Академический Документы
Профессиональный Документы
Культура Документы
net/publication/246547594
CITATIONS READS
0 4,053
2 authors, including:
Beatriz Montes-Berges
Universidad de Jaén
66 PUBLICATIONS 291 CITATIONS
SEE PROFILE
Some of the authors of this publication are also working on these related projects:
All content following this page was uploaded by Beatriz Montes-Berges on 11 September 2014.
ISBN: 978-84-92971-...
DL: GR....
18007-Granada.
Teléfono. 958-133.307
www.ruizdealoza.com
info@ruizdealoza.com
PRÓLOGO 9
INTRODUCCIÓN 11
SESIÓN 1 13
SESIÓN 2 31
SESIÓN 3 40
SESIÓN 4 62
SESIÓN 5 79
SESIÓN 6 92
SESIÓN 7 103
SESIÓN 8 112
SESIÓN 9 122
SESIÓN 10 132
ANEXO 1 151
BEATRIZ MONTES BERGES y BEATRIZ CAMPOS NAVARRETE
Prólogo
9
APRENDIENDO A SER FELIZ
de las distorsiones cognitivas que solemos realizar para favorecer esa autocrítica
y mantener nuestro sistema de penosas creencias que reforzamos porque la in-
controlabilidad de no sostenernos en ninguna aún nos parece peor; la reducción
al absurdo, utilizando silogismos que lleguen a ridiculizar nuestro comportamiento
porque sólo así nos damos cuenta de que todo suele ser más simple de lo que
parece.
Sin duda, puede ser que en ocasiones se hubieran podido aplicar otras
técnicas, pero esto es lo que se hizo, literalmente, y lo que se consiguió. Hoy por
hoy, aunque probablemente, también “mañana por mañana”, estamos satisfechas
con el trabajo que se realizó y que recondujo a nuestro paciente a ser FELIZ.
10
BEATRIZ MONTES BERGES y BEATRIZ CAMPOS NAVARRETE
INTRODUCCIÓN
11
APRENDIENDO A SER FELIZ
En este libro os presentamos las diez sesiones a través de las cuales Geno-
veva cambió su vida. Todos los nombres propios así como las referencias que pu-
dieran identificar a la paciente o a sus familiares han sido modificados por razones
obvias de confidencialidad. Para ser fieles al 100% de lo que se explicó y de nues-
tras conversaciones, se grabaron y posteriormente se han transcrito literalmente,
con la única excepción de omitir repeticiones innecesarias, para que el lenguaje
leído fuera más fluido, así como de incorporar el lenguaje no verbal de la paciente
y la psicóloga, para completar la información de cómo iban transcurriendo las se-
siones. A todas ellas acudió, la segunda autora de este libro, como psicóloga en
prácticas, Beatriz Campos Navarrete.
Sólo me queda desearos que disfrutéis de la lectura de este libro y que os
sirva como terapeutas o, simplemente (pero prioritariamente) para crecer como
personas. Si en algo os puede ayudar nos daremos por satisfechas.
Beatriz Montes-Berges
12
BEATRIZ MONTES BERGES y BEATRIZ CAMPOS NAVARRETE
MIS DERECHOS:
1
Los datos personales de la paciente han sido omitidos por razones obvias de confi-
dencialidad.
13
APRENDIENDO A SER FELIZ
14
BEATRIZ MONTES BERGES y BEATRIZ CAMPOS NAVARRETE
parte en la que dice, “incluso si la otra persona se siente herida”, no lo veo bien,
porque yo no soy capaz de hacerle daño nadie.
(Le suena el móvil). Beatriz discúlpame un momento que atienda la llamada
(cuando termina seguimos donde lo habíamos dejado)
Psicóloga: Pero, ¿y si no están respetando tu dignidad, tú no eres capaz de
decirle nada a la otra persona?
Paciente: Yo no sería capaz de hacerlo, prefiero aguantarme el sufrimiento an-
tes que herir a nadie. Además, no hacerlo sería ser mala persona. A mí me gusta
ser así, como soy, y hacer cosas por los demás.
Psicóloga: Coge este folio y anota en la parte de arriba, creencias erróneas, e
identifica cuál es la creencia errónea que sustenta el que no puedas aplicarte este
derecho.
Paciente: Pero… ¿cuál sería la creencia?, ¿Qué no tengo derecho a hacer
respetar mi dignidad?
Psicóloga: No, la creencia sería “Tengo que cuidar a los demás por encima de
mí”. Es decir, básicamente lo que tú haces es que en el momento en que la otra
persona se pueda sentir herida, tu dignidad y respeto dan igual porque no lucharás
por ellas. ¿Eso es así?
Paciente: (reflexiona) Sí, sí que es así. Como sospeche lo más mínimo que
esa persona se pueda sentir herida me callo. Pero tampoco me cuesta tanto. A mí
me gusta ser así.
Psicóloga: Sí yo no te digo que no te comportes cuando quieras así. Pero
tienes que poder elegir entre hacerlo o no. El problema aparece cuando no tienes
elección porque si te comportaras protegiendo tus derechos te castigarías a ti
misma. Cuando los valores son inflexibles, y sólo tienes una forma de comportarte
para no fustigarte, se convierten en insanos. A ver, ahora reflexiona, ¿tú puedes
comportarte de ambas formas?
Paciente: No, por supuesto que no. Para mí no existe otra opción. Ni siquiera
me lo había planteado hasta ahora mismo.
Psicóloga: Bueno vamos a pasar al segundo derecho.
Paciente: “Tienes derecho a ser tratada con respeto y dignidad”. Sí claro, este
claro que sí.
Psicóloga: Entonces si tu padre, por ejemplo, te dice que “no sirves para nada
que no lo vas a conseguir”, eres capaz de responderle diciéndole “creo que no me
estás hablando de la forma más adecuada”.
Paciente: No eso no, porque yo lo de mi padre ya sé llevarlo y estoy acostum-
brada.
15
APRENDIENDO A SER FELIZ
16
BEATRIZ MONTES BERGES y BEATRIZ CAMPOS NAVARRETE
17
APRENDIENDO A SER FELIZ
18
BEATRIZ MONTES BERGES y BEATRIZ CAMPOS NAVARRETE
19
APRENDIENDO A SER FELIZ
20
BEATRIZ MONTES BERGES y BEATRIZ CAMPOS NAVARRETE
21
APRENDIENDO A SER FELIZ
Paciente: “Bueno, la verdad es que prrr… (titubea con trabajo) prefiero que-
darme en casa y hacer lo que quiero” (con tono áspero).
Psicóloga: Fíjate que ahora sí lo has dicho pero has resultado borde. No hace
falta que lo hagas así. Puedes terminar ofertando otra alternativa, preguntando
cómo estás o incluso con un piropo, pero manteniéndote en tu sitio. No se trata de
que te comportes como una mala persona ni como una egoísta, pero tampoco de
que te trates a ti misma siempre por debajo de los demás. Consiste en encontrar
el equilibrio. Bueno, veamos ahora el siguiente derecho.
Paciente: “Tienes derecho a no justificarte. Es decir, tienes derecho a no dar
a nadie razones que justifiquen tu comportamiento. No tienes que darle excusas
a todo el mundo por lo que haces”. Ese sí lo tengo claro que no lo hago, porque
siempre me estoy justificando, pero es que la gente se merece una explicación,
no puedes decir que no y ya está.
Psicóloga: Entonces, si tú has quedado con tus amigos y llegas tarde, ¿qué
haces? ¿Le explicas por qué ha pasado? Pero eso no es necesario, si quieres
hacerlo, bien, pero si no, es suficiente con decirles únicamente “perdón por el
retraso”.
Paciente: Claro, pero ellos querrán saber el motivo.
Psicóloga: Pero el justificarlo todo es peor. Mira, “por ejemplo”, si a ti te lla-
ma una amiga y te dice: “tía, acompáñame de tiendas que hoy estoy fatal y me
apetece salir para despejarme” y tú habías hecho ya tus planes para ese día y
no puedes acompañarla, y le respondes “es que no puedo porque tenía pensado
limpiar mi cuarto y estudiar”. Ella te va a responder “tía, pues déjalo y lo haces
mañana y acompáñame, por favor”, y entonces al utilizar esa justificación, acaba
organizándote ella los planes.
Paciente: Es que eso es lo que me pasa, que al final siempre acabo cediendo,
no soy capaz de decir que no porque acabo pensando que lo que yo tenía pensa-
do lo puedo hacer otro día. Por ejemplo, cuando salgo sola con mi novio me siento
mal si sé que mi amiga no ha podido salir porque no tenía con quién hacerlo. Es
que no soy capaz de decir que no, me siento fatal, prefiero dejar mis planes para
otro día e irme con quien lo necesite.
Psicóloga: Por eso mismo. ¿No crees que te evitarías esos rodeos si en lugar
de justificarte, únicamente le respondieses diciéndole “hoy no puedo, prefiero que
otro día lo organicemos con más tiempo si quieres” y así ya no le das pie a que te
responda insistiéndote? Y si lo hiciese, le vuelves a repetir a lo mismo, y de ese
modo, cuando se lo hayas dicho un par de veces dejará de insistirte.
(Suena el móvil de la psicóloga y responde a la llamada. Era una alumna con
la que había quedado para repasar algunas cosas, y ella le responde que al final
no le va a dar tiempo que ya se pondrían de acuerdo para verlo en otro momento).
22
BEATRIZ MONTES BERGES y BEATRIZ CAMPOS NAVARRETE
¿Ves que fácil me ha resultado a mí decirle que no podía, sin tener darle ex-
plicaciones y como, al decírselo en un tono de voz adecuado, y proponiéndole una
alternativa, ella ha estado de acuerdo y ni siquiera me ha preguntado el por qué?.
Le he tenido que responder que no porque ahora estoy contigo y además me está
esperando una paciente fuera, por eso, prefiero hacer dos cosas y hacerlas bien,
que hacer tres y hacerlas mal. ¿Qué estas pensado, que quizá ha sonado borde?
Paciente: No, estoy pensando en irme yo y que sigamos otro día, para que así
la puedas atender.
Psicóloga: Pero, ¿en realidad eso es lo que quieres, que lo dejemos así, te
vayas a tu casa y los terminas tú, y ya lo comentamos otro día?
Paciente: No, prefiero que te quedes conmigo, al menos hasta que termine-
mos con los derechos.
Psicóloga: ¡Por fin has dicho que no! ¿Ves qué fácil?, me has respondido que
no, y además has negociado conmigo, pidiéndome que me quede contigo hasta
que, por lo menos terminemos con los derechos.
(La paciente sonríe y asiente con la cabeza).
Venga, vamos a anotar la creencia errónea.
Paciente: “Si no me justifico los demás me rechazarán y pensarán que soy
egoísta y los decepcionaré”.
Psicóloga: Muy bien. Vamos con el siguiente derecho: “Tienes derecho a ha-
cer menos de lo que humanamente eres capaz de hacer”.
Paciente: No lo considero así, sino que creo que debo hacer todo lo que pue-
da, incluso aunque me suponga un esfuerzo.
Psicóloga: Pero, ¿te das cuentas de que no es así?, ¿por qué si la gente tiene
derecho a dormir ocho horas, tú no lo tienes y prefieres quedarte hasta las dos de
la mañana haciendo cosas, aunque te suponga dormir dos horas menos? Tienes
el mismo derecho que los demás a dormir esas horas.
Paciente (se queda pensativa): ¡Madre mía, es que con lo fácil que es, y que
no sea capaz de hacerlo...! Estoy peor de lo que me imaginaba.
Psicóloga: Venga, no te preocupes que para eso estamos aquí, para ayudarte
a que seas capaz de hacerlo. Toma nota de la creencia errónea que lo sustenta
para que así te sea más fácil poder identificarlo en tu vida diaria.
Paciente: Sería “Siempre puedo con todo, es cuestión de esforzarme. Con
esfuerzo puedo conseguir cualquier cosa”.
Psicóloga: Muy bien. Vamos con el siguiente derecho: “Tienes derecho a ser
independiente”.
Paciente: Ese claro que sí.
23
APRENDIENDO A SER FELIZ
24
BEATRIZ MONTES BERGES y BEATRIZ CAMPOS NAVARRETE
Psicóloga: No, claro que no lo piensas, porque no te hace falta. Como te digo,
estás tan habituada que lo haces de manera automática, pero son estas creencias
las que sustentan esos hábitos.
Paciente: Es verdad.
Psicóloga: ¿Seguimos? (La paciente asiente con la cabeza). El siguiente de-
recho es: “Tienes derecho a cometer errores y a ser responsable de ellos”.
Paciente: Sé que tengo derecho a cometerlos y si los tengo me responsabilizo,
pero aún así, cuando los cometo me siento mal, por lo que intento que no sea así.
Psicóloga: Tú no te responsabilizas, Genoveva. Tú te culpas. Hay una di-
ferencia entre responsabilizarse y culparse. En ambos sientes control de la ac-
ción, pero mientras que en la culpa, te criticas y te martirizas con que no tenías
que haberte equivocado, con la responsabilidad, aceptas el error y te propones
no hacer la próxima vez lo mismo, sin más. Entiendo que en esa ocasión, tú
has dado lo mejor, pero las circunstancias te abocaron a equivocarte y ya está.
Paciente: Sí, veo la diferencia.
Psicóloga: Pues venga, toma nota de la creencia errónea de este derecho.
Paciente: “No puedo cometer errores. No me he esforzado lo suficiente. La
única culpable de mis errores soy yo. Es muy fácil echarle la culpa a los demás”.
Psicóloga: Muy bien. ¿Cuál es el siguiente derecho?
Paciente: El siguiente derecho es: “Tienes derecho a sentirte a gusto contigo
misma”.
Paciente: Claro que tengo derecho.
Psicóloga: Entonces, cuando estás bien, ¿te dejas ser feliz?, o ¿si todos los
de tu alrededor no están completamente bien, sientes que tú no te mereces ser
feliz?
Paciente: ¡Madre mía! (se queda callada, reflexionando). Es que no doy una,
¿eh? No, claro, si hay alguien que esté regular yo siento que no tengo derecho a
estar bien. Sería muy egoísta. Pero de verdad que me lo creo. Es que yo creo que
es así. ¡Por Dios! Estoy fatal.
Psicóloga: Entonces, ¿cuál crees que sería aquí la creencia errónea?
Paciente: (La paciente se queda pensativa y en silencio). “No tengo derecho
a quejarme de NADA”.
Psicóloga: Eso es. Muy bien. Sigamos. “Tienes derecho a no responsabilizarte
de los problemas de los demás”.
Paciente: Siempre me responsabilizo de todo lo que pasa.
Psicóloga: Pero es que tú no eres la responsable de todo. ¡Qué lástima que no
hubieras nacido antes para responsabilizarte de la guerra fría!
25
APRENDIENDO A SER FELIZ
Paciente: (Se sonríe) La verdad es que sí, que lo hubiera hecho. Yo me res-
ponsabilizo de todo. ¡Pero qué tonta soy!
Psicóloga: No es cuestión de ser tonta, sino de tener patrones de pensamien-
to erróneos. Sigamos con el próximo.
Paciente: “Tienes derecho a no anticiparte a los deseos y necesidades de
los demás, y a no tener que intuirlos”. Siempre me anticipo a ellos, es como que
siento la necesidad de saber qué es lo que los demás quieren en cada momento.
Psicóloga: Ya, pero es que tú no tienes dotes de adivina y no tienes por qué
saber todo lo que la otra persona quiere.
Paciente: Lo sé, pero es como una necesidad, y tengo tendencia a hacerlo.
Psicóloga: Y si no lo haces, te sientes culpable, ¿no? (La paciente asiente).
Lee el siguiente, por favor.
Paciente: “Tienes derecho a tener tus propias necesidades, y que esas ne-
cesidades sean tan importantes como las necesidades de los demás”. No, yo
creo que mis necesidades son secundarias, siempre suelo anteponer las ne-
cesidades de los demás, porque considero que las mías pueden esperar.
Psicóloga: ¿Y no crees que lo mismo que pueden esperar las tuyas, pueden
esperar las de los demás, puesto que las tuyas son igual de importantes y debes
de expresarlas del mismo modo que los demás expresan las suyas?
Paciente: Ya, si lo sé, pero no soy capaz de hacerlo. Es como si me conside-
rara egoísta o culpable por hacerlo, porque pienso que a lo mejor, mi necesidad,
no es tan importante.
Psicóloga: Es importante que te des cuenta que son iguales de importantes
que las necesidades de los demás, y que igual que las tuyas crees que pueden
esperar, las de los demás también pueden hacerlo. Te puede ayudar pensar en
tus necesidades como si fueran las de otra persona. Si eres capaz de permitirte lo
mismo que tú le permitirías a otra persona y que te parecería bien, estás siendo
justa contigo misma, pues te estarás aplicando el mismo baremo que le aplicas a
los demás, pero si no, estarás siendo injusta contigo.
Paciente: Es verdad.
Psicóloga: Pues anota cuál es la creencia errónea que sustenta este derecho.
Paciente: “Mis necesidades son secundarias. Son mucho más importantes
las de los demás”.
Psicóloga: Muy bien. Sigamos. Lee, por favor.
Paciente: El siguiente derecho es: “tienes derecho a pedir a los demás que
respondan a tus necesidades”. No soy capaz de pedirles a los demás que res-
pondan a ellas, sino que tengo la tendencia a responder yo a las de los demás.
26
BEATRIZ MONTES BERGES y BEATRIZ CAMPOS NAVARRETE
Psicóloga: Ya, pero es que tú tienes derecho a hacerlo, lo mismo que lo ha-
cen el resto de personas contigo, si tú un día estás mal, y necesitas que alguien
te escuche y te dé su consejo, tienes derecho a pedírselo, aunque después esa
persona te dirá si quiere o no satisfacer esa necesidad.
Paciente: (Asiente con la cabeza).
Psicóloga: Venga, seguimos: “Tienes derecho a decidir si satisfaces o no las
necesidades de los demás”.
Paciente: No, yo suelo satisfacerlas si me las expresan, porque creo que ten-
go el deber de hacerlo.
Psicóloga: Pero es que no es un deber, tú puedes decidir si las satisfaces o no.
“Por ejemplo”, si tu novio quiere mantener relaciones sexuales y a ti no te apetece,
¿las mantienes?, ¿cuántas veces le has dicho que tú no tenías ganas?
Paciente: (Se queda callada, pensando). Nunca, jamás. Eso no está dentro de
mis posibilidades. Siempre pienso que ya me animaré.
Psicóloga: Pues tienes derecho a no hacerlo si no te apetece, lo mismo que
si alguna vez es a ti a la que te apetece, también tienes derecho a decírselo. ¿Te
vas dando cuenta?
Paciente: Sí, si yo veo que tengo derecho a todo esto, pero con lo fácil que
parece... Y nunca me había dado cuenta de actuaba así, llevo toda mi vida hacién-
dolo mal.
Psicóloga: Poco a poco vas a ir sintiéndote mejor. Vamos a tomar nota de la
creencia errónea.
Paciente: “Una vez que me pidan algo no puedo decir que no”.
Psicóloga: Muy bien. Seguimos. “Tienes derecho a juzgar si eres tú la respon-
sable de encontrar solución a los problemas de otras personas. Si las cosas van
mal no es necesariamente por culpa tuya, muy probablemente no será tu culpa”.
Paciente: Eso es lo mismo de antes. Yo sí que me siento responsable y culpa-
ble de todo lo que pase que no sea bueno.
Psicóloga: Es verdad, esto ya lo hemos comentado antes. ¿Pero cuál sería la
creencia errónea que lo sustenta en este caso?
Paciente: No sé.
Psicóloga: ¿No crees que sería “Si alguien me expresa sus necesidades yo
tengo que estar ahí para satisfacerlas. Todo es cuestión de autoconvencerme de
que en realidad me gusta”?
Paciente: Sí. (La paciente toma nota).
Psicóloga: ¿Puedes leer el siguiente derecho, por favor?
27
APRENDIENDO A SER FELIZ
28
BEATRIZ MONTES BERGES y BEATRIZ CAMPOS NAVARRETE
29
APRENDIENDO A SER FELIZ
uno de ellos en grande, empezando por los que veas más importantes en tu vida,
o que te puedan aportar más cambios. Puedes escribirlos si quieres en unas car-
tulinas y decorarlos de alguna forma que te llame la atención, o te los pegas en
sitios donde los puedas ver de modo que al ir leyéndolos, los vayas interiorizando
¿vale?
Paciente: De acuerdo.
Psicóloga: Además sería buena idea que te compraras una libreta en la que
fueras anotando los pensamientos que vas teniendo y luego los repasamos aquí.
Paciente: Vale.
Psicóloga: Coge la libreta antes y escribe todo lo que te haya sugerido la
sesión de hoy en ella para que te hayas descargado antes de acostarte, ¿vale?
Paciente: De acuerdo.
Psicóloga: Bueno, pues entonces lo dejamos aquí. Nos vemos la semana que
viene.
(La psicóloga la abraza y la despide).
Paciente: Adiós.
Psicóloga: Adiós.
30
BEATRIZ MONTES BERGES y BEATRIZ CAMPOS NAVARRETE
31
APRENDIENDO A SER FELIZ
Psicóloga: Si yo hubiera sido tú, le hubiera abierto la puerta para pedirle que
por favor me explicara por qué no me quiere atender, y quedar con él en cuándo
lo va a hacer.
Paciente: No si yo toco y abro, pero es que estaba cerrado con llave. No te
imaginas la impotencia que sentí en ese momento. ¡Vamos! Es que si sabía que
no se podía hacer cargo de mí, que me lo hubiera dicho y hubiera buscado a otra
persona que hubiera sido mi tutor y que me pudiera atender mis dudas, que tam-
poco es tan difícil.
Psicóloga: Claro, hubieras “preferido” que te lo dijera y hubieras buscado otro
tutor, ¿verdad?
Paciente: Por supuesto.
Psicóloga: Venga, di “hubiera preferido” aunque te cueste trabajo.
Paciente: (La paciente se sonríe). Hubiera “preferido” que me dijera que no
se podía hacer cargo de mí, porque este año tenía muchas cosas que hacer, y yo
hubiera buscado otra persona.
Psicóloga: ¡Ves! No es tan difícil, ¡lo has conseguido! Enhorabuena.
Paciente: (Se sonríe). Es verdad, me ha salido.
Psicóloga: Bueno vamos a repasar lo que te mandé el otro día. ¿Has identi-
ficado algo en ti?
Paciente: Sí, tengo anotadas bastantes cosas. Pero básicamente todo rela-
cionado con mi padre. Me ha servido sobre todo para darme cuenta de que viene
de muy atrás, sobre todo de que hace mucha alusión a mi padre. Nunca he tenido
ninguna recompensa. Al escribirlo me he dado cuenta de que he tenido reforza-
mientos intermitentes.
Psicóloga: Comienza a decirme algunas de las cuestiones que tienes señala-
das para plantearme.
Paciente: Me he dado cuenta de que a mí, mi padre nunca me ha dado men-
sajes de ánimo. Siempre he estado haciendo cosas buenas para que me dijera
“qué bien lo has hecho”, pero nunca me ha dicho nada. Me he dado cuenta de que
a mí nunca me ha castigado mi padre, siempre me han gritado, lo que ha hecho
que yo cuando me griten, me quede callada. Mi padre, al igual que mi novio algu-
nas veces, lo que han hecho es “pincharme” para ver si así saltaba, pero con eso
lo que consiguen es que me hunda, me hace que piense que todo lo hago mal.
Por ejemplo, mi novio, con el tema de la entrevista de trabajo que te comenté el
otro día, cuando le dije, “sé que no me van a llamar”, él empezó a decirme “claro
que no, si tú no sirves para eso” y cosas así para ver si yo saltaba, pero es que él
sabe que a mí con eso, lo que hace es hundirme más, que yo no voy a ser capaz
de saltarle.
32
BEATRIZ MONTES BERGES y BEATRIZ CAMPOS NAVARRETE
Psicóloga: Pero, ¿te das cuenta de que tú siempre has estado jugando a ser
perfecta, para recibir el apoyo de tu padre, y que ese apoyo, por mucho que hayas
hecho no lo has recibido?
Paciente: Sí, ahora es cuando me estoy dando cuenta de que yo nunca he
recibido una sonrisa de mi padre, por todo lo que yo he vivido con él, lo que ha
conseguido es que yo le tenga miedo. Yo siempre he buscado la aprobación fuera
de mi casa, en los profesores, por ejemplo. Ellos me decían que era lista, que yo
valía para todo lo que me propusiera, pero en lugar de quedarme con lo que ellos
me decían, siempre me he quedado con lo que a mí me ha dicho mi padre: “nunca
lo vas a conseguir, tú no sirves para eso”.
Psicóloga: Tienes que ser consciente de que es muy difícil que recibas el
apoyo de tu padre, y aprender a no tener que buscar de la gente lo que tú quieres
escuchar, eso tienes que hacerlo tú misma, porque no siempre vas a escuchar de
la gente lo que tú esperas, ¿lo entiendes?
Paciente: Si yo lo sé, pero no me cabe en la cabeza como un padre puede ser
así con su hija, ¡qué soy su hija!
Psicóloga: Mira, esto que te voy a decir no te lo digo por consolarte sino por-
que es verdad. Hay personas con baja autoestima que utilizan como mecanismo
de defensa el desvalorizar constantemente a las personas que tienes al lado y que
consideran valiosas, para así, sentirse ellos mejor. Y eso es exactamente lo que
creo que tu padre hace contigo.
Paciente: Ya, pero aún así es muy duro. Si es que él no sabe ni lo que yo es-
toy haciendo, nunca he mantenido una conversación con él. Por ejemplo, el otro
día estaba yo sola en mi casa estudiando en el salón, y como había llovido y mi
padre no podía ir a la aceituna, entró a mi casa y si no es porque yo le dije “hola”
él ni siquiera me hubiera hablado. Se sentó delante de mí, mirándome, y yo le dije
que si quería ver la televisión, que yo me subía a mi cuarto a seguir estudiando, y
me dijo “no”, y cogió, se levantó y se fue de mi casa. Lo que no entiendo es el por
qué me marca tanto lo que me diga, es que aunque yo intento hacerle caso a mi
madre, y no hacerle caso a lo que me diga, no lo puedo lograr. Me podría centrar
más en mi madre, que siempre me apoyó en todo, pero ¡no!, siempre tengo que
quedarme con lo que él me diga.
Psicóloga: ¿Has encontrado algo más en el trabajo que te mandé que te haya
servido?
Paciente: Sí, si es que me he dado cuenta de que todo lo he hecho mal. (La
paciente se viene abajo y comienza a llorar). Mi padre todo lo que hacía me lo
criticaba, y eso para mí ha sido muy duro.
33
APRENDIENDO A SER FELIZ
34
BEATRIZ MONTES BERGES y BEATRIZ CAMPOS NAVARRETE
dre que comprara una bicicleta, aunque no era uno de mis deportes favo-
ritos, pero como era el suyo, era lo único que podía utilizar para estar con él
más tiempo. Mi padre me la compró, y yo me iba con él los fines de semana,
pero era muy pequeña, y mi padre lo que hacía con la bicicleta era ir de unos
pueblos a otros, y yo no lo aguantaba, porque me empezaba a marear. Se lo
dije a mi padre, y él me respondió: “nunca te bajes de la bicicleta, estés como
estés, nunca te bajes”, y eso me marcó mucho, porque yo llegaba malísima
a mi casa y él no era capaz de parar. Por eso, tuve que dejar de irme con él.
Psicóloga: No te preocupes, Genoveva, aquí estamos para cambiar eso, y
para que no siempre actúes buscando la aprobación de tu padre ni que lo que él te
diga te haga hundirte, sino que simplemente te sea indiferente. ¿Tienes algo más
anotado en lo que has trabajado?
Paciente: Sí, este párrafo (la paciente lo señala en su libreta) me ha hecho
darme cuenta de que cuando yo salía con mis amigas, siempre actuaba de forma
diferente a ellas, para no parecerme a los demás y que así no me pudiera decir
“eres como todas las demás”. Además, por las críticas que mi padre me hacía he
dejado de hacer muchas cosas que me gustaban. A mí siempre me ha gustado
leer y escribir muchísimo, siempre procuraba ahorrar para poder comprarme li-
bros. Cuando mi padre llegaba a mi casa y me veía leyendo por las noches me
decía “¿qué? ¡Qué no habrás tenido tiempo en todo el día de leer y así no tienes
que gastar luz ahora!” “Vaya una niña está siempre gastando en libros y folios,
para que querrás escribir tanto, si eso no te va a servir de nada”. Por esas críticas
que mi padre me hacía dejé de leer y escribir, por eso, escribir el diario que me
dijiste, me está costando la vida, porque lo único que pienso cuando escribo es
“tengo que hacer la letra bonita” “ponerlo todo con márgenes”. El hábito de leer si
lo estoy recuperando de nuevo.
Psicóloga: ¿Quieres comentar algo más que hayas encontrado?
Paciente: Aquí tengo anotada una frase que yo me repito mucho y a diario
“quiero sentirme útil”, sé que es una frase muy fea.
Psicóloga: Hombre, pues claro que es fea, eres útil en muchas cosas, lo que
pasa es que tú y tu baja autoestima no te dejan verlo.
Paciente: Si yo lo sé, ¡para algo tengo que ser útil! Por algo estoy aquí. Yo sé
que si una amiga me dijera esa frase le diría “hombre pues mira eres útil para esto,
eso y lo otro” y yo sé que lo soy. Si la teoría me la sé, me falta aplicar la práctica.
Psicóloga: ¿Alguna cosa más para terminar?
Paciente: Este trabajo me ha servido para recordar una situación de mi primer
año de carrera (la paciente lo señala en el texto). En el primer año, tenía una com-
pañera que era “perfecta”, era super inteligente, lo llevaba todo con matrícula, era
guapa, simpática, vamos un cielo de niña. De repente un día le empezó a doler la
35
APRENDIENDO A SER FELIZ
barriga, primero tuvo apendicitis, luego peritonitis, y a los pocos días se murió. Su
muerte me hacía pensar en por qué ella, con todo lo que sabía, lo inteligente que
era, lo simpática… se había tenido que morir, y cómo yo, que era menos inteligen-
te y demás estaba viva.
Psicóloga: Vamos, que pensabas que eras tú la que te merecías estar muerta
en lugar de ella.
(La paciente asiente con la cabeza y se echa a llorar).
Eso es muy duro pensarlo, te machacas tú sola. Si tú estás aquí, y ella se
murió, es porque le había llegado su hora. En algunas religiones piensan, que
cuando una persona se muere, es porque ya ha aprendido todo lo que tenía que
aprender en la vida. Según eso, tu amiga, quizás ya lo tenía todo aprendido y por
eso se murió. Piensa si ese pensamiento te trae paz. ¿Tú crees que ya lo tienes
todo aprendido?
Paciente: Sí, sí que me trae paz. Me siento mucho mejor. Y no, todavía me
queda mucho por aprender. El problema es que yo siempre me hago la pregunta
de “¿por qué lo voy a hacer, si sé que no lo voy a conseguir?”. Eso siempre me
ha hecho buscar apoyo fuera. En mi carrera por ejemplo, había un profesor al que
siempre recurría porque me gustaba hablar con él. Y él me daba apoyo, aunque
siempre me regañaba diciéndome que no servía de nada que él me diera ese
apoyo, que lo que tenía que hacer era dármelo yo misma.
Psicóloga: Claro, es que es lo que yo te digo aquí, no puedes esperar que la
gente diga lo que quieres oír, sino que tienes que aprender a darte refuerzos a ti
misma.
Mira, rellena estas escalas (TEP, escala de autorreforzamiento, y escala de
conductas objetivo y ahora las comentamos aquí junto con las que hiciste el otro
día.
Paciente: Vale.
(Se pone a rellenarlas y cuando termina se las entrega a la psicóloga y las
corrige en un momento y comienzan a comentarlos).
Psicóloga: Mira en los test del otro día, te ha salido que tienes baja autoesti-
ma, aunque eso ya lo sabíamos, que tienes un nivel de ansiedad por las nubes,
pero sin embargo, sale que eres muy asertiva. En las escalas que acabas de re-
llenar, sale que no te autorrefuerzas nada. Si te parece, anota las formas de auto-
rrefuerzo que creas que te pueden ser útil, y comienza a aplicártelas ¿te parece?
Paciente: Sí (comienza a anotarlas en un folio).
Psicóloga: Todo lo que ha salido lo vamos a ir trabajando aquí poco a poco
para ir modificándolo. Pasemos a otra cosa, ¿has traído el autorregistro?
36
BEATRIZ MONTES BERGES y BEATRIZ CAMPOS NAVARRETE
37
APRENDIENDO A SER FELIZ
38
BEATRIZ MONTES BERGES y BEATRIZ CAMPOS NAVARRETE
39
APRENDIENDO A SER FELIZ
40
BEATRIZ MONTES BERGES y BEATRIZ CAMPOS NAVARRETE
Psicóloga: Sí, ha sido un pueblo muy invadido que ha estado, unas veces bajo
el dominio de Alemania; y otras veces, ha pertenecido a Rusia. Además como han
salido de la guerra fría, del comunismo, tienen mucho retraso y se están poniendo
un poco al día, y ahora que llega la crisis, otra vez están en la cola. Se les ve un
poco tristes, la cara que tienen todavía es un poco a remolque…, pero son muy
acogedores, amables y muy civilizados.
Paciente: Me han dicho que hay mucha gente española allí.
Psicóloga: ¡Los españoles es que estamos por todo el mundo! Ya los sabes tú,
por el programa “españoles por el mundo”.
(La paciente se sonríe).
Pero, ya lo verás, como dentro de la seriedad que tienen son amables, no
todos. Los alemanes son políticamente correctos pero no son acogedores. Pero
ya verás como…
Paciente: Si mi miedo principal es…, son dos, uno que no sé que voy a hacer
allí, hasta que no me busque la vida, porque no tengo nada, yo voy sin nada. Y
otro…el momento de decirlo (esta frase la dice sonriendo).
Psicóloga: Sí, pero ¡fíjate! Dices “el momento de decirlo” y aparece una sonri-
sa. Es decir: ¡Estás deseando!
(La paciente se sonríe).
Paciente: Y yo sé que va a ser un rato muy malo. A mí madre se lo he estado
contando. El otro día le dije “mamá, se lo voy a decir en breve ¡eh!”
Psicóloga: ¿Y para cuándo sería?
Paciente: Sería en Julio.
Psicóloga: Te da tiempo a terminar aquí.
Paciente: Claro, estos meses serían para terminar mi tesina.
Psicóloga: Y para terminar esto. (La paciente sonríe y suspira). A esto le tienes
que dar prioridad.
Paciente: Sí, sí, e… Inglés por un tubo. Pero eso, es que yo me sentía rara
porque yo decía “sí, ¿pero yo a qué voy? ¿A hacerte la comida y a arreglar el
piso?” y estoy así un poco… (La paciente se quedó pensativa y pone cara de
agobio).
Psicóloga: Y a hacer una vida, buscando algo donde trabajar.
Paciente: ¡Ya!, lo que pasa es que le ponía muchas pegas a eso y sobre todo,
¿sabes lo que le decía?. Mi novio lo ha pasado mal conmigo porque le decía que
yo no quería depender de nadie, que si ahora me peleaba yo no tenía dinero para
volver, que iba a estar todo el día sola, que me iba a tener que mantener y que
41
APRENDIENDO A SER FELIZ
tenía que pedirle dinero a él. Y eso es básicamente lo que hace mi madre, y eso
es lo que no quería.
Psicóloga: ¿Y tú eras consciente de que era exactamente lo que hacía tu
madre?
Paciente: Sí.
Psicóloga: Era como si dijeras, “¡no quiero repetir modelo!”. (La paciente
asiente con la cabeza). “Que si no tengo que claudicar todo el día, diga lo que
diga”, ¿no?
Paciente: Eso de pelearme con él y luego darme dinero para ir a comprar…
no cabe… No…
Psicóloga: Eso es no tener dignidad, ¿no?
Paciente: No.
Psicóloga: “Pues sí, es algo así como que si me cabreo, ¡no quiero ni tu dine-
ro!”. Es como si al estar enfadada no te permitieras ni hablarle, ni mirarle, porque
eso implicaría que estás cediendo, y te resultaría como si el cabreo o la discusión
hubiesen desaparecido, cuando en lugar de eso lo que deseas es aclarar la situa-
ción o esperar a que él te pida perdón.
(Paciente y psicóloga sonríen).
Lo que pasa es que tu madre probablemente no piensa que sea su dinero,
sino que ese es el dinero que a ella le toca, es suyo también por lo que le toca
aguantar.
Paciente: Si mi madre también trabaja, el caso es que también trabaja por las
mañanas limpiando, pero… en mi casa es mi padre el que trabaja. El único que
se esfuerza, el único que trae dinero a casa, el único que aporta.
Psicóloga: Y que es el centro de todo ¿no?
Paciente: Sí. Los demás no…
Psicóloga: ¿No hacéis nada?
Paciente: No. Gastar.
Psicóloga: Claro.
Paciente: Los demás gastar.
Psicóloga: Él es la víctima.
Paciente: (La paciente afirma con la cabeza). Sí, los demás gastar.
Psicóloga: Vale. Bueno pues entonces me alegra ver que las dudas que te-
nías el otro día de que no sabías: qué hacer con lo de Polonia, tal y cual, ya te ves
más decidida, ya ves lo que estás avanzando, estás viendo, ¿no? (La paciente
asiente con la cabeza). Fíjate cómo piensas qué es es lo que puedes hacer, cómo
lo puedes solucionar, cómo puedes ponerte a hacer cosas cuando estés allí.
42
BEATRIZ MONTES BERGES y BEATRIZ CAMPOS NAVARRETE
Paciente: Sí. Estoy viendo un poco más de luz, sobre todo también con el in-
glés que quiero avanzar y sé que yéndome allí, por lo menos estoy dando un paso.
Psicóloga: Tengo una alumna polaca que creo que es de Cracovia. Voy a
preguntárselo, ¿vale?, que además es de las que hoy me tiene que mandar un
trabajo. Si me… sí se lo pregunto y es de Cracovia ¿te interesa que te ponga en
contacto con ella?
Paciente: Sí, claro.
Psicóloga: Porque creo que vuelve ahora en el segundo cuatrimestre, o sea
que va a estar allí Junio y Julio. ¿Te interesa?
Paciente: Pero al final de…
Psicóloga: Vuelve en Marzo a Cracovia. Vamos a Cracovia o donde sea, yo
creo que era de Cracovia.
Paciente: Sí, al menos para preguntarle.
Paciente: En principio es en Cracovia, lo que pasa es que, por ejemplo creo
que él se va a tener que desplazar a otra ciudad. Es que a él, la empresa le propor-
ciona el piso y si queremos esa opción nos tenemos que ir a Cracovia. Si vemos
otro sitio que a lo mejor el piso valga menos o nos guste más o lo que sea pues
va a ser a otro sitio.
Psicóloga: Mira, las tres ciudades más importantes de Polonia son Varsovia,
Cracovia y Wroclaw. Como si dijéramos aquí, Barcelona, Madrid y… San Sebas-
tián, Sevilla o Valencia. Es que en España no es tan fácil. Las dos primeras las ves
muy fácil, pero luego la tercera… ¿verdad? Es más complicado ya.
Vale, bueno dime.
Paciente: Con lo que estoy más preocupada es… no veo la solución a quitar-
me el cabreo con…
Psicóloga: ¿No ves la solución a quitarte el cabreo con?
Paciente: ...mi padre.
Psicóloga: Vale, eso lo vamos a trabajar ahora después. De eso ya he tomado
yo nota. Mira, quiero que seas consciente de una cosa que has dicho antes, has
dicho “mi novio no me deja decírselo a mis padres todavía”.
Paciente: Sí, no me deja porque no lo sabe fijo.
Psicóloga: Ya, ya, pero ¿por qué dices “mi novio no me deja”?
Paciente: Porque…
Psicóloga: Podías haber dicho..., mira te lo explico, podías haber dicho mu-
chas cosas. Podías haber dicho “todavía no es el momento”, “yo todavía no lo
quiero decir”, “todavía”, como no es fijo, mi novio está intentando retenerme un
poco”. Pero has dicho “mi novio no me deja”
43
APRENDIENDO A SER FELIZ
44
BEATRIZ MONTES BERGES y BEATRIZ CAMPOS NAVARRETE
vía, no se lo vas a decir mañana ni pasado mañana, que todavía quedan meses
y tenemos cosas muy importantes que trabajar, si te parece lo aplazamos hasta
ese momento, ¿vale? Porque a mí me interesa mucho más trabajar contigo otras
emociones que están surgiendo ahora. En el momento que tú tengas todo esto
más trabajado la solución va a venir por su propio peso, ¿vale?
Esto es como si dijéramos “estoy pensando en ponerle unos adornos de ba-
randilla a las terrazas que estoy haciendo en mi piso de arriba” cuando no hemos
elegido el aislante de las paredes de abajo.
(La paciente asiente con la cabeza).
Paciente: Vale.
Psicóloga: Está bien que lo saques, porque todas las preocupaciones que
saques, son preocupaciones de las que te liberas. Y al compartirlas y verbalizar-
las se quedan en menos. Y el que yo te diga también, “cuando tu veas que es el
momento de hablar, lo trabajamos antes” pues yo creo que también ayuda a decir,
“bueno, tengo ahí un resorte del que también puedo tirar”.
Paciente: Sí.
Psicóloga: Pero creo que para que todo eso se trabaje mejor y que te cueste
menos trabajo, tenemos que poner ahora las bases, si te parece.
Paciente: Sí, ayer me costó mucho trabajo escribirte la tarea que me mandas-
te sobre la situación traumática de mi pasado relacionada con mi padre.
Psicóloga: Lo sé. Lo leí por la noche. La última parte que es muy reflexionada
eso hay que quitarlo cuando lo leamos. Lo intenté imprimir, pero se me ha roto la
impresora.
Paciente: A mí también.
Psicóloga: Pero, me quedé con las ganas. Tú tienes aquí el archivo. Yo sí lo
tengo, lo imprimimos ahora mismo.
Paciente: No me lo he traído, es que… ¡buf!… no lo quiero ni ver. Me ha cos-
tado pensarlo, me ha costado volver a cuál…
Psicóloga: Hay algunas cosillas que tenemos que modificar de ahí.
(Se imprime el archivo).
Bueno, antes de empezar con esto, si te parece, saca las cosas que te mandé
el día anterior, para ver cómo lo has trabajado.
Paciente: No he anotado lo que me pediste de callar a la crítica.
Psicóloga: ¿No lo has anotado?
Paciente: No, pero sí que lo he trabajado, pero es que lo de callar a la crítica
me cuesta tanto trabajo... (Se refiere al trabajo de “desarmar a la crítica” que se le
explicó el día anterior).
45
APRENDIENDO A SER FELIZ
46
BEATRIZ MONTES BERGES y BEATRIZ CAMPOS NAVARRETE
47
APRENDIENDO A SER FELIZ
48
BEATRIZ MONTES BERGES y BEATRIZ CAMPOS NAVARRETE
Paciente: No es que… pero es que… yo tenía que mirar para otro lado, debía
mirar para otro lado, porque como le siguiera la mirada…era… (la paciente se
muestra nerviosa sólo de recordarlo).
Psicóloga: Pero no tiene nada que ver. Da lo mismo Genoveva. Es que no
se trata de que tú le mires a tu padre y en ese momento te bloquees, se trata de
que tú en ese momento fijas tu mirada y entonces no reprocesas la información,
aunque estés mirando al suelo, aunque estés mirando a otro lado, o aunque ten-
gas los ojos cerrados, ¡da lo mismo! Incluso con los ojos cerrados, si tú en ese
momento no estás moviendo los ojos porque tu situación es de miedo, no estás
reprocesando la información. Entonces esa situación se ancla, y es lo que hace
que sea traumática.
En 1974, Francine Shapiro empieza a trabajar en el movimiento de los
ojos en las situaciones traumáticas e inventa una terapia que se llama EMDR
(Reprocesamiento de desensibilización basada en el movimiento ocular) que
consiste en justamente en provocar lo contrario: reprocesar esa información del
suceso traumático. Concretamente lo que vamos a hacer es que tú escribes la
situación, y cuando vengas aquí yo te la leo recreándola mientras que muevo un
dedo de uno a otro lado y tú tienes que estar mirándolo.
Tu única misión es oírlo, y no perder de vista mi dedo para que reproceses la
situación, y que deje de estar anclada. En el momento en que deje esto de anclarse,
todas las consecuencias derivadas de ese trauma se reducirán o eliminarán, por
ejemplo, tus momentos de reexperimentación que contestaste en la escala, el
hecho de revivirlo, el miedo que tienes a lo que dice o hace tu padre; todo eso
aparecerán con una importancia muy mermada…, sus palabras se van a ver muy
relativizadas, ¿vale? Estoy segura de que esto te va a ayudar un montón.
(La paciente se queda mirando con cara de asombro, pensativa y suspira).
¿Eres un poco escéptica?
Paciente: Sí. Es que llevo muchos años así con esto.
Psicóloga: Mira, Genoveva…
Paciente: Estoy aquí porque quiero hacerlo pero….
Psicóloga: Mira Genoveva, he tratado a mucha gente, ¿vale? El año pasado
tuve a una paciente que tenía 45 años y hacía 25 que había tenido un marido
maltratador, y eso estaba anclado durante 25 años. Ese suceso traumático estaba
ancladísimo. Pues en ocho sesiones esto estaba liquidado. No es que no recordara
el episodio, pero lo hacía sin revivirlo. Hay una diferencia entre recordar y revivir,
¿verdad? Recordar es a nivel cognitivo, tú recuerdas lo que pasó, sin que te vuelva
a doler. Revivir implica que lo vuelves a vivir con todas la emociones que sentiste
en ese momento; eso es lo que tú haces: lo reexperimentas y cada vez que oyes
a tu padre decir algo se te viene todo lo que has vivido con él.
49
APRENDIENDO A SER FELIZ
Paciente: Eso deja de… (intenta decir con una mirada de esperanza e interés).
Psicóloga: Eso puede dejar de pasar. ¿Tú quieres intentarlo o no?
Paciente: Sí claro. ¡Y tanto!
Psicóloga: La cuestión es que una vez que nosotras empecemos a hacer
esto, conviene hacerlo todos los días cinco minutos.
Paciente: ¿Eso tengo que leerlo todos los días?
Psicóloga: No. Te lo tengo que hacer yo todos los días, ¿de acuerdo? Son
cinco o diez minutos lo que tardaremos.
Paciente: Todos los días tengo que…. Yo pensaba que eso era para ti y ya
no… de hecho lo he borrado y todo.
Psicóloga: Pero yo no.
Paciente: Es que no quería ni oírlo más. De hecho no sé si hay faltas ni nada,
porque no quise ni leerlo ni nada para revisarlo.
Psicóloga: Ya. Lo más usual es que el primer día lo pases muy mal cuando
lo oigas, el segundo día lo pases mejor, el tercero lo pases mejor aún, hasta que
llegue un momento en que te dé igual. Lo importante es que cuando llegue ese
momento en que te dé igual, todo lo que te diga tú padre, será muy relativizado y
te dejará de doler, porque lo dejarás de asociar a esa situación.
Paciente: ¿Me puede dejar de doler?, pero es que… ¿cómo te lo explico?
Ayer me dio tantos gritos sin importancia…, y yo no soy capaz de decirle, “pero,
¿por qué me gritas?”
Psicóloga: Pero serás capaz.
Paciente: Pero, ¿sabes qué pasa?, que no le hablo normal, no me sale como
estoy hablando con vosotras, me sale tratarle a voces también porque me pongo
muy nerviosa.
Psicóloga: Claro.
Paciente: Pero como no puedo, porque no estoy a su nivel pues… no puedo.
Psicóloga: Vamos a ver, para no tratarlo a voces tienes dos cosas que trabajar,
una el sentirte tú sin trauma, sin que te duela y para eso está esto (EMDR); y otra
que seas capaz de hablar asertivamente y desde el perdón, a él y a ti también por
habértelo creído. Si no llegas al estado de perdón hacia tu padre, por lo menos
que no te genere ira y para eso tenemos ese material que tenemos que seguir
trabajando.
Mi pregunta es: ¿te lo vas a creer lo suficiente como para empezar a trabajar?
Paciente: Sí.
Psicóloga: ¿Te merece la pena?
Paciente: Sí.
50
BEATRIZ MONTES BERGES y BEATRIZ CAMPOS NAVARRETE
51
APRENDIENDO A SER FELIZ
ser buena persona, ¿no?” (La paciente se ríe). Ahora te ríes porque lo ves tonto,
¿verdad?
Paciente: Sí.
Psicóloga: Pero, esa es la evolución, ¿vale? Si tú llegaras así, diría “esto es
caso perdido”. Pero a mí, que tú llegues enfadada me encanta, porque supone una
evolución que, además, tú estás haciendo muy rápido. Yo ya lo dije al principio,
que era muy fácil trabajar contigo porque eres muy disciplinada.
(La paciente se sonríe).
Vamos a hacer el EMDR para que veas ya en qué consiste.
Paciente: ¿Puedo decirte una cosa?
Psicóloga: Claro.
Paciente: No le estoy contando a mi madre esto.
Psicóloga: Como tú quieras.
Paciente: No por nada, sino porque mi madre… ayer, por ejemplo, me di
muy bien cuenta de lo que hace. Ayer cuando me gritó mi padre por la mañana…
tontamente…
Psicóloga: … ¿tú te estás dando cuenta de la conciencia que le estás poniendo
a esto? Es que está fenomenal. ¿Te estás dando cuenta?
Paciente: No. ¿Por qué?
Psicóloga: Porque antes no le prestabas atención a nada, lo veías normal y
que era de ser buena persona, y ahora dices “me estoy dando cuenta de por qué
mi padre hace esto, me estoy dando cuenta mi madre por qué hace lo otro”. Ahora
eres súper consciente de las cosas.
Paciente: Pero es que me estoy colapsando.
Psicóloga: Ahora mismo te estás colapsando de información porque estás
siendo de pronto consciente de todo.
Paciente: Sí. (La paciente asiente con la cabeza).
Psicóloga: Pero como vamos a empezar ahora con esto, y estás trabajando
eso (señala el material que le ha ido dando), pero yo te garantizo casi al cien por
cien, o al noventa por cien, que la semana que viene a estas alturas vas a estar
mucho mejor. Te lo garantizo. En la medida en que trabajemos ambas cosas te
encontrarás mucho mejor porque evolucionas muy rápido. Pero estos primeros
días los vas a pasar nada más que regular.
(La paciente suspira).
Si no te anclas en ese sentimiento de confusión y sigues trabajando, ya lo
verás como en cuatro o cinco días te vas a sentir mucho mejor.
52
BEATRIZ MONTES BERGES y BEATRIZ CAMPOS NAVARRETE
53
APRENDIENDO A SER FELIZ
54
BEATRIZ MONTES BERGES y BEATRIZ CAMPOS NAVARRETE
55
APRENDIENDO A SER FELIZ
56
BEATRIZ MONTES BERGES y BEATRIZ CAMPOS NAVARRETE
2
Esta es la técnica de la silla vacía, una de los procedimientos esenciales de la
terapia gestáltica.
57
APRENDIENDO A SER FELIZ
Paciente: “Estoy muy cabreada contigo, muy enfadada, se supone que eres
mi padre y me tienes que apoyar. Jamás me has apoyado. Sólo me has dado el
dinero, el dinero para hacer cosas, y ¿sabes qué? Que ojalá algún día tenga dinero
para devolvértelo todo junto y no me vuelvas a echar en cara las cosas, porque
odio que me eches en cara las cosas; si he llegado hasta donde he llegado, sea
mucho o sea poco, no es por ti. Nada de lo que he hecho es por ti, sólo me has
dado algo de dinero, porque mi madre también trabaja y también me ayuda, pero
si he sacado adelante algo ha sido por mí, no ha sido por ti. Yo no te tengo que
agradecer nada, porque no me compensa nada ese dinero que tú me has dado,
ojalá no me hubieras dado nada. Yo hubiera estudiado por un simple abrazo, una
simple caricia, una simple palabra bonita. Pero no has hecho nada. Y sabes lo
peor, que creo que no lo vas a hacer. Y lo voy a superar. No sé si te perdonaré
con el tiempo, soy de perdonar, creo en el perdón, pero cuando lo supere te
perdonaré, porque ahora mismo no puedo.”
(La paciente suspira y se queda callada).
Psicóloga: Cierra los ojos, y piensa si tienes algo más que decirle.
Paciente: No.
Psicóloga: ¿No?
Paciente: Por ahora no.
Psicóloga: Pues ahora cámbiate de silla. Cierra los ojos… (La paciente se
cambia de silla y vuelve a cerrar los ojos). Ponte ahora en el lugar de tu padre…
piensa que ahora eres tu padre, has cogido las palabras de Genoveva, lo que ella
te ha dicho, el por qué te estás portando así, que ella siempre se ha esforzado al
máximo, que necesitaba que la apoyaran y no lo has hecho, que todo lo que ha
conseguido ha sido sola, que ella sin embargo es la que mejor te trata, que está
muy enfadada contigo, y que va a intentar perdonarte pero cuando ella pueda.
Recoge todo eso, todo lo que te ha dicho. Busca el eco de esas palabras en
tu corazón, y cuándo quieras contestarle, abre los ojos y le contestas.
Paciente: “Creo que te trato así, porque no sé tratarte de otra manera, porque
yo lo he pasado también mal, mis padres tampoco me han tratado muy bien, yo he
sido el mayor, he tenido que sacarlo siempre todo adelante, no me han regalado
nada, y no te sé tratar de otra manera. Sí te apoyo en las cosas, pero no las
entiendo y cómo no las entiendo es más fácil intentar darte algo de dinero y que
así hagas cosas, pero no las voy a entender nunca.”
(La paciente suspira y se queda callada).
Psicóloga: Cierra los ojos… piensa que tienes algo más que contestarle a
Genoveva.
58
BEATRIZ MONTES BERGES y BEATRIZ CAMPOS NAVARRETE
Paciente: “Es que no voy a cambiar. No voy a cambiar nunca, así que si puedes
vive tu vida, y haz lo que tú veas mejor para ti. Yo te querré a mí manera, pero no
lo entiendo”.
Psicóloga: Cierra los ojos y mira a ver si tienes algo más.
Paciente: Creo que no.
Psicóloga: Vale, pues cámbiate de silla. Vuelves a ser Genoveva, recoge las
palabras que te ha dicho tu padre…. Cierra los ojos… que cree que te trata así
porque no sabe hacerlo de otra manera, que prefiere darte dinero a tener que
cuidarte, que no va a cambiar nunca, que vivas como creas que es mejor para ti,
y que te querrá a su manera y espera que algún día lo entiendas. Recoge todas
esas palabras, y cuando quieras contéstale.
Paciente: “No te voy a entender nunca. Creo que es fácil querer a un hijo, por
muy malo que tú creas que sea, pero además creo que no soy mala. Si al menos,
tuvieras el detalle de darme ese dinero para que yo haga cosas, sin reclamármelo
luego, sin que te duela tantísimo darme ese dinero. Pero ni si quiera te esfuerzas
en decir, mira, si ves que es bueno para ti, toma hazlo, ten el dinero que necesites
o… ten en cuenta que no puedo darte mucho. Y yo creo que si ahora me esfuerzo,
entonces me esforzaría muchísimo más, por la manera que me lo has dicho. Pero
ni siquiera eres capaz de decírmelo así, es que prefiero que no me des dinero
simplemente. Y más si luego me lo vas a reclamar. Y vivir mi vida, si la voy a vivir,
voy a intentar vivirla, pero sé que contigo ahora mismo, aquí, no. Cuando lo haya
superado, cuando haya pasado el tiempo, quizás me pueda llevar contigo de otra
manera, pero por el momento no. Y eso de que tus padres te han tratado mal,
ahora ¿qué pasa?, ¿que porque me hayas tratado a mal, a mis hijos los voy a
tratar mal? Voy a hacer todo lo posible por no tratarlos mal, no voy a ser la madre
perfecta pero al menos ya pienso en hijos, porque antes ni si quiera pensaba en
hijos. Si te han tratado mal, yo no me alegro por ti, yo no… ¡qué pena que te hayan
tratado mal!, pero yo no tengo ninguna culpa. Si no querías hijos, no me hubieras
tenido, es muy típico decirlo, pero si no estabas preparado para tenerlos no lo
hubieras tenido, porque ahora no me vale eso de que lo has pasado mal. No sé,
si lo has pasado mal, intenta… tenías que haber intentado no hacérselo pasar mal
a los tuyos.”
(La paciente se queda en silencio).
Psicóloga: Cierra los ojos, mira si tienes algo más que decirle. ¿Tienes algo
más que decirle?
Paciente: No.
Psicóloga: ¿Cómo te sientes? Ya puedes girar la silla.
Paciente: Me siento como que ojalá pasara eso, pero creo que no va a pasar.
59
APRENDIENDO A SER FELIZ
Psicóloga: No. Da igual, ahora mismo lo que consiste es que tú saques. Nos
da igual que tu padre esté sentado y se lo hayas dicho de verdad o no, pero tú ya
lo has dicho.
Paciente: Pero me siento muy rara. Me duele el corazón.
Psicóloga: ¿Cómo te sientes, como si te hubieras liberado de algo? ¿Te
sientes como liberada?
Paciente: Sí, lo que pasa es que… no puedo darle solución ahora. Me he
dado cuenta de…
Psicóloga: Esto no consiste en superarlo todo en un rato.
Paciente: No, ya me he dado cuenta de que no puedo… ni perdonarlo ya, ni
estar bien con él ya, ni vivir con él ya. Sé que no voy a estar bien.
Psicóloga: Vamos a ver, darle una solución no significa hacer una imagen
bucólica o ideal, ¿vale? Darle una solución significa poder tú cambiar cosas.
Quizás la imagen bucólica esa que piensas, vendrá dentro de muchos años o qui-
zás no vendrá nunca. Porque eso que tú piensas es un ideal, una de las posibles
alternativas que podrías tener, pero no es la única. Y no consiste en que esa sea
la que vale diez y las demás valen menos. No, es que hay muchas que son de
diez. Hay distintas alternativas, y no tiene que pasar directamente por vivir con tu
padre. Hay cosas que no se arreglan nunca si siempre estás en el mismo ámbito,
porque necesitáis una distancia para poder ver las cosas y salir de ver todos los
días lo mismo, para poder verlo con otra perspectiva.
(La paciente asiente con la cabeza).
Entonces no se trata de que ahora mismo no se pueda solucionar de la
manera que únicamente se te está ocurriendo a ti ahora. Es que quizás eso no
pase nunca, o quizás sí pasa, pero por supuestísimo no va a ser ahora, porque
la solución no es esa. ¡Esa es una alternativa más, pero no es la única! Y por
supuesto una alternativa muy difícil de cumplir si estás dentro de ese ámbito
porque no tienes esa perspectiva.
Paciente: ¡Qué montón de cosas he dicho!
Psicóloga: Pero te has quedado muy bien, ¿eh? Lo has hecho fenomenal.
Eres la paciente perfecta.
(La paciente se sonríe).
Paciente: ¿Si? Soy buena en el teatro.
Psicóloga: Eres buena en casi todo. Te voy a explicar ahora el siguiente
paso que vamos a trabajar. En éste nos vamos a encargar de tu descripción
y autoevaluación. Todas las personas tenemos una concepción de nosotras
mismas, de manera que nos describimos con bastantes términos. El problema es
que en muchas ocasiones esas descripciones no son ni precisas ni equilibradas,
60
BEATRIZ MONTES BERGES y BEATRIZ CAMPOS NAVARRETE
es decir, hay personas que tienen tendencia a resaltar más lo negativo que lo
positivo que tienen, ¿estás de acuerdo, verdad?
Paciente: ¡Vaya, que sí!
Psicóloga: Pues ahora lo que vamos a hacer es partir de la descripción que
tú haces ahora mismo, sin más conocimientos, destacando lo positivo y negativo
de cada aspecto de las siguientes áreas: Aspecto físico, relación con los demás,
personalidad, percepción de los demás, rendimiento mental, aspectos cotidianos,
rendimiento en el trabajo o en los estudios y sexualidad. Una vez que tengas todos
los aspectos con su signo “+” o “-“ delante en función de que sea positivo o negativo.
Luego vas a revisar de nuevo los negativos, transformándolos, de manera que sean
precisos, específicos, y que busques las excepciones a los mismos. Por ejemplo,
en vez de decir que tienes unos “muslos gordos”, pondrás que tienes unos “muslos
de 85cm”, e igual con el pecho, los glúteos, etc. Eso sería buscar la precisión. En
el caso de la especificidad, sería cambiar el aspecto general de “soy tímida” a
“soy tímida en reuniones con desconocidos durante la primera hora, luego ya me
abro más”. En cuanto a la búsqueda de excepciones, nos referimos a cómo no
siempre nos comportamos de la misma manera; incluso en los comportamientos
que creemos más anclados siempre suele haber excepciones en las que nos
comportamos de otra manera. Es interesante y enriquecedor buscarlas, porque
además te hace consciente de qué es lo que te motiva a comportarte de una u otra
manera.
Una vez que hayas hecho esto, vas a hacer la descripción de ti misma en
forma de redacción con todos los aspectos juntos, siendo precisa, específica y con
todas esas excepciones que hemos buscado. ¿De acuerdo? (La paciente asiente
con la cabeza).
Resulta buena idea que los rasgos que más te gusten o que creas que te
pueden venir bien recordar, te los pongas en unos carteles, cartulinas con colores,
y los pongas donde puedas verlos diariamente, en el cuarto de baño, en tu armario
o tu agenda. Además, estoy convencida de que tú, con lo creativa que eres, te
encantará hacerlos.
Paciente: Desde luego, ya estoy disfrutando de pensar cómo los puedo hacer.
Me encantan las cosas manuales, siempre me han gustado.
Psicóloga: Bueno por hoy hemos terminado. Nos vemos el próximo día.
Paciente: Vale. Hasta la semana que viene entonces.
Psicóloga: Adiós.
61
APRENDIENDO A SER FELIZ
62
BEATRIZ MONTES BERGES y BEATRIZ CAMPOS NAVARRETE
63
APRENDIENDO A SER FELIZ
mismo que yo o que tú veas la comida igual que yo? No puedo, para ti la comida
es una cosa, y para mí es otra.
Paciente: Lo sé, tienes razón, lo estoy entendiendo todo, pero es que ellos sí
que me lo ponen a mí.
Psicóloga: ¿Y qué? Pues que te lo pongan. Cuando antes hemos hablado de
la importancia que tenía para mí la comida, tú también me lo has intentado poner a
mí, cuando me has intentado convencer de cómo tú veías la comida, sin tener en
cuenta que yo te estaba diciendo que es que necesito comer cada hora y media,
que es una necesidad y tú no lo veías así, sino que me decías “¡qué suerte!, ojalá
yo pudiera cada hora y media y no engordar”. ¿Te has dado cuenta o no? Me has
traído a ti, a tu moralidad con respecto a la comida, no estabas entendiendo lo
que yo te estaba diciendo, y te he tenido que dar otro repaso, volvértelo a repetir.
(La paciente asiente con la cabeza).
Pero como para todas las cosas que son necesidades básicas como la
comida, todo el mundo, absolutamente todo el mundo tiene una idea moral sobre
ella, unos más y otros menos. Es como la comida, el sexo... Quizás si te hablo del
deporte puedes tenerla o puedes no tenerla, si te hablo de otro tipo de relaciones
puedes tenerla o puedes no tenerla, dependiendo de lo introvertido o extravertido
que seas, lo que salgas o lo que entres, o de la realización personal o de otro tipo
de necesidades más avanzadas. Pero las necesidades básicas son tan básicas y
todo el mundo tiene tanta experiencia de ellas, que todo el mundo tiene una regla
moral, ¿verdad?
¿Te has dado cuenta de que has intentado comprenderme desde tu regla? Tú
no querías comprender la mía, te ha costado que te lo explicara dos o tres veces.
A mí me ha dado igual que tú hicieras eso, me ha dado exactamente igual. La
diferencia entre tú y yo en este punto (que no sé más adelante, pero en este punto
sí), es que si tú fueras yo y tus amigas me hubieran dicho lo que me has dicho tú a
mí, te hubieras sentido mal, hubieras dicho: “tía, no me estás entendiendo nada”.
Paciente: Claro, sí.
Psicóloga: A mí me da igual. Y te veo desde fuera, tú estás en ese punto, yo
estoy aquí y veo las diferencias y te hago consciente de ellas y me río. No pierdo
la paz, no pierdo la calma.
Paciente: ¿Cómo se llega a ese punto?
Psicóloga: A ese punto se llega siendo consciente de lo que está pasando. A
ti te ponen el estándar, esa línea como si fuera un salto de pértiga que intentan
que hagas, y dirías “tía, que es que me da igual, que no lo voy a saltar”. Es que a
ti te ponen una rayita aquí para que tú saltes y tú dices “venga, vale”, y te acoplas
y la saltas. Si te la ponen un poco más alta y no puedes saltarla dirías “¡no puedo
saltarla!....bájamela anda”. Cuando es que ni si quiera tienes que saltarla. Es tan
64
BEATRIZ MONTES BERGES y BEATRIZ CAMPOS NAVARRETE
fácil como decir, “Mira que no quiero saltarla, me voy por aquí” sin cabrearte ni
nada, como cuando no entras al trapo con tu padre, cuando te dice “¡toma!” y le
dices “tío, para que me pones esa raya, yo no la salto, me voy por aquí” y no la
saltas, y tu padre se queda sujetándola. Por eso se queda tan cabreado.
Paciente: Sí, es verdad.
Psicóloga: Pues eso mismo es lo que tienes que hacer sin perder la paz. Tú
ves lo que la otra persona está haciendo, y te das cuenta de en qué punto estás
tú. Para eso la meditación te viene muy bien para tomar conciencia, para ser
consciente en todo momento de donde estás, para verte desde fuera, incluso el
hecho de cómo disociarte de ti misma, de manera tú eres capaz de verte y decir a
la vez que estás cabreada “¿Pero por qué me estoy cabreando?”. ¿Te ha pasado
eso alguna vez?, preguntarte “¿tanta importancia tiene esto?”
Paciente: No. Me lo han tenido que decir. Yo no, no soy capaz de hacerlo.
Psicóloga: Bueno, o quizás no eres capaz cuando estás cabreada, porque con
las emociones negativas puede ser un poco más difícil disociarse a veces, que con
la emoción positiva. En el caso de la emoción positiva el hecho de disociarte sería
estar disfrutando de una cosa y a la vez sin dejar de disfrutarla decir: “¡Qué bien
me siento, cuánto estoy disfrutando esto!”. ¿Te ha pasado eso alguna vez?
Paciente: Me cuesta, me ha costado, lo he intentado pero me ha costado.
Psicóloga: Es complicado, pero tienes que buscar ese punto. ¿Sabes lo que
te quiero decir? Es como dejar de sentir al 100%, pero no dejar de sentir para
comerte la cabeza.
Paciente: Sí, ya, claro.
Psicóloga: No, una parte de ti se queda sintiendo eso y la otra parte es
consciente de cómo estás sintiendo eso. No te comes la cabeza, no le buscas
razonamiento, si no que lo que tienes que hacer es ser consciente de lo que estás
sintiendo en ese momento, que es distinto a buscar el por qué te estás sintiendo
así o el buscarle cualquier tipo de explicación a esas sensaciones, ¿vale?
Paciente: Eso va a ser difícil.
Psicóloga: Vamos a ver, es complicado Genoveva, pero es más complicado
si no eres consciente de lo que tienes que hacer, si no eres consciente de cuál es
el siguiente paso. Cada vez que tengas una emoción intensa ahora, —y empieza
con esas porque son más fáciles de identificar—, intenta ser consciente de ellas,
tanto positivas como negativas, ya sea que estés enfada, triste, alegre, eufórica,
orgullosa o satisfecha.
Paciente: Mejor las positivas, ¿verdad?
Psicóloga: Me da igual, las que te sean más fáciles, positivas o negativas,
¿vale? Normalmente las positivas son más fáciles, pero dependen de la intensidad
65
APRENDIENDO A SER FELIZ
que tengan; resumidamente, te interesa empezar por las que sean más fáciles de
identificar. A igualdad de intensidad son más fáciles las positivas. Cuando tú te
veas en esa posición, toma perspectiva y dejando sentirte, date cuenta, no quiero
que te plantees nada, nada más que te des cuenta “¡cómo me siento de feliz!,
¡tú fíjate!” y te das cuenta de tu postura corporal en ese momento “¡Fíjate cómo
puedo respirar de bien, me llega el aire por todos sitios, tengo una claridad mental
ahora mismo, estoy fenomenal!”
Yo a mis hijas, cuando quiero que hagan eso hago lo siguiente. Desde los dos
años, tenemos como un bote de cristal imaginario, de estos como los de “Winnie
the Pooh” que se les pone una tela por encima y una cuerda alrededor. Cada
una tenemos uno de un color. Cuando estamos muy bien en una situación, como
por ejemplo en la montaña, en un sitio muy chulo, en el extranjero o donde sea,
cerramos los ojos y le digo que abran su tarro, que se concentren mucho, mucho
en la situación que están sintiendo ahora mismo, y que lo metan dentro. Y luego
le digo que cuando tengan miedo, cuando estén mal o en una situación difícil, que
lo abran y que recuerden esa situación.
Entonces cuando estamos en esa situación le digo “Venga, una, dos y tres,
abrimos el tarro, ¡venga, corre, metedlo, metedlo rápidamente y cerradlo, que se
sale lo que ya guardamos antes dentro, venga!”.
(La psicóloga y paciente se sonríen).
¿Entiendes el sentido que tiene?
Paciente: Sí.
Psicóloga: Pues es un poco como hacer eso. Concentrarte mucho, mucho en
esa situación, cerrar los ojos y decir “ya la tengo”. Bueno pues ahora, voy a abrir
mi tarro, la voy a meter y cuando yo quiera revivirla, reintegrarla en mi vida, abro
mi tarro y lo hago.
¡Venga! Sigamos con lo anterior.
Paciente: “Malhumorada conmigo misma cuando no cumplo con mis objeti-
vos”
Psicóloga: ¿Con qué objetivos? Puedes ser más precisa.
Paciente: Académicos.
Psicóloga: Todos los objetivos no son. Si tú te propones ducharte y no te
duchas no pasa nada, ¿no? Entonces, ¿cómo podemos transformarlo? ¿“Me
pongo a veces objetivos demasiado altos que son imposibles de cumplir”? ¿Pero
en qué te pones esos objetivos?
Paciente: Académicos.
Psicóloga: Pues añade “académicos”. De todas maneras, aquí te falta la parte
de malhumorada. Eso lo podías poner en otro enunciado.
66
BEATRIZ MONTES BERGES y BEATRIZ CAMPOS NAVARRETE
Paciente: No me entero.
Psicóloga: Puedes poner “Y cuando no consigo esos objetivos académicos
me pongo de mal humor”. Eso sería otra.
(La paciente lo anota).
Paciente: La tercera, “Un poco desordenada con mis documentos y tardo en
ordenarlos”.
Psicóloga: ¿Cómo los has puesto de manera más precisa?
Paciente: “En ocasiones tiendo a querer ordenar los documentos en exceso
puesto que tengo que utilizarlos a diario y es más fácil tenerlos a mano que bien
guardados”. Aquí me he centrado un poquillo más. Ésta no la veo mal, ¿no?
Psicóloga: No, esa está bien. ¿Qué más?
Paciente: “Me reprimo y me enfado poco” lo he puesto como “Tiendo a no
decir lo que me molesta por miedo al rechazo de los demás” Esa está bien, ¿no?
Psicóloga: Sí.
Paciente: “Envidiosa del cuerpo de mis amigas” primero lo puse generali-
zando a todas mis amigas, pero luego pensé, “es sólo de una”. Luego te la voy
a presentar para que la veas. (La paciente se sonríe). Lo he corregido como “Mi
amiga llama más la atención que yo, sin embargo ella siempre me dice que eso no
le interesa y que lo que quiere es tener la pareja que yo tengo”.
Psicóloga: Pero aquí nos da igual la respuesta de tu amiga, eso lo tienes que
quitar. ¿Qué tiene que ver eso con tu personalidad?
Paciente: No sé. Me consuela por eso lo he puesto.
Psicóloga: Ya, pero es que eso no es.
Paciente: Lo podría poner como “mi amiga llama más la atención que yo…”
Psicóloga: Pero si es que nos da igual que tu amiga llame más la atención que
tú. Es cómo te sientes tú por eso.
Paciente: Yo me siento inferior.
Psicóloga: Pues entonces pondrías como punto negativo “Me siento inferior si
estoy con una persona que llama más la atención que yo”. Porque en realidad, si
no fuera ella y fuera otra persona te pasaría igual.
(La paciente asiente).
Paciente: “Algo impotente cuando algo no me gusta” lo cambié por “Suelo
tender a adaptarme a todos los planes que me proponen mi pareja y mi amiga
porque pienso que los míos no van a ser tan buenos”.
Psicóloga: Muy bien, el siguiente.
67
APRENDIENDO A SER FELIZ
68
BEATRIZ MONTES BERGES y BEATRIZ CAMPOS NAVARRETE
69
APRENDIENDO A SER FELIZ
conoces y los demás también, por ejemplo, que eres dulce, cariñosa, inteligente…
Aquí está lo que tú no sabes y los demás sí saben de ti, creen de ti y esto es lo
que queremos aquí, porque la gente te puede ver tonta, aunque tú no lo seas,
pero si te ven así es porque hay algo que lo genera, que hace que se interprete
así. Es darte control para cambiar las cosas. Si tú no ves o reconoces ese control
vas a seguir siempre de la misma manera, ¿verdad? Lo que tú no sabes pero
los demás sí, se llama área ciega. Y lo que tú sabes y lo demás no saben se
llama área oculta, es decir, los secretos, lo que tú no le cuentas a nadie, es decir,
asuntos como tus relaciones sexuales, o como tú te sientes tal evento, … cosas
que tú no dices, que no le cuentas a nadie. Algunos son secretos conscientes y
otros son inconscientes, es decir eres consciente de eso que ocultas, pero sin
embargo, no te das cuenta de que no lo dices nunca. Y el área de lo que tú no
sabes y de lo que no saben los demás se llama área desconocida, es decir, hay
una parte de ti que tú no conoces y que los demás tampoco conocen, por ejemplo,
tus potencialidades, lo que tú serías capaz de hacer en determinados momentos,
eso que siempre se piensa de “es que nadie sabría cómo reaccionaría ante un
terremoto, ante un incendio, ante…” pues eso está aquí en esta área. Forma parte
de ti pero los demás no lo saben y tú tampoco. Se respondería con la pregunta de
“¿qué haría yo si estuviera en tal situación?”; la respuesta estaría aquí.
Paciente: Vale.
Psicóloga: Cuando tú tienes alguna cuestión que los demás continuamente
te dicen, aunque tú no estés de acuerdo, es porque hay algo que hace que los
demás lleguen a esa situación, puede ser culpa tuya o puede no ser culpa tuya,
pero está bien ser consciente de eso, entre otras cosas porque nos protege.
Te propongo un ejercicio, pídele a tres personas importantes para ti que te
escriban una redacción de cómo eres, para que así veas lo que los demás recogen
de ti, que quizás no coincidan con lo que tú consideras más saliente. Proponles
que te lo hagan en tres o cuatro días y explícales que te lo han pedido como un
ejercicio. No se lo pidas a tu madre y a tu hermana para que sean diferentes, y tu
novio sería interesante que estuviera porque puede reflejar aspectos de ti que no
conoce nadie, como la parte sexual. Entonces piensa si se la pides a tu madre y
a tu amiga, o a tu hermana y a tu amiga, ¿vale?
Paciente: Para mí sería muy importante conocer la opinión de mi tutor.
Psicóloga: Pero eso no puede ser, no le puedes pedir eso a tu tutor. Además,
¿por qué es tan importante para ti la opinión de tu tutor? ¿Para poder “machacarte”
más? Si no vas a poder cambiar nada.
Paciente: ¿Por qué no?
Psicóloga: Pues porque no, no lo vas a cambiar, y tampoco puedes pretender
cambiarlo.
70
BEATRIZ MONTES BERGES y BEATRIZ CAMPOS NAVARRETE
71
APRENDIENDO A SER FELIZ
Psicóloga: Seguimos.
Paciente: “Me agobio y tengo mucha ansiedad con los exámenes” lo he
cambiado a “Siempre pienso que voy a suspender y sin embargo apruebo más de
lo que suspendo”.
Psicóloga: ¿Siempre?
Paciente: (La paciente se queda en silencio y pensativa un momento).
Sí. Siempre pienso eso, sí. No es que sea verdad. Me he parado a pensar
porque digo “me centro más en apruebo que en suspendo”. ¡No! Es que lo de
pienso que voy a suspender es siempre. Esa no me cambia. Que yo no digo “Éste
quizás lo apruebo” ¡no!
Psicóloga: ¿Qué bien, no? ¡Qué manera de martirizarte tan buena!
Paciente: ¡Y quiero ser profesora!
Psicóloga: Bueno. (La psicóloga se sonríe y se lo dice con tono irónico; la
paciente sonríe). Venga, seguimos.
Paciente: “No me gusta que me evalúen, porque pienso que al evaluarme
sólo van a obtener la parte negativa de mí”.
Psicóloga: ¿En qué? ¿En todo?
Paciente: Sí.
Psicóloga: ¿Físicamente, por ejemplo? ¿En todos los aspectos?
Paciente: Sí. Por eso te estaba diciendo que me estaba desanimando con
esto.
Psicóloga: Venga sigue.
Paciente: “Tengo muchos fracasos en el mundo académico” lo he modificado
a “Sólo me fijo en los éxitos de los demás y en mis fracasos, sin embargo, he
conseguido bastantes éxitos”, ¡pero no me compensan! Es que lo estaba
escribiendo y digo “Sí, si yo sé que algo habré conseguido”.
Psicóloga: Sí, pero eso es tu crítica y eso no nos interesa ahora mismo.
Continúa con el siguiente.
Paciente: Pues ya está. “Un poco dispersa en cuanto a lo que me gusta, a lo
que me apasiona”. No sé lo que me gusta. “Al fijarme sólo en los fracasos no me
he detenido a pensar en lo que se me da bien, pero sí sé que hay bastantes temas
que me gustan, aunque no sé claramente a cuál dedicarme porque me lo ponen
muy difícil. A pesar de eso sigo aguantando”.
Psicóloga: “Aguantando” no me gusta.
Paciente: ¡Ya!
Psicóloga: Quítalo.
72
BEATRIZ MONTES BERGES y BEATRIZ CAMPOS NAVARRETE
73
APRENDIENDO A SER FELIZ
74
BEATRIZ MONTES BERGES y BEATRIZ CAMPOS NAVARRETE
75
APRENDIENDO A SER FELIZ
76
BEATRIZ MONTES BERGES y BEATRIZ CAMPOS NAVARRETE
También hay personas que no tienen ninguna; tú, por ejemplo, has mostrado que
había frases en las que no tenías ninguna distorsión.
Otro tipo de distorsión es el pensamiento polarizado, es cuando decimos “si
no hago tal cosa es un fracaso”. Un ejemplo sería el que yo te he dicho antes, “si
mi casa tiene polvo, mi casa es un caos”. Sin embargo, un caos no es, mi casa
está ordenada, mi casa está bonita, están las cosas en su sitio, es decir, mi casa
SÓLO tiene polvo.
Otra distorsión es la autoacusación, con la que una persona se hace
responsable de todo. Por ejemplo, tu novio se rompe una pierna, y tú piensas que
la culpable eres tú, porque piensas “si no hubiera venido a recogerme, no se la
hubiera roto”. Cuando tú viniste aquí, sí tenías distorsiones cognitivas de este tipo,
pero ahora ya no las tienes, ¿verdad? ¿Te acuerdas cuando te sentiste culpable
por haberme dejado sola en Nochebuena cuando ni siquiera me conocías? (La
paciente asiente con la cabeza).
La personalización, sería aquella en la que piensas que todo depende de ti,
es considerarte el centro del universo. Sería, por ejemplo, pensar “Todo el mundo
quiere hacerme daño, todo el mundo se pone de acuerdo para amargarme la
vida”. (La paciente sonríe). Ahora nos reímos, pero hay momentos en los que
pensamos así.
Paciente: No, si me río porque yo he pensado algunas veces así.
Psicóloga: Por eso te va a venir bien trabajar esto, porque así podrás tomar
conciencia y distancia de las distorsiones.
La lectura de la mente sería otro tipo; consiste en ponerte en la cabeza de la
otra persona y te imaginas lo que piensa. Por ejemplo, pensar: “Si mi novio me ve
desnuda, va a pensar que con qué clase de tía está, si puede estar con cualquiera”.
Falacia de control, sería cuando pensamos que podemos controlarlo absoluta-
mente todo. Por ejemplo, “Si yo suspendo un examen, no es porque haya sido
difícil, si no que yo tenía que haber sabido que iba a ser difícil”.
Razonamiento emocional consiste en intentar explicar las emociones, raciona-
lizándolas cuando en ocasiones, no tienen por qué tener tanta explicación. De esta
manera a veces necesitamos llorar como descarga emocional de un periodo de
estrés y sin embargo, en vez de verlo así tan sencillo, tendemos a comernos la
cabeza pensando: “¿y por qué estoy triste?, ¿es que no estoy también con mi pa-
reja como parece?, ¿tendré algún motivo que estoy pasando por alto?”
Paciente: (Sonríe). En eso yo soy experta.
Psicóloga: Por eso te decía antes lo de tomar perspectiva, y ser consciente
de cómo te sientes, pero no intentar buscarle una explicación a todo. Por ejemplo,
estás agusto en un sitio y piensas “¡qué a gusto estoy!, y ¿por qué estaré yo
77
APRENDIENDO A SER FELIZ
tan feliz?, ¿qué me habrá pasado?” ¡No! Lo que tienes que hacer es disfrutar
ese momento, siendo consciente de lo bien que estás, pero sin buscarle tantas
explicaciones. Las emociones son emociones, algunas veces estará bien que te
plantees el por qué de esa emoción, y otras no.
Combatir las distorsiones es importante. Para ello, tienes que recuperar el
autorregistro de las primeras sesiones. Con las afirmaciones sobre tus críticas
más negativas, vas a hacer dos cosas, identificar qué tipo de distorsión hay
en cada una de esas críticas y cómo eres capaz de cambiarlo, es decir, cómo
refutarías esa distorsión cognitiva. ¿Lo has entendido?
Paciente: Sí. (La paciente sonríe).
Psicóloga: Bueno, Genoveva, ya hemos terminado, nos vemos la semana
que viene, ¿vale?
Paciente: Sí.
Psicóloga: (La psicóloga le abraza y la despide). ¡Qué pases un buen fin de
semana!
Paciente: Igualmente. Adiós.
Psicóloga: Adiós.
78
BEATRIZ MONTES BERGES y BEATRIZ CAMPOS NAVARRETE
79
APRENDIENDO A SER FELIZ
No me importan las horas que tenga que dedicar al trabajo o a los estudios,
sin embargo no puedo concentrarme rápidamente. Tiendo a preguntar mucho
cuando no me entero bien de algo. Necesito que las personas de mi alrededor
me confirmen que puedo hacer las cosas bien en el plano académico. Cuando mi
tutor no me atiende, que suele ser a menudo, tiendo a tener demasiada paciencia
y, al final, acabo frustrada en vez de hablar con él claramente. Sonrío mucho e
intento ser siempre agradable con mis compañeros y ayudarles en lo que pueda.
Me cuesta hablar de manera asertiva cuando tengo que dar una opinión opuesta
a la de mi tutor o mi padre. Siempre pienso que voy a suspender cuando hago un
examen, sin embargo, apruebo más de lo que suspendo. Sólo me fijo en los éxitos
de los demás, sobre todo, en los planos académico y profesional, así como en mis
fracasos, a pesar de haber conseguido yo también algunos éxitos. Al fijarme sólo
en mis fracasos, no me detengo a pararme a pensar lo que se me da bien, pero
sí sé que hay bastantes temas que me gustan, sin embargo no sé exactamente a
cuál dedicarme. En esto influye que mis superiores, como mi tutor, no me lo ponen
fácil, pero por mi parte sigo insistiendo constantemente.
No olvido ninguna cita. No me gusta perder mucho tiempo limpiando, es decir,
con las tareas del hogar, puesto que lo puedo hacer bien y bastante rápido si me lo
propongo. Cuido mi higiene bien. La cocina también la domino bien, sin embargo,
me falta experiencia. Mi habitación suele estar desordenada a finales de semana,
aunque los sábados ordeno todo a conciencia. En casa suelo ayudar con las
compras y con la comida porque es lo que mejor se me da. Me importa mucho mi
aspecto, mi ropa, mi apariencia y mi estilo, porque pienso en “el qué dirán”. Soy
un poco descuidada comprando comida para hacer dieta, ya que luego me cuesta
comérmela.
Aunque soy sexualmente activa, no me gusta demasiado mi cuerpo desnudo
y, por eso, no acepto con facilidad nuevas posturas. Por otro lado, no sé decir “no”
cuando no me apetece tener sexo. A pesar de ello, me siento muy bien y disfruto
mucho en algunas ocasiones en las que veo que mi pareja disfruta conmigo.
Psicóloga: ¡Muy bien!
(La paciente se sonríe).
Lo has hecho fantástico.
Paciente: Bueno… (La paciente se sonríe quitándole importancia).
Psicóloga: Mírala, ya se está quitando importancia. ¿Te das cuenta?
Paciente: Bueno, es que tampoco hay muchas cosas buenas…
Psicóloga: Pero si no se trata de que haya muchas cosas buenas, que también
las hay, es que lo has hecho muy bien. Es que se trataba de hacer lo que has
hecho. Está muy bien hecho.
80
BEATRIZ MONTES BERGES y BEATRIZ CAMPOS NAVARRETE
Paciente: ¡Gracias!
Psicóloga: De nada. Así me gusta, que aceptes, que digas gracias y que no
le des más vueltas. Eso es lo que tienes que hacer cuando te digan un piropo,
intentas respirarlo, introducirlo en ti, y dices “Gracias”. Bueno, sigamos.
Paciente: He traído la descripción de mi amiga, de mi hermana y de mi novio
de cómo soy, que me pediste.
Psicóloga: ¡Qué bien! Lo han hecho todos, ¿no?
Paciente: Sí.
Psicóloga: ¿Y qué tal?
Paciente: Bien, no he cambiado nada. Empiezo a leértelas.
(La paciente lee las tres redacciones de cómo es que le han hecho su hermana,
su amiga y su novio).
Psicóloga: Bueno, ¿con qué estás de acuerdo o con qué no estás de acuerdo?
Básicamente estás de acuerdo con todo menos con…
Paciente: Pues… (La paciente se queda pensativa y en silencio) no lo sé.
Eso de “Alta capacidad de resistencia ante situaciones difíciles”… (la paciente
suspira), yo creo que me vengo abajo. Y “capacidad de superación”, yo no la llego
a ver, aunque creo que la tengo, pero no soy capaz de expresarla. Aunque ya me
estoy empezando a soltar a la hora de decirlo.
Psicóloga: Es que esas dos cosas que me acabas de poner de ejemplo,
precisamente esas cosas, se ven mejor desde fuera que desde dentro.
Paciente: Será eso.
Psicóloga: Porque tú sabes lo que a ti te cuesta, pero lo que la gente ve es que
quizás tú no te pones a llorar en público, y ese tipo de comportamientos… Venga
de tu amiga o de tu…
Paciente: Mi amiga me ha puesto creo que demasiado buena… (se queda en
silencio y suspira); por ejemplo, “sincera”, no soy tan sincera.
Psicóloga: Claro. Entre otras cosas porque como buscas la aprobación de los
demás…
Paciente: Claro, no soy asertiva y busco la aprobación de los demás, por eso
no soy tan sincera.
Psicóloga: ¿Y de tu hermana?
Paciente: De mi hermana, me ha resultado muy curioso que ha destacado que
en mi relación anterior dice que yo parecía superior. Yo no veía eso así. Y dice que
ahora me ve más humilde que antes, que antes parecía…
Psicóloga: Puede quizás que ella percibiera la asimetría que había en la
relación, ¿no?
81
APRENDIENDO A SER FELIZ
82
BEATRIZ MONTES BERGES y BEATRIZ CAMPOS NAVARRETE
4
De hecho, la portada de este libro está confeccionada con los cartelitos que Genoveva
hizo en esta sesión.
83
APRENDIENDO A SER FELIZ
84
BEATRIZ MONTES BERGES y BEATRIZ CAMPOS NAVARRETE
85
APRENDIENDO A SER FELIZ
86
BEATRIZ MONTES BERGES y BEATRIZ CAMPOS NAVARRETE
tampoco está para apoyarse. Aprende a ser asertiva y a expresar tus sentimientos.
Dile, “¿aquí que estamos en un impass hasta que tú tengas tiempo de pedirme
perdón? Bueno, pues un impass es en todo. ¿Entiendes lo que te quiero decir?
Hazte tú de valer.
Paciente: Eso se me ha quedado.
Psicóloga: Por eso te estoy insistiendo en esto, porque si no te diría “esto es
un problema de pareja y lo solucionas tú como quieras”, pero es que al final vamos
al mismo sitio, que no te haces suficientemente de valer, ¿o no?
Paciente: Sí.
Psicóloga: Tú lo llamas y le dices: “Sí, sí, cariño que tengas mucha suerte para
el examen…” y el momento del perdón lo postergamos, y ya dentro de dos días él
dirá “si hemos estado hablando normal, ¿ahora que quieres que te pida perdón?,
si esto ya no viene a cuento”, ¿o no? No has tenido algunas veces la sensación
de decir “si es que ya no pega hacer algo que tenía que haberse hecho hace ya
una semana…”. Lo has postergado tanto, tanto, que ya dices “si es que ya no
pega, ya hago como que me olvido y ya está”, pero eso se queda ahí. Pues eso
es lo que tienes que hacer en todas las relaciones. “¿Qué para ti no es momento
ahora?, ¡muy bien!, yo te espero, ¡pero te voy a esperar para todo!, no te voy a
esperar para lo que tú quieras sí y para lo que quieras no” ¿Entiendes lo que te
quiero decir? En un momento determinado que te diga tu director de tesina “Mira,
que es que ahora no tengo tiempo para esto” y se pone tres horas a explicarte un
problema suyo o que le hagas alguna cosa. “No, no, si no tienes tiempo, no tienes
tiempo para nada”. ¿Entiendes?
Es un juego muy sutil, que solemos jugar, y que además, las personas con
baja autoestima dan pie a…
Paciente: Sí.
Psicóloga: Porque es como “Vale, vale, yo te entiendo” pero a la misma vez le
transmites el mensaje de “siempre que me necesites yo estaré aquí, incluso por
encima de mí misma”. ¡No!
Paciente: Claro, estoy tan desesperada porque me apruebe…
Psicóloga: …que te conformas con lo que sea, y no. Tú tienes que tener claro
“no te voy a dar lo que tú quieras, tienes que estar para todo y entonces lo tendrás
todo”. Tú tienes que ser un “Mercedes Benz” que tiene todos sus extras, pero que
también te dicen:
- “Mire, pero es que este coche consume mucho”.
- “Ah bueno, pero es que yo quiero todos los extras”.
- “Bueno, pues que sepa usted que le va a consumir más gasolina”.
- “Bueno, bueno, pero yo lo quiero”.
87
APRENDIENDO A SER FELIZ
88
BEATRIZ MONTES BERGES y BEATRIZ CAMPOS NAVARRETE
te puede ayudar más con personas con las que tienes o puedes tener una respuesta
de ira o de enfado, o asuntos que tú puedas tener que superar.
También vas a trabajar cuál es el problema de tu valía, en qué basas tu valía y
vas a trabajar para afirmarla. Reflexiona sobre por qué crees que vales.
Por último, vas a trabajar con la compasión hacia los demás, y ahí
encuadraríamos la empatía, para lo que te voy a pedir que hagas tres ejercicios.
Uno de escucha activa con un amigo, escuchándolo y dándote cuenta de por
qué dice las cosas y de los tres pasos del proceso: comprensión, aceptación y
perdón. El segundo ejercicio es que tienes que hacer lo mismo que antes, pero
con personas conocidas que aún no lleguen a ser amigos, como por ejemplo con
el panadero, alguien de una tienda frecuentada… Y, por último, tienes que hacer
esto mismo con una persona extraña, como por ejemplo, alguien que conozcas en
un autobús o en una fiesta. No hace falta que hables con esa persona, sólo con
observarla es suficiente.
Paciente: ¿Y tengo que apuntar algo?
Psicóloga: Puedes anotar si quieres después lo que te ha aportado esa
experiencia.
Paciente: ¿Y qué tengo que hacer? ¿Fijarme y comprender?
Psicóloga: Sí, fijarte, comprender, darte cuenta de qué está sintiendo esa
persona en ese momento, fíjate en el comportamiento no verbal, etcétera.
Lo último que te voy a pedir que trabajes es la compasión por cosas pasadas,
como por ejemplo, por algún error que hayas cometido y que te eches en cara. Con
eso lo que tienes que hacer es lo mismo, comprenderlo, aceptarlo y perdonarte a
ti misma, ¿vale?
Paciente: Sí. (La paciente asiente con la cabeza)
¿Puedes ayudarme en una cosa que no tiene nada que ver con esto?
Psicóloga: ¿Qué?
Paciente: Es que estoy un poco nerviosa por esta tarde, con la cita de mi
tutor. Todavía no sé cómo preguntarle que por qué me engaña. A mí me gusta
mucho escribir, y seguramente podría escribir algo, no sé si interesante o no, pero
seguramente podría escribir algo. Y podía haber escrito ya y mi tutor me ha estado
diciendo todo este año que no podía escribir hasta que no terminara la tesina. Y
una muchacha que tiene al lado, ha escrito ya muchos artículos, en varias revistas
y en temas variados y no tiene hecha la tesina. ¿Por qué ella sí y yo no? Tú no
sabes el trabajo que me cuesta decir eso.
Psicóloga: Pues cómo me lo estás diciendo a mí. ¿Qué quieres que hagamos
un role-play? ¿Qué me lo digas a mí?
89
APRENDIENDO A SER FELIZ
Paciente: No, no. No porque es que no… Si sé lo que le tengo que decir
perfectamente. Si sé que…
Psicóloga: ¿Qué quieres que hagamos? Una relajación, una visualización, un
role-play, ¿qué es lo que quieres?
Paciente: No, quiero que lo digas tú, quiero verte a ti cómo lo dirías.
(La psicóloga se sonríe).
Psicóloga: Hacemos un role-play en el que tú seas tú director y yo sea tú.
Paciente: No, es que no puedo hacer de mi tutor.
Psicóloga: Bueno, pues entonces lo hago con Beatriz. (Beatriz es la
coterapeuta). Beatriz va a hacer de director y yo seré tú.
Coterapeuta: Vale, pero descríbeme cuál es la posición que adopta tu tutor,
para poder hacerlo más o menos parecido a como lo haría él.
Paciente: Mira, yo te explico. De mí pasa, lo único que él siempre se está,
siempre está de cachondeo, porque es que es muy cachondo él…
Psicóloga: ¿Cómo se llama?
Paciente: Ricardo5.
Paciente: Tiene veinte mil proyectos, con mucha gente y… ya está.
(La coterapeuta y psicóloga se giran, de modo que están una enfrente de la
otra)
Psicóloga (haciendo de Genoveva): Buenas tardes, Ricardo.
Coterapeuta (haciendo de tutor): Buenas tardes.
Psicóloga (haciendo de Genoveva): He venido a hablar contigo de una cosilla,
que me tiene un poco preocupada.
Coterapeuta: Dime.
Psicóloga (haciendo de Genoveva): Pues mira, venía a decirte que la verdad
es que me he enterado hace relativamente poco que la otra alumna que tienes de
doctorado está escribiendo un montón de cosas, pese a que todavía no está con
la tesina avanzada y yo también quiero escribir.
Coterapeuta (haciendo de tutor): Pero es que todavía te dije que es mejor
que hasta que no termines la tesina no escribas nada, porque todavía no tienes
experiencia para escribir nada bien sobre algún tema.
Psicóloga (haciendo de Genoveva): Bueno, pero quizás yo podría escribir
bien si luego tú me lo revisaras. Yo te prometo que al mismo tiempo voy a seguir
escribiendo la tesina, que no la voy a dejar. Pero la verdad es que creo que a mí eso
me motivaría lo suficiente como para pegarle un avance importante a mi trabajo.
5
Nombre ficticio por razones de confidencialidad.
90
BEATRIZ MONTES BERGES y BEATRIZ CAMPOS NAVARRETE
91
APRENDIENDO A SER FELIZ
92
BEATRIZ MONTES BERGES y BEATRIZ CAMPOS NAVARRETE
93
APRENDIENDO A SER FELIZ
94
BEATRIZ MONTES BERGES y BEATRIZ CAMPOS NAVARRETE
95
APRENDIENDO A SER FELIZ
¿Qué es lo que pasa con esto? Eso es un extremo al que llegamos al cargarnos
el resto de alternativas, porque precisamente lo que hacemos es dicotomizarlas,
decir “tengo que elegir entre ésta o ésta”. El problema es que eso no es real, las
alternativas son múltiples, de hecho, hay libros, que hace cuatro o cinco años se
pusieron de moda, acerca del pensamiento lateral que consisten en generar más
alternativas de las que ves en un primer vistazo. Es decir, se trata de entrenarte en
generar alternativas. Yo te digo, por ejemplo, “¿De qué manera podrías conseguir
que no se caigan los bolígrafos con el estuche abierto?, ¿qué podrías hacer?”. (La
terapeuta señala con la mano con ademán de que comience a decir alternativas
de respuesta a la pregunta que ha planteado).
Paciente: Dejarlo quieto.
Psicóloga: Vale, ¿qué más?
Paciente: Ponerlo de modo que se quede de pie.
Psicóloga: ¿Qué más?
Paciente: Ponerlo tumbado.
Psicóloga: De acuerdo, ¿qué más?
Paciente: Cerrar la cremallera.
Psicóloga: Vale, cerrar la cremallera. ¿Más?
Paciente: Guardarlo en el bolso con la cremallera cerrada.
Psicóloga: Por ejemplo. ¿Qué más?
Paciente: (La paciente no sabe qué decir y sonríe). ¿Cuántas quieres?
Psicóloga: Veinte como mínimo. Por ejemplo, podría coger una aguja y coserlo,
o puedo ponerle imperdibles, incluso botones, o broches. Y también puedo sacar
los bolígrafos y así ya no se caen. ¿Entiendes lo que te digo?
Paciente: Sí.
Psicóloga: Por eso, si le preguntáramos a cualquier otra persona lo que
probablemente te diría sería “si no quieres que se caigan los bolígrafos, pues
espérate y cierro la cremallera y ya está”. No verían otras alternativas, si no que
sólo ven esa opción, cuando en realidad ya hemos visto que hay muchas formas.
Está bien que se tome una opción de entre un conjunto de opciones, pero el
problema, es que la mayoría de las veces no nos damos cuenta de que tenemos
más opciones. No sentimos la libertad de la opción de elegir una alternativa.
Lo más fácil sería elegir el cerrar la cremallera, pero se trata de que yo cuando
cierro la cremallera SIENTO QUE HE ELEGIDO cerrar la cremallera, pero que en
realidad tengo muchas más opciones.
Paciente: Vale. (La paciente asiente con la cabeza y sonríe al comprender lo
que la psicóloga le explica).
96
BEATRIZ MONTES BERGES y BEATRIZ CAMPOS NAVARRETE
Psicóloga: Vamos a poner otro ejemplo. El de una relación con una persona
que te importa, con tu novio o con una pareja, ¿vale?
Paciente: Vale.
Psicóloga: Pese a que te sientes súper dolida después de una discusión, puede
ser que reflexionando te des cuenta de que es lo mejor, has tenido otras opciones,
te podías haber bajado del burro, podías haber pedido perdón a pesar de que no
hubiera sido culpa tuya, dejarlo pasar, no haberle hecho caso cuando no quería
hablar, haber dicho “mañana lo hablamos más tranquilamente”, es decir, podías
haber llevado a cabo muchísimos comportamientos, infinidades de alternativas. La
que eliges, la eliges por algo, ¿sí o no?
Paciente: Sí. (La paciente asiente con la cabeza).
Psicóloga: Puede ser porque no quieres que las cosas pasen y tú necesites
poner límites, porque no vas a decir algo que no está bien según tu conciencia…
El caso es que la que has elegido, por mucho que te haga sentir mal en ese
momento, la has elegido tú.
Paciente: Pero eso se puede entrenar, ¿no? Eso de ver más alternativas.
Psicóloga: Eso es lo que vas a hacer esta semana.
Paciente: ¿Me puedo leer algún libro?
Psicóloga: Hay libros de pensamiento lateral, los puedes buscar.
Paciente: Vale.
Psicóloga: Pero no vas a encontrar muchas más cosas diferentes de lo que te
estoy diciendo, puesto que lo que te estoy diciendo es un resumen. Es cuestión
de que cada decisión que vayas a tomar, seas consciente de que no es la única
alternativa.
Paciente: Es que soy muy propensa a hacer eso.
Psicóloga: “NO ES LA ÚNICA ALTERNATIVA”. ¿Tú puedes aprobar el examen
de inglés? Sí, y sería maravilloso, pero si lo suspendes no pasa nada. No es la
única alternativa de tu vida.
Paciente: Cambiando de tema, he vuelto a aprobar el examen de inglés. (La
paciente lo dice sonriendo).
Psicóloga: ¡Enhorabuena! Pero si no hubieras aprobado no hubiera pasado
nada, aunque, por supuesto, ahora piensas “¡qué contenta estoy de haber aproba-
do!”.
(La paciente se sonríe).
Ese es el punto. Luego también nos podemos encontrar personas que dicen
“tía, enhorabuena, que has hecho no sé qué” y que responden “¡Bah! Tampoco es
para tanto”. Sí, mujer, disfruta de tus éxitos, alégrate.
97
APRENDIENDO A SER FELIZ
98
BEATRIZ MONTES BERGES y BEATRIZ CAMPOS NAVARRETE
Paciente: (La paciente comienza a reírse). Me río no por nada, sino porque
estás son mis frases. (Se queda un momento en silencio y pensativa). No, pero ya
no las utilizo tanto.
Psicóloga: ¡Hombre! Ya no, si has cambiado un montón. (La psicóloga lo dice
sonriendo y con tono irónico).
Paciente: (La paciente se sonríe). No, de verdad. Además, ¿sabes qué? No
sé si para bien o para mal, pero mi novio me está diciendo que últimamente me
cabreo. No es que me cabree y yo me enfade, sino que…
Psicóloga: … que pones límites.
Paciente: Sí. Contesto.
Psicóloga: ¿Y eso le gusta o no?
Paciente: No. (La paciente pone cara de felicidad y se ríe).
La verdad es que no me lo dice cabreado pero me dice: “Hay que ver cómo te
agobias”, pero como si estuviera bromeando. Y yo le digo “No, no, es que hay que
ser así”. Eso de adaptarme a todo el mundo…
Psicóloga: Eso está muy bien. No eres la primera paciente a la que le advierto
de “ten cuidadito que el cambio no le suele gustar a todo el mundo”.
Paciente: Sí, lo estoy notando.
Psicóloga: Porque claro, tú has puesto un límite entre él y tú aquí, dónde a él
le has dejado muchísimo espacio para maniobrar y tú tenías una pizca nada más.
(La psicóloga se lo representa con las manos). Y ahora estás corriendo el límite,
esa frontera, de modo que él está perdiendo todo el espacio que tenía, cuando
ya estaba acostumbrado a que fueras tú la que siempre te adaptaras sin poner
ninguna pega.
Paciente: Es que me estoy dando cuenta por días que él vivía muy fácil. Que
no es que…
Psicóloga: Si no era por nada, sino porque simplemente tú te adaptabas a
todo lo que él quería. A todo, todo.
Paciente: En algún momento que le he dicho yo “Bueno no, pero, ¿y si hacemos
esto?”, él me miraba con cara de asombro y me decía “Jo, ¿y eso?, pero… ¿por
qué?”, y yo le decía “¿Por qué? Pues porque a mí también me apetece…” y me
contesta “Bueno, ya está”, pero que se quedaba así un poco… Es verdad, es que
siempre tenía que decir sí a todo y adaptarme.
Psicóloga: ¡Tenía, tenía!
Paciente: Tenía, tenía. Solía. (La paciente lo dice sonriéndose y con cara de
sorprendida al verbalizar sus progresos). Solía adaptarme pero a todo.
99
APRENDIENDO A SER FELIZ
100
BEATRIZ MONTES BERGES y BEATRIZ CAMPOS NAVARRETE
101
APRENDIENDO A SER FELIZ
Paciente: Bueno, que estoy muy contenta, ¡qué me van a contratar! Estoy yo
con el presentimiento de que me van a contratar en un sitio muy chulo.
Psicóloga: ¿En Polonia?
Paciente: No, me vendría a vivir aquí a Jaén. Además lo de Polonia no lo
sé, porque es que ahora a mi novio lo han contratado en otro sitio, y sigue de
Ingeniero, y entonces está ahí que no sabe qué va a hacer.
Psicóloga: ¿No sabe qué hacer de las dos cosas?
Paciente: Sí. Pero yo le he dicho “a mí no me tengas así, o nos vamos o nos
quedamos, pero las cosas claras”. A ver si ahora yo voy a encontrar el trabajo que
quiero, que estoy detrás de él, y después me vas a decir: “nos vamos a Polonia”.
Y te voy a decir: “pues no”. Pero bueno ahí estamos.
Psicóloga: Bueno, pues ya está. El próximo día seguimos con lo que hemos
empezado hoy a trabajar, ¿de acuerdo?
Paciente: De acuerdo. Gracias, por todo.
Psicóloga: (La abraza). A ti. Hasta la semana que viene.
102
BEATRIZ MONTES BERGES y BEATRIZ CAMPOS NAVARRETE
103
APRENDIENDO A SER FELIZ
Sí, porque además como me he metido en la página del Instituto para ver
cómo son las habitaciones, las mesas, las plantas, es decir, ¡todo! Pues yo me
meto allí, veo cómo elijo mi ropa por las mañanas, me voy….
(La paciente y psicóloga sonríen).
Mira, me caliento la cabeza incluso para ver lo que voy a hacer de comer a
mediodía. ¡Genial! Bueno, muy bien. (La paciente sonríe de nuevo). Con mucha
ilusión.
Y luego lo de la sierra, que fui desde mi pueblo hasta otro sitio andando con
mi padre, y no hable casi nada con él por el camino. Lo que sí hice fue también
concentrarme, meditar. ¿Se puede meditar andando, no?
Psicóloga: Por supuesto.
Paciente: Estuve tres horas andado, ¡hombre, tres horas! Iba parando, pero
tú no sabes la fuerza que me dio eso, porque es que no podía más, hubo un
punto en el que se me engarrotaron los músculos de las ingles, que seguramente
fue lo único que no estiré y no podía andar. Fue entonces cuando me empecé
a concentrar y me decía a mí misma “yo soy fuerza, yo soy resistencia, yo soy
dureza y yo soy velocidad”. Solamente me decía eso durante todo el camino. La
gente, bueno en concreto mi tía que iba a mi lado, iba muy aburrida, porque yo
le decía “no te voy a poder hablar porque estoy concentrada en esto”. Todo el
camino me fui diciendo eso y llegué. (La paciente sonríe).
Psicóloga: Enhorabuena. Te ha servido el taller de meditación por lo que veo,
¿no?
Paciente: ¡Un montón! De verdad. Se reían un poco de mí, mi familia, porque
iba tan concentrada que me decían “¿qué te pasa que vas muy seria?” y lo les
decía, “no si no es seria, es que voy pensando”. “¿Pero cómo vas a ir pensando
si lo que vamos es cansados?”, y yo les decía “sí, pero si yo voy cansada, pero
es que no voy pensando en eso, voy concentrada en estas frases, sólo en estas
frases”. Me dieron un montón de fuerza, de verdad, fue genial.
Psicóloga: Eres una máquina, se te da una herramienta, y te sirve para todo.
(La psicóloga y paciente sonríen).
Me alegro mucho por ti, Genoveva.
Paciente: Estoy muy contenta.
Psicóloga: Bendito curso en que empezaste a despertar a todo esto, ¿no?
Paciente: ¡Buf! ¡Madre mía! Sí, ya ves cómo me está cambiando la vida. Ese
curso lo hice porque yo quise, es decir, porque me interesaba mucho, pero para
mí. Porque allí dije que era por lo de mi tesina y todo eso pero era para mí, porque
me gustaba ese tema.
Psicóloga: Me alegro mucho. Bueno, a ver qué me has traído hoy.
104
BEATRIZ MONTES BERGES y BEATRIZ CAMPOS NAVARRETE
105
APRENDIENDO A SER FELIZ
106
BEATRIZ MONTES BERGES y BEATRIZ CAMPOS NAVARRETE
107
APRENDIENDO A SER FELIZ
Psicóloga: Luego están “los errores como aviso”, ya que los errores muchas
veces son avisos, como, por ejemplo, cuando tocas el fondo de una sartén y te
quemas, es un aviso para que no toques más el fondo de una sartén porque te
va a salir una ampolla. Cuando tu abres el horno e intentas sacar lo de dentro sin
ponerte nada en las manos antes, de pronto gritas. Eso sería un error como aviso.
Paciente: Sí.
Psicóloga: O cuando tú te dejas varios días el coche con la batería sin
desconectar y al cuarto día resulta que te quedas sin batería, pues es un aviso
para que la próxima vez no lo hagas porque sabes que si no vas a tener un
problema, porque el coche no va a arrancar.
Luego están “los errores como prerrequisito de la espontaneidad”. Esos son
los errores que se cometen por simplemente ser una persona espontánea. Sería
el ejemplo de las veces que dices, “no tenía que haber dicho X”. Claro, no tenía
que haber dicho eso, pero si siempre estoy pensando hasta el límite todas las
palabras que digo, probablemente perdería frescura, perdería espontaneidad.
Hay que entender esos errores como un precio que hay que pagar, como un
impuesto para tener la posibilidad de ser espontánea. Cuántas veces no decimos
algo y luego pensamos “anda si a esta persona le he dicho justo lo que no le tenía
que decir”, ¿verdad?, pero tú no lo has dicho pensando en eso, te ha salido así,
lo has dicho espontáneamente.
“Errores como una cuota necesaria”, como una cuota necesaria de aprendizaje,
de hacer cosas. Una cuota necesaria, por ejemplo, sería “es que no voy a hacer
este curso porque…, y si luego…, no voy a contestar esta pregunta porque si
luego la tengo mal y…”, ya pero es una cuota necesaria, para sacar una buena
nota tienes que contestar un examen, y eso conllevaría preguntas que vas a tener
mal, no vas a ser perfecta en todo, ¿verdad?
Los “errores como algo inexistente en el presente”, los errores siempre son
del pasado, porque si no, no lo puedes catalogar como un error; los errores ya
los has cometido. Cuando te das cuenta de que lo son, es que ya los has hecho.
Ahora, dentro de los tipos de errores, hay muchos. Están los “errores de
hecho”. Los errores de hecho son cuando, por ejemplo, estás pensando una cosa
pero dices otra, como si quisieras llamar a Isabel y dices Marta, o cuando te dicen
un número de teléfono, y te lo están diciendo bien, pero tú lo apuntas mal. Esos
son los errores de hecho.
Luego están “los fracasos en la consecución de un fin”, que se refieren a
cuando te pones una meta, y no la puedes conseguir.
Paciente: Eso es duro.
108
BEATRIZ MONTES BERGES y BEATRIZ CAMPOS NAVARRETE
109
APRENDIENDO A SER FELIZ
110
BEATRIZ MONTES BERGES y BEATRIZ CAMPOS NAVARRETE
111
APRENDIENDO A SER FELIZ
112
BEATRIZ MONTES BERGES y BEATRIZ CAMPOS NAVARRETE
He puesto por qué tuve el error, qué sentía en ese momento y qué cambiaría
ahora.
“Tuve una relación con una persona que no me convenía. En ese momento de
mi vida sólo me apetecía divertirme y salir de mi círculo de amigos. Estaba bastante
triste porque no me iba muy bien en la carrera, y necesitaba desconectar de todo.
Si volviera atrás no hubiera tenido esa relación, me habría parado a pensar otras
alternativas que a largo plazo sí serían mejor para mí. Podría haber estudiado más
y simplemente expresar cómo me sentía.”
Psicóloga: Muy bien.
Paciente: Dos: “Perdí a mi mejor amiga de toda la vida. Durante un tiempo
concreto de mi vida comencé a sentirme muy sola porque mi pareja se había ido a
Alemania a estudiar, y yo por mi parte tenía más trabajo del que podía. Si volviera
atrás, quizás habría renunciado a alguno de los trabajos que tenía, y así podría a
ver tenido tiempo para salir con ella. Sin embargo, en esa época sentía que si me
paraba y no trabajaba, me asaltarían los pensamientos de soledad, con lo cual,
estaba todos los días trabajando y estudiando, con tal de no tener tiempo libre.”
Me he dado cuenta que en casi todos, la razón era que me sentía sola.
Psicóloga: ¿Y por qué piensas que te sentías sola? ¿A qué le achacas tú ese
sentimiento de soledad?
Paciente: No lo sé (la paciente se queda pensativa); no lo sé, pero en casi
todos era sentirme sola, sentirme muy sola.
Psicóloga: ¿Cuál es la diferencia entre las personas que están solas y las que
se sienten solas? No todo el mundo que está sólo, se siente sólo, ¿no?
Paciente: Sentirse querido.
Psicóloga: ¿Sentirse querido?
Paciente: Sí.
Psicóloga: ¿Y de dónde tiene que salir ese sentirse querido?
Paciente: (La paciente se queda pensativa). Pues de mí.
Psicóloga: ¿Puede ser?
Paciente: Sí.
Psicóloga: Si ahora tu novio se fuera a trabajar fuera, ¿te volverías a sentir así
de sola?
Paciente: Pues seguro.
Psicóloga: ¿También?
Paciente: Un poco sí.
Psicóloga: Pues yo creo que no.
113
APRENDIENDO A SER FELIZ
114
BEATRIZ MONTES BERGES y BEATRIZ CAMPOS NAVARRETE
115
APRENDIENDO A SER FELIZ
116
BEATRIZ MONTES BERGES y BEATRIZ CAMPOS NAVARRETE
no sabía por qué me sentía mal, y he llegado a cometer bastantes errores graves.
Psicóloga: ¿Y te sientes reconfortada de ver que cuando termines todo esto,
esos errores no los vas a volver a cometer?
Paciente: ¡Muy!
Psicóloga: ¿Muy?
Paciente: Muy reconfortada. Además, llevo dos semanas de oportunidades
buenas, de cosillas, y estoy súper agobiada, pero me encanta. (La paciente sonríe).
Psicóloga: Pero, ¿te das cuenta de que todo eso va cambiando conforme vas
cambiando tú tu imagen de ti misma?
Paciente: Ya.
Psicóloga: Si tú crees que eres una fracasada y que nunca tendrás nada, pese
que te has matado a estudiar, las oportunidades que van a llegar a tu vida serán
mucho menores, tanto en cantidad como en calidad de lo que tú te merecerías,
eso es lo que te va a pasar.
Paciente: Es que estaba completamente… desilusionada con todo.
Psicóloga: Si tú lo que quieres es lo contrario, piensa que lo que te va a
llegar es lo contrario. Piensa: “soy una persona dichosa, ¡qué suerte tengo, tengo
oportunidades por doquier!”, y así llegarán.
Paciente: Eso es como la ley de la atracción.
Psicóloga: ¡No!, “es como” no, es la ley de la atracción. Nuestros pensamientos
nos dan más poder del que creemos. Nuestros pensamientos son vibraciones.
Paciente: Pues de aquí para atrás, mis vibraciones han sido… ¡puf! Además,
es que yo no tenía ni un pensamiento bueno, ni positivo, ni nada.
Psicóloga: ¿Y cómo te ha ido?
Paciente: Pues que no sé ni cómo he sacado algo.
Psicóloga: ¿Y cómo son tus pensamientos ahora?
Paciente: ¡Buf!, veo muchas más esperanzas.
Psicóloga: ¿Tú sabes por qué has sacado algo? Porque en realidad pensabas
“después de mucho esfuerzo, soy capaz de conseguir las cosas”, y así es como
te iba.
Paciente (afirmando y con cierta nostalgia y alegría de superación): Después
de mucho esfuerzo.
Psicóloga: Claro, después de mucho esfuerzo. ¿Cuánta gente conoces, que
su creencia es la contraria: “apenas me esfuerzo algo, y siempre apruebo”?
Paciente: Mi novio.
117
APRENDIENDO A SER FELIZ
Psicóloga: Yo también soy una de esas, que jamás estudio, como para los
exámenes de yoga o inglés, y luego saco nueve o diez. Bueno “jamás estudio”
tampoco es cierto totalmente; yo presto mucha atención cuando estoy en clase,
pero luego en mi vida diaria, cuando tengo que elegir entre estudiar o hacer
otras cosas, prefiero hacer otras cosas, porque normalmente para mí son más
necesarias o más urgentes.
(La paciente y la psicóloga sonríen).
Si tengo que elegir entre ir a la montaña o estudiar inglés, elijo irme a la
montaña, porque eso a mí me recarga y lo necesito, o si tengo que ir al hospital
a acompañar a alguien, para mí eso es más importante que estudiar. Pero en el
fondo, en mi fuero interno, sigo pensando y creyendo, que da igual lo que estudie,
si al final voy a sacar un sobresaliente.
Paciente: ¿Estás tan convencida de que llegas a ese punto justo así?
Psicóloga: Exactamente.
Paciente: Es que es difícil convencerte.
Psicóloga: Claro, pero haz la prueba y lo verás.
Paciente: Ya lo sé, yo sé que es eso, pero convencerte al cien por cien, yo sé
que no llego a ese nivel.
Psicóloga: Y sin embargo, yo en mi carrera, yo era de las que pensaba “yo
saco muy buenas notas, pero porque me lo curro un montón” y siempre me lo
tenía que currar un montón para sacar buenas notas. En el momento, en el que yo
me dejaba una frase sin estudiar o que simplemente esa frase la entendiera peor,
esa frase me caía. Porque yo pensaba “tengo tan mala suerte que seguro que me
cae” y efectivamente me pasaba.
Cuando yo fui consciente de eso, dije: “no, no, no, a esto voy a darle yo la
vuelta. Yo soy una persona afortunada, una persona inteligente, tan inteligente
que no necesito nada más que atender en clase”.
Esto que parece que es muy fácil, pero no lo es, porque te lo tienes que creer
y lo tienes que generalizar a otras situaciones en las que, por ejemplo, a mí me
cuesta más trabajo.
Paciente: Es que eso es lo que te iba a decir, ¿nunca te va a venir ni una
duda, ni una duda?
Psicóloga: Es que no puede venirte esa duda.
Paciente: Ya lo sé, yo estoy así ahora con el examen ese que me tienen que
hacer para lo de la beca, estoy súper concentrada en que es para mí.
Psicóloga: ¿Tú dudas que tu madre te quiera?
Paciente: No.
118
BEATRIZ MONTES BERGES y BEATRIZ CAMPOS NAVARRETE
Psicóloga: Pues así tiene que ser. ¿A que jamás te asalta ninguna duda de
que tu madre te quiere?
Paciente: No.
Psicóloga: Te puede venir la idea en distintas situaciones; algo así como
“¡cómo se equivoca mi madre, qué manera de meter la pata, qué egoísta se está
volviendo!” o lo que tú quieras, pero jamás dudas de que tu madre te quiere.
Paciente: Sí.
Psicóloga: Es bastante fácil el ejemplo, ¿verdad?
Paciente: Sí. (La paciente asiente con la cabeza y pone cara de tranquilidad
al haberlo comprendido).
Psicóloga: Te pueden asaltar dudas de otras cosas, pero no de eso. Por
ejemplo, yo pienso que soy una magnífica terapeuta. Que me lleva eso, a que
sea cual sea el problema de la persona que tenga delante, siempre ayudo a
solucionarlo, ¿entiendes? Yo pienso que soy todo lo buena que puedo ser, segura-
mente podría ser mejor, y probablemente dentro de unos años seré mejor, cuando
vaya acumulando experiencias, historias previas y demás. Pero el hecho de que
yo crea, que lo que tengo enfrente siempre lo voy a poder solucionar, hace que
lo haga. Tengo todo más disponible, ¿entiendes? No podemos confundir el creer
en nosotras mismas con pensar que somos soberbias, y menos aún con dejar
que nos influya que otros lo consideren, porque detrás lo que suele haber es sólo
envidia.
Tú te vas al extranjero, con el inglés que sabes y dices “¡qué bien lo voy a
hacer! Con todo lo que sé, es cuestión de que esté disponible en mi cabeza para
que yo lo suelte en un momento determinado.” Y eso hace que efectivamente
esté disponible. Ahora, imagina la situación contraria: que lo tengas tú todo en
la cabeza y digas “es que no he hablado, no he hablado lo suficiente, es que no
tengo práctica; sí, tengo mucho conocimiento teórico pero poca práctica”. Eso
hará que en un momento determinado, te quedarás trabada al hablar, y luego
pensarás: “será posible, con todo lo que sé y no puedo hablar”; pero tú sola lo has
provocado, ¿lo ves?
Paciente: Sí, estoy trabajando en ello.
Psicóloga: ¿Has visto en eso en los concursos?
Paciente: Algunas veces.
Psicóloga: Yo recuerdo ahora mismo uno, y a un concursante concreto que
llegó a los cien programas de un tirón. Este hombre tenía cara de no saber nada,
cara de pringado (la psicóloga y la paciente sonríen), pero lo acertaba todo. Lo
curioso era que cuando decía algo como por azar y acertaba, ponía cara de pensar
“¡qué suerte, no tenía ni idea!” (la psicóloga pone la cara que el concursante ponía).
119
APRENDIENDO A SER FELIZ
120
BEATRIZ MONTES BERGES y BEATRIZ CAMPOS NAVARRETE
llegado tarde, que por tu culpa ya no vamos a poder hacer nada, no vamos a
poder terminar”. Entonces, tú reconoces la parte de que sí es verdad que has
llegado tarde, pero también dirías, “creo que todavía tenemos tiempo suficiente
para terminar”. Reconoces la parte que te interesa y la otra la desmientes o haces
lo que sea. Esto ya hace que se eviten problemas. Esto te será útil para tu director
de tesis y para tu padre, ya que puedes asentir una parte y la otra negarla o
simplemente no contestarla.
También tienes la posibilidad de asentir en términos de probabilidad, es decir,
se puede tener razón en parte; por ejemplo, sí que es verdad que podría ocurrirte
un accidente si conduces a más velocidad de la cuenta. Por eso se puede asentir
a esa parte de verdad.
Luego estaría la interrogación, que surge cuando necesitamos pedir más
información.
Por último, tienes que integrarlo todo a modo de esquema para ir diciendo
al crítico, “¿es constructivo? Sí, no o no lo sé”. Si decides que sí es constructivo,
tienes que ver si es exacto o no es exacto; si no es exacto, se corrige el error, y
si es exacto, se reconoce, aunque sea una parte concreta, corrigiéndose el error.
Por otro lado, si decides que no es constructivo tienes que ver también si es o
no exacto. Si lo es, se reconoce, y si no es exacto, se oscurece. Por último, si no
se sabe si es constructivo, has de preguntar para salir de la duda. Por ejemplo, si
alguien te dice, tu trabajo no está todo lo bien que debería, y tú no sabes si eso
es constructivo o no, entonces preguntarías “¿a qué te refieres con eso?, ¿cómo
debería haberlo hecho según tú?”, y dependiendo de la respuesta vuelves otra vez
a ver si es constructivo o no.
Paciente: Muy bien, entonces ya está, ¿no?
Psicóloga: Sí, si no tienes ninguna duda, nos vemos ya la semana que viene.
Paciente: Pues hasta la semana que viene entonces. ¡Qué paséis buen fin de
semana!
Psicóloga: Igualmente. (La psicóloga le abraza). Adiós, Genoveva.
Paciente: Adiós.
121
APRENDIENDO A SER FELIZ
122
BEATRIZ MONTES BERGES y BEATRIZ CAMPOS NAVARRETE
me decía a mí misma: “esto es una valla, no pasa nada, ¿es constructivo? ¡No!,
¿es exacto?, ¡pues no!”, tendré el culo gordete, pero pesarme no me pesa. (La
paciente sonríe).
Ante eso, lo que hacía era decirle “bueno, vale”, pero cuando ya me cansé le
dije: “mira, sabes que pasa, que yo llevo este ritmo”. La gente que iba delante de
mí, que era de mi familia todo el mundo, iban muy deprisa y luego se paraban; sin
embargo, yo iba la última, pero siempre tenía el mismo ritmo. Sin embargo, en las
cuestas ellos se venían abajo, y yo seguía con el mismo ritmo, y desde mi punto
de vista eso no es malo, ¿no? Pues bueno, él lo único que decía era: “¡qué te he
dicho que no te quedes atrás!”. Ya está, eso era todo lo que me decía.
Psicóloga: Pero, ¿te afectaba?
Paciente: No.
Psicóloga: Lo que pensabas era cuando lo veías venir era algo así como: “ya
viene a decirme que me pesa el culo, venga que voy a contar, uno, dos tres. ¡Ya
me lo ha dicho!”.
(La paciente y la psicóloga sonríen).
Paciente: Sí. Es que ése era el mensaje más bonito que me decía. Pero bueno.
Psicóloga: Casi podías predecir qué te iba a decir y el tiempo que iba a tardar
en hacerlo.
Paciente: Sí. Cada vez que bebía agua él me decía: “el agua, ¿para qué? No
te pares”. Y yo, en vez de responder y decirle “necesito beber, necesito pararme un
minuto, estirar y después seguir” que era lo más fácil, lo que hacía era quedarme
callada.
Psicóloga: ¿De cuántos kilómetros estamos hablando?
Paciente: No eran tantos, pero es que nos perdimos. Hubiésemos tardado seis
horas aproximadamente, todo el mundo tarda seis horas, pero tardamos once,
porque mi padre no recordaba bien el camino.
Psicóloga: Y fue incapaz de admitirlo, ¿no? Ni de pedir ayuda, ni de preguntar.
Paciente: Sí. Cuando se dio cuenta ya era tarde. Habíamos perdido tres horas
andando, estábamos dando vueltas, bordeando un pueblo.
Hubo gente que no pudo llegar por eso. A mi tía, por ejemplo, tuvieron que
montarla en un caballo, que pasaba por casualidad también de ruta y llevarla
hasta la carretera para que la recogieran con un coche porque se le engarrotaron
los músculos, se le tensaron y se quedó paralizada de lo nerviosa que se puso.
Acabaron engarrotándosele todos los músculos.
Todos teníamos los músculos muy tensos de haber estado subiendo y bajando,
continuamente. ¡Es que eso era escalar, no era andar! Cuando ya llegamos al
123
APRENDIENDO A SER FELIZ
camino que teníamos que seguir, ya llevábamos cuatro horas andando, íbamos
todos muertos. Ninguno teníamos ya ánimo, él era el único que tenía ánimo.
Psicóloga: ¡Claro, porque no podía hacer otra cosa! ¿No?
(La paciente y psicóloga sonríen).
Paciente: Pero bueno, al final se dio muy bien, ya he dejado eso hecho. Y
llegué, cosa que yo creo que habría dudado bastante hace un tiempo. Era la
última, tenía el paso muy corto, pero iba muy bien, la verdad es que me sorprendí.
Psicóloga: ¿Y tu novio que iba a tu lado?
Paciente: Sí, a mi lado. Bueno no, al principio iba también de chulito, iban todos
de subidos, diciéndome que no podían seguir mi ritmo porque se le cargaban los
músculos de ir tan despacio. Yo le decía “de acuerdo, no pasa nada, sigue delante
y tú te paras cuando os paréis todos a descansar, y mientras llego yo”. Llegó un
punto en el que ya estaban todos cansados de dar pasos demasiado largos, de
haber avanzado mucho y ya se quedaron todos a mi paso, a mi ritmo. Yo le decía,
con cierto tono de ironía: “Alberto, pero tú sigue, sigue delante que a mí me da
igual, yo me sé el camino, si es todo recto, es seguir el camino”. Y él me decía:
“no, no si es qué voy bien a este ritmo”. (La paciente sonríe). Y yo le increpaba:
“¡Venga ya! ¿Ahora vas bien a mi ritmo? (La paciente lo dice con tono irónico).
Pues venga entonces”.
(La paciente y psicóloga sonríen).
Yo me lo tomé muy bien, para lo duro que fue, me lo tomé muy bien, muy bien.
Psicóloga: Me alegro muchísimo. Y además, tú sola te das cuenta de que si
esto hubiera sido hace dos o tres meses, hubiera sido impensable que lo hubieras
hecho, y que te hubieras sentido tan bien. Eres consciente de que en esto ha
tenido mucho que ver el proceso que estás haciendo.
Paciente: Claro. Yo no quería ni ir a comprar con mi padre. Cuando vamos a
comprar, -que hacemos la compra de la semana-, yo no era capaz de ir con él.
¡Pensar que tenía que aguantarlo durante unas horas! Me era imposible ir con él.
Y mira, he aguantado ir con él, pese a que iba todo el camino machacándome,
pero bueno, lo he hecho.
Psicóloga: ¡Qué bien!, me alegro un montón.
Paciente: Yo también me alegro.
(La paciente y psicóloga sonríen).
Psicóloga: Bueno, pues dejamos esto aquí. Te voy a explicar el penúltimo
trabajo que tienes que hacer.
Paciente: ¿El penúltimo? ¡Qué bien!
124
BEATRIZ MONTES BERGES y BEATRIZ CAMPOS NAVARRETE
Psicóloga: Vamos a trabajar cómo pedir lo que se quiere. Para ello, vas a ver
las necesidades legítimas, vas a diferenciar que son las necesidades y que son los
deseos. Hay necesidades físicas, tales como el agua, los alimentos, de ropa, de
temperatura, sexuales, etc. Luego también hay necesidades emocionales, tales
como las de amar y ser amado, tener compañía, sentirse respetado o respetar a
los demás, necesidad de simpatía y compasión, de aprobación, de reconocimiento.
¿Me sigues? Te recuerda esto algunas cosas, ¿verdad?
Paciente: Sí, pero estoy pensando que hay personas de las que ya no necesito
nada.
Psicóloga: Pero con esto no se trata de ver si las necesitas de una persona o
de otras.
Paciente: Ya, aquí lo que voy a trabajar es lo que necesito.
Psicóloga: Eso es, pero teniendo en cuenta que frecuentemente cometemos
el error de confundir lo que necesitamos y lo que deseamos.
Paciente: Es que yo necesitaba muchísimo la de mi padre.
Psicóloga: Pero eso no es una necesidad para ti ahora. Tú necesitas reconoci-
miento, pero no reconocimiento de tu padre. Cuanto más larga hacemos la oración,
más difícil hacemos el recibirla. Tú como persona necesitas aprobación, ¿vale?,
pero de quién venga ese reconocimiento no forma parte de esa necesidad. Cuanto
menos larga hagas la frase, menos difícil harás el poder ejecutarla. Por ejemplo,
si la frase fuera “necesito reconocimiento de mi padre cada vez que apruebo
un examen” esto sería más difícil de conseguir que si nos limitamos a “necesito
reconocimiento de mi padre” a secas, o “necesito reconocimiento cuando apruebo
un examen”.
¡Qué necesitas aprobación!, pero aprobación en general. Primero de ti misma,
y eso hará que necesites en mucha menos cuantía la de los demás.
A mí me habrás oído muchas veces decir que estoy muy bien sola, independien-
temente de que tenga o no pareja, porque yo cuando quiero cariño, tengo mucha
gente que me quiere, cuando quiero que me escuchen, tengo mucha gente que
me escucha, cuando quiero compañía, tengo mucha gente para que me haga
compañía. ¿Me explico? Si yo me centrara en “yo quiero una pareja, que me
escuche, que me comprenda, que me dé cariño, que…”, probablemente, cada
vez que estuviera sola, estaría amargada. Yo no le pongo nombres y apellidos a
de quién recibir eso. Eso lo tengo de muchas personas pero es que a mí me da
igual de quién lo reciba. Eso es muy importante. Todo lo demás, son esquemas y
establecimientos sociales, arqueotipos, o introyectos que no tienen por qué existir.
Eso de que tienes que tener una pareja que te haga sentir de una manera muy
concreta te esclaviza. Y si a una persona no la hace sentir así, ¿entonces eres o
no eres feliz? La idea que hay de que “con una pareja tienes que compartirlo todo”,
125
APRENDIENDO A SER FELIZ
tampoco es del todo cierta, porque hay parejas que no lo comparten todo, ni el
cincuenta por ciento y son plenamente felices. ¿Dónde está escrito eso de que
tenga que ser así?
Y lo mismo que te digo sobre la pareja, te lo digo en relación con los padres.
Tú puedes tener una estupendísima y buena relación con tu madre y tu madre
no entenderte en algo en toda la vida, ¿y qué?, ¿y eso va a hacer que la quieras
menos o que te quiera ella menos a ti? ¡Pues no! ¿Dónde está escrito que para
que el amor materno-filial o paterno-filial sea completo y pleno tiene que ser
comprensible en todas las dimensiones de tu persona, ¿por qué?
Paciente: Sí. (La paciente pone cara de asombro y asiente con la cabeza).
Psicóloga: No le pongas nombre a esos deseos. Venga seguimos. También
están tus necesidades intelectuales, que serían aquellas de crecer, de cambiar,
de comprender, de estimularte en tu desarrollo intelectual.
Por otro lado, estarían tus necesidades sociales, que serían las de necesidad
de interacción con los demás, de sentirte perteneciente a un grupo y de ser
autónoma.
También están tus necesidades espirituales, de darle un sentido a tu vida, de
introducir un valor a tu propia vida. ¿De acuerdo?
Paciente: Sí.
Psicóloga: Vas a trabajar la diferencia entre las necesidades y los deseos,
porque es muy importante. Las necesidades no se pueden elegir, los deseos sí.
A mí no me gusta utilizar la palabra capricho, porque los caprichos son deseos
tontos e innecesarios y algunas veces incluso irracionales. Pero el siguiente paso
de un deseo, sería un capricho. Las necesidades, son imprescindibles para vivir,
para vivir bien, desarrollándote como persona. Los deseos son elegibles, ¿vale?
(La paciente asiente con la cabeza).
Sabiendo todo eso, vas a hacer un inventario de tus deseos, en el que pongas
cuáles son tus deseos y el malestar que te produce no tenerlo, tales como la
aprobación de una persona. Tienes que poner también a quién tienes dificultad
para pedir y cuándo tienes dificultad para pedir, qué cosas te cuestan más trabajo
pedir, etc.
Una vez que hayas hecho eso, vas a practicar diferentes maneras de pedir.
Poniendo el nombre de a quién le quieres pedir, lo que le quieres pedir, cuándo,
dónde y con quién. Es decir, tienes que pensar en cosas que tú quieres, y en
cómo lo pedirías.
También vamos a trabajar los mensajes completos, que incluyen tus pensa-
mientos y tus sentimientos, y que se integran en los mensajes Yo. Por ejemplo,
imagínate que llegaras tarde a tus sesiones, y yo te podría decir “Genoveva,
126
BEATRIZ MONTES BERGES y BEATRIZ CAMPOS NAVARRETE
creo que ya llevas varios días llegando tarde, y cuando tú llegas tarde siento que
consideras que mi tiempo no es tan importante como el tuyo y yo siempre estoy
en desventaja, por eso me gustaría que hicieras un esfuerzo por llegar a tu hora”.
(La paciente se queda en silencio y con cara de asombro).
¿Te ha gustado, no?
Paciente: Sí.
(La paciente y psicóloga sonríen).
Es que a mí siempre me ha costado mucho trabajo hablar así.
Psicóloga: Pues mira, también vas a trabajar las reglas de las peticiones, cómo
se hacen las peticiones. Tienes que realizar tres peticiones lo más claras posibles,
para lo que tienes que convenir con la otra persona el momento y lugar; que la
petición sea lo suficientemente pequeña, para evitar una resistencia. Imagínate
que tú por ejemplo le pides a tu novio: “por favor, te pido que me quieras para
siempre”; él podría seguramente decirte: “te has pasado un poquillo, ¿no? Me
podías haber pedido algo más concreto”.
(La paciente sonríe).
Para hacer esas tres peticiones, no puedes culpar o atacar a la otra persona;
si no, pierdes la fuerza de la petición aunque sea muy legítima. Además, tienes
que ser específica, diciendo, si es posible, cifras y horas de lo que deseas.
Utiliza una expresión corporal afirmativa, y abierta. Puede resultarte útil, decir las
consecuencias positivas tales como “así yo me voy a sentir mejor”, o “me resultará
mucho más fácil hacer mi trabajo”. ¿Te gusta?
Paciente: Sí, mucho. La verdad es que esto me va a ayudar un montón con
mi tutor de tesina.
Psicóloga: ¡Por cierto! ¿Qué pasó con la sorpresa aquella que le diste a tu
novio el día de los enamorados, que quedó pendiente la conversación de lo mal
que lo había hecho cuando terminara los exámenes?
Paciente: Hablamos, hablamos.
Psicóloga: ¿Y qué? Eso no me lo contaste.
Paciente: No, eso no te lo conté. Hablamos, pero le costó, le costó porque dice
que eso estaba ya pasado, tal y como tú me dijiste. Me dijo: “eso ya es pasado;
eso ya lo asumimos los dos y no pasaba nada”.
Psicóloga: Y has aprendido de eso, ¿no? Has aprendido que es mejor no
dejarlo pasar.
Paciente: Sí.
(La paciente y psicóloga sonríen).
127
APRENDIENDO A SER FELIZ
128
BEATRIZ MONTES BERGES y BEATRIZ CAMPOS NAVARRETE
129
APRENDIENDO A SER FELIZ
130
BEATRIZ MONTES BERGES y BEATRIZ CAMPOS NAVARRETE
Paciente: Muy bien, pues hasta la semana que viene. (La paciente se dirige a
la psicóloga y la abraza). Adiós.
Psicóloga: Adiós, Genoveva.
131
APRENDIENDO A SER FELIZ
132
BEATRIZ MONTES BERGES y BEATRIZ CAMPOS NAVARRETE
133
APRENDIENDO A SER FELIZ
lado y me dijo: “¿Qué te queda, qué te falta…? Venga, vamos a poner fechas,
vamos a poner tal y cual…”. Salí muy contenta. (La paciente sonríe).
Psicóloga: Muy bien, ¡cuánto me alegro! ¡Cómo ha cambiado tu vida! (La
paciente y psicóloga sonríe). Venga, continúa.
Paciente: La siguiente petición fue para Alejandra, mi mejor amiga. Lo que
quiero es poder elegir decirle cuándo salgo y cuándo no, porque mi amiga está
sola, no tiene pareja…
Psicóloga: ¿Es muy rígida?
Paciente: Sí, un poco rígida pero para la hora de salir. Con ella hay que salir sí
o sí. (La paciente sonríe). Eso de ver películas y quedarse en casa tranquilamente,
¡no! Hay que salir. El problema es que yo no soy así, entonces lo que le intenté
decir fue lo siguiente:
“Alejandra, habrá veces en las que no podré salir contigo, pero puedes contar
conmigo para otro día, ya que los fines de semana me gusta estar con Alfredo. Sin
embargo, nosotras podemos quedar cualquier día entre semana tranquilamente.
Además puedes llamarme cuando lo necesites, intentaré estar siempre que
pueda”.
Esto es lo que he hecho.
Psicóloga: ¿Se lo has dicho?
Paciente: Sí. Y al final… te lo juro que no sé cómo lo he hecho, pero ha
decidido salir con los amigos de mi novio. Se han hecho amigos y salen juntos.
(La paciente sonríe).
Psicóloga: ¡Qué bien! ¿Tú te das cuenta que en realidad es tu predisposición
y tener claro lo que vas a hacer o decir, a atraer, y tener seguro lo que le vas a
decir, lo que hace que al final lo consigas?
Paciente: Sí.
Psicóloga: No es eso que tú dices de “no sé ni cómo lo he hecho”.
Paciente: Sí, es que no sé ni cómo lo he hecho.
Psicóloga: Es que, probablemente, lo único que has hecho tú ha sido atraerlo,
y el universo6 se ha organizado para que al final ocurra, ¿no?
Paciente: Esta semana me he estado sintiendo un poquillo mal, porque llevo
dos días fallándole, diciéndole que no podía quedar, y ya lo habíamos hablado
la semana anterior. Hace dos semanas habíamos quedado en dos días de esta
semana para vernos. Lo teníamos planeado, y el día de antes, se la he jugado y
le he dicho que no podía. ¡Es que no podía! Me han surgido veinte mil cosas y no
6
Según la Ley de la atracción, atraemos lo que queremos, lo que pensamos. Se
puede leer entre otros libros en El Secreto de Rhonda Byrne.
134
BEATRIZ MONTES BERGES y BEATRIZ CAMPOS NAVARRETE
podía. La verdad es que por eso me estaba sintiendo un poco culpable, pero ¡no
sé cómo!, al final ella ha salido por su cuenta.
Psicóloga: Muy bien. ¿Te das cuenta como no eres tan imprescindible?
Paciente: (La paciente asiente con la cabeza). Ni se ha enfadado, ni me ha
tratado diferente…. Al revés, me ha llamado, me ha dicho que cuando pueda que
hablemos, que…
Psicóloga: Eso te da más seguridad, ¿no?
Paciente: (La paciente suspira y sonría). Sí, estoy genial.
Psicóloga: ¿Te das cuenta de cómo la sensación esa que tú tenías al principio
de “en el momento en que les falle no me van a querer” era falsa?
Paciente: Sí, totalmente. Sobre todo con mi amiga me sentía muchas veces
culpable, porque había veces que no sabía cómo hacerlo, que no podía dividirme
entre mi novio y ella.
Psicóloga: Ya nunca más la volverás a tener, ¿no?
Paciente: (La paciente suspira). No, por favor, ¡no! No quiero sentirme mal.
De hecho, ¡no voy a sentirme mal! (La paciente y psicóloga lo dicen al unísono y
sonríen).
Psicóloga: ¡Muy bien! (La psicóloga le aplaude y ambas sonríen).
Paciente: Bueno, y por último, a la última persona que he puesto ha sido a mi
madre. Lo que quiero es que intente comprenderme a la hora de poner en común
nuestros pensamientos respecto a la comida, porque llevo dos semanas que no
estoy comiendo mucho, pero yo estoy bien. Se lo intenté decir y le dije: “Mira
mamá, hay veces en las que no me apetece comer tanto, y necesito que respetes
mi decisión. No te preocupes, me siento bien, estoy bien, como lo que me apetece
y me siento mejor que nunca, pero, por favor, no insistas tanto en la comidas.
Agradezco tu intención pero necesito algo de espacio”.
Psicóloga: Muy bien.
Paciente: Hay veces que me comprende y lo respeta, y veces que no, pero
bueno, ahí la comprendo también.
Psicóloga: Con las madres y la comida hay que usar la técnica del disco
rayado. (La psicóloga y paciente sonríen). ¿Tú sabes cuál es esa técnica?
Paciente: Decirle todo el tiempo “Sí, mamá”.
Psicóloga: No, la técnica consiste en repetirle el mismo discurso como cuarenta
veces a la semana, y llegará un momento en que, algunas de las veces, le llegue
a su cerebro. (La psicóloga lo dice con tono bromista y sonriendo). Yo creo que las
madres tenemos algún triángulo de las Bermudas en nuestro cerebro, de manera
que los mensajes sobre la comida se pierden en él. Hacen eco en la cabeza y no
135
APRENDIENDO A SER FELIZ
136
BEATRIZ MONTES BERGES y BEATRIZ CAMPOS NAVARRETE
(La paciente sonríe). Yo estoy muy concienciada, y empezaba “yo soy tal, yo soy
esto, yo puedo”, vamos, me reforzaba. Por eso, sobre todo, lo que me sorprendió
del examen fue el estado de ánimo, el relacionarme con la gente y que a pesar de
lo nerviosa que estaba y de la situación, y de lo que me estaba jugando con ese
examen, pude abrirme.
Psicóloga: Pudiste saludar…
Paciente: Sí, y ayudar a gente y que me ayudaran a mí, compartir con gente
cosas, y aguantar la prueba, aunque suene así raro, soportarla, porque es que fue
bastante dura, pues consistió en pasar muchas horas esperando para hacer un
examen.
Psicóloga: Sí, una situación muy estresante mantenida durante mucho tiempo.
Paciente: Sí. Yo sé que si esto me hubiera pasado antes de conoceros a
vosotras, antes de llegar aquí, no lo hubiera aguantado, y sí lo hubiera aguantado,
yo creo que a otro día, hubiera caído mala ¡seguro!, porque es que es lo que siem-
pre me pasaba antes de un examen, que aguantaba tanto y retenía tanto estrés,
que al día siguiente me ponía mala.
Entonces del examen, de lo que más me alegro es sobre todo del estado de
ánimo. Me llamaba Alfredo diciéndome: “¿qué pasa, cómo vas?”. Y yo le decía:
“pues mira, yo sé que esto va a ser para mí, esto está tirado. Quizás me voy hasta
para la NASA”, pero con humor y todo, y eso para mí era impensable. (La paciente
lo decía con entusiasmo y asombrada).
Psicóloga: ¿Y Alfredo que te decía?
Paciente: A Alfredo le he enseñado también a que me ayude, pero con refuer-
zo positivo, no con el coraje o con la competición.
Psicóloga: Sí, quitando las estrategias que usaba contigo antes que no te
servían, ¿no?
Paciente: Claro. Entonces lo que me decía era: “venga que tú puedes, que ya
mismo estamos viviendo en Jaén”. ¡Muy bien!
Psicóloga: ¿Te has dado cuenta de cómo lo has cambiado todo? Tu trabajo,
tu relación…
Paciente: Sí, me di cuenta cuando me puse ayer a hacer la lista de mis logros.
Psicóloga: Pensarías “he cambiado en todas las áreas de mi vida”.
Paciente: Sí.
Psicóloga: Venga, sigue con el siguiente logro.
Paciente: También conseguí lo de Alfredo que te he comentado antes, de dar
mi opinión. Otro logro fue con mi tutor de tesina, que se ha dado cuenta con
las actividades que estoy haciendo algo, aunque no me haga caso. Creo que le
137
APRENDIENDO A SER FELIZ
138
BEATRIZ MONTES BERGES y BEATRIZ CAMPOS NAVARRETE
139
APRENDIENDO A SER FELIZ
140
BEATRIZ MONTES BERGES y BEATRIZ CAMPOS NAVARRETE
141
APRENDIENDO A SER FELIZ
142
BEATRIZ MONTES BERGES y BEATRIZ CAMPOS NAVARRETE
Paciente: Sí, estoy muy contenta por eso. Mucho, mucho, mucho.
Psicóloga: Muy bien.
Paciente: Además he aprendido a ver cómo me ayuda el refuerzo positivo.
¡Oh! Los mensajes positivos… ¡Jamás me había dicho un mensaje positivo!, pero
nunca, nunca. Y me sirven bastante, por ejemplo, para el examen y en situaciones
de tensión me ayudan muchísimo.
Psicóloga: Muy bien, estamos muy orgullosas de ti.
Paciente: También me he dado cuenta de cuánto valoro ahora las cosas de mi
alrededor, las valoro mucho más, doy bastante las gracias por la noche de lo que
tengo. Por otro lado, me quejo bastante menos y la última frase que he puesto en
esta lista de logros es “cuánto soy capaz de esforzarme”, porque estoy haciendo
bastantes cosas a la vez, por las circunstancias, que jamás hubiera pensado que
soy capaz de hacerlas. ¡Es qué no lo hubiera pensado que podía ser capaz de
hacerlas!
Psicóloga: ¡Qué bien! ¡Qué contenta estoy por ti!
Paciente: Lo estoy consiguiendo.
Psicóloga: Totalmente. (La paciente y psicóloga sonríen). Muy bien. Bueno he
traído lo último que te voy a pedir que trabajes, y es que hagas visualizaciones.
Aquí hoy vamos a hacer una o dos, y el resto las vas a hacer tú, ¿vale?
(La paciente asiente con la cabeza).
La visualización consiste en imaginar escenas, y se hace sobre todo para que
seas capaz de sacarle el máximo partido a una situación concreta.
Paciente: (La paciente sonríe). Eso lo hago yo todas noches.
Psicóloga: Por eso quiero explicártelo y que lo hagamos y así le sacarás el
mayor partido posible a esas visualizaciones. Tú ya sabes por qué funcionan,
porque programamos nuestra mente y atraemos eso.
Paciente: Beatriz (la paciente tiene cara de felicidad y con los ojos a punto de
llorar por ella), soy capaz de llorar por las noches de felicidad.
Psicóloga: Lo sé, has estado a punto antes, hace unos minutos has estado a
punto de emocionarte.
Paciente: Sí. Por la noche visualizo las cosas que quiero conseguir y… ¡me
veo tan bien! Quizás ya no es tanto estar ahí, en esa posición, si no lo que estoy
sintiendo, cómo… te va sonar tonta otra vez la frase de “ser útil”, y no es ser útil,
es ser capaz.
Psicóloga: No es sentirte útil, es sacar tu potencial.
Paciente: Sí, es poder verme al final ahí, y decir…
Psicóloga: … y decir “yo era eso y estaba escondida”.
143
APRENDIENDO A SER FELIZ
Paciente: Sí. Y soy capaz de llorar con los ojos cerrados perfectamente, nada
más que visualizando.
Psicóloga: Hay algunas reglas para que la visualización sea efectiva, por
ejemplo, imaginarnos dando pasos para conseguir tu meta, no imaginarnos
directamente el resultado. Visualizar tu conducta manifiesta, concretamente
las cosas que haces, cómo te sientes, incluir las consecuencias positivas para
mejorar la autoestima, tales como que alguien se dirija a darte la enhorabuena en
tu visualización. Incluir un lenguaje corporal afirmativo, es decir, si te ves dando
una charla, verte moviendo las manos, buscando contacto ocular, sonriendo…
Otra regla sería imaginarte a ti misma luchando al principio y luego triunfando
para que se asemeje más a la realidad; imaginarte agradándote a ti misma más;
estando orgullosa de ti misma; no viéndote solamente como la mejor en el futuro,
si no también ahora, encontrándote bien ahora, no viéndolo como una cosa muy
lejana; pensando en la autoestima como algo que ya tienes; buscando visualizar
con las afirmaciones, con esas afirmaciones que tenías tú en tus tarjetitas.
Además de las sesiones de visualización, dentro de ellas hay sesiones
de autoestima, y aunque esto a ti ya no te hace falta, seguramente te gustará
hacerlo. Habría sesiones de autoestima de relaciones, sesión de autoestima de
autoimagen y sesión de consecución de metas.
Las visualizaciones las puedes hacer grabándote a ti misma cuando la estás
narrando, para que luego te las puedas poner. Yo aquí te voy a hacer una, puedes
elegir la que tú quieras de esas tres. ¿Qué quieres una relajación condicionada
sobre la playa? ¿Una basaba en un objeto y cómo este se percibe desde cualquier
sentido? O si lo prefieres podemos hacer alguna de las de autoestima, la que
prefieras. ¿Cuál quieres?
Paciente: La de visualización de metas.
Psicóloga: Muy bien. Pásate al sillón.
(La paciente se coloca y se tumba en el sillón y la psicóloga se sienta a
su lado para ir dándole las instrucciones. Comienza a darle las instrucciones,
dejando pasar un intervalo de tiempo entre cada una de ellas para que la paciente
las vaya realizando).
Cierra los ojos, con las palmas de las manos hacia arriba, en actitud de recibir.
Relaja tu cuerpo poco a poco, siente como relajas tus pies, tus tobillos, tus rodillas,
tus muslos. Como poco a poco, tus piernas, tus caderas, se van relajando. Deja
los muslos sueltos, tus piernas sueltas, los pies ligeramente separados. Relaja
tus dedos, tus manos, tus muñecas. Percibe como se disuelve la tensión de tus
codos, de tus brazos. Deja la espalda caer, el abdomen, el pecho, el diafragma.
Relaja el cuello, la mandíbula. El aire entra levemente por los labios, descolgando
suavemente la mandíbula de abajo, dejando entreabrir un poquito los labios.
144
BEATRIZ MONTES BERGES y BEATRIZ CAMPOS NAVARRETE
Relaja las mejillas, los ojos, el entrecejo. Haz una respiración completa, llevando
el aire al estómago, al abdomen, al diafragma, la clavícula, y soltando justo al
revés, como si fuera una jarra de agua, primero la clavícula, luego el diafragma y
por último, el abdomen.
Visualiza que llegas un día cualquiera a un trabajo o a una clase. Ves como te
levantas, paras el despertador y sales de la cama. Como sigues con tu rutina de
higiene, vestirte, desayunar y salir de casa con tiempo para llegar puntualmente
a tu destino, pero para llegar sin prisas. Imagínate todos los detalles, el sabor del
café, de tu desayuno, el agua de la ducha o del lavabo, de la cara, el tacto del
peine, el olor del maquillaje, el roce del vestido, el sonido de la puerta cuando la
cierras, si vas en coche o en autobús, los ruidos concretos, el tacto de las cosas
que tienes que tocar para llegar al transporte y siempre estás relajada y sin prisa.
Encuentras siempre las llaves y los papeles donde los pusiste el día anterior. Tienes
todo lo que necesitas para llegar puntualmente a tu destino. Dite a ti misma: “soy
organizada y puntual”. Invéntate algunos obstáculos, como por ejemplo, el timbre
del teléfono cuando te vas a ir, encontrarte que el coche se ha quedado sin batería,
e imagínate tranquilamente despachando primero la llamada o solucionando el
tema del coche mientras que te dices a ti misma “puedo estar relajada y centrada
en mis horarios, no voy a acumular la ansiedad, porque no me va a hacer llegar
antes”. Visualiza los beneficios positivos de llegar a tu destino en punto. Estás
relajada y dispuesta a empezar el día. Tu jefe, tu profesor o tus compañeros de
trabajo están complacidos contigo. Has empezado bien. Dite a ti misma: “organizo
bien mi tiempo”. Antes de dejar esta escena dite a ti mismo: “nada más terminar
hoy me daré un premio”. Y elige tu premio, tu refuerzo, que puede ser hablar con
tu pareja un rato, puede ser ver un rato de película o televisión, puede ser hacer
un rato de meditación, puede ser cuidarte, echarte alguna crema, escuchar música
o leer, pero lo importante es que cuando hagas eso tengas la conciencia plena
de que te estás permitiendo un rato de placer, de refuerzo por lo bien que lo has
hecho.
Disfruta de ese rato de refuerzo, y poco a poco, cuando te apetezca ve
moviendo los dedos de las manos, de los pies, muñecas, tobillos, brazos, piernas,
gira la cabeza hacia la derecha, centro, izquierda y centro. Dobla los brazos y
piernas. Cuando quieras abre los ojos, y poquito a poco incorpórate.
¿Te ha gustado?
Paciente: Sí. (La paciente sonríe y asiente con la cabeza). Muy bien, lo que
pasa es que ciertas cosas ya las tengo claras, y las tengo tan asimiladas que es
muy fácil ya meterme en esa visualización.
Psicóloga: ¡Qué bien!
145
APRENDIENDO A SER FELIZ
146
BEATRIZ MONTES BERGES y BEATRIZ CAMPOS NAVARRETE
147
APRENDIENDO A SER FELIZ
148
BEATRIZ MONTES BERGES y BEATRIZ CAMPOS NAVARRETE
Paciente: Hace más de un mes que no bebo nada, pero es que ni olerlo, es
que no quiero.
Psicóloga: Sigamos por las habilidades sociales. La ansiedad social de
rechazar peticiones para ti, era de 25, y ahora de 10. Expresar limitaciones 6,
ahora 3; iniciar contacto social 13, ahora 6; expresar sentimientos positivos no te
costaba trabajo, antes 7 y ahora 6; encajar las críticas, no te costaba trabajo, 3,
ahora tampoco, 2; discrepar de las opiniones de los otros 17, y ahora 8; asertivo
con los servicios antes 29, ahora 15. Es todo la mitad, sí te fijas, es todo la mitad.
Crítica a los otros, 16, ahora 7.
En la Escala de percepción del cambio percibido, has dicho que te ves mucho
mejor desde la primera sesión, dándole una puntuación de 7, y que estás súper
satisfecha con el tratamiento.
Paciente: (La paciente sonríe y asiente con la cabeza). Sí, pero sobre todo…
a ver, cuando te salen las cosas es muy sencillo tomártelas bien y disfrutar, es
sencillo. Pero lo estoy viendo también cuando tengo un problema o me sale algo
mal; la forma en que me lo tomo, es totalmente distinta.
Psicóloga: Totalmente.
Paciente: Quizás es que puedo vivir. Tenía una vida y no lo sabía. Gracias a
vosotras la he visto.
Psicóloga: Ahora estás muy desarrollada, le estás sacando partido a tu
potencial.
Paciente: Sí. (La paciente se vuelve a emocionar y asiente con la cabeza).
Psicóloga: Pues ya está, ahora ya puedes VIVIR. ¡Mucha suerte! Aquí estamos
para lo que necesites, pero ya hemos terminado tu tratamiento. Ya tienes que
andar tú solita, tienes que hacerlo tú sola.
Paciente: Voy a ello.
Psicóloga: Muy bien. Bueno, Genoveva. (La psicóloga la abraza). Espero que
a partir de ahora, todo te vaya genial, y ya sabes que aquí estamos. (La psicóloga
le da dos besos).
Paciente: Muchas gracias por todo, no sabéis cómo me habéis cambiado la
vida, de verdad, ¡muchas gracias! (La paciente abraza también a la coterapeuta y
le da dos besos). Bueno, pues hasta luego entonces, que paséis buena Semana
Santa.
Psicóloga: Adiós, Genoveva. Cuídate. Y ahora que has aprendido a ser feliz,
no lo olvides.
149
BEATRIZ MONTES BERGES y BEATRIZ CAMPOS NAVARRETE
151
View publication stats