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“mala sangre” que tiene que buscar una salida; que no puede materializarse en la sutil y refinada

contextura del cuerpo humano porque pertenece a una región inferior, y que encuentra por fin su
asilo en formas inferiores: en las bestias salvajes, el león, el tigre, las serpientes venenosas, los
insectos ponzoñosos, las espinas dañinas de ciertas plantas, y bajo tierra!
Por contra, hay sentimientos y pensamientos tan elevados, tan espirituales y bellos que tampoco
encuentran formas en la materia por ser ésta grosera en comparación; y que planean, como quien
dice, siempre a la orden de quienes las han creado. Este, el “positivo abstracto” se encarna con todo
lo bello que encuentra; en los copos de nieve con sus formas geométricas, en las flores, perfumes,
etc.; hasta donde lo soporte la vibración material. Ahora, no hay ser humano algo adelantado que no
se haya extasiado, aunque no sea sino una vez, ante un paisaje, una puesta de sol, un cuadro
evocador, una bella flor, un niño, un rostro amado, un poema, una música, un color, o un pensamiento
leído. Estas emociones con sus pensamientos acompañantes son puros, sin malicia, desinteresados,
hechos de sensibilidad y de amor. No hay nada en el plano físico que los pueda encarnar; sin
embargo son “creaciones” de los hombres y toman forma viviente. Se convierten en entidades
poderosas. A estas entidades bellas, luminosas, potentes, las llamamos “ángeles”, y hay seres
humanos que poseen legiones que están al mandar de sus dueños y creadores.
A éstos se refería Jesús, cuando dijo: “Haceos tesoros en los cielos, que no se agoten, donde
ladrón no llega ni la polilla destruye. (Ver el Derecho de conciencia en el Mandamiento “No robarás”).
¿Has oído decir “las plegarias de las madres llegan al trono de Dios”? La gente considera que ésta
es sólo una forma poética. No significa lo que expresa. Es decir que cuando el amor de una madre
es desinteresado, sin egoísmo, ellas viven produciendo formas angélicas y dirigiéndolas hacia el
objeto de su ternura. Cuando su cariño está impregnado de temor y angustia, la forma ya no es
angélica sino distorsionada. A veces se torna diabólica y produce lo que ella teme. El niño se
enferma, sufre accidentes y también muere prematuramente. La pobre no sabe y cree que es la
voluntad de Dios. Ella sufre sus torturas resignada, y de allí que el símbolo humano de la madre es
María con su hijo muerto en sus brazos, y el nombre de María significa “MAR” (amargo).
Nada de esto es necesario: No representa la Verdad. Para proteger a quien sea contra nuestros
propios conceptos y falsas promesas, los metafísicos hacemos tratamientos en los términos
siguientes:
“DE ACUERDO CON LA VOLUNTAD DE DIOS, YO NO QUIERO QUE NINGUNO DE MIS SERES
QUERIDOS SUFRA ENFERMEDADES, INARMONÍAS, ACCIDENTES, NI QUE MUERA ANTES
DE HABER CUMPLIDO SU COMETIDO EN ESTE MUNDO”;
por lo tanto no habremos nunca de sufrir, ni ellos por mi desaparición, ni yo por la de ellos. Esa es la
Ley de Dios y yo me amoldo voluntariamente a ella. Gracias Padre por tu grandeza”. Si te sientes
capaz de entender tu pensamiento para incluir a otros que no sean de tu círculo familiar inmediato,
mejor.
De ahora en adelante no tendrás que temer jamás el dolor de la muerte, ni tuya ni ajena. Por lo
general, la gente rechaza violentamente, o con terror, una idea de muerte. Esto es contraproducente.
Cuando la idea se ofrezca, o sea, que se presenta a la mente, todo lo que hay que hacer es decirle
con toda calma pero con firmeza: “NO, GRACIAS. NO ME ERES NECESARIA. CONOZCO LA
VERDAD”, y luego proceder a pensar en otra cosa.
La idea que viene así sin provocación, no es tuya. Es un pensamiento ajeno que flota, que entra y
sale, o que pasa a través de ti, porque la errónea interpretación de la muerte está tan generalizada
y es tan antigua, que toda la raza está paralizada en esa idea. Por esto dijo Jesús: “El último enemigo
a vencer es la muerte”, o sea, la idea de la muerte. Nadie quiere morir. Le tienen miedo, y por lo
mismo mueren antes de tiempo. La vida ha sido recortada por el temor; de novecientos años que
vivieron los patriarcas, a noventa que es el lapso que se vive hoy. Raros son los casos de cien años
o más. Estos son de temperamento plácido.
Tenemos el derecho inviolable de conservar todas nuestras facultades y todos nuestros órganos
intactos, tanto tiempo como nos sean necesarios; y como en todo momento nos son necesarios
mientras vivamos en un cuerpo físico, tienen que servirnos al máximun de capacidad hasta el mismo
momento en que pasamos al plano incorpóreo.
NO ES VERDAD que haya que perder vehículos e instrumentos tan indispensables como los
dientes, el oído, la vista, los pies, las manos, los órganos vitales, en fin, todo el equipo humano.
Este es un universo inteligente y no sería inteligente fabricar un automóvil sin ruedas, un televisor
sin pantalla, un teléfono sin bocina, etc., etc. “Como es abajo es arriba”. De ahora en adelante cada
vez que tu anatomía quiera manifestar algún desperfecto: así como cada vez

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