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ENCUENTROS CON JESÚS

JESÚS
y
LOS NIÑOS

MIRADA A LA VIDA

Hay realidades o hechos de vida, en las


distintas culturas, que llaman la
atención; al menos mirando “desde
fuera”. Lo que es valorado en algunos
lugares o culturas, en otros sitios no
tienen ninguna importancia. Según la
interpretación que se haga de ese hecho
o acontecimiento, así serán las
conclusiones a las que se pueda llegar.

Asimismo, hay VALORES que son


“deseados y adorados” en una
dinámica concreta de vida, y por
alcanzarlos se puede hacer lo que sea…
Pero otras personas “pasan” de esos
considerados “valores” y apuestan por
otras formas de vida, por otros estilos con los que tratar de conseguir, al
final, el único objetivo y el principal: el ser considerados y respetados y así
poder alcanzar el ser felices.

Esto mismo ocurría en la cultura judía donde Jesús de Nazaret vivió y


anunció la Buena Nueva del Reino. En aquella situación concreta y en el
marco cultural de Palestina, los NIÑOS no eran tenidos muy en cuenta
que se diga. Al contrario, era una realidad marginada y poco
considerada (lo mismo que las mujeres). Era una mentalidad común que
no merecía la pena perder el tiempo con ellos. Por lo tanto, no tenían un
peso específico en aquella cultura.

Por eso, llama profundamente la atención la actitud del Maestro de


Nazaret a este respecto. Y es que es capaz de poner a los niños como
MODELO de ACOGIDA de su Buena Nueva. Esto es, aquellos que no
son considerados y valorados, son quienes tienen una actitud positiva y
válida de cara a la propuesta del Reino que Jesús ofrece en nombre del
mismo Dios. Por lo tanto, no es extraño que los mismos apóstoles del
grupo de Jesús se enfaden ante la presencia de los niños y de quienes los
presentan.

Así, pues, el estilo de actuación de Jesús es de una NOVEDAD enorme,


que sin duda alguna llamó poderosamente la atención a propios y extraños.
Los “grandes”, los “santones” no son modelos en la dinámica del Reino,
sino los indefensos y poco considerados NIÑOS. Por lo tanto, los que “no
cuentan” ni a nivel social y menos a nivel religioso en Israel, ésos son
colocados como MODELOS. ¡Casi nada!

Y no lo son porque sean “niños” y actúen como tales, o porque hacen


“niñadas”. No. Sino por la actitud que viven: esperando todo de los
demás y dependen de ellos. Ellos simbolizan y viven el “RECIBIR en
gratuidad” como forma de vida; ellos no piensan en “hacer méritos” para
lograr algo. Simplemente son, y están abiertos al don; su estilo es la
gratuidad. ¡Ahí es nada!

Contemplemos el sencillo, pero revolucionario relato evangélico. Nos


dejamos “pillar” por él. Sólo así descubriremos la frescura que rezuma.
¡Adelante!

A LA LUZ DEL EVANGELIO

Evangelio: Marcos 10, 13-16


En aquel tiempo, presentaron a Jesús unos niños para que los
tocara, pero los discípulos les regañaban.
Al verlo, Jesús se enfadó y les dijo:
- «Dejad que los niños se acerquen a mí: no se lo impidáis; de los
que son como ellos es el Reino de Dios. Os aseguro que el que no
acepte el Reino de Dios como un niño, no entrará en él».

Y los abrazaba y los bendecía imponiéndoles las manos.

HOY Y AQUÍ

Está claro: aquí ALGO NUEVO se nos está diciendo. Es cuestión de


“acercarnos”, “entenderlo” y “asumirlo” desde dentro. Y es que la
propuesta es clara y nítida: resulta que en la religiosidad de Israel todo era
cuestión de “hacer méritos” para conseguir… lo que fuere. Además, el
“cumplimiento” era el camino para alcanzar las metas más altas y la
santidad. ¡Vale!

Pero Jesús, el Maestro, plantea otro camino completamente diferente,


radicalmente distinto: ACOGER el REINO es el estilo que se propone
como el bueno y válido. Y es que la oferta de Dios es para todos aquellos
que se abren con un corazón sencillo. La GRATUIDAD es la clave de la
nueva espiritualidad.

Y esto que parece “fácil y apetecible”, en lo concreto de la vida no lo es


tanto. Nuestros esquemas de vida, lo que “respiramos” en nuestro entorno
y lo que se nos pide y plantea en nuestra misma espiritualidad cristiana…
no va por ahí, ni mucho menos. Está claro: no hemos entendido y acogido
el don y el regalo del Evangelio; o… el “por si acaso” tiene mucha
fuerza en el fondo de nuestro ser y de nuestro corazón y nos condiciona
totalmente (o… ¿es que “muchas formas” que hoy se plantean, no llevan
mucho de este modo de ver y entender?).

Aquí hay una cuestión VITAL y de fondo, y que puede llenar de


contenido o viciar absolutamente nuestra espiritualidad. Y es que sólo
desde una gran sencillez de corazón y desde una actitud de sentirme
necesitado/a, podré dirigirme a Dios como ABBÀ, como Padre y
aceptar una relación filial, entrañable y de dependencia. Y ésta es la
propuesta de Jesús.

¡Difícil lección la que esta escena evangélica nos propone! A nosotros nos
gustan “otras” formas y “otros” estilos. Lo de la “Infancia Espiritual” la
consideramos para los débiles y para los que no se valen por sí mismos…
¡Qué pena! Hemos perdido la gran oportunidad de gozar y disfrutar de
LO MEJOR, conformándonos con las pequeñas migajas… que las
buscamos con ansiedad desmedida. ¡Qué locura, la nuestra!

ORACIÓN

Padre, lleno de amor y de ternura:


en aquél que se hizo niño como nosotros,
en Jesús, tu Hijo predilecto,
nos has hecho a nosotros de tu Familia,
y no podemos llamarte “Padre”
sin experimentar el gozo de ser hijos tuyos.

Padre,
por nuestra fragilidad
y arrastrados por nuestro entorno,
tantas veces realizamos lo que no nos parece bien
o nos empeñamos en algo imposible.

Purifica, Padre bueno, nuestro corazón,


sacia nuestra sed descontrolada
de bienestar y de comodidad,
y que vivamos, realmente, como hijos tuyos.
Porque sabemos que
cuanto más sencillos y humildes seamos,
como unos niños necesitados de todo,
tanto más nos amarás Tú,
y tu Espíritu, con sus dones,
nos hará, cada día, más acordes
con tu corazón de Padre,
lleno de amor y de ternura.

PLEGARIA

DESEO ENCONTRARME CON MI PADRE

¿Qué me dirás, Dios mío,


cuando llegue a tu presencia
y me encuentre frente a Ti?
«Animo, hija/o, te has portado como un buen hijo/a».

Yo me quedaré mudo,
porque llevaba preparada una explicación.
Tú me tomarás de la mano
y me enseñarás tu casa con todo detalle.
Casi no te atreverás a pronunciar palabra.
Solamente, como de pasada, me dirás:
«Ya teníamos ganas de verte aquí, con nosotros».

Yo te miraré al rostro asombrado


y veré que te brillan los ojos
y que luchas para que no te caiga ninguna lágrima.

Y mis explicaciones e historias


se me irán de la cabeza todas.
Y mis fallos quedarán sepultados para siempre
en el baúl vacío de los recuerdos muertos.

Y empezaré a entender que eres gratuito,


como el agua antes del capitalismo
y el sol antes del turismo.
¡Empezaré a entender, por fin,
la parábola del hijo pródigo!

Y se me quedará clavada en el corazón una palabra eterna,


que la estás diciendo desde ahora,
aunque yo no la oiga todavía: «Hijo».

Y sentiré, ¡por primera vez!,


una alegría no pasajera.

CANTO

HEMOS CONOCIDO EL AMOR.


HEMOS PUESTO EN ÉL NUESTRO IDEAL.
Y SABEMOS QUE AL UNIRNOS
EN EL NOMBRE DEL SEÑOR,
DANDO VIDA A NUESTRA VIDA
DIOS ESTÁ.

Cristo nos convoca para ser con Él,


signo de esperanza, signo de unidad.
Para hacer presente el amanecer
de una nueva vida que comienza ya.

Juntos proclamamos el amor de Dios;


juntos compartimos nuestro mismo pan.
Siempre unidos como cuerpo del Señor;
juntos en la lucha, juntos al rezar.

Hemos descubierto que la vida es


sólo una mentira si el amor no está,
porque en el amor está viviendo Dios
como fuente eterna de felicidad.

(E. V. Mateu – Disco “Creemos en el amor”)

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