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Derecho Constitucional

"Los derechos fundamentales pueden ser considerados institutos, sólo cuando de ellos
se desciende efectivamente a la realidad de la vida social a través de los
comportamientos de una pluralidad de titulares; y aquí una concepción institucional de
los derechos fundamentales se encuentra con el postulado del carácter de regla de los
derechos fundamentales.

"Considerada la Constitución —afirma nuestro gran inconstitucionalita— como un pacto


expreso en que cada uno de los contratantes se reserva lo necesario para su fin
particular, subordinando lo parcial a lo total, de modo que aquello sea tanto más
integrante de esto cuanto más sólidamente se desarrolle, los derechos inherentes a la
personalidad humana toman, en el pacto constitucional, el carácter de una verdadera
institución: instituyen la personalidad jurídica y la autonomía del individuo, porque son el
medio orgánico de que la Constitución se vale para protegerlo en su poder, del modo
mismo que emplea como medio orgánico para relacionar los derechos y poder de cada
uno de los organismos sociales, todas y cada una de las instituciones del Estado.

La concepción de los derechos plasmada en la (Constitución de 2010 responde a las


ideas de este Derecho común de los derechos fundamentales. Por un lado, la
Constitución, que se fundamenta en el "respeto a la dignidad humana" (artículo 5)
consagra que "es función esencial del Estado la protección efectiva de los derechos de la
persona" (artículo 8). Esa protección se logra a través del reconocimiento constitucional
de los derechos y de sus garantías pero se reconoce un amplio margen de acción al
legislador para que este haga realidad los programas constitucionales, principalmente en
lo que respecta al desarrollo y protección de los derechos sociales, y para que ordene los
derechos fundamentales de un modo compatible "con el orden público, el bienestar
general y los derechos de todos y todas". Sin embargo, la acción del legislador está
condicionada en un doble sentido por la Constitución: no puede el legislador, bajo el
pretexto de regular los derechos, limitarlos más allá de su contenido esencial y de lo que
es razonable (artículo 74.2) y no puede tampoco protegerlos por debajo de los mínimos
exigidos por la Constitución. Así, por solo citar dos ejemplos, no puede, al regular la
libertad de expresión, establecer que ella puede ser ejercida solo por los periodistas,
cuando se trata de un derecho de todas las personas (artículo 49); ni tampoco, al
2.1 La fundamentalidad de los derechos fundamentales
Los derechos humanos son "un conjunto de facultades e instituciones que, en cada
momento histórico, concretan la dignidad, la libertad y la igualdad humanas, las cuales
deben *- reconocidas positivamente por los ordenamientos jurídicos a nivel nacional e
Internacional", mientras que los derechos fundamentales son "aquellos derechos
humanos garantizados por el ordenamiento jurídico positivo, en la mayor parte de los
casos en su normativa constitucional, y que suelen gozar de una tutela reforzada" (Pérez
Luño: 46). La fundamentalidad de los derechos fundamentales, desde una perspectiva
estrictamente formal, viene entonces dada por el reconocimiento del derecho en una
norma que, como la Constitución, es de rango fundamental, pues ocupa la más alta
jerarquía en el sistema de fuentes del Derecho y es norma suprema que sirve como
razón de validez de todas las demás normas del ordenamiento jurídico. Los derechos
fundamentales son derechos constitucionales, es decir, derechos que, al ser
incorporados en la Constitución, no solo gozan de la certeza de su identificación gracias
a su positivación, sino que, además, están protegidos por la coraza constitucional frente
a los poderes constituidos.

Los derechos fundamentales "lo son, porque y en la medida en que participan de esa
posición de supremacía que tiene la Constitución en la que están insertos; por el
contrario, no son calificables como fundamentales si carecen de ese rango o quedan
desprovistos de él y entran en el campo de la entera y libre decisión del legislador. El ser
unos derechos que puedan considerarse inherentes a las personas no es la causa de su
deber ser como normas infunda mentales.
Los derechos fundamentales no se restringen a los contenidos en el catálogo de
derechos constitucionalizados, pues la Constitución considera fundamentales también: (i)
los derechos de fuente internacional y (ii) los derechos implícitos o no positivizados.

Para comprender cuáles son las notas distintivas de los derechos fundamentales
conviene compararlos con otras figuras afines...

Que a partir de la reforma constitucional de 2010 se denomine a los derechos


constitucionales derechos fundamentales no es una moda pasajera. En verdad, el
cambio de denominación corresponde a un cambio estructural e irreversible que se
Derechos fundamentales y valores fundamentales. Los derechos fundamentales no
deben confundirse con los valores fundamentales. Los derechos fundamentales son
expresión de valores fundamentales —lo que la Constitución denomina en su Preámbulo
"valores supremos" (Castaños Guzmán: 20)-, tales como la dignidad humana que se ve
concretada en el derecho a la vida y la prohibición de las torturas y de tratos
degradantes. Por otro lado, hay valores fundamentales, como la propia dignidad humana,
que son a su vez derechos fundamentales. Pero no debemos confundirlos: que los
derechos fundamentales se llamen fundamentales no quiere decir que éstos remitan
necesariamente a valores fundamentales. Del mismo modo, existen valores
fundamentales que no han sido constitucionalizados, aunque es posible inferir que son
valores fundamentales implícitos por poder ser descubiertos en el texto constitucional a
partir de la consagración expresa de uno o varios derechos fundamentales que
corresponden a dichos valores.

3. NATURALEZA DE LOS DERECHOS FUNDAMENTALES

Como ya hemos visto, de acuerdo con la concepción francesa de los derechos


fundamentales, que corresponde en sentido general a la experiencia continental europea
del siglo XIX y de, por lo menos, la primera mitad del siglo XX, los derechos
fundamentales, estén incorporados al texto de la Constitución o escritos en una
declaración, constituyen tan solo simples directrices políticas cuya, eficacia depende de
la intervención del legislador. Y es que, como bien afirma el célebre iuspu-blicista francés
Hauriou, "la ley orgánica es más importante que la declaración de los derechos", por lo
que "un derecho individual que no posea su correspondiente ley orgánica no puede
ejercitarse de una manera lícita, por más que el principio esté inscrito en una declaración
de derechos". Si bien los derechos tienen un valor jurídico, éste consiste principalmente
en el compromiso que asume el Estado, desde el momento en que incluye un derecho
fundamental en la enumeración de derechos, de "dictar las leyes orgánicas necesarias"
necesarias para que éstos puedan organizarse y ejercitarse. Aun reconociéndose a las
declaraciones de derechos un "valor constitucional, en cuanto contienen el principio de
cada uno de los derechos individuales", este valor lo más que impide es que el legislador
suprima "en principio una libertad" (Hauriol: 99).

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