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Contexto histórico en que surgen las Órdenes Mendicantes

El siglo XI había sido, todo él, una época de gran progreso religioso. Oleada tras oleada,
se sucedían las fundaciones de órdenes. Las cruzadas habían despertado un afán de actividad
religiosa desconocido hasta entonces. En tales períodos de tensión espiritual, no faltaron tampoco
las crisis. Las exaltadas ideas de Joaquín de Fiore (+1202) se difundían entre la gente piadosa con
el carácter de una doctrina secreta. Casi por primera vez en la historia eclesiástica, aparecieron
turbios movimientos multitudinarios, corrientes espiritualistas que de un modo más o menos
consciente intentaban sustraerse a la autoridad de la Iglesia.1

La cristiandad Urbana se extendió desde el siglo XI hasta el siglo XIV. Durante este
período surgen los cambios en la sociedad como el renacimiento comercial y urbano y la aparición
de una nueva clase social: la burguesía. Así mismo, durante este período, la organización social se
caracteriza por estar dividida entre los que luchan, los que trabajan y los que oran. En este último
grupo y en medio de la coyuntura señalada surgen Las Órdenes Mendicantes bajo la regla de
pobreza y de acercamiento a la sociedad. Las Órdenes de los Padres Predicadores y la de los
Franciscanos surgen durante el siglo XIII para reformar y fortalecer a la Iglesia Católica. 2

¿Quiénes son los Mendicantes?


Son movimientos religiosos que se establecían en el corazón de las ciudades para atender a
una población en crecimiento.3 El gran auge de los mendicantes se da con el nacimiento de dos
grandes órdenes: Franciscanos y Dominicos.

Franciscanos:
Iniciados por Francisco que nación en Asís en 1182, hijo de un rico comerciante. Poco a
poco fue abrasando la vida piadosa: en 1206 renunció a la herencia y emprendió una especie de
vida eremítica. A partir de 1208 actuó públicamente como predicador penitencial, y empezaron a
unírsele los primeros compañeros.

1
HERTLING, Ludwing, Historia de la Iglesia, Editorial Herder, Barcelona 1961. pp. 210-211.
2
PLETICKOSICH LÓPEZ, Jianphier, Orígenes y proyección de las órdenes mendicantes.
3
https://sites.google.com/site/laherejiaenlaedadmedia/la-herejia.
Dominicos:
Iniciados por Domingo de Guzmán. Nació en 1170 en Caleruega, Castilla la Vieja. En 1201
llevó a cabo, junto con el obispo, la conversión del capítulo catedralicio en una congregación de
canónigos regulares según la regla de san Agustín. Determinó fundar una orden de maestros
predicadores. Los dominicos fueron la primera orden gobernada según un régimen centralizado
cuyo poder legislativo radica en el capítulo general, mientras el ejecutivo está en manos del
maestro general.

Lo nuevo que aportan los Mendicantes:


La novedad no era en realidad la pobreza personal de los miembros individuales pues eso
era ya observado por las órdenes anteriores. Lo nuevo iba en torno a que tampoco el convento
debía poseer nada. El convento de los mendicantes no es ya una abadía sino un asilo que sólo
proporciona el mínimo de cosas indispensables para la vida. Para los mendicantes la patria ya no
es el monasterio sino la orden. Desaparece aquella estabilidad, aquel enraizamiento en el suelo,
que desde san Benito había constituido la base de la vida monástica.
Los mendicantes no vivían ya entre la gente como unos señores espirituales, análogos a los
feudales, sino como unos hermanos que convivían con sus iguales. Practicaban la cura de almas,
no valiéndose de unos derechos, sino en virtud de una confianza mutua. Los hombres no tenían
que ir a ellos, sino que eran ellos los que iban a los hombres. De ahí que desde un principio la
predicación ocupe en estas órdenes un lugar tan destacado: su propósito no es forzar, sino
convencer, enseñar. Los mendicantes se aproximan a los campesinos, a los niños, a los soldados,
a los presos, a los herejes y paganos. De este modo empieza en ellos un capítulo totalmente nuevo
en la historia del ministerio pastoral.4

¿Cuál fue el auge de los mendicantes?

¿Por qué la decadencia de las órdenes mendicantes?

4
HERTLING, Ludwing, Historia de la Iglesia, Editorial Herder, Barcelona 1961. Pág.218.

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