Академический Документы
Профессиональный Документы
Культура Документы
SEGUNDA PARTE
DE LA LAXITUD A LA PERMISIVIDAD
Marisa A. Miranda 152
La efectividad normativa puede ser evaluada a través del análisis de su aplicación real, dentro
de la cual quedan incluidos los controles estatales involucrados en la observación de su cumplimiento.
En este sentido, las entrevistas no estructuradas a “informantes clave” resultan un insumo de
fundamental importancia, básicamente si se privilegia la exploración cualitativa por sobre la
aglomeración cuantitativa.
Desde esa perspectiva, para este trabajo fueron entrevistados -en el lapso comprendido entre
los años 1998 a 2001-dos funcionarios públicos de un área gubernamental de la Provincia de Buenos
Aires directamente involucrada en la fase de control de la venta y aplicación de productos
fitosanitarios; un representante de los profesionales ingenieros agrónomos con vasta trayectoria en lo
que respecta a nuestro tema; un Investigador del INTA que, a la vez, es Profesor de la Universidad
Nacional de La Plata en el área de las Ciencias Agrarias; otro Profesor de la Universidad Nacional de
La Plata, de la misma Facultad aunque con distinta especialización que el anterior; y un médico
toxicólogo con cargo directivo en el principal Servicio de Toxicología de la Provincia de Buenos
Aires.
En las entrevistas se tuvieron particularmente en cuenta las líneas argumentales vinculadas con
la importancia que reviste para los entrevistados la cuestión planteada; las características descriptas
respecto a la aplicación y aplicabilidad de la norma; y las falencias detectadas respecto a la regulación
jurídica de los agroquímicos aplicables a cultivos hortícolas en el marco de la sustentabilidad
agroambiental.
De la compulsa de las respuestas dadas, debe consignarse que los dos funcionarios públicos
destacaron la reciente entrada en vigencia efectiva de la Ley 10.699, puesto que uno de ellos afirma:
“es aplicada en toda su extensión desde 1997”; mientras que el otro nos proporciona información
sobre “las Recetas Agronómicas Obligatorias recopiladas durante los primeros seis meses de entrada
en vigencia efectiva de la norma”, de cuyo cotejo de fechas resulta cierta la primera aseveración.
No emiten opinión respecto a la importancia que reviste para ellos la cuestión planteada; ni
sobre eventuales falencias detectadas respecto a la regulación jurídica de los agroquímicos aplicables -
actual o potencialmente- a cultivos hortícolas en la Provincia de Buenos Aires, en el marco de la
sustentabilidad agroambiental.
El profesional del sector comenta el dictado de cursos de Capacitación Profesional
instrumentados por el Ministerio de Asuntos Agrarios provincial, los que habrían sido “muy
conflictivos por la acción de los distintos sectores que manejan la actividad”; afirmando que “el
espíritu de la ley es bueno, pero por culpa de los lobbies la ley perdió el sentido”.
Así las cosas, plantea su visión de los aspectos problemáticos de la norma en cuestión:
Negro sobre verde 153
1) La ley debería prever la aplicación, el uso y el destino de los envases vacíos. “Actualmente el
Ministerio de Asuntos Agrarios tiene una función recaudadora de la tasa de la Receta Agronómica
Obligatoria y no se controla el cumplimiento de la ley; si quisieran hacerla cumplir sólo pueden ir
contra el que vende agroquímicos, dado que cuando se aplica no se exige control. Ahora no se
controla período de carencia, niveles de toxicidad, ni nada de eso...”
“Si existiese control en la aplicación -como estaba en el proyecto de modificación legal
propuesto por el Colegio de Ingenieros119 y fue sacado por el lobby de la Cámara de Aplicadores-
el agrónomo que controlaría la aplicación se haría cargo de los períodos de carencia”.
2) La modificación legal propuesta “delimita claramente las funciones de dos figuras, no bien
discriminadas en la ley vigente:
a) Director técnico
b) Asesor técnico
El asesor técnico vende el producto pero no controlaría su aplicación. Es decir, llena el primer
cuerpo de la Receta Agronómica Obligatoria.
El director técnico, llena el segundo cuerpo de la Receta Agronómica Obligatoria, y controla la
aplicación y las condiciones ambientales. Además, puede vender y asesorar”.
Ante la pregunta sobre la fecha de efectiva aplicación de la norma responde que “En 1991 se
reglamenta la ley, y se empieza a aplicar. Lo cierto es que desde 1997 se le dio otro empuje, luego de
diversas marchas y contramarchas”.
En virtud de la afirmación de nuestro entrevistado respecto a que “Desde el Ministerio de
Asuntos Agrarios sólo se controlan comercios, pero las partes implicadas en el tema son más”, se
puede inferir su opinión respecto al eventual relajamiento de los controles pertinentes respecto a
productores, aplicadores y profesionales vinculados con esta cuestión.
A su vez, en una parte de la entrevista, el profesional señala enfáticamente: “Con esta ley no se
protege al medio ambiente, a la salud de la población ni a nada... El Estado debería controlar a todos
los actores involucrados”; ejemplificando su discurso al afirmar que “actualmente se están haciendo
ventas telefónicas desde la Capital Federal. Por ejemplo, un productor llama por teléfono a M...120
(Buenos Aires) y le pide determinado agroquímico. Esta empresa lo pone en un camión y se lo lleva a
la estancia (sin Receta Agronómica Obligatoria, ni nada). Esto no pasaría si se controlara el transporte
y la aplicación”.
Por su parte, el investigador del INTA y profesor universitario nos manifiesta que la Receta
Agronómica Obligatoria refuerza la instrumentación de los agroquímicos, o un uso más racional.
“Existe, a partir de ella, posibilidad de captar información objetiva”. Actualmente, refiere, “Sanidad
119
Dentro de este cuerpo, la propuesta emanó específicamente del Area de Ingenieros Agrónomos, aún no
escindida en forma de colegiatura independiente.
120
Aquí el entrevistado menciona el nombre de una de las principales empresas multinacionales en materia de
agroquímicos que opera en nuestro país.
Marisa A. Miranda 154
Vegetal, del Ministerio de Asuntos Agrarios, está haciendo estadísticas sobre pesticidas. Es un
avance”.
Pese a ello, nuestro entrevistado detecta severas falencias, entre las que se encuentra la
utilización “de determinados pesticidas, como el Bromuro de Metilo, muy peligrosos para la salud y el
medio ambiente. Afecta el ozono. Es muy activo en la estratósfera. El peligro que reviste ha hecho que
en Europa se legisle para adecuar el proceso de aplicación de la siguiente forma: a) minimizar el
impacto ambiental; b) minimizar los riesgos para el productor”.
Además, destaca que “para todos los agroquímicos, existe el problema de los envases:
a) Triple lavado.....no se obliga por ley. El envase queda dando vueltas y es peligroso para el
medio ambiente.
b) Falta de legislación y política para los envases, que debería incluir el re-uso de los envases
y el reciclado de los materiales del envase.
Esto tendría que ser preocupación de las intendencias. Habría que instrumentar UNIDADES DE ACOPIO
DE ENVASES. Esto llevaría a una estrategia de qué hacer en cada huerta con los envases”.
Destaca, además, otra problemática, que prefiere denominar “cuestión diaria”: “Existen drogas
que funcionan bien para determinadas plagas pero que no se hizo la inscripción para uso hortícola. Y
sin embargo, se las está utilizando para cultivos hortícolas....”
Es decir, “la Receta Agronómica Obligatoria es un avance, se asienta lo que se vende, pero
igual falta mucho”.
“El control que debe hacerse en los mercados debe ser dirigido a ver si hay algún problema,
porque sino sería imposible revisar toda la producción. Nadie lo puede hacer. Ningún país. Hay que
controlar al productor. Hacer un control de calidad en destino es imposible. Lo que se hace es un
control presuntivo. Tiene que ser para castigar a los que se presume que lo están haciendo mal. Por eso
se precisa un buen Banco de Datos de las Recetas Agronómicas Obligatorias, para saber a qué
productor tengo que seguir. Dicho Banco de Datos debería tener varias entradas, como ser: por
productor, por agrónomo, por producto, etc. también se podría registrar allí la devolución de
envases...”.
El profesor universitario restante, quien tiene gran experiencia en lo que respecta al
envenenamiento de abejas por la utilización de agroquímicos en predios vecinos, nos manifiesta que
“las denuncias de los apicultores vinculadas con el envenenamiento de abejas por la utilización de
agroquímicos en predios vecinos se deben hacer en la Dirección de Granjas del Ministerio de Asuntos
Agrarios”. Sin embargo, él entiende que existen menos denuncias que las que son de suponer, puesto
que “para poder hacerlas se requiere que el apicultor esté correctamente inscripto, y casi todos trabajan
“en negro”.
El profesional médico toxicólogo nos permite acceder a la totalidad de las estadísticas
elaboradas por el Servicio de Toxicología -del cual es su Jefe- desde 1996 hasta la actualidad y que al
Negro sobre verde 155
momento de la entrevista aún permanecían inéditas. En las mismas se incluyen las consultas, tanto
telefónicas como personales.121
Ante nuestro requerimiento, nos confiesa que -a contrario de lo que es dable suponer- son muy
pocas las consultas emanadas de trabajadores y empleadores rurales; justificando esta circunstancia en
el marco de la precariedad laboral caracterizante de este tipo de relación convencional, puesto que: “el
peón rural que se intoxicó, pierde su trabajo. Por lo tanto, ningún empleador va a llamar”.
Relata, a su vez, las deficientes condiciones de manejo de agroquímicos en las huertas, el
desconocimiento de recaudos a tomar con “el remedio” (como le suelen llamar los horticultores menos
instruidos), el desconocimiento de la toxicidad por parte de los ingenieros agrónomos (a quienes
periódicamente desde ese Hospital deben acudir para darles cursos de orientación), y la ignorancia en
cuanto al destino de los frascos vacíos. Respecto a este último punto, la entrevistada considera que los
organismos públicos, por ejemplo, las municipalidades, “tampoco saben qué hacer con los envases”.
Finalmente, afirma que, si bien las estadísticas que nos facilitara abarcan la totalidad de las
consultas evacuadas, ellas están distantes de la realidad provincial, puesto que -como es obvio- no
atienden a todos los casos de la Provincia, y muchas veces, el intoxicado tampoco sabe de qué
enfermó. Ejemplifica, para ello, los innumerables casos de muerte de trabajadores por “paro
cardiorespiratorio no traumático, cuando el origen de este paro puede haber sido la ingesta o
aspiración de agroquímicos”.
121
En virtud de la densidad de los datos que esas estadísticas contienen y de las variadas hipótesis auxiliares que
de ellas surgen, hemos decidido prescindir de las mismas a los efectos de evitar derivaciones eruditas que -
aunque de fundamental trascendencia en materia de salud pública- alterarían en demasía los objetivos planteados
al inicio y contribuirían, probablemente, a enmarañar aún más una problemática de por sí harto compleja.
122
Recordemos que la Provincia de Buenos Aires se sujeta al listado que, en este sentido, emita el órgano
nacional competente y que los principios activos involucrados en él estaban aprobados por el SENASA al 19 de
septiembre de 1997.
Marisa A. Miranda 156
(1) Tiempo de carencia (días): Indica cuantos días como mínimo se deberá suspender los tratamientos
fitosanitarios entre aplicación, y cosecha o pastoreo, de modo de reducir a límites aceptables, el
residuo del producto.
(2) Categoría toxicológica:
BROMOXINIL HERBICIDA - II
CARBARIL INSECTICIDA 7 III
CARBOFURAN 35 INSECT/NEMATIC - IB
CARBOSULFAN 25 P CURASEMILLA - III
CARBOXIN CURASEMILLA - III
CARBOXIN + THIRAM CURASEMILLA - III
CIFLUTRINA INSECTICIDA 21 II
CIPERMETRINA INSECTICIDA 30 II
CLODINAFOP- HERBICIDA 45 III
P+CLOQUINTOCET-M
CLOROMECUATO FITOREGULADOR - II
CLORPIRIFOS A INSECTICIDA - II
CLOROTALONIL FUNGUICIDA 14 IV
DELTAMETRINA A INSECTICIDA 7 II
DICAMBA + MCPA HERBICIDA 30 II
DICAMBA + HERBICIDA 30 IV
METSULFURONMETIL A
DICAMBA + HERBICIDA 30 IV
METSULFURONMETIL B
DICAMBA A HERBICIDA 30 III
DICAMBA B HERBICIDA 30 III
DICLOFOP METIL HERBICIDA 60 III
DIFENOCONAZOLE B CURASEMILLA - III
DIMETOATO + ANTIDOTO CURASEMILLA - II
DINICONAZOLE CURASEMILLA - IV
DINICONAZOLE + THIRAM CURASEMILLA - III
FENOXAPROP P ETIL 6.9 HERBICIDA 45 III
FERTILIZANTE FOLIAR 16-7-10 FERTILIZANTE - IV
FERTILIZANTE FOLIAR 8-3.5-5 FERTILIZANTE - IV
FERTILIZANTE FOLIAR FERTILIZANTE - IV
MICROELEM.
FLUROCLORIDONA HERBICIDA - III
FLUROXIPIR HERBICIDA - IV
FLUTRIAFOL A FUNGUICIDA 35 IV
FLUTRIAFOL B CURASEMILLA - IV
FOLCISTEINA FITOREGULADOR - IV
FOSFAMIDON INSECTICIDA 21 IB
GUAZATINE CURASEMILLA - II
GLIFOSATO A HERBICIDA - III
IMIDACLOPRID B CURASEMILLA - II
IPRODIONE FUNGUICIDA 14 IV
MANCOZEB A FUNGUICIDA 30 IV
MANCOZEB B CURASEMILLA - III
MCPA HERBICIDA 20 III
METOMIL INSECTICIDA 10 IB
METRIBUZIN HERBICIDA 60 IV
METSULFURON METIL HERBICIDA - IV
MICLOBUTANIL B CURASEMILLA - III
OXIDEMETON METIL INSECTIC/ACARIC 45 IB
PARAQUAT 27.6 HERBICIDA - II
PENDIMETALIN HERBICIDA - III
Negro sobre verde 161
PERMETRINA INSECTICIDA 21 II
PICLORAM HERBICIDA - II
PIRIMICARB INSECTICIDA 2 II
PICLORAM + TERBUTRINA + HERBICIDA 60 II
TRIASULFURON
PROCLORAZ FUNGUICIDA 40 III
PROPICONAZOLE FUNGUICIDA 30 II
SULFATO DE K FERTILIZANTE - IV
TEBUCONAZOLE A FUNGUICIDA 35 IV
TEBUCONAZOLE B CURASEMILLA - IV
TERBUTRINA + TRIASULFURON HERBICIDA 60 III
TIABENDAZOL A FUNGUICIDA 15 IV
TIABENDAZOL D CURASEMILLA - IV
TIODICARB INSECTICIDA 20 IB
THIRAM FUNGUICIDA - II
TRIADIMENOL CURASEMILLA - IV
TRITICONAZOLE CURASEMILLA - IV
UREA FERTILIZANTE - IV
PROPAQUIZAFOP HERBICIDA 60 II
PROPIZAMIDA HERBICIDA - III
SETOXIDIM HERBICIDA 30 IV
SULFATO DE BACTERICIDA - IV
ESTREPTOMICINA
THIRAM FUNG /ALMAC - II
VINCLOZOLIN FUNGUICIDA 15 IV
TIABENDAZOL B FUNGUICIDA - IV
THIRAM FUNGUICIDA 7 II
TOLCLOFOSMETIL CURASEMILLA - IV
TRIFENIL ACET. Sn FUNGUICIDA 7 II
ZINEB FUNGUICIDA 7 IV
ZIRAM FUNGUICIDA 1 III
NITRATO DE Ca A FERTILIZANTE - IV
OXICLORURO DE Cu FUNGUICIDA 14 III
OXIDO CUPROSO FUNGUICIDA 14 III
PCNB FUNGUICIDA - III
PERMETRINA INSECTICIDA 1 II
PIRIDAFENTION INSECTICIDA 14 III
PIRIMICARB INSECTICIDA 2 II
PROCIMIDONE FUNGUICIDA 7 IV
PROPAMOCARB A FUNGUICIDA 14 IV
PROPARGITE ACARICIDA 7 II
SETOXIDIM HERBICIDA 15 IV
SULFATO DE ESTREPTOMICINA BACTERICIDA - IV
THIRAM CURASEMILLA - II
ZINEB FUNGUICIDA 15 IV
ZIRAM FUNGUICIDA 7 III
(1) TOXIC.(
2)
REMOLACHA CARBENDAZIM A FUNGUICIDA 15 IV
CLORIDAZON HERBICIDA 20 IV
DIMETOATO INSECTICIDA 7 II
FENMEDIFAN HERBICIDA - III
FERBAM + MANEB + ZINEB FUNGUICIDA 10 IV
FERTILIZANTE FOLIAR FERTILIZANTE - IV
MICROELEM.
KASUGAMICINA FUNG/BACTER. 1 IV
LENACIL HERBICIDA - IV
MANCOZEB + OXICLORURO DE FUNGUICIDA 7 III
Cu
MANCOZEB A FUNGUICIDA 7 IV
MANEB + SULFATO DE Zn FUNGUICIDA 7 III
METOLACLORO HERBICIDA - III
OXICLORURO DE Cu FUNGUICIDA 7 III
OXIDO CUPROSO FUNGUICIDA 7 III
PIRIMICARB INSECTICIDA 2 II
PROPAQUIZAFOP HERBICIDA 60 II
SETOXIDIM HERBICIDA 30 IV
TCA HERBICIDA - III
THIRAM CURASEMILLA - II
TRIFENIL ACETATO DE Sn FUNGUICIDA 14 II
ZINEB FUNGUICIDA 10 IV
SULFATO DE K FERTILIZANTE - IV
TCA HERBICIDA - III
THIRAM CURASEMILLA - II
TRICLORFON INSECTICIDA - II
TRIFENIL ACETATO Sn FUNGUICIDA 45 II
TRIFLUMURON INSECTICIDA 10 IV
ZINEB FUNGUICIDA 15 IV
ZIRAM FUNGUICIDA 7 III
2%
5% 14% IA
IB
II
40%
28% III
IV
¿?
11%
123
Listado de hortalizas conforme al Censo Nacional Agropecuario de 1988 coincidente, por su parte, con el que
poseía -al momento de evaluar estos datos- el Ministerio de Asuntos Agrarios de la Provincia de Buenos Aires.
124
Las Categorías Toxicológicas Ia y Ib, equivalentes a “Extremadamente tóxico” y “Altamente tóxico”, se
identifican convencionalmente en el envase con una banda de color rojo; la Categoría II: “Moderadamente
tóxico”, lleva banda de color amarillo; la Categoría III: “Ligeramente tóxico”, requiere ser señalizada con azul; y
la Categoría IV: “Probablemente sin riesgo toxicológico”, debe contener una banda de color verde.
Marisa A. Miranda 176
La lectura e interpretación de las magnitudes expuestas nos permite formular los siguientes
comentarios, no exentos de su cuota de dramatismo:
1) Existe un 2% de agroquímicos Categoría Toxicológica I a, cifra que, sumada al 14% de
compuestos pertenecientes a la Categoría I b, implica que sobre el total de agroquímicos
prescriptos: 180, existieron 28 órdenes para adquirir productos “extremada o altamente tóxicos”.
2) Por otra parte, también es importante el 28% de recetas agronómicas que requieren fitosanitarios
pertenecientes a la Categoría Toxicológica II (“moderadamente tóxicos”), toda vez que las
consecuencias que muchos de estos acarrean tanto para la salud humana como para el medio son
dignas de consideración.
3) Asimismo, sólo el 51% de los productos ingresan en las Categorías III y IV (las de menor riesgo
toxicológico), lo cual, teniendo en consideración el 49% restante, que incluye los productos más
peligrosos que encontramos en el mercado y el 5 % de las que hemos denominado “prescripciones
en conflicto” (recetas que preocupan toda vez que prescriben un producto no autorizado, o
autorizado en combinación con otros supuestos o autorizado para otros cultivos), resulta -a todas
luces- insuficiente.
125
De aquí en adelante denominaremos así a aquellas prescripciones de productos no autorizados por SENASA,
o autorizados en combinación con otros compuestos, o autorizados para otros cultivos.
Negro sobre verde 177
0%
IA
IB
II
III
IV
¿?
100%
126
En la transcripción de la RAO efectuada por el Ministerio de Asuntos Agrarios no se especifica si el
compuesto prescripto es Mancozeb A ó Mancozeb B; no obstante, tanto SENASA como la Guía de Productos
Fitosanitarios para la República Argentina, de la Cámara de Sanidad Agropecuaria y Fertilizantes de la
República Argentina, Buenos Aires, 1997, (en adelante CASAFE) indican para acelga Mancozeb A, razón por
la cual así lo consideraremos.
Negro sobre verde 179
0%
IA
IB
II
III
IV
¿?
100%
127
Dato inexistente tanto en las recomendaciones dadas por SENASA (y adoptadas por el Ministerio de Asuntos
Agrarios bonaerense) como en las de CASAFE.
Marisa A. Miranda 180
128
Recomendado por CASAFE para apio en invernáculos.
129
También denominado Tiofanato Metil A.
130
Debe decir Carbendazin A.
131
Ibídem.
132
Ibídem.
133
Ibídem.
Negro sobre verde 181
11% 0% IA
32% IB
II
III
IV
57% ¿?
0%
IA
IB
II
III
IV
¿?
100%
134
En el período analizado sólo se registran agroquímicos para ser aplicados en cebolla de verdeo, razón por la
cual -a los fines estadísticos- consideraremos “cebolla” igual a “cebolla de verdeo”.
Negro sobre verde 183
0%
IA
IB
II
50% 50%
III
IV
¿?
0%
135
No discriminada en la publicación oficial del Censo Nacional Agropecuario de 1988. Del listado del
SENASA -adoptado por la Provincia de Buenos Aires- consideramos el ítem Poroto.
Marisa A. Miranda 184
0%
IA
IB
II
III
IV
¿?
100%
136
En la RAO figura como Maíz.
137
Dato inexistente tanto en las recomendaciones dadas por SENASA (y adoptadas por el Ministerio de Asuntos
Agrarios bonaerense) como en las de CASAFE.
Negro sobre verde 185
0%
IA
IB
II
III
IV
¿?
100%
0%
IA
IB
II
III
IV
¿?
100%
138
No discriminado en la publicación oficial del Censo Nacional Agropecuario de 1988.
139
Nombre correcto: Deltametrina A.
Marisa A. Miranda 186
0%
IA
IB
II
III
IV
¿?
100%
140
Designadas genéricamente en la RAO. No obstante, es de destacar que si bien las crucíferas tienen una
distribución cosmopolita, son particularmente frecuentes en las regiones templadas. Muchos géneros están
caracterizados por un olor y sabor pimentados. Entre ellas se encuentran un gran número de verduras importantes
en la alimentación humana, como ser col, coliflor, coles de Bruselas, brócoli y nabo (Scagel, Robert et al, El
reino vegetal. Los grupos de plantas y sus relaciones evolutivas, The University of British Columbia -Canadá-,
Omega, Barcelona, 1980).
141
Designadas genéricamente en la RAO. Este grupo comprende, ente otros: melón, pepino, sandía y zapallos.
Negro sobre verde 187
0%
20% IA
IB
II
III
60% 20%
IV
0% ¿?
142
Este producto es catalogado por CASAFE como “c”, indicando que es “moderadamente tóxico”. Esta
aseveración equivale a la actual Categoría II y no a Categoría III como erróneamente consigna el Ministerio de
Asuntos Agrarios de la Provincia de Buenos Aires.
143
Dato inexistente tanto en las recomendaciones dadas por SENASA (y adoptadas por el Ministerio de Asuntos
Agrarios bonaerense) como en las de CASAFE.
144
En la transcripción de la RAO efectuada por el Ministerio de Asuntos Agrarios no se especifica si el
compuesto prescripto es Mancozeb A ó Mancozeb B; no obstante, tanto SENASA como CASAFE indican para
espinaca Mancozeb A, razón por la cual así lo consideraremos.
Marisa A. Miranda 188
0%
IA
IB
II
III
IV
¿?
100%
145
Dato inexistente tanto en las recomendaciones dadas por SENASA (y adoptadas por el Ministerio de Asuntos
Agrarios bonaerense) como en las de CASAFE.
146
Ibídem.
Negro sobre verde 189
0%
18%
IA
IB
46% II
18% III
IV
¿?
18%
147
Recomendado por CASAFE para almácigos.
148
Dato inexistente tanto en las recomendaciones dadas por SENASA (y adoptadas por el Ministerio de Asuntos
Agrarios bonaerense) como en las de CASAFE.
Marisa A. Miranda 190
0%
IA
IB
II
III
IV
¿?
100%
0%
IA
IB
II
III
IV
¿?
100%
149
Dato inexistente tanto en las recomendaciones dadas por SENASA (y adoptadas por el Ministerio de Asuntos
Agrarios bonaerense) como en las de CASAFE.
150
No obstante, es de destacar la peligrosidad del producto: Categoría II.
151
Suponemos que debe querer decir Deltametrina A, puesto que la otra formulación: Deltametrina B sólo es
recomendada para algodón.
152
Ibídem.
153
SENASA no lo incluye en la lista de agroquímicos aprobados para pimiento; CASAFE sí lo hace. No
obstante, y dada la peligrosidad del producto, y la finalidad de esta investigación, consideramos oportuno incluir
los datos proporcionados por CASAFE.
154
Suponemos que debe querer decir Deltametrina A, puesto que la otra formulación: Deltametrina B sólo es
recomendada para algodón.
155
Ibídem.
Marisa A. Miranda 192
13% 12% IA
IB
13% 13%
II
0%
III
IV
¿?
49%
156
Carbofuran es un principio activo que se comercializa en tres concentraciones: 10, 35 y 47. Dado que la RAO
transcripta por el Ministerio de Asuntos Agrarios no especifica cuál es el prescripto, detallamos respectivamente
las tres categorías toxicológicas. El período de carencia es siempre de 30 días. Dado el objetivo de esta
investigación, hemos decidido ubicarlo en la categoría de mayor riesgo toxicológico. Es decir, a los fines
estadísticos será considerado como IB.
Negro sobre verde 193
0% IA
IB
II
III
IV
100% ¿?
0%
IA
IB
II
III
IV
¿?
100%
Marisa A. Miranda 194
0% 17% IA
IB
II
III
IV
83% ¿?
157
Suponemos que debe querer decir Deltametrina A, puesto que la otra formulación: Deltametrina B, sólo es
recomendada para algodón.
158
Ibídem.
159
Ibídem.
160
Ibídem.
Negro sobre verde 195
161
El SENASA entiende que la concentración de Carbofuran para tomate debe ser: 10 ó 47. Dado que la RAO
transcripta por el Ministerio de Asuntos Agrarios no especifica cuál es el prescripto, transcribimos
respectivamente las dos categorías toxicológicas. Los períodos de carencia coinciden. A los fines estadísticos y
teniendo en consideración el objetivo de esta investigación, consideraremos Categoría Toxicológica: Ib.
162
Idem.
163
Entendemos que debe referirse a Clorpirifos A, dado que Clorpirifos B no es recomendado por SENASA ni
por CASAFE para tomate.
164
Dato inexistente tanto en las recomendaciones dadas por SENASA (y adoptadas por el Ministerio de Asuntos
Agrarios bonaerense) como en las de CASAFE.
165
Esta combinación no figura en el manual de CASAFE. De todos modos, el DDVP (puro o asociado con otros
compuestos) siempre es Categoría Ib y no es recomendado para tomate.
166
Consideramos que debe decir Deltametrina A, toda vez que Deltametrina B se utiliza en algodón.
167
Ver lo referido anteriormente respecto a la concentración de este compuesto.
Marisa A. Miranda 196
168
Dato inexistente tanto en las recomendaciones dadas por SENASA (y adoptadas por el Ministerio de Asuntos
Agrarios bonaerense) como en las de CASAFE.
169
Nos remitimos a lo ya referido respecto a este compuesto.
170
Dato inexistente tanto en las recomendaciones dadas por SENASA (y adoptadas por el Ministerio de Asuntos
Agrarios bonaerense) como en las de CASAFE.
171
Igual a PCNB u Oxikinoleína.
172
Dato inexistente tanto en las recomendaciones dadas por SENASA (y adoptadas por el Ministerio de Asuntos
Agrarios bonaerense) como en las de CASAFE.
173
Debe decir Carbendazin A.
174
En la transcripción de la RAO efectuada por el Ministerio de Asuntos Agrarios no se especifica si el
compuesto prescripto es Mancozeb A ó Mancozeb B; no obstante, tanto SENASA como CASAFE indican para
tomate Mancozeb A, razón por la cual así lo consideraremos.
Negro sobre verde 197
175
Debe decir Deltametrina A.
176
Entendemos que la RAO debe decir: “Maneb + Oxicloruro de Cobre + Zineb”.
177
No obstante la RAO reza “Maneb + Oxicloruro de Cobre” como un producto y “Zineb” como otro,
consideramos esto un error de prescripción y la interpretamos en el sentido indicado en la nota precedente.
178
Reiteramos que entendemos que la RAO debe haber querido expresar: “Maneb + Oxicloruro de Cobre +
Zineb”.
Marisa A. Miranda 198
179
Nuevamente, en la transcripción de la RAO efectuada por el Ministerio de Asuntos Agrarios no se especifica
si el compuesto prescripto es Mancozeb A ó Mancozeb B; no obstante, tanto SENASA como CASAFE indican
para tomate Mancozeb A, razón por la cual así lo consideraremos.
180
SENASA no lo incluye en la lista de agroquímicos aprobados para tomate; CASAFE sí lo hace en su
concentración 27,6, destacándose su toxicidad. Dada la peligrosidad del producto, y la finalidad de esta
investigación, consideramos oportuno incluir los datos proporcionados por CASAFE.
181
No especificado por CASAFE.
182
Interpretamos que dice Endosulfan 05.
183
Reiteramos lo dicho respecto a análogas prescripciones.
184
Igual a PCNB.
185
Dato inexistente tanto en las recomendaciones dadas por SENASA (y adoptadas por el Ministerio de Asuntos
Agrarios bonaerense) como en las de CASAFE.
Negro sobre verde 199
186
Reiteramos lo dicho respecto a análogas prescripciones.
187
Interpretamos que la RAO reza: “Formetanato Clorhidrato”.
188
Reiteramos lo dicho respecto a análogas prescripciones.
189
Interpretamos que la RAO reza: “Formetanato Clorhidrato”.
190
Dado que esta RAO carece de mínimas referencias, no será considerada a los fines estadísticos de esta
investigación.
191
Igual a PCNB.
192
Dato inexistente tanto en las recomendaciones dadas por SENASA (y adoptadas por el Ministerio de Asuntos
Agrarios bonaerense) como en las de CASAFE.
193
Reiteramos lo ya manifestado respecto a la concentración recomendada de Carbofuran.
194
Debe decir: Carbendazin A.
195
Nos remitimos a lo expuesto insistentemente sobre este fitosanitario.
196
Recomendado por SENASA solamente si es aplicado combinadamente con Fenvalerato. En cambio,
CASAFE no prevé esta limitación, proporcionando la información que se transcribe en el cuadro.
197
Interpretamos que la RAO reza: “Formetanato Clorhidrato”.
198
Ver lo ya manifestado respecto a las recomendaciones de este producto.
Marisa A. Miranda 200
2%
4% 14% IA
IB
II
41%
III
31% IV
¿?
8%
199
Entendemos que la RAO debe decir Carbendazin A.
Negro sobre verde 201
0%
IA
IB
II
50% 50%
III
IV
¿?
0%
IA
IB
II
III
IV
¿?
100%
Marisa A. Miranda 202
200
Se incluyen en esta categoría aquellos cultivos designados genéricamente como HORTALIZAS u
HORTICOLA por el Ministerio de Asuntos Agrarios. Al desconocerse el tipo de hortaliza para el cual fueron
prescriptos resulta inapropiado referenciar Categoría Toxicológica y Período de Carencia. En virtud de ello, nos
abstenemos de elaborar cuadros y gráficos que nos obligarían a efectuar suposiciones incompatibles con el rigor
metodológico que pretendemos presida este trabajo.
201
Entendemos que debe decir “Formetanato Clorhidrato”.
Negro sobre verde 203
(Se consideran, también, las prescripciones denominadas “Otros”, y que no han sido anteriormente
tomadas en cuenta a los fines estadísticos)
TERCERA PARTE
LA REALIDAD EN NÚMEROS
(O LOS TRISTES NÚMEROS DE LA REALIDAD)
Marisa A. Miranda 206
La palabra de los productores hortícolas era de fundamental importancia para este trabajo. No
obstante, lejos de resultar sencilla, de los registros existentes en la Argentina no resultan claras ni las
regiones hortícolas ni los predios dedicados efectivamente a horticultura. Menos aún quiénes trabajan
efectivamente en esos fundos. Por ello, consideramos PARTIDOS HORTÍCOLAS a aquellos partidos de la
Provincia de Buenos Aires en los cuales tiene gravitancia significativa esta actividad, y que poseían, al
menos, 100 hectáreas de su territorio destinadas a horticultura conforme al Censo Nacional
Agropecuario de 1988. Los 45 partidos que cumplían esta condición de partida eran: Bahía Blanca,
Balcarce, Baradero, Berazategui, Cañuelas, Chacabuco, Dolores, Escobar, Esteban Echeverría,
Exaltación de la Cruz, Florencio Varela, General Alvarado, General Belgrano, General Pueyrredón,
General Rodríguez, General Viamonte, Junín, La Matanza, La Plata, Lobería, Lobos, Luján,
Magdalena, Mar Chiquita, Marcos Paz, Mercedes, Merlo, Moreno, Necochea, Olavarría, Patagones,
Pergamino, Pila, Pilar, Ramallo, Roque Pérez, Saladillo, San Cayetano, San Nicolás, San Pedro,
Tandil, Tres Arroyos, Veinticinco de Mayo, Villarino y Zárate. De entre ellos, tratamos
particuarmente a 18 distritos cuya determinación surgiera del método del azar sistematizado y que
denominamos PARTIDOS HORTÍCOLAS SELECCIONADOS (Berazategui, Cañuelas, Chacabuco, Dolores,
Exaltación de la Cruz, Florencio Varela, General Alvarado, General Belgrano, La Matanza, Mar
Chiquita, Marcos Paz, Merlo, Pergamino, Ramallo, Roque Pérez, San Pedro, Tres Arroyos y Zárate).
En ellos se trató de implementar, algunas veces de manera infructuosa, un detallado cuestionario que
revele grado de coercitividad e impacto de la legislación en la praxis.
Especificaciones metodológicas:
Población de la cual se determinó la muestra: 45 partidos de la Provincia de Buenos Aires que tienen
100 ó más hectáreas dedicadas a horticultura, según el último Censo Nacional Agropecuario (1988).
202
En este ítem hemos sido asesorados, en materia de manejo estadístico y muestreo, por la Psic. Lilia Rossi
Casé (Profesora Titular de Estadística Aplicada y de Metodología de la Investigación Científica de la Facultad de
Humanidades y Ciencias de la Educación, de la Universidad Nacional de La Plata). A ella, nuestro más sincero
reconocimiento.
Negro sobre verde 207
Partido % de Has.
dedicadas a
horticultura
Merlo 23,83
Escobar 15
La Matanza 12,59
Moreno 11,60
Florencio Varela 11,41
La Plata 9,46
Berazategui 9,42
Pilar 9,03
Gral. Pueyrredón 7,55
Gral. Alvarado 6,16
Esteban Echeverría 5,18
San Pedro 3,17
Balcarce 2,73
Marcos Paz 2,50
Gral. Rodriguez 1,56
Roque Pérez 1,16
Lobería 1,07
Mercedes 0,64
Cañuelas 0,62
Luján 0,61
Tandil 0,60
Zárate 0,45
Villarino 0,41
Baradero 0,39
Ramallo 0,36
Saladillo 0,34
San Nicolás 0,34
Exaltación de la Cruz 0,26
Lobos 0,25
25 de Mayo 0,18
Gral. Belgrano 0,11
San Cayetano 0,10
Dolores 0,09
Gral. Viamonte 0,09
Junín 0,08
Mar Chiquita 0,08
Bahía Blanca 0,07
Magdalena 0,07
Chacabuco 0,06
Patagones 0,06
Pila 0,06
Pergamino 0,04
Marisa A. Miranda 208
Necochea 0,03
Olavarría 0,03
Tres Arroyos 0,02
Plan de representación (o plan de subdivisión del conjunto): La población de 45 partidos fue dividida
en cuatro grupos compuestos por distinto número de elementos cada uno.
El criterio de formación de los grupos ha sido el porcentaje de hectáreas destinadas a horticultura. Así,
a saber:
1° Grupo
De 23,83% Has. a 9% Has.
2° Grupo
De 8,99% Has. a 1% Ha.
3° Grupo
De 0,99% Ha. a 0,10% Ha.
4° Grupo
De 0,09% a 0,02% Ha.
(23,83 y 0,02 corresponde a los partidos que tienen más y menos porcentaje de hectáreas destinado a
horticultura).
Aplicando en estos grupos el Método del Azar Sistematizado, la muestra sobre la cual
trabajamos quedó conformada, entonces, por los siguientes 18 partidos que denominamos Partidos
Hortícolas Seleccionados (ordenados alfabéticamente y detallando el porcentaje de superficie de su
territorio dedicada a horticultura)203:
203
Vale la pena aclarar que del listado de partidos obtenido a partir del Método del Azar, no han resultado
seleccionados ninguno de los tres partidos que componen la Región Hortícola Bahía Blanca, aunque el resto de
los distritos sorteados se hallan correctamente distribuidos a lo largo y ancho de las distintas zonas hortícolas
preestablecidas. No obstante, hemos decidido no efectuar un ajuste en el método -que, indudablemente, lo
violentaría- para obtener al menos uno de los tres partidos referenciados (Bahía Blanca, Villarino y Patagones)
por las siguientes razones:
Negro sobre verde 209
Berazategui: 9,42 %
Cañuelas: 0,62 %
Chacabuco: 0,06 %
Dolores: 0,09 %
Exaltación de la Cruz: 0,26 %
Florencio Varela: 11,41 %
General Alvarado: 6,16 %
General Belgrano: 0,11 %
La Matanza: 12,59 %
Mar Chiquita: 0,08 %
Marcos Paz: 2,50 %
Merlo: 23,83 %
Pergamino: 0,04 %
Ramallo: 0,36 %
Roque Pérez: 1,16 %
San Pedro: 3,17 %
Tres Arroyos: 0,02 %
Zárate: 0,45 %
En este contexto, debemos observar que la bibliografía está conteste respecto a la existencia,
en la Provincia de Buenos Aires, de tres zonas de marcada incidencia hortícola, que podrían ser
denominadas: Zona Gran Buenos Aires; Zona Mar del Plata y Zona Bahía Blanca. Destacamos, no
obstante, que estas dos últimas poseen extensión territorial más abarcativa que los partidos que les dan
el nombre.
Según Benencia204 -quien en su reciente obra se ocupa de ella- esta zona comprende los
siguientes 18 partidos: Almirante Brown, Berazategui, Escobar, Esteban Echeverría, Florencio Varela,
General Rodríguez, José C. Paz, La Matanza, La Plata, Malvinas Argentinas, Marcos Paz, Merlo,
Moreno, Pilar, Presidente Perón, San Miguel, San Vicente, Tigre.
1) Patagones y Bahía Blanca poseen, respectivamente 0,06 y 0,07 % de su territorio destinado a horticultura, lo
que representa la escasa trascendencia de su producción hortícola.
2) Villarino, que posee 0,41 % de su superficie destinada a horticultura, está abocado, predominantemente, al
monocultivo de cebolla.
204
Benencia, Roberto (coordinador), Área Hortícola Bonaerense, La Colmena, Buenos Aires, 1997.
Marisa A. Miranda 210
Para el Ministerio de Asuntos Agrarios, están incluidos los partidos de: Cañuelas, Escobar,
Florencio Varela, La Plata, Lujan, Marcos Paz, Mercedes, Pilar, Roque Pérez, San Vicente; sumando
un total de 10 partidos.
Según el Ministerio de Asuntos Agrarios, hallamos en esta región a Bahía Blanca, Patagones y
Villarino.
Superficie
Superficie total hortícola Cantidad EAPS Hortic.
BUENOS AIRES (TOTAL) 605105,80 4361,00
Berazategui 1246,00 107,00
Cañuelas 1941,80 56,00
Chacabuco N/E N/E
Dolores 1183,00 28,00
Exaltación de la Cruz 506,00 18,00
Florencio Varela 2190,50 202,00
General Alvarado 48464,40 218,00
General Belgrano 1432,00 2,00
La Matanza 959,70 70,00
Mar Chiquita 6535,00 6,00
Marcos Paz 1197,50 53,00
Merlo 781,90 64,00
Pergamino 1216,20 18,00
Ramallo 2759,50 29,00
Roque Pérez 12573,50 140,00
San Pedro 18518,90 255,00
Tres Arroyos 1016,00 13,00
Zárate 1353,00 44,00
Otros departamentos 501230,90 3038,00
N/E: No especificado
205
Fuente: INDEC (Trabajo Especial, solicitado para esta investigación)
Negro sobre verde 211
206
Fuente: INDEC (Trabajo Especial, solicitado para esta investigación)
207
Fuente: INDEC (Trabajo Especial, solicitado para esta investigación)
Marisa A. Miranda 212
2) Instrucción prevalente: hasta el ciclo secundario completo; destacándose que tan sólo 4 poseían el
terciario completo, 4 universitario completo y 1 con estudios universitarios incompletos.
4) Escaso predominio de la horticultura bajo cubierta (24 horticultores la practican, mientras que 16
aún no).
5) Variabilidad en lo que respecta al tiempo que hace se dedican a la horticultura, con magnitudes
considerables en las franjas de “entre 3 y 10 años” (16) y de “más de 20 años” (15).
9) Pese a ello, se destaca la cantidad de horticultores (6) que comentan que quienes los asesoran en el
tipo de agroquímicos a utilizar son los comercios expendedores de tales productos, ante la consulta
(verbal) que ellos les realizan. Obviamente, estos vendedores no conocen el predio, ni la patología
que deben tratar, ni mucho menos las condiciones del suelo, fauna, flora, etc. existentes en la zona;
amén, naturalmente, de no poder fiscalizar la correcta utilización de estos fármacos; reduciéndose
su tarea a la prescripción (a distancia) del producto a emplear.
10) De los 39 encuestados que responden la pregunta acerca de la exigencia de requisitos para adquirir
agroquímicos, concretamente la Receta Agronómica Obligatoria, 31 afirman que no se les exige
nada; 5 dicen que “si”, que ahora se les esta comenzando a exigir receta agronómica; y 3 dicen que
“a veces” se las piden.
11) Tan solo 2 encuestados confiesan haberse intoxicado por la utilización de agroquímicos, habiendo
recibido atención en un centro hospitalario uno de ellos. Sin embargo, debemos destacar la falta de
apreciación del nexo de causalidad entre utilización de agroquímicos y daño a la salud, toda vez
que han sido frecuentes respuestas tales como “cada vez que utilizo el remedio208 me duele la
cabeza, pero eso no tiene nada que ver con el pesticida. Es porque me tenia que doler la cabeza”, y
reflexiones análogas.
12) Casi todos los productores consultados relatan cumplir con el periodo de carencia (31), aun
cuando primeramente interrogan acerca del significado del término. En este sentido, un productor
de Chacabuco nos dice: “siempre cumplo con el periodo de carencia, cómo no voy a cumplir con
la fecha de vencimiento…”. Al respecto, estimamos que al solicitarnos la aclaración mencionada,
resultaba casi obvia la respuesta afirmativa, aun cuando en la realidad de los casos ésta sea falaz.
13) Respecto a la siembra directa (pregunta formulada por la marcada incidencia de la utilización de
agroquímicos en dicha modalidad), gran parte de los encuestados sostuvo conocerla (26), y ser
ésta benéfica para el suelo, aún cuando la mayoría de ellos no la practican (31).
208
Es frecuente que así se denomine, entre la gente de nuestro campo, a los productos fitosanitarios.
Marisa A. Miranda 214
14) Las fuentes principales de información sobre siembra directa han sido los medios masivos de
comunicación y los profesionales afines (22 entre ambos ítems), pese a destacarse la participación
del INTA (7) y de otros productores relacionados con el encuestado (7).
16) Adicionalmente, se debe remarcar el frecuente temor de los encuestados a responder preguntas
vinculadas a dimensiones del predio, y vinculo jurídico que los une a aquél, basándose en el temor
de que la información recabada por nosotros sea utilizada con fines impositivos. Esto debe
considerarse una hipótesis rival no controlada, conjuntamente con la inexistencia de listados
oficiales o emanados de entidades privadas reconocidas, circunstancia esta última que nos impidió
conocer el real universo de horticultores de algunos de los partidos requeridos.
0% 17%
Partidos
Hortícolas
Seleccionados
Otros Deptos.
83%
209
EAPsH: explotaciónes hortícolas.
Negro sobre verde 215
0%
0%
Partidos
30% Hortícolas
Seleccionados
Otros Deptos.
70%
0%
Partidos
32% Hortícolas
Seleccionados
Otros Deptos.
68%
Marisa A. Miranda 216
0% 17%
Partidos
Hortícolas
Seleccionados
Otros Deptos.
83%
0%
Partidos
35% Hortícolas
Seleccionados
Otros Deptos.
65%
0%
Partidos
Hortícolas
Seleccionados
48%
52%
Otros Deptos.
Negro sobre verde 217
0%
20% Partidos
Hortícolas
Seleccionados
Otros Deptos.
80%
0%
23% Partidos
Hortícolas
Seleccionados
Otros Deptos.
77%
0%
Partidos
31% Hortícolas
Seleccionados
Otros Deptos.
69%
Marisa A. Miranda 218
0%
Partidos
32% Hortícolas
Seleccionados
Otros Deptos.
68%
0%
4%
Partidos
Hortícolas
Seleccionados
Otros Deptos.
96%
0%8%
Partidos
Hortícolas
Seleccionados
Otros Deptos.
92%
Negro sobre verde 219
0%
27% Partidos
Hortícolas
Seleccionados
Otros Deptos.
73%
0%
0%
Partidos
30% Hortícolas
Seleccionados
Otros Deptos.
70%
0%
24% Partidos
Hortícolas
Seleccionados
Otros
Deptos.
76%
Marisa A. Miranda 220
Gráfico 16.
2%1%
1%
0%
8%
2% Sin discriminar
Inst.priv.
10% Organis.Ofic.
O.Of. E Inst.Priv.
3%
Prof.del sector
Prof.y O.Of.
Prof., O.Of. E Inst:Priv.
73% Prof. e Inst. Priv.
Gráfico 17.
0% 9%
25%
Abono orgánico
24% Fertilizantes químicos
Insecticidas
Herbicidas
Fungicidas
Sin discr.
18%
24%
Negro sobre verde 221
Gráfico 18.
1%
0%
2% 4%
7%
Sin discriminar
3% Inst.priv.
Organis.Ofic.
O.Of. E Inst.Priv.
Prof.del sector
Prof.y O.Of.
Prof., O.Of. E Inst:Priv.
Prof. e Inst. Priv.
83%
Gráfico 19.
0%
14%
27%
Abono orgánico
Fertilizantes químicos
17% Insecticidas
Herbicidas
Fungicidas
14% Sin discr.
28%
Marisa A. Miranda 222
Gráfico 20.
0%
0%
2%
10%
1%
Sin discriminar
Inst.priv.
11%
Organis.Ofic.
O.Of. E Inst.Priv.
3% Prof.del sector
Prof.y O.Of.
Prof., O.Of. E Inst:Priv.
Prof. e Inst. Priv.
73%
Gráfico 21.
0%
15%
23%
Abono orgánico
Fertilizantes químicos
Insecticidas
22% Herbicidas
13% Fungicidas
Sin discr.
27%
Negro sobre verde 223
Gráfico 22.
1%
5% 1%
0%
8%
1% Sin discriminar
Inst.priv.
Organis.Ofic.
14% O.Of. E Inst.Priv.
Prof.del sector
Prof.y O.Of.
2%
Prof., O.Of. E Inst:Priv.
68%
Prof. e Inst. Priv.
Gráfico 23.
0%
20% 18%
Abono orgánico
Fertilizantes químicos
Insecticidas
15%
Herbicidas
Fungicidas
20%
Sin discr.
27%
Marisa A. Miranda 224
Gráfico 24.
Sin discriminar
0%
1%
4%1%
Inst.priv.
18%
Organis.Ofic.
O.Of. E Inst.Priv.
3%
Prof.del sector
54%
Prof.y O.Of.
15%
Prof., O.Of. E
4% Inst:Priv.
Prof. e Inst. Priv.
Gráfico 25.
0% 8%
26%
Abono orgánico
24% Fertilizantes químicos
Insecticidas
Herbicidas
Fungicidas
Sin discr.
17%
25%
Negro sobre verde 225
Gráfico 26.
0%
8%
3%
4%
Sin discriminar
Inst.priv.
Organis.Ofic.
47% O.Of. E Inst.Priv.
22%
Prof.del sector
Prof.y O.Of.
Prof., O.Of. E Inst:Priv.
Prof. e Inst. Priv.
3%
8%
5%
Gráfico 27.
0%
2%
29%
30% Abono orgánico
Fertilizantes químicos
Insecticidas
Herbicidas
Fungicidas
Sin discr.
17%
22%
Marisa A. Miranda 226
Sin discriminar
4%
7%
Hasta 5 Ha.
18%
Entre 5,1 y 10 Ha.
50% Entre 10,1 y 25 Ha.
Entre 25,1 y 50 Ha.
Más de 50 Ha.
21%
Instituciones Privadas
11%
21%
Negro sobre verde 227
Organismos Oficiales
5%
13%
32%
Hasta 5 Ha.
Entre 5,1 y 10 Ha.
Entre 10,1 y 25 Ha.
Entre 25,1 y 50 Ha.
27% Más de 50 Ha.
23%
8%
12%
Hasta 5 Ha.
Entre 5,1 y 10 Ha.
12% 52% Entre 10,1 y 25 Ha.
Entre 25,1 y 50 Ha.
Más de 50 Ha.
16%
Marisa A. Miranda 228
16%
23%
Hasta 5 Ha.
Entre 5,1 y 10 Ha.
18% Entre 10,1 y 25 Ha.
Entre 25,1 y 50 Ha.
Más de 50 Ha.
26%
17%
17%
Hasta 5 Ha.
8% Entre 5,1 y 10 Ha.
50% Entre 10,1 y 25 Ha.
Entre 25,1 y 50 Ha.
17% Más de 50 Ha.
8%
Negro sobre verde 229
10%
19%
13% Hasta 5 Ha.
Entre 5,1 y 10 Ha.
Entre 10,1 y 25 Ha.
16%
Entre 25,1 y 50 Ha.
Más de 50 Ha.
42%
0%
14%
29%
Hasta 5 Ha.
Entre 5,1 y 10 Ha.
Entre 10,1 y 25 Ha.
Entre 25,1 y 50 Ha.
Más de 50 Ha.
14% 43%
Marisa A. Miranda 230
Abono orgánico
14% 15%
Hasta 5 Ha.
15% Entre 5,1 y 10 Ha.
22% Entre 10,1 y 25 Ha.
Entre 25,1 y 50 Ha.
Más de 50 Ha.
34%
Fertilizantes químicos
3% 5%
10%
Hasta 5 Ha.
Entre 5,1 y 10 Ha.
Entre 10,1 y 25 Ha.
18%
Entre 25,1 y 50 Ha.
64% Más de 50 Ha.
Negro sobre verde 231
Insecticidas
6%
10%
Hasta 5 Ha.
Entre 5,1 y 10 Ha.
47% 19% Entre 10,1 y 25 Ha.
Entre 25,1 y 50 Ha.
Más de 50 Ha.
18%
Herbicidas
5%
11%
Hasta 5 Ha.
Entre 5,1 y 10 Ha.
49% 19% Entre 10,1 y 25 Ha.
Entre 25,1 y 50 Ha.
Más de 50 Ha.
16%
Marisa A. Miranda 232
Fungicidas
3% 5%
14%
Hasta 5 Ha.
Entre 5,1 y 10 Ha.
Entre 10,1 y 25 Ha.
18% Entre 25,1 y 50 Ha.
60%
Más de 50 Ha.
Sin discriminar
0%
1%
Hasta 5 Ha.
Entre 5,1 y 10 Ha.
Entre 10,1 y 25 Ha.
Entre 25,1 y 50 Ha.
Más de 50 Ha.
Negro sobre verde 233
1) Gran cantidad de EAPsH, pertenecientes al total de los Partidos Hortícolas Seleccionados, posee
asesoramiento incluido en el ítem “sin discriminar” (73%).
2) Le siguen, lejos, las asesoradas por “organismos oficiales” (10 %) y por “profesionales del sector”
(8%).
3) En lo que respecta a los agroquímicos utilizados, las magnitudes se mantienen estables, en el
orden del 24 al 25 % en las siguientes categorías: fungicidas (25 %), fertilizantes químicos (24 %)
e insecticidas (24 %).
4) Es de destacar la poca incidencia del abono orgánico, que escasamente alcanza al 9 %.
Datos unificados de las EAPsH de los 18 Partidos Hortícolas Seleccionados que poseen hasta 5
Ha. de superficie destinada a horticultura
Datos unificados de las EAPsH de los 18 Partidos Hortícolas Seleccionados que poseen entre 5,1
y 10 Ha. de superficie destinada a horticultura
1) Gran importancia del asesoramiento tipo “sin discriminar” (73 %), seguido del 11 % dado por
“organismos oficiales” y el 10 % de “profesional del sector”.
2) Nuevamente, adquiere significatividad la superficie a la que se le aplica abono orgánico (23 %).
3) En esa media se encuentran los insecticidas (27 %) y los herbicidas (22 %).
4) Fungicidas y fertilizantes químicos poseen una incidencia menor, que ronda el 13-15 %.
Datos unificados de las EAPsH de los 18 Partidos Hortícolas Seleccionados que poseen entre 10,1
y 25 Ha. de superficie destinada a horticultura
Marisa A. Miranda 234
Datos unificados de las EAPsH de los 18 Partidos Hortícolas Seleccionados que poseen entre 25,1
y 50 Ha. de superficie destinada a horticultura
Datos unificados de las EAPsH de los 18 Partidos Hortícolas Seleccionados que poseen más de 50
Ha. de superficie destinada a horticultura
OBSERVACIONES GENERALES
1) Las EAPsH de hasta 5 Ha. predominan en el total de EAPsH que poseen asesoramiento “sin
discriminar” (50 %). Por el contrario, las EAPsH de más de 50 Ha. poseen poca incidencia en el
total (4 %).
Negro sobre verde 235
3) Las EAPsH de hasta 25 Ha. ocupan un lugar privilegiado respecto al total de EAPsH asesoradas
por “organismos oficiales” (82 %).
4) Las EAPsH de hasta 5 Ha. vuelven a adquirir relevancia en el asesoramiento dado por
“organismos oficiales” en conjunto con las “instituciones privadas”.
5) En el ítem “profesional del sector” no cabría establecer diferencias significativas en virtud del
tamaño de la explotación hortícola.
10) Solamente el 14 % del total de superficie hortícola fertilizada con abono orgánico corresponde a
EAPsH que poseen más de 50 Ha. destinadas a horticultura.
Marisa A. Miranda 236
12) Del total de superficie a la cual se le aplican insecticidas y herbicidas, casi el 50 % corresponde a
explotaciones grandes (más de 50 Ha.); mientras que el porcentaje oscila el 16-19 % para
explotaciones medianas-medianas grandes; y decrece (5-6 %) para EAPsH pequeñas.
13) En análogo sentido, respecto a la superficie tratada con fungicidas, es de destacar que el 60 %
corresponde a EAPsH de más de 50 Ha., mientras que tan sólo el 3 % a EAPsH pequeñas (de hasta
5 Ha.).
CUARTA PARTE
LA FRACTURA PARADIGMÁTICA
(ÉTICA, SUSTENTABILIDAD AGROAMBIENTAL Y
RÉGIMEN JURÍDICO DE LOS AGROQUÍMICOS EN LA
REPÚBLICA ARGENTINA)
Marisa A. Miranda 238
210
Odum, Eugene P., Fundamentos de Ecología, Interamericana, México D.F., 1985, pp. 345 y s.s.
211
Jackson, Wes and Piper, Jon, “The necessary marriage between ecology and agriculture”, Ecology, Ecological
Society of America, Vol. 70, N° 6, Nueva York, Diciembre 1989, pp. 1591-1593.
212
Reboratti, Carlos E., “Políticas de Población, Ambiente y Recursos Naturales”; en Cámara de Diputados de la
Provincia de Buenos Aires, Elementos de Política Ambiental, Francisco Goin y Ricardo Goñi (editores), Cap. 54,
La Plata, 1993, pp. 619-630.
Negro sobre verde 239
213
Carson, Rachel, op. cit.
214
“...Los filósofos han debatido durante algún tiempo sobre los méritos de medir la calidad de la vida humana
en términos de utilidad (ya sea que se le entienda como felicidad o como la satisfacción de deseos y
preferencias). Algunos filósofos continúan defendiendo este enfoque general –que suele tener importantes
calificaciones- y producen utilitarismos con restricciones complejas y sutiles sobre la naturaleza de las
preferencias que pueden ser tomadas en cuenta. Otros han concluído que debe rechazarse todo enfoque
utilitarista...”; Nussbaum, Martha C. y Sen, Amartya (compiladores), La calidad de vida, Fondo de Cultura
Económica, México, 1996, p. 17.
215
Si bien algunas provincias y municipios argentinos llevan un estricto seguimiento y control de estos datos,
ellos no son homologables a nivel regional o nacional debido en gran parte a la utilización de diversas
metodologías, realización de las mediciones en diferentes épocas y muestreos de dudosa calidad técnica que
permitan asegurar suficiente cientificidad.
Marisa A. Miranda 240
216
Barbier, Edward B., “The concept of sustainable economic development”, en Environmental Conservation,
Vol. 14, n° 2, Summer 1987, The Foundation for Environmental Conservation, Suiza, pp. 101-110.
Negro sobre verde 241
217
Gligo, Nicolo, “Los factores críticos de la sustentabilidad ambiental del desarrollo agrícola”; en Cámara de
Diputados de la Provincia de Buenos Aires, Elementos de Política Ambiental, Francisco Goin y Ricardo Goñi
(editores), Cap. 44, La Plata, 1993, pp. 527-538.
218
En teoría, la comunidad clímax se autoperpetúa porque está en equilibrio con sí misma y con el hábitat físico.
Odum, Eugene P., op.cit., p. 337.
219
Sejenovich, Héctor y Panario, Daniel, Hacia otro desarrollo (Una perspectiva ambiental), Nordan,
Montevideo, 1996.
Marisa A. Miranda 242
220
Di Pace, María (compiladora), Las utopías del medio ambiente (Desarrollo sustentable en la Argentina),
Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, 1992, pp. 186 y s.s. ; y Di Pace, María J. y Mazzucchelli, Sergio
A., “Desarrollo sustentable en la Argentina : implicancias regionales”; en Cámara de Diputados de la Provincia
de Buenos Aires, Elementos de Política Ambiental, Francisco Goin y Ricardo Goñi (editores), Cap. 72, La Plata,
1993, pp. 869-890.
221
Barbier, Edward B., op.cit, p. 105.
222
Citado por Viglizzo, Ernesto F., “El INTA frente al desafío del desarrollo agropecuario sustentable”, en
INTA-INDEC, Desarrollo Agropecuario Sustentable, Buenos Aires, 1994, p.8.
223
Opinión de Barbier, Edwuard B. coincidente con las actuales tendencias doctrinarias y legislativas observadas
tanto en el derecho interno como en el comparado.
Negro sobre verde 243
Se ha dicho –en expresión poco feliz- que el desarrollo sustentable “es la unión o lazo entre el
medio ambiente y el desarrollo”224. La unión o lazo tiene por finalidad ensamblar -con mayor o menor
idoneidad- dos entidades ontológicamente separadas. Dos realidades no inclusivas. Dos conjuntos
discriminados.
Manejo racional o conservativo del entorno y desarrollo no son entidades diversas. Sí lo
fueron desde el concepto fáustico de desarrollo225, el cual, omnipotentemente, creía que todo lo era,
que todo lo podía.
Y terribles han sido sus consecuencias.
Bajo el paradigma fáustico la civilización occidental ha derruido muchas viviendas -como lo
hizo Fausto con la de Filemón y Baucis- para observar -narcisísticamente- el “paraíso” a sus expensas
creado. Ha despreciado, so pretexto de considerarlas ingenuas, aquellas posturas que advertían acerca
de la peligrosidad de tal comportamiento –al igual que Fausto con su amada, Margarita-. Ha creído,
absurdamente, que desarrollo y conservación ambiental eran entidades autónomas, diferenciadas; que
los países periféricos no podían controlar su entorno porque tenían dificultades más serias por
solucionar; y que los cuestionamientos al manejo de recursos sólo debían ser concebidos en sociedades
que hubiesen superado problemáticas más acuciantes.
Sin embargo, sabemos que no es así.
No existe desarrollo sin conservación ambiental. Simplemente, lo que existe -o puede existir-,
es un pseudodesarrollo, un desarrollo parcial, económico, financiero, comercial. Débil. Moribundo.
Fatal. Ese desarrollo perecerá, tarde o temprano, porque está utilizando los recursos como si fueran
inagotables. Indefinidamente renovables. Infinitamente regenerables.
Y sabemos que no es así. Que se agotan. Que perecen.
Es entonces cuando nos preguntamos, ¿puede válidamente afirmarse la existencia de un “lazo”
entre desarrollo y conservación del ambiente?.
Nuestra respuesta afirmativa a poco de analizarla se desvanece. Diríamos que es preferible
“desarrollarse” mirando el ambiente que dándole las espaldas. Y que en esto consiste el desarrollo
sustentable.
No obstante, en ella se parte de una premisa falsa: la eventualidad de la existencia de
desarrollo independientemente de la conservación del entorno.
El devenir ha demostrado el error de esta afirmación.
El desarrollo agropecuario –como parte del desarrollo integral- requiere de un manejo racional
de los recursos naturales que implique uso conservativo de los mismos, para utilidad de presentes y
futuras generaciones. Si lo queremos llamar sustentable, está bien. Convengamos, empero, que desde
224
Bustamante Alsina, Jorge, “La calidad de vida y el desarrollo sustentable en la reciente reforma
constitucional”, El Derecho, Tomo 161, Buenos Aires, 1995, pp. 902 y s.s.
225
Ver Miranda, Marisa A., “Agricultura sustentable ante la crisis de Fausto”, en Secundum Legem, Centro de
Estudiantes de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales (UNLP), La Plata, mayo de 1999, pp. 9-11.
Marisa A. Miranda 244
226
A la “calidad de vida” se le puede dar un número de interpretaciones más o menos amplias, según lo que
abarquen los factores evaluativos que, con respecto a la vida de una persona, se consideren incluidos en ella. El
concepto que utilizaremos es, siguiendo a Derek Parfit lo que “hace que una vida sea mejor”. Para un análisis
exhaustivo de esta problemática ver Brock, Dan, “Medidas de la calidad de vida en el cuidado de la salud y la
ética médica”, en Nussbaum, Martha C. y Sen, Amartya, op.cit., pp. 135-181.
227
Catalano, Edmundo F., Teoría general de los recursos naturales, Víctor P. De Zavalía Editor, Buenos Aires,
1977, p. 14.
Negro sobre verde 245
productora”228. Esa tipificación es desacertada, toda vez que el concepto de renovabilidad de los
recursos naturales se opone a los datos de la realidad obtenidos en este conflictivo fin de milenio.
Es precisamente desde la consideración de no renovabilidad de los recursos naturales (aun de
los denominados recursos naturales agrarios: suelo, agua, flora, fauna y atmósfera) que toma cuerpo,
inclusive, el concepto de sustentabilidad. Si todos los recursos fueran renovables, no existiría el
peligro de su agotabilidad y –por ende- de su deterioro para futuras generaciones. El criterio de la ética
intergeneracional presupone, necesariamente, la consideración de todos los recursos naturales como no
renovables. Solamente a partir de allí podrán afianzarse los contenidos éticos de la sustentabilidad
agroambiental.
Derivado de este, surge el postulado que requiere la utilización conservativa de todos los
recursos naturales, aún los otrora tipificados como renovables. En virtud de lo expuesto en el
postulado anterior, y dentro del marco de la sustentabilidad, todos los recursos naturales deben ser
explotados conforme pautas conservativas. Consecuentemente con nuestro concepto de sustentabilidad
agroambiental -y no meramente sustentabilidad ambiental- requerimos acudir a la génesis de agro. El
vocablo agropecuario tiene su raíz en el término agrario, proveniente de ager, que en latín significa
tierra de producción o con destino a la producción agrícola. De aquí surge el tercer postulado de
sustentabilidad: fomento de la producción agropecuaria.
Como señalara Vivanco229, la producción es la resultante económica de la conjunción
funcional de los recursos naturales, humanos y culturales. El decaimiento de la producción enerva la
economía de un país, influye en la aparición de las crisis económicas y perturba el bienestar por cuanto
difunde y agudiza la miseria.
La sustentabilidad agroambiental no implica el deber de recurrir a formas pastoriles de
explotación agroalimentaria, incompatibles, por otra parte, con las actuales dimensiones y necesidades
de la población mundial. Presupone una producción agropecuaria que procure reducir al mínimo los
riesgos propios que derivan del traumatismo adjunto a la presión selectiva.
Indudable es la necesidad de producción agropecuaria. También es indudable –y allí se ingresa
en el plano de la ética intergeneracional- el requerimiento que esa producción agropecuaria sea
sustentable en el tiempo y que, nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos tengan la tan preciada
seguridad alimentaria duradera.
Ahora bien, y dado que seguimos la doctrina que entiende que la tutela publicista propia de la
actividad agraria debe finalizar recién con lo consuntivo, es decir, con el consumo de alimentos por
parte de la comunidad, esa sustentabilidad agroambiental presupone la protección de la salud humana,
no sólo de las personas directamente relacionadas con el medio rural (como ser trabajadores o vecinos
de centros agrícolas), sino también la salud de los consumidores de productos agroalimentarios.
228
Ibídem.
229
Vivanco, Antonino C., Teoría de Derecho Agrario, Tomo I, Librería Jurídica, La Plata, 1967, pp. 197 y s.s.
Marisa A. Miranda 246
Asimismo, la salud humana puede verse comprometida por deterioro en el ambiente rural, producido
como consecuencia directa de la actividad agraria (como ser la aplicación aérea de agroquímicos que
deteriora el ecosistema del lugar por la muerte de peces, aves, contaminación de aguas, deterioro de la
flora y fauna, etc.). Es decir, la sustentabilidad agroambiental implica la protección de la salud
humana de la colectividad, en lo que se halle relacionado directa o indirectamente con la producción
agroalimentaria y agraria no alimentaria (por ejemplo, vertido de desechos provenientes del curtido de
cueros para la industria zapatera en un curso de agua que, no obstante no abastece a población alguna,
su contaminación compromete el ecosistema en el cual está inserto).
Se aprecia por estos días la emergencia de un nuevo paradigma: el de la sustentabilidad
agroambiental, que viene fuertemente relacionado con el debilitamiento de una concepción del mundo
antropocéntrica y antropocrática. 230
Será, pues, necesario en páginas siguientes referirnos a la ética que viene presidiendo la
relación hombre-naturaleza en Occidente en los últimos dos siglos.
Si entendemos la ética como el carácter de bondad o de malicia de las acciones humanas, y,
teniendo en cuenta que al fin y al cabo, las acciones humanas adquieren este carácter según la relación
que guardan con el deber, podemos anticipar que, si bien la exigencia de ética intergeneracional en
materia ambiental es percibida y concebida en igual forma en países centrales que en estados
periféricos, en estos últimos carece de la encarnación normativa materializada en los primeros.
Siendo la ética la reflexión sobre las costumbres o las formas de vida de los pueblos, es también,
aunque no exclusivamente, un discurso sobre la acción política. Pero siempre un discurso valorativo
de la acción o de las costumbres, nunca una simple descripción de lo que ocurre o de lo que es.
Parece justo calificar en general de "ética" a aquellas ideas que, ya hablen de la polis, de la
sociedad o del individuo, acaban siendo en último término, una investigación sobre el deber ser.
La Ecología, por su parte, “no nos dice nada sobre el derecho de un ser vivo para sobrevivir en su
medio ambiente; sólo esquematiza el modelo de acontecimientos en el cual la sobrevivencia tiene
230
Sabemos que, la “ciencia normal” se predica suponiendo que la comunidad científica sabe cómo es el mundo.
Gran parte del éxito de la empresa se debe a que aquélla se encuentra dispuesta a defender esa suposición, si es
necesario a un costo elevado. Sin embargo, suele suceder que un problema normal, que debería resolverse por
medio de reglas y procedimientos conocidos, opone resistencia a los esfuerzos reiterados de los miembros más
capaces del grupo dentro de cuya competencia entra. Otras veces, una pieza de equipo, diseñada y construida
para fines de investigación normal, no da los resultados esperados, revelando una anomalía que, a pesar de los
esfuerzos repetidos, no responde a las esperanzas profesionales. En esas y en otras formas, la ciencia normal se
extravía repetidamente. Y cuando lo hace – o sea, cuando la profesión no puede pasar por alto ya las anomalías
que subvierten la tradición existente de prácticas científicas- se inician las investigaciones extraordinarias que
conducen por fin a la profesión a un nuevo conjunto de compromisos, una base nueva para la práctica de la
ciencia. Los episodios extraordinarios en que tienen lugar esos cambios de compromisos profesionales son los
que Kuhn denomina “revoluciones científicas”. Son los complementos que rompen la tradición a la que está
ligada la actividad de la ciencia normal. (Ver Kuhn, Thomas S., La estructura de las revoluciones científicas,
Fondo de Cultura Económica, México D.F., 1971).
Negro sobre verde 247
“Saber cómo” diseñar una estrategia de desarrollo sustentable; “saber cómo” transformar el
arduo camino del pseudo-desarrollo (o insustentable) en uno que tenga en cuenta la ética intra e
intergeneracional; “saber cómo” alimentar crecientes masas humanas a la vez que resguardar el
alimento de nuestros propios hijos, y de los hijos de nuestros hijos. Éste será, quizás, uno de los
grandes desafíos de los próximos tiempos.
Se insiste en que los términos de los conflictos mundiales mutan. Que el capital alimentario
será el bien más preciado. Que solamente los estados que lo posean tendrán el futuro asegurado.
Ante esto, y frente a la premisa moderna que identificó el progreso de la humanidad como el
mayor control que ejerciera sobre el mundo natural, emerge triunfante el paradigma ambientalista.
Paradigma que, por otra parte, satisface acabadamente los postulados de la denominada “racionalidad
colectiva”, no siempre coincidentes con la otrora exaltada “racionalidad individual”232.
En este contexto numerosos doctrinarios ensayan recomendaciones. Por ejemplo, Di Pace233
destaca la necesidad de concretar la sanción de una legislación ambiental marco, que “siente las bases
para las relaciones interprovinciales y de las provincias con el Estado nacional para el uso y manejo de
los recursos naturales”; proponiendo que la institucionalización de la cuestión ambiental en la
administración pública debería realizarse a través de un organismo que, por su estructura, respete las
características propias de esta problemática, articulando distintas áreas sectoriales y actuando vertical
y horizontalmente con los demás organismos involucrados, vinculando los distintos sectores de la
sociedad “interesados, comprometidos o afectados”.
A partir de la reforma constitucional de 1994 el derecho a un ambiente sano y equilibrado
previsto explícitamente en el art. 41 no es una norma programática, sino un “derecho subjetivo
231
Palabras de Jürgen Dahl citadas por Mires, Fernando, El discurso de la naturaleza. Ecología y política en
América Latina, Espacio Editorial, Buenos Aires, 1992, p. 37.
232
Una forma de expresar el principio de racionalidad es decir que el individuo toma la mejor decisión posible,
dentro de los límites que le impone el conjunto de posibilidades que enfrenta. No obstante, la racionalidad de la
conducta individual no implica, necesariamente, la racionalidad de las decisiones colectivas.
233
Di Pace, María (compiladora), op.cit., p. 189.
Marisa A. Miranda 248
fundamental, directamente operativo, aunque el Gobierno de la Nación no haya dictado las normas
reglamentarias o complementarias para su aplicación”234.
Sarandón y Sarandón235 seleccionan como estrategias para lograr una agricultura sustentable la
necesidad de incluir la problemática de los agroecosistemas a la cuestión ambiental; definir costos
ambientales e incorporarlos a la ecuación económica de la producción agrícola; dictar
reglamentaciones que favorezcan la adopción de técnicas conservacionistas; fomentar el trabajo
interdisciplinario entre agrónomos, ecólogos, economistas, sociólogos, biólogos, etc. e incorporar la
Ecología Agrícola a las currículas de las instituciones de enseñanza de las ciencias agropecuarias.
Gligo236 interpreta que los efectos que más influyen en la sustentabilidad ambiental tienen
relación con las bajas significativas de los precios de los productos y con el aumento de los insumos.
La sustentabilidad se maneja ya sea por políticas centrales de subsidios, créditos y precios de
productos e insumos, como por medio de las funciones financieras de asociaciones, cooperativas u
otros organismos que sirvan para amortiguar los problemas de sus asociados.
Seguidamente realiza un detallado análisis de las políticas globales de desarrollo agrícola, con
el objeto de lograr la coherencia ecológica (uso de los recursos naturales en función de su aptitud) ,
siendo destacables las propuestas que efectúa en lo que respecta a política científica y tecnológica,
entendiendo que se debe aprovechar al máximo el conocimiento campesino sobre el comportamiento
ambiental y manifestando la necesidad de prestar atención a los avances biotecnológicos, advirtiendo
que no garantizarán –por sí mismos- la coherencia ecológica y -en muchos supuestos- solamente
lograrán “ampliar las opciones de deterioro”237. También referencia la necesidad de políticas de
ordenamiento ambiental, cuya falta es la responsable de gran parte de la pérdida de los suelos
agrícolas como consecuencia de la expansión urbana; la necesidad de revisión de políticas de
estructura de tenencia de la tierra; de obras públicas; de comercialización agrícola; de créditos y
subsidios a la recuperación ambiental; y de políticas financieras, dentro de cuyo amplio espectro
encontramos la política de seguros.
Dicen Di Pace y Mazzucchelli238, que una de las principales consecuencias sociales de la
década de 1980 ha sido el acentuado deterioro de las condiciones de vida de vastos sectores de la
población de América Latina. Ahora bien, para que una estrategia pueda hacer frente simultáneamente
a los problemas de la pobreza, el desarrollo y el medio ambiente, debe comenzar por centrarse en
234
Bustamante Alsina, Jorge, op.cit.
235
Sarandón, Santiago y Sarandón, Ramiro, “Un enfoque ecológico para una agricultura sustentable”; en Cámara
de Diputados de la Provincia de Buenos Aires, Elementos de Política Ambiental, Francisco Goin y Ricardo Goñi
(editores), Cap. 19, La Plata, 1993, pp. 279-286.
236
Gligo, Nicolo, op.cit.
237
“No hay ejemplo histórico de una tecnología importante que, pese a sus peligros potenciales, no se haya
utilizado una vez descubierta”. M. Castells, “La oveja y sus parejas”, en el diario español El País, del 10 de
marzo de 1997, p. 11; citado por Duran, Alicia y Riechmann, Jorge, Genes en el laboratorio y en la fábrica,
Trotta, Madrid, 1998, pp. 13.
238
Di Pace, María J. y Mazzucchelli, Sergio A., op.cit.
Negro sobre verde 249
políticas integradas de producción de recursos y desarrollo humano abarcando diversas cuestiones que
van desde el mejoramiento de los servicios de salud y educación hasta el fortalecimiento de las
instituciones locales, siendo la sustentabilidad urbano-rural un punto a tener en cuenta. Definen a ésta
como el equilibrio entre la oferta de recursos ambientales, naturales y productivos de cada región
(estableciendo sus potencialidades, usos y manejos adecuados mediante tecnologías apropiadas) y las
poblaciones locales. Ven necesario propender a un enfoque integrado de planificación y ordenamiento
de tierras; revalorización del recurso suelo; redefinición de áreas agrícolas; uso y manejo de bosques
nativos; conservación de la biodiversidad y utilización sostenible de los recursos genéticos; y gestión
ecológicamente racional de los productos químicos tóxicos y de los desechos peligrosos y radiactivos;
resultando necesario, a su vez, el establecimiento de un marco jurídico y reglamentario eficaz,
adecuado a nivel nacional, provincial y municipal.
Destacamos, por último, a Miyasaka239 quien formula algunas propuestas para una nueva
política agrícola, entre las que sobresalen: crédito agrícola a las tecnologías alternativas que
consoliden a la agricultura sustentable; programa de mejora de la infraestructura rural; incentivos a la
investigación de tecnologías alternativas; y programas de asistencia social y educacional en zonas
rurales.
239
Miyasaka, Shiro, “Agricultura natural: um caminho para a sustentabilidade”, en INTA-INDEC, Desarrollo
Agropecuario Sustentable, Buenos Aires, 1994, pp.69-85.
240
La composición de esta Comisión ha sido la siguiente: Gro Harlem Brundtland (Presidente); Mansour Khalid
(Vice-Presidente); y como miembros: Susanna Agnelli; Saleh Abdulrahman Al-Athel; Pablo González Casanova
(quien en agosto de 1986 y por razones personales cesó con su participación en este trabajo); Bernard T.G.
Chidzero; Lamine Mohamed Fadika; Volker Hauff; Istvan Lang; Ma Shijun; Margarita Marino de Botero;
Nagendra Singh; Paulo Nogueira-Neto; Saburo Okita; Shridath S. Ramphal; William Doyle Ruckelshaus;
Mohamed Sahnoun; Emil Salim; Bukar Shaib; Vladimir Sokolov; Janez Stanovnik; Maurice Strong y Jim
MacNeill.
241
The World Commission on Environment and Development, Our Common Future, Oxford University Press,
New York, 1987.
242
En realidad nunca ha sido una cuestión nacional o regional, no obstante habérsela considerado así desde
diversos escenarios. Dada la índole de la problemática abordada por esta ciencia, la misma es ontológicamente
superadora de las barreras políticas (límites territoriales) impuestas estadualmente.
Marisa A. Miranda 250
de Río. También se aprobó la Agenda XXI, que constituye el plan de acción que deben cumplir los
Estados antes que finalice el siglo, y aun más allá, para poder afrontar el futuro con perspectivas mas
alentadoras sobre la salud ambiental del planeta.
Estos cinco instrumentos internacionales componen el marco normativo al que han de
sujetarse los Estados en el futuro para luchar contra la degradación del medio ambiente en la
denominada “batalla ecológica”. No obstante, estos compromisos sólo crean entre los Estados
firmantes una obligación política, moral y constituyen declamaciones de carácter internacional. No se
encuentran jurídicamente obligados a su cumplimiento; no hay forma de exigirlo ni de imponerles
sanciones.
Precisamente, la Declaración de Estocolmo de 1972 aprobada por la Conferencia de las
Naciones Unidas sobre el Ambiente Humano es el repertorio de los principios sobre los cuales la
comunidad internacional pudo ponerse de acuerdo por entonces. Entre ellos se incluyen el derecho de
todos los hombres a tener condiciones adecuadas de vida; la responsabilidad por la salvaguarda de la
vida silvestre y su hábitat; el apoyo a la lucha contra la contaminación; la planificación de los
asentamientos humanos y la urbanización para evitar daños ambientales; el carácter esencial de la
educación ambiental; la soberanía de los estados sobre sus recursos naturales y la responsabilidad para
asegurar que no se cause daño al medio ambiente de otros estados248.
La Declaración de Río comienza con un Preámbulo que reafirma a su predecesora, indicando
el propósito de crear una “coalición mundial nueva y equitativa” mediante la concepción de nuevos
niveles de cooperación entre los estados, las entidades intermedias y las personas.
En el primero de sus principios establece -desde la usual visión antropocéntrica a la cual
estamos acostumbrados y contra la denominada Hipótesis de Gaia249- que los humanos constituimos el
centro de la preocupación por el desarrollo sustentable y que tenemos derecho a una vida saludable y
productiva en armonía con la naturaleza.
El “derecho al desarrollo” aparece en el tercer principio de Río, que expresa que se lo debe
ejercer “de una manera equitativa a las necesidades de desarrollo y ambientales de las generaciones
presentes y futuras”.
El principio cuarto -tautológico según Estrada Oyuela250- señala que para alcanzar el
desarrollo sustentable, la protección del medio ambiente debe ser un elemento integrante del proceso
248
Estrada Oyuela, Raúl A. y Zeballos de Sisto, María Cristina (coordinadores y directores), Evolución reciente
del Derecho Ambiental Internacional , A-Z Editora, Buenos Aires, 1993, pp.30 y s.s. No obstante, resulta
sumamente limitativo e inadecuado –como hemos afirmado antes- concebir el medio como “perteneciente” a un
estado; por definición, cualquier acción perturbadora altera, o perjudica, actual o potencialmente, todo el
ecosistema terrestre.
249
Podemos entender que toda la noción ecológica y de cuidado del medio ambiente descansa sobre uno de los
grandes supuestos de la civilización judeo-cristiana: la criatura humana como centro de creación. Sin embargo,
deben considerarse las hipótesis de Lovelock, quien caracteriza el planeta Tierra como un ser vivo, como Gaia
(Diosa Tierra para los griegos), al imaginarla “flotando en el universo como una partícula de polvo en el cielo de
la mañana” y llevando en su seno una especie tan inteligente como dañina y peligrosa.
250
Estrada Oyuela, Raúl A. y Zeballos de Sisto, María Cristina, op.cit., p.33.
Marisa A. Miranda 252
251
Coria, Silvia Liliana, “Evolución hacia un nuevo paradigma de desarrollo basado en la sustentabilidad
global”, en Jurisprudencia Argentina, Derecho Ambiental (Número especial), N° 6006, Buenos Aires, octubre 9
de 1996, pp. 42-46. No obstante, es de destacar que la autora -al igual que tantos otros doctrinarios- fija la
mirada en la sustentabilidad ambiental urbana, para lo cual recomienda la implementación de “políticas urbanas
adecuadas, que promuevan la productividad, reduzcan la pobreza y alienten la ordenación ambiental”,
minimizando –implícitamente- la necesidad de abordaje holístico de la problemática ambiental desde la
perspectiva de la sustentabilidad, tal como proponemos en estas páginas.
252
Conferência das Nações Unidas sobre Meio Ambiente e Desenvolvimento, Agenda 21, Capítulo 14,
Subsecretaria de Edições Técnicas, Brasilia, 1996, pp. 217-253.
253
Ibídem.
Negro sobre verde 253
El aspecto jurídico es una de las áreas donde se requieren las innovaciones de mayor
trascendencia, incluyendo reformas de nivel constitucional que hagan tratamiento explícito de los
temas ambientales y los recursos naturales, así como establezcan las bases jurídicas para la
participación de las generaciones futuras en los procesos decisorios acerca del uso y conservación de
los mismos. La preocupación por la conservación de los recursos surge de la convicción de que las
generaciones futuras tienen necesidad de esos recursos para su supervivencia, y no del valor o no que
nosotros les asignamos a los mismos. Los derechos de las generaciones futuras deben ser tomados
como restricciones políticas al comportamiento económico de las generaciones presentes, y como
tales, deben estar reflejados en las normas constitucionales254, a semejanza de la recepción que hace
nuestra constitución vigente255.
Hace algunos años -señala Castelli256- cualquier ciudadano medio hubiera dudado acerca de la
seriedad de contemplar, en nuestra Constitución, una norma que expresamente estableciera la
protección del ambiente y la obligación de recomponerlo, en caso de producirle daños. Sin embargo,
con un público más informado y activo, resultó indispensable su inclusión en el más alto rango
normativo.
Si bien el derecho a un ambiente sano se encontraba tutelado implícitamente en el anterior
texto constitucional, a partir de la reforma de 1994, el mismo es receptado expresamente en el art. 41
de la Carta Magna257. En él se proclama que “todos los habitantes gozan del derecho a un ambiente
sano, equilibrado, apto para el desarrollo humano y para que las actividades productivas satisfagan las
necesidades presentes sin comprometer las de las generaciones futuras ; y tienen el deber de
preservarlo”.
254
Trigo, Eduardo y Kaimowitz, David, “Economía y sostenibilidad : encuentros, desencuentors y posibles
soluciones”, en INTA-INDEC, Desarrollo Agropecuario Sustentable, Buenos Aires, 1994, pp. 41-54.
255
No obstante, aun antes de la manifestación expresa que en tal sentido hicieran nuestros constituyentes de
1994, nos hemos adscripto a la doctrina que ha entendido al derecho al ambiente sano como un derecho
implícitamente reconocido en la primigenia Constitución Nacional 1853-1860, no existiendo -ó no debiendo
existir- impedimentos para obtener su reconocimiento en cada reclamo judicial concreto.
256
Castelli, Luis, “La obligación de recomponer el daño ambiental en la Constitución Nacional”, en La Ley, T.
1995-B, Buenos Aires, pp. 980-985.
257
Art. 41 Constitución Nacional: “Todos los habitantes gozan del derecho a un ambiente sano, equilibrado, apto
para el desarrollo humano y para que las actividades productivas satisfagan las necesidades presentes sin
comprometer las de las generaciones futuras; y tienen el deber de preservarlo. El daño ambiental generará
prioritariamente la obligación de recomponer, según lo establezca la ley.
Las autoridades proveerán a la protección de este derecho, a la utilización racional de los recursos
naturales, a la preservación del patrimonio natural y cultural y de la diversidad biológica, y a la información y
educación ambientales.
Corresponde a la Nación dictar las normas que contengan los presupuestos mínimos de protección, y a
las provincias, las necesarias para complementarlas, sin que aquéllas alteren las jurisdicciones locales.
Se prohíbe el ingreso al territorio nacional de residuos actual o potencialmente peligrosos, y de los
radiactivos”.
Marisa A. Miranda 254
Esta previsión demuestra que nuestros constituyentes se han enrolado en la tendencia que ha
considerado conveniente encuadrar a los derechos ambientales entre aquéllos de naturaleza básica,
llamados “derechos humanos de tercera generación”, por oposición a los derechos civiles y políticos -
propios de la concepción liberal imperante en Francia y los Estados Unidos a finales del siglo XVIII- y
a los derechos sociales y económicos reconocidos a partir de la segunda década de este siglo258.
Al referirse a “todos los habitantes” se ha entendido que no se trata de un derecho individual,
sino de incidencia colectiva. Cada individuo -señala Quiroga Lavié259- puede sentirse “afectado”
individualmente, pero a nombre del grupo social al cual pertenece, que se encuentre alcanzado por la
afectación.
En ese sentido, se dijo que la existencia de un derecho al ambiente en cabeza de “todos los
habitantes” (art. 41) no determina por sí sola que cualquier daño al ambiente que se produzca en
cualquier lugar del territorio nacional “afecte” a “todos los habitantes” en el sentido del segundo
párrafo del art. 43260, cuando legitima para la interposición de amparo en materia ambiental al
afectado, al defensor del pueblo y a las asociaciones que propenden a esos fines.
Resulta interesante la aclaración que efectúa Quiroga Lavié respecto al “derecho a un
ambiente sano”, que implica protección al entorno ambiental del sistema social y no a la naturaleza
como sistema autónomo261. Sin embargo, el texto agrega que ese ambiente sano y equilibrado tiene
que ser “apto para el desarrollo humano”, significando -también según Quiroga Lavié- que no es el
desarrollo económico el objetivo principal tenido en cuenta por el constituyente cuando se decidió la
protección al ambiente.
Es el hombre el objeto principal de protección.
Esto queda corroborado con las expresiones de la convencional constituyente Elva Roulet262 al
afirmar que “el concepto de ambiente...incluye el de todos los ámbitos construidos que alojan a todas
las actividades del hombre...”.
El art. 41 sigue “...para que las actividades productivas satisfagan las necesidades presentes sin
comprometer las de las generaciones futuras”, adoptando el concepto en boga de desarrollo
258
Tawil, Guido Santiago, “La cláusula ambiental en la Constitución Nacional”, La Ley, T. 1995-B, Buenos
Aires, pp. 1291-1338.
259
Quiroga Lavié, Humberto, “El estado ecológico de derecho en la Constitución Nacional”, en La Ley, Año LX
N ° 74, 16-4-96, Buenos Aires, pp. 1-4.
260
Gambier, Beltran y Lago, Daniel H., “El medio ambiente y su reciente recepción constitucional”, en El
Derecho, T. 163, año 1995, Buenos Aires, pp. 727-737.
261
En lo que hemos denominado utilitarismo antropobiologista o pseudo-ecologista no existen, pese a lo
contrario de su postura discursiva, efectivos planteos de transición paradigmática del antropocentrismo al
biocentrismo. Desde allí se considera útil la conservación del entorno por ser el medio donde el hombre vive. Es
el hombre, no el bio, quien está en el centro del universo y para quien los bienes deben satisfacer necesidades.
262
Transcripto por Dromi, Roberto y Menem, Eduardo, La constitución reformada (comentada, interpretada y
concordada), Ciudad Argentina, Buenos Aires, 1994, p. 134.
Negro sobre verde 255
263
Natale, Alberto A., “Protección del medio ambiente en la reforma constitucional”, en La Ley, T. 1994-E,
Buenos Aires, pp. 1385-1389.
264
Hace tiempo venimos destacando lo inadecuado de la diferenciación entre recursos naturales renovables y no
renovables y su consecuente tratamiento jurídico discriminado. Para una exposición profundizada de nuestra
argumentación ver Miranda, Marisa A., Los recursos naturales en el Derecho Agrario, Librería Editora Jurídica,
La Plata, 1994.
265
Efectivamente, el art. 41 de la Constitución Nacional dispone que “...El daño ambiental generará
prioritariamente la obligación de recomponer, según lo establezca la ley...”.
Marisa A. Miranda 256
Dado que es nuestra intención contrastar estos principios con el articulado de la Ley 10.699 –y
de su decreto reglamentario- , es que se realiza una exploración del contenido de la norma a la luz de
los postulados descriptos. El iter metodológico adoptado consiste en seleccionar un principio general –
que fuera analizado anteriormente en forma teórica- y “ponerlo a prueba” a la luz de la legislación
objeto de estudio.
El postulado primero que considera necesario para el diseño de cualquier política de
sustentabilidad agroambiental el tratamiento de todos los recursos naturales como no renovables.
Este principio no surge ni explícito ni implícito en el cuerpo legal en estudio, siendo menester
interpretarlo a partir del razonamiento formulado más arriba: si el legislador hubiese considerado a los
recursos naturales como renovables, no se requeriría (por la misma caracterización hecha) que los
mismos sean explotados en forma conservativa y racional. Es decir, al no existir peligro de
agotabilidad, desaparece el fantasma de utilización irracional de aquéllos.
En virtud de lo expuesto, corresponde evaluar el cumplimiento de este principio
conjuntamente –y como consecuencia necesaria- del análisis del siguiente.
Hemos señalado en segundo término (por estrictas razones de organización y no de jerarquía)
el principio que impetra la utilización conservativa de todos los recursos naturales. Examinada la
Ley 10.699 y su decreto reglamentario entendemos que este postulado debe ser contrastado con los
artículos 1°, 2°, 3°, 7°, 10 y 15 de la primera; y 2° del segundo.
Efectivamente, el artículo 1° señala como uno de los objetivos de la ley la protección de los
recursos naturales.
El art. 2°, y luego de una extensa enumeración de las tareas y productos afectados por sus
disposiciones, entiende que la norma comprende aún a los productos no explicitados pero que sean
utilizados “para la protección y desarrollo de la producción vegetal”.
No obstante, es menester interpretar esta disposición desde el punto de vista productivo, toda
vez que la finalidad implícita de la norma es –por su propia naturaleza- la producción agropecuaria. Es
decir, la expresión “protección y desarrollo de la producción vegetal” debe ser entendida en el sentido
de “protección y desarrollo con finalidad productiva”. Desde esta perspectiva, no surge claramente el
cumplimiento –en el art. 2°- del principio que nos habla de utilización conservativa de los recursos
naturales, en virtud que se postula conservar a los recursos culturales –agropecuarios- (los que resultan
de la capacidad creadora del hombre aplicada a la actividad agraria) y no el entorno natural.
El art. 3° referencia como uno de los objetivos del órgano de aplicación de la ley el de
disminuir los riesgos de contaminación del medio ambiente vinculados al uso de agroquímicos.
Sabemos que el concepto de ambiente incluye al de recursos naturales, de forma tal que esta norma –
Negro sobre verde 257
más amplia que el postulado que pregonamos- satisfacería el principio de utilización conservativa de
los recursos naturales.
La clasificación de los agroquímicos –teniendo en cuenta los riesgos que implica su
utilización, tanto para la salud humana, los animales domésticos y el medio ambiente- que efectúa el
art. 7° presupone el cumplimiento del principio de utilización conservativa de los recursos naturales
implicados en la producción agropecuaria.
El art. 10 faculta al Ministerio de Asuntos Agrarios a gestionar ante la autoridad nacional
competente la exclusión de la nómina de productos autorizados aquéllos que considere desaconsejable
su empleo en virtud del peligro que entrañe su alta toxicidad o prolongado efecto residual, pudiendo
adoptar en forma inmediata las medidas necesarias para el resguardo y preservación del medio
ambiente, personas y bienes. En este supuesto subyace la premisa de uso conservativo del recurso,
dado que, para el eventual caso que el medio ambiente -que incluye los recursos- pudiera ser afectado,
el órgano de aplicación puede –y debe- tomar las medidas adecuadas para la protección de esos bienes.
Es decir, cuando peligra el uso conservativo del recurso, la autoridad queda facultada para tomar las
medidas pertinentes.
Por su parte, el art. 2 del Decreto 499/91 (reglamentario de la Ley 10.699) reafirma la misión
que se le ha encomendado a la autoridad de aplicación en lo que respecta a propiciar capacitación y
actualización de conocimientos con diversos fines, entre los cuales se encuentra “evitar la
contaminación del medio ambiente”.
En lo que respecta al fomento de la producción agropecuaria resulta claro que es el espíritu
de toda la ley. Ahora bien, el fomento de la producción agropecuaria puede ser evaluado –
básicamente- desde dos perspectivas: la del que denominamos “desarrollo fáustico” y la de la llamada
“sustentabilidad agroambiental”. La diferencia entre ambos es sustancial, y los resultados apreciables
fundamentalmente en el largo plazo. Es decir, en plazos reducidos –o circunstancias coyunturales-
ambas fórmulas darán resultados, siendo probablemente –y desde una estricta visión economicista-
más rentable la producción agropecuaria con altas dosis de agroquímicos266. Ahora bien, en el largo
plazo, la ecuación se invierte, hasta tornarse insostenible –e insustentable- el mencionado desarrollo
agropecuario fáustico.
Se sigue, entonces, que el concepto de fomento de la producción agropecuaria debe ser
interpretado armónicamente con los otros postulados, resultando necesario, entonces, evaluar ese
fomento en el largo plazo –es decir, producción agropecuaria también sustentable-. Ese examen podrá
ser realizado no sólo a partir del espíritu que impregna a la norma a contrastar, sino también desde la
aplicación que se esté llevando a cabo de la misma. Si la motivación –legislativa y política- fuera
266
Por ello creemos de trascendental importancia la investigación de las relaciones existentes entre el manejo
conservativo de los recursos naturales –básicamente suelo- y el plazo contractual de las relaciones
convencionales agrarias más usuales.
Marisa A. Miranda 258
267
Leiva, Pedro D., op. cit, p. 36.
Negro sobre verde 259
Esas actas deben ser confeccionadas por triplicado, quedando una copia para cada una de las
partes, mientras que el original es remitido por la empresa a la Dirección de Agricultura y Sanidad
Vegetal en el término de diez días “desde la ejecución del trabajo”. Entonces, el acta es entregado con
posterioridad a la ejecución del trabajo –o a lo sumo, para el supuesto de interpretarse la norma como
de aplicación en trabajos que demoren más de diez días, con posterioridad al inicio de los mismos-.
Es decir, no existe posibilidad cierta que la autoridad prohiba o limite la ejecución de las
tareas, puesto que es notificada luego de terminadas, o al menos, en la interpretación más favorable,
luego de diez días de comenzadas.
Se da en este supuesto un peligroso hueco que faculta a la empresa aplicadora a utilizar
técnicas, dosis o procedimientos desaconsejables tanto para el resguardo de la salud humana como de
los recursos naturales involucrados.
Lo establecido en el art. 33, en lo que respecta a la facultad de verificación del cumplimiento
de la reglamentación por parte del organismo de aplicación, en este supuesto, se torna ineficaz en lo
atinente a la protección de la salud humana. Y decimos esto toda vez que las empresas involucradas
pueden haber cumplido satisfactoriamente la reglamentación, haber confeccionado las actas de trabajo
requeridas, y, sin embargo, no trabajar conforme pautas de sustentabilidad agroambiental,
circunstancia ésta que vulnera los más elementales postulados de salud y bienestar.
Es llamativo, por otra parte, que las empresas de aplicación terrestre que realizan tratamientos
de control de plagas en el radio urbano deben contar con autorización municipal, amen de la receta
agronómica correspondiente; mientras que, no existe disposición análoga para las empresas que se
dedican al control de plagas en ámbitos rurales.
Dentro de este esquema de tratamiento diferenciado de la salud pública urbana y rural, vemos
que el art. 34 prevé que los equipos de aplicación terrestre no podrán circular por centros poblados,
pudiendo hacerlo en casos de extrema necesidad, sin carga, limpios y sin picos pulverizadores. De la
misma forma, y en cuanto a las empresas de aplicación aérea que realizan trabajos que revisten
carácter masivo –el cual es definido por la norma como abarcativos de uno o más cuarteles o partidos-
deben requerir aprobación previa de la Dirección de Agricultura y Sanidad Vegetal. Asimismo, se
prescribe que las empresas aplicadoras deberán operar a una distancia no menor de 2 km. de centros
poblados, no pudiendo sobrevolarlos aun después de haber agotado su carga; exceptuándose de esta
prohibición a las aplicaciones aéreas destinadas al control de plagas urbanas autorizadas
específicamente por el organismo municipal competente.
En lo que respecta a la receta agronómica –supuestamente pensada para satisfacer, en más o en
menos, los postulados reseñados- el decreto reglamentario de la Ley 10.699 dispone que es la
Dirección de Agricultura y Sanidad Vegetal la que tiene a su cargo la confección, distribución y venta
de los formularios de la receta agronómica obligatoria, como así también su fiscalización.
Marisa A. Miranda 260
Violento sería pretender sintetizar las ideologías reinantes en Occidente en el frondoso siglo
XIX. Sin embargo, es factible observar que, respecto a la relación hombre / naturaleza, las principales
corrientes pueden ser resumidas en dos -por entonces, distantes- estupendamente representadas por
sendas teorías geográficas: el determinismo y el posibilismo.
Para el primero, fiel seguidor de Ratzel (1844-1904)269, los cuadros climatobotánicos
constituían conjuntos de fuerzas que obraban sobre los hombres directamente, con un poder soberano,
rigiendo todas las manifestaciones de su actividad, desde las más sencillas a las más complicadas y
elevadas. Para el posibilismo de Vidal de la Blache (1845-1918) (o necesitarismo, según Berr), no
existía, pesando sobre las individualidades históricas, la influencia rígida y uniforme de cuatro o cinco
grandes fatalidades geográficas. El verdadero, el único problema geográfico era -según esta teoría- el
de la "utilización de las posibilidades".
268
Un avance de este trabajo fue presentado, por la autora, como ponencia en el XII Congreso Internacional de
AHILA "América Latina: outro ocidente? Debates do final do milénio" (Sesión general), celebrado en Porto
(Portugal), en septiembre de 1999; al que asistiera gracias a un Subsidio para Viajes y Estadía otorgado por el
CONICET.
269
Sobre este geógrafo ejerció una fortísima influencia M. Wagner, con su “teoría geográfica de la evolución”,
en la cual prima la concepción espacial de los fenómenos vitales. El influjo de Wagner en la biología de su
tiempo fue escaso, debido sobre todo a que su teoría incurría en el “fallo lógico” de presentarse como una
alternativa a la “teoría de la selección” (Para una explicación más acabada, ver: Jahn, Ilse-Lother, Rolf-
Senglaub,Konrad, Historia de la Biología. Teorías, métodos, instituciones y biografías breves, Labor, Barcelona,
1990).
Marisa A. Miranda 262
Federico Ratzel, zoólogo y viajero transformado en geógrafo, daba a luz a fin del siglo pasado
un término: antropogeografía. Estudiando toda la vida de los hombres, toda su múltiple actividad y la
de los grupos y sociedades humanas, metódica y racionalmente, en conjunto y en función del medio
geográfico, concluyó que el substrato terrestre era siempre el mismo y situado siempre en el mismo
punto del espacio, sirviendo de soporte rígido a los humores y aspiraciones variables de los hombres, y
regulando los destinos de los pueblos con ciega brutalidad.270
Paralelamente se constituía en Francia una escuela geográfica alrededor del historiador Pablo
Vidal de la Blache. Para él la causa esencial de las individualidades históricas lo era "menos la
naturaleza con sus recursos o sus obstáculos que el mismo hombre y su propia naturaleza".
Desde esa perspectiva se ha señalado que hay zonas diferentes que se distribuyen
simétricamente a una y otra parte del ecuador, grandes cuadros climatobotánicos, desigualmente ricos
en posibilidades y en los que las posibilidades son de valor desigual, desigualmente favorables a las
diversas razas humanas y desigualmente propias para el desarrollo humano: "pero jamás la
imposibilidad es absoluta -aún para las razas menos adaptadas-, y todas las probabilidades se hallan a
menudo burladas por la tenaz y flexible voluntad del hombre." 271
Berr procura explicar -partiendo de la usual perspectiva utilitarista finisecular- que en las
relaciones estrechas y constantes entre la naturaleza y el hombre, reconocidas expresamente por
Febvre en la obra que prologa el primero, el ser humano representa siempre un papel más iniciador
...explota cada vez más la naturaleza; explotándola o para explotarla, la remueve. La
pone al servicio de sus fines. Lo que le mueve, en definitiva, es un resorte interno y conocido
por nosotros: el interés
Toda la evolución de la vida, así como la de la humanidad -alecciona- descasa sobre el interés,
al que Febvre muestra preponderante en las iniciativas conscientes del hombre civilizado, y que está
ligado al principio lógico capitalista: necesidad de ser y de ser lo más posible; para proseguir
afirmando que
...no solamente el ser vivo retiene lo que le es útil; sino que podemos imaginar que
provoca, por una voluntad largo tiempo vacilante y poco a poco mejor asegurada, las
modificaciones útiles
El debate entre Ratzel y Vidal de la Blache podría ser drásticamente simplificado, si se quiere,
en el entendimiento que, para el primero, el ambiente físico era determinante de los comportamientos
humanos. En este contexto, poca o ninguna posibilidad tenía el hombre para modificarlo.
Vidal, por su parte, contribuyó a cimentar la consolidación casi absoluta de la supremacía
humana por sobre lo demás creado, apreciable en la posibilidad de modificación de la naturaleza
conforme sus necesidades.
270
Febvre, Lucien, La tierra y la evolución humana, Cervantes, Barcelona, 1925, p. 26.
271
Prólogo de Henri Berr a Febvre, Luciano, op.cit.
Negro sobre verde 263
Al respecto, Buffon, referido por Febvre como un precursor del posibilismo, 272 entiende que el
hombre no es una "pasta blanda" que la naturaleza moldea. Es un actor, es una de las fuerzas de la
naturaleza:
...La faz entera de la Tierra lleva actualmente la huella del poderío humano que,
aunque subordinado al de la naturaleza, ha hecho a menudo más que ella o, por lo menos, la
ha secundado tan maravillosamente que sólo con ayuda de nuestras manos se ha desarrollado
en toda su extensión 273
En consecuencia, el hombre, primitivamente sometido a la naturaleza, ha logrado dominarla y
modificarla, casi a su antojo.
La visión posibilista, no percibe -ni prescribe- límites para el obrar humano: el hombre puede
dominar a la naturaleza. Este dominio lo ejercerá con el objeto de procurarse lo útil, de hacerla
producir lo que sirve; y de desechar lo inepto, lo inútil.
A partir de esta ideología fáustica, no puede construirse, ni se ha construido, ningún concepto
conservacionista. Precisamente, los límites a la acción humana son impuestos por la utilidad, pero esa
utilidad, surge descontextualizada. En la lógica de esta teoría, lo útil para el hombre no necesariamente
lo será para el entorno, y al requerirse jerarquización -y siempre es requerida- triunfa el primero. 274
Entendemos, pues, que si una característica permite resaltar la concepción decimonónica de la
relación hombre / naturaleza, es aquella que concibe al progreso como el incremento de la dominación
de todo componente aleatorio que circunda al hombre, incluyendo su entorno natural.
272
Sin embargo, consideramos interesante estudiar la eventual relativización de la pretensa adscripción de la
teoría buffoniana a esta escuela, puesto que, en la conocida “tesis de la debilidad de las Américas”, las
expresiones de Buffon distan de permitir encuadrarlo como predecesor de Vidal, acercándolo, más bien, a una
postura determinista.
273
Febvre, Lucien, op.cit., p. 12.
274
Historiográficamente, el posibilismo geográfico influenció -en forma marcada- los orígenes de la escuela (o
movimiento, como prefiere Burke274) de Annales.
No obstante, Fernand Braudel, -su producto más reconocido- llegó a admitir, atenuando en cierto modo
la adscripción vidaliana, y bajo una forma más determinista, la dificultad humana de romper ciertos marcos
geográficos, ciertas realidades biológicas, ciertos límites de la productividad, y hasta determinadas coacciones
espirituales: “también los encuadramientos mentales representan prisiones de larga duración”. Ver Braudel,
Fernand, “Histoire et sciences sociales: la longue durée”, Annales E.S.C., n.4, oct.-dic. 1958, Débats et Combats,
pp. 725-753; o su transcrición en Braudel, Fernand, La historia y las ciencias sociales, Alianza Editorial,
Madrid, 1979, p. 71.
Marisa A. Miranda 264
Sabido es que el auge actual de la Ecología tiene que ver con la ruptura del consenso
industrialista, tan bien testimoniado en Los límites del crecimiento. Este auge se puede relacionar con
el quiebre de una concepción del mundo de acuerdo a la cual, el desarrollo histórico en función del
progreso no estaba puesto en discusión, o sea, cuando una determinada concepción del mundo ha
perdido su carácter hegemónico.
Es común suponer que la mayor preocupación social por el medio ambiente se vio estimulada
por la propia constatación de la gravedad de algunos problemas medioambientales (crecimiento
demográfico, aglomeraciones urbanas, contaminación atmosférica, agujero de la capa de ozono,
impacto de algunos desastres ecológicos como la explosión de la central nuclear de Chernobil en
Ucrania, o el hundimiento del Exxon Valdez, en las costas de Alaska, entre otras). Indudablemente, el
avance del conocimiento científico, una mejor comprensión de las causas de algunos de los fenómenos
desencadenantes de procesos contaminantes y, sobre todo, el mayor protagonismo de los medios de
comunicación en la difusión de noticias relacionadas con este tema, son factores que deben tenerse en
cuenta a la hora de explicar el creciente interés por el medio ambiente en esa década.275
Sin embargo, se ha expuesto que "en el Tercer Mundo, y especialmente en América Latina, los
problemas ecológicos han encontrado muy poca resonancia." Esto tiene que ver -según Hugo
Mansilla- con la existencia de una estructura industrial que recién se encuentra en sus comienzos, pero
también, con la vigencia de una serie de modelos y prácticas del desarrollo que hacen muy difícil una
reflexión a largo plazo en relación a esos modelos de desarrollo. 276
No obstante, nosotros entendemos que en América Latina existe consenso respecto al discurso
de la ética intergeneracional, circunstancia ésta que queda acreditada con la activa participación de sus
países en las conferencias internacionales más relevantes, como ser la Conferencia de Estocolmo
(1972) y la Conferencia de Río (1992);277 no debiendo olvidarnos del Programa de las Naciones
Unidas para el Medio Ambiente, PNUMA, creado por la Asamblea General que siguió a la
Conferencia de Estocolmo, y que adoptó algunos proyectos -de suerte dispar- para su ejecución en
América Latina, en cooperación con la CEPAL.
Pese a ello, es real, quizás en virtud del endocolonialismo -patología endémica
latinoamericana denunciada por S. Varese-, el desconocimiento de los postulados éticos enarbolados
275
Paniagua, Angel y Moyano, Eduardo, “Medio ambiente, desarrollo sostenible y escalas de sustentabilidad”,
en Reis (Revista Española de Investigaciones Sociológicas), N° 83, julio-septiembre 1998, Madrid, pp. 151-175.
276
Citado por Mires, Fernando, op.cit., p. 59.
277
Si bien a esta última, asistieron 112 jefes de Estado y de Gobierno de diferentes países del mundo, los
gobiernos de América Latina y el Caribe habían fijado su posición conjunta en la Plataforma de Tlatelolco,
aprobada en México en febrero de 1991; ese documento rescata la importancia internacional de los problemas
ambientales de los países en desarrollo que no son solamente los de carácter global. Los jefes de Estado de los
países amazónicos se reunieron en Manaos en febrero de 1992 y ese mismo mes lo hicieron en Canela los del
Cono Sur; ambas reuniones produjeron documentos de posición que tienen distintos tonos. A su vez, un grupo de
41 naciones en desarrollo, entre las que se encuentra la Argentina, adoptaron en junio de 1991 la Declaración de
Beijing -que recoge la línea de Tlatelolco- y en abril de 1992, junto con una decena adicional de países,
aprobaron la Declaración de Kuala Lumpur.
Negro sobre verde 265
278
Pese a haberse introducido cláusulas ambientales en gran parte de las constituciones latinoamericanas
reformadas en las últimas dos décadas, esas prescripciones -programáticas- encuentran serias dificultades al
momento de su operacionalización, mediante el dictado de normas de nivel infra-constitucional.
279
Laporta, Francisco J., “Etica y derecho en el pensamiento contemporáneo”, en Victoria Camps (editora),
Historia de la Ética (3. Etica contemporánea), Crítica, Barcelona, 1989, pp. 221-295.
280
Recordemos que las hipótesis básicas de la teoría de Hans Kelsen sostienen que la validez de un orden
jurídico positivo es independiente de su correspondencia, o de su falta de correspondencia, con cierto sistema
moral.
Marisa A. Miranda 266
exigimos a tal o cual industria que deje de contaminar, dejaremos mucha gente desocupada", y
fórmulas similares. Una a una, estas afirmaciones pueden ser refutadas aún utilizando su misma escala
axiológica: el deterioro ambiental también genera consecuencias económicas.
Esta esquizofrenia latinoamericana es reconocida desde el centro, cuando se remarca la
necesidad de un tratamiento indiferenciado de las cuestiones ambientales, no sólo en instrumentos
normativos, sino también en esquemas teóricos. Precisamente, se suele destacar que la exigencia ética
ambiental es un “principio igualmente válido.....para el Primer y el Tercer Mundo”, como si existiese
una ética del subdesarrollo distinta de la de la riqueza.281
En la tradición occidental los efectos de nuestras acciones sobre los otros animales han sido
ignorados hasta hace unos cien años, y sus efectos sobre la biosfera hasta hace medio siglo. En los
últimos cincuenta años los humanos más conscientes y mejor informados han ido preocupándose más
y más por los problemas ecológicos de nuestro planeta. El impacto destructivo de la humanidad sobre
los principales sistemas, la falta de escrúpulos en nuestras relaciones con las otras especies y la
insostenibilidad a largo plazo de nuestra propia civilización plantean inmensos dilemas morales y
políticos, a los que las escuelas tradicionales de ética y filosofía política no ofrecen respuesta alguna.
No obstante, es dable destacar que además del interés humano y de la compasión por la muerte
cruel de cada animal, podemos sentir también otro tipo de indignación moral, que va más allá de la
compasión, y que es indignación por el empobrecimiento y la mutilación irreversible de la biosfera
que representa la extinción o la dramática disminución de las poblaciones de aquéllos animales. El
destruir tejidos tan valiosos de nuestro entorno sin motivo ni beneficio comprensible alguno, salvo la
miope codicia de unos pocos, es algo lamentable más allá del dolor y de la compasión, es una pérdida
ontológica. Más allá del placer y el dolor, valoramos nuestra propia integridad física, y la integridad
física y la biodiversidad de la biosfera, de la que formamos parte. Por eso podemos valorar también los
árboles, los bosques, los océanos y los ecosistemas. Esta es la nueva perspectiva que aporta el nivel
ecológico de nuestra conciencia moral.282
En las últimas décadas Latinoamérica ha sufrido un intenso proceso de destrucción de su base
de recursos naturales y de deterioro ambiental. Las fuerzas económicas y los procesos sociales y
económicos que se hallan detrás de esta destrucción de recursos y deterioro ambiental son muy
complejos. En algunos casos la población actúa como elemento de presión sobre la base de recursos,
pero en otras situaciones los procesos productivos, independientemente de la variable demográfica,
constituyen un factor determinante en tal comportamiento. Aunque las raíces históricas de estos
281
Ver, entre otros, a Paniagua, Angel y Moyano, Eduardo, op.cit.
282
Mosterin, Jesús, “El nivel ecológico de la conciencia moral”, en Revista de Occidente, N° 194-195, Julio-
Agosto 1997, Madrid, pp. 13-36.
Negro sobre verde 267
procesos pueden remontarse a mucho tiempo atrás, durante los últimos años se han intensificado, tanto
en lo que concierne a la tasa de crecimiento como en lo relativo a su profundización. 283
Ahora bien, si por una parte, pensamos en las relaciones socioeconómicas imperantes entre el
mundo desarrollado y el periférico, y en la influencia que el primero tiene sobre los procesos de toma
de decisiones del segundo; y, por otra, observamos la homogeneización ético normativa, a partir del
análisis de los documentos internacionales suscriptos por la mayoría de las naciones occidentales,
logramos comprender el quid de la cuestión: Dada la característica ontológica de lo ambiental
(universal) y la necesidad de fomentar -desde el centro- una ética racional no altruista -aún con el más
inocente instinto de conservación- pero que, sin embargo, asegure su supervivencia, pareciera lógico
suponer que esa fractura ético normativa apreciable en el ordenamiento jurídico interno de los
países comprometidos, no tendría su génesis exclusivamente en factores externos, sino que estaría
originada por una pluralidad de causas, algunas exógenas y otras endógenas.
Estamos pensando, inequívocamente, en el endocolonialismo.
Tal como argumenta Mires, pareciera que la leyenda de El Dorado se niega a desaparecer. En
todos nuestros países se habla de inmensas regiones que solamente aguardan la llegada de los nuevos
conquistadores para que afloren manantiales de riquezas. Quizás fue ese tipo de leyenda el que indujo
a los gobernantes brasileños que iniciaron la campaña de ocupación de la región amazónica,
llevándose a cabo uno de los crímenes ecológicos y etnológicos más grandes de que se tenga noticia.
Pero lo ocurrido en Brasil es apenas la reproducción ampliada de lo que puede ocurrir, y de hecho ha
ocurrido, en el resto de los países latinoamericanos. A los paraguayos les aguarda el Chaco, con sus
supuestas inexploradas riquezas. A los argentinos, la inmensidad de la pampa; a los chilenos los
bosques del sur, e incluso la Antártida, cuyos bondadosos pingüinos ya están siendo exportados al
Japón; y a varios países, todavía les aguardan algunos restos de la Amazonia; y así sucesivamente...en
todas partes es fomentado un espíritu colonizador que enfervoriza las fantasías de aquellos habitantes
de urbes superpobladas y sucias, algunos de los cuales únicamente conocen los campos y los bosques
a través de la televisión.284
La principal diferencia entre el Primer Mundo y la periferia latinoamericana consiste en que en
Europa occidental la conciencia ecológica ha alcanzado un notable grado de expresión política,
mientras que, en América Latina todavía se mantiene oculta, o habitando solamente los terrenos
culturales; esperando, según Mires, "su acceso a lo político"; aguardando, para nosotros, la subsunción
de los principios éticos que autoproclama, en normas jurídicas que reflejen y consoliden su eficaz
instalación en el marco de la política.
283
Nadal Egea, Alejandro, “Los recursos naturales, su explotación y nuevas políticas ecológicas”, en Reyna, José
Luis (compilador), América Latina a fines de siglo, Fondo de Cultura Económica, México, D.F., 1995, pp. 116-
147.
284
Mires, Fernando, op.cit., p. 62.
Marisa A. Miranda 268
285
Recordemos el paradigmático ejemplo de Silent Spring.
286
“Si vemos que un león persigue a un venadillo, todos sabemos que esa vertiginosa carrera, que probablemente
terminará con la muerte del venadillo, corresponde a un movimiento de la naturaleza. Pero eso no nos impide
tomar partido, por lo común por el venadillo, y habría que ser muy perverso como para no desear que el
venadillo logre escapar. Desde un punto de vista ético o estético, estamos tomando un partido (no hay nada más
tierno que los húmedos ojos de un venadillo). Casi siempre existe la posibilidad de elegir: o la represa eléctrica o
las cooperativas de huertos familiares; o el reactor atómico o el molino a viento; o el desierto o el bosque; o el
tractor o el indio” (Mires, Fernando, op.cit., p. 82).
287
El entrecomillado corresponde al concepto de colonialista dado por Al Imfeld y transcripto por Fernando
Mires, op.cit., p. 66.
Negro sobre verde 269
288
Citado por Pablo Gutman, “La economía y la formación ambiental”, en Leff, Enrique (compilador), Ciencias
sociales y formación ambiental, Gedisa, Barcelona, 1994, pp. 125-155.
289
El capitalismo a ultranza es potencialmente contradictor del ambientalismo: el primero otorga a los recursos
naturales el mismo tratamiento que a cualquier otro de los llamados “medios de producción”.
Marisa A. Miranda 270
Este paradigma, en materia ambiental, viene siendo hace décadas severamente cuestionado y
marginado en los países centrales. A partir de entonces, y buscando basamento legal en diversos
instrumentos internacionales y legislación interna, la ética del centro ha tomado otra dirección, el
camino de la intergeneracional. Sendero éste por ahora exclusivamente reservado a aquéllos,
observándose una fractura entre el ser y el deber ser ambiental en los países de la periferia.
El discurso enarbolado al respecto desde Latinoamérica dista de ser coherente.
Por una parte, se afirman y suscriben convenios internacionales en los cuales está presente el
respeto por la ética intergeneracional, por la sustentabilidad ambiental. Por otra, gran parte de sus
países legalizan el uso de tecnologías sucias o peligrosas; enajenan el importante capital de
biodiversidad; y rubrican contratos que facilitan la explotación absurda de sus recursos naturales.
Se ha sugerido que hasta alrededor de 1930 predominaba en América Latina la noción de
"países nuevos" o sea, países cuya historia no había podido desplegarse todavía estando por lo mismo
cuajada de posibilidades. En cambio, después fue imponiéndose la noción de "país subdesarrollado" en
la conciencia latinoamericana.290 Gravísima postura que fomenta, sin lugar a dudas, una percepción
neocolonialista (o endocolonialista) del entorno.
Precisamente, el endocolonialismo existente en sus élites gobernantes utiliza argumentos
economicistas para justificar insostenibles reflexiones sobre la laxitud de la recepción jurídica de la
ética ambiental de este fin de milenio.
Y decimos esto puesto que si bien no desconocemos la política colonialista que suele presidir
las relaciones Norte-Sur, en desmedro del último, destacamos que esta fórmula no nos permite
explicar la lógica ambiental latinoamericana.
Si las cuestiones ambientales trascienden las barreras estaduales, y los límites ecosistémicos,
hora es de entender que "estamos todos en un mismo barco", y que la ética pregonada desde el
desarrollo -con la posibilidad de disposición y aplicación de un conocimiento científico ahora
universalizado- debe evaluar -aún en su propio afán de subsistencia, aún en su más egoísta instinto de
conservación- la posibilidad de buscar la efectivización de políticas de manejo coherente de los
recursos naturales de la periferia, quien, detenida en la época victoriana y anhelante de un Fausto que
le posibilite emerger, potencialmente compromete con sus acciones -fuertemente condicionadas- la
supervivencia del globo.291
290
Así lo ha entendido Antonio Cándido, citado por Brunner, José Joaquín, “Tradicionalismo y modernidad en la
cultura latinoamericana”, en Reyna, José Luis (compilador), América Latina a fines de siglo, Fondo de Cultura
Económica, México, D.F., 1995, pp. 276-306.
291
Si bien es real que en la cuestionada ética evolucionista spenceriana resulta prácticamente inviable una
postura altruista -el altruista se sacrificaría por sus semejantes, lo que lo tornaría no precisamente cómo el más
apto de la Creación, y repercutiría en que no fuera el más apto para la supervivencia; por lo tanto, el altruista
moriría pronto-, lo cierto es que desde la Sociobiología se ha elaborado una respuesta: si lo importante,
evolutivamente hablando, no es la supervivencia individual, sino la presencia en el acervo genético de la
población de ciertos genes que controlan la actitud altruista, cualquier conducta que contribuya a la persistencia
de esos genes será evolutivamente útil, adaptativa.
Negro sobre verde 271
Ver Cela Conde, Camilo J., “El naturalismo contemporáneo: de Darwin a la sociobiología”, en Victoria Camps
(editora), Historia de la Ética (3. Etica contemporánea), Crítica, Barcelona, 1989, pp. 601-634.
292
Ver ïbidem.
293
Rubert de Ventós, Xavier, “No les des pescado, dales caña”, en Revista de Occidente, N° 194-195, Julio-
Agosto 1997, Madrid, pp. 7-11.
Marisa A. Miranda 272
294
Weffort, Francisco, “La América equivocada. Apuntes sobre la democracia y la modernidad en la crisis de
América Latina”, en Reyna, José Luis (compilador), América Latina a fines de siglo, Fondo de Cultura
Económica, México, D.F., 1995, pp. 399-431.
295
Ver Morse, Richard M., El espejo de Próspero, Siglo XXI, México D.F., 1982, citado por Weffort en op.cit.
Negro sobre verde 273
Marisa A. Miranda 274
Bibliografía
ABRIL, Ernesto, “Sociología y formación jurídica”, Actas del II Congreso Nacional de Sociología
Jurídica, Córdoba, noviembre de 2001, pp. 753-762.
ALTERINI, Atilio Aníbal, “El consumidor en la sociedad posmoderna”, en La Ley, T. 1996-E, Sección
Doctrina, Buenos Aires, pp. 818-827.
AMAYA, Marcela; CABELLERO, Jessica; FARFÁN, Fernanda y YÁNEZ, Roxana, “Pesticidas:
Silenciosos Enemigos del Hombre”, http://www.usach.cl.eperiodi/fena.htm.
Antecedentes Parlamentarios, N° 1, La Ley, Buenos Aires, 1994.
BALCAZA, Luis, “Hortalizas de hoja”, en MELGAR, Ricardo y DÍAZ ZORITA, Martín (coordinadores),
La fertilización de cultivos y pasturas, INTA-Editorial Hemisferio Sur, Buenos Aires, 1997, pp.
207-212.
BARBIER, Edward B., “The concept of sustainable economic development”, Environmental
Conservation, Vol. 14, n° 2, Summer 1987, The Foundation for Environmental Conservation,
Suiza, pp. 101-110.
BARCENA, Alicia, “Acuerdos de Río : Cumbre de la Tierra, ECO 92”, en INTA-INDEC, Desarrollo
Agropecuario Sustentable, Buenos Aires, 1994, pp. 61-67.
BENENCIA, Roberto (coordinador), Área Hortícola Bonaerense, La Colmena, Buenos Aires, 1997.
BENENCIA, Roberto, “Espacios de transacción en el mercado de trabajo rural. Nuevas formas de
contratación en la horticultura bonaerense”, Universidad de Buenos Aires, Facultad de
Agronomía, Cátedra de Extensión y Sociología Rurales, Buenos Aires, septiembre de 1996.
BENENCIA, Roberto y SOUZA CASADINHO, Javier, “Salud y alimentación: uso y abuso de pesticidas en
la horticultura bonaerense”, en Realidad Económica N° 114-115, IADE, Buenos Aires, mayo de
1993, pp. 29-51.
Boletín del Instituto de Suelos y Agrotecnia, del Ministerio de Agricultura y Ganadería, Dirección
General de Investigaciones Agrícolas, Buenos Aires, 1956.
BRAUDEL, Fernand, “Histoire et sciences sociales: la longue durée”, Annales E.S.C., n.4, oct.-dic.
1958, Débats et Combats, pp. 725-753
BRAUDEL, Fernand, La historia y las ciencias sociales, Alianza Editorial, Madrid, 1979.
BRUNNER, José Joaquín, “Tradicionalismo y modernidad en la cultura latinoamericana”, en REYNA,
José Luis (compilador), América Latina a fines de siglo, Fondo de Cultura Económica, México,
D.F., 1995, pp. 276-306.
BUSTAMANTE ALSINA, Jorge, “La calidad de vida y el desarrollo sustentable en la reciente reforma
constitucional”, en El Derecho, T. 161, Buenos Aires, 1995, pp. 902 y s.s.
CARSON, Rachel, Silent Spring, Houghton Mifflin Company, Nueva York, 1994.
Negro sobre verde 275
Informe sobre desarrollo humano en la Provincia de Buenos Aires, Honorable Senado de la Nación -
Banco de la Provincia de Buenos Aires, Buenos Aires, 1997.
JACKSON, Wes and PIPER, Jon, “The necessary marriage between ecology and agriculture”, Ecology,
Ecological Society of America, Vol. 70, N° 6, Nueva York, Diciembre 1989, pp. 1591-1593.
JAHN, Ilse-Lother, ROLF-SENGLAUB,Konrad, Historia de la Biología. Teorías, métodos, instituciones
y biografías breves, Labor, Barcelona, 1990.
KOCH, Osvaldo, CRAVERO DE KOCH, Amerys y FARRÉ, Stella, “Patología Humana y Medio
Ambiente”, en CÁMARA DE DIPUTADOS DE LA PROVINCIA DE BUENOS AIRES, Elementos de
Política Ambiental, Francisco Goin y Ricardo Goñi (editores), Cap. 59, La Plata, 1993, pp. 673-
691.
KUHN, Thomas S., La estructura de las revoluciones científicas, Fondo de Cultura Económica,
México D.F., 1971.
La Ley, T. 1998-E, Buenos Aires, p. 300.
LAPORTA, Francisco J., “Etica y derecho en el pensamiento contemporáneo”, en CAMPS, Victoria
(editora), Historia de la Ética (3. Etica contemporánea), Crítica, Barcelona, 1989, pp. 221-295.
LEFF, Enrique, “Sociología y ambiente: Formación socioeconómica, racionalidad ambiental y
transformaciones del conocimiento”, en LEFF, Enrique (compilador), Ciencias Sociales y
formación ambiental, Gedisa, Barcelona, 1994, pp. 17-84.
Legislación Argentina, N° 619, Buenos Aires, Enero de 1997, p. 16.
LEIVA, Pedro D., Productos Fitosanitarios, su correcto manejo, INTA (Estación Experimental
Agropecuaria de Pergamino)/Cámara Argentina de la Industria de Fertilizantes y Agroquímicos-
CIAFA, Buenos Aires, 1997.
LIBSTER, Mauricio, Delitos ecológicos, Depalma, Buenos Aires, 1993.
LIPINSKI, Víctor M., “Cebolla y ajo”, en MELGAR, Ricardo y DÍAZ ZORITA, Martín (coordinadores),
La fertilización de cultivos y pasturas, INTA-Editorial Hemisferio Sur, Buenos Aires, 1997, pp.
213-219.
LIPINSKI, Víctor M. y GAVIOLA, Silvia, “Tomate y pimiento”, en MELGAR, Ricardo y DÍAZ ZORITA,
Martín (coordinadores), La fertilización de cultivos y pasturas, INTA-Editorial Hemisferio Sur,
Buenos Aires, 1997, pp. 221-224.
LOVELOCK, James, Gaia. Una ciencia para curar el planeta, Integral, Barcelona, 1992.
MÁRMORA, Leopoldo, “La ecología en las relaciones norte-sur : el debate sobre el desarrollo
sustentable”; en CÁMARA DE DIPUTADOS DE LA PROVINCIA DE BUENOS AIRES, Elementos de
Política Ambiental, Francisco Goin y Ricardo Goñi (editores), Cap. 71, La Plata, 1993, pp. 849-
868.
MIRANDA, Marisa A., Los recursos naturales en el Derecho Agrario, Librería Editora Jurídica, La
Plata, 1994.
Marisa A. Miranda 278
MIRANDA, Marisa A., “Procesos de integración y asociacionismo agrario (especial referencia a los
contratos accidentales”, en Revista del Colegio de Abogados de La Plata, año XXXVI-N° 57, La
Plata, 1996, pp. 281-293.
MIRANDA, Marisa A., “Agricultura sustentable ante la crisis de Fausto”, en Secundum Legem, Centro
de Estudiantes de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales (UNLP), La Plata, mayo de 1999,
pp. 9-11.
MIRANDA, Marisa A., “Federalismo y poder de policía en materia de sanidad agroalimentaria”, en La
Ley, T. 2000-A, Buenos Aires, 2000, pp. 890-901.
MIRES, Fernando, El discurso de la naturaleza. Ecología y política en América Latina, Espacio
Editorial, Buenos Aires, 1992.
MIYASAKA, Shiro, “Agricultura natural: um caminho para a sustentabilidade”, en INTA-INDEC,
Desarrollo Agropecuario Sustentable, Buenos Aires, 1994, pp.69-85.
MORSE, Richard M., El espejo de Próspero, Siglo XXI, México D.F., 1982.
MOSTERIN, Jesús, “El nivel ecológico de la conciencia moral”, en Revista de Occidente, N° 194-195,
Julio-Agosto 1997, Madrid, pp. 13-36.
NADAL EGEA, Alejandro, “Los recursos naturales, su explotación y nuevas políticas ecológicas”, en
REYNA, José Luis (compilador), América Latina a fines de siglo, Fondo de Cultura Económica,
México, D.F., 1995, pp. 116-147.
NATALE, Alberto A., “Protección del medio ambiente en la reforma constitucional”, en La Ley, T.
1994-E, Buenos Aires, pp. 1385-1389.
NUSSBAUM, Martha C. y SEN, Amartya (compiladores), La calidad de vida, Fondo de Cultura
Económica, México, 1996.
ODHIAMBO, Thomas, “Biological Constraints on food production and on the level and efficient use of
chemical inputs”, en Chemistry and World Food Supplies: The new Frontiers. Chemrawn II,
Perspectives and Recommendations, International Unión of Pure and Applied Chemistry and
International Rice Research Institute, Ontario, 1983.
ODUM, Eugene P., Fundamentos de Ecología, Interamericana, México D.F., 1985.
ORGANIZACIÓN PANAMERICANA DE LA S ALUD, Oficina Sanitaria Panamericana, Oficina Regional de
la Organización Mundial de la Salud, La Salud en las Américas (Edición de 1998), Volumen II,
Publicación Científica N° 569, Washington D.C., 1998.
PANIAGUA, Angel y MOYANO, Eduardo, “Medio ambiente, desarrollo sostenible y escalas de
sustentabilidad”, en Reis (Revista Española de Investigaciones Sociológicas), N° 83, julio-
septiembre 1998, Madrid, pp. 151-175.
QUIROGA LAVIÉ, Humberto, “El estado ecológico de derecho en la Constitución Nacional”, en La Ley,
Año LX N ° 74, 16-4-96, Buenos Aires, pp. 1-4.
Negro sobre verde 279
QUIROGA LAVIÉ, Humberto, “La regulación del comercio interior dentro de cada provincia nunca es
materia del poder de policía federal”, en La Ley, T. 1996-A, Buenos Aires, pp. 557-564.
REBORATTI, Carlos E., “Políticas de Población, Ambiente y Recursos Naturales”; en CÁMARA DE
DIPUTADOS DE LA PROVINCIA DE BUENOS AIRES, Elementos de Política Ambiental, Francisco
Goin y Ricardo Goñi (editores), Cap. 54, La Plata, 1993, pp. 619-630.
Revista Chacra y Campo Moderno, ejemplares correspondientes a los años 1997 y 1998.
RINGUELET, Roberto; ATTADEMO, Silvia; SALVA, Cristina y ARCHENTI, Adriana, “Tiempo de
medianero”, Ruralia, Julio 1992, Buenos Aires, pp. 79-93.
RINGUELET, Roberto y LAGUENS, Julián, “Notas sobre el uso de agroquímicos”, en Espacio
tecnológico, población y reproducción social en el Sector Hortícola de La Plata, Serie Estudios e
Invetigaciones Nº 39, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad
Nacional de La Plata, La Plata, s/f, pp. 115-124.
RINGUELET, Roberto y SALVA, María Cristina, “El campo del trabajo en la producción hortícola
bonaerense”, Facultad de Ciencias Agrarias y Forestales y Facultad de Humanidades y Ciencias de
la Educación, Universidad Nacional de La Plata, s/f.
RUBERT DE VENTÓS, Xavier, “No les des pescado, dales caña”, en Revista de Occidente, N° 194-195,
Julio-Agosto 1997, Madrid, pp. 7-11.
RUBIANES, Carlos, El Código Penal y su interpretación jurisprudencial, Tomo II, Depalma, Buenos
Aires, 1983.
SANTAMARÍA, Luisa, El comentario periodístico. Los géneros persuasivos, Paraninfo, Madrid, 1990.
SARANDÓN, Santiago y S ARANDÓN, Ramiro, “Un enfoque ecológico para una agricultura sustentable”;
en CÁMARA DE DIPUTADOS DE LA PROVINCIA DE BUENOS AIRES, Elementos de Política
Ambiental, Francisco Goin y Ricardo Goñi (editores), Cap. 19, La Plata, 1993, pp. 279-286.
SCAGEL, Robert et al, El reino vegetal. Los grupos de plantas y sus relaciones evolutivas, The
University of British Columbia -Canadá-, Omega, Barcelona, 1980.
SEJENOVICH, Héctor y PANARIO, Daniel, Hacia otro desarrollo (Una perspectiva ambiental), Nordan,
Montevideo, 1996.
SOUZA CASADINHO, Javier, “La horticultura bonaerense: de la sobreutilización de insumos a la
agricultura orgánica. Un análisis de estrategias productivas y comerciales”, ponencia presentada a
las Jornadas Extraordinarias de Estudios Agrarios “Horacio Giberti”, Buenos Aires, agosto de
1998.
TARRÍO, Mario C. y MURACA, Sergio F., “El Derecho Ambiental y los delitos ecológicos”, Delitos no
convencionales, Maier, Julio B.J. (compilador), Editores del Puerto, Buenos Aires, 1994.
TAWIL, Guido Santiago, “La cláusula ambiental en la Constitución Nacional”, en La Ley, T. 1995-B,
Buenos Aires, pp. 1291-1338.
Marisa A. Miranda 280
THE WORLD COMMISSION ON ENVIRONMENT AND DEVELOPMENT, Our Common Future, Oxford
University Press, New York, 1987.
TOLEDO, Víctor M., “Tres problemas en el estudio de la apropiación de los recursos naturales y sus
repercusiones en la educación”, en LEFF, Enrique (compilador), Ciencias Sociales y formación
ambiental, Gedisa, Barcelona, 1994, pp. 157-180.
TRIGO, Eduardo y Kaimowitz, David, “Economía y sostenibilidad : encuentros, desencuentors y
posibles soluciones”, en INTA-INDEC, Desarrollo Agropecuario Sustentable, Buenos Aires,
1994, pp. 41-54.
VIGLIZZO, Ernesto F., “El INTA frente al desafío del desarrollo agropecuario sustentable”, en INTA-
INDEC, Desarrollo Agropecuario Sustentable, Buenos Aires, 1994.
VIVANCO, Antonino C., “Policía Agraria”, Enciclopedia Jurídica Omeba, Buenos Aires, p. 527.
VIVANCO, Antonino C., Teoría General de Derecho Agrario, Tomos I y II, Librería Jurídica, La Plata, 1967.
WEFFORT, Francisco, “La América equivocada. Apuntes sobre la democracia y la modernidad en la
crisis de América Latina”, en REYNA, José Luis (compilador), América Latina a fines de siglo,
Fondo de Cultura Económica, México, D.F., 1995, pp. 399-431.
WORLD CANCER RESEARCH FUND Y AMERICAN INSTITUTE FOR CANCER RESEARCH, Food, Nutrition
and the prevention of cancer: a global perspective, American Institute for Cancer Research,
Washington D.C., 1997.