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3 - Las Repercusiones del Renacimiento.

En la civilización.
La civilización europea amplió su escenario, extendiéndose a América y algunos territorios
asiáticos y africanos, con lo cual afirmó una conciencia de superioridad ante el resto del
mundo.
En el capitalismo.
El capitalismo se afianzó y desarrolló con el oro y la plata americanas, los productos
orientales y el monopolio de las rutas mercantiles en los tres grandes océanos.
En los Estados Modernos.
Los Estados modernos de Europa Occidental se consolidaron sobre las bases políticas y
económicas, en intima relación con el capitalismo comercial.
El Colonialismo y las bases de los imperios coloniales.
Surgió el colonialismo o dominación de los países más avanzados y poderoso sobre lejanos
territorios, los cuales pasaron a ser colonias. Los primeros países colonialistas fueron:
España, que conquistó y colonizó la mayor parte de América, las Filipinas y otras islas en el
Pacífico, y Portugal cuyo imperio colonial comprendía varias factorías a lo largo de las
costas africanas (Angola, Mozambique, etc), en la India, China, las Molucas y otras islas del
sureste asiático, así como el Brasil. A más largo plazo, Inglaterra, Francia y Holanda
crearon sus imperios coloniales . El colonialismo hizo reaparecer la esclavitud en la
civilización occidental.
En el progreso científico.
El progreso científico se benefició con el conocimiento del mundo, con sus hombres,
lenguas, culturas, plantas y animales. La astronomía prosperó por el descubrimiento de
estrellas y constelaciones del hemisferio sur, al igual que la geografía, al precisarse el
contorno de los continentes e islas.
En el cristianismo.
El cristianismo se universalizó por la acción de los misioneros en América, Asia y Africa.
Para India, China y Japón.
Para India, China y Japón, la llegada de los europeos con sus barcos y sus armas de fuego.
Los misioneros fueron aceptados, al igual que los comerciantes, pero por poco tiempo. La
civilización Occidental no logró penetrar en el milenario Oriente. La actuación de los
comerciantes provocó rechazo y el repliegue de China y Japón. Sólo las comunidades
religiosas lograron una tolerancia relativa en China.
América.
América pasó a ser la prolongación enriquecedora de Europa.
Su población indígena extinguidas en unas partes y sometida en el resto. La colonización
inició la formación de nuestros pueblos y culturas, con base en la fusión étnica de
europeos, indios y africanos.
Demográficos
Es muy difícil determinar el número de habitantes que tenía América a la llegada de los
españoles; las cifras que los historiadores han ofrecido van de los 10 millones a los 100
millones; lo más probable es que la población americana no supera los 20 millones, dado
el atraso tecnológico en que vivían.
Las regiones más pobladas eran la meseta central de México (donde se asentaban casi
cinco millones) y los valles y llanuras altas de los Andes, en los actuales, Colombia,
Ecuador, Perú, Bolivia y Chile.
Setenta años más tarde la población india no sólo no había aumentado, sino que había
disminuido en un número que no puede determinarse exactamente, al carecer de un
punto válido de partida.
En torno al año 1570, la población india americana era de unos nuevos millones, a los que
había que sumar 200,000 negros y mulatos y 100,000 blancos.
Las minas y las plantaciones no podían funcionar sin esclavos. Y los indios comenzaron a
morir a causa de la represión, de las sublevaciones, de las matanzas, del agotamiento por
el trabajo (la mina de plata del Potosí acabó con varios millones de indios en 250 años) y,
sobre todo, de las nuevas enfermedades recién introducidas. En algunas islas, antes de
finales de siglo, los indígenas habían desaparecido por completo. Entre las voces que se
levantaron para defender a los indios, la más celebre fue la de Bartolomé de las Casas.
Tras convencer a Carlos V, obtuvo en 1542, mediante "leyes de nueva planta", la abolición
de la economía. Pero ésta no desaparecía realmente mas cuando los negros comenzaron a
reemplazar a los indios supervivientes.
Económicos
A la llegada de los españoles, los indios vivían en una fase de desarrollo económico
distinto al de Europa: caza, recolección de frutas naturales y agricultura poco desarrollada,
aunque conocían técnicas de riego y abono, domesticación de animales (casi
exclusivamente la llama, como en el caso de Perú) y un uso muy limitado de los metales
(el hierro era desconocido), que utilizaban sobre todo con fines suntuarios. El trabajo
sistemático y organizado era prácticamente desconocido, ya que sólo se producía en
función de las necesidades de subsistencia; también eran desconocidos el comercio y la
circulación monetaria.
Este sistema económico experimentó cambios fundamentales tras la llegada de los
españoles, que necesitaban una explotación rápida y eficaz de todos los recursos
disponibles.
La organización del trabajo indígena se hizo aplicando los sistemas de la encomienda en la
Nueva España y la mita en el Perú. La encomienda o repartición de tierras e indios imitaba
el modelo feudal europeo. La corona premiaba el trabajo de conquistadores y colonos
entregándoles una parte de las tierras conquistadas y un número determinado de
indígenas para que las trabajaran. La encomienda creaba un sistema de dependencia
entre encomendado y encomendero muy similar a una relación de esclavitud, por lo que
el Estado y la Iglesia intentaron suavizarlo o suprimirlo: el sistema de trabajo obligatorio
fue sustituido por el de la obligación por parte de los indígenas del pago de un tributo en
dinero o en especie; a cambio los españoles debían instruirlos en el cristianismo. A pesar
de las numerosas protestas que el sistema produjo en España, los reyes se enfrentaron
con la oposición de los colonos a la hora de suprimirlo y se mantuvo hasta el siglo XVIII.
La mita fue una institución de origen indio (en quechua significa "turno"): se trataba de un
sistema de trabajo forzoso, aunque remunerado. Cada poblado o comunidad indígena
tenía la obligación de proporcionar un número determinado de trabajadores durante unos
meses del año. Las autoridades españoles los distribuían entre los colonos, que podían
dedicarlos al trabajo en las minas, en las obras públicas o en la agricultura.
La agricultura experimentó grandes cambios desde el siglo XVI. Se aplicaron técnicas
europeas (el arado, la tracción animal), se modificó el sistema de propiedad de las tierras
(antes de la llegada de los españoles las tierras era de propiedad estatal) y el propio
paisaje agrícola sufrió grandes transformaciones. Aparecieron dos tipos de explotaciones
latifundista: las haciendas dedicadas al cultivo de cereales y la cría de ganado, y las
plantaciones de las regiones costeras, especializadas en cultivos tropicales (azúcar, tabaco,
cacao) en estas últimas abundó la mano de obra negra
Los cultivos tradicionales, como el maíz, la papa, el cacao o los frijoles fueron
incrementados con nuevos cultivos: trigo, olivo, hortalizas, legumbres.
Los españoles desarrollaron la ganadería, con nuevas especies (caballos, vacas, ovejas,
cerdos, aves de corral), que se aclimataron perfectamente a las nuevas condiciones.
La minería alcanzó un extraordinario desarrollo, debido a que ña corona necesitaba
obtener metales preciosos con los cuales financiar sus empresas políticas.
La Casa de Contratación fue creada en 1503 por los Reyes Católicos para dirigir las
relaciones entre la metrópoli y las colonias. Su sede estuvo en Sevilla, que se convirtió en
la gran ciudad peninsular. Su misión era regular la concentración de naves, hombres y
mercancías que formaban parte de las expediciones. Anualmente salían de Sevilla dos
flotas, una con destino a Cartagena de Indias y la otra a Veracruz. Los barcos
transportaban en su viaje de ida productos manufacturados y volvían cargados
fundamentalmente de plata.
4 - El Humanismo; político idealista; Las Utopías Renacentistas.
El humanismo significó una revolución ideológica, así como el descubrimiento de América, y la
dimensión real del planeta, constituyeron un profundo cambio geográfico. Ambos hechos fueron
simultáneos, y no por casualidad.

Para la conquista de nuevas tierras fueron necesarios los descubrimientos, que pudieron lograrse
por el avance científico, que a su vez fueron consecuencia del nuevo modo de pensar del hombre
moderno, que dejó de lado el oscurantismo, característico del medioevo.

Atraídos por el pensamiento de los antiguos griegos y romanos, los humanistas, enrolados en
distintos ámbitos de la cultura (artistas, filósofos, filólogos e incluso eclesiásticos) colocaron al
hombre en el centro de sus preocupaciones (antropocentrismo) desplazando a Dios de ese lugar
(teocentrismo) sin ser ateos.

El origen del movimiento humanista puede situarse en Italia, donde surgieron centros para el
estudio del griego, latín, hebreo y la lectura de las obras clásicas, en las ricas ciudades del norte:
Florencia, Venecia, Milán y Génova, donde se manifestaba el poder económico de la burguesía,
dueños de esta corriente ideológica. Pronto la influencia humanista alcanzó a Alemania, España,
Inglaterra y los Países Bajos. Fueron destacados representantes de este pensamiento: el inglés
Tomás Moro, el italiano Giordano Bruno, Erasmo de Rotterdam, Nicolás de Cusa, Lorenzo de
Médicis, y los españoles Luis Vives y Elio Antonio de Nebrija, entre otros. Leonardo Da Vinci fue el
modelo del sabio humanista, abarcando los distintos campos del saber.

Contribuyó a este proceso el avance de los turcos otomanos que pusieron fin al Imperio Romano
de Oriente, con la caída de Constantinopla, en el año 1453. Por esta circunstancia muchos
pensadores griegos se trasladaron a Italia, entre ellos, el Cardenal Juan Bessarión que aportó más
de seiscientos manuscritos de autores clásicos, que trajo consigo. Hasta ese momento los textos
de la antigüedad habían sido difíciles de conseguir. La creación de la imprenta contribuyó a
difundir estas ideas.

El modelo humanista era el enciclopedista, el hombre deseaba descubrirlo todo mediante el uso
de su razón. Se profundizó la investigación sobre el cuerpo humano, la física, la química, la
astronomía y la navegación.

El geocentrismo, que fue indiscutido en la Edad Media, fue rebatido por Nicolás Copérnico, que
afirmó que la Tierra giraba alrededor del Sol (heliocentrismo). Johannes Kepler, astrónomo y
filósofo alemán, complementó esta investigación descubriendo el movimiento elíptico de los
astros.

Aparecía ahora la vida con un sentido optimista, que no sólo esperaba la muerte para lograr la
salvación del alma. La riqueza dejó de ser mal vista, y la fama comenzó a importar como modo de
trascender a su propia generación. Dios resurgió como un padre bondadoso, que hizo al hombre a
su imagen y semejanza, y le otorgó una vida en la que el gozo estaba permitido. En la Edad Media,
el cuerpo sólo sirvió para albergar al alma, en la modernidad el cuerpo tuvo un valor en sí, y se
advirtió como positivo, su cuidado, y la búsqueda del placer en la vida terrenal.

El pasado en la Edad Media no era cuestionado, y la producción historiográfica estaba


monopolizada por la iglesia. Con el humanismo surgió el pensamiento crítico, los autores dejaron
de escribir en latín, y comenzaron a hacerlo en lenguas europeas, con lo que la gente en general,
pudo tener acceso a los libros, que fueron traducidos a múltiples idiomas.

La manifestación artística del humanismo fue el Renacimiento, y la filosófica, el iluminismo.

El humanismo influyó en el seno mismo de la iglesia cristiana, que fue cuestionada por Martín
Lutero, siendo el origen de la división entre católicos y protestantes.

En el siglo XVII, los sectores privilegiados de la sociedad comprendieron que sus posiciones
peligraban con esta nueva concepción del mundo y se aferraron a los valores de la tradición
medieval, cristiana y feudal. Ya era tarde, el iluminismo había sembrado el camino hacia la
Revolución Francesa.

Las utopías renacentistas

Durante el Renacimiento se produjo un florecimiento espectacular del género utópico. La mayoría


de los pensadores consideraba que la influencia del humanismo era la causa de este fenómeno. El
Renacimiento es una época que, además de caracterizarse por el auge espectacular de las artes y
las ciencias, destaca también por los cambios sociales y económicos. Sin embargo, estas
transformaciones no fueron igual de positivas para todos, ya que ocasionaron enormes
desigualdades entre unos miembros y otros de la sociedad.

Muchos de los pensadores de la época, conscientes de estas injusticias, pero también de la


capacidad reformadora del ser humano, reaccionaron frente a la cruda realidad de su tiempo. Esta
reacción se plasmó en la reivindicación de una racionalización de la organización social y
económica que eliminase una gran parte de estas injusticias.

De ésta creencia y confianza en que la capacidad racional puede contribuir a mejorar la sociedad y
a hacerla más perfecta, surgen los modelos utópicos renacentistas. El principal y más importante
modelo utópico de esta época es, indiscutiblemente, Utopía de Tomás Moro.

Utopía se divide en dos partes: la primera supone una aguda crítica a la sociedad de la época; la
segunda es propiamente la descripción de esa isla localizada en ningún lugar, en la que sus
habitantes han logrado construir una comunidad justa y feliz. Básicamente, el secreto de la Utopía
se debe a una organización política fundada racionalmente, en la que destaca la abolición de la
propiedad privada, considerada la causa de todos los males e injusticias sociales.

La ausencia de propiedad privada comporta que prevalezca el interés común frente a la ambición y
el interés personal que rige en las sociedades reales. En Utopía, además, impera una estricta
organización jerárquica de puestos y funciones, a los que se accede como en la república
platónica, por capacidad y méritos.
Esta estricta organización es, sin embargo, completamente compatible con la total igualdad
económica y social de los utopianos, pues todos disfrutan de los mismos bienes comunes, al
margen de su función y su tarea en la comunidad.

También pertenece al Renacimiento la comunidad ideal de Telema, dedicada a cultivar el amor


(aunque también incluye una fina sátira de la vida monástica), que brevemente presenta François
Rabelais en su Gargantúa (1532). Aunque ya del S. XVII, pueden considerarse como utopías
renacentistas tardías La ciudad del Sol, del religioso italiano Tommaso Campanella, y La Nueva
Atlántida, de Francis Bacon. Esta última añade un elemento novedoso e importante, como es el
aprovechamiento de los avances científicos y técnicos que entonces empezaban a darse (y más
aún quizá, los que se esperaban para el futuro próximo), en la mejora de las condiciones de vida
de los seres humanos.

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