronó brillantemente los esfuerzos y sabia intervención del in-
signe D. Juan II, cuyas excepcionales aptitudes no pueden
menos de ser admiradas por todo aquel que se precie de ren-
dir culto á la verdad histórica.
La ausencia de D. Enrique y del Marqués de Villena, que
se habían dirigido á Andalucía con el objeto de acabar con
los restos de la insurrección todavía existente, fué aprovecha-
da por D / I s a b e l para trasladarse á Madrigal, donde, lejos
de hallar el reposo y la seguridad anhelados, se encontró toda
vía en más apurado, trance que ea OcaSa, y del cual se salvó
gracias á la eficaz y oportuna intervención del Almirante Hen-
rlquez y del socorro del Arzobispo de Toledo, que con suma
presteza, y adelantándose á las huestes del Arzobispo de Se-
villa, logró evitar el golpe de mano contra ella intentado, res -
catándola del poder de su guardador el Obispo de Lugo y de
los suyos que, mal repuestos del asombro que tan inesperado
auxilio les causara, la vieron salir en triunfo con su pequeño
ejército y dirigirse á Valladolid, cuyos habitantes la tributaron
solemne recibimiento con las mayores muestras de entusias-
mo y regocijo.
La odisea de D. Fernando,—que bien puede aplicarse este
nombre al viaje que de Zaragoza á Dueñas realizara el joven
Príncipe aragonés,—corrió parejas, en riesgos y peripecias,
con la estancia de su prometida en Madrigal, hasta el momento
de verse sano y salvo el egregio criado de los tratai?tes en pa-
ños, que estuvo á punto de ser aplastado por la gruesa piedra
que desde^ lo alto de sus panros le (ué arrojada por los fieles
guardadores de Dueñas, quienes tomaron por gente enemiga
á la que tan á deshora y con aquellos atavíos á sus puertas
llamaba.
Una vez en Dueñas D. Fernando, dio D.* Isabel inmediata
cuenta á su hermano D. Enrique de la llegada á sus dominios
del joven Príncipe, asegurando al Monarca la más completa
PRECEDENTES DE UN GLORIOSO REINADO 49

sumisión pur parte de ambcs; y después de una entrevista ha-


bida en Valladolid ante el Arzobispo de Toledo y otros mag-
nates, y en la que se pactaron las condiciones aquellas que
tan sólidamente cimentaron la unión de ambos reinos, retiró-
se nuevamente D. Fernando á Dueñas, no volviendo á ver á
su prometida hasta el 19 de Octubre de 1469, en que, con ex-
traordinaria concurrencia de grandes y plebeyos y mucho
entusiaimo de las gentes, se celebraron las bodas, de que al
punto dieron parte á su hermano, quien por cierto recibió la
noticia con marcadas muestras de frialdad, y eso que á las
protestas de sumisión dé los regios cónyuges se acompañaba
la copia de los capítulos matrimoniales, cuyo contexto por si
sólo debió bastar para captarse la benevolencia de D. Enrique.
Desconcertados con ests enlace los planes del Marqués de
Villenc, elevado ya á la dignidad de Gran Maestre de Santia-
g o , dirigió desde luego sus esfuerzos para conseguir el enlace
del Duque de Guiena, hermano del Rey de Francia, con la
Beltraneja, renovando las pretensiones de éste y llegando
hasta conseguir por parte de D . Enrique la declaración de
que su hermana, á causa de su casamiento sin su aprobación,
había perdido todos los derechos reconocidos á su favor en
Guisando.
Grande fué la penuria que los jóvenes esposos pasaron en
su modesta corle de Dueñas, aumentada con la natural tris-
teza que su animo experimentaba con los alejamientos, olvi-
dos y hasta ingratitudes de aquellos que más principalmente,
en épocas anteriores, habían ayudado á D / Isabel; y á no ser
por las provincias de Vizcaya y Guipúzcoa, que se habían
declarado contrarias al pretendiente francés, y por la populo-
sa Andalucía que, con la noble casa de Medinasidonia á la
cabeza, continuaba en.su inalterable lealtad á la hermana de
D . Eiuique, y, sobre todo, por la enérgica actitud del Ar-
zobispo de Toledo, es casi seguro que tantas esperanzas como
los castellanos abrigaban con el reinado de los Príncipes se
habrían agostado en flor.
El desbarajuste y la anarquía volvieron á enseñorearse del
reino. La corte sumida en la mayor disolución y escándalo^
la administración de justicia abandonada, los nobles resol-
50 REVISTA CONTEMPORÁNEA

viendo por sí y ante sí sus cuestiones personales y librando-


batallas con sus poderosos ejércitos y campando cada cual
por su respeto, parecían haber transformrdo á Castilla en otra
campo de Agramante; y para colmo de contrariedades, don
Fernando, cuando más necesaria era BU presencia al lado de
su consorte, se ve obligado á partir para Aragón, y lo que es^
más, aconsejado por su propia mujer, donde su padre, empe-
ñado en grave contienda con los franceses sublevados en Ro-
sellón y Cerdaña, reclamaba sus auxilios.
Y ya pareció que la tormenta que se cernía sobre toda
Castilla iba á aniquilar á la virtuosa Princesa que, sola y casi
aislada del mundo, en Dueñas continuaba, cuando aconteci-
mientos inesperados comenzaron á aclarar el horizonte, ha-
ciendo entrever un rayo de esperanza en lo que antes toda
hacía vislumbrar el más obscuro porvenir.
L a muerte del Duque de Guiena, presunto y desdeñoso fu-
turo de la Beltraneja; los dos frustrados conatos de enlace
con otros tantos Príncipes; las inoportunas protestas de los
Reyes acerca de la legitimidad de aquélla, que más contribuían
al alejamiento de los pretendientes que á la persistencia en
sus demandas; y, sobre todo, el carácter de D.* Isabel, su
irreprochable conducta y el ambiente de decoro que en su
corte se respiraba, la habían hecho ganar tanto terreno en la
opinión de las gentes y en la de las personas de valía, que
alguno, como el Cardenal de España, no sólo entabló con
ella correspondencia frecuente y secreta, sino que otros, como
el Duque del Infantado, ya por gratitud de algún servicio re-
cibido de D. Fernando, ya porque le desagradara la atmósfe-
ra que rodeaba á la corte de D. Enrique, ello es que, colo-
cándose del lado de la Princesa, vino á prestarla con su per-
sona la adhesión de su poderosa familia.
Pero lo que acabó de favorecer á D * Isabel fué la actitud
tomada por Andrés de Cabrera, mayordomo del Rey y alcaide
del Alcázar de Segovia, que, casado con D.* Beatriz de Bo-
badilla—la compañera de la infancia y amiga de confianza de
la Princesa,— ya fuese por su enemistad con el Marqués d e
Villcna, ya por las gestiones de D.* Beatriz, ello es que Ca-
brera se puso por completo del lado de aquélla, y con su&
PRECEDENTES DE UN GLORIOSO REINADO 5t

continuas insinuaciones al Monarca, sobre el que su cargo de


Tesorero de la Corona le daba un gran ascendiente, logró la
reconciliación de Jos hermanos^ preparando y consiguiendo
una entrevista, á cuyo ñn pasó D.* Isabel, de Aranda donde
á la sazón se encontraba á Segovia, siendo recibida con mues-
tras de verdadero afecto por D. Enrique, en quien, como ya
hemos indicado anteriormente, sólo á la debilidad de su ca-
rácter era debido el desafecto que los ambiciosos que le ro-
deaban le hacían sentir hacia su hermana.
Bajo tan halagüeños auspicios terminó el año 1473, en que,
no contento D . Enrique con tener al lado suyo á su hermana,
quiso traer consigo al Príncipe-Rey de Sicilia, presentándose
éste al amanecer del 2 de pnero siguience en Segovia, donde
fué tan bien recibido y festejado y donde permanecieron los
esposos y adonde quisieron traer á su hija, nacida en DueSas
el 2 de Octubre de 1470 y bautizada también con el nombre
de Isabel.
Como la indecisión y la debilidad eran la característica de
D. Enrique, no tardó éste mucho en ceder á las influencias de
Viilena, quien, prosiguiendo su obra demoledora, no sólo
aprovechó la indisposición sufrida por el Rey después del
banquete con que fué obsequiado por Cabrera, llegando has-
ta hacerle creer que se había tratado de envenenarle, sino
que, torciendo las inclinaciones de éste, llegó á conseguir que
no fuese anulada la revocación del pacto de Guisando. Y en
este estado de frialdad de relaciones, partió el Rey para Ma-
drid, de donde salió después para Trujillo en bastante ma! es-
tado de salud, acompañado de su inseparable Marqués de Vi-
llena, para quien este viaje tuvo las más fatales consecuen-
cias, puesto que en Santa Cruz, no lejos de la indicada ciudad
extremeña, se vio acometido de grave mal de garganta que
inesperada y casi repentinamente, á principios de Octubre, le
llevó al sepulcro, poniendo término á la larga serie de incon-
secuencias, arbitrariedades y venganzas que informaron la
vida del ambicioso Marqués.
La Princesa, que se había quedado en Segovia, nunca des-
cuidó cuanto hacía referencia al bienestar de la ciudad d¡t
Avila, hasta el punto de que los graves cuidados que lo excep-
52 REVISTA CONTEMPORÁNEA

cionai de sn situación requería, no la privaban de atender con


solicito interés al remedio de las necesidades que la adminis-
tración de la ciudad demandaba. El juego .de los dados ha-
bía adquirido en Ávila y otras poblaciones gran desarrollo,
hasta el punto de llegarse á cobrar por los ayuntamientos un
derecho sobre los tableros. La Princesa no podía consentir
inmoralidad tan manifiesta, y de aquí el documento que, ori-
ginal y también inédito, existe con el núm. 6 en el legajo y
archivo mencionados, y que transcribimos íntegro á pesar de
su extensión, porque conviene á nuestro propósito el dar á
conocer á nuestra Princesa actuando de soberana y legislan-
do en vida de su hermano, y porque entendemos que bien
merece ser conocido y divulgado un escrito en el que tanta
moralidad resplandece. Porque esta carta no sólo es una lec-
ción de moral digna del más profundo teólogo, sino que es
una reunión de antecedentes históricoá en que el jurisperito
puede estudiar una parte de la historia de la legislación espa-
ñola en materia de juegos prohibidos, y el criminalista apre-
ciar la calidad y cantidad de pena que al reincidente se impo-
ne, mandándole desnudar y poner públicamente en la picota,-
desde la salida hasta la puesta del sol,—en un clima como el
de Ávila,—según D. Juan II había ordenado. Es, pues, un do-
cumento de gran interés científico y social y que juzgamos ha
de ser apreciado en este sentido por el benévolo lector que
se tome el trabajo de examinarle.
Dice así:

cDoSa Isabel por la gracia de Dios princesa de Asturias


legitima heredera e subcesora de los Reynos de Castilla e de
León Reina de Cecilia princesa de Aragón Al Concejo corre-
gidor alcaldes alguacil Regidores Cavalleros escuderos oficia-
les e omes buenos de la mi noble e leal cibdat de Avila que
agora son o serán de aqui addante y a cada uno o cual-
quiera de vos a quien esta mi carta fuere mostrada o su tres-
lado signado de escribano publico salud e gracia sepades que
y o soy informada que en esa dicha mi cibdat hay tablero pu-
blico del juego de dados en que continua e publicamente
juegan todos los que quieren e que hay tablajero que saca e
PRECEDENTES DE UN GLORIOSO REINADO 53

Heva tablaje e diz que lo que renta el tablaje destos juegos


tenedes por propios de Concejo e lo arrendades e tenedes
como propios dése dicho Concejo diciendo que esto tenedes
por previlegio o facultad de los Reyes de gloriosa memoria
mis progenitores o por uso e costumbre e para dar color a
esto diz que algunos de vosotros decides que es mejor tole-
rar de tener una casa donde haya tablero publico en que jue-
guen los dados todos los que quisieren que no defender los
juegos diciendo que pues no se pueden prohibir que de haber
tablero se seguirán menos inconvenientes E como quiera
que tal ejercicio como este notoriamente es contra buenas
costumbres e agrava é afea la fama e honestidat de cualquier
persona que al juego de los dados se da E no hay causa justa
ni aun color para lo permitir pues no solamente los fíeles e
católicos mas aun los gentiles e paganos que no tienen conos-
cimiento de Dios salvo solamente inclinación a virtud e se
rigen por los mandamientos de la ley de natura demuestran e
aborrecen los juegos de los dados habiendo consideración
que non solamente es ávido por malo de si mismo el juego
mas es pecado agravado por el conjunto de vicios e pecados
que en el juntamente se ejercitan e por los males e torpeda-
des que del se siguen los cuales entre otros %on estos prime-
ramente menosprecio de la Iglesia la cual alumbrada por el
Espíritu Santo aviendo acatamiento a las adivinanzas e agüeros
que en el juego se miran e como solamente los tahúres qui-
tada la esperanza de Dios cometen a ellos mismos e a lo suyo
a la fortuna o dicha e asi ofenden a Dios nuestro señor pasan-
do contra el primero mandamiento e otros según disponen
los derechos cometen pecado de paganidad e pueden se lla-
mar infieles otro si cometen pecado de usura en cuanto en
los emprestados que en los juegos se facen es mas tirada
la paga que el emprestado E otro si se comete pecado de
robo en cuanto cada uno que juega desea despojar a su pró-
jimo E otro si pecado de escándalo en cuanto los buenos
que ven el juego se escandalizaran contra los jugadores e
aun los menospreciaran e aborrecerán Otro si se frecuen-
tan en el juego las mentiras e palabras ociosas e vanas E eso
mismo se comete alli pecado de blasfemia ca comunmente
54 REVISTA CONTEMPORÁNEA

los tahúres blasfeman por machas e esquisitas maneras e co-


métese eso mismo pecado de falsedad e engaño jugando
con dados falsos e engañando en el juego por muchas mane-
ras el que mas sabe al que menos sabe E intervienen en el
juego perdimiento del tiempo e corrupción de las conciencias
e sobre todo causa de muerte e de feridas de ornes que de
los juegos comunmente se levantan de los cuales vicios e pe-
cados Dios es mucho ofendido e las conciencias de los que
en tal pecado se envuelven muy dapnadas e finalmente perdi-
das E por eso los establescedores de los santos derechos mo -
vidos por estas consideraciones alumbrados por el verdadero
conoscimiénto de esto defendieron estrechamente el juegfo de
los dados impom'endo graves penas a los legos e muy mas
graves a los clérigos que el juego de los dados usaren e aun
después veyendo los señores Reyes de gloriosa memoria mis
progenitores que este pecado era muy frecuentado en estos
sus Reynos E que las penas en los dichos derechos estableci-
das nb eran bastante a poner freno a los perpetradores de
este pecado agravaron muy mas las penas por ciertas leyes
que sobre ello ficieron e ordenaron entre las cuales se fallan
fechas e ordenadas las siguientes Primeramente el señor
Rey Don Juan de Gloriosa memoria mi visagüelo en las cor-
tes que fizo en Briviesca fizo e ordeno una ley su tenor de la
cual es este que se sigue Ordenamos e mandamos que nin-
guno de los nuestros Reynos sea osado de jugar a los dados
en publico ni en escondido e cualquier que ios jugase que por
la primera vez dent maravedís e por la segunda vez que pa-
gue docientoa mrs e por la tercera vez que pague trecien-
tos mrs e dende en adelante por cada vez docientos mrs
E si no toviese de que los pagar que vaya por la primera
vez diez días en la cadena e por la seo^unda veinte e por la
tercera treinta e asi dende en adelante e cualquier que algu-
na cosa perdiese que lo pueda demandar a aquel a quien se
lo ganase fasta ocho días £ si hasta ocho dias no se lo pi-
diese que cualquier que lo demandase que lo haya. E si algu-
no no lo acusare o demandare que cualquier justicia alcalde de
nuestro oficio cobre lo que asi fuese jugado e si no lo ficiese
pague seiscientos mrs. e que sean la mitad dellos para el que
PRECEDENTES DE UN GLORIOSO REINADO 55

lo acusare é la otra mitad para nuestra Cámara Otrosí El Rey-


Don Juan de Gloriosa memoria mi señor e padre cuya anima
Dios aya estando en tutela fizo e ordeno con autoridad de sus
tutores una premática que contiene ciertos capítulos entre los
•cuales el uno dice en esta guisa Por cuanto non embargante
que el juego de los dados por ley divinal e por leyes comu-
nes e por leyes de ordenamientos los ornes en menosprecio
•de los ordenamientos e leyes e de los defendimientos e penas
<n ellas contenidas continuadamente usan jugar los dados asi
en las fiestas de guardar como en los otros dias e tiempos del
año E por que cresciendo la continuación crescer debe la pena
•ordeno y mando que ninguno ni alguno no sean osados de ju-
gar dados en publico ni en escondido en ningún tiempo ni
logar que sea e cualquier que lo contraficiese alien de las pe-
nas en las dichas leyes contenidas si fuese orne que toviese
"tierras o ración o quitación de mi que por la primera vegada
<jue jugase los dichos dados pierda la dicha tercera parte de
la ración o quitación que de mi toviese e esto sea hasta en
cuantía de diez mil mrs e no mas E si fuese ome que no to-
viese la dicha tierra o merced o ración o quitación de mi que
por la primera vegada que lo intentare que pague quinientos
maravedís e por la segunda mil maravedís e por la tercera
mil e quinientos mrs e si no toviese de que lo pagar que lo
•desnuden e lo pongan publicamente en la picota e que esté
•en ella desde salido el sol fasta que se ponga E que los jue-
ces de la mi corte e de todas las cibdades e villas e logares
de los mis Reynos e Señoríos de su oficio sean tenidos de fa-
cer pagar e recabdar las penas de cualquier o cualesquier que
fallasen culpantes en el dicho juego E sí los dichos jueces ea
€sto fuesen negligentes que ellos sean tenidos a pagar las di-
chas penas Otro sí pl dicho señor Rey raí padre en las cor-
tes que fizo en la cibdad de Zamora el año de treinta e dos a
petición de los procuradores de las cibdades e villas destos
Reynos fizo e ordeno una ley su tenor de la cual es este que
se sigue A lo que me pedís por merced que por cuanto mu-
chas cibdades e villas e logares de mis Reynos toman por
propios las rentas de los tableros de los juegos de los dados
e de aquello reparaban los muros e cumplían otras cosas que
'56 REVISTA CONTEMPORÁNEA

les eran necesarias e yo enviara mandar a algunas de las tales


cibdades e villas que no arrendasen las dichas rentas e que
cumpliendo mi mandato dejaron de las arrendar e los juegos
no cesaron ni cesan antes todavía se hablan continuado y con-
tinuaban e las dichas cibdades e villas perdían las dichas ren-
tas que tenian por propias e se velan en muchos menesteres
por mengua de aquello que les rentaba e demás desto que lo
han por agravio por que en algunas cibdades e villas onde al-
gunas personas tenian por merced las tales rentas no se quita-
ran e se quitaran a las mis cibdades e villas que mas lo habrán
menester por ende que me suplicabades que mandase dar e or-
denase que las dichas cibdades e villas pudiesen arrendar las
dichas rentas de los dichos tableros asi e por la forma e mane-
ra que lo tenian por costumbre e que yo ficiese enmienda á las
tales cibdades e villas de otra tanta costa como les rendían los
tales fondos de los dichos tableros e i. esto vos respondo que
a mi place que el juego de los dados sea todavía defendido se-
gún lo quieren las leyes de mis Reynos por donde los concejos
hablan de mi por merced los tableros quiero que hayan para si
Jas penas en logar de ellos salvo en aquellas cibdades e villas
e logares onde yo he fecho merced a otros de las dichas pe-
nas E pues los santos padres e santos doctores e los Reyes
establescedores de dichos e desta doctrina por sus dichos e
leyes e determinaciones detestaron e defendieron los juegos
de los dados como cosa empecable e cargoso E eso mis-
mo por la dicha ley fecha en las cortes de Zamora por el di-
cho señor Rey mi padre quitó los tableros a las sus cibda-
des e villas aunque los tuviesen por propios de su concejo
bien se puede decir que el juego de los dados no solamente
es defendido porque es malo mas aun es malo porque es de-
fendido porque es de creer e afirmar que por mejor via se
debe permitir antes por todas vías se debe defender e casti-
gar E si algunas personas por cobdicía desordenada e por su
mala costumbre e corrupta conciencia jugase los dados mejor
es que sepa que es defendido el juego e tema la pena que no
darles osadía a que publicamente e sin pena ejerciten sn mal
uso e vivienda E es cierto que cualquier renta que de esto se
saca e se lleve es injusta e cargosa asi para el se3or que lo
PRECEDEN TES DE UN GtORIOSO REINADO Sf

consiente como para el qne la coge y para los qne la llevan


A este tal se puede mas propiamente de este pecado publico
el cual debe ser mas defendido e muy mas agriamente pun-
gido que los pecados ocultos porque de su toleranciu e uso
se sigue peor ejemplo e dagno para los que lo ven Por ende
yo movida por las cansas e consideraciones susodichas e por
cumplir e ejecutar aquello a que soy obligada según que es
e justicia en la tierra de mi señorío mando e defiendo que de
aqui adelante no haya tablero ni casa conocida donde se jue-
guen los dados en esta dicha mi cibdad ni en sus arrabales ni
su tierra ni haya arrendamiento de tablero ni tablajería so
pena que la casa onde el tal tablero estoviese o el juego de
dados se ficiese publicamente o por tablajería por el mismo
fecho la haya perdido e pierda aquel cuya fuese e sea aplica-
da e confiscada para la mi cámara E el que sacare tablaje
haya perdido e pierda la mitad de todos sus bienes muebles
e raices para la dicha mi cámara E el sea desterrado por diez
años de la dicha cibdad e su tierra E demás que los que ju-
garen los dadcs cayan e incurran en las penas contenidas en
las dichas leyes e en cada una de ellas E que el arrendamien-
to e obligación que sobre esto se ficiese a vos el dicho con-
cejq^ e a vuestro mayordomo e a otra cualquier persona que
no valga ni sea ejecutada E de aqui adelante cualquier que
arrendase a otro su casa o se la diese a censo en esa dicha
cibdad o sus arrabales que pida e reciba saneamiento del que
la tome que no se ponga en ella tablero de dados E si no lo
ficiese que sea a su culpa e la casa donde se jugare sea confis-
cada como dicho es aunque sea de otro Pero queriéndome
conformar con la dicha ley por el dicho señor Rey mi padre
fecha e ordenada e confiando que por esta via las dichas penas
serán mejor ejecutadas Es mi merced e voluntad y mando y
ordeno por esta mi carta que las dichas penas contenidas en
las dichas leyes de suso incorporadas e en cada una de ellas
en que incurrieren de aqui adelante los que jugaren dados en
esa dicha mi cibdat e sus arrabales e su tierra o en cualquier
paite della se partan en esta guisa que los dos tercios de las
dichas penas sean, para vos el dicho concejo e por propios
del en logar de la dicha renta del tablero E vos do poder e
5^ REVISTA CONTEMPORÁNEA

facultad para que estas dichas penas podades arrendar e levar


e recocer como propios dése dicho concejo desde aquí ade-
lante por siempre jamas. E la otra tercera parte de las dichas
penas sea para las justicias desa dicha cibdat que las ejecuta-
re Por ende yo vos mando que lo gfuardedes e cumplades e
fagades guardar e cumplir asi en todo e por todo según que
en esta mi carta de suso se contiene e contra el tenor e forma
della no vayades ni pasedes ni consintades ir ni pasar en
cualquier tiempo ni por alguna manera E porque lo conteni-
do en esta mi carta a todos sea notorio e de ello persona al-
guna no pueda pretender ignorancia mando a vos los dichos
corregidor y alcaldes e alguaciles o cualquier de vos que lue-
go que con esta dicha mi carta fueredes requeridos la fagades
pregonar publicamente por ante escribano publico por las
plazas e mercados públicos desa dicha cibdad E los unos ni
los otros no fagades ni fagan ende al por alguna manera so
pena de la mi merced e de perdición de los oficios e confis-
cación de los bienes de los que lo contrario ficiesen para la
mi cámara e fisco E demás mando al ome que los esta mi
carta mostrare que los emplace que parezcan ante mi en la
mi corte do quier que yo sea del dia que los emplazare fasta
quince días primeros siguientes so la dicha pena so la cual
mando a cualquier escribano publico que para esto fuese lla-
mado que de ende al que la mostrase testimonio signado con
su signo porque yo sepa en como se cumple mi mandado
Oada en la muy noble cibdad de Segovia a veinte e nueve
dia_s del mes de Noviembre año del nacimiento de Nuestro
b e n o r J . C . de millo quatrocientose setenta y quatro aaos=-
Yo la Prmccsa=Yo Ferrando Martínez secretario de nuestra
señora la Princesa lo fice escribir por su mandado.»

Dignas son de fijar nuestra atención las palabras «é por cum-


plir ejecutar aquello a que soy obligada según que es justicia,
en Ja tierra de mi señorío mando e defiendo, etc. que parecen
denotar que el ejercicio de este señorío-reconocido, entre
otras mercedes, por D. Enrique en Guisando-autorizaba esta
forma de legislar y de ejercerla soberanía, sin obstar en ello
la soberanía del Rey. Si esto era así, explicación clara y sa-
PRECEDENTES DE UN GLORIOSO REINADO 59

tisfactoria tienen estos dos documentos últimamente transcrip*


tos, y nosotros nos inclinamos á creerlo así, porque el caso
contrario constituiría «na inconsecuencia en que entendemos
que D.* Isabel estuvo siempre muy lejos de caer.
La muerte del Marqués de Villena contribuyó, sin género
de duda, á agravar los achaques que minaban la existencia del
Monarca, y así fué que poco tiempo después de aquélla, se
vino D. Enrique á Madrid, donde, separado de su mujer, cuya
deplorable conducta persistía, y al lado déla Beltraneja, en-
tregó su alma á Dios el i i de Diciembre de 1474, sin haber
hecho testamento, y por consiguiente, sin dejar taxativamente
anulada la sucesión de nuestra Princesa á la corona.
D / Isabel, firme en los derechos adquiridos en las Cortes
de Ocaña y nunca revocados en posteriores Asambleas, no
bien tuvo conocimiento de la muerte de su hermano, se hizo
reconocer y jurar como tal Reina por los nobles, prelados y
corporaciones en Segovia reunidos, y expidió el inmediato
día 18 la carta original que, con el núm. 7 del legajo, y ar-
chivo referidos, se conserva, y cuyo texto es el siguiente:

«Doña Isabel por la gracia de Dios Reina de Castilla & & &
Concejo alcaldes alguaciles Regidores Caballeros Escuderos
Oficiales e omes buenos de la muy noble cibdad de Avila sa-
lud e gracia. Sepades que el domingo postrimero pasado en
la noche que fueron once dias deste presente mes de Diciem-
bre plogo á nuestro seSor de llevar desta presente vida al
muy alto e muy poderoso el Rey mi señor hermano cuya ani-
ma haya santa gloria de lo cual yo ove aquel sentimiento que
es debido e la religión quiere por que no solamente tenia á
su señoría por hermano mas en reputación de padre lo cual
acorde de vos facer saber por que hayáis encargo de rogar á
nuestro señor por su anima como buenos e leales e naturales
de asi facer Otro si vos fago saber que después de fechos los
obsequios e honras como a su real persona pertenecían los ca*
balleros y perlados que a la sazón conmigo se fallaron en esta
muy noble y muy leal cibdad de Segovia juntamente con el
concejo justicia regidores della en uno faciendo la fidelidad y
lealtad que dichos mis reynos e la dicha cibdad me deven
6o REVISTA CONTEMPORÁNEA

como a sn reina e señora natural e hermana e legítima e uni-


versal heredera d d dicho señor Rey mi hermano me dieron
la obediencia e prometieron la fidelidad con las solebnidades
e cenmonias acostumbradas según que las leyes de mis reg-
nos lo disponen lo cual eso mismo acorde de os facer saber
confiando de vosotros que haciendo acatamiento a la nobleza
e antigüedad de esa dicha cibdad e a la lealtad que los seño-
res reyes de gloriosa memoria mis progenitores siempre en
vosotros y en vuestros antecesores hallaron seguro que en ella
misma contmuais vosotros porque vos mando que habiendo
consideración a lo susodicho luego que esta mi carta vieredes
alcedes pendones por mi reconosciendome por vuestra Reina
señora natural e al muy alto e muy poderoso principe el Rey
Uon Fernando mi señor como mi legitimo marido con las so-
lemnidades que en el caso acostumbradas otorguéis dentro del
termino que las dichas leyes de mis reynos disponen enviedes
a m, vuestros procuradores con vuestro poder bastante para
que a nombre de esa dicha cibdad e por ella e por la justicia
e regidores caballeros escuderos della y de su tierra juren e
fagan pleito homenage ante mi de me aver e recibir e mehayan
e reciban por vuestra Reina e señora natural a los alcaydes que
tienen las fortalezas desa dicha cibdad e su tierra vengan o
envíen a me facerla seguridad e homenage por ellas que se-
gún las leyes de mis reynos son tenidos de facer lo cual reci-
biré de vosotros en señalado servicio e de otra guisa íacien-
dolo e instruidos de las penas contenidas en las dichas leyes e
a las personas que vosotros enviaredes yo les íare facer el jura-
mentó e seguridad que yo como vuestra Reyna e señora deuo
facer por guardar vuestros privilegios e buenos usos y cos-
tumbres e el bien e pro común de esa dicha cibdad de Ío cual
os envío esta mi carta firmada de mi nombre e sellada con mi
sello e seréis mas largamente informados por garcía de águi-
las mi criado que sobre esto a vosotros envió Dada en la
muy noble e muy leal cibdad de segovia a diez y ocho días
del mes de Diciembre año del nacimiento de nuestro salva-
dor Jesn Cristo de mil quatrocientos e setenta e quatro aSos-=
Yo !a R e i n a ^ Y o Alfonso de Avila secretario de nuestra se-
ñora la Reyna lo fice escribir porsumandado.»
PRECEDENTES DE UN GLORIOSO REINADO 61

Sabida es la discreta fórtnnla de «Castilla... Castilla por el


Rey Don Fernando e por la Reyna Doña Isabel propietaria de
estos Reinos» con que los heraldos proclamaron á los nuevos
monarcas, fórmula que, debida á la sola y exclusiva iniciativa
de la hasta entonces Princesa, no sólo la acreditó de hábil po-
lítica, sino que evitó suspicacias y rozamientos, que otra
cualquiera habría tal vez suscitado; como sabidos son también
el entusiasmo y regocijo y contento con que los leales caste-
llanos recibieron la noticia y contribuyeron á la solemne pro-
clamación y jura de tan ínclitos soberanos, que entre tantas
adhesiones como á su advenimiento al trono recibían, merece
citarse como de las primeras realizadas, la del famoso D . Bel-
trán de la Cueva, Duque de Alburquerque,—el del paso hon-
roso, el favorito de D . Enrique, hasta que fué desbancado
por el Marqués de Villena,—adhesión que tal vez echa por
tierra tantas suposiciones como respecto de su persona y la de
la Reina D.^ Juana se hicieran diez años antes.
En cambio el Arzobispo de Toledo, que tanto había traba-
jado por llegar á este ansiado momento, no fué de los que más
se apresuraron á tributar el homenaje debido á los que tanta
ayuda prestara...
Vuelto D. Fernando á Castilla, dedicaron los Reyes todos
sus cuidados á la gobernación del país, dirigiendo todos sus
esfuerzos á corregir los desmanes, daños y atropellos que de
continuo se cometían, procurando, restablecer la tranquilidad
con el imperio de la ley, tan poco tenido en cuenta hasta en-
tonces. Ejemplo práctico de todo esto lo es la convocatoria
de Cortes contenida en el documento núm. 13, que original se
conserva en los indicados legajos y archivo municipal, y en el
que, á más de las razones de moralidad, de justicia y seguridad
que aconsejaban la adopción de medidas de represión contra
tantos desmanes, y que parece ser como una especie de anun-
cio de la Santa Hermandad, reclama el juramento de su pri
mogénita Y^abel como princesa heredera de estos reinos, en
la forma siguiente:

cDon Fernando y Doña Isabel por la gracia de Dios Rey e


Reina de Castilla de León & &. Al Concejo justicia e regido-
62 REVISTA CONTEMPORÁNEA

res caballeros escuderos oficiales e ornes buenos de la muy


noble e leal cibdad de Avila salud e q^racia bien sabedes y es
ootorio como en estos nuestros reinos de algunos tiempos acá
.ha habido gran desorden e corrupción de malvevir en la»
gentes de todos estados exercitando los vicios e crímenes d e
la desobediencia e tirania e prometiendo e cometiendo e cori-
tinuanao truchos robos e salteameotos de caminos asonadas
e sediciones bandos e guerras e muertes de hombres e otros
muchos males e damnos de muchas e diversas maneras y
calidades de que ha resultado que la mayor parte de la gente
ha robado e usurpado e usurpa de indebida manera de viví
y viven en habito y profesión ageno de si e por que clara-
mente vcemos e conoscemos que pues á Dios nuestro seSor
plogo de facernos Reyes de estos Reynos y darnos el regi-
miento y gobernación dellos somos principalmente tenidos a
ordenar los pueblos dellos e poner a cada uno de nuestros
subditos e naturales en justicia e orden de venir y facer que
en ella perseveren y el que de esto excediere sea pugnido e
castigado según la calidad de las cabsas por que cesen la
confusión e los vicios e delitos de suso nombrados sean estir-
pados e ágenos de nuestros subditos e naturales pues el es
cierto que aquellos quitados luego sucede la paz e concordia
con la cual las cosas pequeSas traten e tratadas se conservan
en buen estado e por esto son los Reyes amados e queridos
de sus pueblos e Reinan bienaveniuradamente en este siglo y
en el otro gloriosa y perpetuamente y nos queriendo que
vosotros alcancéis el buen oficio y efectos de la paz y justicia
y nos la gloria y galardón que por el buen regir e gobernar
esperamos queremos y entendemos con la gracia de nuestro
sefior dar forma e orden como esto se alcance por nos e por
vosotros e porque para esto es menester gran consejo e deli-
beración ansi para saber sobre que casos e que cosas es
necesario la reformación como para mejor e mas compUda-
mente e con menos inconvenientes [Mroveer sobre ellas según
la necesidad de los pueblos e provincias de estos reinos
para lo cual se nombren personas de buen celo e sano juicio
de las principales ciudades e villas d ^ t o s aaestros reinos
para que en unión con los perlados e caballeros destos dichos
PRECEDENTES DE UN GLORIOSO REINADO 63

nuestros reinos que aquí están en nuestra corte se junten con


nos en cortes e de acuerdo de "lodos se de remedio y reparo
en todas las cosas que lo han menester.. Otro si bien sabedes
como es uso y costumbre destos nuestros Reynos que los
perlados e caballeros nuestros ornes y los procuradores de
ellos cada y cuando son para ello llamados han de jurar al
hijo o hija primogénito de su rey o reyna por principe pri-
mog-enito heredero para lo cual sois tenidos eso mismo enviar
a nuestra corte los dichos vuestros procuradores para jurar a
la princesa doña Isabel nuestra muy cara y muy amada hija
por princesa e primogénita heredera de estos reynos por ende
mandamos vos que luego que esta nuestra carta vos fuere
mostrada que juntos en ese concejo según que lo avades de
nso e de costumbre elijades e.nombrades dos buenos perso-
nas de buen celo e suficiencia por procuradores de cortes se-
guidos de aquellas personas que les acostumbrades e debedes
enviar por procuradores de cortes para en tal caso que los
enviedes y ellos vengan a la nuestra corte con vuestro poder
bastante para estar en cortes e para se juntar con los otro»
procuradores de las cibdades e villas de nuestros Reynos e
facer o pedir y otorgar todas las' cosas e cada una de ellas
que vieren ser mas complideras a nuestro servicio e pro e
bien destos reynos e otro si para recibir e jurar a la dicha
princesa nuestra hija por primogénita heredera de estos nues-
tros reynos de Castilla e de León por Reyna de ellos para
pespues de los dias de mi la dicha reina en defecto de varón
los cuales dichos procuradores que asi enviades sean en la
nuestra corte hasta mediado marzo primero que viene con
apercibimiento que vos facemos que luego pasado el dicho
termino se comenzaran las dichas cortes e doquier que esto-
vieremos e contrataremos e concluiremos las dichas cortes y
los negocios que en ellas se ovieren de despachar se adminis-
tra por nos con los procuradores que por entonces en la di-
cha nuestra corte estoviereajsin mas llamar ni esperar á los
otros e de como esta nuestra carta vos fuere mostrada man-
damos a cualquier escribano publico que para esto fuera lla-
mado que de ende al que vos la mostrare testimonio signado
con su signo por que nos sepamos en como se cumple núes-
64 REVISTA CONTEMPORÁNEA

tro mandato dada en la muy noble e leal cibdad de Segovia


a siete días del mes de Febrero año del nascimiento de nues-
tro Salvador Jesuchristo de mil cuatrocientos e setenta e cin-
co años==Yo el Rey—Yo la Reyna=-Yo Alfonso de Avila
secretario del Rey e la Reyna nuestros señores lo fice escri-
bir por su mandato.

No fué nunca nuestro ánimo el de realizar un estudioc ritico


de los acontecimientos qne prepararon la elevación al trono
de Castilla de la que más tarde nos ha dado á conocer la his-
toria con el glorioso nombre de Isabel la Católica, porque á
más de nuestra incompetencia para ello, no podríamos aña-
dir una sola palabra á lo que, en asunto tan conocido y estu-
diado, nos legaron en sus concienzudos trabajos, los numero-
sos é insignes cronistas y biógrafos de tan ilustre señora.
Cierto es que de sus verídicos relatos y de las tradiciones
abulenses nos hetnos servido para el logro de nuestros deseos;
pero lo es también que nuestro propósito no fué otro que
el de decorar, digámoslo así, la publicación de los documen-
tos que, referentes á aquella época, nos hemos encontrado
inéditos en el archivo municipal de Ávila.
Por eso, y con el fin de no retrasar por más tiempo la
transcripción del último de los encontrados, que es el que
presenta ya á nuestra Reina entrando solemnemente efl su
ciudad querida, sólo diremos que, una vez colocada en el so-
lio de San Fernando la joven aquella á quien sacara de su re-
tiro del monasterio de Santa Ana el Arzobispo de Toledo
D. Alonso Carrillo, ha llegado el momento de realizar un acto
de justicia en honor del insigne prelado.
, Ya lo dijimos antes: gracias á sus excepcionales aptitudes
de energía, virilidad y hasta intransigencia de carácter, los
acontecimientos, en cuya preparación y realización tanta parte
le cupo, trajeron á la Infanta al principado y herencia de la
corona y más tarde al trono de Castilla, señalando con este
advenimiento el principio de la época más gloriosa, brillante
y grande de nuestra historia patria. Hagamos á Carrillo la
justicia que se merece. No quiere decir esto que desconoce-
mos las cualidades de dominante y hasta de díscolo que le
PRECEDENTES DE UK GLORIOSO REINADO 6$

caracterizaron, puesto que sabemos que,contra los deseos de


D. Juan y colocándose ) a fíente á éste, sancionó el divorcio
deD. Enriqu: y D.* Blanca; que contra este D . Enriqt^e se
rebeló, ayudando primero á D. Alfonso y después á D." Isa-
bel, hasta dejarla en el trono; que contra la propia doña
Isabel se rebeló más tarde, llegando hasta hacer la causa de
la Beltraneja en cuanto observó la preponderancia del Carde-
nal de España, y por último, creemos que hasta contra ei
propio D. Alfonso se habría rebelado si éste hubiera tenido
edad para oponerse á cualquiera de sus indicaciones ó ca-
prichos .
Todo esto lo sabemos: pero de conceder esto á negarle
que su actitud enérgica, en contra de ios que en 1468 patro-
cinaban el entronizamiento de la Beltraneja, es la que determinó
el feliz desenlace de tan intrincadas cuestiones, hay gran dis-
tancia. Podrá haber sido un prelado inquieto y revoltoso... todo
lo que se quiera... Pero negar que su actitud fué la que deter-
minó los acontecimientos que trajeion el cambio radical opera*
do en el reino es imposible. Rendido este tributo á la verdad
histórica, hemos llegado ya al término de nuestro trabajo.
Una vez en el trono D.^ Isabel, natural es que volviera á
visitar á su ciudad predilecta, y así lo realizó en efecto. Anon-
dado tan grato acontecimiento para los primeros días de Ju-
nio de 1475, Ávila se engalanó con sus más ricos atavíos y
se dispuso á hacer á la Reyna su más cariñoso recibimiento,
y sin olvidar, no obstante, lo que á la conservación de sus pri-
vilegios tocaba, la rindió pleito homenaje, atestiguando una
"^ vez más el respeto y el cariño que á aquellos honrados abu-
lanenses inspiraba su egregia paisana, porque paisana era para
ellos la que en Madrigal de las Altas Torres, si no en Ávila,
como afirma Bernáldez. había visto la luz primera.
La parte que pudiéramos llamar oficial de este recibimiento
consta detalladamente en el acta notarial que original é inédi-
ta también se conserva al niim. i.° del propio legajo y archi-
vo y que es como sigue:

cEn la noble e leal cibdad de Avila, viernes dos días del


mes de Junio año del nascimiento de Nuestro Señor Jesu Cristo
5
66 REVISTA CUNTEMPORÁNEA

de mil quatrocientos e setenta y cinco años entrando la muy


alta e muy poderosa e esclarecida Reyna Doña Isabel nuestra
señora en la dicha cibdad de Avila e estando su Alteza a la-
puerta de San Pedro de la dicha cibdad por parte de fuera que-
riendo entrar en ella estando cavalgando en una muía debajo
de un paño brocado que la dicha cibdad le dio el qual paño
traían los ilustrisimos regidores de dicha cibdad ilustrisimo
Rengifo e Alvaro de Henao e Francisco Sedeño Juan Serrano
e Rodrigo Alvarez de la Puerta de San Vicente e el licenciado
Antonio Rodríguez de León e Sancho del Águila vecinos de la
dicha cibdad en presencia de Juan de Cuellar e Gómez González
escribanos públicos de la dicha cibdad e Fernando Sánchez
de Pareja escribano publico de la dicha cibdad e escribano
de los fechos d d concejo de ella e de los testigos de yusa
escritos luego los dichos ilustrisimo Rengifo fincaron las rodi-
llas ante su Alteza e digeron que ellos por si en voz y en
nombre de la dicha cibdad regidores caballeros escuderos e
oficiales e jmes buenos e vecinos e moradores de la dicha
cibdad e de su tierra que suplicaban e suplicaron e pedian
por merced a su Real señoría que allend de la confirmación
que su Alteza faabia fecho ansi siendo Princesa como después
qnt reino de los previllegios usos e costumbres exenciones
preheminencias e libertades de la dicha cibdad e su tierra que
agora a mayor ahondamiento porque era la primera vez qa&
su alteza después que fue recibida por Reyna entrava en la
dicha cibdad que ellos por si y en el dicho nombre que su-
plicaban e suplicaron e la pedian por merced que confirmase
a esta dicha cibdad e sn tierra los previllegios e franquicias e
libertades exenciones e usos e costumbres e preheminencias
quetenian de los Reyes de gloriosa memoria sus progenitores
e que si en alguna cosa de ello les era quebrantado que su
Atteza lo mandase remediar por manera que sus privilegios e
•m»s aSos e costumbres sean guardados no embargante que en
alguna manera en los tiempos pasados les sea derogado e
quebiantado en lo cual su alteza administrando justicia a la
dicha cibdad e su tierra e a ellos fara merced e luego la dicha
seSora Reyna dijo que le placia e plogo de ello e que se lo
btotifaba e otorgo según e en la manera que por ellos le era
PRECEDENTES DE UN GLORIOSO REINADO 67

suplicado e que la placía e plogo de se los confirmar e gnar


dar e que los confirmaba e confirmo se^un que lo habían con
firmado e prometido en las leyes de sus reynos lo prometian
e querían E luego los dichos ilustrísimos é ilustrisimo Rengifo
levantáronse e besaron la mano de la dicha señora e reyna en
señal de fe y posesión e digeron que por si y a nombre de
la dicha cibdad e su tierra vecinos e moradores della pidieron
a nos los dichos escrivanos que lo escribiésemos asi e lo
diésemos por testimonio signado una dos e mas veces cuanto
nescesario fuese — Testigos que fueron presentes el muy
magnifico señor el señor Don García Alvarez de Toledo Du •
que de Alva y marques de Coria e el reverendo en Cristo don
Alfonso de Fonseca Obispo de Avila e el Comendador Gon-
zalo Chacón señor de Casa Rubios mayordomo e contador
mayor de la dicha señora Reyna E por que yo el dicho Fer
nando Sánchez de Pareja escribano publico susodicho fuy
presente a lo susodicho en uno con los dichos Juan de Cue-
llar e Gómez González escrivanos públicos de la dicha cibdad
e con los dichos testigos esta scriptura fice escribir asi por
ende en testimonio de verdad fice en esta mió signo==Signa-
do=Fernando Sanchez=»E por que yo Juan de Cuellar es-
cribano publico susodicho fuy presente a todo lo susodicho
en uno con los dichos Fernando Sánchez e Gómez González
escribanos públicos de la dicha cibdad e con los dichos tes-
tigos esta escriptura fice escribir e fice aquí este mí signo
é tal==En testimonio de verdad=»Signado=Juan Cuellar.»

Con este documento, que certifica la primera entrada en


Avila de Isabel la Católica, después de su reconocimiento por
«Reina y señora natural» de Castilla, ponemos punto á nues-
tras disquisiciones.
Sin salir del archivo municipal de Avila, y sin otro auxilio
que el de los documentos originales é inéditos existentes en
el mismo, hemos puntualizado una época de las más intere-
santes de la historia patria, no sólo por los extraordinarios
acontecimientos en ella registrados, sino porque estos sucesos
fueron la causa ocasional, el fundamento de la era más glo-
riosa de nuestra España.
68 REVISTA COMTEMPORÍNEA

Hemos hecho la presentación de los cuatro personajes más


importantes quefigniraronen aquellos sucesos; hemos segui-
do paso á paso el ficticio reinado y prematura muerte del
pseudo Alfonso XII, el desastroso gobierno de D. Enrique IV,
la conjuración íomentada por el enérgico D. Alonso Carrillo
y las Juntas de Ávila, origen tal vez de las que cincuenta años
máis tarde y en el mismo local celebraron los Comuneros de
Castilla; hemos presenciado la conferencia y pacto de Guisan-
do y su cuasi anulación, hemos visto los actos de gobierno
de la Princesa, la muerte de D. Enrique, la proclamación de
D." Isabel y su solemne entrada en Ávila, y todo esto en el
transcurso de diez años sembrados de sediciones, de luchas,
de intrigas y de desgfracias...
Momentos hubo qn que ya parecía que ni patria quedaba...
y, sin embargo, el talento, la perseverancia, las virtudes y la
energía de una mujer bastaron para hacer patria... ¡qué digo
patria! para hacer una nación fuerte, poderosa y garande de lo
que antes no era más que unos cuantos reinos divididos entre
moros y cristianos.
Verdad es que hace cuatrocientos veintiséis años

MANUEL DE FORONDA.
ALGUNAS CONTESTACIONES
PARA

El AVERIGUADOR POPULAR DE ^ELUBERiL>

ni
204.— f Esq^airols.»

Voz catalana cuya correspondencia castellana es «atdillas».


Desde el pasado conato de República española atravesaron
por nuestra Península ciertas corrientes internacionales que
tuvieron por objeto principal unir, no sólo á los obreros en
sociedades varias, sino también á esas sociedades entre sí, y
aun se pretendió, alcanzándose en determinados grupos, unir-
los con sus semejantes del extranjero. Pero esos pujos inter-
nacionales han ido desapareciendo, trocándose en aprecio á
la patria y amor á la región, sentimientos más naturales y pro-
vechosos para nuestra querida EspaSa y para el mejoramiento
de la clase obrera, que nada puede esperar del frío y despe-
gado cosmopolitismo. El regionalismo, bien cultivado, es ár-
bol de mejores resultados; se da admirablemente en todas las
latitudes de la tierra echando pronto hondas raíces, y su fruto,
vigoroso y nutritivo,. entraSa la semilla de la civilización y del
progreso.
No hay duda, pues, que la unión hace la fuerza, como dicen
niuy bien nuestros vecinos traspirenaicos.
Una vez unidos los obreros en sociedades regionales de
mutuo apoyo para el trabajo y mejoramiento de su clase,
principiaron las huelgas, único medio que tienen de hacerse
escachar y atender, y, debido á ellas, el estado y condición
JO REVISTA CONTEMPORÁNEA

de los obreros ha mejorado notablemente en determinadas


naciones, incluso España.
Para ejercer presión con las huelgas y conseguir todo ó
parte de lo que se desea, preciso es vigilar constantemente,
aunque á distancia, la fabrica, taller ó lo que sea, con objeto
de evitar el que otros obreros menos escrupulosos y sin nin-
gún espíritu de compañerismo,—puesto que no están siquiera
asociados,—acudan á ocupar Í^US puestos durante la huelga
con ánimo de sustituirles.
Precisamente á esos obreros no asociados y que
sois com esquirols
se presentan sin ningún miramiento donde estalla la huelga á
usurpar miserablemente el trabajo de sus hermanos que saben
sacrificarse para mejorar su estado, se les llama en Cataluña
esquirols (ardillas).
La ardilla es roedor sumamente ágil y saltarín que cruza
el bosque saltando de árbol en árbol sin necesidad de apear-
se. Quizá por la analogía que realmente existe entre esos ac-
tivos y ligeros animalilios y los obreros no asociados que tra-
bajan del oñcio que se les presenta, aprovechando los huecos
y, debido á eso, van de Ceca en Meca trabajando como y
cuando pueden, hoy aquí, mañana allí, saltando de casa en
casa y aún de oficio en oficio, les hayan llamado esquirols ios
mismos obreros catalanes asociados.
Siendo, pues, la voz que nos ocupa completamente exótica
á la lengua castellana,—aún cuando se ve con frecuencia ea
los periódicos de Cataluña escritos en castellano,—y de nin-
guna necesidad ni aplicación á la misma puesto que tiene su
equivalente citado, creo haber contestado suficientemente á
la pregunta, hasta ahora sin respuesta, dirigida á El Averigua
dor Popular por un guixolense.

87.—Arerígñelo T a r c a s .

Parece que ese Vargas del cuento es el Licenciado D. Fran-


cisco de Vargas, varón doctísimo y natural de Madrid. Su
nombre figura en la obra de José Antonio Álvarez Baena
CONTESTACIONES PARA EL AVERIGUADOR POPULAR 7.I

Hijos de Madrid ilustres,—4 vol. en 4.°, — Madrid, 1789.


Fué alcalde de Trujillo, Marbella y MarpequeSa, y fiscal del
Consejo de Castilla en tiempo de los Reyes Católicos. Esos
soberanos encargaban á Vargas, gracias á su celo y talento,
las cosas más arduas y pacienzudas de resolver y averiguar.
Dícese que era tal la confianza y descanso que en él tenía D o a
Fernando, que no sabía vivir sin ese ilustrado secretario al
cual pasaba los meoicriales que se recibían y, cuando en al-
iguno veía a'go que -necesitaba comprobarse ó averiguar, es-
-cribía al pie ó al margen del documento: Averigüelo Vargas.
Como esa locución la repitió mucho el Rey Católico, llamó
la atención de los empleados de su despacho, quienes princi-
piaron á darla á conocer, y desde entonces se hizo proverbial
al tratarse de averiguar cosas difíciles y hasta inaveriguables.
Empleóla el «Licenciado Fernando López de Ubeda», seor
dónimo de Fray Andrés Pérez de León, en su •novela Lapi-
dara Justina (publicada en 1605), en este párrafo.
« . . . ¿qué es la causa que tan mal sabemos tantear méri-
»tos, guardar personas, diferenciar calidades? Averigüelo Var-
gas.» ( I ) . I
Tirso de Molina bautizó c^n la locución Averigüelo Vargas
una de sus producciones dramáticas.
D. Joaquín Bastús fué el primero que historió este dicho en
su obra La sabiduría de las naciones,—primera serie, —Barce-
lona, 1862. D. Ángel Fernández de los Ríos lo cita en la pá-
^ n a 18 de su Gula de Madrid, 1876, y luego aparecía como
pregunta en el tomo II de El Averiguador Universal, a3o
1880, alcanzando hasta tres contestaciones que fe incluyeroa
«n dicho tomo.

. 448.—^1900 e n n ú m e r o s r o m a n o s .
Varias contestaciones ha alcanzado la pregunta, trivial a!
parecer, hecha por D. Camilo de Lelis, de Madrid, para sa-
ber cómo debe escribirse, en números romanos, el año
1900; si
______ MDCCCC ó MCM
(I) Libro segando, 3 * parte: t La picara romera*, cap. i.
72 REVISTA CONTEMPORÁNEA
Unos se han inclinado instintívamente por la primera forma,
mientras que otros se han pronunciado por la segunda, apo-
yándose tan sólo en los tratados de Aritmética.
Es cierto que en algunas aritméticas se dice, hablando de
los números romanos, que las letias que los constituyen no
pueden usarse más de tres veces seguidas en un número ó
cantidad y que, por lo mismo, debe escribirse IV y no IIII,
XL y no XXXX, CU y no DCCCO
Claro está, pues, que, en atención á lo' dicho, el año 190a
ha de escribirse MCM y no MDCCCC, con lo cual parece ga-
nada ya la batalla y que ha de ser letra mueita cuanto se diga
después del presente párrafo.
Mas sabido es que toda medalla tiene dos caras y que,
mientras nos fijamos en una, se nos oculta la otra. Esto mis*
mo ha sucedido á mis predecesores al responder con cierta
ligereza á la pregunta que nos ocupa y, para no incurrir aho-
ra en igual pecado, he decidido estudiar esta cuestión al tra-
vés de la Historia, puesto que de historia y no de otra cosa
se trata. Ella es, pues, la que ha de solventar la duda y no la
loca de la casa.
Los números romano?, formados con siete letras de su pro
pió alfabeto: I, V, X, L, C, D y M (r),'Cuyo valor respectiva-
mente es: I, s, 10, 50, 100, 500 y 1.000 unidades, sustitu-
yeron á la sencilla numeración griega, consistente, de un prin-
cipio, en íHs letras, con las cuales formaban las cantidades
los helenos; después emplearon las letras de su alfabeto según
su orden, conforme se hallan en los libros de Homero; y úl-
timamente dividieron sus letras en tres clases: las primeras
servían para las unidades, las segundas para las decenas y las
terceras para las centenas. Pero todos esos sistemas numéri-
cos sucumbieron al presentarse la clara y breve numeración
arábiga, cuyo origen es, por desgracia, bastante obscuro. Lo

(1) Ai piiDcipio, los romanos se servían sólo de las cinco letras primeras
para formar cantidades 7 escribían i.oco, de este modo: CI3, y 500, de es-
totro: I^
En ana hermosa edicidn en 4.0 De les namtret de Mito, de Fray Luis de
Ledn, impresa en Valencia por Benito Monfoit, el afio qne lleva en la porta-
da está así eecrito: Cío IQCC L X X , (1770).
CONTESTACIONES PARA Et AVERIGUADOR POPULAR 73

Único que fijamente sabemos es que nos vino de Oriente im-


portada por los árabes.
Esa numeración árabe ó geométrica, puesto que se halla
comprendida en esta figura

de la cual nacen sus diez cifras:

< ^ —

I 2 3 4 5
1 2 3 4 5

6 7 8 9 0

6 7 8 9 0
se introdujo en España con la invasión sarracena principiada
por Tarik el año 711 y, poco á poco, vino á sustituir ala an-
tigua numeración romana, que es la que nos ocupa.
El Rey Don Alfonso el Sabio, que empuñó el cetro de Cas-
tilla desde el año 1252 al 1284, fué quien ordenó á sus matemá-
ticos el uso de los números arábigos para la formación de las
Tablas astronómicas llamadas también Alfonsinas, números que
desde entonces se extendieron por toda España, pasando luego
á Francia y corriendo hasta Grecia, donde el primero que los
empleó fué el monje Máximo Planude, por los años de 1270,
en su obra Del arte de contar según los indios, puesto que se
supone que esos números tomaron su origen en la India.
Pero aún cuando, el uso de los números arábigos principió
en detrimento de los números romanos con las mencionadas
74 REVISTA CONTEMPORÁNEA

Tablas, en las cuales trabajaron algunos años cincuenta astró-


nomos nacionales y extranjeros bajo la dirección del monar-
ca, es evidente que antes de D . Alfonso X se reconocían ya
aquellas ingeniosas cifras en la España católica, en virtud de
la influencia que en ella iba ejerciendo la España musulmana,
como lo atestiguan los manuscritos anteriores al Rey Sabio,
hallados en el archivo de Toledo, en los cuales se hace uso de
las cifras arábigas. La introducción de esas cifras entre los es-
pañoles comienza con la traducción latina de una obra en
árabe de Tolomeo, versión hecha en el año 1136. También
empleó las cifras importadas por los agarenos el famoso es-
pañol Juan de Sevilla en el tratado de astronomía que en 1171
tradujo del árabe al latín.
Se comprende fácilmente que los números arábigos, en ra-
zón á su extremada sencillez, invadieran al momento el cam-
po de las Matemáticas, y que los números romanos perdiesen
visiblemente su dominio.
Pronto se emplearon los nuevos números en las crónicas,
pasando luego á los calenrlarios y se usaron para las fechas,
conservándose empero el empleo de los números romanos en
las lápidas, y en la foliación y en el año de los primaros li-
bros que se imprimieron. La estampación del año en esos nú-
meros se conservó en todos los incunables, ó sea hasta la
terminación del siglo XV y aun en muchos de los impre-
sos en el siglo XVI. Después, el año en los libros se ha es-
tampado en números arábigos, aún cuando no ha caído por
eso el empleo de los números romanos para ese objeto.
Conocido ya el origen, uso y decadencia de los números
romanos en España, veamos ahora cómo escribía aquel gran
pueblo sus números y cómo continuaron escribiéndolos sus
sucesores hasta la completa invasión de los números arábigos,
y aun después de este suceso en la ciencia del número.
Principiemos por transcribir algunas inscripciones romanas
ó lápidas tomadas de la obra monumental de D. Juan Agus-
tín Ceáa Bermúdez, Sumario de antigüedades que hay en Es-
paña,—un vol. en folio de XXXIII 538 páginas,—Madrid,
1832. Por esta muestra de inscripciones, ó sea pequeña parte
de las muchas que se hallan en la citada obra, se verá el los
CONTESTACIONES PARA BL AVERIGUADOR POPULAR 75

romanos escribían ó no más de «tres veces seguidas > una


misma letra en la formación de un número, como nos pres-
criben los modernos aritméticos.
Lápidas halladas en la provincia Tarraconense:

DIS, M
BRVTTIA
PROCVLEIA. H
SIT. E
AN. XXXX

IMP. NERVA
CAESAR. AVG
TRAIANVS
GER. PONT
MAX. TRIB
POT. IIII. P. P
COS. II. RESTI
TVIT. A. COMPL
XIIII

C. P. CLA. NVMI
AN. LXXXX. H. S. E
POMPEIA. ASTEROE
PATRONO. B. M
F. C. S. T. T. L

Lápidas halladas en la provincia Bética:

D. M. S
L. RVFINVS. PRIMVS. ITALICVS
D. REGINENSIS. AN. XXXX
FABIA; CAMPANA. VXOR. M. M
F. H. S. E. S. T. T. L

D. M. S
Q. ANTONIO, SEVERO
VAMENSI
AN. XXXXVII
Q. ANTONIVS. SEVERIANVS. FILIVS
PATRI. PIISSIMO. F. G
76 REVISTA CONpMPORÁNEA
D. M. S
M. FABIVS. PROBVS. AVRIG
FLAM. M. FA. F. PONT. PERP
AVG. ANN. XXXVim. PIVS
IN. SVOS. HIC. SITVS. EST. SIT
T I B Í . TERRA. LEVIS.

Lápidas halladas en la provincia Lusitana:

L. TROBA
NO. RVFO
AN. X X I I I I
LABEO. A
VVNCVLVS

D. M. S
L. AEMILI
VS. CARIO
CLVNIE
NSIS. AN
xxxxv
H. S. E
SIT TIBÍ. T E R
RA. LEVIS

FLAVIA. RVFINA
AVGVSTOBRIG
ANN. XXIIII
H. S. E. S. T . T . L
PAR. HONORINA
ET. C. RVSTENVS. DETIANVS
FILIAE. FECE

Fijémonos ahora en las lápidas españolas para ver cómo


escribían en ellas, nuestros pasados, los aSos y las fechas, en
números romanos.
Las tres primeras inscripciones las hemos tomado de la
obra Toledo pintoresca,—un vol. en 4.», de vin-344 P^S*°^»
Madrid, 1845. La cuarta es de Sevilla pintoresca,—un volu-
men en 4." de 512 páginas.—Sevilla, 1844. Ambos libros son
de D. José Amador de los Ríos, en los cuales se hallan otras
análogas inscripciones.
CONTESTACIONES PARA EL AVERIGUADOR POPULAR JJ

Hic tumulatus jacet rex inclitus Wamba,


regum contempsit anno BCBXXX,
Mmachus oUit anno BCLXXXIIIIllI,
a coenóbio translatiis in hunc locum áb
Alfonso X legionis, Gastellce autem IV rege.

Aquí está sepultado el cuerpo del muy reverendo


señor don Alonso Carrillo de Albomoe obispo
que fue de Ávila fue sobrino del carclenal don Qil
Albornoz de buena memoria doto él dicho
señor obispo dos capellanias, cuyo patronazgo
dejo al cabildo de esta santa iglesia. —falleció
año de M.CGCCG E XIIIl, miércoles a XIIII de junio
a las II horas

Bedifcóse este arco a industria é indigencia de Gomee


Manrique seyendo corregidor e alcalde en esta
ciudad por su alteza. En el dicho año de MCCGCLXXXIIII
fueron tomadas de los moros por fuerza las
villas de Alora e Losaina e Setenil.

Hic jacet Frandscus Buarteus vir


clarissimus militarium comeatun G, V. C.
augprae max qui mulOs profuit
et nemini nocuit et B. Gatherina de
Alcocer conjux sua obiit VIII oeto
M. B. LIIII.

Estas dos son del primer volumen de la obra Barcelona


antigua y moderna, por D. Andrés Avelino P¡ y Arimón, —dos
volúmenes en folio,—Barcelona, 1854.

Assi jau la reverend senyora


Alianor de Belvehi de aquest monestir,
quemoria XXIId'agost Vany MCGCGLII.

ANNO GHKXSTI M.B.XXXXV


78 REVISTA CONTEMPORÁNEA

Y estas otras figuran en el segundo volomen de Cataluña,


por D. Pablo Piferrcr y D. Francisco Pi y Margall,—dos vo-
lúmenes en 4°,—Barcelona, 1884.

Baimundo Gardonce qui Regnum Neapblitanum


perrogativa pene regia teriens gloriam sibi
ex mansuetudine comparavit,
Isahella uxor infelix morito apt: fedt.
Vix. ann. XXXXXIIII. mena. VIII. dieb. VIM.D.XXII.

Lonorable en Berenguer Gállart ciutadá


de Lleyda quondam obiít lany de la
Nativitat Nostre Senyor MCOCOVII a VI de febrer
lexa la almoyna de Sent Johan cent Iliuras
barch cascun any en vigilia ele Nadal.

Veamos también lo que nos dicen los gramáticos de la len-


gua latina con respecto á los números. Don F. de P. Hidalgo,
en su notable Gramática latina,—unvol. en 4.°, de xxxiX-316
páginas,—Cádiz 1865, escribe en la «Tabla de los números
romanos»:
raióiv 4
VIIIIóIX 9
xmióxiv 14
xvmióxix 19
X X X X ó XL 40
L X X X X ó XC 90
CCCC ó CD 400
DCCCCóCM 900
MÓCI3 1000
MMMM 4000

En el excelente archivo de la lengua del Lacio, ó sea Gram-


maire de la langue latine d'apres la méthode analytique et his-
torique, par J. M. Guardi^ et J. Wierzeyski,—un vol. en 8. ,
de 773-53 páginas,—París, 1876 (i), hallamos en el cuadro de
os números romanos:
(1) Los mismos autores publicaron en Patí.°, 1877, la Grammaire élémen-
taire dt la langue latine, un roi. en 8.°, de xn-33S páginas, en la cual hay
también el citado cuadro.
CONTESTACIONES PARA EL AVERIGUADOR POPULAR 79
XCIXwIC 99
CCCC 400
D oulZ) 500
DCouljC 6oo
DCCCC 900
M ou Cl3 1000
MM ou Cío Cío 2000

D. Ramón Álvarez de la Braña, quien con tanta paciencia


y saber (compuso su útilísimo diccionario Siglas y abreviatu-
ras latinas^ con su significado, etc.,—un vol. en 4.", de 216 pá-
ginas,—León 1884, escribe en el cuadro de los números que
usaban los romanos:

TV vel IIIl quatuor.


IX vel VIIII nove-m.
XC vel LXXXX nonaginta.
CCCC vel CD . quadringentí.
c e c e e velV) qulngenti.
DCCCC vel CD nongenti..

Y aún se lee en la Gramática comparada de la lengua c ste-


llana y latina, por D. Francisco A. Commelerán y Gómez, de
la Real Academia Española,—^un vol. en 8.",—Madrid, i88g:

CCCC.. 400
Dó lo 500
DCCCC .• 900
MMMM 4000

L o s modernos gramáticos d e la lengua castellana, incluso


la Academia EspaSola, n o tratan d é los números romanos»
omisión que censuramos. Pero vemos, p o r otra parte, que la
citada Academia sanciona el que una letra p u e d a escribirse
«cuatro veces seguidas! en un mismo n ú m e r o . Véase s i n o la
edición monumental d e las Cantigas de Santa María, d e D o n
Alfonso el Sabio, publicada p o r la d o c t a C o r p o r a c i ó n , — D o s
volúmenes e n folio,—Madrid, 1889, en la c u a l las cantigas
van numeradas c o n cifras romanas, leyéndose así X X X X , l o s
cuarentas, y d e igual m o d o CCCC, los cuatrocientos.
T e n e m o s , p u e s , q u e mientras los matemáticos formulan r e -
8o REVISTA CONTEMPORÁNEA

glas para la simplificación de los números romanos, los gra-


máticos,—excepto D. Raimundo de Miguel,—ciñéndose en la
historia, escriben las cantidades «tal como las escribíanlos
romanos), dejando ciertos casos en entera libertad con tal de
ser inteligibles, como hemos visto hacian los hijos de Rómulo.
En nuestros tiempos nos servimos de la numeración arábi-
ga por ser mucho más cómoda y, tan breve es, que hasta
permite escribir cantidades siguiendo á la palabra hablada,
conforme hace la taquigrafía. Los números romanos los em-
pleamos aún para la numeración de los capítulos de los libros
y de los tomos, con frecuencia para los párrafos y á veces
para estampar el aSo en las portadas y en las lápidas, y siem-
pre en los numerales ordinales aplicados á papas, emperadores
y reyes, como por ejemplo: Gregorio VIII, Clemente XIV,
Guillermo II, Alejandro III, Eduardo VII y Alfonso XII. Pero
nunca para expresar cantidades ni para las operaciones arit-
méticas.
No hay que negar, por eso, que los modernos, acostum-
brados al uso de los números arábigos, al emplear los roma-
nos han buscado en ellos la brevedad posible, prefiriendo es-
cribir IX que VIIII, XL que XXXX y XC que LCCCC, ex-
cepto en las esferas de reloj, donde se conserva aún el iiii.
Esta tendencia moderna en querer simplificar la escritura de
ios números romanos podrá llegar á establecer un uso, pero
jamás podrá negar, sin faltar á la Historia, la libertad de que
se valia el pueblo romano para la formación de sus números.
Así, pues, conforme hemos visto en las inscripciones roma-
nas y espa&olas y demás documentos, nada se fopone á que
escribamos IV ó IIII, XL ó XXXX (i), CD ó CCCC (2) V M

(I) En nn balcón del hotel de San Martín de Vesabie hay una lípid* de
mármol blanco qoe ostenta esta inscripclóa:
FÉLIX FAURE
GALLIC^ REIPUBLIC^ PRESES
HIC MORAVIT
DIE XVII « APRILIS MDCCCLXXXXVIII
(a) El inteligente editor Firmin-Didot, en la excelente obra MoralUtes
/ranfaií,—yai TOI. en 4.° de 770 páginas, París, 1883,—al numerar las máxi-
mas de La Rochefjncaald y de Vaarenargue?, lo hace en números romanos y
escribe siempre el ndmero 400 y su centenar: CCCC.
CONTESTACIONES PARA EL AVERIGUADOR POPULAR Si'

<S CI^, siendo unas y otras formas' igualmente romanas y


perfectamente gramaticales é inteligibles. Por tanto, aplaudi-
mos el que, prescindiendo de esas arbitrarias exigencias de
ios noveles aritméticos, se escriba el aSo 1900 como se tenga
por conveniente.
De este modo parece haberlo entendido D. Olegario Miró
y Borras al publicar en verano de 1900,—Manresa, un volu-
men en 8.°,—su internante ohiA folklórica, Aforística médica
popular catalana comparada ab la de atres llengues, estampan-
do en la portada el año

M.DCCCC

Lo mismo hizo el rector de la Academie de Touiouse, don


Claudio Perroud, al dar á luz en el año de 1900 las Lettres de
Madame Roland,—un vol. en 4.°,—con este pie de imprenta:

Paris, Imprimerie Nationale, MDCCCC.

En el presente año se observa en las imprentas mucha va-


riedad en cuanto á estampar el año en números romanos. Nos
guardarán de mentir estos tres curiosos ejemplos:
Circula mucho un Catálogo de libros raros y curiosos, im-
preso en Sevilla, por Fernando Marta-García, en cuya porta-
da hállase el año así escrito:

MDCDI

En el Boletín de la Biblioteca Museo Balaguer, impreso en


Villanneva y Geltrú, por Oliva, léese al pie de la cubierta del
número extraordinario:

Enero y Febrero de MCMI.

Y finalmente, en una pieza catalana en un acto intitulada


Por!,qat acaba de publicar el celebrado pintor y autor dra-
mático catalán D. Modesto Urgel, impresa en Barcelona por
Fidel Giró y dedicada afectuosamente á su amiga la eminente
85| REVISTA CONTEMPORÁNEA

actriü italiana Eleonora Dase, se lee al pie de la dedicatoria


escrita en correcto italiano:

Pedralbes, MDCCCCI.

Estas tres formas de escribir en números romanos el aña


1900, aplicables á todos los de la centuria, son igualmente
romanas, pero dejamos á la discreción y gusto del lector ele-
gir la que mejor le plazca.

EL CURIOSO BARCELONÉS.
U S OBRAS PllBlICllS EN ESPAÑA'"

CONFERENCIA LEÍDA EL 2 1 DE FEBRERO DE I 9 0 I EN LA REAL


ACADEMIA DE JURISPRUDENCIA POR EL VOCAL DE LA JUNTA DE
GOBIERNO, D. FEDERICO LÓPEZ GONZÁLEZ.

Un autor del siglo XVI escribió un libro cuyo título sinte-


tiza por modo adinírable cuál era el estado de nuestra patria
y hasta dónde se extendía la actividad de sus habitantes. Ti-
tulase el libro: Los seis aventureros de España, y cómo el uno
va á las Indias, el otro i Italia, el otro á Flandes, el otro está
preso, el otro anda en pleitos y el otro entra en religión. Y
cómo en España no hay más gentes de estas seis personas sobre
dichas.
Aquellos antiguos gremios de artífices se convirtieron en
cofradías, y toda su actividad se reducía á organizar groseras
y ridiculas procesiones, donde más que celebrar se escarne-
cían los misterios de la religión.
Se hacían pocas obras públicas; pero en cambio se instruían
expedientes largos y minuciosos, la administración española
revistió el carácter meticuloso y esclavo de la forma que cons-
tituye actualmente uno de sus principales defectos. La inge-
rencia del clero en toda clase de asuntos era causa de mu-
chas de esas dilaciones y trámites inútiles que retardaban ó
imposibilitaban la realización de cualquier obra pública. Así,
por ejemplo, para la construcción de un puente sobre el Gua-
dalquivir dio dictamen el Obispo de Córdoba, y mientras en
I^'rancia se llevaba á cabo la gran obra del canal de Langfue-
doc, y se crean los arsenales y sus industrias de encajes y te-

(i) Véase la píg. 602 del tomo anterior.


84 REVISTA CONTEMPORÁNEA

jidos, en España una Junta nombrada para el estadio de los


canales del Tajo y el Manzanares desaprobaba el proyecto
fundándose en qae, si Dios hubiese deseado que ambos ríos fue-
ran navegables, con sólo un tjiat* lo hubiese realizado, y seria
atentatorio á los derechos de la Providencia mejorar lo qw ella
por motivos inescrutables habla querido que quedase imperfec-
to (I).
La hacienda de la casa de Austria destruyó aquella firme y
sólida base que asentaron los Reyes Católicos. Los recursos
públicos que ya existían y los que sucesivamente fueron es-
tableciendo Carlos V, Felipe II, III, IV y Carlos II, no fueron
bastantes para cubrir las grandes atenciones de aquella poli-
tica invasora, intolerante y funesta de los monarcas. A la
abundancia de moneda que afluía á nuestros puertos desde el
descubrimiento de América sucedió, al finalizar la décimo sép-
tima centuria, tal escasez de numerario que las contribuciones
ge pagaban en ganados y muebles; y en cambio de las san-
grientas, costosas é inútiles glorias militares adquiridas, la
agricultura, las artes y la industria, agobiadas por el peso de
los tributos, decayeron rápidamente hasta parar en el abismo
de su ruina.
Mientras cuadro tan t.iste ofrece España, Francia, bajo los
reinados de Enrique IV y Luis XIV, con Ministros como Su-
lly, Richelieu, Mazarino y Colbert, llegaba á tener la hege-
monía de Europa. Tal contraste nos hace pensar, como dice
el Sr. Sil vela, que es evidente la inferioridad de nuestras apti-
tudes para /ejercer la administración y el gobierno. Acá en
España se perseguían las manifestaciones del lujo y allende
del Pirineo se fundaba por Enrique IV la Fábrica de tapices
de los Gobelinos y Luis XIV establecía la de muebles de la
Corona. El absolutismo despótico de este Rey y el estado
floreciente del país nos enseña de una manera clara que no
es el sistema de gobierno, sino la cultura media de la masa
social lo que determina el progreso.
Cuando llegaron los luctuosos tiempos del Rey Carlos II

( I ) Cartas de la Venerable Madrt Sor María de Agreda y del señor Rey


D. Felipe IV, precedidas de un bosquejo histórico, por D. Francisco Silveia.
LAS OBRAS PÚBLICAS EN ESPAÑA 85
se suprimieroa todas las enseñanzas prácticas y de aplicación
que se daban en la Academia fundada en Madrid por Juan de
Herrera; en su lugar estableció el Monarca el Colegio Impe-
rial de Jesuítas para la enseñanza, según dice la Real cédula
de fundación, de la Teología moral y positiva, las buenas
letras, artes liberales y lenguas, y tanto llegó á ser el domi-
nio de su enseñanza, que hasta la instrucción de los artilleros
les fué confiada en los Estudios de San Isidro en Madrid, á
cuyo propósito dice un autor que el P. Camasa, maestro de
Felipe IV, y el P. Ricardo ostentaban el título de generales
de artillería, y por este camino llegaron los tiempos en que
no hubo en España más que una sola escuela de este arle,
dirigida por un padre jesuíta, á la cual asistían ocho alumnos
que seguramente no oirían jamás el estampido de un ca
ñon ( I ) .
En la nación vecina se verifica un notable fomento en los
intereses materiales, y en especial en el ramo de obras públi-
cas, en el siglo XVI.
En 1556 se abría el camino de París á Orleans, que tenía
16,70 metros de anchura; y se consignó el principio de que,
como los grandes caminos pertenecían al Rey, ordene S. M.
que se conserven á sus expensas. Se obligaba á los propieta-
rios á ceder los terrenos gratuitamente, y se imponía la .ser-
vidumbre de la extracción de tierra y materiales de las fincas.
Otro principio fecundísimo en útiles consecuencias se intro-
dujo, y era el de que en aquellos caminos en los que había
particulares autorizados para la percepción de los peajes y
barcajes, quedaban obligados aquéllos á hacer por su cuenta
las reparaciones en dichos caminos, y si no cumplían con este
deber, autorizaban laa ordenanzas de Orleans el embargo de
los portazgos y pontazgos, y en caso de la caída de un puente
debía reconstruirlo aquel á cuyo favor se establecían los de-
rechos, á no ser que la causa fuese fort:nita.
Enrique IV, rey de grata memoria para la Francia, dio,
después de concluidas las guerras religiosas, un gran impulso

(1) Estadios sobre la sfrandeza y decadencia de Espafia por D. Felipe Pi-


catoste.
86 REVISTA CONTEMPORÁNEA

al progreso de su nación. Creó en 1599 el elevado cargo de


grand Voyer ó Intendente general de caminos, que confió á
su primer Mininistro, Duque de Sully, con la orden de hacer
las reparaciones necesarias.
Desde 1600 hubo en Francia un presupuesto de Ponts et
ckaussées, es decir, que á partir de esta época empezaron
las consignaciones anuales del Tesoro Real para la construc-
ción y entretenimiento de los caminos, que hasta entonces se
habían construido con el impuesto de los peajes y el rendi-
miento de ciertos impuestos especiales. Descentralizado este
servicio en tiempo de Luis XIII, se restableció en 1661, ce-
sando cuando entro Colbert á desempeñar las funciones de
Contróleur general des finances, creando en su Ministerio el
cargo de Comisario de puentes y calzadas.

*
* *

Señálase la venida de la casa de Borbón al trono español


por un renacimiento de la cultura. Acaso la palabra renacer
no sea la propia para enunciar el movimiento que en pro del
adelantóse deja sentir. Si renacer es volver á manifestarse
algo que ex-ste como latente ú oculto, no es ésta en verdad
la palabra propia; porque la cultura y la ilustración traída por
monarcas de la casa de Borbón no tiene sus raíces en la tra-
dición, no es autóctona, sino impuesta, extranjera y mal re-
cibida por un pueblo envilecido é ignorante, sin más ambi-
ciones que permanecer en la ociosidad y malavenido con
toda reforma que pueda traer aparejado algún mejoramiento
material.
Felipe V dio la Instrucción de los Intendentes, en la cual
les ordenaba que informasen al Consejo acerca del estado de
los caminos y de los reparos necesarios para el tránsito de
carruajes, indicando las vías que convenía ensanchar ó empe-
drar.
Su sucesor Fernando VI envió en 1750 á D. Bernardo
Ward, Ministio de la Real Junta de Comercio y. Moneda, á
hacer un viaje á diferentes naciones de Europa, con el objeto
de estudiar los medios empleados para el desarrollo de la in-
LAS OBRAS PÚBLICAS EN ESPAÑA 8/

dastria. El fruto de las observaciones hechas pot Ward pue-


de verse en un libro que publicó en 1754 y que se intitula
Proyecto económico, en el cual se dice: «Necesita EspaSa de
seis caminos grandes desde Madrid á la Coruña, á Badajoz, á
Cádiz, á Alicante y á la raya de Francia, asi por la parte de
Bayona como por la de Perpi&án» . Indicaba después cuáles
debían ser los caminos de travesía, y sentaba el principio de
-que el Rey debía hacer el primer costo y que en lo sucesivo
sufragaran los pueblos el gasto de conservación, puesto que
disfrutaban de los beneficios.
El cuidado de Fernando VI por la conservación de los ca-
minos y la importancia que dio á este ramo de las obras pú •
blicas se pone de manifiesto en las Ordenanzas de Intenden-
tes corregidores de 13 de Octubre de 1749, inserta en la No-
ATÍsima Recopilación (i). Laméntase el monarca del mal esta-
do del gobierno económico como resultado de las largas gue-
rras sufridas, y se propone remediarlo «cortando y prohi-
biendo los daSos que produce la corrupción de las costum-
bres >. Se dice á los Intendentes que procurarán que por un
ingeniero de toda su satisfacción é inteligencia se forme na
mapa geográfico de cada provincia, en que se distingan y se-
ñalen los términos que son realengos de los de señorío y
abadengos, sus bosques, ríos ó lagos, y que áesté fin los in-
genieros á quienes se les encargare ejecuten sus órdenes con
toda la exactitud, puntualidad y expresión que sea posible.
En el párrafo siguiente se preceptúa que por medio de estos
ingenieros se informará particular y separadamente, con re-
laciones individuales, de las calidades y temperamento de las
tierras que contiene cada provincia, de los bosques, montes y
dehesas, de los ríos que se podrán comunicar, engrosar y
hacer navegables, á qué costa y qué utilidades podrán resul-
tar á los reinos y vasallos de ejecutarlo, dónde podrá y con-
vendrá abrir nuevas acequias útiles para regadío de las tierras^
fábricas, molinos y batanes, en qué estado se hallan sus puen-
tes y los que podrán repararse 6 construirse de nuevo, qué
caminos se podrán mejorar y acortar para obviar rodeos y

(1) Libro VII, título XI, ley 24,


-88 lÍEVISTA CONI BMPORANEA

qué providencias se podrán dar para su seg-uridad; de los pa-


rajes en que se hallan maderas útiles para la construcción de
navios y qué puertos convendrá ensanchar, limpiar ó mejorar^
asegurar ó establecer de nuevo; de suerte que por estas rela-
ciones individuales cada Intendente sepa el estado de su pro-
vincia, la calidad de las tierras que contiene y los medios de
mejorarla.
Esta misma instrucción la reprodujo Carlos III en la dirigi-
da á los Corregidores, inserta también en la Novísima Reco-
pilación (I), y añadió el especial encargo á dichos Corregido-
res y á todas las justicias de su provincia para que cada uno
en los términos procure tener compuestos los caminos públi-
cos y sus puentes; que no permitan á los labradores se entren
en ellos; y á este fin pongan los fitos ó mojones, y procedan
contra los que ocuparen alguna parte de ellos con las penas
y multas correspondientes á su exceso, á más de obligarles á
la recomposición á su costa; y que si necesitaren de mayor
ensanche ó reparos de puente 6 calzada, faciliten los pasos ó
tránsitos.
Mandábase también en esta instrucción que en todos los si-
tios en donde se junten uno ó más caminos principales, hagan
poner un poste de piedra levantado proporcionadamente con
un letrero que diga «camino de tal parte», advirtiendo y dis-
tinguiendo los que fueren para carruajes y los de herradura,
y cuidarán de que se conserven siempre dichos postes y de
renovarlos cuando fuere necesario. Pondrán todo cuidado de
que las justicias de cada pueblo por sí y por los alcaldes de
la Hermandad y cuadrilleros cumplan exactamente con sus
encargos en el reconocimiento de los campos y montes, se-
guridad en los caminos, libre tránsito y comercio de los pa-
sajeros, imponiéndoles á este fin rigorosas penas y haciéndo-
les responsables de cualquier robo ó incendio que se cometa
en su distrito, si para evitarlo no visitaren' por sí ó por un
guardia de montes los caminos y despoblados con frecuencia,
precediendo en esto sin el menor disimulo por lo que en su
observación se interesa al público y la seguridad tan necesa -
ria á todos.
(I) Libro VII, tít. XXXV, ley 5.
LAb OBliAS PÚBLICAS EN ESPAÑA 89

Puede decirse que el gfobierno de Fernando VI echó los


cimientos del servicio de carreteras del Estado; pero con una
organización completamente embrionaria é inferior á la adop-
tada por SuUy en Francia siglo y medio antes.
Dos disposiciones del reinado de Carlos III señalan una
nueva época en la historia de las obras públicas en BspaSa,
el Real decreto de l o de Junio de 1761, que ordena la cons-
trucción de los caminos de Andalucía, Cataluña, Galicia y
Valencia, y la Real cédula de i.° de Noviembre de 1762, en
la que se dan reglas para la mejor conservación de los cami-
nos. No puedo detenerme en el examen de estas disposicio
nes por no hacer más larga y embarazosa esta relación; pero
sí recordaré un extremo que se consigna en el informe dado
por el Ayuntamiento de Santander al Conde de Florida-
blanca acerca de la reparación del camino de Reinosa á San-
tander; se decía en este documento que era preciso que se re-
dujera el número de los días festivos y romerías, por durar
tales fiestas la tercera parte del año. Buena prueba de la
ociosidad en que se vivía en aquellas mal llamadas felices
épocas.
En suman, Sres. Académicos, el reinado de Carlos III se
caracteriza por. esa especie de sana inoculación en nuestra pa-
tria de una cultura exótica, recibida con protestas por el pue-
blo, malavenido con todo lo que fuera trabajo, progreso, ac-
tividad y desarrollo de los intereses materiales A este propó-
sito, he de recordar á los que me escuchan que el pueblo de
í^adrid apedreaba los Taróles que fueron implantados por el
arquitecto Sabatini, y eran objeto de denuestos los que con-
ducían los carros de la limpieza que sustituyeron á las mareas,
motivo de ruido, diversión y algazara, y cuentan que al ente-
rarse el monarca de las asonadas decía: «El pueblo de Ma-
drid es como los niSos que lloran y protestan porque los
limpian».
El nombre de Floiidablanca va unido á la gloría de aquel
Rey, cuyo retrato adorna los muros de esta casa por haber
sido fundador de una de las Academias prácticas de Derecho,
de la que es sucesora esta Real Corporación.
Las publicaciones de aquel tiempo dan á conocer el pro-
gO REVISTA CONTEMPORÁNEA

greso alcanzado en las obras públicas. Las del Canal Inape-


rial de Aragón, la apertura de la carretera de Sierra Morena,
la restauración de la de Reinosa á Santander, pueden verse
consignadas en el Tratado de Caminos, libro de Fernández de
Mesa; en el Itinerario de las Carreras de Postas, publicado
en 1761 é impreso de real orden. El autor de esta obra, don
Pedro Rodríguez de Campomanes, hace una reseSa histórica
de la legislación y trae después los itinerarios seBalando las
paradas de postas y relevos
El Real decreto de Noviembre de 1761, á que antes me he
referido, dio margen á que se manifestara la opinión del gran
polígrafo Jovellanos en el Informe de la ley Agraria en 1795»
censurando el plan adoptado para la construcción de caminos;
disponía el Real decreto abrir las carreteras desde la corte á
ios extremos, después las de enlace de unas provincias con
otras, y por último, las interiores de cada una, y el ¡lustre es-
critor decía que cuna utilidad más recomendable y segura
indicaba un orden inverso, pues serían inútiles las grandes co-
municaciones mientras los infelices colonos no podían trasla-
darse de pueblo á pueblo, ni de mercado á mercado, sino á
costa de apurar la paciencia y las fuerzas de sus ganados, ó
el riesgo de perder en un atolladero el fruto de su sudor y la
esperanza de su subsistencia».
Cierta es la opinión de Jovellanos, y cierta es también la
tendencia centralizadora que el Real decreto revela; pero si se
hubiese confiado á los municipios ó á las provincias la cons-
trucción de las carreteras de orden secundario, ¿se hubiese
llevado á cabo? Mucho temo que no; bástenos recordar lo di-
cho respecto al carácter de cuantas reformas hizo el gran Rey,
producto de su buen deseo, de su ilustración y de la de los
que rodeaban, pero nunca verificó reforma alguna que tendie-
se al mejoramiento, que fuera pedida por el pueblo.
La Escuela de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos
fué fundada por D. Agustín de Bethancourt y organizado por
él el servicio de carreteras en tiempo de Carlos IV. Esta Es-
cuela fué suprimida por Fernando VII cuando desembarcó en
Valencia entre las aclamaciones de dn pueblo al que sólo pue-
de disculpar su ignorancia. Abierta la Escuela en las épocas
LAS OBRAS PUBLICAS EN ESPAÑA 9I

de libertad y cerrada en las de absolutismo, se restableció


después de la muerte de Fernando VII, creándose en 1835 el
Cuerpo de Ingenieros civiles.
Después de lo indicado, nada he de añadir á las vicisitudes
de la actividad del Estado respecto á obras públicas durante
el reinado de D.° Isabel II.

*
* *

No vamos á indagar causas, ni á señalar el proceso de ges^


tación de aquel movimiento politico que se conoce en nuestra
historia patria con el nombre de revolución de Septiembre.
Ella dio al traste con una dinastía, y entre el polvo de su de-
rrumbamiento surgieron á la vida pública muchos hombres
nuevos, ganosos de gloria, no libres de ambiciones y de bas-
tante ilustración. Habíase nutrido el espíritu de los más en las
doctrinas de libertad é individualismo, y en ei orden econó-
mico Bastiat era su ídolo.
Por fenómeno de raza, las ideas abstractas han sido siempre
acogidas en nuestro país con vehemencia y pasión de escuela
y se han propagado con actividad suma, y así- fueron acogi-
das por los políticos y por las publicaciones de entonces las
ideas librecambistas é individualistas, y como siempre, se dio
el caso de que aquellos hombres, bien intencionados y estu-
diosos, olvidaron el estudio del elemento esencial, que no
perdona nunca para el éxito el olvido; me refiero á la rea-
lidad.
De aquí que el decreto de 14 de Noviembre de 1868,
cuyo bien escrito preámbulo fué debido á la pluma de don
José Echegaray, Director general de Obras públicas, fuera
una lamentable equivocación. Se afirmaba en dicho documen-
to como cierta la doctrina de que las obras públicas no cons-
tituyen una excepción á las leyes económicas del trabajo, y
que, por tanto, progresan con la libertad, se paralizan con los
sistemas re^rictivos, y en la industria privada y la asociación
libre estriban su porvenir y su engrandecimiento. Existen,
añadía el ilustre autor del preámbulo, períodos ó épocas tran-
sitorias para llegar al sistema de libertad, siendo el primer
92 KEVISTA CONTEMPORÁNEA

periodo el del panteísmo administrativo, en que el Estado lo


es todo; á esta realidad absorbente se opone el ideal á que
abre paso el decreto. En virtud de lo dispuesto en él, el Es-
tado depone sus pretensiones de industrial, y no hace ya ni
impide que los demás hagan, y entre los individuos y las aso-
ciaciones que funcionan en toda la plenitud de su autonomía
se conserva neutral para mantener derechos y administrar á
todos recta é imparcial justicia. Las ideas contenidas en este
preámbulo toman forma legal en el art. i.° de dicho decreto,
declarando amplia libertad en las obras públicas. Compren-
dió, no obstante, el Ministro las dificultades de semejante sis-
tema, como lo demuestra el siguiente párrafo del mismo do-
cumento: «Cualquier persona, por sí y sin intervención del
Estado, adquiere los elementos indispensables para construir
una carretera, un ferrocarril, un canal, elementos entre los que
se halla la zona necesaria para establecer la obra; puede, sin
trabas, sin restricciones, sin que la Administración se inter-
ponga, llevar á cabo la empresa que imaginó. Peto al salir
del radicalismo y descender al terreno de los hechos y de las
prácticas establecidas, al consultar nuestras costumbres y toda
nuestra legisladón, al ver lo que sucede en Europa y lo que
sucede en América, preciso es confesar que hay en obras pú-
blicas, no sólo en España, sino en todas las naciones civiliza-
das, dificultades más serias y problemas más complejos de los
que á primera vista pueden observarse, y aun estas dificulta
des y estos problemas se relacionan y, por decirlo así, engra-
nan hondamente en otras cuestiones de más alcance político
y social que el que puedan tener los trabajos de una línea
férrea, de un desecamiento ó de un puerto, y estas trascen-
dentales cuestiones son: el dominio público, la expropiación,
el valor político y civil de la unidad provincia y el de la uni-
dad municipio; ante esta otra unidad, la nación.»
La síntesis de la reforma llevada á cabo era ésta: el mo-
nopolio del Estado en punto á obras públicas era un mal, y
ya no existe; el Estado constructor es contrario á los sanos
principios económicos; ya no construye; el Estado dedicando
sus capitales á obras públicas es todavía un sistema vicioso,
y desaparecerá.
LAS OBRAS PÚBLICAS EN ESPAÑA 93
Cuando han transcurrido ya más de treinta anos desde que
aparecieron en la Gaceta tales reformas, la experiencia ha
mostrado por modo evidente que el programa expuesto era
una verdadera utopia. Desde la construcción de las vías ro^i
manas hasta Carlos lU, los monarcas, ó sea el Estado, no
construían, y ya hemos visto que las obras públicas no se
realizaron. Hé aquí las consecuencias de aplicar ideas abstrae,
tas y generales á la realidad viva, apenas estudiada por nos-
otros. El alma de aquella revolución, que simbolizaba la
libertad en todos los órdenes, incluso en el de la concurren-
cia, en la industria y en el trabajo, no aportó ningún elemento
de progreso en los intereses materiales. Al recibir inspiracio-
nes del extranjero, se acudió más á los libros que á los viajes,
y así trajeron las ideas librecambistas de Bastiat; pero no se
percataron de que en los mismos países donde eso se predi-
caba se ejecutaba todo lo contraria, y la protección á las in-
dustrias era fecunda en útiles resultados. Esa tendencia tutelar
y proteccionista subsiste hoy. En el Reino Unido se va cen-
tralizando cada vez más, y el Estado va tomando á su cargo
la enseñanza y la beneficencia. Los municipios ingleses, á su
vez, no contentos con acometer trabajos considerables de
mejora y saneamiento, han reemplazado por completo a l a
iniciativa privada. Son dueños de los parques, mercados, la-
vaderos públicos y bibliotecas, de las empresas de suministro
de agua, gas y electricidad, de líneas de ómnibus y de va-
pores ( i ) .
La supresión de subvenciones, como germen inagotable de
inmoralidad, según decía el decreto, demostró el absoluto
desconocimiento por parte del legislador de la sociedad es-
pañola, para la que legislaba; porque en España no existe es-
casez de capitales, como de común sentir se asegura; lo que
hay es temores respecto á su empleo, y el Estado que mere-
ce nuestra confianza como prestatario, no la merece como in-
dustrial. Por otra parte, no dan los españoles su capital para
el planteamiento de una industria; pero sí lo prestan para que
viva dispendiosamente el desocupado ó el perezoso que tiene

(i) I.*.\dminigtr!\t!on local fie l'Aitfleterre, par P. Armiojou. París, 1895.


94 REVISTA COVTEiíFmáSBik
como garantía la herencia que en inmuebles recibió de sus
mayores. Y ¿qué obras van á hacer los particulares ni corpo
raciones en un país de tan pocos alientos económicos, que
amenaza con trastornarse el orden público por el traslado de
una capitanía general ó de un batallón de cazadores? Es decir,
que el consumo hecho por un centenar de hombres arruina á
todo el comercio de una ciudad. Precisa repetirlo, no se es-
tudió por los hombres de 1868 el estado de nuestra nación,
cuyos capitales privados se esconden cuidadosamente del in-
dustrial honrado que busca su concurso para abrir caminos,
descuajar bosques, desecar pantanos ó embalsar riegos; pero
va en pos del iluso agiotista tras las venturas del azar, ó del
iraprudante manirroto, si aquél presenta el negocio como de
fabulosas ganancias, y éste las garantías del inmueble. En Es-
paña han abortado empresas industriales, mientras que las ar-
cas de la célebre D.^ Baldomera se llenaban de metálico y
allí acudían los imponentes por la insólita y exorbitante ga-
nancia que ellos mismos comprendían que no era lícita.
No fué ésta sólo la consecuencia de la reforma llevada á
cabo por los hombres de 1868 en el ramo de Obras públicas.
En el decreto á que me refiero se intentó reconocer la perso-
nalidad moral de la provincia y del municipio, y no sólo para
sancionar este reconocimiento, sino para producir un ahorro
en el presupuesto, se acordó por el Gobierno de la Regencia,
en 7 de Abril de 1870, el abandono por el Estado de las ca-
rreteras paralelas á las vías férreas en una longitud de 2.500 ki-
lómetros que se concederían á las Diputaciones provinciales.
Ayuntamientos y particulares; pero en cambio no se daba re-
curso alguno á las corporaciones para los entretenimientos de
los caminos cuya conservación y recomposición se les confia-
ba. Por las ideas de libertad individual, entonces reinantes, su-
primimos toda clase de portazgos, y por consideración á esas
ideas no se podía admitir la prestación personal, dos medios
que en Francia produjeron la construcción de tantos y tan
buenos caminos. Nosotros, en cambio, creímos conquistar la
dicha con el establecimiento de esas libertades, olvidando que
no puede haber libertad donde la ignorancia y la miseria exis-
ten. Resultó entonces lo que no podía menos de resultar:
LAS OBRAS PÚBLICAS EN ESPAÑA • 95

hecha la cesión, no votado crédito alguno para las corporacio-


nes, y rechazados los dos medios que acabo de indicar para
arbitrar recursos, las Diputaciones y Ayuntamientos, faltos de
ellos, abandonaron por completo el cuidado de los caminos.
Pero aún se hizo algo más que esto por parte de algunos
Ayuntamientos.
No sólo por el abandono en las corporaciones y la incul -
tura de los habitantes desaparecieron casi todas las obras ac-
cesorias de los caminos y fueron destrozadas las de fábrica,
desmanteladas y abandonadas las casillas de los peones ca-
mineros, destruido el firme de los caminos por el tránsito y
falta de conservación, sino que el arbolado de muchas carre-
teras fué en unas partes vendido con todas las formalidades
de una subasta pública por las Diputaciones que tomaron á
sn cargo la conservación de los trozos de carretera enclava-
dos en sus provincias, habiéndose dado el caso, que parece
increíble si de BspaSa no se tratara, de que en algunos pue-
blos el Alcalde invitó á los vecinos por público pregón á talar
el arbolado (i). Y permitidme, señores, que os diga que algo
de lógica tenía la conducta de ese Alcalde al destruir árboles
y camino, pues ¿para qué hace falta un camino que conduce
á pueblo de semejantes costumbres? ¿Quién va á ser tan insen-
sato que penetre en él y qué fin puede tener nadie en cono-
cerlo?

(Concluirá.)

(i) Rtvista de Obras Públicas, Septiembre 1874.


RUSKIN

Á J. Rafael Domenech, profesor de Arte.

Con el celebérrimo crítico y artista de este nombre, cuya


muerte lloran todos los artistas del mundo, ha ocurrido tam-
bién lo que suele acontecer (más en España que en otros paí-
ses) á los genios ó talentos que tienen más de una aptitud. El
público no simpatiza jamás con aquellos temperamentos que
brillan en más de un ramo del saber humano. La burguesía
intelectual tiene, como un cajista, sus casillas donde, al des-
componer ó distribuir la página humana que estudia, coloca
en su apartado á los hombres, clasificados por profesiones,
como el tipógrafo agrupa, por letras, el paquete que analiza y
deshace.
¡Ay del que tiene más de una casilla! Por lo menos le ne-
garán el derecho de entrar en la suya los respectivos compa-
ñeros en cada agrupación á la que, el de aptitudes varias, crea
tener derecho á ingresar. Es más, es probable que lo rechace
todo el abecedario.
Y no debiera ser asi. En arte, entiendo que es tal la íntima
relación existente entre los distintos medios de expresar la
belleza, que el que merezca el egregio nombre de artista—
éstos son escasos—puede, con poco esfuerzo, tener persona-
lidad propia, si no en todas las artes, por lo menos en aquellas
que sean gemelas.
Dando por terminada esta digresión, no impertinente al
título que encabeza estas cuartillas, hablemos del artista, por-
que España tiene pata con él una deuda de gratitud, pues él
fué uno de los que rindieron justicia al mérito de Velázquez,
á quien llamó, hace ya medio siglo, <el más grande de los
artistas españoles, uno de los más grandes artistas del mundo,
RUSKIN 97
maestro de todas las escuelas por la soltara y la facilidad, á
quien no se puede jamás hallar en falta».
John Ruskin ha sido indudablemente el primer crítico de
arte que ha tenido Inglaterra. Ahora reconocen los artistas,
por boca de Cook, que ha sido un dibujante y pintor notabi-
lísimo, un maestro y un filósofo de escuela sana, optimista y
bienhechora, y ha sido más que todo esto, un revolucionario
y un innovador tal, que en los últimos del siglo XIX ha hecho
pasar á Inglaterra desde la cola á la cabeza en cuestiones ar
tisticas.
Ruskin ha sido un profeta que ha predicado la religión de
la Belleza, fundada en esta su teoria: «La Belleza es la verdad;
la Verdad es la belleza».
Alma profundamente religiosa, como educada para el mi-
nisterio evangélico, pareciéndole poca la labor de pintor para
sus alientos de apóstol y de reformador, se lanzó á la crítica,
hermanando las teorías de arte con las filosóficas y sociales,
tratando de llevar su sistema á todas las esferas de la vida. De
la belleza hizo filosofía; del arte, moral.
Con los volúmenes que deja escritos hizo evolucionar el
alma protestante. Sus obras han conmovido á Europa.
Amigo é inspirador de Hunt, Millais y William Morris, fun-
dó el prerrafaelismo, germen y principio de, las nuevas escue-
las de arte englobadas en la palabra inodernismo, tan vaga
de significación como discutida.
Ruskin descubrió en el camposanto de Pisa un arte que
trasplantó de los jardines de la mansión de la muerte (do lo
sembraron Fra Angélico, el Fiesole y Lippi) á las brumosas
costas del Norte. Allí arraigó este arte nuevo con pujanza, y
cubierto el árbol, de flores, empieza á dar sus frutos.
Las obras de Ruskin, tan discutidas y admiradas, quedan
para gloria suya, de su patria y del mundo. En ellas y por
ellas el crítico de arte se revela naturalista, arqueólogo, pin-
tor y poeta, sociólogo y filósofo, y por sobre tantas cualida-
des y aptitudes, profeta de la dicha.
Muerto Ruskin, sólo queda un hombre que siga rudamente
el camino moralizador de las multitudes por medio del arte,
que es Tolstoi; pero jamás éste tendrá el arte exquisito de
7
98 REVISTA CONTEMPORÁNEA

hacer tecortei el difícil camino del bien sin cansancio, sin


penas, embelleciendo la vida.
Para mejor entender la personalidad moral del hombre que
nos ocupa, traducimos dos párrafos de su hermoso libro The
Stoties of Venice. Así dice Ruskin:
«Nada debe interponerse entre la Naturaleza y la visión
del artista; nada entre Dios 7 el alma del artista...
El destino del artista en el .nundo es ser criatura vidente 7
sensible; es ser un instrumento tan tierno y sensible que nin-
guna sombra, ninguna nube, ninguna línea, ninguna expre-
sión instantánea y pasajera de las cosas que le rodean, nin-
guna de las emociones que ellas son capaces de comnnicar
al espíritu que se le ha dado, pueda olvidarla ni se pueda bo-
rrar del libro de su memoria. El trabajo de su vida debe ser
doble: ver, sentir.»
En Unto ihis Last habla así del trabajo:
«El trabajo es de un orden más ó menos elevado, según
contenga más ó menos elementos vitales; todo trabajo de
gran calidad, cualquiera que sea, contiene siempre tanta in-
teligencia como sentimiento...»
Cuando así se siente, se escribe y se practica la virtud y
el trabajo, se educa, moraliza y regenera un pueblo.
Tal ha hecho Rufkin por Inglaterra.
¡Quién tuviera en España otro Ruskin!

P. FABRÍ Y OLIVER.
LA MANCHA DE SANGRE"

EPISODIO MATRITENSE

Cuando Luzón vio rodar su acero por la arena, ciego de


ira y de vergüenza abalanzóse sobre el desprevenido Vargas,
y hundió en su pecho la daga que tenía en la mano izquier-
da. Todo fué obra de un momento: los mismos jueces del
campo no se dieron cuenta exacta de cómo había sucedido.
Vargas se creyó muerto, y para no caer se apoyó en el
hombro de Lope: éste, pesaroso ya de su acción, sostuvo el
cuerpo del noble caballero, recibiendo sobre el pecho los
golpes de sangre que brotaban de la herida.
Lope de Luzón, al contemplar la mancha de sangre que
aparecía en su ropilla, sintió el más cruel remordimiento.

No bien anochecido, se presentó en el zaguán de la casa de


losLuzones el Justicia Mayor señor Gregorio del Castillo, acom-
pañado del escribano del Concejo Gaspar Dávila y de dos al-
guaciles, preguntando por Lope. Recibióseles en una cámara
baja por la madre del perseguido mancebo, manifestando que
su hijo había salido de la villa momentos antes, y que ignora-
ba la ciudad, villa ó lugar adonde se dirigiera.
Expuso Castillo que, con motivo del lance desgraciado
ocurrido durante aquella tarde en la plaza del Salvador, si bien
Vargas declaró ipso facto que la herida producida por la daga de
Luzón había sido hecha en buena lid, la familia de aquél pre-
sentaba querella, y el Justicia se veía en la necesidad de abrir
autos sobre lo sucedido.

(O Véase la pág. 667 del tomo anterior.


OD REYISTA CONTEMPORÁNEA

—Dura lex, sed lex -— añadió el Alcalde.


Gaspar Dávila, sentándose junto á una mesa próxima, saca
de su bolsillo un tintero de cuerno, desarrolló una hoja de
papel que en la mano á prevención llevaba, y con su intrincada
letra, de que tantos ejemplares conserva el Archivo mu-
nicipal, extendió la diligencia, que firmó al pie la madre de
Lope, lomando de manos de Gaspar Dávila la pluma que éste
galantemente le ofreciera.
El Justicia y el escribano dieron sus excusas, y después de
hacer buen número de reverencias, abandonaron la casa seño-
lial de los Luzones.

CAPÍTULO v n

De lo desacertados que andaban los comuneros de Castílla.

Algunos meses después de estos acontecimientos hallábase


Lope de Luzón al lado de los capitanes que dirigían el alza -
miento de las Comunidades, y en honor de la verdad estaba
el mancebo poco esperanzado.
Habíase encerrado Juan de Padilla en Torrelobatón con el
ejército comunero, sin duda por estar á la mira de Tordesí-
llas, residencia de la Reina D.° Juana, madre del Emperador,
y por no desviarse de Valladolid, donde permanecía la llama-
da Junta Santa, que tenía á su cargo la dirección del alza-
miento.
Á Lope de Luzón se le alcanzaba que la inacción favorecía
poco la causa de la Comunidad, y no atreviéndose á manifes-
tar sus reparos á Padilla, á Bravo ni á los Maldonados, se
contentaba con dolerse de aquel estado de cosas en sus con-
versaciones con Juan Zapata, capitán de la gente de Madrid.
Los soldados entretenían sus ocios ganándose al juego bo-
nitamente unos á otros los maravedís que les quedaban, y la
indisciplina se iba enseñoreando poco á poco en el campo
comunero.
El desaliento cundía, ya porque algunos señores prin-
cipales habíanse pasado al bando del Emperador, ya porque
LA MANCHA DE SANGRE lOl

veían el poco fruto que el alzamiento daba, ya también, y


^sta quizá fuera la causa principal de la falta de ánimos, por^
•que el dinero escaseaba: las grandes masas que en un mo-
mento de entusiasmo exponen su vida por una idea, necesí-^
tan, para continuar algunos meses en aquel estado psicológi <
<x>, digerir en su estomaga sustancias alimenticias. Esta es la
triste realidad.
Sabíase que el Condestable D. Iñigo Fernández de Velasco
y el Almirante de Castilla D. Fadrique Enríquez de Cabrera,
secundados por buen golpe de caballeros nobles y acaudala-
dos, se preparaban con tenaz empeño á sofocar el alzamiento
sin que les preocupase el correr del tiempo, pues hallándose
en primavera tenían por delante un verano para hacer la gue-
rra con relativa comodidad, y malo había de ser que el jovea
y el viejo, el noble y el plebeyo no tuvieran ocasión de lucir
su valentía, premiada luego largamente por el Emperador, s
es que antes la suerte no les ponía á mano cosa que merecie-
se el trabajo de cargar con ella.
D. Iñigo había dejado en Tordesillas bien custodiada á la
Reina D.& Juana, cuya enajenación mental no daba esperan-
zas de que desapareciese, y domeñada la ciudad de Burgos,
no quedaba desprovista de fuerza al mando del Conde de
Nieva; así, pues, el Condestable y el Almirante decidieron
caer sobre Torrelobatón, recogiendo de camino cuanta gente
armada pudieran reunir.
De Burgos bajó el Condestable á Becerril de Campos, cer-
ca de Falencia, continuó su camino á Medina de Ríoseco y
descansó en Peñaflor, no lejos de Valladolid. En Peñaflor se
le unieron el Cardenal Adriano, uno de los Gobernadores, y
t ) . Fadrique, juntando un cuerpo de ejército de 6.000 peones
y 2.400 caballos.
£1 castillo de Torrelobatón era una fortaleza inexpugnable,
de aquellas que se defendían con media docena de valientes;,
pero á Padilla no le resolvía esto la cuestión, porque juntaba
o -oco infantes y 500 caballos, y no quería, con buen acierto^
«acerrarse en un castillo que podía ser fácilmente bloqueado
y rendido por la imposibilidad ei» que se verían los defensores
de procurarse víveres en el número que se necesitaban.
Í02 REVISTA CONTEMPORÁNEA

Padilla comprendió, aunque tarde, lo crítico de su situa-


ción, y una noche, cuando tuvo noticia de que los Goberna-
dores habían formado propósito de ponerse á la ofensiva, fué
de secreto á Valladolid y convino con los de la Junta Santa
en que lo más prudente era situarse en Toro, ciudad bien de-
fendida y capaz para albergar al ejército comunero, reunien
do allí la gente armada que habrían de enviarle Salamanca,
Zamora y otras ciudades hasta 14.000 hombres en números
redondos, haciendo cálculos respecto de soldadoe como un
Ministro de Hacienda los hace de millones que no recauda.
Una vez al frente de tropa tan numerosa, marcharía sobre
Burgos y entraría á oir misa en la catedral el día que se le pu-
siera en el magín.
De vuelta de su expedición á Valladolid convocó Padilla en
Torrelobatón á los capitanes de las fuerzas de su mando, y les
expuso el acuerdo de la Junta Santa, que todos prometieron
cumplir, más ó menos convencidos.
Luego que Zapata hubo hablado con Padilla y enterádose
de los designios de éste, fué á buscar á su paisano Luzón para
darle cuenta del nuevo giro que tomaban los asuntos de la
guerra.
—Amigo Lope — dijo el capitán de la compañía de Ma-
drid,—por fin mañana abandonaremos este castillo. Padilla y
la Junta se han convencido de que en todo alzamiento la quie-
tud es signo de cansancio, y que conviene á nuestra causa no
cesar en las correrías por Castilla, á fin de tener soliviantado
siempre el ánimo 'de los Gobernadores. Padilla ha recibido
aviso de cómo éstos se encuentran en Peñaflor, apercibién-
dose para venir sobre Torrelobatón, por lo cual nuestro capi-
tán ha pensado esquivar el encuentro, por ahora, hasta tener
fuerzas suficientes para presentarles la batalla cuando á nos-
otros nos convenga y no cuando ellos la busquen. Por el
pronto vamos á Toro, y así frustramos el plan de D. Iñigo Fer-
nández de Velasco.
— Malas nuevas me das — contestó Lope — y más apesa-
dumbrado queda mi corazón con la noticia. Jurado he seguir
la bandera de la Comunidad; pero en Dios y en mi ánima te
aseguro que la determinación de la Junta, salvando todos los
LA MANCHA DE SANGRE IO3

respetos, es una equivocación de á folio, y que no se le ocu-


rriera desatino semejante á mi criado Cotillo si le pusieran al
frente del alzamiento. ¿Sabes tú lo que yo haría si fuese el
capitán general de los comuneros? Pues marchar esta misma
noche camino de Peñaflor, y saliendo al encuentro del ejército
del Condestable, cargar de improviso sobre él.
—Me avengo á ese parecer—contestó Zapata;—pero á nos-
otros no nos toca contradecir las órdenes de Juan de Padilla,
sino pelear cuando lo crea necesario, y Cristo con todos.
—Amén—respondió Lope, y estrechando la mano de Za-
pata despidióse de éste, dirigiéndose á su alojamiento donde,
se encontró á Cotillo limpiándole la armadura con tierra de
Segovia.
El escudero contó á Lope rumores recogidos de corro en
corro, hablillas propaladas por los descontentos, vaticinios'
echados á volar por los agoreros que nunca faltan en las agru
paciones numerosas, de modo que con las pocas esperanzas
que Luzón tenia vino á quedar más triste que gaitero en do-
mingo lluvioso.

CAPÍTULO VIII

De lo que pasó en la rota de Villalar.

Lluvioso amaneció el día 23 de Abril de 1521: grandes nu-


barrones de plomizo color cubrían á trechos el firmamento; á
ratos llovía, á ratos salía el so1, á ratos venteaba; tan pronto
desaparecían las nubes como se agrupaban produciendo co-
pioso aguacero.
Ya bien entrada la mañana, como que un cronista supone
fundadamente que fué entre once y doce, salió de Torrelobatón
la hueste de la Comunidad, marchando en primer término los
peones y detrás la artillería protegida por los 500 caballos con
que contaba Padilla, quién ocupó su puesto al frente de ellos.
El tercio madrileño, que marchaba en la retaguardia de la in-
fantería, iba c;<p¡táneado por el Maestre de Campo Juan Zapa-
ta, y dividido en cinco escuadras de á veinticinco hombres
cada una.'
104 REVISTA CONTEMPORÁNEA

Salieron de Torrelobatón tocando cajas y clarines y á ban-


deras desplegadas en señal de triunfo ó de conquista. Aunque
ajenos del triste fin que á la expedición deparaba la suerte,
cuál más, cuál menos, todos llevaban en su corazón esa me-
lancolía que precede á las grandes catástrofes cuando la espe-
ranza va dejando ocupar su puesto al desengaño.
Iba la gente silenciosa y cariacontecida, marchando con
cierta dificultad por efecto del lodo y de los baches de agua
que el camino ofrecía á cada paso. Era inútil buscar atajos por
entre sembrados, porque en éstos habíanse formado lodazales
inmensos, y el infeliz que se aventuraba á cruzar por campo
desconocido solía hundirse en el lodo hasta las rodillas, no
pudiendo salir á terreno firme sino á costa de grandes tra-
bajos.
El camino de Torrelobatón á Toro no era llano, sino que
ofrecía ribazos, declives, lomas y repechos que dificultaban la
conducción de las piezas de artillería.
Reducíase ésta á varios falconetes y sacres, por cuya boca
cabía un puño grande, y cada uno necesitaba cuando menos
sus cinco pares de muías.
Padilla iba armado de punta en blanco, es decir, llevaba
todas las piezas de la armadura, y sobre la coraza una ropilla
bordada con delfines de plata; quiso dar á su figura corporal
todo el posible aspecto de distinción, como presintiendo que
aquel día había de conquistar la corona inmarcesible del héroe:
estaba arrogante montando un brioso corcel, rodeado de los
valientes capitanes que le acompañaban y seguido de los
500 caballos que formaban lá retaguardia de su ejército.

CARLOS CAMBRONERO.

{Concluirá.)
BOLETÍN BIBLIOGRÁFICO

Binconete y Cortadillo, comedia en tres actos y en verso, sacada


de la novela ejemplar de Cervantes, por VICENTE COLORADO.—
Madrid. B. Rodríguez Serra, editor.
No es ésta la primera vez que los hechos y los personajes de
una novela sirven de asunto para componer un drama. Muchos y
buenos hay de este género en nuestro teatro, y sin ir más lejos,
recientes están todavía los brillantes éxitos de Curro Vargas y
Blasones y talegas, sacados respectivamente de dos preciosas no-
velas de Alarcón y Pereda. Suele suceder, sin embargo, que las
comedias y dramas de esta índole carecen de oportunidad y fres-
cura, como calcados que están en obras ajenas, destinadas á fines
distintos de los del teatro. Nada de esto pasa con la obra de Vi-
cente Colorado, inspirada en la famosa novelita de Cervantes, an-
tes, por el contrario, la distinguen y avaloran la armonía y gracia
de la versificación, juntamente con la frescura del diálogo y el in-
terés y belleza de las situaciones.
La comedia Rinconete y Cortadillo es un episodio de la vida
picaresca del siglo XVI, llevado al teatro. Las figuras de Rinco-
nete y Cortadillo, simpáticos aun en medio de sus granujerías,
están pintadas con brillante colorido, no menos que la pasión ar-
diente que se apodera del corazón de Gananciosa y los ardides é
impune osadía de Monipodio, tipo real que existe hoy como en
los tiempos de Cervantes. Ante el prosaísmo exagerado, que in-
vade ahora muchos géneros literarios, desde el drama hasta la
novela, no pueden menos de alabarse sin restricciones los párra-
fos de hermosa versificación y lirismo de buena ley, en que abun-
da la nueva producción dramática del Sr. Colorado. Este ha de-
mostrado una vez má's en Rinconete y Cortadillo que sus felices
dotes poéticas no son de prestado, ni de relumbrón.
E. B.
* *
Melita Palma, novela, por BLANCA DE LOS Rfos.—Madrid, Ro-
dríguez Serra, editor.— Un volumen en i6.° de la Biblioteca
Mignon, 0,75 de peseta.
Nuestra distinguida colaboradora D.* Blanca de los Ríos nos
da con Melita Palma una nueva prueba de la originalidad y fres-
cura de su talento.
I06 REVISTA CONTEMPORÁNEA

La novela con que nos agasaja, que puede leerse en un par de


horas á lo sumo, respira sentimiento y verdad, y la hallamos tan
gallardamente escrita que no podemos resistir la tentación ^ie
compararla, mentalmente, con otras obras de este género recien-
temente publicadas, comparación que nos produce una honda
tristeza al considerar la rapidez con que adquieren celebridad
algunos libros, mientras otros, superiores á aquéllos, no son re-
cibidos con el aplauso que merecen.
Melita Palma es una actriz que resiste con heroísmo las seduc-
ciones todas con que la abundancia y el regalo, unidos á la ruin-
dad de sentimientos, suelen asediar la pobreza, y no rinde su vo-
luntad y sus gracias sino al amor noble y abnegado que le inspira
un aristócrata de la buena cepa. Este, rígidamente educado por
su madre en el más profundo respeto á los principios aristocrá-
ticos, todo lo arrostra por ver cumplidos sus afanes amorosos,
convertidos en realidad después de horribles torturas morales.
Una ficción, propuesta por el médico de la casa y llevada á tér-
mino por Melita, pone en relación á la noble y adusta Marquesa
con la odiada cómica, la cual, apareciendo como vastago de es-
clarecida familia, conquista el corazón de aquélla con cuidados y
atenciones sin cuento.
El inesperado final es bellísimo. La linajuda señora, en el lecho
de muerte, da á entender su última voluntad uniendo las manos
de su hijo y de la fingida señorita, y ambos jóvenes imploran per-
dón por su travesura.
Acaso otro autor hubiera dejado la pluma al estampar la pa-
labra ¡perdón!; pero la Sra. de los Ríos, artista como pocos auto-
res, traza un cuadro final espantoso digno de narración tan ga-
llarda, y que no pretendemos reseñar para que el lector saboree
por sí mismo tan hermoso y artístico remate.
Estud iaremos Melita Palma.
P. V.
REVISTA DE REVISTAS

R e T i s t a de A r c h i v o s , B i b l i o t e c a s y M u s e o s . —
Febrero y Marzo iffoi, Madrid.
Oír o erasmista español: Diego Gradan de Alderete. por An-
tonio Paz y Melia.—«La veneración de Gracián porErasmo—
dice el Sr. Paz y Melia continuando su precioso estudio—no
se desmiente un punto. No sólo consagió parte de su tiempo
á traducir algunas de sus obras, sino que, animado de fervien-
te proselitismo, sirvió de intermediario para que los espaSoles
doctos que aún no le conocían le escribiesen y fuesen sus
amigos, como hizo, entre otros, con el Arcediano del Alcor,
á quien califica de probo y erudito.» El Sr Paz y Melia refie-
re á continuación las relaciones epistolares mantenidas por
Gracián de Alderete con los célebres hermanos Alfonso y
Juan Valdés En las caitas que escribió al primero ocupábase
de asuntos de erudición; en las que dirigía al segundo solía
entretenerse con relatos graciosos (por lo general á costa de
los frailes), que eran pagados en igual moneda por su amigo.
Copia el Paz y Melia algunos de estos chistes de Gracián y
Valdés, y ciertamente que no tienen nada que envidiar ni en
donaire, ni en punzante sátira contra el estado religioso á los
más celebrados del autor del Enchiridibn. Son muy curiosas
las noticias que contienen las cartas de Gracián acerca de la
iluminada de Salamanca, Francisca Fernández, y del fraile
Ortiz, y no lo son menos las que se refieren al saco de Roma
y á las pretensiones de los franceses en sus guerras con Car-
los V. El Sr. Paz y Melia, que se ha propuesto hacer un estu-
dio completo del hasta ahora desconocido Gracián, reprodu-
ce en su artículo muchas de estas noticias, donde no chispea
menos la gracia en el decir que cierta burlona socarronería pe
culiar de Erasmo y de su escuela.—Por la soltura y amenidad
con que está escrita, y por las preciosas observaciones que
contiene, merece, citarse la Carta del Archivo de Simancas al
Histórico Nacional y á los de Indias y Alcalá, por Claudio.

*
* *
I08 REVISTA CONTEMPORÁNEA

ReTista I b e r o - A m e r i c a n a de Ciencias Eclesiás-


t i c a s . — / 5 ae Marzo de igoi, Madrid.
Ties Mmeros van ya publicados de esta importante revis-
ta, donde colaboran los más distinguidos de nuestros escrito-
res. Ei presente número contiene, entre otros interesantes ar-
tículos, la continuación del Examen del materialismo, que
viene haciendo D . Dunstano Castellvf. «Examen de la sensa-
ción» debería llamarse este artículo, pues en él estudia el se-
ñor Castellví el carácter y naturaleza de los fenómenos sen-
sitivos, bien que para sacar de su examen un poderoso ar-
gumento contra el materialismo. El articulista prueba am-
pliamente que la sensación no es algo exterior y extraño á
nosotros, sino, por el contrario, un efecto de nuestra activi-
dad, hasta el punto de que más bien que como una modifica-
ción de nuestra alma por los objetos exteriores, según es fre-
cuente afirmar, la sensación debe ser considerada como pro-
ducto del sujeto en el sujeto, aunque con alguna relación más
ó menos directa á los objetos. El Sr. Castellví cree que la
sensación no es representativa'- «Esta palabra secular—dice—
envuelve una ilusión óptica; ni siquiera es aplicable á todos
los sentidos, porque ¿qué representan en lo exterior el placer,
el sabor, el cansancio, el sonido, etc.? Mucho se ha discutido
si este carácter subjetivo, peculiar de muchas sensaciones,
debe atribuirse también á la extensión, puesto que ésta pre-
senta tales caracteres de realidad y hasta tal punto está rela-
cionada con los demás accidentes de las cosas, que, una vez
negada su objetividad, parece como que vendríamos á caer
en el más absoluto idealismo. El Sr. Castellví afirma, no obs-
tante, que la extensión no debe ser exceptuada del carácter
que antes asigna á las demás sensaciones. A su juicio, la ex
tensión no es una idea, ni un substratum de las sensaciones
ni un molde ilusorio, como creía Kant; es sencillamente una
sensación, cuyo órgano llegará tal vez á precisarse algún día,
no lejos de los centros visuales y táctiles y tal vez junto al
centro de orientación». Más abajo añade que la extensión no
es más que cierta relación entre otros seres y nosotros me-
díante un órgano peculiar que la establece. —Es también digna
de honrosa mención la preciosa novela de Agustina Lion titu-
lada Montañeses. L a amenidad del estilo, la intensidad drama*
tica y los sentimientos delicados que respira la obra la hacen
altamente meritoria y digna en todo de figurar en lugar distin-
guido entre las otras producciones de la insigne novelista
francesa.
lÍEVISTA DE REVISTAS IO9

l i a liCctnra.—Marzo ipoi, Madrid.


D. Vicente Lampérez y Romea publica un notable estudio i
de La Catedral de Burgos, ilustrado con planos y grabados,
que permiten apreciar con toda perfección la peregrina belle-
za de la preciosa catedral de la Caput CastellcB. Son también
dignos de leerse el artículo de Rafael Altamira acerca de
Campoamor y el de Valera acerca de Las inducciones del señor
D. Pompeyo Gener. En el mismo número se publica el drama
en un acto de Jacinto Benavente. titulado Por la herida.
*
* *
L a C i u d a d d e D i o s . —so Marzo IQOI.

Catálogo de escritores agustinos: Juan Bllacurriaga, por Bo- '


nifacio Moral.-- Nació Fr. Juan Ellacurriaga en Manarla, pue-
blo del señorío de Vizcaya, y profesó en el convento de Sa-
lamanca el 22 de Enero de 1687. Fué catedrático en la Uni-
versidad de esta población y también en Alcalá, granjeándo-
se bien pronto tal fama de docto y experimentado, que los
Prelados de su Orden le elevaron al alto puesto de Rector del
Colegio de Madrid. Desempeñó después el cargo no menos
importante de Prior en el convento de San Felipe el Real,
siendo más tarde presentado para el obispado de Jaca, del
que no llegó á posesionarse, pues tantas y tales instancias
hizo para que le relevasen de tan honroso é importante cargo,
que al fin e! Rey Felipe V accedió á sus humildes deseos. Fa-
lleció en Bilbao á 18 de Febrero de 1751. Entre sus obras,
todas las cuales cita el P. Bonifacio Moral, se encuentran un
panegírico de San Ignacio de Loyqla, y la biografía de la ve-
nerable madre Ana Felipa de los Ángeles.—El quinto Con-
greso científico internacional de católicos, por Eloino Nácar.—
La revista de París Eludes publicó á fines del año pasa-
do una reseña del Congreso Católico de Munich, á pesar de
lo cual son pocas las noticias que se tienen de esta importan-
te reunión científica, á la que asistieron distinguidas personali-
dades de las principales naciones de Europa. D. Eloino Ná-
car, que estuvo presente en dicho Congreso en unión del
P. Cámara, Obispo de Salamanca, viene publicando una dete-
nida narración de los trabajos realizados en el mism(^ En ella
pueden verse las personas que asistieron al Congresft las sec-
ciones en que se dividió, los discursos que se leyCTon y las
acertadas resoluciones que fueron tomadas por los congre-
sistas.
*
* *
I lO REVISTA CONTEMPORASEA

N u e s t r o T'iemjfo.—Madrid, Marzo i_9ou


Grandes figuras: Ramón de Campoamor, por U. González
Serrano.—Con motivo de la muerte del insigne Campoamor,
se han publicado en los periódicos y revistas multitud de ar-
tículos dedicados á estudiar su vida y sus obras. Entre todos
ellos merece fijar la atención de una manera especial el que
le consagra en las columnas de Nuestro Tiempo el distinguido
filósofo y literato Sr. González Serrano, que por sus dotes ya
conocidas de crítico eminente, y gracias á la amistad que tuvo
con el inmortal poeta, ha podido hacer de él un estudio com-
pleto y avalorado con datos de carácter íntimo. La persona-
lidad de Campoamor—dice agudamente el Sr. González Se-
rrano—no adquiere relieve sino adherida á su obra, ni ésta se
concibe sino identificada con la primera. Por lo tanto, en el
autor de las Dolaras es preciso estudiar al hombre, soporte del
pensador, de cuya fecunda semilla brotan el prosista y el
poeta. Bajo estos cuatro aspectos considera á Campoamor el
Sr. González Serrano, haciendo observaciones muy oportunas
y originales. Al juzgar las obras filosóficas del célebre poeta
£1 personalismo y Lo absoluto, escribe que son doloras en pro-
sa que dicen mucho más de lo que expresan, y que, leídas
entre líneas, trascienden á lo que son: obras sustanciosas de
un pensador de enjundia y, sobre todo, original y personalí-
simo. «Enemigo— añade—de los Píndaros con vejiga, trata
humorísticamente de filosofía como trata de todo. Pero sus
bromas serias no le hacen olvidar la grandeza del asunto, y
sin sistematizar sus ideas, las siembra y desparrama con pro-
digalidad sin término.»—Programas, textos y exámenes, por
Adolfo Posada.
**
l i a Grande Revue.— Febrero i^oi.
La cuestión del Transvaal y su solución en los momentos ac-
tuales, por A. Buisson.—Es un estudio completo acerca del
conflicto de los boers con los ingleses, en el cual se relatan los
antecedentes de la cuestión, considerándola luego, especial-
mente, bajo el punto de vista económico. Al examinar los he-
chos que dieron margen al conflicto y la marcha que éste ha
seguido, Mr. Buisson censura rudamente la conducta de Ingla-
terra, fundándose en aquel repetido principio de que el mundo
no pertenece al primer ocupante,sino á los pueblos que poseen
superioridad social, habiendo, además, en el caso del Transvaal
la circunstancia agravante de que Inglaterra ha conculcado
aquellos mismos derechos que pregona como indiscutibles y
reconoce en su propia Constitución.
REVISTA DE REVISTAS III

El articulista termina su trabajo examinaado las solucioneu


que puede tener el conflicto. A su juicio, la mejor y más ra-
dical sería el reconocimiento de la independencia de las dos
Repúblicas sudafricanas.

* *
Lia Q u i n z a i n e . — 1 6 Febrero i^or, París.
A propósito de una palabra nueva, por Hubert Menffeis.—De
algunos años á esta parte nótase entre los cultivadores de la
ñlosofia una dirección nueva, que de dia en dia va contando con
mayor número de prosélitos y que trata de resolver los pro-
blemas filosóficos aprovechando las enseñanzas del escolasti-
cismo tradicional, pero evitando sus defectos y perfeccionan
dolo con los modernos adelantos de las ciencias. La palabra
neo-escolástica es la que designa esa nueva dirección, indican-
do claramente en los dos términos de que se compone cuál
es su significación y carácter. Hubeit Menffeis llama la aten
ción de los lectores acerca de la importancia de esta direc-
ción filosófica y de las simpatías que va adquiíiendo en todas
partes. De aquí deduce el creciente desarrollo que ha de ad-
quirir en el porvenir y los provechosos resultados que de ello
puede prometerse la ciencia.—Mr. Fonscgrive continúa su in-
teresante estudio de números anteriores, en el que señala el
criterio con que deben leerse los periódicos.
*
* if

IVortli A m e r i e a n Revlew.—Febrero igoi.


Victoria y su Reino, por Lady Jenne.—Es una narración
de los hechos principales realizados por la difunta Reina de
Inglaterra desde su advenimiento al trono hasta su muer-
te. Ante todo hace notar la inquebrantable firmeza de ca-
rácter de que siempre dio señales la Reina Victoria, y al
efecto cita varios ejemplos que lo acreditan. Baste decir
que en los primeros días de su reinado no consintió que su
misma madre, la Duquesa de Rent, tomara parte alguna
en la gobernación del Estado. Según la distinguida articulista,
logiatetra nunca supo apreciar las excelentes dotes que ador-
naban al Príncipe Alberto, esposo, como es sabido, de la
Reina Victoria. Por eso dice que su prematura muerte produjo
5° todas partes un sentimiento unánime de remordiaiiento.
p e todo el resto del artículo dedúcese que, si Inglaterra ha
sido extraordinariamente grande durante el largo reinado de
Victoria I, no se ha debido poco al tino tacto político y á las
112 REVISTA CONTEMPORÁNEA

relevantes prendas de esta magnánima Reina. Explícase asila


inmensa popularidad que alcanzó entre sus subditos, manifes-
tada bien elocuentemente en las uestas de su jubileo.
*
* *
R l T l s t a d i F i s l c a , M a t e m á t i c a e S c l e n z e BTatU'
T»\i.—Febrero i^oi, toaría,
Juan Constanzo describe y estudia la Erupción del Vesubio en
Mayo de ipoo Con este motivo analiza también las observacio-
nes del profesor Mercali sobre la transmisión del sonido á través
de los cuerpo.s sólidos y líquidos, aprovechando el ruido de
las explosiones del cráter al tiempo de la erupción. Resulta del
cuadro de observaciones, ingeniosamente practicadas, que el
Vesubio tuvo su máxima eruptiva en los días 6 y 15 del men-
cionado mes, días que el péndulo tromométrico señaló como
agitadísimos. El articulista rechaza como falsa la opinión del
doctor Lorenzo, según el cual la precipitación del invierno
precedente y la abundancia de las lluvias fueron las causas
determinantes del mayor apogeo de la erupción del Vesubio
en los días citados.
*
* *
D e u t s c h e JEievne. —Febrero ipoi.
Breve reseña del progreso de las ciencias naturales y de la
medicina en el siglo XIX, por el Dr. Zweifel.—Es un rápido
bosquejo en que su autor enumera y elogia las grandes figu-
ras de la medicina y de las ciencias naturales durante el siglo
que acaba de expirar, señala los descubrimientos realizados y
observa cuidadosamente los grandes servicios que han pres-
tado los estudios filosóficos á la investigación científica. —
Funck Brentano continúa su estudio acerca de María Anta-
nieta, describiendo con todos sus. detalles su proceso y muer-
te. Para ello se vale de documentos auténticos, tales como los
periódicos de aquella época y documentos importantes que
se guardan en los archivos nacionales de Francia.

E. B.
GIBRALTAR

EL PROBLEMA HGLES Y LA IRRESOLUCIO» ESPAItOLA

Ea la fatigosa labor de nuestra reintegración nacional (mal


llamada regeneración, y que en resumidas cuentas no viene á
ser otra cosa que el natural movimiento de reflexión, produc-
to de la fuerza centrípeta desarrollada á consecuencia del ani-
quilamiento de la centrífuga correlativa, que privó á España
de toda influencia de carácter político exterior) deberíase te-
ner ea cuenta, para que aquélla resultase armónica y propor-
cionada al esfuerzo colectivo, que la solidez de la construc
ción, la facilidad de la tarea y la rapidez con que ha de lle-
varse á cabo dependen enteramente de la idoneidad de los
obreros más aún que del talento y sabiduría de los directores.
Bueno, óptimo sería el contar con un cuerpo de arquitectos
que en un periquete trazasen los planos más acabados del
edificio en que haya de aposentarse la España de lo porvenir,
resurgida, por maravillosa arte de alquimia política, del mon-
tón de cenizas á que se redujo gran parte de su gloriosa his-
toria; pero sin obreros competentes, capaces de ejecutar la
grande obra, ésta se quedaría en plano, divinamente dibujada
hasta en sus menores detalles, que harían las delicias de los
lectores de la Gaceta, y entre tanto continuaríamos tan á
la intemperie como ahora, que no tenemos ni un mal progra-
ma que nos cobije, en previsión de los chubascos futuros que
amenazan al mundo.
Y el obrero no se improvisa: se educa, se foima, se instru-
ye, se perfecciona, y en el escalafón cerrado de las capacida-
<ies patrióticas no caben elementos extraños é inútiles, no hay
30 de Afril de / p o / . — T O M O C X X I Í . — C D A D . I I . 8 •
114 REVISTA CONTEMPORÁNEA

puerta falsa, no hay el «se le supone» en su hoja de servi-


cios; sino que la idoneidad es efectiva, probada, y el que no
sirve se queda fuera para no estorbar á los que de veras tra-
bajan. En nuestra patria, solar de glorias y yermo de frutos
materiales, de bienes y elementos económicos; cuna de las
palabras huecas, vacías, inconsistentes, tenemos la creencia
de que para ser buen jornalero en la obra de nuestra restau-
ración social y política basta con llamarse buen patriota y
creerse tal porque se odia al moro, al inglés, al lusitano y de-
más populares enemigos de la patria, y á nadie se le ocurre
que la virtualidad del concepto «patriota» no está en la pala-
bteja, sino en los hechos, especialmente en aquellos huérfa-
nos de mote, hechos incluseros, anónimos, que no se llaman
ni tienen la menor sombra de parentesco con los rimbomban-
tes apellidos hidalgos de «heroico», «glorioso», «arrojado»,
«pundonoroso», etc., etc.; antes bien, guardan mayor relación
con aquellos motes plebeyos de «laborioso», «pacífico», «mo-
desto», etc., que á menudo se leen en la prensa aplicados á tal
industrial que ha inventado un mecanismo más perfecto de
producción ó á cuál trabajador que ha cumplido su tarea á
satisfacción de quien se la encargara.
Todo esto viene á cuento de hacer notar á quien tuviere la
paciencia y abnegación de leerme cómo en nuestra patria la
femosa tesis de la regeneración ó reintegración nacional es y
será una palabrita más que añadir al catálogo de las tantas y
tan acicaladas con que enriquecemos nuestro vocabulario
político para matar el tiempo y seguir apedreando con vo-
cablos el sentido común, ínterin cada uno de nosotros no
se persuada de que vale más saber bien nuestra ob igación
que juzgar los actos de ivuestro compañero de labor. Todos
somos patriotas hasta dejarlo de sobra; pero nuestro patriotis-
mo es relativo, y el tipo de relación á que se ajusta es el pa-
triotismo del vecino, esto es, el que dice tener el vecino. En
qué consiste este sentimiento, cuál sea el grado á que al-
canza dentro de cada uno de nosotros mismos, es lo que n a
nos hemos propuesto nunca averiguar. Nuestra mala voluntad
hacia Inglaterra es hasta cierto punto legítima, y viene á ser
co"mo un efecto de nuestro patriotismo lastimado en mucha»
GIBRALTAR i 1-5

ocasiones, una de estas bien reciente; mas si tenemos de ello


convencimiento, ¿dónde, en cambio, está la ciencia? ¿Hemos
procurado saber cuáles son los motivos de aquella hostilidad?
¿Podríamos, si por ello se nos interrogase, dar verdaderas y
sólidas razones de nuestro disgusto y desconfianza hacia la
nación británica?
Cualquier español á quien tales observaciones se le hicieren
daría por única respuesta un nombre: Gibraltar. Y al decirlo
se quedaría tan fresco como si hubiese dicho Tehuantepec ó
las Islas Chinchas, dado caso da que estuviera al corriente de
esta terminología geográfica. Y es que la palabra Gibraltar es
para los españoles un nombre, y nada más; entiéndase un .
nonabre odioso, como el de un enemigo tradicional de la
familia, cuyo recuerdo se conserva latente durante varias ge-
neraciones, y sin que á ninguno de la generación presente se
le haya ocurrido estudiar lo que hay detrás del nombre é in-
vestigar cuidadosamente los hechos por los cuales vino á ser-
nos odioso y repulsivo, y mucho menos buscar y tantear ios
medios de lavar la mancha que el nombre mismo conme-
mora y cubre, como lápida de sepultura que encierra un gran
desastre y una gran vergüenza nacional.
Por circunstancias especiales, Gibraltar, esto es, la ¡dea que
Gibraltar representa, viene á preocupar en la actualidad á la
nación inglesa, superior á nosorSs^ entre otras cosas, en aque-
llo á que yo hacía refeiencia al establecer como fundamento
/de nuestra llamada regeneración la preocupación individual,
consciente é inteligente, de los asuntos nacionales. Apenas
habrá inglés que ignore lo que es Gibraltar, lo que vale, lo
que importa su conservación para el poáerío británico, los
elemsntos de resistencia y de acción que posee, la significa-
ción política que ostenta en el globo... Y eso que Inglaterra
es el primer imperio del mundo moderno, en extensión y ri-
queza, y que el problema del Estrecho es uno de los mu-
chos que causan desvelos á todo buen inglés, que tiene
que pensar en el problema egipcio, el del Sur de Áfiica, el
de la India, el de la China, el de las Indias Occidentales, el
de Irlanda, el de Malta, el del Canadá... y en todos se pre-
ocupa, y de ellos sabe lo suficiente para aventurar su juiciosa
Il6 REVISTA CONTEMPORÁNEA

opinión, la misma que impone á la prensa que paga y al Par-


lamento que vota.
Entre tanto en España... Pero ésta es precisamente, la razón
á que obedece el que estas líneas se escriban. Si los españo-
les todos, ó por lo menos la mayoría, supiera un poco de lo
que se comprende en el problema «.Gibraltarj, todo esto que
aquí se dice sería ocioso para bien de la patria y de la lite-
ratura.

*
* *

Saben los chicos del Instituto que hayan cursado hiítoria


de España que el Peñón de Gibraltar pasó de derecho á ^ o -
der de los ingleses por el tratado de Utrecht, en virtud de la
capitulación de la plaza á las fuerzas aliadas que mantenían
los derechos del Archiduque Carlos, circunstancia que apro-
vechó el Almirante inglés para tomar posesión del recinto en
nombre de la Reina Ana, sustituyendo la bandera alemana
por la inglesa. Lo piratesco del acto adquirió, como va dicho,
sanción jurídica, y desde 1704 Gibraltar constituye ima depen-
dencia, no una colonia, del Reino Unido, regida militarmente,
con un Gobernador general que asume todos los poderes,
dejando gozar tan sólo de una relativa autonomía al Consejo
municipal en lo referente a policía urbana y algunos más asun-
tos de índole estrictamente local. La extensión territorial de la
dependencia es de 1 ^ s millas; la población civil asciende
á 26. 203 habitantes, la mayoría de origen genovés y maltes,
amén de algunos judíos. Las restricciones impuestas para
evitar el aumento de habitantes por !a inmigración, así como
el ensanche de la ciudad, son de índole tal que momifican
enteramente la vida civil del Peñón, impidiéndole en absoluto
todo progreso. Todo está subordinado al carácter militar y
estratégico de la gran fortaleza natural, sabiamente aprove-
chada por la ingeniería para hacerla inexpugnable, y asi,
aparte el corto tráfico que mantiene con los países circunve-
cinos del comercio de carbón, de que se surten principal-
mente los vapores que van al Mediterráneo, y las ventajas
que le proporciona su carácter de puerto franco, Gibraltar no
GIBRALTAR II7

es otra cosa que un terrible centinela del Estrecho, armado


hasta los dientes y dispuesto á habérselas con todo el que
intentase atravesar aquellos parajes sin obtener antes su
' venia.
A la manera de uno de esos individuos de raza guerrera, en
los que desde los primeros años de su vida se sacrifican todas
las manifestaciones de su naturaleza para atender al desarrollo
de su fuerza muscular y á avivar las energías y los apetitos
de la lucha brutal, no dejando en este desmoche de aptitudes
y sentimientos más que una rama vigorosa y robusta por la
que circula, hirviente y vivida, la potente savia del militaris-
mo, así Gibraltar, erigido por un capricho brutal de la geolo-
gría en formidable atalaya que invita al hombre á hacer de él
su inaccesible castro, ha sido científicamente aprovechado en
todos sus aspectos para darle el carácter único, poderosísimo,
incontrarrestable de soberbia fortaleza que encierra un tesoro:
la llave del Estrecho.
La importancia de este tesoro está dicha con sólo asegura ^^
que no hay pedazo de tierra, grande ó chico, aparte natural-
mente las islas Británicas, cuya posesión valga tanto para
los ingleses como Gibraltar. Y este juicio no es hijo de nues>
tro capricho; pregúntesele á un inglés sobre el particular y se
verá si lo que responde es ó no lo mismo que aquí se asegu-
ra. En el Parlamento lo expuso Mr. Gibson Bowles, con el
asenso de Mr. Brodrick y del propio Balfour; es lo que se dice
un sentimiento nacional, una síntesis de aspiraciones y con-
vencimientos británicos, que se cifran en esa milla y pico de
terreno, tan ligada á la historia de Inglaterra de dos siglos á
esta parte. Pueden discutir los peritos si la posesión de Ceuta
valdría tanto y la de Menorca más para satisfacer las necesi-
dades de la preponderancia inglesa del Mediterráneo; pero,
razones científicas ó diplomáticas aparte, no habrá en el mun-
do quien convenza á un inglés de las ventajas de ua cambio
con cualquiera de las poblaciones citadas, ni aun con las dos
juntas. Seo'ún la frase de Mr. Gibson Bowles, Gibraltar repre-
senta para Inglaterra «la gloria del pasado, la fuerza del pre-
sente, la seguridad del porvenir>. Hay acaso algo de supers-
ticioso en el temor de que, perdido Gibraltar» aunque haya
5l8 - REVISTA CONTEMPORÁNEA

ventajas materiales que compensen la pérdidaj ya sea por


trueque, ya por cualquier otra combinación diplomática, ello
vendría á ser el principio del decaimiento naval de Inglaterra,
eLprimer síntoma de la debilidad de su marina de guerra.
Con la perseverancia envidiable que constituye la base del
carácter inglés/todos los Gobiernos, sin exceptuar uno, que
se han sucedido desde que el Peñón entró en el dominio bri-
tánico, concedieron á su posesión y salvaguardia toda la im-
portancia que merece. En días no muy lejanos á la fecha de
1704 hizo España más de un esfuerzo vigoroso para recupe-
rarlo, y la magnitud del fracaso puso bien á la vista lo deses-
perado y vital de la defensa. Cuando nuestra debilidad era
una garantía de la tranquilidad de la posesión inglesa, no por
eso se durmieron los Gobiernos; antes, por el contrario, dedi-
cáronse con fervor incomparable á poner el Peñón en tal es-
tado de defensa que alejase de la mente del mundo entero la
idea de disputárselo, ni aun en sueños.
Conseguido este primordial objetivo de hacer casi inexpug-
nable la posición de Gibraltar, que vino á ser la primer plaza
fuerte del mundo, se propuso Inglaterra hacer de ella la base
principal de sus operaciones navales, no sólo en el Mediterrá-
neo, sino también en el Atlántico, considerando el Peñón
como el punto de partida de toda suerte de aventuras en la
mar. De ahí viene el papel activo que Gibraltar representa en
la política exterior inglesa, formando lo que pudiera llamarse
el eje principal sobre el cual gira aquélla, desarrollando ó pro-
yectando desde él su acción múltiple y compleja en todos los
mares del planeta. Las sucesivas transformaciones que la ma-
rina de guerra ha sufrido durante el siglo XIX han influido
extraordinariamente en la significación de Gibraltar, no mer-
mándole importancia, pero suscitando en otras regiones y
puntos distantes del creciente imperio británico nuevos Gi-
braltares, de menor consideración sin duda, pero indispensa-
bles para atender á la defensa de los vastísimos intereses am-
parados por la bandera inglesa. En el siglo XVIII y primera
mitad del XIX, Gibraltar fué único en su clase como fortifica-
ción y excelente rendez vous de las escuadras británicas; hoy,
por poderoso flue sea el Peñón, y lo es por todos conceptos,
GIBRALTAR , .119

resultaría insuficiente para cóacentfar en su recinto toda la


fuerza necesaria con que acudir á los puntos extremos del
imperio; de ahí que la división de las escuadras por estacio-
nes navales, la rapidez de las comunicaciones, la desmesurada
•extensión del territorio imperial y otras muchas causas, que es
ocioso enumerar, hayan hecho surgir las fortalezas de La Va-
letta en el Mediterráneo, Aden en el canal de Suez, Singapo-
re en el Océano Indico, Hong-Kong en el mar de la China y
Bermuda y Halifax en el Atlántico, por no citar sino las más
importantes, todas las cuales vienen á ser, aunque en menor
escala que Gibraltar, otros tantos puestos avanzados que In-
glaterra mantiene para afirmar la indubitable soberanía de su
escuadra en todos los mares del planeta.
Quedábale al Peñón, además de la hegemonía sobre todas
las plazas fuertes del mundo, el gran papel de portero del Es-
trecho, poseedor de la llave del Mediterráneo, dando á en-
tender con esto que los cañones emplazados en su ciclópea
mole dominaban el Estrecho, y que, por consiguiente, no ha-
bía barco que pudiera aventurarse á cruzarlo, so pena de su
-completa destrucción, hasta ahora lo ha sido, efectivamente;,
es más, todavía sigue siéndolo. Pero en medio de la confusión'
creada en la sociedad británica por las dificultades de b gue^
rra del Sur de África, una voz autorizada se hizo oír, señalan-
d o un peligro formidable para Inglaterra en el sitio que podía
-creerse más seguro de todo el imperio, en el Peñón inexpug-
nable; la alarma cundió rápida é intensamente; trascendió al
Parlamento; dio lugar á acaloradas discusiones en la prensa, en
os círculos, en los talleres, en la calle; y por fin, el Gobier-
no, á excitación del poder legislativo y atendiendo á las exi-
gencias de la opinión soberana, ordenó una investigación y
designó una Junta mixta de marinos, miÜtares y hombres po-
líticos de reconocida competencia, para que, emitiendo su
autorizado juicio después de maduro examen de las condicio-
nes del Peñón, disipen la alarma creada por la voz poderosa
que dio el aviso, ya quitándole todo fundamento, ya propo-
niendo el remedio del daño, caso de que lo hubiere.
En este suceso es preciso tener en cuenta los factores si-
guientes: i.° El peligro presunto no proviene de actos ni pro-
120 REVISTA CONTEMPORÁNEA

yectos de un país extranjero, sino que nace de las condiciO'


nes mismas en que se encuentra actualmente el Peñón. 2° La
existencia del peligro no se echó de ver hasta que las leccio-
nes adquiridas en la guerra del Transvaal hicieron que se mo-
dificasen ciertas teorías relativas á la dificultad en el transpor-
te de los cañones de grueso calibre. Y 3.° Que no se trata de
un peligro difícil de evitar, puesto que no estriba en circuns-
tancias intrínsecas é inseparables de la situación topográfica
de Gibraltar, sino de ciertas obras comenzadas á ejecutar en
el puerto, de naturaleza al parecer poco conforme con lo»
modernos adelantos de la guerra, pero fáciles de modificar si
su inconveniencia resultase probada.
Desde luego se ha descartado todo recelo que tenga por
base planes del Gobierno español relativos á obras de defen-
sa en puntos estratégicos que dominen la plaza y bahía de
Gibraltar; toda la prensa ha dicho, y en el Parlamento se ha
confirmado, que Españi', á raíz de la guerra con los yanquis
se comprometió con Inglaterra á no aumentar sus fortificacio-
nes en torno de Gibraltar. El peligro que amenaza al Peñón
está dentro de Gibraltar, y la explicación de él la da, ex-
tensa y luminosa, Mr. Gibson Bowles en su discurso en el
Parlamento y en su popular folleto, que tantísimo ruido ha
causado, y cuyo título es Gibraltar. Un peligro nacional.
*
* *
Mr. Thomas Gibson Bowles, miembro del Parlamento, ea
cuya Cámai a de los Comunes representa, con la filiación po-
ítica de conservador, el distrito de King's Lynn, comenzó 1
hacerse popular con la íatiosa revista Vanity Fair, demos-
trando una riqueza tal de conocimientos, expresados en un
estilo fluido y ameno, que, por su carácter exótico, suspende
y atrae á un mismo tiempo. Hoy es propietario del periódico
The Lady, y la fama le atribuía, aun antes de publicar su tan
sonado folleto, una especialísima aptitud para cuanto se refiere
á los asuntos de la marina, viajes, costumbres extranjeras, etc.,
habiéndose acreditado de buen orador, conciso é intenciona-
do, que sabe adonde va y llega siempre al punto que se pro-
pone, sin rebasarlo.
GIBRALTAR 121

Mapa de Gibraltar y del territorio español circunvecino,


con indicación d e las posiciones d e los tres muelles que cie-
rran la bahía y de los tres diques en construcción, y d e las
distancias que los separan de diversos puntos estratégicos .del
territorio español.

(Del folleto Gibraltar &t Mr. Gibson Bowles.—Feb. 1901.)


122 REVISTA .CONTEMPORÁNEA

Éste es el hombre, en sus líneas generales, que podíamos


concretar diciendo que conoce á España y los españoles tan
á fondo corno puede esperarse de un inglés listo, cachazudo,
minucioso y desimpresionado. Y en cuanto á su obra, vamos
á extractar, lo mejor que nos sea posible, el contenido de
las 41 páginas, macizas y repletas de sabrosa lectura, que
forman su revolucionario folleto.
En primer lugfir, Mr. Gibson Bowles quita importancia á
la famosa llave del Estrecho, demostrando que pueden pasarse
muy bien sin ella los barcos que intenten cruzarlo. El punto
más cercano en la opuesta orilla africana, que es Punta Leo
fita, dista de la Punta de Europa 14 millas terrestres, y el mar
en aquellos contornos alcanza una profundidad de 50 brazas,
pegado á la costa; de manera que el barco de mayor calado
puede pasar arrimado á la costa marroquí con entera seguri-
dad de que no le alcanzarán los proyectiles del Peñón, aun en
plena luz diurna y con la atmósfera más clara y transparente
que puede darse. Inútil es decircómo serían mayores estas se-
guridades en tiempo de guerra cuando un barco quisiera des-
lizarse aprovechando la oscuridad de la noche ó alguno de
los frecuentes nublados que cubren el paso del Estrecho. De
esto se deduce, como dice Mr. Gibson Bowles, que Gibral-
tar en sí no es la llave del Estrecho; todo lo más será el sitio
en que se guarda la llave, esto es, la caja fuerte en que se
custodia. Desde el Peñón mismo no se puede abrir ni cerrar
la puerta; allí no puede ocurrir lo que tan gráficamente expre-
saba Larra en el encabezamiento do aquel artículo celebérri^;
mo: Nadie pase sin hablar al portero, porque de no salir éste
de su portería dispuesto á cerrar el paso á quienquiera que
intente forzarlo, !a tal puerta es tan ancha que no cierra nada
si no se le echa un buen candado de unos cuantos miles de
toneladas, candado de seguridad con su resorte perfecciona-
do que lance en pocos minutos una mediana carga de pro-
yectiles sobre el audaz intruso y le deje inútil antes de consu-
mar la tentativa. Quiere decirse que la llave del Estrecho está
en Gibraltar hoy por hoy, y que el portero que pretenda uti-
lizarla para abrir ó cerrar la susodicha puerta mediterránea,
necesita sacarla de su archivo y emplearla coa el puño de
GIBRALTAR 123

acero de un buen acorazado que >sepa manejarla. Gibraltar,


por sí sólo, sin la escuadra, vendría á ser una portería sin por-
tero, un paraje innacesible quizá, pero fácil de evitar; una
magnífica posición defensiva, pero enteramente inútil para do
minar el paso del Estrecho.
No quita esto nada de su valor é importancia á Gibraltar,
porque precisamente el toque de abrir ó cerrar el paso del
Estrecho está en la relación que guardan entre sí el Peñón y
la escuadra, la portería y el portero. La situación privilegiada
de Gibraltar, perfectamente defendida con sus recursos pío-
pios, adquiere una importancia ofensiva, amparando á una es-
cuadra, en calidad de estación militar y carbonera, como no
la tiene hasta ahora ninguna otra plaza fuerte del mundo
entero.
Una estación en tales condiciones, esto es, á mil millas de
Inglaterra, en la parte más prominente y estrecha de la entra-
da del Mediterráneo, perfectamente provista de toda clase de
recursos no sólo para su defensa, sino también para el apro-
visionamiento de una escuadra poderosísima, poseyendo vas-
tísimos y bien surtidos almacenes de efectos militares, depó-
sitos de carbón, de pólvora, de proyectiles, de víveres, etc.,
no tiene precio ni admite que se dude de su valer efectivo,
ni consiente que se discuta su permuta por otras tierras, aun-
que fueran más ricas que la Cólquida, ni se piense en más que
en aumentar y mejorar sus condiciones defensivas y ofensivas
para asegurar* cada vez más sólidamente, la hegemonía de
la marina británica en el Mediterráneo, que tan estrechos lazos
mantiene con la fortaleza del Peñón,
Ahora bien, demostrado que Gibraltar, por sí solo y con
los recursos terrestres que posee, no resuelve la cuestión del
Estrecho, sino que necesita de la escuadra para que su papel
no sea el puramente defensivo, que tan acreditado tiene, el
problema se reduce á saber si la bahía de Gibraltar ofrece
las condiciones que son menester para cobijar la escuadra
y ponerla á cubierto de las embestidas de otras escuadras, y
muy principalmente de un ataque desde el territorio español
que circunda y domina las aguas calpenses. Al proponer esta
xuestión se parte de las hipótesis de que Gibraltar se basta á
o " I- ^^^^

124 REVISTA CONTEMPORÁNEA

si mismo para su defensa; que para el dominio del Estrecho


se hace indispensable la acción conjunta del Peñón y la es-
cuadra; que, destruida la escuadra, el Peñón vendría á ser una
gran fortaleza de inmenso poder defensivo, pero inútil como
elemento de acción; que, rendido Gibraltar, la escuadra no
podria sostenerse en el Estrecho, y que, en fin, para que la
iiscuadia pueda aprovechar las condiciones de la bahía de
Gibraltar, se hace necesario disponer el Peñón de tal manera
que no sólo se defienda á si mismo, sino que extienda su pro-
tección á las escuadras que se cobijen en su puerto.
Y llegamos á la cuestión capital, al peligro denunciado por
Mr. Gibson Bowles, que no es otro sino la indefensión en que
se hallaría una escuadra reunida en la bahía de Gibraltar en el
caso de que fuese atacada desde diversos puntos del territorio
español. Antes de exponer en qué consiste tal peligro, hace
el folletista una digresión ocupándose de las diferentes cir-
cunstancias eu que se encuentran las modernas fortificaciones
del Peñón enfrente de los adelantos en el arte de la guerra,
comparadas con las que poseía en los tiempos esplendorosos
de que gozó Inglaterra cuando ceñía á su frente los laureles
que Nelson recogiera para ella, y deduce de sus observacio-
nes y paralelos que el progreso en las obras de defensa del
Peñón va á la zaga del obtenido en la fabricación de piezas
de campaña de grueso calibre y de fácil y rápido emplaza-
miento, tan rápido y fácil como su transporte, según lo acre-
ditó la experiencia de los célebres Lotig Toms en la guerra
transvaalense.
Las baterías del Peñón, con ser magníficas y de potencia
extraordinaria, son insuficientes para proteger todas las obras
que el Almirantazgo inglés cree necesarias para el servicio de
la poderosa escuadra estacionada en Gibraltar, donde tiene su
primera y principal estación; y no nace este juicio de las pro-
babilidades de que el Gobierno de España se decida á ampliar
sus fortificaciones en toda la línea que rodea y domina la
bahía calpense, por la razón antes apuntada de que se ha
comprometido á no hacerlo, sino que, aun estando la costa
española enteramente desprovista de obras de fortificación,
está probado con recientes ejemplos, elocuentes y dolorosos
GIBR ALTAR 12$

para Inglaterra, que es cuestión de dfas, y aun de horas, el


disponer el emplazamiento de las más poderosas piezas Crea-
zot ó Krupp en lugares estratégiccs y hasta perfectamente
disimulados, y por lo tanto, en mejores condiciones que las
baterías emplazadas en una fortaleza, y barrer materialmente
con fuegos certera y seguramente dirigidos todo el campo
ante ellos abierto, y aun mejor destruir en pocos minutos,
concentrando su acción incontrarrestable sobre un punto de-
terminado, todas las obras de protección náutica y los depó-
sitos de municiones y víveres que el Almirantazgo inglés está
acumulando en la bahía de Gibraltar para el servicio de la
marina.
Las obras emprendidas, de las cuales una gran parte está
terminada, comprenden la cbnsttucción de tres grandes mue-
lles, que llevan los nombres de Nuevo, Avanzado y Comer-
cial, que cierran la dársena, y de los cuales el primero, con
su ampliación reciente, y el segundo están casi listos por
completo, y la construccióíi del tercero encuéntrase tan avan-
zada que ya constituye una defensa completa contra torpedos
ó torpederos, al mismo tiempo que las dos entradas practica-
das entre los muelles pueden cerraje para prevenir ataques
de aquella índole en un plazo de veinticuatro horas. También
se incluye la red de torpedos tendida en línea frontera á los
muelles, que está terminada enteramente; los rompeolas ó
muros de defensa exterior de los muelles, que asimismo lo
están, y tres diques secos, de los que tan sólo uno, el núm. 3,
emplazado en la parte más interior de las obras, esto es, más
adentro de tierra, se encuentra á medio hacer, mientras que
apenas hay señales de las obras de los otros dos.
Sumando los diversos presupuestos que se han hecho para
las indicadas obras, dan un total de 4.369.000 libras, de los
que se ha gastado hasta el 31 de Marzo del año actual cosa
de millón y medio.
Mr. Gibson Bowles quiere que se salven los tres y pico mi-
llones de libras que están aún sin gastar, y como no desco-
noce la necesidad dé las obras, propone que se varíe su em-
plazamiento, trasladándolas de la parte occidental en que se
están verificando á la oriental del PeSón, en pleno mar del
126 REVISTA CONTEMPORÁNEA

Estrechó, amparadas por la artillada mole y á cubierto de


todo ataqué que se intentase desde España.
La roca que forma la gran fortaleza natural, horadada por
espacioso túnel que pone en comunicación brevísima las dos
orillas, oriental y occidental, presenta por la parte que mira
al Estrecho un aspecto imponente, de altísima y escarpada
confi?uración, con tendencia cada vez más acentuada y próxi-
ma á confundirse con la vertical conforme se avanza en la
dirección NE. En este lado del Peñón no hay viviendas para
la población civil, ni otras edificaciones que las que forman el
insignificante caserío extendido á lo largo de la bahía Catala-
na, débilmente defendido de las arremetidas de las olas por
un pequeño muro que se levanta á una altura de poco más de
cuatro pies sobre el nivel del mar.
Tal es el paraje en que propone Mr. Gibson Bowles que se
lleven á cabo las obras del puerto militar, arguyendo en pro
de su idea con multitud de razones prolijas que á nosotros
no nos interesan gran cosa, y que, en definitiva, serán las que
han de examinar y discutir los comisionados nombrados por
el Gobierno inglés, de cuyos trabajos se sabe ya que han ter-
minado. Es cierto lo que*él asegura, que en otros lugares de
configuración análoga á la que presenta el Peñón por su ban-
da oriental se han vencido iguales ó mayores dificultades
para establecer un puerto de refugio y hasta á propósito para
el servicio de carga y descarga de buques mercantes, y la
cita que hace del puerto de La Guaira, en Venezuela, es
exacta y oportuna, pudiendo asegurar nosotros, por conven-
cimiento adquirido de visu, que las dificultades que se pre-
senten en la construcción del puerto militar del Peñón en el
sitio que indica en el folleto no pueden ser superiores á
las que se ofrecieron para la erección del (ajamar y dtmás
obras del puerto venezolano.
En conclusión, las observaciones y propuestas de Mr. Gib-
son Bowles pueden dintetizarse en la forma siguiente:
1. Que los trabajos que en la actualidad se están llevando
á cabo en Gibraltar, conforme á los planos del Almirantazgo
y á los varios presupuestos votados por el Parlamento, ofre-
cen el grave é inminente peligro de servir de estímulo á las
GIBRALTAR 127

ideas de destrucción que pudieran sentir otras potencias, aun-


que no fuera España, en el caso de. un conflicto armado.
II. Que los tales trabajos, proyectados con el fin de pro-
teger á los barcos surtos en la bahía, y que antes estaban di-
seminados por ella, trayéndolos al reciuto formado por los
rr.uelles, lejos de darles la protección esperada, aumentan de
la manera más alarmante todos los riesgos á que estarían su-
jetos si se intentase un ataque contra ellos desde el territorio
de España.
III. Que todos los puntos vulnerables de la defensa del
puerto de Gibraltar que antes de dar comienzo á las obras
existían, se han convertido en uno solo, pero tan enorme y
pehgroso como se puede colegir con sólo hacerse cargo de
lo seguro que resultaría el blanco formado por el hacinamien-
to de buques dentro de la dársena de los muelles para un fue-
go convergente de una serie de baterías emplazadas en el arco
que describe la costa de España frente á Gibraltar.
IV. Que este fuego de la costa, si es producido por pie-
zas de grueso calibre manejadas conforme á la táctica boer,
gozaría de todas las ventajas de la impunidad y seguridad, no
pudiendo los cañones del Peñón ni los de la escuadra contes-
tarle.con eficacia y menos aun intentar apagarlo.
V.' Que í"/««zo) w^a'íí'de conseguir la destrucción ó cap-
tura de dichas piezas y poder operar con alguna ventaja con-
tra las fuerzas que las protegiesen sería el desembarcar en te-
rritorio español un cuerpo de ejército no menor de 30.000 hom-
bres; pero no pudiendo proporcionarlo la guarnición de Gi-
braltar ni contando la plaza con espacio suficiente para alojarlo
por algún tiempo, sería menester llevarlo de otra parte.
VI. Que si el fuego en cuestión continuara por algún
tiempo, no más que unas horas, sin ser dominado, el daño que
forzosamente habría de causar á los muelles, diques y barcos
de la dársena sería incalculable é irreparable.
Vil. Que, en vista de esto, los barcos anclados en la dár-
sena que quisieran librarse de una destrucción segura, se ve-
rían forzados á abandonar el puerto, resultando inútil todo lo
gastado para hacer de Gibraltar una estación naval; y por con-
siguiente, su cualidad de gran aloiacén de víveres y municio-
128 REVISTA CONTEMPORÁNEA .

nes, depósito de carbón y base de operaciones navales des-


aparecería completamente.
VIH. Que, reducido Gibraltar á su papel defensivo, y crea-
da una situación moral deplorabilísima á consecuencia de la
destrucción de los recursos allí reunidos para el sostén de la
marina de guerra, la situación del Peñón vendría á ser muy
difícil, pudiendo acaso influir en la de la metrópoli misma, de
lo que se valdrían los enemigos de Inglaterra para atreverse á
mayores hazañas después de haber causado daño tan grave
en parte que se creía invulnerable á toda prueba.
y IX. Finalmente, que urge examinar concienzudamente
estos hechos, y en el ínterin, que se suspendan las obras co-
menzadas hasta que se adopte otro plan más en armonía con
lo que demandan la seguridad del Peñón y la tranquilidad y
porvenir del imperio británico.

*
* *

Hay en el tono general de todas las conversaciones, lo mis-


mo que en los discursos pronunciados en el Parlamento, un
dejo irónico, de profundo desvío, por no decir desprecio, ha-
cia todo cuanto á España interesa en este problema de las
defensas del Peñón. Podrá ser ó no cierta la afirmación es-
tampada en la Review of Revteivs, en el Standard y otros pe-
riódicos, y autorizada con su silencio en el Parlamento por el
Gobierno, de que España por sí sola no hará nada para con-
trarrestar los formidables armamentos ingleses del Estrecho;
pero de lo que no puede dudarse es de la resolución adoptada
por Inglaterra de no reparar en medios para conseguir la in-
tangibilidad de su primera y más poderosa estación naval.
Un miembro del Parlaníento tan significado en el partido
fory cómo Mr. Gibson Bowles no se arredra para indicar en
í>u folleto, con la mayor frescura, que el único medio de que
Inglaterra puede disponer, si quiere asegurar la eficacia del
puerto de Gibraltar para servir de base á la escuadra, es el
desembarco de un cuerpo de ejército, no menor de 30.000
hombres, en cualquiera de las playas españolas adyacentes.
Es verdad que á renglón seguido manifiesta que ese cuerpo
GIBRALTAR 129

de ejército no puede proporcionarlo la guarnición de Gibral-


tar, y que será menester llevarlo de otra parte, con lo cual
no se resolvería el problema de salvar de la destrucción las
obras del puerto, que en el ínterin se habrían convertido en
jigote; pero la idea del desembarco en sí, con todo su as-
pecto de franca y brutal provocación, ni le arredra ni le pre-
ocupa en lo más mínimo. ¿Quién nos garantiza de que, en el
caso de ser favorable á la continuación de las obras el informe
de la comisión, no se le ocurre al Gobierno inglés curarse en
salud y pedir á España mayores garantías, si no se las toma
por sí mismo?
Hay además otra cuestión planteada: la de la neutralidad de
España en el caso de una guerra anglo-francesa ó anglo-rusa
y hasta anglo-alemana, y los medios de hacer respetar esta
neutralidad que España posee. Y aquí es cuando, con abso-
luta unanimidad, todos aseguran que la neutralidad española
habría de ser ó una farsa ó una quimera, y que los Pirineos
desaparecerían completamente para dejar el paso franco y li-
bre á cuantas tropas quisieran enviar los franceses y sus alia-
dos rusos contra el Peñón de Gibraltar. Por lo tanto, el deber
de las autoridades inglesas tendría que ser el de anticiparse á
ios acontecimientos y prevenir una violación de neutralidad
con otra del mismo género. Y no hay que hacerse ilusiones
de cómo las gastan los anglo-sajones en materia de derecho
internacional, porque precisamente la página más elocuente
€n que los métodos ingleses se proclaman es Gibraltar mis-
^°i página abierta ante nuestros ojos, que encierra una
lección cuya sabiduría pasa enteramente inadvertida para no-
sotros, pobres présbitas de la historia, por la razón misma
de su cercanía.
Aquí vendría bien el excitar al Gobierno, á las Cortes y á
'a prensa para que, cada uno en su esfera, prestase al asunto
el interés que se merece; pero ¿qué mucho que ni la prensa,
ni las Cortes, ni el Gobierno se molesten en ello, cuando la
volubilidad nacional quita actualidad al problema, y al cabo
de quince días ya no queda ni media docena de españoles
que se preocupen de lo que fué, es y será Gibraltar en rela-
ción con nuestra historia y el papel que en ella nos tiene re-
Q
130 REVISTA CONTEMPORÁNEA

servado el tiempo? ¿Quién puede persistir por más de veinti-


cuatro horas en el pensamiento de provocar una solución na-
cional, producto de las soluciones individuales que cada es-
pañol se proponga, enfrente de la solución nacional inglesa,
que no es exclusiva del Gobierno, del Parlamento ó de la
prensa, sino el resumen de las opiniones de todos los ing^le-
ses, en cuya conciencia están siempre vivos los altos proble-
mas en que se cifran la tranquilidad, la riqueza y la gloria del
imperio?
Pero hagamos punto, que otros acontecimientos de mayor
monta nos preocupan, constituyendo la actualidad que absor-
be por entero el entendimienlo español: ¿Quién torea mañana?
¿Es D. Tancredo el hombre más sereno del mundo? ¿Se sepa-
ra D. Fulano del partido conservador para sacrificarse acep-
tando un puesto del Gobierno liberal? Et sic defceterts. A
bien que por nosotros se dijo aquello de: nihtl inanius quam
multa scire, et quid sibi prosit ignorare.

JosÉ-G. ACUÑA.

Soutampton Abril de 1901.


A VUELA PLUMA POR KL MAPA

El reto lanzado al orbe por Chamberlain en su último dis-


curso de la City, glorificando la política de agresión y despo-
jo, alma del imperialismo británico, y la cobarde impasibili-
dad de las potencias ante aquel intempestivo alarde de fuerza,
seflala !a orientación del nuevo siglo; á pesar de las conferen-
cias de La Haya, cabildeos platónicos limitados únicamente
á corear un himno á la paz, dibújanse cada vez más preñados
de negros nubarrones los horizontes políticos del planeta.
Varias son las manzanas de discordia que auguran dar al
traste con lo que se ha dado en calificar como internacional
equilibrio, apareciendo en primer término la perenne cues
tión de Oriente, agravada no ha mucho por las señales, nada
tranquilizadoras, de sorda agitación que se deja sentir en Al-
bania, Tracia y Macedonia; sigue á ésta la cuestión de Ma-
rruecos, en la cual Francia, curándose en salud, toma posi-
ciones para hacer valer sus derechos de primogenitura cuan-
do la ocasión sea llegada, descartando á España, de la que,
dada su insignificancia política, naval y militar, nada debe
temerse, por más que su situación é intereses la colocan en
lugar prominente para que actúe como principal factor: las
razones que pudiera alegar para intervenir en la agonía del
imperio, desaparecen desde el momento en que rehuye una
acción enérgica basada en la fuerza, cohesión y buen estado
social de que carece, cediendo sus derechos, valga la frase,
en virtud de propia abdicación. Francia, Inglaterra y Alema-
nia se encargarán de hacer en el Mogreb lo que nuestra
•neptitud no ha podido lograr, y si bien los intereses de estas
tres potencias en la citada región son diametralmente opues-
132 REVISTA CUNTEMPORANEA

tos, no les faltará un pobre Lázaro que á sus costas cargue


con las compensaciones, para que quede ileso y sin menos-
cabo el llamado equilibrio. China, cuyo hedor á muerto es un
aliciente para los grandes carniceros de la humanidad, es la
que sobre el tapete actúa de cabeza de turco, oficiando de
Juan Diente los qae se han i npuesto el deber de regenerarla
y hacer su felicidad^con una frescura sin ejemplo, sombreada
únicamente por los recelos y suspicacias que entre sí guardan
las potencias; cortan, rajan y dividen á su sabor y satisfacción,
consistiendo la sola defensa del imperio y su única y débil
esperanza en las desavenencias que á diario surgen entre sus
protectores.
Aunque, si se quiere, en estado embiionario, pues tiempo
requieren las uvas para su sazón, á pesar de que inesperada •
mente pueda darse el caso de adelantarse la primavera polí-
tica, surgen otras dos cuestiones que nos afectan directamen-
te, por tenerse que ventilar la primera en nuestro territorio y
la segunda á expensas de razas que nos son afines. La cues-
tión ibera ú occidental y la del Panamá, complementarias res-
pectivanaente de las de Marruecos y las Antillas, fluctúan en
el aire, esperando sólo ocasión propicia para su desarrollo.
Fehaciente muestra del apoyo que pueden esperar los pue-
blos débiles, aun cuando tengan de su parte el derecho y la
justicia, la tenemos en el despojo de que fué objeto España
en las postrimerías de la última centuria, y en el aún no con-
sumado crimen del África austral, crimen no perpetrado aún
y en litigio todavía, no porque las grandes potencias haysn
inclinado el fiel de la balanza hacia el platillo donde pesa
la razón, sino por los heroicos esfuerzos realizados por un
pueblo de titanes, que prefieren la muerte á la esclavitud
y á la deshonra. Podrá vanagloriarse el siglo que empieza
de los grandes adelantos verificados en todos los ramos del
saber humano, pero el retroceso dado en la moral de los
pueblos y de los individuos es enorme, ¡y al siglo que acabó
y que en sí lleva el Inri de las grandes miserias é injusti-
cias , se !e ha bautizado pomposamente con el dictado del
délas luces y civilización! Invocando la justicia, una conmo-
ción universal estremeció al planeta hace cien años, para ve-
Á VUELA PLUMA 133

nir á parar en entonar himnos á la fuerza y erigir altares al


becerro de oro. ¿Nos probará esto que la humanidad camina
á su perfección como dicen que andan los cangrejos?
El procedimiento adoptado por los vándalos sajones de la
joven América en Puerto Rico, aniquilando por el hambre á
un pueblo antes floreciente, y su humana y persuasiva (i) po-
lítica en Filipinas, copia exacta de la por ellos usada con los
aborígenes de su país, que les dio el apetecido resultado del
casi total exterminio de la raza, son datos que, unidos á la
hünnica proclama del soberano alemán á sus tropas de China
y el proceder de las mismas con la de las tropas rusas en la
Mandchuria, y en general la de todos los aliados en las regio-
nes del Setcheli, marcan los progresos que alcanza la civiliza-
ción de que tanto se alardea (2) en los albores del siglo XX.
¿Qué no será nuestra decadencia en el XXI?
En las naciones sin ideales y én donde los resortes de go-
bierno quedan limitados á intervenir en componendas ó zurcir
voluntades, el puñal homicida va irremisiblemente unido á los
. asuntos exteriores; una parte del pueblo francés, tratando de
resucitar y poner en vigor el edicto de Nantes contra los cató-
licos, gravita sobre su territorio nacional, suscitando enconos y
rivalidades que ponen de manifiesto su debilidad y falta de co-
hesión ante vecinos poderosos prestos á aprovecharse de sus
desvarios. España, anonadada y sin haber restañado aún la san-
gre de las heridas que le produjeron los últimos desastres, en
vez de reconcentrarse y abrirse por sí misma nuevos horizontes
basados en el orden y el trabajo, se empeña en seguirla esleía
oe agitaciones y motines que tan funestos resultados tuvieron
para la Patria en el pasado siglo; su miopía política y conducta
suicida le impiden ver y darse cuenta de los atentados que se

( I ) Causan horror é iadignacióa las correspondeDcias particulares que lle-


gan de aquel archipiélago y que la estrecha cen^^ura yaDkee impide publicar.
*•! r<jbo, el pilUj: y el incendio, juntamente con la violación y el asesinato,
°D los medio i puesto* en práctica por los americanos, sus libertadores, para
granjearse el amor del pueblo filipino.
(2) Según correspondencias fidedignas llegadas de Peking, los abusos co-
etidos por las tropas aliadas, y aun los consumados por ¡os representantes
e las diferentes potencias encargados de la gestión diplomática, han lle-
gado á un límite que la imaginación se resiste á comprender.
134 REVISTA CONTEMPORÁNEA

preparan contra el sagrado suelo nacional, y las fuerzas y


alientos que necesitaría aunar para repeler futuras ingerencias
las malgasta en cuestiones de puro orden interior que la divi-
den; precediendo Fiancia á España, no desmiente el dicho de
uno de nuestros políticos contempoiáneos, que al hablar de
nuestros vecinos los califica de españoles con dinero, signifi-
cación apropiada por coincidir ambos pueblos en los puntos
que originan su decadencia.
Descartaremos en este escrito la política internacional del
momento y los proyectos que en ella se destacan, por cierto
nada agradables para nuestra Patria, para dedicarnos en forma
de mosaico al estudio y progreso de los intereses materiales
de acá y de allá.
Aterra la cifra consignada al fomento de les intereses ma-
teriales en España durante el último tercio del siglo que aca-
bó, sin qut obra alguna se muestre para justificar tan enorme
dispendio. Á la friolera de 2.500 millones, próximamente, que
se calcula lo inveiüdo solo en la parte que afecta al Gobier-
no central, hay que añadir otro tanto correspondiente a las
Diputaciones provinciales. ¿Invertido en qué? preguntará el
lector. Lo ignoramos, como nc sea en pagar personal, puesto
que en esta cantidad no van incluidas las subvenciones con-
cedidas á las líneas léireas, y sólo una pequeña parte como
entretenimiento en los puertos, verificándose las grandes y no
siempre acertadas obras de los mismos con recursos propios
arbitrados entre el comercio de importación y exportación.
Sin arbolado que regularice nuestras lluvias y en estado casi
virgen el aprovechamiento de los ríos que cruzan nuestro
suelo, depende nuestra agricultura del agua que el cielo, siem-
pre misericordioso, se sirve regalarnos; verdad que están en
estudio una porción de pantanos, cuya realización, hasta lo
presente, no ha pasado del estado de canuto'. Si la riqueza de
un país se aquihtara por el número de proyectos en cartera,
¿cuan rico y próspero no sería el suelo patrio? La instrucción
pública... ¡Dios nos valga! Más vale no ahondar; sólo consig-
naremos que en el mapa universal que sobre cultura, y en co-
lores, se publica, aparece sombreado de negro el sitio que ocu-
pa nuestra España, y no debe haber exageración, cuando
A VUELA PLUMA 135
consta positivamente que á los tres cuartos de los pobladores
de la Península les estorba lo negro. Como administradores
de la riqueza pública hemos llegado al límite; no, por supues-
to, de la p3ifección, pudiendo considerarnos como los geri-
faltes de Europa en la materia. El milagro de los panes y los
peces que han prometido los múltiples partidos desde que
España prospera á la sombra de estos artefactos, salta á la
vista al considerar que en el año 50 del pasado siglo pagaba
la Nación por intereses de su deuda 39 millones de pese'-as,
rebasando de los 400 el año de gracia que corremos, á pesar
de !a desamortización de manos muertas. Pero ¿á qué entre-
tenernos en estas cantinelas y jeremiadas? A siglo muerto...
anatema al rabo, y vamos viviendo.
Sin pretender para nuestro país los empujes y energías que
á tan alto grado han elevado la prepond^erancia alemana, sólo
por tratarse del rever?o de nuestra medalla expondremos
algunos datos que afectan al Gran Imperio. Ahora bien, como
toda comparación suele ser ofensiva, y mucho más en los ca-
sos en que el amor propio nacional inconsciente está intere-
sado, excusamos manifestar que no está en nuestro ánimo es-
tablecer paralelos que, cuando menos, resultarían ridículos.
Empezaremos haciendo constar que el tonelaje de la flota
alemana de comercio, que en 1871 sólo abarcaba 82.000 to-
neladas en su conjunto, se ha desarrollado en proporciones
tan fantásticas que supera á los 2.300.000 el día primero del
siglo que empieza, habiendo tenido, por consecuencia, un
aumento de un 2,400 por 100 en el interregno de treinta
años.
En 35.000 obreros se calcula la maestranza permanente que
trabaja en los diferentes astilleros particulares del Báltico, y en
otros 25.000 la eventual, que forman en su conjunto un total
de 60 .OGO operarios dedicados exclusivamente á la industria de
construcciones navales; sus seis principales astilleros y care-
neros en este mar emplean más trabajadores que en el pro-
pio mar y en el del Norte reúnen los astilleros rusos, suecos
daneses, holandeses y belgas. Durante el año 1898 constru-
yeron aquéllos por valor de más de 80.000 toneladas para
diferentes naciones, y al siguiente, que acabaron una por-
136 REVISTA CONTEMPORÍNEA

ción de construcciones empezadas en años anteriores, pasa*


ron de 360.000 las toneladas entregadas; en 1900 hicieron
entrega al Gobierno alemán de 18 buques de guerra, con más
16 á Gobiernos de otros Estados. Los adelantos verificados
en el ramo de construcciones navales han eclipsado la fama
de los constructores ingleses, que hasta aquí ni aun en hipó-
tesis admitían la posibilidad de rival alguno: los dos últimos
vapores construidos por la Compañía Norddeutcher Lloyd y
dedicados como trasatlánticos de pasaje á la carrera de los
Estados Unidos vienen á ser la última palabra que se ha es-
crito en materia de construcciones de esta índole; sus princi-
pales características son: 215 metros de eslora, 38.000 ca-
ballos de fuerza en sus máquinas, que les imprimen una velo-
cidad regular y horaria de 25 millas, y un desplazamiento
total de 15.500 toneladas.
La marina de guerra alemana, por cuyo desarrollo el sobe-
rano muestra especial interés, á pesar de las cortapisas que ha
querido imponerle el Reischtag en distintas ocasiones, ha dado
pasos de gigante hacia su desenvolvimiento, pudiéndose ase-
gurar sin temor á rectificaciones que en breves años llegará á
competir con las más poderosas del mundo. La gráfica frase
del capitán Mahán, sintetizada en que «el tridente de Neptuno
da el impelió del mundo», ha sido la divisa adoptada por el
Emperador Guillermo, como así lo hizo constar hace dos años
con motivo de la inauguración del puerto de Sttetin. ¡Ay de
los pueblos que lo ignoran!
Simultáneo con el desarrollo marítimo va el terrestre, cal-
culándose en 50 000 kilómetros de vías férreas las que se ex-
plotan en la actualidad en Alemania, cuya superficie territorial
viene á ser, con corta diferencia, la de la Península Ibérica.
El colosal movimiento que representa su comercio lo resu-
miremos sólo con el ejemplo de la región del Kuhr, en el
que durante el invierno del 98 al 99 circularon por sus vías á
razón de 18.000 vagones diarios; y á pesar de este inmenso
material suministrado, las Compañías ferroviarias se declaran
impotentes para atender á nuevas exigencias y necesidades de
la industria. Ahora bien, si á este enorme movimiento terres-
tre se añade el de las mercaderías transportadas por la vía
Á VUELA PLUMA 137

fluvial, resulta tan exorbitante el tráfico del Ruhr que supe-


ra desde luego al del puerto de Hamburgo, cuyas transaccio
nes mercantiles están calculadas en catorce y medio millones
de toneladas anuales.
En donde Alemania ha dado á conocer sus grandes dotes é
iniciativas como nación organizadora y bien administrada ha
sido en su constante preocupación y trabajo por mejorar las
condiciones de-sus vías fluviales. Cruzaron por el Rhin du-
rante el año 1896 30.250.000 toneladas de mercancías, qu
representan un aumento de dos millones con respecto al aíio
anterior; y si los grandes proyectos de canalización se verifi-
can, como es natura! y regular que así suceda, por no ser la
burocracia de aquel país valladar insuperable como es en el
nuestro para que lleguen á feliz término las obras que se con-
ciben, un hecho será la transformación del citado Rhin en la
primera arteria comercial del mundo.
Los siguientes datos nos darán una idea del desarrollo co*
mercial del imperio en la parte que únicamente atañe á los ríos
que le cruzan y atraviesan. Desde el año 1875 al 95, ó sea en
un interregno de veinte años, el tráfico sobre el Rhin aumentó
en un 243 por 100, en el Elba ep un 348 y en un 310 en el
Oder. El comercio fluvial de Alemania, que en 1873 abarcaba
escasamente nueve y medio millones de toneladas, se elevó á
treinta y un millones en 1891, ó sea en un 320 por 100, de-
biendo acercarse hoy en día á los cincuenta millones, dado su
creciente desarrollo. Como resumen del movimiento interior
del comercio del imperio al finalizar el año 1898, corresponde
un 75 por loe á las líneas férreas y un 25 á las fluviales.
El término medio de tonelaje en los buques dedicados á la
navegación fluvial del imperio durante el año 1896 puede
apreciarse en la proporción siguiente: 450 toneladas sobre el
Rhin, 300 en el Elba, 190 sobre el Oder y 125 en el Vístula;
sin embargo, corregidos y dragados los lechos de los ríos
Elba y Oder en estos últimos tiempos, se ha conseguido que
puedan navegar en ellos, corrientemente, buques de más de
400 toneladas, con la salvedad de que en determinados tra-
yectos del primero navegan barcos en la actualidad que su-
peran á las 1.000. Sobre el Rhin, cuyo mejoramiento es cons-
X38 REVISTA CONTEMPORÁNEA

tante por ser constantes las obras que en él se verifican, nave-


garon corrientemente, duran'-e e! año 1899, buques de 1.400
toneladas, llegando hasta las 2.000 en algunos aunque conta-
dos trayectos. Las sumas votadas hasta el año 1890 por el
Landtag de Prusia y Dietas de B-Jviera, Badén, Hesse y Países
Bajos para les trabajos de mejoramiento, canalización y con-
servación de las obras del Rhin llegaron á doscientos noven*
ta y cuatro millones de francos.
Forman un conjunto de 13.925 kilómetros las vías navega-
bles y de canal con que en la actualidad cuenta Alemania, de
las que corresponden sólo á Prusia las tres cuartas partes, y
los gastos verificados por este Estado para su mejoramiento
y conservación hasta finalizar el año 1899 pasan de trescien-
tos cincuenta millones de francos.
No siendo suficientes las vías en explotación existentes para
las necesidades comerciales, cada día en progresión ascenden-
te, presentó el Gobierno á la aprobación del Landtag de Pru-
sia un proyecto para la construcción del canal central que
debe unir el río Elba con el Rhin; pero rechazado aquel por
la Dieta, hubo de retirarse por entonces y esperar á pre-
sentarlo otra vez para su aprobación en ¡a siguiente legis-
latura ( I ) . Las principales características del canal de Mitte-
llandkand, nombre por el cual es conocido el expresado, son
las que siguen: longitud 325 kilómetros con más otros 90
que habrán de canalizarse desde Dortmund, al Oeste, hasta el
puerto de Ems; máxima diferencia de nivel 5 metros con
80 centímetros, siendo de 5 el número de esclusas proyecta-
das para tan débil pendiente con relación á su longitud; el
canal arrancará de Dortmund, sobre el Rhin, hasta cerca de
Magdebourg en el Elba. Otro proyecto está también sobre el
tapete, y que será complementario del anterior, el cual con-
siste en unir el Elba con el Niemen por medio de otro canal,

( I ) El Emperador Guillermo, alma del proyecto y cayo interés para la


realización de la obra es sobradamente conocido, dejó cesantes de empleo y
sueldo, á raíz de ia rotación del Landtag', á todcs lus que cobraban sueldo del
Estado por razón de destinos que desempeñaban, y que siendo diputados
unieron sus votos á los de la mayoría que rechazó el proyecto. Parecida medi -
da en España lo mecos que proroca es una crisis total.
Á VUELA PLUMA I39

cuyo costo está próximamente valuado en trescientos veinti-


séis millones de francos.
Los desvelos que han presidido y presiden las miras del
Gobierno alemán para mejorar las condiciones de sus ríos y
ensanchar su red de canales en beneficio de su comercio, co-
rren paiejas con la solicitud que ha dedicado á la mejora y
construcción de pueitos interiores y del litoral del imperio,
modelos por todos conceptos de obras bien concebidas y ,
acabadas, en las que no se sabe si admirar más la alta previ-
sión de las necesidades del porvenir, ó la admirable organiza-
ción para las necesidades del presente. Las nueve ciudades
alemanas que á continuación se expresan: Berlín, Breslau, Co-
logne, Dumborgf, Francfort, Hamburgo, Konisberg, Sudwig-
fhafen y Mannheim, cuyo total comercio alcanzaba en el año
1880 veinticinco millones y medio de toneladas, elevaron su
movimiento comercial en 1893 á treinta y siete millones y me-
dio, correspondiendo de este aumento, sólo tres millones, á las
líneas férreas y los nueve restantes á la parte fluvial. El impul-
so comercial que recibió el puerto de Francfort después de
haberse puesto en comunicación con Maycnce por medio del
río Maine, canalizado y abierto á la navegación fluvial, fué
inmenso; su tráfico, que en 1880 era de ochocientas ochenta
y cuatro mil toneladas, superó en tres millones de las mismas
en 1893, correspondiendo el aumento de un 400 por 100 al
comercio fluvial y 200 por loo alas comunicaciones ferrovia-
rias.
Pocos años bastaron para la transformación del puerto de
Sttetin, á cuya inauguraciónyisistió el Emperador en perso-
na hace dos años, calculándose en 50.o( 0.000 de francos
el gasto de las obras verificadas en él. Los trabajos que se
están llevando á cabo en el soberbio puerto fluvial de Stras-
burgo son notables por todos conceptos como obras de inge-
niería, á pesar de que adolece del no pequeño inconveniente
de que sólo podrá ser utilizado durante cuatro meses del año,
á causa de las bajas aguas del Rhin en los ocho meses restan-
tes. Titánicos trabajos de dragado se efectúan para remediar
en parte este inconveniente; pero se cree que gun á pesar de
éstos no se conseguirá el fin que se pretende, ni remunerará
140 REVISTA CONTEMPORÁNEA
los gastos que origina; de todas maneras, la obra en sí será
digna del imperio. El puerto de Hamburgo, en primer térmi-
no, y en general todos los del Báltico y el Norte no cesan en
sus mejoras, acaparando el tráfico de aquellos mares donde
hace pocos años era desconocido.
Si del orden progresivo en esta clase de trabajos pasamos
á los adelantos verificados por la agricultura, vemos que ésta
corresponde á aquéllos complementándose en digno ptndaní.
Galcúlanse en cuatrocientas cincuenta mil las hectáreas de te-
rreno dedicadas al cultivo de la remolacha, tierras perfecta •
mente abrevadas, cuidadas y mantenidas por sobras de abo-
nos químicos y naturales, que las colocan en lugar preferente
entre sus similares del continente. La producción azucare-
ra de Alemania durante el pa'5ado año de 1900 ascendió á
1.898.000 toneladas, que viene á ser con corta diferencia el 20
por ICO de la producción total del globo; y con la misma
área de cultivo próximamente, sólo ha rendido Francia en el
mismo año 1.060.000 toneladas, Austria-Hungría, 1.100.000,
y go3.oo3 Rusia, llevándose, por lo tanto, la palma entre to-
dos los países productores de este dulce. La isla dé Cuba, que
en tiempo de la (irania española llegó á alcanzar una produc-
ción de 1.200.000 toneladas, ha descendido á 112 millón des-
pués de haber sacudido, con ia ayuda de desinteresados veci-
nos, el ominoso ytigo que la oprimía. Satisfecha debe conside-
rarse si no se limita aún más su producción, dado el poco li-
sonjero porvenir que para ella se diseña.
Proverbial es la baratura en los artículos alimenticios y de
primera necesidad en Alemania, gomo así propio la facilidad
de la vida en general, que motiva sea desconocida en la so-
ciedad germana la decantada sobriedad española, que no es
otra cosa que hambre y miseria, en beneficio de una raza exu-
berante en glóbulos rojos y no invadida por la anemia como
la nuestra, y como ejemplo práctico de lo expuesto y que á
la vista salta, nos limitaremos á hacer constar que de las pen-
siones que el Gobierno americano abona por derechos pasi-
vos, que en su total pasan de ciento cincuenta millones de
dollars, y cuyas pensiones no bastan por sí solas para respon-
der á las necesidades de la vida en los individuos que las per-
Á VUELA PLUMA I4I

ciben dentro del territorio de la Gran República, el 30 por 100,


ó sean doscientos veinticinco millones de francos, atraviesan
anualmente el Atlántico con destino á individuos radicados en
el imperio, filón de oro sólo comparable con los más ricos de
las principales minas del Rand en el Transvaal ó de los le-
gendarios criaderos californianos.
La higiene, nota principal por la que se mide la cultura de
un pueblo, ha hecho progresos en Germania como no se
conocen en nación alguna. La viruela, calificada en el siglo
presente como azote de pueblos bárbaros y razas primitivas,
y que tan extendido se halla en nuestra Península, Estados
Balkánicos, Turquía, Italia, Rusia é Imperio Marroquí, sólo
afecta á tres invasiones por cada diez mil habitantes en la po-
blación alemana, siendo casi idéntica la proporción que se
observa con el tifus y otras enfermedades tan directamente
relacionadas con la higiene; la tuberculosis, cruel castigo de
la humanidad, cuya pesada mano deja sentirse en el mundo
conocido, es, si no victoriosamente combatida, grandemente
atenuada en toda la extensión del territorio, en el que con
este fin y para su alivio existen sanatorios modelos en su cla-
se, habiendo alcanzado, con las sabias y previsoras medidas
adoptadas, un grado tal de perfeccionamiento dentro del or-
den natural, que bien puede calificarse á ese pueblo, sin temor
á errar, como de aristócrata dentro de la raza humana. Aterra
en España la mortalidad, principalmente entre los adolescen'
tes, recrudeciéndose con inhumana saña en los establecimien-
tos semioficiales creados para proteger la infancia, producto
en no pocos casos de vil explotación ó incalificable apatía
de los llamados á vigilar ó intervenir este ramo, notándose,
por lo contrario y para nuestro sonrojo, cuan insignificantes
son en Alemania estas defunciones de párvulos. Su último
censo de población, que arroja un total de cincuenta y siete
millones y medio de habitantes, es la mejor prueba que pue-
de aducirse de la moralidad y excelentes condiciones en que
vive, á pesar de la inmensa emigración, reputada como la pri-
mera entre todas las naciones. Madrid, la capital de España,
con una población de medio millón de habitantes, ve desapa-
recer anualmente á diez y ocho mil de sus pobladores como
142 REVISTA CONTEMPORÁNEA

término medio, proporción que espanta y que le ha valido el


triste dictado de Ciudad de la muerte, conque es conocid.i.
Si esto sucede en el cerebro de la monarquía, sede principa]
del Gobierno, ¿qué no sucederá en otros puntos?La ley Piot (i),
presentada en Francia para su repoblación, va á hacerse de
todo punto necesaria en España que, infiltrada como está en
'os vicios de aquélla, adolece como complertiento de las pési-
mas condiciones en que desarrollan su vida la mayor parte
de sus moradores. Una g-eneración tuberculosa y neurasténica,
si Dios no lo remedia, pues de los hombres poco cabe espe-
rar, es la que se dibuja en la España del porvenir.
A la perseverancia de la raza germana únese la previsión y
sagacidad en sus Gobiernos, cualidades sobre las que descan-
sa el poderío alemán, cuya persistencia y tenacidad verda
deramente teutónica es aguijón para proseguir sin desmayar
en los proyectos, una vez concebidos. La paz de Tüsit, re-
sultado de las victorias napoleónicas, trajo aparejada la humií:
Ilación de Prusia y su dinastía, y de aquéllas arrancan los pri-
meros jalones sobre que modificó radicalmente su organiza-
ción civil y militar. Sesenta años más tarde recogió los prime-
ros frutos en Sadowa, adquiriendo la supremacía dentro de la
Confederación germánica,"expulsando al Austria; y en Sedán
el imperio como asimismo en nuestro tiempo el ser quizás
principal arbitro en la cuestión de China.
Curiosos son en e^ftremo los trabajos publicados por
Mr. Eduardo Lockroy referentes á la expansión alemana en
China y dignos de detenido estudio, sobre todo entre lo.s latí
nos, si su carácter frivolo y apasionado por la política bizan-
tina, que es la que impera entre la raza, no se lo impidiera.

( I ) Una ley que tiende 6. aumebtar el niímero de matrimonio.^ acaba de


ser promulgada en el estado de Pensilvania (Estados Unidof), en, virtud de la
cual todo ciudadano que al Uepar á ia edad de cuar°nta aBos per laneciere
célibe está obligado á adquirir cédula de dispensa matrimonial mediante una
póliza de cien dollai.'i, cuya cantidad se destina á la creación de una caja para
sufragar los gastos que rcasióne un establecimiento de damas solteras que ha-
yan cumplido dicha edad sin que se les haya prerentado ocasión de contraer
matrimonio, Gn dicho establecimiento-tienen opción á ser atendidas por el Er-
tado las damas que reúnan las antedichas condiciones y se presten á vivir en
él voluntariamente. Como complementaria 6 ley adicional se ha oromulg'ado
otra conminando con la misma multa í los ciudadanos que después de haber
cumplido los cuarenta años contraen nupcias fuera del territorio del estado.
i VUELA PLUMA I43
Acostumbrados á vivir al día, destacáadose entre todos ellos
los hijos de Iberia, no se preocupan de los sucesos a poste-
riori, acusando, por lo tanto, su política exterior los incon-
venientes de la inconstancia y la absoluta carencia de un plan
fijo que responda en el terreno de la práctica á concebidos
propósitos. La manera como fué preparando Alemania su
papel de cuña entre el podrido tronco del Celeste Imperio
arranca de un bien meditado plan, concebido alia por el año
1883, ó sea diez y seis años antes de ponerlo en ejecución, y
no como cree la inmensa mayoría, como consecuencia de
inesperados sucesos.
Fué comisionado en aquel año el Barón de Richthofen, uno
de los sabios más distinguidos del imperio y que gozaba de
justa reputación, para el desempeño oficial de una misión
geológica en China y el Japón, misión que si bien desempeñó
con la brillantez que era de esperar, fué sólo la causa aparen-
te y encubridora de otra secreta política y comercial. Desde
aquella época preveía ya Alemania la desmembración de Chi-
na ó por lo menos estimaba que, si se salvaba del dominio de
las potencias europeas, no le quedaba otro remedio que abrir-
se por completo á la civilización occidental, presentando, por
lo tanto, vasto campo á los intereses industriales y comercia-
les. Imponíase la necesidad, pues, de poseer puntos de apo-
yo que le sirvieran de base en la lucha que se preparaba, si
no quería verse eliminada por Inglaterra, Francia, Rusia y
aun el Japón, cuyas ventajosas posiciones adquiridas dentro
de aquel territorio ó en sus inmediaciones las colocaban en
evidente superioridad; y se decidió á obrar empezando por
estrechar las relaciones mercantiles y de comercio con el ex-
tremo Oriente, examinando al propio tiempo el punto estra-
tégico que le convendría elegir. Nadie mejor que el designa-
do Mr. Richthofen para el estudio de aquel país, considerado
en gran parte como nuevo entre los occidentales, y nadie
como él era el llamado á determinar el emplazamiento y cons
trucción sobre la costa del Celeste Imperio de un gran puerto
comercial, con el que soñaba Alemania. Precedieron varios
estudios como consecuencia de los detenidos viajes efectuados
por el citado Barón, hasta que, penetrado en sus más nimios
144 REVISTA CONTEMPORÁNEA

detalles de lo que más podría interesar á su patria, se decidió


á indicar hacia las cercanías del Pe-Tchi-Li una espaciosa bahía
en la que las escuadras podían encontrar seguro abrigo y re-
fugio, con entrada fácil y asequible en todos tiempos, condi-
ciones todas que reúne KiaoTcheou. Hizo resaltar en sus más
pequeñas particularidades, en la Memoria secreta que presen-
tó al Gobierno, las ventajas sobresalientes de aquella posi-
ción, haciendo hincapié respecto á las excelentes condiciones
que reunía por encontrarse la mencionada ciudad de Kiao-
Tcheou en la provincia de Chau-Toung, cabeza ésta de un
gran centro de producción, en que el arroz, el algodón, la
seda, frutas y legumbres, así como grandes yacimientos hu-
lleros apenas explotados en su parte Norte, prometían un gran
porvenir. Las comunicaciones por vía de agua, si bien en
aquella época eran tan defectuosas que tenía que efectuarse
á lomo de caballo el comercio de Peking y de Wei-Hien, eran
susceptibles d ; una gran mejora, y como fin se hacía constar
en la Memoria las inmejorables condiciones de carácter de su
población por lo laboriosa, la cual podría servir como materia
prima para su desarrollo; frases gráficas que sorprenden en la
boca de un sabio que oficialmente no tenía otra misión que la
de un estudio geológico. A partir del día en que la Memoria
de Mr. Richthofen se leyó ante el Consejo privado de la capi-
tal de Alemania, quedó tomada una determinación que afec-
taba á la integridad del imperio chino y en un todo conforme
con la síntesis del escrito, esperando sólo desde aquel mo-
mento una ocasión favorable para llevarla á cabo.
Tardó en presentarse propicia coyuntura para que Alema-
nia realizara sus designios la friolera de diez y seis ó diez y
ocho años, pero la cualidad de saber esperar la tiene la raza
germana como ninguna otra, hasta que llegó el día (no dire-
mos deseado, pero sí apropiado) con el asesinato de los mi-
sionercs; no podemos creer en manera alguna que ésta era la
causa que se esperaba para la realización de los planes en
cartera, pero sí afirmamos que fué desde luego un motivo
cuya hermosa ocasión no podía desperdiciarse. Sonó la troa*-
pa bélica en los ámbitos del imperio, la indignación se hizo
general, atizada por la prensa ministerial, que recibió instruc-
Á. VUELA PLUMA 145

ciones sobre el asunto, y secundada por la independiente y


aun la de oposición. El centro católico, minoría quizás la más
considerable del Reichstag, halagado por tomar el Gobierno
la defensa de los intereses católicos en el extremo Oriente,
en las personas de los misioneros comulgantes en su misma
religión, se puso á su lado, y caldeada la atmósfera, conside-
ró el Gobierno llegada la ocasión de exigir una cesión de te-
rritorio á China para la mejor protección de sus intereses, y
en lo que no se perdió un solo minnto entre la formulación de
la nota y el momento de obrar. Fuerzas alemanas ocuparon
sin pérdida de momento el punto indicado por Mr. Richtho-
fen en su Memoria, estableciéndose en él como en propia
casa. El Emperador Guillermo, en un célebre discurso, pro
curó demostrar cómo las más lamentables catástrofes son
motivos á veces de dichosas consecuencias. La Providencia,
dijo, ha querido que la necesidad de vengar la muerte de núes
iros misioneros nos conduzca en sus altos designios á la adqui
sición de una posesión comercial de primer orden. Providencia
acomodaticia y cuya intervención invocada por Alemania no
dejó de inquietar á Rusia é Inglaterra; pero en Francia fué
recibida la determinación del César alemán con una glacial
indiferencia. El golpe inesperado, que cogió de sorpresa á
las grandes potencias sin darles tiempo á reflexionar y con-
venirse por lo ejecutivo de la acción, realizaba el proyecto
tanto tiempo acariciado, abriendo de par en par al imperio
las puertas de China, cerradas hasta entonces, dándole in-
fluencias poderosas sobre un país cuya conquista econó
mica soñaba, y de las que esperaba los mejores y más sazo-
nados frutos sin encontrar apenas resistencia. Resignado está
el imperio del Hijo del Sol á perder una por una todas sus
fuentes de riqueza, con tal de hacerse la ilusión de que con-
serva su libertad, y la brillante jugada hecha por Alemania en
el orden exterior la complementa en el orden interior por
haberse granjeado, repetimos, el apoyo del centro católico,
dando ocasión al canciller del imperio para declarar en pleno
Reichstag la caducidad en el extremo Oriente del protecto-
rado religioso que hasta ahora había ejercido Francia.
En el largo interregno que medió entre el informe de
146 REVISTA CONTEMPORÁNEA

Mr. Richthofea y la ocupación de Kiao-Tcheou, no cesó Ale-


mania de preparar el terreno para el buen resultado que se
prometía, siguiendo lentamente, pero con método, su plan,
fomentando y acrecentando sus esfuerzos industriales y co-
merciales en China; recorrieron el país en todos sentidos sus
agentes de negocios, sus líneas de vapores y sus veleros se
hacían casi dueños del cabotaje, hasta tal punto que llegaron
á repostar y aprovisionar la escuadra francesa del Almirante
Courbet en sus operaciones sobre el litoral chino. En el año
de 1885, es decir, tres después del viaje efectuado por
Mr. Richthofen, el Gobierno acordó una subvención postal á
la Compañía de navegación de Brema titulada Norddeutscker
Lloyd, que hacía ya viajes á Hong-Kong, subvención que
desde luego tasó en 4.400.000 marcos, siendo una de las
cláusulas del contrato el que la empresa debía destinar á este
servicio buques de 3 000 toneladas de registro, con un andar
de limillas; pero desentendiéndose al poco tiempo la Compa-
ñía de esta cláusula, qne la colocaba en evidente inferioridad
respecto á las líneas francesas é inglesas, cuya concurrencia
disputaba, puso en servicio barcos cuyo registro pasaba de
las 5.000 toneladas, con un andar mínimo de 14 millas, es-
fuerzo que obtuvo su recompensa dos años después, en que
la Compañía, con negocio próspero, llegó á contar una flota
en aquellos mares de más de 45.000 toneladas, elevadas á
72.000 ocho años después, ó sea en 1895; la velocidad de es-
tos barcos llega á las 16 millas y su desplazamiento á'io.ooo
toneladas.
Mucho se discutió en Alemania la cuestión de la subven-
ción, por estar muy generalizada la idea de que la navegación
subvencionada no era otra cosa que un monopolio exclusivis-
ta en perjuicio de la navegación libre; pero pronto se conven-
cieron de lo contrario al ver que mientras la línea de Brema,
si bien en próspera situación, estaba limitada al servicio postal
únicamente, la ciudad de Hamburgo enviaba todos los años á
los mares de China un contingente de más de 60 vapores, lle-
gando á establecer sin subvención de clase alguna la Compa-
ñía Kinsinglinie un servicio regular y constante. Por fin en el
año i8g8 se decidió la gran Compañía Hamburg-Amerika á
A VUELA PLUMA 147

organizar una línea desde la madre patria á Singapore, Hong-


Kong, Shanghai y Yokohama, con líneas suplementarias á
Kiao Tcheou y Tient Tsin, y en virtud de un convenio efec-
tuado con la Norddetitscher Lloyd arboló en los mástiles de
sus barcos el pabellón postal del imperio.
Los progresos comerciales de Alemania, á partir de aquel
año, han sido sorprendentes. Ingenieros prusianos construye-
ron el ferrocarril de Woosung-Shanghai Nankin, y más de
cien casas comerciales y de comisión se establecieron en di-
versos puntos; líneas regulares de vapores, arbolando el pa-
bellón alemán, hacen una terrible coaipetencia á la bandera
inglesa en el Yang Tsé-Kiang; el servicio marítimo entre
Hong-Kong y Bankok (Siam), explotado hasta hace poco por
una Hnea inglesa, ha caído en las manos de una Compañía
alemana; la casa Krupp tiene un representante oficial en Tient-
Tsin, y la casa Loeve ha sido la encargada de suministrar los
fusiles modernos para el ejército regular chino; las grandes
casas de banca, que un papel tan principal juegan en el des-
arrollo de la industria del Alto Rhin, han establecido sucursa-
les en Shanghai y TientTsin; viajantes de comercio de Berlín,
Drcsde, Munich y otras poblaciones espárcense por todo el
litoral chino, y la propaganda comercial pone en práctica
nuevos medios para conquistar la clientela. Establecida de an
temano en la capital una escuela oficial de lenguas orientales,
viértense al lenguaje chino por los alumnos los prospectos de
todos los negociantes exportadores, y hasta se ha llegado á
publicar en Berlín un periódico para China y redactado en
chino, que se remite gratis por todos los vapores á los man-
darines de rango superior, virreyes de provincia y en general
á todos los funcionarios del imperio, y cuyo íin no es otro
que el anuncio y la propaganda.
Al sobrevenir los últimos acontecimientos de Peking, en que
las legaciones fueron sitiadas, mandó Alemania á China mayor
contingente de fuerzas que ninguna otra nación europea, á ex-
cepciÓQ hecha de Rusia en la Mandchuria, y el golpe mas há-
''il de su política fué el haber hecho aceptar como generalísi-
"lo de las tropas internacionales al Feldmariscal de Waldersée;
^ste nombramiento acrecentó su prestigio de un modo ilimi-
148 REVISTA CONTEMPORÁNEA

tado, tanto que ha parecido consagrar un puesto prominente


entre las demás naciones que obraban en mancomún, distin-
ción ésta que no pudo menos de impresionar profundamente
al Gobierno chino, que, como jefe de un pueblo semibárbaro,
interpreta la supremacía militar como signo de preponde-
jancia en los demás órdenes. Así, pues, la alta dignidad con-
ferida á uno de los héroes de la campaña de Francia consti-
tuye para el comercio alemán el más expedito y significativo
de los reclamos.
Púsose todo el cuidado para que la expedición militar sali-
da de Alemania apareciera á los ojos del pueblo chino, á la
par que fuerte por su número, como modelo en armamento y
organización, no omitiéndose por lo tanto gasto alguno. Su
efectivo se compuso de 19.602 hombres, de los cuales 582
eran jefes y oficiales, 120 médicos, 160 funcionarios asimila-
dos y 27 de rango inferior; se adquirieron en el Norte-Amé-
rica y Australia 5.500 caballos, y 30grandes vapores fueron fle-
tados para la conducción del material y personal, vapores per-
tenecientes todos á la marina alemana y que suministraron las
Compañías Hamburg-Amerika y J^loyd. Este movimiento casi
simultáneo de buques nacionales hizo concebir, por este mero
hecho, idea muy favorable recpecto á la marina mercante del
imperio, tanto más si se recuerda ¡o acaecido en Francia con
motivo de su expedición á Madagascar, que fe vio obligada
por imperiosa necesidad á echar mano en gran parte de bu-
ques extranjeros para efectuarla. La misma España, en el cur-
so de sus desastrosas guerras coloniales, jamás se vio en el
trance de tener que conducir sus tropas á través del Océano
bajo un pabellón distinto al de la Patria.
La escuadra alemana de los mares de China, respetable ya
de por sí antes de los sucesos, fué reforzada con cuatro aco-
razados de segunda clase, un gran crucero y tres torpederos
de alta mar, buques éstos enviados directamente de Europa,
á los que se agregaron otros cuatro pequeños cruceros y caño-
neros afectos al servicio de otras estaciones de Asia y Ocea-
nía; se remitieron de Kiel para los barcos suplemento de muni-
ciones, material de telégrafos sin hilos y de desembarco, y
las fuerzas marítimas del imperio pudieron presentarse al ni-
Á VUELA PLUMA I49

vel de todas las mejor organizadas entre las concurrentes á la


famosa rada de Takou.
El método y rapidez con que fueron enviadas estas fuerzas
marítimas y terrestres á China sorprendió al mundo entero, y
huelga manifestar que nada se olvidó para dejar asegurado
el mejor éxito de la expedición. Verdad es que en ningún otro
país del globo se exige una disciplina tan estrecha y tan pron-
to cumplimiento á los mandatos como en Alemania; pero
igualmente puede asegurarse que ninguna otra nación se pre-
ocupa tanto del bienestar del soldado y del marinero, así como
de su salud física y moral, habiendo llegado el caso última-
mente, y por efecto de esta expedición, de haberse aumentado
por iniciativa del Gobierno imperial en un 33 por loo las pen-
siones acordadas por la ley de 1871 á los parientes de los
soldados y marineros muertos en campaña. Otra innovación
se lia llevado á cabo que habla muy alto en pro de la perspi-
cacia y previsión alemanas, y ha sido que con el fin de evitar
ejemplos dolorosos y muy comunes á otros ejércitos, de no
poderse identificar de una manera cierta los cadáveres sobre
el campo de batalla por efecto de desfiguraciones, se ha hecho
reglamentario para cada soldado de mar y tierra la posesión
de una medalla de forma especial que lleva colgada al cuello,
en la que están grabadas las principales características de su
poseedor.
En F"rancia, Inglaterra, Italia, España y otras muchas na-
ciones, al partir un buque ó expedición á lejanas tierras, en
algunas poco y en otras nada se preocupan de las relaciones
que dejan en su país los que la componen, sucediendo lo con-
trario en Alemania, en donde se estudia y se procura multi-
plicar los lazos que unen á sus individuos coa la madre patria
y con sus familias. Una de las preocupaciones del Estado Ma-
yor alemán, tan pronto colocaron su planta en China las fuer-
zas del imperio, fué la de poner la correspondencia telegráfi-
ca, tan costosa desde el extremo Oriente, al alcance de los
soldados, y como consecuencia de laboriosas negociaciones
con las Compañías de los cables, y después de un trabajo de
casi ilimitada reducción en las frases y palabras y sirviéndose
de una especie de clave, se ha logrado el que cualquier indivi
15° REVISTA CONTEMPORÁNEA

dúo de tropa, por el módico precio de 3 francos con 70 cén-


timos, pueda comunicarse con su familia, despachos que las
más de las veces implican un gasto de 80 á 100 francos para
los particulares que no gozan de este privilegio.
Vamos á detallar, si bien someramente, las condiciones y
posición que ocupa el nuevo puerto alemán del litoral de Chi-
na. Al fondo del inmenso golfo de Kiao Tcheou y sobre la
costa del Este se encuentran los dos puertos alemanes, el
grande y el pequeño, y colocados uno al lado del otro; las
colinas moderadamente levantadas que los rodean permiten
la construcción de buenas baterías de defensa, algunas de las
cuales es-án ya listas, y los accidentes del terreno son á pro-
pósito para levantar en sitio oculto y resguardado de uu bom
bardeo los polvorines y almacenes. La rada, cuyo dragado no
ofrece dificultades por ser fango suelto el que se encuentra en
su fondo, ha obtenido ya profundidades de diez, doce y has-
ta quince metros en algunos puntos; los trabajos verificados en
el pequeño puerto están ya casi terminados, sirviendo de abri
go y fondeadero á una multitud de barquichuelos y lanchas
de pesca, que son los que lo habitan, formándolo dos muelles
de hierro sobre macizas pilastras, por los cuales corren tres
vías férreas.
Los planos de Kiao Tcheou, aprobados definitivamente al
principiar el año 1899, están hoy día casi enteramente ejecu-
tados, habiendo sido una casa de Hamburgo la que contrató
y corrió con los trabajos, siendo ya tan completa y radical la
transformación de este pueblo chino antes sucio que no
se sabe si admirar más la limpieza y orden que reina en todas
partes, ó la coquetería de los edificios recién construidos por
los nuevos dueños. El aspecto que presenta hoy día la pobla-
ción es el de una linda villa alemana, y entre los edificios que
más se destacan está el palacio del Gobernador general, todo
él rodeado de jardines, el cuartel de artillería á orillas del
mar, el faro del puerto en el fondo del golfo, iglesia y lazare-
to. En Tsing-Tau, á la entrada, están establecidos los servi-
cios de puerto, prácticos y valizas. También se han estable-
cido astilleros para construcción y reparaciones de barcos, ta-
lleres de fundición, forja y calderería, un dique flotante y
Á VUELA PLUMA 15 I

próximo á terminar un muelle de hierro de doscientos quince


metros de largo para operaciones de carga y descarga; en
vías de completarse el relleno de grandes terraplenes para la
instalación de depósitos de carbón y vastos almacenes para
mercancías.
En los valles que rodean á Tsing-Tau se ha construido un
extenso polvorín que cubre una superficie de 3 000 metros
cuadradas con tres edificios separados destinados á proyecti-
les, cartuchería y algodón pólvora, y sobre la colina litis mag-
níficos cuarteles de piedra de sillería con pabellones y depar-
tamentos para todos los servicios; éstos y otros estableci-
mientos y proyectos militares que, como las baterías, se
guardan muy bien de situar en los planos, prueban de una
manera evidente que las condiciones de defensa de la nueva
colonia no han sido olvidadas en el programa.
Todos los trabajos han sido y siguen dirigidos y ejecutados
por alemanes; pues desde que los planos fueron aprobados,
el ramo de marina envía un número considerable de operarios
voluntarios sacados de los arsenales de Kiel, Wilhemshafen y
Dantzig, con máquinas y herramientas de todas clases.
El movimiento comercial de Kiao-Tcheou empieza á des-
arrollarse con muy buenos auspicios; el puerto chino alemán
ha recibido en el año que media entre el mes de Octubre del
99 al Octubre del 900 182 vapores, de los cuales 143 fueron
alemanes, siendo también considerable el movimiento del pe-
queño cabotaje llevado á cabo por los juncos y demás em-
barcaciones del país.
Así, en el corto espacio de tres años que hace que Alema-
nia puso el pie en China, ha hecho lo que España no supo
verificar en un interregno de tres siglos en el Archipiélago
filipino, ni sacar paitido alguno de Fernando Póo en sesenta
años que allí imperamos, siendo análogo el porvenir que es-
pera á nuestros territorios del Muni: en estudios sobre coloni-
zación á la inglesa, que es lo que ahora priva, eternos proyec-
tos y anteproyectos, consultas y expedientes, seguiremos per-
diendo el tiempo hasta que nuestra reciente flamante adquisi-
ción siga el camino de las antiguas. Pero ¡qué importa que
se pierdan las colonias, si queda incólume nuestro honor bu-
152 REVISTA CONTEMPORÁNEA

rocrático y á salvo los formulismos administrativos! (i) Así,


repetimos, ha creado Alemania en este corto espacio de tiem-
po un magnífico puerto y levantado una pequeña ciudad^uya
población alemana va creciendo por días, rodeándola de obras
de defensa; ha construido carreteras y caminos de hierro, ha
organizado talleres de todas clases, y está en vías de explotar
de una manera seria las riquezas del territorio indicado por
Mr. Richthofen y que se hizo conceder, habiendo logrado
acaparar una buena parte del comercio del extremo Oriente,
cuyo total exclusivismo pertenecía antes á la bandera británi-
ca, á la que hace una formidable competencia. Posee actual-
mente una flota de más de 600 buques de comercio recorrien-
do los mares de China, lazo indispensable para que la indus-
tria alemana siga cada día con mayores éxitos la conquista pa-
cífica y provechosa del imperio del Hijo del Sol.
Pero ¿á qué seguir enumerando y detallando los progresos y
adelantos de Germania? Dependen aquéllos y son productos
de las energías de un pueblo trabajador, maral y perseveran-
te, secundadas y dirigidas por un Gobierno que piensa y obra
imbuido en las aspiraciones patrias, y cuyo espíritu alemán en-
carnado está aun en las más insignificantes de sus funciones.
Bastan estos elementos para constituir una patria grande, rica,
poderosa y respetada.

II

Pronto se cumplirá el compromiso que contrajo la difunta


Reina Victoria con sus subditos antípodas, al ser votada en el
año último por el Parlamento británico la ley autorizan-
do la federación de las colonias australianas, bajo el nombre
ó denominación de Comunidad Australiana. Refiérese á la so-
lemne promesa que por cquel entonces hizo la Graciosa Ma-
jestad del Reino Unido de hacerse representar, en el acto y
ceremonia de inauguración de las Cámaras federales, por su

I ) ASÍ hablaría Zíratustra si tunera que disertar respecto á la administra


cidn de nuestra patria.
Á VUELA PLUMA I53

nieto el Duque de York y Cornouailles; y el Rey Eduardo,


respetando la voluntad de su augusta madre y á pesar del re-
ciente luto que embarga á la Real familia, ha querido que se
cumpliera en todas sus partes la totalidad del programa. En
su consecuencia, el día i 6 del pasado Marzo zarpó del puerto
de Porsmouth, con rumbo á Australia, una división naval que
iba escoltando al yate Ophir, en cuyo bordo arbolábase la
real insignia, por ser este buque el destinado á alojar mientras
durase el viaje á SS. A A. el heredero del trono y su real con-
sorte.
Lo que e n u n principio no fué otra cosa sino el cumplimien-
to de una promesa, tomó posteriormente proporciones de un
suceso de la más capital importancia parí los fines de la po-
lítica imperialista que persigue la Gran Bretaña. El Duque de
York, presunto sucesor de la corona, visitará en el viaje que
ha emprendido todas las colonias autónomas inglesas y otras
que directamente dependen del Gobierno de la metrópoli, en
las cuales parará más ó menos tiempo, según requieran las
circunstancias: su itinerario comprende á Gibraltar, Malta,
Aden, quizás Bombay y Calcuta, Australia, Tasmania, Nueva
Zelanda, Cabo de Buena Esperanza y Canadá.
Precedieron á SS. AA. RR. en el viaje destacamentos de
cada una de las armas del ejército inglés y cuya misión es la
de aguardar en Sidney la llegada de las Reales personas, para
que, en unión de las tropas australianas y fraternizando ambas,
les sirvan de guardia y escolta. El recibimiento que, según
noticias, prepara la capital de la futura comunidad australiana
revestirá los caracteres de un acontecimiento por lo grandioso
y entusiasta, dejando atrás todo cuanto hasta la fecha se ha
llevado á cabo en materia de recibimientos. Según programa,
abrirá el Duque en persona el Parlamento federal rodeado de
lucida escolta, entre la que ocuparán un lugar las tropas de la
metrópoli, no con el único fin de hacerlas figurar como cor-
tejo oficial que manda la Gran Bretaña, sino con el doble mo-
vo de corresponder á lo hecho en 1887 cuando celebró sus
bodas de diamante la Reina Victoria. Por entonces, la presen-
cia de las tropas coloniales en el cortejo del jubileo hizo
comprender y acrecentar también á los ojos de los ingleses
154 REVISTA CONTEMPORÁNEA

el valor é importancia de su colosal imperio, como demos-


trará á los australianos en la presente ocasión la cohesión del
mismo, y del cual se muestran tan orgullosos con ser uno de
los componentes.
Después de declarar abierto el Parlamento federal, acon-
tecimiento que debe realizar en los primeros días de Mayo el
Duque de York en nombre y representación de su padre el
Rey Eduardo, un paso de gigante se habrá dado en el camino
de la Federación Imperial, un nuevo lazo, si se quiere invisi-
ble, pero muy sólido, ligará con nueva fuerza á la Australia
con la madre patria, lazo que, debidamente considerado, no
es sino puramente sentimental; pero ¿qué es el imperialismo
sino un sentimiento? Sentimiento, repetimos, que dimana de la
comunidad de origen y raza que le ha dado vida y calor; por
él solo han combatido y combaten los canadienses y austra-
lianos en África, y sin duda alguna será ésta la poderosa ca-
dena que estrechará más y más en adelante á las colonias con
Inglaterra. La unión en esta forma y sobre las bases de una
autonomía completa es sencilla y natural, pero variarían en
absoluto estas condiciones el día que quisieran establecerse
entre las diversas partes del imperio relaciones administrativas
y aduaneras más estrechas ó centralizadoras. Dada entonces la
extensión y situación de las colonias, tentáculos que esparci-
dos están por todas las zonas, el sacrificio de las unas por las
otras sería necesario, por ser esencialmente distintos y en al-
gunas ocasiones completamente opuestos los intereses de ellas
entre sí ó de alguna de ellas con la metrópoli Éste ha sido el
gran obstáculo que en principio ha tropezado el proyecto de
Unión aduanera^que tantos prosélitos llegó á adquirir, y credo
aún no hace muchos años de una buena parte de la opinión
en Inglaterra, obstáculo que á medida que se hubiera ensan-
chado y desarrollado el movimiento industrial de las colonias,
sería insuperable.
Fecundas en emociones fueron las últimas desavenencias
surgidas entre Rusia é Inglaterra por el derecho de prioridad
que ambas alegaban sobre terrenos enclavados en la zona que
atraviesa el ferrocarril de Tient Tsin; dados los equívocos sen-
timientos, por no decir hostiles, que animaban á los respectivos
Á VUELA PLUMA I55

contendientes, creóse una situación harto difícil que llegó á


revestir caracteres de gravedad, por hallarse aferrados ambos
adversarios en lo que creían su razón y su derecho. Aima al
brazo y mecha encendida permanecieron por espacio de algu-
nos días á ambos lados de la vía férrea, separados sus atrin-
cheramientos por una distancia que apenas llegaba á los cin -
cuenta metros. La preocupación de las cancillerías europeas
llegó casi á su período álgido, por no desconocerse cuan fácil
era el peligro de una colisión si por unos días más se prolon-
gaba aquel statu quo de la intransigencia; una falsa alarma, un
disparo hecho por un centinela podía traer como consecuen-
cia inmediata el derramamiento de sangre, complicando más
la cuestión, sobradamente tirante de por sí; pero al fin imperó
la prudencia, renunciando ambas partes, siquiera momentá-
neamente y merced á la intervención del Mariscal Conde de
Waldersée ó á instrucciones recibidas de sus respectivos Go-
biernos, á lo que creían su derecho, dejando que la diploma-
cia resuelva y falle sobre pretensiones aducidas y tenazmente
sustentadas.
La crítica posición que á sí propia se ha creado Inglaterra
con su injusta y desastrosa campaña del África austral ata sus
manos y voluntad para poner en acción todos los medios ne-
cesarios que inclinaran á su favor el fallo de una solución que
es de la más alta importancia para su prestigio en China, y
Rusia y Francia, que conocen sus ventajas, no las desaprove-
chan, la primera en la propia China y la segunda en Marrueco?.
Si en poder de Rusia llegaran á quedar los terrenos en litigio,
golpe terrible sería para Inglaterra, por representarle la pérdida
de la llave de Peking en tiempo de guerra y relegada á segundo
término la supremacía comercial que ejerce en toda la región
de Petcheü en tiempo de paz; y esta eventualidad, que, dado su
estado político, se le presenta como dudosa, subleva su orgu-
llo. Sublévase igualmente contra las tendencias anexionistas de
Rusia en la Mandchuria, y por más que en el terreno cancille-
resco ha logrado una ventaja sobre su enemiga de siempre,
aconsejando y haciendo, apoyada por ios Estados Unidos y
Japón, que la corte del Celeste Imperio rechazara la firma del
tratado que Rusia le proponía llevar á cabo entre ambas.
156 , REVISTA CONTEMPORÁNEA

esta ventaja es puramente nominal, toda vez que el imperio


moscovita, á título de protección y de mantener el orden,
como Ing-Jaterra hace en Egipto, no evacuará ni retirará un
solo soldado de los que tiene en la región mandchua sino á
kalendas griegas, ateniéndose á promesas y aduciendo argu
cías que ya sabemos lo que significan en el lenguaje diplo-
mático.
La campaña que con motivo de los sucesos de China ha ini-
ciado la prensa inglesa contra el imperio del Tzar ha llamado la
atención por los caracteres de violencia que ha revestido. Los
periódicosy/«§¿?í'í, contaminando á los más sensatos, denun-
cian á la faz del mundo lo que ellos llaman la maia fe de Ru-
sia, no siendo el Times y el Standard áQ los menos exaltados;
esfuérzanse unos y otros en exagerar la importancia que para
odas las naciones tienen las convenciones ó tratados que
aquélla celebra en apartado distinto y á solas con China, con
evidente perjuicio de los intereses europeos en general y de
os británicos en parücular, y no cesan de clamar por una polí-
tica firme y enérgica: unas vecQS jaleando á Alemania y otras al
Japón, nos regalan á diario con sensacionales noticias, alternan-
do con la próxima movilización de un ejército de 300.ooo ja-
poneses prestos á entrar en China como protesta de la ocu-
pación de la Mandchuria por Rusia, y la marcha de la es-
cuadra del mismo imperio con rumbo á Corea. Pero todos
estos clamores y bravatas no impiden la continuación lenta
pero segura de la política moscovita hacia su objetivo. Recti-
ficaciones posteriores nos presentan al Japón preparándose,
sí, para ulteriores acontecimientos, pero poco dispuesto á que
se repita el tratado de Simonosaki, cuyo principal provecho
fué para otras entidades, ni á sacar por el presente las casta-
fias del luego en beneficio de otra potencia, dando lugar á
que su semjpasibilidad en el asunto se interprete como causa
de que exista algún arreglo ó convenio entre ambos impe-
rios, cuyo fin, según todas las probabilidades, se refiera á la
Corea. La"repugnancia que, por otro lado, siente en general
el pueblo germano por sus flamantes aliados de hoy ha mo-
tivado que la Cancillería del impqiio ande, como se dice vul-
garmente, con pies de plomo en la cuestión de extremar sus
Á VUELA PLUMA I 57

simpatías á Inglaterra, las que podrían ser causa de salir algo


malparada la popularidad de los Hohenzollern, El Conde
Bülow, pulsando la opinión, ha comprendido que Alemania
no se muestra propicia á las miras inglesas y ha declarado
recientemente en pleno Reichstag, y sin duda competente-
mente autorizado, que el Gobierno del imperio se desentendía
por completo de la cuestión de la Mandchuria, por ser nulos
en aquella región los intereses alemanes; desencanto nuevo
para Inglaterra, que creía haber uncido al carro de su polí-
tica el imperio del centro. Ahora bien, en cualquier sentido
en que se trate de dar solución á los problemas de China,
precisa reconocer que la actual situación de la Gran Bretaña
es poco favorable para que se resuelvan aquéllos conforme á
las miras y aspiraciones de su política.
Aparte de los enormes dispendios que representa para la
Gran Bretaña la guerra que sostiene en el Sud africano y la
expedición de China, su presupuesto ordinario en el presente
año se elevó á la suma de J6O millones de libras esterlinas,
de las que 30.875.000, ó sea el 20 por 100 aproximado, los
dedica al fomento de su marina. Ahora bien, dado el valor
de nuestra moneda en el mercado europeo, lo que Inglaterra
arroja al agua, como diriamos en España, en el corriente año
de gracia, suma la pequenez de i . i o o millones en números
redondos.
Abarcan las fronteras de España un total de 4 9S2 k'' , de
los que I 664 corresponden á los límites terrestres de Francia
y Portugal y los 3.318 restantes á su perímetro marítimo, y
sin duda pensando al revés, que es como se suele pensar y
obrar en nuestra patria, dedica ésta la enorme suma de 25
millones de pesetas, que viene á ser el 2 y '/* por 100 de su
total presupuesto, al fomento de su armada, cantidad que, á
pesar de su insignificancia, peca de exorbitante, según á dia-
rio nos regalan los oídos los Dulcamaras políticos y de la
prensa. Este presupuesto de la miseria, comprensible sólo en
la patria de D. Tancredo, que no concibe otra España sino
la que limita Vallecas, Retiro y Campo del Moro, da margen
ú que sólo exista la marina en el nombre (y que, de seguir
como está, sería , más conveniente para el país su total des-
IS8 REVISTA CONTEMPORÁNEA

aparición); es, sin embargo, pretexto y aguijón para que pro-


siga con nuevos bríos la campaña demoledora iniciada desde
hace algún tiempo, ignoramos si con fines piadosos ó torci-
dos, campatía que, después de todo, resulta más contra la
patria que contra la institución, blanco de los odios de algu-
nos sectarios, imputándole una administración desastrosa, que
indudablemente se destaca del cuadró emocionante y armonioso
con que se nos presentan las de los demás ramos. ¿Creerá el
país de buena fe que con este presupuesto se puede tener
marina, como creía de su marido aquella mujer celosa que
porque gastaba diez céntimos cada vez que salía á la calle le
imputaba que mantenía entretenidas fastuosamente?
A pesar de los holgados presupuestos con que cuentan las
marinas de guerra de otros países más afortunados que el
nuestro, presupuestos que dan de sí lo suficiente para que sus
buques estén.perfectamente atendidos, ascienden á \3,peque-
nez de ciento diez y siete (que se sepan) los siniestros y ave-
rías que ha tenido la flota de guerra inglesa en el término d2
un año, y los que se registraron en la marina francesa en el
mismo interregno de tiempo pasaron de setenta y ocho. Cita-
remos unos cuantos botones de cada país de los principales,
para que aprecien los entendidos censores impugnadores del
personal de nuestra armada cómo cuecen á calderadas las ha-
bas los que gozan el no escaso beneficio de contar con medios
sobrados, repetimos, para no confeccionar esta clase de
guisos:
Acorazado ruso Admiral Apraxina, de 4.200 toneladas y
construido en 1896; varó en la isla de Gothlandia (mar Bálti-
co) y se salvó después de cuatro meses de ímprobos tra-
bajos.
Destróyer francés Framme; se fué á pique en el cabo de
San Vicente por haber chocado con un acorazado de la es-
cuadra de que él formaba parte. Hubo cuarenta y siete aho
gados.
Crucero alemán Bussart; explosión en un tubo de vapor,
acaecida en la bahía de Aden (Arabia) en Agosto último. Tuvo
cuatro muertos y catorce heridos,.
Torpedero francés Bonet Villameur; se fué á pique en I."
Á VUELA PLUMA I 59

de Septiembre último en los bajos de Gauthier cerca de Cher-


burgo.
Torpedero ruso núm. 207 se fué á pique en aguas de Port-
Arthur (China) el día 2 de Octubre del pasado año, á conse-
cuencia de una colisión habida con el de su misma clase nú-
mero 204.
Torpedero ruso núm. 204; tuvo grandes averías producidas
por el choque que tuvo con el de igual clase núm. 207.
Torpedero francés Trombe\ se fué á pique por efecto de
chocar contra un bajo de piedra, el 29 de Septiembre, entre
Port-Lay y Quilhuit al Norte de la isla de Groix. Este buque,
cuando ocurrió el accidente, estaba efectuando las primeras
pruebas después de su salida de los astilleros del Loire.
Crucero francés Decidée; sufrió averías en las aguas de Chi-
na por habérsele reventado, en 13 de Octubre, un tubo de va-
por. Tuvo un muerto y cinco heridos.
Transporte francés Caravane; una explosión en aguas de
China, ocurrida el 23 de Octubre, le causó la muerte de cua-
tro de sus ttipulantes, con más diez heridos y averías de con-
sideración
Crucero inglés Yosemite; naufragó en aguas de las Islas Ma-
rianas y cerca de la de Guam, el día 15 de Noviembre, con
pérdida de cinco tripulantes.
Fragata alemana Gneisenau; naufragó estando fondeada en
la rada del puerto de Málaga, pasando de cuarenta los ahoga-
dos que tuvo.
Torpedero francés Fleurus; grandes averías por choque
en Brest.
Crucero inglés Sybila; á pique en el cabo de Buena Espe-
ranza á causa de un temporal: tuvo doce ahogados.
El acorazado francés Almirante Duperré; averías de consi-
deración de resultas de un ejercicio de cañón verificado en 13
de Enero del corriente año. Faltó el freno de una de las pie-
zas, destrincándose el cañón con los balances, el cual partió
los sostenes del puente, echardo éste abajo; y desarbolando
?\ barco del palo trinquete con cofas militares, de resultas de
haber partido sus obenques. Tuvo siete heridos.
Acorazado inglés Afilón', salió del arsenal de Plymonth el
l60 REVISTA CONTEMPORÁNEA

23 de Diciembre con objeto de probar sus máquinas, tenien-


do que regresar á puerto remolcado por varios vapores á
causa de haberle resultado inservible la máquina de babor.
Acorazado francés San Luis; se empezó á tumbar dentro
del dique de Tolón con terrible estrépito, partiendo todos los
puntales y escoras; sus averías no fueron muy considerables
gracias á la presteza con que inundaron el dique, con lo que
el buque se encontró á flote antes del tumbo total.
Torpedero francés núm. 9 1 ; se fué á pique el día 16 de
Marzo á consecuencia de haber chocado con una piedra en la
isla Brehat. Se salvó su tripulación á bordo del de su misma
ciase núm. 81, con el cual navegaba de convoy.
Acorazado brasileño Aquidaban; tuvo que arribar con ave-
rías gruesas en su máquina al puerto de Río Janeiro á los po-
cos dias de haber salido de este mismo puerto para desempe-
ñar una comisión del servicio.
Acorazado inglés Bulwarck, tuvo grandes averías en sus
máquinas al efectuar pruebas de vapor, resultando agrietados
ambos cilindros de baja presión. Calcúlase en tres meses el
tiempo necesario para remediarlas.
Acorazado inglés Furious; averías en las bombas de alimen-
tación y otros aparatos que le impiden incorporarse á la
escuadra del Canal lo menos en dos meses.
Torpedero turco Shebap\ el 27 de Marzo último le reventó
un tubo de vapor efectuando evoluciones en el Bosforo. Tuvo
tres maquinistas y seis fogoneros muertos, con más catorce
heridos.
Cañonero norteamericano Petrel; tuvo un incendio á bordo
estando fondeado en Cavite, en el que murió el comandante
y tres marineros, con siete heridos más.
Transporte turco Amien; naufragó en el mar Rojo, habiendo
tenido veinte ahogados.
Crucero acorazado francés Bruix; arbolando la insignia del
contraalmirante jefe de la primera división de la escuadra en
Brest, tuvo que entrar á toda prisa en el dique por haberse
descubierto una gran vía de agua que medio anegaba las car-
boneras. La tal provenía, según se cree, de una varada.
Sobre ser el trabajo monótono, no bastarían las columnas
A VUELA PLUMA l6l

de esta REVISTA si se insertaran en ella todds los accidentes


marítimos ocurridos entre las marinas de combate de todas
las naciones en el solo interregno de un año, ni probablemente
el volumen de los veintisiete tomos que abarca el Diccio-
nario enciclopédico, si hubieran de detallarse' los de la marina
de comercio del mundo. No goza la marina de guerra espa-
ñola del triste privilegio de sufrir accidentes en .sus barcos,
como quieren suponer algunas almas piadosas y periódicos
caritativo?, y valiéndonos de un concepto vulgar, diremos
que los platos los rompen los que con ellos andan, y no los
que no los usan.
Como última palabra de arquitectura naval, acaba de lan
zarse al agua en los astilleros de Belfast, el día 4 del mes que
rige, el vapor Celtic, de la Compañía «White Stard Line», bu-
que que alcanza un tonelaje bruto de 20.880 toneladas, siendo
su desplazamiento en plena carga de 36.700 toneladas.
Considerábanse como monstruos á principios del siglo XIX
buques cuya máxima eslora apenas llegaba á los ciento se-
tenta pies, y á las dos mil toneladas su mayor desplazamien-
to ¡Qué revolución en un siglo! El eterno sonsonete de los in-
genieros constructores, afirmando lo irresoluble al proyectarse
vasos de más extensos volúmenes, encuéntrase desmentido
al poco tiempo con la construcción de nuevas entidades que
con los modernos elementos puestos en práctica coadyuvan á
sti perfeccionamiento.
Hará cosa de medio siglo que salió á navegar el Great Eas-
tern, alarde con que quiso Inglaterra asombrar al mundo y
cuya construcción fué debida, según la calificaban ingenieros
de nota, á cerebros desequilibrados. Su eslora y calado le ve-
daba frecuentar un sinnúmero de puertos; su capacidad res-
pondía con demasiado exceso al comercio de aquella época,
probándolo el que nunca pudo efectuar un viaje con el com-
pleto de su carga, y dados los deficientes resultados obteni-
dos, pronto tuvo la Compañía propietaria que buscar nuevo
campo en que pudiera el monstruo desarrollar sus aptitudes
salvando los intereses que representaba; encontrólo en parte
al encargarse el buque de la tensión de los cables submarinos;
pero los pocos resultados positivos que alcanzó determinaron
102 REVISTA CONTEMPORÁNEA

SU cafda al fin. Lo que hace cincuenta años se consideriba y


era en el terreno práctico una aberración, ha llegado á ser hoy
en día cosa natural y casi corriente. '
A continuación van insertas las principales características
de los mayores vapores construidos, buques que vienen á es-
tar en consonancia con la fuerza y desarrollo adquiridos por el
comercio universal, y que no tropiezan, por esta causa, con
las dificultades que fueron anexas al Leviatkan y á su tiempo:

DIMENSIONES Eslora. Manga. '^™ul'o^°

Celtic 213 " " , 2 8 2211,86 20.880


Deutschland 201,31 20,49 16.502
Oceanic 214,80 20,73 17-274
Kaiser W i l h e l m d e r . . .. 190,90- 20,12 14-349
Campania 188,90 19,81 12.950
Great Eastern 210,52 25,19 18.915 (i)

¿Qué de maravillas en este sentido no presenciará la gene-


ración que abra la XXI centuria?

ARTURO LLOPIS,

Capitán de fragata.

San Sebastián j i de Abril de 1901.

fi) Su desplazamiento estaba calculado en 32.160 toneladas.


NOCIONES DE SOCIOLOGÍA

P R Ó L O G O <^'

Tiátase ea estas modestas nociones de la Sociología.


Se cieó no ha mucho, y por el Sr. Gamazo, cátedra de esta
ciencia en la Universidad Central y se trajo para explicarla á
mi distinguido compañero Sr. Sales y Ferré, catedrático de
la Universidad de Sevilla y discípulo eminente de Sanz de-
Río y de D. Fernando de Castro, autor de cierto libro de Sol
ciología que anda por ahí, que suponemos no será libro de
texto, porque tiene cuatro mortales tomos, y que ea todas sus
páginas proclama la teoría de que el hombre es un animal
como otro cualquiera, perfeccionado merced á la evolución.
Por feliz contraste, y cuando el Sr. Sales y Ferré había con-
fesado que la Sociología no era más que una parte de la Filo-
Sofía de la Historia, ciencia que se enseña en todas las Uni-
versidades de Europa, no hubo en España ningún Ministro
misericordioso que se acordase de establecer esta asignatura
en el Doctorado de Filosofía y Letras, porque, por lo visto,
era más necesario que el Sr. Sales y Ferré se encargase de
demostrar á los jóvenes españoles que en los tiempos X los
nombres andaban en piara como las cabras monteses, de cuyo
estado, y por diversas gradaciones, fueron saliendohasta lle-
gar á inventar la Sociología.

( I ) D d libro que con el expresado título ha pnesto estos días á la venta el


Qistingnido profesor, notable publicista y diputado á Cortes D. José España
*-íed<5.
164 REVISTA CONTEMPORÁNEA

Repito que mientras tanto podíamos pasarnos sin conocer


la Filosofía de la Historia, porque esta necesidad jamás se ha
satisfecho en nuestros centros docentes más que por modo
vergonzante é inadecuado.
El Sr. García Alix, por aquello de que para poca salud más
vale ninguna, ha suprimido esta disciplina del saber.
En vista de estos hechos, paré mientes en la Sociología;
pero quien me abrió por completo los ojos fué el ex Ministro
de Instrucción pública, que ha tenido la modestia de rodearse
de eminentes varones, sabios á carta cabal, según reza la Ga-
ceta . Uno de los rasgos más característicos de su ingenio ha
consistido en llevar la Sociología á la segunda enseñanza para
que los alumnos, á la vez que estudian la ciencia de las cos-
tumbres, aprendan esa parte de la Filosofía de la Historia,
cuando todavía no saben ni filosofía ni historia. Demás de
esto, no reflexionó el Sr, García Alix que era muy peligroso
llevar á la Sociología á la segunda enseñanza, pues siendo
ésta una ciencia de acarreo y derivada de otras muchas, es
muy fácil que su concepto fundamental se escape á la tierna
juventud, y es muy difícil que la comprenda el vulgo del
profesorado, acostumbrado á que se le den las cosas hechas,
y que por no tomarse el trabajo de pensar, siendo muy espi-
ritualistas, muy cristianos y todo lo que se quiera (y los co-
nozco muy á fondo), son muy capaces de creer en el hombre
piara, y en la maitría, y en todas esas enormidades que tan
maravillosamente ha recopilado el Sr. Sales y Ferré.
Con objeto de poner remedio á tamaños males y contra-
rrestar tan insensata propaganda, protegida y pagada por el
Estado, he escrito este libro.
Si hubiera duda de que el Estado no puede ni debe ser do-
cente, bastaría para desvanecerla la presencia del Sr. Sales y
Ferré en la cátedra de Sociología.
La misión del Estado, en mi concepto, debe reducirse á
garantizar'el derecho de todos y á suministrar los medios ma-
teriales que falten para la educación y para la instrucción. Lo
demás no puede ser cuenta suya, porque el alma del niño y
del joven no es del Estado, y porque nada hay más tiránico,
más propio de los tiempos de Nerón y de Juliano el Aposta-
SOCIOLOGÍA 165

ta, que imponer doctrinas por el mecanismo de planes más ó


menos habilidosos, de programas hechos en familia por sa-
bios de Real orden y de textos oficiales escritos por pa-
niaguados Y potegidos.
En estos tiempos de libertad se obliga al alumno, por me-
dio de estos vituperables artificios administrativos, á que es-
tudie la ciencia oficial, definida oficialmente, y por tan singu-
lar mecanismo, nuestros hijos no tienen más remedio, si quie-
ren ser doctores en Filosofía y Letras, que aprender de labios
del Sr. Sales y Ferré todas las lindezas de la Sociología al
uso. Para evitar males tan graves, es indispensable restable-
cer el principio de la absoluta libertad de enseñanza, con la
garantía de que los exámenes y los grados de los alumnos,
que pueden estudiar donde quieran, como quieran y con quien
quieran, se verifiquen ante los tribunales mixtos extraños al
Profesorado oficia!.
A buen seguro que si así se procediera, si además las Uni-
versidades fueran verdaderamente autónomas y libres, si todos
los que pretenden saber pudieran dedicarse libremente á en-
señar, no existiría la desagradable cuestión de los libros de
texto, contra los cuales se ha levantado, y en ocasiones con
razón, una verdadera cruzada. Dícese por muchos que todos
ó la mayor parte de ellos son malos, y este juicio es tan apa-
sionado como injusto, porque poseertvos obras didácticas que
en nada ceden á las mejores que se publican en el extranjero,
y pueden citarse, entre otras, la Filosofía Elemental, del P. Ze-
Wino González; ios elementos de Filosofía, de Balmes; la Pre-
ceptiva literaria, de CoU y Vehy, con otras varias que no
cito, porque aún viven sus autores para honra del Profesorado
español.
No ignoro que hay también muchos libros de texto malí-
simos, ya porque los que los han escrito se han limitado á
copiar ó á traducir de mala manera, sin entender lo que
copiaban ó traducían, ya porque, aun siendo profundos y sa-
bios en la ciencia materia del libro, le han dado tal extensión
que es imposible que un estudiante pueda aprenderlo en un
curso, aunque sea de lección diaria, y para que pueda servir
es necesario hacer en el dichoso texto más acotaciones que
l66 REVISTA CONTEMPORÁNEA

en las comedias. Finalmente, se censura el elevado precio d e


los libros de texto y también hay algo de razón, en esta
censura.
Divídanse, sin embargo, los críticos del escaso público que
tiene ese linaje de obras, de los enormes descuentos á que
está sometido el autor para colocarlas, y, en suma, de que la
miseria y el hambre llaman con más frecuencia de la que se
supone á las puertas del Profesorado español.
Por lo general, la mayoría de los profesores españoles, y
muy particularmente los que explican en Institutos, escriben
libros de texto sin tener para ello ni grandes • medios de ob-
servación ni de estudio, ni tiempo y reposo. Como hay tantos
libros de texto, repito que algunos de ellos excelentes, no
pueden venderlos más que entre sus discípulos y en el terri-
torio donde ejercen su jurisdicción académica. Las tiradas son
de corto número de ejemplares, y para lograr algunas pese-
tas de beneficio tienen que ponerle al libro un precio excesi-
vo y aumentar, sin necesidad, las páginas para justificar d e
algún modo aquellas pesetejas. Demás de esto, el libro de
texto sirve para ascender cuando se califica de meritorio, y
esta calificación es muy codiciada; sólo que, por lo general,
es necesario hacer muchas visitas y reverencias para obte-
nerla de los señores consejeros de Instrucción pública, dán-
dose la anomalía de que hay profesores que con el libro fres-
co y virginal llegan á la antesala del Consejo, y al día siguien-
te se encuentran con un dictamen encomiástico del eminente
D. f'ulano ó D. Zutano, aprobado por el Consejo, mientras
que otros presentan obras á censura y esperan años y años
que se ocupen en ellas.
Ahora bien: si el Estado no puede ser juez de doctrina ni
ciencia literaria, y si conviene apreciar el mérito y los es-
fuerzos del profesor y del escritor, entiendo yo que no es el
Consejo de Instrucción pública, que se forma por el capricho
ministerial, y adonde van muchos grandes hombres y otros
muy chicos, quien debía censurar los libros, sino la Acade-
mia oficial correspondiente, según la materia de que traten.
Más útil sería para la cultura nacional que las Academias
oficiales se ocupasen constantemente en estos asuntos que no
SOCIOLOGÍA 167

que perdieran en cuestiones inútiles, como muchas veces su-


cede, miserablemente el tiempo.
También se podría poner freno á la insaciable codicia de
escribir libros de enseñanza disponiendo que cuando el libro,
por su estilo, por su doctrina anticientífica y por todos sus
errores demostrase la ineptitud del escritor, se le formara al
autor expediente si fuera profesor público y se le separase de
la cátedra.
Volviendo al precio del libro, cuestión económica que pre-
ocupa tanto á los padres de familia, aunque yo creo que de-
bía preocuparles más la educación y la instrucción de sus hi-
jos, y que eso del precio es tomar el rábano por las hojas,
porque si el libro es malo de balde es caro, y si es bueno po-
drá tener el precio natural que imprime la ley del mercado,
diré que es un artículo como otro cualquiera, de lícito comer-
cio, que en definitiva vale lo que se da por él; y esto es tan cier-
to, que hay libros muy buenos y bien editados cuyo precio
en venta ha sido de 6, de 7 y de 10 pesetas, y que, vírgenes,
se venden en las calles á 10 y 15 céntimos.
El Estado en este asunto no puede hacer nada. ¿Va á po-
nerles tasa á los libros de texto, como antiguamente se tasa-
ban todos los libros? ¿Adonde iría entonces á parar el principio
de libre contratación?
Se dirá que el libro de texto no se compra libremente,
porque le impone la jarisdicción académica. Pues para evitar
esto, que es muy malo, valgan mucho ó valgan poco los li-
bros de texto, no hay más remedio que proclamar la absoluta
libertad de enseñanza y de enseñar y establecer los jurados
de exámenes y grados mixtos, sin intervención en ellgs de los
profesores que explican las asignaturas. A buen seguro que
entonces nadie hablará de libros de texto, ni de programas,
ni pretenderá neciamente ponerle puertas al campo, ni habrá
ciencia oficial, ni hierática, ni ley de castas, ni tanta opresión
y tiranía para el pensamiento. La enseñanza no es una función
política; suele ser un arma política, y esto es lo que hay que
evitar. La enseñanza es una función esencialmente social, y la
sociedad en este asunto sólo tiene derecho á exigir garantías
de paz y de ordsn por "parte del Estado, y auxilios económi-
168 REVISTA CONTEMPORÁNEA

eos; otra intervención es absurda. Pero sin llegar á remedios


tan radicales, dentro de los iiquis miquis que rigen hoy estas
materias^ pueden hacerse muchas casas.
Para evitar la tiranía del libro de texto y del programa ofi-
cial, bastaría sencillamente con qué á cada profesor oficial se
le obligase á publicar su programa, indicando al mismo tiem-
po el texto de que pensara valerse y su precio. La publica-
ción del programa deberla ser por cuenta de los estableci-
mientos de enseñanza oficiales, y el producto de la venta del
mismo considerarse como ingreso para este gasto. Así los pa-
dres de familia podrían enterarse de cuál era la ciencia oficial
y cancilleresca, del libro de texto y de su precio, y elegir li-
bremente el que más conviniera á sus creencias y á la educa-
ción é instrucción de sus hijos.
Diré algunas palabras acerca de las tendencias de mi'libro
y de las fuentes que me han servido para escribirle.
Mi modesta obra se inspira en la doctrina Tomista, princi-
palmente tal como ha sido expuesta y vulgarizada por Tapa-
relli en su Tratado de Derecho natural. En cuanto á la histo-
ria del desenvolvimiento social y económico, hemos seguido
las huellas de Le Play ) sus continuadores, aun cuando con
frecuencia hayamos discrepado de sus apreciaciones.
No he creído oportuno anotar el libro con citas de autores
que, por punto general, no están al alcance de los alumnos
que han de iniciarse en estas materias. Los sabidores de ellas
conocen de sobra les textos á que con írecuencia aludo, y ,
por lo tanto, sería dar á mi trabajo un aparato de erudición
que no necesita el enriquecerle con tales notas y apostillas,
pues, como decía muy bien Cervantes, la empresa es fácil:
basta coger un libro que contenga todos los autores y copiar
desde la A hasta la Z. Añadiré que mi propósito no ha sido
otro que el de vulgarizar la Sociología cristiana, poniéndola
enfrente de la Sociología positivista, y sólo á mis lectores co
rresponde el juzgar si esta empresa, emprendida con mejores
deseos que medios, responde á una necesidad hasta ahora no
satisfecha y abre el camino para que otros con más ingenio,
menos preocupaciones y más tiempo, salgan á la" palestra y
pongan cortapisa á la propaganda del monismo positivista.
SOCIOLOGÍA 169

Es preciso no hacerse ilusiones: el positivismo invade hoy


la ciencia oficial y cancilleresca. Las Universidades é Institu-
tos se van nutriendo, no ya de jóvenes retóricos, como dice
con frase poco meditada el Sr. García Alix, sino con jóvenes
positivistas. Esta dirección constituye un inmenso retroceso;
regresamos á los peores tiempos de la filosofía helénica; vol-
vemos a los Anaximandro, á los Anaximenes y Anaxágoras,
á los Thales de Mileto, á las doctrinas de Heráclito y de De-
mócrito, á las de Epicuro y á las de Zenón. Lucrecio triunfa,
y la última palabra de la ciencia está encerrada en los versos
áureos de su poema De rerutn natura.
Lo deplorable es que, como no ex'ste, propiamente ha-
blando, libertad de enseñanza ni de enseñar, se nos obliga á
la inmensa mayoría que no comulgamos en tan deplorables
ideales á levantar sobre nuestros hombros y sostener la in-
mensa balumba de la cátedra de los sofistas.
Y con ser esto tan malo, no es lo peor. Cuando el positi-
vismo empuña el cetro de la metafísica, la lógica se lo arran-
ca de las manos y asienta el interés sobre el solio de la rea-
leza, y cuando en las sociedades no domina otra cosa que el
interés, en ellas se confunde el .fin honesto con el útil y con
el deleitable; todo se juzga licito para lograr lo que conviene,
y las mayores iniquidades se justifican con aquello de la lu
cha por la existencia y de la ley de la selección.
Sin embargo, los que sufren y padecen todo linaje de ne-
cesidades y de tormentos no se preocupan de fórmulas; vuel-
ven atrás la vista, y entre la niebla y la polvareda que levan-
tan los pretendidos sabios, sólo ven al hombre primitivo surgi-
do del desarrollo del anfioxus, y que por ley de evolución se
ha convertido en una especie de mono catarrino, que vive en
piara y que giuñe y se agita en la gran selva tropical. Más
adelante, el mono se perfecciona, sus ideas rudimentarias se
ensanchan, sus instintos se engrandecen y se constituye en
rey de la creación.
Unos mandan y gozan porque sí, otros obedecen y sufren
sin saber por qué.
En este inmenso tablero de ajedrez de la Historia con fre-
cuencia cambian las piezas; el rey se convierte en peón y el
170 REVISTA CONTEMPORÁNEA

peón en rey; pero los dolores y las necesidades son las mis-
mas y aumentan ó disminuyen, no por ley natural, sino por
injusta imposición.
¿Qué tiene de extraño que el inmenso número de los que
son víctimas del transitorio destino humano se desesperen?
No saben de dónde han salido; ignoran dónde van á parar; no
conocen más horizontes que los de la vida presente; notan
que el rico consume en una hora lo que al pobre le bastaría
para toda la vida, y, como es natural, se desesperan y desean
tomar sitio y empuHar cubierto en el gran banquete social.
Saben que son el mayor número, se someten á la fuerza,
sin el freno de fe, devorados por crueles penas, preparan las
grandes reivindicaciones y una serie de desdichas sin cuento.
La ley de la expiación es la ley de la Historia, y así como
son hojas que el viento arrebata y polvo informe los grandes
imperios de la antigüedad que tanto pecaron, así como la aris-
tocracia murió á manos de la clase media en Inglaterra y en
Francia, de la propia sueite la clase media, ahita de riquezas,
ensoberbe<^da, que se ha apoderado de los grandes medios
de trabajo y de toda la riqueza, la mayor parte de las veces
sin reparar en los medios; que en nada cree, que nutre las cá-
tedras del monismo positivista, será triturada, maltrecha, pul-
verizada por lo que se llama despreciativamente el cuarto es-
tado, teniendo la sociedad para regenerarse que sufrir el cas-
tigo de tantas culpas.

JOSÉ ESPAÑA LLEDÓ,


Catedrático excedente de Lógica en la Universidad de Granada.
l í S OBRAS PUBLICAS EN ESPAÑA (I)

CONFERENCIA LEÍDA EL 2 1 DE FEBRERO DE I 9 O I EN LA R ^ L


ACADEMIA DE JURISPRUDENCIA POR EL VOCAL DE LA JUNTA DE
GOBIERNO, D. FEDERICO LÓP*EZ GONZÁLEZ

La observación de nuestra vida actual nos ofrece el triste


convencimiento de que los org-anismos que peor administran-
son los compuestos de funcionarios de elección popular en
las provincias y los municipios. No cantaremos himnos de
alabanza á la Administración central ó del Estado, pero creo
que existe más moralidad en los Ministerios y sus dependen-
cias que en los ori/anismos que se llaman Diputaciones pro-
vinciales y Ayuntamientos, y no vale decir que las leyes ma-
tan las iniciativas de las corporaciones municipales y que éstas
necesitan ambiente dcnde desarrollarse. Al más exigente en
esta materia pudiera preguntarse si ciee que basta con decla-
rar de la exclusiva competencia de las corporaciones munici-
pales lo referente al establecimiento y creación de servicios
municipales, de arreglo y ornato de la vía pública, comodidad
é higiene del vecindario, fomento de sus intereses morales y
materiales, seguridad de las personas y propiedades; apertura
y alineación de calles y plazas y de toda clase de vías de co-
municación; empedrado, alumbrado y alcantarillas, surtido de
aguas, paseos y arbolados, establecimientos balnearios, lava-
deros, casas de mercados y mataderos; instituciones de ins-
trucción y servicios sanitarios, edificios municipales y toda
clase de obras públicas; y si nos contestan que esto bastaba
para la plena vida de un municipio, podemos añadir que esas

(I) Véase la píg. 83 de este tomo.


l^2 REVISTA CONTEMPORÁNEA

atribuciones están contenidas en el capítulo I del tít. III de


la ley Municipal vigente, de donde las hemos copiado. Las
limitaciones consignadas en los artículos 84, 85 y 86 no des-
truyen, ni mucho menos, las atribuciones expresadas; y sin
embargo, señores, ¿cómo se encuentran estos servicios en la
mayor parte de los Ayuntamientos de España? ¿Se ocupan
acaso los cabildos municipales de nada que pueda suponer
mejoramiento de calles, plazas, caminos y calzadas? Los mis-
rafes bienes de propios ¿no han dado ocasión á millares de
abusos? Las mejoras en, toda clase de servicios ¿no han oca-
sionado una enérgica protesta por parte de los pueblos?
Vemos de continuo que las corporaciones municipales
hacen dejación de su autonomía para descansar en la tutela del
cacique; y cuando alguna actividad desarrollan, es para secun-
• dar los insensatos deseos de la mayoría del vecindario, como
sucede en los municipios de la Mancha, donde se hace una
guerra sin cuartel á la plantación de árboles; y si alguna vez
ha estado regentado el Ayuntamiento de los pueblos peque-
Sos por hombre de superior cultura á la de sus coterráneos ó
de entendimiento más despierto, ¿no hemos visto cómo ha
tenido que arrostrar la impopularidad ó ha caído á impulsos
de la voluntad de los vecinos que protestan contra el alum-
brado de Iss calles ó contra el planteo de árboles? Y cito es-
tos hechos porque he tenido ocasión de observarlos. No es
posible, pues, hablar de ventajas ó desventajas de la descen-
tralización; creemos que es recomendable dentro de las fun-
ciones que el poder central ejerce en- provincias para evitar
dilatorios trámites en los asuntos y que se concluya ese sistema
de desconfianza de la Administración respecto á sus propios
funcionarios que se traduce por la intervención de muchos en
cosas que puede hacer uno solo; pero e^to en rigor no es des-
centralización, sino reforma en la distribución de funciones; y
por lo que respecta á la autonomía de las corporaciones de
elección popular, ejemplos bien recientes se nos ofrecen que
demuestrari que saben y pueden recabar su autonomía barre-
nando la ley, cuando el deseo ilícito de defraudar les anima;
pero no muestran voluntad ni esfuerzo para conquistarla cuan-
do de su empleo han de resultar mejoras para el bien común.
LAS OBRAS PÚBLICAS EN ESPAÑA 173

Es triste, Sres. Académicos, llegar á esta conclusión, pero


los hechos y la lógica nos obligan á formularla: todo impulso
de cultura en nuestra patria viene de los de arriba y es im-
puesto contra la voluntad de los de abajo. Recordad si no lo
que os he narrado de Carlos III y las reformas de policía ur-
bana. De todo lo cual resulta que, aun no siendo buenos nues-
tros gestores de la Administración del Estado, son mejores
que los que administran la provincia y el municipio.
Hay, sin embargo, en aquellos un pecado del que no es po-
sible absolverlos, y es el de cuidarse únicamente de los fines
inmediatos de su gestión, ganosos del aplauso impremeditado
que nace de la impresión; sin ocuparse de los resultados inme-
diatos, Y á veces más seguros, de los que perduran, de los que
surten el efecto apetecido cuando éste no puede ya ser con-
templado por su autor. No todos tienen la abnegación de tra-
bajar para el porvenir, porque saben que es lo mismo que
arrostrar la impopularidad. Los que con mirada más penetrante
ven más lejos y trabajan sin la esperanza de recibir el lauro en
vida, tendrán la fama postuma, que es la única legítima. Adap-
tarse á los vicios y corruptelas de nuestra Administración, sin
perturbar la marcha de los intereses creados á su sombra, es
tarea fácil que no trae protestas y que produce aplausos; pero
romper con los vicios y modificar sistemas y lastimar intere-
ses, supone valor para arrostrar protestas y acusaciones, y
supone patriotismo. ¿Cuál será su recompensa? El juicio des-
apasionado de los que vengan detrás. Mon, Bravo Murillo y
Camacho levantaron cruda guerra con sus sistemas económi-
cos y jamás se lanzaron protestas tan unánimes como las que
entonces se produjeron. Pasaron los tiempos y hoy se reco-
noce su acierto y se aplauden sus reformas. ¿Quién, en cambio,
se acuerda de aquellos otros que sólo recibieron plácemes en
la poltrona ministerial y cuya gestión fué siempre recibida
con la sonrisa de la complacencia de amigos agradecidos?
Por eso, Sres. Académicos, las estatuas que se levantan á
los vivos son elevadas por la gratitud personal, el servilismo,
la adulación y la esperanza de obtener algún beneficio; sólo
las erigidas á los muertos tienen la sanción del tiempo y ellas
dan público testimonio de la gratitud de un pueblo.
1/4 REVISTA CONTEMPORÁNEA

Y á este propósito de estatuas, que obras públicas son de


ornato, se nos ocurre, recordando las que en Ja corte existen,
lo mismo que al poeta,
DÍ son todos lo que están,
ni están todos lo que son.

Mientras tienen estatuas tres generales, cuyos méritos y


servicios no hemos de discutir, tiene una mezquina Cervan-
tes, debida á la iniciativa particular, y no la tiene el fundador
de nuestra nacionalidad, Pelayo; ni Alfonso el Sabio, autor de
las Partidas; ni Feijóo, fustigador del fanatismo ignorante; ni
Huarte, que presintió la psicofísica; ni el P . Sarmiento, que
antes de que Voltaire escribiese la historia del siglo de
Luis XIV y XV, determinó el nuevo sentido de ella como
ciencia del desenvolvimiento social; ni Lope de Vega, el fe-
cundo dramaturgo; ni Alarcón, el poeta más humano de su
tiempo; ni Luis Vives, el profundo filósofo; ni Jovellanos, ni
el Conde de Aranda, ni aquellos pocps pero profundos polí-
ticos que pusieron en planta el deseo de sacar á España del
marasmo en que cayó al terminar la décimaséptima centuria
para ponerla al nivel de otros países en el camino del progreso.
No hay apenas en Francia villa ó lugar de alguna importancia
que no tenga en la plaza pública alguna estatua que recuerde
al poeta, historiador, inventor, político ó sabio que nació en
su término, y al salir ó entrar los niños en la escuela» miran
la efigie y recuerdan que allí nació quien hizo algún beneficio
á su patria, y así se graba en las tiernas inteligencias la histo-
ria, no la de los conquistadores que iluminan su época con la
luz del incendio, sino la de los inventores y artistas que la
iluminan con la luz d.e la verdad, el bien y la belleza.
Perdonadme, Sres. Académicos, si el asunto me ha llevado
noás allá de los justos y naturales límites que son lícitos en las
digresiones.
Para terminar el. estudio de la legislación de obras públicas
del período revolucionario y hacer patente ante vuestra ¡lus-
trada consideración el desacierto y la impericia de nuestros
gobernantes en aquella época, digamos cómo se hizo la apli-
cación de lo preceptuado en el art, 7.° del decreto-ley de 14
LAS OBRAS PÚBLICAS EN ESPAÑA 17$

Noviembre 1868, de que nos hemos ocupado. Decfa así el ar-


tículo 7 °: «El Estado no subvencionará ninguna obra pública
construida por particulares. No se considerarán como subven-
ciones las franquicias y derechos que lleva consig-o la decla-
ración de utilidad pública>.
La primera parte de este artículo, que pudo producir alivio
en el Tesoro, quedó derogada de hecho, pero en cambio, la
segunda, que condenaba la industria española de hierro y ace-
ro, se cumplió con exacta observancia. Es decir, que no se
disminuyeron los gastos, pero se empobreció la fuente de la
riqueza pública al condenar á una muerte á la industria origen
de la riqueza privada, y por tanto de la tributación. Y la prue-
ba de que se derogó el art. 7 ° en lo referente á subvenciones
está en qne mientras por el decreto que examinamos se de-
rogaba el sistema de subvenciones, el Ministro de Hacienda
nombraba el 20 del mismo mes una comisión especial que
informase al Gobierno sobre el método y forma conveniente
de otorgar á las empresas de íerrocarriles los auxilios direc-
tos que señaló la ley de I i de Julio de 1867 y de procurar^
los indirectos á fin de hacerlas prosperar. Esto fué el acto de
• ostensible arrepentimiento de toda aquella doctrina de liber-
tad inaplicable á un país que carece de iniciativa privada, dán-
dose después el peregrino caso de que el Gobierno revolucio-
nario, que rechazaba las subvenciones por inmorales y que
todo lo fiaba á la iniciativa particular libre de trabas, cuya li-
bertad garantizaba por la intervención del Estado en estos
asuntos, íué el más pródigo en subvenciones.

• • * :
* *

Triunfante la Restauración en España, se rectifica por com -


pleto el sentido de la legislación en materia de obras públi-
cas. La ley de 29 de Diciembre de 1876 tiene una marcada
tendencia centralizadora. Acaso esta tendencia no merezca la
aprobación de aquellos que estudian nuestra legislación al
través de lo que llaman región serena de los principios y ver-
dades de la ciencia pura, y, sin embargo, la tendencia de la
'^y es, en mi opinión, digna de aplauso.
1/6 REVISTA CONTEMPORÁNEA

¿Es acaso que lo que es bueno en teoría es malo en la prác-


tica? No hay tal; lo que es bueno en teoría es bueno en la
práctica. No existe el pretendido divorcio entre ia idea y el
hecho, entre la ciencia y la realidad. Lo que pasa es que hay
falsas teorías formadas por los ideólog'os, y el edificio que se
construye sin contar con la realidad, la realidad lo derrumba.
Es que los principios no pueden asentarse a prioñ, sino como
consecuencia de los hechos, y cuando por este procedimiento
se han sentado no se desmienten nunca, como no se desmiente
la verdad de las leyes físicas cuya fórmula ha nacido de la re-
petida observación. Al fin y al cabo la ciencia, como ha dicho
un ilustre sociólogo contemporáneo, y para gloria nuestra es-
pañol, no es otra cosa que el conocimiento de una relación de
semejanza atribuida á una ley general. Ahora bien, pasa con
los fenómenos del mundo social una cosa que no es esencial-
mente distinta de lo que pasa con los fenómenos del mundo
orgánico, pero que varía en el aspecto; la diferencia está sólo
en el cuanto. Quiero decir que al ser más numerosas las le-
y e s que rigen el mundo social y más también las diversas .
fuerzas que producen sus fenómenos, se hace más difícil su
estudio por su complejidad, y á veces parece que un hecho
se ha verificado fuera del alcance de una ley porque no lo
hemos estudiado lo bastante para descubrir que en su ejecu-
ción se han cumplido varias leyes y la una modifica los efec-
tos de la otra ó los anula y destruye por completo. Por eso,
cuando observamos los funestos resultados que la descentra-
lización ha dado no indica que sea absolutamente mala ni que
la ciencia de la administración y la práctica están en des-
acuerdo, no, es que el órgano es imperfecto y no puede des-
empeñar la función, y si no nos es dable desconocer que la
función crea el órgano, tampoco debemos ignorar que el
transcurso de! tiempo es necesario para que la función vaya
perfeccionándolo. El cumplimiento de esta ley natural nos
muestra bien á las claras que al afirmar los beneficiosos efec-
tos de la autonomía provincial y municipal, que cualquiera
puede ver en las Provincias Vascas y Navarra, y afirmar
después, como afirmamos, sus desastrosas consecuencias en
otras regiones, en lo que respecta á obras públicas, no incn-
LAS OBRAS PÚBLICAS EN ESPAÑA I77
rrtmos en contradicción alguna, sino que afirmamos el hecho
de la insuficiencia del órgano para la función que se le quiere
encomendar. Nunca puede ser científico el procedimiento de
aplicar principios sin consideración á circunstancias.
La manera de ser délos españoles adolece de alguna lige-
reza en el pensar, y de censurable firmeza en sostener lo pen-
sado con arreglo á pauta ó regla preconcebida, y se ha queri-
do siempre acomodar la realidad al sistema en vez de acomo-
dar el sistema á la realidad.
Lo último hicieron los legisladores de 1876 al enmendar el
yerro cometido por los de 1868, y acaso tuvieron presente el
ejemplo práctico de Francia, Italia y Bélgica, donde los Go-
biernos ejercen tutela en el régimen local, y ya he indicado
que las reformas operadas en el régimen administrativo de In-
glaterra durante los últimos treinta años van en el sentido de
aumentar las atribuciones del poder central en la beneficencia,
obras públicas, instrucción y otros ramos de actividad con-
fiados á los organismos locales.
¿Podrá, acaso, afirmarse que la falta de ejercicio de la fun-
ción de administrar ha hecho impotentes á las corporaciones
municipales y provinciales para ejercer con provecho la ges-
tión de sus intereses? Creemos firmemente que si. Pasa en la
educación de los pueblos lo mismo que en la de los indivi-
duos. Se suele olvidar en España que el principal factor de la
educación del niño es hacer que pueda bastarse á sí propio,
dejándole al efecto cierta esfera de acción dentro de la cual
pueda experimentarlas consecuencias naturales, buenas órna-
las, de su conducta, para que de esta manera aprenda á vivir
y adaptar aquélla á los fines de la existencia. En la vida social
española perdieron las corporaciones esa beneficiosa esfera de
acción, al perder nuestras buenas y santas libertades arrebata-
das por Carlos I y Felipe II, y se inicia entonces una era de
centralización y absolutismo que sumió á nuestras corporacio-
nes en el marasmo, les produjo la atrofia y se tornaron inhá-
biles para bastarse á sí mismas, necesitando siempre la tutela
del poder central; y cuando en 1868 se alivió esta acción sin-
tieron la nostalgia de la tutela, olvidaron las obligaciones que
la nueva libertad les imponía, y a! sentir la necesidad de ese
178 REVISTA CONTEMPORÁNEA

poder, creada por el hábito de tenerlo, se entregaban al caci'


que, que recogía como cosa nullius las libertades dadas por
el Estado y rechazadas por las corporaciones. ¿Cuál será la
solucióu del problema? ¿Bastará aplicar aquel adagio de que
los excesos de la libertad se curan con la libertad misma? Po-
sible es, señores, que en un momento se mande que el tierno
niño andeaoio; pero ¿podrá andar si sólo cuenta unos meses
de edad ó si la enfermedad paralizó sus miembros? Para resol-
ver la cuestión, tengamos en cuenta que lo primero que nos
interesa es la salvación de la patria, suprema ley de todos los
actos de gobierno, y de la misma manera que al niño que no
puede andar, á reserva de enseñarle, lo primero que haremos
será cogerle en nuestros brazos cuando se avecine algún peli-
gro para librarle de él, y de insensato sería justamente tacha-
do el que lo abandonara bajo pretexto de que el ejercicio for-
tificara sus extremidades, pues la caída probable, ó ponía en
peligro su vida, ó por lo menos retardaría más, por eb temor
de otro mal igual, el momento de andar solo. Así entendemos
que ha de ser la conducta de nuestros directores políticos
respecto á la cuestión que se plantea.
Durante los años 7"/, 78 y 79 del pasado siglo y siendo
Ministro el Sr. Conde de Toreno, se promulgaron leyes de
obras públicas y su reglamento, la de carreteras, ferrocarri-
les, expropiación forzosa y \cy de ensanche de las pobla-
ciones.
Se entiende por obras públicas según esta ley las que sean
de general uso ó aprovechamiento y las constiucciones des-
tinadas á servicios que se hallen á cargo del Estado, de las
provincias y de los municipios. En los preceptos contenidos
en ella se transforma por completo el sistema planteado
en 1868, y así se determina no sólo la aprobación de los
proyectos por parte del Estado, sino la«vigilancia en la cons-
trucción y conservación de las obras públicas, policía y uso
en cualquiera de las tres eferas: central, provincial ó muni-
cipal.
Atribuye al Gobierno la facultad de formar los planos ge-
nerales de las obras públicas que hayan de ser costeadas por
el Estado, presentando á las Cortes los proyectos de ley. El
LAS OBRAS PÚBLICAS EN ESPAÑA I79

Gobierno aprobará tacabién los planos de las obras publicas


d e las Diputaciones y el Gobernador^de la provincia las de
los Ayuntamientos.
Me proponía hablaros en este lugar del abuso que se hace
por el poder leg'islativo respecto á los proyectos de ley de
«oncesión de carreteras de iniciativa parlamentaria que moti-
varon el Real decreto de 17 de Septiembre de 1886. Y des-
pués de leído el razonable preámbulo que justifica cumplida-
mente las medidas adoptadas por el entonces Ministro señor
Montero Ríos, me encuentro inserto en la Gaceta del 26 del
mes de Enero último un Real decreto de fecha 25, refrenda-
do por el Ministro de Agricultura, Industria, Comercio y
Obras públicas, D. Joaquín Sánchez de Toca, que tiene igual
tendencia y trata de poner coto al mismo abuso que el que
motivó el decreto del 80. Yoy á leeros lo sustancial del preám
bulo, pues es muy digno de conocerse y alabarse. Dice en
uno de sus párrafos que «en 1883 se abrió el portillo de los
proyectos de ley formulados por iniciativa parlamentaria, y
Jos intereses locales aparecían subordinando con harta fre-
cuencia el interés general al egoísmo particular. Así, estas
delicadas cuestiones, cuyo buen ordenamiento tiene por con-
dición más esencial gran madurez y fijeza de plan y la conti-
nuidad de un pensamiento sistemático, vienen, por el contra-
rio, á resolverse de plano sin examen técnico ni estudio pre-
vio de ninguna clase, trayendo á total perturbación todas las
obras del Estado».
Añade á lo dicho este notable documento que, «converti-
d o el plan general de carreteras en instrumento de empeñog
electorales, fué creciendo de año en año el trastorno de todos
ios proyectos trazados por la Administración pública,^y para
demostrarlo no hay sino recordar que las proposiciones de
iniciativa parlamentaria incluidas en el plan general por medio
de leyes durante el año 1883 ocupan doce páginas de la Co-
lección legislativa*.
Es decir, Sres. Académicos, que, á pesar de cuanto se
dice y se lamenta, perdura esta anarquía en la cual viven los
poderes del Estado, y mientras el ejecutivo legisla, el legis-
lativo ordena la ejecución de las obras públicas, atendiendo á
18o REVISTA CONTEMPORÁNEA

los intereses electorales. Y claro es, ordenándose la construc-


ción de carreteras, inspirándose en esos intereses suceden
cosas como las que se consignaban en los motivos del Real
decreto de i 6 de Septiembre de 1886 y que voy á leer. Fi-
guran, dice el preámbulo, en el plan general del Estado ca-
rreteras de tan escasa importancia, que per esto mismo sin
duda ni siquiera se habían incluido en los planos provincialesr
y existen dos, tres y á veces cuatro carreteras sirviendo los
mismos intereses; hay otras que recorren comarcas desiertas,
con elevadísimo coste de construcción, que por sí solo fue-
ra esto bastante para dilatarla en términos más fértiles y po-
blados. Resulta, pues, según lo que apuntado queda, que es
el diputado y no el Ministro el arbitro de las obras públicas,
y esto explica el hecho que desde 1878 á 1898 se promul-
gasen 1.059 leyes incluyendo en el plan general 1.311 ca-
rreteras.
Pero ¿es que este número de carreteras sirve para establecer
comunicaciones entre puntos rfe producción y puntos de em -
barque ó de consumo? ¿Establece comunicaciones que la in-
dustria ó el comercio haya requerido como necesarias, ó por
lo menos convenientes? El preámbulo nos da la contestación;
hela aquí: «Hay carreteras que no llegan á 500 metros de ex-
tensión, otras se han construido señalando la finca ó fincas
por donde han de pasar; trazados hay que parecen proyectos
de urbanización de un ensanche municipal, paseos de ronda
de una capital ó apertura de una grande y costosísima vía ur-
bana, precisando las calles que han de recorrer, con presupues-
tos de ejecución que importan más de millón y medio de pe-r
setas». A enmendar tales abusos tiende el Real decreto de
que m^ocupo, en cuyo articulado se marca el orden de pre-
ferencia para la construcción de los caminos en armonía con
los recursos del Tesoro y las necesidades del país
Ahora, señores, y para concluir, réstame deciros que mien-
tras en Francia existen 37.854 kilómetros de carreteras dei
Estado, 38.000 provinciales y 496.639 vecinales, aquí tene-
mos 36.815 del Estado, 6.832 provinciales y 19.300 vecina-
les. Tenemos un vecindario 45 por 100 menor que el de
Francia, tenemos más carreteras del Estado que ellos; pero,
LAS OBRAS PÚBLICAS EN ESPAÑA l8l

en cambio, al lado de sus 38.000 kilómetros de carreteras


provinciales, nosotros tenemos sólo 6.832, de las cuales co-
rresponden á la región vasco navarra 2.346, de modo que
sólo quedan 4.486 kilómetros para las 45 provincias sujetas
al régimen común; mide, pues, esta red de caminos provin-
ciales la sexta parte de extensión que la francesa. De modo,
señores, que todavía tiene aplicación al estado actual de nues-
tros caminos lo que decía el ilustre Jovellanos respecto á la
importancia de caminos secundarios que pusieran en comuni-
cación las pequeñas poblaciones.

*
* »

La manera de realizar las obras públicas por contrata ó ad*


ministración, la forma y requisitos de los contratos adminis-
trativos, las disposiciones de Bravo Muriilo respecto á los
mismos, el examen del proyecto de ley reformando la legis-
lación administrativa para lá contratación de obras y servicios
públicos de 15 de Diciembre último, la expropiación forzosa,
Ja nacionalización de los ferrocarriles son cuestiones de im-
portancia que solicitan mi atención y que debiera tratar cum
pliendo el compromiso que con vosotros contraje; pero el
tiempo tiene sus límites, como los tiene vuestra benévola
atención, y fuera inoportuno por mi parte abusar de la que
tne habéis prestado. Aplazo para otra ocasión hablar de esos
asuntos, íntimamente relacionados con el que ha sido objeto
d e esta conferencia.
En ella, señores, creo haber evidenciado cómo el estado
actual de los intereses materiales de nuestra patria es hijo de
las circunstancias históricas que han precedido al momento
presente, y si la historia es maestra de la vida, aprovechemos
sus enseñanzas y sean la regla de nuestra conducta.
He procurado hacer patente ante vuestra consideración
cómo el movimiento de cultura que se efectuó en los comien-
zos del siglo XVIIí tiene un carácter exótico y es traído é
tnapuesto por la voluntad de los monarcas; no por eso debe-
mos condenarlo, pero su efímera existencia nos demuestra la
necesidad de que tales movimientos nazcan de la tradición y
l82 REVISTA CONTEMPORÁNEA

vengan desde las raíces del árbol para nutrir las más aparta»
das hojas. Dice un ilustre pensador contemporáneo que, de
la misma manera que no hay movimiento sin algo que se
mueva, no cabe progreso sin tradición. Nosotros tenemos
tradición científica, como lo ha demostrado de gallardo modo
Menéndez y Pelayo, y lo que conviene es seguirla, recorrien-
do el camino por los jalones puestos en él en virtud de los
estudios de varones eminentes. Muchos pudieran citarse para
comprobación de este aserto; algunos he recordado en el
transcurso de esta conferencia, y si es cierto que no hemo»
tenido un Newton, descubridor de las leyes de gravitación
universal, ni un Abel que desentrañase los profundos secretos
de la ciencia matemática; ni un Galileo que sienta el movi-
miento de la tierra bajo sus pies, ni un descubridor del vapor,
ni un aplicador de su fuerza á la locomoción, no olvidemos
que acaso entre nuestros sabios hay algunos que han sido pre-
cursores de estos descubrimientos científicos; así el P , Ar-
teaga fué precursor en estética del gran Lessing; el P. Sar-
miento se adelan*'ó á Voltaire al determinar el sentido moderno
de la historia; Huarte inició la psicofísica en el siglo XVI con su
libro Examen de ingenios; el P. Mariana hablaba en su tratado
De re rustica de las limitaciones del derecho de propiedad ea
sentido socialista, y sin embargo, merced a aquel fanatismo
ignorante de los siglos XVI y XVlI, nada de esto repercutía
ni se estudiaba, porque el espíritu de nuestro país, hoy como
ayer, no comprende la utilidad del cultivo de la ciencia cuan-
do no se la aplica inmediatamente á las necesidades de la
vida; por eso no comprende al jurisconsulto sino despachan-
do pleitos, al médico si no es curando enfermos y al químico
vendiendo drogas. Semejante en esto á las organizaciones
cerebrales radas de los hombres primitivos, no concibe la
actividad que no tenga una aplicación inmediata, por lo cual
es preciso que el Estado estimule, premie y proteja al inves-
tigador profundo cuyos estudios le impiden la práctica de una
profesión que le asegure la vida. No desmayemos, seSores
Académicos, en la labor; apliquemos nuestra actividad al es>
tudio, pero no limitemos sus esferas á los libros, sino á otros
medios, como la observación, los viajes y, sobre todo, el
LAS OBRAS PÚBLICAS EN ESPAÑA 183

examen de esa realidad que tantas veces hemos olvidado, á


interrogar á la naturaleza, que nunca deja sin contestación á
quien con perseverancia y afán se dedica á estudiarla, y pro-
curemos que esta idea se lleve á la pedagogía para la acerta-
da dirección de la juventu i, que acaso el problema de nuestra
regeneración no sea más que un problema pedagógico, y
cuando espíritus apocados y temerosos de lo nuevo nos den
la voz de alerta y nos increpen porque España sale del pe-
riodo religioso y metafísico para entrar en el positivo, y nos
digan que la patria huye del santo regazo de la religión, con-
testaremos, como el protagonista del drama de Galdós: «No
huye, que resucita».
EL TEATRO DE SCHILLER"

CAPITULO V

iraUensteln.

I. Solemae iDauguracidn del período cUsico de Scfailler en el drama; factores


que cootribuyeron á la perfección de la obra.—2. Significacidn que para J»Í
alemanes tíene la gran trilogía.—3. Wallenctein estudiado desde el panto
de Tista histórico.—4.—Wallenstein en el drama.—5. Necesidad de la á¡-
TÍsidn de la obra en tres partes: el «Campamento».—6. «Los Piccolomi-
ni» y la <:Muerte de Wallenstein»; anílisis de los principales personaje».

1. Once años transcurrieron desde la aparición de Don


Carlos á la de Wallenstein, once años de una laboriosa ges
tación mental, que llevó á Schiller, por un proceso lento y
seguro, al período clásico de su literatura dramática. Ya vi-
mos en el capítulo II por qué evolución y bajo qué influen-
cias llegó á la gran poesía, á la alta tragedia, que inauguró
de la manera más solemne con la composición de la célebre
Trilogía. El poeta se encuentra ahora de lleno en el terreno
fecundo de la historia y en posesión completa y libre mane'
jo del procedimiento adecuado. El 5 de Enero de 1798 es-
cribía á Goethe: «Me he propuesto no elegir en adelante sino
asuntos históricos; asuntos de libre imaginación serían mi
escollo. Idealizar la realidad es muy distinto á realizar un
ideal, y es á lo que siempre se halla uno obligado al crearse
á sí mismo un asunto. Tengo bastantes facultades para dar
vida y calor á materias precisas, limitadas, para hacer bro-
tar de su seno la fuente de poesía; al propio tiempo. Ja pre-
cisión objetiva de aquella materia, poniendo freno á mi fan-

(i) Véase la página 587 del tomo anterior.


EL TKATRO DE SCHILLER 185

tasía, despoja mi voluntad de lo que tiene de arbitrario.»


Además de Hermann y Dorothea, que determinó entre
Schiller y Goethe una serie de conversaciones en que emi.
tieron mil ideas acerca de la epopeya y del drama, también
Shakespeare y el teatro griego, y de éste Sófocles especial-
mente, por quien sentía el poeta una admiración sin reserva,
influyeron ventajosamente en la poderosa creación de Schi
Uer. Hubiera querido imitar á Sófocles, seguirle en su pura
belleza, pero las condiciones que le rodeaban le impedían
observar con fidelidad las mismas leyes que el autor de
Edipo, obligándole á abandonar algunas de las cualidades
del teatro griego y á manifestar, en cambio, otras cualida-
des extrañas al mismo. Hallaba á los griegos menos profun-
dos, menos tiernos que los poetas modernos, por ser aqué-
llos los castizos representantes de la poesía ingenua, de la
impersonalidad natural (i). Esta diferencia la atribuía en
gran parte al distinto carácter de las religiones griega y
cristiana, que hace de aquélla esencialmente la religión do
la belleza, de ésta la religión del sentimiento. En una caria
á Goethe declaraba que reconocía en la religión cristiana
virtualmente la dirección á lo más elevado, á lo más noble,
que era la única religión estética, la religión de la bella mo-
ral (der schoenen Sittlichkeit), la supresión de la ley del
imperativo categórido (die Aufhebung des Gesetzes, des ka-
tegorischen Imperativs).
^Pero además del factor religioso, había otro elemento— el
carácter peculiar de la raza germana—que exigía modifica-
ción del ideal helénico, carácter que vino á señalar Guiller-
mo Humboldt y añadir á la diferencia religiosa. «Los grie-
gos, decía, tienen grandeza y profundidad ea las ideas, y en
tiempos posteriores también penetración y raciocinio, pero
no esta fecunda disposición intelectual en que van enlaza-
das diversidad y profundidad. Este es el privilegio de las
naciones modernas. Así observamos en los italianos y en los
ingleses una fantasía exuberante (eine ausschweifende Phan-
tasie), en Jos primeros, una de aspecto más florido y sen-

il) Ver Nñvt und stHtimtntalischi DithtuHg.


186 REVISTA CONTEMPORÁNEA

sual (eine mehr hüppige und sinnliche), en los segundos,


una de carácter más profundo y concentrado (eine mehr
tiefe und schwaermende). En los alemanes predomina la
facultad intelectual y la sensitiva (Geistes—und Empfin-
dungsgehalt), y, tocante á la última, se muestra Goethe orí
ginal, principalmente en sus obras dramáticas, que no tienen
precedente ni en los griegos ni en los ingleses, y, entre ellas,
especialmente en Hegmond, Fausto y Tasso. En Schiller,
en fin, prepondera, es cierto, la tendencia á las ideas (der
Gedankengehalt), mas haría mal en cambiar de dirección.
Cuando pienso en esta particularidad suya, haciendo abs-
tracción de tantas y tan diversas dificultades como le origi
naron tiempo, salud, estudio, lengua (i), considero que su
forma intelectual es, entre todas, la que más puramente res-
ponde á la necesidad. Schiller saca esta «necesidad de la
forma» (Notwendigkeit der Form) principalmente de la ra-
zón y de sí mismo, los griegos sobre todo de los sentidos y
de la naturaleza, aunque también hable la forma de Schilher
á los sentidos, y la de los griegos á la razón. Reunir ambas
tendencias, decía Humboldt á Schiller, debía ser su ideal,
pero ciertamente le habría de ser dificilísimo aproximarse á
dicho ideal.»
Esto lo dijo antes de Wallenstein, drama en que su autor,
sin abandonar el carácter y cualidades peculiares de su ge-
nio, tomó manifiestamente en cuenta las influencias y facto-
res antes citados, que le aproximaron mucho á la naturali-
dad y contribuyeron poderosamente á la perfección de la
obra.
3 . La gran trilogía fué todo un acontecimiento en la
historia intelectual y moral de Alemania. Schiller preludió
el estreno del Campamento de Wallensiein, con un prólogo ó
alocución en verso que, destinado á preparar el público á la
novedad del asunto, se dirigía á los espectadores en los si-
guientes términos:
«La nueva era que hoy se abre en esta escena para el
arte de cTalía», estimula también al poeta á abandonar el

(I) Se refiere á la leogoa griega que Schiller había ejtadiado poco.


EL TEATRO DE SCHILLER tSj
camino trillado, á transportaros del círculo estrecho de la
vida burguesa á un teatro más noble, que no sea indigno de
Cita hora sublime en que luchan nuestros esfuerzos. Las en-
trañas profundas de la humanidad sólo un asunto grande
las puede conmover: en un círculo estrecho se estrecha el
espíritu; el hombre se hace más grande cuando su fin se
eleva. Y, ahora, al término serio de este siglo, en que la
misma realidad se convierte en poesía, en que vemos pode-
rosas naturalezas luchar bajo nuestros ojos por un premio
importante, en que se lucha por los grandes intereses de la
humanidad, por la dominación y la libertad, ahora, el arte
también, en el teatro en que evoca el pasado, puede aventu-
rarse á volar más alto; puede hacerlo, debe hacerlo, si no
quiere desaparecer, cubierto de vergüenza, ante el teatro de
la vida.
Vemos derrumbarse en nuestros días aquella forma anti-
gua y sólida que antaño, hace ciento cincuenta años, una
paz anhelada aseguró á los Estados europeos, una paz ca-
ramente conquistada por treinta años de guerra devastado-
ra. Permitid que aún vuelva la imaginación del poeta á re-
sucitar ante vosotros aquella época sombría, y luego, con
más alegría, contemplad el presente y ved ante vosotros
brillando en el horizonte el porvenir rico de esperanzas.
Enmedio de esa guerra os coloca hoy el poeta. Han trans-
currido diez y seis años de devastación, de pillaje, de mise-
ria; el mundo en sombrío caos aún fermenta y ninguna es-
peranza de paz brilla á lo lejos. El imperio es la lid de los
ejércitos. Las ciudades están desiertas. Magdeburgo en rui-
nas, el comercio y la industria paralizados, el burgués no es
nada, el guerrero lo es todo. La impudencia sin castigo
atrepella las costumbres, y hordas bárbaras que una larga
guerra ha trocado en salvajes campea en el suelo des-
truido.
Sobre ese fondo obscuro de la época brilla la empresa de
Un temerario valor, de un carácter osado. Lo conocéis^
aquel creador de intrépidos ejércitos, el ídolo del campamen-
to y la plaga de las provincias, el sostén y terror de su so-
berano, el aventurero hijo de la fortuna que, criado por el
188 REVISTA CONTEMPORÍNEA

favor de los tiempos, subió rápidamente á la cumbre de los


honores, é insaciable, aspirando siempre más alto, cayó víc-
tima de su indomada ambición. Obscurecida por el odio y
el favor de los partidos, la imagen de su carácter nos apare-
ce incierta en la historia; mas hoy el arte, con humana sim-
patía, va á colocarlo más cerca de vuestros ojos, más cerca
también de vuestros corazones. Pues limitando y encade,
nando cada cosa, el arte conduce á la naturaleza, todo lo que
es extremado ve al hombre arrastrado por el movimiento
impetuoso de la vida y atribuye á los astros funestos ia
mayor parte de su culpa.
El no es quien hoy aparecerá sobre esta escena. Pero en
las arrojadas huestes que dirigen sus órdenes poderosas,
que su espíritu anima, descubriréis el contorno de sus fac-
ciones, hasta que la tímida musa se atreva á presentároslo
bajo su forma viva, pues su poder es el que reduce su co-
razón; su campamento sólo explica su atentado.
Perdonad, por tanto, al poeta si no os lleva de una vez,
con paso rápido, al desenlace de la acción; si se limita á
desenvolver el gran asunto ante vuestros ojos en una serie
de cuadros.
Que el espectáculo de hoy acostumbre vuestros oídos y
vuestros corazones á acentos inusitados; que os haga retro-
ceder á aquella época, á aquel teatro de guerra, de nos-
otros lan lejano, que nuestro héroe llenará pronto con sus
acciones.
Y si hoy la musa, la libre diosa de la danza y del canto,
reclama otra vez con voz modesta su antiguo privilegio
alemán, el juego de la rima, no la vituperéis por ello:
agradecedle, por el contrario, que trasporte jugando la
sombría imagen de la realidad al sereno dominio del arte,
que destruya ella misma con buena fe la ilusión que pro-
duce y que no sustituya la verdad con engañosas apa-
riencias.
La vida es seria, el arte es sereno.
Schiller, en las tres partes de su poema dramático, no fué
infiel á sus promesas tan magníficamente expresadas. El
gran arte renacía. En aquella hora solemne del siglo que
EL TEATRO DE SCHILLER ' 189

moría, en que se derrumbaba el antiguo orden fundado por


el tratado de Westfalia, las. crisis violentas que probaban
que este orden había nacido aparecían á los hombres en las
poéticas interpretaciones de la escena. Así, de las conmo-
ciones que agitan el final del siglo XVIII, del quebranto y de
las incertidumbres de la Europa, brotarían aún (parecía del
cir el poeta), un orden nnevo, una sociedad mejor. La poe-
sía se atribuía las funciones del coro antiguo: explicaba el
drama y calmaba las pasiones. Gracias á ella, los hechos
terribles de la realidad se hallaban trasportados al dominio
de lo ideal, y la esperanza sonreía al mundo. Tal era el
papel de Alemania en esa crisis formidable. No creáis, sin
embargo, que el poeta, al abrir á las almas las serenas re-
giones del arte, tratase de desinteresarlas de las obras serias
de la vida. El espíritu que reina en el poema entero es un
espíritu viril, el amor del deber y del honor. El ejemplo de
un Max Piccolomini no producirá nunca cobardes... Ale-
mania fué hondamente conmovida. Diez años después, en
1809, Rachel Levin, «la brillante inspirée», que fué más
tarde Md. Vori Varnhagen, Rachel Levín, entusiasta da
Goethe, pero poco adicta á Schiller, exclamaba de pronto
en una carta fechada á g de Mayo: cAcabo de volver á leer
Wallenstein; ¡qué exactitud de expresión! (come chaqué mot
portel) La inspiración del poeta me había pasado inadverti-
da: hoy la entiendo. > Lo que expresaba Rachel Levín, mi-
llares de corazones lo sintieron; los acentos de Wallenstein
prepararon las almas á las grandes luchas de 1813, y un
elocuente biógrafo de Schiller, Emilio Palleske, ha podido
resumir del siguiente modo la influencia del poeta; *En la
Germanía primitiva, al comenzar la batalla, los bardos ocu-
paban el sitio de honor é iban delante del ejército.»
Si la influencia de Wallenstein se prolongó de esa mane-
nera, puede uno figurarse cuál fué la emoción de todos
cuando aparecieron por primera vez las tres partes del cie-
'O'.. Tieck expresa fielmente las públicas emociones del año
99 en su célebre crítica de Wallenstein:
«Cuando Schiller, tras largo descanso, volvió á tomar po-
sesión de la escena con su Wallenstein, todo el mundo sin-
igO REVISTA CONTEMPORÁNEA

tió que la aparición de ese grande y maravilloso drama ini-


ciaba una nueva época en nuestra literatura dramática,..
Los alemanes comprendieron lo que podía producir su her-
moso idioma, al ver qué acentos, qué emociones, qué po-
tentes figuras había evocado un verdadero poeta. Esta obra
rica y profunda está en pie para el porvenir como un mo-
numento de que Alemania puede sentirse orgullosa: es un
claro espejo de nosotros mismos; hallamos en él, bañados
en viva luz, nuestro sentimiento nacional, nuestras más ín •
timas aspiraciones; el poeta nos recuerda con autoridad lo
que somos y lo que podemos realizar. >
Tal era en 1799 el verdadero sentimiento de Alemania, y
Goethe, veintiocho años más tarde, mostraba bien que no
era una emoción fugaz cuando lo volvía á consagrar con
estas palabras: tEl Wallenstein de Schiller es tan grande,
que no se v.erá dos veces un acontecimiento literario seme-
jante.» (Taillandier) (l).
Si importante es para los alemanes, quizá para los demás
pueblos no tenga la trilogía el mismo interés, por ser asunto
puramente nacional, queviene á constituircomo una epopeya
dramatizada, cuyo héroe no ha ejercido influencia universal.
Acaso también les resulte, sobre todo á la viveza latina (2),
un poco pesada la amplitud exigida por la vasta materia,
pero esa impresión ha de encontrarse atenuada por el hecho
de ir siempre creciendo el interés del hermoso y profundo
drama. Este se halla directamente arrancado de la historia,

( I ) <NO hay en el teatro moderno concepcldn más vasta (á an tiempo


una y miiltipJc) que la de la tiilogia, donde se enlazan con arte exquisito una
pintura de época, ejecutada con la mayor amplitud y f'anqueza; un idilio de
amor, que conservará perenne juventud y frescura, mientras pueda el amor
habitar en espíritus tan virginales como el de Max y el de Thekb; y un dra-
ma interno, que traslada con pasmosa y solemne verdad las luchas del alma
ambiciosa, á quien su propia ambición hace débil esclava del giro de las esfe-
ras celeste-» (Wenéndfz Pelayo: Historia de las ideas estéticas en España.
T. 4, siglo XIX, vol. 1).
(z) Entiéndale bien el sentido lato y hasta convencional de la palabra
«latina», denominación aplicada á los pueblos que más directamente recibía
ron la influencia de la clvilizacidn romana, hecho qvie se iiatentiza porlaslen
guas de esas naciones que, hijas del latín, se llaman legítimamente «neolati-
nas», acusándose, además, dicha común influencia en la analogía de caracte-
res que ofrecen esos puebloi en contraposici¿ín á los rangos peculiares de los
pueblos llamados «germánicos».
EL TEATRO DE SCHILLER I9I

cuyo conocimiento previo es conveniente para apreciar bien


todo el valor de la obra. Aquí, empero, fuerza me es limi-
tarme á considerar únicamente los rasgos principales de di-
cho episodio, para cuyo estudio me baso en la Historia de
la-^uerra de los treinta años, de SchiUer, y en la universa)
de Weber.
3 . Wallenstein era un noble de Bohemia, cuyos talentos
militares le hicieron distinguirse desde su juventud en el
arte de las armas, llevándole en rápida carrera al puesto su
premo en el ejército. Poseía en alto grado todas las cuali .
dadas que hacen el buen general: prudencia, justicia, firmeza
y valor, pero le faltaban las suaves virtudes del hombre que
adornan al héroe y hacen querer al dominador. Carácter
rígido y soberbio, envuelto en exterior sombría» y solemne,
ejercía sobre sus tropas un ascendiente colosal, infundía á la
flera soldadesca un respeto servil y una obediencia ciega,
casi sin ejemplo en la historia. El temor era el talismán con
que obraba; extravagante en el castigo como en la recom-
pensa, sabía tener en tensión constante el celo de sus subor-
dinados; más que el valor, apreciaba la sumisión á sus
órdenes, porque por aquél obra sólo el soldado, por ésta el
general. Despreciaba á los hombres, no los consideraba sino
como instrumentos de sus designios, y no retrocedía ante
ningún medio de asegurarse-la fidelidad de sus guerreros, de
encadenarlos, por decirlo así, á su suerte y á su persona; la
niayoría de sus oficiales eran sus esclavos, y sus adverten
<^'as parecían al soldado raso sentencias del destino. Había
nacido con todas las condiciones adecuadas para ser sobe-
rano autócrata, y su espíritu indomable sufría de la posición
supeditada que tenía respecto del Emperador, llevándole su
ambición sin límite á abusar de la autoridad que había recí •
bido y hacer caso omiso del monarca que le había conferido
ios poderes y la representación que ostentaba. Y, sin embar-
So, en medio de sus defectos y culpas, era aún grande y
*^'gno de admiración, y chabría sido insuperable, si hubiese
guardado medida».
«La actitud independiente y la conducta arbitraria del
uque de Friedland despertaron recelo. Quería por medio
192 REVISTA CONTEMPORÍNEA

de poderosas alianzas quedar siempre dueño de las armas


imperiales y obligar á la corte de Viena á hacer la paz según
sus planes é ideas propias. Perseguía el fin de obtener, en
posesión independiente, si no la corona de Bohemia, cuando
menos, uno de los principales Estados del imperio, con pre-
ferencia el Palatinado, acompañado de la dignidad electoral.
Sus relaciones con los emigrados bohemios, especialmente
con el rico Conde Kinsky, sus secretas negociaciones con
Fenquier, el embajador de Richelieu, y con el General sajón
Arnim, por cuya mediación correspondía con el canciller
Oxenstirna y los protestantes alemanes, su negación á supe-
ditarse al Rey de Hungría, el hijo del Emperador, á prestar
auxilio al General Feria y apoyar las pretensiones de Espa-
ña sobre los Países Bajos por el abandono de una parte de
sus tropas al infante D. Fernando; todo esto provocó in-
quietud y disgusto. No el Emperador, sino el Duque de
Friedland parecía dominar la situación política del mundo.
Insinuaciones hostiles prestaron á las arbitrarias negociacio-
nes de paz un carácter traicionero. Los frailes y jesuítas
odiaban al Duque por su liberal espíritu religioso, los espa-
ñoles se irritaban de su política egoísta, que desatendía los
intereses de los Habsburgos y trataba de alejar su influencia
sobre el imperio; los liguistas y los amigos de Maximiliano
de Baviera trabajaban en su ruina; el confesor de Fernan-
do II, Lamormain, veía en él el principal obstáculo para la
destrucción del protestantismo. El Emperador, inquieto por
el poder ilimitado que tan imprudentemente había puesto en
manos de un subdito ambicioso y altanero, terminó también
por la sospecha, y, como el deponerle por segunda vez (i)
parecía peligroso, procedió ahora la corte de Viena como suele
proceder el sultán turco con los pashas desobedientes. Para

( I ) En la dieta de Ratisbooa, en 1629, se había visto ya obligado el Em-


perador á retirar el mando á Wallensteio, cediendo á las quejas y amenazas
de los príncipes alemanes, cuyas provincias todas, sin distincida de amigos ni
enemigos, ponía á contribución para sostener sin gasto el ejército de 50.000
hombres que había levantado y que su prestigio elevd pronto A 100.000, po-
niendo impunemente en práctica, gracias á las numerosas huestes que estaban á
sus órdenes, el procedimiento, ya ensayado por Mansfeld y el Duque de
Brauenschweich, de alimentar la guerra por la guerra.
EL TEATRO DE SCHILLER I93

sofocar la positiva ó supuesta traición de Wallenstein, se le


rodeó á él mismo de traición. Después de asegurarse la fide-
lidad de los jefes influyentes, de Gallas, Piccolomini y Al-
tringer, pronunció el Emperador la deposición de Wallens-
tein, y cuando éste, con el resto de las tropas que había
permanecido fiel á su persona, se hubo retirado de Plisen á
Eger, para conseguir con mayor facilidad su unión con los
suecos, fué asesinado con sus más adictos partidarios, IIlo,
Terzky y Kinsky, por el irlandés Buttler y otros conjura-
dos.» (Weber).
Al sentimiento de honor y de deber de sus oficiales se es-
trellaron todos los cálculos de Wailenstein: poseído de la idea
de su fuerza, y deslumhrado por la perspectiva de una coro-
na, se había lisonjeado de arrastrar sin trabajo en sus planes
un ejército acostumbrado á inclinarse con ciega sumisión
ante su autoridad, á temblar ante él como ante su juez y le-
gislador, á obedecer sus órdenes con temor y supersticioso
respeto. Embriagado con el ascendiente que tenía sobre sus
huestes tan indisciplinadas, atribuía todo á su grandeza per-
sonal, sin distinguir cuanto á sí propio debía y cuanto á la
dignidad que representaba. Todo temblaba ante él, porque
ejercía un poder legítimo, porqae la obediencia á sus órde-
nes significaba deber, porque su autoridad estaba ligada á
la majestad del trono. La grandeza por sí sola puede inspi-
rar admiración y temor; pero únicamente la grandeza legal
es la que infunde respeto y sumisión. Y de esta ventaja deci-
siva se privaba á sí propio desde el momento en que se pre-
sentaba como criminal» (Schiller). Los oficiales, pertenecien-
tes en su mayoría á una nobleza altiva, valiente y celosa de
su honor, permanecieron fieles al juramento prestado al mo-
narca, representante de un poder legítimo, consolidado y
consagrado por largos años de tradición, por las leyes y la
religión: todas las tropas, con excepción de unos pocos re-
gimientos, abandonaron al general rebelde.
Otro de los motivos por los que se malogró el intento de
Wailenstein, fué también la natural incertidumbre de su ca-
rácter, que llegó, como dice Schiller en una carta, ten el úl-
timo acto de su vida, en la conjuración contra el emperador,
'3
194 REVISTA CONTEMPORÁNEA

á la debilidad y hasta la inexperiencia», siendo la principal


causa de estas indecisiones su desdichada superstición as-
trológica, pues mientras él aguardaba los signos favorables
de las estrellas, le hacía perder las ocasiones oportunas y le
mantenía en inacción expectante, cuando era preciso obrar.

ENRIQUE LICKEFETT Y ENGLISH.

(Continuará.)
FR. FRANCiSCO DE LÜRCA

Francisco Martínez Mellinas es uno de los hijos que por


sus virtudes y fama postuma honran á Lorca, su patria. Más
se le conoce por Fr. Francisco de Lorca, pues sabido es que
los padres capuchinos, padres observantes y algunas otras re-
formas renuncian sus propios apellidos, quedándose sólo con
el del nombre del país en que nacieran. Como la devoción de
este discípulo del Patriarca de Asís tiende á propagarse, sobre
todo, en las diócesis de Cádiz y Murcia, es de oportunidad
consignar ahora algunos datos de este insigne lorquino, lla-
mado á obtener los honores de la santidad, á que se hizo
acreedor por sus virtudes, que procuró sepultarlas en el si-
lencio de su profunda humildad, reñida siempre con el más
•leve indicio de aplauso y propia estimación.
En el libro-índice primero de bautismos de la parroquia de
San Cristóbal hemos visto esta indicación: Francisco, hijo de
Juan Martínez y de María Mellinas, en caracteres más grue-
sos que los demás nombres (i), y al folio 258 del libro 7.°,
esta partida: «En la Ciudad de Lorca, en 29 días del mes de
Diciembre de 1666, yo el Benef." Den Joseph Fernandez Al-
focea, Cura propio de la parroquial de S Xptobal, bapticé á
Fran.'=° hijo de Joan mz. y de María Mellinas, su m,"^ fueron
compadres M ' Lario y Joana G,* su m. y lo firmé» (2).

(O Y al pie la siguiente nota: cEste nifio muriá en la ciudad y puerto de


^»dix^ Relieioso Capuchino Lego Profeso, dia sábado 17 de Marzo del año del
^enor 1736, á las dos de la mañana. Su exemplarissima Vida y Heroycag
Virtudes, le merecieron una tan dichosa muerte ^ e todos le aclaman por
»nto. Sus milagros en vida y después de muerto fueron y an sido muchos.
5;' el imán de los corazones de Cádiz y de todos los pueblos circunvecinos,
rodo consta del libro que de su Vida y yiríu<¿ís esctihió el P. Fr. Isidoro
e SeriUa, Misionero apost(5íico y Chornisto de la P.» de Sevilla, el que im-
primid en Cádiz el año de 1740».
i.'*' ^ si margen de tal partida, mano oficiosa, como la anterior, agregó:
Mund este niño en Cádiz, Religioso Lego Capuchino en Opinión de Santo,
196 • REVISTA CONTEMPORÁNEA

Aun hoy, que se pretende descartar como vana preocupa-


ción la genealogía, es necesario tener en cuenta, para la ver-
dad histórica, que no se debe excluir la nobleza de la honra-
dez, sino la pueril nnanía de los títulos nobiliarios y de los
blasones, y esto no en sí, sino tan sólo en el sentido de que-
rer los linajudos encubrir ó autorizar con aquéllos los defec-
tos que han debido excluirse siempre de quienes por su mis-
ma hidalguía deben ser modelo de virtudes. De todos modos,
justo es que se quiera saber minuciosamente (hoy día que
tanto se profundiza el espíritu de investigación) cuanto se re-
fiera á una persona que causa la general admiración, bien para
decir que salió de la mayor oscuridad, siquiera antes no fuese
noble por sus ascendientes, bien para comprobar que sus re-
levantes cualidades forman el nuevo eslabón ue una cadena
que desde tiempo atrás se viene formando. Esto último se
puede aplicar á Martínez Mellinas, no precisamente por títu-
los nobiliarios, pero sí por la honradez y limpieza de su san-
gre ( I ) .
Desde bien niño empleó su existencia en obras laudables y
piadosas, con las que dio mucha gloria á Dios en la tierra;
puso al servicio de sus semejantes las relevantes prendas con
que fué dotado y atesoró en su persona méritos abundantes
para el cie'o y ante la estimación de los hombres. D . Berna-
bé Escámez, notario apostólico, depone que conoció á fray
Francisco de Lorca cuando niño, y le consta que se ejercita-
ba constantemente en actos de piedad; que llenaba de agua
bendita un canuto de caña, y con un tosco crucifijo se diri-

pues fueron muchos sus milagros en vida y de5paes de muerto. Día sábado 17
de Marzo de 1736. A las dos de la mañana».
( I ) Fr. Lorca y su hermano Marcos eran hijos de D. Juan Martínez Cha-
barría, natural de Vizcaya, y de D,^ María Mellinas, de Lorca. Marcos cas<5
cun Antonia María Pérez Pelegrín, de quien tu70 un varón, Manuel, quien al
mediar el siglo XVIIl maichó á Yucatán, ingresando en la Compañía de Dra-
gones de la guarnición de Mérida (Méjici:); allí casó con Tcmasa Castellanos,
y el hijo que tuvieron (MANDIL MARTÍNEZ CASTILIAKOS), fué en el claustro
J^r. Manuel del Sacramento, célebre frasciscauo yncateco, reclamado Vene-
rable, y cuya Vida, m y bien editada y con grabados, publicó en 1883 el señor
Carrillo Azcona, Obispo de Yucatán, á cuya attnción debemos un ejemplar.
De forma que nuestro paisano era hermano carnal del abuelo de este Vene-
rable.
FR. FRANCISCO DE LORCA 197

gía dianamente á ua montecillo próximo á la ciudad y allí


pasaba en oración horas enteras (l).
A los diez y seis años, en el convento de Capuchinos de
Murcia, vistió el hábito de donado de la orden seráfica; en el
de Sevilla tuvo después el noviciado, y trasladado última-
mente á Cádiz, se entregó con tal ardor á la práctica de la
vida perfecta que bien pronto fué espejo en que se miraban
sus compañeros. Humilde, hacía de sí mismo gran desprecio,
soportaba todo elogio eon repugnancia y cumplía gozoso
toda clase de servicios domésticos: obediente, no tan sólo
ejecutaba en el acto las órdenes de sus superiores, sino que
acudía diligente á la menor señal que se le hacía. Ardía en su
corazón un amor fraternal tan grande que no parecía haber
en él más pensamiento ni más anhelo que el de la eterna sal-
vación, y arrastrado por tan alto espíritu de caridad, incitaba
con su palabra y con su ejemplo á sus hermanos para que
adelantasen más y más en la perfección.
Atraídas por la fama de sus virtudes, le visitaban con fre-
cuencia las principales familias de Cádiz, y más de una vez en
la cocina, donde por deber y obediencia ejercía un oficio hu-
milde, recibió al Obispo, al Conde de Marquina y al Gober-
nador Áívarez Bohorques.
Ejerciendo este último tan elevado cargo en dicha capital,
quiso que Fr. Francisco apadrinase á un hijo suyo, y sólo ac-
cedió previa dispensa del Nuncio de Su Santidad. Se celebró
el acto con la miyor solemnidad y pompa, asistiendo toda
la oficialidad de guerra y marina de guarnición en Cádiz, y
Oyéndose al paso de la comitiva frases como éstas: «¡Dichosa
Criatura, y qué compadre merece! ¡Qué fortuna la del señor
Gobernador! ¡Dichosos brazos que tienen tal hijo!» Como fray
Lorca tenía al niño en sus brazos en el acto del bautizo, sin
poder evitarlo—por ser grande el concurso,—le cortaron pe-
dazos del manto y hábito, considerándose dichoso el que po-

« Vida y virtudes del V. siervo de Dios fray Francisco de Lorca^ Re-


*S'os<> ¡tgo del Orden d: Capuchinos de esta Provincia de Andalucía, Es-
" ' l a el P. Fray Isidoro le Sevilla, Missionario Aptistólicj, y Chronista de
roí ma Provincia. Cádiz, 1740.» Esta obra, de la qae apenas se encuentran
jemplares (poseemos uno), coasta de xui-350 páginas.
198 REVISTA CONTEMPORÁNEA

día besar una manga en medio de aquella confusión de per-


sonas de todas clases y dignidades.
Un día que nuestro lego cumplía por las calles el cargo de
limosnero, garece ser le fué revelado que se acercaba su últi-
ma hora, y regresando rápidamente á su convento, con la
mayor alegría lo hizo comprender así á sus hermanos, pidió
los Sacramentos, y rezando el Credo, expiró el humilde lego
el 17 de Marzo de 1736, habiendo vivido en este mundo se-
senta y nueve años y tres meses, y en la religión cuarenta y
siete.
Seguidamente se extendió por todo Cádiz la noticia de la
muerte del siervo de Dios. Gentes de todas la.s clases sociales
acudieron á venerar el cadáver: el P. Provincial permitió que
lo expusieran al público en la capilla mayor de la iglesia del
convento, pero cou la verja cerrada, rodeando el féretro la
guardia granadera con bayoneta calada. Nada de esto bastó
para detener el concurso: unos subían al pulpito, otros toma-
ban por asalto altares y rejas de las capillas, y tal fué la con-
fusión, que rompieron la verja, arrollaron la guardia armada,
impotente para contener tal avalancha, hicieron al venerable
cadáver pedazos el hábito, tocaron en su cuerpo pañuelos, ro-
sarios y medallas, no faltando quien arrebatase hasta las tejas
que le pusieron por almohadas.
En la Crónica franciscana de la provincia de Cádiz, como
en la citada Vida de Fr. Francisco de Lorca (i), se detallan
los prodigios obrados por su intercesión; tanto es así, que por
las autoridades competentes se procedió á la inquisición jurí-
dica de las viitudes heroicas y milagros del Venerable.
Fr. Alonso Llerena, guardián entonces de los PP. Capuchi-
nos, en Cádiz, predicó é imprimió la Oración fúnebre historial
de las exequias que se celebraron en su convento, haciendo

( I ) En la primeía página del ejemplar que tenemos, se lee manuscrito:


«Hl cuerpo de este sierTo <^e Dios exisie entero en la capilla del Sagrario de
Capuchinos de Cádiz, detrás de la mesa del altar de Jns reliquias».
En I ° de Abril de 1895, una comisión de autsndades, presididas por el
Sr. Obi=po, se reunía en ia catedral de Cádiz,v^donde varios médicos proce-
dieron (según disponen los cánones) al examen minucioso del cadáver, para la
redacción d I dictamen necesarl> que forma parte déla causa de beatiñcación,
introducida ya en Roma, del Venerable hijo de Lorca.
FR. FRANCISCO DE LORCA I99

resaltar los singulares méritos con que el lego Lorca ennoble-


ció á su patria.
D. Salvador Ros y Calaf, canónigo en la actualidad de la
catedral de Ceuta, tiene escrita y revisada para dar á la pren-
sa una Vida de nuestro paisano, bastante extensa, con multi-
tud de apéndices.
¡Plegué á Dios que pronto veamos exaltado á la categoría
de los bienaventurados á este humilde capuchino!
Entre tanto, ¿qué hace Lorca, su país? preguntamos con
uno de áus más fervientes admiradores, hijo también de la
Ciudad del Sol.

F. CÁCERES PLA.

La curiosa carta que á continuación trascribimos, fué dirigida


desde Cádiz, el 28 de Julio de 1854, por el Sr. Acaso y Orozco á
D. Lucio Garda Serón, hijo de Lorca, carta que debemos á la
bondad de nuestro antiguo amigo y paisano D. Manuel Campoy
Sánchez, y que conviene demos á conocei:
«Mi querido amigo y dueño: Sentí infinito, cuando estuvimos en
la iglesia de Capuchinos de esta ciudad, no hubiese usted llevado
consigo el dedo cordial de la mano izquierda del venerable fray
Francisco de Lorca, á que, con regocijo de mi alma, se inclinó.
Si yo no secundé deseo tan edificativo, sólo fué por falta de segu-
ridad que tenía en la voluntad de la persona que nos hizo el obse-
quio de abrir la urna. Mas al día siguiente resolví dejar mi inquie-
tud suplicándole me facilitase la expresada reliquia, pues no quería
privar á usted del placer de conservarla. Accedió, y yo mismo
desprendí el dedo. En seguida otras manos, santas también como
las del héroe que produce nuestro entusiasmo, se emplearon en la
formación del Relicario, que á manera de una rosa envío á usted,
Pareciéndome será de su agrado.
En él se ha colocado, pues, esa gran parte de su bendito cuerpo,
•c-n la inscripción que da á conocerla se ha padecido una equivo-
cación, pues se llama Paire al Venerable, no habiendo sido sacer-
dote; pero no obstante, él fué padre de pobres y afligidas criaturas.
200 REVISTA CONTEMPORÁNEA

Ese dedo, que en esta ciudad llegó á ser objeto de respetuosos


ósculos, de veneración y de casi adoraciones, pertenece á un
Santo milagroso, en quien esta culta población ponía sus atencio-
nes y de quien recibía beneficios muy colmados. Ciertamente es
una gran reliquia, digna de todo respeto, que debe mover en usted
satisfacción, afectos de piedad y gloria en poseerla, y esta gloria se
aumenta por la circunstancia de ser paisano de usted el personaje
que reverenciamos.
Influencia tiene la patria sobre nuestros corazones, y basta que
el suelo que nos vio nacer nos recuerde los títulos con que pide
nuestra gratitud, para que nosotros dediquemos en su honor las
facultades de nuestra alma y la emoción de nuestro pecho. Estas
dos magníficas prendas del hombre se dilatan en el espacio de las
glorias que acumulan los pueblos de nuestro natalicio, y en el orbe
no se conocen otras más celebradas que las que reparten los San-
tos á los lugares de la tierra, especialmente"S aquellos que fueron
su cuna al nacer en el mundo que los aplaude y venera.
Mucho entusiasmo y particular satisfacción demuestran los Du-
ques de Medinaceli por conservar en su santuario de la Virgen de
la Caridad, de Sanlúcar de Barrameda, un dedo de San Pedro
Apóstol; pero al fin ellos no son naturales de Betsaida, patria del
Principe, de los Apóstoles, y por lo tanto no puede comparársela
entidad de su gozo y de su honor con la de los de usted, carecien-
do del fuego patrio que enardece nuestros afectos, y en cuyas glo-
rias tenemos tanta y tan legítima parte.
El mundo, según San Pablo, no es digno de un Santo, y San
Juan Crisóstomo afirma que un solo Santo vale más que este mundo
que tanto arranca el aprecio de los mortales.
Usted posee ya una reliquia del que fué además natural de su
mismo país, y en este concepto se ensanchuán justamente en us-
ted la complacencia y la gloria en custodiarla. Así lo creo.
No se ha verificado aún la canonización del veneiable lego ca-
puchino, más no por eso deja de ser justo y santo. Las revolucio-
nes transcurridas desde el año 1835 destruyeron y acabaron con
los trabajos literarios que en su convento de Cádiz estaban prepa-
rados para promoverla. No se libraron de las manos destructoras
ni los inocentes religiosos vivos, ni los venerandos cuerpos de los
religiosos muertos; y esta es la razón por que el del Santo que nos
ocupa perdió su naturalidad, que había conservado por un siglo en
su sepulcro silencioso. Se perdieron los escritos reunidos á aquel
fin, porque no se libraron del furor de esas manos edificios de legí-
FR. FRANCISCO DE LORCA 201

tima propiedad, ni las librerías que custodiaban mil glorias nacio-


nales, fruto precioso del talento y de la virtud, y de cada pueblo
honoríficos é inmortales timbres. Magníficas pinturas, monumentos
que honraban al español, manuscritos inapreciables, obras de escla-
recido mérito, todo, todo fué destrozado. En los almacenes públi-
cos se veí in, con harto dolor, páginas brillantes desunidas y rasga-
das. Los vasos sagrados, las imágenes de Jesucristo, de su Dulce
Madre y de los Santos fueron también víctimas del idiotismo y de
la perversidad de imoíos corazones. El alma se posee de intensa
amargura al recordar hechos tan aflictivos. Cádiz no puede promo-
ver ahora la canonización; pero Lorca debía tener un gian interés ^--
en conseguirla. '^.^" '*il
Mientras la memoria del pecador es despreciada hasta del mismo i^' \
mundo á quien el pecador rindió sus cultos idolátricos, y la cual i' ;, «
perece para siempre, la del justo ¡oh felicidad de! justol es eterna, ^
como dice el Kspíritu Santo, cuya eternidad empieza mientras vive, " •'
recordando después todos los siglos sus méritos para celebrarlos, y
la cual al fin se continúi en el Ctelo para .premio de sus virtudes.
Son los Santos modelos perfectísimos que Dios Nuestro Stñor
nos presenta para que copiemos en nosotros mismos sus acciones:
son nuestros mejores amigos y continuos favorecedores en la vida,
y agradecidos á nuestros servicios, nos defienden de los asaltos del
enemigo y nos alcanzan de Dios el perdón de los pecados en la
hora de morir. V,l hombre tiene que entrar en el juicio del Señor»
del cual ninguno se excusa, y cuando menos lo piensa, según Jesu-
cristo nos asegura con entrañas paternales, entregará el alma en
manos ríe su Criador. Para este trance terrible necesitamo.'!, pues, la
protección de los Santos, y con invocarlos y con poner sus reli-
quias, cual escudo poderoso, á nuestro lado moribundo, nos vere-
mos favorecidos y consolados en aquella inevitable y decisiva hora.
Será preciso, cuando emprenda usted su marcha, que la cajita
que contiene el Relicario vaya bien estivada, á fin de librarla de
los choques producidos por los movimientos que sufren los baúles
en los viajes. Los algodones aseguran la quietud de la Reliquia.
Una pastita de cera cubre el hueso dividido, y lo siento, pues me
hubiese alegrado lo hubiesen dejado visible.
Con a manifestación que envío á usted de mi amistad sincera,
reciba mis deseos de complacerle como su más afecto seguro ser-
vidor amigo y capellán, q. b. s, m., ANioNro ACASO Y OROZCO.
Cádiz a8 de Julio de 1 8 5 4 . — ^ / Sr. D. Ludo García Serón
Lorca.•»
U OliGffliClO^ DEL TRABAJO (I)

CAPITULO III

Los sistemas socialistas de organizacióo social y del trabajo paitea de la con-


sideración de los males que actualmente afligen á los puebios.—La organi-
zación del trabajo según algunos economistas españoles.—La evolucián de
las ideas y la organizacián del trabajo—La asociación del capital y el tra-
bajo ajuicio de Mr. Boilley.—El patronato liberal de Mr. Poinssard.—Sis-
tema práctico transitorio en la organización del trabajo.

Del estudio que han hecho, no ya los socialistas modernos,


sino todos losreformadores v algunos economistas y sociólogos,
éstos en los últimos años, al tomar la sociología nuevos y fe-
cundos derroteros, del actual régimen económico-social y de los
principios y condiciones que han venido determinándolo y á
que responden, sacan como consecuencias naturales y lógicas
la necesidad de su reforma, ó más bien transformación com-
pleta, y en cuanto se refiere directamente al trabajo, la no
menos apremiante necesidad de organizarlo, cambiando las
bases sobre que descansa. Juzgan en términos muy parecidos,
el indicado régimen; pero los socialistas y los anarquistas,
cada uno desde su punto de vista particular, se distinguen por
la dureza de su crítica. Refiriéndose á esta crítica socialista,
«pertinaz, irresistible, y en gran parte acogida aun por el so-
cialismo cristiano, por Ketteler, y hasta por la encíclica pon-
tificia De conditione opijicum, del moderno acomodamiento
fundado en el interés individual y en la desenfrenada concu-

(i) Véase la pág. 649 del t o m o anterior.


LA ORGANIZACIÓN DEL TRABAJO 203

rrencia», escribió el distinguido publicista italiano Alejandro


Chiappelli [El socialismo e ü pensiero moderno, año 1897) las
siguientes líneas, en las que se presentan condensadas las
consecuencias que,según el socialismo, han sido el resultado de
tales régimen, condiciones y principios: «De un lado un traba-
jo excesivo y extenuador que contrasta cruelmente con el ocio
á que del otro lado se abandonan I03 que viven de los réditos
ó intereses de su capital; la criminalidad, motivada, más que
por otras causas, por la miseria rnaterial; delitos que crecen
en razón de la incertidumbre del salario; disolución de la fa-
milia obrera con la aplicación de las mujeres y de los niños,
instrumentos oportunos para la depresión de los salarios, a!
trabajo de los grandes oficios; aprovechamiento de la obra
humana en mil formas diversas; incertidumbre é inseguridad
de la retribución; deoendencia absoluta del obrero asalariado
del capitalista industrial, tanto más cruel cuanto que se escon-
de bajo la vestidura de las libertades política y civil, las cua-
les, sin la independencia económica, no son sino un nombre
vaoo y una amarga ironía; contraste cida vez m?s odioso en
tre la miseria más espantosa y el lujo más desenfrenado; igual
contraste entre las escasas mercedes ó retribuciones y las rá-
pidas ganancias en las especulaciones industriales y en los lla-
mados juegos de Bolsa; deteiioro consecutivo de la especie
por la degeneración física y mental, fruto de la corrupción de
los ricos y de los sufrimientos de las clases trabajadoras, y
de la concurrencia industrial, cuyo efecto habrá de ser una
selección regresiva^.
Haciendo justicia á los reformadores socialistas, aprecia
Mr. Chiappelli el anterior cuadro de la sociedad moderna, re-
presentativo de uno de sus puntos de vista ó aspectos más ca-
racterísticos, que mejor la retratan, y que ofrece sumo interés,
sombrío, desconsolador, acaso recargado de sombras, pero
por desgracia reflejo bastante exacto de la realidad, y sobre
todo del régimen del trabaja, y dice así: «Esta severa diagno-
sis de las causas de los males que disuelven la sociedad pre-
sente, ofrecida por los escritores socialistas con un tono que
hace recordar las duras requisiciones de los profetas del An-
tiguo Testamento, es guiada por un alto instinto moral que
204 REVISTA CONTEMPORÁNEA

seBala al pensamiento la asociación y la cooperación como la


ley verdadera y eficaz de la vida moral y civil que debe sus-
tituir y corregir la moderna é ilimitada concurrencia. Un esta-
do social como el nuestro, traducción práctica de lo expresa-
do por Mardeville en la famosa fábula de las avispas, que no
conduce á la felicidad del mayor número, fin último de la so-
ciedad civil, no es para los socialistas sino una viva inmorali-
dad; por consiguiente, combatirlo, no sólo es signo de la que
dicen conciencia de clase, sino también indicio de fe en un or-
den moral».
Con efecto, los reformadores y socialistas modernos, pene-
trados de que los ianumerables males que hacen tan dolorosa
la vida de la inmensa mayoría de los hombres son debidos
principalmente a los principios falsos y dañosos que han de-
terminado el actual régimen económico social, proclaman, con
esa íe que tan sólo el convencimiento más íntimo y profundo
engendra, la necesidad de abandonar tales principios, de cam-
biar aquellas de las bases sociales que la experiencia ha de-
mostrado no deben subsistir, y de sustituir á las actuales ins
tituciones y organismos un régimen por el que en primer tér-
mino se atienda al bienestar de todos los hombres, sin consi-
derar únicamente á la llamada vida material, sino también, y
más todavía, a la vida del espíritu, pues como dice perfecta-
mente Mr. Chiappelli, tienen fe en el oi'den moral.
Bajo estos dos aspectos se han ocupado del trabajo y de su
orgauízación, y aun cuando algunos de los planes ó sistemas
atienden preferentemente á la que nos permitimos calificar de
parte económica del problema, no han olvidado por comple-
to, ni olvidar podían, su parte moral, puesto que son muy es-
trechos los lazos quo unen á la una con la otra. Así lo de
muestran el puesto que en ellos se asigna y la misión que se
atribuye á la educación. Ciertamente que algunos se dejan
llevar demasiado, y éste es su mayor defecto, y en cierto
modo de él no han podido sustraerse, del sensualismo, que
desde las elevadísimas regiones de la filosofía descendió hasta
las capas inferieres de la sociedad en época no lejana á la
nuestra, como Mr. Ferraz indica. Pero este defecto, que so-
bre todo se manifiesta en ciertas utopias, ha ido corrigiendo-
LA ORGANIZACIÓN DEL TRABAJO 205
se, y las teorías socialistas, y sus planes de organización so-
cial y económica, acaso más que la vida física consideran la
vida espiritual del hombre. Hacer reinar la justicia, generali-
zar el bienestar, poner término á desigualdades y privilegios
cuando menos caprichosos, difundir la instrucción, establecer
Ja verdadera solidaridad humana, y con ésta cimentar y arrai-
gar los sentimientos altruistas, tales son sus más salientes pro-
pósitos; á realizarlos tienden sus esfuerzos.

Organizar el trabajo, cambiando sus bases para colocarle


sobre las verdaderas, es tal vez hoy la suprema y más senti-
da aspiración de los socialistas en el orden económico, la
que persiguieren con más perseverante empeño, la que
constituye el objetivo inmediato de sus esfuerzos, toda vez
que de dicha organización necesariamente ha de ser parte
esencialísima la distribución equitativa de los productos entre
los agentes productores, capital, trabajo manual y talento ó
inteligencia directora, según unos, capital y trabajo, com-
prendiendo en éste las inteligencias imprescindibles en toda
empresa económica, según otros, y que también á ella pue-
den referirse la renta de la tierra y la posesión de los instru-
mentos del trabajo.
«Para que pueda conquistar su bienestar, ha dotado Dios
al hombre de los recursos necesarios, los cuales se represen-
tan por la palabra trabajo—escribía hace algunos años uno
de los economistas españoles y de los homb-es públicos más
distinguidos, á quien en estos estudios venimos citando, don
Alvaro Gil Sanz,—y como éste no es otra cosa que el des-
arrollo de la actividad humana, el empleo de sus fuerzas íjsi-
cas é intelectuales, como en esa actividad es en la que con-
siste la vida, resulta, en ultimo extremo, que el trabajo es una
condición esencial de la existencia del hombre, condición que
el Creador le impuso desde el primer momento de su exis-
tencia, condición mediante la cual le facilitó el camino de
elevarse hasta una cultura que no puede contener nuestra li-
206 REVISTA CONTEMPORÁNEA

mitada ciencia.» A estas exactísimas ideas, referentes al ca-


rácter y sigfnificacióa del trabajo, afiadía: «Siendo el trabajo
el motor del mundo, no puede subsistir desorganizado, ka de
organizarse armonizándolo con los afectos y necesidades del
hombre; ordenarse para que produzca el bienestar general, se-
guro y proporcionado á los medios de cada uno, no igual
para todos, cosa quimérica, porque ni es posible ni justo.
Mientras que en las sociedades exista una porción grandísima
de individuos que carezcan aun del míniínum necesario de
bienestar natural, mientras que, lejos de haber cierta manco
munidad de intereses, sean éstos perpetuamente hostiles, los
males habrán de ir agravándose. La aqfual organización del tra •
bajo (si así puede titularse) tiene todos los vicios y tendencias
de la anarquía. Cífrase casi exclusivamente en la libre concu-
rrencia, y la libre concurrencia no es otra cosa que una cues-
tión de fuerza, una lucha del poderoso contra el débil. De un
lado están los capitalistas, limitados en número y exentos de
precipitación en sus contratos; por otro, los trabajadores, in-
numerables, aguijoneados por el hambre, que no admite espe-
ra, y rechazados todavía por las fuerzas menos caras de los
animales y por las máquinas, que no se fatigan. La pelea no
puede sostenerse; los trabajadores tienen que ceder; ésta es
la consecuencia lógica é irremediable de la libre concurren-
cia: la producción se aumenta y la miseria lo mismo.» D. Ra
món de la Sagra decía ya hace bastante tiempo: «Por organiza-
ción del trabajo entendemos una organización que permita á
cada trabajador ganar suficientemente para vivir y educar su
familia, una organización que no ponga todos los beneficios
del lado de los fabricantes y la miseria del lado del trabajador».
Estas ideas de dos de nuestros economistas, el uno el se-
ñor La Sagra, de la primera mitad del siglo XiX, y el otro
el Sr. Gil Sanz, correspondiente á la segunda mitad, son las
mismas que venimos sosteniendo y que sustentan la genera-
lidad de los economistas-socialistas y muchos de los afiliados
en la escuela crítica. La organización del trabajo debe respon-
der á lo por ambos escritores indicado, cambiando desde
luego los términos de !a concurrencia económica, con tanta
exactitud pintada por el Sr. Gil Sanz en breves líneas. La or-
LA ORGANIZACIÓN DEL TRABAJO 207

ganización actual, como éste muy acertadamente decía, no es


tal organización; es precisamente lo contrario, un caos, una á
modo de anarquía, que si á los menos, á los capitalistas, pa-
tronos Y empresarios, depara beneficios más ó menos pingües,
con frecuencia colosales, á los trabajadores, que forman la gran
masa y el nervio de los pueblos, sea el que quiera el trabajo
á que se dediquen ó del que vivan, manual ó intelectual, pro-
porciona escasísimos rendimientos, y considerables daños,
como de rechazo, aunque á un observador superficial u obce-
cado por falsos prejuicios otra cosa parezca, á la sociedad en-
tera. Semejante estado de cosas, como repetidamente venimos
afirmando, es el resultado natural de la aplicación sin restric-
ciones, ni las limitaciones aconsejadas por la ciencia y por la
experiencia señaladas, del principio de la libertad económica.
Para que un tan poco favorable estado desaparezca, siendo
sustituido el régimen que le determina por otro que conduzca
á resultados distintos, se procura la organización racional del
trabajo, algunas de cuyas bases fueron ya indicadas por nues-
tros casi menospreciados economistas.
Al definir el Sr. La Sagra su concepto de la organización
del trabajo, que desenvolvió en interesantes opúsculos que el
tiempo ha ido entregando al olvido, fué rudamente censurado
por los que no llegaron á penetrarse de su verdadero alcance
y confundían las ideas salvadoras con funestos errores. Y hoy
las ideas del pensador español, y de la escuela económica-so-
cial en que militaba, puede afirmarse que en el particular de
que tratamos merecen no poca aceptación. No se las tiene ya
por disolventes, no se las enlaza con los intentos revoluciona-
rios de Babeuf, ni confunde con las lucubraciones de San Si-
món y Fourier, ó con los planes de Luis Blanc, imperfecta
mente ensayados en los Talleres Nacionales', organizar el tra-
bajo es una de las aspiraciones de todos cuantos anhelan el
bien de la humanidad, y organizarlo de modo que no dañe al
trabajador, que no le prive de los medios indispensables á su
Vida física y al perfeccionamiento de su vida moral, que no
le dificulte la educación de su familia, que no atrofie sus fa-
cultades intelectuales, ni anule ó cuando menos haga ilusorios
sus derechos políticos, y que con justicia y equidad remunere
208 REVISTA CONTEMPORÁNEA

SUS esfuerzos, es lo que se procura y lo que el Sr. La Sagra


patrocinaba.
Ya en c! siglo XVIII, emitiendo ideas que como origina
les presentaron después algunos escritores extranjeros, se ha-
bía ocupado de la organización del trabajo, censurando con
bastante dureza la que ofrecía en su época, y exponiendo para
sustituirla un sistema en el que se enlazaban y apoyaban mu-
tuamente las industrias fabril y agrícola, el inmortal Conde de
Campomanes, cuyos discursos sobre ¿a educación, y la indus-
tria popular habrían bastado por tí solos para dispensarle lu-
gar distinguidísimo entre los más ilustres hombres de ciencia.
Según él, «la verdadera riqueza del Estado consiste en que á
nadie falte dentro del reino ocupación provechosa y acomo-
dada á sus fuerzas, con que poder mantenerse y criar á sus
hijos, siendo la riqueza el sobrante de lo necesario para el
sustento del pueblo»; ideas muy parecidas á las que encierra
el concepto del Sr. La Sagra sobre la organización del traba
jo, y que también se perciben en los escritos y discursos de
los socialistas, en especial de los científicos.
«Todo el sistema de este discurso—escribía—se encamina
á auxiliar al labrador y á su familia por medio de la industria,
uniéndola, en todo cuanto sea posible, ccn la labranza; es pre-
ciso que todas las tres ramas de ésta se aunen al mismo tiempo
y con igual proporción. La agricultura sin artes es lánguida,
porque la mujer, las hijas y los niños de un labrador, donde
no se ocupan en las fábricas, son una carga, aunque indispen-
sable, que abruma al jornalero y enflaquece al labrador más
acomodado.» En esta unión de la agricultura y de la indus-
tria, de las artes y de la ciencia, en esta combinación de fuer-
zas para que las unas suplan las deficiencias de las otras, en
esta práctica de las artes y de las labores del campo, que de-
fendía el ¡lustre Campomanes, ¿no se percibe un á modo de
atisbo, un presentimiento, si se quiere, del trabajo integral,
aspiración del socialismo en nuestros días?
Aboga también Campomanes por que sean preferidos tíos
artefactos de un uso más general, porque las fábricas bastas
utilizan al pueblo común, y en las finas los artesanos son
meros jornaleros apartados de la labor del campo, y el due-
LA ORGANIZACIÓN DEL TRABAJO 2O9

ño de la fábrica es un parásito por lo común que vive de la


industria ajena*. Y á continuación de estas lineas, en las que
se advierte el influjo de la escuela fisiócrata, que llegó á con-
siderar á la agricultura como fuente única de la riqueza, y
en las que se descubre también algo de lo que constituye la
parte crítica socialista y cierta censura al industrialismo, aun
cuando entonces no había podido hacer sentir todos sus d e -
plorables efectos, se revuelve airado contra la usura, es decir,
contra el interés desmesurado del capital, que se ensañaba,
como sigue ensañándose, con los necesitados, y á fin de com-
batirla, completando con ello su tarea económica, pi opone el
establecimiento de depósitos comerciales, pues «así como hay
pósitos para el trigo, fe podrían formar para acaparar las pri-
meras materias, dándolas fiadas á estas íamilias y tomándoles
el importe en descuento de las manufacturas que trabajasen,
y en cuanto á sup'ir fondos, se podría hacer sacándolos á los
pueblos».
Igualmente, en los comienzos del desarrollo de las ideas de
que se han nutrido las actuales escuelas socialistas, ó sea en
el primer tercio del finado siglo XIX, otro economista espa-
ñol, más conocido como jurisconsulto, D. Juan Pablo Fornel,
fiscal del Consejo de Castilla, que en el desempeño de su
importante cargo procuró desentrañar las causas de Jos males
sociales, decía en luminoso informe refeiente á la contienda
promovida entre los teólogos y los filósofos de la hoy tan
ingratamente abandonada Universidad salmantina, siendo
rector de ella D. Diego Muñoz Torrero, que tun Estado po-
lítico ó sociedad civil es un conjunto ó agrupación de profe-
siones activas, de cuya recíproca participación debe resultar
la prosperidad de todo el cuerpo y la felicidad posible de
cada una de sus partes». «Estas profesiones activas—añadía
—tienen dos consideraciones especiales que influyen directa-
mente en la prosperidad ó ruina de los Estados, de la sociedad;
otro es su inílujo indirecto con relación*á las naciones extran-
jeras. Un Estado no puede ser rico, próspero ni poderoso si
el ejercicio de las profesiones activas no se regula de suerte
Que en lo interior de la nación cada hombre se dedique á un
****nisterio fecundo y lo ejecute con conocimiento y estabilidad
14
ZIO REVISTA CONTEMPORÁNEA

propia y ajena. Dada en un Elstado la desproporción, ó mejor


dicho, el desconcierto político que, ó mira con abandono lo»
manantiales de la prosperidad y poder, ó cambia las máximas
fundamentales á toda sociedad bien constituida, fomentando
las profesiones estériles y casi haciéndolas fecundas, es fácil
conocer que existirá pobre, débil y macilenta, y entonces su
existencia política respecto á las naciones opulentas será pre-
caria, tímida y servil.»
Se ve, pues, que, como Campomanes, Jovellanos y otros
muchos de nuestros notables economistas y estadistas de lo»
últimos años del siglo XVIII y de los principios del XíX, el
ilustrado fiscal del Consejo de Castilla entendía ser necesa-
rias para la prosperidad pública la regularización, correspon-
dencia y juncionamiento bien dirigido de las que llamaba profe-
siones activas, esto es, de las útiles, de las que constituyen
los manantiales de la riqueza, y dañoso, empobrecedor y cau-
sa de debilidad el régimen que las involucra estimando y so-
breponiendo á ellas las que de poco útiles pueden reputarse.
Tales ideas, recogidas por algunos economistas y sociólogo»
más cercanos á nosotros, y desdeñadas por la generalidad de
los funestísimos políticos de oficio, parásitos que tanto contri-
buyen á la decadencia de la patria, ofrecían como síntesis la
de que era convenientísimo reglamentar, fortalecer, dar con-
sideración y estimular al trabajo, es decir, reorganizarlo. En
otros pasajes, que por no recargar las citas omitimos, insistía
en los mismos conceptos, y incierto modo los desarrollaba,
siendo tanto más de notar, cuanto que el autor no puede ser
tachado de socialista.
Y ya que á las opiniones de los economistas y sociólogos
españoles hemos acudido para demostrar que la idea de la or-
ganización del trabajo ni es de importación reciente entre nos-
otros, ni patrimonio exclusivo de la llamada demagogia social^
pasando por alto sobre otros publicistas, nos haremos cargo
de algunas ideas del St. López Puigterver relacionadas con lo
que á su juicio corresponde hacer para dar solución aceitada
al problema obrero, ideas en las que se halla envuelta aquella
organización. Establece como premisas el Sr. López Puigcer-
ver que «la labor de la civilización es mejorar y transformar
LA ORGANIZACIÓN DEL TRABAJO 211

constantemente las condiciones de las clases populares, no


siendo aventurado decir que principalmente en provecho de
éstas se realiza el progreso»; que «el problema de su mejora
material y moral es la obra constante de la humanidad>, y
que hoy, «más que en época alguna, interesa en nuestra pa-
tria examinar las soluciones propuestas á la cuestión obrera>.
Partiendo de estas afirmaciones, á las que prestamos asenti-
miento, se extiende en el estudio análitico de las medidas y
disposiciones que á tales fines sé han propuesto y en parte
planteado, y dando más pronunciada forma á su pensamiento,
manifiesta que antes de todo, y para llegar á la deseada
solución, se hace preciso «discutir los límites de la interven-
ción del Estado y el respeto que el derecho privado exige,
demostrar los perjuicios que originarían á los mismos obreros
medidas y reformas ofrecidas con escasa meditación como
beneficiosas, hacer ver que el capital nace del irabujo, y uno
del otro mutuamente necesitan; que mayores provechos ten-
drá el obrero cuanto más crezca y aumente el capital, y re-
petir Jas elocuentes y profundas frases con que demuestra la
armonía entre ambos nuestro tíumo Pontífice León XIII».
La generalidad de estas ideas, muy significativas por ema-
nar de un economista tan alejado del socialismo como lo está
el Sr. Puigcerver, no deben olvidarse al estudiar la organiza -
ción del trabajo y al apreciar los sistemas formulados, á fin de
eliminar cuanto ha contribuido y sigue contribuyendo, por
haber encarnado en las costumbres, en las legislaciones y
hasta en las doctrinas, á que la vida del trabajo no sea la que
debe ser, á que sus relaciones con el otro agente principalísi-
mo de la producción se basen en la desconfianza, la preven-
ción y el recelo, á que el uno y el otro se manifiesten cual
irreconciliables adversarios, y á que al actuar en la obra co-
mún contraríen los verdaderos principios científicos fundados
en las enseSanzas que los hechos proporcionan.
cSi el obrero presta á otro sus fuerzas y su industria, las
presta con el fin de adquirir lo necesario para vivir y susten-
tarse; y por esto, con el trabajo que por su parte pone, ad-
quiere un derecho verdadero y* perfecto, no sólo para exigir
su salario, sino para hacer de éste el uso que quisiere: luego,
212 REVISTA CONTEMPORÁNEA

si gastando poco de su salario ahorra algo, y para tener segu-


ro este ahorro, fruto de su parsimonia, lo enaplea en una 'in-
ca, siquiera que la tal ñnca no es más que aquel salario bajo
otra forma, y por lo tanto que la finca que el obrero así com-
pró debe ser tan suya como lo era el salario que ganó con su
trabajo.» Tales son las palabras del sabio y venerable Pontí-
fice á que el Sr. Puigcerver aludía: en ellas se encuentra algo
d é l o que debe servir para esa con tanta razón anhelada or-
ganización del trabajo. Socialistas y economistas, con muy
contadas excepciones, las aceptan y aprecian en t o i o su va-
lor. Pero unos y otros han tomado al desarrollarlas muy dis-
tintas direcciones, originándose de aquí la multiplicación de
los sistemas organizadores del trabajo y las industrias, y aun
de las medidas aisladas que podrían considerarse como pre
paratorias. De lo que hemos dicho, y principalmente de lo que
nos queda por decir, resultará claramente esta diversidad.

MANUEL GIL MAESTRE

{Continuará).
LA MANCHA DE SANGRE ( • )

:PISODIO MATRITENSE

Departiendo amigablemente con uno de los Maldonados, iba


confiándole sus planes para el porvenir, cuando llegó noticia,
por un jinete rezagado, de que á lo lejos 7 á la espalda se di-
visaban las tropas de los Gobernadores. Golpe fatal para el
caballero toledano, que conocía el estado moral de sus solda-
dos, el desaliento de que se hallaban poseídos y el anhelo
que todos tenían de cobijarse en Toro, esquivando una batalla
acampo abierto con las tropas imperiales,cuyo número habían
triplicado los comuneros al correr la voz de escuadra en es-
cuadra y de soldado en soldado. Hay que añadir la picara cir-
cunstancia de que la persistente lluvia, impelida por un viento
Nordeste que les azotaba las espaldas, aguijoneábales para
acelerar el paso sin volver atrás el rostro, como no fuera á
mirar si se vislumbraban en el horizonte las avanzadas de don
Iñigo.
Por fin Padilla, al dominar una loma, apartándose de las tro-
pas para contemplar el terreno que dejaba tras sí, vio en lon-
tananza una masa negra que cubría el fondo del camino. Eran
los soldados del Condestable. Seguían á los comuneros la
pista, guiándose por las huellas que entre el lodo dejaban mar-
cadas las pisadas de 8.000 hombres y 500 caballos, y por la
teñal de las ruedas herradas de las piezas de artillería.
Padilla avanzó con su caballo hasta internarse entre las es-

(I) Véase la pág. 99 de este tomo.


214 REVISTA CONTEMPORÁNEA

cuadras de los peones, exhortándoles á volver la cara al ene-


migo y hacerle frente; pero los comuneros se atemorizaron
con la presencia inesperada de las tropas imperiales y apre-
taron el paso, desoyendo las excitaciones de su Jefe.
Dos tiros de falconete retumbaron en el espacio y el ejér
cito de la Comunidad púsose en precipitada fuga como movido
por un resorte, sin darse cuenta de que las balas de hierro ó de
piedra no podían alcanzarle por la mucha distancia á que se
habían hecho los disparos.
Juan Zapata y Lope de Luzón acertaron á colocarse cerca
de Padilla y le renovaron su promesa de defender la bandera
del alzamiento hasta derramar la última gota de sangre ó te-
nerse que rendir por la fuerza mayor del enemigo; pero su
gente, indisciplinada y dispersa, siguiendo el ejemplo de los
más, corría á campo traviesa procurando ganar la meseta de
una colina sobre la que se alzaba á su vista el pueblo de Villa-
lar, refugio de aquellas atemorizadas huestes.
Las escuadras de infantería se esparcieron como trigo aven,
tado, abandonáronse los falconetes en mitad del camino, calan
al suelo los peones atropellados por la caballería que, presa de
pánico terrible, emprendió vertiginosa carrera hacia Villalar; la
lluvia arreciaba como para aumentar la confusión y el espanto
y el viento impulsaba con tenaz persistencia á imperialistas y
comuneros, de suerte que volviéndole todos la espalda, unos
quedaban vencidos y otros vencedores.
Ya no había remedio: el ejército de la Comunidad estaba
derrotado sin que las tropas del Condestable hubiesen tenido
necesidad de desnudar sus espadas; el alzamiento quedaba allí
vencido sin resistencia y sin combate; mejor dicho, venía ya
vencido desde Torrelobatón.
Padilla no tenía la inteligencia militar de Gonzalo de Córdo-
va, pero si el corazón y el ánimo de Suero de Quiñones; así es
que, al verse abandonado de los suyos y seguido solamente
de algunos amigos leales, volvióse á ellos y les pronunció
aquellas célebres palabras que la historia conserva: ¡No per-
mita Dios que digan en Toledo ni en ValladoUd las mujeres
que traje sus hijos y esposos á la matauza, y que yo me salvé
huyendo! Hizo frente á un escuadrón de setecientas lanzas.
LA MANCHA DE SANGRE 215

abriéndose paso con general asombro de los imperiales; blan-


día su lanza en el arrebato de la desesperación, derribando ji-
netes á la carrera, hasta que la terrible arma hubo de hacerse
pedazos sobre el pecho 'de D. Pedro de Bazán, Señor de
Valduerna, quien al grito de ¡Santa María y Carlos! acometió
á Padilla. Este fué á echar mano de la espada; pero arremetió
•contra él D. Alonso de la Cueva, primogénito del Duque de
Alburquerqne, y le derribó del caballo hiriéndole en la pierna
derecha.
Lope de Luzón, que presenció desde lejos esta escena, quiso
correr en auxilio del valiente comunero y espoleó su corcel
ca dirección de Padilla, estimulado con su ejemplo, por haber
encontrado ocasión propicia para lavar con temerario arrojo la
mancha que en su ropilla produjera la sangre noble de Juan
Vargas en la plaza del Salvador de Madrid. Su atrevida deci-
sión no llegó á realizarse: un grupo de lanzas encontró á la
mitad de su carrera, sus músculos carecieron de fuerza para
oponerse á aquel empuje, perdió los estribos, cayó al suelo, y
al alzar el brazo para pedir misericordia impulsado por el ins-
tinto de conservación, la moharra de una pica traidora se in-
trodujo entre el hueco del peto y el espaldar, produciéndole
mortal herida.
La caballería imperial prosiguió la persecución de los fugi-
tivos comuneros. Lope, sin fuerzas para ponerse en pie se re-
costó sobre su caballo, que estaba tendido en la tierra descan-
sando de la jornada del día; principiaba á sentir desvanecimien-
tos por la pérdida de la sangre cuando notó que una mano ami-
ga le estrechaba la suya con fraternal cariño: era la de Cotillo,
que sin perder de vista á su amo, habíase escondido entre unas
matas para librarse de la acometida de la caballería de D. Iñigo.
—Señor—exclamó el criado,—¿cómo os encontráis?
—¡Ah, mi buen Cotillo!—balbuceó Lope con débil acento.
—Huye de aquí aprovechando el declinar del día. Tus cuida-
dos son inútiles, porque me restan breves instantes de vida. Un
encargo voy á hacerte: toma la espada que tengo ceñida; es
la que Juan Vargis hizo saltar de mi mano en la tarde del .
duelo. Si vive, entrégasela como legado mío, y dile que la
mancha producida por su sangre en mi ropilla está ya borrada-
2l6 liE VIST A CONTEMPORÁNEA

Al pronunciar estas últimas palabras dio un suspiro prolon»


gado, apretando convulsivamente la mano de Cotillo, y expiró.
El criado poseído de aquel espíritu religioso y caballeresco
de la época, al hacerse cargo de que su señor había exhalado
el último aliento, de rodillas como estaba á los pies de Lope,
juntó ambas manos en actitud de orar y rezó un Pater noster
sin preocuparse de las circunstancias poco favorables en que
se veía para realizar aquel acto piadoso. Terminada su breve
oración, despojó á Lope de la espada, y resguardándola en su
vaina de cuero, se la puso bajo el brazo. Luego la práctica de la
vida dejó paso á la reflexión, y en la hipótesis no aventurada de
que las prendas de los vencidos son siempre despojo de los
vencedores, abrió con temblorosa mano la escarcela del muer-
to y se hizo cargo del dinero que allí encontró, con protesta
mental de entregarlo á la familia si antes las contingencias del
acaso no le obligaban á deshacerse del último maravedí.
En esto divisó la infantería imperial que aceleradamente se
dirigía á Villalar, y creyó oportuno poner tierra por medio
aprovechando el caballo de su señor: montó en el corcel, se
santiguó ante el cuerpo inanimado de Lope y se apartó á la
ventura de aquellos lugares, porque no conocía el terreno.
Después de algunos sustos y no pequeños sobresaltos llegó
á Segovia, donde tenía un pariente mesonero, y como llevaba
las faltriqueras bien provistas, encontró protección y amparo
durante más de un mes, permaneciendo oculto hasta que, ren-
dido el Alcázar de Madrid, muertos en el patíbulo Padilla, Bra-
vo y Maldonado y sofocado el alzamiento en toda Castilla,
pudo tranquilamente dar vuelta á sus patrios lares, y presen-
ciar un suceso íeliz, que no todo ha de ser tristezas, malan-
danzas y pesadumbres.

CAPÍTULO IX

Que sirve de epilogo d esta puntual y verídica historia.

Finalizaba el mes de Mayo cuando Cotillo dio vista á Ma-


drid desde los altos de Fuencarral, adonde llegó haciendo jor-
nadas cortas, ya en airoso macho, ya en modesto pollino ó
LA MANCHA DE SANGRE 217

aprovechando el encuentro de algún carro de bueyes, pues


si tardaba mucho, como él decía, en cambio disfrutaba más
tiempo la comodidad de la-carroza.
Serían como las ocho de la mañana de un hermoso día pri-
maveral: Madrid había recobrado la animación de los tiempos
de paz, y Cotillo sintió alegrársele el corazón al entrar en su
pueblo.
Llegó á la puerta de Balnadú, que venía á estar situa-
da próximamente al pie de lo que hoy es- cuesta de Santo
Domingo, y convencido de que muerto Lope de Luzón,á él no
molestarían justicias, alcaldes ni alguaciles, entró en la villa
confiado y satisfecho, sin abandonar la espada de su amo, para
entregarla en cuanto que ser pudiera al señor Juan Vargas, si
vivía.
Deseaba verse ya en la casa de los Luzones, por lo que,
canturreando y distraído, cruzó las tortuosas calles próximas
al Alcázar, y llegó hasta la iglesia de Santiago, donde pensa-
ba detenerse á rezar una estación de gracias por haber termi-
nado sano y salvo su viaje; pero cuál sería su asombro al en-
contrarse llena de gente la plazoleta que había delante del
templo, las limeras y demás vendedores voceando sus mer-
cancías y las campanas repiqueteando como en Pascua de
Resurreción.
Detúvose para curiosear lo que aquello fuera, y como se
acercara á un corro de mujeres, éstas le rodearon acosándole
á preguntas
—¿Adonde bueno el truhán de Cotillo? ¿De qué tierra vie-
nes, que no se te ha visto el pelo tantos meses hace? ¿Qué hi-
ciste desde que tu amo pagó sus culpas en la rota de Villalar?
Hay quien contó que te habías ido á las Indias; otro dijo que
estabas en las calderas de los profundos por causa de los mu-
chos pecados que en este mundo cometiste.
—Allá nos reuniremos todos al andar del tiempo—con-
testó el mozo,—si es que Dios misericordioso no me com-
pensa como pena del Purgatorio el haberos conocido y trata-
do en esta villa.
—¡Miren— dijo una muchacha — qué flores nos regala
como albricias de su viaje! Ya te enviaremos muy enhora-
2l8 REVISTA^CONTEMPORÁNEA

mala cuando á la tarde vengas á darnos conversación mien -


tras llenamos el cántaro en los Caños del Peral.
—Enhoramala os enviaré yo á mi vez—replicó Cotillo—
cuando queráis que os pase el cántaro para saltar sobre las
piedras que sirven de puente al arroyo del Arenal por junto á
Santa Catalina de los Donados.
—No faltará quien lo haga.
—Quizá falte, pues tengo yo muchos y leales amigos, y
soy muy quién para llevármelos á las fuentes de San Pedro,
donde se juntan las mozas de la Puerta de Moros y de la
Puerta del Dragón (Hoy Puerta Cerrada), con un palmito que
me río yo de las flores de este mes. Pero decidme: ¿qué ha
sucedido aquí durante el tiempo que yo he faltado?
—Pues nada—respondió una anciana;—que después de la
rota de Viilalar todavía duró cerca de un mes el Concejo de la
Comunidad, hasta que el quince de los corrientes, habiéndose
pesentado un capitán llamado Collazos, en nombre del Rey,
para que se le entregara el Alcázar, el señor Gregorio del Casti-
llo, Dios se lo premie, así lo hizo en buena hora, quedando
todos otra vez amigos y contentos. El nuevo Corregidor es un
tal señor Martín de Acuña, hombre campechano como el que
más, y que se ha granjeado la simpatía del pueblo pt)r haber
quitado la sisa el mismo día que empuñó la vara, y concedido
licencia para correr tres toros por las alegrías de la paz. Eso
es un corregidor de una vez, puesto que nos da pan y toros.
La nueva más peregrina es que, como los comuneros se re-
unían para armar turbulencias al toque de la campana del reloj
de la Puerta de Guadalajara, el nuevo Corregidor, con el fin
de atajar el mal, ha mandado quitar el badajo de la dicha
campana, y guardarlo en el arca del Concejo. Así queda ase-
gurada la paz del reino per in scecula sceculorutn.
Cotillo guiñó el ojo, y variando de conversación pre-
guntó:
—iA qué viene esta algazara, que no parece sino que es la
fiesta de la parroquia?
—Fiesta es— le contestaron,— y en honra de una parro-
quiana se hace. Sabe, amigo Cotillo, que en estos momentos
se está celebrando en la capilla mayor de la parroquia de San-
LA MANCHA DE SANGRE 219

tiago la boda de Juan Vargas con la Isabeluca, la hija del


pañero de la Puerta de Guadalajara.
—¡Ave María Purísima!—exclamó Cotillo santiguándose.—
¿El señor Juan Vargas curó de la herida? ¿D ^ María de Lago
transigió con el casamiento de su sobrino? ¿Y cómo fué?
—Pues sucedió—dijo una rubia gordinflona, abrazada á un
cántaro,— que el señor Juan Vargas se puso tan grave una
noche que hasta el propio físico creyó que el mancebo se
moría, y entonces, angustiada la D.'' María, otorgó el con
sentimiento para el casorio si la Virgen de Atocha, á la que
se habían encomendado, le sanaba de la herida. Hete aquí
que desde el punto en que la buena señora hizo su promesa,
el mozo comenzó á mejorar... á mejorar... de tal suerte que
á los pocos días fué en silla de manos á la ermita de Atocha
á rezar una salve ante la bendita imagen por el milagro, que
tal ha sido, al decir de los que están bien enterados.
—También corre otro decir—añadió una morenucha del-
gada y chiquita, con unos ojos más picarescos que los de una
gitana echando la buenaventura:—¿no pudo ser que el señor
Juan Vargas, de aparcería con el físico, fingiera la gravedad
del mal, á fin de que, apenada la tía, otorgara la licencia cre-
yendo que el sobrino pasaba de esta vida? En esa creencia, lo
mismo hubiera prometido cantar unas coplas en el altar mayor
de Santa María el próximo día del Corpus.
—Ya salió Mari-murmura—exclamó Cotillo,—y nos echó
una escudilla de agua fría en el cocimiento.
—El caso es—repuso la rubia—que la Isabeluca tiene una
suerte loca, porque á más de que el mancebo es buena perso-
na, eso de emparentar la hija de un pañero moro con el señor
Francisco de Vargas sólo en estos tiempos de revueltas
acontece.
Ya se disponían las mujeres del corro en aquel improvisado
mentidero á cortar un vestido completo á Isabeluca, cuando el
murmullo de la gente que se agolpaba á la puerta de la iglesia,
para ver salir ios recién casados, cortó oportunamente la plá-
tica.
Por lo que se supone, la iglesia de Santiago era de reduci-
das proporciones; tenía una fachada de berroqueña, coronada
220 REVISTA CONTEMPORÁNEA

por ua frontón ó caballete sencillo en cuyo centro aparecía


una ventana de arco bizantino, estilo que influyó poderosa-
mente en el románico á que correspondía el del templo. La
puerta, formada por tres ó cuatro arcos concéntricos, osten^
taba en relieve la figura del apóstol ocupando el medio punto
que quedaba entre el último arco y el vano rectangular que
Constituía propiamente la puerta, IJna escalinata de cuatro ó
cinco peldaños daba acceso á la iglesia y servía para realzar
el conjunto arquitectónico dé la portada.
Isabel y Juan Vargas aparecieron bajo el dintel de la puer-
ta, seguidos de sus parientes y amigos entre los que se encon-
traban el señor Francisco de Vargas con su esposa D.* María
de Lago, D*. Beatriz Galindo con su hijo Fernán Ramírez, el
Corregidor señor Martín de Acuña con su esposa D.'' Isabel de
Avellaneda, Juan Arias, después Conde de Puñonrostro, Za
pata, Alburquerque, Pulgar, Acuña, los Luxanes y otros mu-
chos representando la antigua nobleza madrileña.
La escalerilla de entrada á la iglesia se cubrió repentinamen-
te de flores arrojadas por oculta mano, los balcones y venta-
nas de la plazoleta se habían llenado de gente, los cuiiosos
que ocupaban la vía pública hablaban entre sí levantando
sordo murmullo, las limeras atronaban los oídos con su grite-
ría y las campanas de la parroquia revoloteaban sin cesar,
aumentando el ruido y confusión de aquella fiesta.
Cotillo se conmovió en presencia de tanta alegría, acordán-
dose de los últimos momentos de Lope de Luzón en el triste
día de la rota de Villalar, y se decidió á cumplir en el mo
mentó el encargo que cerca de Juan Vargas le traía.
—Hoy estará dispuesto á perdonarlo todo —se dijo,— y
no debo desaprovechar esta opasión en beneficio de la buena
memoria de mi amo.
A duras penas consiguió abrirse paso entre la masa de gente
que le interceptaba el camino para llegar hasta colocarse ante
los recién casados. Cuando éstos le vieron con una espada en
las manos, que se la presentaba como oírenda, quedaron sor-
prendidos y no acertaban á explicarse el obsequio, porque Co-
tillo, dominado por la emoción, no podía articular palabra. Por
fin, entre mal reprimidos sollozos les contó la muerte de
LA MANCHA DE SANGRE 221

Lope de Luzón en Villalar y el encargo que por última vo-


luntad habíale hecho.
—La mancha de sangre vuestra—dijo,—que cayó sobre
su ropilla en aquel triste lance del duelo, está ya lavada. Sólo
falta, señor, que le perdonéis; y al decir esto hincó el pobre
Cotillo una rodilla sobre un montón de flores.
—Perdonado está — exclamó Juan Vargas tomando de
manos de Cotillo la espada de Lope de Luzón.—Y en prueba
de ello—añadió,—hoy mismo se han de celebrar en esta
iglesia honras fúnebres con asistencia de todos cuantos aquí
estamos para pedir al Señor que le reciba en el reino de los
cielos.
Aquella tarde, mientras en el palacio de la Costanilla de San
Andrés se verificaba el festín de la boda de Juan Vargas con
Isabel, las campanas de la iglesia de Santiago doblaban á
muerto por el alma de Lope de Luzón.

CARLOS CAMBRONERO.
BOLETÍN BIBLIOGRÁFICO

La Crónica Troyana.

De verdadero acontecimiento literario puede, sin exageración,


calificarse la publicación de este códice importantísimo. Pocos
hechos como éste tienen ocasión de aplaudir y celebrar los aman-
tes sinceros de las letras y del progreso intelectual de nuestra
decaída Patria, porque no son muchas las corporaciones tan des-
prendidas y generosas y tan entusiastas por el desarrollo del
saber y por las glorias nacionales como la Diputación de la Co-
ruña, que costeó la edición, y muy pocos eruditos unen al talento
y al arte la paciencia, la perseverancia y aun la testarudez propia
del Sr. Martínez Salazar, necesaria para llevar á feliz remate y
concienzudamente empresas tan difíciles y arduas.
No hemos de ponderar y encarecer ahora la múltiple excep-
cional importancia de la impresión de este notabilísimo manus-
crito, del cual sólo existían ya dos ejemplares: uno en la Bibliote-
ca Nacional, que es el que se publica, y otro en la del Sr. Menén-
dez y Pelayo. Única obra escrita en gallego que del siglo XIV se
conserva, desde muchos puntos de vista no es menor su interés
que el de las celebradísimas Cantigas que en el siglo anterior ha-
bía escrito Alfonso el Sabio; no sólo para el estudio del gallego,
sino para el de las demás lenguas neolatinas, especialmente el
portugués y el castellano, encierra capital y extraordinaria im-
portancia; á muchas controversias filológicas se pondrá ahora fin,
y multitud de interesantes cuestiones sobre el origen, formación
y relaciones de las lenguas peninsulares podrán ya ser dilucida
das con pleno conocimiento de causa en vista de este inestimable
monumento literario. La circunstancia de haber sido escrito, aun-
que bajo la dirección, tal vez única, del capellán de la casa de
Andrade, por diversos amanuenses, venidos indudablemente de
distintos países de Galicia, ofrece para conocer á fondo el galle-
Uo arcaico la particular ventaja de hallarse aquí representada la
variedad de giros y modismos y formas ortográficas y prosódicas
de uso vulgar entonces en la región gallega.
Para poner en ejecución obra tan deseada y de necesidad re-
conocida como ésta de sacar á luz, en la forma y condiciones que
los adelantos de la filología moderna reclaman, la en otro tiempo
famosísima novela caballeresca conocida con el nombre de Cróni-
ca Troyana, pocos con más aptitud que D. Andrés Martínez Sala-
BOLETÍN BIBLIOGRÁFICO 223

zar, jefe del Archivo general d e Galicia, peritísimo en el arte d e


descifrar documentos antiguos, de los cuales es rebuscador afor-
tunado y diligente, historiador perspicaz y concienzudo, como en
varios trabajos demostró, y singularmente en el que describe la
defensa de la Coruña contra la armada inglesa en el siglo XVI, y
amante como nadie de la literatura y de las glorias de Galicia,
que le debe la formación y edició» de la inapreciable Biblioteca
Gallega.
El trabajo que el Sr. Martínez Salazar se impuso no es para re-
ferido, y puede formarse de él idea teniendo en cuenta lo difícil
que es dar con la verdadera lección, no ya por la abundancia d e
caprichosas abreviaturas, de tachas, raspaduras y enmiendas, y
por la variedaa de la puntuación y forma de los signos caligráfi-
cos, sino por tratarse de la forma arcaica de una lengua que en-
tonces apenas se distinguía de la portuguesa, y de la que casi no
hay publicada producción ninguna que pueda dar luz para la in-
terpretación de este obscuro trabajo paleográfico; por eso el eru-
ditísimo editor no se contentó con estudiar también el códice de
Menéndez Pelayo, cotejándolo con el de la Biblioteca Nacional,
para lo cual tuvo que residir largo tiempo en Santander, y el ejem-
plar castellano de la Biblioteca del Escorial, de la que con tanta
diligencia cuidan los PP. Agustinos, sino que puso á contribución
millares de documentos de aquella época, singularmente los da-
tados en los países de Betanzos y Puentedeume, donde según se
observa debió de escribirse el inaprecpble volumen que por pri-
mera vez ahora se imprime. Sospechando que la primitiva escri-
tura había sido en algunas páginas raspada y s u ^ t u í d a ' c o n otra
en el códice de la Biblioteca Nacional, logró, después de emplear
diversos reactivos, que lo primeramente escrito pudiera leerse,
donde se consignan datos importantísimos relativos al mismo có-
dice, ignorados en absoluto hasta lo presente.
Al texto de la crónica, avalorado con interesantes notas, acom-
pañan un precioso facsímile de uno de los folios, un detallado es-
tudio del S r . Martínez Salazar sobre los dos códices gallegos,
unos curiosísimos Apuntes gramaticales y vocabulario, escritos
por el ilustre filólogo gallego D Manuel R. Rodríguez, y varios
apéndices.
La obra forma dos gruesos volúmenes en folio mayor, de mag-
nífico papel y esmerada impresión, y se vende á 40 pesetas ejem-
plar en las principales librerías.
A. L. PELÁEZ.
*
**
L e drame c h i n o i s , par MARCEL MONNIER. —/'ÍZ/-/Í, Félix Alcdn,
editor. ~ Un volumen en 8", 173 páginas, 2^0 francos.

El Sr. Monnier,'escritor distinguido y uno de los exploradores


que mejor conocen la China, ha reunido en un tomo la serie de
artículos que publicó en Le Temps á medida que se desenvolvían
224 REVISTA CONTEMPORÁNEA
los Últimos y desagradables acontecimientos del Extremo Oriente,
Prueban la importancia é interés del libro los epígrafes con que
el autor encabeza las diversas partes de su estudio: Las causas
mediatas. La educación del pueblo chino. La conquista industrial,
Los caminos de hierro. La política, Las misiones y algún otro son
capítulos muy interesantes en que el autor presenta datos y
documentos de gran importancia para comprender y seguir en
todos sus aspectos la lucha entablada entre Europa y la China.
Clara y exactamente puede estudiarse en la obra del Sr. Mon-
nier las circunstancias y carácter íntimos de aquel pueblo amari-
llo, siempre enigmático para los demás pueblos de la tierra, pues
el autor demuestra que conoce el país, no por el mapa, sino por
haberle atravesado en todas direcciones y haber permanecido
bastante espacio en algunos puntos de aquella región asiática.
Le drame chtnois contiene atinados juicios sobre lo pasado y lo
presente y agudas observaciones sobre política y administración
de lo porvenir.
*
* *
David Hume, moraliste ysociologue, par G. LGCHARTIEK.
—París, Félix Alean, editor.— Un volumen en 4..°, 2JJ páginas,
S francos.

Según el autor de este extenso estudio, la doctrina de H u m e


puede no haber sido útil más que con utilidad negativa; pero ha
sabido poner en su lugar, combatiéndolas en terreno propio, las
exageradas pretensiones de la razón especulativa.
La obra de Hume no ha sido estéril: ha preparado e indicado
la ciencia de la vida real, de la verdadera vida, y ha asentado los
fundamentos de la filosofía humana.
Muy noble entusiasmo siente el Sr. Lechartier por el renom-
brado filósofo idealista, con gran habilidad expone y justifica los
principios defendidos por aquél; pero el autor de David Hupie no
nos convencerá nunca, por extraordinaria que sea la sutileza de
su entendimiento, de que la doctrina filosófica que defiende
sea buena, generosa y fecunda. La moral de Hume está en con-
tradicción con el fondo de su filosofía, idealismo absoluto que no
puede originar más que una moral inadmisible.

P. V.

IMPRENTA DE LOS HIJOS DE M. G. HERNÁNDEZ


Libertad, 16 duplicado, bajo.
1901
¡HffimOTA

—Sí, señor; Chirigota es un granuja. Los feligreses, sobre


todo los asiduos al templo, se escandalizan de que niño de
tal calaña pertenezca á la Iglesia, y á una convienen en que
sólo el padre Perfecto, que de bueno se cae á pedazos, sufri-
ría monacillo semejante. Y o , por demasiado prudente, me
resigno á que todos los días varíe de lugar mi reclinatorio
(sabiendo, como sabe, que invarieblemente me coloco bajo el
pulpito), y con gusto seguiría ofreciendo á Dios este trabajo
si la perversidad de ese mala ralea no hubiera llegado al ex-
tremo de profanar mi libro de oraciones, que por olvido me
dejé ayer en el camarín de las santas Justa y RuGna.
—¡Profanar! Esas son palabras mayores, mi señora doña
Curra. A ver, á ver qué ha hecho ese diablillo de muchacho.
—Aquí tiene usted la hazaña de su acólito, chorreando
sangre y pidiendo ejemplar castigo.
La ofendida señora presentó al cura un voluminoso libro
abierto, esperando saborear la indignación en que había de
encenderse el rostro hasta entonces plácido del sacerdote;
pero éste, después de contemplar largamente y en silencio el
cuerpo del delito, soltó la risa, una risa franca y regocijada
que no pudo contener, y mirando luego á la querellante, dijo:
—No hay mal tan malo del cual no resulte algo bueno,
porque la sabia Providencia al bien hace que tienda todo; y
pues verdad tan grande es ésta y tan palpable en la presente
ocasión, perdone usted, hija mía, la empecatada idea de un ra-
pazuelo de catorce años y, por tanto, de poco juicio, en gra-
cia á que en esta caricatura, insolente, impía y cuanto usted
quiera llamarla, que razón para ello tiene, ó mucho me enga-
IS de Mayo de ipoi.—Tono CXXII.—COAD. III, 15
226 REVISTA CONTEMPORÁNEA

ño, Ó se revela un artista de alto vuelo. ¡Qué parecido tan


prodigioso!... ¡Qué detalles!... ¡Qué gracia en la expresión!...
Y añadió pasando el libro á manos del sacristán:
—Corte usted la hoja, que por fortuna no es interesante, y
devuelva el devocionario á su dueña, quien, como buena cris-
tiana, sabrá perdonar las flaquezas de su prójimo.
—Pero, padre, ¿lo toma usted así.?—balbuceó D.* Curra, lí-
vida, aunque celando su cólera.—¿No alcanza otra importan-
cia á sus ojos que un rufián que, por no tener, ni padres cono-
cidos tiene, retrate á una persona de mis años y condiciones,
esposa de un ex juez municipal, llevando en una mano un cru-
cifijo y la otra apoyada en el brazo del diablo... y eso, por
añadidura, en el Compendio de todas las virtudes!' Veinte años
llevo confesándome con usted; veinte años que día por día
vengo á oir su misa y sus sermones; veinte años que sigo al
pie de la letra sus consejos...
El cura, que se vio venir encima la cuenta de fecha tan lar-
ga, cortó por lo sano diciendo á la ex jueza:
—-Pues sígalos una vez más, y yo le aseguro que de hoy
en adelante mi acóiito no volverá á molestarla. ¡Es tan fácil
perdonar cuando se tiene buen corazón!
—Si, señor, sí—asintió D.* Curra viendo malparado el
pleito,—y como el mío es por demás desinteresado y no tie-
ne nada de rencoroso, perdono á ese... trasto, lo perdono
para que Dios me perdone á mí.
Y á vuelta de las frases de rúbrica, salió de la sacristía
apretando con rabia entre las manos el Compendio de todas las
virtudes y, aunque no era rencorosa, jurando vengarse del in-
solente monaguillo.

II

No bien hubo desaparecido la beata, el sacerdote trincó de


una oreja á Chirigota, que no andaba lejos, y le dijo revis-
tiéndose de toda la severidad compatible con la expresión be-
névola de su semblante:
—Ven acá, chirigotero de Luzbel; vas á conseguir que se
me suba la mostaza á las narices y haga contigo una sonada.
CHIRIGOTA 227

^Te parece regular que cada lunes y cada martes venga á


quejárseme la gente de tu depravadísima conducta? Ya ves lo
que hoy has hecho con una señora tan respetable y de tantas
campanillas como la que acaba de salir; pues esto se queda
en pañoleta para lo que haces cuando vas recogiendo la li-
mosna del Niño Jesús.
—¿Yo, padre Perfecto?
—Sí, tú, qne además de todas tus mañas, se conoce que
tienes la de ser un hipocritón de siete suelas. Sé de buena tin-
ta que en lugar de ir de casa en casa con la debida compos-
tura, cuando te da la ventolera sueltas la sagrada imagen en
mitad del arroyo y arremetes á mojicones con los granujas,
como uno de tantos.
—Es—contestó Chirigota en tono humilde — porque los
chicos se complacen en cometer herejías hasta con los pajari-
llos que atrapan. Ayer la tomaron con una pobre mendiga;
díjeles con buenos modos que la dejasen seguir en paz su ca-
mino, y ¡como no me hicieron caso!... Comprendo que fué
una judiada mía dejar abandonado al Niño Jesús, ¡pero me da
tanta rabia ver abusar de los que no pueden defenderse!...
Vamos, que no tengo genio para mirar en calma esas cosas.
También conozco lo malo que es pintar monos en un libro de
misa, y sólo me hubiera atrevido á semejante desacato con la
señora jueza, porque ¡le tengo unas ganas... que la haiía pi-
cadillo! ¿Sabe su merced la causa de haberse metido monja
la sobrina que vivía con ella? Pues se metió porque estaba
más achicharrada de aguantar á la tal señora que San Loren-
zo en la parrilla. Su merced puede preguntar á quien la sirve
(que cada día es una criada diferente), y verá lo que le dicen.
Tiene condenado á perpetuo ayuno á todo el que cae bajo su
íérula, y obliga á su marido, un hombre bueno como el pan
de flor, á que, por vía de penitencia, se meta per las noches,
antes de acostarse, en un lebrillo de agua fría. E' buen ssñor
ha pescado un reumatismo que va á dar en tierra con sus hue-
sos, y cuando se queja de sus dolores, la indina le dice con
acento místico: —¡Dichoso aquel á quien Dios manda algo
que ofrecerle! Como si con tal mujer no tuviese harto que
ofrecer á Dios el infeliz.
228 REVISTA CONTEMPORÁNEA

—Calla, hombre, calla, que si te dejan sigues hasta el día


del juicio. Arme cada cual su nave á su gusto y ¡ojo al virotet
que en eáo de si este ó el otro hace ó deja de hacer, suele car-
gar de culpas el saco quien menos piensa. Y ahora, volviendo
á los monigotes de marras, ya que por ahí descuellas, y tanto
porque no deben desdeñarse las aptitudes que Dios nuestro
Señor nos concede, como por ver si mayores ocupaciones te
hacen sentar la cabeza, desde mañana irás á ejercitarte en el
dibujo con persona competente. Si deseas seguir en esta santa
casa es preciso que mudes por completo de conducta; que-
seas nuevo fénix renacido de las viejas cenizas.
Y reparando en el atavío del mozalbete, inadmisible sin el
tápalo todo de las faldas monacales, añadió algo perplejo:
—También va á ser preciso que, si has de asistir á la clase-
de dibujo, mudes de traje y... apuesto á que no tienes otro...
Chirigota, rojo como una guinda, hizo con la cabeza un
signo negativo. El párroco se apresuró á deciile:
—No afrenta la pobreza cuando la acompaña el decoro, ni
de los malos hábitos externos, sino de los internos, se debe
el hombre avergonzar. Conque á mal tiempo buena cara, y á
mirar hacia adelante, que la rueda de la fortuna lo mismo baja
que sube, y así como el distintivo de la vejez debe ser la pru-
dencia, la juventud ha de pecar de animosa y tener fe, mu-
cha fe, perqué ésa es el arma invencible con que el hombre
hace sus mejores conquistas.
Y ya de capa y teja en mano, siguió:
—Vaya, vaya, del Kirie me sahé al Saacíus dejando el al-
muerzo in albis. Anda con Dios, hijo, anda con Dios, y vete
luego por casa para que mi sobrina te tome las medidas del
indispensable traje y yo te acabe de sentar las costuras, por-
que no creas, no creas tú que la indignación de lo que ha pa-
sado se me va tan pronto. Líbrate de reincidir, pues otra vez
no te vale ni la bula de Meco, y la cosa no había de acabar,,
como hoy, en tortas y pan pintado.
(JHÍRIGOTA 229

III

El amor baja del cielo


en onda de luz que hace
vibrar dos almas á un tiempo.

La mañana era espléndida. En el templo sólo quedaba al-


guna que otra rezadora incansable, de esas que, después de
oír la misa mayor, siguen pidiendo por los vivos y por los
muertos y este mundo y el otro, y de pedir hacen el cuento
de nunca acabar. En algunas partes de Andalucía llaman á
estas dcvota~s sempiternas las cócoras, y no hay sacristán ni
acólito que de ellas no abomine, porque las taimadas hacen
oídos de mercader al rumor de las llaves y salen siempre de
la ig esia echando pestes de quien las interrumpe en sus inter-
minables oraciones.
Las cócoras de la mañana á que me refiero podían estar
tranquilas; había bautizo, y ni los monaguillos ni el sacristán
cogerían tan pronto el para ellas antipático llavero. Chirigota
ocupado andaba en la capilla bautismal quitando telarañas y
poniendo paños, aunque sin extremar limpieza ni adorno?, por
stx de pobre la ceremonia.
Dejado en su punto lo conveniente, y ansioso de aspirar
los aromas de azahares y mosquetas con que el viento, al ro-
zar los ñoridos balcones, perfumaba la calle, salióse al atrio,
adonde á poco llegó también una mozuela llevando en brazo
pequeña y emperejilada criatura.
Preguntóle Chirigota si era aquélla la que había de bauti-
zarse, y la muchacha (que á lo sumo llegaría á los doce años
de edad) volvió hacia el monaguillo los ojos más hermosos
que éste había visto en su vida y le contestó con marcado
acento andaluz:
—Ésta es y quiera Dios que el señor cura nos despache
pronto, no sea que mi hermanito alborote el cotarro.
—¿Y cómo vienes sola con él?
—Porque mi madre está muy medianeja y la vecina no se
atrevió á dejarla. Además, esperábamos que el padrino me
230 KEMisTA CüNTK.MFOKANEA

acompasaría.,, no sé cómo no está ya aquí. ¡Gasta tan poca


formalidad el señor Isidoro! Y el caso es que yo deseo que
tenga padrino mi hermanito, porque muchas veces he oído
decir que sin padrino no hay hombre.
Hizo una larga pausa y siguió después, clavando en Chiri-
gota la intensa mirada de sus expresivos ojos:
—Siento doblemente que no venga, porque él hubiera
dado algún regalito al señor cura para que no constase en la
partida si el bautizo era ó dejaba de ser de limosna. Aunque
somos pobres... y tan pobres que desde la muerte de mi pa-
dre (que esté en gloria) no contamos sino con el día y la no-
che .. es muy triste lievar siempre encima el sambenito de la
pobreza
Chirigota la escuchaba atento, sin decir palabra, como ex-
tasiado ante la gracia encantadora de aquella madrecita que
con su niño en brazos se parecía á la Virgen de'Murillo, joya
del santuario ante la cual se pasaba él las horas muertas, de-
voto á un tiempo de la religión y el arte.
Viendo la muchacha que el monago nada le decía, pregun-
tóle candorosamente:
—¿Crees tú que si yo diera este cuarterón de chocolate ai
señor cura consentiría en no poner lo de pobre?
Y á la franca sonris? del chico replicó algo cortada:
—No creas... es de lo bueno... de cinco reales Hbra. Las
señoras de la Conferencia me lo dieron para mi madre,
—Todo se arreglará—dijo al fin Chirigota.—Por lo pronto,
nadie deje de morirse por la falta que haga. Si, segúu pare-
ce, el señor Isidoro brilla por su ausencia, aquí estoy yo para
tener al niño y, como dice el padre Perfecto, á falta de pan,
buenas son tortas, •
—¿Lo tendrías tú... de veras?
—¿Por qué no?
— ¡Qué bueno eres!—exclamó la niña, cuyos ojos se arra-
saron en lagrimas. Luego añadió, besando á su hermanito;
—Ya no te quedarás sin padrino, monín; empiezas con bue-
na sombra.., ¡Es claro! El que á buen árbol se arrima...
Y con los ojos húmedos aún, hizo gracioso guiño al acó-
lito. Éste dijo alegremente:
CHIRIGOTA 231

—No tendrá bautizo de órgano y tres capas, pero tampoco


constará ni su pobreza ni la mía. Hasta pelón va á haber, si
no de cuartos, de aleluyas. Dos pliegos traigo en el bolsillo:
La vida de don Crispin y El mundo al revés. Y díme, ¿cómo
se va á llamar?
—Pues como su padrino. ¿Cómo te llamas tú?
—Chirigota me dicen; pero en la pila me pusieron Jorge.
— ¡Qué nombre tan bonito!
—Y el tuyo ^cuál es?
—Araceli.
—Tampoco es feo. Mucho extraño que, perteneciendo tú
al barrio, no te conozca y o , que conozco á todo bicho vi-
viente, ni tú me hayas visto, siendo así que por todas par-
tes ando de sobra.
—No ha mucho que somos vecinos, y además yo salgo
poco. Mi madre dice que las mujeres de provecho se hacen
recogidas en casa, no pindongueando por las calles y de
fiesta en fiesta, como mesilla de turrón.
—¡Ea! Vamos adentro, que ya Cátá ahí el señor cura.
En la vida, si hay horas muy amargas, momentos hay
también de dulzura infinita, y uno de ellos fué para Araceli
aquel en que depositó su tierno hermanito en los robustos
brazos de Chirigota. No sólo el huérfano, teniendo padrino,
se haría iodo un hombre (vivo afán de su juicio.oa hermana),
sino que sería lazo de unión entre el monaguillo y ella. De
seábanlo así uno y Otro. Sin darse cuenta exacta de sus sen-
timientos, lo mismo en Araceli que en Jorge, á la mirada
primera correspondió el primer amoroso latido del corazón y
la primera ilusión del alma. El dios alado, quizá por ser cie-
¿o, hiere á los pobres con las mismas armas que á los ricos ^
>• de ahí que todos los seres gocen de igual modo la felicidad
suprema de la vida.
Con previsión de madre (las mujeres desde niñas, saben
serlo), suplicó Araceli al párroco que echase al pequeño mu-
cha sai en la boca, para que no saliera desaborido; poca agua
en la cabeza, para que no fuese desmemoriado, y obligó al
sacristán á sostener el salero con la mano derecha porque la
z quierda traf mala suerte.
232 REVISTA CONTEMPORÁNEA

Concluida la ceremouia con todos los requisitos apeteci-


bles, Araceli ^omó ya cristiano el niño que entregó moro, y
se volvió para su casa, oyendo el g-uirig-ay de los que dában-
se de morradas por coger á cuál más el contante si no sonan-
te pelón que desde el atrio del templo arrojábales Chirigota
á manos llenas.

IV

Eran dos hermanitos


sin calor de nadie
que buscaban abrigo, y sólo oían
¡Dios los ampare!

— E n paz descansa ya la infeliz; el primer descanso que


tiene de viuda, pues no era ella piedra que criase moho por
falta de movimiento. Eso la llevó al hoyo, el ansia de antes
y con tiempo ponerse á trabajar para sus hijos.
—i Ay, señora Justina! Los pobres no tenemos otro trigo de
donde sacar pan sino el trabajo.
—Ya que estamos aquí, hagamos algo provechoso—dijo
D.* Curra, la cual se hallaba también en el duelo, —y lo
que urge es decidir de la suerte de estas criaturitas, á quien,
según tengo entendido, no queda otro refugio sino Dios y la
caridad de las buenas almas.
—¡Que lo diga usted, señora! Ni parientes ni recursos de
ningún género. Y menos mal la niña, que por despierta y ha-
cendosa no ha de faltarle donde ganarse una peseta; ¡pero el
chiquitillo, que eníodavía no ha hecho dos meses!
—El niño es un hueso que nadie querrá roer, y con razón.
No están los tiempos para echarse obligaciones.
—Quizá haga algo por él su padrino, que tanto lo quiere:
ese deber contrae quien saca á una criatura de pila—volvió á
decir la que habló primero.
—¡Vaya un amparo y un ejemplo que le daría el tal padti.
no!—exclamó en tono agrio D." Curra.—Antes de consen-
tir tal cosa, capaz soy de cargar con el mochuelo, á pesar de
que no me hacen gracia los chicos. Pero lo prudente es de-
CHIRIGOTA ^ 233

positarlo en el torno de la Misericordia. Yo me ofrezco á


acompañar á quien de ustedes se preste á llevarle, y así lo
recomendaré á la superiora de la Inclusa. Conque vamos, no
hay que dejar para mañana lo que puede hacerse hoy, ni el
estómago de la criatura tiene espera.
De detrás de la cuna que había estado meciendo salió
Araceli mal cubierta por raído mantón de lana, pálida como
la misma muerte y enrojecidos por el llanto los hermosos
ojos, en aquel momento secos y brillantes, con el intenso y
doble brillo de la indignación y la fiebre; llegó sin apresura-
miento adonde estaban reunidas las mujeres, y les dijo con
voz en que al unisono palpitaban angustias y energías:
— ¡Por Dios, señoras! Ni en soñación piensen separar de xaí
á este niño, consuelo de mis penas y lo único mío que me
queda ya en el mundo, ¡La Inclusa! ¡Llevarlo á la Inclusa!
¡Virgen santa! ¡Si mete miedo considerar el diluvio de criatu-
ritas que mueren allí al cabo del año! Sólo me faltaba eso. He
visto desaparecer ya dos hermanitos, luego á mi padre... á
mi madre en seguida... ¡Uno por uno he ido perdiendo todos
los cariños de mi alma! Así que á éste, á mi Jorgín, de quien
más que hermana debo y quiero ser madre... á éste no lo
arranca nadie de mis brazos, ¿lo oyen ustedes? ¡Nadie!...
como no sea quien se llevó á los otros.
—Mal podrás atenderle teniendo que mirar por ti misma—
le replicó D . ' Curra, que en odio al acólito quería llevarse á
toda costa el pequeñuelo.
—Trabajaré hasta dar por mi niño toda mi sangre gota á
gota. A nadie pido ayuda, conque déjenme obrar á mi antojo.
—¡Cuanto orgullo en un cuerpo tan chicc!—exclamó pica-
da la beata.
—¡Ay, señora! Mejor dijera usted ¡cuánta amargura en un
corazón tan solitario!
Y dos lágrimas suspendidas un momento entre las sedosas
y largas pestañas rodaron por las mejillas de la huérfana.
—Quizá después de pasar la noche á vueltas con el angeli-
to y sm tener con qué aplacarle el buche, varíe de pensamien-
tos está mocita—dijo otra de las mujeres.
—Tal creo—se apresuró á contestar D.° Curra encaminan
234 « REVISTA CONTEMPORÁNEA

dose hacia la paerta.—Dejémosla, pues, que reflexione, y ma-


ñana temprano pondremos al huérfano donde se críe en el
santo temor de Dios, como en conciencia estamos obligadas.
Y ya fuera y bajando el tono añadió:
—Entre tanto bueno será evitar á la chica toda comunica-
ción con el monacillo; sólo así podremos reducirla.

Un rayito de sol rasga las nubes...


iBendito sea!

¡Qué noche tan fría y tan larga!... ¡Qué oscuridad tan den-
sa la del cielo!... jQué silencio tan pavoroso el de la tierra!
Todo contribuía á hacer más triste el dolor y la soledad de
Araceli. Y eso que tenía ella bien arraigada la consoladora
idea de que su madre al morir no había hecho sino cambiar
át forma y de si/io, y por consiguiente, seguía existiendo, aun-
que harto distante del cariño de donde él la llamaba á voces.
Que la buena mujer (una santa en vida) estaba en el cielo, era
evidente para la muchacha, quien, considerando que, si hasta
el cielo llegan las oraciones de la tierra, llegarían de igual
modo los ayes de dolor, se decía á la vez que ahogaba en su
pecho los sollozos:
—^Cótr.o las madres, al oir llorar á los hijos que dejan aban-
donados en el mundo, no han de padecer terrible martirio,
aun en pleno goce de todos los deleites celestiales?
Por eso con doble afán trataba de acallar al pequeñuelo, y
así le repetía como si él pudiese comprenderla:
—No llores, monín, no llores, que te oye madre.
Por un momento creyó que efectivamente el llanto del niño
había llegado hasta el otro mundo, y debido á un milagro, la
madre bajaba á consolar á los hijos de su alma. De repente y
en sileucio habíase abierto la entornada puerta, dando paso á
una mujer que por su edad y figura hizo más viva la ilusión
de Araceli.
—[Ahí... ¡Es usded, señora Amparo!—exclamó la pobre
CHIRIGOTA 2.H5

niña cuando la intensidad de la emoción fué pasada.—Creí


que Dios, compadecido, nos devolvía nuestra madrecita...
¡Dicen que es tan grande su bondad!
Sí, muy grande, pero no tal como Araceli la concebía y
deseaba. Daba ella el nombre de bondad á la inconsecuencia
del momento, á la debilidad impresionable, y ésa no es lógi-
co que sea la de un aer previsor y justo. Teniendo previsto
cuanto ha sido, es y será en el Universo, no puede caber en
Dios la necesidad de modificar ninguno de sus designios. No
obstante, la verdadera bondad divina, la bondad inmutable y
perfecta, vierte en las almas afligidas, valiéndose de medios
adecuados á la idiosincrasia de cada persona, su inagotable
manantial de misericordia, y por eso no hay dolor en la vida
que carezca en absoluto de consuelo.
La recién llegada levantó de la cuna al niño y dijo, sentán-
dose donde pudo:
—Vengo á dar á este pobrecito el pecho que le tengo re-
servado. ¡Ay, hija! Bien quisiera yo criarle á una con mi niño,
pero ¡estamos tan atrasados! Las cinco semanas de para por
la enfermedad de mi Felipe nos empeñaron con Trabacuartos
la ditera en diez duros, por los cuales pagamos de dita diez
pesetas al mes; cuatro van ya corridos, y aflojados ocho du-
ros... y la deuda en pie como el primer día. Esto nos fuerza á '
echar mano de un inclusero, ya que á Dios gracias tengo le-
che de sobra. No es gran cosa lo que abonan por la crianza,
cincuenta reales; pero eso al mes en casa de un pobre hace
mucho bulto. ¿Oyes cómo traga? Mámatela toda, que para ti es,
rico. ¡Qué bendición de criatura! Si pudieras conseguir que la
Conf renda te diese aunque sólo fuera el importe de los rédi-
tos, no había que pensar sino que rae quedaba con el angelito
y tú no tendrías que separarte de él. Con lo impuesta en todo
que te dejó tu pobre madre, poco gravosa habías de serme.
¿Por qué no se lo dices á D.* Curra? Ella bien entra y sale y
parece interesarse por vosotros.
—Nada tengo que aguardar por ese lado; mi única esperan»
za es Jorge. Extraño me parece no haberlo visto ya por aquí.
—Pues sí que estuvo; pero la seña Frasquita lo echó con
cajas destempladas, ignoro por qué.
236 REVISTA CONTEMPORÁNEA

Araceli guardó silencio, la señora Amparo se puso á mirar


cómo hacía el niño por la vida, y en largo rato sólo se oyó
el ruidoso mamar que proclamaba las buenas tragaderas del
huérfano y la abundancia de leche de la caritativa mujer.
— De todos modos—volvió á decir ésta,—yo no acudo á la
Inclusa mientras no vea cómo quedáis. Quien esperó lo más
esperará lo menos.
Luego dejó en su camita al niño ya dormido, y sin hacer
bulla salió de la sala diciendo, á guisa de despedida:
—Si algo ocurre, pega un golpe al tabique. A tu lado me
quedara, pero si alguno de mis zai'állos despierta sin estar yo,
engresca a los otros, y entre todos no dejarían pegarlos ojos
á su padre, que, harto de trabajar, necesita dar descanso al
cuerpo.

VI

Con el alba salió Jorge de su casa, y apoyado en uno de


los dos pilares unidos por férrea cadena que había frente á la
de Araceli, estúvose ha.'ta que acabó de amanecer: un plan-
tón de media hora, que la impaciencia le hizo largo como día
sin pan. Por fin vio á la muchacha abrir el postigo de su puer-
ta y con el niño rebujado en el mantoncejo echarse á la
calle.
Reconocer ella á su amigo y volar á su encuentro fué todo
uno, y aunque los sollozos impidiéronle hablar por el pronto,
pasada la congoja, á su gusto desahogó en él su afligido co
razón contándole penas y temores de que éstas aumentasen
(en la medida del infortunio cabe siempre algo más) con la
separación casi ineludible de aquella criaturita infeliz, para
quien á par de la desventura crecía el cariño de Araceli.
Y Araceli exclamaba mirando con desaliento á Chirigota:
—Me salgo de casa porque van á venir por mi n:ño para
llevarlo á la Inclusa, ¡á la Inclusa, cuando por diez pesetas men-
suales la señora Amparo jne lo criaría hecho un rollito de
manteca y viviendo todos bajo el mismo techo! ¡Qué horrible
es la miseria!
CHIRIGOTA 237
Como Jorge no podía faltar á si^ obligación, hacia la iglesia
la emprendieron, bien que á paso lento y por el camino más
largo; la muchacha expresándose con viveza, él sin perder pa-
labra de cuanto su compañera le decía, cabizbajo y triste por
considerarse impotente para remediar tanto infoitunio.
Ya en la iglesia, cada uno tomó por su lado. Araceli se me-
tió en la capilla de las Divinas Angustias; el acólito fué dere
cho á vestirse las hopalandas, sacando punta y filo á su inge-
nio á puro pensar cómo y dónde buscaría él las ta'es diez pese
tas. Emboscado en laberinto de salida tan diücil, ni siquiera
dio los buenos días al sacristán, quien, viéndole mano sobre
mano después de vestido, le dijo dándole una palmadita en el
hombro:
— ¡Eh! Chirigota, que hoy es día de pedir para el Niño.
— ¡Pedir para el niño!... Sí, eso sería bueno... pedir para el
niño... La idea es excelente. ¡Ay, señor Dimas! sin pensarlo
ha dado usted solución á un gran problema.
—Me parece que hoy no sólo se le han pegado las sábanas
sino que sigues dormido—volvió á decirle el sacriitén, figuran •
dose que dormido debía de estar para llamar idea excelente y
solución de gran problema al recuerdo de que siendo primer
día de mes había que ir, como de costumbre, al petitorio del
Niño Jesús.
Chirigota, que parecía haberse despabilado según tornáron-
se rápidos sus movimientos, tomó la canastilla adornada de
finos encajes y cintas de colores en la cual sacaba á la calle
la imagen (obra primorosa del célebre Montañés), y con ella
en la mano entró en la capilla donde oraba Araceli, y dijo
muy quedito á la muchacha.
—Pronto, dame el chiquitín, que me lo llevo.
—¡Mi hermano!... ¿Vas á llevarte á mi hermano?
•—Sí, á ver cómo lo colocas en este cestillo.
—Pero...
—No hay pero que valga ni tiempo que perder. Hoy es día
de pedir para el niño... ¿Comprendes?
—¡Virgen de Consolación—decía Araceli mientras acomo-
daba el pequeñuelo en la cestilla,—lo que es tener padrino!...
Y muy bien que cabe... ni que á medida la hubieran hecho.
238 REVISTA CONTEMPORÁNEA

Vaya si está bonito mi Jorgín entre tanto perifollo!... ¡Parece!


el mismísimo Ni3o de Dios!... Míralo, Jorge, míralo. ¡Hijo de
mi alma!
—Ea, no lo perfiles más y échale el mantón por encima,
que hace frío. Así... requetebién. Tú márchate á casa de la
señora Amparo y allí espéranos. Desde luego puedes decirle
que no tiene que buscar crío, pues criará á mi ahijado; es cosa
decidida. ¡Adiós!
Y con su interesante carga salió de la iglesia.
Araceli le vio alejarse, y luego volvió á caer de rodillas
ante el altar con el rostro bañado en dulce llanto; que así
como en la noche fría la humedad se condensa en rocío, en
el corazón humano el sentimiento se deshace en lágrimas.

Vil

¡La voluntad!... Hé ahí el poder absoluto.

—Ahueca, Chirigota, ahueca, que á mí no hay quien me


saque un céntimo para niños que ni comen ni rompen za-
patos.
—Ya lo sé, maestro.
=Entonces, ¿qué se te ha perdido en el portal de este po-
bre remendón? Mira que puedes contaminarte. ¿No sabes que
me llaman hereje y otros motes ao muy católicos porque tra-
bajo en días de fiesta? Y mira lo que son las cosas, con eso y
con todo, no llego á aplacar el hambre á la perolada de fru-
tos de bendición que me dejó mi difunta (Dios la tenga en su
gloria).
—Sí que lo creo.
—Como que está todo por las< nubes y cuesta un sentido;
como el otro que dice: desayunarse con una cebolla á la vera
de una tahona para que el olor sirva de arrimo.
—Tiene usted razón que le spbra, maestro.
—Por eso á los que trabajamos por la pitanza, no malos
nombres, sino guita es lo que hay que dar para reducirnos á
guardar festividades; y cree tú que si se arbitrara un medio
CHIRIGOTA 239

que no fuera el de hacerse una cruz en el estómag;o... á na-


die le amarga un dulce ni un día de descanso á la semana.
Conque vaya, el tiempo es oro: zapatero, á tus zapatos; santi-
rulico, á tu altar.
—Ha de saber usted, señor Facundo, que hoy mi santiru-
lico, como usted le llama, es de carne y hueso, y por consi-
guiente, necesita comer, y más tarde romperá zapatos si la
caridad no se los niega.'
—Déjame de simbolismos, que conozco^el paño y á carca
me hiede. No he de sisar yo el aceite á mi ¿azpacho para ali-
mentar lamparillas; conque repito: de verano.
Chirigota, sin dársele un ardite de tan rotunda despedida,
descubrió el canastillo, y presentando el niño al remendón,
dijo sencillamente:
—Sin padre ni madre, ni más amparo que la piedad de los
coiazones generosos.
El zapatero echó la vista al dormido huérfano y después la
levantó hasta Chirigota, cuyos ojos le imploraban con tan
penetrante sentimiento de caridad, que el maestro, contagiado
acaso, tiró del cajón de la. mesilla, sacó una peseta, y en voz
baja, como si temiese que alguien se percatara de su buena
acción, dijo al monago, uándole la moneda:
—Si hace falta, cuenta con otra todos los meses. ¡Hermoso
niño de Dios!
Y con entrañas de padre besó la manita del pequeñuelo,
que, sonriente, parecía agradecerle el donativo.
Esta fué la primera limosna y la más inesperada. Con tan
buenos auspicios, cobró el acólito nuevos ánimos, y en dos
horas bien corridas no dejó rico ni pobre, chico ni grande
á quien no interesara en su piadosa obra. Sabiendo que cada
lugar tiene su modo de bailar, á unos acometía de una ma-
nera, á otros de otra, y de todos sacaba raja. Vino á cuen-
tas, y viéndose poseedor de hasta cincuenta pesetas entre
plata y calderilla, ítem más valiosos ofrecimientos, con alas
en los pies volvió grupas para donde su amiguita lo esperaba
impaciente.
24:) BEVISTA CONTEMPORÁNEA

VIII

—Señora Amparo— entró diciendo,—aquí está ya el mozo


que sin soltar el trapo ha corrido media Sevilla, y no á humo de
pajas; diez duretes como diez soles trae para saldo de cuen-
tas con diteras que Dios confunda per smcula sceculorum. Que-
da usted obligada, en cambio, á mantenerlo á cuerpo de rey
sin percibir durante cinco meses sino lo que el padrino tenga
voluntad de dar á usted. ¿Estamos conformes?
La buena mujer, que precedida de Araceli y seguida de sus
pequeñuelos había salido al patio á recibir á Chirigota, de
pura satisfacción no cabía en sí. Grande era también la de
Araceli, aunque la pobre no se atrevía á dar rienda suelta al
contento por temor de que la realidad que tocaba fuese sue-
ño de que hubiese de despertar.
Tras el monaguillo se coló en el patio Alegría, gitana habi-
lidosa cual ninguna para meterse hasta por el ojo de una llave
doquiera que olía monises, y como no se contentaba ella con
el olor, sino que aspiraba al sabor, apenas Chirigota puso su
doble y preciosa carga en mano's de la se3ora Amparo, Ale-
gría le dijo asiendo la ocasión por el copete:
—Ven acá, lesalao, que quiero decirte la buenaventura, no
por interés ninguno, sino porque sepas lo que en tus ojillos
estoy leyendo y leeré hasta con puntos y comas en las rayas
de tu mano, si con una perrilla me la alargas. ¡Qué!... ¿te nie-
gas?... ¿Vas á ser tan roñoso que por no soltar la mosca te
quedes en ayunas de la buena suerte que te adivino? Mira que
toita tu persona está diciéndome que no sube tan ligero el
aire al muñeco de la Giralda como tú has de subir al pináculo
de la gloria. Y cuenta que no serás el primer monacillo de
este cachito e tierra e María Santísima que viniendo del linaje
de las doce tribus, se enseñorea por su chirumen. De tu mis-
ma parroquia salió uno que en la corte fué menisíro de la co-
rona, sin que en tal jerarquía se le subiera el jumo al jumero,
y otros ha habido que si no llegaron á pisar la cumbre de tan
alto .nonte, por él gatearon. Conque vaya, ^no aflojas el pe-
CHIRIGOTA 241

írillo para mercar una chiringa á m\s probesitos churumbeles?


Muestra tu rumbo, nata y flor de los pintamonas, aunque no
sea sino por la mocita de cara e virgen que está comiéndote
con los ojos.
La señora Amparo hizo bueno el rchési pobre porfiado saca
mendrugo, y la gitana se fué deseando á todos tanta ventura
como fatiguillas pasa en el mundo la raza de gitanillos probes;
fatiguillas á que desgraciadamente viven condenados los po-
bres de todas las razas.
—Conque, señora nodriza, lo dicho; cuide á mi chiquitín y
mire como cosa propia á mi Araceli, porque... ya oyó usted
á la gitana; he de llegar alto... muy alto... y no quiero subir
solo.
Diciendo así, miró amorosamente á la huérfana, en cuyos
oídos las palabras del muchacho sonaron á repique de gloria.
—Pues hijo—contestó la señora Amparo, ya en ejercicio de
sus funciones,—mocita más completa que ésta lo ha de ser á
su tiempo no se la llevará ni el mismísimo Alfonso XIII, con
ser Rey de España.

JX

—En resumidas cuentas, lo que aquí se me dice, aunque


dorando la pildora, es que por ser yo un viva la Virgen, doy
en la Iglesia abrigo á personas indignas de pertenecer á ella.
La firma es del secretario de la diócesis, pero la carta está
escrita de puño y letra del padre Carrasco, el pariente de doña
Curra .. y de la beata viene derecho el tiro. Bien veo asomar
sus uñas dispuestas siempre á clavarse en algo... hasta en la
última palabra del credo, como es un triste acólito. ¡Diantre
de muchacho!... No, lo que es á él merecido le está... y eso
que casi todos sus defectos provienen de su excelente cora-
zón. ¡Qué demontre! Más le hubiera validd tirarse de cabeza
á UQ pozo que indisponerse con una de esas cócoras, polilla
de las iglesias y fariseos de nuestra religión sacrosanta. De
todos modos, ¡el niño es también de encaje .. de encaje fino,
y en buena ocasión me hace esta nueva diablura! Lo que no
16
24-2 REVISTA CONTEMPORÁNEA

me explico, por más que me devane los sesos, es para qué


se habrá llevado la canastilla sin la imagen... Nada, nada; ni
debo ni quiero segfuir aguantándolo y, pues no se enmienda,
vaya bendito de Dios. Del arroyo lo recogí y al arroyo lo
vuelvo. Basta de sofocones y quebraderos de cabeza; no es
ya mi edad para bregar con chicos revoltosos, y, aunque me
duela... porque me duele' abandonar á esa pobre criatura...
cuanto le eche la vista encima, lo pongo de patitas en la calle
y pas Christi.
Cuando de vuelta de su excursión el monago dejaba la ca-
nastilla en la sacristía procurando pasar inadvertido, el sacris-
tán, que estaba en acecho, cayó sobre él como gato sobre ra-
tón y le dijo con sorna:
—¡Ya me figuraba yo que hoy no estabas en tus cabales!
Anda, que el señor cura te espera en su casa, y bien puedes
ir encomendándote á las ánimas benditas, que así y todo
no te arriendo la ganancia, según lo enfurecido que está su
merced.
Recibióle el padre Perfecto en actitud severa, si bien lo dejó
dar disculpas y descargos que no iban cayendo en saco roto,
ni mucho menos, puesto que con tono que nada tenía de fu-
rioso, después de bien enterado del caso, se expresó de esta
suerte:
—^Loable es sin duda la empresa que has acometido y lle-
vado á feliz término; loable y meritoria, y positivamente no
ha de causar enojo al santo Niño, aunque su capilla queda este
mes sin recursos y por lo tanto á oscuras.
—No ocurrirá tal cosa mientras siga yo cobrando las tres
pesetas mensuales que su merced me asignó y no me falten
propinas en bodas y bautizos. Quiere decir que si ahora vivo
como un príncipe, pues por ese dinero la tía Bonosa me per-
mite dormir en el hueco de su escalera y al mediodía catar su
olla, mudaré de domicilio para hacer economías, y desde
luego su merced puede contar con las tres pesetas, amén de
lo que vaya cayendo. Cera no ha dé faltar por mí á la sagra-
da imagen.
—Y entonces, ¿de qué ibas á vivir tú, alma de Dios?
•—¿0e qué?... Pues de lo que viven los pajarillos del cam»
CHIRIGOTA 243

po, que ni siembran ni siegan ni allegan en alfolies. El Padre


celestial provee á los suyos.
El sacerdote se quedó mirando al chico sin pronunciar pa-
labra, y luego llamó á su sobrina, una pelirrubia diminuta de
cuerpo Y de aspecto juvenil, no obstante pasar de cuarenta y
cinco sus abriles, á la cual dijo cuando solícita apareció en el
umbral de la puerta:
—Mira, María Rosa, muchas veces oigo que te quejas de
que, habiendo tanto pobrecito sin casa ni hogar en este mun-
do, tengamos nosotros de sobra la sala de arriba, un cuarto
tan blanqueadito y lleno de luz. Pues ¿sabes? ya le hallé in-
quilino: mi acólito (que desde ahora deja dé serlo, pues quie-
ro que se dedique exclusivamente á sus estudios) va á ocu-
parlo, y así ni tú tendrás comezón, ni él andará por esas ca-
lles como bala perdida.
María Rosa miró afable al ex monago, y esa llama bendita
que enciende el alma buena en amor al prójimo iluminó con
purísimos destellos la simpática figura de la solterona.
El cura, encarándose con el muchacho, agregó:
—Ya has oído; todo se reduce á que en vez de catar la
olla de la tía Bonosa cates la nuestra... y llámale hache, pues
ninguna de las dos cuece pechugas.
Jorge no acertaba á desplegar sus labios, tan impresionado
estaba; pero sus ojos mostraban tanto agradecimiento y cari
ño al sacerdote, que éste, acaso por disimular la viva emoción
que sensaciones tan tiernas le producían, exclamó en tono
alegre:
—Conque á aplicarte, hijo mío, no sólo por ti, sino por las
obligaciones que te has echado encima y que por lo pronto"
yo tomo á mi cargo.
Entonces el rapaz cayó de rodillas ante el buen cura, le
cogió una mano y, después de imprimir en ella muchos be-
sos, todos muy sonoros y salidos del alma, balbuceó entre
lloroso y risueño:
—Sí, señor; su merced toma á su cargo ^ huerfanito... y
¿ mí me protege.,, y á todos nos ampara... y así, así cae á su
merced tan de perlas que le llamen el paire Perfecto.
244 REVISTA CONTEMPORÁNEA

Dicen que D.® Curra, al saber lo acaecido, del sofocón tuvo


que propinarse media docena de sanguijuelas, y que las cisu-
ras se le enconaron porque no era sangre sino veneno lo que
por ellas brotaba. Lo cierto es que no volvió á confesar con
el generoso protector de Chirigota, ni á oir las misas ni los
sermones que el buen señor decía. En cuanto á seguir su»
consejos... ella, como buena fanática, no había seguido nun-
ca sino los del egoísmo y la soberbia.
Pero como en este mundo hay un infierno para los espíri-
tus ruines, y las penas de este infierno consisten en la contem-
plación de la dicha ajena, desde tan mísero lugar vio al ex
monaguillo sobresalir notablemente en la Academia sevilla-
na y pensionado por el Ayuntamiento, ir luego á completar
sus estudios pictóricos á Roma.
Cuatro años lleva el animoso joven en la ciudad del Tíber,
y muy pronto regresará á la del Guadalquivir, para gloria de
su patria y alegría de Araceli, quien, al lado de María Rosa,
aprende hoy todo lo que no podía enseñarle la buena Ampa-
ro y que debe saber la futura esposa de un hombre distin-
guido.
En tanto Jorgín, hermoso como un ángel y travieso como
él solo, corre á cada momento de la casa del cura á la de
Amparo y de la de Amparo á la del cura, creciendo feliz en-
tre aquellos dos hogares, casi tan pobre el uno como el otro,
pero ambos caldeados por el amor, que une las almas, y la
calidad, que las engrandece.

MARÍA DE BELMONTE.

Toledo 4 1901.
DISCURSOS
LEÍDOS EN L \

ACADEMIA DE JURISPRUDENCIA
POR LOS SRE3. MARQUÉS DEL VADILLO, MORET Y VILLAVERDE,
EN HONOR DE D. AUGUSTO ;COMAS

SEÑORES ACADÉMICOS:

Heme aquí dispuesto á cumplir ante vosottos, y previa


vuestra generosa indulgencia, un deber impuesto al que tiene
la honra de dirigiros la palabra por el digno Presidente de
esta corporación, mi particular y queridísimo amigo. Cuál
haya sido su propósito al fijarise en mí tratando de honrar la
memoria del eximio maestro Excmo. Sr. D. Augusto Comas
declaro que no lo sé, ni adivino la razón siquiera, como no
fuese aquella de procurar por la ley del contraste el efecto
que se persigue y que tan poderosamente ayuda por lo co-
mún á cautivar deleitando la atención pública. E interpretada
así mi designación, tenéis mucho que esperar vosotros y no
tanto que agradecerla yo. Sabéis todos que á mis brevísimas
cuanto modestas observaciones, por modo de apuntes necro-
lógicos, ha de seguir la elocuentísima palabra del Sr. D. Se-
gismundo Moret, inspirada, sin duda, en estos momentos por
el recuerdo de la amistad y del compañerismo, del fraternal
cariño que le unieron al ilustre muerto cuya memoria evoca-
mos y á la que nos disponemos á rendir aquel tributo de con-
sideración y de justicia, aquel homenaje de filial cariño que
le debemos twlos los que le conocimos y tratamos y que le
deben muy especialmente los que fueron y fuimos sus discí-
pulos, los que le vimos más tarde en esta casa presidiendo
246 REVISTA CONTEMPORÁNEA.

cariBoso vuestras sesiones públicas como Vicepresidente que


fué vuestro y los que siempre le recordamos afable y cariño-
so con todos, entrañable con los suyos, y fiel, sobre todo, al
que consideró constantemente como el cumplimiento de su
deber y el culto de su vida entera: el sacerdocio de la ense-
ñanza, la cátedra, á la que acudía con asiduidad asombrosa
en las primeras horas de la mañana, como si quisiese demos-
trar con ello que fué su labor favorita desde los primeros años
de su juventud y que no había de dejarla nunca, aunque para
ello hubiese de imponer reales y positivos sacrificios á su ya
de antiguo quebrantada salud. Sí, señores académicos, ésta y
no otra debía ser la razón de que fuese yo el designado don-
de tantos otros con mayores títulos pudieron haberlo sido; y ,
sin embargo, no quise negarme, porque entiendo que en obras
de justicia ninguno sobra, y aun parece mejor que concurran
todos á ella, y aquí de eso se trata, que obra de justicia es
pagar deudas de cariño como la que le paga la Academia esta
noche concurriendo á honrar la memoria del varón insigne que
fué nuestro maestro, después nuestro compañero y siempre
nuestro inolvidable D. Augusto Comas. Aquilatar sus méritos
como catedrático, legislador y jurisconsulto, juzgarlo como
político ¡ah! ésa no es tarea que yo vengo á llenar esta tarde,
ni á tanto me atrevería; ésa es labor, materia de un concurso
que, si no estoy equivocado, abre y premiará en su día esta
docta corporación; ahora sólo vengo á ser como á manera de
I)álido exordio, fatigoso preámbulo de la oración brillante que
habéis de escuchar de labios del Sr. Ministro de la Gober-
nación, compañero del Sr. Comas como catedrático, identifi-
cado con él por muchos conceptos y testigo irrecusable de !o
que fuera en Jas relaciones de su vida entera, que tan intima-
mente conocía y en las que pudo apreciar mejor que otros,
sin duda y desde luego mejor que yo, las relevantes prendas
de su carácter y de su entendimiento; porque os confieso in-
genuamente que, si éste seducía y dominaba, aquél cautivaba
por completo, y le hizo constantemente tener amigos en t o -
das partes, desde sus discípulos y admiradore^asta sus ému-
los y sus adversarios políticos, caso de que lo"uviera; y digo
esto, porque si su mérito indiscutible pudo engendrar á los
DISCURSOS LEÍDOS EN LA ACADEMIA DE JURISPRUDENCIA 247

primeros, como de ordinario acontece, la condición personal


del Sr. Comas, su natural afectuoso y su carácter y trato por
demás sencillos, los alejaron constantemente como inverosí-
miles. De los segundos, no quiero hablar porque aquí no
tienen cabida y porque además habría de contarme en el nú-
mero, y comprenderéis, señores, que ni quiero ni puedo, ni
debo hacerlo en estos momentos. Además de que por las
mismas condiciones á que de continuo aludo y que forman
como el sello de su carácter y su fisonomía propia, si de al-
guien podía con razón decirse que era político de principios,
pero no de partido, es de él, que, hombre de estudio ante
' t o d o y de severa conciencia, buscaba la verdad sin preguntar
dónde estaba, y por ello tenía su pensamiento algo de cosmo-
polita. Su sensibilidad y su extensa cultura lo llevaban tam-
bién por estos derroteros, y ¿qué digo? hasta la rama especial
del derecho á que principalmente consagró su inteligencia y
su vida, y que constituye la materia y el fondo de su impor-
tante obra jurídica, en parte inédita, «la revisión del Código
civil», responde también á esta condición que indudablemente
y por fortuna suya le distinguía, de no ser la política de par-
tido y la política activa su pasión dominante. Sin que esto
pueda significar en manera alguna, ni de cerca ni de lejos, la
más remota censura para nada ni para nadie, y si no más que
un elogio, un tributo de merecida justicia para quien supo y
tuvo la fortuna de hacerse querer y respetar de todos como,
sin duda, lo logran, más tarde ó más temprano, la virtud y c!
mérito ¿Qué mejor prueba de lo que estoy diciendo que la
solemnidad que aquí nos reúne y á la que asistimos presuro-
sos para rendir el homenaje de-consideración y de respeto
debidos á la memoria del eximio maestro que lo fué de to-
dos, ó de casi todos, y que seguramente podía serlo de todos
con grandísima ventaja de quien lo lograra?
Sí, señores académicos: aquí nos congrega el afecto que le
tuvimos, el respeto que nos inspiró, su recuerdo envidiable,
que no se borrará nunca de la mente de cuantos le conocie-
ron y trataron con alguna intimidad, entre los que figuran, se-
guramente los primeros, sus discípulos todos. Tengo la hon-
ra de contarme en su número, y por eso lo digo. Era cátedra-
248 . REVISTA CONTEMPORÁNEA

tico auxiliar de la facultad de derecho de la Universidad Cen-


tral, cuando como alumno recogía con avidez sus primeras
explicaciones de derecho político primero, aunque muy pocas,
y de derecho civil después, y puedo auguraros que desde el
primer día despertó en mí el entusiasmo que tuve siempre
por él. Por eso, al contemplaros no puedo menos de recor
dar aquel aforismo jurídico que todos aprendimos, y que sin
embargo, y por fortuna, desmentimos de una manera solemne
ypositiva en estos momentos. Mors omnia solvit, ctodo lo des-
hace, todo lo disuelve la m u e r t o . No, y mil veces no Esto
puede decirse de aquellas relaciones temporales que han de
tener en el tiempo su cumplimiento y su término, cuando son
de tal modo personales y afectan por modo tan íntimo al ser
que mucre, que sin él no se concibe su prestación y su exis
tencia, en cuanto suponen acción por parte del mismo. Las re-
laciones jurídicas, es cierto, son y se dicen y sólo pueden afir
marse de la vida presente, en cuanto sólo afectan al cumpli-
miento de su fin racional inmediato, pero sin que ello prejuz-
gue, sino qué antes presienta, reconozca y confirme un más
allá del tiempo á que remonta su vuelo el espíritu, libre ya,
verdaderamente libre de las impurezas de la realidad, que
suelen como el rozamiento á las fuerzas gastarlas y disminuir-
las en mengua de su poder y de su radio de acción, tanto
más, cuanto que nadie ignora el valor y la importancia de la
sucesión cerno ley biológica del derecho, que protesta igual-
mente de que la muerte lo disuelva y lo termine todo. Por
fortuna no es así para los que sentimos en espiritualista, ni lo
es tampoco, permitid que os lo diga, para los que protes-
tando de no serlo, aun á desüecho suyo, buscan en la evo-
lución sucesiva de la materia, por la acción exclusiva de la
fuerza, su propiedad esencial, sucesivas transformaciones y vidas
nuevas, que á manera dé nuevos horizontes alejen por el mo-
mento la desconsoladora idea y el aterrador fantasma del vacío,
que tanto y tan de veras repugna á la naturaleza racional del
hombre. Y la repugna tanto porque la verdad, que es la rea-
lidad esencial, tiene que buscar por ley de gravedad de sí
propia su basamento y su fuerza en un orden absoluto y fun
damental, que es el que llama y estudia la teología como qr-
DISCURSOS LEÍDOS EN LA ACADEMIA DE JURISPRUDENCIA 249

den sobrenatural, cuyos enlaces con el natural y sensible


constituyen la jurisdicción propia del orden y de la verdad
religiosa, que por eso, como decía Cicerón, enlaza y liga (re
ligare) el cielo con la tierra. ¡Qué doctrina ésta tan consola-
dora y al mismo tiempo qué fecunda y positiva se muestra
para las necesidades del espíritu, que á todas horas y por to
das partes busca y persigue para respirarlo como propio el
ambiente de la inmortalidad, sin cuyo aliento, ni nos reuni-
ríamos esta tarde, ni tendríamos por qué hablar ni por qué
ocuparnos de la figura y de los merecimientos de D. Augusto
Comas! Digamos, pues, algo de los rasgos más característicos
y de los accidentes de su vida. Nacido en el seno de una dis-
tinguida familia catalana, aprendió de su padre, esforzado mi-
litar forjado al calor de los combates y penalidades de nues-
tra guerra de la Independencia, el amor y el sacrificio por la
patria, y de un tío suyo, general de Carmelitas en Roma y
muy querido por sus relevantes cualidades del Pontífice Gre-
gorio XVI, á sentir la religión católica y á quererla y practi-
carla como la practicó toda su vida, dando de ello testimonio
su cristiana muerte. Aún recuerdo el fervor con que en su
casa nos enseñaba precioso relicario, verdadera obra de arte
que guardaba en su oratorio y que, rega'ada por el Pontífice
al esclarecido carmelita, es hoy para la familia del Sr. Comas
joya de inestimable valor. Tuvo nuestro biografiado un her-
mano que, como su padre, siguió la carrera de las armas, en
tanto que él abrazó con entusiasmo la del derecho, en la que
desde luego hubo de señalarse ventajosamente por su aplica-
ción y notorio aprovechamiento. Muy joven todavía y apenas
cumplida la edad'necesaria hizo oposiciones á cátedras, obte-
niendo como número uno en las mismas la de Derecho mer-
cantil y penal de Barcelona, que permutó á ruego del Sr. Du-
ran y Bas con éste, que se había llevado la de Valencia, que
desempeñó por algún tiempo, permutándola más tarde por
una plaza de auxiliar en Madrid, donde ascendió en 1867 á
numerario de la de civil, cátedra que seguía desempeñando
al ocurrir su muerte en Agosto último en San Sebastián y
cuando se disponía á emprender con su iamilia el viaje de visita
á la Exposición de París. La ocupación de su vida entera fué
250 HEVISTA CONTEMPORÁNEA

la cátedra, el despacho de su importantísimo bufete como


abogado y representante como tal de importantes Socieda-
des, y entre ellas el Banco Hispano-Colonial de la Habana,
que puede atestiguar como ninguno de su celo, de su com-
petencia y de su desinterés acrisolado en el ejercicio de nues-
tra profesión. Estas fueron, señores, las que pudieran llamarse
ocupaciones normales ae D. Augusto Comas, unidas á su mi-
sión única y exclusiva, en la que puso toda su alma y á la que
consagró toda su existencia y sus desvelos, la vida y la edu-
cación de su hijo D. Augusto, huérfano de madre desde muy
temprano, y en el que cifró desde entonces su respetable pa-
dre todo su entrañable cariño, seguro, sin duda, como así ha
sucedido, de que no laboraba en tierra ingrata. No vivió ais-
lado de su siglo y de su tiempo el Sr. Comas, que sentía
como pocos el aguijón del deber y que sabía muy bien la
obligación que pesa sobre los que como él habían recibido
del Cielo dotes tan preciadas y tan ventajosas condiciones.
Participó, en efecto, de la necesidad apremiante de nuestros
días de que nadie permanezca ocioso en la labor social, y fué
hombre político, participando de su vida activa, especialmen-
te desde la revolución de 1868, y desempeñando en ella im-
portante cargo cerca del Sr. Montero Ríos, con quien estuvo
identificado en puntos de vista y en orientaciones políticas.
Fué Director general de Estadística, Consejero de Instrucción
pública, individuo de número de la Comisión general de Co-
dificación, diputado á Cortes y senador del Reino, en repre-
sentación primero de la Universidad de Valencia, de la que
había sido discípulo, y después, aunque por poco tiempo,
catedrático, y senador vitalicio por último. Había sido pro-
puesto por la Academia de Ciencias Morales y Políticas para
ocupar la vacante del Excmo. Sr. D. Fernando Cos-Gayón,
hombre para mí tan respetado y querido por muchas, muchí-
simas consideraciones ajenas á este lugar, y con este motivo
y para preparar su trabajo de ingreso, me había pedido algu-
nos dates biográficos de su ilustre antecesor. ¡Cuan ajenos
estábamos los dos de que no había de poder aprovecharlos,
y de que la suerte iba á ser tan implacable con la Academia,
que, ya que la había privado de los incomparables servicios
DISCURSOS LEÍDOS EN LA ACADEMIA DE JURISPRUDENCIA 251

del reemplazado, no la dejaría utilizar los del propuesto, que


seguramente hubiesen sido muy estimables para aquella doc-
ta corporación! Pero así ha sucedido, y todavía pesa sobre
vosotros la fatalidad de que sea yo esta tarde el encargado
en este acto de hacerlo notar.
Sí, señores- académicos, no acabajía nunca si me propusie-
se presentar á vuestra consideración tantos y tantos rasgos
como ofrece la vida de D. Augusto Comas, en los que se re-
flejan esas notas de bondad, de rectitud y de sensibilidad
exquisitas que son, á mi juicio, las que más y mejor caracte-
rizan la figura del ilustre muerto á quien rendimos público ho-
menaje de consideración y de respeto. Voz más autorizada
que la mía es la llamada á describiils: y ocupar vuestra aten-
ción; pero con eso y todo, permitidme que cuando menos in-
tente recoger un rasgo de su envidiable labor y provechosa
existencia, que bien pudiera resultar una enseñanza en los mo-
mentos actuales, ya que no por quien la expone, sí por la re-
conocida autoridad de quien con su perseverancia y con su
ejemplo nos lo procura. Sabéis todos que nuestro querido
maestro fué siempre paladín infatigable del principio de li-
bertad, en el que se inspiró constantemente con toda la eleva-
ción, con toda la grandeza propia de sus miras. Prescindo de
juzgarlo como político, que después de tqdo era en él el as-
pecto secundario, dada su vocación y sus trabajos. Pero fué
siempre por sentimiento y por razón, cualquiera que pueda
ser el juicio que determinados de sus actos nos merecieran,
profunda y esencialmente religioso. Sin alardes que lii since-
ridad destierra por inútiles ó por nocivos á veces, lo probó
toda su vida y lo publicó sobre todo su cristiana muerte.
¡ Aprendan en su ejemplo los que, á despecho de la razón y
de la historia, se empeñan todavía en presentar como incom-
patibles la fe y la ciencia, la religión y la libeitad!
La labor de su vida entera fué la cátedra. ¿Quién no recuer-
da el afán con que acudíamos á oírle? En ella recogieron sus
alumnos copiosa doctrina, y aunque solicitado con apremio
para ello, nunca quiso publicar obra de texto. Dejó en cam-
bio sobre la materia que explicaba su trabajo fundamental,no
terminado aún, «la revisión del Código civil», de cuyo juicio
252 REVISTA CONTEMPORÁNEA

crítico no voy á ocuparme ahora, pero cnyo mérito, por todos


reconocido, constituye prueba plena de los aplausos que me
faciera su autor. Sus iniciativas parlamentarias fueron siempre
en asuntos de sólida y verdadera importancia, como, por
ejemplo, su proyecto de ley de asociaciones y en el orden
económico y financiero su enmienda sobre la unificación de
nuestras deudas. Si no temiera ser muy extenso, valdría la
pena de trascribiros aquí algunos de sus elocuentes párrafos,
saturados de sana doctrina é inspirados en el más elevado pa-
triotismo. Hacía estos trabajos en los momentos críticos en
que se avecinaba, por nuestra guerra con el Norte-América,
la pérdida de nuestras codiciadas Antillas y la ruina completa
de nuestro vasto imperio colonial. ¡Qué amarguras no habría
de devorar aquel corazón sincero y entusiasta al contemplar
tan de cerca ya los desastres de la Patria! Cumplió como bue-
no'poniendo al servicio de ésta su razón y sus esfuerzos y
dando con ello muestra gallarda de que no desmayaba su es-
píritu ante la tremenda crisis por que atravesara. «La nación
que un día poblara inmensa gente, la nación cuyo imperio se
extendía... del Ocaso al Oriente...» Ese espíritu flota hoy en"
tre nosotros al recordar su memoria: todos le quisimos porque
le conocimos todos: como discípulos y como juristas que so-
mos, constituímos en la Universidad su familia, esa familia es-
colar qne tanto amara y á la que consideró siempre como
continuación de su familia propia; afirmamos un día esos la-
zos en esta casa, aquí asistió, aquí le vimos entre nosotros,
presidiendo muchas veces nuestras sesiones, y aquí le rendi-
mos hoy el homenaje de nuestra, corazón á su memoria y el
tributo debido á sus merecimientos, ¡justicia adecuada á quien
tan alto procuró inspirar los actos todos de su vida! Alma sen-
sible como pocas la suya, tuvo abiertos siempre sus entusias-
mos para todo lo grande y generoso, así como participó tam •
bien de cuantas desventuras pudo ver de cerca, y sintió como
pocos las grandes desdichas de esta Patria para la que soñara
sin duda todo linaje de prosperidades y ventura. Fué el deber
norma constante de su vida entera y enseñanza últinna que re-
cogieron sus hijos en sus augustas últimas palabras, en las que
subiendo su corazón á sus labios y puesta ya su planta vaci-
DISCURSOS LEÍDOS EN LA ACADEMIA DE JURISPRUDENCIA 25-3

lante en los umbrales de lo infinito, quiso como transparentar


su pensamiento dejando así á los que más quería pauta
segura para reunirse con él en las mansiones de la verdadera
felicidad. Así lo ha consignado su hijo en piadosos recorda-
torios, en los que al mezclar con las del moribundo las senti-
das palabras de la oración cristiana, parece como que las fe-
cundaba con su calor benéfico, haciendo brotar de ellas rau-
dales de esperanza y verdadero consuelo. Así ha sabido ter-
minar sus días el que aquí nos convoca.
Sigamos su ejemplo: supo él cumplir como bueno, impo-
niéndose como norma constante de su vida el sacrificio en
aras de su deber, fórmula envidiable que recogiera su hijo
con sus últimas palabras, y supo también colmar de satisfac-
ción y alegría los senos de la familia y de la amistad. ¡Dicho-
so él, cuyas notas características pudiera decirse que fueron
la bondad y la justicia! ¡Que el Dios de las alturas, fuente de
entrambas, le haya concedido la paz de los justos y que en
ella descanse D. Augusto Comas!
He terminado, señores, cuando apenas empezaba, y pesa
sobre mí el remordimiento, no obstante, de lo que haya podi-
do molestaros con lo poco que he dicho. Me halaga, en
cambio, una idea, y es la de que os sostenía la esperanza que
vais á ver trocada en reahdad inmediatamente, la de oír la
elocuentísima palabra del Sr. Ministro de la Gobernación.

E L MARQUÉS DEL VADILLO.


PATRIA Y "SEA POWER,,

Antes de entrar en el estudio y desarrollo de la materia


comprendida en el epígrafe de este artículo, preguntémonos:
¿qué es «sea power?» ¿Qué significa en dicción castellana la
maravillosa frase inglesa «sea power?» ¿Es traducible al her-
moso idioma patrio? ¿Es trazo ó característica esencial de la
civilización moderna? ¿Es idea, agente histórico, cuya concep-
ción por el hombre es limitada y progresiva como esencia
que se desenvuelve y agranda en el espacio y en el tiempo?
Antes de contestar á estas preguntas, que encierran todo el
problema de estas páginas, digamos resueltamente que, sea
lo quesea «sea power», si no tiene para el idioma nacional
traducción exacta, ni esperanzas de tenerla; si su significado
no hace vibrar fibra alguna en la conciencia nacional; si define
un sentimiento ó un poder inaccesible á la patria y á la raza;
si fuimos, somos y seremos impotentes para su comprensión
y dominio, digamos resueltamente que, sea lo que sea, no
existe el «sea power». Porque, en efecto, todo es ficción en-
gañosa, todo es mentira, si no existe nacionalmente en el pre
senté ó en el porvenir. No hay verdades fuera de la patria;
no hay horizontes fuera de la patria; no hay arte, no hay cien-
cia, no hay moral fuera de la patria; nada existe, todo es men-
tira si no encarna en la patria y en la raza.
Bien se me alcanza que un mundo de protestas y objecio-
nes rebosantes de erudición y saber pueden levantarse con
pretensión de derribar estas afirmaciones. Un individuo afirma
su existencia mediante sus actos, por sus movimientos físicos
y por sus movimientos espirituales provocados por sensacio-
nes externas ó por el recuerdo de estas sensaciones. Un indi-
viduo es una voluntad y una conciencia formadas, iluminadas
y dirigidas por las ideas que el estudio y la experiencia depo-
PAIRIA Y CSEA POWERt 2$$

sitaron en él. Fuera de él, lo que ignora, lo que no sabe, no


tiene para él existencia positiva, y si para manifestarse necesi-
ta de esos impulsos extraaos, de esos conocimientos que le
son ajenos, desfallece y muere. Es mecanismo sin fuerza mo-
triz, máquina de vapor sin vapor, equilibrio estático presto á
destruirse, )' no equilibrio dinámico que se perpetúa, se trans-
forma, evoluciona y vive. Existe la patria mientras afirma su
existencia internacional. Fuera de ella no existe nada con exis-
tencia positiva, y si para manifestarse necesita de impulsos
extraños, de conocimientos que le son ajenos, que no los hace
suyos, que no los nacionaliza, integrándolos en su conciencia,
desfallece y muere. Sucumbe porque no es ya factor de vida
y de progreso. Y como sin patria no hay individuo, por eso
reitero que fuera de ella no hay nada, que sólo es Verdad lo
que en la conciencia nacional tiene vida propia, potencial ó
actual, latente ó en manifestación. Si algo se concibe que no
forme parte de la conciencia nacional en cualquiera de estas
dos formas de la energía, es lo mismo, exactamente lo mis-
mo que si no se concibiera, porque toda concepción, toda
idea sirve y es útil en cuanto tiene finalidad nacional y progre-
so patrio.
Tal ocurre con el «sea power». Si los elementos que le in-
tegran y constituyen, de múltiple carácter, inmensamente com-
plejos, no existieran virtual ó actualmente, en el patrio suelo
los de calidad material, ni en la raza los de calidad étnica ó
psicológica, no sería jamás para nosotros una realidad el «sea
power», y si esta realidad nos fuere necesaria para la existen-
cia nacional, no pudiendo poseerla, el porvenir más ó menos
remoto seria la muerte.
Antes de entrar en su estudio, trataremos de definirle.

* *

Traducido literalmente, «sea power» quiere decir poder del


mar; y ocurre preguntar: ¿el mar tiene poder? Sí. Dicen los
que entienden de estas cosas que es una especie de volante
que funciona, en.cuanto á la vida del planeta, de manera pare-
oida.a como el volante de una máquina interviene en el mo-
256 REVISTA CUNÍEMPORANEA

vimiento de sus piezas, regularizándole, haciendo menos brus-


ca la transmisión entre ellas de la energ-ía y procurando que
todas den la plenitud de rendimiento. El mar, según los se-
ñores aludidos, regulariza, pues, la vida, transportando la
energía exuberante de unas regiones á otras necesitadas de
este socorro. Es, como toda corriente, un nivelador de poten-
ciales; y es, además, agente generoso, de gran empuje social,
porque alivia al necesitado con la riqueza superflua del pode-
roso. Para tesis tan extraña sacan argumentos muy respeta-
bles de todo linaje de ciencias, y desde el rayo de sol que nos
manda el astro hasta k evolución de una molécula en cual-
quier circuito atlántico, y aquel otro en que la molécula se
evapora, forma la nube, cae en la cumbre y rueda por la pen-
diente al mar, y otras muchas cosas acaso más raras y capri-
chosas, apenas hay nada que se sustraiga á la finura de su
perspicacia investigadora para demostrar que el mar es un vo-
lante, es decir, un receptáculo de energía que tiene la misión
de distribuirla, regularizándola equitativamente, del mejor
modo posible, pues, como es sabido, no hay regulación per-
fecta, y la del mar claudica como todas.
A ser cierto lo que estos señores imaginan, consiste en esto,
y nada más que en esto, el poder del mar, y bien claro se ve
que no es este poder el «sea power> á que nos referimos.

*
* *

No es tampoco poder naval ó poder marítimo, al menos


mientras estas expresiones conserven su significado histórico.
Tradicionalmente, estas locuciones han representado en la
historia patria la fuerza militar en la mar, las escuadras de
combate en los tres grandes períodos en que la fuerza naval
se ostenta diferenciada en materiales de construcción y medios
propulsivos: remo, vela, vapor.
Y si para nosotros, en contacto siempre y familiarizados
con la idea del «sea power», es fácil abarcar toda la exten-
sión de su espíritu, no sucede lo mismo con el pensamiento
colectivo, que no puede despojar fácilmente aquellas palabras
^

PATRIA Y «SEA POWER» 25/

del sentido tradicional é histórico con que le fueron familiares


Y conocidas.
Esa comprensión de una idea no completamente diferente
de la que tiene 5U raíz en el pasado, pero muchísimo más am-
plia y compleja, de la cual el sentido tradicional no es más
que un aspecto parcial, requiere del pensamiento colectivo un
esfuerzo, algo á modo de intuición de cosa nueva que viene á
integrarse en la conciencia de la colectividad, cuando mucho
antes estaba ya especificada y concreta en organismos profe-
sionales, por virtud ó necesidad de p^afesión, ó en inteligen-
cias superiores nutff^h§,de estudio y conocimiento, á causa de
la amplitud de horizoaí© que la elevación científica sobre el
nivel común concede á los nobles espíritus amantes y capaces
del trabajo intelectual. Van en el puente, las masas van deba-
jo* y Iss farolas de la derrota aparecen antes á sus ojos avizo-
re*. Tracemos la línea, la diferencia de nivel entre Sánchez
Toca cuando escribió su hermoso libro (cuyo mérito se agran-
da á medida que el tiempo pasa) y las ideas corrientes enton-
ces, y corrientes hoy, aunque no tanto, en asuntos de materia
naval, y si hay tablas que nos den en lo moral la depresión
que las de Mendoza nos dan para los ángulos de altura, há-
ganme ustedes el favor de buscarla.
No es, pues, «sea power» poder naval ó poder marítimo^
porque el verdadero, el genuino concepto de esta expresión
no ha despertado todavía en la conciencia patria.
Para hacerse cargo de la dificultad inmensa de la adquisición
de una verdad más ó menos abstracta, aunque, como ocurre
con todas las verdades, tenga su raíz y nacimiento en elemen-
tos concietos de existencia positiva, basta recordar el trabajo
enorme que el propio esfuerzo consumió en comprender, ad-
quirir y conquistar, integrándolo en el propio conocimiento,
cualquier teorema difícil, cualquier postulado científico, cual-
quiera, en fin, de esas hermosas generalizaciones que abarcan
en una fórmula de frase compendiosa y rápida una infinitud de
hechos dispersos, de realidades particulares é inconexas que
un esfuerzo de la inteligencia encadenó y trabó, engarzándolas
en una ley suprema de enunciado breve y luminoso. Pues
bien, una colectividad, y más si es muy extensa, como lo es
17
258 REVISTA CONTEMPORÁNEA

la colectividad nacional, debe de ser mucho más rebelde;


tanto más inerte cuanto mayor es su masa para moverse en
dirección determinada y adqukir la verdad, que si fué con-
quistada con esfuerzo penoso por la labor individual, se agi-
ganta en proporción de difícil medida en la labor colectiva,
social ó nacional.
De estas generalizaciones creo sinceramente que hay muy
pocas comparables con el «sea povrer». Para demostrarlo,
basta abrir el Mahan y leer su primer portentoso capitulo.
Ks, á la vez, una síntesis y un análisis del «sea power>. Para
exponerlo tuvo el insigne escritor que recorrer la historia, re-
coger hechos navales de variadísima índole, hechos de estra-
tegia, hechos de táctica, hechos comerciales é industriales,
fenómenos políticos, étnicos y sociales; y después del mara-
villoso recorrido, de la transcendente trayectoria, lanza aque-
llas magnificas páginas, síntesis y análisis del «sea power»,
más análisis que síntesis, con tal vigor, con tan profunda ver-
dad, que sus ideas recorren el mundo en breve tiempo, y en
todas partes surgen émulos que, desde sus puntos de vista ó
de otros no muy diferentes, estudian el mismo fenómeno.
Callwell, Colomb, Maníroni, Sánchez Toca, Bonancico, unos
con criterio esencialmente histórico, otros con criterio esen-
cialmente técnico, responden con vibraciones propias y na-
ciojiales á la vibración mahaniana. Todos, en forma máa ó
menos disdnta, con horizonte máa ó menos particular, con-
cuerdan y nos dicen, entre muchas verdades, que el concep-
to del «sea power» es de muy difícil adquisición, porque si
no lo fuera, no ocurriera, como ocurre, que su maravilloso
poder se haya ocultado casi siempre, no sólo á las intuicio-
nes colectivas, sino á la mirada escrutadora de los más egre-
gios historiadores. Me atrevo á citar un ejemplo patente de
esto. Macaulay es un insigne historiador; su nación, la del «sea
power>; pues bien, en sus páginas no concede á la perspec-
tiva naval de su patria la importancia que otros historiadores,
de ínfima pequenez con él comparados, nos han demostrado
después.
En las guerras napoleónicas apenas queda nada por inves-
tigar, ni siquiera la impotencia naval que derribó al coloso;
PATRIA Y «SEA POWER» 259

pero esto lo sabemos porque historiadores navales lo han


puesto en luz, no porque las historias generales nos lo hayan
dicho en sus alusiones á los combates de la época. Hoy sa-
bemos, por ejemplo, que la famosa base de operaciones de
Torres-Vedras de Wellington, punto de apoyo de la fuerza
que lanzó más allá del Pirineo á los ejércitos franceses, hubie-
ra sido tan eficaz como la carabina de Ambrosio si detrás de
aquellas Torres-Vedras no hubieran existido los navios ingle-
ses dominando el mar en todo el perímetro europeo, y ha-
ciendo fácil y seguro el vituallamiento de los ejércitos aliados
que tenían por base principal de operaciones las mismas Islas
Británicas, al lado de la cual eran las demás, en el real con-
cepto estratégico, nada más, por potentes que fueran, que mo-
destas bases secundarias enlazadas con aquella infinitamente
más potente, no por una linea de comunicación, sino por la
inmensa superficie acuosa que, con ser tan grande, no era
para Inglaterra y sus nacionales combatientes, en el continen-
te más que una superficie estratégica de comunicación de-
imposible interrupción, porque no había enemigo que lo impi-
diera, para el transporte del poderío inglés al punto del con-
tinente ó de las Indias que fuere necesario socorrer. Jamás
nadie volverá á encontrarse en tan soberbia posición estraté
gica como Napoleón en Fiancia, en el centro de una linea de
costa que casi recorría todo el litoral europeo, para recoger
todas las fuerzas navales de tan desmesurada extensión y lan-
zarlas en núcleo contra las fuerzas inglesas, obteniendo, me-
diante la derrota de éstas, el dominio del mar, que le era ab-
solutamente necesario para que fuera posible su sueSo de
atravesar el canal de la Mancha con un ejército invasor y
herir á su enemigo en su propio corazón. Asombra la lectura
de los inmensos preparativos realizados por aquel genio de Ja
guerra para conseguir aquel propósito. Todo lo hizo mal, sin
embargo; no comprendía la marj-y Nelson, tan grande en ésta
como él lo era en tierra, batió sus escuadras, debilitadas por
el desacierto de sus disposiciones ¡Qué cosa tan deleznable
como la tan manoseada unidad de mando cuando pretende
aplicarse á organismos tan diferentes, á fuerzas tan hetero-
géneas como las navales y Jas terrestres!
26o REVISTA CONTEMPORÁHEA

No quiero aludir á nuestras desgrracias nacionales recientes,


' que no son otra cosa que un eslabón más de la cadena de
nuestra decadencia marítima, como son otro eslabón más de
las que puedan acaecer en el porvenir, si Dios no pone en-
mienda, los infinitos desaciertos que á diario nos hieren algo
más que los oídos, que á diario perturban el alma de esta
noble corporación de historia augusta, que fué en tiempos
muy remotos el brazo más vigoroso de la patria, como lo
será mañana si algún día de la entraña potente de la raza
surge la fuerza que escale el porvenir con mano airada.
No ven las gentes aludidas más que el lado pequeño,
las menudencias del acontecimiento desgraciado, sobre las
cuales construyen el edificio de sus majaderías. No compren-
den, no han visto claro que ir á batir navalmente (y de otro
modo era algo más que un sueño extravagante, algo que no
quiero calificar, el pensarlo siquiera) á los Estados Unidos
era empresa.mucho más absurda que la de Napoleón inva-
diendo á Rusia. Era la nuestra una guerra de invasión naval
á mares y costas de dominio incontrastable del enemigo; era
lanzar á cientos de leguas, surcando el mar, á una fuerza na-
val invasora, dejándola encerrada dentro de un ámbito infi-
nitamente pequeño (el del puerto de su alojamiento), en me-
dio de una inmensa superficie estratégica de comunicación,
patrimonio incontestable del enemigo beligerante. ¿Qué ha-
bía de pasar? ¡Lo que pasó! Porque era irremediable. Capi-
tularon ejércitos por la misma razón militar: porque la íuerza,
en cualquier forma, sin apoyo es mero fantasma imaginativo,
algo que no tiene realidad, como no la tiene en mecánica la
fuerza si no hay punto de apoyo que reaccione é impulse. Y,
militarmente y moralmente el punto de apoyo ó base de ope-
raciones eficaz y principal de la fuerza agresora es siempre la
patria, y el vehículo de su transmisión la línea de comunica-
ción estratégica firmemente asegurada.
Podían repetirse hasta el infinito los ejemplos, pero no
paso adelante sin citar el que se ofrece actualmente á nues-
tros ojos.
Una fuerza heroica, pero pegueña, la de los boers, está en
contacto con una íueiza muy grande, la de Inglaterra, aunque
PATRIA y *SEA POWER» 201

debilitada por la caída de potencial militar que un circuito


extenso de comunicación trae consigo. Este circuito arranca
ca en Inglaterra y muere en el Transvaal. Inglaterra y la pe-
queña Y heroica nacionalidad son los terminales de línea de
comunicación debilitante de la fuerza inglesa; pero, aunque
debilitante, es de inquebrantable dominio para las naves ingle-
sas, con las cuales no hay nadie en Europa que se atreva con
más armas que la lengua y que la pluma, que fueron siempre
inofensivas. Una corriente inmensa de simpatía circula por el
mundo en pro de los heroicos boers. Se dice vulgarmente
que las naciones continentales son egoístas porque no inter-
vienen. Se escriben cosas primorosas sobre la cuestión eterna
de la fuerza y el derecho. Se culpa á las naciones, por cierto
género de escribidores, de detener, por egoísmo, el progreso
civilizador hacia un ideal de paz donde sólo impere la justicia.
Las mismas multitudes se agitan conmovidas ante el venera-
ble y anciano Presidente. Bien, ¿y qué? No intervienen porque
no pueden; porque para intervenir és necesario dominar el
mar, y para dominar el mar batir á Inglaterra en el mar. A
la primera gran derrota de sus escuadras se hunde el coloso
quizás para surgir de nuevo, porque es gigante su vigor y
muy hermosa y grande su historia... pero no hay otro medio
que ése, que no está actualmente en manos de las potencias
europeas.
Por eso no intervienen; por eso siempre que lo pretendie-
ron en luchas antiguas fueron derrotadas; por eso rodó nues-
tro bienestar nacional por la pendiente de su decadencia; por
eso, en fin, Inglaterra, la gran nación afortunada, de potente
patriotismo, con su fuerza naval maravillosa, alejó de su ca
beza todas las conjuras europeas y todas las coaliciones in-
ternacionales fraguadas contra su existencia y poder.

*
* *
Volvamos al punto de partida, ¿Qué es csea powei?»
Digámoslo de una vez si acertamos con la frase. cSea p o -
wer» no es poder del mar, porque esta traducción implica
transferir á la última frase un espíritu de que carecen las pa-
202 REVISTA CONTEMPORÁNEA

labras. No, es poder naval, no es poder marítimo, porque tta-


dicionalmente, por asociación tradicional de ideas y de imá-
genes, poder naval es para nosotros escuadras de combate,
que no son más que un aspecto parcial del <sea power». «Sea
power» no es nada de eso,
«Sea power» es la vitalidad expansiva de una nacionalidad
marítima.
«Sea power» es la plenitud del fenómeno de la vida nacio-
nal en sus relaciones externas y de cambio con las demás
nacionalidades.
«Sea power» es la plenitud de la personalidad nacional en
sus relaciones con el resto del mundo.
«Sea power» es ciencia nacicral que crea industria, indus-
tria que crea comercio, comercio que manda productos nacio-
nales á otras regiones, y recoge productos de otras regiones
para valorarlos y realzarlos con el trabajo de la colectividad
nacional.
«Sea power» es leyes sabias que amplifican la personalidad
individual, que despiertan y agrandan la personalidad indivi-
dual, despertando y agrandando la colectiva.
El «sea power» es grande y es pequeño, porque «sea po-
wer» es la totalidad del fenómeno de la vida nacional en su
manifestación externa, y esta vida puede estar en la cumbre
de su intensidad como en Inglaterra, ó en el accidente, acci-
dente nada más, de una decadencia ó parálisis transitoria como
en España; y digo transitoria porque la patria es eterna. Cui-
dar del «sea power», crear el «sea power» es preservar la
vida nacional y amplificarla.
Pero ¿la vida no es fuerza? ¡Ya lo creo! Por eso digo que la
fuerza naval es un aspecto parcial del «sea power», una de sus
manifestaciones, la garantía de la vida n.icionai en forma d e
fuerza ofensiva ó defensiva, según que la vitalidad nacional
sea esencialmente expansiva por el desbordamiento de su vi-
gor, ó de recogimiento accidental en espera de mejores días
y mayor crecimiento.

*
* *
PATRIA Y «SEA POWER» «63

Este aspecto parcial del «sea power» no es, desde el pun-


to de vista adoptado, sino la prarantía de la existencia de
aquél, el brazo nacional protegiendo la vida nacional, el arma
que empuñan las manos de la patria impulsadas por el cora-
zón de la misma, para preservar y garantir la circulación de
su vida externa en sus contactos y conflictos y resistencias
con los movimientos externos de oirás vidas nacionales. Le-
yes consuetudinarias, leyes escritas, leyes morales protegen
internamente la vida individual, las personas jurídicas, las per-
sonas sociales; y, sin embargo, para su acción y libre desen-
volvimiento existe la fuerza como garantía de aquellas regu-
laciones bajo la forma de Gobiernos que no fueran ciertamen-
te necesarios, si no fuera su fin la amplificación del individuo,
la amplificacióa del.hombre, coartando con la fuerza los inte-
reses y fuerzas que á aquella finalidad suptema se opongan.
Existe la fuerza al lado de la ley en el orden interno de las
naciones, y no quieren, sin embargo, los... necios de las
teorías de la paz afirmar la existencia nacional y protegerla
por el único procedimiento posible; la fuerza naval militar, que
no tiene ni puede tener otra misión. No comprenden que la
vida es actividad externa, proyección externa de la interior
actividad orgánica 6 social, revelándose por la labor indus-
trial irradiada por corrientes comerciales á lugares y espacios
exteriores á los linderos de la patria. No ven claro que esta
vida, que este «sea power» se suprime con un bloqueo de las
costas nacionales por fuerzas beligerantes enemigas. No vis-
lumbran que una nación bloqueada es una pobre nación venci-
da, es una patria arrollada, ultrajada y desgarrada por los
proyectiles de las fuerzas enemigas, bloqueando y bombar-
deando los puertos litorales, matando la vida periférica para,
por contragolpe y reacción, retener en colapso insostenible
de muerte la vida interna del propio corazón nacional. No al-
canzan, por último, á comprender, acaso porque no quieren
contemplar la realidad histórica y la realidad actual, lo que
un ilustre hombre público español dijo no ha mucho tiempo:
que las venturas nacionales unen y que las desgracias sepa-
ran y fraccionan, dando, según mi juicio, á entender que, per-
turbada ó quebrantada la conciencia nacional en el ritmo de
264 REVISTA C O N T E M P O B A N E A

8U vida por el sufrimiento de los desastres, tienden á desinte*


grarse y dispersarse los eleaientos que la forman, destruyen-
do su unidad y enlace armoniosos. Así, en todo, ocurre con
la vida. Cuando se va, cuando huye, no quedan más que mo-
léculas que se dispersan y que son pura materia. Y hay algo
más horrible que colonias que se pierden. No creo que exis-
ta, no sueño que exista causa más destructora, de más mortí-
fero efecto para una conciencia nacional debilitada y enferma
que esa retención de su vida por un bloqueo comercial de
escuadras enemigas y un ultraje permanente de sus costas
bombardeadas.
Ya sé que mil frases elocuentes sacadas de los archivos
polvorientos de nuestro lenguaje pueden pronunciarse contra
estas afirmaciones. No es extraño. Rutina es una forma de
inercia en las ¡deas, una resistencia del pensar antiguo contra
las impulsiones del pensar moderno, y hace poco tiempo
rutinas é inercias fueron parte no pequeña de nuestras des-
venturas.

Hay que salir al encuentro de todas las ideas vulgarísimas


que, con serlo tanto, no dejan de influir por el efecto ago-
biante de su masa en las convicciones del propio espíritu.
Encarecen tanto la pobreza de los recursos nacionales, que
casi casi «sea power» no es otra cosa que la definición antes
presentada; no existe en España fenómeno de vida colectiva,
y es, por tanto, innecesario que mantenga y proteja su exis-
tencia.
La patria es un hecho real; reside en el espíritu y en el co-
razón; es imagen externa y sentimiento del alma. Se vive en
ella, y en el propio ser repercuten las pulsaciones de su exis-
tencia.
Descender á razonamientos materiales cuando una espi-
ritualidad potente palpita en el fuero militar es cosa impropia
de militares, y, sin embargo, nada más fácil contestarles.
Se miden las fuerzas por sus resultados materiales, por rea-
lidades de movimiento y de trabajo; se miden las ideas por
PATRIA Y «SEA POWER» 26$
realidades de movimiento y trabajo social: también se mide,
atinque muy pobre y parcialmente, la intensidad de la vida
nacional, tsea power> en sus resultados y efectos materiales.
Graduemos lo que acusa la balanza comercial: la naval y la
terrestre.
Veamos de ésta el trabajo nacional que cruza el Pirineo,
yendo á Europa por ferrocarril, y el trabajo extranjero que la
vía terrestre nos devuelve. Hagamos igual cómputo para lo
que al mar lanzamos y lo que del mar recogemos; y aunque
yo no lo he visto ni puedo graduarlo, ni quiero graduarlo,
porque es ajeno á mi dominio y profesión, pongo cualquier
cosa á que hay una desproporción formidable entre los resul-
tados del balance naval y del terrestre á favor del primero.
Sumemos al primero la corriente de cabotaje, las masas co-
merciales que viajan entre los puntos del perímetro peninsu-
lar, facilitando la vida de esta hermosa unidad geográfica que
es nuestra nación. Valoremos las corrientes de'endósmosis y
exósmosis en unidades monetarias, y el resultado de las dos,
la suma de ambas, porque, aunque contrarias, su agregado
mide la intensidad ó velocidad del movimiento, es el «sea
power» nacional, la vida que hay que proteger.
Pero ¿nada más que esto es nuestro <sea power? No, hay
mucho más.
Esa es vida actual, trabajo realizado, riqueza que marcha.
Para medir el «sea power» en su totalidad sería preciso apre-
ciar también toda la energía potencial acumulada en nuestro
subsuelo, nuestras minas de carbón, hierro y demás metales
y todas las demás riquezas inexplotadas, que son actualidades
del porvenir.

* *

No creo necesario diluir más las ideas de lo que llevo ex-


puesto, que no aportaría mayor claridad á la cuestión. O se ve
el «sea power», ó no se ve.
De las dos cláusulas de esta disyuntiva surgen dos estrate-
gias diferentes. De la segunda, una estrategia de muerte. De
la primera, una estrategia fecunda y viva. Supone aquélla la
266 REVISTA CONTEMPORÁNEA

postración nacional, el declive de nuestro desastre, el descen-


so de máxima pendiente, sin fondo, sin punto mínimo en su
curva. Indica la segfunda, por lo menos, una vigorosa reac-
ción del espíritu que, sintiéndose fuerte, se dispone á nuevas
luchas y á grandes esfuerzos en pro de una verdadera rege-
neración nacional. Mira una de ellas exclusivamente, por la
limitación de su horizonte, á la defensa de costas, y entiende
por tal la defensa de los territorios nacionales, peninsulares é
insulares, acumulando en ellos cañones y torpedos.
Esta estrategia es genuinameate terrestre, con lo cual quiero
decir que ningún oficial de marina ni militar inteligente la
patrocina. Es, por lo demás, evidente que tal estrategia sólo
puede ser privativa de aquellos cuya visión distinta intelectual
no pasa de la corta ó larga extensión de sus narices. Confun-
den la tierra nacional con la vida nacional, la estructura y
osamenta con el nervio y con la vida. No ven que puertos y
ríos son conductores, desagües de riqueza, expansiones pa
trias. Creen, por el contrario, que son asideros, puntos débiles
de fácil acceso al enemigo. No comprenden que la costa es
sección por exonde fluye al exterior la vida nacional. En la
costa no ven más que peñas y terruño patrio, y, naturalmente,
se aprestan á defenderla amontonando cañones y torpedos.
Pues bien, dejemos á un lado la imposibilidad absoluta del
procedimiento. Si toda la costa se convierte en cañones, y
cada molécula del primer cordón acuoso que besa las peñas
patrias se transforma en un torpedo, estará inexpugnablemen-
te defendida la integridad del territorio, pero la vida nacional
estará muerta.
*
* *
Otra escuela muy equivocada, profundamente equivocada
en mi concepto, comprende el «sea power», aunque no en su
plenitud. Se acerca,.pero no llega á la segunda estrategia an-
teriormente aludida. Sabe que una escuadra, por el solo hecho
de su poder, domina una costa entera, ataca donde quiere,
bombardea donde le place, desembarca fuerzas invasoras don-
de no la espera el ejército nacional, que no tiene el don de
PATRIA Y «SEA POWER» 267

ubicuidad para estar en presencia en todas partes. Sabe más;


sabe, porqae la historia se lo demuestra, que las fuerzas inva-
soras tienen una base colosal de operaciones en la escuadra
que las apoya, y no ignora, á mayor abundamiento, que el
dominio táctico del lugar del desembarco es muy fácilmente
lograble con los medios actuales.
A esto limita esta escuela su problema. No ha visto, ó no
le importa, porque no entiende su magnitud, la transcendencia
vital de todo el flujo comercial retenido y estancado. Cree
que la vida moderna es como la vida antigua. No concibe
que si antes, aun en Españí, todo era vida estática, hoy es
todo vida dinámica.
Limitado su problema á los términos expuestos, lo resuelve
de plano, y dice: á escuadras opongo torpederos. S\ aquéllas
dominan el mar con su iuerza imponente, y dominándolo todo,
el mar es superficie de comunicación, área logística, disputo
ese dominio con mis torpederos.
Salta á la vista el fundamento falsísimo de tal proceder. El
torpedero carece de cualidades náuticas, ó son sencillamente
mínimas. Carece de la facultad de permanencia en la mar
[sea-keeping quality), y el conjmito de ambas es la única facul-
tad estratégica del dominio del mar. Si esto no lo dijere el
buen sentido, la historia naval entera está para demostrár-
noslo.
Esta escuela, completamente ciega, lleva su extravío in-
concebible, cual si desconociera la historia, hasta tomar la
ofensiva. ¿Saben ustedes cómo? Con cruceros veloces, no
para atacar al verdadero enemigo, sino á sus derrotas comsr-
üiales, cual si sus cruceros pudieran cruzar el mar á su antojo
burlando sus iguales enemigos, y esquivando cuando les plaz-
ca todo encuentro, permaneciendo en la mar indefinidamente,
lista escuela no calcula, sino sueña. Menosprecia el número y
la medida. A sus cruceros les llama crvicetos velocísimos, y no
nos dice cuál sea esa velocidad velacisima que les permite
Ijurlar todo buque enemigo, ni la manera de obtenerla, ni la
aanera de matitenerla, ni lo que cuesta en unidades de traba
JO el combustible que se agota según la ley inevitable del
consumo. Es una escuela que tiene muy claro concepto del
268 REVISTA C O N T E M P O S A N E A

espacio recorrido, metafísica de la velocidad y de la fuerza


táctica transportada; y coa metafísicas resuelve los problemas
navales, que son, antes que nada, masas imponentes que se
embisten y destruyen. Como soñadora es esencialmente ar-
tística, y movidas sus plumas por astro vigoroso, describen
batallas de torpederos contra acorazados, que son á la reali-
dad naval lo que las novelas de Julio Verne á la verdadera
ciencia, lo que las hazañas de Rocambole á la literatura gal-
dosiana. Es, en fin, una escuela llena de inspiraciones bizarras
que lindan con la quimera imaginativa.
Nació en Francia. No sé lo que pasará en la gran nación la-
tina. Sospecho que en todos los órdenes de la actividad pre-
tenden una hegemonía intelectual que, si algün día mantuvo,
es hoy de posesión imposible, y ese afán inspira á sus oficia-^
les de marina (á lo» representantes de esta escuela) muy no-
bles anhelos de luchar en el mar en duelo singular con Ingla-
terra. Resulta de este anhelo ferviente un fenómeno no curio-
so, más corriente y vulgar de lo que á primera vista parece.
Subvierten la perspectiva sencilla del problema, que no es. otra
que la de adquirir fuerzas igualmente potentes que las inglesas,
y sueñan con la adquisición de armas distintas de imposible
creación científica. También entre nosobros, ante el imposible
de luchar con los Estados Unidos (imposibilidad intuitiva de
la inmensa mayoría de los españoles), había algunos que so-
ñaron otro imposible infinitivamente mayor: invadir ia.nación
americana.
Yo no sé cómo el ilustre González Serrano explicaría este
fenómeno de óptica moral, de espejismo moral, que oculta
una realidad insuperable y la suplanta por nn sueño.
Excusado es decir que esta especie de estetismo naval va
de vencida en todas partes. Lució y pasó como cosa efímera,
brillante y fugitiva. Sin embargo, necesario es tributarle ho-
nor. Se ha ponderado tanto, evaluado tanto cada elemento
de defensa de costas, que quitándola todas sus quimeras, ha
dejado tras sí mucho de bueno. Justa recompensa de tan no-
ble y genefoso esfuerzo.

* *
PATRIA Y «SEA POWER» 269

¿Cuál es la tercera escuela, la de de la verdad, la de la


grande estrategia? Es escuela de síntesis, tradicional y pro-
gresiva. Se apoya en el pasado y recoge el porvenir. Es á la
vez de integración y diferenciación. Sintetiza y analiza. No
menosprecia ningún arma, pero da á cada cual el valor que
le corresponde. Sn principio fundamental, el de todas las es-
trategias, batir al enemigo: en lo terrestre al ejército contra-
rio, en lo naval á la Sota beligerante. Principio es este nunca
controvertido desde los tiempos más remotos hasta nuestros
días. Principio fecundísimo aplicable á todo esfuerzo y acti-
vidad que ordena herir'la dificultad en su entraña, allí donde
únicamente existe. En el poderoso prescribe la ofensiva; en
el débil, la defensiva presta á ofender también. En el grande,
ofensa potente; en el pequeño, defensa potente, de espíritu
agresivo, dispuesto á manifestarse por reacción violenta, en
cuento la ofensa por error ó gasto se debilite.
Y esta defensiva es sencillamente una escuadra apoyada
en una costa guarnecida de los puertos militares estratégica-
mente situados con relación á ella.
Toda la defensa, según esta teoría de comprobación expe-
rimental en la historia, radica en la escuadra, que es á su vez
defendida y protegida por sus puntos de apoyo.
Mientras la flota de defensa exista y sea capaz de reaccio-
nar y agredir, mientras sea i/te fleet in being, definida por
Torrington hace tres siglos, no será el enemigo dueño del
mar, porque Ihe fleet in being la escuadra de defensa estará
siempre dispuesta á impedir la libertad de sus operaciones
navales. Será el mar no supercie logística de indisputado do-
minio para el enemigo, porque sobre ella rodará un pensa-
samiento, expresando la posibilidad de su agresión, que per-
turbará moral y materialmente sus combinaciones y movi-
mientos. No está la escuadra en defensa más que en un solo
panto de la costa, pero en cualquier instante puede aparecer.
Es una energpía latente; si rompe el bloqueo, puede ser actual.
Sucede con ella lo que en otra ocasión he expresado, califi-
cando su actuación moral de radiación estratégica de su po-
der efectivo.
Parece la ¡dea cosa abstracta sin eficacia positiva, y sin
ayo REVISTA cosrem<mÁ»SA
embargo, como antes dije, es un hecho de comprobación
experimental en la historia. En la guerra de la independencia
americana no fué invadida Inglaterra por fuerzas aliadas, aun-
que dominaron sus escuadras el canal de la Mancha, por la
acción de la escuadra inglesa, de inferior poder, recogida en
sus puertos. En las guerras navales de Luis XIV el mismo
fenómeno. En las guerras napoleónicas el mismo fenómeno.
Mientras nuestra noble escuadrilla de Santiago de Cuba exis-
tió no fué vencida la patria. Mientras existía, aun acorralada,
era posible la continuación de la guerra. Cuando fué hundida
en el mar por fuerzas imponentemente superiores, España,
con estar tan lejos, fué vencida, no en las costas españolas,
sino en la boca de Santiago, á muchos cientos de legnas. Y
cuando las desgracias irremediables de la patria sacrificaron
la noble, la inolvidable escuadrilla, un ciclón de espanto re-
corrió todo el litoral peninsular, ante la posibilidad gada más
de que la escuadra vencedora hiciera su aparición en aguas
europeas. ¡Tan grande, tan inmenso es el poder de una es-
cuadra, ya en la ofensiva, ya en la defensiva!
Se defiende una costa evidentemente con defensas móviles
y fijas; pero no es su objeto la defensa de las rocas litorales,
sino la de servir de abrigo y protección á la escuadra de
combate; porque las primeras carecen de acción estratégica,
de acción de distancia cual una gravitación de la guerra que
sólo posee la escuadra de combate, disputando, mientras re-
sista, el dominio del mar á las fuerzas enemigas.
España, naval mente, es la mejor situación estratégica de
todo el contorno europeo. El Estrecho de Gibraltar es el nodo
logistico de más importancia en el mundo. Las Baleares cons>
tituyen una especie de foco donde se cruzan todas las líneas
que unen los puertos militares y bases secundarias de Ingla-
terra, Francia é Italia en la cuenca occidental del Mediterrá-
neo. El archipiélago canario, intercalado en la corriente co-
mercial del África del Sur con el continente» y en la de la
América del Sur con el mismo, es también nodo estratégico y
comercial Y si fijamos la atención en nuestras hermosas rías
gallegas interceptando estratégicamente la acción de Inglate-
rra hasta el Estrecho; se encoge el corazón pensando que to-
PATRIA Y tSEA POWER» Z/I

davía sigue esa infinita vulnerabilidad naval que gravita con


pesadumbre agobiadora sobre toda nuestra historia.
¿Cónao se defiende todo esto?
No hay más que un medio que tiene dos fases. Una sola
solución con dos aspectos.
Una escuadra de combate con acertada elección de sus pun-
tos de apoyo: el mejor, Cádiz.
Una alianza extranjera: la mejor } única, Inglaterra.
Procuraré en otra ocasión desarrollar todo el tema.

MANUEL ANDÜJAR,
Teniente de navio.
LOS ALBORES DE LA «ONARQDlA ESPAÑOLA

Uno de los timbres más esclarecidos que el siglo XIX os


tentará, mereciendo eterna gratitud á las generaciones veni
deras, es el notable incremento que han recibido las diversas
ramas del saber humano. Si las ciencias que tienen por objeto
el estudio de la naturaleza, así como las que extienden su mi-
rada al cálculo matemático, han alcanzado un pasmoso des-
arrollo, no menor le han obtenido las ciencias morales y po-
líticas. Entre éstas la Historia ocupa un puesto de honor.
Si el príncipe de los oradores romanos, con sobrada razón,
llamó á la Historia maestra de la vida, por las sabias lecciones
y enseñanzas que suministra á los pueblos y naciones, la ge-
neración actual la denomina enciclopedia de los conocimien -
tos humanos, porque rompiendo los estrechos moldes en que
antes se hallaba encerrada, extiende su acción de un modo
prodigioso^entrando en los dominios de la ciencia socio-
lógica.
El extraordinario incremento que en los tiempos actuales
ha obtenido la Historia no se refiere solamente al fondo ó
contenido de ella, sino también á la forma ó manera de ex-
poner los hechos. Bajo el primer concepto, la Historia recibe
inagotable caudal de materiales de las diferentes ramas de la
Arqueología; y bajo el segundo ha tomado un carácter cien-
tífico, dando importancia á la historia interna, parte esencial y
constitutiva de la historia de la humanidad y la que verdade-
ramente refleja el desarrollo de la civilización.
El carácter científico que reviste la Historia nos sirve de
base de criterio para bosquejar una de las más interesantes
épocas de la historia de Castilla, cual es la centuria que abar-
ca los reinados desde Alfonso VIII hasta Fernando III inclu-
sive. Este lapso de tiempo es el comienzo de un período de
LOS ALBORES DE LA MONAKQUÍA ESPAÑOLA 2/3

transición á la Edad Moderna, el eslabón que engarza las dos


edades, el germen de una nueya vida para los Estados cristia-
nos y el resultado á su vez de las grandes conquistas que en
el orden moral y material ha alcanzado la civilización españo-
la; en dicho período alborea la Monarquía española, inaugu-
rándose el renacimiento social de nuestra patria.

Las historias particulares ó nacionales son partes compo-


nentes del todo llamado historia universa!, pero lo son por
intus-suscepcíón, digámoslo así; de tal manera, que cada na-
cionalidad forma un pequeño organismo con sus leyes parti-
culares, que unido á los demás constituyen el organismo ge-
neral de la sociedad humana. No de otra suerte la economía
física del hombre se compone de diversos aparatos, los cuales
desempeñan funciones distintas, y todas juntas integran la
vida fisiológica.
Por tanto, el desarrollo de la vida de un pueblo ó nación
obedece á las leyes universales que muestran el desenvolvi-
miento de la humanidad. Para comprender, pues, las fases que
presenta la historia de Castilla durante la Edad Media, es pre-
ciso hacer un bosquejo de la civilización europea en dicho
tiempo.
Por tres períodos ha pasado la civilización en Europa doran-
te la Edad Media: el primero, que llegó hasta Carlo-Magno,
refleja el estado de disolución en que aquélla quedó á conse-
cuencia de la ruina del Imperio romano, el fraccionamiento
de la unidad material que Roma había hecho del mundo; en
el segundo período, que se extiende hasta el comienzo del
siglo XII, aparecen con la debida separación y perfectamente
desarrollados todos los elementos sociales que dan vida á la
Edad Moderna, y el tercero es un período de pruebas, de
tentativas, á fin de conciliar los elementos sociales que han to-
mado su ser anteriormente y tratan ahora de constituir una
cosa general y definitiva, un poder público, una verdadera
nacionalidad. Es decir, que el tiempo transcurrido desde el
i8
274 REVISTA CONTEMPORÁNEA

siglo XIII hasta fines del XV es un verdadero período de


transición á la Edad Moderna.
El siglo XIU, pues, se halla en posesión de todos los ele»
mentos que han de concurrir á la formación de la sociedad
moderna, y empieza en él un trabajo lento, una elaboración
sin descanso, que ha de dar por resultado la amalgama de las
fuerzas, de los principios, de las instituciones, cuya fusión es
el carácter general de la citada edad. Nq hay inconveniente
en aseverar que el verdadero renacimiento social empieza en
el siglo XIII.

II

Es una ley histórica que el desarrollo material de un pue-


blo marcha en completo paralelismo con el desenvolvimiento
político é intelectual, y en corroboración de este principio no
hay más que estudiar la historia de los diferentes pueblos y
fijarse en sus períodos de florecimiento ó siglo de oro. Este
fenómeno, que es un verdadero apotegma, confirmado por la
experiencia de los siglos, queda evidenciado á la luz de la
filosofía.
La civilización se compone de dos elementos, ó reviste dos
formas: el desarrollo individual y el social, la vida interna y
externa; ambos elementos están unidos entre sí y se reprodu-
cen mutuamente; tienen ios dos hechos una relación tan ínti-
ma y necesaria, que aun cuando no se produzcan simultánea-
mente, son, sin embargo, inseparables, de modo que tarde ó
temprano debe uno conducirnos al otro.
Al invadir y extenderse los sectarios del Islam por nuestra
península, los cristianos inauguran en Covadonga y Sobrarbe
la siete veces secular lucha, cuya finalidad ha de ser la restau-
ración de la unidad material, y con ésta, la religiosa y po-
lítica.
Tres épocas ofrece la historia de la Reconquista (i). Desde
Covadonga á la conquista de Toledo es la nación que pugna

(:) L^fúeote, Historia General de España.


LOS ALBORES DE LA MONARQUÍA ESPAÑOLA 275

por vivir, desde Toledo á Sevilla es la nación que vive y se


robustece luchando y desde Sevilla á Granada es la nación
qne trabaja en organizarse. Desde Pelayo á Alfonso VI es la
infancia y pubertad de la nueva sociedad española, de Alfon-
so VI á Fernando III es su juventud y virilidad y desde el Rey
Santo á Isabel la Católica es su madurez y decrepitud, pero
decrepitud que es ei germen de una nueva vida, de una nueva
forma de ser y existir; en este último período la fuerza y la vi-
talidad de la sociedad española se gasta principalmente en cons-
tituirse, sin dejar por eso de emplear de cuando en cuando un
resto de vigor en ir consumando lentamente su reconquista ma-
terial. Estos tres períodos ponen de relieve los caracteres que
reviste la civilización cristiana en Castilla durante la Reconquis-
ta, cuyo resultado ha de ser la restauración de la unidad nacio-
nal, resultado que ya se columbra en el siglo XIII. En este
tiempo, pues, Castilla, núcleo de la Reconquista y centro de
atracción de la civilización cristiana, manifiesta en embrión lo
que ha de ser más tarde la Monarquía española.
La gran epopeya de la Reconquista, que tuvo su prólogo
en Covadonga, loca á su desenlace. Extendidos los dominios
cristianos en tiempo de Alfonso I desde el mar Cantábrico
hasta el Duero, llevando el segundo Alfonso sus victoriosas
banderas hasta el Tajo, y penetrando hasta la ribera del Gua-
diana Alfonso III el Grande, preparan estos notables Monar-
cas, con sus atrevidas correrías, las empresas de sus suceso-
res; luego, los Reyes de la Monarquía leonesa afianzan con
sus repetidos triunfos las conquistas alcanzadas anteriormente
Fernando I, ceñidas sus sienes con la doble corona de León
y Castilla, inicia la época de apogeo material de la sociedad
cristiana, pues en este tiempo s jn tantos y de tal importancia
los triunfos de las armas cristianas, que apenas encuentra la
raza islamita un momento de tregua para reponerse de tanto
desastre. Alfonso VI el Bravo, después de arrancar á los infie •
les el mejor baluarte de Castilla, se pasea triunfante por esta
comarca; Alfonso el Emperador realiza una larga serie de
proezas que le conducen á Almerífi, una de las llaves del Me-
diterráneo, y Alfonso VIII, después de haber arrebatado á la
morisma Cuenca y otras plazas fueites, humilla en el Muradal
276 REVISTA CONTEMPORÁNEA

á la media luna, eclipsando para siempre el poderlo de los se-


cuaces de! falso profeta.
Con tales antecedentes empuña el doble cetro de León y
Castilla Fernando III. Constreñidos los discípulos del Corán á
las comarcas de Andalucía, estaba reservada para el Rey San-
to la gloria inmarcesible de recabar para el dominio cristiano
la antigua corte de los califas, ia rival de Damasco; y después
de tremolar el estandarte cristiano en los alminares de la gran-
de aljama y de conseguir hazañas sin cuento, que aseguran la
incorporación á la corona de Castilla de nuevas plazas y pue-
blos importantes, ríndese la reina del Guadalquivir al hijo de
D.* Berenguela.
Así, pues, en el siglo'XII ya no quedaba á los musulmanes
más que el reducido territorio de Granada, el cual prestó
homenaje á Castilla, hasta que plugo á la Providencia premiar
la perseverancia y constante fe de los cristianos, dando feliz
remate á la grandiosa epopeya de la Reconquista. La restau-
ración de la unidad material de España puede considerarse
terminada en el siglo XIII.

III

La organización política y civil de la sociedad cristiana,


durante la centuria que venimos estudiando, guarda perfecta
analogía con el progreso material. La condición social del
pueblo cristiano se va perfeccionando á medida que ensancha
su territorio.
El carácter que presenta Castilla al comienzo del tercer pe-
riodo de la Edad Media difiere esencialmente de la fisonomía
de la época anterior. En este tiempo todo tiende á la unidad;
aparece ya en embrión lo que más tarde ha de adquirir mayor
desarrollo y vaciarse en más anchuroso molde; el estado de
dislocación que anteriormente se manifiesta en las institucio-
nes, leyes y costumbres va poco á poco desapareciendo para
dar paso á la centralización.
La organización política de Castilla se hallaba constituida
por el Rey, clero, nobleza y estado llano. La Monarquía ad-
LOS ALBORES DE LA MONARQUÍA ESPAÑOLA 2/7

quiere en esta época gran impoitancia, como consecuencia


natural de la extensión del territorio, de las victorias alcanza-
das á los Reyes con el fin de contrapesar el poderlo de la
nobleza. El principio electivo que la sucesión á la corona re-
vestía en los primeros tiempos de la Reconquista, transmitido
de la época visigoda, fué reemplazado por la sucesión here-
ditaria, que al principio no tuvo más sanción que el derecho
consuetudinario, afianzado luego con la organización feudal que
consignó el principio del reino patrimonial. Alfonso X fué el
primer Monarca que elevó á derecho escrito lo que ya se
hallaba encarnado en la opinión pública y estaba en harmonía
con la condición social del Reino. Siempre fué reconocido el
Monarca como fuente de jurisdicción, pero su autoridad no
adquirió el verdadero lustre y rango ni tuvo el sello de la so-
beranía hasta el período que estamos bosquejando.
La nobleza, con sus cuantiosas rentas, sus exageradas pre-
tensiones y sus exorbitantes privilegios nacidos de la situación
especial de los leinos cristianos, contribuía en gran manera á
mermar el poder real. Las concesiones de éste en favor de
las municipalidades, como recompensa de sus servicios y estí
mulos para otros nuevos, no dejaba de ser también un contra-
peso á la autoridad del Soberano. Mas á últimos del siglo XII
y principios del XIII ya se evidencia un hecho general en
todas las monarquías de Europa, cual es el abatimiento del
poder teudal; y este suceso general es la realización de la ley
histórica que imprime nuevo rumbo á los sucesos en dicha
época: es que ha pasado el período de aislamiento, de des-
membración, y todas las existencias tienden á reunirse, todos
los intereses é instituciones locales á amalgamarse para cons-
tituir una acción pública: esta tendencia se ve palpablemente
en el reinado de Fernando III.
En resumen, los Monarcas, desde este tiempo, fueron más
poderosos que antes, porque ensanchados notablemente sus
dominios y aumentados sus recursos y riquezas, pudieron
mejorar el sistema de administración y con ello robustecer
su poder, dando mayor extensión y vigor al ejercicio de sus
atribuciones gubernativas.
La nobleza no logró su legítima existencia y poder hasta
«78 REVISTA CONTEMPORÍNEA

el siglo XIII. Ea Castilla el feudalismo no tuvo su genuino


carácter como en Francia y otras naciones de Europa, ni su
desarrollo pudo competir con otras comarcas de la Penín-
sula.
Mezclada la nobleza goda y la hispano-romana en la últi-
ma época de la España visigoda, quedaron ambas identifica-
das por completo desde la invasión musulmana. Asentada la
naciente Monarquía bajo Alfonso el Casto, los nobles reco-
braron también su influjo en el gobierno, tardando poco en
adquirir tierras y vasallos, asistir á la corte, concurrir á los
Concilios, confirmar los privilegios reales y gobernar las pro-
vincias; los Condes ensanchaban sus señoríos con las tierras
cuyo dominio tenían encomendado, poblando lugares, con-
cediendo fueros á los pobladores y ejerciendo en ellos una
especie de soberanía. La nobleza se aprovechaba, no sólo
del estado continuo de guerra para aumentar sus dominios,
sino que se valía sobre todo de la debihdad ó minoría de los
Reyes para apoderarse del gobierno y lanzarse á toda clase
de excesos; en la elección de los Reyes y en todos los actos
más importantes tuvo la nobleza el primero y más señalado
influjo: en una palabra, hasta el siglo XIII continuó la no-
bleza en progresión creciente, no ocultando su sed insaciable
de poder y teniendo al Reino en continua y lamentable agita-
ción.
Ya Alfonso V y Alfonso Vil trataron de refrenar á la no-
bleza, poniendo el primero coto á su aumento de tierras y
sometiendo todas las ciudades á la jurisdicción real, y el se-
gundo creando otra nobleza basada en la profesión de las ar-
tes y disminuyendo los privilegios de aquélla; y al empuñar
el cetro Penando III, la nobleza empieza á decaer visiblemen-
te, pues dicho Monarca sujetó con mano fueite sus desmanes,
encaminando todas sus medidas políticas y administrativas á
abatir su poderío. Lo que más contribuyó á humillar el po-
der de los magnates fué el espíritu de independencia que, fa-
vorecido por los Monarcas desde el Rey Santo, se iba des-
arrollando en los concejos, viniendo á ser éstos un elemento
importante para la gobernación del Reino, la defensa de la
frontera y la seguridad de las ciudades.
LOS ALBORES DE LA MONARQUÍA ESPAÑOLA 275

No carecía de menor autoridad é importancia el clero: su


influjo político data de la época visigoda. La influencia social
de la Iglesia cristiana, el monopolio del saber que ejercía la
clase sacerdotal y el espíritu religioso del pueblo, explican
sobradamente el poderío del clero y su intervención en el
gobierno del Estado: situación tan favorable hubo de extre-
marse en los primeros tiempos de la Reconquista.
A medida que los cristianos extendían sus fronteras y ga-
naban victorias, se aumentaba la devoción y piedad religio-
sas, multiplicándose las donaciones á las iglesias y monaste-
rios y concediendo toda clase de prerrogativas al clero. Pero
del mismo modo que los Reyes vieron en los derechos exor-
bitantes de la nobleza una constante amenaza contra la auto-
ridad pública, tratando de poner un límite á tan desmesurada
influencia, también hicieron lo propio con el clero en aquello
que decía relación á su poder secular, dejando á salvo la in-
fluencia moral que como á ministros de Jesucristo les com-
petía,
Hasta el siglo XI el estado continuo de guerra y las inva-
siones permanentes de los moros impidieron la formación de
una población compacta y el establecimiento de grandes vi-
llas y ciudades; así resultó que el que no era guerrero ó cléri-
g o se hallaba en una lamentable situación; la población agrí-
cola, el estado llano casi estaba reducido á la esclavitud.
Desde el siglo XI los Monarcas, al reconquistar villas y ciu-
dades, empiezan á constituir la vida local, interesando á los
antiguos moradores de aquéllas á la lucha contra los sarrace-
nos, concediéndoles una existencia independiente: éste es el
origen de los fueros y cartas pueblas. Considerados éstos bajo
el aspecto político, contribuyeron á la constitución de aque-
llas municipalidades en que se respiraba sin temor á los exce-
sos de los agentes de la Corona y á las demasías de la noble-
za. Los Reyes hallaron en los pueblos un instrumento eficaz
para contener las usurpaciones de los ricos hombres; los con-
cejos reclutaban ejércitos que venían á aumentar las huestes
del Monarca en sus guerras exteriores é interiores, defendían
las murallas y el territorio de la población y protegían los
privilegios de la municipalidad; pero el mayor bien que cau-
28o REVISTA CONTEMPORÁNEA

saron éstas fué constituir un poder enfrente del de la nobleza


destinado á ser el apoyo de los Reyes.
Lo que dio más influjo al estado llano fué la intervención
que el último tercio del sigflo XII comenzó á tener en las Cor-
tes del Reino; de modo q u i l o s comunes con sus fueros, que
les daban una existencia propia, con sus milicias para su de-
fensa y con su intervención en las Cortes, forman un elemen-
to de la mayor transcendencia para la vida política de los
reinos.
La institución que mejor demuestra la robusta org-anización
política de la corona de Castilla en este tiempo son las Cor-
tes. Las Cortes juegan un papel principalísimo en la historia
de la Edad Media, y han sido la base para el establecimiento
de los gobiernos representativos.
En los primeros tiempos de la restauración continuaban ce-
lebrándose las Juntas generales de! clero y de los magnates,
del mismo modo que durante la dominación visigoda, con la
circunstancia de que la asistencia de los últimos era ya conti-
nua y, al parecer, en virtud de su propio derecho; el nombre
de Cortes no se había generalizado todavía, lo cual se eviden-
cia viendo que se llamaban concilios á las Juntas que se cele-
braron en Oviedo, Coyanza, Compostela, Falencia y León
hasta el siglo XI. Estas asambleas son una derivación de los
Concilios de Toledo, y á manera de eslabón que une á éstos
con las Cortes posteriores.
Cuando empezaron áconstituirse las municipalidades, cuan-
do las villas y ciudades adquirieron existencia propia, enton-
ces empezaron á tener intervención en las deliberaciones
públicas, datando de este hecho la importancia de las Cortes,
lo cual se verifica en el siglo XII. Desde esta fecha son tres
los brazos que intervienen en las asambleas nacionales; y aun
cuando no estaba determinado el lugar en que se habían de
reunir las Cortes, ni el período en que habían de verificarse,
ni la concurrencia de los tres brazos, ni mucho menos el nú-
mero de ciudades que tenían voto y el de procuradores que
éstas habían de mandar, ya aparece en esta época la influen-
cia política de aquéllas; las tres clases sociales que se han des-
arrollado durante los períodos anteriores y adquirido gran
LOS ALBORES DE LA MONARQUÍA ESPAÑOLA 281

inñuencia social, ahora se hermanan, desapareciendo poco á


poco el espíritu local, individual/para fundirse en una misma
aspiración y originar más tarde una verdadera nacionalidad.
Es decir, la multitud de asambleas concejiles, de existencias
é instituciones locales, vinieron á resumirse en un concejo ó
ayuntamiento general bajo la presidencia del Monarca, como
lo exigían los progresos de la unidad nacional y la mancomu-
nidad de intereses.
En el siglo XIII, pues, hay que buscar el germen de la
importancia de las Cortes, que serán, andando el tiempo, ge-
nuina representación del carácter nacional y emblema de la
pública opinión.
La legislación de Castilla, desde el siglo XI al XIII, retrata
perfectamente el estado social del Reino: la Reconquista ade-
lanta por esfuerzos parciales y de igual manera se reorganiza
la Nación.
El carácter de la legislación en este tiempo fué el privile-
gio; diversas eran las fuerzas sociales, varios los intereses,
múltiples las existencias: las leyes, por tanto, habían de.refle
jar esta variedad. La situación particular en que se hallaban
las provincias de Espaíía, producida por la lucha permanente
con los sarracenos, obligaba á los Monarcas á interesar en la
defensa de los pueblos á sus antiguos y nuevos moradores
por medio de leyes que mejorasen su condición social. La
legislación foral, bárbara en su parte penal, rudimentíria en
su parte civil, es, bajo el punto de visfa político, de fecundos
resultados, pues contribuyó á afianzar la constitución de las
municipalidades y después fué arma poderosa para garantir la
autoridad real. A medida que se va verificando la unidad ma-
terial, también la organización administrativa va en progresivo
aumento; todo tiende á la unidad. El Ordenamiento de las
Cortes de Nájera, que fijó los derechos y deberes de ios hijos-
dalgo, ya entre sí, ya con respecto a los Monarcas, ya tam-
bién con relación á sus subditos; la fcrmación del Fuero Vie-
jo, con objeto de compilar los fueros y hazañas de los nobles,
y la traducción al idioma vulgar del Fuero Juzgo, mandada
hacer por San Fernando, dándole como fuero municipal á
varías villas y ciudades, son ensayos y tentativas que iban
282 REVISTA CONTEMPORÁNEA

preparando la unidad legal. D. Fernando, comprendiendo


con su vasto talento político-que, ante las nuevas necesidades
de la época y la distinta condición social en que se encontra-
ba Castilla, era absolutamente necesario una reforma legis-
lativa, y que, no obstante, se ofrecían para su realización
entonces obstáculos difíciles de vencer, puso todo su cona-
to en preparar, por medio d ; prudentes y acertadas dispo-
siciones, el camino para el planteamiento de las radicales
innovaciones que luego hubieron dé efectuarse. Cabe á este
esclarecido Príncipe la envidiable gloria de haber concebido
la transcendental idea de uniformar la legislación y de ins-
pirar en el ánimo de su hijo la creación del código más no-
table, del monumento legislativo más grandioso que colocó á
su autor á la altura de los más célebres legisladores del mun-
do. Como consecuencia del pensamiento legal de San Fer-
nando, había de surgir la necesidad de reformarla administra-
ción de justicia.
Desde el siglo XI, los Reyes, conociendo la importancia del
ejercicio del poder judicial, adoptaron providencias muy efi-
caces para ello y procuraron no descuidar la vigilancia supre-
ma sobre la administración de justicia: Alfonso V estableció
en todas las ciudades jueces elegidos por el Rey; Alfonso VI
procuió que se administrara justicia rectamente y que se «li-
bertase á los pueblos de las rapacidades de los sayones». En
este mismo espíritu se inspiraron los Monarcas posteriores;
pero excedió á todos en tan laudable empeño el Rey Santo,
el cual generalizó la institución de los merinos mayores, que
eran delegados del Rey para ejercer una inspección suprema
en asuntos de justicia. Imitando á San Luis, el hijo de D.* Bc-
renguela recordó los pueblos administrando justicia por sí
mismo; de modo, que en este tiempo era reconocido el Sobe-
rano de hecho y de derecho como fuente de justicia: así la
organización judicial iba uniformándose, como se uniformaba
la legislación, encontrándose de esa manera en el Monarca el
derecho de administrar justicia, cuya autoridad suprema y
universal se hacía sentir poco á poco en todas partes.
Bajo el punto de vista político, administrativo y social, la
época que estamos examinando es de verdadero progreso. El
LOS ALBORES DE LA MONARQUÍA ESPAÑOLA 283

orgaaismo político correspondía cumplidaúiente al desarrollo


material y á las nuevas exigencias sociales. Las bases de buen
gobierno de los Estados, los axiomas fundamentales de una
monarquía hereditaria, la unidad é indivisibilidad del Reino, la
sucesión á la corona, la centralización de los poderes en el
jefe del Estado y las facultades propias de la soberanía eran
ya conocidos, estaban encarnados en la opinión pübüca, ya
se observaban en la práctica: restaba únicamente que se con-
signaren por escrito, que recibieran la sanción legal, en una
palabra, que tales principios, arraigados en la conciencia de
los pueblos, ss elevasen á la categoría de dogmas políticos,
para informar, andando los tiempos, la vida de las nacionali-
dades.

IV

Si la organización política y civil de Castilla progresaba en


harmonía con la conquista del territorio, la cultura intelectual
no permanecía estacionaria.
Durante el primer período la sociedad cristiana, abrumada
por enemigos poderosos, viviendo en lugares fragosos y casi
estériles, tiranizada por la guerra y por la miseria, presenta el
triste espectáculo de la ignorancia más grosera; mas cuando
las victoriosas armas cristianas sojuzgan importantes plazas y
ciudades y adquieren fértiles y extensos territorios, se fija la
población, se establece una comunicación más íntima con los
árabf s, y la literatura y artes siguen el progreso que deman-
daba el nuevo orden de cosas: entonces aparecen las primi-
cias de la musa castellana.
Cuando se examinan los primeros monumentos de nuestra
literatura y se los compara con las producciones del siglo XIII,
no puede menos de advertirse que se ha trocado la fisonomía
artística de unos y otras. Este cambio tan sorprendente era
resultado lógico del progreso que en todas sus maniíestaciones
alcanzaba la civilización española; el siglo XIII estaba desti-
nado por la Providencia á recoger el íruto de los esfuerzos y
grandes sacrificios de las cinco centurias anteriores Si sor-
284 REVISTA CONTEMPOKÁNEA

préndenles eran los trinnfos de las armas cristianas en esta


época, no eran menos pasmosas las conquistas de la inteligen-
cia, y con no menor brío entraban los reinos cristianos, cuya
vanguardia correspondía á Castilla, en nuevas y amplias vías
de cultura intelectual.
Las ciencias y letras, huyendo del estrépito de las armas,
se habían albergado en tiempos anteriores en los claustros,
buscando un asilo de paz. Estos centros de la vida ascética con-
servaron en depósito las tradiciones de las primeras escuelas,
cultivando en primer término los estudios litúrgicos y teológi-
cos. Al movimiento de tales estudios siguióse la rehabilitación,
aunque deficiente, de las bellezas de la antigüedad clásica,
cuyos lejanos resplandores no habían llegado á eclipsarse.
Mezclándose con tales elementos, tomaron carta de natura.
leza las producciones del arte oriental, que estaban llamadas á
ejercer no poco influjo en la existencia de las literaturas vul-
gares. Así es que, agrupándose durante el siglo XII en el
suelo castellano tan varias influencias, enáanchando el estrecho
círculo en que giraban las ciencias, letras y artes, refleja la
cultura espaBola una fisonomía original digna del mayor en-
comio.
Los Monarcas cristianos, fieles representantes del movi-
miento social, conocedores de las nuevas necesidades de la
época, producidas por la asociación y uniforme desarrollo de
todos los gérmenes de la civilización elaborados anteriormen-
te, establecieron centros de enseñanza que, con el nombre de
Universidades, señíalan un nuevo derrotero para las diferentes
ramas del saber. Desde ahora las ciencias y letras, saliendo
del estrecho recinto de los claustros y amparadas por los dos
poderes espiritual y político, se hacen accesibles á todas las
clases sociales y reciben ricos veneros de inspiración, adqui-
riendo de este modo la civilización española á principios del
siglo XIII extraordinario incremento, sólo comparable al sin-
gular progreso de las armas cristianas.
Juzgamos innecesario tratar ahora del origen y formación
de nuestra lengua romance; sólo diremos que aquel latín de-
generado, con el que se mezclaron desde los primeros tiem-
pos de la restauración palabras extrañas, fué cediendo su lu-
LOS ALBORES DE LA MONARQUÍA ESPAÑOLA 2^5

gar á voces de uso nuevo, perdiendo aquél sus caracteres gra-


maticales.
A mediados del siglo XII ya existía un idioma nacional que
no era el latín, como puede verse por multitud de documen-
tos de aquella época. Aquel lapso de tiempo fué la verdadera
fermentación del idioma vulgar; pero á la entrada del si-
glo XIII aparece ya ataviado con las galas de una regular es-
tructura. Fernando III, haciéndose fiel intérprete de la opinión
pública, declara oficial el idioma del vulgo, cuya medida sig-
nifíca la sanción que la autoridad real imprimía en lo que esta-
ba encarnado en las costumbres populares y hasta había sido
prohijado, digámoslo así, por los eruditos. De día en día fué
enriqueciéndose la lengua vulgar y cobrando nueva flexibili-
dad y soltura, al mismo tiempo que se fijaba y adquiría ma-
yor estima entre los eruditos. Vistiendo este nuevo ropaje
la poesía y prosa castellanas, adquieren un prodigioso des-
arrollo en la decimotercia centuria, y se aprestaban para en-
trar en mds anchurosos senderos, guiadas por el egregio Prín-
cipe á quien la historia ha inmortalizado con el nombre de
Sabio.
Los primeros monumentos literarios escritos en idioma vul-
gar revelan los dos sentimientos característicos de la época, y
arma de todas las empresas que hacen de la Reconquista un
glorioso poema: la idea religiosa y la política. Dios y patria
es el grito lanzado en los combates, el resorte que mueve á
los cristianos á la pelea, la égida de todas sus hazañas.
La poesía religiosa y la poesía heroica son el reflejo de la
opinión hasta los comienzos del siglo XIII: la primera se nutre
de las creencias populares inspiradas en las piadosas leyendas
eclesiásticas; la .-egunda se alimenta con las proezas de los
gnerreros. El Libro de los Reys d' Oriení, el Poema de los Reyes
Magos y la Vida de Madona Santa Maria Egipgiaqua son las
manifestaciones de la inspiración religiosa; la Leyenda de las
mocedades de Rodrigo y el Poema de Mío Cid lo son del espí-
ritu guerrero y caballeresco. En estos poemas, cuyos medios
artísticos son toscos, groseros y desaliñados, vemos todos los
gérmenes políticos que debían lograr más tarde completo
desarrollo.
286 REVISTA CONTEMPORÁNEA

Frutos espontáneos del nuevo carácter que la poesía pre-


senta á principios del siglo XIII, en armonía con la transfor-
mación política, social y material que se ha operado en la
sociedad cristiana, son los poemas de Gonzalo de BerCeo.
Sus escritos, así como los Poemas de Apollonio, Alexandre,
Ferrán González y Yusuf, son la prueba más patente del nue-
vo sello que imprimió á las manifestaciones del espíritu el
movimiento extraordinario de la civilización española á fines
del siglo XII.
Hermanada con la poesía popular se muestra la Historia,
aspirando á consignar en la lengua de los doctos los triunfos
de la Reconquista.
La Historia compostelana y la Chrónica de Alfonso VII ya
no son aquellos secos y descarnados cronicones de los pri-
meros tiempos de la restauración. En tantD que los autores
latino-eclesiásticos trabajaban por transmitir á la posteridad
los hechos memorables, era llegado el momento de confiar
al lenguaje del vulgo el depósito de sus narraciones. Ruda,
pobre é inarticulada al principio, fijando sin orden y enlace y
en cláusulas breves los hechos que iban acaeciendo, apare-
ce en los Saníofales, Necrologios, Cartularios. Después se
presenta más ordenada y uniforme, sometida á uc sistema
cronológico y enlazados los sucesos con los de otras edades;
esta forma recibe el nombre de Anales, en los que es inútil
buscar gala alguna de lenguaje, ni menos belleza de dicción
ni de estilo (i).
Alternando con éstos se ejercitaba la Historia en otro linaje
de ensayos, y son las narraciones parciales de alguna con-
quista ó señalada victoria, ó bien las genealogías de los reyes
y héroes. Estos trabajos inspiran cierto interés literario y se-
ñalan un verdadero progreso en el cultivo de la prosa; la lite-
ratura latino-eclesiástica inñuyó notablemente en este género,
encontrando los cultivadores de la lengua romance dignos
modelos que imitar. Entre éstos figuran en primera línea don
Lucas de Tuy y el Arzobispo D, Rodrigo; no hay que bus-
car en ellos el espíritu critico y filosófico; mas, sin embargo.

(I) Amador de los Ríos, Historia critica de la Literatura española.


LOS ALBORES DÉ LA MONARQUÍA ESPAÑOLA 28/

ofrecen un adelanto notable en esta rama del saber, apartán-


dose de la aridez y desaliño de los cronicones y dando á las
historias un carácter general.
Fernando III, aspirando á dar autoridad al habla de la mu-
chedumbre, no sólo manda traducir, como hemos indicado,
al idioma vulgar el Fuero Juzgo, sino que, protector de los
varones distinguidos por su ciencia, logra que el naciente len-
guaje sirviera para formular máximas y sentencias filosófico-
políticas, tal se muestra en los libros de Los doce sabios y Flo-
res de Philosophia.
Considerables son, pues, las conquistas que la poesía y
prosa castellanas hicieron en los cinco primeros lustros del si-
glo XIII. En los venturosos días de Fernando III es cuando se
opera la primera transformación de la poesía escrita; en é
adquiere vitalidad la prosa castellana. Tan feliz reinado es la
síntesis del desarrollo literario de la época anterior, el que re-
fleja la unidad de la civilización que se ha desplegado en Cas-
tilla desde el siglo XI, en harmonía con el desarrollo político
y social, y en fin, el ciclo histórico que, abriendo nuevos ho-
rizontes ala cultura española, hace vislumbrar los resplando-
res que han de iluminar las ciencias y letras en el reinado sub-
siguiente.

Durante el primer período de la Reconquista la condición


material de Castilla fué pobre y miserable á consecuencia del
continuo estado de guerra, la poca seguridad de las pobla-
ciones, las frecuentes algaradas de los musulmanes y la este-
rilidad de los lugares habitados por los cristianos. La pobla-
ción agí ícola fué en dicha época casi esclava, y no gozó de
ninguna garantía personal ni real; pero semejante estado fué
desapareciendo desde principio del siglo XI. La conquista de
ciudades importantes y de territorios extensos y fértiles ha-
ce aumentar las riquezas, población y seguridad de los paí-
ses; las concesiones ferales que se segfuían á la conquista in-
fluyeron notablemente para mejorar la condición material de
la sociedad cristiana, fomentando la agricultura, industria y
288 REVISTA CONTEMPORÁNEA

cotnercio. Á la sombra de tales franquicias y de la seguridad


de las personas y propiedades no sólo se agrupó la población
en las villas y ciudades aforadas, sino que los moradores de
pueblos de señorío abandonaron éstos para fijarse en aqué-
llos. De esta manera la Monarquía ensanchó su poder; la acu-
mulación de propiedades de la Iglesia y de los nobles quedó
limitada, y combatida la prepotencia feudal; el estado llano
salió de su abatimiento, comenzando á dedicarse con afán al
fomento de aquellas fuentes de la pública riqueza; añádanse
á esto los esfuerzos de la Iglesia cristiana para contener las
violencias de aquellos tiempos y los decretos de los Conci-
lios amparando los intereses materiales, y se comprenderá
cuánto pudo influir en el mejoramiento de la condición ma-
terial de los pueblos.
La continua comunicación de los cristianos con los árabes
ppr efecto de la conquista hizo extender los conocimientos
agrícolas é influyó en la mejora del cultivo, ocupando un lu-
gar preferente la ganadería.
El desarrollo de la industria y el comercio no desmereció
lo más mínimo del acrecentamiento de la agricultura. El au-
mento de población en las villas y ciudades aforadas ofreció
más medios de cambio, creció considerablemente el consu-
mo y dio lugar á que la industria se desarrollase, influyendo
no poco en ello las ordenanzas gremiales; la formación de
grandes centros y la mayor seguridad individual, unido á la
política liberal de los Monarcas, multiplicaron las feriass y
mercados, los cuales fueron el principal estímulo y apoyo de
la industria y del comercio. El desarrollo de éste se debió á
las mismas causas qne favorecieron aquélla, aun cuando nace
y se propaga bajo el sistema más restrictivo, lo cual se explica
perfectamente por las circunstancias especiales de los pueblos
en que se encontraba el reino castellano.

VI

Resumamos. Analizando la organización política, la legisla-


ción, cultura intelectual y desarrollo material de Castilla du-
rante la centuria que abarca los reinados de Alfonso VIII y
LOS ALBORES DE LA MONARQUÍA ESPAÑOLA 289

Fernando III, no puede menos de observarse una fisonomía


especial que la separa de los siglos anteriores. En el siglo XIII
quedan asentadas las bases sobre que ha de descansar la Mo-
narquía española; todas las fuerzas sociales que encarnan en
la vida política han tenido su desenvolvimiento, se han forma-
do aisladamente para fundirse más tarde; esta tendencia de
conciliación es el carácter determinante del nuevo período
que se inaugura con el siglo XIII. En todos los puntos de
vista que hay que considerar en la vida interna de una nación,
en los diferentes aspectos que nos ofrece el organismo social
y manifiestan la actividad de los pueblos, aparece un propó-
sito de centralización, de unidad y armonía de fuerzas.
Los Monarcas tenían una idea elevada de su autoridad y
sus personas inspiraban respetos y prestigio al pueblo; la de-
bilidad de algunos sucesores de San Fernando y los desdenes
de sus reinados son hechos concretos é independientes que
en nada contrarían aquel acontecimiento general. La autoridad
real había adquirido su verdadero carácter, ya se la conside-
re como depositaría y tutora del orden público, de la justicia
general, del interés común, ó como una gran magistratura,
centro y vínculo de la sociedad; así es que todas las fuerzas
sociales se presentarán desde ahora en segunda línea, como
sombras confundidas por la relación de dos grandes entida-
des: el poder público y el país. Ésta es la gran unidad que
empieza á bosquejarse en el siglo XIII; esta tendencia á la
unidad se observa en el sistema político, en la legislación,
administración de justicia, etc., es decir, en las diversas fun-
ciones que integran la economía social de un Estado,
Tiene Castilla una lengua y literatura nacional. El idioma se
fué formando—á semejanza de un río que se acaudala con los
manantiales que recoge durante su curso—merced á las di-
versas influencias de las gentes ó razas que, á trueque de d o '
minar la Península, depositan gérmenes de cultura con los
cuales se va enriqueciendo nuestra civilización. Fruto de con-
trarios elementos y animada por el genio de todos, aparece,
no obstante, nuestra' lengua en el siglo XIII cOn su genialidad
propia y con todos los caracteres de una lengua nacional. La
literatura, inspirándpse primero en las creencias populares y
19
290 REVISTA COMTEMPORÁNEA

en los sentimientos de actualidad, sólo tuvo por norma de sus


cantares la vida real del pueblo; después ya no se contenta
con sus propios recursos, y anhelando ensanchar las esferas
de su vitalidad, si bien perdió su primitivo vigor, ganó en
perfección externa y fué haciéndose verdaderamente cosmo-
polita.
Los elementos que nutren la vida material de los pueblos
también han evidenciado que el desenvolvimiento material de
Castilla en esta época corre parejas con el progreso político
é intelectual.
En una palabra, la vida política y social, el desarrollo inte-
lectual ^ material de la corona de Castilla, núcleo de la Espa-
ña cristiana en la Edad Media, patentizan que en el siglo XIII
quedan delineados los trazos del grandioso edificio de la Mo-
narquía española. Desde ahcra se abren nuevos horizontes á
la civilización cristiana, se extiende considerablemente su es-
fera de acción, entra en más anchurosas vías y preludia la na-
cionalidad española, fruto y coronamiento de la compleja la-
bor de los tiempos medioevales y magnífico legado que reci-
be la Edad Moderna.

TEODORO DE SAN ROMÁN,


Catedrático y Director del Instituto de Toledo.
LA EXPOSICIÓN DE BELUS ARTES

Cada vez que el Palacio de Exposiciones abre sus puertas


para hacer una manifestación del movimiento que en nuestra
patria tienen las artes plásticas, óyense entre los visitantes cen-
suras acerbas, juicios violentos y destempladas sátiras contra
cuadros, pintores y procedimientos. Y he hecho ,1a observa-
ción de que estos modernos Zoilos que en tales exageraciones
incurren forman dos grupos: uno compuesto de jóvenes de no
muy completa cultura artística, y desde luego con absoluta
carencia de estudios del natural, y otro de ancianos desconten-
tadizos, apegados á la tradición y á los convencionalismos y
exclusivismos de escuela. Si de buena fe discurren, compren
derán su error, los primeros, contemplando, con el cuidado
que emplea el artista en contemplarlos, una cabeza iluminada
por el sol, un paisaje bañado de luz, rocas, árboles, piedras,
envueltos en la indecisa claridad del alba ó en las últimas tin-
tas de una sombría tarde de otoño, y descubrirán los colores
raros, y encontrarán los matices extraños que han creído hijos
de la fantasía del artista cuando en el lienzo los han visto.
Y respecto de los del otro grupo, no se olvide que ya en
tiempos de Horacio eran los ancianos alabadoies del pasado,
que, «á nuestro parecer, cualquiera tiempo pasado fué mejor»,
y se tendrá la clave de sus censuras. Recuerdan aquellas ex-
posiciones del solar de las Vallecas, que trae á su memoria
los nombres de Gisbert, Casado y Mercadé; del Palacio de
indo con Rosales, Domingo, Pradilla, Ferrant y Urgel; el de
exposiciones del Retiro con Luna, Vera, Moreno Carbonero
y Muñoz Degrain; pasan por su memoria Los Comuneros, Ll
entierro de San Francisco, La campana de Huesca, El testamen-
to de Isabel la Católica, La muerte de Lucrecia, D.^ Juana la
Loca, El último dia de Numancia, Spoliariunt, Entierro de San
292 REVISTA CONTEMPORÁNEA

Sebastián; asocian á aquellos recuerdos los de peregrinas her-


mosuras, ajadas hoy por los anos, los de amistades fraternales
que ha desatado la muerte, los de risueñas esperanzas que se
desvanecieron como el humo, los de halagadoras ilusiones que
se han trocado en desengaños, y sin reparar que las nieblas
están ya dentro de sí y no en la atmósfera, niegan sistemática-
mente todo progreso y golpean el suelo con nerviosa pisada,
creyendo que todo movimiento h i cesado en la tierra, Epur
simuove. Prescindan, si pueden, de aquellos recuerdos; olvi-
den por un momento tales impresiones; vean, sin prejuicios
semejantes, la actual Exposición, y convendrán con nosotros,
que respetamos mucho sus méritos, su valer y su experiencia,
en que la cultura artística es hoy en España mayor que hace
treinta años y mucho más extensa y difundida que en toda la
centuria que acaba de expirar.
La educación artística de nuestros padres es bastante dife-
rente de la que nosotros hemos recibido. Predominaba en las
obras de ellos la diafanidad de tintas, el desvanecido en el
color, y buscaban siempre las dificultades de factura en el di-
bujo, que era siempre expresión de los diferentes estados
psíquicos del personaje. Hoy la pincelada dura, el efecto, es
lo predominante en las obras maestras y las dificultades bús-
calas el artista en los efectos de luz. No es, pues, puro capri.
cho de nuestrcs modernos artistas dar á las obras pictóricas
estos tonos vigorosos, no son éstos producto de calenturien-
tos cerebros, como algunos creen: es imitación de la natura-
leza iluminada por ia luz del sol.
Ahora bien, de estas dos tendencias, ¿cuál es la que está
equivocada.'' No soy exclusivista; respeto, admiro, venero,
rindo ferviente culto á las obras de Murillo y de Velázquez,
de Ribera y de Fra-Angélico; pero pido á mi vez consi-
deración y respeto para las obras de los llamados moder-
nistas.
La cuadratura del círculo, el movimiento continuo, la pie-
dra filosofal, se han tenido siempre, y hoy se tienen, como
problemas de imposible resolución; á estos problemas añadi-
ría yo otro: una definición de arte con la que todos estuviése-
mos conformes. Cousin, Kigault, Littré, Proudhon, Taine y
LA EXPOSICIÓN DE BELLAS ARTES 293

muchos más la han dado, todas muy diferentes y todas y cada


una de eilas deficientes para muchos.
Pues si las obras pictóricas son producto del arte, si éste es
eminentemente subjetivo, si del arte tenemos todos una no-
ción propia y distinta de la de todos los demás, ¿hay algruien
que pretenda ser tan exclusivista que porque él no compren-
da ó no quiera comprender las magniGcencias de unas cuan^
tas pinceladas despoje al todo de arte? Porque téngase en
cuenta que la mayor parte de los detractores del modernismo
dicen que éste no es artístico, que es producto de enfermos
cerebros y que, por lo tanto, frutos de tales árboles no pue-
den ser buenos.
Dije antes que los artistas modernos buscan las dificultades
€n los efectos de Juz. A esto me dicen los que á la tenden-
cia moderna tienen horror profundo que el público en gene •
ral prefiere los asuntos bellos, agradables, á los dificultosos.
Contra el gusto del público no puede irse, claro es, y el que
compra un cuadro, lo compra indiscutiblemente porque le
gusta.
Si el artista acude á un concurso con el fin de vender la
obra ú obras que en él presente, buen cuidado tendrá de
que sus producciones sean ás público, sean vendibles; pero si
va á una exposición con la pretensión de adquirir una recom-
pensa en buena lid, de hacer que su nombre se admire, si va
con la intención de recibir ejecutoria de maestro, presentará
obras dificultosas, atrevidos escorzos, efectos de luz, cabezas
vigorosas, bruscos contrastes de tintas y matices.
Reconozco, como no puede por menos de reconocer todo
•el que en su mano ha sostenido una paleta, que las dificultades
que al artista se le presentan para trasportar al lienzo lo que
en su imaginación ó en la naturaleza ve son muy grandes: son
obras del Criador, y pretender igualarlas fuera pretensión ri-
dicula, intentar imitarlas ofrece dificultades sin cuento. El re-
flejo en una cabeza de las afecciones y afectos psíquicos del
personaje, la interpretación artística de un asunto fantástico,
la copia de un cielo nubarroso, de un mar embravecido, de
unos reflejos de luna, de unos rayos de sol... todo tiene difi-
cultades sin cuento, y por eso no quito importancia á ninguno
294 REVISTA CONTEMPORÁNEA

de los intérpretes de estos asuntos, como se la quitan á los


modernistas sus detractores.
Y como en España los que al arte consagran sus entusias-
mos se presentan en los concursos con el ideal de uña re-
compensa, con el fin de abrirse lugar en esa lista interminable
de pintores y escultores que, nacidos en España, son honra
de ella y admiración del mundo, de ahí que en las exposicio-
nes predominen las dificultades; se han entusiasmado hoy
nuestros pintores de la luz del sol, del sol de España, y á la
Exposición concurre la mayoría con cuadros de luz; pera
repito que son tan meritorios los que, sin interpretar efectos
de luz, llevan cuadros en los que las dificultades están en otros
secretos. V como de todos ellos voy á ocuparme, y como no
quiero establecer divisiones de asunto, estilo, etc., que con
facilidad conducen al que las hace por senderos en los cua-
les él no hubiera querido meterse, seguiré un orden comple-
tamente arbitrario.

*
* *

Sorolla, uno de los más ilustres representantes de Ja ten-


dencia moderna, haciendo alarde de su actividad pasmosa,
presenta en esta Exposición una buena colección de cuadros,
cuyo detenido examen abarcaría muchas cuartillas.
/ Triste herencia! se ve entre ellos, cuadro al que críticos
de fama universal han prodigado muchas alabanzas, que ad-
miró el público asistente á la Exposición de París última, y
que, por ser muy conocido del público, no me he de ocu-
par de él.
Entre los que Sorolla nos presenta en el actual concurso,
hay uno, retrato de la familia del artista, viéndose á éste en
un espejo del fondo. Cuadro de gran ambiente y de notable
composición. Presenta además un lienzo bastante grande que
representa una cama, sobre cuyas almohadas descansan dor-
mitando las cabezas de una mujer y de un pequeñuelo recién
venido al mundo. Las grandes dificultades técnicas que este
cuadro aporta consigo, Sorolla ha conseguido vencerlas con
gran lucimiento. Al lado de ¡Triste herencia!st ve un estudiO'
LA EXPOSICIÓN DE BELLAS ARTES 295

de luz de gran efecto. Son digaos también de todo encomio


el retrato de la señora del ilustre artista valenciano, el de la
Condesa de Vistahermosa y el del ex Presidente del Con-
greso D. Raimundo F . Villaverde, un magistral estudio de
niSos bañándose y una marinr. bañada de luz. La labor de
Joaquín'Sorolla, uno de los pintores que con más gloria han
sostenido en el extranjero la fama á que la pintura española
estaba acostumbrada, es gigantesca. La facilidad de ejecu
ción, la composición, la precisión de las tintas, los contrastes
del efecto, aparecen en los cuadros de Sorolla como quizás no
apareció en otros cuyos nombres son imperecederos.
Santamaría trae á este concurso un cuadro de gran tama-
ño titulado La resurrección de la carne é inspirado en uno de
los versículos del Apocalipsis. Representa un grupo de figu-
ras saliendo de las aguas del mar que los entrega al Creador
el día del juicio. Un ángel tocando la trompeta cruza el cielo
y en la parte derecha del horizonte divísanse las llamaradas
que produce la tierra incendiada y cuyas luces se reflejan en
el mar y en los contornos de los resucitados. Estos reflejos
son los que, á nuestro juicio, ha trazado mejor Santamaría.
Se podía haber sacado mucho más partido del asunto si el
sentimiento religioso hubiese estado en esta época tan arrai-
gado como en otras del arte español. Aparte de que para
que el cuadro de Santamaría hubiese sido de indiscutible
éxito habría que haber h^cho una de las cosas más difíciles
para el artista: combinar el idealismo con el naturalismo, es-
cuelas equidistantes y de las que tenía que haber participado
La resurrección de la carne. M^s prescinde de la idealista y
por eso la figura del ángel es muy diferente á la que la gene-
ralidad tenemos trazada en nuestra imaginación: el ángel que
allí ha pintado Santamaría es rnuy humano.
En la sala quinta, en la pared enfrente á la que está la
puerta de entrada, hay un cuadro de pequeñas dimensiones
que es de íos más celebrados por el público y los inteligen-
tes. Es original del popular dibujante García Ramos, y titúlase
¡Sálvese el que pueda! Representa el Rosario de la Aurora en
el siglo XVII, interrumpido por la presencia de un fiero cor-
núpeto que perseguido por dos garrochistas se divisa en el
296 REVISTA CONTEMPORÁNEA

fondo de una callejuela afliiyente al lugar por donde atraviesa


la procesión. Muy bien dibujado (como de García Ramos),
muy bien interpretadas las expresiones de miedo de los dis-
persos humanos, perfectamente compuesto y de colorido
fino.
Con el núm, 495 del Catálogo está marcado un Efecto de
luna, de Guillermo Gómez Gil. Si el autor no tuviese ya crea-
da una reputación artística, daríasela de sobra este cuadro. Un
trozo pequeño de playa, dos inmensidades de mar y de cielo,
en éste la luna llena reflejando sus dorados rayos en el agua
y en la mojada arena, y nada más: ni la consabida gaviota ni
la no menos consabida barquichuela, ni ningún detalle que
distraiga de lo principal la mirada del espectador, que le robe
la. atención del cuadro. Y así observará, á los pocos momen-
tos de contemplación, que la ola del centro, diáfana y traspa-
rente, corre hacia la playa, que cabrillea el reflejo de la luna,
que se mueven los ligeros nubarrones de aquel cielo. Feliz la
idea del contiaste, muy hábil el desarrollo, vencidas con gran
arte las grandes dificultades de factura, el joven maestro ma-
lagueño ha triunfado.
Antonio Fillol trae á esta Exposición un cuadro titulado
Los amigos de Jesús. En el interior de una cabana de pesca-
dores hay varias figuras, y la de Jesús se ve entrando por la
puerta del fondo, tal vez á prodigar sus consuelos á aquellos
pobres trabajadores del mar. Ilumina la acción la luz solar que
por la puerta tiene entrada. Este cuadro denota en su autor
un pequeño retroceso con relación á otros que en pasados
concursos nos presentó Fillol, Está poco estudiado el efecto
de luz, lo que da muchos tonos convencionales, un poco flojo
de composición y sobre todo de dibujo, y poco sentido. A
Fillol se le puede exigir más, pues tiene demostrado que sabe
pintar como pocos. Presenta además un retrato del popular
escritor Blasco Ibáñez, muy ingeniosamente compuesto y
correctamente ejecutado.
En Estanona, pueblecillo de las inmediaciones de Vitoria,
pintaba Ignacio Díaz, hará dos años, un cuadro que fué pre-
miado con medalla de plata en la última Exposición, y en ese
mismo pueblecillo ha pintado Díaz el cuadro que en la de este
LA EXPOSICIÓN DE BELLAS ARTES 297

año presenta. Titúlase La trilla en Álava, título que ahorra


toda descripción. Cuadro m u / fresco de color, muy bien pen-
sado y, sobre todo, muy bien compuesto; atacadas con valen-
tía y éxito las dificultades del tono amarillo de las mieses ba-
ñadas de luz y denotando los grandes progresos del joven
maestro vitoriano.
Un muchacho que apenas cuenta diez y ocho años de edad,
López Mezquita, es el autor de Rueda de presos, cuadro que
llama la atención de todo visitante. Como su título indica, es
una conducción de presos custodiados por la Guardia civil,
atravesando por una plaza de la que se divisan en el fondo lu-
ces, escaparates, figuras... otro mundo más alegre del que se
observa eu las figuras del primer término. Entro éstas se des-
tacan un hombre cuya vejez, acelerada, tal vez, por su vida
penal, hácele mirar al suelo más de lo que él quisiera; un
muchachuelo que por su aspecto comienza los azares de la
vida criminal, y un obrero que por debajo de la manta con
que se cubre enseña la blusa del trabajo. Caminan todos
entre dos números de la Guardia civil y por un pavimento en-
charcado, en el que se reflejan los tintes de los conducidos.
Otro cuadro que López Mezquita presenta titúlase La siesta,
y de un efecto completamente contrarío á Rueda de presos.
La acción de éste se desarrolla en las primeras horas de la
noche; la de aquél en pleno día. Representa á un obrero dur-
miendo á la sombra de una empalizada; ésta, no construida
muy perfectamente, deja entre las tablas que la forman unas
estrías por donde entra la luz del sol. Si el autor de estas dos
obras prosigue por el camino que comienSa, podemos de él
esperar mucho. Son ambos cuadros dignos de un pintor ya
formado, de un hombre que siente prodigiosamente el aite y
que expresa esos sentimientos con habilidad suma: la soltury
que en estos cuadros se observa, la entonación y el efecto
denotan á las claras que el que tal hizo es un pintor. El joven
artista es pensionado de S. A. la Infanta Isabel y discípulo de
Cecilio Pía.
La vendimia en los viñedos de Jerez es el título del cuadro
de Viniegra. Está compuesto de unas cuantas figuras de ta-
maSo natural recogiendo el fruto, y otras que por una vereda
298 REVISTA CONTEMPORÁNEA

que se ve á la izquierda del espectador conducen los racimos


á un lagar que se divisa en el último término. Si la frasecilla
no estuviese ya tan prodigada en crónicas de esta índole, me
atrevería á decir que Viniegra robó al sol algunos de sus po-
tentes rayos para dirigirlos sobre La vendimia; pues única-
mente así se concibe que haya dado tanta luz á aquella obra,
Rostros tostados por el ardiente sol del Mediodía, verdosos
campos, lejanos horizontes, diáfano y despejado cielo; deta-
lles que acumulan una serie de dificultades grandes que sólo
un maestro las vence: Viniegra las ha vencido con facilidad.
Con el núm. 330 del Catálogo está señalado un cuadro d e
gran tamaño, debido al pincel del celebrado paisajista don
Juan Espina. Reproduce fielmente un paisaje nevado del Gua-
darrama, tomado en Torrelodones. Si Espina no nos hubiese
demostrado en muchas ocasiones que pinta como pocos los
paisajes de la vecina sierra, no hubiese estado aquí demás de-
dicar unas cuantas líneas en su elogio; pero se las prodigaron
muchos críticos y en muchas ocasiones: nosotros sólo nos li-
mitamos á aplaudirle.

FEDERICO BUESA.

(Continuará.)
EL TEATRO DE SCHILLER'"

4 . Conocemos ahora al Wallenstein histórico, nos he-


mos familiarizado con el carácter auténtico del terrible cau-
dillo, «ídolo del canipamento, sostén y terror de su sobera-
no>, héroe de la grandiosa concepción dramática del poeta.
Trasladado por entero, tal como era, á la representación es-
cénica, Friedland no hubiera satisfecho todas las condicio-
nes estéticas exigidas por el arte trágico; se imponían algu-
nas modificaciones esenciales.
Schiller, con su profundo sentido artístico, comprendió la
repulsiva frialdad que producía la escueta y egoísta ambi-
ción, unida al sentimiento de venganza (por la afrenta reci-
bida en Ratisbona) del personaje de la historia. Sobre estos
aspectos extendió cierta sombra atenuante con el relieve que
dio á otro rasgo que figura en el carácter auténtico de su-
protagonista, ó sea su natural incertidumbre, que el poeta
racionalmente deriva, en parte, del orgullo vanidoso de Wa-
llenstein y de la confianza en su propia fuerza. Experimen-
taba un placer sombrío al contemplar su poder casi omní-
modo, su facultad de perjudicar al emperador si quería; le
embriagaba el sentimiento de su fuerza, era para él volup-
tuosa satisfacción mostrar á Questemberg, el delegado im-
perial, cómo la suerte del trono descansaba en su mano y
dependía exclusivamente de su voluntad. Había preparado
todo para la rebelión, pero no se resolvía á dar el golpe de-
cisivo; negociaba con el enemigo, mas se conservaba el ca-
mino abierto, no comprometiéndose á nada y no entregando
escrito alguno de su mano. Sólo cuando Piccolomini (en la
historia Gallas y. Piccolomini) le hubo enteramente envuelto

(I) Véase la pág. 184 de este tomo.


30O REVISTA CONTEMPORÁNEA

en la red de sospechosas y socavado á sus pies el terreno


que creía seguro é inatacable, después que su negociador
hubo sido hecho prisionero, es cuando, no pudiendo retro-
ceder y volver al emperador, se determinó á dar el paso á
que quizá nunca se hubiera resuelto, y, con el sentimiento de
que esa alianza, indispensable ahora para su propia conser-
vación, era su desgracia, se unió á los suecos.
Schiller, además, idealizó su protagonista, prestándole
facultades de sensibilidad, sentimientos de afecto descono-
cidos en el modelo original. Cosa extraordinaria, pero pre-
sentada con perfecta verosimilitud por el arte exquisito del
poeta, aquel hombre frío y profundamente realista se sintió
presa de una extraña é irresistible simpatía por Max Picco-
lomini, joven de corazón puro é idealista, cuya alma noble
y luminosa contrastaba singularmente con los tortuosos
antros del alma del temido jefe.
Con todo esto, sin embargo, el atentado de Wallenstein
dependendía aún demasiado directamente de su voluntad
para que sii autor fuera bastante digno de figurar como hé-
roe de una tragedia. Cierto es que la razón enseña, según
dice Emilio Palleske, que cen^ la mala voluntad reside la
verdadera culpa (der boese Wille ist die wahre Schuld), y
que el acto es la consecuencia inevitable y el castigo de la
mala voluntad». El poeta, como inteligencia, es represen-
tante de la razón y no puede, por tanto, eximir á su héroe
de la responsabilidad de sus actos; pero, como artista, es
representante de la naturaleza y, como tal, puede y debe
buscar todos los medios de defender á su héroe, de atenuar
sus faltas, haciendo mayormente responsables de su culpa á
agentes á cuya influencia inmediata no puede sustraerse el
protagonista por hallarse su voluntad sometida á esa especie
de fatalidad, á ese actor invisible, más grande y más pode-
roso que él, que determina sus actos y le traza su destino.
El principal de estos agentes era la ciega creencia de
Wallenstein en la intervención directa de las estrellas (i), con
( I ) «El aite... ve al hombre arrastrado por el movimiento impetuoso de la
vida y atribuye á los astros funestos la mayor parte de «a cuips». (Prálogo al
Campamento de Wallemteip).
EU TEATRO DE SCHILLER 3OI

cuya misteriosa y potente naturaleza consideraba la suya


propia en subordinada y preclara relación; dócil, aguardaba
y obedecía sus imaginarias indicaciones; hijo de los astros,
su insaciable ambición sólo concebía recibir de ellos una co-
rona de poder, de grandeza y de gloria, en cuyas ilusiones
le sostenía y alentaba su excepcional autoridad, la venera-
ción que por él tenían sus tropas, la ocasión que se presen-
taba insinuante y tentadora. Pero hé aquí que su mala estre-
lla le encadenó á Octavio Piccolomini, su traidor (del que
había hecho su amigo y confidente por haber nacido bajo la
misma constelación que él), y le colocó de pronto en una
situación precaria y peligrosa, que le llevó, que le arrastró,
á pesar suyo, á la traición y á la muerte.
La superstición, las circunstancias, los acontecimientos
políticos, de los que Wallenstein era el centro; se ciñeron,
pues, como fatal diadema, á las sienes del ambicioso aven-
turero y determinaron su caída. Pero «el inconveniente de
esta fatalidad histórica está, según dice Demogeot, en que
no podía colocarse con una palabra al principio del drama,
como la fatalidad del teatro griego, á la que basta una pre-
dicción, un oráculo. Aquí era preciso exponerla largamente,
explicarla por los hechos, por la acción. De ahí la gran ex-
tensión de los preliminares que obligó al poeta á dividir su
obra en tres partes. >
5 . El héroe de la trilogía es, por sus prendas personales
y su posición de generalísimo con carácter dictatorial, un
héroe muy particular, único en su género, que requiere ser
presentado y estudiado directa é indirectamente^ por el mis-
mo y por los instrumentos de su voluntad, para observarlo
en todas sus fases y penetrar á fondo aquella extraña y osa-
da naturaleza. Antes de hallarnos en presencia del enigmáti-
co caudillo, del general silencioso> omnipotente y adorado
de sus guerreros, nos interesará ver un cuadro de la vida
del camp'amento, mezclarnos con los soldados, oir de su
boca lo que piensan de su jefe, pasar revista las heterogéneas,
y valerosas bandas del Duque de Friedland. Al poeta debe-
mos ese pintoresco panorama, cuyas escenas íntimas revelan
la fuerza y prestigio del caudillo que doma á aquella sóida-
302 REVISTA CONTEMPORÁNEA

desea abigarrada, aventurera é indisciplinada. Schiller com-


prendió que el mejor modo de darnos á conocer á Wallens-
tein como General era por su propio ejército, ya que «la
masa de los soldados es la que da en la batalla el golpe
decisivo y, sobre todo, porque en la fidelidad de esos solda-
dos se fundaba el éxito del atentado que constituye el núcleo
de la obra» (i). A esta consideración debe la luz el notable
Prólogo ó Campamento de Wallenstein, cuya concepción
califica Goethe de «excelente idea».
En el prólogo respiramos aquel ambiente característico de
la época, penetrarnos en el corazón mismo de aquellas cos-
tumbres consagradas por largos años de lucha, en aquella
sociedad turbulenta y guerrera que, orgullosa de su espada,
desprecia y oprime la clase trabajadora y pacífica (2), raza
de aventureros que acuden de los cuatro puntos cardinales
á probar fortuna bajo la bandera de un jefe victorioso (3),
gente que pasa su vida peleando y recluta en parte sus filas
con la juventud nacida de las mujeres que siguen al ejército
en sus azares y viven en el campamento (4). Y, para termi-
nar el cuadro, surge oportunamente la típica figura del pre-
dicador popular de aquellos tiempos que, en forma ingenio-
samente trivial y cómica, arenga á los impíos soldados y
concluye por tratar de soliviantarlos contra el «soberbio
Nebucadnezar» que los guía, según la misión que ha recibi-
do de los enemigos de Wallestein (,5).
Aquí no surge la acción dramática; los soldados conver-
san libremente entre sí, y en sus diálogos observamos, según
lo ha hecho notar ya Karlyle, como cada uno viene á ser el
reflejo del jefe de su regimiento. En medie de lo animado de
la escena, reina sobre el conjunto cierto fondo de seriedad,
peculiar al carácter germánico, y aquilatado aún por las
presentes circunstancias que hacen sospechar á los guerre-
ros que se hallan en vísperas de importantes acontecimien-
(1) Palleske, lib. IX, cap. VII, pág. 281.
2) Ved escenas I y X.
Í3) ídem XI.
(4) I d e m V .
(5) Ved escena VIII. Schiller se inspird para su sermdn del capuchino
en los sermones del padre Abrahsm á Sancta Clara, libro que le mandó
Goethe.
EL TEATRO DE SCIULLER 3O3

tos (8), y les llevan á discutir y concertarse sobre su norma


de conducta. Se enteran (11) de que Fernando II ha dado
al General la orden de ceder 8.000 jinetes al Cardenal-In-
fante para su expedición contra los Países Bajos... «Sólo
combatirán á las óidenes de Wallenstein, que los ha alista-
do, y bajo la bandera del Emperador, á quien únicamente
han vendido su sangre». Además, ven en esta intimación
una trama para debilitar al poderoso duque, cuya autoridad
despertaba recelos en la corte y, en consecuencia, resuelven
que cada regimiento habrá de presentar un manifiesto escri-
to, expresando el común deseo de quedar todos los regi-
mientes reunidos y declarando que «ni fuerza ni engaño
los separará dh Wallenstein, que era un padre para el sol-
dado».
6 . Introducida de tal suerte la acción dramática por el
original é insustituible Prólogo, se abre la segunda parte, ó
sea los Piccolominí, que constituyen el drama de la trilogía,
mientras que La Muerte de Wallenstein es, con su sangriento
desenlace, la tragedia de la misma. En los Piccolomini ve-
mos amontonarse los negros fatídicos nubarrones que ha-
brán de descargar sobre la cabeza del soberbio caudillo: se
conjuran los acontecimientos, se forja la fatalidad que ha-
brá de derrumbar su quimera y precipitarle en el abismo á
que, temerario, se asomó. Los Piccolomini pertenecen,-pues,
aún, á la acción preparatoria, al paso que en La Muerte de
Wallenstein, como dice Goethe, «el mundo donde pasa la
acción está planteado. Se conocen las reglas según las cua-
les se le ha de juzgar, y el torrente de las pasiones se preci-
pita al través de un cauce trazado de antemano... Si en los
P¿ííí'/£7/«/«2 uno contempla y se interesa, en Wallenstein se
siente irresistiblemente arrastrado» (cartas del 9 y i3-3-
1799)-
Una exposición del argumento sería prolija é injustificada:
la historia da el drama. Me limitaré, por tanto, á hacer un
estudio sucinto del carácter de los principales personajes.
Wallenstein quedó oportunamente dibujado en el párra-
fo 4.°: no volveré, pues, á insistir acerca de este personaje.
En cuanto á los demás, partiendo de los dos embajadores, el
3^1. KKVISTA CONTEMPORÁNEA

delegado imperial Questemberg y el negociante de Oxens-


tirna, el coronel Wrangel, vemos en el primero el verdadero
tipo del embajador, el hombre firme pero prudente [Piccolo-
mini I, 2); es fiel servidor de Fernando II, más se muestra
imparcial en el desempeño de su misión, empezando por en-
salzar las hazañas y los importantes servicios prestados por
el duque, antes de censurarle y dirigirle los cargos que me-
recían su inacción y su consideración para con el enemigo
después de la batalla de Lutzen {Piccolomini, II, 7). Por lo
que al suceso se refiere, encontramos en él un hombre recto,
pundonoroso, hábil y tenaz {Wallcnstein, I, 5).
Fijándonos ahora en los individuos que rodean al gene-
ral, nuestra mirada escrutadora cae sobre las distintas fiso-
nomías de los cómplices de Wallenstein, Illo y Terzky, am-
biciosos que no reparan en los medios para llegar á sus
fines, celosos agentes de Friedland, sus genios funestos, que
le incitan á la traición y se exasperan de sus escrúpulos;
Illo, más impetuoso é imprudente que Terzky; éste, un es-
lavo inteligente y locuaz. Yá Buttler, el asesino de Wallens-
tein, aquel valiente soldado de fortuna que ascendió por sus
méritos al grado de brigadier, ¿qué le movió á poner mano
en su jefe y bienhechor, declarado íuera de la ley? La es-
cena 6.* del acto 11 de Wallenstein lo explica: en la historia,
Wallenstein infiere á Buttler aquella mortificación respecto
del título de conde, sin consecuencia alguna, pero el poeta
aprovecha con oportunidad ese incidente: el general especula
sobre el deseo de venganza del irlandés, con el fin de ase-
gurarse su fidelidad, y esa misma venganza se vuelve con-
tra él. «Buttler es, según la frase de Emilio Palleske, fata-
lista, cuando se trata del crimen, y alardea de su voluntad,
cuando su orgullo se halla ofendido.»
Un grupo aún nos queda por analizar: Octavio Piccolo-
mini, Max y Thekla, los dos últimos, encantadoras creacio-
nes del idealismo del poeta.
El teniente general Piccolomini hace traición al amigo
que ha depositado en él su confianza, pero lo hace porqus
el amigo es traidor al soberano, al jefe de la nación—y él
que no tiene entonces otro objeto que el de salvar el Estado
EL'TEATRO DE SCHILLER 305

atrepella por todos los medios para realizar ese buen fin.
«Según el concepto genera!, es un hombre bastante rec-
to» (I); contesta á su hijo, que le reprocha responder á la
confianza de Wallenstein con el engaño, por no haberle ex-
presado franca y resueltamente su aversión por los planes
que le descubría: «No siempre es factible en la vida conser-
var la pureza nativa de la infancia, como lo dicta la voz de
la conciencia. En continua lucha con la malignidad, deja
también el espíritu recto de permanecer sincero. En esto pre-
cisamente consiste la maldición del acto malo, en que se re-
produce y siempre ha de engendrar maldad. No intrigo,
cumplo con mi deber. (Es ist nicht immer moeglich, im Le-
ben, sich so kinderrein zu halten, wie's uns die Stimme lehrt
im Innersten. In steter Notwehr gegen arge List bleibt auch
das redliche Gemüt nicht wahr. Das eben ist der Fluch der
boasen Th'at, dass sie fortzeugend immer Boeses muss ge»
baeren. Ich klügle nicht, ich thue meine Pflicht)» (Piccolo-
mini, V, I ) .
Max, sin embargo, representante de la moral estricta, no
se convence: «¡El duque, dices, te abrió legalmente su cora-
zón para un fin malo, y tú pretendes haberle engañado con
un fin bueno! ¡Calla! te lo suplico.—¡No conseguirás quitar-
me el amigo—no me hagas, en cambio, perder al padre!
¡Oh! ¡maldito sea ese artificio político! Con él le impulsaréis
todavía á dar un paso que, sí, lograréis aún hacerle culpa-
ble, porque queréis que lo sea... Mi camino ha de ser recto».
Conforme á esta última declaración, va derecho á Wallens-
tein (Wallenstein, II, 2), y cuando, convencido por su propia
boca del criminal atentado, de la inmensa desgracia, vuelve
á ver á su padre (Wallenstein, II, 7), es para seguir lamen-
tando el torcido proceder de Octavio: «¡Oh! ¡Si hubieres
sido veraz y recto, le dice, jamás habrían llegado las cosas
á este punto, todo estaría de otro modo! No hubiera come-
tido lo monstruoso; los buenos hubiesen conservado imperio
sobre él, no habría caído en la red de los malos...»
Wallenstein se queja amargamente á Max de la felonía de

(I) Schiller, carta del 1-3-99.


306 REVISTA CONTEMPORÁNEA

Octavio—ique se decía su amigo! «De haber yo sido para


Fernando, exclama en su cólera, lo que Octavio era para
mí—nunca le habría declarado la guerra—jamás lo hubiera
podido. Mi severo soberano era, únicamente, no mi amigo;
el emperador no fiaba en mi fidelidad. Guerra reinaba ya
entre él y yo, cuando puso el bastón de mando en mis ma-
nos; pues guerra eterna existe entre ardid y sospecha;
sólo entre fe y confianza hallamos la paz» (Wallens-
tein, III, i8).
Schiller hace, por tanto, en parte, al general Piccolomini,
moralmente responsable del atentado de Wallenstein, que,
al oponerse con energía al proyecto de Friedland, habría en-
contrado grandes dificultades. Quizá una resistencia absolu-
ta por parte del duque, quizá aún la muerte—es probable,
aunque su relación personal con su jefe y amigo exigía de
él la conducta leal que le dictaba su hijo; mas Octavio era
ante todo (y con esta palabra queda caracterizada su figura
entera) cun político». También á Wallenstein le hubiera sido
muy difícil eliminar á un hombre de la importancia de Pic-
colomini—y las reconvenciones de su < hermano de conste-
lación» ¿no habrían producido tal vez alguna impresión en
el ánimo indeciso del supersticioso caudillo?
Hasta aquí, salvo Max, cuya silueta hemos entrevisto,
sólo hemos encontrado figuras sombrías, las personalidades
implicadas de una manera ó de otra en la tenebrosa trama.
Sobre este fondo tétrico, se destacan, sin embargo, dos in-
dividualidades que brillan resplandecientes en su aureola de
ingenua pureza, rectitud y encantadora idealidad: Max y
Thekla son el punto luminoso del obscuro ambiente que les
rodea; corazones tiernos, para amar nacidos, tienen al pro-
pio tiempo la fuerza de sacrificarse al deber antes que á la
inclinación, y doblegan heroicamente la cabeza ante la cruel
fatalidad que los separa;—pero si, en la tempestad de los
conflictos, sus almas desgarradas llegan luego á desesperar,
precipitándose Max á una muerte gloriosa, aunque suicida,
seguida de la de su amada que va á morir sobre su tumba—,
no pidamos al hombre esfuerzos superiores á su naturaleza
y consideremos que esa misma desesperación da realidad á
EL TEATRO DE SCHILLER 3O7

aquellos caracteres ideales, nacidos del sentimiento tierno y


sublime del poeta.
Al pie del mármol que recubre los restos de esos fieles y
nobles corazones, quiero poner término al incompleto estu-
dio que emprendió mi audaz é inexperto empeño, y rendir
h'jmilde homenaje al insigne dramaturgo que levantó con
su soplo divino esta poderosa y solemne epopeya dramática
sobre la base del imponente episodio histórico.

ENRIQUE LICKEFETT Y ENGLISH.

(Continuará).
LA flüGAmCION DEL TRABAJO"*

III

Ese estado semicaótico, anárquico, de la vida del trabajo


á que hemos aludido, y cuyas tristes consecuencias han seña-
lado tantos escritores, ha hecho sentir la necesidad de un
cambio más ó menos radical, pero inmediato, que ponga tér-
mino á los crecientes males. Uno de dichos escritores á quien
por su gran valor científico citamos con frecuencia, Mr. En-
rique Ahrens, ya escribía en su magistral tratado del Derecho
natural, y sus palabras pueden muy bien aplicarse á la gene-
ralidad de las aspiraciones que alientan las clases obreras, y á
las reformas que persignen para mejorar las formas y condi-
ciones del trabajo y, por consiguiente, de su precaria y do-
lorosa situación, que «la historia debería enseñar á todos' los
hombres llamados á una acción política ó legislativa la impor-
tante verdad de que la fuerza inherente á las cosas, y que no
es otra que la de la cultura humana, es más poderosa que la
voluntad obstinada de los hombres oponiéndose al movimien-
to progresivo de la sociedad»; que «una voluntad ilustrada
puede, con buen deseo y en cierta medida, oponer su fuerza
de resistencia á las nuevas tendencias sociales cuando todavía
son vagas aspiraciones cuyo objeto, medios y consecuencias
prácticas no pueden precisarse >; que d a resistencia que en-
tonces encuentra la obliga á diseñarse mejor, á desprenderse
de elementos impuros, á revelarse en su verdadero fin, de
suerte que con frecuencia es exigido por un buen método de
educación social del pueblo el dejar á las ideas madurarse y
afirmarse por los obstáculos políticos»; y que se ha demos-

(i) véase la página 202 de este tomo.


LA ORGANIZACIÓN DEL TRABAJO 3<19

trado que <las tendencias no son caprichos, inspiraciones de


pasiones momentáneas, sino, por el contrario, expresión de ne-
cesidades generales profundamente sentidas, siendo un deber
del poder central abrirles un camino regularizado por las le.
yes y las instituciones».
Estas ideas, cuya exactitud es innegable, son perfectamen-
te aplicables respecto á muchas de las soluciones propuestas
acerca de más ó menos culminantes extremos del problema
social, comprensivo de cuestiones de suma trascendencia que
afectan á la misma existencia de los pueblos, y entre ellas, y
acaso en primer término, las que se relacionan con el trabajo,
con su organización ó régimen, con las relaciones entre los
factores de la producción, con los medios de hacer menos
dura y azarosa la vida de la inmensa masa de los proletarios,
y entre éstos de los que cifran su existencia en el empleo
constante de sus actividades intelectuales y físicas en la obra
de la producción. La elaboración, el (|esenvolvimiento y el
arraigo en la conciencia pública de tales ideas y de las refor-
mas y soluciones inspiradas en ellas, han sido muy lentas, se-
culares, no de pocos años, respecto de algunas, y en cuanto á
varías, todavía se hallan muy lejos de su término. Sin embar-
g o , puede afirmarse que todas, más ó menos profundamente,
se han compenetrado con el espíritu general de las sociedades
civilizadas, y que hoy, después de tantas enseñanzas, luchas,
conquistas, ensayos y fracasos, ha llegado el momento en cuan-
tQ á gran número de las expresadas reformas, de que los po-
deres públicos «las abran en las leyes y en las instituciones ^
un camino regularizado», puesto que han alcanzado la madu-
rez, han demostrado que <ya no son vagas é impremeditadas
aspiraciones», y es indudable que la resistencia no seria {án-
dente ni tendría justificación. No pocos de los particulares qae
comprende la organización del trabajo se hallan ea este caso;
otros á él se aproximan, y varios aún no pueden ser conside-
rados sino como un ideal. Por eso en el terreno de las teorías
continúan, empeñadísimos los debates, sostenidos principal-
mente entre los que por patrocinar reformas que á causa de
anancar del régimen actual consideran ser las más hacederas
y haber de producir seguros beneficios, y los que, presdn-
3lo REVISTA CONTEMPORÁNEA

diendo del presente, en el que encuentran muy poco de acep-


table, persiguen una org-anización radicalmente distinta. De
algfunas de estas tan encontradas opiniones vamos á ocupar-
nos, dejando á un lado las de aquellos que, fija la mirada en
el pasado, encuentran la solución en la reconstitución de las
antiguas corporaciones profesionales, y las de los utopistas
que mirando, sólo hacia adelante, presentan deslumbradores
cuadros de sociedades felices, pues ya lo hemos hecho ex-
tensamente.

IV

Una de las bases propuestas para la organización del tra-


bajo, y en la que coinciden algunos economistas y socialistas,
lo es la asociación de los dos agentes de la producción, capi-
tal y trabajo, cuyo desarrollo viene á constituir también uno
de los sistemas no divorciados por completo del presente,
á que acabamos de aludir. «La idea de esta asociación—ha
dicho Mr. Paul Boilley {De la producción industrial. Asocia-
ción del capital, del trabajo y del talento, año 1899)—no es
una de esas ideas absurdas que sorprenden por su excentrici-
dad paradójica. La asociación como hecho está reconocida
por todo el mundo, viéndosela forzosamente en la obra de
los dos agentes productores. Aun cuando se quiera obstina-
damente obedecer á una preocupación arraigadísima, es im-
posible negar la evidencia y hay que inclinarse ante los he-
chos; únicamente es apreciada esta asociación según que se
pertenezca á tal escuela económica ó á tal secta política. Lo»
economistas liberales reconocen francamente la unión insepa-
rable de los dos factores de la riqueza, empeñándose viva-
mente en estrechar lo más posible el vínculo que les une. <E1
capital y el trabajo no pueden nada el uno sin el otro, y cons-
tantemente deben tender á asociarse*, ha dicho Juan Bautista
Say. Se ha dicho también: «El capital no es otra cosa que el
trabajo anterior, materializado bajo la forma de utensilios y
de primeras materias. Es tan necesario á la producción como
el trabajo activo encerrado en estado latente en los músculos
ó en el cerebro del trabajador, no esperando sino el momea-
LA ORGANIZACIÓN DEL TRABAJO 3II

to oportuno para ponerse en movimiento y pasar á sn vez


al estado de trabajo cristalizado en un nuevo producto.
Asentimiento completo debe prestarse en principio á las
anteriores consideraciones. El capital, que con efecto no es
en si otra cosa que la acumulación del trabajo, como dice
Mr. Boilley, y el trabajo, que es el único creador de aquél,
deben caminar estrechamente enlazados para que puedan rea-
lizarse sus fines económicos; más aún, deben fusionarse, y tal
es la tendencia que vigorosamente ha comenzado á manifes-
tarse, para que su acción productora sea todo lo eficaz posi-
ble. De está fusión, cuyas ventajas se consignan en las teorías
socialistas y no rechazan los economistas de la moderna es-
cuela crítica, ó cuando menos de su asociación, es indudable
que habrá de resultar el término de las divergencias y aun
de los choques entre ambos factores, que en lo general tanto
dañan á la sociedad, y particularmente á las mismas clases
productoras, y resultaría también el quedar allanado el terre-
no para la organización racional del trabajo.
«Evidentemente—prosigue diciendo Mr. Boilley,—esta evo-
lución sucesiva del trabajo trasformándose en capital, y del
capital trasformándose en producto, no hace sino confirmar
los derechos iguales de los dos factores asociados. Y sin em
bargo, la práctica de esta asociación y la repartición del pro-
ducto se comprenden de muy distinta manera. La Ecoiiu6mía
política liberal, aunque proclamando su asociación, trata de
muy distinto modo al capital y al trabajo, tomando por base
de asociación al salario. Los colectivistas, los socialistas co-
munistas, revolucionarios ó no, del mismo modo que los anar-
quistas, admiten forzosamente la entidad capital, considerán-
dolo como representando los medios materiales de produc-
ción, los instrumentos del trabajo. Es verdad que manifiestan
no reconocer más que un solo agente de producción, el tra-
bajo activo, que, consiguientemente, sería el único que tuvie-
se derecho al producto. Pero éste, por su parte, no es má»
qiie un sofisma preciso para los ataques sistemáticos que diri-
gen al capital individual. En el fondo no se pronuncian sino
contra el modo de apropiación, viéndose forzados á reconocer
los derechos del capital en la división de la producción. Su.
312 REVISTA CONTEMPOltANEA

ideal es el sustituir á la propiedad individual con la propiedad


colectiva, es decir, el Estado personificado en cierto número
de agentes directores.» «En cuanto al trabajador propiamente
dicho, el colectivismo no piensa en cambiar su situación; como
ahora, quedará siendo trabajador. En cuanto á la distribución,
los colectivistas prometen atribuirle la posesión integral del
fruto de su trabajo. Pero tienen el cuidado de prevenirle que
será preciso restar de él una porción destinada á lo que llaman
pago de las cargas, esto es, al presupuesto colectivista, que
comprende la retribución debida á los agentes de los servicios
políticos, encargados de dirigir y distribuir el trabajo produc-
tor. Estas funciones son desempeñadas ho]'^ por los patronos
capitalistas, por los ingenieros, por los directores, por los
contramaestres, etc.»
- Se ocupa después Mr. Boilley de las ideas de otra escuela
<jue califica de socialista-reformista, y acerca de ellas escri-
be: «Admite sin discusión los derechos del capital, y busca^
como nosotros, realizar una conciliación, una aproximación^
entre los dos,interesados, por una repartición equitativa. En
este grupo pueden incluirse los partidarios de la participación
en los beneficios. Por eso el principio de asociación es admi-
tido con unanimidad que podríamos calificar de admirable, si
bajo este aparente acuerdo no se ocultaran interpretaciones
prácticas opuestas y abiertamente inconciliables».
Á continuación de estas brevísimas indicaciones referentes
á las ideas de algunos de los macices del economismo y del
socialismo, hace Mr. Boilley una serie de consideracioiies re-
lacionadas con la asociación del capital y el trabajo, de la que
es entusiasta partidario, y con los medios de facilitarla, consti-
tuyendo la parte más interesante de su notable estudio. «Todo
marcha bien—dice—cuando se considera la primera parte de
la asociación, que es producir; pero todo se entorpece cuando
se pasa á la otra, que no es sino la consecuencia de la p r i m o
ra, ó la distribución de los productos. En un medio social
como el nuestro, violentamente emancipado de todas las tra-
bas que en el antiguo régimen tenían á los productores como
agarrotados por una multitud de reglamentos más ó meaos
.arbitrarios; después de una revolución que inauguro una nae-
LA OfiGANIZ'ACIÓN DEL TRABAJO 3I.3

va era, y cambiada por completo la dirección de los movi-


mientos económico y político; después de haber removido,
analizado, corregido y adicionado la masa de las ideas que
brotaron de los cerebros pensadores del siglo XVIII, había
motivos para creer que surgiría de la ley una completa igual-
dad entre el capital y el trabajo-talento, es decir, su asocia-
ción; pero no ha sucedido así. Cuando la sociedad descansaba
en una complicada jeiarquía que consagraba la desigualdad
de los derechos y encerraba á las clases inferiores en una
sujeción infranqueable, podía comprenderse que las riquezas
y el poder se repartieran conforme á la jerarquía establecida,
lo cual hoy ya no es posible. Con las ideas modernas no se
admite que la riqueza pueda peitenecer legalmente á otros
que á los que la producen, y se pregunta por qué no se halla
escrita esta condición en nuestro pacto social y enérgicamen-
te protegida por las fuerzas de una solidaridad irreductible.»
Fijadas estas premisas, entra de lleno en el examen de la
cuestión, y á su vez pregunta: «¿Qué se precisa para que haya
asociación?» Y contesta del siguiente modo: «Se precisa un
contrato; la ley lo exige. Pero, salvo algunos casos excepcio-
nales, no hay entre empleantes y empleados más que un
simple contrato de engaño que estipula los servicios que el
uno ha de prestar y el salario que han de pagar los otros.
La mayoría de los obreros trabaja sin contrato debatido, so-
metido á las condiciones ordinarias establecidas por el uso.
Un trabajador no puede en ningún momento exigir participa-
ción en los provechos de la empresa. Luego el derecho teó-
rico reconocido á los dos factores de la producción es excln-
sivamente ejercido per el capital».
Acto seguido de esta crítica, expresa que, en vista de su
actual situación, el trabajador se siente lesionado en sus inte-
reses materiales y herido en su dignidad de hombre, y como
no le falta la razón para ello, es natural que busque el reme-
jdio, ¿En qué ha de consistir éste? ¿Qué ha i e hacerse? «Lo
que se precisa con turgencia-rescribe—es encontrar un modus
vivendi que asegure á los tres agentes de la producción, ca-
pital, trabajo y talento, la completa posesión de aquello á
que tiene derecho. £1 ideal suefia y la razón busca hasta
314 REVISÍA CONTEMPORÁNEA

ahora la libertad para el hombre de dar á un trabajo atractivo


la suma de aplicaciones de que dispone, con la completa cer-
tidumbre de gozar sin obstáculo del fruto de su labor. Éste
es el lado utópico de una fase social á que la humanidad lle-
gará y en el que la asociación voluntaria encontrará natural-
mente su puesto. Por desgracia, la fecha de esta edad de oro
escapa á todas las previsiones. Sea lo que se quiera, nuestro
deber es el intentar incesantemente la paz honrosa de los in-
tereses en pugna y examinar las peticiones que parezcan en
mayor relación con el nivel intelectual y moral del momento.
Sin elevar nuestras esperanzas hasta las perfecciones de una
armonía social completa, podemos, sin embargo, esperar más
fraternidad y más justicia.»
Mr. Boilley, que en los anteriores términos presenta su so-
lución, que abriga el convencimiento de que á ella habrá de
llegarse, que no ve su advenimiento tan próximo como fuera
de apetecer, y que para facilitarle cree que se debe trabajar
con perseverancia y buena fe, complementa esta parte de su
estudio con las siguientes consideraciones: «La idea que debe
preocupar á todos los sociólogos, directores y legisladores, es
la de la necesidad de llegar á un acuerdo entre el capital y el
trabajo, algo de análogo en la fase social que un hombre de
genio, como lo era Carlos Fourier, había previsto, y que de-
signó con el nombre extraordinariamente característico de ga-
rantismo; garantía de libertad, garantía de derechos, garantía
de intereses, tal es el problema que hay que resolver. Algu-
nos creen que al efecto bastarla una verdadera asc^ciación en-
tre el capital y el trabajo. Éste es el tema ordinario de los
economistas liberales, que proclaman que los dos factores no
puedan vivir el uno sin el otro. Esto se dice muy pronto, pero
en ello de hecho no puede verse más que la asociación pro-
ductora, á la que con efecto es indispensable; pero en cuanto
á la repartición por el salario, de que proviene toda la per-
turbación, los economistas no quieren oír hablar ni pensar en
modificarla. Mr. Charles Gide no ha vacilado en formular ca-
tegóricamente la cuestión. «Parece, ha dicho, puesto que la
luerza de las cosas asocia al capital y al trabajo, que lo más
sencillo sería hacer nn contrato de asociación propiamente di^
LA ORGANIZACIÓN DEL TRABAJO 31$

cha. Los trabajadores dirían: he aportado mis brazos, vos el


capital: partamos. Pero, añade el distiaguido profesor, las so-
luciones más sencillas son las que se hacen esperar más largo
tiempo, y ésta, sin ser irrechazable, como pretenden algunos
economistas, no está en vísperas de pasar á los hechos.»
{Principios de Economía política, 1891.) En una obra que abar-
caba toda la Economía política, Mr. Charles Gide no podía
hacer sino marcar la solución».

Otro de los escritores que han estudiado con detención el


verdadero carácter de las relaciones que en la actualidad
median entre el capital y el trabajo, entre los patronos y los
obreros, é investigado los medios de hacerlas fecundamente
armónicas, para fundamentar, partiendo de tal armonía, una
buena organización del trabajo, sin por ello romper por com-
pleto con lo existente, lo ha sido Mr. León Poinssard, á quien
más de una vez hemos citado en estos imperfectísimos estu-
dios. Con electo, en la parte que al patronato y á su misión
social dedica en su apreciable libro sobre la lucha de clases y
los medios prácticos de evitarla, condensa sus ideas acerca de
los mencionados extremos, y confía especialmente, con un
optimismo y un idealismo que cautivan, pero que desgracia-
damente tocan con la utopia, al patronato, tal cual pretende
establecerlo, sin penetrarse demasiado de que todo cuanto en
tal sentido se intente será inútil mientras antes no se modifique
profundamente la psicología del patrono, la resolución de las
cuestiones que hoy sobrexcitan los ánimos, y el tema de las
disensiones, con frecuencia convertidas en luchas, que, p o -
niendo á los unos enfrente de los otros á los agentes de la pro-
ducción, hacen del terreno económico el teatro de grandes y
dañosísimas perturbaciones, de continuadas alarmas y de cri-
sis y paralizaciones de la actividuad industrial que á la socie-
dad en nada benefician. El pensamiento de Mr. Poinssard no
puede ser más simpático ni más notoria su buena fe; su obje-
tivo se aproxima bastante al de Mr. Boilley, son casi de la
3l6 REVISTA CONTEMPORÁNEA

misma escuela, muchas de las medidas que patrocina parecen


factibles, y sería de apetecer su adopción; pero bastaníes
otras, ilusiones de un alma noble saturada de un acendrado
"»amor á la humanidad, no pasarán en largo tiempo, si es que
pasan, de la región de los ensueños. ¿Es de comprender en-
tre estas últimas su anhelado patronato? Veámoslo.
Entiende Mr. Poinssard que «el patronato está llamado á
ocupar en la organización del trabajo un hermoso y noble
puesto, pufs ha de prever, corregir y ayudar». Expresa que
«su capacidad técnica, su inteligencia, su espíritu de previsión
hacen de él como el eje del taller, toda vez que sin el patrono
no hay negocios, ni orden, ni por consiguiente trabajo y pro-
ducción». Manifiesta que «con todo, á veces sucede qué en
una empresa no se encuentre el tipo del patrono propiamente
dicho, propietario y dueño absoluto del taller, siendo éste,
por ejemplo, el caso de las combinaciones colectivas, como
las sociedades anónimas y las sociedades cooperativas; pero
en este caso el patrono eá sustituido por un director, un ge-
rente ó una junta directiva, á que, por otra parte, se procura
dar, en cuanto es posible, el carácter patronal por medio de
diversas combinaciones más ó menos artificiales, no obstante lo
cual es difícil que sustituyan al verdadero patronato, sobre
todo al que, conociendo bien sus derechos, se forma al mismo
tiempo una justa y alta idea de los deberes y obligaciones
sociales que su situación le impone».
«Con efecto—prosigue diciendo,—hemos indicado que él
prevé, dirige y ayuda. ¿Cómo ayuda, ó^nás bien, cómo debe
ayudar á las familias obreras que cooperan con él á la obra
del trabajo, y con las cuales está obligado por dos contratos,
e! uno civil y arreglado por la ley ó la costumbre, y el otro
social, más amplio, extra legal, entregado en cierto modo á
la buena voluntad de las partes, pero que no por ello deja de
tener sn sanción inevitable? ¿En qué consiste este contrato so-
cial, natural y tácito, que nace por si mismo entre patrono y
obrero desde que suscriben un compromiso de trabajo? En-
traña obligaciones recíprocas.»
Al apreciar estas obligaciones, comienza por las que, á su
juicio, se refieren al obrero-patrono, resumiéndolas, como
LA ORGANIZACIÓN DEL TRABAJO 3x7
dice, en una corta fórmula: c Debe hacer lo mejor que pueda
para ayudar á los que emplea y garantirles contra los riesgos
que amenazan su existencia»; fórmula que, según expresa, no
entraña «un simple deber de confraternidad dictado por la
religión ó la filantropía, sino que en todos los casos es un
principio de economía social cuya falta de aplicación puede
producir consecuencias gravísimas bajo el punto de vista, sea
del interés general, sea de los intereses particulares del patro.
no que le desdeña, sea, en fin, del obrero que trabaja para este
patrono»; y como apoyo acude á las opiniones de hombres
cuya larga experiencia debe inspirar confianza; De Bailli-
Lemaire, que decía: «Debe un patrono pertrechar su Casa
con instituciones de previsión, y tener una organi^ción social
como el mejor utensilio apropiado á las necesidades actuales,
y esto porque ambos términos tienen la misma función, cual
lo es la de obtener una fabricación más activa y productos
mejores, no debiendo separarse nunca ambos utensilios, el
mecánico y el social»; y al venerable Engel Dollfus, quien,
expresándose en el mismo sentido, escribió «serle muy dolo-
roso admitir la existencia de un establecimiento manufacturero
sin caja de socorro, sin numerosos anejos de todas clases
en favor de los obreros, como concebir el gran comercio ex-
terior sin el seguro marítimo, ó toda grande explotación in-
dustrial sin el seguro contra el incendio».
Prosiguiendo este estudio del patronato, tal cual es ahora y
tal cual aspira á que sea, abrigando la persuasión de que de
él resultará la mayor y más natural organización del trabajo,
dice Mr. Poinssard: *La manera de obrar el patrono enfrente
de su personal puede ser inspirada por dos principios muy
diferentes, conduciendo el primero á la organización de un
patronato que pudiéramos Uzmai paíriarcal, puesto que se
inspira para arreglar las relaciones entre maestros y obreros
en el tipo idealizado de la familia bíblica, y el segundo puede
ser calificado de liberal, ó mejor dicho, de particularista,
porque en lugar de encaminarse á mantener el conjunto de
un grupo obrero en una posición media de bienestar, se en-
camina á desarrollar en cada individuo las cualidades y las
iniciativas particulares. ¿ Cuál de los dos sistemas debe prefe-
3í8 REVISTA CONTEMfORAlíÉA
rirse»? Mr! Poinssard reconoce la importancia capital de esta
cuestión, y- por eso á resolverla dedica uo corto espacio.
Sus ideas respecto al que átnorami patronato patriarcal, que
ha ido desapareciendo á medida que se ha desarrollado el
industrialismo, las resume del modo siguiente, aclarando al
mismo tiempo lo que por tal patriarcado entiendo: «Procura
con solicitud noble y respetable mejorar la situación moral y
material de las familias obreras, poniéndolas al abrigo, en
cuanto es posible, de todas las causas de corrupción ó de mi-
seria que las amenacen. Con este fin se las somete á una tu-
tela benéfica y suave, pero indefinida; se complace también en
considerar al obrero como un menor que debe quedar toda
su vida sometido á la autoridad del jefe de familia, esto es,
del patrono. Con este sistema, el ideal consiste en unir estre-
chamente el obrero á la empresa, librándolo, en cambio, de-
cuidado del porvenir y del esfuerzo personal. Parece, en efec-
to, á primera vista, que cada uno recibe por él satisfacción,
quedando provisto el maestro de la -mano de obra que nece-
site, y teniendo el obrero casi asegurado su pan cuotidiai^o.
Sin embargo, la experiencia demuestra que esto no basta para
servir de igual modo los intereses de ambas partes. Consig-
nemos, por de pronto, que al formular de este modo las ten-
dencias de este tipo de patronato no hacemos una hipótesis
gratuita. Semejante combinación ha sido practicada con las
modificaciones que requieren nuestras leyes y nuestras cos-
tumbres por patronos respetables, y nada se opone á que los
hombres de buena voluntad les imiten y obtengan como ellos
resultados que no carecen de valor y eficacia. No obstante,
¿puede recomendarse el patronato patriarcal? No, puesto que
ofrece, bajo el punto de vista del desenvolvimiento social y
de las especiales necesidades de nuestra época, grandísimos
inconvenientes. Tal sistema tiene por efecto sujetar con de-
masiada sobriedad los individuos á su condición; no hace nada
ó hace muy p'oco en favor de las personas aptas para que se
eleven; no produce sino muy excepcionalmente la selección
que empieza hacia adelante en los hombres de valer, para re-
clutar la clase directiva; en una palabra, organiza el estanca-
mieato social en un estado más ó menos completo de seguri-
LA ORGANIZACIÓN DEt TRABAJO '319

dad material, pero quitando casi totalmente á los obreros au


iniciativa, y no pidiéndoles sino el que acepten la tutela
patronal, dejándoseles sin preparación para sobreponerse á
las dificultades de la vida industrial».
Apreciando el otro sistema ó tipo, el que denomina patro-
nato liberal, manifiesta que precisamente debe hacer lo con-
trario que el anterior, y en demostración de esta tesis emite
varias consideraciones. «Puede darse su fórmula—escribe—
en los siguientes términos: unir el obrero á la empresa por
su propio interés hasta el día en que encuentre algo mejor, y
prepararlo para que pueda aprovecharse de las ocasiones de
elevación que se le presenten. A primera vista parece esta
fórmula demasiado impregnada de altruismo; pero si se re-
flexiona penetrando en el fondo de las cosas, se comprende-
rá que está basada en el interés bien entendido de ambas
partes. Con efecto, si el patrono se esfuerza por perfeccionar
bajo los puntos de vista técnico, moral y social á las familias
que le proporcionan su personal, obtendrá una mano de obra
más regular, más estable, más productiva que si esas mismas
familias son desmoralizadas, imprevisoras y débiles por efecto
de la miseria, las enfermedades y el vicio. Hay, pues, ventaja
para el patrono en arreglar su conducta en este sentido. En
cuanto al obrero, ¿podrá vacilar en creer que se sirve á su
interés al ejercitarse una a cción educadora progresiva? Ta
sistema y sus instituciones deben responder á las siguientes
necesidades: i .^, educación, instrucción y formación técnica
del aprendiz ó del joven ayudante; 2.', desenvolvimiento in-
telectual, profesional y social del obrero joven; 3.°, ayuda á
la familia obrera, por medio de instituciones de previsión,
para los casos de falta de trabajo, de enfermedad y de muer-
te; 4.", seguridad de la vejez por la constitución de un fondo
de economías.»
«En resumen—concluye Mr. Poinssard,^el patronato, es
decir, la acción personal y constante del patrono en favor del
desarrollo individual y de la seguridad del obrero es un ro-
daje social que desempeña una faena predominante en la or-
ganización del trabajo. Cuando el patronato no se practica
bien, se ven producirse abusos y nacer miserias que condu-
328' REVISTA <;ONTEMPORANEA

cen directamente á la guerra de clases, trabajo bastante pro-


Jongado, empleo exagerado de las mujeres y los niños, ex-
ceso de producción y paros frecuentes, fraudes en el pago de
los salarios, resultando además la enfermedad y la mortalidad
excesiva entre las familias «obreras, la ignorancia, la brutali-
dad, la inmoralidad en los explotados, vicios de todas cla-
ses... Por otra parte, nada vale tanto como el mecanismo
natural, sencillo, de flexibilidad perfecta, constituido por el
patronato. El sólo puede dar á la industria la paz y la seguri-
dad de las relaciones, la conciencia y la economía en la pro-
ducción, mayores probabilidades de provecho para el patro-
no, una existencia más segura y mejor y un porvenir más
amplio para el obrero. Por consiguiente, si hay en el munda
una obra de educación que más se imponga es la de difundir
en los jóvenes destinados á ser patronos la noción clara y
precisa de las obligaciones del patronazgo y de la fuerte san-
ción que va unida p o r la misma naturaleza de las cosas.»
Tal es el sistema patronal á que Mr. Poinssard resueltamen-
te se inclina; tales, en su concepto, las incuestionables venta-
jas que ofrece sobre los otros que se preconizan, y las ba-
ses capitales de la futura y anhelada organización del trabajo.
Su patronato, y por lo tanto el régimen industrial que en él se
apoya, ofrecen bastante que merece no sólo aprobación, sino
aplauso, y bastante también que desde luego podría tener
aplicación; pero asimismo abarcan no poco que en las actua-
les condiciones sociales, que en el modo de ser de las indus-
trias, que ante la libre y desenfrenada concurrencia, se pre-
senta como irrealizable, como ilusorio, como utópico.
Su ideal patrono, eje sobre el que gira todo su sistema, es
un ser que en nada se parece á la generalidad, á la casi tota-
lidad de los patronos de hoy; sq halla saturado de un verda-
dero altruismo, mientras que el egoísmo es el inspirador efec-
tivo de los actuales, que ante todo y por cima de todo, ya
que no exclusivamente, con muy contadas excepciones, co-
locan su interés personal. Es un patrono que enlaza su pro-
vecho con él bien de los obreros, en tanto que el de ahora
explota y sacrifica al trabajador para aumentar los beneficios
de su empresa. Es una creación bienhechora que no vacila en
LA^ OSGAK^ACldN DEt. TRABAJO 321
foimjur <on sos enseñanzas, eoa sus desvelos, á los íiaturos ri-
vales, sucediendo precisamente lo contrario en el régimen
«conómico imperaf;|i;. Asi lo ha comprendido Mr. Poinssard,
y por eao-rmmÓRif*ih necesidad de la buena educación de los
jóvenes destinados á ser patronos.
Para el pleno planteamiento de su sistema es preciso que
le preceda la modificación de los privilegios del patrono, y
que el altruismo suceda al ego-altruismo de unos pocos y al
egoísmo de la generalidad. Esto, á su entender, sucederá á
continuación de la lenta y perseverante educación que reco-
mienda. Pero todo su sistema adolece de un vicio de origen,
^ e responder^ á los principios de la llamada escuela económica
liberal, que tan equivocado concepto se ha formado de la li-
bertad, de rechazar casi en absoluto la intervención más ó
menos direOta del Estado, de confiar con exceso en las libres
iniciativa y acción individuales. Esta iniciativa y esta acción,
hasta el presente, al lado de algunos bienes, han producido
considerables males, sobre todo para el trabajador; lo mis-
mo es de presumir que continuará aconteciendo en lo su-
cesivo.

VI

Tiene, hasta cierto punto, algo del sistema patronal de


Mr. Poinssard el régimen adoptado en el establecimiento in-
dustrial de la Compañía Nacional del Cash-regristran, en
Dogton, Estado de Ohio, del que ha hecho entusiastas elo-
gios Mr. Paul Monroe en un artículo publicado en 1898 en el
American Journal of Sociology, y que encomió también mon-
sieur Lorence Garold al dar cuenta del mismo en la revista ór-
gano de los libertarios científicos, LHumanité Nouvelle, sien-,
do un ejemplo y una demostración de los excelentes resulta-
dos que produce siempre un buen régimen del trabajo basa-
do en la cooperación fraternal de sus factores y nacido de
sentimientos nobles y de la exacta comprensión de sus ver-
daderos intereses por parte de los patronos; comprensión que
explica el hecho dé haberse implantado en un país donde
todas las nociones morales se sacrifican al más pequeQo lucro
322 REVISTA CONTEMPORÁNEA

y en el que hasta lo que reviste las apariencias de humanitario


encierra en el fondo egoístas y materiales intereses.
A juicio de Mr. Monroe, el régimen de dicho estableci-
miento industrial «sería el idea!, bajo todos los puntos de vis-
ta, de lo que el progreso industrial puede realizar sin modi-
ficar el régimen actual»; ideal que entiende no hallarse muy
lejos de la perfección absoluta. «De hecho el establecimiento
en cuestión—dice á su vez Mr. Garoed,—tal como Mr. Mon-
roe le describe, parece ser un modelo del género. En cinco
años los propietarios de la empresa, que agonizaba, la han
reconstituido sobre nuevas bases y obtenido su florecimiento.
La nueva táctica industrial que han seguido, y que tan bue-
nos resultados les ha dado, es sencilla. Ha consistido en aten-
der á las necesidades de sus empleados, en asegurarles su
bienestar material y asegurar también su inteligente coopera-
ción. Los detalles prácticos de la empresa, tal como en la
actualidad se realiza, son interesantes. La fábrica, donde es-
tán empleados 1.700 hombres y mujeres, ocupa un extensí-
simo terreno, parte del c u a l t s un jardín. El decorado inte-
rior de la construcción está encomendado á un comité de
obreros. La avenida central del departamento de máquinas
está provista de macizos de plantas. El establecimiento com-
prende salas de baño y de descanso, una sala de lectura con
«biblioteca circulatoria», una sala de reparaciones de las bici-
cletas de los obreros, un restaurant con cocina, en la que se
da? lecciones á las obreras que lo deseen; una escuela para
los viajantes de la Compañía, una escuela primaria, una sala
de conferencias en la que se celebran las reuniones de los dos
círculos afiliados de obreros: un teatro, y, por último, terre-
nos en los que se practica la jardinería por 40 jóvenes elegi-
dos por otra asociación.»
«El principio de la cooperación—prosigue—es aplicado
por la Compañía; pero no en lo que se refiere á los salarios de
ios empleados y á los beneficios de la empresa. La dirección
general está confiada á un comité de ocho personas, presidido
por los dos propietarios de la fábrica. A más, cada rama de
la misma se halla bajo la administración de un comité espe-
cial. Se tiene á íos obreros muy al corriente de la marcha de
LA ORGANIZACIÓN DEL TRABAJO 323

la empresa, gracias á diferentes publicaciones semanales he-


chas en la imprenta de la Compañía. En los diferentes depar-
tamentos se colocan cuadernos registros, en los que pueden
los obreros inscribir sus observaciones referentes á las me-
joras en la marcha de la empresa, ó las quejas que qui-
sieran formular. Se dan premios á los autores de mejoras re-
conocidas como útiles. Y el estado de la producción de la
fábrica, de las ventas y de los beneficios es publicado en los
periódicos de los obreros.»
Como se ve por esta corta reseíía, en el régimen y funcio-
namiento de la empresa fabril á que se refiere aparecen; por
una parte, algunas de las bases sobre las que Mr. Poinssard
cimenta su patronato liberal, y por otra parte, varios de los
principios señalados por Mr. Boilley para la asociación del ca-
pital y el trabajo, y algo también del sistema cooperativo. No
es exclusivamente nada de ello: es un sistema mixto en el que
no se confunde ó fusiona el capital con el trabajo, en el que
los derechos del uno y de) otro aparecen deslindados, en el
que realmente no existe la participación en los beneficios por
los dos agentes de la producción; pero por el que obtiene el
obrero importantes ventajas, una existencia lo más cómoda y
segura posible, una intervención bien entendida en el funcio-
namiento de la fábrica, una instrucción técnica y científica só-
lida, y junto con todo ello instituciones de previsión y de re-
tiro sirven de complemento. Puede decirse un régimen de
transición entre el hoy imperante y el cooperativo, tal cual
varios de los reformadores modernos lo conciben. Semejante
organización no rompe con el presente, pero mira también
al porvenir. Puede, pues, servir de punto de enlace entre las
ideas que han venido manifestándose hasta ahora casi cual
señoras absolutas y las que, apartándose más ó menos com-
pletamente de ellas, van haciéndose paso, y por medio de un
movimiento evolutivo preparan la transformación económico
social.

MANUEL G I L MAESTRE.

(Continuará.)
ESTUDIOS MIDTARES

EL ARTE DE LA GUERRA'"

POEMA ESCRITO POR FEDERICO 11, REY DE PRUSIA, TRADUCCIÓN


CASTELLANA DE D. JENARO FIGUEROA» PRIMER TENIENTE DE REALES
GUARDIAS ESPAÑOLAS.

CANTO 1V.°

Ataque y defensa de l a s p l a z a s

En aquella edad torpe y depravada


de yerro apellidada
porque la fuerza sola de los Reyes
imponía las leyes,
y porque el vicio solo
campeaba desde el uno al otro Polo.
En tal edad, se vieron precisados
por guardar sus Estados
á murar los Monarcas las Ciudades.
Ocurrieron después necesidades
que mostraron debian
guardarse del vasallo,
y para sujetallo _
las Ciudadelas fueron fabricadas
que son de! vulgo fiero
quando el rebelde acero
contra el señor esgrime respetadas.
Después fueron alzadas
sobre las cimas de los altos montes
y sitios de importancia
otras muchas defensas.

(I) Véace la píg. 532 ¿el tomo anterior.


EL ARTE DE LA GUECRA 325

pues asi del contrario la arrogancia


se doma, y se previenen las ofensas.
Qual tiembla yi se, estremece el Africano
al contemplar del león la catadura
y su voraz y aguda dentadura,
asi ya de antemano .
tiembla el débil rayano
quando con miedo advierte
por nada buen agüero de su suerte
los terraplenes, fosos y banderas
que cubren del vecino las fronteras.
Siempre ha sido en la tierra
el oficio primero el de la guerra.
Ha tenido su infancia,
y el trabajo exercicio y gran constancia
le han hoy adelantado
á tal alteza y eminente grado.
En los tiempos antiguos
de la Ausonia y la Grecia,
lo que ya hoy se desprecia
por segura defensa se tenia,
pues entonces valia
el grueso torreón y espeso muro
por reparo seguro .
de la plaza á que cerco se ponia.
Defendían la brecha
los valientes sitiados aguerridos
con la honda, con )a flecha,
y con pedruscos que eran desprendidos
de la alta almena, cuyo golpe horrible
siempre era al sitiador el mas temible.
Quando este se acercaba
y el arríete al muro aproximaba,
¡qué de teas y especies combustibles
sobre la fiera máquina caian!
De qué poco servían
á los asaltadores sus broqueles,
y en quantas ocasiones los laureles
de la escabrosa empresa se dexaban,
y llenos de despecho
viendo su plan deshecho
al campo á largos pasos se tornaban.
De la abrasa,da Troya el lamentable
suceso miserable
no te diré, pues harto bien cantado
326 RKyiSTA CMNTEMPP84NEA.:

se halla en el admirable
Poeta celebrado
á quien las Musas loor eterno han dado.
Ve á Marcelo valiente
quantos ardides usa
para tomar por fuerza á Siracusa,
y Archimedes sagaz é inteligente
como se burla del esfuerzo vano
del sitiador Romano.
Á Cesar se resisten de Marsella
los muros invencibles hasta entonces
y no hallando aquel héroe medio alguno^
se vale del amparo de Neptuno.
Lo largo de ios sitios de aquel tiempo
, la suerte suspendia y vacilaba
del General mas diestro
que á una plaza atacaba.
Después en nuestros tiempos casualmente
se sacó el ingrediente
de cuyo mixto es tal la fuerza extraña,
y explosión repentina,
que ya ahora la maña
vale mas que la fuerza del soldado
y el Arte es quien domina.
Con este mixto hallado
despide el bronce esferas infernales
de compuestos metales
que adquiriendo en el ayre mucha altura
por la curba que forman,
con tal fuerza descienden
que los templos abisman
y las Ciudades hienden.
Mas aun no satisfechas del estrago,
quando la fuerza de los mixtos obra,
rebientan, por mil partes divididas,
causando quando menos mil heridas.
Desde el sitiado muro
la bala sale de broncínea boca
y su tino seguro
el enemigo blanco no equivoca.
Con estas mismas balas formidables
los golpes redoblados
siendo bien apuntados
hacen las brechas luego practicables.
Después de aqueste invento
EL ARTE DE LA GUERRA 327

el militar talento
descubrió no servian
los altos torreones
á defender las plazas,
pues los fieros cañones
todo lo destruían al momento.
Inventáronse entonces terraplenes
con su revestimiento
los quales se colocan de tal modo
que queda el muro todo
de suerte y de manera flanqueado
que le respeta el enemigo osado.
Tú, célebre Vauban, tú sin segundo
renombre gozas en el ancho mundo.
Tú el primero inventaste
la muralla moderna,
y las plazas de Francia resguardaste
en los siglos tu fama haciendo eterna.
Ciñen la plaza los espesos muros
dispuestos en baluartes y cortinas.
Aquellos suelen ser de flancos curbos
y con sus orejones
los quales cubren hasta dos cañones
que no son descubiertos,
hasta que el enemigo al foso llega.
Levantanse altaneros
sobre los baluartes caballeros,
y delante en el foso contraguardias
ó si es en las cortinas rebellines,
cuyos muros mas baxos é inferiores
disputan los terrenos exteriores.
Rodéalo todo, esto un ancho foso
que en la estrada encubierta se termina
la qual por la estacada
señorea y domina
la espaciosa esplanada
en suave declive terminada.
¿Qué frutos no acarrea
el talento del hombre en toda ciencia,
y quién no habrá que crea
que agotada está ya la inteligencia
al mirar de las plazas de la Francia
la soberbia defensa y arrogancia?
¿Pues qué diremos si debaxo mismo,
de la pisada tierra
3*8 REVISTA CONTEMPORÁNEA

se nos abre un abismo


que infernal vuelve la sangrienta guerra?
Descansan los soldados
del pasado combate ó centinela,
y creyéndose quietos y seguros
de repente I03 muros
saltan á la esplosion del fiero hornillo,
y heridos ó abrasados
entre las ruinas quedan sepultados.
Asi, á pesar de todos quantos medios
en los duros asedios
para toda defensa
se ofrecen al sitiado,
camina muy errado
el que üna^jlaza inconquistable piensa.
El ataque supera
á la plaza más fiera.
Este tiene sus reglas y sus modos
que deben saber todos.
Ségun la situación, asi se ordena
la linea que rodee ó circumbale
á la plaza enemiga; la trinchera
, • es el foso que se abre en el terreno,
el qual debe estar lleno
de tropa para el caso en que pretenda
el enemigo hacer una salida,
á fin de que con brio se defienda
y pague su atrevida
arrogancia el contrario con la vida.
Luego se continúa
el ataque con lincas paralelas
cubiertos bien del fuego los ramales.
Abanzase con esto paso á paso
descubriendo con traza
la parte mas endeble de la plaza.
A esta se dirige
toda la mira entonces, disponiendo
que en los varios trabajos
parte ninguna quede tan abierta
por donde tenga el fuego de la plaza
entrada descubierta.
Acabada del todo la trinchera
de la mejor manera que es posible,
se empieza el fuego vivo hasta que vengan
abaxo los baluartes.
' . E l ARTE rÍE LA CÜBRIÍA 329

y de que aquellas partes


de donde el enemigo aias tiraba
callen en fuerza de la artillería.
Entonces una buena batería*
enñla al enemigo en el camino
cubierto sin apoyo de sus muros.
Ahora ya están seguros
en la esplanada los asaltadores;
pero se me olvidaba
que para della pronto apoderarse
no se huelle la tierra
sin que sondee cuidadosamente
de zapadores la adiestrada gente
los horribles volcanes de la guerra,
Destruyense las minas
con varias repartidas contraminas,
y se hacen por su parte otras que deban
operar poco antes del asalto.
Este se ha de empezar en la estacada
y teniendo asestada
alli mismo la gruesa artillería
se la hace que descargue diligente,
y quando ya el baluarte ó la cortina
el zapador volare y destruyere,
ciégase e.l foso á fuerza de trabajo
y al asalto se vuela prontamente.
Muchas veces sucede que la audacia
y valientre eficacia
de los asaltadores „
en seguir á los que;huyen á la plaza
les ha bastado para apoderarse "
como fue Valencena conquistada
del ímpetu Francés siendo asaltada.
El soldado es león, es tigre fiera,
sí en alguna manera
se le da libertad ó indisciplina.
Sino se le mantiene en la contina
sujeción que le manda la ordenanza,
será su destemplanza
'en el asalto á tal furor llevada,
que mugercidíos y otros ihfinitos
y bárbaros delitog-.
mancharán mas su fama que la espada.
El General que fiero y que if^humano,
al soldado permite asi el saqueo
3 3P, REVISTA CONTEMPORÁNEA

dexando á su deseo
que tale, pille y mate, es un tirano
cuya frente en la vida debe ornarse
con la hoja de aquel árbol, respetado
del mismo Jove ayrado,
y debe el universo
en vez de celebrarle las victorias
y publicar sus glorias
cantar que fue perverso
y que su tiranía
la humanidad clamando maldecía.
El bárbaro Tilli deste retrato
es el mas fidedigno
original indigno
cuyas negras maldades
serán en las edades
aborrecidas y en extremo odiadas.
Las voces desdichadas
é infelices clamores
de los Magdeburguenses,
gritarán los horrores
que padecer les hizo, y deshonrado
será su nomjre mas que celebrado.
Este monstruo su fin disimulando
les ofrece una tregua cauteloso,
y ellos en su palabra confiando
en los brazos se entregan del reposo.
Va Morfeo los parpados cerrando,
disfruta la consorte del esposo,
y en los cuerpos de guardia quietamente
crédula duerme la canSádá gente.
Todo yace en silencio, todo calla,
y en toda la muralla
no se encuentra dispierta
centinela ninguna que esté alerta.
De esto Tilli valido
avanza con sus tropas á la plaza,
y de su falsa traza
y de la obscuridad favorecido
el" muro escala sin que sea sentido.
¡Ay pobre ciudadano,
tú que no recelando ni temiehd!oP'
el proyecto inhumano _ ;./..•.
encontrarás durmiendo '-'ní:! ••- asi
la afilada cuchiltó''del Germano!
Et.AETE. DE ¿AGUSBRA 33!

Después que degolladas


á írias estocadas
fueron las guardias que en el muro h«,Uaron
los Austríacos volaron ;
voraces, codiciosos y sedientos
al robo solo, y á la rabia atentos.
Tilli los excitaba
y de furor los brazos animaba.
Ellos crueles é impios
las casas, templos, todo destruían:
de nada les servían
ni al viejo padre defender al hijo
en combate prolixo
pues entrambos morían;
ni á la llorosa madre forcejando
y del cielo implorando
piedad por la criatura
que fruto de su casto y nupcial lecho
al palpitante pecho
estrechaba clamando al cruel soldado.
Mas este que sagrado
ninguno conocía,
de un golpe á las dos vidas fin ponía.
Y á tanto en fin llegó de sus furores
el desenfreno y bárbara licencia
que de trescientos viejos los clamores
sus pechos no inclinaron á clemencia,
pues hasta en un sagrado y santo asilo
murieron al rigor del duro filo.
Cuéntase que aun al Elba se arrojaron
vírgenes puras que el furor temiendo
y la brutal lascibia, se buscaron
en el agua un asilo, en mas teniendo
una muerte gloriosa
que la vida manchada y afrentosa.
Mas en esto no para ni suspende
el soldado su bárbara insolenciaj
antes al mismo tiempo fuego prende
por todas partes con cruel demencia;
la voraz llama en un momento asciende
del estrellado cielo á la eminencia
y del pueblo infeliz y miserable
descubre la ruina lamentable.
¡Qué de tristes clamores, qué lamentos
en los ayres en vano resonaban!
332 REVISTA CONTEMPORÁNEA

Ya los que desperaban


del humano socorro desconfiados
y las llamas voraces circundaban.
Ya los que se yeian
sobre los hombros el alfange alzado
y el golpe señalado
que evitar no podian,
aguardaban temblando
y al cielo de rodillas implorando.
Logró Tilli con esto ver por tierra
al ardid más ocioso de la guerra
una Ciudad hermosa y floreciente,
que con el confluente
del comercio y la paz, tan poderosa
llegó á ser y famosa.
Hecha quedó un desierto
de ceniza y cadáveres cubierto
por donde ufano andaba
de tan noble conquista envanecido.
¿Mas qué es lo que lograba'
el bárbaro Tilli.' haber perdido
la útil conquista de una plaza buena
que á la llama condena
y atraerse el enojo y desagrado
del cielo con sus crímenes ayrado.
BOLETÍN BIBLIOGRÁFICO

L'education par l'instruction et lea théories pédagogiques


de Uerbart, par MARCEL MAUXION, professeur de Phtlosophie á
C Université de Foitiers.—París, Félix Alean, editor.— Un volu-
men en 8°, 188páginas, 2,^0francos.'
Ya habíamos tenido el gusto de ver reunidos en un volumen
os más importantes fragmentos de las obras pedagógicas de Her-
bart, traducidos y ordenados por Piuloche; pero acaso esta mis-
ma circunstancia de hallarse en trozos los escritos del filósofo de
GSttingen hacía necesaria una introducción ó explicación que ini-
ciara al lector en los principios especulativos de la doctrina, y
que sirviera de guía para la lectura de una obra que resultaba
algo confusa: esta explicación y esta guía las hallamos en el re-
ciente libro del Sr. Mauxion.
Después de un clarísimo resumen de lo que importa conocer
de las especulaciones de Herbart, el Sr. Mauxion expone con ex-
celente método la obra pedagógica del filósofo alemán, poniendo
gran cuidado en hacer ver ante todo que no existe pzta. la edu-
cación instrumento más poderoso y eficaz que la enseñanza bien
dirigida, pues la determinación del carácter depende esencial-
mente de la manera como se constituye el circulo de las ideas.
El plan concebido por Herbart es realmente educativo y se
apoya en principios que examina y discute el Sr. Mauxion con
singular acierto, y que, según el juicio de este comentador, tienen
un valor inestimable y gran fuerza filosófica.
*

Dix années de philosophie,/«/• LUCIEN ARRÉAT.—París, Fé-
lix Alean, editor.— Un volumen en 8.", ^-I7Q páginas, 2,';o
francos.
Ofrece esta obra, en parte, la historia de la filosofía durante
los diez últimos años. Pero el autor, que da á los diferentes ca-
pítulos del libro las denominaciones Sociología, Psicología., Esté-
tica, Moral y Religión, no se propone estudiar en sus formas cada
una de estas cuestiones transcendentales, sino deducir conclusio-
nes del examen del conjunto. '
Desde este punto de vista, es muy recomendable la obra del
Sr. Arréat.
*
* *
334 REVISTA CONTEMPORÁNEA

Matiéres odorantes a r t i f l c i e l l e s , par GEORGE F , JAUBERT, —


París, Gauthier-Villars, editor.— Un volumen en <?.", 130pági-
nas, 2^0 francos.
Fecundos han sido estos últimos años en trabajos sobre la fa-
bricación de perfumes; pero lo incoherente y contradictorio de
tales trabajos reclamaba algo como lo verificado por el Sr. Jau-
bert en esta obra, en que ha reunido, haciendo una exquisita se-
lección, los puntos más interesantes referentes á la citada indus-
tria y examinado numerosas hipótesis que se han resistido siem-
pre á la experiencia. - •
Recomendamos eficazmente la adquisición y lectura de est/5 li-
bro, que puede prestar excelentes servicios lo mismo al industrial
que al hombre de estudio.

E s s a i s u r l e s fondements de l a Géoinétrie, par BERTRÁN


A. W . RussELt, traduction par ALBERT CADENAT, professeur de
Maihématiques.—París, Gauthier-¡Villars, editor. Un volumen
en i-", ¿74- páginas, g francos.

Muy oportunamente llega la notable obra del Sr. Russell. L a


Geometría no evelidiana se ha desenvuelto de tal manera que
era preciso criticar y metodizar los resultados adquiridos y deri^
Var d e elloS las necesarias consecuencias filosóficas
Pero para llevar á buen término tan delicada empresa exigíase
condiciones especiales que ha reunido el Sr. Russell durante sus
estudios en Cambridge, en donde, gracias á una organización uni-
versitaria más flexible y liberal que la que disfrutamos en los
países latinos, el autor ha podido estudiar á fondo las Matemáti-
cas y la Filosofía, hasta el punto de adquirir pleno dominio sobre
ambas ciencias.
Comienza el autor su libro con un resumen histórico de la Me-
tageometria; expone y discute algunas de las teorías filosóficas
que desde hace un siglo han sido propuestas sobre la Geometría;
investiga lo que subsiste de la doctrina de Kant referente al espa-
d o , y muestra hasta qué punto es ésta compatible con los descu-
brimientos de los metageómetras; critica inmediatamente con gran
vigor é ingenio las teorías empíricas d e Riemann, Helmholtz y
Erdmann, y refuta las objeciones dirigidas por Lotze y otros m e -
tafísicos á la geometría no evelidiana, objeciones que provienen
de contrasentidos matemáticos y de ignorancia del objeto; sostiene,
coHtra Delboeuf, que la imposibilidad de las figuras geométricas
no demuestra que el espacio tenga una magnitud absoluta, y que,
por lo tanto, la homogeneidad del espacio (considerada con in-
dependencia de la magnitud y de la forma) no es un axioma a
priori.
Últimamente, el Sr. Russell examina los trabajos más importan-
BOLETÍN BIBLIOGRÁFICO ' 33,5
tes sobfe este asunto publicados en Francia, y de entre ellos
recoge algunos datos positivos que le auxilian en su notable obra
de investigación y de crítica.
*
* *
Histoire de la liberté de conscience en Frunce, par GAS-
TÓN BONET-MAURY.—París, Félix Akdn, editor.— Úit volumen
en 4.", 263 páginas, S francos.
Narra el autor las alternativas por que ha pasado la libertad
de conciencia desde el famoso edicto de Nantes hasta la caída
del último imperio, y lleva á cabo la obra aportando dos suertes
de testimonios; los actos del poder ejecutivo, juntamente con los
decretos de los soberanos y las leyes votadas por las Cortes, y
las obras de escritores y filósofos, artículos de la prensa y discur-
sos, representantes genuinos de la opinión pública.
Déla comparación entre estas dos entidades, el pueblo y el
conjunto de poderes constituidos, concluye el Sr. Bonet-Maury
que siempre ha habido correlación estrecha entre la libertad po-
lítica y la filosófica ó religiosa, de tal modo que puede asentar
como principio que la libertad de conciencia no tiene peor ene-
migo que el despotismo, ni mejor apoyo que la libertad de la pa-
labra y de la prensa.
*
* *
Varietés pliilosophiques,/^;/- J. P. DURAND.—Paris, Félix Al-
ean, citiior.— Un volumen en 4.°¡ xxxii-jjj faginas, 5 francos
El objeto de este libro no es otro que el de ahondar en la cues-
tión metafísica para ver el modo de dar á las ciencias particula-
res, especialmente á la Psicología y á la Moral, á la Fisiología y á
la Medicina, y sobre todo á la Sociología, una base firme, sin la
cual no pueden levantarse en la ciencia más que construcciones
provisionales y fugitivas, algo á manera de castillos de naipes.
Varietés philosophiques no es una exposición metódica de su
objeto; éste no se desarrolla gradualmente ni sus partes están en-
cadenadas por la lógica: el libro del Sr. Durand es una colección
de tratados independientes, cada uno con su punto de vista pro-
pio, aunque subordinados todos al pensamiento fundamental y
generador de la obra.
*
* *
La qnestion sociale au point de vue phílosophique, par
LuDWiG SxEiN, professeur de Philosophie h l' Université de Berne.
—París, Félix Alean, editor.— Un volumen en 4.^w-S03 páginas,
10 francos.
Cuando se habla de la cuestión social suele presentarse, como
punto esencial de este problema, su aspecto económico; pero no
deben relegarse las consideraciones éticas, pedagógicas, ñlosófi-
336 REVISTA CONTKMPORÍHEA

cas y jurídicas que reckman nuestra atención, y que, al mismo


tiempo, complican en no escasa parte el asunto. La filosofía tiene
también, según el Sr, Stein, derechos particulares para tratar la
cuestión social.
Las primeras tentativas hechas con el fin de formular el pro-
blema se deben á los filósofos y, mirado desde él punto de vista
histórico, el citado problema se simplificaría tratado por la filo-
sofía. Tal es el objeto del libro que nos ocupa, en el cual se ex¡
pone la situación actual clara y elocuentemente, se estudia las
formas primitivas de la vida y se traza el cuadro de un sistema de
filosofía social en que abundan las ideas originales y en que se
observa un modo singularísimo de discutir tan importante y trans-
cendental asunto.

P. V.

IMPRENTA DE LOb HIJOS DE M. G. HERNÁNDEZ


Libertad, 16 duplicado, bajo.
I9OI
ESPAfifl DESPUÉS DE íh GUERRA

Enigma indescifrable para extranjeros, poco conocedores


de nuestra constitución interna, es sin duda que España, ven-
cedora de Napoleón, en lucha desigual, -apenas comenzado el
último siglo, vencedora del imperio de Marruecos en la cam-
paña de 1859, vencedora en el Callao, donde peleó en 1866,
con buques de madera y una sola frag-ata blindada, contra
baterías punto menos que inexpugnables, sucumbiera casi sin
lucha ante las armas de la república del Norte de América,
potencia ciertamente más industrial que guerrera, y desde
luego con un ejército y una marina sin grandes alientos en su
espíritu nacional, por la falta de tradiciones gloriosas. Pero el
enigma deja de serlo cuando se repara en los cambios sufri-
dos últimamente, por España, en los elementos que consti-
tuyen su vida social, económica, jurídica y política y militar,
y en su forma sustancial, diversa de todo en todo en 1898 de
lo que era en los días de Bailen, de Castillejos y de la guerra
naval del Pacífico.
El huracán de la Revolución francesa sopló por modo es-
pecial sobre las grandes ciudades de España. La degeneración
y la debilidad del absolutismo monárquico, patentes lo mis-
rao en Carlos IV que en Fernando Vlí, facilitaron la obra de
destrucción; los innovadores creyeron haberlo hecho todo
cuando hirieron con excepcional violencia las instituciones, las
creencias, los sentimientos, las costumbres y los modos de
pensar, fijados por la herencia de siglos, que constituían la
vida y la fuerza nacionales ( i ) . Olvidaron que las recoastitu-

( I ) Castavo Le Boa, Psichologie du socialisme, prefacio, págs. 2 y 3. Pa-


(Í8, 1898.
30 de Mayo de /p07.—TOMO CXXII.—CDAD. IV. 22
338 REVISTA CONTEMPORÁNEA

cienes son muy lentas, si es que alguna vez pensaron seria-


mente en sustituir con algo sólido las ruinas acumuladas. Por
otra parte, como no lograron destruir toda la constitución
interna, y la bandera del pasado había sido la de los vence-
dores de los franceses en la guerra de la Independencia y
gozaba de naturales prestigios, y el huracán revolucionario
apenas había causado estragos en la población rural, hubieron
de pasarse buena parte del siglo último en guerras civiles,
peleando con los carlistas, que querían restablecer el imperio
de instituciones heridas de muerte por el espíritu nuevo, sin
tener en cuenta que las aguas de los ríos no vuelven nunca
hacia atrás. ¿Quién podría enumerar los males originados por
estas guerras interminables, y las víctimas que produjeron.?
Pues todavía ha de añadirse que en los períodos de tregua
en las luchas entre carlistas y liberales, sufría España la terri-
ble dolencia de los pronunciamientos, en que se combatían
con sin igual ferocidad moderados y progresistas, radicales y
republicanos, por mano de militares y paisanos que invocaban
el nombre de la patria para perderla con sus hechos y des-
honrarla con sus miserias.
Los efectos de la situación creada por este estado casi per-
manente de guerra civil, ya latente, ya declarada, se han
hecho sentir en todas las esferas de la existencia nacional,
como era natural y lógico que sucediera. Por esto á nadie ha
de sorprender el atraso en que España ha vivido. Durante
casi todo el siglo XIX, eran muy pocos los españoles que se
cuidaban de los progresos de las ciencias, si no era para invo-
carlos ó aprovecharse de ellos en favor de los intereses me-
nudos de su partido; eran muy pocos los españoles que
arriesgaban sus capitales en empresas industriales y de comer-
cio, porque nadie confiaba en los beneficios de la paz, ni se
ocupaba de otra cosa que de la política; eran muy pocos los
españoles que no practicaran el axioma de que en las luchas
de los partidos el fin justifica los medios, y así en nombre de
la religión se cometía toda clase de excesos, y en nombré de
la libertad se ejercía no pocas veces la más ruin tiranía,
además de aprovecharse no pocos de las circunstancias para
labrar cuantiosas fortunas. Tampoco puede sorprender, des-
ESPAÑA DESPUÉS DE LA GUERRA 339

pues de lo dicho, que en el ejército apenas se hallasen solda-


dos de la patria, y abundasen en cambio los instrumentos de
los partidos. Pero sí ha de extrañar que, habiéndose iniciado
en 1874 un período de paz interior, que atenuó muchos de
estos males y aun logró que desapareciera alguno de ellos,
no Aiese aprovechado debidamente este período por la ro-
busta inteligencia del Sr. Cánovas del Castillo para procurar
el restablecimiento del imperio de la ley en la vida social,
sumida en dolencias graves de indisciplina; para aplicar á la
tributación el principio de igualdad de la justicia distributiva,
acabando con la ocultación de la riqueza, una de las primeras
causas del raquitismo del Estado, para poner en armonía el
derecho y los hechos en la vida de los poderes públicos,
dando realidad viviente á la Constitución, falseada constante-
mente en sus aplicaciones, hasta el extremo de que el Minis-
terio responsable, completamente irresponsable en la práctica
por el falseamiento del sufragio, es el Estado y el Gobierno á
un tiempo.
Á la vista de estos hechos no puede sorprender que se
afirme sin reservas que estos años de paz se invirtieron
en consolidar, mejor que el imperio déla restauración monár-
quica, el de la oligarquía de políticos que al realizarse aquella
restauración se agruparon en torno de D. Alfonso XII, y
que á esta consolidación se ha sacrificado todo, la vida y el
porvenir de la patria, puestos en peligro por las indisciplinas
sociales toleradas, por las defraudaciones al Tesoro público
cometidas, por el falseamiento de la Constitución perpe-
tuado, por el escamoteo del espíritu público y de la opinión
pública erigido en sistema, por el favoritismo que encarga la
dirección del Estado y del ejército, no á los más capaces,
sino á los que gozan de más eficaces recomendaciones: causas
engendradas en el período de las revueltas permanentes,
mantenidas en la paz luego, según se ha indicado ya, sin que
se acertara á ver por los pilotos que habían de engendrar
fatal é inevitablemente el desastre. Ejemplos de indisciplina
social son los privilegios del caciquismo; ejemplos de
defraudaciones al Tesoro público son las ocultaciones de
riqueza, que alcanzan cifras asombrosas, pues sólo en la pro-
34'0 REVISTA CONTEMPORÁNEA

vincia de Córdoba llegan á un 156 por 100 de la riqueza impo-


nible; ejemplos de falseamiento de la Constitución son las re-
ducpiones permanentes de todos ¡os poderes del Estado en el
Ministerio; ejemplo de escamoteo del espíritu y de ¡a opinión
pública por el Gobierno son los triunfos electorales de los
candidatos á diputados á Cortes y senadores vitalicios, minis-
teriales y de oposición, designados por los jefes de la oligar-
quía imperante, y ejemplos de favoritismo escandaloso, los
cargos confiados sin preparación alguna á deudos de persona-
jes influyentes en la política do los partidos.
No puede sorprender tampoco, después de esto, que hpya
echado hondcs raíces en la Nación el escepticismo, manifiesto
al comparar el entusiasmo con que antes se daba la vida por
un partido ó por una idea con la indiferencia con que ahora
se mira cuanto á la acción de los partidos en el Gobierno se
refiere. Verdad es que se ha visto desfilar por el poder á abso-
lutistas y liberales, á monárquicos y republicanos, y al mismo
tiempo al interés de partido, y en estos últimos años al de
familia en no pocos casos, antepuesto por sistema al del E s -
tado. ¿Se ha visto alguna vez que al egoísmo utilitario de los
gobernantes no responda,más tardeómás temprano,el egoísmo
utilitario de los gobernados?Por otra parte,laHacienda pública
no ha sido dirigidasiempre con la mira puesta en el interés del
Estado, sino muchas veces con la mira puesta en el interés del
partido. Foresto, cuando surgió el conflicto con la república
norteamericana, se encontró España sin los necesarios recursos
y sin los medios convenientes para sostenerlo con ventaja: se
habían gastado, en crear intereses de partido, los inmensos
recursos de las desamortizaciones, y en premiar servicios
prestados á hombres políticos cantidades incalculables por
exorbitantes. Los hombres de gobierno creían que su misión
única consistía en resolver las pequeñas cuestiones de la polí-
tica interior, y así nunca organizaron ejército ni crearon
una marina capaz de poner á la patria á cubierto de ambicio-
nes extrañas. Después de esto, no sorprenderá á nadie que el
ejército y la marina no pudieran ni aun vender caras sus
derrotas en Cuba y en Filipinas, en Santiago y en Cavite,
oscureciendo así sus glorias de la guerra de la Independencia,
ESPAÑA DESPUÉS DE LA GUERRA 34I

de la de Marruecos y de la del Pacífico, para hablar sólo de


las que viven aún en la memoria í e testigos presenciales y de
actores en aquellas jornadas memorables.

II

Al hablar de la situación de España después de la última


guerra, preciso es distinguir entre la Nación y el Estado. En
la sociedad civil española existen muchos y muy sanos ele-
mentos y g-randes medios de progreso moral y material. En
el Estado casi todo está falseado, ó averiado ó corrompido.
Existe multitud de provincias, entre las cuales han de ci-
tarse en primer término Navarra, Burgos, Vizcaya, Guipúzcoa
y Álava, en que la familia se conserva pura; el concubinato,
la prostitución y el juego son casi desconocidos, cuando no
lo son por completo, y la armonía entre las diversas clases
sociales es completa. Modelos de administración son las dipu-
taciones de estas provincias, y la inmensa mayoría, donde no
la totalidad, de los ayuntamientos. De la fraternidad que rei-
na en no pocas de sus poblaciones darán idea las siguientes
observaciones, recogidas de la realidad: cuando en ellas un
vecino se halla enfermo y no puede labrar sus campos, los
otros vecinos, por indicación del párroco, consagran la tarde
del domingo á labrárselos, y lo mismo hacen con los campos
de las viudas pobres. También merece citarse este otro he-
cho: en la época de la matanza de cerdo, las familias desvali-
das reciben de cada una de las otras una cantidad de carne
tal que, sumados los obsequios recibidos, arrojan una suma
capaz de dar satisfacción á sus necesidades. Excusado es ma-
nifestar que en estas provincias apenas existe el alcoholismo,
la criminalidad es casi desconocida, los suicidios sólo se dan
por demencia, y la educación y la enseñanza primaria realizan
de lustro en lustro grandes progresos ( i ) .
Estas provincias pertenecen al grupo de aquellas en que, á

( I ) Véase mi obra titulada Del desastre nachnaly sus íawíaj, páginas


34 j 25, donde estáa los documentos jusliñcativúi de cuanto en e&te punto se
afirma en el t«xto.
342 KEVISTA CONTEMPORÁNEA

pesar de las tempestades del pasado siglo, perduran las ins-


tituciones, las creencias, los sentimientos, las costumbres y
los modos de pensar, fijados por la herencia de siglos, que
constituían la vida y la fuerza nacionales.
Existen otras muchas provincias, las del Mediodía sobre
todo, en que la familia ha recibido duros quebrantos en su
constitución, sustituido en no pocos casos el matrimonio por
el. concubinato y hasta por el incesto, plaga esta última que
causa terribles estragos en algunas poblaciones de las cerca-
nías de Gibraltar. En esta región no sólo existe la prostitu-
ción en sus dos manifestaciones, oficial y privada, sino que en
Cádiz ha existido por no pocos aBos la prostitución masculi-
na, autorizada oficiosamente por autoridades que percibían
por ello cantidades de consideración ( l ) . Por otra parte, lá
lucha de clases es violentísima, y esto explica que surgiera
en Jerez de la Frontera la terrible asociación anarquista de la
«Mano negra»j con el asalto de aquella riquísima ciudad,
cuando ya se creía disuelta aquella asociación. Verdad es que
la explotación de los obreros por los patronos llega á extre-
mos desconocidos hasta ahora (2). Ha de añadirse para com-
pletar el cuadro qiie en estas provincias el alcoholismo causa
terribles estragos, la criminalidad aumenta de año en año, los
suicidios se repiten con aterrado ra frecuencia y los efectos de
la educación y de la enseñanza primaria ó no se advierten ó
apenas se advierten (3).
Estas provincias pertenecen al grupo de aquellas en que
las tempestades del pasado siglo hirieron gravemente las ins-
tituciones, las creencias, los sentimientos, las costumbres y
los»modos de pensar, fijados por la herencia de siglos, que
constituían la vida y la fuerza nacionales.
Los últimos desastres no han modificado esta constitución
social ni la de las provincias y grandes poblaciones, en que

( I ) Lit prensa pablicd los documentos justificativos de cuanto se afirma


en el texto, y á consecuencia de esto el Gobierno dejó cesante al Gobernador
civil de Cádiz.
(2) Por mucho tiempo se ha dado de jornal á los jornaleros agrícolas en
algunas regiones de Andalucía un real y dos gazpachos.
(3) Véanse las páginas 28 y siguiente de mi obra £>tl desastre nacional y
sus causas.
ESPAÑA DESPUÉS DE LA GUERRA 343
se hallan mezclados y confundidos los caracteres de las agru-
paciones citadas. Pero lo que sí han hecho ha sido llevar á
todos los ánimos la convicción de que España sólo puede re-
dimirse de sus pecados antiguos por medio de la paz y del
trabajo. Así, sucede que, lo mismo en el Norte que en el Sur
de la Península, lo mismo en Levante que en Poniente, y por
modo especial en las regiones en que la abundancia de capi-
tales es mayor, se organizan á diario sociedades para la ex-
plotación de nuevas industrias, mostrando la Nación una vita-
lidad económica que es anuncio de días más felices para el
nombre hispano ( i ) . Se ha hablado y escrito mucho acerca
de cómo se gastaron los millones que España envió á Cuba,
principalmente para el sostenimiento de la guerra contra los
separatistas y los norteamericanos. El poder público apenas
ha procesado á nadie por irregularidades cometidas durante
la guerra en el manejo de caudales públicos. Juzgúese como
se juzgue esta conducta, es lo cierto que con la terminación
de la guerra ha coincidido un aumento de muchísimos millo-
nes en las cuentas corrientes de los Bancos y banqueros de
más sólida reputación y la constitución, con grandes capita-
les, de gran número de empresas agrícolas, comerciales, in-
dustriales, mineras y de navegación. Si fuese lícito descender
á cierto orden de consideraciones, me sería fácil probar que
existen en el extranjero, Gustavo Le Bon lo ha dicho, mu-
chos millones de repatriados de las colonias perdidas, y en
España, ocultos á las miradas de todos, muchos millones que
esperan ocasiones y circunstancias adecuadas para pasar del
fondo á la superficie (2). Es que la casi totalidad de las sumas
invertidas por España en la guerra han sido repatriadas con
otras que han traído los leales, resueltos á no vivir á la som-
bra de la bandera norteamericana.
Faltan datos para determinar con exactitud matemática la

(i) Según datos oñciale?, inferiores á la realidad, en 1900 se han fundado


«n España 114 sociedades con un capital nominal de 357 millones de pesetaf.
De éstas, 17 son navieras, 22 mineras, 9 azucareras y 6 metaliSrgicas.
(7) Salo los siete principales Bancos de Madrid, Barcelona y Bilbao tenían
«n cuentas corrientes á mediados de 1899 la friolera de 1.872 millones de pe-
setas. Aun hoy tiene el Banco de España en cuentas corrientes y en depósitos
en efectivo 732 millone?.
344 RKVISTA CONTEMPORÁNEA

totalidad de estos grandes progresos materiales realizados por


la nación española después del desastre. Puede darse una idea
aproximada de estos progresos por los materiales importados
del extranjero en relación con los importados antes de 1898.
Eli embarcaciones para el comercio, por ejemplo, el zño, en
tre los inmediatos al desastre, en que España importo más,
importó por unos 8 millones de pesetas, y en los dos últimos
años ha importado por más de 114.178.051,• esto, claro está,
además de los barcos mercantes construidos en los asti'leros
de la Península. Lo mismo puede decirse respecto de la im-
portación de máquinas para las industrias que á diario se es-
tablecen: antes de 1898 la importación arrojaba un término
medio anual inferior á 20 millones de pesetas, y en los once
primeros meses de 1900 (no se han reunido todavía en la Di-
rección de Aduanas los datos del mes de Diciemb'^e) esta im-
portación ascendió á 57.875.832 ( i ) . Se comprende que as£
suceda, dada la evolución que se realiza en la sociedad espa-
ñola. Antes se cruzaban regiones enteras sin que se vieran
grandes chimeneas, manifestación cierta de la existencia de
industrias. Hoy apenas existen poblaciones de alguna impor-
tancia en que no se den centros industriales. Antes Barcelona
era la única gran ciudad industrial y comercial de España;
ahora Madrid paga al Estado por contribución industrial y de
comercio más que Barcelona, y Bilbao compite ventajosa-
mente ep opulencia con la capital del antiguo principado c a .
talán (2). Por lo demás, sólo en la provincia de Granada se
han montado en estos últimos años diez fábricas de azúcar de
remolacha, ocho en la provincia de Zaragoza, cinco en la de
Asturias, tres en la de Madrid, y trece más en otras regio-
nes. Ha de advertirse que estas fábricas funcionan á pesar de
que sólo en la provincia de Málaga existen diez y seis fábri-
cas de azúcar de caña, diez en la de Granada y dos en la
de Almería, arrojando un total de producción, desde el prin-

( i ) Las revistas de economía y estadística que en EspaSa se publican


calculan que las compras de maquinaria hechas por españoles en el extranjera
durante el aSo liitimo han importado 80 millones, 70 las de baques y 1)0 el
aumento de primeras materias.
(2) Laa pruebas de eíta verdad están íntegras en la obra mía que se ba
citado.
ESPAÑA DESPUÉS DE LA GUERRA 34$

cipio de la zafra hasta 30 de Septiembre del año pasado, de


33.215.278 kilog^ramos, que, sumados á 28 469 614 produci-
dos en la misma época por las fábricas de azúcar de remola-
cha, dan un total de producción en los nueve primeros meses
de 1900 de 61.684.890. Ha de añadirse que las cantidades
salidas de las fábricas en dicho tiempo eran superiores á las
que arroja la fabricación, puesto que se elevaron á kilogra-
mos 63.656.518 ( I ) .
Ha de obseivarse que apenas existe una rama de la activi-
dad económica en que este mismo fenómeno no se advierta.
La provincia de Ciudad Real era hace poquísimos años in-
menso erial, del que parecía haber huido toda vegetación. El
último tratado de comercio con Francia convirtió buena parte
de aquellas inmensas llanuras en viñedos. La caducidad de
aquel tratado obligó á los manchcgos á perfeccionar sus me-
dios de producción, á buscar nuevos mercados para sus pro-
ductos Y á levantar numerosas fábricas de alcohol vínico. El
resultado de su actividad es el siguiente: existen en la provin-
cia 418 fábricas de primera clase, con una capacidad produc-
tora de 227.732 litros; 39 de segunda, ccn una capacidad
productora de 36.9^7; 22 de tercera, con una capacidad pro-
ductora de 31.956; seis de cuarta, con una capacidad produc-
tora de 4.989, y cinco de quinta, con una capacidad produc-
tora de 6.750. Los resultados inmediatos de este cambio eco
nómico no se han hecho esperar: en muchos pueblos ha ocu-
rrido lo que en el Tomelloso, por ejemplo, que hace poquí-
simos años tenía una población que no llegaba á 9.000 almas
y actualmente cuenta con más de 20.000, y antes contaba
con muchas familias que vivían con gran dificult&d y hoy no
cuenta con un solo pobre (2). Ha de añadirse que ésta no
es industria peculiar y exclusiva de la provincia citada. Zara
goza cuenta con 273 fábricas de la misma clase, Zamora con
179, Valladolid con 125, Valencia con 248 y Madrid con

( I ) Dirección general de Aduana?, Producción y circulación de azúcares,


achicoria y alcohol .industrial en los nueve primeros meses de 1900, Ma-
drid, 1900.
(2) E'ítos datos me han sido facilitados, unos por la Direccidn general de
Aduanas 7 otros poi las autoridades del Tomelloso.
346 REVISTA CONTEMPORÁNEA

164, arrojando la estadística oficial un total en todo el Reino


de 2.921 fábricas del alcohol vínico, cifra enormemente infe-
rior á la realidad, según informaciones serias personales; pero
que, así y todo, representaron en el segundo semestre de 1900
una capacidad productora de 1.889.609 litros, y para la Di-
rección de Aduanas valores en la exportación por 456.340
pesetas (i).
Sin embargo, no es este ramo de la actividad económica
de los que prueban por modo incontrovertible los progresos
realizados por España en estos últimos años. Mejor idea da
de estos progresos lo que ocurre en la industria minera. Ihe
Statesman's Year-Book 1^00 da noticias de notoria exactitud
acerca de los progresos realizados en 1898 y el desarrollo al-
canzado por dicha producción. Para completar aquellas noti-
cias se apuntarán algunos datos referentes á las provincias del
centro de la Península, es decir, de aquellas provincias en que
las explotaciones mineras son menos productivas por la difi-
cultad de dar salida á los productos. En Guadalajara, por
ejemplo, se pidieron por particulares, en 1898, 3.378 perte-
nencias ó hectáreas para la extracción de diferentes sustancias
minerales; en 1899, esta cantidad de pertenencias ó hectáreas
se elevó á 5.416, y en 1900 á 42.304. Para estas explotacio-
nes se han constituido diversas sociedades, casi todas ellas
con capitales españoles, y una de ellas compuesta de vascon-
gados, con tan grandes alientos que, para dar salida á los
productos de las minas de ricos hierros del Este de la pro-
vincia, está proyectando la construcción inmediata de un fe-
rrocarril de vía ancha que, partiendo de las minas, y con un
recorrido de"2oo kilómetros, llevará los productos al puerto
de Castellón de la Plana. La misma actividad se advierte en la
provincia de Soria, también del centro de la Península, y en
la que la afición á las explotaciones mineras es recentísima.
Como que en 1898 se inició casi, y se pidieron unas i.cxx) per-
tenencias ó hectáreas, y en 1900 esta cifra se ha elevado á
7.640, constituyéndose gran número de sociedades para la
explotación. Entre éstas merecen citarse, por su potencia eco-

(i) Dirección general de Aduanas, obra citada. Madrid, 1900.


ESPAÑA DEbPÜÉS DE LA GUERRA 34/

nómica, la que ha comenzado á explotar los hierros del Mon-


cayo, y está construyendo un ferrocarril que ha de llevar los
productos á Castejón, y la que en estos mismos días da co-
mienzo á sus trabajos para la explotación de la cuenca hulle-
ra del río Mamibles, la cual transportará también por ferroca-
rril propio sus productos á la estación de Calatayud, del ferro-
carril de Madrid á Zaragoza y Barcelona. Lo mismo sucede
en la provincia de Cuenca, también del centro, en la que se
pidieron en 1898 sólo ¿574 pertenencias ó hectáreas, cantidad
que se ha elevado á 5.891 en el año último.
Si esto sucede en las provincias que luchan con falta de
vías de comunicación para la exportación de sus productos,
¿qué sucederá en las provincias cercanas á la costa?
En la provincia de Sevilla dos compañías, una española y
otra extranjera, explotan dos grandes minas de hierro, una
llamada «El Cerro», que se calcula que contiene un total de
20 millones de toneladas de este metal, y la otra, no tan im-
portante por su cuantía, tiene la ventaja de estar mejor situa-
da que aquélla, porque está sobre el ferrocarril de Mérida á
Sevilla. De la primera se han extraído ya 800000 toneladas
de- mineral. En la segunda comenzaron los trabajos en Mayo
último, y en estos mismos días se ha descargado en Sevilla el
primer tren de mineral, que por cierto es excelente, según
dictamen técnico. A poca distancia de efetas minas está, en el
pueblo de Villanueva, el centro, en aquella región, de la ex-
plotación minera del carbón de piedra. Pertenecen estas mi-
nas á la Compañía de los ferrocarriles de Madrid, Zaragoza y
Alicante, la cual, cuando hace poco tiempo costaba á 40 y
45 pesetas la toíielada de carbón de piedra, disponía de 500
toneladas diarias á 25 pesetas, y de tan superior calidad que
compite con ventaja con la hulla de Bélmez y de Cardiff. Y
no se crea que lo dicho es todo. Las ventajas obtenidas en
estas minas han estimulado á varias sociedades y aun á algu-
nos individuos de gran posición social en estas provincias, y
sólo en estos últimos meses se han señalado más de 4.000
hectáreas de superficie como correspondientes á minas de
carbón, de hierro y de cobre. Ha de añadirse que lo que su-
cede en esta parte de Andalucía se repite en otras muchas re-
348 " REVISTA CONTEMPORÁNEA

giones de España, aun en algunas como Galicia, en las que


apenas era conocida hasta ahora la riqueza minera: en Bece-
rieá, por ejemplo, han comenzado hace pocas semanas los
trabajos de exploración en varias galerías de minas de pirita,
cobre y oro, y ya trabajan en ellas más de 600 mineros. Si
en vez de un artículo se tratara de una estadística, ¡cuántas do-
cenas de hechos tan importantes como éstos podrían citar-
se! ( I ) .
No se crea que por acudir á estas nuevas formas do la ac-
tividad económica se descuidan las antiguas. Las regiones sin
árboles y sin cultivo desaparecen con rapidez. Los ríos que
periódicamente inundaban extensísimas vegas y destruían ri-
cas huertas, son canalizados y sus caudales disminuidos por
pantanos de gran cabida. Los cultivos intensos se multiplican,
y en las huertas de Valencia^ Murcia y Alicante y en el tér-
mino de La Puebla de Mallorca se dan propietarios que ob-
tienen de beneficio de sus tierras en un año más que les costó
su adquisición. Así se explica que la agricultura llene no sólo
las necesidades de una población que va en rápido crecimien-
to, digan lo que quieran los censos, sino que pueda exportar
con grandes provechos, gracias á la situación de los cam-
bios con. Francia é Inglaterra principalmente, sus sobrantes de
verdadera cuantía. La exportación de aceite se ha elevado á
32.240.045 kilogramos en los once primeros meses de 1900;
la de uvas y demás frutas frescas, á 47.541.294; la de pasas,

( I ) Galicia es Ja región de España en que ha tardado más en generalizarr


se ei movimiecto industrial. Así y todo, en Caldas de Reyes se está terminan-
do por los Sres. Salgado la construcción de una fábrica* de azúcar, fundada y
sostenida con capital exclusivamente gallego, que asciende á unas 3.500.000
pesetas; en Vigu se han inaugurado ú!timamente una j^ran fábrica de haiinas
y otra de cognacs y champagne Kola; en Padrón se ha constituido una socie-
dad de cuyo consejo de administración es presidente el Duque de Terranova,
para la explotación de una tábrica de aziicar con capitales gallegos y catalanes
y 600.coo pesetas de capital extranjero; en Muros se ha descubierto una mina
aurífera cuya explotación comenzará en breve; en el Ferrol se está firmando
una gran sociedad para la construcción de buquef; en Ribadavia el ex diplo-
mático Sr. Cea Bermúdez se dispone á comenzar la explotación de una gran
mina de hierro, en Vigo se han establecido por los ingenieros industriales seño-
rea Barreras y Pérez dos fábricas de conservas; en Ribadeo han comenzado los
Sres, Casas la explotación de anas minas de carbón, y por último, en Santia-
go se ha constituido una importante sccledad llamada «Compañía Gallega de
Vapores> para hacer el comercio entre España, Portugal, Francia é Italia,
ESPAÑA DESPUÉS DE LA GUERRA 349

á 34.904.949; la de avellanas, á 5 057.580; la de cebollas, á


64.415.756; la de patatas y demás hortalizas, á 24.024.108;
la de almendras, á 4.574.417; la de aceitunas, á 5.730.156,
y la de naranjas, para mentar sólo las más importantes, á
208.159.612 ( I ) . ¿NO prueba todo esto que pasaron los tiem-
pos en que los españoles lo esperaban todo de Dios y nada
de su esfueizo personal, y por esto no pedían á su trabajo lo
que éste les da en todos los órdenes de la actividad económi-
ca? ¿No prueba también cómo no se perdona medio en este
punto el gran número de dehesas que en estos últimos años
se han puesto en cultivo en Andalucía y Extremadura, dando
un aumento de riqueza que puede calcularse, según personas
competentes, en más de 37.000.000 de pesetas? ¿Qué más
puede pedirse ese punto á las dolorosas enseñanzas de los
últimos desastres?

III

Se ha dicho antes que la población de España está en pe-


ríodo de rápido crecimiento, digan lo que quieran los censos,
y necesario es evidenciarlo, ya que la población y el territorio
constituyen los dos elementos esenciales de las naciones.
En España, el contribuyente ha visto malgastar á los Go-
biernos los dineros de la Nación, y este hecho explica el afán
de muchos de ocultar su riqueza á las miradas del fisco. Pero
no es posible, en muchos casos, esta ocultación en materias
industriales y comerciales, si al mismo tiempo no se oculta
población, porque las exigencias del fisco en estas materias
aumentan á medida que la población aumenta. Y es de ver
cómo las autoridades y los jefes locales de todos los partidos
marchan de acuerdo con las poblaciones en este punto, sin
que existan discrepancias de ningún género y especie. Ade-
más, aquí el ejército ha servido de brazo de los partidos me-
jor que de instrumento de la patria, según se ha observado

( I ) Direcci<5n de Kdiixa.Tíii, Resúmtnes de la estadística del comercio ex-


terior de España durante los -once primeros meses de los años iSg8, tSgg y
7j>oo.—Madrid, 1900.
350 REVISTA C O N T E M P O K A N E A

antes, y este hecho explica el afán de los pueblos por evadir


el servicio de las armas. De aquí que muchos no inscriban á
sus hijos en el censo, medio el más seguro de no entrar lue-
go en quintas, siempre que los padres logren el silencio de
los denunciadores posibles con su complicidad en otras ocul-
taciones. En este punto hay regiones en que no figuran inscri-
tos en el censo ni la décima parte de los mozos sorteables,
siendo Asturias la provincia sobre que han recaído más y más
graves denuncias, sin resultado, porque la potencia del caci-
quismo ha obtenido para la provincia la impunidad en esta
ocultación, perjudicial á las provincias que proceden con ma-
yor suma de probidad y honradez y no se burlan del texto
constitucional, que declara que todos los españoles están obli-
gados á servir á la patria con las armas cuando son llamados
por la ley. Verdad es que los que no están empadronados no
son llamados nunca por la ley á prestar este servicio, y como
no existen para el Estado, y la cuasi universalidad del delito
en ciertas regiones fabrica cómplices en todas partes, no ha
de esperarse que esta irregularidad termine, por ahora al
menos.
En los lectores no españoles producirán asombro estas afir-
maciones. Pero ¿no es acaso más fácil ocultar población que
grandes inmuebles? Pues sépase que en la provincia de Bar-
celona existen 141.419 casas, de las cuales sólo tributan
81.244, permaneciendo ocultas á las miradas del fisco 60.175;
que en la provincia de Granada existen 102.986 casas, de las
cuales sólo tributan 72.477, permaneciendo ocultas á las mi-
radas del fisco 30.509; que en la provincia de Cádiz existen
59.098 casas, de las cuales sólo tributan 45.133, permane-
ciendo ocultas á las miradas del fisco 13.965, y que en la de
Córdoba, para no multiplicar los ejemplos, existen 83.357
casas, de las cuales sólo tributan 62.054, permaneciendo ocul-
tas á las miradas del fisco 21303 (i). Si en cuatro provincias
existen 125.952 casas sin que el Estado se entere de ellas,
¿no es más fácil que existan en la Nación algunos millones de

( I ) Para comprobar la exactitad de estas cifras basta comparar los No-


menclatois publicados por el Instituto Geográfico y Estadístico coii las estadís-
ticas de la Dirección de Contribuciones últimamente publicadas.
ESPAÑA DESPUÉS DE LA GUERRA 351
. habitantes sin que los censos se enteren de ello? He hecho
antes de ahora la comprobación en poblaciones de pequeño
vecindario, y en todas ellas la cifra de población real es su-
perior en más de una quinta parte á la suma de la población
oficial. Adviértase ahora que en las pequeñas poblaciones
es donde la ocultación es en este punto más difícil, porque
cualquiera puede llevar á cabo los trabajos de comprobación
realizados por mí, y porque el caciquismo que ampara estas
irregularidades tiene mucha menos fuerza en las poblaciones
pequeñas que en las grandes. Si en vez de tratarse de un es-
tudio sociológico y político, se tratara de una causa, y el
juez me obligara á decir todo lo que en esta materia sé por
testigos irrecusables, afirmaría resueltamente y probaría que
existen muchas provincias en que la población real es supe-
rior en más de un 2$ por lOO á la oficial, y que el número
de habitantes de España, teniendo en cuenta que existen pro-
vincias en que esta ocultación ó es insignificante ó apenas
existe, excede en mucho de 22 millones, lo cual da un aumen-
to en el siglo pasado de más de un 60 por 100, sin que nadie
pueda tachar con fundamento esta cifra de exagerada, sino
precisamente de todo lo contrario.

IV

Se ha dicho antes que en el Estado casi todo está falseado,


ó averiado, ó corrompido. En efecto, se da en España el
caso singular de que existen en ella dos Estados: uno el Es-
tado oficial y otro el Estado real. Constituyen el primero la
Corona, el Ministerio, las Cortes y el cuerpo electoral, y cons-
tituyen el segundo la oligarquía de políticos imperantes con
una red de delegados suyos, se les llaman caciques, que rei-
nan y gobiernan como los antiguos señores de vasallos. Casi
todos los grandes políticos tienen su provincia ó región don-
de todo les es permitido: amparan las grandes ocultaciones
de riqueza en sus deudos y amigos, ordenan á las autorida-
des sus decisiones, prescriben no pocas veces á los tribuna-
les sus sentencias, y no permiten que se mueva una hoja en
352 REVISTA CONTEMPORÁNEA

el árbol sin su consentimiento. Las ocultaciones de riqueza


llegan á extremos inconcebibles por fabulosos. En el distrito
de Navalmoral de la Mata, un solo propietario tiene ocultas á
las miradas del fisco 30.000 fanegas, sin que hayan sido de
provecho las denuncias presentadas para que el fisco viera lo
que no quiere ver, y el caso se repite en Málaga y en cien
partes más. Verdad que no puede sorprender esto á quien
sepa, por ejemplo, que el Sr. Romero Girón denunció en las
Cortes á un hombre político que había adquirido una finca en
40.000 duros y la había amillarado en 4 000 pesetas, y que
al cabo de los años sigue el fraude como el primer día. Tris-
te es que estas cosas ocurran, porque la miseria en que el
Estado vive es la causa principal del último desastre. Pero
más triste es todavía que la voluntad de los oligarcas se an-
teponga á leyes y reglamentos, que los tribunales no gocen
siempre de toda la libertad necesaria en la emisión de sus fa
líos, que el favor y la recomendación se antepongan por sis-
tema al derecho y á la justicia. Un Ministro de Gracia y Jus
ticia, el Sr. Duran y Bas, reconoció en circular de 4 de Abril
de 1899 que «las influencias políticas influyen á las veces en
las decisiones de los tribunales». Y no hacía falta esta decía-
ración, porque lo que acaba de exponerse está en la concien-
cia de todos, y bien de manifiesto en las sentencias contra-
dictorias que se publican
Ha de tenerse en cuenta, sin embargo, que el actual régi-
men de gobernación del Estado no podría sostenetse un solo
día si los oligarcas no dispusieran de medios para anteponer
el favor á la ley y á la justicia en multitud de casos. El caci-
que es un instrumento necesario en la política española. Aquí
.=e estableció el sufragio universal antes de crear cuerpos elec-
torales, y, sin los caciques, en muchos distritos rurales no
habría elecciones, ó á lo más los diputados á Cortes serían
elegidos por insignificantes minorías. Ahora bien, es natural
que los caciques no quieran trabajar gratis, y que exijan en
cambio de sus servicios los favores del poder poder público
para ellos y los suyos. Es cierto que este mal gravísimo va
en disminución en algunas provincias; pero también lo es
que en éstas es sustituido por otra enfermedad, antes de aho-
ESPAÑA DESPUÉS DE LA GUERRA 353

ra aquí desconocida, la compra venta de sufragios. Y aquí


surge un fenómeno digno de meditación y estudio: las pro-
vincias socialmente más morales, Vizcaya entre ellas, son las
que ofrecen ejemplos más escandalosos de la compra venta
de sufragios. Interrogadas por mí varias autoridades morales
de las provincias á que se alude acerca de las causas de esta
nueva enfermedad política, han contestado unánimemente
que éstas se hallan en el escepticismo político de las masas
electorales, cada vez más convencidas de que, voten como
voten, no ha de mejorar la situación del Estado, y en la im-
punidad de que estos delitos gozan, á pesar de las leyes que
para castigarlos se publican. Las consecuencias que todo esto
produce son: á las Cortes van los políticos de oficio, que en
la mayoría de los casos deben al caciquismo y á la presión
oficial la elección, los deudos y contertulios suyos, y este
personal se completa con gente rica que gasta por figurar y
aun de hallar medios de pasar los días con algunas maneras
y diversidades de entretenimientos. Estos elementos no son
los más adecuados á dar á cía representación nacional» los
prestigios de instrucción y talento que le son necesarios para
hacerse perdonar lo irregular de su origen. No debe extrañar,
por lo tanto, que no haya sido posible reemplazar á aquellos
grandes parlamentarios que se llamaron Bravo Murillo, Ale-
jandro Mon, primer Marqués de Pidal, Donoso Cortés, Gon-
zález Brabo, Cánovas, Castelar...
¿Quiere decir todo esto que deba renunciarse á que Espa-
ña torne á ser lo que ha sido, lo que merece ser por su pa-
sado, y aun por las muestras de vitalidad económica que está
dando? (i). España ofrece á la sociología y á la ciencia po-
lítica ejemplos de elocuencia avasallora de cuan exacto exac-
to es que las naciones latinas necesitan para ser grandes de
un hombre que sepa conducirlas á la victoria en las diversas
esferas de su actividad social y política. Cuando los Austrias

( I ) E S imposible recoger en un estudio de esta naturaleza los hechos


que justifican las indicaciones del texto; pero no puede renunciarse á consig-
nar que hace poco se ttatá de fundar un Banco en Gijón, para lo cual se abrió
una suscripción para cubrir l o millones de pesetas, y se obtuvo seis veces la
suma pedida. Ha de aSadirse que Gijón no es siquiera capital de provincia, y
que se trataba de un Banco local por lo tanto.
23
354 REVISTA CONTEMPORÁNEA

fueron Reyes y Generales de cuerpo de entero, España, que


acababa de terminar la obra de su reconquista, fué grande
de veras, y cuando los Austrias no fueron Reyes ni Genera-
les vino rapidísima decadencia. Durante la época de los Bor-
bones, apareció Ensenada, y España al punto recobró su im-
portancia en la política internacional. ¿Hay acaso un español
que dude de que sin el asesinato de Cánovas no hubiera ocu-
rrido el desastre, ó porque hubiera sabido evitarlo por medios
pacíficos, ó porque hubiera sabido hacerle frente por medio
de las armas? Y esto lo creen aun los que estiman que alcan-
za á Cánovas no poca responsabilidad en los males que Es-
paña padece, porque prestó á las- miserias de la política me-
nuda la atención debida sólo á los grandes problemas de la
vida nacional.

La prueba, sin embargo, más evidente de que España tor-


nará á ser lo que ha sido nos la da, no ya sólo lo que en el
orden económico sucede en la vida social, sino también
lo que en este mismo orden sucede en el Estado. Los años
de paz de la restauración habían logrado mejorar la Hacienda
española, convertida en un verdadero caos por la revolución
de 1868, y en especial por la república de 1873; pero la
guerra separatista de Cuba y la insurrección de Filipinas, ocu-
rridas cuando España comenzaba á ver regularizada su Ha-
cienda, ocasionaron un terrible salto hacia atrás. La guerra
internacional agravó las dificultades de aquella situación, más
deplorable aún por los ojos con que la miraban los extraños
que por lo que era en sí misma, y en relación con la potencia
tributaria social. Pues bien, han bastado dos años y el esfuer-
zo de un hombre, el Sr. D. Raimundo Fernández Villaverde,
para que la Hacienda española se ponga en condiciones de
vida regular y ordenada. Y adviértase que las consecuencias
de las guerras coloniales, de la guerra extranjera y de la
pérdida de la soberanía de España en las islas de Cuba,
Puerto Rico y Filipinas fueron para la Hacienda española
ESPAÑA DESPUÉS DE LA GUERRA 355

las siguientes: primera, una deuda amortizable de pesetas


1.469.425.625; segunda, una deuda flotante de más de 1.336
millones, y tercera, una carga anual por intereses y amorti-
zación de las expresadas deudas y por el pago de las obli-
gaciones de aquellas colonias, que gravaron el Tesoro de
la nación, de 252.797.560. Ha de añadirse que á la cifra de
esta carga anual se agregó el déficit que el presupuesto ofre-
cía desde 1851 en sus liquidaciones, y se verá por modo
claro que el problema planteado consistía en cubrir, como
obligación anual una suma que no podía estimarse en menos
de 300 millones de pesetas ( i ) . ¿No era natural que muchos
que no conocen la fuerza económica de España, creyeran que
el esfuerzo que suponía el cumplimiento de este compromiso
anual era ciertamente superior á sus fuerzaj?
Se han podido obtener datos ciertos acerca de la liquida-
ción provisional del presupuesto de xgoo, y de estos datos
resulta que, á pesar de haberse cubierto con ingresos del pre-
supuesto ordinario 27.421.976 pesetas de gastos del presu-
puesto extraordinario, todavía ha habido un sobrante, por ex-
ceso de los ingresos sobre los gastos, de 60.884.178, en la
siguiente forma: los ingresos realizados por todos conceptos
durante el año de 1900 ascendieron á 967.158.075 pesetas, y
los gastos hechos durante el mismo período de tiempo subie-
ron á 878.851.911, lo cual da un sobrante de 88.306.164.
Ahora bien, descontando de estos 88.306.164 pesetas los
veintisiete millones de que se ha hablado antes, resulta redu-
cido el sobrante á la cifra indicada. Ha de tenerse en cuenta
además que habían cesado unos y disminuido otros de
los recursos extraordinarios y transitorios, que habían au-
mentado los ingresos de 1899 en 145.455.827 pesetas. Así,
por ejemplo, el recargo especial de guerra, que en 1899 había
dado 25 78Ó.416 pesetas, en 1900 sólo dio 836.7Ó5; la fabri-
cación de moneda, que en 1899 había producido al Tesoro
16.316.770 pesetas, en 1900 sólo produjo 1.324.629; los re-

( i ) Proyectos de ley de Presupuestos generales del Eitado para el año


ecoQámico de r899-l9oo y de otras leyes presentadas á las C o i t ü por el Mi-
nistro del ramo D. Raimundo F. Villaverde el 17 de Junio de 1899.—M*"
drid, 1899.
^ 356 REVISTA CONTEMPORÁNEA

cursos transitorios, que en 1899 habían producido 63.439.386


pesetas, en 1900 sólo produjeron 22 795.125; por último, las
redenciones del servicio militar, que en 1899 dieron pesetas
13.129.750, en 1900 no produjeron ingreso alguno. Compa-
rando ahora la recaudación de 1899 con la de 1930, se ve que
en 1899 se recaudaron 956.812.383 pesetas,' de las cuales
811.356.556 procedían de recursos ordinarios y 145.455.827
de recursos extraordinarios, como se ha indicado ya, y que en
1900 se recaudaron 97.0.676.526 pesetas, de las cuales sólo
28.507.034 procedían de recursos extraordinarios. Resulta así
claramente demostrado que en los ingresos ordinaiios se ha
obtenido un aumento líquido en el último año de 130.812.936.
Cier^amente más hubiera podido obteneiscsi de frente se hu-
biesen atacado las grandes ocultaciones de riqueza; pero no
es escaso el sobrante obtenido, ni de poca consideración el
acrecentamiento alcanzado en los ingresos.
Exammando los capítulos del presupuesto de ingresos en
que se han obtenido aumentos, se ve que éstos proceden
principalmente del impuesto de utilidades, nuevamente creado,
del de derechos reales, que un cuerpo celoso de su honor pro-
fesional cuida con esmero, del nuevo impuesto sobre el azúcar
y del canon que la Tabacalera paga al Gobierno por la renta
de tabacos, y que, en cambio, la contribución de inmuebles,
cultivo y ganadería sólo ofrece un aumento de 1.944.530 pe-
setas, la industrial un aumento de 5.310917 y la de minas
un aijmento de 1.398 433, lo cual prueba que en este punto
la Administración ha hecho poco, porque estos aumentos no
representan sino una pequeña parte de las tierras últimamente
puestas en cultivo, de las fábricas últimamente abiertas, y de
las sociedades que se han constituido y de las minas que han
comenzado á explotarse. Porque resulta que había hace ya
algunos años 4 206.263 casas, y que sólo en Huelva se hap
construido 30.000 en el último lustro, y que la Dirección ge-
neral de Contribuciones sigue sólo teniendo noticia para los
efectos de la tributación de la existencia de 2.631.234, lo cual
da una ocultacióii de 1.575.029 (r); que el Instituto Geográ-

(¡} Del abandjno de la Admioistracidn, pjr lo que hizt á la rijueía ur-


ESPAÑA DESPUÉS DE LA GUERRA 357

fico y Estadístico calculaba hace ya algunos ocultación


de superficie en un 33 por 100 y el valor de esta ocultación
en 446.563.393 pesetas; habiendo mostrado los trabajos rea-
lizados últimamente en varias provincias que estas cifras son
muy inferiores á la realidad: ¡y sin embargo las cosas siguen,
según se ve, como estaban, ó poco menos! (i); que lo mismo
sucede por lo que hace á las riquezas de industria y comer-
cio (2); y que constando por las mismas estadísticas oficiales,
así españolas como inglesas, que sólo á Inglaterra se han ex-
portado en esos últimos años metales y minerales por unos
184 millones de pesetas anuales, el total de la producción mi-
nera haya dado sólo al Estado el año que más 5,100.000(3).
Verdad es que la misma Administración ha reconocido hace
ya no pocos años que «sobrarían en España recursos para el
Tesoro, sin apelar á nuevos impuestos, si una Administración
inteligente, sabia y enérgica pusiese coto á la ocultación» (4).
Los efectos de este estado de cosas son: primero, que el
Estado vive pobremente, ó sea sin los recursos necesarios
para cumplir sus fines; segundo, que mientras el contribuyen-
te de buena fe se arruina, los ocultadores labran pingües for-
tunas, y tercero, que la Nación no goza de la paz interior y
del bienestar que produciría el imperio en el Gobierno de las
más elementales'reglas de la justicia distributiva.

baña, da cabal ncticia el siguiente párrafo de uua ciicalar suscriti por el en-
tonces Ministro de Hacieod!", Sr. F. ViUaverde. «Por lo que hace á la riqueza
urbana, se da el caso de que, estando ordenada la confección da los registros
fiscales, ha venido en desaso el camplimiento de las prescripciones reglamen-
tarias á tal fin encaminada!!, sin que al presente se ocupen las Delegaciones de
Hacienda en llevar á debida ejecución dicha rtf' rmat.
( I ) Instituto Geográfico y Estadístico, Reseña gtográfica y estadística de
España, pág?. 491 y siguientes.
(2) El Economista ha denunciado el hecho, y como éste existen machos,
de que da Compañía del tranvía del Norte de Madrid nc pagó nada por con-
tribución indmtrial en el primer semestre de 1S98 á 1899; la Compañía del
Este sólo pagó en dicho semestre 2.032,44 peseta», y la Compañía de Esta-
ciones y Mercados no pagó más que 840,28 pesetas».
(3) En 1900.
(4) Intervención general de la Administración del Estado, Estadística de
los presupuestos genera'es del Ettado y de los resultados que ha ofrecido su
liquidación en los años 1850 á 1990-9', píg'- 37, 38 y 39. Madrid, 1891.
358 REVISTA CONTEMPORÁNEA

VI

Es muy difícil hallar en España quienes, al estudiar la rea-


lidad social y política, logren desprenderse por completo d e
los prejuicios de escuela ó de partido y librarse de la influen-
cia de las fantasías en la razón. Por esto suceden aquí no po"
cas veces cosas muy difíciles de ser explicadas á extran-
jeros .
A cualquiera se le ocurre que lo primero que debió hacer-
se después de terminada la guerra última, y ai par que se po-
nía en orden la Hacienda, era preparar la reorganización del
ejército, y aún mejor la construcción de una nueva y podero-
sa escuadra, más necesaria ésta que aquél, si ha de conservar-
se el dominio de las Baleares y Canarias, toda vez que las de-
rrotas últimas se debieron en gran parte á deficiencia é in-
suficiencia de los medios militares de que se dispuso. La re-
organización de la Hacienda se realizó en lo esencial, no sin
enérgico combate, gracias á la sólida preparación, á los talen-
tos y sobre todo á las energías de carácter del Sr. Fernández
Villaverde; pero la reorganización de la marina no se ha-inten-
tado siquiera, y la del ejército apenas se ha intentado, todo
por razones tan fútiles que avergüenza consignarlas. En cam-
bio, bajo el imperio de un mismo partido se han impuesto dos
planes de enseñanza contradictorios, ultraconservador el uno
y cuasi radical el otro, y gracias si al fin se logra implantar la
autonomía de nuestras Universidades, gloriosas cuando fueron
libres ( i ) . En cambio, en el orden internacional nada .se ha
hecho, á pesar del Congreso hispano-americano, para abrir á
España nuevos horizontes, empeñados los directores de la po-
lítica en encargar casi siempre la dirección de los asuntos
internacionales á verdaderos incapaces, sin que las duras lec-
ciones de la experiencia les hayan enseñado nada de prove-

(i) En este punto, la laborAa sido ficilitada á lo poderes pdblicos por


dos eminencia? uDiTetsitarias, D. Gumersindo de Azcárate y D. Vicente Santa-
maría de Paredes. La ponencia de éste en la Universidad Central puede de-
cirse que puso el sello definitivo á la obra.
ESPAÑA DESPUÉS DE LA GUERRA 359

cho, al parecer. En cambio, nada de importancia se ha hecho


en el sentido de mejora moral y material de la Administración
del Estado, las provincias y los municipios, y lo poco que se
ha hecho, se ha hecho con debilidad, con daño y á las veces
con injusticia, y en algunos casos no se ha sabido sostener ni
aun lo bueno que se ha hecho. En cambio, como si la histo-
ria del siglo pasado nada enseñase, por culpa de los de la de-
recha y por culpa de los de la izquierda, y aún más por debi-
lidades del poder público, se enciende de nuevo el fuego de
las pasiones sectarias, y la prensa de gran circulación, radical
casi toda ella, consagra á esta labor fratricida la atención que
requieren los problemas referentes á la vida nacional, y escri-
be cada mañana y repite cada noche con Gambetta «el cleri-
calismo es el enemigo», á lo cual contestan los exaltados de
la derecha diciendo á sus masas: ¿Ven ustedes cómo el régi-
men de libertad es incompatible con nuestras creencias?

DAMIÁN ISERN.
ESTUDIOS SOBRE EL CANAL DE NICARAGUA

Consecuencia inmediata del nuevo orden de ideas estable-


cido al terminar con la derrota de España la guerra entre ésta
y los Estados Unidos es llevar al terreno de la verdad el pro-
yectado canal de Nicaragua, vasta empresa cuyo débil y va-
cilante apoyo prestado hasta el presente por el Gobierno de-
la Unión se convertirá en empresa nacional, por ser la solda-
dura que une las aspiraciones de aquel país con su destino
manifiesto.
Las teorías fin de siglo mantenidas por Salisbury y Cham-
berlain, cuya parte práctica han sido los Estados Unidos los
primeros en poner sobre el tapete, convirtiendo el derecho
internacional en canibalismo, tendrá su epílogo (por un in-
terregno no muy largo) en la apertura del canal mencionado.
¡Dios salve á nuestra raza en América, venida al mundo para
más altos fines de ios que se vislumbran en un porvenir tan
poco halagüeño!

Es el canal marítimo de Nicaragua la solución del proble-


ma intentado por Colón hace cuatrocientos años. El descubri-
miento de una vía marítima para las Indias Orientales á través
del Océano hacia Occidente.
Pasadas cuatro centurias desde el primer intento del gran
navegante, las mayores energías científicas se han ocupado
en buscar un paso á través del continente americano que su-
primiera, una vez encontrado, el pesado rodeo del cabo de
Hornos, cuyos tempestuosos mares y casi eterna navegación,
no exenta de peligros por la gran latitud que aquél alcanza,
hacía, si no imposible, por lo menos muy costoso y aventu-
ESTUDIOS SOBRE EL CANAL DE NICARAGUA 361

rado el trato comercial entre el continente antiguo y los paí


ses occidentales de América, España, Francia é Inglaterra
primero y los Estados Unidos después enviaron, unas después
de otras, expediciones é individuales exploradores á este fin,
gastando sumas de consideración en sus investigaciones Ha
sido esta última nación la que en época relativamente recien-
te, y sin duda por ser la más interesada, se determinó á efec-
tuar un serio estudio de la región por donde debía atravesar
el canal, tomando como base las parciales operaciones h e -
chas en épocas anteriores.
Insertamos á continuación un ligero resumen de algunas
expediciones verificadas con este objeto, cuyos resultados no
fueron coronados por el éxito, debido, sin duda, á la menor
edad en que vivía la ingeniería y las ciencias en' general y á
los escasos recursos, patrimonio de aquellos tiempos:
Año de 1771.—Reconocimiento d e la vía ó luta de Te-
huantepec, por D. Miguel del Corral y D. Antonio Cramer,
cumplimentando órdenes del Gobierno de España.
Año de 1780.—Expedición británica para tomar posesión
del camino directo de la costa al lago de Nicaragua. Después
de la captura de la fortaleza casi desmantelada llamada «Cas-
tillo Viejo» y estar en estado de preparación los estudios que
se iban á emprender, se procedió á su evacuación, dejando
abandonada la empresa.
Año de 1781.—Bajo apremiantes órdenes del Gobierno de
España efectuó D. Miguel Galisteo la exploración del río de
San Juan, continuando en años sucesivos la de toda la región
en donde está el lago de Nicaragua, habiendo decretado las
Cortes españolas la construcción del canal en 1814.
Año de 1804.—Investigación del Barón Von Humboldt
como delegado del Gobierno francés.
Año de 1824.—.Exploración del istmo de Tehuantepec por
el General mejicano Orbegoso.
Año de 1827.—Reconocimiento y exploración de la vía de
Nicaragua por Witt Clinton, Gobernador que fué del Estado
de Nueva York, y estudio del istmo de Panamá, bajo los aus-
picios y protección del General D. Simón Bolívar, por los
ingenieros Llaydo y Talemar.
362 REVISTA CONTEMPORÁNEA

Año de 1838.—Estudio de la ruta por el río de San Juan


y lago de Nicaragua, efectuado por el Teniente John Barlev,
al servicio del Gobierno de la república Centro de América.
Año de 1842.—Concesión del Gobierno de Méjico hecha
á favor de D. José de Garay para el reconocimiento del istmo
de Tehuantepec.
Año de 1843.—Estudio de la vía entre Porto-Bello y Pa-
namá por Napoleón Gazella, delegado del Gobierno francés.
Año de 1848.—Reconocimiento y estudio de la ruta del
Nicaragua por el Dr. d'Andrea, bajo los auspicios del Go-
bierno de Dinamarca.
Año de 1849.—Exploración Y estudio de la vía de Pana-
má por el coronel inglés Geo W. Hughes. Este trazado y la
línea férrea construida, salvo algunas modificaciones, fueron
la base sobre la cual Mr, de Lesseps ideó 1? construcción del
canal de Panamá.
Año de 1851.—Estudio por el coronel americano O. W ,
Childs, de Filadelfia, de la ruta entre el río de San Juan y
lago de Nicaragua y desde éste al puerto de Brito, en el
Océano Pacífico. La expedición fué costeada por Cornelio
Wanderbilt y sus asociados, siendo éste el primer estudio
que se hizo de nn proyecto plenamente conforme con la
ciencia de la ingeniería.
Año de 1851.—Estudio de la ruta Astrato, río de San Juan
y Darien, por J. C. Tratwine, costeado por Federico Mac-Ke-
lly, de Nueva York, y sus asociados
Año de 1854.—Autorizado y subvencionado el teniente
Stram por el Gobierno de los Estados Unidos, investigó la
región comprendida entre la bahía de Caledonia y el golfo de
San Miguel, habiendo demostrado, en memoria que presentó,
la imposibilidad de la obra. En el mismo año se verificaron
nuevas exploraciones de la ruta Astrato-Tiuando por los in-
genieros Poster y Lañe,' completándolas el capitán Kenuis,
siendo costeados estos trabajos por Federico Mac-Kelly y
sus compaSeros asociados.
Año de 1857.—Comisionados por la Sociedad Mac-Kelly
y Compañía, de Nueva York, salieron á verificar esludios é in-
vestigaciones los tenientes Michler y Graven, siguiendo el
ESTUDIOS SOBRE EL CANAL DE NICARAGUA 363

plan de Lañe y Keunish, que consistía en utilizar las aguas de


los ríos Astrato y Truando para la apertura de un canal. Estos
trabajos no dieron resultado alguno por resultar diversidad
de pareceres en los informes emitidos por ambos explora-
dores.
Año de i86r.—Reconocimiento y estudio de la ruta com-
prendida entre la boca del río Lara y la bahía de Caledonia,
por una Sociedad científica francesa.
Año de 1864.—Estudio de la ruta de San Blas, costeado
por la Sociedad Mac-Kelly y Compañía, de Nueva York, y
verificado por los ingenieros Swset Mac-Dongall y Forman.
Años de l 8 6 i al 65.—Exploraciones verificadas por los
delegados del Gobierno francés Flachat, de Lacharme, de
Suyot y Cogorza, sobre la construcción de una línea férrea
ó canal que uniera los golfos de San Miguel y Uraba ó
Darien.
Año de 1869.—Proposición votada por el Congreso ameri-
cano pata practicar una exploración á través de todo el terri-
torio del Panamá, siendo los encargados de verificar los tra-
bajos el capitán R. W. Schufeld y los comandantes T. O.
Selpidge y E. P. Lull, todos de la marina americana. Tocóle
al primero examinar el istmo de Tehuantepec, al segundo las
regiones de San Blas y Chepo con todos los territorios al
S. y E. y al último el reconocimiento y. estudio del trazado
por el lago de Nicaragua, presentándose el año 71 las memo-
rias correspondientes á estos trabajos.
Año de 1872.—Á consecuencia de un dictamen votado por
el Congreso americano, el entonces Presidente de la Repúbli-
ca, General Ulises Grant, nombró una comisión compuesta de
un Jefe de ingenieros, el Superintendente de la Comisión de
hidrografía y el Jefe del negociado de Navegación del Minis-
terio de Marina, para que estudiaran un proyecto de canal
entre las aguas del Pacífico y las del Atlántico, á través del
istmo americano, trabajos y estudios que se realizaron sobre
el terreno. Algunos aaos después, y precediendo muy minu-
ciosas exploraciones sobre las rutas del Darien, Nicaragua,
istmo de Tehuantepec y la conocida de Atrato-Nepji, eva-
cuaron el siguiente informe, que fué fechado en 20 de Di-
364 REVISTA CONTEMPORÁNEA

ciembre de 1875 y presentado al Presidente de la República


en 7 de Febrero de 1876, y que, compendiándolo, es como
sigue:
La Comisión opina: que la mejor ruta para establecer un
canal entre ambos Océanos es la conocida con el nombre de
ruta del Niágara, que empieza por el lado del Atlántico, cerca
de Greytown, corre y comienza por un canal confundido con
el río de San Juan, y desde allí sigue su orilla izquierda hasta
la boca del río de San Carlos, en donde empieza la navega-
ción interior por el San Juan. Con la ayuda de tres pequeños
canales de tres á cinco millas de largo se alcanza el lago de
Nicaragua. Atraviesa el referido, y canalizados á poca costa
los valles del río Medio y río Grande, se sale á la costa del
Pacífico por el sitio llamado puerto de Brito. Esta ruta tiene
grandes ventajas para su construcción y sostenimiento sobre
las demás y ofrece menos dificultades desde los tres puntos de
vista comercial, económico y de ingeniería. Las positivas venta-
jas que ofrece, y que la Comisión h» tenido en cuenta, hacen
que, á su juicio, sea más recomendable su construcción que
ninguno de los otros proyectos estudiados.
Como resultado del anterior informe y tomando en consi-
deración el Gobierno de Nicaragua los beneficios que á su
país reportaría la construcción de dicha obra, envió al Gabi-
nete de Washington, en calidad de Ministro extraordinario,
por el año de 187Ó, con objeto de conferenciar respecto á la
construcción del llamado canal de Nicaragua, al Sr. Cárde-
nas; pero tan onerosas fueron las condiciones y tales exigen-
cias tenían los Estados Unidos, que el tratado no se llevó á
efecto, retirándose á su país dicho señor.
Subsecuente al ififorme de la Comisión, y entre los meses
de Octubre del 76 y Mayo del 79, parciales estudios de los
territorios del Darien y Panamá se llevaron á cabo por varios
ingenieros franceses y colombianos, en nombre de la Socie-
dad Internacional del Canal interoceánico establecida en París,
acordando la expresada, bajo los auspicios de los propietarios
de la concesión Wyre, recomendar la construcción de un ca-
nal interoceánico de paso á nivel á través del istmo de Pana-
má. Dura fué la oposición de no pocos ingenieros al proyecto,
ESTUDIOS SOBRE EL CANAL DE NICARAGUA 365

y contundentes las razones aducidas, demostrando su imprac-


ticabilidad, pero el número se impuso á la calidad, y el acuer-
do fué votado. El tiempo, si no por completo, ha justificado
el buen sentido y las apreciaciones de los opuestos al proyec-
to, enseñándonos que la construcción del canal en las condi-
ciones propuestas ofrece varios inconvenientes que amenazan
su realización.
Efectuóse la inauguración de las operaciones del canal de
Panamá (i) bajo la dirección del «Gran francés», como ¡e
llamaban sus paisanos, y en conformidad con la decisión del
Congreso de París de 1879. El nombre de Lesseps, que iba
unido á la realización de la obra más colosal de este siglo,
cual ha sido la apertura del istmo de Suez, presentábanlo
como emblema de seguro éxito. Un río de oro y miles de
cadáveres no han podido hasta el presente vencer la serie de
obstáculos que no sólo la naturaleza, sino aún más los vicios
de los hombres representados por una detestable y nada ce-
losa administración, amenaza sumergirlo en el mar del olvido.
La solución del problema, cuyos tristes resultadoá se dejan
entrever, no se hará esperar si persisten los mismos moldes
que hasta la fecha han informado la realización de la em-
presa.
Presentóse al Senado de los Estados Unidos, allá por los
años 80 y 81, un nuevo proyecto debido al capitán Eads (2)
para el transporte de toda clase de buques por medio de un
ferrocarril á través del istmo de Tehuantepec, cuyo proyecto
tuvo ardientes defensores en ambas Cámaras. Kl mundo co-

(i) El más grave incon-veDiente con que tropieza ía (onítrocciÓD del canal
de Panamá son las inundaciones casi periódicas del tío Chagies, cuyas aguas
se elevan en pocas horas á un nivel de 50 pies sobre el urdinario, produciendo
verdaderos cataclismos la anegación del muelle desde las colinas al mar. Esto
ha motivado la construcción de dos canales artificiales y suplementos íe
bastante caprcidad que recojan las aguas y las cinduican al mar; empresa
costosíima con la cual no se había coatado y que casi lleva agotados los rt»
cursoi de la Compañía, sin que esto sea una completa seguridad de remedio.
Las destracciones de Us obras y el cegado de lo excavado, efecto todo de es-
tas inundaciones, con el adherente de una administración deficiente, han dado
por resultado el colocar á la Compañía en una situación harto más que pre-
caria.
(2) El ingeniero capitán Eads fué el que abrió el tí o Mississipí á la nave-
gación de buques de gran calado.
366 REVISTA CONTEMPORÁNEA

mercial lo apreció desde un principio como empresa fantás-


tica, negándole todo apoyo y siendo abandonado por com-
pleto al acaecer la muerte de su autor.
Otro intento hizo Nicaragua ea 1884 para reanudar las ne-
gociaciones respecto á la apertura del canal de su nombre,
enviando al efecto á Washington al Sr. Zabala, que junta-
mente con el Secretario de Estado Mr. Frelinghuyren, firma-
ron un tratado, por el cual prácticamente asumían los Estados
Unidos un protectorado sobre Nicaragua, comprometiéndose
á la construcción de un canal interoceánico, reservándose el
Gobierno de la Unión la exclusiva sobre dicha obra, si bien
dando participación al de Nicaragua de los ingresos que pro-
dujera y recibiendo de esta República la cesión de una faja
de terreno en ambas orillas. Este tratado fué discutido" por el
Senado y desechado por seis votos de mayoría en contra.
Otra moción casi análoga fué presentada en Marzo del si-
guiente año para tratar de alcanzar, si bien por rumbos distin-
tos, lo que en el año anterior se había desechado; pero el
Presidente Cleveland, recién elevado á la primera magistratura
del país, le hizo cruda guerra, logrando que desde luego fuera
abandonado el proyecto. Los más tenaces y contrarios á su
aprobación alegaban, como principales motivos para justificar
su oposición, que la directa y exclusiva propiedad del canal
por el Gobierno de los Estados Unidos envolvía complica-
ciones de orden internacional, programa contrario á la política
proclamada por el Presidente, no sólo en su mensaje, sino en
actos posteriores.
Organizóse por fin en los Estados Unidos la Compañía del
Canal en Abril de 1887 bajo el nombre de «Asociación del
Canal de Nicaragua». Compuesta toda ella de ciudadanos de
!a Unión, obtuvo la concesión parala construcción del ex
presado, recabando de las Cámaras el privilegio de la obra
dentro del territorio de la Unión, lo que les fué concedido
desde luego mediante un ¿i¿¿ que fué aprobado por el Presi-
dente Cleveland en Febrero de 1889.
Una vez discutidas y aprobadas las bases y estatutos de la
Asociación, cuya Compañía, al estar constituida, entró á ac-
tuar como tal, activáronse las negociaciones entre ella y las
ESTUDIOS SOBRE EL CANAL DE NICARAGUA 367

Repúblicas centroamericanas interesadas en el asunto, publi-


cándose los contratos, que en compendio y líneas generales
fueron los siguientes:
Las Repúblicas de Nicaragua y Costa Rica, representada
la primera por Adán Cárdenas, comisionado especial de su
Gobierno, y la segunda por Pedro Pérez Zeledón, Ministro de
Obras públicas, celebran ad rejerendum el contrato de la ex-
cavación del canal de icaragua con Aniceto G. Menocal,
representante de la Compañía «Asociación del Canal de Ni-
caragua», cuyos plenos poderes están debidamente autoriza-
dos por el Comité ejecutivo de la Compañía y por los res-
pectivos Gobiernos de las Repúblicas centrales. Consta el
contrato hecho con la primera de estas Repúblicas de 105
artículos, habiéndose llegado á una completa inteligencia y
uniformidad de miras entre las partes contratantes, siendo ra-
tificado por la Cámara de Diputados de Nicaragua en la ciu-
dad de Managua en 20 de Abril de 18S9 y por el Senado en
la misma ciudad en 23 del mismo mes y año, habiendo pues-
to ^X^cümpLase el Presidente de la República D. E. Carazo
en 24, y aceptado en 25 por el ingeniero americano Meno-
cal, como representante de la empresa.
De 100 artículos consta el efectuado entre el mismo inge-
niero y el representante de Costa Rica, habiéndose ultimado
y firmado el contrato en el Palacio de Sesiones de San José de
Costa Rica á los 9 días de Agosto de 1889, siendo idénticas
las fechas en que el Presidente de la mencionada República,
Bernardo de Soto, puso el cúmplase y la aceptación del con-
trato por el referido Menocal.
En el mes de Mayo de 1889, ó sea tres meses después de
la ratificación presidencial del bilí concedido por las Cámaras
americanas, principiaron los trabajos preliminares para las
obras de excavación, proseguidas desde aquella época con
más ó menos actividad, según las circunstancias, pero impe-
rando siempre el sello de la languidez en sus trabajos^ cuyos
resultados no hay confianza absoluta en solucionar si el Go-
bierno de la Unión no inclina el fiel de su balanza hacia el
buen resultado de la empresa.
En la visita de inspección girada por el presidente de la
368 REVISTA CONTEMPORÁNEA

Compañía constructora en la primavera de 1890, en la ciiat


iba acompañado para su asesoramiento de varios ingenieros y
otras competentes capacidades de los Estados Unidos, pu
blicáronse el reconocimiento y afirmación de la bondad de
los trabajos efectuados y las excelencias de los estudios ve
rificados, sin duda para levantar el decaído espíritu de los aso-
ciados, cuyas acciones no se cotizaban á suficiente precio,
para poder llevar la tranquilidad al seno de los capitalistas in-
teresados.
En el mismo sentido informó la comisión nombrada por el
Gobierno de Nicaragua, cuyo aleg-ato, después de una paro
dia de inspección en las obras, fué en extremo favorable á la
Compañía concesionaria por haber ésta cumplido, según
decía, con todos los requisitos del contrato, confirmándola,
por lo tanto, en los derechos concedidos.
Así sucedía que mientras el proyectado canal de Panamá
resultaba poco menos que impracticable por los obstáculos
de diversa índole que se oponían á su realización y el haber
sido totalmente abandonado por fantástico el del ferrocarril
para transportar barcos á través del istmo de Tehuantepec,
demostrábase no sólo la perfecta practicabilidad del canal
marítimo de Nicaragua, según el presente tratado, sino la se-
guridad de poderse consignar como una realidad el fin que se
ha buscado, cual es «el tránsito de barcos entre el Atlántico
y el Pacífico por medio del istmo americano»; siempre y
cuando, hace falta añadir, el Gobierno de los Estados Uni-
dos considere la empresa de necesidad, ó cuando menos de
conveniencia nacional, y asegure los capitales empleados en
la obra con la garantía que promete el desahogo de su Ha-
cieiida pública.

II

El canal marítimo de Nicaragua en su aspecto físico y geo-


gráfico está situado en la República de su nombre, que es
una de las cinco que forman un si es no es la confederación
«Centroamericana». Limita al N. la República mencionada
con Honduras y el Salvador y al S. con Costa Rica; se ex-
ESTUDIOS SOBRE EL CANAL DE NICARAGUA 369

tiende desde el cabo Gracias á Dios, en la desembocadura


del rio de San Juan, en el mar Caribe, hasta la bahia de Sa-
linas, en el Océano Pacífico, siendo su situación desde los
10° 50' á los 15 de latitud N. y entre los 83° 20' y 87*^ con
40' de long-itud O. del meridiano de Greenwich, lo que da
una área superficial de cerca de 50.000 millas cuadradas, y es,
por lo tanto, la mayor de las cinco centroamericanas. Excep-
to en el departamento de Segovia, que confina con Hondu-
ras, difiere Nicaragua de sus vecinas en clima y topografía.
La parte montañosa puede escasamente, aunque así sea, ser
considerada como solución de continuidad de la gran cordi-
llera Andina, que por el centro de la región toma el carácter
de una clara y bien definida cadena de mesetas de escasa al-
tura separadas de la gran vértebra continental. La crestería
del sistema es generalmente paralela á la costa del Pacifico,
y aunque en algunas ocasiones derive hacia el O., nunca se
separa'más de 75 millas de distancia de la costa, mientras
que en otros puntos de Nicaragua y Costa Rica se aproximan
seis ó siete millas del Océano.
Hacia el S. de Honduras y N. de Nicaragua, en vez de en-
contrarse una característica cordillera con soluciones de con»
tinuidad, se hallan grandes extensiones de terrenos que, si
bien generalmente son elevados, distan mucho de ser el en-
lace natural de algunos picos de 4 y 5.000 pies de altura que
se encuentran en algunos trechos. Estos picos aparecen, sin
embargo, de menos altura de la que en realidad tienen por
arrancar de una plataforma bastante elevada. Se extiende esta
masa de montañas desde Honduras á la provincia de Segó •
via, en Nicaragua, y desde allí se inclina hacia el S., dismi-
nuyendo su altura hasta quedar convertida en bajas colinas,
quedando completamente interrumpidas por el río de San
Juan en su curso al mar.
Las montañas que descienden hacia el lago son, por lo g e -
neral, abruptas, exceptuándose las que caen por el lado del
E., que terminan en graciosas ondulaciones y en llanuras po-
bladas de espesísimos bosques, algunos de ellos impenetra-
bles, hacia la costa de los Mosquitos. Más al S. las colínas
van gradualmente levantándose hasta confundirse con la alta
24
370 REVISTA CONTEMPORÁNEA

masa de las montañas de Costa Rica, que es la verdadera


cordillera del continente. El hecho de la depresión del terreno
por el valle del río de San Juan, y de que sólo una insigni
ficante barrera se presenta como obstáculo hacia el O. del
lago, parece una previsión de la Naturaleza y un designio de
la Providencia para que aquí se efectúe la conjunción de dos
mares.
A lo largo de la costa del Pacífico se encuentra una región
de pequeñas colinas conocidas comúnn)ente bajo la denomi-
nación de cordillera de la costa; pero sus mayores elevacio-
nes son de insuficiente altura para titularla cadena de mon-
tañas.
A través de las altas cumbres que dividen el continente y
que vierten sus aguas, ora al Atlántico, ora al Pacífico, há-
llanse varios pasos que corren por un nivel poco e'evado,
siendo el más bajo de toda la cordillera Andina, que corre
desde el mar Ártico hasta el frontón de Santa Águeda, en el
estrecho de Magallanes, el situado entre la boca del río La-
jas, en el lago de Nicaragua, y Brito en la costa del Pacífico,
teniendo como máximo su punto culminante sólo la elevación
de 153 pies sobre el nivel del mar y 43 sobre el lago de Ni-
caragua.
Entre la gran cordillera y las bajas montañas ó colinas de
la costa del Pacífico, existe lo que pudiéramos llamar el gran
valle de Nicaragua, el cual consiste en una notable depresión
del terreno, que abarca una extensión de más de 200 millas
de largo por 70 de ancho, siendo paralelo á la costa del Pa-
cífico el diámetro mayor de esta cuenca. En el centro de ella
se encubre el ancho y hermoso lago de Nicaragua con las
fértiles llanuras de León y Conejo, elevadas sólo algunos
pies de la superficie del lago. La formación de éste estriba
en la mínima depresión de las tierras que lo forman, que se
encuentran bajo el nivel del mar; receptáculo adonde van á
parar todas las aguas de las colinas y llanuras que lo rodean,
arrastrándose las sobrantes por el río de San Jnan, verdadera
válvula de desahogo que corre entre las quebradas y terrenos
elevados, atravesando las tierras bajas de la costa hasta su
desagüe ó desemboque en el Atlántico. Las márgenes de este
ESTUDIOS SOBRE EL CANAL DÉ NICARAGUA 371

TÍO, las agaas de la gran meseta y los trayectos ó pasos bajos


á través de las colinas, componen los caminos ó vía general
para una comunicación interoceánica.
La benéfica influencia de los vientos reinantes es notoria
en todo el territorio central de esta región. El valle del río de
San Juan, extendiéndose desde el lago al Atlántico, entre las
montañas del Norte y los altos picos de Costa Rica hacia al
Sur, ofrece un paso natural para los vientos del NE, y SO.,
que, ora soplen del mar Caribe, ora de la contracosta, corren
de mar á mar por no encontrar obstáculo á su penetración;
en las bajas mesetas y colinas de la costa del Pacífico, ba-
rriendo continuamente este valle central, cambiando, refres-
cando y purificando la atmósfera, y modificando agradable-
mente su temperatura (que nunca baja de 20° centígrados ni
se eleva por encima de 30°), á tal extremo que algunos es-
critores, encantados con las delicias de este clima, han llega-
d o á compararlo con el paraíso de Mahoma.
Por lo demás, la existencia del lago en esta región faci-
lita de una manera notable la construccción del canal, para
toda clase de buques en condiciones mucho más ventajosas
que las que se ofrecían á Mr. de Lesseps á través del istmo
de Panamá. Tiene el referido lago una hermosa extensión
de agua de i i o millas de largo por 40 de ancho, con una
profundidad más que suficiente para la navegación de Ips
mayores buques conocidos. Dado el caso de que no existiera
este gran estanque ó receptáculo, la apertura del canal se
haría tan impracticable como en otros sitios, puesto que
todas las aguas que á él afluyen se precipitarían sobre el rio
de San Juan, convirtiéndole en furioso torrente en épocas de
inundación, como se convierte el Chagres en el Panamá,
cuyas obras han padecido por diferentes veces los furores de
aquel turbión avasallador. El caudal de aguas que lleva el río
ha sido cuidadosamente medido, resultando que aun en las
bajamares del tiempo de sequías tiene cantidad suficiente para
que el tráfico no se interrumpa.
El trazado ó ruta del canal de Nicaragua fué definitivamen
te aprobado por los directores gerentes é ingenieros de la
Compañía, así como por las dos Repúblicas interesadas, altas
3,72 REVISTA CONTEMPORÁNEA

partes contratantes en el negocio. Las características princi-


pales son: San Juan del Norte, más conocido por Greytown,
en la costa del Atlántico, que está en los i i ° de latitud N. y
83° con 40' longitud O. de Greenwich, y Brito, sobre el Pa-
cífico, á los 11° y 15' de latitud N. y 85° con 55' longitud
O. de Greenwich. Anabos puntos están situados al N. de la
región de las calmas ecuatoriales, entre la de los vientos rei-
nantes. La distancia de puerto á puerto será de 169 millas,
de las cuales 27 serán de canal excavado y las 142 restantes
entre el lago, río y estanques artificiales, que se construirán
aprovechando hondonadas del terreno • El nivel más alto del
lago de Nicaragua es de l i o pies sobre el mar, cuyo nivel,
dada la distancia que tiene que recorrer hasta formar su con-
junción con el Océano, resulta casi insensible.
Hacia mediados del siglo estaba considerado el puerto d&
San Juan del Norte ó Greytown (límite oriental del canal en
proyecto y sitio elegido para asentar su entrada) como uno
de los más abrigados del mar Caribe, si bien por su poco ca-
lado sólo era accesible á barcos cuya altura de inmersión no
pasara de 20 pies; pero la formación de un banco de arena en
su entrada lo llegó á cerrar completamente. Un rompeolas,
proyectado y en gran parte construido, lanzado hacia el mar
en sentido perpendicular á la costa, fué una de las primeras
disposiciones tomadas para evitar los aterramientos y con
ellos la obstrucción del puerto, lo que se consiguirá al exten-
derse aquél fuera de los límites del movimiento de arenas. La
relativa facilidad con que se abrió un paso entre el banco que
cerraba el puerto, el que ei algunos puntos había alcanzado
una altura de cuatro ó cinco pies sobre el nivel ordinario del
mar, y conservarse luego sin grandes esfuerzos, demuestra
la eficacia del proyecto levantado, relacionándolo con esta
primera parte, que podemos considerar como preparatoria de
las obras en gran escala.
En este punto del mar Caribe corre la costa en dirección
SE-NO. Los aterramientos del río han determinado una pro-
yección, no lo bastante pronunciada para significarla como
punta, pero lo suficiente para formar con la línea de la costa
una bonita concha ó ensenada. La parte N E . de esta punta^
ESTUDIOS SOBRE EL CANAL DÉ NICARAGUA 373

que es más curvada que la del NO., produce una pequeña é


insignificante bahía, en el fondo de la cual estaba la antigua
entrada del puerto de Greytown.
Unas diez millas próximamente al O. del puerto atravesará
el canal tierras bajas inundadas en su mayor parte y que sólo
levantan muy pocos pies sobre el nivel del mar. Los trabajos
de construcción en esta parte del canal son únicamente dé
dragado, habiendo dado excelentes resultados el empleo de
algrunos de aquellos aparatos y excavadoras en una distancia
no mayor de dos millas, cuyo fondo de arena y fango suelto
ae presenta perfectamente dúctil y manejable para la clase de
trabajos que hay que efectuar, tanto que después de algunos
años de aguantar las lluvias torrenciales propias de los trópi-
cos, no han sufrido el más ligero desperfecto las obras de
construcción y declive que afectan á ambas orillas.
No una gran confianza merecerían los informes dados por
la Junta directiva del canal, cuando el Gobierno quiso asegu-
rarse mandando un delegado que entre otras observaciones
hace las siguientes: En los estudios que por orden del Go-
bierno verificó el Mayor C. E. Dutton y que remitió el burean
de información del Departamento de la Guerra con fecha 4 de
Marzo de 1892, hace constar la necesidad de que se repitan
las investigaciones más minuciosas sobre las descargas ó des^
agües del río de San Juan, por entrañar la preservación de
cuantiosos intereses y hasta envolver el descrédito de la obra
si por falta de precauciones y estadios salieran fallidas, im-
poniéndose una minuciosa medición de su caudal de aguas
y en varios años el radio de sus descargas en la época de su
mayor altura.
El otro punto que ofrece más dudas y serias dificultades es
saber el carácter de que se compone la gran masa de monta-
ñas que debe ser cortada en la división oriental. Las informa-
ciones hechas demuestran que hay que taladrar más de tres
millas de largo por 140 pies de profundidad, y siendo esté
coste la gran pieza de resistencia y la llamada á surtir de ma^
terial de construcción el canal, deben practicarse en este sitió
series estudios para comprobar bien lo aseverado por la Com-
pañía, á pesar del gran crédito y conocimientos nada comu-
374 REVISTA CONTEMPORÁNEA

pes que me complazco en reconocer en sus informes. Las ro-


cas volcánicas son en su conjunto susceptibles de grandes
irregularidades y susceptibles, por lo tanto, de responder me-
jor ó peor á la aplicación que quiera dárseles.
Prosigue el curso de las informaciones de la Compañía. En
tre la boca del E., ó sea desde el puerto de San Juan del Nor-
te hasta el lago, habrá tres esclusas, situándose la primera á
9 millas del puerto con una altura de 31 pies, que es la cal-
culada altura que pueden las aguas tener; la segunda, una mi-
lla más al O,, levantará 30 pies, y la tercera, 3 millas más aden-
tro, alcanzará una elevación de 45 pies; en suma, la elevación
de la? aguas en el canal será de 106 pies, altura que será man-
tenida sin dificultad por medio de diques y represas, con un
aditamento de otros 4 pies más de elevación por las mareas
ó ñujos del lago. Las esclusas del O. estarán situadas más cer-
ca unas de otras que las del E.; la construcción de la primera
y segunda se hará entre una y media ó dos vueltas del ouer
to de Brito y muy próxima la una á la otra, y la tercera dos
millas más adentro. Los 25 pies de altura media que tienen
las mareas del Océano son el principal factor para que unidos,
á los otros coadyuven á los fines que se desean.
Las esclusas deberán ser iguales en dimensiones, y su Ion-
gritud ó eslora está calculada en 650 pies, siendo de 80 su an •
chura ó manga y 30 el puntal ó profundidad con las alzadas
variables que se han mencionado. Su cimentación será d e
roca piedra y sus paredes de hierro ó mamposteria.
Los pequeños arroyos que afluyen en medio de la línea
del canal y las hendiduras ó grietas de las colinas se cerrarán
por medio de compuertas ó se rellenarán, según convenga,
convirtiéndose así los pequeños valles inundados en estanques
ó pantanos que con sólo ligeras excavaciones podrán utilizar-
se para el canal.
Entre la última de las esclusas y el lago, por la parte del
Atlántico, hay una roca de tres millas de longitud por 140
pies de profundidad, que necesariamente tendrá que des-
aparecer; pero existe la inmensa ventaja de que dicha piedra
encuentra inmediata aplicación en el rompeolas de San Juan del
Norte, en los diques, esclusas, murallones y demás obras en
ESTUDIOS SOBRE EL CANAL DE NICARAGUA 375

construcción, siendo tan grandes los provechos que reportará


la CompaSía de este material, que de no existir tendría que
traerlo desde largas distancias, cuyo transporte significaría
para el presupuesto general de la obra un recargo metálico
de gran significación. Allanado este obstáculo, el canal conti-
nuará 1-9 millas en línea recta hasta el río de San Juan casi en
su confluencia con el San Carlos, en un sitio llamado Ochoa.
En este punto se construirá una gr&n represa que levantará 56
pies las aguas de los ríos sobre su nivel, con objeto de su-
mergir varios rápidos que existen en su álveo é inundar el va-
lle para así asegurar la navegación por aguas tranquilas y pro-
fundas hasta el lago.
Desde Ochoa seguirá la ruta navegable por un ancho cau-
ce, recorriendo una distancia de 64 millas hasta entrar en el
lago. La navegación por dentro de él hasta la embocadura
del río Lajas será de 56 millas, y en este último punto sera
donde las excavadoras vuelvan de nuevo á funcionar. En re-
sumen, algunos trabajos de dragado para asegurar el fondo
necesario en la orilla E. del lago y otras excavaciones en la
orilla O. dejarán expeditos los pasos de las ambocaduras, tra-
bajos que no son necesarios en el centro por encontrarse su
lecho bajo el nivel del Océano.
Los trabajos de excavación están algo adelantados en la
parte O. del canal, partiendo de la boca del rio Lajas hacia
el O. La parte más baja de las tierras elevadas, donde debe
pasar aquél, sólo alcanza 43 pies sobre el nivel del lago; pero
como hicimos antes Constar, es el más bajo de la vértebra
montaSosa que corre toda la América en ambos hemisferios.
Entra en seguida la línea del canal en el pantano ó estanque
llamado Tola, el cual se formará con murallones de contención
y represas, lo mismo que los estanques ó laguna de la par-
te E . La anchura aproximada de la línea de navegación en
este estanque es de una milla; el fondo comprendido entre
37 pies y su longitud de cinco y media millas. Lindando
con él se hallan las esclusas occidentales, distantes sólo dos y
media millas del puerto de Brito, en el Pacífico.
Es Brito el término occidental del canal. Las condiciones
como puerto son nulas en la actualidad; peto dados los traba-
37^ . REVISTA CONTEMPORÁNEA

jos que se están verificando, su transformación en seguro,


cómodo y abrigado tenedero no se hará esperar largo tiem-
po. Situado en las proximidades de Río Grande, el curso de
este río pasa cerca de milla y media de la playa, y cruza por
un valle bajo algo interior, el cual evidentemente fué, no hace
mucho tiempo, una gran bahía. Al N. un promontorio de
roca se interna en el Océano, y se proyecta prolongar éste
por medio de un rompeolas de gran extensión. Otro rompe-
olas, también de gran magnitud, se construirá en su parte S.,
cerrando entre los dos un cómodo puerto, el cual será sus-
ceptible de ensanche si las necesidsdes del comercio lo exi-
gieran; empresa fácil dragando las inmediatas tierras bajas
que inundan ahora las grandes mareas. También podrá utili-
zarse, con preferencia quizá al mismo puerto de Brito, el es-
tanque llamado Tola, que por su capacidad y extensión ofre-
cerá ventajas por lo menos iguale?, sino ya superiores al ci-
tado puerto de Brito.
Asevera la Compañía que en la magnitud de las obras en
proyecto no hay problema alguno que quede sin solucióa.
Los ingenieros que han levantado los planos y estudiado
cuidadosamente todos los detalles; los constructores, prácti-
cos y contratistas, todos á una opinan y afirman que la reali-
zación de la obra es una simple cuestión de tiempo, pero no
de dificultades, consistiendo la parte más penosa en la gran
remoción de tierras y voladura de rocas. La construcción de
esclusas, diques y murallones de contención no presenta
inconveniente alguno, ni físico ni de ingeniería, que no haya
sido satisfactoriamente resuelto, así como el presupuesto de
gastos, del cual damos ligeros detalles á continuación.
Aprecian, los ingenieros de las obras que el total de remo-
<;iones de tierras y rocas que necesitan hacerse en el canal en
proyecto se eleva á 70 millones de yardas cúbicas, cantidad
deficiente á nuestro juicio, fijándonos únicamente en lo relati-
v o á las excavaciones de la parte rocosa, por cuanto el volu-
men que representa la sola masa del E , verdadera pieza de
resistencia, por haber demostrado las sondas allí verificadas
su dura complexión, tiene una extensión superior á tres mi-
llas, con una altura de 140 pies como término medio, siendo
ESTUDIOS SOBRE EL CANAL DE NICARAGUA 377

no pocos los sitios que sobrepuja á los 200, y con un cálcu"


lo aproximado de 10 millones de yardas cúbicas la masa .de
excavación que tiene que verificarse en este solo punto. La
masa rocosa del O., si bien tiene más extensión que la del E.^
superándola en dos millas, han acusado las sondas ser más
blanda su composición, y por efecto de su menor altura, que
no pasa de 43 pies sobre el nivel del lago, sólo se aprecia en
cinco millares de yardas cúbicas la extracción de roca nece*
saria. La creación de una ancha base en lo que tiene que ser
fondo del canal y que en los planos de la Compañía sólo al-
canza á 80 pies, es á todas luces insuficiente para las dimen-
siones de los grandes buques modernos, necesitando mucha
más amplitud para que, atendiendo sólo á la navegación, se
efectúe ésta con relativa seguridad; además, la obstrucción
del canal sería completa aun para que circularan los t r c
nes de vapores y gabarras anejos al servicio de la empresa.
Así, repetimos, consideramos equivocado por defecto el to-
tal de yardas cúbicas mencionadas, sobre todo en lo referen-
te á la masa rocosa, calculado por el personal técnico de la
Compañía, en cuyo disentimiento nos congratulamos de ir
acompañados por ingenieros de varios países, algunos de re-
putación notoria, y cuya aseveración en este sentido presta
más fuerza por el carácter independiente de que están reves-
tidos y el no traerles ni restarles, por consiguiente, beneficio
ni interés alguno.
Preséntase además el problema de si por efecto de las con-
diciones de mayor ó menor solidez de las rocas volcánicas
que atraviesan el canal, el corte de sus orillas en estos pasos
debe ser vertical ó angular, revistiendo en el segundo de los
casos una mayor cantidad de excavación, y la construcción
de murallones que contengan el desmoronamiento de am-
bas orillas.
La descomposición de los terrenos rocosos de excavación
y los.de remoción, según se desprende de los presupuestos
formados por la Compañía, son: 34 millones de yardas cúbi-
cas de dragado, cuyo costo de mano de obra se les a ^ n á á
razón de 20 centavos de peso la yarda. Seis millones de idén-
tico dragado á razón de 30 centavos. Quince y medio" millo-
378 REVISTA CONTEMPORÁNEA

nes de yardas de excavación de tierras á 40 centavos. Un tpi-


Uón á medio peso la yarda. Siete millones de excavación de
roca á razón de 1,25 pesos la unidad. Otros siete millones
con un gasto de un peso y medio por yarda, y sólo medio
millón de yardas de roca sumergida, con un gasto aproxi-
mado de cinco pesos por yarda.
Hácese constar en los mismos presupuestos informados por
la CompaSia que los trabajos de muelles, rellenos y cons-
trucción de diques, murailones y represas fueron hechos y
calculados por antiguos moldes á precios mucho más elevados
que los estimados actualmente; pero que imperando poste-
riormente elementos más modernos y perfeccionados, se han
podido aquilatar aquéllos, reduciendo su conjunto con una di-
ferencia notable y evidentemente favorable al proyecto en su
parte económica.
Resumiendo la empresa el conjunto de sus estudios é in-
vestigaciones, lo mismo en su patte técnica que en la eco-
nómica, asegura que las obras son de perfecta y fácil solución,
y que el costo total de apertura del canal, incluyendo el inte-
rés del capital en el tiempo que tarde en ser puesto á la ex-
plotación, no excederá de 100 millones de pesos, costo
aproximado del de Suez.
Insertamos á continuación algunos datos como caracte-
rísticas de actualidad, y otros que afectan á la obra en pro-
yecto:
Curso del río de San Juan, 64,5 millas.
Longfitud del lago de Nicaragua, Hornillas.
Anchura del lago, 40 millas.
Superficie del lago, 2.600 millas cuadradas.
Mayor elevación del lago sobre el nivel del mar, l i o pies.
Excavaciones del canal, 26,8 millas.
Longitud de los pantanos ó estanques, 2fT6 millas.
Línea de derrota entre las dos bocas del lago, 56,5 millas.
Libre navegación entre lago, río y estanques, 142,6 qiillas.
Total distancia de Océano á Océano, 169,4 millas.
Número de esclusas, 6 .
Mayor altura á que pueden elevar el agua las esclusas, 45
pies.
ESTUDIOS SOBRE EL CANAL DE NICARAGUA 379

Profundidad del canal, 30 pies.


Menor anchura de su fondo, exceptuando los pasos, l o o
pies.
Largo de las esclusas, 650 pies.
Ancho de las esclusas, 80.
Tiempo empleado en llenar ó vaciar una de las esclusas,
veinte minutos.
Agua que se requiere para llenar una esclusa, 2.340.000
pies cúbicos.
Agua por segundo (aproximadamente), 2.000 pies cúbicos.
Tiempo de tránsito de mar á mar, veintiocho horas.
Tráfico calculado á su apertura, 5 millones de toneladas,

ARTURO LLOPIS,

Capitán de Fragata.

(Concluirá.)
(•)
AGUAS, MINAS, MONTES

«El ÜDÍco ñn de las leyes lesprcto de la agricul-


tura debe ser proteger el interés de sus agentes, se-
parando todos los obstácalcs que pueden obstruir 6
entorpecer su acción y movimiento.»
D. Gaspar Melchor de Jove-Llanos: Informe en
el expediente de Ley Agraria,
«Él propietario no es Dios ni el hombre (la «So-
ciedad humanai), es el individuo.»
Míx Stirner ( j . Gaspar Schmidl): Der Eimige
und sein Eigenthum (El único y su propiedad),
2.* parte: II, 2.

Es el tema presente del número de aquellos susceptibles de


ser apreciados bajo tantos matices y en tan diversas formas,
tan íntimamente enlazadas entre sí, que se hace muy difícil
reparar lo que á una de ellas aisladamente corresponde, para
tratarlo con independencia de las demás.
La cuestión de «Aguas», «Minas» y «Montes», si la consi
deramos desde el punto de vista jurídico, caerá, es cierto,
bajo el imperio del Derecho propiamente administrativo; pero
también puede apreciarse en el sentido del dominio fiscal, y
«n este caso será su examen de la competencia de la Hacienda
pública (que yo llamaría Economía política); también cabe es-
timarla en el áentido de la explotación industrial, y entonces
habría que entrar en consideraciones puramente técnicas; tam-
bién pudiera estudiarse, y de hecho se ha estudiado, atendien-
d o al interés sanitario, siendo en tal caso de la incumbencia de
la Higiene; son tan varios, en suma, los aspectos del proble-
ma, que se hace imposible tratarlo en toda su extensión.
Claro es, dada la naturaleza de esta serie de disertaciones,

( I ) Conferencia dada por el autor en la Real Academia de Jurisprudencia


Legislación,
AGUAS, MINAS, MONTES 381

que sólo me incumbe tratar la cuestión en el sentido del De-


recho, y del Derecho puramente administrativo. Pero no es tan
fácil precisar y reducir el estudio. Léase cualquier tratado,
cualquier opúsculo, donde de aguas, minas ó montes se hable,.
Y se verá cómo cuasi siempre las consideraciones jurídicas se
apoyan cuando menos en argumentos de Higiene y de Econo-
mía, asi como las consideraciones fiscales descansan, ó preten-
den descansar, en razones jurídicas, y las higiénicas en obser-
vaciones de las ciencias físicas.
Ante tal confusión, parécenos lo más acertado prescindir
de otras determinaciones y limitarnos estrictamente á des-
envolver los siguientes extremos, ciiya importancia no cabe
desconocer:

A) ¿Qué significa j hasta ddnde se extiende la acción de l(r


administrative en el pioblema de las Aguas, las Mi-
nas y los Montes?
B) Intervencidn que al Estado coriesponde en este pro-
blema.
C) Exposición y critica de las bases es que se apoya nues-
tro régimen administrativo vigente acerca de este
punto.

Repetir aquí con extensión y detalle las numerosas disposi>


ciones de nuestra legislación acerca de este problema, por una
parte, á nada conduciría, porque siempre podrían examinarse
con mayor detenimiento y precisión en los textos legales; por
otra, quitaría lugar á otros conceptos más pertinentes y pro-
pios df este lugar. Procedamos, pues, al cumplimiento del
plan trazado.

Nada tan frecuente, tan usual, como la confusión entre la»


esferas de la Administración y del Gobierno, y como conse-
cuencia, la confusión entre la acción administrativa y la gu-
bernamental. No concebimos al Gobierno sino administrandov
no nos formamos idea de la Administración sin relacionarla
con la representación de un Gobierno. Y sin embargo, ¡qué
conceptos tan distintos! Donde el Gobierno administra, ni la
3S* REVISTA CONTEMPORÁNEA

adnaintstracíón es buena ni el Gobierno moral; donde la Ad-


ministración depende del Gobierno y va unida á él, forzosa-
mente ha de experimentar todas sus vicisitudes y acompañar-
le en todos sus contratiempos y vaivenes.
¡Cómo!—se dirá.—¿Pues no se considera el Derecho admi-
nistrativo como una rama del Derecho político? ¿No se estudia
]a acción administrativa como acción de un poder del Estado,
d e un poder gubernamental?
Sí; esa es, ordinariamente, la manera de considerar la ac-
ción y el Derecho administrativos, pero no la que en razón
procede
Ya con relación al problema estrictamente político, y aten-
diendo con especialidad á la cuestión de las relaciones J e los
partidos políticos con la Administración, deplorables para
€sta, indicaron algunos publicistas la conveniencia de separar
la Administración del Gobierno, á fin de no contaminar aquélla
con las impurezas que al último suelen afectar.
Vino luego el examen de las Constituciones políticas, espe-
cialoiente de las de Inglaterra y los Estados Unidos; la realidad
mostró que era posible distinguir las funciones administrativas
d e las gubernamentales, enseñando que los países donde el
Gobierno administra menos, como acontece en Inglaterra, y
sobre todo en los Estados Unidos de Norte América, es don-
d e consecuencias menos importantes y menos lamentables
producen las corruptelas electorales; y entonces se abrió paso
ya francamente la teoría que distingue lo administrativo de lo
gubernamental, hija legítima del antiguo individualismo y
llevada hoy hasta sus últimas y lógicas consecuencias por el
anarquismo científico.
Administrar es función eminentemente ^«zVzVa por su ca-
rácter de ejecución, eminentemente individual desde el punto
de vista del interés en la realización. Ya dice la sabiduría
popular: «.Hacienda, tu amo te vea* y « £ / ojo del amo engorda
^l caballo*, indicando con estos y otros adagios que no hay
mejor administrador que el propietario. Y el propietario,
como el gran Max Stirner indica en la sentencia puesta al
frente de esta disertación, no es un ser sobrenatural, ni un ser
fantástico, no es Dios, ni la «Sociedad», es ni más ni menos
AGUAS, MINAS, MONTES 383

que el individuo, Yo, Fulano de Tal, en cada particular re-


lación.
Gobernar, por el contrario, es función eminentemente ne-
gativa por su razón de ser histórica y por su finalidad racio.
nal, como es también eminentemente social desde el punto
de vista del interés en el cumplimiento, ya que Ja acción de
gobierno mira á las relaciones de unos hombres con otros, á
la evitación de conflictos entre nosotros y los que, por un
disculpable eufemismo, solemos llamar nuestros semejantes. Y
no por ser negativa y social deja de ser el gobernar una
ciencia, y ciencia difícil (como que requiere ante todo expe-
riencia de la vida y de la condición de los hombres).
Previendo esto, el Dr. Sancho de Moneada decía á Fer-
nando VI en su Restauración politica de España y deseos pú-
blicos ( I ) : tLos hombres cuerdos aconsejan que importa que
el Príncipe nuestro señor no estudie mucho, porque los es-
tudios enflaquecen el estómago y retiran el calor natural á la
cabeza».

Y vamos á nuestro asunto. Siendo del carácter expuesto la


función gubernativa ó del Estado oficial y la función adminis-
trativa, ¿qué significan y hasta dónde se extienden en el pro-
blema de las aguas, minas y montes^
Estudio la cuestión en teoría. Por eso teóricamente fijaré
también los principios que entiendo deben regir esta materia,
principios que no son sino una consecuencia de la noción ex-
puesta acerca de la función de gobierno.
El Estado (y al decir Estado me refiero estrictamente al
oficial, á lo que suele denominarse Gobierno) no debe admi-
nistrar, y si administra no obra como Estado, sino como pro-
pietario particular, cualidad esta última que no concibo yo
claramente en una personalidad colectiva. Es lo mismo, en
suma, que si dijéramos: «el médico no debe ejercer la aboga-
cía»; claro es que damos á entender lo siguiente: el médico,

(l) Edicián de Madrid, Juan de Ziíñiga, 1746, pág. 154,


384 REVISTA CONTEMPORÁNEA

como tal médico, sólo tiene títulos para ejercer la medicina,


no la abogacía; ahora, si también es abog'ado, podrá asimis-
mo ejercer la última; pero ni ejerce la abogacía como médi-
co, ni la medicina como abogado. Pues esto acontece en el
Estado: cuando el Gobierno administra, no administra como
tal Gobierno, sino como un administrador cualquiera, más ó
menos cualificado.
Recordemos ahora que tanto en materia de aguas como de
montes ó minas, se concibe que haya unos bienes de domi-
nio privado, de propiedad particular, y otros de dominio pú-
blico, y como consecuencia, unos bienes de uso y aprove-
chamiento particular y otros de uso y aprovechamiento co-
mún. Decir que estos últimos, que los bienes de dominio
público son de la Nación, será establecer un límite entre
la propiedad nacional y la extranjera; pero dentro de la co-
lectividad nacional es una manera delicada y correcta de
afirmar que esos bienes no pertenecen individualmente (es de-
cir, en propiedad) á nadie.
Ahora bien, ¿cuál es, respecto á estos diversos géneros de
bienes, la función administrativa del Estado?
A) Respecto á los bienes de propiedad particular (aguas,
montes ó minas), esa función es nula, porque corresponde al
mismo propietario. La función del Estado será en este res-
pecto gubernativa; jurídicamente, se limitará á evitar los con-
flictos entre particulares.
B) Tocante á las otras clases de bienes, conviene distin-
guir entre aquellos que el Estado posee como un particular
cualquiera, es decir, como medios materiales que ha dé apli-
car en la forma que más conveniente considere al cumplimien-
to de sus fines, y aquellos otros que detenta como represen-
tante de la colectividad nacional, es decir, porque ningún par-
Hcular los posee individualmente. Respecto de la primera clase
de bienes, la función administrativa es la misma que podría
desempeñar un particular cualquiera; respecto de la segunda,
es respecto de la que nos incumbe hacer algunas considera-
ciones.
Si el Gobierno no debe administrar, su acción en lo relati-
vo á los bienes de dominio publico, y en este caso particular
AGUAS, MINAS, MONTES 385

á las agnas, minas ó montes de aprovechamiento común,


debe limitarse á cumplir lo que los particulares por sí solos
no habían de realizar; á evitar las usurpaciones individuales, á
regular los aprovechamientos comunes, de tal suerte que se-
mejante disfrute común se concilie con la naturaleza de la
cosa.

II

Y siendo ésta la intervención que al Estado corresponde, y


no debiendo ser él administrador, su acción en lo que á las
aguas, minas ó montes de dominio público se refiere, debe
tender á encomendar su conservación á las entidades sociales
que más en contacto han de hallarse y que más inmediata-
mente han de disfrutar de esos bienes; esto es, á los oíganis-
mos municipales.
Mucho se ha hablado y no pocos desatinos se han profe-
rido últimamente en nombre de la denominada política hidráti-
tica. Si estas dos palabras representan en este respecto algu-
na idea centralizadora; si suponen la tendencia socialii>ta de la
administración por parte del Estado; si envuelven, en suma,
el concepto de la centralización burocrática en lo relativo á
funciones que, según hemos indicado, deben estar dispersas y
hallarse encomendadaf á los últimos organismos de federa-
ción político-social, á los municipios, entonces hemos de re-
chazar esa politica con todas nuestras fuerzas, por lo menos
por lo que ataae á los bienes de que estamos hablando, á las
aguas, minas ó montes de dominio público. Ya veremos lue-
go, sin embargo, cómo, sin fundamento positivo, quiere ha-
cerse una excepción de las minas, como si éstas no se conci-
bieran sino como dominio particular del Estado.
De llevarse totalmente á la práctica la idea que aquí apun-
tamos, sería preciso, no obstante, reformar algún tanto la
constitución de los organismos municipales, demasiado supe*
ditados en la actualidad á la dependencia oficial del Estado y,
lo que es más de lamentar, á la de los intereses políticos. Pero
no es éste lugar propio para entrar en más consideraciones so-
bre la materia.
25
386 REVISTA CONTEMPORÁNEA

Después de estas ideas generales, entremos ya en el exa-


men y critica de nuestro estado de derecho acerca de aguas,
minas ó montes.

III

Aguas.
Lo fundamental de la materia está comprendido en el ley
de 7 de Mayo de 1880 y en la de 13 de Junio de 1879, á que
hace referencia y que parcialmente transcribe nuestro vigente
Código civil (l).
Ante todo, nuestro sistema legislativo se apoya en la siguien-
te distinción: hay aguas de dominio publico y aguas de domi-
nioprivado. Son de dominio público: i." Los ríos y sus cau-
ces naturales. 2.° Las aguas continuas ó discontinuas de
manantiales y arroyos que corran por sus cauces naturales, y
estos mismos cauces. 3.° Las aguas que nazcan continua ó
discontinuamente en terrenos del mismo dominio público.
4.° Los lagos y lagunas formados por la naturaleza en terre-
nos públicos y sus álveos. 5.° Las aguas pluviales que discu-
rran por barrancos ó ramblas cuyo cauce sea también del
dominio público.'6." Las aguas subterráneas que existan en
terrenos públicos. 7." Las aguas halladas en la zona de traba-
jos de obras públicas, aunque se ejecuten por concesionario.
8.^° Las aguas que nazcan continua ó discontinuamente en
predios de particulares, del Estado, de la Provincia ó de los
pueblos, desde que salgan de dichos predios. 9.° Los sobran-
tes de las fuentes, cloacas y establecimientos públicos.
Son de dominio privado: i." Las aguas continuas ó discon-
tinuas que nazcan en predios de dominio privado, mientras
discurran por ellos. 2." Los lagos y lagunas y sus álveos for-
mados por la naturaleza en dichos predios. 3.° Las aguas
subterráneas que se hallen en éstos. 4.° Las aguas pluviales
que en los mismos caigan, mientras no traspasen sus linde-

(I) Arts. 407-4ZS-


AGUAS, MINAS, MONTES 387

tos. 5.° Los cauces de aguas corrientes, continuas ó disconti-


nuas, formados por aguas pluviales, y los de los arroyos que
atraviesen fincas que no sean de dominio público.
Necesítase autorización para el aprovechamiento de las
aguas públicas especialmente destinadas á empresas de inte-
rés público ó privado. Hay, sin embargo, excepciones al prin-
cipio. En general, el aprovechamiento de las aguas públicas
se adquiere: I.° Por concesión administrativa. 2." Por pres-
cripción de veinte años. En toda concesión de aprovecha-
miento de aguas públicas se fijará la naturaleza de éste, la
cantidad en metros cúbicos por segundo del agua concedida,
y si fuese para riego, la extensión en hectáreas del terreno
que haya de regarse.
Dejando aparte todos los demás extremos de la legislación,
tanto en lo referente al dominio y aprovechamiento de las
aguas terrestres y marítimas, como en lo relativo á los cauces,
accesiones, obras de defensa y desecación, servidumbres y
policía, voy á ocuparme tan sólo en los dos puntos antes in-
dicados, á saber: i." Distinción entre las aguas de dominio
público y las de dominio privado. 2.° Concesión especial de
aprovechamiento de aguas públicas.
La comisión encargada de redactar el proyecto de ley ge-
neral de aprovechamiento de aguas, presentado al Senado
por el Ministro de Fomento (Sr. Alonso Martínez) en 6 de
Noviembre de 1863, decía en su exposición: «Al adoptar por
primera vez estas calificaciones del dominio, repetidas des-
pués con frecuencia, cree la comisión necesario explicar la
significación que les da y el sentido en que las usa. Por do
minio público de la Nación entiende el que á ésta compete
sobre aquellas cosas cuyo uso es común por su propia nata-
raleza ó por el objeto á que se hallan destinadas; tales son,
por ejemplo, las playas, ríos, caminos, muelles y puertos
públicos; su carácter principal es ser inenajenable é impres-
criptible. Y por dominio particular del Estado entiende el que
á éste compete sobre aquellas cosas destinadas á su servicio,
ó sea á la satisfacción de sus necesidades colectivas y no al
uso común, cosas de las que dispone como los particulares
<le las que constituyen su patrimonio: tales son, entre otras
388 REVISTA CONTEMPORÁNEA

muchas, los monfbs, minas, arsenales, fortalezas y edificios


militares».
Pero jcabe con propiedad que existan aguas de dominia
privado}
Si se acepta el concepto del dominio que profesó el Dere-
cho romano y que sigue hoy día imperando en las modernas
legislaciones, entendiendo por tal el derecho de usar, disfru-
tar, vindicar y disponer de una cosa corporal sin más restric-
ciones que las impuestas por las leyes; si se acepta, digo, ese
criterio para definir el dominio, entonces no cabe aplicarlo á
las aguas, por lo menos á las corrientes. El agua corriente na
puede ser objeto de dominio privado.
Prescindamos del uso, del disfrute, de la vindicación; fijé-
monos tan sólo en la facultad de disponer. ¿Qué supone esta
facultad? Pues supone el poder de transformar el objeto, d e
transmitir su propiedad, de consumirle y agotarle. El Sueño de
un mueble, el propietario de una superficie territorial, puede
cambiarlos, transformarlos, hasta agotarlos totalmente. Esto>
no puede materialmente hacerse con el agua corriente. Aquí,,
en primer lugar, el objeto cambia continuamente; el agua que:
hoy se desliza por un cauce no es la misma que por él corre-
rá mañana; el presunto propietario no puede decirse poseedor
más que de la cantidad de agua que, por decirlo asi, inmoviliza
aprisionándola en algún depósito. Por consiguiente, al hacer
dueño de ese agua no inmovilizada á una sola y determinada
persona, cometemos un absurdo; suponiendo que no se mue-
ve el caudal que naturalmente corre, incurrimos desde luega
en una (oníradictio in adiecto y, de todas suertes, establece-
mos una ficción, una presunción que no por ser jurídica deja
de merecer el calificativo de falsa.
Ya comprendió esto la referida comisión encargada de re-
dactar aquel notabilísimo proyecto de ley que fué presentado
á las Cortes en 1863. «El obstáculo—decía—que para el d o -
minio privado del agua encuentran muchos en su cualidad d e
corriente no lo es en sentir de la comisión; tal cualidad no se
opone á su apropiación y consumo, y todo lo que es susceptible
de apropiación y consumo puede ser objeto de dominio priva-
do. Cierto es que en muchos casos la apropiación de las aguas
AGUAS, MINAS, MONTES 389

corrientes no podrá ser indefinida y permanente ni su consumo


absoluto y total; pero esto no podrá ser obstáculo para la exis-
tencia del ddminio; podrá, cuando más, modificarlo y limi-
tarlo. »
Las mismas palabras de la exposición revelan cómo, aun-
<iue inconscientemente, se consideraba necesario recurrir al
«ofisma para defender la tesis. Verdad es que todo lo que es
susceptible de apropiación ó consumo cae ó puede caer den-
tro de los límites del dominio privado; pero ¿acaso las aguas
corrientes (no esta ó la otra determinada cantidad de agua)
pueden ser objeto de semejante apropiación y consumo? Li-
mitar la apropiación (y esto es lo que esencialmente implica
da idea de dommio) es absurdo, es imposible, tratándose de
agua corriente.
Algunas de estas ideas han trascendido á las legislaciones.
Por eso, en Cataluña y Valencia, comarcas donde tanto se
puede aprender en lo relativo al régimen y distribución de las
aguas, jamás se consideraron las aguas de los ríos, aun no
siendo éstos navegables ni flotables, como propiedad de los
ribereños, lequiriéndose autorización del señor territorial para
hacer derivaciones de ellas.
La concesión de un aprovechamiento especial de aguas de
dominio público ¿implica un derecho de dominio sobre estas
aguas? Distingamos: sobre el agua aprovechada con carácter
exclusivo, sí; sobre la restante que no fué aprovechada, en
modo alguno. Aquí hemos de alabar sin reservas el procedi-
miento seguido por los redactores del proyecto de 1863, ha-
<:iendo nuestras sus palabras: «Antes de entrar en la exposi-
<:ión de las diferentes clases de aprovechamientos, juzga la
-comisión indispensable determinar los caracteres generales
que separan y diferencian el aprovechamiento del dominio.
Éste es un derecho absoluto é ilimitado sobre la cosa que nos
autoriza para hacer libremente de ella el uso que nos plazca,
siempre que no lastimemos el derecho de otro. El dueño de
una cosa lo tiene, no sólo para usar, sino para abasar de ella,
«in que el poder publico pueda impedir este abaso mientras
con él no cause perjuicio á tercero.
£1 aprovechamiento, por el contrario, es un derecho limi»
390 REVISTA CONTEMPORÁNEA

i:ado, sujeto á las condiciones impuestas por quien lo conce-


de, y que no autoriza para abusar, sino sólo para usar en la
forma y para el objeto concedido. E¿ aprovechamiento es el
uso á que por la misma naturaleza se hallan destinadas las co-
sas comunes, revestido de aquellas formas que el poder público
juzqa indispensables para evitar conflictos y para que á todos
alcance ese uso cuando es posible, y cuando no, á aquellos que
puedan obtener de él ó proporcionar al público mayores ven-
tajas.
Por eso la comisión—terminaban—no reputa jamás á los
concesionaiios de aguas públicas como verdaderos dueños de
éstas ni aun después de separadas de sus cauces naturales,,
sino como meros usuarios limitados al objeto para que se les
concedieron, y sujetos siempre á la vigilancia de la Adminis-
tración, encargada de precaver todo abuso y desperdicio. >

*
» *

Minas.
L o s principios que anteriormente hemos sentado con apli-
cación á las aguas han de servirnos de base para lo que di-
gamos respecto á las minas.
Sabido es que la legislación á estas últimas relativa está
constituida fundamentalmente por el decreto-ley de 29 de Di-
ciembre de 1868, con los precedentes de la ley de 6 de Ju-
lio de 1859 y del reglamento de 24 de Junio de 1868.
La teoría legal vigente acerca de las minas puede conden-
sarse en las consideraciones siguientes:
A) Las minas pertenecen privativamente al Estado, y no
son de uso común mientras no se otorgue su concesión.
B) En todos los terrenos que contengan sustancias mine-
rales se considerarán siempre dos partes distintas: i." El suelOy
que comprende la superficie propiamente dicha, y además t\
espesor á que haya llegado el trabajo del propietario, ya sea
para el cultivo, ya para solar y cimentación, ya con otro obje-
t5 cualquiera distinto del de la mineria. 2.* El subsuelo, que se
extiende indefinidamente en profundidad desde donde el suelo
termina.
AGUAS, MINAS, MONTKS 39I

C) El suelo podrá ser de propiedad particular ó de domi-


nio público, y el dueño nunca pierde el derecho sobre él, ni
á utilizarlo salvo caso de expropiación. El subsuelo se halla ori-
ginariamente bajo el dominio del Estado, y éste podrá, según
los casos y sin más regla que la conveniencia, abandonarlo al
aprovechamiento común, cederlo gratuitamente al dueño del
suelo ó enajenarlo mediante un canon álos particulares ó aso-
ciaciones que lo soliciten.
Dj Las sustancias minerales se clasifican en tres seccio-
nes. Pertenecen á la primera las producciones minerales de
naturaleza terrosa, las piedras silíceas, las pizarras, areniscas
ó asperones, granitos, basaltos, tierras y piedras calizas, el
yeso, las arenas, las margas, las tierras arcillosas y en gene-
ral todos los materiales de construcción cuyo conjunto forma
las canteras. Compréndese en la segunda los placeres, arenas
ó aluviones metalíferos, los minerales de hierro de pantanos,
el esmeril, ocres y almagras, los escoriales y terrenos metalí-
feros procedentes de beneficios anteriores, las turberas, las
tierras piritosas, aluminosas, magnesianas y de batán; los sali-
trales, los fosfatos calizos, la baritina, espato flúor, esteatita,
kaolín y las arcillas. Corresponden á la tercera los criaderos
de las sustancias metalíferas, la antracita, hulla, lignito, asfal-
to y betunes, petróleo y aceites minerales, el grafito, las
sustancias salinas, comprendiendo las sales alcalinas y térreo-
alcalinas, ya se encuentren en estado sólido, ya disueltas en
el agua, las caparrosas, el azufre y las piedras preciosas.
Las consecuencias jurídicas de la expresada clasificación
son las siguientes:
Las sustancias de la primera sección, si se hallan en terre-
nos de dominio público, son de aprovechamiento común; si
-en terrenos de propiedad privada, soa cedidas por el Estado
al dueño de la superficie, quien podrá considerarlas como
propiedad suya y utilizarlas en la forma y tiempo que estime
oportunos.
Las sustancias de la segunda sección, si se hallan en terre-
nos de dominio público, son de aprovechamiento común; si
en terrenos de propiedad privada, son cedidas por el Estado
á quien tenga por conveniente solicitar su explotación, pero
392 REVISTA CONTEMPORÁNEA '

el dueño posee el derecho de preferencia para explotarlas por


sí. Caso de no decidirse el dueño á la explotación y de con-
cederse ésta á otra persona, debe preceder á la concesión de-
claración de ser la empresa de utilidad pública é indemniza-
ción al dueño por la superficie expropiada y daños cau-
sados.
Las sustancias de la tercera sección, esto es, las minas
propiamente dichas, sólo podrán explotarse en virtud de con-
cesión que otorgue el Gobierno, con arreglo á las prescripciones
legales.
Necesaria era toda la prolija exposición que precede para
que se comprendiera el espíritu de nuestra vigente legislación
acerca de este punto.
Como se ve, rige la idea del dominio eminente; entiéndese
que el propietario de todo el subsuelo nacional es el Estado
(mejor dicho, el Gobierno, pues éste es quien otorga las con-
cesiones); si el dueño del suelo explota la riqueza minera del
subsuelo es en virtud, no de un derecho de propiedad, sino
de una cesión tácita ó de una concesión expresa del Estado.
Hay-en todo esto, á nuestro jni<?io, ana parte de verdad;
hay asimismo, segün procuraremos demostrar inmediatamen-
te, algo de error.
Desde luego parécenos una verdad lo de que el propieta-
rio del suelo no lo es del subsuelo por el mero hecho de
serlo de aquél. Sea cualquiera el fundamento que se adopte
para justificar la propiedad actual, es indudable que se cons-
tituyó originariamente por el trabajo, manteniéndose, como
se mantiene ahora, por la fuerza. Diríase que la sustancia^/*tf-
piedad es un compuesto metaíísico de materia y de forma,
compuesto en el cual la materia está dada por la Naturaleza,
y la forma por el trabajo humano. Ahora bien, no habiendo
actuado el trabajo originariamente sobre el subsuelo, no pue-
d e aplicarse á éste la noción de propiedad.
Y el sentido común se pregunta: si el subsuelo no es de na-
die, ¿por qué se atribuye al Estado su propiedad? Ahí está
todo lo grave del error.
El Estado, como toda colectividad humana, no es una ca-
tegoría ideal, no es un fantasiúa imaginario, no es el super-
AGUAS, MINAS, MONTES 393

hombre de Nietzsche; es ni más ni menos que un conjanto,


que una suma, mejor ó peor trabada, de individualidades de
carne y hueso. A la manera que si dos amigos, absoluta-
mente desprovistos de fortuna, se proponen reunir sus cauda-
les, no lleg-arán á componer un céntimo sus aportaciones, así
cuando se reúnan dos, diez, mil, treinta millones de hombres
en un^ nación, sin ser ninguno de ellos propietario del sub-
suelo, ¿cómo ha de resultar la nación, estoes, el conjunto de
todos ellos, propietaria y dueña del mismo?
Si el Estado ó el Gobierno dicen: cEl subsuelo nacional
es mío», obrarán respecto al legítimo propietario (caso de que
exista) como el ladrón fuerte al arrebatar lo suyo á la víctima
débil.
Porque yo supongo otra cosa. Yo doy por supuesto que
el subsuelo es independiente del suelo, bien sea éste de do-
minio público ó privado, y me pongo en el caso del propieta-
rio ó del extraño que con conocimiento del propietario hace
una calicata y encuentra una vena de rico mineral. Ese ha-
llazgo, ¿no es efecto de su labor ó de su buena suerte? ¿Qué
diferencia hay entre este caso y la situación del primer pro-
pietario del suelo, que lo roturó, lo halló fértil y se aprovechó
de sus productos, transmitiéndolo después en la forma que
tuvo por conveniente?
Las razones que abogan por el dominio eminente del Es-
tado son enteramente abusivas, sólo tienen por fundamento
consideraciones de índole fiscal. El subsuelo es, ni más ni
menos que el suelo, propiedad de quien lo trabaja y explota.
La función del Estado, respecto á las mmas que no sean de
su propiedad particular, debe ser, como en lo referente á las
aguas, de índole más bien gubernativa que administrativa.
«La mina—escribe muy atinadamente el Sr. Piernas Hurta-
d o (I)—es un depósito, pero no un producto formado por la
Naturaleza, es una utilidad de igual género que la ofrecida por
los frutos espontáneos de la tierra, que la misma fecundidad
que hay en el suelo. En tanto que es desconocida su existen-

( I ) Tratado de Hacienda pública y examen de la española.—Madrid,


1891, tomo 1, p<g. 2 ( 4 .
394 HEVISTA CONTEMPORÁNEA
cía, la mina se halla en el mismo caso que la fertilidad de un
país inexplorado; ni es objeto de propiedad ni elemento de
riqueza... Las minas son bienes comunes (i), forman parte de
las cosas que se hallan á disposición de todos los hombres,
y que hace suyas aquel que ejercita sobre ellas su actividad
productiva. La industria minera no tiene por único objeto la
explotación de esa riqueza, sino que consiste primeramente en
la invención de los depósitos ó criaderos de sustancias mine-
rales. ¿Por qué ha de ser libre la aplicación del trabajo sobre
las cosas comunes cuando recae en la superfioie de la tierra,
Y ha de encontrar obstáculo cuando se dirige al subsuelo?»

* *

Montes.
Las fuentes legales de la materia administrativa referente á
montes están representadas principalmente por la ley de 24
de Mayo de 1863, el reglamento de 17 de Mayo de 1865, la
ley de I I de Julio de 1877 y el Real decreto de 8 de Mayo
de 1884.
Prescindiremos de la prolija exposición de las disposiciones
legislativas acerca del dominio, clasificación, aprovechamien-
to, administración y policía de los montes públicos. Siguiendo
el mismo método que anteriormente, nos limitaremos á tratar
de aquellas cuestiones fundamentales é importantes que afec-
tan á este orden de materias.
¿Cuáles son las íuncíones propiamente administrativas que
al Estado competen respecto á los montes?
Ante todo, debe regular su aprovechamiento (tratándose,
por supuesto, de los montes públicos) á fin de evitar su des-
cuaje, operación á que tan inclinados suelen estar los particu
lares.
Los beneficios que los montes producen son considerables
y bien conocidos. Son un medio eficaz para combatir las
inundaciones, favorecer la producción de los manantiales y
regularizar el régimen de las aguas. En su Descripción física,

(I) Y esto de común indica siempre nna propiedad qae no es de natiU.


AGUAS, MINAS, MONTES 395

geológica y agrológica de la provincia de Valencia, el distin-


guido ingeniero Sr. D . Daniel de Cortázar decía, entre otras
cosas, lo siguiente: «Reconocemos, porque es evidente, la
existencia de una relación íntima entre la tala de los bosques
y el empobrecimiento observado en varios manantiales. Las
comarcas impropias para el cultivo agrario, es decir, las rá-
pidas vertientes y las cumbres elevadas, son las que de prefe-
rencia se dedican al cultivo forestal, y cuando en esas comar-
cas desaparecen los árboles que, como es sabido, sostienen
la tierra vegetal con sus raíces, y se oponen con su sombra á
las evaporaciones activas, moderando, además, la violencia
de las aguas tempestuosas, que pasan como cernidas á través
de su follaje, entonces las rocas desnudas, poco permeables
si son enterizas y compactas, quedan al descubierto y forman
superficies inclinadas, sobre las cuales las lluvias caen y res-
balan velozmente. No sucede lo mismo en las comarcas cu-
biertas de arbolado, cuyo suelo mullido, fresco y húmedo,
impide la formación de las corrientes impetuosas á que dan
origen los desagües rápidos, y favorece las filtraciones lentas
y prolongadas, que tanto influyen en el caudal de las fuentes
. y en el buen régimen de los ríos>.
Por eso, hacendistas tan poco afectos al socialismo como
Leroy-Beaulieu, ante el hecho, comprobado por la experien-
cia, de que los particulares se sienten, por lo común, inclina-
dos á talar y rarísima vez á repoblar, aboga por que los Es-
tados dediquen algunos millones á los trabajos de repobla-
ción y encespedamiento.
Los municipios son, á nuestro juicio, los organismos más
adecuados para llevar á cabo esta tarea. Ya la ley de 11 de
Julio de 1877, en su art. 6.°, dispone que los ayuntamientos
contribuyan con el lO por lOO de ios aprovechamientos co-
rrespondientes á sus bienes propios para atender al fomento
y repoblación de los montes. No hace mucho, la Gaceta del 6
de Febrero del corriente aSo, publicó un importante decreto
(inspirado, según se dice, por el Sr. Sánchez de Toca) sobre
los montes que revisten carácter de utilidad pública, abomi-
nando de la ignorancia y la codicia que han producido el pre-
sente descuaje de nuestros montes y apelando al buen senti-
396 REVISTA CONTEMPORÁNEA

do del país y á la tectitud de los municipios pata corregir ta-


maños males, «porque la población de los montes importa
más al país que la construcción de pantanos y canales».
Y no hablemos del aspecto estético de la cuestión, aunque
no debe desatenderse: los griegos, que fueron el pueblo más
sabio del mundo, no lo olvidaban nunca. ¿Hay cosa más tris-
te, más prosaica que un paisaje pelado? ¿Hay algo, por el con-
trario, que mejor disponga á la meditación, á los nobles y
levantados pensamientos que la majestad, entre solemne y te-
nebrosa, de las grandes selvas? Yo de raí sé decir que no pue-
d o explicarme de otro modo la diferencia profunda, radical,
entre el temperamento, las aficiones legendarias de los pue-
blos del Norte y el carácter y leyendas de los pueblos del
Mediodía. Sigmundo, Sigfredo, Lohengrin, Parsifal no se
concebirían caminando fatigados por las llanuras de la Man-
cha, bajo los ardores de un sol canicular.
Y si atendemos á los aprovechamientos comunales, ^que
fuente de riqueza y de relativo bienestar no son los montes
para el pobrei* Hoy podría decir entre nosotros, repitiendo
los inspirados versos de Vicente Medína:

«Nuestros eran enantes


los montes con sus leñas,
y libres pa los probes
aquellos artos de pinas espesas...
libres con sus lentiscos y chaparras
lo mesmo lós colláos que las chentas...
y libres los barrancos con sus nebros...
¡libres con sus romeros las laéras!...
Y en estos días malos
en que al probé le niegan
trebajo pa vivir, quiea tié caudales,
y el cielo su calor y el pan la tierra,
en estos días malos, otras veces,
no era cosa e temblar, como hoy se tiembla,
que pa el hambre y el frío y esos pechos
que tién tanta dureza,
les queaba á los probei
el consuelo e la sierra
AGUAS, MINAS, MONTES 397
con sus manas de lobos,
con sus mantos de nieve, con sus peñas!...
No pué ser, soy tan güeno,
c' á gritos m'ice malo la concencia:
esos montes son míos
con sus pinas espesas...
¡y mis hijos tién hambre
.y, estroceáos por el frío, tiemblan!»

Deseábamos, entre otras cosas, hacer notar el absurdo que


envuelve el sistema de la administración por el Estado y las
ruinosas consecuencias que produce. Nada más á propósito
para ello que el estudio del régimen administrativo de las
aguas, minas y montes.
Nuestros tipos de estructura social y política han de sufrir,
á no dudarlo, un cambio radical. No es posible seguir mucho
tiempo como vamos en la actualidad, c En las Galias—escribe
Spencer (i),—durante la decadencia del Imperio romano,
«eran tan numerosos los que percibían en comparación de los
que pagaban, tan pesada era la carga de los impuestos, que
el labrador sucumbió bajo ella, los campos fueron abandona-
dos y surgieron bosques allí donde antes pasaba el arado».
(Lactancio.) De la propia suerte, al aproximarse la Revolución
francesa, las cargas públicas habían llegado á ser tan pesadas
que muchos campos quedaban sin cultivo y numerosas gran-
jas desiertas; una cuarta parte del suelo estaba completamente
inculta y en algunas provincias una mitad se hallaba por rotu-
lar. En Inglaterra hemos sido testigos de hechos del mismo
género. Bajo la antigua ley de pobres, los impuestos se ha-
bían elevado en algunas parroquias hasta la mitad del estado
de ingresos, y en algunos lugares las haciendas se hallaban
sin gente; hasta hubo un caso en que los impuestos absorbie-
ron todos los productos del suelo.
No hace mucho tiempo leíamos «n el Journal des Econo-
mistes la opinión de un distinguido hacendista y hombre de
Estado inglés acerca del resultado y carácter de los futuros
presupuestos. Estudiaba dicho hacendista la progresión de los

(I) Vinálv'idu centre VEtat. Trad. Gerschel.—París, 1885. Pág. 55-


398 REVISTA CONTEMPORÁNEA

gastos y de los ingresos en el presupuesto de Inglaterra, com -


parándola con la que se observaba en los de las demás nació •
oes europeas, y sacaba la siguiente lógica conclusión general:
mientras el estado de gastos aumenta en progresión alarmante,
sin sujetarse á regla ni medida, los ingresos tienen un límite
seguro, ineluctable, fijo: la miseria absoluta del contribuyente,
la muerte, en suma, del que paga. Si nuestros hombres de Es-
tado, ó los que pretenden serlo, meditasen bien estas pavoro-
sas consecuencias, ¡cuántas generosidades impremeditadas,
cuántos dispendios ruinosos se evitarían! Acusamos de inhu-
mano al individualismo. Quizá lo sea; pero es más cruel, por
lo irreflexiva, toda aspiración socialista ( i ) .

ADOLFO BONILLA y SAN MARTÍN.

( I ) Bibliografía:
Los tratados geoerales de Derecho administratiTO de los Sres. Santamaría
de Paredes y Posada,—Primo trattato completo di Diritto amministrativo
italiano, a cura di V. E. Orlando. Milano, Societá editrice librarin, Vol IX,
- páginas 48 y 49.—Annuaire de PEconomie politigue et de la Statistique.
París, Guillaumip, 1899—L' aliétiation des forets de i'Etat devant I'opinión
publique. París, J. Rothschild, 1865.—Los montes españoles bajo el punto de
vista de su desamortización y administración, por Un Máscara sin careta.
Gerona, Do'ca, /862.—Proyecto de ley de montes. Dictamen formulado por
el ponente D. Lucas Olazáial en la suprimida Comisión de Legislación fo-
restal. Madrid, Ginesta, 1877.—Montes y plantas, por D. Máximo Laguna.
Madrid, Moreno y Rojas, 1891.—/-ÍJ desamortización forestal y la Memoria
del Sr. CflWiaí/ií', por Rafael Alvarez Sereix. Madrid, 1883.—Estudios con
temporáneos, fot el mismo, Madrid, 1889.—La producción forestal en la
Exposición universal de Viena, por F. de P. Arrillaga. Madrid, 1875 (pre-
cioso trabajo).— Conferencias agrícolas de la provincia de Madrid, recopila-
das i impresas en virtud de orden de I." de Mayo de 187S. Madrid, 1878.—
Contestación á los artículos de D. fosé María de Madar\aga, en que impufna
el proyecto de ley para enajenar las minas del Estado, por D. Lino Peñu-las.
Madrid, 1866.—Historia de los impuestos mineros en España, por D. Julián
de Pastor y Rodríguez y D. Ramda de Pastor y Rodríguez. Madrid, Tello,
1878.— Tratado de aguas y riegos, por D. Andrés Llanradd. Madrid, Moreno
y Roja?, 1884 (dos tomos).—Manual del abOf;adoy del ingeniero de minas,
por D. Ramón Sánchez de Ocafi»y D. Máximo Sínthez de Ocaüa. Madrid,
Maroto, 1890. — Colección legislativa de minas, foimuda pot la Junta Supe-
rior Facultitiva de Minería. Madrid, 1889 1892.—Manual del minero espa-
ñol, por V. Manuel Malo de Molina, Madrid, Morales, 1863.—Manual del
minero, por D. José María de Cuéllar y D Pedro Mendo de Figueroa. Grana-
da, sin año.—Proyecto de ley de Minas, arreglado por D. Ramdn de Silva Fe-
rro. Londres, Clayton, 1874. — Consideraciones tuerca dehs establecimientos
y minas del Estado, por D. Federico de Botella. Madrid^ Lipaente, 1868.
l i EXPOSICIÓN IRTERMCIOML DEL FOTO-CLÜB
DE P A R Í S

Este salón internacional de fotografía, que es el sexto,


ofrece diferencia notable con los dos salones de pinturas
abiertos en este momento; en aquéllos es tal la abundancia
de obras expuestas que forzosamente predomina lo media-
no, y es verdadero trabajo recorrer tanta sala y obligatoria
la jaqueca; aquí las obras son relativamente pocas (576 nú-
meros cuenta el catálogo), no pudiendo presentar cada artis-
ta más allá de seis fotografías, y como el Jurado de admi-
sión procede con loable severidad, puede asegurarse que
domina, por el contrario, lo bueno y no hay trabajo sin in-
terés.
Lo segundo que conviene apuntar después de recorrer
esta única sala, organizada con acierto que honra al presi
dente del Foto-Club, Mr. Maurice Bucquet, es esta bondad
de la fotografía artística que viene á probar otra vez, y no
está de más, que los aficionados son los maestros efectivos
en este arte, más difícil de lo que el público supone. No se
me oculta que el fotógrafo de oficio, aun cuando haya sacu-
dido el pésimo gusto que le imponía la parroquia, salvo en
lo del retoque, no puede dedicarse á esta clase de fotografía,
que exige comenzar dos y tres veces el mismo asunto y em-
plear procedimientos tan largos y delicados como el carbón
ó la goma bicromatada. Al precio ordinario de venta no les
quedaría más recurso que perecer de hambre. No encierran,
pues, mis palabras censura alguna, sino la simple confirma-
ción de un hecho que es bueno repetir, porque aún se figu-
ran miichos que «aficionado> es sinónimo de malo. En foto-
grafía los aficionados, cuando son artistas, son los maestros.
400 REVISTA CONTEMPORÁNEA

Insisto en la restrictiva para que no se consideren tales


todos los que tienen un aparato y pasan sus ocios sacando
instantáneas que revelan con un revelador automático, cuan •
to más prontito mejor, si es que no confían el trabajo á un
obrero que con ello se gana el pan. El aficionado á que me
refiero es otro; ha estudiado dibujo, se sabe de memoria los
grandes maestros de la pintura y el grabado para inspirarse
en ellos, estudia primero sus asuntos con el lápiz, si se trata
de asunto de género, pasa horas enteras, si cabe, distribu-
yendo las luces, arreglando el cuadro, y volviendo á comen-
zar si la negativa na le satisface. Revela con el ácido pirogá-
lico ú otro que permita guiar la placa, y cuando se trata de
la positiva, empieza su verdadera obra de artista personal,,
pues revelando con el pincel, dando luces donde faltan ,^
amortiguando las durezas, no hace, en suma, sino obra de
pintor, y la prueba valdrá lo que el artista valga. Y aun
después de esto, queda el enmarcar la positiva, que no es
tarea fácil cuando no existe buen gusto en el aficionado.
Una goma perfecta puede exigir seis, siete, ocho días de tra-
bajo; ya se ve cuan lejos estamos del citrato. -
Felizmente, la tendencia general va hacia lo más difícil,
pero también lo más artístico. Mal contando, encontramos
aquí 133 bromuros, S albúminas y g gelatino-cloruros, con-
tra 152 carbones, sean simples ó Fressomy Artigues, 62 pla-
tinos y $8 gomas al bicromato, con sólo 2 oro-tipos, la últi-
ma novedad. Más aumentará el número de estos últimos
procedimientos con el correr del tiempo, por ser los que per-
miten más que se manifieste la personalidad del artista, y
conducir á lo que siempre he aconsejado, la prueba única; que
reproduzca una impresión mecánica una obra notable, nada
más natural; pero la positiva fotográfica magistral debe ser
una y sola, como un cuadro. Repetirlas, cosa imposible casi
con estos procedimientos, es quitarles su valor.
Ya que estoy metido en reseñas estadísticas, anotaré que,
naturalmente, hay de todo en esta Exposición, pero predo-
minan los asuntos de género, 85 obras; los paisajes, 70; los
retratos, 53; las marinas, 42. Los animalistas no son más
que 25, 9 los fotógrafos militares, 6 los religiosos, y sólo 4
LA EXPOSICIÓN DEL FOTO-CLUB DE PARÍS 4OI

los que envían obras puramente decorativas. Es la progre-


sión lógica del ingenio francés que es, sobre todo, paisajista
y retratista, y las fotografías más sobresalientes de este cer-
tamen han de buscarse en estos dos géneros, pues los estu-
dios, que son unos 30, pertenecen al retrato por lo frecuente.
Se, ha dicho que las obras son pocas, pero añadiendo re-
lativamente-^ sería, con efecto, imposible apuntarlas todas,
aunque mención la merecerían por tal ó cual concepto.
Consignaré, pues, que todos los expositores han trabajado
bien en favor del arte, que todos concurren al interés gene- /^
ral de este certamen y que pido mil .perdones á los que ni '.7
siquiera nombro, debiendo someterme á lo más selecto, y es t
bastante, como verá el lector. ',
Siguiendo el orden de mis apuntes, por seguir algo, pues
están asaz revueltos, me detendré primero en Chéri-Rousseau,
que expone El lector, un anciano leyendo un diario; perfecto
de naturalidad, deja que desear el tono de la positiva, que si
hace bien en la cara, pálida y como exangüe, es flojo en la
levita; más irreprochable encuentro Crepúsculo, un coche
entre árboles que da bien la impresión de la hora.
El estudio, de Hellouin de Menibus, dos chicos repasando
sus lecciones cerca de una ventana y tomados á contra luz,
es delicioso de verdad y muy exacto de tono. Otro tanto
diré de la Bacante en reposo, fotografiada en un jardín y en
pleno sol, por el Conde de Clugny; el color de las carnes es
de jugosa frescura é inmensa la dificultad vencida. Creo que
los laureles de los americanos quitan el sueño á Mr. Bergon,
<^Q)MzgaíX:•^OK^w Mujer de la Sierpe, que peca de sombría.
Bueno es lo ojscuro, pero no lo negro, y puede comprobarse
en la Oración antes de la comida, de Mathy, que hace pensar
en una punta seca.
Mi nota siguiente comprende una serie de paisajistas, que
cito como los apunté: Efecto de nieve, de Poupinel; las Orillas
del Sena, de Rolato-Petion; oíSarthe en San Ceneri, de Pas-
savant, uno de los más lindos; las Orillas del riachuelo, de
Vieuille; el Crepúsculo enDargilan, de Wallon; la Calda de
la tarde sobre el Elba, de MuUer, exactísimo de tono, y la
Escarcha, de Darnis, que ha sabido conservar á sus árboles
26
402 REVISTA CONTEMPORÁNEA

la humedad diamantina del natural. Punto para señalar una


obra encantadora de composición, de tonalidad y de senti-
miento—nótese que no digo sentimentalismo,—la Égloga,
de Lemoine, tan rica en valores y con unos lejos esfumados
de precioso aspecto.
Admiro yo particularmente á los paisajistas, tal vez por-
que no he conseguido nunca llegar á la perfección, y aun-
que se reputa más difícil el estudio del interior, y tal vez no
sin razón, se me antoja más cómodo por haber llegado á
dominarlo, aunque sin acercarme á los que aquí existen.
Las conservas, de Mlle. Marchant, que reproduce una vieja
pelando manzanas, es un cuadro holandés acabado; lo mis-
mo cumple señalar del Interior holandés, de Crommelin, no-
tabilísimo por las luces; algo romanza me parece la Huma'
nidad, de Bovier, mejor inspirado en su Oración matutina, y
concedo lugar predilecto á Mad. Kasebier por sus Herma-
nas y á Mad. Binder-Mestro por su adorable Ensoñación.
No faltan los tipos, que es ramo de copiosos frutos: el
Anciano, de Charpentier, es notable, sobre todo por la ejecu-
ción; GilibcFt ha colocado con arte sus personajes de En el
umbral; muy exacto es el Tio Fario, de Ferrand, pero pre-
fiero los Aserradores, de Costa, La mujer de Negro, de
Grimpel, y ante todo la Nodriza eslovaca, del Dr. Flamin,
que es lindísima, de una delicadeza dulce incomparable; la
cabecita del mamón es una maravilla de finura sin exceso de
detalles.
Entre los fotógrafos militares cito en primera fila á Geor-
ges Roy por sus dos cuadritos La sopa y el Campamento, de
una composición magistral sin búsqueda y de tonalidad
sorprendente de verdad; el Día de revista, de Toucas, mere-
ce notarse por el movimiento que le anima, pero no me doy
cuenta de la hora; el Joven del ejército imperial, por el Conde
Mniszech, es una aguada, y como tal se podría vender á
más de uno; la figura recortada sobre la blancura del papel
es más bella que difícil de obtener, pero el efecto es grande;
en fin, me quedo con En maniobras, de Mlle. Bucquet, que
pongo por encima de todo elogio; es el natural mismo in-
terpretado con suma personalidad.
LA EXPOSICIÓN LDEL FOTO-CLUB DE PARÍS 403

Puyo, Brémard, reza mi nota buena y simplemente, y en


realidad con nombrarlos bastaría, pues son maestros impe-
cables, si no fuese gusto positivo recrear el espíritu ocupán-
dose en ellos como se recreó la vista admirando sus obras.
Todo es superior, y sólo puede darse preferencia á lo que
más place á nuestras tendencias é ideales. Así es que de
Puyo, gracioso en su Serenata matinal, grave en su Perfil y
magistral en el claroscuro de su Cabeza de capítulo, esco-
jo el Vaso místico, de tan penetrante poesía que no me canso
de mirarlo, y el carbón En los campos, que semeja un dibujo
á la pluma. Bien sabe el autor cuánto le quiero, y es inútil
que insista.
De Brémard me quedo con el estudio de mujer, todo en
medias tintas, no resaltando en purísimo blanco sino los
dos cristalinos, y el retrato de Mad. M. B , que se lleva la
palma.
Ya que estoy en los retratos, pagaré la deuda contraída á
Carlos Sollet, por el que nos da de sí mismo, á Gautin Ber-
ger por el de su madre y más aún por el de Mr. Poujade; á
Saint-Chamant por el de Mile. M., en el cual ha conseguido
un bellísimo tono sanguíneo; meto también en fila al Retoca-
dor, de Marguery, por ser más retrato que otra cosa;' los es-
tudios de Mannheim y Braillard y el cuadro del Conde
Tyskiewicz, que no sé por qué tengo en este grupo de no-
tas, pero es seductor y se titula En el terrado.
Mr. Bucquet está á la altura de siempre con su grupo de
género En el banco y las Orillas del Sena, que de nuevo me
traen al paisaje para acabar con él muy de prisa, pues esto
no se acaba nunca, y la culpa la tienen los expositores ó,
por ser más exacto, su talento.
Cito sólo los nombres sin detalles: Bellivet, Mad. Boivin,
Franck, Job, Gras, Fédít, LaiUer, Marissiaux y Simón; to-
dos ellos son dignos de aplauso por sus obras. Con más
amor aún mencionaré las Barcas de pesca, de Naudot, y el
París nevado, de Drouet, que encuentro también entre los
animalistas con su hermoso Tiro de bueyes, que hace pen-
sar en Rosa Bonheur.
Las Aves de corral, de Marquet, Labor, de Leroux, y los
404 REVISTA CONTEMPORÁNEA

dos envíos de Da Cunha y Magnitot confirman que la foto-


grafía de bodegones es tan atractiva como cualquiera otra,
y basta para fiacer obra artística cuando Jos que manejan
la pera del obturador saben lo que tienen entre manos.
Mr. Dabreuil expone un tríptico, idea que ejecuté yo an-
tes y que no expus3 por no estar concluido, que representa
Cristo en el sepulcro, con dos sintos en los lados. Muy bien
de color; en su conjunto prefiero las dos figuras laterales,
borrosas y como nubladas, al grupo central; no juraría,
pues no es santo jurar en vaao, que la barba de Cristo es
postiza, pero lo parece, y no encuentro ningún ascetismo ni
divinidad en la cara de la Virgen, algo entrada en años. Esto
en cuanto á la elección de personajes; como composición
es muy loable y como ejecución no me deja nada que
pedir.
Y al fin llego al maestro de mis amores, que he reservado
para postre, á Roberto Demachy, de quien ya dije algo con
motivo de su exposición en la universal de 1900, pero no
todo lo que apetecía.
Tiene para mí este artista, que no conozco personalmen-
te, todas las condiciones requeridas para ser el gran maestro
que es con efecto: inspiración fresca y potente, sentimiento
profundo de la línea y del color, elegancia y firnjeza en la
composición y una fortuna rara en la elección de sus asun-
tos, que son grandes sin dejar de ser sencillos. Amén, casi
huelga notarlo, de poseer su oficio de pasmosa manera.
La manera no existe aquí, se modifica según el asunto lo
requiere con extraordinario acierto; bien se siente cuan es-
tudiado está el tema, con qué reflexión se ha combinado el
cuadro, sin olvidar ningún detalle, de esos detalles que des-
virtúan una obra. Y el artista puede hacerlo con tanta ma-
yor seguridad, no facilidad, que no hace más que gomas al
bicromato ú ozotipos.
Véanse aquí La joven de Marken y el Efecto de luz, nú-
mero 186, y compárense con la Primera comulgante, y se
notará al punto la diferencia en el modo de tratarlas. Entre
bastidores y Paisaje otoñal son dos encantos, pero la maravi-
lla que de haber recompensas en este salón obtendría el pri-
LA EXPOSICIÓN DEL FOTO-CLUB DE PARÍS 4O5

mer premio sobre todo lo expuesto es el retrato de Mr. Ho-


lland Day.
El vocablo «maravilla» no es exagerado; sea suerte, sea
disposición especial del momento, sea lo que fuere, el caso
es que estamos delante de una obra magistral, irreprochable.
La actitud, la expresión de la fisonomía hace que veamos
más que una cara; el alma asoma por ella y nos cautiva.
Tratada en tonos obscuros y con fondo obscuro también, la
cabeza se destaca de un modo sorprendente y el aire circula
en torno de ella; es tanta la suavidad de las medias tintas y
tan hábilmente armonizadas, que atraen la vista para rato;
la delicadeza délas luces en la nariz y en la oreja, dibujada
con arte infinito, es incomparable, y del conjunto resalta lo
que más se siente que se explica, la eterna é invencible be-
lleza artística.
No terminaría mi cometido como es justo si olvidase a
los extranjeros que nos han traído sus trabajos. Pocos son,
comparados con los franceses, pero buenos, y mi único sen-
timiento es no ver ninguna firma española, por más que me
conste que hay en España artistas que no habrían desmere-
cido en este certamen. ¿No le conocen, no saben que existe?
En todo caso, que los que me lean se preparen para el año
próximo. •
Citaré á Mazourine, de Moscou, por su finísimo Paisaje de
invierno y más por el bonito cuadro Entre los árboles; á
Halldin, de Estokolmo, por su Lago; á Bland, de Inglaterra,
por su interior de la Iglesia de Wirksworth, y á Huisser, de
Holanda, por su Entrada del rebaño. Mr. Lacroix, de Gine-
bra, expone dos fotografías en papel da hilo, que darán un
chasco á cualquiera, pues parecen dos grabados, y su com--
patriota Boissonnas, algo rebuscado en su Visita, nos da un
lindísimo retrato de su hija.
Mención mucho más extensa merecerían Holland Day,
sobre todo por su Puck, Fondu, por su admirable carbón El
barquero, Barnbrock por sus Cisnes, y Stieglitz, de Nueva
York, que tiene un curiosísimo y elegante ensayo al oxalato
y el mercurio; pero todo tiene un fin, y es necesario que ter-
mine esta larga enumeración.
406 REVISTA CONTEMPORÁNEA
No seré, empero, sin presentar una observación deferente
al presidente del Foto-Club, Mr. Bucquet, por parecerme
complemento muy necesario á estas exposiciones, que son
bien inmenso para el desarrollo de la fotografía artística,
pues á todas horas está la sala llena de gente que admira,
aprueba y, sobre todo, se sorprende que todo lo allí presen-
tado sean fotografías.
Esta observación mía procede de mi convencimiento deque
una exposición no es sólo un lugar de recreo sino de ense-
ñanza. No olvido que el reglamento reza: Exposición arñstica,
pero no hay más que ensanchar el reglamento. Ello es que
las indicaciones dadas por los expositores sobre el método y
procedimiento no me bastan; sería muy apetecible que die-
sen la marca de la placa, el tiempo de exposición, el revela-
dor empleado, y cuantos detalles pueden convenir á los prin-
cipiantes que vienen aquí, no sólo para ver, sino para estu-
diar. Y aún más pediría: se me antoja que sería muy útil
que los maestros reconocidos tales presentasen los ensayos
primitivos—si los hubo, y raro es que no los haya,—hasta
llegar á la positiva definitiva, y en fin, que expusiesen al
mismo tiempo que la obra la negativa. Es indudable que
sería interesantísimo ver la placa del retrato de HoUand Day
por Demachy, y que más se aprendería con verla que con
un mes de teoría. Sé que no es fácil conciliar las dos cosas,
pero esto me importa poco; corresponde al organizador, y
todo es querer, cuando se tiene la iniciativa y el ingenio de
Mr. Bucquet.

L . GARCÍA-RAMÓN.

París 12 de Mayo de 1901.


EL OEXMIM

SONETO

Germen podrido de morbosa idea,


entre los pliegues de cerebro oscuro
nace el sangriento crimen al conjuro
del odio mismo que lo nutre y crea.
Cual siniestro í'elámpago serpea,
abrasa y hiende con su fuego impuro,
y harto de cárcel atraviesa el muro
para arrojarse á la brutal pelea.
Rómpese del cerebro el engranaje,
surge el monstruo fatídico y rugiente,
se precipita con furor salvaje,
choca, raja, mutila horriblemente,
y al saltar de la sangre el oleaje,
el monstruo va flotando en el torrente.

J .PoNs SAMPBR.

Diciembre.
U fiXPOSIClto DE BELUS i\liTIS

Joaquín Bárbara, artista joven y quien ya en anteriores


concursos logfró altas recompensas, presenta en el actual un
cuadro de figuras de tamaño natural, señalado en el catálogo
con el núm. 105 y que lleva por título La cena de Etnaus.
Cenando Jesucristo—dice el Evangelio—con dos de sus discí-
pulos, púsose á partir el pan de tal forma que fué por ellos
conocido, desapareciendo después del lugar de Emaus, donde
se celebraba la cena. Bárbara ha compuesto su cuadro repre-
sentando la escena momentos después de la desaparición del
Maestro. Este ha dejado en el lugar que ocupó una luz divina
Y los discípulos miran con asombro el sitio que dejó vacío
Jesucristo. El cuadro es de gran efecto, no solamente por la
ejecución, sino por la composición, en Ja que el artista ha pin-
tado tres efectos de luz que indican mucho estudio: la que
dejó Jesucristo en el lugar que ocupó cenando, la de la luna
que alumbra el paisaje que se divisa y laque tiene acceso por
una puerta de la derecha. Tanto por el colorido como por la
composición, por la ejecución minuciosa y cuidada, está im-
pregnado el cuadro de Bárbara de cierto sabor clásico: es un
cuadro académico.
En la sala sexta se hallan colocados unos cuantos paisajes
de Ramich. Terramolla (tierra mojada) es el de mayores pro-
porciones. Recuerda sobremanera el cuadro célebre de Ra-
mich Los pantanos de Nemi, y tal vez por esta circunstancia
no sea tan admirado del público; están muy bien tratados los
primeros términos; los últimos podían haber sido mejores.
Hojas muertas es digno de mención. Terruños de Mongat si-
gue por su tamaño á Terramolla, y representa unas altas
montaSas que, por su color amarillento, parecen de corcho.
Lo mejor, en nuestra opinión, que Ramich presenta es un pe-
LA EXPOSICIÓN DE BELLAS ARTES • 4O9'

queño estudio que creo se titula Tarde de otoño, y que está


admirablemente ejecutado y sobre todo muy sentido.
El maestro Ferrant presenta cinco cuadros, todos ellos dig-
nos de la reputación artística del autor. Pero de los cinco La
¿¿tana es el mejor pintado para mi gusto.
Invierno en Munich, cuadro de Martínez Ruiz, que lleva el
número 658, es una obra verdaderamente notable. Represen-
ta un carro arrastrado por cuatro caballos por una de las ave-
nidas de la ciudad alemana, en cuyo fondo se observan los
efectos de una gran nevada. El tono blanco sucio de la nieve
está tratado con verdadero acierto.
Y al hablar de nieve no podemos por menos de citar á
Morera, que trae á la Exposición nada menos que catorce &/-
tudios del Guadarrama. Si los catorce los hubiesen colocado
en distintos lugares, seguramente hubiesen sido todos y cada
uno de ellos de por sí mucho más admirados; colocados todos
en una misma pared resulta una monotonía grande, Pero pres-
cindiendo de ello, patentizan esas obras que Morera es uno
de nuestros primeros paisajistas. Es censurable, por los que
todo lo censuran, que los asuntos de los que Morera es intér-
prete versan siempre sobre el mismo tema, aunque sus mismos
censores reconocen, como no pueden menos de reconocer,
que Morera los ejecuta como pocos: yo no censuro, lamento,
sí, quq la esfera de acción de Morera no sea más grande, pues
creo que, si á otros asuntos se dedicase, habría de tener la
personalidad artística que tiene pintando sólo los de nieve.
Por el tatnaño del cuadro que Borrell presenta podemos
decir, sin temor á equivocarnos, que es el número uno de los
de la Exposición; pero por la calidad no nos atraveríamos á
decir lo propio. El colorido resulta frío, tal vez por la abun-
dancia de tintas grises y del uso del aguarrás, que le da as
pecto de tapiz. Está, no obstante, el cuadro bien dibujado,
bien sentido, muy bien compuesto, y sobre todo demostran-
do los grandes conocimientos de Borrell en ropaje y arquitec-
tura romanos. Representa la entrada del carro triunfal en el
Circo Máximo. Todos los detalles arquitectónicos—repetí-
mos—están con gran corrección tratados, y el grupo que vi-
torea el carro triunfador muy bien compuesto.
4IO REVISTA CONTEMPORÁNEA

En la primera sala, á mano izqtñerda, está colocado el cua-


dro de Pepe Pueyo. Titúlase El chiquillo, y representa una es-
cena de familia; desarrollado el asunto en Andalucía, por de-
más está decir que la luz y los tiestos con flores abundan.
Cuadro bien dibujado, bien compuesto y muy bien de colori-
do. Pueyo es uno de nuestros jóvenes artistas que ven muy
claro y del que podemos esperar mucho.
Uno de los asuntos más simpáticos de los cuadros de la
Exposición es el desarrollado por Fernando Cabrera en el nú-
mero 202. Lleva por título ^Necesita usiedmodelo? y represen-
ta un viejo jardinero pintando de verde una regadera y tres
muchachas burlonas que hacen al pintor improvisado la pre-
gunta título del cuadro. Aunque esté bien de expresión, todo
el dibujo y el colorido está muy descuidado; los verdes del
jardín donde se desarrolla el asunto están pintados con tonos
muy agrios y las nubes más parecen pedazos de papel pega-
dos en el cielo.
Poy y Dalmau es el autor de cuatro cuadros de asuntos
fantásticos y de los cuales es el mejor Bl capuchón negro. Re-
presenta una figura de mujer dormida que ve en sueños los
principales personajes de un baile de máscaras, del que pare-
ce regresar. Es un cuadro, como todos los de Poy y Dal Jiau,
muy valiente y de efectos muy bien desarrollados.
Juan Cardona, el joven y ya popular paisajista, presenta
unos cuantos cuadros de los cuales el señalado con el núm. 22X
es el de más importancia. Es un paisaje titulado De mi tierra,
muy fino de color, bien entonado y que da á entender clara-
mente el mucho estudio del natural, al que Cardona tiene
tanto entusiasmo. Un rincón del hotel es un pequeño estudio
muy fresco y bonito de color.
En la srJa primera de las tres pequeñas se encuentran las
obras de Pedro Sáenz: varias figuras de mujer y un cuadro
grande titulado Síella matutina. Sentada la Virgen, tiene en
el regazo al Niño-Dios, rodeada de un grupo de ángeles - y
bajo una especie de dosel formado de follaje. Bl asunto mís-
tico del cuadro de Sáenz está interpretado con bastante hi-
cimiento. El dibujo es muy correcto, y aunque el colorido re-
sulte un poco frío; este mismo descuido, si asi puede llamar-
« LA EXPOSICIÓN BE BELLAS ARTES 4II:

se, armoniza muy bien con el asunto de la obra. Está, sobre


todo, muy sentidp. -
Vera Schévitch, la aristocrática aficionada, hija del Emba-
jador de Rusia en nuestra corte, presenta en el actual con-
curso dos retratos de señora que á buen seguro no se hubie-
sen desdeñado en firmar maestros de fama. Son los retratos
muy correctos de dibujo y dignos de un buen colorista.
Sevilla, patria de tantos pintores que con sus nombres in-
mortalizaron á España, está representada dignamente en la
Exposición actual de Bellas Artes por Gonzalo Bilbao. Artista
de corazón, inspirado en la luz de su país, estudioso, obser-
vador profundo del natural y trabajador y entusiasta de la pin-
tura, trae siempre á las Exposiciones obras que demuestran
todas esas condiciones. Y así vemos La siega. La recolección.
El puente de Triaua y otra porción de cuadros que hace Bilbao
con entusiasmo, porque sin él no salen ejecutados tan hermo-
samente. No nos presenta ahora cuadros de grandes propor-
ciones; se ha limitado á pintar lienzos pequeños relativamente.
Entre ellos está El puente de Triana, En el Guadalquivir y
otros que son maravillas de color, de ejecución suelta y des-
embarazada y dignos de Gonzalo Bilbao. ¡Bien, maestro! ¡Así
se pinta!
MuíSoz Lucena expone un cuadro tie gran tamaño que re-
presenta la oración de los frailes en las Ermitas de Córdoba.
En el primer término hay unos cuantos frailes orando ante las
tumbas de sus hermanos muertos, divisándose en el fondo la
campiña y ciudad de Córdoba, bañado el paisaje po^ la inde-
cisa claridad del alba que parece despertar á la naturaleza
toda. Es un cuadro el de Muñoz Lucena de muy preciada com
posición, aunque con algunos pequeños defectos de ejecución.
Algunas, pocas, de las figuras de los frailes están algo desdi-
bujadas; otras hay magníficas cabezas de estudio y trozos en
el paisaje que sólo un maestro los hace.
Presenta Alcázar un bonito cuadro de no gran tamaño. Re-
presenta el interior de un taller -de grabado de la Calcografía
Nadoaal, con una gran ventana en el fondo. Mirando una prue-
ba á la luz que por la ventana tiene acceso se hallan dos figuras,
una de laa cuales es retrato de gran parecido del popular ma-
412 REVISTA CONTEMPORÁNEA ^

rinista Tomás Catnpuzano. Está muy bien tratada la trasparen-


cia de la luz en el papel que examinan- las dos figuras, éstas
ijechas con gran corrección y el conjunto total de la estancia
muy bien estudiado.
Colocado en la segunda sala se halla un retrato de señora
para el cual se oyen siempre frases de admiración en labios
de los múltiples curiosos que tiene en su alrededor. Es una
cabeza de las mejor pintadas en la Exposición, obra del
portugués José Malhoa.
Sebastián Gessa trae dos cuadros al concurso, uno de frutas
y otro de flores, y yo creo que al saber el asunto y al conocer
que Gessa es el autor, de más está decir que los cuadros son
muy buenos. En el titulado Frutas de otoño hay unos racimos
de uva blanca que no puede pintarse mejor.
¡Que viene el guarda! se titula el cuadro de Eduardo Sánchez
Sola. Representa la retirada de unos cuantos muchachuelcs
á quienes el guarda sorprende al pie de un naranjo apropián-
dose del fruto. Nótase un marcado sabor clásico en la obra de
Sánchez Sola, de la que se podría haber sacado bastante más
partido si en vez de la valla, que limita mucho la acción, hu-
biese pintado otra cosa de más lucimiento. No obstante, hay
cabezas de muy buen dibujo y colorido.
García Mentía titula á su cuadro Nube de verano. Sobre
unas nubes, muy bien pintadas por cierto, se ve una porción
de mujeres desnudas con grandes recipientes de agua que lo
echan bajo la nube. Es un cuadro muy bien compuesto y
muy bueno de dibujo, pero el colorido de los desnudos es
completamente ficticio.
Con el número 707 del catálogo está señalado Defensa de
un convoy, original de Víctor Morelli. Ya en pasadas Exposi-
ciones viéronse cuadros militares de Morelli, algunos de los
cuales valieron á su autor altas recompensas. El que este año
nos presenta es bastante inferior á aquéllos. Representa un
convoy defendido en Alpéns por las fuerzas del ejército libe-
ral contra las del carlista: año 1873. En el cuadro se observa
una gran frialdad de tonos y la composición es muy forzada.
El grupo de figuras de la izquierda del espectador está suma-
mente amazacotado; el de dos soldados de los ejércitos ad-
LA EXPOSICIÓN DE BELLAS ARTES 413

versados que, luchando cuerpo á cuerpo, introduce uno á


otro un enorme puñal pppla espalda, es muy poco simpático,
y, por último, la posición del general que está en medio del
cuadro es teatral en sumo grado.
Muy bonito es el cuadro titulado La amiga, debido al pin-
cel de Domingo Muñoz. De asunto simpático, representa una
escena en una escuela de Andalucía, donde alrededor de la
amiga, la maestra, hay unas cuantas niñas ocupadas en dis-
tintas labores.
Huertas, el popular dibujante que con su firma enriquece
poderosamente los tomos de Blanco y iÑegro, presenta un
cuadro de pequeñas dimensiones cuyo título, En la sala de
expósitos, ahorra toda descripción. Un cuadro muy bonito y
de ejecución suelta y briosa.

FEDERICO BUESA.

{^Continuará?)
EL TEATRO DE SCHILLER"'

CAPÍTULO VI

María Staart.

1. Consideraciones de Schiller sobre la elección del asunto.^2. Valor


psicológico del drama, su aspecto individual, paralelismo obligado
entre Isabel y María.—3. Isabel: su talento político, sus defectos de
carácter.—4. María: encantos de su persona, sus errores, su cruel
destino.—5. María estudiada en las escenas culminantes de la obra.

1. Wallensíein, por magistralmente que lo tratara Schiller,


no entraba, sin embarg-o, por completo en el orden de asun-
tos de su agrado. Ya cuando lo estaba compoDÍendo, escribía
á Goethe en una carta fechada el 28 de Noviembre del 96:
«Consigo muy bien mantener la materia fuera de mí, para
ocuparme únicamente del asunto.,. Hasta ahora trato los ca-
racteres con puro amor de artista. Por el joven Picolomini
solo, no puedo defenderme de un afecto personal que, así lo
espero al menos, será para el conjunto más favorable que
perjudicialJ>. Es decir, que el sentimiento, la acción interna
cautivaba poderosamente á nuestro poeta y le llevó á elegir
en adelante asuntos en que la acción externa dejara más inde-
pendencia á su corazón y á su fantasía (2). Éste es el sentido
de la ¿arta que escribió á Goethe el 20 de Agosto del 99: «Me
parece que convendría no tomar nunca en la historia más que
situaciones generales con ciertos personajes, á fin de imaginar

( I ) Véase la fíg, 399 de este tomo.


(2) Un crítico de la época decía, hablando de la representacidn de la tri-
logía; «Los trozos preferidos eran aquellos en que la acción externa langui-
dece; en que, de la escena, el poeta la transporta á las piofandidades del
alma».
BL TEATRO DE SCHILLER 4I5

libre y poétícatnente todo lo demás. De ello resultaría un gé-


nero intermedio que reuniría las ventajas del drama histórico
y las del drama de invención».
S . Maria Stuart realiza del modo más perfecto ese géne-
ro intermedio que constituye para Schiller el desiderátum en
el arte escénico (i). Sobre el fondo histórico, que respeta,
traza el autor, con arte admirable y con libertad poética, el
cuadro patético de los más conmovedores infortunios, de la
suave resignación y heroica firmeza de un alma que el arre-
pentimiento y la cruel expiación de un pasado culpable han
purificado y elevado á la sublimidad que impone la compa-
sión y la admiración (3).
Schiller, con su perfecto gusto estético, simplifica el asunto,
prescindiendo de los hechos políticos preparatorios y del jui-
cio fallado contra María Stuart, para estudiar únicamente á su
heroína en el momento de la crisis suprema, en el breve es-
pacio de tiempo que separa el juicio de la ejecución de la
sentencia. De esta suerte, consigue una unidad completa y
concentra naturalmente el interés en su desventurada prota-
gonista, centro del drama que, trasportado casi por entero
al alma misma de la augusta prisionera, adquiere un valor
interno y una intensidad excepcionales. El núcleo , pues,
de la obra lo constituye sabiamente el proceso de un alma,
un análisis psicológico hecho con un conocimiento psíquico y
un arte casi sin ejemplo en toda la literatura dramática anti-
gua y moderna.
Por otra parte también, esta tragedia presenta, como con-
secuencia obligada, el paralelismo entre el verdugo, y su víc-
tima, entre el carácter de Isabel y el de María.
Si bien las principales protagonistas son dos Reinas que sin-

(i) Schiller utilizó como fuentes: David Hume, History 0/ England, Ra-
pin de Thoyras. WíUiam Kamden: Annales rerum anglicarum; Buchanan y
Duchesne. Estudio de Ardienholz: Historia de la Reina leahelde Inglaterra.
Estadio de Geni: María Stuart. Y acaso también la Histarla de Escocia, de
'Robertson y los escritos de UrantSme.
(2) «El cadalso—dice Mignet,—tal fiíé el término de aquella rida comen-
zada con la expatriación, sembrada de vicisitudes, llena de falta-, casi siempre
acompañada de dolor, y un momento culpable, pero adornada con tantos en-
cantos, inspirando compasión por tantos infortunios, parificada por tail largas
expiaciones, concluida con tanta grandez».»
6H REVISTA QONTEMPORANEA

tetizan en sus personas y en su mutua rivalidad el profundo


antagonismo de sus respectivos pueblos, que Schiller señala
oportunamente en la escena VII del acto I, sin embargo, el ca-
ráoter político religioso del asunto ocupa aquí lugar secunda-
rio, para dejar completo predominio al conflicto de las pasio-
nes paiticulares, cuya lucha da al drama un aspecto indivi-
dual, el único que puede interesar al poeta, cuya misión in-
mediata no es la de hacer obra de historia en la escena. En
medio, no obstante, del aspecto personal de la concepción
dramática, lo esencial de la historia se halla fielmente ínter
pretado, y, como hace observar Palleske, «sus caracteres son
tan históricos como Lessing los hubiera deseado, sus escenas
secundarias (Zwischenhandlugen) no están inventadas más li-
bremente que las que Lessing habría permitido; el fondo histó-
rico, 1.1 naturaleza de la antipatía escocesa é inglesa y la esen-
cia del catolicismo y del protestantismo se hallan retratados
con arte sorprendente, y ambas confesiones apreciadas con
alta justicia en su terreno y nobleza (Adel) respectivos ( i ) .
3 . Schiller, ocupado únicamente en interesarnos por su
heroína, tratada con rigor injusto é inhumano, busca el con-
traste entre la víctima y su perseguidora, y lo encuentra en
el carácter peculiar de ambas princesas, dejando á un lado la
coqiparación entre sus personalidades políticas:
En Isabel no ve sino á la mujer cuya pasión celosa fué cau-
sa de la condena de su rival, y prescinde de la Reina, cuyo
talento político incontestable fundó la grandeza de Inglaterra
por la prudencia y firmeza con que llevó las riendas del go-
bierno, por su administración ordenada y su calculada habili-
dad en gobernar de acuerdo con la voluntad del pueb!o, sin
perder por ello ninguna de sus prerrogativas, que mantuvo
siempre con imperiosa energía y hasta con presión violenta (2).

( I ) Palleske, libro 10, cap. I, pág. 302.


(2) «No se puede negar ¡03 mayores elogios á la e^nst^'ocia y firmeza de
su carácter, á su grandeza de alma, á la penetrsc ijo, actividad y destreza de
su espíritu. Ningúa soberano quizás In ha superado eo esas cualidades subli-
mes. No le falt(5, para cautirar sin reserva la admiracida general, más que una
conducta menos rigurosa é imperiosa, más sini-era é indulgente con su pueblo.»
(I/htoire cf AngUttrre, par David Hume; traduction nouveUe par Campensn,
tomo IV, pág. 40J.) ,
EL TEATRO DE SCHILLER '417

Pero SOS cualidades eminentes de soberana se hallaban empa-


ñadas por defectos, tanto más sensibles en una naturaleza bri-
llante como la suya y dotada de tan clara inteligencia. «La
rivalidad de hermosura, el afán de ser admirada, la envidia d d
amor y los raptos de ira cubren de sombras su retrato... Su
política era sabia en su principio, pero casi siempre llena de
astucia y falsedad, sobre todo cuando trataba con la Rei^a de
Escocia; entonces entraba en ella tanta pasión pequeña, tanta
baja envidia, que no se atrevía á confesar á nadie los verda-
deros móviles de so conducta, los disimulaba á sus ministros
y hubiese querido ocultárselos á sí propia.» (Hume, tomo
4, páginas 404 y 75.)
Isabel tenía motivos para no ser afecta á María Stuart y
para temerla. Ésta, so pretexto de la supuesta bastardía de la
hija de Enrique VIII y Ana Bolena, había siempre aspirado
á la corona de Inglaterra, y por su apoyo y ascendiente en el
partido papista inglés y en las potencias católicas de Europa,
constituía un peligro no despreciable (i), pero que tampoco
autorizaba el rigor tan exfremado ejercido contra la infeliz
Reina de Escocia. Y, finalmente, cuando después de la rebe-
lión de Norfolk y del atentado de Babinton, de los que ella
había sido la ocasión ó la instigadora, el Parlauíento hubo
pronunciado su fatal sentencia, si bien Isabel, bajo el plausi*
ble pretexto del interés público, sacriScó su rival á la volun-
tad de las Cámaras, el fallo de la ejecución dependía de su
exclusivo albedrío, y en vez de usar de clemencia y de ge-
nerosidad, aprovcehó la ocasión oportuna para satisfacer su

( I ) <cSe previ(5 que la compasión que inspiraba la situacMn de e^ta Piin»


cesa, anida á su talento por la intriga y á sus maneras seductora.", excitaría el
celo de sus partidario?, sobre todo de los católicos, si permaoeciese en logla-
terrp; mas e&tos inconvenientes parecieron menos temibles que los que podían
resaltar de toda otra deCerminacidn.» (Hume, pág-. 133.)
«María se negó i r: tincar el tratado de Edimbargs firmado entre los grandes
de Escocia y la Reina de Inglaterra, por el cual renunciaba á sus pretensiones
al trono británico y proclamaba la Reforma en Escocía.» (Weber, tomo II,
edición alemana, pág. 127.)
Análoga declaración á la de Weber hace, en el drama (f, i ) Paulet á Ken-
nedy; «¿Warum verschmaehte sie'.», den edinburger Verttígiu unterschreiben,
ihren Anspruch an England aafzageben, und den Weg am diesem Ketker
schnell licb au&uthun mit einem FederEtrich?>
(¿Por qué desdeñó firmar el tratado de Edímbargo, renunciar < sus preten-
siones sobre Inglaterra y abrirse coa ana plumada las pittrtas de la prisitfií)

*7
418- REVISTA CONTEMPORÁNEA

sentímiento de envidia y de venganza con la muerte de


la odiada antagonista que, con su distinción y hermosura,
unidas á las galas de su espíritu, eclipsaba sus propios atracti-
vos y mortificaba su vanidad, y fcon sus pretensiones,
reconocidas por una parte de la nación, hacía insegura la co-
rona sobre la cabeza de la Reina de Inglaterra» ( i ) . Pero, en
vez de aceptar de frente la responsabilidad del acto, la con-
ducta de Isabel en el lúgubre asunto fué la de una cobarde y
consumada hipócrita: afectó la más tierna compasión por su
prisionera y la mayor repugnancia por firmar la sentencia,
rechazó las solicitaciones de sus ministros, declaró que <sin
el interés extremo que tomaba por la seguridad de su pueblo,
no dudaría un solo instante en perdonar todas las injurias que
habla recibido de la Reina de Escocia»; en una palabra, fingió
ceder (a) y remató su condescendencia con la ignominia que
cometió con Davison (3). De haber encontrado instrumentos
dóciles para ello, hubiera envenenado lentamente á la Prince-
sa condenada, para evitarse la responsabilidad y el vituperio
que le acarreaba la ejecución legal; mas sus propósitos asesi-
nos se estrellaron contra la rectitud de sir Paulet, el severo
pero íntegro guardián de María (4),
Isabel aparece aquí en el acto más desfavorable de su vida;
pero, si difícil es discnlparla, presenta, con todo, la atenuante
de haberlo realizado en aquel siglo de violencia y de toleran-
cia, que llevó al cadalso los más ilustres representantes de la
nobleza y del clero de Inglaterra, y varias cabezas coronadas,
cuyos precedentes ofrecían á Isabel, entre otros, el ejemplo
de una víctima real del carácter de la angelical é inofensiva
Juana Gray.

4. oAdieu, mon doux pays de France,


adieu, mon seul amour,
adieu, mon esperance,
adieu, adieu pour toujours».

(O Ved I, 6 y II, 3.
(2) «La Seina cola ada se maeitra indecisa (dice Mortimmei á María), no
púr sentimiento de humanidad y de clemencia, sino por tefinada astucia.»
(3) Ved Hume, pág. 289, y María Siuart, V, 15.
(4) Hume, pág. 289, y Marte Stuart, I, 8.
EL TEAÍRO DE SCHILLER 419

Coa estas palabras siniestramente proféticas y llenas de des-


garradora melancolía, despedíase del dulce país querido la
que era la Reina de la gracia y hermosura (i), y que ahora
por su suelte cruel iba al rudo y sombrío Norte, sacudido por
las luchas de partidos y el antagonismo religioso, á ocupar el
trono que la fatalidad le concedió.
Su carácter naturalmente alegre y sociable y su educación
francesa, que gustaba del placer y de la libertad, chocaron
desde el principio con la extremada austeridad de los refor-
mados. «A pesar de su conducta hasta entonces irreprochable,
á pesar del encanto de su trato afable y bondadoso, interpre-
taron los escoceses su carácter alegre (son enjouement et sa
gaité) como muestra suficiente de un fondo corrompido.
«Acaso sea al tratamiento duro é injusto que sufrió esta prin-
cesa la causa á que deba atribuirse, en parte, los errores en
que se precipitó en lo sucesivo, y cuyo carácter no parece
pertenecer ásu índole.» (Hume, pág. 51). Pero, si bien el con-
junto de las circunstancias atenúa estos errores suyos, sin em -
bargo, uno de los factores determinantes de sus desacatos fué,
sin duda, cierta ligereza é impetuosidad de su carácter, que
nunca tuvo gran cuidado en reprimir (2).
El culpable enlace de María con Bothwei, el asesino de su
esposo Darnley, la presentó como cómplice del seductor a
Jos ojos de sus subditos, ya poco adictos á su persona (3), y
( I ) «:Esta Princesa reunía á las perfecciones del caerpo todo lo que la cul-
tura puede añadir al espirita naturaJ. Su aspecto noble, la regularidad de sus
facciones y de su talle concurrían á hacer de ella la más amable de las muje-
jet. Los encantos de su espíritu, la gracia y donaire de su conversación au-
mentaban la impresión que su ñgura seductora producía sobre todos los que la
veían. Naturalmente activa y ambiciosa, era, sin embargo, de carácter alegre
y le gustaba la sociedad. Su alma, altiva, valerosa y aun vehemente, sabía do-
blegarse al comercio del mundo, donde esparcía la urbanidad y la afabilidad
más exquisita.» (Hume, pág. 285.)
(2) Ved Hume, 286, y María Sluart, I, 4: Kennedy dice á María: «Weich
istener Herz gebildet, oifen ist'd der Scham der Leichtsina nur istener Laster.»
(Vae.'tro corazón es ti>raa y accesible &. todo sentimiento de pudor; sólo pe-
cáis de ligereza,)
(3) El pleito de la complicidad de María en el asesinato de Darnley no le
ha terminado aiia antí la historia: unos historiadores, como Hume, afirman
esa complicidad; otros, como César Cantil, la niegan; otros, en fin, como We-
ber, no se pronuncian ni en uno oi en otro sentido. Weber, por ejemplo, se
Umita á decir:
«La opinión pdblica señalaba á-Bothwei como el autor del asesinato, y
tres Ineses despaéi le rieroD convertirse en esposo de María.., ¿Qué de extra&o
420 REVISTA CONTEMPORÁNEA

comprometió su corona y su vida, siendo aquel enlace ti


principio de todas sus desgracias; perdió completa autoridad
sobre su pueblo, su partido exiguo fué derrotado, y cuando,
fugfitiva y suplicante, entró en Inglaterra, vio convertirse el
asilo en arbitraria y siempre más estrecha encarcelación, que
duró diez y nueve largos años de infructuosos intentos por
recobrar su libertad, terminando su azarosa existencia de
grandeza, de honores y de lágrimas en el sangriento cadalso.
5 . Quebrantada de salud por los sufrimientos morales,
con el cabello ya canoso, vemos en el drama á la arrogante
beldad de antaño, sí no abatida, gracias á su alma fuerte é in-
trépida, más humilde y arrepentida, más desprendida de sí
propia. Sufre con paciencia los reproches de Paulet sobre su
crimen, y ve que son merecidos. «En los días de nuestro es-
plendor (dice á Kennedy) hemos prestado á la lisonja oído
demasiado benévolo; justo es que oigamos ahora la voz seria
del reproche.» (Wir haben in den Tagen unsres Glanzes dem
Schmeichler ein zu willig Ohr geliehen; gerecht ist, gute Ken-
nedy, dass wir des Vorwurfs eraste Stimme nun vernehmen)»
(1,4). «Pero se la quiere castigar (I, 8) por crímenes que no
ha cometido (i) y juzgar por jueces qae, según la ley, no son
los que corresponden á su rango. Una naturaleza pequeña
consideraría inmediatamente esto, con humildad, como casti-
go merecido, ya que existe cierta tendencia á estimar toda
desgracia como castigo. Pero María no quiere verse castigada

qae se le acusaia de complicidad en el ciimea de Bothwel?! (Tomo IJ, pá>


giiiA 126.)
Schiller adopta la TCisión de Hume y presenta á la Reioa perseguida por el
remordimiento j la aparición en sueños de la acusadora y sangrienta imagen
de Darnley.
( I ) Niega aquí, como lo hizo también históricamente, su participscidn en
la cotijuraeión de Babintoo, en el proyecto de asesinar á la Reina de Inglate-
rra, fundándose en que sus secretario», como se habían ya permitido hacerlo
en otras ocasiones, habrían recibido cartas de babinton y escrito bajo su nom-
bre contestaciones que ella no les dictara; pero, como dice Hume, <es muy
difícil, por no decir imposible, justificar la contestación recibida por Babic-
ton, escrita en nombie de María, y en la cifra entre ellos concertada, sin con-
ceder que la intriga había sido comunicada á esta Princesa,„ Camden, apolo-
gista declarado de María, se halla obligado á contar el hecho de un modo que
supone evidentemente su culpabilidad». Ahora es preciso tomar en cuenta el
tiempo en que vivía y su situación desesperad», que le hacía aborrecer a s a
opresora, y, cegdn ella estimaba, usurpadora del trono de Inglaterra.
EL lEATRO DE SCHILLER 42I

de esa manera, prefiere á la apariencia de derecho la fuerza


abierta; nó quiere que en su proceso se quebrante el derecho.
Tal actitud despierta nuestra consideración por el criminal. El
poeta nos interesa por la causa de la justicia, y al propio tiem-
po la delincuente, por su conducta, nos obliga á sentir que
ese ser débil revelaba una naturaleza originariamente elevada
y noble. (Palleske, libro 10, pág. 305.)
Mas su alma no se halla del todo curada de sus debilida-
des: ama aún con pasión al indigno Conde Leicester, el p o -
deroso favorito de Isabel, hombre cobarde, ambicioso y sin
honor, que la había desdeñado por la esperanza de compar-
tir un día el trono con la Reina de Inglaterra.
Por la hábil mediación de este hombre de conducta equí-
voca (II, 9) consigue María de su rival la anhelada entrevista
de la que se prometía un favorable resultado. Este encuentro
no es histórico, pero es un rasgo de genio del poeta el haber
puesto en presencia á ambas protagonistas en sus respectivas
situaciones para determinar el choque entre ambos caracteres.
«El encuentro de las dos Reinas, dice Hettner ( i ) e s la esce-
na decisiva: nunca Schiller se ha aproximado más á aquella
terrible ironía trágica, carácter sorprendente del arte de Só-
focles.»
La entrevista habrá de verificarse en el parque de Fothe-
ringay, con cuyo motivo vuelve la prisionera á respirar el
aire libre, á andar otra vez entre verdura y árboles. Con casi
infantil deleite saborea la deliciosa impresión que en sus sen-
tidos produce la naturaleza que la rodea y de cuya influencia
bienhechora había sido privada durante meses enteros; la
sensación déla vida reanima en ella la esperanza (III, i ) . Pero
esta sensación renueva también en su alma todo el odio, toda
la rabia que sentía por su perseguidora, que, contra todo
detecho de gentes, la retiene encarcelada y le impide gozaí
de la libertad; en el momento en que para su causa importa-
ba más que nunca resignarse á la paciencia, humildad y dul-
zura, confiesa: Nichts lebt inmir in diesem Augenblick, ais
meiner Leiden brennendes Gefühl. In blutgen Hass gewendet

(I) H . Hettner, GtSchiehtt dtr dttttschtH Litttratnr.


422 REVISTA CONTEMPORÁNEA

wider sie ist mir das Herz, es fltehen alie guten Gedanken^
und die Schlangenhaare schüttelnd umstehen mich die fins-
tern Hoellengeister.
(Nada vive en raí en este instante sino la sensación abrasa-
dora de mis sufrimientos. De odio mortal contra ella late mi
corazón, se desvanecen todos los buenos pensamientos y,
agitando su cabellera de serpientes, siniestros rae rodean los
espíritus infernales) (III, 3.)
Terrible es la explosión de animosidad que sigue. Sin em-
bargo, María hace un esfuerzo supremo, heroico, sobre sí
misma por olvidar su dignidad lesionada y postrarse suplí
cante, humillada, á los pies de su enemiga; pero excitada,^
exasperada por la ironía despreciativa y mordaz con que la
despiadada rival se goza en zaherirla, se rebela todo su .ser
contra el ignominioso sarcasmo y, agolpándose su sangre
noble y generosa en el dolorido corazón, con la vehemencia
que le presta la indignación y la natural impetuosidad de su
carácter, derrota á su cobarde antagonista, que se aleja
furiosa y con el alma abrasada por el despecho y el ren-
cor (III, 4),
María se siente aliviada de un peso enorme, respira más li-
bremente, la embriaga su victoria: «O, wie mir wohl ist, Han-
nal Endiieh, endlich, nach langen Jahren der Erniedrigung^
der Leiden, ein Augenblick der Rache, des Triumphes! W i e
Berges Lasten faellt's vom meinem Herzen, das Messer stiess
ich in der Feindin Brust». (¡Oh, qué bien me siento, Hannaí
¡Por fin, por-fin tras largos anos de humillación, de sufrimien-
to, un momento de venf/anza, de triunfo! Del corazón se me
quita un peso como el de una montaña; he hundido el hierro
en el pecho de mi enemiga.) (III, 5).
En la escena con Isabel, María revela una fuerza de la per-
sonaHdad y un valor ingénito que despiertan nuestra admira-
ción por esta mujer que, á pesar de sus infortunios, se man-
tiene digna y fuerte y prefiere perder la existencia á soportar
una ignominia. Y nuestra simpatía sube aún de punto cuanda
asistimos á la augusta serenidad, á la tranquila y heroica gran-
. deza de sus últimos momentos.
Su vida desventurada, marcada de pasiones y faltas, eDno~
EL TEATRO DE SCHILLER 423
blecida por la entereza que mostró en todo su cautiverio y en
el instante supremo de la muerte, es un ejemplo, tipo de la
fuerza de los caracteres en el siglo XVI: las pasiones eran
violentas, pero á ellas contrapuestos, se ven rasgos grandes,
sublimes.

ENRIQUE LICKEFETT Y ENGLISH.

(Continuará.)
RAFAEL OCHOA

Ei 6 de Mayo de 1901, cuando ya se creía que había en-


trado en el período de mejoría de la enfermedad que hacía
tiempo le aquejaba, falleció en Segovia, donde pasó gran parte
de su vida, el director de El Adelantado, D. Rafael Ochoa y
Alvarez; su muerte ha sido tan sentida como inesperada, y
todos los que la han sabido y conocían el gran valer del señor
Ochoa lamentan al llorarla la desaparición de uno de los poe-
tas españoles más cultos é inspirados de los tiempos pre-
sentes.
Pertenece el vate que recientemente han perdido las letras
patrias al nÚTiero de hombres de mérito propio que viven en
provincias cultivando la literatura exclusivamente por amor á
ella, sin que el culto que le rinden les dé provecho alguno, ni
alimenten la esperanza de que su nombre alterne entre los que
en la corte se creen seres superiores en todos ios ramos del
saber humano, por el solo hecho de estar inscritos como ve-
cinos en el padrón de la capital de la monarquía. Si Rafael
Ochoa hubiera estado afiliado á algún Katipunan literario de
los varios que hay en Madrid, ó hubiese sido socio de alguna
empresa de bombos mutuos de los que con tanto éxito fun-
cionan en la coronada villa, en vida habría recibido con perio-
dicidad reglamentaria los elogios á que tuviere derecho, según
el puesto que ocupara en la agremiación, y ahora, á su muer-
te, se hubieran apresurado los cofrades á poner su nombre
por las nubes, y el fotograbado y la zincografía habrían dado
á conocer su retrato en los diarios, semanarios y revistas de
más circulación; pero Ochoa, que era hombre de excesiva
modestia, huía de exhibiciones, y aunque fué siempre escritor
de gran ingenio é inspirado poeta, en vida no figuró en las le-
RAFAEL OCHOA 42$

tras en el lugar á que tenía derecho, annque confiamos en que


la crítica imparcíal colocará su nombre en el puesto preferen-
te que le corresponde entre los poetas españoles contempo-
ráneos.
A Rafael Ochoa se le puede considerar como médico, como
periodista y como poeta. Ejerció la medicina, prestando en
diferentes ocasiones sus servicios á bordo de los vapores dé
la Compañía Trasatlántica española, y en sus últimos tiempos
fué médico del inolvidable Obispo de Segovia limo. Sr. Q ue.
sada, que falleció el año anterior; ea la prensa se distinguió,
yi como corresponsal de importantes periódicos, entre ellos
El Liberal, ya como director de El Adelantado, semanario
que empezó á publicar en Segovia hace veintidós años su her-
mano D. Antonio de Ochoa, y tanto en este periódico como
en los que colaboraba, se deja ver á través de todos sus es-
critos su gran cultura, su clara inteligencia, su ático estilo y la
refinada cortesía con que adornaba cuanto salía de su pluma;
pero como brilla siempre Rafael Ochoa, sin que nadie discu-
ta la privilegiada disposición que para ello tenía, es como poe-
ta de excepcional talento y de elevada inspiración, que re-
montaba su peregrino ingenio á cantar en esculturales estro-
fas y armoniosos versos cuarto de ideal puede concebir la
mente, todo lo cual hallaba en su alma soñadora fácil manera
para ser expresado en primorosas poesías, notables por su
forma correcta é irreprochable.
En el cultivo de la combinación métrica más difícil, el so-
neto, fué en lo que sobresalió Rafael Ochoa, y los que cono-
cen los mnchos que compuso no vacilan en colocarle entre
los principales sonetistas, y puede considerársele como uno
de los primeros cultivadores del soneto, si no como el prime-
ro, no sólo por el gran número de los que escribió, pues eran
su verdadera especialidad, sino también por la delicadeza y
arte que resplandecen en todos ellos.
A continuación insertamos un soneto, acaso el último qae
produjo su numen, que fué publicado ep El Adelantado, de
Segovia (número correspondiente al 4 del pasado Abril); se
titula El beso de Judas y está dedicado «á Ángel Pulido,
médico y literato eminente»:
426 REVISTA CONTEMPORÁNEA
«Postrada está del Cristo la figura
en oculto rincón del huerto umbrío,
mientras baña su frente el sudor frío
de un intenso desmayo que perdura.
Así, en su angustia, el Redentor murmura
con triste acento de dolor sombrío:
Si es posible, Señor y Padre mío,
pase de tnt este cáliz de amargura...
Mintiendo amor que á la virtud se humilla,
se adelanta á besarle en la mejilla
el mal apóstol de perfil avieso.
Cuando nacen ó mueren los amores,
¡todos los que se dan, besos traidores,
son el eco maldito de aquel beso!»

En diferentes ocasiones exhorté á Rafael Ochoa á que re-


uniera sus poesías en un volumen, á que coleccionara, por lo
menos, sus sonetos en un libro, para que de esa manera se
apreciase mejor lo mucho que valía su musa; pero, no obs-
tante que un ilustre segoviano le había oirecido facilidades
para que pudiese practicar tal proyecto, se negó siempre á ello,
porque no se creyese que era alarde de orgullo; pero lo que
no hizo Ochoa se realizará ahora por iniciativa de persona de
su familia, según tengo entendido, y la publicación de las
composiciones del malogrado poeta será el mejor monumen-
to que se dedique á su memoria.
Si no se halla medio de que se haga la edición completa
de sus poesías, confiamos en que no tardará en lograrse la de
aquellas que le dieron más renombre. Basta con que las pre*
ceda la biografía de su autor, pues no han menerter prólogos-,
intermedios ni epílogos ó pórticos y atrios, como los modernis-
tas llaman á los trabajos de acreditadas firmas que insertan
algunos al principio, medio y ñn de sus obras para atraer ha-
cia ellas la atención del rehacio comprador; porque el solo he-
cho de que se lea en la portada de la colección que se pro-
yecta:

RAFAEL OCHOA

S O I S T E T O S
RAFAEL OCHOA 427
Ó si se publican todos sus Irabajos en verso: Poesías de Ra-
fael Ochoa, será aliciente seguro para que sus admiradores,
sus amigos, y en general todos los amantes de lo bueno y de
lo bello, se apresuren á adquirir el volumen que ofrecerá la
labor artística «leí sonetista celebrado, que fué en vida un ca-
ballero excelente, un compaSero leal y un político honrado y
consecuente como hay pocos en estos tiempos en que con
tanta facilidad se pasan los hombres de uno á otro bando, sin
otra mira que el medro personal, aunque para conseguirlo
haya que prescindir de las convicciones y de los principios.

GABRIEL MARÍA VERGARA Y MARTÍN.


Catedrático del Instituto de Guadalajara.
U ORGANIZACIÓN DEL TRABAJO (I)

CAPÍTULO IV

La organizacido del trabaja según la han apreciado el Sr. Carreras y Gonzá-


lez, Mr. Julio Simdn y Mr. Enrique Ahrens.—Medidas organizadoras del
mismo preconizadas por Zorli.—El trabajo y su régimen segiin las ideas de
I09 economistas revoladonarios á jaicio de Proudhon.^Ideas del Bardr. de
Coiinsy de otros escritores del siglo XVIII acerca de la organización social
del trabajo, semejantes á las sustentadas por los socialistas contemporáneos.

Despréndese muy perceptiblemente de cuanto dejamos ex-


puesto, así lo creemos, que el individualismo en el orden eco-
nómico, tal como ha venido entendiéndose, y tal como toda-
vía le patrocinan con ciego empeño algunos economistas, y
sobre todo en cuanto afecta al trabajo, es insostenible, resul-
tando también que no es de este lado, sino del opuesto, del
que parten las corrientes más generales y vigorosas de nues-
tra época. A primera vista parecería suficiente al fin que per-
seguimos lo ya dicho; pero tal es la importancia, y al mismo
tiempo la complejidad del problema, que entendemos conve-
niente la ampliación de esta serie de consideraciones.
Que la determinación de las condiciones naturales del traba-
jo, de su forma de actuación en conformidad con ellas, de su
enlace con las industrias, de sus relaciones con los demás
agentes de la producción, etc., etc., no puede abandonarse,
sin grandes peligros y daños para la sociedad y para los par-
ticulares, á la voluntad individual, nos parece que no puede

(1) Véase la pág, 308 de este tomo.


LA ORGANIZACIÓN DEL TRABAJO 429
negarse con fundamento y sin revelar una obcecación y un
apego á prejuicios sectarios, hasta cierto punto vituperables,
y entendemos también ser incuestionable la necesidad de que
los legisladores y los poderes públicos pongan término á la
anarquía reinante, que es consecuencia lógica, como ya he-
mos dicho, de la falsa aplicación dada al principio de la líber*
tad económica y de la exageración del principio individua-
lista.
El Sr. Cánovas del Castillo, una de las figuras científicas
más salientes de nuestra desgraciada patria, y que tan triste
fin tuvo pereciendo á manos de vulgar y fanático asesino ex-
tranjero, consecuente con sus no muy encubiertas inclinacio-
nes al socialismo que de posibilista pudiéramos calificar, y
con sus ideas acaso demasiado gubernamentales y aun auto-
ritarias, sostuvo una opinión no muy distanciada de la nuestra,
y, por lo tanto, puede incluírsele entre los pensadores que
consideran ser conveniente una más ó menos radical y amplia
organización del trabajo, y la intervención directa de la ley y
del Estado en esta importantísima manifestación de la vida
económico-social, pues conocedor práctico, como lo era, de
la que hemos llamado psicología de las clases sociales y de
los individuos, y conocedor más profundo todavía de la his-
toria, no podía apoyarse en las falsas concepciones del man-
chestertanismo, ni en los sueños idealistas que emanando de
las mismas se han expuesto, entre otros por Mr. Boilley y por
Mr. Poinsard.
Con efecto, ya en su discurso de recepción en la Academia
de Ciencias Morales y Políticas, leído en el año 1871, fecha
que demuestra la antigüedad y el arraigo de sus ideas, afir-
maba, con notoria exactitud, que «donde quiera que exista
una asociación se necesita un poder que utilice el concurso de
las fuerzas y elementos de la comunidad y les diriia al fin
sociah. «¿Se trata de una compañía anónima de ferrocarriles?
—proseguía diciendo.—Pues se necesitan los estatutos por que
ha de regirse, y un poder que utilice el capital y el crédito de
la misma para la construcción de la vía férrea que forma el
objeto de la sociedad. ¿Se trata de una compañía colectiva?
Pues, por pocas que sean las personas que la formen, se nece-
430 BE VISTA CONTEMPORÁNEA

sitará una escritura social y um gerencia, ¿Se trata de nna


Universidad? También se ve en ella el principio jerárquico,
una ley orgánica, un claustro .de profesores y un rector. Y si
esto sucede con las asociaciones voluntarías, icómo no ha de
suceder lo mismo con las asociaciodes naturales y forzosas?
¿Cabe la familia sin el padre, la madre y el tutor, el municipio
sin el ayuntamiento y alcalde, la fuerza pública sin un general,
jefes y oficiales?»
Ahora bien, siguiendo el mismo orden de ¡deas que el se-
ñor Cánovas, diremos que el trabajo, agente imprescindible
de la producción económica, necesita para la consecución de
su objeto, para llenar sus fines, de la asociación de los traba-
jadores, ya bajo la forma cooperativa, ya bajo la mutualista.
Como cualquiera asociación precisa de una ley que la regu-
larice, que determine los correlativos derechos y deberes de
los asociados, que impida la imposición caprichosa de los
unos en daño ó con menosprecio de los otros, que fije los
términos ó bases á que ha de sujetarse la distribución de los
provechos ó la remuneración de los servicios, y esta ley es
el reglamento, y necesita de sanción y fuerza coactiva, sin las
cuales ni el poder sería poder, ni el reglamento podría con-
ceptuarse como ley. Como en los reglamentos podrían in-
cluirse condiciones contrarias ó dañosas á los intereses de la
colectividad general, ó sea al de la nación; como la diversi-
dad de reglamentos podría motivar perturbaciones y aun cho-
ques dentro de la vida económica ó entre sus elementos y or-
genismos, y como, por otra parte, la verdadera fuerza coac-
tiva, la que puede hacer respetar los derechos y cumplir • los
deberes, no debe entregarse á los particulares á no ser en de-
terminados casos, y esto cual una obligación del Poder social,
d?<'/^í/fld?o, de.aquí la necesidad de que éste intervenga en
todo cuanto se relacione con el trabajo, conforme interviene
en la familia, en las universidades y en asociaciones é institu-
tos de muy distinto orden; de aquí la necesidad, ó sí se quie-
re la conveniencia tan sólo, de que una reglamentación gene-
ral sirva de pauta á la que hayan de ajustarse los reglamen-
tos particulares, según tiene lugar respecto á sociedades que
no son en realidad sino manifestaciones limitadas de la aso-
LA ORGANIZACIÓN DEL TRABAJO 43 I

ciación trabajo; y de aquí, por último, el que á la reglamen-


tación de éste lleve lógicamente la argumentación del distin-
guido publicista á quien nos referimos.
Los economistas individualistas españoles y los sociólogos
que del principio individualista parten, reduciendo á su expre-
sión mínima la acción del Estado, difieren, más ó menos ra-
dicalmente, en sus ideas de las que acabamos de apuntar.
Uno de ellos, el Sr. Carreras y González, que tanta fe demos-
tró tener en la libertad para la normalización de la vida eco-
nómica, de la marcha de la producción, de la justa y equita-
tiva distribución de los productos y regularización del con-
sumo, decía en un interesante estudio, combatiendo el acre-
centamiento progresivo y rápido, que hemos señalado, de la
intervención del Estado en todas las esferas, aun en aquellas
que parecían ser las propias del individuo, decía que «la om-
nipotencia ministerial, la absorción del individuo en el Esta-
do, el socialismo en forma de gubernamentalismo, es el siste-
ma de gobierno que nos rige», y agregaba que centre nos-
otros el Estado lo hace todo, educa nuestros hijos, se encar-
ga de la producción y de la venta de ciertos artículos, regu-
la los procedimientos de la industria, nos impone sus pesos
y medidas, y hasta su gusto literario y artístico», y que ftro-
pezamos con él á cada paso, no podemos movernos sin su
permiso, y es tan activo y tan oficioso su celo, que la autori-
dad llegó á aparecérsenos como una especie de visión fatí-
dica, como un espectro terrible», deduciendo de todo ello
el que si á pesar de tan abrumadora intervención, lejos
de haberse contenido y aminorado los males que nos afli-
gen, han ido aumentando, es porque semejante sistema de
absorción pugna con las leyes naturales de la vida social,
alendo por lo tanto preciso, volviéndose al sistema contrario,
dejar que el individuo camine sin trabas de ninguna especie,
renuTiciando á esas organizaciones y reglamentaciones impues-
tas, sin coartar la libertad y matar las iniciativas.
Así, pues, nada que á organización del trabajo se parecie-
se admitía el Sr. Carreras y González: dejar obrar libremente
ú individuo era su divisa, y si en algo se aproximar^ á las de
publicistas á él posteriores las ideas que desarrolló en sus
433 REVISTA CONTEMPORÁNEA

bien escritos libros, es tal vez en cnanto dichos publicistas,


pertenecientes á la escuela economista liberal, pues de los so-
cialistas se aleja por completo, conceden fuerza organizadora
extraordinaria á las asociaciones espontáneas particulares en •
tregadas á sí propias, aun cuando éstas, en lo general, hasta
el presente, no se hayan revelado por sus actos y sentimien-
tos altruistas, sino que, por el contrario, egoístas, muy egoís-
tas, bastantes de ellas, han dejado á un lado el bien social, y
mirando tan sólo al mayor lucro, perseguido, en cuanto les
ha sido posible, el monopolio, el acaparamiento, de la pro-
ducción y de los mercados.
Con igual ya que no mayor resolución se declaró adver-
sario de la organización del trabajo por la ley Mr. Julio Si-
món, quien jamás vaciló en sus creencias, ni sintió debilitarse
su entusiasta admiración de la libertad, aun en los momentos
en que espíritus fuertes sucumbían, los unos ante los desenga-
ños, los otros, cual la generalidad de nuestios empequeñe-
cidos políticos de oficio, tan distintos de los que, verdadera-
mente grandes, nobles, desinteresados, y con una abnegación
que llegaba hasta el sacrificio, lucharon durante los dos pri-
meros tercios del siglo XIX, ante los desvanecimientos del
poder ó las influencias del utiliitarismo, y no pocos, y cier-
tamente los más respetables, circunácribiéndonos al orden
económico, y dentro de él á la vida del trabajo, ante las du-
ras por más que fructíferas lecciones suministradas por la ex-
periencia.
Para Mr. Julio Simón <no se encuentran más que en los
libros esos gobiernos en que es completa la metamorfosis del
individuo en subdito y del hombre en autómata»; pero tam-
bién afirma que «en donde quiera que en una ley general el
Estado despoja á los individuos del gobierno de sus prjpios
negocios ó de sus personas, sin una necesidad absoluta, ejecu-
ta un acto de comunismo, y se aproxima, según su origen,
ó á la utopia de «Tomás Morus, d á la de Babeuf»; y asevera,
condenando toda organización autoritaria de las industrias y
del trabajo, «ser claro que la autoridad no debe ingerirse ea
reglamentar la actividad individual, sino cuando esta activi-
dad es incajpaz' de un modo evidente de dirigirse á sí mis-
LA ORGANIZACIÓN DEL TRABAJO 433

ma, sin producir en la sociedad una perturbación profunda,


ni debiendo encargarse de ninguna función sino cuando es
indispensable y no puede ser desempeñada ni por los indivi-
duos ni por la asociación libre y voluntaria». Precisamente en
estas salvedades se fundan no pocos de los defensores de la
reglamentación del trabajo. Por creerla de necesidad absolu-
ta para atajar los males que la libertad sin restricciones ha
engendrado é impedir los irritantes abusos producidos por el
individuo entregado á sí mismo, para suplir las innumerables
deficiencias de la acción individual, realizando lo que á ésta
no es dado, ó lo que si á ella se le encomendase con suma
facilidad se haría dañoso á la colectividad, y para cumplir de-
beres que le son privativos y que se traducen en determina-
das funciones, es por lo que el Estado, á juicio de los que
tales ideas sustentan, debe reducir á límites convenientes la
esfera de acción individual, debe intervenir en ciertas manifes-
taciones de ésta, debe regularizar el modo de actuación de
las industrias, y, en fin, debe reglamentar el trabajo. Así, de
la aplicación de las excepciones fijadas por Mr. Julio Simón
á su principio capital, puede llegarse, y se llega, á conclu-
siones muy distintas de las suyas.
Siguiendo nuestro plan de dar á conocer aquellas opiniones
que mejor puedan servir para dar idea algún tanto exacta del
pensamiento efectivo de las escuelas económico-sociales con
respecto á los múltiples problemas que encierra el general del
trabajo, verificándolo tanto de las sustentadas por los econo-
mistas liberales ó individualistas, como por los socialistas en
sus distintos matices, á fin de que resulte más claramente la
inmensa superioridad de las de éstos, cualquiera que sea el as-
pecto bajo el que se los considere, sobre las de aquéllos, po-
niendo á las de los unos en contraposición con las de los otros,
vamos á efectuarlo de la emitida por Mr. .Enrique Ahrens, á
cuyos doctrinales escritos con singular complacencia y repe-
tidamente acudimos.
Mr. Ahrens no admite en absoluto la reglamentación del
trabajo por la ley, por el Estado, pero separándose de las es-
cuelas individualistas, que siguen las huellas de los enciclope-
distas del siglo XVJIi, entiende que «el Estado no es una ms>
28
434 REVISTA CONTEMPORÁNEA

titución puramente política, de seguridad y de proteccióm, y


que €sin excederse de su misión propia puede y debe ayudar
al desarrollo del movimiento social, puede y debe facilitar por
medidas legales la constitución y acción de toda clase de aso-
ciaciones que se multiplican en nuestro tiempo con las distin
tas formas de socorros y de asistencia, y para los objetos co-
munes de producción y de consumo».
Según él, «también puede el Estado, que regulariza el mo-
vimiento económico por instituciones públicas tales como las
Cámaras de comercio ó los comicios agrícolas, trazar el cuadro
legal y general de organización para el agrupamiento y acción
de las asociaciones privadas; pero no debe intervenir nunca en
las mismas leyes del movimiento y querer cambiar por la
fuerza de las leyes los motores morales en el dominio de la
actividad económica>. Según él, «ese impulso que arrastra á
los hombres desde hace ya más de tres siglos á la persecu-
ción de todo lo que por las ciencias, las artes, la organización
política, puede mejorar su condición en la tierra, se ha comu-
nicado también á la clase obrera, la cual basa la mejora de su
suerte en una justa y mejor organización de las relaciones en-
tre los agentes que por el talento, el capital y el trabajo con-
curren á la producción de los bienes». En fin, según él, y en
esta parte es en la que más se aleja del socialismo, «esta or-
ganización no puede ser otra que la de la libertad y morali-
dad de todos los asociados», en lo cual coincide con lo sos-
tenido por los economistas y sociólogos individualistas, si
bien creemos no se armoniza por completo con sus anteriores
proposiciones. Dedica después algunas líneas á la cuestión con-
creta de que tratamos, expresando en ellas que cde igual modo
que un juicioso materialista no pretende poder organizar los
metales, de igual modo la ciencia social debe declarar ilusorias
y estériles todas las tentativas para sustituir la labor moral de
la organización por una reglamentación mecánica del trabajo
material,pues el principio de organización que fecundiza y des-
arrolla toda organización es el espíritu de cuya alma están
penetrados ios asociados, y que hace de todos los miembros
un cuerpo orgánico con diversas funciones, pero igualmente
importantes para la realización del objeto común».
LA ORGANIZACIÓN DEL TRABAJO 435

II

Zorlí, distinguido economisla que sigue el movimiento


evolutivo no ha mucho tiempo iniciado dentro de la misma
escuela clásica, como Bocardo y otros eminentes publicis-
tas, especialmente italianos y alemanes, lejos de negar al
Estado el derecho, le impone el deber de intervenir por me-
dio de una legislación social en las funciones más importan-
tes de la vida económica para regularizarlas y armonizarlas, lo
cual significa algo más que la mera concesión del derecho de
organizar el trabajo, en lo que también coincide con los so-
cialistas, puesto que de un modo es'ptcia.Me impone igualmen'
te el deber de intervenir en todo cuanto pueda contribuir al me-
joramiento de la condición de las clases trabajadoras^ porque
«como es órgano de la justicia, debe buscar todos \oi me-
dios posibles para contener todas las funestas consecuencias
del innoble egoísmo y de los abusos que en las economías
privadas se hacen del derecho de propiedad y de la concu-
rrencia libre».
«:Este fin puede alcanzarlo—añade—con su poder su-
perior, que es el legislativo, obligando á los empresarios y
fabricantes á ser humanos con sus dependientes, promulgan-
do leyes que regulen la higiene de las fábricas y de las
minas, que limiten las horas de trabajo hasta para los adultos,
que normalicen los contratos de los obreros con los patronos,
prohibiendo al agricultor y al operario de las manufacturas
las condiciones demasiado desfavorables, y procurando no
poner obstáculos á las sociedades de resistencia, no prohibir
las huelgas prudentes, y favorecer la participación del obrero
en el beneficio de las empresas, y las sociedades de socorros
mutuos y de crédito también mutuo.» {Emansipacione econó-
mica della clase operara.)
Todas estas medidas legislativas que á juicio de Zorli puede
y debe adoptar.el Estado constituyen en su conjunto un
sistema bastante completo, cuando no radical, de organiza-
ción del trabajo. Algunas de ellas entran en las teorías de los
436 REVISTA CONTEMPORÁNEA

economistas históricos, varias son además aceptadas por los


economistas críticos, y todas forman parte de los programas
socialistas. Si en su desenvolvimiento y aplicación llegase el
Estado, cual manifiestan temer los adversarios de su interven-
ción en la vida económica, á la total anulación de la libertad
individual, convirtiendo al individuo en una especie de má-
quina por él impulsada y dirigida; si la organización del tra
bajo hubiese de llegar á ser lo que la generalidad de los uto-
pistas pretendieron y lo que algún teórico del socialismo
defiende; si ella realmente fuera la absorción por el Estada
de todas las funciones, de todas las actividades y de todas las
iniciativas, entonces con sobrada razón podría decirse con
Mr. Luis Reyband: €¿A.dónde pueden llevar todas esas pala-
bras de organización y de derecho al trabajo, con las que
tanto ruido se produce y en las que se condensa el principal
esfuerzo de las sociedades? A un orden de cosas en el que la
disciplina sucediera á ia libertad, y en el que las huestes de
los trabajadores se plegarían, sometiéndose á una obediencia
casi militar >. {Eludes sur les reformateurs.)
Pero la organización del trabajo, ni conforme á las medidas
' legislativas propuestas por Zorli, ni tal cual la generalidad de
los socialistas la comprende, llega á semejantes extremos, á
saprimir casi por completo la libertad humana, á crear el hom-
bre autómata, el obrero máquina, después que el actual in-
dustrialismo ha hecho de él un apéndice de la misma. El so •
cialismo contemporáneo, digan lo que digan sus apasionadísi-
mos adversarios, no patrocina tan exageradas ideas, y buena
prueba de ello lo son el plan de reformas de Zorli, que acep-
ta los programas de los socialistas cristianos y de la cátedra,
las organizaciones de los partidarios de la cooperación, las
ideas de los que en la reconstitución de las corporaciones pro>
fesionales basan la organización, las manifestaciones de impor-
tantísimas entidades del partido socialista obrero, las teorías
de los socialistas posibüistas y las mismas doctrinas d e los
más científicos y autorizados partidarios del colectivismo.
LA ORGANIZACIÓN DEL TRABAJO 437

III

Ya raxxy pronunciadamente se manifestaban la disparidad,


«1 choque y la evolución de las ¡deas económico-sociales, y
«obre todo de las más ó menos íntimamente relacionadas con
el trabajo, al finalizar la primera mitad del siglo XIX, período
accidentadísimo, que comienza con los planes revolucionarios
<ie Babeuf y sus niveladores, de carácter eminentemente so-
cial y comunista, y concluye con los menos radicales de Luis
Blanc y sus adeptos, en el que casi se desvanecen las últimas
reminiscencias de las teorías de Quesnay, Journay, Turgot,
Mercier de la Riviére y los demás ^siócratas, tan acreedores
á la gratitud de la humanidad, en el que se presenta pujante,
llena de vida, saturada de ilusiones, que el tiempo ha ido des-
vaneciendo poco á poco, la escuela manchesteriana, y en el
que las mismas ideas de ésta, determinantes de una á modo
de anarquía en el dominio del trabajo, dan lugar á una reac-
ción no menos extremada y vigorosa, encaminada en el sen-
tido contrario, de la que han emanado numerosos sistemas
organizadores de la vida industrial, sistemas de algunos de los
«nales nos hemos ocupado con relativa extensión, conforme
lo haremos de varios de los más modernos, terminando con
su examen este estudio.
De una de esas manifestaciones, que no ha dejado de ejer-
cer bastante inñujo sobre el posterior movimiento evolutivo,
se ocupó el gran preconizador del mutualismo y precur-
sor del anarquismo científico de nuestros días, Proudhon,
en su tan conocido y estudiado libro De lajustice dans la Re-
volulion et dans tBglise, y, aun cuando sea retrocediendo
aparentemente algún tanto, entendemos no deber prescindir
de dar á conocer aquellos pasajes más atinentes á nuestro ob-
jeto, que se refieren á alguno de los sistenaas cuyo ciclo aun
no ha concluido, ó sea al que denominó sistema de los econo-
mistas revolucionarios.
«Los economistas nacidos de la revolución—dice—sos-
tienen que el trabajo es de orden moral y humano, ya fijado
438 REVISTA CONTEMPORÁNEA

en la conciencia antes de qiie le impusiera la necesidad; que^


de consiguiente, es libre por su naturaleza, libertad positiva y
subjetiva, teniendo en razón de esta libertad el derecho de
reivindicar la subjetiva y objetiva; en otros términos, la des-
trucción de todos los entorpecimientos, obstáculos y trabas
que puedan suscitarle el Gobierno y el privilegio; que si el
trabajo es libre, como acaba de expresarse, implica en su no-
ción las de derecho y deber; que si por su lado fatal y en tan-
to que la naturaleza exterior hace para nosotros una necesi'
dad, siendo para nosotros repugnante y penoso, por su natu-
raleza libre y en cuanto es una manifestación de nuestra es-
pontaneidad, debe ser atractivo y grato, mayormente aten-
diendo á que la repugnancia y la pena, que en el estado ac
tual de la industria humana acompaña en alta dosis al trabajo,,
sea efecto de la organización servil que se le ha dado, pero
pueden y deben reducirse indefinidamente por una organiza-
ción liberal; que no es cierto lo que se dice de que el régimea
de desigualdad y de privilegio, que la revolución quiso abolir,
resulte de la fatalidad repugnante y penosa del trabajo, sino
que, por el contrario, es el mismo privilegio quien ha agrava-
do considerablemente para el trabajador la repugnancia y la
pena; que así hay que esperar que por una nueva expresión
de los principios déla justicia y de la moral, por otro siste-
ma de enseñanza profesional, poruña organización del taller,
el trabajo, perdiendo su carácter servil y mercenario, se eman-
cipará al mismo tiempo de la fatiga y del disgusto que la fa-
talidad le impone; que si á los antiguos economistas es per-
mitido sostener que el trabajo, cosa fatal, no puede constituir
contra la clase propietaria, y en perjuicio de la laboriosa, e)
principio de un derecho natural primitivo obligatoriamente
garantido por el Estado, serfa contra'toda verdad y justicia
pretender que este mismo trabajo, cosa espontánea y libre,
no pudiera ser objeto de un contrato de seguro mutuo, que
es á lo que precisamente ha tendido la revolución; que con e)
trabajo, desde el panto de vista de la fatalidad, sucede lo que
con el apetito, la salud, la respiración, la visión, etc., cuyo
disfrute no puede asegurar ningún poder humano, y desde el
punto de vista de la libertad, lo que con todas las cosas que
LA ORGANIZACIÓN DEL TRABAJO 439

pueden ser objeto de una transacción, y que de ese modo el


trabajo, reconciliado por su libre naturaleza con el capital y
la propiedad, de quienes le alejaba su objetividad, no puede
ya dar lugar á una diferenciación de clases, lo cnal rompe el
círculo vicioso y pone á la sociedad, lo mismo que á la cien-
cia, á cubierto de la contradicción.»
«Por consiguiente—dice Mr. Proudhon, después de esta ex-
posición, que ciertamente no se distingue por su claridad,—
por consiguiente, añaden los innovadores, el ideal soñado por
los antiguos economistas puede realizarse conforme á su teo-
ría: la tierra para el que la cultive, el oficio para el que lo
ejerza, el capital para el que lo emplee, el producto para el
productor, el beneficio de la fuerza colectiva para todos
aquellos que concurran, y el salario modificado por la par-
ticipación, el trabajo parcelario combinado con la plurali-
dad de aprendizajes en una serie de promociones, el fraccio-
namiento del suelo abolido por la reconstitución de la heren-
cia, en dos palabras, la fatalidad de la naturaleza dominada
por la libertad del hombre. Tal es el programa de los econo-
mistas de la revolución.X
«Esteprograma—concluye Mr.Proudhon—es todo un mun-
do moral que surge, una civilización nueva, otra humanidad-
Maloueten 1789, Babeuf en 1796, representante el uno de la
burguesía, tribuno del pueblo el otro, así lo afirman.»

IV

En estas últimas líneas alude Mr. Proudhon á dos de \o8


revolucionarios del siglo XVIII, conservador lientro de ellos
el primero, ó sea Malouot, radicalísimo el segimdo, Babeuf,
de escasa significación las concepciones de aquél, que pasa-
ron poco menos que desapercibidas; de gran resonancia y triste
celebridad, en parte no justificada, los planes y propósitos de
éste, y tal indicación nos induce á decir algo de las ideas que,^
relacionadas con la organización del trabajo, se expusieron ¿n
aquellos años, que cierran una de las épocas de la historia,
años tan fecundos en trascendentales acontecimientos, y cuyo
440 REVISTA CONTEMPORÁNEA

carácter se cambia ai entrar en la que podemos llamar edad


contemporánea, si bien este cambio tardó algún tiempo en
hacerse realmente perceptible. Fué tanta la grandeza de la
revolución, tan trascendentales las variaciones á que dio lu-
gar, tan extraordinarios los acontecimientos que por su influjo
vertiginosamente se sucedieron, tal su acción beneficiosísima
en todos los órdenes, que es imposible penetrar en los am
plios dominios de la moderna ciencia sociológica y tratar
debidamente ninguno de sus importantísimos extremos, sobre
todo los que se refieren al orden económico, sin tener muy
presente aquel admirable período de la vida de la humanidad,
y sin recordar á cada momento sus hombres, sus ideas, sus
creaciones, sus reformas, sus mismos extravíos y hasta sus la
mentables y no escasos crímenes.
Mr. André Lichtenberger es uno de los escritores que más
recientemente, con más recto criterio y con mayor copia de
datos han apreciado la revolución francesa bajo el especial
punto de vista que á nosotros más nos interesa. Por eso trans-
cribiremos algp de lo que expresa en su libro Le socialisme
et la revolution frangaise. Refiriéndose en él al autor de ¡os vo-
tos de la última clase del pueblo á la Asamblea constituyente,
dice que éste declara tomar la defensa de aquellos que no
poseen propiedad, ni riqueza, ni estado, ni derechos, «de esos
soldados que no teniendo otros recursos para subsistir que el
empleo de sus fuerzas y el de la más común de las industrias,
no viven sino precariamente del jornal de cada día». Manifies-
ta que á juiciod el mismo autor, y para mejorar la condición
miserable de tales hombres,se precisa cuando menos: <iP Que
tengan siempre trabajo. 2.° Que su trabajo les asegure siempre
con qué vivir, j . " Que el impuesto no disminuya nunca su ga-
nancia*. Consigna lo siguiente como aducido por el autor en
apoyo de las anteriores proposiciones: «Asegurar trabajo á
todos es acaso el deber más sagrado del Estado, y por lo
tanto deberá éste crear fábricas ó talleres en donde en cual-
quier tiempo encuentren todos obra y tengan un salario suficien-
te. Los salarios ofrecen en la actualidad un tipo irrisorio, á
causa de la dependencia en que están los obreros de los que
ios emplean. Cuando el Estado haya asegurado uo salario su•.
LA ORGANIZACIÓN DEL TRABAJO 44I

ficiente á sus obreros, los fabricantes se verán obligfados á


aumentar los suyos para no perder, y así no podrá aplicarse
en todo su rigor á aquéllos la dura ley de la oferta y el pedi-
do. En fin, para impedir que el impuesto penetre en lo nece-
sario de los obreros, serán eximidos de los directos todos los
que están al servicio del Estado, y á más sus salarios se aumen-
tarán con el excedente del impuesto indirecto. En este particu-
lar \AÍ industrias no podrán manifestarse menos generosas que
el Estado, bajo pena de no encontrar brazos para sus manu-
facturas».
Con Mr. Lichtenberger diremos que «es imposible desco-
nocer el carácter eminentemente socialista de este programa
de organización del trabajo», pues, con efecto, en él se en
cuentran varios de los principios que, especialmente desde la
calda del rey burgués Luis Felipe, adoptó el socialismo en sus
distintas manifestaciones, entre ellos el derecho al trabajo, el
deber del Estado de proporcionarlo, el salario mínimo que baste
para cubrir las necesidades del obrero, la exención de todo im-
puesto directo á los que no posean nada y la creación por el
Estado de fábricas y talleres, en los que, por una parte, encon-
trasen obra los trabajadores desocupados, y por otra paite, un
salario suficiente, y que además sirvieran para contener en sus
abusos á los fabricantes, patronos ó empresarios particulares.
Esto último es el mismo pensamiento desarrollado medio si-
glo después por Mr. Luis Blanc, como veremos, en su famo-
so opúsculo sobre la organización del trabajoj y que tan im-
premeditadamente llevaron al terreno de la práctica los go-
bernantes en el corto periodo de la segunda Repúblicafrance-
sa. Esta conformidad de ideas, que debe señalarse al deter-
minar la filiación de las hoy sustentadas por la escuela socia-
lista, es la que principalmente nos ha movido á hacer mérito
especial del ya casi desconocido folleto.
«Seguramente es más original Deverité, autor de La vida
y dolencias de un pobre diablo para servir de lo que se quiera
en los próximos Estados generales—dice Mr. Lichtenberger, —
libro que hace una critica amarga de la socisdad moderna y
de la existencia que impone á los pobres diablos. El jornalero
es el asno que se doblega bajo el látigo. ¿Qué le importan las
442 REVISTA CONTEMPORÁNEA

leyes de la propiedad?No posee más que sns brazos, cuyo uso


pierde en la vejez: la ley no le protege. Paga más impuestos
que el rico, y por lo tanto,/Í>Í impuestos debieran estar en pro-
porción geométrica ascendente con las fortunas y correr los gra-
dos de lo superfluo. Un producto de cien escudos anuales es un
máximum que rara vez se alcanza. La opulencia se aumenta
indefinidamente á costa de los que tienen poco. Una ley agra-
ria es imposible, y cuado menos seria preciso adoptar medi-
das de detalle para aliviar á la multitud Acaso sería una de
las más útiles la supresión de las máquinas, cuyo desarrollo ha
producido la baja enorme de los salarios. Sin ellas jamás la
propiedad habría podido imponer la ley á los trabajadores.
Han comenzado por dar una ventaja á los que primero las
usaron, y generalizado su empleo, no han sido más que unas
nuevas causas de sufrimientos para la humanidad. Si se estima
peligroso suprimirlas de un golpe, al menos se hace preciso,
en casos de crisis económica, detener su funcionamiento para
dar ocupación á más brazos.»
Éstas son las ideas más descollante s del opúsculo á que
Mr. Lichtenbeigcr hace referencia. El impuesto progresivo
ascendente, que para favorecer á la clase de los que poseen
poco ó casi nada, en la cual sbn de comprender los trabaja-
dores menos desamparados y la casi totalidad de los que en
reducidísimos tallei es y dentro del domicilio ejercen sus oficios,
y principalmente para llegar sin violencia al colectivismo, tie-
ne hoy tantos y tan entusiastas patrocinadores, á pesar de la
violenta impugnación que de él hizo Mr. Proudhon, entre
otros, y la protesta contra el maquinismo, ó más bien contra
sn extraordinario desenvolvimiento, que entonces no era sino
sombra de lo que hoy es, pero que ya hacía sentir sns efectos
en la vida industrial, tanto que el autor, aunque vacilante, lle-
gaba á proponer la supresión de las máquinas, y de un modo
más resuelto su suspensión en momentos de crisis económi-
cas, á fin de que éstas hiriesen con menor intensidad á los tra-
bajadores, aparecen como anticipaciones de teorías que cual
originales se ofrecieron con bastante posterioridad. Ambas
han encontrado numerosos adeptos dentro del socialismo, pero
mientras la una, la que proclama la conveniencia del impuesto
LA ORGANIZACIÓN DEL TRABAJO 443

progresivo, lejos de debilitarse, viene fortaleciéndose, la otra,


abandonada la parte que tiene de absurda, ha sido modificada
en su esencia y reducida á más razonables y prudentes limites
por los mismos trabajadores, cual lo evidencian algunos de los
documentos emanados de la célebre Asociación Inlernaciona/.

MANUEL GIL MAESTRE

{Continuará.)
BOLETÍN BIBLIOGRÁFICO

La insuilciencia hepática.
Tal es el tema del discurso que el doctor D. Nicolás Rodríguez
Abaytua leyó en su recepción de académico de la Real de Medi-
cina, el día 25 de Noviembre de 1900,
Trabajo de loi páginas en folio el del nuevo académico, y
de 34 el de contestación, del Sr. Espina, forma un voluminoso
conjunto, donde se trata una cuestión de tanto interés médico con
verdadera brillantez.
No siendo esta revista un periódico técnico de medicina, sólo á
título de información bibliográfica consignaremos algunas impre-
siones de tan útil estudio, ya juzgado con el éxito que merece,
primeramente por la ilustre corporación ante quien se leyó y des-
pués por la prensa y el público médicos.
La complejidad de funciones que tiene el hígado en el organis-
mo hace que su estudio ofrezca á los ojos del médico un interés
privilegiado, si ha de atender á las muchas manifestaciones mor-
bosas originadas por deficiencias de esta viscera, cuyo papel en la
vida es de primer orden, de tal suerte que aparece justificada la
idea del ilustre médico francés Pomel al decir que el hígado es á
la vida vegetativa lo que el cerebro á la de relación
Las diferentes funciones de la viscera, comprendidas con los
nombres de biligenia, g/icogenia, urtogenia, adipogenia, termoge-
nia, cromatogenia y aníitoxia, se tratan con lucidez en el extenso
trabajo del Sr. Abaytua, aportando datos clínicos y consideracio-
nes múltiples, de tal modo que puede decirse que representan la
última palabra de la ciencia en tan ardua cuestión.
La secreción de la bilis, que tiene lugar incesantemente, puede
considerarse como un proceso de oxidación y, cuando disminuye^
ó se extralimita de las proporciones regulares, acaecen disturbios
de consideración, que perturban de un modo manifiesto la salud
y acarrean gravísimas dolencias.
Su carácter aséptico, los grandes descubrimientos fisiológicos
debidos á la química de la bilis, cuya parte del estudio de esta
secreción ha iluminado como potente foco los oscuros horizontes
BOLETÍN BIBLIOGRÁFICO 44,5

de la clínica de las enfermedades del hígado, los expone el nuevo


académico con lucidez, de igual modo que la glicogenia y ureoge-
nia, en cuyos capítulos se pone en evidencia la importancia que
la química de la vida tiene en estas cuestiones y el valor inmenso
de los datos que puede aportar al contingente de estos estudios,
en donde el reactivo se halla en primer término para marcar al
fisiólogo y al médico el camino que deben seguir en sus investi-
gaciones y resolverles multitud de problemas.
Las relaciones del hígado con las sustancias grasas, muy oscu-
ras y de importancia grandísima en las reacciones intraorgánicas,
se tratan también en el trabajo del Sr. Abaytua, así como de lo
que se llama docimasia hepática, de gran valor en el concepto
fisiológico, y la termogenia y cromatogenia.
Al estudio de la antitoxia, ó sea la manera de coaducirse el hí-
gado con los venenos, dedica un extenso párrafo, y también i. la
insuficiencia hepática, á la glicosuria alimenticia, á las causas de
la ictericia, al consorcio de las funciones del riñon y el hígado,
para dar luego á la terapéutica de este órgano la importancia je-
rárquica que en sus estudios le corresponde, con lo cual termina
el Sr. Abaytua, y en la contestación dada por el Sr. Espina se
amplían los datos expuestos, lo cual completa y avalora más la
obra, que es muy digna de ocupar sitio preferente en la biblioteca
del médico, en la seguridad de que su consulta ha de resultar al-
tamente fructífera.
De todos modos, el estudio del hígado ha de ser de predilec-
ción especial para el médico, porque esta viscera es, como dice la
fisiología, el paño de lágrimas del organismo, y su papel toxico-
lógico lo sintetizó el inmortal Orfila al decir que en los envenena-
mientos por el arsénico debía procurarse á todo trance hacer vo-
mitar al hígado.
J. OLMEDILLA.
*
* *
Proceso de Lope de Yeg^a por libelos contra unos cómicos,
anotado por D. A. TOMILLO >> D . C . PÉREZ PASTOR / impreso d
expensas del Excmo. Sr. Marqués de Jerez de los Caballeros.—
Madrid, Fortanet, igoi.— Un volumen en 4.° mayor, de 376pá-
ginas, papel de hito, hermosa estampación, sin indicación de
precio.
Lujoso volumen en su parte externa, y de curiosa lectura, es
el que nos ha venido á las manos. Las frías páginas de un vulgar
proceso quedan animadas por la gran figura de Lope y se hacen
446 REVISTA CONTiWPOBÁNEA

¡nteresantísimas, aun para el lector que desdeña el fárrago y pe-


sada andadura de los procedimientos judiciales.
Bien han hecho los autores en reproducir este proceso, íntegro
y sin comentarios, en la primera parte del volumen: así el curioso
lector se identifica paso á paso con el ambiente del proceso. No
ha podido publicarse éste por el texto original, que debió de per-
derse, sino por una copia en la que se unieron diligencias judicia-
les posteriores á la sentencia, con todo lo cual resulta el proceso
más completo é interesante. De tal proceso, que arroja bastante
luz sobre la juventud de Lope, no jjel todo conocida, se deduce
que el reformador de nuestro teatro fué en punto a amores, y en
los diez y siete años de su edad, todo un pu/i/o filipino. Sus rela-
ciones amorosas con Elena Osorio, casada; la varia fortuna que
en ellas obtuvo Lope; los apasionamientos y desdenes; la difama-
ción que con sus versos arrojó Lope sobre su antigua amada y
sobre la familia de ella, son clave de mucha y buena parte de la
producción de Lope, clave sin la cual no puede entenderse ni
avalorarse debidamente el sentido de muchas composiciones del
Fénix de los ingenios.
Y aquí entra ya la labor paciente, cariñosa y de investigación
que han practicado los Sres. Tomillo y Pérez Pastor en la parte
titulada Noticias históricas para ilustración de este proceso. No se
contentan los autores con darnos la clave á que antes nos refe-
ríamos: nos dan los documentos interpretados merced á la clave
por ellos descubierta. Con la claridad del agua aparecen inter-
pretados pasajes y hasta obras enteras de Lope, alusiones sueltas
y composiciones poéticas, romances moriscos sobre todo, que
poco ó nada significan para quien no conoce los móviles en el
autor que los escribía. Todo queda justificadísimo en obra tan
interesante para la biografía é interpretación de Lope.
Veintiocho documentos desconocidos para la vida de Lope, dos
apéndices curiosos y otros tantos índices generales avaloran y dan
mayor interés al volumen de que tratamos.
No nos detendremos en su elogio. Lo dicho basta para que se
comprenda que «no es menester alaballo> y que á autores y pro-
tector del libro se extienden nuestros plácemes.

*
* *
BOLETÍN BIBLIOGRÁFICO 447

La música y l a pslcoQslología, obra escrita en francés por


MAD. MARIE JAELL. Traducida a¿ español por T).^ ]ose.F/íL,y.o-
RET DE BALLENILLA, primeros premios en piano, harmonía y com-
posición de la Escuela Nacional de Música y Declamación. —
Madrid, imprenta del Cuerpo de Administración Militar, igoi.
— E n 8°, 173 páginas, 4 pesetas.

Traducida por la ilustre pianista D.* Josefa Lloret de Ballenilla,


se ha puesto á la venta la importantísima obra titulada La música
y lapsicofisioiogia, publicada en París por la eminente profesora de
piano Mad. Marie Jaéll.
La obra citada, que en la actualidad se encuentra traducida á
varios idiomas y ha valido á su autora entusiastas felicitaciones
de los más renombrados profesores de piano de París, Berlín,
Italia, etc., es un compendio de los mayores progresos conocidos
en tan difícil arte y asienta las bases de una nueva escuela para
su estudio y enseñanza, demostrándose científicamente la multi-
tud de errores—perjudiciales para el desarrollo de un artístico
modo d e tocar el piano—que se adquieren siguiendo los procedi-
mientos usuales de enseñanza, y al propio tiempo se indican, con
claridad y lógica maravillosa, los que deben emplearse para des-
terrar las añejas viciosas prácticas, y por ende llegar á poseer
una completa perfección artística d e ejecución y una cultura
musical absolutamente necesaria á esa misma perfección.
En los diez capítulos de que consta esta obra se tratan y des-
arrollan con gran extensión y claridad las materias siguientes:
I. El mecanismo de la expresión musical. —II. L a atención y el
sentido muscular. —III. El tacto y el sentido auditivo.—IV. El es-
tudio.—V. El compás y el tempo rubaio.—VI. L a interpretación.
—VII El pedal,—VIII. Los factores de la memoria musical.—
IX. El acelerador del tocar.—X. Las sensaciones de los oyentes.
Por el sumario que publicamos se deduce que la obra es de
verdadero interés no tan sólo para los que han alcanzado el justo
título á& pianistas, sino también para aquellos que, en una ú otra
forma, se dedican á la enseñanza y estudio del piano.
Merece entusiastas plácemes la Sra. Lloret por el importante
servicio que ha prestado, el cual se acrecerá en breve, puesto que
prepara la traducción de otros notables libros de Mad. Jaéll, prin-
cipalmente El arte de tocar el piano, q u e constará d e cinco volú-
menes.
*

44^ REVISTA CONTEMPORÁNEA

De mi paia. Miscelánea histórica y literaria, por D. CARMELO


DE EcHEGARAY, Cronista de las Provincias Vascongadas, C. de
la Real Academia de la Historia, con un prólogo del P. Fr. Eus-
taquio de l/riarte, agustino.—San Sebastián, igoi.—En 4.',
\111-j42 páginas, 3 pesetas.

Los que tuvimos la fortuna de conocer al P. Uriarte no pode-


mos leer sin lágrimas en los ojos el prólogo que escribió para la
notable obra de D. Carmelo d e Echegaray, porque al recuerdo d e
su temprana muerte causan mayor emoción aquellos párrafos en
que se espontanea y pinta las bellezas de su tierra euskara. Si el
insigne agustino no quiso «desflorar asuntos amplia y ricamente
tratados ni extractar lo que en el tomo se puntualiza por menu-
do»; si él, que tanto sabía de esas materias, se ciñe á decir que
«los afanes del S r . Echegaray se enderezan todos á esclarecer los
tiempos y sucesos más obscuros de la historia euskara, realizán-
dolo siempre con la galanura de frase, la animación de estilo y el
temperamento de justicia que abrillantan los hechos sin mermar
los fueros de la verdad», á nosotros solamente nos toca aplaudir
la fecunda labor del afamado cronista de las Vascongadas.

A.

IMPRENTA DE LOS HIJOS DE M. G. HERNÁNDEZ


Libertad, i6 duplicado, bajo,
igor
ESTUDIOS SOBRE EL CiML DE RICARiGüA '•'

III

El argumento á favor de un canal factible á la navegación


de los grandes buques á través del istmo americano, está ba-
sado en los lazos de unión que comercialmente atan á todos
los pueblos del planeta con ahorro de tiempo y gasto. La
importancia del canal de Suez y el éxito comercial desarro-
llado con la unión por vía marítima entre el Mar Rojo y el
Mediterráneo, es una indiscutible demostración de su exac-
titud.
Á la humanidad en general, y más principalmente á los
Estados Unidos, será beneficiosa la apertura del canal de Ni-
caragua, dotando al mundo de una vía corta y directa entre
el Atlántico y el Pacífico, cuyos mayores fiutos y ventajas
los reportará la gran República. Salta á la vista que Con la
expresada abertura ó canal ensanchara sus relaciones de co-
mercio internacional con las islas, costas del mar Pacifico y
continentes asiático y australiano. Muchos de los principales
puertos del continente americano en este Océano estrecha-
rán su distancia con Europa en la relación de uno á cuatro,
siendo, por lo tanto, incalculables las ventajas que se tocarán
por esta menor distancia.
Se calcula hoy día que las importaciones y exportacione»
de los países é islas del mar Pacifico importan 1.200 millo-
nes de pesos. Hecho el canal, ¿á qué cifra puede llegar este
desenvolvimiento comercial contando con las mayores facili-
dades de tiempo y gasto?
El muy adelantado ferrocarril transiberiano, que partiendo

(1) Víase la pi^ioa 360 de este tomo.


75 Je Junio de igoi.—TOMO CXXII.—CDAD. V. ag
4SO REVISTA CONTEMPORÁNEA

del corazón del Imperio ruso va á parar á Wladivostok, en e\


mar del Japón, estrechará las relaciones comerciales entre to-
dos los Estados moscovitas del Asia y con muchos del Asia
central, prácticamente accesibles en la actualidad al comercio
extranjero y en absoluto al de los Estados Unidos. Las bajos
valles del Amur, antes que el río haga la conjunción en su des-
embocadura con el mar de Ockotsk, poseen excelente clima y
una excepcional ferti idad en su suelo, condiciones extensivas á
los valles formados por los grandes ríos siberianos. En el con-
cierto del mundo comercial entrarán como factores las rique-
zas mineras, que tan abundantes se encuentran en este suelo,
é inexploradas por su inaccesibilidad y falta de comunicacio-
nes y recursos. Una gran expansión de relaciones se vislum-
bran el día que medios prácticos y adecuados estimulen su
desenvolvimiento.
Corea, que tiene una población de diez millones de habi-
tantes, está llamada á desarrollar su comercio en, importantes
proporciones el día que sea un hecho la apertura del canal
de Nicaragua. El valor de sus importaciones y exportacio-
nes, que sólo fueron de un millón y medio de pesos en el año
de 1884, tomaron un incremento de 230 por 100 en 1889, ele-
vandolas á cuatro millones y medio.
El comercio del Japón, cuyos vuelos han sido considera-
bles en estos últimos tiempos, cuando todavía hace poces
aHos estaba en su infancia, es susceptible de un inmenso des-
arrollo. De 1884 á 1889 el comercio del Imperio aumentó en
un doble, y es de espeiar que este pueblo de 40 mil'ones de
habitantes, emprendedor é inteligente, represente, en el co-
mercio del mundo en general y en el de los Estados Unidos
en particular, factor importantísimo el día que el-canal de Ni-
caragua estreche las distancias que hoy lo separan de nuestros
grandes centros de población en las provincias ó Estados del
Este de la República.
China, conocida hoy bajo el nombre de imperio de la
muerte, en consonancia con el calor é idiosincrasia de su
raza, espera su regeneración por las fuentes de riqueza que
abriga y que lentamente se van abriendo al mundo interni-
"-ional.'Las intrigas de las principales potencias europeas
ESTUDIOS SOBRE EL CANAL DE NICARAGUA 451

para apoderarse de este gran mercado, estériles resultarán el


<lía que el canal de Nicaragua esté abierto al comercio uni-
versal, por encontrarse esta vía en condiciones geográficas
superiores á las demás del mundo. El porvenir que las trans-
acciones americanas vislumbran en esta gran colmena, es in-
finitamente más ventajoso que el de cualquiera otra nación
por las condiciones de su situación, que implica una menor
distancia.
Las más grandes y fundadas esperanzas dimanan de la
situación que ocupan las Repúblicas latino-americanas al
Oeste de la gran cordillera andina, y que lindan con el Océa-
no Pacífico. Sus centros comerciales y consumidores, situa-
dos hoy á distancias que fluctúan entre cinco y doce mil millas
de los centros de producción americana, los reduce el canal
entre dos y seis mil millas respectivamente, presentándose,
por lo tanto, vastísimo ensanchamiento al limitado comercio
<jue hoy existe
El gran incremento de población que adquirirán las Re-
públicas de Centro América y los beneficios consiguientes á
€ste aumento, extensivos se harán á los Estados de California,
Oregón Washington y hasta Ala^ka. siendo consecuencia de
la apertura del canal este crecimiento de riqueza y población,
como factores que serán éstos del porvenir holgado y ase-
gurado de la empresa.
H ista la apertura del canal de Suez el comercio de Europa
y los Estados Unidos con Asia y Australia necesariamente
lecorría las rutas del Cabo de Buena Esperanza y cabo de Hor-
nos, únicas practicables á pesar de los serios inconvenientes
que ofrecían. La apertura del istmo de Suez cambió comple-
-^amente las condiciones de la navegación, dando además á
as naciones de Europa una ventaja sobre los Estados Unidos,
traducida en el ancho del Atlántico, factor importantísimo en
ia competencia comercial y que coloca á estos últimos en
notoria desventaja con respecto á aquél as.
Por tener la bandera inglesa acaparado el comercio del
Asia en un 83 por 100 respecto al conjunto del comercio uni-
versal, eran buques ingleses los que transportaban las mer-
cancías americanas por el canal de Suez, y á esto se debe el
452 REVISTA CONTEMPORÁKEA
no tener noticia exacta para conocer los efectos que su aper-
tura produjo en el comercio americano.
En 1870, primer año entero que estuvo abierto el canal a)
comercio del mundo, pasaron por el expresado 486 barcos-
con un registro aproximado de 44.0.000 toneladas, mientras
que el número de barcos que por él transitaron veintiún años
después se elevó á la c fra de 4.200 con un registro total d&
8 700.000 toneladas. El hecho más significativo de este
enorme incremento consistió en que en el primero de los
años citados, cuando aún eran incompletas las excavaciones
para darle al canal las condiciones de braceaje ó profundidad
que exigían los barcos en su cada vez más creciente comer-
cio, no pasó buque alguno por el canal con un registro supe-
rior á 1.500 toneladas, siendo así q t e en la última de las fe-
chas citadas se registraron buques de 6.000 toneladas, corres-
pondiendo 2.500, como término medio, para todas las em-
barcaciones que cruzaron sus aguas.
A continuación insertamos la siguiente relación, que prue-
ba el aumento que en buques y tonelaje ha tenido el canal d t
Suez desde su apertura:
Año 1870, 486 barcos con 440.000 toneladas de registro.
» 1875, 1494 id. con 3.010.000 id. i d .
» 1880, 2.o¿4 id. con 3.058.000 id. id.
» 1885. 3.62 t id. con 6.336 000 id. id.
Año 1890, 3.389 barcos con 6 8 9 0 0 0 0 toneladas de r e -
gistro.
Año 1861, 4.207 id. con 8 700.000 íJ id.
» 1892, 3.559 id con 7.712.000 id. id'.
» 1893, 3 341 id. con 7.660 000 id. id.
» 1894, 3352 id. con 8 039 000 id. id.
Demostiado queda hista la evidencia el creciente movi-
miento comercial habido desde el momento que la apertura
del Canal de Suez comunicó los dos continentes asiático y
europeo por una derrota más segura, directa y económica
que la de los cabos, y hay motivo para suponer no sucede-
ría lo contrario el día que íuera un hecho la comunicación
del Atlántico y el Pacífico.
El reducido comercio que hoy existe entre San Francisco-
ESTUDIOS SOBRE EL CANAL DE NICARAGUA 453

<Je California y puntos anejos con Nueva York por medio de


la línea férrea interoceánica, apenas sensible en el mundo co-
mercial, por no llegar aquél á rebasar las loo.ooo toneladas
anua'es, transformaríase en movimiento co osal atendido so-
lamente á su cabotaje, descartando los puertos mejicanos de
la travesía, premisa ó tesis que no resulta exagerada al con-
siderar únicamente la diversidad de condiciones en que viven
los dos antipodas dentro de la gran República. Industriales
las provincias de' Este, surtirían á sus homologas del lado
opuesto de toc?a la maquinaria y demás artefactos deducidos
de su floreciente industria, mientras que las feítiles comarcas
agrícolas del Oeste, favorecidas pot un territorio y cl;ma
apropiados, hallarían seguro mercado sus productos en las po-
bladas regiones del Este y en sus grandes centros, pudiendo
inundar con sus sobrantes, sin temor á competencia alguna,
los mercados de la casi agotada Europa.
Un canal abierto en estas ó parecidas condiciones, si bien
reflejaría para los Estados Unidos el desiderátum para su en-
grandecimiento, será para las naciones del viejo continente
golpe de íu'ibundo martinete que anonade su decadente pro-
ducción, agobiada por sobradas cargas derivadas casi en su
totalidad de los armamentos, cada vez más crecientes, que
las suspicacias de las naciones hacen inevitables. Nunca más
legítima que en la actualidad sería la defensa si las naciones
comprendieran sus intereses, coligándose contra el monstruo
que amenaza de lleno su existencia. El canal de Nicaragua en
las solas manos de los Estados Unidos vendría á ser una ta-
rifa protectora para el comercio de aquel país y barrera in-
franqueable al internacional. Su neutralidad, dependiendo de
un solo país y un solo Gobierno, hasta el dicho resulta risible.
Somos de'los que opinamos que la obra es perfectamenie
factible, pero no con las cuentas galanas con que tratan de
deslumhrar al mundo los prohombres de la empresa. La obra,
de verificarse, como creo se efectuará, por convenirle así al
Gobierno de la Unión, será de un importe mucho más eleva-
d o que lo consignado en los presupuestos de la CompaSia;
pero no imposible, como quieren suponer algunas personali-
dades afiliadas á otra empresa rival de la que nos ocupa.
454 REVISTA CONTEMPORÁNEA

Como dato en pro de las ventajas que para el comercia


resultaría la construcción del canal, establezcamos un para-
lelo, en lo concerniente á la parte comercial, con otras cons-
trucciones análogas ó parecidas, tal como el canal del Salto
de Santa María, que, así como el de SUGÍ, se abrió á la ex-
plotación el año 1869, y ha dado los buenos resultados que
hemos consignado anteiiormente, aquél lo verificó catorce
años antes, o sea en 1855, habiendo sobrepujado las hala-
güeñas esperanzas que en él se habían fundado, cuando una
buena dirección en su parte técnica y económica se encargó-
de su explotación, en vez de la equívoca administración que
antes regía.
El canal de esclusas (i) del Salto de Santa María comunica
el hgo superior con el Hurón. En un interregno de veinti-
cinco años una explotación lánguida y sin vigor, mas que
nada debido á sus malas condiciones, hizo que las ventajas
comerciales fueran más aparentes que reales, hasta que en e
año de 1881 se incautó el Gobierno de los Estados Unidos
del canal, mediante arreglo y concesiones con los accionis-
tas. La primera providencia que tomó el Gobierno fué pro-
ceder á su dragado, dándole un fondo de x8 pies, con lo que
aumentó 6 al del primitivo trazado, haciendo desaparecer una
porción de obstáculos que impedían, si no todo en parte, sa
libie circulación y afiinzando los terraplenes y murallones de
contención de los frecuentes desprendimientos de sus orillas.

(1) Como contestación categiírica á los imougnadoref del-iítema de es-


clu as, He1>emos hacerle:* presente que el añ<> 93 qu<íd<1 abierto completamente
al trafico el csoal de esclusas entre Lívcrpí ol y Marchestcr, sieodu ÍDoieo'ios
desde aquella época los beneficios obtenidos pi r el c men io y la navegación.
Otro de igual sistema existe en Amsterdaír, que incalculables son los resal-
tados pi r é< prodiicídoü, y ñnalment', pocos ?üos hace se abrió el del H< Is-
tein (a'>tigat pro^^incia de Dinamaica), qoe c< necta ía estación OAV 1 alemnna
de Kie', en el Há tico, con el mar del Norte, en la desembocadura del Elba,.
en una ixtensióu de 63 tilla', siendo la de 700 U distamia que ahorra á IB.
naregaciÓD entre lt>s dos mares a los buqu s que por precisión ab<i luta tenían
antrp que rt montar los e&tr ch< s al Norte de la i^'a de Jatlandia, Dn h • canal,,
que tiene cust<o esclusa, más que á las nere.'-idades del c mercio, ha obede-
cido su construct.ión á cumplir una de las partes drl programa de defensa na-
cion»l puesto en pr etica pnr el Gob er- o alemdn
Añadiremos, para los que crean que es de moderna concepción el n«o de
las esclusa', que hace más de caatrocientos años Da Vinel conttrujró en Lom-
baidia la primera que se recuerda, >
ESTUDIOS SOBRE EL CANAL DE NICARAGUA 455

El aumento de tráfico se desarrolló de manera tan portentosa,


que se hicieron necesarias mayores facilidades para la nave-
gación, continuando el Gobierno en la obra del dragado para
alcanzar mayor profundidad, ya que tan excelentes resulta-
dos le dio en sus principios. El aumento en las dimensiones
de las esclusas entró también en el plan general de reformas,
ya que la navegación de alto bordo se imponía á consecuen-
cia de las necesidades comerciales que casi á diario se des-
arrollaban. Las expresadas dimensiones proyectadas en aquella
época y ultimadas después fueron de 800 pies de largo ó es-
lora, loo de ancho 6 manga y 21 de puntal.
La siguiente relación da á conocer el incremento que tomó
la navegación y el comercia debido á las obras realizadas
por el Gcbierno, que convirtió en verdadero canal lo que
antes sólo era una parodia de tal:
Año 1880, 1.735 barcos con 1.735 000 toneladas de re-
gistro.
Año 1885, 3 354 id. con 3 036 000 id. id.
» I8QO, 7.268 id. con 8.455.000 id. id.
» 1891, / 339 id, con 8 400.000 id. id.
» 1892, 8.737 id. con 10 647.000 id. id.
» 1893, 8.379 id con 90JO.000 id. id.
* 1894, 10.208 id. con 13 n o 000 id id.
La estadística anterior nos demuestra lo productivas y b e -
neficiosas que son esta clase de obras, siempre que las facili-
dades y buena administración sean las piedras angulares que
presidan á su desenvolvimiento.
El cómputo del valor de las mercancías á flote que pasó
por el canal en el ú'timo año que marca la relación, fué próxi-
mamente de 143 millones de pesos, correspondiendo unos
13 pesos, poco más ó menos, al valor intrínseco de la t o -
nelada.
Los principales artículos circulados fueron carbón, harina,
hierro y cereales, productos todos de baja valuación, los que,
dadas las altas tarifas que representan su conducción por vías
terrestres, se impone su conducción por vía marítima, donde
la baratura en el transpoite que ésta representa es garantía de
éxito para el expendedor y también para la Empresa, que en
456 REVISTA CONTEMPORÁNEA

este caso es el Estado, por la mayor circulacióa por el canal,


que acrecienta sus productos.
Necesario es reconccer qae el vastísimo tráfico y movi-
miento creado en la región de los lagos se debe á la apertura
del canal de Santa María, regularizando su transporte á los
mercados donde se consume. Para mayor abundancia de ra-
zones respecto á la impoitaacia comercial, adquirida merced
á la facilidad de comunicaciones que representa el canal, aña-
diremos que el movimiento anual está sólo reducido á siete
meses, por impedir los hielos la navegación en los cinco res-
tantes, en los cuales fluctúa el termómetro por término me-
dio en este tiempo, entre 20 y 30° centígrados bajo cero.
Haremos constar que en el año de 1893 ^ólo doscientos diez
y ocho días pudieron aprovecharse como laborables para la
navegación.
Otra de las ventajas ofrecidas por la apertura del canal de
Santa María íué la de favorecer la emigración y colonización,
no sólo de sus márgenes y territorios inmediatos, sino la ro-
turación en gran escala de vastas comarcas á pesar de las pé-
simas condiciones clmatológicas en que se hallaban coloca
das y que hasta entonces habían permanecido improductivas.
Si se comparan estos terrenos con su ingrata temperatura, y
á pesar de ella fertilizados por la mano del hombre con los
favorables que tienen los anejos á la vía de Nicaragua, donde
un clima benigno y un suelo asombrosamente fértil los hace
ircomparablemente mejores, de esperar es, sin que peque-
mos de optimistas, que el desenvolvimiento de su riqueza será
enorme.
Consecuente, pues, con lo sucedido en la construcción de
obras análogas, algunas de las cuales no presentaban horizon-
tes tan diáfanos al estar en estado incipiente como presenta
la apeitura del canal de Nicaragua, ofrece esta última, cuando
menos, las mismas ventajas que el de Suez y Santa María, y
que resumidas son como sigue: baratura y facilidad en los
transportes, elemento y cuidado primordial para el desarrollo
del comercio y de la navegación; establecer corrientes de
emigración para la colonización y roturación de terrenos hoy
desiertos y que la Providencia ha dotado de una privilegiada
ESTUDIOS SOBRE EL CANAL DE NICARAGUA 457

fertilidad, y abrir, por último, un nuevo campo á las trans'


acciones creando nuevos mercados importadores y exporta-
dores donde hoy son nulos. Estas son en el orden comercial
las mejoras que resultarán para los Estados Unidos de abrirse
el canal en proyecto. Las del orden militar son tan concretas
y favorables a la gran República con la exclusiva posesión
del canal como desfavorables serán para las potencias de Eu-
ropa y más principalmente á las Repúblicas latino-americanas
comprendidas entre el expresado canal y el territorio de la
Unión.

IV

Será el canal de Nicaragua, en conexión con el de Suez, la


vía más directa para circunnavegar el planeta. La actual cir-
cunferencia de la tierra, tomándola de un arco de circulo
máximo, es de 21.600 millas maiinas. Ahora bien: antes de
]a apeitura del canal de Suez, el viaje de circunnavegación
saliendo, por ejemplo, del puerto de Nueva Yoik, doblando
el Ceibo de Buena Esperanza á Hong-Kong y de este punto
regresar al de partida por el de Hornos, era de 34.000 millas
náuticas. Al abrirse el canal de Suez se redujo la distancia á
80.000 y con la apertura del canal de Nicaragua quedará
aquélla limitada á 24.000.
El mayor ahorro de distancia entre puertos comerciales
que ha proporcionado el canal de Suez ha sido entre Liver-
pool y Bombay, donde la distancia por el Cabo de Buena
Esperanza se elevaba á 10.700 millas, mientras que la vía de
Suez la ha reducido á 6 250. El ahorro de 4.500 millas, como
se ve, es de consideración, y los intereses del capital que re-
presenta el ahorro de gastos por esta menor distancia viene á
ser cerca de un 40 por lOO.
La siguiente relación de distancias en millas náuticas entre
algunos puertos comerciales del globo demuestra el ahorro
de derrota que facilitará el canal de Nicaragua una vez en ex-
plotaci ón:
De Nueva York á San Francisco de California, 15.700 mi-
45^ REVISTA CONTEMPORÁNEA

lias por el cabo de Hornos, y por la vía de Nicaragua 4 900.


De Nueva Yoik á Acapulco, 11.600 millas por el cabo de
Hornos, y por la vía de Nicaragua 3 ooo.
De Nueva York á Melbourne, 13.800 millas porel cabo de
Hornos, y por la vía de Nicaragua 9 900.
De Nueva York á Honolulú, 15.400 millas por el cabo de
Hornos, y por la vía de Nicaragua 6.400.
De Nueva Yoik al Callao 10.300 millas por el cabo de Hor-
nos, y por la vía de Nicaragua 3 800.
De Nueva Yofk á Valparaíso 9 4 0 0 millas por el cabo de
Hornos, y por la vía de Nicaiap-ua 5.000.
De Nueva Oileans á San Francisco de California 16.OOO
millas per el cabo de Hornos, y por la vía de Nicaragua 4.200.
De Liverpool á San Francisco 15 600 millas por el cabo de
Hornos, y por la via de Nicaragua 7.600.
De Liverpool á Valparaíso 9 400 millas por el cabo de Hor-
nos, y por la vía de Nicaragua 7 700.
De Liverpool al Callao 1 0 . 5 0 millas por el cabo de Hor-
nos, y por la vía de Nicaragua 6.500.
De Nueva York á H o n g Kong 14.000 millas por el cabo de
Buena Esperanza y por la vía de Nicaragua 10 700.
De Nueva Yoik á Yokohama 15.200 millas por el cabo de
Buena Esperanza, y por la vía de Nicaragua 9 800.
De Nueva Yoik á Melbourne 12.800 millas por el cabo de
Buena Esperanza, y por la vía de Nicar?gua 9 600.
De Liverpool á Melbourne 13.500 millas por el cabo de
Buena Esperanza, y por la v'a de Nicaragua 11.500.
De Liverpool á Yokohama 14.500 millas por el cabo de
Buena Esperanza, y por la vía de Nicaragua 11.800.
Á continuación las distancias desde algunos puertos comer-
ciales á las entradas Este y Oeste del canal:
De Nueva Yoik á la entrada Este del canal, 2.060 millas.
De Liverpool á id. id. id., 4.780 id.
De Hamburgo á id. id id., 5.130 id.
Del Havre á id. id. id., 4.700 id.
De Nueva Orleans á id. id. id., i 300 id.
De San Francisco á la entrada Oeste del canal, 2.700. id.
De Valparaíso á id. id. id., 2.800 id.
ESTUDIOS SOBRE EL CANAL DE NICARAGUA 459
De Yokohama á la entrada Oeste del canal, 7.000 millas.
Se demuestra por las anteriores relaciones de distancias
el beneficio que reportará al comercio y á la navegación la
aptitura del canal de Nicaragua, el que, en conexión con el
de Suez, simplifica las derrotas d t todos los puntos del globo,
aun los más apartados. Respecto al tráfico del canal, si bien
es verdad que partimos de un principio hipotético, no lo es
menos que k s derivaciones para hacer nuestro cálculo están
basadas en datos reales de actualidad, como es el tráfico exis-
tente y las que, dadas las mayores ventajas del paso por el ca-
nal, pueden admitirse como inconcusas.
Sin pecar de optimistas podemos apreciaren ocho millones
de toneladas las que circularán por el canal á los pocos años
de estar abierto á la explotación. Calculando ahora en dos
pesos por tonelada bruta los derechos de cruce, un ingreso
líquido de 16,000.000 de pesos pueden apreciarse como be-
neficio. Estimando, por otra parte, según la apreciación de
ingenieros ingleses y americanos afectos á las obras, el valor
de ellas en 100.00.000 de pesos según antes expusimos, un
resultado no pingüe sino opimo podían prometerse de ella
sus accionistas; pero dejan de presentarlo bajo este prisma
halagütño otros ingeniero." que, habiendo estudiado el asunto
y juzgado con más imparcialidad por no ser partes interesa-
das, descienden al terreno de la realidad al hacer sus cóm-
putos, que desde luego no vacilamos en acoger como más
v.eroslmiles. Recaigan los mencionados un 80 por loo sobre
su total, por aceptar como muy, barata la confección de los
presupuestos presentados por la Compañía, y cuyo recargo
ó aumento representado podrá estar, si se quiere, por series
de obligaciones amortizables á un tipo dado, como viene su-
cediendo en obras de índole análoga ó de otras clases. De
todas maneras un producto se obtendría de 16.000 000 de
pesos por un capital empleado de i8a 000.000. Deduciendo
á continuación de la columna de los beneficios los gastos
que o'iginan el entretenimiento de las seis esclusas, afirma-
ción de orillas, dragado, nuevas excavaciones, renovación
de material á flote y en tierra, edificios de la Compañía y
gastos de administración, calculados todos en tres millones
46o REVISTA CONTEMPORÁNEA

de pesos; apreciación considerada quizás excesiva si se tiene


en cuenta que el entretenimiento de la única esclusa del ca-
nal de Santa María ningún año ha pasado de 50.000 pesos, y
que los gastes del canal de Suez por el mismo motivo jamás
han superado de un millón y medio, como puede compro-
barse más adelante en la tabla correspondiente, resultará
siempre como consecuencia un producto neto de 13 000 000
de pesos para el capital empleado, y aunque con los gastos
de amortización de las obligaciones enitidas y reembolsadas
por sorteos á la par, el interés que vendrían á percibir los ac-
cionistas como dividendo, fluctuaría siempre por los alrededo-
res de un 5 por 100, dista algo de las villas y castillos ofreci-
dos por los representantes de la Compañía en sus confeccio-
nados é ilusorios presupuestos. _
Las mismas razones y necesidades comerciales que recla-
maron la apertura del canal de Suez abonan las del canal de
Nicaragua, proporcionando éste, á no dudarlo, mayores ven-
tajas que aquél, sobre todo á los Estados Unidos, en ahorro
de distancias, así es que el éxito, en lo que á este último país
concierne, no puede ponerse en duda.
La siguiente tabla de ingresos por el canal de Suez y gas-
tos en lo concerniente al importe de su conservación y admi-
nistración, sirve para establecer paralelos de comparación y
para apreciar mejor los cá culos que antes hemos expuesto
sobre la cantidad aproximada necesaria al entretenimiento de
las obras del canal en cuestión, y es como sigue:

Conservación
Ingresos. y trabajos. Administración.

1888 .. 13 048 500 899 175 307 914


1889. . 13.318 438 I.020.842 345 693
1890. . 13 485055 I 053 055 316.645
1891... 16 789 103 I 147 010 332-441
1892... 14 977-812 1.067.349 363-985
1893-. • 14 222 436 I . 0 5 8 612 35' 446
1894... 14 825.411 1.056 397 34S•964

Los mayores gastos de conservación fueron los de dragado


para limpiar el canal de las arenas del desierto, que el viento
ESTUDIOS SOBRE EL CANAL DE NICARAGUA 461

Kausin arroja alli en grandes cantidades, así como el desmo-


ronamiento de los cantiles; á pesar de todo, la Compañía le-
parte á sus accionistas dividendos que fluctúan en los alrede-
dores de un I2 por loo, y las primitivas acciones que se emi-
tieron á un valor de 500 francos, se cotizan en la actualidad
en la Bjlsa de París por encima de 2.500; redondo negocio
que creó la nueva casta de los alucinados, que tanto ha sufri-
do luego con la construcción del Panamá tal como la conci-
bió el Gran Francés.
El interés público y privado del pueblo americano, tam-
bién como la interpretación por ellos sustentada, del llamado
destino manifiesto, se ha pronunciado siempre por la apertura
del istmo en cualquier forma que fuera, con tal siempre de
que su propiedad sea exclusivamente americana, y sin que
sus intereses, por lo tanto, tengan que subordinarse á los de
ninguna otra potencia, y éste, que puede llamarse su nacional
punto de vista, fué el que les sirvió de base para formular el
tratado con la República de Nueva Granada en 12 de Diciem-
bre de 1846. Bajo este orden de ideas construyeron el primer
ferrocarril de Panamá, habiendo sido posteriormente varias y
repetidas las veces en que se ha discutido en las Cámaras
americanas la apertura de un canal á través de las Repúblicas
del Centro América, sin que jamás se haya llegado á un
acuerdo definitivo; pero expreíando siempre unánimemente
el mismo ideal la pública opmión. ¡Felices las naciones que
tienen ideales!
La concesión á la Compañía del canal fué otorgada por los
Estados Unidos á los pro;iiOventes de la empresa por espe-
cial acto de incorporación fechada en 1889, como se ha he-
cho constar anteriormente. Los trabajos empezaron poco des-
pués, siendo casi simultaneas las negociaciones de la Compa-
ñía en Europa para proporcionarse el capital necesiiio; pero
fueron éstas suspendidas al poco tiempo á instancias del Co-
mité de Relaciones extranjeras en el Senado, el cual hizo que
decietara este alto Cuerpo quj el canal debía ser obra nacio-
nal, construido con c^pitaleí' americanos y gobernado y ad-
ministrado por americanos también. Las medidas opoitunas
fueron desde luego tomadas para asegurarse de este resultado.
402 REVISTA CONTEMPORÁNEA

En la primavera del a3o 1892, varios ciudadanos de San


Francisco de California elevaron instancias á los Cuerpos Co-
legisladores, suplicando la pronta resolución de formar una
Convención nacional para tratar del canal de Nicaragua, la
cual debía reunirse en San Luis el 2 de Junio del mismo año.
El I I de Abril se conformaron las Cámaras con esta resolu-
ción, dándose !a orden á los gobernadores de los Estados
para que nombiascn los delegados.
Se reunió el Congreso del canal en San Luis en la fecha •
indicada. Constaron allí 300 delegados en representación de
30 Estados y territorios, adoptándose la unánime resolución
de pedir á los Poderes legislativos una ayuda práctica para
poder llevar á cabo la construcción del canal. Un Comité
ejecutivo fué nombrado con instrucciones concretas y defi-
nidas, en*^re las que sobresalían la formación de una nueva
Convención en que estuvieran representados todos los Esta-
dos y territorios de la Unión, que se reunió en Nueva Or-
kans el 30 de Noviembre, y discutió y aprobó la inmediata
construcción del canal bajo la protección del Gobierno de los
los Estados Unidos.
Según informes de aquel aSo, el número de delegados
asistentes de todos los Estados y territorios llegaron á 6 0 0 .
La presidencia estuvo indistintamente encomendada al go-
bernador de La Louisiana, Mr. Foster; al juez de Arkansas,
Mr. Jones; al de California, Mr. Estee. y otros. El senador
Morgan, de Alabama, y Chairman, del Comité de Relaciones
extranjeras del Senado, en medio de una sesión de gran en-
tusiasmo, hicieron pública, manifestación de sus ideales, mi-
rando y analizando la cuestic'n en sus distintas fases, comer-
cial, política y estratégica, haciendo resaltar la conveniencia
y hasta la necesidad de que el supremo Gobierno de la na-
ción prestara su ayuda.
Unánime fué la resolución votada de pedir á las Cámaras
sn cooperación financiera para la construcción del canal y á
que tomaran todas las medidas necesarias que condujeran á
un pronto fin, ahorrándose trámites y dilaciones. En este
sentido nombraron una Comisión, con objeto de que pasara
á Washington á tratar con el Gobierno y al mismo tiempo
ESTUDIOS SOBRE EL CANAL DE NICARAGUA 463

a estimular al Congreso para que discutiera y resolviera


pronto la solución del proyecto. Á fines del mes de Diciem-
bre, y después de un cuidadoso estudio de la cuestión, la Co-
misión de Relaciones extranjeras piesentó al Senado un bilí
en corfoimidad con la citada por la Convención de Nueva
Orleans, moción que se hizo extensiva á la Cámara de repre-
sentantes; pero el cambio radical de administración en el
país y el c'espacho de negocios urgentes, impidieron que re-
cayera votación sobre el asunto. En 22 de Enero de 1894 fué
reproducido el mismo bul en el Senado y Comité de Relacio-
nes extranjeras, pero fué desechado con fecha 14 de Abril
del mismo año.
El bul de reformas de referencia se circunscribía á que e'
Gobierno de la República garantizase la p.imera emirión de
bonos que por valor de 70 millones de pesos emitió la Com-
pañía, cantidad que en un principio se consideraba suficiente
para sufragar las obras del canal, comprometiéndose la men-
cionada Compañía á pagar al Gobierno la renta del 3 por 100
del capital garantizado, con el derecho de nombrar 10 de los
15 principales representantes del canal que formaba su Junta
de gobierno, -con objeto de que tuviera una intervención po-
sitiva en su administración y manejo.
Nuevamente ocupó el bilí la atención del Senado de vez en
cuando, hasta que en 25 de Enero de 1895 fué tomado en
cuenta por 31 votos contra 21, si bien con algunas enmiendas
que afectaban á la cuestión de detalles, pero no en el fondo
del asunto, enviando?e en seguida al Congreso para su tra-
mitación y examen. Nuevas dilaciones y el carácter perento-
rio de otros asuntos, hizo que la Cámara no tomara acuerdo
alguno sobre el particular. Las Cámaras de Comercio de todo
el país, centros mercantiles y diputados de los Estados, co-
misionaron representantes á Washington para abogar p<jr la
aprobación de la medida. Un público y unánime sentimiento
en favor de la ayuda gubernamental al prO) ecto se extendió
por todos los ámbitos del país; pero la falta de tiempo, á
cuya ayuda acudía el Gobierno con sus premeditados entor-
pecimientos, no. permitió votar una resolución definitiva en
asunto de tanta trascendencia. Limitóse el Gobierno á ganar
464 REVISTA CONTEMPORÁNEA

tiempo per no considerar aún propicia la ocasión para el des*


envolvimiento de sus planes. Uaa nueva Comisión que salió
para el c n a l á bordo del crucero Montgomery para que emi-
tiera nuevo informe, fué la única satisfacción que se dio á la
opinión del pafs, representada por el sinnúmero de comisio-
nados que de todos partes anuían á Casa Bianca para mani-
festar idénticos propósitos.

Encendida la guerra civil en Cuba más que por los dere-


chos políticos que trataban de vindicar sus hijos, cuya mayo-
ría, honrada y laboriosa, era refractaria á los actos de fuerza,
por el apoyo eficaz y descarada protección que desde un
principio le concedieran los Estados Unidos, ereyó el Gobier-
no de la Unión ocasión propicia de realizar, si no en todo en
parte, el programa por ellos titulado destino manifiesto, pró-
logo del otro que podríamos completar llamándole esperan-
zas sin ocaso.
Tres años duró aquélla, alimentada y atizada por el pueblo
que más cacarea la humanidad y que menos la practica. Tan
imposible sería pietender el desagüe del Mediterráneo como
concluir con una insurrección que reponía, cada vez con más
ventaja, los elementos que se les restaban, en un país grande
por su situación, riqueza y población, y que, como J mo, tuvo
sievpre dos caras durante la contienda, Uaa España postra-
da, agotada y sin recursos era lo que esperaba el Gobierno
de la Unión para llevar adelante sus designios. La fruta, que
por sus malas artes estaba ya en sazón, era la que ellos espe-
raban recoger á poco costo. La isla ie Cuba, su acaiiciado
sueño de tres cuartos de siglo, es ya americana. Kl pueblo
cubano, abominando de los lazos de sangre que la unían á su
madre patria, ha labrado en esta contienda su propia ruina.
Debemos creer que exibte una Providencia justa.
La posesión del canal de Nicaragua sin la posesión de Cuba
y íin imperar en el mar Caribe cuando menos habiía sido un
dominio problemático, así es que la posesión y dominio del
ESTUDIOS SOBRE EL CANAlvDE NICARAGUA 465

piimero tiene que ser forzosamente consecnencia del dominio


y posesión de la segunda, y á esto tiró desde un principio la
astuta diplomacia yankee, sirviendo de escabel á sus desig-
nios el pueblo insurreccionado de Cuba, al cual venía prestán-
dole toda clase de concursos.
El ilustrado teniente de navio de la Armada D. José Gu-
tiérrez Sobral, en su bien escrito folleto publicado en el
año 1897 titluado Eí canal de Nicaragua, hace resaltar la im-
portancia militar del puerto de la Habana, perenne atalaya del
mar de la Florida, situado en las cercanías de la entrada del
canal del Yucatán. Este puerto, centro principal de la isla de
Cuba, en manos no americanas era el cortado eslabón para
que no fuera de continuidad la cadena de su soberanía. Sin
dominar el paso del Yucatán ni el que separa la expresada
isla de Santo Domingo, los buques salidos de Nueva York y
Nueva Orleans hallarían imposibilidades sólo vencibles adop-
tando una nueva línea de derrota que los llevara al canal, re-
presentada por un tanto por ciento muy elevado en tiempo y
gasto; todo esto bajo la base de que contingencias interna-
cionales apoyadas en una ídem de operaciones, cual sería la
Gran Antilla, prevalecieran en su contra.
Este, sin quizás, ha sido el motivo primordial para que el
Gobierno de los Estados Unidos permaneciera inactivo y es-
tacionario en un asunto de tan vital interés como para él era
el asunto del canal. Mientras los Estados de la Unión no rea-
lizaron sus designios sobre Cuba, la construcción del canal
no pasó por parte del Gobierno del período de información,
no siendo ajeno además á las mil dilaciones que entorpecían
el asunto, á pesar dé haberse pronunciado en sentido favora-
ble la masa del país. En poder hoy de los Estados Unidos la
isla de Cuba, seguro es desaparecerán aquéllas, no tardando
en ser un hacho la realización de la empresa
El discurso pronunciado por el senador Mr. Morgan en la
Convención de Nueva Orleans ante los 600 delegados de los
Estados y territorios que componen la Unión, fué la síntesis
de las aspiraciones americanas, que por igual sienten pueblo
y Gobierno; y su voz, oráculo del porvenir, fué ahogada di-
ferentes veces por el entusiasmo de los congregados, identifi-
30
466 REVISTA CONTEMPORÁNEA

cades por completo con sus teorías. Así se expresaba: «Ne-


cesitamos y es preciso la unión de todo el país; queremos la
inexpugnabilidad de nuestras costas; es necesario á nuestra
vida nacional que los Estados del Este se den la mano con
los del Oeste por medio del canal de Nicaragua ó alguna
otra vía marítima que tienda al mismo fin. Yo no vacilaría
en aceptar un plan mejor si éste se presentara, lo que no re-
sulta, después de tantos años de investigaciones, ni aun en
aproximación. Persuadido estoy que la Providencia divina
ha colocado el lago Nicaragua y el de Managua sobre la
misma línea del canal entre los dos mares, como una invi-
tación al genio é intrepidez del pueblo americano para la
realizaciói' de esta vasta empresa, animándole á levantar un
monumento de imperecedera gloria que haga honor á este
país, dejando eclipsado todo lo verificado en este mundo h9S-
ta el presente, y que para los Estados Unidos tendrá más va-
ler y más consecuencias que todos los territorios que de Mé-
jico adquirimos el aüo 48. Es preciso crear en el Océano Pa-
cífico otra boca para el Mississipí, y favoreciendo el comercio
de las dos costas, cambiaremos la geografía de la América del
Norte, á lo cual nos invita la Naturaleza, una vez unidos los
dos mares».
¿Han previsto y estudiado las Repúblicas de Méjico, Costa
Rica y Nicaragua lo que significa cambiar la ?eografía de la
América del Norte?
Los ideales de Morgan son los de todos los hombres de
Estado norteamericanos. Refiriéndonos á la época actual, el
mundo ha presenciado impávido é indiferente la absorción
del archipiélago de Haway primero, siguiéndole después Cuba,
Puerto Rico y Filipinas, para concluir más tarde, una vez
efectuado el paso marítimo de Nicaragua, con las Repúblicas
comprendidas entre el mencionado y las fronteras de Río
Grande. .
La nación norteamericana/ convertida eo inmenso pulpo
cuyos tentácplos estrecharán el hemisferio Norte del con-
tinente americano, será de hecho un peligro universal y
azote ó castigo de nuestra raza. EU contrato en las condi*-
Clones exclusivas, como lo firmaron Soto y Carazo, respec-
ESTUDIOS SOBRE EL CANAL DE KICARAGÜA 46/

tivos Presidentes de Costa Rica y Nicaragua, implica su des-


aparición como naciones libres y soberanas, y la argolla del
esclavo que les espera.
Con respecto á su superioridad estratégica, el día que un
hecho sea la apertura del canal basta extender el plano de los
Estados Unidos, como apunta el citado Sr. Sobral, para que
á la vista salte la importancia militar que de golpe adquiere la
República.
Las costas del Atlántico y Pacífico, separadas hoy por
12.G00 millas de agua , exigen para su defensa fuertes y
poderosas escuadras, que han de maniobrar independiente-
mente por no caber auxilio mutuo á tan inmensa distancia,
mientras que, abierta la vía marítima que ponga en conjunción
los dos mares, la enorme distancia que existe en Nueva York,
apreciada en 16.000 millas, queda reducida á 5.000, y a un
tercio menos desde la Habana; distancias fáciles de salvar para
una escuadra que, al trasladarse de uno de estos puntos al
otro, encuentra en la travesía sobra de facilidades para su
abastecimiento de víveres y combustible en puertos resguar-
dados y defendidos, y con toda clase de elementos para re-
mediar sus desperfectos y averías.
No sólo ha sido proyectado el canal bajo el punto de vista
utilitario, sino que existe en el departamento de la Guerra, en
Washington, un serio estudio hecho de las defensas de los
puertos de Greytown y Brito, extremidades del canal, para
convertirlos en puertos militares.
La adquisición por medio del despojo de nuevos y exten-
sos territorios por parte de la gran República, si bien reñido
está con el Derecho internacional y hasta contrario al de gen-
tes por no vindicarse intereses de raza, humanidad verdadera
ó límites geográficos conforme con la naturaleza, colocan á
los Estados Unidos en posición ventajosísima respecto á las
demás naciones del mundo. Aproxímase el momento de cam-
biar el mapa del hemisferio Norte del continente americano, y
con él, como dijimos antes, roto el concierto universal. SI
Canadá, Jamaica, Trinidad y demás posesiones inglesas de
América, limitados tienen sus días como provincias ó posesio-
nes del gran imperio británico, vislumbrándose, en época qui-
468 REVISTA CONTEMPORÁNEA

zas no muy lejana, la analogía existente entre estas dos nacio-


nes, la una creadora de la otra, y la familia de los alacranes,
en que la madre muere víctima del aguijón de aquellos á
quienes dio el ser.

ARTURO LLOPIS,
Capitán de fragata.
DISCURSO
LEÍDO EN LA

ACADEMIA DE JURISPRUDENCIA
POR El. SR. MORKT, EN HONOR DE D. AUGUSTO COMAS

SR. PRESIDENTE Y SRES. ACADÉMICOS:

Realmente no rae hace favor mi ilustre amigo el Sr. Mar-


<jués del Vadillo al despertar en vosotros la esperanza de que
mis palabras puedan suplir aquello que él ha querido por mo-
destia suponer que no resultaba de las hermosas cuartillas que
nos ha leído. Tal vez ha creído que mi antigua amistad con
el ilustre muerto podría traer esta tarde á vuestra memoria re-
<:uerdos de otros tiempos que hicieran, no agradable, porque
nunca lo es la tristeza, pero sí al menos dulce la melancolía
con la cual conmemoramos la desaparición de hombre que
nos fué tan querido.
Para lograr este objeto, sería necesario mayor e.^pacio del
que yo dispongo para sondear en los abismos de la memoria
y recoger lo que el tiempo va poco á poco borrando, y tam-
bién una tranquilidad de ánimo que no puede dar la lucha
diaria de los sucesos para exponer lo que es más difícil en
estos momentos: la síntesis de una vida que ha terminado
como una bella puesta del sol, recordando aquel proverbio
italiano: un bell moriré tutta la vita onora.
Pero, señores, tengo que cumplir este deber aun recono-
ciendo que sin tiempo bastante para preparar mi ánimo y mi
memoria en esta ocasión, no me ha de ser posible hacerlo
cumplidamente como yo quisiera, porque cuando hacemos
«stos elogios necrológicos, cuando evocamos los tiempos pa-
470 REVISTA CONTEMPORÁNEA

sados y aspiramos á concretarlos en una sola ojeada, recor-


dando á un araigo que en ellos íiguró durante muchos años,
en realidad, señores, tenemos que hablar de nosotros mis-
mos, pues la vida de aquellos que á nuestro lado estuvieron,
es nuestra propia vida. Ésas indefinibles vibraciones del espí'
ritu que. se llaman ideas, esos latidos misteriosos del corazón
que se llaman sensaciones, esos átomos perdidos en el tiem-
po que se van condensando en el cerebro y se llaman recuer-
dos, todo eso no es más que la influencia del mundo en que
se vive y en el cual hemos compartido con los que se van el
modo de formar nuestro espíritu, la manera de juzgar los su-
cesos, y de recoger dentro de nosotros mismos lo que ellos
transformaron en su brillante y hermosa carrera.
Augusto Comas y yo, señores, formamos parte de una ge-
neración que ya principia á ver claro su próximo fin. Pocos
hay aquí de aquellos que pertenecieron también á ella; fuimos
de los hombres que empezaion á vivir en 1854, que respira-
ron entonces oleadas de revolución, que vieron pasar después
el período del 59 al 6i en que nos pareció á todos que pesa-
ba sobre nosotros algo como losa sepulcral, cuya pesadum-
bre era, y el tiempo nos lo ha enseñado después, muy fácil
de romper si hubiera habido un poco de aliento y algo de
consecuencia en las ideas. Esa fué nuestra juventud; allí es
donde se formaron nuestros ideales; de allí salimos, y enton-
ces, señores, yo lo recuerdo siempre, éramos unos pocos
hombres, pequeños grupos por decirlo así, que habíamos de
encontrarnos más tarde en la arena de la batalla. Estaba con
Comas uno de los profesores más ilustres de aquella época,
Domenech, y estaba también Joaquín María San Roma; eran
éstos discípulos de D . Laureano Figuerola, venían de Catalu-
ña y formaban como un núcleo cerca del cual se encontraba
otro, el de los economistas, al que yo me acerqué y en el
que figuraban Gabriel Rodríguez y Echegaray y Saavedra,
grupos á los cuales servía de lazo de unión el maestro común,
el venerable D. Laureano, de quien no puedo hablar sin la
emoción de un discípulo; y allá, á nuestra izquierda, estaban
Castelar y Salmerón y Morayta, que luego fueron los hom-
bres notables de la República, pero cada uno de estos grupos
DISCURSO LEÍDO EN LA ACADEMIA DE JURISPRUDENCIA 47I

y todos unidos, se mezclaban, se acercaban en el amor de la


libertad, en el espíritu ese de que hablaba el Marqués del Va-
dillo, que á un tiempo era enciclopédico y cosmopolita, y
cuando llegó lo que se llamó la revolución, nos encontramos
dé pronto, aunque viniendo cada uno de su lado, juntos, con
la misma dirección, con el mismo generoso propósito, con
una serie de ideales de los cuales algunos hemos visto en
parte realizados, y otros desgarrados como lo está nuestro
espíritu y nuestra historia, pero que nos parecen más hermo-
sos ahora, como en los días del otoño y en las noches del
invierno se recuerdan con mayor cariHo las frescuras de la
primavera y los ondulantes rizos de las olas.
De aquella unidad en la preparación, nació entonces lo que
es la ley de la vida, nació la diferenciación en la manera de
realizar las cosas.
Augusto Comas tenía su naturaleza especial: era un poco
volteriano en el juicio de las cosas, no las tomaba á pecho
como nosotros; muchas veces su sonrisa ó su crítica nos traía
el sentido de la realidad, del cual nos alejaban ó la pasión ó
las ilusiones. Sus estudios y su condición le llevaban además
del lado jurídico; del lado jurídico, señores académicos, que
es uno de los aspectos más notables de la vida; y mientras
muchos de nosotros, casi todos los que antes he citado, bus-
cábamos en nuestros respectivos partidos la ansiada reforma,
él estaba constantemente en segundo término, fijo en sus
ideas, sonriente en medio de la desgracia, cariñoso para todos
en medio de los disgustos, atento siempre al estudio, siguien-
do su camino, desenvolviendo el concepto jurídico de la vida,
al cual consagró toda su existencia.
Porque, en efecto, al cabo de muchos años de vivir y de
muchos años de pensar, lo que vosotros, jóvenes en vuestra
mayoría, no podéis entender, se va realizando.
En mi vida de estudiante, una de las cuestiones que más
fatigaban mi espíritu era el no hallar la explicación de las co-
sas; porque yo comprendía que era imposible saberlo todo y
pedía al libro y al estudio el enlace, el sistema, el secreto de
aquello que se me escapaba. Tuve (hablo entre amigos y
compañeros) una especie de alegría infinita cuando, bajo lai
472 REVISTA CONTEMPORÁNEA

dirección de un maestro muy querido de todos nosotros, don


Manuel María José de Galdo, leí por primera vez el hermoso
Cosmos de Humboldt. Cuando vi que la piedra y el arbusto y
el animal y el ser humano y el agua y el fluido, todo aquello
que existe en la Naturaleza, se enlazaba en una sola vibración;
cuando el infinito se me presentó como un sistema; cuando la
religión me decía: eso es Dios; y la ciencia me decía también:
eso es el átomo unido formando todo lo que existe en la na-
turaleza, sentí una satisfacción inmensa, porque comprendí
que mi inteligencia era parte de una inteligencia universal, que
mi vida era parte de un sistema entero; había hallado el ca
mino de los grandes consuelos de la existencia humana
Esto que sucede en la vida, es lo que no comprendéis aho
ra; eso es lo que veréis más tarde; eso es quizá lo que se Ha
ma la experiencia de los viejos y lo que explica en paite,
el egoísmo, el cual resulta también una virtud, porque es un
modo de ser de la existencia. jQué sería del anciano, si cuan-
do le faltan todos los elem5ntos del contacto de la vida, si
cuando se extingue cuanto amaba, si cuando ha pasado todo
aquello con que se ha identificado no le quedara ese movi-
miento de regresión dentro de sí mismo que se Warnayo, para
buscar en sus propios recuerdos esa última chispa de una
existencia que se va apagando?
Ese sentimiento de la viaa, que camina gradualmente y del
que yo os hablo porque lo siento venir, no es más que el
gran sentido de la existencia, la síntesis de la vida humana;
es el que aparece cuando hablamos de un muerto. Porque
^•quién se da cuenta de lo que pasa en veinticuatro horas, ni
en semanas ni aun en meses.'' Hace falta un dolor, una des-
gracia en la vida, traída por la realidad, para hacer alto, para
pensar, para reflexionar, para hacer lo que se llama examen
de conciencia, que tiene un profundo sentido en la vida de
todos los hombres.
Ahora, mirando ese retrato (señalando á uno del Sr. Comas
que hay en el estrado), y recordando al que era su original,
tan perfectamente reproducido, vienen á mi memoria aquellas
diferencias de tendencia y aquella distinta manera de enten-
<Jer la vida que él y yo tuvimos; de otros no hablo. Era un
DISCURSO LEÍDO EN LA ACADEMIA DE JURISPRUDENCIA 473

catedrático; todos habíamos querido serlo; las personas cuyos


nombres he citado, todas han sido profesores; porque para
el que cree y siente no hay más que una manifestación ver-
dadera, la propaganda, y ninguna manifestación tan completa
como la propaganda de la cátedra.
Todos los días, á toda hora, coa un auditorio que cambia,
pero que está siempre dispuesto á recibir la enseñanza, lle-
vando á los labios todas las ideas que se nos ocurren, con-
virtiendo en enseñanzas todos los sucesos, tomando de los de
fuera, cogiendo de los de dentro, elaborando constantemen
te y pensando que hay dos ojos atentos, una frente sin arru-
gas y un espíritu sin preocupaciones que va á oir y aprender
todo aquello: así es como se propaga la idea y se ama la en-
señanza. Eso es lo que él hizo siempre. Cuando abandona-
mos la cátedra perdemos un gran consuelo: el de la oleada
de esa juventud que acude todos los días ante el profesor, el
cual puede decir: yo no muero, porque los átomos de mis
ideas van pasando á mis discípulos.
La suerte le deparó la enseñanza de la legislación civil. En
cualquiera otra enseñanza jurídica hubiera sido un hombre su
perior. No quiso escribir libros de texto. Preparaba un gran
comentario á nuestro Código civil. En tcdo lo que le oí, en
todas sus conversaciones, en aquello que formaba, por decir-
lo así, su personalidad, palpitaba este concepto supremo: que
mientras todo varía en la política, que mientras todo en la vida
pública se transforma, queda un esqueleto de la sociedad hu-
mana, constante, fijo, sobre el cual se van acumulando, con-
cretando, petrificando, hasta constituir una nacionalidad ente-
ra, las ideas jurídicas, las ideas de la familia, las ideas de la
contratación, las ideas de los cambios, todas las ideas; y á
través de todo esto, por un esfuerzo supremo de esa misma
naturaleza, eso que parece estar petrificado, se va tranforman-
d o poco á poco, y esta es la gran teoría de la jurisprudencia,
en la cual él se había ocupado, y allá en los restos de la fa-
milia romana que existen en España, y en los restos de la
familia foral que encontramos en Aragón y en Navarra, y en
la superposición del derecho romano traído después en las
Partidas, á través de todo esto él había encontrado en el Có-
474 ' REVISTA CONTEMPORÁNEA

digo civil estas nuevas formas de la familia que, sin destruir


ni romper la santidad del matrimonio, sin acabar con la igual-
dad de los cónyuges, sin disminuir la patria potestad, han
traído lo que llamamos la familia moderna, quizá encerrada
en los molde§ de la antigua, peio llena de más afecto, más
flexible en sus fórmulas, más cercana á la verdad y al ideal en
la disposición de los bienes, constituyendo algo que me parece
superior á todas las formas de la familia histórica que he estu-
diado en los Códigos de los otros países.
Pero había otra cosa' más importante, señores. El con-
cepto del derecho en las sociedades democráticas es la idea
fundamental de nuestra existencia. Esa idea no ha penetra-
do en nuestra sociedad. Perdónenme los ilustres magistra-
dos qne me escuchan; es esta una de mis grandes preocupa-
ciones. Haber dado la libertad; fundar esa libertad en la ini-
ciativa individual; pedir que no tenga más limite que la ley,
eso, señores, equivale á decir que la ley es la suprema auto-
ridad, la regla de la sociedad: y como estas ideas abstractas
necesitan una realización inmediata, eso es lo mismo que de-
cir que la magistratura es la directora de la vida social. Si no
ha de haber lucha, es porque ha de haber sentencia; si ha de
haber sentencia que dirima las cuestiones, es porque la sen-
tencia ha de ser justa; y si esto ha de ser verdad, es preciso
que la magistratura tenga una inmensa autoridad, que se com-
penetre con la vida y que no crea que el pronunciar unas
cuantas palabras repitiendo estas ó las otras leyes es lo que
va á dar tranquilidad á la sociedad. Tiene qne ir á cada mo-
mento entrando dentro de su vida, extendiendo esa jurispru-
dencia, recogiendo como el Pretor romano todos los hechos
nuevos, y como el ciudadano europeo todos los sucesos cos-
mopolitas. En esa idea no ha entrado aún la sociedad espa-
ñola. De aquí, señores, la gran dificultad en que estamos,
porque, dígase lo qué se quiera, se gobierna siempre con la
autoridad: autoridad despótica, autoridad teocrática, autori-
dad oligárquica, autoridad anárquica (uso la palabra, aunque
parece un contrasentido, porque existe, sin embargo, á su
manera); hace falta siempre una sanción, una acción en la
vida que haga posible la existencia y tranquilo el desarrollo
DISCURSO LEÍDO EN LA ACADEMIA DE JURISPRUDENCIA 47$

de los diferentes intereses. Pero esa fuerza ¿dónde está? La


democracia no tiene más que una: la administración de jus-
ticia.
El ideal de los países modernos no ha ido más allá de esa
noción. Tal como en Inglaterra se administra y comprende,
es como se ha realizado la evolución ilemocrática de nuestros
días.
De aquí la gran preocupación de Comas; de aquí aquella
atenta reflexióu, aquel cuidado constante para ver la manera
de que la magistratura que creamos en 1869 fuese capaz de
desempeñar su altísima misión; de aqní ese proyecto suyo,
que yo abrigo la ilusión de creer que alguna vez será reali-
dad, en virtud del cual la magistratura era inamovible y al
mismo tiempo se corregía á sí misma; y en vez de tener la
inflexibilidad y la dureza de aquello que se petrifica, tenía la
flexibilidad necesaria para responder á sus fines. Porque
aquel juez que en el movimiento continuo de la vida se para,
va quedando distanciado de los demás, y aquel que merece
correcciones por las sentencias que ha dictado, se va atrasan-
do en su marcha; de suerte que en el final de la carrera en el
Tribunal Supremo, se encontrarían siempre los mejores, ele-
vados por su propio esfuerzo y con autoridad bastante para
castigar las extralimitaciones de los inferiores, llegándose así
á lo que siempre será el ideal de los pueblos modernos: á
que el país esté gobernado por buenas leyes, interpretadas por
los varones más justos que tenga una sociedad para regirse.
Con estas ideas podía haber expuesto yo otras, pero .icómo
encontrarlas en el tumulto de la vida á que estoy condenado?
Sólo puedo deciros que cuanto mayor es la confusión de los
hechos y la perturbación de los sucesos de cada día, que nos
parecen definitivos, cuando son pasajeros y transitorios, con
' mayor viveza se despierta en mi espíritu esta aspiración.
No puedo hacer alusiones, ¿no e» verdad? No sería pruden-
te y, sobre todo, sería de mal gusto; pero no es inútil, y es
espontáneo en mí, el deciros que cuanto más vivo y más in-
vestigo en loa sucesos de la vida, más me parecen reales y
positivas estas ideas que acabo de expresar.
Y no digo más, porque ya lo veis: hablando de los otros
476 REVISTA CONTEMPORÁNEA

se habla de sí propio, y evocando á los que se han ido se


vuelve uno á encontrar consigo mismo, con su existencia, con
los recuerdos de sus dolores y sus alegrías.
Yo tengo presente en mi memoria á Comas, y circunstan-
cias especiales determinan que yo pueda olvidarle menos que
otros. La disposición de nuestras casas hace que desde las
ventanas interiores de la mía, vea yo los balcones de aquélla
en que vivió mi buen amigo, y hace tres años, cuando era
para mí tan amarga la vida, todas las mañanas, al levantarme
á trabajar antes de que el sol empezara sü carrera por el ho-
rizonte, me hacía profunda impresión ver en los balcones de
enfrente una lámpara encendida: era la del despacho de Co-
mas, que alumbraba su trabajo, apenas comenzado el día.
Alguna vez no la veía brillar é inmediatamente me pregunta-
ba, como si me faltara algo, qué le habría podido ocurrir á
mi vecino. ¡Cuántas veces, ai pensar yo en la existencia que
me esperaba y en las amarguras que había de atravesar, con-
solaba mi espíritu el recuerdo de aquella tranquila y reposada
figura que á la luz de aquella lámpara trabajaba sin descanso
por el porvenir lejano, indiferente á la lucha diaria; aquella
luz se asemejaba á un faro que parecía decir: <Aquí hay un
pensador preparando los gérmeues del porvenir, mientras
vosotros gastáis vuestras fuerzas en contener esa oleada que
reduce las rocas á polvo y los hombres á la nada».
Mors omnia solvit, nos leía hace un momento el Sr. Mar-
qués del Vadillo, y protestaba contra esa idea, hallando en la
sublime creencia cristiana, en la idea de eternidad algo con-
trario á eso. No combato esa idea, no; pero recordando á uno
de los que se han ido, pienso que cuantos le hemos conocido,
le hemos amado y guardamos su recuerdo, pos iremos tam-
bién muy pronto. Detrás de nosotros todavía quedará alguien
que mencione nuestros nombres ó que se acuerde de ellos;
pero en el constante mudar de la vida no tardarán en borrarse
de la mente de todos esos recuerdoa, y sólo se nos dedicarán
las palabras que en las prácticas de nuestra santa religión pro
noncia el día sublime de los Difuntos una voz que se esparce
por los ámbitos de las catedrales, bendiciendo á aquellos que
murieron en el Señor.
DISCURSO LEÍDO EN LA ACADEMIA DE JURISPRUDENCIA \T7

Concluyo, señores. No puede ponerse uno en contacto con


la muerte sin sentir en seguida las vibraciones de la melanco-
lía en el alma y las lágrimas en los ojos; pero esto es un salu-
do pasajero. Se han embarcado en el puerto y ya se han ido
aquellos á quienes saludamos de lejos; pronto la nave vendrá
para los demás, y quién sabe si será el último consuelo pen-
sar que algún ¡^amigo de otro tiempo nos recuerde en aquel
instante con el cariño y con la fraternidad con que yo evoco
ante vosotros la memotia de Augusto Comas.

SEGISMUNDO MORET.
EL TEATRO DE SCHILLER '

CAPITULO VII

« n l l l e r m o Tell.

1. GnilUrmo 1 ell, poema de la libertad helvética.—2. Bosquejo de la


historia de Suiza.—3. La leyenda. El pueblo, defensor de sn libertad.—
4. Episodio de Guillermo Tel), dentro de la acción colectiva: retrato del
héroe tradicional: examen de las escenas discutidas.

1. Poeta de la libertad, en toda la acepción del vocablo,


hemos visto, siguiéndole en el curso de su evolución, cómo
Schiller fué descendiendo de las vagas é inconsistentes regio-
nes de la ilusión utópica (adonde lo elevó su impetuosa inex-
periencia), para entrar en atmósfera respirable y descansar
sólidamente en el frondoso suelo de la bella realidad, en cuyo
vivo ambiente su ideal generoso, lejos de perder de su subli-
midad, adquirió robustez harmónica^ fruto del carácter pon-
derado y humano, libre de sentimentales exaltaciones, que
desde entonces fué revistiendo.
En estas disposiciones, un pueblo que, uniendo á la pureza
de la ingenuidad primitiva un profundo y claro sentimiento
de propia conciencia y dignidad, se levanta imponente, como
un solo hombre, á defender su antiguo derecho y á recabar
su libertad, debía necesariamente fascinar la imaginación del
poeta y arrancar á su prestigiosa pluma el magnífico drama
que terminó su gloriosa carrera. Conmovido, volvió Schiller
la vista, y con él Alemania entera, hacia aquella hermosa
individualidad germánica, madre de la libertad, que, viril,
resplandecía en los rudos y sufridos montañeses helvéticos.

(I) Véase la pág. 414 de este tomo.


EL TEATRO DE SCHILLER 479

El ejemplo de este pueblo congénere, consagrado en el


Helicón, no fué estéril para los compatriotas de Schiller, y, lo
mismo que de Wallenstein se puede decir de Guillermo
Tell, que preparó Alemania á las grandes luchas de 1813, de
cuyo trance y situación, análoga á la de los suizos, salió, como
éstos, victoriosa.
El asuuto de Guillermo Tell era una leyenda muy cono •
cida: la historia suiza de Juan Mülier estaba en todas las
manos, existía un Guillermo Tell francés ( i ) , y, en el si-
glo XVIII, un escrito: «Guillaume Tell, une fable danoise»,
había sido quemado en la plaza pública por el Consejo de
Berna. A estas circunstancias, que no dejarían de pesar en el
ánimo de Schiller, se anadia el viaje de Goethe á Suiza, que
tuvo importancia decisiva en el nacimiento del drama. Reco-
rrió Goethe, entre otros, los lugares que son la cuna de la in-
dependencia de aquel pueblo, se enamoró de la leyenda que
nació en la orilla del lago de los Cuatro Cantones, escribió á
su amigo desde Staefa: «Estoy firmemente convencido de
que la leyenda de Guillermo Tell conviene á la epopeya. Ten-
dría aún la rara ventaja de convertirse, por la poesía, en ver-
dad oerfecta, mientras que, con todo otro asunto del mismo
género, es preciso trasformar la historia en fábula» (14-10 97),
De regreso á Weimar, empezó un poema que no termino y
cuyo asunto abandonó por fin á Schiller. De ello han concluí-
do algunos críticos que le abandonaría mucho más que el
asunto puro. Nosotros leemos en las Conversaciones entre
Goethe y Eckermann: «Schille? no poseía aquel conocimien-
to de la naturaleza; todo lo que concierne á los paisajes sui-
zos en Guillermo Tell, soy yo quien se lo he dicho. Pero
era un genio tan admirable, que sobre estas simples conver-
saciones ha sabido componer por sí solo una obra llena de
realidad». (T. I, pág. 135.)

( I ) Fágti a 178, A este se le&ere Veinaud en su discurso contra la degolla-


ción del 2 de Septiembre, coando dice: «EIil que m'lmporte des poignards et
dea slcaiiesl Qu' importe la vie aux reptesentants dapeuple, quand 11 s'agit de
son salutl Lorsqie Gaillaume Teli ajastait la fleche qui derait abattre la
pomm* fatale qu'anmonstre avait places sur ia tete de ion fíls, 11 s'ecriait;
«Pitisse mon nom et ma mémoiie, ponryu que la Saisse seit librel» Et nous
attfsi, DOtts ÍM0tm <PéftH« l'Aaseoablé: Natioaale-et s» aémoU», )>»a(vi: qae '
la France solt Ubre!...»
48o REVISTA CONTEMPORÁNEA

2. Entre las fuentes que consultó, siguió Schilier princi-


palmente la crónica suiza de Tchudi, del siglo XVI, que al
lujo de detalles unía un lenguaje enérgico y pintoresco. Esto
me conduce, naturalmente, á decir dos palabras sobre la his-
toria de Suiza, en la cual se inserta la leyenda que nos ocupa.
Originariamente la Suiza se llamaba Helvecia, del nombre
de sus habitantes, los helvetas, que eran celtas ( i ) . Pero en
el curso de las emigraciones de los pueblos, el territorio fué
invadido y ocupado casi en su totalidad por tribus germanas
de distintas familias: los Burgondos al O., los Atamanes al N.
y los Ostrogodos al E. (Mayers, Conversations lexikon). Pos-
teriormente la Helvecia, incluida en el reino de Arles, fué, con
éste, unida al Imperio en 1033, pero á igual título que las ciu-
dades libres, ó sea dependiendo directamente del Emperador,
esto es, de la jurisdicción del jefe de la Confederación germá-
nica, no de su persona y principado particular. Conservaba
sus leyes y costumbres, cuyos derechos y libertades recono-
cía y confirmaba cada Emperador á su advenimiento por las
cartas de franquicia (die Freiheitsbriefe.)
Rodolfo de Habsburgo, ocupado del engrandecimiento de
su casa, quiso agregar la Helvecia á su ducado de Austria,
adquirido en 1282, y convertirla, por tanto, eü feudo y por-
ción integrante de su patrimonio. Para prevenir el peligro que
amenazaba su libertad, se conjuraron en el Rülli, el año 1291,
estrechando su antigua unión en alianza perpetua los tres can-
tones ó «Waldstaette»: Schwytz, Uri y Unterwalden, cu-
yos habitantes se sentían pertenecer tradicionalmente á un
mismo entronque, á la tribu d'e los <Schwytzer> (2), y se dis-
tinguían por un espíritu indomable de independencia. Elegido
Emperador en 1298, Alberto de Habsburgo emprendió la
misma política que su padre y, eludiendo el otorgamiento de
las cartas de franquicia, obligó la Helvecia á prestarle home-
naje como «duque de Austria». Sólo los tres cantones confe-
derados se resistieron, pero, gente pacífica é intimidada por

( I ) «Helvetü relimaos Gallos virtuta. piaecedant, quod fere quotidianis


ptseliis cum Geimanis contendont, cum aat suis finlbas eos prohibent, aut ipsi
ÍD eoram finibas bellum gerant.» (Cx-ar, De^ btUo galUce, í, i.)
(2) Ved Guillermo Tell, II, 3.
EL TEATRO DE SCHILLER 481

el poder de los Habsburgfos, resolvieron tener paciencia, en


la esperanza de que l;i situación cambiaría por sí sola con otro
soberano; mas, exasperados al fin por las vejaciones y cruel-
dades de los Gobernadores (Voegte), .=e sublevaron á fines
de! año 1307 y, expulsando á aquéllos, se libraron para siem-
pre de la intervención de Austria. Alberto, que venía con po-
deroso ejército á vengar á sus representantes, fué muerto el i."
de Mayo de 1308 por su sobrino, el Duque Juan de Suabia,
apodado el Parricida, á quien había privado de su herencia (i).
Los demás cantones helvéticos fueron siguiendo el ejemplo
de los Waldstaette y, desde 1332, empezaron á engrosar la
confederación primitiva, cuya ciudad central, Schwytz, sirvió
para denominar el país y el pueblo entero, convirtiéndose
Helvecia en Suiza (de Schwytz: Schweiz, Suiza; Schwytzer:
Schweizer, Suizo).
La leyenda coloca la alianza del Bütli en Noviembre de
1307, y á partir de esta fecha van desarrollándose los aconte-
cimientos hasta el i." de Mayo del año siguiente. El poeta,
por razón artística, condensa los sucesos en el espacio de po-
cas semanas (final de Octubre á últimos de Noviembre), anti-
cipando de tal suerte acontecimientos posteriores.
3 . Guillermo Tell es, por singular privilegio, el drama
que mejor une á aquella elevación de pensamiento y de for-
ma, carácter de la tragedia clásica francesa, el libre desarrollo
(allure) reclamado por la escuela romántica. La poesía pasto-
ril y la poesía lírica se combinan con las grandes escenas en
que se discuten los intereses del país, en que la causa sagra-
da de la libertad trasporta de entusiasmo á aquellos oscuros
defensores» (Heinrich).
Con la penetrante melodía del característico «Kuhreihen>

( I ) «LOS medios que empleó (Alberto) para aumentar su patrimonio en


Suiza, en Thuringia, en Misnia, en Bohemia, le hicieron odioso y le suscitaron
en todas partes oposición. Cuando Juan de Suabia, su sobrino y pupilo, le r e -
clamó la herencia paterna, mandó que le diesen una cesta de flores. El joven,
irritado, se conjuró con otros contra su tío, y cuando Alberto avanzaba contra
los suizu?, que acababan de insurreccionarse al grito de «libeitid», le asestó el
golpe morta.» (César Caatií, tomo XII, traducctión d'E. Aronx et Piersilvestro
Leopardi.)
3'
482 REVISTA CONTEMPORiNEA

(tRanz des vaches») (i), himno que, en sus modelados com-


pases, parece recoger, con su sabor local, el fresco y balsa
mico perfume de los esmaltados pastos alpestres, se abre la
primera escena, que nos introduce en aquella naturaleza de la
Suiza, con sus montañas, lagos y torrentes, aludes, glaciales
y tormentas, que, rápidas y breves, descargan en los angos-
tos valles, naturaleza imponente y pintoresca, que Schiller ha
sabido reproducir con magistral fidelidad. Esta escena es, por
lo sencillo y patriarcal de los contornos, un cuadro encanta-
dor en que se transparentan, en harmonía con el suelo agres-
te, las pacíficas costumbres y ocupaciones de sus rústicos ha-
bitantes, tranquilidad que, de repente, se halla turbada y con-
vertida en lamentos por los atropellos de la tiranía, que reve-
lan la crueldad del déspota y precipitan el conflicto, largo
tiempo contenido, entre el opresor arrogante y el pueblo
irritado.
Los tres cantones se dan entonces la mano, y «el pueblo»
se confedera con el Rütli (11,3), *^o° ^^ resolución de levan-
tarse en un solo y mismo día (el 25 de Diciembre) y sacudir
para siempre el yugo execrado ó regar con su sangre pura y
generosa el suelo que sü arrojo desesperado no había podido
libertar de las vergonzosas cadenas. Era el pueblo, sí, quien,
sin contar con la nobleza, con el profundo sentimiento de su
individualidad y valor propio, se reunió en solemne Dieta noc
turna para tratar de la suerte y salvación de la patria amada;
era la clase de los hombres libres, que había ido desaparecien-

( I ) Cant3 bucólico que entoDan ios vaquero!:, priocipaimente cuando, en


la piimavera, sacan su ganado de los establos de invierno para conducirlo en
filas á las herbosas vertientes de las montañas, himno que hace latir el corazdn
de todo suizo, y cuya primera estrofa, para dar una muestra, dice así, en ro-
mancio:
« Lé-z'armailli dei colombetté, —dé bon matin sé san lévá.
Ahí ahí ahí ah!—liaaba, liauba, por ariál
Venidé tote,—bhntzé, nairé,
Rodié, motailé,—dzouven et otré,
Dézo on tráao,—io vo z'ario,
Dézo on trembllo,—io ie treiotzo.
Liauba, liaubal—por ariál
Lé séoaillité,—ven lé piémiié
Lé tote nairé,—Ton lé dérairé.
Liaaba, liaubjkl—por aria!
EL TEATRO DE SCHILLER 483

-do en los demás países y que, al abrigo de las aisladas cumbres


helvéticas, se conservaba numerosa y altiva, celosa de su li-
bertad, por la que se hallaba dispuesta á verter la última gota
de su sangre (i).
La nobleza estaba dividida: los ancianos «amaban al pueblo
y veneraban las antiguas costumbres»; no tenían reparo en
sentarse con los plebeyos en el banco común de la Dieta.
Pero la juventud, más orguliosa y ávida de honores y de glo-
ria, miraba la plebe con altivez y se mostraba dispuesta á
jurar á Austria (11,1); mas, indignada por la ignominiosa cruel-
dad (111,3), suiza en el fondo del alma, abjura su error y arre
ja valiente el guante al desalmado tirano, en defensa de su
pueblo oprimido, y, tomando arrepentida la leal diestra del
villano (IV, 2), pacta con él una alianza que se suelda inque-
brantable al ardor de la llama que alumbra la aurora de la re-
cobrada independencia, pero que ha amenazado devorar jun-
tamente al noble y al pechero en su lucha simultánea por
arrebatar al incendio la preciosa vida de la patriota Berta,
amada de Rudenz y futura castellana de la tierra de la liber-
tad (V,i).
4 . Fijado el alzamiento para la Pascua de Navidad, suce-
sos imprevistos vinieron á acelerar el curso de los aconteci-
mientos, cuyo punto central lo constituyó Guillermo Tell,
personaje legendario, cuyo papel es uno de los tantos episo-
dios de la insurrección, pero que adquirió entre todos espe-
cial relieve, por el carácter peculiar del hombre, por la prue-
ba extraordinaria y diabólica que le fué impuesta, y por el
acto trascendental á que -la ciega rabia del tirano le deter-
minó.
Cazador de oficio, excelente tirador de ballesta, era hábil
en todos los ejercicios corporales; hombre de acción y de po-

( i ) «S«y Regente en el paí?, en represen! icidn del Emperador—dice Gess-


ler á Stauííacher, —y DO quiero que el villano edifique casas de su propia autc-
liáMÚ y riva libre como si faera señor de su tierra: tomaré mis medidas para
prohibíroslo.
(Ich bin Kegeot im Lande, aa Kai<)er3 Statt, uud wiU nicht, dass der
B«aer Haeuser baue auf seine eigre Hand und also frei hinleb', ais ob er Herr
waei' in dem Lande; ich werd' mich unterstehn, eacb Das za wdUren)»
484 REVISTA C O N T E M P O K A N E A

cas palabras, tenía un corazón grande y un valor que llegaba


á la temeridad cuando la necesidad le llamaba en auxilio de
un amigo ó de un desgraciado ( I, i ) . Rehuía el consejo y
las discusiones, pero «siempre podía la patria contar con su
brazo». Y, como confirmación de estas palabras, quiso la
suerte que el brazo suyo fuera el libertador de su pueblo é
hiciera de él el héroe tradicional de la independencia hel-
vética.
Gessler, gobernador de Schwytz y de Uri, hombre cobar-
de con los fuertes, cruel con los débiles, había temblado ante
Tell (III I ) : su venganza, en la primera ocasión en que tendría
al cazador en su poder, había de ser terrible... La escena,
bien conocida, en que se realiza esa venganza (III, 3) es de
las mejores de la obra y constituye el núcleo de la leyenda
de Guillermo Tell y la característica de su personalidad. Las
naturales condiciones dramáticas de la misma adquieren en
las manos maestras del poeta una intensidad excepcional: la
titánica lucha interna de Tell, la desesperada impotencia de
sus conciudadanos, el violento altercado entre Rudenz y Gess-
ler, que ocupa la atención del espectador (¡maravilloso detalle
de técnica!) en el momento supremo en que Tell, contra la
creencia del mismo malvado, ejecuta la hazaña casi sobre-
humana; la alegiía de los aldeanos'que habían vivido durante
aquellos instantes en mortal ansiedad, alegría que se trueca en
súbito duelo por el brusco cambio de la suerte, todo esto,
toda la diversidad de sentimientos encontrados, de peripecias
inesperadas, constituye u n conjunto conmovedor de un efec-
to admirable...
Algunos críticos han reprochado á Schiller el monólogo de
Tell, antes del disparo de la flecha que manda al corazón
de su mortal enemigo (IV, 3), por juzgar que el cazador pien-
sa demasiado en el valor moral -.'el acto que medita. A mi
entender, es difícil determinar si Schiller persigue aquí cierta
justificación de su héroe, justificación que holgaría, por hallar-
se moralmente satisfecha en la acción antihumana realizada
por el monstruo ( l ) . Dejando á un lado todo prejuicio, es

(1) «Wer iich des Kindes Hauj^t zum Zleie setze, der kann aach treffcn in
EL TEATRO DE SCHILLER 485

incoQtestablemente natural que Tell llegue al lugar del acecho


un buen rato antes que su víctima; natural también que, du-
rante el intervalo, piense en el acto trascendental que va á
ejecutar, el cual repugna á su noble y pacífico corazón, pero
que, impuesto por la necesidad de la salvación de su patria y
de sí mismo para los suyos, no se halla, dada la determina-
ción de su carácter, menos resuelto á cosumar; natural, en fin
que las reflexiones que hace y los sentimientos que forzosa,
mente agitan su alma los exprese en un monólogo íntimo
exteriqrizado por medio de la palabra articulada, para la exi
gencia de la escena. En este sentido, el monologóse encuen
tra, á mi juicio, plenamente justificado, tanto por su significa
ción psicológica como por su valor artístico.
Otra escena que ha originado divergencia de pareceres, es
la del parricida. A primera vista, pudiera creerse que este
nuevo personaje no pertenece directamente á la acción, y
algunos le consideran como un «hors d'oeuvre». Pero fijé-
monos en la importancia de su intervención en la complejidad
de los acontecimientos: por su asesinato ha librado á la Suiza
de un peligro inminente, de un choque inevitable con los po-
derosos austriacos, y este hecho importante, que trajo en el
curso de los sucesos un cambio tan repentino y fausto para
tos sublevados, debía ser presentado ante los ojos del espec-
tador de un modo patente y directu; ninguno mejor, por tan-
to, que la aparición del mismo autor del crimen. Además,
hay otra razón capital que reclama la intervención personal del
parricida: el asesino tiene aparentemente puntos de contacto
con Tell, el «Libertador», el héroe, puntos que as preciso des-
truir por el paralelismo que se ha de establecer entre el acto
de uno y el del ctro, parangón del cual se desprende la natu-
ral y obligada justificación de Tell: asistimos á dos muertes
violentas, iguales en apariencia, opuestas en el fondo por sus
distintos móviles: una acción es justa la otra criminal.
Parricida: «Auchltir nahrat Rach' an eurem Feind».
Tell; «Unglücklicherl ¡Darfst Du der Ehrsucht blut'ge

das Herí des Feinde?. (Qaien se puso por blaaco la cabeza de su propio hijo,
puede tambiéi apuntir al coiczáa del enemigo) (IV, 3).»
486 REVISTA CONTÜMPOHANEA

Schuld vermengen mit der gerechten Notwehr eines Vaters?


Hast Du der Kinder liebes Haupt verteidigt? des Herdes
Heiligtum beschützt? das Schreklichste, das Letzte von den
Deineti abgewehrt?... Geraecht hab' ich die heilige Natur, die
Du geschaendet—Nichts teil' ich mit Dir—gemordet hast
Du, ich hab' mein Teuerstes verteidigt».
Parricida: «Vos también os vengasteis de vuestro enemigo».
TeH: «¡Desgraciado! ¿Puedes confundir la culpa criminal
de la ambición con la justa y legítima defensa de un padre?
¿Has defendido la vida preciosa de tus hijos, protegido el san-
tuario del hogar y alejado de los tuyos el peligro supremo?...
He vengado la santidad de la naturaleza, que tú has des-
honrado. Nada tengo | de común contigo: tú has asesinado,
yo he defendido mi bien más preciado».
Condenable, sí, por su conducta es el Duque de Suabia,
pero no lo es menos el Emperador, que el juez supremo del
imperio atropello el derecho de sus vasallos y les negá
justicia.
Para terminar, sólo añadiré las elocuentes palabras de Al-
berto Milliet, á saber: que «la Suiza puede, gracias á Schiller,
consolarse de haber perdido en la historia (i) lo que para siem-
pre ha adquirido en la herencia literaria de la humanidad» (2).

EPILOGO

Goethe llama á Schiller una cmagnífica criatura», frase acer-


tada y grande, que sintetiza la rica naturaleza y la espléndida
personalidad del poeta, y resume, honrándolo, mi modesto
trabajo. En él, en efecto, me he esforzado, descomponiéndola,
en analizar el completo conjunto de esta síntesis admirable,
una de las más hermosas que presenta el genio humano, sín-
tesis harmónica que despierta en nosotros la admiración por
el hombre y por el poeta, por su ser intelectual y por su ser

( I ) £1 Consejo federal ha mandado saprimir en los libros de historia des-


tinado» á las escuelas la leyenda de Guillermo Tell,
(2) Alberto MilJiet, Les origines de la confédération suisse, histoire et
égende, Gécéve, 1868.
EL TEATRO DE SCHILLER 487

moral. Quien quiera conocer el alma de Schiller, que lea sus


obras: en ellas la encontrará toda entera; en ellas contemplará
su bella idealidad, y con él sentirá sus arrebatos y entusias-
mos, su serena y humana esperanza, su fe en sus ideales, su
amor hacia la humanidad; y comprenderá entonces su con-
cepción ético estética del arte, que consideraba como un sa-
cerdocio, cuyo fin era el ennoblecimiento y la emancipación
consciente del hombre. Su <conciencia era su musa», según
frase de Mme. de Staél, y su glorioso estandarte la libertad.—
¡La libertad! ¡Divina palabra!—A sü voz de inconcebible amor
te levantaste ¡oh genio! y besando su alba frente comprendis-
te que era tu inseparable compañera; ella alejó de ti las ca-
denas que ahogan á los esclavizados mortales y te elevó so •
bre el angosto horizonte de nuestra esfera para que contem-
plases ¡oh astro! un rayo de lo infinito, tu legítima morada.
Conmovido por lo que allí viste de grande, de bello, de bien
y de amor, estremeció entonces todo tu ser un inefable an-
helo de comunicar á los mortales algo de tales maravillas y,
arrebatando la lira de manos de su celoso divino poseedor,
hiciste escuchar sus acentos sublimes á tus extáticos admira-
dores, descubriendo ante su vista un nuevo mundo de belle-
zas. Un sentimiento inexplicable abrasa entonces tu seno, UD
amor infinito hacia la infortunada humanidad llena tu corazón,
estrechas contra tu pecho á esos desheredados, depositas so-
bre su frente un destello de tu aureola, y los incitas á que sa-
cudan sus cadenas y conquisten «la libertad•.
Por eso tú, gran Schiller, quisiste dirigir la humanidad en
su educación hacia la libertad, comprendiendo con tu clara
inteligencia que era el bien supremo del hombre, el único
medio por el cual se dignifica y, adquiriendo plena conciencia
de sí propio, puede alzar la frente hacia el cielo.

ENRIQUE LICKEFETT Y ENGLISH.


H E\POSICIOi\ DE BELLAS ARTES

Carlos Verger presenta dos cuadros; en uno ha acert?do y


se ha equivocado en el otro. Pelusa se titula éste; Celos,
aquél; cuadro de vivo colorido, muy sentido y que denota á
las claras que su autor es un artista. Siendo así, no sabemos
cómo ha compuesto Pitusa, poco estudiado, no bien com-
puesto y sin muestra a'guna de lo que Verger vale.
Fuentes tilula el- cuadro que presenta al concurso Patria y
fe, representando á un soldado que, herido, ha ido á buscar
en una cruz, asentada en el campo, el consuelo del cristiano.
Obra es ésta sentida en extremo, y se la puede calificar de
buena, pasando por ciertos desdibujos en las piernas del héroe.
A Luis García Sampedro le conocíamos mucho como ex-
celente pintor de figuras, pero en esta Exposición nos ha
revelado que pintando bodegones puede competir con mu-
chos maestros que á esta clase de pintura se dedican. Con su
peculiar modestia titula Estudio á la obra que presenta, cuan-
do en realidad es un acabado cuadro, muy bien compuesto y
de ejecución poco común.
Maximino Peña presenta unos preciosos pasteles que po-
nen á su autor en la primera línea de todos los que en Espa-
ña se dedican á este procedimiento. Dolce Jar niente es una
maravilla de dibujo y colorido: muy hermosamente ejecutada
se halla una cabeza de labriego castellano, y algunas otras
oblas, entre ellas dos paisajes. En España, donde se nota una
apatía grande por el dibujo y en donde en cuanto se sabe en-
cajar al carbón una cabeza, ya se sienten con fuerzas para
agarrar los pinceles, es de un mérito extraordinario la labor
de Peña.
Presenta Parada Fustel un cuadro titulado El recuerdo de
las joyas, representando una figura de mujer contemplando
LA EXPOSICIÓN DE BELLAS ARTES 489

alhajas en el escaparate de una joyería; cuadro bien pensado


y de colorido vigoroso, aunque defectuoso de ejecución.
El principal de los cuadros de Garnelo titúlase Manantial
de amor. Como obra de Garnelo tiene bellezas, aunque la
totalidad no pueda ser aceptable. La figura más importante
del cuadro está mal tratada, desproporcionada y colocada en
un término muy posterior al que por su importancia le corres-
ponde. En el primer término hay un desnudo de mujer que
tan pronunciado tiene el contorno de la cadera que tiene uno
que echarse á pensar lo que aquello significa: son acartona-
dos los brazos de una figura que á la derecha se destaca y,
en fin, tiene defectos que no sabemos cómo Garnelo ha
incurrido en ellos. El cuadro Lourdes es casi copia del que
con el mismo ó parecido título presentó en anteriores con-
cursos, y como aquél es aceptable.
Seguramente que entre todos los que se dedican á las artes
en general, no habrá una personalidad más discutida que la de
Santiago Rusiñol. Artistas hay que son discutidos como dibu-
jantes unos, como coloristas otros, etc.; á Rusiñol se le dis-
cute en todo.
Y es más, desde los que ven en él uno de nuestros más
eminentes pintores, hasta los que le consideran como un ar-
tista de ínfima clase, hay tantas opiniones como número de per-
sonas observan las obras del artista catalán. Y nótese que sus
obras son en seguida conocidas aun por los más profanos, y es
que destilo de Rusiñol es tan marcado que persona que haya
visto una de sus obras solamente, distingue otra cualquiera con
gran facilidad. En la actual Exposicián presenta una buena
colección de cuadros, casi todos copia de asuntos del Genera-
life. Al primer golpe de vista parece la instalación de Rusiñol
un muestrario de trasparente de balcones; pero si pausada-
mente se fija laatención en aquellos cuadros, se descubre algo
superior á lo que se figura la mayoría de las personas que no
los examinan con esa atención: se observa que aquellos cua-
dros están hechos con toda el alma. Tal es la impresión que
á nosotros nos produce, impresión desagradable, porque somos
de los que creen que para ver las bondades de una obra
artística no es menester tener que anaUzarla con la misma
490 REVISTA CONTEMPORÁNEA

minuciosidad que en un laboratorio de química se analiza un


cuerpo, sino que á la primera impresión, aunque no se com-
prendan muchas de las bondades que aquella obra pueda
contener, por lo menos salga espontáneamente una expresión
de agrado. Y ante las obras de Rusiñol no se oyen semejan-
tes frases: se queda uno perplejo, sin saber qué decir. Y fran-
camente, es muy de lamentar que un artista de tanto talento,
como indiscutiblemente tiene Rusiñol, no se amolde más al
gusto de la generalidad de la gente, la que hoy por hoy no le
entiende nada, ó le falta bastante para comprenderle.
Muy bonito, bien estudiada la luz y muy brioso de color
es el cuadro de Porset titulado No hay quinto malo. Como su
título indica, desarróllase la escena en un circo taurino, en el
momento que un toro da una acometida á uno de los picadores.
Muy dignos de mencionarse y de enviar un aplauso a Ma-
ría Luisa de la Riva son los cuadros de frutas de los que es
autora.
Saborit presenta una marina bien pensada.
Mir dicen que es una eminencia pintando paisajes: no lo
dudo; pero á mí, hoy por hoy, francamente, no me gusta.
Se ve en las obras de Mir algo hermoso, algo grande, pero
que está en sus orígenes, y hasta que uo se nos muestre más
clara esa idea no logrará convencernos. Pero conste que con
cuantas personas he hablado (pintores y no pintores) respec-
to á las otras de Mir, he sacado en limpio que á ninguno les
convence del todo; hay á quien le gusta la parte alta, por
ejemplo, de una obra, á otros la baja de otra, pero á muy es-
casos la totalidad.
Martínez Abades se muestra el activo artista de siempre.
Presenta muchas obras, de todos tamaños, mas no todas bue-
nas. Las obras pequeñas que presenta en calidad de bocetos
son mejores que las que son cuadros. Y es lástinoa que Aba-
des no emplee en todas sus obras el procedimiento que em-
plea en las pequeñas, porque con ese lujo de detalles, esa
demostración de paciencia, esa factura tan cuidada, esa eje-
cución tan minuciosa, imprime un sello á sus cuadros que,
más qne óleos, parecen fotografías iluminadas ó trabajos de
Eibar ó esmalte.
LA EXPOSICIÓN DE BELLAS ARTES 491

Moreno Carbonero se muestra el genial artista de siempre.


Es una de las obras maestras de la Exposición un retrato de
niña que, aun siendo copia el traje y detalles del de la Infan-
ta Margarita de Velázquez, está ejecutado por Moreno Car-
bonero sin salirse de su propio estilo. Los detalles están pin-
tados con notable habilidad.
Otermin transcribe al lienzo una escena de Germinal de
Zola, cuadro bien entonado, pero de antipático asunto.
Le sucede lo propio á Pía y Rubio con el suyo ¡Pobres
madres!, horrible epílogo del titulado ¡A ¿a guerra! Represen-
ta dos soldados muertos al pie de unas chumberas, divisán-
dose á lo lejos el lugar del combate.
El principal defecto del cuadro de Federico Ferrándiz titu-
lado Tarde de Málaga está en el tamaño: es un lienzo dema-
siado grande para el asunto que encierra. Aparte de esto, es
una obra sentida.
Once paisajes nada menos llevan la firma de Beruete, y en
ellos, como en botica, hay de todo: buenos y malos. Bajo el
bosque es un cuadro bien entonado y muy honradamente
pintado.
Ángel Andrade presenta un cuadro titulado Sacando el
copo; cuadro lleno de dificultades y que resulta valiente de
colorido. .
D. Plácido Francés y sus hijos Fernanda y Juan han traído
á esta Exposición obras de todos los asuntos. Aquél nos pre-
senta un estudio ds paisaje de muy preciado mérito, Fernan-
da un delicado cuadro titulado Flores de almendro y Juan La
edad de oro, obra de gran tamaño y que revela un concienzu-
do estudio. Está inspirada en el cap. XI de la parte primera del.
Quijote, y representa al andante caballero en el momento que
chubo bien satisfecho su estómago, tomó un puño de bello-
tas y mirándolas atentamente soltó la voz á semejantes razo-
nes: Dichosa edad y siglos dichosos». Está bien pintado el
paisaje y de buen dibujo las figjras de Sancho y las de los
cabreros que forman el auditorio de D. Quijote.
En un tablero con diez y ocho estudios de paisaje debidos
al pincel de Vallcorbre se ven rasgos de un observador co-
rrecto.
492 REVISTA CONTEMPORÁNEA

Abarzuza trae un cuadro titulado El azahar de la novia, que


representa una comitiva de boda preparándose á disfrutar del
banquete bajo un emparrado del que cuelgan farolillos vene-
cianos. Cuadro es el de Abarzuza muy ingeniosamente pinta-
do y denotando lo que se observa bastante en muchos cua-
dres de gran tamaño que hay en la Exposición; compuesto
con multitud de estudios parciales que al ser trasportados al
lienzo grande pierden de valor, por cuya razón resulta el to-
tal desigual; estudio de totalidad más importante que lo que
algunos creen^ y que prescindir de él es equiv^alente á pres-
cindir del ambiente que da el natural. Mas en honor á los que
en tal vicio incurren, diré que la culpa no toda es de ellos,
sino de causas que sería prolijo enumerar y que tal vez me sir-
van de tema para más adelante emborronar unas cuartillas.
En el mismo defecto incurre Vivó con un cuadro bien pen-
sado que representa la boda de un anciano contrahecho con
una muchacha agraciada, á la que, á juzgar por su expresión,
no resulta muy de su agrado efectuar aquel sacramento con
un hombre de las condiciones físicas del contrayente.
Martínez Vargas es el autor de un cuadro de no grandes
proporciones que titula Un percance. Representa á un garro-
chista caído ¿el caballo por la acometida de un toro que huye.
Es una obra sentida, pero fría de color y con lamentables fal-
tas de dibujo, que hacen figurar ea un mismo plano las dos
patas delanteras del caballo y que no se sepa si está muerto,
herido ó simplemente echado el garrochista.
Meifren trae un bien pintado paisaje titulado A mediodía,
Ruiz Guerrero, un precioso estudio de la ría de Vigo, y Par-
lado tres cuadros á cual mejores.
¡Inclusero! es un cuadro muy sentido del joven artista Ra-
fael Torre: representa el interior de un coche de tercera, en
el que se ven dos mujeres conduciendo á un recién nacido.
Entre los cuadros de Mestres figura uno titulado Crepúsctdo,
de no muy grandes proporciones, pero de bonita tonalidad.
Representa una calle de Palma al anochecer: en el primer
término se halla en interesante coloquio una pareja de ena-
morados. Son también obras de Mestres un retrato de señora
y unos paisajes muy delicados.
LA EXPOSICIÓN DE BELLAS ARTES 493

Texidor présenla, entre otros, un desnudo de mujer y un


retrato de niño muy aceptables, aunque tal vez demasiado
trabajados.
Carlos Lezcano presenta un tablero conteniendo tres estu-
dios que, para mi gusto, es de lo mejorcito de la Exposición.
Los tres representan gente de mar; los tres son de fácil factu-
ra, de brioso colorido y denotando un sentimiento hermosa
del arte.
Iborra titula á su cuadro Jimta á la vía, y debe de ser bueno,
pues figura en la lista.de recompensas; por esta circunstancia
lo cito, y por citarlo me veo obligado á decir que me produ-
ce el efecto de un cromo no bueno.
El niño enfermo titúlase el cuadro de Zaragoza, obra her-
mosamente ejecutada y con grandes tendencias á la clásica y
genuina escuela española.
Algunos consideraban á Graner incapaz de hacer nada que
no fuese interiores iluminados por la luz artificial, y á demos-
trar lo contrario parece que ha venido á esta Exposición,
presentando cinco cuadros distintos completamente y, cosa
rara, completos. El tío de la manta, genial figura de exquisita
conección. £1 corfíifé rojo titnla el cuadro núm. 516; repre-
senta una reunión de gente descontentadiza; la luz entra al
través de una cortina roja, que reparte su tonalidad por todo
el cuadro. Éste es de mucho estudio y de notable composi-
ción y ejecución. Paisaje y Fajares son obras también de
Graner, muy bien ejecutadas, y por último, y distinto de todos
los demás, La vuelta del tradaj'o, cuadro en cuyo fondo se
divisan las luces de una población, á la que se dirigen unos
trabajadores después de sus penosas tareas.
El drama eterno lleva por título el cuadro de Nin y Tudó,
Representa á una desnaturalizada madre dejando á su hijo en
el torno de una casa de maternidad. Es un cuadro muy dis-
creto.
Son dignes de mencionarse: Paisaje del Escorial, de Bo-
rrell; La víspera del Dos de Mayo, de Hernández Nájera;
Fiesta de la Virgen de la Regla en Chipiona, de Godoy; Des-
pedida, de Biugada; ¡Qué hermosa es!, de Hidalgo; Travesu-
ra, de Urquiolá; Sobre cubierta, de Alcalá Galiano; Eterna
494 REVISTA CONTEMPORÁNEA

víctima, de Cabrera; Edad feliz, de Panadas; un delicado pai-


saje de Urgell, dos preciosos de González Amezua y Bonífar,
algunos de Mañero, cuatro cuadros de Sonto, valientes y vi-
gorosos, como todos los que hace este ilustrado maestro; los
de los hermanos Zubiaurre; Un bautizo, de Martínez Sierra,
y las obras de Mongrell, Daniel Cortés, Pulido, E. García,
Aguado, Romero de Torres, Salis, A. Solo, Arredondo, Sal-
ces y García Rodríguez.
Los grabados de Ricardo de los Ríos y Maura son dignos
de todo encomio.
La escultura se halla representada en este concurso por un
número de obras relativamente pequeño. Descuellan por su
importancia: Las tentaciones de San Antonio, de Borras; Epílo-
go, de Campeny; una preciosa cabeza de estudio y un proyec-
to, de monumento á Becquer, del Marqués de Figueroa; dos
retratos y Baco, de Querol; Una ola, de Alcoverro; La niete-
cita, de Monserrat; dos retratos de Inurria y Vancells, otro
de Su Santidad León XIII, ejecutado por Garnelo; Resurrec-
ción, sentida obra de Adelantado; El gigante Anteo, de Tri-
lles; Astucia y fuerza, de Alsina; dos obras de Martín Laurel;
tres retratos, de Obregón; Un estreno desde un quinto piso,
de Oslé; Huérfanas, de Atche; Prometeo moderno, de Ca-
brera, y La armonía, de Gandarias.
La sección de arquitectura es bástante deficiente t n canti-
dad de obras, pero no en calidad. Son expositores los seño-
res Repullés, Busto, Espulius, Picas, Roca, López de Arce,,
Martí y Figuera.
y , por último, en arte decorativo se ven firmas muy apre-
ciadas y dignas de las obras expuestas.

*
* *
Casi todas las revistas- de la Exposición general de Bellas
Artes de 1901^ han consagrado algunas lineas al lugar donde
aquélla se verifica. La historia de la trasformación tuvo el
mismo origen y desarrollo que tienen la mayoría: la voluntad
de un Ministro.
Se necesitó cierto día alojar un tercio de la guardia civil, y
LA EXPOSICIÓN DE BELLAS ARTES 495

se le llevó al Palacio de Exposiciones. Las condiciones de


éste no podían ser peores para el nuevo objeto al que se le
destinaba; las amplias salas, las claraboyas de los techos, el
lugar donde el edificio tiene su asiento, todo absolutamente
parecía oponerse á que aquello fuese cuartel, y todo se estre-
lló ante la voluntad de dos consejeros que, empeñándose en
que semejante local era el mejor alojamiento del mundo, ob-
tuvieron de sus compañeros de Gabinete la correspondiente
autorización. Una vez autorizada, y una vez en posesión la
Guardia civil de aquel edificio, se vio que por las ventanas,
claraboyas y hasta por las paredes entraban agua, luz, aire,
polvo y todo lo que se le antojase entrar: había forzosamente
que habilitar aquel campamento. Y al efecto, una mañana se
presentó allí una cuadrilla de albañiles y carpinteros que em-
pezaron por levantar tabiques divisorios de salas, por tapar
ventanas, por cubrir claraboyas, y termina;^on por construir
un edificio dentro de otro. Con la cual superior medida he-
mes obtenido que ni la Guardia civil tenga un cuartel decoro-
so, ni los artistas un lugar apropiado para exponer sus obras.
Esta instalación de la Guardia civil tiene carácter provisional,
denominación con que designan nuestros Gobiernes aquello
que es imperecedero, no siendo aventurado presumir que,
hasta que el Palacio de Exposiciones se venga al suelo de
puro viejo, estarán en los concursos custodiados los cuadros
por el tercio del benemérito instituto qne allí tiene su aloja
miento.
Del fallo del Jurado podría decirse muchas cosas que omi-
to por consideraciones (¡!) fáciles de comprender.

FEDERICO BUESA.
SERIICIOS P! BLICOS DE AliMÓl'ILES

A causa del rápido incremento que la fabricación de los


automóviles adquirió en el extranjero y de los satisfactorios
resultados de los concursos que se verificaron en París, apa-
reció en España la industria del transporte de viajeros en las
carreteras por medio de la tracción mecánica.
De las tres categorías esenciales en que se dividen estos
vehículos, á saber: coches de vapor, de petróleo y eléctricos,
se adoptó resueltame.nte el vapor. Se inauguró la explota-
ción de varias líneas en Pamplona, Vitoria, Coruña, León,
. Santiago, Valladolid y otros puntos, bajo muy buenos aus-
picios; los carruajes subían rampas de extraordinaria incli-
nación, seguían con suma facilidad por las curvas de peque-
ñísimo radio, descendían por las pendientes de gran declive
con rapidez vertiginosa y se detenían en. pocos segundos
por medio de poderosos frenos; alcanzaban velocidades s u -
periores á 30 kilómetros por hora en horizontal, y su mar-
cha media comercial no bajaba de 15 kilómetros.
El problema, llevado á la práctica, se hallaba, sin duda
alguna, resuelto. Sin embargo, algunas empresas suspendie-
ron el servicio á los pocos meses, y la causa no ha sido otra
que un error en los cálculos de establecimiento de esta in-
dustria, deducidos de los datos publicados acerca del resul-
tado de los concursos de automóviles denominados de
«Poids-Lourds», de París, que asignaban al coste de trans-
porte de cada viajero por kilómetro tres céntimos y medio,
cuando según todas las probabilidades, no debiera bajar
de I I céntimos, como trataremos de demostrar á conti-
nuación.
SERVICIOS PÚBLICOS DE AUTOMÓVILES 49/
Hagamos el cálculo de los gastos diarios que ocasiona un
ómnibus-automóvil de 14 asientos recorriendo un trayecto
de 64 kilómetros:
Pesetas.

Precio del ómnibus; 22 000 francos, que, al cambio de 35


por 100, importan 29.700
Porte y aduana ... 2.300

32.000

Gastos en u n día.

Interés de 32.000 pesetas al 6 por 100 anual. 5,26


Amortización al 10 por 100 8,76
Carbón 12
Agua, engrases y trapos 7
Reparaciones 8
Cocheras y oficinas 2
Contribución 6
Conductor-mecánico 7
Fogonero 4
Resto del personal. 10

70,02

Se propone el 10 por 100 para la amortización por supo-


nerse diez años de vida al automóvil. El gasto de carbón es
de 3 kilogramos por coche-kilómetro, que en una línea de
64 kilómetros da 192 kilogramos, ó en números redondos
200, que á 60 pesetas la tonelada importan las 12 pesetas
arriba figuradas. En los demás conceptos hemos consignada
términos aproximados á la verdad, en virtud de observacio.
nes hechas durante la explotación de varias lineas.
De esto se deduce que el gasto diario de un automóvil de
14 asientos recorriendo una longitud de 64 kilómetros as-
ciende á 70,02 pesetas, y admitiendo que un día con otro
lleva el vehículo 10 viajeros, corresponderá pagar á cada
uno 7 pesetas por todo el recorrido, ó sea unos II céntimos
por kilómetro.
32 '
498 KEVISTA CONTEMPORÁNEA

Siendo el elemento más esencial en esta industria la tarifa


del transporte, creemos que cuando la que se establezca ex-
ceda de 11 céntimos por viajero-kilómetro habrá probabili-
dades de éxito, y si fuese inferior á los 11 céntimos mencio-
nados no seria difícil la ruina de la empresa.
Ésta es, á nuestro juicio, la causa principal del resultado
satisfactorio de algunas lineas y del fracaso de otras.
La industria de transporte de viajeros por medio de auto-
móviles facilita las transacciones entre los puntos producto-
res y ensanchan el radio de los mercados, contribuyendo á la
riqueza de la nación.
Bueno es que los poderes públicos fijen su atención en
esto y vean si, á semejanza de lo que sucede en Francia,
convendría al Estado subvencionar las líneas de automóvi-
les que ahorrasen la construcción de ferrocarriles secunda-
rios.
Una de las dificultades mayores con que tropezó esta
naciente industria ha sido la falta de conductores mecá-
nicos.
Por la premura del tiempo, por impaciencia de empezar la
explotación se preparó apresuradamente un personal que no
reunía las necesarias condiciones dQ aptitud,sin conocimien-
to del mecanismo ni de la manera de reparar las averías que
en estas máquinas suelen presentarse. Si con más calma se
hubieran formado conductores con operarios de talleres de
maquinaria y herrería; si, en una palabra, todos los conduc-
tores fuesen mecánicos, muchos contratiempos se hubieran
evitado y el servicio podría hacerse con mayor regularidad y
economía, consiguiéndose así disminuir la entidad de las
continuas y diarias reparaciones que estos vehículos exi-
gen.

II

Hemos deducido para el coste de cada viajero-kilómetro


11 céntimos de peseta, cantidad que no debe mirarse como
fija, por cuanto los factores que sirvieron de base para de-
terminarla son esencialmente variables.
SERVICIOS PÚBLICOS DE AUTOMÓVILES 499
Greemos, no obstante, habernos aproximado á la verdadj y
nos parece prudente aumentar algo esta cifra durante el
primer año de explotación, porque las averías en esta época
suelen ser frecuentes, dando lugaráimportantes reparaciones.
Al aparecer los primeros automóviles de viajeros en nues-
tras carreteras, la impresión que por el momento produjeron
fué de asombro y temor: asombro por la facilidad, rapidez y
precisión con que efectuaban todos sus movimientos, ya
descendiendo por las pendientes, ya subiendo las rampas ó
ya girando en las curvas; temor al verlos ante nuestra vista
con velocidad vertiginosa y considerar lo que ocurriría al
menor descuido en la dirección de estos vehículos.
A pesar de esta impresión realmente pasajera, renació la
conñanza y tranquilidad en el público, que resueltamente dio
su preferencia á este sistema de transporte por su reconocida
comodidad y seguridad.
Pero se-presentó la duda de si por su excesivo peso podrían
destruir rápidamente las carreteras, Enfrente de semejante
duda no vacilamos en afirmar que los automóviles producen
menores degradaciones en las carreteras que muchos vehícu-
los de fuerza animal.
Comparamos un ómnibus automóvil de 14 asientos de la
casa Dion Bouton con un vehículo de carga de los llamados
carromatos, consignando por de pronto algunos datos de
ambos vehículos tomados en la provincia de Valladolid.

Automóvil 4. ruedas.
Diámetro de las ruedas de delante 90 centímetros.
ídem id. de atrás 1,10 metros.
Ancho de las llantas de delante, 10 centímetros.
{dem id. de atrás 11 »
Carga sobre el eje de delante, director 2.000 kilogramos.
ídem id. de'atrás, motttr 4.000 »
Éeso con carga completa 6.000 t
Velocidad media por hora 1$ kilómetros.

Carromato 2 ruedas.
Diámetrt) de lafe ruedas, . i . . . . 1,70metros.
Ancho de las llantas 8 centímetros.
500 REVISTA CONTEMPORÁNEA
Peso con carga completa 5 • ' 7° kilogramos.
Carga sobre el eje 5 170 »
Velocidad media por hora 3.500 metros.

Suponiendo repartida uniformemente la carga sobre los


ejes, resulta que la rueda más cargada del automóvil sopor-
ta un peso de 2.000 kilogramos y la del carromato 2.585.
Vemos, pues, que el esfuerzo transmitido á la carretera por
razón de su peso es mayor en el carromato que en el auto-
móvil.
No hay conformidad de criterios acerca de la influencia del
radio de la rueda en el esfuerzo tangencial que se opone á
su rodadura, puesto que unos consideran este esfuerzo in-
versamente proporcional al radio, otros á la raíz cuadrada
del radio, otros á la raíz cúbica, y otros, como el barón de
Mauni, más razonables en nuestro concepto, piensan que,
independiente del radio, si la carretera se halla bien con-
servada, este esfuerzo será inversamente proporcional á
la raíz cuadrada del radio hasta cierta importancia relativa
de las asperezas del suelo, para ser inversamente proporcio-
nal al ladio cuando las asperezas pasan de ciertp límite.
Es evidente que cuanto más grande sea el radio de la
rueda, con mayor facilidad salvará los baches ydesigualda-
des del camino; por esta razón, la superioridad de las rue-
das grandes sería yerdad para vehículos de la misma natu-
raleza; pero la rueda de un carro girando alrededor de un
eje rígido tiene que producir, indudablemente, choques más
fuertes y repetidos en el suelo que la rueda de un automó-
vil, aunque su radio sea más pequeño, montada en un eje
con articulación Cardan, que le permite toda clase de movi-
mientos, amoldándose á las diferentes desigualdades del fir-
me de la carrretera sin la menor violencia.
La influencia, pues, del mayor radio de la rueda del carro-
mato con relación á la del automóvil podemos considerarla
sin valor alguno.
Si á esto se agrega que en las curvas del trayecto reco-
rrido por el vehículo, las ruedas de éste giran con velocida-
des diferentes, motivando un deslizamiento importante, é
introduciendo, por consiguiente, una resistencia áuplemenr
SERVICIOS PÚBLICOS DE AUTOMÓVILES $01

taria, nos convenceremos más de las mejores condiciones


del automóvil, porque á las juntas Cardan que llevan las
extremidades de su eje motor hay que añadir, en el punto
medio de éste, una articulación de engranaje diferencial que
obliga á las ruedas á girar con las velocidades que les co-
rresponden, sin deslizamiento.
Vamos á ocuparnos de dos elementos verdaderamente
importantes, que acabarán de decidir la supremacía de uno
ú otro vehículo. Nos referimos al ancho de las llantas de las
ruedas y á lá suspensión.
Es evidente que las deformaciones ocasionadas en el fir-
me por una carga demasiado pesada impuesta á la rueda,
disminuye á medida que el ancho de la llanta aumenta.
Hay, por esto, interés en tener una llanta bastante ancha, á
fin de reducir la presión específica, es decir, por unidad de
superficie sobre los materiales del firme, á un tipo que no
origine desplazamiento sensible.
El desgaste que se presenta en los bordes de las llantas
muy anchas indica que existe un límite, pasado el cual no
tiene importancia el mayor ancho de las llantas, y este lí-
mite varias experiencias han probado que es de diez á doce
centímetros. De modo que, hísta llegar á ese límite, la de-
gradación será t^nto mayor cuanto menor sea el ancho de
la llanta, y como el ancho de ésta en el automóvil es de
4iez y once centímetros y en el carromato de ocho centíme-
tros, la ventaja está de parte del primero.
La suspensión, evitando ó atenuando la intensidad de los
choques, contribuye á la comodidad del viajero y á la me.
ñor degr.adación de las carreteras.
El eminente ingeniero Dupuit en sus experiencias ha de-
mostrado que la resistencia á la rodadura aumenta con la
velocidad de los vehículos sin suspensión; pero en el caso
de estar sostenidos por resortes, la resistencia disminuye por
la suspensión tanto más cuanto más considerable es la velo-
cidad. Estas experiencias han hecho ver que á medida que
aumentaba la carga colocada en la parte colgada, el valor
numérico del esfuerzo de tracción disminuía; la resistencia
era, por lo tanto, menor, y menores también las degradacio-
502 REVISTA CONTEMPORÁNEA

nes de las carreteras. La influencia de la suspensión en fa-


vor de la, tracción hace desaparecer los inconvenientes deí
aumento de velocidad, y así es indudable que el automóvil,,
con velocidad de 15 kilómetros por hoVa, causará menos des-
perfectos en el firme que el carromato con velocidad de
3,500 kilómetros.
Hemos comparado un automóvil de 14 asientos con un
carromato de carga ordinaria. Vamos ahora á hacer esta
misma comparación entre los automóviles más pesados, 6
sean los. de capacidad para 20 viajeros, y los carromatos
más cargados.
El automóvil de 20 asientos pesa con toda su carga 8.000
kilogramos, y correspondiendo las dos terceras partes de
esta carga al eje motor, se transmitirán la carretera por in-
termedio de cada rueda una presión de 2.667 kilogramos.
El carromato con su carga máxima pesa 6.900 kilogra-
mos, correspondiendo á cada una de sus ruedas la mitad, ó-
sean 3.450 kilogramos.
Vemos, pues, que la presión ejercida por el automóvil es
inferior á la del carromato. Teniendo en cuenta, además,
que en los automóviles de 20 asientos el ancho de las lian-
tas y los diámetros de las ruedas son aún mayores que en
los de 14 asientos, y que en el carromato estos elementos no
varían, ya se trate de carga ordinaria ó de la máxima, llega-
remos á la plena convicción de que las degradaciones oca-
sionadas en el firme de las carreteras por los vehículos de
fuerza animal son de mayor importancia que las producidas
por los vehículos de tracción mecánica.

JOSÉ MESA Y RAMOS,


Ingeniero de caminos.
¿MONDÁRIZ Ó MONDARIZ?

Desde algunos años antes de la fundación de Roma, en que


los cantos de los sacerdotes Arvales y Salios inician la litera-
tura de este pueblo, que más tarde llegó á ser el umbilicus
mundi, el gran eje, la suprema rectora de la civilización huma-
na, hasta el siglo de oro de las letras romanas entre el falle-
cimiento de SiJa y la muerte de Augusto (767 de Roma, ó sea
el 14 de nuestra era cristiana), en qué el ingenio literario tomó
el portentoso vuelo demostrado por el rico tesoro de las ar-
tísticas joyas que nos legaron los genios de la majestuosa len-
gua del Lacio; y desde el a3o 900 de nuestra era, en que
aparece el germen de los poemas heroico-religfiosos con que
da comienzo nuestro idioma nacional saliendo de las ruinas del
latín corrompido, hasta nuestros tiempos, en que el insigne
Núnez de Arce se nos revela como el Virgilio de nuestra le-
yenda poética, siempre se ha cometido alguno que otro lapsus
calami vel linguoe, algún descuido ó dislate gramatical, hasta
por los más célebres poetas, prosistas admirables, dramatur-
gos eminentes, novelistas celebrados, oradores consumados y
enciclopedistas vivientes.
Díganlo si no los Aristarcos de todos los tiempos y edades.
Nada de extraño tiene, pues, que distinguidos periodistas
madrileños y otras personas cultas de la capital de España es-
criban y pronuncien constantemente MONDÁRIZ en lugar de
MONDARIZ, faltando de esa manera, como voy á demostrarlo,
á lo establecido por la Real Academia de la Lengua Española,
que es la Autoridad legalmente reconocida desde el año 171S
para limpiar, fijar y dar esplendor al idioma castellano, habla-
do, más ó menos bien, por unos sesepta millones de habitan-
tes del planeta.
5»'/, enin.
504 REVISTA CONTEMPORÁNEA

De los verbos latinos moveré, mover; institúet'e, establecer^


educar, enseñar; reparare, reparar, restablecer; imperare, im-
perar, mandar; generare, engendrar, produdir; consolare, con-
solar; á^í^í", hacer, tratar, actuar; dirigiré, dirigir; cantare,
cantar; fricare, fregar; mundare, limpiar; salen, se originan ó
proceden en forma agente de la acción y en la terminación fe-
menina, los correspondientes derivados verbales: tnóirix, ins-
titútrix, reparátrix, iniperátrix, generátrix, consoláírix, diréc-
trix, áctrix, cantátrix, fricátrix, mundátrix, los cuales deri-
vados son en castellano por rigurosa ley filológica: moíris, ins-
titutriz, reparatriz, emperatriz, generatriz, consolatriz, direc-
triz, actriz, cantatriz, fregatriz, mondariz:
Es así que la Gramática de Ir. Lengua Castellana por la Rea
Academia Española (Nueva edición, Madrid, 1895) establece
en la página 342 de la Prosodia, parte destinada á la recta pro-
nunciación y acentuación de las letras, sílabas y palabras, que
son agudos los polisílabos terminados en iz, exempligratia'-
Beatriz, Ortiz, Ruiz, Muñiz, Landriz, Alcañiz, barniz, apren-
diz, matriz, terliz, lombriz, cicatriz, cerviz, feliz, tapiz, tamiz,
maiz, raiz, codorniz, perdiz, pelliz, etc., etc., exceptuándose
SOLAMENTE Cádiz, Gámiz, lápiz, cáliz; luego no es MONDÁRIZ,
palabra grave, y que, al serlo, debiera llevar acento, sino MON-
DÁRIZ, palabra aguda y que no lo necesita por no terminar en
nos.
Y, si este argumento de autoridad irreprochable y rigurosa
lógica, no pareciese concluyente y decisivo á los genios que
blasonan de/íi^rrí... hé aquí, sin salir de las cuatro provin-
cias de Galicia, los siguientes nombres pi'opios de villas, pa-
rroquias y lugares que, acabados en iz, todos se vienen pro-
nunciando y escribiendo agudos y no graves, como Mondáriz,
desde tiempo inmemorial:
Romariz, Angeriz,
Guitiriz, AUariz,
Savariz, Anderiz,
Brandariz, Fonteliz,
Argoniz y Ontariz.
Villouriz, Baldariz,
Almariz, Villoriz,
MONDÁRIZ Ó MONDARIZ $0<,

Vilouriz, Amariz,
Vilastriz, Jabariz,
Beariz, Gondoriz.
Eiriz, Mouriz, Meriz,
Ariz, Rciriz, Boimiz,
Rairiz, Rodiz, Distriz,
Buriz, Uriz, Toiriz,
Turiz, Fraiz, Gerdiz,
Armariz, Villaguiz,
Viariz, Gomariz,
Trasaiiz, Villafiz,
' Villaiz, Astariz.
Luego el uso corriente, constante, el hecho de la costum-
bre general, pública, no contradicha por nadie, refuerza, co-
rrobora, el anterior documento de derecho filológico, puesto
que, según nos lo enseña Horacio en su Epístola ad Pisones:
Licuit semper licebit
Signatum presente nota producere nomen.

si volet usus
QMcm penes arbitrum est, et jus, et norma loquendt.
Será lícito usar, escribir y pronunciar las palabras que lle-
ven impreso el sello del uso cerriente, porque el buen uso,
el uso lundado en la razón, es el arbitro, el juez, la norma del
lenguaje; que es lo mismo que si dijéramos jurídicamente
hablando: Diuturna consueludo pro jure et lege in his qum non
ex scripío descenduní observari solet. La costumbre, fuera de
la ley, decide los casos que no han sido previstos por la ley,
aunque en nuestro caso, en la cuestión MONDARIZ, como hay
ley, regla gramatical vigente, moribus utentiiim ipsa lex confir-
maUír, esa ley se confirma por la costumbre.
Ergo, queda evidentemente demostrado con argumentos
de autoridad, de hecho, de derecho y de razón, que no debe
escribirse y pronunciarse MONDÁRIZ sino MONDARIZ.

D R . RIGUERA MONTERO.

La Coruña, Mayo 1901.


ORlGElS DE LA IMPRENTA ARGENTINA

Hace no muchos años que los orígenes de la imprenta en


el Río de la Plata eran un obscuro problema histórico, que no
había llamado la atención de los estudiosos, cuando había
transcurrido siglo y medio de su fundación, no obstante cir-
cunstancias extraordinarias que la hacían memorable en los
fastos de la tipograíia universal. Creíase por tradición que
Córdoba había sido su cuna años antes de finalizar el si-
glo XVIII, pero si se conocía uno de sus productos, no s; sa-
bía cómo había nacido. No se tenía noticia de su existencia
primitiva en el Paraguay al comenzar el siglo XVIII, ó por lo
menos, apenas si se sospechaba como un hecho clandestino,
sin que los monumentos tipográííco3 qué la acreditaban hu-
biesen sido hasta entonces clasificados ni apreciados en su
verdadero valor. Ignorábase hasta la fecha de su estableci-
miento en Buenos Aires, á fines del mismo siglo, y su biblio-
grafía no había sido ni siquiera intentada.
Nuevos documentos han venido en estx)s últimos tiempos á
esparcir mayores luces sobre los orígenes de la imprenta ar-
gentina, que permiten determinar con precisión sus puntos de
partida y su desarrollo sucesivo, aunque todavía su historia
completa esté por escribirse y queden algunos puntos obscu-
ros por dilucidar.
La primera revelación sobre tan interesante punto histórico-
bibliográfíco de la época colonial fué un erudito estudio del
Dr. Juan María Gutiérrez, que apareció en 186 5, con el título
de Orígenes del arte de imprimir en la América española, el
cual servia de introducción á una bibliografía de la primera
imprenta en Buenos Aires, conocida bajo la denominación de
tNiños Expósitos», en que se catalogaban metódicamente sus
primeros productos hasta lo revolución por la independencia
ORÍGENES DE LA IMPRENTA ARGENTINA $07

en i8io. Este trabajo, el más serio y completo que se hubie-


se hecho hasta entonces sobre la materia, algo deficiente por
lo que respecta á la historia general de la imprenta en Amé*
rica, era incompleto en lo relativo á la particular del Río de
la Plata, pues sólo comprendía incidentalmente la de Córdoba,
y la de Buenos Aires aparecía con su cronología errada, lo
que, por otra parte, no la hacia desmerecer.
Á fin de complementar el trabajo anterior y establecer el
punto de partida de estas investigaciones en la época colo-
nial, escribimos en 1873 un %studio histórico bibliográfico so-
bre Bl primer libro impreso en Sud América, demostrando
que, después de Méjico, á mediados del siglo XVI, el Perú
fué el primero que poseyó este instrumento de civilización en
la parte meridional del Nuevo Mundo, correspondiendo el
tercer lugar al Río de la Plata en el orden cronológico.
Con motivo de cumplirse en 1880 el primer centenario del
establecimiento de la imprenta en Buenos Aires—renovación
de la de Córdoba,—publicamos una noticia sobre sus oríge-
nes, con el objeto principalmente de fijar con certidumbre, en
presencia de nuevos documentos, el día, mes y a5o de su
primer producto, que hasta entonces estaba por averiguarse,
dando á la vez algunas breves noticias sobre la primitiva tipo-
grafía de las misiones jesuíticas del Paraguay, trabajo que en
1889 renovamos bajo otra forma»
Con el mismo motivo y simultáneamente apareció un noti-
cioso artículo del Dr. Ángel J. Carranza, coincidiendo con el
nuestro en cuanto al año del establecimiento formal de la im-
prenta en Buenos Aires, pero difiriendo en cuanto á la fecha
precisa de su primera prueba. >
En 1891 publicó el Sr. Manuel Ricardo Trellesuna noticia
bibliográfica sobre el primer monumento de la imprenta en e
Río de la Plata, diciendo con este motivo: «Cosa extraüa pa-
recerá que, de la edición de un libro hecho hace ciento ochen-
ta y cinco años, apenas se conserve un ejemplar, cuya exis-
tencia sólo conoce cierto número de personas en Buenos Ai-
res, permaneciendo desconocido para el mundo bibliográfico
entero».
Posteriormente, en 1892, pusimos á disposición del biblid-
508 REViStA CONTEMPORÁNEA

grafo americano Sr, José T . Medina—como él mismo lo ha


declarado—los documentos originales que sobre este punto
habíamos reunido en nuestro archivo, quien utilizándolos en
parte, y completándolos con los que se encuentran en la bi-
blioteca que fué del Sr. Andrés Lamas, ilustró la cuestión, pro-
duciendo su monumental libro titulado Historia y bibliogra-
fía de la imprenta en el Virreinato del Rio de la .Plata, que
es, hasta lo presente, lo más completo y correcto que sobre
la materia se haya escrito.
Sobre estas bases y con estos'elementos ampliamos y me-
todizamos hoy nuestros estudios anteriores sobre los orígenes
de la imprenta en el Río de la Plata, condensando todo lo co-
nocido y comprobado sobre la materia.

L.a i m p r e n t a STuaranitica.

La aparición de la imprenta en el Río de la Plata es un caso


smgular en la historia de la tipografía después del invento de
Gutenberg. No fué importada, fué una creación original. Na-
ció ó renació en medio de selvas vírgenes, como una Minerva
indígena armada de todas sus piezas, con tipos de su fabrica-
ción, manejados por indios salvajes recientemente reducidos
á la vida civilizada, con nuevos signos fonéticos de su inven-
ción, hablando una lengua desconocida en el viejo mundo. Un
misterio envuelve su principio y su fin, sin que se sepa cómo
nació y por qué. acabó.
Es hoy un hecho comprobado que en las Misiones jesuíticas
del Alto Uruguay y del Alto Paraná se iniciaron al finalizar
el siglo XVII, los primeros trabajos para plantear la impren-
ta, y que en los primeros años del siglo XVIII se comenzó á
imprimir allí, en una tosca prensa construida con maderas de
sus selvas vírgenes, con caracteres fundidos en ellas y en plan-
chas de cobre grabadas á buril por los indios neófitos, salva-
jes domesticados por los padres de la Compañía de Jesú§.
Así lo atestiguan varios libros, profusamente ilustrados algu-
OHÍGEMES DE LA IMPRENTA ARGENTINA 5Q9

nos de ellos, que tenemos á la vista, y que han permanecido


por largo tiempo como jeroglíficos mudos de la tipografía
americana—cuando no totalmente desconocidos — para los
bibliógrafos de ambos mundos.
En 1705 terminó y dio á luz la imprenta guaranítjca su pri-
mer libro, que lleva el siguiente título, copiado á la letra de
la edición original:
D E LA DlFERKNClA ENTRE LO | TEMPORAL Y ETERNO ] CRISOL
DE DESENGAÑOS-, CON LA ME | MOUlA DE LA ETERNIDAD, POSTRI-
MERÍAS HV I MANAS, Y PRINCIPALES MISTERIOS DIVINOS, pOr
el I P . Ivan Evscbio Nieremberg \ de la Compañía de JESÚS |
y traducido en letigva guaraní \ por el Padre \ Joseph Serra-
no I de la misma compañía \ dedicado á la Magestad del Espi-
tvSancto \ Con licencia del Ecelentissimo Señor \ D. Melchor
Lasso de la Ve \ ga Porto Carrero \ Virrey, Governador y
Capitán General del Perú \ Impresso en. las Doctrinas. AÑO DE
M. D. ce. V.
Es un grueso volumen infolio, que revela una larga y labo-
riosa preparación. Gompónese de siete fojas preliminares sin
registro y 472 páginas útiles bajo cinco foliaturas distintas,
con láminas sueltas del tamaño del libro y numerosas viñetas
intercaladas en el texto, grabadas á buril e n c o b r e al estilo
de Alberto Dürer.
Su descripción ha sido hecha por el señor M. R. Trelles en
la Revista patriótica del pasado Argentino, y por el Sr. J. T.
Medina en su obra antes citada.
Por otra singularidad de la imprenta guaranitica, no se co-
noce de este curioso monumento sino un solo y único ejem-
plar completo. Su existencia fué revelada por la primera vez
al mundo bibliográfico por el Sr. Pedro de Angelis, en el
«Apéndice» del Catálogo de su biblioteca, publicado en 1853
con el título de Colección de obras impresas y manuscritas que
tratan del Rio de la Plata. No la acompañó de ninguna anota-
ción ni se indicaba la procedencia del ejemplar, que según
informe verbal suyo, había pertenecido á la librería de lo^
jesuítas del Paraguay. Al presente existe en la biblioteca que
fué del Sr. M. R. Trelles, quien lo había heredado de su her-
mano el Sr. Rafael Trelles, á cuyo poder pasó de manos del
5*0 REVISTA CONTEMPORÁNEA

St. Angfelis, por el precio de 700 pesos papel de la provincia


de Buenos Aires (28 pesos oro).
En presencia del libro, surgen tres cuestiones. ¿Quién fué
el iniciador del establecimiento de la imprenta guaranttica?
^•Quién fué su fundador? ¿Cuándo empezó á funcionar? El libro
mismo las ilustra en los preliminares que lo acompa&an, de
manera de poderlas resolver con certidumbre.
En la dedicatoria del libro, subscripta por su traductor»
el P. Serrano, á 3 de Enero de 1703, en las Doctrinas del
Paraguay, dice éste al P. Tirso González, Prepósito de la
Compañía de Jesús en Roma: < Yo el más mínimo puedo ser
preg'onero, pues habiendo tornado el traductor el libro de la
Diferencia (de lo temporal y eterno) y el Flos Snnctorum en
idioma gpiaraní, dando cuenta á V. P. M. R. de este asunto, y
el des&o que tenían éstos, los padres, se diese á la estam-
pa, V. P. M. R., en la de Junio de 1694, apoya este intento,
deseando se traiga imprenta para este efecto. Lo mismo re-
pite V. P. M. R. en la de 31 de Enero de 1696, añadiendo:
Estimo á V. R. el trabajo tan fructuoso que ha tomado de Jiacer
esas traducciones. Pero donde se manifiesta con mucho realce
el ardiente celo de V . P. M. R. es en la última de 14 de Di-
ciembre de 1699; en ella me dice: Yo escribo hoy al P. Alon-
so de Quirós, nuevo procurador de Indias en Madrid, para que
solicite la licencii del Consejo [de Indias) para que puedan im-
primir esos libros, y le aviso que lue^o que la saque la remita
al P. Provincial de esa provincia».
De este testimonio resulta que, al empezar el siglo XVII,
el General de la Compañía gestionaba'en España la introduc-
ción de la imprenta en las misiones guaraníticas, y se deduce
que al comienzo del siguiente debió de llegar á América la
licencia real para establecerla, documento que hasta lo pre-
sentarlo se ha encoattado, peco que se presupone como un
hecho incuestionable, pues sin ese requisito, prescripto por
las leyes de Indias, no hab'ía otorgado el Virrey del Perú
permiso para imprimir el libro en cuestión, como consjtade su
portada.
Pero Itf implantación de la imprenta en el Paraguay debía
operarse d e una manera muy distinta de como la había coa-
ORÍGENES DE LA IMPRBNTA ARGENTINA 511

cebido su iniciador, es decir, que en vez de una importación


seria una creación original.
Las diligencias para imprimir el libro del P. Serrano empe-
zaron á tramitarse en 1696 en el Rio de la Plata, pero con
sólo la intervención de las autoridades eclesiásticas. En este
aSo, el provincial de la Compañía Simón de León, á la sazón
residente en Buenos Aires, otorgó «por particular comisión
del General Tirso González la licencia de la religión al efec-
to». En el siguiente año de 1697, el P. Francisco Castañeda,
revisor de la obra, dio su parecer c pidiendo que saliere cuan-
to antes á luz». El 18 de Septiembre del año 1700, el deán
Dr. José Bernardino Cerbín, gobernador del Obispado del
Paraguay, dio su aprobación en la Asunción á 6 de Agosto
de 1701, declarando que «podía darse licencia para impri-
mirlo».
Por aqui se ve que todas las gestiones hechas antes de es-
tablecerse la primera imprenta en el Río de la Plata eran en
el concepto de que la impresión del libro se verifícase en la
provincia del Paraguay, bien que en el supuesto de que debía
ser importada de Europa, como lo kabían sido todas las de-
más fundadas en la América española, que eran tres, á saber:
una en Méjico y dos en el Perú.
En 1703, el libro del P. Serrano estaba en prensa. ¿Cómo?
En una imprenta creada en las mismas misiones guaraniticas,
con elementos propios, sin recibir de Europa más contingen-
te que el papel. Esto consta del testimonio del mismo P. Se-
rrano, quien dice en su precitada dedicatoria de 3 de Enero
de 1703: «Retorno ¡il Divino Señor el haber logrado el deseo
de V. P. M. R. de imprimir estas obras ea las Doctrinas, sin
gastos, así de ejecución como de los caracteres propios de
esta lengua, peregrinos en la Europa, pues así la imprenta
como las muchas láminas para su realce han sido obra del
dedo de Dios, tanto más admirable, cuando los instrumentos
son unos pobres indios, nuevos en la fe y sin la dirección de
los maestros de Europa, para que conste que todo es favor
del cielo, ó que quiso por medio tan inopinado enseñar á és-
tos las verdádes'de la fe».
De todo esto resulta evidentemente: i." Que desde 1694
512 - REVISTA CONTEMPORÁNEA

los misioneros del Paraguay trabajaban por tener una impren-


ta propia, y que ellos fueron los fundadores, ó más bien di
cho, los creadores de la primera que se fundó en el Río de la
Plata. 2." Que desde esa época el General de la Compañía de
Jesús secundaba ese propósito. 3.° Que al finalizar el si-
glo XVII (año de 1699) se dieron los primeros pasos por el
mismo General para obtener en España la licencia de estable-
cer la imprenta en las Misiones jesuíticas del Parjiguay.
4.° Que la licencia debió llegar á América por el año 1701 á
1702. 5.° Que en 1703 la imprenta estaba creada con elemen-
tos y artífices propios y se hallaba en plena actividad, fun-
cionando sus talleres de tipografía y de grabado, en que tra-
bajaban los indios neófitos «en caracteres peregrinos en Eu-
ropa, y sin los maestros de la Europa», como lo dice enfáti-
camente el P. Serrano.
El pie de imprenta no señala el lugar, y sólo lleva la desig-
nación general de impreso en. las Doctrinas; pero no puede
caber duda que lo fué Santa María la Mayor, pueblo fundado
en 1633. (según M. S. de Azara), á inmediaciones de la mar-
gen occidental del Uruguay, donde se imprimieron los libros
subsiguientes que llevan su nombre, y donde se encontraron,
al fin, los últimos restos de la primitiva imprenta, como luego
se dirá.

II

¿ E x i s t i ó la i m p r e n t a g-aaranítica? ,

A pesar de los monumentos tipográficos que atestiguan la


existencia de la imprenta en las Misiones jesuíticas del Paraná
y del Uruguay desde el comienzo del siglo XVII, ella era no
solamente ignorada p e el mundo bibliográfico siglo y medio-
después de su establecimiento, sino que algunos la negaban
ó la consideraban como iin hecho aislado y clandestino, y
hasta las mismas autoridades españolas, en 1784, diez y siete
años después del extrañamiento de la Compañía de sus do
minios, parecían ponerlo en duda, ó por lo menos, no tenían
plena conciencia de él.
ORÍGENES DE LA IMPRENTA ARGENTINA 5 13

Faltaba la prueba material de la existencia de la imprenta


misma, que sólo podía darla el hallazgo de sus primitivos ma-
teriales. Esta la suministra, y acabada, una carta encontrada
entre los papeles del administrador temporal de las misiones
después de la extinción de los jesuítas, la que original existe
en nuestro Archivo, y dice así:
«Muy señor mío: Á la de Vd. de 28 noviembre último, so-
bre el encargue que hace á Vd. Su Excelencia de que solicite
en el pueblo de Santa María la Mayor, ú otros, si existiese ó
no algunos caracteres, muebles ó utensihos, que aquí hubo en
tiempo de los expatriados, digo: que habiéndome informado
del 'íeniente Gobernador don Gonzalo de Doblas, me dize:
que en el tiempo que permaneció en dicho pueblo de Santa
María, tuvo ocasión de examinar, con todo cuidado y proiixi-
dad, cuanto allí hay, y que efectivamente hubo imprenta en
aquel Pueblo de la que solo existen los fragmentos de la
prensa, que era de madera muy mal construida y al presente
hecha pedazos, y que en el almazen havia una corta cantidad
de caracteres de estaño que ocuparían como medio celemín
y como cosa Je ningún valor ni provecho los iban gastando
en remendar fuentes y platos de estaño. Con esta noticia he
dado orden para que si aun existen algunos de estos caracte-
res me los remitan, de lo que avisaré á Vd. para que lo co-
munique á Su Excelencia.—Nuestro Señor guarde á Vd. mu-
chos años. Desta de Candelaria y Henero 16 de 1784.—
B. V. M. de Vd, su atento y seguro servidor: Francisco Fie-
ra.—Sr. don Juan ÁngelLazcano.*
Los restos de la imprenta guaranftica encontrados en Santa
María la Mayor existen actualmente en el Museo Nacional.

III

I n c n a á b n l o s s:naranitlco8.

Para completar esta noticia, daremos el catálogo explicati-


vo de los productos de la imprenta guaraaítica, que pueden
calificarse de incuaábulos, empezando por el ya descrito, y
33
514 REVISTA CONTEMPORÁNEA

tomaremos sus títulos de las ediciones originales que poseemos^


en nuestra biblioteca, apuntando otras de que tenemos no-
ticia.
El segundo incunábulo en el orden cronológico, que algu-
nos bibliógrafos europeos han señalado como el primer libro
salido de la prensa de los jesuítas del Paraguay, lleva en el
pie de imprenta designación de lugar, y su título es como
sigue:
MANUALE I Adusunt \ Patrum Societatis | lESU | Qui
in Recdutionibus PARAQUARIAE | versantur ¡ Ex Riiuali Ro
mano \ ac Toletano \ de cemptum | Anno Domini MDCCXXI
I Superiorum permissu | Laureíí typis PP Societatis lESU.
Es un pequeño iu 4° en latín y guaraní, coo 266 páginas y
signaturas. No trae licencias, aunque la portada las men-
ciona.
La dcEignación de Laureti tipys (imprenta de Loreto), pue-
blo fundado sobre la margen oriental del Paraná, á treinta le-
guas de distancia de Santa María la Mayor, parecería indicar
que allí existió un taller especial Es esta otra cuestión de que
nos ocuparemos en su lugar.
El tercer incunábulo señala el pueblo de Santa María la
Mayor como lugar de la impresión:
VOCABULARIO D E | LA LENGVA GUARANÍ | COMPVESTO
I Por el Padre Antonio Ruiz | de la Compañía de | Jesús.
REVISTO, y augmentado j por otro Religioso de la misma.
EN EL PVEBLO DE S. MARÍA \ LA MAYOR ] E L AÑO DB
MDCCXXII.
Aparte de su gran valor como obra de lingüística, este li-
bro, después del primitivo salido de la prensa de la imprenta
guaranítica, representa su mayor esfuerzo, aunque la impre-
sión sea más descuidada. Es un grueso volumen en 4", con
dos fojas sin foliar, incluso la portada, y 589 páginas de texto
á dos columnas. Las ucencias están expedidas por el Obispo
de Buenos Aires el 19 de Abril de 1722, y por el prepósito
provincial residente en Córdoba del Tucumán el 1 $ de No-
viembre del mismo año.
Sigue en el orden cronológico:
ARTE I DE ,LA LENGUA GUARANÍ | POR BL P . ANTONIO
ORÍGENES DE LA IMPRENTA ARGENTINA 515

Ruiz 1 D E MONTOYA | D E LA COMPAÑÍA D E JESÚS ¡ Con los


Escolies Anot iciones | y Apéndices DEL P . PAULO RESTI-
vo I de la misma Compañía | Sacados de ¡os papeles | DEL
P. SIMÓN BANDINI | y de otros. | En el Pueblo de S. MARÍA
La Mayor | El AÑO de el Señor MDCCXXIV.
Primera gramática de la lengua guaraní en el Río de la
Plata. En 4° menor con dos fojas sin foliar, incluso la portada,
conteniendo como en el anterior las licencias del Obispo de
Buenos Aires y del provincial de Córdoba de Tucumán, ex-
pedidos con la misma fecha, y á más 132 y 256 páginas de
texto, con signaturas de 8 páginas por pliego, á excepción del
último que es de 4. Impresión descuidada en su ajuste como
la del Vocabulario, pero con los mismos signos inventados
por los jesuitas para señalar los sonidos especiales de la len-
gua guaraní.
E! que sigue es doblemente interesante por su ejecución y
por ser un indio su autor: •
EXPLICACIÓN I D E EL CATHECISMO | EN LENGUA GUARA-
NÍ I POR NICOLÁS YAPUGUAY | CON DIRECCIO.V j DEL P . PABLO
RESTIVO ( DK LA COMPAÑÍA | DE | JESÚS | (Plancha de co-
bre grabada) | En el Pueblo de S. María La Mayor. | AÑO
de MDCCXXIV.
En 4°. Es el libro mejor impreso de la serie, aunque con
los misnrfos tipos. Lleva una pequeña plancha grabada en co-
bre en la portada representando á la Virgen María con el
Niño Jesús en brazos, que acusa una mano inexperta en el di-
bujo, como obra de un neófito, una letra capital y dos viñetas
grabadas en el texto. Comprende además de los preliminares
varios tratados bajo distintas foliaturas y uno de ellos sin fo-
liatura, que suman un total de 443 páginas. Las licencias son
dadas por el Obispo de Buenos Aires y por el Provincial de
Córdoba, en los mismos términos y con la misma fecha de
las dos anteriores. La Prefación al Lector, en que se dice que
el traductor del Catecismo en guaraní era un indio, cacique
y músico en Santa María, lleva el milésimo de 1724.
"El sexto incupábulo guaranítico que conocemos es el si-
guiente:
SERMONES I Y | EXEMPLOS I EN LKNGVA GVAHANI |
'5l6 REVISTA CONTEMPORÁNEA

Por Nicolás Yapuguay | Con dirección | De VN RELIGIOSO DE


T-A COMPAÑÍA ¡ D E [ lESUS | (Viñeta) | En el Pueblo de San
Francisco Xavier | Año de MDCCXXVII.
En 4." mayor. Con tres fojas preliminares sin foliar, inclu-
so b portada, y 165 + 98 + 44 páginas de texto que forman
un total de 313 páginas. Las licencias son las mismas de los
números anteriores.
Con este libro termina la bibliografía de la imprenta guara-
nítica conocida en el Río de la Plata.
En la biblioteca del Sr. Luis Montt, en Santiago de Chile,
existe un ejemplar de otro incunábulo guaranítico, que lleva-
elíiguiente título;
INSTRUCCIONES | PRACTICAS | PARA ORDENAR SAN-
TAMENTE LA VIDA; QUE I OFRECE EL P . ANTONIO GARRIGA DE |
LA COMPAÑÍA DE IESUS. | Como brebe memorial, y recuerdo |
á los que hazen las exercicios espe- | rituales de S. Ignacio
de lo I yola Fundador de la | misma Com- | pañía. (VIÑETA
En Loreto, con Licencia de los | Superiores en la Imprenta
de I la Compañía ] AÑO de 1713. —En 8° con una paj. para
la portada y- 120 pp. de testo.
Bajo elnúm. 1.869 de su Biblioteca Americana, Leclerc re-
gistra el siguiente título:
«CARTA que el Señor Don Joseph de Antequera y Castro,
Cavallero del Orden de Alcántara, Protector Geni, de Indias
y Governador que fué de la Provincia de el Paraguay Escri-
vio al Illmo. y Revmo. Obispo de el Paraguay Doctor Don
Fr. Joseph Palos, etc.—(Colofón:) Tipis Missionarium Paraqua-
ria Saperiorum permissu in Oppido] S. Xavierj Anno 1727.»
(En 4° con 27 fojas sin foliar, en que se comprende la con-
testación del Obispo)
Leclerc señala este número con la siguiente anotación:
tPor la suscrición sabemos que los jesuítas habían estableció
do prensas en los principales pueblos de sus Misiones», apun-
tando que «sin duda es un ejemplo único», y asi parece, pues
no se tiene noticia de otro.
ORÍGENES DE LAIMPRENTA ARGENTINA 517

IV

¿Habo v a r i a s i m p r e n t a s graaranitlcas?

Con la carta de Antequera de que se ha hecho mención


enmudece la imprenta guaranltica en 1727, sin que conozca
ninguna producción posterior, á pesar de haber continuado
los jesuítas regentando Iqs Misiones por espacio de treinta
años hasta 1767. ¿A qué debe atribuirse este hecho? Acaso,
como lo presume el Sr. Medina, á la publicación de la carta
de aquel famoso comunero del Paraguay, que pereció en un
cadalso en Lima, por haber difundido allí las ideas de liber-
tad comunal, proclamadas y sofocadas como en la metrópoli.
Tal vez, como lo insinúan otros, fué á causa de no llenarse al-
gunas de las formalidades legales para la publicación de los
impresos. Inclinaría á aceptar esta última hipótesis la circuns-
tancia de qae, como habrá podido notarse, con excepción del'
primer libro, ninguno llévala Ucencia real, que según las leyes
de Indias era requisito indispensable para imprimir y publi-
car en América. Es un problema que queda todavía por
aclarar.
Otro problema que se liga con el anterior y que no ha sido
aún bien dilucidado, es si hubo ó no distintos talleres de tipo-
grafía en las Misiones jesuíticas del Paraguay. La existencia
de varias ediciones con señalamiento de lugar así lo haría
presumir. En efecto, como se habrá notado, después del pri-
mer libro que lleva la designación general de «En las Doctri-
nas», del Paraguay, se suceden otros con la designación
expresa del lugar en las Doctrinas de Loreto, Santa María la
Mayor y, por último, en Sfin Francisco de Javier. Si coexis-
tiese la circunstancia de dos ediciones simultáneas, el punto
quedaría resuelto de hecho. Pero es que las ediciones se su-
ceden con intervalos de años, lo que indica que la im-
prenta pudo ser ambulante. Por otra parte, la similitud de
todos los tipos empleados en las diversas impresiones que
marcan un origen común, muestra que sólo existió un taller
518 REVISTA CONTEMPORÁNEA

Único, al menos de fundición. Pero la carta de Piera, antes


inserta, suministra, además de la prueba de la existencia de la
imprenta misma, otra de inducción, y es que habiéndose en-
contrado vestigios de la imprenta en las Misiones, después de
la expulsión de ios jesuítas, tan sólo en el pueblo de Santa
María la Mayor, se sigue que tan sólo allí existió realmente,
aun cuando pudo trasladarse por accidente de un punto á
otro, como se trasladaban ios p'ueblos mismos de las Misiones
con todos sus habitantes, de lo que presenta un ejemplo el
mismo pueblo de Santa María.

JLs i m p r e n t a c o r d o b e s a .

La imprenta en Córdoba era un aereoUto de plomo caído


de un mundo ignoto, que, como la famosa masa de hierro
meteórico del vecino Chaco, no se sabía cómo, de dónde n»
cuándo había venido. Documentos inéditos que existían en la
<;olección de manuscritas del Sr. Andrés Lamas, donde aún
se conservan, ayudaron al Dr. Carranza, y especialmente al
Sr. J. T. Medina, á despejar esta incógnita en su Historia y
bibliografía de la imprenta del Río de la Plata.
Una ¡dea de progreso literario fué el germen de la intro-
ducción de la imprenta en Córdoba. Existía en esta docta
ciudad, que era el centro del gobierno de la Compañía de Je-
sús en los dominios del Río de la Plata, el Colegio Máximo de
Monserrat,fundado por el Dr. IgnacioDuarte yQuirós en 1685,
en que se cursaban estudios mayores, y fué más tarde el nú-
cleo de su célebre Universidad. Acudían allí á instruirse los
jóvenes de las provincias del virreinato de Chile, adquiriendo
con el tiempo tanto crédito que en el tercer cuarto de! si-
glo XVIII se había convertido en un foco de luces de la co-
lonia. Los jesuítas poseían por ese tiempo en la pequeña ciu-
dad de Ambato (de la capitanía general de Quito) una im-
prenta que tenía por objeto la publicación de sus documen-
tos. Los de Córdoba, estimulados por este ejemplo, se pro-
ORÍGENES DE LA IMPRENTA ARGENTINA $^9

pusieron introducirla con el propósito de aprovecharla para


dar á la estampa las tablas v conclusiones en los actos lite-
rarios, al mismo tiempo que las obras que no se daban á luz
(las tesis), «con dispendio de la cultura de la república de las
letras», según reza el tenor de la petición, en consecuencia de
la cual fué otorgada la licencia para establecerla. Pero proce-
dieron de distinta manera que en el Paraguay: fué una impor-
tación .
Antes de obtener el permiso real para establecer la im-
prenta, los directores del Colegio de Montserrat trajeron sus
materiales de España, y una vez en posesión de ellos, inicia-
ron sus gestiones para plantearla legalmente. No se tiene no-
ticia exacta de la época en que este hecho tuvo lugar antes
del a5o 1766, en que se inauguró, sabiéndose tan sólo que
su costo íué de 2.000 pesos fuertes, que fueron abonados
en 1767, poco antes de clausurarse.
Pa;a obtener la licencia fué comisionado á Lima el P. Ma-
tías Boza, llevando muestras de los tipos traídos de España,
«á fin de que se reconociese su bondad*. El Virrey del Perú,
previa vista del fiscal, la concedió con fecha 3 de Septiembre
de 1765, con la condición de que «no se imprimiese libro al-
guno que tratase de materias de Indias sin especial licencia de
Su Majestad y de su Consejo de Indias, ni papel alguno en
derecho,- sin permiso del tribunal correspondiente, ni menos
arte ó vocabulario de la lengua de las Indias, si no estuviese
primero examinado por el ordinario y visto por la audiencia
del distrito, y sin que precediese la censura dis^Juesta por de-
recho», condiciones ajustadas á las leyes vigentes, cuyo cum-
plimiento se echa de menos en las ediciones de la imprenta
guaranítica (salvo una), y que, como se ha apuntado, proba-
blemente motivó su misteriosa interrupción.
El primer producto de esta imprenta fué un libro consagra
do al fundador del Colegio Máximo, que hasta 1853 había
permanecido casi desconocido, y de que el Sr. Angelis dio
noticia en el catálogo de su biblioteca, con esta breve anota-
ción: «Primera producción de la imprenta de Córdoba del
Tucumán». Su título es como sigue:
CLAKISSIMI ViRi I D. D. YGNATII | DUARTHET | QUI-
^20 REVISTA CONTEMPORÁNEA
R O S I I I COLLEGII MONSERRA | TENSIS CoRDUBAE Y N | AMERI-
CA CONDITORIS | LAUDATIONES | Q U I N Q U É I QuAS I ElDBM
CoLLEGio REGIO | B A R N A B A S E C H A N I Q U I U S O. D. I. (una
viñeta en cobre) | Cordobce Tucumanarum Anno MDCCLVI
I Typis Collegii R. Monserratensis. (Las cinco Laudatorias
del esclarecidísimo varón Dr. D Ignacio Duarte y Quirós,
fundador del Real Colegio de Montserrat en Córdoba de
América, las que, puestas en orden, ofrece y dedica (O. D.)
al mismo.)
En 4." con ocho fojas preliminares sin foliar, incluso la
portada, y 87 páginas de texto, con letras capitales y viñetas
grabadas en cobre. Es un elogio, escrito en latín, del funda-
dor del Colegio, en el cual se da noticia de todos los cole-
gios hasta entonces establecidos en América, y especialmente
de los patrocinados por los jesuitas.
Del libro mismo consta que ésta fué, en efecto, la primera
producción de la imprenta en Córdoba. En la dedicatoria de
Bernabé Echanique, que lo ofrece al Colegio Monserratense,
al hacer el elogio de su abuelo, que concurrió á su fundación,
dice: «También es causa principal de que quiera editar estas
oraciones el que nuestro Director (Moderator), que es el que
promueve únicamente los estudios de nuestro Colegio, ha
puesto á disposición de nuestra casa elegantes tipos para esti-
mular á dar á luz algo digno del publico. Y creo que lo pri-
mero que pretendéis se dé á luz por medio de estos tipos son
las Laudatorias de Duarte, las cuales, aunque indignas del
público por su estilo, recibirán del mismo Duarte y de vues-
tro, nombre la dignidad necesarias
Por algún tiempo se creyó que Echanique, que ofrecía y
dedicaba el libro, era el autor de las Laudatorias; pero es
cosa averiguada que pertenecen al P. José Manuel Peramas,
autor de Vita etmoribus de algunos misioneros del Paraguay,
donde se hace mención de esta obra como suya, el que pro-
bablemente las escribió en Córdoba, donde residió hasta el
tiempo de la expulsión de la orden jesuítica, á que perte-
necía.
Es esta la primera y última producción auténtica que de la
imprenta primitiva de Córdoba se conoce, pues aun cuando
ORÍGENES DE LA IMPRENTA ARGENTINA S2X

se citan vagamente dos opúsculos como salidos de sus pren-


sas en el mismo año, y entre ellos una tesis del Dr. Duarte y
Quirós, nadie los ha visto y deben considerarse como imagi-
narios mientras no se demuestre su existencia.
La imprenta cordobesa tuvo coita vida y se clausuró por
uno de los más ruidosos golpes de Estado de que haya me-
moria. Al año siguiente de dar á luz su primero y único libro
fué secuestrada en 1767 al tiempo de la expulsión de la Com-
pañía de Jesús de los dominios de España. Sus prensas y sus
tipos quedaron abandonados y olvidados por algún tiempo
en el local del mismo colegio, á cargo de los padres francis-
canos, que no cuidaron de su conservación.

VI

L<a i m p r e n t a e n B u e n o s A i r e s .

Por el espacio de cerca de ochenta años la imprenta en el


Río de la Plata había sido la luz bajo el celemín de la escri-
tura. Establecida en Buenos Aijes, sería la antorcha simbólica
que, encendida por un sentimiento de caridad y- alimentada
por el amor á la instrucción pública, empezarla á derramar
tenues resplandores en torno suyo hasta dilatar sus rayos en
más vastos horizontes. Por medio de ella se imprimieron sus
primeros libros elementales de educación popular, se publi-
caron sus primeros periódicos enciclopédicos y sociales, se
difundieron sus más importantes escritos originales, acabando
por dar á luz el primer periódico político que propagó los
principios de independencia y de libertad entre las colonias
de la América meridional.
Fué el Virrey del Río de la Plata D. Juan José de Vértiz,
el mandatario más progresista que han tenido las colonias his-
pano-americanas, el que tuvo la doble inspiración de fundar
en Buenos Aires simultáneamente una casa dé expósitos y
una imprenta, instituciones cuyos nombres debían ser histó-
ricamente inseparables bajo la denominación de Imprenta de
los Niños Expósitos. Acordándose que existía abandonada la
522 REVISTA CONTEMPORÁNEA

imprenta, que había sido introducida en Córdoba por los je-


suitas, y teniendo en vista proporcionar recursos al nuevo es
tablecimienlo de caridad, se dirigió al rector del Colegio de
Montserrat, á cargo de los padres franciscanos, el día 7 de
Agosto de 1779, diciéndole: «Estoy informado que en ese
Colegio convictorio se halla una imprenta de que no se hace
uso alguno desde la expulsión de los exjesuitas; que este mis
mo abandono por tanto tiempo la ha deteriorado sobrema-
nera y: consiguientemente que le es ya inútil, y porque puede
aquí aplicarse á cierto objeto que cede en beneficio público,
me dirá V. P. su actual estado; si mediante una prolija recom-
posición podrá ponerse corriente y en qué precio la estima
ese Colegio, con concepto a que no se sirve de ella y al bien
común para que se solicita».
El Rector del Colegio contestó que «después de buscarla,
había hallado la imprenta arrojada en un sótano, donde exis-
tía deshecha y desarmada después del secuestro de Ta casa,
sin que se hubiese hecho inventario de los pertrechos de una
oficina que era la más principal y más útil alhaja del Colegio»;
agregando que su costo había sido de dos mil pesos, que se
habían abonado por ella el año de 1767, según constaba de
la visita practicada en el mismo aHo poco antes de ¡a extin-
ción de la Compañía que la fundara.
En consecuencia, el Virrey Vértiz dispuso su traslación á
Buenos Aires, con el compromiso de abonar su legítimo im-
porte. Cargóse todo su material en una carreta de bueyes,
que llegó á la margen del Río de la Plata, en los primeros
días del mes de Febrero de 1780, siguiendo el antiguo cami
no mediterráneo del comercio colonial, prescripto por sus le-
yes prohibitivas, que clausuraban el mar y los puertos del Río
de la Plata, que la imprenta contribuiría á abrir para la comu-
nicación universal. El flete de la carreta fué el de 40 pesos.
La imprenta se componía de ocho cajones de tipos, en su
mayor parte empastelados y descabalados, que pesaban iii
arrobas y 10 libras, y de una prensa de hierro, á la que fal-
taban sus piezas accesorias, y además una prensa de madera .
en mal estado. Estimóse su valor en mil pesos, que se man-
daron pagar por intermedio del P. Pedro José Parras, autor
ORÍGENES DE LA IMPRENTA ARGENTINA J^J

de un estimado libro sobre el «Gobierno de los Regalares de


América», que escribió en Córdoba.
Según lo declara Vértiz en su Memoria de Gobierno, los
tipos y enseres estaban muy deteriorados, y fué costosa su
recomposición, invirtiéndose para ponerla en estado de servi-
cio la cantidad de 1.81 a pesos.
El 21 de Noviembre de 1780 expidió el Virrey su más me-
morable decreto instalando la imprenta con la denominación
de «Real Imprenta de Niños Expósitos». Al mismo tiempo
nombró á D. José Silva y Aguiai, persona de alguna ilustra-
ción— «librero del Rey y bibliotecario del Colegio de ban
Carlos", según él se titulaba,—impresor general del virreina-
to y administrador del establecimiento, con privilegio exclu-
sivo para imprimir cartillas, catecismos y catones por el tér-
mino de diez años, debiendo aplicarse sus utilidades á benefi-
cio de la Casa de Expósitos, descontándose una cuarta parte
á favor del administrador, quien se recibió de ella bajo inven-
tario.
Desde este día empieza la existencia oficial de la primera
imprenta en Buenos Aites; pero antes de esa fecha había he-
cho sus primeros ensayos, como se comprobará más ade-
lante.
Sus primeros tipógrafos fueron los huérfanos, hijos de
padres desconocidos arrojados en la cuna de la caridad pú-
blica, fundada por Vértiz al mismo tiempo que la imprenta
destinada al sostén de los niños expósitos, con cuyo nombre
ha pasado á la historia.
La imprenta se estableció en la esquina nordeste de k in-
tersección de la calle Moreno y Perú hoy, una de las cuales
llevó por mucho tiempo el nombre de La Biblioteca, fundada
por Mariano Moreno, que fué el que más la hizo trabajar
después.
524 REVISTA CONTEMPORÁNEA

VII

A d m i n i s t r a c i ó n de l a I m p r e n t a b o n a e r e n s e .

Como complemento á estas noticias históricas, daremos la


cronología de los primeros administradores de la imprenta
bonaerense, tomando los datos de los manuscritos de don
Andrés Lamas y de sus mismos impresos que hemos tenida
á la vista.
Silva y Agfuiar administró la imprenta desde 1780 hasta
1783, y publicó en este lapso de tiempo como veinte nove-
nas, varios sermones y pastorales, opúsculos diversos y cir-
culares oficiales, coincidiendo la ultima fecha con la de la
aprobación del Rey para el establecimiento legal de la Casa
de Niños Expósitos á que estaba adscripta, que es de 13 d e
Febrero de 1783.
El 22 de Julio de 1782, el Virrey nombró á D. Alfonsa
Sotoca, que era ayudante mayor de' la plaza de Buenos
Aires, con el carácter de interventor para que fiscalizase sus
cuentas. Sotoca formuló muchos cargos contra Silva y Aguiar,
á consecuencia de lo cual éste fué suspendido en el ejercicio
de la administración en 1783, quedando aquél encargado de
ella hasta principios de 1785. Esta época se señala por algu-
nas publicaciones de importancia, muy buscadas por los bi-
bliógrafos americanos.
•• Silva y Aguiar, calificando de imaginarios los cargos que
le hiciera Sotoca, promovió un pleito, á que puso término na
contrato, por el cual recibió la imprenta en arrendamiento
por diez años, á contar desde 1785. El nuevo arrendamiento
tenía por socio y por fiador á D. Antonio José Dantas, y ad-
ministró el establecimiento hasta 1794, en que por transac-
ción de desavenencias con Dantas se separó, transfiriéndole
sus derechos.
Esta época marca el apogeo de la primitiva imprenta, coa
la aparición en 1791 del libro más voluminoso y más bien
impreso que haya salido de sus prensas, otro con el título á
ORÍGENES DE LA IMPRENTA ARGENTINA 525

dos tintas en 1790, y con un precioso / rarísimo volumen


titulado los Siete Sabios de Grecia. Este último lleva á su fren-
te una dedicatoria al Virrey D. Nicolás Antonio Arredondo,
firmada por Silva y Aguiar, en que le pide su protección para
la imprenta, «siquiera—son sus palabras—por consistir en ella
el reparo y sustento de los desgraciados niños que abandona
la piedad paternal».
La Junta de Caridad, á cuyo (^rgo estaba la Cuna y Casa
de Niños Expósitos, así como la superintendencia de la im-
prenta, aprobó la transferencia, y admitido Dantas en sustitu-
ción de Silva y Aguiar, la administró hasta vencer los diez
años del arrendamiento estipulado.
El segundo arrendatario y administrador en 1799 fué don
Agustín Garrigos, cabo y después sargento retirado de dra-
gones, que también fué su primer prensista.
Por ella se publicaron en los primeros años de 1801 hasta
i8og los primeros periódicos literarios, científicos y sociales
precursores de la libertad de pensar y de escribir, que fueron
origen de la prensa argentina, y todas las hojas y folletos re-
ferentes á las invasiones inglesas de 1806 y 1807, antes de
estallar la revolución por la independencia, señalándose entre
estas publicaciones las Memorias del Consulado escritas por
el futuro General Belgrano, y la famosa Representación de los
Hacendados, escrita por el Dr. Moreno, que abrió las puertas
del comercio libre en el Río de la Plata,

VIII

Lios p r i m e r o s Impresos b o n a e r e n s e s .

No nos detendremos en hacer la bibliografía de la impren-


ta bonaerense ni en historiar su desarrollo sucesivo, trabajos
que han sido ejecutados cumplidamente por el literato argen-
tino Dr. Juan María Gutiérrez, y por el bibliógrafo chileno, el
Sr. José T. Medina, contrayéndonos á ¡lustrar un problema
histórico, que pudimos poner en claro en 1880 al tiempo de
cumplirse su primer centenario, determinando con certidam-
52 6 KSVISTA CUNTEMPORANEA

bre el día, mes y año de su primera producción tipográfica,


que hasta entonces se desconocía, adelantando de un aSo su
cronología.
El Sr. Angelis, en su citado Catálogo, seSala como la pri-
mera producción de la imprenta en Buenos Aires un impreso
en 4.° que lleva por título Representación del Cabildo y vecin-
dario de Montevideo. BUENOS AIRES, I 7 8 I .
El autor de la Bibliograftff de la Imprenta de Niños Expósi-
tos, siguiendo esta autoridad, establece la misma época, y
con ese impreso abre su fundamental catálogo analítico y des-
criptivo, arreglado por orden cronológico.
El Sr. Antonio Zinny, en su Bibliograjia histórica de las
Provincias Unidas del Rio de la 'Plata, registra una Letrilla
(sin fecha) impresa en hoja suelta en 8.° (con caracteres de
madera, según cree), y que á estar á la anotación manuscrita
del curioso papelista D. Bartolomé Muñoz, sería «la primera
letra que se imprimió en Buenos Ayres el año de 1780, en que
se puso la imprenta». El Dr. Carranza cree también que ésta
fué la primera prueba de la imprenta.
Los tipos son los muy conocidos de la imprenta de los ex-
pósitos. Lo puesto con letra bastardilla después de las pala-
bras «Por cuanto», está manuscrito, así como les blancos lle-
nados en el cuerpo de lo impreso después de «Por tanto»,
del mismo modo que las firmas y los dos renglones del pie.
El facsímile de este documento tomado del original, que exis-
te en nuestra biblioteca, se encuentra en la Historia y Biblio-
grafía de la Imprenta del Rio de la Plata, del señor José T. Me-
dina, quien lo señala, como lo es, como el primer impreso de
los Niños Expósitos refiriéndose á el.
2.° \ Don Juan Josef Ver- | tiz y Salcedo (siguen los títulos).
En cuanto la hostilidad experi- \ mentada últimamente en las
Fronteras de Luxan ha | echo conocer no soloel grave | per-
juicio, que resulta de hallarse varias familias pobladas | fuera
del tiro de cañón de los Fuertes que resguardan la Campa- .
ña, etc. (Sigue la providencia mandando recoger bajo el tiro
de los fuertes de frontera todas las familias de la campaña
y se termina así): Y que se haga sa | ber, y publicar por
Vando en esta Capital, y Partidos de la Frontera, fijándose en
ORÍGENES DE LA IMPRENTA ARGENTINA $27

los sitios 1 acostumbrados, para que llegue á noticia de to-


dos. I Buenos [ Aires ] á 3 de Noviembre de 1780—Juan
Joséf de Vertís.
La fecha está también impresa con todas sus letras, y la
firma es autógrafa. Un facsímile de este documento se en-
cuentra en el periódico el SudAmericauo, tomado de nues-
tro original.
3.° Es otro documento en pliego de papel español de ofi-
cio impreso por los dos lados, con la hoja correspondiente
del pliego entero en blanco, que lleva como el anterior la fe-
cha impresa con todas sus letras y la firma autógrafa del Vi-
r e y Vértiz, cuyo facsímile también se encuentra en el tomo II,
página 124 del Sud-Americano, tomado de nuestro ejem-
plar.
Son éstas las primeras producciones que de de la imprenta
primitiva de Buenos Aires se conozcan, y sin duda las más
antiguas, que llevan la fecha de cuatro meses después de la
llegada de la carreta de bueyes que la trajo á las márgenes
del Plata. Por ellas se ve que si en Octubre de 1780 la im-
prenta estuvo habilitada para trabajar, pudo dar principio á
sus tareas antes del mes de Noviembre del mismo año, según
se ha visto. Como los dos últimos documentos estaban desti-
nados á circularse —y en efecto se conocen de ellos varios
ejemplares autorizados,—la imprenta llenaba en este caso el
oficio del amanuense, respondiendo así á la declaración del
administrador antes transcripta, de 6 de Octubre de 1780—
un mes antes de su publicación,—que la imprenta estaba lista
para imprimir lo que ocurra como era notorio al Virrey. Ade-
más, ellos traen como comprobante una prueba concluyente,
y es la fecha misma impresa con todas sus letras, autorizada
por la firma autógrafa del Virrey.
Ninguno de estos datos es rigurosamente exacto, aun cuan-
do se acerquen mucho á la verdad, como va á verse.
El 6 de Octubre de 1780—esta fecha es fundamental, por
cuanto es anterior de un mes al día de su apertura.—Silva
Aguiar manifestó al Virrey estar ya ordenada la letra empas-
telada, y solicitó en consecuencia declaración «respecto de
hallarse en estado de su actitud (J/¿) y de haber dado princi'
528 REVISTA CONTEMPORÁNEA

pió á SU tarea, como es notorio á V. E,, para, que pueda conti-


nuarse é imprimirse lo que ocurra, etc.»
De esta exposición resulta con certidumbre que en Octubre
de 1780, un mes antes de abrirse la imprenta, ella estaba ha-
bilitada para imprimir lodo lo que ocurriese, y más aún, que
en esa fecha había dado principio á su tarea, «como era no-
torio». Es posible que su primer ensayo fuese la Letrilla en
hoja suelta (sin fecha) á la cual se refiere Zinny, y que según
D. Bartolomé Muñoz «se imprimió en el año en que se puso
la imprenta»; pero entonces sus caracteres no serían de ma-
dera, como no lo son aunque lo crea Zinny sin afirmarlo, y
es inverosímil que teniéndolos fundidos se hicieran letras mó-
viles de aquel material.
Los impresos más antiguos de esa procedencia que exis-
ten en nuestra colección son tres documentos que llevan la
fecha de 6 de Mayo de 1780 y de 3 de Noviembre del mis-
mo año, que transcribiremos ó extractaremos por su orden:
I.» DON JUAN JOSÉ DE VERTIZ | y SALCEDO, COMEN-
DADOR DE PUERTO 1 llano en la orden de Calatrava, Teniente
General de los Rea- | les Exércitos, Virrey, Governador y
Capitán General de las | Provincias del Rio de la Plata, Bue
nos Aires, Paraguay, Tu | cumán, Santa Cruz de la Sierra,
Moros, Cuyo, y Charcas, | con todos los Corregimientos,
Pueblos y Territorios de que se | extiende su jurisdicion; de
las Islas Malvinas, y Superior Pre | sidentc de la Real Au-
diencia de la Plata, etc. | Por quanto conviene preveer una
Compañía de Milicias \ del Partido de los Arroyos, en quien
concurran las buenas cir-constancias que se requieren hallán-
dose estas en Dn Laureano Taborda \ Por tanto en virtud de
las facultades que S. M. me tiene concedidas, en su Real (
Nombre le digo, y nombro por Capitán de ella concediéndo-
le todas las gra | cias exenciones, y prerrogativas, que por
esta razón le corresponden, y mando al | Comandante de
Frontera le ponga en posesión del mencionado empleo, y á
los de I mas Oficiales, Sargentos, Cabos y Soldados le reco-
nozcan, hayan y tengan j por tal Capitán obedeciendo los de
inferior clase las órdenes, que les diere | del Real Servicio, para
lo cual mando expedir este despacho, firmado de mi ma | no,
ORÍGENES DE LA IMPRENTA ARGENTINA ¡2^

sellado con el sello de mis armas, y refrendado del Secreta-


rio de este Virreinato j Por S. M.—Dado en Buenos Aires á
diez y seis de Mayo de mil \ setecientos y ochenta. \ Juan Jo-
seph de Vertiz \ (L. S.) | Rl Marqués de Sobremonte \ V. E,
nombra por Capitán de una Compañía de Milicias del Partido
de I los Arroyos á D. Laureano Taborda.
De todos estos comprobantes resulta evidentemente que,
bajo cualquier faz que se considere la cuestión, el año de 1780
es el que corresponde al establecimiento y primeras produc-
ciones de la imprenta en Buenos Aires, y no el de 1781 que
le asignan Angelis y el Dr. Gutiérrez.

IX

IJS I m p r e n t a e n n o n t e r i d e o .

La primera imprenta del Paraguay fué una creación; la de


Córdoba una importación; la de Buenos Aires una renovación;
la de Montevideo fué una invasión, que penetró por la bre-
cha abierta á fuego de cañón en su recinto amurallado, toma-
do por asalto. Ésta fué la cuarta imprenta primitiva que se es-
tableció en el Río de la Plata. Su historia se liga con la de
Niños Expósitos, á la que vino á dar nueva vida.
Entre las armas con que los ingleses emprendieron la con-
quista del Río de la Plata en su segunda invasión de 1807,
contábase una imprenta traída de su cuenta por un comer-
ciante. Establecida en Montevideo, tomada por asalto por el
General inglés Sir Samuel Auchmuty, por ella empezóse á
publicar, en Mayo de 1807, un periódico español y en inglés
titulado La Estrella del Sur, redactado por un inglés y varios
sudamericanos, que sólo alcanzó á publicar seis números En
^1 se manifestaba á los colonos la decadencia de la España,
presentándoles en perspectiva una prosperidad y una felici-
dad que prometían y que no habían conocido jamás.
La Audiencia de Buenos Aires, alarmada por la nueva pu-
blicación periódica, expidió un bando en que se decía: cDes-
de que los enemigos de nuestra santa religión, del Rey y del
34
530 REVISTA CONTEMPORÁNEA

bien del géaero humano emprendieron la conquista de la


plaza de Montevideo trayendo tropas de los puertos de In
glaterra, escogieron entre todas sus armas, como la más fuer-
te para el logro de sus malvados designios, la de una impren-
ta, por medio de los cuales les fuere fácil difundir entre los
habitantes de esta América especies las más perniciosas y se-
ductivas... y siendo cierto que, habiendo establecido dicha
imprenta, han empezado ya á dar al público papeles difusos,
llenos de noticias falsas y comprensivos de ideas las más
abominables... que bajo las fingidas apariencias de felicidad
envuelven nuestra ruina espiritual y temporal, se prohibe á
toda clase de personas el que puedan introducir en esta ca-
pital ni en otro pueblo del distrito de este virreinato las g a - '
celas inglesas de Montevideo, leerlas en público ó privada-
mente, ni retenerlas el más corto espacio de tiempo, debien-
do entregarlas... en la inteligencia que si alguno no lo ejecu-
tare, será tratado como traidor al Rey».
Rechazada la segunda invasión inglesa en Buenos Aires y
evacuada la plaza de Montevideo por sus tropas, en virtud de
la capitulación firmada por el General Whiteloke, la imprenta
inglesa quedó en Montevideo. Su propietario ofreció venderla
á la imprenta de Niños Expósitos, y la hermandad á cuyo
cargo estaba la adquirió por el precio de 5.000 pesos.
Con esta adquisición la imprenta de Buenos Aires se enri-
queció con una prensa más perfeccionada y un surtido variado
de tipos, que al renovar su cansado material por el uso de
veinte años de constante trabajo, la habilitaría para responder
á las exigencias de publicidad y de propaganda de los tiem-
pos que venían.
Por esta imprenta, que era elafocamiento de tres impren-
tras, se fulminaron los primeros rayos de la revolución de
Mayo de 1810 en la Caseta de Buenos Ayres, redactada por
Mañanó Moreno, que fué el primer periódico político publi-
cado en la América Meridional, que inauguró en ella la liber-
tad de imprenta.

. B.-il¡TOLOMÉ MlT»E.
U ORGUmClOíi DEL TRABAJO"'

A fin de no acumular citas que en otros estudios tienen


mejor cabida, mencionaremos en último término á otro escri-
tor de la misma época, bastante más conocido que los ante-
riores y al que ha dado mayor notoriedad Mr. Emilio de La-
veleye, por el hecho de dedicarle algunas líneas á su notable
libro sobre el socialismo contemporáneo.
«En los escritos de un publicista belga—dice,—el Barón
de Colins, y sobre todo en los desenvolvimientos hechos por
sus discípulos Agathon de Pott^r y Borda, el colectivismo se
precisa, especialmente en cuanto concierne á la organizacióa
agraria. Según Colins, la organización de la sociedad futura
habrá de ser la siguiente: Todos los hombres serán iguales en
derecho, debiendo todos ser colocados en condiciones socialmen-
te igiíales de trabajo. El hombre es libre y su trabajo debe
serlo también, y á este efecto la materia debe estar subordi-
nada á la inteligencia; el trabajo debe poseer el suelo y el capi-
tal, y también el salario debe colocarse en el máximum posible.
Todos los hombres son hermanos, porque tienen un corazón
común, siguiéndose de esto que si no pueden subvenir á su
subsistencia, la sociedad debe encargarse de ello. En el dominio
intelectual, distribución social de los conocimientos, y en el do-
minio material, apropiación social del planeta y de gran parte
de las riquezas adquiridas por las generaciones pasadas y con-
vertidas en capital. Por su parte la sociedad proporcionará la
educación y la instrucción teórico prácticas completas á los me-
nores, que de ese modo aprenderán, por medio de las cien-
cias teóricas, cómo es preciso obrar sobre la materia para sacar
de ella el mejot partido, y por medio de la ciencia social, cómo

,'l) Véase la pi^. 428 d: este tomn.


532 REVISTA CONTEMPORÁNEA

deben conducirse con sus semejantes. Llegados á la mayotia de


edad, y fuera ya de los institutos de instrucción, los jóvenes
harán una especie de aprendizaje de la vida activa, pasando
cierto tiempo al servido del Estado, y pagando así la tutela
social que les protegió durante su minoría. Al ingresar en la
sociedad como miembros activos, cada uno recibirá una dote
procedente de los excedentes de los ingresos de Estado, y desde
este momento se abren tres vías ante el trabajador, es decir
puede quedctr aislado, puede asociarse con otr'os para producir
en común y, por último, si no quiere producir nada á su costa
y riesgo, puede ponerse d sueldo de otro trabajador la empresa.
A las dos primeras clases la sociedad ofrece el suelo y un capi-
tal explotable, y para ello el suelo se dividirá en partes mayo-
res ó menores, según las localidades, las necesidades de las
poblaciones y las conveniencias agrícolas. Estas tierras, con
el material indispensable á sji explotación, se arrendarán al
que más ofrezca, con prohibición de subarriendo. La sociedad
prestará igualmente capitales, á fin de obligar á los capitalis-
tas particulares á no exigir un interés superior al fijado legal-
mente.»
«CoUns—^añale Mr. Laveleye—imaginó además otras me-
didas, encaminadas las unas á asegurar la preponderancia
del trabajo sobre el capital, ó expresado de otro modo, á ele-
var el salario cuanto sea posible, y las otras, d elevar la acti-
vidad de cada uno al más alto grado. Las primeras de estas
medidas son, aniquilamiento de la perpetuidad del interés,
sustituyendo el reembolso de las deudas por anualidades du-
rante la vida del prestamista, la proscripción de las asocia'
dones de cupitales, considerándose como las únicas lícitas las
de los trabajadores, y la concurrencia hecha por la sociedad
misma al comercio individual. La principal medida de la se-
gunda especie consistiría en la limitación de la herencia á la
linea directa, reconociéndose el derecho de testar, siendo las su-
cesiones testamentarias objeto de un impuesto, y las abintes-
tato fuera de la línea directa corresponden al dominio públi-
co. Por el conjunto de estas medidas la sociedad haría efec-
tiva la libertad, la igualdad y la fraternidad, y al mismo tiem-
po imposibilitaría toda explotación del trabajo por el capital
LA ORGANIZACIÓN DEL TRABAJO $33

individual. En este sistema social, pretenden los CÍ?/Í«V«ÍI?Í,


hay armonía entre la inteligencia y la propiedad. Todos son
propietarios de su parte inalienable del suelo, todoá, cuando
menos, tienen lo necesario, todos disfrutan de ocios, todos
poseen los medios intelectuales y materiales indispensables á
su felicidad en la tierra.»
Leyendo este plan de organización social y del trabajo, for-
mulado por Colins y sus más próximos discípulos, nadi^ le
creería concebido en la ya lejana época en que lo fué, sino
más bien en las postrimerías del siglo XIX. ¡Tanta es su seme-
janza con los planes ideadoi durante el último tercio de éste
por los socialistas y los reformadores de las escuelas más ra-
dicales! En él han tomado indudablemente algunas de sus
ideas, como Colins las tomó de los filósofos y aun de los uto-
pistas del siglo XVIII. Podría, pues, clasificársele sin error en-
tre las concepciones de tal carácter de nuestros días. En él hay
algo que en manera alguna es adaptable á las condiciones de
las actuales sociedades, y lo era mucho menos á las de aque-
lla en que fué concebido; pero también ofrece mucho digno
de consideración y que podría realizarse. Merece, por lo tan-
to, salir del olvido á que venía entregándosele, y el haber
contribuido á ello es otro de los servicios prestados por el
eminente socialista científico.

CAPÍTULO V

Mr. Luis Blanc y la organización del tcabajo.—Opiniones de Mr, Ferraz, de


Lamattine, de Layassenr j del per!($dico £1 Taller.—Sistema organizador
del trabajo de Schaeffle, j apreciaciones respecto d:l mismo.—Los socialis-
tas cristiano;, los católicos sociales y la organizacidn industrial protectora
de los obreros.

La figura de Mr. Luis Blanc, y prescindiendo de las de


Babeuf, Marechal, Buonarotti y los demás jefes y directores
del movimiento nivelador, por el que se enlazan bajo uno de
sns más característicos y transcendentales aspectos los si-
534 REVISTA CÓNTEMÍ'ORÍNEA

glosXVllI y XIX, y después de las de Fourier, San Simón,


Owen y del mismo Cabet, es la que más descuella dentro
del socialismo en la primera mitad del último siglo, habien-
do sus ideas y sus escritos influido, tanto ó más que las pro-
ducciones dé su ¡rfeconciliable adversario Proudhon, en de-
plorables acontecimientos que agitaron y perturbaron la vida
dé casi todos I05 pueblos europeos, pero que, sin embargo, no
dfejaron de servir á la causa del progreso. El opúsculo La
órganisación del trabajo, calificado por uno de los economis-
tas de la escuela clásica como el más dañino de los libelos,
Ifágó á constituir el evangelio de los revolucionarios exalta-
dos que, esparciendo sus miradas más allá del horizonte po-
lítico, surgieron de entre las barricadas que pusieron término
?i llamado gobierno de la mesocracia, y á la monarquía que
de entre otras barricadas se levantara, siendo también el ins-
pirador de los desastrosos talleres nacionales, que desvane-
cieron tantas risueSas ilusiones, que á su vez cooperaron efi-
tacisimamente con los adversarios de la forma republicana al
cambio del régimen político de la nación vecina, repercutien-
do sus efectos dolorosamente hasta en nuestra misma patria.
Gon todo, Mr. Luis Blaflc es tal vez el menos original de
ItíS socialistas y reformadores de su época, pues, como con
bastante exactitud dice Mr. Alfredo Sudre en su Historia del
comunismo, «todas las amargas y violentas críticas que dirige
á la sociedad, á la concurrencia y al orden económico, y to-
das sus teorías organizadoras, no son sino repeticiones y am-
plificaciones de las doctrinas de Babeuf, quien á su vez, y no
con mayor escrúpulo, copió á Storck, Leyden, Mably». Esta
falta de originalidad, que ofrecen también las obras de mu-
chos filósofos, jurisconsultos, economistas, sociólogos y es-
critores de todas las ramas de la ciencia, verdaderamente dis-
tinguidísimos, en manera alguna justificaría el desdén con que
ha sido tratado el preconizador de los talleres sociales. Aun
cuando, la celebridad de que disfrutara y el influjo grandísimo
que llegó á ejercer en su tiempo fueron muy fugaces, pro.
dtrcito másbien de las circunstancias y superiores al mérito
efectivo, habrían sido imposibles si en sus doctrinas y planes,
<5"en el modo de desenvolverlos, no se encontrara algo que
LA ORGANIZACIÓN ©EL TRABAJO 535

sirviera de fundamento. Es dificilísimo conquistarse un puesto


cual el que conquistó Mr. Luis Blanc, alcanzar un renombre
cual el que consiguiera, é influir cual influyo sobre el movi-
miento social de su país, si sus escritos y sus actos hubiesen
sido como, por ejemplo, Mr. Proudhon los pinta.
La parte de su sistema que de critica puede calificarse, aun-
que bastante declamatoria y llena de exageraciones, ofrece
mucho de verdadero, especialmente en lo que se' refiere á la
concurrencia y al régimen económico, y la expositiva del
mismo, aquella en la que se halla formulada y desenvuelta la
organización de sus talle fes scoiales, no carece de ingenio, si
bien no puede resistir un concienzudo análisis y una crítica
reflexiva, pues Se halla basada en numerosos y evidentes
errores. A esta segunda parte es á la que vamos á dedicao:
algún espacio, por ser la que de un modo más directo se
refiere á la materia objeto de nuestro estudio.

II

Su plan de org^anización del trabajo puede decirse que se


halla resumido en las siguientes líneas: «El gobierno, consi-
derado como el regulador supremo de la producción, é in-
vestido . de una gran fuerza para que pueda llevar á efecto su
misión, hará un empréstito, cuyo importe se destinará á la
creación de talleres sociales en las más importantes ramas de
la industria nacional. El Estado proporcionará capitales á los
talleres, gradualmente y sin interés. Los talleres se regirán
por reglamentos que tendrán fuerza y valor de ley >. Este
plan, como se ve, no es más que una amplificación de los
que hemos mencionado en el capítulo anterior, y hasta cierto
punto justifica el juicio que de él se ha hecho, y al que heoMW
^ludido, calificándolo como el menos original de cuantos
vieron la luz pública y tuvieron mayor ó menor resonancia en
el finado siglo XIX.
Refiriéndose en general á las ideas y á los escritos de
Mr. Luis Blanc, y en particular á su sistema para la organiza-
iáóa del trabajo, ha dicho el distinguido profesor Mr, Feriaz
,536 REVISTA CONTEMPORÁNEA

que no presentan c ninguno de esos grandes atásbos que sobre


el hombre y la humanidad á veces nos sorprenden agradable-
mente en las producciones de Fourier y San Simón, deter-
minando nuestra indulgencia para sus locuras»; que por esa
nos preguntamos «en qué difiere el socialismo de este
escritor del rastrero de un Babeuf y de un Cabet, viéndonos
obligados á responder que es casi únicamente por la elegan-
cia con que se ha expresado»; que «nunca se ha podido com-
prender mejor que leyendo su libro la distinción establecida
por Augusto Compte entre aquellos que elaboran las ideas y
los que las difunden, entre los que poseen el don de la con-
cepción y los que brillan por el de la exposición»; y que por
este último concepto «es por el que se distingue Mr. Luis^
Blanc, siendo por ello, tanto como por sus frecuentes apela-
ciones á las pasiones de la multitud, como puede explicarse
el inmenso éxito que alcanzó su obra, la popularidad extraor-
dinaria de que disfrutó su autor, la elevada posición que le
fué coácedida en 1848 al frente de la clase obrera en Lu-
xemburgo, y la impotencia en que se encontró después para
realizar las esperanzas que á aquélla habría hecho concebir
con su quimera de los talleres sociales».
Mr. Alfonso de Lamartine, tan grande como literata
cuanto pequeño como político, pues las miserias,, las pe-
queneces, las malas artes y las deslealtades que en el mun-
do político imperan no se armonizaban bien con su alma, sa-
turada de los más nobles y levantados sentimientos; Mr. Al-
fonso de Lamartine, apreciando también en su Historia de la
revolución francesa el sistema de Mr. Luis Blanc y los propó-
sitos á que respondía, manifestó que consistían «en apoderarse,
en nombre del Estado, de la propiedad y de la soberanía de
las industrias y del trabajo, en suprimir todo libre albedrío
entre los ciudadanos que poseen, que venden, que compran,
que consumen, en distribuir arbitrariamente los productos, en.
establecer un máximum, en arreglar los salarios, y en implan-
tar en todo el Estado propietario industrial sustituyendo los^
ciudadanos desplazados^.
Otro escritor, que por la especialidad y la profumüdad d e
sns estudios es muy digno del alto puesto qne ocnpaen el
LA ORGANIZACIÓN DEL TRABAJO $37

mundo científico, Mr. E. Levasseur, fijándose, no ya en el con-


junto de la teoría, sino en la aplicación y resultados prácticos
del sistema de Mr. Luis Blanc, tan irreflexivamente planteado
en parte por el Gobierno y la Asamblea constituyente de la
segunda república francesa, dice en la Historia de las clases
obreras, que «por estar abierta la caja se figuraron muchos que
no había más que acudir á ellat; que los obreros «se as&ciaban
sin otro objeto determinado que el de obtener unas subven-
ción, ó con pretensiones irrealizables ó vagas aspiraciones*; que
los propietarios «cuyos negocios se hallaban embrollados, se
asociaban con sus obreros para tener derecho á un préstamo
del Tesoro»; y que los hechos «fueron los que se encargaron
de poner de relieve los vicios de tal sistema de vergonzante
comunismo».
Refiriéndose al extremo último, aSade: «La incompatibilidad
de carácter de los asociados, la volubilidad de éstos, la falta
de calma, la ausencia de una disciplina voluntaría para susti-
tuir á la obligatoria de los talleres ordinarios, y sobre todo la
incapacidad de la mayor parte de los gerentes y la falta d e
probidad de algunos, condujeron á los establecimientos re-
cientemente creados á numerosas complicaciones». Todos
estos motivos ó causas disolventes, que en lo general no
emanaban directamente de los principios á que respondía
el sistema,.ni aun siquiera de su desenvolvimiento, sino que
provenían más bien de la precipitación y del poco acierto
con que aquél fué planteado, sin la suficiente preparación y
sin la convenientlsima selección del personal directivo y aun
del subalterno, contribuyeron, con efecto, al fracaso de los
talleres nacionales, como la parcialidad y mala distribución
de las subvenciones concedidas por el Estado, solicitadas por
lo común para fines nada meritorios, determinaron á su vez
el triste éxito de esta parte. Pero aparte de ello, y de un
modo acaso más directo, fueron causa del desastre, según ya
hemos indicado, las espeoialísimas circunstancias por que atra-
vesaba el país, que acababa de realizar una revolución, que
se lanzaba en nuevos y casi desconocidos derroteros, que se
agitaba con violentas convulsiones, que alentaba aspiraciones
más de carácter social que de carácter político, y en el que
Si^ REVISTA CONTEMPORÁNEA .

un Gobierno débil, sin brújula que le guiase á un norte deter-


minado, sin energías que lo sostuvieran y sin verdadera fuer-
za para resistir los embates cada vez más violentos d e q u e
las distintas fracciones le hacían objeto, era, más que otra
cosa, semi-incónsciente juguete de la parte más levantisca de
las masas armadas, precisamente de las que, con raras excep-
ciones,'invadierpn los talleres, no por fe y amor á la idea
que éstos representaban ^ no para contribuir al buen éxito del
ensayo, sino para cobrar los jornales sin hacer nada por su
parte. En iguales circunstancias y con parecidos elementos,
cualquier sistema, por perfecto que fuese, fracasaría, sin géne-
ro alguno de duda.
Pero poniendo término á estas breves indicaciones referen-
tes á un sistema cuya importancia ha disminuido tanto que
apenas ofrece otro interés que el meramente histórico, y del
que hemos hecho referencias repetidas en los anteriores estu-
dios, acudiremos para complementarlas al juicio emitido por
«1 periódico socialista El Ta/¿er, qae de autoridad de mayor
excepción puede reputarse.
Según dicho periódico, que vio la luz pública en París ei
3801848, «Mr. Luis Blanc no considérala asociación sino
como un medio para matar la concurrencia», y en conformi-
dad con este aserto añadía: «Le hemos visto combatir con
toda su energía y con toda su elocueneia la idea de las aso-
ciaciones diferentes y divididas por los intereses, sobre todo
si correspondían á uña misma profesión. Lo que quiso fué
una asociación única con la tendencia á ser universal, no ad-
mitiendo más que la división natural del trabajo y de los ta-
lleres y localidades; pero quiere que todos los trabajadores
funden absolutamente su interés particular en el interés co-
mún, y que se conformen con la ley de la inás completa so-
lidaridad. Con arreglo á su doctrina, en donde quiera que
fueran necesarios habría talleres sociales, aquí de carpinteros,
allí de albañiles ó sastres; en una palabra, no habría m i s qué
una sola asociación. En cuanto alprincipio de la repartición,
sería el de la más zhsoXvXz igualdad de salarios. Estas son las
dos grandes condiciones del sistema de Luis Blanc; prescín*
dase de cualquiera de ellas, y el sistema cae por su base.
LA ORGANIZACIÓN DEti TRABAJO Jj^

Además, las i 8 o sociedades que «e han fuadado en Parfsi


bajo el símbolo del nivel, ^sOn otra cosa que los diversos ta-
lleres de una misma asociación? Grandes y repetidos esfuerzos
se han hecho para solidarizar las asociaciones obreras, peto
todos han resultado infructuosos. Los establecimientos que
han tenido el valor y la perseverancia de sobreponerse á las
dificultades de la fundación, no se encuentran muy dispues-
tos á mancomunar su causa y cargar con otros estableci-
mientos más ó menos bien organizados. En cuanto al salario,
la mayor parte de las asociaciones lo quieren igual en su ori--
gen conforme á la teoría blanquista, pero la mayor parte han
tenido que renunciar á ello. Las dos condiciones fundamenta-
les de Mr. Luis Blanc, las que por sí solas caracterizan el
sistema, es decir, la unidad del interés y la igualdad del sala-
rio, se han falseado completamente en la práctica. La concu-
rrencia, á la que tiene un horror que comparten sus adeptos,
se practica en sus asociaciones, porque él jornal proporciona
do ál trabajo como cantidad y como calidad es también la
concurrencia. Con razón, pues, podemos decir que la trans-
formación que empieza á verificarse por medio de la asocia-
ción no procede de la teoría de Luis Banc».
Tal era la opinión, entonces autorizadísima, del Ei Taller^
opinión suficiente por sí sola para desvanecer, ó cuando menos
aminorar bastante, la poco sólida significación de un reforma-
dor que no es de loa menos responsables, aunque muy otros
fueran sus propósitos, de la caída de la república y de la re •
aparición del íajperio napoleóliico. Su plan de organización
del trabajo, si en el terreno especulativo con dificultad resiste
una crítica detenida, menos todavía puede sostenerse en el
práctico contra la incontrastable fuerza de los hechos. Las so-
-ciedades establecidas con arreglo á este plan organizador, si
bien á él no se ajustaron por completo, desaparecieron á poco
tiempo de nacidais, por los motivos ó causas que hemos indi,
cado, y los talleres nacionales^ acaso producto Alas directo
de la inspiración de Mr. Luis Blanc, después de SerVir de ali»
oente á la pereza, de consumir casi improductivamente cuan-
tiosas sumas salidas del Tesoro público, de aumentar la pre-
ponderancia de bastantes obreros, tan malos como trabajado-
540 REVISTA CONTEMPORÁNEA

re? cuanto levantiscos é indisciplinados, que audaces consi'-


guieron apoderarse de los puestos que antes ocupaban otrosí
obreros de ferviente fe en el socialismo, que hicieron cuanto
les era dado para que el éxito correspondiese con sus deseos-
y esperanzas, de constituir singularísimos establecimientos
donde se trabajaba y producía poco y malo y se gastaba mu -
cho, y donde se preparaban las frecuentes asonadas y sedicio-
nes que tanto daño hicieron á la causa de la república, y de
llegar á ser la imagen viva del desconcierto y aun de la anar-
quía, desaparecieron también, y lo que es más triste, cayeron
envueltos en el humo de la pólvora en lucha fratricida. Así,
pues, el sistema de organización del trabajo de Mr. Luis Blanc^
por razón de sus principios fundamentales, por la imperfec-
ción de su desarrollo y por la forma en que fuera llevado á la
práctica, no podía prevalecer; le faltaban las condiciones más
indispensables á un buen régimen industrial.
Sin embargo, puede aseverarse que en su esencialidad no
quedó sepultado con los talleres: otros grandes pensadores y
algún eminente hombre de Estado, á más de determinadas
escuelas socialistas, han recogido algunas de sus ideas capita-
les, comprendiéndolas en nuevos planes más en armonía con
las condiciones actuales de la sociedad, y por lo tanto más
viables.
Fernando Lassalle, cuyo influjo en el movimiento social
de nuestros días no puede ponerse en duda, llevado de su
pensamiento de impedir en cuanto fuera posible la odiosa ex-
plotación del trabajador por el capitalista, colocó entre i a s
bases de sus sociedades cooperativas la creación de talleres
nacionales, y al efecto propuso que ei Estado, haciendo uso
del crédito, contrajera un empréstito de cien millones de tha-
lers, destinándolos á la producción. Y á su vez el Príncipe de
Bismcrck, que en sus veleidades socialistas se aconsejó de
algunos prohombres del socialismo científico, de- Wagner,
SchafHe, Huber, etc.. etc., siguió á Lassalle respecto á la orga-
nización del trabajo, y admitió, y hasta cierto punto puso en
práctica, los talleres acciales, viéndose de ese modo cómo la
idea acariciada y lanzada á la publicidad por pensadores del
siglo XVIII, y recogida por otros pensadores y puesta en prác-
LA ORGANIZACIÓN DEL TRABAJO 54I
tica en algún país durante el que acaba de terminar, fué ha-
ciéndose paso, y ho obstante fracasos cuya importancia la
pasión y el espíritu sectario exageraran, se apoderó de inte-
ligencias esclarecidísimas y fué admitida hasta por el repre-
sentante más autorizado y eminente del principio autoritario,
prueba indudable de que ei^ si encerraba algo qne nada tenía
de quimérico, algo no debidé á Mr. Luis Blanc, á quien sin
raz6n se atribuye la paternidad, pues como indica uno de los
escritores citados, no hizo más que vulgarizarla, por decirlo
así, con el auxilio de un lenguaje elocuente y persuasivo, el
más propio para seducir á los más impresionables, rr.érito
que no j}uede negarse, y al mismo perjudicarla con su poco
acertado desenvolvimiento.

III

Mucho más práctico que todos los anteriores, y al mismo


tiempo más conforme con los dictados de la ciencia, es el
sistema de organización del trabajo patrocinado por Schaeífle,
quien le desarrolló magistralmente en el estudio de la que de-
nominó/'Í'///?V» w a a / . Ésta, á su juicio, se halla constituida
por la acción del Estado sobre la sociedad, y tiende á la pro-
tección de las clases desamparadas ó pobres, «para hacerles
más fácil la lucha por la vida, y en especial contra la actual
acumulación de las riquezast. Manifiesta á continuación que
para conseguirlo aparecen indicados dos caminos, «siendo el
de mayor importancia el que consiste en procurar y asegurar
á esta» fuerzas, débiles á causa.de su aislamiento, una asocia-
ción que les permita oponer al poder de aquella acumulación
otro de igual valía», y consistiendo el segundo «en estimu-
larlas y, en caso necesario, obligarlas del modo más práctico
posible á mirar y valerse por sí mismas, solidarizándose»,
debiendo contribuir á ello el seguro y la verdadera represen-
tación legalizada de los trabajadores. Entiende que la oigani-
zación internacional de esta protección <es un postulado de la
humanidad, de la moral y de la religión, análogo al de la
protección interaacional contra la esclavitud, y á la vez una
condición de equilibrio en la concurrencia entre los pueblos».
542 KfVISITA G O N T E M P O K A N E *

Por último, expresa que dicha protección *va mupho más le-
jos de la económica, pues sirve á la persona y á la libertad
del trabajador en lo referente á su educación é instrucción, á
su aprendizaje, á s% vida social, á su^ relaciones de familia y
á su salud, abarcando además todo el trabajo industrial, lo
mismo el de las fábricas que el de los talleres domésticos,
minas, etc., pero ao á la agricultura ni á los empleos, porque
se requerirían condiciones may especiales y todavía lejanas».
Pero ¿cuáles son los particulares que ha de comprender est^
protección, realizable en todos los pueblos por medio de le-
yes internacionales, y de otras exclusivas á cada país, siendo
más bien de considerar estas últimas como de desarrollo re •
glamentario de aquéllas para su adaptación á las condiciones
particulares de cada país, ó sea al medio ambiente? Schaeffle
las determina, y de su conjunto resulta un muy completo sis-
tema de organización. Entiende que deben comprender:
«i.°, la prohibición del trabajo de los niños, la limitación del
de los muchachos y las mujeres, descansos suficientes y, por
último, la fijación de una jornada máxima; 2.°, la seguridad
de la vida contra los riesgos que la amenazan, como de la sft-
lud y la moralidad; 3.°; la intervención en los contratos para
evitar la presión de los patronos»; y manifiesta que esta pro-
tección debe ser ordinaria y extraordinaria, y < abrazar casi
todos los órdenes de la vida, salud, moraÜdad, libertad, edu-
cación y cultura».
«Ninguna de esas medidas—prosigue diciendo—basta por
sí sola para reintegrar al trabajador en su dignidad de hom-
bre, en su condición civil, én su libertad moral, en su familia:
se necesitan todas juntas, porque cada una de ellas obra á su
manera. La jornada máxima asegura al padre, á la madre, á
los hijos, á los camaradas, el descanso de la tarde, y el del
domingo les permite intervenir libremente en la vida social,
aunque no sea más que un día por semana, y satisfacer sus
sentimientos piadosos; la prohibición del trabajo nocturno
contribuye á la vez á todo ello, y esta conjunción hace posi-
bles los deberes de la familia, déla pattia y de la humanidad >
Nada más racional y factible, hemos dicho, que esta, parte
de las teorías y del sistewa del distinguidísimo sociólogo ale-
LA ORGAÍIIZACIÓN DEL TRABAJO 54$

man: el trabajador encuentra la protección que la ley y el Es-


tado le deben, y la encuentra sin que se menoscabe su perso •
nalidad, sin qne se coarte su libertad, sin que le oprima, dife-
renciándose en esto de las concepciones de los utopistas y de
algunos de los reformadores contemporáneos. Se ve también
la obra de un pensador que no se ha encerrado en un idealis-
mo abstracto y quimérico, que no ha considerado al hombre
tal como se desearía fuese, sino tal cual es, que no persigue
una rápida y radical transformación social, que ha palpado los
males é investigado y estudiado sus causas, y procura extirpar
los unos y atenuar y hacer menos sensibles los efectos de las
otras, persuadido de que su total desaparición no es posible.
Por eso varios de los extremos de su sistema han sido lleva-
dos á la práctica en casi todos los países cultos; por eso con
él guardaron conformidad los acuerdos de la Conferencia in-
ternacional de Berlín; por eso sus ideas han entrado de lleno
en las doctrinas de la sociología moderna, y. por eso han con
tribuido poderosamente á determinar la tendencia, tal vez de-
masiado gubernamental y conservadora, de la derecha socia-
lista.
Prescindiremos por completo, no porque carezca de inte-
rés, que le ofrece grandísimo, sino por haberlo ya hecho en
anteriores estudios, de cuanto referente á la distribución de la
jornada, á la representación social de la clase obrera, á la in-
tervención del Estado en el orden industrial, etc., etc., ha pre-
sentado Schsefñe como desenvolvimiento de ios principios ó
bases de su sistema. Entendemos que la completa aplicación
de éste, modificado en algunos, no en muchos, de sus extre-
mos, redundaría en beneficio de la sociedad en general, prin
cipalmente de las clases que constituyen el proletariado, y
dentro de este, de los que dedican toda su inteligente y per-
severante actividad á la obra de la producción, sin que por
ello digamos que sea el término visible de las aspiraciones, tt>
el único plan aceptable de los muchos formulados, así como
tampoco el que no sean precisas otras medidas complemen-
tarias; es más bien un punto de partida, un principio de or-
ganización que irá completándose en virtud del movimiento
evolutivo hacia un régimen muy distinto del actual. No nega-
544 REVISTA CONTEMPORÁNEA
remos que con tal sistema se aumentaiía considerablemente
la acción del Estado y disminuiría la del individuo; pero aun
cuando así acontezca, se halla muy lejos de constituir un mal,
puesto que el individualismo, sobre todo según ha venido
entendiéndose y practicándose, no puede producir resultados
distintos que los poco gratos y muy conocidos, y, por otra
parte, las corrientes más generales y vigorosas de la opinión,
que cada vez más se apartan de él, demuestran, por el hecho
de este mismo alejamiento, que, desengañada por la expe-
riencia de más de un siglo, busca en dirección contraría la
solución de los problemas económico-sociales.
Si todas y cada una de las indicadas medidas protectoras
d e las clases proletarias y organizadoras del trabajo pudieran
realizarse por medio de las asociaciones particulares libres,
«omo algunos sociólogos y todos los economistas de la es-
cuela clásica sostienen, sin mixtificarlas para encubiertamente
hacerlas servir á fines muy diversos, entonces, y sólo enton-
ces, podríamos conformarnos con la opinión del ilustrado ju-
risconsulto Sr. Romero Girón, de que la acción del Estado
fuera sólo complementaria. Pero ante la demostrada impo-
tencia de las iniciativas y de las asociaciones particulares en
casi todos los países, ante las dificultades, ya que no las im-
posibilidades, de que se unlversalizaran y fueran obligatorios
todos sus acuerdos, lo cual creemos no puede conseguirse
más que ejercitando el Estado su poder coactivo ó intervi-
niendo la ley, nos parece que la acción de aquél debe ser
principalísima, que, renunciándose por completo, como ya se
ha comenzado á renunciar, al exagerado individualismo, al
desdichado dejar hacer, la ley y los poderes públicos han de
realizar, conforme Schaeñe sostiene, cuanto aquellas fuerzas é
iniciativas no han podido alcanzar hasta el presente, no obs-
tante reconocerse los beneficios que entraüan y cuanto á ellas
no puede ni debe abandonar la sociedad.
LA ORGANIZACIÓN DEL TRABAJO 545

IV

Los socialistas cristianos y los católicos sociales, varios de


los cuales, segúa hemos maaifestado en la segunda parte de
€ste estudio, tienen fijas sus miradas en el antiguo régimen
corporativo, apoyan también un conjunto de medidas y re-
formas que en lo general son las mismas que las patrocinadas
por los socialistas gubernamentales y de la cátedra, y hasta
cierto punto por no pocos de los economistas en quienes no
se han cristalizado los llamados principios inmutables de la
ciencia de Adain Smith y de sus continuadores los manches-
terianos. De su planteamiento esperan que habrán ds resul-
tar, por una parte, la mejor organización del trabajo, y por
otra, el cambio de los términos de la cuestión social, para
disminuir su gravedad y simplificarla, ya que no conseguir su
solución efectiva, y por último, hacer menos ruda la lucha
por la existencia y menos lamentable la condición del prole-
tariado.
Así, por ejemplo, el Congreso de Obispos alemanes reuni-
do en Fulda en 1889, que ha sido uno de los más importan-
tes de la escuela social católica, después de consignar su opi-
nión, conforme con la de los socialistas radicales, de que <la
sociedad industrial moderna está regida del modo más brutal
por las leyes del tráfico»; después de pronunciarse contra la
ley económica de la oferta y el pedido como reguladora del
salario, y después de consignar que «el trabajo en si no tiene
gar-antía alguna ni esperanzas de mejoramiento, ni medios de
realizar su progreso moral y espiritual», incluyó entre sus
acuerdos los siguientes, que constituyen todo un plan de re-
formas organizadoras del trabajo: Ajuicio de los congresistas
<ie Fulda, debe acudirse en auxilio del obrero. «i.°, prove-
yendo contra la necesidad y la miseria; 2.°, proveyendo á la
extirpación del vicio; 3.°, proveyendo al inejoramiento de las
<;ondiciones morales é intelectuales del trabajador; 4.°, orga-
nizando el trabajo y el salario de manera que se mejore Is
•oondicióa del obrero, sistema de trabajo asignado, auiqeato
35
546 REVISTA CONTEMPORÁNEA

de salario en relación con los años de servicios, y participa-


ción del obrero en los beneficios del capital; 5.°, ayudándole
para que llegue á encariñarse con la vida de familia; 6.°, fo-
mentando la buena armonía entre el personal de ias manufac-
turas; 7.°, alternando los trabajos de las fábricas con los de
economía rural; 8.°, proveyendo á la protección de los óbre-
los jóvenes, la prohibición del trabajo prematuio de los niños,
separación de los obreros y las obreras en las fábricas y ta-
lleres, clausura de los locales insalubres, fijación de las horas
de trabajo y aseguramiento del descanso dominical; g.°, con~
ceder indemnización á los trabajadores que sin culpa suya se
inhabiliten para el trabajo,temporal ó perpetuamente; io.°,coQ-
ceder garantías legales á las asociaciones obreras, haciendo
que el Estado vigile eficazmente el cumplimiento de las leyes
t0ciales>.
Á su vez ha manifestado el abate Wínterer que, según los
católicos sociales y los socialistas cristianos, entre los que
ocupaba lugar preeminente, «el obrero es el débil y el capi-
tal el fuerte»; que el Estado «no tiene sólo el derecho, sino
también el deber de proteger al débil cuando ¡-ea necesario»,
y que «entre la huelga, que puede poner en movimiento le-
• Hones enteras, y será siempre un paso más en el camino del
odio social, y la reglamentación por medio de la ley, votaría
sin vacilar por la reglamentación legal».
Rudolf Meyer, siguiendo las inspiraciones de Rodbertu?, for-
mó un cuadro bastante acabado de reformas, y un plan no
menos completo, en consonancia con aquéllas, de organiza-
ción social y del tfal>a}o, uno y otro tanto más radicales cuan-
to que en ellos aparecen muy perceptibles ideas comanistas
bastante pronunciadas, pero con todo no sorprendentes en ua
socialista cristiano, si se atiende á que el espíritu comunista
trasciende en las doctrinas evangélicas y caracteriza no poco-
á la p'.imitiva Iglesia.
Siguiendo á Rodbertus, como acabamos de indicar, propu-
so: «i.° la fijación legal de va salario mínimo; 2.°, la limRa-
ción de la jornada del obrero adulto; 3.°, la reglameatáción
de la producción industrial en interés de la comunidad y por
parte del Estado». Llegando al punto dónde Rodbertus se ha-
LA ORGANIZACIÓN DEL TRABAJO 547

bfa detenido, y traspasándolo, sostuvo tque el Estado no


sólo debe regular la producción, sino también, conforme á los
principios de la moral y la justicia, la distribución de las ri-
quezas». Asimismo—decía,—«es necesario que los oficios
sean reorganizados en forma corporativa, y con la mayor ra-
pidez la duración normal del trabajo de las mujeres y de los
niños, haciéndose que vigilen los talleres inspectores especia-
les, castigándose á ios jefes de industria coa multas elevadas,
acompañadas siempre de cárcel, por cualquier infracción de
la ley que cometan».
Por último, el célebre canónigo Moufang, que fué respecto
del Obispo de Maguncia, Ketteler, lo que Rodbertus de Win-
terer, y con el que cerraremos estas citas, que pudieran mul-
tiplicarse indefinidamente, emitió ideas y fijó proposiciones
que tendían á organizar la vida productora, y que, como las
ya e:^puestas. puntualizan el pensamiento íntimo de la escue-
la socialista cristiana. «Moufang—escribe Mr. Emilio de. La-
veleye [Le socialisme contemporain),—parte de hechos que,
como su Obispo, considera demostrados. El salario del obrero
no es suficiente; la condición de éste no es la que la humant
dad y el cristianismo exigen que sea; el mal proviene de la
aplicación de la ley de bronce de Ricardo; la misma caridad
católica no basta para una tarea tan inmensa. Es, pues, preci-
so que intervenga el Estado. Pero ¿cómo puede poner reme-
dio á un mal que parece resultado de las leyes económicas?
El canónigo no vacila en señalar cuatro medidas, la protec-
ción de las leyes, los socorros en metálico, la reducción de
las cargas fiscales y militares y, sobre todo, la limitación de la
tiranía del capital».
Moufang desarrolló ampliamente estos cuatro principios ó
bases, á las que se refiere todo su plan de reformas y cuya
exposición no intentamos porque nos llevaría demasiado te-
jos, plan que, según manifiesta Mr. de Laveleye, «no difiere
del formulado por los socialistas sino en las frecuentes invo-
caciones que aquél hace á las Santas Escrituras», y en el que
quedan bastantes extremos, y no los de menos importancia,
sin íesolver, defecto de que en lo general adolecen los refor-
madores de su escuela, qu< se detienen antes de llegar á las
548 REVISTA CONTEMPORÁNEA
consecuencias úitímas, por más que se desprendan lógica-
mente de sus premisas. Algunas de sus ideas, como de los
otros escritores citados, parecen, sin embargo, á primera vis-
ta no poco exageradas, cual lo parecen en general, especial-
mente en cuanto se re&eren á la crítica de la' sociedad las del
socialismo cristiano; pero no sucede asi profundizando en
ellas, y atendiendo á que han llegado á constituir una casi
universal aspiración, á que están basadas en la apreciación de
las condiciones y necesidades de las sociedades modernas, á
que forman parte de los programas de los más conservadores
de los socialistas y á que antes que á un porvenir más ó me-
nos remoto atienden al presente para corregir lo antes posible
males ya muy dañosos y que se extenderían y destrozarían
todo el cuerpo social si á tiempo no se les atajara. Otras de
sos ideas pecan de demasiado tímidas, y unas y otras deter-
minan los caracteres de sus sistemas organizadores d^l tra-
bajo.

CAPITULO VI

El colectivismo y la or^nizacióa social y del trabajo.—Programas organiza-


doies de éste, de las agrapacioDes obreras.—La asociacidn de los Caballeros
del trabajo.—Alganas ideas económicas del Conde Le^n Tolstoi j su teoría
de organización agraria.

Siguiendo nuestro estudio de los diferentes sistemas, idea-


dos para la organización del trabajo, desde los que responden
al socialismo práctico hasta los que entran de lleno en el ató*
pico; desde los que, entusiastas del pasado, buscan en él la base
para la transformación del presente, hasta los qae miran tau
sólo al porvenir, pero sin desdeñar las enseñanza» de la histo-
ria ni las realidades de la vida; desde los intUvidqalistas hasta
los colectivistas, desde los conservadores ó gt^eiiumeatales
hasta los más radicales y aun revolucionario^ siguiendo esta
sería graduada y ascendente, vamos á ocnparnc^ de Oos^úiti-r
LA ORGANIZACIÓN DEL TRABAJO 549
mos, cuyos adeptos crecen prodigiosamente, nutriéndose so-
bre todo de las clases proletarias y de la pequeña burguesía y
presentando al lado de los llamados trabajadores manuales á
\os áenomxxaáos intelectuales, entre los que el socialismo ha
hecho en estos últimos años sus mayores progresos.
El colectivismo, al que principalmente nos referimos, es,
con efecto, la más vigorosa y genuina manifestación del so-
cialismo contemporáneo radical, basando en un conjunto me-
todizado y lógico de reformas, algunas de> ellas acaso exage-
radas ó prematuras, la organización del trabajo y consideran-
do á esta organización como el núcleo más eficaz é indicado
para conseguir la mejora de la condición social y económica
de la población obrera, coincidiendo en ello, aun cuando no
en los términos y bases de la organización, con las demás es-
cuelas socialistas y aun con distinguidísimos economistas crí-
ticos.
Uno de nuestros más ilustrados profesores, el Sr. Millet, al
ocuparse hace ya bastantes años , cuando trascendentales
acontecimientos político sociales parecían perturbar hasta los
ánimos más serenos, al ocuparse de la cuestión social, y como
comprendido en ella y cual su parte más descollante, del pro-
blema obrero, escribía que, según los partidarios del colecti-
vismo, f el Estado debe poseer toda la propiedad inmueble,
toda la tierra susceptible de cultivo ó explotación, inclusos
los bosques, las minas, las vías de comunicación y aun los
ferrocarriles y los telégrafos», y que la explotación cde todas
estas cosas y las demás empresas de primera importancia,
que también serán del Estado, se otorgará mediante conce-
sión ó arrendamiento y con ciertas condiciones, para evitar
todo monopolio, á sociedades cooperativas de obreros, dejan-
do á la actividad privada las industrias y trabajos de menor
importancia, pero sin facultad de reunir capital y ganancia
que puedan destruir la igualdad social».
Del estricto cumplimiento ó aplicación de estos principios,
en cuya apreciación no entramos por no ser el lugar oportu-
no, resultaría, á juicio de los colectivistas, conforme el mismo
Sr. Millet expresaba, la transformación social más completa,
pues la, sociedad, colocada sobre tales bases, sería la nega-
55° REVISTA CONTEMPORÁNEA

ción absoluta de la actual. Ésta, según sus defensores, que,


apaite los que la explotan, lo son casi únicamente los econo-
mistas Y los sociólogos adheridos al principio del individualis'
mo absoluto, tiene como fundamentos ó bases la familia au-
tónoma, dueña de si propia, libre en sus actos y 4e disponer
como mejor le parezca de sus recursos y actividades, siem-
pre que no contraríe las reglas de la moral uní versal, ni las
leyes generales emanadas del derecho natural, expresión del
divino; el individuo, Ubre también y dueño asimismo de em-
emplear sus fuerzas donde y como mejor le parezca, con tal
de que al hacerlo no se ponga en pugna ó menoscabe más ó
menos la libertad ó el derecho de otro; la propiedad privada,
mobiliaria ó inmobiliaria, producto acumulado de los esfuer-
zos útiles de todas las generaciones; el Estado, garantizador
del orden social y tutelador del derecho; mientras que aquélla,
esto es, la sociedad colectiva, absorbe al individuo, á la fa-
milia, á la propiedad y al trabajo en el Estado, poseedor su-
premo, regulador y director de todo, creando una á modo de
vida conventual, de la que ni las individualidades aisladas ni
las colectividades particulares pueden sustraerse.

MANUEL GIL MAESTRE.

ifiontinuará^
LOCURA DE AMOR

EPISODIO NOVELESCO

A MI QUERIDO Y BUEN AMIGO DON EMILIO COTARELO,


DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA

. I

El café de San Sebastián.

En un caserón destartalado, coa entrada por la calle que


hoy se llama de San Sebastián y antes se denominaba del
Viento, existió durante el último tercio del siglo XVIII un
café puesto impropiamente bajo la advocación del santo már-
tir. Tenía el café, que era fonda al propio tiempo, concu-
rrencia numerosa de poetas y literatos por estar próximo á
los dos teatros de Madrid: el del Príncipe, que todavía existe,
aunque reedificado, y el de la Cruz, que ocupaba el trozo
de la calle de Espoz y Mina comprendido entre la de la Cruz,
donde tenía su fachada principal, y la plaza del Ángel.
Las vistas que se ofrecían á los huéspedes de la fonda y á
los tertulianos del café no eran muy agradables que digamos-
por la calle del Viento estaba, como hoy, el atrio de la pa-
rroquia, el cual servía de cementerio, siguiendo añeja y anti-
higiénica costumbre, y la plaza del Ángel no era tal plajui.
pues en su centro hallábase la residencia y oratorio de los
Padres de San Felipe Neri.
Al abrirse la acción de este episodio había recibido aquel
paraje una provechosa reforma. Con motivo de la expulsión
552 RtVISTA CONTEMPORÁNEA

de los jesuítas, fueron trasladados los Padres de San Felipe-


Neri al convento que aquéllos habían dejado vacante en la
plaza de Herradores con la advocación de San Francisco dfr
Borja, y el Conde de Aranda ordenó la demolición del anti-
guo edificio de los Filipenses para hermosear el sitio.
Habíase terminado el derribo del expresado convento e a
los primeros días de Febrero de 1771, y nos encontramos
casualmente en el 19 de Marzo del dicho año, cuando los ve-
cinos de aquella barriada y los concurrentes al café se hacían
lenguas ponderando las excelencias de una reforma que ha-
bía cambiado por completo el aspecto de aquel sitio en be-
neficio de la higiene y del ornato público.
Notábase en el café bastante concurrencia por ser día fes-
tivo y hora intermedia entre la de la comida y la del teatro^
pues ya sabe el lector que por esta época comenzaban dia-
riamente las funciones de los coliseos de cuatro á cuatro y
media de la tarde.
Alrededor de uüa antigua y maltratada mesa de caoba se
hallaban reunidos varios individuos á quienes el lector cono-
cerá seguramente: D. Juan de Iriarte, bibliotecario de S. M. y
latinista consumado; D. Ignacio López de Ayala, catedrático
de Poética de los Reales Estudios de San Isidro; D Francisco
Cerda y Rico, oficial de la Secretaría de Indias y colaborador
del erudito Llaguno y Amírola en la publicación de las cró-
nicas de los Reyes de Castilla; D . Casimiro Gómez Ortega,,
botánico notable, hombre corpulento, peritísimo en gastrono-
mía, y D. José Clavijo y Fajardo, literato y oficial mayor d e
las Temporalidades de los jesuítas expulsados.
Clavijo estaba en e t u s o de la palabra, y con ocasión d é l a
reforma de la plaza del Ángel, hacía hiperbólicos elogios de^
Conde de Aranda, procurando inculcar en el ánimo de sus
oyentes que, aunque no se le hubiese dado el destino que dis-
frutaba, de igual modo reconocería las relevantes prendas del
Presidente del Consejo de Castilla. La crónica no aseguraqae
se dieran por convencidos.
En esto entró de la calle, acercándose á la mesa, D. Fran-
cisco Mariano Nifo, poeta y piosista, noticiero incausábler
crítico de teatros, tipo acabado del periodista del siglo XVIIL
LOCUSA DE AMOR. 553
Después de UQ «huesas tardes» sentóse, pidió café y quedóse
escuchando á Clavijo, que hahía puesto el paño al pulpito, y
sin interrumpir su discurso por la llegada del nuevo tertulia-
no, seguía haciendo la apología del Conde de Aranda en pá-
rrafos rimbombantes y en alta voz para que le oyesen desde
las mesas Inmediatas los concurrentes al café.
—Muy bien—exclamó el viejo Triarte;—si fuera yo el Con-
de de Aranda, te apuntaba en cartera para la primer vacante
de fiscal que ocurriese en cualquier Consejo.
—Tómelo usted á broma, D . Juan—contestó Clavijo;—
pero si al Conde le favorecen las circunstancias y no le falta el
apoyo de S. M , transformará por completo este villorrio en
una capital que pueda competir con las mejores del extran-
jero.
—Y entonces sí que podremos decir—añadió Nifo:

Vive Dios que me espanta esta grandeza


y que diera un doblón por descrebilla...

—¿Esos versos—preguntó Clavijo—son de tu tragedia In-


sípida}
—Esos versos—replicó Nifo—ya sabes de quién son: y
mi tragedia no se titula Insípida, aunque IB califiques de tal,
sino Hipsípilis.
— T u tragedia, amigo Nifo—se apresuró á manifestar Iriarte-r
tropezó con las dificultades que para las obras de este género
ofrece siempre el mal gusto de nuestro público, acostumbrado
á los disparates de Marta la Romarantína y del Mágico Vaya-
larde; pero ahí tienes á Nicolás Moratín con su Hormesinda y
á Pepe Cadalso con su. Sancho García, que van por el mismo
camino á restaurar el teatro. Y, hablando de otra cosa, ¿qué
intentan poner en el centro de la plazoleta d:l Ángel? Dlce^
que un registro de agua del viaje Abroñigál a l o . Estas cosas
tienes tú obligación de saberlas. ^
—Me ha dicho Ventura Roddguez, el arquitecto de la
villa—tcontestó Nifo,—que le han mandado formar un pro-
yecto de una cruz de piedra c^i su pedestal, que habrá de
coloc9rse en el sitio donde estovo el oratorio. Rodríguez tie-
554 REVISTA CONTEMPORÁN'KA

ne ya el diseBo terminado, pero sube su coste á más de


lO.ooo reales, y el erario concejil anda apurado de maravedís.
jAh!... Señores... antes de que se me olvide: esta mañana, al
salir de misa, me encontré en las Trinitarias con Pepe Cadal-
so, y me dijo que hoy no vendría porque estaba invita-
do á comer en casa del Conde de Aranda, su protector y
amigo.
—¡Je! ¡Je! ¡No es mal Conde de Aranda!—murmuró Gó-
mez Ortega recogiendo con la cucharilla el azúcar que ha-
bía quedado en el fondo de su vaso.—¡El Conde de Aranda!
¡Buen maula nos ha salido el capitán poeta! ¡Si yo les dijese
á ustedes! ¡Si ustedes.supieran!...
Las exclamaciones del botánico excitaron la curiosidad de
todos y le animaban á que descubriese el enigma que envol-
vían aquellas frases pronunciadas con cierta ironía. Sólo don
Juan de Iriarte aparecía visiblemente contrariado, haciendo
señas con los ojos y la boca al D. Casimiro para que callara;
pero éste, saboreando las caspicias del azúcar y la satisfacción
de saber una noticia que ignoraba Nifo, no se daba cuenta del
desasosiego qué experimentaba el circunspecto y comedido
bibliotecario de S. M.
—¡Je! jje!... ¡En casa del Conde de Aranda!—repetía Gó-
mez Ortega relamiéndose los labios.—¡En casa del Conde de
Aranda!...
—Hable usted, hombre de Dios—gritó Nifo.—Si después
d e lo que ha dejado entrever se calla la noticia, quedamos
lucidos. Basta—dijo dirigiéndose al mozo que le servia en
aquel momento;—con tanto café y con las reticencias de don
Casimiro, no voy á poder dormir en toda la noche.
—Cuéntelo pronto—añadió Clavijo,—poique si da usted
tiempo, Nifo va á escribir una oda á la curiosidad, y nos la
leerá después; en bien de todos, evite este nuevo infortunio
que nos amenaza.
Como Nifo hacía versos á cualquier cosa, la ocurrencia
provocó risa general, incluso al paciente poeta, acostumbrado
como estaba á las bromas de su amigo; pero para desquitar-
se, y sin abandonar el tono de chanza, rñadió:
—No quieto dejarte una vez más por embustero; acepto la
LOCURA DB AMOR 555
idea de escribir ana oda, pero n.o dedicada á la curiosidad,
sino á la recta administración de las Temporalidades.
Iba á responder Clavijo, cuando Ayala le tapó la boca.
—A propósito—intetrumpió Iriarte al mismo tiempo, con
la idea de desviar la conversación por otro camino,—si se
realiza el proyecto de Nicolás Moratln, podrán ustedes leer,
como y cuando gusten, verso y prosa, latía y castellano, en
una tertulia íntima que quiere establecer, dando de bueno que
Grippini, el dueño de la fonda, nos alquile un cuarto reserva-
do. Hay inconvenientes, pero quizá puedan obviarse.
—Cuenten ustedes con mi duro—dijo Ayala.
—Y con el nuestro—añadieron Gómez Ortega y Cerda.
—Señores—se apresuró á decir Clavijo,— para tratar de ese
asunts se convocarán Cortes extraordinarias. Ahora, señor
D. Casimiro, cuente lo que sea, y pronto, sin hacer cago de
los gestos del severo Iriarte, siempre refractario á que se mur-
mure de los ausentes. Aquí estamos entre amigos, y Nifo, que
es el más parlanchín, cuando se propone callar una'cosa... no
lo consigue—añadió por lo bajo.
—Déjale en paz y no seas machaca—balbuceó D. Juan
al oído del oficial de las Temporalidades.
Gómez Ortega hizo con las manos seña para que callasen»
y dijo lo siguiente:

CARLOS CAMBRONERO.

{Coníinuará.)
BOLETÍN BIBLIOGRÁFICO

El viaje entretenido, de AGUSTÍN DE ROJAS, natural de la villa


de Madrid. Reproducción de la primera edición completa de 1604.,
—Madrid^ B. Rodríguez Serra, editor, MCMI. —Dos volúme-
nes en 4.' menor, de 304. y 276 páginas, d f pesetas el volumen.
I:,a Colección de libres picarescos ha publicado recientemente la
obra que nos ocupa, exornándola con un retrato de Agustín de
Rojas, estudio crítico, acerca del autor y de la obra de que y de
quien se trata, por D. Manuel Cañete, al principio del primer vo-
lumen, y un epilogo de D. Adolfo Bonilla de San Martín acerca
de la presente edición, con notas relativas á las ediciones que se
han hecho de la obra, impreso al fin del segundo volumen, todo
lo cual aumenta el interés y curiosidad de esté libro.
Todo esto se da por añadidura, y todo ello es de agradecer,
aunque la obra de Agustín de Rojas es de suyo interesante y ca-
riosa. En ella se reúnen muchas loas y anécdotas de tan atildado
autor, y no pocos documentos para conocer la vida íntima de
nuestros representantes á principios del siglo XVI.
En su viaje desde Sevilla á Valladolid, que realizan Ríos, Ra-
mírez, Solano y el propio Rojas, dialogan estos cuatro interlocu-
tores en buena compañía, para hacer más llevaderas las molestias
del camino, que alargan las estancias en Antequera, Granada,
Córdoba, Madrid. Segovia y Burgos. Todo este viaje no es, em-
pero, sino el hilo que engarza las muchas piezas sueltas que, re-
citadas por Rojas, tienen por este procedimiento una unidad de
narración que de otro modo no tendrían. La loa de la historia de
la, comedia, la descripción de lo que era el bululú, naque, ganga-
rilla, cambaleo, garnacha, bojiganga, farándula y compañía; la
ingeniosa loa de la luna; la del gallo; contra y en favor de las mu-
jeres; los elogios de la mosca y de la casa de Austria, entonces
imperante en España; la de la dentadura; la de los ladrones, la
del puerco; los días de ía semana, no menos que la novela de los
amores de Leonardo y Camila, son cosas de entretenimiento, in-
genio y erudición que deleitan al lector, contribuyendo no poco á
ello la prosa limpia y flexible de Agustín de Rojas.
La Colección de libros picarescos nos merece elogios por las
obras hasta ahora publicadas, porque no busca con ellas lo bur-
damente grosero, que sólo puede satisfacer á espíritus taberna-
rios, sino que explota un riquísimo venero de nuestra literatura,
y aunque ho el más sano moralmente, el que constituyó todo un
BOUETÍN BIBLtOGRAKCO , 5$7
género de que literariamente debemos envanecemos y gloriarnos,
género poco estudiado y que merece serlo con ahinco. La publi-
cación de tantas obras raras y poco conocidas que en él existen
contribuirá seguramente á que pueda hacerse lo que hasta ahora
no se ha hecho en España: á estudiar debidamente nuestra lite-
ratura picaresca, donde existe caudal tan abundante y propio,
tanta galanura de lenguaje, tanto derroche de ingenio y travesura
y tantos autores dignos de que no permanezcan, como hasta aho-
ra, poco menos que ignorados.
E.
» •

Jje catholiei«me s o c i a l , / a r MAX TURMANN,/rí»/«xí«r au Co-


lllge libre des Sciences sociales.—París, Félix Alean, editor.—
Un volumen en 4.°, 111-327 páginas, Ó francos.
La escuela social católica ha formulado un conjunto de doctri-
nas que hallamos expuestas y sustentadas de manera análoga en
los distintos países, aunque, indudablemente, se puede indicar,
según la sociedad política de que se trate, tal ó cual diferencia de
detalle en cuestiones de carácter secundario.
Es fácil comprobar que cada pueblo iia estudiado con prefe-
rencia un determinado aspecto de esta.suerte de socialismo; pero
cualesquiera que sean las variaciones que de aquí se sigan, la;
escuela social católica es una é idéntica en todos los países: sus
oradores, sus representantes en el Parlamento, se apoyan en idén-
ticos principios fundamentales y se hallan de acuerdo en sus prin
cipales conclusiones prácticas.
No se ha propuesto el Sr. Turmann ofrecer en su obra una
exposición detallada de cada una de estas doctrinas, sino apuntar
en unos casos y discutir en otros las ideas directrices y los carac-
teres generales.
Leyendo este interesante libro se piensa que él catolkismó so-
cial constituye en el mundo moderno una fuerza «rgxirosa cuya
intensidad puede compararse, y aun oponerse, al socialismo revo-
lucionario.
*
» •
Précis de sociologie, par G. TALANTE, agrégé de philosophii.—
Paris, Félix Alean, editor. —Un volumen en 8.°, 188 fdginaS,
2,^0 francos.
La inspiración de este nuevo libro del Sr. Falante es. clara-
mente psicológica é individualista: como psicólogo. examina las
leyes que presiden á la formaciófl, conservación, desenvolvimien-
to y decadencia de las sociedades, y del mismo modo analiza el
espíritu de solidaridkd, el dogmatismo y el escepticismo sociales.
Nótase en no pocos puntos de la obra la influencia;de la so-
ciología de Schopeníiauer y de Nietísche, y cree el autor, autt-
<)ue no adopta todas las ideas de aquellos dos pensadores, que la
558 REVlStA CONTEMPpRÁNEA
labor sociológica de éstos contiene elementos indispensables a[
estudio de todos aquellos que defiendan algún aspecto de la filo-
sofía social individualista.
La claridad del método y la acertada exposición de la materia,
cualidades que distinguen al Sr. Palante, hacen muy interesante
la lectura del Précis de sociologie, que recomendamos á todo el
que sienta afición por las cuesúones sociales.
*

Histoire de l'anfté i t a l f e n n e , / a r BOLTON KI.VG, traduH de


l^anglais par E. Macguari.—París, Félix Alean, editor. Dos vo-
lúmenes en 4°, de más de 400 páginas cada uno, is francos.
Este importante libro es una sincera narración de los dramáti-
cos hechos ocurridos en Italia en el espacio comprendido entre
1814 y 1871, y es realmente indispensable á quien desee conocer
la historia contemporánea de aquel pueblo.
El autor, que siente extraordinaria simpatía por la unidad ita-
liana, comprueba con gran imparcialidad las buenas cualidades
y los defectos de los italianos de distintas provincias y de diver-
sas clases sociales; muestra gran respeto al catolicismo, aunque
somete á discusión el Pontificado como institución política, y tra-
za con exactitud los retratos de Víctor Manuel, de Cavour y de
Garibaldi, de Ricasoli y de Napoleón.
La notable traducción del Sr. Macquart va precedida de un
excelente estudio, á manera de prólogo, de Ivés Guyot, que pre-
senta un cuadro muy sugestivo de la Italia del último tercio del
pasado siglo.

Otfas publicaciones.
Apéndice al Manual de reclutamiento y reemplazo del ejército
por D. Manuel Serrano y Perea, aplicable a todas las obras pxi-
blicadas sobre esta materia, por Adolfo Sanz de Ojirando, licen-
ciado en derecho, etc.—Comprende la legislación posterior á la
Novísima ley y reglamento.—Madrid. En 8.°, 127 páginas, 1,50
pesetas.
Condiciones que debe reunir una buena nodriza, por Manuel Se-
galá y Estalella. doctor en medicina, secretario general de la
Academia de Higiene, de Cataluña. Memoria laureada en concur-
so público.—Barcelona, igoo. En 4.°, 56 páginas.—Trabajo muy
bien pensado y escrito, en el cual se estudia un tema de extra-
ordinario interés.
Bibliothique d^ Histoire el de Géographie universelles. Les rigions
boreales, por E. Richet.—París, librería C. Reinwald Schleicher
fréres, éditeurs, 15. rué des Saints-Péres, igioo.—En 8.°, 212 pá-
ginas, con II figuras en el texto y 4 mapas, 2 francos.—Es un li-
bro tan instructivo como ameno, que se lee de un tirón; tanto
acierta á cautivar el ánimo.
BJLETÍN BIBLIOGRÁFICO 559

Les livres (Tor de lascience. Le coopératisme, por A . D . Bancel.—


París, librería C. Reinwald_.—En 8.°, 248 páginas con 25 figuras
en el texto, 1,50 francos; 1901.—El autor estudia detenidamente
este sistema sociológico y hace muy oportunas consideraciones.
Apuntes relativos d la repoblación forestal ae la sierra Je Esfiu-
ña, por R. Codorniu, ingeniego de montes.—Murcia, Tip. de Las
Provincias de Levante.—En 4.°, II i páginas, 2 pesetas.
Ensayos de critica y de historia, por H. Taine, traducción pró-
logo y notas de Rafael Ballester.—Palma de Mallorca, Tip. d e
Amengual y Muntaner. En 8.°, 66 páginas (sin indicación d e
precio).
Essai sur l"Esthetique de Lolze, par Amédée Matigrin.—París,
Félix Alean, editor.—Un tomito en 8." de 163 páginas, 2 francos.
Hallamos de gran importancia la publicación de este compendio
d e las ideas estéticas de Lotze, y singularmente la hallamos útil
como propaganda filosófica, ya que aquel pensador, tan conocido
en Inglaterra y Alemania, se halla casi olvidado en Francia.
La l'ondation umversttaire de Belleville, par Charles Gide y Jac-
ques Bardoux.—París, Félix Alean, editor.—Un folleto en 8." d e
88 páginas, i, 50 francos. —Es una curiosa é interesante relación
científica sobre la fundación de la renombrada Universidad d e
Belleville. Los amantes de la pedagogía deben adquirir esta pu-
blicaci.:)n, en que hallarán materia suficiente para estudiar mu-
chas c sas que nos faltan en España.
Psychologie d'une vilie: Ess.ii sur Bruges, par H. Fierens Ge-
vaert.—París, Félix Alean, editor.—Un volumen en 8." vni-190
páginas, 2,50 francos.—El autor relata la historia de Bruges si-
glo por siglo, dominando en la narración la nota artística y de-
mostrando el Sr. Gsvaert que es un crítico de primera fuerza.
Repertaire general ou dictionnaire mñhodique de bíbliogra/yhie
des industries tinctoriaks: Technologie et chimie, par Juíeí Garlón.
—París; Gauthier-Villars, editor. —Primer cuaderno, en 4,° ma-
yor, de 73 páginas. (Sin indicación de precio.)
La Chine et la di/ilomatie européenne, par Elisée Reclus.—París,
Schíeicher fréres, editores.—Un folleto en 4.0 mayor, 16 páginas,
0,60 de {T&nco,—L,'Humanité Nom>elle ha publicado en folleto
separado el importante estudio sobre China del famoso historia-
dor y geógrafo Eliseo Reclus, publicado ya en tan acreditada re-
vista francesa.
Oposiciones d cátedras: La Filosofía, por D. Prudencio J. Conde
y Kiballo, catedrático del Seminario. — Córdoba, imprenta del
Diario.—En 4.", 73 páginas. (Sin indicación de precio.)
El derecho á la ocupación de territorios en la costa occidental de
África, por Cesáreo Fernández D u r o . —Madrid, establecimiento
tipográfico de Fortanet. - U n folleto en 4.° prolongado. 74 pági-
nas. (Sin indicación de precio.)—Es un notable estudio en que
campean el saber y la erudición característicos en el Sr. Fernán-
dez Duro.
Impresiones y juicios, por Mariano Aramburo Machado, prólogo
<le D. Rafael Montero. - H a b a n a , imprenta de La Propaganda
560 REVISTA CONTEMPORÁNEA

Literaria.—Un volumen en 8.*, xxviii-337. (Sin indicación de


precio).
La neurosis anárquica, por Canta-Claro.—Guadalajara, im-
r prenta de Burgos.—En 8.°, 94 páginas, una peseta.
Impresiones sobre los desastres actuales, por un periodista ultra-
montano.—Cádiz, imp. de Rodríguez Silva.—En 8.°, 324 páginas.
(Edición especial de 100 ejemplares, que no se vende.)
Congreso marítimo nacional: Información preliminar.—Impren-
ta de la sucesora de Minuesa de los Ríos.—En 4.°, 128 páginas.
Anuario de electricidad para iQOi, por Ricardo Yesares, inge-
niero electricista.—Madrid, Bailly-Bailliere é Hijos, editores.—
Un tomo en 4.°,.encuadernado en tela, 560 páginas.—El útilísi-
mo anuario que publica esta acreditada é importante casa edito-
rial contiene la relación de cuantas noyedades se han presentado
el ano último en materia de electricidad, y una multitud de cues-
tiones prácticas de gran- interés para todos. El Anuario de elec-
tricidad es un libro necesario.
La guerra hispano-americana, por S. Gómez Núñez.—Madrid,
imprenta del cuerpo de Artillería.—Un volumen en 8.°, 242 pági-
nas (con tres planos á cuatro colores, cuatro pianos parciales y
23 fotograbados), 5 pesetas.
Nociones de sociología, por el Dr. José España Lledó, cate-
drático de Lógica • en la Universidad de Granada y diputado á
Cortes.—Madrid, librería de Hernando y Compañía.—Un volu-
men en 8.° de 254 páginas, 3,50 pesetas.

P. V.

IMPRENTA DE LOS HIJOS DE M. G. HERNÁNDEZ


r Libertad, i6 duplicado, bajo.
igoi
GONTRATACIOPl DE OBRAS PÚBLICAS (I)

Gran polvareda ha levantado el Real decreto de 24 del


mes corriente dictado por el Sr. Ministro de Agricultura y
Obras públicas, para derogar el art. I.° del pliego de condi-
ciones generales aprobado en 7 de Diciembre de 1900 y el
Real decreto de 21 de Diciembre del mismo año sobre na-
cionalización de las Compañías de ferrocarriles.
El Real decreto de 17 de Marzo de 1891 fijó las cuatro
secciones de la zona militar de costas y fronteras demarca-
das por la Comisión de defensas del Reino, pero quedó pen-
diente la reforma déla legislación de Obras públicas y de
otros ramos, encomendada á una comisión, hallándose Es-
paña, por tan prolongada interinidad, en situación bien crí-
tica para mantener la integridad del territorip en la zona de
nuestro litoral marítimo. Hasta ahora la ingerencia del Mi-
nisterio de la Guerra en la construcción de ferrocarriles sólo
sirve para causar una serie de molestias á las empresas es-
pañolas- que ejecutan sus obras en Asturias y otras provin-
cias, y, en cambio, se conceden depósitos de carbón, mue-
lles, embarcaderos, diques, etc., á los extranjeros en islas tan
amenazadas como Canarias y las Baleares, en las rías de
Galicia y en los puertos de refugio en donde pueden fondear
las escuadras, con una imprevisión propia solamente de
esta tierra, en donde parece que se desconocen hasta los ru-
dimentos de lo que en todas partes constituye las bases fun-
damentales de la defensa nacional.
En la mayoría de los países anglo-sajones está prohibido
(t) Llamamos la ateDción de nuestros lectores sobre este importante ar-
ticulo del ilustre ingeniero y ex-Director general de Obras públicas, señor
Abda.
(N.JeUR.)
30 de Junt» dt /po/.—TOMO CXXII.—COAD. VI. 36
562 REVISTA CONTEMPORÁNEA

á los extranjeros la adquisición de inmuebles; en algunos


otros, como Alemania, se exige la autorización del Monar-
ca, y en Méjico, por ejemplo, se hace lo propio en amplias
zonas de las costas y fronteras.
Cuando estaba al frente del Ministerio de Agricultura el
Sr. Sánchez Toca, desempeñando el que suscribe la Direc-
ción de Obras públicas, alarmados ambos ante ciertas con-
cesiones en los puertos, se dictó una Real orden para que las
autoridades militares intervinieran en lo sucesivo en los ex-
pedientes, y preparó además el Sr. Ministro el Real decreto
de nacionalización de los ferrocarriles, obra suya, que sabrá
defender con su reconocida competencia.
En cambio, la reforma del pliego de condiciones genera-
les y de los formularios fué labor del que suscribe, encami-
nada á simplificar el trabajo de los ingenieros, é imprimir
mayor celeridad y sentido práctico en el ramo, y me corres-
ponde, por tanto, salir á la defensa combatiendo la deroga-
ción del art. i.° del mencionado pliego.
Las obras públicas ejecutadas con fondos del Tesoro cons-
tituyen uno de los resortes más vigorosos de la vida nacio-
nal, y en todas .partes se manejan y dirigen por personal
técnico al servicio del Estado y por contratistas y auxilia-
res naturales del país. Sólo en España, por reminiscencias de
un cosmopolitismo caduco y desacreditado, se conservaba
en el pliego de condiciones, de 1886, la facultad reconocida
á los foráneos lo mismo que á los españoles para ser contra-
tistas de obras públicas, artículo que se reformó, reservan-
do, no obstante, el conqurso de aquéllos para las obras que
requiriesen algún privilegio de invención ó que constituye-
ran especialidades industriales poco desarrolladas entre nos-
otros.
¿A qué santo hemos de confiar á los extranjeros la cons-
trucción de carreteras y puertos por cuenta del Estado,
cuando sobran en España sociedades, contratistas y talleres
para prepararlos? Se siguen de tal abdicación dos males:
primero, regalar derechos á los extraños cuando ellos nos
niegan en absoluto la reciprocidad, y segundo, cooperar in-
conscientemente á la elevación pavorosa de nuestros cam-
CONTRATACIÓN DE OBRAS PÚBtlCAS 0 3

bios, trayendo tramos metálicos y aparatos de todas clases


del extranjero, dejando, además, que los contratistas se lle-
ven convertidos en oro sus beneficios.
Afirma el Sr. Ministro de Agricultura en el preámbulo del
decreto que se oponen á la innovación introducida en el ar-
, tículo 1° del nuevo pliego de condiciones el 2° de la Cons-
titución, el 27 del Código civil y los artículos 15 y 21 del
Código de comercio.
Examinemos al efecto su contenido:
CONSTITUCIÓN.— «Art. 2.° Los extranjeros podrán es-
tablecerse libremente en territorio español, ejercer en él su
industria ó dedicarse á cualquiera profesión para cuyo des-
empeño no exijan las leyes títulos de aptitud expedidos por
las autoridades españolas. Los que no estuvieren naturali-
zados no podrán ejercer en España cargo alguno que tenga
aneja autoridad ó jurisdicción.»
CÓDIGO CIVIL.—«Art. 27. Los extranjeros gozan en Es-
paña de los derechos que las leyes civiles conceden á los es-
pañoles, salvo lo dispuesto en el art. 2° de la Constitución
del Estado ó en tratados internacionales.»
CÓDIGO DE COMERCIO.—«Art. 15. Los extranjeros y las
Compañías constituidas en el eAranjero podrán ejercer el
comercio en España, con sujeción á las leyes'de su país en
lo que se refiera á su capacidad para contratar y á las dispo-
siciones d« este Código en todo cuanto concierne á la crea-
ción de sus establecimientos dentro del territorio español, á
sus operaciones mercantiles y á la jurisdicción de los tribu-
nales de la Nación.
Lo prescripto en este artículo se entenderá sin perjuicio
de lo que en casos particulares pueda establecerse por los
tratados y convenios con las demás potencias.»
CÓDIGO DE COMERCIO.—Art. 21. «Las Sociedades extranje-
ras que quieran establecerse ó crear sucursales en España
presentarán y anotarán en el Registro, además de sus esta-
tutos y de los documentos que se fijan para las españoles, el
certificado expedido por el Cónsul español de estar consti-
tuidas y autorizadas con arreglo á las leyes del país respec-
tivo. El Diccionario dé la Academia define la palabra profe-
564 REVISTA CONTEMPORÁNEA
sión: «Empleo, facultad ú oñcio que cada uno tiene y ejerce
públicamente.»
Basta fijarse en el art. 2.* de la Constitución para hacerse
cargo de que la facultad concedida á los extranjeros de ejer-
cer su industria 6 profesión en territorio ^español se refiere
al servicio de empresas ó particulares, pero no del Estado,,
y aún se ha limitado notablemente aquella libertad en las
explotaciones mineras por el reglamento vigente, que obliga
á las Sociedades exóticas á tener á su servicio personal fa-
cultativo español como garantía exigida por nuestro Go-
bierno, á pesar de la competencia del personal técnico de las
empresas.
El art. 3.° de la Constitución consigna que los españoles
están obligados á defender la Patria con las armas, y á con-
tribuir en proporción á sus haberes para los gastos del Es-
tado, de la Provincia y del Municipio; pero en cambio les re-
serva por el art. 15 los empleos y cargos públicos.
Quiere decir que ningún extranjero puede desempeñar en
el ramo de obras públicas del Estado ni siquiera los modes-
tos puestos de ordenanza 6 de peón caminero, y ¿cómo es
posible que esa misma Constitución los ampare para ejercer
las funciones importantisiifias de contratista poniendo en
sus manos los londos del Erario destinados á sostener miles
de operarios y el personal facultativo y administrativo que
dirige las obras?
Los seis capítulos del pliego de condiciones generales
contienen las severas prescripciones de la estrecha discipli-
na á que somete la Dirección general de Obras públicas al
contratista en la ejecución de los trabajos. El art. lo le
obliga á realizar las expropiaciones con carácter de delega-
do del Gobierno; el 18 le impone el deber de despedir á sus
dependientes y operarios cuando el ingeniero del Estado lo
reclame, y el 6." le previene que ha de someterse en la deci-
sión dé todas las cuestiones con la Administración que pue-
dan surgir de su contrato á las autoridades ó tribunales or-
dinarios, con arreglo á la legislación vigente.
¿Es posible que estas obligaciones y otras muchas no
ntóhds rigorosas, pero de carácter esencialmente nacional^
CONTRATACIÓN DE OBRAS PÚBLICAS S^S
puedan quedar encomendadas sin graves peligros é incon-
venientes, á manos extranjeras: Bajo ningún concepto, entre
otras razones, porque la experiencia ha enseñado en Espa-
ña, á las personas que han desempeñado altos cargos, que
los foráneos, en sus relaciones con los Ministerios y las Di-
recciones, no se limitan al disfrute de los derechos que les
reconocen los pliegos de condiciones de sus respectivos con-
tratos, apelando con frecuencia, para lograr sus fines, á la
presión, á veces violenta, de las Embajadas, que colocan á
nuestra Administración en situación desairada, más propia
que de nación independiente de colonia ó país sujeto á pro-
tectorado extraño. Infórmese bien el Sr. Villanueva y se en-
terará del catálogo de dolorosas experiencias acumuladas en
la materia que niega en el preámbulo (i).
Y no puede invocarse en este caso ni aun el pretexto de
que los extranjeros aportan capitales, porque en las obras
públicas del Estado ejecutadas por ellos, como contratistas,
no se emplean más fondos que los del Tesoro, y aquéllos
vienen á llevárselos con daño para la Nación y el consiguien-
te desnivel en nuestros cambios.
Contiene el art. l.° del pliego de condiciones las siguien-
tes excepciones para ser contratistas: i.° Los que se hallen
procesados criminalmente, si hubiera recaído contra ellos
auto de prisión. 2.° Los que estuvieren fallidos ó en suspen-
sión de pagos ó con sus bienes intervenidos. Y 3.° Los que
estuvieren apremiados como deudores á los caudales públi-
cos en concepto de segundos contribuyentes. Y ¿cómo es
posible que estas restricciones se refieran á los extranjeros,
ni haya medios hábiles para practicar tales indagaciones en
los plazos de las contratas para proponentes del Ecuador ó
del Japón?
Sin embargo, la exclusión de aquéllos no fué absoluta.

( I ) La proteccida de los tepresentantes del E^Udo en el exttaDjero no


puede Eer mis qtie oficios?, segía los tratadista] de derecho ioterDacional, en
los asuntos puramrnte particalaRs que no tiecen relaridn con los intereses
generales del pais; pero este sano y recto ptíncipio no se >ttele tener en cuen-
ta por la mayoría délos diplomático', sobre todo contra las naciones déb-
\es.-— Cotifiictts di nacionalidad, por D. Antonio Castro y Casales!, pá-
fiM 31.
S66 REVISTA CONtEMPORANEA

según se ha dicho anteriormente, en el art. i.° del pliego


reformado en 7 de Diciembre último, puesto que se consig-
nó la facultad de ser contratistas «cuando las obras exijan
para su ejecución elementos que sean objeto de privilegio de
invención ó constituyan una especialidad industrial poco
desarrollada en España». Se mantuvo, por tanto, el con-
curso de la capacidad científica de los extranjeros para todo
aquello en que tuvieran verdadera superioridad sobre nos-
otros, pero estableciendo claramente que para construir
un trozo de carretera 6 una casilla de peones camineros
fuera indispensable en el contratista la nacionalidad espa-
ñola.
El art. 27 del Código civil y los arts. 15 y 21 del Código
d3 comercio no son más explícitos que el 2° de la Consti-
tución ni dan nueva luz en la materia para esclarecer el pun-
to concreto que examinamos. Conste, pues, que la única
fuente de derecho facultando á los extranjeros para ser con-
tratistas de obras públicas se derivaba del art. i.° del pliego
de condiciones generales de 11 de Junio de 1886, y lo que
estatuyó el Real decreto de aquella fecha con tan escaso fun-
damento lo pudo deshacer el Real decreto de 7 de Diciem-
bre último, basado en una doctrina más sana y más patrió-
tica.
Por otra parte, está aún reciente el concurso que abrió el
Gobierno presidido por el Sr. Silvela entre los astilleros par-
ticulares españoles para la construcción de dos buques es-
cuelas destinados á la Marina de guerra, y á nadie se le ocu-
rrió la peregrina teoría de que la exclusión de las empresas
extranjeras pudiera infringir la Constitución de la Monarquía
española como se ha pretendido ahora, con tan visible exa-
geración.
Veamos ahora si hay algún vestigio de reciprocidad por
parte de las demás naciones, en la seguridad de no encontrar
en los Códigos fundamentales de otros países ninguna som-
bra de abdicación de la propia soberanía. La ley de 2$ de
Febrero de 1875, relativa á la organización en Francia de los
Poderes públicos, no concede ninguna clase de derechos á los
extranjeros, y toda la legislación revela, según el libro del
CONTRATACIÓN DE OBRAS PÚBLICAS 567

Sr. Castro, profunda antipatía hapia los mismos y el recelo


constante de la competencia que puedan hacer á los france-
ses. Existe allí el registro de extranjeros, el derecho de ex-
pulsión; se les prohibe aun la enseñanza libre, quepertenez
can á los sindicatos profesionales y se les aplica el grado
máximo de las penas.
El art. 128 de la Constitución de Bélgica dispone que
«todo extranjero que se encuentre en territorio belga goza
de la protección concedida á las personas y bienes, salvo las
excepciones determinadas por la ley>, es decir, que sólo con-
cede la seguridad individual y la de las propiedades. El Go-
bierno expulsa del territorio á los extranjeros que no obten-
gan el permiso de residencia.
El Estatuto fundamental de Italia previene en su art. 24
que «todos los habitantes del reino, sea cual fuere su con-
dición ó dignidad, son iguales ante la ley. Todos gozan igual-
mente de los derechos civiles y políticos y son admisibles á
los cargos civiles y militares, salvo las excepciones-determi-
nadas por la ley».
En ninguno de estos Códigos se hacen tan irreflexivas con-
cesiones á los extranjeros como en nuestra Constitución,
pero en la legislación de Obras públicas se había ido mucho
más lejos; según lo acabamos de demostrar.
. Analizando en nuestro libro Las obras públicas en Espa-
ña esta materia, consignamos en la pág. 512 lo siguiente:
«Nuestro sistema general de contratos públicos se basa en
la pública licitac ion, sin preferencias de ninguna clase, entre
los proponentes, ni más garantía del cumplimiento de las
obligaciones conlr aídas con el Estado que la fianza señalada
en el pliego de condiciones particulares de la subasta.
No existe este rég imen, basado en la desconfianza más
completa, en las obras públicas de la república vecina. A pe-
sar de su igualdad democrática, se restringe mucho entre los
franceses ja facultad de ser contratista de obras costeadas
con fondos públicos, y se ponen tales cortapisas que cree-
mos no sea fácil ejercer allí tal profesión á ningún español,
á pesar del espíritu cosmopolita con que abrimos nuestras
puertas á quienes nos las cierran herméticamente.
568 REVISTA CONTEMPORÁNEA

Los licttadores tienen que presentar en Francia, con ante-


lación al día de la subasta, certificados de capacidad, honra-
dez y 'solvencia, justificándose con documentos expedidos
por los ingenieros su pericia en la construcción de obras
ejecutadas en un período cercano. En los edificios públicos
se hila todavía más delgado, puesto que la Junta central de
arquitectos forma trimestralmente la lista de los contratistas
habilitados para acudir á las subastas, que se publica en el
Diario Oficial, y en los servicios militares tienen que ser for-
zosamente franceses los contratistas y los talleres.»
Debemos añadir en corroboración de cuanto antecede que
un ingeniero de Caminos, director de cierta Sociedad cons-
tructora, intentó contratar obras públicas en Francia y no
se le consintió, porque además de las trabas antes consigna-
das se le exigía que tuviese por representante un conductor
francés de Ponts et ckaussees, tropezando con una serie de
inconvenientes insuperables.
He tenido también ocasión de examinar los pliegos de
condiciones particulares para la navegación interior en Fran-
cia, donde llevan el exclusivismo hasta el punto -ie exigir
que todo el carbón ehipleado sea de procedencia nacional.
Allí se invierten en ca^a los enormes presupuestos del Esta-
do, los departamentos y municipios; jamás se encomienda
la construcción de ningún buque de guerra á astilleros exóti-
cos, aun cuando cuesten una tercera parte más que en In-
glaterra, y en los contratos con las Compañías trasatlánti-
cas subvencionadas por el Estado se dispone que sus bu-
ques se ejecuten precisamente en Francia.
Las Compañías de ferrocarriles exigen á sus empleados y
hasta á sus obreros que justifiquen que son franceses (l).
El Reino Unido invierte anualmente en construcciones
navales una suma que se aproxima al presupuesto español
de todos los Ministerios, pero siempre adjudica, el Almiran-
tazgo los suministros á la industria nacional, .valiéndose
para ello del sistema de no admitir en los concursos más que
las proposiciones de los astilleros ingleses, autorizados pre-

(I) Castro, pág. 43-


CONTRATACIÓN DE OBRAS PÚBLICAS 569
viamente como competentes por las autoridades británicas.
La acreditadísima casa Cramp de Filadelfia (Estados Uni-
dos de América) solicitó del Almirantazgo inglés el"permi-
so para presentar sus proposiciones en un concurso abierto
con objeto de construir algunos acorazados y cruceros co'n
destino á la Marina inglesa, prometiendo cumplir todas las
condiciones del contrato y mejorar los precios de los arma-
dores ingleses, pero su tentativa no di6 resultado alguno.
En resumen, la derogación del art. i.° del pliego de con-
diciones vigente no se funda en ninguna clase de razones;
sólo revela que aquí somos más papistas que el Papa, y más
celosos del bienestar de los extranjeros que de la prosperi-
dad de los españoles.
El diplomático Sr. Castro, en su citado libro Conflictos de
nacionalidad, dirige una excitación calurosa á las personali-
dades de nuestra política, demostrando con su concienzudo
estudio la necesidad de reformar nuestra imprevisora legis-
lación, porque Saluspopuli suprema lex. Estudien' los go-
bernantes españoles con detenimiento las sabrosas páginas
de aquel libro, y seguramente no aplaudirán el retroceso
que significa el paso hacia atrás dado por el Sr. Villanueva
respecto de la contratación de servicios públicos.
Atraviesa España una situación económica muy crítica.
Las naciones extranjeras cierran las puertas á nuestros vi-
nos y á los artículos de exportación, salvo á las primeras
materias, y es hora de que no seamos candidos ni pródigos.
Debemos procurar la prosperidad nacional, mirando con
menos calor la de los fabricantes extraños y la de sus comi-
sionistas que, espléndidamente dotados, trabajan con el em-
peño consiguiente cerca de los Poderes públicos para que
continúen en vigor todos los defectos de nuestra impreviso-
ra legislación.

PABLO DE ALZÓLA.

Bilbao 30 de Mayo de 1901.


U PENALIDAD DE LAS HUELGAS (1)

(l§)esl6n del 1 4 de Mayo de 1901.)

La Academia me perdonará que me atreva á terciar en este


debate después de lo mucho y bueno que en él se ha dicho;
pero me creo obligado á hacerlo, por pertenecer á una co
misión, nombrada hace bastantes meses, acerca de este asun-
to, ó sea acerca del concepto de las huelgas y de su legalidckd
ó ilegalidad, comisión que no ha dado dictamen porque des-
de luego comprendió que no le era posible ponerse de acuer-
do. Y como han tomado parte los Sres. Salva y Sanz Escar-
tín, que conmigo formaban dicha comisión, me encuentro en
el caso de decir algo sobre ella; pero me voy á ocupar más
bien en exponer que en discutir.
Empezaré dando gusto á los distinguidos filósofos de la
Academia, hablando de la causa originaria de las huelgas,
toda vez que ¡a causalidad es para ía filosofia más importan-
te aún que la misma efectividad.
No hablaré de la causa primera, porque para algunos filó-
sofos la causa primera es Dios,, y para otros la fuerza física
de la evolución; y si mi modestia no me permite elevarme
hasta la Divinidad, mi dignidad rro me permite rebajarme
hasta la materia bruta. En cambio diré algo de la causa efici n
te remota y de la causa eficiente próxima.

*
* *

(I) Discursos pronunciados en la Real Academia de Ciencias Morales y


Políticas por el Sr. Vizconde de Campo Grande.
LA PENALIDAD DE L A S HUELGAS 571

La abolición de los gremios y Ja libertad de la industria


dejaron demasiado sueltos los lazos entre los menestrales y la
sociedad. Así lo comprendía mi ilustre paisano y deudo Jo-
ve-Llanos, quien, al pedir la abolición de los gremios, mani-
festaba el deseo de que fuesen sustituidos por una ley orgá-
nica de policía general, expresando su idea con una de sus
hermosas y expresivas frases, diciendo que la pedia «para opo-
ner á la libertad aquel justo y provechoso freno que dicta la
razón y exige la pública seguridad», y decía bien, porque,
por salvar el principio abstracto de libertad, no se debe vivir
en perpetua lucha y guerra social, j'a que la libertad absoluta
es el salvajismo; y en el problema de que tratamos es nece-
sario defender al mismo tiempo la paz pública y defender á
los artesanos contra sus propios excesos y contra las tiranías
que sobre ellos ejercen, hoy perpetuadas por lo que se llaman
asociaciones y cajis de resistencia (nombre que por sí solo ex-
presa guerra), creando los repugnantes y lucrativos oficios de
directores de motín y abogados de rebeldía.
En estos últimos días, deseando conocer las turbulencias
de Barcelona, me dirigí á uno de los hombres más imparcia-
les é ilustrados de aquella ciudad, y desde luego me manifes-
tó que los movimientos anarquistas y separatistas serían fácil-
mente sofocados si no se colocasen al amparo de las huel-
gas; y que éstas se hallan en aquella provincia principalmente
sostenidas por la Asociación que en Manlleu lleva el nombre
de Federación de las tres clases de vapor, y cuenta con 60.000
asociados que, dejando cada uno un real por semana en el
fondo común, pone en manos de los directores la fuerza que
ese capital representa, para promover trastornos.
Al lado de estos grandes elementos hay en otras partes
huelgas menudas y ridiculas que, dado el carácter de ciertos
pueblos, se convierten en juergas, en verdaderas fiestas y re-
creaciones, en las que se juega con fuego, y que no son, se-
guramente, lo que los fisiólogos llamarían animi relaxado.
A la supresión de los gremios se añaden, como causa efi-
ciente remota, otras varias. Conocidos son los motines san-
grientos que en Inglaterra se promovieron, desde principios
del siglo próximo pasado, á medida que las máquinas iban
572 REVISTA CONTEMPORÁNEA

dejando gentes sin trabajo. Los que se llzmaion Ludtstas no


cesaron en sus excesos; por medio de meetings, promovieron
los Irades-Union; y como de este modo encarecían la pro-
ducción inglesa, se trató por aquella egoísta nación de que
la epidemia contagiase al continente, y se creó la llamada
Asociación Internacional; contribuyendo candidamente á ello
las demás naciones, y algunos extranjeros por Inglaterra asa-
lariados, cuando la Exposición universal de 1866. Brotó des-
pués la plaga en nuestro país, con las facilidades que daba
nuestro estado revolucionario, desde 1868. Y por más que,
después de una discusión célebre, fué condenada la Interna-
cional por nuestro Congreso en Octubre de 1871, declarando
por 192 votos que había oído con gusto lo dicho por el en-
tonces Ministro de la Gobernación, de que la Internacional
estaba/itera de la ley y dentro del Código penal, es lo cierto
que no se establecieron las consecuencias de tal declaración,
y la Internacional se fué formando aquí con la exageración
propia de la raza latina, toda imaginación y sangre ardiente,
mientras la sajona toda es seso y linfa; de modo que, entre
nosotros, todo meeting es motín, y toda Trade-Union mano
negra.
Antes de aquellos a3os sólo se conocían en nuestra tierra
las huelgas de estudiantes y de cigarreras. Las de estudiantes,
es decir, la de los malos estudiantes, que no respetando ásus
profesores, son después los que en la sucesión de la vida no
respetan nada de cuanto respetable existe, fácilmente se apa-
garon en el año último con la amenaza de pérdida de curso;
y las de cigarreras hace aQos que se acallaron con hacer res-
ponsables de ellas á las maestras. Y esto último se consiguió
sin grande esfuerzo, porque la mujer española, pudorosa y
delicada, es refractaria á la práctica de las huelgas, que con-
vierte á la mujer en marimacho.

Antes de exponer la causa eficiente próxima empiezo de-


clarando que mi criterio en esta materia es el mismo de nues-
tra legislación, pero no el de nuestra jurisprudeBcia; pcffque,
LA PENALIDAD DE LAS HUIÑ/^AS 573,

como demostraré más adelante, nuestra legislación condena


toda huelga abusiva, y la jurisprudencia no castiga ninguna;
la legislación rodea esta y las demás libertades con necesarias
precauciones; la jurisprudencia no las observa, y se establece
de este modo un pretendido derecho consuetudinario contrario
al derecho natural y positivo.
No cabe duda que la causa eficiente próxima fué entre
nosotros el establecimiento del derecho absoluto de reunión
y asociación, establecido por la Constitución de 1.° de Junio
de 1869, «para todos los actos de la vida humana que no
fuesen contrarios á la moraU; y que, interpretada la moral
según el gusto de los consumidores, fueron tales los desór-
denes que esta libertad ocasionó, que á los pocos meses de
tsXs^)^tc\áz. pesaba cámo losa de plomo s6bx& Mao de los jefes
de la revolución; y se hizo necesaria la ley de Orden público
de 23 de Abril de 1870, que declara que, una vez suspensas
las garantías, la autoridad puede hacer uso de las armas para
restablecer la calma y la libre circulación en las calles;, y muy
pronto, el 19 de Julio de aquel liño, fué además necesario
que el General Prim dictase una circular manifestando los
casos en que se podía hacer uso de las armas sin necesidad
de que las garantías fuesen suspendidas; y todo esto no era
bastante: el 17 de Junio se había ya publicado el Código
penal; perdóneme la Academia esta narración de disposicio-
nes que todos conocen, porque la necesito como base de mis
argumentos.
Ahora bien, el Código penal de 1870, á que me refiero, tie-
ne y conserva en sus reformas de 1871 y 1876 un título XIII
de su libro II que trata de los delitos contra la propiedad, y en
él un capítulo V, «De las maquinaciones para alterar el precio
de las cosas», y dentro de él un artículo que dice así:
«Art. 5 56. Los que se coligaren con el fin de encarecer ó
abaratar abusivamente (ya explicaré este adverbio' de que
tanto se abusa) el precio del trabajo, ó regular sus condicio-
nes, serán castigados, siempre que la coligación hubiese co-
menzado á ejecutarse, con la pena de arresto mayor.» Es de-
cir, de uno á seis meses.
«Esta pena se impondrá en su lirado níá^timo (cuatro á'séis
574, REVISTA CONTEMPORÁNEA
meses) á los jefes y promovedores de la obligación y á los
que, para asegurar su éxito, empleasen violencias ó amenazas,
á no ser que por ellas merecieren pena mayor.» Y aquí debo
advertir el error en que algunos se encuentran, creyendo
que en las huelgas sólo se debe penar la coacción, siendo as'
que la coacción es delito aparte que agrava la pena.
La Constitución de 30 de Junio de 1876, hoy vigente, con-
serva la libertad de reunión y asociación, pero tiene un art. 14
así concebido:
«Las leyes dictarán las reglas oportunas para asegurar á
los españoles en el respeto reciproco de los derechos que
este título Icá reconoce, sin menoscabo de la Nación ni de los
atributos esenciales del poder público.» Y á pesar de que no
estando abiertas las Cortes pueden los Gobiernos, según esta
Constitución, suspender dichas garantías por decreto, y á pe-
sar de todas las disposiciones que dejo señaladas, todavía fué
necesario que, utilizando el art. 14, se dictase el 15 de Junio
de 1880 la ley de Reuniones, que ensu art. 5." dice: «El Go-
bernador en la capital, y la autoridad local en los pueblos,
MANDARÁ (nótese bien el sentido im perativo y obligatorio de
este artículo) suspender las reuniones en que se cometa ó ira-
te de cometer cualquiera de los delitos especificados en el títu-
lo ÍII, libro II del Código penal».
Es así que, coligarse para aumentar ó disminuir abusiva-
mente el precio del trabajo ó regular sus condiciones está de-
clarado delito y especificado en aquel libro II; luego las re-
uniones deben suspenderse. Y éste sería el mejor medio de
acabar con las huelgas, porque la unanimidad que reina en
esas reuniones y el deseo de distinguirse en ellas acalora los
ánimos y conduce á las más absurdas exageraciones.
Pero no bastó aquella ley, y el 30 de Junio de 1887 se
proclamó la que se llama ley regulando el derecho dp aso-
ciación, con un art. 12 en que dice que la autoridad guber-
nativa puede suspender; y otro art. 15, por el cual la judicial
puede disolver la asociación en que se cometa ó acuerde co-
meter a\g\iao de los delitos comprendidos en el Código. Pero,
á pesar de todo esto, nuestras autoridades más bien se limi-
tan á servir los intereses de los huelguistas, actuando de ami-
LA PENALIDAD DE LAS Hü|£HiAS 3/ j

gables componedoies, que los alientan y transigen asi con el


delito. . ,
Nadie debe oponerse á que los patronos y los obreros so-
metan sus cuestiones á los arbitros que les parezcan; pero la
autoridad no debe mezclarse en ello, porque saldrá siempre
lastimada con estos rozamientos, debiendo dejar á los particu-
lares sus pacíficos arreglos; y hasta no debiera impedirse, si
fuera posible, que se establecieran sociedades de seguros con-
Ira las huelgas, como se establecen sobre otras clases de ca-
lamidades.
* *

Y aquí entra el examen del adverbio, para explicar cuándo


puede ser abusiva la huelga; porque es el caso que los con-
trarios á un proyecto de ley, cuando se consideran vencidos
en la discusión, recurren á un adverbio; y entonces sucede que
la iniciativa parlamentaria propone, la ley dispone, y viene un
adverbio y todo lo descompone. Y en esto precisamente se es-
trella la ley, porque las autoridades no examinan si hay abuáo
ó no, y antes bien parece que consideran que no lo hay nun-
ca, movidas á ello por la natural pereza, por el temor de com-
prometerse, y por seguir, acaso sin conocerlo, el consejo de
Niccoló Machiavelli de ievtporeggiare con gli accidenii; en una
palabra, porque cuando aquí sobra el valor para colocarse de-
lante de la punta de una navaja, ó de las astas de un toro,
hay muy pocos Tancredos del valor cívico.
El adverbio, á que vengo aludiendo, en mi concepto debe
desaparecer de la ley ó ser interpretado rectamente. Para de-
mostrarlo diré con el Sr. Fornell, Fiscal del Consejo de Cas-
tilla en el primer tercio del siglo último, que es una necesidad
social la armonía de las profesiones activas; y con nuestro
ilustre compañero el Sr. Orti y Lara, que no se debe inte-
rrumpir la organización completa de determinadas funciones,
por el daño que la interrupción causa al cuerpo social; y que
no es justo que los que se aprovechan de las funciones ajenas
nieguen el cumplimiento de las propias; por más que el señor
Orti y Lara no saque de esto la natural consecuencia de con-
denar todas las huelgas.
57^ REVISTA CONTEMPORÁNEA
Yo tengo por abusiva y penable, en primer lugar, toda
huelga de operarios contratados, puesto que el Código civil
permite las contratas de trabajadores asalariados y obliga á
su cumplimiento, siempre que no sea por toda la vida.
Igualmente las considero abusivas en las obras comensadas y
¡tasta su terminación; porque sucede que el que va á empren-
der una obra de grande importancia se ve acosado por los
empeños de los que dicen que desean trabajar en ella; y cuan-
do está adelantada y tiene su duefio su fortuna comprometi-
da, no es justo que se le impongan nuevas condiciones que
le impidan terminarla, ocasionando su ruina; como tampoco
que se le obligue á continuar conservando obreros que hayan
resultado ineptos ó perturbadores.
Enhorabuena que circunstancias particulares y fuera de las
anteriores condiciones permitan individualmente á los obreros
abandonar una obra; pero de ninguna manera puede tolerar-
se que la huelga sea general en un ramo determinado, abste-
niéndose en ella todos los comprendidos en un pueblo, pro-
vincia ó nación, paralizando así uno de los organismos so-
ciales.
Habiéndome llamado la atención lo que el Sr. Ortí y Lara
nos dijo acerca de ciertos labradores italianos que iban á la
iglesia á inspirarse santamente antes de declararse en rebeldía,
he querido enterarme de si existe en Italia ese santo socialis-
mo agrario que comienza por una especie de misa del Espíri-
tu Santo, como se CDmenzaba entre nosotros, con recto espíri-
tu cristiano, toda junta de cierta importancia, y como se co-
mienzan todavía en Madrid las reuniones del Honrado Concejo
de la Mesta; y habiendo pedido informes á mis amigos de
Italia, me dicen que efectivamente hay allí algunas huelgas
agrícolas, pero que no pueden ser resultado de inspiraciones
de lo Alto, porque tienen lugar en los momentos precisos de
recolección, y por objeto arrebatar á los propietarios una par-
te importante de los frutos, si no quieren perderlos todos.

*
* •
LA PSNALIDAD OE LAS HUELGAS 5/7

Debo hacerme cargo de lo que se alega acerca de la esca-


sa retribución de los obreros y de la falta de caridad de los
empresarios, que no cubren las necesidades de sus operarios.
Todo ello puede ser exacto; pero no da derecho á exigencias
violentas y tumultuarias, y sería imposible ir calculando las
necesidades de cada individub. En primer lugar, como en el
verano es la vida más barata que en invierno, habria que fijar
el sueldo según las estaciones; y como las necesidades de un
soltero son menores que las de un casado, y las de un casado
sin hijos menores que las de aquel que tiene muchos, y las
del hombre prudente menores que las del hombre desarre-
glado, habría que establecer una graduación imposible; y con
este motivo voy á referir algo que propuso al Ministerio de
Estado un Cónsul general nuestro, empleado en el extranjero,
pretendiendo que el Estado cubriese sus necesidades. Eran
éstas, en primer lugar, la manutención de sus diez hijos, las
institutrices y amas de cría para ellos necesarias, los colegios,
los carruaje? que á ellos los habían de conducir y íás recrea-
ciones de los días festivos, además de los gastos generales de
alimentación, casa y vestuario. Evidentemente que no se le
pudo dar gusto; como no pueden dar los patronos lo que sus
dependientes califican de necesidndes; y estoy seguro que si
nuestro querido Presidente nos honrase tomando parte en
esta cuestión, pensaría, como yo, que las condiciones del sa-
lario sólo se pueden regular por la ley natural de la oferta y
la demanda.
Oímos efectivamente quejas de lo escaso del jornal y de
las úQuchas horas de trabajo; y yo recuerdo los tiempos en
que los oficiales percibían seis ó siete reales diarios, los peo-
nes una peseta y treinta cuartos los trabajadores del campo; y
habiéndose más que duplicado ahora los jornales, se halla más
que satisfecha la mayor carestía de la alimentación.
Téngase presente que los empleados públicos cobran hoy
por los mismos sueldos délas categorías est&blecidas en 1835,
y liMen un descuento que entonces no tenían.
De todos modos, no debe ser tan escaso el jornal cuando
permite qtte, con lo que «n duda les sobra, después de cubik
sus necesidades, los joraaieros formen esos fondos de r^ñf-
37
5í?8 REVISTA GONTEMPOBÍNEA

teocia que les permiten vivir mucho tiempo en la huelga, ó sea


ea \z holganza; ni se crea que, en la mayoría de los casos, el
aumento de jornal serviría para el ahorro; porque se ha visto
que allá, á mediados del siglo que acaba de transcurrir, cuan-
do las grandes ganancias que en Jerez proporcionaban las
viaas, llegó á pagarse un duro diario á los jornaleros del cam-
po; éstos, no sabiendo cómo gastar tanto dinero, llegaron á
saJir á cavar las viñas con botas de charol.
En cuanto á las horas de trabajo, recuerdo que, en los años
de mi adolescencia,-sólo tenían los obreros en el invierno me-
dia hora de descanso para comer y dos horas en el verano; y
que llegado el otoño recorrían en procesión, en un día seña-
lado, los pueblos pequeños de mi provincia, exclamando:
—«¡Acabáronse les dos hores!» Y otros contestaban:—«¿Has-
ta cuándo?» Replicando los primeros:—«Hasta Mayo.f
Se alega también que es necesario dejarles tiempo para que
se instruyan. Distingamos: yo les deseo toda la instrucción
técnica poáble; pero ésta sólo se adquiere trabajando. En
cuanto á otra ciase de instrucción, repetiré lo que dije en un
momento solemne y de peligro: si se instruyen todas las in-
teligencias, nadie querrá encallecer sus manos, y las manos
encallecidas, son indispensables para la existencia de las nacio-
nes, y tan útiles y meritorias, cuando menos, como los enten-
dimientos instruidos, siempre sujetos á error; y de todos mo-
dos, si surge algún genio entre los trabajadores, ya se dará á
conocer, porque todo genio se abre camino.

£j.argumento de que otras naciones han suprimido las pe'


na?., para las simples huelgas nó me hace fuerza alguna, por-
que fueron más bien supreáonea hijas de la violencia y cfel
temot que de la severa razón; y si huelgas hay en muchas
a^cipSfs^; eQ Otra$ más prudentes, como .Suecia, Noruega,
Países Bajos, Dinamaxc» y vatios. S^adoshispa(io^&mericao<^r
nq^tieupa 4ftt?«Jugar;;ji:3llí dpüde se toleran, hay muchos que
quisifraii;^^:.volyj|3raa,á pr^bhibirAe, como hay. muc^osentre'
noaoíiQs «on^^o» áj^estas imjtaciopes^ie^tiianJQras. Qomoi^:
LA PENALIDAD DE LAS HUELGAS 579 :

Jurado y el sufragio universal, aquí establecidos por ciertos


fuegos fatuos liberales y débiles tolerancias de algunos con-
servadores.
Encuentro, por tanto, motivado que se conserve, tal como
queda expuesta, nuestra legislación sobre las huelgas.

*
* *
Y si se me dice que éstas están defendidas en las reuniones
y las asociaciones, por la libertad de la palabra y exposición,
de las ideas, diré que no considero ilegales ni penales las ideas
en su exposición abstracta; pero que, cuando se forman agru-
paciones ó partidos para tratar de plantearlas y preparar con
ellas hechos contrarios al Código, entonces ya son actos y no
ideas, y que recaen bajo la acción penal; y eses actos, y esas
agrupaciones, y esos partidos, se convierten en ilegales, y
delincuentes y penables.
Los señores académicos recordarán que en la sesión de
apertura de 1883 de la Academia de Jurisprudencia y Legisla-
ción leyó en sesión regia el Sr. Romero Robledo un discurso,
que llamó mucho la atención, en presencia de nuestra Corte
y del entonces heredero del imperio alemán. Titulábase este
discurso cLa penalidad de la palabra», y apoyándose su au-
tor en la frase latina qut male dicit male faeit, y poniendo por
ejemplo la difamación y la blasfemia, opinaba que la palabra
pierde su inviolabilidad desde que se materializa en el sonid»
ó en la prensa; con lo cual era más autoritario que yo, que
opino que sólo la pierde cuando trata de que se cometan ac-
tos contrarios al Código penal; por más que aquel elocuente
orador exceptuaba de la violabilidad el libro, el Parlamento,
las Academias y los periódicos no políticos.

De todos modos, la sociedad no puede continuar así; y en


esta oaaterja es indispensable la observancia del deredio cons
tituidq,,paTa que no venga el consv^udinarío á dejar indefeQ<
S09: los. principales resortes de la marcha ordenada de> lo9'
58o REVISTA CONTEMPORÁNEA

pueblos; porque vuelvo á declarar que, si una libertad se es-


tablece con las necesarias precauciones, y éstas se abando-
nan, la libertad se convierte en la peor de las tiranías; y si,
á pesar del art 556 del Cónico penal, se permiten las huelgas
abusivas, y las autoridades se convierten en amigables cona-
ponedores, que las alientan en vez de reprimirlas y castigar-
las; y si, á pesar del art. 5.° de la ley de Reuniones, no se di-
suelven las ilegítimas, que lá ley manda disolver, ni tampoco
las asociaciones se&aladas en el 12 y en el 15 de su corres-
pondiente ley; y si, á pesar del art. 250 del Código penal, se
permite ejercer, con objeto político ó social, actos de odio ó
de venganza contra los particulares y clases del Estado, de
que dan testimonio los cristales de numerosos balcones, que
hacen suponer que una sociedad de vidrieros interviene en
todas las huelgas, y aconsejarían disponer que los huelguistas
paguen los vidrios rotos, ó que los pague el Estado, que tan-
tos otros paga que no debiera pagar; si la autoridad escarne-
cida y atropellada sigue poniendo en libertad á las pocas ho-
ras, por exigencias del motín, á los que la atropellaron; si se
hacen concesiones á la rafz del tumulto con pretexto de lo
que se llaman aspiraciones legitimas, casi siempre privilegios
egoístas pedidos de mala manera; si, además, se continúa per-
mitiendo á los anarquistas preparar la anarquía reclutando su
ejército, y se dice qne éstas son ideas impecables y no actos
ilícitos; si, por el mismo motivo, se continúi permitiendo á
los separatistas preparar sus traiciones, como no se permite ni
ha permitido jamás en ninguna parte, entonces mereceremos
que se nos imponga un tutor ejemplar que nos avasalle, y se
nos impondrá. He dicho.

II

(Sesión del 4 de Junio de 1901.)

Comprendo que esta clase de discusiones, interrumpidas


tiecesariamente dorante machos días, pierden el interés del
engranaje y el calor de la improvisación, produciendo can-
LA PENALIDAD DE LAS HUELGAS $81

sancio en los oyentes y obligando á ser breves á los que en


ellas tercian. Cohibido por esta idea, voy á hacerme cargo de
las observaciones que dos señores académicos han hecho á
mi anterior discurso, á saber: nuestro querido Presidente que,
como todas las personas de grande inteligencia é ilustración,
en pocas frases ha emitido muchos conceptos, y el Sr. Sanz
y Escartín, trabajador incansable, tan enamorado de los prin-
cipios abstractos de la ciencia, que, con admirable buena fe,
prescinde algunas veces de las impurezas de la realidad, aun-
que las haya visto muy de cerca.
Trataré de hacerme cargo á la vez de las observaciones
de ambos señores, sin perder de vista que mi objeto prtnci'^
pal en la sesión del 14 de Mayo ha sido exponer los pecep-
tos de nuestra legislación acerca de la materia que se discute,
para pedir su cumplimiento enfrente de la jurisprudencia, que
va estableciendo un derecho consuetudinario que no los ob-
serva.
Empezaré por dar gracias al Sr. Presidente por haber ac-
cedido á mi indicación tomando parte en el debate, sin que
yo pudiera pretender que, dados nuestros diferentes concep-
tos del Estado y de la libertad, pudiésemos estar completa-
mente de acuerdo acerca de las huelgas.
Su señoría, sin embarco, ha hecho dos grandes concesio-
nes, manifestando en Va primera que considera penable la
huelga de los trabajo* contratados, porque falta á la ley del
contrato, y aquí tiene el Sr. Sanz y Escartín un caso claro y
evidente de huelga abusiva, aunque S. S. crea que no se po-
drá nunca probar el abuso; y esta misma concesión suminis-
tra un gran remedio contra las huelgas, porque todo el que
empieza una obra puede celebrar un contrato con los obreros
hasta su terminación, y en las fábricas que no tienen térmi-
nos definidos pueden celebrarse contratos anuales, y hasta
establecerse en ellos, para patronos y obreros, un tiempo se-
ñalado de desahucio ó cesación.
Otra declaración importante hizo el Sr. Presidente, y fué
que, tal como ocurren entre nosotros, todas las huelgas son
abusivas; con lo cual dicho se está que constituyen el delito
señalado en el art. 556 del Código penal, artículo que ñoco-
582 REVISTA CONTEMPORÁNEA

pió por haberlo hecho ya en mi discurso anterior. Pero como


en él se señala mayor pena á los promovedores de la huelga
y á los que en ella emplean coacciones, en él tiene él señor
Sanz y Escartín resueltos los medios que echaba de menos
para proceder contra unos y otros; y la insistencia de dicho
stñoi en la imposibilidad de conocer cuándo la coalición es
abusiva y la docilidad de las autoridades administrativas y
judiciales, que, sin duda por comodidad ó temor, no buscan
ni encuentran jamás el aduso, me obliga á ampliar lo que so-
bre este punto tengo expuesto.
Queda señalado el abuso en las obras contratadas; pero es
mucho mayor aún cuando los contratos versan sobre servi-
cios públicos indispensables, como la limpieza de los pue-
blos y lo relativo á apagar los incendios, como también en
la recolección de cosechas pendientes; y es más escandaloso
aún en cuanto á servicios públicos en el de los de ferrocarriles
y todavía más en el de ciertos institutos armados, como los
de los empleados de consumos, declarados muchas veces en
huelga de acuerdo con los matuteros, sin que en ninguno de
estos casos encuentren abuso nuestras autoridades, si en la
huelga no se cometen delitos de otras clases.
Hay también evidente abuso cuando en una obra comen-
zada se quiere evitar su continuación, arruinando tal vez á su
dueño por los mismos que le molestaron para adquirir traba-
jo; y lo hay igualmente en las exigencias indebidas, como
que el patrono admita ó despida á determinados operarios, y ,
por último, no puede menos de constituir abuso toda huelga
general de un determinado servicio en un pueblo, provincia
ó nación, porque interrumpe la armonía social, privándole de
un necesario organismo, por los mismos que disfrutan de los
servicios que los demás les proporcionan. Al mismo tiempo
declaro que si los patronos ó empresarios se coligaren para
abaratar abusivamente el precio del trabajo ó regalar sus
condiciones, esta coligación sería, seguo el Código, igual-
oaente penable.
LA PENALIDAD DE XAS HUELGAS : ^83
Me acusaba el Sr. Sanz y Escattín de ser enemigo de las
asociaciones de obreros, cuando veo con (nucho gusto las
<iue se establecen sobre socorros mutuos, sobre s'u ense3an-
za y sus Montepíos; á pesar de que el instinto de nuestro
pueblo sea contrario á esta clase de juntas, aun en las cosas
más respetables, puesto que dice nuestro proverbio que hasta
la canóniga buena hace la caóilda mala. Lo que efectivaniente
«ncuentro censurable son las asociaciones que se llaman de
resistencia', porque preparar la resistencia es disponer la guerra
social; y porque tales como se constituyen, hacen que al in-
consciente obrero se le inponga un régimen en el que enaje-
n-a su libertad y -queda á disposición de los jefes (capitanes
Araña, que no trabajan y viven de su jefatura), aun para
aquellas cosas que disgusten á los mismos asociados.

*
* •

Es evidente la penalidad de las reuniones y asociaciones en


determinados casos, y sobre todo, en la huelga abusiva, com-
prendida en el Código; porque la ley de Reuniones manda
disolver todas aquellas en que se cometa ó trate de cometer
cualquiera de los delitos señalados en el Código; y la ley, re-
b l a n d o el derecho de asociación, dispone que se suspenda
y disuelva toda asociación que se encuentre en el mismo caso,
acordando cometer el delito de huelga abusiva, en dicho Có-
digo comprendido.
La autoridad de la tolerancia del Conde de Mun, alegada
por el Sr. Sanz y Escartín, no me seduce, porque la autori-
dad no es siempre la razón, y porque se trata de un socialis-
ta blanco, con deseos, más ó menos sinceros, de actuar de
liberal; y esta clase de personas son las que van más lejos en
sus concesiones, como los demócratas en parecidas circuns-
tancias exageran también sus concesiones autoritarias.
Tampoco me seduce el ejemplo de otros países, alegado
por el Sr. Presidente y por el Sr. Sanz y Escaitín, porque
tampoco los ejemplos son siempre razones; y entre esas na-
ciones que no proceden contra la simple huelga, empieza á
nacer el deseo de reprimirlas, siendo una de ellas Italia, que
584 «KVISTA C0NT8MP0RÍNEA
lo está intentando por medio de circulares diplomáticas; y- se -
ría muy triste que nosotros empezásemos á realizar lo que
otros ya desechan.
Por otra parte, no debemos estar muy satisfechos, como ya
he expuesto, por haber adoptado, por imitación, ciertos pro-
cedimientos, resultando el Jurado entre nosotros la negación
de la justicia, y el sufragio la negación de la verdad; no va-
yamos por medio de la libertad de las huelgas, siempre abusi-
vas, según nuestro Presidente, á establecer la negación de la
paz pública.
Se hace necesario, en mi humilde concepto, que los parti-
dos gubernamentales conserven sus respectivos principios; y
que así como los liberales no deben hacer alardes de innece-
saria autoridad, no procedan los conservadores por débiles
tolerancias de innecesaria libertad, permaneciendo cada cual
en sus fronteras; porque el abandonajlas parece propio de
holgazanes y de cobardes; y vemos que, poco á poco, se van
borrando los linderos de ambos partidos, con grande confu-
sión en los dogmas; confusión que los disuelve en meras
agrupaciones personales, hasta el punto de que los que pre-
tendemos quedar dentro de la escuela á la que hemos perte-
necido siempre, sin someternos ciegamente á determinadas
personalidades por respetables que sean, no sabemos á cuál
de ellas dirigirnos ni en cuál de ellas quedarnos.

*
* *

El Sr. Sauz y Escartín es partidario de la intervención de la


autoridad como amigable componedora en las huelgas; y á
mí me parece muy peligrosa esta intervención, siempre que
no sea para reprimirlas con arreglo á la ley; y esto por dos
ra::ones: la primera, porque los huelguistas recurren con fre
cuencia á la autoridad en la esperanza de que, unas veces por
temor y otras por aparecer tolerante, alcance de los patro-
nos concesiones que no sean justas, y esto anima á los obre-
ros á repetir las huelgas, viendo que siempre salen ganando; la
segunda, porque si la antorUdad no se pone del lado de los
huelguistas, sale siempre malparada en sus rozamientos con
LA PENALIDAD DE LAS HUELGAS 5S5

el motín, y creo preferible^ dejar que la huelga se arregle por


si misma, como se arregló en Gijón, con elogio de nuestro
Presidente, después de haber fracasado allí los amigables
componedores; porque la necesidad de brazos en los patronos
y la necesidad de'jemal en los obreros restablece la oferta y
la demanda, sin que sea necesario que el Sr. Escartín y y o
discutamos si ésta es una ley natural ó un simple resultado de
los hechos.
Es un regulador y basta.
Para terminar, debo hacer presente que también es natural
la diversidad de criterio entre el Sr. Sanz y Escartín y yo,
porque la gran distancia de años á que nos encontramos hace
que, respondiendo á nuestro respectivo tiempo, pueda decir-
se que representamos dos siglos diversos; por lo cual, plagian-
do á Manzoni, podemos decir á los Sres. Académicos:

«... Due secoli


L'un contro l'altro armato
Sommessi a voi si volsero
Come aspettando il Fato:
J^attí silenzio ed arbitri
Sédete in mezzo a noi.»
*
He terminado.
DISCURSO
LBÍDO B S LA

ACADEMIA DE JURISPRUDENCIA
POR EL SR. FERNÁNDEZ VILLAVERDE,

EN HONOR DE D. AUGUSTO COMAS

SEÑORES ACADÉMICOS: *

Aunque el programa de esta solemnidad está cumplido,


algo me corresponde decir: ya para dar gracias á los dos
ilustres académicos qué con tanto acierto y elocuencia aca-
ban de exponer lo que todos sentimos, ya para asociar á los
magníficos elogios que todavía vibran entre vuestros aplau-
sos, la voz y el sentimiento de la Academia entera.
A esos brillantes homenajes de la justicia y de la elocuen-
cia que resplandecen en la necrología del Sr. Marqués del
Vadillo y en el discurso del Sr. Moret me cumple unir otra
ofrenda sin esplendores y sin galas, la de la gratitud que debe
la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación á uno de
los maestros de la ciencia del derecho que más la han enalte-
cido y honrado.
He de decir pata ello no muchas palabras, y como si me
las dictaseis en vez de escucharlas, procuraré que sean eco de
vuestro pensamiento y de vuestro corazón. Carecerán de elo-
cuencia siendo mías; pero con ser como os anuncio breves y
modestas, espero que respondan al hondo afecto del cual na-
cen, ya que la gratitud sincera suele balbucear lo que quiere
decir, cuando más y mejor lo siente.
El elogio de D. Augusto Comas era fácil y grato; sus ta-
lentos, sus virtudes, sus servicios, sua obras, sus ejemplos.
DISCURSO LEÍDO EN LA ACADEMIA DE JURISPRUDENCIA 5^7

ofrecen espacio dilatado en que cortar del jardín de sus he-


•chos, cotilo dijo el poeta, las palmas, los laureles y las floies
con que tejer su corona académica. La dificultad estaba sólo
en la elección, y se ha vencido de mano maestra por los dos
oradores encargados de rendir este tributo de admiración á
su memoria.
Ambos la han celebrado con acentos dignos de ella, con
elevados conceptos, con recuerdos sentidos que no cabe es-
forzar. Me parece que los resumo si recuerdo y aplico á Co-_
mas una frase del eminente hombre de Estado D. Antonio
Cánovas del Castillo en ocasión semejante, consagrada á otro
de nuestros maestros en esta Academia, el insigne Moreno
Nieto. Valía aún más, nos dijo, que sus obras, y al llorar su
muerte acrecienta nuestra pena la idea de que no le hemos
otorgado en vida todo aquello á que se había hecho acreedor.
• Compensemos, honrando su memoria, enalteciendo sus he-
chos, agradeciendo sus beneficios, aquella injusticia que ya en
la tierra y de paite de los hombres no admite otra repa-
ración.
Advertid, señores, que no aludo, como acaso aludía el se-
ñor Cánovas, á las recompensas, á los cargos y á los honores
de la vida pública en su esfera de más resonancia y mayor
brillo.
Oí más de una vez á D. Augusto Comas decir que las satis-
facciones y los éxitos, lo mismo que los desengaños y las
contrariedades de la política, le afectabas poco, no atraían ni
inquietaban su ambición, eran, en suma, para él de interés se-
cundario.
Con razón se os ha dicho al evocar su carácter que Comas
era ante todo y sobre todo catedrático.
Y hay entre los triunfos de la política y los de la enseñan-
za, aparte de otras muchas, una diferencia señahiday caracte-
rística que explica esa actitud del maestro insigne y aun lle-
ga á apartar por completo del Parlamento y del Gobierno á
otros pensadores eminentes de los que más ilustran la cátedra
y con mayor autoridad cultivan en ella y en el libro las cien-
cias por cuyos principios se rigen los Estados. En el difícil
arte de gobernar es muy escasa la eficacia, cortísimo el alean-
58^ REVISTA CONTEMPORÁNEA

ce de la acción individual; la política es obra colectiva y, auo


dirigiendo, es poco lo que la voluntad personal alcanza en
ella. Con la cátedra ocurre lo contrario: el impulso, la ense-
Sanza, el ejemplo de un solo hombre se dilata y penetra en
las generaciones como las ondas luminosas en el éter y las
ondas sonoras en el aire; merced á aquel impulso, y sólo á él
la verdad cultivada y expuesta por el profesor, se extiende á
través del espacio y del tiempo, difundiendo con los ecos de
su doctrina los resplandores de su gloria.
En la enseñanza el esfuerzo individual promueve y engen-
dra el colectivo, mientras en la política el elemento colectivo
existe por sí, precede, rodea y envuelve al hombre de Esta-
do, por ley de su necesidad se impone, y con sus vicios, con
sus hábitos ó rutinas, y con su tiránico influjo, quebranta y
desarma, cuando no esteriliza ó destruye, el esfuerzo indivi»
dual más animoso.
De ahí acaso el desvío que sintió Comas hacia los lauros,
casi siempre amargos y á veces ponzoñosos, de la vida públi
ca y su predilección sabia, como solían ser sus pensamientos
y sus actos, por las serenas y tranquilas satisfacciones, por la
gloria menos ruidosa, pero más propia, más personal, más
segura y menos ingrata, del cultivo de la verdad y de su ense-
Sanza.
Sólo esa inclinación harto explicable del espíritu de Comas,
que en este recinto de la Academia y en el de la Universidad,
nuestra madre, alma mater, como se decía en otros siglos,
avalora su mérito y agiganta su figura; sólo esa inclinación y -
vuestra costumbre de elegir presidentes entre aquellos hom-
bres de ley que han pasado por la prueba de gobernar á sus
conciudadanos, sin duda porque creéis, con razón, que el go-
bierno de los pueblos, en medio de sus limitaciones, de sus
dificultades, de sus amarguras, y en parte por ellas, es el más
alto empleo y el más arduo ejercicio de las facultades huma-
nas: sólo, repito, esas dos causáis pueden servirnos de excusa
ante su memoria, en la inji\st¡cia de no haberle elevado á este
sitial, desde el que tantoá de sus discípulos hemos dirigido
vuestros trabajos. .
Pero si el maestro ilustre de nuestro derecho patrio no fué
DISCURSO LEfDO EN LA ACADEMIA DE JURISPRUDENCIA $^9

presidente de la Academia, nadie podrá negar que mereció


serlo, y hoy lo reconocemos tributándole el honor de esta
cesión, que á pocos académicos se ha concedido.
Era él bien digno de obtenerle: en sus lecciones inolvida-
bles, en sus magistrales dictámenes é informes, en sus libros,
en sus discursos parlamentarios quedan huellas, que no borra-
rán ni el tiempo ni el olvido, de la rara elevación, del saber
profundo, del ejemplar desinterés y del puro patriotismo con
que en las Cámaras y en los Consejos y comisiones contribu-
yó á la obra legislativa, y aun á la de administración y go-
bierno, sin ambición, como ya he dicho, pero no sin gloria.
Sabía que en esta época de agitación y descontento, de
conflictos económicos y de problemas sociales, bajo el régi-
men del sufragio universal que llama á intervenir en la legisla-
ción del Estado á todos los ciudadanos, los deberes públicos
de aquellos que poseen capacidad y fortuna no se encierran
<n el pago del impuesto; les obligan á contribuir también, en
proporción de sus medios, de sus facultades, de su valer y de
8u cultura, á la mejor dirección de los negocios del Estado y
á la más cumplida y fecunda ponderación y armonía de todas
las fuerzas sociales.
Cumplió siempre D. Augusto Comas ese deber en medio
de sus aficiones predilectas y á pesar de la modestia y del
desinterés con que intervino en la política, consagrando su
privilegiada inteligencia y su clarísima palabra á importantes
trabajos legislativos y parlamentarios, ya aquí recordados, y
recientemente al infausto problema colonial, que tuvo el valor
cívico de exponer y desentraSar con voz profética, como si
-en alas de su ardiente amor patrio hubiera querido atajar á la
fatalidad en su camino.
Podemos decir de él, compendiando su vida, lo que la
gratitud nacional escribió con justicia sobre la tamba hoy casi
olvidada de uno de los oradores parlamentarios, más ilustres
y de los primeros hombres de Estado de la nación francesa:
Veritaíem coluit: pdXriam dilexit.
Brilló, en suma, donde quiera que se mostraba-, fuépor su sa-
ber y su elocuencia ornamento de nuestras Cortes; pero, como
^Q. REVISTA CONTEMPORÁNEA

aates dije, sns ideales, sus amores, su noble y pura ambición


tenían otro centro y otro imán, se cifraban, no en la política,
sino en la ciencia; no en el Parlamento, sino en la Univeisidadí
no en la tribuna, sino en la cátedra.
Y ciertamente en ella, cultivando y enseñando el derecho
civil, llegó adonde es dado llegar al saber más profundo y
al ingenio más esclarecido de suerte, que podrían otros igua-
larle, pero ninguno le excedía, así en lo constante é intenso
de la indagación científica como en la manera de sentir y
profesar la enseñanza, que era para él un sacerdocio.
Empezó, como ha recordado el Sr. Marqués del Vadillo,
sus explicsciones de derecho privado en Valencia y las conti-
nuó en Madrid, cuando dominaban en las ciencias morales y
políticas, y señaladamente en las jurídicas y económicas, las
tendencias individualistas nacidas de la filosofía del siglo XVIil
y de la revolución francesa y condensadas en las páginas del
Código Napoleón.
El trabajo incesante de su pensamiento le movió á adoptar
de ¡os primeros en su concepto del Estado y del derecho
aquel criterio orgánico con que los adelantos del saber en la
segunda mitad del siglo último moderaron la doctrina indivi-
'dualista, y aun le condujo á trabajar con brillantez y con
fruto en el estudio del problema aún oscuro que aquel siglo
ha legado al presente, de componer y armonizar en las leyes
el elemento social con el individual, atestiguando la impor-
tan<Ma y el éxito de tales investigaciones sus estudios acerca
de la capacidad jurídica, de la constitución legal y de todas
las formas, relaciones y derechos en ese ordeuj de las perso-
nas que él llamó colectivas, rectificando el tecnicismo antiguo
é impropio que aún las denomina personas jurídicas en los .
tratados de derecho y en los Códigos civiles.
Sus lecciones, siempre inspiradas em los progresos de la
ciencia que cultivó, cuando no se adelantaban á eUos, su obra
maestra sobre la revisión del Código, reñejan la firmeza y rec-
titud de criterio con que perseguía el examen de ese doble
problema que encierra en sus incógnitas, todavía no despeja*
das, los. gérmenes de progreso del derecho privado, su adap-
tacióa ^<las nuevas necesidades y trasformaciooes. de la vida,
DISCURSO LEÍDO EN LA ACADEMIA DE JURISPRUDENCIA Sgl
de la riqueza y del trabajo en nuestros días, el reGODOcimien-
to y desarrollo del espíritu social en el derecho civil. Él sabía,
como pocos escrutar los nuevos naétodos; las novísimas nor-
mas, las múltiples audacias del pensamiento contemporáneo*
sin caer en el error socialista, que á tantos jurisconsultos y
economistas deslumhra y tienta, abandonando, sí, el opti-
mismo exagerado, el exceso de confianza en la acción indivii-
dual, pero no la luz de aquellos principios de libertad y justi-
cia cuyo eclipse, cuando empezaba á manifestarse en los par-
tidos extremos y en las asambleas democráticas, hizo excla-
mar al insigne Laboulaye que la escuela liberal estaba redac-
tando su dimisión.
Tampoco desfalleció en sus convicciones espiritualistas, ni
siquiera las sintió vacilar ante la sociología positivista, á cuyo
influjo han cedido también no pocos tratadistas de derecho.
Sí, esa gran obra, por desgracia no terminada, que es como
el precipitado del profundo saber del gran maestro, alcanza-
rá en los brillantes anales de nuestras glorias jurídicas fama
imperecedera; el recuerdo y el ejemplo de su autor en la cá-
tedra formarán, mientras sus discípulos vivamos, un vínculo
de respeto y un eco inextinguible de cariño y de gratitud que
nunca se apagará en nuestras almas.
Pocos catedráticos han logrado despertar en la juventud
los sentimientos que inspiraba Comas, ó por lo menos hacer-
los experimentar en el grado de intensidad con que por él
los hemos abrigado y los conservamos como un tesoro del
espíritu cuantos tuvimos el honor y la fortuna de escuchar sus
lecciones. Mezcla de afecto filial y de entusiasmo académico,^
semejante al que hervía en las grandes escuelas de la Edad
Media, confianza hermanada con el respeto, acceso siempre
ácil, trato abierto é instructivo, seguridad de hallar en toda
dificultad ó en toda duda interés, consejo y aliento en aquel
espíritu superior á la vez que bondadoso y afable, la adhesión
al maestro, nacida en el aula al calor de esas bondades pa-
ternales, no cesaba de acrecentarse después y de fortalecerse
en la vida.
De ahí las ideas que tan espontáneamente han brotada
donde quiera de honrfr en una ú otra forma la memoria por
592 REVISTA CONTEMPORÁNEA

tantos títulos grata del llorado maestro, con premios, con cer-
támenes, con sesiones necrológicas como la que celebramos.
Le Academia de Jurisprudencia debía adelantarse á tribu-
tarle esos honores: siendo con él la más obligada, es bien que
se muestre la más agradecida.
BnseQó la verdad, amó á la juventud, profesando el dere-
cho con tanto brillo que, lejos de pensar cuando dejó este
mundo en la fría sentencia jurídica que con razón apartaba de
su recuerdo el Sr. Marqués del Vadillo, morsomnia solvit,
pudo decir como el gran lírico romano, non omnis tnoriar, se-
guro, al pasar á otra vida mejor, de que aun en ésta vivirá para
la posteridad en sus obras, y señaladamente para cuantos guar-
damos: sus enseBanzas en la mente, sus beneficios en el co-
razón, sus virtudes y sus ejemplos en la memoria.

RAIMUNDO F . VILLAVERDH,
ALGUNAS CONTESTACIONES
PARA

EL AÍERlGOiDOR POPULAR DE *EL LIBERAL'

IV

194.—Gramática parda,

A esta Gramática peída


me tooMl mi re;po idrr.
BRETÓH D I 108 HfRRIROS.

Poca cosa nos dice el Léxico oficial de esa Gramática: «Ha-


bilidad natural ó adquirida que tienen algunos para manejar-
se t, pasando por alto los conocidos modismos:

adquirir
aprender
atesorar
conocer
enseñar mucha gramática parda.
poseer
saber
tener, etc.

Pero la Bibliografía espaSola nos da cuenta de un Cur%o


completo de Gramática parda dividido en quince lecciones en
las cuales se dan reglas fijas para que cualquiera pueda vivir
sin necesidad de trabajar, obra escrita por el Bachiller Canta-
claro y publicada por D. Ramón Soler, quien parece ser su
verdadero autor.
El título sugestivo de ese libro en 12°, de 127 páginas,
nos explica perfectamente qué clase de gramática es la que
38
594 REVISTA CONTEMPORÁNEA
nos ocupa; pero deseando ser explícitos y complacer al cu-
rioso lector que tiene la paciencia de leernos, vamos á escla-
recer el concepto de eáa gramática cuca, t^ue, á pesar de no
explicars» en cátedra, son muchos los qoe la saben con es-
merada perfección.
Dice el citado Curso en su

«LECCIÓN PRIMERA

• D l s p o s l c i e n e s sreBerales j p a r t i c u l a r e s ^ne 4el>eH


t e n e r l o s srramático-pardos.

»Los que quieran dedicanse al nobilisimo arte de la <Gra-


»mática parda» no necesitan saber ideología, ni la ciencia de
«pensar, ni nuestra lengua; y si ustedes me apuran, no necesi-
»tan tampoco saber escribir ni aun leer. Cuantas menos letras,
«cuantos menos estudios, cuantas menos vigilias en las cien-
»cias, tanto mejor para aprovechar en un arte que puede de-
»iin¡rse: una ciencia infusa é innata, en todo aquel que quiere
»mviry mantenerse si» trabajar á expensas dilprójimo.-*
La obra es sumamente ingeniosa. Está escrita con muy
buena sombra y especial gracejo, y resulta bastante más ame-
na que la mayoría^ de los libros modernos que átentan á la
vez contra el buen gusto y el buen humor^ Hállase dividida
en quince lecciones tomando irónicamente los títulos de la
Gramática de la lengua. Por ejemplo: De las partes de la ora-
ción —De la concordancia.—De la conjugación.—De los pre-
téritos.—Del género femenino.—De la construcción elegante
y figurada, etc.
La afición á esa clase de «Gramática^ la justifican, sin duda
xilguna, las varias ediciones de la obra citada, pues sin ser de
téKto en ninguna Universidad ni Instituto del reino é islas ad-
yacentes, hemos visto ya la tercera edidón, lálprlísa en Ma-
drid el año 1865.
Pero ¿pdr qué á esa «Gramática* de vividores y tnjhait(ís
Se la llama/>ar ¿í/' ¿Será porque es obscura y de color inde-
leitfo, con objeto de no Ser Vista, que es predsataente lo qtífe
CONTESTACIONSS.PAfiABI, AVERIGUADOR POPULAR $9|

conviene á esos tgtamáttcos» sin pietensioocs de U^gar4>fler


«inmoitalesf»
SsA)emos que á todo >io obscnro y de color sombrio «e j«
llama de color/<zr^, y que cuando no se puede distínguir
un color por falta suficiente de luz, se dice que es de ccdor
pardo. Por eso mismo decimos: «de noche todos los gatos
son pardos», porque, en virtud de la poca luz, todos parecen
de un mismo color, esto es, obscuro, ceniciento ó , ^ a r ^ .
Tratemos ahora de apoyar lo dicho, citando para elloalgu-
nos textos de autoridad. Principiemos, como es natural, por
«1 Diccionario de la Academia EspaSola, «décimatercia» (i)
«dición (1899):
«ÍPardo, da. {Del lat. pardus, etc.) adj. Del color de la
«tierra ó de la piel del oso común, intermedio entre blanco y
«negro, con tinte rojo amarillento, y más obscuro que gris. ||
tOdscuro, especialmente hablando de las nubes ó del día nu-
»blado,» etc.
Roque Barcia, en su Diccionario, tomo IV (1882), nos dice:
«Pardo, da. Adjetivo. Color que resulta de la mezcla del
• negro con el blanco, en que predomina el primero, tanto, que
»á veces casi es más bien una degradación de éste. Le hay de
• diferentes especies ó denominaciones, como el pardillo (ave),
»el del paño basto segoviano, de Grazaleraa, ctc , de que se
• viste la gente del campo; el de la tierra, castaño oscuro, etc.»
Y en el Diccionario hispanoamericano, tomo XIV (1894),
se lee:
«Pardo. Dícese del color que resulta de la mezcla del
«blanco, algo amarillo y rojo y mayor dosis^de negro. Le hay
»de diferentes especies ó denominaciones», y continúa co-
piando á Barcia al pie de la letra.
Bircia escribe también:
« P a r d o o s c n r o , r a . (2). Adj. Uícesc del color pardo mojr
> oscuro ó que tira á negro.»»
Y la-Academia escribe á su vez:

(1) Léate «iéeimntsrcii», como nos prescribe ese minoio «leuaeinotiado


Dieríannria en la página 314, col. 3'.* de la • itadned cióo,
(2) Ksta Toz no figura en el Diccionario de la Academia-Btpa&ola (1S99).
5g6 : REVISTA CONTEMPOBÁNBA
•Pardnseo. ¡ea- adj. Pardo claro.»
De manera que «pardooscuro» significa mny pardo ó de na
pardo muy subido, y «pardusco» indica poco pardo ó de un
pardo mny desmay&áo. Bueno es saberlo.
Con respecto al «pardo de las nubes», dicen los siguientes
autores:

y después de haber cenado, nos preguntó con qué jue-


gos habíamos pasado día tan pardo y lluvioso.
GABRIEL DEL CORRAL.

Recataban el cielo pardas nubes,


£1 aire respiraba sombras n^ras.
CONDE DE REBOIXEDO.

Mientras que otros interpretan de muy variado modo eC


color pardo, como puede verse:

Descubre un lienzo labrado


De oro fino y seda parda
Con la rueda de fortuna
A lo vivo dibiíjada.
ROHAMCBRO.

Dadme un hábito pardo


De San Francisco (i).
LoPB DE VEGA.

AI volver la cabeza
Vio muy cerca de sí, sobre una rama,
A un/art/t; caracol.
SAMANIEGO.

Fardos se les llamaba á unos mil soldados creados por ef


Cardenal Cisneros, gente bien uniformada y disciplinada, en
la cual tenía toda la confianza Su Eminencia.
La corte de EspaSa conserva aún un palacio... que es tam -
bien pardo.

( I ) iParrce imposible qne Lope haya podido decir semejante c o n en el


acto I de la comedia íian Ditgf dt Alcalá, cuando el hibito de los firancis'
canos es de color de tabaco!
CONTESTACIONES PARA BL AVERIGUADOR POPULAR $97

Después de lo dicho y de combinar tu mente, pot supues-


to, el «blanco y negro con tinte rojo amarillento», no damos
con ese color pardo de pura ficción española, color que á
veces resulta ^obscuro, especialmente hablando de las nubes
ó del día nublado».
Una vez descifrado lo que es «Gramática parda», creímos
poder dar una idea, poco más ó menos, del color d e esa
picara «gramática»; mas luego de estudiados los citados tex-
tos y otros análogos que huelga y a mencionar, sentimos, en,
verdad, tener que confesar nuestra insuficiencia para ello. Nos
consuela, sin embargo, saber que el filólogo más eminente
de nuestros días, en punto á lengua castellana, ó sea el insig-
ne americano D. Rufino José Cuervo, al querer definir ese
color, por lo visto indefinible en nuestra península, exclama:,
<en EspaSa todos los colores scmpardos* (i).

4 6 — £ 1 S a s t r e del Campillo.

Pocos días después de haberse preguntado en El Averi-


guador Popular quién era ese sastre tan generoso que acos-
tumbraba á coser de balde y aún solía poner el hilo, O. An-
tonio M. Viérgol, que usa como seudónimo el titulo de estas
' líneas, contestó en estos términos:
«Yo, de tal «sastre», bajo c u / a advocación pongo mi mo-
»desta labor literaria, sólo sé que nuestro inolvidable Quevedo
»lo presenta en su Uisita de los chistes poco menos que tirán-
»dol.e las tijeras por la cabeza al pobre Juan Ramos por cues-
«tión de una gata... lo cual in Jic% que ya por entonces gozaba
»el remendón de una popularidad tan grande como la de
• Polavieja» (2).
Esa es la única contestación qne ha tenido la citada pre-
gunta; y, puesto que ni Viérgol ni nadie, que yo sepa, ha po-
dido averiguar quién fué ese famoso «sastre» que p o r l o h i -

( i ) Aputitaciontt trttieat ttire el Itngtiají bogetano, 4.* edicidn, ia>


Tolamen tn 4 °,—Cbutres 1885.
(2) Doo Francisco de Qnevedo Villegas murió en 164$.
¡ ^ BEVItiTA CONT£MBOIiiUieA.
dal^bieai merece ser castellaao, digatntM á nuestfa v ^ lo
(pie aspamos con respecto al refrán:

Kl sastre del Campillp, ¡¡,


que á más de coser de balde
solía poner el hilo.

Todo parece indicar que en alguno de los varios lugares ó>


aldeas llamados «Campillo» habrá habido un sastre que, ea
determinada circunstancia, ó deseoso de complacer á algvienr
mbajaría de balde poniendo además el hilo, generosidad vec^ '
ctedcramente ejemplar entre sastres y digna de ser inmortali-
zada en nuestro Refranero.
Sabido es que antiguamente al sastre se le llamaba «alfaya-
tem, del árabe ídhayaíe. Asf llama al sastre el sabio rey Don
Alfonso en las ídx&osa.s Partidas, código que empezó á escrí'-
bir «cuatro aSos y veinte y tres días andados de su reinado>,^
ó sea en 1256. Léese en la

LEY X

«€>ro o plata aviendo atgun orne dado a algtind Ofdxsei de


»qae Ifefií^cssesortijas, o vasos, o tagas, o alguna otra cosa;
»o aviencfo dado a Alfayate paSo, de que le fíziesse manto, o
»otro vestido,», etc.
• (Partida jexta, tít. XIV.) (i)

El coospicuo poeta-Jíian Ruiz, arcipreste de Mita, nos habla


también^del'«alfay-ateft en^sus preciosos Cantares ("2) escrito»
efr la primera mitad del siglo XlV:

«Fallarás muchas garzas, non fallarás un uevo,


>Remcndax bj.en non sabe todo alfayate nuevo,
»A trovar con locura, non creas qjie me muevo,
»!Lo que buen amor dise, con rason te lo pruebo.»
(Cantar 56.)

( I ) Edición pnblicada en Los Códigos tspañoUs coHcordados y anotados,


^^opaoíIV,—Nfedfid i&fS.
(2) Hállanse en el TOL Poetas castellanos aftteaiortí^alsigl» ^V^ «AiUio»
teca de Autores EipaOoiea», tomo 57.
CONTESTAaO»(^ MÜA. S* AME.BI^*SK)R POPULAR 59^

I;.uego aparoció^etil iin^« Marqn^? dA SantíUaoa. qmeni, pqr


latuidatQ, dt; 80 Rej^ PoQ; J|«iaa II,.fprpció, á mediados del.si*-
glo K.y, la selecta y concienzuda, colección de tjiefranes qu§^
^icen las viejas tras el íqego», primera que se ha hecho en
lengua castellana y, en la letra E, hállase registrado el refrán
que oos ocaps^) «empleando, la vqz a,lfayate en ve:^ de
csastre*:

J§/ alfayate del Cautido fagj.a la costura de balde é ponía el


filo.

Así está escrito en la s Obras de D. Iñigo López de Mendo-


ea, Marqués de Santillana, ahora por vez primera compiladas
de los códices or iginales é ilustradas por D. José Amador de
los Ríos,—un voi. en^ 4.^, de GLXxx-653 páginas,—Ma-
drid, 1852.
En El Refranero general español, publicado por D. José
María Sbarbi,—10 vol. en 8.°,—Madrid, 1874-78, selee dicho
reirán con notable variación:

El alfayate del cantillo hacia la costura de balde y ponía el


hilo de su casa.
(Tomo I, pág. 102.)

Esa variación se comprende fácilmente si se atiende á la


observación que nos hace el Sr. lUos, en la página 504 de las
citadas Obras, donde se lee: <En las ediciones que hemos
ttenido á la vista de estos Refranes, recopilados por el Mar-
*qués, se halla adulterada notablemente la ortografía, achaque
• muy común á todas las obras de la Edad Media que se im-
«primieron en el siglo XVI...... En la necesidad y conveniencia-
»de seguir una pauta constante, hemos creído oportuno el ui^i-
(formarlos en esta parte coa las demás obras del Marques, res-
•titnyéodoles. el venerable sabor de antigüedad, de q«e sin
•razón se les había despojado».
El Sr Sbarbi se ha limitad? á reimprimir una de esas edi-
ciones del siglo XVI, y se explican, pues, esas variaciones, no
sólo de ortografía, sino también de. retórica, en que ha in<;a-
nidQ. 9I, pnl»Uc^ U»» Bj^m<isi del «itaidQ M^c^^ti •
606 REVISTA CONTEWlPORlNBA '
Más tarde el fLicenciado Francisco López de Ubeda» (t),
en su novela La picara Jtistina, publicada en 1605 hablando
de dicho «sastre», forma el sisruiente refrán *El sastre del
Campillo y la costurera de Miera {2), que el uno ponía memos
y hilo, y la otra trabajo y seda (3).
Y por último vino el célebie autor dramático D. Francisco
de Bancés Candamo, que llegó á ocupar el primer puesto en
el teatro de la corte de Car os II el Hechizado, y compuso
una comedia con ribetes históricos, en tres jornadas, titulada
El sastre del Campillo, cuya escena se desarrolla en Castilla..
Se entrevé que ese <Campillo», que el Sr. Viérgcl cree
cercano de Valladolid, sería lugar bastante poblado, toda vez
que Bancés hace decir á Casilda:
Casilda soy de Folanco,
Que en el Campillo es
Apellido muy honrado.
0ornada I.)

Y por lo visto existirían en él algunos sastres, cuando el


protagonista de la obra, O. Manrique, al desenmascararse pro»
rrumpe:
Yo-soy sastre en el Campillo;
Sucedióme una desgracia,
Persigúeme la justicia,
Valíme de esta maña
Para escapar de sus manos.
(Jornada Ü.)
Declaración que hace exclamar á Marín:
|Á ellos, sastre, que cortas
Con tijera y con espadal
La Academia Española escribe aún en su último Dicciona-
rio la voz alfayate (sastre), dándola, por supuesto, como an-
ticuada, Y á continuación inserta esos dos refranes, remedo
del que registró el Marqués de Santillana:

(1) SeaH<$nimo de Ffay Andrés P¿rez de LR<SD.


(3) Población de la proTincia de Oviedo.
(3) La picara Pldttitta, cap, IT. Libro tercero de La pitara Justina.
CONTESTACIONES PAHA EL AVERIGUADOR POPULAR 60T

Bl aífayate de la encrucijada pone el hiló de Sil casa.


El sastre del campillo, ó del cantillo, qué cosía de balde y
ponía el hilo.
Tenemos, pues, Cantillo, Cantillo y Campillo, y tambiéa ;
encrticijada, así como alfayate y sastre, y filpé hilo^'pztZ:
construir el refrán como mejor nos plazca, sin faltar á la his-
toria evolutiva de la frase que estudiamos.
Creemos, sin embargo, que, á no querer usarse del modo
antiguo, en cuyo caso debe preferitse el que nos ha restituido
el Sr. Ríos, en nuestros tiempos hemos de emplear la segya-
da forma que nos da la Academia de la Ungua, pero princi-
piando coa letra mayúscula la palabra tCampiUq» por repre-
sentar una población de EspaBa. «Todo nombre propio> se
escribe con letra mayúscula, como * Castilla, Toledo, Madrid,
Carabanchel, etc.», según nos advierte la docta citada cor-
poración en la página 351 de su Gramática.

471.—«Portier» y a n t e p u e r t a . ' , ,- ..,7

Portier ea un moderno galicismo del cual no pudo hablar-


nos Baralt, y que el vulgo, y aun los escritores, prefieren, á
veces, á su correspondiente castellano antepuerta.
Nosotros, acostumbados á escribir las palabras tal como
suenan, al oir c\.portier en boca de les franceses, asimismo lo
hemos pronunciado y'escrito sin fijarnos en que ellos cscti-
beaportiére. E\portier, tn\ como lo escribimos, cambia el
significado que tiene en francés esa palabra. Portier (a. va),
en lengua francesa, es «portero», el que guarda la puerta de
una casa, etc.; mientras que partiere (3. f.) significa en dicha
lengua, además de «portera» y «portezuela del coche»,.la
•cortina» colocada delante de un puerta para mitigar á volun-
tad la corriente de aire que va al salón, al gabinete, al come-
dor, etc. Por tanto, al espaSolizarse la/or^/^r^ (cortina), cam-
bia de sexo y se convierte en humilde «portero», trocando
por completo el sentido de la voz adoptada.
En verdad que no comprendo el.por qué han de españoll-
t&Z RIMISTA (XmSUffílLÍfaA
zarse palabras extranjeras coaiuio ea nuestro rico Léjáco
legraran vocablos que nos expresan, idénticos conceptoSé
¿Qué falta le hacía á la lengua castellana esa invasión de
extranjerismos,—algunos aceptados ya por la Academia E)s-
paSoIa ( I ) , — c o m o por ejemplo: amateur, bebé, boudoir, bou-
quet, buró, cabric^é, canard (por mentira), canesú, clown, con-
fort, debut, desabillé, marrón, jockey, mediocre, neceser, ^a^-
desús (2), record, sleepingcar, smokingroom,'speech, store, toi-
lette, touriste, trousseau y waterprooff
Comprendo el que se empleen y españolicen, porque no
tienen en rigor término equivalente castellano: acaparador,
acaparar, aplomo, ascensor, bibliofilia, biblioteconomia, biciclo,
bidé, biftec, bloque, buldog, cablegrama, confetti, chalet, che-
lín, diletante (3), diletantismo, eclosión, tapMa, feminismo,/olk•
lore folklorismo, folklorista, interview, kaiser, kaiserina, ker-
mes, kiosco, lunck, memorándum, mitin, reps, romanticismo,
romántico, peluche, penique, sandwich, silueta, somier {4),
sport, vademécum y yanqui.
En cuanto al galicismo portier, que trata por lo visto de
sustituir á la castellana «antepuerta», diremos que maldita la
falta que nos hace, teniendo término perfectamente equiva-
lente en nuestra lengua. Mé aquí la definición de dicho térmi-
no sacada dfc tres distintos diccionarios:

j y a t e p o e r t o . / • La cortinal tapiz, mampara, cancel, etc.,


que se pojie antes d« una puerls^
E L P . TERREROS (1786).

A 9 t e i i a e r t « . / • El repostero ó paño que se pone delante


de alguna puerta para abrigo ó decencia.
SALVA (1847).

A n e e p a e r t a . f- Repostero ó cortina que se pone d e l a i ^


d é una puerta para abrigo ü. ornato.
LA ACADEMIA (1899).

41) E,o»-icipU4ot- «an e»típ»oofrriMte n wta pátrafb y « •)' que »igc«.


(3) En francés le MCnbe. (wn. doble jr,
) En italiano ;e ««cribe con doble f.
g
0ONTESTACIONK$-PABA Bt AVEIKGüAOOR POPULAR Gg>^

. La vozfiortíer, aiín.cuando es m^jr usada, sobre todo en]»,


cpnviersación, nofísruraen el Diccionario de la leagua caste-
llana y lo celebramos de veras.
No puede dudarse de que esos extranjerismos nos vienen,
en parte, de los malos traductores y novelistas adocenados;
pero hay que convenir en que los aclimatan en nuestro suelo
\oa chicos de/a prensa ó «reporters», como ellos mismos se
intitulan, quienes principian su carrera periodística yendo á
«suarés» y viajando en tren cexprés»•
Recuerdo, á propósito de esos chicos entrometidos, haber
leído en uno de los principales periódicos de Madrid,—que en
ocasión del pasado eclipse de sol nos hablaba del abate More-
no ( i ) y de Landeres (a), y le telegraüabau que á Deslandres
^ e le habia caldo el pañuelo que llevaba debajo del sombce-
>ro»,:—que, <cn Elche, el fenómeno se había presentado
»con tan imponente aspecto que. las gallinas se retiraron en
>lo más oscuro de sus dormitorios». £1 mismo periódi-
co, en el número extraordinario publicado el 29. de Mayo
de 1900, escribe: <Puede, sin embargo, asegurarse que, si en
itodas paites se ha observado el fenómeno ían á placer como
»ea Flasencia, el éxito habrá de superar las mayores espe-
tranzas >.
Leen eso los horteras y, pareciéndoles bonita la expresión,
se desviven para repetirla. Acuden luego á sus tiendas núes-
tías mujeres y ¡zas 1^ se la sueltan ¿la primera de cambio; y
éstas, prendadas á su vez del «elegante* modismo, lo encajan
á sus hijas y lo lucen en visitas, como ese enjambre de nom-
bres de telas y colores que sólo conocen tenderos y señoras.
Así se trasmiten de boca en boca esas voces y locuciones
que tanto afean el habla castellana.
Tal vez con las telas para portieres nos ha venido de Fran-
cia esa palabra que reprochamos; pero la culpa, en caso, 0^,
es sólo áe\os horteras, ni aun de los chicos de la prensa, Ávo
t^imbién de los directores de periódicos (5) que permiten se

1) El abate Moreux, auxiliar del astrÓDOiOipfrancé»Blan^mMÍoiu


^)
% El ilostracU) asttdaomo eipa&Ql p.José J. Lwidererv
(3) En.épocamny qpottaiui temijti al diieáoi A^Bl AiuerigMa4.tr P«^tir
lar esta pregunta:
604 REVISTA CONTEMPORÁNEA

inserten en sus publicaciones sennejantes extranjerismos é in-


correcciones en perjuicio de la hermosa lengua de Cervantes,
Jovellanos y Valera.

4 ( 7 . —El p r i m e r r e l o j d e K s p s ñ a (i).

Después de la pregunta que ha hecho D . Bruno R. Acosta,


d e Sevilla, para cerciorarse de si verdaderamente es el reloj
de la Giralda el primer reloj de torre que funcionó en España,
y de la extensa contestación afirmativa dada por El Decano de
los escultores de Sevilla citando valiosos textos, siento, en ver-
dad, tener que terciar en discordia en este asunto para demos-
trar, en honor de la verdad, que no es el reloj de la gallarda
Giralda el primer reloj de torre que se colocó en España.
\.% Guia de Sevilla, por D.Vicente Gómez Zarzuela (2),
informada, naturalmente, por lo que se lee en los Anales ecle-
siásticos y seculares de SíViila, de D. Diego OrtizdeZúñiga (3),
y por lo que escribió el P. Mariana en su Crónica, y demás
autores que han seguido copiando tan erróneo concepto, dice:
«Sevilla fué la primera población de España que tuvo reloj,
•el cual se puso en 17 de Julio de 1400», ignorando, por lo

cSnbserlpción, suscripción y euscridón.


Hacií tiempo que leo ea la cabecera de los siguieiites periddicos madrileüof:
Eo «El Liberal» subscripción.
Ea «La Época» , suscripción.
En « El P..Í?» íJtm.
Eo «El Imparciai» suscrición.
En « La Corieapoudencla» ídem,
{Podrá decirme, qaien lo tep«, el por qué d>! seme'ante anarquía ortográfica,
que hace tao poco faror á la capital de España, donde reside precisamente Is
Academia de la leni^aa castellana?»
Prrganta que Tello T¿lln no quiso iniertarla, comprendiendo lo delicado
del caso.
(1) Eo El Liberal del 3 d? Agosto de 1900 se pubUcd la mitad de esta
coDtestacid , diciendo que la coDclu«t<{n iría al día siguieate; pero como no
•parecitf, al rntoon en la edicidn destinada á provincias, deseosos de subsanar
la omísids, nos decidimos á insertarla íntegra ea la RCVISTA CviHriMPORARBa,
mcj rándolit en cuanto cabe j ccnrenientemeote anotada,
(2) Un Tol. en 4.», Serilla, i88o.
(3) ü™ »o'- en f"ir>, MadrH, 1677. La 3.* edicián de esta obra, ilustrada
7-corregida por Antonio María Espinosa y Circe!, se hito en S vol?. en 4.0, 7
se imprimid en Madrid, 1795-96.
CONTESTACIONES PARA E(. AVERIGUADOR POPULAR 60$

visto, que desde el aüo 1393 Barcejona tiene reloj en una de


las dos torres octogonales de su linda catedral gótica, princi-
piada en 1298.
Ceán Bermúdez en su notable monografía sobre la Catedral
de Sevilla (i), nada nos dice del reloj z\ describir la «Torre 6
Giralda», y D. José Amador de los Ríos, en su Sevilla pinto-
resca (2), «teniendo presentes los apuntes de D. Juan Colom y
Colom», (3), omite igualmente hablar del reloj de la Giralda.
Tampoco nos habla de él D. Pedro de Madcazo en el toma
Sevilla y Cádiz (4), porqae á pesar de citar en la parte histó-
rica á Zúñiga, sigue las huellas de Ceñn y de Rios.
Pero mi ilustre paisano barcelonés el doctísimo crítico y
eminente historiador D. Antonio de Campany y de Montpa-
lau nos habló ya de lo que ahora nos ocupa, en sus Memorias
históricas sobre la marina, comercio y artes de li antigua ciu-
dad de Barcelona (5). En el tomo IV, página 97, del apéndi-
ce de esta obra dice el insigne patricio,—muerto en Cádiz ea
1813,—hablando del reloj de la catedral de Barcelona:
«De las dos torres de la Santa Iglesia, 4a una que cae so-
»bre la puerta de Santa Eulalia, sin duda fué destinada para
tías horas, como lo indica la delicada estructura del último
acuerpo de campanas. En efecto, hallamos en^re los antiguos
«apuntamientos del Archivo municipal de la ciudad, que en el
»aSo 1393, á expensas del Ayuntamiento, se fundió la gran
acampana para el Relox, y que en aquel mismo año se subió
»á dicha toire, con el nombre vulgar de Síny de les hores. De

(1) Des€ripciÓH artístiea dt la Cetedral de Sevilla, un voJ. en iz°, Se-


villa 1804. Hay btia edición en 4.° pub.icad», también en bevills, el año
1856.
(:) Un To). en 4.°, Sevilla, 1844.
(j) Sevilla artística, por Juan Colom y Coloro, nn rol. en 8.", Sevilla
1841.
(4) E v tomo forma paite de la obra mnnamental Recuerdos y hel'etas de
España (Barcelona y Madrid. 1839-65;; 12 Vn s. en folio, e cruo» porlM^: r~r,
Pi V Mar^sll, Qaadrado y Madrazo é iluEtrados por Parcerisa, quien no* ha
legado abundarte copia de los más ni'tables monnmeat is de Eü^iaña á medie-
dos del siglo XIX, sacado* tclos de natural. Dicha obra se ha ins rta'o in-
tegra en la colección EspaHa, sus moHumentas y artes, su HaturaUzi i ¡¡isla-
rio, en 4.°, que editó la casa Curtez > y ' .*, de Uirceloaa, de 1881 a 18S7.
Pero los tomos de esta edición j mái tendían la estima de aquéllo , faltándo-
les el actractivo de las eocantadora<« láminas de Parceri a.
(5) Cuatro Tol. eó 4,°, Madrid, imp. de A. Sancha, 1779-92.
6B6 ReViSTA dONTEM^OHÁNeA

*lo qtfe «e lufiere la época anterior de tres aScw del Rélox pú-
«blíbo de Barcelona al de la Catedral de Sevilla, qae hasta
»aquí se había ponderado entre nuestros historiadores como
»el pirímeto de torre que se había conocido en EspaQa; cuya
«colocación presenció como cosa maravillosa el rey de Cas-
iitilla D . Enrique III, en 1396.»
Si realmente Capmany padeció equivocación de cuatro
años al ñjar la fecha en la que dice se colocó el. reloj de k
Giralda, y esa fecha resulta ser la de Julio de 1400, como
dice ^a Guía arriba citada, entonces serían «siete» los aSós
que el reloj de Barcelona se hubiese anticipado al de Sevilla.
Mas no es tampoco el reloj de la catedral de Barcelona el
pritiaer reloj público de España; hay otro aún más antiguo eñ
Cataluña misma: el de la torre de la catedral de Vich.
La torre ó campanario de la catedral de Vich es muy anti-
gua, como lo sbn la mayoría de las que existen e a el prin-
cipado catalán; data del siglo XI y se tiene tioticia de que la
catedralfué consagrada en 1038. Certifica la antigüedad déla
citada torre el trovador provenzal Guillermo Bergadán, nacido
á mediados del siglo XII, al cantar la siguiente estrofa:

• « Otanson ai comentada
Que será loing chantada
En est son veill antic
Que fetz N'Ot de Moneada
Ainz que peira pouzada
Pos élcloquer de Vic» (i).

(Canción he comenzado que será largamente cantada en


este son viejo y añejo que hizo D. Odón de Moneada, ante?
que fuese puesta la primera piedra en el campanario de Vich.)
Y pasando ahora á atestiguar la antigüedad del reloj de la
mencionada torre de la catedral de Vich, cederé la palabra á
su celoso y diligente historiador D. Joaquín Salarich:
« vemos en 1321 un altercado entre la ciudad y el ca-
»bilde, sobre el derecho que aquélla goza de tener en la torre

( I ) Dt lot trovadores en £í/fl*a. Estudio de leuga y poesía proTíUTal,


por D. Manuel Milá y Fontaoals,—un •ol. en'4.°, de YIII'53I p<g».—Barce-
lona, imp. de Hagrifii y Subiraoa, 1861.
CONTESTACIONES PARA EL AVERIGUADOR POPULAR 6o7

»un centinela [guaita bada) para dar el señal de alarma de día


»y de noche, con los címbalos ó campanas, y tocar la trompa
»y la bocina {tubicinandi et cornandí).
»La reina do&a María, como lagartenientc de su esposo
>D. Martin, expide un diploma en que concede al Consejo el
«privilegio de fabricarnna campana para seSalar las horas del
idía y de la noche. Ya el documento citado de 1321 dice
»que otro de los objetos del campanario es anunciar las ho-
»ras del día {notificando horas tempons). Siendo así, el reloj
»de la catedral de Vich será anterior al de Ricardo Walig-
»ford, abad de San Albán de Inglaterra; muy anterior al de
»la catedral de Barcelona, 13(^3, que Capmany Cree el primer
-^reloj de torre <\ac hiibo en España, y más qUe anterior ál de
>Sevilla, al que Mariana da la preferencia* (l).
Pero ¡quién había de decirme á mi, ignorado huésped de
la hermosa Sevilla en el verano de 1889, que fué ia primera
vez que la visité, escudiiñándola toda, incluso «Itálica famo-
sa», y que subí varias veces á lo más alto de la esbelta Giral-
da, que, once ants después, sería yo quien, por medio del es-
timable periódico El Liberal, debía llevar allí mi palabra
para desilusionar á los sevillanos de que el reloj de su T U -
RKIS FORTis'MA no es el primer reloj de torre que se puso en
España, y hacer mentir las 6^HÍai' y cuantos documentos aflr-
taan semejante cosa!...

EL GuBiosb-BARCELONÉS.

( I ) Vich, su historia, sus monumentos, sus hijos y sus glorias, por Joa-
quín SaUruh.—Un Tol. ea 4.0, de sao págs., Vich, 1854,
SERVICIOS PÚBLICOS DE iUTOUÓVILES

III

Hemos dicho que las degradaciones producidas en el afir-


mado de las carreteras por los automóviles son más peque-
ñas que las originadas por ciertos vehículos de fuerza animal,
fundándonos en que la presión específica transmitida por las
llantas dé sus ruedas también es menor.
Vamos ahora á demostrar que los vehículos de fuerza ani-
mal, cuyo peso es inferior al de los automóviles, ejercen ana
presión total mayor.
Dos vehículos nos han servido de ejemplo, á saber: un au-
tomóvil de CE^torce asientos y un carromato; el primero tiene
su motor formando cuerpo con el vehículo; su presión nor-
mal es únicamente la que representa su peso, ó sean 6.000
kilogramos; el segundo lleva su motor fuera, encontrándose
en análogas circunstancias á las del automóvil que, separado
de su máquina, quedase dividido en dos partes conveniente-
mente enlazadas, una al carruaje y otra á la máquina, funcio-
nando de remolcador ó tractor. La máquina ó tractor es el
motor animado, constituido por las caballerías que exige el
tiro.
Para determinar la presión total, agreguemos al peso del
carromato cargado, que es 5.170 kilogramos, el de las muías
enganchadas, que, siendo cuatro, con el peso medio de 300
kilogramos cada una, dan I.200 kilogramos, sumando 6.370
kilogramos que, como se ve, ^s superior á los 6.000 kilo-
gramos que pesa el automóvil.
Aun cuando creemos que no se necesitan más argumentos
para convencernos de nuestro aserto, debemos hacer presen
SERVICIOS PÚBLICOS PE AUTOMÓVILES 6o9
-te qae la presión total es todavía mayor que la suma de los
dos pesos arriba mencionados.
El objeto de las siguientes líneas no es otro que determinar
la presión normal que ha de ejercer el tractor ó motor ani-
mado para arrastrar el vehículo con su carga; esta presión,
seguramente superior al peso de las caballerías, unida al peso
del carromato cargado, nos dará una cifra mayor que la con-
signada anteriormente.
Para conseguirlo, recordemos lo que sucede en el movi-
-miento de un cuerpo que se halla en contacto con otro. Sea
un rodillo colocado sobre un plano horizontal; per muy lisas
que parezcan las superficies, siempre tienen asperezas ó rugo-
sidades imperceptibles á simple vista. Colocados dos cuerpos
en contacto, engranan sus asperezas. Para poner en movi-
miento el cilindro ó rodillo se le imprime un esfuerzo hori-
zontal, variable con su peso y con la naturaleza de las super-
ficies.
Se llama rozamiento la resistencia que se opone al movi-
miento. En el cilindro hay dos movimientos que considerar,
el de deslizamiento y el de rodadura; con el primero, como
el cilindro resbala sobre el plano, destruye, rompe los engta-
nes del contacto; con el segundo, el cilindro ruedi sobre el
plano, sin destruir ios engranes, que en vez de oponerse al
movimiento lo facilitan, sirviendo de puntos de apoyo. Haga-
mos una comparación que, por lo exagerada, sirve para po-
ner de manifiesto, con claridad, la diferencia que existe entre
ambos movimientos. Sea una barra dentada ó cremallera fija
en contacto con una rueda dentada; es lo que resulta de su-
poner la sección del plano horizontal y del cilindro mencio-
nados por un plano normal al eje de éste; el plano horizontal
quedará reducido á una línea recta que, materializada, es la
cremallera, y el cilindro se convierte en un círcu o que puede
representar á la rueda dentada. Esta, para resbalar .sobre la
cremallera, tiene que romperle sus dientes, y para rodar sobre
la misma es preciso que los dientes de uno de los cucípos en-
cajen en los huecos correspondientes del otro durante el mo-
vimiento. En el primer caso, hay que vencer la resistencia
que se opone á que el engranaje se rompa; en el segundo, se
39
6lO REVISTA CONTEMPORÁNEA

pasa por encima dei engranaje sin romperlo; la primera resis'


tencia, llamada rozamiento de deslizamiento, es mucho mayor
indudablemente que la segunda, denominada rozamiento de
rodadura.
Él esfuerzo que hace mover un vehículo se determina mul-
tiplicando el peso que insiste sobre el eje motor por un coe-
ficiente qoe depende de la naturaleza de las superficies en
contacto, y que recibe el nombre de coeficiente de tracción.
Llamemos P el peso del vehículo, F el coeficiente de des-
lizamiento y / el coeficiente de rodadura.
Tenemos dos límites para el esfuerzo de tracción que de-
bemos desarrollar; límite superior, el valor del rozamiento áe
deslizamiento producido por el peso del motor, que aquí sería
peso y esfuerzo muscular vertical de las caballerías, cuyo va-
lor se conoce con la denominación de adherencia, indepen-
diente en absoluto de la potencia de su aparato motor, y de-
pendiente sólo del peso que carga sobre las ruedas motrices,
y que se llama peso adkerente; este límite superior estará re-
presentado por Fx P; el límite inferior es el valor del roza-
miento de rodadura, ó sea / x P.
Mientras el esfuerzo de tracción desarrollado por el motor
para la propulsión del vehículo es inferior al trabajo del roza-
miento debido á la adherencia, el movimiento de traslación
se verfica; pero si llega ó pasa de este límite, las ruedas des-
lizarán sobre el suelo sm desplazaise, y el trabajo motor será
enteramente absorbido por el trabajo resistente del desliza-
miento. Se dice entonces que las ruedas patinan.
El valor del coeficiente de adherencia es muy variable. De-
pende de la naturaleza de las llantas de las ruedas y del estado
del suelo. No se han hecho hasta ahora, que sepamos, expe-
riencias para determinar el valor de la adherencia según lo»
diversos estados del suelo. Forzoso será, pues, que nos refira-
mos á las experiencias antiguas de Morín, de las que se dedu-
ce que su valor puede llegar á 114 de la carga sobre las rue-
das'motrices.
En horizontal y en recta, el esfuerzo mínimo para arrastrar
una tonelada sobie carreteras regularmente conservadas está
comprendido entre 40 y 60 kilogramos; éste es el coeficiente
SERVICIQS PÚBUCOS DE AUTOMÓVILES 6jl

de tracción ó de rodadura, y le asignaremos el valor medio,


es decir, 50 kilogramos.
Como el carromato pesa S.i/o toneladas, la fuerza de trac-
ción, en horizontal, se representará por Soxs,i7o=-258,5o
kilogramos. Podría deducirse inmediatamente la presión que
debe ejercer el tiro en la carretera; pero como las rampas
aumentan el esfuerzo de tracción en proporción considerable,
puesto que cada milímetro por metro de inclinación equivale
al aumento de un kilogramo en el coeüciente de tracción, si
suponemos que la pendiente máxima es de 5 por 100, habrá
que aumentar 50 kilogramos al coeficiente; de modo que ten-
dremos para el esfuerzo de tracción

100 X 5.170 =—517 kilogramos.

Según Morín, la adherencia puede valer 1/4 de la carga


sobre las ruedas motrices; por consiguiente, multiplicando por
4 la cifra que representa en kilogramos el esfuerzo de tracción,
tendremos, también en kilogramos, la presión que el motor
animado, constituido por las caballerías del tiro, ejerce en la
carretera. En las condiciones de nuestro ejemplo encontra-
remos:
517 X 4 = a.068 kilogramos.

Por consiguiente, tendremos:


Kilogramos.

Peso del c a r r o m a t o . . . ; 5-i7o


Presión ejercida por las muías 2.068

Tota/. 7-238
Peso del automóvil de 14 asientos 6.000

Diferencia i .238

Queda, pues, demostrado que el carromato, con carga or-


dinaria, ejerce en la carretera una presión total de 1.238 kilo'
gramos mayor que el automóvil de 14 asientos.
612 REVISTA C U N T E M P O R A N B A

Comparemos, por último, un carromato coa carga máxima


y un auLomóvil grande de 20 asientos. Haciendo laa mismas
operaciones, siendo el peso del primer vehículo J toneladas
y el del segundo 8 toneladas, el esfuerzo de tracción en el ca •
rromato será

loo X 7 = 700 kilogramos;

multiplicando el segundo miembro de esta igualdad por 4


tendremos:

700 X 4 = 2.800 kilogramos,

que es el valor de la presión del motor animado sobre la ca-


rretera. Deduciremos, pues:
Kilogramoi..

Peso del carromato 7.000


Presión ejercida por las muías 2 800

Total. 9.800
Peso del automóvil de 20 asientos 8.000

Diferencia 1.800

Por consiguiente, un automóvil de los mayores, de 20


asientos, ejercerá en la carretera una presión de l .800 kilo-
gramos menor que un carromato con carga máxima.
El valor de 517 kilogramos determinado para el esfuerzo
de tracción del carromato con carga ordinaria y el de 700
kilogramos, correspondiente á la carga máxima, deben con-
siderarse como limites inferiores de este esfuerzo. Los límites
superiores se encontrarian multiplicando el peso del vehículo
por el coeficiente de deslizamiento, que, siendo superior al de
rodadura empleado, nos daría esfuerzos de tracción mayores
que exigirían cargas más considerables sobre las ruedas mo-
trices.
Tenemos, en definitiva, que tanto las presiones especificas
SERVICIOS PÚBLICOS DB AUT(MifÓVlLES 613
como las pregones' totales que ejercen en las carreteras los
automóviles son inferiores á las de los vehícnlos de fuerza ani-
mal considerados, por cuya razón las degradaciones produci-
das en el afirmado de estas vias de comunicación son tam-
bién de menor importancia.

JOSÉ MESA Y RAMOS,


Ingeniero de Caminos.

Valladolid 4 de Junio de J901.


MODERNISMO Y MODERNISTAS

Sr. D. Pelayo Vizuete.

Muy señor mío y dueño: Aunque más bien cortada pluma


que la mía ha tomado á su cargo trasladar á las páginas de
la REVISTA de su ilustrada dirección las impresiones y con
ellas la critica relativa á la Exposición bienal de Bellas Artes
de 1901, allá vá mi cuarto á espadas para hacer, no un estu-
dio detenido sobre cuanto bueno ó malo en aquélla se encie-
rra, sino para trazar ligero esbozo, somera nota, sobre el mo
derntsmo y los tnodernistas que han concurrido al artístico
certamen.
Confieso paladinamente que por mis años 6 por las ense-
ñanzas que respecto al arte del diseño haya podido recibir, y
sin las cuales librárame Dios de inmiscuirme en asunto para mí
desconocido, estoy todavía muy lejos de comprender en qué
consisten esas tendencias á las que, en las esferas de ese mis-
mo arte, se da el nombre de modernismo, cuáles son los fines
de la escuela, dándole tan honrosa denominación, por qué sus
secuaces se la aplican, y á qué respóndela evolución trans-
formativa por ellos iniciada en la pintura, importando un gé-
nero que dista tanto de la belleza y de la verdad, únicos obje-
tivos á que deben dirigirse las representaciones gráficas del
pensamiento del artista.
' Indudablemente son achaques de la edad que me ponen
fuera del alcance de las corrientes que hoy predominan, y á
fuer de anticuado, no debo haber comprendido aún el/aj<7
de gigante que el arte ha dado por los nuevos derroteros que
han de conducirle á su decantada regeneración. Si es así,
huélgome de ello y á mis antiguallas me atengo. No por eso
«oy de los que, cual el Don Bartolo del Barbero de Sevilla,
MODERNISMO Y MODERNISTAS ÓlJ

opinan que la música del suo tempo era altra cosa, xñ át.\o%
que, nuevos Don Quijote, la emprenden con las obras de es-
tos tiempos á tajos y mandobles, cual el héroe manchego 11
emprendiera con las repletas odres, no; tampoco soy délos que,
encariñándose con la idea, á la idea lo supeditaa todo y todo
lo sacrifican por la idea, ni milito en las filas de los que, escla-
vos de la realidad, nada encuentran fuera de lo material y lo
tangible: en asuntos de arte opino que el valor de las obras no
lo acrecienta la época de su creación, y que la forma debe
responder, sí, á la idea, pero que ni ésta todo lo absorba, ni
aquélla pretenda, avasallarlo todo. En el primer caso, de abs-
tracción en abstracción, se aspira á representar la belUza de
modo tan distante de la verdad que es dado concebir á nues-
tro ser material, que se cae en absurdas manifestaciones, y en
el segundo, tanto y tanto quiere darse á la verdad, que se
abandona la belleza, reproduciendo tan sólo lo material y
grosero de la vida. Por, aquellos senderos se llega al trasno-
chado idealismo; los últimos derroteros coaducen al realismo
repugnante.
Bacon ha dicho que el arte es el hombre ayudado por la
naturaleza, y esta definición parece tanto más exacta cuanto
que siendo el espíritu humano tan limitado, cuando llega á
concebir las abstracciones de lo infinito, tiene que hacerlas
patentes necesatiamente con relación á lo exterior y material.
De aquí que las manifestaciones gráficas de esag concepciones,
objeto primordial de la pintura, necesiten de esa misma reali-
dad, de esa forma tangible, de esa naturaleza que ayuda al
artista: de aquí que la pintura se acerque más que otra rama
del arte al realismo y de él necesite para su existencia y des-
arrollo. ^Compréndese hoy, en que el espíritu investigador y
fHosófico de la época nos arrastra más á lo terreno que nos
levanta á elevadas regiones; com[)réndese, repito, aunque
otra cosa se diga en contrario, las doradas crenchas de las
Madonas y querubines de Fra Giovanne de Fresólo? ¿Pene-
tra nuestro limitado entendimiento en los luminosos nimbos
de los pintores de los siglos XIV y XV? No; esas manifesta-
ciones que los partidarios de tales tendencias glorifican, sos-
teniendo que se acercan más que otra alguna á la belleza
él6 REVISTA C O N T E X Í P O R A N S A

absolota, son, en mi sentir, qwzÁ atrevido y extraviado, con-


vencionalismos hijos de íervicnte unción religiosa ó exaltado
misticiamo que traduce ei pensamiento con simulacros hermo -
sos, p3ro lejanos siempre de la verdad. Y las censuras qne
por falsear lo verdadero dirijo á las tendencias idealistas, las
hago de igual modo extensivas á las absolutamente realis*
tas, por falta de belleza: apartándose los secuaces de estas
últimas de todo lo ideal, y no viendo más que aquella ayuda
de la naturaleza de que nos habla el Canciller de Berulamío,
siendo esclavos de la forma, de error en error, llegan al grose-
ro materialismo, á la servil copia de lo real, olvidando que si-
la naturaleza es fuente inagotable de bellezas, no por eso deja-
de ten*r su lado opuesto y en él, algo que nunca debe poner>-
se de manifiesto. En mi concepto, hay que armonizar ambas
tendencias y que ni el artista se deje arrebatar á las impenetra-
bles esferas de lo imaginario, ni se muestre tan partidario de
la materia que. deje de trasmitir á su obra algo de su perso»
nalidad, algo que traduzca su intimo sentir.
Esto sentado y reconociendo que en ambos campos, tante-
en el idealista como e a d realista, han existido y existen de-
nodados adalides que vienen sosteniendo enhiesta la bandera^
de sus aspiraciones, no puedo menos de preguntarme: ¿y cuá-
les son éstas en los llamados modernistas? Difícil me fuera
responder, toda vez que los que de tales alardean, huyendo-
de ensueños y abstracciones y queriendo acercarse cuanto da-
ble sea á lo positivo y real, llegan en su desvarío á lo absur-
do é inconcebible en el arte pictórico. Duras son las frases,,
pero si así brotan de la pluma, es porque en bien del arte
duele que hombres del valer de algunos ilusos pintores, que
guiados más bien por el afán de notoriedad que per error, y
falseando prmcipios y reglas que son inalterables, hayan tva-
prendido un camino que,en breve espacio de tiempo y de
tropiezo en tropiezo ha de conducir ese propio arte al más in-
sondable de los abismos.
El conjunto armónico del diseño y del colorido forman la
pintura, y la base esencial de ésta constitiiyela el primero.
Los mcdernisías, los secuaces de esa escuela, cuyo dogma
puede encerrarse en la interpretación de la naturaleza bajo
M(»>EitinSMO Y MODERMISTAS 6x7
nuevos aspectos, pasando por el tamiz de originales inteli-
gencias, desdeñan el primero y v^», valiéadome de su propia
frase, el segundo, como á nadie de los que no alcanzamos su
privilegiada inteligencia nos es dado ver en la naturaleza. Y
si de convencionales han de tildarse las concepciones de los
pintores idealistas, porque convencional ha de ser cuanto á
la representación de lo abstracto se pueda referir, todavía más
convencionales me parecen las producciones modernistas,
que falseando la interpretación de lo que al alcance de todas
las miradas se encuentra, trastornan las lineas, destruyen
de una pincelada leyes consagradas y cambian entonacio-
nes luminosas tan á capricho, que apenas dan idea de lo
que es cuanto ante la vista nos presentan. Y no invoquen en
defensa de sus teorías ni aleguen como poderoso motivo para
seguir erróneos senderos, la libertad de acción, el deseo de
emanciparse de tiránicos yugos, la noble lucha contra impo-
siciones dogmáticas, las cuales no cabe duda alguna que el
sentimi:nto estético del artista debe combaiir, y otro sinnú-
mero de razones que, si son atendibles, en manera alguna dis-
culpan los lamentables errores en que caen los pintores mo-
dernistas. Complácense éstos en trasladar á sus lienzos gran-
des y disonantes manchas monócronns sin la gradación de tin-
tas y matices que la propia naturaleza no rehuye; pretenden
ver y producir en atrevidas y exageradas entonaciones efec-
tos que, aunque otra cosa hoy se pretenda, distan mucho de la
realidad que tanto preconizan; buscan y exageran la contra-
posición de tonos, recortan las siluetas de susfigurasó de los
objetos que caen bajo la acción de sus pinceles con plomizos
contornos, y al descuidar la factura, agente importante en
todo cuadro, aunque de otro modo piensen determinadas en-
tidades criticas, para atender tan sólo al momentáneo impre-
sionismo, consiguen que sus obras, lejos de tener el atiactivo
que como tales requieren, resulten faltas de sentimiento esté-
tico y hasta de la belleza que produce el empaste, la fusión
de tintas, la trama del colorido, si se me permite la frase, que
tanto fascina aun en los más avanzados maestros realistas de
las antiguas escuelas, cuyas obras serán siempre admiradas
como conjunto armonioso de belleza y de verdad.
Hay más: los pintores modernistas quieren hacer de la pin-
tura un arma con la cual se fustiguen los victos que corroen
la vida social, y olvidan que si en el libro y en el teatro ^e po-.
nen de relieve esos propios vicios para enseSanza y aleja-
miento del mal, es porque allí mismo se ve saciada la sed de
moralidad al aplicarse el botón de fuego á la cancerosa Haga,
mientras que en el cuadro, no pudiendo desarrollarse más que
la tesis del mal, sin que tras aquel simulacro se encuentre un
más allá, será inútil empeño ó quimera vana, buscar la solu-
ción ansiada por el moralista, quedando tan sólo ante sus ojos,
lo aborrecible de la maldad ó lo repugnante del vicio.
El estilo, secta, tendencia^ escuela ó como quiera denomi-
narse al modernismo, en mi sentir, más que un paso adelante,
significa un retroceso en el camino del arte, y el público, ya
sea el que puede llamarse culto, ya el que no lo es, pero que
por intuición emite sanas apreciaciones y raras veces suele
errar en sus fallos, más la opinión, ese implacable juez que
sunca se deja influir por los caprichos de la moda ni por mi-
ramientos mundanos» así lo reconocen, al buscar en el certa-
men de 1901, y extasiarse ante ellos, cuadros en que resplan
decé la placidez, la dulzura, la suavidad, la unidad de compo-
siciónr el correcto diseño que distingue á los ilusos secuaces
del antiguo sistema, y apartar sus ojos de esotros cuadros hi-
jos tan sólo de la momentánea impresión, y que tanto por su
técnica como por el simbolismo que pretenden encerrar, nada
dicen á quien los Contempla, ó cuando más los considera
como enigmas indescifrables encerrados en abigarradas colo-
caciones. Es preciso que ciertos maestros modernistas reputa-
dos hoy como pintores de primera línea, y me complazco en
reconocerlo así, y cuyos nombres se repiten para prodigarles
alabanzas, es preciso, repito, que se penetren que el arte no
es patrimonio exclusivamente suyo; es de la masa común de-
nominada público, es de la opinión, y ambas al reclamar sus
derechos exigen que los cuadros, piás que para vencer cues--
tiones de factura y tecnicismos de estudio, deben. pintarse
para hacer comprender á quien una obra de arte admira, el
sentimiento de la idea que e! artista se ha propuesto des-
arrollar. . .-
MODERNISM<]í T MODBROSRS'CAS 619

El arte de comienzos de) siglo iXiX, al segiiir e( camino que


el modernismo le señala, resulta áspero, seco, duro y sin poe-
sía alguna é embuído de ciertas tendencias que le arrastran
más al fango del arroyo que á la suntuosidad de los palacios;
al democratizaise, si se me permite la frase; con la rudeza de
las masas á quienes brinda las obras de sus genios, pierde
aquella elegancia, dulzura, fineza y distinción que los maes'
tros que hasta hoy la fama ha consagrado como luminares
del arte, sean de ia escuela que se quiera, supieron imprimir
en las obras salidas de sus manos.
Al detenerse á contemplar e n e l certamen artístico del co-
rriente año los cuadros que los secuaces de la nueva comu -
nión tienen expuestos, no puede menos de sentirse dolores.»
angustia si se considera que algunos de sus autores, maestros
de ya bien conquistada fama, y que han sabido ganar en bue-
na lid el honroso puesto que esa misma fama les asigna, por
alucinación, ó por malsanas corrientes, hijas más bien, de la
novedad y de la moda que de madura reflexión, han abando-
' nado aquellos principios, aquellas enseñanzas y maneras de
que se sirvieron para producir las obras que les han servido de
escabel para alcanzar el honroso puesto que hoy ocupan en-
tre los más conspicuos artistas de nuestra escuela moderna, y
obcecados en sostener recientes teorías se han lanzado en pos
de un ideal qne es bien seguro ha de contribuir á haceiles
desmerecer de la justa reputación de que hoy vienen precedi-
dos. No basta sólo ser, con justicia, apellidado rey del colo-
rido, dominar éste, dictarle leyes, disponer de él á su antojo
y verter raudales de luz en sus obras: no basta, no, que se ven-
zan las dificultades de técnica artística:, no basta tampoco pre-
sentarse como vencedor de los mil escollos con que ha tenido
que lucharse para dar forma á una ¡dea; no basta el solo he-
cho de tener indiscutible talento para imponerse, subyugar y
arrastrar en pos de sí la masa sana de la opinión, no; es pre-
ciso algo más: es preciso que se haga palpitar el corazón
cuando se contempla una escena patética, que se inunde el
alma de gozo y placidez ante idílicas concepciones; es preci-
so que se haga verter lágrimas cuando de asunto trágico ó
dramático se trata, ó asome la sonrisa á los labios si el motivo
620 REVISTA CONTEMPOKÁNEA
k> requiere; es preciso qne las encrespados olas de proceloso
mar hagan comprender la grandiosidad de las tempestades
que en su seno se levantan; es preciso que las risueñas orillas
de un lago, lo abrupto del monte, ó las extensas planicies
sombreadas por compactas arboledas, conviden, ya por su
tranquilidad ó por su grandeza, á desear sitios análogos en
que el alma pueda esparcirse ante el sinnúmero de bellezas
que la naturaleza encierra; es preciso, en una palabra, hacer
sentir y nunca dar motivo á que la vista se aparte, con dolor,
de determinadas creaciones simbólicas en las cuales campean
alardes y atrevimientos que han de ser causa que el arte de
mañana recoja del de hoy, bien triste herencia.

SiLVERio MORENO.

Junio 1901.
EXPOSICIÓN
<IVE ELEVÓ EL DÍA 3 DE MAYO DE l 8 0 2 EL SEÑOR ALCALDE COSKE-
<;iDOR DE LA CIUDAD DE LORCA, DON TOSCOATO ANTONIO COLLADO,
Á S. M. EL REY DON CARLOS IV, DÁNDOLE CUENTA DETALLADA UK
LA ESPANTOSA CATÁSTROFE OCURRIDA EL DÍA 3 0 DE ABRIL AN-
TERIOR, CON MOTIVO DE HABER REVENTADO EL PANTANO DE
PUENTES

Señor: Inconsolable y bañado de lágrimas de tribulación


llega á L . R. P. de V. M. D. Torcuato Antonio Collado,
vuestro Corregidor de la ciudad de Lorca, no tanto por la
amargura en que le tiene sumergido la actual desolación de
la mayor parte de este desdichado pueblo, cuanto por la
vehemente consideración de la pena que ha de afligir necesa-
riamente el piadoso y paternal corazón de V. M. al escuchar
el trágico y funesto catástrofe que paso á elevar á sus au-
gustos oídos.
Como á las cuatro de la tarde del día 30 de Abril me
dieron aviso de que el Pantano de Puentes se había reven-
tado, y que el espantoso volumen de sus aguas empezaba
ya á destrozar rápidamente las casas, templos y otros ediñ-
cios considerables de la ciudad y barrio de San Cristóbali
por cuyo centro se dirigen; subí precipitadamente al Castillo
para asegurarme de la verdad, á pesar de que el funesto ru-
mor del pueblo, los gemidos, los accidentes de innumerables
habitantes que acudían á refugiarse en las parroquias altas
me daban un indicio vehemente.
En efecto, Señor, tuve el profundo dolor de reconocer por
mí mismo el espantoso torrente que destruía, que devastaba,
que demolía las casas, las calles, los ediñcios más robustos,
los preciosos y abundantes campos, arbolados, huertas y de-
622 REVISTA CONTEMPORÁNEA

más que el cielo había colmado de frutos abundantes en este


año, con tal presteza y rapidez, que no me es posible demos
trar á V. M.; baste decir que en una hora, á corta diferen-
cia, se verificaron tantos estragos que apenas en siglos po-
drán repararse.
La relación del núm. I.° dará á V. M. una idea general de
los principales edificios que se han arruinado, sin contar el
considerable número de casas y calles enteras que se han
destruido, y que incesantemente se están cayendo y derri-
bando por amenazar su próxima ruina, sin haber quedado
en muchqs parajes ni aun los menores indicios de haber
existido.
Los ahogados. Señor, de todas edades, sexos y estados
son tantos, que á pesar de llevar recogidos y sepultados,
hasta la noche de ayer, más de cuatrocientos cadáveres,
sacándolos de loé tarquines y ruinas con el mayor trabajo,
quedan tantos, según las noticias que me llegan de este di-
latado campo sin intermisión, que habrá necesidad de darles
sepultura donde se hallen para evitar las resultas de su co-
rrupción, que ya empieza á experimentarse, además de los
que se están recogiendo por las justicias de las villas de
Totana y Alhama; entre ellos fué uno de los primeros vues-
tro Consejero de Hacienda D. Antonio Robles Vives, que
habiendo salido á recrearse á una de sus haciendas, le arre •
bataron las aguas con el coche, muías y cochero que le
conducian, y otras personas ilustres de esta ciudad, que han
perecido dentro y fuera de las ruinas de sus casas: los pares
de labor mayores y menores de vecinos y labradores, los de
arrieros y trajineros y los ganados de todas especies que
han perecido son innumerables, y se van soterrando donde
se encuentran. Las maderas que arrastró el ímpetu de las
aguas, las de los tristes fragmentos de los edificios arruinados
que se hallan sobre las tierras y haciendas de labor son en
tanto número que para su recolección y depósito, que se está
verificando, se necesita muchos intereses y muchos días,
Pero |oh benigno y piadoso Soberano! Lo más lastimoso es
la angustiosa expectación de la mayor parte ó casi todas las
familias de esta ciudad, barrio de San Cristóbul, Santa Qui-
EXPOSICIÓN 683
teria, su'huerta y campo, que ei\ aquella sola, terrible y me-
morable hora perdieron muchos todos sus bienes, mujer,
hijos y familias otros, la mayor porción de ellos, pasando en
tan corta dilación del estado de poderosos y ricos,al de men-
digos, necesitados, huérfanos, viudos... ¿Hay masque decir.
Soberano y Católico Rey? Dejo á la real y profunda consi-
deración de V. M. todas las reflexiones consiguientes á esta
dolorosa pero pequeña pintura, porque la consternación no
me permite representarlas, y porque la Urgente riecesidad de
atender sin el menor descanso al socorro de tantas y tan
exigentes necesidades no me dan tregua para puntualizar-
me más, pero sucesivamente lo haré ejecutando de cuanto
se vaya descubriendo. , ,
En medio de tanto conflicto, puede consolarse el corazón
benéfico de V. M. con la agradable noticia de que, 'sin em-
bargo de tantas y tan grandes atenciones como he tenido,
aseguré en la misma tarde y noche de la desgracia todos
los ramos de abasto público, á pesar del nunca visto precio
de los granos y su escasez, siendo el del trigo de i2o á 128
reales cada fanega, de 80 á go la de maíz y centeno y de 60
á 641a de cebada; de la destrucción de molinos, ruina de
garlados, efusión de innumerables arrobas de aceite y lico-
res que han arrastrado las aguas, socorros de enfermos y
necesitados con botica, médicos, alimentos y demás necesa-
rio, á cuyos fines me he negado al descanso necesario y
continuaré mientras el Todopoderoso me mantenga en esta-
do de ejecutarlo y lo necesiten las circunstancias del pueblo
que V. A. M. se dignó confiarme.
El testimonio del número 2 demostrará á V. M. las prin-
cipales providencias que se han dado por mí y ejecutado en
pocas horas, con la satisfacción de haber producido sus
efectos y conseguido, con los consuelos que he procurado
difundir por mí mismo sobre todos los consternados, la ma-
yor tranquilidad pública, que amen y obedezcan á su Juez
y respeten con la mayor humillación la sagrada autoridad
que V. M. ha depositado en mí.
Para evitar los saqueos que la itttpiedad inspira á los
hombres criminales, he pedido al Gobernador de Cartagena
624 BSVISTA COMTEIIPORÁMBA
auxilio de tropa para custodiar los miserables depósitos de
ios efectos que se hallan esparcidos en la enorme extensión
de los campos asolados, entre tanto que se veriñca su total
recolección.
Como los fondos públicos se hallan tan exhaustos que aún
no sufragan á sus destinos ordinarios, he pedido al comisio-
nado interino de los Pantanos, D. Ginés Hernández, 200.000
reales, con la cualidad de reintegro, ó en los términos que
V. M. resuelva, que ha puesto á mi disposición, entregando
parte de ellos bajo de formal recibo al depositario y comisa-
rio de la Junta de Propios, en cuyas arcas se halla, y de don-
de se van extrayendo según las ocurrencias, con la debida
cuenta y razón, y continuaré pidiéndole cuanto necesite y
tenga dicho comisario bajo de las mismas reglas, pero esto
es insuñciente para el estado de Lorca.
Los mendigos y desvalidos que han quedado son casi to-
dos los vecinos del pueblo, de su barrio, de su campo y
huerta, porque apenas hay persona á quien no haya ofendi-
do la desolación. ^Con qué han de comer, con qué han de
mantener sus familias, con qué han de vestir su desnudez y
con qué han de suavizar en algún modo el grande peso de
sus desgracias? Los miserables huérfanos y pupilos que han
quedado en un total desamparo, sin padres ni parientes, y
en caso de tenerlos, tan pobres como ellos mismos, ¿con
qué han de alimentarse? ¿Qué harán las pobres viudas, las
tristes enfermas, que perdieron sus maridos y su salud con
los bienes? Las comunidades, Cabildo eclesiástico, curas,
presbíteros, que han perdido sus convenios, sus iglesias, sus
haciendas, sus diezmos, y de consiguiente su congrua subs-
tentación, y aun lo necesario para el culto, ¿adonde acudirán
para el alivio de tantos males? Faltan, Señor, hasta los auxi-
lios de la caridad cristiana de ios ñeles, porque además de
la calamidad que por tantos años ha consternado á los ha-
bitantes de esta ciudad sobre que reiteradamente se ha re-
presentado al Trono, ha completado la desesperación de to-
dos sus moradores el presente conflicto.
Sólo la protección del mejor, del más benéfico y más ca-
tólico de los Reyes, que es V. M., puede ocurrir á estas gra-
EXPOSICIÓN 625
vísimas urgencias; es absolutamente necesario que V. M.
tenga la dignación de mandar que se libren cuantos cauda-
les tenga la Comisión de Pantanos y sus arbitrios, los de
Propios y los suyos; cuantos se venzan los de esta Admi-
nistración de rentas unidas y correos, y los necesarios del
fondo pío beneficial, ó de espolios y vacantes, para que estos
indigentes coman y vistan, y se atienda ya en recolecciones
ó del modo que V. M. tenga por conveniente á los pupilos,
huérfanos y viudas; porque de lo contrario pudiera temerse
otras consecuencias á que suele conducir la necesidad conti-
nuada y extrema.
Aunque la suma escasez habrá obligado á la Junta de
gobierno del Pósito del Panadeo, de acuerdo con el Ayun-
tamiento, á subir dos cuartos en la hogaza de 28 onzas
desde 12 en que estaba, por !as pérdidas que empezaba á
sufrir, acordamos la suspensión de dicha alza, que debía
empezar á otro día de la tribulación, resueltos á padecer
más bien cualquiera reconvención que pudiera hacérsenos
por esta causa que no afligir y exponer al pueblo en un día
tan funesto que hará época en los fastos de la nación, y así
se continúa hasta que mejoren las circunstancias, esperando
que la clemencia de V. M. no reprobará esta conducta, que
se dignará acordar la recompensa de estas pérdidas, ó que
pasándose dicha partida en las cuentas del Pósito, se resar-
za del mismo público que las disfruta en tiempo más tran-
quilo y afortunado.
La madre del río es indispensable mondarla y remitir las
aguas á su antiguo curso; los edificios ruinosos, limpiarlos
para extraer los innumerables cadáveres que hay debajo y
los enseres y efectos que se hallan entre las ruinas, y aun-
que podrá suceder que en algunos se encuentre dinero que
sufrague al costo de su respectiva propiedad, esto será bue-
no para resarcirlo entonces de los interesados á quien perte-
nezca; pero por de pronto será necesario que se supla del
modo que V . M. se sirva resolver. Lo mismo digo de los
campos más feraces que se hallan cubiertos sin figura de lo
que fueron, perdidos sus linderos de un modo maravilloso é
incapaces de fructificaren muchos años.
626 REVISTA CONTEMPORÁNEA

En estas excavaciones, en que se hallarán muchas pre-


ciosidades y monedas, según la grande porción que se echa
menos, pudieran ocuparse por ahora tantas gentes desvali-
das como yo las estoy ocupando actualmente en la limpia
de los canales de los molinos, fosos para cadáveres, recolec-
ción de ellos y de maderas, demolición de edificios ruinosos
y otras urgencias, y de estos mismos enseres podrán tam-
bién reintegrarse á prorrata de los interesados en ellos lue-
go que hubiere compradores, sin perjuicio de que el que tu-
viere alguna posibilidad lo ejecute de su cuenta, ocupando
lo?- individuos necesarios con la intervención judicial, para
evitar con las operaciones privadas que recojan unos lo que
pueda pertenecer á otros. Tengo el ejemplar de que, habien-
do acudido á un sitio donde estaban excavando varios par-
ticulares, se les separó, y continuando la operación judicial-
mente, se encontraron en oro y plata 36 000 reales, con otras
alhajas que se hallan en depósito, y que con probabilidad
pertenecen á la casa de comercio arruinada de Garres y Com-
pañía; otra cantidad de 11.000 reales, correspondientes á un
almacenista cuya casa padeció la misma suerte; una custo-
dia de plata de bastante magnitud, que fué entregada por
un hombre fiel y piadoso, á pesar de no haber comido ni
tener con qué en cerca de dos días; un cáliz vino á mis ma-
nos por otro conducto; un copón, pero sin las sagradas for-
mas, que no respetaron las soberbias olas de las aguas,
propio de la comunidad de la Merced Calzada, y por este
orden. Señor, presumo con fundamento las muchas riquezas
que se hallan sepultadas.
Esto es por ahora lo que el tiempo y las circunstancias
me permiten elevar á la benigna y paternal consideración
de V. M. para que, cerciorado de la situación de Lorca,pro-
teja benignamente á sus pobres habitantes, dispensándoles
todos los consuelos y alivios de que tanto necesitan. Suce-
sivamente representaré á V. M. lo demás que crea conve-*^
niente al restablecimiento en el modo posible de esta ciudad
y ramos de su industria y agricultura, quedando entretanto
con la firme esperanza de que la real clemencia de V. M. se
dignará aprobar, si no el acierto de mis providencias, el me-
EXPOSICIÓN 627

jor deseo con que las he dictado de llenar los objetos del ser-
vicio de Dios, el de mi Rey y el de mi pueblo.
Nuestro Señor guarde L. C. V. P. de V. M. los muchos
años que la monarquía necesita para su consuelo.
Lorca 3 de Mayo de 1802.—Señor: A L. R. P. de V. M.,
Torcuata Antonio Collado.
PABLO DE CÉSPEDES

En los siglos XVI y XVII, época en la que todos ó casi


todos los pintores más ilustres participaban directa ó indirec-
tamente de los favores pecuniarios que les prodigaban los Mo-
narcas, no pasaba como situación extraña la de uno de los más
eximios y estimado de todos, por sus profundos y enciclopé-
dicos conocimientos, pintor que encerrado entre los muros de
Córdoba y en algunas ocasiones en Sevilla, dio rienda suelta
á sus aficiones por las bellas artes. La popular frase todo por
el arte podemos poneila en labios de Pablo de Céspedes,
pues él, sin preocuparse de la corte, donde tantos compañeros
suyos recibían toda clase de favores, y trabajando sin descan-
so, llegó á tener la popularidad á que por su mucho talenta
tenía indiscutible derecho.
En casa del racionero de la catedral de Córdoba, D. Fran-
cisco López Aponte, nació Pablo de Céspedes, el año 1538.
Hijo de D. Alfonso Céspesdes, de Ocaña, y de D.' Olalla
Arroyo, de Alcolea de Torote, estudió en su casa las primeras
letras y desde luego mostró grandes aficiones por los estudios
de gramática y filosofía.
Decididos sus padres á que Pablo emprendiese una carrera
intelectual, le enviaron en 1S56 a la Universidad de Alcalá de
Henares, en donde amplió los estudios que en Córdoba hizo
en sus primeros años y donde empezó á estudiar lenguas
orientales, con tanto aprovechamiento que á los pocos años
de estar en aquella Universidad sustituía en clase á su profe-
sor Ambrosio Morales.
No sabemos si en Alcalá ó en Córdoba recibió algunas lec-
ciones de pintura, aunque creemos que apí fuese, toda vez que
determinó irse á Italia, adonde acudía aquel que pretendía
perfeccionarse en los estudios artísticos. Según Pacheco, ami-
PABLO DE CÉSPEDES 629

g o íntimo de Céspedes, estuvo éste en Roma dos veces con-


secutivas y allí estudió, no sólo pintura, sino también arqui-
tectura, numismática, etc., siendo muy estimado por los prin-
cipales sabios de toda Europa y sosteniendo con ellos con-
tinuas relaciones.
En la capital de Italia fué discípulo de alg-uno de los de Mi-
guel Ángel y allí pintó un fresco que, representando unos
niños, sirvió de decoración al sepulcro del Marqués de Saluz-
zo, en la iglesia de Araceli. También allí esculpió en mármol
una cabeza representando á Séneca, que fué muy admirada
por todos.
Desde Roma sostenía continua correspondencia con Fran-
cisco Pacheco, de Sevilla, y como en alguna de esas epísto-
las, encontrada entre ios papeles de Fray Bartolom'é Carranza,
hablase mal de la Inquisición y de D. Fernando Valdés, in-
quisidor general, vio el Santo Oficio base sobre la cual sus-
tentar una acusación, y en 1560 se encontró Céspedes envuel-
to en un proceso por la Inquisición de Valladoüd, por lo cual
prolongó su estanca en Italia por no verse en España perse-
guido por sus acusadores. Mas estas acusaciones no debieron
tener un fundamento muy sólido, pues en esa época en que la
nquisición se encontraba en todo su apogeo, vemos que, casi
á raíz del procesamiento de Céspedes, ofrece á éste el Cabil-
do catedral de Córdoba una prebenda vacante, que Céspedes
la acepta y que regresa á su patria á posesionarse del nuevo
cargo (Septiembre 1577), sin temor alguno á las iras inquisi-
toriales.
Como Pablo de Céspedes llegó de Roma considerado por
todos como uno de los más ilustres sabios que en aquella
época había, nada tiene de extrañ¿r que el Cabildo le acogie •
se con aplausos indescriptibles encomendándole las obras más
dificultosas que en la catedral había pendientes. Hizo en unión
de sn antiguo maestro de la Universidad de Alcalá D. Am •
brosio Morales el Cuaderno de los Santos Mártires de Cor'
doba.
No obstante el trabajo que la prebenda le proporcionaba,
estudiaba árabe, hebreo, griego y otras lenguas, y aún le
quedaba tiempo de dedicarse á la pintura.
630 REVISTA CONTEMrORANEA

Pintó en esta época un cuadro que representa al Señor ce-


nando con los Apóstoles, colocado en un altar cercano á la sa-
cristía de la catedral de Córdoba, un San Juan Bautista y
San Andrés y Nuestra Señora con el Niño y Santa Ana, para
una de las capillas de la misma catedral, 7 dos pequeños
cuadros de episodios de la vida de Tobías para la misma ca-
pilla que los anteriores. Hizo también en esta época San Pe-
dro mártir y La cena del Señor, con destino respectivamente
á la iglesia y al refectorio de Los Mártires y para el Colegio
de jesuítas de Córdoba la Asunción de Nuestra Señora, trasla-
dado lu^go á la Academia de San Fernando, tres cuadros di-
ferentes de Santa Catalina, el Sacrificio de Abraham y un Cru-
cifijo con la Virgen y San Juan al pie, cuadros que, con algU'
nos otros,4ian desapaiecido.
Hacía frecuentes viajes á Sevilla, donde residía su buen
amigo Francisco Pacheco, y en donde es de suponer que Cés-
pedes tuviese casa, pues en el Discurso sobre la pintura y es-
cultura antiguas y modernas, que escribió á instancias de Pe-
dro de Valencia, se lee lo siguiente: <Yo tuve una figurita
egipcia de piedra negra, toda labrada en hieroglíficos; hase
perdido en la peste de Sevilla, porque murió en ella un criado
mío que las tenia á su cargo con otras cosas».
Y en esta casa, ó tal vez en la de Pacheco, es de presumir
que Céspedes pintase los hermosos cuadros que se colocaron
en la catedral y en el Alcázar de Sevilla: para la sala del Ca-
bildo ocho lienzos alegóricos y dos para la Contaduría mayor,
que representan Santas Justa y Rufina y el Sacrificio de Isaac.
Los pintados con destino al Alcázar son: Jesucristo en el de-
sierto y San Hermenegildo. Esta presunción la fundamos en
los lazos de estrecha amistad que unieron á Céspedes y á Pa-
checo, pintores los dos muy ilustrados y trabajadores en ex-
tremo; y como consta que Céspedes estuvo en Sevilla mien-
tras Pacheco pintaba al temple unas escenas de la fábula Dé-
balos é Icaro destinadas á decorar la sala de trabajo del Du-
que de Alcalá, creemos que mientras Céspedes ejecutaba la»
obras de las que antes hemos hecho mención.
La última vez que estuvo en Sevilla fué el aHo 1603, y en
1608 falleció en Córdoba, á 26 de Julio, según consta en el
PABLO DE CÉSPEDES 631

libro de coro de aquella catedral, donde, después de consig-


nar el fallecimiento del Racionero entero, impone á los benefi-
ciados la obligación de decir dos misas por su alma.
Fué enterrado frente á la capilla de San Pablo.
Dejó coino discípulos principales á Juan Luis Cembrano,
Juan de Peñalosa, Antonio de Contreras, Antonio Mohedano
y Cristóbal Vela.
*
* *

Todos los escritores que á Céspedes dedicaron algún re-


cuerdo prodíganle frases de admiración y estímulo, no sola-
mente aquellos que de Céspedes estudiaron las obras litera-
rias, sino también aquellos que de Céspedes estudiaron las
pictóricas.
El Cabildo catedral de Córdoba también dispensó á su ra-
cionero honores sin cuento, pues, como hemos visto, confióle
las obras más dificultosas que á resolver tenía aquel Cabildo,
Y su muerte fué muy sentida. En la losa destinada á guardar
los restos del pintor puso el Cabildo la inscripción siguiente:

• Paulus de Céspedes hujus almae


Ecclesiae porcionarius, picturae
Sculturae, architecturae omniunque
Bonarum artiutn variarumque
Linguarum peritissimos, hic situs est
Obii anno Domini M.DC.VIII
Séptimo kalendas sextillis.»

En el libro de punto del coro de la catedral de Córdoba


se lee una nota marginal relativa á Céspedes, que dice: «Gran
pintor y arquitecto, cuyas nobles virtudes ennoblecieron nues-
tra España>.
Escribió muchas obras muy apreciadas; pero hoy, para
desgracia de las letras patrias, no se conserva casi nada de
ello.
La elegancia en el estilo, la facilidad en el lenguaje y la
corrección en la forma hacen figurar á Céspedes en el Cata
logo de autoridades de la lengua que publicó la Academia E s .
pañola.
632 REVISTA CONTEMPORÁNEA

Entre las obras más importantes se cuentan El arte de la


pintura, poema compuesto en octavas reales y del que los
fragmentos que conservamos, merced al celo de Francisco
Pacheco, se hallan en el tomo XXXII de la Biblioteca de Ri-
vadeneyra. Por esos fragmentos parece que el poema se divi-
dió en dos libros; del primero sólo quedan algunos capítulos,
que tratan: De la formación del homdre, Instrumentos necesa-
rios para la pintura. De la duración de la tinta y de Princi-
pios para adiestrar la tnano. El libro segundo se subdivide
también en capítulos: De la proporción de los hombres, De la
proporción de los animales, De la pititura de un caballo, De la
perspectiva. Del escorzo, De la pintura de Alejandro por Ape-
les, De la imitación de la naturaleza, De las imágenes de la
fantasía y Pudicción de sí mismo. Este poema, según la opi-
nión de Cean Bermúdez, es, por su mejor plan y división, por
la elevación y claridad de ideas, por la pureza del idioma y
por la armoniosa versificación de sus rimas, superior á los
escritos en francés por Le Mierre y Watelet y en latín por
Du-Fresnoy.
Cuando Jovellanos, en 1781, leyó ante la Academia de San
Fernando el discurso de recepción, dedicó al Arte de la pin-
tura algunos trozos de aquel discurso. Y en él se lee: «Dedi-
cado Céspedes á las artes y á las letras, hizo en unas y otras
los más brillantes progresos. Su poema de la pintura bastaría
para darle un lugar muy distinguido entie los amenos literatos
y entre los sabios artistas. Pero su pincel no fué menos feliz
que su pluma, pues escribía y pintaba con igual inteligencia y
gusto».
Y, por último, vados ¡lustres escritores dicen de este poe-
ma que nada tiene que envidiar á las tan celebradas Geórgicas
de Virgilio.
Escribió también un Tratado de perspectiva teórica y prác-
tica, desconocido para nosotros, pero que es de creer tuviese
capital importancia, dados los conocimientos en esta ciencia
que su autor demostraba poseer, á juzgar por sus obras pictó
ricas.
El Discurso sobre la antigüedad de la catedral de Córdoba
fué uno de los escritoa que á Pablo de Céspedes dieron más
PABLO DE CÉSPEDES 635

popularidad por las. controversias suscitadas entre el célebre


pintor y el notable anticuario D. Juan Fernández Franco, con-
troversias suscitadas por la afirmación de Céspedes que el si-
tio que ocupa la Mezquita de Córdoba fué el mismo en el que
los romanos erigieron el templo de Juno.
El año 1604 escribía, á instancias de Pedro de Valencia,
sobre la antigua y moderna pintura y escultura, donde nos da
á conocer los grandes conocimientos que de la Grecia poseía
al describir las obras pictóricas de aquel culto pueblo y al
compararlas con las de los pintores de la escuela italiana.
A Céspedes debemas también un Elogio á Fernando de
Herrera, uno de cuyos fragmentos se publicó en el lomo in-
dicado de la Biblioteca de Autores Españoles.
Céspedes debió de escribir además una porción de obras
que se han extraviado y á las cuales se refiere Marchena en
sus Lecciones de Ji¡asofia moral y elocuencia, al decir sobre
Pablo de Céspedes que tío poco que de él tenemos será ma
teria de eterno desconsuelo por lo que de él hemos perdido»-

*
* *
Tal vez no presumí al tomar la pluma para componer estas
cuartillas haber dedicado tantas á Céspedes literato, pero pa-
sar sin consignar lo mucho que á él deben las letras patrias
hubiese sido omisión lamentable. Por su mucho talento, por
sus profundos y vastos conocimientos,- por su amor al trabajo
y por su fecunda imaginación. Céspedes brilló en cuantas ra-
mas de las ciencias y de las artes se dedicó. Pero confesamos
ingenuamente que Céspedes como dibujante no ha tenido nin-
guno, ó muy pocos, que con él pudiesen competir. La ele-
gancia en el dibujo da carácter y gallardía á los personajes,
el conocimiento de la anatomía le sirve para imprimir carácter
á las figuras y verdad en los acentos de expresión; en la se-
guridad de la línea confía y triunfa al dibujar los escoizos, y
el modelado, que con rojo y negro, colores de los lápices con
que generalmente dibujaba, le dan lugar preferente entre los
dibujantes de todo el mundo. Y si Durero es en los Países
Bajos el maestro del dibujo, aquí en España Céspedes se ha-
634 REVISTA CONTEMPORÁNEA

lia muy por encima de muchos que obtuvieron justamente el


título de dibujante.
Como colorista no llegó tan por encima, aunque Pacheco,
tal vez por un rasgo de buena amistad, le coloque entre los
primeros pintores andaluces. Más exacta, á nuestro juicio, y
tal vez más imparcial puede considerarse la opinión de Anto-
nio Pons, quien dice que, «si como Céspedes tuvo amistad
con Federico Zucaro, la hubiese tenido y alcanzado á Rafael,
hubiera sido uno de los mayores pintores del mundo, asi
como lo fué de los más doctos».

FEDERICO BUESA.
Ll ORGWIZiClON DEL TRABAJO'"

Pero no son éstas las únicas diferencias que se señalan en-


tre la sociedad y el régimen económico de hoy y la socie-
dad y el régimen que surgirán de la práctica de las ideas y
teorías indicadas. Los colectivistas son en lo general comunis-
tas, pues á la comunidad entregan lodos los elementos y fuer-
zas productoras, tierras, minas, bosques, vías de comunica-
ción, instrumentos del trabajo y el trabajo mismo, si bien
encubriendo con las apariencias de et^tpresa cooperativa obre'
ra su sistema de organización industdal. Entregan la obra de la
producción á las colectividades ó asociaciones de trabajado-
res, y aunque permiten que las empresas de menor importan-
cia sean explotadas por los particulares, es con la restricción,
que casi equivale á anularlas, de que no puedan reunir capi-
tales ni ganancias que destruyan la igualdad social, ó lo que
es lo mismo, prohibiéndolas aumentar y utilizar los beneñcios
que obtengan. Lo que de cierto y de falso hay en estas
apreciaciones resultará del estudio de los más autorizados
sistemas colectivistas, de aquellos que mejor traducen el pen-
samiento de la escuela.

II

Pueden considerarse como preparatorios del sistema colec-


tivista de organización social y del trabajo varios particulares
ó extremos que encontramos en las reclamaciones y acuerdos
de las federaciones y sociedades obreras que siguen tal matiz
del socialismo. En 1884 pretendieron las organizadas en Pa-
rís, según aparece en la información que practicó el Gobierno,

(I) Véase la pig. 531 de este tomo.


636 REVISTA CONTEMPORÁNEA

que el Estado y el municipio sostuviesen á los obreros que


carecieran de ocupación; que no pudieran ser apremiados al
pago de los alquileres de las casas que habitasen mientras
que carecieran de trabajo; que se recargasen los derechos
fiscales de las manufacturas extranjeras; que se obligase á los
propietarios á reparar sus fincas, y á los dueños de solares,
por medio de un fuerte impuesto, á edificar en ellos; que se
impusiera otro impuesto progresivo sobre todas las licencias;
que por cuenta del Estado ó del municipio se construyesen
barrios obreros; que se concedieran ventajas, exenciones y
apoyo á las cooperativas obreras de producción; que se esta-
blecieran casas de comidas económicas; que se redujeran las
horas de trabajo y que no pudieran disminuirse los salarios.
Varias de estas medidas son indudablemente de carácter co
lectivista, otras de ellas á él se aproximan, y el planteamiento
de todas beneficiaría indudablemente á la clase obrera y pre-
pararía el terreno á ulteriores y más radicales reformas. Así
es que los trabajadores, aun los afiliados en el socialismo cris-
tiano, nunca las han perdido de vista.
En el Congreso obrero de París, que tanta influencia ha
ejercido sobre los celebrados en otros pueblos y sobre el
movimiento general reformador en el orden económico, se
acordaren como bases de la legislación industrial, ó mejor
aún, de la organización del trabajo, si bien, más que como
definitiva, como transitoria y preparatoria de la colectivista
las siguientes, muy parecidas, ya que no iguales, á las que los
internacionalistas han venido sustentando, y á las patrocinadas
por otras importantes agrupaciones de trabajadores, entre
ellas por las más significadas de nuestro país: «i.a, Limitación
de la jornada de trabajo á un máximum de ocho horas para
los adultos; 2.*, prohibición del trabajo de los niños menores
de catorce años y limitación de la jornada á seis horas para
los jóvenes de ambos sexos de catorce á diez y ocho años»
3.*, abolición del trabajo nocturno, exceptuando ciertas ramas
de la industria cuya naturaleza exige un funcionamiento no
interrumpido; 4.*, prohibición del trabajo de las mujeres en
ciertas ramas de industria cuya naturaleza afecta con especia •
lidad al organismo femenino; 5.", abolición del trabajo noc-
LA ORGANIZACIÓN DEL TRABAJO 637
turno de las mujeres y de los obreros menores de diez y ocho
años; 6^, descanso no interrumpido de treinta y seis horas á lo
menos por semana para todos los trabajadores; 7.*,prohibición
de cierto género de industrias y de ciertos sistemas de fabri-
cación, perjudiciales á la salud de los trabajadores; 8.", supre-
sión del trabajo á destajo y por subasta; 9.', supresión del
pago del jornal en especie ó en comestibles y de las coope-
rativas patronales; 10.^, supresión de las agencias de coloca-
ciones; I I . ' , vigilancia de todos los talleres y establecimien-
tos industriales por medio de inspectores retribuidos por el
Estado, y elegidos, cuando menos en su mitad, por los mis-
mos obreros».
El Congreso de París, de quien son estos acuerdos y
cuyo espíritu socialista y colectivista se reveló en sus discu-
siones de un modo muy perceptible, puede decirse que dejó
bosquejado el programa del partido socialista obrero y muy
especialmente su plan de reformas organizadoras c el trabajo,
p!an y programa que también fueron objeto de la atención
del de Marsella, celebrado en 1879; del Havre, que lo fué en
1880; de Reyms, en 1881, y de Roubeaux, en 1884. En to-
dos estos Congresos predominaron las coriientes del socialis-
mo radical, se definieron los principios, se precisaron las re-
formas y se marcaron las tendencias y aspiraciones de la po-
blación obrera. Las discusiones y los acuerdos del de París
merecen que en ellos se pare la atención, pero lo merecen
todavía más, en nuestro entender, aunque haya sido menos
su resonancia, las siguientes bases para la inmediata y más
factible organización del trabajo, que forman parte del pro-
grama del mencionado partido obrero, dado á luz en el
año 1893:
«X.', descanso de un día semanal ó prohibición á los em-
pleantes de hacer trabajar más de seis días de cada siete; 2.',
reducción de la jornada á ocho horss diarias para los adultos;
3.*, prohibición del trabajo de los niños menores de catorce
años en los talleres privados; 4.^, vigilancia protectora de los
operarios por las corporaciones obreras; 5.*, mínimum legal
de los salarios, determinado cada año según el precio local
de las mercancías por una comisión de estadística obrera; 6.%
638 REVISTA CONTEMPORÁNEA

prohibición legal á !os patronos de emplear obreros extranje-


ros con un salario menor que el de los obreros nacionales;
7.*, igualdad de salario, en trabajo igual, para los trabajado-
res de ambos sexos; 8.^*, instrucción científica y profesional
de todos los niños puestos para su sostenimiento á cargo de
la sociedad, representada por el Estado y el municipio; 9 " ,
sostenimiento por la sociedad de los viejos é inválidos del
trabajo; lo."*, supresión de toda intervención de los empleantes
en la administración de las Cajas obreras de socorros mutuos,
de previsión, etc., restituyéndose á la gestión exclusiva de los
obreros; ii.% responsabilidad de los patronos en materia de
accidentes especiales de los respectivos talleres, garantizada
por una fianza depositada por aquéllos en las Cajas obreras y
proporcionada al número de trabajadores empleados y á los
riesgos que ofrezca la industria; 12.^, intervención de los obre-
ros en los reglamentos especiales de los talleres; supresión
del derecho, usurpado por los patronos, de castigar á los
obreros con penas, sea bajo la forma de multas, sea bajo la
de retenciones de los salarios; 13.*, anulación de todos los con-
tratos de enajenación de la propiedad pública, barcos, vías
férreas, min.is, etc., y explotación de todos los talleres del
Estado confiada á los trabajadores de los mismos.»
Mr. Eugenio d'Eichthal, haciéndose cargo en su notable
Mhto SocitJlisme eí problémes sociaux de este programa, del
cual únicamente hemos copiado la parte relacionada con las
reformas que tienden á la inmediata reorganización del traba-
jo, escribía; «La forma colectiva de la sociedad, sin distinción
alguna, era claramente indicada en el programa como una de
las condiciones esenciales del futuro socialismo, y por otra
parte, el programa se hallaba conforme con la declaración
precisa de Karl Marx».

III

Por stt carácter s!ngularísimo,'por el de varias de sus ideas,


por la organización que ha venido manteniendo, por el régi-
men que para el trabajo patrocina, por el influjo que ha ejer-
cido su programa sobre los de los obreros de otros países, y
LA ORGANIZACIÓN DEL TRABAJO 639

hasta por tener su asiento en una nación donde los instintos y


sentimientos menos nobles, y el egoísmo más repulsivo, que
en lo geneial no procuran ocultar, pues, antes por el contra-
rio, parece haber complacencia en hacer alarde de ellos, se
cobijan á veces, para facilitar el engaño, tras apariencias de
humanitarismo, y la inclinación á arcaicas distinciones me-
dioevales bajo los ropajes de una ponderada democracia;
atendiendo á todo ello, vamos á dedicar algunas líneas á la
famosa asociación de los Caballeros del trabajo^ cuyos afiliados
forman nutrido ejército en el Norte de América. La asociación
de los Kinghts of labour, concebida en 1869 por el sastre
de Filadelfia Uviah S. Stephens, con el propósito de «abolir
de un modo gradual, mediante la educación, la cooperación y
el diligente uso del derecho de sufragio, el régimen actual del
salariato», que al ser sustituido el fundador en el cargo de
maestro obrero en 1872. por Robert C. Makaulcy, ensanchó
considerablemente su esfera dje acción y abarcó nuevos hori-
zontes; que fué creciendo y alcanzando mayor notoriedad en
1873 bajo la enérgica y bien encaminada dirección de W. Pov
derly; que tuvo á poco grandísima participación en la pro-
paganda del Ireenbak Labour Party, y que en 1886 llegó á
contar con más de quinientos mil adeptos, dicha sociedad
formuló de un modo tan claro cuanto preciso sus ideas, sus
prepósitos y sus aspiraciones.
Circunscribiéndonos á las que más directamente se relacio-
nan con la materia que nos ocupa, las encontramos conden-
sadas en las siguientes bases: «i.", obtener para los trabaja-
dores el goce pleno de la riqueza creada por ellos; 2.*, facili-
dades suficientes para desarrollar sus facultades intelectuales,
morales y sociales, y los recursos y goces de la asociación;
3.", la derogación de todas las leyes que no consideren con
igualdad al capital y al trabajo, y la supresión de todas las
injusticias tiránicas de los retardos y deficiencias de la admi-
nistración de justicia; 4.*, la adopción de medidas para prote-
ger la salud y la seguridad de los obreros que trabajan en las
minas, en las fábricas y en las construcciones, y la indemni-
zación de aquellos que sean víctimas de algún accidente por
no haberse adoptado las precauciones necesarias; 5.", la pro-
640 REVISTA CONTEMPORÁNEA

mulgación de leyes que obliguen á las corporaciones á pagar


á sus empleados todas las semanas }' en la moneda corriente
el salario estipulado, y á conceder á los mecánicos y á los
trabajadores su derecho real sobre el producto del trabajo,
en consonancia con su salario; 6.", la abolición del sistema de
contrato para los trabajos municipales, provinciales ó del Es-
tado; 7.", la promulgación de leyes que establezcan el arbi-
traje entre los industriales y los trabajadores; 8.*, la prohibi-
ción legal de los niños menores de quince años en los talle-
res, en las minas y en las fábricas; 9.*, fundar una institución
cooperativa que tienda á sustituir el sistema de salario por un
sistema cooperativo; 10.*, conseguir que el trabajo igual sea
igualmente pagado á los dos sexos; 11 *, disminuir el esfuerzo
del trabajo mediante una negativa general á trabajar más de
ocho horas».
Estas once bases, comprendidas en el programa de los que
en el país que, por sus vistosos y superficiales atavíos demo-
cráticos, llegó á entusiasmar áTocqueville, Laboulaye y otros,
se han denominado á sí propios caballeros del trabajo, vienen á
constituir un verdadero sistema de organización del mismo, y
en lo general pueden decirse patrimonio de cuantos trabajado-
res, agrupándose, han procurado mejorar su condición presen-
te y se han preocupado de su porvenir. En su conjunto son
dignas del mayor encomio, estando, cual están, basadas en los
principios de la equidad y la justicia y en el interés social;
pero, conforme acabamos de indicar, los llamados caballeros
no pueden atribuirse la gloria de haberlas concebido, pues
realmente no son sino un reflejo de los reglamentos, de los
acuerdos y de las ideas de las históricas Irades Unions, y en
general, de las doctrinas que con mucha anterioridad susten-
taban algunas de las escuelas socialistas. La casi completa
uniformidad que en las aspiraciones de los trabajadores de
todos los países se advierte, la copia que las unas de sus co-
lectividades han hecho de las doctrinas patrocinadas por las
otras, la especie de acervo común de teorías y de peticiones
que ofrecen, al par que revelan un movimiento cada día más
pronunciado de unificación y de universalización, demuestran
también, con no menor claridad, cómo aquellas reformas y
LA ORGANIZACIÓN DEL TRABAJO 64I

planes para la organización del trabajo que no ha mucho


tiempo se calificaban de perturbadoras, demagógicas é irrea-
lizables, y que sólo una p '.queñisima parte de la población
obrera cobijaba, han'ido haciéndose paso, conquistando adep-
tos por cientos de miles, ascendiendo á las más elevadas re-
giones sociales, y han llegado á conseguir tal fueiza que hoy
se imponen y, sin graves riesgos y peligros, no puede dife-
rirse el planteamiento de muchas de ellas.
Ante el clamoreo general en demanda de tales reformas,
de un régimen mejor del trabajo, más conforme que el actual
con los principios de justicia y con el verdadero interés social,
clamoreo en el que han venido tomando parte prelados emi-
nentes de la Iglesias católica, ministros no menos esclarecidos
de las Iglesias disidentes, profesores que descuellan por su
saber en las principales Universidades y centros docentes,
hombres públicos, verdaderos estadistas, representantes nu-
merosos y distinguidos de las burguesías media y pequeña,
sociólogos, economistas, etc., ante una opinión tan pronun-
ciada y ante la demostración de su necesidad urgente, hecha
en numerosos escritos y en observaciones é investigaciones
de distintas especies, no caben las sutilezas sofísticas, las afir-
maciones gratuitas, los distingos y las negaciones de los dis-
cípulos de Adam Smith, ni los poderes públicos pueden per-
manecer indiferentes; respecto á este particular puede decirse
que ha terminado el período de elaboración. Sabido es que
las verdaderas revoluciones, cualquiera que sea el orden á
que correspondan, antes de pasar al que puede llamarse te-
rreno de los hechos, han de prepararse y consumarse en el
de las iders y compenetrarse con la conciencia pública, y sa-
bido es también que cuando esto ha tenido lugar, no hay
fuerza suficiente para contrarrestar su empuje, ni dique bas-
tante sólido para resistirle. Únicamente pueden alejarse los
daños inmediatos que necesariamente llevan consigo, cual
torrentes impetuosos que son, y disfrutarse de sus incontes-
tables beneficios, satisfaciendo las necesidades y las justas
aspiraciones á que responden, anticipándose á su irrupción
desoladora. Así sucede con la que hace más de medio siglo
viene fraguándose en el mundo económico. Ante la tempes»
41
i 42 REVISTA CONTEMPORÁNEA

tad social que se elabora, ante las amenazadoras nubes que


se condensan en el espacio, ante los frecuentes chispazos que
indican su aproximación, cruzarse de brazos ó aprestarse para
el combate material sería el mayor de los desvarios. Para evitar
este extremo, que únicamente desastres entrañaría, debe co-
menzarse por cambiar las bases del régimen industrial y re-
organizar el trabajo. Si el socialismo, en el que militan la casi
totalidad de los trabajadores, presenta soluciones aceptables,
y es indudable que las presenta, enfúndese la enseSa del des-
autorizado individualismo económico y tremólese sin reparo
ni miedo la socialista. ¿Cuáles son estas soluciones? De mu-
chas de ellas nos hemos ocupado ya con la debida atención;
ahora nos haremos cargo de las ofrecidas en los últimos afios.

IV

Dentro del mundo socialista contemporáneo, al que perte-


necen hombres de ciencia eminentísimos que á su poderosa
inteligencia y profundo saber agregan una fe ardiente en la
idea, una abnegación sin limites y un amor á los desgracia-
dos, á los desheredados, superior á todo encomio, verdade-
ros altruistas que han dedicado toda su existencia á comba-
tir por el bien de la humanidad; en ese mundo que con tan
sombríos colores ha venido presentándosenos y del que, cual
nueva caja de Pandora, se nos ha repetido que habían de
surgir cuantos horrores pueden idear imaginaciones que no
desmerezcan en su brillantez de la del inmortal poeta italiano
de la Edad Media, pinturas, temores y profecías que tanto se
apartan de la realidad; en ese mundo tenebrx3SO, donde tan
sólo espíritus esforzados penetraban y espíritus todavía más
heroicos tomaban asiento y que hoy pueblan huestes nume-
rosísimas y comienza á ser conocido en su efectividad, uno
de los nombres que primero vienen á la memoria es el del
Conde León Tolstoi, que si como escritor científico y como
literato es una de las figuras más grandes del finado siglo XDC,
no lo es menos como reformador atrevido. Por eso, comen-
zaremos esta parte de nuestro imperfecto estudio exponiendo
LA ORGANIZACIÓN DEL TRABAJO 643

algunas de sus ideas económicas, ó más bien ampliando las


4 e que hemos hecho mérito.
«Comienza Tolstoi—se lee en el trabajo que en el número
d e la Revue Sociologique correspondiente al mes de Mayo
de 1899 publicó Mr. Máxime Kovalewski — citándonos el
ejemplo de los insulares de Fidji, que vivieron felices sin im-
puestos y sin moneda hasta el día en que les fué dirigida una
demanda de indemnización por los americanos, demanda que,
apoyada por la fuerza brutal de los cañones, determinó el
nacimiento del numerario con todo su cortejo de males ge-
neralmente atribuidos al capital. Oe todo esto saca la con-
clusión de que es preciso abolir no tan sólo el Estado, que
dispone, sino también el metálico, que determina la desigual-
dad entre los hombres. Pero la necesidad de la moneda pro-
viene de los cambios, y éstos tienen por origen la división
del trabajo. Por eso Tolstoi quiere concluir lo mismo con los
cambios que con los trabajos variados. Cada uno ejercerá la
agricultura para proveer á su propia subsistencia ó ejercerá
cualquiera de esos oficios rudimentarios, tales como los de
zapatero, albañil ó tejedor, cuyos productos forman parte de
lo estrictamente necesario. En estas condiciones no habrá
precisión de habitar las ciudades, trasladándose todos á la
campiña; todos tomarán parte en los trabajos necesarios, to-
dos ganarán su vida con el sudor de su frente, empleando sus
únicos ocios en esos placeres del espíritu y de los sentidos
que ofrece cualquier trabajo intelectual ó artístico. «En nues-
tra época, declara Tolstoi, el dinero no representa el trabajo,
sino que casi siempre indica la posibilidad y el derecho de
usar del trabajo de otros. Hé aquí un hombre que no trabaja
y los demás gastan para él su actividad, no por afecto, sino
porque tiene el medio de hacerles trabajar: es la esclavitud.
El dinero tiene el mismo objeto y produce las mismas con-
secuencias que la esclavitud. Su objeto es emancipar al hom-
bre de la ley natural del trabajo personal, preciso para la sa-
tisfacción de sus necesidades.» (Tolstoi: ^-Qué hacer?) Si el
dinero en sí es un mal, su comunicación gratuita á los nece-
sitados es otro. Tolstoi se pronuncia contra la limosna, decla-
ra que «todo empleo de metálico, cualquiera que sea, compra
044 REVISTA CONTEMPORÁNEA

de una cosa ó simple donativo de una persona á otra no es


sino un cambio sobre los pobres ó la transmisión á un tercera
de esta letra de cambio para hacerla pagar por los desgracia-
dos. No solamente no es en sí un bien el metálica que se da^
sino que es un mal evidente en cuanto priva á los hombres
del bien principal del trabajo y de sus frutos.» QQuefaire?)
Después de estas ideas que tanto se apartan de las más co
rrientes, y que sólo el genio de Tolstoi ha podido presentar
con algunas apariencias de fundamento, hace la aplicación de
las mismas, formulando su sistema de organización económico-
social, en el que entra, como era consiguiente, la del trabajo^
sistema que á modo de ensayo, como propaganda por el
ejemplo, viene practicando en una de las comarcas más in-
gratas de su patria. «En vez de dar limosna á los pobres—
dice—es necesario predicar con los actos, encargándose de u»
trabajo manual. Si todo el mundo obrase de este modo n a
seria posible la miseria, y la forma última de la esclavitud, la
representada por el dinero, cesaría al mismo tiempo. El funda
mentó de toda esclavitud es el goce del trabajo de otro: si yo
considero como un mal este goce, no debo aprovecharme ni<
de mi derecho ni de mi dinero, y debo librar á los desgracia-
dos del trabajo que hacen para mí, sea privándome de él, sea
ejecutándolo yo mismo.» {¿Qué hacerl)
Esta conclusión, tan sencilla al decir de Tolstoi—aSade
Mr. Kovalewski,—entraña las siguientes consecuencias: «Cuan-
do todo el mundo haya comprendido que la compra no es
sino una obligación adquirida sobre los pobres, y se decida á
privarse de ella y á satisfacer por su propio trabajo sus nece-
sidades, nadie dejará ya el campo, donde es fácil satisfacer-
las todas sin dinero, para establecerse en la ciudad, donde es
preciso comprar ó alquilar todo, y si nadie compia ó alquila,
tampoco se desdeñará hacer lo que precise para la satisfac-
ción de sus necesidades. Desaparecerá la antigua distinción
de pobres y ricos, y el hombre que haya realizado el lujo y
los servicios de los otros, se confundirá inmediatamente con
la masa de los obreros y podrá ayudarles».
Como se ve, toda esta parte de la teoría de Tolstoi, enca-
minada, no á la reorganización, sino más bien á la transfor-
LA ORGANIZACIÓN DEL TRABAJO 645

mación radicalísima de la vida general social y la particnlar


del trabajo, es una verdadera utopia, un sueño idílico que
liace recordar á la antigua Arcadia. Se pronuncia en absoluto
contra los cambios, contra el dinero, contra la limosna y
contra la residencia en las ciudades, y de la desaparición de
todas estas causas de los males sociales, que como tales las
considera, y del empleo por parte de todos, sin excepción
alguna, pero voluntariamente, de sus facultades físicas é inte-
lectuales para satisfacer las necesidades propias, que en el
campo son reducidas y fáciles de satisfacer, hace depender
la felicidad del hombre, el que no haya pobres ni ricos, des-
graciados á quienes azote la miseria y se aniquilen trabajando,
y venturosos para quienes aquéllos trabajen, y el que no haya
más que una sola masa social, la de los trabajadores, en la
que se refundirá la humanidad entera. No se precisa impug-
nar tales ideas atendietido á la dirección y al alcance que el
Conde Tolstoi les da: con su práctica retrocedería la humani-
dad al punto de partida; pero no á la mítica edad de oro, sino
al salvajismo más atrasado, al nada envidiable estado de agre*
gación incipiente que se refiere á la nebulosa edad de piedra.
Los cambios, la moneda, la división del trabajo, la fundación
de las ciudades, etc., etc., lejos de haber sido las causas de-
terminantes de los males sociales, lo han sido del progreso,
del desarrollo de la civilización, del mayor bienestar del hom-
bre. Un sistema de organización fundado en su desaparición
^ería altamente dañoso, si, lo que no es concebible, pudiera
pasar de mera lucubración.
«En la reivindicación para todo hombre del derecho y del
•deber del trabajo—dice el distinguido escritor á quien veni-
mos siguiendo,—Tolstoi ha tenido como precursores á Mon-
tesquieu y á Rousseau, á éste sobre todo, porque ninguno
mejor que el autor del Emilio ha insistido en el efecto bené-
fico del trabajo manual sobre lo moral, tal vez aún más que
sobre lo físico del hombre. Mr. Charles Gide, en una muy
benévola crítica que hizo de las ideas económicas de Tolstoi,
-censura con razón el siguiente pasaje del libro De la educa-
tiótit escrito por el pensador de Ginebra: «El que come en la
ociosidad lo que no ha ganado por sí, lo roba, y un rentista
646 REVISTA CONTEMPORiNEA

á quien paga el Estado por no hacer nada, no difiere de un


brigante que vive á expensas del pasajero. En la sociedad en
que el hombre vive necesariamente á costa de los otros, les
debe en trabajo el precio de su sostenimiento, y esto sin ex-
cepción. Pero de todds las ocupaciones que pueden propor-
cionar la subsistencia al ho mbre, la que más le aproxima al
estado natural es la manual.» {Emilio, libro 3.°) Pero mientras
en Rousseau estas ideas se refieren á esa teoría general que
quiere que /os productos sean de todos y la tierra de nadie, en
Tolstoi continúa habiendo vaguedad en el fondo de la doctri-
na, en la que la cuestión de la apropiación individual ó colec-
tiva del suelo no se trata directamente, contentándose el autor
con reproducir el precepto de Cristo de que el que tenga dos
vestidos dé uno al que esté desnudo y divida su alimento con
el que tenga hambre».
«Tal es, en resumen —concluye,—la teoría social de nues-
tro gran novelista. Reconociéndola cierto carácter de grande-
za moral, no puedo menos de asociarme á la censura que la
dirige Mr. Gide al decir: «Cuando Tolstoi nos propone, es-
tando en ello el fondo de su teoría, volver á la vida agrícola
y patriarcal, á un esta do de sociedad homogénea y amorfa
en que todos los hombres disfruten de la misma vida, cum-
plan la misma faena y encierren sus ideas en el círculo de un
horizonte estrecho, nos pide una cosa imposible, tan imposi-
ble como el volver á la niñez.»
«Somos de opinión de que los males que afligen á las so-
ciedades no provienen de que todo el mundo no sea agricul-
tor ó pequeSo artesano. Allí donde la población es más den-
sa, y lo es en las naciones que han llegado al más alto grado '
de desarrollo, las gentes del campo tienen motivos para que-
jarse de los excesos indudables de la concurrencia, y no de la
falta de brazos. Por conf iguiente, me parece imposible redu-
cir la cuestión social, tal como se nos presenta, á la sola cues-
tión agraria, como querían los moralistas del siglo últi-
mo (XVIII), al frente de ellos Rousseau, y como todavía
lo pretenden los reformadores nacidos en medio esencial
mente agrícola, medio que jamás pierden de vista, cual t»
el citso, no solamente de Tolstoi, sino de Henry George,.
LA ORGANIZACIÓN DEL TRABAJO 647

autor del famoso libro titulado El progreso y la pobreza.*


Fundado el sistema de orgranización de la vida social y eco-
nómica, y por consiguiente del trabajo, de Tolstoi, en las
ideas que compendiosamente acabamos de exponer y apre-
ciar, no puede pasar de una mera concepción idealista. Tols-
toi, por una parte, siente especial atracción hacia la vida agrí-
cola, y por otra parte hacia las doctrinas de los libertarios
teóricos, y de aquí sus errores en el desarrollo de los mismos
principios que asienta, y el que no se vea la posibilidad de su
realización. Varios de estos principios son aceptados también
por el socialismo en general, y particularmente por su direc-
ción colectivista; pero como van unidos á otros principios
muy distintos, el desenvolvimiento es muy diverso. Los siste-
mas del socialismo podrán ser prematuros, pero no esencial-
mente utópicos; podrán ofrecer, y ofrecen, imperfecciones
sensibles, pero son susceptibles de.reforma. El de Tolstoi
será siempre la mera expresión de un alma tan noble cuanto
grande.

CAPITULO VII
Juicio de Mr. Ivés Gayot respecto á Mr. Benito Malón y sus ideas. —ExposicidD
y análisis del sistema colectÍTlsta de organizacida del trabajo formulado por
dicho escritor socialista.—Exposicidn del sistema de Mr. Jorge Renard
—^Juicios refarentes al mismo de Mr. D'Eichthal.—Mr. Liebknecht y 1> <w»
ganización colectivista del trabajo.

I
«Mr. Benito Malou murió en Noviembre de 1893, habiendo
sufrido algunos meses antes en Cannes una operación de
igual género que la del Emperador Federico; respiraba por
medio de una cánula. Hubiese deseado morir tranquilamente
en el litoral del Mediterráneo, pero los socialistas no querían
persuadirse de que se extinguía silenciosamente. Querí^i te-
ner el cadáver en París é hicieron regresar al moribundo,
aunque se les advirtió de que el viaje anticiparía el fin Benito
Malou era más considerado que querido en su partido. Fué
648 REVISTA CONTEMPORÁNEA

redactor de ElJntransigente á su fundación, porqueMr. Enrique


Rochefort creyó conveniente presentarse al.público acompa-
sado de un antiguo miembro de la Cotttmune y al mismo
tiempo teórico del socialismo. Y sin embargo, le menos-
preciaba y le concedía en El Intransigente la parte más
pequeña bajo todos conceptos. He tenido amigos que estaban
unidos con Mr. Benito Malón, los cuales estimaban su carácter
y le consideraban bastante. No habiéndole conocido sino por
sus escritos y por sus actos públicos, no he recibido de él
sino numerosos ataques en mi cualidad de «vil economista».
En su polémica he encontrado insinuaciones malévolas, el
desprecio más completo de los hechos, cierta sutileza de
ergotista escolástico, y todos los procedimientos de sacristía
que los socialistas han-tomado á los clericales.»
En estos términos apasionadísimos y rebosantes de saSa se
expresaba Mr. Ivés Guyot en el libro que tituló La comedia
socialista, cuya segunda edición vio la luz pública en el a3o
1897, y Q"^ ™3S que un trabajo crítico, ó un estudio impar-
cial, es un verdadero libelo contra el socialismo contem
poráneo y sus hombres. Hase dicho, y dicho con razón, que
el despecho es mal consejero, y el despecho por sus derrotas
electorales y por el triunfo de sus adversarios socialistas es
el que guió la pluma de Mr. Guyot al juzgar entre otros al emi-
nente é inolvidable director de la doctrinal é importantísima
Revista Socialista, de París, dirección en que le han sucedido
escritores tan distinguidos como Mr. Renard y Monsieur
Rouanet.
Al hacer la exposición y análisis de la teoría colectivista y
del sistema organizador del trabajo del antiguo miembro de
la Conimune, hemos querido presentar en primer término el
juicio emitido por uno de sus más implacables y obcecados
adversarios, á fin de hacer conocer hasta qué punto ciegan y
hacen injustos á los hombres la pasión política y los prejui-
cios de escuela. No hay más que leer los escritos de Mr. Be-
nito Malón para persuadirse de que ni la malevolencia siste-
mática, ni el desprecio de los hechos, ni el ergotismo esco-
lástico, ni los procedimientos sacristanescos, son defectos qne
«n ellos descuellen.
LA ORGANIZACIÓN DEL TRABAJO 649

Completando sas indicaciones' biográficas, siempre con


igual animosidad, se expresa del modo siguiente: cMr. Benito
Malou prestó á los socialistas dos servicios. Contribuyó, con
sus traducciones alemanas á propagar entre ellos las ideas ger-
mánicas, é hizo una teoría más ó menos vaga de los principios
socialistas, indicando la política que debía seguir el partido
obrero. Consideraba que «el desenvolvimiento de la civilización
se ha realizado al través de una no interrumpida lucha de cla-
ses», y, por consiguiente, según la fórmula de El Intransigente,
los trabajadores deben emanciparse por sí mismos, el cuarto
estado debe apoderarse del poder, y el partido obrero recha-
zar á los radicales socialistas al igual que á los demás burgue-
ses. Hacía á'la revolución francesa la justicia de afirmar que
nunca fué socialista. «En el terreno económico los Danton,
los Marat, los Chaumette, los Baniere y los otros jefes de la
Montaña, eran tan conservadores, económicamente hablando,
como los Vergniaud, Petion y los demás jefes de la Gironda».
Para él la clase burguesa «representaba la libertad y la con-
currencia, y el socialismo la solidaridad humana». ¡La liber-
tad y la concurrencia eran el mal, el socialismo el bien! Apo-
yaba esta tesis en algunos hechos tan mal observados como
mal referidos. Procedía sin vacilar con ayuda de afirmaciones
desmentidas por todas las realidades, como éstas: «cuanto
más se engruesa el capital social, menos trabajo hay; todos los
economistas han reconocido la ley de bronce de los salarios».
Con todo, este místico trazó de un modo claro el programa
del partido obrero en su libro Le nouveau parti, que vio la
luz pública en 1881. Pedía la reducción de la jornada á ocho
horas con la fijación de un máximum legal del salario, la res-
titución de las minas, Bancos, etc., al Estado, un impuesto
progresivo sobre los beneficios ó utilidades mayores de tres
mil francos, cierto número de medidas legislativas propuestas
en estos últimos a&os, y terminaba diciendo: f Ó conseguimos
estas reformas, ó no las conseguimos; si las alcanzamos seré -
mos dueños de la situación, y entonces se llegará pacífica-
mente á la transformación económica, llegándose al fía sin
efusión de sangre; y si, por el contrario, se nos niegan, parti-
ciparán de nuestro descontento cuantos con nosotros han con-
6SO REVISTA CONTEMPORÁNEA

fiado. Lsi clase obrera, indignada por la inutilidad de sus es-


fuerzos y por la agravación de sus sufrimientos, que resulta-
rán de ello, no se aconsejará sino de su energía, y como los
cristianos después de tres siglos de persecuciones, librará con
el mismo éxíio la batalla del puente de Milvins.>
Como conclusión de este juicio, cuya exposición basta
para apreciarlo en su verdadero valor, dice Mr. Ivés Guyot:
«Si no obtenía éxito, preconizaba la fuerza como medio de
persuasión, él, que no había tenido reparo alguno en 1871 y
se honraba con haber sido miembro de la Commune. Es ver-
dad que después prefirió á entrar en el Parlamento permane-
cer en la capilla, desde la que pronunciaba sus oráculos, y
dirigir desde lo alto y de lejos á hombres tanto más difíciles
de dirigir cuanto que se creían llamados á conducir al mundo
prescindiendo de elementales reglas de conducta, Mr. Ga*
briel Deville, el doctor actual del socialismo francés, le ha
dedicado la siguiente oración fúnebre: cMalou confeccionó un
socialismo bueno cuando más para los masones y los jesuí-
tas». (Deville, Principios socialistas.)
¿Es cierta esta apreciación, tomada aisladamente al entu-
siasta defensor y vulgarizador de las teorías de Karl Marx?
¿Fué Mr. Benito Maion tal como el detractor del socialismo le
pinta? ¿Fueron sus doctrinas las que le atribuye? Ea la expo-
sición que de éstas vamos á hacer se da la respuesta. Malón,
como todos los hombres, especialmente en circunstancias
cuales las que le rodearon, incurrió en errores, se equivocó
en algunos de sus actos y acaso contribuyó á más ó menos
fugaces extravíos de la opinión; pero es una injusticia y algo
más el atribuirle un carácter de singular misticismo y el cali-
ficar en general á su sistema socialista, y en particular á la
parte que se refiere á la organización del trabajo, como única-
mente adaptable á los masones y á los jesuítas. Maion, cuya
intervención en tristísimos sucesos ha sido ya apreciada, se
manifestó en sus escritos y en sus actos consecuente con las
ideas del socialismo colectivista no exagerado, y buena pruc'
b » de ello la ofrece la ya citada Revista Socialista y no menor
también, entre otros de sus libros y opúsculos, los titulado»
Exposición de las escuelas soctalistas Jrancesas, Historia critica
LA ORGANIZACIÓN DEL TRABAJO 65I*

de la economía política. La moral social. Manual de economéa


social, El socialismo, el capital y el trabajo. El socialismo re-
jorntista. La historia del socialismo. El socialismo integral y el
Bosquejo histórico teórico y práctico del socialismo. A todas
esas producciones, no á pasajes de algunas de ellas recogidos
aisladamente, ó á ideas sueltas, hay qua acudir para juzgarle
con acierto, especialmente á la última, en la que se halla con-
densada su doctrina. De la parte que se enlaza con la organi-
zación del trabajo vamos á hacernos cargo, no sólo por ser
en sí digna de ser conocida, sino por la grande significación
que dentro del socialismo tuvo su autor y que ni el mismo
Ivés Guyot se ha atrevido á negarle.

II

Ocupándose en su mencionado Frécis kistorique, critique et


pratique du socialisme de la organización del trabajo en la
sociedad colectivista según la entiende la escuela á que per-
tenecía, se expresa en los siguientes términos: «Bajo el punto
de vista del colectivismo se halla basada en la distinción he-
cha entre los capitales—subsuelo, primeras materias, instru-
mentos del trabajo^—y las riquezas—productos ú objetos de
consumo y de entretenimiento.—Los primeros son socialisia-
dos y los segundos dejados á la apropiación individual; de
donde resulta que en la sociedad colectivista el trabajo se or-
ganiza socialmente, y los productos, cubiertas las cargas so-
ciales, son repartidos á los trabajadores á prorrata de su inter-
vención productiva, para que puedan consumirlos libremente»,
indicación esta última en la que es necesario fijarse, pues des-
vanece la falsa afirmación de los economistas clásicos y de
algún sociólogo individualista, de que el socialismo, y sobre
todo el colectivismo, quieren que los productos del trabajo se
repartan con igualdad absoluta entre los trabajadores, cual-
quiera que haya sido la cantidad y la cualidad de su iaena
de su labor. Pero aSade, resolviendo una duda que pudiera
suscitarse y que, con efecto, se ha suscitado y servido defun^
damento á maliciosa crítica: ÍQU son ios productos mismos
652 REVISTA CONTEMPORÁNEA

los que se les reparten, sino su equivalente, única forma de


indemnización posible una vez organizado el trabajo, consti-
tuyendo una especie de salariato aumentado con toda la par-
te que en el régimen actual sustrae el capitalista y completa-
do con las instituciones de solidaridad que aseguren, con arre-
glo ó en la medida de los recursos comunes y sin distinción
alguna, á todos los individuos de la sociedad, la vida del día
y la seguridad del mañana»
A juicio de Mr. Benito Malón, no paran aquí las ventajas
resultantes «de la generalización del trabajo mejor clasiGcado,
del incesante perfeccionamiento del utensilio, de los métodos
de producción y de una más racional distribución de la acti-
vidad general», sino que darán lugar á otras no menos impor-
tantes. «Todas estas causas—dice—tendrán por efecto el dis-
minuir en una mitad cuando menos la suma de trabajo que
cada uno debe suministrar para que el mercado quede ascgu
rado, á más de que, siendo distintos los jefes de taller, no ten-
drá ya razón de ser la cruda lucha, cada día más considera-
ble en perjuicio de otro, el trabajador no podrá ser opresora-
mente mandado, ni sobrecargársele con faenas demasiado
pesadas, y, de consiguiente, no habrá tampoco motivo algu-
no para intentar sustraerse á una tar^a que en nada se pare-
cerá á las ingratas, penosas, inciertas y exteuuadoras de la
sociedad actual.»
A continuación se hace cargo de una de las objeciones
que más frecuentemente se formulan contra la organización
social colectivista del trabajo, cual lo es la siguiente: <En la
sociedad actual el trabajo es impulsado por el interés indivi-
dual, que es incontestable é incomparablemente el resorte
más poderoso de la actividad personal. Suprimid este resorte
y pretended reemplazarlo por un vago solidarismo que, po-
niendo las cosas en lo mejor, no será accesible más que á un
pequeSo número de naturalezas bien dotadas, y ¿cómo susti-
iréis lo que suprimís? ¿Por el trabajo obligatorio, etiam ma-
numilitari, ó bien los trabajadores activos y altruistas por los
perezosos y egoístas? Á esto responderé—dice—primera-
mente que es inexacto que en la sociedad actual el trabajo sea
impulsado por el interés individual. El asalariado no tiene ín •
LA ORGANIZACIÓN DEL TRABAJO 655
teres alguno en obrar ni en producir mucho, sino precisamen-
te lo contrario. Cuanto más produzca, más se entorpece su
tarea, más se entremezcla su trabajo de la estación muerta,
más, en último término, se reduce su salario. Toda nueva apli-
cación mecánica, todo acrecentamiento de la actividad del
esfuerzo humano, se traducen para él—tales son las odiosas
tradiciones de la sociedad capitalista—en pérdida de recur-
sos y en huelgas, y en ambos casos en miseria. En resumen,
los proletarios modernos, que son la gran mayoría laboriosa
de los tiempos presentes, están condenados al trabajo por el
hambre, que no les permite discutir las condiciones, y de aquí
los salarios bajos, los malos tratos, las imposiciones humi-
llantes, las faenas aniquiladoras y las dolorosas y precarias
situaciones, triste lote de millones de proletarios obligados á
pasar bajo las horcas caudinas del capitalismo, ó á morir de
hambre»
Nada más exacto que este razonamiento de Mr. Malón, ba-
sado, no en algunos hechos mal observados y mal compren-
didos, como Mr. Ivés Guyot pretende, sino en lo que gene-
ralmente acontece, en lo que, por decirlo así, todos los días
se ve y se palpa. El interés individual será el estimulante prin-
cipal del fabricante, del capitalista, del empresario, del patro-
no, y aun del que trabaja á destajo; pero no lo es del jornale-
ro, del asalariado: á éste no afecta el acrecentamiento de la
producción, y si acaso le afecta es en el sentid? contrario al
que se pretende, pues consecuencia de tal aumento con fre-
cuencia suele ser, á no acrecer proporcionalmente el consu
mo, el que para nivelar aquélla con éste, para que no haya
una sobreproducción, se reduzca el número de obreros, y
por lo tanto, revista caracteres y alcance proporciones más
graves la concurrencia entre los trabajadores, entre los que si
no trabajan no coqjen. Por consiguiente, es muy cierto lo que
Mr. Malón asevera: el interés individual del infeliz jornalero
no es el estimulante de su actividad: comprende que aumen-
tando sus esfuerzos aumenta y hace más efectivos los riesgos
y males que le afligen.
¿Acontecerá lo mismo con el régimen colectivista? ¿Conti-
nuará siendo parecida á la de hoy la condición de los prole
^54 REVISTA CONTEMPORÁNEA

tarios? fEn el orden social—dice Mr. Malón—será asegurado


un mininium de vida materia] aun á los ociosos voluntarios;
pero tstos psicófagos, si todavía quedasen algunos, lo que es
muy dudoso, serán excluidos, como es natural, de las aso-
ciaciones literarias, científicas, artísticas, estéticas, constitu-
tivas de uno de los encantos de la sociedad colectivista; de
modo que los impropios para el trabajo, enfermos, valetudi-
narios, viejos, serían honrados y fraternalmente buscados; los
ociosos voluntarios serían desconsiderados y mantenidos apar-
te. ¿Habría muchos hombres que quisieran esta condena? Es
tanto menos de creer cuanto que el trabajo cuotidiano, ahora
tan sujeto, tan repulsivo, tan fatigoso, tan poco retribuido
y á veces tan homicida, será racional y fraternalmente orga-
nizado, abreviado en su duración y aligerado por los perfec •
cionamientos técnicos de todas clases y hecho atractivo por
el buen compañerismo resultante de la libre elección hecha
por cada uno del género de trabajo y de los compañeros de
iaena. Y por otra parte, la retribución será bastante abun-
dante para permitir al trabaja dor, después de las cinco ó seis
horas de faena obligatoria, conocer todas las grandes alegrías
del espíritu y del corazón y todos los goces y comodidades
de la vida. En estas condiciones el trabajo será una diversión
higiénica, un deber noblemente aceptado, al que se irá como
á una fiesta, con atracción á la vez afectuosa y social; nada
de común habrá entre estos talleres fraternales y los presi'
dios capitalistas, que tan justificado horror inspiran.»
Después de esta demasiado halagüeña pintura del trabajo
y de la vida del trabajador en el régimen social colectivista,
que recuerda el sistema societario y el ira bajo atractivo de
Carlos Fourier, manifiesta Mr. Malón su propósito de pene-
trar profundamente en las dificultades, y pregunta: ¿Cómo se
reclutará el personal de los talleres colectivos? «Algunos bue-
nos espíritus—dice—piensan que durante las primeras déca-
das de años subsiguientes á la transformación social el Estado
y los municipios deberán limitarse á conceder el trabajo á
compañías obreras libres, mediante anticipo social y cumpli-
miento de las cargas, defendiendo los intereses hamanitarios
y fiscales de la comunidad y los mismos del conjunto de los
LA ORGANIZACIÓN DEL TRABAJO 655

concesionarios, que serán garantidos contra una posible exce-


siva desigualdad en la distribución de las cargas y ventajas. De
ese modo se pasaría sin sacudidas desde la anárquica produc-
ción actual á la producción social, esto es, ordenada social-
mente en ciertos casos por el Estado y en otros por los mu-
nicipios. Es de presumir que la transformación social no se
hará súbitamente, sino que será precedida por importantes
reformas, tales como la socialización del crédito, de las mi-
nas, de las vías férreas, etc , en lo correspondiente al Estado,
y en lo que al municipio se refiere, por la comunalización de
los servicios de alumbrado, conducción de aguas, etc., y el
establecimiento por el municipio de almacenes generales,
de panaderías, carnicerías, etc. También se comprende que,
habiendo ya todas estas reformas revolucionado el trabajo en
el sentido social, se facilitaría muy singularmente la resolución
de la grave cuestión referente al modo de distribuir las activi-
dades en la organización socialista. Para la organización general
se partirá del principio de que el ideal perseguido es el de que
los trabajadores puedan distribuirse con arreglo á sus vocacio-
nes afines, desarrolladas por la instrucción integral y profesio-
nal asegurada á todos, lo cual supone la libre elección entre
las profesiones y los grupos productores, que ofrecerá ventajas
equivalentes, aunque no idénticas. Aun cuando el maquinis-
mo iguálelas fuerzas, habrá siempre grados en el esfuerzo ó
en la habilidad que se requieren. Por esto es por lo que los
trabajos serán distribuidos según una escala de las dificulta-
des, de los peligros y de las repugnancias. Así, tendremos
múltiples divisiones y subdivisiones de trabajos sencillos, tra-
bajos clasificados, trabajos penosos, trabajos desagradables,
trabadlos peligrosos, etc.»

MANUEL GIL MAESTRE.

(Continuará.)
ESTUDIOS MILITARES

EL ARTE DE LA GUERRA'"

POEMA ESCRITO POR FEDERICO II, REY DE PRUSIA, TRADUCCIÓN


CASTELLANA DE D. JENARO FIGUEROA, PKIMER TENIENTE DEL RE-
GIMIENTO DE REALES GUARDIAS ESPAÑOLAS.

CANTO V."

Cuarteles de blblerno.

La sabia Diosa Palas que á la gloria


excita á los mas ínclitos varones,
la que los hace dignos de memoria
por medio de sus sabias instrucciones,
alto lugar te otorgue en nuestra historia
executando tú dignas acciones,
y conservando aun en los quarteles
limpio el honor é ilesos los laureles.
Quando el hibierno helado
trémulo y débil las cavernas abre
donde Eolo los vientos ha encerrado,
y dexa que su furia excite y labre
la braba, estrepitosa y cruda guerra
que la atmósfera turba de la tierra,
que el yerto Bóreas sale desbocado
contra el Zefiro ayrado
y usurpa su violencia
de Ceres y Pomona la regencia.
Quando ya desojado
(i) Véase Ift pág'. 324 de este tomo.
EL ARTE DE LA GCERRA 6$?

queda el árbol mas lleno y mas copado.


Quando los ríos, antes tan crecidos,
que inundaban los suelos
yacen endurecidos
al rigor de los yelos,
y en fin quando impelidos de los vientos
los campos sus asientos
abandonan y pasan á los montes
en turbia, densa y vaga polvareda;
el tiempo entonces veda
á los guerreros animar la saña
y seguir la campaña,
viéndose reducidos
los contrarios partidos
á abandonar entonce el campamento
y á hacer de una Ciudad quartel y asiento.
Es del todo forzoso
que disfrute el soldado del reposo
en el áspero hibierno,
pues el duro trabajo le quebranta
y nada en los sucesos se adelanta.
Han de estar para esto asegurados
de no ser atacados
los quarteles de hibierno: gruesas tropas
deben estar alerta
á una cierta distancia
para impedir, si acaso es necesario,
los designios y astucias del contrario.
Ademas un cordón es muy urgente
que de las tropas cubra todo el frente;
y también es de urgencia
poner apostaderos
en caminos, en bosques, en barrancos
y en los desfiladeros,
cuya tropa ha de estar á la obediencia
de un Oficial en cuya inteligencia
el General confie y se asegure.
Y asi para que nada se aventure
658 REVISTA CUNTEMPORÁNEA
sin las correspondientes precauciones,
batirán los Dragones
la campaña en partidas señaladas
que á diferentes puestos destinadas
al enemigo alarmen é incomoden
para que siempre á tiempo
se pueda prevenir un contratiempo.
Después de haber proveído á la tranquila
seguridad que piden los quarteles,
hay otras muchas cosas en las cuales
debe mostrarse un General prudente.
No basta el mantener la disciplina
con el mayor rigor entre las tropas, •
es absolutamente necesario
pensar en relevarlas
y si cabe aumentarlas.
La muerte cobra siempre su tributo
de todas las victorias,
y aquellos generosos campeones
que en distintas acciones
añaden timbres y producen glorias
muriendo honradamente,
piden se les reemplace dignamente.
Vende regularmente el vulgo necio
su vida á baxo precio,
y asi como cae el pez en el anzuelo
que el pescador le pone astutamente,
asi se hace soldado
• el hombre que en el campo es indigente,
con el metal cebado
y el entusiasmo de que le han llenado.
Sin saber el motivo que le obliga
á su Rey á la guerra
abandona su tierra
y asentada su plaza sin más tino
que aquel que le sugiere su destino,
bien pi esto de los Xefes la enseñanza
y de los compañeros el corage
EL ABTE va LA eiU«fi« . 659
le inspiran disciplina, cqnñ&nze^
y hacen un buen soldado de un salvage.
Has de llevar en todo por delante
la máxima esencial, de que e' soldado
tenga siempre sobrado
ó al menos abundante
el pan, socorro grato de la vida
-con que la humana Ceres nos convida.
Este primer principio
es como en todo basa del oficio.
El hombre que cae enfermo, necesita
dos veces alimento cada día,
y el mal que no seria
de entidad, sí pudiera
tomar aquello que preciso fuera
se vuelve peligroso,
pues es la hambre veneno
que antidoto contra él no hay poderoso
en todo el Arte del autor Galeno.
Por tanto es consiguiente la importancia
de que sobre y rebose la abundancia.
Y si á mal tan urgente
no te previenes cauto y diligente,
verás con amargura
entrarse por el canipo la tristuca
precedida del hambre, monstruo horrible
pálido y descarnado,
que del pobre soldado se apodera,
le intimida, desarma y desespera.
Y quando no los mueva y tumultúe
la inexorable muerte los acaba,
y lo que despreciaba
el General incauto é inadvertido
ve ser el solo mal que le ha perdido.
Sé pues muy cauteloso
y con antelación muy diligenter
procura que tu gente .
disfrute la abundancia en el reposo.
66o REVISTA CONTEMPORÁNEA

Mientras de aqüeste modo


asiste el General y atiende á todo
añade en los quarteles
el Oficial el mirto á los laureles.
Su cara y tierna esposa
el ufano marido al ver gozosa
olvida entre sus brazos la impaciencia
de la penosa y trabajada ausencia.
¡Oh momentos, oh ratos deliciosos,
quan dulces y sabrosos
seréis para la tierna y fiel amante
que á ver llega delante,
después de tanto llanto y fiel gemido,
.•, el objeto querido
de su fina pasión y fe constante!
Y después que lugar dan las ternezas
y los finos abrazos,
oirle sus proezas,
y desarmarle los gloriosos brazos
que vengaron su Rey en muchas lides.
Qué gusto enternecer el pecho fuerte
á quien ni los ardides
del enemigo ni la dura muerte
mover pudieron de ninguna suerte.
Y en fin aquella boca .
que al soldado en la acción valor provoca
á la suya llegar, y en dulce beso
de amor el embeleso
gustar tan tiernamente
quanto fué deseado estando ausente.
Entre tanto de gozo
los inocentes hijos su alborozo
demuestran al oir lo que á su madre
cuenta el marcial y alborozado padre.
A veces el discurso le atraviesa
el uno, que embobado
de oirle referir lo executado
en el campo de Marte, se embelesa
EL AKTE ÜK LA GUERRA 66l

y las manos le besa


las manos victoriosas
deseando ya á la guerra acompañarle
para hacer muchas y valientes cosas.
Otro quiere agarrarle
la rodilla, otro la ancha espada
gustando el verla toda ensangrentada,
otro toma el fusil, y todos ellos
con las armas y arreos juguetean
mientras que llega el dia que desean
para empuñarlas y adornarse deilos.
En tan fieles esposos
en amantes tan finos y virtuosos,
se hallan solo los gustos que himeneo
dispensa á aquel humano
cuyo corazón sano
no anhela otro recreo
que el de un honrado, puro y fiel deseo.
Asi el casto marido
huyendo la molicie y la blandura,
se encaja la armadura
al oir el eco del marcial sonido,
el qual asi le inflama
que todo olvida quando el parche llama.
Antes que el cano hibierno
el variable gobierno
entregue á la jovial y hermosa Flora,
y antes que á la venida de la Aurora
¿cubran de mil matices y colores
el campo ameno las estrañas flores,
ponen en obra el plan que se ha ideado
aquellos Generales que encargado,
les está el desempeño
del nuevo campamento.
Con igual empeño
de Euclides los discípulos destinan
los caminos que opinan
ser aquellos mejores,
<562 BEVISTA CONTEMPORÁNEA

para el curso de las varias tropas;


y como son de Marte agrimensores
la tierra miden para aquellos ñnes
que el Xefe haya dispuesto.
Este sin perdonar trabajo alguno
reconoce, eximina y da á cada uno
el encargo que más le conviniere:
y en tanto se executa lo que quiere^
qual Capitán sabido,
atento y advertido,
recela en el contrario
todo lo que es capaz de executarse,
y por dello informarse
no escusa las espías diligentes
por donde saber pueda
los designios ó planes diferentes
que el enemigo forme ó formar pueda:
ni el oro que eficaz y contagioso
en minar poderoso
de amistad el sagrado olvida y rompe
y del leal la virtud vicia y corrompe.
Examina y remira el plan formado
no como apasionado
sino como enemigo,
y asi reflexionando y discurriendo
allá para consigo
ve si hay seguridad y en qué la funda^
y si algo hay que redunda
en daño de sí mismo.
Si las tropas que guardan la ribera
de algún vecino rio
en alguna manera
quedan expuestas á peligro alguno.
Y todo lo remira y considera
pues sabe como á Aníbal, gran soldado,,
no pudo detenerle la aspereza
de los fragosos y empinados Alpes
• pues venciéndolo todo con su audacia.
EL ARTE DE LA GUERRA 665
penetró, y descendió de aquellas cumbres
que en el cielo parece se terminan
para asombro y ruina del Romano.
El ilustre Vandoma en las montañas
que de la Lombardia
ciñen las fértilísimas campañas
seguro se creia,
quando el Principe Eugenio
por sendas hasta entonces ignoradas
se abrió fácil camino
cruzando del Athesis las orillas,
y asi rompiendo la servil cadena
con que al Pó subyugaba el raudo Sena.
¿Ves por el rudo frió los torrentes
que en el Otoño rápidos baxaban
y la tierra inundaban
transformados de yelo en duros puentes?
Pues esto á los valientes
enemigos no es frenó ni barrera,
que la audacia guerrera
todo esto lo atropella en un momento.
Si fueres por tu mal abandonado
verás tu campamento
sorprendido, deshecho y consternado,
y tú mismo obligado
á huir ignominiosa y torpemente
con el resto infelice de tu gente.
Nada hay más peligroso ni funesto
ni de mas conseqüencia
que el ser forzado hallándose en un puesto,
porque pierde el soldado la obediencia
perdiendo la esperanza,
y no basta el rigor de la ordenanza
á animar al soldado ya abatido,
de cuyo desaliento
y entero abatimiento
el vencedor válido
si el tiempo no desprecia.
•664 REVISTA CONTEMPORÁNEA

castigará la necia
y loca confianza en que yacia
el imprudente Xefe y se dormía.
Bournonville confiado
en los refuerzos que le habian llegado
del caudaloso Rhin la ancha ribera
creyéndose seguro atravesaba.
Delante del Turena
huyéndole, ganaba
los empinados montes de Lorena.
Bournonville sin consejo y sin prudencia
apresurando asi la diligencia
del destino infeliz que le aguardaba,
esparce y acantona
sus fuerzas muy temprano,
antes que de Pomona
el fruto soberano
pudriese el tiritante viejo cano.
Mientras asi abandona
Bournonville satisfecho
el águila imperial y su persona,
el ligero francés que aviso tiene
de como Bournonville su mal previene,
atraviesa otra vez veloz los montes
y á la llanura asoma, en donde ufano
3.1 incauto Germano
á su placer derrota y desbarata,
ahuyenta, prende ó mata,
y de ignominia Heno
le hace segunda vez el Rheno.
Es el hibierno tiempo en que sucede
verse lo mucho que el arrojo puede.
Consigúese esto enviando un numeroso
cuerpo, que valeroso
ataque á las partidas separadas,
pues el ser sorprendidas
es lo mismo que verse derrotadas.
Quando se hallan unidas
KL A h í t DE LA ÜÜfcKkA 66$

la brava intrepidez y la'prudencia,


dan en la guerra al hombre
decantada excelencia,
eterno lauro y ensalzado nombre.
Estos logró en Saxonia aquel osado
protector declarado
de Stanislao su hechura,
quando yaciendo Augusto á la blandura
y molicie entregado
entre los brazos de la tierna amante
su pasión dominante,
el deber olvidaba
y á perder la corona se arriesgaba.
Del Norte el Alexandro sobre él viene
con tal furia imprevista
que en valde se previene,
pues no hay fuerza que el ímpetu resista.
Echase Carlos Doce, y al momento
Cupido, Venus, Baco todo huye,
y el soHado rehuye
de defender siquiera el campamento,
de modo que arrojado
consiente Augusto verse destronado.
No de otra suerte al águila rapante
quando baja del cielo
si apercibe en su vuelo
las inocentes aves
con sus cantos suaves
vagar entretenidas sin recelo,
échase de repente
y la presa inocente
se la lleva con vuelo desmedido
á devorarla en su sangriento nido.
LOCURA DE AMOR (')

II

Los amores del capitán Cadalso.

— Bien sabéis el afecto que me inspiran la marcialidad, el


desenfado, la bondad de corazón y el ingenio de nuestro co>
mún amigo el capitán D. José de Cadalso, y recordaréis que
días atrás, calificando éste de exagerados los elogios que y o
hube de prodigar á los bizcochos de las monjitas de la Con-
cepción Jerónima, prometí regalarle uno el día de su santo, á
fin de que se convenciera, por su propio paladar, de la exac-
titud de mi juicio.
—Consta en autos todo eso—objetó Cerda y Rico;—pero
debió usted haber comenzado su relato con la fórmula usual
de: Resultando... etc.
—Cállese el covachuelista—murmuró Clavijo.
—Como hoy es San José—continuó Gómez Ortega,—en-
vié ai domicilio de Pepe Cadalso el bizcocho consabido, y
dijéronle allí al mozo que D. José celebraba su santo comien-
do en casa de un su amigo; y que si tenía la bondad de en-
tregar en ella el obsequio, le quedarían agradecidos á más de
pagarle el mandado. Por cortesía, no reñida esta vez con la •
conveniencia, aceptó el maruso dos reales que le ofrecieron,
y encaminóse á ia casa donde debiera entregar el bizcocho,
tomando en la memoria la calle, número, cuarto y apellido
del inquilino.
—Vengan el apellido y la calle—interrumpió Nifo,
—Ibáñez, calle de Santa María—dijo el botánico.

[i) Véase la pi^. 551 de este tomo.


LOCURA DE tMOK 667

D. Jaaa de Iñarte coatinuaba'haeieado gfaiños á Gómez


Ortega para que callara; pero éfte ao lo3 interpretaba bien ó
fingía hacerse el desentendido. Los demás interlocutores co-
menzaron á dar vueltas en su imaginación al apellido Ibáñez,
recordando sus amigos y conocimientos: el uno sacaba á re-
lucir un capitán de Dragones, el otro un paSero de la Plaza
Mayor, cuál un escribiente de la Tesorería de Sisas, cuál un
comerciante de vidriado fino. D. Casimiro hada signos nega-
tivos á cada nombre que le presentaban, sonriendo con aire
de triunfo.
De pronto, Nifo dio una palmada sobre la mesa y, enca-
rándose con todos, exclamó:
—Ya sé quién es el amigo de Cadalso: un poeta que se
llama Ibáfiez, que habita, en efecto, en la calle de Santa María
con su hija la encantadora María Igoacia, primera dama de la
compañía cómica de Manuel Martínez.
Y se echó atrás en la silla para ver el efecto que habían
producido sus palabras.
Estupefacción general.
Clavijo experimentó cierto disgusto por no haber sido él
quien descifrara el enigma; Iriarte, disgustado también porque
sentía que corriese la voz de aquellos amorts, quiso hacer á
Nifo una seña dándole un pisotón, con tan mala fortuna que,
calculando mal la distancia por debajo de la mesa, pisó á
Clavijo; éste, malhumorado por el triunfo que habían alcan-
zado las facultades intuitivas de Nifo, le asestó un fuerte taco-
nazo en los dedos del pie hasta magullárselos, diciéndole:
—Es una seña de parte de D. Juan para que te calles; la
he recibido yo y la remito á su destino, como hizo el maraso
de Gómez Ortega con el bizcocho destinado á Cadalso.
—Pues lo has hecho con propiedad—exclamó Niío, lleván-
dose la mano á la parte dolorida,—porque el pisotón que me
diste ha sido realmente de mozo de servicio. *
—¡Pero este Clavijo, que todo lo ha de enredar!—murmu-
ró Iriarte.—¡Es mucho cuento con él!
—<Y por qué no quiere usted—pregruntó el aludido—que
se sepan los amores de Pepe Cadalso con la Ibáñez? No será
el primer caballero que se enamora de una cómica. Ejem^rfo
668 REVISTA CONTEMPORÁNEA

de ello tenemos en el Duque de Villahermósa, apasionado


amante de la sin par y malograda María Ladvenant, y tomán-
dolo de más lejos, el Rey D. Felipe IV nos demuestra el po-
der del ni5o ceguezuelo postrándose á los pies de la célebre
Calderona.
—Hay, pues, jurisprudencia sentada—añadió Cerda y Rico.
—Desde tu ruidosa aventura con la hermana de Beaumar-
chais te has vuelto muy epicúreo. El autor de la Eugénie y
de Les deux amis se conformó con un acta; pero ante la mo-
ral cristiana no hay más alegatos que las buenas acciones.
La cuestión de Cadalso, lo que tiene de malo, mejor dicho,
lo que tiene de grave, dadas las circunstancias de nuestras
costumbres, es que Pepe se ha enamorado de buena fe, se
quiere casar con la muchacha, y esto no lo ha de mirar con
buenos ojos el Conde de Aranda. Ella reúne excelentes cua-
lidades, pero...
—Pero es una cómica—repuso Clavijo.—¡Ah, señores! ¿No
es triste cosa que la sociedad, ante la desigualdad de la cuna
6 de los medios que cada cual tiene para ganarse el pan con
el sudor de su frente, haya establecido la barrera infranquea-
ble de las clases y arroje de su seno á los desheredados de
la fortuna, como inútil ya que no perjudicial escoria? Por for-
tuna, para los débiles allende el Pirineo fructifica provechosa
semilla...
—Otro día continuará el Diderot canario su disertación apo-
logética —dijo Iriarte dando dos palmadas.—No es que te
aplaudo; es que llamo al mozo del café. Encarezco á ustedes
mucha reserva en él asunto de Cadalso... Sobre todo, á ti,
Nifo, que te pirras por dar noticias. ¿Cómo no habrá venido
esta tarde Nicolás Moratín?
—Estará con su paniaguado—respondió Ayala.
Todos se pusieron en pie, y mientras el mozo cobraba in-
dividualmente los cafés, Gómez Ortega dijo:
—Señores, á todo esto nos hemos olvidado de la cuestión
principal: el concepto que mis amigos puedan formar de los
bizcochos que yo he defendido en público como el non plus
de la bizcochería matritense. En casa tengo uno idéntico al
que he regalado á Pepe Cadalso, y sí no hay óbice para que
LOCURA DE AMOR 669

á la caída de la tarde se constituyan ustedes en junta supre-


ma y pronuncien el fallo, yo me honraré con tanta merced.
Todos asintieron de buen grado.
—¿De dónde es la tinta que tiene usted para escribir la sen-
tencia?—preguntó Nifo.
—De Jerez—contestó Gómez Ortega.
Y despidiéndose cariñosamente unos de otros, salieron del
eaíé.

CARLOS CAMBRONERO.

(Continuará.)
ÍNDICE DEL TOMO CXXII

15 ÜE ABRIL OE 1901

Página».

La Liga Marítima, el pais y la marina mercante, por A T "


turoLIopis. 6
Apuntes para IH biografía áe Joan M, Villergas, por J u a n
Ortega Rubio . 16
Precedentes d<> un glorioso reinado (conclnsión), por M a -
nuel de Foronda ^. .4 S9
Algunas contttitai'ioiiea para el AverigHador popular de
El Liberal, por El Curloso Barcelonés <. 89
Las obras pií^iicao en Espafia (continuación), por Fede-
rico López González 88
Buakin, por P. Fabréy Oliver... .... 96
La mancha de sangre (continuación), por C a r l o s C a m -
brouero 99
Boletfn bibliográfico, por E . B. y por P . V 106
Revistu de reviaias, por E . B 107

30 DE ABRIL
Gíbraltar: Rl problema inglés y la irresolución eapafiola,
por J o s é Cr. A c u ñ a — i 113
A vaela pluma por el mapa, por A r t u r o L l o p í s 131
Nociones de .s.uiulugia, por J o s é E s p a f i a L l e d ó 163
Las obras piiMiois en Espafia (coatinuación), por F e d e -
rico López González '. 171
£1 teatro d>- Ki: 11 u r (continuación), por Enrique Lioke-
íettyEnglish 184
Fr. Francisco ilt- Lorua, por F . C á o e r e s P í a • 196
La organizítc n'n di-l trabajo (continuación), por M a n u e l
GilMaestre 202
La niancUa Ue nungre (conclusión), por C a r l o s C a m b r o -
nero. . . -. 2i3
Boletfn bibliográfico, por A . L P e l á e z y por P . V 2ÍÍ
Ptgiaa».

15 DE MATO

Chirigota, por María da Bolmonte sae


Discnrso leído en la Academia de JorisiurudenciB, por el
marqués del Vadillo.. 245
Patria y «sea power», por M a n u e l A n d ú j a r 264
Los albores de la mODarquia española, por T e o d o r o d e
San Román 272
La Exposición de Bellas Artes, por F e d e ñ O O B u e s a . . . . 291
£1 teatro de Schiller (continuación), por E n r i q u e L i c -
kefett y English... 29o
La organización del trabajo (continuación), por M a n u e l
Gil M a e s t r e 803
Estadios militares: El arte de la guerra (cociinuacióu), por
Jenaro Figueroa «24
Boletín bibliográfico, por P . V 8S8

30 DE MATO
España después de la guerra, por D a m i á n I s e r n 337
Estudios sobie el canal de Nicaragua, por A r t u r o L l o p i s . 360
Aguas, minas, montes, por Adolfo Bonilla y San
Martin «80
La Exposición internacional del Foto-Club de París, por
L. García-Ramón..... 889
El crimen, por J. P o n s S a m p e r 407
La Exposición de Bellas Artes (continuación;, por F e d e -
rico Buesa 408
El teatro de Schiller (continuación), por E n r i q u e L i c -
kefett y E n g l i s h . . . 414
Rafael Ocboa, por Gabriel María Vergará y Martin. 434
La organización del trabajo (continuación), por M a n u e l
Gil Maestre, i 438
Boletín bibliográfico, por J, O l m e d i l l a , E. y A 444

15 DE JUNIO

Estudios sobre el canal de Nicaragua (conclusión), por A r -


turo Llopis 449
Discurso leído en la Academia de Jurisprudencia, por S e -
g i s m u n d o Moret 489
El teatro de Schiller (conclusión), por E n r i q u e L i o -
kefett y English 478
LA Exposición de Bellas Artes (conciasiónj, por F e d e r i c o
Buesa 488
Servicios públicos de automóviles, por J o s é M e s a y
Ramos 496
¿Mondáriz ó Mondaria?, por el D r . R i g u e r a M o n t e r o . 603
Orígenes de la iuiprenta argentina, por B a r t o l o m é M i t r e . 606
La organización del trabajo (continaación), por M a n u e l
Gil M a e s t r e 6Si
Locura de amor, por C a r l o s C a m b r o n e r o 661
Boletín bibliográfico, por E . y por P . V 666

30 DE JUNIO
Contratación de Obras públicas, por P a b l o d e A l z ó l a . . 661
La penalidad de las huelgas, por el V i z c o n d e d e C a m -
po Grande j7ú
Discurso leído en la Academia de Jurisprudencia, por
Raimundo F. Villaverde 68G
Algunas contestaciones para El Averiguador popular de El
Liberal, por £ 1 C u r i o s o B a r c e l o n é s 693
Servicios públicos de automóviles (conclusión), por J o s é
Mesa y Ramos 608
Modernismo y moderni tas, por S i l v e r i o M o r e n o 614
Exposición que elevó el día 8 de Mayo de 1802 el Sr. Alcal-
de Corregidor de la ciudad de Lorca, D. Torcuato Antonio
Collado, á S . M. el Rey D. Carlos IV 621
Pablo de Céspedes, por F e d e r i c o B u e s a 628
La organización del trabajo (continuación), por M a n u e l
Gil Maestre 686
Estudios militares: El arte de la guerra (continuación), por
Jenaro Figueroa ese
Locura de amor (continuación), por C a r l o s C a m b r o -
nero 666

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•> ' " i

IMPRENTA DE LOS HIJOS DE M. G. HERNÁNDEZ


Libertad, i6 duplicado, bajo.
I9OI •

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